La influencia de Safo

La influencia de Safo Hugo Machín Viera Raíces de la Cultura Occidental Safo Safo es la única poetisa de la antigüedad

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La influencia de Safo Hugo Machín Viera Raíces de la Cultura Occidental

Safo Safo es la única poetisa de la antigüedad greco-romana que consiguió ocupar un puesto de verdadero relieve e importancia en las literaturas griega y romana, hasta el punto de asegurarse una pervivencia y una atención reales en épocas posteriores. La escritora que despertaba hermosos calificativos en un escritor varón, seis siglos antes de nuestra Era, sería a continuación, primero en el mundo griego, luego en el latino, y más tarde en las literaturas de todos los tiempos y latitudes, objeto de calificaciones, estimaciones, historias e invenciones, que acabaron por transformarla de escritora de carne y hueso en personaje literario y de ficción. La historia de la deformación de la imagen de Safo a lo largo de los tiempos se ha contado mil veces, si bien siempre de forma parcial, y yo no le voy a dedicar aquí la más mínima parte del tiempo de mi exposición. Varias fueron las razones por las que Safo consiguió atravesar las barreras del silencio impuestas a las escritoras antiguas. Safo procedía de una familia noble y adinerada. Su padre Skamandar era un rico comerciante de vinos; tenía tres hermanos menores que ella. Cuando se declara la guerra entre Lesbos y Atenas con motivo de la disputa por Sigui, una pequeña colonia situada cerca del estrecho de los Dardanelos y tenía una gran importancia estratégica para el comercio griego. Esta guerra provocó la llamada a filas de su padre. En dicha guerra muere Skamandar. Siendo todavía muy joven, Safo se hace cargo del negocio familiar, el cual alcanza su máximo esplendor bajo su dirección. Participó activamente en las luchas políticas, que tenían lugar en Lesbos, y mostró su oposición al tirano que gobernaba la isla Pitaco. Estuvo implicada en una conspiración para matar a Pitaco, y junto a otros fue detenida al ser descubierta dicha conspiración. Pitaco perdono la vida a los estos, pero tuvieron que exiliarse en torno al año 593 a. C. Salió camino de Siracusa, en la isla de Sicilia y en ella permaneció unos seis años. En su estancia en dicha ciudad se casó con el rico mercader Kerkilos, que era mucho mayor que

ella, con la que tuvo una hija llamada Kleis. Durante su estancia en Siracusa desarrolló una vida intelectual muy intensa, estuvo en contacto con las otras culturas mediterráneas, que le enriquecieron muchísimo a nivelo personal. En esta época, Safo se convirtió en el centro de la vida cultural y artística de la ciudad siciliana. Su marido falleció al poco tiempo del matrimonio, dejándole una gran fortuna económica. Safo era una mujer de corazón ardiente, se enamoró en muchas ocasiones de forma apasionada. Embriagada de gozo unas veces, y otra desgarrada por el dolor, dedica a las mujeres unas odas de calidad sublime y de incomparable sentimiento. De la obra poética, que nos queda de Safo, destacan las poesías dedicadas a las mujeres y alguna a sus tres hermanos. Escribió nueve libros de odas, epitalamios o canciones nupciales, elegías e himnos, pero se conservan una mínima parte de ellos. Escribió sus obras en el dialecto eólico y sus poemas alcanzaron una gran difusión en el mundo griego, romano y bizantino.

Influencia En el sentido visto anteriormente, resulta llamativa la frecuente aparición en la poesía sáfico como autoridad literaria de prestigio, cosa que en las autoras del XIX viene a ser como un apoyo frente a la "angustia de autoría" que afecta a las escritoras. La presencia de Safo y de su obra literaria en las poetas hispanas Gertrudis Gómez de Avellaneda, Carolina Coronado, Rosalía de Castro, Josefa Ugarte Barrientos y Eduarda Moreno Morales (siglo XIX); Carmen Martín Gaite, Clara Janés y Alfonsina Stomi (siglo XX) ha sido de gran importancia. Cuando llegamos al siglo XIX, descubrimos que Safo está de moda, por decirlo de alguna manera, con independencia de que sea o no muy leída, cosa que en principio parece escasamente probable, en especial por lo que se refiere a lectoras. Sin embargo, existe una importante difusión de la figura de Safo como personaje literario, basado esencialmente en la bien difundida leyenda de la escritora loca mente enamorada, abandonada por Faón, que trama hundirse en el mar, arrojándose desde la roca de Léucade, tal como la había forjado Ovidio en su famosísima Heroida XV. El tema, fuertemente novelesco y muy romántico, se convirtió en argumento de poemas, novelas, dramas, óperas, a lo largo del siglo.

Una gran mujer de las letras hispanas del siglo XIX influenciada en Safo fue Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873), nacida en Puerto Príncipe (Camagüey), hija de una cubana de ilustre familia y de un andaluz, que lleva una vida apasionante primero en Cuba, después fundamentalmente en Sevilla y en Madrid, teniendo siempre, en su vida azarosa y romántica, la ilusión de convertirse en una figura de las letras hispanas• Cuando en 1840 entra en contacto con el mundillo literario de la capital de España, la figura de Safo está sin duda de moda allí. Gertrudis Gómez de Avellaneda fue una escritora española, nacida en Cuba, poetisa del romanticismo hispanoamericano. Precursora del feminismo en España y una de las más grandes poetisas de la lengua castellana según la consideración de Marcelino Menéndez y Pelayo. En 1845 obtuvo los dos primeros premios de un certamen poético organizado por el Liceo Artístico y Literario de Madrid, momento a partir del cual la Avellaneda figuró entre los escritores de mayor renombre de su época, convirtiéndose en la mujer más importante de todo Madrid, después de Isabel II. Movida por el éxito de sus producciones y acogida tanto por la crítica literaria como por el público en 1853 a raíz de la muerte de Juan Nicasio Gallego, su gran amigo y mentor, presentó su candidatura a la Real Academia Española pero el sillón fue ocupado por un hombre. Su poesía se ha comparado con la de Louise-Victorine Ackermann o la de Elizabeth Barrett Browning por su análisis de los estados emocionales derivados de la experiencia amorosa. También cultivó los géneros narrativos y especialmente el dramático. En España escribió una serie de novelas, la más famosa, "Sab" (1841) que trata la temática antiesclavista y de amores no correspondidos. Su obra "Dos mujeres" supone una invectiva contra el matrimonio. Su cuarta novela, "Guatimozín", reúne una gran cantidad de erudición histórica y se sitúa en el México de la etapa de la conquista. En casi todas sus obras narrativas se hace presente una decidida crítica de la sociedad convencional. Sus mayores éxitos en el teatro los obtuvo con dos dramas bíblicos: "Saúl" (1849) y, sobre todo, "Baltasar" (1858), considerada su obra cumbre en el ámbito dramático. En su obra observamos la influencia de Safo, como en el poema Imitando una Oda de Safo: ¡Feliz quien junto a ti por ti suspira, quien oye el eco de tu voz sonora,

quien el halago de tu risa adora, y el blando aroma de tu aliento aspira!

Ventura tanta, que envidioso admira el querubín que, en el empíreo mora, el alma turba, al corazón devora, y el torpe acento, al expresarla, expira.

Ante mis ojos desaparece el mundo, y por mis venas circular ligero el fuego siento del amor profundo.

Trémula, en vano resistirte quiero... De ardiente llanto mi mejilla inundo... ¡deliro, gozo, te bendigo y muero!

A Avellaneda no le interesa Safo como una leyenda amorosa, fantástica, romántica, de una mujer desesperada sufriendo ausencias del legendario Faón sino como referente literario: Safo era para ella una gran escritora en un tiempo en el que escribir versos no era propio de mujeres. En una situación que no ha cambiado excesivamente, a pesar de los dos milenios y medio transcurridos, y en la que, por ejemplo, es rechazada en 1853 para ocupar un sillón en la Real Academia Española, Avellaneda quiere apoyarse literariamente y como literata en Safo. Otra mujer influenciada por Safo fue Carolina Coronado, (1823 – 1911), fue una escritora fascinante, con una vida real que nos transporta a un mundo mágico y una obra literaria que nos devuelve de lo mágico a lo real, que lamento tener que obviar en mi exposición. A mediados del XIX a esta pueblerina extremeña de buena familia y de elevada formación (dentro de lo que era posible para una mujer de su tiempo) se le plantea el problema de la mujer escritora en toda su crudeza: a él dedica buen número de poemas en la primera etapa de su creación literaria, representada por los volúmenes de Poesías publicados en 1843 y en 1852. Coronado tiene en la poetisa de Lesbos un referente femenino claro, incontrovertible.

En el año 1848 se radica en Madrid, donde contrajo matrimonio con un diplomático. Su residencia se convirtió en uno de los salones más importantes de Madrid, centro de una activa vida intelectual, cultural y artística. Vivió en Estados Unidos, y realizó viajes por Europa y América. En su obra, de claro estilo romántico, consigue unas composiciones con una gran carga de sensualidad, muy próximas al naturalismo; como en su poema más conocido: El amor de los amores. Su obra poética está recogida en Poesías (1843); autora también dos obras de teatro Alfonso IV de León y Petrarca, y las novelas Paquita (1850) y La Sigea (1854). Carolina Coronado dedica a la poetisa una oda titulada Los Cantos de Safo: Como el aura suavísima resbala de placer en placer fácil mi vida: entre el amor y gloria dividida, ¿cuál es la dicha que a mi dicha iguala?

Al lado de Faón, su amor cantando; con la luz de sus ojos fascinada; dicha inmensa es de Safo bienhadada perder sus horas en deliquio blando.

Dicha inmensa es de Safo venturosa que su amante en el aire que respira beba el acento de la tierna lira, que tan sólo por él suena amorosa.

¡Cómo a mis ojos inefable llanto gota por gota el corazón destila, si un instante su faz dulce y tranquila brilla gozosa al escuchar mi canto!...