Memoria Colectiva Le Goff

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Memoria Colectiva Le goff Para hablar sobre la Memoria Colectiva actualmente, Le goff da una pequeña aproximación de la misma. La define como el conjunto de recuerdos de una experiencia vivida de cuya identidad forma parte el sentimiento del pasado. Pueden ser recuerdos de acontecimientos directamente vividos, transmitidos oralmente, escritos, entre otros. Todos estos recuerdos dan lugar a las diferentes memorias como la memoria activa, memoria latente, oficial o voluntaria, todas orquestadas por toda una escenografía de lo imaginario, tales que de ellas se componen naciones y familias, Iglesias y partidos, memorias sin memoria, clandestinas, metahistóricas, con una gama infinita. Sabiendo esto, la necesidad de oponer los términos de memoria colectiva y memoria histórica es evidente: La memoria colectiva es lo que queda del pasado en la experiencia vivida de los grupos, o lo que estos grupos hacen del pasado. Grupos amplios que van más allá de cuestiones ideológicas, culturales o políticas. Por otra parte, la memoria histórica es unitaria. Si ya no hubiese nadie para frecuentar los archivos nacionales o reavivar la llama del Soldado desconocido, estos lugares señeros de la memoria colectiva se tornarían objetos de la memoria histórica. La memoria colectiva, globalizadora y sin fronteras, depende de la creencia de que no asimila sino lo que la conforta. La memoria histórica, analítica y crítica, depende de la razón que instruye para convencer. La memoria histórica une y la memoria colectiva divide.

Esta oposición ha sido siempre difícil de contrarrestar, cualesquiera que sean los pases y las influencias recíprocas. Sin embargo, hasta época reciente, historia y memoria han estado más o menos confundidas. Las memorias colectivas apenas son perceptibles más que a nivel de su elaboración historiográfica. Entonces según Le goff, es la historia la que nos parece la memoria colectiva del grupo. El historiador de hoy apenas hace uso de una memoria colectiva del pasado sino como aval de una historiografía. Desde los cronistas hasta los positivistas, la historia nos parece haberse desarrollado así sobre el modelo de la rememoración, la amnesia y la memorización. Pero somos nosotros los que creemos que los historiadores le dieron a las grandes mitologías colectivas su fórmula.

Cada historiador tenía su punto de vista sobre los hechos y algo en qué basarse, pero por mucho que hubiese cambiado el modelo de referencia implícita, la historia construía para un grupo identificable la genealogía de su legitimidad, poniendo en sus manos un instrumento de combate. Sabemos hasta qué punto la historiografía positivista y crítica de fines de último siglo sirvió a la combatiente síntesis ideológica de los fundadores de la república. Una ilusión óptica nos da la impresión de que antiguamente se iba de historia a la memoria: la una segregaba a la otra. Para Le goff, eso significa que hoy es al revés. Este cambio se debe a la rápida multiplicación de las memorias colectivas, además de las rupturas en las sociedades contemporáneas y el poder de los nuevos medios de información. Toda la evolución del mundo contemporáneo tiende a fabricar más memorias colectivas, y la historia se escribe bajo la presión de las mismas. Es por lo demás este profundo cambio el que ha contribuido en tanto grado a diversificar la historia. La memoria es un problema histórico reciente. Quienes han dado la respuesta específica a tal problema no han sido los historiadores, sino psicoanalistas, filósofos, escritores y sociólogos, ya que para que la memoria colectiva se convierta a su vez en objeto de historia era necesario que esos dos vocablos dejasen precisamente de ser sinónimos. Era necesario que la historia pase a ser interpretada como una revolución de la memoria. El paso de historia relato a historia problema supone que la memoria gira entorno a algunos ejes fundamentales: 1. La adopción de una problemática contemporánea de un proceso retrospectivo que responda a la demanda social de grupos sociales comprometidos. 2. La renuncia a una temporalidad lineal en favor de un punto de vista etnológico y antropológico. 3. La sustitución de una época privilegiada. A partir de estos ejes, vemos que la historiografía aportada por las memorias colectivas hace explícito lo que allí permanece implícito. Esto hace que la memoria colectiva represente el papel que ha desempeñado la llamada historia de las mentalidades. Se trataría de partir de lugares en que una sociedad cualquiera consigna voluntariamente sus recuerdos o los reencuentra como parte necesaria de su personalidad.

Sin embargo, hace esta historia implica darle vuelta al sentido de la palabra, para recurrir de la memoria de los lugares a los verdaderos lugares de la memoria. El autor se refiere a eso como un problema, el cual obliga a interrogar la tradición historiográfica, a precisar la naturaleza y los tipos de memorias, entre otras. Afirma que el análisis de las memorias colectivas puede y debe convertirse en la punta de lanza de una historia que se precie de contemporánea.