LE GOFF Los Intelectuales

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Los intelectuales en la Edad Media

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-LE GOFF, Jacques, Los intelectuales en la Edad Media, Buenos Aires, Eudeba, 1968 (hay. ed. Barcelona, Gedisa, 1986).

Intelectual: Quien tiene por oficio pensar y enseñar su pensamiento. Se anuncia en la Alta edad media, enseña en las escuelas urbanas en el siglo XII y florece en las universidades en el siglo XIII, luego de haber establecido corporaciones formadas la mayoría de las veces por estudiantes y maestros. Para Le Goff no son filósofos, pues el filósofo es una especie que esta englobada en el género de los intelectuales. Características del Intelectual: Sabio y profesor, pensador por oficio, razonador y científico, de espíritu inquiero e inquisitivo, siempre propenso a caer en excesos.

El Siglo XII. Nacimiento de los intelectuales: Renacimiento urbano y nacimiento del intelectual en el siglo XII: Al principio estuvieron las ciudades. En intelectual de la Edad media nace en ellas, como uno de esos hombres de oficio que se instalan en las urbes en las que se impone la división del trabajo. Puesto que un hombre que tiene como profesión escribir o enseñar o las dos cosas a la vez, un hombre que ejerce de profesor y de sabio, en suma, un intelectual, es un hombre que solo aparece en las ciudades. Pero, ¿y qué hay de las ciudades? ¿Cómo había sido su evolución tras la caída del Imperio Romano? Sin duda siempre hubo ciudades en Occidente, pero los cadáveres de las ciudades romanas del bajo imperio solo encerraban dentro de sus murallas un puñado de habitantes alrededor de un jefe militar, administrativo o religioso. Eran sobre todo ciudades episcopales que agrupaban a unos pocos laicos alrededor de un clero algo más numeroso, sin otra vida económica que un pequeño mercado local destinado a las necesidades cotidianas. Cabe suponer que por influencia del mundo musulmán, que demanda materias primas, se desarrollan embriones de ciudades, los puertos autónomos o anexos a las ciudades episcopales o a los burgos militares del siglo X. Pronto se desarrolla el movimiento comunal, desde mediados del siglo XI. Los puertos devienen en intercambio de gentes de procedencia diversa, que a su vez intercambian ideas. Se produce una revolución cultural y junto con ella, surgen los intelectuales. ¿Hubo un renacimiento carolingio previo? Sí, pero no fue de una magnitud considerable: estuvo muy acotado y se replegó a las elites de las clases más acomodadas de nobles y eclesiásticos. Renacimiento para una elite cerrada, numéricamente muy escasa, que era la que debía proporcionar los funcionarios administrativos para el imperio carolingio. Al mismo tiempo, los libros no eran objeto de lectura sino de atesoramiento. Los mismos eran copiados con exagerado grado de detalle y ornamentación, dado que su destino era más la decoración y la ostentación que el saber y la educación. Los libros entonces en esta época no están

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hechos para ser leídos. Engrosan los tesoros de las iglesias y las bibliotecas de los ricos. Son un bien económico antes que espiritual. El renacimiento carolingio, pues, en lugar de sembrar, atesora. Modernidad en el siglo XII: Los intelectuales no se apropian del saber antiguo sino que lo revelan sin servilismos: se definen como enanos encaramados sobre los hombros de gigantes (los antiguos) y a quienes de alguna manera les cabe la obligación de ver más allá. La contribución greco-árabe: A las nuevas ciudades, mucho más vitales en el siglo XII a causa de los contactos comerciales y del flujo y reflujo de mercaderías, también llegan los manuscritos greco-árabes. Del medio árabe llegan las obras de Aristóteles, Euclides, Ptolomeo, Hipócrates y galeno y dos zonas de contacto los reciben especialmente: Italia y España. Los traductores: Como la lengua científica es el latín, se paga a precio de oro los servicios de los traductores para que traduzcan desde el árabe y el griego los manuscritos de los antiguos. Inclusive cuesta conseguir algunos que traduzcan el Corán, ya que todos están abocados a la traducción de aquéllos textos: no interesa el Islam sino los trabajos de los griegos y los árabes. Traduciéndoles, es posible cubrir las lagunas en el saber a través de la astronomía de Ptolomeo, de la matemática de Euclides, la medicina de Hipócrates y Galeno, la lógica, la física y la ética de Aristóteles, etc. Y además está la contribución árabe: el álgebra y los números arábigos que en realidad son hindúes. París: ¿Babilonia o Jerusalén? De todos los centros urbanos, París es el más favorecido por el prestigio creciente de los Capetos. Paris es el faro que irradia la luz del saber. Es la fuente de todo goce intelectual, en tanto que para otros es el antro por excelencia. La mayor crítica procede de los monjes, pero la paradoja que el retiro de los mismos hacia el monasticismo deja en Occidente expedito el camino a los intelectuales para que hagan de las suyas. Los Goliardos: Son intelectuales para los que París es el paraíso en la tierra. No existen datos para precisar el origen de su nombre. Se trata de intelectuales de origen diverso (campesinos, hombres urbanos o nobles) que son ante todo vagabundos que yerran de aquí para allí. Es un cuerpo de intelectuales vagabundo y errante de ciudad en ciudad, que viven de la limosna o que se hacen juglares por necesidad. Son evadidos de una sociedad dominada por señores e Iglesia, que se ha esforzado por dar a cada quien su propio lugar. Tienen objetivos diversos: a veces critican a la sociedad en general, otras a unos sectores de esta, y otras desean ocupar los lugares de los sectores que critican. La crítica de los goliardos es hacia el clérigo, al señor y al campesino, es decir, todos los representantes del orden altomedieval. Se alían con los gibelinos que son antipapistas y pro-imperio y con la corriente moralizadora que propugna la

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pobreza de la Iglesia. Son más anarquistas que revolucionarios. Al papa le critican por su falta de pobreza, lo mismo que a los monjes y obispos, pero no a los curas. Al atacar a los monjes, lo que atacan es a la vida contemplativa que es la antítesis de su propia vida activa. En los nobles denuestan su vocación y entrega a las armas, pero el quid del enfrentamiento es el amor de las mujeres, que les prefieren a ellos y a los curas. El legado que dejan es el libertinaje y la crítica a la sociedad religiosa. Desaparecen finalmente por las persecuciones y porque su crítica fue muy rígida. Abelardo: Primer intelectual de relieve del siglo XII, fue el primer profesor. Se enfrentó y doblegó a numerosas eminencias de su época, ocupando inclusive su lugar. Fue dejado eunuco por burlar el honor de su suegro. En 1136 regresa a la Montaña Santa Genoveva de París a enseñar, pero a poco se le cruza en el camino el inefable Bernardo de Claraval, que le obliga a retirarse a un monasterio. Las características de Abelardo son las siguientes: filósofo lógico que aportó un método a la investigación; fue un dialéctico, un moralista y un humanista. Nadie más que él reclamó la alianza entre la razón y la fe. Humanizó los sacramentos al poner en el centro de la escena de la penitencia, al pecador y no a sus pecados. Su humanismo se sintetizaba en tolerancia, y frente a aquéllos que preferían separar, el unía. Chartres y el espíritu chartrense: El objeto de estudio de Chartres antes que el trivio (gramática, retórica y lógica) era el quadrivio (aritmética, geometría, astronomía, música). “El exilio del hombre es la ignorancia, su patria la ciencia” En las palabras de Honorio de Autun se sintetiza su mentalidad y espíritu. Chartres manifiesta un espíritu indagador y a la vez, uno racional que se aparta de la experiencia, que solo recala en las apariencias. El naturalismo de Chartres: La base del racionalismo chartrense es la creencia en la omnipotencia de la naturaleza. La naturaleza es el cosmos, un conjunto organizado y racional. La necesidad de orden que sienten los chartrenses hasta condujo a algunos a negar la existencia del caos primitivo. Características del naturalismo chartrense: desacralización de la naturaleza, crítica a los simbolismos, carácter racional de la Creación y reivindicación de la existencia de un orden natural (armonía antes que caos). El Humanismo de Chartres: Características: coloca al hombre en el centro de su ciencia, de su filosofía y casi de su teología; el hombre es el objeto y el centro de la creación; conciben al hombre como un ser racional; antítesis hombre-animal. Aseguran que el mundo fue creado para el hombre. Es en el hombre donde se realiza esa unión activa de fe y razón que es una de las enseñanzas fundamentales de los intelectuales del siglo XII. El hombre microcosmo. La fábrica y el homo faber: El hombre como microcosmo es parte de la naturaleza. Al trabajar en un taller forma parte de la obra creadora, coopera con Dios y la naturaleza.

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El trabajador intelectual y el taller urbano: Este tipo de intelectual, el del siglo XII, solo pudo desarrollarse en el marco del taller urbano. Es un artesano, un hombre de oficio, sus manos son su mente, que no cree que la ciencia deba ser atesorada, sino que se la debe tratar como un bien común y por lo tanto, puesta en circulación. Sus instrumentos son su espíritu y los libros, a los que aprecia sobremanera. Pero a estos artesanos surgidos en el desarrollo urbano del siglo XII aún les falta corporizarse en un gran movimiento de maestros y estudiantes: la universidad. Ello sucederá en el siglo XIII.

EL SIGLO XIII. LA MADUREZ Y SUS PROBLEMAS. Perfil del siglo XIII: Es el siglo de las universidades, porque es el siglo de las corporaciones. En cada ciudad donde existe un oficio, surgen corporaciones. Los universitarios se enfrentan entonces contra los poderes eclesiásticos, contra los obispos, para quienes la enseñanza solo debe ser eclesiástica. Pero su mayor contradicción es que ellos mismos son clérigos a pesar de que tienden al laicismo. También se enfrentan a los poderes laicos, ya que los soberanos tratan de dominar las corporaciones, y contra las comunas y burgueses, que intentan incluirlas en el circuito económico del que se nutren. El factor de triunfo de las universidades será al cabo: su cohesión, su determinación y su poder de huelga y secesión. Estas eran sus armas terribles. Apoyo e influencia del Papado: Frente a las embestidas que sufren las universidades, el papado se erige como el poder al rescate, pero su ayuda no es desinteresada y lo que se propone es controlarlas, colocarlas en la órbita de su política. Extraer las universidades de las jurisdicciones laicas es para el papado un desafío acogedor, pero ponerlas bajo su mandato, lo más cercano a su ideal. Entretanto, los intelectuales son puestos frente a una encrucijada: deben decidir si se acogen a la protección de los papas, o continuar regidos por la corriente del laicismo hacia la cual han sido tan propensos. Todas las universidades al final sufrirán este sometimiento y los universitarios acabarán convertidos en agentes pontificios. Contradicciones internas de la corporación universitaria: La corporación universitaria es ante todo una corporación eclesiástica. Aun cuando estén lejos de haber recibido todas las órdenes, los universitarios pasan todos por clérigos aunque el movimiento haya nacido hacia el laicismo. Son todos hombres de Iglesia aun cuando traten de salir de ella institucionalmente. Por otra parte, la corporación se extiende tanto por las ciudades, que entra en conflicto con otros grupos de la misma: con los burgueses, los comuneros, los nobles, la Iglesia. Por otra parte, en relación con todos estos grupos, la corporación universitaria es como un verdadero caballo de Troya: nadie la puede especificar y sin embargo es un objeto sumamente funcional para cualquier propósito.

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Organización de la corporación universitaria: En el caso de la parisiense, que puede tomarse como arquetipo, la organización es la siguiente: administrativa y profesional. Está compuesta por cuatro facultades: Arte, derecho canónico, Medicina y Teología, que forman a su vez otras tantas corporaciones en el seno de la universidad. Las facultades llamadas superiores, Medicina, Derecho Canónico y Teología son dirigidas por profesores titulares o regentes con un decano a la cabeza. La facultad de Artes, que es la más vivaz y numerosa, está fundada según el sistema de las naciones. Profesores y estudiantes se aglutinan en ella en grupos acorde a los lugares de su procedencia. París tiene cuatro naciones: la normanda, la picarda, la inglesa y la francesa. Cada nación es regida por un procurador. No hay terrenos ni edificios pertenecientes al conjunto de la corporación, excepto el terreno de juegos del Prado de los Clérigos situado extramuros. La universidad, como las facultades y las naciones, se reúnen en las iglesias y conventos para debatir sus asuntos o celebrar sus asambleas generales. Solo a final del siglo XIII aparece lo que sería un jefe de universidad que sería el rector de la facultad de artes. El rector de los artistas dispone de las finanzas en general. Cada rector desempeña su función por un lapso de tres meses. El poder de la corporación universitaria se sustenta en su derecho a huelga y secesión, su autonomía y en el monopolio de la colación de grados. Organización de los estudios: Los estatutos universitarios definen la organización de los estudios, estableciendo la duración de los mismos, los programas de los cursos y las condiciones de los exámenes. Ellos mismos establecen las edades mínimas para ingresar en cada una de las facultades y el intervalo de tiempo que tomará a cada universitario obtener su título correspondiente. La enseñanza de las artes toma 6 años, entre los 14 años y los veinte, pasando el estudiante por las etapas de bachillerato y doctorado. En Medicina y Derecho Canónico será entre los 20 y 25 años, también con seis años de estudio, mientras que para teología serán 8 años de estudio y la edad mínima, los 35 años. La enseñanza primaria y secundaria, además, se daban parcialmente en las universidades. Los programas: Entre otros puntos y dependiendo de cada facultad, los temas considerados eran Aristóteles, la gran recopilación de derecho realizada por el emperador Justiniano I el Grande, Cicerón, las Clementinas, Galeno, etc. Los exámenes: Todo un rito, dependiendo de cada universidad. Tanto los exámenes como la obtención de grados estaban reglamentados. Por lo general se trataba de un examen propiamente dicho y un examen público, el cual era más una ceremonia de investidura. En el día del examen propiamente dicho, el candidato debía comparecer ante el colegio de los doctores, uno de los cuales le señalaba un pasaje para que comentara. El candidato se retiraba a prepararlo y luego lo exponía en público, ante un jurado de doctores y la presencia del arcediano. Después de la

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exposición del comentario, los doctores lo sometían a preguntas y al cabo se retiraban a debatir. La decisión se obtenía por mayoría de votos y era el arcediano quien proclamaba el resultado. El candidato se convertía entonces en licenciado, pero aún le faltaba superar el examen público, que consistía en preparar una tesis y exponerla en la catedral. Clima moral y religioso: Los estatutos establecían el tiempo que duraba la diversión y las fiestas colectivas. Había ceremonias de iniciación en las cuales los iniciados, por provenir del mundo rural, de la civilización agraria, eran lavados en representación de una parodia para que abandone aquella condición original. La piedad universitaria: Devoción por los santos patronos, sobre todo San Nicolás. Asistencia a oficios religiosos y a procesiones. En la religión de los intelectuales se vuelve a encontrar la tendencia a la espiritualidad, sobre todo a partir del siglo XIII. El instrumental: El libro, como base de la enseñanza, era el instrumento por excelencia. Y luego estaban los instrumentos personales para ejercer la actividad propia del estudiante o maestro según el caso: pupitre, pluma, mesa, plomada y regla, piedra pómez con raspador y tiza, una linterna, una lámpara de noche con sebo y un candelero., etc. El libro como instrumento: Los libros universitarios de los siglos XII en adelante son libros completamente diferentes a aquellos de la Alta Edad Media. Mientras estos estaban sumamente decorados y recargados de ornamentación, puesto que tenían una finalidad de atesoramiento más que de lectura, los primeros eran libros mucho más prácticos, más livianos, y los grabados que llevaban insertos podían estar o no, para hacerles más económicos. Sus páginas eran más delgadas lo que los hacía más livianos y prácticos en el acarreo, y por nuevas técnicas, el color de las mismas no era tan amarillento como antaño. Además la antigua letra minúscula gótica reemplaza a la antigua letra. Por otra parte, la popularidad de los libros entre los estudiantes hace surgir los primeros embriones de editoriales y de editores internacionales. Lo cual es un testimonio notable de la mayor circulación de la cultura escrita y su difusión. El método escolástico: El escolasticismo es un movimiento teológico y filosófico que surge en esta época y que tiene a emplear la filosofía grecolatina para comprender los misterios de la revelación cristiana. Trataba de coordinar fe y razón con ese propósito. El vocabulario empleado por los escolásticos tiene la base de Abelardo y de Bernardo de Chartres. Saben de lo que hablan porque se preocupan por conocer el significado de los términos. Además los escolásticos emplean una dialéctica idónea para exponer los problemas, hallar las soluciones y poder defenderlas frente a sus detractores. El escolasticismo se nutre de textos, que son la fuente, el método de autoridad en la que se apoyan. Estos textos tienen que ver con la base que sustenta su conocimiento: el saber de los antiguos y los textos cristianos de los Padres de la Iglesia, la Biblia, el

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Antiguo Testamento, etc. Tratan de no encasillarse en lo que ya ha sido escrito. Para ellos, los autores del pasado no son los señores, la autoridad, sino guías para seguir avanzando. “La verdad está abierta para todos y aun no ha sido poseída por entero”. Por otra parte, al apelar a la razón, los escolásticos convierten a la teología en una ciencia. La razón iluminada por la fe es su consigna. La base de los ejercicios intelectuales de los escolásticos se sustenta en la cuestión, la disputa y la quodlibet, que es un problema cualquiera que se presenta para ser disputado. El intelectual, así, frente a un libro se convierte en un ser activo y ya no en uno pasivo, pues debe poner en cuestión el texto y luego disputar esa cuestión presentada. La Quodlibet, que son problemas planteados frente a un auditorio de manera improvisa, ya que no es el maestro quien presenta el problema sino un asistente, muchas veces coloca por ese motivo en dificultades al maestro. Contradicciones: ¿Cómo vivir? Este era el problema que se le presentaba al intelectual, maestro o estudiante: ¿Cómo vivir? El oficio era hacer trabajar la mente para el segundo e intruir para el primero. Ninguno de los dos, a pesar de pertenecer al grupo de los eclesiásticos, era monje, por lo que no había ninguna institución que se ocupara de su manutención. Por lo que en las ciudades, el problema de alimentación, alojamiento, vestimenta y equipamiento era sumamente angustioso. Había sin embargo dos soluciones para el asunto: salario o beneficio: trabajar o ser pagado, o conseguir alguna especie de beca por parte de algún poderoso o mecenas. En el caso de los maestros la solución fue hacerse pagar por el alumnado, que solía ser en algunos casos mal pagador, lo que motivaba que el maestro no dictase cursos extraordinarios. Pese a todo, la Iglesia sostenía la directriz de la educación gratuita, por lo que tendía a reemplazar el pago realizado por el alumnado con beneficios para los maestros a su propia costa. La gratuidad de la enseñanza fue el principio consagrado por la iglesia y apoyado por el Papado. Entretanto, los estudiantes se hacían mantener por sus familias o por la gracia de algún benefactor. El estar mantenido por los beneficios dispuestos por la Iglesia, a la larga, modificaría la conducta de los maestros negativamente, al condicionarles. ¿Quién hablaría en contra de sus propios benefactores? Por otra parte, también limitaría la extensión y contenido de los programas de estudio, y hasta los estatutos de las universidades. Querella de los regulares y los seglares: La querella mencionada tuvo lugar cuando, por intercesión del Papado, la universidad debió aceptar entre sus filas a miembros de las órdenes mendicantes y franciscanas, es decir, personajes procedentes del clero regular, ya que no del secular. Los argumentos de los seglares contra los regulares eran los siguientes: violaban los estatutos universitarios, rompían la solidaridad universitaria al no plegarse a las huelgas ni a las secesiones, no ser verdaderos universitarios, orientar los estudios solo hacia el monacato con el único fin de perseguir las herejías. Además el eje del enfrentamiento era la pobreza. De pronto a las universidades confluían monjes que tenían como objetivo el ideal de pobreza (franciscanos) mientras que los intelectuales habían salido del entorno rural justamente para evadirse de ella hacia una

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mejor vida. O al menos una más distinguida. Al final, con el apoyo de los papas, triunfarán los regulares por los seglares. Los problemas del escolasticismo al imitar a los antiguos: Al hacer foco en lo antiguo, en las ideas y el saber antiguo, muchas veces el escolasticismo no supo cómo evadirse de la lejana realidad de los antiguos para pasarse al contexto de su época. Todo un problema para una corriente filosófica que pretendía dilucidar las cuestiones del cristianismo con la ayuda de una filosofía de los tiempos del paganismo, que, por ende, era anterior a aquél. De pronto, el trabajo consagrado como una actividad esencial por los antiguos para mantener a la sociedad, no era asimilado como tal por los intelectuales del siglo XIII: “yo no soy obrero de las manos” enfatizaban algunos con orgullo. Por lo que los intelectuales se terminarían separando de los demás trabajadores de su tiempo, recluyéndose y aislándose como los mismos aristócratas y nobles. Por otra parte, el arte, concebido como imitación de la naturaleza, que era perfecta, trababa la creación original del trabajo humano. Ninguna pieza artística por majestuosa concepción y remate que tuviese, llegaría a recrear una cosa viva como la naturaleza (Juan de Meung). El desequilibrio de la fe y de la razón: el aristotelismo y el averroísmo. Será otro problema que enfrentarán los intelectuales: equilibrar fe y razón. Lo que se verá además agravado por algunas traducciones tendenciosas de Aristóteles realizadas por Averroes, que lleva al filósofo antiguo lo más alejado posible de las premisas de fe cristianas. Así, pues, en occidente confluirán dos Aristóteles: el original y el de Averroes. Entonces los escolásticos que han de concentrarse para dilucidar los misterios cristianos a partir de los antiguos, ahora lo hacen desde dos posturas encontradas que genera conflictos entre ellas. Los Agustinianos y platónicos se aprovecharán de esas diferencias para atacar a los tomistas de Santo Tomas de Aquino, comprometiéndole con el Aristóteles de Averroes. Por esa vía combatirán por ende todas las novedades racionales. Y cuando muera Santo Tomás de Aquino, su muerte alterará la calma en la facultad de artes, donde este era considerado el paladín por antonomasia, donde se leía con interés a Aristóteles y donde los intelectuales, más en contacto con la masa urbana, proponía un ámbito universitario mucho más picante que cualquier otro. Magnánimos serían definidos por su pasión de esperanza, energía en su fuerza humana, confianza en las técnicas humanas que son capaces de asegurar el éxito de cualquier empresa que se proponga. Las relaciones entre la teoría y la práctica, entre la razón y la experiencia: Esta fue otra conciliación difícil de realizar en este tiempo. Roger Bacon diría que “sin experiencia nada se puede saber suficientemente”. Con lo que el escolasticismo está a punto de negarse. El empirismo asoma y el equilibrio está a punto de romperse. Porque ni la razón ni la fe se explican por la experiencia, que es un acto de observación y de acostumbramiento a sus resultados partiendo de causas idénticas. Atado a las verdades abstractas y eternas, el escolasticismo corre el peligro de perder el contacto con la historia, con lo contingente, con lo evolutivo. El gran riesgo de los escolásticos era formar una tecnocracia intelectual.

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DEL UNIVERSITARIO AL HUMANISTA. La evolución de la fortuna de los universitarios: Los universitarios de los siglos XIV y XV, se separan del grupo de trabajadores urbanos para convertirse en rentistas. Viven de rentas de tipo feudal, tal como los señores feudales lo hacen, y d beneficios eclesiásticos. En el caso de los profesores, el proceso es el siguiente: se le cobra los honorarios a los estudiantes a la vez que se puede percibir beneficios de algún tipo por parte de mecenas o la Iglesia. Se transforman de esta manera en rentistas y usureros, prestando a los mismos estudiantes de quienes muchas veces recuperan a través de libros. Y esto les permite hacer inversiones en casas de campo, equipamiento, etc. Pero la crisis de aquellos siglos les golpea por lo que deben volver a cobrar a los estudiantes y percibir derechos de exámenes. La crisis misma les empujará hacia los centros de riqueza donde pululan mecenas eclesiásticos y laicos. Hacia una aristocracia hereditaria: La renovación de los universitarios además queda detenida por la tendencia de los mismos a sucederse de manera hereditaria, lo que llevará inclusive a contravenir las disposiciones de sendos estatutos. Por otra parte, para constituirse en aristocracia los universitarios adoptan uno de los medios habituales a que apelan grupos e individuos para entrar en la nobleza: llevar un tren de vida acorde a esta. Lo que los separa aún más de aquellos intelectuales del siglo XII que procedían de los círculos agrarios y que estaban en permanente contacto con las masas del populacho, las masas urbanas del vulgo. Las celebraciones de doctorado se acompañan ahora de más fiestas, tal como sucede con los nobles: bailes, representaciones teatrales, torneos, etc. Las casas de los universitarios se hacen lujosas y las de los más ricos llegan a ostentar inclusive una torre. Sus tumbas, por otra parte, son verdaderos monumentos. De modo que la ciencia se comienza a atesorar y se deja de compartir, excepto con los herederos de la aristocracia universitaria. La ciencia deja de ser un fin desinteresado para convertirse en un tesoro. Ciencia, fe y caballería son las tres flores de lis hacia 1335. Personajes tan eminentes ya no aceptan de ningún modo que se les confunda con trabajadores. Ello implicaría una degradación. Se considera al trabajo manual con profundo desprecio, pero el trabajo manual en sí es experiencia, por lo que se ahonda el precipicio entre teoría y práctica, entre ciencia y técnica: el escolasticismo del siglo XIII está a punto de romperse. Evolución del escolasticismo: Los problemas del escolasticismo al imitar a los antiguos (siglo XIII): Al hacer foco en lo antiguo, en las ideas y el saber antiguo, muchas veces el escolasticismo no supo cómo evadirse de la lejana realidad de los antiguos para pasarse al contexto de su época. Todo un problema para una corriente filosófica que pretendía dilucidar las cuestiones del cristianismo, la revelación por ejemplo, con la ayuda de una filosofía de los tiempos del paganismo que, por ende, era anterior a aquél.

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De pronto, el trabajo consagrado como una actividad esencial por los antiguos para mantener a la sociedad, no era asimilado como tal por los intelectuales del siglo XIII: “yo no soy obrero de las manos” enfatizaban algunos con orgullo. Por lo que los intelectuales se terminarían separando de los demás trabajadores de su tiempo, recluyéndose y aislándose como los mismos aristócratas y nobles. Por otra parte, el arte, concebido como imitación de la naturaleza por los antiguos, naturaleza que era perfecta, trababa la creación original del trabajo humano. "Ninguna pieza artística por majestuosa concepción y remate que tuviese, llegaría a recrear nunca una cosa viva como la naturaleza" (Juan de Meung). El escolasticismo, para entonces, comienza a sufrir los embates del divorcio entre la fe y la razón, relación que había sido uno de sus postulados originales: entender los misterios cristianos (fe) a partir de la filosofía de los antiguos, como la aristotélica (razón). Por otra parte, ello se vislumbra en la vida real con la correspondiente separación y repliegue de la clase universitaria respecto de la trabajadora (ciencia y técnica para el caso, respectivamente). Muchos aseguran que Dios es tan libre que escapa a la razón humana. En consecuencia, la razón ya no podía sostener a la creencia ni menos, confirmarla. A poco, todos los universitarios entran en una corriente antiintelectualista que recae en el misticismo. La razón es un recuerdo del siglo XII: lo que impera ahora es la realidad de decanos que abjuran de su pasado escolástico. El escolasticismo de esta nueva cepa, a fin de cuentas, se rinde nuevamente ante la santa ignorancia: la ciencia racional se borra ante una piedad efectiva de la cual son expresión los sermones y los opúsculos piadosos. Los universitarios se pliegan así a cierta espiritualidad humanística. La nacionalización de las universidades: En los siglos XIV y XV las universidades van mudando de aspecto y toman cada vez uno más parecido al nacional y hasta regional. La de Praga será la primera universidad nacional. Habrá otras, como la de Salamanca, creadas por reyes mismos. Entretanto, la de París, irá perdiendo aquella característica de multinacional que había tenido hacia el siglo XIII: inglesa, picarda, francesa y normanda. En gran parte, una de las causas es la misma multiplicación de universidades lo que ha determinado lo anterior. Grandeza y debilidades de la política universitaria: París: El asunto del gran cisma de Aviñón coloca a la universidad de París en una situación muy ligada al papa. Si la universidad de París es la hija mayor del rey de Francia, también es la primera escuela de la Iglesia. Pero la conducta oscilante entre acabar con el cisma para reconocer solo un papa, al final lleva a la universidad de París a perder una serie de privilegios. Entre ellos, el derecho de huelga, que queda en manos del rey a instancias de una reorganización propuesta por el legado pontificio (1499). Entretanto, el espíritu de la enseñanza ya comenzaba a oscilar entre el escolasticismo y el humanismo, con preponderancia del segundo. Retroceso del escolasticismo, avance del humanismo, el retorno a la poesía y a la mística y el humanista aristócrata:

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Todo lo anterior es una consecuencia de la decadencia universitaria que se ha iniciado desde finales del siglo XIII, cuando los universitarios dieron la espalda a las raíces del movimiento intelectual que les había ensalzado. El humanista aristócrata procede de un determinado grupo y recala indefectiblemente en ese mismo grupo, a diferencia de lo que había acontecido con los intelectuales del siglo XII. La idea del medio que había parido a los intelectuales, aquél del taller urbano armado en nacientes ciudades dispuestas para el comercia, preocupado por nuevas técnicas que hicieran del trabajo una actividad más eficiente y eficaz, se ve trastocada por otra muy distinta. El medio del humanista es el del grupo, el de la academia cerrada donde el conocimiento se atesora. Y al final... nada se tornó más contrastante entre el ambiente bullicioso de trabajo de los intelectuales del 1100 y la atmósfera solariega de los humanistas del 1400 y 1500. Frente a la imagen del profesor apiñado en un hormiguero de alumnos que se movían a fuerza de codazos para alcanzar el mejor lugar para escucharle, los humanistas se sintieron más cómodos en gabinetes tallados de casas de campo. El frenesí y el polvo de las escuelas dieron lugar al lujo de los aposentos de los humanistas, donde hasta el aleteo de los insectos se tornó ensordecedor. Era la decadencia de la Edad Media.

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