Libro - El Socialismo Del Siglo XX - Claudio Rama

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IJBROS DE

EL NACIONAL

El socialismo del siglo XX El deb.uc Rdurma-RcvoluIAOO OPRESOR La concepción que define al Estado como expresión directa de las cla­ ses dominantes tiene su apoyo en el marxismo del siglo XIX y, más concre­ tamente, en Engels. Éste articuló una reoda del Estado basado en los estu­ dios antropológicos e históricos realizados en el siglo pasado sobre la con­ formación de los Estados en las sociedades prehistóricas. Según dichas in­ vestigaciones, el Estado nació cuando la sociedad de dividió en clases, y estas se conformaron solo cuando nacieron los excedentes económicos que permitieron que una parte de la sociedad trabajara y que otra parte viviera a expensas de la riqueza creada por los sectores trabajadores. El Estado se conformó como el instrumento de una clase para imponer las condiciones de trabajo la otra, a la trabajadora. Gracias al control del Estado, una capa social pudo transformarse en clase dominante al utilizar la estructura de dominación política para ejercer el poder. El marxismo realizó una transposición histórica de cal concepción so­ bre el Estado primitivo y lo impuso como modelo permanente para anali­ zar la estructura estatal moderna. Habfa, sin embargo, algunos argumentos que permitCan realizar este forzamiento histórico: el Estado europeo cípico del siglo XIX estaba caracterizado por el ejercicio restringido del sufragio, la ausencia de funciones administrativas y la preponderancia de funciones militares por pane del Estado, definidas como las de juez y gendarme. Exis­ tÍa además una estructura de clases polarizada, por una parte, entre el re­ ciente proletariado y la nueva bmgucsfa en el ámbito urbano y, por otra pane, el campesinado y la aristocracia en el ámbiro rural. La plena vigencia de gobiernos liberales cuya filosofía política se sintetizaba en la consigna Laissez lassez i la inexistencia de una polírica social y la sobreex­

foire,

passer,

plotación de las clases trabajadoras completaban el cuad¡;o polícico. Todo

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ello, junro con la ausencia de una sociedad civil, del ejercicio de las liberta­ des y de la vigencia de las instituciones democráticas, de la separación de poderes y el imperio de la ley, permitió la confusión enrre el Estado y el Gobierno, derivando su definición en un simple brazo opresor. Tal concepción sobre el Estado condujo a Lenin a articular una teoría donde el Estado, en canco órgano de dominación de clases, tenía su única oposición en la Revolución con la consiguiente destrucción del Estado. Lenin establecía que "la liberación de la clase oprimida será imposible, no sólo sin una revolución violenta, sino también sin la destrucción del apara­ to del Poder estatal". Bajo su concepción, la Revolución no era sólo el me­ dio de acceso al poder sino que además era el único mecanismo para impo­ ner el conjunco de los objetivos políticos que detrás de ella se buscaban. Al respecto, Lenin expresaba que "el proletariado necesita el poder del Estado, una organización cencraliz.ada de la fuena, una organización de la violen­ cia, canco para aplastar la resistencia de los exploradores, como para dirigir a la enorme masa de la población en la obra de poner en marcha la econo­ mía socialista". Dos objetivos estaban inseparablemente integrados: por un lado l a lu­ cha por el poder del Estado y por el orro una lucha contra el poder del Estado. La Revolución buscaba la destrucción del Estado por los medios de fuerza en tanto requisito para articular otro Estado que permitiese imponer la construcción de una nueva sociedad llamada socialista. Claramente afir­ maba que "la revolución consiste en que el proletariado destruya el aparato

administrativo y rodo el aparato del Esrado, sustituyéndolo por otro nuevo, formado por obreros armados". Lenin estaba claramente influenciado por los anarquistas y los llama­ dos socialistas revolucionarios. Éstos promovran vías poHticas violentas a través de la colocación de bombas y su acción política se basaba en destruir hoy para construir mañana. Los objetivos políticos de Lenin desprenden un tipo de estrategia polr­ tica dual. Por un lado, con miras a debilitar el poder del Estado y, por el otro, a construir un segundo poder. El deterioro del poder del Estado y de sus instituciones o aparatos está vinculado a la conformación de un poder alternativo en tanto Estado y no meramente gobierno. Así, el incentivo a la

ineficiencia estatal, la negación del reformismo, el debilitar las institucio­ nes, negar el parlamentarismo o desprestigiar la Presidencia, constituyen los instrumentos prácticos de esta estrategia poHrica. La concepción leni­ nista de destrucción de los aparatos del Estado fue uno de los temas cenua­ les de debate al interior de la socialdemocracia. Kautsky fue uno de los que enfrentó esa concepción violenta. Para éste "la Revolución no debería conducir a una destrucción del poder del Esta­ do, sino siempre, pura y simplemente, a un cierto desplazamiento de la relación de fuenas denrro del poder del Estado y la meta de nuestra lucha

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política sigue siendo, con esto, La que ha sido hasta aquí: conquistar el po­ der del Estado ganando la mayoría del parlamento y hacer del Parlamento el dueño del gobierno". Un dato anecdótico que vale resaltar es que esta cira es registrada por Lenin en El Estado y Rtvolt�ción y respondida por él bajo los siguientes términos: "esto es ya el más puro y el más vil oportunismo, es ya renunciar de hecho a la revolución". Irónicamente será ScaJin posteriormente quién

la

reforzará a un grado elevado el peso y el rol del Estado y del Gobierno, en el marco del objetivo de construir el socialismo en un solo país y de ocorgarle auronom1a al país del sistema capitalista mundial.

LA CR.tACIÓN DEL CONTRAPOD'ER La conformación de un comrapoder es la clave central de la acción

revolucionaria que busca destruir a los aparatos del Estado. Muy somera­ menee podemos referir tres versiones de esta concepción de la praxis poUti­ ca. La versión leninista que se basa en la acción del movimiento obrero en canco que "sólo el proletariado es capaz de ser jefe de todas las masas traba­ jadoras" liderada por una vanguardia que introduce de fuera la ideología socialista. El objetivo no es la obtención de mejoras en el ámbico sindical, sino la creación de un poder alternativo. Tal concepción concluyó en la famosa consigna "todo el poder a los soviets" y en la suplancaci6n canco del poder central, como del propio poder de los mencheviques (opositores de los bolcheviques en los soviets). Otra versión proviene de Gramsci y podemos sintetizarla en la llamada "guerra de posiciones". Busca conformar en La sociedad civil distintos cen­ eros de enfrentamiento hacia el Estado, confrontando a la sociedad frente al Estado a través de la articulación de ceneros de concrapoderes. De fuerte sesgo anciparlamencario y consejista, tal praxis fue marcada por la influen­ cia del corporativismo de las primeras décadas del siglo como del propio tronco leninista. De hecho, cal concepción de la praxis polfrica y la versión leninista no son antagónicas sino inclusive complementarias, aunque con el correr del tiempo, en el marco de los partidos eurocomunisras, conduje­ ron al abandono del concepto de dictadura del proletariado, extremada­ menee vinculado a La versión leninista del concrapoder. Finalmenre, la versión foquisra, muy dominance en la década del sesen­ ta, y que hoy podemos identificar en La praxis del 26 de julio en Cuba, los movimientos guerrilleros en Cenuoamérica y también en Sendero Lumi­ noso en Perú. Las FARC de Colombia, por ejemplo, tienen en su origen una fuerte influencia china en el sentido que fijan sus bases de construcción de poderes fuera de las ciudades y su base social en el campesino para cercar las ciudades donde descansan las bases fundamentales del poder del Estado. Dicha estrategia en conrexcos de sociedades altamente urbanizadas se ex­ presó, a rravés de la traducción que hizo Oebray, en movimientos guerrille-

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ros de vanguardia básicameme militares y más idenrificados a sectores me­ dios profesionales como en los casos de Uruguay, Argentina o Chile. En esre caso el objeto de la praxis política era la construcción de un conrrapo­ der, no civil sino militar, a diferencia de las orras versiones que buscaban construir un conrrapoder civil de raíz rural campesina. EL EsTADO CONCIUAOOR La otra definición del Estado es aqueUa que lo contempla como la ins­ tancia de conciliación por encima de las diferencias de grupos, sectores o clases. Esta definición encuentra su génesis en la propia división social del trabajo que el desarrollo económico va generando y que deriva en la obliga­ ción de la exisrencia de una instancia de sínresis global, de reafirmación de la unidad nacional por encima de las diferencias sectoriales, regionales, ét­ nicas, grupales, etc. El desarrollo social -en tamo que proceso de diversifi­ cación de actividades y servicios- va generando una enorme variedad de grupos con sus disrinros imereses sociales. La democracia, al ser la articula­ dora de las diferencias y de los reclamos, es entonces la única modalidad de funcionamiento posible para estas sociedades. La democracia, en tanto que órgano complejo y dorado de un fuene tejido de relaciones sociales, es consustancial al Estado moderno como el

mecanismo articulador y sintetizador de las diferencias. El Estado va así

conformándose como la instancia de sínresis de la diversidad. Esta concepción sobre el Estado se expresó orgánicamente en la búsque­ da de la separación de los poderes ejecutivos, legislativos y judiciales como clave para el funcionamiento de la sociedad. Es en este senrido que el Estado constituye el factor de regulación de los equilibrios globales que requiere el funcionamiemo del sisrema de convivencia político y social. Tal función del Estado como instancia de conciliación y garante de los necesarios equilibrios sociales, ha permitido históricamente el que se consciruya como el factor de cohesión fundamental de una formación social, más allá de la cultura, de las instituciones o de la tradición. El Esrndo, en ramo que producto de una sociedad en una etapa determinada de su desarrollo, debe inclusive amorti­ guar y aminorar los conflictos para manrenerlos en un nivel de control socie­ tario. Por ser la formación social un sistema de equilibrio inestable en su interior, el Estado desempeña el papel de regulador por encima de intereses. A diferencia dcl Estado opresor, el Estado conciliador tiene un rol, un pro­ yecto propio, inclusive más allá de grupos, emias o clases. LA PRAXIS DE LA REF'ORMA

La definición del Estado como conciliador en tanto garante de los equi­ librios necesarios de la convivencia nos lleva a considerar la Reforma como la función primordial del Estado moderno. La Reforma como el mecanis­ mo de reconstrucción permanente de los equilibrios sociales, como la única 25

modalidad de amortiguar Jos conflictos sociales en una sociedad dorada de un amplio tejido social. La función principal del Esrado es promover la Reforma social como el (mico mecanismo de legicimación de los equili­ brios sociales, y bajo una única modalidad: la Reforma que renga el objeti­ vo de la democratización del poder. Así, bajo esca lógica, el desarrollo de reformas sucesivas es el funciona­ miento consustancial del Estado, y esce proceso sólo se puede realizar en democracia y en libertad, ya que bajo esras siruaciones las personas pueden expresar cuáles son los tipos y modalidades específicas de las reformas que la sociedad, como un rodo, requiere. El Esrado esrablece con la sociedad una función independiente de las cbses, de sus luchas y acuerdos, con la finalidad de promover las condiciones de desarrollo que amortigüen los confliccos y que manrengan los equilibrios sociales. Él acrúa como regula­ dor de la vida social y para ral dinámica, la Reforma es la palanca funda­ menea] de su accionar. La Reforma no es siempre épica, ni es siempre una fuerte palanca mo­ vilizadora de la sociedad, pero tampoco es la lógica burocrácica adminiscra­ civa del Estado. Es cotidiana pero silenciosa; no es momentánea sino per­ manente; no es espasmódica sino persistente. Por todo ello algunas veces se parece al mero accionar adminisuarivo del Estado, y cuando esto acontece, la imaginación social queda prisionera en la lógica burocrática del Estado. La Reforma democratiza el poder. y por eso la historia de las sociedades muestra como la democratización de la sociedad, la profundización de la democracia social, se produce a uavés de la Reforma. No con miras a la construcción de poderes antagónicos al Estado que paralizan al sistema político y social, y radicalizan el sistema de convivencia ciudadana, sino con miras a la ampliación de los espacios de participación ciudadana en la tarea del desarrollo social. Por eso la Reforma comienza desde el Esrado o desde la sociedad civil, y debe expresar las necesidades fundamentales de los ciudadanos, pero también debe ser democrática y consensual. Debe estar

legitimada, y por eso muchas veces debe ser tamizada a través del Parlamen­

to, de la sociedad civil o de los partidos. en ramo represenrames de rodas las volunrades populares. La sociedad sólo avanza social, económica, cultural y políticamente a cravés de la Reforma, y el papel del Estado debe ser el promover ese movi­ mienco de cambios que final menee se expresarán en políticas públicas. Con­ trariamente, sin la Reforma, una sociedad se detiene, se paraliza en su ac­ cionar, y como codo cuerpo inmóvil es rápida presa de sus perseguidores. Muchos de los que aspiran paralizar las reformas no lo hacen únicamente por sus conrenidos sino porque sus lógicas polícicas sectoriales se afirman en la negación de la Reforma, en la negación del Estado, en la afirmación de "su" revolución, en la afirmación de su propio Estado .soñado, en el conservatismo de sus intereses. 26

LA BATALLA Di-. LAS INTERNACIONALES: LA LUCHA ENTRE LA Il lNTI:.RNAC!ONAL SOCIALISTA Y l.A I I I INTERNACIONAL COMUNISTA

La II Internacional nació en el marco de la lucha contra las corrientes anarquistas dominantes en la I Internacional. Buscaba establecer una enca­ denación tanro con el pasado socialista de comienzos del siglo como con las ideas de libertad, igualdad y fraternidad que fueron la bandera de la Revo­ lución Francesa. De alH que su primera reunión constitutiva fuera en París el 14 de julio de 1889 en el centenario de la coma de la Bastilla; de allí que su primer programa fuera tildado de reformista por los anarquistas. Esta plataforma política hada referencia expresamente a la lucha en el sistema legislativo y estaba redacrada de forma de imposibilitar la participa­ ción de los anarquistas en esta nueva lmernacional. Sin embargo, diferen­ cias sobre los mismos remas se replantean nuevamente cuando en el seno de la II Internacional se produce posteriormente la revisión teórica del marxismo por parte de Bernstein así como también la participación de ,

ministros socialistas en diversos gobiernos de coalición. Los marxistas orto­ doxos habían coincidido con los reformistas en la lucha contra los anar­ quistas por su concepción terrorista y el rechazo a los instrumentos del estado moderno como las elecciones, el parlamento, los sindicaros, etc. Sin embargo, pronco los marxistas ortodoxos fueron los adalides de los debates contra la Reforma frente a la Revolución, al igual que contra las demás derivaciones teóricas a que conducía el revisionismo. Durante estos años las discusiones en los Congresos de la Il Internacio nal constirufan elaboraciones reóricas con escasa aplicación práctica común dada la auwnomía de acción de los discinws grupos. Así, los debates sobre el colonialismo, las huelgas generales o el revisionismo, no condujeron a una división dentro de la Internacional sino a un proceso de definiciones teóricas y de reagrupamientos sobre la base de los dogmas del marxismo. Es en ese camino como se asientan las bases de la futura división de la Interna­ cional. Tuvo que ll egar la I Guerra Mundial para que el cisma se produjera cuando se escogieran estrategias distintas, como lo fue la solidaridad inter­ nacional versus la lealtad nacional. La li Inrernacional, nacida de la experiencia de la l lmernacional anar­ quista extremadamente cemraliz.ada, se había dorado de un amplio margen ­

democrárico expresado en la autonomía de acción por parte de sus partidos

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miembros. Hubo algunos que opcaron por coparcicipar en gobiernos de coalición al tiempo que otros se mantuvieron en oposición frontal. Así, las discrepancias y la división que enfrentaron al movimiento socialista no se debieron inicialmente a la alternativa Reforma-Revolución sino a la posi­ ción adoptada por los respectivos partidos frente a la guerra y a sus gobiernos. La 1 Guerra Mundial dividió a la 11 Internacional. Para algunos era

dominante la solidaridad y la lectura de Jas clases, para otros el eje era Ja Nación. El Partido Socialista francés y el plameamiemo de Jaurés estuvie­ ron en el cenrro de la polémica. Tal división de la Il lncernacional fue el resulrado canco de las derivaciones de la Guerra Mundial como de marcos teóricos marxistas que no valoraban las diversas "cuestiones nacionales". Imbuidos en una visión global y supranacional, los análisis marxistas no reconodan la existencia de la Nación como un concepto central de la lucha

política y de la realidad de los pueblos. Privaba una concepción donde las fronteras nacionales limitaban la solidaridad entre las clases. A pesar de esto, el internacionalismo proletario fue superado por los nacionalismos. La práctica disolución de la Internacional Socialdemócrata fue sin em­ bargo acompañada por sucesivos intentos de su reorganización. En uno de dichos intentos en Zimmerwald, 1915, Lenin buscó organizar otra inter­

nacional, conscicuyendo la génesis de la lii Internacional Comunista, la cual a su criterio "deberá organizar las fuen.as proletarias para el asalto revo­ lucionario a los gobiernos capitalistas, la guerra civil contra la burguesía internacional para conquistar el poder político". Una vez más, aún con convocatoria reducida (no participaron los reformistaS, ni siquiera aquellos que como Kautsky y Bernstein habían estado contra los créditos de guerra), dos posiciones se enfrentaron. Una que quería reconstruir la IJ Internacio­ nal, y otra que se orientaba hacia la conStrucción de una III Internacional. No fue hasta la Revolución Rusa que tal debate se replanteó, ahora en for­ ma virulenta, con el apoyo de la nacienre Unión Soviética y la fuerte visión internacional que Lenin y Trorski marcaron en su primera etapa. EL SOCIALISMO ÉTICO

La Revolución Rusa -a criterio de los bolcheviques- cambió el sentido y las funciones de la Internacional. Constituía un axioma para ellos que la guerra mundial preparaba el camino a la Revolución mundial, de la cual la Revolución Rusa era simplemente su fase inicial; el eslabón más débil de la cadena. Por ello, a partir de la Revolución, el objetivo leninista no era unir a codos los llamados socialistas en una organización común, sino movilizar sólo a los revolucionarios conera sus gobiernos y contra los reformistas como condición necesaria para llevar adelanre la Revolución mundial. El escable­ cimienco de una organización desde Moscú fue la l6gica conclusión de ello. Para los socialistas, por su paree, el proceso de reorganización de la Il Internacional constituía el objetivo primordial desde mediados de la gue28

rra, el cual recién pudieron llevar a cabo en Berna en 1919. Las diferencias ideológicas estaban totalmente delimitadas y la gran mayorfa de las delega­ ciones enFatizó la indivisibilidad del socialismo y la democracia. Al denun­

ciar la dictadura, se criticaba explkitamence a la polírica bolchevique. En la conferencia de Berna se afirmó que "una sociedad reorganizada, cada vez más penetrada por el socialismo, no puede realizarse y mucho menos esta­

blecerse permanenremence, si no descansa en los triunfos de la democracia y no está arraigada en los principios de la libertad". El efecto de esta reunión fue un rompimiento definitivo con la izquier­

da comunista, no menos decisivo que el que Lenin estaba incentivando desde la Conferencia de Zimmerwald. Las críticas se concentraban en la violación de la democracia que se produda en el régimen soviético, así como en el desconocimiento del derecho de los pueblos a disponer de sí mismos como en el caso de la absorción de Georgia por los bolcheviques. Orro puntO crítico fue la negación del pacifismo dado que los leninisras acepta­ ban el carácter fatal de las guerras. Sin embargo, también las diferencias teóricas eran cada vez más marca­ das. Henri de Man fue más lejos que Bernstein formulando la necesidad de mandamiencos éticos que sefialan móviles a la voluntad del socialismo. El líder belga expresaba que "el socialismo es una tendencia de la voluntad hacia un orden social justo. El socialismo considera justas sus reivindicacio­ nes porque juzga las instituciones y las relaciones sociales según un criterio moral universalmente válido" Así, no sólo se abandonaba el determinismo económico del marxismo, sino inclusive su racionalismo cientÍfico. Se ges­ taba un importante acercamiento a las concepciones filosóficas de Kant respecto a los imperativos éticos. La escuela austriaca será la que desarrolla­ rá más profundamente este nuevo proceso revisionista. Max Adler y Orto Bauer sostenían que la norma kantiana de considerar siempre al individuo como fin y no como medio estaba plenamente de acuerdo con los princi­ pios del socialismo. Que éste, afirmaban, sería una parodia de sí mismo si no tuviera como mera exclusiva el libre desarrollo de la asociación de seres

humanos. Esta concepción implicaba un regreso a las concepciones idealistas y ponerse en conrra de las concepciones materialistas. Kant proporcionaba a los socialistas un fundamento moral, dando nacimiento así al concepto de "socialismo ético". El neokantismo, como el revisionismo de Bernsrein, re­ flejaba una fe optimista en el socialismo por grados, y en canco que era racionalista se enfrentaba al hisroricismo evolucionista de Marx y Hegel. La escuela austriaca define un nuevo parámetro en la ideología socialdemócra­ ta: el imperativo ético en el socialismo, problema que canco los uropisras como Proudhon y los socialisras democráticos como Bernsrein y de Man coincidían en que debía constituir el eje central de wda acción política.

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A U\ BÚSQUEDA m. u\ Rf:VOLUC.IÓN MUNDIAL En esta época se desarrollaban paralelamenee dos movimientos. Por un lado se daban estos pasos hacia el restablecimiento de la Internacional So­ cialista bajo los auspicios de los socialistas parlamentarios de Europa Occi­ dental y el apoyo de los socialistas ami bolcheviques de Rusia y de los otros países sujeros ames al imperio ruso. Por su parte, los bolcheviques se apre­ suraban a llevar adelante su viejo proyecto de una nueva Internacional que excluyera a todos los pacifistas, a los que favoreciesen una política reformis­ ta en lugar de una política revolucionaria y a los que apoyasen al parlamen­ tarismo contra la dictadura del proletariado. A pocos meses de la Conferencia de Berna se produjo en Moscú la fundación de la III lnrernacional Comunista, en cuyo manifiesto de 1919 se expresaba cajanremenre que se conformaba como el organ ismo de lucha para dirigir el movimiento comunista inrernacionaJ sobre el principio fun­ damental de "subordinar los intereses del movimiento de cada país a los intereses generales de la revolución como un todo". Se proponía el estable­ cimiento de esta III lmernacional Comunista, no como una federación Aexible de partidos políticos nacionales independienres al estilo de la Se­ gunda Internacional, sino como un organismo basado en una autoridad centralizada que controlarfa todo el movimiento revolucionario mundial. Los partidos comunistas de cada país debían considerarse no como organis­ mos independientes con derecho a determinar individualmente su polftica y su dirigencia, sino como una simple sección del todo, donde el Komin­ tern (Comité Ejecutivo) podía pasar por encima de las decisiones no solo de los respectivos ejecutivos nacionales, sino inclusive de los Congresos de cada país. Los estatutos conferían al Komintern un amplio poder de inje­ rencia en todos los asuntos de los partidos comunistas afiliados, poder que clarameme se verificará en las décadas del veinre y del ueinra no sólo en las constantes purgas en las secciones nacionales sino en el establecimiento de líneas de acción polfricas absolucameme distanciadas de las condiciones concretas de cada país. La Internacional Comunista estará indisolublemente ligada a la Revo­ lución Rusa. Será su propio brazo ejecutor internacional y su más fiel y puro instrumento ideológico en codo el mundo. Pero no era únicamente un instrumento para exportar su revolución, sino que era el aparato que debía darle permanencia a su propia revolución. Al menos fue así hasta 1924, cuando Sralin levantó la teoría del socialismo real en un solo país. De allí la importancia que le dieron, de allí la centralización que ruvo, de alH su alta dependencia de Moscú. Para los primeros bolcheviques, la Revolución en Europa era condición necesaria para la esrabilidad de la Revolución Rusa. La rarea de la I J l Internacional era defender la Revolución a partir de la transformación revolucionaria de Europa. "La guerra civil -decía el mani­ fiesto- es una paree necesaria de la revolución", por la cual se hada necesa-

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rio "una lucha sin cuartel no sólo conrra los partidos laboristas. . . sino tam­ bién contra el cenuo socialista que trata de revivir la Segunda Internacio­ nal". El primer congreso de la 111 Internacional Comunista realizado en Moscú tuvo como objetivo inicial la creación de partidos comunistas a par­ tir de divisiones o transformaciones en los propios parridos socialdemócra­ tas, por lo que el enfrentamiento entre ambas internacionales pasó a ser violenro. Al año siguiente, en 1920, cuando el segundo congrc.'iO de la III Internacional Comunista aprueba las famosas 21 condiciones de incorpo­ ración, se le agrega al enfremamienro un manual rígido de cómo debían hacerse las revoluciones. Los resultados eran más trágicos. Los intentos de establecer revolucio­ nes casi forzadas -como en los casos de Alemania, lralia y Hungría- condu­ jeron al fracaso generalizado y a la muene de decenas de hombres que se enfrentaron inclusive a regímenes democráticos. Además, favorecieron di­ rectamente a la contrarrevolución al incemivar la polarización social y la

lucha armada. La historia ha dejado testimonio de como el radicalismo irracional condujo a la confrontación milirarizada en la Europa de los vein­ te y, en consecuencia, al lenw ascenso del fascismo. La lnrernacional Comunista realizaba una acción sujeta canto a los vai­ venes de la lucha polítiC3 al interior de la Revolución Rusa como de su propia polfrica exrerior como Estado. Las sucesivas purgas de TrotSlci, Zi­ nóviev y Bujarin significarfan sucesivas etapas de Ja polfcica de la Interna­

cional que generarían a su vez sucesivos fracasos. Así, la Internacional Co­ munista pasó de la polírica del Frenre Unido a la política de Clase contra Clase, en la cual ranro el fascismo como la socialdemocracia eran vistas simplemente como las dos caras de la dictadura del gran capital. Ello para finalmente concluir en la política de los Fremes Populares que propendía a la construcción de una gran alianza contra el fascismo a través de la revalo­ rización de la democracia y la vía electoral, estrategia que permitió los triunfos de Francia y España en la década del treinta mienrras ascendfa el fascismo en roda Europa. Todo esro señala una política cambiante y oportunista mediada exclusivamente por los intereses de la unión Soviética como Na­ ción que se develará fina!mente en los Pacros de 1939 enrre Molorov en Canciller de Stalin y Ribbenrrop el Minisuo de Relaciones Exteriores de llider. Sin embargo, el balance de los Fremes Populares de la década del trein­ ta generará huellas indelebles para los socialistas, huellas que llevarían a muchos a no querer reperit esas experiencias. Ft SE'\OERO DEL SOCI.\USMO nt�10CK.-\ l tCO

La política práctica de los socialiStas duranre la primera etapa de esra epoca mosuó varios resultados favorables. Los socialistas austriacos triunfa­ ron en las elecciones de 1923, y a comienzos del 24 el Partido Laborista

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Británico tuvo sustanciales avances electorales que lo llevaron a la forma­ ción del primer gobierno socialista. Unos meses después Herriot llegaba al poder en Francia a la cabeza de una coalición radical, y canco en Dinamarca como en Suecia los socialistas aumentaban sus fUerzas electorales pudiendo integrarse a gobiernos minoritarios. Incluso rodas las reivindicaciones so­ ciales y laborales obtenidas después de la Guerra se mantuvieron incólumes a pesar de la recesión generalizada y los ataques patronales. Para 1925 las rareas de la l l Internacional Socialista se encaminan esen­ cialmence al mejoramiento progresivo de las relaciones internacionales en lucha conrra la guerra y por una paz estable, así como el mejoramiento de las condiciones de vida de la clase obrera mediante esfuerzos parlamenta­ rios y sindicales. Será esta dinámica la que esueche más sólidamente los lazos entre los partidos socialdemócratas y el movimiento obrero. A dife­ rencia de la etapa previa a la 1 Guerra Mundial, la Internacional Socialista descansaba su estrategia política en la estrecha colaboración con los sindi­ catos, a pesar de no definirse ya como una representación político-social de los intereses de los trabajadores, sino como una organización política. En esra erapa el peso del Parcido Laborista inglés era dominante, tal como an­ teriormente lo había sido el Partido Socialdemócrata Alemán, hasra los le­ vanramienros de 1 9 19. La JI y la III lncernacional compitieron por el apoyo de la clase obrera, al menos hasta el 23 de agosto de 1939 con la firma del pacto de no agre­ sión entre Hitler y Stalin. Este pacto y su protocolo adicional secreto sobre la delimitación de las esferas geopolíticas de interés permitió La invasión nazi a Polonia y así deslegitimó totalmente a la I I I Inrernacional Comunis­ ta al asociarla a ral "engendro". Morfa así polfticamenre el aparato destina­ do a exportar el socialismo real. Jurfdicamence la IIl Internacional Comu­ nista desapareció en 1943, cuando Stalin la disuelve para demostrar su bue­ na volunrad con los aliados Durame la década de los 30, la Internacional Socialista buscó promo­ ver polfticas de reforma social que al tiempo propendieran a la democrati­ zación y socialización de las sociedades. También pretendía detener la cre­ ciente polarización de las fuerzas políticas y sociales promovidas por la con­ frontación entre comunismo y fascismo como alrernarivas de sociedad. Sin embargo, la gran depresión del 29 incenrivó la radicalización, más aún cuan­ do la Ill Internacional no sólo verificaba sus análisis sobre la crisis final del capitalismo -el viejo debate sobre la teorfa del derrumbe- sino que además legitimaba una concepción del socialismo como resulrado de la crisis eco­ nómica y no como una profundización de la democracia. Así, la década de los 20 rerminó con una nueva aplicación de la polícica de Clase contra Clase que facilitó la instalación del fascismo en varios paf­ ses, especialmente en aquellos donde se habfan sucedido inrenros revolu­ cionarios importados. Este proceso conduda a inclinar La opinión pública 32

hacia regímenes aucoritarios y así, cuando el fascismo definitivamente arra­ só los últimos vestigios de democracia, el Komintern cambió rápidamente de línea, reconociendo ahora la importancia táctica de la lucha contra el fascismo y el apoyo a la democracia. Pero ya era tarde. La expansión de esta polírica estaba golpeando los cimientos mismos de las teorías del gran de­ rrumbe y de la crisis final del capitalismo que visualizaran Lenin y Rosa Luxemburgo. En esta época Kondratieff formula su teoría de las ondas largas del capitalismo en la cual se muestra cómo el sistema funciona a través de un proceso continuo de expansión y depresión asociado a ciclos tecnológicos. Sus teorías y sus propios datos fueron censurados y él fue trasladado a S ibe­ ria Al formular la teoría de que el sistema capitalista funciona a través de ciclos regulares, Kondratieff golpeó al cenrro mismo de la teoría leninista que sosrenfa que el sistema capitalista estaba entrando en una crisis final y que, por ende, la carea de los revolucionarios era acelerar su crisis final para pasar a la siguienre etapa, e1 socialismo.

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LA IDEOLOGÍA DE LA SOCIALDEMOCRACIA CONTEMPORÁNEA El socialismo no es en última instancia más que la aplicación de la democracia a la to­ talidad de la vida social. Djilas, La sociedad imperfecta

Tanto la década de los veinre como la de los rreinta fueron atravesadas por el enfrentamiento teórico y práctico emre las posiciones socialistaS y comunistas, expresadas ambas en sus respectivas organizaciones internacio­ nales. Ow-anre dicho período, la ITI Internacional Comunista asumió diver­ las del Frente Único, la de Clase contra Clase ( 19281934), la de los Frentes Populares (34-38), la del Pacw Germano ( 1 9391941) y finalmente, antes de su disolución, la de los Frentes Anrifascisras (41-43) Estas líneas fueron el resultado de las luchas internas en la Unión Soviética y de las disrinras concepciones sobre el papel de la Unión Soviética (revolución permanente o socialismo real en un sólo país). También esras líneas tenían como objecivo construir su propia esfera geopolítica de influencia externa, bien fuese promoviendo divisiones en los partidos socialdemócra­

sas líneas políticas como

taS, bien fuese persiguiéndolos o prohibiéndolos como en la Unión Soviéti­ ca. El trabajo de zapa y la división del movimiento socialista internacional, el desconocimiento del pacifismo y la violación de la democracia interna, fue­ ron los cernas centrales de las protestas y reclamos por paree de los sociaüscas a los comunistas. A ello se le unía la crfrica a una dinámica que condujo la dirección política de La Rusia posrevolución de un sistema pluriparcidista a un sistema de partido único. Terminó siendo un sistema de una sola fracción interna en el Partido, para concluir a su vez en el gobierno de un sólo diri­ gente: Sraün. Se criticaba que la política de enfrenramienco y de polarización de la Ill lnrernacional procuraba la reducción del espacio político de la so­ cialdemocracia, aún a cosra del irresistible ascenso del fascismo cal como ocurrió, para luego a su vez darle la espalda al resro de Europa al aliarse con Hider, hecho que marcó su propia liquidación como lncernacional. DISOLlJCIÓ�

Y

RECO�STRUCCIÓ:-.1 DE G\ lNTFR'IACJO:-iAL SOCIALDEMÓCRATA

La II Inccrnacional disuelta en la Primera Guerra Mundial y reconstrui­ da luego de ésta, dejó también de existir cuando en 1940 la Alemania nazi ocupó Bélgica, lugar donde escaba la sede. Los líderes socialdemócratas emi­ graron mayorirariamenre a lnglarerra y a Suecia, en donde mantuvieron diversos agrupamienros. Sin embargo, dichas organizaciones no tenían ni autoridad ni mandato para represenrar a la socialdemocracia internacional. 35

El Partido Laborista de Inglarerra era el único parrido con peso real. Disponía de un aparato partidario legal y ejercía poder político reaJ gracias a su participación en el gobierno. Este Parcido Laborista, reorganizado en su forma actual en 1 9 1 8 a parcir de la Sociedad Fabiana, fundada a su vez en 1884, constituía el vértice ideológico donde se unían el socialismo, el liberalismo y la democracia. No proveniente del marxismo, el laborismo construyó una teoría evo­ lucionista del socialismo. "Lo que el socialismo quiere es evicar extremas diferencias de ingresos económicos que dividan a la sociedad en clases inca­ paces de entremezclarse en iguales términos". lndicaban que el camino era "sólo mediante la deliberada y continua intervención del Estado". Sin em­ bargo, no proponía una intervención estatal generalizada sino que afirma­ ba la necesidad de "rechazar la idea de realizar esa transformación mediante la propiedad pública (socialización) rotal ya que ella conduce al totalitaris­ mo". Agregaba que se requiere la intervención del Estado, no para privar a la gente de su derecho a adoptar decisiones y aceptar responsabilidades, sino para alterar la distribución de poder, de modo que se manrenga el equilibrio y ningún interés privado sea privilegiado. "Una economía socialista es una economía mixta" afirmaban. A su vez, los laboristas indican por primera vez la necesidad de amparar y representar polícicamence a los consumidores, a los cuales consideraban como los más perjudicados en la lucha entre los empresarios y los sindicaros. La oera presencia destacada estaba en Esrocolmo. Uno de los grupos de socialdemócratas exiliados que trabajaban por una polfcica socialista para la Europa de posguerra se encontraba ahí. Eran parte activa de este Comité, Willy Braudt, Bruno Kreisky y Gunnar Myrdal, quienes jugarían poste­ riormente destacados papeles políticos en sus países. Fue de esca inscancia de donde partió, en 1943, una resolución relativa a los "objetivos de paz de los socialistas democráticos", documento que constituirá el puente teórico entre las concepciones de la Internacional de ames de la Segunda Guerra Mundial y los principios de la actual Incemacional Socialista. En él se deda que "la verdadera victoria sólo será alcanzada cuando se superen las condi­ ciones sociales e internacionales de las que surgió el peligro nazi y fascista", indicando que "los socialistas democráticos se sienten solidarios con los movimientos nacional democráticos de las colonias y luchan contra los pre­ juicios de contenido racial y la discriminación de los pueblos de color''. La reconsrrucci6n de la Internacional Socialisra era uno de los objeci­ vos cenrrales tanto del grupo inglés como del grupo nórdico, cuyas postu­ ras y concepciones marcarán a la nueva ll lncernacional de posguerra.

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LA GuERRA FRiA v L'\ TERCERA FuF.RZA La reconstrucción de la II Internacional Socialista constituyó un proce­

so que comenzó desde el fin de la U Guerra MundiaL Luego de sucesivas reuniones concluyó en el Congreso de 1951 en Frankfun con la D�clara­ ción cú principios d� la Internacional Socialista, en la cual se establecían los objecivos socialistas de la nueva fase. Esta etapa que se abría en la socialde­ mocracia, además de ser continuación de las tradiciones históricas, era el resultado de la nueva realidad geopolítica de las grandes potencias, signada por la Guerra Fría. Los últimos años de la II Guerra habían promovido la unidad de las fuerzas antifascistas, a tal punto que inclusive se llegó a la proposición formal por parre del secretario general del Partido Comunista de Estados Unidos, Earl Brower, de disolver a los partidos comunistas y permitir su enrrada en los gobiernos liberales y socialdemócratas, tal como aconteció en varios países de América Latina. Este contexto de distensión de la política mundial, sin embargo, pron­ to encontró su fin. La realización del Golpe de Praga por el cual los comu­ nistas se apropiaron del poder, la presión soviética frente a Yugoslavia y la violación de los derechos democráticos de los ciudadanos de las repúblicas populares del Este consriruycron, junto con la crisis económica de la pos­ guerra, los incentivos de la Guerra Fría, como reconocieron los propios soviéticos posteriormente después del XX Congreso. El informe de Krus­ chev contra Stalin sostenía que en la preparación y reali-zación de la fusión de los partidos obreros en los pafses de democracia popular, los comunistas cometieron "errores y fallas, a veces resolvían los problemas administrativa­ mente, se apresuraban y demostraban una intolerancia sectaria en relación con los obreros socialdemócratas". En los paises de Europa Oriental se produjo la adopción de la dictadura del proletariado tal como lo entendía Stalin, y los partidos socialdemócra­ tas, al oponerse a la fusión con los comunistas, fueron reducidos al silencio. A ello se agregaba la crisis de Berlfn en 1 948 que planteó seriamente la amenaza de agresión soviética, y la agudi-zación de la situación internacio­ nal en 1950 a causa de la Guerra de Corea. La Guerra Fría encuentra su lógica explicativa en los cambios que se operaban en los frágiles equilibrios geopolíticos consuuidos a fines de la Guerra Mundial en los acuerdos de Yalta y Postdam. La presión soviética conducía a una alteración de las zonas de influencia acordadas, aprove­ chándose de la crisis económica de la posguerra y de la presencia de su Ejércico Rojo. Tal contexto de nueva polarización política enere el Este y el Oeste no sólo planteó nuevos enfrentamientos, sino que colocó a la social­ democracia en una posición difícil e inestable. Los partidos socialdemócra­ tas promovieron un nuevo ajuste teórico de sus principios, ya no en el plano ideológico, sino en el ámbico de la teoría política, la cual se adaptaba a las nuevas realidades geopolrricas internacionales. Así, en Frankfurt, en el

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1 Congreso de reconstrucción, la II Internacional reivindicó la idea de cons­

truir una tercera fuerza y la necesidad de la distensión internacional. La noción de Tercera Fuerza fue introducida por el socialista francés León Blum en 1947. Para él, la rarea de los socialistas democráticos consis­ tía en la creación de un bloque de fuerzas políticas encabezado por los so­ cialdemócratas. Se ubicaría encre la derecha y los comunistas, y aseguraría el desarrollo democrático y pacífico de los Estados. El socialismo democrá­ tico se arricula en esta fase como una tercera vía de desarrollo social, dife­ rente y discante, ramo del socialismo real como del capitalismo salvaje. La distensión internacional crearía así condiciones favorables para el desarro­ llo del socialismo democrático. Esto quedó verificado cuando a fines de la década de los 60, con el rápido progreso de la distensión, fue nuevamente posible para los socialdemócratas ocupar un amplio espacio político, tanto en Europa como en el mundo. La rercera vía tendrá su corolario en el Sur, en el proceso de descoloni­ zación. Apoyado por los socialdemócratas de Europa, se conducirá a la bús­ queda de un modelo de no alineación en el campo político, al pretender distanciarse del comunismo y del capitalismo, sobre todo del americano. LOS PRJNCIPIOS DEL SOCIALISMO DEMOCRÁTICO

El concepto central de la IJ Internacional Socialista en su nueva erapa lo constituyó la democracia. Luego de un preámbulo, el Documento de Principios establecía las cuatro líneas fundamentales del socialismo demo­ crático: la democracia política, la democracia económica, la democracia social y la democracia internacional. En el ámbito de la democracia económica se decía que "los socialistas luchan por medios democráticos por la constitución de una nueva sociedad en libenad. No hay democracia sin libertad. El socialismo sólo puede ser realidad en democracia, y la democracia sólo puede ser realizada por: el socialismo". Definiendo que "la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo". Por su parte, en el aparte de la "Democracia económica", el documento sostenía que "los objetivos económicos inme­ diaros de la política socialista son el pleno empleo, el aumento de la pro­ ducción, el incremento permanente del bienestar, la seguridad social y una justa distribución del ingreso de la riqueza". Además, el Documento de Principios agregaba que los sindicaros y las asociaciones de productores y consumidores son facrores indispensables en una sociedad democrática; pero no deben convertirse en instrumento de una burocracia central así como ram­ poco degenerar en un siscema corporativo. Esras asociaciones econó­ micas deben participar en la estructura de la política económica res­ pecando plenameme los derechos constitucionales del Parlamento. 38

La introducción de los conceptos de planificación y control democráti­ co y la superación de la micología de la nacionalización como solución para los problemas económicos, constituyó otro elemento fundamental del do­ cumento. En sus Principios sobre Democracia Internacional la 11 Internacional Socialista se definía como un movimiento internacional porque

aspira a la liberación de los hombres de toda servidumbre econó­ mica, espiritual o política (. . . ) Para el socialismo democrático, la preservación de la paz mundial es la rarea más imperiosa de nuestra época (. . . ) lucha que se encuentra ligada directamente a la lucha por la libertad. Fue en el marco de estas ideas que la II Internacional estableció crecien­ tes vinculaciones con los paises del Tercer Mundo, facilitando el proceso de descolonización producido a posteriori de la II Guerra Mundial. La necesidad de una distensión mundial, la promoción de la democra­ cia a nivel mundial, la creación de estructuras estatales supranacionales, la convicción de que ningún pueblo puede encontrar por sí solo soluciones a codos sus problemas y la necesidad de un nuevo orden económico interna­ cional, constituyeron las causales de la expansión de la 11 Internacional Socialista a nivel mundial, superando así su anterior eurocentrismo. Cón­ sonos con esta estrategia desde fines de la década de los SO, los diversos

partidos afines a la socialdemocracia fueron introduciendo en sus respecti­ vos programas los Principios de Frankfurt, dándole de hecho una mayor coherencia a la Internacional y por ende un mayor radio de difusión.

EL SOCIALISMO ES MÁS DEMOCRACIA

Cuando los partidos socialistas democráticos se reconstruyen al con­ cluir la Segunda Guerra Mundial y reorganizan la II Internacional Socialis­ ta, tienen ante sí una nueva realidad histórica. El desarrollo de nuevas ideas les permite articular en forma global la nueva ideología socialdemócrata. Esta será entonces el resultado histórico de procesos poHricos, reflexiones ideológicas y nuevas realidades sociales. Asume como influencias determi­ nantes en su definición político-ideológica eres pilares. En primer lugar, el tronco del pensamiento democrático del siglo XIX con las ideas de libertad, igualdad y fraternidad de los girondinos de la Revolución Francesa. Ésta se articula con los socialismos utópicos premar­ xistas basados en los principios de la solidaridad y la Reforma social; el socialismo nacional de Lassalle, basado en la valorización del concepto de nación; el socialismo de Estado de George, basado en la redistribución del ingreso a cravés de las vías tributarias bajo la palanca del Estado; y los fabia­ nos ingleses, basados en el uadeunionismo, que constituyó la modalidad

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específica en la cual se construyó el sindicalismo inglés y que se caracterizó por su fuerte impronra reformista y no revolucionaria. En segundo lugar, las definiciones ideológicas generadas en la discu­ sión teórica con el marxismo desde principios del siglo XX en el seno de la

II Inrernacional Socialdemócrata. Debates promovidos por los rrabajos de Bernstein; la discusión Reforma-Revolución; las reflexiones sobre los cam­ bios desde el capitalismo salvaje del siglo XIX al capitalismo basado en el consumo de masas del siglo XX; el debate sobre la crisis final y el derrumbe del sistema que llevó al Gulag y a la muerte de Kondratieff (el más impor­

tante economista soviético del siglo XX), las agrias discusiones enrre Kauts­ ky y Len in sobre democracia y parlamentarismo versus dictadura del prole­ cariado y soviet; los trabajos de Henri de Man referidos a la planificación participariva versus el esracalismo burocrático. Así como las reorías de los austriacos referentes al socialismo érico versus el sociaüsmo de clase, el ba­ lance de los Frentes Populares de la década de los 30 en Europa -especial­ menee en España y Francia-. Algunos de estos debates derivaron de las experiencias totalitarias de los regímenes fascistas y comunistas, y promo­ vieron la revalorización de las libercades, del sufragio universal y de la de­ mocracia pluralisra y parlamentaria. En último lugar, la propia historia de los partidos políticos miembros de la U Internacional, perseguidos por comunistas y fascistas en las décadas del 20 y del 30 en la Europa del Oesre. Disueltos y supuestamente incegra­ dos a los partidos de gobierno en los paises del Este bajo las imposiciones de los comandantes militares de los ejércitos soviéticos.

LA LIBERTAD ORCANlZADA EN DEMOCRACIA

Este complejo proceso condujo a que la ideología del socialismo demo­ crático, tamo como liberalismo organizado y regulado o como escarismo liberalizado e individualizado, se volviese consustancial a la idea de demo­ cracia en tanto definida por Lincoln como el «gobierno de codos, por codos y para todos". El socialismo quedó entonces definido como un sistema sólo realizable en democracia, caracterizado por ser un régimen político que se moderniza democratizándose a través de un continuo e interminable pro­ ceso de reformas sin interrupción, basado en el sufragio universal y cuyos objetivos de largo plazo son la democracia polícica, la democracia social y la democracia económica. La verificación empírica que permitía descubrir el esbozo de procesos de confon;nación de clases dominantes en forma permaneme en la escruc­ rura burocrática centralizada de los llamados socialismos reales, y la verifi­ cación constante de la pérdida de libertad individual ante la excesiva inje­ rencia del Esrado, promovieron una amplia reflexión sobre la necesidad de un Estado democrático. La revalorización de la democracia en rodas sus dimensiones por parte de los socialdemócratas partió de la constatación de 40

la pérdida de democracia en la Revolución Rusa frente a la efectividad del sufragio universal. La revalorización del Estado en tanto instancia de repre� sentación de la totalidad de la sociedad en un marco democrático, fue la conclusión ante la falta de democracia y libertad a que conducían los regí� menes totalitarios burocráticos del socialismo real. Los cuales, en canto asu� mían ser representantes del proletariado, eran de hecho expresión del parri� do monopólico y, dado su centralismo monolítico, de su propia cúpula. Si la democracia constituyó la reflexión inicial que marcó nítidas dis� rancias entre comunismo y socialdemocracia, el Estado constituyó el se� gundo rema de discusión que definió claramente los campos teóricos entre ambas concepciones. De allí parrió la ya famosa definición casi axiomática de los socialdemócratas de permitir el desarrollo de la economía de merca� do hasta donde sea posible y aplicar la planificación estatal sólo donde sea necesario. Esta encierra una concepción de la economía democrática, con claras características de economía mixta, donde la relación entre libertad individual y racionalidad estatal busca encontrar un punto medio. Esto en función del desarrollo económico y del conuol de los procesos irracionales a que podía conducir el mercado libre y la propia democracia. Así, el Esta� do debía crear condiciones para la realización de los individuos en el marco de la libre responsabilidad individual y el compromiso social. A1 tiempo, la ideología socialdemócrata o del socialismo democrático, acerca el Estado a los ciudadanos, les ocorga peso y dimensión a las comunidades locales y descentraliza la actividad burocrática. Escos se conforman como objetivos poHcicos en el marco del respetO a la libertad individual y a la lenta cransfe� rencia del poder estatal representativo hacia los propios ciudadanos en nú� deos organizados. Ambas reflexiones sobre el Estado y sobre la democracia confluyen en� tonces para definir los objetivos de largo plazo, signados por la democrati­ zación de la sociedad en sus aspectos políticos, sociales, económicos e ínter� nacionales. La creciente democracia resultaba así un sistema socialista de� mocrático en términos de promover la igualdad de los ciudadanos. A la vez, el reformismo era el mecanismo de la realización del proyecto socialista. Acompañando estas definiciones teóricas, fue fundamental el Congre­ so del Partido Socialdemócrata Alemán de Bad Godesberg. Se promovió una profunda reflexión de las concepciones ideológicas y una revisión ex­ haustiva del pasado, de los partidos socialdemócratas que se transformaron en partidos populares, nacionale.� y democráticos, abiertos a todas las cate­ gorías sociales y perseguidores de la democratización de la sociedad y del Estado. Es en estos procesos conceptuales y prácticos, donde los partidos deja­ ron de ser únicamente de la clase obrera para transformarse en partidos del pueblo.

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EL CAMINO DEL SOCIALISMO DEMOCRÁTICO

La práctica política del socialismo democrático responde a las necesida­

des concretaS de la ciudadanla y carece de dogmas. Sin embargo, hace más de cincuenta años, Albin Hansson sentó las bases de la estrategia reformista del socialismo democrático, no en tanto objetivo concreto sino en forma de di­ recciones generales a las cuales apunta la política socialdemócrata. Dice Hans­ son "comencemos por la democracia policica, después instauremos la demo­ cracia social y a continuación llegará la hora de la democracia económica".

Concernporáneamente la discusión sobre la crisis mundial y la necesi­ dad de un nuevo orden económico internacional, incorporó la lucha por la "democracia internacional". La democracia polftica fue el primer objetivo de los socialdemócratas. En el siglo XIX muchos de los teóricos socialde­ mócratas criticaban a la democracia parlamentaria como formal, carente de legitimación y vacfa en contenido. Ello tenía una clarísima explicación que hoy buscan olvidar quienes apoyados en algunos de esos textos, se dotan de instrumentos teóricos para criticar las actuales democracias: en aquella épo­ ca no existía el sufragio universal y secreto. Las elecciones no eran democrá­ ticas, sino que estaban reducidas a clases o grupos de recursos económicos.

La introducción del sufragio universal y secretO en casi todas partes del mundo se realizó con el alba del nuevo siglo, bajo la presión de los sectores populares o bajo el impulso de gobiernos progresistas. Es con ello que la sociedad comienza su camino socialista, al democratizar la cúspide del po­ der y luego ir democratizando codos los ámbitos sociales, como los sindica­ les, escudianciles, polfcicos o jurídicos. Objetivamente es la sociedad norteamericana la que ha avanzado más en esta dirección, donde a través del sufragio se decide desde sberiff de

pueblos, pasando por jueces, hasta obviamente legisladores y presidentes, asf corno leyes y reglamentos. OlofPalme claramente expresaba al respecto que el derecho de expresión, el derecho de crítica, el derecho de difu ­ sión de las ideas son a la vez, inalienables y no categóricos. La de­ mocracia no escá ligada a una determinada clase social, sino que es una paree incegrance de la dignidad humana. Por su parre Willy Brandt afirmaba que "la democracia es más que un conjunto de reglas de juego para la vida polfcica del Estado. Para nosotros, la democracia es al mismo tiempo camino y meta, por lo canto no hay que

limitarla al aspecto político". Al reafirmar que la libertad sin igualdad se

convertía muy ácilmente f en escudo protector de los privilegios, introducía a la democracia social como continuación necesaria e imprescindible de la democracia política. Sostenía que bajo el sufragio universal, al dirigir las mayorías se promueven políticas sociales para la totalidad de la sociedad. 42

La solidaridad consúruye el nexo emre la libertad y la igualdad. Sólo mediame un comportamiemo solidario es posible conjugar la lucha por una mayor justicia en la sociedad con la necesidad de una mayor libertad de los individuos. La expansión de los servicios sociales por paree del Estado, la defensa de los trabajadores en los ámbitos de la producción, su defensa de las arbitrariedades de la burocracia así como la socialización de la educa­ ción, la atención a los sectores y grupos marginados o la ampliación de la participación de las mujeres en la sociedad, podían referirse como algunas de las múltiples líneas de acción en la línea de la democracia social. La democracia económica por su parte era el lógico corolario de la de­ mocracia social, conscruida en el marco de una planificación moderna y flexible que plantee una mayor capacidad de decisión po!Ctica respecto al futuro, y que al tiempo articule el mercado y el conrrol, o sea racionalidad económica junto con racionalidad estatal. El objetivo de que la políúca orientada por las circunstancias no preva­ lezca sobre la políúca orientada con arreglo a los principios constituye el eje central que ha articulado la estrategia de construcción de una sociedad so­ cialista democrática con la paciencia histórica que supone un desarrollo democráúco por medios pacíficos, consensuales y reformistas. Pero al mis­ mo tiempo, se trata de incorporar siempre en el presenre una dosis de futu­

ro, integrando al accionar del presente el objetivo de avanzar siempre hacia el futuro democrático. La democracia económica ha asumido ciertas esua­ tegias para conquistar el ámbito de la propiedad del capital con el desarro­

llo de empresas estatales, la generación de nuevas modalidades de unidades económicas concretadas en cooperativas y la aperrura del mercado de capi­ tales o cogestión.

LA RECARGA IDEOLÓGICA D'E LOS TIEMPOS PRESENTES

Desde comienzos de la década de los 70, la II Internacional Socialista asumió un nuevo proceso de recarga ideológica, pautado por las diversas experiencias de gobierno que varios de los pafses estaban teniendo. Las nuevas realidades de la crisis mundial y la creciente polarización en la polí­ tica internacional que promovía la Guerra Frfa le permiúan replantearse teóricamente. Constirufa éste un proceso de renovación ideológica, de revisión de los programas anteriores y de un mayor nivel de protagonismo a nivel mun­ dial. Asociado a éste nuevo escenario conceptual, la II Internacional pro­ movió un nuevo orden económico internacional, el diálogo Norte-Sur, la profundización de la distensión entre el Este y el Oeste, la ampliación de la Comunidad Económica, la reconstrucción de los Buró regionales de la li Internacional y la atención a los nuevos problemas y grupos sociales c�ea­ dos durante los últimos años.

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En este nuevo camino el socialismo regresa a las visiones incernaciona­ les que lo nutrieron en el siglo XIX y que habían sido ejes de las tensiones previas a la Primera Guerra Mundial en las discusiones entre el internacio­ nalismo proletario de Lenin y la defensa de las nacionalidades. Los intereses económicos comenzaron a ser cada vez más determinantes en su polfrica internacional luego de Ja caída del Muro del Berlfn y el triunfo de la esrra­ tegia de distensión del canciller Willy Brandt.

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EL SURGIMIENTO DEL SOCIALISMO DEMOCRÁTICO EN AM�RICA

LATINA

La declaración de Principios de la I I Internacional Socialista en el Con­ greso de Frankfurc en 1951 declaraba que "desde sus inicios el socialismo es un movimiento internacional". Sin embargo, tamo en su discurso como en su práctica política, la I I IncernacionaJ Socialista estuvo fuertemente mar­ cada durante la primera mirad del siglo por el eurocentrismo, sobre todo entre 1 9 1 4 y 1945. Las luchas políticas y la crisis mundial debido a la Gran Depresión les obligaron a concentrar su esfuerzo y atención en el Viejo Mundo. Los procesos políticos que en ella se desarrollaban no podían dejar de tener repercusiones en nuestro continente, en nuestras sociedades tras­ planeadas de fuerres inmigraciones y de lengua y culturas comunes. Muchas veces los debates desarrollados en Europa mecánicamente se trasladaron a nuestro continente como si la estructura de clases, el desarro­ llo económico y la conformación de las respectivas sociedades fuesen igua­ les. Dadas raJes influencias y a pesar de la poca atención que los socialistas europeos prestaron a nuestro concinence, se produjo la conformación del Partido Socialista de Argentina, liderado por Juan B. Justo, y del Partido Socialista Uruguayo, dirigido por Emilio Frugoni, partidos que se afiliaron a la 11 Internacional. Además de sus concepciones revisionistas bernstenianas, el reducido peso político que la acción, canco del radicalismo de lrigoyen como del reformis­ mo de Batlle, dejaba a esos parridos, los condujo a buscar relaciones con la Internacional como palanca para sus respeccivos crecimientos polícicos. La traducción mecánica de los procesos polfricos en Europa produjo el nacimiento de esws parcidos. En su mayoría estos parridos eran reducidos grupos de incelecrualés influenciados por los debates europeos más que movimientos políticos y sociales anclados en sus respectivas sociedades. Se perfilaban as{ dos proyecros polfricos que se expresaron en el concinente corno dos cipos de partidos políticos. Unos, vinculados a los procesos polí­ tico-ideológicos europeos; los orros, vinculados a la problemática de la in­ dependencia y el desarrollo latinoamericano, cuyas bases radicaban en el liberalismo latinoamericano del siglo XIX. Ni los socialistas ni los anarcosindicalisras lograban encender que los daros sociopolícicos indicaban que se formulaban proyecros nacionales, 45

democráticos, polidasistas, que además recurrfan a varias escuelas ftlosófi­ cas -como el krausismo, por ejemplo, por parte de Barlle e Hipólico Irigo­ yen- por las cuales introducían en los viejos esquemas liberales un nuevo concepto de solidaridad social sobre el cual se articulaban esros proyecws reformistas. Enfrentados a las oligarquías nacionales, a la penetración extranjera, a la necesidad de conquistar la independencia polftica y la soberanía econó­ mica -en fin, la modernización-, América Latina fue atravesada en cüversos momentos y en muy distinta dimensión, por proyectos políticos populares -que después se convirtieron en populistas- que promovieron ampüas po­ líticas reformistas y de redistribución económica, en la mayor parre vincu­ ladas al desarrollo de los respectivos Estados nacionales. Proyectos, a su ve-z, que significaron desarrollos capitalistas nacionales y la superación en dis­ tinta magnitud de las condiciones de atraso características del siglo XIX. EL NAC:IMIEI\'TO DEL SOCIALISMO DEMOCRÁTICO EN AMÉRICA !..ATINA

Los impulsos de estos gobiernos populares, unidos a las escisiones pro­ vocadas en los panidos socialistas en América Larina por los debates en Europa enue Reforma y Revolución, y posteriormente por la acción frac­ ciona! de la III Internacional Comunista, fueron los que determinaron que esos partidos tuvieran muy poca incidencia po!Icica, canco dentro de nues­ tros países como en el seno de la II Internacional Socialista. Su centro de atención prioritaria seguía siendo Europa. Constituían proyectos de socialismo evolucionista tanto los de Justo en Argentina o los de Frugoni en Uruguay no apoyados en experiencias nacio­ nales sino en la adhesión a banderas y debates internacionales. Además, conforme avanzaba la 1 Guerra Mundial, las diferencias internas denrro de estos partidos socialistas se iban acentuando entre las posiciones evolucio­ nistas y las posiciones revolucionarias. Era claro que los verdaderos y reales evolucionistas y nacionalistas estaban en las filas de los partidos liberales nuevos. Por eso, cuando la Revolución Rusa introdujo una nueva corriente político-ideológica en América Latina, estos partidos socialistas afiliados a la II Incernacional sufrieron radicales divisiones y cambios y pasaron a ser las respectivas secciones nacionales de la III Internacional, o sea, los Parti­ dos Comunistas de cada país. Al tiempo que los partidos afiliados a la II Internacional Socialista disminuían su peso en América Latina, la lll Inter­ nacional Comunista recién fundada en 1 9 19 crecía enviando sucesivos emisarios a América Latina con la tarea de organizar sus diversas secciones nacionales. Así fue que para 1929 había en América Latina 19 Partidos Comunistas y orros 9 se crearfan en los cinco años posteriores. El mito que significó la Revolución Rusa en nuestro continente contri­ buyó a reducir la repercusión y la influencia en la región de procesos tan

fundamentales para nuestra América como la Revolución Mexicana o la

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Reforma Universitaria de Córdoba de 1918. También, las periódicas inva­ siones de Estados Unidos en aquellos tiempos {México, 1914; República Dominicana y Haid, 1 9 1 6; Honduras, 1924; Nicaragua, 1925) constituye­ ron un incentivo adicional al nacimiento de estos partidos marcados por su fuerte antiimperialismo. Finalmente, la presencia directa de la Internacio­ nal Comunista en América Latina que en 1929 organizó en Montevideo el Congreso Continental de Partidos Comunistas y en Buenos Aires la Confe­ deración de Sindicaros de América Latina, contribuyó de manera directa, buscando utilizar la clase obrera como instrumento de su lucha contra Esta­ dos Unidos. Sin embargo, la reoda marxista-leninista sobre las clases o so­ bre la Revolución que, por ejemplo, subrayaba la primada del proletariado industrial, al plantearse en contextos de escasísima clase obrera, propendie­ ron a su incomprensión y, por ende, a un escuálido desarrollo de estas estra­ tegias políticas. Las etnias indígenas, la debilidad de los Estados Nacionales, la dependencia económica, la propia ausencia de proyectos nacionales en un marco de alta heterogeneidad desigual, constituían realidades de Améri­ ca Latina que no lograban internar las teorías de la II Internacional. EL OE8ATI IOEOLÓGICO EN AMÉRICA LATINA La política llevada por los diversos Partidos Comunistas en América Latina siguió los derroteros que planteaba la III Internacional desde Mos­ cú, la cual a su v� reproducía los vaivenes de las luchas al interior del Partido Comunista de la Unión Soviética. Así, en 1 929, ame los 38 delega­ dos en la Conferencia de dichos partidos de América Latina, el dirigente argentino Codovilla repetía las esuategias del Kominrern en su etapa de Clase contra Clase. Allí expresaba que "la socialdemocracia desde el poder representa un período de transición del régimen democrático al dictato­ rial", al tiempo que caracterizaba al radicalismo argentino y al APRA pe­ ruano como "nacional fascista". No sólo trasladaba los dictados de la IIl Internacional sino además buscaba polarizar a nuestras sociedades bajo los mismos parámetros europeos. El traslado mecánico de estas concepciones comunistas promovió un rico debate en América. Cumplió en nuestras sociedades una importancia tan destacada en la ruptüra teórica y en la delimitación de las opciones políticas, como el que en Europa significó el propio debate revisionista que en el seno de la Internacional promovieron Bernstein, De Man, Kaursky o Bauer. Nos referimos a los debates que en nuestro continente llevaron ade­ lante Rómulo Berancourr (el fundador de Acción Democrática en Vene­ zuela) con Gustavo Machado (el fundador del Partido Comunista); o el de José Barlle y Ordóñez con el diputado comunista Mibelli llevado adelante desde las páginas de EL Dla y, sobre codo, el de Haya de la Torre {el funda­ dor del APRA de Perú) ramo con José Carlos Mariáregui (el fundador del Partido Comunista de Perú) como con Julio Mella (fundador del Partido 47

Comunista de Cuba) . Se confrontaron concepciones socialistas democráti­ cas, bajo d nombre de nacionalistas y populares frenre a concepciones co­ munistas. También se discutía la necesidad de partidos policlasisras versus partidos de clases; la defensa dd Estado versus la destrucción del Estado, la necesidad de construir las estructuras democráticas de la sociedad versus la desvalorización de la democracia formal, etc. Otro rema central fue el del anciimperialismo que sólo fijaba como punto de ataque a Estados Unidos, asumido como parte de un movimienro de revolución mundial, versus un anciimperialismo que, afincándose en la nación y en América Latina, criti­ caba a todas las potencias fuese cual fuese su signo y buscaba la construc­ ción de proyecros nacionales. Era la afirmación de lo popular y lo nacional frente a lo intelectual e internacional, y por ello de esos debates nacieron tanto los parcidos populares y populistas como los partidos comunistas. Esta discusión en América Latina, a diferencia de la producida en Eu­ ropa, no se realiza en el interior de los Panidos Socialistas, pues práctica­ menee no existían, sino que nace con la introducción misma del marxismo­ leninismo en nuestros paises. Se lleva a cabo ranro en parridos políticos ya constituidos como en los nuevos partidos que se estaban gestando, como es el caso del APRA peruano y de AD en Venezuela. Mientras unos se afinca­ ban en las tradiciones liberales de América Latina afirmando que el "socia­ lismo democrático es la herencia del liberalismo del siglo XIX" y se inspira­ ban en la reforma universitaria de Córdoba y en la Revolución Mexicana, otros eran mera traslación de los dictados desde afuera. Portadora de la ideologla genérica de reforma democrática, la Reforma Universitaria de Córdoba constituyó una de las banderas en las cuales se afincaban los movimientos populares de entonces, asf como también los movimientos populistas posteriores. Igualmente en la Revolución Mexica­ na, por su entronque en lo nacional y en lo agrario. Haya de la Torre, por ejemplo, había iniciado desde 1924 una lucha ideológica que tuvo alcance continental, inspirado en la Revolución Mexicana y en la Reforma Univer­ sitaria de Córdoba. Propuso bajo el "indoamericanismo" una alternativa antiimperialista y socialista, y buscaba levantar banderas alternativas a las de los comunistas, canco en el plano práctico como en el plano ideológico. La introducción del marxismo-leninismo en América Larina no se pro­ dujo meramente en el plano de las ideas o de la conscrucción de Partidos afines sino que, influido por las estrategias de la III Internacional en sus diversas fases, condujo a sucesivos intentos de insurrección. Los del Soviet de El Salvador en 1932 o de la Columna Prestes en Brasil en 1935 contra el gobierno populista de Vargas no son sólo casos trágicos y sangrientos de traslado mecánico de estrategias revolucionarias de la Internacional Comu­ nista hacia América Latina, sino que además significaron acciones políticas para incentivar la confronración y la polarización social. En cal sentido, buscaron dificultar las opciones reformistas y democráticas.

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PAI('J IDOS POPULISTAS Y LOS PAI('JIDOS POPULARES La construcción de partidos populares y nacionalistas en América Lati­ na que llevaron adelante las banderas de la modernización, de la reforma social y de la democracia, no fue sólo resultado de los debates teóricos sino que, por sobre codo, fue la respuesta reformista y popular frente al imperia­ lismo. La histórica presencia del imperialismo inglés del siglo XIX, junto con la crecienre preponderancia americana expresada en la Doctrina Monroe de 1 822, la sentencia del Destino ManifiestO en la década de 1840, o el Corolario Roosevelt en 1904 -que establecía la "facultad de ser una poten­ cia de policía internacional"- habían dejado profundas huellas de rechazo en América Latina expresadas en un larvado anrimpedaJismo que sólo re­ cién a partir de la política del "Buen Vecino" de Franklin D. Roosevelr en la

década del 30 del presente siglo, y la casi desaparición de Inglaterra, co­

menzaría a cambiar. De aHí surgieron los reformismos, nacionalismos y populismos específicamente latinoamericanos que indicaron senderos so­ cialdemócratas por sus contenidos ideológicos, distintos a su vez a los sen­ deros socialdemócratas clásicos del continente europeo. Fueron estos los únicos movimientos pollricos en América Latina que construyeron una amplia base social para sus respectivos gobiernos reformistas, no a partir de la clase obrera, la cual no existía, sino de un amplio abanico de grupos sociales. Estos panidos, que adoptarían primero banderas populares (Bar­ lle, Irigoyen) y luego banderas populistas (Cárdenas, Vargas, ere.) en sus luchas conrra los sectores más conservadores, modernizaron sus países, in­

corporándolos al mercado mundial y a las formas modernas de la democra­ cia representativa. Los partidos populistas y los partidos populares ocupa­ ron en América Latina el espacio polftico que los partidos socialdemócratas ocuparon en Europa, y sus banderas fueron comunes la mayor pane de las veces. En la década de los 60 es cuando la Internacional Socialista, al iniciar su mirada al mundo no europeo, comenzará a aprehender estos fenómenos políticos latinoamericanos. Los DICTADOS DE LA INTERNACIONAL CoMUNISTA

En 1935, apenas dos meses después del fracaso del alzamiento insu­

rreccional del Partido Comunista Brasileño contra el régimen populista del Estado Nuovo de Getulio Vargas, el VII Congreso de la Internacional Co­ munista (IC) cambiaba su táctica y pasaba de la estrategia de Clase contra Clase a la estrategia de los frentes populares. Era la conscacación del fracaso del izquierdismo insurrecciona! y el ascenso del fascismo que cal polariza­

ción promovió. A diferencia de la Rebelión Roja de El Salvador en 1932 o el efímero golpe de Estado comandado por Grave en Chile en 1932 y su inremo de establecer una república socialista, la insurrección de Prestes contra el gobierno populista de Vargas había sido minuciosamente discutida, deci-

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dida, planificada y apoyada por hombres de la lncernacionaJ Comunista de la cual el propio Prestes, secretario general del Partido Comunista Brasile­ ro, era miembro del Comité Ejecutivo. Con el viraje de la IC, los Partidos Comunistas pusieron proa hacia la estrategia de los frentes populares. El objetivo volverá a cambiar en 1939, a ralz del pacto ruso-germánico que establecerá como estrategia la crítica a las llamadas democracias burguesas. Nuevamente se reoriencan desde la inva­ sión de Hírler a la Unión Soviética en 1941, constituyendo los Frentes Nacionales Antifascistas. La propuesta de los frentes populares en la región fue una mera copia de las experiencias de los frentes eleccoraJes de Francia y España. Indicaban una vez más el desconocimienco de las especificidades latinoamericanas y la repetición de modelos políticos traídos desde el extranjero. En cal sentido, el objetivo de constituir estos frentes durante la 11 Guerra Mundial condujo a los partidos comunistas latinoamericanos a apoyar diversos tipos de go­ biernos con tal de que ellos tuvieran una polftica antifascista y, por ende, indireccamence favorable a los intereses de la Unión Soviética en la confla­ gración en el Viejo Continente. Una vez más los partidos comunistas ade­ cuaban su accionar político a los dictados de las conveniencias nacionales de la URSS. Es esta estrategia la que explicará, entre otros casos, el rompi­ miento en 1939 del P.anido Comunista Mexicano con el ala izquierdista del Partido de la Revolución Mexicana y el apoyo aJ aJa moderada de Ávila Camacho; la participación ministerial del Partido Comunista de Cuba en el gobierno de Fulgencio Batista entre 1941 y 1944, o las confluencias en­ tre los comunistaS argentinos con el gobierno conservador de Orciz en 1939. LoS POPUUSMOS LATINOAMERICANOS

Al tiempo que los partidos políticos -afines a las concepciones polfcicas y a Jos debates ideológicos que atravesaba Europa para entonces- estable­ cían sus estrategias en América Latina como meras copias mecánicas de aquellas realidades, el continente se vio convulsionado por procesos polfti­ cos populares y populistas, muchas de cuyas ideas conductoras emanan de debates frente a las ideologías transplantadas. Son entre otras, las experien­ cias políticas de Hipólito Irigoyen, Batlle y Ordóñez durante las primeras décadas y, sobre todo -eno·e oeros- las de los gobiernos de Lázaro Cárdenas en México en 1938; de Domingo Perón en Argentina en 1944; de Getulio Vargas en Brasil desde 1930; de Rómulo Betancourt en Venezuela desde 1945 o de José Figueres en Cosca Rica desde 1948, las cuales condujeron a la consolidación de los respectivos estados nacionales. Estos escados estaban caracterizados por los vigorosos desarrollos capi­ talistas en sus respectivas naciones, por la incorporación de las masas urba­ nas al sistema político a partir de la democratización de esas sociedades y la consiguienre construcción de los derechos ciudadanos. También por la vio50

lema urbanización, el desarrollo de los mercados internos, la industrializa­ ción sustitutiva a partir de la reserva del mercado interno a las industrias nacionales y la creación de nuevas clases sociales asociadas al vigoroso em­ puje de los aparatos estatales que inclusive llevó adelante la nacionalización y/o la creación de un fuerte sector de industrias básicas. Pero más que todo, cumplieron en nuestro continente el papel de conscrucrores de la democra­

cia polfcica en el aspecto de los derechos ciudadanos. Iniciaron la democra­ cia social con la construcción de los derechos sociales que cales proyectos reformistas significaron. Es en tal sentido que esros proyectos políticos ocu­

paron en América Latina el papel y el espacio político que la socialdemo­ cracia llenó en Europa. La Internacional Socialista asumió esros fenómenos poüticos desde co­ mienzos de la década de los 60 con el desencanto provocado por la Revolu­

ción Cubana. Ésta, al alejarse de las propuestas y confusas banderas de un socialismo democrático latinoamericano y reinrroducir, a rravés del foquis­ mo, el leninismo con la consiguiente polarización política, llevó a la Inter­ nacional Socialista a un análisis más riguroso de nuestra América. Se agre­ gaba además la radicalización izquierdista de los pequeños partidos socialis­ tas históricos, algunos de cuyos sectores pasaron a engrosar los focos guerri­ lleros. Así, la Incernacional Socialista verificó que tenfa más en común con los partidos y movimientos populares y populistas que con los partidos socialistas históricos del continente.

LA REINSERCIÓN DE LA INTERNACIONAL SOCIALISTA Es en la década de los sesenta cuando la Internacional Socialista asume

que muchos de los elementos de los partidos populares y populistas se acer­ caban a los del movimiento obrero europeo e, inclusive, que estos partidos preanunciaron elementos que la socialdemocracia misma adoptaría poste­ riormente. Tal es el caso de su definición de clases, ya que mientras los partidos políticos populares de América Latina eran policlasistas en la u-a­ dición de Haya de la Torre, los socialdemócratas europeos históricamente se habían definido como partidos de la clase obrera. Esto al menos fue así hasta 1959, cuando en el Congreso de Bad Godesberg la socialdemocracia alemana pasó de definirse de un "partido de la clase obrera" a un "partido

del pueblo", modificación que posteriormente llevarían a cabo la mayor

parte de los panidos socialdemócraras europeos. La pervivencia del colonialismo europeo en el mundo conspiraba con­ tra la posibilidad de construir una real Internacional Socialista y no una unión de características meramente europeas. Así, cuando la U Guerra Mundial concluyó y en varios países los panidos socialdemócratas se insta­ laron en sus respectivos gobiernos, estos llevaron adelante la can ansiada descolonización del Tercer Mundo. En muy pocos años se produjo la inde­ pendencia de la casi cocalidad de las antiguas colonias, muchos de cuyos

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parridos gobernantes pasaron a engrosar la propia Internacional Socialista. Sin embargo, los objetivos de pacificación en Europa y de consuucción de una tercera vía implicaron una estrategia más global para el Tercer Mundo. En la década del cincuenta la Inrernacional Socialista, en la búsqueda de su inrernacionalización como mec.1.Ilismo para promover la distensión y afumar la viabilidad de una tercera vía, había creado secretariados regiona­ les para Asia y para América Latina. Esra última se definía como una "or­ ganización de naturaleza estrictamente latinoamericana para el intercam­ bio de información enrre los partidos que han emergido del movimiento político de la clase obrera y que han adoptado el socialismo como meta'', en concordancia con la ideología imperante en la Internacional Socialista an­ teri01 a Bad Godesberg. Allí tenían su núcleo los panidos socialistas de Argentina, Uruguay y el Parrido Laborista de la ex colonia de Jamaica, estrechamente vinculado al laborismo inglés. Tal secretariado apenas duró seis años, hasta 1961, cuan­ do la Internacional Socialista estableció una mayor vinculación con los par­ tidos populares y populistas. Así, en 1963, en el Congreso de Ámsrerdam, la organización amplió la membresía a partir de la introducción de la cate­ goda de "miembro observador", la cual, hacia fmales de la década de los 70, pasó a definirse como miembro consultivo, consdruyendo el mecanismo para acercu nuevos partidos y movimientos políticos. Se insrau.ra un nuevo margen jurídico en el Congreso de Ámsrerdam y se redefinen las políticas respecto a las características de los partidos popuJucs latinoamericanos como partidos afines y la necesidad de romper el eurocenrrismo. En esre marco de situaciones se incorporan como observadores el Partido de Liberación Nacional de Cosca Rica, el APRA de Perú, Acción Democrádca de Vene­ zuela y el Parrido Febrcrisra de Paraguay. Este proceso, luego de sucesivas

incorporaciont>s, logra que, hacia fines de la década, el grupo de parcidos latinoamericanos miembros de la Internacional Socialista sea el mayor des­ pués del europeo.

'LA.o; NUEVAS FORMJ\S DE LA SOLIDARIDAD LNTERNt\CIONAL

Una nueva estrategia y una nueva definición ideológica de la Interna­ cional Socialista se profundizarán en la década de los 70. En 1 974, con el propósito de acercarse al Movimiento de los No Alineados, Olof Palme decía: Tenemos que encontrar formas responsables y no burocráticas para hacer de la lncernacional un foro abieno al debare, a la colabora­ ción de representantes de otras panes del mundo. Para ello lo esen­ cial no es que estemos todos absolutamente de acuerdo acerca de rodas las cuestiones ideológicas, sino que codos tengamos un ver­ dadero sentido de la solidaridad internacional.

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Pot su paree, Socialist A/foirs, la revista oficial de la Internacional Socia­ lista, expresaba que "un análisis de las metas del Movimiento de Países no Alineados sugiere que este movimiento tiene mucho en común con la In­ ternacional Socialista y que ambos tiene mucho que aprender, uno del otro { . ) Las diferencias no son importantes". .

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El propio Willy Brandt, en 1972, expresaba la necesidad de una mayor amplirud por parte de la lnrernacional Socialista: "también en otras regio­ nes del mundo existen partidos socialdemócratas, pero en mayor número

panidos y movimientos que no pertenecen propiamente a la socialdemo­ cracia en nuestra acepción de ella, pero que le son afines". En la misma dirección, en 1975, se expresaba Kreisky, el primer minis­ tro de Austria, en carta a Brandt y Palme. Kreisky afirmaba que: si deseamos mantener un contacto vivo con el desarrollo polfrico de otras regiones del mundo, debemos mantener una postura abierta en nuestras relaciones internacionales. ( . . . ) La democrac1a ha ex­ perimenrado una evolución muy diferente en los diversos paf:.es. ( . . . ) En América Latina puede haber movimientos y parridos capa­

ces de mantener contactos con los socialdemócratas europeos, sin que por ello rengan que ser juzgados con arreglo a los severos crite­ rios de la InternacionaL

Sin embargo, es desde el ascenso de Willy Brandt a la presidencia de la

Internacional Socialista en 1976, cuando la organización asume fuerces modificaciones que no sólo se expresaron en la creciente incorporación de nuevos partidos, sino en un papel más destacado en la geopolfrica mundial. Se trataron los remas de los derechos humanos, de la paz y la distensión, asf como de la promoción de la democracia y de la lucha por un nuevo orden económico internacional. Ello, a su vez, en un marco de independencia y de manrenimienro de los niveles de autonomía de los partidos miembros. Willy Brandr era claro en este principio de independencia al afirmar que cela Inte•nacional Socialista no pretende exportar ideologfa, sino dar un ofreci­ miento concrero de colaboración a sus amigos del Tercer Mundo". Al tiempo, en 1 980, en la ocasión de la creación del Comité para Amé­ rica Latina y el Caribe de la Internacional Socialista, el dominicano Peña Góme-L, vicepre.�idenre de la Internacional Socialista para América Lacina, expresaba que "en el seno de la Internacional Socialista nosotros llevarnos nuestros acuerdos. No dejamos que los europeos dicten la política para América Latina porque somos nosotros los que conocemos nuestro conti­ nente". Todo este proceso estaba sentando así las bases de una nueva alianza entre Europa y América Latina a través de los panidos miembros de la Incernacional Socialista.

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LA BATALLA DE Li\S ARMAS

Los movimientos anarquistas mvieron destacada importancia en Amé­ rica Latina no sólo por la hegemonía de la 1 Internacional, sino también por la iniluencia de las fuerces oleadas de inmigración hacia América Laüna

desde los paises que gestaron dicha ideologfa. La dominación de esta corriente ideológica fue en nuestro continente más prolongada que en la propia Europa, en parte por el rezago del proceso de difusión de las ideas desde Europa, en paree porque las ideas clásicas del marxismo tuvieron más fuerza y eco en los países desde los cuales no se

produjeron movimientos migrarorios hacia América. Así, el marxismo clá­ sico de fines de siglo tuvo reducida influencia en nuestro continente. Las ideas socialistas de Marx y Engels, salvo las escasas excepciones de los paises más europeizados que mecánicamente trasladaban los debates ideológicos existentes en el viejo continente, llegaron después de la década de los 20 envueltas del halo leninista y stalinista que exportaba la novel revolución de los soviets. La IIl Internacional fue, en tal sentido, el Estado Mayor ideológico y organizacivo de estos partidos comunistas, los cuales reproducían sus direc­ trices y apLicaban sus manuales leninistas. Sin embargo, dejando de lado las diversas tácticas que en cada momento establecía la Internacional, "hasta 1958, los Partidos Comunistas de América Latina estiman la vía armada

como el único camino revolucionario posible", tal como expresara Rodney

Arismendi, secretario general del Partido Comunista uxuguayo y sostuviera durante más de ueinra años, desde la década de los 40. Tal ocien ración fue dominante hasta el informe crítico que Kruscbev hiciera sobre Stalin. En este informe es donde formula una posible vía de transición padfica desde el capitalismo al socialismo, una vía acorde con su propuesta de coexisten­ cia pacífica con Estados Unidos, tal como se lo exigía su país, largamente afectado por el stalinismo, y la propia nomenklatttra, ya consolidada como grupo dominante y temerosa de perder sus prerrogativas ante un staLinismo trasnochado que seguía reproduciendo revolucionarismo externo y terror interno. En 1956 los comunistas en América Latina comienzan a plantear la posibilidad de una vía pacífica y dan inicio así al debate sobre las vías de la Revolución latinoamericana. No obstante, fue solo cuando se produjo la defmición socialista de la Revolución Cubana y la ruptura de los gigantes del comunismo con el cisma cnino-soviético, cuando nuestro cominence pasó a ser espacio de discusión ya no teórica sino práctica de diversas opcio­ nes revolucionarias, lugar de la lucha por la hegemonía del movimiento revolucionario latinoamericano. La distancia política y cultw·al de China, el desconocimiento de las verdades del socialismo real y de las características de "la nueva clase" que analizara Djilas así como el fuerte influjo del leninismo en América Latina

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por la larga presencia de los Partidos Comunistas, abrieron el espacio para la influencia de la Revolución Cubana en forma mucho más destacada que la Revolución China y su posterior Revolución Cultural. Las diversas influencias del debate que atravesaba el mundo lo consti­ tuían las propias revoluciones existentes. La Unión Soviética había instau­ rado como producto de exportación la concepción de la Revolución en etapas (primero la fase democrático-burguesa y luego la Revolución Prole­ caria), la dictadura del proletariado concretada en La vanguardia del Partido Comunista, y la modalidad de la huelga general insurreccional como mo­ mento de eclosión revolucionaria. Por su parte, China magnificaba su pro­ pio modelo de Guerra Popular Prolongada caracterizada por el largo sirio desde el campo a la ciudad, el papel revolucionario del campesinado y pos­ teriormente la negación de la modernización de la Revolución CuJruraJ. En esa misma época, Cuba promovía la teorfa del foco revolucionario rural, la importancia de las capas media en el proceso insurreccional y la capacidad de crear condiciones revolucionarias por la propia acción militar de las van­ guardias guerrilleras. EL DESATE DEL FOQUISMO Aun cuando los tres modelos de Revolución eran distintos, de hecho, la guerrilla guevarisra constituyó la traducción latinoamericana de la tesis chi­ na. Para el estratega Nguyen Giap "la guerrilla es la guerra de las masas populares en un pa!s económicamente arrasado". En

1960, con la publica­

ción del manual Guerra de guerrillas, el Che Guevara sostenía que el foco guerrillero podía crear las condiciones revolucionarias. América Latina se reencontró con las Tesis de abril de Lenin, claves de la insurrección de los soviets en 1 9 1 7 . La 11 Declaración de La Habana en 1 962 era aún más clara al afirmar que "la revolución era inevitable en muchos países de América Latina". La teorfa de Debray, en ramo que difusor de las reorías guevaristas del foco, podrfa sincetizarse en dos puntos. Primero, que América estaba ma­ dura para la Revolución, sosteniendo las oligarqulas nativas sólo por el apo­ yo del imperialismo, y segundo que la superación de esta dependencia se realizaría mediante el desarrollo ininterrumpido de un foco guerrillero. La fuerza guerrillera era el "moror pequeño" de las elites que ponía en marcha el gran motor de las masas. Era esta una estrategia enfrentada tanto a la "acción de masas" de los Partidos Comunistas, posterior al informe de 1956, como al putchismo aventurero de la etapa anterior. Debray establecía un claro enfrentamiento con los Partidos Comunistas de América Latina al afirmar que éstos sufrían la burocratización de sus esuuctw·as de dirección, la búsqueda obsesiva de alianzas y regateos polfticos, las intrigas electorales, el liderazgo de un viejo grupo dirigente dotado de un estilo conformista y la valoración de ideologías tradicionales. Al ciempo afirmaba que coda línea 55

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