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UNA ARTISTA COLOSAL

MARTHA ARGERICH

Martha Argerich es poseedora de una técnica de primer nivel, con la capacidad de ejecutar el repertorio pianístico más complejo. Además, desde sus ejecuciones emanan sonidos muy hermosos, encarando los pasajes pianísticos más “densos” o difíciles como si fueran “sencillos”, pero con notable precisión, vigor y pasión. Por otra parte, su ejecución también tiene gran sutileza y delicadeza cuando la composición así lo requiere. Todo esto ha contribuido a ubicarse entre las más grandes intérpretes del piano en la actualidad. Por Jorge Hegedüs Martha Argerich nació en la ciudad de Buenos Aires el 5 de junio de 1941. Se reveló desde muy temprana edad como una niña prodigio puesto que ya a los cuatro años de edad debutó ante el público. En ese momento estudiaba con la maestra Ernestina Kusrov y con posterioridad lo hizo con Vicente Scaramuzza. La pequeña Martha daba en esa época un concierto por año y a los doce se presentó en el teatro Colón, lo que quizás haya sido el detonante para su gran futuro. El asunto llegó a tal nivel que el Gobierno Argentino de ese momento le otorgó una beca para estudiar en Viena con Friedrich Gulda (que visitó el Río de la Plata en 1947). Hay que destacar que las autoridades argentinas tuvieron la sensatez de otorgar distintos cargos en la Embajada Argentina en Viena a los padres de la pequeña Martha, así éstos podían estar cerca del proceso evolutivo de su talentosa hija. Con el paso de los años Martha Argerich siempre reconoció que Gulda había sido su gran maestro, su verdadero orientador en el terreno musical. Con respecto a Scaramuzza, y con el paso del tiempo, no hizo comentarios del todo elogiosos. También llegó a tomar lecciones con el pianista italiano Arturo Benedeti Michelangeli el que, aparentemente, le dio muy poca atención. Luego estudió con Nikita Magaloff y aún con Madeleine Lipatti (viuda del famoso pianista rumano Dinu Lipatti el cual falleció a la temprana edad de 33 años). De todos ellos siempre ha sido Gulda el que se ha llevado los mejores reconocimientos. Argerich llegó a admirarlo mucho, especialmente por su personalidad “un poco menos que subversiva...” según sus propias palabras.

Recordemos que Gulda, pese a ser una gran Beethoveniano, era también un excelente ejecutante, arreglador y compositor de música de jazz. Las virtudes de la concertista argentina hicieron impacto en el mundo musical, especialmente el europeo. En 1957 obtiene el 1er. premio en el concurso “Ferrucio Busoni” (Bolzano). Nuevamente logró el máximo galardón en Varsovia en el concurso “Federico Chopin” (1963) situándose por delante de la local y favorita Marta Sosinska. Además, logró los siguientes galardones: 1965 - Premio internacional Competición de piano Frederick Chopin, primer premio. 1989 - Premio Konex de Platino, mejor pianista de la década (1980-1989); 1999 - Premio Konex por la personalidad más destacada de la música clásica de la década (1990-1999); 2000 - Premio Grammy al mejor solista instrumental con acompañamiento de Orquesta: Charles Dutoit (director), Martha Argerich y la Orquesta sinfónica de Montreal por Prokofiev: Concierto para piano n.º 1 y Concierto para piano n.º 3 y Bartok: Concierto para piano n.º 3; 2005 - Premio Grammy a la mejor interpretación de música de cámara: Martha Argerich y Mikhail Pletnev por Prokofiev (Arr. Pletnev): Cenicienta, Suite para dos pianos y Ravel: Ma Mere L' Oye; Premio Asociación Japonesa de las Artes; 2006 - Premio Grammy al mejor solista instrumental con acompañamiento de Orquesta de Claudio Abbado (director), Martha Argerich y la Orquesta de Cámara Mahler por Beethoven: Conciertos para piano Nº 2 y 3.

Hasta podríamos especular que Martha Argerich ganaba todos los concursos que “le venían en ganas”. Ella recuerda que a principios de los años sesenta tuvo problemas personales los cuales le hicieron interrumpir su carrera artística. Su madre, como también el gran pianista polaco – belga Stefan Ashkenase y su esposa, la ayudaron para salir de ese duro trance. A partir de su notable triunfo en el concurso realizado en Varsovia, Martha Argerich fue imponiendo poco a poco su gran calidad artística. Las publicaciones especializadas, el auditorio de sus conciertos y sus grabaciones de esas épocas como también en la actualidad, siguen dando verdadera prueba de ello. La gran autoridad de esta pianista argentina llevó a que sea invitada para integrar jurados en concursos pianísticos. Es muy recordado el caso cuando se retiró indignada del certamen “Federico Chopin” debido a que el resto de sus colegas eliminó por votación al pianista búlgaro Ivo Pogorelich. Tal es el nivel artístico de Martha Argerich, que verdaderamente constituye el sueño u objetivo de los empresarios musicales. Ellos saben muy bien que una presentación de esta intérprete significa llenos totales en las salas de conciertos: es un éxito de taquilla. Es cierto que esta concertista a veces suspende sus presentaciones y en algunos casos por razones no muy válidas. Pero ello no importa dado que la desilusión inicial del público se ve altamente compensada con posterioridad, en la siguiente audición y aún con creces. ¿Qué se puede destacar con relación a Martha Argerich específicamente en el

terreno musical? Que todos los que la hemos escuchado en vivo, a través de sus grabaciones sean en CD o vídeos, comprobamos con admiración que todo lo hace muy, pero muy bien. Se puede apreciar, inclusive, un verdadero contraste entre la personalidad en su vida diaria de relación con respecto a sus ejecuciones pianísticas. En el primer aspecto hasta daría la sensación como de inseguridad, gran timidez, ― lo que se comprueba, entre otros aspectos, su gran aversión hacia las entrevistas periodísticas, y hasta los elogios (¡!) ―. Pero cuando se sienta al frente de su instrumento y pone sus vigorosas manos sobre el teclado, todo lo primero desaparece. A partir de ese momento esta pianista sabe muy bien lo que debe hacer, con absoluta seguridad y dominio absoluto de la situación, específicamente en el logro de los objetivos interpretativos. En cierto modo hasta se la puede comparar con el ucraniano Vladimir Horowitz. Cuando éste se presentaba ante el público, los numerosos asistentes sentían como si estuvieran sentados sobre “un cable de alto voltaje”, con una enorme tensión emocional mientras lo escuchaban ― especialmente por los arreglos espectaculares que hacía de algunas obras orquestales ―. Con Martha Argerich ocurre algo similar, aunque en otro sentido, puesto que al sentarse frente al piano, los presentes en la sala sienten que algo superior, hasta extraordinario está por ocurrir; la expectativa, entonces, es enorme; y, efectivamente, no salen defraudados. Su repertorio es tanto amplio como también versátil. Parte desde Bach, Scarlatti, y luego siguen Beethoven, Schubert, Liszt, Chopin, Schumann, Brahms, Ravel, Debussy, Poulenc, Saint-Saëns, Stravinsky, Couperin, Tchaikovski, Prokofiev, Scriabin, Balakirev, Shostakovich, Paul Dukas, César Frank, Richard Strauss, Dvorak, Manuel de Falla, Bartok, Ginastera, Olivier Messiaen, Leos Janácek, Witold Lutoslavski, y muchos otros compositores más. Sin embargo esta pianista reconoce que no le agrada en absoluta tocar ante el público o grabar “obras integrales” ― postura similar al

de su colega brasileño Néstor Freire ―. También se muestra magistral en la música de cámara junto a Mtislav Rostropovich, Mischa Maisky, Guidon Kremer, Stephen Bishop-Kovacevich, Nicolas Economou, Alexandre Rabinovitch, y unos registros muy interesante a dos pianos con el brasileño Nelson Freire. Esta pianista se ha inclinado últimamente a no presentarse sola en los conciertos, no le agrada la “soledad”; tiene preferencia hacia la música de cámara o actuar junto a orquestas sinfónicas en conciertos para piano y orquesta. Además, aparentemente en forma recreativa, y de la misma forma que su compatriota Daniel Barenboim, también ha incursionado en el tango, específicamente con Astor Piazzolla, ― pero siempre acompañada por otros músicos ―. Martha Argerich es poseedora de una técnica de primer nivel, con la capacidad de ejecutar el repertorio pianístico más complejo. Para ella todo es posible, puede hacer lo que quiere y con la mayor solvencia. Pero, y esto es muy importante, desde sus ejecuciones emanan sonidos muy hermosos, encarando los pasajes pianísticos más “densos” o difíciles como si fueran “sencillos”, pero con notable precisión, vigor, pasión y solidez. Por otra parte, su ejecución también tiene gran sutileza y delicadeza cuando la composición así lo requiere y sin ninguna afectación expresiva. Todo esto ha contribuido a ubicarla ― aunque ella misma no lo reconoce de esta forma ― entre las más grandes intérpretes del piano de la actualidad. Martha Argerich siempre está en la búsqueda de ideas nuevas, de constantes renovaciones con relación a enfoques interpretativos. Según lo que ella misma manifiesta, al finalizar una grabación, ello ya constituye algo “pasado”. En este aspecto tiene cierta afinidad con Ferrucio Busoni. El músico toscano también estaba constantemente, y de forma obsesiva, en la búsqueda de nuevos horizontes musicales en sus ejecuciones. Pero hay una significativa deferencia en los motivos de esta situación. Busoni mostraba

un constante inconformismo con sus logros, se sentía como frustrado, puesto que lo logrado “no era lo que buscaba”. Era como correr hacia el arco iris. En el caso de Martha Argerich, en cambio, el enfoque era y sigue siendo distinto. Sus logros siempre son los deseados. No hay frustración. Se siente satisfecha y no niega lo que ha logrado u obtenido. Lo hecho, hecho está y en plena conformidad. Pero una vez lograda la meta buscada, empieza a moverse hacia nuevas vivencias interpretativas. Por esta causa Martha Argerich no escucha sus grabaciones ― aunque sí las obras de Cámara ― y por las razones anteriormente señaladas. Uno de sus registros preferidos que si escucha en forma reiterada son las sonatas para violín y piano del húngaro Bela Bartok. Los mismos los hizo en su momento con el letón Guidon Kremer. Hasta se plantea la situación jocosa que en ciertas ocasiones no se reconoce al escuchar sus propias grabaciones (¡!). Recordemos que el recordado pianista chileno Claudio Arrau también tuvo la misma postura: no escuchaba sus registros discográficos. De todas formas, cuando Martha se aboca a estudiar nuevamente una obra que ya había grabado con anterioridad, entonces si le presta atención a esa composición de su registro anterior, quizás para tener un punto de referencia. En un excelente reportaje que le hizo hace unos años atrás Diego Fischerman, Martha expresó en esa ocasión que le hubiera gustado escuchar a los genios de otras épocas, caso de Chopin “…tratar de saber cómo era la interpretación en su época es una cuestión de respeto por el compositor que creó esa música que uno ama. No es que vaya a intentar tocar así, pero esa puede ser una fuente de inspiración”. Esta gran pianista se encuentra en la actualidad en su máximo potencial interpretativo. Su residencia de base es la ciudad de Bruselas. Jorge Hegedüs