Luis Caropresse Quintero

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Otra tarea pendiente: La Academia de Historia de Arauca. Luis Caropresse Quintero, actual Director de la Academia de Historia de Arauca; escritor admirable de prolija prosa y poesía llanera –araucana-. Es inevitable volver a Tolvaneras, otro tesoro de nuestra memoria y humanidad local, novela escrita en --, donde don Luis describe la vida del trasegar en el departamento de Arauca, expresa el significado de conocer sus diversos escenarios naturales, la vida del hombre del campo y la ciudad, la llanura y el piedemonte conflictivo, donde logra borrar el límite oficial que separa a Colombia y Venezuela para hermanar los dos territorios como parte de un todo. Una lectura que todo araucano debería hacer y apropiarse, por su bien. No lo conozco mucho, siempre algo faltará, pero me comprometí a sacar adelante una entrevista, solo pretendo conocer mi memoria, dispuesto a andar ese largo camino, en eso estoy. Tampoco soy periodista, están ausentes, siempre les toca viajar, de cualquier manera es más trabajo para mí. Son las 9 de la mañana, no puedo evitar el extrañamiento que me causa la lluvia araucana, estoy en el parque central, un amigo me llama, termino mi café humeante, brisa mañanera, él me dice que don Luis me espera, está en el remodelado edificio de la Academia de Historia que queda al frente. De lejos, la fachada aparenta mantener su forma original: blanco impecable que se ensombrece en la cercanía al constatar que se trata de material acrílico que pretende sostener unos cimientos temblorosos por su propio peso: la Colonia fue un sueño que ya no nos toca porque costó, el problema es que gran parte de ese conocimiento se perdió. Adentro, don Luis espera sentado, es el único en el lugar oloroso a humedad; el día anterior tuve la posibilidad de encontrarlo, hablamos desde los fragmentos –mis fragmentos-, fue un encuentro breve en el que le comenté acerca de una iniciativa a medias para reconstruir memoria histórica con la comunidad indígena Makaguan; lo primero que hizo fue corregirme de manera sabia, volvió a las líneas del cura Joseph Gumilla en su Orinoco Ilustrado, libro canon publicado en 1745, necesario para conocer la región que habitamos. Don Luis me dijo que el nombre originario de la comunidad indígena Makaguan es el de Airicos, etnia venida del Gran Airico en el Vaupés que a la llegada del misionero Gumilla a Tame principiando el siglo XVIII, se encontraba en disputa con los indígenas Jiraras -pobladores nativos de la región-, hasta que se logró la difícil reubicación de la comunidad y se les asignó Makaguan a manera de topónimo, al ser asentados en inmediaciones a la Makaguana, río cercano al actual casco urbano del municipio de Tame, donde en un principio lograron construir una acogedora villa con jardines comunales y unas treinta casas, hasta que la presión colonizadora provocó la salida de los indígenas de la Makaguana que se llevaron tan sólo su nombre y de los que hoy sobreviven algunas personas en los resguardos del departamento dispersos entre Tame, Fortul y Arauquita. Fue un gran encuentro, don Luis es un hombre dado a difundir sus conocimientos y experiencias de manera abierta y honesta, no evita delatar la preocupación en sus ojos y expresa su sentir frente a los problemas que hoy aqueja la Academia de Historia de Arauca; está cerrada y quiere re abrirla, pero faltan soluciones y estrategias posibles a la vista, también

sabe que seguir esperando no es la opción y urge la necesidad de acción, yo insisto vagamente en las acciones de memoria, alcanza para comentarios sueltos, hasta que irrumpe la premura y la ansiedad se torna inevitable ¿Será el peso de la historia anclada en el pasado? ¿Será esta propia incredulidad que se empeña en borrar nuestros precedentes? El recuerdo pesa, pero algunos insumos tengo ya, debo reconocerlo y algo se puede hacer, la entrevista va. Cuando llega el nerviosismo es necesario mostrarlo, dejarlo salir y lo más importante, reponerse para tejer el hilo de los acontecimientos de la vida misma; en este caso, empezar recapitulando desde los ancestros, volver a la memoria, capítulo abierto. La última gran desbandada de indígenas que don Luis recuerda fue cuando se construyó en los ochenta la carretera que atraviesa el complejo petrolero de Caño Limón, muchos se fueron y nunca volvieron, otros trasegaron alrededor de las riberas del río –indios playeros-. Pero no es sólo la explotación petrolera, es la guerra, la corrupción, nuestra ignorancia… hoy cuando se experimentan las consecuencias anegadas en tales carencias es cuando tal vez más nos negamos a aceptar nuestra verdad, siempre va a costar mirarnos directamente al espejo, pero es una acción que no se puede postergar más. Recién fundada la Academia de Historia de Arauca hacia 1989, la cultura y la memoria parecían ser más apreciadas, cuando Miguel Matus Caile fue su director y también destacó la figura de Alfonso Medina, se publicaron varias novelas, textos historiográficos y poemas sentidos, aunque faltos de difusión a nivel local, poco conocidos. Primaron temas de progenie, migraciones, tradiciones y cultura de la etnia llanera ligada a la gente, las primeras fundaciones y los territorios venezolanos del sur, como bases fundamentales de lo que hoy representa la araucanidad, don Luis cuenta con orgullo que alcanzaron a organizar el tercer Simposio de los Llanos colombo-venezolanos, la mejor de las versiones. La Academia de Historia nunca contó con personal de planta y cuando empezó a funcionar en Tame con algunos recursos asignados por la Asamblea se cuestionó su existencia como institución oficial; fueron docentes quienes en su mejor momento llegaron a escribir más de veinte textos que publicaron desde la Academia, como resultado de su capacitación de la mano de la Academia de Historia de Boyacá, desde la que se apropiaron su método y expresaron desde su interpretación como historiadores –científicos sociales-, atados y movidos por sentimientos surgidos del habitar y vivir la región llanera, sus orígenes. Sin embargo, la historia de la Academia da la impresión de ser la narración de una sola pérdida progresiva -la última acción acabó con buena parte del archivo que se conservaba hasta la acrílica remodelación-. Cuando don Luis recuerda parecen muy lejanos los días en que los académicos respondían consultas y ayudaban a hacer las tareas de historia a los estudiantes del municipio y a cualquier curioso en el ejercicio de escudriñar en el pasado. Ahora, pensémonos desde la actualidad ¿Qué significa que la institución encargada de velar por nuestra memoria permanezca cerrada? El problema ni siquiera resulta ser la cantidad de papeles destruidos y la fachada que no se conservó, más bien preocupan las opciones y su proyección lejana, falta el criterio para asentar acciones pertinentes que lleven la historia a la gente y viceversa en un vínculo estrecho. Ahora bien ¿Cuál es el precio que se paga al desconocer nuestro propio pasado? La cotidianidad misma nos pone de cara ante nuestras

carencias, el progreso basado en la explotación minero energética sigue en boca de todos como si fuera la única clave posible, pero nos cuesta reconocer que nuestro pensamiento parte de una mediocridad normalizada que una vez logras abandonar con mucho esfuerzo, te convierte en amenaza abierta y de nuevo el silencio. Ante todo, más allá de lo fácil que resulta enjuiciar la aparente inacción, la Academia de Historia de Arauca encabezada por el señor Luis Caropresse Quintero se juega sus cartas más certeras en una batalla silenciosa que los demás araucanos no alcanzamos a comprender, y si la Academia de Historia ha tenido problemas en la misma capital del Departamento, ni que decir sobre las demás academias municipales de historia. El panorama está claro, no sobra la invitación –más vale tarde que nunca-; de nosotros depende salvar los últimos coletazos que nos lanza nuestra memoria en un intento por recuperar los pasos perdidos, por nuestro lugar y nuestra gente. La Academia de Historia de Arauca como espacio de encuentro y símbolo de nuestro pasado, interrogado desde el presente y de cara al futuro; categorías siempre interrelacionadas y dinámicas, en cambio constante y a las que debemos permanecer siempre atentos.

Titán pese a la adversidad: Pablo Tambora. No ha sido fácil, ayer llegué a la casa de Pablo, pero no estaba. Hoy vuelvo y lo encuentro después de la tormenta y la respectiva inundación. Es sólo cuestión de empezar. Otra vez, nos reconocemos desde cierto sentimiento de desarraigo, desde nuestros sueños y lo que quisimos dar, desde las deudas inconclusas con nuestra tierra, lo que significó tener que dejar nuestro lugar por amenazas y el impacto de la violencia: nosotros convencidos a partir y otros dispuestos a llegar. Del 2002 al 2007 Pablo Jiménez Mosquera se fue a estudiar a la Universidad de Pamplona donde también trabajó recién se graduó, hasta el 2010. Hubo algunos intentos por mover eventos públicos y artísticos en Saravena, pero fue imposible concretarlos; al contrario, Pablo vio peligrar su vida, las extorsiones y amenazas lo llevaron a tomar la difícil decisión de vender su casa para irse sin ánimo de volver; por fortuna, surgió una oportunidad laboral en la Universidad Nacional –sede Orinoquía-, en Arauca. Desde entonces, empieza la gesta que logra reunir a unos doscientos jóvenes de distintas edades alrededor del deporte, el baile y sus ritmos tradicionales, reconocida hoy con el premio Titanes Caracol por sus aportes a la cultura en la región, especialmente en el municipio de Arauca. Sin embargo, Pablo comenta con cierta nostalgia que esa iniciativa era la que en un principio había proyectado para hacerla real en Saravena, pero constata con dolor que el panorama es sensible y que los jóvenes siguen repitiendo las mismas dinámicas; no lo puede evitar, solo encuentra vicios en la mentalidad belicosa y recurrente que pretende convertir la guerra en opción de vida porque hoy las armas son otras; según Pablo, existe un grado de consciencia importante que de ninguna manera se debe desconocer, el baile y el deporte como ejes de la vida cuando la violencia se desborda, se vuelve inaguantable y no le queda otra opción más que esfumarse para pasar página y superar su capítulo. Pablo lo sabe muy bien. Tal vez hubo un tiempo en que las organizaciones armadas contaron y difundieron ideas comunitarias que tuvieron su alcance por aquel entonces, pero las experiencias más recientes arrojan la irrupción de la corrupción generalizada en los distintos niveles de la sociedad de la que muchos no pudieron escapar, aunque Pablo es una valiosa excepción y es que ha aprendido a trabajar desde las fortalezas halladas en sus grupos de deporte y baile, donde resalta el baloncesto que aprendió de su hermano, la danza que apropió en Arauca y ante todo, el empuje de los araucanos, quienes más allá de las adversidades han logrado generar algunas propuestas valiosas que han sido difundidas, como es el caso de la banda Chimó Psicodélico hoy, un proyecto musical interesante igualmente nacido en la región y que Pablo admira abiertamente. Por su parte, el deporte en Arauca posee un importante potencial, pero en la actualidad presenta un panorama desalentador debido a varios factores, como la falta de preparación de los dirigentes, organización e institucionalidad, el no creer en lo nuestro, en nuestras propias habilidades y la falta de acompañamiento serio y dinámico hacia nuestros deportistas; mientras no haya una formación profesional, ética y moral conveniente, nuestro deporte seguirá siendo el intento inconcluso al que mucho le queda por concretar.

Aun así, Pablo reconoce muy bien en la esperanza su principal arma y por eso sus proyectos para lo que viene: ahora prepara su fundación, Arcilla, con el objetivo de consolidar su apoyo al deporte y la cultura por medio de valores y principios fundamentales, que espera trabajar e inculcar en los jóvenes a través de una metodología de fácil difusión y amplia recepción. En su mente sigue rondando el día en que pueda difundir en Saravena las experiencias ganadas a través de su emprendimiento de vida, un lugar donde en realidad se cuenta con la disposición de los jóvenes y los espacios convenientes para materializarlas: su lugar. Pablo es una persona muy segura de su método y con plena confianza en las capacidades de su liderazgo, dos herramientas primordiales que ha afinado a través del ejercicio práctico y su interacción con los jóvenes, gestores centrales del reconocimiento que hoy por hoy gira en torno a su figura y lo que representa para la cultura en la región. Solo me queda agregar que el día en que encontré a Pablo ocurrió otro valioso aprendizaje, no puedo negar la admiración producida al re encontrar y saber que son mis vecinos de la infancia los que hacen y se mueven en los escenarios públicos y políticos más relevantes del departamento de Arauca hoy. Pablo no pierde su humildad a pesar de haberse convertido en una figura pública relevante, agradece todavía sorprendido la organización del festival de la afrocolombianidad realizado en Saravena y que lleva su nombre. Existe una seguridad y claridad tan grande en las palabras del líder cultural que a pesar de las adversidades y los imprevistos solo me dan fuerzas y energía para continuar adelante con la certeza del impulso que poseemos, para buscar y encontrar las oportunidades negadas a manera de reivindicación, por el simple hecho de ser araucanos en un país dado a marcar diferencias y desigualdades, un solo sentir del que hacemos parte pocos, pero que a su vez hace innegable el poder que contiene y los pasos irreversibles que ya se han empezado a dar para dejar atrás el odioso estigma de ser araucano. Es nuestro deber.