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I. La Parroquia: Comunidad Misionera y testimonial

Para trabajar en grupo: 1. ¿Nuestra comunidad parroquial de Aparecida es auténticamente misionera?

Hacia la Asamblea Parroquial 2019

2. ¿Nuestra participación como miembros de la comunidad favorece la misión de la Iglesia en nuestra parroquia? ¿De qué manera? 3. ¿Estamos dispuestos a favorecer un cambio de mentalidad (conversión pastoral) que haga de nuestra comunidad parroquial discípula-misionera?

“Con María — Aparecida hacia una Iglesia en Salida”

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La Parroquia es uno de los ámbitos pastorales más importantes donde se realiza la vida misionera. En ella, la memoria de Jesús se narra, acoge, celebra y comparte; es el ambiente donde la Iglesia transmite la historia de amor de Dios en Jesús y se encarna en la historia concreta de los hombres y mujeres de la Ciudad. “La Parroquia es un lugar privilegiado en que los fieles pueden tener una experiencia concreta de la Iglesia” (EA 41).

urgencias eclesiales. En ella se suscita un reequilibrio de los signos evangelizadores: diaconía, comunión, profetismo y liturgia. 

La diaconía se convierte en el signo privilegiado. La evangelización se realiza desde la promoción integral del ser humano y a partir de los pobres.



Vive su ser Iglesia-comunión buscando nuevas formas de comunidad, igualdad y fraternidad. Intenta superar el clericalismo y toda forma de discriminación. Busca la comunión ecuménica.



Se esfuerza por inculturar el Evangelio y está abierta al diálogo con las distintas tradiciones culturales.



Fomenta la acción misionera hacia afuera: presencia y servicio, diálogo cultural y religioso, primer anuncio.



Restaura la acción catecumenal, función indispensable del proceso evangelizador.



Revisa sus procesos de iniciación cristiana.



La acción pastoral hacia adentro apunta a la meta de la madurez en la fe, a la promoción de creyentes con fe personalizada.



Hace efectiva y convincente la presencia y acción en el mundo, el compromiso de transformación de la sociedad.

¡El modelo de parroquia comunitaria, “renovada” y misionera es la que necesita la Ciudad! 2

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A este respecto, los obispos en Aparecida afirman:

[La] firme decisión misionera debe impregnar todas las

estructuras eclesiales y todos los planes pastorales de diócesis, Parroquias, comunidades religiosas, movimientos y de cualquier institución de la Iglesia. Ninguna comunidad debe excusarse de entrar decididamente, con todas sus fuerzas, en los procesos constantes de renovación misionera, y de abandonar las estructuras caducas que ya no favorezcan la transmisión de la fe (DA 365).

Aparecida llama a estas parroquias a una conversión pastoral, la cual exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera. Así será posible que “el único programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de cada comunidad eclesial” (NMI 12) con nuevo ardor misionero, haciendo que la Iglesia se manifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera (DA 370). El papa Francisco va más allá y afirma que no solo se necesita una conversión pastoral, sino una pastoral en conversión (cf. EG 25); nos invita a soñar con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, estilos, horarios, lenguaje y toda estructura eclesial se conviertan en cauce para la evangelización del mundo actual, más que para la autopreservación (cf. EG 27). La parroquia que camina bajo el modelo de la pastoral misionera, se asume como la comunidad de creyentes enviada en medio del mundo para dar testimonio y servir. Sus acciones se enfocan a los diversos momentos que conlleva la evangelización (primer anuncio, reiniciación, catequesis…). Los problemas y expectativas del mundo señalan las 6

“Las parroquias son células vivas de la Iglesia y el lugar privilegiado en el que la mayoría de los fieles tienen una experiencia concreta de Cristo y la comunión eclesial. Están llamadas a ser casas y escuelas de comunión” (DA 170). La comunión y la misión están profundamente unidas, se compenetran e implican, a tal punto que la comunión es la fuente y el fruto de la misión: “la comunión es misionera y la misión es para la comunión” (ChL 32). En la Parroquia, todos los miembros de comunidad son responsables de la evangelización. El Espíritu Santo es enviado a todos en cuanto miembros de la comunidad; su acción no se limita al ámbito individual, sino que abre a las comunidades a la tarea misionera, como en Pentecostés (cf. DA 171). Al participar del sacerdocio bautismal, todos los bautizados somos interlocutores y agentes de la misión de la Iglesia. Todos en la Iglesia estamos llamados a ser discípulos misioneros (Mensaje, DA 3). La condición del discípulo brota de Jesucristo como de su fuente, por la fe y el bautismo, y crece en la Iglesia, comunidad donde todos sus miembros adquieren igual dignidad y participan de diversos ministerios y carismas (DA 184). De ahí la necesidad de superar visiones eclesiales que separan a los pastores del resto de los fieles, como si los primeros fueran sujetos activos de la pastoral y los otros sujetos pasivos de los primeros (cf. DA 213). El Espíritu Santo mueve hoy a toda la Iglesia a hacer realidad la renovación misionera. Los Obispos en Aparecida expresaron el anhelo: de una valiente acción renovadora de las Parroquias a fin de que sean de verdad espacios de la iniciación cristiana,

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de la educación y celebración de la fe, abiertas a la diversidad de carismas, servicios y ministerios, organizadas de modo comunitario y responsable, integradoras de movimientos de apostolado ya existentes, atentas a la diversidad cultural de sus habitantes, abiertas a los proyectos pastorales y supra parroquiales y a las realidades circundantes (DA 170). La renovación de las Parroquias (…) exige reformular sus estructuras, para ser una red de comunidades y grupos, capaces de articularse logrando que sus miembros se sientan y sean realmente discípulos y misioneros de Jesucristo en comunión (DA 172).

El grado de renovación de la pastoral de la parroquia tiene que ver con su vitalidad misionera. De manera general, podemos visualizar a las parroquias de acuerdo a dos modelos de pastoral: la tradicional (de conservación) y la evangelizadora (misionera). En la pastoral tradicional, lo litúrgico-devocional ocupa el centro. Las Misas, sacramentos, cultos y fiestas, devociones la religiosidad popular absorben el quehacer pastoral; desconoce la lógica del proceso de evangelización; supone la existencia de un pueblo cristiano. En consecuencia: 



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La acción misionera hacia fuera es casi inexistente. La pastoral profética se reduce al ámbito intraeclesial: catequesis infantil, preparación de los sacramentos y predicación en el culto. La acción catecumenal está ausente, se piensa que no hay candidatos adultos al bautismo. La acción pastoral hacia dentro ocupa el quehacer eclesial. En cierto sentido da la vuelta a la parábola de la oveja perdida: mucha atención y cuidado para la única oveja que queda en el redil, descuidando las noventa y nueve que se han perdido fuera.



La presencia y acción en el mundo son limitadas y condicionadas por el acento cultual y clerical. Una visión espiritualista y dualista impide a la comunidad cristiana incidir de manera significativa en lo social y político.

La pastoral tradicional con frecuencia se concentra en manos del clero (obispos, sacerdotes, religiosos) y se extiende a los laicos en forma subordinada y puramente ejecutiva. En esta visión pastoral, la Iglesia se siente, en cierto sentido, centro de la sociedad, única poseedora de la verdad y de la salvación, depositaria de los valores del Reino, con el que prácticamente se identifica. Piensa que debe cumplir su misión reafirmándose a sí misma, conquistando el mayor número posible de adeptos, recuperando espacios de poder y de influencia. A esto se le llama eclesiocentrismo. Urge que la Parroquia salga de este modelo para acoger uno misionero. Nuestra Iglesia local ya reflexionaba en el II Sínodo que cuando la Parroquia se conforma con una pastoral meramente cultual, no responde adecuadamente a los retos de la Nueva Evangelización ni a las prioridades sinodales; y le pedía (cf. ECUCIM 3728): 

Transformarse en comunidad evangelizada y evangelizadora, misionera, testimonial y promotora de los valores del Reino.



Realizar una revisión profunda, constante y de organización corresponsable.



Aceptar los cambios necesarios y los nuevos compromisos. 5