la representación de la divinidad en el arte

La representación de la divinidad en el arte Iconografía de las principales religiones del mundo Bernat Lleonart Garcia

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La representación de la divinidad en el arte Iconografía de las principales religiones del mundo Bernat Lleonart Garcia Universidad Auntónoma de Barcelona Junio 2012

Resumen El siguiente estudio tiene como objetivo elaborar un fresco sobre el cómo se representan en el arte las principales divinidades del mundo, ateniéndose a las variaciones que sufren a lo largo del tiempo y a los movimientos artísticos, filosóficos y culturales del momento que las acompañan. El artículo se centrará concretamente en el tratamiento de cuatro religiones: el cristianismo, el islamismo, el hinduismo y el budismo, aunque también se tratarán de forma menos analítica las principales características de las primeras representaciones pictóricas de las divinidades, así como en concreto y de forma posterior, las de la antigua Grecia. Finalmente, una vez expuestas las diferentes características de dichas representaciones y haber justificado en cada caso la presencia de las mismas, se hará una breve conclusión reflexiva.

Palabras clave: representación, divinidad, imagen, religión, arte, Dios, Cristianismo, Hinduismo, Budismo, Islamismo, pre-historia, Grecia, románico, bizantino, gótico, paleo-cristiano, Edad Media, Renacimiento, Barroco, s.XX.

Índice

Introducción…………………………………………………………………………………………………………………………………. 3

Primeras representaciones de la divinidad……………………………………………………………………………………. 4

Representaciones griegas de la divinidad……………………………………………………………………………………... 6

Representaciones de la divinidad en el Cristianismo……………………………………………………………………… 7

Representaciones de la divinidad en el Islamismo…………………………………..………………………………….. 13

Representaciones de la divinidad en el Hinduismo……………………………………………………………………… 14

Representaciones de la divinidad en el Budismo…………………………………………………………………………. 18

Conclusiones………………………………………………………………………………………………………………………………. 22

Metodología……………………………………………………………………………………………………………………………….. 23

Bibliografía…………………………………………………………………………………………………………………………………. 24

Introducción La idea de hacer este análisis surgió básicamente a partir de un concepto teórico que ya había trabajado anteriormente y por el cual sentía curiosidad. Se trata de la teoría de Carl Jung sobre el “inconsciente colectivo”. Dicha teoría nos habla de una serie de elementos que son llamados motivos o arquetipos y que poseemos y heredamos todos los seres humanos. “Este inconsciente no es de naturaleza individual, sino universal, es decir, que en contraste con la psique individual, tiene contenidos y comportamientos que son, cum grano salis, los mismos en todos los individuos y en todas partes. En otras palabras, es idéntico a si mismo en todos los hombres y constituye así un fundamento anímico de naturaleza suprapersonal existente en todo hombre”1. Estos por lo tanto se manifiestan en muchas culturas diferentes, incluso cuando estas se encuentran separadas por miles de kilómetros o bien ni siquiera ha habido contacto entre ellas. Uno de ellos es la idea de Dios o divinidad, que según Jung representa nuestra necesidad de comprender el Universo. Nos provee de significado sobre todo lo que ocurre a nuestro alrededor y nos indica el propósito y dirección de las cosas. Sin embargo, este concepto que poseen con más o menos presencia todas las culturas del mundo se manifiesta de formas muy distintas en cada una de ellas. Toma una forma concreta después de ser moldeado por la sociedad en la que aflora. Por esa razón es interesante ver cuáles son estas diferencias y como se ven reflejadas en las imágenes, uno de los principales modos de representación que ha tenido el ser humano a lo largo de la historia. En estas se ve reflejada la forma que toman dichas divinidades y los símbolos y conceptos asociados a ellas. El propósito del artículo por lo tanto será indicar dichas características que diferencian unas representaciones de otras, así como las posibles similitudes, pues es en ambas donde podremos apreciar una parte importante del acervo cultural de las principales religiones que existen hoy en día y que se han transformado a lo largo del tiempo. Debido a la inabarcable cantidad de información que podríamos recoger y analizar sobre las religiones del mundo, se ha optado por hacer una selección de cuatro religiones que tienen bastante presencia a nivel mundial: el Cristianismo, el Budismo, el Islamismo y el Hinduismo. De cada una de ellas se pretende hacer una pequeña exposición de sus características representativas, de sus motivos relacionados con las culturas que las han adoptado y de las que se nutren por lo tanto todas ellas.

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Carl Gustav Jung. Arquetipos e inconsciente colectivo. Paidos. 1970

Sin embargo, antes de empezar con la información principal, vamos a tratar los que fueron los primeros vestigios de esa necesidad de entender el Universo a través de las deidades. También veremos por encima la concepción de la Grecia antigua de la representación de las divinidades o de los personajes mitológicos, que de la misma forma que en los casos citados anteriormente, nos muestra un reflejo de la sociedad a la que pertenecen y representan.

Primeras representaciones de la divinidad Primero de todo, antes de empezar hablando de las primeras representaciones artísticas de las divinidades, debemos tener en cuenta qué es lo que se considera arte en sus inicios. Actualmente su definición sería más difícil de encontrar o sin embargo de establecer solamente una entre todas las posibles como válida. Según José Luis Sanchidrián, “del colectivo de vestigios prehistóricos, consideramos “arte” evidentemente las piezas figurativas y aquellas marcas, señales o signos repetidos sobre distintos soportes que mantengan un mensaje codificado de carácter simbólico”2. Así pues, siguiendo esta definición, se establece que las primeras muestras de arte prehistórico europeo fueron las descubiertas en el último tercio del siglo XIX en Francia y Suiza (1878) y en Altamira, España (1879). Las discusiones que siguieron a los descubrimientos dieron pie a reconocer en la humanidad en general, y a la prehistórica en particular, un rasgo fundamental: el origen común de la religión y el arte. El Paleolítico abarca, en general, tres categorías de temas representativos: animales, seres humanos y signos. Los signos son muy numerosos y están presentes en todas las cavernas descubiertas. En ellas se han descubierto desde “representaciones de contornos de manos, y figuras de animales, primero en formas sencillas, de caballos, bisontes o ciervos” hasta otras ya más complejas como “mamuts, jabalíes, rinocerontes, elefantes…”3 Análisis estilísticos y estadísticos rigurosos invitan a pensar en la hipótesis de que los signos fueran símbolos de carácter sexual masculino y femenino, y de que se trataría, por lo tanto, de la explicitación de una primera percepción de la dualidad y la síntesis. En las pinturas rupestres, la representación de animales heridos ha sido un argumento en favor de una interpretación mágica de las escenas, según la cual, los humanos de la Edad de Piedra remota herían la imagen de los animales para asegurarse el éxito de la caza. Pero un recuento de los José Luis Sanchidrián. Manual del Arte Prehistórico. Ariel Prehistoria. 2001 María de Luz Vázquez, Consuelo Gómez, Carolina Lugo. Historia del Arte. Cengage Learning editores S.A. 2008 2 3

animales pintados en las poco más de 125 cuevas que se conocen en el mundo, con más de 2.500 figuras, demuestra que los animales heridos representan sólo el cuatro por ciento de todos los animales representados, lo cual no significa, por supuesto, que los primitivos renunciaran al 96 por ciento de sus expediciones de caza, o que en ellas fracasaran en la misma proporción. Sin magia, el arte paleolítico pierde absolutamente cualquier carácter utilitario y pasa a ser sólo manifestación del espíritu: arte.

A todo esto, llegamos a la pregunta que se hacen frecuentemente los investigadores sobre este tema: ¿Tenían los hombres prehistóricos una idea clara de Dios? ¿Eran monoteístas, o politeístas? La famosa y desacreditada teoría evolucionista de Tylor lo niega. Para él, el hombre habría inventado la idea del alma humana partiendo de la conciencia de sí mismo, los sueños, la muerte.., y por extensión, supondría que también la tenían los demás seres vivos e incluso las cosas. Ésta es la etapa animista, y, desde luego, es innegable que el hombre prehistórico creyó en el animismo como los primitivos posteriores. De aquí deduciría el culto a los muertos y a los antepasados, y por intermedio de visiones y de la noción del alma desprendida del cuerpo, formularla el concepto de los espíritus independientes, adjudicando unos a la vida humana y otros a los fenómenos de la naturaleza. La consecuencia sería la formación de la religión politeísta constituida por dioses que originariamente eran antiguos espíritus que, por la importancia de sus actividades propias, demostraron tener un poder muy superior: el Dios del cielo, de la tierra, del agua, etc. Finalmente la organización social, influiría sobre ellos, de manera que acabarían teniendo un jefe o monarca supremo, y la sociedad de los dioses, a semejanza de la humana, estaría formada por las almas humanas (pueblo, tribu), los grandes dioses (jefes de grupo, aristocracia) y el Dios Supremo (gran jefe, monarca). La teoría sociológica de Durkheim da otra versión. El origen de la religión hay que buscarlo en la sociedad. El hombre organizado en grupos se siente mucho más poderoso que el individuo aislado. Esa fuerza, cuya naturaleza no comprende, recibe diferentes nombres, según las regiones: maná, wakan, orenda, manitowi, etc. La religión comienza por la adoración de esa fuerza algo abstracta y vagamente panteísta,

personalizada en el tótem, que debe servir al hombre de elemento de unión con su grupo, y que es el símbolo de su energía. Consecuencia, el alma no es más que la manifestación del maná común en cada hombre, el maná individualizado. La noción de alma conduce a la de espíritus, formados también por un maná, aunque de naturaleza superior; son los antepasados de la tribu, que velan por ella y se encarnan en las churingas. Los grupos de ritos semejantes se sentirían descendientes de un antepasado común de poder especial, personaje que se va elevando hasta la categoría de dios importante, y que por difusión y repetición de los ascensos sobre otros dioses conduciría al Ser Supremo. Estas teorías, ingeniosas y convincentes a primera vista, cayeron estrepitosamente por el suelo cuando se demostró, sin duda de ninguna clase, que las tribus primitivas más elementales, situadas en el primer escalón de la familia humana, carecen de animismo, de manismo y de totemismo, y en cambio, tienen idea de un Ser Supremo. Las investigaciones de Schmidt y otros ilustres científicos confirman que la humanidad empezó su vida espiritual por el que se considera último escalón. Lo mismo ha ocurrido con la poligamia, que se creía el primer y natural estado del hombre, y que ha resultado ser una costumbre adquirida con posterioridad a los primeros tiempos o a las formas más elementales de la sociedad. Representaciones griegas de la divinidad

Al hablar de la religión griega como un sistema nacional, no debe olvidarse que cada estado poseía sus cultos especiales y rituales propios, que representan otros puntos de excepción dentro del cuadro general a que aquel sistema puede reducirse. Pero tampoco ha de olvidarse que el sentimiento de unidad religiosa se fortalecía con los grandes festivales religiosos en que todos los griegos se unían para honrar a la misma divinidad, y con el culto común de los grandes oráculos, que, como Delfos, llegaron a adquirir una influencia nacional. Una de las principales características del Panteón griego es la personificación de objetos y fenómenos naturales, tales como el Sol, la Aurora y otros por el estilo, que de un modo evidente y con una universal constancia se ofrecen a la contemplación del hombre primitivo. Estas fuerzas naturales así personificadas, poco a poco adquirieron una residencia determinada y un nombre; como, por ejemplo, Zeus, a quien se situaba en Dodona y en Olimpia; Hera, en Samos y en Argos; Atenea en Atenas, etc. Pero el proceso de “humanización” fue singularmente impulsado por poetas, que son en muchos responsables de la modelación definitiva que asumió la creencia popular. Los poetas épicos, como por ejemplo Homero, representan con toda libertad a los dioses

como seres sometidos a los motivos y a las pasiones propias de los hombres y que se mezclan en los negocios humanos. Y la actitud de los poetas épicos fue fortalecida por los poetas genealógicos; como Hesíodo, que en su Teogonía estableció entre las diversas deidades relaciones de familia. Posteriormente, los escultores cristalizaron las nociones populares sobre la condición humana de los dioses en sus obras al dotarlos, como lo hicieron, de forma humana y visible. “La estética en el arte clásico griego es una estética de formas canónicas, basada en la convicción de que existe una belleza objetiva y unas objetivas y perfectas proporciones. Dichas proporciones eran entendidas matemáticamente, ya que se creía que la belleza objetiva consistía en números y medidas. No obstante, a pesar de esta actitud objetiva y matemática, la estética dejaba bastante libertad para la interpretación individual del arte por parte del artista4” Al no centrarnos en este momento en concreto, sin embargo, no vamos a destacar todas las etapas por las que el arte griego pasó a lo largo del tiempo, sufriendo cambios muy destacables en sus cánones de perfección, de los que hablaremos más adelante como inspiración del arte cristiano durante el Renacimiento.

Representaciones de la divinidad en el Cristianismo

La divinidad en el Cristianismo ha sido representada de muchas formas diferentes a lo largo de su evolución como religión. La iconografía cristiana es muy amplia, sin embargo, hay tres elementos muy característicos juntados en la llamada santa trinidad. El Padre (Dios), el hijo (Cristo) y el espíritu santo. Otras vertientes del catolicismo como por ejemplo el judaísmo, no representa la figura de Cristo, y es por eso que nos hemos centrado en el Cristianismo, pues posee más motivos representados en imágenes. A continuación, haremos un breve repaso de las principales etapas en las que se han producido diferentes clases de representaciones pictóricas de lo divino.

Arte Paleocristiano (siglo I – IV)

Hasta el siglo III no aparecen las primeras imágenes de Jesucristo. Esto puede explicarse por distintas razones, y entre ellas sabemos que por miedo a la idolatría el judaísmo tenía prohibida toda representación de seres divinos, lo cual explica que su figura no haya sido plasmada por sus contemporáneos. Lentamente escritores y artistas fueron atreviéndose a imaginarlo, a 4

Wladyslaw Tatarkiewicz. Historia de la estética: La estética antigua. Ediciones Akal S.A. 2000

representarlo idealmente. El arte del cristianismo encontró sus inicios en el mundo clásico, y de la misma forma que este, manifestaba sus cánones estéticos y al mismo tiempo transmitía sus valores. La fe imponía a los cristianos, tanto en el campo de la vida y del pensamiento como en el del arte, un discernimiento que no permitía una recepción automática de este patrimonio. Así, las obras de las que obtuvo inspiración el arte cristiano se mantuvieron en silencio. La aparición de esas primeras representaciones estuvieron estrechamente vinculadas a la necesidad de los creyentes de buscar signos con los que expresar los misterios de la fe y de disponer al mismo tiempo de un “código simbólico” gracias al cual poder reconocerse e identificarse. Ya con la llegada de Constantino se permitió a los cristianos expresarse con plena libertad y el arte se convirtió en la manifestación por excelencia de la fe. A partir de entonces, empezaron a aparecer majestuosas basílicas en las que se asumían los cánones arquitectónicos del antiguo paganismo, modificándose a su vez debido a las exigencias del nuevo culto.

Bizantino

“Este arte no busca la fidelidad con la realidad ni acentuar las características fisonómicas, sino plasmar la figura humana con hieratismo y solemnidad”5. Es eminentemente simbólico, asociando la imagen de Cristo con el Cordero y el Ave, símbolo de la Resurrección. Se suele representar al Cristo entre los Tetramorfos, los cuatro animales que simbolizan los evangelistas. El Cristo del arte bizantino es un Cristo triunfante, el Pantócrator, que significa en griego “todopoderoso”.

Cristo es representado como emperador supremo o Padre Eterno de donde todo poder humano obtiene su fuerza. El arte bizantino, por su servicio a la liturgia, es acción tanto como contemplación.

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Rebecca Hind. Las 1000 caras de Dios en el Arte. Océano Ámbar. 2004

La representación de Jesucristo como “Pantocrator” trata de resumir en una sola figura al Salvador y al Creador. Cristo como origen, fin y juez supremo de la historia y del mundo. Generalmente su figura aparece en un trono, entre los signos alpha y omega. Esta representación aparece normalmente en las bóvedas y en las cúpulas de las iglesias en forma de grandes frescos o de enormes mosaicos.

Románico (siglo XI-XIII)

A partir del siglo XII va a prevalecer la imagen de un Cristo con barba. Sin embargo, aun se conservan algunas fórmulas anteriores como la visión del Pantócrator. “Se halla especialmente esculpido en los tímpanos de las portadas y pintado en la bóveda de horno del ábside. Cristo se encuentra inscrito en la mandorla mística y alrededor de él se desparrama el resto de símbolos terrenales y divinos: Tetramorfos, ángeles, profetas, ancianos, apóstoles, condenados, salvados, etc”.6 La fisonomía de Cristo ya no responde sólo a su aspecto helenístico, oriental o bizantino, sino que se modifica por la influencia de Occidente, hecho que refleja la adaptación de la figuración a su contexto, como habíamos comentado anteriormente. Por otro lado, las representaciones adquieren mayor narratividad y detallismo para transmitir mejor el mensaje de la vida del Salvador. Plantas y animales se utilizan simbólicamente. Es un período donde el arte cristiano exacerba su dimensión simbólica, presente desde los comienzos. Existe una evidente tendencia a la esquematización, tanto en las figuras aisladas, en las que se tiende a dar sensación de majestuosidad, como en los paños, animales o decoración vegetal por la influencia bizantina. Hay una clara tendencia a la estilización de las figuras y el paisaje se reduce al mínimo o se expresa simbólicamente. Una de las formas de representación más conocidas en el siglo XII y XIII es la llamada “cristo en la cruz en majestad”.

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Recurso web: http://www.arteguias.com/simbolodivino.htm

En esta representación no se pretende expresar realismo, pues su función es puramente simbólica, representa un concepto. Como podemos ver, está vestido con una túnica, sin la corona de espinas, y se intenta transmitir que el sufrimiento de Jesús es un sufrimiento redentor y que está por encima del sufrimiento del hombre corriente. Cristo resucitado se representa con un cuerpo que no ha conocido la corrupción del sepulcro y que ya no presenta los rasgos del dolor y de la muerte.

Gótico (siglo XIII-XV)

La pintura en este período renuncia a la estilización románica. Aparecen con más frecuencia paisajes y construcciones en el fondo. Se pierde la majestad románica, sustituida por la tendencia hacia lo naturalista o anecdótico. Las representaciones presentan ciertos convencionalismos: el tipo oval de cabeza de trazos finos y boca menuda, y hacia fines del siglo XIII la característica curvación. Se caracteriza también por la utilización de un rico y luminoso colorido. La iconografía gótica presenta un aspecto idealista que busca la belleza en sí a través de la la eliminación de las características particulares. Pero, sin embargo, la observación de la naturaleza es más acentuada que en el Románico.

La Imagen de Cristo al final de la Edad Media

En el siglo XIII el pensamiento occidental experimenta un profundo cambio de orientación. En Italia se produce una influencia del arte monástico bizantino. La Crucifixión y la Pasión son representados con todo su patetismo. Los artistas representan las escenas de la Pasión, acentuando el dolor y el sufrimiento. El Cristo románico, crucificado pero vestido con preciosa túnica, coronado como rey, y reflejando en su rostro la paz y la serenidad de un triunfo eterno, deja paso a los crucificados que conmueven y movilizan al contemplador. En el siglo XIV surge el llamado “estilo internacional” caracterizado por sus figuras alargadas, líneas caligráficas, espléndidos ropajes y mayor naturalismo. En el siglo XV, se produce la difusión de la Escuela flamenca que propaga la técnica al óleo, las composiciones patéticas, el brillante colorido y una técnica minuciosa y detallista. En estas representaciones se destaca por encima de todo la técnica.

Renacimiento

La imagen de Jesucristo sufre el impacto propio del Humanismo y del Renacimiento. La cultura occidental intenta volver a mezclar el antiguo paganismo grecorromano con el cristianismo. El arte se inspira en la belleza de la antigüedad (cánones de perfección). El concepto humanístico rompe con los convencionalismos medievales en la pintura. Cristo es representado con el ideal de belleza masculina. Su figura expresa la fuerza y la armonía del cuerpo humano, producto de las minuciosas investigaciones anatómicas de los artistas del Renacimiento.

Sea bajo el impulso del Humanismo y del Renacimiento o por la influencia de las sucesivas tendencias de la cultura y de la ciencia, su característica más destacada es el creciente interés por el hombre, el mundo y la realidad de la historia. Este interés no supone de ninguna forma un peligro para la fe cristiana, centrada en la valoración del hombre por parte de Dios.

Barroco (siglo XVII-XVIII)

El Barroco es la clara reacción contra la forma de representar a Cristo en el Renacimiento. Los Cristos se destacan por su carácter humano contundente y grave, con la dignidad que lo eleva sobre el mundo hostil, deshumanizado y deshumanizador. Sus ojos se elevan hacia la luz divina. El Barroco introduce el realismo y la problemática de la luz en la pintura, buscando nuevas formas expresivas de la religiosidad.

El Rostro de Cristo en los siglos XVIII y XIX

El arte y la religión se van distanciando durante los siglos de la Ilustración y de la revolución industrial. Los artistas trabajan más para la corte que para la Iglesia, por lo tanto la temática religiosa pierde su exclusividad. Ya en el siglo XIX, el Neoclasicismo, el Romanticismo, el Realismo y el Impresionismo aportan desde sus distintos estilos una nueva mirada sobre el arte. Surge así una imagen de Cristo bastante simple, típica de las estampas. Sin embargo, a pesar del distanciamiento

que se produce entre el artista y la Iglesia, son varios los pintores que, aunque sea ocasionalmente, realizan obras de tipo religioso. Es el caso de artistas como Goya, Gauguin o Van Gogh.

La imagen de Jesús en el siglo XX

La unidad artística –ya quebrantada en el siglo XIX- se rompe definitivamente. No hay denominador común, hecho que se acentúa después de las vanguardias y genera una multiplicación de tendencias en relación con la subjetividad del artista. En el siglo XX y XXI el arte se abre hacia un pluralismo estilístico inusitado. Son muchos los pintores que, aunque no hayan tratado habitualmente temas religiosos, realizan obras inspiradas en la fe cristiana y en la figura de Cristo. La imagen de Jesús que ofrecen estos artistas es variada y, a veces, contradictoria, dependiendo de la cosmovisión o de la ideología del artista.

Representaciones de la divinidad en el Islamismo

“De la cambiante historia del mundo islámico y de su gran extensión geográfica, se puede derivar que el arte musulmán no es algo uniforme. Se aprecian tendencias nacionales, pues el Islam sólo dicta el plan de los edificios religiosos (orientación de las mezquitas) y las distintas monarquías crean el lenguaje artístico. Una de las principales características del arte islámico fue su eclecticismo; al no tener Arabia tradiciones artísticas, cuando el Islam se extiende por gran parte del mundo conocido se adoptan múltiples elementos de los pueblos sometidos, pero combinándolos y transformándolos de acuerdo con la mentalidad islámica”7. Es un hecho bastante conocido la escasa representación figurativa del hombre, de los animales y de lo divino en el arte islámico. “Aunque el Corán no contiene ninguna prohibición expresa de representar figuras humanas o animales, la tradición islámica sí la recoge”8. Existe, de hecho, una tradición popular que ha puesto en boca de Mahoma las siguientes palabras: "Dios me ha enviado contra tres clases de personas para aniquilarlas y para confundirlas: son los orgullosos, lo politeístas y los pintores. Guardaos de representar sea al Señor, sea al hombre, y no pintéis más que árboles, flores y objetos inanimados". Y otra tradición atribuye a Mahoma frases que condenan a los que labren figuras que proyecten sombra. Porque el día del juicio los seres 7

Emilio González Ferrín. La palabra descendida: un acercamiento Al Corán. Nobel. 2002 Fernando Klein. La representación de Mahoma: lo prohibido y lo permitido. Universidad del Trabajo de Uruguay. 2008 8

representados vendrán a reclamar un alma al artista, que, no pudiendo procurársela, sufrirá los tormentos del fuego eterno. Así que la opinión según la cual no existe arte figurado en el Islam porque su fundador lo prohibió no es válida, pues las citas anteriores no pertenecen precisamente al Corán. Luego algunos teólogos musulmanes rechazaron toda imagen que produzca sombra; después se ha querido explicar tal actitud diciendo que la prohibición se hizo sólo en los principios del Islam para evitar que los idólatras volvieran a sus ídolos. Sería una restricción que iba contra la idolatría y no contra el arte mismo. También debe tenerse en cuenta que para ellos, las ideas de Dios y Naturaleza o de Dios y Materia tienden a manifestarse de manera antagónica; para ellos la Materia es imagen del mal y por tanto la máxima aspiración religiosa se hallará en huir de la naturaleza y unirse al espíritu divino.

Representaciones de la divinidad en el Hinduismo

“Los hindues creen en muchas manifestaciones de lo divino. Aunque la mayoría afirma ser monoteísta, sus templos y altares domésticos incluyen múltiples deidades. En algunos textos hindúes se dice que el ser supremo es inefable y está más allá de cualquier nombre, género y forma. Otros perciben el ser supremo como el hombre perfecto o una madre primordial. Algunos adoran al ser divino y le consideran mitad hombre y mitad mujer, o como una familia de deidades. La creencia de que lo divino no sólo está más allá de género y nombre, sino también de número, ha dado lugar a que se manifestara de muchas formas distintas: humanas o animales, árboles o combinaciones de estos seres. Aunque el ser supremo no tiene forma, la mayoría de los hindúes

cree que se manifiesta periódicamente sobre la Tierra para proteger el bien y destruir el mal”9.

Los hindúes, por lo tanto, reconocen la existencia e importancia de muchos dioses y semidioses, la mayoría de los fieles son, en primer lugar, devotos de un solo dios o diosa; los más populares son Siva, Visnú y Brahma, las tres grandes deidades. Los adoradores de Siva son conocidos como sivaítas, y los cultos que se le ofrendan con manifestaciones colectivas constituyen el Shaivite. Siva es conocido con muchos nombres, como Rudra(rugidor), Mahadeva(gran Dios), Nataraja(señor de la danza), Baraiva(el terrible), Sundaresvara(el señor hermoso), lo cual refleja la variedad de sus manifestaciones contemporáneas. Siva está sujeto a una elaborada mitología.

Siva es una encarnación de los aspectos destructivos y creadores. Al combinar características contradictorias, Siva es a la vez destructor y reintegrador, así como un símbolo de sensualidad, el custodio de la humanidad y su vengador iracundo. Como en esta ilustración, Siva suele representarse portando un collar de calaveras y un símbolo fálico como muestra de esa dualidad. Con frecuencia es apodado como el destructor para complementar a Visnú, el protector. Desde su más antigua apariencia definida en la historia de las religiones indias, Siva ha demostrado una serie de rasgos divinos distintivos. 9

Vasudha Narayanan. Entender el Hinduismo. Blume. 2005

Siva como el Nataraja (Señor de la Danza)

Esta escultura de bronce, llamada Siva como el Nataraja (Señor de la Danza, 1000 d.C.) es una de las numerosas esculturas del dios hindú Siva realizadas durante la dinastía Chola de la India (siglos X al XIII). La escultura muestra a Siva danzando dentro de un círculo de fuego. Una de las manos del dios sostiene una llama, mientras que la otra golpea un tambor. Su pie descansa sobre el demonio de la ignorancia. Aunque se representa mediante imágenes antropomórficas, Siva es adorado adoptando el aspecto de linga, un pilar fálico que se apoya sobre una base que simboliza el órgano femenino generador. Aunque en su origen se asocia con el erotismo y la fertilidad, el linga ha llegado a representar la trascendente potencia de Siva con un carácter mucho más amplio y generalizado. Se asocian a Siva varios animales, en particular Nandi, el toro que le sirve como montura o vehículo, y la cobra. Representaciones que adoptan la apariencia antropomórfica de este Dios le muestran sentando en actitud de meditación sobre una piel de tigre. Cruzando su tercer ojo en la

frente aparecen tres rayas de ceniza, una marca utilizada también por su secta de seguidores; del pelo fluye el río Ganges; a su lado se hallan su tridente y su timbal. Visnú Visnú, otra de las deidades. Se ha convertido en un foco de atención religiosa para un importante número de devotos. Desde una perspectiva histórica, Visnú fue conocido al principio como una deidad menor en el panteón de los indios y, a través de un complejo proceso de unión y transformación, evolucionó hasta llegar a ser un dios con poder universal, el protector y conservador. Son conocidas varias formas de representación de Visnú, sin embargo la más conocida es cuando el mismo se encuentra dormido en los anillos de la gran serpiente Shesha en el intervalo entre ciclos de la creación. Se dice que Visnú intervine en el mundo cuando el orden universal se ve amenazado para restaurar el dharma (la forma natural de existencia de las cosas y por lo tanto, la forma en que deben existir) y salvar a sus devotos.

“Desde el tiempo de los Upanisads, Visnú y Siva tuvieron gran número de devotos, conocidos respectivamente como vaisnavas y saivas. Con la evolución de las prácticas de culto y las enseñanzas doctrinales, estas dos deidades tomaron formas iconográficas, sobre todo a partir de los Puranas. Siva aparecía como una asceta himalayo y Visnú como un joven de piel azul que

sostiene en sus cuatro manos un disco, una maza, una concha y un loto. Para sus seguidores, cada uno era el Dios supremo y trascendente, pero también inmanente a cada persona. Siva se asociaba con la familia divina, a través de la cual extendía sus poderes. Visnú afirmaba su naturaleza divina encarnándose en hombres o animales cuando llegaban períodos de oscuridad y degradación moral. Hacia el final de la era puránica se habían registrados diez avatares (encarnaciones) principales: Matsya, el pez; Kurma, la tortuga; Varaha, el jabalí; Narasimha, el hombre león, Vamana, el enano; Parasurama, Rama armado con un hacha; Rama; Krisna; Buda; Kalki, el “caballo blanco” que llegará para anunciar el fin de la edad oscura”10.

Brahma En el hinduismo, Brahma encarna al supremo Brahmán y primer dios de la trinidad hindú. Renace sin cesar en un loto que crece en el ombligo de Visnú (ver imagen superior), segundo dios de la trinidad. Se dice que Brahma creó el Universo al abrir los ojos. Al final de cada eón, el Universo muere porque Brahma cierra los ojos y el loto se repliega dentro de Visnú. En el siguiente eón surge un nuevo mundo al nacer un nuevo loto del ombligo de Visnú y otro Brahma. Tres de las cuatro cabezas de Brahma aparecen aquí. Siva, el aniquilador y tercer dios de la trinidad, destruyó su quinta cabeza.

Representaciones de la divinidad en el Budismo

Así como en el hinduismo, lo “Divino” o “Dios” tienen un rol sumamente importante, ¿qué lugar ocupa en el budismo? La primera respuesta posible es que no ocupa lugar alguno. Con todo, si vamos más al fondo del problema, podemos dar una segunda respuesta, que no niega enteramente la primera, pero la aclara y le introduce matices. En realidad, si bien en el budismo no se puede hablar de Dios, por una parte existen ciertas realidades absolutas, que podrían considerarse, al menos en cierta medida, equivalentes a la Realidad Suprema llamada Dios en otras religiones; y por otra parte existe una religiosidad popular budista, que además de venerar las divinidades de los pueblos donde se ha afirmado el budismo al salir de la India, diviniza al mismo 10

Kim Knott. Introducción al Hinduismo. Acento Editorial. 1999.

Buda. Así, no es posible resolver en forma apresurada el problema de lo Divino en el budismo afirmando que es ateo, y es preciso enfocarlo en sus diversos aspectos, teniendo en cuenta tanto el budismo primitivo como las manifestaciones que ha tenido en sus 2.500 años de historia. Esas manifestaciones no deben considerarse puramente aspectos degenerativos del budismo puro, que sería el primitivo (el Theravada), sino derivaciones de un aspecto fundamental del budismo, que es su capacidad de adaptarse a las necesidades espirituales de sus seguidores, necesidades que varían de acuerdo con las razas, las culturas, el grado de inteligencia y compromiso y los regímenes políticos. En realidad, el budismo ha adoptado distintas formas en los distintos países, tales como el budismo tailandés, vietnamita y cingalés, el lamaísmo y el tantrismo tibetano, el zen y el amidismo japonés. En el “camino” indicado por Buda no hay lugar para Dios o lo divino. No se trata de que éste niegue su existencia. Buda, como todos los hombres de su época, admitió la existencia de divinidades (deva), es decir, seres que habitan en los cielos, donde viven gozando de todos los placeres. El más grande de estos deva es Brahma. Así, Buda no se aparta de las creencias religiosas del hinduismo ni de las otras tres creencias tradicionales: la doctrina de la retribución de los actos (karma), de acuerdo con la cual toda acción del hombre, buena o mala, tiene su “fruto” en esta vida o en una existencia futura, con una necesidad inevitable de renacimiento en una condición de vida animal, humana o divina; la creencia en la transmigración (samsara) del karma; y la creencia en la posibilidad de “liberación” (moksha), una vez agotado el karma. La diferencia entre Buda y el hinduismo en cuanto al problema de lo Divino reside en el hecho de que él no se pronuncia sobre la naturaleza de Dios. Sobre esos asuntos, guarda silencio. Para él son motivo de debates ociosos y sin solución, ya que no sirven para resolver el único problema que realmente considera importante: el problema de la liberación del samsara (la acumulación de buenas y malas acciones o karma) mediante la “iluminación”. Así, el hecho de interesarse en esos problemas es claramente nocivo porque aumenta el apego a uno mismo y a los propios puntos de vista. Volviendo al tema de las representaciones, “resulta difícil exagerar la importancia de las imágenes en el budismo. Durante los primeros siglos de su introducción en China, el budismo era conocido como la religión de las imágenes. En sociedades en las que una diminuta parte de la población sabía leer, otras formas de comunicación jugaban un papel mucho más importante que los textos que, tan a menudo, han sido el centro de atención de nuestra comprensión del budismo”11. 11

Donald. S. López. El Budhismo, Introducción a su historia y a sus enseñanzas. Editorial Kairós. 2001

“No hay evidencias históricas de que existieran imágenes del Buda hasta varios siglos después de su muerte. Sin embargo, existen múltiples imágenes cuya sacralidad deriva de la creencia de que Buda posó para ellas. Una imagen budista, tanto si está pintada como si está esculpida, no si considera terminada hasta que se vivifica en una ceremonia de consagración. En el caso de una escultura tibetana, su interior debe llenarse con rollos de mantras dispuestos alrededor de un eje de madera llamado el “palo de la vida”, que va de la coronilla a la base de la imagen. A menudo también se añade incienso o tierra de un lugar sagrado, antes que la base de la estatua sea precintada con el signo de un doble vajra cruzado. Las pinturas, por su parte, se marcan con mantras en el dorso de la tela, a menudo en las sílabas om ah hum alineadas con el entrecejo, la garganta y el plexo solar de la figura del anverso. A continuación se lleva a cabo una ceremonia de consagración, unas veces breve, otras veces bastante elaborada, con el fin de que la divinidad representada en la imagen entre en la imagen y la vivifique”12.

Cabe decir que los “seres iluminados” pueden mostrar sus realizaciones internas bajo el aspecto de formas. La compasión iluminada aparece como Buda Avalokiteshvara, la sabiduría como Manjushri, el amor como Maitreya, entre otros. Durante más de dos mil quinientos años los budistas han practicado el arte de representar estas formas sagradas en pinturas, estatuas, así como en otros medios menos comunes. Veamos un ejemplo:

12

Donald. S. López. El Budhismo, Introducción a su historia y a sus enseñanzas. Editorial Kairós. 2001

Avalokitesvara → “apareció en la India en los primeros tiempos del Mahayana, como un bodhisattva que salvaba los seres que sufrían en el samsara de los peligros del fuego, de las inundaciones y de los infiernos, y los conducía a la liberación. Es un privilegiado interlocutor del Buda”13.

13

Philippe Cornu. Diccionario Akal del Budismo. 2001.

Conclusiones

Como hemos podido observar a lo largo de todo este recorrido, la idea de Dios se manifiesta de muchas formas distintas según la región o micro-sociedad en la que esta se desarrolle. Su cultura y costumbres moldean esta idea hasta concebir toda una red de concepciones que las hacen distintas entre ellas pero al mismo tiempo iguales. Vemos que a lo largo de su evolución en el tiempo, las distintas religiones del mundo han cambiado constantemente de forma más o menos paralela a las principales revoluciones sobre el pensamiento humano. Y al hablar de las representaciones artísticas, su modelo a seguir ha sido, también de forma paralela, el de los principales movimientos artísticos. Así pues, tras haber mostrado este fresco sobre las principales representaciones artísticas de la divinidad en el arte, podemos establecer que la diversidad existe en el preciso momento en el que un concepto inmutable como es el de Dios, nacido de una necesidad humana como es la de conocer y por consiguiente actuar de una forma determinada u otra, entra en contacto con la sociedad. En ese momento, esa idea que surgía del ya analizado inconsciente colectivo de Jung, adopta muchas características distintas, algunas incluso opuestas, y establece en parte las bases de la representación artística de las religiones. Podríamos decir entonces que la representación simbólica que se origina en el paleolítico es el comienzo de una larga tradición histórica que ha perdurado y seguirá perdurando siempre. La necesidad de buscar explicaciones a los hechos que circundan la humanidad nos ha llevado a representar, a simbolizar, para luego poder entender y trabajar con ideas simples, formando después conjuntos de ideas más complejos. Es por eso que mientras haya cosas que explicar, siempre habrá una representación de cualquier tipo detrás, sea icónica o no. Y es que todas las imágenes que he podido ver a lo largo de este análisis (muchas más de las aquí presentes) no dejan de ser diferentes formas simbólicas que representan los millares de explicaciones que se presentan ante las mismas preguntas de siempre, aquellas que muy probablemente no podamos resolver nunca ni siquiera con la que pretende ser la nueva “religión” global actual: la ciencia. No nos extenderemos sin embargo en hablar sobre este tema, pues es harina de otro costal. Simplemente decir terminando ya, que por el hecho de que el ser humano sea un animal simbólico, siempre necesitaremos explicaciones de carácter conceptual para aproximarnos lo máximo posible a lo que entendemos como realidad, término que también suscitaría un gran debate, y por lo tanto, son necesarias y válidas todas las manifestaciones culturales, sean en el formato que sean, de la necesidad humana de conocer, pues no se puede ver la diversidad sin la diversidad.

Metodología

Para realizar este fresco sobre las representaciones de la divinidad en el arte ha sido necesario el análisis de varios textos que circundaban el conjunto de ideas a tratar. Sin embargo, no existen muchos estudios actualmente sobre la representación en imágenes del concepto de dios o divinidad, solamente hay por un lado, información referente al arte, sin tener en cuenta excesivamente el simbolismo de lo representado o el porqué se representa de una forma y no de otra, dejando de lado los motivos que pertenecen puramente a razones temporales y del movimiento artístico del momento, por lo tanto; y por otro tratados religiosos en los que se explica mediante texto y en algunos también mediante imágenes los principales rasgos o la evolución de una religión en concreto. Es muy difícil encontrar autores que relacionen ambos ámbitos. Por esa razón ha sido una tarea bastante complicada el relacionar los conceptos encontrados en ambas disciplinas, y por esa razón se ha optado por la presentación en forma de fresco de las principales características de las representaciones divinas sin profundizar demasiado en el porqué se representa de una forma u otra ateniéndose a las características culturales de las regiones en las que dicha religión se manifiesta. Sin embargo, tampoco era el propósito principal del texto, pues sería necesario un análisis mucho más completo y detallado sobre el tema. Seguramente dicha ausencia de estudios sobre este tema sea debido por una parte, al decreciente interés por todo aquello que no es de interés científico, como son el estudio de las religiones o del arte, y por otra a la tendencia cada vez mayor de realizar estudios disciplinarios, por lo tanto, concretos, dejando de lado otros elementos que están interesantemente relacionados con los otros. Y es que no hay que olvidar, en mi opinión, que la mejor forma de analizar un tema, dejando de lado la imposibilidad de tratarlo en todas sus vertientes, es interdisciplinariamente. Finalmente destacar por lo tanto que ha sido necesario un método de trabajo interdisciplinario pero que por razones de falta de conocimiento en ambos ámbitos, ha sido imposible relacionar como quizás se hubiera deseado muchos de los conceptos que aquí aparecen.

Bibliografía Libros consultados  Carl Gustav Jung. Arquetipos e inconsciente colectivo. Paidos. 1970  Wladyslaw Tatarkiewicz. Historia de la estética: La estética antigua. Ediciones Akal S.A. 2000  María de Luz Vázquez, Consuelo Gómez, Carolina Lugo. Historia del Arte. Cengage Learning editores S.A. 2008  José Luis Sanchidrián. Manual del Arte Prehistórico. Ariel Prehistoria. 2001  Rebecca Hind. Las 1000 caras de Dios en el Arte. Océano Ámbar. 2004  Emilio González Ferrín. La palabra descendida: un acercamiento Al Corán. Nobel. 2002  Fernando Klein. La representación de Mahoma: lo prohibido y lo permitido. Universidad del Trabajo de Uruguay. 2008  Vasudha Narayanan. Entender el Hinduismo. Blume. 2005  Kim Knott. Introducción al Hinduismo. Acento Editorial. 1999.  Donald. S. López. El Budhismo, Introducción a su historia y a sus enseñanzas. Editorial Kairós. 2001  Philippe Cornu. Diccionario Akal del Budismo. 2001.

Recursos web consultados

 Wikipedia  Kadampa.org  http://www.arteguias.com/simbolodivino.htm