Los Sentidos de La Luz


 Juan A. Sánchez Las Ventanas de la Luz (Abriendo las Ventanas del Corazón) 1 Diseño e ilustración de cubierta: J

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Juan A. Sánchez

Las Ventanas de la Luz (Abriendo las Ventanas del Corazón)

1

Diseño e ilustración de cubierta: Jasp

Copyright (Registrado 2019) Está permitida la reproducción total o parcial de esta obra por todos los medios actualmente disponibles con la condición de que se especifique su origen, no se haga con fines lucrativos, ni se modifique su contenido.

Sitio Web oficial del libro: www.lasendadefuego.com e-mail : [email protected]

Índice 2

1

-

In memoriam

5

-

Prólogo

7

-

Una reflexión personal

11

Introducción -

El Sendero del Fuego

13

-

Aproximándonos al Corazón

17

-

Abriendo las ventanas

19

2 Abrir las ventanas a la Luz -

El Fuego de Corazón

21

-

Las ventanas del Alma

25

-

Abrirlas a la Luz

31

-

Tú eres la Vida

35

3 Los Sentidos del Corazón -

La posada de “La Buena Vista”

39

-

Saber escuchar la Vida

49

-

Advertir Su presencia

57

-

Saborear la Vida

63

-

Sentido de proporción y delicadeza

69

-

Sentido Común

75

-

Sentido del Humor

81

-

El don de la palabra

87

-

Sentido de Unidad

95 3

4 Reflexiones -

Reflexiones “Desde el Corazón”

4

101

Las reflexiones que vierto en estas páginas, no serían posible sin las semillas que sembró Vicente Beltrán Anglada, hace ya muchos años. Y, como no, a todos cuantos amigos la Vida me ha regalado en todo el espacio de habla hispana, con quienes tengo el honor de compartir el afán del Sendero. Y, entre ellos, y en dedicatoria especial a nuestra querida amiga Ana Fengshui, de Argentina. Ana es una amiga del alma que, hace poco, se fue para seguir su trabajo en los Campos Elíseos, pero con la que seguro podré conversar sin las limitaciones de la densidad, cuando nos volvamos a ver. Que, seguro, así será.

Juan A. Sánchez

5

6

Prólogo El lenguaje del corazón sólo puede realizarse en y desde el Corazón. Es la desnudez de lo externo lo que permite apreciar el Fuego de lo eterno que vive y anida en la Vida misma, de la que somos universal latido. Este Fuego que inicialmente surge en nosotros como desesperada demanda, es aceptado en el fragor del dolor, que como crisol acaba por lacerar cualquier pretendida seguridad a la que todavía quisiera asirse nuestra mente. Las seguridades ya no están presentes, -he aquí uno de los retos de la Senda del Corazón- quedaron derrotadas por el movimiento mismo de la Vida. Este Fuego quema lo aparente y nos despierta a la Luz misma que nada tiene que ver con las certidumbres de un pasado que se muestra ante nuestra mirada como algo agotado, consumido, o quizás consumado. Esta consumación de momentos del pasado resuena ahora, al abrigo del Corazón, como algo intemporal, y en este nuevo presente adquieren sentido. Es el fuego del Corazón el que, quemando los jirones de nuestros yoes vencidos, se muestra ahora como la Luz inefable con que tejer túnicas de blanco y oro, letras que son el espíritu mismo de lo que con ellas se revela: el latido único de la creación. Es efectivamente, como el autor nos propone, que el Corazón es ventana abierta a la Vida. A la Vida con mayúsculas porque si te adentras lector con serena calma y te sumerges en el silencio de cuanto respira, atenderás y entenderás que el latido es a un tiempo el Corazón mismo, que es Dios mismo quien palpita en cada latido del universo.

Tu pregunta lector es también tu respuesta, y nos son distintas en este Lenguaje del Corazón a las del autor, de aquél que se inspiró en la Vida para hacernos comprender a través de sus páginas que podemos todos latir a una, en un mismo manto de fraternidad. Este libro que palpita entre tus manos o ante tus otros sentidos es regalo del corazón, es en otra acepción más elocuente y veraz simplemente un Presente, una dádiva que poder apreciar desde la sencillez de toda ventana que se abre a la Luz. 7

Es libro éste, como la Vida, que ha de degustarse, de apreciarse sin prisa, porque nos habla de otro tiempo, de un tiempo espiritual que se goza de instante en instante como una bendición que abraza cada letra, cada párrafo, cada capítulo, como el éter y el silencio compenetran lo manifestado. Así, pues, lector, la sugerencia es que leas lo que el Corazón escribió partiendo desde el latido de la aspiración que anida en la pregunta, que lo leas desde silencio que susurra tanto en la sinceridad como en lo inadvertido, y que con los latidos de respuesta te muestres uno con la Luz que penetre por tu Ventana, hasta convertirte en los espacios infinitos de donde procede. Es bendición lo que te aguarda en cada capítulo, pues se ofrecieron al mundo como sencillos pasos del “Sendero de Fuego”. Y por ello, no es una bendición cierta o incierta al final de la jornada; es cada instante o circunstancia la que descubrir con tus nueve sentidos y hacerte así bendición encarnada. En este encuentro con cada página hallarás visión y equilibrio, también al Cristo que tú eres. En este encuentro sintonizarás con la íntima voz del Alma y podrás escuchar y prestarle tu voz al silencio. En este encuentro, todo se tornará en sagrada Presencia, testimonio veraz del aroma de bondad, verdad y belleza de la sagrada flor del Corazón, La Joya en el Loto. En este encuentro encontrarás ese espacio que con Amor se adereza, que da sabor a la Vida. En

este encuentro palparás en tus manos la del Universo Una siempre presta y tendida a modelar un Altar de Fuego donde perpetuar la Vida. En este encuentro percibirás que todo es sencillez y que el abrazo primero de la comprensión y compasión ha de ser contigo, que luego no quedan ante nosotros ni el tu ni el yo, sino lo que nos advierte que sólo somos Uno. En este encuentro te divertirá descubrir que no hay Amor sin humor, que éste es hijo de la alegría que es bien inmortal, tan sagrado como el buen vino con que celebrar la Vida. En este encuentro se abre ante nosotros la oportunidad entender que la palabra es el Ser y la Realidad, que Dios nos Es, y cuán hermoso es este linaje divino. Fraternidad es el encuentro que en cada paso de este libro vivo se brinda para que con cada reflexión entre todos reescribamos el Sendero Uno. Muchas gracias, Juan, por compartir el latido de tus experiencias y por compartirte como el Corazón que a todos nos abraza. 8

Jesús Iglesias Redondo

9

Una reflexión personal Las reflexiones de este trabajo surgen desde la esperanza de que sean acogidas con compasión por cuantos lo aproximen a su Corazón. Lo he escrito con la convicción de que, quizá como muchos de los lectores, en muchas ocasiones, me sumergí en un mar de palabras o términos orientales, filosofías y conceptos que, no obstante, en su día me ayudaron a reactualizar muchos conceptos y visión de la vida. Eran otros años. Pero, al parecer, para el hombre de hoy que, como bien sabemos, en poco se parece al de ayer, ya no representan un lenguaje apetecible. Pretendo que no sea un trabajo en el que el lenguaje usado oscurezca el entendimiento. Que sirva para ser entendido por el Corazón y que contribuya a abrir sus ventanas. Es un trabajo que surge desde el Corazón. Tal cual. Ajeno a teologías y, en la medida de lo posible a filosofías. Si el lenguaje espiritual del pasado fue denso y opaco para el no iniciado, el del presente es confuso y a la espera de Luz. A la espera del lenguaje del futuro. Un futuro en el que, posiblemente, nada será parecido al mundo de hoy y, ni tan siquiera, tal como imaginamos. 10

El desembarco en el Agni Yoga (en castellano podemos expresarlo como “Sendero del Fuego”), me ha llevado progresivamente a la imperiosa necesidad de desvestir mis pensamientos de todo cuanto pudo llenar, en un pasado, su afán. Todo parece indicar que debe ser así. Y, por tanto, espero no reflejar en este escrito nada que sea difícil de entender salvo todo aquello que solo la intuición, la cual no tiene palabras, pueda abrir la puerta blanca de la pureza y que, una vez abierta,

nos sitúa en la cálida proximidad del “YO SOY”. Y cierto es que la relación íntima de cada Ser Humano, consigo mismo, es absolutamente personal e intransferible. Dicha relación se sella con la flor blanca que va creciendo en los surcos del Corazón a lo largo de muchas edades. Estas páginas germinan desglosadas de una serie de temas relacionados con el “Sendero del Fuego” y que espero ir dando paso en los próximos tiempos. Más concretamente acerca del aliento que el Fuego que arde en nuestro interior nos impulsa a avanzar en el “Sendero de la Vida”. Gracias. Juan A. Sánchez

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Capítulo I

INTRODUCCIÓN

El Sendero del Fuego Este trabajo surge al calor de una necesidad interior imposible de evitar. Tal como el relojero disfruta revelando los secretos de un reloj o un informático cuando crea una suerte complicada de logaritmos. Una vocación que se afianza en la firme convicción acerca de la presencia del Fuego Sagrado en todas las parcelas de la Vida. Un Fuego que se atenúa a si mismo o que se acrecienta según convenga para la experiencia, aprendizaje y reencuentro de quien a Él se aproxima. Que somos todos, absolutamente todos, los que nos debemos aproximar a la simbólica zarza donde arde en un Sinaí 12

particular y en el que todo Ser Humano, todas las almas deben sumergirse, en algún momento transcendente de su Vida, en Él.

Tal es el norte que indica la brújula de este trabajo. Recorrer la Senda del Corazón es desvestirse, continuamente, de cuantos pasos y huellas van quedando atrás. Una senda que es como cuando los soldados de la antigüedad entraban en combate y del que solo se podía salir vivo, victorioso, malherido, esclavo o muerto. Y es que una vez te has contagiado del Fuego de tu Corazón ya no hay vuelta atrás. Puede haber un receso, un mar de dudas, pero has despertado a Su Luz y ésta ya no te deja dormir. Has despertado a ti mismo. (Y al despertar a ti mismo, adviertes que debes dejar atrás el “valle de la seguridad” donde todo pensamiento y hasta tus ideas acerca de la Vida podían ser estudiadas y, quizá, contrastadas. Puedes profesar una religión, discutir acerca de su teología. Puedes abrazar una corriente filosófica y discursar sobre ella o, simplemente, asumir valientemente un ateísmo que era, posiblemente, el dintel donde poder abandonar el hastío por la ignorancia o la manipulación continua, propia y ajena, de una realidad tan sencilla de que no estás separado de la divinidad por la barrera infranqueable de los cielos sino de que, de alguna manera, forma o esencia, se halla en tu Corazón.) Y es ese Corazón, precisamente, el que abre sus ventanas a la llamada de socorro. Quizá en un instante trascendente de la existencia advertimos que no podemos quedarnos solos en medio de la ignorancia, las ideas ajenas o las supuestas verdades reveladas. Es entonces cuando una Voz Intima nos advierte de que debemos dejar atrás ese “valle de la seguridad” y comenzar a ascender un sendero tortuoso, oculto entre los matorrales del pensamiento de una simbólica montaña que constituye el nuevo y definitivo reto en la Vida. (Los pasos en ese sendero bien sabes que no son fáciles y que te urge beber, en algún momento, de la cantimplora que contiene las aguas de la vacilación. Pero, siempre, el sol ardiente advirtiendo Su presencia en tu Corazón.) 13

Unas veces ausente porque las nubes del pensamiento lo velan y otras radiante porque el Amor alimenta sus calderas. El esfuerzo de ascender por el sendero no viene tan solo dado por la dificultad del recorrido, por las fuertes pendientes, por los peligrosos precipicios, sino que, además, puesto el primer pie en él, es la sensación del reto la que se une a la propia soledad y es lo que marca el ritmo con el que recorrerlo. Un sendero que necesariamente debe quemar toda escoria que se arrastra del pasado y hasta de los sueños del futuro, en los pasos interminables de soledad. Pasos que nos van, progresivamente, vaciando de nosotros mismos y, siempre, el silencio como respuesta a toda pregunta formulada desde el pensamiento. (En la dificultad del ascenso se destejen tus ropas y se desgastan las suelas de tus sandalias hasta que, allá en lo alto de ti mismo, puedas presentar y ante el Fuego Sagrado, la desnudez del recién nacido.)

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Aproximándonos al Corazón Cuando “algo” en nuestro interior nos impulsa a escribir acerca de esto o lo otro, y más cuando el Corazón es el centro del empeño, se siente la necesidad de que se haga presente entre los caracteres de cuanto se escribe. Las letras necesitan vida como los héroes de una historia de acción necesitan valor y una verdad por la que luchar. 15

Aproximarse a las “ventanas” del Corazón, como en todo lo relativo a cuanto no tiene cuerpo ni definición, requiere dejarse pensar por Él y no siempre “la cobertura”, tal como en la telefonía, es potente y diáfana. Seria magnifico contar con una inspiración permanente, dejar que los dedos se deslicen por el teclado al ritmo de “Su mensaje” sin dudas ni parones. Pero también es magnifico aprender, descubrir que el ligero atisbo de una verdad que hoy crees que ver reflejada en tu escritorio, mañana la borras por obsoleta. Y vuelta a empezar hasta que algo en lo escrito se ajuste al impulso que te alza de la cama cuando todavía falta mucho para amanecer o, por el contrario, cuando el sueño, por las noches, te urge un descanso. (Dicho esto, creo, y particularizo mis reflexiones de la misma forma que deseo reflejar el porqué singularizo algunos de los mensajes de este libro como si hablara con un amigo que se halla frente a mí. Y es que hablar del Corazón así me lo exige. Como si tu que me lees fueras yo mismo el que escribo. No es el producto de ninguna “revelación” ni de ninguna inspiración reconocida, excepto la de mi propia intención y, créeme, que, si una frase, un pensamiento, una intuición siempre fugaz no surge encendida por el Fuego del Corazón, poco futuro tiene entre las líneas de este trabajo. Con el “Sentido de la Unión” que deseo trasladarte, permíteme que te sugiera que sea tu propia conciencia de “YO SOY” en ti Quien te

indique la oportunidad, o no, de algunas de las reflexiones que te dirijo. Nadie, repito, nadie tiene, salvo tu mismo, la autoridad de deslizar en tu vida el resultado de una experiencia, el consejo no pedido o la frase magistral no reconocida por ti mismo. Así pues, he ahí el porque de las reflexiones dirigidas de un amigo a un amigo. Seguro que compartes dicho sentimiento.)

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Abriendo las ventanas Así como los sentidos físicos nos abren al contacto, la relación y el intercambio con cuanto forma parte de nuestra vida en el día a día, los sentidos del Corazón constituyen las ventanas desde la que se precipita la Luz que se irradia en nuestro interior a la vez que recogemos e introducimos la Luz que se expresa en el exterior. El Corazón es como una ventana abierta a la Vida. Como una puerta multidimensional por la que se intercambia todo el infinito del microcosmos con el infinito del macrocosmos. Una ventana cuyos translúcidos cristales se abren como el agujero negro de una galaxia, 17

del “Todo a la Nada y de la Nada al Todo” en un intercambio constante de VIDA. Tal como “arriba es abajo”, así el Corazón del Alma Humana, se expresa en la forma que se expresa el Corazón de Dios. Nada debe impedir abrir las ventanas del Corazón a la Vida porque nada puede impedir la expresión del “YO SOY”. Con el fulgor con que la LUZ se precipita al exterior evoca, a su vez, una respuesta al interior. Una respuesta que cada hombre, cada mujer, cada Ser Humano, la percibe como íntima, indescifrable, silenciosa e intransferible a través del suave y misterioso lenguaje de la intuición. Las ventanas del Corazón son las antorchas con las que iluminamos el sendero de ascensión. Considerándonos, pues, las ventanas de la Vida, nuestro Corazón se constituye como el portal dimensional, que antes comentábamos, a través del que reconocemos y nos reconocemos en la LUZ para, definitivamente, ser LUZ.

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19

Capítulo II ABRIR LAS VENTANAS A LA LUZ

El Fuego del Corazón El “Fuego del Corazón” es la antorcha que guía nuestros pasos cuando los pies han hollado el Sendero de Retorno. Desde el primer aliento de Vida que el “YO SOY” exhala sobre sus vehículos con los que experimentar la densidad de la materia a través de SU humanidad expresada en todos y cada uno de los hombres y mujeres, siempre ha estado ahí. Es la fuente de la que se nutren nuestras creaciones. Un Fuego Creador que alumbra el pentagrama de un musico, guía la mano del cirujano o el cuidado de un pastor hacia un corderillo recién nacido. El Fuego es el aliento y soporte vital por El que se expresa la divinidad en el hombre.

Es el Fuego “Alumbrador” en el afán de cada paso, Fuego “Consumidor” del polvo acumulado en las sandalias de los pasos pretéritos y, siempre por lo infinito, “Creador” en el gran divertimento de SU Vida. Expandido en el misterio del Espacio o expresándose en la variedad y las limitaciones del tiempo, sombras que ansían su Luz, es la fuente de todo cuanto ocurre en el escenario de la Vida en el que, tras las muchas bambalinas, decorados y luces, todo proclama Su afán. Un escenario en el que toda conciencia llora el resultado de la ignorancia, proclama los avances del aprendizaje y se libera de él tras haber descubierto la ficción de sus argumentos. Es la antorcha de Luz inextinguible que alumbra los pasos y la que disipa las terribles, pero efímeras, tinieblas de las dudas ante las pruebas y sacrificios que, inevitablemente, todos experimentamos. El Corazón es el estanque donde se precipita el Fuego Sagrado que arde, allá en lo Alto, iluminando la ascensión, los pasos de todo aquel 20

que, aunque a tientas, comienza a palpar los inciertos contornos de su propia e incierta visión de la “Realidad”. Cierto es que, para elevarse en presencia del Fuego Sagrado, previamente hay que sumergir el afán de la vida en la ígnea catarata que anega el Corazón e irradiar su Luz al mundo. No importa el Reino al cual pertenezca cada unidad de conciencia, sea al Humano, Vegetal o la Energía expresándose en infinitos colores, matices y dimensiones. Cada una de ellas, absolutamente todas, puede arrogarse el alto titulo de “Hijo de la Luz” y, por tanto, de Dios. Toda materia y la forma que expresa es condensación de Luz y la Luz tan solo tiene un origen, el Creador Mismo. Por tanto, todo, absolutamente todo, en esta o en una alejada galaxia es expresión del mismo Fuego Creador. Que la distancia entre la conciencia de una abeja y un Ser Humano es tan solo medible por el tiempo ya que como dicen antiguos textos sagrados todo cuanto sucedió o sucederá, desde el Alfa al Omega, tan solo es un parpadeo en la Conciencia UNA. Cierto es que disponemos de una puerta para acceder a ELLA y es integrarnos en “todo cuanto sucede” en lo fugaz de un presente solo percibido como ajeno al tiempo. La vida se sustenta como en una ciudad en la que confluyen todas las arterias, todas las avenidas que surcan el infinito espacio y que se expanden simplemente por existir. Una ciudad que constituye el centro de Vida en el que las dimensiones se expanden ajenas al tiempo y gravitan, a su vez, en la unidad íntima del Pensamiento Divino que inspira toda la Creación, del Cual surgen todos los impulsos que todos “somos y expresamos”. Una ciudad llamada Corazón. Ciudad en la que, en su Plaza Mayor, se alientan los impulsos ígneos que brotan de la Fuente inagotable de la Vida. Una fuente que es inextinguible. Que, paradójicamente, cuanta más “Llama de la Vida” mana de ella, más reserva de Ella se apresta. Cada aliento de vida, menor o mayor, bebe de ella. El calor que alivia las entumecidas manos por el frio, el que enciende una mirada grata de Amor o el que eleva el crecimiento del trigo a las alturas, surgen de la misma Fuente, ya que toda la paleta de colores con los que diseñamos y coloreamos nuestra vida en cualesquiera de las arterias de la conciencia, son el resultado del Fuego que se proyecta desde ella y de la Luz que impregna su creación. 21

(Tu Corazón, alimentado por el Fuego, es el giroscopio que marca el ritmo de tu vida. Es el aceite que lubrica las bisagras de las ventanas por las que se precipita, en todas direcciones, lo elevado de tus sentidos, tu Luz. Que, para la Luz que irradies no hay límite, acotación o métodos que deban condicionarte.) Todos los sentidos están entrelazados ya que el motor que los alienta y nutre es el mismo. Es el Fuego que abre las ventanas a la presencia de “YO SOY” en las conciencias, y son todas, las que alientan en la Vida. Y, en el principio y final, tan solo UNA.

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Las ventanas del Alma “Abrir las ventanas es abrir nuestros sentidos al torrente de Luz que por ellas se puede irradiar al mundo. Pero también constituyen los ojos, los oídos por los que “YO SOY” contempla Su trabajo a través de ti…”

Nos permitimos, para el interés de este estudio, detallar los sentidos encuadrándolos en dos grupos. El primero de ellos “los sentidos físicos” expresando como herramientas que utilizamos en nuestra vida cotidiana y el segundo como “los sentidos del Alma”. Las ventanas a través de las que nos abrimos a la vida, aun a sabiendas de que son ilimitadas en el infinito “Campo de la Vida”, para el objetivo de este trabajo permitámonos contemplar tan solo nueve y asumiendo, decididamente, la responsabilidad por ello. En principio los cinco sentidos tradicionales, vitales desde siempre para interactuar, percibir el desarrollo de nuestra pequeña vida y adaptarnos, necesariamente, a los acontecimientos del mundo de la densidad. Sin olvidar, naturalmente, que constituyen la contraparte de “ciertos sentidos” propios de planos de Energía más elevados. Aun así, la belleza que estos pueden percibir, a poco que la sensibilidad se exprese, es la Belleza que, permanentemente, el Creador, “YO SOY”, siembra a nuestro alrededor.

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Sentidos físicos Vista

Captar la sutileza de la mirada

Oido

Escuchar al Corazón

Olfato

Advertir “Presencia”

Gusto

Saborear la Vida

Tacto

Sentido de Proporción

la

la

Sentidos del Alma Lógica

Sentido Común

Empatía

Sentido del Humor

El poder de la Palabra

Creación

Unidad

Todo es Uno

El grado de sutilidad con que los usemos ya constituye una capacidad personal e intransferible de cada uno de nosotros. Por otra parte, es evidente que se trata de sentidos que nuestros hermanos del Reino Animal también utilizan. Y quizá de forma más sutil que nosotros en cuanto a grado de percepción. Fundamentalmente los mamíferos a los que, como especie, estamos asociados. (Cierto es que la sutileza de dichos sentidos es tan dilatada como lo sea tu capacidad de contemplar cuanto percibes de la Vida. Sentidos que constituyen la base de lanzamiento desde la que proyectas, o recibes, tus cualidades internas, aferrándote a la belleza de cuanto ocurra, sientas, oigas o percibas, así como a la inmediata brusquedad de la materia a la que te aferres. Que de todo ocurre y de todo experimentas en un momento u otro de tus días.) 24

Más allá del campo energético denso en el que nos movemos, existen otras crecientes sutilidades, dentro del espacio multidimensional, en las que nuestras aparentes limitaciones se derrumban como un castillo de naipes y donde tomamos real conciencia de nosotros mismos al percibir el Propósito de “YO SOY” y el rol que, como almas, desempeñamos todos y cada uno de nosotros, sin excepción. Pero, estando donde estamos, y precisando ejercitar la experimentación, quizá no se trate de ocupar excesivamente la mente en ellos, salvo en la creciente respuesta a la Voz del Alma, sino de atraer lo elevado mediante la contemplación de lo pequeño. De lo más cercano a ese campo de lo cotidiano en el que sembramos “esas pequeñas cosas” que constituyen la sal, la base del sabor a través del que se expresan las cualidades trascendentes del Alma en nuestra pequeña vida. Asimismo, es cierto que, a través de los sentidos y fijando nuestra atención es cómo podemos percibir la diferencia sutil entre la vida o la “Vida” o de cómo lo menor se engloba en lo mayor. (Esa es tu grandeza como Humano. Puedes experimentar los más elevados sentimientos creadores a la par que puedes aferrarte a la inmediatez de la subsistencia. Es la eterna Ley de la Polaridad a la que estás, estamos, sometidos y en la que experimentas y aprendes para, finalmente, en el glorioso día del “Reencuentro” liberarte dentro de los infinitos espacios de tu divina condición.) Un momento de liberación que tiene tantas versiones como hombres y mujeres, Hijos de Dios, existen. Que, al final, todos somos Uno en la Presencia del UNO. Un día, por señalarlo de alguna manera, en el que los sentidos se abran definitivamente a la Gloria del “YO SOY”, tal y como mostró, con su ejemplo, un orgullo de la Raza Humana, Gautama el “Buda” al ser iluminado a los pies del árbol Bodhi.

Ese día, sus sentidos se abrieron a lo ilimitado y comprendió la infinitud de Sí mismo en medio de la infinitud de todos y de todo. Un 25

momento total y definitivo para Su Alma y que, necesariamente, está escrito para toda la Humanidad. (Recuerda que la cualidad de tu naturaleza humana no radica en el cuerpo que te permite interactuar en los planos densos, sino que te alientas desde los planos sutiles y, fundamentalmente, tras haber construido el puente que te permite pensar, estructurar y discernir tus propios acontecimientos. Con mayor o menor acierto, pero así es.) Podemos prescindir de alguno de los sentidos tradicionales e incluso, aunque imperfectamente, podemos ya, o en un futuro, suplirlos mediante la tecnología, excepto el buen uso de estos, pero lo que es cierto es que los sentidos que nos confieren nuestra humanidad, si o si, son absolutamente necesarios para mostrarnos como tales. Y no hay ciencia, ni la habrá, que supla el aliento de la experiencia del Yo Interno cuando se expresa a través de ellos. Son sentidos que conllevan el aprendizaje, el dolor, el triunfo, y más, tras una infinita secuencia de hechos que añadimos, permanentemente, a nuestra conciencia. Así como los cinco sentidos tradicionales nos hermanan con otros Reinos de la Naturaleza, en especial el Reino Animal, los cuatro sentidos restantes sí se ajustan fielmente a la condición humana. (Aun así, no debes olvidar que los cinco sentidos tradicionales contienen, como es el objeto de este trabajo, un propósito que los eleva, que los sutiliza y es, ni más ni menos, que es el “YO SOY” en ti, Quien los utiliza para descubrir la densidad de la materia y experimentarla.) Bien podría decirse que estamos obligados, tarde o temprano, a transformarlos en Sus adecuados instrumentos. Centramos este trabajo en nueve sentidos que, entre otros más, constituyen la periferia, en los mundos de la densidad, de los sentidos elevados. Sentidos que, como Seres Humanos, en su expresión como personalidad, poseemos y gozamos de ellos aun cuando en no pocas ocasiones, y por no saber abrir adecuadamente sus ventanas al aire renovado de la Vida, sufrimos los excesos o las carencias de un uso todavía no correcto y adecuado. (Del nivel e intensidad de tus experiencias, únicas, personales e 26

intransferibles como tú lo eres en la infinitud del Espacio, puedes deducir la grandeza del proceso evolutivo en el que estás embarcado y que, como en un gran escenario, dentro de la Humanidad, interpretas tu papel de actor principal. Eso sí, ya que te aprestas a percibir el Fuego Sagrado que alienta en tu Corazón, ese papel, ese rol, debes interpretarlo con alegría, sin esfuerzo, casi como un “divertimento”). Con la misma soltura con la que, así nos lo parece, un pintor desliza sus pinceles sobre el lienzo, un compositor busca un acorde según su inspiración o en una cocina se perciben los aromas de las mezclas tradicionales y sabias ya que, en ese trabajo, se “sintetiza” todo el saber y la experiencia acumulada tras el error y que no ha sido sino el abono de una tierra en la que crecen las nuevas y gloriosas realidades. No podemos descuidar nuestro agradecimiento a la Energía que expresada sabiamente por la presencia oculta de los por unos llamados devas, espíritus de la naturaleza, ángeles o daimones que cumplen nuestro propósito creador por el pensamiento, palabra o acción, y lo siembran de colores, de matices y desvelan el simbolismo para que, dejándose leer, y poco a poco, nos permitamos abrir las ventanas de nuestros sentidos al Propósito de la Belleza que se apresta, siempre, a precipitarse a través de nuestro trabajo. Un trabajo hecho con los cinco sentidos… bueno… ¡con los nueve¡

# Que tu visión sea Su visión y que todo tú te constituyas en el dial por el que sintonices, en tu creciente sutilidad, tantas y tantas cosas

bellas que se suceden en la densidad de este mundo denso pero hermoso.

27

Abrirlas a la Luz 28

La necesidad de abrir las ventanas es una acción inevitable que tarde o temprano se ha de producir. No hay desazón más grande que la de mantener la oscuridad pudiendo disiparla con la luz. Así ocurre con nuestros sentidos, las ventanas por las que, desde nuestra visión interior, contemplamos, oímos, nos expresamos o captamos los misterios que se desarrollan a nuestro alrededor en el mundo de las densidades. (Me permito relatar una anécdota que ocurrió hace unos años. Y si lo hago es por ilustrar, con un ejemplo, el interés personal hacia el tema que nos ocupa. Que siempre debe haber una motivación que nos impulse hacia cualquier empresa. Habíamos acudido un grupo de amigos a un encuentro en el que, tras las diversas charlas, ofrecidas por algunos de nosotros, conversábamos acerca del tema tratado. Lo habitual en estos encuentros y cuantos se celebren en el mundo. Lo cierto es que, uno de esos días, al realizar una meditación matutina, tuve el inmenso honor de “ser llamado” ante la presencia del Maestro. No importa Quien era en este caso. Una experiencia fugaz, rápida, ajena al tiempo por la que, estando frente a Él, fui atraído hacia su Corazón. Una experiencia sicologicamente hermosa enmedio de una belleza marcada por la Luz que se confundía con la cabellera lacia del Maestro y que caía sobre un ropaje del que su urdimbre era de un blanco anacarado imposible de describir. Sorpresa y plenitud interna me produjo ese encuentro. Lo cierto es que al retomar la conciencia en la sala donde estábamos, sentí que yo “no era yo”. Era como si el Maestro hubiera tomado posesión de mi mirada y viera por mí. A mi vez, yo miraba a mis compañeros y al ambiente en general, imbuido de una sensación de Amor intenso que los unificaba a todos en una igualdad ajena a todas las diferencias con la que suele contemplar la mirada física. Ese día sentí que como, durante unas horas, se abrían mis ventanas y que, a través de ellas, se precipitaba la luz en mi interior y al tiempo que se proyectaba al exterior. Y tome la decisión de contemplar este tema con un cariño especial.) 29

Asumamos que cada uno de los hombres y mujeres es la expresión de su Alma y que Ella es la expresión del “YO SOY”. Y si a=b y b=c, entonces a=c. Considerémoslo desde el pensamiento razonador e, inevitablemente, dejémonos inspirar por la intuición acerca de su certeza lógica e incuestionable. Que tras las matemáticas también se halla EL. Asumámoslo, interioricémoslo para contemplar la Vida desde esa perspectiva. Cualquier otra posibilidad de negar lo evidente es volver a un pasado ya estéril. Constituimos el peón que expresa la forma del arquetipo diseñado en lo Alto. Cumplir y ser fiel colaboradores como un instrumento de la Razón Pura que, a nuestro través, Ella comprende y crea sus manifestaciones. Cada mujer y hombre, cada Hijo de Dios, debe, tarde o temprano, ser consciente del ciclo de venturosos días que comiencen a añadir a sus horas, a su vida, un nuevo impulso de solidaridad, amor a lo creado y la sensación de pertenecer a un proyecto común que las viejas generaciones quizá lo necesitan, pero ya no aciertan a realizarlo. En una nueva visión de la Vida ha llegado el momento desde el que abordar la escalada de los más elevados picos que, como Seres Humanos, jamás hayamos acometido. Es hora de poner a prueba el temple y la decisión para quien, tú que lees, ha sonado la hora del ansiado reencuentro, de dejar atrás las fosilizadas huellas de antiguos senderos y elevar la mirada hacia una cumbre donde tan solo se sugiere la apasionante y bendita incertidumbre. Una cumbre que siempre oculta su misterio tras las nubes, pero, ciertamente, destinada a ser conquistada, como ya lo fue por el impulso obstinado del Corazón de las “Almas atrevidas” que ascendieron hasta ella. Todos hemos ascendido a una elevada montaña y nos hemos sobrecogido por la grandeza. Y, también, hemos inspirado, profundamente, el aire puro abriendo nuestros brazos tal como un ave despliega sus alas para hacer piruetas en el aire y sobrevolar toda la profundidad de paisajes y colores que desde ella se divisan. Y volar en los espacios de la Vida a través de las ventanas por las que se precipita la Voz Interior, un grito íntimo sugiere unir los tesoros 30

que, como Humanidad, hemos acumulado en todo sufrimiento, en toda experiencia allá en el valle y brindarlos, ofrecerlos al Sol que, como testigo en lo alto, nos reafirma en nuestra real naturaleza. En la naturaleza divina del Alma. Y todo ello en medio de una extraña mezcla de silencio y vacío. Un “silencio y vacío” producto del advenimiento de la “Plenitud de la Nada” en el Corazón de la Humanidad. Constituirnos en las ventanas de nuestra intimidad sagrada de manera que cuando nuestros ojos puedan abrirse y observar el Fuego Sagrado, la Luz, desechemos todo espejismo y asumiendo nuestra propia “Realidad”. Que de la misma manera que mirando desde la densidad, podemos percibir la gravidez, mirando desde la “Realidad de lo sutil” podemos captar la Luz limpia y fraternal que surge de todo hombre y mujer impregnados de Buena Voluntad. En conclusión, abramos las ventanas de nuestra Naturaleza Humana a la mirada, a la sensibilidad gloriosa de nuestra Naturaleza Divina y hagámoslo para apercibirnos acerca de la multiplicidad de la Vida. Asumiendo, así, la sutilidad y abriendo nuestras ventanas al misterio del Espacio Interior desde el que “YO SOY” contempla.

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Tú eres la Vida La percepción de la Vida que a través de los sentidos podemos obtener es tan diversa como diversos son los hombres y mujeres que pueden ser contados. Y, ciertamente, no son pocos. (Constituyen el anclaje, las herramientas mediante las que la Conciencia, que a través de ti experimenta, se aferra a la inmediatez de tu pequeña vida. Una vida que te permite expresar, progresivamente y no sin esfuerzos, lo elevado que en ti reside y es a través de los sentidos como puedes expresar, ejecutar, inhibir o percibir las experiencias que, en los planos de la densidad, te son necesarias. Los sentidos te permiten, nos permiten a todos, conocer e interactuar en el gran escenario de la Vida con el objetivo de percibir sus infinitas posibilidades y componer la música de tu propia visión del mundo. Y componerla con la sencillez de un pentagrama de cinco líneas y doce notas que pueden expresar el talento, el genio y tu capacidad creadora reflejando, así, tu inspiración y sus precisas y preciosas, notas sobre él.) Notas musicales sujetas a los muy diversos tempos, melodía y sensibilidades. A la simbiosis creadora que se establece entre nuestra Intención creadora y los Devas como ejecutores de la belleza, sino que, también, de la densidad, de los inconvenientes, de la adaptación al día a día que precipitamos, como autores de nuestra vida, a través de ellas. 32

(El resultado final de dicha composición, al cerrar tus ojos y e intentar dormir por las noches, es la almohada que te acoge o te insomnia en un ya dilatado “par de opuestos” que, como Humano, a ti, a todos, nos caracteriza.) Los sentidos, que tienen su contraparte más elevada en otros

planos de la Energía, constituyen las ventanas que, progresivamente, hemos desarrollado desde el principio de los tiempos y que se han ido abriendo tímidamente unas veces, claramente otras, como las ventanas del templo en el que habitamos. Son las ventanas, tapiadas al principio, que se van abriendo, pacientemente, como luz que ansía sumergirse en una Luz mayor y, así, en la medida que precisamos experimentar en el mundo la amplitud de matices que somos capaces de percibir. (Un mundo en el que descubres lo que los sentidos físicos y sicológicos te sugieren. Mundo en el que, completando el círculo de tu conciencia, también proyectas en él tus esencias del Corazón y que te impregnan de Vida. Esencias e informaciones que recibes y proyectas mediante una gama infinita de posibilidades y que te permiten conocer, crecer y proyectar todo cuanto, como creador que eres, surge de tu acción, emoción y pensamiento. ¿Te has preguntado si todo cuanto existe en el círculo de tu Vida, no es sino, realmente, una expresión de ti mismo...? Que tu alegría es la alegría del círculo, tal como el Amor que precipitas en él es el combustible que contagia e incendia otros Corazones que, como eslabones infinitos, conforman el Gran Circulo en el que todo constituye parte definitiva y Una. Tal que así la Vida te invita a percibir la Ciencia del Corazón. Una ciencia alejada de la especulación del pensamiento y centrada en la certidumbre del Fuego que alienta tu intuición y del que, poco a poco, brotan en ti los pétalos de la Compasión y el Amor. Pétalos luminosos, cualidades divinas, que suscitan la apertura de las ventanas por las que tú, a través de tus sentidos te asomas al 33

mundo. Ventanas a través de las que se debe difundir el incienso que se quema en tu Corazón. Advierte que tus sentidos, aunque expresan una necesidad, una visión de lo inmediato, una defensa, un ataque o la comprensión de

cuanto te rodea, lo verdaderamente importante, lo esencial, lo imperecedero es que constituyen el anclaje del Propósito del YO SOY, en ti y en la materia que te expresa.)

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Capitulo III LOS SENTIDOS DEL CORAZON

La posada de “La Buena Vista” (En el sendero de hoy no han faltado momentos en los que ha sido bueno hacer un alto en el camino y contemplar el paisaje. Esta mañana, al salir, me propuse prestar especial atención a cuanto mis ojos se sintieran atraídos por “aquel” mensaje oculto que no sabes de donde surge, pero, lo cierto es que aparece ante ellos. Quizá se halle en la inexplicable atracción que la sutilidad del violeta de algún macizo de flores, el blanco inmaculado de una pequeña joya de cinco pétalos encerrando un botón de oro, humilde pero hermosa, en un discreto recodo del camino o la mirada amistosa 36

de un vecino de la zona, paseando sin duda, con quien me he encontrado a primera hora.

— Buenos días. - Por todo saludo. — Muy buenos. ¿Qué hace por aquí? No es habitual encontrarse con — caminantes por esta zona. ¿Se ha perdido? — “¡Oh¡ no. Sé a dónde quiero ir, aunque reconozco que no he estado nunca. Pero alguna vez tiene que ser la primera y el camino, por lo que veo, merece la pena. Voy a la posada de la “Buena Vista”. — No es habitual subir por este camino. La gente suele hacerlo, en coche, por la otra parte de la sierra. Aunque éste, a pie, es más hermoso, aunque más pesado. Le queda un buen trecho ya que casi todo el camino es de subida. Pero bueno…. ¡merece la pena¡ — ¿Vd. ha estado allí? — ¡Si¡, en más de una ocasión y le aseguro que no se arrepentirá por el esfuerzo. Así es que vaya con Dios y ¡buen día¡ — Buen día, amigo. ¡Gracias¡

Con el recuerdo grato de este encuentro he proseguido mi camino y, casi sin darme cuenta, el camino me ha introducido en una pequeña y olorosa pinada donde parece que el tiempo se detiene ante la ausencia de todo cuanto esta más allá de ella. Como si la soledad fuera la única compañía y el silencio se hubiera instalado allí. Un momento grato al sentarme en una piedra y hablar con la naturaleza con el lenguaje con la inspiración profunda de sus aromas. Pero había que proseguir por el sendero hacia arriba, siempre hacia arriba. Y, conforme ascendía, mi mirada se perdía más allá del alcance de mis ojos y, quizá, de la imaginación.) El secreto, muy oculto en el Corazón del caminante, consiste en que todos saben, quizá, adonde se dirige, pero nadie sabe la intención real de sus pasos. Así ocurre igual en la Vida. La apariencia puede parecer real y la realidad, en verdad, quedar oculta en el propósito de quien pone sus pasos, uno tras otro, en pos de una intención para la que no existe explicación cierta que el pensamiento entienda. 37

(En medio de estas reflexiones, alumbrado por la luminosidad del mediodía y deseando enjugar el sudor he llegado a una explanada donde el sol, allá en lo alto, dejaba caer sus reflejos sobre un inesperado riachuelo de aguas que serpentean entre el musgo y las piedras gastadas por el tiempo. Ciertamente, un alimento para el Alma.

Llegar a la posada, reservar un espacio para comer y descansar es algo hecho de forma rápida con el afán de perderme entre las curvas del rio y las frondas de sus orillas. Y, allí, en lo alto de una peña no he podido sino sentarme en brazos del paisaje que ponía el mundo de los hombres, su Luz, ante las ventanas de mi mirada. Una intención, una vibración especial en el lugar. Unos colores intensos y sutiles que tras una lagrima de felicidad, te invitan a la noble tarea de “Captar la sutileza de las miradas dirigidas desde el Corazón”) Por tus ojos se precipita cuanto de bueno has acumulado en los tiempos y cuanto has de desechar, también, en los tiempos.

En la posada de “La Buena Vista”, en sus paisajes, en sus gentes, se administra un colirio con el que los ojos del Corazón ansían recuperar la muy antigua mirada de un niño y ver, captar para siempre, en un acto infinito de “aquí y ahora” el espíritu de la belleza que contemplan. Ese es el sentido de la vista. Un regalo que se precipita por las abiertas ventanas del Corazón, deseando contemplar, desde los elevados planos de su conciencia. La visión del Corazón, aclarada por el colirio de la armonía, al dirigir desde la cumbre la mirada a los valles donde la Humanidad se afana día a día, va más allá de percibir la belleza. También debe percibir la aparente realidad de la tragedia. Y es que, una y otra, no olvidemos, están sujetas a la dualidad y, tampoco debemos olvidarlo, a nuestra capacidad de creación a través de la palabra, el pensamiento y 38

la intención de la mirada. La belleza real, más allá de la perfección de la belleza, tan solo reside en el “YO SOY”. En el Aliento que inspira paisaje, horizonte, valle, quietud e inquietud en el ánimo de los hombres. Toda belleza, pues, presentada en el mundo de los hombres, y hasta de los dioses, se asienta en los valores de la intuición y la posibilidad de una perfección imposible salvo en el “YO SOY” mismo. Según nos describe la física cuántica, nada existe para nosotros hasta que no fijamos nuestra atención en lo que aparece, repentinamente, ante nuestra visión y nuestros sentidos. Podremos percibir la eterna dualidad en nuestro entorno. El bien, el mal, la fealdad, la belleza… pero siempre será la proyección de nosotros mismos en una “matrix” particular que creamos y experimentamos. (Después de contemplar el horizonte, tomo asiento a los pies de un pino cuyos habitantes, las ardillas, han sembrado con los restos de las piñas, una alfombra de cascaras, de agradable olor y bienestar de los romeros y tomillos con los que me impregno y que estimulan, como un buen incienso, mis reflexiones. Cierro mis ojos, dejando que el Corazón tome las riendas de las reflexiones y me pregunto, me respondo, me las traslado y escucho mis respuestas como procedentes de Él, como de mí mismo…) La visión siempre se ciñe a nuestros propios intereses. Vemos bello aquello que nos parece dotado de hermosura y desagradable aquello que nos repele. Pero nada es bello ni desagradable en sí mismo. Todo es Energía densificada. Es decir, luz que ha tomado cuerpo. Es nuestra conciencia, a través del pensamiento y la vista creadora, la que nos permite tomar conciencia de los detalles de cuanto nos rodea y discernir acerca de ellos. Dado el terreno que nos ocupa, es evidente que no solo debemos prestar atención a la vista como sentido físico, sino que, de forma obligada, permanecer atentos a la intuitiva visión del Corazón o, al menos, a las “ventanas” desde las que Él proyecta su mirada. O 39

percibe la densidad. Observar los detalles del “Sendero de Fuego”, nos posiciona ante el necesario equilibrio mediante el que nuestros ojos sean capaces de captar la vida con la misma “limpieza de mirada” con la que deben irradiar desde ella. (Y surge una pregunta. ?En qué medida estas dispuesto a transformar tu mirada interesada por una mirada pura, blanca, diáfana que se proyecte desde tu Corazón?) En la “Ciencia del Corazón”, ante la presencia del Fuego Sagrado, no existe compromiso entre una mirada y otra. Podemos, y casi al mismo tiempo, “encender una vela a Dios y otra al diablo” emprendiendo una vía u otra en la infinitud del Espacio, pero, allí donde nuestro deseo o la voluntad nos proyecten, allí nos encontraremos, siempre, con nosotros mismos. Estamos hechos del mismo polvo que todas las estrellas y, allí donde vayamos, allí siempre hemos estado. (Tu mirada debe proyectarse impregnada de la luz del Fuego que la alienta y de la sencillez del Amor que la adorna en la medida que los Doce Pétalos del Corazón se van desperezando en ti y en el Hombre Perfecto, el Cristo que eres y que va tomando conciencia de sí mismo.) No hay compromiso. Y si “errare humanun est” corrijamos recurriendo al calor del Corazón para que reavive el Fuego y su Luz se proyecte de nuevo a través de la calidez de los ojos. Que “el menester hace hilar” y, así, avivando las chispas de lo pequeño nos incendiamos, permanentemente, del Fuego de lo Eterno. (Atrévete a ser osado, a dar un paso más allá de tu condición de “hijo de hombre” y, por ello, siempre inquieto y atento a tus necesidades de hombre. Permite que por tus ojos se precipite tu condición de “Hijo de Dios”, título del que todos somos poseedores y raramente nos atrevemos a honrar en forma de brillo, Luz, empatía y Amor.)

El sentido de la visión nos debe conducir al reconocimiento de 40

la belleza y no tan solo en la apariencia. Que la belleza real no es caduca. Que la belleza siempre es la expresión de un instante en el que la Vida se precipita. Que todo cuanto es contemplado con los ojos del tiempo tiene un principio y un fin y que lo contemplado con los Ojos del Corazón, debe sugerir el misterio de lo eterno. Que la Belleza, por ser una Cualidad divina, no caduca jamás y trasciende las formas. (La belleza que encierra la experiencia de la ancianidad o la belleza que explota en la frescura de la niñez, no son sino fases de ti mismo). La vista nos proporciona la posibilidad de percibir, como periscopio del Corazón, la belleza que se contiene en todo, aun en lo aparentemente desagradable, ya que los diseños de la VIDA alcanzan hasta el último rincón, si es que lo hay, de Si Misma. Así la perfección trascendente se ubica en todo, de manera que nuestra mirada debe estar ajena a la crítica de las partes y sí abierta a la comprensión del conjunto. Discernir, asimismo, entre la “visión del ojo” y la “visión del Corazón”. Discernir entre la necesidad adaptada al pensamiento, tan aparentemente poderoso él, o la Vida que se adapta al impulso cálido del Corazón. En definitiva, no tener ojos sino para la belleza, armonía y la compasión y, así, poder contemplar las partes imperfectas como componentes de un conjunto perfecto. (Tu mirada debe ser el torrente a través del que se precipiten las cualidades que se gestan en tu Corazón). Una mirada cargada de comprensión, una mirada preñada de compasión no distingue entre las formas ni las edades. No distingue entre la lozanía de una rosa ni entre la ya marchita rosa que esparció su color y aroma entre los hombres y se sacrificó en el altar de la ancianidad. El Corazón, avivado por el Fuego, unifica ambos estados en uno tan solo. El estado del Principio de Belleza que no necesita de materiales para expresarse, sino que, como todo principio divino, “Es belleza” en sí mismo. (Una mirada limpia, un sentido de visión divina en ti, es como 41

retornar a los primeros días de tu infancia, en la que el mismo Dios se precipitaba, desde SI MISMO, a través de los ojos del niño que tu expresabas. Y, recuerda, cuando tus ojos se vean nublados por la oscuridad no será sino la antesala de la luz que se dispone a precipitarse desde ellos... la Luz del YO SOY a través del Yo Interno, tú mismo.) (Retomo, pues, el regreso del caminante. Descansado y reconfortado desciendo dejando atrás amigos y las miradas limpias y luminosas que vi surgir de ellos. Y desciendo saludando a todo como si la ventana de mi Corazón se alegrara ante todo color, toda flor, cada sombra y luz en cada uno de los recodos del sendero. Y al llegar donde, por la mañana, me encontré con un vecino de la zona, un aliento de calor y de Luz y de extraña inquietud invade mi Corazón. Puede que fuera mi Alma quien alentó el ascender el sendero a través del buen amigo que, seguramente, volveré a encontrar. Una mirada limpia, suavizada por el colirio del Amor hará que Él vuelva a cruzarse en mi sendero. Aquella visita a la Posada de “La Buena Vista” y todo cuanto pude percibir en el camino. El entrañable y extraño encuentro con aquel hombre de mirada profunda y limpia, no hicieron sino sumirme en un silencio y paz interior del que las reflexiones eran las flores que crecían en mi Corazón. Poco a poco se han transformado en el aliciente suficiente como para volver a considerar ese sendero hacia la Posada, cualquier sendero de la vida, como los ramales del Gran Sendero en el que todos nos encontramos. Quizá, más adelante, un día al llegar a la planicie vea y “mire” arder la Zarza del Fuego Sagrado).

He aquí las reflexiones: # Hermoso sentido el de la vista. Un sentido que te permite percibir y proyectar los infinitos matices en el plano más denso de su expresión 42

de las formas físicas. # Un sentido que capta la difusión de los contornos, las formas y los colores, en una increíble gama de matices puestos ante ti para poder comprender mejor la presencia de la belleza en todo a poco que no compares nada con nada y fijes tu atención en lo irrepetible de cada uno de los píxeles divinos que colorean el espacio. # Un sentido que alerta tu atención sobre los muchos mensajes que la Vida te sugiere a cada instante. Ya sea de forma consciente o en los mundos, tus mundos, en los que tu inconsciencia de aquí es consciencia allí. # Un sentido por el que, a través de él, se proyectan tus miradas inquietas. Miradas unas veces amigables. Otras de entendimiento y complicidad y hasta, en ocasiones, de desprecio. # Ventanas por las que, fugazmente, se precipitan tus estudiosas o interesadas miradas. Miradas, en ocasiones, apasionadas y encendidas por el fuego de tus sentidos o por el Fuego de tu corazón. Ventanas que también saben protegerse de las miradas sostenidas e intensas que otros ojos proyectan en ti. # Ventanas cuya mirada es expresión de la complejidad sicológica de la que te revistes, todos nos revestimos, en las más de las ocasiones y siendo, en otras, expresión de la suavidad amorosa y plácida que precipitas en tus mundos. # Y en la medida que tus ojos perciben, para ti, los matices del exterior, los ojos de tu Corazón son una ventana abierta a tu interior. # Ventana y mirada a la que nada escapa tal como el aire no es ajeno al vuelo de una gaviota. # Por las ventanas del color se precipitan, sin poder ocultarlos, tus sentimientos, tus pensamientos y hasta tu mirada que se proyecta hacia el horizonte de tus esperanzas.

# Tu mirada, la de todo hombre y mujer, ansía la belleza y desprecia la fealdad cuando tu naturaleza humana se densifica. # Y asumiendo tu propia dualidad, dos ojos, al fin y al cabo, que te confirman ora en la armonía, ora en el conflicto hasta cerrarlos y dirigir tu mirada al Interior. Miradas que proyectas y miradas que 43

recibes según medidas humanas o divinas en el propio hombre. # Que tus ojos sean las ventanas por las que el Cristo en ti capta la Vida que se desarrolla a tu alrededor. Mira, comprende y actúa como si tú mismo fueras ese Cristo. Que lo Eres.

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Saber escuchar la Vida Escucha y degusta la armonía con la que deslizas tu danza alrededor de los ciclos de la Vida y dite, oyéndote quedamente, un ”me gusta”. Envueltos por el manto de la noche es cuando la imaginación se deja transportar por las amplias avenidas de las estrellas. Se agudizan los sentidos y los oídos que, desde los ya alejados tiempos se abren, como un radar, a los misterios de la oscuridad y triangulan entre la distancia y la proximidad para ubicar, reconocer y, quizá, temer la fuente de todo rumor lejano o la naturaleza de toda inquietud. Así nos debimos sentir, cuando al cobijo de una cueva, nos hallábamos a la espera, sin comprender su misterio, del dios que todos los días asomaba cargado de calor y de luz, tras un mismo horizonte para morir, incompresiblemente, a nuestras espaldas y volver a renacer.

La diferencia entre “saber oír” y “saber escuchar” , ayer y hoy, siempre ha sido importante ya que nos permite discernir entre las 46

vibraciones que expresan un fenómeno acústico o apreciar su contenido tales como percibir las sutilidades de un tono, los matices de una voz, el estruendo de un rayo o la creatividad del ansiado silencio e, incluso, la incomodidad que produce en el pensamiento aleteador y caprichoso. Nos permite cuando niños, oír la placentera e inconfundible voz de una madre que siempre es presagio de calidez, sustento y seguridad, o compartir con un autor musical el ritmo, la fortaleza, la suavidad o los espacios de silencio de los que se viste su música. (Me permito aportar una vivencia personal que muchas veces me ha permitido escuchar, interpretar, compartir y apreciar el genio creador de un musico ya que una melodía preñada de belleza o la apoteosis de una culminación constituyen la Luz que, silenciosamente, “en el principio” se deslizó a través de las ventanas de su Corazón para precipitarse en el pentagrama como garabatos juguetones pero ordenados. A lo largo de los años he tenido la suerte de compartir la belleza de la música en una coral. Situado desde cierta altura, como corresponde a la “cuerda de bajos”, te permites captar con tu mirada todo el mágico escenario en el que los tenores, a tu derecha, y más abajo las sopranos y contraltos, dando paso a los instrumentos de cuerda, viento, percusión… mientras que los solistas se transforman en la propia voz del director cuya mirada se desliza, aquí y allá, en medio de los silencios absolutos o las melodías de los, en ese momento, reencarnados Mozart, Wagner, Fauré, y tantos otros que, como espíritus en forma de Luz, sobrevuelan todo el escenario. “Oír”, en esos instantes de meditación no es posible. Toda la atención e intención está puesta en el “saber escuchar” y, así, crear un conjunto armonioso donde, ni un solo desatino empañe la obra creadora de la que, como Almas, nos revestimos.) El estruendo de la fuerza o la sutilidad de la melodía se transforma en un lenguaje que se introduce en nuestro ánimo dando alas al atrevimiento, sedando el arrebato o alertándonos acerca de la proximidad de lo grato e ingrato e, incluso, despertando una nota, un tono, un matiz que nos devuelve a tiempos pretéritos en los que las experiencias de la Vida dejaron una huella indeleble. 47

Así es saber escuchar. Un pequeño pero cierto “agujero negro” en medio de una galaxia de ruidos, tonos, matices, sutilidades o señales de vida ciertas o supuestas. Un “agujero negro” cuya gravedad atrae irremediablemente todas las expresiones sonoras, en infinito crescendo o diminuendo musical de la Vida. Y que, de su contraparte misteriosa, se abre la puerta de las sutilidades del Espacio que acuna la voz íntima de nuestra Alma que susurra con voz de vacío, paz y quietud, tal y como nos indica Mme. Blavatsky en su escrito “La Voz del Silencio”. (Percibe “su Voz” sin esfuerzo, plácidamente, tal como se mezcla en tu ánimo una suave música y sin que medie esfuerzo alguno por escucharla.) Los sonidos que percibimos son la “voz” de la vida que nos advierte de su presencia. Así, el sonido que proclamamos es la voz que advierte a la vida de la nuestra. En un intercambio constante de vibraciones que construyen, en los mundos ocultos, figuras densificadas y opacas, hijas del ruido, o gráciles contornos de Luz que, como mariposas, acompasan su vuelo a la armonía que se deja oír a través de las ventanas del Corazón. (Advierte que, en el Sendero del Fuego, no se considera el esfuerzo, ¡de ninguna manera¡ ya que la Voz que surge de “YO SOY”, a través del Corazón, siempre anuncia su presencia con los paradójicos timbales y fanfarrias del grato silencio.)

No así nuestros oídos de lo cotidiano, a los que, contrariamente, les molesta el silencio, y se dejan seducir por lo incierto de una noticia en tv, el estribillo sugestivo de un anuncio, por una palabra halagadora que se desliza por ellos o por los golpes de un timbal de ruidos que se suceden unos a otros en el estruendo de su vibración y solapándose, mezclándose, peleando entre sí creando una discordancia que bien reclama el bálsamo de un breve y agradable descanso. Pero breve, ya que en su naturaleza está oír lo que sea, pero, oír. Para quien “oye”, el silencio es sinónimo de muerte, mientras que, para quien “escucha”, dicho silencio es preámbulo de otra parcela de la Vida que se aproxima.

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(Tan solo es a través de los golpes acompasados de silencio enmedio del silencio, es como tu Corazón se manifiesta, y solo es a través de ese silencio como el oído sensible de otro Corazón lo puede escuchar.) El oído sutil y sensible de la Vida no está conectado a espirales que acrecientan los volúmenes, no está conectado a distorsiones estruendosas, a palabras u ordenes imperiosas. Antes bien, desde los floridos arriates en el jardín del Corazón, escucha, comprende y acepta las llamadas de angustia y necesidad que surgen de la Vida y estando atento, así, a la Voz Interna que desea sugerir toda respuesta. (El oído de tu Corazón es el sónar que escruta los misterios que navegan en la realidad de ti mismo y sintonizando las íntimas palabras de “YO SOY” que resuenan en sus concavidades). Sensibilizando, así, el dial del oído externo a las frecuencias que, como en una ópera, se reproducen en un escenario en el que la protagonista es la Humanidad, siendo capaces de oír nuestros propios quejidos, como precursores de la armonía, y oír primero, escuchar después, como la gran oleada de la Vida canta a través de cada hombre y mujer. Por cada reino. Por cada impulso que surge de Ella. (Sintonizar tu oído en el dial del Corazón. Captar los sonidos de la Vida, bien puede significar escuchar, sensibilizarte al crecimiento progresivo de la belleza. Permítete “Ver” la belleza a través de tus oídos. Percibir el aleteo del vuelo de la fragancia, la sutil energía o la inspiración que la diseñan y colorean). Oyendo, así, el jolgorio con el que se perfuman para nosotros sus hermanos, mientras ellos y nosotros, devas y almas hechas hombres, soñamos con el glorioso día en que un abrazo selle el pacto creador. (Recoger, íntimamente, la creciente melodía de la vibración de la belleza que reverbera en ti. Que todo color tiene su nota y cada matiz su delicadeza ya que para tu Corazón no hay compromiso entre la belleza y la fealdad. Entre el ruido y el sonido armonioso.

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Todo cuanto es, puede ser, fue o será, crea en la siempre presente síntesis, la inacabable sinfonía de la Vida que, como Humanidad, elevada Cualidad divina, te cabe el honor de interpretar. Ábrete al silencio del estruendo y percibe en ese estruendo la promesa del silencio. Capta, en ti, la sutileza del silencio que se escribe en el pentagrama inacabable de cuanto es ajeno al tiempo.) El silencio, una Voz Interna que nos sugiere dulcemente en ocasiones o con voz tonante en otras. Una voz que desliza en los oídos de nuestro Corazón las sugerencias y la capacidad de destilar las más dulces melodías en el atanor de la experiencia que el pasado ha escrito en las páginas de nuestra vida. Las ventanas del Corazón siempre se abren a la generosidad, amor y compasión. Por ellas se precipita el tesoro del “YO SOY” haciendo llegar, así, nuestra voz al mundo… pero ¡ojo¡ tal cosa no puede ocurrir sin que, antes, hayamos acomodado nuestros sentidos a la gloriosa tarea de “escuchar” al “YO SOY” cuando se expresa por otras voces, tonos y sugerencias. Cuando sea la “Vida” quien releve a la “vida”. Pero… ¿Cómo acompasarnos a otras voces? Permitámonos unas reflexiones. # No te sientas herido por sonidos pronunciados sin verdadera intención y, al tiempo, aprende a captar las sutilezas de los sonidos pronunciados por el Corazón, propio o ajeno, que todo es uno. # ¿Y porque no oír lo que “realmente es” y no lo que quieres oír? Oír las razones ajenas con la misma medida y lógica comprensión que esperamos sean oídas las propias. # Sensibilizar el oído a las razones ajenas y no hacer de él un tambor en el que resuenen las tuyas de forma contundente. # Permítete, así, que el ruido no distorsione el silencio que te exiges, desde el Corazón, para oír el susurro de las otras almas que hablan por boca de otros hombres y mujeres. # Degusta los agradables canticos. Oye como se deslizan ante tus oídos, en viaje al Corazón, como alimento inacabable con el que te resintonizas con el YO SOY en ti. 50

# Que todo sonido sutil sea propio de ti y que tu mirada sea incendiada por la Belleza. # Aprecia el prolongado silencio como el más sutil de todos los sonidos como cuando una nota, un tono, un matiz, o una sensibilidad musical se desliza en tus oídos sembrando la semilla de lo eterno que brota de YO SOY en la Esfera de tu “Yo Interno” donde el silencio y el vacío no inquietan. # Roza, toca, siente, oye el estremecimiento de lo sutil, acomódate a lo elevado de ti mismo. # Y que “ese tu roce” con el “YO SOY” se constituya en un grato momento de armonía. Tal como los enamorados oyen sus corazones cuando se unen. # Una armonía que seas capaz de oír y hasta de danzar.

# Oír como cuando rozas suavemente las espigas del trigo y tal roce reproduce una melodía que se desliza y reproduce por tus manos. # ¡Ah¡ y percibe, oye, en la desarmonía, la promesa de la armonía. Todo tiende, en ti, a Tu Fuente. A Ti Mismo.

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Advertir “SU” Presencia

Fija toda tu atención en los orificios de tu nariz. E inspira "de la nada". Quizá sea como “olfateando la nada”, seas capaz de percibir el “aroma de Todo”.

La ventana por la que se precipita la Luz del olfato aviva en nuestro ánimo la atención a la “Sagrada Presencia” del UNO en todo. 53

Tal como, en la misma medida, ocurre con los aromas, colores y las sutilidades con los que la Vida se expresa y nos obsequia. (Como un obsequio fue que, hace ya muchos años, después de un día de excursión, comida y juegos de niños, un grupo de amigos pudimos sentarnos ¡por fin¡ relajados tras la puesta del sol y con ánimo de conversar, sin prisas ni tiempo, sobre aquello que nos unía a todos. Es decir, filosofar, compartir vivencias y saborear todo cuanto de bueno se puede compartir en amistad sincera. De repente, sin que nada lo propiciara, una suave pero muy intensa fragancia de rosas llego, en medio de la sorpresa, a cada uno de nosotros. — — — —

¿Percibís lo mismo que yo? Dijo rápidamente uno. Si, es cierto. Yo noto como un intenso olor a rosas… ¡Y yo también¡ ¡Y yo…¡

Así, unos y otros, nos sentíamos embriagados por el aroma mas intenso, pero sutil, que es posible imaginar. Alguien dijo: — Recordad aquello de que “cuando dos o más se reúnan en Mi nombre, Yo estoy con ellos…” — Pues no cabe duda de que ahora, sea quien sea, “Alguien” nos está haciendo una visita. — Si, es cierto, dijo alguien del grupo. Unas miradas de complicidad, de alegría. Un cerrar los ojos y pretender inspirar hasta la última de las partículas que encerraran el agradable aroma. Satisfacción y cierta beatitud en la cara de todos. Ese fue un gran regalo de Quien fuere y que es imposible olvidar. Estos recuerdos vienen a mi memoria, como si hubiera ocurrido ayer mismo. No me cabe la menor duda que, en los años setenta y ochenta del siglo pasado, vivimos unos momentos de reencuentro y recuerdo intenso de tantas y tantas experiencias que, ahora estoy seguro, fueron todo un regalo preparatorio para todo cuanto ha sucedido, desde entonces, hasta llegar a esta segunda decena del Siglo XXI en la que parece que todo sobra, pero, quizá, es porque todo falta. Pero si… ¡Todo tiene solución¡ La Humanidad constituye una joya muy 54

preciada en el Universo como para que la perdamos en medio de nuestro propio barullo Relato este recuerdo con agradecimiento y por la importancia que tiene abrir las ventanas de nuestro Corazón y, en este caso, a la “Presencia” siempre atenta del “YO SOY” en cada uno de nuestros días y los pasos por él.) Cuando en algún momento uno se percibe alejado del propósito del Corazón, como si sobre alguna ventana se hubieran echado las cortinas de la penumbra o, por el contrario, cuando la Luz se precipita potente a través de ella, es cuando se advierte de la necesidad, en el primer caso, o de Su real Presencia en el segundo. Que, desde luego, siempre ESTA. Su Presencia

alienta hasta la mínima respiración o el pensamiento fugaz que, surgido del Corazón, nos alienta a retomar o proseguir el sendero de retorno, ansiado de Amor, a SU Presencia. (Retornar al propósito del “YO SOY” en ti y, contigo, todo cuanto irradias, con tu presencia, en los mundos de la densidad en los que estas envuelto). Advertir “SU” Presencia es casi con toda seguridad, al menos así lo percibimos al escribir estas líneas, el sentido más trascendente con el que el Yo Interno, y con Él su manifestación a través de los vehículos de experiencias con los que se manifiesta en los mundos de la densidad, ya sea en el de los pensamientos, los deseos, las emociones o la potencia física, polarizando una fase de su trabajo y manifestándolo en una “línea de tiempo” inserta en lo infinito del Espacio de Su Conciencia y Propósito. (Quizá no sea muy apropiado ir muy lejos para percibirte, así, en Él. Si tal cosa no ocurre, todo esfuerzo por hacerlo es vano ya que tan solo te es posible integrarte y reconocerte como una expresión Suya a través del no-esfuerzo, la entrega plácida de un pensamiento “cordial” o la proclamación del silencio interior donde Su Palabra puedas oírla callada pero firme). Advertir SU Presencia” es advertirla en nuestro interior irremediablemente, ya que ambos somos una misma unión inseparable de una tercera que alienta desde el “YO SOY”. Cuando se multiplica 55

el esfuerzo al ascender por la montaña que siempre dirige su sendero hacia lo alto de la Vida, y se dificulta dicha ascensión con la estrechez, es digno advertir que la explanada en la que culminan los esfuerzos se encuentra próxima aun cuando no visible. (Pero, por favor, aléjate del tiempo para medir las distancias que te separan de ella. Aleja tu mirada de los carteles indicadores, sí es que los hay, ya que la Presencia tan solo se advierte fuera de todo ruido intelectual, del ruido devocional o del “trabajé y me lo merezco”.

De pronto, sin esperarlo, detrás de unos matorrales que te impedían la visión del camino, un día aparecerá ante ti la explanada. Una explanada simbólica donde crepita el Fuego de una zarza incombustible. Tal como el mito de Moisés en el Sinaí. Una explanada en la que, posiblemente, contemples los símbolos y los mitos de las muchas vidas y contemples como todo se derrumba ante tu mirada). En la matriz de ese Fuego se halla la Presencia de “YO SOY”. “Yo Soy el que Soy” se nos dice en los textos del pasado. Un “YO SOY” que se debe percibir en la totalidad atómica del presente ya que para contemplarlo es preciso descalzar las sandalias de todo pasado, de toda ilusión de futuro, de todo soporte social, religioso o mental que ayudó en la escalada. (Una “Presencia” que envuelva tu ánimo más elevado y abra la espita de la Fuente de Luz que alumbra allá en lo alto de ti mismo donde la “Joya en el Loto” acuna lo sutil y crístico que, no olvides, es promesa de realidad en ti. La “Presencia” de “YO SOY” debe ser algo más que percibida. Déjate impregnar hasta el último rincón de tu conciencia, hasta el último resquicio de Luz que irradias a tu alrededor o en el infinito microcosmos que albergas en tu interior. Tu sensibilidad al “Sentido de la Presencia” abre la ventana al soplo cálido y fiable de la información con la que puedes comprender y asumir todo cuanto define el circulo inmortal de tu Vida. Tan solo debes aquietarte y oír SUS pasos.)

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Ahora bien, percibir la Vida no permite soslayar lo que se oculta tras lo aparentemente tosco, pesado y desagradable ya que, asumiendo el propósito que expresa, quizá allí se encierre la clave que nos permita abrir frascos de más elevados inciensos que estimulen la visión de lo elevado, de Su presencia en nuestra Vida para, abandonando todo esfuerzo, adaptar nuestro ritmo del Yo Interno ya que somos uno en El.

(Y ábrete a los regalos de la Vida. Advierte la “Presencia” en ellos con la clave de la pureza que tan solo se muestra en la intimidad de tu Corazón ya que, en ese sagrado recinto, no se atienden las llamadas de la “pequeña vida”. Abre tus ventanas a la llamada que la sensibilidad, hija de la pureza en todo pensamiento, delicadamente te alerta de Su “Presencia”. Imprégnate en profunda inspiración, como cuando los sentidos de una flor se abren a la fragancia de la maternal primavera, para que, al acompasar tu paso al ritmo de “YO SOY”, te envuelvas en los aromas que se desprenden de la Flor de la Vida. Aromas que despierten y sugieran tu atención abriendo las ventanas de tu Corazón por las que se desborden, inexplicables y generosos, los misterios del Amor que en ti se encierran.) La divina “Presencia” permite oler Su Fragancia a través del inabarcable momento de infinito presente que solo el silencio interior, la quietud, la inspiración de la Belleza o el Bien, perfecto en sí mismo, permite ser inspirado e irradiado hasta el más oculto recodo de nuestra multidimensional consciencia. Ahí van unas reflexiones extraídas del “Sendero del Fuego”. # La fragancia de Su “Presencia” te advierte de la presencia de ti mismo en los infinitos misterios que se van mostrando en la medida que la sensibilidad te alerta del suave deslizar de “Sus amados pasos”. # La delicadeza de tu olfato está íntimamente unida a la intuición que, como un cordón sutil, se desliza desde tu Corazón. 57

# Si con la vista captas la belleza que se oculta en la densidad y si con el oído aprecias sus sugerencias, con el olfato se te advierte de la presencia de “YO SOY” en ti y que te envuelve en un Océano de vibraciones infinitas que tan solo el silencio sabe interpretar. # Así, de una palabra, de un breve y fugaz atisbo de lo sutil, fluye la sugerencia, en ti, de que “Algo” te es cercano y que te invita a captar el silencio que, de la sagrada copa y como un vórtice de vacío creador, surge de tu Corazón.

# A percibir la sutilidad del incienso que envuelve el misterio que se celebra en el íntimo altar de tu Corazón. # Invitándote a mantener la tensión de tu Vida en la quietud de la atenta observación. # Una "Serena Expectación" que capte, para ti, los aromas que la Vida siempre está resuelta a restituirte y con los que envolverte de tus propias fragancias y que no son sino las de “YO SOY” dispensados por el Yo Interior. # Advierte la “Presencia” sin propósitos definidos, sin discriminaciones. # Asume la “síntesis” en ti de forma que te alerte de la fragancia del maestro que encierras, de tus fragancias o, simplemente, de la fragancia de la VIDA que anuncia su presencia en ti, con el aroma de lo inexplicable. Con el aroma de “YO SOY”. # Presiente, capta la “Presencia”. Ólela sin que su fragancia se disperse. Transforma tu sensibilidad en pebeteros de incienso y que cuanto éstos capten se deslice, como suave fragancia, en los más profundos recodos de tu conciencia. # Aprecia, más allá del discernimiento que la mente esgrime lo grosero como antesala del sutil aroma en ciernes. Las palabras vacías y huecas como abono y mantillo de las Palabras de Vida que un día, necesariamente, has de pronunciar. # Para que tu olfato advierta, igualmente, el sonido de lo bello, el suave aroma del incienso o las resplandecientes luces que, insinuándose, deslizan los colores que resuenan en el sutil Espacio donde, con la amistad dévica en ti, juegas a un permanente diseño de creación bajo la mirada atenta y gozosa de “YO SOY” en ti. 58

Saborear la Vida Percibir el sabor de la Vida implica degustar lo bello y agradable que la Vida proyecta ante nosotros como, también, las visiones dolorosas de las que extraer la esencia de la experiencia.

Todos hemos asistido, en alguna ocasión, a un concierto de música clásica o, de manera más habitual, nos relajamos en nuestras casas oyendo esta u otra obra musical. Que, afortunadamente, los medios técnicos actuales nos permiten hacerlo. Ahora mismo, mientras esto se escribe, internet me proporciona una cantidad increíble de vibraciones con las que poder armonizar el pensamiento con la acción, ya que la música marca “cierto gusto” por 59

determinadas vibraciones. Es como el aroma de una comida, que nos atrae o repele, o nos mostramos

indiferentes ante ella. Sabemos, se nos ha dicho, que la música es un “alimento para el alma”. (Y habrás observado que, en un momento dado de la audición, tu “escucha plácida” se transforma en una atención silenciosa a unos determinados compases, una atracción poderosa hacia un tono, un acorde que un instrumento o una voz descuelgan del conjunto y que resuenan en tu interior de forma especial. Como si tú mismo fueras el compositor inspirado y, a la vez, los éteres por los que se propagan. Ese es un momento mágico, breve pero intenso, de “vacío y silencio” expectante. Breve quizás en el tiempo, pero intenso por sus vibraciones, por la armonía y por el “sentido del gusto” que te hace saborearlas.) Así, tal como la belleza se desborda por las ventanas del Corazón, mostrando una visión clara de la Vida, es como el gusto por la armonía activa los mecanismos y resortes que aguardan, pacientemente, en Él. Pero, a poco que apercibamos, que orientemos nuestra mirada hacia los impulsos de Vida que surgen del Corazón, es cuando la Vida toma un nuevo sentido, como una nueva verdad que se revela ante ella. (Saborear la “Vida” no es lo mismo que saborear la “vida”. Una sutil pero fundamental diferencia que, para percibirla, han sido necesarias infinitas experiencias de las que has ido extrayendo su esencia como protagonista real, que lo eres, de tus acontecimientos.) La Vida constituye el impulso que alienta cada uno de los instantes en lo cotidiano de nuestros días. Podremos prestar mayor o menor atención a dicho impulso, pero todo prosigue según los acontecimientos derivados de las causas y efectos que sembramos conforme avanzamos en Ella. Unas veces nos enfrentamos al dolor de una siembra errónea mientras que, en otras, degustamos el placer de los pequeños 60

triunfos. Es así en nuestra vida de acontecimientos sujetos a la Ley de Causa y Efecto. Y, en ese aspecto, caminar por el Sendero de Fuego exige un compromiso firme. Nada está al margen de la propia vivencia. Nada debe impedir apurar el cáliz amargo que la Vida nos invita a apurar. Tal como la escena de Getsemaní. Apurar la amargura, beber la copa hasta el fondo, apurar las consecuencias de nuestras acciones hasta vaciarla y percibir como el dulce sabor de la Ley de Compensación brota en ella. (La actitud física, las emociones o el pensamiento, con los que experimentas, creen que son los protagonistas de todo acontecimiento final hasta que, poco a poco, ajustan su sintonia a tu propósito, como Yo Interno, y asumen que constituyen, tan solo, herramientas de tu intención.) Herramientas que adquieren progresiva sensibilidad tal como, en los ensayos de una orquesta, los músicos afinan sus instrumentos para que surja de ellos las notas, los sonidos ajustados que den vida a la armonía de la música que brota de la batuta, la varita mágica, del director que la dirige y del compositor que la creó. Ante el mandato de “saborear la Vida”, surgido desde el Corazón, no caben dudas ni compromiso alguno entre las Ventanas del Alma y los sentidos de sus vehículos. Progresivamente deben armonizarse en la Intención Sintética por la que “YO SOY” expresa su Presencia. Y no pueden ser dirigidos argumentos a favor o en contra de tal o cual afinidad. (Nadie como tú conoce en el silencio de tu Corazón, acerca de su aspirada preferencia, el color, el aroma o el sonido que abren tus puertas a la captación de una Verdad siempre tan presta a mostrar un fantástico caleidoscopio de colores cambiantes que la elevan en busca de una Verdad mayor.)

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Y siempre persiguiéndola y cuando creyéndola atrapada como mariposa, su propia delicadeza hace abrir las manos del Corazón para no herirla y permitir que vuele en medio de la belleza de las flores, el canto de la naturaleza y las esencias que, como inciensos, son elevados en el altar de la Naturaleza creada para entregar sus Cualidades al que, con buen gusto, las reclame. (Pero ¿cómo reclamar las elevadas cualidades que anidan en ti? ? Como suscitar la apetencia al “buen gusto” para que se precipiten en “tu pequeña vida”¿. Quizás sea, como siempre ocurre, más sencillo de lo que, oportunamente, “algo” se empeña en entorpecer. ?Como servir en tu mesa los platos que, con buen gusto, ¿salen de la cocina de la “Vida”? Del secreto de esa cocina bien sabe el “chef” que encarnas y que te sugiere el mejor de los menús.) Pero ¿cuál es ese secreto? Tal secreto es, indudablemente, el Amor. ?Qué, más que el amor, puede suscitar el buen gusto en el Ser Humano? ?¿No es éste, acaso, hijo del Amor? Amor por lo “bello y armonioso”, amor por la “justicia”. Afinar los instrumentos del gusto, de disfrutar la palabra, la conducta y la recta intención con el diapasón de la Belleza. Ajustarlos para que el Amor que surge de nuestro Corazón impregne de suaves aromas el vino de la vida que puedan ser degustado por otros compañeros en el sendero de la Vida. Sea quienes sean y del Reino que sean. (El “gusto” es la entrada que pagas para poder asistir, en palco preferente, a lo bello de tu vida ya que en ella se desarrolla el misterio de la Vida en ti.) Un palco preferente instalado, desde el principio, en el Corazón de todo Ser Humano de buena voluntad, o no. Que “eso” solo lo sabe él, y no siempre, y la Intención que lo encarna. Esas minucias corresponden al “tiempo” creer que las juzga. En el “Espacio” tienen una explicación y en la “Síntesis” ya está juzgado si es que alguna vez hubo un juicio.

(Saborear la “vida” no es igual a saborear la “VIDA”. Y puedes hacerte una pregunta… ¿a qué te sabe? ¿no son acaso esos sabores la 62

esencia de la cocina en la que tu eres pinche, cocinero, chef y hasta el agradable sabor de la especia? La respuesta solo tú la conoces.)

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Sentido de proporción y delicadeza El “sentido de la delicadeza” es comprender y expresar la empatía por las cosas de una Humanidad de la que formas parte y adaptarte al lugar que, inevitablemente, ocupas en ella.

El sentido del tacto físico nos permite entrar en contacto directo con la materia. De los cinco sentidos físicos, contemplados dentro de las etapas de la espiral evolutiva, quizá sea el “tacto” uno de los sentidos que, ya sea de forma grosera desde la materia o sutilmente a través de la energía, permite conocer y expresar, en nuestro entorno, todo lo denso que constituye la Vida en manifestación. Y como todo el calendario biológico del Ser Humano está relacionado con los anteriores procesos evolutivos, recordemos que en lo menor se encierra lo mayor, el “tacto” nos sugiere que es el más antiguo sentido y, en apariencia, el más primitivo. Y solo en apariencia porque lo primitivo no indica, precisamente, lo menos evolucionado, sino lo más antiguo. Y, por tanto, lo más experimentado en la densidad de la materia. El "tacto" fue el primero de los sentidos que la recién nacida

Humanidad pudo desarrollar, a lo largo de grandes edades, para poder adquirir conciencia de la materia densa de la que se debía revestirse disponer de las herramientas adecuadas a un medio definitivamente 65

sólido y sujeto al dolor y al placer. Como sabemos, el sentido del tacto es el primero en madurar en el desarrollo embrionario del feto. Los niños, en el momento que inspiran las primeras bocanadas de aire, responden instintivamente a este sentido y se aferran, fuertemente, al dedo de la pediatra o de la enfermera, cosa que a estas les permite valorar la, digamos, normalidad y respuesta física del recién nacido. En el útero de su madre, el desarrollo embriológico de un niño y, observando atentamente, la Ley de Analogía nos va indicando las anteriores fases en las en las que se desarrollaron los sentidos en la Raza Humana. Así, el "tacto" permite al niño contactar con el mundo que le rodea para, en la medida que crece y tal como ocurre con el conjunto de la Raza Humana, ir transformando su primera fase receptiva en una creciente fase de experimentación y conocimiento que conducirá, en su momento, a la potencia de la irradiación ya que el tacto, el necesario “sentido de la proporción”, se expande más allá de las barreras aparentes que la naturaleza parece imponer. Más allá de la sensibilidad de la piel ya que forma parte de la Cualidad del Alma que se expresa a través de sus vehículos cuando éstos no lo impiden. El tacto, físicamente hablando, nos permite conocer las cualidades de los mundos densos, más para reconocer e interactuar con las cualidades de los mundos sutiles, el tacto es un elevado atributo del Corazón que abarca, en su conciencia, toda expresión de vida que penetra en Su círculo. (Así, el Sendero de Fuego, de la Vida, obsérvalo, sugiere ser adaptable para ajustar tus pasos a los pasos de los hombres y contar con el debido tacto como para intuir las posibilidades de todo ser humano y comprender las carencias a través de las que se expresa.)

El tacto nos sirvió para reconocer rugosidades, asperezas y peligros. Otras veces nos ayudó a recoger los frutos, no sin cierta desmesura que, una vez controlada, contribuyó a desplegar las alas de hombres y mujeres, transmutándose, progresivamente, en “sentido de la proporción y delicadeza” y comenzando a deslizarse por el sendero de la generosidad, el entendimiento y la comprensión. Constituyéndose, así, en el aura abarcante de nuestra luz en medio de otras luces ya que toda forma, toda materia, es luz densificada y, 66

por tanto, la Luz es la esencia de todo ya se manifieste en lo material o en la sutilidad. (La Luz es el vehículo que sustenta y transporta las cualidades de tu Yo Interior a los planos densos en los que te expresas. Tú eres Luz.) Así, la materia es una aparente realidad para el tacto físico, pero, es cierto, existen universos luminosos para las manos que no rozan las cosas con la piel, sino que su roce es una irradiación del Alma tal como cuando la pequeña gota de agua, que es el hombre, se deja impregnar por los misterios del Océano Divino cuyas aguas se agitan en las olas del Amor. (El Amor es sutil y suave en su tacto. Y, queriéndolo así, que el roce de tu vida con las otras vidas sea un roce compartido de Vida.) El “sentido de la delicadeza”, el tacto, nos debe indicar la sutileza con la que el Amor debe manifestarse, aunque vaya revestido de dureza. En el Sendero hacia el Fuego se nos sugiere la “adaptabilidad” con el fin de ajustar nuestros pasos a los pasos de los hombres. Ser adaptables nos sugiere contar con el debido tacto como para intuir las posibilidades de todo ser humano y comprender las carencias a través de las que se expresa. Que toda ventana que se abre en el Corazón es expresión de Amor. Y el tacto, la delicadeza, es quien lo anuncia. Así, el tacto

surgido del Corazón ya no levanta su mano para herir. Ya no abre su boca para que por ella se precipiten palabras vanas sino, antes bien, palabras surgidas del Altar de Fuego en el que son pronunciadas. Que toda palabra es creadora y el tacto es el artesano que modela esa creación. Por ello, justo es percibir que las “Manos del UNO” , están presentes en toda expresión de la Vida. Que Sus Manos expresan los pensamientos del hombre y que las formas que surgen son el resultado de la sutileza con la que el escultor, utilizando el cincel y el martillo, ataca el duro pero frágil mármol mientras que el “sentido de la proporción” desliza sus manos sobre los suaves recodos que, del mármol, manos artesanas han hecho surgir. 67

Tal debe ser así la intención en nuestra vida. Transformar la áspera piedra que nos lastra, en delicada expresión con la que nos elevemos. Que ambas posibilidades están a nuestro alcance. Y es cierto que, a la dureza de sus golpes, el escultor debe unir la virtud de su prudencia ya que, de no ser así, un mal golpe puede arruinar su obra. El artesano que se deja moldear por la guía de su Yo Interior usa de las medidas adecuadas, el sentido de la proporción amable y la corrección.

Unas reflexiones. # El "portal de la adaptabilidad" suaviza tu tacto ante las formas que la Vida te sugiere fuera de ti mismo. Adapta tus manos, tu piel y la energía que se extiende más allá de ella... a las formas, a la sutilidad de la expresión de las infinitas formas con las que la Vida se expresa y te obsequia. # La adaptabilidad implica que las aguas de Vida que surgen de tu Corazón desbasten la piedra áspera que aparentas ser, y alejándote de los tiempos que miden distancias y formas, redondear, así, tus acciones, sentimientos y pensamientos. # De forma que la redondez de tu conciencia no ofrezca obstáculo a

la conciencia de otros hombres. Que sea adaptable y dispuesta a deslizarse, que no arrastrada, por las Aguas del Rio de la Vida. Rio que no converge en ningún océano, sino que, antes bien, se adapta al Océano del Misterio Divino que alberga en ti. # El "Portal del Corazón", traspasando su umbral, te invita a permitir que tu tacto se expanda para incluir en tu conciencia toda forma de vida. Y que toda forma de vida no es sino el resultado de un Vacío Creador de Plenitud en el que la VIDA no se proyecta, sino que existe eternamente. # Implica "contactar" con el impulso sutil de la belleza, la serenidad y el silencio en ti. Un contacto que debe elevar las manos para bendecir y jamás para herir. # Toda distancia es un límite y que el sentido de la proporción sutil de un pequeño "Aquí y Ahora" es la clave que elimina toda distancia, todo limite. #

Palpa, desde la delicadez de tu Corazón, los misterios que 68

trascienden todo Alfa y Omega. Todo principio y fin. Sé la síntesis de ti mismo. # La Voz Interna te aconseja… ten prudencia... actúa con tacto... Un tacto que debe surgir de la divina proporción con la que mide tu Alma, el sentido de la proporción divina, tal como el número áureo de la divina proporción se expande y que no es sino la divina expansión del Amor en espirales ilimitadas e infinitas. # Hablar, percibir, sentir el "tacto" de tu Corazón es, necesariamente, percibir, sentir, tocar, llegar a las puertas de otros Corazones con los pasos de la sensibilidad. # Que todo tacto sensible a las cualidades divinas que despiertan en tu Corazón es garantía de que toda huella que tus pies dejan en el sendero constituye un fuerte indicio para los pasos de otros hombres. # Que las huellas que tus pies dejen en el camino sean un alborozado indicio de la Luz que ya se asoma en tu horizonte. Sobre el Altar de Fuego que se alza en el recinto sagrado de tu Corazón. # ?Puedes imaginar tu vida con una ausencia total del “tacto”’? Se te antoja difícil, ¿verdad? # Siendo así, ?Puedes sentir como tu tacto se expande más allá de todo límite? ?No te conviertes, por ello, en “Lo” que realmente eres¿ No te impulsa tal visión a percibir el cálido aliento del Fuego Sagrado

en ti? # Y sin apego a las herramientas. Sin métodos. Tan solo la suavidad del “Sentido de la Delicadeza” que se precipita desde la ventana de tu Alma. # Traspasar el "portal del desapego" implica, necesariamente, no aferrarte a tu propia obra. # Exige, sin exigir, que abandones, a sus puertas, todas las herramientas que te han traído hasta su portal. En tu Interior ya no existen materiales en los que el tacto deba trabajar duramente. # Allí tan solo se respiran los aires de la Libertad que surge tras desprenderte de toda posesión. Ya no son necesarias tus manos para valorar la riqueza o sufrir la pobreza. # Asomado a la ventana de tu Alma, que toda palabra o mirada de caricia, tu caricia, sea el desbordar de un tacto prolongado que se 69

extienda más allá de los limites aparentes que los sentidos físicos te muestran. # Desapegarse de las formas es amar, sin condiciones, el contenido que alberga.

El “sentido Común”

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¡Cuántas veces hemos oído aquello de que el “sentido común” es el menos común de los sentidos¡ Parece como si, como Humanidad, estuviéramos en permanente lucha con nosotros mismos…

(Has bebido mejores o peores vinos a lo largo de tu vida. Quizá, en ocasiones, los has bebido de forma despreocupada, como acompañamiento inadvertido de nuestra comida, pero no han faltado ocasiones en el que un color, un tono, un aroma… te han aconsejado degustarlo con moderación dejando impregnar tus sentidos por un alejado sabor a frutas, por su grado de acidez, la dulzura o el poso que deposita en el paladar. Como si en tal acción, breve e intensa, pusieses en juego la capacidad de percibir la suma de cuanto te es agradable y que armoniza, a su vez, con la síntesis, igualmente breve e intensa, que tu propia vibración expresa.) Así, tal como degustar esa copa de vino, el “sentido común” se expresa como la síntesis de los sentidos, sentimientos, recuerdos o pensamientos mediante los que nos movemos, actuamos y decidimos tanto en los acontecimientos cotidianos como en la decisión con la que nuestros pies depositan sus pasos en el sendero de la Vida. Es difícil encerrar, en palabras, la vara de medir con la que valorar nuestra vida a través del sentido de la corrección que siempre se apresta a sujetar toda desmesura. Una corrección que es el resultado de tan diversas variables como se han ido depositando tanto en los recuerdos de nuestra pequeña vida como en la esencia depositada en el aura del Alma a lo largo de tantos y tantos descensos a la materia. El alcance de su importancia tan solo puede ser percibido quedamente en la voz que, desde el silencio, surge del Corazón advirtiendo la atención y dirigiendo nuestra Intención unas veces, mientras que en otras dejamos que se diluya en aras de adaptación inmediata e interesada a cuanto nos rodea. (Unas veces demandas “sentido común” en los aledaños, en el círculo que integra tu vida y otras te requieres para reintegrarte en él. 71

Pero debes ser compasivo contigo mismo ya que ello forma parte del aprendizaje que, a través de los errores, rememoras, todos lo hacemos, progresivamente, nuestra real y elevada Naturaleza. ¿En cuántas ocasiones has oído aquello de que el “sentido común” es el menos común de los sentidos? ¡Parece como si te vieras obligado a una permanente lucha contigo mismo! Una lucha librada por el ansia de beber la copa dulce del libre albedrio o por el amargo vino de la obligación y la responsabilidad. Una lucha por encontrar el equilibrio entre los dos pares de opuestos que siempre se muestran activos en tu vida.) Pues bien, observemos como “el sentido común” siempre es el impulso que lleva al fiel de nuestra balanza a moderar todo contrapeso. A reponer fuerzas aquietando todo impulso no ponderado con la moderación y el discernimiento. Mucho se ha utilizado el término “sexto sentido” para referirnos a “cierta capacidad” que va más allá de los sentidos con los que interactuamos con un mundo del que, naturalmente, formamos parte. Un “sexto sentido” que lo tenemos en consideración cuando nos proponemos meter en un mismo saco todo aquello no es posible describir y, menos aún, explicar. Hablamos del sexto sentido como de una herramienta extraña que permite vislumbrar todo cuanto pudiera estar más allá de la materia, pero dicha concepción no es sino un “cajón de sastre” en el que guardamos nuestra ignorancia y la sacamos a pasear para explicar lo desconocido. (Ha sido necesariamente así pero, al leer las indicaciones que se hallan en el Sendero de Fuego, quizá te veas obligado, la Voz intima te impulsa a ello, a dejar atrás toda especulación en el sendero de los fenómenos y leer claramente sus indicaciones que, por otra parte, representan para ti, como caminante, la síntesis de todo cuanto ya fue, de lo que experimentaste en el sendero del tiempo y, ahora, del propósito que, surgiendo de tu “YO SOY”, ya lo percibes en la Luz que comienzas a vislumbrar.) El sentido común, se nos presenta como el resumen, la síntesis, de 72

la aplicación en la vida de cuanto conforma el bagaje sicologico y de potencialidad Interna que cada Ser Humano ha acumulado en su ya larga trayectoria. Como es evidente, inclina a la moderación, la mesura y ¿por qué no¿ a la consideración natural y espontanea de los consejos que, en una pequeña joya, Jeddu Krishnamurti nos regalaba en su libro “A los pies del Maestro”. Es decir, “discernimiento, recta conducta, carencia de deseos y amor”. Todos estos ingredientes, sumergidos en la coctelera de la Vida, constituyen una asombrosa bebida con la que tonificarse para seguir, siempre adelante, en el Sendero de Retorno. Quizá sea necesario, en muchas ocasiones, no valorar ni extraer conclusiones precipitadas por las apariencias que una mera e interesada comparación nos haga percibir, de forma que, aplicando la dosis del “sentido común” de la que cada uno es capaz, ver y contemplar todo acontecimiento con los “ojos del Alma”. Verter en ellos el colirio de la comprensión y el entendimiento de las circunstancias ajenas y no juzgar precipitadamente cualquier acontecimiento que se produzca y que, incuestionablemente, forma parte de un proceso mayor en el cual está inmerso. Y al hablar de “los ojos del alma”, como lo podemos hacer del resto de los sentidos, nos referimos al Corazón. Contemplar y ver con la compasión que nuestro Corazón está capacitado para expresar. (Percibe, con “sentido común”, la presencia de la “maestría” de la Vida. Olfatea su proximidad y acompasa tus pasos a su ritmo. Asume que las fragancias que surgen de las meras apariencias languidecen al paso del viento y del tiempo.) Sentido común para percibir “Su Presencia” y que se manifiesta a través de los mil y un detalles en nuestra vida cotidiana y no para imponer “nuestra presencia”. Todo ello con el sentido común que nos aleja del letal veneno de las apariencias y nos aproxima a lo grato que cada ser humano expresa, surgiendo desde su propio mundo interior, en el mundo de las formas. 73

Y, como no, sentido común y tacto, mucho tacto. No exigir a otros hombres y mujeres un paso más allá de que lo que éstos puedan y sepan otorgar. (Da primero el tuyo y, con sentido común, acompasalo al paso de los otros hombres. Que el tacto de tu palabra no hiera. Que el tacto de tu fugaz mirada no agreda y que el tacto de tus manos no ofrezca sino bendiciones allí donde se posen.) Que, en el sentido del tacto, en una espiral superior, se halla la clave del tacto amoroso, comprensivo y compasivo como antesala del cierto y definitivo “Contacto” que debe producirse en las inmediaciones del “YO SOY” en uno mismo. Así pues, ¿podemos comprender como el “sentido común, es, en muchas ocasiones, el “menos común de los sentidos”? ?Lo orientamos en la brujula que guía nuestra vida hacia espacios luminosos? Unas reflexiones. # Así, surge una pregunta. ?Es demasiado costoso poner una pizca de “sentido común” a todo cuanto percibes en tu vida? # Aplica el “sentido común” no para juzgar sino para oír, orientar y situar los acontecimientos de tu vida en el contexto de lo trascendente y no tan solo en lo pasajero e interesado. # Impregna tus palabras de la palabra que la Vida desea expresar a través de ti. # Degusta todo cuanto te es posible degustar sin alterar la armonía de tus propias leyes. Degusta y saborea, con sentido común, cuanto de agradable te ofrece lo bello y no precisamente del continente sino, más bien, del contenido. # Aprecia el sabor de las lágrimas ajenas como aldabonazos a las puertas de tu propia conciencia y permite que sea el “sentido común” el que, como buen portero, muestre la amabilidad hacia quienes demandan las frutas que maduran en tu particular “paraíso”. # Saborea el lenguaje que no hiere y la visión que no compara y no juzga. Saborea la compañía de lo agradable al Corazón, aunque desagradable a la mente. 74

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El “sentido del humor”

Tu “sentido del humor” se nutre de la inocencia de “Lo” más íntimo de ti mismo. De ”YO SOY” en ti.

Con toda probabilidad, casi todos hemos leído o, al menos visto, la película “En nombre de la rosa”, de Umberto Eco. En ella asistimos a las pesquisas del monje franciscano Guillermo de Baskerville y de su discípulo Adso. Nos viene a la memoria esta película porque a todos cuantos la hemos visto nos impresionó profundamente y por diversos motivos. Umberto Eco traslada a su obra la contradicción constante a la que, por motivos religiosos y, sobre todo, de ignorancia, se vio sometida la Humanidad durante toda la Edad Media. Sus secuelas todavía colean, desafortunadamente. Entre otros, un detalle vital en el argumento es la aparición de un libro, una joya de la época helénica, escrito por uno de los

padres del pensamiento occidental, Aristóteles, quien, junto a Platón constituye uno de sus pilares. Tal libro es “La Comedia”. Un libro en 76

el que se glosa la epopeya y la tragedia de la vida, pero, también, la risa y el final feliz de casi todo acontecimiento. Este hecho no podía pasar inadvertido para Jorge de Burgos, un anciano monje temeroso de que la risa y la felicidad fueran las puertas por las que se colara el diablo para corromper las almas de los hombres. Pues bien, considerando esta cuestión, es como, automáticamente, surge la reflexión acerca de la propia motivación que sugerimos desde estas páginas. Si Jorge de Burgos, con una visión atormentada de la vida veía en la risa el frontispicio del infierno, permítasenos contemplar la felicidad y la propia risa surgida del Corazón como el pasaporte al “cielo”, es decir, a lo mejor que cada hombre y mujer encierran en sí mismos. Abrir las ventanas del Corazón es precipitar por ellas lo mejor que podemos ofrecer al mundo. La ventana por la que se precipita el “sentido del humor”, ya que es abrirla a todo cuanto de positivo se encierra en el infinito marco de la Vida y que es patrimonio, no hay duda de ello, de toda la Humanidad y de cuantos “dioses” nos acompañan en la empresa increíble de despertar a la Voz del “YO SOY” en el ansiado “Sendero de Retorno”. De ahí podemos deducir que el lenguaje, la clave con la que el Corazón abre sus ventanas es el “Sentido del Humor”. Un sentido que es, quizá entre todos ellos, el que más concita, abiertamente, la transferencia de amor, comprensión y entendimiento entre los hombres. Cuando se apela a negociar “a cara de perro” se está sembrando la semilla de un próximo fracaso tas una aparente victoria. Por el contrario, cuando se exponen las razones surgidas del Corazón y la necesidad del entendimiento, los resultados deben ser duraderos y buenos para el conjunto. Una practica que en estos tiempos no está, precisamente, muy extendida ni entendida. Así, cabe atreverse a decir que el “Sentido del Humor” es el lenguaje con el que Corazón viste de gala el encuentro entre dos personas y hasta de cada uno de nosotros consigo mismo. Es un momento señalado, en el calendario del Alma, en el que una palabra 77

amorosa, una mirada incendiada por la Luz o un gesto de amistad entre dos seres se escribe con el lenguaje transcendente de la alegría e inicia una nueva vía de entendimiento. (Abrir tus ventanas del Corazón al “sentido del humor” es desvestirte, automáticamente, del lenguaje de la seriedad, lo “establecido por las normas” y la interesada visión de cuanto te rodea en la vida.) Es la puerta abierta a la generosidad con la que derramamos nuestras miradas de alegría al mundo. Con cada una de esas miradas, con cada guiño de complicidad que intercambiamos. Con cada abrazo sincero y potente que regalamos, nuestro fuertemente instalado egoísmo se va diluyendo, como el fuerte granito en la corriente de un rio, hasta pulirse en el entendimiento y suavizar toda diferencia hasta desaparecerla. Ese es uno de los grandes trabajos que la Humanidad debe realizar. Quizá el más importante. (Tu “sentido del humor” se nutre de la pureza más íntima de ti mismo. En dicho espacio no ha lugar a roces estériles y todo fluye dentro de la armonía y la profunda amistad que mantienes con cuantos seres te acompañan, y acompañas, en una Senda cuyos pasos se recorren sin mirar atrás y sin calcular la llegada.

Que la vereda que transitas sea una alfombra de flores que has sembrado en el Corazón de otros hombres.)

En el “Humor” de lo bello no hay espacio para la chanza, la burla o la complicidad interesada de la mente. No hay lugar para denostar desgracias ajenas ni chistes con los que siempre “uno” hace de listo y “otro” hace de tonto. No, ese no es el glorioso sentido del “Humor”. (Justo es que “des fe”, como notario de ti mismo, que toda la creación, en realidad, está diseñada para hacer felices a sus criaturas. Y permitir que el buen humor sea el pincel del que surgen las chispas de Luz que se esparcen por el lienzo de tu vida. ¿Qué no siempre es así? De acuerdo. Pero, sábete, que ese lienzo colorea sus 78

formas de claroscuros que, progresivamente, menguan hasta, como un espejo, reflejar tan solo tu Luz. Y que la Luz que se desprenda de ti, este directamente relacionada con la potencia, la sabiduría y el buen hacer con los que construyes el “triángulo de la complicidad” en tu vida. Un triangulo luminoso entre la Vida que expresas, la mirada de pureza que abres al mundo y la sintonía con la que otros Corazones te reciben.) En las concavidades justas y perfectas del “Triangulo de la Complicidad” se produce el reencuentro entre las Almas que, al celebrar el banquete de la Vida, es el “Buen Humor” el buen vino con el que lo celebran. El “buen humor” está presente en los encuentros de los hombres, así como, por Ley de Analogía, en los encuentros de las almas y, naturalmente, de cuantos ya han trascendido su condición humana.

No es cierto que el Universo conspire para hacernos desgraciados y sufrir sus consecuencias. Antes bien, la Creación está a nuestro servicio puesto que todo forma parte de un TODO que es Amor, Sabiduría y Voluntad en su aspecto absolutamente perfecto. Y que la sonrisa es el cauce por el que se desparrama la alegría divina y las penas se hacen más livianas. Las propias y las ajenas. Definitivamente, el “sentido del humor” es un gran acto de Amor. Comprobémoslo y, por favor… ¡Seamos felices¡ Concluyamos con unas cuantas reflexiones. # El Buen Humor de lo mejor de ti, es la puerta que debes abrir para que el bálsamo de la empatía y la comprensión se filtre por ella. # Y para que la empatía engrase tu vida, la “adaptabilidad” es el lubricante que debes utilizar. 79

# Adaptarte implica renunciar a tus aristas. Someterte a la acción de las aguas con las que redondearte y comprender las razones ajenas que, posiblemente, son tan poderosas como las tuyas. # Que tu “comprensión” sea el termómetro que marque el nivel de cuanto has vivido, experimentado y aprendido. # Bien sabes que la intolerancia es la más palmaria manifestación de desamor que puedes sembrar en tu vida. # El Buen Humor que surge de tu Corazón es el combustible que te impulsa a la colaboración y colaborar es obsequiar a quienes esperan una sonrisa tuya, un “buenos días” inesperado o un apoyo en sus vidas. # La ventana del Buen Humor es por la que se precipita tu inteligencia. Comprendes, sabes, colaboras, renuncias. # Todo ello no es sino la medida de la Sabiduría que expresas a través de la inteligencia. Bien lo sabes. # Y cordialidad. ¿Cómo no va a haber cordialidad en tu casa? El sentido del Buen Humor que irradies en un apretón de manos, una mirada compasiva o en una risa abierta y limpia no son sino algunos de los dones que siembras en tu vida y que ¡te acercan a la Vida¡

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El don de la palabra

El “sentido de la palabra” es el “Fiat”, el hágase en los mundos del tiempo y también del espacio. La “Palabra” hace reverberar los éteres de la “nada” dándoles forma conforme a Su Vibración. 81

(Al comenzar este capítulo me asalta una reflexión, una sugerencia, y es que las palabras siempre deben ir precedidas por el silencio. Espero que mis pensamientos se vistan de ese silencio antes de precipitarse en la pantalla de mi ordenador.) La Medicina Tradicional China, asocia la relación y el aspecto morfológico de los diversos órganos del cuerpo, entre otros aspectos, con los meridianos energéticos, con su recorrido y la zona del cuerpo regada por la energía nutricia denominada “Chí”. El equivalente al “Prana” de la tradición hindú. Por ejemplo, las fosas nasales, vistas desde abajo, adoptan la forma de los pulmones mientras que el pabellón auricular semeja la forma de un riñón y, en el caso que nos ocupa, la lengua, en su amplitud, la forma de un corazón. (Por cierto, por algunos médicos occidentales bien es sabido que una buena irrigación salivar de la punta de la

lengua aquieta las pulsaciones del corazón.)

Este simbolismo de la Naturaleza, es evidente que, nos invita a valorar la importancia de las palabras, la vibración que expresan y su repercusión en los éteres y en el ánimo de cuantos la escuchan. De ahí, la importancia de que seamos conscientes de que nuestras palabras, surjan y sean expresadas, de forma creadora, desde el Corazón. En los mundos de la densidad, damos cuerpo al pensamiento a través de la palabra. A vibraciones que agitan la densidad de la materia y que reproducen lo que es propio de la intención con la que han sido pronunciadas. Ahí radica el misterio de la “Palabra”. En su vibración. Palabras a veces parlanchinas, pero otras amorosas, sabias y prudentes. Pero, desde luego, siempre creadoras. La palabra es la varita mágica con la que agitamos la Naturaleza y su intención y fuerza es la que nos permite abrir las ventanas del Alma ya que, cuando es elevada, es desde allí como se pronuncia y resuena en los Corazones. Hagámoslo con una potencia y efectividad que convierta la “Ventana de la Palabra” en un torrente generoso de Luz. La palabra, tal como lo es una mirada o un roce, es una fuente de 82

entendimiento entre las personas y, desde luego, entre todo cuanto ocupa un espacio en nuestra pequeña vida. Transitamos por el Sendero de la Vida. Corriendo unas veces en pos de un afán, a la pata coja otras, según el día se presente, o tranquilamente, reflexionando acerca de uno mismo y acompañados de nuestra Conciencia de la que somos compañeros inseparables, ya que como se suele decir en las bodas: “Para lo bueno y lo malo”.

Hablamos constantemente de muchas cosas. Nos hacemos preguntas y en cada una de ellas anida la respuesta que, hoy o mañana, se revelara. Hablamos de como recorrer el Sendero que nos aproxime a la Verdad, de cuál es el propósito que nos impulsa en él. Hablamos de la mente y de todos sus interrogantes, o del Corazón como el motor que nos alienta en el peregrinaje o de la Luz que se proyecta desde sus ventanas y que, algunas veces percibimos como ilumina nuestros, las más de las veces, inciertos pasos. Hablamos de la Vida, de la vida de los hombres, y hablamos de “Aquel de Quien nada se puede decir”, tal como, por ejemplo, ThotHermes nos sugiere sabiamente. Y también, en este recodo del camino, quizá hablamos del poder del Verbo, de la Palabra. De la ventana del Alma que lo expresa, siquiera tímidamente, salvo cuando las ventanas se abren, claramente, para que la Luz de “YO SOY” se proyecte desde ellas. En el constante dialogo con nosotros mismos utilizamos las palabras que brotan de nuestro pensamiento. Las fortalecemos con el aliento del Corazón y las sembramos en el sendero de la Vida, alentados por el Fuego que nos impulsa a dicho propósito. Y caminamos y conversamos acerca de muchas cosas, pero, siempre en un soliloquio de palabras que adquieren forma, se hacen carne, en nosotros mismos. Se dice que “somos lo que comemos” pero, quizá más cierto sea aquello de que “somos lo que pensamos”. — ¿Cuál es, realmente, el misterio de la Palabra? — Bien sabes, sabemos los dos, que la “Palabra” figura, en casi todos los textos llamados sagrados como la Causa de la Creación. Pero, ahora, lo importante es que ese misterio” ocupe un lugar en tu 83

entendimiento ya que, ¡como tantas veces hemos comentado¡, “lo que es arriba es abajo”. — Cierto. Esa afirmación, en muchas ocasiones, me ayuda a intuir, y hasta comprender, los motivos y las formas de cómo se organiza la Vida. — Es una afirmación, una Ley, como tantas veces has comprobado, que dispone el escenario en el que tus relaciones con los hombres, y de todo cuanto ocupa un lugar en la esfera de tu Creación, se organiza. — Así lo entiendo. Pero ¿Cuál es la presencia de “Lo” que se suele denominar Dios al aplicar dicha Ley en la esfera de nuestra Humanidad? De ti, de mi… — Ocupa el lugar que los Seres Humanos, tú en mí y en nuestra condición humana, ocupamos dentro de la Escuela de la Vida. — Entonces entiendo que por analogía Él es humano también. — Estamos hablando acerca de la Cualidad Humana del UNO y de Quien, como bien sabes, nada puede aseverarse, decir o especular. — ¿Cómo podemos, pues, percibir “Su Humanidad”? — Eso tan solo podemos percibirlo en la medida que “Su Voz” resuena en nuestro Corazón y lo hace con el idioma, las palabras y el entendimiento que nuestra naturaleza humana expresa de “El Mismo”. Y esa “Voz” es Su Palabra. Y, como que lo que es arriba es abajo, tu palabra es un eco de “Su Palabra”. Ambos, pues, el mismo. — No debemos, pues, sino admitir intuitivamente, con el Corazón, que efectivamente, nuestra cualidad Humana, la de todo Ser Humano, no puede escapar a la Ley de que estamos hechos a “Su Imagen y Semejanza”. De que somos una expresión de la “Cualidad Humana de Dios” y, por tanto, divina y perdurable más allá de las formas. Tu eres, yo soy, ambos somos “Hijos de Dios” eternos. Somos la promesa del Cristo que se reconoce a si mismo y, pronunciando la Palabra, se autodefine como tal. Y siendo “Hijos del Fuego”, hijos somos de sus Cualidades. Es posible que en alguna rara ocasión hayamos oído una frase referida a “la tierra de sus palabras “ ó “el aire, el agua de sus palabras”. Quizá, pero en muy rara ocasión. Pero si, con seguridad, hemos oído mencionar algo así como “el fuego de sus palabras”, como algo contagioso, estimulante, impulsador y en las que se vierte el pensamiento o el aliento del Alma, 84

del “YO SOY” en el mundo denso que cobija nuestras experiencias. El Fuego Sagrado que alienta en lo más elevado del Hombre es, tal como el Sol que Lo nutre, “creador, iluminador y consumidor”. Así son nuestras palabras creadoras. Inspiradoras de espacios donde reconocemos la Vida a nuestro alrededor. Palabras creadoras como el Fuego Creador, que impulsan con su vibración todo espacio al que llega su resonancia. Palabras ardientes pronunciadas con el propósito elevado de la Buena Voluntad hacia la Creación. Palabras transmutadoras, como el Fuego que consume las escorias de la materia en el atanor de la Vida. Palabras que, atravesando las barreras del tiempo, lanzando sus dardos de “aquí y ahora” hacen surgir, en el atanor, el oro de la victoria sobre el pasado, sobre la muerte. Como el Fuego Iluminador, palabras iluminadoras. Palabras lanzadas generosamente a los éteres. Lanzadas como rayos de Luz hacia otros Corazones y que, aunque inadvertidamente, disuelven las tinieblas pasajeras que, en ocasiones, todo pretenden envolver. Tal “como arriba es abajo”, la “palabra”, nuestra palabra a semejanza del “YO SOY” en cada Ser Humano, no es sino el resultado misterioso del pensamiento y la vibración que la ha motivado. Tal es la grandeza de la Humanidad. Quienes, un día lejano crearán conscientemente, crearemos con la Palabra, hoy practicamos con la rudeza de nuestras manos y del impulso humano del que nuestra alma se reviste. La Energía del infinito Espacio nos proporciona la amplitud del aparente vacío y nuestras palabras, nuestras acciones e impulsos lo llenan de Luz. Y, en llenando nuestra vida de Luz, es cómo podemos abrir la puerta de nuestro Corazón para que, en su momento, el “YO SOY”, como un Padre amoroso y justo, desvele en nuestros oídos la Palabra Sagrada por la que, Él mismo, nos ha creado. 85

Quizá, en ese momento, se culmine, o se inicie, un esplendente proceso para el Hombre que, dotado del “Don de la Palabra”, se transforme en el Mago Perfecto. En un Cristo. Reflexiones # Que la “Conciencia” de tu Corazón se pasee por la más alejada de las galaxias. Que ocupe la más pequeña parcela de conciencia de sus dimensiones, todo ello fruto de Su Palabra. La que en Su Pensamiento recrea nuevos espacios. # Lo que, al principio, en ti constituyó un sonido áspero, breve y seco para expresar la brevedad del pensamiento, debe culminar en la expresión de la “síntesis” del “YO SOY” que eres y pronunciada a través de tus vehículos. # La síntesis que surge de todas tus pasadas experiencias en los tiempos y de la creatividad gloriosa que te espera en el futuro. # Que las palabras que surgen de las palabras sabes que son las palabras cotidianas de la vida. No son esas palabras las que deben adornar la ventana por la que abres tu voz al mundo. # Tus palabras surgen y se pronuncian con la energía que las proclamas desde tu Corazón o como hijas de tus pensamientos. Sea como fuere, siempre son el resultado sonoro de la vibración de ti mismo y del propósito con el que las pronuncias. # Así, el conjunto de las palabras que pronuncias y los silencios que las meditan, constituyen la “síntesis” de ti mismo. Quizá, en ocasiones, estridentes y de tonos poderosos. Otras suaves y reflexivas. Unas veces de silencio incómodo y otras de silencio creador. Pero al final, en su conjunto, constituyen la obra musical a través de la que expresas tu visión de la Vida y hasta el rol que desempeñas en Ella. # Es importante, vital para el trabajo del Alma, saber crear los adecuados espacios de silencio y hacer un buen uso de la palabra. # De todos es sabido que una palabra puede abrir, mágicamente, las ventanas de la Vida como, también, herir profundamente , hasta de muerte, a quien se destina con los filos del odio. La palabra es una espada poderosa que puede alzarse para proteger a los débiles, para destruirlos o para hacer vibrar los éteres de la Vida. 86

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Sentido de Unidad

Nos encontramos ante el sentido a través del que el Corazón, ventana de una infinita mansión a través de la que la “divina presencia del YO SOY” sintetiza todo impulso de Vida. Nuestra mirada se ha sentido reconfortada por el paisaje desde la posada de “La Buena vista”. Hemos abierto nuestros oídos a la “Voz” y percibida “Su” siempre cálida compañía. Su tarjeta de visita la hemos guardado en el casillero del “Buen Gusto” del Corazón y la “sensibilidad” nos ha insinuado lo bello de la Vida cuando es compartida. Hemos abierto las ventanas del ”Sentido Común”, el “Humor” y, ¿Por qué no? también nos hemos aproximado al poderoso “don de la palabra”. Un don que refleja en cada Ser Humano lo que de creador es en realidad. En todos ellos nos hemos dejado acunar por la Vida. Y bien sabemos que Ella es la síntesis ya que todo cuanto forma parte del Gran Propósito Creador es una invitación a que abramos los poros de nuestra piel, la sutileza de nuestros sentidos y la luz de los átomos que nos sustentan en las formas, a vestirnos de Humana Divinidad. A que percibamos el “sentido de la unidad” que nos ciñe, en una piña sagrada, a la Vida. 89

Todo en nuestra vida es la síntesis de nosotros mismos. Cada pensamiento, cada acción, palabra. Todo acontecimiento. Cada impulso hacia arriba, hacia el Corazón, o cada lastre que nos ata a la materia son hijos de la síntesis, de nosotros mismos, que hemos creado. Y, así, participamos con nuestra pequeña síntesis en la síntesis de la VIDA en la que, en el infinito tablero de Su MENTE, todo forma parte de un gran “puzle” en el que las piezas, poco a poco, son colocadas para, al final, reflejar la Perfección con la que el TODO planea Sus Proyectos. Así, “unos con la Vida” allí donde se manifieste. En una mariposa, una flor o un ser de cualquier alejada galaxia. Que todos constituimos un pixel en Su Gran Tablero. Y sintiéndonos, en Él, como niños… (Unos con la Vida cuando, en la recién estrenada primavera de mi infancia, en los días que el calor se dejaba sentir y los amigos, al salir del colegio, nos íbamos al rio. Libres de padres y de obligaciones. Libres y felices. El camino de verdes ribazos estaba sembrado de melocotones, peras y melones que, para nosotros, era una despensa donde abastecernos, a hurtadillas de los labradores, de nuestra merienda. Y es que, uno con la Vida, para un niño, nada sabe mejor que lo conseguido por la gran aventura de la limpia emoción y, después, huir, como alma que lleva el diablo, hacia el rio. Un rio de aguas limpias y cantarinas en las que, desnudos de ropa y prejuicios, nos bañábamos en un remanso que la Vida nos tenía asignado. Un rio en el que sus aguas, unas con la Vida y centelleando, se rompian entre las piedras iluminadas por el sol, gastadas por el roce y que siempre, sean tus oídos de niño o anciano, reproducen el canto de retorno a la fuente cristalina. Unos con la Vida eran los juncos que, en sus pequeños remansos, eran las pistas donde aterrizaba el capricho de las libélulas de muchos colores, mientras que las arañas de agua dulce, como patinando, se deslizaban entre ellos. Nuestros chillidos y risas de niños felices, eran un tributo a la alegría y a los dioses mediterráneos que, seguro, nos 90

observaban desde sus cielos. Ahora, ya pasados muchos años, los gritos infantiles guardados en el Corazón desde antaño, cobran vida cuando la sequedad de la madurez se deja invadir por el recuerdo, por el canto de las cascadas de agua, por los trinos de los pajarillos que, aquí y allá, chapoteaban en el agua. Todos éramos “unos con la Vida”, mientras que el recuerdo de esos niños que quedaron atrás, es una invitación a sentarse bajo la fresca sombra de un álamo y observar, oír, ver… y, sobre todo… silenciar en el escenario con el que la Naturaleza nos obsequia.) Unos con la Vida al abrir nuestros sentidos, tal como las ventanas del Alma se abren al mensaje de la Vida y nuestras palabras no tienen espacio sino para el silencio que es, sin duda, el lenguaje más expresivo. En ese recuerdo, en esa vivencia anida el “espacio de silencio” para el que no deseas que nada, jamás, rompa su encanto. Y es que el rio, el agua, la libélula y el calor del recuerdo en el Corazón son hijos de la atemporalidad de la Vida. Podemos ser uno con cuanto nos es afín. Quizá en un sentimiento de autoprotección. Pero ser uno con la Vida es acogerse al sentido de la Unidad Universal. Entender toda creación como la infinita variedad del TODO en el que “todo”, dioses, hombres, reinos, cada impulso de la Vida, cada átomo es tenido en cuenta y amado. (Hace un tiempo tuve el privilegio de pasar unos días en un país del Norte de Europa. En medio de paisajes espectaculares, de fiordos por los que el mar se introduce en medio de la belleza. Un país donde “cierto sentido de unidad” hace que ni una sola casa, ninguna, tenga rejas instaladas en sus ventanas. Me hizo reflexionar acerca del grado de la similitud que se produce, respecto de las ventanas del Corazón, cuando nuestra actitud ante la Vida es abierta, cordial y humana en el mejor sentido de su expresión. Pues bien, también reflexioné acerca del agua. Agua por las montañas, por los ríos, mares y valles constantes de lagos incontables. Y cascadas, muchas cascadas y saltos de agua. Tanta agua que, por momentos, tuve la sensación de que me hablaba asegurándome acerca de que la gota de agua que yo veía salpicar sobre una roca, allí, era la 91

misma gota de agua que se rendía en las arenas de una playa tailandesa. Que el agua es como un cuerpo inmenso en el que sus moléculas están unidas, unas a otras, en un mismo propósito. Tal es el “sentido de la Unidad” que la abraza hasta el último rincón del planeta. Las más de las veces vestida de sal, otras de contaminación, a veces pura en lo alto de la montaña. Otras fuerte y potentes sobre las cosas de los hombres… pero siempre la misma agua. Exactamente igual que con el espacio de los hombres. Distintos en color según zonas, expresión distinta según idioma, costumbres distintas según tierras… pero siempre los mismos hombres y mujeres con sus problemas y sus anhelos aquí y allá. Y todo ello como reflejo de la “Unidad” que nos es propia en los Mundos Internos donde el flujo de la Unidad es como el aire que respiramos en este. Tan absolutamente necesario e invisible que no se concibe la vida sin él.) Quizá el “Sentido de la Unidad” sea la ventana del Corazón por la que se precipita la clave del misterio del espíritu cristico que envuelve a la Humanidad. Sea consciente de ello o no. Sean los símbolos religiosos una rememoración, o no. Lo cierto es que todos tenemos esa extraña sensación del “paraíso perdido” y, desde luego, en él tan solo contemplamos la absoluta fraternidad dentro de la Unidad. Quizá, para concluir este tema, deberíamos hacer una alusión a la unidad de la que algunos hijos de la Humanidad ya disfrutan y que, desde luego, en el transcurso del Tiempo y la visión de Espacio, seremos todos, absolutamente todos, quienes reconozcamos nuestra identidad divina y la disfrutemos. Nos referimos a la unión íntima entre la Energía y la Fuerza que nos sustancia. (Los textos orientales aluden a esta energía como dévica y otros como angélica).

Pues bien. Cuando esa unión sea reconocida y aceptada, el Alma de cada hombre o mujer, se hará consciente de su propia naturaleza, como Energía y, a su vez, la Energía se impregnará de la naturaleza de los hombres en un abrazo de tan intensa Luz que abrirá, con la Luz de la Compasión, las ventanas hacia el mundo de los hombres, y, además, definitivamente, a la Luz del “YO SOY” que aguarda, pacientemente, como en la parábola del “Hijo Prodigo”, el momento del retorno a la Casa del Padre. 92

Momento álgido de la “Unidad” definitiva con Uno Mismo. Con TODO.

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Capitulo IV Reflexiones desde el Corazón # Vuela en la síntesis de un todo, de un impulso que surge de tu naturaleza más profunda e interior a la que no hay palabras para definir. # Observa como pronto establecerás un nuevo campamento base a mayor altura. Un campamento en el que la “síntesis” de cuanto eres y representas elevará tu ánimo y aliento al ascender a un monte desde cuya cima tan solo se puede divisar, y asumir, la belleza resultante del esfuerzo, de la heroicidad de haber recorrido senderos que, en los mundos de la densidad, han templado las Cualidades innatas y divinas en tu Corazón. # El aliento del Fuego forjó las piquetas, el piolet o trenzó las cuerdas con las que otras mujeres y hombres, avanzados de la Raza Humana, te preceden en la ascensión. # Busques donde busques. Andes donde andes. Sendero que trasciendas o extraña vereda que encuentres siempre, todos ellos, te han conducido, y lo harán en el devenir de tu vida, a la Fuente de Fuego Eterno que se encuentra en la Plaza Mayor de tu Corazón. # Todo átomo que alienta de ti, toda molécula, cada impulso que surge y guía sus pasos en ti y de ti, se acompasan al ritmo marcado por el propósito de la Vida tal como ésta se ajusta al sonido creador que emite la divina Presencia del “YO SOY” en ti. # Es el amigo, la Luz, que siempre camina junto a ti ya que tú eres su fuente, el cauce y la caldera donde enciendes tu mirada para iluminar el espacio que de ella se irradia. # Sábete que tú eres Luz. Que tus tinieblas no son sino un espejismo que tú mismo creas para aprender a disiparlas. Es tu “alta escuela de magia” en la que te descubres, sitúas y engrandeces. # Sábete que la Luz es la materia en la que envuelves tu Esencia y que, por tanto, tus sentidos son las ventanas por las que se proyecta la Belleza de ti, cómo y por donde penetra la Belleza de la Humanidad y toda criatura de la Creación. 95

# Quizá, en este momento, es cuando puedas comprender que muestras, tan solo, una mera apariencia de la auténtica naturaleza que impulsa tu vuelo en la Vida. # Siempre has gozado sabiéndote acompañado de otras voces. De los dioses o de quimeras. De leyes, dogmas y religiones. De verdades siempre espúreas. Pero, ahora, elevas en la cumbre capricorniana de ti mismo, un silencio y un vacío dolorosos como el grial de un "aquí y ahora" de ingravidez y síntesis entre pasado y futuro. # Un “aquí y ahora” atemporal, a caballo entre un pasado de lo que fue y un futuro que, a la más mínima, también fue. Una sensación íntima, un vacío, una síntesis de la Vida que destellea fugazmente deslizando trazos y colores sobre tu trabajo. # Abre los ojos al trazo de tu lejano horizonte. Despliega tus alas y llena tus pulmones del fresco aire de las alturas de forma meditada, lenta y prolongada.

# Advierte la orden pronunciada por la “Voz del Silencio” que, como un eco, resuena en todos y cada uno de los átomos de tu cuerpo y del pensamiento. # ¡Abre tus sentidos! ¡Ábrelos como ventanas a la Vida que te rodea completamente tal como lo hace el aire! Hazlo en un “Aquí y Ahora” total y definitivo. # ¡Que tus sentidos sean las ventanas por las que se asoma el YO SOY al mundo! ¡Que sean las puertas por las que el mundo penetre en Su espacio! # Los sentidos son, necesariamente, las puertas que te abren a la Vida y las ventanas por las que se precipitan los dones que se acumulan en tu interior. Es decir, la Luz de tu Alma. # Abre, pues, tus sentidos a una nueva interpretación de la Vida. No permitas que se cristalicen en la belleza del pasado. # Crea el vacío en ellos para que se precipite la belleza de lo atemporal. # Vacía tus sentidos de la necesidad y llénalos con las llamas que brotan de la Fuente que hay en la Plaza Mayor de tu Corazón. Y mira y observa. # Advierte que tus pensamientos, para “sentirse vivos” no quieren, 96

no pueden comprender que tan solo constituyen una ilusión, un inconsistente reflejo de la Mente Creadora que, en los mundos elevados, expresión de “YO SOY” en ti, ella sí “Es” una realidad. # Propicia, pues, la apertura de tus ventanas al mundo. Haz de la alborada el presagio de un nuevo día, de un nuevo ciclo de la Vida, el que tu pensamiento comienza a descubrir que no es capaz, tan solo por sí mismo, de descubrir los secretos que se ocultan en Ella. # Permítete poner un rostro a esa Luz ¡permítetelo¡ ¡Es el tuyo...¡y es el de todo hombre o mujer con quien te cruzas por cualquier calle o convives en cualquier momento del día. # Hazlo, “Aquí y ahora”…

En el mes de Octubre del 2019

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