moral tipica

punto se halla satisfecha; pero pronto advierte que no es lo óptimo, que queda un vacío por llenar, que no ha alcanzado,

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punto se halla satisfecha; pero pronto advierte que no es lo óptimo, que queda un vacío por llenar, que no ha alcanzado, ni de lejos, la plenitud del bien y del amor que buscaba. Es que todos -sepámoslo o no- queremos [a la Verdad, buscamos a la Verdad, tenemos hambre de la Verdad], como Verdad Primera y Bien infinito, como Sabiduría y Amor plenos. Es decir, sólo en [Ella] se halla la perfección, la plenitud humana, la felicidad sin sombras: […]. Ahora que sabemos, no con detalle, pero sí con profundidad lo que es el hombre, sabemos también cuál es su bien fundamental e indispensable. Independientemente de lo que yo quiera, piense, me apetezca u opine, mi Bien es [la Verdad]. Y hallamos así un criterio objetivo de bondad: en el mundo, será bueno para mí -moralmente bueno-, será "ético" lo que me acerque a la Verdad] (o, al menos, no me aleje de Ella); y será malo -aunque me apetezca- lo que me separa de [la Verdad]. Lo que me aproxime a [la Verdad], será también perfección de mi ser humano personal; lo contrario, dañará sin duda y siempre, lo más íntimo de mi persona. Esta es ya una conclusión de suma importancia. Pero se abre, claro está, una nueva pregunta: ¿qué es, en la práctica, lo que me acerca a la Verdad] y qué es lo que me aleja de la Verdad]? La luz natural de la razón es un don que nos permite a todos descubrir las exigencias fundamentales del ser humano, es decir la ley moral natural, […]. [En este sentido, la propuesta moral cristiana afirmará que] Si no existiera la sombra del pecado original en nuestra mente y no hubiese sido debilitada nuestra voluntad, nos conoceríamos bien a nosotros mismos y, en consecuencia, conoceríamos sin duda lo que es bueno, tendríamos una visión clara de la ley moral. Ahora nos cuesta esfuerzo alcanzarla, también porque nos cuesta vivirla. Pero Dios, en su infinita misericordia, ha venido en nuestra ayuda, se ha hecho Hombre, para decirnos hasta con palabras humanas cuál es el camino que conduce a ser de verdad hombres perfectos y felices: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (5). Y no sólo nos ofrece una felicidad natural, sino que con su encarnación, vida, pasión, muerte y resurrección, nos ha abierto las puertas nada menos que a la vida íntima de Dios Uno y Trino. Ha puesto a nuestra disposición su misma felicidad: lo óptimo, no ya relativo al hombre, sino en absoluto. Y para que todos los hombres, podamos conocer fácilmente, sin disputas o dudas angustiosas, sin esfuerzos hercúleos, cuáles son las cosas que nos acercan a Dios y cuáles son las que nos alejan de El, fundó la Iglesia -una, santa, católica y apostólica- con un Magisterio autorizado, asistido siempre por el Espíritu Santo -el Espíritu de Verdad-, capaz de trazar, en cada momento, un mapa cierto y seguro de los caminos del bien. Ahí, especialmente los católicos, pero también de algún modo todos los demás, tenemos el gran criterio, la gran luz, la gran seguridad para discernir el bien del mal, para conocer esa "norma suprema de la vida humana", que el Concilio Vaticano II recuerda que es "la propia ley divina, eterna, objetiva y universal, por la que Dios ordena, dirige y gobierna el mundo universo y los caminos de la comunidad humana" (6). (1) SAN AGUSTIN, Confesiones, X, XVII; (2) CORNELIO FABRO, Dios, Ed. Rjalp, Madrid 1961, p. 203; (6) Conc. Vat II, Dignitatis humanae. 2)

TRABAJO INDIVIDUAL:

CONTRA e-VILLE Lorenzo y Lina odiaban a la empresa e-Ville en cualquiera de sus múltiples manifestaciones comerciales: productos alimenticios e-Ville, maderas e-Ville, y, por supuesto, automóviles e-Ville. La odiaban tanto, que, de hecho, se habían unido a una nebulosa organización, llamada PATEO, cuyo objetivo era organizar la

resistencia contra las grandes empresas en general, y en contra de e-Ville en particular. Durante un curso especial de fin de semana, destinado a la formación de los activistas de PATEO, habían aprendido muchas cosas sobre el enemigo: la empresa eVille era, literalmente, inmensa. Había tomado su nombre de los fundadores de la empresa, la familia De Ville, y el prefijo «e-» era un añadido para darle un toque más acorde con la era de internet. (También PATEO significaba algo, aunque nadie parecía saber a ciencia cierta el qué. Lorenzo pensaba que debía ser algo así como “Paremos la agresión contra la Tierra”, y alguna otra cosa más, mientras que a Lina, lo mejor que se le ocurría era: “Plataforma Antiglobalización Transnacional de Ecologistas Organizados”.) El caso es que e-Ville era una empresa que operaba desde los Estados Unidos (aunque su sede, a efectos fiscales, la tenía en una remota isla del Pacífico), con una facturación superior al PIB de cualquier país de África o Sudamérica, excepción hecha de Brasil y Sudáfrica, si bien a esta última estaba ya a punto de superarla. Tenía infinidad de tentáculos. Una de sus marcas punteras a escala mundial era “Maderas Auténticas”, cuyos productos de lujo se comercializaban bajo la rúbrica “genuina madera de bosque tropical” y el eslogan: “Compre hoy, mañana quizá sea demasiado tarde”. Su división en el ramo de la construcción, “Presas y carreteras e-Ville”, participaba en varios proyectos mastodónticos que, según indicaban los propios folletos publicitarios de la empresa, llevaban aparejados “cambios ecológicos controlados” de gran alcance: modificaciones de cursos fluviales y obras de bisección de inmensos bosques vírgenes, mediante la aplicación de los últimos avances en técnicas de asfaltado. Luego, estaba “Alimentos MG”, su división en el ramo de la alimentación, cuyos envasados solían llevar impreso un reclamo publicitario garantizando que su contenido respondía a “lo último en alimentos mejorados científicamente”, y en cuyos hipermercados, para gran indignación de Lorenzo, podía encontrarse una amplia gama de “carnes selváticas, exóticas y singulares”, entre ellas, carnes de mono y canguro, garras de tigre y, de vez en cuando carne de koala. A otros, lo que más les escandalizaba eran las latas de delfín, jocosamente promocionadas bajo el eslogan: “Como las de atún, pero más simpáticas”. Durante aquel fin de semana, un adusto joven de barba desgreñada explicó a los activistas que las filiales de e-Ville en el Tercer Mundo estaban involucradas asimismo en una serie de “planes de formación de menores en el entorno laboral”, en virtud de los cuales una persona adulta endeudada firmaba un acuerdo con la empresa por el que se comprometía a que sus hijos realizaran un trabajo no remunerado en las fábricas de e-Ville hasta que la deuda quedara saldada. Todo esto era de dominio público, según constató Lorenzo, pero a nadie parecía importarle en lo más mínimo. A PATEO le correspondía cambiar este estado de cosas mediante campañas pacíficas de desobediencia ciudadana. Lo primero que hizo PATEO fue organizar una gigantesca marcha “por la justicia mundial”, coincidiendo con una reunión de los accionistas de e-Ville en New York. Lina y otros compañeros se disfrazaron de flores, como símbolo de la desaparición de hábitats y de especies que llevaban aparejados algunos de los proyectos en los que estaba involucrada e-Ville, sobretodo los relacionados con “Alimentos MG”. La convocatoria fue todo un éxito, y hasta la policía de New York felicitó a los organizadores por haber sido capaces de llevarla a cabo sin crear grandes trastornos en la ciudad. Pero los líderes de PATEO quedaron muy decepcionados con la repercusión que tuvo en la prensa, pues, en lugar de mostrar fotos de la interminable manifestación, o de la sentada que habían protagonizado las flores humanas frente a las “Torres e-Ville”, se limitaron a publicar un suelto en el que e-Ville declaraba con altanería que la protesta de los manifestantes respondía a “motivaciones políticas” y que no cederían ante aquel intento de restringir la libertad de elección de los consumidores y frenar el progreso. La próxima vez –en eso todos en PATEO estaban de acuerdo- habría que hacer mejor la cosas. Ya habían probado las manifestaciones y la desobediencia civil; ahora había que pasar al desorden civil. El dilema que se les planteaba a Lorenzo y a Lina era si esta opción no entraba en contradicción con sus convicciones pacifistas. Pero, como les hicieron

notar algunos de sus compañeros, mucho peor era la violencia que en aquel mismo