La pobreza

LA POBREZA Maya-Yucatán Hubo una vez cierta viejita cuyo nombre era Pobreza y vivía en las afueras del pueblo. En la pu

Views 124 Downloads 4 File size 127KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

LA POBREZA Maya-Yucatán

Hubo una vez cierta viejita cuyo nombre era Pobreza y vivía en las afueras del pueblo. En la puerta de su casa había sembrado una mata de huaya56 y ésta le daba frutos todo el año. Sin embargo, a todo aquel que veía esos frutos le daban ganas de comérselos y, sin pedir permiso, se subía al árbol para llevarse unos cuantos. Un día que la viejita se encontraba en el centro del pueblo vio a un viejo sentado que pedía limosna y se fijó que nadie le daba una moneda, se apiadó de él y, pensando que tendría hambre, lo invitó a su casa a almorzar. Cuando el viejecito terminó de comer, le dijo: —Ahora que ya comí lo que me diste, pídeme lo que quieras, pues yo puedo concedértelo. La viejita pensó que el pobre viejo desvariaba, pero igual fingió tomarse en serio sus palabras y le dijo:

56 Huaya o guaya: fruta típica de Yucatán, de sabor agridulce, muy apreciada por sus cualidades nutritivas. También se conoce con los nombres de guayum, maco, quenepa, papamundo, limoncillo, mamón y mamoncillo.

555

Morábito_Cuentos populares mexicanos_Ints.indd 555

14/10/14 17:03

—Buen hombre, lo único que quiero es que le digas a la huaya que no deje bajar a todo aquel que suba a sus ramas, hasta que yo lo mande. —¡Que se cumpla lo que pides! —dijo el viejito, y se fue satisfecho. Pasaron muchos años y la vieja olvidó el encuentro con el viejecito mendigo. Un día se presentó en su casa la Muerte, quien le ordenó: —Ya es tiempo de que vengas conmigo, vieja Pobreza, por eso vine a buscarte. La anciana pensó cómo podría deshacerse de la Muerte, pero no se le ocurría nada, hasta que se acordó de lo que le había pedido al viejito aquel, y decidió probar. —Como tú mandes —le dijo a la Muerte—, pero primero quiero que me bajes unas huayas, si no es mucha molestia, porque no he desayunado. —Bien, en seguida te las bajo —contestó la Muerte. —Mira, hazme el favor de bajarme esas que están ahí, hasta mero arriba, porque son las más grandes —le dijo a la Muerte cuando estuvieron debajo del árbol. La Muerte se subió con un brinco a lo más alto del árbol y recogió tres huayas hermosas, pero cuando quiso bajar, no pudo. —Ayúdame a bajar —le dijo a la Pobreza, pero ésta ya se había metido en su casa, feliz de comprobar que el hechizo del viejo mendigo era verdad. Así pasaron muchos años y como la Muerte seguía arriba de la huaya, nadie se moría. Los doctores no comprendían qué pasaba. Enfermos gravísimos que normalmente estiraban la pata en cosa de días o de horas, ahora duraban años. Un día uno de los doctores pasó frente a la casa de la viejita y, al ver la huaya rebosante de frutos, se subió al árbol para llevarse uno de ellos. Pero a la hora de bajar, no pudo. En eso, miró hacia arriba y vio a la Muerte, encaramada en una de las ramas más altas. —¿Qué haces aquí? —le preguntó—. Todos te andan buscando porque ya quieren morirse, ¡y tú trepada en un árbol! —Mira, lo que pasa es que esa mentecata de viejita me engañó —contestó la Muerte—. Vine a buscarla y la muy taimada dijo que se iría conmigo, pero que le bajara unas cuantas huayas, porque no había desayunado.

556

Morábito_Cuentos populares mexicanos_Ints.indd 556

14/10/14 17:03

Una vez que subí ya no pude bajarme, y aquí me tienes. Todo aquel que sube, se queda, y tú también te quedarás. —Ahora entiendo por qué nadie se muere —dijo el doctor—. Hay que bajar de este árbol a cómo dé lugar —y empezó a gritar—: ¡Vengan aquí, vengan aquí, la Muerte está en mi poder, vengan a verla! Gritó tan fuerte, que la gente del pueblo no tardó en reunirse alrededor del árbol. —Bajen —les decían todos. —No podemos, todo el que se sube, se queda aquí —contestó el doctor. Entonces acordaron tumbar el árbol para que el doctor y la Muerte pudieran bajarse. Cuando iban a cortarlo, asomó la viejita Pobreza. —¿Qué hacen? Si quieren bajar a los que están en la huaya, pídanmelo y yo los bajo —y volviéndose hacia el árbol, le ordenó—: ¡Deja que todos bajen! Al instante el doctor y la Muerte pudieron bajar sin problemas. La Muerte le dijo a la vieja: —Vieja Pobreza, como no me dejaste bajar del árbol, ahora tengo mucho trabajo pendiente y no te puedo llevar, otro día será. La Muerte se fue y la Pobreza se quedó en la tierra. Por eso hasta ahora la tenemos con nosotros.

557

Morábito_Cuentos populares mexicanos_Ints.indd 557

14/10/14 17:03