Cixous, H. - Derrida, J. Lengua Por Venir

Hélène Cixous y Jacques Derrida M arta Segarra (ed.) Lengua por venir/ Langue à venir S e m in a r io d e B a r c e lo

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Hélène Cixous y Jacques Derrida M arta Segarra

(ed.)

Lengua por venir/ Langue à venir S e m in a r io d e B a r c e lo n a

Hélène Cixous (Oran, Argelia, 1937) es, actualmente, una de las escritoras france­ sas más reconocidas por la crítica, tanto periodística (todos sus últimos libros han merecido reseñas elogiosas en L e M onde, L ibération , L e Figaro, M agazine littéraire, etc.) como académica (es Doctora hono­ ris causa por varias universidades ameri­ canas e inglesas), en Erancia y otros países com o Estados U nidos, G ran Bretaña, Italia, Holanda, Alemania, Japón..., que publican regularmente sus obras en tra­ ducción. Jacques Derrida le ha dedicado varios textos que muestran la com plici­ dad entre su pensamiento y el de la escri­ tora. Cixous ha publicado casi cincuenta libros, entre ficciones, teatro y ensayo, de gran influencia en el ám bito del posmodernismo y de la crítica feminista. Jacques Derrida (El Biar, Argelia, 1930 París, 2 004), llamado «padre de la decons­ trucción», es uno de los pensadores más prestigiosos e influyentes en el panora­ m a mundial. H a enseñado en universida­ des de Francia, Estados U nidos, Jap ó n , G ran B retaña, A lem ania, España, entre otros países, y ha publicado más de seten­ ta ensayos filosóficos, en su mayoría tra­ ducidos al español. Su campo de reflexión es muy extenso, y se centra principalmen­ te en una crítica al «logocentrismo» de la m etafísica occidental, propugnando un ram hio de paradigma, por lo que su pen­ sam iento ha sido calificado de posmetafísico. U no de los temas que más le han interesado es el de la diferencia s « u a l, campo en el que h a entrado en dialogo

co n ju n to V elos. La bibliografía crm c sobre Derrida comprende mas i tenar de libros en múltiples lengua*-

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LENGUA FOR VENIR LANGUE A

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' y cuando hablo de música, me referiría, por ejemplo, a Beethoven. Las sinfonías, y no sólo las sinfonías, me han sobrecogido siempre por­ que son el modelo mismo del deseo goce; hay una fuerza formidable, un desencadenamiento de una belleza orgánica, y luego algo que es específico de Beethoven, una interrupción brusca, «recobro el alien­ to», no «pierdo el aliento»; es el momento en que se recarga el alien­ to, y eso no se asimila a algo negativo, es un puro latido, creo, pero quizás estoy soñando. ]. D.: Quiere que diga algo... Hay mucho que decir, soñar decir o decir soñando o sin soñar. Tan sólo unas palabras. Evidentemente, en el duelo singular que Hélène experimenta, nos habla del «duelo de la miopía perdida», es decir, la vista recobrada. Eso significa que ver se convierte en una experiencia de duelo, finalmente, y que poder ver, o ver mejor, o ver más, o ver donde no veíamos o como no veía­ mos está vinculado a la experiencia del duelo como pérdida de una feliz miopía. Eso quiere decir muchas cosas, y no voy a desarrollar todas las dimensiones, pero una de ellas conduciría a considerar el ver no solamente como, en el caso singular del que hablamos, la ex­ periencia de la pérdida y el duelo de una feliz miopía, sino a que ver en general — incluso para quienes han visto durante toda la vida, quienes nunca han tenido la experiencia de la miopía— es una expe­ riencia de pérdida, de duelo. Ver —volvemos a la cuestión del ver de la que hablábamos— , en el sentido estricto del término, implica no tocar, no coger, una distancia y, por lo tanto, una cierta inaccesibili­

dad. No puedo ver, en todos los sentidos del término incluyendo el de la teoría y el de la objetividad, más que cuando renuncio; por esta razón, en la jerarquía clásica (para los filósofos) de los sentidos — la teoría de Hegel, por ejemplo— el ver es un sentido eminente y supe­ rior al tacto y a los otros sentidos; porque viendo no se consume y, por lo tanto, puedo acceder a la verdad precisamente porque, a dife­ rencia del animal, puedo ver la cosa respetándola, eso es lo que quie­ re decir respeto: ver, ver sin tocar o ver sin consumir o sin morder o sin tragar, sin incorporar a sí. Pero se trata de una experiencia de duelo. La cosa que veo, por definición, está perdida para mí, o en todo caso no es mía; puede haber un deseo de apropiación; por eso, incluso, existen los deseos de apropiación, precisamente porque, de antemano, estoy en duelo por lo visible. Así, la experiencia de la visi­ bilidad es, en su especificidad, una experiencia de duelo, y también —para volver a la cuestión del goce de la que usted habla— una experiencia de deseo, pero al mismo tiempo de privación del goce. Cuando veo, en el momento propio del ver, el deseo — el deseo o también la aversión— puede ser muy intenso, pero en todo caso está separado, hay privación, separación y, por consiguiente, puede haber espera pero no alcance, retomando la distinción de Hélène. En la medida en que el ver es quizá el momento del deseo pero como espe­ ra sin alcance, hay duelo, allí hay muerte, hay muerte. Eso nos conduce, pues, a la cuestión del goce y de la muerte. Yo también, como Hélène, quisiera disociar la experiencia o el concepto de goce de la negatividad —-el goce y la muerte es un tema clásico—, intentar pensar el goce como afirmación de la vida. Se pueden hacer muchos movimientos para reafirmar en el goce la pura vida, el puro vivir sin muerte, pero, sin embargo —^me refiero a lo que acaba de decir Hélène con sus propias palabras— , existen varias maneras de pensar el goce. Si pensamos el goce como plenitud, como realización que ya no deja nada que desear, donde hay goce se satisface el deseo y, por lo tanto, no hay nada más que desear, y cuando no hay nada que desear estamos en duelo; aunque no utilicemos la palabra muer­ te, ya no hay nada que desear y, por lo tanto, hay duelo. Me gustaría, si tuviera tiempo, sugerir que el vínculo entre el goce y la muerte es más masculino que femenino, que los hombres, por razones que habría que analizar, tienden más a vincular el goce a la muerte que las mujeres. Pero si el goce consiste en alcanzar su telos,

su fin, su cumbre, su realización, en no dejar nada que desear, enton­ ces es duelo, y si deja algo que desear es d u elo tam bién . C om o decía Hélène, lo bueno es esperar, es desear, no sólo realizar sino desear. En ambos casos, tanto si todavía esperamos como si ya no esperamos, hay duelo, algo deja que desear, ya sea porque todavía lo deseamos, o porque ya no hay nada que desear. La palabra muerte es un poco fuerte pero de todos modos hay algo que debe dejar insatisfecho y, por consiguiente, que está cerca del du elo. P refiero usar siempre la palabra duelo antes que la palabra muerte, y no es lo mismo. Intento pensar en un duelo originario y no necesariamente un duelo triste... No podemos elaborar el duelo del duelo y disociarlo de la misma muerte. Es necesario que haya duelo en el deseo, e incluso el latido esencial entre esperar y alcanzar; para que haya latido, ritmo de lati­ do —es lo que llamo la diferancia con a— , es preciso que, aun cuan­ do lo alcanzamos, sigamos esperando; incluso el alcance se halla en el latido de la espera, y es preciso que haya duelo por lo no realizado. Hay que partir quizás de la diferancia o del latido, más que de los polos de la realización o la muerte. Lo que está en el ámbito de la vida, ¿está en el del latido? Mientras late algo, hay vida, y cuando ya no hay vida, nada late. No hablo del latido del corazón sino del rit­ mo, de los ritmos. Así, afirmar la vida, dicho de otro modo, afirmar el goce situándolo en la vida más que en la muerte, es afirmar el latido, un ritmo en el que hay muerte, no una muerte opuesta a la vida sino una muerte que está ahí, que cincela la vida, que es el rit­ mo... H. C.: ¿No dirías más bien un ritmo, no en el que hay, sino en que la muerte pasa? J. D.: Sí, la muerte pasa. Pero no necesariamente la muerte como tal; es el gran debate, en el que no vamos a entrar, de saber si, como dice Heidegger, a diferencia del animal, que no muere, que no tiene una relación con la muerte, el hombre tiene una relación con la muerte como tal. Tengo grandes dudas sobre esta distinción. En primer lu­ gar, no estoy seguro de que el animal no tenga una relación con la muerte como tal; tampoco estoy seguro de que el hombre tenga una relación con la muerte como tal; por lo tanto, vamos a dejar el pro­ blema de lado. En todo caso, se produce el paso de la muerte, no

necesariamente la muerte com o tal, sino algo que llamamos la muer­ te sin quizá saber muy bien lo que queremos decir con eso. Habría que hacer un largo análisis o psicoanálisis de los discursos masculi­ nos y femeninos, en la historia, que han hecho que sean sobre todo hombres quienes han dicho «la pequeña muerte» — son sobre todo los hombres los que hablan de la pequeña muerte, no las mujeres— , a causa de la forma que adopta el goce sexual en el hombre y no en la mujer. No voy a aventurarme en discursos o descripciones impru­ dentes al respecto, pero sin duda hay algo que está estructurado psí­ quicamente, que es estructurante para la psique masculina y la psi­ que femenina típicas, porque hay hombres que tienen una psique más femenina y mujeres una psique más masculina, pero creo que el latido pasa también por ahí.

vi. SEGUNDA PARTE: SOBRE LA IDENTIDAD, LA EXCLUSIÓN Y EL ESTILO

Tres p re g u n ta s e n t o m o a la id e n tid a d , el colonialism o y A rg elia A H. Cixous: Rodrigo Andrés: Temo la manera en que la gente, inspirada por la angustia o la desdicha, se instala, pertenece, se aferra, incluso los escritores, hace su madriguera, busca casas, patrones, se identifica. (CIXOUS, 1097, p. 73) Usted pone en duda la necesidad humana de «identificarse» con una definición concreta basada en etiquetas o modelos de con­ ducta, cualesquiera que sean. Pero me pregunto si usted no incu­ rre en lo mismo en este texto autobiográfico («Mon Algériance»), en el cual subraya su condición de apátrida — fruto de las circuns­ tancias geográficas e históricas que la han conducido a un mesti­ zaje imposible-— o, en otros textos, su condición de mujer o de h ija de m adre. Su escritura me parece universal, mestiza, ecléctica, conectada a Joyce, a Lispector, a otros autores muy diversos. Sin embargo, a pesar de esta intertextualidad que usted defiende como una libertad y una vocación de universalidad, la lengua f rancesa aparece como el centro de su identidad literaria. ¿Piensa que esta necesidad — no de expre­ sarse en francés sino de expresar el francés— pueda representar una fuerza centrípeta, frente a su vocación centrífuga?

AJ. Derrida: Lo que de forma un tanto ligera se llama deconstrucción no es [...] un conjunto especializado de procedimientos discursivos ¡ B [sino] una forma de tomar postura, en su trabajo de análisis, en lo que se refiere a las estructuras políticas e institucionales que posibilitan y rigen nuestras prácticas [...]. Precisamente por­ que nunca se refiere sólo al con tenid o sig n ificad o , la deconstrucción no debería ser separable de esta problemática político-institucional [...] («The Conflict o f Faculties», citado en CULLER, 1984, p. 139). Los defensores de las políticas de identidad en el ámbito sexual reaccionan en contra de la queer theory, acusándola muchas veces de ser un vano ejercicio de deconstrucción sin finalidad política. En esta acusación, a menudo se ha entendido la obra de Derrida, especial­ mente en Estados Unidos, como una invitación a analizar los proce­ sos de significación y a relegar el análisis de la política y de las insti­ tuciones. ¿Cuál es su reacción frente a esta interpretación de su tarea de «deconstrucción»?

Más sobre la identidad (para H . Cixous) Helena González: En «Mon Algériance» y en P ortrait d e Jacqu es Derrida en Jeune Saint J u if usted habla de la imposibilidad de enraizarse en un «país terrestre»; parece que niegue la ¡dea de perte­ necer a una identidad política predefinida, rememorando su propia vida y la de su familia en tanto que nómadas. En sus últimos libros su único sentimiento de pertenencia reside quizá, como en Rilke, en la infancia, que usted formula como algériance, «argeliancia» (con­ ciencia del origen —del tronco familiar— vinculado a un territorio —el de la infancia, el del «verdadero» cementerio donde su padre fue sepultado). Sin embargo, esta identidad «individual» se forja con la memoria de las guerras, de la conciencia de la alteridad y de la in digel nación y, por consiguiente, con la experiencia de la represión ejercida sobre un grupo. ¿Cómo conciliar esta conciencia individual de noidentidad nacional con los proyectos políticos basados en el derecho a la diferencia — no totalitaria— de los pueblos?

En tomo a Argelia y el co lo n ialism o (para Josep M . A rm en gol:

H.C. y J .D .) m

Yo era una francesa sin Francia y era la primera de la familia en tomarla como meta o como recurso. M i hermano, en cambio, se creía argelino futuro y para la eternidad. (ClXOUS, 1999, p. 73) La primera pregunta que me gustaría hacer a H . Cixous y a J. Derrida es la que ella formula en este texto, es decir: «¿Qué significa Francia para nosotros, judíos de Argelia, que vivimos la extraña aven­ tura de ser expulsados allí mismo, expulsados y prohibidos por las leyes antijudías de Vichy en 1940?» (ib id .). En segundo lugar, quisiera saber por qué H . Cixous en su juven­ tud decidió dedicar su tesis a James Joyce. Esta pregunta responde a los paralelismos que percibo entre usted y el autor irlandés. Me refie­ ro, por ejemplo, al hecho de que la problemática colonial fue central en la obra y la vida de Joyce. Recordemos que Joyce dejó su Irlanda natal para no volver nunca, puesto que consideraba que su país vivía en lo que él llamaba un estado de «parálisis» política e ideológica. En cambio, en su obra, es decir en la ficción, Irlanda ocupaba un lugar privilegiado. M e gustaría que hablara de la relación entre su expe­ riencia colonial argelina y su producción literaria, por un lado (por ejemplo, por qué regresó a ella hace sólo algunos años, y por qué en ella Argelia ocupa un lugar cada vez mayor), y por otro, con la obra y el pensamiento de Joyce, para aclarar estos paralelismos. Esta última pregunta va dirigida también a J. Derrida: ¿Piensa que la exclusión puede comportar algunas ventajad. En otras pala­ bras, ¿podemos considerar que el oprimido tiene un punto de vista privilegiado sobre los mecanismos de opresión (en este caso, colonia­ les)? ¿Cree que su situación particular en Argelia les ayudó a ampliar en cierto modo su campo de visión posterior? H. C.: Gracias y perdón por no hablar en español o en catalán. Es para mí un gran pesar y una gran carencia y de vez en cuando intento consolarme diciéndome que mi familia paterna era originaria de Es­ paña y que cuando era pequeña oía hablar español en la familia de mi abuela paterna en el tercer piso de nuestra casa, mientras que en el segundo piso de la misma casa, dominaba el alemán de mi abuela materna. Subía y bajaba la escalera de las lenguas. Bajo la escalera

el

la persona de Mohamed, el sin techo y sin familia dos abuelas alimentaban. Era Orán. Lo digo porque quiero cuestión de la elección de la lengua y de lo que puede sig­ esto. La cuestión de la identidad o de la identificación en la centrado su reflexión es originaria para mí, como creo que lo es paraJacques Derrida, y por lo tanto haré algunas referencias a un contexto determinante que es el de mi origen autobiográfico. Por ra­ zones históricas y políticas, y por supuesto con ayuda del azar, de la suerte, nací en un espacio que no permitía, no autorizaba, no favore­ cía la identificación, o la fijación, con una cultura o con una lengua. Soy un cruce, uno de cuyos polos es el judaismo asquenazí —aun­ que, no debería decir eso porque en mi familia nunca se ha hablado de judaismo asquenazí—; mi familia materna procedía de Alemania, huyó del nazismo, pasando por un periplo sumamente complicado, semi-refiigiada y medio-adoptando una Argelia denominada france­ sa. Durante mi infancia siempre me planteé la cuestión que Jacques ha tratado, en particular en Le monolinguismc de l ’autre pero también en muchos otros textos, la de la lengua materna. Si me preguntaban o si me preguntaba a mí misma cuál era mi lengua materna, me cos­ taba trabajo pensarlo. Si mi madre era mi madre —Eve Klein proce­ dente de Alemania—, entonces mi lengua materna era el alemán; si mi madre fuera mi padre —lo digo adrede porque no me defino como «hijade madre»—, si mi madre Riera mi padre o si mi padre fuera mi madre, entonces mi lengua materna habría sido un francés nuevo, el francés de los judíos del norte de África (digo el norte de África, debe­ ría decir Argelia, pero mi familia procedía de Marruecos y antes de Marruecos venía de España). Esta familia hablaba un francés de una gran elegancia, de una gran fuerza, aun cuando no eran especialmen­ te cultos, pero su apetito y su deseo de progreso y de transformación pasaron por adoptar y cultivar una lengua francesa de una precisión y una riqueza admirables. Si Argelia fuera mi madre o si mi madre fue­ ra Argelia, entonces mi lengua materna habría sido el árabe... Y fui consciente de ello enseguida, sabiendo al mismo tiempo que aun siendo la hija de todas estas madres que hablan en mí, no podía ni excluir, ni zanjar, ni decidir, sino que todo me llevaba a privilegiar una lengua por encima de otra por razones a la vez prácticas y poéticas. Me es imposible, pues, objetiva y filosóficamente, imaginar que a un ser complejo —yo o quien sea— se le pueda reducir a una iden­ vivía árabe en que mis volver a la nificar quehan

tidad El segundo elemento muy im portante y es una experiencia que comparto con Jacques— es la historia de Argelia, la historia de los judíos de Argelia durante la guerra (y lo que nos sucedió a noso­ tros en particular es m uy antiguo, y él lo narra y analiza en Le tnonolinguisme). Nací francesa pero no tuve tiem po de darm e cuenta de ello ni de que ya no era francesa, porque llegaron las leyes de Vichy. Hay que decir que la Argelia francesa era profundam ente petainista, en su mayoría, y las leyes que excluían a los judíos de la ciudadanía francesa se aplicaron rigurosamente. E n m i familia, todo empezó de modo espectacular. Por ejemplo, mi padre era médico y no tuvo tiempo de ejercer; en 1939 era médico francés, oficial médico francés en el frente y defendía a Francia. E n el 41, descolgó su placa de médico y ya no era ni francés ni médico. Viví todo eso y es imposible, si se tiene memoria, decir sosegadamente: «soy francesa». Toda mi vida, todavía hoy, me paseo con un pasaporte del que pienso: «miente, o miente él o miento yo», pues dice que soy, entre comillas, «francesa». Efectivamente, soy de nacionalidad francesa y siempre he soña­ do poder atravesar el pasaporte para ir hacia una nacionalidad que, he acabado por pensar, es literaria. Si hay un país en el que me reco­ nozco es la literatura en general, que evidentemente no tiene fronte­ ras. Esta experiencia concreta m e ha ayudado a deconstruir, ya en mi niñez, la escena de la identificación, la escena de la nacionalidad, de todo lo que es nación: nación, nacionalidad, estado-nación, inclu­ yendo la nacionalización de las industrias; en fin, en cuanto se naciona, yo ya no estoy. Se trata de una experiencia subjetiva pero que hay que compartir, pues es nuestra única manera de ser políticamente huma­ nos o hum anam ente políticos, y eso me lleva a algunas preguntas que se me han formulado aquí. Por razones prácticas y como todo el mundo, he sido declarada y me declaro perteneciente a cierta comu­ nidad con la que, por otra parte, no tengo conflictos, con la que ten­ go un compromiso, por ejemplo, la comunidad francesa. Tengo una relación de compromiso con esta comunidad y, por lo tanto, me en­ cuentro en un estado a la vez de consentimiento, de resistencia y de distancia que se abre constantemente a otras posibilidades. Además, siempre he pensado — es una experiencia judía asquenazí, por decir­ lo así, judía alemana— que habría podido nacer en cualquier otro país del mundo que no fuera Argelia, ya que el 50% de la familia de mi madre, que era inmensa, pasó por los campos de concentración, y

e l o tro 5 0 % se d is e m in ó p o r la s u p e r fic ie d e la T i e r r a ; a s í, y o h u b ie ra p o d id o ser a u stra lia n a . H u b iera p o d id o s e r a r g e n t in a , u ru g u a y a , en fin , to d o salv o fra n c e s a , p e r o e l a z a r h a h e c h o q u e l o sea. ¿ M u je r o h ija « a p á trid a » ...? N o c r e o q u e y o h a y a u tiliz a d o la p a­ lab ra ap átrid a p e ro e s p o s ib le . « S u c o n d i c ió n d e m u je r o d e h ija de m ad re», d ic e u ste d ; to d o e so , o t r a v e z , e s u n t e m a d e re fle x ió n in ­ m e n so , m u y d ifíc il d e r e s u m ir d e m a n e r a o b je t iv a e h is tó r ic a . D u ­ ra n te m u c h o tie m p o n o s u p e q u e e r a u n a m u je r ; a d e c ir v erd ad , m ie n tra s e sta b a e n A rg e lia p e n s a b a a lg u n a s v e c e s q u e e r a u n p erro ; h e sid o ta m b ié n u n g u s a n o , h e s id o b r e v e m e n t e u n p á ja r o ; c o m o sco u t, m i p a d re e ra u n a c ig ü e ñ a — a d e m á s s e lla m a b a C ig ü e ñ a 1— y y o n o m e se n tía , n u n c a m e h e s e n t id o d e fin id a c o m o m u je r . A ñ a d i­ ría q u e si m e h u b ie ra te n id o q u e d e fin ir , h a b r ía s id o d e m o d o neg a­ tiv o , c o m o m ie m b r o d el m u n d o ju d í o , p o r q u e s o y u n a h i ja d e la g u erra y d u ra n te la g u e rra m e d e s ig n a r o n . L a p r im e r a c o s a q u e m e en se ñ a ro n c u a n d o te n ía tre s a ñ o s fu e e s o , s e ñ a lá n d o m e c o n el d ed o — u n a e x p e rie n c ia tra u m á tic a q u e fu e d e c is iv a p a r a m í — , m e d ije ­ ro n q u e e ra ju d ía . E n a q u e l m o m e n t o t e n ía t r e s a ñ o s , s é la fe ch a e x a c ta p o rq u e es el m o m e n to d e la e x p u ls ió n d e l p a ra ís o . C o m o m i pad re e ra m ilita r, m e a d m itie r o n e n e l p a ra ís o , q u e e r a u n ja r d ín re­ servad o a los m ilita res, y e n ese ja r d ín m ilit a r d o n d e y o m e c o n sid e ­ ra b a u n gu san o — la p o b la c ió n q u e m á s m e in te r e s a b a e r a n la s p la n ­ tas y lo s g u san os— , h a b ía n iñ o s m a y o re s q u e v e ía v o la r p o r e n c im a de m í e n lo s c o lu m p io s. Y o p e n sa b a « so n m a y o r e s , s o n a lto s , te n g o gan as d e ir c o n e llo s», y p ro c u ré e n tra r, i r a e se m u n d o d e in fa n c ia . M e a c e rq u é y o í s u co n v e rsa c ió n , in te r c a m b ia b a n s e llo s . P e n sé «es e x tra ñ o , lo s n iñ o s m ay ores in te rc a m b ia n se llo s c o m o l a c o s a m á s pre­ c io s a d el m u n d o » . P en sé: «¿Ese es e l o b je t o d e su s d ese o s? ¡E n to n c e s p u ed o pagar'. E s u n v isad o , si ese es e l v isa d o , e n t o n c e s , y o te n g o u n v isad o , ¡e n m i casa hay sellos'.». E fe c tiv a m e n te , m i f a m ilia re c ib ía to d o s lo s d ías c a rta s d el m u n d o e n te ro , y les d ije « p u ed o tra e ro s se llo s m a­ ñ a n a » , y alg u ie n se v o lv ió h a c ia m í, u n a c h ic a , y m e d ijo « ¡m e n tiro ­ sa!». N o tu v e tie m p o d e reflexio n ar p o rq u e a ñ a d ió « n o tra e rá s los s e llo s, to d o s lo s ju d ío s so n m en tiro so s».

1. E l apellido Cixous parece tener, efectivamente, la palabra «cigüeña» com o origen etim ológico.

Lo ap ren d í to d o a la vez o lo desaprendí todo, prim ero porque no sabía que y o e ra ju d ío , lu ego p o rq u e no sabía que todos los judíos eran m en tiro so s, p ero lo p e o r o lo m e jo r fue que tam bién aprendí el dou ble bind\ p u ed o d e c ir q u e soy u n resultado testim onio del dou ble bin d p rim itiv o . S a lí d el ja rd ín pensand o «si traigo los sellos me des­ honro y si n o traig o los sellos m e d eshonro porque habré demostrado que todos los ju d ío s s o n m en tirosos». N o les diré cóm o acabó esta historia, p ero fu e d ecisiv a, e n aquel m om ento aprendí la inclusión y la exclusión, la falsa d e fin ic ió n , la m anera en que se nos puede llamar judío o esp añ o l o ca ta lá n o negro. Pero no lo interioricé, comprendí que en aq u el m o m e n to h a b ía u n trabajo difícil y complejo de rela­ ción y d e id e n tid a d , d e id e n tificació n . Y después, enseguida fui ex­ pulsada d el p araíso , p u esto q u e se ech ó a todos los judíos mentirosos de tod os los lugares e n los q u e ju sto antes se les admitía. « C o n d ic ió n d e m u je r» : esta expresión que, por otra parte, no me gusta n ad a y q u e n u n c a h e utilizad o, la descubrí al llegar a Francia. A la llegada s in lleg ad a, te n ía d iecio ch o años, entré en la Sorbona y desprendía u n o lo r m u y extrañ o que nunca había notado antes; era la m iso g in ia , p e ro tard é tiem p o en encontrarle nombre y en entender su fu n cio n a m ie n to . M e vi obligada — es una adopción secundaria, si se quiere— , p o lític a e h istó ricam en te, a hacerme cargo, a preocupar­ m e p o r «la c o n d ic ió n d e m u jer»; m e vi obligada a reconocer que era algo m u y p ro b le m á tico , que había un com bate que llevar a cabo en el universo y, m u y a m i pesar, tuve la impresión de retroceder, por­ que y o estab a m u ch o m e jo r com o h ijo de m i madre o niño de cigüe­ ña, lo e n c o n tra b a m u ch o más interesante que verme reducida a una o p o sic ió n h o m b re -m u je r que, políticam ente, sin embargo, existía. A sí, d u ran te largos años de m i vida he tomado partido por las muje­ res en la socied ad , pensando: es indispensable, es una posición polí­ tica necesaria, es una urgencia m ilitante y a la vez es una gran lásti­ m a, p o rq u e inm oviliza a las mujeres en el concepto «mujer», que es un c o n ce p to reductor, cuando debería ser totalmente abierto, y lo m ism o , p o r supuesto, que «hombre», etcétera. Todavía estamos en este p u n to , inclu so políticam ente, en Francia. « H ija d e madre»: yo soy h ija de madre, pero también soy madre d e m adre. P or ejem plo, ahora soy — porque la vida lo quiere así— la m adre d e m i madre, quien, además, en una especie de inteligencia de las transform aciones, de los cambios, de las metamorfosis de los seres

humanos, me considera como tal, me dice «ahora tú eres mi madre» madre, lo que no impide a mi madre ser mi madre.

y yo estoy de acuerdo. Ahora soy su

J. D.: ¡No olvides a tu hija! H. C : Sí, ¿cómo olvidar a la hija que me hace madre? Pero estaba respondiendo a hija-de-madre. Lo podría repetir en cuanto a todas mis relaciones familiares, que son infinitas; incluso podría decir que en este momento soy la joven madre de mi hijo, que ahora tiene cuarenta y un años; aunque sea un matemático brillante y una especie de padre matemático para mí, de vez en cuando viene a decirme «mamá, soy tu bebé», y yo pienso «de acuerdo», y vuelvo a caer en su infancia. No creo ni en una estabilización, ni en una unificación, ni en una definición posible de un ser humano, y pienso que la riqueza y la libertad poética de éste se hallan én concederse la posibilidad de re­ presentar todos los papeles que se presentan ante ti, ante mí, y hasta los papeles de animales de los que he hablado un poquito esta maña­ na. Me resisto mucho, aun cuando si durante veinte años, de 1975 a..., en fin, quizá no veinte años pero casi, me vi obligada — una vez más por razones de solidaridad— a salir en defensa de la mujer como mujer. Si hubiera dicho, políticamente, en una asamblea: salgo en defensa de la mujer oprimida, violada, asesinada, etcétera — algo que sigue ocurriendo actualmente— como no-mujer o como gata, por ejemplo, no hubiera funcionado. Lo político requiere una asigna­ ción, una identificación, una regulación de la definición, sin la cual no se puede discurrir políticamente. Pero a mí, francamente, el dis­ curso político no me interesa en absoluto, precisamente por eso. Ahora paso a la pregunta de la escritura y de la lengua francesa y, por lo tanto, de la identidad literaria. Al tener cierta elección de len­ gua, cuando era pequeña, mi francés sufrió un mestizaje de una mane­ ra que siempre me ha encantado, e incluso hace un momento, oyendo hablar a mis amigos, oyéndoles hablar español he sentido un intenso placer al volver a encontrar las músicas de mi infancia. Pero la escritu­ ra, en el fondo, es un arte y es una ciencia; a fin de tener una gran libertad en la escritura, es preciso formar cuerpo con una lengua. Po­ dría escribir en inglés, hablo bien el inglés, puedo escribirlo__de he­ cho, lo escribo de vez en cuando—, pero llega un momento en que

„oto que mi cabeza choca con una especie de tabique o de pared que n0 puedo atravesar, porque el inglés me rodea y el francés lo llevo den­ tro de mí, lo llevo en la sangre, ni siquiera necesito pensarlo, es él quien me piensa, o ella, me habla, me empuja. Nunca me he planteado, por ejemplo, la cuestión de la elección de la lengua aun siendo alguien que se resiste a la integración en la identidad francesa. Soy muy crítica con respecto a Francia, también con respecto a otros países, pero abandono mi reticencia en cuanto a una identificación con el francés. Para mí, el francés es toda la literatura, un territorio inmenso, de una riqueza ex­ traordinaria, y que eso sea una manera de ser centrípeta, como decía Rodrigo, no lo creo para nada. Pienso que hay una manera centrífuga de trabajar el francés, una manera de ahuyentarlo y una manera de perseguirlo; una manera de que el francés te persiga y también de que te ilumine. Por otra parte, cuando decimos el francés, estamos dicien­ do algo inexacto, deberíamos recordar primero que el francés — como todas las demás lenguas, por supuesto— es una lengua llena de len­ guas, y que cada vez que hablamos francés hablamos al mismo tiempo portugués, español, árabe, por supuesto latín; en fin, es una lengua que lleva las huellas y los restos de otras muchas lenguas; cada vez que me encuentro en francés, me encuentro también en todas las demás lenguas. Pero no sólo eso, aunque yo esté en contacto estrecho con la etimología —que es una riqueza poética— , lo que me interesa es el francés desconocido, el francés todavía inaudito, y aquí habría que entrar en el mundo de lo que han llamado estilo en alguna de sus preguntas. Lo que me liga al francés y me encanta, mi hechizo cotidiano es que, de momento, no conozco más que una milésima pane de él; cada día, todos los días, estoy llena de admiración y de búsqueda hacia y en esta lengua, porque habito en ella y ella me habita; todavía no me ha ofrecido todos sus secretos, aunque yo soy una experta, es decir, traba­ jo el francés y el francés me trabaja a diario, trabajo en el francés y el francés me trabaja todos los días, y de ello extraigo efectos que todavía no han salido a la luz, pienso. Lo que hago en mis textos, y esto los vuelve tan difíciles de traducir, son innovaciones que no son agramaticales sino que proceden de las innumerables sorpresas que reserva el francés. ¿Es esto ser centrípeta? No lo creo, creo que por las raíces del francés comunicamos con el mundo, en todo caso con la mitad del mundo, sin duda el mundo indoeuropeo en su totalidad, que es casi el mundo entero. Así es como salgo de la idea nacional del

francés y me uno a la escritura o a los escritores en lengua francesa que han ejercido esta lengua de una manera revolucionaria. Lo que se apren­ de en literatura es precisamente la contemporaneidad de los escritores más antiguos. Todavía hoy, en fiancés, nadie es más moderno que Montaigne en su práctica. Montaigne, como saben, era alguien que se alimentaba —y los alimentaba a su vez— de latín, de griego y de todas las lenguas con las que podía encontrarse, de italiano... Por lo tanto, me resisto al encasillamiento, sea el que sea, sea mujer o lengua. Es difícil enlazar con estas palabras... Primero quería darles las gracias a todos, a los que están a mi lado y enfrente, por recibirnos aquí, y no les voy a hablar, a mi vez, de mi España argelina — aunque podría hacerlo— pero diré unas palabras del catalán. En mi Argelia, la Argelia de mi infancia, en el momento de la guerra de España, en los años 1935-36, la inmigración española, que fue bastante nume­ rosa, era sobre todo catalana, así que para nosotros España era Barce­ lona mucho más que Madrid. Al pensar «oí hablar mucho las len­ guas españolas en mi infancia» — naturalmente, no las aprendí— ahora me digo, retrospectivamente, que debí de oír hablar más a menudo el catalán que el castellano en los círculos de inmigrantes que estaban muy, muy presentes. Para enlazar con la cuestión de las lenguas, puesto que en el fondo es lo que nos reúne aquí, en la mul­ tiplicidad, el poliglotismo común, soy el único — sobre todo compa­ rado con Hélène Cixous— monolingüe, neurótico y patológico; sin embargo, soy un monolingüe expuesto a otro poliglotismo común. Esto es lo queer. Una de las preguntas se refería a la queer theory. No sé cómo se traduciría en francés, pero tampoco en catalán o en caste­ llano: ¿queer? Es muy difícil de traducir porque es m uy d ifícil dé de­ finir también. Y pensaba, en cuanto a lo queer, escuchando a Hélène, que cada cual tiene —¡eso es intraducibie!— cada uno tiene su pro­ pio verme,2y yo un verme de seda y ella un verme de tierra; su verme J. D .:

2. J. Derrida explota la ambigüedad de la expresión «ver á soie» (literalmente «gusano de seda»); la multiplicidad semántica que permite «soie», especialmente en el discurso oral, donde hay homofonía con «soi» (=«sí», «sí mismo») se pierde sin embargo en la traducción. Mara Negrón tradujo «Un ver á soi» como «Un verme de seda», creando otro «acontecimiento» semántico (vid. C dcous-D e r r í DA

un verme de tierra... Todavía no me había dado cuenta hasta aho­ ra; y «ver á soie» es intraducibie, evidentemente, aunque haya sido traducido.

Además, su pregunta empieza con una cita mía en inglés, citada por mi amigo Jonathan Culler, que proviene de un texto muy anti­ guo que se refería a la universidad. «Le conflit de la faculté» se refería a la guerra en el interior de la universidad: los conflictos, las jerar­ quías, la política de la institución. En ese contexto, me pareció nece­ sario responder a la objeción — puesto que todo esto, como siempre, se inscribe en un campo de polémica y de discusión más o menos pacífica (más bien menos)— según la cual la deconstrucción es apo­ lítica, una operación que consiste en leer textos en los libros, en las bibliotecas, y en analizar conceptos, el contenido semántico de los conceptos. Es una cuestión de lenguaje y en el lenguaje, de análisis de conceptos. Desde el principio, reaccioné contra esta interpreta­ ción, pero fue preciso volver a hacerlo con frecuencia para recordar, primeramente, que el concepto de texto, de escritura al que me refie­ ro no sólo concierne a los escritos de los libros o de las bibliotecas, sino que todo es huella y todo es escrito y, por consiguiente, la reali­ dad — especialmente la realidad sociopoíftica e institucional— es un mecanismo de escritura y de huellas o trazas; y, por otra parte, que desde el m om ento en que no se puede separar, como he intentado demostrar con el concepto de huella, el sentido contenido y el signi­ ficante, entonces deconstruir un concepto significa atacar al lengua­ je, que incorpora este concepto, pero también a todo un sistema institucional, sociopolítico, de jerarquías, de normas. Normas y je­ rarquías inscritas en la dureza de las instituciones, de las estructuras sociopolíticas. Por consiguiente, nunca ha habido deconstrucción neutra y conceptual o libresca. Naturalmente, las operaciones de lec­ tura, en el sentido estricto del término, de análisis del lenguaje, eran importantes: pero se tenía que ir siempre más lejos —y no llevé a cabo, porque una tarea semejante nunca se lleva a cabo, pero me dediqué a este trabajo muy pronto, desde principios de los años se­ tenta, para indicar que se trata de la enseñanza o de la cultura, de la política cultural... No podemos separar la deconstrucción de estas impliaiciones institucionales. La deconstrucción no es un asunto puramente discursivo — aunque el discurso ocupe, naturalmente, un lugar muy importante en ella. Ahora me doy cuenta —todo esto se

d esarro lló d u ra n te t r e in ta y c i n c o a ñ o s , o m á s b i e n c u a r e n t a __ de q u e aq u e llo s q u e te n ía n la b o n d a d d e le e r m e l o p e r c ib i e r o n p ro g re si­ v a m e n te y b a s ta n te ta rd e , a p e s a r d e m is a d v e r t e n c ia s , p o r q u e fue b a sta n te ta rd e c u a n d o , a l d a r m e c u e n t a d e q u e h a b ía lo g r a d o c a m ­ b ia r el ju e g o u n p o c o , y h a b ie n d o t r a n s f o r m a d o e n c i e r t o m o d o el c ó d ig o e n e l q u e e sta p o litiz a c ió n p o d ía e fe c t u a r s e , p u d e a b o rd a r, de m an e ra m ás d ir e c ta m e n te v is ib le , te m a s lla m a d o s p o l ít ic o s . P o r eso , la g e n te d ic e «ah , d esd e q u e e s c r ib ió S p e c tr e s d e M a r x , h a y u n p o li t i c a l tu m o eth ica l tu rn » : ¡es r id íc u lo ! S e e x p lic a p o r e l t i e m p o q u e h a h e ­ c h o falta para la tra n s fo rm a c ió n d e lo s c ó d ig o s y p a r a q u e la g e n te se d iera c u e n ta d e lo q u e o c u rría , p e ro d e s d e e l p r i n c i p io e r a to ta lm e n te p o líd c o e in s titu c io n a l, y lo d ije m u y p r o n t o . V u elv o a la p a rte m á s e s p e c ífic a , m á s a g u d a , d e s u p r e g u n t a so ­ b re las p o lític a s d e id e n tid a d y la q u e e r th e o r y i « L o s d e fe n s o r e s d e las p o lítica s d e id e n tid ad e n e l á m b ito se x u a l r e a c c io n a n e n c o n t r a d e la q u e e r th eo ry , a cu sá n d o la m u c h a s v e c e s d e s e r u n v a n o e je r c ic io d e d e c o n s tru c c ió n s in fin a lid a d p o lític a » . V o y a s e r m u y , m u y p r u d e n te ; m u y p ru d e n te p o rq u e , p o r u n a p a r te , a p e s a r d e t o d o l o q u e , c o n o tro s, h e p o d id o d e c ir c o n tr a la p o lít ic a d e id e n t id a d e n g e n e r a l, la p o lític a d e lo id e n tita rio , d e la id e n t ific a c ió n , a p e s a r d e to d a s las reservas q u e h e p o d id o fo rm u la r c o n re s p e c to a la c r e e n c ia e n l a id e n ­ tid ad o la p o lític a d e la id e n tid a d , n u n c a h e c r e íd o q u e tu v ie r a q u e o p o n e rm e fro n ta lm e n te a to d a p o lític a d e id e n tid a d ; d e p e n d e d e los c o n te x to s . Y c u a n d o , e n cie rto s c o n te x to s , ta l g r u p o , f r a c c i ó n s o c ia l, clase, sex o , n a c ió n se h allab a o p rim id o y p riv a d o d e l a m ín im a o p o r ­ tu n id a d d e v er re c o n o cid a su id e n tid a d , e n to n c e s y o m e u n ía a su cau sa. P ie n so q u e h ay m o m e n to s, e n las lu c h a s s o c io p o lít ic a s , e n q u e e l m o tiv o d e la id e n tid ad n o es c o n d e n a b le , p e ro h a y q u e s a b e r h a s ta q u é p u n to lo seg u im o s. T a n to si se tra ta d e lu c h a s n a c io n a lis ta s , d e lu ch a s sexu ales, d e lu ch as so cia le s... h a y u n m o m e n to e n q u e c re o q u e se tie n e la o b lig a ció n d e lu ch ar en n o m b re d e la id e n tid a d p ara q u e se re c o n o z ca u n a id en tid ad , au n q u e só lo sea u n a id e n tid a d lin ­ g ü ís tic a , n a c io n a l, c u ltu ra l, sexual, perso n al. P ero h a y q u e d is tin g u ir e n e l p ro c e so d e la lu c h a el m o m e n to en q u e esta re iv in d ic a c ió n , d i­ g a m o s le g ítim a , d e la id en tid ad se v uelve id e n tita rista , se e se n cia liz a y e m p ie z a a c o m b a tir a las o tras identid ad es; e n q u e la r e iv in d ic a c ió n le g ít im a d e u n a n a c ió n , d e u n a afirm ació n n acio n al — s ie m p re h e c o n s id e r a d o q u e la a firm a c ió n n a cio n a l era legítim a— se v u elv e n a ­

cionalista. E s u n m o m e n to d ifíc il d e discernir. Siem pre está empe­ zando y a ..., e l riesgo s ie m p re existe. D e a h í la dificultad para tom ar partido, la d ific u lta d d e la e v alu ació n estratégica. Por eso, res­ ponsabilidades q u e to m a r, p o rq u e n o sabem os m uy bien dónde em ­

hay

pieza. S i su p ié ra m o s b ie n c u á n d o es legítim a la afirm ación nacional y cuándo el n a c io n a lis m o se vuelve con d en able, sería muy sencillo... Somos p a rtid a rio s d e la a firm a c ió n nacion al, de la legitimidad de una id en tid ad y c o n tra rio s al id en titarism o . Pero nunca está claro, siempre e stá e m p e z a n d o y a y siem p re co n tin ú a después, y es precisa­ mente p o rq u e n o s a b e m o s, e n la m ed id a en que no sabemos, que tenem os re sp o n sa b ilid a d e s q u e asum ir, decisiones que tomar, y se trata cad a v ez d e u n a d e c isió n singular sin norm as preestablecidas, sin garan tías, s in seg u rid ad es. P or eso , la c u e s tió n d e la id entid ad es m uy difícil para mí, como cuestión a la v ez filo s ó fic a y p o lítica . Jam ás podré oponerme a la iden­ tidad, eso p o d r ía ser la p e o r d e las violencias. Pero entonces, ¿cómo resistir a la p e o r d e las v io len cias que se ejerce siempre contra una presunta id e n tid a d y, a l m ism o tiem p o, oponerse a la identidad, al id en titarism o ? E n el á m b ito sexual en particular, pero no sólo en el ám b ito sex u al, la q u e e r th eo ry ... — aquí soy muy prudente, y la pru­ d en cia n o es s o la m e n te u n signo de moderación, sino al contrario, soy p ru d e n te p o rq u e hay q u e tom ar graves responsabilidades; pero no es s ó lo p o r las razones que acabo de mencionar, sino también, p rim ero , p o rq u e n o co n o z co bien la queer theory, naturalmente ten­ go algu nas id eas, algu nas im ágenes, incluso tengo amigos entre la q u eer theory, p ero n o obstan te no estoy seguro de saber delimitarla, de la m a n e ra en q u e en u n m om ento dado se emancipó o se desmarcó de las teo rías d e hom osexuales, lesbianas, etcétera. Hubo un primer d esord en d e la id en tid ad , y luego ha adoptado formas tan múltiples y m ovedizas q u e n o m e atrevería a hablar de la queer theory como si fuera alg o claro y firm em ente establecido. Y desconfío de la teoría en general: la d eco n stru cció n no es una theory, aunque a menudo se las haya asociad o. Pero si la queer theory es un pensamiento que quiere ten er e n cu e n ta cierta indecisión o indecidibilidad respecto a la iden­ tid ad , esp ecialm ente a la identidad sexual, e\gender, tener en cuenta tod os los desórdenes de la identidad, entonces no puedo más que sim p atizar c o n esta teoría; pero exijo revisar cada vez qué discurso se con stru ye a partir de esta atención a lo que altera la identidad, en

lo polí­

particular la id en tid ad d el g e n d e r , d e l g é n e r o s e x u a l. S é q u e algu n o s o algunas rep resen tan tes d e la q u e e r t h e o r y s e r e fie r e n a a c c io n e s que llam am os d eco n stru ctiv as, e so e s m u y a m e r ic a n o , p e r o e sta s referen ­ cias ¿hasta q u é p u n to les c o m p r o m e te n ? N o s h a lla m o s e n u n á m b ito en el q u e n o basta c o n re fe rirse a u n ...; e x i jo , p u e s , q u e e n c a d a caso

encontraban q u e la d e c o n s tr u c c ió n n o era lo bastante política,

se vea q u ié n h ace q u é c o n q u é . E n tro e n la seg u n d a p a r te d e s u p r e g u n ta : « e n E s t a d o s U n id o s , a m enud o se h a e n te n d id o la o b r a — la m ía — c o m o u n a in v ita c ió n a analizar los p ro ceso s d e s ig n ific a c ió n y a re le g a r e l a n á lis is d e la p o lí­

ria a m e ric a n a o m a o ís t a ... F u e así d u ran te m u ch o tiem po, por lo

tica y d e las in stitu cio n e s. ¿ C u á l e s s u r e a c c ió n f r e n t e a e s t a in te r p r e ­

tru cció n se e s tá m u r ie n d o ... M u c h a s veces, cuando me encuentro

bastante re v o lu cio n a ria , p o rq u e n o re c o n o cía n las dim ensiones

ticas d e la d e c o n s tr u c c ió n . N o c o rre sp o n d ía al código habitual y, natu ralm ente, h u b o m u c h a s o b je c io n e s procedentes del entorno de la izquierda a m e r ic a n a m a rx ista un iv ersitaria o m arxista universita­ menos v e in tic in c o a ñ o s y to d o e l m u n d o ib a diciendo, desde el prin­ cipio, «la d e c o n s tr u c c ió n h a m u e rto » . E m p e z ó e n s e g u id a , e n lo s p rim ero s días: on th e w ay, la decons­

tación?». Ya lo h e d ic h o , es u n a r e a c c ió n m u y n e g a tiv a . A m i p arecer,

frente al te a tr o d e la m u e rte d e la d eco n stru cció n — en el que creo:

esa afirm ación e n tra e n el te rre n o d e la d e n e g a c ió n . U s t e d s a b e sin

creo q u e la d e c o n s tr u c c ió n m u rió enseguida— , pienso que lo intere­

duda, pu esto q u e se in te re sa p o r e s to s fe n ó m e n o s d e e x p o r ta c ió n /

sante es q u e , c u a n d o a lg u ie n m u ere, cu an d o u n rey muere, una reina

im p o rtació n , v iaje d e te x to s y le n g u a s, q u e e n E s t a d o s U n id o s , en

se m u ere, s u m u e r te se a n u n c ia u n d ía, la sem ana siguiente, en los

re su m id a s c u e n ta s , lo q u e « d e f o r m a u n t a n t o l i g e r a s e lla m a

p e rió d ico s; si se tr a ta d e L a d y D i in clu so puede durar un mes y lue­

d eco n stru cció n » — «so m e w h a t h a s tily c a lle d d e c o n s t r u c t io n » [e n el

go, al c a b o d e u n m e s , se a c a b ó . P ero en cuanto a la deconstrucción,

original de C u ller, 1 9 8 2 ] — h a to p a d o e n lín e a s g e n e r a le s c o n d o s

h ace tr e in ta y c in c o a ñ o s q u e d u ra, trein ta y cin co años que se mue­

tipos d e h o stilid ad , u n a g ra n h o s tilid a d , c o n t r a r i a m e n t e a l o q u e se

re. A l c a b o d e u n tie m p o (h a c ia los años 1 9 9 0 -1 9 9 5 ) los conservado­

d ice e n E stad o s U n id o s; p o r e n c im a d e c u a lq u ie r c o s a , h o s tilid a d .

res se c a n s a r o n u n p o c o , ad em ás m u ch os m urieron, y en el campo

D o s tipos n o , tres tip o s d e h o s tilid a d , c u a tr o tip o s d e h o s t ilid a d ; u n a s

m a rx ista r e v o lu c io n a r io v ie ro n q u e se podía hablar, que yo escribía u n lib r o s o b r e M a r x , p o r e je m p lo , que hago cosas que son visible­

p ro ced ían d e la filo so fía a n g lo s a jo n a , c la r o , p e r o t a m b i é n d e lo m á s con serv ad o r q u e h a b ía e n la u n iv e rs id a d . L a i n s t i t u c i ó n s e s e n t ía am enazada p o r el d iscu rso d e c o n s tru c tiv o , m u c h o m á s q u e p o r lo s d iscu rsos p o lític a m e n te re v o lu cio n a rio s. L o q u e p o n ía n e r v io s o s a lo s con servad ores e n la un iv ersid ad , e s p e c ia lm e n te e n h u m a n id a d e s , era m u ch o m ás la d e c o n stru c c ió n q u e el m a r x is m o r e v o lu c io n a r io o q u e el m ao ísm o ; éstos n o m o le stab an n a d a . P u e s to q u e e l m a o ís m o y el m a rx ism o se e xp resab an m e d ia n te fo r m a s r e t ó r i c a s y c ó d ig o s d iscursivos re co n o cib les, se les p o d ía d a r d e p a r ta m e n to s y p o d ía n c o n tin u a r su tra b a jo , y eso n o m o le stab a; p e ro u n a m a n e r a d e e s c r i­ b ir o d e pen sar o d e en señ ar d ec o n stru c tiv a e ra m u c h o m á s m o le s t a p re c isa m e n te p o rq u e in c o m o d a b a a la in s titu c ió n : la s n o r m a s , las m an e ras d e enseñar, las m an eras d e calificar, y t a m b ié n las m a n e r a s d e actu ar, d e co m p o rta rse , p o r parte d e lo s p ro fe so re s y d e lo s e s tu ­ d ia n tes. P ues b ie n , b u e n a p a rte d e la h o stilid ad p ro v e n ía d e lo s re ­ p re se n ta n te s co n serv ad o res d e la u n iversid ad . O tr a h o s tilid a d p ro v e ­ n ía ..., p e ro e n el fo n d o era la m ism a, aq u ella e ra la d e r e c h a , y a la iz q u ie rd a e sta b a n los re v o lu cio n ario s e statu tarios y p a te n ta d o s q u e

m e n te p o lític a s , y se q u e d a ro n m u y desconcertados. Eso sí que es q u e e r . L a d e c o n s tr u c c ió n , es u n a historia qu eer del principio al fin; así q u e y o , p a ra v o lv e r a su pregunta, no tengo reacciones frente a esta in te r p r e ta c ió n ; c o n ello he vivido durante toda mi vida y mi ú n ic a r e a c c ió n , si h a y u n a reacción, es continuar, continuar...

A propósito del «estilo» (pregunta para H. Cixous y j . D errida) M e rc e d e s C o l l : E l térm in o «estilo» puede ocasionar equívocos, pero n o e n c u e n tr o n in g ú n o tro para expresar esta apropiación singular de la le n g u a e n el a c to d e escribir-hablar. S u s e sc rito s n o so n fáciles de entender-leer-traducir. Creo que c o n e sta a firm a c ió n n o digo nada nuevo ni pretendo eludir la activi­ d ad p ro p ia d el p ensam iento que representa el trabajo con los concep­ t o s ... S in em b arg o , su «estilo» apunta a un trabajo con la forma, con lo s s ig n ifica n te s, para desarticular o desm em brar los significados que

están escondidos o evocados como suposiciones prefijadas que no permiten la movilidad del pensamiento, del pensar de manera dife­ rente. Su pensamiento respecto a la tradición literaria o filosófica, res­ pecto al presente, pasa por una desarticulación de la lengua que con­ forma tradicionalmente los discursos del saber y de la literatura. ¿Po­ drían definir, explicar o justificar... su estilo? ¿Qué relaciones tiene con la palabra, con la lengua, y con su eventual capacidad para dar cuenta de lo que sucede, de la «verdad»? Es una pregunta muy difícil y mucho más difícil para mí que la anterior —aunque la creo necesaria— a causa de la palabra, esta palabra «estilo»... Contestaremos de formas diferentes, primero por­ que, se piense lo que se piense de la palabra «estilo» — y voy a decir algo de ello rápidamente— , está claro que esta pregunta no se nos puede formular a los dos en común, porque si algo no tenemos en común es el estilo; si existe algo como el estilo. N o tenemos el mismo estilo. Dice usted que no encuentra ningún otro término para expre­ sar esta «apropiación singular de la lengua en el acto de escribir y de hablar». En general, cuando utilizamos la palabra estilo — que es una palabra clásica— designamos, sin duda, una manera singular de fir­ mar lo que escribimos, en sentido amplio lo que decimos, en sentido aún más amplio lo que hacemos, el comportamiento, porque a veces se habla del estilo de un gesto... Pero cuando hablamos de gente que escribe, el estilo es más la manera de escribir que la de hablar, una manera singular de escribir, pero que por muy singular e inimitable que sea comporta reglas, es decir recurrencias. El estilo sigue siendo el mismo, pretendemos reconocer el estilo de alguien, es .un estilo inimitable. Nadie escribe como Hélène Cixous pero reconocemos un texto de Hélène Cixous (en principio) porque en lo que escribe hay cosas que se parecen, maneras de hacer que se parecen, regulari­ dades, retornos, recurrencias, normas implícitas; no sé si es verdad —y Hélène contestará. En lo que a mí me concierne sé que, en este sentido, no tengo estilo, que cada vez que escribo se produce un cambio casi constitu­ cional — en el sentido de la constitución política— , cada vez se trata de un nuevo contrato, una nueva constitución. Para cada texto, sea breve o largo, hay una nueva carta magna y esta carta me obliga a J. D.:

cjcribir cada vez de manera diferente. Y cuando digo de manera dife­ rente quiero decir hasta en la grámatica, en la longitud de las frases, un estilo diferente. Por supuesto, no niego que pueda haber cosas reconocibles, que haya gente que diga «entre un texto de filosofía, un estudio sobre Husserl y un texto supuestamente más ficticio o autobiográfico o circonfesional se reconocen algunas diferencias», es posible; pero esta recurrencia, este parecido, lo que creemos recono­ cer, sólo es, por definición, accesible al otro. Lo que vuelve como lo mismo o como lo parecido en un texto mío muy diferente, que fir­ mo, sólo puede ser legible, visible, sensible para el otro, y no para mí. Yo podría reconocer mis textos, naturalmente. Si me preguntan quién ha escrito esto, la mayoría de las veces sería capaz de decirlo, no por­ que lo haya escrito yo, sino desde una perspectiva ajena y porque me acuerdo de las cosas. Es como una fotografía, lo que digo aquí es como una fotografía, no puedo verme... El idioma, la idiomaticidad si existe es lo que no se puede reapropiar; idioma quiere decir en griego lo que es propio: idiotes. Plantearía como aporía y necesi­ dad lógica que lo que es propio no es apropiable, lo que me es propio es lo que no me puedo reapropiar. Dicho de otro modo, soy el último en poder ver mi estilo. Si queremos utilizar ahora la palabra estilo de manera un poco niás aguda — el estilo supone agudeza, en su texto— aparece una cuestión de punta; el estilo es una punta. He escrito un librito sobre Nietzsche que se llama Les styles de Nietzsche, donde insisto mucho en el carácter fálico, agudo de la punta. El estilo es la punta con la que se escribe. Así, la insistencia en determinar el idioma como esti­ lo, como figura del estilo, es una insistencia que llamaría falocéntrica y que consiste en pensar que escribir es un gesto de inscripción con una punta decisiva, incisiva, y que donde no hay esta punta decisiva, incisiva, cortante, tajante, no hay estilo. Pero ésta es una interpreta­ ción académica, puesto que este concepto se utilizaba en la vieja universidad; hoy ya no se habla de estilo, o muy poco, pero cuando yo era niño me decían ¿cuál es el estilo de Chateaubriand? Ahora, el estilo es una vieja categoría académica, o bien falocéntrica, en que el estilo es el hombre —y aquí he de entender hombre en el sentido del hombre, no de la mujer. Es la inscripción en lo que tiene de más incisivo, penetrante, violento... pero puede haber grandes escrituras sin estilo en este sentido. En el fondo, no sé si me gustaría reivindicar

d estilo.* si me dijeran «¿prefiere que se le considere com o alguien que

H C .: Estoy pensando p o rqu e busco algo que añadir a

neneestilo o alguien que no tiene estilo?»,

ques acaba de d ecir y q u e expresa m i propia experiencia.

me costaría m ucho res­

ponder. Y creo que si me obligaran, al final, con algunas precaucio­ nes, diría «preferiría no tener estilo».

lo queJac-

Prim ero, vuelvo a la pregunta d e Mercedes para dar con el

tema

de la desarticulación de la lengua. Jacques se ha hecho cargo — y selo

Pero quisiera hacer justicia al final de su pregunta, cuando dice:

agradezco— d e to d a la cu estió n del estilo que, efectivamente, no se

«¿Qué relaciones hay con Ja palabra, con la lengua, y con su eventual

estila ni para él n i para m í, pero que no excluye el tema del idioma ni

capacidad de dar cuenta de lo que sucede, de la verdad?». Precisamen­ te, si respondo «no quiero tener estilo» o «prefiero no tener estilo», es porque si realmente se escribe con estilo, si el estilo es la últim a pala­ bra, no se llega a nada más. Si escribo con la autoridad incisiva, deci­ siva de alguien que hace llegar algo, que hace lo que dice, no se llega a nada. Para que algo llegue, es decir me llegue o llegue de la lengua, hay que renunciar a la autoridad performativa que decide lo que lle­ ga. Si quiero hacer llegar algo, nada llega. Para que algo llegue es preciso que me llegue; aunque yo soy muy activo, en cuanto llega soy pasivo. Así, para que algo llegue a la lengua, por la lengua, hay que ser dócil respecto a la lengua, de alguna manera. Puedo m ultiplicar las actividades pero, precisamente, para ser dócil. Y m i experiencia, si puedo hablar de ella, con respecto a la lengua, es una experiencia de una suma actividad pero dócil. Cuando algo llega, o m e llega, gracias a la lengua, lo

recibo de la lengua, y cada vez que vivo la experiencia

de algo bueno en la escritura es una experiencia casi de irresponsabi­ lidad, en la que he empleado, naturalmente, m ucha responsabilidad, astucia, trabajo, actividad, pero para que, a fin de cuentas, la cosa m e haya venido de la lengua y haya llegado, haya afectado a m i propia docilidad con respecto a la lengua: una oportunidad, una suerte, y cada vez que me llega una buena palabra, de repente pienso «¡vaya, ahí está!». El verme de seda, por ejemplo; lo trabajé m ucho, pero la posibilidad de esta expresión estaba en la lengua, y todo lo que ha

el de la lengua. P ienso que Jacqu es escribe en derridiano, que es muy difícil de definir, c o m o podríam os decir que Rimbaud habla rimbaldiano... S o n lenguas, hay un a creación de lengua, pero, como dice él con m ucha razón, no es D errid a quien puede dar cuenta de lo que es el derridiano sin o noso tro s q u e lo leemos. D e vez en cuando, me esfuerzo, adem ás, e n hacer su retrato,3 y no es fácil, aunque percibo las posibilidades d e trazar su originalidad, su singularidad absoluta. Yo me apartaría de la palabra «desarticulación»; no corresponde a la manera, p o r e jem p lo , e n que m e dejo arrebatar, arrastrar, encantar por la lengua, p o rq u e es to d o eso. Lo que decía Jacques es absoluta­ mente cierto . N o estam os delante conduciendo, no pilotamos, nos arrastra u n flu jo . E s com pletam ente misterioso y una experiencia perturbadora, p ero es así. Retrospectivamente, volviéndome o por­ que m e lo h acen ver, reconozco la manera en que soy portadora de esta lengua q u e luego se hace texto ante m í, recibe o hereda recursos y quizá ésta sea una gran diferencia entre nosotros— que reconoz­ co e n otro s texto s que n o son míos, y que son muestras de la manera en que la lengua es turbadora y permite turbar — no sólo la lengua francesa, claro, en este caso la lengua francesa, pero es lo mismo en todas las lenguas, co n las singularidades específicas de cada una. Por ejem plo, sé que en el curso de lo que me atraviesa encuentro lo que me encanta, lo que m e gusta y me fascina de otros a quienes conside­ ro com o familiares, amigos, antepasados, a través del magnífico mun­

llegado a mí, me ha llegado de la lengua sin mi intervención, al fin y

do de la literatura en francés, y no solamente en francés puesto que,

al cabo, y por lo tanto sin estilo. Sólo se llega a algo cuando el estilo se Hay siempre varias maneras de vivir la derrota. Estamos desorienta­

con frecuencia, m e siento en relación de alianza o de reconocimiento con autores que escriben en alemán, en inglés... Lo que aprecio es todo lo que desestabiliza. No es, precisamente, una desarticulación,

dos frente a la lengua, por lo tanto nos dejamos llevar, afectar, otras

al contrario, es un tejido... M e permitiré utilizar términos de retóri-

deshace, en cierto modo, se desorienta, lo que llega derrota al estilo.

veces huimos; cada cual tiene su manera de perder, y ahí, los lectores reconocen: así es cómo inscribe su derrota, así es cóm o vive su pasivi­ dad, su docilidad..., ese es su estilo, su firma. Pero no se trata de un estilo calculado, decisivo, autoritario y puntiagudo.

3 . Alusión a la obra de H. Cixous Portrait deJacques Derrida en Jeune Saint J u if («Retrato |M *' ^ err*“a como J°ven Santo Judío», literalmente).

poética*, por ejemplo, la capacidad, la competencia anfibológica la lengua es algo de lo que no puedo prescindir y, por lo tanto, que favorezco, no es que lo programe... Hasta cierto punto todos somos anfibologistas cuando hablamos, pero en general tenemos tendencia a corregir, a eliminar la ambigüedad. Para acercamos al mundo que Jacques ha puesto en evidencia, en general, intentamos hacer, ordenar, clasificar, decidir, cuando los recursos de la lengua, al contrario, se hallan en el cam po de lo indecidible. Yo soy muy sensible a este recurso y cuando siento que se desencadena frente a mí (puesto que el fenómeno de la escritura es un desencadenamiento precedente, el autor sigue, y cada vez estoy más convencida de que quien escribe, si puedo decirlo así, es el pro­ pio libro), cuando veo que se manifiesta, es decir, en el m om ento en que soy el escriba (por otra parte, siempre digo que soy el escriba, tengo el oficio del escriba que anota lo que el libro está produciendo) no me opongo a la perturbación, a todo lo que hace resbalar y que convierte el acto de creación, dentro de la literatura — no separo la filosofía de la literatura al decir esto— , en fin, digamos de la escritu­ ra, en productor de incertidumbres. Los anacolutos, los deslizamien­ tos en el tiempo, los enálages..., todo eso, en mí, si puedo decirlo así, y quiero decirlo, es espontáneo, viene, no voy a buscarlo, pero mi espontaneidad va acompañada de una simultaneidad de percepción: en el momento en que estoy escribiendo, hay un desfase ínfim o, que quizá es simplemente el tiempo de la redacción, el tiem po que mi mano tarda en posarse en el papel, y en este desfase oigo, no digo que lo entienda, lo que está pasando, y en el fondo lo aliento, se me con­ cede esta gracia. Jacques hablaba de oportunidad: algo que surge, que no ha sido solicitado pero viene; de vez en cuando se m e concede tal sistema de significantes, y la segunda o la otra, es decir la testigo o el testigo que sigue esta carrera de la escritura, al anotarlo, lo alienta. ¿Qué quiere decir alentar? En primer lugar significa no retenerlo, y mantener una vigilancia que cuida y multiplica un efecto de siem­ bra en el texto; es como si en mí estuviera constantemente trabajan­ do una especie de auxiliar de la multiplicación de los efectos. Hay que decir también que creo mucho en el aprendizaje, soy una aprendiz de escritura, un poco como quien toca un instrum ento de música; pienso que alguien que escribe no puede prescindir, jus­ tamente, de un ejercicio como el del pianista o el del violinista; es

a , de de

decir, si paramos el aprendizaje, perdemos también la pericia, la su­ tileza, que no es del orden de la rapidez de la ejecución, sino del ejercicio del oído y del oído mental. Practico este aprendizaje desde hace décadas por placer y por necesidad como si comiera, como si bebiese, como si durmiese, como si soñase, y también por disciplina. No me entreno de forma abstracta sino ante el papel... por necesidad de profundizar y de ir más lejos en la exploración de los recursos de la lengua. Por ejemplo, la idiomaticidad francesa, ya que es allí donde me entreno, propone algo como la práctica de la anteposición en fran­ cés; no lo gramaticalizo, mientras lo practico, pero me doy cuenta de que algunos efectos de acentuación, de insistencia, que producen sentido, son engendrados por formas. Haciéndolo, además, enlazo con una tradición, me doy cuenta leyendo — pues mi práctica de escritura es indisociable de mi práctica de lectura— de que este ejer­ cicio pianístico o violinístico ha sido practicado por todos mis prede­ cesores. Si leen a Proust o a Rousseau o a Stendhal encontrarán exac­ tam ente la misma experimentación, la misma búsqueda, la misma abertura, la misma disponibilidad, la misma receptividad a lo que constituye las riquezas y las singularidades del idioma. Eso no signi­ fica — y lo que decía Jacques es, evidentemente, esencial— que, por ejemplo, Proust imite a Rousseau, o que Stendhal imite a Rousseau, aunque si se está ejercitado se puede reconocer muy bien la transmi­ sión en estos textos. H ay en la lengua literaria una transmisión que puede ser consciente — es lo que llamamos intertextualidad cuando estamos en la universidad— , pero que, de hecho, es la memoria. La lengua es m uy nueva — cada vez que escribo hablo francés por pri­ mera vez— y al mismo tiempo tiene una memoria fabulosa que pue­ de ser consciente — tengo las estanterías delante y me sé los textos de memoria— , pero yo diría más bien que es inconsciente. Hay refra­ nes, hay repeticiones, pero en general es más bien la transmisión de un tesoro, de una maravilla que desciende de generación en genera­ ción, de texto en texto y que rehace cada texto de manera diferente, que se desplaza, que reinscribe, que injerta y transpone... Muchas veces eso no pasa por una desarticulación sino por una articulación, una forma sintáctica, una expresión, una frase que re­ bota de gran texto en gran texto de manera admirable. Lo más inte­ resante, lo más fascinante, lo más necesario, es una forma de auda­ cia; en la práctica periodística el redactor lo corregirá; en cambio, en

el arte literario, en escritura, no se puede in te n tar re co n d u cir a la razón un texto cuya vitalidad reside ju stam en te en q u e escapa a la razón, en que desatina sin cesar, lo cual no q uiere d ecir q u e esté loco, aunque roce la locura. Daré un ejem plo: en L a v ie d e H en ry B r u la r d de Stendhal, hay un capítulo que empieza p o r el p rim e r recu erd o del pequeño Henry que soy incapaz de recitaros, p ero q u e es m ás o m e­ nos así: «Mi primer recuerdo es haber m ordido en la m e jilla a m i prima madame du Galland; estaba sentado a sil lado, e ra ta n gord a y roja que la mordí...». Lo que es magnífico es que e n el cu rso m aravi­ lloso y condensado de este recuerdo de infancia, te n e m o s al n iñ o de tres o cuatro años que está sentado en un prado al lado d e M ad am e Pisón du Galland, pero en la frase siguiente y gracias al flu jo p o sib le que el francés concede — reconocerán además la té cn ic a c in e m a to ­ gráfica que se aplica en ese momento a la lengua: b ru sc a m e n te , ¡pri­ mer plano!— , de hecho, está sentado ju n to a la m e jilla , M a d a m e Pisón du Galland se ha convertido en una en o rm e m e jilla , y el p e­ queño da un mordisco a la mejilla... Es una m aravilla d e la literatu ra porque, en una breve frase, aparece toda una escena a la vez real y fantasmática, por un juego de lengua. Así pues, lo que nos dice este arte, que ejercem o s, es q u e la le n ­ gua hace ver, hace ver, hace pensar. Esta lengua, esta e fic a c ia d e la lengua, es lo que más aprecio, e intento liberarlo al m á x im o . T a m ­ bién lo que hace Jacques en sus textos, y es interesante p en sar e sto de alguien a quien se llama filósofo, porque sin duda te n e m o s te n d e n ­ cia a creer, mucho más de un filósofo que de u n e scrito r, q u e e n las partes de acción hay un noventa por ciento de d o m in io . Y lo q u e él decía antes es verdad, lo admirable es que en su p en sam ien to la le n ­ gua lo conduce, lo cual puede perturbar si querem os cre e r a to d a costa que el filósofo es dueño y señor. Por lo tan to , resp ecto al estilo , estoy totalmente con él. M e ha interesado lo que d ecías, Ja c q u e s, sobre los diferentes libros y diferentes facturas. E so es algo q u e e n m i historia de escritura, antes me molestaba, sentía u na esp ecie d e ver­ güenza porque pensaba, cada vez que cambio de lib ro ... — ¡no! n o es verdad, cada vez que cambio de dirección, porque para m í u n lib ro es una dirección, es algo que va, algo que se va y que persig o — , pensaba qué horror, no tengo estilo. En la ingenuidad de m is c o ­ mienzos miraba y pensaba: pero si cada libro se escribe d e m an era completamente diferente; obedece a la necesidad de esta búsqued a,

puesto q u e c a d a v e z h a y u n a b ú s q u e d a , u n c u e s t io n a m ie n t o , y e n ese m o m e n to e s n e c e s a r io q u e lo s m e d io s p a ra p ro s e g u ir e sa b ú s q u e d a se ad apten a e lla . N o p u e d o c ru z a r e l d e s ie r to e n b a r c o , p o r lo t a n t o m i texto te n d rá q u e h a c e r s e c a m e llo . H a c e u n m o m e n t o , u tiliz a b a s el tem a d e la d o c ilid a d , y y o r e to m a r é e l d e la s u m is ió n : e s ta m o s s o m e ­ tidos a la e x ig e n c ia d e e se m is te r io q u e c o n d u c e y q u e re c la m a los m ed ios o p o r t u n o s . Y e s to s m e d io s se im p ro v is a n , lo s im p ro v isa m o s sin cesar. S e es m e jo r im p ro v is a d o r s i s e tie n e u n a p r á c tic a p ia n ís tic a , lo sé p o r e x p e r ie n c ia , n o p o r q u e se d o m in e m á s s in o p o r q u e se tie n e m ay o r s o ltu r a , p o r q u e e n e se m o m e n t o la lla m a d a q u e p ro v ie n e d e lo q u e v a d e la n t e d e m í r e c ib e u n a re s p u e s ta v e rb a l, lin g ü ís tic a , m u c h o m ás rá p id a , y e s in d is p e n s a b le .

Acerca de la identidad y la escritura E n r iq u e L y n c h : T e n g o d o s p re g u n ta s m u y b rev es. U n a a p ro p ó s ito d e la e s c r itu r a y la id e n tid a d : A d o r n o d ic e q u e la p a tria d el e s c r ito r es la e s c ritu r a ; c r e o h a b e r o íd o d e c ir a H é lè n e C ix o u s q u e si h a y u n a id e n tid a d h a y q u e e n c o n t r a r la e sc rib ie n d o . P ero m e h a s o r p re n d id o p o rq u e y o c r e ía q u e lo q u e la d e c o n s tr u c c ió n d e m u e stra o m u e stra es q u e n o h a y id e n tid a d q u e p u e d a fu n d a m e n ta rs e te x tu a lm e n te ; q u ie ­ ro d e c ir q u e si h a y u n te x to , lo q u e la d e c o n s tru c c ió n m u e stra es q u e este te x to n o tie n e id e n tid a d . Q u is ie ra u n a e x p lic a c ió n a l re sp e cto . Y p a ra J . D e r r id a , te n g o m u ch a s p re g u n ta s p e ro h e d e s e r m u y b rev e; h e e s c o g id o , p u e s, u n a p re g u n ta frív o la , b a n a l. E s a p r o p ó s ito d e M a u r ic e B la n c h o t . P e r d o n e , p e ro te n g o la im p r e s ió n d e q u e B la n c h o t es c o m o N ic o la s B o u rb a k i, es u n a p e rs o n a im a g in a ria , q u e n o e x iste , q u e n u n c a h a e x istid o , el c a b e c illa d e u n a c o m u n id a d in ­ c o n fe sa b le , y m e g u staría c o n fir m a r e sta im p re s ió n q u e e s to ta lm e n ­ te triv ia l, frívola, p e ro es la ú n ic a o p o rtu n id a d q u e te n g o d e p re g u n ­ ta rlo . D isc u lp e si s o y im p e rtin e n te . H . C .: P ues y o h e d e c o n te s ta r u n a p re g u n ta q u e n o es frív o la . V o y a h a c e r u n a p e q u e ñ a tra m p a p o rq u e n o e sto y seg u ra d e p o d e r r e s p o n ­ d er h o n o ra b le m en te a esta g ran p re g u n ta q u e r e m itir ía a la p e o r d e las preguntas, es d ecir, p o r q u é e s c rib im o s, o q u é s ig n ific a e s c rib ir. N u n ca pensé q u e ib a a e n c o n tr a r ...; d u d o , p o rq u e s é q u e c u a n d o em pecé a escribir, lo s p rim e ro s a ñ o s , tu v e el s e n tim ie n to c o m p le ta -

mente exaltante y al mismo tiem po te m ib le d e e n c o n tr a r , ¡e ra d e un a ingenuidad tal porque hallaba!... en fin , h a c ía d e s c u b r im ie n to s . F u i presa del pánico, de un pánico m eg aló m an o p o r q u e p e n s é , si sigo así, lo voy a encontrar todo y lo voy a sa b er to d o , ta n a p o c a líp tic o era; tenía la impresión de descubrir, d e d escu b rir, d e d e s c u b r ir y te ­

que es n e c e s a r i o q u e r e v e le , y e s q u e c u a n d o s e t i e n e í a c a n

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nía la ilusión infantil de llegar al final. Y era p ara m í a lg o in c r e íb le , no sabía que se podía llegar al final; e v id e n te m e n te e ra u n g r a n e rr o r y me tranquilicé al darme cuenta de q u e es in te r m in a b le y d e q u e n o encontramos jamás, lo cual no es en ab so lu to d e s a le n ta d o r. E n c a m ­

y eso m e i n d u c e a p e n s a r q u e h a y u n a r e l a c i ó n q u e n o h e a c a b a d o d e e x p lo ra r e n t r e m i m a n e r a d e h a b i t a r e l m u n d o , d e e s t a r e n e l t i e m p o , y la o b l i g a c i ó n d e e s c r i b i r , c o m o s i d e b i e r a , c o m o s i m i s e r c o m p l i c a ­

bio, la necesidad de buscar que anim a to d a e s c ritu r a , se a c u a l sea: filosófica, literaria, es el signo de la v id a. N o b u sc a r, n o n e c e s ita r explorar... no significa que nunca se h alle n ad a, s ó lo s ig n ific a q u e

zo d e t e r r e n o , d e t i e r r a — u n a t i e r r a c o n a g u a y a i r e — ap o y o p r o v i s i o n a l m e n t e e s p e r a n d o e l s i g u i e n t e p a s o .

esto y d e s c r i b i e n d o , n o s e p u e d e p a r a r d e e s c r i b i r . L o h e p e n s a d o m u ch a s v e c e s , s é q u e h a y a u t o r e s q u e h a n p o d i d o p e n s a r o e f e c t u a r una i n t e r r u p c i ó n e n s u e s c r i t u r a ; p a r a m í e s i m p o s i b l e , e s s e n c i l l a ­ m e n te i n d i s o c i a b l e d e l m o v i m i e n t o , d e l a c a d e n c i a d e m i e x i s t e n c i a ,

do y m e z c la d o t u v ie r a n e c e s id a d d e c r e a r , d e l a n t e d e m is p i e s , e l t r o ­ donde m e

una vez hallado se ha superado, una vez v isto y o íd o , se h a s u p e ra d o ,

J . D .: N o e s to y d e a c u e r d o c o n e lla . C r e o q u e lo h a e n c o n t r a d o t o d o ,

¡no muerto! Pero cada instante de d e sc u b rim ie n to es u n a a b e r tu r a

n o sé, p e ro lo h a e n c o n t r a d o t o d o . . . e m p e z a n d o p o r la a l f o m b r a v o ­

hacia lo desconocido siguiente. Todo eso es infinito, y nos dam os c u e n ta d e m a n e r a v e r tig in o s a de que si queremos seguir en un m o v im ien to q u e s e a fie l a la riq u e z a

la d o ra s o b r e la q u e s e e n c u e n t r a , p o r q u e p a r a e n c o n t r a r l a a l f o m b r a y e n c o n t r a r s e .. . N o s é c ó m o t r a d u c e n l a e x p r e s i ó n « s e t r o u v e r » e n

de lo que está escondido para nosotros, p rim e ro h a r ía n fa lt a q u in c e

ría c o m o A d o r n o q u e l a e s c r i t u r a e s l a p a t r i a ; n u n c a e n m i v i d a h e

vidas — no, no sé ni por qué digo qu in ce; c in c u e n ta y u n a , d ie z m il—

u tiliz a d o l a p a l a b r a p a t r i a , c r e o . E n t o d o c a s o , l a e s c r i t u r a n o p a r t e

para acompañar nuestra vida que es in ag o tab le; y al m is m o t ie m p o nuestra vida, en su sencillez, no nos parece b u e n a y b o n i t a s in o a

de u n a id e n tid a d y n o d e s e m b o c a e n u n a id e n tid a d ; y c a d a v e z q u e

condición de que la hayamos escuchad o, d e q u e h a y a m o s o íd o su

e n L e m o n o lin g u is m e d e V a u t r e y e n C i r c o n fe s s io n , h e s u b r a y a d o q u e

leyenda, su canción; y precisamente para eso h ay q u e e s c r ib ir la . P a ra mí escribir, pues, no es más que una m an era d e c e le b r a r la v id a e intentar darle sus nombres, que son m illon es, m illo n e s . A d e m á s ¡so y tan curiosa!, no se lo pueden im aginar; p o r e je m p lo , c o n f ie s o q u e cada año, después de escribir un libro — que se h a e s c r ito , es d e c ir, el libro se ha escrito— , siento una satisfacción, te n g o la im p r e s ió n d e haber vivido. Luego me pregunto qué ocu rrirá d esp u és. ¿ Q u é te x to surgirá? No tengo ni idea, pero es que ni la m en o r id ea, a d e m á s n u n ­ ca tengo el más mínimo a priori, no sé nada sobre el lib r o q u e v e n ­ drá, nada. Sencillamente co jo mi equipaje, lite ra lm e n te , c o jo el p a ­ pel; evidentemente, estoy en condiciones favorables, n o estoy en p le n a ciudad en un autobús sino en un espacio portad or, p o n g a m o s q u e estoy sobre mi alfombra voladora y le digo «ve, ve a d o n d e q u ie ra s» . Es cierto que se trata de identidad, pero preferiría in te rp re ta rlo anagramáticamentc, preferiría que fuera d e d a d , deidad, algo p a re c i­ do. Nunca pienso en llegar a un fin pero eso va acom p añ ad o d e a lg o

p r e c is a m e n t e n o h a y a u t o b i o g r a f í a , s i l a a u t o b i o g r a f í a s u p o n e u n a

c a t a lá n , p e r o e n c o n t r a r s e , u n o n o s e e n c u e n t r a n u n c a . Y o n u n c a d i ­

m e h e e n c o n tr a d o e n s it u a c ió n o e n la o b lig a c ió n d e d e c ir lo , lo h ic e

i d e n t i d a d p r e v i a q u e s e v a a e x p o n e r , e x p l i c a r , d e s v e la r , o s i s u p o n e q u e u n a id e n tid a d v a a c o n s titu ir s e , n o c r e o e n e llo . N o n o s e n c o n ­ tra m o s n i a l p r i n c i p io n i a l f in a l, s in o q u e n o s e n c o n t r a m o s a llá , p r e c is a m e n t e a l l á d o n d e n o n o s e n c o n t r a m o s , p o r q u e n o s e n c o n t r a ­ m o s e n la a lf o m b r a v o la d o r a . E s t o y a q u í y n o p u e d o d a r c u e n t a d e e llo , p o r e l h e c h o d e q u e n a c í j u d í o d e A r g e l i a , d e q u e n a c í e n l a le n g u a f r a n c e s a , ¿ p o r q u é . . . ? Y t o d o h a b r á e s t a d o d e t e r m i n a d o p o r e s o , p o r q u e m e h a l l é e n l a l e n g u a f r a n c e s a .. . p e r o n u n c a m e e n c o n ­ tr é e n e l l a , e v i d e n t e m e n t e , n u n c a m e e n c o n t r é e n e l l a p e r o m e e n ­ c o n t r é e n e lla . Y e s e n t r e e s t a s d o s m a n e r a s d e e n c o n t r a r s e o d e n o e n c o n tra rs e q u e n o s e n c o n tr a m o s c o n q u e se e s c r ib e . N o s e n c o n t r a ­ m o s q u e e s c r ib im o s p o r q u e n o n o s e n c o n tr a m o s d o n d e n o s q u e r e ­ m o s e n c o n tr a r . C u a n d o lo g r e n tr a d u c ir , f o r m a liz a r , t o d o s e s t o s « e n ­ c o n tra rs e » e n u n s is te m a c o m p le to , lo h a b r á n c o n s e g u i d o . Y o c o n s id e r o q u e n o es p o s ib le , q u e n o se p u e d e p r o d u c ir u n a

form alización co m p leta, n o se pu ed e a lcan zar la p e rfe c c ió n d e un a form alización d e tod os estos sem an te m as d el e n c o n tra rs e ; p u es b ie n , m ientras no hayam os con seg u id o e sta fo rm a liz a c ió n c o m p le ta , n o habrá encontrarse que se p u ed an e n c o n tra r, p o r e so e s c rib im o s y p o r eso todos som os apátridas — p o r e llo , s in p a tria — p o rq u e d o n d e se escribe n o hay patria. E n cu an to a B la n c h o t — p o rq u e a q u í h e re s p o n d id o d e m a n e ra ilegítim a a lo que no se m e p re g u n ta b a , h e tra n s g r e d id o y v u e lv o a

firma de to d o s m o d o s B la n c h o t; q u ie re q u e esté firm ad o «Blanchot». Es un a c o m u n id a d ; e n t o n c e s , y a p a rtir d e a q u í, p od ríam os an ali­ zar n a tu ra lm e n te la s o c ie d a d B la n c h o t, B la n c h o t & c o — firm ado Blanchot— , a p a r tir d e las o b ra s d e B la n c h o t, pero co m o ha in­ fluenciado a m u c h a g e n te , c o m o m u ch o s h an escrito sobre él, son sus h ere d e ro s, y t a m b ié n e s tá n sus adversarios, todos ellos con sti­ tuyen u n c o n s o r c io c o n s id e r a b le p ero q u e n o es d elim itable porque este c o n s o rc io B la n c h o t p isa o es pisad o p o r un con so rcio Lévinas,

la pregunta que m e h a d irig id o , q u e h e re c ib id o d e u s te d , q u e es la

y por u n c o n s o r c io M a lla rm é , y p o r u n con so rcio H eidegger, y un

de B la n ch o t-B o u rb a k i— , usted es c o n o c e n m i in te r é s a d m ira tiv o y

con so rcio K a f k a ... L o s te rrito rio s n o so n d elim itables. Q u é lugar

m i apego hacia B la n ch o t, p ero les d iré q u e q u ie n q u ie r a q u e e sc ri­ ba, ya sea el in m en so B la n c h o t o c u a lq u ie r o t r o , s in n o m b r e , es

ocupa e n to n c e s a llí, c u á l e s e l d eseo d el nom bre p ropio... es una

B o u rb ak i; e n cu an to h ay e scritu ra h a y a n o n im a to , n o se s a b e m u y

vantes, d e se o d e a n o n im a to , el d eseo d e desaparecer, e incluso el

bien q u ién está d etrás, q u ié n firm a , p u ed e ser u n o o v a rio s , y c o m o

deseo d e m o rir, la im p o s ib ilid a d d e m orir, la im posibilidad de des­

siem pre som os varios, cad a escrito r, c a d a fir m a ... T o m e m o s lo s g ra n ­ des nom bres que h a c ita d o H é lè n e : R o u sse a u es u n a e n o r m e s o c ie ­

aparecer, la im p o s ib ilid a d d e n o ser B la n ch o t, y tod o eso también

dad d e re sp o n sab ilid ad ilim ita d a , h a y n o sé c u á n t o s R o u s s e a u ,

cu estió n e n o r m e s o b r e la c u a l B la n c h o t h a escrito cosas m uy rele­

lo h a firm a d o B la n c h o t ... E s te es el e fe cto B ourbaki en el que esta­ m os to d o s e m b a ru lla d o s.

Rousseau es B o u rb a k i, y S te n d h a l ta m b ié n , y H é lè n e C ix o u s es B o u rbak i elevado a n , n o es u n p riv ileg io d e B la n c h o t . A h o r a b ie n — he entend id o su pregunta— , B la n c h o t es u n B o u r b a k i a p a rte ,

H . C .: S ó lo u n a s p alab ras q u e añadir a lo que decías sobre su astucia — en fin , tú n o h as d ic h o astu cia, lo digo yo— y la capitalización.

h a prod ucido u n efecto B o u rb a k i e sp ecial. T o d o s s o m o s B o u rb a k i

H a y q u e p en sar q u e B la n c h o t solo n o hubiera constituido una socie­ dad, hay u n a so cie d ad B la n ch o t pero esta sociedad también está cons­ titu id a p o r in n u m e ra b le s accionistas que no son necesariamente los lectores d e B la n c h o t, sin o q u e la sociedad entera actúa en el anoni­ m ato d e B la n c h o t. E s u n a enorm e cuestión, la de la retirada, el re­ pliegue, q u e e n c u e n tro apasionante y necesaria. Blanchot no es el ú n ico , p u esto q u e ten em o s a dos o tres ancestros que han escogido la m ism a estratagem a, porque está G racq también. Los dos nonagenarios de la escen a literaria francesa son personas que han tenido, yo diría, la fuerza d e escoger la estrategia de la retirada para que esta retirada se tran sfo rm e e n presencia, en hiperpresencia.

pero B la n ch o t es un B o u rb ak i q u e tie n e u n n o m b r e : B la n c h o t, y h a con seguid o lo que los B o u rb a k i, lo s m a te m á tic o s , e t c . h a n c o n ­ seguido, legitim ar su firm a. S o n m u ch o s, n o se s a b e m u y b ie n q u ié ­ nes, se suced ieron, pero hay un a firm a B o u rb a k i, el n o m b r e p ro p io B o u rb ak i existe. B la n ch o t tam bién lo h a c o n se g u id o , su e stra te g ia — no voy a im ponerles un largo discurso p ero se p o d ría h a c e r to d o u n sem in ario sobre la estrategia B o u rb ak i d e B la n c h o t— pasa p o r lo que ha escrito , la m anera en que escribe, su h is to ria e in c lu s o su relació n , que m an ejó co n m u ch o rigor, c o n la in v isib ilid a d , la au ­ sen cia de fotografías, la d istancia respecto a lo s ca m p o s m e d iá tic o s, la m an era m u y su til e, inclu so, perversa d e cap italizar to d o s los b e n e ficio s. B la n ch o t, es m ás B lan ch o t que tod os los d em ás, y p o r lo ta n to es m en o s B o u rb ak i que todos los d em ás, p re c isa m e n te p o rq u e organiza m u y b ien su an o n im ato , su retirad a, su d esap ari­ c ió n , q u e cada vez es m ás invasora e inm ortal. P od ríam o s, c o n sim ­ p atía o sin sim p atía, c o n com pasión o co n crueldad, analizar lo que B la n c h o t calcu ló y consigu ió para producir su efecto B o u rb ak i, pero

P r e g u n t a e n t o m o a la c irc u n c is ió n y la e scritu ra M a r ie -F r a n c e B o r o t : A l p rin cip io d e u n lib ro m u y b o n ito co n un tít u lo p o lifó n ico y p ro v o cad o r d edicado a Jacq u es D errida, P ortrait d e Jacques D errid a en Jeu n e S a in t Ju if, H élèn e C ixo u s retom a un tem a d e re fle x ió n p rivileg iad o e n D errid a y no m bra la òpera d e la circu n -

o esa

cisión, palabra que sigue a otra: la concisión, es decir un trabajo de

to de carne que en el rito d e la circu n cisió n tien e esa cualid ad

escritura. Podrían explicar ustedes este vínculo entre circuncisión, concisión, trabajo de escritura... Si me lo permiten, muy rápidamen­ te, especificaré lo que he entendido yo. £1 rito de la circuncisión — que según Spinoza garantizaba la supervivencia del pueblo ju dío y

definición casi in d ecib le , pu esto que es a la vez sim p lem ente residuo, un d esecho, algo q u e se h a qu itad o, y al m ism o tiem p o

un

es

lo contrario,' el a n illo su b lim e, la alianza. Sim boliza el p acto co n Dios, pero ta m b ié n es ese a n illo . M ien tras usted hablaba, pensaba

por el cual se introduce al niño judío en la comunidad a través de la

que quizás haya u n a relació n c o n algo de lo que se representa en la

pérdida, el abandono de su libra de carne— marca la apertura al otro y hace pensar que una comunidad simbólica se constituye por el he­

circuncisión m ascu lin a, es d ecir, que el corte equivale a la co n ci­

cho de compartir una pérdida. El trabajo de la letra que se constituye

dicho, y en general se h a b la m u ch o d e ello , yo m ism a vuelvo a co ­

como borde — y utilizo una expresión de Hélène Cixous en L e jo u r

mentarlo, pues M o n ta ig n e , m i padre francés, explica extensam ente

où j e n'étais pas là— en el blanco sin fronteras tam bién se basa en el

en el diario de su v ia je a Ita lia u n a sesión de circu ncisión. Fu e ex­

corte y la pérdida. En este mismo libro, Hélène Cixous instituye el

presamente a R o m a , a u n a sinagoga, para asistir a un a circuncisión

«pequeño muerto, comandante fantasma de la escritura». M e gusta­

y, oh sorpresa, es exactam e n te igual a la circu ncisión de Jacques

ría oírles hablar, pues, acerca de circuncisión, escritura y el com partir

Derrida, no h a cam b iad o nad a, los ritos son los m ism os. M ontaigne

la pérdida.

describe — c o m o ja c q u e s e n C ircon fession — la curiosa interven­

sión de u n frag m en to cuyo d estino es com plicad o. ]acques lo ha

ción sea del m o h el, sea de la m adre, quienes, por turnos, se intro­ J . D.: Quién de nosotros dos está más autorizado para hablar de cir­ cuncisión... H . C : No quiero responder acerca de la circuncisión, prim ero por­ que, para abordarla, necesitaríamos libros, libros y libros; sólo una cosilla que usted me ha hecho descubrir, que se m e ha ocurrido al escucharla, cuando ha llegado al final de su pregunta y ha citado L e jou r où j e n’étais pas là y la historia del niño muerto que se convierte en el comandante fantasma de la escritura — y que no m e había ve­ nido a la mente, pero que dejo venir— , es que... Pero tal vez la gente no lo entenderá, porque se tiene que haber leído estos libros para ver de qué se trata; L e jo u r où j e n’é tais pas là trata de un niño que yo llamo el niño necio y que es un niño mongólico que no vive lo sufi­ ciente, o que vive lo suficiente para que su existencia transitoria dé origen a la vida y a la muerte en la familia — dicho rápidamente, porque me da vergüenza decir semejante cosa. Por lo que usted de­ cía, se me ha ocurrido que, después de todo, este niño, con su abla­ ción — porque es un niño, como he osado describir en este libro, «mal escrito»— , rechaza, evacúa la escritura, para volver a darle lu­ gar, para volver a darle salida. D e repente me he preguntado si aquel niño no era precisamen­ te una especie (si puedo decirlo así) de prepucio femenino, el troci-

ducen el m ie m b ro circu n cid ad o e n la b o ca, lo chupan, beben la sangre com o si fuera v in o ; inversam ente, en M ontaigne vemos cóm o se pone v in o e n el pequ eñ o pene que se acaba de circuncidar. D e repente m e a cech a el sen tim ie n to de que, después de todo, en la escritura hay, inau g u ralm en te, u n a pérdida que no es una pérdida, en fin , que n i siq u iera p u ed e llam arse pérdida, que es separación entre sí y sí, in ca u ta ció n , cap tació n de una parte de sí con la que se paga la alianza c o n la escritura. J . D .: Q u isiera agradecerle su pregunta, que es muy bonita pero a cuya form ulación tiendo a resistirme, voy a decirle por qué. N o co­ m entaré «la libra de carne», es m uy exagerado, por otra parte; alude a una extraordinaria obra de Shakespeare4 que me gusta mucho, so­ bre la que m e gusta m ucho trabajar, y que tiene mucho, m ucho que decirnos — no voy a entrar en ello ahora. Hay, en efecto, qué decir sobre la libra de carne y la circuncisión, y sobre Shylock, pero deje­ mos esto de lado, es demasiado complicado para una respuesta con­ cisa. Por contra, cuando usted se encaminaba, nos encaminaba, con m ucha autoridad, hacia la pérdida, la circuncisión com o pérdida —

4. E l mercader de Venecia.

habloprimero de ello de forma trivial; luego diré cosas un poco me­

ción y de desconfianza, d e d esconfianza co n respecto

nos triviales, espero— , lo que yo siento en la circuncisión puede ser un corte, dolor, una sensibilización que, a pesar de mi edad avanza­

ritualidad. Pero en cualqu ier caso — no

da, no ha desaparecido totalmente; cosas muy, muy complicadas, pero pérdida no, pérdida no, yo no tengo la impresión de que me hayan quitado algo. Es otra historia, quizá peor que la pérdida, quizá trau­ matizante, pienso que hay traumatismo: pero traumatismo y pérdi­ da no son equivalentes. No es, pues, una ablación, es otra cosa quizá más grave. Cuando, a partir de la pérdida — en un lenguaje que se convierte de repente en muy lacaniano, muy lacanoide, diría— , us­ ted hace de la falta o de la pérdida la condición de la relación con el otro, del compartir con el otro, ahí la sigo y no la sigo. La sigo por­ que creo que, en efecto, se produce una experiencia de este tipo: una entrada violenta, disimétrica en la comunidad — disimétrica porque no hay contrato, se nos hace e n tra r en la c o m u n id a d disimétricamente— y la condición del compartir, una condición vio­ lenta. Pero aquí (es lo que intento decir), estoy tomando la circunci­ sión en un sentido metafórico general, pues donde hay sociedad hay circuncisión. Incluso si decimos que esta inscripción violenta es la condición para acceder al socius y para compartir con la comunidad, incluso en caso de que se esté de acuerdo con eso, hay que abstenerse de llamarlo circuncisión en sentido literal y, por consiguiente, ser consciente del riesgo de decir «es solamente en esas culturas o socie­ dades o religiones — la religión judía, por ejemplo— , que se sabe lo que es comparar con el otro». Entonces me siento mucho más reti­ cente con respecto a la religión judía, con respecto a lo que la religión musulmana puede hacer de la circuncisión. Por lo tanto, sólo estaría dispuesto a seguirla a usted si se diera a la palabra circuncisión— lo cual he intentado hacer en mis textos— una extensión figurativa sin límites e incluso sin límites humanos, sin límites antropológicos quiero decir, y en cuanto al discurso sobre la circuncisión, en cuanto a la apropiación de la circuncisión por tal o cual cultura religiosa — la religión judía, me atrevería a decir que por excelencia— , quiero mantener todas mis reservas, acerca de la temática de la elección, la ejemplaridad del compartir. Lo digo porque nací y me hallo entre los judíos, resulta que nací judío, por lo que puedo decirlo más libre­ mente de lo que otros lo harían. Por eso, tengo una relación muy complicada con la circuncisión, como pueden ver, a la vez de fascina­

al discurso, a B deformando el espíritu de su pregunta— sería el últim o en decir que lacircu ncisión. en sentido literal, es la co n d ició n d el acto de com partir o que en todo sé si

estoy

caso lo favorece. S i n o es lo que usted h a querido decir, entonces estamos de acuerdo.

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f c t e lib ro es una aportación fondamental al camp» a os estudios de género, a la teoría de la cultura y d e t literatu ra y al pensam iento en general en Espafia Su originalidad e im portancia radica en que es la primera vez en que dos de los pensadores más influyentes en el panoram a m undial contemporáneo dialogan sobre los mismos temas, a partir de preguntas elaboradas por los m iem bros del Centre D ona i Literatura de la Universi­ tät de Barcelona, organizador del Seminario de Barce­ lona en el cual participaron Cixous y Derrida. Los temas abordados por Cixous y Derrida incluyen la problemá­ tica de la diferencia sexual y del falogocentrismo en el lenguaje, cuestiones referentes al racismo y a la exclu­ sión en la relación colonial y poscolonial, la relación madre-hija y la maternidad en general, la igualdad entre sexos versus el respeto a las diferencias, entre otros. Asimismo, el volumen cuenta con una presentación al pensamiento de Jacques Derrida hecha por Cristina de Peretti, profesora de Filosofía de la UNED y gran especialista y traductora de la obra de Demda en paña, y otra introducción a la escritura de Hélène Cixous, elaborada por Marta Segarra.

A K a8r||t£ia era e l m m b re co m p a rtía con ocim ien tos. E sta co e a ¿¡¡bate en obras q u e aú n an la r & * ^ * * * ^ soc¡a les en e l á m b ito u n iv ersitario d e las aportaciones un fo r o d on d e p o d er p o n er en com ún ap diversas.