Las 7 lámparas de la arquitectura

Las 7 lámparas de la arquitectura John Ruskin        Del Sacrificio De la Verdad Del Poder De la Belleza De la V

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Las 7 lámparas de la arquitectura John Ruskin       

Del Sacrificio De la Verdad Del Poder De la Belleza De la Vida De la Memoria De la Humildad y de la Obediencia

John Ruskin Nació en Londres en 1819 y vivió 1891 años. Velad con vigilancia sobre un viejo edificio: Guardar como mejor podrás y por todos los medios de todo motivo de descalabro Y hacer todo esto con ternura, con respeto y una vigilancia incesante y todavía más de una generación nacerá y desaparecerá a la sombra de sus muros. Su última hora sonará finalmente; pero que suene abierta y francamente y que ninguna intervención deshonrosa y falsa venga a privarla de los honores fúnebres del recuerdo. A partir de Ruskin se inicia en Inglaterra y en Europa la necesidad de juzgar las obras de arte desde el punto de vista de la honestidad y sinceridad de su creador. “En la arquitectura, esta honestidad radica en la medida en que se manifiesten y logren los elementos esenciales de la construcción”. 1. LA LÁMPARA DEL SACRIFICIO Para Ruskin la arquitectura es el arte que dispone y adorne los edificios. “Esta lámpara ha de iluminar el esfuerzo extremo empleado en la construcción de elaborados ornamentos, que importa en la arquitectura más aún que el resultado final” 2. LA LÁMPARA DE LA VERDAD Esta lámpara ha de iluminar a la arquitectura frente a dos tipos de engaños: Los de tipo estructural, donde la estructura no cumple su función; y los de la textura, donde los materiales no pueden aparentar ser otros ni donde los ornamentos se construyan con moldes. Tipo estructural: donde la estructura no cumple su función. Tipo Ornamental: construidos con falsos moldes.

3. LA LÁMPARA DEL PODER Hay dos tipos de edificios que impresionan: Los delicados: se les guarda cariño y se les recuerda por la suavidad de sus líneas. Los que nos hacen sentir pequeños: son imponentes en escala, y se recuerdan con respeto. Ambos pueden ser bellos, pero los que imponen su fuerza son los que dan poder. 4. LA LÁMARA DE LA BELLEZA Para Ruskin, la belleza ya existe en la naturaleza, por lo tanto, el hombre sólo tiene que descubrir el orden que proporciona la belleza, abstraerlo y utilizarlo en la arquitectura, para sus edificios y construcciones. Es la lámpara que proporciona la abstracción y proporción. 5. LA LÁMPARA DE LA VIDA La visión de la obra como un todo, el concepto global de un edificio, es lo más importante en la arquitectura. Perderse en el detalle puede ser muy peligroso. Hay que hacer que los detalles funcionen como conjunto: diseñado los detalles como unidad total. 6. LA LÁMPARA DE LA HUMILDAD Y OBEDIENCIA No se debe intervenir en un edificio ya iniciado por otro, sin tomar en cuenta lo que hizo en el primero. “Se debe ser creativo por respetado lo que se ha hecho antes”. 7. LA LÁMPARA DE LA MEMORIA La arquitectura es el medio ideal para transmitir la cultura de un pueblo por lo que es la más poderosa de todas las artes. Las otras artes no hacen esto porque quedan guardadas en casas o museos y no muestran, de manera cotidiana, el devenir de la cultura del pueblo.

CAPÍTULO V: LA LÁMPARA DE LA VIDA

En realidad, la sensibilidad vital- se animal o vegetal- puede adquirir la tenuidad que su existencia deviene asunto problemático; pero cuando es absolutamente manifiesta, lo es sin más: no cabe confundir imitación o pretensión de tal índole por la vida misma. Todos los pasos aparecen claramente marcados en las artes, y en la arquitectura más que en cualquier otra; pues está por depender muy de cerca, del calor de la vida verdadera, es también particularmente sensible al frío cicuteño de la falsa; no conozco nada más opresivo, cuando la mente toma de golpe conciencia de sus características, que el aspecto de una arquitectura muerta. No hay síntoma alguno de falta de vida en todo arte actual que tome prestado o imite, a no ser que tome sin pagar interés, o imite sin escoger. Se preguntará, ¿cómo hacer que la imitación de sea saludable y vital? Lamentablemente aunque es fácil enumerar los síntomas de la vida, resulta imposible definirla o comunicarla. Hay que buscar síntomas nobles y seguros de vitalidad: síntomas independientes, por igual de carácter decorativo u original de estilo y constantes para todo aquel que sea decididamente progresivo. A esto llamo yo arquitectura viva: hay emoción en cada pulgada, un acomodo a cada necesidad arquitectónica, con un decidido trastrueque de la ordenación, exactamente igual a los ajustes y proporciones afines en la estructura de la forma orgánica. Hay bastante desvarío, bastante grosería, bastante sensualidad en la existencia humana sin que convirtamos los pocos momentos brillantes que tiene en puro mecanismo. CAPITULO VI: LA LÁMPARA DE LA MEMORIA Solo hay dos vencedores firmes del olvido de los seres humanos: la poesía y la arquitectura; y esta última que, de una forma u otra, engloba a la primera, detenta más poder en su realidad; es bueno tener no solo lo que las personas han pensado y sentido, si no lo que sus manos han manipulado, su fuerza forjado y sus ojos contemplando todos los días de su vida. Al convertirse en conmemorativa o monumental, los edificios civiles y domésticos alcanzan una verdadera perfección, esto en parte porque con tales miras se construye de una manera más estable, y en parte, porque por consiguiente, se da vida a la decoración con un propósito histórico o metafórico. Así pues, quisiera tener las casas corrientes construidas para durar; construidas para ser agradables, tan excelentes y plenas de amenidad como se pueda, igual por dentro que por fuera; con que grado de parecido en estilo y clase con cualquier otra; pero en todo caso con las diferencias que pudieran convertir y expresar tanto el carácter como la ocupación de cada persona, y en parte su historia. En los edificios públicos, el designio histórico debería de ser más preciso. Mejor la obra tosquísima que narra una historia o registra un hecho, que la más exquisita sin ningún significado. No debería de haber un solo ornamento en los grandes edificios que no tuviera un propósito intelectual. Rara vez cabe imaginar las benévolas consideraciones y propósitos de los seres humanos en conjunto, prolongándose más allá de su propia generación. Cuanto más lejos coloquemos nuestra meta, cuanto menos deseemos ser nosotros mismos testigos de aquello por lo que hemos trabajado, más amplia y pingüe sea la medida del éxito. En la arquitectura, la belleza occidental y superinducida es, con mucha frecuencia, incompatible con la conservación del carácter original; por lo tanto lo pintoresco se busca en la ruina y se supone que consiste en la decadencia. Sin embargo aún cuando se

busque de este modo, consiste en la mera sublimidad de las grietas, fracturas, o manchas o vegetación que la arquitectura asimila con el quehacer de la naturaleza y le confieren esas condiciones de forma y color que la mirada humana aprecia de manera universal. CAPÍTULO VII: LA LÁMPARA DE LA OBEDIENCIA A decir verdad la obediencia se fundamenta en una especie de libertad, de lo contrarió de convertiría en mero sometimiento, pero esa libertad solo admite que la obediencia pueda ser más perfecta y así, mientras se precisa cierta medida de atrevimiento para paternizar la energía de las cosas, la belleza, el placer y la perfección de todas ellas radica en la perfección. No es todo; podemos observar que la integridad de la obediencia de las cosas a las leyes que sobre ellas actúa es proporcional a su majestad en la escala del ser. Por lo tanto podríamos concluir sin la luz de la experiencia que la arquitectura no podría florecer más que en los momentos que estuviera sujeta a una ley nacional tas estricta y de tan meticulosa autoridad. Si existe alguna condición que, a la vista del progreso de la arquitectura, juzguemos clara y general; si entre los testimonios en contra del éxito que acompaña a los accidentes adversos de carácter y circunstancia, se puede trazar alguna conclusión firme e indiscutible, es esta: que la arquitectura de un país es magnífica solo cuando es tan universal y esta tan consolidada como su idioma y, cuando las diferencias provinciales de estilo no son más que otros tantos dialectos. Cuan firmemente delimitados han de estar los principios en un primer momento, lo podemos establecer sin dificultad con una reflexión en torno a los imprescindibles métodos de enseñanza de cualquier otra rama del saber en general. He titubeado uno o dos veces mientras escribía, y a menudo e refrenado el curso de lo que, de otra forma, podría haber sido insistente persuasión, pues la idea se me ha atravesado: que pronto puede resultar vana toda la arquitectura que no está hecha con las manos. CONCLUSIÓN ANALÍSIS

PERSONAL

Todas las opiniones vertidas en este libro demostradas en forma de lámparas llevan a una simple conclusión, la arquitectura es más que solo edificar algo, construir y definir superficies; hay toda una metodología y principios a seguir para que una construcción sea considerada arquitectura. No solo son características físicas de la obra, si no más importante, son factores espirituales del ser humano. Se debe de imprimir en ellas espíritu y principio como la verdad, la obediencia, el poder, la belleza e incluso la vida misma que se presume que un objeto inanimado no puede tener; esto se logra imprimiendo cada uno de los sentires que se expresan en las lámparas, uno de los más importantes en mi opinión es la lámpara del tiempo, porque es la única manera en que la arquitectura puede hablar por sí misma, rebasando las barreras del tiempo y logrando ser apreciada por su belleza y espíritu en cualquier contexto histórico en el que se encuentre. En conclusión la arquitectura como una de las bellas artes, debe poseer la capacidad de provocar sentimientos al receptor de la obra no solo por su magnífica edificación si no por el significado cultural y espiritual que esta conlleva.