El Mason Ante La Divinidad

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A L.˙.G.˙.D.˙.G.˙.A.˙.D.˙.U.˙. S.˙.T.˙.U.˙. EL MASON ANTE LA DIVINIDAD Ningún ateo puede aspirar a la iniciación, es necesaria la convicción sobre la existencia de Dios o profesar cualquier religión, toda vez que la declaración de una fe religiosa, demuestra una palpable manifestación de respeto a la libertad de pensamiento como un factor indispensable para llegar hasta las puertas del más grandioso templo que se haya levantado a la virtud. Los masones respetamos de una manera consciente al cristiano dentro de la iglesia; al mahometano en su mezquita; al judío dentro de la sinagoga; al Hindú en la pagoda; al budista dentro del templo, etc., pues hay que entender que dentro de nuestros talleres, únicamente se combaten y se hacen ver los errores, indicando el verdadero camino hacia la moral, hacia la razón y hacia la virtud; como consecuencia de una sana meditación de las ideas. La palabra divinidad proviene de la voz latina “divinitas-atem” que se interpreta como un Ser, una Causa o un Efecto sobrenatural, fuera del alcance del esfuerzo humano; también se refiere a la esencia de Dios; esa denominación dan también los paganos a sus deidades. Indiscutiblemente que todos creemos en las existencia de una Causa, de un Factor o de un Ser sobrenatural y el masón debe comprender de manera evidente que como Unidad Humana que es, forma también parte de esa Gran Obra Universal, lo que indica, sin lugar a duda, que en él se aloja también, un soplo; o un átomo de Esencia Luminosa que le obliga a saber que Existe, que Vive y que lleva una delicada misión que cumplir dentro de sus actividades Sociales; es decir, que también sabe que posee un Yo que subsiste dentro de su Ser y que lo guía impulsado por sus Instintos naturales, lo que indudablemente le da su Personalidad de Hombre. El Ego individual se manifiesta dentro de la Conciencia humana y no cabe duda de que se nos presentara como un sacrificio a nuestro Ser, principalmente cuando se trata de Servir a nuestros semejantes, razón por la que debemos procurar perfeccionar Ideas y Actos, sin cuyo requisito, jamás podremos realizar, en forma consciente ninguna Obra, por pequeña que la queramos emprender. Sabemos que existe el Egoísmo Insano en las pasiones humanas, este defecto Moral es propio del hombre no preparado, o de quien no ha recibido una educación esmerada; pero en cambio, el Yo de la nobleza, el respeto y el consciente que nos guía y nos aconseja, para poder pensar, discernir y hacer uso de la Cordura para ejecutar todas nuestras acciones y realizar nuestras Obras, significa que sabemos hacer de la Razón, un habito que nos enaltece por ser el camino más directo, para obrar con Justicia y Equidad como una inspiración pura, o sea lo que nos enseña el Verbo Sagrado de la Divinidad. La esencia de la Divinidad se hace cada vez más palpable, por medio de las apreciaciones que se adquieren, haciendo uso de la investigación, empleando el talento y analizando las cosas por medio de la inteligencia, lo que trae el progreso humano. La naturaleza de todo lo creado, dentro del universo, tiene un solo origen, dentro del cual se propaga, en el que muere y en el que irremisiblemente vuelve a renacer, puesto que es la Causa que da la vida al mundo material, en donde se descubre el ambiente espiritual, para luego perderse dentro de la atmosfera de lo desconocido o de lo misterioso.

Resulta que la conciencia y el entendimiento, obran sobre el ánimo del individuo, de conformidad con sus instintos espirituales; con relación a su educación moral, y en concordancia con la naturaleza de su talento, lo que demuestra, que esos agentes de vida para el hombre, son nada menos que el producto de una serie de impresiones que se consideran, como los Dictados directos de la propia Divinidad, aceptados por la inspiración que tiende a normar la conducta del hombre; lo que también puede interpretarse, como una fuerza irresistible que nos impone la sagrada misión de ser útiles a la humanidad, aún a costa del sacrificio personal. La enseñanza filosófica a que se refiere el verbo divino, consiste en saber interpretar, apreciar y practicar fielmente, lo que es el conocimiento de la Verdad Suprema, tomando en consideración que formamos parte integrante de la Naturaleza en cuyo medio vivimos, como el producto de una fuerza invisible, intangible e irresistible; que a la vez que da vida y vigor a todo lo creado, destruye sus propias obras, para servirse de su esencia y mantener al Germen que le proporciona la Inmortalidad, lo que pródigamente podemos considerar, como una acción decisiva del Ser Supremo, del Sumo Pontífice, o del Gran Arquitecto del Universo, sobre todos los seres y las cosas, para conservar la existencia de las innumerables especies vivientes que habitan la superficie de la tierra. Otra demostración de esa gran Verdad para aceptar la presencia del Supremo Hacedor consiste en que la magna e imperecedera obra, que mantiene a la Naturaleza en constante movimiento, en una continua evolución y en perpetua renovación. La masonería define a la Divinidad como un conjunto de fuerzas, de causas y de principios, que tienden a mantener en constante reproducción a todos los seres y las cosas materiales e inmateriales, que se conocen dentro del sistema de vida universal; y porqué al hombre, lo ha distinguido siempre, concediéndole el raciocinio, el talento, la inteligencia y el libre albedrio; o lo que es lo mismo , le concede ser causa y efecto de su propia existencia, como fenómeno que lleva una sola finalidad, la de conservar la vida de la especie humana. No debemos olvidar que los masones, tenemos un elevado concepto particular de nuestros deberes para con la Divinidad, cuyo espiritualismo, consiste en aprender a cumplir, con los dictados de una sana conciencia, cuando las virtudes humanas llegan a apoderarse de los corazones nobles, hasta llevarles al convencimiento de que el ateísmo es una debilidad moral, impropia de los hombres libres e independientes; hemos confirmado que todas las religiones, llevan como base principal en sus rituales y en sus dogmas, a la más estricta moral, y al más perfecto orden material, razón por la cual queda íntegramente justificado, el hecho evidente por el que debemos combatir al oscurantismo, a la superstición y al fanatismo, tan perjudiciales como la propia ignorancia; pero con la convicción de que con ello evitamos la propagación de los falsos sofismas.

V.˙.M .˙. HUMBERTO GARCIA BARRERA R.˙. L.˙.S.˙. FLORENTINO GONZALEZ DIAZ No. 79 GR.˙. OR.˙. DE TORREON

A L.˙.G.˙.D.˙.G.˙.A.˙.D.˙.U S.˙.T.˙.U.˙.

EL ARA Y SU SALUDO RITUAL Como todos los hermanos sabemos, el Ara es el altar de nuestro taller que es también nuestro templo y por lo tanto una imagen del cosmos. En el centro de ese espacio, entre la puerta y el Oriente y las columnas del Norte y del Sur

se encuentra nuestro altar iluminado por las luces de la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza. Esta piedra o ara, por marcar el centro, señala también el eje del

taller, es decir, la posibilidad de comunicación alto-bajo, ascendente-desendente, entre la tierra y el cielo que en forma simbólica está representado en el techo.

Y es a través del rito de nuestros estudios y trabajos, de nuestras ceremonias y gestos invariables que esta comunicación se reactiva y se hace en

nosotros, los que nos ponemos entonces en condición de poder recibir los efluvios de lo alto, las inspiraciones emanadas del Gran Arquitecto del Universo,

las que constituyen todo Conocimiento y Sabiduría. Es pues el Ara el punto

más importante del templo, a partir del cual, se organiza toda la Logia y los trabajos que en ella se realizan. Es el símbolo de lo invisible por excelencia, que él expresa formal y sensiblemente, y a él mira simultáneamente toda la Logia, tanto el Oriente como los otros puntos cardinales. La escuadra y el com pás se hallan sobre él simbolizando la unión entre la tierra (la escuadra, el cuadrángulo) y el cielo (el compás, el círculo) ya que él manifiesta el "axis" en el que se conjugan las polaridades.

Ya sabemos que nuestra Logia, al simbolizar el cosmos, simboliza tanto el macro como el microcosmos puesto que éste es una miniatura de aquél, por lo que el taller es también una imagen de nuestro templo interno y el ara, por

ser su punto central, corresponde en el ser humano a su corazón, lugar donde

se recibe la palabra y la sabiduría divina -testificadas por el Libro Sagrado que reposa en nuestro altar- lugar de transformaciones y de realización. Hacia esta

transmutación están orientados nuestros esfuerzos; lo que es lo mismo que pulir

la piedra en bruto, o ir ascendiendo escalonadamente los estadios sucesivos del Conocimiento, que se corresponde con los grados de nuestra Orden. Esta posibi lidad de ascenso y superación está siempre presente en el pecho de cada

aprendiz, compañero o maestro, que en virtud de haber recibido la iniciación se

halla especialmente cualificado para efectivizar estos símbolos, para hacerlos una realidad interna que vaya actuando en nosotros al ser evocados por la meditación, el estudio y la reiteración ritual.

Queremos recordar también para finalizar, que el Ara es el lugar en el que

efectuamos nuestros juramentos, como manifestación visible de una energía invisible y trascendente. Sobre ella, como imagen del centro espiritual, y en lo

hondo de nuestro corazón, es que hemos aceptado nuestros compromisos internos y hemos prometido cumplirlos, llevarlos a cabo. Esto podría parecer ridículo

a aquél que ignorase todo sobre el simbolismo o no hubiera podido salir verda deramente del mundo profano. Pero no lo es para los masones, los que al comprender el símbolo y el rito en el interior de su corazón, los efectivizan, al vivenciarlos. Por ese motivo es que son tan importantes los gestos rituales, ya

que por medio de ellos se renuevan las posibilidades que contienen, pues

expresan con exactitud una cosmogonía en movimiento, un cosmodrama, aunque se ignore esta circunstancia. Sin embargo, es obvio comprender que cada vez

que pasamos junto al Ara y lo saludamos, no sólo estamos dando una muestra

de respeto al símbolo en cuestión y a todo aquello que llevamos dicho acerca

de lo que él representa, sino que además renovamos ritualmente nuestros compromisos y promesas masónicas, volviendo a religarnos con ellas precisamente

en el lugar de la recepción de las emanaciones del Gran Arquitecto del Univer so, lo cual constituye un perenne recordatorio de nuestra auténtica calidad masó nica.

Y nos preguntamos, ya para finalizar, ¿acaso no es a esa identificación a la

que conduce el caminar "por las vías que nos han sido trazadas" a las que alude el ritual de apertura? ¿Y no son en el fondo esas "vías trazadas" la

propia herencia tradicional cuyo origen está en aquel gesto primigenio, y a la que tenemos que actualizar transmitiéndola en el ciclo histórico que nos toca vivir? Material aparecido en el volumen de arquitectura Símbolo, Rito, Iniciación, La Cosmogonía Masónica (Ed. Obelisco, Barcelona 1992), firmado por Siete Maestros Masones, todos ellos vinculados con SYMBOLOS V.˙.M .˙. HUMBERTO GARCIA BARRERA R.˙. L.˙.S.˙. FLORENTINO GONZALEZ DIAZ No. 79 GR.˙. OR.˙. DE TORREON