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Este trabajo^ recoge el texto levemente modificado de una conferencia dada en la Universidad de Verano de Santander en el de 1955, año en el cual, tras un ensayo previo ^ en que otros compañeros y yo abordamos el problema de la idea general del Hombre a lo largo de la Historia y la Literatura griegas, pasamos, como complemento lógico del enfoque inicial, al estudio de la evolución de uno de los aspectos más importantes y, al mismo tiempo, más misteriosos, más apasionantes de la vida y la conducta de los hombres: el amor como expresión de la personalidad humana. Pero al adaptar a la imprenta el texto primitivo, labor larga e interrumpida por otras mil ocupaciones, me ha ocurrido lo que con harta frecuencia sucede a los de nuestro gremio: que, encariñado con el tema, que a mi entender presenta aspectos en que aún se pueden decir cosas nuevas, he visto con cierto espanto cómo se me multiplicaba el material hasta rebasar ampliamente el esquema proyectado. Tres posibilidades me quedaban ya entonces: o abandonar la empresa, decisión tal vez la más sensata; o prescindir del texto de la conferencia y lanzarme a escribir un libro más sobre la poetisa, lo cual parecería petulancia innecesaria en un siglo que ha visto tantos y tales estudios como los que se encontrarán citados; o, en fin, contando con la paciencia y gene* Es obligado mostrar aquí mi más cordial agradecimiento al profesor Gennaro Perrotta, de quien tanto he aprendido, y a los buenos amigos Antonio Blanco, Emilio Lorenzo, Esteban Pujáis, Francesco Sbordone, Francisco Esteve, Joaquín de Entrambasaguas, José Manuel Pabón, Justo G a r d a Morales,.Mariano Yela, Pedro Laln, U g o Gallo (q. e. p . d.) y Wilhelm Muster por la ayuda que me han prestado en cuestiones de pormenor bibliográfico. Por razones tipográficas se ha prescindido del punto b a j o las letras griegas dudosas de los papiros. • Cf. el librito El concepto del hombre en la antigua Grecia publicado por la Facultad de Filosofia y Letras de la Universidad de Madrid y que contiene ( 1 9 5 5 ) conferencias de M A N U E L F . GALIANO (El concepto del hombre en el pensamiento griego arcaico, p p . 7 - 4 6 ) , FRANCISCO R . ADRADOS (El concepto del hombre en la edad ateniense, p p . 4 7 - 8 0 ) y JOSÉ S . LASSO DE LA V E G A (El concepto del hombre y el Humanismo en la época helenistica, p p . 8 1 - 1 2 6 ) .

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rosidad de editores y lectores, entregar al público de una parte el trabajo, coherente y unitario por sí solo, y de otra las muchas notas en que hallará, espero, observaciones de interés el que áfe atreva a penetrar en ellas. Inútil es decir cuánto debe esta publicación a la fértil iniciativa de la «Fundación Pastor de Estudios Clásicos» y al fundador mismo: el progreso de los estudios helénicos en España será el que, andando los años, hable claramente de lo mucho que hay ya hoy no sólo de esperanza, sino de realidad en esa gran obra. * * * Se halla, pues, el lector ante el primer capítulo de una serie titulada El descubrimiento del amor en Grecia, con lo cual quiere decirse que la evidencia literaria y gráfica del amor entre los helenos va a ser enfocada desde el único punto de vista en que se justifica un tal estudio, es decir, no a partir de Homero, sino en función de la verdadera revolución sentimental que, con la aparición de la lírica, representa el situarse ante el amor no ya como ante el comer o el dormir, mei as servidumbre biológicas del humano, sino como quien está frente a un problema antes ignorado. Lo cual no sucede en Homero. Si nos atenemos al lúcido y profundo libro * en que no hace mucho nos ha mostrado Snell de qué modo tan trabajoso, tan angustioso a veces, fué elaborándose a sí mismo el pensamiento griego y descubriendo, intuitiva o metódicamente, la existencia del espíritu como tal a lo largo del lento desarrollo mental que presuponen lírica, tragedia y filosofía, también diremos que en Homero el amor, como en general el espíritu, «está allí», pero sin calidad de tal: hay, sí, apetitos camales, como en el famoso pasaje de la unión de Zeus y Hera *; hay afectos familiares y ternura paterna en la despedida de Héctor y Andromaca hay fidelidad al ausente en Penèlope, grácil presentimiento de bodas en Nausícaa, adulterio en la jocosa escena triangular de Ares, Afrodita y Hefesto hay incluso un leve atisbo del poder de la seducción de la que se dice que «hasta a los más ^ SNELL Die Entdeckung des Geistes. Studien zur Entstehung des europäischen chen, Hamburgo, 1948 » (cf., s. t., p p . 57-86). Cf. nota final. ' S 153-351. ·> Z 392-496. • 8 266-366.

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sabios trastorna»', pero todo ello dentro de la esfera más primaria y vegetativa, sin que aparezca en ningún momento la conciencia plena de una posición íntima ante el problema amoroso. Deseo, satisfacción, saciedad y nuevo deseo: eso es todo. Y así tenía forzosamente que ser desde el momento en que el epos no nos habla jamás del amor atormentado, entorpecido, puesto en trance de frustración por esos obstáculos de diversa índole (tabú, prejuicios, trabas sociales o éticas, extravíos pasionales, ausencias, desvíos) que han llenado millones de páginas en veintiséis siglos de Literatura erótica. En Homero el amor va asociado comúnmente a los demás goces vitales con las delicias de la mesa bien abastecida, el buen vino de las sobremesas, el canto y las danzas; pero el amor como sufrimiento, las torturas de los celos, el doloroso aguijón del querer no correspondido, todo eso queda ya lejos del sensual y jubiloso campo de la epopeya. Ahora bien, no valdría la pena haberse ocupado en ello si la Literatura griega no hiciera más que enlazar suavemente con nuestro mundo burgués de hoy en ese manso y rutinario sucederse de eslabón tras eslabón de la especie humana: pues si algo van a tener de interesante nuestras páginas es la posibilidad de que merced a ellas quede un poco más claro no lo que nuestro intelecto y nuestra sensibilidad perciben sin dificultades, sino aquello cuya comprensión está condicionada por la intensidad del previo esfuerzo de acomodación en la visión actual de mundos antiguos. Hemos, pues, escogido la edad de los líricos como punto de partida: la edad de los líricos, es decir, los siglos —^mediados del vii a. J. C. a principios del v aproximadamente— que presenciaron la ruina de las viejas monarquías patriarcalistas de tipo homérico, la creación de las aristocracias locales y el múltiple estallido de las mil ciudades griegas en un incesante florecer de banderías y conjuraciones: la época también en que triunfan la individualidad sobre el anonimato, el presente sobre el pasado, la realidad plástica y personal sobre el mito generalizador La época, en fin, que nace con aquel volcán de candente sensibilidad que es el parió Arquíloco. Realmente, SNELL se ve un p o c o embarazado ante este pasaje chocante ( S 216-217. IvS' Ivi (ièv έ χ ο ι σ ' άστρα. Υ 15­17: πόλλα δέ ζαφοίταισ' άγανας Ιπι­ μνασθεισ' "Ατθίδος ι'μέρωι λέπταν ποι φρένα κ [ . ] ρ ... βόρηται. L a ingeniosa y , para mí, acertada hipótesis es de SNE LL (art. c. 83 n. 2) y resultaría reforzada si fuera cierto que, c o m o opina VOGLIANO (Una strofe della I I delle odi berlinesi di Saffo, en Athenaeum X X 1942, 114­118), el canto termina con halagadores elogios de la hermosura de Atis. SCHADE WALDT (art. c. 372­373) cree, sin querer decidirse frente a la tesis citada, más bien en un nostálgico canto de Safo ante la ausencia de «Arignota», no siendo Atis más que una especie de pantalla o refugio pudoroso para su propia emoción. E n PAGE (lib. c. 93) c o m o en B O W R A (lib. c. 210) y PE RROTTA­GE NTILI (o. c. 153­160) no hay más que un amable intento de Safo para consolar a su amiga, pero en seguida vemos por dónde cojea esta hipótesis al leer en el segundo de ellos que «so fuUy does she enter into this that the p o e m seems almost a reflection of her own love» y al hallar que los últimos dicen de las palabras iniciales del v. 18 (κψι δ ' ελΟην άμμ. [) que «esprimono il desiderio di Arignota che Saffo e Attis vadano da lei a Sardi». E s decir, un platónico encuentro de las tres amigas m u y poco compatible con lo que se nos ofrece en los demás testimonios de las relaciones amorosas del grupo sáfico. " · E s curioso, y lamento no tener más espacio para entrar a fondo en ello, el gran papel que desempe­ ñan en Safo los temas nocturnos. Aun prescindiendo de alusiones aisladas a la luna (fr. 1 9 9 ) o a una determinada estrella (fr. 1 0 4 ) , o de las comparaciones en que el astro lunar eclipsa a los demás c o m o en este fr. 9 6 y en el 3 4 (cf. n. 88), o de pasajes insignificantes por p o c o extensos c o m o los frs. 1 4 9 y 1 5 1 , queda una serie de lugares interesantes en que la poetisa aplica sus m e j o ­ res dotes artísticas a situar al lector en una noche de amor triunfante (fr. 1 9 7 , sobre el cual cf. n. 216), de amor solitario y nostálgico (fr. 9 4 D . con nn. 310­312) o de dulce pasión difusa y tibiamente sentida en el encanto mágico de una fiesta nocturna (παννυχίς) del grupo de amigas: cf. frs. 4 3 («cerca está el día» en v . 9), 3 0 (νύ·κτ[, παρθένοι y παννυχισδο. [.]α. [ en v s . 1­3), 2 3 (παν]νυχίσ[δ]ην en ν . 13), 1 5 4 (las muchachas rodean un altar a la luz del plenilunio) y (si no

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nos la recuerda; y al derramar su fría y plateada luz sobre quienes la amábamos, nos cubre bajo un mismo manto estableciendo una especie de comunión anímica entre nosotras e invitándonos a queremos en recuerdo suyo.» Pero Atis no mordió el anzuelo: muy al contrario, lo que hizo, puede imaginarse con qué rabioso dolor por parte de Safo, fué pasarse, como tantas otras, al bando de Andrómeda Y entonces no le quedó ya a la poetisa otra cosa que lamentarse amargamente"", asegurar sin gran sinceridad que no guarda rencor a la fugitiva y decir, llena de melancolía explicable, que «aquellos a quienes quiero bien son los que más daño me hacen» i**. Con esto se han visto, salvo una excepción que dejo para luego, los pasajes que, de entre lo poco que conocemos, resultan más significativos para adquirir una idea, desde luego imperfecta, de lo que pudo ser la vida sentimental de las amigas de Safo. Ahora bien, lo más curioso es que, después de esta quizá demasiado larga revisión de materiales, esta­ mos todos, los lectores y yo, tan mal informados como al principio con respecto a una serie de puntos importantes. Tal vez, pues, sea lo mejor me equivoco en mi conjetura de p. 8 9 del primer art. c. en n. 16) 2 , pues es posible que el fa­ moso canto del ostracon no refleje la grata calma de un mediodía estival, sino el ameno escenario de una fiesta nocturna con epifanía de Cipris. SCHMID (o. c. 4 2 0 con nn. 5 y 6) y M.^RTINAZZOLI (o. c. 2 8 0 con n..l67) han señalado bien la presencia en Safo de un fermento orgiásticodionisiaco, no homérico, que se manifiesta también en las conexiones (cf. nn. 183­184) c o n el culto de Adonis (frs. 1 6 θ y 1 4 0 con el 2 4 incertum utrius auctoris). " 1 Fr. 1 3 1 : "Ατθι, σοΙ 8' Ιμεθεν μέν άπήχθετο φροντίσδην, ΙπΙ 8' Άνδρομέδαν πόται. Cf. nn. 18, 103 γ 106. " « Fr. 1 2 9 : ... Ιμεθεν δ ' Ιχηισθα λα'θαν ... ή τιν' άλλον ανθρώπων Ιμεθεν φίληισθα ... Cf. también fr. 4 9 con nn. 124 y 289. ^ " Fr. 1 2 0 (cf. n. 191), en que, a decir verdad. Safo no afirma (cf. η. 252) sino que ella no es rencorosa (cf. η. 262), sin referencia a ninguna mujer ni asunto amoroso: άλλα τ ι ς οδκ Ιμμι παλιγκότων 3ργαν, άλλ' άβ^κην τάν φρέν' εχω ... THEANDER Ο. C (en η. 106) 6 3 ­ 6 4 pone en relación este pasaje con el fr. 5 6 (cf. n. 125): Safo empezaría por reprochar a Andrómeda el habérsele llevado una discípula tan inteligente, pero terminaría por ablandarse. N o me parece que tal fuese el carácter de Safo: ni creo que tenga razón SCHADE WALDT (lib. c. 149) al contar entre sus méritos el seguir interesándose por las dotes musicales de Mica (fr. 7 1 con nn. 106, 125 y 200) incluso una vez que ésta se había pasado al bando de Andrómeda. Fr. 2 6 , 2 ­ 4 : «]ττινα[ς γαρ εδ θέω, κηνοί με μα]λιστα παίντων σίνοντα]ι. SCHADEWALDT (art. c. 3 6 5 η. 2 ) opina, basándose en el masculino de v. 3 y en un γόνωι (en rea­ lidad ] . γ ο ν ω μ [ según LOBE L­PAGE O. C. 2 3 ) del v. 6 , que Safo no se refiere aquí a sus contrarie­ dades amorosas, sino al asunto de su hermano (cf. nn. 259­264): es posible, pero creo que el masculino puede bien admitirse con valor general aun siendo mujeres aquellas de quienes se habla. Cf. n. 305.

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que se me tolere una digresión aparente que posiblemente no vaya a resultar del todo inadecuada para este lugar. Ha sido, verdaderamente, una desgracia para Safo el hecho de que su nombre haya entrado desde tan pronto en los ardientes campos de la polémica ética y literaria. Y lo ha sido, no solamente porque sus dotes artísticas extraordinarias han dejado de obtener a causa de ello el reconocimiento general que merecían, sino también porque la delicada cuestión moral que sus versos plantean no ha sido casi nunca resuelta con espíritu imparcial y libre de prejuicios"^. Comenzaron los cómicos atenienses"* por desfigurar, con la estrechez de miras frecuente en ellos, la personalidad de Safo en un sentido muy distinto de lo que normalmente podríamos sospechar, es decir, no insistiendo obscenamente en lo tocante a las relaciones de la poetisa con sus amigas, sino derivando por la senda de las torcidas interpretaciones de la leyenda de Faón. Luego vinieron Horacio, con sus enigmáticas expresiones"'; Ovidio, o ^ " Cí., sobre el juicio de la posteridad acerca de Safo, ROBINSON (Sappho and her Influence, Boston, 1 9 2 4 ) y RuEDiGER (Sappho, ihr Ruf und Ruhm bei der Nachwelt, Leipzig, 1 9 3 3 ) . Los testimonios antiguos más importantes con respecto a ella están cómodamente recogidos en EDMONDS (o. c . 1 4 0 - 1 8 1 ) , T R E U (Sappho,

Munich, 1 9 5 4 , 1 0 8 - 1 2 7 ) y, con más extensión, en p p . I

de la ed. de GALLAVOTTI Saffo e Alceo,

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Ñapóles, 1 9 4 7 - 1 9 4 8 , donde la poetisa está tratada en

p p . I 5 - 6 5 y 7 4 - 1 5 5 y I I 6 9 - 9 7 , 1 1 0 - 1 1 5 , 1 1 8 - 1 2 0 y 1 2 3 - 1 2 9 ( 2 . « ed. del vol. I p u b i , en 1 9 5 6 , p p . 7-62 y 71-158).

" * E n realidad conocemos más nombres q u e datos sobre la indudablemente larga tradición de Safo c o m o personaje de comedia. Nada sabemos de las llamadas Safo de Amipsias (fr. 1 6 Kock) y Anfis (fr. 3 2 ) . E n la igualmente denominada de Efipo (fr. 2 0 ) se habla de libertinos según A t e 2.» serie, neo X I I I 5 7 2 c (no de prostitutas, c o m o afirma A L Y en coli. 2 3 6 6 - 2 3 6 7 de Real-Ene, I 1 9 2 0 , art. Sappho, coll. 2 3 5 7 - 2 3 8 5 ) . E n la Safo de Antífanes, la poetisa propone un enigma a su interlocutor (frr. 1 9 6 - 1 9 7 ) . En el fr. 4 de la Antilaide de Epícrates, el que habla dice saberse de memoria las obras eróticas de nuestra lesbia. En la Safo de Timocles (fr. 3 0 ) , alguien no quiere y a acercarse a otra persona (¿a la poetisa?) porque prefiere a los jóvenes. El fr. 7 9 de la c o m e dia del mismo nombre de Dííilo son unas palabras dirigidas a Arquíloco; y el 8 0 , la referencia indirecta de que en dicha obra aparecían el citado poeta e Hiponacte c o m o amantes de Safo (cf. n. 286). Con la leyenda de Faón (cf. nn. 313-318) estaban relacionadas una comedia de Gratino c u y o nombre ignoramos (fr. 3 3 0 ) , el Fadn de Platón (frr. 1 7 3 - 1 8 2 , sin nada acerca de Safo), el de Antífanes (fr. 2 1 4 sobre «camas, lechos, divanes»), los "AOTUTOO de Eubulo (fr. 1 4 ) , La leucadia de Menandro (frr. 2 5 5 - 2 6 2 Körte, s. t. 2 5 8 ) y probablemente La leucadia o El leucadio de Antífanes (frr. 1 4 1 - 1 4 2 ) , La leucadia de Anfis (fr. 2 6 ) , La leucadia o Los fugitivos de Ale-xis (frr. 1 3 0 - 1 3 2 ) y La leucadia de Dífilo (fr. 5 3 ) . Como se v e , no es mucho lo conocido, pero basta para inducir que se t o m a b a generalmente a la poetisa in malam partem. w» E n realidad los pasajes en que Safo es citada por Horacio no resultan condenatorios para la poetisa. En Od. I I 1 3 , 2 4 - 2 5 , donde el poeta asegura haber estado a punto de ver, c o n ocasión de u n peligro de muerte, Aeoliis fidibus querentem Sappho puellis de popularibus, esta última palabra tiene probablemente el inocente significado de «paisanas». E n Od. I V 9 , 1 0 - 1 2 no se nos dice nada q u e ignoremos acerca del temperamento ardiente de Safo: ... spiral adhuc amor uiuuntque commissi calores Aeoliae fidibus puellae... Sobre Ep. I 1 9 , 2 8 , cf. n. 247. E n resumen, no parece justificada la ira de CHRIST (p. 1 9 8 de

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quien fuera el autor de la Heroida X V " S ese «pastiche» penosamente amasado con datos de segunda mano que tanto ha contribuido a gene­ ralizar la idea de un amor lascivo y practicado non sine crimine^ "'; el pedantesco Didimo, con su certamen retórico acerca de an Sappho pu­ blica fuerit^^°; Marcial y sus insinuaciones ; el austero Taciano, que, como tantos de los recios ascetas de su tiempo y de otros, no veía más allá de sus narices en cuestiones de amor y poesía los gramáticos y comentaristas, con sus acusaciones poco concretas y, en tiempos

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Geschichte der griechischen Literatur, I, Munich, 1 9 1 2 ·, que dedica a Safo las p p . 1 9 7 ­ 2 0 0 ) cuando, en «una eco dello spirito antilatino dei vecchi dotti tedeschi» (MARTINAZZOLI O. C. 215 η. 1 4 ) , acusa a «die schmutzige Phantasie der Römer» de haber dado un giro peyorativo a la leyenda sálica, c o m o si los citados testimonios de la comedia no significasen nada. E xiste, desde luego, u n problema de autenticidad en relación c o n el poema, pero ésta es cosa q u e aquí no nos interesa, pues las citas de otros lugares de Ovidio concuerdan inequívocamente con su tono general: Ars am. I I I 3 3 1 (nota sit et Sappho; quid enim lasciuius illaf); Rem. am. 7 6 1 (me certe Sappho meliorem fecit amicae); Am. I I 1 8 , 3 4 (del uotam Phoebo Lesbis amata lyram); Trist. I I 3 6 5 (Lesbia quid docuit Sappho nisi amare puellas?). Evidentemente, el autor de la Heroida (cf. n. 316) ha conocido, si no el texto de Safo c o m o opina T R E U (Ovid und Sappho, en La par. del pass. V i l i 1 9 5 3 , 3 5 6 ­ 3 6 4 ) , una biografia parecida a la del papiro (cf. n. 143). E l largo poema, una carta de Safo a Faón, empieza ( 9 ­ 1 2 ) c o n un uror... me calor Aeinaeo non minor igne tenet. N o encantan y a a Safo las muchachas de Pirra o de Metimna ni el resto de las lesbias ( 1 5 ­ 1 6 ) : uilis Anactorie, uilis mihi candida Cydro, non oculis grata est Atthis, ut ante, meis atque aliae centum, quas non sine crimine amaui; improbe, multarum quod fuit, unus habes ( 1 7 ­ 2 0 ; c í . nn. 40, 123­134, 151, 158; preciso es agregar que existe una moralizadora lección hic sine crimine). Faón es bello, pero ella, aunque fea, pequeña y negra (cf. n. 268), tiene el don del genio poético (mihi difficilis formam natura negauit, 3 1 ; sum breuis, 3 3 ; candida... non sum, 3 5 ) . Safo tenía seis años cuando murió su padre ( 6 1 ­ 6 2 ; cf. n. 245); su hermano se dejó seducir por una meretriz, se arruinó por ella,viéndose ahora reducido a navegar mercenariamente, y odia a Safo por haberle amonestado ( 6 3 ­ 6 8 ; cf. n n . 259­264). L a poetisa tiene una hija p e ­ queña ( 6 9 ­ 7 0 ; cf. nn. 279­280). Su hermano se regocijará ante la pena que ahora sufre ella ( 1 1 7 ­ 1 2 0 ) . I n v o c a c i ó n a las lesbias (cf. n. 42)

en 1 9 9 ­ 2 0 2 :

Lesbides aequoreae, nupturaque nuptague proles, Lesbides, Aeolia nomina dicta lyra, Lesbides, infamem quae me fecistis amatae, desinile ad citharas turba uenire measi Séneca (Epíst. L X X X V I I I 3 7 ) es quien nos transmite esta noticia, añadiendo donosamente otros ejemplos de necedades escritas p o r Didimo quae erant dediscenda, si scires. En V I I 6 9 compara a una tal Teófila c o n Safo teiminando ( 1 0 ) c o n castior haec et non doctior illa fuit; y en X 3 5 , 1 5 ­ 1 8 , para ensalzar a Sulpicia, se dirige a la poetisa diciendo: hac condiscipula uel hac magistra esses doctior et pudica, Sappho: sed tecum pariter simulque uisam durus Sulpiciam Phaon amaret. **· E n Adv. Graec. X X X I I I se expresa con el mayor desprecio que darse cabe: καΐ ή μεν Σ α π φ ώ γύναιον πορνικον ΙρωτομανΙς καΐ τήν έχυτής άσέλγειαν ^8ει. E n cambio, S. Gregorio de Nacianzo leería a Safo con gusto y provecho si fuera cierto que en Carm. mor. 1 4 h a y una imitación de fr. 2 c o m o sugiere CATAUDE LLA Saffo fr. 5 (4)­6 (5) Diehl, en At. e Roma V I I I 1 9 4 0 , 1 9 9 ­ 2 0 1 . La biografía incompleta del P O x y . X V 1 8 0 0 (GRENFELL y H U N T The Oxyrhynchus Papyri, L o n ­ dres, 1 9 2 2 , 1 3 7 ­ 1 5 0 ) se limita a decir (fr. 1, 1 ­ 3 5 ) q u e κ[α]τηγ6ρηται S' ύπ' |ν[1]ω[ν] ώ ς άτακτος οί5[σα] τον τρόπον καΐ γυναικε[ρασ]τρία ( 1 6 ­ 1 9 ; el hecho de que se hable de «algunos» es, c o m o anota L E S K Y O. C. 1 4 0 , demostración de que las obras de Safo no resultaban inequívocas en

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más modernos, los escritores de todo género que, desde el Renacimiento, se han precipitado sobre la figura de Safo para interpretarla a su manera. Primero, la erudición renacentista, con Boccaccio y Petrarca a la cabeza, seguida de la larga pléyade de clasicistas (Ronsard"*, L y l y " * , sentido peyorativo); y el Suda, tras una lista de sus amigas, añade (ed. o. 323, 7­8): ΠΡΟΣ δς καΐ διαβολήν εσχεν αίσχράς φιλίας (cf. η. 202). U n escolio de Porfirión al último lugar de Horacio citado en n. 137 (cf. η. 249) apunta brevemente: quia (ribas diffamatur fuisse. Y eso es t o d o ; lo cual, ciertamente, no es mucho (cf. η. 234). Añádase el argumento e silentio de W I L A M O W I T Z (o. c. 73), que, para poner de relieve la escasa base de la leyenda hostil a Safo entre los anti­ guos, hace notar que Aristóteles (Reí. I I 23, 10) cuenta c ó m o los parios honraron a Arquíloco καίπερ βλασφημον δντα agregando que también los mitilenenses hicieron lo mismo con Safo καίπερ γυναίκα οδσαν, Io cual evidentemente no se habría dicho si hubiera algo peor que predicar de ella. Pero, sea c o m o sea, el caso es que la leyenda desfavorable para Safo existió entre los anti­ guos, y el eslabón entre éstos y la crítica moderna está constituido sobre todo por DOMITIUS CALDERINDS, que recogió noticias sobre mala fama de la poetisa en su comentario a la Heroida X V de Ovidio (cf. η. 1S9) de la ed. de las Epistulae Heroides Ovidii de Venecia, 1516 (cf. R U E D I ­ GER o. c. 19­20). La figura de Safo empieza a cobrar relieve poético en BOCCACCIO (que da el título De Sapphone puella Lesbia et poeta al cap. X L V de su De claris mulieribus) y PE TRARCA, c u y o Trionfo d' amore I I I 25­27 (p. 16 de la ed. GIANNINI de / Trionfi di Messer Francesco P., Ferrara, 1874) nos hace contemplar una dulcísima imagen: «una giovane greca a paro a paro co' nobili poeti iva cantando et un suo stile avea soave e raro». Pero quedó reservado al genio de RONSARD el verdadero descubrimiento de Safo, es decir, de la pequeña parte de la obra de la poetisa que él podía leer entonces. E l gran poeta, que había saludado con júbilo la aparición de las Anacreónticas (cfTp. 224 de mi art. Los problemas de auten­ ticidad en la Literatura griega, en la Rev. Univ. Madr. I 1952, 213­238), fantasea, anticipándose a los siglos, sobre una posible resurrección de Safo en el poema A Christophle de Choiseul, en la louange de Belleau, traductor de Anacreonte (ed. BLANCHE MAIN, V I , París, 1866, 201­204): «Anacreon me plaist, le doux AnacreonI Encores voulust Dieu que la douce Sapphon, qui si bien réveilloit la lyre lesbienne, en France accompagnast la Muse Teïenne!» Y en otro lugar (Oda I V 4, en I I 1857, 249­253) habla bellamente de «Sapphon, qui sur tous sonne plus dous.» Las dos odas que él llama sáficas (V 30­31, en I I 376­378) son más bien frías. L a Chanson («Quand je te veux raconter mes douleurs, etc.») de I 1857, 199­200 (imitación del fr. 3 1 , sobre el cual cf. n. 291, a través de un epigrama latino de MARULLE ) tiene cierto nervioso garbo. E n la O d a I 16 (II 114­116) es un aderto el llamar a Safo simplemente «l'amante». Pero lo que sobre t o d o nos encanta es la traducción del fr. 9 4 D . (cf. nn. 310­312) titulada De Sapphon (VI 408): «Ja la lune s'est couchée, la poussiniere est cachée, et ja la mi­nuict brunette vers Γ aurore s' est panchée, et je dors au lict seulette». Este último diminutivo, con el «douce» o «dous» que, c o m o hemos visto, parece ir asociado en su espíritu a la figura de Safo, nos lleva inevitablemente a la famosa estrofa A son ame, i n c o m p a ­ rable paráfrasis del animula uagula blandula de Adriano ( V I I 1866, 315­316): «Amelette Ronsardelette, mignonnelette, doucelette, tres­chere hostesse de mon corps, tu descens l à bas foiblelette, pasle, maigrelette, seulette, dans le froid royaume des mors...» Aquí c o m o allá, la suave melancolía de RONSARD ha limado aristas pasionales para legarnos

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la Scudéryi", Boileau"', Racine, la Dacier"«, Wieland"», Verri Chénier, Hölderlin, Foscolo ^^i), que nos dieron, con los naturales matices en cuanto a calidad y tendencias, la consabida estatua de indiuna quizá desvaída, pero indeciblemente dulce imagen de la poetisa sola ante la noche y del alma sola ante un mundo desconocido y lleno de augusta serenidad (cf. nuestro art. Safo y tinos cuantos poetas, en Cuad. Hispanoam. X X X I 1 9 5 7 , 1 3 3 - 1 4 8 ) . 1 " En 1 5 8 2 (la primera ed. es de Londres, 1 5 8 4 y la última ocupa las p p . 3 6 1 - 4 1 6 del vol. I I , Oxford, 1 9 0 2 , de The Complete Works of J. L.) estrenó JOHN L Y L Y , el autor de aquel Euphues que dio nombre a toda una escuela literaria, el mal drama llamado Sapho and Phao. " · MADELEINE DE SCUI ÉRV, una de las más conspicuas «précieuses» de su siglo, c u y o salón alcanzó gran boga, publicó (París, 1 6 4 9 - 1 6 5 3 ) un novelón de clave en diez tomos (Artamène ou le Grand Cyrvs) donde aparecían el gran Conde, con el nombre del famoso rey persa, y, en medio de un montón ingente de otros personajes, la propia autora que se introdujo a sí misma en la novela b a j o el seudónimo de «Sapho» (cf. n. 1 4 7 y p . I X de Sapho, poëme en dix chants, 1-11, París, 1 8 0 5 , donde GOESSE tiene toda la razón del mundo al alabar el buen gusto demostrado por la posteridad «en vouant au ridicule les oeuvres de mademoiselle SCUDÉRV»), E S un ejemplo más de la mala costumbre que siempre ha habido (cf. nn. 152-15S y PEREOTTA O. C. 18) de llamar «nueva Safo» a cualquier poetisa o autora más o menos pedante. Costumbre de que, por cierto, es fecundo exponente nuestro LOPE DE VEGA, que en su Laurel de Apolo (cf. M. N E L K E N Las escritoras españolas, Barcelona, 1 9 3 0 , 1 1 6 - 1 1 7 , 1 4 7 - 1 4 9 y 1 5 2 - 1 5 3 ) acude infaliblemente a la cita de Safo o de Corina cuando de mujeres literatas se trata. Por ejemplo, hablando de D.» A N A DE CASTEO EGAS,

«!Oh, tú, nueva Corina, que olvidas la del griego Achelodoro...!» (vol. X X X V I I I de la Bibl. de Aut. Esp., Madrid. 1 8 5 6 , 1 9 1 ) ; o de D.« FELICIANA ENRÍQÜEZ DE

GUZMAN,

«...la dama que nueva Safo Salamanca llama...» (ibid. 1 9 9 ) ; o de D . » M A R Í A D E Z A Y A S :

«...sin pasar a Lesbos ni a las playas del vasto mar Egeo, que hoy llora el negro velo de Teseo, a Safo gozará mitilenea quien ver milagros de mujer desea» (ibid. 2 1 8 ) . o t r a s veces la expresión tópica es el «décima musa» de Platón (cf. n. 190). Así, V É L E Z DE GUEVARA llama «décima musa sevillana» a D.» A N A CARO (CÍ. N E L K E N o. c. 1 5 0 ) en El diablo cojuelo (vol. X X X I I I de la Bibl. Aut. Esp., Madrid, 1 8 5 4 , 4 1 ) , y nadie ignora que y a la primera ed. de las poesías de SOR JUANA INÉS D E LA CRUZ (OÍ. MEhÉNDEZ Y PELAVO Antología de poetas hispano-americanos, I, Madrid, 1 8 9 3 , p p . L X V I - L X X V ) llevaba el grotesco título de Inundación casíálida de la única poetisa, musa décima, S. J. I. de la C, (Madrid, 1 6 8 9 ) . Cf. una contraposición entre «la divina Safo, coronada de violetas sobre sus dorados cabellos», y lo que él llama «intelectualisas», en ENTRAMBASAGUAS La papelera volcada, Madrid, 1 9 5 6 , 1 7 7 - 1 7 8 . BoiLEAU, en su Traité du Sublime (Oeuvres de Boileau Despréaux, I I , París, 1 8 0 0 , 2 5 0 - 2 5 1 ) presenta una versión en alejandrinos, con inteligente comentario, del fr. 31 (cf. n. 291), que comienza: «Heureux qui près de toi pour toi seule suspire...» Discrepo de M E K É N D E Z y PELAYO, que habla (El abate Marchena, Buenos Aires, 1 9 4 6 , 7 4 ) de la oda «tan mal traducida y tan desfigurada»: no habrá quizá pasión en estos versos, pero sí una serena dulzura m u y agradable. En cambio, el diálogo Les héros de roman, dedicado a satirizar a los malos novelistas de su época y en particular a Mlle, de SCUEÉRV (cf. n. 146), pone en escena a una insoportable Safo que quiere en los infiernos que Pintón le explique «ce que vous pensez de 1' amitié, et si vous croyez q u ' elle soit capable de tendresse aussi bien que 1' amour» (ed. c. I I 3 - 4 3 ) . L a imitación del fr. 31 de Safo (cf. n. 291) que se halla en la escena I I I del acto I de la Phèdre de RACINE («Je le vis, je rougis, je pâlis à sa vue...» queda m u y por debajo no y a del original, sino de muchas traducciones o adaptaciones. Sobre Mme. DACIER cf. n. 178. " · También W I E L A N D , como BOILEAU, introduce a Safo bastantes años después ( 1 7 8 2 ) en otro diálogo con Nireo, Anacreonte y, claro está, el inevitable Faón (tercero de los Gespräche im Elysium, en pp. 3 9 7 - 4 1 1 de C. M. Wielands Sämtliche Werke, X X V I I , Leipzig, 1 8 2 1 ) , pero con más alto sentido de la ironia y mayor vivacidad en los personajes. Cf. R U E D I G E R o. c. 1 2 0 - 1 2 2 . ^ " Es muy floja la novela de ALESSANDRO VERRI ( 1 7 4 1 - 1 8 1 6 ) titulada Le avventure di Saffo, poetessa

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ferente y gélido mármol; luego, las agudas apreciaciones de Herder y los Schlegel " 2 ; la ardiente pasión de dos mujeres, otras dos literatas, «Corina» y «Safo», es decir, Mme. de Staël y la Avellaneda, tan afines di Mitilene (cf. GORSSE O. C. p p . X I I I - X I V ) y que pretendía pasar por una traducción del griego. H a y , al parecer, ediciones de Padua (1780), Vercelli (1783) y Piacenza (1804), y otra, de que en seguida hablaremos, de París, 1790. Hemos oído decir que esta obra fué publicada en traducción francesa (Les aventures de Sapho, poétesse de Mytilène, París, 1803) y que fué vertida a esta lengua por CHAUSSARD y unida a su libro sobre fiestas y cortesanas griegas, pero la edición que hemos consultado (Fêtes et courtisanes de la Grèce. Supplément aux voyages d' Anacharsis et d'Anténor, 4.» ed., París, 1821 y ss.) no contiene tal cosa (cf. WILAMOWITZ O. C. 18 n. 2 ) . Del mismo tipo es La Faoniade, que fingía ser una colección de himnos y odas traducidas del griego y que en realidad era obra original de G. VINCENZO IMPERIALE O IMPERIALI, llamado entre los Arcades SOSARE ITOMBIO (cf. GORSSE O C. p. X I V ) : hay ediciones de Venecia (1786), París (1790, con la novela arriba citada), Parma (1792), Parma o Pisa (1801), Florencia (1819), y una traducción (Hymnes de Sapho, nouvellement découverts et traduits) de J . - B . GRAINVILLE (Paris, 1796). En la última ed. italiana mencionada, La Faoniade (mal citada por WILAMOWITZ ibid.) v a acompañada de otra muestra similar de mala literatura sentimentaloide: Amori di Saffo e Faone, que es, al parecer, versión de Les amours de Sapho et de Phaon de C . L. M. SACY (Amsterdam, 1775; cf. GoRSSE o c. p. X I I I ) . A N D R É CHÉNIER tradujo a los 16 años (en 1778) el fr. 1 1 4 (cf. n. 73). L a versión (Bue. 36, en p. 98 de Oeuvres poétiques de A. Ch., ed. M O L A N O , I, París, s. a.) no tiene nada de particular, aunque el poeta estuviese m u y satisfecho de ella, según asegura en v s . 10-16 de la elegía (18) Au marquis de Brazais (ed. c. I 201-203): «A peine avais-je vu luire seize printemps... ma jeune lyre osait balbutier des vers. Déj à m ê m e Sapho des champs de Mitylène avait daigné me suivre aux rives de la Seine.» Más interesantes hubieran sido tres elegías sáficas que dejó en proyecto el poeta según su sobrino GABRIEL DE CHÉNIER (ed. c. I 308): una de ellas iba a ser «tribádica» y a tener c o m o protagonista a Cydno (cf. nn. 40 y 139). La V de las Odes (ed. c. I I , s. a., 261-262) es una imitación libre del fr. 31 (cf. n. 291) que comienza: »Fanny, 1' heureux mortel qui près de toi respire sait, à te voir parler, et rougir, et sourire, de quels hôtes divins le ciel est habité.» HOELDERLIN (Sämtliche Werke, Stuttgart, 1951, vol. I I 1 p. 58 y vol. I I 2 p p . 514-520) había puesto el subtítulo Sapphos Schwanengesang a una primera versión de su poema Thränen (del 1802 o algo más tardío) empezada en versos sáficos; pero luego cambió el metro por la estrofa alcaica y no parece (a pesar de SCHADEWALDT lib. c. 159) que el texto definitivo pueda ponerse en relación con la poetisa. En cuanto a FOSCOLO, hizo (Tragedie e poesie, Milán, 1883·, 285) dos buenas traducciones del citado fr. 3 1 , de las que, a nuestro parecer, es mejor la que empieza «Quei parmi in cielo fra gli dei, se accanto...»; pero es más interesante todavía aquella conocida y dulce evocación (p. 191 de All' amica risanata, recogida en p p . 189-191 de ed. c ) : «Ivi erra, ignudo spirito, di Faon la fanciulla; e se il notturno zeffiro blando sui flutti spira, suonano i liti un lamentar di lira!» H E R D E R demostró entender m u y bien a Safo con su definición casi perfecta (Sämtliche -Werke, ed. SUPHAN, I, Berlin, 1877, 351): «eine Sängerin, die in der Anordnung ihrer Gesänge, ihrer Bilder und W o r t e ; in der zarten Glut, die alles fortschmilzt, und in einer feinen W a h l der wohlklingendsten Ausdrücke eine zehnte Muse (cf. n. 190) geworden». El trozo está incluido en un bello art. (Sappho und Karschin, I 350-354 de ed. c.) en que niega la posibilidad de una c o m paración entre la gran lesbia y la poetastra A N A LUISA KARSCHIN, protegida de Federico I I y Federico Guillermo I I , a quien era un tópico y a (cf. nn. 146 y 153) el poner en parangón con la antigua poetisa (cf. el übro de K O H U T Die deutsche Sappho, Dresde, 1887): «die Deutsche Sappho, in ihrem Feuer mehr wild als sanft, mehr stürmisch als schmelzend, dörfte eher in ihren Werken Androgyne seyn, als eine zärtliche Freundin der Venus, wie die Griechin war» (p. 351). A continuación agrega con humor que Safo rediviva hubiera dedicado a la KARSCHIN

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a la lesbia en ciertos aspectos de sus mundos afectivos " 3 ; el delicado toque alusivo de Wordsworth el romanticismo de Kleist Byron, en que Safo es figura Lamartine, Grillparzer Platen I " , Balaguer el ir. 5 5 (cf. n. 104); y más allá encontramos una defensa briosa de Safo, cuyas poesías «geriethen unter die unerbittliche Verstümmelung kritischer Kipper und Wipper», contra alguien que ha sido tan necio c o m o para afirmar que la destrucción de las obras de la lesbia es un c a s tigo divino por su inmoralidad. H a y m u y buenas traducciones de Safo en ed. c. X X V 1885, 85-87 y X X V I 1882, 167; y una serie de menos interesantes epigramas relativos a la poetisa en X X V I 30, 38, 51, 67, 73, 75, 105, 118 y 135. Citemos, en fin, el trabajo Alcäus und Sappho ( X X V I I 1881, 182-198) en que está (p. 192) la frase («Wie flehend ist der Sappho Gebet u m die Beihülfe ihrer Göttinni Welche stille Glut haucht ihre Ode im Anblick des Geliebten!») que tanto gustó a PERROTTA (O. C. 15) y en la cual parece inspirado otro hermoso pasaje de FEDERICO SCHLEGEL en p. 298 de su trabajo Charakter der aeolischen Schule ( Friedrich Schlegel's sämtliche Werke, I I I , Viena, 1822, 281-299): «In diesen wenigen Gesängen und verlohrnen Lauten der hochgefeyerten Sappho athmet die tiefste Gluth der begeisterten Seele, welche sie, wie in jenem Gedichte liebevoll zu der schönen Göttin hinaufgewendet, ganz aushauchen möchte in Laute der klagenden Sehnsucht» (cf. RUEDIGER O. C. 90-96). La poetisa parece haber sido figura predilecta de ambos hermanos, pues también AUGUSTO GUILLERMO SCHLEGEL introduce una gentil Safo (cf. nn. 84-86) en el cortejo de su elegía Die Kunst der Griechen, dedicada a GOETHE en 1799 (cf. RUEDIGER ibid. 96-99): «Sappho führte den Reihn, geschmückt mit pierischen Rosen, Lesbos W o n n e , zu der oft mit dem Taubengespann Paphia k a m , und kos'te mit ihr, v o m himmlischen Antlitz lächelnd: doch Hades Neid birgt den melodischen Geist» (August Wilhelm von Schlegel's sämtliche Werke, I I , Leipzig, 1846, 5-12, de la que estos vs. 167-170, están en p . 11). 1 " N o debe admirarnos (cf. nuestro segundo art. c. en n. 144) la existencia de nexos literarios y humanos entre Safo y la baronesa de STAËL, pues t o d o predisponía por naturaleza a esta última para ello: su personalidad hipersensible, polarizada en la sensación y la pasión tumultuosa; su imaginación enfocada, c o m o resultado de una larga tradición de clasicismo literario, hacia el mundo antiguo; su vago sentimentalismo rousseauniano; su tendencia al feminismo militante, esa obsesiva idea — e n el fondo, un injustificado complejo de inferioridad— de que la mujer de genio es incomprendida y humillada por los varones (idea para la que, por cierto, ha servido infaliblemente de estandarte simbólico el glorioso nombre de Safo no sólo en el caso de la STAËL, sino en otros muchos de que hablamos en nn. 176-179 y en el que al final de esta misma nota v a a encontrarse). Así, su famosa novela Corinne ou I' Italie, escrita en 1807, es una verdadera disección espiritual de la mujer erudita y, por tanto, una minuciosa, aparentemente objetiva, pero apasionada autodisección. Porque Corina, según ha visto t o d o el mundo, no es otra sino la propia autora, propensa c o m o siempre a repartir materia autobiográfica entre los diversos personajes de sus obras. Es más, y o sospecho que si la protagonista ostenta el nombre caprichosamente elegido de una poetisa de segundo orden entonces casi desconocida (cf. con todo n. 146) y no el de Safo, es únicamente porque la baronesa ha sentido reparos ante la existencia de una turbia leyenda sáfica: la prueba es que en la novela se dice más de una vez (cf., p. e j . , Oeuvres complètes, París, 1844, 663), eu forma directa o no, que la nueva Corina es una reencarnación de Safo. Sea c o m o sea, la obra representa la apoteosis gloriosa de la mujer genial («c' était pour la première fois qu' il était témoin des honneurs rendus à une femme, à une femme illustrée seulement par les dons du génie» en p . c.) y su desquite frente a la turba ignara de los varones («dès q u ' une femme est signalée c o m m e une personne distinguée, le public en général est prévenu contre elle», se lee en p. 304 del cap. I V de la I I parte de De la littérature, ed. c. 196-334, cap. que es todo él una defensa de las mujeres letradas); pero lo que más procura recalcar la autora es que a Corina — y por tanto, a ella m i s m a — toda esa gloria mundana que culmina en la c o r o nación del Capitolio le exige a cambio una doble tragedia humana: la de no ser comprendida por el sexo opuesto (cf. p. 305 del cap. c , donde acusa a los hombres de considerarse libres de deberes con respecto a las mujeres extraordinarias y, renunciando por pereza mental a entenderlas, volverles la espalda dejándolas c o m o a seres «objet de la curiosité, peut-être de 1' envie, et ne méritant en effet que la pitié») y la de, en ese trágico aislamiento ocasionado por lo e x c e p cional de su propia personalidad, no ser capaz de encontrar la verdadera dicha. En este sentido es biográficamente importante, aunque adolezca de todos los vicios de la época (grandilocuencia, palabrería, abuso del «cliché» clasicista, falta de comprensión histórica para con Safo y c o n o cimiento imperfecto de sus versos, c o m o cuando traduce al revés el fr. 5 5 sobre el cual cf. n. 104),

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bifronte de mujer tiernamente enamorada y fantoche desmelenado y frenético; el incomparable canto, tan personal, de aquel clasicista romántico o aquel romántico clasicista^5' que fué Leopardi""; los sereel drama Sapho (Oeuvres posthumes, París, 1 8 4 4 , 4 9 1 - 5 0 9 ) , escrito en 1 8 1 1 , es decir, en el mismo año en que contrajo la autora segundo matrimonio con una persona mucho más joven que ella. L a STAËL tiene entonces 4 5 años y se dispone a probar desesperadamente fortuna en un audaz m o v i miento pasional, pero sus presentimientos no son buenos, a juzgar por lo que hallamos en el drama: una Safo envejecida, que no es ni sombra de lo que era y que, despreciada por Faón y privada del amor de éste por la propia adolescente a quien más amaba ella, se sacrifica por los dos en el fatal salto de Léucade. Pero en realidad (.¡quién sabe si Safo no desaprovechó una última ocasión en la n e g a t i v a a q u e s e refiere nuestra n. 309Ì), GERMAINE N E C K E R fué, al parecer, m á s d i c h o s a q u e s u heroína: aquel «mariage ridicule» de q u e habla LANSON (Histoire de la Littérature française, Paris, 1 9 2 4 ^ ' , 8 7 5 ) resultó mejor de lo que ella misma esperaba. E n cuanto a GERTRUDIS GÓMEZ DE AVELLANEDA, su vida parece haberse desarrollado, al menos desde su punto de vista literario, b a j o el signo de la lesbia: ella misma debió de creerse una reencarnación de Safo tan desdichada c o m o su modelo. De una parte, a las calumnias de que fué objeto la poetisa de Mitilene por obra de sus detractores responderían las violentas campañas desarrolladas contra ella a partir de su frustrado ingreso en la Academia (cf. COTARELO La Avellaneda y sus obras, Madrid, 1 9 3 0 , 2 4 1 - 2 5 4 ) , las desfavorables críticas de sus dramas (ibid. 2 5 4 - 2 6 8 ) , el conocidísimo incidente del «gato encerrado» c o n el fracaso de Tres amores (ibid. 2 9 0 - 2 9 8 ) y la agresión contra su esposo (ibid. 3 1 8 - 3 3 7 ) a que todo ello DIO lugar. Por otro lado, también la cubana tenía un frío y egoísta Faón que dos veces (ibid. 3 5 - 6 7 , 1 5 4 - 1 7 2 y 2 6 8 - 2 7 0 ) se burló de ella. Con eso y c o n el exaltado temperamento romántico de la poetisa no es de extrañar que sean infinitas las alusiones a este extraño mundo sáfico que se había creado. Su Soneto imitando una obra de Safo, una paráfrasis más del fr. 31 (cf. n. 291), empieza siguiendo m u y ceñidamente a BOILEAU (cf. n. 147) y Q U I N TANA (cf. n.

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«IFeliz quien junto a ti p o r ti suspira! ¡Quien o y e el eco de tu v o z sonoral I Quien el halago de tu risa adora y el blando aroma de tu aliento aspira!» Pero en seguida comienza a flojear hasta terminar en un hueco y seudopatético «[Deliro, gozo, te bendigo y muero!» (Obras literarias de la señora doña G. G. de A., I , Madrid, 1 8 6 9 , 7 1 ) . Su poema A la célebre cantatriz señora Ana de La Grange, en la representación de la ópera (Safo*, que la mereció coronas del público sevillano (no sabemos qué ópera seria de las mencionadas en n. 162) es (ibid. I 3 7 8 - 3 7 9 ) una autodefensa («La envidia de abrojos sembró su camino; la hirió la calumnia c o n ciego furor; matóla el desprecio de un hombre mezquino, que aun vive en sus cantos sublimes de amor») con implicaciones biográficas («La Safo española recuerda en esta ocasión sus propias desventuras», dice COTARELO O. C. 3 6 1 ) . L a poetisa «gustaba mucho de que la diesen el nombre de Safo» (ibid. 3 5 0 ) y , p o r otra parte, era puesta en parangón p o r sus amigos c o n la STAËL (ibid. 4 6 ) . En el aludido drama Tres amores (ed. c. I I I 1 8 7 0 , 5 2 9 - 6 1 5 ) , la protagonista triunfa con una tragedia titulada precisamente Safo. Y , en fin, era y a clásico (cf. n. 146) el llamar a la AVELLANEDA «nuestra moderna Safo», c o m o D . EUGENIO DE OCHOA (cf. COTARELO O. C. 2 3 6 ) , o cantora del «afecto al hombre de Safo», c o m o el P. BLANCO GARCÍA (ibid. 3 7 6 ) , o poetisa sin rival «a no ser que retrocedamos hasta las Safos y Cerinas de los más gloriosos tiempos de la Grecia», c o m o D . JUAN VALERA (ibid. 3 8 0 ) , o «astro donde la luz de Safo se [refleja]», c o m o CAROLINA CORONADO (ed. c. V 1 8 7 1 , 3 8 9 - 3 9 0 ) . Es más, hasta se da el caso de que, c o m o de la misma Safo (cf. nn. 163, 165 y 169), se haya dicho de ella (ibid. 3 8 9 ) que «no es la AVELLANEDA poetisa, sino poeta» (FERRER DEL R Í O ) . Claro está que esa especie de obsesión sáfica le acarreó también las inevitables burlas: p . e j . , a raíz de su berrenchín cuando lo de la Academia le escribió D . L u i s F E R N Á N D E Z GUERRA (cf. COTARELO o. c. 2 5 4 ) un romance que empezaba

«Yo, doña Safo segunda, entre avellanada y fresca, musa q u e soplo a las nueve y hago viento a los poetas...» y que «cayó tan en gracia... que entre el grupo enemigo era comúnmente designada D O S A G E R -

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nos versos de Morike^"; la turbulenta catarata musical de las óperas tan típicamente decimonónicas "^· la noble y púdica reserva victoriana de Tennyson y Arnold con la lúcida imagen, como en miniatura, del TRUDis con el nombre de ' D o ñ a Safo'». Más curiosa todavía (ibid. 349-350) es la biografía de Safo publicada en el Album cubano de 1860 y que viene a ser en realidad una especie de autobiografía, pues habla del cruel Faón que «roto el lazo, volvió a amarla; pero sólo por amor propio y únicamente sensible al placer de oir resonar su nombre por toda la Grecia, inmortalizado en composiciones sublimes de ternura y poesía que no merecía inspirar»; se refiere equívocamente a «infinitos adoradores, entre los que se contaban los tres poetas más famosos de su siglo» (cf. n. 286 y recuérdese a GARCÍA TASSARA, sobre el cual cf. COTARELO O. C. 129-143); habla de los que se burlaron de ella y del agresor de su esposo, etc., aparte del delicioso párrafo que nos muestra a una buena conocedora de su propia naturaleza volcánica: «una pronta viudez la constituyó en nueva situación (cf. nn. 277-278), que por su extremada juventud, su gusto por la libertad y tal vez por su complexión era para ella peligrosa». Anotaré, para terminar esta nota larguísima, que, con Corina y Telesila (llamada «Tesálida»), Safo (¿cómo no?) apsirece citada c o m o «célebre entre los más célebres poetas griegos de su época» en p. 304 de la serie de artículos, escritos en esa agresiva vena feminista de que arriba hablábamos, que lleva por título La mujer y que están publicados en ed. c. V 283-306; artículos que han provocado la graciosa indignación de COTARELO (o. c. 350-351) expresada en estos términos: «El método demostrativo de la A V E LLANEDA es de lo más inocente que puede concebirse. En tal ciencia, arte, profesión o lo que sea. Fulana y Mengana hicieron esto y lo otro; luego la mujer es más apta que el hombre para todo lo que depende del entendimiento; c o m o si los hombres no hubiesen hecho nada en las mismas y otras materias. Por desgracia, este prurito estúpido de comparar al hombre y la mujer en general ha hecho prosélitos, y no sin fastidio lee uno artículos en revistas o periódicos u oye conferencias en el Ateneo y otros centros más o menos literarios, c o n las mismas sandeces de si Mad. Tal o Cual dicen esto o lo otro; si Safo, si Corina... si la madre de los Gracos, si Juana de Arco, si María Pita... siempre las mismas cosas tomadas de las mismas fuentes... pues hasta libros se han escrito sobre tan necio asunto, para concluir siempre que los hombres son unos brutos y que si no fuera por la mujer andarían aún en cuatro patas.» No he podido localizar el pasaje en que cuenta WORDSWORTH c ó m o «...the Lesbian maid with finest touch of passion swayed her own Aeolian Iute...» Es de las de menos lín, 1793. " · BVRON trata a Safo escritos con buen 26), ironiza sobre

calidad entre las obras de KLEIST SU Sappho. Bin dramatisches Gedicht, Bermuy superficialmente. Dos de los pasajes del Don Juan en que la cita están humor: uno de ellos, en I 42 (The Works of Lord B. Poetry, V I , Londres, 1918 ·, lo p o c o edificante (cf. n. 291) que es el fr. 31

(«I don't think Sappho's Ode a good example, although Longinus tells us there is no h y m n where the Sublime soars forth on wings more ampie»), mientras que en I I 205 (ibid. V I 139) se habla con gracia de «Sappho the sage blue-stocking, in whose grave all those m a y leap w h o rather would be neuter*, y en I I I 107 (ibid. V I 180) hay una imitación de fr. 1 0 4 (cf. n. 72). Las reflexiones que inspira al poeta (Childe Harold's Pilgrimage, I I 39, en ed. c. I I 1922, 125) su paso por la punta meridional de la isla de Léucade son aJgo más profundas: «Dark Sapphol Could not Verse immortal save that breast imbued with such immortal fire? Could she not live w h o life eternal gave?» Y , en cambio, recae en lo convencionalmente banal su famoso canto del Don Juan ( I I I 86, en ed. c. V I 169): «The Isles of Greece, the Isles of Greece! Where burning Sappho loved and sung, etc.» Tampoco es notable la «elegie antique» de LAMARTINE titulada Sapho, tercera de las

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prerrafaclista Rossetti ^ «3; la rica musa colorista del inmortai Carducci"*;

el intimismo de Swinburne en esa turbadora Anactoria que deja

al lector suspenso entre el entusiasmo y la náusea"^; la banalización méditations poétiques (Oeuvres completes de M. A. de L., I , Paris, 1 8 S 0 , 1 9 5 - 2 0 0 ) , q u e es u n a más entre las reiteraciones de un tema tan resobado c o m o es el del Faón ingrato y lejano frente a «Sapho, les yeux en pleurs, errante, échevelée, frappant de vains sanglots la rive désolée, brûlant encore pour lui, lui pardonnant son sort, et dressant lentement les apprêts de sa mort.» E l autor mismo reconoció más tarde la escasa calidad de esta obra primeriza, de la q u e dice que «ce fut m o n baptême poétique» y q u e fué escrita en la época «où j'imitais au lieu de sentir par moi-même» (cf. p p . 3 1 3 - 3 1 4 de G U Y A R D Le rêve grec de Lamartine,

'ETCIOT. 'ETTET. OiX. S x .

IlavETT. ' A 6 . V I I 1 9 5 6 - 1 9 5 7 , 3 0 9 - 3 2 2 ) . A primera vista puede observarse perfectamente q u e a la vaga dulzura del romántico no le cuadra bien esta materia poética. Y cuando falla la inspiración, ocurre lo que a GRU-LPARZER. E S curioso el hecho (cf. PERROTTA o. c. 1 7 - 1 8 y R U E DiGER o. c. 132 por quien cito) de q u e el poeta alemán no parece haber sido gran admirador de Safo ni de las poetisas en general: «ich habe wenigstens (aus den Fragmenten der Sappho lässt sich kein ganzes Urteil fällen) nie an ihren Werken Gefallen finden können». Pero esto no obstó para que escribiera en 1817 su Sappho, desigual obra de juventud compuesta en cuatro semanas e influida por Mme. STAËL (cf. n. 153), cuya Corinne leyó el autor en 1811. E l drama tiene momentos líricos hermosos, pero no carece de ninguno de los requisitos del género melodramático, sobre todo en su final, donde se amontonan una plegaria de Safo a Afrodita imitada del fr. 1 (cf. nn. 84-86), la bendición de la poetisa a Faón y la joven Melitta, gritos, imprecaciones, lloros, desmayos, castos besos y el espectacular suicidio final (cf. RUEDIGER ibid. 126-132).

Las Gesammelte Werke de PLATEN (Stuttgart, 1839) ofrecen una poesía inspirada en Safo (pp. 3 0 - 3 1 ) , una fría traducción (cf. nn. 310-312) del fr. 94 D . (p. 154) y , lo mejor para mi gusto por lo q u e revela de comprensión del espíritu sáfico el no desear para ultratumba sino el misericordioso descanso del alma atormentada, un epigrama (p. 50) dedicado a las dos suicidas Hero und Sappho · «Eros, grausamer Gott, dir sanken sie beide zum Opfer, führe denn du sie hinab in der Persephone R e i c h ; doch an den Busen Leanders geleite die festische Jungfrau, aber z u m lethischen Strom führe die Lesbierin.» L a traducción de CARDUCCI (Poesie di Giosuè C, Bolonia, 1906, 9 3 7 ) no reproduce, a mi entender, toda la sobria y melancólica belleza del original (cf. n. 164). Realmente, VÍCTOR BALAGUER realizó un esfuerzo para documentarse sobre Safo, cuyas obras n o p u d o conocer en el texto griego. E l t o m o I de sus Tragedias (Barcelona, 1891) contiene en sus p p . 2 8 1 - 3 2 0 : una biografía en castellano de la poetisa, de segunda mano, c o n muchos errores; traducción castellana del fr. 1, en prosa, a partir del francés (cf. nn. 84-86); dos versiones también castellanas del fr. 3 1 , e n p r o s a y verso (cf. n. 2 9 Í J ; una traducción en prosa y en nuestra lengua de algunos de los más importantes fragmentos q u e entonces se conocían; el original catalán de su monólogo o soliloquio lírico Saffo, terminado c o n un himno «a Venus»; una traducción castellana del mismo poema, hecha por el propio autor, c o n omisión del himno antedicho; otra traducción castellana de JOSÉ M . » DE R E Í É S , himno inclusive; y unos versos de M A N U E L DB R E I N A dedicados al autor. E n cuanto al soliloquio en sí, puesto en boca de la poetisa cuando v a a morir en Léucade, no carece de bellos efectos, sobre todo al final, en las apasionadas palabras de Safo, que, aunque h o y nos suenen a anticuada retórica, tienen su valor poético: «¡Deesa del E r í x , j o ' m cremo, ' m cremo! Deesa del Eríx, j o no puch viure si no visch d' eli y a b eli. ¡ A v u y m ' abraso, y m ' abraso c o m si entortolligada j o portés á m o n c o s la roja túnica tenyida ab la sanch negra del Centauro! ¡ A y ! j j o m ' encench, m ' encenchi J o ' m cremo v i v a i . . . Si me 1' has de tornar, sálvam, ¡oh V e n u s ! . . . ¡Si no m e '1 tornas pas, m á t a m llavorasl*

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libresca de Carmen Sylva i " ; la fresca, luminosa versión del estetismo de Pascoli y d'Annunzio i " ; el nostálgico idealismo de Rainer Maria Rilke"8; a lo largo de todo un siglo, esa línea claramente decadenO en la graciosa invocación inicial a «... vosaltres las que ami, no sens crim, donas de Lesbos, vosaltres... ...Cydno la blanca, tan blanca c o m la Uet; Athis la rossa, daurada c o m la mei; y tú. Corina, la que mon joi y ma delicia fores.» En cambio, resulta ridicula la concepción de Safo c o m o una pecadora promiscua en

«... amorejant ab tots y ab totas» «la amistansada sensualitat y los desordres báquichs de las lesbianas voluptuosas festas»

que ha encontrado, c o m o una nueva D a m a de las Camelias, su redentor en Faón: «Safio, esmersadora de crims y jois d' amor, prostituida en lo fanch de sos vicis, per tos besos redemptors s' aixecava redimida.» Pero no h a y que culpar demasiado a nuestro dramaturgo. L a figura de Safo tal c o m o había sido transmitida por la leyenda antigua se prestaba insuperablemente al melodrama: nótese la gran cantidad de tragedias sobre el tema que hemos recogido, a las que podrían sumarse tantas otras, c o m o la Saffo del italiano LEOPOLDO MARENGO (1831-1899). Pero el caso es que BALAGUKR hubo de sufrir, por estas razones literarias y otras políticas c o m o su catalanismo, las burlas (pp. 49-53) de A . FERNÁNDEZ MERINO en su libro Estudios de Literatura griega. Safo ante la critica moderna (Barcelona, 1884 »), que aprovecho la ocasión para declarar que es un m u y aceptable trabajo si se tiene en cuenta su fecha: bien documentado, ponderado y lleno de buen sentido en su actitud bastante favorable a Safo. " · Cf. MoNTOLiu en p. 10 de Cuatro etapas en la evolución de la Literatura catalana moderna (Madrid, 1956): «Sólo citaremos a LEOPARDI, c u y a poesía es la máxima expresión del romanticismo escéptico y demoledor de los valores tradicionales de la civilización occidental, pero al cual, sin e m bargo, es forzoso calificar de clásico, de puro clásico, por la corrección impecable de su arte poético y por la serenidad olímpica con que expresa el desengaño sin consuelo de la 'iniinita vanità del tutto', que siente de m o d o constante... y aun podemos añadir el nombre de CARDUCCI, romántico por sus sentimientos y su ideología y clásico por la forma radiante y olímpica de su expresión poética.» ^ " El Ultimo canto di Saffo, una de las más bellas composiciones del sublime poeta de Recanati (I canti, ed. ScHERlLLO, Milán, 1924 », 205-207), fué escrito (ed. c. 371) el 7 de m a y o de 1822, en la época en que el poeta, agotado por varios años de «studio matto e disperatissimo» (carta del 2-III-1818 en ed. c. 372) y atacado por grave neurastenia, pasa por una terrible crisis (cf. mi segundo art. c. en n. 144). Se ha convertido en una verdadera obsesión para él la deformidad fisica, el «aspetto miserabile» que presenta su cuerpo por causa de prematuros achaques. La persona fea (dice en su diario el 21-V1II-1820 c o m o puede verse en ed. c. 378) no tiene derecho ni aun a la verdadera compasión, que por lo regular se ejerce solamente sobre objetos amables; y el asi despreciado por todos tiene en contra de sí hasta a la naturaleza, a la que ama con pasión no correspondida sintiendo el mismo dolor que cuando se contempla a la novia en brazos de otro: «egli sente quasi che il bello e la natura non è fatta per lui, ma per altri» (nota del diario de 5-III-1821, ed. c. 380). N o es raro, pues, que el poeta haya ido a fijarse en la fea Safo (cf. nn. 268-270) para poner en sus labios la queja inmortal: «Bello il tuo manto, o divo cielo, e bella sei tu, rorida terra. Ahi di cotesta infinita beltà parte nessuna alla misera Saffo i numi e 1' empia sorte non fenno...

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tista que baja del triste simbolismo de Baudelaire"* para bifurcarse llegando,de una parte a la melancolía otoñal de la Noailles y de otra, más allá de los instintos oscuros sofocados bajo el jugueteo sonoro de . . . A me non ride r aprico margo, e dall' eterea porta il mattutino albor...» Se explica que, en la desesperación de aquel período de su vida, haya sentido brotar de su propio espíritu, puesto en labios de la poetisa, el lamento que parece un eco del famoso lugar calderoniano: «Qual fallo mai, qual si nefando eccesso macchiommi anzi il natale, onde sì torvo il ciel mi fosse e di fortuna il volto? In che peccai b a m b i n a . . ? » Pero además, la rigidez glacial y feroz intransigencia de la madre, atenta de manera exclusiva a la estricta observancia de sus cultos religiosos, no podía contribuir a hacer más llevaderas las angustias del joven, entre otras cosas porque la condesa, lejos de compadecerse de las miserias materiales del hijo, se complacía en poner de relieve sus defectos físicos incitándole a dcir gracias a Dios por haberle así alejado de las tentaciones de este mundo. H u b o , pues, una época, entre la fuga fracasada y la definitiva marcha a R o m a , en que el poeta anduvo preocupado con la idea del suicidio, c o m o lo demuestran el Bruto minore, compuesto el 20 de diciembre de 1821, y varios fragmentos de cartas y del diario. Uno de ellos, sobre todo (ed. c. 61), sirve de manera excelente para introducirnos en el ambiente emocional del Ultimo canto : es aquel en que el poeta confiesa haber pensado, contemplando indeciso las aguas de un estanque: «S' io mi gittassi qui dentro, immediatamente venuto a galla mi arrampicherei sopra quest' orlo, e sforzatomi d' uscir fuori, dopo aver temuto assai di perdere questa vita, ritornato illeso, proverei qualche istante di contento per essermi salvato e di affetto a questa vita, che ora tanto disprezzo e che allora mi parrebbe più pregevole.» Y añade que tal vez en esta posibilidad — l a del alma renacida a un jubiloso mundo nuevo tras un grave peligro— se base la antigua tradición relativa al salto de Léucade (cf. n. 315). Es decir. LEOPARDI piensa y a en Safo y considera que nadie mejor que la desdichada poetisa puede convertirse en portavoz del propio joven escritor que sueña con adelantarse a la enfermedad, a la vejez y a la sombra de la gélida muerte cantando melancólicamente: «Ecco di tante sperate palme e dilettosi errori, il Tartaro m' avanza; e il prode ingegno han la tenaria D i v a , e l'atra notte, e la silente riva» (cf. n. 164). EDUARD MOERIKE escribió en 1863 un bello diálogo titulado Erinna an Sappho (Gesammelte Schriften, I, Leipzig, 1905, 101-102) en que la predestinada Erina (cf. n. 40) da expresión a sus tristes presentimientos. '·» Nuestra poetisa aparece c o m o protagonista en las óperas Sapho de REICHA (1822), Saffo de PACINI (1840), Sappho de GOUNOD con libreto de AUGIER (1851), Sapho de MASSENET (1897), etc. También los poetas ingleses han acogido el tema sáfico durante el siglo x i x . TENNYSON nos ofrece (cf. n. 291) una paráfrasis del fr. 31 («I watch t h y grace, etc.», en p. 24 de su Eleünore, contenido en p p . 22-24 de The Works of Alfred T., Londres, 1878); alude a la poetisa («in arts of grace Sappho and others vied with any man») en The Princess (pág. 205 de ed. e , que recoge el poema en p p . 193-254); y llama con otro» (cf. nn. 153, 165 y 169) «el poeta» a Safo en una referencia (cf. n. 72) al fr. 104 («Hesper, whom the poet call'd the Bringer home of all good things», en p. 26 de la ed. de Londres, 1886 que lleva c o m o título Locksley Hall Sixty Years After, el del poema recogido en p p . 1-38). MATTHEW A R N O L D también acude a la manida reelaboración del fr. 31 en su no m u y feliz A Modern Sappho (Poems by M. A., I, Londres, 1869, 195-197); y es una verdadera j o y a , preciosamente trabajada, la versión (Poems and Translations, Londres, 1912, 102) de los breves fragmentos (cf. nn. 74-75) numerados c o m o 105 ( a ) y 105 ( c ) que titula D A N T E GABRIEL ROSSETTI One Girl (A Combination from Sappho). A n o t o a última hora una influencia del fr. 104 en T. S. ELIOT («... the violet hour, the evening hour that strives homeward, and brings the sailor home from sea...») en v s . 220-221 de The Waste Land,

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cf. D Í E Z DEL CORRAL O. C. 138 n. 5.

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Banville^'" y la divina armonía de Verlaine^", a Pierre Lotiys^" y sus Chansons de Büüis, con su musicalismo rebuscado y penetrado de ese barato perfume de perversión sexual muy «fin de siècle» que, con retraso como siempre, nos llegó a nosotros después de la primera postguerra. N o puede haber ninguna persona de mediano gusto estético que no conserve grabada en la retina, más que en la mente, aquella escena sin par, todo un cuadro botticcelliano, de la primera (I. Eolia) de las Primavere elleniche de CARDUCCI (ed. c. 638-640): «E un lieve il seguita pe '1 grande Egeo legno, a purpuree vele, canoro: armato règgelo per 1' onde Alceo dal plettro d' oro. Saffo dal candido petto anelante a r aura ambrosia che dal dio vola, dal riso morbido, da 1' ondeggiante crin di viola, in mezzo assidesi...» Así pinta, que no canta, quien en la misma oda se confiesa. «de gli eolii sacri poeti ultimo figlio». También son hermosísimas la 14 de sus Juvenilia (ed. c. 24), con la plástica descripción de Safo enamorada («né mai l e v ò si neri occhi lucenti Saffo i preghi cantando a Citerea, quando nel petto e per le vene ardenti a lei si come nembo amor scendea»), y la 67 de la misma colección (ed. c. 156-159), en que vemos a Safo «errando del lamentoso Egeo lungo la riva» con subsiguiente aparición de Afrodita e inspiración concedida por ésta a «un dolce canto che ripetuto, ahi con un molto ansar del petto e scintillar de gli occhi, de i neri occhi d' amore, e un batter forte de la man su le corde, iscolorava le fanciulle di Lesbo». Estas citas, con lo dicho en n. 157, demuestran (cf. nuestro segundo art. c. en n. lèi) el interés especial que concedió CARDUCCI a la egregia poetisa: es cierto que la imagen de las Primavere tal vez tenga, c o m o dice PERROTTA (O. C. 19), algo de «rappresentazione classicistica, del tutto convenzionale», pero los otros lugares me parecen dejar traslucirse una mayor compenetración del poeta moderno con la verdadera Safo, y a ellos pueden añadirse otros dos en el mismo sentido. Uno es el comentario sobre fr. 94 D . (cf. nn. 310-312) en la Nuova Antologia del 16-VI-I890: « C è tanta passione nel sospiro angoscioso della fanciulla antica»; y el otro, el escolio al canto de LEOPARDI recogido en p. 382 de ed. c. en n. 160, en que. por cierto, y o no hallo, c o m o P E R ROTTA o. c. 28, ningún concepto despectivo hacia el poeta de Recanati, sino una negativa r o tunda sobro la cuestión que trataremos en n. 268 («non fu nè brutta nè infelice c o m e il L E O PARDI r accolse a imagine sua da una tarda tradizione») y el sincero elogio de las innegables calidades del Ultimo canto. Corresponde, verdaderamente, a ALGERNON CHARLES SWINBURNE el honor insigne de haber sido uno de los que mejor han comprendido a nuestra poetisa en los tiempos modernos; y acertadísimo estuvo A. N O Y E S (p. 287 de In Memory of Swinburne, incluido en p p . 286-288 de sus Collected Poems, I I , Edimburgo. 1910) al llamarle «brother of Sappho». Y a es significativo que en The Living Age (tomamos la cita de PERROTTA O. C. 19-20) haya proclamado a la lesbia no sólo c o m o la mayor poetisa que el mundo ha conocido (lo cual, apunta graciosamente el filólogo italiano, «è il banale riconoscimento di tutti i filistei»), sino, más valerosamente, c o m o «the greatest poet who ever was at ali»; importante es también que se haya inspirado muchas veces en ella (p. e j . , en

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Por cierto, que Wilamowitz, el grave filólogo honestamente encuadrado en el ambiente severo y sobrio de la Alemania del Kaiser, se escandalizó tanto ante la aparición del libro de Pierre Louys que le dedicó los bellos Sapphics de The Poems of A. Ch. S., I , Londres, 1 9 0 5 , 2 0 4 - 2 0 7 ) ; pero el documento estremecedoramente sensacional de esta veneración del inglés por Safo es su Anactoria, poema que ocupa las p p . 5 7 - 6 6 de ed. c. Allí encontramos, trenzada con retazos parafrásticos de fragmentos sáficos (y ésta es quizá la parte más débil de la composición, c o m o cuando la aparición de la diosa es descrita con las mismas palabras poco más o menos que en el fr. 1 tratado en nn. 84-86), toda la gama de las más cálidas e intensas —dolorosamente intensas— notas de la pasión a m o rosa. El monólogo dirigido por Safo a Anactoria es, a mi parecer, uno de los más hermosos cantos amorosos que jamás se han escrito: no hay una sola palabra que no esté desgarradoramente v i v a en esta especie de trágica cantata por la que discurren desordenadamente los más diversos sentimientos de un alma ciega de amor que apenas sabe qué quiere ni adónde va: impotente amargura en los versos iniciales {«my life is bitter with thy love...»); un arrebato (no se olvide que SWINBURNE era lector atento del marqués) de tenebroso sadismo («I would m y love could kill thee; I am satiated with seeing thee live, and fain would have thee dead... I would find grievous ways to have thee slain, intense device, and superflux of pain...») que viene a desembocar, menos intranquilizadoramente, en una especie de platónico deseo de fusión con el ser amado ( « . . . O that I durst crush thee out of life with love, and die, die of t h y pain and m y delight, and be mixed with t h y blood and molten into thee»); hastío profundo («I am weary of all t h y words and soft strange ways») y vértigo sublime («Yea, all thy beauty sickens me with love»); la pasión frenética de aquellos impresionantes versos que empiezan con «Ah that m y lips were tuneless lips...» y ese patético grito de dolor casi físico («Ah, ah, t h y beauty! Like a beast it bites...»; rebeldía contra las potencias sobrenaturales, con el « W h y hath he made us?» que es reto y lamento a la vez; y en los últimos versos, nada más y a que el ronco estertor del espíritu derrotado que ha encontrado al fin su camino hacia la negra nada del reposo final: «...till supreme sleep shall bring me bloodless ease; till time w a x faint in all his periods; till fate undo the bondage of the gods, and lay, t o slake and satiate me all through, lotus and Lethe on m y lips like dew, and shed around and over and under me thick darkness and the insuperable sea». Se dirá, naturalmente, que hay mucho que no tiene nada que ver con la Safo auténtica en esta especie de disección espiritual maravillosamente hecha, y ello es m u y cierto, pero, si se prescinde de la anacrónica presencia de elementos «modernos», lo que resta responde m u y bien al complejo anímico de la poetisa a que al final habré de referirme. Otra cuestión es la de la «tolerabilidad» de estas páginas para un lector moderno: evidentemente, la Anactoria es plato para estómagos fuertes. FRACCAROLI / lirici greci (Poesia melica), Turin, 1 9 1 3 , 1 9 6 - 1 9 8 llama la atención (cf. n. 1 de p. 5 2 de NENCIONI Per la critica di Saffo, en Athenaeum X X 1 9 4 2 , 4 1 - 6 1 ) sobre el hecho de que, a su parecer, «amore doloroso è quello che rappresenta lo Swinburne, e come tale p u ò avere anche in noi grandissimo riflesso; ma è insieme amore mostruoso, e perciò non p u ò comunicare se non con chi sia affetto da uguale perversione...» Y en p. 1 9 9 anota que con los versos de la propia Safo no ocurre lo mismo: «1' amore di Saffo è un amore che si riflette in ogni amore». NENCIONI lo interpreta en el sentido de que los poemas de Safo se han liberado «da ogni elemento biografico e torbidamente contingente» en una especie de «catarsi della oggettivazione artistica», pero la cuestión, al menos para mi, es distinta: lo que salva al lector de Safo del turbado rubor y aun del asco que indudablemente acechan a quien lea a SWINBURNE es el sentimiento de que en éste, aunque la arrebatadora belleza del texto nos lo oculte a veces, la pasión es algo biográficamente imposible y , por tanto, ficticio, privado, en último término, de la alta calidad emocional que da al más banal fragmento de Safo su carácter de sincero documento humano.

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una reseña llena de indignación en una revista científica de Gotinga"*: reseña que forma parte de su libro Sappho und Simonides publicado años más tarde"*. Y tanto en la reseña como en el libro podemos leer La más vulgar y ajad ; melancolía postromántica se desprende de las páginas de Sappho

(Leipzig,

1 8 8 0 ) , novela en verso de CARMEN SYLVA que ha calificado bien R U E D I G E R (O. C. 1 3 8 - 1 3 9 ) de

«Verkitschung Sapphos». Un bonito Epitalamio lesbia c o n imitación del ir. 105 (Poesie di Giovanni P., Verona, 1 9 5 1 *, 1 2 5 1 1 2 5 2 ) y dos buenas traducciones (ed. c. 1 4 3 5 - 1 4 3 7 ) en sáficos (cf. nn. 84-86 y 291) de los frs. 1 y 31 (de las q u e es mejor quizá la primera) hablan y a claro de la influencia sáfica en el poeta humanista PASCOLI, que también en otros lugares (cf. PERROTTA O. C. 2 1 ) emite inteligentes apreciaciones sobre la poetisa. Pero especialmente nos incumbe aquí señalar el espléndido canto Solón, primero de los Poemi conviviali (ed. c. 6 2 1 - 6 2 4 ) , inspirado p o r la anécdota narrada en Estobeo I I I 2 9 , 5 8 (ed. H E N S E , I I I , Berlín, 1 8 9 4 , 6 3 8 , 1 0 - 6 3 9 , 4 ) , en que al filósofo se le presenta una mujer de Éreso para entonar d o s canciones en metro sáfico al son de la «risonante pèctide». L a primera es un triste poema del amor «bello, m a bello c o m e sole che muore»; la segunda, con briosos trémolos de la lira, se adentra en el tema de la inmortalidad del poeta («muore la virtù dell' eroe c h e il cocchio spinge urlando tra le nemiche schiere; muore il seno, si, di R h o d ò p i , 1' occhio del timoniere; m a non muore il canto che tra il tintinno della pèctide apre il candor dell' ale») para terminar gloriosa, pero mansamente, m u y a la dulce manera pascoliana: «E c h i voglia m e rivedere, tocchi queste corde, canti u n m i o canto: in quella, tutta rose rimireranno gli occhi Saffo la bella» (cf. nuestros arts. El mundo clásico de Giovanni Pascoli, en Arbor X X X I V 1 9 5 6 , 1 6 1 - 1 8 1 , y el segundo c . en n. 144). El canto es tan bello que GABRIELE D ' A N N U N Z I O , cuando ha querido terminar su Alcyone (Laudi, Verona, 1 9 4 0 , 8 3 8 - 8 4 1 ) c o n una "maravillosa caracterización de PASCOLI, lo ha elegido c o m o el más significativo de «r ultimo figlio di Vergilio, prole divina, quei c h e intende i linguaggi degli alati, strida di falchi, pianti di colombe, eh' eguale offre il cor candido ai rinati fiori e alle t o m b e , quei che fiso guatare o s ò nel cèsio occhio e nel nero 1' aquila di Pella e udi nova cantar sul vento efèsio Saffo la bella». No, t a m p o c o D ' A N N U N Z I O , último de una serie de grandes poetas, ha permanecido insensible al lánguido y tal vez un poco morboso encanto de la Safo tradicional; y así, en fugaz, pero vivida pincelada, canta un trozo delicioso de su Maia (ed. c. 7 0 ) : «o grappoli sparsi in su l'aie quadrate per cuocersi al sole, densi e violacei c o m e il crine sul collo di Saffo!» RAINER MARIA RILKE dedica a la poetisa (cf. nn. 17 y 293) unas bellas páginas de Die Aufzeichnungen (ed. c. I I 2 0 1 - 2 0 4 ) : Safo es «die kleine, ins Unendliche hinaus gespannte Gestalt», la amante q u e «auf der Höhe ihres Handelns nicht u m einen klagte, der ihre Umarmung offen liess, sondern u m den nicht mehr Möglichen, der ihrer Liebe gewachsen war»; porque ella sabia

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el más enérgico y apasionado alegato en favor de la poetisa, calumniada y mancillada, a juicio de Wilamowitz, por una crítica miope y sumida en torpe afán de obscenidad. En lo cual había tenido ya sus predecesoque «mit der Vereinigung nichts gemeint sein kann als ein Zuwachs an Einsamkeit», y así, «im Dunkel der Umarmungen nicht nach Stillung grub, sondern nach Sehnsucht» ( p p . 1 4 4 - 1 4 5 de tr. c ) . H e aquí una Safo desligada y a de toda materia y proyectada hacia un más allá inalcanzable (cf. n. 84). Y así también viene a presentarse en varias Neue Gedichte rilkianas (Leipzig, 1 9 3 5 ) , que son Sappho anAlkaîos (pp. 1 2 - 1 3 ) , paráfrasis del fr. 137 (cf. n. 288); Sappho anEranna (p. 1 1 ) y , sobre t o d o , el estremecedor t e x t o de Eranna an Sappho ( p . 1 0 ) : «Unruh will ich über dich bringen, schwingen will ich dich, umrankter Stab. W i e das Sterben will ich dich durchdringen und dich weitergeben wie das Grab an das Alles: allen diesen Dingen.» " · E l poema Lesbos de BAUDELAIRE ( Oeuvres posthumes, París, 1 9 0 8 2 5 - 2 7 ) contiene una curiosa el considerar a Lesbos c o m o amalgama de aciertos y errores. Es equivocado (cf. nn. 231-234) la «mère des jeux latins et des voluptés grecques», c o m o la isla donde «les Phrynés l'une l'autre s'attirent», es decir, c o m o el paraíso del vicio q u e , convertido en tópico, ha venido rodando a través de una larga escuela de decadentistas franceses con gran escándalo de los sabios alemanes, c o m o A L Y («erst dem 1 6 . Jhdt. blieb es vorbehalten, dem Namen Sappho den Klang zu geben, den er i m Französischen hat und wohl leider behalten wird» en o. c. 2 3 7 7 ) y WILAMOWITZ, que prevé pesimistamente (o. c. 1 7 ) que «man kann kaum erwarten, dass 'Safó' (sic) und 'Lesbos' im Französischen den obscönen Nebensinn verlieren könnte». Esto llega hasta tal punto q u e , cuando ALPHONSE D A U D E T necesita un nombre «evocador» para una cortesana enfangada en el pervertido ambiente del París vicioso, llama Sapho a la novela (de la que hemos leído que v a a hacerse una película cinematográfica, suponemos que horrenda) y emplea para su protagonista «ce m o t de Sapho qui à force de rouler les siècles s'est encrassé de légendes immondes sur sa grâce première, et d ' u n nom de déesse est devenu l'étiquette d'une maladie» (p. 6 7 de la ed. de Paris, 1 8 8 4 ) . Pero, volviendo a BAUDELAIRE, es un medio acierto el haber entrevisto el destino trágico del amor sáfico, con su contrapartida de dolor que hace perdonable en cierto m o d o el extravío. E s anacrónica explosión de «satanismo» el hablar de un amor que está más allá de las leyes de lo justo y de l o injusto y que, por tanto, ninguno de los dioses está autorizado a condenar. Resulta m u y bella la muda centinela del poeta en la roca de Léucade «pour savoir si la mer est indulgente et bonne, et parmi les sanglots dont le r o c retentit, un soir ramènera vers Lesbos, qui pardonne, le cadavre adoré de Sapho...» Es de Y, de

u n a novedad q u e los antiguos no habrían aprobado jamás el considerar la patética muerte Safo c o m o un castigo por haberse dado a Faón «insultant le rite et le cuite inventé» (cf. n. 171). en fin, resulta bien por casualidad, aunque el autor se atenga a la más turbia interpretación Horacio (cf. nn. 247-248), la descripción de «la mâle Sapho, 1' amante et le poète, plus belle que Vénus par ses mornes pâleurs».

E l tema de Safo parece haber obsesionado a BAUDELAIRE: en Oeuvres complètes de Ch. B. Juvenilia. Oeuvres posthumes. Reliquiae, 1, Paris, 1 9 3 9 , 1 9 - 2 0 , hay fragmentos de una tragedia Sapho, al parecer escrita en 1 8 4 5 y en colaboración c o n BANVILLE, DUPONT y ViTU, que, aunque haya habido en ello alguna confusión, no tenía nada que ver c o n el drama Sapho de A R S È N E H O U S SAYE publicado ( 1 8 5 0 ) en una revista. Sobre la CONDESA D E NOAILLES, cf. n.

312.

" · BANVILLE (Choix de poésies, París, 1 9 1 2 , 1 3 4 - 1 3 8 ) nos presenta (con dedicatoria, por cierto, a P H I LO X È N E B U Y E R , autor de un drama en verso titulado Sapho y escrito en 1 8 5 0 ) un bellísimo poema en Erinna; bellísimo, sí, pero nada más. Aquel insuperable versificador, maestro en el arte de embelesar con los brillantes colores, c o m o fuegos artificiales, de sus rimas perfectas, hace dirigir a Erina, «en qui revit... le grand coeur de Sappho», una especie de alocución o arenga a las poetisas de Lesbos. Pero cuando volvemos a la realidad desde la hermosa cascada de sonoras frases, resulta que tras ellas no había nada más que una oscura y mal trabada serie de conceptos p o c o inteligibles. Pero BANVILLE no nos engaña: «le rhythme est tout», dice Erina, y tiene razón desde el punto de vista de este poeta para quien todo lo es la forma y nada el c o n -

46

S A F O

res: Federico Gottlieb W e l c k e r " ^ a quien con toda intención dedica Wilamowitz el libro, y mucho antes, la casta, ingenua y algo pedante Mme. Dacier^'*, que había proclamado entusiásticamente, en un arretenido, o t r a s alusiones a Safo tienen menos importancia, c o m o el «grande Sappho, ma soeur» (cf. n. 165)

de p. 7 de Les Cariatides

(Poésies

compièies. Les Cariatides,

etc., Paris, 1879, 6-8)

o el «grande Sappho, reine de Mitylène» de p . 20 de La voie lactée (ibid. 12-43). Cf. n. L a Sapho de VERLAINE (Oeuvres

complètes,

169.

I I , Paris, 1900, 225) es poema francamente flojo. L a

bien conocida descripción inicial («Furieuse, les yeux caves et les seins roides, Sapho, que la langueur de son désir irrite, c o m m e une louve court le long des grèves froides...») resulta, si se prescinde de las crudezas de expresión, casi lamartiniana y contiene más retórica de la que para los demás quería aquel que exhortaba a retorcer el cuello a la elocuencia. El tema general del canto («la pâle Selène qui venge les Amies» ante una Safo «oublieuse du Rite») y a estaba en BAUDELAIRE (cf. n. 169). Y , en fin, ha sido un desacierto la situación de la obra en la colección verlainiana, donde cierra, en el libro Parallèlement, una serie de cinco poesías do alcoba horriblemente obscenas, es cierto, pero más sinceras, desde el punto de vista del «pauvre Lélian», que estos versos mal encajados en un lugar que no les corresponde. Les chansons de Bilitis traduites du grec pour la première fois, Paris, 1895, cuya dedicatoria presenta cínicamente el libro («ce petit livre d' amour») c o m o «dédié respectueusement aux jeunes filles de la société future». Bilitis — d i c e — era una panfilia que vivía en Mitilene y fué discipula de Safo. Los cantos de Bilitis fueron encontrados grabados en la t u m b a de la panfilia descubierta por un supuesto filólogo o arqueólogo alemán M . G . Heim. L a primera parte del libro se refiero a Panfilia; la segunda (con aparición de una «Psappha» viril y dominante), a Mitilene; la tercera, a Chipre. En cuanto a España, tenemos un perfecto espécimen de este tipo de literatura francamente pornográfica en Safo inmortal. En plena naturaleza, novelucha de MIGUEL RIVAS (Barcelona, 1930), cuya protagonista es una «nieta de Safo, de esa inmortal diablesa que al través de los siglos aun deja y dejará eternamente sentir el influjo de su funesta perversidad» (p. 247), y que nos hace reir a carcajadas cuando leemos una especie de disquisición seudohistórica (pp. 131132) en que se habla de Safo, y de Faón, y de una discipula de aquélla llamada (sic) «Rodopisa» (I). H a y otra novela que sospechamos que es del mismo tipo, Nora o la bella Safo, de FABRICIO DEL DONGO (Barcelona, 1906), pero no hemos podido llegar a localizarla. L a novela de A L E X A N D E R KRISLOV NO Man Sings, traducida al francés (París, 1956) con el título Sapho, poète de Lesbos, trata los hechos con alguna mayor delicadeza, pero resulta también del género ridículo. Reseña publicada en Gott. Gel. Anz. 1896, 623 y ss. 1'* WILAMOWITZ O. C. 63-78. L a reseña merece ser leída, no sólo por lo mucho que en ella puede aprenderse sobre Safo y el amor lesbio en general, sino también por la luz que arroja sobre el carácter serio, honesto, caballeroso de este filólogo que se atreve a «herzhaft in den K o t zu fassen» cuando se trata «um die Reinheit einer grossen Frau» (p. 63) y que protesta encolerizado (p. 73) con frases ante las que sonríe PAGE (O. c. 146 n. 1): «Und nun Sappho! Eine vornehme Frau, Gattin und Mutter, die in ihrer Frauenwürde dem Bruder ein unpassendes Verhältnis zu einer Dirne verweist (cf. nn. 259-264), die in ihrer Dichterwürde den ungebildeten Reichtum direct angreift (cf. n. 104)...» Y algo parecido dice el mismo WILAMOWITZ en p. 41 de las dedicadas a Safo (40-43) en Die griechische Literatur des Altertums (Die Kultur der Gegenwart. Die griechische und lateinische Literatur und Sprache, Leipzig, 1 9 1 2 ' , 3-318): «Die Frau... ihr reines Haupt erhebt, so hoch und so rein, dass die menschliche Gemeinheit nicht müde wird, mit ihrem Schmutze danach zu werfen. Wir sind es gewohnt, dass die Menschen verhöhnen, was sie nicht verstehen». Pero, a pesar de todo, resulta un p o c o exagerado pensar que el gran filólogo se ha dejado llevar por su pasión, c o m o BICKEL (en p. 202 de Catulls Werbegedicht an Clodia und Sapphos Phaonhlage im Hochzeitslied an Agaiiis, en Rhein. Mus. L X X X I X 1940. 194-215) y PAGE (lib. c. 32 n. 2) insinúan, hasta el punto de omitir deliberadamente de su versión del fr. 31 (cf. n. 291) la traducción de v. 13 (xàS H ¡i' iSp . SCHADEWALDT (en p. 5 0 5 de Sappho: *An die Tochter Klets», en Studies Presented to David Μ. Ro­ binson, I I , S. Luis, 1 9 5 3 , 4 9 9 ­ 5 0 6 ) sugiere que Ciéis puede haber pedido el atavío c o n ocasión de su b o d a (cf. también nn. 29, 40, 116, 128, 279­280 y 284). Cf. n. 264. " > Cf. n. 191. Suda ed. c. I V 3 2 3 4 ­ 5 : Ιγαμήθη 8έ άνδρΙ KepMXcf πλουσιωτα'τφ, όρμωμένφ άπο "Av8pou (otros leen Κερκώλι^ o Κερκόλ' Fr. 1 6 , 21­22: ].μεν oò δυνατόν γενέσθαι ] . ν ά ν θ ρ ω π [ . . ( . ) π]εδέχην δ ' αρασθαι.

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nunca el inaccesible cielo es lo que, por suerte para nuestra poetisa, le trajo el equilibrio espiritual que sus años mozos no habían sabido darle »05. Pero por esta paz del alma hubo seguramente de pagar Safo un elevado precio: el de la soledad. Porque las mujeres, las dulces y fieles compañeras de su juventud, la habían ido dejando sucesivamente sin que ella, por su parte, las buscara tampoco con demasiado afán*"'; y es que tal vez no sea todo insincera hipérbole ni lugar común en la afirmación, que hallamos en un fragmento, de que la mujer, como dice Hesíodo, es una nociva plaga enviada por los dioses a la Humanidad Y en cuanto a los hombres, aun en la edad madura hubieron de ser causa de gran tristeza para ella cuando, con lenguaje dolorosamente circunspecto, se vio obligada a rechazar la propuesta de matrimonio de algún joven atolondrado y falto del tacto más elemental. ¡A Safo, la poetisa, la fina catadora de amores juveniles, la que pudo elegir entre lo más florido y selecto de las costas del E geo, venirle con tardías ofer­ tas movidas quizá por una lástima que ella jamás solicitó! » " Fr. 52: ψαύην S' ou δοκίμωμ' ορα'νω f δυσπαχέα f­ T h e a n d e r (o. c. en n. 121) preferiría unirlo a fr. 147 c o m o una modesta atenuación de la jactancia que pueda haber en éste. E n fr. 63, 5­6 puede que deba leerse otra afirmación de humildad: ϊλπις 8é μ' Ιχει μή πεδέχϊΐ[ν μηδέν μακοίρων Ιλ[ Cf. η. 191. S c h a d e w a l d t art. c. (en η. 21) 371 η. 1 cita también, con lo mencionado por mí en nn. 301­304, los frs. 2¡6, 9­10 (en que se habla de «estar dispuesta a sufrir» después de aludir a la ingratitud de alguien, cf. n. 134), 58 (cf. n. 299) y 95, 10 («ein W o r t der Selbstbescheidung neben dem Todeswunsch»; cf. n. 95). Aquí vendría bien la interpretación tradicional (cf. nn. 259­264) de v s . 7­8 de fr. 5 («möge uns niemand mehr íeind werden», traduce, rechazando la hipótesis, S c h u b a r t en ρ . 303 de Bemer­ kungen zu Sappho, en Hermes L X X I I I 1938, 297­306), si no fuera porque, realmente, parece un pensamiento demasiado cristiano y que no encaja con el contexto precedente: cf. también P a g e o. c. (en n. 15) 47. E n cambio, el fr. 158 (cf. n. 191) sí parece ser testimonio de un aquie­ tamiento de las pasiones. Por el carácter ridículo de la hipótesis hay que rechazar la idea de W e i g a l l (o. c. 329­330), que, siguiendo a E d m o n d s (o. c. 214­215), ve en el fr. 24 ( a ) una especie de adiós de la poetisa a sus «heteras», licenciadas a raíz de la grave enfermedad (?) de que serían testimonio el fr. 150 (cf. nn. 43, 190, 201, 279, 283 y 300) y otros textos caprichosamente arreglados por el propio E d m o n d s con conjeturas sui generis. 308 ρ,­ 2 0 7 , en Serv. ad Virg. Egl. V I 42. Una censura del sexo femenino habría también en f r. 16, 13­14 si tuviera garantías la incierta conjetura de T h e a n d e r o. c. (en n. 40) 71: θύμος εδκ]αμπτον γάρ [εφυ γυναικός, τ δ ς Έ]ρο.ς κούφως τ[ρέπεται ν]όησ[ι]ν. Fr. 121 (cf. η. 153). E xiste cierta tendencia a considerar este fragmento m u y conocido (άλλ' Ιων φίλος αμμι λέχ'ος άρνυσο νεώτερον ού γαρ τλα'σομ' εγω συνοί­ κην εοισα γεραιτέρα) c o m o correspondiente a un epitalamio; asi W i l a m o w i t z o. c. (en η. 13) 41 η. 3, S c h a d e w a l d t lib. c. 44 (cf. n. 211), L a v a g n i n i (pp. 139­140 de o. c. en n. 127), etc. W i l a m o w i t z sugería

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Parecía, pues, una sarcàstica burla del destino aquella especie de inoportuno y grotesco homenaje ofrecido demasiado tarde por los hom­ bres que antaño la habían excluido rudamente de los sanos y joviales campos del amor normal. Y, si dejamos correr la imaginación en grado algo mayor que de costumbre, podemos suponer que fué en aquella noche de insomnio, la noche llena de recuerdos removidos torpemente en un alma que aspiraba a olvidar, cuando escribió aquellos versos inmortales que hoy le niegan los críticos, pero que cuesta trabajo creer que no sean de ella: «La luna se ha puesto y se han puesto también las Pléyades; es media noche ya; el tiempo se está pasando; y yo duermo sola...» además que el fr. debía ser unido al 125 y al tan conocido άι παρθένος Ισσομαι que era en DIE HL el fr. 102 (o. c. 6 4 ) ; pero LOBE L­PAGE presentan el primero en forma ilegible (o. c. 9 1 ) y adscri­ ben a A l c e o , c o m o v . 5 del fr. 3 0 4 , el segundo (o. c. 2 3 7 ) . L E S K Y (O. C. 1 3 6 ) cree que el fragmento no es autobiográfico, sino perteneciente a una poesía convencional. Cf. n. 285. N o acabaríamos nunca si empezásemos a recoger cuanto se ha escrito sobre el famosísimo fr. 94 D . : δέδυκε μέν ά σελανΜα καΐ Πληίαδες. μέσαι 8έ νύκτες, παρά 8' Ιρχετ' ώρα· Ιγω δέ μόνα κατεύδω. ΕΙ canto ha sido justamente ensalzado por todos los que han sabido ver en él un maravilloso contraste, expresado con las más sencillas y exactas palabras, entre el personal desamparo y aflicción del alma y la sublime indiferencia y grandiosidad (cf. n. 130) del «contorno cósmico», c o m o ha dicho m u y bien ORTE GA Y GASSE T (p. 4 3 4 de o. c.) con relación al fragmento: cf. t a m ­ bién PE RROTTA­GE NTILI («la bellezza di questi quattro versi è nella nuda semplicità dell' espres­ sione... e nel contrasto potente tra il divino silenzio della notte e la sofferenza d' un cuore che si strugge nella lunga e vana attesa» en p. 1 4 5 de o. c.) y BE RNE RT Alkman frg. 58 (Diehl), en Philologus X C I V 1 9 4 0 , 2 2 9 ­ 2 3 1 , que aduce este texto sáfico y el fr. 6 D . de Ibico c o m o indicios de que también la famosa descripción alemánica (fr. 4 9 Garz.) de los campos y montes dormidos apuntaba a poner en paralelo la calma de la Naturaleza con «die eigene innere Ruhe». Nuestro trozo plantea un grave problema de autenticidad (cf. las vacilaciones de L E S K Y O. C , que niega en p. 1 3 6 y duda en p . 1 0 1 ) : el hecho de que Hefestión, al transmitir el t e x t o en Enquir. X I 5 , no lo dé c o m o de Safo, es y a un argumento fuerte para los escépticos, c u y a tesis han venido a reforzar la circunstancia (cf. L O B E L , que en p . 7 2 de o. c. en n. 127 da el fr. c o m o 6 incerti auctoris, y PAGE en n. 4 de p. 1 2 8 de o. c. en n. 15) de que el dialecto no parece eòlico y la consideración, anotada principalmente por LAVAGNINI (pp. 1 6 9 y 1 8 4 ­ 1 8 9 de lib. c. en n. 123 y p p . 1 4 0 ­ 1 4 2 de o. c. en n. 127), de que resulta insólita «la... crudezza realistica del sentimento istintivo ed elementare, di cui non ricorre altro esempio in Saffo (per cui la realtà si attenua e si trasfigura in una magica luce di sogno)», frente a lo cual habla K A L I N K A (Ο. C. 1 3 0 0 ) de «die zwei entziickenden, echt sapphische Innigkeit, Naturschwarmerei und Schwermut atmenden Verse». T o d o esto ha hecho pensar a algunos, comenzando (ρ. 7 5 η. 1 de o. c. en n. 13) por W I L A ­ MOWITZ (a quien esta vez creo que es injusto acusar por ello de «pruderie» c o m o ha hecho P E R ­ ROTTA o. c. 6 2 ) , que podría tratarse (cf. A L Y o. c. 2 3 7 0 ) de un canto popular lesbio anónimo (así especialmente LAVAGNINI OO. c e ) , tesis que tendría en su a p o y o (cf. T R E U en p. 2 1 1 de ed. c. y p p . 2 0 8 ­ 2 0 9 de o. c. en n. 2 6 j el argumento de que en Safo seria una rareza un pbema de sola­ mente cuatro versos. Así, L O B E L ­ P A G E , por ejemplo, eliminan de o. c. este texto, lo cual parece ex­ cesivo a GALLAVOTTI en la res. de La par. del pass. X 1 9 5 5 , 1 5 5 ­ 1 5 6 . N o han faltado, sin embargo, defensores, de los que el más valeroso ha sido en los últimos tiempos PE RROTTA (O. C. 6 2 nn. 2 ­ 3 y

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«El tiempo se está pasando», es decir, «la juventud, el momento que pudo haber traído la más intensa felicidad, huye para siempre» *^^; y así, en la estrellada noche serena, Safo llora su vida estéril, su amor frustrado, su inquieto deseo insatisfecho...*^* 63; cf. también P e r r o t t a ­ G e k t i l i o. c . 144­146): los alegatos de éste convencen en cuanto a la omisión del nombre de Safo en Hefestión (como de la poetisa conocían el trozo los imitadores de que v o y a hablar y sobre t o d o Ovidio) y en cnanto a que conocemos demasiado p o c o de Safo (cf., p. e j . , nn. 211­222) para juzgar de si la crudeza es o no excesiva, aspecto en el cual se equivocó de plano (en lo que llama G e f f c k e n o. c. I A n m . 90 n. 116 «ganz unglückliche E xperiment») L u ñ á k (De Sapphus fragm. 52 commentariolum, en Wien. Stud. X L 1918, 97­101) con su «moralización» radical del trozo mediante la lectura μόνα oú κατεύδω y la traducción ego... sola deserta non dormio en p. 99. Por lo que toca al enjuiciamiento general, ya R o m a g n o l i (negando, por cierto, a κατεύδω el valor de «duermo» en n. 1 de p. 200) habia puesto reparos al pretendido «tòno p o p o ­ laresco» del fr. en o. c. 267­268; pero, en cambio, los argumentos lingüísticos de P e r r o t t a resul­ tan flojos, y creo que él mismo se da cuenta de ello. Ahora bien, en lo que no estoy y a de acuerdo es en que, admitido el fragmento c o m o sáfico, pueda haber en él otra cosa que una sincera mani­ festación personalisima: en ese sentido v o y con la Srta. M a s s a P o s i t a n o (o. c. 173) y no c o n MuENSCHER (p. 29 n. 4 de Metrische Beiträge, en Hermes L I V 1919, 1­45). E l fragmento fué célebre desde la Antigüedad (cfi M a r t i n a z z o l i o. c. 235 n. 60): prescindiendo de ecos dudosos c o m o el de Aristóf. Asambl. 911­913 (at'at τί ποτε πείσομαι; ουχ ήχ.εί μουταϊρος· μόνη δ ' αυτού λείπομ'), tenemos imitaciones de Asclepíades en Ant. Pal. V 150 (ώμολόγησ' ήξειν εις νύκτα μοι 1J 'πιβόητος Νικά) ... κουχ ήκει, φυλακή δε παροίχεται), Teócr. X X 45 (μώνα δ' άνά νύκτα καθεύδοι en una maldición) y las palabras de Aquiles, dis­ frazado de mujer, en Β ion I I 27­30 (άλλαι μέν κνώσσουσι συν άλλήλαισιν άδελφαί, αύταρ εγώ μούνα, μούνα 8έ σύ, νύμφα, καθεύδεις. αί δύο παρΘενικαΙ συνομοίλικες, αί δύο καλαί, άλλά μόναι κατά λέκτρα καθεύδομες) y una alusión en la y a citada Heroida X V de Ovidio (vs. 155­156): Sappho desertas cantal media cetera nocte sileni.

amores...

Y aun ha sido más alabado, traducido e imitado el pasaje en los tiempos modernos (cf., p. e j . , nn. 144. 157. 164 y 322). " 1 E l verso tercero ha creado un problema en que, creo y o , todos tienen un p o c o de razón. E s evidente que, c o m o dice L a v a g n i n i (pp. 187­189 de lib. c. en u. 123 y 141­142 de o. c. en n. 127), ώρα no puede tener nuestro sentido astronómico moderno, y se equivoca Asclepíades (1. c.) al emplear el φυλακή alusivo a la división de la noche en turnos de guardia; y en cuanto a la otra objeción del filólogo, no veo qué puede oponerse a παρέρχεται, que reproduce mejor que el «perfecto» παροίχεται la angustia de un instante no transcurrido aún, pero que está a punto de transcurrir (no es necesario, por tanto, acudir a la rara interpretación de M a a s , que en p. 142 de la o. c. en n. 127 de L a v a g n i n i sugiere, apoyándose en una acepción del Etymologicum Magnum para ώρα, «está pasando la ronda nocturna, lo cual quiere decir que y a es tarde»). Para mí, ώρα tiene el sentido vago de «momento oportuno para una cosa» y debe ser traducido indeterminada­ mente por «tiempo» (cf. P e r r o t t a o. c. 62 u. 2 y Srta. M a s s a P o s i t a n o o. c. 172­173 con P e r ­ r o t t a ­ G e n t i l i o. c. 145). E l pasaje, c o m o casi siempre toda poesía que signifique algo, tiene una doble interpretación: por una parte (coincido con L o n g o Aristofane e un' interpretazione di Saffa, en Maia V I 1953, 220­223, que aduce certeramente el τί π ο θ ' άνδρες ουχ ήκουσιν; ώρα δ ' ήν ππλαι de Aristóf. Asambl. 877) «se está pasando el momento de la noche (en que el amante debía haber venido)», con lo cual van bien las determinaciones estelares, etc., y por otra, calando más hondo en el acongojado mundo psíquico de Safo, «se está pasando el momento (de la vida) más oportuno (para el amor)» (cf. M a r t i n a z z o l i o. c. 235 n. 60 con su paralelo de Hesíodo Trab. 409 donde la e d . de M a z o n traduce «Saison»), esto es, en definitiva, el flos aetatis

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Y aquí me uno, para terminar, a figura tan insigne como es la del más grande de los filólogos, Ulrico von Wilamowitz­Moellendorff, que, si erró por exceso de pasión en alguna cuestión relacionada con nuestra poetisa, puede apuntarse, en cambio, un grandísimo acierto *" en la ínter­ defendido por L a v a g n i n i con aducción del Eíym. Magn. ωρα· σημαίνει τήν μορφήν καΐ το κάλλος. De este modo, el fr. encaja perfectamente en el complejo anímico de aquella «mujer 'rebelde al o t o ñ o ' , para quien ha pasado la hora incendiada del amor» de que habló O r t e g a o. c. 4 3 5 . =1" E s extraño que L a v a g n i n i , no creyendo (cf. η. 310) en la autenticidad sáfica del fr. 9 4 D . , haya escogido (en p p . 1 8 4 ­ 1 8 9 del lib. c. en n. 123, nota reproducida en p p . 1 5 ­ 2 0 del lib. c. en n. 104) una poesía de la condesa A n a d e N o a i l l e s , q­ue reproduce íntegra (Parfums dans l'ombre, en p p . 3 3 8 ­ 3 4 0 de la ed. 1 4 » de Les éblauissements, libro publicado por primera vez en París, 1 9 0 7 ) para poner en contraste la «semplicità» del «grido, primitivo ed elementare, dell' amore deluso e dell' attesa vana» q u e h a y en dicho fr. c o n la «sinfonia lirica... ricca di note secondarie e di determinazioni accessorie» y llena áe «coKiplessa analisi interiore» q u e aparece ante nosotros en la o b r a de la poetisa moderna. L a condesa, ante el inútil prodigai'se de las flores olcJrosas en la n o c h e , exclama melancólica: «Ah! Comment ne viennent­ils pas, les rêveurs, en pèlerinage, ce soir, ainsi que des rois mages, vers m a v i e et vers ce lilas...»; pero todavía las lilas, «en qui Γ infini respire», son dichosas, pues podrán gozar eternamente, en ellas o en sus sucesoras, de la lánguida noche estival, «mais m o i ! qui dira m o n délire le jour o ù m o n corps sera mort?» Y es extraña, decía y o arriba, la coincidencia porque precisamente O r t e g a y G a s s e t (o. c. 4 3 5 ) puso de relieve una serie de curiosas semejanzas entre Safo y la francesa. Curiosas, pero no siem­ pre exactas, porque, si bien es verdad q u e en «un radieux effroi fait trembler mes genoux» h a y un recuerdo, uno más, de ir. 31 (cf. η. 291), y aun los bien conocidos versos «deux êtres luttent dans m o n coeur: c ' est la bacchante avec la nonne» hacen venir a las mientes el fr. 51 (cf. nn. 18, 244 y 269) a pesar de que no sabemos a qué se refiere exactamente esta inquietud interna de Safo, es, en cambio, un paralelo fallido el q u e más abajo establece nuestro gran escritor. «Las dos mujeres divinas, situadas en ambos extre­ mos del destino europeo, sienten la fuerza anónima del silencio con inesperada coincidencia. L a actual 'observa, tenso el espíritu, c o m o un cazador, el curso ilimitado y puro del silencio'. L a antigua, con mayor modernidad, dice sólo esto: ' L a noche está llena de orejitas que escuchan'». Ahora bien, tendría razón O r t e g a en cuanto a la sensibilidad de ambas para el gran silencio de la Naturaleza si fuera segura (cf. η. 310) la atribución a Safo del fr. 94 D . ; pero la νΰξ πολύως que leían aún R e i n a c h (o. c. 7 3 2 ) y A l y (o. c. 2 3 7 4 ) en fr. 9 6 , 1 9 ha desaparecido y a (cf. P i e ­

r a c c i o n i en p . 6 5 de o. c. en n. 223) de las ediciones modernas. E n cuanto a la última frase del trabajo, yerra el filósofo (cf. η. 268) al afirmar que «Safo dijo de sí misma que era pequeña y morena» y acierta, si se puede juzgar por las fotografías, al terminar garbosamente, con g a ­ lante humor: «La condesa de N o a i l l e s n o lo dice, pero lo es maravillosamente». D e todos m o ­ dos hay que advertir que el paralelo sáfico con respecto tanto a la N o a i l l e s c o m o a muchísimas otras poetisas de la primera mitad de este siglo resulta a veces demasiado fácil y puede ser enga­ ñoso. Por ejemplo, y a terminado este libro leemos el artículo Sobre Gabriela Mistral de A l b e r t o InstJa, publicado en Madrid del 2 2 ­ 1 ­ 1 9 5 7 , que habla de A l f o n s i n a S t o r n i , «la émula de Safo, que buscó el olvido en el mar» y que, «insatisfecha en su ardiente sensualidad... imitó a la poetisa de Lesbos, y su Leucate fué la onda apacible de Mar del Plata». Pues bien, en la S t o r n i no hay, al menos en la parte de su obra q u e conocemos, ecos de la verdadera pasión sáfica — y no me refiero y a al amor aberrante, sino al clima emocional tan sincero e íntimo de la lesbia—, sino una similitud casual entre su suicidio ( 1 9 3 8 ) y el fin de la consabida leyenda y tal vez, tal vez, afinidades c o n respecto a Safo en el «temperamento varonil» q u e le ha reconocido algún crítico (como A i t a La literatura argentina contemporánea, Buenos Aires, 1 9 3 1 , 8 6 ) . ^ " W i l a m o w i t z o. c. (en n. 13) 2 5 ­ 4 0 ; cf., entre otros, P e r r o t t a o. c. 2 5 n. 1. L o s testimonios sobre la leyenda los recogen L o b e l ­ P a g e en el fr. 211 (o. c. 1 0 9 ­ 1 1 0 ) . E cos modernos pueden verse, p. e j . . en nn. 145, 149­151, 153, 156­158, 160, 169 y 171.

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pretación, bella y verosímil a un tiempo, de esa rara leyenda, popula­ rizada posteriormente por Ovidio, que nos presenta a la trágica Safo despeñándose por la roca de Léucade ante la insensibilidad para con ella del hermoso Faón. Leyenda, digo, y mejor sería haberla calificado de conglomerado de leyendas: bastó, en efecto, que Safo hablara en versos hoy perdidos de un amante de Afrodita que en esencia no era más que un genio simbolizador de la fertilidad vegetal de la Naturaleza que, en algún pasaje de esta poesía, pusiera en boca de la diosa palabras que podían ser tomadas por expresión de sentimientos personales de la autora; y que, en fin, haya sido impulsada por la melancolía a apetecer en algún otro lugar, como lo hizo también Anacreonte, el prodigioso salto desde la leukás pétra, la peña blanca que, según las creencias populares, otor­ gaba al audaz acróbata el olvido de los males y la regeneración puri­ ficadora de quien entrega a las aguas marinas su pesar obsesivo ' i ^ ; '1· De Faón nps dicen en confusa mescolanza los antiguos: 1." Que era un anciano barquero lesbio tan honesto en general y que tan bien se comportó con Afrodita, disfrazada igualmente de vieja, que la diosa le premió haciéndole recobrar belleza y juventud {Paléfato De incred. 4 8 y L u c . Dial, muert. I X 2 ) . 2.0 Que esto lo hizo Afrodita dándole un ungüento (E liano Var. hist. X I I 1 8 ) con el cual, en lo sucesivo, el barquero lesbio feminas in suum amorem trahebat (Varrón en Serv. ad Virg. En. I I I 2 7 9 ) . 3 . " Que era — o se convirtió e n — el más bello de los hombres, y que las m u j e ­ res de los mitilenenses le amaban, hasta que al fin fué muerto por haber sido sorprendido en adulterio (E liano 1. c ) . 4 . " Que, si es cierta la interpretación usual del fr. 1 7 4 del c ó m i c o Platón (cf. n. 136), alguien, tal vez la celosa Afrodita, rechazaba a las mujeres que querían gozar del amor de Faón. 5.» Que Afrodita escondió al bellísimo Faón iv θριδακίναις, «entre las lechugas» (Eliano, 1. c ) . 6 . " Que la diosa hizo esto por amor (Cratino, fr. 3 3 0 en Aten. I I 6 9 d: cf. n. c ) . 7." Que no lo hizo con Faón, sino con Adonis (Calimaco, fr. 4 7 8 Pf. en Aten. I I 6 9 c). 8 . ° Que lo que ocultó Afrodita fué el cadáver de Adonis (E ubulo ir. 1 4 en Aten. I I 6 9 c­d y Comes N a t a ­ lis Mitol. V 16; cf. n. c ) . Parece, pues, que hay aqui celos de la diosa, un ocultamiento del amado para sustraerlo a la turba femenil atraída por él, y la infortunada circunstancia (¿o tal vez se tratará de un castigo o precaución de la diosa?) de que el contacto con el vegetal, bien conocido por sus virtudes antiafrodisiacas (cf. Ateneo I I 6 9 c, άσθενεΤς ε'ισΐ προς αφροδίσια oí συνεχώς χρώμενοι θρίδαξι, acerca de la planta llamada άστ,υτίς, con nombre derivado del prefijo nega­ tivo y de στύω, por Lico ap. Aten. I I 6 9 e; y a se dijo en n. c. que la comedia de E ubulo se lla­ maba Ά σ τ υ τ ο ι , algo así c o m o Los impotentes), produjo a Faón insensibilidad para con las mujeres (y claro está, también para con Afrodita cuya precaución, si es que la hubo, resultó contraproducente); y es evidente que Faón, c o m o Adonis con quien se le confundía, fué origi­ nariamente un demón representante del alternativo florecer y marchitarse de la vegetación (Marsias el joven, en Aten. I I 6 9 d, habla de cebada y no de lechugas). Safo debió de tratar esta leyenda, según se desprende de Paléfato 1. c. (οδτος ¿ Φαων Ιστίν, έφ' φ τον ίρωτα αυτή»; ή Σαπφώ πολλάκις Ιμελοποίησεν, donde αυτής, ηο αδτής, se refiere a la diosa), Comes Natalis 1. c. (scriptum reliquit Sappho Adonim mortuum fuisse a Venere inter lactucas depositum) y Plin. Hist. Nat. X X I I 2 0 , que dice que Faón fué amado por Safo gracias a la virtud mágica de la planta llamada erynge cuando la realidad es probablemente que la poetisa habia aludido al citado vegetal en relación con los amores de Faón y Afrodita. E l hecho de que Paléfato, Varrón, Eliano, Platón, Plinio y el Suda hablen de Lesbos y de Mitilene con respecto a Faón se deberá, naturalmente, a haber sido y a la leyenda influida por el supuesto amor de Safo. Sobre t o d o esto en general, cf. S t o e s s l Real­Enc. X I X 1 9 3 8 , 1 7 9 0 ­ 1 7 9 5 , s. v. Phaon. Parece probable (cf., con lo citado en n. 313, Z i e l i n s k i o. c. y L e s k y o. c. 1 3 4 y 1 6 6 ) que «tirarse de la r o c a blanca» (cf. Anacreonte fr. 1 7 D . , αρθείς δηδτ' άπο λευκο'δος πέτρηις Ις πολιον κδμα κολυμβέω μεθύων Ιρωτ'ι,

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bastó, digo, todo esto para que surgiera, como una más entre las mil torcidas interpretaciones de lo sáfico, un cuento difícilmente concilia­ ble con lo que nos enseñan los fragmentos mismos de la poetisa * i * . Pero acertó, casualmente o no, la leyenda, como ha demostrado aguda e inteligentemente Wilamowitz. Porque amar a Faón, el joven dotado por Afrodita de la mayor hermosura, pero también de la más glacial indiferencia hacia la multitud de sus adoradoras, es como amar un bello ideal, un bello imposible*". Y el amor de Safo*", el amor des­ y E urípides Cid.

164­167, ώ ς ΙκπιεΤν γ ' άν κύλικα μαινοίμην μίαν, πάντων Κυκλώπων άντιδοος βοσκήματα, ^ΐψαί τ ' Ις άλμην λευκαδος πέτρας άπο, άπαξ μεθυσθείς καταβαλών τε τάς οφρδς)

no era primitivamente suicidarse (cf. WILAMOWITZ en p p . 42­43 de o. c. en n. 174, «wenn so v o n dem leukadischen Felsen springt... so heisst das, nicht den T o d , sondern E rlösung v o n den Seelenqualen finden, wie sie die Götter nur darum ihren Begnadeten auferlegen, weil sie ihnen zugleich den Vorzug verliehen haben, zu sagen, was sie leiden»), sino liberarse de preocupaciones u obsesiones, bien por medio del vino, c o m o en el caso de E urípides, bien por otro procedimiento heroico que, ante una situación peligrosa o angustiosa (cf. n. 160), trajera consigo la solución o al menos el olvido, la paz interior: cf. WILAMOWITZ (p. 74 de o. c. en n. 13), «Der Sprung b e ­ deutet den letzten Versuch, sich v o n einer verzehrenden Leidenschaft zu lösen; weiter nichts, keinesweges Selbstmord». L a λεύκας πέτρα la habría en muchas partes (p. e j . , en Calcis, Mag­ nesia y el Bosforo); pero la que adquirió más celebridad y se convirtió en escenario del supuesto suicidio de Safo fué l a de Léucade (cf. las comedias citadas en n. 136, y especialmente la de Menandro sobre la cual cf. n. 316). Como se v e , hay una deformación más de la leyenda en supo­ ner una muerte voluntaria de Safo por desesperación amorosa, y probablemente tiene razón D E L GRANDE '(O. C. 42) al comparar el mito con las fábulas de Dafne, Hipólito o Narciso: la catás­ trofe final es concebida c o m o el inevitable castigo aplicado por la Afrodita pandemia a quien la ha ofendido violando las leyes naturales. " · Cf. Menandro, fr. 258 K., de la c o m . d i a La leucadia (cf. n. 136): οδ 8ή λέγε