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De la política como poética o de la izquierda por venir (La complicidad secreta de Revueltas y compañía)

De la política como poética De la política como poética nos remite a una serie de consideraciones, axiomas, problematizaciones e interrogaciones que despliegan un abanico amplio de ideas, argumentos, contra-argumentos y sugerencias donde poesía, pensamiento y política se resignifican por completo y adquieren una tesitura inédita; los tres campos o componentes tendría que entrar en una nueva relación de singularidad autónoma e intercambio productivo, sin perder sus diferencias irreductibles, acceder a un umbral de metamorfosis donde ninguno de los tres componentes saldría del todo ileso. Aquí exploro algunas de las múltiples potencias y posibilidades:

1. El límite absoluto del pensamiento se erige hoy como su propia posibilidad más potente y más pensante, es decir, sólo a partir del reconocimiento infranqueable, e inexpugnable del desamparo, radical finitud y fractura, estaremos en condiciones de pensar de otro modo; pensar errabundo, paradojal e incierto. La incapacidad para pensar nuestro tiempo abdica ante la sociedad de consumo. El reconocimiento del límite del acto de pensar, sus consecuencias e implicaciones es una tarea política en tanto exige un doble trabajo extenuante de meditación modesta y reconocimiento de la banalidad de todo lo valioso. Bajo el derrumbe del fundamento y de lo fundamental habría que comenzar a pensar. No por exigencia de novedad, ya ni siquiera de rigor, sino para salvaguardar el sentido del enigma del mundo y de la subjetividad humana como ser en un mundo sitiado y amenazado, de tan radical estado de sitio ya no ofrece ningún sobresalto el estar amenazado por la generalización de la barbarie. Ubicarse en el límite del pensamiento es también asumir la paradoja trágica de estar en el epigonismo, en la cresta de una gran historia acontecida, hecha trizas, y tener la exigencia de trascender dicha condición. La modestia invocada, convocada, es todo lo contrario del gran estilo, más bien, designa y nos asigna –como bien lo ha visto Philippe Lacoue-Labarthe– “el reconocimiento de un límite”. Límite del pensamiento, ilocalizable e inmanente. Por más que se quiera, del pensamiento no podemos huir salvo sí abandonamos todo sentido humano y de humanidad. Estamos en el límite mismo, en el atisbo de su negatividad absoluta. Límite efectivo, límite de lo posible, que abre la propia posibilidad y potenciar de pensar.1 Nos sumergimos en una época que se quiere alérgica al pensar. El pensamiento hegemónico, no pensamiento en estricto sentido del término, empata con el pragmatismo político y económico. Asumir la imposibilidad de pensar hoy libremente, nos pone en camino, no garantiza nada, empero el reconocimiento de la imposibilidad de pensar nos otorga un chance para pensar libremente. La imposibilidad del pensar abre su más originaria y original posibilidad. En dicho reconocimiento se anticipa el pensamiento pensante y poético, su meditación política, sin claudicación ni confusión ecléctica. Para no perecer de inanición o inacción, hoy el pensamiento crítico y político tiene que devenir resistencia, pensamiento éticopolítico en tanto, y solamente en tanto, se quiere y se reconoce implicado de forma concreta y 1

Philippe Lacoue-Labarthe, La ficción de lo político. Heidegger, el arte y la política, Madrid, Arena Libros, 2002, p. 17.

efectiva con una posición de ser y estar en el mundo de cierta manera determinada. El reconocimiento de una insistencia que persiste como resistencia marca y desmarca la potencia del pensar en sintonía con el estar en el mundo. Todo ello implica asumir una responsabilidad desarmada, minúscula e irrisoria, pero irritante de tanta insistencia, persistencia, que se traduce en resistencia pura. La responsabilidad del pensador habría que entenderla de modo distinto al compromiso inmediato con una praxis revolucionaria, no porque esta haya dejado de ser vigente, sino precisamente porque lo es en demasía, exige otra perspectiva que trascienda la banalización demagógica. La misma figura y función del “pensador”, “intelectual”, se redimensiona, se democratiza, desacraliza y está al alcance de todos y el mismo tiempo se sustrae a todos. Todos podemos pensar y aún nadie piensa, ningún pensamiento está a la altura de nuestras circunstancias. Habitamos la paradoja del pensar, pensamos en y desde la paradoja, la cual se celebra como encrucijada y desafío.

2. El pensamiento contemporáneo se debate en la zozobra y el vértigo de no dejar de ser un interminable comentario y no poder renunciar a trascender el comentario, el lenguaje y la doxa imperante e imperativa. Todo pensamiento es comentario, murmullo, y tiene que sortear su neutralización académica o periodística. Dicha exigencia de trascender la neutralización y el pensamiento hegemónico se sugiere con osadía discreta, humilde, valerosa, en el umbral donde se atisba otro modo de pensar, allende la filosofía académica y el sentido común. Asistimos a la inutilidad, trivialización y popularización de los más grandes pensadores y pensamientos filosóficos. Nietzsche y Heidegger, por mencionar dos grandes pensadores que asumen con máximo rigor la debacle de la filosofía racionalista de Hegel, culminación del platonismo, cristianismo e idealismo moderno, ya no pueden ser invocados ni convocados como puntos de partida de otro pensar. Escuelas, ismos y epigonismos han renunciado a pensar para salvaguardar, momificar, contraviniendo sus propios designios, el espíritu vivo de grandes maestros de la crisis de la modernidad. El nietzscheanismo es tan imposible como el heideggerianismo y el marxismo. Pensar sin reservas y sin expectativas. Pensamiento nómada, anómalo, anormal. Pensamiento que se abisma en cimas y simas. Pensamiento ético-político que asume la devastación radical del sentido, comenzando por el sentido de la ética y de la política, sin pretensiones de originalidad, sin la prepotencia del pensamiento moderno, pero también sin la impotencia del pensamiento posmoderno, se abre al encuentro creador de nuevos sentidos, derivas y juegos de subjetivación. En el límite y en la imposibilidad, en la desmesura y usura del ser, pensamiento del acontecer. Para decirlo con José Revueltas, Walter Benjamin y Adolfo Sánchez Vázquez: pensamiento de la inmanencia radical, materialismo dialéctico subversivo y subalterno encarnado en una filosofía de la praxis.

3. El reconocimiento no es otro que el reconocimiento del límite en tanto desnudez y finitud esenciales. Estamos en este mundo, nacidos y abandonados y muertos, o bien, medio-muertos, medio abandonados, y no natos todavía. Günther Anders escribe: “Nadie sabe qué tenemos que

hacer aquí, nadie ha estado hasta el fin, nadie sino nosotros corre con los gastos del viaje. Nacidos ahí y detenidos ahí, estamos por todas partes en este mundo. Nadie nos ha prometido nada, ninguna beneficencia ha garantizado que alguien nos lleve con los huesos intactos a través de la confusión. Amenazas de trabajos forzados nos trajeron al mundo”2. Estamos completamente abandonados hombres sin mundo y sin humanidad, para quienes el quehacer de la reinvención se impone como tarea titánica, tal vez, ridículamente quijotesca, y no obstante, fundamental. La idea de Anders de “hombres sin mundo” se ha cumplido sin pena ni gloria, sin apocalipsis alguna, como paroxismo nihilista grisáceo. El mundo ha dejado de ser mundo, tenemos un planeta globalizado, cada vez más uniforme e interconectado, uno-múltiple-plural-equivalente. La producción y el consumo se han liberado del mundo de las cosas, las mercancías –como ha previsto Jean Baudrillard– han despertado su genio maligno y se burlan del sujeto humano y sus categorías sociales. Ya ni siquiera el mundo pertenece a una élite empresarial mundial. El capital rompe las fronteras entre ser libre y ser esclavo. La esclavitud generalizada es la contraparte de la liberación del capital. Expulsados del mundo, sin derecho al mundo, así se encuentra más de la mitad de la población mundial entera. Lo que podría ser “el mundo de la pobreza”, más bien designa, “la pobreza de mundo”, en su sentido más radical y llano. La obsolescencia del hombre, y de toda metafísica y política antropocéntrica subyacente, se muestra en que los desempleados del mundo, son seres sin mundo, inmundos. “Hombres sin mundo” también alude al “hombre en la época del pluralismo cultural, que participa en muchos y demasiados mundos, no tiene un mundo determinado y, por tanto, no tiene ninguno”3. Quien vive en un mundo en que todos los valores, cosmovisiones, religiones, creencias, filosofías e idearios son válidos y verdaderos no vive en ningún mundo ni tiene ninguna creencia. El pluralismo y tolerancias políticas y ontológicas que hoy se predican nos conducen al acosmismo uniforme más aplastante. Todos participan de todo. Todo vale. En el anverso de “este exceso de totalidad” se puede leer la “radical ausencia de sentido”. La cultura, cultura de consumo, todo lo devora, lo forma y conforma, lo regurgita, pomposamente, como “consumo cultural”. El paradigma del “turismo caníbal” es el modelo dominante de sociedad de consumo, todos participamos de una voracidad omnívora, ecocida, suicida, nihilista y narcisista. Este omnivorismo “ofrece con idéntico derecho a la competencia todas las mercancías divinas y todos los dioses mercantiles. Este politeísmo actual es sin mundo”4. Igualdad no de derechos humanos, menos de los humanos, de cosmovisiones y valores, totalitarismo que se encubre bajo los dogmas multiculturales de tolerancia. La libertad ciudadana, la democracia representativa, los derechos humanos y toda la parafernalia de verdades políticamente correctas que citan y recitan abogados, profesores y políticos de toda clase son manifestaciones de la nueva dictadura del capitalismo global que impone un discurso cada vez más edulcorado y aséptico. Toda esa jeringonza de libertades, garantías y derechos individuales, colectivos y patrimoniales confirman y afirman un estado de derecho que niega toda alternativa real de libertad y disenso. El arte, el pensamiento, la cultura, por supuesto, la política se han vuelto objetos inofensivos de consumo cultural. Los referentes verdaderos del mundo se han erosionado. En la defensa del multiculturalismo capitalista ya no se asume ningún compromiso. Todo deviene mercancía, todas 2

Günther Anders, Hombres sin mundo. Escritos sobre arte y literatura, Valencia, Pre-textos, 2007, p. 11. Ibid. p. 16. 4 Ibid. p. 19. 3

las mercancías tienen los mismos derechos, y todos los derechos uno mismo: compra-venta generalizada: “El fundamento de la democracia en el capitalismo no es el derecho a la igualdad de todos los ciudadanos, sino de los productos”5. La ausencia o desaparición del mundo, de los hombres sin mundo, nos condena a la neutralización de la verdad, la justicia y la libertad sin más. Habitamos la fractura en el caos. Y en esta diáspora ontológica y política la reinvención de nosotros se impone como creación sin fin y sin finalidad. Creación errante.

4. Hay que pensar la política, la educación, la cultura, el pensamiento desde un afuera necesario e imposible. Tenemos que asumir el desafío de pensarnos de forma radical, inédita, creadora, desprejuiciada, atenta, humilde y jovialmente. Asumir el desafío inquiere superar el manoseo de la noción de crisis; su banalización y ambigüedad. ¿Qué significa e implica que la política, la sociedad y la subjetividad están en crisis? ¿Cuál es el sentido de la crisis, o de la pluralidad de sentidos de la crisis? ¿Desde dónde y hacia dónde se interroga dicha crisis? ¿Qué quiere decir que la crisis de la política se resuelve y disuelve en tanto clausura histórica? En todo caso, de y desde la crisis, y más allá de la crisis, habría que pensar lo que existe y acontece, abriendo el presente a cartografías, diagnósticos y pronósticos que nos permitan ver lo que sucede y lo que podríamos hacer o deshacer. No ahogar la voluntad de intelección ni la exigencia de abrir el presente a su fuente plural. ¿Acaso no es la crítica radical una interrogación abierta e infinita? La crítica radical nos remite a la raíz, al origen y al fundamento, empero ahora carecemos de certidumbres apodícticas, toda idea universal exhibe su artificio y arbitrariedad, se revela como un producto de creaciones histórico-sociales. De ahí que la radicalidad de grandes pensadores, no pocas veces haya conducido a grandes equívocos, soluciones finales y definitivas. Si una crítica radical nos remite a una interrogación radical y ésta a la impugnación del orden establecido, ¿cómo abrir el juego de interrogación y retroalimentación entre crítica y lo que existe? En principio, para poder pensar libremente habría que trascender la lógica del miedo. Pensar es pensar-se en el allende de la parálisis y del pánico. ¿Cómo generar análisis puntuales en contextos de fractura, y aumento demencial de la insignificancia? Y luego, ¿cómo es posible ir del análisis, a la crítica radical, y después a estrategias de intervención que sean capaces de generar verdaderas alternativas que puedan reconfigurar el orden existente? La crítica como creación se juega en la producción de subjetividades y de sentidos de mundo. Tenemos que andar con ese paso ligero de paloma que reclamara Nietzsche para la Gran Política, esa otra política, a contrapelo de “este lado moridor de la realidad”6, en donde se aprehende selectiva y creativamente las potencias de la subversión que anidan en la vida cotidiana.

5. La política como poética plantea la posibilidad de concebir una verdad capaz de transformar la existencia colectiva. Más allá de la correspondencia y coherencia, el criterio de verdad ya no puede ser más la adecuación al orden establecido. La verdad se tiene que concebir como 5 6

Ibid. p. 23. José Revueltas, “A propósito de Los muros de agua”, Obra Reunida I, México, ERA, 2014, p. 25.

revelación y ACONTECIMIENTO. En política, en una política de verdad, hay que abrir el espacio, hacer espacio, al acontecer de la verdad, y toda apertura siempre es una apertura de y desde el espacio público. Sobre el porvenir de la verdad, sobre las verdades. Problematización abierta sobre la verdad. Repensar el orden del mundo a contraluz de su desorden constituyente. Las verdades políticas del pensamiento hegemónico, verdades de pacotilla, nos remiten a un estado democrático, a un proyecto de globalización y derechos humanos que disfrazan la injusticia, miseria y barbarie. La verdad en política requiere ir hasta el fondo de las cosas, atreverse a hablar y a pensar en voz alta sin miedo, ir más allá de la crítica interna, frente a los poderes hegemónicos injustos. El ir más allá de la crítica, el ser más que crítica, pone en marcha la deconstrucción y la genealogía. Y no obstante, Jacques Derrida, el principal artífice, junto con Paul de Man, de la crítica deconstructiva, tenía muchos compromisos, para desembarazarse de intereses creados y llevar la deconstrucción como resistencia activa hasta sus últimas y radicales consecuencias.7 La política en tanto poética y ésta, en tanto apertura de verdad, del acontecimiento de la verdad, conlleva romper con la clausura de lo dado en el presente como absoluto, deconstruir la primacía de la presencia desde su diferencia constituyente, y desde la conmoción de una temporalidad lineal. Abrir y mantener el diálogo, la interrogación y la impugnación. No conformarse, nunca conformarse, con las verdades cerradas y establecidas. Retrotraer la verdad a su fuente de creación poética y política, es decir, abrir la verdad a su acontecer creador. Y sobre todo, no claudicar ante la evidencia de lo dado y la clausura de la temporalidad humana. La primacía del presente y su cierre histórico son efecto de la idealización de un orden establecido absolutamente circunstancia. En el caleidoscopio de temporalidades múltiples, lo dado sólo es una de sus infinitas y diversas posibilidades. La política nunca se puede reducir o recluir a lo dado y lo instituido sino es desde una posición de dominio, control o desencanto, la política también es lo porvenir, porque sólo desde el porvenir, desde la idea, la experiencia, la apuesta, el sueño y la fe se puede pensar un horizonte de trascendencia capaz de abrir la verdad a su realización más auténtica, militante y plena. Porvenir no utópico que no renuncia a la ensoñación y creación de multiplicidad. Es cierto que el porvenir puede ser una ilusión mortífera, pero sin ilusiones no sería factible la verdadera justicia, queda reducida a un orden puramente procedimental. El porvenir no es futuro presente, sino la irrupción, interrupción de la cadena temporal. El porvenir es la política de la responsabilidad. Responsabilidad como respuesta ante y frente al mundo, ante y frente a los demás seres en el mundo. Porvenir como proyecto sin programa fijo o definitivo. Porvenir como apertura sin fin. Porvenir provisorio que provee, dios proveerá, y ¿en ausencia de dios(es), quién, quién pregunta y quién puede responder(nos)? Porvenir imposible. Imposibilidad que posibilita lo (im)posible. La justicia que instaura el porvenir moviliza pensamientos, subjetividades y acciones. Ante la quiebra, la fractura, el desencanto y el conformismo, la apertura infinita es lo único que posibilita otra experiencia y otro mundo. La incondicionalidad del porvenir abre un gozne, un hiato, una fractura en el tiempo. Hace estallar la temporalidad en su apertura infinita.

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Jacques Derrida, La universidad sin condición,

6. El axioma “La política como poética” más que punto de partida cartesiano indubitable se tiene que leer(se), e interrogar(se) –¿acaso leer no es abrir la interrogación a sus respuestas provisionales?– desde el reconocimiento de una absoluta vacuidad, pero también desde la exigencia fundamental e irrenunciable de reconocimiento de la alteridad, de una alteridad efectiva, afectiva, real e imaginaria, impotente y potencia pura, pero siempre asignable en el discurso y en la experiencia a una exterioridad absoluta. El reconocimiento de la exterioridad absoluta hoy nos invita a leer el axioma “la política como poética” en perspectiva de una búsqueda, y no punto de llegada, es un axioma que se despliega como rizoma –en el sentido deleuziano– en tanto juego de apertura de lo significante y de lo a-significante. Reconocer es asumir la voluntad de lucidez en el desasimiento, catástrofe y bancarrota, en tanto voluntad irrenunciable. Reconocer no toma la forma de rememoración de lo ya conocido sino de anamnesis de lo desconocido y secreto, incluso en lo más conocido, en lo archi-re-conocido. El reconocimiento se asume como consciencia melancólica de la asunción de un límite infranqueable. La política como poética nos conmina a re-inventar el vínculo o nexo con el otro, asumiendo la nulidad, fractura o impotencia de los tejidos sociales y sus formas de intersubjetividad pre-escritas y proscriptas. No tenemos nada seguro y sin embargo hay que seguir. En el movimiento que va del No, negación e impugnación puras, al sin embargo seguir se abre una gama finita-infinita de posibilidades de pensar/actuar/devenir/vivir/convivir. La política como poética, como ficción que imagina lo real o lo vuelve parto de imaginarios subversivos, se fragua la potencia del pensar en nuestra actualidad. Política que potencia la interrogación infinita en el movimiento interminable de creaciones finitas y afirmativas.

7. La política como poética no remite a ningún discurso sofisticado que se resuelve en sutilezas retóricas, lógicas o esgrima argumental, sino que se debate en el día a día como praxis creadora de espacios de libertad y en el libre juego de subjetivación hacia y desde la autonomía. Política como poética y poética como praxis social nos lleva de un movimiento interior de la subjetividad a la objetivación en el espacio público de nuevas formas de vivencia y convivencia. En este sentido, el arte, la literatura y la educación se muestran como formas fundamentales de recreación de una subjetividad emancipada.

8. “El lenguaje es el médium de la poesía”8. El lenguaje participa de la hecatombe nihilista de nuestro tiempo, de nuestra época. Hombre y mundo están devastados. La ausencia del mundo es la ausencia del lenguaje. El lenguaje transmite la devastación bajo la ausencia de sentido y trivialización de todo. Pensar el mundo es hoy repensar el lenguaje. Nuestra pobreza de mundo, de miras, se traduce en la incapacidad para nombrar lo que somos, lo que sucede y lo que queremos. Reinventar la subjetividad y el mundo consiste en inventar nuevos lenguajes que den cuenta de las potencias que anidan subrepticiamente en el presente. El lenguaje de la crisis y el fin

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Günther Anders, Hombres sin mundo, op. cit., p. 48.

de la historia nos lleva al desencanto pesimista. No se trata de oponer un falso optimismo, sino una alegría trágica, un gay saber, que remonte el nihilismo reinante. El más profundo sentido de concebir la política como poética es desde el seno de la creación de lenguajes.

9. Ser un gran pensador no garantiza nada. Nadie estamos a salvo de la mentira, la mezquindad y la barbarie. En el mejor de los casos, somos testigos mudos o cómplices pasivos. Heidegger se ha equivocado a la grande, habló en privado de “la mayor estupidez de su vida” respecto al compromiso político de 1933-1934. Fernando Pessoa, Octavio Paz, Maurice Blanchot, Paul de Man y Jorge Luis Borges también se equivocaron. La lista puede ampliarse si se abre a la ceguera del espectro de la izquierda, pues Georg Lukács, Jean Paul Sartre y Cortazar también se equivocaron bajo el mandato del sueño revolucionario marxista. El pensamiento tiene una serie de nudos o núcleos ciegos tan monstruosos, tan irreconocibles como necesarios para pensar. El pensamiento se erige a partir de un fondo ciego innominado e impensable. El compromiso del 33 de Heidegger viene –precisa Lacoue-Labarthe– de una hegemonía de lo espiritual y de lo filosófico con la esperanza de trascender la miseria nihilista de la cultura y de la política. Una respuesta más allá de lo político nos lleva al fascismo y el totalitarismo.9 No hay error sino consecuencias de un errar. Los grandes pensadores que buscan pensar y repensar el destino de la humanidad se equivocan a lo grande, la riegan en grande, su yerro es mayúsculo en tanto implica una decisión épocal, destinal, que trasciende al individuo. Pensar una época es pensar desde sus claroscuros, y desde luego, compartir un poco de luz y de lucidez y bastante de oscuridad e insensatez. ¿Habría que desechar el pensamiento y el pensador, o emularlos sin chistar y haciendo caso omiso de toda posible mácula? La apuesta es ir más allá de esta dicotomía, pensar fuera de una elección y decisión predeterminadas. Repensar la política, o mejor dicho, las políticas del pensamiento se ejercita en el riesgo de romper con toda posible clausura metafísica y cierre categoriales. Pero también aquí se nos revela la política como poética, como ficción, como algo que siempre va a la zaga de lo real. El riesgo y la finitud exponen el carácter constitutivo del error humano, y nos arrojan a la errancia sin fin.

9. Hacia 1935-1936, desde su exilio danés circunstancial, Brecht y Benjamin lanzan la consigna que se ha hecho ya clásica: frente a la estetización de la política habría que oponer la politización del arte. En su sintaxis (el vuelco) está posición es de tipo marxista. Y no obstante concuerda extrañamente con esa otra consigna de la ciencia politizada que estudiantes oponían antes al rector Heidegger. La politización está a la base de la revolución tanto como del totalitarismo. La estetización de la política forma parte del proyecto del nazismo. Frente al nihilismo y la devastación los grandes intelectuales buscan grandes respuestas, soluciones definitivas. El pensar

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Philippe Lacoue-Labarthe, La ficción de lo político. Heidegger, el arte y la política, p. 27.

no se ajusta a la realidad.10 Y sin embargo, cabe preguntar: ¿cuál es la justicia del pensar, cuál es su justeza?, ¿a qué se ajusta el pensamiento?

10. Vivimos en las ruinas de la ética y de la política. Ya no se puede pensar dignamente bajo ningún imperativo categórico ni bajo los timoratos consensos liberales y neoliberales democráticos. Estamos por completo desarmados sin garantes, certezas ni garantías. Podemos actuar conforme a reglas y normas, pero su caducidad y miseria resultan insobornables. El espacio público en el que se desplegaba la vida y sustancia ética está en entredicho si no es que está agotado o agotándose. Que se escriban libros de ética y política no muestra ni demuestra nada, acaso indica un síntoma. El acercamiento del arte a la ética y a la política (cuidado de sí, diferencia, cuerpo-sin-órganos) hace hoy evidente, salvo honrosas excepciones tanto de artistas como de pensadores, la incapacidad para crear un arte que sea verdaderamente digno de una vida digna. Ser superviviente, resistir e indignarse ante lo indigno del mundo contemporáneo: parece ser el estado del arte actual que busca ser digno de ese nombre. El arte actual, no necesariamente el arte contemporáneo, tiene que tomar el pulso a un mundo inmundo. La retirada del mundo en el arte coincide con la retirada de sentido y con la fractura ontológica y social en la están imbuidos hombre y mundo. La ausencia de mundo se verifica como ausencia de sentido. Hoy que sabemos, con Benjamin, que el ángel de la historia tiene vuelto el rostro hacia un montón de ruinas, desolaciones, genocidios y barbarie, y que los más grandes frutos de la civilización, la ciencia, el arte, la cultura y el pensamiento han implicado grandes sacrificios, es decir, grandes y viles crímenes. El estado de ruina, de cumplimiento generalizado de ruina, exhibe la miseria de la ética y la política, y con ello, la fragilidad de todo lo valioso. Lo más valioso, lo más esencial y fundamental, deja entrever su finitud, precariedad e inestabilidad concomitantes. Peor aún, ya no tenemos el consuelo del poeta que dijo que ahí donde crecía el peligro también crecía lo que nos salva. Sin salvación y sin huida, tenemos que pensar y repensarnos hoy, aquí y ahora, en la apertura finita-infinita de un porvenir que no cesa de alumbrarnos: el porvenir de una izquierda por-venir. Y aquí se abre la agenda de nuevas interrogantes y problematizaciones de la sociedad y de la educación que queremos desde el horizonte de una nueva ciudadanía porvenir.

10

Ibid. p. 76.

1. La maldición de ser zurdo, mi historia personal

De niño recuerdo la mano izquierda como maldición, una deformidad o anomalía. Era raro, distinto a los demás, por no escribir con la derecha. Se me castigó, más no lo suficiente, porque nunca aprendí a escribir “correctamente y como Dios manda” –decía una santa maestra que en paz descanse. Mi letra manuscrita sigue siendo espantosa, siempre envidié a las personas con bonita letra. Ser zurdos era, para mis compañeros y maestros, ser siniestro, diferente, torpe, lento y malvado, y por más que se me obligaba a utiliza la mano diestra para embonar en orden social, fracasé en el intento de integración. Amo las letras, pero no, nunca pude ser ambidiestro. Todo lo hago con la mano izquierda. Así que, inicialmente, la izquierda representa para mí recuerdos dolorosos de castigo y de exclusión, pero también de algo íntimo y singular que me hacía diferente, único frente a mis compañeros. Ahora sé que la gente siniestra puede ser más creativa que la diestra, aunque el mundo acepta un poco más a las personas raras y diferentes. De joven leí a Revueltas, Bataille, Genet, Benedetti, Zea y Hegel. Se fue fraguando en mí una posición de radicalismo, de subversión y revuelta contra todas las formas de imposición, control y autoritarismo. Esa visión zurda de las cosas se fue profundizando, dejó de ser un fardo y me dio alas para soñar y desplegar mejor el vuelo. Luego vino mi participación en eso que se denomina, un poco de forma errática y ambigua, “sociedad civil”. En 1997 se crea El Laboratorio Zacatecano de Creación Cultural A.C., se buscaba ampliar la democratización de cultura. Inicialmente las actividades se centraron en el seguimiento y análisis de la política y cultura zacatecanas. Se crearon foros de discusión con la sociedad civil y artistas. En realidad éramos ala o apéndice del Movimiento Ciudadano por la Democracia. El impacto social de nuestro trabajo fue errático, improvisado e insignificante. Luego entramos en coordinación con una organización no gubernamental llamada La Neta, la idea era crear un espacio virtual (www.laneta.apc.org./zacatecas) para organizaciones civiles en Zacatecas, sin embargo, la página nunca fue actualizada ni se le dio seguimiento. Se desarrollaron algunas actividades culturales, mesas redondas sobre literatura y género, campamentos y talleres de cerámica y

artes visuales, no había un proyecto claro, ni continuidad en una línea de trabajo. Desde un inicio, sólo tres, Ricardo Bermeo, Miguel Ángel Ortiz Bonilla y yo, nos comprometimos con el proyecto y las actividades. Los demás miembros de la asociación tenían una participación indirecta y fungían como una especie de comité consultivo, y aunque tenían cierta injerencia sobre la toma de decisiones, su compromiso con el trabajo cotidiano era escaso. Lo cierto es que Ricardo, Miguel Ángel y yo nunca supimos crear mecanismos para que la participación de los demás fuera más efectiva y constante. No obstante se quería hacer del diálogo democrático una base de discusión e inclusión de sujetos sociales, programas y proyectos. Había más entusiasmo que ideas concretas de lo que es un trabajo de asociación civil. La democracia y la imaginación radical eran eslogan más que realidad. La mayoría de decisiones las tomaba Ricardo Bermeo, nos consultaba y pedía apoyo de los demás, de forma particular recurría a Miguel Ángel y a mí. No supimos generar recursos ni políticas de autofinanciamiento. No se quería terminar como empresa cultural y acabamos sin recurso alguno. Luego nos robaron todo lo que se tenía; las pocas pero útiles y necesarias cosas. Nos quedamos sin nada. Mi situación financiera personal, la sobrevivencia en condiciones precarias, me impedía reactivar el trabajo y hacer propuestas que pudiera coordinar. El tiro de gracia para la asociación fue cuando Miguel Ángel se fue a Tijuana y Ricardo a Barcelona. Fue un buen experimento, que visto en retrospectiva, me recuerda un poco a “las zonas temporalmente autónomas” de Hakim Bey. Hubo fiesta y creatividad, pero generalmente no pasó de ahí. Quedaron muchas cosas por hacerse. Desde hace una década escuchamos la vieja cantaleta del fin de la política y muerte de las utopías. Se nos dice que las viejas categorías críticas y revolucionarias ya no operan, pero los antiguos esquemas de dominación cobran una vigencia inusitada. Se nos dice que la globalización no es buena ni mala sino que es un fenómeno estructural, pero una de sus consecuencias es la masificación de la injusticia y la barbarie. El poder hegemónico está más activo que nunca, también tendría que estar más activo que nunca su contrapoder, pero no se vislumbra claridad al respecto. La sociedad civil no alcanza a emerger de las cenizas de su crítica. Aunque hoy mismo se están generando nuevas resistencias. La imaginación social está despertando de su larga hibernación posmoderna, pero no alcanza a sacudirse las inercias de invisibles hábitos mentales de alineación.

La pertinencia y relevancia de activar y reactivar movimientos sociales y civiles reside en la factibilidad de crear un mundo con un sentido más humanitario y hacer de la convivencia un arte y una ética siempre en apertura con la alteridad. Una política como poética. Y una poética como implicación de sujetos colectivos e individuales. Nadie puede quedar fuera. Tenemos que implicarnos en la renovación de los tejidos sociales y vitales de cara a la lucha por un mundo más libre, más justo donde la belleza y el don (con)formen nuestro quehacer uno y múltiple a la vez. No es suficiente con discursos, requerimos nuevas prácticas y estilos de subjetivación. Hace 11 años escribí un par de notas para “retomar el proyecto del LABZAC y replantear su estructura y dinámica de trabajo”, para activar la participación horizontal de todos los actores interesados en un proyecto cultural democrático; y con todo esto “generar una agenda de trabajo”. En ese entonces había puesto como actividades urgentes: 1.

Abrir la participación del colectivo de forma incluyente y toma de decisiones horizontales y colegiadas.

2.

Generar proyectos de participación, investigación y difusión cultural, política y artística desde los propios actores implicados.

3.

Buscar fondos de financiamiento de forma creativa y original.

4.

Hacernos de espacios cooperativos.

5.

Fortalecer la red como una forma de creación política horizontal.

No tuvo éxito mi llamado, no pasó de un acuerdo entusiasta, acompañado de viandas y vino generosos, pero nunca prosperó. Ahora a la distancia, creo que las experiencias políticas de la sociedad civil y el activismo ciudadano en México tienen que replantearse por completo. Se mueven, más por el cálculo político, que por la exigencia de una transformación del tejido social desde los propios actores. Los partidos políticos están muertos. La clase política es más decadente que cínica. No hay brújula. La izquierda oficial está muerta. José Revueltas ya lo vio y previó en su tiempo, no hay mucho que hacer al respecto. Si vendrá algún cambio tendrá que ser una micro-revolución ciudadana, pero las nociones de ciudadanía y política tendremos que reinventarlas. No podemos seguir así. Tenemos que hacer algo. Es urgente. La sociedad civil es un factor estructural del mundo en el que estamos inmersos. Su potencialización no es una actividad secundaria en el fortalecimiento

de tejidos sociales democráticos de nuestra época. Empero, el auge de la sociedad civil es concomitante con el eclipse del Estado-Nación. Asistimos a la emergencia de un estado consorte del capital financiero global, donde la clase política gerencial regentea “el changarro” de los poderosos –para citar la triste memoria de Vicente Fox. Imagino la insurgencia de una izquierda soberana, anarquista, anómala, capaz de despertar de la pesadilla neoliberal consumista y consumida, aunque cada vez creo que se trata más bien de una ensoñación lejana, ajena a nuestras vidas cotidianas, y que la libertad, la autonomía y pensamiento creador son pequeñas dosis que ingerimos para no morir de inanición y tristeza. Sin embargo, en el juego de la imaginación reside el horizonte de la creación política. No ceder en la apertura del horizonte, aún nos queda esa posibilidad por lo menos como potencia seminal. Mi participación en la política la intento ejercer –sin grandes éxitos– desde la academia dando cursos, talleres y seminarios a partir del pensamiento crítico; desde epistemología hasta teoría social, pasando por seminarios de investigación y de escritura creativa, me las ingenio para introducir por lo menos algún autor o texto de teoría crítica o pensamiento subversivo. Sin mayores pretensiones que compartir lo que me gusta, hacer de un curso un recurso de exploración e interrogación. Para mí la docencia es un dispositivo de pensamiento libre, creador, alegre, festivo, imaginativo, lúdico. Lo cual, a decir verdad, no significa que siempre lo logre o que los resultados sean los esperados, pues me gusta confrontar al otro, ponerlo a pensar, cuestionar sus ideas y que me cuestione, me refute y me lleve más allá de mis creencias añejas. Un curso lo concibo como una lanzadera para buscar sueños, intuiciones, promesas, deseos y potencias de cambio. Por eso siempre estoy abierto al encuentro creador y a las derivas. No es suficiente repensar la docencia en clave política o poética, la vida cotidiana termina por aplastarnos con su fardo inexorable de valores, valoraciones y demandas. Y la educación cada vez ofrece menos posibilidades de emancipación. Maestros y alumnos estamos atenazados por una lógica eficientista y productivista del capital global financiero. Ya ni siquiera se podría decir que la simulación ofrece posibilidades de resistencia. En tal contexto, pequeñas acciones, creaciones y encuentros bien podrían ser ocasión de pensar y actuar libremente, pero esos momentos de epifanía son escasos. En secreto conspiro para

que advenga alguna transgresión creadora. Esa es mi única pretensión como profesor, no pretendo enseñar nada, transmitir algún conocimiento, mucho menos habilidades o competencias. Tampoco pretendo ser ejemplo de algo o para alguien. Mi única expectativa es horadar en el pensamiento del otro sus potencias discretas de transformación. No espero el reconocimiento, ni crear escuela, soy repelente a tener discípulos, toda forma de vasallaje por más sutil que sea me aterra y me enerva. En el mismo tenor, me interesa mucho fraguar “pequeños intercambios productivos” con artistas, pensadores, escritores y hombres y mujeres sin más mérito, que pensar y actuar libremente, y vaya que ahora eso no es poca cosa, quizá sea lo único en verdad valioso. Entiendo por “pequeños intercambios productivos” algo muy alejado de las grandes empresas culturales y sus estrategias de ventas, intento activar con tal nombre es el auténtico intercambio (inter)subjetivo y enriquecedor. Me gusta hacer pequeñas obras, que sin aspavientos, se proponen discretas acciones artísticas, políticas, literarias, o meramente festivas. No creo en la grandeza de lo monumental que, tarde o temprano, termina en la megalomanía y apoteosis mediática. Tampoco creo en el radicalismo absoluto, en tiempos de globalización, resulta imposible crear un afuera definido y definitivo del pensamiento hegemónico y su cultura de consumo. Podemos argüir estrategias, estratagemas, guerrillas nómadas, pequeñas zonas temporalmente autónomas –para utilizar otra vez el concepto de TAZ de Hakim Bey vuelto ya una fórmula contracultural, ¡vaya contradicción! Pero sólo eso tenemos, pequeñas revueltas, transformaciones corpusculares, obras marginales micropolíticas. La izquierda tal y como yo la imagino y practico no representa ningún ideario ni sueño colectivo, sino acciones, obras y pensamientos de subversión en la microfísica de la vida cotidiana. Una izquierda tal no tiene partidos ni adeptos, sino únicamente pulsiones de soberanía, deseos de transgresión, prácticas libertarias irreconocibles. La izquierda tampoco es un Sur frente a un Norte rico, no es una pureza ética o política frente a la impureza y bastardía del fascismo del capital. Todo maniqueísmo o supremacía intelectual o ideológica termina, más temprano que tarde, por volvernos estúpidos, cretinos y nefastos, si bien nunca estamos a salvo por completo, de hecho y de derecho participamos un poco cada día en tanto formamos parte del sistema de producción-consumo, de la familia a la escuela,

pasando por la tienda departamental y los bancos. En nuestra jornada diaria se juegan todas las formas de opresión y de resistencia: una lucha que siempre se mantiene en la irresolución e indecisión. Me gusta el bello neologismo de Jacques Derrida, destinerrancia, para nombrar nuestra condición de indeterminación radical. La izquierda como imaginario político y poético tiene que alumbrar juegos desconocidos, anónimos y anómalos de subjetivación. En cada instante que alguien dice no frente al poderoso, que se niega sucumbir ante la ignominia, ahí se está fraguando la verdadera potencia de izquierda radical y no en las consignas y discursos oficiales que encubren la putrefacción del monstruo de mil y una cabezas.

2. La izquierda mexicana y Revueltas Una de las hipótesis que aún guardo como amuleto existencial consiste en pensar un imaginario subversivo de izquierda radical como una suerte de magma incandescente que emerge y anida potencias secretas e indómitas en sociedades complejas en movimiento. Mi interés por autores tan distantes, dispares y disímbolos como Revueltas, Bataille, Blanchot, Zibechi, Deleuze y Castoriadis, cierto Agamben y cierto Derrida, reside en que estos autores permiten la creación de una lanzadera para generar visiones-versiones y experiencias que puedan tocar y trastocar este mundo. Me interesa una relectura crítica, creativa que sea capaz de descentrar la izquierda, de sacarla de sus goznes, de hacerle vibrar y ponerla en sintonía con el surfing: delta salvaje y libre. De ahí mi ocupación y preocupación sobre la literatura como una instancia subversiva imaginaria que pone de cabeza la lógica de la racionalidad imperante. Concibo la izquierda como un campo intelectual de intervención plural contradictoria animado por un doble movimiento de impugnación del orden establecido y gestación de otro orden venidero. La negación crítica exige la afirmación creadora para no quedarse en un momento de mero rechazo reactivo. Para construir una nueva sociedad hay que destruir el orden existente. La dialéctica de la negatividad anima la insurrección de la izquierda. Renunciar a la lucha, a la autonomía y a la creación es renunciar al ideario utópico que anima la izquierda viva. Escritores como Revueltas, Genet, Blanchot y Bataille me interpelan porque muestran las honduras metafísicas de un alma humana laberíntica y contradictoria, y no cejan de luchar, impugnar y cuestionar todo orden impuesto. Sus lecturas y posiciones son marginales no por pose, sino por exigencia de pensar y actuar verdaderamente radical. En el caso de Revueltas se trata de un escritor y pensador crítico del socialismo real, próximo a un humanismo ético y libertario, próximo también al joven Marx, pero también a un lenguaje teológico y una visión trágica y abisal del ser humano. Mireille Roccatti considera que Revueltas tiene que leerse desde nuestro presente, pues nos dejó un gran legado como político comprometido con las mejores causas del

pueblo, una lección de congruencia ideológica en medio de profundas contradicciones existenciales. Su entrega y compromiso constituyen una lección de vida, que ha ampliado el horizonte de la democratización en nuestro país.11 En su sugerente ensayo “Una izquierda imaginada” José Woldenberg explora algunos sentidos del imaginario utópico de una izquierda deseable para México. Woldenberg escribe que no sabe qué tipo de izquierda necesita México, pero –añade– creo saber el tipo de izquierda que me gustaría a mí: “una capaz de fortalecer a nuestra incipiente democracia y de generar –con otras fuerzas- un país menos escindido, más equitativo; menos plagado de desigualdades y más cohesionado socialmente”12. Nos propone una izquierda que asuma la corresponsabilidad del EstadoNación. Lo cual es verdaderamente difícil si se considera que el estado posmoderno es un estado mínimo gerencial al servicio de intereses de los grandes oligopolios macrofinancieros. Tiene razón cuando señala que vivimos en los balbuceos de una incipiente democracia que no alcanza a cuajar del todo. El autor busca “una izquierda imaginada, posible y deseable”13. Creo que esa izquierda sólo es posible si la propia izquierda se trasciende como ideario fijo, cerrado, definitivo. Necesitamos una izquierda que no abjure de la disidencia, ni siquiera en contra de la propia disidencia. Aquí y ahora, una vez más, el legado de Revueltas cobra actualidad, ha sido baluarte de la resistencia y pensar diferentes. Hoy que la democracia mexicana moderna se ha convertido en tecnocracia reaccionaria al servicio de un estado fascista neoliberal urge repensar la izquierda más allá del teatro de los partidos políticos y su tinglado electoral. La demanda anterior nos conmina la pertinencia del pensamiento de Revueltas. En Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, José Revueltas efectúa una relectura de Marx, del marxismo, a partir de la coyuntura política específica de México y la izquierda mexicana. Es uno de los ensayos más lúcidos que ha concebido un escritor mexicano interesado en la crisis social, cultural y política del México postrevolucionario. Revueltas dilucida en su Ensayo las condiciones socio-políticas mediante las cuales la revolución le dio la espalda a la sociedad mexicana. Al establecer las bases para la hegemonía de una naciente pequeña elite burguesa, y al haber una ausencia 11

Mireille Roccatti, “Gigante intelectual con compromiso social”, Siempre, consultado el 14 de agosto del 2014 en http://www.siempre.com.mx/2014/04/jose-revueltas-gigante-intelectual-con-compromiso-social/ 12 José Woldenberg, “Una izquierda imaginada”, Nexos, 14 de Julio del 2014, consultado en http://josewoldenberg.nexos.com.mx/?p=118 13 José Woldenberg, “Una izquierda imaginada”, Nexos, 14 de Julio del 2014, consultado en http://josewoldenberg.nexos.com.mx/?p=118

de claridad política en los comunistas, el proletariado se convierte en “una clase sin cabeza”, “sin brújula”. Revueltas considera que hay una apropiación de la Revolución en manos de una clase dominante que mistifica y traiciona el legado revolucionario. El lema oficial de “la revolución hecha gobierno”, y el significado del Partido Nacional Revolucionario, luego transformado en el Partido Revolucionario Institucional, coopta las fuerzas y corrientes políticas revolucionarias. Se generó estabilidad social, pero el precio fue muy alto, dado que supuso la imposición de un estado autoritario; la traición del zapatismo y del magonismo son consecuencias claras de la objetivación de la clase burguesa progresista como burguesía nacional. Desde 1917, la burguesía mexicana va a generar una serie de pesos y contra-pesos en función de caudillos populistas mesiánicos. Las masas y grupos sociales van a subordinarse a un partido-gobierno que organiza y dirige la vida pública y penetra hasta los filamentos más finos de la vida cotidiana.14 El partido político hegemónico, de forma más precisa su élite, pues todos los ciudadanos forman parte del Partido, administra el Estado-Nación e impone estrategias biopolíticas de control social, desde la natalidad hasta el trabajo, pasando por el matrimonio y la muerte; la derrota de la Iglesia ha sido en México un asunto más político que religioso, “el triunfo de liberales sobre los conservadores” forma parte de la narrativa épica que legitima la clase política dominante. La relación entre burguesía, proletariado y campesinado se establece bajo las premisas de un Estado-nación múltiple y uno. La propia Constitución de 1917 –a decir de Revueltas– hace evidente “el disimulo de la naturaleza real de las relaciones de clase entre burguesía y clase proletaria, al mismo tiempo que el principio de deificación del Estado burgués en México como un Estado que sería distinto y no representaría a las clases dominantes de la sociedad, por el solo hecho de ser fruto de la Revolución Mexicana”15. La clase dominante fue cooptando los procesos y prácticas revolucionarios bajo un discurso demagógico que se enseñorea como único heredero de la Revolución. El análisis de Revueltas describe la genealogía precisa del México postrevolucionario. Incluso nos permite entender la decepción de “la alternancia” del foxismo;

14 15

José Revueltas, Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, México, Era, 1984, p. 169. Ibid. p. 130.

dado que no se logró cambiar las estructuras y prácticas políticas dominantes, los cambios fueron superficiales. La sagrada familia –añade Revueltas– expone las premisas de un marxismo libertario, de una praxis creadora y de la construcción de una conciencia humana crítica. Una de las aportaciones fundamentales de Revueltas consiste en un diagnóstico sobre la especificidad de la clase obrera mexicana. Las grandes masas revolucionarias del campesinado y de la clase obrera son utilizadas y castradas de cualquier germen subversivo. Su juicio contra el marxismo obrero mexicano resulta implacable, el cual es débil política, ideológica e intelectualmente. Carece de consciencia de clase y desconoce el potencial revolucionario de los obreros y del sindicalismo. Deslumbrado por el estalinismo, está ciego frente a un socialismo local factible. El socialismo aquí y ahora es una de las cuestiones fundamentales que guían vida y obra de Revueltas.16 Considero que hay muchas ideas, sugerencias e intuiciones valiosas que aporta, que no se han leído con atención e importancia debida. Destaco algunas ideas matrices. Un sujeto político obrero revolucionario tiene que emerger de una multiplicidad dinámica, horizontal, transversal, polivalente, autogestiva y atenta a una cultura democrática reflexiva y dialógica. La clase obrera mexicana ha sido silenciada y controlada, pero todavía es posible rastrear en sus huellas, un sujeto subalterno anónimo invisibilizado en tanto horizonte y porvenir de una izquierda posible. El proletariado –añade Revueltas– constituye el sujeto activo, pero también su propia ratonera. El proletariado no puede reducirse a “una masa quieta, pasiva, amorfa, inerte, sino que anuncia, expresa y hace una práctica”17. El sujeto del proletariado constituye un movimiento activo, proliferante, expansivo, finito-infinito, disruptivo, anómalo. Contra un “vacuo humanitarismo sentimental”, Revueltas propone un humanismo descentrado que conecte afectos e inteligencia, creatividad, acción y pasión. El sujeto obrero es en potencia libre, repensar y desbloquear dicha potencia tendría que ser una de las claves del quehacer ético-político de lucha concreta por la libertad. La conciencia obrera tiene que ser estratégica, pragmática y táctica en su lucha por mejorar condiciones laborales y abrir un nuevo porvenir, trabajar aquí y ahora para ir realizando un inédito viable –diría Freire. En los movimientos soterrados

16 17

José Revueltas, Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, Era, 1984. Ibidem.

transgresores y anarquistas de México late una fuente vital de libertad, justicia y manumisión. Repensar el sujeto subalterno subversivo desenmascara las nuevas sagradas familias del poder en México y en el mundo, hoy que las estrategias de dominación adquieren un carácter global, lo mismo tendría que hacer la emancipación desde abajo y al margen. El mayor freno que se ha impuesto a sí misma la izquierda mexicana ha sido la cerrazón dogmática y esclerosis intelectual. Urge repensar el presente y posibles estrategias de subversión sin limitarse al sistema electoral. Por desgracia, existe una lógica predeterminada del juego democrático electoral en México. La agenda política no es sino la agenda electoral del cálculo político de posiciones y estrategias. En el terreno de la política, la ortodoxia y las certidumbres indubitables están petrificadas y terminan por inmovilizar a sus líderes. Se requiere una mirada contextual atenta al entorno cambiante y problemático. Enrique Semo sugiere –en Viaje alrededor de la izquierda– que habría que efectuar una crítica latinoamericana, y no una crítica europea de la izquierda y del marxismo, para dejar de repetir ideas y prácticas coloniales. Ahí donde hay resistencia a las estructuras de dominación, ahí está el germen de la izquierda viva, pues ésta no es un ideario fijo sino un espíritu de búsqueda de autonomía hacia una sociedad justa para todos.18 La racionalidad instrumental y la ganancia política electoral rigen acciones y pensamientos de la clase política en México, y en la mayoría de países del mundo. El fascismo mediático tecnocrático hoy domina a los gobiernos federales y estatales en nuestro país. Hay muchos síntomas que muestran la emergencia de una nueva legalidad que campea con ilegalismos al servicio del capital global financiero: 1) La criminalización de la justicia social y de los movimientos ciudadanos. 2) La creación de nuevas leyes que regulan los Derechos Humanos y el uso legítimo de la fuerza pública que viola garantías individuales mínimas. 3) La consolidación de una clase política mercenaria, cínica, narcisista y mediática que trasciende a los propios partidos políticos y está al servicio de oligopolios transnacionales.

18

Enrique Semo, Viaje alrededor de la izquierda, México, Editorial Nueva Imagen, p. 33.

4) La migración y la deportación en condiciones de absoluta barbarie que anula e invisibiliza a los sujetos como sujetos de derecho, con la complicidad de autoridades y delincuencia organizada. 5) El despojo de tierras, recursos naturales y patrimonio cultural a través de “contratos transparentes”, y nuevas técnicas y estrategias de pillaje legal como “el fracking”, “el outsourcing”, y otros neologismos y eufemismos del robo permitido. 6) El desempleo y subempleo crecientes que acaban con los derechos laborales en un mundo donde “ser explotado” es ahora un verdadero privilegio.

Estos seis ejemplos evidencian la consolidación de un nuevo orden político y económico que está erosionando los últimos vestigios del Estado de bienestar, que nos conminan a todos los que estamos interesados por vivir en un mundo menos aborrecible a pensar en la gestión de otro orden. Estamos tocando fondo en un mundo fragmentado, escindido, diezmado por visiones, versiones fascistas totalitarias del mercado global. Y también nos muestran, una vez más, la actualidad de Revueltas. José Revueltas asumió la política y la literatura como dos frentes comunes contra la estupidez y la enajenación humanas. Su humanismo ateo y melancólico jamás desdijo su militancia revolucionaria. No aceptó jamás el papel de un observador neutral, y su marxismo anti-estalinista le granjeó adversarios tanto en la derecha como en la izquierda mexicana dogmática. Su diagnóstico de la crisis del comunismo mexicano y su implacable lucidez, contrastaban con su fina atención, paciente escucha y amoroso diálogo con sus interlocutores –según juicio de Enrique Semo quien lo trató de forma personal en la década de los sesentas.19 Ahora como en la época de Revueltas, urge una izquierda que sepa canalizar el desencanto y la crisis radical como potencias de apertura de lo nuevo. La “indignación”, “la digna rabia”, “los ocupas”, entre otras expresiones de descontento social, no necesariamente abren la repolitización de los sujetos implicados. “Las Caravanas Zapatistas, “las guardias comunitarias”, “Yo soy 132”, entre otros movimientos ciudadanos han hecho evidente su enorme vulnerabilidad como proyectos autogestivos que trasciendan 19

Ibid. pp. 102-103.

la reacción política contestataria. Los movimientos sociales democratizadores cada vez son más frágiles y evanescentes. La democracia realmente existente obedece dictámenes del mercado global. Mientras tanto la izquierda partidista se fragmenta y se “derechiza”, entra en una profunda crisis de identidad, pierde el rumbo. A imagen y semejanza del sistema hegemónico, los partidos políticos no han podido abonar elementos significativos para una cultura democrática. La participación ciudadana activa y creativa tendrá que ser contraparte de una democracia radical efectiva. Tenemos que generar espacios de interlocución, apropiarnos de los remedos y simulacros de participación ciudadana gubernamental. Resignificar de manera horizontal programas y proyectos verticales. Tomar la palabra, apropiarnos de una agenda ciudadana colectiva producto del diálogo y mediación de todos los sujetos sociales. Aclaro, nadie nos va a dar nada. Tenemos que exigirlo, exigirnos otras formas de participación, de creación de significados de ciudadanía, de lo contrario, y eso en el mejor de los casos, estaremos abonando alternativas coyunturales a corto plazo. La formación de una ciudadanía crítica activa no es producto de buenos deseos, requiere un trabajo paciente y tenaz para repensar condiciones prácticas de auténtica participación política ciudadana. Todo ello implica acciones pedagógicas desde la educación formal e informal, la articulación de familia, escuela y comunidad para generar espacios de interlocución dialógica. La ciudadanía crítica es algo por hacer y rehacerse en todo momento y situación de la vida cotidiana. Exige un proceso en construcción permanente de derechos y responsabilidades, que lejos de anular la diferencia, fortalezca el disenso activo. Frente a la conversión de la ciudadanía en una masa acrítica de consumidores requerimos sujetos autónomos. El fracaso de todas las formas políticas instituidas nos debe poner en guardia. Nada bueno podría venir de un sistema político y su clase política profesional que se hunden en el descrédito y ausencia total de legitimidad si no es porque siguen manteniendo el simulacro de la democracia electoral. ¿Qué hacer? Es una pregunta que nos conmina a todos y exige tantas respuestas como hombres y mujeres libres y pensantes existan. Lo que no hay, ni habrá, son fórmulas generales salvíficas. Mientras en México sigamos esperando un mesías esteremos de antemano perdidos. Mientras nos condenemos a la mediocridad y participemos de las mil y una formas de corrupción no habrá justicia social. Mientras los

artistas de la farándula, cada vez más empobrecida y penosa, se disputen el liderazgo con empresarios del narcotráfico no veo posibilidades reales de cambio. Mientras una mayoría creciente de la población sobreviva con el salario mínimo, o menos, no habrá sociedad sino islotes escindidos de una sociedad fracturada. Trabajar por otra sociedad y otra política es un quehacer que exige la sociedad en su conjunto. El lema “abajo y a la izquierda” está agotado porque lo monopoliza una izquierda tan reaccionaria como recalcitrante. Tampoco la apología de “un indigenismo puro” libre de toda mácula es una alternativa viable. ¿Qué hacer con la pregunta qué hacer? Es asunto de todos, nadie puede quedar al margen, pero el problema, fuera de una retórica políticamente correcta de inclusión, es que todos no existe sino como ficción política, entonces el problema cambia un poco: ¿cómo lograr la participación de sectores más amplios de una sociedad mexicana muy plural, desigual y variopinta? ¿Qué hacer para que las diferencias no se traduzcan en desigualdades? ¿Cómo potenciar sujetos críticos autónomos? En principio creo que hay más de una respuesta correcta y verdadera, entonces, ¿Cómo compaginar respuestas tan distintas y distantes? Ahí comienza el juego de la imaginación política de una izquierda pluralista. Apertura del juego libre tan temida por la derecha como por la izquierda oficial, nadie nos va a dar nada, tenemos que luchar en el día a día espacios de creación, interrogación, confrontación, y desde luego, apertura plural. Sin prisa y sin pausa, sin desesperación, más allá de toda esperanza, es el juego político de la izquierda radical. Su verdadera radicalidad no es otra sino invocación de potencias constituyentes de un afuera por venir.

3. Benjamin y el materialismo dialéctico de los vencidos La importancia de recuperar algunas ideas de Walter Benjamin en clave post-estructuralista implica retomar la radicalidad del marxismo heterodoxo desde nuestra atribulada actualidad y situarse más allá del desencanto posmoderno nihilista. El objetivo es claro, a saber, repensar y potenciar procesos de configuración de una subjetividad colectiva subalterna, marginal y excluida da forma a una política de la multiplicidad. “Una política de la multiplicidad” asume la diferencia como un elemento ontológico constituyente. Benjamin potencia otra mirada de la política y de la historia, renueva por completo el marxismo. Como bien ha escrito Bolívar Echeverría, el discurso político de Benjamin resulta inservible “en la discusión política directa, en la lucha ideológica, estratégica y táctica de los frentes, los partidos, las fracciones y los individuos que han protagonizado las tomas de decisión colectivas y han pretendido hacer la historia en este siglo”20. La actualidad política de Benjamin, siguiendo al Nietzsche intempestivo, reside en su más profunda inactualidad. En ese sentido repensar la política exige una deconstrucción y un trabajo de zapa genealógico del lenguaje de la política que forma y preforma hábitos de pensamiento y acción. El lenguaje de la política está atravesado por estilos de vida y pensar que se adhieren al orden imperante. La perspectiva de Benjamin –cercana a Revueltas– combina utopismo y mesianismo como estrategias de responder afirmativamente a la crisis de la modernidad. El neoliberalismo y su pensamiento hegemónico, que estrictamente es no pensamiento sino mandato y consigna, borra la utopía, la crítica y la creación de subjetividades porque se erige a partir de clausurar la autonomía y la libre autogestión. Al criminalizar los movimientos sociales y reducir la cuestión de “lo social” y de “lo público” a un asunto de mercado y sociedad de consumo, el neoliberalismo desdeña la emancipación colectiva y “la catapitcia” –según expresión de Chabelo– por “la felicidad individual narcisista”. La clausura del horizonte histórico se encuentra en la mentalidad reaccionaria de nuestro tiempo, la negación de la ruptura revolucionaria está inscrita en el conservadurismo posmoderno con aires progresistas liberales.

20

Bolivar Echeverría, Valor de uso y utopía, México, Siglo XXI, p. 120.

A contra corriente, la obra de Benjamin dilucida un vínculo poderoso entre revolución, búsqueda de justicia y renovación de la tradición. Su crítica a la idea de Progreso se tiene que entender como una mirada inédita y fresca del marxismo. La revolución –según la lectura que hace Bolívar de Benjamin– es liberación de un presente que se dirige al futuro por venir sin sacrificarse ante él, ya que la revolución nos abre de forma absolutamente original el pesado. El ahora abre en el seno del tiempo un bucle de eternidad. En este sentido que me interesa la recuperación de los sujetos subalternos en tanto recuperación de un pasado inmemorial, y paradójicamente, sin memoria, o bien, cuya memoria ha sido traicionada, mutilada, tachada, silenciada. “Rehacer una memoria soterrada y subversiva con desechos y huellas de revueltas sojuzgadas de forma violenta” es una tarea común a lectores de Benjamin y los estudios subalternos. De forma particular, me interesa el sujeto colectivo que emerge de la protesta social como un bucle fragmentario de potencia y subversión orientado hacia la autonomía radical. No se trata sólo de una búsqueda personal sino también de una idea germinal latente en el imaginario subversivo de nuestro tiempo. En todo caso la política radical está en ciertas intuiciones vitales, no en textos o verdades teoréticas sino en axiomas apoérticos. El imaginario colectivo constituye un magma social en constante flujo y reflujo de proyecciones, ideaciones, sueños, ensueños, pero también frustraciones, horrores, temores, miedos, conjuras y abjuraciones. Cuando en el seno del imaginario colectivo surgen imaginarios subversivos, y de su memoria soterrada crecen resistencias enterradas y potencias adormecidas, se abre en el tiempo una matriz heterogénea de multiplicidades. Entonces, todo lo imperdonable e ignominioso que reverbera en enredaderas de tiempo y melancolía, hace fehaciente el hecho de que no existe el pasado ya fijo, sino versiones y visiones del pasado. “Articular históricamente el pasado no significa conocerlo como verdaderamente ha sido, sino adueñarse de un recuerdo que relampaguea en un instante de peligro” ha escrito Benjamin en sus “Tesis de filosofía de la historia” al borde de la

desesperación cuando le pisaban los talones la policía alemana y poco antes de su suicidio.21 El enemigo no ha cesado de vencer, por ende, el peligro acecha hoy más que nunca. El peligro es aquello que amenaza todo lo valioso, efímero y mortal. Nada escapa al peligro, ni la tradición, ni sus sobrevivientes, ni siquiera el pasado, ni los muertos están a salvo. Nada, nadie está a salvo. El peligro que se corre, que no deja de estarse corriendo, es que todo se convierte en objeto o instrumento de la clase dominante. El peligro es inminente e inmanente. Crece y se expande. El enemigo no ha dejado de vencer y convencer de que el sistema de dominación no sólo es justo y necesario sino incluso es natural. Empero, el enemigo puede vencer pero nunca suplantar o suplir a una lucha o causa revolucionaria. Resulta fundamental reconocer el momento de encrucijada política en el que vivimos, de reacción y desencanto, pero también de fuerte rechazo, impugnación y cuestionamiento, aunado esto a que la recuperación revolucionaria o reaccionaria del pasado y de la tradición modifica por completo nuestra experiencia temporal, jamás habitamos una temporalidad neutra sino que el tiempo siempre se presenta como un escorzo, una esquirla de eternidad determinada, Dios no juega a los dados. En su estado puro, el mesianismo nos muestra una valiosa oportunidad revolucionaria en su lucha por revitalizar un pasado oprimido. La opresión es una olla de presión que espera una pequeña posibilidad de apertura, una vez iniciada la lucha, se vuelve imparable; ni la muerte puede detener la demanda infinita de justicia. Para Walter Benjamin, y aquí hay una precisa y preciosa diferencia con los demás colegas de la llamada Escuela de Frankfurt, “El sujeto del conocimiento histórico es la misma clase oprimida que combate”. Contra el intelectualismo y elitismo de Adorno y Horkheimer, Benjamin, al igual que el escritor José Revueltas considera que no habrá transformación social radical si se excluye a la clase obrera y a los trabajadores. Nos recuerda que en Marx aparece la clase esclava y oprimida, como la clase vengadora, que lleva a su fin la obra de liberación en nombre de las generaciones de vencidos. Esta es una idea que me parece muy potente, pero también peligrosa, porque la masa es capaz de hacer lo inimaginable. No hay conciencia colectiva, sino reunión de sujetos reflexivos 21

Walter Benjamin, Tesis de filosofía de la historia, Madrid, Taurus, 1973.

conscientes. El sujeto político colectivo puede ser acéfalo. Ya el propio José Revueltas tiene reservas al considerar al proletariado como sujeto político autónomo, pues está sujetado a múltiples fuerzas y estructuras.22 Benjamin comenta que en Alemania, “La socialdemocracia se complacía en asignar a la clase trabajadora el papel de redentora de las generaciones futuras. Y así cortaba el nervio principal de su fuerza. En esta escuela la clase desaprendió tanto el odio como la voluntad de sacrificio. Pues ambos se nutren de la imagen de los antepasados oprimidos y no de los descendientes libres.” Habría que reescribir la historia desde las antesalas de la emancipación y soberanía libertaria, esto es, la deconstrucción de la política de la teoría crítica tiene que calar hondo más allá de los espectros del marxismo y del mesianismo en el capitalismo virtual. Y no obstante, en su Obra de los pasajes, Benjamin nos recuerda que toda época, por más sombría que sea, tiene un lado dirigido hacia los sueños y la ensoñación utópica.

En el presente, las ideologías políticas, incluso las libertarias se presentan como camisas de fuerza para no pensar ni actuar libremente. Los procesos de subversión hoy carecen de idearios y discursos. La espontaneidad forma parte de nuestras pequeñas empresas de emancipación. Como bien dicho Raúl Zibechi, ya no parece factible transformar el mundo sobre la base de lo que hay. No tenemos una teoría revolucionaria para implementar. Y el pensamiento emancipatorio debe ser reconstruido o readaptado o rearmado, resulta una carga obsoleta.23 Lo peor que podemos hacer es crearnos falsas expectativas de emancipación y liberación. En las universidades públicas y en ciertos sectores de clase media culta pequeño-burguesa nos volvemos especialistas en generar caldos de cultivo de una revolución o cambio social que estaría a la vuelta de la esquina. Una de las más grandes dificultades de nuestro tiempo es pensar y actuar desde la errancia y el laberinto. Ya Benjamin veía y experimentaba las grandes metrópolis como laberintos sin fin cuya única meta asequible es el mercado, y dicha experiencia la verificaba desde la errancia sin fin y sin finalidad trascendente. 22

José Revueltas, Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, op. cit. Raúl Zibechi, “La mirada provocadora, la mirada desde abajo”, La otra América, consultado el 14 de agosto del 2014 en http://otramerica.com/personajes/raul-zibechi-la-mirada-provocadora-la-mirada-desdeabajo/2626 23

A partir del anterior orden de ideas, habría que tener cuidado en no caer en una perspectiva de “una izquierda oportunista progre”, que finge falsas solidaridades y se apura a consumir y consumar de forma sofisticada y sofística el ideario del mercado capitalista. Hablar contra el capitalismo y la opresión se ha vuelto más que un lugar común un verdadero mantra laico ahora en tiempos de cultura saludable new age. No podemos ya resistir ni luchar contra nuevas formas de dominación que se imponen por medio de las estrategias más perversas, todos los discursos de la inclusión multiculturalista de libre acceso y de inclusión de minorías sexuales, raciales y culturales, en la práctica sólo confirma las reglas del libre mercado, que de libre nada más tiene el nombre, pues de continuo, va fraguando políticas oligopólicas al servicio de grandes consorcios transnacionales. Hay que reinventar el lenguaje político desde una poética creacionista mítica, fabuladora y confabuladora. Hay que potenciar otras formas y estrategias de participación y protesta social. Las viejas consignas contestatarias no repiten más que una misma cantaleta cansada, torpe y dogmática. La izquierda hoy tiene que potenciarse de y desde la emergencia de sujetos subalternos como agentes de transformación social. Aquí es donde las aportaciones de Walter Benjamin y los estudios de la subalternidad pueden generar encuentros creadores. En este sentido me parece pertinente citar la diferencia que hace Raúl Zibechi entre “Izquierda social e izquierda política:”24 En general, los debates apuntan al papel de la izquierda política, o sea los partidos que se proclaman de izquierda. Superar las divisiones históricas, supuestamente alimentadas por diferencias ideológicas, sería un paso decisivo para ir más allá de la situación actual. La unidad entre las tres grandes corrientes, socialistas o socialdemócratas, comunistas y anarquistas o radicales, sería un paso imprescindible para que este sector esté en condiciones de jugar un papel decisivo en la superación de la crisis actual. La experiencia histórica dice, sin embargo, otra cosa. La primera es que los partidos de izquierda no se unen si no existe un poderoso movimiento desde abajo que les imponga una agenda común. Los partidos de izquierda 24

Raúl Zibechi “Izquierda social e izquierda política”, La Jornada, 27 de enero del 2012, consultado, el 14 de agosto del 2014 en http://www.jornada.unam.mx/2012/01/27/index.php?section=opinion&article=023a1pol&partner=rss

dependen del estado de ánimo y la disposición, para resistir o para acomodarse al sistema, de los trabajadores. Para la gente común los debates ideológicos son cosa de poca importancia. Pensar en la unidad orgánica desde abajo es colocar en el timón de mando a los que hablan y negocian mejor, a los que tienen más medios para estar allí donde se toman las decisiones, o sea, el arriba del abajo. Son los que mejor se mueven en las organizaciones formales, las que cuentan con locales amplios y cómodos, funcionarios y medios de comunicación y de transporte. Los del sótano se reúnen dónde pueden. A menudo en la calle, el espacio más democrático, como los Occupy Wall Street, los indignados de Grecia y España, y los rebeldes de El Cairo. No lo hacen en torno a un programa sino a un plan de acción. Son desordenados, hablan a la vez y a borbotones. Las estrategias para cambiar el mundo deben partir de la creación de espacios para que los diferentes abajos, o izquierdas, se conozcan, encuentren formas de comunicarse y de hacer lazos.

Los movimientos sociales y las prácticas de la vida cotidiana van fraguando pequeños cambios, lentos, ambiguos, contradictorios, pero reales y que a la larga dejan más que todos esos grandes estruendos de la historia y del pensamiento oficial, incluso aunque ese pensamiento e historia sean de izquierda. Las palabras “izquierda” y “revolución” no garantizan ya nada. No hay garantías ni referentes axiológicos definidos ni mucho menos definitivos. En lo personal me parece un poco ingenuo el planteamiento de Zibechi de “las islas no capitalistas” como núcleos de invención política fuera del capitalismo y como base de una sociedad diferente; me recuerda al pensamiento indigenista y de la teología de la liberación que oponían, todavía hace algunos años, un pensamiento y un espacio radicalmente heterogéneos a los occidentales. Ahora vivimos en tiempos de intersección, mixtura e intercambio, donde ya no es factible hablar de un afuera puro frente a Occidente. El arte exige una refundación política y la política una refundación mítico-poética. La estetización de la política –según Benjamin– no es una alternativa frente a la crisis política sino que es el tiro de gracia a un pensamiento libre. Es preciso descubrir en el espacio de la política un reservorio de imágenes del pasado y de la tradición de los vencidos

y en las imágenes abrir un momento extático de contemplación. La apertura de la contemplación en la política es lo contrario de la inacción: es el tiempo oportuno de una dialéctica en reposo que aguarda y dilucida las potencias del mesianismo en estado puro. De ahí que para Benjamin, en el umbral del instante, alberga la praxis la potencia del ahora y aquí mismo. La dialéctica crítica relampaguea en el misterio impenetrable del instante, y paradójicamente, asequible en su estado de gratuidad pura.

El materialismo dialéctico de los vencidos no es un programa ni un proyecto, pero si tiene una memoria y una tradición vivas, no representa nada ni a nadie. No hablar en nombre de los demás. Lo irrepresentable, lo irreparable y lo irrenunciable son piedra de toque de la arquitectura de la insurrección infinita. Memorial de la justicia, justicia de la memoria viva de los vencidos masacrados, la justicia se asemeja –según Benjamin– al ánfora rota cuyas partes son tan imposibles como necesarias. En el reconocimiento de las partes fragmentarias como absolutamente únicas e imprescindibles se encuentra un momento valioso de respuesta ante la injusticia.25 El materialismo dialéctico de los vencidos es una pulsión indomeñable y secreta que habita toda condición humana de opresión o barbarie y que late con la fuerza de la violencia a la cual se opone y contra la cual lucha. Almafuerte, no darse por vencido jamás ni aún vencido, no derrotarse mientras haya conciencia de poder seguir siendo un cuerpo que resiste e insiste. Anomalía que se multiplica en anarquía coronada mutante e irreconocible, los vencidos no dejan de conspirar e inspirar un anhelo de libertad: deseo puro como afirmación infinita. Por eso la relectura creativa de Benjamin nos aguarda derivas inesperadas en el porvenir de la izquierda.

25

Reyes Mate, Tratado de la injusticia, Barcelona, Anthropos, 2011, p. 239.

5. Micropolítica de la insurrección (notas sobre Bataille, Blanchot y Revueltas)

He estado leyendo la selección de Ignacio Díaz de la Serna de las Œuvres complètes de George Bataille. La selección es ya una propuesta de lectura, el mismo título de la traducción es claro y directo: Para leer a George Bataille. Hay muchas ideas, sugerencias e intuiciones, es una obra sumamente rica, contradictoria, compleja, estimulante. Imposible hablar de toda sin traicionarla. Así que entre balbuceos, dubitaciones y perplejidades, intentaré hacer una pequeña y discreta lectura a partir de un asunto nodal, a saber, la escritura como estrategia de subversión, y de forma más específica la escritura literaria como micropolítica de insurrección; utilizo las palabras “subversión”, “micropolítica” e “insurrección” porque no encuentro todavía expresiones más precisas para nombrar una experiencia radical del lenguaje y del pensamiento que implica la transformación entera de la subjetividad. Ahora bien, Bataille no está solo en esta búsqueda, hay una comunidad inconfesable y secreta, una comunidad imposible de solitarios, un archipiélago de islas mónadas y nómadas que emiten signos e intercambios. Hace poco había leído El ciego propósito de José Revueltas y los Escritos políticos de Maurice Blanchot y encuentro en estos tres autores, en algunos momentos, cierto aliento de rebeldía pura.26 No dicen o piensan lo mismo, tampoco coinciden entre sí, mucho menos tienen idearios comunes. Aunque se podrían ubicar como tres escritores herederos del marxismo crítico situados en la posguerra como telón de fondo, esto no sería decir gran cosa. El punto en común, el vórtice que conmina su escritura delirante y excesiva es una zona de apertura de algo que nos excede y nos exige entrega absoluta. Y es precisamente desde esta zona de indiscernibilidad para decirlo con uno de los lectores más puntuales y rigurosos, Gilles Deleuze, que bajo el nombre de “Literatura menor”, que quisiera hoy compartir tres pequeñas calas y una discreta conclusión provisional con ustedes.27

26

Cfr. José Revueltas, El propósito ciego, México, Aldus, 2001; y Maurice Blanchot, Escritos políticos (19581993). Madrid, Acuarela y Antonio Machado, 2010. 27 Gilles Deleuze y Félix Guattari, Kafka. Pour une littérature mineure, Paris, Les Éditions de Minuit, 1975.

Y si hablo de escritura y literatura es para ubicar una búsqueda más que un campo, disciplina o espacio bien definido. Todo lo contrario escritura, literatura y filosofía abren aquí, literalmente, un boquete a toda propuesta o pretensión de unidad, sentido, estructura y orden posibles. Tampoco se trata de fundirlo y confundirlo todo en una discursividad ecléctica posmodernista o deconstrucccionista al estilo de los estudios literarios de Yale. Nada de eso. La escritura como estrategia de subversión es más bien una divisa que nos convoca frente al límite absoluto, nos conmina al umbral de umbrales, sin huida, sin escapatoria y sin refugio. Experiencia abisal, la escritura puede ser un viático de extravío y desconocimiento donde el yo literario se multiplica de forma esquizofrénica y deja emerger intensidades presubjetivas anómalas y nómadas. Escritura como experiencia radical. Escritura que no se juega en el ámbito literario. Para Bataille, Blanchot, y para otros tránsfugas del orden, no es un asunto literario, nunca ha sido el problema la literatura, no se trata de hacer una escritura no literaria que amplié y renueve lo literario. Enfatizo: no es una apuesta literaria, retórica o meramente estética. En este sentido creo que autores como Bataille pueden hacer daño a los escritores profesionales porque les dan una mascarada de novedad radical. El juego de la escritura no sirve para nada, pero este no aportar nada es la forma más efectiva de resistencia, resistencia en estado puro. Non serviam potencia y moviliza ideas e imágenes de lucha, resistencia y creación. Es claro que la escritura traiciona el pensamiento, viene después de la experiencia, pero también es posible hacer de la escritura un espacio de hierofanía de lo sagrado, un espacio de vocación y advocación de un trance chamánico que se vuelque en experiencia de escritura pensante, en el acto de escribir la página se reinventa y juega con el escritor hasta borrarlo y hacerlo desaparecer en un estado extático y excéntrico de apertura y descentramiento activos. Escribir como acto de pensar, no como recuperación, anamnesis y recuerdo de lo ya pensado o vivido sino apertura a lo por pensar y por venir. La Escritura también tiene guarda y aguarda sus estrategias de resistencia y autocreación, a saber, comunicar lo que no es del todo comunicable: la unicidad singularísima de la experiencia.

1. La soberanía y la apertura del exceso en George Bataille

Llegué a la obra de Bataille por medio de Jean Genet y Sade, desde muy joven leí toda la obra de Genet y ésta me llevó a La literatura y el mal de Bataille y luego a Escritura y diferencia de Jacques Derrida. Fueron lecturas de juventud, que como ya se sabe se hacen con el cuerpo más que con la razón. Y de ellas no nos quedan sino relámpagos e intuiciones. Cuando éramos jóvenes estudiantes de la entonces Facultad de Humanidades, Leobardo Villegas me prestó libros de Sade y de Bataille, Lo imposible y El abad C nos marcaron tanto como La dispersión de Eugenio Trías y los Silogismos de Cioran. Evoco todo esto porque no creo que haya obra verdaderamente significativa fuera de la lectura ni recepción sin un contexto vital específico. Leemos con la entrañas. Esa sensación de desmesura inicial ahora vuelve con poco más de cautela en la lectura que hago de Bataille. La obra de Bataille me parece absolutamente singular, única, es un género y una especie en sí misma. No es una obra literaria ni filosófica sino que deambula entre la filosofía, la teología, la literatura, la estética y la política, sin detenerse en ningún polo. No sin cierta razón se ha dicho que escriben mejores novelas, por ejemplo, Juan García Ponce o Salvador Elizondo que Bataille y que los poemas de Baudelaire son mejores que los suyos, pero es que no buscaba ser un escritor ni un filósofo, ni siquiera al estilo de Nietzsche o Kierkegaard, a quienes leía con admiración y rechazo. Algunas de sus afirmaciones, estilos de fraseo y alientos de escritura dan cuenta de su empresa absolutamente singular: No estaba demente, pero a no dudar le daba una importancia excesiva a la necesidad de franquear de una u otra manera los límites de nuestra experiencia humana, y me las arreglaba de una forma asaz turbia para que la cosa más improbable del mundo (la más perturbadora también, algo como los espumarajos en la boca) se me apareciera al mismo tiempo como algo necesario.28 Aun hoy en día no dudo en escribir que, lejos de parecerme únicamente absurdas, esas primeras consideraciones respecto a la posición de los vegetales, de los 28

George Bataille, Para leer a Bataille, Tr. Ignacio Díaz de la Serna, México, FCE, 2013, p. 47.

animales y de los hombres en un sistema planetario, pueden ofrecerse como base de toda consideración sobre la naturaleza humana. Y es efectivamente a partir de ellas que emprendo un cierto planteamiento preliminar cuya meticulosa elaboración es reciente. La plenitud que la figura humana alcanzó al verse dotada de voz, de los diversos juegos de expresión y de la mirada, que es algo así como la conflagración capaz de liberar inmensas cantidades de energía en forma de estallidos de risa, de lágrimas o de sollozos, remplazó al horroroso e inexpresivo rostro del simio, sirviéndose de todo el lucimiento que hasta entonces había hecho brotar y arder al orificio anal.29 Bataille arriesga las hipótesis más descabelladas sobre una condición humana limítrofe, a diferencia de Eugenio Trías no crea una filosofía desde existencia descentrada. Nada de sistemas fijos o definitivos; sus fronteras, demarcaciones y distinciones siempre son móviles –según acota Díaz de la Serna. Bataille efectúa una crítica radical contra la filosofía y la ciencia, incluso toma distancia frente al pensamiento crítico y al marxismo, de los cuales se asume como herético heredero. Siempre provisional y sujeto a revisiones, su pensamiento carece de una estructura lógica argumentada coherente y consistente, y sin embargo, late una potencia lógica más profunda más allá de las contradicciones de una razón humana insuficiente. No deja de reconocer la interrogación como una actitud humana fundamental. Al igual que los pensadores clásicos griegos considera que el arte de pensar trasciende la esfera del trabajo y del consumo. Elabora una filosofía como experiencia y proceso personal, aunque arremete contra los filósofos de profesión por su estafa intelectual. Pensar siempre será –según Bataille– devenir un pensador marginal en la encrucijada. Devenir niño, estar en proceso y en trance del devenir. Su pensamiento está en fuga, siempre se está excediendo de los límites de la razón pura. Bien se podría titularse Apostillas a todo eso que Kant atisbó, pero que rechazó horrorizado porque plantea paradojas, contradicciones, aporías y antinomias. Pensamiento como deriva y descripción de un viaje extático y místico. “El ojo pineal” y “El ano solar” constituyen experiencias cercanas al maestro Ekhart y al Budismo Zen.

29

Ibid. pp. 48 y 52.

Su pensamiento reclama también una escritura en el umbral. Escritura de y desde lo imposible. LO IMPOSIBLE no es un concepto, no es una metáfora, tampoco un recurso literario. Lo imposible remite a una experiencia absolutamente personal y singular, que no corresponde con un yo personal definido. Ni siquiera hay una filosofía del absurdo. Lo imposible como apertura del desorden, el desorden como devenir de la vida, devenir vital como exploración de las potencias humanas íntimas y desconocidas. Desorden: no saber, no método, pero si entrega incondicional, descomunal. Sí irrestricto más allá de la muerte y de la vida, que son una y única potencia de creación-destrucción. La escritura de Bataille nos remite a los más diversos registros, temas, problemas, gestos y vocablos: imaginación delirante, intensas satisfacciones, desvaríos extáticos, juicios temerarios y descabellados, exasperación, miradas lúbricas y fascinantes, azar y suerte, anonadamientos extáticos, protuberancias anales hinchadas de simio, excrementos, fantasías excrementicias, mutilaciones rituales, cortes, ceremonias sacrílegas, confesiones íntimas, silencios, cuerpos contorsionados y en las posturas más inimaginables, murmullos, cuerpos desollados, otra vez cuerpos, y más cuerpos. Repeticiones machaconas que encaran lo irresoluble. En la obra de Bataille no hay sinónimos, ni una depuración estilística que privilegie la forma por encima de un contenido sin continente posible. Su trazo mimetiza el caos originario. Discurrir disruptivo. Decir excesivo, murmullo, balbuceo, silencio, fascinación, exasperación, frenesí, trance, éxtasis, quietud, contemplación, decir el trance y el éxtasis, y otra vez, recomenzar. Circularidad arbitraria que obedece una legalidad desconocida y que se puede romper en cualquier punto y momento. Detrás del aparente capricho, sesgo y gratuidad hay una consistencia profunda del orden de la vida y su caos generador. Escritura que pone en juego el desorden de lo sagrado, el movimiento telúrico de las cosas. Todo está ahí, excesivo, sin mediación literaria, sin esteticismos atemperantes y sublimadores. Ahí de golpe, de tajo, todo, de la forma más abrupta e inesperada: epifanía sagrada del instante vertical y absoluto. Desafía al lector, lo hostiga e instiga a pensar, a contradecirlo, a contradecirse. Experiencia limítrofe que hay que vivir al extremo del goce y de la perplejidad. La bravuconería y la exasperación se vuelven estrategias de comunicación y comunidad profundas. Pensamiento extraordinario que está en lo más común y corriente, en lo nimio,

en las experiencias más cotidianas: verse detenidamente en el espejo, contemplar la mano o el propio cuerpo desnudo hasta desconocerse por completo. Desnudez incomprensible. Su pensamiento convoca y evoca juegos subversivos de escritura. La subversión de la escritura posibilita lo desconocido, abre posibilidades desenfrenadas del pensamiento. Subversión como proceso existencial de apertura sin límites, de extravío sin fin que exige la disponibilidad total, y por ende, vivir en la desgarradura, reírse de todo, empezando por uno mismo. Humor negro extremo. Vibrar con Bataille implica desarticularse un poco. Su amigo e interlocutor cercano, Michel Leiris, nos señala que Bataille utilizaba las publicaciones y sobre todo las revistas como máquinas de guerra contra las ideas recibidas. Su filosofía agresivamente anti-idealista, ateísmo inmanentista radical, cuestiona toda creencia en deidades e ideas supremas. Bataille siempre estuvo fascinado –según confesión de Leiris– por lo más inaceptable y devastador que lograba descubirir: “amplió su visión, de acuerdo con superar el ¡no! Del niño que patalea, y sabiendo que un hombre no lo es totalmente si no busca su mesura en la desmesura, se hizo el hombre de lo imposible, ávido de alcanzar el punto en que –en el vértigo dionisiaco– lo alto y lo bajo se confunden y donde la distancia desaparece entre el todo y la nada”30. Bataille y Blanchot aspiran e inspiran una comunidad secreta e inconfesable, una comunidad de tránsfugas soberanos que acogen la experiencia de lo singular y la relación entre sí. Una comunidad que no borre las singularidades en representaciones, máscaras y roles sociales. La comunidad exige –según Bataille– una llamada al despilfarro y al exceso más allá de la sociedad de consumo capitalista. Ruptura de los límites. Desgarradura. Abandono de identidades fijas, frenesí y fiesta, todo esto es lo contrario de la comunidad de Hobbes, imagen del Leviatán moderno, que se funda en la construcción racional del orden, la conservación de recursos y sujetos, que apunta y apuntala identidades fijas, y que funda la comunidad política en el miedo. Frente a la comunidad de la muerte que se reduce a lo posible, y cuyas posibilidades cada vez resultan más escasas y magras, Bataille plantea, siguiendo la gaya ciencia de Nietzsche, una comunidad de vida que se abre a la experiencia de lo imposible. Más allá del comunitarismo, más allá de la subjetividad universal, más allá

30

Michel Leiris, Huellas, México, FCE, 1986, p. 271.

del humanismo, nos invita a (re)pensar la comunidad. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuál? Las preguntas quedan abiertas. Asistimos a una redefinición completa y compleja de la política. La mayoría de categorías de la ciencia política y de la filosofía política ya no alcanzan pensar las formas de dominación, mucho menos las posibles emergencias inéditas de libertad. Hoy que los movimientos sociales y la proliferación de prácticas individuales y colectivas reconfiguran tímida, pero profundamente, la vida cotidiana, repensar una política radical del instante y del instinto juega la creación de bucles libertarios a partir de la liberación de la idea de liberarse en el futuro, el presente se presenta como un as de potencias de transgresión activa. Romper con las cadenas del tiempo, pensar una política radical sin un proyecto que hipoteca nuestro presente posibilita otras formas de subjetivación. En las artes y la política radicales contemporáneas late las ideas e intuiciones de George Bataille, ese hombre tan revulsivo a toda política instituida, está en el parto de las propuestas y formas de intervención más puntuales en esta aventura que abre el siglo XXI. Frente a un porvenir que se desvanece etéreo en la bruma fantasmal de un tiempo siempre aplazado y desplazado, aquí y ahora la emergencia insurgente y beligerante de una guerra de guerrillas contra el orden instituido y el pensamiento hegemónico está empezando a labrar pequeños y discretos frutos. “La carencia de un proyecto político histórico” se erige hoy como una de las aciagas certidumbres y sospechas que, mucho antes que Lyotard y Lipovetsky, ya había puesto en la mesa de discusión Bataille. El marxismo y la izquierda bien-pensante no han escapado a las ilusiones del proyecto; la voluntad revolucionaria en tanto se subordina a un ideal abstracto de emancipación y progreso social termina por inocular el germen nihilista de la muerte a todo. Pensar y actuar bajo la ausencia de proyectos, del fracaso de la democracia, de la quiebra de la sociedad de consumo como horizonte único, exige una micropolítica radical creacionista. En la antesala del infierno de la globalización consumada, se abre una estela de potencias posibles-imposibles. Ya no son posibles respuestas generales, consignas, axiomas universales, pero tenemos pequeñas creaciones de insurrección libertaria. Bataille escribe:

Es el ejercicio positivo de la libertad y no la lucha negativa contra una opresión en particular lo que me pone por encima de la existencia mutilada. Cada uno de nosotros aprende amargamente que luchar por la propia libertad es en principio alienarla. Ya lo dije: el ejercicio de la libertad está del lado del mal, mientras que la lucha por la libertad es la conquista de un bien. Si la vida es íntegra en mí, en tanto que ella es tal, no puedo ponerla al servicio de un bien sin dividirla, sea el de algún otro, el de Dios o mi bien. No puedo adquirir sino sólo dar, y dar sin contar, sin que un don tenga nunca como objeto el interés de algún otro.31 No existe la libertad como discurso sino como creación singular nómada y anómala. Más allá del Bien Supremo y del Orden, ser libre implica poder ejercer el mal. Y paradójicamente, bajo el nombre del Bien es que la humanidad ha sido cómplice, víctima y testigo de las peores atrocidades. El afán de salvación origina el fin de nuestra perdición. La urna de luz o rendija abierta por Bataille, Blanchot y Revueltas no genera un plan, programa o proyecto político colectivo, nos da pequeñas luces en el camino que los sujetos individuales y colectivos habremos de recorrer sin término posible. Discretas cajas de herramientas portátiles que nos sirven para seguir labrando la resistencia activa y creadora.

31

George Bataille, Para leer a Bataille, op. cit. p. 326.

2. La responsabilidad, respuesta imposible y necesaria en Maurice Blanchot

A Maurice Blanchot llegué por accidente, fui a una librería de viejo y me topé con un libro extraño y singular era Un paso (no) más allá. Luego empecé a leer todo lo que estaba en español y todo lo que pude conseguir en francés. Gonzalo Lizardo y Sergio Espinosa Proa me acercaron a la obra de Blanchot desde ángulos opuestos y, a la vez complementarios, el primero desde una lectura teológica y simbólica; el segundo, desde el ateísmo y la inmanencia. Aún lo sigo leyendo, y apenas creo entender algo, casi nada. Ningún escritor demanda tal entrega en sus lectores, ni Lacan ni Heidegger que también resultan bastantes crípticos, por cierto. Su obra única, irrepetible, casi se resiste al comentario si no es bajo el discreto encanto del plagio. Obra que repite un mismo y único gesto de temblor, oscilación, indeterminación y apertura sin fin. Obra que toca y trastoca todo. Nos aproxima al miedo, azar, finitud y expectación desde las tonalidades y matices de los afectos y juegos de alteridad. Ante el reconocimiento de la fragilidad infranqueable. Blanchot no hace ver que no se puede ya apelar a nada ni a nadie para legitimarse uno o deslegitimar al otro. Intemperie sin fin. Impugnar en nombre de la experiencia es ya un juicio moral previamente establecido que se funda en la propia autoridad y autoría.32 El pensamiento de Blanchot, a través de una práctica paradojal de escritura, hace añicos cualquier autoridad y autoría fundadas en un sujeto. En la obra narrativa inicial de Blanchot –un poco como en Revueltas, y esto a pesar suyo– se respira lo irrespirable: la asfixia; recordemos que luego Blanchot se decanta, por escribir en y desde la transgresión más enérgica de todos los géneros. Su escritura fragmentaria es una apuesta decidida que se sitúa fuera del todo y la unidad. Salto y vértigo, fractura y discontinuidad esencial, la escritura fragmentaria libera al lenguaje del sentido y la significación. La cuestión del fragmento puede ser considerada como parte esencial de una búsqueda literaria y filosófica. Blanchot busca en el fragmento una escritura que 32

Tal es la conclusión que extrae el propio Bataille del pensamiento e interlocución con Blanchot (George Bataille, Para leer a Bataille, op. cit. p. 100).

interrogue el mundo y la propia escritura; una escritura suspendida en su propio gesto que se abre al diálogo de escrituras donde todo es posible, y por ende, se realiza como escritura imposible, como escritura de la imposibilidad. Fragmento nómada, sin fin ni principio, la escritura fragmentaria nos remite a una espera que tiene lugar en una ausencia de tiempo donde no hay lugar para esperar. Es precisamente el tiempo quien le da algo que esperar. En la espera reina la ausencia de tiempo, donde esperar es la imposibilidad de esperar; espera imposible destinada a su transformación aberrante. De ahí que la escritura fragmentaria sea una escritura de repetición y variación complejas. Arte de la fuga, y juego de paradoja, es escritura de lo neutro en tanto es aproximación concéntrica a la ausencia de tiempo desde la espera interminable e impostergable. Esto implica una experiencia de un tiempo donde nada sucede, y no obstante, hay sobreabundancia de tiempo. La espera errante es la experiencia del tiempo.33 Repetición, retorno de fracturas y diferencias, la escritura fragmentaria amenaza con derrumbar el estilo, la fluidez, la respiración del texto. Una escritura que se sobre-escribe, se inscribe dentro de la obra y presagia su naufragio, su extinción, pone de manifiesto la futilidad esencial de todo obrar. Es una dispersión que tiene su propia coherencia, e incluso responde a una exigencia obstinada, única y se dirige hacia la afirmación de una relación nueva que el mismo escritor desconoce. Fracaso de toda tentativa de unidad, donde ya no domina la ley del relato, logos narrativo y temporal, la escritura fragmentaria, voz entregada al desastre y que viene y proviene de él, es una escritura escatológica sin profecía y con desechos. No es una escritura retórica, un juego críptico de palabras, sino que el tiempo, la finitud y la mortalidad se incrustan en todos los poros de dicha escritura. El fragmento expresa lo inexpresable sin renunciar a la opacidad y complejidad de lo expresado. Atisba lo desconocido para mostrarlo en su plenitud. Al renunciar a toda forma de poder y saber, el fragmento sucede como experiencia no dialéctica de la palabra, voz fuera del tiempo que no es atemporal sino ultra-temporal. La ruptura de la escritura fragmentaria se da como un corte abrupto que señala la imposibilidad del origen de la escritura y de las cosas, de la palabra y del sentido. El fragmento configura una totalidad 33

Eric Hoppenot, “Maurice Blanchot y la escritura fragmentaria: El tiempo y la ausencia de tiempo”, consultado el 127 de agosto del 2014, en http://www.um.es/sfrm/publicac/pdf_espinosa/n2_espinosa_pdf/esp_02_arti_blan_hop.pdf

que lleva en su interior la ausencia del todo. Eterno recomienzo e infinita reiteración, vacilación y desastre, pasividad y paciencia, cada fragmento expresa y constituye la ausencia de una totalidad. Lo fragmentario, exigencia del final, a la vez testimonial y testamentaria, inscribe y escribe, el desastre. Empero la escritura fragmentaria es también el tiempo, el lugar de la imposible conjunción entre palabra crítica, discursiva y relato.34 El carácter transgresor de la escritura fragmentaria reside en asumir el riesgo. Nada de teorías ni métodos, sino una práctica que se detalla como interrupción e interrogación. Escritura de un pensamiento inédito, inaudito, que no cesa de decir y desdecir la exigencia fragmentaria, y al mismo tiempo su imposibilidad. Escritura de umbral, es una experiencia del tiempo que derrota y traiciona al sujeto que escribe. Experiencia del cuerpo, del tiempo de la fatiga y de la espera, del tiempo de la pasividad extrema.35 De ahí que sea imposible, y la vez, necesario, el encuentro con el otro y el diálogo infinito, es una escritura que escribe la búsqueda de encontrar “la comunidad inconfesable”, la animalidad y la anomalía que nos constituye. Escritura trágica que muestra y demuestra la imposibilidad o fugacidad de compartir las voces y las experiencias. Soledad intransferible, la escritura del desastre radicaliza la separación de los seres, la fragilidad de todo lo valioso. Con el otro, en tanto totalmente otro, apenas puedo compartir la experiencia abismal de mi soledad absoluta. Anónimo e imperceptible, el yo se disuelve y se disemina, se dispersa en grafías y blancos que tan sólo atisban el murmullo gélido de la muerte solitaria. La transgresión profunda del lenguaje que anima la escritura fragmentaria es uno de los motivos centrales que atraen el diálogo entre las obras de Blanchot, Bataille, Foucault y Deleuze. Blanchot no exige releer de forma completamente nueva los conceptos de comunidad, diferencia y común, nos incita a ir más allá de la política y sus discursos hegemónicos.36 El pensamiento y la escritura de Bataille y de Blanchot buscan sacudirse del sujeto metafísico de la historia y de su lenguaje. El caso de Revueltas es más complejo, lucha al interior de un marxismo herético y de un proto-hegelianismo sumergidos en la praxis

34

Ibidem. Ibidem. 36 Maurice Blanchot, Escritores políticos, op. cit. pp. 79-80. 35

política del partido comunista. Y sin embargo, Revueltas se desvía de las consignas del partido comunista y del marxismo comunista estalinista por convicción propia. Hay en su interior una lucha contra Dios que puede entenderse como una guerra a muerte con El Estado, El Partido y los Grandes Significantes Despóticos. En 1966, a propósito de Blanchot, Foucault había publicado en la revista Critique, un ensayo sobre El pensamiento del afuera, aunque ya antes, en noviembre de 1963, había anticipado la noción en un comentario sobre Robbe-Grillet: Lenguaje paradójico y exterioridad imborrable, la escritura se desgarra irreparablemente; “el lenguaje es este vacío, ese exterior en el interior del cual no deja de hablar: el eterno murmullo del afuera”37. El pensamiento del afuera de Blanchot –según Foucault– señala la irrupción de un pensamiento marginal en la escena fundacional de la metafísica occidental, un pensamiento que nos remite al afuera, a la alteridad, al cuerpo, a lo fragmentario y lo neutro. Un pensamiento de la ausencia de Dios y de la opacidad laberíntica del lenguaje. Nietzsche, Sade, Hölderlin, Mallarmé, Bataille, Artaud, Klossowski y Blanchot son algunos de los más destacados cofrades de dicha tradición libertina y libertaria que tiene en común una estrategia de violentación extrema del lenguaje desde el cuerpo y el éxtasis de la carne, así como la experiencia de una subjetividad desgarrada y un yo fisurado.38 He aquí una de las grandes aportaciones que encierra la obra de Maurice Blanchot para el pensamiento contemporáneo –según Foucault y Deleuze: es una obra fragmentaria, discontinua, de una opacidad y complejidad inusitadas en la literatura que nos permite acercarnos, sin traicionar, la heterogeneidad densa e intensa de un pensamiento situado afuera de la metafísica del sujeto racional. Palabra del afuera, ficción que resguarda su misterio sagrado, el lenguaje intransferible de Blanchot forma apenas un murmullo que aparece sin conclusión y sin imagen, sin verdad ni máscaras, sin prueba y sin afirmación; es una negación que se niega al uso dialéctico de las negaciones, se niega a la reconciliación del Espíritu. Discurso, más de derivas que de libre flujo. Lenguaje de la paradoja, el discurso único de Blanchot tiene el discreto encanto del balbuceo más espontáneo que expone y retiene las cosas en su estado latente. El lenguaje, ahora liberado de su pacto 37

Michel Foucault, Estética, ética y hermenéutica. Obras esenciales, Volumen III, Barcelona, Paidós, 1999, p. 261. 38 Ibíd, p. 301.

divino con una realidad, es fiesta de palabras, aquelarre de signos, afirmación del caos. Hablar expone la finitud infranqueable del ser mortal. Para nosotros, la palabra es hija y madre de muerte. Hablamos porque somos mortales y no dejamos de estar hablando, de estar dirigiéndonos hacia la nada de la que provenimos. Todo esto tiene implicaciones precisas para el pensamiento, la acción y la política. Blanchot y también Bataille cuestionan la política moderna y clásica como una derivación de un orden teológico moral. La política se erige a partir del dogma de una verdad o conjunto de verdades incuestionables que parten y reparten justicia y el fallo en los litigios. Anticipan la discusión abierta por Lyotard en La diferencia, donde se argumenta que el debate político implica un consenso sobre acerca de referentes extra-textuales que sirvan de punto de apoyo para dirimir una contienda. La neutralidad del lenguaje de la política exige un punto arquimédico que se sustrae a todo cuestionamiento, así tenemos hoy que se da por sentado desde el pensamiento hegemónico políticamente correcto toda una serie de consignas como: la democracia representativa, los derechos humanos, la inclusión de minorías, la convivencia multicultural, etc…39 La ciencia política y el derecho modernos se fundan en un régimen teológico-moral centrado en el sujeto universal. Repensar el orden político desde el pensamiento del afuera abre nuevas miradas, visiones y versiones. Para Blanchot –aclara su más íntimo amigo e interlocutor, Emmanuel Lévinas, la literatura y el arte nos recuerdan la esencia humana del nomadismo. El nomadismo es el rostro y rastro del hombre. Más allá de la verdad del ser y del señorío de la razón, el otro permanece sin respuesta y sin habla. Ante su llamada silente la obra de Blanchot exige repensar por completo la política desde una justicia que viene del afuera: una exterioridad absoluta y repelente a todo idealismo e ideación. Su obra entera dinamita en mil pedazos el lenguaje metafísico de la verdad. Y al mismo tiempo nos sitúa lejos del posmodernismo –en su versión más pedestre, aclarando que hay otras versiones– del todo vale. Según Lévinas, Blanchot nos incita e invita a remontar la noche oscura del nihilismo de la modernidad tecno-científica desde la apertura de una alteridad excesiva.

39

Cfr. Jean-François Lyotard, Le Différend, Paris, Minuit, 1983.

Igualdad, justicia, caricia, comunicación y trascendencia están juntos, pero todavía no. El decir de la justicia es deseo que se acerca y nos repele, y por ello, inquiere y conmina. 40 Todo tendría que decirse en el modo del “Quizás” y del “tal vez”.

40

Emmanuel Lévinas, Sobre Maurice Blanchot, Madrid, Trotta, 2000, pp. 42 y 58.

3. Libertad en el reino de la esclavitud sin fin. El encuentro ciego en José Revueltas

Desde muy joven me acerqué a la obra de José Revueltas, la leí de prisa bajo el rapto del entusiasmo. Entendía muy poco, pero esa sensación épica de confrontación de titanes humanos, vueltos semi-dioses infernales y luchando a brazo partido contra un destino aciago y ciego realmente me subyugaba, aún me subyuga. La lúgubre luz intensa y nocturna de la narrativa de Blanchot, también se vislumbra en las plásticas narraciones de Revueltas. Blanchot –ha dicho Deleuze en sus cursos– buscaba un cine de lo neutro, de la opacidad en su diferencia múltiple. Revueltas –ha contado Marco Antonio Millán– amaba el cine y su poética críptica.41 Lo ominoso de lo numinoso, lo fasto de lo funesto presagia un mismo horizonte por venir. La obra narrativa de Revueltas constituye una deconstrucción e impugnación activa de su obra intelectual política marxista. Detrás de la pureza moral y coherencia política de Revueltas conspiran muchas Revueltas, pequeñas micro-revoluciones de sujetos en dispersión. Entre el determinismo más absoluto y la férrea e incorruptible voluntad, se erige el hijo del Hombre –como él mismo gustaba llamarse. Ese drama en el que se juega tanto Revueltas como la mitología y literatura –a sugerencia de Borges– no es otro sino el eterno retorno de las furias que acorralan la frágil libertad humana. Borges lo expresa de forma admirable en “Para una versión del I King”: El porvenir es tan irrevocable Como el rígido ayer. No hay una cosa Que no sea una letra silenciosa De la eterna escritura indescifrable Cuyo libro es el tiempo. Quien se aleja 41

Marco Antonio Millan, La invención de sí mismo, México, Conaculta, 2010.

De su casa ya ha vuelto. Nuestra vida Es la senda futura y recorrida. El rigor ha tejido la madeja. No te arredres. La ergástula es oscura, La firme trama es de incesante hierro, Pero en algún recodo de tu encierro Puede haber una luz, una hendidura. El camino es fatal como la flecha. Pero en las grietas está Dios, que acecha.42

Existe la fatalidad, el destino, lo irreparable, la finitud y la muerte, pero también existe el deseo infinito de subversión del orden, el grito pelado y salvaje de resistencia soberana. Reescritura de la tragedia, la narrativa de Revueltas nos muestra la complejidad de una condición humana errante, en perpetua fuga. En los fragmentos que nos quedan de obras inconclusas y extraviadas de Revueltas se puede leer el conflicto como lo más esencial del drama humano. “El quebranto”, obra juvenil que le fue robada al autor, y de la cual sólo quedan partes, se pueden rastrear indicios de la vieja querella gnóstica entre luz y oscuridad, lo diabólico y lo justo. O en “Esto también era el mundo” hay indicios y consignas de los vencidos: Arriba víctimas hambrientas, arriba todos a luchar… Había en esto valor, altivez, pero también miedo, locura, sacrificio y terror. Siguió cantando. Ya no podía detenerse. Había que cantar. Cantas a gritos con todo su desprecio, con todo su odio. Pero, ¡qué salvajes! ¡Seguían pegando! “¿Hasta Cuándo por Dios?” Terrible. ¡Todavía más aún!, y más. Otro golpe. Y otro, otro, otro. Sin cesar. Aquello era una 42

Jorge Luis Borges, “Para una versión del I King”, en Richard Wilhelm, I Ching. El libro de las mutaciones, México, Hermes, 1992.

danza frenética, tremenda, sin piedad. Todavía continuaba. Se oía una voz bronca, desarticulada: –… arriba víctimas hambirentas.43 La voz de la víctima horada y hace estallar los tímpanos de la cordura del verdugo. La víctima se impone en su condición de desecho in-desechable como ser absoluto y absuelto de la propia humanidad, en el borde de la condición humana. Ahora que el estado de sobrevivencia marca la condición humana, todos somos un poco los sobrevivientes de las ruinas de la modernidad y su proyecto de orden y progreso universal. [Quizá sea El apando la descripción del mundo carcelario del panoptismo moderno más acabada y detallada. Más que en Aminadab de Blanchot, en El apando se respira lo irrespirable en estado puro: la asfixia. Pero incluso ahí el deseo y la afirmación cobran las formas más inesperadas, violentas e inhumanas de manifestación.] Al igual que Bataille, Revueltas concebía su obra como una máquina de guerrilla política, un artefacto de sabotaje de la pequeña burguesía mexicana. En su obra narrativa se despliegan grandes imágenes poéticas finamente acabadas, en sus poemas, que no dejan de tener chispazos memorables, hay algo de borrador inacabado, de poética sórdida y brutal. Según cuentan los que lo conocieron, una luz trágica bañaba su rostro de cristiano primitivo, semejante a un eremita del desierto bíblico. Decía que su obra poética tiene mucho de borrador en marcha, aun así hay poemas memorables, cito de José Revueltas “No tengo casa”: No tengo casa. Está derribada en medio de la noche. Su dolorosa arquitectura se ha caído. Entré y seguiré solo. El viento invade todo lo que no tengo. La sonrisa antigua que se me ha arrebatado,

43

José Revueltas, 1981, México, Era, pp. 33-74.

El perfecto silencio donde Mi voz es lo único que se escucha.

He vuelto de nuevo. No tengo nada. Estoy perdido. Pero vuelvo.44

En este poema de Revueltas podemos encontrar ecos de la revuelta sin fin de Bataille y el murmullo silente de Blanchot. Retorno de lo imposible: insurrección sin tregua. Para Revueltas la orfandad humana es inexpugnable, tan feroz y veraz como el deseo de ser libre. La singularidad que proyecta Revueltas de un hombre que, en medio de la tormenta, en medio de los Días terrenales y los Muros de Agua, en medio de las Cenizas, se cae, se doblega mil veces y mil y una veces se levanta, moribundo, despojo y desecho, se levanta. Hoy que se impone la sobrevivencia limítrofe como condición humana extrema, recuperar el legado de Revueltas desde una lectura subversiva de sus lecturas canónicas renueva nuestra situación y condición desde un país, y un sistema-mundo, gobernado por una élite de rufianes cínicos, al tiempo que nos exige no claudicar jamás, “más si osare un extraño enemigo profanarnos”, guerra sin cuartel contra todo y contra todos, empezando por la propia estupidez conformista.

44

José Revueltas, El propósito ciego, México, Aldus, 2001, p. 47.

Pequeña conclusión “La escritura como estrategia de subversión”, y su “micropolítica de la insurrección” son etiquetas provisionales que apuntan una experiencia que de continuo se hace y rehace en el día a día frente al límite. Lo relevante en todo caso es apuntar un excedente del discurso y del pensamiento, que no obstante, no deja de transformar y formar el pensamiento y la subjetividad. Es una operación existencial sin que se pueda constituir en un discurso existencialista ni siquiera melancólico o pensamiento débil. Bataille, Blanchot y Revueltas sugieren ideas e intuiciones decisivas y corrosivas para terminar de erosionar un sistema y pensamiento político que ha perdido toda credibilidad, confianza y representación. En lo irrepresentable, se anticipa otra política, la gran política de Nietzsche que viene con pies ligeros y alados. Una micropolítica que se juega en los detalles, en las rendijas de la vida cotidiana y el disenso incómodo. Una política de efectos discretos, pero que estalla y astilla el orden entero. Las antologías de Bataille, Blanchot y Revueltas han suscitado en mí una relectura del pensamiento político, desde la miseria absoluta e insobornable del mundo contemporáneo, desde ahí quisiera ejecer mi resistencia ante un sistema-mundo que nos aplasta, desde ahí quisiera horadar los tímpanos de las buenas conciencia con un rotundo NO al orden reinante. Finalmente, siempre son Bataille, Blanchot y Revueltas, tal y como yo los imagino, y ustedes, ¿cómo los podrían imaginar? Detrás del célebre polvillo de los clásicos modernos, con un poco de paciencia, les aseguro que hay tres obras heterogéneas conocidas desconocidas que los aguardan, puesto que la insurrección política es un acto, acontecimiento creador, de imaginación crítica.

5. Diálogo en el limbo (Revueltas, Benjamin, Derrida)

En la antesala del limbo se encuentra una manifestación de almas en pena, unas buscan el anhelado paraíso y otras se conforman con el purgatorio. Luz cenital entre bruma y neblina espesa. En un sitio sin nombre, fuera del tiempo y del espacio coinciden tres espíritus chocarreros que se detienen a hojear unas baratijas en venta de garaje. Los tres observan un libro que carece de título y que adquiere caracteres según la mente del lector. Claro que todo esto en el mundo material sería imposible. Pero estamos en el limbo, aún no ha sido clausurado por el último Concilio del Vaticano. Así que cada uno de los interlocutores cree leer lo que su mente les dicta.

Personajes: Walter Benjamin (Ben): hombre cortés y elegante viste un traje en colores ocres. Taciturno y ensimismado. Tiene una pequeña barba y anteojos. Mirada melancólica. Edad indefinida entre 40 y 46 años aproximadamente. Camina ligeramente encorvado sin prisa y sin pausa. José Revueltas (Rev): hombre de complexión menuda viste como obrero y lleva botas de trabajo, también ligeramente encorvado. Acaba de salir de la cárcel. Alrededor de cincuenta años. Tiene barba y cabellera desaliñada de varios meses. Esconde su rostro sonriente en grandes y gruesas gafas. No para de fumar. El humo del cigarrillo le produce una aureola de extrañeza sobrenatural. Derrida (Der): Hombre delgado, de cabello y dientes finísimamente blancos. Lleva un traje de seda pulcro. Menos de 70 años. Su andar y ademán despaciosos le confieren una solemnidad sutil. Mirada chispeante, afable y sonriente. Amante de la charla de sobremesa.

1 Derrida (Der): Este ensayo dialógico es como un largo prefacio. Sería más bien el prólogo a un libro que me gustaría escribir un día con camaradas espectrales como ustedes. En su forma actual tiene el estilo de un envío, proemio arriesgado, sin garantías, preliminar más bien que programático. Soñemos con una amistad que se lanza más allá de toda proximidad, cálculo y retroalimentación. Una amistad que ya no corresponde a la amicitia ni al eros platónico sino que se entrega a su propia deconstrucción nómada. Preguntémonos que sería entonces la política más allá del principio de fraternidad, una política de la amistad dialogante donde los conceptos “política” y “amistad” sean otra cosa distinta y distante a lo que han sido para nuestra tradición intelectual de Occidente.45

José Revueltas (Rev): Camaradas de ruta y de extravío, yo hubiera querido denominar a toda mi obra Los días terrenales. El día a día me apasiona en su expresión rutilante de extravío y extrañeza. A excepción tal vez de los cuentos, toda mi novelística se podría agrupar bajo el denominativo común de Los días terrenales, con sus diferentes nombres: El luto humano, Los muros de agua, La utopía de los ángeles desterrados, Las cenizas de la memoria traicionada, Etcétera. Y tal vez a la postre eso vaya a ser lo que resulte, en cuanto la obra esté terminada o la dé ya por cancelada y decida ya no volver a escribir novela o muera y ya no pueda escribirla. Me gustaría pensar en Obras Completas, pero creo que eso sería una absoluta majadería y petulancia de mi parte. Uno desconoce por completo el destino tanto de sí como de su obra. Es prematuro hablar de eso, pero mi inclinación sería esa…46

Walter Benjamin (Ben): Escribir siempre es escribir contra la muerte. La escritura es una promesa de eternidad en el reino de la fugacidad humana. Quizá los analfabetas del futuro sean quienes ignoren la cultura de la imagen. Las imágenes se han apoderado de nuestra memoria y de nuestra subjetividad. Cada vez nos hemos vuelto más pobres. Estamos 45 46

Políticas de la amistad. José Revueltas: entre lúcidos y atormentados.

perdiendo uno tras otro pedazos y retazos de la herencia de la humanidad. La actualidad y la moda nos desvían de lo esencial. La humanidad se prepara para sobrevivir a la cultura, a la destrucción de la cultura, a tal grado que vendrá una cultura de muerte, una cultura nihilista que habrá olvidado lo esencial. La barbarie también conspira y negocia con el progreso humano. El diablo nunca deja de trabajar. Nuestra época es cada vez menos simbólica y más diabólica. La escisión y la ruina llegaron para quedarse. El arte actual no es sino un testimonio y testamento, cada vez más decadente e inofensivo, de la condición de ruina y desecho. Se consuma el estado de ruina generalizada. Escribir es dar cuenta de ello.47

Der: Nunca es prematuro hablar sobre la relación entre muerte y escritura. Escribir implica la finitud radical del escritor y de la escritura.48 La inquietud que introduce esta discusión pone sobre la mesa dos fórmulas que habría que problematizar: 1) ¿Cuál es el sujeto porvenir?, y 2) ¿Acaso “la muerte del sujeto” no sea ya en sí mismo un discurso mortuorio y ya muerto?49

Rev: La muerte es un acto infinitamente amoroso…

Ben: La muerte está en el límite del lenguaje y de la experiencia y en tanto límite…

Der: En tanto límite, la muerte es el principio trascendental de la escritura, y es el talón de Aquiles de la deconstrucción inmanente de la misma metafísica Occidental en su conjunto.

47

Pasajes. Derridabase. 49 Cahiers Confrontation. 48

Ben: Esa es sólo una de las múltiples imágenes del pensamiento y de la cultura en Occidente. Occidente acrisola una multiplicidad. La metafísica logocéntrica helenogermana es una línea histórica, únicamente una línea. Las imágenes que nos seducen cotidianamente y conforman nuestra subjetividad móvil han sido potenciadas por el arcano imaginario de tradiciones precedentes soterradas.

Rev: Pero hay una historia y una serie de prácticas históricas que van marcando el horizonte de nuestro pensamiento. Mi historia personal (incluyendo mi obra) está ligada al drama de México. La historia de México es algo absolutamente parcial por falta de crítica y autocrítica, una especie de chisme sabroso, un conjunto de anécdotas pueriles y contradictorias.

Ben: La Historia siempre será la historia del poder y sus estrategias de silenciamiento del pueblo y de los sujetos subalternos. Al pasado sólo puede retenérsele como imagen relampagueante y fugitiva, el instante de su cognoscibilidad avizora el instante de su fugacidad. El pensador materialista histórico tiene que entender las modificaciones y variaciones más imperceptibles y sutiles del devenir histórico, su lucha de clases palaciega y sus líneas de apertura. Ni siquiera los muertos están seguros ante la victoria del enemigo.50

Rev: Pero la historia de México es una historia de barbarie, injusticia y opresión.

Ben: ¿Qué historia y cultura no es un documento de barbarie? El materialista histórico tiene como cometido pasarle cepillo a la historia a contrapelo. La historia de los oprimidos, y sólo ella, nos apunta hacia una verdad inédita. En nuestra lucha contra el fascismo debemos provocar un estado de excepción que apunta el develamiento de la historia marginal de los 50

Tesis de filosofía de la historia.

vencidos y oprimidos. Lo que verdaderamente hace falta es una lucha revolucionaria desde abajo, una revuelta de los vencidos y desheredados, los parias, los emigrantes, los enajenados, los alienados. No más representación vertical. Hablar por el otro es la mayor impostura política.51

Der: La discusión presente creo que asume una oposición primitiva y esencial entre verdad y ficción, historia verdadera e ideología opresora. Tal distinción sigue atrapada dentro de la metafísica falogocéntrica occidental.

Rev: Ese es un discurso muy intelectual, abstracto. Lo abstracto –como lo ha dicho Marx– consiste en un proceso lógico-analítico que caracteriza la reflexión de un entendimiento alejado de la realidad. La abstracción es separación que se sirve de ropajes de profundidad y encubre lo falso. La práctica política y el pensamiento crítico exigen posicionamientos más puntuales.52

Der: No estoy de acuerdo, la puntualidad puede ser tan abstracta como las nociones de “teoría o de “práctica”. Pero dos cosas. Ahora, justamente, se impone una doxa, que no se toma el trabajo de analizar de cerca, de forma diferencial, las estrategias diferenciadas de todos estos tratamientos de la política, el sujeto, la teoría...53

Ben: La teoría crítica todavía tiene mucho que decir sobre todos esos temas de actualidad. No está muerta. Hay que replantearla en clave marxista teológica desde un materialismo histórico, dialéctico, subalterno y mesiánico. Sin crítica no hay creación, pero sin la redención del Mesías y su porvenir, toda historia humana estaría clausurada en su apertura finita-infinita. La crítica es un asunto ético-político de moral, y la moral concierne a la 51

Tesis de filosofía de la historia La ideología alemana. 53 Cahiers Confrontation. 52

apertura de una justicia mesiánica. Por desgracia a mí me falto un poco de tiempo para repensar la teoría crítica más allá del marxismo hegeliano de mis colegas compañeros de ruta Max Horkheimer y mi querido amigo Theodor Adorno.

Der: Yo en lo particular, admiro profundamente las obras singulares de su amigo Adorno y la suya Benjamin, pero no puedo dejar de tener ciertas reservas y reparos. La teoría crítica anticipa muchos de los derroteros de la deconstrucción y de la genealogía, desmitifica la idealidad y universalidad del pensamiento, pero pasa de contrabando, sin cuestionarse en absoluto, una cripto-metafísica de una verdad moral como piedra de toque del pensamiento crítico. Pese a sus grandes aportaciones, la teoría crítica no escapa a las fauces del idealismo trascendental y sus ensoñaciones pueriles.

Ben: Tengamos cuidado cuando hablamos de “sueño”, “ensoñación” y pueril. Yo pienso justamente lo contrario de vos. Hay que devenir infantes soñadores. El eterno retorno de las cosas es bien conocido por los niños. Y el lenguaje del sueño no está en las palabras. Está plegando las alas debajo de las palabras. Y desplegando la potencia que anima el porvenir de la memoria. La filosofía venidera tiene que replantearse el concepto de “experiencia”, abrirlo a su fuente matinal. Toda experiencia auténtica se basa en una consciencia pura que ha trascendido la esfera meramente subjetiva. La experiencia como multiplicidad continua y unitaria de un conocimiento beatifico, un gay saber en palabras del trágico soñador de Sils María.54

Rev: Soy un sueño soñado por mí, un sueño vigilante e insomne. Soy un sueño de los sueños que se desdobla en los demás y toma forma y contenido. Sueño definitivamente: la mano en la garganta, el asesino próximo, la mano que avanza, me mata y me liberta. Sin vientos. Sin fronteras. Un poco sin los demás. En el sueño del mundo he visto la noche de la humanidad entera. Me aterra. Me entierra. 54

Sobre el programa de la filosofía venidera.

Der: Poderosa imagen de la del escritor mexicano. Valoro mucho la poesía y el arte. Porque me han permitido abrir mi escritura y pensamiento hacia una exterioridad y umbral que permite encetar, hacer estallar en miles de fragmentos la metafísica entera.

Ben: Claro está, la literatura nos ofrece las imágenes exactas del pensamiento y de la cultura. La dimensión metafórica y alegórica resulta absolutamente singular, a la vez que se para de los contextos de la vida, y con ello, del tiempo lineal evanescente y ya sido, los conserva en su ruina y fugacidad definitiva. Tropos y alegorías se aferran a las ruinas y nos ofrecen su imagen congelada e inquietante. El arte de narrar, en el cual Revueltas es todo un maestro, adquiere todo su potencial y valía en el arte de transmitirnos experiencias en estado virginal. El narrador siempre extrae de la experiencia lo narrado. La potencia de la narración está en la fidelidad y escucha de la experiencia singular y colectiva; la misma tradición no es sino experiencia contada. De ahí que el novelista moderno esté aislado, encerrado en la cárcel de su subjetividad narcisista. La soledad y el individualismo están en el origen de la novela moderna.55

Rev: La literatura apunta hacia un silencio absoluto. Blancuras laceradas, noches insomnes amortajadas en la nada del silencio que nos vacía de vida y nos envicia de agonía terrestre. Flores, raíces y hojas laceradas. El hombre muere cada día que se sumerge en el miedo y el espanto de jornadas de tan cotidianas inverosímiles. He visto con mis propios ojos que serán festín agusanado noches de cobardía y de miseria, guardo imágenes apocalípticas del oprobio y la degradación, algunas imposibles de retenerlas en la memoria. Quizá por eso escribo tan frenética e incansablemente, para huir de la muerte, la locura y sus remordimientos imperdonables. Escribo para abrir un claro de luz en las tinieblas de orfandad humana, pero honestamente, no albergo ya ninguna esperanza. Espera sin esperanza: tal podría ser el sub-texto de mi obra entera.

55

El narrador.

2 Ben: La obra es la máscara mortuoria sobre el rostro de la concepción. Forma y contenido son lo mismo en la obra de arte: son sustancia. El mundo...Sólo vive de sí mismo: sus excrementos son nutrición.

Rev: Me consuela un poco cada día el nacimiento de vida y de coraje. Me alienta esa fuerza individual que irrumpe en la historia colectiva como poiesis y praxis en estado puro de creación. Fragmentos de aerolitos. Mecanismos de resistencia e insistencia. Tortugas sin caparazones. Microorganismos. Nopales violáceos al mediodía del solsticio de verano. Lo peor de la historia está por venir. Stalin y Hitler serán pequeños demonios frente a la hecatombe que se avecina.

Ben: Hay una frase de El Proceso de Kafka que me gusta recordar, una frase del profético Proceso de Kafka: “La mentira se convierte en el orden del mundo”.

Rev: Pero el orden del mundo no es homogéneo, ni siquiera en el comunismo. Por ejemplo, en Cuba, habría que crear un movimiento cultural que se llame “Porque no se suicide Maiakovski”. Me gustan los versos esperanzadores de Martí, me gusta la noche y el café espeso. Y lo que escribo lo corrijo una y otra vez y así sucesivamente hasta la cansancio. Soy obsesivo hasta el delirio con la escritura. Escribir es para mí una forma de protestar contra el mundo injusto.

Der: La escritura –como diría mi admirado Blanchot– se abisma en la propia escritura, en el eterno retorno de su diferencia inmanente e inminente.

Rev: Es preciso, es preciso, es preciso que se caigan los muros del oprobio mediante prácticas de escritura libertarias, que cesen los venablos de angustia que nos han atravesado, que quede nada más en la página escrita un solo grito clamando, herido eternamente, y una sobrehumana colérica voluntad, un árbol furioso contra el aniquilamiento y el silencio impuesto. Siempre he creído firmemente en la expresión únicamente de lo primordial, lo esencial, lo genésico y eugenésico. Hacer de la escritura canto irrevocable. Pese a la finitud, canto irrefutable y eterno de hambre infinita de justicia, de furia ciega indomeñable. Sólo esto tengo y, además, un par de ojos rotos vivos, mirando el vacío, y unos brazos largos, inmensos, eternos como piedras duras, varoniles y tristes que quisieran asir la injusticia y cimbrarla. Es todo lo que tengo. Lo demás no me pertenece, nunca me ha pertenecido.

Ben: La escritura es un dardo envenenado que libera y ata. La escritura se pliega al decir, pero el decir siempre se escancia, se enceta, y se fuga, entre el bendecir y el maldecir. Nunca podremos hablar en nombre de las víctimas, jamás está permitido si aún guardamos un poco de decoro hablar “en nombre de los otros”. El infierno no es algo que nos aceche sino que es esta vida aquí y ahora. Y sin embargo nada y todo está dado, lo sido, lo verdaderamente acontecido, en su particular y secreto heliotropismo, se afana por volverse hacia el sol que se alza en el cielo de la historia, pero la historia nunca es toda la Historia, sino esquirla y matiz. En su vuelco dialéctico, irrupción de una conciencia que está por despertar, lo sido está siendo en la espuma del acontecimiento que inaugura este hiato presente como intervalo. Sin sabiduría, estamos en un mundo de información e imágenes. Sin imaginación, estamos atrapados en secuencias de bits de imágenes vacías. Requerimos imágenes que piensen y que propicien el pensamiento propio.56

Rev: Hay que hacer un gran río del mundo iridiscente, juntar nuestros pulsos fraternos hasta hacer un gran cielo. Un cielo del que llovamos redivivos, redimidos, nuevos, virtuosamente limpios y dispuestos a amar y entregar sin reservas al otro nuestros mejores dones. Lluvia 56

Imágenes que piensan.

humana de lucidez y bienaventuranza. Hay que soñar en la vigilia de la humanidad el parto de otro ensueño creador. Hay que levantar el rostro y penetrar el mármol hasta hacer crecer flores, penetrar el agua del jardinero. Estamos aquí compareciendo ante la luz y la lucidez del mundo entero. Por eso, yo no quiero que me salven de la muerte sino de la vida injusta e inerte. Sálvenme de mis ojos acostumbrados a mirar la degradación como el pan nuestro de cada día. Sálvenme de la herrumbre de mis huesos. Sálvenme de la vida eterna sin sentido. Sálvenme de este no-ser vacuo en perpetua agonía. La vida es dialéctica y es muerte. Banda de Möebius que se re-encuentra y retorna al fin vuelto origen y al fin recomenzar.

Der: Es un poema precioso lo que nos acaba de decir el estimado escritor mexicano. Lo que más me sobrecoge es el aliento poético que habita en su voz. Voz de ultratumba que guarda la memoria de los heréticos y desheredados de toda la tierra.

3 Ben: Ser feliz significa poder percibirse a sí mismo sin temor.

Der: (Rostro de interrogación.)

Ben: Todo abismo siempre es en sentido alegórico. No es un espacio cósmico sino literario, aunque su herida punzante resulta verdaderamente dolorosa.

Rev: Me considero un escritor insertado en una literatura que, en consonancia con su tiempo, se desgarra a sí misma como desesperación de la libertad y como libertad desesperada. Asumo la libertad como proyecto, utopía, desgarradura y lacerante sortilegio de la atroz vida humana.57

Der: La libertad como la escritura como la vida humana como todas las experiencias abisales de nuestra condición paradójica se encuentran en un estado de aporía e irresolución: destinerrancia. Yo escribo a partir de la destitución del yo y de toda posible identidad personal. En cada libro re-invento la escritura y el pensamiento. Me aventuro en lo desconocido.

Ben: Creo que hay un poco de pose en toda declaración sobre la escritura y el escritor. La conciencia pequeño-burguesa está interiorizada en el espíritu de nuestro tiempo.

57

Los días terrenales.

Rev: Mi posición filosófica es muy elemental, pero inquebrantable. Yo creo que el hombre no tiene otro fin último que el de su propia desaparición. La historia de la humanidad no es sino la historia de tratar de sobrevivirse ante la humanidad misma. Su única realidad es la memoria, es decir, la historia-signo. Por eso no le doy finalidad a ninguno de mis personajes, ni finalidad al ser humano como tal.

Ben: No podemos negar el fin y los confines sin arrojar el niño con la bañera sucia. El tiempo mesiánico es un tiempo pleno, no homogéneo ni tampoco vacío como el tiempo lineal historicista de la modernidad. Cada instante suyo nos revela una puerta por donde puede entrar el Mesías.

Rev: Dios existe en el hombre, no existe fuera del hombre. Dios sólo me preocupa como la existencia social, como problema sociológico, pero no como un Dios por encima de los hombres o por encima de la Naturaleza.

Ben: Creer o no creer en Dios no anula su existencia. Su propia obra, compañero Revueltas, se puede entender como una querella interminable en contra de la fatalidad del destino y en contra de Dios.

Ben: Mi posición esencial también es irreductible: el tiempo mesiánico condensa en la historia verdadera la humanidad esencial.

Der: ¿Qué es lo esencial?, ¿qué lo accidental y secundario?, ¿cómo y mediante cuáles estrategias se define o redefine la economía de su partición e impartición, fianza y confianza?

Rev: Todo esto mi estimado filósofo, disculpe usted, me suena como “juego de palabras”.

Der: Nada de eso. Tal vez: fuegos de palabras. Nada de retórica, mucho menos demagogia. Nunca me ha interesado otra cosa que no sea el acontecimiento de pensar. Pensar el pensamiento que nos ha pensado en Occidente, y repensar sus estrategias de lectura, escritura y crítica. Bajo el nombre incierto y un tanto vago de “Deconstrucción” albergo un proyecto de habitar la ruina de Occidente en su condición tardomoderna.

4 Rev: fue Juvenal quien en el segundo siglo de nuestra era dijo que el pueblo se contentaba con muy poco: pan y circo. Así lo sabían y ejercían los emperadores romanos. En México hemos tenido gobiernos que nos dan más circo que pan. Y el circo suele resultar un espectáculo involuntario y patético. Y no obstante, no todo está dado, hay algunas cosas que caen, desaparecen, en su propia sombra. La clase política mexicana ha inoculado el maquiavelismo por vías intravenosas e intranerviosas. El político mexicano de oficio es un maestro de la astucia, la cautela y la manipulación. El estado mexicano, ese gran Leviatán autoritario y despótico, el más gélido entre todos los monstruos fríos, esa maquinaria de guerra permanente, se está desmoronando. Y en sus últimos estertores aún sacude su larga cauda de violencia sistemática y coerción activa. Hemos tenido en México modernización social sin modernidad cultural e intelectual. Tampoco pretendo descubrir el hilo negro de las cosas, ya Marx observaba que el capitalismo se funda en la rapiña de la plusvalía y la explotación racional sin otro fin que el propio lucro irracional. Aquí en México, el camarada Octavio Paz, con quien tengo muchas y agudas diferencias, ya había denunciado la inviabilidad tanto del liberalismo como del marxismo dogmático.

Ben: Les pido disculpas y les doy las gracias por anticipado, porque he grabado nuestra conversación, siempre quise hacer un libro de citas, y voilá, aquí lo tengo ahora, con las nuevas tecnologías sólo hace falta un poco de corrección de estilo para tener el borrador de la obra listo para su impresión y circulación.

Der: No acepto que se publique ninguna entrevista sin una revisión de la misma, acaso no he pronunciado, quizá hasta el hartazgo, quizá, pero lo he hecho sin lugar a dudas, la diferencia entre escribir y hablar. Abjuro de la oralidad.

Rev: A mí me da igual, mientras haya cigarrillos y vino, lo que se haya dicho o no se diga qué importa y qué trascendencia podría tener en el limbo, ya ni siquiera los religiosos creen en su existencia, así que no somos más que habitantes de un no-lugar. Por tanto, nada importa ya. El destino de la palabra verbal o escrita no nos pertenece señores, nunca nos ha pertenecido. El pensamiento, y la escritura del pensamiento, todo, a la deriva, en el naufragio terrenal sin salida y sin sentido, y sin embargo, no nos queda más que seguir luchando, siempre luchando.

Los tres personajes van desapareciendo entre una bruma azul. Rutilantes, estrellas fugaces en un firmamento imaginario. Sin pena y sin gloria. El escenario se vacía por completo. Otra vez reina la quietud en la oscuridad.