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LA PATAGONIA REBELDE Trabajo práctico de Historia Argentina Alumna: Milagros Lucía Begué N 9 PROFESORA: MARIA JOSÉ GONZ

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LA PATAGONIA REBELDE Trabajo práctico de Historia Argentina

Alumna: Milagros Lucía Begué N 9 PROFESORA: MARIA JOSÉ GONZÁLEZ ACHÁVAL

Colegio Nacional de Monserrat

Contexto económico-social Después de la famosa Ley Electoral Roque Sáenz Peña, el primer presidente en subir al poder fue Hipólito Yrigoyen, perteneciente a la Unión Cívica Radical. Durante esta presidencia, la cual poseía un equipo conformado en su mayoría por conservadores, el Estado tomó por primera vez el carácter de intermediario entre el pueblo obrero y los grandes empresarios empleadores. Al comienzo, los planes del presidente eran ganarse el apoyo del sector obrero, pero luego tomo una serie de políticas que terminaron por enemistarlo por completo con el mismo. Para comenzar, todo el sector conservador, que es donde pertenecían los empleadores, se había consolidado como una elite nacionalista que combatía a la clase obrera a través de fuerzas parapoliciales que buscaban el dominio y control de esta clase a través de la violencia y represión. Estas agrupaciones parapoliciales se denominaban “brigadas”, formadas por los patrones, los empleados ejecutivos, los capataces, oficiales retirados del ejército, marina de guerra y policía, y los denominados “obreros buenos”, la “gente de bien”. Tenían buenas armas y también utilizaban palos todo objeto dañino a su alcance. Patrullan los pueblos y los campos. Si algún propietario tenía algún problema con sus peones, se reunía la brigada y marchaba en su apoyo. Era gente decidida a todo por “defender lo suyo”. Además habían también “brigadas femeninas”, dirigidas por jóvenes católicas de familias de muy buena posición e integradas por mujeres que trabajan en fábricas y el servicio doméstico. Hacían giras por todo el país alertando contra los obreros organizados y contra el yrigoyenismo, a pesar de que muchos de sus dirigentes habían sido hasta hace poco funcionarios de ese gobierno. El Estado ante esta situación no tomaba ninguna acción, por lo que se llegó a concluir que no deseaba controlarlos o peor, que no podía hacerlo tampoco. Con ello, queda el sector del proletariado aún más vulnerable ante las fuerzas de las clases más altas, desprotección que generará resentimiento. Más precisamente, enfocándonos exclusivamente en la Patagonia, el panorama era el siguiente: En Santa Cruz estaban establecidos los grandes estancieros, en su mayoría británicos, quienes concentraban enormes propiedades. Su sostén económico era la producción de lana, el cual era sostenido con el trabajo de peones rurales, mucho de ellos chilenos, que vivían en condiciones de extrema dureza. Junto con ello, también poseían estos grandes terratenientes la comercialización y el dominio del transporte de los productos, aumentando así el monopolio de la producción de la época. Una clara muestra de la situación por excelencia es la familia Braun, propietaria de la Sociedad Explotadora de Tierra del Fuego que llegó a disponer de 1.376.160 hectáreas y contaba con 1.250.000 lanares que producían 5.000 millones de kilos de lana, 700.000 kilos de cuero y 2.500.000 kilos de carne. Para comprender mejor la situación, este es un relato oficial de un habitante contenido dentro del libro de testigos de la época de Bayer: “la masa laboriosa de aquel territorio, trabaja en las estancias sufriendo las inclemencias de un aislamiento casi absoluto del mundo y aquel clima sin las más elementales comodidades, soportando una de las vidas más duras que puedan imaginarse, y está luchando desde 1920 para conseguir de los estancieros —muchos de los cuales son capitalistas que viven en Buenos Aires o en Londres— mejoras de carácter elemental”. En el territorio patagónico también eran características la escasez de agua -especialmente grave en el Noreste de Santa Cruz y la costa cercana al golfo San Jorge-, los fuertes vientos del oeste y el

riguroso clima imperante; factores que hacían que las viviendas de las estancias se ubicaran cerca de vertientes naturales, recostadas en las laderas de las mesetas o protegidas en los cañadones. Las construcciones en las estancias del Noreste de Santa Cruz hacia la década de 1920 se caracterizaban por su simpleza y sencillez; y las vías de comunicación terrestre eran por caminos secundarios. El acceso al sector, desde el norte, estaba dado por una huella de carros precariamente trazada que unía los pueblos de Comodoro Rivadavia y Caleta Olivia. A su vez, parte de las cargas y pasajeros se movilizaban por barco, parando en los diversos puertos de la zona, como Mazarredo, Cabo Blanco, Bahía Laura y Caleta Olivia. En términos generales, los establecimientos ganaderos de esta parte del Territorio de Santa Cruz eran de menores extensiones, con suelos y pasturas más pobres y tenían una menor cantidad de ganado ovino que las estancias del centro y sur del territorio. Además, es importarte destacar que desde mediados de la década de 1910 se generó una crisis regional producto de la Primera Guerra Mundial, en la que el precio de la lana vivió un paulatino descenso, pasando de valer $9,74 a $3,08; lo que generó una menor ganancia de los estancieros, y que conllevó un endurecimiento aún mayor de las ya de por si difíciles condiciones laborales de los peones y obreros rurales. La jornada normal de los obreros de ese entonces era de 12 horas, la de los esquiladores y los arrieros rondaba las 16 horas; los salarios eran ínfimos y frecuentemente eran pagados en bonos o en moneda extranjera que al cambiarla en los comercios era tomada por un valor menor. A esto se sumaba que el único día de descanso laboral era el domingo.

Desarrollo del Conflicto En este contexto, La FORA (Federación Obrera Regional Argentina de tendencia anarquista) había organizado en Río Gallegos, Provincia de Santa Cruz, una huelga de protesta en septiembre de 1920 contra las arbitrariedades de la autoridad policial y el boicot a tres comerciantes ligados a la Sociedad Rural. La Sociedad Obrera de Río Gallegos era dirigida por el anarquista español Antonio Soto, conocido como el Gallego Soto. La policía entonces, detuvo a 27 de los dirigentes responsables de la Sociedad Obrera, lo que profundizó el enfrentamiento. Acudieron allí delegados de toda la provincia, quienes discutieron las medidas a exigir a la Sociedad Rural. En esta situación, los obreros congregados en la Sociedad Obrera de Río Gallegos presentaron a la patronal un pliego de reivindicaciones exigiendo un mejoramiento de las condiciones laborales. Entre otras demandas los obreros exigían que en recintos de 16 m² no durmieran más de tres hombres, que se entregase un paquete de velas a cada obrero mensualmente, que no se trabajase los sábados, un mejoramiento de las raciones de alimentos, un sueldo mínimo mensual de 100 pesos y el reconocimiento de la Sociedad Obrera como el único representante legítimo de los trabajadores, aceptando el nombramiento de un delegado como intermediario entre las partes en conflicto. Este pliego fue rechazado por la organización que agrupaba a los estancieros y la Sociedad Rural. La respuesta de los trabajadores fue declarar la huelga general en toda Santa Cruz. Primera huelga general El 1 de noviembre de 1920 se declaró la huelga general. El 3 de noviembre intentaron asesinar al dirigente Antonio Soto, pero este aun habiendo recibido una puñalada logró escaparse. En ese tiempo también se había conseguido la libertad de todos los detenidos. En ese noviembre de 1920, el gobernador Correa Falcón de Santa Cruz verá que todo se le está yendo de las manos. La

huelga del campo se extiende por todo el territorio santacruceño. En la ciudad de Gallegos no se trabaja, los puertos están paralizados. Entre los estancieros hay un creciente malestar. La paralización de las tareas rurales trae el peligro de la pérdida de la parición ovejuna. Pero no hay forma de solucionar el problema. Mientras más palo les pegaba Correa Falcón y sus fuerzas, más se soliviantaban los trabajadores. El 6 de noviembre los tres estancieros que representaban a los hacendados, Ibón Noya, Miguel Grigera y Rodolfo Suárez, informaron a la población que no habían llegado a ningún arreglo con la comisión obrera de la Federación. Y con ello, hicieron público el siguiente manifiesto: “Al pueblo de Río Gallegos y a los obreros del campo: No obstante las difíciles circunstancias porque se atraviesa como lógica consecuencia de la paralización de los mercados de carnes y lana en el mundo, los que suscriben, hacendados de la zona sud del río Santa Cruz, en asamblea resuelven: 1. Tratar directamente con el personal de sus respectivas estancias. 2. Establecer como sueldo mínimo para sus obreros cien pesos mensuales moneda nacional argentina, y comida. 3. Los sueldos que superen a esta suma serán convenidos entre patrones y obreros de común acuerdo y según el puesto que cada uno desempeñe. 4. Tratar de mejorar paulatinamente las condiciones de comida e higiene en los locales que ellos ocupen.” Este manifiesto no satisface en lo más mínimo a los huelguistas obreros. Entonces, fueron los ganaderos quienes dieron un paso adelante para encontrar una solución al conflicto: el 17 de noviembre hacen una nueva proposición a los obreros. Esta vez incluirán esta cláusula: “Reconocer la entidad Sociedad Obrera de Río Gallegos como la única de los obreros, facultándola únicamente para que por conducto de sus representantes visite una vez por mes nuestros La Patagonia Rebelde establecimientos entrevistándose en esas oportunidades con el dueño o administrador a efecto de tomar razón de las quejas que tuvieran del personal, y asimismo para que se comuniquen con sus asociados.” El 18 de noviembre hay una asamblea en la Sociedad Obrera, y de allí surgió una nueva contrapropuesta en un 2° pliego a la Sociedad Rural, la cual firmará Antonio Soto y estaba concebida en los siguientes puntos: CONVENIO DE CAPITAL Y TRABAJO que para mutua ayuda y sostenimiento, y para dignificación de todos, celebran los estancieros de la zona sur del río Santa Cruz y los obreros del campo representados por la Sociedad Obrera de Oficios Varios de Río Gallegos, conforme a las cláusulas y condiciones siguientes: PRIMERA: Los estancieros se obligan a mejorar a la mayor brevedad posible dentro de los términos prudenciales, que las circunstancias locales y regionales impongan, las condiciones de comodidad e higiene de sus trabajadores, consistentes en lo siguiente: a) En cada pieza de cuatro metros por cuatro no dormirán más hombres que tres, debiendo hacerlo en cama o catres, con colchón, aboliendo los camarotes. Las piezas serán bien ventiladas y desinfectadas cada ocho días. En cada

pieza habrá un lavatorio y agua abundante donde se puedan higienizar los trabajadores después de la tarea. b) La luz será por cuenta del patrón, debiendo entregarse a cada trabajador un paquete de velas mensualmente. En cada sala de reunión debe haber una estufa, una lámpara y bancos por cuenta del patrón; c) el sábado a la tarde será única y exclusivamente para lavarse la ropa los peones, y en caso de excepción será otro día de la semana; d) la comida se compondrá de tres platos cada una contando la sopa; postre y café, té o mate; e) el colchón y cama serán por cuenta del patrón y la ropa por cuenta del obrero; f) en caso de fuerte ventarrón o lluvia no se trabajará a la intemperie exceptuando casos de urgencia reconocida por ambas partes; g) cada puesto o estancia debe tener un botiquín de auxilio con instrucciones en castellano; h) el patrón queda obligado a devolver al punto de donde lo trajo al trabajador que despida o no necesite. SEGUNDA: Los estancieros se obligan a pagar a sus obreros un sueldo mínimo de cien pesos moneda nacional y comida, no rebajando ninguno de los sueldos que en la actualidad excedan de esa suma y dejando a su libre arbitrio el aumento en la proporción Osvaldo Bayer que consideren conveniente y siempre en relación a la capacidad y mérito del trabajador. Asimismo se obligan a poner un ayudante de cocinero que tenga que trabajar para un número de personas comprendido entre 10 y 20; dos ayudantes entre 20 y 40 y además un panadero, si excedieran en este número. Los peones mensuales que tengan que conducir un arreo fuera del establecimiento cobrarán sobre el sueldo mensual 12 pesos por día con caballos de la estancia, y los arreadores no mensuales, 20 pesos por día utilizando caballos propios. Los campañistas mensuales cobrarán 20 pesos por cada potro que amansen, y los no mensuales, 30 pesos. TERCERA: Los estancieros se obligan a poner en cada puesto un ovejero o más, según la importancia de aquél, estableciendo una inspección bisemanal para que atienda a las necesidades del o de los ocupantes prefiriéndose en lo sucesivo para dichos cargos a los que tengan familia a los cuales se les dará ciertas ventajas en relación al número de hijos, creyendo en esta forma fomentar el aumento de la población y el engrandecimiento del país. CUARTA: Los estancieros se obligan a reconocer y de hecho reconocen a la Sociedad Obrera de Río Gallegos como una entidad representativa de los obreras, y aceptan la designación en cada una de las estancias de un delegado que servirá de intermediario en las relaciones de patrones con la Sociedad Obrera, y que estará autorizado para resolver con carácter provisorio las cuestiones de urgencia que afecten tanto a los derechos y deberes del obrero como del patrón. QUINTA: Los estancieros procurarán en lo posible que todos sus obreros sean federados, pero no se comprometen a obligarlos ni a tomarlos solamente federados. SEXTA: La Sociedad se obliga a su vez a levantar el paro actual del campo volviendo los trabajadores a sus respectivas faenas inmediatamente después de firmarse este convenio. SÉPTIMA: La Sociedad Obrera se compromete aprobar con la urgencia del caso los reglamentos e instrucciones a que sus federados deberán sujetarse tendientes a la mejor armonía del capital y trabajo, bases fundamentales de la sociedad actual, inculcando por medio de folletos, conferencias y conversaciones en el espíritu de sus asociados las ideas de orden, laboriosidad, respetos mutuos que nadie debe olvidar. OCTAVA: Este convenio regirá desde el 1º de noviembre reintegrándose al trabajo todo el personal abonando los haberes de los días de paro y sin que haya represalias por ninguna de ambas partes.

Esta contrapropuesta será solo aceptada por un reducido grupo de estancieros el 2 de diciembre. Pero para el resto, implico que quedaran rotas nuevamente las negociaciones junto con la respuesta negativa de los hacendados. A los pocos días, se publicó un manifiesto obrero, en el cual expresaron los obreros todo lo que pensaban. Les hablaba a los obreros del “amaos los unos a los otros” y que dejaran la fuerza de las “bayonetas, fusiles y uniformes” a los patrones, que, por supuesto, la usarán, y ¡cómo! Cuando al subcomisario Micheri se le tuerza el sable de tanto darle a los chilotes, que le hablen nomás del “amaos los unos a los otros” y cuando Varela se plante bien y empiece a meterle plomo a todo ese informe masa de rotos, sáquenle a relucir el “opongámosle la fuerza de nuestros razonamientos”. A medida que pasan los días, el clima en todo el sur de Santa Cruz se pone cada vez más pesado. La huelga sigue firme, los estancieros están preocupados. El 24 de noviembre fueron todos al puerto a recibir a “los acaudalados estancieros y fuertes comerciantes” —así los llamará La Unión — Mauricio Braun y Alejandro Menendez Behety, quienes estarán de paso en el vapor “Argentino” hacia Punta Arenas, donde inaugurarán el monumento a Magallanes donado por don José Menéndez. Traían con ellos noticias: vendrían obreros contratados en Buenos Aires para reemplazar a los díscolos. La Unión informa pomposamente la constitución de la Asociación de Libre Trabajo, una especie de sindicato de obreros buenos y obedientes. El 2 de diciembre, a su vez, los empleadores volverán con su propuesta anterior y algunos agregados, pero la misma volverá a ser rechazada por los obreros. En Puerto Deseado y en Puerto San Julián también se declaró la huelga general, liderada por anarquistas, plegándose los ferroviarios y los empleados de La Anónima. El 17 de diciembre la policía asesinó al huelguista Domingo F. Olmedo. La Sociedad Obrera, en una asamblea en la que se discutían los pasos a seguir, radicalizó su posición al prevalecer la tendencia de la FORA del V Congreso (anarquista) sobre la de la FORA del IX Congreso (sindicalista). Antonio Soto viajó clandestinamente a Buenos Aires buscando apoyo y solidaridad en el Congreso de la FORA que se realizaba en esos días. Los huelguistas continuaron tomando como rehenes a policías, estancieros y al personal administrativo de los establecimientos rurales, incautando las armas y los alimentos para el sustento de las columnas movilizadas. Hasta ese momento no habían ocurrido hechos de violencia graves, con excepción de los protagonizados por una banda anarquista liderada por Alfredo Fonte alias "El Toscano", que asaltaba estancias. El 21 de enero los obreros tomaron la estancia La Anita, una de las más grandes y reconocidas, haciendo rehenes a sus dueños y al comisario Micheri; luego tomaron la estancia La Primavera. Ante esta situación, el gobierno radical de Hipólito Yrigoyen, presionado por Inglaterra, que estaba preocupada por las inversiones de sus súbditos en la Patagonia, envió en enero de 1921 tropas del ejército al mando del teniente coronel Héctor Benigno Varela con la orden de normalizar la situación. En este primer viaje, Varela logró un acuerdo por el cual los terratenientes se comprometían a cumplir con las exigencias de los peones.

Segunda huelga general Al poco tiempo de la llegada de Varela, los estancieros comenzaron a no respetar los acuerdos pactados, lo que en conjunto con el hostigamiento realizado por la policía contra la Sociedad Obrera de Río Gallegos y la Federación Obrera, motivó una nueva declaración de huelga total en todo el territorio en octubre de 1921, justo en momentos antes de la esquila de lana. La misma se propagó rápidamente por todo el territorio, iniciándose en los puertos ubicados en la costa, donde se hallaban las localidades más importantes existentes en ese entonces (Río Gallegos, Puerto Santa Cruz, Paso Ibañez, Puerto San Julián), sin embargo en Puerto Deseado la huelga no obtuvo mucho eco. La estrategia seguida por los peones rurales durante la huelga de 1921 consistió en dividirse en grupos, los cuales procedían a desplazarse por las estancias, levantando las peonadas para que se sumen a la huelga, requisando caballadas, armas y víveres, tomando como prisioneros a los dueños y administradores y como rehenes a los peones que no quisieran plegarse a la huelga. Esta estrategia implicó una alta movilidad de los grupos para despistar a la policía. De esta forma, el movimiento se extendió desde Río Gallegos por la zona interior del territorio, capitaneados por Antonio Soto; la zona central de San Julián, Puerto Santa Cruz, Paso Ibáñez y el interior, bajo el mando de Ramón Outerello; y el norte del territorio, dirigido por José Font, conocido como Facón Grande. Ante la presión ejercida por los dueños de los campos en Santa Cruz, junto con la de varias embajadas extranjeras, Hipólito Yrigoyen decide enviar nuevamente al teniente coronel Héctor Benigno Varela, con el Regimiento 10° de Caballería, compuesto por una tropa de 200 hombres, pero esta vez con diferentes órdenes: Apenas desembarcó en el Territorio de Santa Cruz declaró la Ley Marcial, imponiendo el fusilamiento de un número variable, de entre 500 y 1500 peones y obreros rurales durante el tiempo que permaneció en el territorio. El 24 de octubre se allanaron y clausuraron los locales de la Federación Obrera de Río Gallegos, Puerto Deseado, San Julián, Puerto Santa Cruz y se arrestaron a los dirigentes obreros. Antonio Paris, secretario general de la Federación Obrera fue detenido y torturado por la policía; luego sería deportado junto con otros dirigentes obreros. A comienzos de noviembre Soto había levantado a los trabajadores de las estancias Buitreras, Alquinta, Rincón de los Morros, Glencross, La Esperanza y Bella Vista. La policía inició una apresurada ofensiva y detuvo a los dirigentes que Soto envió a Río Gallegos: Mogilnitzky, Sambucetti y Severino Fernández fueron torturados y deportados en el vapor Vicente Fidel López, mientras que fueron detenidos y apaleados José Graña, Domingo Oyola, Restituto Álvarez y el dueño del bar donde se encontraban reunidos, Martín Tadich. La ola de detenciones de dirigentes en las ciudades costeras aisló al movimiento huelguístico, que siguió creciendo. Ramón Outerello logró evadirse de las autoridades en Puerto Santa Cruz,

iniciando un accionar más agresivo que Antonio Soto, quien no quería enfrentarse con el Ejército y el Gobierno. Outerello comenzó a organizar grandes columnas de obreros y a tomar estancias, dirigiéndose a los puertos para romper el aislamiento. En la estancia alemana Bremen, en Laguna Cifre, los huelguistas fueron atacados por los estancieros, con el resultado de dos obreros muertos y varios heridos. A fines de noviembre desembarcó en Puerto Santa Cruz el Capitán Elbio Anaya, quien partió hacia el Noreste en búsqueda de un grupo de huelguistas que habían tomado el pueblo de Paso Ibáñez, a quienes capturó en la estancia Bella Vista, donde fusiló a gran cantidad de personas, y luego siguío en persecución de otro grupo que se encontraba en las zonas sur de Las Sierras y Tres Cerros, al sur del actual departamento Deseado, analizando su tarea a fines de diciembre. Hacia mediados del mismo mes, luego de los fusilamientos de la estancia la Anita, Varela se trasladó a la zona norte, arribando a Puerto Deseado el día 18 de diciembre con el objetivo de terminar la huelga en esta zona, y fusilando a cientos de obreros a su paso. Allí, existieron más 100 huelguistas que se entregaron voluntariamente. Posteriormente, Pedro Viñas Ibarra recorrió la zona y les exigió una rendición incondicional. Durante la noche se discutió en una asamblea, mientras las tropas se preparaban para el asalto: la asamblea votó por la rendición, contra la posición de los anarquistas, que no confiaban en el ejército. Los huelguistas enviaron a dos delegados a pedir condiciones para la rendición, pero Viñas Ibarra los fusiló en el acto. Finalmente llegó la rendición incondicional. Según diversos testimonios la cifra de fusilados oscilaría entre 100 y 200. Final La última y final columna de huelguistas que quedaba activa era la dirigida por José Font, más conocido como Facón Grande, en la zona de Ferrocarril Patagónico. Este dividió sus fuerzas en dos columnas, una de 300 hombres hacia el sur de Puerto Deseado, en Bahía Laura, y la otra liderada por "Facón Grande" hacia Pico Truncado. Ocuparon el poblado de Las Heras y dejaron a cargo al delegado Antonio Echevarría. El 18 de diciembre Varela envió un tren de exploración desde Puerto Deseado, que llegó a Las Heras a cargo del subteniente Jonas. Retomó Las Heras sin resistencia y fusiló a Echevarría y a otros dirigentes huelguistas. El 20 de diciembre Varela arribó a la estación Tehuelches informado sobre un campamento de huelguistas. Al llegar, se produjo el único acto organizado de resistencia contra el ejército en toda la campaña: en el combate resultaron heridos al menos dos soldados conscriptos, y muerto el soldado conscripto Fernando Pablo Fischer, favorito de Varela. Entre los huelguistas hubo al menos tres muertos y varios heridos. Varela y su grupo tuvieron que retroceder hasta la estación Jaramillo. Desde allí envió al gerente de La Anónima, Mario Mesa, a parlamentar con "Facón Grande", y les prometió respetar la vida de todos y acceder a sus demandas si se rendían. Luego de una asamblea, los obreros decidieron entregarse en la estación Tehuelches el 22 de diciembre. Contrariamente a lo prometido, Varela fusiló a Facón Grande, a Leiva y al menos a medio centenar de obreros. Al exterminar al último grupo de huelguistas, las tropas del ejército se dedicaron a rastrillar toda la provincia de Santa Cruz en busca de los huelguistas dispersos. El ejército persiguió a los huelguistas, los fue atrapando y fusilando sumariamente. El 26 de diciembre, el cabo Domingo

Montenegro murió al recibir un disparo accidental de un compañero, el soldado conscripto Eusebio Peralta. La campaña finalizó el 10 de enero de 1922. En total, 300-1500 obreros y huelguistas resultaron muertos.

Repercusiones y conclusión Este suceso, que comenzó cómo una huelga contra la explotación de los obreros, tuvo trágicas consecuencias sobre la población de la Patagonia Argentina, repercutiendo fuertemente sobre la relación entre el Estado y los obreros, y permitiendo la consolidación definitiva de un sistema económico basado en la explotación de los obreros rurales, en duras condiciones laborales y de vida. La inusitada represión asesinó y encarceló a más de un millar de huelguistas, constituyendo uno de los hechos más graves de violencia contra los trabajadores durante un gobierno democrático argentino. Las fuerzas policiales a su vez informaron la pérdida de cinco de sus hombres y el Ejército admitió haber perdido dos soldados. También se reportaron crímenes sexuales: varias esposas de estancieros, trabajadores y policías tomados rehenes fueron violadas por los huelguistas. Varela publicó en un informe en su defensa para el Ministerio de Guerra que los trabajadores habían planeado derrotar a la expedición militar y, con ayuda de los sindicatos, "tomarían el poder en Buenos Aires". Afirmó que sus hombres combatieron contra carabineros chilenos y que se capturó a diez de ellos; información que usó entonces para justificar la masacre como una defensa de la soberanía argentina contra un supuesto "intento de invasión" chileno. Las cifras de las pérdidas aún no se saben con certeza. Sumado a esto, se impuso sobre estos trágicos hechos un silencio que duró 50 años, hasta que los estudios sobre las huelgas rurales fueron abordados de forma integral por Osvaldo Bayer. Desde enero de 1922 se rindieron homenajes para los hombres de Varela, y los sueldos descendieron a un tercio del valor vigente en los salarios durante la primera huelga. El único acto de repudio a las tropas represivas fue llevado a cabo por las 5 meretrices del prostíbulo La Catalana, que se negaron a atender a los estupefactos soldados, gritándoles "asesinos". Con excepción de los anarquistas, que publicarán testimonios, denuncias y listas de asesinados, los reclamos de los otros grupos políticos fueron entre tibios y formales. Desde el Gobierno, no se hicieron honores a los vencedores, no se avaló oficialmente el accionar de las tropas y se tendió un manto de olvido sobre el asunto, por temor a las consecuencias políticas. Hubo algunos debates y denuncias en la Cámara de Diputados de la Nación desde el 1 de febrero de 1922, en los que el diputado socialista Antonio De Tomaso abordó el tema en una sesión. Las denuncias y escándalos de los diputados socialistas fueron sistemáticamente desoídos y pocos meses después el asunto cayó en el olvido e ignorancia nuevamente. Fueron los reclamos por parte de los trabajadores cuestiones muy elementales y lógicas, rechazados e ignorados por el Estado. Y por ello, pasaron a conformar la peor mancha del gobierno de Yrigoyen, que enemisto definitivamente al sector obrero con el gobierno estatal.