La Personalidad Madura. Criterios (Alport, XII)

GORDON W. ALLPORT PERSONALIDAD Su configuración y desarrollo BARCELONA EDITORIAL HERDER 1986 XII. LA PERSONALIDAD M

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GORDON W. ALLPORT

PERSONALIDAD Su configuración y desarrollo

BARCELONA

EDITORIAL HERDER 1986

XII. LA PERSONALIDAD MADURA CRITERIOS DE MADUREZ PROPUESTOS. — EXTENSIÓN DEL SENTIDO DE sí MISMO. — RELACIÓN EMOCIONAL CON OTRAS PERSONAS. — SEGURIDAD EMOCIONAL (ACEPTACIÓN DE SÍ MISMO). — PERCEPCIÓN REALÍSTICA, APTITUDES Y TAREAS. — AUTOOBJETIVACIÓN: CONOCIMIENTO DE SÍ MISMO Y SENTIDO DEL HUMOR. — FILOSOFÍA UNIFICADORA DE LA VIDA. — PSICOTERAPIA. — ENVEJECIMIENTO. — RESUMEN.

Nuestro prolongado examen del desarrollo del sí mismo, la motivación y los estilos cognitivos nos conduce finalmente a la crucial cuestión de cómo es la^ personalidad' jnadura. No podemos responder a esta pregunta únicamente en términos de psicología pura. Para que podamos afirmar de una persona que es mentalmente sana, normal y madura, debemos saber qué son la salud, la normalidad y la madurez. La psicología por sí sola no puede decírnoslo. Está implicado hasta cierto punto el juicio ético. Preguntaron a Freud: «¿De qué debe ser capaz una persona madura?» Respondió: «Debe ser capaz de amar y trabajar.» Estamos de acuerdo con esta afirmación, pero nos preguntamos: «¿Es esto todo lo que una persona normal debe ser capaz de hacer?» Otro médico, Richard Cabot, presentó una lista doble: trabajar, amar, jugar y adorar. Éstas son las actividades por las que vive una persona normal1. Tanto si preferimos la primera lista, como si adoptamos la segunda, nuestra elección se basa en consideraciones de tipo ético, no en hechos científicos. La 1. R . C . CABOT,

What men Uve by, Houghton Mifflin, Boston

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1914.

Desarrollo de la personalidad

ciencia por sí sola no nos dirá nunca lo que es sano, normal o bueno. La. concepción de lo que es sano o normal difiere algo en las diversas culturas. En algunas regiones, únicamente son «normales» las personas que se pierden completamente a sí mismas siguiendo las tradiciones y haciendo progresar el bienestar de la tribu. En el mundo occidental se da más importancia a la individualidad, a la realización de las potencialidades propias. Afortunadamente, en la cultura occidental existe bastante concordancia respecto a las normas de normalidad, salud o madurez (usaremos estos términos indistintamente). Nos proponemos en este capítulo examinar y esclarecer esta área de acuerdo general. Pero antes conviene formular cuatro^bservaciones: 1. Existe en la actualidad un gran movimiento de interés por este problema. Es estudiado y examinado por todos lados y por psiquiatras, psicólogos y otros 2 . Este aumento de interés se debe en parte a la aguda amenaza de trastornos mentales y perturbaciones -emocionales que alarma actualmente a todas las naciones. Pero también se debe este interés al deseo de hallar valores comunes entre Jas personas sanas, con el objeto de hallar una base sobre la que pueda edificarse una sociedad mundial más pacífica. 2. No es fácil, describir la considerable riqueza y congruencia de una personalidad plenamente madura. Existen tantas maneras de desarrollarse como individuos, y en cada caso el producto final es único. Aunque en este capítulo tratamos de establecer criterios universales de vidas adultas sanas, no debemos olvidar la amplia variedad de tipos individuales. 3. Difícilmente podremos esperar hallar un modelo de madurez en una persona concreta. Nos referiremos más a un ideal que a per2. Entre los estudios que sobre este tema se han publicado, citaremos los siguientes: MARIE JAHODA, Current concepts of positive mental health, Basic Books, Nueva York 1958. L.B. COLÉ, Human behavior: psychology as a bio-social science, World Book, Yonkers, N. Y., 1953. E. FROMM, Man for himself, Holt, Reinehart and Winston. Nueva York 1947. G.W. ALLPORT, Personality: normal and abnormal, «Sociological Rev.», 6 (1958) 167-180. En este último artículo se hace referencia a la importante distinción entre las normas estadísticas (cómo son la mayoría de las personas) y las normas éticas (cómo debe ser una persona normal). M.B. SMITH afirma que no existe la salud mental como entidad única. La cuestión solamente puede estudiarse examinando los principales valores constitutivos (que es el método seguido en el presente capítulo). Véase de dicho autor Research strategies toward a conceptlon of positive mental health, «Amer. Psycholgist», 15 (1959) 6 7 3 - 6 8 1 .

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sonas concretas. Es significativo que cuando invitamos a alguien a que nos cite alguna persona a la que pueda considerarse como una personalidad madura, casi siempre cita a alguien que no forma parte de su familia y pertenece al sexo opuesto. ¿A qué se debe esto? La causa consiste posiblemente en que la familiaridad con una persona nos hace conocer sus flaquezas. Hay algunos que se aproximan a la verdadera madurez. Pero ¿habrá alguien que la alcance por completo? 4. La madurez de la personalidad no guarda necesariamente relación con la edad cronológica. Un niño de once años bien equilibrado, «más sensato de lo que corresponde a su edad», puede presentar más signos de madurez que muchos adultos centrados en sí mismos y neuróticos. Un estudiante universitario juicioso puede tener más madurez que su padre o que su abuelo. Claro está que lo más frecuente es que la experiencia y la continuada ocasión de obstáculos y sufrimientos que ha sido preciso superar confieran mayor madurez a medida que jse progresa en edad. Pero el paralelismo dista mucho de ser perfecto. CRITERIOS DE MADUREZ PROPUESTOS.

Una elegante definición dice que una personalidad sana domina activamente el ambiente, presenta una cierta unidad y posee la cagacidad de percibir correctamente al mundo y a sí mismo. Una persona que ha alcanzado tal estado no pierde el contacto con la realidad, no pide demasiado a los demás3. Esta definición es satisfactoria en los aspectos que cubre. Erikson nos ofrece una lista de criterios más completa. Este autor especifica los atributos que deben alcanzarse normalmente en cada período de la vida: Lactante: sentido básico de confianza Primera infancia: sentido de autonomía Edad del juego: sentido de iniciativa Edad escolar: aplicación y capacidad Adolescencia: identidad personal Juventud: intimidad Edad adulta: generatividad Edad madura: integridad y aceptación 3. MARIE JAHODA, Toward a social psychology of mental health, en M.J.E. SENN (dir.), Symposium on the healthv personality, Josiah Macy Jr. Foundation. Nueva York 1950.

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Desarrollo de la personalidad Erikson atribuye especial importancia al sentido de identidad, cuya formación es un problema especialmente agudo en la adolescenJ cia. Sin un firme sentido de identidad (/.quién soy yo?) no puede al^canzarse la verdadera madurez 4 . Aunque en toda definición de salud, madurez o normalidad psíquica hay un juicio ético o de valor, pueden sernos muy útiles como guía y corrector de nuestro estudio las investigaciones clínicas y de laboratorio. Veamos un ejemplo. Con referencia al concepto de «normalidad», el Centro de Estudios e Investigaciones sobre la Personalidad, de la Universidad de California, empleó el método siguiente: Miembros del profesorado de diversas secciones de la universidad calificaron a estudiantes de la institución a base de una escala de nueve puntos para la evaluación de la «solidez o normalidad de la persona en sus diversos aspectos», definida como «el equilibrio y grado de madurez que muestra el individuo en sus relaciones con otras personas». Se obtuvieron seis evaluaciones para cada uno de los estudiantes y la fidelidad global era buena, con una correlación de .68 entre las evaluaciones parciales, lo que indica que este método es tan útil como las puntuaciones corrientes. Un grupo de ochenta estudiantes, escogidos al azar entre los evaluados, fue examinado intensivamente, con administración de tests, durante un período de dos días completos, viviendo todos juntos. Los psicólogos que los observaron y examinaron en estos dos días eran distintos de los que habían administrado las primeras pruebas e ignoraban las puntuaciones de «normalidad» que habían obtenido en aquéllas. Resultó que la correlación entre ambos exámenes fue de .41, que es significativa, pero en modo alguno perfecta. Lo que nos interesa aquí especialmente son las diferencias descubiertas entre los estudiantes considerados normales o sanos y los considerados menos sanos. En primer lugar, se encontraron, en conjunto, apreciables diferencias en el ambiente del hogar. «En general, 4. E . H . ERIKSON, Identity and the Ufe cycle: selected papers, «Psychol. Issues, Monogr.», n.° 1 (Int. Univ. Press, Nueva York 1959).

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La personalidad madura los sujetos con puntuaciones más altas habían tenido un desarrollo más regular, con menor frecuencia de enfermedades o traumatismos importantes_en Ja^infancia. hggares más estables y padres con maye* éxito^en la vida y más respetabilidad, que podían servir de patrón para el desarrollo del muchacho.» Estas observaciones corroboran nuestras conclusiones anteriores de que la seguridad y la estabilidad en la infancia permiten formular un buen augurio sobre un continuado progreso en el desarrollo de la personalidad. Sin embargo, hallaron los investigadores algunas marcadas excepciones a esta regla, es decir, observaron diversos casos de jóvenes con personalidad muy equilibrada que habían crecido en ambientes francamente desfavorables. Estas excepciones nos enseñan que el secreto de la madurez de la personalidad no consiste en . haber tenido una infancia fácil y suave. El secreto radica i i cJL^ífiLJflPdo de responder a los problemas planteados por I ) la vida». Una infancia que transcurre en condiciones favorables puede ayudar a que se dominen después los problemas en que se encontrará el individuo, pero no lo es todo. Las principales diferencias halladas entre los estudiantes con personalidad madura y los que tenían una personalidad menos madura (apreciada mediante tests, entrevistas y evaluaciones) fueron cuatro: 1. Eficaz organización del trabajo dirigido a [os objetivos. Los estudiantes con evaluaciones más altas resultaron ser los más firmes, los más resistentes al stress. Tenían más vitalidad, eran más adaptables y sabían utilizar más recursos. En los tests de percepción presentaban menos fluctuaciones y errores visuales. 2. Correcta percepción de la realidad. Los sujetos con puntuación alta, no solamente mostraron mayor precisión en los tests de percepción, sino que tenían en general mejor capacidad de juicio, un conocimiento de sí mismos más correcto (self-insight) y eran más escépticos respecto a los acontecimientos «milagrosos». 3. Carácter e integridad en el sentido ético. Se comprobó que los estudiantes con puntuación alta eran per333

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sonas en las que podía confiarse más, con mayor seriedad y responsabilidad, más tolerantes. Los «principios interiormente determinados» eran en ellos fuertes. 4. Adaptación interpersonal e intrapersonal. Los sujetos de puntuación elevada eran menos defensivos, egoístas y desconfiados que los de puntuación baja. En general, dicen de sí mismos que «se sienten felices la mayor parte del tiempo». Se observan en ellos pocos indicios de tendencias anormales, neuróticas o de otra clase5. El mérito de este estudio consiste en permitirnos, en cierto grado por lo menos, definir mediante algunos aspectos concretos y mensurables, los juicios sobre «normalidad» o «madurez». Aunque hay en él algunas lagunas, presenta la gran ventaja de confirmar el juicio de los profesores sobre la madurez con el análisis del laboratorio psicológico. En un estudio ulterior de Maslow se empleó un método algo menos objetivo, pero útil6. Este autor efectuó un análisis intensivo de diversas personalidades, vivas unas e históricas otras, quedaran consideradas maduras (o, como prefiere decir Maslow, «actualizadoras de sí mismas») según juicio de las personas corrientes. Se esforzó en excluir a los individuos con fuertes tendencias neuróticas, pero halló que había pequeñas anormalidades incluso en las personas con más evidente actualización de sí mismas. Resumiremos brevemente los atributos descubiertos por Maslow: 1. Más eficiente percepción de la realidad y más jadíes relaciones con ella. Los sujetos estudiados, como los estudiantes de mente madura de California, juzgaban de las personas y las situaciones acertadamente. Quizás por esta razón, presentaban uniformemente las características de no sentirse amenazados y no tener miedo a lo desconocido. A diferencia de las personas inmaturas, no sentían «una terrible necesidad de certitud, seguridad, exactitud y orden». 2. Aceptación de sí mismo, de los demás y de la na5. F . BARRON, Personal soundness in university gradúate students, «Publications in Personality Assessment and Research», n.° 1 (Univ. of California Press, Berkeley 1954). 6. A.H. MASLOW, Motivation and personality, Harper, Nueva York 1954.

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turaleza. Conocen bien a Jos hombres y a la naturaleza humana. Aceptan las necesidadesfisiológicasy los procesos naturales sin aversión ni vergüenza, pero también aprecian las cualidades «elevadas» que completan la naturaleza humana. 3. Espontaneidad. Maslow concede gran importancia a la capacidad de apreciar el arte, las oportunidades y la alegría de la vida, el sabor de la vida. Los que poseen una personalidad madura no tienen el lastre de los convencionalismos y saben ver las «experiencias culminantes» de la vida. 4 Concentración en los problemas. Como en los estudiantes de California con puntuación elevada, las personas estudiadas por Maslow trabajan con eficacia y persistencia en tareas objetivas. Pueden abstraerse en el estudio de un problema sin preocuparse de sí mismas. 5 Independencia en las relaciones personales. Las personas actualizadoras de sí mismas sienten la necesidad de retiro, son autosuficientes. Sus relaciones con amigos y familiares no son de tipo posesivo; no hay en ellas intrusión ni aferramiento. 6. Independencia respecto a la cultura y el medio. Estrechamente relacionada con la anterior, poseen la facultad de aceptar o no los ídolos o modas dominantes en el medio en que viven. El curso de su evolución no está fundamentalmente influido por halagos o críticas. 7. Apreciación libre, no convertida en rígida. Tenemos en esta característica otro aspecto de la espontaneidad y sentido de responsabilidad que presenta el sujeto frente a experiencias nuevas. 8. Horizontes ilimitados. La mayoría de estos sujetos muestran más o menos interés por la naturaleza última de la realidad. Maslow llama a esta característica «mística» u «oceánica». Es el factor religioso de la madurez. 9. Sentimiento social. Tienen un sentimiento básico de «identificación, simpatía v afecto» a pesar de los episodios de ira o impaciencia que pueden presentar. La simpatía por otras personas y su comprensión parece ser uno de los primeros signos de madurez. 335

Desarrollo de la personalidad 10. Relaciones sociales profundas, pero selectivas. Como complemento del atributo de «independencia en las relaciones personales», hallamos que las personas actualizadoras de sí mismas son capaces de relaciones personales muy estrechas asociadas a una mayor o menor obliteración del ego. El círculo de relaciones estrechas puede ser reducido, pero incluso en las relaciones superficiales fuera de esta órbita saben mantener un trato suave, con pocas fricciones. 11. Estructura democrática del carácter. Observó Maslow que estos sujetos sienten y muestran generalmente «respeto por todo ser humano precisamente porque es un ser humano». También otras investigaciones revelan que la tolerancia étnica y religiosa se asocia a otras características de madurez 7 . 12. Certidumbre ética. Ninguno de estos sujetos se sentía inseguro respecto a la diferencia entre lo justo y lo injusto en la vida cotidiana. No confundían elfincon los medios y tendían firmemente a la consecución de los fines considerados justos en sí. 13. Humor sin hostilidad. Los juegos de palabras, los chistes y el humor agresivo se hallan en estas personas menos frecuentemente que «un humorismofilosófico,que sabe tener consideración para con los demás, que tiende a generar la sonrisa más que la risa, que es intrínseco respecto a la situación más bien que añadido a ella; espontáneo, no planeado. Es frecuente que no se preste a la repetición». 14. Creatividad. Maslow destaca, como característica global típica, un atributo que no falta nunca en estas personas: la creatividad. Su estilo de vida presenta, sin excepción, una cierta intensidad e individualidad que da carácter a todo lo que hacen, sea un escrito o una composición, la confección de calzado o el trabajo doméstico. No pretende Maslow que estos criterios sean independientes unos de otros. Evidentemente, no lo son, pero parecen emanar conjunta7. G.W. ALLPORT, The nature of prejudice, Addison-Wesley, Cambridge, Mass., 1954, capít. 27.

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mente de la personalidad en los individuos con personalidad madura, sana o normal, es decir, en las personas actualizadoras de sí mismas. Un grupo de psiquiatras estaba charlando sin preocupaciones académicas. Alguien planteó la cuestión de qué debía entenderse por «saiud mental». Se.mencionaron numerosas cualidades: buen humor, serenidad optimista, capacidad de disfrutar con el trabajo, capacidad de disfrutar con el juego, capacidad de amar, capacidad de consecución de objetivos, ausencia de exceso en la manifestación de las emo.cjones, conocimiento de sí mismo, adecuada reacción a las situaciones, responsabilidad social. Tengamos en cuenta que tales atributos fueron mencionados por psiquiatras, acostumbrados a tratar con personas mentalmente enfermas. Pero precisamente es interesante esta lista por basarse en la experiencia profesional con personalidades no sanas. Sin embargo, es lo cierto que las personalidades sanas no siempre son tan felices y exentas de conflictos como parece deducirse de la lista de los psiquiatras. Aceptar el sufrimiento, la culpabilidad y la muerte y comportarse serenamente a su respecto forma parte de lo que requiere la naturaleza humana. Shoben intenta derivar los criterios de normalidad de las cualidades esenciales del ser humano (tales como el largo periodo de dependencia en las primeras edades de la vida y la capacidad de operar con símbolos). Este método de estudio le conduce a destacar en la madurez el aspecto de seriedad. Para este autor, normalidad significa «autodominio, responsabilidad, ^personal, responsabilidad social, interés social democrático, ideales»8. También los criterios propuestos por los existencialistas destacan el aspecto serio de la madurez. Comprenden el sentido de la significación y la responsabilidad, la aceptación y «la valentía de ser»'. Las guerras del siglo xx, con la miseria que acarrearon, han polarizado la atención en el sentimiento humano. Parten del sufrimiento dos caminos. Conduce el uno a la destrucción de la personalidad; lleva el otro a su consolidación. Los traumatismos físicos, las enfermedades, la cárcel y el lavado de cerebro producen frecuentemente un colapso permanente y la desesperación. Pero otras veces estos mismos agentes 8. E.J. SHOBEN, Jr., Toward a concept of the normal personality, «Amer. Psychologist», 12 (1957) 183-189. Cf., además, P. HALMOS, Towards a measure of man: the frontiers of normal adjnstment, Routledge and Kegan Paul, Londres 1957. 9. P. TILLICH, The courage to be, Yale Univ. Press, New Haven, Conn.. 1952. V. FRANKL. From death camp to existentialism, Beacon, Boston 1959. Véase, además, T.A. KOTCHEN, Existential mental health: an empirical approach, «J. indiv. Psychol.», 16 (1960) 174-181.

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i son causa de una mayor firmeza, riqueza y fuerza del alma. Aunque i nadie busca el sufrimiento ni lo desea para sus hijos, es dudoso que I una vida de comodidades pueda conducir a la madurez10. Todos los criterios indicados se refieren a un tipo ideal, raramente (o nunca) alcanzado por un individuo concreto. En la másfirmede las personalidades pueden hallarse puntos débiles o momentos de regresión; la normalidad depende en gran parte del apoyo del medio. De todos modos, es evidente que unas personas, a pesar de las circunstancias desfavorables en que pueden encontrarse, se mantienen más próximas a este ideal que otras. Emprenderemos ahora la tarea de resumir de acuerdo con nuestro punto de vista los criterios de madurez que acabamos de examinar. Es arbitrario fijar su número en seis, pero la lista que presentamos parece un término medio razonable, para nuestro propósito, entre las distinciones demasiado finas y las poco precisas. EXTENSIÓN D E L SENTIDO D E SÍ MISMO.

El sentido de sí mismo se forma gradualmente en la infancia y no sejia completado a. la edad de tres años ni tampoco a la de diez. Continúa extendiéndose a compás de la experiencia a medida que se hace mayor el círculo de participación del individuo. Como señala Erikson, la adolescencia es una época especialmente crítica. En su. lucha contra la «difusión de la identidad», el muchacho quiere saber quién es él. ¿Qué hechos, experiencias y papeles corresponden a su proprium? ¿Cuáles son periféricos o no adecuados a su estilo de vida? Los amoríos transitorios del adolescente ilustran este punto. El amorío focaliza impulsos poderosos, pero discordantes: tonicidad sexual, tendencias asertivas y sumisivas, ambiciones, intereses estéticos, sentimiento familiar, incluso emoción religiosa. Pero lo importante es que esta íntima oleada establece una conexión entre el individuo v otra persona, extendiendo rápidamente los límites del sí mismo. El bien de otra persona es tan importante para el sujeto como el bien propio; mejor: el bien de la otra persona es idéntico con el bien propio. Pero no es solamente el amor de adolescente lo que amplía la in10. Nos presenta vivamente este hecho una biografía de Edward Sheldon, escrita por E. BARNES con el título The man who lived twice, Scribner, Nueva York 1956. Explica cómo Shelton, el autor teatral, con una parálisis artrítica total y ceguera, se sobrepuso a esta situación y se convirtió en el amigo y el consuelo de muchos camaradas.

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dividualidad. Se incorporan en el sentido del sí mismo nuevas ambiciones, nuevas, pertenencias .a.grupos, nuevas ideas, nuevos amigos, nuevos recreos y aficiones y, sobre todo, la vocación de cada individuo. Son factores nuevos en la identidad propia. Es necesario aplicar aquí el concepto de la autonomía funcional (capítulo x). Para la persona madura, la vida es algo más que la comida, la bebida, la seguridad y la sexualidad; es más de lo que puede explicarse, directa o indirectamente, por la reducción de las tensiones. Si no se desarrollan en una persona intereses «fuera de ella misma» (aunque formando parte del sí mismo), vive en un nivel más próximo al animal que al humano. Hablamos, claro está, de autonomía funcional del proprium, no de la autonomía meramente perseverativa. Considerémoslo de otro modo. El criterio de madurez que examinamos ahora requiere la auténtica participación de la persona en algunas esferas significativas de la actividad humana. Ser partícipe no es lo mismo que ser meramente activo. Consideremos, por ejemplo, el caso del ciudadano Sam, que vive y se agita en la gran maquinaria que es la ciudad de Nueva York. Sus horas de inconsciencia, de sueño, las pasa en algún punto del Bronx. Se despierta por la mañana y coge la botella de leche que le ha dejado ante la puerta un empleado de una gran empresa de venta y reparto de productos lácteos. N o piensa conscientemente en los empleados de esta empresa, de tan vital importancia para su salud. Después de saludar apresuradamente a la patrona, corre a sumergirse en el vasto sistema de transportes públicos de la ciudad, de cuyos misteriosos mecanismos nada sabe. En la fábrica, se convierte en una pieza de una maquinaria que escapa a su comprensión. Para él, como para sus compañeros de trabajo, la empresa en la que está empleado es una abstracción. Desempeña un papel puramente mecánico en la «creación de excedentes» (sea lo que fuere tal cosa) y aunque él no lo sepa, su continua actividad en la maquinaria está regulada por la «ley de la oferta y la demanda», la «disponibilidad de primeras materias» y «la tasa de interés prevaleciente». A la semana siguiente, sin que él se entere, le imponen una contribución para el «excedente en el mercado del trabajo». Un agente oficial le cobra la cuota, sin que él sepa por qué. A mediodía, engulle la comida que prepara y sirve automáticamente una monstruosa organización en la que también él es engullido automáticamente. Después de volver a trabajar por la tarde, entra en un cine en busca de una de las producciones para soñar sin dormir que fabrican en serie en Hollywood, con el objeto de dar descanso a su mente, que no ha realizado ninguna labor útil, pero está sometida a una gran tensión. Finalmente, entra en un bar y pide los productos que se anuncian, víctima inconsciente del ciclo publicitario.

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Sam ha desplegado mucha actividad durante todo el día, una tremenda actividad, desempeñando el papel que le corresponde en diversas áreas de actividad impersonal. Ha pasado por varios mecanismos, ha entrado en relación automática con entidades que son «personas jurídicas», pero no personas de carne y hueso. Las personas físicas junto a las cuales se ha hallado eran, como él mismo, piezas insertadas en sistemas de transmisión, demasiado cansadas para darse cuenta plenamente de lo que estaban haciendo. Sam está implicado en diversas actividades durante todo el día, pero ¿puede decirse que ha participado en ellas en el sentido psicológico? Está implicado en ciclos diversos, pero su yo no

está implicado11.

¿Qué es, exactamente, lo que no va bien en Sam? No ha extendido su sentido de sí mismo a ninguna área significativa de la vida. Como ocurre con todos nosotros, entra en contacto con muchas esferas de la actividad humana: económica, educativa, recreativa, política, doméstica y religiosa. Sam se relaciona con todas estas esferas superficialmente, pero no incorpora ninguna de ellas en sí mismo. Probablemente, sería pedir demasiado pretender que un individuo, aunque posea una personalidad madura, se interese apasionadamente por todas estas esferas de actividad. Pero si no se desarrollan intereses autónomos en algunas de estas áreas, si nuestro trabajo, nuestros estudios y aficiones, nuestra familia y nuestra relación con la política y la religión no entran en la esfera del proprium, no podemos decir que somos personalidades maduras. Una auténtica participación dji una dirección a la vida. La madurez progresa en la proporción en que nuestras vidas dejan de estar centradas en la inmediata proximidad del cuerpo y en el yo. El amor a sí mismo es un factor preeminente e ineludible, pero no es necesario que sea dominante. Todos tienen amor a sí mismos, pero únicamenteja extensión del sí mismo es signo de madurez. RELAaÓN^EMQCJWAL..CON OTRAS PERSONAS.

La adaptación social de la personalidad madura se denota por dos_diferentes clases de relación emocional. En virtud de la extensión de sí mismo, tal persona es capaz de una gran/intimidad? en su capacidad de amar, ya sea en la vida familiar, ya en una profunda amistad. Por otra parte, huye de la murmuración v se abstiene de intromisiones 11. G.W. ALLPORT, The psychology of parti'cipation, en Personality and social encounter, Beacon, Boston 1960, capít. 12.

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y de todo intento de dominar a los demás, incluso dentro de su propia familia. Tiene en sus relaciones un cierto desprendimiento que le hace respetar y apreciar la condición humana en todos los hombres. Este tipo de relación emocional puede muy bien llamarse ¡simpatía n.¡ La intimidad y la simpatía requieren que el sujeto no sea una carga o un estorbo para los demás ni les impida la libertad en la búsqueda de su identidad. Las constantes quejas y críticas, los celos y los sarcasmos actúan como tóxicos en las relaciones sociales. A una mujer de marcada madurez le preguntaron cuál era a su juicio la regla más importante de la vida. Respondió: «No emponzoñéis el aire que otros han de respirar.» El_respeto a_ las personas como tales personas se alcanza mediante la extensión imaginaria de las duras experiencias de la vida. Acaba uno dándose cuenta de que todos los mortales se hallan en la misma situación humana. Vienen los hombres al mundo sin haberlo pedido; se les impone el irresistible instinto de supervivencia; se ven asaltados por impulsos y pasiones; encuentran fracasos y sufrimientos, pero van siguiendo su camino de un modo u otro. Nadie conoce con seguridad la significación de la vida; todos avanzan hacia un destino desconocido y envejecen mientras lo hacen. Toda vida se halla contenida entre dos límites desconocidos. No es de extrañar que exclamase el poeta: «Alabemos al Señor por cada partícula de compasión humana.» Es oportuno consignar aquí dos ^ignos de madurez frecuentemente señalados: la tolerancia y la «estructura democrática del carácter». Las personas inmaturas, por el contrario, parecen creer que solamente ellas tienen las típicas experiencias humanas de pasión, miedo y preferencia. Al inmaturo solamente le importan él mismo y lo que es de él. Su iglesia, su casa, su familia y su nación forman un firme bloque; todo lo demás es ajeno, peligroso, excluido de su mezquina fórmula de supervivencia. Debemos decir algo más sobre los afectos personales más profundos. Puede afirmarse sin temor a equivocarse que nadie, maduro o inmaturo, puede amar o ser amado suficientemente. Pero parece que las personas menos maduras más quieren recibir amor que darlo. Cuando el inmaturo da amor, lo hace por lo general en los términos que le convienen; no lo hace sin condiciones y el otro ha de pagar por el pri12. En el original inglés, eompassion (Nota del Tr.).

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Desarrollo de la personalidad vilegio. El amor posesivo y paralizante para el amado (como el que muchos padres imponen a sus hijos) es muy corriente, pero no es bueno para el que lo da ni para el que lo recibe. Es muy duro para los padres (o para el esposo, la esposa, el novio, la novia o el amigo) aprender a desear la compañía del amado y quererle bien aceptándolo al propio tiempo tal como es, sin ligarlo con rígidos lazos u obligaciones. «Genitalidad». Algunos psicoanalistas acostumbran a equiparar la madurez con lo que llaman «genitalidad». El sexo es un tema tan dominante en la mayoría de vidas que fácilmente se comprende que muchos teorizantes sostengan la tesis de que le consecución de una completa satisfacción sexual orgástica es un importante signo de madurez. Afirman que el libre ejercicio de la función sexual es la mejor medida de la capacidad individual de superar las fuerzas represivas de la sociedad y la presión de las fijaciones sexuales infantiles. Pero como los raptores y los que tienen perversiones sexuales son capaces de experimentar una satisfacción orgástica completa, se hizo necesario modificar este criterio limitando la satisfacción sexual propia de la madurez a la experimentada «con una persona amada de sexo opuesto». Erikson establece esta tesis en la forma siguiente: Los psicoanalistas han señalado la genitalidad como uno de los prin-' cipales signos de una personalidad sana. La genitalidad es la capacidad potencial de desarrollar potencia orgástica en relación con una persona amada de sexo opuesto. «Potencia orgástica» no significa aquí descargar los productos sexuales en el sentido de «vías de salida» (Kinsey), sino la comunidad heterosexual, con plena sensibilidad genital y una descarga de tensión global, de todo el organismo... Su idea es, evidentemente, la de que la comunidad de climax del orgasmo nos da el mejor ejemplo de la mutua regulación de complicados patrones de acción, que apacigua la hostilidad generada en la continuada oposición de lo masculino y lo femenino, de la realidad y la fantasía, del amor y el odio, del trabajo y el juego. Las relaciones sexuales satisfactorias hacen que lo sexual sea menos obsesivo y convierten en superfluo el control sadista 13. El argumento es persuasivo, pero no por ello dejamos de darnos cuenta de la existencia de excepciones. No se ha demostrado que un individuo genitalmente maduro sea normal en todas las áreas de la vida. Tampoco se ve claro que el impulso sexual esté tan estrecha13. E . H . ERIKSON, Growth and crises of the healthy personality, en Identity and the Ufe cycle: selected papers, «Psychological Issues», monogr. n.° 1 (International Universities Press, Nueva York 1959, pág. 96). Con autorización de los editores. 342

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mente ligado a todas las regiones de la personalidad como requeriría la teoría. Tenemos, finalmente, los innumerables casos de solteros y solteras y aun personas con aberraciones sexuales cuyas obras y conducta son tan eminentes que no podemos considerarlas «inmaturas». ¿Qué concluimos de todo ello? Parece justificado admitir que en muchos indiyiduosJa_madurez genital se asocia a la madurez personal general, Pero, posiblemente, no puede afirmarse que las personas maduras no experimentan frustraciones y desviaciones en su comportamiento relativo a los impulsos, incluyendo los ramificados impulsos de la sexualidad. La dificultad deriva del intento de identificar la motivación adulta casi exclusivamente con el impulso sexual. Reconocemos que tan importante impulsa regido por el individuo de un modo maduro, puede armonizar bien con la madurez general y reforzarla, pero no_está. justificado reducir todo el problema de la madurez a la genitalidad. SEGURIDAD EMOCIONAL (ACEPTACIÓN D E J S Í MISMO).

Fácilmente observamos la diferencia que existe entre la persona con equilibrio emocional y la que es emocionalmente exaltada y presenta accesos de ira o de apasionamiento. Incluimos en el segundo grupo a los alcohólicos y a los que tienen arrebatos de blasfemia y obscenidad. Los egotistas, los que se abandonan a sus pasiones, los «infantiles», no han pasado con éxito por las fases de desarrollo normales. Todavía se hallan preocupados con algunos fragmentos de su experiencia emocional. Muchos autores hablan de aceptación de sí mismo. Esta característica, .dejnradurez incluye la capacidad de evitar reacciones excesivas frente a cosas correspondientes a impulsos segmentarios. El ih~ diyiduo maduro acepta su impulso sexual y se esfuerza cuanto puede en comportarse respecto al mismo de modo que se origine el mínimo de conflicto consigo mismo y con la sociedad. No busca constantemente lo libidinoso, pero tampoco es mojigato ni deprimido. Todos tenemos miedo de algunas cosas, de la muerte v de peligros inmediatos, pero. en general, el individuo hace frente a estos temores con aceptación. Si no ocurre así, se forma una preocupación neurótica, que puede ser, por ejemplo, de cuchillos y otros instrumentos cortantes, de puntos elevados, de alimentos salubres o insalubres, de medicina, etc., con supersticiones y rituales protectivos. 343

Desarrollo de la personalidad

Es especialmente importante la cualidad llamada «tolerancia a la frustración». Cada día se producen cosas que irritan o contrarían. El adulto inmaturo, como el niño, reacciona a los contratiempos con accesos de mal humor o irritación; se queja, culpa a otras personas, se compadece a sí mismo. En cambio, el individuo maduro tolera la frustración. Si ha habido falta o error en él, sabe aceptar este hecho (¿iend^LjyjjíropunjUvo»). Espera un momento oportuno, busca un medio de sortear el obstáculo y en caso necesario se resigna a lo inevitable. No es cierto que el individuo maduro esté siempre tranquilo, sereno y de buen humor, pero sus fases de mal humor son transitorias. Hasta es posible que sea por temperamento pesimista y deprimido. Pero ha aprendido a vivir sus estados emocionales de modo que no le conduzcan a actos impulsivos ni perjudiquen jel bienestar de otras personas. Probablemente, no podría comportarse de este modo si no hubiese desarrollado un continuo sentido de seguridad en su vida. Las experiencias de «confianza básica» en la primera infancia tienen^algo que ver con este desarrollo, Y en fases ulteriores ha aprendido más o menos que no todo alfilerazo contra su orgullo es una herida mortal y que no todo temor es confirmado por un desastre. Al_ expansionarse^jel sentido de sí mismo, se asumen .nuevos riesgos y nuevas posibilidades de fracaso. Pero el individuo maduro considera tales inseguridades con un sentido de la proporción. Aprende a ser cauto sin dejarse dominar por el pánico. E[ dominio de sí mismo es reflejo del sentido de la proporción. El sujeto maduro expresa sus opiniones y sus sentimientos guardando consideración a las opiniones y los sentimientos de los demás. No se siente amenazado por sus propias expresiones emocionales o por las de otras personas. Este sentido de la proporción no es un atributo aislado de la personalidad. Se forma porque el modo de ver las cosas es ordinariamente de tipo realístico y porque el sujeto posee valores integrativos que rigen y encauzan los impulsos emocionales. PERCEPCIÓN REALÍSTICA, A I T I H n i s v TAREAS.

Como se ha visto en el capítulo precedente, el pensamiento es parte integrante de la personalidad. Podríamos decir que la vida de los sentimientos y las emociones es la urdimbre y los procesos mentales elevados la trama. 344

La personalidad madura

También hemos visto que en la personalidad sana, las percepciones _y los conocimientos cotidianos se caracterizan. en „conjunto por la eficacia y la exactitud (pág. 322-334). La persona sana posee disposiciones (sets) que conducen a la verdad en mayor grado que en las personas; inmaturas. El individuo maduro no tuerce la realidad para acomodarla a las necesidades y las fantasías del sujeto. ¿Significa esto que nadie puede tener una mente sana y madura sin un elevado cociente intelectual? Hay en esta afirmación una parte de verdad, pero es peligrosa. - Se requiere, evidentemente, un mínimo de memoria, de capacidad verbal (simbólica) y de capacidad general de solución de problemas. Ser maduro implica la posesión de estas capacidades intelectuales básicas. Pero la ecuación no es reversible. Son muchas las personas con una elevada inteligencia a las que falta el equilibrio emocional y la organización intelectual que constituye una personalidad madura. El psicólogo Terman estudió un grupo de niños superdotados cuyas puntuaciones en los tests de inteligencia eran tan altas que cada uno de ellos era literalmente «uno entre mil». No solamente era grande su dotación intelectual, sino que, considerados en grupo, poseían ventajosas condiciones de salud, aspecto físico, sociales y económicas. Examinándolos veinticinco años después, se halló que las anormalidades en la organización de la personalidad no eran menos numerosas que en la población en general del mismo grupo de edad. La proporción de psicosis y de alcoholismo era igual a la que presentaban los individuos de la misma edad en el conjunto de la población. Se observaron casos de mala adaptación, incluso graves, pero es difícil comparar su extensión con la existente en la población en general. Es cierto que en muchos de ellos se había realizado lo que prometían en su n i ñ e z P e r o , en conjunto, preciso es admitir que una inteligencia excepcional no garantiza por sí sola la madurez. No solamente son más verídicas las percepciones y las operaciones cognitivas exactas y realísticas, sino 4 que el individuo maduro posee 14. L . M . TERMAN y MILITA H. ODEN, Genetic studies of genius: ív, The gifted child grows up, Stanford Univ. Press, Stanford, Calif., 1947.

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Desarrollo de la personalidad

aptitudes apropiadas para la solución de los problemas objetivos. Una persona, normal en otros aspectos, que no sabe conducirse acertadamente en su profesión (intelectual o mecánica, de ama de casa o de cualquier otra clase) no tiene la seguridad ni los medios que requiere la madurez para la extensión de sí misma. Aunque vemos frecuentemente personas hábiles que son inmaturas, no vemos nunca personas maduras que no posean aptitudes orientadas a la solución de los problemas ante los que se encuentran. Junto con la percepción verídica y la aptitud, debemos situar la capacidad de perderse a sí mismo en la realización del trabajo. Hallamos consignada esta condición en Freud, en Maslow y en los investigadores de California. La persona madura se centra en el problema. Le gusta trabajar objetivamente. Significa esto que es capaz de olvidar los impulsos egoístas de la satisfacción de los instintos, el placer, el orgullo y la defensa durante largos períodos de tiempo mientras está absorta en su tarea. Este criterio puede relacionarse con el objetivo de «responsabihdad», en el que insisten los existencialistas. Én el espíritu del existencialismo se hallaba Harvey Cushing, el cirujano del cerebro, cuando dijo: «El único modo de soportar la vida es tener una tarea por completar.» Una persona madura está en estrecho contacto con lo que llamamos.-«d mundo real». Ve los objetos, las personas y las situaciones tales como son. Y tiene ante sí una importante tarea. Añadiremos algunas palabras sobre la «madurez económica». Para la mayor parte de las personas, la lucha para ganarse la vida, para ser solvente, para hacer frente a la dura competición económica, es el mayor requerimiento que encuentran en la vida. Exige muchos esfuerzos y origina a menudo crisis peores que las del sexo y de la identidad consigo mismo. No siempre los estudiantes de universidades y escuelas superiores se dan completa cuenta del porfiado combate que deberán librar para ganar dinero. Los jóvenes, antes de entrar en esta dura competición, parecen a veces relajados e incluso serenos. Pero poder sustentarse a sí mismo y a una familia a un nivel de vida que aumenta constantemente es una empresa terrible. Hacer frente a esta difícil tarea sin ser dominado por el miedo, sin sentirse desgraciado y sin caer en una conducta defensivas hostil y autoengañadora es uno de los más duros tests de madurez. 346

La personalidad madura AUTOOBJETIVACIÓN: CONOCIMIENTO D E SÍ MISMO Y SENTIDO D E L HUMOR.

Decía Sócrates que hay en la vida una regla fundamental: conócete a ti mismo. Pero no es tarea fácil. Santayana escribió: «Nada hay que requiera tanto heroísmo intelectual como ver escrita la ecuación de uno mismo.» Lord Chesterfield estaba quizá demasiado satisfecho de su personalidad cuando escribía a su hijo: «Me conozco a mí mismo, lo que puedo asegurarte que no es corriente. Sé lo que puedo hacer y lo que no puedo hacer y, por consiguiente, sé lo que debo hacer.» Son muchos los que piensan que tienen un buen conocimiento de sí mismos. En diversos cursos defilosofíase ha comprobado que el 96 % de los estudiantes afirman poseer un conocimiento de sí mismo igual o superior al término medio. Solamente el 4 % admiten una posible deficiencia. Como la parte de nuestro tiempo que dedicamos a pensar en nosotros mismos es muy grande, es confortador suponer que nuestro pensamiento es verídico, que conocemos verdaderamente el tema. El término inglés insight o self-insight (conocimiento profundo de sjLmismo) procede de la psiquiatría. Se dice que un paciente mental tiene insight (se da cuenta de la situación) cuando sabe que es él (no otra persona) quien sufre desorientación. Extendiendo su empleo a la población normal, diremos, que el conocimiento de sí mismo es una magnitud o escala etLJajjue; las^djyersas r^s^ma£ ocup^r¿_posjciones que van desde un gran conocimiento de sí mismo a uo_ci!nocimiento muy escaso o nulo. Son muy interesantes a este respecto las autobiografías. Algunos escritores creen que tienen el deber de reconocer sus defectos; lo consideran una virtud. Escriben sus confesiones «objetivamente», para que todos las lean. Sin embargo, es muy probable que reserven algunos tabernáculos secretos en los que nadie puede penetrar, ni tan sólo ellos mismos. Hay en la vida algunos episodios de bajeza o vergüenza que sería demasiado humillante descubrir o, simplemente, contemplar interiormente. Muchas autobiografías no son otra cosa que elaboradas autojustificaciones15. 15. Este problema se estudia más ampliamente en G.W. ALLPORT, The use of personal documenls in psychological science, Soc. Sci. Res. Council, Bull. n.° 49, Nueva York 1942.

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Desarrollo de la personalidad

¿En qué se basa el psicólogo para decir que un individuo tiene o no conocimiento de sí mismo? Se ha dicho que todo_ individuo es de tres modos: 1." tal como realmente es, 2. ° tal como él cree que es, 3. ° tal como los otros creen que es. Idealmente, el conocimiento de sí mismo se mediría por la relación entre el segundo y el primero, es decir, por lo que el hombre cree que es en relación con lo que realmente es. Esto nos daría una perfecta definición e índice del insight. Pero en la práctica es difícil obtener pruebas positivas de lo que un hombre es en el sentido biofísico. Por consiguiente, en definitiva, el índice más utilizable es la relación entre el segundo punto y el tercero, es decir, la relación entre lo que un hombre cree que es y lo que los otros (especialmente el psicólogo que lo estudia) creen que es. Si el hombre objeta que todos los demás (incluyendo al psicólogo) se equivocan, nada puede argüirse en contra de esta opinión. La evaluación del conocimiento de sí mismo, en tal caso, no es asequible al hombre. Los psicólogos saben que existen ciertas correlaciones referentes al conocimiento de sí mismo o insight. Se sabe, por ejemplo, que las personas conocedoras de sus cualidades desfavorables son menos propensas a proyectarlas en otras personas que los individuos desconocedores de su existencia en ellos16. Además, las personas con un buen conocimiento de sí mismas son mejores jueces de otros individuos y es más probable que sean aceptadas por e l l o s S e ha comprobado que los individuos que tienen un buen conocimiento de sí mismos son por término medio bastante inteligentes18. Recordemos que los estudiantes que fueron evaluados como «normales» tenían un buen conocimiento de sí mismos. Sentido< del humor. La más destacada correlación del conocimiento de sí mismo es tal vez el sentido del humor. En una investigación no publicada en la que los sujetos se evaluaron unos a otros respecto a 16. R.R. SEARS, Experimental studies of projection: i. The attribution of traits, «J. soc. Psychol.», 7 (1936) 151-163. 17. R.D. NORMAN, The interrelationships among acceptance-rejection selfother identity, insight into self and realistic percepción of others, «J. soc Psychol.», 3 7 ( 1 9 5 3 ) 205-235. 18. P.E. VERNON. Some characteristics of the good judge of personality, «J. soc. Psychol.», 4 (1933) 4 2 - 5 8 .

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un gran número de características, la correlación entre las evaluaciones del conocimiento de sí mismo y las del sentido del humor resultó ser de 88. Tan elevado coeficiente significa que las personalidades con un buen conocimiento de sí mismas poseen también un elevado sentido del humor o que los evaluadores no sabían distinguir entre ambas cualidades. En todo caso, el resultado es importante. La personalidad de Sócrates nos muestra la estrecha asociación de ambas características. Nos dice la leyenda que en una representación de Las Nubes, de ARISTÓFANES, permaneció Sócrates de pie afinde que los divertidos espectadores pudiesen comparar su rostro con la máscara que pretendía ridiculizarlo. Poseyendo un buen insight, fue capaz de contemplar la caricatura de un modo objetivo, contribuyendo a la broma riéndose de sí mismo. ¿En qué consiste el sentido del humor? El jtpvelista Meredith dice que es la capacidad de reírse de lo que uno ama (incluyendo, naturaimente, al^ propio sujeto y a todo lo que le pertenece). El verdadero humorista percibe en cualquier acontecimiento el contraste entre lo que se pretendía alcanzar y lo que ha resultado. EJ sentido del humor debe distinguirse netamente del mero sentido de lo cómico. Este último lo posee casi todo el mundo, tanto los niños como los adultos. Lo que se considera corrientemente cómico (en la escena, en las historietas ilustradas, en la televisión), consiste por lo general en absurdos, juegos de palabras o broma gruesa. En su mayoría, se basa en ridiculizar a alguien. El impulso agresivo está muy poco disimulado. Aristóteles, Hobbes y otros autores han visto en este «súbito ensalzamiento» del propio yo el secreto de toda risa. Relacionado con lo cómico agresivo (que ridiculiza a otros), hay la risa provocada por las historietas «subidas de tono», que parece debida a la liberación de las prohibiciones. Los instintos agresivo y sexual se hallan, al parecer, en la base de gran parte de lo que se considera cómico. El niño pequeño tiene un agudo sentido de lo cómico, pero raramente o nunca seríede sí mismo. Incluso en la adolescencia, es más fácil que los defectos exciten en el muchacho dolor que risa. Se ha comprobado que las personas menos inteligentes, que tienen bajos 349

Desarrollo de la personalidad

valores estéticos y teóricos, prefieren lo cómico y carecen del sentido del humor basado en las relaciones reales de la vida19. La razón de que el conocimiento de sí mismo y el sentido del humor se presenten asociados consiste probablemente en que se trata en_el fondo de un mismo fenómeno, que es la autoobjetivaeión. El_ hombre que tiene un gran sentido de la proporción relativamente a sus cualidades y a sus más apreciados valores es capaz de percibir sus ¡ incongruencias y absurdidades en ciertas situaciones. Al igual que vimos ocurría con el insight, casi todo el mundo afirma que posee un notable sentido del humor. Los mismos estudiantes que habían evaluado su conocimiento de sí mismos en comparación con el término medio de las personas fueron interrogados sobre la evaluación de su sentido del humor. Noventa y cuatro por ciento respondieron que era tan bueno o mejor que el promedio. STEPHEN LEACOCK ha observado el mismo hecho. En My Discovery of England escribe: «Tiene siempre especial interés por el sentido del humor. Por ninguna otra cualidad de la mente se muestra tan susceptible su posesor como por el sentido del humor. Un individuo reconocerá fácilmente que no tiene oído para la música o gusto para juzgar las novelas y hasta confesará que no se interesa por la religión. Pero todavía no he encontrado a una persona que afirmase no tener sentido del humor. Cualquier individuo piensa de sí mismo que está excepcionalmente dotado en este aspecto...» En honor de la verdad, debemos reconocer que, hasta ahora, los psicólogos han tenido muy poco éxito en la evaluación del conocimiento de sí mismo y del sentido del humor. Se trata de aspectos muy sutiles de la personalidad, de una esfera en la que esperamos tengan los psicólogos en el futuro más éxito del obtenido en el pasado. Afectación. En. el polo opuesto del criterio anterior hallamos la tendencia^ de algunas personas a aparecer exteriormente como lo que no son. La persona en la que se presenta este fenómeno no se da 19. C. LANDIS y J . W . H . Ross, Humor and its relation to other personality traits, «J. soc. Psychol.», 4 (1933) 156-175. R. GRZIWOK y A. SCODEL, Some psychological correlates of humor preferences, «J. consult. Psychol.», 20 (1956) 42.

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cuenta de que su engaño es transparente, de que su «pose» no le va. Vimos que el adolescente trata de imitar a otras personas para hacerse más importante. Pero el adulto sabe que no puede pasar por otro, a menos de hacerlo por juego. Es cierto que la mayoría de las personas procuran presentarse en el aspecto más favorable posible y que pretenden a veces poseer buenas cualidades y obtener éxitos, exagerando la verdad. Pero el individuo maduro no llega hasta el punto de que esta táctica social choque^ demasiado violentamente con la verdad. EJ_ conocimiento de sí mismo y el sentido del humor mantienen un cierto freno sobre este egotismo. FjLQSjjgÍA

UNIFICADQRA D E LA VIDA.

Hemos afirmado que el sentido del humor es indispensable para ver la vida de un modo maduro. Pero no es suficiente. Una filosofía de la vida exclusivamente humorista conduciría al cinismo. Todo sería considerado trivial, desplazado e incongruente. No se confiaría en la razón y se rechazaría toda solución seria. El cínico puede divertirse siguiendo este camino, pero en el fondo se siente solo, porque le falta la compañía de un objetivo en la vida. Dirección. Un estudio psicológico sobre este tema es el de Charlotte Bühler dedicado al examen de la biografía de muchos individuos, famosos unos y de tipo medio otros30. La investigadora juzgó necesario introducir el concepto de Bestimmung, palabra alemana que puede traducirse con cierta impropiedad al inglés por directedness (dirección). Analizando unas doscientas biografías, observó que cada vida estaba ordenada u orientada hacia uno o varios objetivos. Hay en cada individuo algo especial por lo que viyej un, propósito principal. Los objetivos varían en los diversos individuos. Hay personas que se concentran en un gran objetivo único; otras, tienen una serie de propósitos definidos. Un estudio paralelo en suicidas muestra que la vida únicamente se hace intolerable a los que no encuentran ningún objetivo al cual puedan orientarla. 20. CHARLOTTE BÜHLER. Der menschliche Lebenslauf ais psychologisches Problem, Hirzel, Leipzig 1933; ed. rev.: Hogrefe. Bonn 1959. 351

Desarrollo de la personalidad

En la infancia, faltan los objetivos al principio: en la adolescencia están vagamente esbozados: en la madurez, pronto se definen. Pero todos encuentran obstáculos. Si el individuo no obtiene éxito en los objetivos primeramente fijados, quizá los trueque por otros más modestos, con descenso del «nivel de aspiración». Otras veces persevera obstinadamente aunque tenga muy pocas esperanzas de éxito. Algunas personas que ven deshechas sus aspiraciones permanecen ligadas a la vida por «mera indignación», pero incluso esto les sirve de objetivo para el combate. Empleando este concepto, podemos decir que en las personalidades maduras la Bestimmung es más marcada, más enfocada al exterior, que en las vidas menos maduras. Surge un problema en los jóvenes que no tienen a la vista una dirección. En una investigación en estudiantes universitarios resultó que aproximadamente la quinta parte de ellos «no sabían por qué vivían». Parecían no tener ninguna motivación, excepto las circunstanciales del momento; no eran maduros ni felices21. En algunos de estos jóvenes puede desarrollarse ulteriormente la dirección a objetivos, pero las perspectivas son desfavorables, ya que es en la adolescencia cuando se encuentran generalmente altas ambiciones e idealismo. Es corriente en los años consecutivos a la adolescencia una crisis que es frecuentemente descuidada. Bühler observa que en el sexto lüSirp de la vida, cuando los ideales de la adolescencia han experimentado el choque con la realidad, aparece la decepción. En esta época de la vida, cuando el joven se aproxima a los treinta años, es muy posible que vea la necesidad de aceptar la evidencia de un nivel inferior al esperado en sus aptitudes y en las circunstancias de la vida. Ya hemos señalado la dificultad que se encuentra en alcanzar la «madurez económica». El sueldo puede no ser tan elevado como se había supuesto; el matrimonio puede no salir tan bien; es posible que el individuo no sea capaz de superar sus defectos y puntosflacos.Sin ¡embargo, a pesar de esta fase de desilusión, parece ser de mejor pro-« ¡nóstico en un joven tener al principio aspiraciones elevadas, para ¡disminuirlas más o menos después, que carecer de una firme orientación a objetivos. 21. C.W. HEATH, What people are: a study of normal young men, Harvard Univ. Press, Cambridge, Mass., 1945.

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La personalidad madura

El problema se presenta de un modo diferente en la vejez. Aunque las personas ancianas emplean mucho tiempo en la evaluación de su esfuerzo total, todavía quieren mantener su orientación a objetivos a pesar de que les es forzoso disminuir considerablemente su actividad. EJ objetivo puede ser entonces muy modesto. Recordamos el caso de una anciana, recogida en un asilo, que, según manifestaba, tenía como única aspiración la de que «alguien la recordase con afecto cuando se hubiese ido de este mundo». En general, constituye una pérdida para la sociedad impedir a las personas de edad que prosigan sus direcciones de desarrollo, retirándolas o aislándolas. Cuando, finalmente, ya no son capaces de trabajar, pueden ocupar el tiempo provechosamente considerando en su conjunto los conocimientos de la vida que han adquirido_y buscando un patrón ideal en el estudio y el pensamiento filosófico y religioso. Orientación a valores. Un modo de estudio de este criterio de madurez, estrechamente relacionado, consiste en buscar una filosofía unificadora en términos de algún tipo de clasificación de valores. Podemos decir de una persona determinada que es, por ejemplo, un comunista, un cristiano, un pacifista o un beatnik. Podría deducirse de esto que la unidad en la vida procede parcial o preponderanternente de seguir la orientación de valores de uno u otro de estos tipos. Merecen citarse a este respecto dos investigaciones psicológicas. Morris explicó en un largo párrafo trece «tipos de vida». Se basan principalmente en la ideología, en el concepto de la actitud ante el mundo. En una persona, por ejemplo, destaca «el interés y la simpatía en relación con los demás»; en otra, «un estoico autodominio»; en una tercera, «la actividad de grupo y la alegría en la acción»; en una cuarta, la «dinámica integración de la diversidad». Se preguntó a jóvenes de muchos países cuál de estos trece grupos preferían. Resultó que los jóvenes de Estados Unidos señalaban con mayor frecuencia que los de otros países «la dinámica integración de la diversidad», mostrando con ello que deseaban una vida rica y llena y aborrecían la rutina y la monotonía en su existencia22. 22. C.W. Chicago 1956. Allport, 12

MORRIS,

Varieties of human valué, Univ. of Chicago Press,

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Desarrollo de la personalidad

Esta investigación tiene el mérito de mantener la proximidad a las ideologías culturales e invita a establecer comparaciones entre los jóvenes de diversos países. Es un método básicamente propio de la antropología cultural. La investigación de Morris y la que describimos a continuación difieren de la Bestimmung de Bühler, que permite considerar una infinita diversidad de direcciones en las vidas humanas. Esta autora no predetermina el número de modos de vivir. Spranger, análogamente a Morris, describe seis principales tipos dejaloxes. Afirma que toda persona, en nuestra época, puede considerarse próxima a una o a varias de estas direcciones de valores, aunque no encaje perfectamente en ninguna. Existirían en la vida humana seis principales tipos de valores, que corresponden en grado variable a los individuos que edifican la unidad de sus vidas a base de ellos. Entiéndase bien: Spranger no dice que existan seis principales tipos de personas. Se trata de una tipología de valores, no de personas realmente existentes. Se usa a este respecto el término tipo ideal. Esta denominación no significa que los tipos sean necesariamente buenos ni que existan concretamente en su forma pura. Ün tipo ideal es más bien un «esquema de comprensibilidad»,jina^edida que nos permite deterrnjnar^uá£_lejos ha ido una determinada persona en la organización de su vida siguiendo uno o varios de estos esquemas básjcps23. 1. El teórico. El interés predominante del hombre teórico «ideal» es el descubrimiento de la verdad. En la prosecución de este objetivo adopta una actitud «cognitiva» característica: busca identidades y diferencias y hace abstracción de sí mismo en los juicios sobre la belleza o la utilidad de los objetos, buscando únicamente observar y razonar. Como los intereses del teórico son empíricos, críticos y racionales, ha de ser necesariamente un intelectual, frecuentemente un científico o unfilósofo.Su principal objetivo en la vida consiste en ordenar y sistematizar sus conocimientos. 2. El utilitario. El hombre utilitario «ideal» se interesa característicamente por lo que es útil. Basado originariamente en la satisfacción de necesidades corporales 23. E . SPRANGER, Lebensformen, Niemeyer, Halle 3 1923. Tí. cast. Formas de vida. Psicología y ética de la personalidad. Revista de Occidente, Madrid 5 1 9 6 1 ; tr. ingl. Types of men, Steckert, Nueva York 1928.

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(autopreservación), el interés por lo útil se desarrolla, abarcando los asuntos prácticos del mundo de los negocios: producción, mercado, consumo de mercancías, elaboración de crédito, acumulación de riqueza tangible. Este tipo es completamente «práctico» y concuerda bastante bien con el concepto corriente del hombre de negocios americano. La actitud utilitaria entra frecuentemente ^n^conflicio con otros valores. El hombre utilitario quiere que la edu- 4. cación sea práctica y considera el conocimiento no aplicado como un despilfarro. Muchas realizaciones de ingeniería, de trabajos científicos técnicos y de «psicología aplicada» resultan de los requerimientos que hace al conocimiento el hombre utilitario. El valor de utilidad también entra en ^. conflicto con el valor estético, excepto cuando el arte tiene finalidades comerciales. Es muy posible que el hombre utilitario estropee un hermoso paisaje por conveniencias industriales o ensucie el agua de un río con detritus de la fabricación. En su vida personal, es probable que confunda el lujo con la belleza. En sus relaciones, tenderá probablemente más a procurar sobrepasar a los demás en riqueza que a dominarlos, (valor político) o servirlos (valor social). En algunas casos, puede decirse que el hombre utilitario hace de su religión un culto a Mammón. En otros casos, puede tener ciertos miramientos por el _Dios„Jradicjonal, pero se inclina a considerarlo como el que concede los dones de la riqueza, la prosperidad y otros bienes tangibles. 3. El estético. El hombre estético considera que los valores más altos son la forma y la armonía. Cada experiencia es juzgada desde el punto de vista de la gracia^ la simetría y la finura. El estético ve la vida como un conjunto de numerosos acontecimientos y cada impresión solamente tiene valor en Jo que le afecta a él. No es necesario que sea un artista creador; basta para calificarlo de estético que halle su principal interés en los episodios artísticos de la vida. El valor estético es en cierto sentido diametralmente opuesto al teórico. Concierne al primero la diversidad en 355

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las experiencias y al segundo la identidad. El hombre estético considera, con Keats, que lo verdadero es equivalente a lo bello o afirma, con Mencken, que «hacer que una cosa sea hermosa es mil veces más importante que hacer que sea verdadera». En la esfera económica, el estético ve en los procesos de fabricación, anuncio y comercio una destrucción en masa de los valores más importantes para él. En lo que respecta a las cuestiones sociales, se intereia por las personas, pero no por el bienestar de las personas; tiende al individualismo y a la autosuficiencia. Es frecuente que les gusten a los individuos estéticos las hermosas insignias de la pompa y el poder, pero son opuestos a la actividad política cuando ocasiona una represión de la individualidad. En el campo de la religión, es probable que confundan la belleza con la experiencia religiosa pura. 4. El social. Para este tipo ideal, el más elevado valor es el amor a otras personas, a una o a varias, conyugal, filial, de amistad ofilantrópico.El hombre social ama a otras personas como fines y es amable, simpático, sin egoísmo. Tiende a considerar frías e inhumanas las actitudes teórica, utilitaria y estética. En oposición al tipo político, el hombre utilitario considera el amor como la única forma adecuada de poder o bien repudia completamente el concepto de poder como atentatorio a la integridad de la personalidad. En su forma más pura, el interés social es altruista y tiende a aproximarse estrechamente a la actitud religiosa. 5. /•.'/ político. El hombre político se interesa primariamente por el poder. Sus actividades no se limitan necesariamente a la política, pero sea la que fuere su vocación. siempre busca el poder. Los dirigentes de cualquier campo de acción conceden gran valor al poder. Como la competición y la lucha desempeñan un papel de gran importancia en toda vida, muchosfilósofosconsideran el deseo de poder como la más universal y más fundamental de las motivaciones. Sin embargo, pueden distinguirse de las demás las personalidades en las que el deseo de una expresión directa de esta motivación es .dominante,. personaEdad^s que desean ante todo poder personal, influencia y fama. 356

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6. El religioso. El más alto valor del hombre religioso puede denominarse unidad. La persona perteneciente a este tipo es mística y trata de comprender el cosmos como un todo, a relacionar a sí misma con la abarcadora totalidad. Spranger define el hombre religioso como el individuo «cuya estructura mental está permanentemente orientada a la creación de la experiencia de valor más elevada y absolutamente satisfactoria». Algunos hombres de este tipo son «místicos inmanentes», es decir, hallan su experiencia religiosa en la afirmación de la vida v su activa participación en ella. Un (fiust& con su ardor y su entusiasmo, busca una punta de divino en todo acontecimiento. El «niístico trascendental», por otra parte, busca la unión de sí mismo con una más elevada realidad, apartándose de la vida del mundo. Es un asceta y, como los hombres santos de la India, halla la experiencia de la unidad a través de la negación de si mismo y la meditación. Una ventaja de estos tipos, a pesar de que son demasiado homogéneos para existir en la vida real, es la de prestarse a la medición. Un test de personalidad titulado Un estudio de los valores (descrito en el capítulo xvm) permite determinar en qué grado un individuo determinado participa en cada una de estas direcciones de yajores2'. Resulta de las investigaciones practicadas con este medio que las mediciones indican una igual difusión en la población considerada en conjunto, pero la atracción que ejercen sobre los diversos individuos es distinta. Vemos, por ejemplo, que una persona se interesa por lo teórico y lo bello, pero no por el poder y la religión. En otro individuo, los intereses son posiblemente inversos o de otro tipo cualquiera. Cabe preguntarse si estas orientaciones de valores agotan todas las posibilidades. Ciertamente no. También podría objetarse que tienden a sobrevalorar la naturaleza humana, ya que muchas personas no tienen valores que vayan más allá de lo hedonista, lo sensual, las necesidades primarias de la vida y los transitorios requerimientos de la., adaptación. Igualmente puede formularse la crítica de que los valores están definidos en esta clasificación de un modo impreciso. Un 24. G.W. ALLPORT, P.E. VERNON y G. LINDZEY, A study of valúes, Houghton Mifflin, Boston 31960.

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individuo se interesará tal vez por las teoríasfilosóficas,pero nada le importarán las teorías físicas. Habrá quien busque poder en una sociedad, pero no en la política. Respondemos a tales objeciones que j estos esquemas no se proponen abarcar todos los casos individuales. ¡A pesar de ello, ofrecen una importante contribución al estudio de las i orientaciones de valor como factor integrante en la personalidad jmadura. -f- El sentimiento religig¿2._ Cuando hablamos de la «filosofía un i ficadora de la vida» de una persona, pensamos probablemente, ante todo, en su religión. Ya vimos que Spranger la consideraba como la más comprehensiva e integradora de todas las orientaciones de valor. Pero debe establecerse inmediatamente una distinción. Los sentimientos religiosos de muchas personas (quizá de la mayoría) son decididamente inmaturos. Frecuentemente, son formaciones infantiles que persisten sin modificación en la edad adulta. Son construcciones centradas en sí mismas en las que se adopta una deidad que favorece los intereses inmediatos del individuo, una especie de Reyes Magos o de padres complacientes. O bien se trata de un sentimiento de tipo tribal: «Mi iglesia es mejor que la tuya. Dios prefiere a mi pueblo.» Enjos casos de este tipo, la religión está puesta al servicio del egoísmo. Es utilitaria y tiene en la vida un carácter accidental. Es un mecanismo de defensa (frecuentemente, un mecanismo de huida) y no abarca a la yida.como un todo ni la tiene bajo su guía. Es un valor «extrínseco» en el sentido de que el individuo la considera «útil» para servir a sus fines inmediatos. Las investigaciones efectuadas a este respecto nos enseñan que los prejuicios étnicos son más corrientes en los que van a la iglesia que en los que no asisten a ella25. Este hecho nos indica que la religión es más frecuentemente factor de división que de unificación. La religión extrínseca tiende a fortalecer las exclusiones, los prejuicios y las aversiones, opuestos _a todos nuestros criterios de madurez. En tales casos, no hay una extensión del sí mismo; no hay una relación afectiva del sí mismo con los demás; no hay seguridad emocional, percepción realista, conocimiento de sí mismo ni sentido del humor. De modo que no podemos decir que el sentimiento religioso _sea siempre unafilosofíaunificadora de la vida. 25. G.W. ALLPORT, The nature of prejudice, Addison-Wesley. Cambridge. Mass.. 1954: Religión and prejudice, en Personality and social encounter, capítulo 16.

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La personalidad madura Al propio tiempo, el sentimiento religioso puede ser de tal suerte que proporcione una solución inclusiva a los enigmas de la vida a la luz de una teoría inteligible. Puede ser así si la religión es vista como unfinen sí misma, como un valor subyacente a todas las cosas y deseable por sí mismo. Sometiéndose el individuo a estefin(no usándolo como medio), la religión viene a ser un valor «intrínseco» para el individuo y como tal es comprehensivo, integrativo y motivacional26. Puede ayudarnos a comprender el sentimiento religioso así definido su comparación con el sentido del humor. Solamente son semejantes en un aspecto. Ambos sitúan un hecho desagradable en un marco nuevo, rompiendo, por decirlo así, el contexto literal. El humorismo y la religión lanzan nueva luz sobre las tribulaciones de la vida al verlas con una nueva perspectiva. Ver un problema de un modo humorista es verlo como si tuviese poca importancia; verlo religiosamente es verlo situado en un esquema de distinta significación. En ambos casos, se ve el problema con un nuevo aspecto. Pero el humorismo y la religión son diferentes en todo lo demás. ElJmmorismo se.basa en ver incongruencia en los hechos; la religión ye su congruencia última. Como un hecho determinado no puede ser visto al propio tiempo como trascendente y como trivial, se deduce que no podemos adoptar una actitud que sea simultáneamente reverente y humorista. Es posible ver un acontecimiento perturbador unas veces en broma y otras religiosamente, pero nunca de ambos modos simultáneamente. Lo que hace que una persona religiosa no se convierta enxínka (como debe ser un humorista completo) es la convicción de que, en el fondo, hay algo más importante que la risa y este algo es el hecho de que la risa, como también el que ríe, tienen su lugar en el esquema general. Cuando se ha adoptado esté camino, todavía hay mucho lugar para la broma. Citamos el caso del superior sentido del humor de la persona religiosa que ha fijado de una vez para siempre qué cosas son sagradas y de valor definitivo. Establecido esto, ya no es necesario tomarse seriamente ninguna otra cosa en el mundo. Tal vez se dé cuenta una persona en tal situación de que muchas de las cosas que ocurren son ridiculas y de que hombres y mujeres, incluyéndose 26. Los criterios de la religión intrínseca (madura) son descritos más extensamente en G.W. ALLPORT. The individual and his religión, Macmillan, Nueva York 1950.

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a sí mismo, incurren a veces en risibles manifestaciones de vanidad. Los ve como si fuesen actores en el teatro. Para tal persona, nada de lo que ocurre es de esencial importancia si no afecta a cuestiones definitivas en su esquema del mundo. Solamente el núcleo y elfindel pensamiento religioso sechalla fuera del alcance del humorismo. Las flaquezas humanas relacionadas con la religión son posibles fuentes de diversión, como ocurre con algunos episodios que pueden producirse en la iglesia. Pero se trata de incidentes que no afectan a la prioridad de lo definitivo. La religión implica siempre más que los procesos cognitivos de un hombre; no obstante, siendo una respuesta del sí mismo total, no i está excluido el pensamiento racional. Toda fe (religiosa o no) es una afirmación en la que el conocimiento, aunque se haga uso de él, no_.es el factor decisivo. Es un hecho patente que todos los hombres viven por la fe, ya que nadie puede dar razón plena del fundamento de los valores por los que se rige: le basta la fe en ellos: El hecho religioso difiere de otros valores principalmente en su carácter abarcador. Afirma que si tuviéramos el conocimiento pertinente veríamos que el universo en conjunto, los hechos de la existencia y la enigmática oposición del bien y el mal forman un conjunto coherente y con sentido. En. cuanto al contenido de la fe religiosa, el individuo adopta lo que a él le parece mejor y a lo que más se adapta. La religión madura (intrínseca) es una teoría de la vida que lo abarca todo, pero no puede probarse en detalle. Debemos rechazar la opinión de que todos los impulsos religiosos son infantiles, regresivos o medios de huida. No cabe duda de que existe realmente este tipo de religiosidad «extrínsicaa,. pera._no es general. Tampoco podemos aceptar la opinión de que la religión institucional y ortodoxa sea siempre una infantil sumisión a la autoridad y, por consiguiente, inmatura. Multitud de personas de profundo pensamiento hallan en las formas de religión históricas y tradicionales la doctrina que más se acomoda a su búsqueda de la verdad por su significación y por lo que abarca. La_religión tradicional puede reflejar algo más que un temor infantil y hábitos inculcados; puede reflejar unafilosofíade la vida cuidadosamente escogida, madura y. productiva. Pero tampoco debemos caer en el error contrario, suponiendo que la religión es el único sentimiento unificador. Tal vez sea así desde un punto de vista lógico, porque la religión se propone abarcar todo 360

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lo que está en la experiencia y iambién todo lo que está fuera de ella, por lo que es idealmente lo apropiado para conferir unidad. Pero queda el hecho de que muchas personas hallan un elevado grado de unificación en otras direcciones. W.H. Clark obtuvo las respuestas a este respecto de aproximadamente tres centenares de personas instruidas, la mitad de las cuales, poco más o menos, figuraban en el Who's Who. Preguntadas sobre la evaluación que daban a los factores tendentes a la creatividad en sus vidas, el principal factor resultó ser «el interés y la satisfacción en el trabajo en sí», seguido del «deseo de conocer y comprender». Viene en tercer lugar el deseo de ayudar a la sociedad. ¡ Por término medio, la «motivación» religiosa ocupa un lugar bajo en la lista, aproximadamente como «el deseo de crear belleza». Un hecho que interesa señalar es el de que se observan grandes diferencias entre las personas en cuanto a su evaluación de la importancia de la religión. Tienden a situarla en un lugar o muy elevado o muy bajo. La situación más bien central, aunque baja, en el promedio, se debe a que la mayoría de las personas consultadas no la consideraban como principal fuente de motivación2?. Esta investigación no nos permite afirmar con seguridad la frecuencia con que las personas estudiadas tienen el sentimiento religioso comprehensivo comofilosofíaunificadora de la vida. Se ha observado en personas con estudios superiores que diez o veinte años después de terminados aquéllos son más religiosas que durante los tiempos de estudiante'28. La búsqueda de una significación religiosa parece progresar al aumentar en edad. Conciencia genérica. Como dice John Dewey, la conciencia moral es lo que se acepta como justa autoridad en la dirección de la conducta. Si la conciencia establece en un individuo una guía completa,, que comprende toda la conducta, o casi toda, constituye, evidente27. W.H. CLARK, A study of some of the factors leading to achievement and ereativity, with special reference to religious scepticlsm and belief, «!. soc. Psychol.». 41 (1955) 57-69. 28. Cf. E.N.P. NELSON, Patterns of religious attitude shifts from fourteen years later, «Psychol. Monogr.», n.° 424, 1956; E.L. KELLEY, Consistency of adult personality, «Amer. Psychologist», 10 (1955) 659-681; I.E. BENDER, Changing patterns of religious interest, «The Humanist», 18 (1958) 139-144.

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mente, una fuerza unificadora. La aceptación de la responsabilidad es un ideal existencialista de madurez, pero el deber y la responsabilidad son el factor de cohesión en muchas personas que no tienen una filosofía articulada. En el capítulo vi se ha trazado la evolución de la conciencia moral. Hay en esta evolución diversas fases. Los seres humanos están construidos de tal modo que_no^solamente sienten gusto o aversión porjdeterminadas cosas, sino que este gusto o esta aversión los sienten respecto a sí mismos por gustarles o disgustarlos ciertas cosas o por realizar ciertos actos. Esta conciencia es una posesión universal del hombre, excepto en dertps individuos llamados psicópatas, que tienen el sentido moral obtuso. Sin embargo, hay una enorme diferencia entre la conciencia errática del niño pequeño o el hombre tribal y la conciencia genérica de la madurez. Una persona madura tiene una imagen de sí misma relativamente clara en virtud de la cual puede imaginar lo que le gustaría ser y lo que. debería hacer en cuanto a su calidad de individuo único, no meramente como miembro de una tribu o como hijo de sus padres. Se dice a sí misma: «Tengo el deber de procurar en todo lo posible ser la clase de persona que soy parcialmente y que espero ser totalmente.» Este tipo de conciencia moral no es el «estoy obligado a hacer» del niño; hay en la conciencia moral madura menos preocupación por las .reglas específicas y por los mandatos. El individuo con esta conciencia no se siente abrumado por los pequeños deslices y las faltas que pueda haber cometido. No confunde las costumbres culturales con la personalidad moral básica, aunque, como es natural, acepta del medio cultural ciertos modelos que parecen concordar con su ideal de sí mismo. La conciencia moral puede tener una tonalidad religiosa y puede no tenerla. La tendrá ciertamente si el individuo es religioso en un sentido u otro. Los sentimientos religiosos utilitarios, de carácter extrinseco. se acompañarán de una conciencia moral inconstante v fragmentaria, fácilmente aplacada con excusas o tal vez con obsesiones neuróticas por fragmentos específicos de culpabilidad. En cambio, el sentimiento religioso intrínseco y maduro _se acompaña de una conciencia genérica caracterizada por una completa orientación. Presenta considerable interés el dato de que muchas personas (como se observó en la investigación de Clark, pág. 361) afirman que su deseo de servir a la sociedad es un incentivo genérico de mayor 362

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importancia para ellas que la realización de un destino religioso. Podemos concluir, por consiguiente, que un sentido integrado de obliI gación moral proporciona una filosofía unificadora de la vida, esté ¿v ! o no esté unido a un sentimiento religioso igualmente desarrollado M. PSICOTERAPIA.

Cuando un individuo, está descontento de su personalidad, puede buscar la ayuda de consejos, de psicoterapia o de psicoanálisis. ¿Qué objetivos se proponen estos tratamientos? Hasta ciertojjunto, cada terapeuta elige su objetivo. Homey destaca la importancia de la seguridad y la liberación de la ansiedad; Fromm, la superación de la alienación respecto al mundo y el aumento de la productividad; Frankl se propone intensificar la significación y la responsabilidad en la vida del paciente; Erikson quiere reedificar los fundamentos de la identidad del paciente. Sin entrar en el examen de los diversos puntos de vista individuales, creemos poder afirmar que lajnayoría_dejos terapeutas se proponen tres objetivos: 1) suprimir síntomas inconvenientes; 2) adaptar la persona a la sociedad en que vive; 3) fortalecer su experiencia de bienestar. El primer objetivo es evidentemente insuficiente, aunque deseable. Al librarse de los síntomas, el individuo no es fundamentalmente diferente de como era antes del tratamiento. Por otra parte, es dudoso que puedan eliminarse los síntomas sin realizarse los otros dos objetivos. En cuanto al segundo objetivo, parece un dudoso beneficio. La sociedad está enferma. ¿Por qué debe estar una persona conforme con sus injusticias, hipocresías y luchas? ¿Y a qué sociedad debe adaptarse el paciente? ¿A su clase social, teniendo de este modo horizontes limitados y privándose de aspiraciones? ¿A su nación, sin la visión de la humanidad como un todo? Es dudoso que podamos aceptar la sociedad (cualquier sociedad) como modelo adecuado para una personalidad sana. Una sociedad de cazadores de cabezas requiere de sus componentes que estén bien adaptados a la caza de cabezas, pero 29. Para un estudio más completo de la conciencia de obligación del niño y la conciencia de deber de la madurez, véase G.W. ALLPORT, Becoming: baste considerations for a psychology of personality, Yale Univ. Press.. New Haven. Conn., 1955.

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¿deberemos considerar inmaturos a todos los miembros de tal sociedad que no acepten como bueno el sistema? La sensación de bienestar es un criterio engañoso. Nadie pretenderá que deba buscarse la sensación contraria, pero la felicidad y las «experiencias culminantes» dan solamente una aparente sensación de madurez. Por otra parte, el bienestar únicamente puede experimentarse por contraste con el sufrimiento. Por consiguiente, debe haber en la madurez una cierta proporción de sufrimiento, pero no tanto que no pueda ser superado. Aunque adoptamos una actitud crítica frente a estos objetivos terapéuticos corrientes, reconocemos que todos ellos son valiosos si se complementan con alguna concepción más plena del destino humano. En concordancia con la psfcnéHcjt de este capitulo, afirmamos que el ser humano plenamente elaborado busca en la madurez alguna forma de crecimiento y desarrollo continuo. Sugerimos que los objetivos de la psicoterapia deberían establecerse en este sentido y que los seis criterios de madurez antes descritos se deberían aceptar como objetivos por todos los consejeros, padres y terapeutas que quieran ayudar a otras personas en el camino de la vida. Deseamos añadir una importante observación. ¿Es la madurez el único valor definitivo para la personalidad? Todos sabemos de personas inmaturas altamente creadoras, heroicas en ciertos aspectos, poseedoras de otros estimables atributos. Especialmente el valor de la creatividad existe en muchas vidas que en otros aspectos son desviadas, retrasadas y hasta neuróticas y psicóticas en algunos casos. El .mundo necesita creatividad. Es preciso reconocerlo y admitir quejiay en la vida muchas cosas buenas, además de la solidez y la madurezjje la personalidad. No obstante, mantenemos la opinión de que el desarrollo de la personalidad tendente a alcanzar el más alto nivel posible de madurez es un objetivo generalmente deseable. Siempre nos quedaremos cortos en este camino, pero si seguimos esta dirección persistirán muchos valores sanos. ENVEJECIMIENTO.

Anteriormente se ha señalado que el proceso del envejecimiento no es necesariamente lo mismo que la «maduración» de la personalidad. Pero la vejez es una fase normal en la vida y merece un estudio especial en el campo de la teoría de la personalidad. El gran aumento de 364

La personalidad madura interés por este tema que se ha producido en estos últimos años se debe al hecho de que desde 1900 hasta ahora el promedio de duración de la vida ha pasado de unos cuarenta años a unos setenta. En el futuro, serán cada vez más numerosas las «personalidades» que se hallarán en edad avanzada. El problema de la actitud de la sociedad para con los ancianos es particularmente agudo porque las «familias extensas», no limitadas a un matrimonio e hijos menores, son cosas del pasado. Actualmente, son pocos los padres que viven con sus hijos casados y los abuelos que están en el mismo hogar que sus nietos. La salud de los ancianos, su bienestar económico, su aislamiento y su utilidad para la sociedad son cuestiones palpitantes. \ Recientes estudios nos muestran que la mayor parte de los ancia- i j nos distan mucho de ser incapaces de realizar trabajos útiles. Aunque ¡ estén retirados de la vida activa y se encuentren obligados a vivir j en su aislamiento virtual, poseen a menudo todavía grandes aptitudes y una fuerte dirección a objetivos. Es cierto que el vigor fisiológico declina después de los treinta años y de los cuarenta; también disí minuye la agudeza sensorial y la habilidad en la realización de los ; «tests de inteligencia». Pero la capacidad de comprensión, de razoi namiento y de juicio no disminuye de modo mensurable. Por el con. trario, puede mejorar gracias a la mayor experiencia de que dispone !»el sujeto. Las investigaciones muestran que el rendimiento de las personas ancianas en la industria es sorprendentemente bueno. Se observa en ellas pocos accidentes y menos faltas de asistencia al trabajo (por enfermedad u otros motivos); la cantidad de trabajo realizado es igual a la de los obreros jóvenes. Los obreros de más edad tienden a ser más estables y leales cuando no están sometidos a una estrecha supervisión. Pero son menos eficientes en las tareas que requieren una acción continua y rápida30. Es muy ilustrativo el estudio de los accidentes de automóvil con relación a la edad de los conductores. Aunque los jóvenes de menos de veinticinco años tienen puntuaciones constantemente más elevadas en los tests de coordinación motora y de habilidad, la proporción de accidentes 30. R.A. MCFARLAND, The psychological aspeéis of aging, Bull. Med., 1956, 2.a ser., vol. xxxn, n.° 1, p. 14-32.

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N. Y.

Acad.

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es en ellos mucho más elevada que en los conductores de más de sesenta años. Las compañías de seguros tienen en cuenta este hecho y fijan primas más altas para los conductores más jóvenes. Se comprueba que las personas de edad compensan sobradamente lo que han perdido en habilidad motora con su mayor precaución y juicio3!. Pero es relativamente superficial estudiar el envejecimiento únicamente en términos de capacidad y de actitud y de problemas más corrientes. E}_anciano ha desarrollado durante toda su vida unja_personalidad única, por lo que ninguna persona de edad puede considerarse adscrita a un tipo determinado. La unicidad persiste hasta la tumba. La lección más importante que se desprende de los muchos estudios psicológicos sobre el envejecimiento es la de que las personas retiradas del trabajo no son muy diferentes de lo que eran antes. No se ha acabado lo que pueden pedir a la vida. La tragedia consiste en privarlos de la oportunidad de buscar un mayor desarrollo. Lo que pierde la sociedad sofocando la actividad y el desarrollo durante los últimos decenios de la vida es incalculable. RESUMEN.

Los psicólogos no pueden decirnos el significado de los términos normalidad, salud y madurez (de la personalidad). Pero toda persona con sentido práctico, incluyendo a los psicólogos y los psicoterapeutas, reconoce esta cualidad. Examinando la extensa literatura sobre este tema, hallamos gran concordancia entre los diversos autores, por lo menos en lo que concierne a las concepciones de la cultura occidental. Hallamos especialmente seis criterios que resumen el área de acuerdo. La personalidad madura: 1) tiene una amplia extensión del sentido de sí mismo; 2) es capaz de establecer relaciones emocionales con °iras_EeJsPi?M>..en. la esfera íntima y en la esfera no íntima; 3) posee seguridad emocional fundamental y se acepta a sí misma; 4) percibe, piensa y actúa con penetración y de acuerdo con la realidad^xtenor; 5) escapaz de verse objetivamente a sí misma (de conocerse a sí 31. H.R. D E SILVA. Age and highway accidente, «Scientific Monthly». 4 7 (1938), 536-545. Cf„ además, R . A . MCFARLAND, R.C. MOORE y A . B . WARREN,

Human variables in motor vehicle accidents, Harvard School of Public Health, Boston 1955.

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misma) y posee el sentido del humor; 6) vive en armonia con una filosofía unificadora de la vida. Los objetivos de la psicoterapia y de los consejos se formulan en ocasiones de una manera que no reconoce todos estos criterios de madurez. Análogo error encontramos en el modo de tratar a las personas de edad. Sería más propio de una sana ética y una sana psicología estimular el desarrollo de las potencialidades humanas en las seis direcciones mencionadas desde la infancia hasta el fin de la vida.

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