Le Corbusier

Le Corbusier Desde el conjunto del pensamiento y de la obra de Le Corbusier, la arquitectura es algo vivo, realizado po

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Le Corbusier

Desde el conjunto del pensamiento y de la obra de Le Corbusier, la arquitectura es algo vivo, realizado por y para un hombre con unas características propias, con unas necesidades. Le Corbusier había otorgado a la casa su importancia fundamental, denominándola máquina de vivir, reclamando de ella una respuesta total e impecable. Se trataba de un programa exclusivamente humano que colocaba al fiombre en el centro de la preocupación arquitectónica: Desearía tratar de colocar ante nuestros ojos el verdadero rostro de la arquitectura. El está diseñado por los valores espirituales provenientes de un especial estado de conciencia, y por factores técnicos que aseguran la materialización de la idea, la resistencia de la obra, su eficacia, su duración. Conciencia = razón de vivir = el hombre. Técnica = contacto del hombre con su ambiente. Con su arquitectura Le Corbusier trató con gran franqueza las paradojas y conflictos de una era crecientemente tecnológica. Intentó reconciliar a la máquina con la naturaleza, al hombre moderno, con los principios fundamentales extraídos de la tradición. Intuyó el auténtico espíritu de la época para darle una configuración adecuada que fuera un anteproyecto de la sociedad ideal del futuro. Miraba a la ciudad considerando principios básicos tales como el alojamiento para la gran mayoría, el trabajo y el ocio, lo público y lo privado, transporte y vegetación... Previo los trazados de las ciudades industriales del futuro y trató de dar una forma más coherente y más humana a lo que era inevitable. . Por medio de figuras geométricas (prismas) de diferentes tamaños en un espacio, atraen miradas, se dice que los ojos miran cualquier cosa que enuncia un pensamiento. Un pensamiento que se ilumina sin palabras ni sonidos, sino únicamente por los prismas relacionados entre sí, estos prismas son tales que la luz los detalla claramente. Estas relaciones no tienen nada necesariamente práctico o descriptivo. Son una creación matemática de nuestro espíritu. Son el idioma de la arquitectura. Estos elementos establecen relaciones que convencen. Esto es arquitectura Se dice lo que distingue un bello rostro es la cualidad de los rasgos y un valor muy particular de las relaciones que los unen. El tipo de cara pertenece a todo individuo; nariz, boca, frente, etc. Lo mismo que la proporción media entre estos elementos. Hay millones de rostros constituidos de acuerdo a esos tipos esenciales y sin embargo, todos son diferentes: variación de cualidad de los rasgos y variación de las relaciones que los unen. Se dice que un rostro es bello cuando la precisión del modelado y la disposición de los rasgos revelan proporciones que se sienten armoniosas, porque provocan en lo más íntimo de nosotros, por 1

encima de nuestros sentidos, una resonancia, una especie de tabla de armonía que se pone a vibrar. De tal manera, la arquitectura se relaciona a este pensamiento, ya que existen diferentes tipos de edificios arquitectónicos, que son similares y todos están conformados por procesos constructivos y materiales idénticos pero los que la diferencia es que siempre hay uno que atrae las miradas y la percepción, esto se debe que es diferente en algo ya sea por sus proporciones y su armonía. Se dice que la geometría es el propio hombre. Con el juego de las formas geométricas como diagonales perpendiculares sobre unas relaciones de orden aritmético 1,2,4, etc. la fachada se ha armonizado en todas sus partes, la precisión ha creando algo definitivo y este instante arquitectural dirige nuestras miradas. Para imponerse en nuestra atención se necesita una primera superficie de forma perfecta, después, una exaltación de la llanura de esta superficie por la aportación de algunos voladizos o de agujeros. Después por el recordé de las ventanas se origina un juego importante de superficies secundarias que introducen los ritmos, las distancias, los tiempos de la arquitectura.

Vestigio del absoluto indefinible preexistente en el fondo de nuestro ser. Esta tabla de armonía que vibra en nosotros, es nuestro criterio de la armonía. Debe ser el eje sobre el cual el hombre está organizado en perfecto acuerdo con la naturaleza y, probablemente, con el universo. Ese eje de organización que debe ser el mismo sobre el cual se ordena todos los fenómenos o todos los objetos de la naturaleza. Ese eje nos lleva a suponer una gestión en el universo, a reconocer una voluntad única al origen puede leer, saber y sentir la armonía. Repito: en la obra de arte hay que formular claramente.

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Capilla de Ronchamp Planta arquitectónica que responde a necesidades de espacio religioso, meditación, independencia de ciertos espacios y jerarquía de zonas. Espacio interior iluminado, que permita la tranquilidad [aislamiento del exterior] y la iluminación tenue, dirigida, pero adecuada, de ahí el juego de vanosmacizos que integran

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los gruesos muros de la capilla.

Espacio religioso que manifieste monumentalidad y respeto hacia el espacio sacro, mediante altura y estructura colosal y enorme Formas arquitectónicas que responden a varias interpretaciones, todas ellas de carácter religioso: Forma que evoca el paisaje de montañas que rodea al proyecto, y, por ende, a la tranquilidad del sitio geográfico / Forma de capucha de monjas que evoca la religiosidad y la pureza / Manos humanas en señal de rezo hacia la divinidad.

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Morfología, dimensión y escala La importancia que Le Corbusier le otorga al hombre como eje de sus construcciones, queda expuesta a través de su sistema ‘modulor', basado en el cuerpo humano como base de medidas armónicas para la espacialidad. El arquitecto afirma que "... uno debe intentar dar siempre con la escala humana..." dejando en claro su preocupación porque el espacio nunca pierda esa proporción, más allá de sus búsquedas personales a partir de efectos ópticos. De este modo, según el modulor, las dimensiones y ademanes del cuerpo humano son las unidades de medida para la arquitectura. Por ejemplo, la altura media de un hombre, la extensión del brazo, el pie, etc., serán las medidas de las puertas, ventanas o columnas. Cada uno de los elementos que componen Ronchamp ha sido determinado y elegido de acuerdo a este sistema de medidas. Así, Le Corbusier consigue que el hombre del siglo XX, tan extraño y pequeño dentro de las construcciones pasadas, se sienta a gusto, seguro y protegido frente a un todo armónico cuyos diferentes módulos lo integran y lo incluyen. Percepción sensorial Al entrar a la capilla de Le Corbusier el espectador tiende a permanecer parado, girando sobre su propio eje para estudiar con detalle el interior. La percepción y la realidad se encuentran en un constante juego de afirmaciones y contradicciones. Por momentos los materiales confunden la naturaleza de la estructura constructiva, generando ciertas percepciones en el espectador que se alejan de lo real. Un ejemplo de esto puede ser la cubierta convexa que no revela nada de su estructura ni tampoco enfatiza el altar, sino que se trata de una enorme losa que, como una masa suspendida invita a sensaciones opuestas tales como la ingravidez y el peso excesivo. El muro en este edificio plantea espacios curvos y sinuosos, capaces de transformar el espacio en una ‘gruta amorfa'. De este modo, el espacio principal queda determinado tanto por las formas de la cubierta como por las del muro.

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Mario Algarín Comino propone que el interior de Ronchamp es como un espacio excavado en la tierra. Tanto el suelo que no es horizontal como las paredes que no guardan la ortogonalid ad y el acabado rugoso muestran un nuevo concepto de espacialidad religiosa, como si se tratase de una suma de diferentes edificaciones en diferentes culturas y tiempos. Lo único que resulta lejano a la idea de masa de roca excavada es la techumbre. Este mismo autor plantea que el techo parece una gran lona que gravita sobre los muros que cierran el espacio y que, al mirar hacia arriba, el espectador se encuentra con una tela que va ganando su propia corporeidad, casi como si se tratara de una escultura. Otra vez, Le Corbusier busca establecer estas relaciones estrechas entre las distintas manifestaciones artísticas, como si intentara relativizar los límites entre ellas. Por otra parte, con esta nueva mirada de cubierta-escultura se puede hacer una relectura del espacio exterior, donde esta superficie en altura cobra una importancia inusitada como reflejo de lo mítico y misterioso que acompaña a los peregrinos en una misa al aire libre. Otro aspecto fundamental es la importancia que le brinda Le Corbusier al hombre como centro de sus creaciones. En Ronchamp el arquitecto establece un contacto directo entre la obra y su entorno, ligando al ser humano con aquellas fuerzas cósmicas que rigen su existencia. Paolo Sustersic se refiere a esta edificación como una instancia en la cual se une la idea de lo sacro con el hombre y su materialidad.

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Simbología 6

Charles Jencks afirma que cada edificio puede operar como metáfora, cuanto menos familiar resulta un edificio, más probabilidades hay de buscarle comparaciones y simbologías. Según él, en Ronchamp esto queda descubierto dado su sugerente forma. La edificación de Le Corbusier ha sido vinculada al aspecto de un pato, de un barco y, también, a dos manos en actitud de rezo. Estos signos operan desde el inconsciente del espectador, vinculando la construcción con formas e ideas reconocidas. Hay que reconocer que esta iglesia desestabiliza a quien la observa por sus características formales, e induce a buscarle significados en lo cotidiano. La realidad es que, en palabras de Le Corbusier, la morfología de esta edificación tuvo origen en un viaje que hizo el arquitecto en 1946 a la playa de Long Island, cerca de New York, donde al ver un cangrejo, sintió el deseo de copiarlo. Él mismo describe que al ver el caparazón tuvo ganas de diseñar esta forma en alguno de sus proyectos y lo guardó en un cajón, como un objet trouvé, hasta el momento en que dibujó el tejado de la capilla de Ronchamp.

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Le Corbusier expresa su idea de lo sagrado en una sintonía con un universo de acontecimientos interiores y exteriores entendidos como manifestaciones de una naturaleza cósmica que el tratamiento de la forma y de la luz, del olor y de la materia, junto a la armonía asegurada por un sistema proporcional vinculado al hombre, se encargan de materializar. La obra adquiere en este casi, el valor de médium que revela al hombre en su mundo, sus verdaderas raíces. Si el objetivo es poner en contacto al hombre con sus microcosmos y su macrocosmos, llegar a expresar los hechos constituyentes de lo humano,

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