LEY 1333 Bolivia

LEY 1333 TITULO II DE LA GESTION AMBIENTAL CAPITULO I DE LA POLITICA AMBIENTAL Artículo 5. La política nacional del med

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LEY 1333

TITULO II DE LA GESTION AMBIENTAL CAPITULO I DE LA POLITICA AMBIENTAL Artículo 5. La política nacional del medio ambiente debe contribuir a mejorar la calidad de vida de la población, sobre las siguientes bases:

1.

Definición de acciones gubernamentales que garanticen la preservación, conservación, mejoramiento y restauración de la calidad ambiental urbana y rural.

2.

Promoción del desarrollo sostenible con equidad y justicia social tomando en cuenta la diversidad cultural del país.

3.

Promoción de la conservación de la diversidad biológica garantizando el mantenimiento y la permanencia de los diversos ecosistemas del país.

4.

Optimización y racionalización el uso de aguas, aire suelos y otros recursos naturales renovables garantizando su disponibilidad a largo plazo.

5.

Incorporación de la dimensión ambiental en los procesos del desarrollo nacional.

6.

Incorporación de la educación ambiental para beneficio de la población en su conjunto.

7.

Promoción y fomento de la investigación científica y tecnológica relacionada con el medio ambiente y los recursos naturales.

8.

Establecimiento del ordenamiento territorial, a través de la zonificación ecológica, económica, social y cultural. El ordenamiento territorial no implica una alteración de la división política nacional establecida.

9.

Creación y fortalecimiento de los medios, instrumentos y metodologías necesarias para el desarrollo de planes y estrategias ambientales del país, priorizando la elaboración y mantenimiento de cuentas patrimoniales con la finalidad de medir las variaciones del patrimonio natural nacional.

10.

Compatibilización de las políticas nacionales con las tendencias de la política internacional en los temas relacionados con el medio ambiente precautelando la soberanía y los intereses nacionales.

Artículo 19.

Son

objetivos

del

control

de

la

calidad

ambiental:

1.

Preservar, conservar, mejorar y restaurar el medio ambiente y los recursos naturales a fin de elevar la calidad de vida de la población.

2.

Normar y regular la utilización del medio ambiente y los recursos naturales en beneficio de la sociedad en su conjunto.

3.

Prevenir, controlar, restringir y evitar actividades que conlleven efectos nocivos o peligrosos para la salud y/o deterioren el medio ambiente y los recursos naturales.

4.

Normar y orientar las actividades del Estado y la Sociedad en lo referente a la protección del medio ambiente y al aprovechamiento sostenible de los recursos naturales, a objeto de garantizar la satisfacción de las necesidades de la presente y futuras generaciones.

Érase un país contaminado de ruido y bulla Seguramente quienes han visitado algunas de las urbes consideradas como humanamente más desarrolladas del planeta guardarán un particular recuerdo ambiental: oficinas, calles, vehículos de servicio público, aeropuertos y hasta terminales de ómnibus donde se cultiva un respetuoso y muy bajo nivel de ruido. Ciudades como Curitiba, Zurich o Estocolmo, al margen de otras virtudes, destacan por su saludable control del ruido. Es posible conversar amenamente casi en cualquier lugar. Las horas de la noche merecen un respeto proverbial. Las fiestas y conciertos tienen horarios, lugares y volúmenes respetados disciplinadamente por todos. Las zonas de paseo parecen bendecidas por un silencio sólo roto por los sonidos de la naturaleza. ¿Se puede hallar algo medianamente parecido en las principales ciudades de Bolivia? “En años más o menos recientes, algunas alcaldías y agencias de cooperación, han hecho diversos estudios sobre la contaminación”, explica el fonoaudiólogo Sergio Soria Torres, “en algunas áreas céntricas de las principales ciudades bolivianas yo definiría el escenario como discapacitante. Otorrinos y otros especialistas que observamos esta clase de agresión tenemos cada vez más casos de personas afectadas tanto física como emocionalmente por el ruido”. Es decir, nada de excepciones bolivianas en cuanto a conjurar la contaminación sonora. Peor aún, El Alto, Cochabamba, Santa Cruz, La Paz, etc. son urbes donde pareciera haberse desatado un campeonato para demostrar quién hace más ruido. Según las mediciones ediles, los ases de la bulla están en el primer anillo cruceño, la terminal de buses cochabambina, el prado paceño y la ceja alteña.

TORNEO BOLIVIANO DE RUIDO Las víctimas pueden incluso inscribirse en una virtual clasificación liderada por los casos autodestructivos. Es decir, la encabezan aquellas personas afectas a asistir a discotecas, conciertos de rock o salones de baile. En estos ambientes de diversión y esparcimiento para olvidar las tensiones cotidianas frecuentemente los oídos son expuestos a entre 100 y 110 decibelios (dB). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), resultan ruidos que, a medida que superen la hora de exposición, dañan la facultad auditiva. “Y es, literalmente ruido, bulla, aunque los organizadores y asistentes digan que se trata de música. La propia OMS califica de ‘ruido’ a aquel nivel de sonido que supera los 75 decibeles. Al igual que en esos casos hemos tenido otros de personas, especialmente jovenzuelos, que escuchan música con audífonos, también a niveles destructivos”, dice Soria.

Pero en las afueras de discotecas y demás salones de ruido, que no música, la contaminación acústica suele no ser menor. Suman, por ejemplo, aquellos individuos que por cierto tipo de complejos personales, optan por aflojar los silenciadores de los escapes de sus motocicletas. El ruido de esos desesperados llamados a la admiración implica 115 decibeles de castigo. También están listas las alarmas antirrobos que parecen activarse hasta con alguna mosca nocturna y lanzan 90 decibeles, a veces a la insomne medianoche.

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NORMATIVA distintas iniciativas buscan controlar el ruido ambiental. AGENCIAS LA TORTURA COTIDIANA Ya de por si la bulla del tráfico cotidiano en el centro de la mayoría de las ciudades bolivianas alcanza un promedio de 80 dB. Eso si se descuenta una costumbre cada vez más extendida y desregulada: el uso de la bocina. “Se va contra una normativa elemental”, explica Luis Rodolfo Tapia, exresponsable de Tráfico y Vialidad de la Alcaldía paceña, “un instrumento que debería ser utilizado sólo en casos de urgencia se lo aplica para abrirse paso en medio de las trancaderas de motorizados. Incluso hay quienes utilizan potentes bocinas de carretera que destrozan oídos, hace años ya era muy preocupante, y hoy resulta peor”. Un bocinazo puede superar los 90 decibelios, y en el caso de las bocinas de carretera, usadas por buses y camiones, incluso los 125. Pero en las calles del centro de las ciudades bolivianas pueden pasar cosas peores en cuanto a ruido se refiere. Este 1 de mayo, por ejemplo, la pasividad del feriado fue rota varias veces por un agente de agresión acústica harto conocido en el país, y especialmente en La Paz: los explosivos. “El oído humano entra en el umbral del dolor y hay riesgo de sordera”, advierten las consideraciones de la OMS ante esos 125 dB. Establece así el riesgo de un petardo que estalla cerca. Obviamente, el sonido de una dinamita lanzada por “valerosos mineros” resulta mucho mayor. Algo similar pasa con los motores de los aviones que, en varias ciudades bolivianas, pasan cerca de áreas habitadas y aledañas a los aeropuertos. Es decir, ni cómo protestar contra el ruido, so riesgo de más petardos o la indiferencia desde el aire. Tampoco se puede hacer mucho si pensamos en acudir a las autoridades de tránsito. De hecho, los agentes de tráfico, especialmente los con aires más autoritarios, suelen imponer sus directrices con feroces silbatos y sus 90 decibeles. Si el reclamo desata lío o cosas peores, es posible que llegue un patrullero o hasta una ambulancia cuyas sirenas superan los 95 dB. Así que a los ciudadanos les toca transitar resignados las calles resistiendo un fenómeno que además se extiende a las aceras y galerías comerciales. Eso porque desde tiempos ya inmemoriales surgió la costumbre de anunciar gangas a plan de amplificadores de sonido. Nadie los regula tampoco, menos en Bolivia, país colmado de ferias. Si la bulla causa que algún niño chille, suman 90 a 110 decibelios más, según la gargantita. Ni quién pueda decir ni “mu”, no lograría ser escuchado.

HASTA EL MISMO CIELO Y si la desesperación por el ruido cunde, resulta difícil hasta rezar contra ello. Como si de asunto del infierno se tratase, diversas organizaciones religiosas tienen una sonora costumbre: realizar prédicas y alabanzas apuntando sus amplificadores para que todo el cielo y también los submundos las escuchen. Especialmente los cultos evangélicos optaron por la música al estilo concierto y discoteca. Pero eso no libera de pecados a las célebres festividades religiosas populares, salpicadas de bandas, petardos, bocinazos que se manifiestan por la geografía patria. Incluso, no son pocas las iglesias católicas que reemplazaron las clásicas campanas metálicas por grabaciones amplificadas a estridentes decibeles para llamar a misa. Es decir, en suma, al parecer nadie educó a los

bolivianos para enfrentar y hacer consciencia de la contaminación sonora. Eso, además, resulta evidente para quienes viven cerca de unidades educativas y deben sobresaltarse cada vez que, timbres electroacústicos mediante, anuncian cambio de periodos.

SONIDOS SALUDABLES Valga recordarlo, se ha establecido que más de 75 decibeles son niveles de sonido nocivos para la salud humana. Según la OMS, “el sonido se vuelve doloroso a alrededor de los 120 decibeles. El oído necesita algo más de 16 horas de reposo para compensar dos horas de exposición a 100 decibeles”. La guía de recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, para evitar daños personales causados por el ruido, ha fijado ciertos parámetros básicos. Para dormitorios, por ejemplo, el nivel de presión sonora promedio no debe exceder los 30 decibeles; es decir, el equivalente a una conversación rutinaria. Añade que se debe evitar un ruido individual por encima de los 45 dB. La guía aconseja que “en hospitales, el nivel máximo de ruidos independientes en interiores durante la noche no debe exceder los 40 decibeles. Las incubadoras con ruidos interiores pueden generar problemas de salud a los recién nacidos, como trastornos del sueño y deficiencia auditiva”. Según la organización, 55 decibeles es el nivel de ruido que el oído humano puede tolerar sin alterar su salud. “La contaminación acústica en las ciudades no sólo es una molestia, sino también una amenaza para la salud pública”. Así reza la declaración de la OMS que lanzó las advertencias sobre este agente. Según el documento, este sonido es “la segunda causa de enfermedad por motivos medioambientales”, por detrás de la polución atmosférica. Soria señala que el ruido trae costosas consecuencias físicas, psicológicas y sociales. “Afecta el proceso de aprendizaje, la posibilidad de conseguir un empleo debido a problemas auditivos, la capacidad de comunicarse con otras personas. Y esto tiene un impacto en la economía del país, porque hace que personas discapacitadas cobren su pensión antes del tiempo y, a la vez, el país pierda recursos humanos”, explica. Tapia recuerda que las alcaldías de La Paz, El Alto y Cochabamba encaminaron infructuosamente hasta hoy normativas orientadas al control del ruido. “Incluso se preveía sanciones a conductores y otro tipo de infractores habituales. Hasta se podría aprovechar la cada vez más moderna tecnología, sonómetros, para detectar estos abusos. Finalmente, si no hay consideraciones humanas, deberían ver las frías autoridades que normar el ruido hasta implicaría más recursos económicos por multas”, menciona. Por el momento, tal vez sólo algunos espacios estén relativamente descontaminados de ruido en Bolivia: los cementerios privados. A ellos, probablemente, llegan algunos nuevos residentes que fueron víctimas del ruido. Eso porque, según la OMS, la bulla de vehículos, aviones, petardos, etc. provocan desde insomnio y la enfermedad del tinnitus hasta ataques al corazón. Y ojalá en la próxima vida se renazca en Curitiba, Zurich o Estocolmo.

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Aquí no hay quién viva. En Bolivia, la contaminación acústica es una de las mayores preocupaciones en las áreas urbanas. Conozca cómo lo afecta y tome acción. AGENCIAS LEYES EN COCHABAMBA Hasta fines de 2017, la Alcaldía de Cochabamba avanzó el proyecto de Ley Municipal de Gestión de Reducción de la Contaminación Atmosférica. La normativa tiene el objetivo de regular y sancionar a toda obra, actividad y proyecto que emita contaminación acústica y ambiental. Hasta entonces ninguna

normativa contempló la contaminación acústica que producen los eventos públicos, fábricas y tráfico vehicular. La nueva ley busca incluir todas las fuentes de ruido, además, se prohibirán los escapes libres y roncadores; las personas podrán ser multadas por el uso excesivo de las bocinas. La norma quedó en manos del Concejo Municipal.

IMPACTO EN SALUD El sonido se vuelve dañino a los 75 dB y doloroso alrededor de los 120 dB. El oído necesita aproximadamente 16 horas de reposo para compensar dos horas de exposición a 100 dB. Si llega a los 180 dB incluso puede llegar a causar la muerte. Estos son algunos decibelios que soportamos a diario: De 10 a 30 dB: El nivel de ruido es bajo, utilizado, por ejemplo, en una conversación en una biblioteca. De 30 dB a 50 dB: El nivel de ruido sigue siendo bajo. Es el que produce una conversación normal o cuando escuchamos fluir el agua por las cañerías de una casa. De 55 a 75 dB: Es un nivel de ruido considerable. Por ejemplo, una aspiradora genera 65 dB. Una calle con mucho tráfico alcanza los 75 dB. El despertador o la televisión a un volumen elevado, pueden llegar a los 75 dB, también el teléfono celular. De 75 dB a 100 dB: Nivel alto de ruido, la sensación es molesta. El ejemplo clásico es una trancadera de vehículos que produce 90 dB de ruido base (sin contar bocinazos). También llega a 90dB una sirena de policía. De 100 dB a 120 dB: Nivel muy alto. Dentro de una discoteca el nivel promedio bordea los 110 dB, las taladradoras generan 120 dB, igual que las bocinas urbanas de los vehículos o un concierto de rock. Una bocina de carretera supera los 125 dB. A partir de 120 dB: El oído humano entra en el umbral del dolor y hay riesgo de sordera. Es por ejemplo, el ruido del despegue de un avión a menos de 25 metros, o el de un petardo que estalla cerca.