MANEJO HOLISTICO

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Secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales Instituto Nacional de Ecología Fondo Mexicano Para la Conservación de la Naturaleza Fundación para Fomentar el Manejo Holistico de Recursos, A.C.

CONTENIDO Prefacio Agradecimientos

13 17 Primera parte Introducción

1. Cambiemos nuestra manera de tomar decisiones

21

Segunda parte Cuatro conceptos clave 2. El poder de los paradigmas 3. El todo es mayor que la suma de sus partes 4. Una nueva manera de ver el ambiente 5. La relación depredador-presa 6. Lo importante es el tiempo 7. Una nueva estructura de administración y toma de decisiones

29 33 44 53 57 66

Tercera parte El poder radica en la meta holística 8. Definición de el todo: ¿qué estamos administrando? 9. Estructuración de una meta holística: ¿qué queremos en realidad? 10. Desarrollo de un sentido de pertenencia: ¿estamos seguros de que realmente queremos eso?

73 81 100

Cuarta parte El ecosistema que nos sustenta a todos 11. Los cuatro procesos fundamentales de nuestro ecosistema 12. El ciclo del agua: torrente sanguíneo de las civilizaciones 13. Dinámica de las comunidades: los patrones de desarrollo cambiantes de las comunidades bióticas 14. El ciclo de los minerales: circulación de nutrientes esenciales 15. El flujo de la energía: el combustible que sustenta la vida

115 118 134 155 163

io CONTENIDO Quinta parte Las herramientas que utilizamos para administrar nuestro ecosistema 16. De las lanzas paleolíticas a la ingeniería genética 17. Dinero y mano de obra: siempre se requiere una de estas herramientas o ambas 18. Creatividad humana: la clave del uso eficaz de las herramientas 19. El fuego: la herramienta más antigua 20. Descanso: la herramienta menos comprendida 21. Pastoreo: la herramienta de la cual más se abusa 22. Impacto animal: la herramienta que menos se utiliza 23. Organismos vivos: la herramienta más compleja 24. Tecnología: la herramienta más utilizada

181 185 192 196 210 232 253 267 275

Sexta parte Sometamos a prueba nuestras decisiones 25. 26. 27. 28. 29.

Toma de decisiones económica, ambiental y socialmente viables Causa y efecto: paremos los golpes en la cabeza antes de tomar aspirina Eslabón débil: la cadena es tan fuerte como el más débil de sus eslabones Reacción marginal: cómo lograr más con menos Análisis de ingresos brutos: cómo obtener las máximas ganancias con el menor costo adicional 30. Energía y dinero: uso de las formas más apropiadas y de la manera más constructiva 31. Sustentabilidad: cómo generar riqueza perdurable 32. Sociedad y cultura: valores personales y responsabilidad social

283 289 300 309 317 325 331 341

Séptima parte Cómo completar el ciclo de retroinformación 33. Cómo supervisar nuestros planes y mantener el curso

349

Octava parte Algunas directrices prácticas en administración 34. Lecciones aprendidas en la práctica 35. Aprendizaje y práctica: el cambio de paradigmas 36. Organización y liderazgo: creación de un ambiente que fomente la creatividad 37. Comercialización: desarrollo de una estrategia acorde con la meta holística 38. Tiempo: cuándo exponer y reexponer las plantas y el suelo a los animales

359 362 373 382 392

CONTENIDO u 39. Densidad animal y efecto de manada: uso de los animales para conformar el paisaje 40. Agricultura: métodos que se asemejan más a la naturaleza 41. Quemas: cuándo y cómo quemar, y qué hacer antes y después de la quema 42. Control de poblaciones: veamos la estructura de edades, no la cantidad; observemos la diversidad, no una especie

410 428 445 454

Novena parte Procedimientos de planeación exclusivos de la administración holística 43. Alejémonos de lo convencional 44. Planeación holística financiera: el camino financiero hacia nuestra meta holística 45. Planeación holística de la tierra: el desarrollo de infraestructura en grandes áreas de tierra 46. Planeación holística del pastoreo: llevemos los animales al lugar correcto, en el momento correcto y por las razones correctas

473 477 499 514

Décima parte Nuevas perspectivas 47. 48. 49. 50.

Introducción: expandamos el uso del modelo de administración holística Diagnóstico de la causa de los problemas Hagamos que la investigación sea relevante La creación de políticas sólidas

539 541 549 556

Decimoprimera parte Conclusiones 51. Cambiemos el curso: la creación del futuro que queremos

569

Glosario Referencias Notas índice analítico

577 581 605 610

PREFACIO

C

uando era joven, mi única meta en la vida era vivir para siempre en lo más agreste del matorral xerófilo africano. Aunque en algún momento tuve oportunidad de hacerlo, acabé por renunciar a ello y empecé a tratar de salvar la vida silvestre que me motivó inicialmente para vivir inmerso en la naturaleza. Incluso en los lugares más intactos, la tierra se estaba degradando; de hecho, estaba convirtiéndose en un desierto, lo que menguaba cada vez más su capacidad para sustentar cualquier clase de vida. Me decidí a encontrar alguna manera de revertir ese proceso. Sin embargo, esa búsqueda me llevó por senderos que ni en sueños hubiera imaginado, pues primero me obligó a trabajar con gente que durante generaciones se había encargado de cuidar la tierra y cuyo manejo —al menos desde mi punto de vista— era la causa inicial del deterioro; después trabajé con quienes los asesoraban y, finalmente, hice otro tanto con muchas más personas cuando fui miembro del parlamento y pugné por mejorar el manejo de la tierra desde el ámbito político. Lo que aprendí de estas experiencias fue que el crecimiento inmisericorde de los desiertos y la pobreza humana resultante de ello sí se relacionan con el manejo, pero, más que nada, con el modo en que las personas toman sus decisiones de manejo, independientemente de que vivan en el campo y trabajen la tierra de manera directa o no. En esta obra pretendo describir el camino alternativo que así surgió. En ella presento un nuevo marco de referencia para la toma de decisiones que permite a la gente decidirse por lo que satisface sus necesidades inmediatas, sin poner en riesgo su bienestar futuro o el de las generaciones venideras. Desde luego, para eso es necesario que las acciones derivadas de cualquier decisión fomenten también el bienestar del medio ambiente que nos sustenta, y que tendrá que dar sustento a las generaciones futuras. La principal ventaja del nuevo marco de referencia para toma de decisiones es que nos hace ver que la mejor manera de velar por nuestros intereses es tener en cuenta las consecuencias ambientales, sociales y económicas de cada decisión. Administración holística es la versión revisada y actualizada del libro Administración holística de los recursos (1988), que fue nuestro primer intento por explicar el desarrollo del nuevo marco de referencia para toma de decisiones y cómo podemos utilizarlo. Desde luego, el cambio del título no es la única diferencia. Quienes han puesto en práctica las propuestas del libro —es decir, personas interesadas más por obtener resultados reales que por teorías que, aunque suenan bien, son más interesantes que útiles— nos aclaran y refuerzan dichas ideas. Entre esa gente figuran miles de personas que se ganan diariamente la vida haciendo producir la tierra y aprendiendo a restaurarla de modo rentable mediante prácticas que imitan a la naturaleza, y muchas otras a las que sólo les in13

H PREFACIO teresa llevar una vida personal y familiar más satisfactoria. Entre ellas se cuentan, además, comunidades enteras que han encontrado estas ideas útiles para fomentar la unión —incluso en casos donde hay conflictos de por medio—, a fin de generar una visión en común que refleje lo que en realidad valoran y esperan lograr. Quienes lean esta edición podrán aprovechar lo que hemos aprendido de toda esa gente y sus intentos por poner en práctica las ideas que proponemos; es decir, los problemas que han enfrentado, los errores que han cometido, lo que ha funcionado, lo que ha fallado y por qué. El libro también contiene las aportaciones de mi esposa, Jody Butterfield, quien reescribió muchas veces cientos de páginas para hacerlas más sencillas, darles claridad y eliminar los terminajos innecesarios, lo que me obligó a pensar más profundamente que nunca en casi cada punto. Puesto que ningún tipo de reconocimiento hubiera sido justo para recompensar su esfuerzo, su nombre aparece junto al mío en la portada. Las diferencias esenciales entre la primera edición y la presente están entreveradas en el libro como parte de los temas medulares, pero resultarán evidentes a quienes hayan leído ambas obras. No obstante, la más significativa de éstas es que nos hemos esforzado por ampliar el texto y abarcar a quienes no trabajan directamente en la administración o manejo de tierras. Aunque nuestro destino como civilización está vinculado a la tierra y su integridad, y a pesar de que millones de personas ordinarias controlan en gran medida ese destino al procurarse el sustento diario, dichas personas no podrán salir adelante sin el apoyo de los cientos de millones más que dependen de su esfuerzo. Otro punto también importante y que reiteraremos varias veces en las páginas de este libro es que cada uno de nosotros, sin importar el camino que haya elegido en la vida, toma decisiones que afectan de una u otra manera la integridad de nuestro medio ambiente y la calidad de vida de otras personas. La sencilla técnica que proponemos en estas páginas para evaluar dicho impacto cuenta con muchos recursos para asegurar que el resultado fomente la perpetuación de la vida. Aunque nos hemos esforzado al máximo para quitar detalles que pudieran confundir al lector ajeno al trabajo con la tierra, no podemos eliminarlos por completo, pues, de hacerlo así, el libro perdería significado para nuestro público objetivo. Parte de la información contenida en la primera edición se encuentra ahora en una serie de manuales en la que estamos trabajando y a la cual haremos referencia específicamente en los capítulos subsecuentes. Asimismo, en el propio libro mencionaremos qué capítulos podría omitir el lector cuyo interés sea más general, si así lo desea. En el futuro, a medida que adquiramos experiencia en otros ámbitos del quehacer humano, seguramente escribiremos nuevos libros en los que abordaremos de manera particular los temas que les sean pertinentes. Hasta en tanto, los planteamientos expuestos en la presente obra tocan las vidas de todos y seguirán haciéndolo en los años venideros. Hace unos años, al concluir una breve charla sobre administración holística ante los socios del Club de Exploradores de Nueva York, llegó hasta mí un hombre llamado Ron Brandes. Me comentó que, sin haberme dado cuenta de ello, con mi plática había enfocado la atención en lo que seguramente se convertiría en el retoño de la actual Era de la Información: \:\a de l.i loma de I )ccisionc.s. A fin de cuentas —comentó—, de poco

PREFACIO 15 nos servirá la información que hemos acumulado durante las décadas pasadas si no tomamos decisiones inteligentes en cuanto a cómo debemos utilizarla. Espero que el marco de referencia que hemos desarrollado nos ayude a lograr ese objetivo.

ALLAN SAVORY Albuquerque, Nuevo México

AGRADECIMIENTOS

T

odo lo que hacemos en el mundo de las ciencias se basa en el trabajo de miles de personas que nos precedieron. Gracias a lo que aprendemos de sus éxitos y fracasos nosotros avanzamos. Me siento profundamente agradecido con las muchas personas que han luchado por encontrar mejores formas de vivir en armonía con nosotros mismos y nuestro medio ambiente, y cuya labor me ha permitido construir. Desde el momento en que me aparté de la manera de pensar acorde con mi formación profesional han sido muchas las personas que me han prodigado su respaldo y ayuda, por lo que me congratulo de tener esta oportunidad de agradecerlo. En particular, quiero reconocer mi deuda moral ante los muchos agricultores y ganaderos del sur de África, y posteriormente los de Norteamérica, quienes amaron su tierra y estuvieron dispuestos a colaborar conmigo en aquellos primeros años, cuando estábamos en busca de respuestas. Asimismo, deseo expresar mi enorme agradecimiento a los empleados de los organismos gubernamentales que apoyaron en aquel entonces nuestro trabajo, a pesar de las muchas críticas de sus colegas. Sin el valor y entusiasmo de todas y cada una de esas personas jamás habríamos encontrado una mejor manera de hacer las cosas. A partir de la creación del Centro de Administración Holística en 1984, muchas personas igualmente comprometidas con el avance de estas ideas se nos han unido a mi esposa Jody Butterfield y a mí, principalmente quienes integran nuestra creciente red de Educadores Certificados en Administración Holística. Muchos de los cambios que aparecen en esta edición de Administración holística son resultado directo de las aportaciones de estas personas y tienen como base lo que ellas han aprendido en la práctica y al dar apoyo a otras. Todos sentimos una enorme gratitud hacia los extensionistas tribales, que tanto se han esforzado por llevar la administración holística a las tierras comunales de Hwange, Zimbabwe. Ellos nos han enseñado cómo simplificar y explicar más claramente los conceptos que a la gente de otros lugares le ha sido difícil aprender. Varios de nuestros amigos y colegas leyeron partes del borrador original de esta obra, nos dieron sus valiosos comentarios y nos ayudaron a corregir errores bochornosos. Se trata del Dr. Paul Martin, Departamento de Geociencias de la University of Arizona; el Dr. Cliff Montagne, Departamento de Ciencias Botánicas, Edafológicas y Ambientales de la Montana State University, el Dr. R.H. (Dick) Richardson, Departamento de Zoología de la University of Texas en Austin; el Dr. Brian Sindelar, consultor en manejo de potreros de Bozeman, Montana; la Dra. Deborah Stinner, Departamento de Entomología de la Ohio State University, y el Dr. Ray Travers, un silvicultor profesional registrado independiente de Columbia Británica, Canadá. Además de ellos, las siguientes personas nos hicieron el favor de leer el borrador completo y nos ayudaron a mejorar su estructu17

i8 AGRADECIMIENTOS ra general, señalaron los puntos débiles o poco claros y redujeron en gran medida el número de segmentos difíciles de entender: Alan Carpenter, Bill Casey, John Cleveland, Frank Dawley, Ghislaine Keyzer, Hunter Lovins, Walt Ruzzo, Arne Vanderburg y Tom Walther. Maree Rackstraw hizo el valeroso intento de mejorar las ilustraciones y Stephen Verzi nos brindó su oportuna ayuda con el diseño tridimensional. A estas personas, mis más sinceras gracias. Por ultimo, Jody y yo nos sentimos particularmente agradecidos con el personal del Centro de Administración Holística, que durante casi tres años se vio obligado a arreglárselas con dos personas menos para repartir la enorme carga de trabajo. Y, por si fuera poco, lo hicieron sin quejarse en absoluto, lo que acrecienta la admiración que sentimos hacia ellos. La realización de este libro se facilitó mucho con una beca del Fondo 777 de The Tides Foundation. Muchas gracias.

Primera parte

Introducción

1 CAMBIEMOS NUESTRA MANERA DE TOMAR DECISIONES

I

ngresé en 1948 a la Escuela Plumtree, un internado de la más pura tradición británica situado en el monte o ve Id sudafricano, no lejos de la frontera de lo que eran entonces Rhodesia del Sur y Botswana. Cuando no estábamos jugando al rugby o al criquet, se nos motivaba para que exploráramos la selva circundante en un gesto de liberalidad que, en mi caso, compensó mi frustración de adolescente ante la educación formal. Me volví un fanático de esa selva y su fauna mayor, y fue precisamente la pasión por regresar a todo aquello lo que me motivó a cursar los estudios universitarios que me capacitaron para ocupar, a la edad de 20 años, un puesto en el Departamento de Fauna de Rhodesia del Norte. Una vez instalado en esa dependencia, empecé a darme cuenta de que todo lo que amaba estaba condenado a desaparecer. Y no por las causas que normalmente se aducen, como la cacería furtiva y la sobreexplotación, sino por nuestra propia ignorancia de burócratas profesionales. Pero a ningún burócrata profesional le gusta admitir que ignora algo, ni plantear el tipo de preguntas que yo hacía. Lo que se acostumbra más bien, es culpar a otros, al mismo tiempo que se solicitan aumentos de recursos financieros, investigaciones y personal. Así comenzó mi larga lucha, a menudo solitaria, por encontrar soluciones para el deterioro que veía por doquier. Fui aprendiendo, sobre la marcha, que lo que veía en cuanto a destrucción de la vida silvestre era tan sólo una manifestación de la condición humana y las demás formas de vida de este planeta. Los problemas de la fauna salvaje que me tocó presenciar en aquel entonces, no fueron sino las primeras ráfagas de las violentas tempestades que han acabado por amenazar al mundo entero. Hoy día, luego de varias décadas y de que corriera mucha agua bajo el puente, puedo escribir finalmente acerca de la solución que encontré y he venido perfeccionando a partir de entonces con ayuda de muchas personas. Esta solución no requiere tecnologías complejas y costosas, tampoco conocimientos especializados, sino más bien, puntos de vista diferentes y un nuevo procedimiento de toma de decisiones que nos permita diseñar y planear el futuro que deseamos, pero a la vez nos asegure que el medio ambiente pueda sustentarlo. Este procedimiento de toma de decisiones nos será útil para administrar una granja, un parque nacional o una red urbana de suministro de agua potable, pero también nuestra vida personal, el hogar, una corporación o cualquier tipo de organización. Puede servirnos, asimismo, para diagnosticar las causas fundamentales de muchos problemas, así como para evaluar una gama de políticas o lograr que la investigación sea más relevante en cuanto a las necesidades de administrar nuestros recursos. En aquellos primeros años, jamás imaginé que la toma de decisiones tuviera algo que ver con el reto de preservar la vida silvestre en un medio ambiente cada vez más degrada21

22

PRIMERA PARTE: INTRODUCCIÓN

do. Pero al fin y al cabo, descubrí que modificar nuestra manera de tomar decisiones era la clave para enfrentar ese —y muchos otros— reto administrativo. Fue una experiencia, en particular, lo que cambió mi manera de ver el problema. En aquel entonces estaba preparando un ejercicio didáctico con el fin de demostrar que los factores señalados más frecuentemente por los científicos, los políticos y otros personajes como causa del deterioro ambiental de África, no eran sino simples sospechas. Entre dichas causas se citaban: la sobrepoblación; la pobreza; las carencias educativas; la falta de recursos y conocimientos tecnológicos; la propiedad comunal de la tierra (en manos del Estado, no de quienes la trabajan); la corrupción gubernamental; los métodos agrícolas destructivos (como la roza, tumba y quema de bosques y el cultivo de laderas con pendiente excesiva u otros sitios con suelos inadecuados); la falta de servicios de extensión agrícola; y la sobrecarga de ganado en las tierras de agostadero. La certeza al respecto parecía absoluta. De hecho, lo único que se cuestionaba en la literatura científica, así como en los voluminosos informes del gobierno y sus dependencias de desarrollo, era el orden jerárquico de dichas causas. Mas si la causa real del deterioro ambiental hubiera sido cualquiera de esos factores (o todos ellos), el ambiente debería estar mejorando dondequiera que predominasen las condiciones o prácticas agrícolas contrarias. Sin embargo, ¿era eso lo que realmente ocurría? En el oeste de Texas, que era donde yo trabajaba en aquella época y cuyo clima es muy similar al de gran parte de África, la población rural era escasa y estaba disminuyendo. La tierra estaba en manos de particulares y éstos tenían acceso a buena educación, capital en abundancia y tecnología más reciente. El gobierno, aunque imperfecto, estaba dedicado fundamentalmente al servicio de los ciudadanos y les había otorgado millones de dólares en ayuda financiera y excelentes servicios de extensión agrícola. Allí no se practicaba ninguno de los métodos agrícolas destructivos antes mencionados. Además, difícilmente podría decirse que las tierras estaban sobrecargadas, pues el número de cabezas de ganado era muy reducido en comparación con las cifras que se habían registrado allí un siglo atrás. No obstante, el suelo y la economía de Texas se habían deteriorado gravemente. Los agricultores téjanos habían logrado mantener sus altos índices de producción mediante el uso de cantidades cada vez mayores de fertilizantes, plaguicidas, riego y otras tecnologías. Sin embargo, las enormes extensiones de pastizal natural que antaño sustentaban inmensas manadas de bisontes (y posteriormente de ganado bovino), difícilmente podían distinguirse ahora de los pastizales más degradados de las inmediaciones del Sahara. Ya habían empezado a aparecer dunas de arena en el oeste de Texas. Asimismo, los niveles freáticos estaban descendiendo y el lecho de algunos ríos, en otro tiempo llenos de peces, se había secado hacía varías décadas, salvo por una que otra crecida ocasional. El gobierno de Texas había invertido millones de dólares en combatir los insectos, las malezas y los matorrales culpados de arruinar las tierras, pero éstos seguían medrando. Mientras tanto, la gente, al igual que en África, abandonaba sus tierras para emigrar a las ciudades, donde la criminalidad y la pobreza iban en aumento. La lógica me indicaba que debía haber un denominador común, puesto que estaba sucediendo lo mismo pese a las diferencias en condiciones y prácticas agrícolas. De igual manera, las comunidades que h 'bía visitado en otras partes de Norteamérica, Europa y

1: CAMBIEMOS NUESTRA MANERA DE TOMAR DECISIONES 13 Asia estaban sufriendo muchos problemas similares. Y sin importar qué tan rica y desarrollada o pobre y subdesarrollada fuese la comunidad, las personas manifestaban que esos problemas estaban empeorando a pesar del dinero y el esfuerzo invertidos en solucionarlos. ¿Habría también algún denominador común en esas situaciones? ¿Se trataría del mismo? Probablemente sí. Y quizás haya ocurrido lo mismo en muchas civilizaciones antiguas que, después de florecer, desaparecieron cuando su entorno no pudo seguirlas sustentando. Era poco probable que ese denominador común tuviera relación con los sistemas de gobierno o con alguna tecnología en particular, pues a través de los tiempos se han presentado todo tipo de alternativas. Ciertamente, la codicia y la ignorancia han sido factores importantes, mas no han sido comunes a todos los casos, como tampoco lo ha sido la presión demográfica. En este respecto, también se estaban deteriorando regiones con población humana escasa o prácticamente inexistente, como los parques nacionales o las reservas de vida silvestre. El único denominador común de las civilizaciones pasadas y presentes, así como de las comunidades de África, el oeste de Texas y el resto del mundo, ha sido la intervención humana, así como que ésta ha significado decisiones que conducen al deterioro. Los métodos de administración habían cambiado con frecuencia, pero empecé a sospechar que la toma de decisiones no lo había hecho. Algo estaba mal en nuestra manera de tomar decisiones desde hacía mucho tiempo. Sin embargo, ¿en dónde se encontraba la falla y cómo íbamos a descubrirla? Existen millones de maneras de tomar decisiones. La respuesta no se hace evidente sino hasta que examinamos, en primer lugar, cómo tomamos decisiones e identificamos qué es lo fundamental del proceso. En cualquier situación administrativa en la cual participemos, sea la de un negocio en su conjunto, es decir, como un todo, o algo más general (como nuestra vida personal), nuestras decisiones se desprenden normalmente del deseo o la necesidad de lograr una gama de metas u objetivos, que van desde aquellos orientados a lograr una misión en particular, a los que satisfacen necesidades básicas. Si deseamos asegurarnos que nuestras decisiones sean acordes con los resultados que esperamos obtener de esas metas u objetivos, sea en lo individual o en lo colectivo, normalmente utilizaremos varios criterios. Por ello, dependiendo del contexto y las acciones previstas, podemos plantearnos una o más de estas preguntas: ¿Quiénes tienen conocimientos especializados y qué nos recomiendan? ¿Qué nos sugiere la investigación al respecto? ¿Qué nos dice nuestra intuición sobre el particular? ¿Qué experiencia previa tenemos en la materia? ¿Nuestra acción solucionará el problema? ¿Qué tan rápido? ¿Será factible dentro del marco legal y normativo existente? ¿Tendrá una relación de costo/beneficio positiva? ¿Será ética? ¿Generará un flujo de efectivo positivo? ¿Será rentable? ¿Qué dirán nuestros colegas al respecto? ¿Qué opinarán nuestros vecinos? ¿Será políticamente conveniente? ¿Dañará el ambiente? ¿Tendrá consecuencias sociales adversas? Y así sucesivamente. Si estamos convencidos de que la acción que pensamos llevar a cabo logrará el resultado esperado, procederemos a realizarla. En general, asumiremos que hemos tomado la decisión correcta, aun cuando no podamos estar seguros de ello sino hasta ver qué ocurre en la realidad.

14 PRIMERA PARTE: INTRODUCCIÓN El principal defecto de este proceso y, por consiguiente, el yerro en la forma de tomar decisiones, es que carece de una estructura organizativa. Al perseguir una variedad de metas y objetivos, cualquiera que sea la situación administrativa que enfrentemos, solemos pasar por alto que algunas metas y objetivos están en conflicto, de modo que el logro de alguna de ellas puede significar el sacrificio de otra. Al ponderar las acciones que podríamos emprender para alcanzar nuestras metas y objetivos, no disponemos de medios que nos permitan tomar en cuenta la complejidad de la naturaleza y sólo ocasionalmente incluimos a ésta última como factor. Ciertas acciones correctas desde el punto de vista financiero, pueden resultar social o ambientalmente incorrectas, pero, ¿cómo saberlo realmente? La necesidad de contar con dicha estructura organizativa estuvo enmascarada por mucho tiempo debido al éxito que tuvimos sin ella. Hemos logrado desarrollar tecnologías cada vez más sofisticadas para aprovechar los recursos de! globo terráqueo y, de ese modo, hacernos realmente más confortable la vida; sin embargo, lo conseguimos dañando a la vez el medio ambiente. Las primeras poblaciones humanas no tuvieron necesidad de reflexionar en dichos aspectos mientras su tecnología no rebasó la de otros seres vivos que utilizan piedras para cascar huevos y romper las conchas de los moluscos. En esa etapa primitiva, los humanos no alteraban su ambiente a tal grado que modificaran de manera considerable la armonía ecológica. Pero eso cambió rápidamente. Cuando el ser humano aprendió el uso del fuego y sus conocimientos tecnológicos avanzaron lo suficiente para permitirle llegar a nuevos continentes o a lejanas islas y establecerse en ellas, adquirió la capacidad de ocasionar daños enormes. A 400 años de su arribo a Nueva Zelanda, los maoríes habían exterminado casi todas las especies de aves no voladoras de la isla, incluyendo 12 especies de gigantescos moas (pesaban unos 250 kg), y diezmado gran parte de la fauna marina de sus costas. De igual manera, después de la llegada de los aborígenes a Australia hace 40 000 a 60 000 o más años, se extinguieron más de 80% de los géneros* de grandes mamíferos. Los incendios provocados deliberadamente por los aborígenes para cazar o reducir la extensión de las selvas impenetrables, dieron por resultado un grave aumento de la erosión del suelo, la desaparición súbita de las especies de plantas vulnerables al fuego y la expansión de especies dependientes del fuego, como los eucaliptos.1 En Norteamérica, más de 70% de los géneros de grandes mamíferos se extinguieron a partir de la llegada de los primeros pobladores del continente, hace unos 12 000 años. Entre las especies extintas están los mamuts, tigres dientes de sable, caballos, camellos, varios parientes del cerdo y algunos miembros de la familia que agrupa a las cabras, ovejas y vacas. Asimismo, es muy posible que los incendios provocados por los nativos americanos hayan sido la causa del predominio actual de la vegetación dependiente del fuego en muchos paisajes de América. Cuando los europeos reintrodujeron el caballo en el siglo XVII, los nativos de las praderas lo adoptaron rápidamente como medio de transporte. Eso, aunado a la facilidad con que adoptaron también el rifle, los transformó en cazadores de bisontes sumamente eficientes. De haber tenido tiempo, quizás hubieran * Un gdncrn consta de una o varias especies cercanamente relacionadas entre sí.

1: CAMBIEMOS NUESTRA MANERA DE TOMAR DECISIONES 15 exterminado los bisontes remanentes, pero se les adelantaron los inmigrantes europeos, quienes masacraron en gran escala a esos ungulados.2'3 Los científicos aún discuten si esas extinciones en masa se debieron exclusivamente a la cacería. Sin embargo, los profundos cambios ocasionados por los incendios antropogénicos alteraron radicalmente el medio ambiente que había sustentado a los herbívoros por decenas de millones de años, de modo que también debieron intervenir en dichas extinciones. Asimismo, es probable que la caza y el fuego hayan ocasionado las extinciones, aunque más graduales, ocurridas en lo que actualmente es el interior del desierto del Sahara, donde hace apenas 10 000 a 50 000 años, las sabanas y los humedales aún estaban habitados por elefantes, jirafas, búfalos e hipopótamos. La tecnología actual ha ampliado grandemente las maneras en que podemos alterar nuestro ambiente y eso, aunado al crecimiento exponencial de nuestra población, ha multiplicado nuestra capacidad de perjuicio. Es ahora, más que nunca, cuando requerimos la capacidad de tomar decisiones en las que se consideren, simultáneamente, las realidades económicas, sociales y ambientales de corto y largo plazo. Y dada una estructura apropiada para organizamos en lo administrativo y en la toma de decisiones, es factible que seamos capaces de lograrlo. La creación de una estructura de esa naturaleza fue la fuerza que impulsó el desarrollo del manejo holístico, pero como veremos en los cinco capítulos subsecuentes, aún teníamos mucho que aprender antes de que éste pudiera tomar forma. Al respecto, cuatro conceptos fundamentales, descubiertos durante los últimos 70 años, resultaron esenciales cuando se aplican conjuntamente. El primero de ellos estableció las razones por las que se requiere esa estructura de pensamiento, así como la forma que ésta debe adoptar. Los tres siguientes nos permitieron comprender porqué ciertos ambientes se deterioran rápidamente al someterlos a las prácticas que benefician a otros, y le aportaron a la nueva estructura ciertas partes que resultaron indispensables para su integración. Esta nueva estructura de administración y toma de decisiones se resume en el capítulo 7, y se detalla en los capítulos restantes del libro. Sin embargo, dicho en pocas palabras, se empieza por definir la entidad administrada en función de las personas responsables de administrarla, así como de los recursos disponibles para ello. Posteriormente se establece lo que denominamos meta holística, en la cual se describe la calidad de vida que pretendemos lograr colectivamente, lo que debemos hacer para crear dicha calidad, así como una descripción de cómo tendrá que ser, en un futuro lejano, la base de recursos de la cual dependeremos para sustentar lo que necesitamos producir, a fin de tener la calidad de vida visualizada. Las decisiones que tomen las personas al planear cómo alcanzarán su meta holística, cómo resolverán los problemas o cómo aprovecharán las oportunidades que se les presenten a lo largo del camino, serán evaluadas de acuerdo con los mismos criterios que han utilizado siempre. Sin embargo, además de eso, al final deberán plantearse siete sencillas preguntas para asegurarse de que sus decisiones sean social, ecológica y económicamente correctas, y de que conducirán hacia el logro de la meta holística. En otras palabras, toda acción llevada a cabo para atender un problema, alcanzar un objetivo o solucionar una necesidad básica, no sólo deberá lograr lo que se pretende, sino constituir, a la vez, un

26

PRIMERA PARTE: INTRODUCCIÓN

avance hacia la meta holística. Para asegurarnos que eso suceda, debemos establecer un proceso proactivo de retroinformación, de tal manera que si el seguimiento pone de manifiesto que una decisión tomada no conduce hacia donde se pretende ir, podamos actuar de inmediato para corregirla. Quizás esto parezca demasiado esfuerzo para tomar una simple decisión, y lo es. Sin embargo, una vez que se capta la idea, y a medida que las personas se sienten cada vez más comprometidas con el logro de la meta holística, tomar decisiones de este modo lleva el mismo tiempo que requiere la manera tradicional. De hecho, no es raro que este proceso permita llegar más rápidamente a una decisión, en particular cuando ésta última es muy difícil. Hoy día, quienes trabajan en empresas líderes descubrirán que una buena parte de este proceso les resulta conocida. La parte de la meta holística que se refiere a la calidad de vida es similar al enunciado de la misión de las empresas cuando ésta refleja en forma genuina los valores compartidos. Las otras dos partes igualmente esenciales de la meta holística, son de creación reciente. Muchas empresas comprometidas con la calidad, recurren en forma habitual a procesos de retroinformación de los cuales se ha escrito con prodigalidad. Asimismo es probable que una o dos de las siete preguntas nos parezcan conocidas, y quizás algunas empresas las utilicen habitualmente en su toma de decisiones. Sin embargo hay mucho material realmente novedoso porque, más que nada, estas ideas surgen del deseo de restaurar las áreas naturales degradadas, en vez de basarse en el afán de acrecentar las ganancias de una empresa. Por supuesto, no tardamos en percatarnos de que era imposible lograr progresos reales en el campo a menos que revisáramos sistemáticamente las consecuencias financieras y sociales de cualquier decisión tomada, así como las empresas han ido percatándose de que los números negros se vuelven rojos cuando no toman en cuenta las consecuencias ambientales y sociales de sus decisiones. Aunque este libro no va dirigido de manera específica al ámbito empresarial, será ilustrativo para quienes trabajan en ese sector, así como para cualquier otra persona que no se dedique a la administración de tierras o recursos naturales. Si usted es una de las muchas personas que se sienten desvinculadas del campo, espero que este libro le ayude a restablecer ese vínculo. Le garantizo que si lee esta obra, jamás volverá a ver el campo con los mismos ojos. Sin embargo, la mayor parte del contenido se basa en experiencias que acumulé mientras trabajaba con personas que viven en el campo y se esfuerzan por vivir de la tierra. Muchos de los problemas que ellos enfrentan en su intento por lograrlo, son los mismos que encaran quienes, en cualquier otro ámbito, luchan por ganarse la vida o vivir juntos. En este sentido, el libro tiene algo para todos. Quienes estén buscando la panacea que resuelva los problemas cada vez mayores que enfrentamos, no la encontrarán en el manejo holístico. No hay formas o respuestas únicas para ningún problema, ni las habrá jamás. Puesto que existen millones de respuestas y soluciones potenciales, quienes estén motivados por el deseo de algo mejor deberán evaluarlas, caso por caso y situación por situación. El manejo holístico tan sólo les brinda a las personas el poder de identificar y lograr lo que es mejor para ellas.

Segunda parte

Cuatro conceptos clave

2 EL PODER DE LOS PARADIGMAS

S

i hace 100 años hubiésemos llegado a la conclusión de que necesitábamos cambiar nuestra forma de tomar decisiones, no hubiéramos podido hacerlo con tanto éxito como ahora. Nuestro conocimiento aún carecía entonces de algunas piezas esenciales. Cuatro nuevos conceptos, aplicados de manera conjunta, fueron la clave que despejó de obstáculos nuestro camino. Esos cuatro conceptos fueron descubiertos por separado en el transcurso de los últimos setenta años, pero se decidió ignorarlos, olvidarlos o rechazarlos encarnizadamente porque representaban un conocimiento nuevo y antagónico a las creencias de la mayoría de la gente (situación, por cierto, nada nueva). Podríamos establecer paralelismos con algunos innovadores como Copérnico o Galileo, y tener fe en que algún día el mundo aceptará con facilidad los nuevos conocimientos. El hecho es que, si bien nos gustaría creer lo contrario, los seres humanos aún abordamos, incluso como científicos preparados, los nuevos conocimientos en forma muy similar a como se hacía en la época de Galileo. Las personas siempre juzgarán las nuevas ideas a la luz de los conocimientos o paradigmas prevalecientes, tal como lo plantea Thomas Kuhn en su libro The Structure ofScientific Revolutions [La estructura de las revoluciones científicas]. El ser humano jamás ha podido ser objetivo cuando recibe información novedosa. Si una nueva idea coincide con lo que creemos, señala Kuhn, la aceptamos fácilmente. Pero cuando la nueva idea se contrapone a nuestras experiencias, conocimientos o prejuicios (lo que sabemos, en vez de lo que pensamos) nuestra mente la bloquea, la deforma o se rebela contra ella. Ninguno de nosotros está libre del efecto del paradigma. Si usted no está de acuerdo, tómese unos segundos para leer la oración siguiente y mientras va leyendo, cuente el número de veces que aparece la letra C. Los archivos cerrados son consecuencia de años de estudio científico combinados con la experiencia de muchos años de los expertos.

Lo más probable es que usted haya contado cuatro, cinco o seis letras C. Pocas personas logran contar más. Ahora tome unos segundos para leer la oración siguiente, y vuelva a contar la letra C. Sotrepxe sol ed soña sohcum ed aicneirepxe al noc sodanibmoc ocifitneic oidutse ed soña ed aicneucesnoc nos sodarrec sovihcra sol.

30

SEGUNDA PARTE: CUATRO CONCEPTOS CLAVE

Ahora es probable que haya contado diez u once letras. En ambos casos hay once letras C. Posiblemente se haya percatado de que se trata de la misma oración, pero escrita al revés para evitar que su mente vea las mismas palabras. La forma en que aprendimos a leer hace que en la primera oración veamos más fácilmente las palabras que las letras. En cambio, en el segundo caso no hay palabras que leer, así que usted pudo detectar más fácilmente las letras C. Dudo mucho que usted tenga alguna creencia dogmática acerca de las letras C, o que ostente un doctorado en materia de esa letra o que su autoestima esté vinculada de alguna manera a la C. Pero si usted sintiera alguna emoción al ver la letra C, incluso subconsciente, la disparidad de los resultados hubiera sido aún mayor. Así pues, cuando hubo necesidad de entender las causas del deterioro ambiental, los científicos sabían de antemano las respuestas. Su convicción de que bastaba con dinero y tecnología en abundancia para corregir las cosas, no difirió de la certeza teológica renacentista en que Dios hacía girar el Sol en torno a la Tierra y no al contrario, como lo señalara Copérnico. Una fotografía que tomé hace años nos ilustrará el punto. En la fotografía 2-1, del lado derecho de la cerca se habían gastado cientos de miles de dólares en esfuerzos por controlar la erosión y otras técnicas encaminadas a revertir el deterioro que estaba ocurriendo en este parque nacional. Del lado izquierdo, no se había intentado nada. Allí los nativos navajos habían pastoreado durante siglos sus rebaños de borregos y cabras, hecho señalado por los científicos como causa del deterioro. En el parque nacional, la presencia de herbívoros domésticos había estado prohibida durante más de 40 años, pero aún así, sus tierras no estaban en mejores condiciones. De hecho, las tierras en ambos lados de la cerca se ven semejantes. En este caso queda claro que nadie sabía realmente la causa del deterioro, y que no bastó con grandes cantidades de dinero y tecnología para ponerle fin a la ignorancia en cuanto al problema o revertir el deterioro. Con la ventaja de quien mira las cosas en retrospectiva, hoy percibimos fácilmente la insignificancia de las revelaciones que tuvieron que ocurrir antes de que la gente aceptara la teoría de Copérnico. Una vez que el público se sintió realmente a gusto con la idea de que la Tierra es redonda, con la teoría de la gravedad, con ciertos avances matemáticos y con la existencia de las lunas de Júpiter, fue mucho más sencillo que aceptara el movimiento planetario. Pero entre tanto, muchas personas acabaron en la hoguera. Cuatro cuellos de botella en el conocimiento frenaron el desarrollo de la administración holística. Sin embargo, los conceptos que nos permitieron avanzar llegaron tarde y dolorosamente, pues aunque sencillos de entender, sólo nos parecen obvios al contemplarlos en conjunto. Por consiguiente, habría sido difícil descubrirlos o demostrarlos de manera individual. Ya algunos pueblos antiguos habían señalado ocasionalmente el conocimiento de los principios en cuestión, pero como se trataba de gente "primitiva" o de campesinos, la comunidad científica no tomó en cuenta sus opiniones. Tardamos más de 25 años en descubrir su verdadera importancia y en integrarlos de manera exitosa. Como veremos, antes de poder avanzar, tuvimos que entender primero sus vínculos con el problema del deterioro ambiental y saber que estaban relacionados entre sí.

2: Hl ¡MUÍ R I ' I LOS PARADIGMAS

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Fotografía 2-T. A pesar de que el método de trabajo fue distinto en ambos lados de la cerca, los resultados han sido idénticos. National Park Chaco Canyon, Nuevo México.

BÍÍ t

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.k-x: El primero de estos conceptos transformó la idea de que podíamos ver el mundo como una máquina hecha de partes, y que éstas podían ser aisladas con fines de estudio o Aprovechamiento. En realidad, nuestro planeta consta de patrones (de materia, energía y vida) que funcionan como todos* cuyas características no pueden ser predichas mediante el estudio aislado de cualquiera de sus aspectos. Por ejemplo, sabríamos muy poco acerca del agua si sólo hiciéramos un estudio exhaustivo del hidrógeno o el oxígeno, aún cuando cada molécula de agua consta de ambos elementos. En la misma forma, jamás podremos administrar un terreno si lo desvinculamos de la gente que lo trabaja o de la economía en la que están inmersos por igual, el campo y esas personas, (lomo se explica en el capítulo 3, este concepto desembocó en el desarrollo de una nueva estructura de pensamiento encaminada a la administración y la toma de decisiones. Definir el todo con que se va a trabajar, fue el primer paso hacia el manejo holístico. Los otros tres conceptos refutaron varias ideas, sostenidas por largo tiempo, acerca de las causas del deterioro ambiental que yo tuve oportunidad de observar inicialmente en África y posteriormente en América, (lomo se explica en el capítulo 4, existen dos grandes tipos de ambientes, no identificados sino hasta ahora, que evolucionan de manera diferente y responden distinto al aplicarles las mismas técnicas. En consecuencia, también difiere la fauna que habita en cada uno de esos tipos de ambientes, (lomo se ex* El sustantivo "todo", con el significado de "Conjunto" o "entidad compk-t.i en sí misma", es un concepto básico al que se alude constantemente en esta obra. Con el fin de evitar confusiones, aparecerá en cursivas cada vez que tenga este sentido [N. del T.].

32

SEGUNDA PARTE: CUATRO CONCEPTOS CLAVE

plica en los capítulos 5 y 6, gran parte del deterioro ambiental del planeta comenzó a partir del rompimiento de la relación vital entre los herbívoros que viven en manada y los depredadores que los cazan en grupo. Una vez armados con estos nuevos conocimientos, pudimos predecir en forma más precisa la posible respuesta de cualquier tipo de terreno ante nuestras formas de trabajo. A su vez, esto influyó en las decisiones que tomamos al señalar las acciones que debían llevarse a cabo. En resumen, los cuatro nuevos conceptos clave son: 1. La perspectiva holística es fundamental en la administración. Si nuestras decisiones administrativas se basan en cualquier otra perspectiva, probablemente nuestros resultados sean distintos de los esperados, pues solamente el todo es real. 2. Los ambientes pueden ser clasificados mediante una escala continua de confiabilidad de la humedad, que va desde confiable hasta muy errática, según la distribución anual de dicha humedad y la rapidez con que se degrada la materia vegetal muerta. En ambos extremos de la escala, el ambiente responde de manera distinta ante las mismas influencias. Dejar las tierras en reposo, permite que éstas se recuperen si los ambientes tienen distribución confiable de la humedad (DCH), pero las deteriora cuando el ambiente padece distribución errática de la humedad (DEH). 3. En los ambientes DEH, las manadas relativamente numerosas de grandes herbívoros con hábitos de grupo, concentrados y en desplazamiento tal como lo harían en condiciones naturales en presencia de depredadores que cazan en grupo, son fundamentales para conservar la fertilidad de las tierras en vez de destruirla, como se piensa en general. 4. En cualquier tipo de ambiente, el sobrepastoreo y el daño por pisoteo tienen poca relación con el número de cabezas presentes; lo importante es el tiempo que las plantas están expuestas a los animales. En los cuatro capítulos siguientes veremos por separado estos principios; no obstante, será fundamental comprenderlos en conjunto para entender por qué, a pesar de todos nuestros esfuerzos, el medio ambiente que nos sustenta continúa deteriorándose. No dudamos que existan otros principios por descubrir, mas por ahora, estos cuatro representan un avance fundamental.

EL TODO ES MAYOR QUE LA SUMA DE SUS PARTES

D

e los cuatro nuevos principios clave, el de mayor importancia fue descubrir que la visión holística es fundamental para la administración. Desdichadamente, también es el más difícil de comprender y resulta aún más engorroso ponerlo en práctica. Sin embargo, ahora comprendemos que ningún todo, trátese de una familia, una empresa, una comunidad o un país, puede ser administrado sin mirarlo de afuera hacia adentro a fin de considerar los pequeños todos que se combinan para formarlo, así como de adentro hacia afuera para tomar en cuenta los grandes todos a los que pertenece. Aunque a diario enfocamos al máximo nuestra concentración y energía en los trabajos que decidimos llevar a cabo, pocas veces nos percatamos de que nuestro esfuerzo es parte de un todo que se afecta con nuestras acciones, si bien lo hace lentamente, de manera acumulativa y a menudo dramática. En nuestra cultura, normalmente son los filósofos quienes se encargan de estudiar esa gran realidad, sobre todo porque resulta difícil imaginar cómo un individuo, enfrascado en su vida cotidiana, podría responsabilizarse de las consecuencias de largo plazo de sus acciones. Y sin embargo, se puede; todos podemos. La necesidad de un nuevo enfoque para enfrentar el reto de ganarnos la vida sin dest r u i r nuestro medio ambiente se remonta a la prehistoria, al momento en que los seres humanos dominaron el fuego, la lanza y el hacha y, en virtud de ello, adquirieron la capacidad de alterar su medio de maneras que no estaban al alcance del resto de los animales. Ha sido la enorme abundancia de recursos del planeta lo que nos ha permitido mantener nuestra ancestral actitud cavernaria ante los retos: si tienes un problema, coge una piedra y aplástalo. En los últimos 400 años, nuestro conocimiento y la capacidad de responder tecnológicamente ante cualquier reto aumentaron más rápidamente que en el transcurso del millón o poco más de años de existencia del género humano. En esos mismos y escasos siglos, la salud de nuestros recursos naturales sufrió un vertiginoso deterioro. El paralelismo no es mera coincidencia, como se aprecia en la figura 3-1. En la primera columna aparecen las áreas donde se ha tenido éxito tecnológico; en la segunda se enumeran los campos donde se ha fracasado, si bien algunos de estos tuvieron breves auges aparentes. No se requiere mucha capacidad para lleg.ir a conclusiones generales acerca de estos dos ámbitos del quehacer humano. Cada punto de la columna izquierda es de índole mecánica e incluye alguna forma de tecnología. Cada punto de la columna derecha se relaciona con un mundo no mecánico dominado por relaciones complejas y todos con límites difusos. Un análisis más profundo de esta diferencia iluminará nuestros fracasos. El enfoque científico moderno de los campos citados en ambas columnas se remon33

34 SEGUNDA nutre: CUAITO CONCEPTOS CLAVE Mecánicos

No mecánicos

Desarrollo de

Administración de

Transporte: aéreo, terrestre, acuático

Tierras agrícolas

Comunicación: radio, televisión, teléfono,

Pastizales inducidos y tierras

satélites

de pastizal

Armamentos: convencionales, nucleares, láser

Bosques

Exploración espacial

Calidad del aire

Tecnología de cómputo: inteligencia artificial, rc'y'tica Tecnología de construcción y artículos para el hogar Plantas generadoras de energía: nucleares, hidroeléctricas, etc. Tecnología médica: encefalógrafos, anteojos y lentes de contacto, medicamentos, etc.

Pesquerías Acuíferos y calidad del agua Erosión Economías nacionales Vida silvestre (incluyendo insectos) Relaciones humanas Salud humana (Problemas cada vez mayores,

Ingeniería genética

que dan testimonio de nuestra falta

Tecnología química: fertilizantes sintéticos

de comprensión)

(Éxitos cada vez mayores, que dan testimonio de las maravillas de la ciencia)

Figura 3-1. Los campos del desarrollo humano en que hemos alcanzado la excelencia se limitan a aquellos que son de índole mecánica, como los que aparecen en la columna izquierda. Por otro lado, seguimos enfrentando incontables retos en los campos no mecánicos del desarrollo (columna derecha), donde nuestros éxitos han sido efímeros.

ta al siglo Xlll con el trabajo de Roger Bacon, quien fue el primero en distinguir entre las ciencias experimentales y la fe ciega en las tradiciones y escrituras. Esta idea fue la base del método científico formal, en el que se busca demostrar una hipótesis controlando todas las variables de un fenómeno y manipulando sólo una de ellas a la vez. A partir del siglo xvii, los científicos empezaron a ver el mundo como una máquina compuesta de partes que podían ser aisladas y estudiadas mediante el método científico, y el éxito logrado en las disciplinas de orden mecánico parecieron confirmar este concepto como una verdad fundamental. Sin embargo, al estudiar nuestro ecosistema y las muchas criaturas que lo habitan, no podemos aislar nada de manera objetiva, mucho menos controlar todas las variables. La única manera de comprender la atmósfera de la Tierra, la flora, la fauna y los seres humanos que la habitamos, así como sus océanos, sus bosques y pastizales, su estabilidad ecológica, y la esperanza que esto representa para la humanidad, es contemplarlos como un todo. Si aislamos cualquiera de sus partes, lo que tomemos y lo que dejemos serán distintos de lo que eran cuando formaban parte de M \ ni- M s

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funcionarios. No obstante, el curso resultó muy angustioso para mí, y en mi esfuerzo por enseñarle a un grupo de colegas muy escépticos lo que sabía acerca del holismo, llegué a ¡a conclusión de que tampoco yo lo entendía. Finalmente, leí a Smuts y llegué a comprender en qué difiere la visión holística del mundo respecto a los criterios anteriores. No sólo me fue evidente que la naturaleza no consta de partes, sino que tampoco existen límites. Podemos considerar que nuestra piel es el límite entre la comunidad de células que compone nuestro ser y el mundo exterior. Sin embargo, la piel es permeable y a través de ella ocurren intensos intercambios en amnos sentidos. Desde el punto de vista molecular, la piel es más espacio que materia. Cada vez que hablamos de interconexión, presuponemos que existen límites entre !os elementos relacionados. Para ver el mundo con mayor precisión, debemos aceptar que no existen límites en realidad, sino todos que integran otros todos en una variedad de pa:rones. Según Smuts, para entender el mundo debemos esforzarnos por entender primero i'/ todo mayor, que cuenta con cualidades y características que no están presentes en ninguno de los pequeños todos que lo integran, El diseño de la fotografía 3-4 ilustra este concepto. Obsérvelo de cerca e imagine que representa nuestro ecosistema. Este es el tipo de imagen confusa que vimos al tratar de entender, por vez primera, lo que somos y nuestro medio ambiente. De acuerdo a la costumbre científica, debemos aislar cada uno de los cuadros a fin de estudiarlos, en la creencia de que si logramos aprender lo suficiente de cada uno de ellos, podremos comprender el todo. Sin embargo, en el caso de la naturaleza, tal como sucede con este patrón decuadros, ese método no conduce a ninguna parte.

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Fotografía 3-4. Éste es el tipo de imágenes confusas que vemos cuando intentamos comprender, por vez primera, lo que somos y nuestro ambiente (cortesía de ATEtT Bell Laboratories).

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SEGUNDA PARTE: CUATRO CONCEPTOS CLAVE

Ahora mire de lejos el diseño de cuadros y entrecierre los ojos hasta que los cuadros se difuminen, de modo que la imagen aparezca como un todo. Verá que es un rostro, por cierto muy conocido, pues se trata de Abraham Lincoln. Si usted se hubiese propuesto manipular de alguna manera este dibujo, pero poniendo atención solamente en los cuadros individuales, cualquier cosa aprendida de ese modo le hubiera parecido tonta, pues una vez aislado del resto, ninguno de los cuadros tiene sentido. Por supuesto, una vez que hemos visto el todo, conocer en detalle los cuadros puede ser muy útil. Aunque serían necesarios muchos conocimientos para lograr reproducir, agrandar, preservar, comercializar o modificar de alguna manera este trabajo, sólo después de haber visto el todo podremos plantearnos preguntas pertinentes acerca de los detalles. En lo personal, tuve enormes dificultades para ver por qué el fracaso del método interdisciplinario se debe a que el todo posee cualidades distintas de las de sus partes; la única manera fue resolverlo con las manos, como lo haría un niño. Tomé cuatro bolitas de arcilla plástica de colores rojo, verde, amarillo y azul, y las amasé con la mano hasta que se transformaron lentamente en un quinto color: el gris. En mi mente, hice que el gris representara el mundo cuya comprensión tratamos de lograr. Al ver de cerca mi esfera gris, descubrí vestigios de los cuatro colores iniciales. Así pues, para comprender ese mundo gris debía estudiar los colores que de alguna manera están presentes en él, en forma muy similar a como lo hicieron los primeros investigadores, que para estudiar nuestro mundo natural decidieron fraccionarlo en lo que consideraron sus partes. Aunque hoy día existen miles de disciplinas, por sencillez utilizaré sólo cuatro, representadas por los cuatro colores, para demostrar mi punto de vista. Pese a que varios siglos de intenso esfuerzo acrecentaron en gran medida nuestro conocimiento de los cuatro colores, jamás pudimos entender el color gris y por lo tanto, nunca supimos trabajar con él. Enseguida utilicé los cuatro colores para representar un equipo multidisciplinario. De inmediato pude ver que el problema era la falta de conocimiento acerca del gris, no la falta de comunicación entre las disciplinas, como supuse anteriormente. A continuación mezclé, o mejor dicho, combiné los cuatro colores hasta lograr cuatro esferas, cada una de las cuales contenía proporciones equivalentes de verde, rojo, amarillo y azul para representar equipos interdisciplinarios con conocimientos de cada color. ¡Pero aún no había conocimiento del gris! Por fin supe por qué el enfoque interdisciplinario no podía triunfar. Me di cuenta de que, en la práctica, las decisiones administrativas deben tomarse desde el punto de vista de el todo por administrar. Si basamos nuestras decisiones en cualquier otro punto de vista, cabe esperar que los resultados sean distintos de los deseados, pues únicamente el todo es real. Sin embargo, antes que nada es necesario definir el todo, tomando en cuenta que éste siempre es y ha sido influenciado por todos mayores y menores, y que debemos tener claro qué deseamos hacer con él: necesitamos una meta holística totalmente incluyente. Por último, requerimos elementos para evaluar las muchas ramificaciones derivadas de nuestras acciones. En esa forma nació una nueva estructura de administración y toma de decisiones. Mediante el uso de dicha estructura, ahora podemos optar por la perspectiva de el todo, inviniendo la dirección de las flechas y evaluando nuestras decisiones administrativas o políticas.

V I': ' o f i í i i A X W K . j i f I A M ÑU :>¡ M M ' \ R I I S

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En el resto del libro explicaré lo que esto significa en términos de lo que el lector puede hacer a partir de ahora, pero antes de proseguir, he aquí un último punto. Incontables personas han mencionado que, dada la complejidad de nuestro globo terráqueo, las computadoras son más capaces que la mayoría de nosotros para evaluar las consecuencias que se desprenden de cualquier decisión que tomemos. Y sin embargo, a pesar de ser herramientas poderosas para resolver problemas mecánicos específicos, las computadoras no piensan holísticamente. En particular, no pueden evaluar las emociones y valores humanos que son componentes vitales de el todo. En contraste, la mente humana descubre patrones y toma decisiones que surgen de una aguda percepción incluso inconsciente de el todo, y dada la percepción de una necesidad, así como una muleta mental representada por una estructura de toma de decisiones que nos mantiene enfocados en el todo, cualquier persona común, como usted o yo, podemos lograr cambios de largo alcance. Puesto que estamos integrados a los todos que administramos, sólo nosotros y quienes están directamente involucrados con esos todos pueden dominar la perspectiva exterior de los mismos, hecho vital para sus necesidades particulares de administración.

CONCLUSIÓN

Aunque este proceso holístico de toma de decisiones aún se encuentra en la infancia de su desarrollo, ya nos permite ver hacia fuera y elegir, entre los conocimientos de los cuales dispongamos, aquel o aquellos que nos aproximen a nuestra meta holística y nos aseguren que nuestro ambiente pueda sustentarla. Asimismo, nos permite predecir con anticipación los resultados. Con un poco de práctica, cualquier persona puede utilizar este procedimiento para solicitar la ayuda de especialistas y saber si la asesoría que recibe promoverá o no el logro de la meta holística. Con gran frecuencia, un consejo que puede parecer perfectamente adecuado desde el ángulo visual del economista, el ingeniero o cualquier otro profesionista, resulta holísticamente incorrecto en determinadas circunstancias o momentos. Eso ha significado el fracaso, tal como lo predijo el estudio de Dorner, de muchos programas de ayuda extranjera y políticas nacionales; pero también lo ha sido de familias, poblaciones y empresas grandes y chicas. En nuestra cultura, hemos adquirido tal respeto hacia las ciencias experimentales, que estamos condicionados para llamar telefónicamente a un experto calificado en cuanto se nos presenta una adversidad. Aún nos aguardan grandes dificultades antes de poder capacitar a una nueva generación para que piense holísticamente, de modo que logre evaluar y elegir los conocimientos especializados que realmente vengan al caso. Luego entonces, el primer concepto clave nos asegura que la perspectiva holística es fundamental para la administración. Si basamos nuestras decisiones administrativas en cualquier otra perspectiva, posiblemente los resultados sean muy distintos de los deseados, pues únicamente el todo es real.

4 UNA NUEVA MANERA DE VER EL AMBIENTE

E

l primer concepto clave nos permitió desarrollar una estructura de administración y toma de decisiones, pero aún carecíamos de ciertos conocimientos fundamentales para revertir el deterioro ambiental aparejado al auge de numerosas civilizaciones, incluyendo la nuestra, y sin esos conocimientos la estructura no estaría completa. El segundo concepto clave derrumba la creencia de que todos los ambientes responden de manera idéntica ante las mismas influencias. No es así. Las clasificaciones tradicionales de los ambientes, basadas en las características de su flora (desierto, pastizal, bosque húmedo tropical, etc.), describen de manera precisa las grandes variaciones que ocurren en nuestro ecosistema mundial y lo mismo sucede con las categorías climáticas (árido, semiárido, templado y así sucesivamente). Sin embargo, al observar que ciertos ambientes se deterioran hasta convertirse en desiertos mientras que en otros no ocurre lo mismo, nos vemos obligados a encontrar una nueva forma de clasificarlos. De manera más específica, el segundo concepto es el nuevo principio de clasificación de los ambientes mediante una escala continua que va de los ambientes confiables a los muy erráticos, según la distribución de la humedad a lo largo del año y la rapidez de descomposición de la vegetación muerta. Tiempo atrás, reconocimos que algunos ambientes se deterioran fácilmente cuando el ser humano los manipula. Por ejemplo, Herodoto describió la Libia del siglo V a.C. como un país de suelos profundos y fértiles, con abundancia de manantiales que sustentaban una actividad agrícola altamente productiva y base de una población humana numerosa. Hoy día, sólo queda desierto. Los historiadores que describieron ese tipo de deterioro, creían que esas regiones eran propensas a la desertización por su aridez o semiaridez. De hecho, en la mayor parte de las regiones áridas o semiáridas de la Tierra predominan los pastizales de uno u otro tipo y la cría de ganado ha sido la principal ocupación desde tiempos inmemoriales. Cuando las actividades ganaderas le quitan al suelo su cubierta vegetal, una parte crítica de la humedad disponible se evapora desde la superficie expuesta o escurre encima de ella. Los manantiales se secan, las represas, ríos y canales de riego se azolvan y la cantidad de agua disponible para los cultivos, la industria y las ciudades cercanas disminuye. Si nos remontamos más allá de Herodoto, el sentido común siempre ha dictado que una vez que la tierra se deteriora, el mejor remedio es darle descanso librándola de toda perturbación humana, incluyendo la presencia de herbívoros domésticos. Mas a pesar de la aplicación de esos conocimientos, las tierras de cultivo y los pastizales de Libia y sus países vecinos acabaron por desertizarse, tal como sucede hoy en gran parte del continen44

4: UNA NUEVA MANERA DE VER EL AMBIENTE

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te americano. La vieja suposición de que el descanso le devuelve a la tierra su productividad y estabilidad anteriores parece lógica. Es mas, eso ocurre precisamente en los ambientes con distribución confiable de la humedad del norte de Europa y el oriente de Estados Unidos, que son las regiones donde la ciencia agrícola moderna tiene sus raíces. Cuando empecé a trabajar en el Departamento de Fauna, lo hice con la vieja creencia • la tierra se recuperaba dejándola descansar, pero una experiencia singular despertó sospechas de que había una falla fundamental en ese paradigma. Durante muchos años, en Zimbabwe se practicó la erradicación total de k fauna salvaje de vastas regiones nra negarle a la mosca tsetse su única fuente de alimento: la sangre de los animales. Se suronía que una vez erradicada la mosca tsetse, y con ello las mortales enfermedades que ésta le transmitía al ser humano y al ganado, se podrían reintroducir sin problemas los animales domésticos. Como funcionario de investigación, primero del Departamento de ?¿una y posteriormente del Departamento para el Control de la Mosca Tsetse, trabaje frecuentemente en las regiones referidas. Ahí fui testigo de daños ambientales que no podía explicarme y que no encajaban en las refinadas teorías científicas que había aprendido. Las regiones infestadas por la mosca tsetse se deterioraron gravemente a partir del momento en que la fauna silvestre original fue diezmada y aumentó la frecuencia de los incendios provocados para facilitar su cacería. En aquel entonces, sabíamos que el fuego ayudaba a mantener el pastizal. La única otra influencia que pudo haber dañado de esa manera al pastizal era, según sabíamos, el sobrepastoreo. Sin embargo no había herbívoros, ni silvestres ni domésticos, y por lo tanto, no podía tratarse del sobrepastoreo. Aquello era un enigma. Se suscitó otra experiencia que acrecentó aún más mi confusión. Tuvimos una acumulación masiva de animales en una reserva de fauna salvaje de la frontera con Botswana conocida como Círculo Tulí, y como resultado de ello, miles de animales murieron de hambre. Tanto los especialistas en fauna salvaje que trabajaban conmigo, como yo mismo, estábamos convencidos de que al reducirse tanto el número de animales que vivía en ese lugar, las tierras deberían haberse recuperado de manera natural, pero éstas continuaban deteriorándose. La mayoría de nuestros científicos culpó a la sequía, pero en el año considerado con la peor sequía, los registros pluviales indicaron que sus lluvias fueron de las mejores en mucho tiempo, tanto en volumen como en distribución. Por ese entonces, publiqué un artículo en el que concluía que la tierra, una vez dañada tan gravemente, había rebasado el punto de no retorno y jamás se recuperaría. No me percaté de cuan equivocado estaba, sino años después. Otro golpe a mi convicción de que la escasez de lluvia y el sobrepastoreo se traducen inevitablemente en desierto, se produjo en mi primera visita al norte de Europa. Allí pude observar regiones, con apenas 375 a 500 mm de precipitación anual, que no estaban desertizándose a pesar de cientos de años de sobrepastoreo y mal aprovechamiento. En cambio, algunas regiones de África y el Cercano Oriente que recibían entre 1 000 y 1 250 mm de lluvia anual, se habían desertizado rápidamente con los mismos métodos de trabajo. Aunque redujimos drásticamente la población de herbívoros de esas regiones, las desmontamos y sembramos pastos a un costo considerable, sus tierras continuaron deteriorándose. Por más avanzados que estuviéramos en cuanto a ciencia, nuestro conocimiento aún carecía de una pieza esencial.

46 SEGUNDA PARTE.- CUATRO CONCEPTOS CLAVE Finalmente, sería en las extensas y relativamente intactas tierras de Norteamérica donde descubrí lo que me eludió en las muy pobladas y trabajadas tierras del sur de África, lo mismo que en los distintos ambientes de Europa, a saber: que existen, de hecho, dos grandes categorías de ambientes que no habían sido identificadas hasta entonces. En sus extremos, estas categorías reaccionan de manera muy distinta ante la manipulación humana. Las acciones que benefician a un tipo de ambiente, dañan al otro. A ese conocimiento se debieron los conceptos de ambiente con distribución errática de la humedad (I)KH) y ambiente con distribución confiable de la humedad (DCH). No hay un límite definido entre los extremos de la serie continua DCH/DEH. Si en esa escala clasificamos las selvas altas perennifolias como 1 y los desiertos absolutos como ! O, los demás ambientes se ubicarán en algún punto entre esos extremos. Un mismo tipo de vegetación puede abarcar una amplia zona de la escala DCH/DEH. Por ejemplo, los pastizales pueden ubicarse en cualquier punto entre e l l y e l 9 o l O d e l a escala; los bosques entre el 1 y el 7 u 8. Decir que un ambiente tiene distribución errática de la humedad, no significa necesariamente que éste sea frágil. Muchas clasificaciones del medio ambiente incluyen regiones que se desequilibran fácilmente ante una variedad de tuerzas, pero también hay comunidades robustas que soportan abusos mucho mayores. No obstante, puede haber frágiles comunidades en un ambiente DCH (p. ej., un delicado claro con predominio de heléchos en medio del bosque); por el contrario, algunos ambientes DEH extremos no son frágiles (p. ej., ¡as sabanas africanas y las praderas de Norteamérica). Puesto que los dos extremos de nuestra escala de 1 a 10 muestran una clara relación con el total de lluvia recibida, será fácil ver, en retrospectiva, por qué vinculábamos la vulnerabilidad a la desertización de los ambientes con la escasez de precipitación pluvial. Sin embargo, más allá del volumen de precipitación total, la vulnerabilidad depende del grado de confiabuidad o erratiádad de la distribución anual de la humedad. Cuanto más nos acerquemos al 10 en la escala DCH/DEH, incluso en presencia de una precipitación abundante (750 a 2 000 mm anuales), el deterioro de la tierra será más rápido al someterla a las técnicas agrícolas modernas. Sin embargo, la presencia DCH no significa invulnerabilidad al deterioro, como se aprecia claramente con el desmonte masivo de los bosques húmedos tropicales. Las características que permiten situar a cualquier ambiente en la escala DCH/DEH no dependen tanto de la precipitación total recibida, sino de la distribución de la lluvia y la humedad a lo largo del año. Hacia el extremo DEH de la escala, los ambientes tienen, en forma característica, una distribución anual errática de la precipitación y la humedad. Este patrón determina el grado de confiabuidad o erraticidad del ambiente. Cualquier región con 750 a 1 200 mm de precipitación que se caracterice por la presencia de periodos de intensa sequía a mediados de la época de crecimiento vegetal, y que además tenga una temporada de estiaje muy larga, tenderá a ser muy vulnerable. Hacia el extremo DCH de la escala, los ambientes se caracterizan por una humedad cada vez más confiable durante la época de crecimiento de la vegetación. Aun cuando hay casos en que rara vez se reciben más de 500 mm al año, la buena distribución de la lluvia a lo largo del año impide que la humedad atmosférica se desplome gravemente. En

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.o> ambientes con alta DCH, la precipitación y la humedad se mantienen constantes y devadas. La distribución de la precipitación, así como la altitud, la temperatura y los vientos ¿ominantes, afectan claramente la distribución diaria de la humedad y ésta, a su vez, se vincula muy estrechamente con el grado de DCH/DKH. Cuanto más errática sea la distribución de la humedad, en particular durante la época de crecimiento de la vegetación, rr.ayor será la tendencia de la región a ser vulnerable, incluso con una precipitación total ;!svada, como se muestra en la figura 4-1. Los ambientes con alta DHH suelen pasar por _r. largo periodo de suspensión del crecimiento y condiciones de aridez. Quizás la mejor manera de comprender la escala DCH/DKH, sea analizar cómo funcionaban los ambientes de ambos extremos de la escala antes del surgimiento de seres hu~inos capaces de usar el fuego y las herramientas. Como se ilustra en la figura 4-2, en - ambientes DCH se producía una abundante biomasa de vegetación perennifolia duran:. el año entero; no había periodo de latencia. Asimismo, las plantas morían en cualquier croca del año, pero eran degradadas rápidamente por poblaciones de insectos y microor¿Tini'smos que permanecían numerosas y activas todo el año. Sin embargo, eso no ocurría en el otro extremo de la escala, donde la distribución _ic .a humedad era errática y el ambiente muy vulnerable. En esa situación, como se apre:.¿ tn la figura 4-3, la vegetación y las poblaciones de insectos y microorganismos tienen ;•_;.- crecer durante los meses lluviosos del año. Sin embargo, al dejar de llover, la humeid descendía y a medida que el suelo se secaba, la mayor parte de la porción aérea de la -^•tación iba muriendo (sólo quedaban vivos los troncos y ramas, así como los puntos :.:- .rvcimiento de las gramíneas perennes). F.n consecuencia, la actividad de los insectos •"¡en'organismos disminuía drásticamente a medida que éstos entraban en latencia, ni < i tenían que sobrevivir al periodo de sequía en forma de huevos o pupas. La to: c'.itia 4-1 corresponde a un ambiente DI H extremo pero elevada precipitación pluvial ~ ; •nm anuales), aunque fue tomada muchos meses después de la ú l t i m a lluvia de la :r 'ca de crecimiento de la vegetación, ("orno los tallos y hojas de los pastos que se aprela fotografía están muertos, dejaron de ser útiles para las plantas. Ue hecho, esa

100%

Porcentaje del año con humedad o aridez 0%

Aridez Humedad

•s-4: •••J^sSr' ^ •agrafía 4-3. Hoy, las ciudades antiguas abandonadas en ambientes con DEH extrema se encuentran sepultadas por las arenas del desierto. Mario, Yemen.

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SEGUNDA PARTE: CUATRO CONCEPTOS CLAVE

año. Por ejemplo, en una región tropical con precipitación pluvial elevada, la degradación es predominantemente biológica durante la época de crecimiento; sin embargo, en la prolongada sequía que le sucede, lo más probable es que la degradación sea química y física. En tal caso, el ambiente estaría más cerca del extremo DEH de la escala. Fuera de la zona tropical, donde muchas plantas tiran sus hojas o mueren por efecto del frío, las poblaciones de microorganismos permanecen activas durante la época de latencia si cuentan con humedad suficiente y constante, en cuyo caso, la materia vegetal continúa degradándose por descomposición biológica. Un ambiente de ese tipo se ubicaría más cerca del extremo DCH de la escala. La presencia de suelo sin vegetación es otro indicador de DEH. En el extremo DCH de la escala es sumamente difícil (a veces imposible) crear superficies extensas de suelo desnudo y mantenerlas libres de vegetación. Allí, las nuevas plantas colonizan rápidamente las superficies expuestas. A medida que recorremos la escala, el panorama cambia drásticamente hasta llegar al extremo DEH de la escala, donde resulta muy fácil eliminar la vegetación del suelo. En esos ambientes, las plantas nuevas se establecen con gran dificultad y suelen predominar las algas y liqúenes.

•v ;

CONCLUSIÓN De acuerdo con el segundo concepto clave, los ambientes pueden ser clasificados en una escala continua DCH/DEH, dependiendo de qué tan bien se distribuya su humedad a lo largo del año y qué tan rápido se degrade su materia vegetal muerta. En ambos extremos de la escala, los ambientes responden de manera diferente ante las mismas influencias. Las tierras en reposo se recuperan en los ambientes DCH, pero se dañan en los de tipo DEH. Visto en forma aislada, este segundo concepto suscita la pregunta práctica de cómo es posible que los herbívoros proporcionen el grado de perturbación necesario (sin sobrepastoreo) para conservar la salud de un ambiente DEH. Por fortuna, la respuesta está en los dos conceptos clave restantes.

-^

LA RELACIÓN DEPREDADOR-PRESA

A

l igual que todos los científicos de aquella época, en la universidad aprendí que los grandes herbívoros (p. ej., los bovinos domésticos) pueden dañar la tierra. Bajo esa premisa, la única manera de prevenir el pisoteo destructivo y el sobrepastoreo ocasionado por los herbívoros domésticos, era mantener un número mínimo de cabezas y dispersarlas ampliamente. Cuando concluí mis estudios y empecé a trabajar como biólogo en el campo, mis observaciones me hicieron cuestionar ese dogma. En la actualidad defiendo una tesis totalmente opuesta. La presencia de números relativamente elevados de grandes herbívoros ;on hábitos de grupo, que se desplacen de un lado a otro en manadas compactas como lo harían en la naturaleza en presencia de depredadores, mantiene la salud y la fertilidad de las mismas tierras que, según se suponía, estaba destruyendo. Esta revelación llegó lentamente, y sólo después de adquirir experiencia en gran variedad de situaciones, pues los herbívoros que viven en grupo, al igual que otros animales, poseen más de un patrón de comportamiento y sus efectos sobre la tierra suelen ser paulatinos, sutiles y acumulativos. A mediados de la década de 1960, se desató la guerra civil en Zimbabwe y se me encomendó la tarea de adiestrar y comandar una unidad de rastreadores de combate. En los años siguientes, pasé miles de horas rastreando personas en distintos tipos de terreno, día tras día. Esta disciplina agudizó considerablemente mis aptitudes de observador y me enseño mucho sobre la tierra, pues aunque me dedicaba a cazar seres humanos, mis pensamientos se enfocaban constantemente en las condiciones de las tierras en donde combatiamos. Dudo que existan muchos otros científicos que hayan tenido tal oportunidad de aprendizaje. Tuvimos que rastrear en zonas de fauna salvaje, tierras tribales, granjas agrícolas y ranchos ganaderos comerciales, sobre todo tipo de suelos, así como de vegetación con distintos regímenes pluviales. Frecuentemente tenía que recorrer distintas regiones en una sola jornada, pues volaba en helicóptero de una zona de conflicto a otra. Y en todas panes tenía que observar minuciosamente las plantas y el suelo en busca de los más leves indicios de alteración causados por personas que se esforzaban por no dejar rastro alguno de sus pasos. Poco a poco fui distinguiendo las grandes diferencias entre las tierras donde la fauna silvestre se apacienta en forma natural, donde los seres humanos pastorean su ganado, así como aquellas donde el ganado está cercado y pace sin que lo pastoreen. Asimismo, pude comparar esas tierras con regiones donde no había grandes herbívoros —como las infestadas por la mosca tsetse, donde la fauna mayor fue exterminada— y ciertamente, las diferencias eran asombrosas. Lo más evidente era que donde había presencia natural 53

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de herbívoros, las plantas crecían con lozanía. En los lugares sin herbívoros, las plantas lucían normalmente grises y moribundas (incluso en la temporada de crecimiento), a menos que hubieran sido quemadas, en cuyo caso el suelo entre las matas estaba desnudo y en proceso de erosión, de modo que el rastreo era fácil. Al compararlos con regiones intensamente perturbadas por los animales, donde el suelo estaba removido, las plantas habían sido aplastadas y el rastreo era muy difícil, me quedó claro que el grado de perturbación tenía un impacto proporcionalmente positivo en la salud de las plantas y los suelos y, por lo tanto, de la comunidad entera. Comencé a poner particular atención en el comportamiento de los animales en diversas situaciones, ya que las distintas formas de conducta y patrones de pastoreo dan por resultado efectos diferentes. Por ejemplo, al rastrear grandes manadas de búfalos en mi propia reserva de fauna, noté que cuando éstos se alimentaban tendían a dispersarse, aunque no demasiado por miedo a los depredadores, así como a caminar tranquila y lentamente. Colocaban sus pezuñas por un lado de las matas grandes en vez de pisarlas. Asimismo, cargaban todo su peso en las pezuñas, compactando el subsuelo casi sin perturbar la superficie. Al apacentarse de ese modo, los búfalos causaban muy poco impacto en las plantas y el suelo, como no fuera el evidente consumo de forraje y la compactación del subsuelo. Sin embargo, una vez que terminaban de alimentarse y la manada se ponía en marcha o cuando los depredadores estaban al acecho, el comportamiento de los herbívoros era diferente. Se aglomeraban para darse seguridad y levantaban mucho polvo debido al nerviosismo. Observé que al agruparse la manada, los animales pisoteaban descuidadamente e incluso atrepellaban grandes matas de pasto cubiertas de follaje viejo, mismas que, en condiciones normales, no serían consumidas ni pisoteadas. Esa materia vegetal cubría la superficie del suelo. Además, las pezuñas de los búfalos agrupados, que se movían intranquilamente en círculos, dejaban el suelo triturado y desmenuzado. De hecho, los animales hacían lo que un jardinero cuando quiere que sus semillas germinen: aflojar primero la superficie encostrada del suelo, enterrar un poco las semillas, compactar el suelo alrededor de éstas y por último, cubrir la superficie del suelo con un mantillo orgánico. Observé, asimismo, que antes la manada se había mantenido lejos de las cárcavas abruptas y pronunciadas, pero ahora los animales aglomerados pisoteaban sus bordes, creando así una pendiente más gradual donde pudiera establecerse nuevamente la vegetación. Me convencí de que la perturbación originada por las pezuñas de las poblaciones de herbívoros salvajes, tal como se comportan en manada, es vital para el bienestar de las tierras; y la humanidad perdió esa ventaja cuando domesticó vacas, caballos, borregos y cabras y empezó a protegerlos de los depredadores. Incluso donde la gente pastorea su ganado en vez de tenerlo confinado, los herbívoros no se comportan como lo harían si formaran manadas naturales y estuvieran amenazados por depredadores. Los grandes depredadores de los ambientes con alta DEH difieren en un aspecto fundamental de los que viven en ambientes DCH: los primeros cazan en grupo y persiguen a sus presas. A esta categoría pertenecen los lobos, leones, guepardos, perros salvajes y hienas. En los ambientes DCH, los depredadores (p. ej., tigres y jaguares) son de otro tipo:

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cazan de manera solitaria y emboscan a su presa. Si bien este tipo de carnívoros existe también en los ambientes DF.H extremos(p. ej., los leopardos y pumas), son depredadores que no dependen de las grandes manadas de herbívoros. Fueron los depredadores con hábitos grupales los que provocaron el cambio de conducta de las presas que viven en rebaños. La congregación en grandes manadas se convirtió en el principal mecanismo de protección de los herbívoros, en particular de las hembras y sus crías, porque los depredadores que cazan en grupo se ofuscan con la multitud y, por lo tanto, le temen. Sólo matan a su presa cuando la manada se mueve en fila y logran aislar a un individuo. Esta relación entre los depredadores que cazan en grupo, los herbívoros con hábitos de manada, y los suelos y plantas que estos últimos pisotean y ramonean, evolucionó en d transcurso de millones de años, mucho antes de que el ser humano empezara a cazar ín grupo con ayuda del ruego y la lanza. No hubo ninguna otra influencia que, en plan realista, hubiera creado la perturbación del suelo necesaria para proporcionarle a la vege:ación un buen semillero donde se establecieran plantas nuevas y que, al mismo tiempo, protegiera el suelo desnudo pisoteando la materia vegetal vieja. Al parecer, ambas funciones son indispensables para el bienestar de los ambientes situados en el extremo DEH de la escala. Para mí, comprender la monumental importancia de esas relaciones fue un proceso lento. En África tuve oportunidad de trabajar con inmensas manadas de herbívoros y muchos depredadores, incluyendo grandes familias de leones. Sin embargo, no fue sino hasta que viaje a Estados Unidos, donde los depredadores ya no tienen un impacto significativo sobre las poblaciones de animales salvajes, cuando me percaté del papel tan importante de estos últimos en cuanto a la creación del tipo de perturbación del suelo necesaria en los ambientes DEH extremos. En Estados Unidos, la aniquilación masiva de las poblaciones de depredadores y las manadas de herbívoros salvajes precipitó el deterioro ambiental que hoy se observa en la mayor parte del occidente del país. Y lo único que se logró al diseminar relativamente pocos herbívoros domésticos en grandes superficies, fue exacerbar el deterioro. Quizá esto explique porqué las tierras de Norteamérica se han deteriorado más rápido que las de África. Además, en Norteamérica el problema se complica por el congelamiento y desconselamiento anual de los suelos, que ocasiona la formación de cavidades de aire dentro de .os mismos. Si el ambiente es DEH extremo, no sólo se requiere alguna forma de perturbación que elimine los viejos tejidos vegetales en proceso de oxidación de los pastos perennes y rompa la costra superficial del suelo, sino además, otra que compacte el suelo para favorecer el establecimiento de nuevas matas de pasto. Por supuesto, no fui el primero en relacionar las pezuñas de los animales con la fertilidad del suelo. Siglos atrás los pastores de Escocia, cuyas tierras tienden un poco al DEH, aludían a las "pezuñas de oro" de los borregos. En la década de 1930, los curanderos navajos confinados en los territorios DEH extremos del sudoeste de Estados Unidos, hicieron notar a los funcionarios de gobierno encargados de reducir drásticamente el número de borregos de este pueblo nativo, que existe un vínculo entre las pezuñas de los borregos y la salud del suelo. En el sur de África, los viejos ganaderos que conocí en mi

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infancia tenían un dicho: "martillea el pastizal para que produzca". Eso significaba, en sentido literal, martillear la tierra con rebaños de herbívoros domésticos para mejorar la calidad del forraje. Por desgracia, ninguna de esas observaciones de antaño fue comprendida porque estábamos convencidos de que las plantas y los suelos necesitaban protección contra los efectos "dañinos" de los herbívoros. Mis primeras observaciones en cuanto a esa relación vital entre las manadas de herbívoros silvestres, los suelos y las plantas, fueron violentamente rechazadas y ridiculizadas por la gente de mi propio país y la comunidad científica internacional (y aún lo son por parte de un grupo cada vez más reducido). En la década de 1980, gracias a una investigación cuidadosamente realizada sobre las poblaciones de herbívoros salvajes con hábitos de manada que ocupan los pastizales DEH del oriente de África, se descubrió de manera independiente el vínculo entre esos animales y las plantas que los alimentan.1 Poco a poco, otros científicos han empezado a aceptar esas ideas. Las nuevas investigaciones no tardarán en confirmar, sin lugar a dudas, que los depredadores con hábitos grupales son otro miembro de la ecuación.

CONCLUSIÓN

Según el tercer concepto clave, en el caso de los ambientes DEH, la presencia de rebaños relativamente numerosos de grandes herbívoros con hábitos de manada, obligados a congregarse y desplazarse tal como lo harían de manera natural en presencia de depredadores que cazan en grupo, es indispensable para conservar la fertilidad de las tierras que, según se pensaba, estos rebaños estarían destruyendo. A medida que se acepte este concepto, ayudaremos a revertir los daños que la humanidad le ha infringido durante milenios a las tierras de los ambientes DEH en su intento de protegerlas del pisoteo, supuestamente perjudicial. Conforme fueron aumentando las áreas desprovistas de vegetación y el ambiente siguió deteriorándose como consecuencia de la pérdida del efecto de manada, nosotros se lo atribuimos equivocadamente al sobrepastoieo y éste, a su vez, fue vinculado al exceso de animales. Como resultado de ello, redujimos el número de cabezas y, al hacerlo, tan sólo aceleramos la pérdida de vegetación y el deterioro. Según el cuarto concepto clave, el sobrepastoreo no depende en realidad del número de herbívoros presentes.

LO IMPORTANTE ES EL TIEMPO

U

na creencia fundamental umversalmente aceptada, es que el sobrepastoreo y el pisoteo excesivo, así como la destrucción de la tierra ocasionada por ambos, se deben a la presencia de demasiados herbívoros. A pesar del enorme cúmulo y refinamiento de las investigaciones sobre plantas, suelos y animales, virtualmente todos los esquemas de mejoramiento de la tierra diseñados hasta ahora se basan en esa simple conclusión, aparentemente congruente con el sentido común, de modo que exigen la reducción o exclusión total de los herbívoros. Hasta hace poco, nadie había investigado a fondo la pregunta de cuándo están los herbívoros en el sitio, en vez de cuántos lo ocupan. Mi propia experiencia al respecto, es prueba de lo evasivo que puede ser para nosotros un principio evidente. Cuando niño, en Zimbabwe también aprendí acerca de la destrucción causada por la presencia de demasiados herbívoros mientras acompañaba a mi padre en sus visitas a las reservas nativas. Como ingeniero civil, él tenía la responsabilidad de mejorar la distribución del agua para la gente y sus ganados. El sobrepastoreo y el sobrepisoteo habían devastado las áreas circundantes de los pocos abrevaderos, y según la teoría de aquella época, la creación de más abrevaderos diseminaría el ganado y reduciría el daño. Las calurosas y polvorientas horas que pasé en medio del barullo de las vacas, las cabras y los burros en esas tierras desoladas, aunadas a lo que me decían, me convencieron definitivamente de que el trabajo de mi padre y la política del gobierno que lo apoyaba, tenían sentido. Durante una década o algo así, jamás puse en duda tales aseveraciones, pero empecé a hacerlo cuando, ya de joven, tropecé con registros históricos que hablaban de la existencia de inmensas manadas de herbívoros salvajes en aquellas tierras antes de que fueran reemplazadas por el ser humano y sus animales domésticos. A medida que los pioneros se internaron en Sudáfrica, reportaron la existencia de manadas de springboks (antílopes de la talla de un berrendo) tan inmensas, que cuando migraban a través de sus campamentos atrepellaban todo a su paso, incluso las yuntas de bueyes que no podían ser desuncidas a tiempo de las carretas. Esas manadas, sumadas a millones de diversos herbívoros que habitaban el pastizal del sur de África, eran infinitamente más numerosas que los rebaños de vacas y borregos que les sucedieron; sin embargo, durante miles de años habían disfrutado de un ambiente con mucho mayor abundancia de lo que jamás puedan imaginar los descendientes de aquellos pioneros. Prueba de esta abundancia son los nombres de animales con que se denominan los poblados actuales de esa región, hecho que los vincula con los abrevaderos naturales de aquellos herbívoros: "Elandsfontein" (manantial del eland), "Springbolc/z>w57

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tein" (manantial del springbok), y "Buffelsfontein" (manantial del búfalo), del holandés fontein, fuente o manantial. Hoy día, en esos lugares no queda rastro alguno de que hubiera corrido agua por ellos. Según esos registros, el clima no ha cambiado y sin embargo, las "fuentes" desaparecieron, y con ellas los fértiles pastizales y aquellas inmensas manadas de herbívoros. A medida que fue borrándose el recuerdo de las grandes manadas salvajes, la gente empezó a imputarle la desaparición del agua y los pastizales al sobrepastoreo y al pisoteo excesivo de su propio ganado, incluso a pesar de que el número de éstos era mucho menor. Ese enigma me intrigó, mas no pude sino concluir que, en efecto, el sobrepastoreo y el sobrepisoteo se relacionaban con el número de herbívoros. Puesto que el deterioro más evidente ocurría en los territorios tribales densamente poblados por el ganado doméstico, así como en algunos parques nacionales y reservas de fauna con numerosas poblaciones de animales salvajes, los hechos parecían apoyar la conseja popular al respecto. Como funcionario de investigación del Departamento de Fauna, yo mismo, pese a mis dudas, recomendé drásticas reducciones de las poblaciones de elefantes y búfalos a fin de aminorar el daño ocasionado por el pisoteo y el sobrepastoreo. La decisión fue una medida desesperada, pues ya había tenido oportunidad de observar que el exterminio de la fauna en las regiones endémicas de la mosca tsetse, no había mejorado en absoluto las tierras. Aún tendría que pasar mucho tiempo antes de que empezara a desenmarañar el acertijo. Según mis observaciones, las grandes manadas de búfalos se desplazan constantemente y rara vez permanecen por más de dos o tres días en el mismo lugar, de modo que la tierra tiene oportunidad de recuperarse. ¿Acaso el tiempo de permanencia sería un factor importante? Al mismo tiempo, empecé a recapacitar en que al confinar grandes números de animales salvajes en una superficie pequeña, lo único que lográbamos (como estaba ocurriendo en algunas de nuestras nuevas reservas de fauna rodeadas por asentamientos humanos o zonas endémicas de la mosca tsetse) era tener demasiadas manadas en áreas exageradamente pequeñas. Aunque cada manada se desplazaba frecuentemente, las plantas y el suelo tenían poco tiempo para recuperarse después del apacentamiento y el pisoteo. Por mi parte, aún no me percataba de que el tiempo era la clave, pero comenzaba a sospechar que el problema de fondo era la pequenez de los agostaderos donde podían desplazarse las manadas. Me dediqué a estudiar las manadas de elefantes. ¿Cambiaban de lugar cada pocos días? ¿Eso era importante? ¿Alguna otra manada llegaba al sitio recientemente abandonado? Decidí averiguarlo, pero de inmediato enfrenté un obstáculo: no podía distinguir entre una y otra manada, pues andaba a pié y el monte era muy espeso. En aquellos tiempos, antes de que se perfeccionaran métodos para tranquilizar y marcar animales, acechaba a los elefantes y los marcaba arrojándoles a corta distancia bombas caseras de pintura. Sin embargo, era difícil entusiasmar ayudantes dispuestos a hacer ese tipo de trabajo y yo no me bastaba, simple y sencillamente, para pintar solo tantos elefantes. Además, carecía de personal suficiente para llevar a cabo observaciones en un área lo bastante extensa como para fundamentar mis conclusiones. Hacía algún tiempo que tenía en mi poder un libro titulado Grass Productivity [Productividad de los pastizales], escrito por un investigador francés, André Voisin. Lo

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teiri" (manantial del springbok), y "Buffels/0«f«'«" (manantial del búfalo), del holandés fontein, fuente o manantial. Hoy día, en esos lugares no queda rastro alguno de que hubiera corrido agua por ellos. Según esos registros, el clima no ha cambiado y sin embargo, las "fuentes" desaparecieron, y con ellas los fértiles pastizales y aquellas inmensas manadas de herbívoros. A medida que fue borrándose el recuerdo de las grandes manadas salvajes, la gente empezó a imputarle la desaparición del agua y los pastizales al sobrepastoreo y al pisoteo excesivo de su propio ganado, incluso a pesar de que el número de éstos era mucho menor. Ese enigma me intrigó, mas no pude sino concluir que, en efecto, el sobrepastoreo y el sobrepisoteo se relacionaban con el número de herbívoros. Puesto que el deterioro más evidente ocurría en los territorios tribales densamente poblados por el ganado doméstico, así como en algunos parques nacionales y reservas de fauna con numerosas poblaciones de animales salvajes, los hechos parecían apoyar la conseja popular al respecto. Como funcionario de investigación del Departamento de Fauna, yo mismo, pese a mis dudas, recomendé drásticas reducciones de las poblaciones de elefantes y búfalos a fin de aminorar el daño ocasionado por el pisoteo y el sobrepastoreo. La decisión fue una medida desesperada, pues ya había tenido oportunidad de observar que el exterminio de la fauna en las regiones endémicas de la mosca tsetse, no había mejorado en absoluto las tierras. Aún tendría que pasar mucho tiempo antes de que empezara a desenmarañar el acertijo. Según mis observaciones, las grandes manadas de búfalos se desplazan constantemente y rara vez permanecen por más de dos o tres días en el mismo lugar, de modo que la tierra tiene oportunidad de recuperarse. ¿Acaso el tiempo de permanencia sería un factor importante? Al mismo tiempo, empecé a recapacitar en que al confinar grandes números de animales salvajes en una superficie pequeña, lo único que lográbamos (como estaba ocurriendo en algunas de nuestras nuevas reservas de fauna rodeadas por asentamientos humanos o zonas endémicas de la mosca tsetse) era tener demasiadas manadas en áreas exageradamente pequeñas. Aunque cada manada se desplazaba frecuentemente, las plantas y el suelo tenían poco tiempo para recuperarse después del apacentamiento y el pisoteo. Por mi parte, aún no me percataba de que el tiempo era la clave, pero comenzaba a sospechar que el problema de fondo era la pequenez de los agostaderos donde podían desplazarse las manadas. Me dediqué a estudiar las manadas de elefantes. ¿Cambiaban de lugar cada pocos días? ¿Eso era importante? ¿Alguna otra manada llegaba al sitio recientemente abandonado? Decidí averiguarlo, pero de inmediato enfrenté un obstáculo: no podía distinguir entre una y otra manada, pues andaba a pié y el monte era muy espeso. En aquellos tiempos, antes de que se perfeccionaran métodos para tranquilizar y marcar animales, acechaba a los elefantes y los marcaba arrojándoles a corta distancia bombas caseras de pintura. Sin embargo, era difícil entusiasmar ayudantes dispuestos a hacer ese tipo de trabajo y yo no me bastaba, simple y sencillamente, para pintar solo tantos elefantes. Además, carecía de personal suficiente para llevar a cabo observaciones en un área lo bastante extensa como para fundamentar mis conclusiones. Hacía algún tiempo que tenía en mi poder un libro titulado Grass Productivity [Productividad de los pastizales], escrito por un investigador francés, André Voisin. Lo

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había comprado porque el título me interesaba y pensé que me ayudaría a aclarar lo que ocurría en nuestras reservas de fauna salvaje. Sin embargo, Voisin había trabajado principalmente con ganado bovino en las campiñas de Europa. Después de darle una ojeada al libro, no descubrí relación alguna entre las vacas lecheras de los exuberantes campos franceses y los elefantes y búfalos de los áridos pastizales africanos. El libro quedó intacto en su casillero. Entre tanto, mi animadversión hacia el ganado bovino, al cual consideraba culpable del deterioro de las tierras, me motivó a promover, junto con otras personas, un nuevo concepto que denominamos "cría de fauna silvestre". Si lográbamos que los productores reemplazaran el ganado bovino por animales salvajes y encontrábamos la manera de comercializar con éxito el producto, dándole así un valor económico a la fauna nativa, quizás pudiéramos desplazar a los bovinos y conservar simultáneamente la fauna salvaje y las tierras. En esas circunstancias, los ganaderos empezarían a ver la fauna nativa como un recurso (tradicionalmente se le consideraba una plaga) y además, la fauna silvestre distaría mucho de provocar el daño ocasionado por el ganado doméstico, al menos eso pensábamos. A principios de la década de 1960, ni la cría de fauna salvaje ni la actividad de diezmar búfalos y elefantes gozaron de popularidad, de modo que, en vista de las poco sutiles presiones que la burocracia suele aplicarle a cualquier disidente, me vi obligado a renunciar a mi puesto en el Departamento de Fauna. Así pues, para seguir ganándome la vida, retorné a la agricultura, a la cría de fauna salvaje y a los servicios de consultoría, de modo que continué trabajando para los propietarios de las tierras de Zimbabwe y otros países del sur de África. En aquella época, los gobiernos del sur de África, incluyendo el de mi país, acabaron por aceptar que la causa probable del deterioro de las tierras era la sobrecarga animal, aunque culpaban en grado aún mayor a una serie de sequías que se habían presentado. Yo suscité una controversia al manifestar públicamente mi desacuerdo con la última aseveración, señalando que las sequías se habían tornado más frecuentes porque nuestras tierras estaban deteriorándose. Para mi sorpresa, varios criadores de bovinos me abordaron (pese a que yo era enemigo declarado de esa industria) porque creían que estaba en lo cierto y deseaban hacer algo al respecto. Estuve de acuerdo en trabajar con ellos, pero sólo después de cerciorarme de que supieran que yo mismo desconocía las respuestas y seríamos un grupo de ciegos conducido por otro ciego. Los muchos y sofisticados esquemas de aquella época para evitar el sobrepastoreo de las tierras de agostadero, siempre empezaban por limitar el número de cabezas de ganado. Uno de los más comunes se basaba en la regulación del número de cabezas, de tal modo que los animales no consumieran más de 50% de ciertas "plantas indicadoras" de la comunidad. Según las investigaciones, a muchos pastos perennes se les dañaban las raíces si los herbívoros devoraban más de 50% de su área foliar en crecimiento. Sin embargo, esa teoría estaba destinada al fracaso, pues dada la estructura bucal y dental de los grandes herbívoros, sean domésticos o silvestres, éstos no son capaces de mordisquear hojas individuales ni pueden limitarse a comer sólo la mitad de la planta. Normalmente se alimentan a grandes bocados y el caso particular de los pastos arnaco-

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SEGUNDA PARTE: CUATRO CONCEPTOS CLAVE

Hados perennes, suelen devorarlos hasta abajo. Afortunadamente esos pastos, que coevolucionaron con los herbívoros, poseen sus meristemos o puntos de crecimiento en la base de la mata, donde no se dañan en absoluto. Como las tierras siguieron deteriorándose a pesar de varios intentos de control tipo "consume la mitad y deja la mitad", los investigadores del gobierno empezaron a dudar que los ganaderos estuviesen poniéndolos seriamente en práctica. Como varios de mis clientes se contaban entre estos últimos, decidí visitar las estaciones experimentales de Zimbabwe y Sudáfrica, que era donde las cosas estaban haciéndose "correctamente", para aprender lo que pudiera al respecto. Las estaciones experimentales medían su éxito según el volumen de forraje, la presencia de unas cuantas especies consideradas deseables y el aspecto general del pastizal. Con esos criterios, sus ideas ciertamente daban buenos resultados en la práctica. No obstante, vistas desde mi ángulo, incluso las parcelas experimentales estaban desertizándose. £1 suelo que mediaba entre las plantas lucía desnudo y estaba erosionándose gravemente (hecho que pasa inadvertido para quienes no se fijan en ello). Las plantas de algunas parcelas estaban seriamente sobrepastoreadas, mientras que las de otras habían envejecido, volviéndose excesivamente fibrosas, y se veían cubiertas de materia vegetal grisácea o negruzca en proceso de oxidación. Los investigadores habían intentado resolver la falta de uniformidad en el patrón de pastoreo mediante quemas llevadas a cabo cada cuatro años; las áreas quemadas estaban visiblemente erosionadas. Pero lo más sorprendente era la ausencia casi total de plántulas nuevas, a pesar de que las plantas progenituras habían tenido una producción masiva de semillas. Ciertamente estaban presentes las especies deseables, pero aparte de ellas había muy pocas otras especies. La gran cantidad de forraje producido por las especies de "plantas indicadoras clave", así como la elevada producción individual de los pocos animales presentes en términos de aumento de peso y tasa de concepción, habían enmascarado las evidencias de degradación. La producción por cabeza era elevada e iba en aumento, así como los costos de alimentación complementaria, a pesar de que la producción por hectárea era baja y seguía declinando. Por primera vez me percaté del grave peligro que encierra medir el éxito en términos de una producción elevada de corto plazo, o para tal caso, de la composición de especies de la vegetación. En cuanto a los ganaderos y mi país, deslumhrados por ese éxito aparente, yo sólo podía predecir la ruina. En mi continua búsqueda de respuestas, comencé a leer las investigaciones sobre manejo de pastizales de varios países, pero todos parecían seguir la misma línea de pensamiento: el exceso de animales es la causa del sobrepastoreo. Cierto día, mientras ayudaba a un productor a iniciar una empresa de cría de fauna cinegética, le eché una ojeada a una revista sudafricana de ganadería que estaba en su mesa de centro. Contenía un artículo escrito por una persona llamada John Acocks, quien describía una forma de pastoreo que, según el propio autor, restauraba las tierras. Ese artículo me pareció más congruente que cualquier otra cosa que hubiera leído con anterioridad, de modo que viajé a Sudáfrica y busqué al autor del artículo h?sta encontrarlo. Acocks resultó ser un viejo botánico sumamente agradable y muy conocedor del deterioro que había ocurrido en las tierras de Sudáfrica. Estaba convencido de que el problema se debía al pastoreo selectivo del ganado con que habían sido sustituidas las gran-

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des y diversas poblaciones originales de la fauna salvaje. El ganado doméstico, afirmaba Acocks, consumió en exceso las especies de plantas que más le gustan hasta acabar con ellas. Luego hizo lo mismo con otra especie hasta hacerla desaparecer. De ese modo, poco a poco fueron quedando únicamente las especies menos apetecibles. Así explicaba Acocks el hecho de que las regiones donde hace 200 o 300 años predominaban los pastos perennes, actualmente fueran el dominio de plantas arbustivas propias del desierto. Incluso había trazado en un mapa el avance constante de esos arbustos a lo largo y ancho del sur de África, a medida que el desierto había ¡do extendiéndose con el paso de los años. Según la teoría de Acocks, conforme el pastoreo iba debilitando o matando las plantas de una especie en particular, ésta era reemplazada por otras especies menos atractivas para el ganado; es decir, que estas últimas tenían una ventaja respecto a la planta devorada al competir por la luz, el agua y los nutrientes. La conclusión de Acocks era que el número de cabezas de ganado era menos importante que el consumo selectivo de ciertas especies de plantas, pues eso las ponía en desventaja y con el tiempo, hacía que fueran reemplazadas en la comunidad. Según su razonamiento, los herbívoros salvajes de la prehistoria devoraban de manera uniforme todas las plantas, pues cada especie seleccionaba de diferente manera su alimentación. Por lo tanto, ninguna especie de planta tenía ventaja sobre otra y muchas de ellas prosperaban juntas, compitiendo con las reglas del mismo juego. A partir de esas observaciones e interpretaciones, Acocks hizo la sorprendente afirmación de que Sudáfrica estaba "sobrepastoreada y le faltaba carga animal". Su propuesta de solución consistía en concentrar el ganado en una pequeña parcela y mantenerlo allí hasta que hubiese consumido todas las especies de plantas de manera uniforme. Una vez logrado eso, los animales podían ser trasladados a otra parcela para repetir el proceso. De esa forma, cada parcela pastoreada recibiría descanso para que las plantas, consumidas por igual, pudieran recuperarse sin que hubiera competencia desigual entre ellas. Desde luego, la teoría de Acocks no respondía todas mis inquietudes (p. ej., el deterioro de las zonas endémicas de la mosca tsetse, donde no había pastoreo), pero tenía mérito y apuntaba en otra dirección. Antes de mi retorno, Acocks me presentó a una pareja de ganaderos que vivía en las cercanías y estaba poniendo en práctica sus ideas. A Len y Denise Howell les preocupaba profundamente el deterioro de las tierras en todo el país y se habían entusiasmado con los resultados obtenidos al aplicar las ideas de Acocks. Yo también lo estaba. El matrimonio Howell me miró desconcertado cuando caí de rodillas en tierra y metí los dedos en el suelo, comentándoles emocionadamente lo que había ocurrido en un rincón del área de pastoreo donde su ganado se había concentrado accidentalmente por corto tiempo. La costra superficial del suelo estaba rota; había materia orgánica por doquier; el agua se infiltraba en vez de escurrir por la superficie; la aireación del suelo había mejorado y se veían plántulas nuevas en abundancia. John Acocks y la concentración accidental del ganado en el rancho del matrimonio Howell, me habían dado un fragmento esencial de conocimiento: que el ganado doméstico puede simular los efectos de las manadas salvajes en el suelo. Allí, en ese sitio, se veía el mismo pisoteo intenso que yo había presenciado mientras rastreaba animales salvajes, pero esta vez ocasionado por el ganado doméstico y sin que la tierra sufriera los daños que estábamos acostumbrados a esperar.

6i SEGUNDA PARTE: CUATRO CONCEPTOS CLAVE Regresé de inmediato a Zimbabwe, ansioso de convencer a algunos de mis clientes ganaderos de que concentraran su ganado. El primero que lo hizo así, obtuvo en poco tiempo los resultados esperados. Desafortunadamente, pese a la rapidez con que respondieron sus tierras, la condición de los animales se desplomó. De hecho, casi murieron. Otros productores que siguieron mis recomendaciones tuvieron los mismos resultados. A pesar de mi decepción, estaba convencido de que por fin estábamos aproximándonos a la respuesta, y debo añadir que le estoy agradecido al puñado de ganaderos quienes, por amor a la tierra, decidieron quedarse a mi lado hasta lograrlo. No tuvimos más aliados en nuestra búsqueda. Bajo una andanada de críticas y burlas, encaramos el nuevo enigma de la pérdida de productividad del ganado. Los ganaderos, así como los extensionistas del gobierno, estaban convencidos de que era necesario dispersar a los animales, de manera que éstos pudieran seleccionar las especies de pastos que necesitaban para tener un buen rendimiento. Por el contrario, Acocks creía que era mejor concentrar el ganado para evitar, precisamente, que el consumo selectivo de esas especies de pastos acabara por extinguirlas. Puesto que ambos razonamientos tenían méritos evidentes, los lincamientos hacia una mejor manera de trabajar el ganado y la tierra tenían que encontrarse en algún punto intermedio. Hoy que escribo, gozando de la ventaja de quien mira las cosas en retrospectiva, puedo ver claramente que el factor que siempre pasamos por alto, pese a tenerlo ante nuestras narices, era el tiempo. Como ahora el problema estaba en el ganado bovino, desempolvé el libro de André Voisin, ¡y ahí estaba la respuesta! Según Voisin, el sobrepastoreo tenía poco que ver con el número de animales y se relacionaba más bien con el tiempo que las plantas estaban expuestas a los mismos. Si el ganado permanecía demasiado tiempo en un mismo lugar o si regresaba a éste antes de que las plantas se recuperaran, la vegetación era sobrepastoreada. El tiempo de exposición depende de la tasa de crecimiento de las plantas. Si éstas crecen rápido, los herbívoros necesitan cambiar de sitio en poco tiempo y pueden regresar más pronto al mismo lugar; pero si crecen lentamente, sucede lo contrario. De pronto comprendí que el pisoteo también puede ser positivo o negativo. El factor determinante es el tiempo. La perturbación necesaria para mejorar el suelo se torna negativa cuando se prolonga excesivamente o se repite demasiado pronto. Si lo anterior era cierto, ¿qué papel había desempeñado el tiempo en el apacentamiento y el pisoteo de las enormes manadas de herbívoros salvajes de antaño? Esa respuesta también puede apoyarse en la razón. Cuando los herbívoros se congregaban apretadamente para protegerse de los depredadores, también se concentraba su estiércol y su orina, de modo que emporcaban el suelo y las plantas de que se alimentaban. A ningún animal le gusta comer junto a su propio excremento, como seguramente sabe quienquiera que haya cuidado u observado caballos. Por lo tanto, para poder alimentarse de plantas limpias, las manadas tenían que abandonar las áreas emporcadas. En condiciones ideales, los animales no regresan al mismo sitio sino hasta que sus excreciones hayan sido intemperizadas o degradadas. Eso significaba que las plantas y los suelos estaban sujetos a una perturbación masiva en forma de apacentamiento, pisoteo y caída de estiércol y orina, pero sólo durante un día o algo así, seguida por un lapso en que ambos tenían oportunidad de recuperarse. Este patrón debió repetirse una y otra vez durante millones

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de años. Incluso sabemos que en la era de los dinosaurios ya había depredadores que cazaban en grupo, de modo que es lógico suponer la presencia de herbívoros apacentadores y ramoneadores con hábitos de manada. Los tiempos de recuperación de los suelos y las plantas deben haber sido distintos, pues había muchas especies de animales que se alimentaban en el mismo lugar y cada una de ellas evitaba únicamente la inmundicia de su propia especie u otras estrechamente emparentadas con ella, no necesariamente la de otras especies. Así pues, sugerí a mis clientes que combináramos las ideas de Acocks con las de Voisin, concentrando el ganado pero sin forzarlo a consumir de manera uniforme todas las plantas, a fin de medir los tiempos de exposición y reexposición de la comunidad vegetal a los herbívoros, según la tasa de crecimiento de las plantas. Una vez más, el entusiasmo nos inundó y tuvimos la certeza de lograr el éxito en esta ocasión. Efectivamente mejoramos un poco el rendimiento del ganado, pero en muchos otros aspectos importantes, nos dimos nuevamente un frentazo. Voisin había llevado a cabo su investigación en ambientes DCH y nosotros aún no descubríamos las diferencias esenciales entre los ambientes DCH y DEH. Por eso no vimos de inmediato la manera de hacer encajar nuestras condiciones de crecimiento erráticas y su manera sistemática de medir el tiempo y las tasas de crecimiento de las plantas. Tampoco sabíamos, por supuesto, que la solución adecuada para nuestra región DKH dependía también del comportamiento natural del ganado (es decir, su comportamiento de grupo en vez de la simple concentración de animales, que no modifica su comportamiento a menos que el hacinamiento sea extremo). En nuestro caso, también encontramos variables muy diferentes de las que enfrentó Voisin al trabajar con praderas cultivadas, fertilizadas y bien regadas. Nuestros pastizales contaban con gran variedad de pastos, hierbas, arbustos y árboles, cada uno con su propia tasa de crecimiento. Además, la diversidad de los suelos producía resultados muy diferentes. Asimismo, teníamos especies de fauna silvestre apacentándose en las mismas tierras que nuestro ganado, lo que alteraba considerablemente nuestros cálculos del tiempo de pastoreo. Cualquiera que fuera nuestra hipótesis respecto al tiempo, no podíamos controlarla de manera efectiva. Aún tardaríamos mucho en desentrañar el enigma, pero al menos sabíamos que íbamos por buen camino. La política, lo mismo que la ecología, nos obligó a seguir aprendiendo. A principios de la década de 1970, Zimbabwe (entonces Rhodesia) se había convertido en un paria entre las naciones, pues el gobierno minoritario de raza blanca, contra el cual yo lideraba la oposición parlamentaria, se rehusaba a atender las demandas de la mayoría negra. La trágica guerra civil desatada A mediados de la década de 1960 se había recrudecido y, con el propósito de forzar su fin, el resto del mundo aumentó sus sanciones económicas contra nosotros. Para sobrevivir al embargo, los ganaderos y agricultores tuvieron que diversificar considerablemente sus actividades y lidiar cotidianamente con enormes complejidades y cambios constantes. Las empresas ganaderas incorporaron nuevos cultivos y los agricultores, que previamente se especializaban en uno o dos productos comerciales, agregaron otros varios y empezaron a rotar los cultivos y pastizales para alimentar el ganado que también habían incluido. A fin de controlar la problemática propia de tan enorme diversidad operativa,

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SECUNDA PARTE: CUATRO CONCEPTOS CLAVE

diseñé un procedimiento de planificación, completo pero sencillo, basado en los conceptos de planeación militar que ya conocía. Como tuvo éxito, en el lapso de unos años lo estaban aplicando cientos de granjas y ranchos del país. La experiencia que nos aportó esa variedad de situaciones, dio lugar a muchos conceptos nuevos. Uno de ellos nos demostró que la aseveración de John Acocks en cuanto a que Sudáfrica estaba sobrepastoreada pero le faltaba carga animal, era cierta, mas no por lo que él pensaba. La selección de las especies apetecibles por parte del ganado, así como la consecuente competencia desigual de aquéllas contra otras especies menos afectadas, no explicaban el deterioro de las tierras del sur de África. La solución tampoco era forzar al ganado a consumir uniformemente las plantas, pues habíamos descubierto que eso perjudicaba a los animales. Nos percatamos de que el ganado no selecciona especies, sino que busca una alimentación balanceada independiente de las especies; jamás se apacientan uniformemente de todas las plantas y nunca ha sido necesario que lo hagan. El sobrepastoreo observado por Acocks era consecuencia del tiempo que las plantas estaban expuestas al ganado, no de que un pequeño número de herbívoros las consumiera de manera selectiva. El número reducido de animales observado por él no dañaba las tierras al permitir que las plantas menos apetecibles escaparan del consumo. De hecho, la insuficiencia de pastoreo permitía que los buenos pastos perennes murieran por exceso de reposo en los ambientes DEH extremos, pues la materia vegetal muerta se acumulaba encima de las matas e impedía la llegada de luz solar suficiente a sus meristemos básales. Asimismo, la insuficiencia de carga animal significaba muy pocos individuos dispersos con demasiada amplitud, de manera que éstos pacían tranquilos y sin congregarse, negándole al suelo la perturbación tan necesaria en los ambientes DEH. La razón de que descubriéramos todo esto, fue que nuestro procedimiento de planificación nos permitió controlar la dimensión tiempo más sutilmente que nunca. Ahora podíamos minimizar el sobrepastoreo y el pisoteo excesivo y, a la vez, permitir que los herbívoros seleccionaran las plantas y los nutrientes que requerían. Asimismo, con el objeto de crear condiciones que permitieran el establecimiento de nuevas plantas, logramos inducir una perturbación adecuada de la superficie del suelo en áreas pequeñas atrayendo el ganado brevemente hacia ellas (p. ej., con una paca de heno). Pudimos, igualmente, planear la siembra de cultivos y la cosecha de forraje, así como administrar el habitat indispensable para la fauna salvaje en ciertas épocas del año. Todo esto fue posible porque habíamos entendido el factor tiempo y disponíamos de un procedimiento de planeación que dejaba un buen registro de las acciones llevadas a cabo, así como de sus resultados subsecuentes. En conjunto, los tres últimos conceptos nos explican por qué a pesar de todos nuestros esfuerzos, tantos ambientes han seguido deteriorándose cuando los manipula el ser humano. El descubrimiento de la escala DCH/DEH, así como el papel esencial de los herbívoros con hábitos de manada y sus depredadores en el mantenimiento de la salud de los ambientes DEH, nos demostraron por qué ese tipo de ambientes es proclive a la desertización. Esto es muy significativo, pues en última instancia, la desertización ha destruido más civilizaciones que las guerras y según la UNü, ésta afecta actualmente de manera negativa a más de 900 millones de personas en más de 100 países. Además se trata de un

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problema que tampoco se limita a los países en vías de desarrollo, como lo señaló un grupo de científicos en una conferencia internacional llevada a cabo en 1994 en Tucson, Arizona, denominada "Desertización en los países desarrollados: ¿por qué no podemos detenerla?". No debe sorprendernos que hayamos sido incapaces de detenerla, pues casi dos terceras partes de la superficie terrestre del planeta son de tipo DEH y nuestra forma de trabajarlas no había tomado en consideración ese hecho. No es, sino hasta ahora, cuando por fin sabemos qué hacer. Únicamente las personas que trabajan directamente con tierras pueden llevar a cabo los cambios necesarios para revertir el proceso de desertización, pero necesitan el apoyo del resto de nosotros para hacerlo de una manera eficaz. Nadie puede darse el lujo de ignorar la importancia de la diferencia entre DCH y DEH, así como la forma en la cual esa diferencia afecta nuestra forma de trabajar los distintos ambientes; no podemos darnos el lujo de permanecer indiferentes ante la necesidad de analizar, desde una perspectiva holística, cualquier todo con el que trabajemos. En los años por venir, cuando volvamos los ojos hacia atrás, veremos la época previa al descubrimiento de estos cuatro nuevos conceptos como el verdadero oscurantismo de la humanidad en lo que atañe a sus actitudes hacia el gran ecosistema que nos sostiene a todos. Ciertamente, el momento del cambio ha llamado a la puerta, a menos que nuestra civilización emprenda el mismo camino que recorrieron otras civilizaciones avanzadas, que florecieron para luego autodestruirse en los ambientes DEH de nuestro planeta.

7 UNA NUEVA ESTRUCTURA DE ADMINISTRACIÓN Y TOMA DE DECISIONES

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n tanto no hubiésemos llegado al conocimiento de los cuatro nuevos conceptos clave, así como a la comprensión de su significado, era imposible que resolviésemos las fallas en nuestra forma de tomar decisiones, pues ni siquiera veíamos que ésta tuviera errores. El primer concepto clave nos permitió crear la estructura fallante; los otros tres conceptos siguieron eludiéndonos hasta que entendimos el primero, que fue cuando pudimos completar dicha estructura. Nuestra estructura administrativa, a la cual nos referimos como modelo de administración holística, se presenta en forma sintetizada en la figura 7-1. No se trata de un modelo tradicional, pues no muestra el flujo de un proceso, sino meramente los elementos que lo componen. Para ilustrar las relaciones compartidas por los diversos elementos entre sí (éstas varían según el contexto administrativo o de toma de decisiones), se requerirían tantos círculos, líneas y flechas, que preferimos quedarnos simplemente con la columna vertebral, la estructura básica del proceso holístico de administración y toma de decisiones. Como veremos en capítulos subsecuentes, esa misma estructura sirve para diagnosticar problemas de administración, crear políticas claras y diseñar o utilizar líneas de investigación relevantes para las necesidades administrativas. Algunos renglones del modelo tendrán poco significado para usted en este momento, y quizás no requieran mucha atención de su parte a menos que usted se dedique a trabajar la tierra o al aprovechamiento de recursos. Por ejemplo, es poco probable que las herramientas: descanso, quema y pastoreo sirvan para administrar un hogar, un despacho de abogados, un banco o muchos otros tipos de empresas, y lo mismo sucede con otras directrices administrativas que aparecen en el modelo. Desde luego, pudimos haber desarrollado un modelo (o estructura) especial para administradores agropecuarios y otro para el público en general, pero siempre me he resistido a ello porque, en última instancia, las preocupaciones del administrador agropecuario son universales, si es que queremos sustentar nuestra economía, nuestra civilización y nuestro planeta. Tenga la seguridad de que usted no necesita ser administrador de tierras para poner en práctica la administración holística o para tomar decisiones de manera holística; lo que sí necesita, es entender ciertos principios ecológicos básicos, pues muchas de las decisiones administrativas que tome afectarán la tierra tarde o temprano, como veremos más adelante. Una rápida explicación del modelo nos dará una buena idea de lo que podemos esperar en los capítulos siguientes, pues éstos se apegan en esencia al modelo, de modo que cada lector decida cuáles son los más relevantes en su caso particular. • El todo administrado. Las decisiones administrativas tienen que hacerse desde la 66

7: UNA NUEVA ESTRUCTURA DE ADMINISTRACIÓN Y TOMA DE DECISIONES

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Modelo de Admistración Holística EL TODO ADMINISTRADO Personas que toman decisiones - Base de recursos - Dinero META HOLÍSTICA Calidad de vida - Formas de producción - Base de recursos futura PROCESOS DEL ECOSISTEMA

L

Ciclo del agua

Dinámica de las comunidades

Ciclo de los minerales

Flujo de la energía solar

HERRAMIENTAS PARA TRABAJAR CON LOS PROCESOS DEL ECOSISTEMA Creatividad I Tecnología humana I

Descanso Fuego

Pastoreo

Impacto animal

Organismos vivos

Dinero y mano de obra

Sustentabilidad

Sociedad

DIRECTRICES DE EVALUACIÓN

v efecto

Eslabón débil -Social -Biológico -Financiero

Aprendizaje Y práctica

Organización Y liderazgo

Causa

Reacción marginal

Análisis de ingresos brutos

Energía y dinero: origen y uso

Y cultura

DIRECTRICES ADMINISTRATIVAS ComerciaNzación

Tiempo

Carga ani- Agricultura mal y efecto de manada

Quemas

Control de poblaciones

PROCEDIMIENTOS DE PLANEACIÓN Planeación financiera Mística

Planeación holistica del terreno

Planeación holistica del pastoreo

CICLO DE RETROINFORMACIÓN

Planificación •»• Replaneación

(suponer que está equivocada)

Seguimiento

Control

Figura 7-1. El modelo de administración holistica.

perspectiva de el todo administrado, tomando en cuenta que éste influye siempre en otros todos, grandes y pequeños, al tiempo que es influenciado por éstos. Como se explica en el capítulo 8, lo mínimo que necesita un todo para ser administrable son: personas que tomen decisiones, es decir, la gente que llevará a cabo directamente su administración; una base de recursos, que se refiere a los bienes físicos (tierras, edificios, equipo y otros activos) de los que se obtendrán dividendos o ayudas, así como a las personas que influyen en la administración o son influidas por ésta; y finalmente, dinero disponible o que pueda ser generado a partir de la base de recursos.

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SEGUNDA PARTE: CUATRO CONCEPTOS CLAVE

• Meta holística. Las ideas fundamentales de la administración holística sólo adquieren significado y fuerza al relacionarlos con una meta, pero en este caso nos referimos específicamente a una meta holística (una meta basada en el todo definido, estructurada por quienes se harán responsables de su administración y que expresa por igual las necesidades y aspiraciones colectivas de corto y largo plazo). Ésta se plantea por escrito en tres partes: 1] calidad de vida, es decir, una declaración de la forma en que las personas quieren vivir sus vidas dentro de un todo en particular, así como lo que pretenden lograr juntos en última instancia, con base en los valores más importantes para ellos; 2] formas de producción, es decir, lo que la gente necesita producir para crear esa calidad de vida y sacar adelante su negocio o entorno, y 3] una descripción de la base de recursos futura, es decir, lo que ésta debe ser en un futuro lejano para seguir sustentando, de manera real, las formas de producción especificadas. Nos tomará un par de capítulos (9 y 10) desarrollar la metodología lógica necesaria para definir nuestra meta de esa manera. Por el momento, basta con señalar que la meta holística es el motor de la administración holística, así como la directriz de cada decisión importante. • Procesos del ecosistema. Para poder trabajar con la complejidad inherente del ecosistema mayor que nos sustenta a todos, debemos concentrarnos en cuatro procesos fundamentales, cada uno de los cuales representa un conjunto propio de funciones vitales: el ciclo del agua, el ciclo de los minerales, el flujo de la energía solar y la dinámica de las comunidades (es decir, los patrones de cambio y evolución internos de las comunidades bióticas). Sabemos que cada acción tomada en cualquiera de dichos procesos afecta de manera automática el resto, como se explica en los capítulos 11 a 15. Antes contemplábamos nuestro ecosistema global (es decir, todo lo que existe en la biosfera de nuestro planeta, incluyendo la atmósfera que lo rodea) como fuente de materias primas, pero hoy lo vemos como la base única del quehacer humano, de todas las economías y de las formas de vida. Incluso en situaciones donde la gente tiene poco poder para influir directamente en su medio ambiente, acaba por tener un impacto debido al efecto acumulativo de sus decisiones, por lo que deberá especificar en su meta holística cuál es el impacto que quiere causar (este tema será tratado en el capítulo 9). • Herramientas para trabajar con los procesos del ecosistema. En los esquemas de trabajo tradicionales, las herramientas disponibles para modificar cualquiera de los procesos del ecosistema se limitaban a cuatro grandes categorías: descanso, quema, organismos vivos y tecnología. La creatividad humana por un lado, y el dinero y la fuerza de trabajo por otro, se ubican fuera del paréntesis que abarca los otros seis encabezados de nuestro modelo, porque ninguno de esos dos aspectos puede ser utilizado, en sí mismo, para alterar los procesos del ecosistema, pero siempre se requiere al menos uno de ellos para poner en acción las otras herramientas. Sin embargo, por sí solas, las herramientas fueron insuficientes para conservar o mejorar el funcionamiento de los cuatro procesos vitales del ecosistema, en los ambientes DEH extremos. Encontramos la solución de esta limitante en el comportamiento de los grandes herbívoros con hábitos de manada, que fueron los encargados de mantener esa clase de ambientes desde tiempos inmemoriales. Si bien el valor de su estiércol, para el aumento de la fertilidad del suelo, fue reconocido hace mucho, la mayoría de la gente había menospreciado las partes verdaderamente importantes de los

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:>ívoros, es decir, sus pezuñas y su boca, pues éstas pueden ser utilizadas como herramientas (zmpacto animal y pastoreo) para mejorar el ciclo del agua, el ciclo de los mineel flujo de energía y la dinámica de las comunidades bióticas (capítulos 16 a 24). Directrices de evaluación. A fin de decidir cuál es la mejor herramienta para moalguno de los procesos vitales del ecosistema o cuando se quiere decidir si se lleva i no a cabo cierta acción, sea cual sea la situación, recurrimos a toda la información que i ayudado al ser humano a tomar decisiones de la manera tradicional. Pero ahora planteamos además una serie de preguntas basadas en siete directrices que nos permiten evaluar nuestra solidez económica, ambiental y social, en cuanto a nuestra meta holística se refiere. En los capítulos 25 a 32 estudiaremos en detalle tales directrices. En resumen, las rreguntas son: ¿Nuestro curso de acción apunta a la raíz del problema? ¿Se enfoca en el eslabón más débil en este caso? ¿Nos brinda mayor rentabilidad que otras decisiones en Unción del tiempo y dinero invertidos? ¿Cuál de las dos o más actividades productivas posibles nos proporciona mayores ingresos brutos (si es que se tiene que elegir entre actividades productivas)? ¿La energía o el dinero que se destinen a este curso de acción, provienen de la fuente más apropiada y se usarán del modo más correcto en función de nues"¿ meta holística? ¿Este curso de acción nos acerca o aleja de la base de recursos futura «inalada en nuestra meta holística? Y por último, ¿cómo afecta esta acción nuestra callad de vida, y qué efecto tendrá en la calidad de vida de quienes nos rodean? • Directrices administrativas. Las directrices de administración reflejan años de exiencia en muy diversas situaciones y nos ayudarán a conformar las decisiones que rengamos a prueba. Algunas de ellas se apartan considerablemente de las directrices administrativas tradicionales y, por lo tanto, requieren algo de estudio. Las primeras tres directrices (que se describen en los capítulos 35 a 37) son de uso general. Las cinco res:intes (capítulos 38 a 42) corresponden a situaciones más bien relacionadas con la administración de tierras. Procedimientos de planeación. Estos procedimientos fueron creados porque la administración holística nos permitió apartarnos considerablemente de la planeación tradicional en tres áreas: la planeación holística financiera (capítulo 44) viene al caso en cualquier situación en que se perciban o gasten ingresos. Sin embargo, a menos que nos dediquemos a la cría de ganado y la administración de grandes extensiones de tierra, es poco probable que necesitemos la planeación holística de la tierra (capítulo 45) o la planeación holística del pastoreo (capítulo 46). • Ciclo de retroinformación. En la administración holística, la palabra planeación adopta una forma más extensa: planeación-seguimiento-control-replaneación. En el modelo holístico, estas palabras son parte de un ciclo de acción ininterrumpido, pues nuestro esfuerzo implica un proceso continuo. Una vez que se estructura un plan o se emprende cualquier acción, necesitamos darle seguimiento de principio a fin, pues siempre se presentarán circunstancias imprevistas. Como se expone en el capítulo 33, cuando los datos del seguimiento indican que las acciones planeadas están apartándonos de la ruta que trazamos para alcanzar nuestra meta holística, debemos actuar rápidamente para controlar la desviación. De vez en cuando, los hechos escapan de nuestro control y es necesaria una replantarían. Si una acción o conjunto de acciones previstas en el plan parece perturbar

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SEGUNDA PARTE: CUATRO CONCEPTOS CLAVE

de alguna manera los procesos vitales del ecosistema, entonces debemos considerar, pese a que evaluamos nuestras decisiones desde el principio, que dada la complejidad de la naturaleza, pudimos habernos equivocado. Así pues, el seguimiento se lleva a cabo bajo la premisa de que estamos equivocados, de modo que estemos pendientes de los más leves síntomas y podamos replanear la acción antes de ocasionar daños mayores.

CONCLUSIÓN

Para resumir el proceso de administración holística, supongamos que deseo construir una casa diseñada especialmente para mi familia y que dure para siempre: ésa es mi meta. Mi intención es construirla sobre cimientos firmes, que en este caso son los cuatro procesos fundamentales del ecosistema. Para construir mi casa, puedo elegir cualquiera de las herramientas a mi disposición y haré acopio de todo mi ingenio y mi capacidad mental para hacer un uso eficiente de mi fuerza de trabajo y mi capital. Como no estoy familiarizado del todo con mis herramientas y desconozco la mejor manera de organizar mi fuerza de trabajo y administrar mi capital, recurro a una serie de instructivos (las directrices de administración y los procedimientos de planeación) para aprender más al respecto. Un segundo conjunto de instructivos (las directrices de evaluación) me ayudará a decidir cuáles serán las herramientas más adecuadas para llevar a cabo mi tarea. Luego procuro trabajar con apego a un plano, haciendo uso de las herramientas que elegí, y le doy seguimiento a mi avance para no apartarme de lo planeado. Cuando las circunstancias lo demandan, modifico el plano, cambiando mi manera de usar las herramientas o sustituyéndolas por otras, es decir, haciendo lo que sea necesario para terminar la construcción y lograr mi meta. Mientras aprenden la administración holística, muchas personas suelen decir: "no es más que sentido común". Y ciertamente lo es. Hace algunos años, asistí a una conferencia patrocinada por la International Society for Ecological Economics del Banco Mundial, en Washington, D.C. Durante la sesión plenaria, cierta persona recibió un fuerte aplauso por haber expresado una afirmación que hacía eco a la frustración de la mayoría de los presentes: "pese a todo nuestro esfuerzo por controlar los ecosistemas y las economías, siempre acabamos por darnos cuenta de que estamos precisamente equivocados. ¿No habrá por ahí alguien que encuentre la manera de por lo menos atinarle un poco?". Estoy convencido de que la administración holística nos permite contestar de manera afirmativa esa pregunta. Al evaluar nuestras decisiones encaminadas al logro de metas holísticas, generalmente garantizamos que nuestra posición sea más o menos correcta; no obstante, para estar aún más seguros, debemos completar los ciclos de retroalimentación indispensables (planeación, seguimiento, control y replaneación). Hasta aquí, en casi todos los capítulos del libro se repite, de una u otra manera, la noción de que la administración holística puede darse únicamente en el trayecto que conduce hacia metas igualmente holísticas. En los tres capítulos subsecuentes se explica el procedimiento que nos ayudará a identificar nuestra meta holística.