La Historia de Albert Einstein PDF

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PRÓLOGO La historia de Albert Einstein, científico, filósofo, y conciencia de nuestro tiempo, con todo su impacto e influencia, estaría mejor dentro de las estanterías de una biblioteca que entre las tapas de un único libro. Einstein era mucho más que el científico que totalmente convencido sostuvo que el espacio y el tiempo no era lo que todos pensábamos, incluyendo a los discípulos mejor formados de Newton, y que desechó lo que todos creíamos como correcto. En su terminología científica, el universo tenía cuatro dimensiones, mientras que todo el mundo admitía como algo establecido que no tenía más de tres. El estaba profundamente convencido sobre el pacifismo, y tan profundamente que se dió cuenta del significado de las palabras de Hitler cuando hablaba sobre los judíos y la raza superior. Entre la marabunta de su trabajo, tuvo la determinación de hallar el último enigma de la naturaleza. Las distintas facetas de la vida y obra de Einstein deben continuar siendo investigados.Detalles más profundos de aspectos menores de sus teorías continuarán siendo tema de actualidad. Un día se hará un análisis más detallado pero posiblemente desilusionador del impacto de su apoyo al pacifismo en el período de entreguerras; así como su probado entusiasmo sionista que, durante mucho tiempo, sostuvo la creencia de que la tierra prometida podría alcanzarse sin la fuerza de las armas. En la teología es probable que se mantuviera algo enigmático, a la par de alguien que no se tomaba su religión cosmológica demasiado en serio. Como quien se agarra a un clavo ardiendo en cuanto a sus ideas sobre ciencia y política, en estos aspectos era menos pragmático de lo que cabría esperarse; aún así, la veracidad de su famosa carta a Roosevelt en 1939, y de sus menos conocidas acciones en el invierno de 1944, dan bastante sentido a lo que podría haber ocurrido, cosa que debe examinarse de forma detallada. Einstein el filósofo es seguro que fuera aún más crítico pero las profundas implicaciones de sus teorías todavía deben seguir siendo analizadas. Sólo unos pocos pueden leer su correspondencia - cuya publicación ha sido demorada mucho tiempo -sin que los demás podamos captar el genio de Einstein nada más que en un pequeño volúmen de la misma. Todo esto vendrá algún día. Pero hay algo más detrás de estos aspectos parciales, siendo en cada uno de ellos Einstein el argumento central, que surge al excavar profundamente en las montañas de documentos, y desde una evaluación crítica del mito y testimonios que han surgido alrededor de su memoria durante dos o tres décadas. Es el retrato de un hombre que puede, sin exagerar, haber sido una de las figuras más trágicas de nuestro tiempo. Es el retrato de un hombre que ya en su juventud abandonó, con la ferrea convicción de un monje, muchas de las cosas que la vida ofrece - ya se estaba metiendo en la refriega de contínuos tropiezos que le daría la historia. Así en la juventud abandonó su nacionalidad a la edad de 16 volviendo a acogerla después; volviendo a rehusar la nacionalidad alemana una segunda vez en la edad madura; y ya en la vejez, cuando una conciliación habría sido algo condescendiente, rehusó volver a "la tierra de los asesinos de masas." El pacifista dedicado, que después de que su cambio de postura se reveló como una traición,

creyendose de él que estaba entre lo que apretaron los botones que destruyeron Hiroshima y Nagasaki. El sionista que anteponía la paz con los árabes como una necesidad primera y que fue forzado finalmente a admitir que era necesario pelear. En la ciencia el físico más grande en tres siglos, o posiblemente de todos los tiempos, y que se encontró a sí mismo en la edad adulta apartado en un remanso por culpa de las nuevas teorías cuánticas, "una genuina pieza de museo " como él mismo se describió. Estas ironías dieron a la vida de Einstein no solamente un patetismo personal; sino que junto con su alejamiento del fulgor de la luz pública, cuando por vez vino de forma espectacular en 1919, y descrito en palabras de Whitehead fue, "una gran aventura en el pensamiento que en su longitud había venido a asegurar un buen apoyo." En este fulgor, la figura humana de Einstein ha tendido a ser ampliada como en el oráculo de Delfos. La aureola de pelo blanco ayudó a ello. Además de unos grandes y luminosos ojos. Además de la firme posición que Einstein mantuvo por las libertades académicas y cívicas. Después de su muerte, todo esto fomentó un una agigantada biografía tratando de menos el gran genio que fué. También se tuvo la tendencia de fomentar la creencia que, como él una vez dijo, todos los hombres bailaron la tonadilla de un flautista invisible. Este no es así. "Donde quiera que un sistema es realmente complicado, como en el cerebro de un ente organizado," ha dicho George Thomson, "el principio de incertidumbre viene, , no necesariamente a causa de h [la constante de Planck] sino porque sirve para hacer un pronóstico de cómo se deben conocer las cosas y tener en cuenta las consecuencias que antes perturbaban las condiciones de estudio, y que puede que por lo tanto nunca se analicen". La historia no es y no puede ser determinada en las supuestas ocasiones únicas en que se pueden producir las consecuencias que nosotros desearíamos." [De una carta dirigida al autor por parte de George Thomson, Febrero 16, 1970.] Esto rara vez ha sido más cierto que en el caso de Albert Einstein, cuyo pensamiento y acción en la ciencia y en la vida llegó a ser correlacionada de una forma que ningún dramaturgo osaría concebir. Su historia, extraordinaria, tiene en sí misma alguna cualidad del principio de incertidumbre que en física él estaba tan poco dispuesto a aceptar. A él no le hubiera gustado. Pero habría apreciado la situación. Y puede ser que se hubiera reído de la misma. Ronald W. Clark Nueva York Marzo 1971 AGRADECIMIENTOS Desearía agradecer al Dr. Otto Nathan, procurador literario de Einstein, el permiso para examinar partede la correspondencia no publicada todavía y otro material registrado. También estoy especialmente agradecido a la señorita Helen Dukas, secretaria de Einstein durnate más de veinticinco años , por su generosa e inestimable ayuda a la hora de estudiar todo el material de archivo sobre Einstein que hay en Princeton. No llegaré a acordarme de todos los que me han escrito; por supuesto, si dos colaboradores

dedicados y un biógrafo imparcial hubieran tenido el mismo punto de vista todo el tiempo, habría algún error en alguna parte. Sólo me responsabilizo de las opiniones y hechos relatados aquí. También quisiera agradecer: al dr. Jagdish Mehra de la Universidad de Texas en Austin, Texas, por haber leído el manuscrito; y al profesor Norman Bentwich, Josef Fraenkel, profesor N. Kemmer, profesor Sir Bernard Lovell, Dr. R. E. W. Maddison, profesor C. W. McCombie, Dr. David Mitrany, Heinz Norden, dr. Peter Plesch, Sir George Thomson, y a Lancelot Law Whyte por haber leído distintos fragmentos del manuscrito. Y una gran cantidad de personas en los Estados Unidos, , Europa, y el Medio Oriente el que hayan sido generosos en cuanto a su provisión de documentos y testimonios. Desafortunadamente, es imposible el nombrarlos a todos, , pero quisiera agradecer de forma particular a las siguientes personas su colaboración, , no sin antes reiterar que, en todo el libro, cualquier opinión expresada y la responsibilidad del relato de los hechos es enteramente mía.: Walter Adams, director de la London School of Economics and Political Science; profesor Aage Bohr; dr. Vannevar Bush; dr. C. H. Collie; profesor A. Vibert Douglas; Eidg. Amt für geistiges Eigentum, Berne; dr. H. A. Einstein; Churchill Eisenhart; dr. Elizabeth Eppler, Institute of Jewish Affairs; profesor I. Estermann; Mme. M. Fawtier, UNESCO; Frau Kate Freundlich; profesor Dennis Gabor; Barbara Gamow; dr. Judith R. Goodstein, Institute of Technology of California; dr. Max Gottschalk; Kurt R. Grossmann; Sir Roy Harrod; drs. J. van Herwaarden, de Rijksuniversiteit te Utrecht, Univer siteitsmuseum, Utrecht; dr. Max J. Herzberger; Richard G. Hewlett, Director del Dpto de Historia del, U. S. Atomic Energy Commission; profesor Banesh Hoffmann; Alvin E.Jaeggli, Eidg. Technische Hochschule Bibliothek, Zurich; Bernard Jaffe; Miss Suzanne Christine Kennedy, Nuffield College, Oxford; Oscar Kocherthaler; profesor C. Lanczos, Dublin Institute for Advanced Studies; dr. W. Lanzer, Verein für Geschichte der Arbeiterbewegung, Vienna; Colonel Charles A. Lindbergh; dr. Jacob R. Marcus, American Jewish Archives; Julian L. Meltzer, the Weizmann Archives; Professor Ashley Montagu; Mrs. B. Mulholland; Dr. John N. Nagy; Professor Linus Pauling; Professor J. Pelseneer, Universit‚ Libre de Bruxelles; Y. Perotin, League of Nations Archives, Geneva; Dr. Peter Plesch; Professor William Ready, McMaster University, Hamilton, Ontario; Professor Nathan Rosen; Professor Leonora Cohen Rosenfield; Professor J. Rotblat; Dr. Alexander Sachs; Mrs. Esther Salaman; Mrs. Alice Kimball Smith; drs. P. van der Star, Rijksmuseum voor de Geschiedenis der Natuurwetenschnappen, Leiden; dr. Gertrud Weiss Szilard; U. S. Department of the Navy; U. S. National Archives and Records Service; E. Vandewoude, Cabinet du Roi, Bruxelles; dr. Charles Weiner and Mrs. Joan Warnow of the American Institute of Physics, por su ayuda y orientación en el uso del material de archivo de la Niels Bohr Library for History and Philosophy of Physics; Jeremy Weston, The Royal Institution; Dr. G. J. Whitrow; Professor Eugene P. Wigner; E. T. Williams, The Rhodes Trust. Finalmente, desearía agradecer a un gran número de personas de las organizaciones judías de los Estados

Unidos, Gran Bretaña, Israel, and cualquier otro sitio en donde me han ayudado a resolver problemas específicos, a numerosas instituciones alemanas que me han suministrado información sobre la nacionalidad de Einstein; bibliotecas y archivos de universidades y otras fuenteslistadas en la sección de referencia quienes me han ayudado a hacer mi trabajo menos arduo; y el los permisos concedidos para el uso del siguiente material registrado: Algemeen Rijksarchief, The Hague (correspondencia de H. A. Lorentz); American Journal of Physics (R. S. Shankland's "Conversations with Albert Einstein"); Su Majestad el Rey Balduino de Bélgica (cartas a Einstein de Su Majestad el Rey Alberto de Bélgica); profesor Aage Bohr (correspondencia del profesor Niels Bohr); Burndy Library (manuscrito Ehrenhaft); The California Institute of Technology Archives, Pasadena (anotaciones sobre las conferencias de Hale y Millikan Papers); Cambridge University Press (Lord Rayleigh's The Life of Sir J. J. Thomson; Einstein and Infeld's The Evolution of Physics; Hermann Bondi's Assumption and Myth in Physical Theory; Sir James Jeans' The New Background of Science); Jonathan Cape Ltd. Y a Alfred Knopf (por el "Einstein" de Philipp Frank); Columbia University (por la correspondencia de 1912 con Einstein); Thomas Y. Crowell Co. ("The Questioners", de Barbara Lovett Cline); Deutsche Verlags-amstalt Stuttgart, and Dr. H. Tramer (Blumenfeld's Erlebte Judenfrage); Señorita Margot Einstein (cartas de Albert Einstein); Eyre & Spottiswoode (Editores) Ltd. ("Albert Einstein: A Biographical Portrait", de Anton Reiser); profesor Peter Fowler (cartas de Ernest Rutherford); Sigmund Freud Copyrights, Basic Books and Hogarth Press Ltd. (correspondencia de Sigmund Freud: 1873-1939); Frau Kate Freundlich (correspondencia de Freundlich); Victor Gollancz Ltd. ("Quest: The Evolution of a Scientist", de Leopold Infeld); Institute for Advanced Study (cartas de dr. Frank Aydelotte y dr. Abraham Flexner); Lady Jeans (Sir James Jeans' letter); Martin J. Klein (Paul Ehrenfest); Henry R. Labouisse (correspondencia de Madame Curie); dr. Wanda Lanzer (correspondencia de Adler); los albaceas del último Lord Cherwell (correspondencia de Lord Cherwell); Mc-Graw Hill Book Company ("The Relativity Theory Simplified", de Max Talmey); Mrs. B. ulholland (carftas del comandante Locker Lampson); North Holland Publishing Company y dr. Abraham Pais (Niels Bohr, ed. L. Rosenfeld); North Holland Publishing Company ("Niels Bohr: An Essay", por L. Rosenfeld); Oxford University Press (Robert Oppenheimer's The Flying Trapeze: Three Crises for Physicists, the Whidden Lectures, 1962); dr. Peter Plesch ("Janos", de John Plesch); Punch (por el poema, "Einstein and Epstein Are Wonderful Men ..."); dr. Nesca Robb (un poema del dr. A. A. Robb); Mme Romain Rolland y Editions Albin Michel (Romain Rolland's Journal des Ann‚es de Guerre 1914-1918); profesor Peggie Sampson (por las cartas de R. A. Sampson); The Hon. Godfrey Samuel yThe House of Lords (material de Samuel); los hijos de Charles Scribner ("Through Rugged Ways to the Stars", de Harlow Shapley); The Scientific American ("An Interview with Albert Einstein," por I. Bernard Cohen); Raglan Squire ("respuesta al epitafio del papa de Sir Isaac Newton", de Sir John Squire); Staples

Press y Miss Joyce Weiner ("Albert Einstein", Carl Seelig); dr. Gertrud Weiss Szilard (cartas y testimonios del dr. Leo Szilard); The Master and Fellows of Trinity College, Cambridge (los escritos de Sir Arthur Eddington); Naciones Unidas (material de archivo de la Liga de Naciones); University Museum, Utrecht (correspondencia del profesor Julius); G. W. Watters (documentación del dr. Leon L. Watters); George Weidenfeld & Nicholson Ltd. ("Einstein", de Antonina Vallentin); los Trustees of the Weizmann Archives (cartas escritas por Chaim Weizmann). R.W.C. PRIMERA PARTE LOS PREPARATIVOS DE UNA MISION CAPITULO 1 UN MUCHACHO ALEMAN La vida de Albert Einstein tiene una calidad dramática que no descansa sólamente en su teoría de la relatividad. La historia extraordinario lo vincula con tres hechos claves del siglo veinte: el auge de la moderna Alemania, la creación de las armas nucleares, y el desarrollo de sionismo. Estos tres hechos contra su genialidad sencilla, no le eran plato de su agrado. El resultado ha hecho de él una figura histórica igualada únicamente por la radicalidad de sus cambios en el mundo de la física.. Aún Einstein era también algo más, algo muy diferente al oráculo de Delfos, su pelo - una aureola que le marcaría en los años posteriores.. Al final tenía un cierto toque de payaso circense así como una desvinculada y comprensiva diversión hacia las insensateces de la raza humana. Detrás del gran hombre había escondido una perpetua luminosidad en sus ojos, una irreverencia por naturaleza hacia la autoridad, y un sentido del ridículo totalmente cambiado, junto con el propósito de una moral decente, combinado con su característico sentido de lo "no científico". De nacionalidad alemana, judío por sus orígenes, aunque de espíritu disentidor, Einstein reaccionó de forma triivalente contra estos tres dones natalicios. Tiró por la borda su nacionalidad alemana a la edad de quince años pero veinte años después , tras haber conseguido la suiza, se estableció en Berlín donde permaneció a lo largo de la Primera Guerra Mundial; después de la derrota de Alemania en 1918 tomó parte por los derechos cívicos alemanes nuevamente, "una de las insensateces de mi vida," como luego escribió sobre lo único que le hizo renunciar a su país una segunda vez, que fue cuando Hitler llegó al poder. Su posición como judío fue un contrafuerte para el apoyo del sionismo, aún él criticó más de una vez la persistencia de los judíos en ser, pretenciosamente, el pueblo elegido. Además su sionismo entró en conflicto a veces con su pacifismo, y a su amigo viejo, Manda Samuel, le comentó que él era, a pesar de los ataques antisemitas, "pas tre`s Juif." Los ideales de libre pensamiento de su juventud continuaron en la vejez; incluyendo además la creencia en una naturaleza y universo ordenados que de ninguna manera entraban en el conflicto con la idea de un Dios - aunque para Einstein el significado

de la palabra era bastante peculiar por sí mismo al igual que otras palabras. En estos y otros detalles, en su vida privada y profesional, Einstein llegó a ser una gran contradicción: el alemán que detestaba a los alemanes; el pacifista que fomentó el alzamiento de levas y jugó un importante papel en el nacimiento de las armas nucleares; el sionista que deseaba aplacar a los arabes; el físico quien con su "punto de vista heurístico" en 1905 sugirió que la luz podía ser tanto onda como partícula, y quien finalmente se daba cuenta que lo que importaba era el propio enigma. Aún así, el propio Einstein dió la respuesta a su propio acertijo. En la vida ordinaria, así como en los fascinantes misterios de la física, era normal su desconfianza; era frecuente también los sucesos desconcertantes y contradictorios, acordes con las circunstancias. Nació en Ulm, una vieja ciudad cerca del Danubio de estrechas calles una gran catedral sobre la que los trabajadores de entonces habían construído el campanario más alto de Europa. Yacía a los pies de los Alpes suabos, , donde el Blau y el Iller se unen al Danubio, la ciudad había sido en 1805 escenario de la derrota del ejército austríaco a manos de Napoleon. Cuatro años después fue cedida a Württemberg bajo el Tratado de Viena. En 1842 las viejas fortificaciones fueron restauradas por ingenieros alemanes, y con la creación del nuevo Imperio Alemán en el Salón de Espejos en 1870, la disciplina prusiana comenzó a imponerse desde las llanuras del Norte de Alemania hacia la libre - y - accesible Suabia de quien Einstein era un ejemplo típico. Ellos venían desde Buchau, un pequeño pueblo entre el Lago Constance y Ulm, cómodo y cerca del Federnsee, una marisma menor de interés arqueológico cuya historia se cuenta admirablemente en el Museo de Federnsee y cuyas costas se atestan hoy con los turistas de fín de semana. Desde 1577 los judíos habían formado una distinguida y respetable comunidad en el área. En ella prosperaron con el transcurrir de los siglos; y en ella permanecieron, a pesar del incendio de la sinagoga en 1938, hasta 1968. Fue entonces cuando se perdieron los papeles que informaban de: " La muerte del último judío en Buchau. " Su nombre era Siegbert Einstein, un pariente que muchas veces ignoraron, del judío más famoso en la historia moderna. Industriales y con una ligera prosperidad, los Einsteins habían vivido en Buchau por lo menos desde 1750 según los seis registros de familia guardados por las autoridades judías. Hacia mediados del siglo XIX eran numerosos, , y once de ellos tienen su nombre escrito en el rollo de la nueva sinagoga de 1839. El bisabuelo de Albert Einstein había nacido en el pueblo en 1759, y los registros judíos registran su boda con Rebekka Obernauer, el nacimiento de su hijo Abraham en 1808, y la boda de Abraham con Helene de Mugidos. Su hijo Hermann, el padre de Einstein, nació en Buchau hacia el 30 de agosto de 1847. Diecinueve años después, Abraham y su familia se trasladaban a Ulm, a unos treinta millas al norte, y en 1876 Hermann se casaba con Pauline Koch, y en Cannstadt nace, a unas pocas millas de distancia tan sólo, y once años después su primogénito. Como los Einsteins, los Kochs habían sido parte de la comunidad judía de Württemberg desde hace más de un siglo, una familia con raíces más bien más el norte - en Goppingen, Jebenhausen, y Cannstadt.

Como su esposo, Pauline Koch hablaba un dialecto de Suabia, una denominación de origen de un antiguo ducado que se diseminó desde Franconia a Suiza, desde Urgundy a Bavaria, y cuyos habitantes carecieron tanto de la disciplina de Prusia como de la aspereza de Bavaria.Aunque Einstein no era de procedencia campesina, vino de gente criada entre terrenos de cultivo, y sus reacciones eran frecuentemente las de un hombre austero que vive de sus cosechas.. Su segundo esposa, mordaz "¡Mi esposo místico!" no puede justificarse literalmente, pero ilustra la diferencia que ha crecido durante los años entre el desinhibido Einstein filosófo de quien muchos de sus admiradores le gustaría que fuera el más el hombre práctico que muy frecuentemente era. El científico distraído, por supuesto; que era auténtico y sin disimulos. Einstein nunca actuaba de cara a la galería, aunque era mucho más consciente de su existencia de lo que se ha pensado muchas veces; pero, más que la mayoría de los hombres, era distraído únicamente para los asuntos materiales; o cuando conocía a alguien que se lo recordara. Las diferencias entre sus progenitores, una devota, el otro, una alegre pareja, se enfrentaba la esposa a los efectos de los entusiasmos de su marido con resignación , y muchas veces con énfasis. El retrato del padre viene a través, de una fuente de segunda mano, de un nieto que él nunca conoció, y es el de un hombre lleno de ilusiones, jovial.Esto se ajusta a la descripción que el propio Einstein dió a su amigo Philipp Franquea, quien escribió de Hermann: "Su estilo de vida y su Weltanschauung nos se diferenciaba en nada con respecto a los de cualquier ciudadano medio de esa localidad. Cuando terminaba su trabajo, le gustaba ir de excursión con su familia por los hermosos alrededores de Munich, a las montañas y románticos lagos, y prefería pararse de forma amena en las cómodas tabernas bávaras, por una buena cerveza, rábanos, y salchichas." Más de medio siglo después, Albert Einstein recordaba esas excursiones de los domingo de puro ocio, las discusiones entre su padre y su madre con respecto hacia dónde debían ir, bajo la cuidadosa selección del esposo de una ruta que acababa por ser la que la esposa quisiera. " Sumamente amistoso, tranquilo , e inteligente, " era como hablaba de su padre cuando ya se estaba acercando a la edad de setenta años. Bonachón y tranquilo, un hombre optimista con un grande y grueso bigote que parece aquellos retratos del siglo XIX que miran hacia afuera con una expresión de certidumbre. Hermann Einstein se habría dado cuenta del orgullo que supone ser el progenitor de un genio. Pauline Koch, con algunas semejanzas y una masa de pelo oscuro, una frente ancha y altanera, trajo al matrimonio la riqueza de ser hija de un comerciante y distribuidor de grano típico de Stuttgart. También trajo un hálito de auténtica cultura, un amor de música que luego se intrincó como hobby en la vida del hijo, y bajo la directriz de su propia ambición tuvo un pequeño toque cruel cuando se convirtió Einstein en alguien famoso. Parece que tuvo más conocimiento que su esposo sobre literatura alemana, y mientras que para él Schiller y Heine eran algo acabados en sí mismos, para ella no eran nada más que el principio de algo más. Se podría pensar bién de que a Pauline Koch se le pudiera atribuir el genio creativo que hizo de Einstein algo más que un simple científico. Él tenía una visión diferente: "No tengo ningún

talento en particular. Simplemente soy sumamente inquisitivo," contestó tiempo después acerca de su vida y de los tqalentos que había heredado. "Así que pienso que podemos dispensar que es algo hereditario". Durante un año, el joven Einstein vivió en Buchau. En 1877, se trasladaron a los márgenes del Ulm, donde Hermann abrió en un edificio del lado sur del barrio de la catedral, lo que luego llegó a ser el "Englander", una taberna de vinos, un pequeño taller de electricidad financiado por sus prósperos cursillos de ingeniería. Él y su esposa vivieron unas cuantas calles más lejos, en el apartamento nº 135, división urbana B, en un modesto cuarto, - la historia lo reconstruye como el renomb rado nº 20 de Bahnhofstrasse de 1880, que fue destruido por un ataque aéreo aliado 64 años después. Por debajo, uno de los afluentes del río Blau fluía en un canalón al lado de la calle, pasadas las sobrecargadas ventanas de las casas que no habían cambiado desde el siglo XV,. Antes de girar y alcanzar la catedral y entrar en el Danubio. Aquí, en la ciudad cuyos habitantes estaban orgullosos de poder decir " Ulmense sunt mathematici "(la gente de Ulm son matemáticos), Albert Einstein nació el 14 de marzo de 1879. Al año del nacimiento, el negocio de Hermann se fue a la bancarrota, víctima de su optimismo y de haberse fijado unas metas muy altas. Ahora se trasladaron a Munich, con su hermano Jakob, donde abrió una pequeña tienda de electroquímica. Así para Einstein Ulm simplemente fue un recuerdo más, un pueblo desde cuyas tortuosas calles medievales la apertura del país podía permanecer, una ciudad donde los judíos preservaban su identidad todavía en convivencia con el resto de la comunidad; un pequeño lugar en donde las vacas eran conducidas con sus enormes y sonantes cencerros, y todo ello enclavado entre atardeceres veraniegos y rodeado de colinas con bosques. El traslado a Munich cambió a los Einstein de un ambiente casi rural a la capital de Bavaria, con más de un cuarto de millón de fuertes, y todavía frescos de los adornos arquitectónicos añadidos por el loco rey Ludwig I al coste de 7.000.000 de talentos. Abrumadoramente católica, su ambiente era ruidoso por el sonido de las campanas de numerosas iglesias: la catedral del arzobispado de Munich-Freising, con sus inacabadas torres,; la del jesuita San Miguel, la de Luis, con los frescos de Cornelio del Último Juicio; y la de San Maria con sus bellas cristaleras y ebanistería. La ciudad era rica en galerías de arte, orgullosa de los siete de puentes que cruzan el Isar, y del Königsbau construio al estilo del palacio Pitti de Florencia; una ciudad que resumía el barroco del Sujr de Alemania antes de que doblara la rodilla ante los prusianos del norte. Desde sus estrechos callejones y sus selectas galerías era uno de los mayores centros artísticos de Europa, y de sus fábricas cerveceras salían, cada año, no menos de 49.000.000 millones de galones de los cuales 37.000.000 eran consumidos en la propia ciudad. En la Universidad de Munich había comenzado a dar clases en 1880 un hombre cuya influencia sobre Einstein iba a ser prolongada, crítica y en última instancia, enigmática. Era Max Karl Ernst Ludwig Planck, que en aquel entonces contaba con veintidos años, era el último de

una larga saga de "excelentes, consecuentes, incorruptibles, idealistas y generosos hombres devotos servidores de la Iglesia y el Estado." Nacido en Kiel, mientras el puerto era todavía parte de la danesa Schleswig-Holstein, transcurridos ocho años a la conquista de Prusia de la provincia, Max planck nace en la sede de una familia liberal alemana que se traslada al sur de Munich al año siguiente. Después estudió en la universidad antes de ir al norte, a Berlín. Dedicado por aquel entonces a la tarea de descubrir cómo trabaja la naturaleza, Planck vuelve a Munich donde estuvo trabajando como privatdozent durante cinco años; como paseaba a diario de la universidad, el joven tutor privado podría haberse cruzado con un chico que su vida estaría íntimamente ligada a la suya. Durante las dos décadas siguientes, Einstein iba a dar un revolucionario desarrollo a la teoría cuántica de Planck. Otra década más, y Planck iba a atraer a Einstein de la Suiza que amaba a la Alemania que detestaba. Planck fue enfrentarse a él convirtiéndole en ciudadano alemánm por segunda vez, y más de una vez durante los años 20, a disuadirle de dejar su tierra paterna. De esta y de otras formas, las vidas de ambos hombres estuvo irónicamente enlazada de forma que la lectura de ambas resulta una comedia. El primer hogar de los Einstein en Munich era una pequeña casa alquilada. Después de cinco años, el negocio de la familia había prosperado o suficiente como para trasladarse a una casa mayor en el suburbio de Sendling. Esta estaba rodeada de grandes árboles y de un laberíntico jardín, normalmente descuidado, que la separaba dela calle principal A una corta distancia, había unos edificios que pronto se convertirían en una pequeña factoría para la fabricación de equipos eléctricos, Aquí, Hermann atendía el negocio mientras su hermano Jakob, con más conocimiento técnico, hacía los trabajos. Un año después de la llegada a Munich, nacio Maja, la hermana de Albert. Únicamente dos años más joven, ella se convirtió en una constante compañera e infalible confidente. Einstein Mostraba una actitud indiferente ante la muerte, afrontó la pérdida de dos esposas con ecuanimidad; pero ante la muerte de su hermana, a la edad de setenta años, se rompió la cúpula protectora que había construido en torno a sus sentimientos personales. De alguna manera, los Einstein no terminaban de amoldarse a su nueva vida y sociedad. En una comunidad predominantemente católica - un 84% en Munich - ellos no eran simplemente judíos, pero sí judíos que habían llegado lejos. Muchas características judías seguían estando profundamente enraizadas, es cierto. La tradición de el no consentimiento de los matrimonios intercomunitarios estaba bien acogida en la genealogía familiar, y el propio Einstein se unió a ella cuando, después de su divorcio, se casó con una prima segunda. El profundo respeto por el aprendizaje que los judíos comparten con los celtas se plasmaba en toda la familia. Y Einstein se iba a convertir en un testigo más de la prominente porción de judíos que han logrado revolucionarios desarrollos en la ciencia - desde Jacques Loeb en fisiología a Levi-Civita y Minkowski en matemáticas, Paul Ehrenfest en la física cuántica, Haber en química y Lise Meitgner, Leo Szilard y muchos otros en la física nuclear. Así el perteneció al grupo cuya devoció cruzó fronteras y océanos, conocido por sus miembros por su fuerte rotunda personalidad - dió

pie a que sus enemigos le acusaran de formar parte de una conspiración internacional. A pesar de ello las costumbres judías no se manifestaban: la familia no asistía a la sinagoga local. No se negaban a comer tocino, jamón o mariscos. Ni exigían que los animales debieran ser sacrificados según el ritual ni se prohibían de comer carne y productos lácteos. Todo esto era para Hermann Einstein una "vieja supersitición" al igual que otras costumbres y tradiciones de la fé judía. En la familia había también un tío particularmente tenaz en su agnostismo , y Einstein lo usaba como comodín para las viejas bromas judías. El mismo describiría con cierto aprecio cómo le había sorprendido un día totalmente trajeado preparándose para ir a la sinagoga. El tío le respondía al atónito sobrino con la advertencia: "Ah, tú nunca lo comprenderás." Así Einstein se nutrió de una tradición familiar que había roto con la autoridad; que disentía, que buscaba la independencia, que se mantenía al margen deliberadamente. A esto seguramenta también ayudó la propia tradición humanitaria de los judíos, que les empuja a mantenerse apartados del camino como tantas veces se asemejó J. B. S. Haldane, que venía a creer que cualquier autoridad o gobierno era en sí mismo malgno - cualquier autoridad y cualquier gobierno. Mandado primero a una escuela católica elemental, en el fondo era conveniente que hubiera un judío entre cristianos, Un entre los judíos era, como los miembros de su familia, un completo extraño. Este modelo se repetiría a lo largo de toda su vida. Los pequeños detalles de sus primeros años son suficientemente conocidos, pero un aurea de leyenda rodea a la mayoría de los mismos. Ni su hermana ni ninguna de sus dos esposas contribuyó significativamente al material original de su biografía, con la excepción de un capítulo en un conocido libro escrito por el hombre que introdujo a Einstein en la ciencia a la edad de trece años, y que virtualmente viene del propio Einstein de su madurez o vejez cuando podía recordar no sólamente "con concesiones", pero con la retrospectiva de la historia que nos ocupa. Como el mismo escribió "cada testimonio está adornado siendo hoy en día lo que es, y por tanto con un engañoso punto de vista." Esto sólamente nos sugiere una advertencia, pero también nos hace pensar que la aceptación del propio Einstein de la mencionada evidenci podría ser errónea. La aceptación, que está alimentada por el hijo de Einstein, fue hecha en la vejez después de que el dr. Janos Plesch, quien habría conocido a Einstein desde 1919 al menos, cuando atendió a Pauline Einstein en su lecho de muerte, le envió el material que estaba incorporando a su propia autobiografía para que lo comentara. "Siempre me ha sorprendido" escribió "que la maravillosa memoria de Einstein para los temas científicos no se extendiera a otros campos. No creo que Einstein olvidara cualquier los temas que interesara científicamente, pero los temas relacionados con su niñez, sus comienzos en la ciencia, y su crecimiento están en una categoría diferente, y rara vez hablaba de ellos no porque no le interesaran, sino que simplemente por que no los recordaba lo suficientemente bien." Einstein lo corrobora diciendo: " Estoy de acuerdo acerca de mi mala memoria con respecto a los temas personales. Es realmente sorprendente. Algo digno de psicoanálisis si es que es pertinente. Muchos de los documentados detalles de los

primeros años de Einstein se deben por tanto a creencias que más de una vez son un acto de fe que surge como resultado de una evidencia fidedigna, una situación que tiende a extenderse menos al final de su vida cuando se esparció en multitud de campos con una verdadera marabunta de distorsiones, malentendidos, invenciones, o simplemente mentiras. Una biografía que mostraba en el dibujo de la cubierta un "Einstein en la primera prueba de la bomba atómica" -una prueba de la que nunca supo nada en su día- es una muestra de algo que resulta más bien una excepción. Nada hacía sospechar, durante los primeros años de la vida de Einstein, que guardara en su interior un genio dormido. Bien al contrario, una de las cosas que despunta en su niñez es, sin duda, el lento aprendizaje del lenguaje. A la edad de nueve años, todavía, su lenguaje no era fluido, y recuerdos de su juventud despiertan ciertas dudas por el hecho de que su respuesta a cualquier pregunta le requería una larga reflexión. Sus padres temían que pudiera tratarse de algún grado de incapacidad y se ha dicho, que en su infancia, podría haber sufrido dislexia. "Leonardo da Vinci, Hans Christian Andersen, Einstein, y Niels Bohr", defendía la Sociedad de Dislexia, "son superhombres, quienes sobrevivieron a la discapacidad de dixlesia". Bastante más convincente es la versión dada por el hijo de Einstein, Hans Albert, quién manifiesta que su padre fue apartado de la sociedad, incluso de niño + un alumno del que sus profesores tenían muy pocas esperanzas -. Esto está en línea con la leyenda anecdótica de la familia Hermann Einstein, cuando consultaron a sus profesores sobre la carrera que podría seguir su hijo, la respuesta fue muy simple: "no importa; él nunca llegará a nada". El mismo Einstein comentaría, años más tarde, que este retraso en su aprendizaje tuvo sus compensaciones, ya que, indirectamente, le había ayudado a encontrar el campo al que haría el suyo propio . "Algunas veces me pregunto", dijo una vez "cómo ocurrió que fuera yo el que descubriera la ley de la relatividad. La razón, yo creo, es que un adulto normal nunca se para a pensar sobre los problemas del espacio y del tiempo. Son temas sobre los que se medita de pequeño. Pero mi desarrollo intelectual fue retardado, y como resultado comencé a reflexionar sobre el espacio y el tiempo solamente cuando ya había crecido. Naturalmente, podía profundizar en el problema mucho mejor que un niño con facultades normales." Su niñez fue bastante estricta. Desde los cinco hasta los diez años asistió a una escuela Católica próxima a su hogar, y a la edad de diez fue trasladado a Luitpold Gymnasium, donde los niños de la clase media habían sido inducidos al estudio del Latin y del Griego, de la historia y de la geografía, así como al de las matemáticas simples. El motivo de seleccionar una educación católica se debió tan solo a que la educación primaria en Bavaria, era predominantemente católica. La escuela judía más cercana se encontraba lejos del domicilio de Einstein y era muy costosa. Para una familia de escasas creencias religiosas, la educación de orientación católica no era peligrosa y era cuestión a considerar dada la buena enseñanza general que estas escuelas ofrecían. Según algunas fuentes, tuvo que enfrentarse por primera vez con sus orígenes judíos. Como ejemplo práctico, un

profesor, un día, pintó un largo clavo, la lección fue la siguiente: "El clavo con el que Jesucristo fue clavado a la cruz era como éste". Dieciséis años más tarde Einstein puso su marca en esta historia: "Una verdadera historia ". Pero Frank, a quién según parece se lo había contado, comenta que el profesor "no añadió, como sucede algunas veces, que la Crucifixión fuera obra de los judíos. Tampoco parece que esta idea calara en la mente de los estudiantes ni que por ello fueran a cambiar su relación con su compañero de clase, Albert". Es posible, a pesar de la relevancia dada a este incidente, que ninguno de los muchachos prestara mucha atención al clavo de la Crucifixión. Más tarde, Einstein repetiría en más de una ocasión que, el tema de su procedencia judía, únicamente se trató en su casa el día que llegó a Berlín, unos meses antes de que comenzara la primera guerra Mundial. Antes de que abandonara su escuela elemental católica por la muy distinta de Luitpold Gymnasium, recibió lo que, según parece, fue la primera y auténtica convulsión a su sistema intelectual. Es necesario entender esta "aparición". Sería el famoso incidente de la brújula de su bolsillo, al mismo tiempo que confirma que realmente sucedió, también hizo un comentario respecto a su significado. Sencillamente la historia es que cuando tenía cinco años, estando enfermo en la cama, su padre le mostró una brújula de bolsillo. Lo que realmente impresionó al niño fue que la aguja de metal apuntaba siempre en la misma dirección, fuera cual fuera la dirección en la que se moviera la caja, algo debía existir en el espacio que actuaba sobre la aguja, y siempre se había considerado al espacio como vacío. El incidente, lo más evocador de "la niñez de famosos", fue recordado persistentemente durante toda la juventud de Einstein, y publicado después de lograr su merecida fama al final de la Primera Guerra Mundial. Otro asunto es considerar si lo que siempre prevaleció fue su último significado (¿el espacio vacío?). El propio Einstein, en 1953, en respuesta a las preguntas realizadas con motivo de su setenta y cuatro cumpleaños, dio perspectiva al confirmar cómo había - o podía- haberle afectado. La brújula y el libro sobre geometría Euclediana, que leyó unos cuantos años más tarde, influyeron sobre él. Cuando le preguntaron "yo mismo pienso eso, y creo que esas influencias externas ejercieron una considerable influencia en mi desarrollo", respondió con ciertas reservas. "Pero un hombre tiene poca reserva interior que permanezca. Cuando un perrito ve una brújula por primera vez no tiene una referencia similar, tampoco un niño. ¿Qué determina la reacción particular de un individuo? Uno puede suponer teorías más o acertadas sobre este tema, pero uno nunca encuentra realmente la respuesta." Pronto, poco después, otra influencia penetró en la vida de Einstein . A la edad de seis años comenzó a estudiar violín. El entusiasmo que en él se produjo no fue rápido. Aprendió más de memoria que por propia inspiración y tuvieron que pasar siete años antes de que Mozart le desvelara el conocimiento matemático de la estructura musical. Aún así su gusto por el instrumento crecía paulatinamente llegando a ser una válvula de salvación psicológica; pero nunca iba en paralelo con su interpretación. Años más tarde el violín llegó a ser la marca de estilo del más famoso científico del mundo; pero la

mayor pasión y divertimento de Einstein era la interpretación. Amateur, dotado o no, permaneció amateur. Hermann Einstein con su brújula y Pauline Einstein con su insistencia en lecciones de música, fueron las dos influencias que permanecieron en su hijo. Una tercera se la proporcionó su tío Jakob, el buen ingeniero sin el cual Hermann hubiera caído más deprisa, si cabe, en el mar de buenas intenciones. Jakob Einstein es relativamente una figura sombría y su memoria una simple anécdota, recordada durante más de treinta años y resaltada por Einstein a sus primeros biógrafos. "Algebra es una ciencia alegre". Solía decir su tío Jakob. "Vamos a la caza de un pequeño animal que no conocemos, así que le llamamos X. Cuando cazamos nuestra presa, le observamos y entonces le damos el nombre apropiado" El tío Jakob pudo o no haber jugado un papel importante en hacer que las matemáticas parecieran atractivas, pero no cabe duda de que su influencia fue duradera. En muchos de los intentos posteriores de Einstein para presentar su teoría sobre la relatividad a personas no doctoradas en matemáticas, hay un recurso no muy diferente; por analogías con elevadores, trenes y barcos que traen a la memoria las casas de piedra en Sendling y el "pequeño animal del tío Jakob, cuyo nombre desconocemos". Sin embargo, en la familia de Einstein había un familiar político más importante que el padre, la madre y el tío Jakob. Era, Cäsar Koch, hermano de Pauline Koch, que vivía en Stuttgart y cuyas visitas a la familia Einstein fueron recordadas durante mucho tiempo. "Tu has sido siempre mi tío más querido", le escribió Einstein ya de mayor a la edad de cuarenta y cinco años. "Tu has sido siempre una persona que ha encandilado mi corazón cada vez que pensaba en ti y cuando era joven, tus visitas han significado para mí un gran acontecimiento". En Enero de 1885 Cäsar Koch volvió a Alemania procedente de Rusia, donde vivía parte de su familia. Le trajo a Albert un modelo de máquina de vapor que le entregó ese mismo año durante su visita a Munich, dibujada de memoria por su sobrino treinta años más tarde. Poco tiempo después Cäsar se casó y se traslado a vivir a Amberes -donde viajó el joven Albert en una excursión dirigida por el Bourse-. Cäsar Koch, comerciante de grano con bastante poder económico y sin pretensiones intelectuales. Sin embargo, fueron de destacar algunas confidencias entre tío y sobrino, fue Cäsar a quién Einstein, cuando era un muchacho de dieciséis años, le envió un proyecto sobre una idea imaginaria, que más tarde desarrollaría, sobre la Teoría Especial de la Relatividad. Sin embargo, nada parece tan apreciado como cuando Einstein en 1889 hizo su primera aparición en el Luitpold Gymnasium. Todavía ligeramente retrasado, introspectivo, guardando en su interior una ligera agitación por el interés que sentía por el mundo que le rodeaba y que hasta ese momento no había dado ninguna señal de que fuera en ningún sentido diferente a cualquier otro niño. Fue durante los seis años que permaneció en el Gymnasium cuando destacó, aunque no tanto en el camino que sus padres habían esperado. Dentro del clima reinante de aquel tiempo, el Luitpold Gymnasium no parecía ser ni mejor ni peor que otras instituciones de esta clase. Es verdad, sin embargo, que su

educación aunque severa, como sucedía en el resto de las escuelas públicas británicas de la época, no había razón para suponer que fuera particularmente dura. Por otro lado, lo que puede estimarse como más allá de una disciplina normal, mantenía en reserva la última arma para impresionar a la incuestionable autoridad del dios de Prusia. A pesar de todo los niños, incluso los muy sensibles, han sobrevivido a esta prueba, algunos han logrado sobrevivir incluso a Eton. El Gymnasium tuvo un efecto puntual en Einstein que se manifiesta de distintas formas. El principal es que esta disciplina creó en él un profundo resentimiento a la autoridad en general y a la autoridad educacional en particular. Este sentimiento permaneció a lo largo de su vida. "Los profesores en la escuela elemental me parecían sargentos y en el Gymnasium eran como lugartenientes". Recordaba. Después de más de cuarenta años, hablando en la setenta y dos Convocatoria de la Universidad del Estado de Nueva York, observó que para él, "principalmente, lo peor que se puede hacer en una escuela es el empleo de métodos de miedo, la fuerza y la artificial autoridad para la enseñanza. Tales tratamientos destruían los sentimientos sanos, la integridad y la autoconfianza de los alumnos. Todo lo que produce es un espartano servilismo." Años más tarde contestando a una joven que le había enviado un manuscrito le dijo: "Guarde su manuscrito para sus hijos e hijas para que ellos puedan encontrar consuelo en él - no conceda importancia de lo que los profesores digan o piensen de ellos." No dar el más mínimo valor a las creencias establecidas fue una actitud ciertamente desarrollada en el Gymnasium. Esta enseñanza puede o no justificar el principio, si el resultado es singularmente afortunado; esto es lo esencial para Einstein. Esto le enseñó las virtudes del escepticismo. Le indujo a cuestionar y dudar, las siempre válidas cualidades de un científico, particularmente sucedía así en este período de la historia de la física. El avance de la tecnología estaba aportando a la luz curiosos nuevos fenómenos los cuales, a pesar de los esfuerzos realizados por el hombre, no encajaban en el existente orden de las cosas. Sin embargo, un innato conservadurismo presentaba una infranqueable barrera para la discusión que permite la aceptación individual de las nuevas ideas. Si Einstein no hubiera sido empujado por el Luitpold Gymnasium hacia una postura de oposición, no hubiera tenido el resto de su vida una actitud ávida a cuestionar los supuestos que tantos hombres habían aceptado como buenos, y no hubiera llegado en tan temprana edad a la Teoría de la Relatividad. Un tercer efecto resultó ser de un tipo bien diferente. No hay duda que él despreciaba la disciplina en la educación y que ésta a su vez alimentaba una actitud radical que es esencial para el científico. Aún así, fue sólo años más tarde cuando recordando sus años de la niñez, expresó su desagrado sobre el Gymnasium con tal vehemencia. Hasta entonces, de acuerdo con un perceptor biógrafo, quién llegó a conocerle muy bien, "él no podría incluso decir que le odiaba. De acuerdo con la leyenda de la familia, este taciturno niño, quien no era muy dado a quejarse, no parecía ni siquiera muy descontento". Solamente mucho más tarde identificó el tono y la atmósfera de sus días escolares con el cuartel, la negación, en su opinión, del ser

humano. Sin embargo, hasta el final de la Primera Guerra Mundial, el entorno escolar había llegado a ser un símbolo en una ecuación, de cuya validez Einstein nunca había dudado. Cuando mirando hacia atrás recordaba, igualaba el Luitpold Gymnasium con su disciplina ruda, y el Luipold Gymnasium era alemán. Así la dureza de la infancia llegó a ser el símbolo de todo lo peor en el carácter alemán - una transformación que producía horribles e irónicas consecuencias. Con el hedor de Auschwitz y Belsen todavía en las narices, es fácil comprender lo próximo que estaba Einstein a la paranoia cuando años más tarde recordaba a sus paisanos. Es fácil comprender su respuesta cuando, a la edad sesenta y nueve años le preguntaron: "¿hay algún alemán por quién Vd sienta especial estima y que fuera su amigo personal entre los alemanes de nacimiento?" "Respeto por Planck", replicó Einstein, "amistad con ningún verdadero alemán, Max von Laue era mi más allegado" Todo ello es comprensible. Sin embargo alemanes fueron los primeros en morir en los campos de concentración y resulta curioso descubrir a Einstein, normalmente el más compasivo, decir que el mejor de los alemanes es el que está muerto. Así, el Luitpold Gymnasium, transformado por la memoria, tenía que responder por ello, convencido Einstein de que los prusianos le habían entregado una doble dosis del pecado original. Las experiencias posteriores tendieron a confirmar su creencia. Según parece, en el Gymnasium había, como suele existir frecuentemente en estas escuelas, un maestro que se mantenía apartado, con una personalidad excepcionalmente inconformista. Su nombre era Reuss. Este hacía que sus alumnos pensaran por si mismos, mientras que sus colegas no hicieron mucho más - en opinión de Einstein más tarde que animar a un académico Kadavergehorsamkeit ( "la obediencia del muerto") que fue requerido por las tropas de la armada imperial prusiana. Más tarde Einstein recordaría cómo Reuss había tratado de avivar el interés por las antiguas civilizaciones y su influencia, que todavía podía apreciarse en la vida contemporánea del sur de Alemania. Resultó como una inesperada nota de pie de página en la memoria de Einstein. Después de que su primer trabajo comenzara a divulgarse, se produjo una conmoción eléctrica en el entramado científico; él mismo visitó Munich y a su viejo profesor, quién entonces ya se encontraba retirado. Su desgastado traje y arrugados pantalones, cuya imagen se había perpetuado entre sus compañeros como marca característica de Einstein, simplemente indicaban pobreza. Reuss no recordaba en absoluto el nombre de Einstein y era evidente para él que se trataba de un mendigo errante. Einstein salió de allí aceleradamente y preocupado. La influencia que inicialmente condujo a Einstein por el camino elegido no procedía del Luitpold Gymnasium sino de Max Talmey, un estudiante de medicina, judío quién en 1889 se matriculó en la Universidad de Munich. El hermano mayor de Talmey, que ya ejercía como médico, conocía a la familia Einstein, y pronto le introdujo en lo que Max llamó "el feliz, confortable y alegre hogar de los Einstein donde yo he recibido la misma generosa consideración que él". Más tarde Talmey se entusiasmó con

la idea de una lengua universal, el esperanto, el cual pensaba que podría ser especialmente valioso para la ciencia. Esperaba el respaldo de Einstein, se interesó por la relatividad y entonces, como muchos otros, trató de explicar la teoría. Más importante fue la inclusión en su poco conocido libro sobre la materia, de la impresión que Einstein le causó a la edad de doce años, la única descripción de primera mano que existe. Era un muchacho moreno, bien parecido... una buena imagen... en contra de la teoría de Houston Stewart Chamberlain y de otros que trataron de probar que solo la razas blancas producen genios", escribió Talmey. El mostró una particular inclinación hacia las ciencias físicas y le gustaba conversar sobre los fenómenos físicos. Le di como materia de lectura unos Populares Libros de A. Bernstein sobre Ciencias Físicas y también Fuerza y Materia de L. Buchner, dos trabajos que eran muy populares entonces en Alemania. El muchacho se fue profundamente impresionado con los libros. El trabajo de Bernstein, especialmente, describe el fenómeno físico de forma atractiva y ejerció gran influencia en Albert incrementando considerablemente su interés por las ciencias físicas. Un poco más tarde comenzó a mostrar su interés por las matemáticas y Talmey le dio una copia del popular libro de texto de Spieker, "Lerhbuch der ebenen Geometrie". Desde entonces, siempre que el joven estudiante de medicina llegaba a almorzar los Jueves, Einstein le mostraba los problemas resueltos durante la semana anterior. Tras un corto periodo de unos meses, ya había trabajado sobre todo lo que enseñaba el libro de Spieker. Una vez superado el libro se dedicó por completo a las matemáticas más avanzadas, estudiando por su cuenta los excelentes trabajos de Lubsen sobre esta materia. También le habían sido recomendados, si la memoria no me falla. Pronto el vuelo de su ingenio matemático era tan alto que yo no podía seguirle. Posteriormente era filosofía el motivo de nuestra conversación. Le recomendé la lectura de Kant. En esa época todavía era un muchacho, trece años, aún así los trabajos de Kant, incomprensibles para la mayoría de los mortales, parecían estar claros para él. Kant llegó a ser el filósofo favorito de Albert, después de leer su "Crítica de la razón pura", así como a otros filósofos. También leyó a Darwin - al menos, según el más entendido de sus hijastros- No hay evidencia de que le impresionara lo más mínimo. Una de las razones fue que la lucha por la evolución había sido debatida en esa época y también vencida. Aún así, en su juventud Einstein pudo haber creído, como así escribió más tarde, esa "materia viva y claridad se contradicen - divergen entre sí", igualmente sentía que "los procesos biológicos no pueden ser expresados en las fórmulas matemáticas", esto le ocasionó un escepticismo de por vida en la medicina, de acuerdo con su amigo Gustav Bucky, lo que le hizo inclinarse a concentrar todo su interés hacia temas no biológicos. La otra cara de la moneda la representó Leo Szilard, un colega durante más de un cuarto de siglo, quién abandonó la física

por la biología. "Uno puede tener más sensibilidad al tratar con cosas vivas que con las físicas..." Esta actitud, en un sentido casi de malestar con el Creador al haber creado cosas que no se pueden cuantificar, explica al menos algo de la barrera invisible que a menudo surge para separar el Einstein del entendimiento intuitivo y de la clase humana del Einstein ordenando su vida diaria. La llamada de la ciencia fue siempre importante y en raras ocasiones pudo dedicarse a hombres y mujeres de forma individual. Su reacción al mundo viviente fue ilustrada un día que estando con un amigo, observando bandadas de pájaros que emigraban por encima de sus cabezas dijo: "Creo que es muy posible que ellos sigan rayos que no son conocidos por nosotros". Einstein sabía bien las limitaciones que esta actitud le imponía, y le comentó una vez a Lord Samuel que la relación entre físicas y biología que "es ciertamente verdad que limitándonos nosotros mismos a los conceptos y leyes de las físicas, nos inhabilitamos para obtener una razonable visión de la totalidad de los acontecimientos de la vida. Quizás siempre resultará imposible para nosotros, como hombres. Pero no creo, por tanto que la física no comprendo el proceso de la vida." Esto era la razón adecuada; descubrir la naturaleza del mundo físico era suficiente tarea para un hombre. Además resulta interesante especular sobre qué podría haber ocurrido en la biología del siglo XX si Einstein se hubiera decidido a volcar su ingenio hacia el mundo animado en lugar de hacerlo hacia el mundo inanimado. Según parece, esta determinación la tomó a la edad de doce años, si bien no es totalmente seguro ya que los detalles y la fecha parecen deducirse mas que fehacientemente, por una circunstancial evidencia de hecho y por el informe que constituye la parte integrante del más extrovertido documento sobre su infancia. A la edad de doce años Einstein había obtenido, según su propias palabras, una "profunda religiosidad". La aprobación de esta traducción del alemán en sus notas bibliográficas es significativa; por religiosidad el "afectado o excesiva religión" el diccionario describe puntualmente los resultados que él llamó "la tradicional máquina-educación" Siempre sensible a la belleza, y a la música, Einstein, sin duda, se había impresionado profundamente por la espléndida ornamentación con la que los católicos Bávaros de aquellos días se adornaban. Pero, si bien conquistaron sus emociones, su mente permanecía independiente, con considerables resultados. "Tras la lectura de los libros de ciencia más populares pronto llegué a la convicción de que muchas de las historias de la Biblia no podían ser ciertas", escribió. La consecuencia fue un pensamiento libre positivamente fanática (orgía de) libre-pensador emparejado con la impresión de que la juventud es engañada intencionadamente por el estado; una impresión machacada. Esto causó un gran impacto en él. Su sospecha ante cualquier clase de autoridad creció con la experiencia, una actitud escéptica hacia las convicciones avivadas en cualquier entorno social específico - "una actitud que nunca me ha abandonado, ni siquiera posteriormente, porque un reconocimiento interno dentro de las relaciones casuales

perdió su original patetismo". Es importante, no porque el propio cambio de ánimo fuera inusual sino por la historia futura de Einstein. Durante siglos la gente joven ha ido abandonando la religión cuando ya no estaba en la edad de dejarse impresionar, girando hacia las leyes naturales como si se tratara de un sustituto. El proceso es duro para un devoto con ojos ensimismados. La diferencia con Einstein era que un acto tan común tuviera tales efectos poco comunes. Necesitaba llenar con algo el vacío, la desesperada necesidad de encontrar un orden en un mundo caótico que puede haber sido una particular necesidad de los judíos. Ciertamente, Abba Eban, en 1955, embajador israelita en los Estados Unidos, observó tras la muerte de Einstein, "la mente hebrea ha estado obsesionada durante siglos por el concepto del orden y de la armonía en el diseño universal. La búsqueda de leyes hasta entonces desconocidas que gobernaban las fuerzas cósmicas; la doctrina de una relativa armonía en la naturaleza; la idea de una calculable relación entre la materia y la energía +éstas son más plausibles de emerger de una filosofía básica hebrea y cambia la mente desde otras". Esto puede parecer como cualidad interior además de súplicas especiales; todavía más para la larga línea de físicos judíos del siglo XIX, y de la incluso aún más larga lista de aquellos que más tarde vieron las destacadas unificaciones del mundo subatómico, que proporciona una plausibilidad que difícilmente puede ser discutida. Si no hubiera orden o lógica en los concepción realizada por el hombre de la religión revelada en el mundo, seguramente el orden y la lógica podrían ser desvelados en el inmenso mundo que, como Einstein escribió, "existe independientemente del ser humano y que permanece ante nosotros como un gran enigma, al menos parcialmente accesible a nuestra inspección y pensamiento. La contemplación de este mundo atrae como una liberación y yo he observado que muchos hombres, a los que he llegado a apreciar y admirar, han encontrado libertad interior y seguridad al dedicarse devotamente a este estudio". El joven Einstein, como muchos eclesiásticos victorianos que deseaban "penetrar en la arcana de la naturaleza, para discernir la ley dentro de la ley" elegían la parte de la ciencia donde la religión la abandonaba. Más tarde las vería como diferentes caras de la moneda, tan complementarios como la concepción de la luz en ondas y corpúsculos, y ambas tan necesarias como si uno fuera a ver la realidad. Todo esto, sin embargo, se desarrolló en las décadas posteriores a la conversión. La conversión no se produjo en un solo día. El sentido común, junto a las pequeñas evidencias que existen, sugiere que la determinación de Einstein para probar los secretos del mundo físico no apareció como una visión Paulina camino a Damasco sino que cristalizó durante un período. Es más, fue una conversión que comenzó en una temprana juventud, que pronto endurecida y que se consolidó para el resto de su vida. Reflexionando sobre las "mentiras" que le habían contado en el Luitpold Gymnasium, Einstein se decidió sobre el trabajo al que estaría dispuesto a dedicar todo sacrificio y esfuerzo con una determinación férrea que le separaría de

otros hombres. En dos ocasiones manifestó con simples palabras lo que supuso este trabajo. Primero durante un encuentro de una hora - según parece en 1911- con el filósofo judío Martin Buber, quién le presionó "con una pregunta encubierta sobre su fe" Finalmente, en palabras de Buber, Eistein "explotó" exclamando: "por lo que nosotros (en este 'nosotros' se refería a los físicos) dedicamos todos nuestros esfuerzos, gritó, "es justamente dirigir Su línea después de El". Dibujar después, "como uno traza una figura geométrica". Y, una década más tarde, caminando con una joven física hacia su oficina en la Universidad de Berlín, Einstein lanzó el mismo tema con más detalle. No tenía interés en aprender una lengua nueva, ni en la comida ni en trajes nuevos. "Yo, no soy como los demás", continuó, "no soy un hombre de familia. Yo deseo paz interior. Quiero saber cómo Dios creó el mundo. No me interesa este u otro fenómeno, en el espectro de este o ese elemento. Quiero conocer Sus pensamientos, el resto son detalles". Este objetivo encajaba con mi creencia: "Dios es sutil, pero El no es malicioso." Estas palabras iban a cristalizar su punto de vista, ese complejo de las leyes de la naturaleza, que por difíciles que sean de entender, eran todavía comprensibles para la razón humana. Si el hombre se preocupa por la ley detrás de la ley + si, en palabras de Rutherford, él sabía que preguntas hacer a la naturaleza +, entonces las respuestas podrían ser descubiertas. Dios puede plantear difíciles problemas pero Él nunca rompe las reglas planteando preguntas que no tienen respuesta. Es mas, Él nunca deja las respuestas a la casualidad, "Dios no juega a los dados con las palabras". Sin embargo, el Dios de Einstein no era el Dios de otros hombres. Cuando escribió sobre religión, como hizo con cierta frecuencia a mediana edad y ya de mayor, se inclinaba por adoptar la creencia de la Reina Alice Red, que "las palabras significan lo que tu quieres que signifiquen", y revestir con diferentes nombres lo que a la mayoría de los mortales +y a la mayoría de los judíos + les parecía como una variante de simple agnosticismo. Contestando en 1929 a una pregunta de Rabbi Goldstein de Nueva York, dijo que él creía en el "Dios de Spinoza quién se revelaba en armonía de todo lo que existe, no en un Dios al que solo le concierne el destino y las acciones de los hombres". Y parece que, años más tarde, preguntado por Ben-Gurion sobre si él creía en Dios, "incluso él, con su gran fórmula sobre la energía y la masa, aceptó que algo debe de existir detrás de la energía". Sin duda. Pero la mayoría de los escritos de Einstein daban la impresión de creer en Dios, incluso más intangible e impersonal que una celestial máquina pensadora, conduciendo el universo con indiscutible autoridad y experto tacto. Por el contrario el Dios de Einstein aparecía como un mundo físico en sí mismo, con su infinita estructura maravillosa operando al nivel atómico con la belleza y la precisión de un relojero artesano, y a nivel estelar con la majestad de un ciclotrón masivo. Esta creencia era suficiente. Creció pronto y echó profundas raíces. Solamente más tarde fue dignificado por la pequeña religión del cosmos, una frase que dio plausible respetabilidad a las perspectivas del hombre que no creía en una vida después de la muerte y que sentía que la virtud era recompensada en la vida en la tierra, este era el resultado de

la causa y efecto más que una recompensa celestial. El Dios de Einstein estaba en el orden de las cosas y obedecía las reglas que podían ser descubiertas por aquellos que tenían el valor, la imaginación y la persistencia de ir en su búsqueda. Esta fue su meta, a la que él dirigió su mente a la temprana edad de doce años. Por comparación, todo lo demás le pareció trivial durante el resto de su vida. Einstein curso tres años más de estudios en el Gymnasium, no le interesaban los clásicos, en las matemáticas destacaba progresivamente, precoz en temas filosóficos, que uno puede asumir que en raras ocasiones discutía sólo con sus profesores, nunca con sus compañeros de clase. Este tiempo en Munich hubiera sido prolongado de no ser porque los negocios de la familia habían caído de nuevo. Para entonces la familia Einstein habían decidido cruzar los Alpes y llegar a Milán. La motivación para ir allí no está clara, parece que los Kochs venían a rescatarlos una vez más. Una parte adinerada de la familia vivía en Génova, y pudo ser que la ayuda que les estipularon hiciera que el nuevo negocio diera sus frutos, bajo el ojo vigilante del optimista aventurero Hermann Einstein. La familia se trasladó de Munich en 1894, llevando a su hija Maja con ellos y dejando a Albert en una residencia bajo el cuidado de un familiar lejano. Se suponía que terminaría a su debido tiempo el curso, adquiriría el diploma que aseguraría su entrada en la universidad y podría comenzar la profesión de ingeniería eléctrica, que su padre había elegido para él. El hijo tenía otras miras y a los seis meses siguió a su familia cruzando los Alpes. Los detalles de la marcha de Einstein del Gymnasium proceden de diferentes etapas, la segunda, según sus propios comentarios, la realizó a mediana y avanzada edad. Lo que sí es cierto es que se marchó antes de conseguir el diploma necesario. Se ha dicho que obtuvo un certificado médico debido a una enfermedad de los nervios, por lo que debería reunirse con sus padres en Italia, junto con un informe de su profesor de matemáticas acreditando su habilidad; antes de presentar el certificado médico a Einstein se levantó un escrito de despido amparándose en que "su presencia en la clase es perjudicial y afecta a los otros estudiantes". Esta acusación debería tomarse con cierta precaución pero en líneas generales tenía un toque de realidad. El amable y gentil Einstein, como se le recuerda hoy, el amigo de la humanidad (exceptuando los prusianos), un santo apartado del resto del mundo, es la imagen más extendida de sus últimos años; una figura bien diferente de la de precoz, engreído, rallando lo insolente, en su juventud y temprana edad de hombre. Einstein era el muchacho que conoció el dolor a través del trabajo y de su tiranía. Esto bien puede explicar el por qué el Gymnasium se complació en expulsarle. La ignominia de ser expulsado antes de marcharse explica su desagrado por el lugar. Estaba feliz de perder de vista al Luitpold Gymnasium. Este sentimiento era recíproco. Sin embargo los años habían dejado una huella inapreciable no sólo a él, sino también a sus profesores. Ellos le hicieron detestar la disciplina, pero le enseñaron las virtudes de la autodisciplina, la concentración, la dedicación a un ideal; una actitud ante la vida que puede describirse como firme o implacable, según el punto de vista. Años más tarde, sus compañeros argumentaban sobre su determinado

individualismo, sin considerar a los demás, un oyente observó: "no debe olvidarse que era alemán". Poco se sabe sobre los dos años de su juventud que Einstein pasó en Italia; siempre los recordaba como muy felices. " Me sorprendió enormemente, cuando crucé los Alpes hacia Italia, el observar como el italiano medio, hombres y mujeres, usaban palabras y expresiones tan profundas y con tanto contenido cultural, tan diferente del alemán medio", recordaba cuarenta años después. "Esto es debido a su larga historia cultural. La gente del norte de Italia es la más civilizada que jamás he conocido". Puede que no sea totalmente cierto ya que "él iba a las galerías y permanecí durante horas contemplando a Michelangelo" como confirma su hijo político, y que él, inteligentemente negó, pero de lo que no hay duda es de que disfrutó del trato con la gente y de los aires de libertad, ambos muy diferentes a los que conoció en el Gymnasium de Munich. Cuando los negocios de su padre fracasaron de nuevo, como era de esperar y que volvió a intentar en Pavia, sus viajes se extendieron a Padua, Pisa, Siena y Perugia. Interrumpió sus estudios a mitad de camino y la Escuela Suiza en Milán, a la que se hace referencia en sus estudios en aquellos días la Escuela Internacional de las familias protestantes de Milán -, no tiene referencias de él. Tanto su hermana Maja como su hermano Robert estaban matriculados pero Einstein tenía quince años cuando llegó a la ciudad y la Escuela Suiza solo admitía alumnos hasta los trece años. Sin embargo su libertad no duró mucho pues, debido a la precariedad financiera de la familia, fue necesario que se preparase para realizar algún trabajo. El único indicio de este hecho procede de su propio hijo: "a la edad de dieciséis años", dice, "su padre le pidió que olvidase su 'filosofía sin sentido' y que se dedicara a la electrónica". Echó en falta el certificado de estudios del Gymnasium pues era necesario para poder entrar en la Universidad. Sólo había una salida. Al otro lado de los Alpes desde Milán, existía, en Zurich, una Escuela Politécnica Suiza, (la organización también era conocida bajo varios nombres en alemán, francés, italiano e inglés: Technische Hochshule (ETH); Ecole Polytechnique Fédérale (EPF9); Svizzera Plytecnica Federale (SPF) y Swiss Federal Institute of Technology (FIT)), era la mejor escuela técnica de Centro Europa fuera de Alemania. En la Escuela Politécnica no se requería el diploma del Gymnasium, y todo candidato tenía que superar un examen obligatorio. El problema era que en la primavera de 1985 Einstein tenía dieciséis años, dos más joven que el resto de los alumnos del ETH. Sin embargo se decidió que corriera el riesgo y en el otoño se dispuso a cruzar los Alpes. Antes de marcharse, probablemente unas semanas o unos meses antes, aunque no se sabe a ciencia cierta, envió a su tío Cäsar, en Stuttgart, un escrito que auguraba las cosas que iban a suceder: "un escrito que más parecía un programa", según él lo describe, en dicho escrito le proponía tratar los temas científicos más candentes; la relación entre la electricidad, el magnetismo y el éter, de identidad hipotética y no real, que presumiblemente llena el espacio y transmite ondas electromagnéticas. Ni la carta ni el escrito que le envió tenían fecha, pero

Einstein recuerda que se escribieron entre 1894 y 1895, si bien la referencia del ETH de Zurich indica que fue en este último año. Comienza: Mi querido tío, me alegra comprobar que te interesas por las pequeñas cosas que hago en mi trabajo, a pesar de que no podemos vernos más que de tarde en tarde, y de que soy un terriblemente perezoso corresponsal. Todavía dudo en enviarte esta (adjunta) nota ya que trata de un tópico muy especial, y por otro lado, es bastante breve e imperfecta, como es de esperar de un joven como yo. No me ofendería si no la leyeras, pero reconocerás al menos que es un modesto gesto el sobreponerme a mi pereza de escribir que he heredado de mis queridos padres. Como probablemente ya sabes, estoy esperando entrar en la Politécnica de Zurich, aunque presenta serias dificultades ya que soy dos años más joven de la edad requerida. Ya te contaré en mi próxima carta que pasa al respecto. Mis más afectuosos saludos a la querida tía y a los niños". La nota que acompañaba a esta carta estaba escrita con los renglones inclinados hacia arriba con letra de mosca gótica, cinco hojas de papel rayado, encabezado así: "Concerniente al Estado de Investigación del eter en los Campos Magnéticos", y comienza subrayando la naturaleza del fenómeno electromagnético y expresando lo poco que se sabe en lo concerniente a su relación con el éter. Esto puede ser remediado, sugiere, estudiando el estado potencial del eter en campos magnéticos de todas clases a través de extensos estudios experimentales o, en otras palabras, midiendo las "deformaciones elásticas y las fuerzas deformadoras que actúan". Al final del escrito repite con énfasis el experimento y dice: "Creo que las investigaciones cuantitativas en la magnitud absoluta de la densidad y de la fuerza elástica del éter solamente pueden empezar si los resultados cualitativos existen y son conectados con las ideas establecidas". Era, en su totalidad, un sorprendente escrito para un muchacho de dieciséis años y demasiado agotador ver en él las semillas de la Teoría Especial, era un firme indicio, lo suficientemente importante, como para permanecer en su mente durante una década. Como escribió en edad avanzada; a la edad de dieciséis años Einstein había descubierto una paradoja al considerar lo que ocurriría si uno pudiera seguir un rayo de luz a la velocidad de la luz, siendo el resultado "un campo electromagnético oscilatorio espacial en reposo". A su tío Cäsar no se lo exponía exactamente así, pero no cabe duda que, cuando llegó a Zurich su familia había depositado en él todas sus esperanzas. Pero, juzgando por estas raras insinuaciones, se veía su determinación de dar al traste con la carrera de electrónica. CAPITULO 2 UNA PERSONALIDAD INGOBERNABLE Einstein llegó a Zurich, la bulliciosa capital mercantil de Suiza en el otoño de 1895. Asentada en un lago bordeado

por las laderas de los Alpes, la ciudad medio cultural, con reminiscencias de la edad media, medio metrópolis comercial, un centro cuyos inconformistas devotos se verían incrementados en unos años por Lenin, Rosa de Luxemburgo y James Joyce. La atracción que sentía Einstein por Zurich, y que transformó su vida, no decayó nunca. Durante su primera visita cuando aun era un joven de dieciséis años y medio, vivió con la familia de Gustav Meir, un viejo amigo de su padre y antiguo vecino de Ulm. Según parece, estuvo acompañado por su madre y es cierto que la Sra. Einstein contactó con un consejero de Zurich, en nombre de su hijo, pidiéndole "si él podría interceder para apoyar a Albert en alguna clase, en vista del inusual talento y por el hecho de que debido al traslado de su familia, su vida escolar había sido un poco errática". Einstein hizo su examen de ingresos a la ETH poco después. No aprobó. La razón más convincente de su fracaso fue, que si bien sus conocimientos en matemáticas eran excepcionales, no alcanzó el estándar necesario en lenguas modernas, zoología y botánica. Esto es una verdad a medias, pues es bien conocido que si bien este examen se realizaba a la edad de dieciocho años, Einstein lo hizo con solo dieciséis, dos años más joven. También hay que destacar que el joven Einstein no podía negarse a los deseos de su padre de seguir una carrera técnica, por lo que él mismo admitió que el fracaso en Zurich "fue enteramente por su culpa, por no haberse esforzado lo más mínimo en prepararse". Cuando años más tarde le preguntaron qué hubiera ocurrido si le hubieran obligado a elegir una "profesión rentable" en lugar de llegar a ser un científico, no dudó en responder: "se suponía que tenía que elegir una profesión rentable, pero esto era simplemente imposible para mí". Por tanto "aunque se hubiera llevado el caballo en Zurich hasta el agua, nada le hubiera hecho beber". Sin embargo, el Director de la ETH, Albin Herzog, estaba impresionado por la habilidad de Einstein en matemáticas. Leyendo entre líneas, también le impresionó su carácter. Con la ayuda de Meier, acordaron que el muchacho pudiera asistir a la escuela cantonal de Aarau, veinte millas al oeste, donde un año de estudio le capacitaría para pasar el examen de ingreso de la ETH. En una pequeña y pintoresca ciudad sobre el río Aare, donde los viñedos escalan las laderas del monte Jura, Aarau, podía vanagloriarse de su escuela cantonal, dirigida por el Profesor Winteler. Para Einstein, cualquier lugar en Suiza le parecía impresionante, en contraste con el Gymnasium de Munich. A pesar de la tradición suiza la que todo hombre parece dispuesto a levantar las armas, y tiene su rifle colgado en la pared, el espíritu militarista de esta escuela era nulo, la práctica de la democracia, por la que muy pronto Einstein iba a demostrar un entusiasmo que perduraría a lo largo de toda su vida, había sido durante siglos una característica del país. Aún así, tuvo suerte con Aarau y con Winteler, con cuyas familias convivió durante su estancia en la escuela. Winteler, al que casualmente se le asignó como profesor, siempre estaba dispuesto a discutir sobre el trabajo o la política con alumnos y profesores, amigable y de mente liberal, un ornitologista que era feliz llevando de paseo a los alumnos y a sus propios hijos por las montañas

próximas. La enseñanza se parecía más al razonamiento universitario que al de un colegio de bachillerato. Había un aula para cada asignatura y, en una de ellas el brillante profesor, August Tuchschmid, introdujo a Einstein en los misterios de la física. Medio siglo más tarde recordaba la escuela afirmando "tal institución permanece para mí como el más agradable ejemplo", donde profesores y alumnos estaban unidos en "un responsable y feliz trabajo como no se puede conseguir en una disciplina de cuartel, por muy sutil que sea". La enseñanza era buena, la autoridad se ejercía con mano blanda y está claro que en este clima distendido Einsten comenzó a abrirse, aunque los detalles que conocemos son insuficientes e imaginativos. En una excursión con la escuela de tres días de duración en la que los alumnos escalaron el Santis de 2.600 pies de altura por encima del Eldkirch, Einstein resbaló en un empinado montículo y e salvó gracias al rápido movimiento de un colega suyo que le alargó un bastón de esquí para que se agarrara; una súbita acción que ayudó a salvar el curso de la historia. En otra salida de los alumnos de la escuela, un profesor le preguntó: "Dime Einstein la dirección que llevan los estratos en esta zona, ¿de abajo arriba o viceversa?. La respuesta fue de lo más inesperada: " Para mí es exactamente igual la dirección que tengan, profesor". Puede que la historia haya sido relatada de memoria, pero refleja una característica de la juventud de Einstein unida a una creciente adulación que se incrementa con los años. La descripción de "imprudente Swabo" de su compañero de clase Hans Byland, corresponde a este período. "Seguro de sí mismo, con su sombrero de fieltro gris colocado hacia atrás sobre su espeso cabello negro, con sus enérgicos y rápidos pasos, como si se trataran de un desequilibrado, al ritmo de un espíritu infatigable y que arrastraba al mundo tras él" comentó Bayland: "Nada escapaba a su aguda mirada, con sus brillantes ojos marrones. Cualquiera que se le acercara caía inmediatamente en el embrujo de su personalidad superior. Con una sarcástica mueca de desprecio, con su abultado labio inferior, repelía a los incultos filisteos". Este gesto duro se suavizaba hasta el punto de tragarse el argumento que, si a él le parecía normal cualquiera consideraría amargo; pero su actitud esencial permanecía; una actitud prepotente de intelectual se manifestaba de manera que no le importasen los demás. Era como una piedra lanzada no muy lejos y a poca altura, capaz de alcanzar tanto al propio Einstein como a cualquiera. Esta arrogancia quisquillosa parecía ir en aumento durante sus años de estudiante, si bien una parte de la vida de Einstein la formaba el gentil filósofo, planteando benignamente preguntas sobre el universo. La otra parte es la de su juventud. Conoció no solo una existencia de fracasos en el metropolitano de Munich, también conoció las maravillas del Norte de Italia. Sus contemporáneos le consideraban un experto joven cosmopolite, lleno de ideas, que no le importaba expresarlas sin reservas, haciendo la exposición en ocasiones con una maliciosa sonrisa. De no haber sido por el profundo sentido que tenía del misterio de las cosas, y de la humildad, que a su edad era capaz de solapar, hubiera sido el modelo del iconoclasta. Einstein disfrutó de Aarau. Disfrutaba no solo con el aprendizaje, una revelación inesperada después de la

experiencia de Munich, sino también con los suizos, con su mezcla de seriedad y responsabilidad pero tolerante y demócrata, su negativa a caer en el juego del poder que invadía a Europa, su devoción por una neutralidad que era tan personal como política. Sus efectos tuvos permanentes. Incluso en sus últimas décadas, deslumbrado por el futuro de América, Einstein mostró añoranza por su hogar, Europa, personificado en Zurich o Leiden; en los últimos 40 años, debido a la débil imagen liberal de los Estados Unidos, sus sentimientos se reforzaron, con una tendencia a mirar hacia atrás, a la era dorada de la Suiza anterior a la guerra. La vida en Aarau era conseguir un específico y difícil resultado. El antagonismo con todas las cosas en Alemania que habían quemado a Einstein durante años, ahora afloraba en su juventud como una explosión. Se negó a seguir siendo alemán. La historia es que a su llegada a Milán, procedente de Munich, el jovial Einstein le dijo a su padre que él no quería seguir siendo alemán al tiempo que le anunciaba su formal conexión con la religión judía. Esta parte de la historia no causó mucha preocupación a su familia, que no era excesivamente religiosa, y a la que no se le otorgaba más crédito; en principio lo consideraron una exageración de un joven desilusionado y de pensamiento esperanzador. En realidad, era la otra cara de la verdad. En cuanto a la fe judía, el muchacho tenía poco a lo que renunciar cuando se hizo hombre. Mientras que el orador sionista Einstein de adulto tenía un sentimiento profundo por la cultura judía, una dedicación por preservar al pueblo judío y un profundo respeto por la tradición cultural judía, sus sentimientos por la religión en sí raramente fueron más allá de una amable tolerancia y la creencia de que no podía hacer más daño que cualquier otra religión. "No soy, naturalmente, responsable por lo que otras personas puedan haber escrito sobre mí", había dicho cuando se habló sobre su referida renuncia juvenil. "En esa época no habría sabido cómo salir de mi ascendencia judía ". El asunto de la nacionalidad alemana era diferente. En principio, la idea de un muchacho de dieciséis años renunciando a su país de origen era un poco bizarra, en el mundo moderno los mecanismos hubieran sido complicados. Tanto que la historia se ha tomado a la ligera y Andre Mercier, director del departamento de física teórica en la Universidad de Berna y Secretario General del Comité Internacional sobre Relatividad General, dijo que cuando Einstein llegó a Suiza "era de nacionalidad alemana y continuó siéndolo hasta que alcanzó la mayoría de edad". También se ha señalado que si el joven Einstein "renunció a su pasaporte a los quince años", como así lo manifiesta el Dr. Walter Jens, de la Universidad de Tübingen, entonces esta renuncia no tenía consecuencias legales. En realidad el pasaporte no estaba implicado en esto. Einstein era ciudadano del estado de Württemberg por nacimiento y, por tanto, de nacionalidad alemana. De acuerdo con una carta localizada en los archivos de Princeton, él imploró a su padre, incluso antes de haber cruzado los Alpes hacia Milán, para que renunciara a esta nacionalidad en su nombre. No parece que se hiciera nada al respecto. Pero el muchacho volvió a casa desde Suiza a Milán para pasar las Navidades de 1895 con sus padres, y al poco tiempo de su vuelta a Aarau, a principios del año

1896, Hermann Einstein, presumiblemente sucumbió a los renovados deseos de su hijo y escribió a las autoridades de Wüttemberg. Dieron cumplimiento a su solicitud y, el 28 de Enero de 1896, finalizó formalmente la nacionalidad alemana de Einstein. Enviaron dos memorándums a Ulm el 30 de Enero y el 5 de Febrero confirmando lo anterior con varios departamentos de la ciudad. "Entre la edad de quince y veintiuno años", Einstein escribió, "Me encontré sin papeles del gobierno, lo que en aquella época no era nada peligroso. (Einstein se describía a sí mismo en este periodo como un "ingobernable" o "staattenlos" más que "schrifteblos" (indocumentado). En esta ocasión utilizó la frase "ganz ohne Staatspapiere" (totalmente sin papeles del gobierno). Tenía realmente casi diecisiete años cuando su padre recibió la respuesta a su solicitud, pero es verdad que él completó su educación en Suiza y obtuvo su graduación en Zurich como persona sin nacionalidad, meramente "hijo de padres alemanes" como él puso en papeles oficiales. El odio por Alemania, revelado por este súbito cambio, podría ser el resultado de una dura disciplina, y es bastante posible que Einstein hubiera pensado en este cambio antes de su llegada a Milán. Sus sentimientos pudieron haber aumentado por la despreciativa forma con la que fue expulsado de la escuela antes de que él pudiera renunciar. El Norte de Italia, a mediados de la década de 1890 ofrecía un contraste entre Alemania, que ya tenía sus músculos bien elásticos, y la sobria Suiza que ofrecía la otra cara. Fuera cual fuera la relativa importancia de estas motivaciones, el resultado era una actitud que más tarde desembocó en un anti-germanismo que rayaba en la paranoia, una fisura emocional fisura que rompía con el carácter de Einstein de punta a punta como una falla geológica. Durante estas primeras semanas de 1896, en Aarau, ninguna de estas oscuras alusiones podía ser identificada. Ahora era libre de Alemania, cuando adquirirío, a su debido tiempo y con buena suerte, la nacionalidad suiza, en la cual había puesto tanto empeño. Es más, había conseguido para entonces su éxito académico: a pesar del deseo de su familia para que se hiciera ingeniero electrónico, aceptaron que estudiara una carrera para dedicarse a la enseñanza. Los detalles sólo se pueden deducir, pero resulta significativo que fuera la familia de su madre la que dispusiera de suficiente estándar económico como para apoyarle en su época de estudiante, y no es difícil imaginar que se ganara a su devota madre con los argumentos necesarios para persuadir a sus familiares de modo que le ayudaran en el futuro. Parece demostrado que en sus primeros años de juventud no le preocuparon las mujeres. Einstein realizó su examen de ingreso en la ETH en el verano de 1896. Lo superó, volvió con sus padres a Italia y en Octubre se marchó a Suiza, donde se iba a dedicar durante cuatro años a la carrera que, de aprobarla, le cualificaría para un puesto en el nivel más bajo en la profesión de la enseñanza. El 29 de Octubre se asentó en Zurich, primero con la Sra. Kagi en el número 4 de Unionstrasse, donde vivió durante dos años, para trasladarse a casa de la Sra. Markwalder en el número 87 de Klosbach para, después de doce meses retornar con la Sra. Kagi a una nueva dirección. Al final de

cada período visitó a su familia en Milán y, más tarde en Pavía, mientras en Zurich estaba bajo la discreta vigilancia de la familia Karr, moderadamente adinerados, familia lejana de su madre, cuyos familiares le aportaban 100 francos al mes. La mayoría de sus compañeros de clase eran de familias modestas, profesionales o pequeños comerciantes tipificados en Marcel Grossman, cuyo padre tenía una factoría de maquinaria agrícola en Hongg, a pocas millas de Zurich. Había un tal Louis Kollros de la factoría de relojes de La Chaux-de-Fonds, en el Jura, Jakob Ehrat de Schaffhausen, (con sus cascadas de las aguas del Rin) y un grupo de muchachas de Hungría pasó a la clase del 96 con Einstein. Mileva Maric, nacida en 1875 y, como el resto de la clase, unos años mayor que Einstein, hija de un agricultor servio de Titel en el sur de Hungría, que había conseguido llegar a Zurich gracias a su férrea determinación y constancia, a pesar del obstáculo de su cojera. Superficialmente, la imagen del estudiante Einstein era bastante convencional. Se producían frecuentes cambios de clase, la dieta era ligera en restaurantes y cafés, complementada con snacks de las pastelerías próximas, o de las amables señoras suizas de las casas donde residió. Las salidas de fines de semana a los lagos cercanos de Zurich, era una diversión suiza similar a las fiestas en los lagos del Norte de Gales, cuyas características recordaban las escenas victorianas de Gran Bretaña. Realizaban frecuentes visitas a Aarau donde su hermana Maja estaba cursando los tres años de magisterio en la escuela Aarau. Einstein vestía siempre de manera informal, de hábitos poco convencionales, con una despreocupación alegre de hombre concentrado en otras cosas, rasgo que mantendría el resto de su vida. "Cuando yo era un hombre joven", dijo en confidencia a un viejo amigo, "me quedé una noche en la casa de unos amigos, por la mañana me marché olvidándome la maleta. Mi anfitrión le dijo a mis padres: 'Este joven nunca tendrá nada porque siempre se olvida de todo'". Olvidaba con frecuencia la llave y tenía que despertar a la señora de la casa, a las tantas de la madrugada, diciendo: "soy Einstein, olvidé mi llave otra vez". Ocupaba su tiempo de ocio como cualquier otro estudiante, por ejemplo tomó gran afición a navegar en el lago de Zurich, afición que nunca abandonó; paseaba ocasionalmente por las montañas, que en palabras de su hijo mayor "no le importaba que fueran largas y empinadas, pero sí que los alrededores tuvieran un atractivo que le proporcionara bienestar de espíritu". Siempre llevaba su libro de notas cuando navegaba. La señora Mark Walder, que le acompañaba algunas veces, recordaba años más tarde, que cuando la brisa cedía y los marineros se iban, sacaba su libro y hacía anotaciones. "Pero tan pronto como el viento soplaba comenzaba de nuevo a navegar". La imagen es casi prosaica, pero la sospecha de que algo iba a suceder se sugería por el cambio de una arrogante impaciencia mostrada en las noches musicales a las que le invitaban los padres de sus amigos suizos. Si la atención a su actuación no era la adecuada se paraba, a veces con un ademán que rayaba lo grotesco. A un grupo de señoras que siguieron haciendo punto mientras él tocaba, y que le preguntaron que porqué dejaba de tocar y estaba guardando

su violín, les dijo: "nosotros no perturbaríamos su trabajo ni soñando". Y, cuando en una ocasión le preguntaron: "¿lleva usted el compás?", replicó, "Cielos, no. Es mi sangre". Quizás había un pequeño riesgo cuando uno le preguntaba a Einstein. Como él mismo explicaría más tarde, los "desplantes con la gente", eran un verdadero despiste de su personalidad. Incluso de joven meditaba sobre sus compañeros. Tenía una cualidad atractiva. Ya de adulto, era de los que hacían volver la cabeza cuando entraba en un recinto, y no solamente porque había entrado el fundador de la relatividad. Si la palabra "carisma" tiene actualmente un significado de relaciones públicas, Einstein lo tenía. Es de destacar que pareciera especialmente feliz en compañía de mujeres. El sentimiento era a menudo mutuo. El erguido joven, con su impresionante ondulado cabello, sus enormes y luminosos ojos y su aire desenfadado, resultaba especialmente atractivo. Más de una joven de Zurich y más de una madre suiza estaban encantadas de que el joven Sr. Einstein fuera un excelente violinista y era muy agradable que les acompañara en las fiestas nocturnas. Era un asiduo visitante de la casa de la Sra. Bachtold, donde muchas estudiantes residentes, sentadas en el salón, escuchaban tocar el piano a Mileva Maric. En Aarau fue el confidente de una joven que interpretaba a Schubert con él, quien le pidió consejo cuando se declaró a un hombre de más edad. En Zurich ejercía la misma influencia. Años más tarde Antonina Vallentin, segunda esposa de un gran amigo suyo, mencionó significativamente que "de joven, e incluso a mediana edad, los rasgos de Einstein eran regulares, mejillas carnosas y barbilla redonda. Masculino y bien parecido, del tipo que hace estragos, en tiempos de cambio de siglo". Einstein se complacía con la compañía de las mujeres, actitud que le duró toda su vida. Pero eso era todo. Como la mayoría de los hombres famosos atrajo a personas a su alrededor, los que le adoraban y los semicharlatanes. En dos ocasiones, por lo menos, unas mujeres reclamaron la paternidad de sus hijos; una de ellas estaba loca, la otra parece que no lo pudo demostrar. Su amigo, el Dr. Janos Plesch, sugirió en una carta, tras la muerte de Einstein, que éste pudo haber tenido una relación amorosa durante la Primera Guerra Mundial, cuando su mujer le abandonó y todavía no se había vuelto a casar. Comparables sugerencias se han dejado caer de sus primeros días en Berlín. Aunque no puede ignorarse, sería un error darle más importancia que a meras conjeturas que afloran de la actitud personal de Einstein. Según Vera Wizmann, esposa del líder Judío Chaim Weizmann, la segunda mujer de Einstein permitía que éste flirteara con ella, ya que "las mujeres intelectuales no le atraían; es una pena que él se sintiera atraído por rudas mujeres que realizaban trabajos físicos". Más de un amigo suyo hizo este mismo comentario y sorprendentemente en los mismo términos, destacando el hecho de que él siempre prefería estar rodeado de mujeres. Si bien esto es cierto, las implicaciones no pueden obviarse. De joven tendía a mantener a las mujeres amigas a distancia ya que prefería dedicar toda su energía y recursos al gran juego; más tarde, como joven se unió a ellas primero en la mediana edad y más tarde en la edad avanzada, cuando todavía disfrutaba de la compañía

de las mujeres, si bien sin abandonar su condición de soltero. Se había supeditado a las necesidades prioritarias; primero la investigación, después Einstein. Este era un orden que al principio hacia sentir un poco de pena por él, era la imagen del hombre que se había apartado de las cosas que hacen que la vida valga la pena vivirla. Los sentimientos mal interpretados hicieron de Einstein, como él mismo explicaba a su amigo Michelangelo Besso, un hombre frío y algo rudo. Los curas y monjas, solteronas y dedicados hombres militares, de alguna forma conseguían una forma de vida tranquila y feliz a la vez que útil; Einstein respondía a una llamada que le atraía, disfrutaba y sentía satisfacción con su trabajo, como la mayoría disfrutaba de otras cosas. Esta dedicación de toda su vida le apartó de un sinfín de cosas. Como Bertrand Russell escribió una vez, "los asuntos personales están en un rincón de su mente". Otros hombres se permiten estar implicados en los asuntos humanos a un nivel que interfiere en su vida y que en otros seres barren el curso de las pasiones. Einstein soslayaba tal pérdida de energía y complicaciones a todos los niveles. Hasta aquí la extensión de la tarea que él mismo se imponía, su determinación por las cosas importantes, le sometieron a una abdicación de su condición humana. Sintió una simpatía intuitiva hacia el ser humano en las masas, pero cuando se trataba de individuos - incluyéndose él - encontraba poco tiempo para simpatías y comprensión. La obsesión de Einstein por explorar y comprender el mundo físico pronto le atrapó. Como André Mercier ha observado, le persiguió como el resultado de una doble experiencia, "la experiencia del mundo exterior, revelando hechos materiales, numerales e innumerables, y la revelación de un mundo interior o espiritual que le mostró el camino a seguir". Pero existía otra dicotomía acerca de sus primeros años. Buena parte de su ingenio estaba en su imaginación lo que le imprimía coraje para desafiar las creencias aceptadas. Esta cualidad ha sido correctamente expresada y, su gran amigo Morris Cohen fue tan lejos como para reclamar que "como otros muchos jóvenes que han revolucionado la física en nuestros días (Einstein) se ha visto embarazosamente sorprendido con el aprendizaje sobre el pasado o por lo que los alemanes llaman "original la literatura de la asignatura". Si bien el "demasiado" es relativo. La habilidad de Einstein de absorber las bases de la física del siglo XIX y su propio rechazo de la rutina que le envuelve en el entendimiento de esas bases que tienden a infravalorar el esfuerzo de cuatro años de rutina, tuvo que pasar en el ETH. Aunque esta rutina le supusiera bastante. Trabajando tuvo que dedicarse devotamente a las matemáticas y a las ciencias naturales para ser profesor de matemáticas físicas. Con seis profesores - notablemente Hermann Minkowski, quien jugó un importante papel en la enseñanza de las matemáticas para dar forma a la Relatividad Especial - estudió asignaturas de matemáticas que incluían el cálculodiferencial y los cálculos integrales. Dos profesores, Weber y Pernet, daban física, mientras que el profesor Wolfer enseñaba astrofísica y astronomía. La teoría del pensamiento científico, y la filosofía kantiana era impartida por el profesor Stadler. A estas asignaturas obligatorias Einstein añadió un extraño grupo de opciones que incluía no sólo proyecciones gnómicas y balística

exterior, que era de esperar que las cogiera, sino también antropología y geología de las montañas con el famoso profesor Albert Heim; banca y cambio; política suiza; y, con un privatdozent, el trabajo y la filosofía de Goethe. A pesar del énfasis que Einstein ponía en las matemáticas, las ciencias atraían más su atención. La razón, según sus notas biográficas, era que, "vi que las matemáticas se dividían en varias partes, y que desarrollar cada una de las cuales podía ocuparnos fácilmente toda nuestra corta vida. Como consecuencia, me vi a mí mismo como al asno Buridian que era incapaz de decidir cual montón de hierba comer". Como resultado de esta elección tuvo que afrontar el problema cuando, entre 1905 y 1915, luchó por difundir la teoría de la Relatividad. Como él mismo escribió, se hizo para él la luz: "gradualmente, solo después de años de trabajo como científico independiente" y "aproximándose a un más profundo conocimiento de los principios fundamentales de la física, unida a los más complicados métodos". Así retornó a la física, trabajando "la mayor parte del tiempo en el laboratorio de física, fascinado por el contacto directo con el experimento. Este "contacto con el experimento" suponía un extraño contraste con el período en el que respondía a la pregunta acerca de su laboratorio señalando a su cabeza, y la pregunta acerca de sus herramientas señalando a su pluma estilográfica. Así, y a pesar de esto, nunca dejó de resaltar que el grueso de su trabajo procedía directa y naturalmente de los datos observados; la teoría que los coordinaba, podría surgir de un inspirado rayo de intuición, pero esta necesidad aparecía solamente después de la observación. En Junio de 1899, Einstein se dañó seriamente una mano en los laboratorios de Zurich - después de romper un pedazo de papel que le explicaba cómo realizar un experimento e intentar hacerlo de otra forma, algo muy típico en él -. Y es significativo que en una biografía realizada por su yerno, cuyos hechos fueron confirmados por el propio Einstein como "ciertos", contenía el siguiente párrafo: Él deseaba construir un aparato que midiera con exactitud el movimiento de la Tierra en el éter. Deseaba proceder empíricamente para coordinar su sentir científico del tiempo y creyó que tal aparato, tal como lo veía, le conduciría a la solución de un problema de perspectivas tan lejanas de alcanzar, y de cuya solución ya se había apercibido. No pudo construir este aparato. El escepticismo de sus profesores era muy grande y el ánimo para negociar demasiado pequeño. Sin el sello personal de Einstein sería bastante improbable de lograro Con Einstein la historia obtuvo un gran resonancia. Sin embargo, desde un principio, era la física teórica lo que le atraía y no fue muy afortunado con ella. Aún así, hizo mención de los "excelentes profesores (por ejemplo, Hurzitz, Minkowski)" de estos días de Zurich. Pero es significativo que omitiera toda referencia a Heinrich Weber, quien impartió el curso de física. Según el compañero de estudios de Einstein, Louis Kollros, el curso estaba diseñado originalmente para ingenieros. "Sus clases fueron sobresalientes", y, de acuerdo con Adolf Fisch, - el mismo joven que había salvado la vida de Einstein en el

Santis unos años antes - "una magnífica introducción a la física teórica, pero Weber era un típico representante de la física clásica. Todo lo que apareciera después de Helmholtz era simplemente ignorado. Al final de nuestros estudios sabíamos todo el pasado de la física, pero nada de su presente o futuro". Esencialmente, no sabían nada de Maxwell, cuya teoría sobre el electromagnetismo estaba ya cambiando, no solo las ideas de los hombres del mundo físico, sino las aplicaciones prácticas de la física a ese mundo. De los dos juegos de notas tomadas por Einstein en las clases de Weber; uno trataba del calor y de la termodinámica, el otro, de problemas técnicos y de la electricidad procedente de la ley de inducción de Coulomb; aún así el trabajo de Maxwell no se tocó. Este no era tan brillante como parecía. Para la teoría de Maxwell "el tema más fascinante en mi tiempo de estudiante", como escribió Einstein- era el síntoma de las nuevas ideas radicales que iban a transformar la faz de la física. Tan solo unos años antes, hacia finales del siglo XIX, se experimentó un movimiento de aproximación; el imperio de las ciencias físicas parecía estar rayando su edad de oro. Así como parecía ilimitado el desarrollo industrial de los Estados Unidos, los avances políticos en Europa donde reinaba el espíritu liberal por doquier, o el progreso tecnológico conseguido en las fábricas del mundo, así la ciencia física parecía moverse hacia una solución de sus problemas. más recientes Casi un siglo antes Laplace se jactó de que "la inteligencia conoce, en un momento determinado, todas las fuerzas que actúan en la naturaleza, así como la posición momentánea de todas las cosas de las que está formado el universo, dispuesto a comprender el movimiento de grandes cuerpos de la tierra y aquellos de los átomos más ligeros en una sencilla fórmula, probado que su intelecto fuera lo suficientemente poderoso para someter toda la información a análisis; para él nada podía ser incierto, tanto pasado como futuro serían presente en sus ojos". Esta profecía del "Newton de Francia" había sido, de alguna forma una extrapolación del espectacular suceso de los mecanismos celestiales del propio Newton con cuya ayuda el movimiento de la luna, los cometas, los asteroides y satélites podían ser estimados con magnífica precisión. Esta confianza parece justificada, no sólo por los avances realizados durante el siglo XIX sino, por la facilidad con que se podían entender como partes de una vasta pero finita recopilación de conocimientos, cuya comprensión final se alcanzaría en pocos años. Mecánica, acústica y óptica, se desarrollaban en severas fundaciones durante esta edad heroica de las físicas clásicas. El trabajo de Faraday en electromagnetismo de 1831 en adelante produjo la dinamo y el disparo de salida de lo que iba a ser la gran industria electrónica. El primer conocimiento científico sobre electricidad condujo al telégrafo eléctrico. Maxwell vino a coronar, en 1860, la fina estructura con la síntesis de su ecuación electromagnética, dando de este modo respuesta a tantos fenómenos naturales y prediciendo las ondas de radio que serían descubiertas por Heinrich Hertz veinticinco años más tarde. Como dijo William Dampier "en sus distintas ramas, las explicaciones de los nuevos descubrimientos encajaron conjuntamente, dando confianza al conjunto, y se llegó a creer que las principales líneas de

la teoría científica se habían expuesto de una vez por todas, quedando sólo por llevar las medidas a un grado más alto de precisión, representada por otro lugar decimal y enmarcar alguna teoría creíble de la estructura del éter luminoso". Debido a este problema del éter luminoso las ondas electromagnéticas de Maxwell parecían transmitirse como relámpagos en una gelatina invisible, que comenzaba a agotar los fundamentos de la ciencia clásica, durante las últimas décadas del siglo, y a revelar la teoría del electromagnetismo como teoría revolucionaria. Este no era el único gusano de la manzana. La estructura impuesta construida sobre mecanismos newtonianos, la sólida construcción del conocimiento empleado por tantos en la ciencia, a la que se estaba dando los toques finales, había sido socavada, en realidad, por un tanteo de los físicos experimentales sincronizando una docena de diferentes direcciones. Su trabajo era continuo y las repercusiones comenzaron a dejarse sentir. Un obstinado planeta, en el mundo de la física newtoniana, había fallado en sus cálculos, debido a que se había confirmado el movimiento del perihelio de la órbita de Mercurio avanzando en una pequeña pero regular magnitud, al que la hipótesis de los newtonianos no pudo encontrar explicación. Desde Viena vino la herejía de Ernst Mach que era escéptico a las creencias de Newton sobre el universo, el espacio y el tiempo absoluto. En los Estados Unidos, Albert Michelson y Edward Morley habían desarrollado un experimento que enfrentaba a los científicos con una pésima elección. Diseñado para mostrar la existencia del éter, en ese tiempo considerado esencial, había producido un resultado nulo, dejando a la ciencia con las alternativas de: dejar a un lado la clave que había servido para explicar el fenómeno de la electricidad, el magnetismo y la luz, o determinar que la tierra realmente no se movía. Wien, en Berlín estaba investigando las discrepancias en el fenómeno del calor y la radiación lo que resultaba difícil de explicar dentro de los conceptos clásicos de la física. En Leiden, el gran físico holandés, Hendrik Lorentz había creado una nueva teoría de la materia en la cual los átomos - todavía recordados como las bolas de billar de John Dalton, de la materia sólida, cuando su existencia estaba totalmente acreditada - contenían carga de partículas eléctricas. En el Laboratorio Cavendish, de Cambridge, J.J. Thomson - a punto de unirse al joven graduado neozelandés, Ernest Rutherford- mostraba que estas partículas de electricidad o electrones, no solo tenían existencia propia sino una masa y una carga eléctrica que podía ser medida. Si esto no era suficiente para sacudir en lo vital a las ideas aceptadas, Becquerel, en París, había encontrado que , al menos un elemento, el metal de uranio, producía ondas de radiación y materia, una embarazosa demostración que hacía carecer de sentido las ideas hasta entonces. Concebidas Esto era solamente lo más importante de un perturbador nuevo grupo de descubrimientos que estuvieron casi a punto de destruir la confortable complacencia en la que la física funcionaba, tanto por los avances tecnológicos como por lo excepcional de aquellas mentes ávidas. No es de sorprender que en este clima, "la teoría de Maxwell del campo electromagnético era... no una parte de la sílaba común de una universidad alemana de provincia", como había

apuntado Max Born. Los hombres de ciencia más conservadores eran reacios al reconocimiento de este concepto revolucionario - que suponía un cambio de las ideas de Newton respecto a las fuerzas que actúan a distancia en ese campo de energía como variables fundamentales - que no era más sorprendente que cualquier otra debilidad humana por las cosas tal y como son. La aceptación de la mecánica Newtoniana continuó durante tanto tiempo, y seguía tan firme, que aquéllos que veían o sospechaban incompatibilidades fundamentales de la teoría de Maxwell, con las ideas durante largo tiempo aceptadas, tendían a volver la cabeza y sobre todo evitaban las discusiones sobre un tema tan potencialmente perturbador. "Al principio (si existía) Dios creó las leyes de movimiento de Newton junto con las necesarias masas y fuerzas. Esto es todo; cualquier cosa que vaya más allá seguirá el desarrollo de los apropiados métodos matemáticos por medio de la deducción" - este era el campo de la física tal y como se presentó a Einstein y sus compañeros de estudios, aceptado por todos excepto por algunos afortunados contemporáneos que cayeron bajo la influencia de algunas mentes inquietas de Berlín, de Leiden, de París y de Cambridge. De este modo Einstein sale a escena como un estudiante en el momento en que la física estaba a punto de producir una revolución, pero pocos estudiantes tenían el coraje de revelarse. Einstein, sin un espíritu básicamente disidente, no hubiera llegado a ninguna parte. Con él, la casi inevitable consecuencia, fue que tuvo que continuar su trabajo y completar su educación en otro lugar, y a su debido tiempo. Las prácticas militares son naturalmente odiosas en la mente de los civiles, pero las exigencias surgidas entre las dos guerras mundiales crearon mentes militares tales como Liddell Hart, De Gaulle y Guderian según su propio pensar, así la insistencia de Weber y sus colegas condujeron a Einstein a leer y estudiar por su cuenta. La comparación humana es penosa; la profesional, inevitable. Einstein hubiera desarrollado su mente en cualquier situación, pero Weber, que no se conformaba con que la ciencia se estudiara para superar un examen sino para probar un mundo natural, aceleró el proceso. En sus notas autobiográficas, Einstein recordaba cómo pasaba su tiempo libre, "principalmente estudiaba en casa las obras de Kirchhoff, Helmoholtz, Hertz, etc." Maxwell era otro de los científicos revolucionarios cuya obra estudió en las estancias de su casa a orillas del lago de Zurich, mientras que su amigo Marcel Grossmann asistía a las clases en su nombre, y tomaba apuntes que más tarde le pasaba para que Einstein se preparara las preguntas de examen. Había también un tal Henri Poincaré, "el último hombre en hacer prácticas matemáticas, tanto puras como aplicadas" La influencia de Poincaré sobre Einstein fue, algunas veces exagerada. Sin embargo, en pocas ocasiones se ha hecho mención que en el primer Congreso Internacional de Matemáticos que tuvo lugar en Zurich, al final del primer año de Einstein como estudiante allí, y al que Poincaré debía asistir y se le impidió hacerlo, se leyó en dicha conferencia su famoso informe conteniendo la profecía: " a espacio absoluto, tiempo absoluto", incluso en la geometría Euclidiana éstas no son condiciones para ser impuestas en mecánica; uno puede expresar los datos

basándose en términos de espacio no Euclidiano. No hay evidencia de que Einstein asistiera a la conferencia, pero parece improbable que se hubiera enterado de tal expresión, a tono con la libertad de su propia forma de pensar que hubiera hecho que pasara inadvertida para él. Cualquiera que fuera el peso exacto de la influencia de Poincaré sobre Einstein, en Zurich, o después, no hay duda del significado que para él tenía Ernst Mach, ese hombre decepcionado que era la segunda persona más estimada por Einstein después de Maxwell. Este filosofo-científico cuya fortuna fue decayendo antes de su muerte en 1916 y que ahora mayormente es conocido por emplearse su nombre para designar el número de veces que un vuelo supera la velocidad del sonido. Mach, que había nacido en 1838 en Turas, Moravia, fue un exitoso profesor de matemáticas en Graz y Praga, y de física en Viena, donde expuso sus ideas en libros, informes y conferencias. Fue influenciado por Gustav Fechner, el físico que se tornó filósofo, quien había intentado, sin éxito, crear las "ciencias psicofísicas", y de aquí las bases del punto de vista de Mach que eran muy simples: todo conocimiento se basa en las sensaciones y los hombres se engañan con lo que ellos mismos han llamado "leyes de la naturaleza", que son meramente ensayos de experiencias proporcionadas por sus propios (débiles) sentidos. "Colores, espacio, tonos, etc. Estas son las únicas realidades. No existen otras", había escrito en su diario. El punto de vista de Einstein sobre la importancia de la observación de tales factores para descubrir la forma en que está construido el mundo cambió considerablemente con los años. Su fórmula sobre la Teoría Especial de la Relatividad, que no se cansaba de señalar con especial énfasis que "no fue especulativa en su origen; su invención se debe enteramente al deseo de hacer coincidir la teoría física con los datos observados tanto como fuera posible. De este modo, con el paso de los años, el valor del pensamiento puro, objetivo y disociado de las circunstancias externas, parecía aumentar. En 1930 se dirigió a un corresponsal que le había enviado una de las cartas de Mach, diciendo: "sus escritos tuvieron una gran influencia en mi desarrollo, pero me resulta imposible determinar hasta qué punto influyó en mi trabajo a lo largo de toda la vida". Sin embargo, la renuncia a todo lo que Mach había sostenido, comenzó sólo a mitad de la vida de Einstein, en la meta final de un largo peregrinaje filosófico. Durante el primer o segundo año de sus estudios en Zurich sólo existía un temeroso entusiasmo que llevó su atención hacia la ciencia mecánica de Mach gracias a Michelangelo Besso, un italiano estudiante de ingeniería seis años mayor que Einstein que había llegado desde Roma al ETH. El libro que conmocionó su fe dogmática en mecánica, como la base final de todo pensamiento físico, "ejerció una profunda influencia en mí en ese aspecto, cuando era estudiante", dijo, "veo la grandeza de Mach en su incorruptible escepticismo e independencia". Una expresión de esta independencia fue el análisis de Mach sobre los mecanismos Newtonianos y su conclusión de que no contenía principios que fueran evidentes para la mente humana. El origen de esta crítica era que Newton había utilizado expresiones que resultaban imposibles de definir en términos de cantidad o proceso. Expresiones tales

como "espacio absoluto" y "tiempo absoluto" para Mach estaban vacías de significado. El resultado era que bajo el punto de vista de Mach, las leyes Newtonianas deberían haber sido vueltas a escribir en términos más compresibles, sustituyendo la ley de inercia, por ejemplo, "relativa a estrellas fijas" por "relativa a espacio absoluto". Esta actitud crítica hacia toda la estructura Newtoniana, tal y como se había utilizado durante más de dos siglos, ayudó a preparar la mente de Einstein hacia nuevas cosas. Pues, si Mach podía reclamar con cierta medida de credibilidad que los hombres habían sido engañados con la definición del mundo material, la similar audaz ventura de Einstein no iba más lejos. La realidad de que las premisas aceptadas serían pronto debatidas, vino a ser una revelación para los estudiantes que, intuitivamente, sintieron que el curso del mundo era cuanto menos incompleto y quizá equivocado. Si él iba realmente a descubrir de que manera Dios había creado el mundo, no podía dar nada por seguro, ni siquiera a Newton. Este escepticismo era un útil requisito científico, pero su contra-efecto era inevitable. Einstein llegó a ser, según los profesores que formaban parte del ETH, uno de los alumnos más difíciles que podría o no graduarse, pero que en cualquier caso era muy problemático. En tal situación es natural que el Profesor Pernet, responsable de las prácticas de física, le preguntase por qué no estudiaba medicina, leyes o filosofía en lugar de física. Y, también natural, que Pernet se encontrara con la reivindicación del joven, el cual sentía que tenía un talento natural para la física; le respondió: "Vd. puede hacer lo que quiera: yo sólo deseo advertirle en su propio interés". Y que Weber, a quien tanto le molestaba que el joven se dirigiera a él como "Señor Weber" en lugar de "Señor Profesor", añadiera, tras admitir la inteligencia de Einstein: "pero Vd. tiene un defecto: uno no puede decirle a Vd. nada". Einstein no era tan engreído como pudiera parecer. Escribió, ya de mayor: "a los diecinueve años yo no había publicado todavía nada y me habría ocasionado risa si alguien me hubiese dicho que lo haría alguna vez". La situación, a lo largo de los cuatro años académicos en el ETH, de 1.896 a 1.900, no mejoró debido a su propia actitud hacia los exámenes. "La coacción", como él lo llamaba en sus notas biográficas, "tenía un efecto tan distorsionante en mí que, tras haber pasado el examen final, encontré la consideración de cualquier problema científico tan desagradable para mí, que me duró todo un año". Se graduó en Agosto de 1900, recibiendo una media de 4,91 puntos de una máxima de 6.00 puntos, lo que celebró con sus amigos personales, todos los cuales, excepto Mileva Maric habían aprobado. Esperaba que le ofrecieran, como era la costumbre de entonces, un puesto en el rango más bajo de la escala de la academia, un nombramiento en el departamento de física del ETH. Sin embargo, las leyes de la naturaleza humana funcionaron igual de rigurosas con Albert Einstein como con cualquier otro. A Kollros le dieron un puesto con Hurwitz. Marcel Grossmann fue a Fiedler y Ehrat a Rudio. Weber, el físico, se llevó a dos ingenieros mecánicos pero ignoró al físico Einstein. Para el difícil compañero problemático no quedó ningún puesto. La negativa del ETH a emplearle fue una bofetada, no sólo para sus expectativas sino para su orgullo y el

contraste profundo con sus colegas. Años después escribió a la viuda de Grossmann contándole: "Él, en buenos términos con sus profesores y con conocimiento de todo; yo, un paria que no cuenta para nada y tan poco querido. Entonces, al concluir nuestros estudios, yo era repentinamente abandonado por todo el mundo, encontrándome perdido en el umbral de la vida". De hecho esta situación no podía ser completamente inesperada y en cierto modo era realmente normal. El aspecto exterior del gran hombre de ciencia había tendido a oscurecer la realidad de la voluntad del joven que se desarrolló; la flotante aureola de cabellos blancos procedía no del dedicado estudiante sino del rebelde. En el otoño de 1900, Albert Einstein era el graduado que negaba más que defendía a la autoridad, el perverso joven para el cual el "Vd. debe" era el padre de "yo quiero", el ávido buscador de herejías para apoyarlas; un joven para el que estaba escrito que sería un virtual ejemplo del sin empleo, para muchos ciudadanos respetables. Los hechos más embarazosos aparecieron durante los meses siguientes. Uno de los primeros resultados del fracaso de Einstein para conseguir un puesto en el ETH provenía de sus relaciones con Koch en Génova. Habiendo llegado a cierta edad en la que él debería ser realista, cruzó los Alpes, una vez más, para reunirse con sus padres en Milán y, desde allí, en Septiembre de 1900, escribió la primera carta entre muchas solicitando trabajo. Esta fue a Adolf Hurwitz, profesor de Zurich con el que había estudiado cálculo diferencial y cálculo integral, al que le preguntaba si había alguna posibilidad de ser su asistente. Poco después dirigió otra carta, cuya honestidad, fue causa de agravio, invalidando todos sus esfuerzos; "Por falta de tiempo, yo no podía asistir a las clases de matemáticas ya que no tenía muchas oportunidades de realizar prácticas de física, y no tenía nada a mi favor excepto el hecho de que yo asistía a todos los cursos que me ofrecían una oportunidad", admitía en esta carta, "Creo que debo mencionar que en mis años de estudiante estaba principalmente ocupado con la analítica de la mecánica y física teórica ". La "mención" fue sin duda suficiente y el puesto fue para otro. Más tarde, en ese mismo otoño, Einstein volvió a Zurich para trabajar con el Profesor Alfred Wolfer, con el que había estudiado astrofísica y astronomía y el cual era ahora director del Observatorio Federal Suizo. El trabajo, aunque temporal, sirvió para sus propósitos, y cuyo informe se muestra en la primera carta de Einstein a Hurwitz. "No me hubiera tomado la libertad de molestarle con tal pregunta durante su descanso de no haber sido porque la concesión de la ciudadanía de Zurich, que yo había solicitado, depende del testimonio de un empleo fijo", dijo. La ciudadanía - en realidad nacionalidad suiza- había sido uno de los objetivos de Einstein desde las primeras semanas de 1896. Casi medio siglo después recordaba cómo había sido tan "feliz en Suiza porque allí la libertad y la vida privada de los hombres es respetada" y, durante sus días de estudiante había ahorrado regularmente 20 francos por mes para el costo de la obtención de la nacionalidad suiza. Ahora, al fin, él tenía lo suficiente para su acreditación de residencia y el empleo necesario. Había realizado su solicitud formal a las autoridades de Zurich, el

otoño anterior, el 19 de Octubre de 1899, adjuntando un testimonio de buena conducta y pruebas de una estancia ininterrumpida en la ciudad desde el 29 de Octubre de 1896. "mientras tanto", concluye, " he sometido mi petición a su benevolente consideración, y conservo con la esperanza. Albert Einstein, Unionstrasse 4, ZurichHottingen". Pero el mecanismo de las autoridades de Zurich funciona tan lento como el de Dios, y era el verano siguiente cuando se solicitó a su padre la necesaria declaración. Fue concedida el 4 de Julio con la formal declaración de Hermann Einstein de que él estaba "perfectamente de acuerdo con la petición de su hijo, Albert Einstein, en relación con la inmigración a Suiza y la concesión de los derechos civiles de la ciudad de Zurich". Einstein solamente hizo referencia de pasada a las formalidades de los últimos años, pero la "monótona y certera" biografía de su hijastro, escrita bajo el seudónimo de Anton Reiser, contenía detalles que sólo podían provenir de él mismo y, aunque llegaban treinta años más tarde, tenían el interés de mostrar a un Einstein visto por Einstein. "El proceso no fue simple", escribió Reiser. Las autoridades de la ciudad de Zurich desconfiaban del joven estudiante espiritual y soñador, descendiente de alemanes, tan inclinado a hacerse ciudadano de Suiza. Ellos no estaban muy seguros de que éste no estuviera realizando prácticas peligrosas. Decidieron examinar al joven en persona e interrogarle rigurosamente: ¿era bebedor? ; ¿su abuelo había sido sifilítico? ; ¿había tenido él mismo una vida ordenada? El joven Einstein tuvo que informar sobre todas estas preguntas. Él no esperaba que la adquisición de los papeles de la nacionalidad suiza tuviera que ver con asuntos morales. Finalmente comprobaron lo poco peligroso e inocente que era el mundo del joven. Se rieron de él y bromearon acerca de su ignorancia del mundo y, finalmente, le honraron reconociendo su derecho a ser ciudadano suizo. Las pruebas no parecen severas, incluso para el año 1900, pero quedaron en su mente bastante firmes. El 21 de Febrero de 1901 1e fue concedida la triple nacionalidad - los derechos de los suizos- de la ciudad, el cantón y la confederación suiza. Como tal, él estaba en las listas para el servicio militar de tres meses, al igual que los demás jóvenes suizos. Treinta años más tarde él estaba entre los que firmaron una protesta contra el sistema que hizo que "los soldados de todos los cuerpos fueran los propios ciudadanos en reserva desde los dieciocho años hasta el final de su vida, así se les proveía con una pistola por casa", proclamando "nada es más inteligente que prevenir para convencer a cualquier enemigo de conservar la paz...". En 1901 cambió de idea y se presentó a las autoridades militares quienes le rechazaron para el servicio militar debido a sus pies planos y venas varicosas. Según sus contemporáneos esto le contrarío y le deprimió.

Superada esta formalidad, Einstein ahora era enteramente un suizo maduro, un estado que iba a mantener durante toda su vida y del cuál estaba orgulloso. No había duda de

que sus oportunidades para un empleo fijo eran ahora mayores que cuando era un alemán judío, a pesar de que su cambio de nacionalidad estaba lejos de serle útil. Él sintió una básica atracción por Suiza y lo suizo, que permaneció en él a través de los años y tras el exilio que se impuso él mismo en Estados Unidos. Las razones para ello son manifiestas. "Amo a los suizos porque a lo largo y ancho ellos mismos son más humanitarios que las demás gentes, entre las cuales he vivido", escribió en sus últimos años. También por el récord de su política pacífica. Pues, como había expresado el viejo amigo de Einstein, Morris Raphael Cohen, "como cualquier oponente al militarismo imperial, Einstein se inclinaba hacia las pequeñas naciones europeas a las que consideraba en el camino correcto" mientras tendía a ignorar el hecho de que "su actitud actual se debía, al menos en parte, al hecho de que el camino hacia una expansión militar ya no les era posible". Aparte de este récord, que a nivel político dio a Suiza un lugar honorable entre las naciones, el país tenía características físicas y psicológicas que le ayudaron a ser un ejemplo nacional de todo lo que Einstein sintió que el mundo debería ser si los hombres se conducían de una forma sana. Así, dentro de sus fronteras había gentes de habla francesa, italiana, así como alemana, y las partes rudas, si las hubiera, de las actitudes de sus nacionales se suavizaron por el mutuo contacto. Los suizos, por tanto, tienden a ser tolerantes de la idiosincrasia nacional y también personal. En los primeros años del siglo, y más antes de que el país fuera la casa de las agencias internacionales, antes de la reputación de las cuentas en los bancos suizos y de que a los banqueros suizos les impregnara de un halo de poder, Suiza existió en un remanso europeo que satisfacía particularmente a Einstein, un hombre que sólo anhelaba que le dejaran realizar su trabajo. Aquí, a salvo en el útero suizo podía seguir sin interrupciones. Estas eran las perspectivas, aunque no iban a ser disfrutadas de inmediato. Sus expectativas de conseguir pronto un trabajo permanente no habían sido todavía satisfechas por lo que en marzo se volvió con sus padres a Milán. Sin embargo sus esperanzan fueron aumentando. En 1901, al igual que en la actualidad, publicar suponía ascender los peldaños más altos que conducían a los científicos a la fama y, en diciembre del año anterior, Einstein ascendió el primer peldaño. La publicación "Folgerungen aus der Kapillaritätserscheinungen" ("Deducciones desde los fenómenos de la capilaridad"), salió el 13 de diciembre de 1900, en el Annalen der Physik. Al poco de ser publicado envió un ejemplar a Wilhelm Ostwald, el físico químico alemán que dirigía sus estudios pioneros en los principios de catálísis. El informe se inspiró en el propio trabajo de Ostwald, y Einstein consultó si habría un empleo en los laboratorios de Ostwald donde él tuviera "la oportunidad de completar sus estudios". Parece que no obtuvo respuesta, ni a su primera carta ni a una segunda, que Einstein no conocía, que su padre envió apelando. No consiguió el empleo. Con anterioridad al envío de la segunda carta él había escrito a Kamerlingh Onnes, el físico holandés quién en Leiden se encontraba investigando acerca del alcance del frío primario. Le escribió una simple tarjeta con franqueo

pagado: "He oído a través de un amigo estudiante que hay un puesto vacante en su universidad para un asistente y me he tomado la libertad de solicitarla". Indicaba sus títulos académicos y añadía que incluía una copia de su tratado publicado en el Annalen der Physik. Esta tarjeta, ahora en el Museo Leiden de Historia de la Ciencia, era el primer lazo de unión entre Einstein y la Universidad de la ciudad holandesa, adormecida en medio de sus canales y su pasado glorioso; la mayoría de sus honestos burgueses ignoraban que Kamerlingh Onnes estaba creando bajo su liderazgo la ciencia criológica y que Lorentz estaba introduciendo ideas atómicas en la teoría electromagnética de Maxwell. Dos décadas más tarde Einstein llegaría a ser Profesor Honorífico de la Universidad. Impartió sus primeras lecciones magistrales en el hall principal sobre la Teoría General de la Relatividad. Es evidente que el primer contacto con Leiden se debió a otras causas, pues Kamerlingh Onnes ni siquiera llegó a contestarle y la tarjeta de respuesta con su dirección en el reverso de la tarjeta: "A. Einstein, vía Bigli 21, Milan" permanece en blanco en los archivos del Museo. Afortunadamente la salvación estaba próxima. "Me habían ofrecido un puesto en una escuela técnica de Winterthur que duraría desde el 15 de mayo hasta el 15 de julio, para enseñar matemáticas mientras el profesor titular cumplía su servicio militar". Él escribió desde Milán el 3 de mayo al Profesor Alfred Stern de Zurich. Stern enseñaba historia en el ETH, y cuando años más tarde estaba celebrando su ochenta aniversario, Einstein le escribió diciendo: "como estudiante he pasado mis horas más felices con su círculo familiar y a menudo he recordado esos días con placer". En 1901 logró librarse de la carga y tuvo el placer de conseguir un puesto de trabajo. Estoy exultante de alegría porque acabo de recibir a confirmación de que todo está arreglado. No tengo ni idea de quien me ha recomendado, porque hasta donde yo sé, ninguno de mis profesores tiene nada bueno que decir de mi, y yo no solicité el puesto Oficina de Patente Suiza sino que fui invitado. Hay también una posibilidad de que más adelante pueda encontrar un trabajo en la Oficina de Patentes Suiza ¿Que voy a decir ahora de tu amable y paternal amistad que me ofreciste siempre que tuve la oportunidad de verte?. Se que eres consciente de mis sentimientos, y no es necesario que los diga. Pero es verdad que nadie me ha tratado así nunca, y a menudo cuando recurrí a ti con amargura y tristeza encontré paz de espíritu y felicidad en tan agradable compañía. Pero antes de que empieces a reirte demasiado de mi, soy totalmente consciente de que soy un bicho raro pero no tengo nada que ver con un personaje de pecho altivo o algo por el estilo, ni tampoco soy dado a la melancolía...En los próximos días cruzaré el Spluegen a pie, combinando así el deber con el placer. Cuando llegue a Zurich, ten la certeza que te visitaré. Unos cuantos días después se encontraba cruzando los Alpes y caminando a través de los valles de Grisons a Coire y la Suiza oriental. La época de Einstein como sustituto del profesor Gasser en el Winterthur Technical School pasó sin incidentes

notables. Pero no hubo motivos para que continuara después del regreso de Gasser. Una vez más se encontró de regreso en Zurich buscando trabajo. El superó esto mediante una combinación de persistencia y habilidad personal utilizando la influencia de algunas personas. En un periódico de Zurich leyó que se necesitaba un profesor en un internado dirigido por un tal Dr. Jakob Nuesch de Schaffhausen, un pequeño pueblo en la frontera Suiza, famoso tanto por los saltos de agua del Rin como por su emplazamiento a caballo entre la estrecha franja de tierra que une Suiza con su "isla" en el margen derecho del Rin. En Schaffhausen vivía Conrad Habicht, antiguo compañero de estudios del ETH y un joven con habilidad para poner la palabra adecuada en el oído adecuado. Con la ayuda de Habicht, Einstein consiguió el puesto que le convirtió, durante la mayor parte del tiempo, en preparador de un joven inglés, Louis Cohen. Allí Estuvo aquí solo unos cuantos meses. Lo que sucedió es difícil de averiguar pero fácil de imaginar. El odio de Einstein por la rígida disciplina y los métodos del Gimnasium habían sido, en cierto modo, adquirido debido a sus experiencias en Zúrich donde el consideraba las rutinarias enseñanzas de los profesores como un mal redomado y las útiles notas de Marcel Grossmann un método satisfactoria para evitarlas. Schaffhausen no era Munich y los métodos de Suiza no eran los de su patria. Pero las ideas de Einstein sobre mínima rutina y mínima disciplina eran muy diferentes de las de su jefe, Jakob Nuesch. A finales de año se encontraba otra vez de regreso en sus viejas habitaciones de Zúrich, y buscando de nuevo trabajo. Por entonces, sin embargo, aparecieron dos rayos de luz en el horizonte. Antes de abandonar Schaffhaussen había terminado una tesis sobre la teoría cinética de los gases para su doctorado y lo había enviado a la universidad de Zúrich. También había solicitado el puesto en la Oficina de Patentes Suiza, que iba a convertirse en su primer trabajo fijo. Yo, el abajo firmante, me ofrezco para el puesto de ingeniero clase II en la Oficina General de Patentes que está anunciado en el Bundesblatt del 11 de Diciembre de 1901". Destacó su entrenamiento en el ETH, mencionó sus trabajos en Winterthur y Schaffhausen, y concluía diciendo: "Los documentos que confirman estas afirmaciones pueden encontrarse en la actualidad en la universidad de Zúrich y espero poder enviarselos en unos pocos días. Soy hijo de padres alemanes pero he vivido de forma continuada en Suiza desde que tenía dieciséis años. Soy un ciudadano de la ciudad de Zúrich. Con gran respeto. Yo firmo, Albert Einstein, Bahnhofstra., Schaffhausen. La Oficina de Patentes Suiza había sido fundada en 1888 y aún estaba dirigida por su primer director, Herr Friedrich Haller. Un gran y amigable diamante en bruto. Haller era un ingeniero que había ganado su reputación profesional durante los años 70 y 80 cuando Suiza estaba consolidando su reputación por llevar ferrocarriles a través de las montañas, por entre las montañas, y si realmente era necesario por las laderas casi verticales de las montañas. El éxito era la vara de medir y si se obtenía éxito adobando el trabajo científico normal con imaginación y suerte, Haller no veía ningún daño en ello. Dirigía la Oficina de Patentes

de manera no convencional, "con el látigo en una mano y la zanahoria en la otra" según un empleado de la Oficina de Patentes muy posterior, y fue mayormente esa especial forma de ser la que trajo finalmente a Einstein a la capital Suiza como un funcionario. Entre los amigos de Haller estaba Herr Grossmann, padre de Marcel Grossmann del ETH. Aunque la intervención de Grossmann en favor de Einstein es cierta, los detalles no están claros; sin embargo parece probable que una charla casual entre los dos viejos amigos condujo a una generosa promesa de que cuando hubiera una vacante el amigo de Marcel sería tratado favorablemente. Einstein se enteró de esta posibilidad en Diciembre de 1901, y unos cuantos meses después de su solicitud estaba entre los elegidos para una entrevista. Su amigo le había enviado con anterioridad una carta animandole, a la cual contestó: Querido Marcel, Cuando ayer recibí tu carta me conmovió profundamente tu devoción y compasión, que no te permiten olvidar a un antiguo y desafortunado amigo. No podría encontrar mejores amigos que tú y Ehrat. No necesito decir, que estaría encantado si consiguiera el trabajo. No regatearé esfuerzos para cumplir tus recomendaciones. He pasado tres semanas en casa de mis padres, buscando un puesto de profesor adjunto en alguna universidad. Estoy seguro que habría encontrado alguno hace mucho tiempo si no fuera por las intrigas de Weber en mi contra. A pesar de esto no desatiendo ni una sola oportunidad, ni he perdido mi sentido del humor.... Cuando Dios creó al burro le dio una piel dura. Poco después viajó a Berna para su importante entrevista personal con Haller. El director no ha dejado constancia de lo que tuvo que ser para Einstein una dificil prueba. La única evidencia existente consiste en un breve párrafo en Reiser. "Albert fue examinado durante dos horas. El director colocó delante de él literatura sobre nuevas patentes y le pidió que formara una rápida opinión. El examen desgraciadamente descubrió su obvia carencia de experiencia técnica". Sin embargo, este pequeño detalle no iba a desconcertar a un hombre como Haller, intentando ayudar a un viejo amigo. El 16 de Junio Einstein fue aceptado, junto con J. Heinrich Schenck, como Experto Técnico, con un salario de 3.500 francos al año. Pero la buena voluntad de Haller no llegaba a más. El puesto que Einstein había solicitado era de Experto Técnico (Segunda Clase). Le hicieron Experto Técnico (Tercera Clase). Surgieron dos leyendas sobre este hecho. Una es que Einstein obtuvo el empleo porque el conocimiento de las ecuaciones de Maxwell era considerado esencial y fue el único aspirante que tenía ese conocimiento. La segunda es que las autoridades de Zúrich ya habían marcado a Einstein como a un genio y comunicaron las buenas noticias a Haller, el cual aprovechó la oportunidad de tener entre su personal a un joven cuya fama y fortuna llegarían en su momento. La primera de estas leyendas es fácilmente desechable. El anuncio de la vacante, publicado oficialmente en el Swiss Gazette enunciaba los requisitos para el puesto en la Oficina de Patentes simplemente como sigue: "Grundliche

Hochschulbildung in mechanisch-technischer oder speziell Physikalischer Richtung, Beherrschung der deutschen und Kenntnis der französischen Sprache oder Beherrschung der französischen un Kenntnis der deutschen sprache, eventuell auch Kenntnis der italienischen Sprache". ("Completa educación académica en mecánica técnica, o inclinación especial hacia la física, dominio del alemán y conocimientos de francés, o dominio del francés y conocimientos de alemán y preferible con conocimientos de italiano"). El "speziell Physikalischer Richtung" es lo más parecido al conocimiento de las leyes de Maxwell y es improbable que Haller, como se ha sugerido algunas veces, las introdujera en la entrevista a los candidatos para eliminar a todos excepto a Einstein. Es fácil ver el modo en que la segunda leyenda, muy arraigada en la Oficina de Patentes, fue creciendo con los años. Porque mirando hacia atrás tiene que haber sido enloquecedor para las autoridades pensar que ellos había tomado bajo su ala a un ordinario, sino feo, patito sin darse cuenta que se convertiría en el más asombroso cisne del mundo científico. ¿Que más natural que una leyenda de la premonición, de la conciencia interior de que el potencial genio de ese joven crecería firmemente?. La imagen de Haller asintiendo sabiamente en su jubilación siempre que surgía el nombre de Einstein, es una imagen que uno apenas puede evitar. Sin embargo no existe ni la mínima evidencia de ello. Ni la universidad de Zúrich ni ninguna otra universidad Suiza habrían pasado a Einstein por alto, ni a otros, si hubieran visto en él algo más que un torpe, ligeramente perezoso, y ciertamente intratable joven que pensaba que sabía más que sus mayores y mejores. De hecho fue colocado en su camino hacia el futuro por un acto de no más discernimiento intelectual que ayudar a un viejo amigo. Pero iba a ser un futuro muy diferente del que tiene que haber sido previsto. Los Grossmanns, padre e hijo, sin duda sintieron que habían ayudado a un buen compañero a obtener un trabajo seguro para toda la vida. Einstein lo vio como una base útil desde la cual podría comenzar su autoimpuesta tarea de explorar la naturaleza del mundo físico. Una semana después de ser nombrado formalmente, tomó posesión de su puesto en la Oficina de Patentes. CAPITULO 3 FUNCIONARIO SUIZO La ciudad a la que se fue a vivir Einstein el verano de 1902 tenía un carácter muy distinto del de Zúrich. Situada sobre unas crestas de arenisca, rodeada en sus tres cuartas partes por las rápidas aguas del Aare, mirando hacia la bonita perspectiva de Oberland, Berna estaba menos ligada a la tecnología y la industria, más sintonizada con las artes, que la ciudad más al Este. Embajadas y legaciones ocupaban muchas de las mansiones situadas al Sur del río, pasado el puente Kirchenfeld. Turistas de verano iban a mirar la famosa torre del reloj que era el orgullo, no solo de la ciudad, sino de toda Suiza. Los británicos ya habían comenzado a edificar un enorme e importante hotel, situado justo al lado del edificio del Parlamento Suizo, una base

desde la cual se dirigían a las montañas para practicar el esquí, que estaba de moda y que habían introducido ellos. En Berna, los pliegues de la orografía suiza, que defendían al país de los golpes de una Europa que ya estaba polarizandose entre París y Berlín, era algo menos protectora. Aquí iba a pasar Einstein los creativos primeros años de su vida, transformando la faz de la física desde la pequeña habitación de la parte de atrás de un apartamento situado al lado de los soportales de Kramgasse y dentro de la cual había vibrado el carillón del reloj de la torre de la ciudad. Su trabajo como Oficial Técnico en la Oficina de Patentes Suiza, entonces ubicada en los pisos superiores de las oficinas de la Federal Telegraph en Speichergasse, comenzó el 23 de Junio de 1902. Los detalles de su carrera de siete años en ese lugar son bastante simples. El nombramiento inicial era provisional y acordaron que cuando se convirtiera en fijo su salario sería "regularizado para adecuarse a su trabajo en ese momento". Esto no se hizo realidad hasta el 5 de Septiembre de 1904, cuando Haller escribió al Consejo Federal, comunicando que Einstein había "demostrado ser muy útil" y proponiendo que su salario se elevara de los 3.500 a 3.900 francos. Sin embargo permanecería como Clase III en lugar de ser promocionado a Clase II, puesto que "no está aún totalmente familiarizado con los asuntos de la ingeniería mecánica (el es realmente un físico)". El ascenso a la clase superior llegó en 1906 cuando su salario fue elevado en otros 600 francos. Desde el Otoño de 1904, escribía entonces Haller, Einstein había "continuado familiarizandose con el trabajo, de manera que ahora gestiona solicitudes de patente muy difíciles con el mayor de los éxitos y es uno de los expertos más valorados en la oficina". El director continuaba diciendo que este joven oficial técnico había "conseguido, este invierno, el título de Doctor en la universidad de Zúrich, y la pérdida de este hombre, que aún es joven, sería un hecho muy lamentable para las administración de la oficina". Existen tres puntos de interés. El primero es que Einstein había ganado sus honores académicos en 1905. Habían llegado después de haber presentado en la Universidad de Zúrich un trabajo de veintiuna páginas sobre "Una nueva definición de dimensiones moleculares", dedicado a su amigo Marcel Grossmann. A juzgar por los archivos, fue dudoso si iba a lograr su doctorado. El profesor Alfred Kleiner, director del instituto de física de Zúrich, recomendó aceptar la disertación. Pero "el principal logro del trabajo de Einstein consiste en el tratamiento de ecuaciones diferenciales, es de naturaleza matemática y pertenece a la mecánica analítica..." y Kleiner solicitaba dos opiniones más. La del profesor Burckhardt parece haber sido decisiva; a pesar de la "crudeza del estilo y errores de escritura en las fórmulas que deben y tienen que ser vigiladas", hizo notar que el trabajo de Einstein mostraba completo dominio de los métodos matemáticos". La observación del director Haller sobre su joven oficial técnico no solamente observa su mejora académica sino que implícitamente indica que Einstein ya estaba, por aquel tiempo, buscando otro trabajo y que no había escondido este hecho a su jefes. Evidencias circunstancialesreferencias casuales a puestos de enseñanza en la

correspondencia de Einstein de esta época- confirman que esto era así. En tercer lugar es significativo que el director de la Oficina de Patentes, escribiendo, en la Primavera de 1906, sobre el progreso de sus empleados no haga ni siquiera un comentario sobre los tres trabajos con los que el joven había contribuido en un solo número de Annalen der Physik- uno suficientemente importante para llevarle a los libros de historia, otro que le ayudaría a conseguir el premio Nobel dieciséis años más tarde, y el tercero conteniendo un bosquejo de la Teoría Especial de la Relatividad. El primer hogar de Einstein en Berna fue una pequeña habitación en Gerechtigkeitsgasse y desde allí se dirigía caminando cada mañana unos cientos de metros hasta el edificio en cuya oficina de la tercera planta aprendía sus deberes rutinarios. Uno de sus primeros visitantes fue Max Talmey que le había introducido en la ciencia diez años antes y que había visitado recientemente a sus padres en Milán. Ellos eran "bastante reticentes" sobre su hijo, dice Talmey, y en Berna la razón parece obvia. "Encontré a mi amigo aquí y pasé un día con él", escribía. "Su ambiente delataba bastante pobreza. Vivía en una habitación pequeña y amueblada pobremente. Yo supe que llevaba una vida dura con el escaso salario de un funcionario de la Oficina de Patentes. Sus penalidades se agravaban por los obstáculos que le ponían personas que estaban celosas de él". Los "obstáculos" no se los tomaría demasiado en serio. Einstein el potencial maestro de escuela, con un trabajo, para su crédito, publicado en las páginas de Annalen der Physik, cada vez más seguro de si mismo, era un intelectual por encima de sus colegas. Todavía tenía esa tosca confianza que emana de algunas de su primeras cartas y es inconcebible que no hubiera sido puesto en su sitio, de vez en cuando, por compañeros más prosaicos. El trabajo en la Oficina de Patentes al finalizar el siglo era asombrosamente diferente del que vino posteriormente. La diferencia queda ilustrada por un hecho: hasta 1908 las patentes eran dadas solamente para inventos que pudieran ser representados por un modelo. El modelo, es difícil no notarlo, podía haber sido tan importante como la especificación que describía, en palabras que idealmente no permitirían disputa, las tareas que el invento debería realizar. Estos inventos, ideas y propuestas que eran enviados a la oficina consistían principalmente en prácticas, utilitarias y sencillas sugerencias sobre aplicaciones de la tecnología en las cosas de la vida cotidiana. A primera vista, todo esto parece no estar relacionado con el especial genio de Einstein. Sin embargo a pesar de la calidad aparentemente esotérica de las teorías sobre las que su fama se asienta, estas teorías brotan, como él nunca se cansó de destacar, de la observación de hechos y de las deducciones que explicarían estos hechos. Esto necesitaba de una perspicacia intuitiva para saber lo que es esencial, y fue precisamente esta cualidad la que perfeccionó durante su permanencia en la Oficina de Patentes. Ya que el trabajo requería frecuentemente reescribir las no muy claras descripciones de los inventores para darles protección legal; esto a su vez necesitaba de una capacidad para ver, entre descripciones, algunas veces, muy tortuosas, la idea o ideas básicas en la que se apoyaba la aplicación. No se necesitaba una aplicación rutinaria de una mente rutinaria en

documentos rutinarios, sino más bien una intuición perceptiva. "No es exageración", decía uno de los empleados de la Oficina de Patentes, "decir que su trabajo era, al menos durante los primeros meses, literalmente un aprendizaje en la lectura crítica de especificaciones técnicas y en la comprensión de los dibujos que la acompañaban". Las cualidades de observación y análisis se perfeccionaron cuando desde el verano de 1902 en adelante Einstein se sentó en la larga y estrecha habitación de la oficina del gobierno con sus compañeros oficiales técnicos ordenando, leyendo, y poniendo en un alemán inteligible las especificaciones de máquinas de escribir y cámaras, productos de ingeniería y los mil y un curiosos instrumentos para los que sus inventores solicitaban protección legal. El mismo no tenía dudas sobre lo que aprendió en la Oficina de Patentes. "Mas severo que mi padre", es como describía al director a su colega Joseph Sauter. "Me enseñó a expresarme correctamente". Pero hubo más que eso. El mismo Einstein hizo posteriormente dos comentarios sobre su trabajo en Berna. Cuando consiguió el trabajo escribió a su amigo Habicht diciendo que le daría (el trabajo) "ademas de ocho horas de trabajo.... ocho horas de ociosidad más todo el Domingo". Y cincuenta años después, en su setenta cumpleaños, escribió que la elaboración de informes de patentes había sido una bendición. "Me dio" decía, "la oportunidad de pensar sobre la física. Por otra parte, una profesión práctica es una salvación para una persona como yo; una carrera académica impulsa a un joven hacía la producción científica, y solamente personas con fuerte carácter pueden resistir la tentación de realizar análisis superficiales". Era "la oportunidad de pensar sobre la física" lo que importaba. Porque mientras que el trabajo en la Oficina de Patentes ayudó a mejorar la capacidad de Einstein para discernir lo importante en una declaración científica, también fue una ocupación que le permitía dejar libre su mente para realizar un trabajo creativo a un nivel diferente. El proceso no es raro, y había habido un ejemplo en la misma ciudad en la que trabajaba- la de Albrecht von Haller el científico, quien como secretario del Consejo de la ciudad de Berna había elaborado, durante diez años desde 1950, las minutas de las reuniones del consejo. Reprendido en una ocasión por el presidente del consejo por escribir un tratado científico mientras se desarrollaba una reunión, Haller pudo leer las minutas detalladas que había elaborado correctamente al mismo tiempo. Muchos hombres de genio necesitan una ocupación que les permita alimentarse ellos y a su familia mientras que su trabajo intelectual continua imperturbable. Trollope trabajaba en Correos mientras se concentraba en la serie de novelas Barchester; Maurice Baring ayudando a Trenchard a planear la ofensiva de 1918 mientras continuaba su trabajo como hombre de letras; Churchill haciendo política durante el periodo entre guerras mientras que escribía Marlborough- estos son ejemplos de grande hombres inmersos parcialmente en una rutina que les ayudaba a desarrollar su genio creativo. En Berna Einstein fue otro, caminando discretamente cada mañana desde Gerechtigkeitsgasse a la Oficina de Patentes, comiendo usualmente en su puesto de trabajo, volviendo a su alojamiento cada tarde con la ortodoxia del oficinista de la

ciudad, y después sentandose en una tranquila esquina a descubrir las leyes que rigen la naturaleza. Sus primeros trabajos originales no tenían relación con la teoría de la relatividad que le iba a hacer mundialmente famoso. En su lugar tenían que ver con la naturaleza de las fuerzas que mantenían juntas las moléculas de un líquido. "Mi más importante meta...", había escrito, "era hallar hechos que pudieran garantizar lo más posible la existencia de átomos de un determinado tamaño finito". Su afirmación ilustra claramente la actitud que todavía permitía pensamientos científicos al final del siglo. Numerosos científicos eminentes- de manera notable Mach y Ostwaldno creían en la existencia física de los átomos como tales. Para ellos, Dalton había vivido en vano. Ellos veían la teoría atómica "mas como una visualización simbólica que como un conocimiento relacionado con la construcción objetiva de la materia". Fue característico que Einstein, comenzara a educarles. Los cinco primeros trabajos en los que comenzó a hacerlo fueron publicados entre 1901 y 1904. (El papel jugado por la termodinámica en la búsqueda por parte de Einstein de una base unificada para la física es analizado por Martin J. Klein en "Thermodynamics in Einstein's Thought" (Termodinámica en el pensamiento de Einstein), Science, Vol.157 (4 de Agosto de 1967), pp. 509-516). Estos trabajos fueron seguidos por un sexto que hizo en su annus mirabilis de 1905 y que aplicaba algunas de sus anteriores conclusiones de una manera dramáticamente decisiva. Los dos primeros trabajos, "mis dos despreciables trabajos de principiante" como el mismo Einstein los describía cuando en Diciembre de 1907 envió separatas de todos sus demás trabajos a Johannes Stark, trataban de la capilaridad y diferencias de potenciales. Ninguno tuvo un éxito especial, pero la atracción del tema para Einstein, tratando con los enlaces intermoleculares y otras fuerzas, quedaba patente en una carta que escribió a Marcel Grossmann en Abril de 1901. "En cuanto a la ciencia", decía en la carta, Tengo unas cuantas ideas maravillosas en mi cabeza que tienen que ser desarrolladas en su momento. Estoy ahora casi seguro de que mi teoría de la fuerza de atracción de los átomos puede ser extendida a los gases y que las constantes características para casi todos los elementos podría ser especificada sin excesiva dificultad. Después la cuestión de las relaciones internas de las fuerzas moleculares dará también un paso hacia adelante decisivo. Quizás las investigaciones de otros, dirigidas a conseguir metas diferentes, probarán finalmente la teoría. En ese caso utilizaré entonces todo lo que he conseguido hasta ahora en el campo de la atracción molecular en mi tesis doctoral. Es una magnifica sensación reconocer la unidad de un conjunto de fenómenos que parecen ser cosas totalmente separadas de la directa verdad visible. Así incluso en esta temprana etapa, cuando trataba con un asunto muy lejano del nuevo concepto de espacio y tiempo como para ser englobado en la relatividad, Einstein revelaba dos aspectos de su forma de aproximarse a la ciencia que se convirtieron en la clave de su trabajo: la búsqueda de una unidad tras fenómenos dispares, y la aceptación de una realidad "separada de la directa verdad

visible. El contenido de este temprano trabajo lo constituían el inmenso número de partículas que constituyen los líquidos o los gases considerados. No es posible tratar el movimiento de partículas individuales, y por consiguiente tenían que usarse métodos estadísticos, que pueden manejar movimientos medios de cantidades enormes. Si el hombre tuviera suficiente tiempo, y equipo suficientemente sensible, sería posible calcular el movimiento de cada molécula y de cada átomo, puesto que estos movimientos son el resultado de causa y efecto. Pero la estadística, como en los seguros de vida, ofrece un práctico atajo. Hasta ahora no ofrecía nada más. Sus métodos en los dos primeros trabajos fueron los de la termodinámica. Cuando los hubo terminado, utilizó las bases estadísticas del asunto, intentando en tres trabajos adicionales obtener, de las ecuaciones generales de la mecánica y de la teoría de probabilidades, las leyes que describen el equilibrio y la irreversibilidad. El creía que estos métodos eran nuevos, porque pero que ya habían sido utilizados por el americano Josiah Willard Gibbs. (Los principales trabajos de Gibbs fueron escritos entre 1876 y 1878 y publicados en el Transactions of the Connecticut Academy of Sciences. Hasta 1892 no fueron traducidos al alemán). Entre el primero de esos trabajos, escrito en Zurich, y el último de ellos, escrito en Berna, las circunstancias de Einstein cambiaron. Se convirtió en el centro de una pequeña tertulia de jóvenes estudiantes que continuarían siendo sus amigos durante toda la vida; y poco después de esto se casó con su amiga de Zúrich, Mileva Maric. El grupo se formó poco después de que Einstein se trasladara a Berna. Había llegado unas pocas semanas antes de tomar posesión de su puesto en la Oficina de Patentes y tenía grandes dudas sobre si sus fondos le durarían hasta el primer día de pago. Lo que él amaba y entendía de verdad era la física. Berna era una ciudad universitaria y era lo más natural del mundo que se estableciera como tutor privado, ofreciendo enseñar física por horas. Su primer alumno fue Maurice Solovine, un joven rumano que estudiaba un confuso conjunto de materias en la universidad de Berna entre las que estaban la literatura, filosofía, griego, matemáticas y geología. "Caminando por las calles de Berna un día durante las vacaciones de semana santa de 1902, y después de comprar un periódico, leí un anuncio que decía que Albert Einstein, antiguo alumno de la Ëcole Polytechnique de Zúrich daba lecciones de física a tres francos la hora", escribió. Solovine buscó la casa, subió las escaleras y llamó al timbre. "Escuche un atronador '¡entre!' y entonces apareció Einstein. Como la puerta de su apartamento daba a un oscuro corredor quedé impresionado por el extraordinario brillo de sus enormes ojos", continua Solovine. Después de entrar y sentarme, le dije que estudiaba filosofía pero que deseaba estudiar física un poco más profundamente para conseguir un verdadero conocimiento de la naturaleza. El me confió que también, cuando era más joven, tuvo gran afición por la filosofía, pero que la vaguedad y la arbitrariedad que reinaba en ella le habían alejado de ella, y que actualmente estaba solo preocupado por la física. Charlamos durante dos horas de toda clase de

asuntos y nos dimos cuenta que teníamos similares ideas y nos sentimos más unidos. Cuando me marché, él bajó las escaleras conmigo y allí charlamos durante casi otra media hora en la calle antes que quedáramos para el día siguiente. A la segunda visita le siguió una tercera y por sugerencia de Solovine acordaron que deberían leer alguno de los trabajos corrientes y discutir los problemas que presentaran. Einstein propuso comenzar con el libro de Karl Pearson "La gramática de la ciencia" y a este pronto siguieron Mill, Hume, Spinoza, Mach, Henri Poincaré y Riemann, cuya geometría no euclidiana fue utilizada por Einstein en el desarrollo de la teoría General de la Relatividad, una década más tarde. A los dos hombres se les unió enseguida Conrad Habicht, antiguo amigo de Einstein de Zúrich que llegó a Berna para terminar sus estudios matemáticos. La débil línea entre maestro y discípulo, entre el Einstein de veintitrés años y sus compañeros de veinte pronto desapareció y las lecciones acababan en discusiones que se prolongaban durante semanas y meses. Algunas veces terminaban sus disputas con un largo paseo. De vez en cuando un Domingo podía verse animado por una marcha de dieciocho millas al lago de Thun, a cuya orilla acamparían por el día, antes de regresar a Berna en el tren de la noche. "Muy a menudo", ha escrito Solovine, Me reunía con Einstein a la salida de la Oficina de Patentes; algunas veces reanudábamos la discusión que habíamos aplazado la noche anterior y algunas veces nos confiábamos nuestras esperanzas y nuestros temores. Nuestra situación material estaba lejos de ser brillante; pero, a pesar de ello, ¡que entusiasmo teníamos, que fuego, que pasión por las cosas que importaban de verdad!, También hicimos unas cuantas excursiones juntoscaminando, algunas veces subiendo a la cima del Gurten Kulm, en Domingo, para ver la salida del Sol. El aroma de los pinos, calentados por el sol durante el día, literalmente me intoxicaba. Einstein era el líder natural, y no solamente por el hecho de ser el de mayor edad. Incluso en sus veinte años ya se hacía sentir la fuerza de su carácter que posteriormente iba a impresionar a los observadores. Algo de esto se muestra incluso en la objetiva descripción dada por Lucien Chavan, un joven ingeniero eléctrico del Federal Post and Telegraph Administration que fue un miembro ocasional de lo que se convirtió en la autodenominada "Olympia Academy". "Einstein mide 1,76 metros", escribió debajo de una foto de Einstein que fue entregada a la Biblioteca de Correos Suiza después de la muerte de Chavan, Ancho de hombros, ligeramente encorvado. Su corta cabeza parece notablemente ancha. Su aspecto es moreno. Tiene un estrecho bigote sobre una boca grande, una nariz aguileña. Sus ojos marrones tienen un brillo profundo y benevolente. Tiene una voz agradable, cómo los tonos vibrantes de un cello. Einstein habla un buen francés y con ligero acento. Las discusiones eran el imán que mantenía al grupo unido, y cuando estaba a pleno ritmo poco más importaba todo lo demás. Solovine ha relatado como poco antes del cumpleaños de Einstein vio caviar en un escaparate en la ciudad. Conociendole de sus días en Rumania, decidió con Habicht comprar un poco como un caro regalo de

cumpleaños. Cuando lo pusieron sobre la mesa Einstein estaba hablando sobre los problemas de la inercia galileana. Continuó hablando, comiendo caviar sin hacer ningún comentario. "Todo es lo mismo para mi", dijo, cuando le dijeron que era eso. "Puedes ofrecer a los patanes las cosas más exquisitas del mundo y ellos no saben como apreciarlo". Lo que importaba era la charla. Continuó de forma intermitente hasta 1905 cuando Solovine abandonó el país para ir a la universidad de Lyon y Habicht se marchó a otra parte de Suiza. El impacto de la inteligencia sobre el ingenio, el hacer pedazos y derrumbar los argumentos, hicieron sacar punta a la agudeza intelectual con la que Einstein estaba preparando el ataque al fundamento de la física clásica. No obstante, era preciso ver a la Olimpia Academy en perspectiva. Esté grupo de jóvenes no vivía en la estratosfera académica. Sus estirados miembros, con collares y corbatas, le contemplaban con aire de suficiencia y sin embargo la actitud de Einstein, al mismo tiempo que no renunciaba y persistía en el esfuerzo, era de tolerancia humana medio divertida que ni siquiera setenta años pudieron cambiar. Durante las discusiones de la larga noche de la Academia de física y filosofía, en sus paseos por las solitarias calles de Berna o sobre las colinas, Einstein ordenó sus ideas y vislumbró los problemas a los que se debía dedicar. Además de tratarse de un debate social de gran importancia el ambiente era perfectamente normal: un grupo de hombres jóvenes altamente espirituales, activos y polémicos, tan rápidos de piernas como de disposición y tan deseosos como otros muchos de mantener sus principios a lo largo de las reuniones celebradas en el Café Bollwerk, situado a unos pocos pasos de la Oficina de Patentes, o en la tranquilidad de sus propias habitaciones. Por esta razón el grupo quedó aislado; la mayoría de los habitantes de Berna, tanto como los miembros de la Academia Olimpia, podían haber surgido en más de un centenar de pueblos y ciudades a lo largo de Europa. Esta despreocupación, casi estudiantil, cambió drásticamente cuando en Enero de 1903, Einstein se casó con Mileva Maric. Ésta era hija de un campesino eslavo y era cuatro años mayor que él, Mileva fue su esposa hasta que, a principios de 1919, se divorciaron con la propuesta, por parte de Einstein, de cederla las 30.000 coronas del premio Nobel que estaba intentando conseguir, ésta aceptó, pues parecía un buen seguro para su futuro y el de sus dos hijos. Ella le había abandonado en el verano de 1914; pero fue su esposa y compañera durante la década en la que salió del anonimato de la Oficina de Patentes y consiguió una posición segura en la comunidad cientifíca internacional y el umbral de la fama mundial. Así el papel que Mileva jugó ayudando a que Einstein alcanzara el éxito, o respaldándole, es importante en la propia historia de Einstein; este hecho ha permanecido parcialmente oculto debido a la desgana en revelar detalles de sus asuntos personales - "después de 300 años la vida privada de un hombre podría todavía permanecer privada", dijo en cierta ocasión refiriéndose a Newton - en parte también fue debido a que Mileva logró sobrevivir, a pesar de sus continuos achaques, hasta 1948; por otra parte diversos problemas legales impidieron la publicación de una larga serie de cartas entre la pareja. Einstein contó en muchas

cartas, que escribió a su colega y confidente Michelangelo Besso, sus problemas de incompatibilidad y los conflictos sufridos; en una pareja que se respetaba el uno al otro siempre y cuando no tuvieran que vivir juntos. Esta historia hace más notable el cumplimiento intelectual de un hombre quien, como escribió en cierta ocasión, se habría agotado mental y físicamente si no hubiera sido capaz de mantener a su mujer a distancia, sin verla ni oírla. Esta confidencia se la hizo a Besso en 1916, cuando las relaciones entre Einstein y Mileva estaban en su peor momento, esto demuestra el papel de amigo y confesor que el ingeniero italiano jugó en la vida de Einstein. Besso, seis años mayor que Einstein, vino desde Roma para estudiar en el departamento de ingeniería del ETH, pero su relación real con Einstein fue mucho más fuerte. Mientras Maja Einstein, que había estudiado en Aarau, se casó con Paul Winteler, el hijo del maestro de la escuela del pueblo, Besso se casó con Anna, la hermana de Paul. En 1904, un año después de casarse con Mileva, Einstein ayudó a Besso a colocarse como inspector en la Oficina de Patentes de Berna. Los dos hombres siguieron caminos similares. Sus confidencias eran profesionales - con el resultado de que Besso fue el único hombre al que se le agradeció su ayuda en el famoso documento de la relatividad - pero su relación era también personal, y después de trasladarse Einstein a Zurich en 1909 sus cartas a Besso revelan el deteriorado estado de su matrimonio. Según algunas crónicas la pareja se formó siendo estudiantes, esta unión desapareció cuando Hermann Einstein, quien al parecer nunca llegó a conocer a Mileva, murió en Italia en 1902. Lo que realmente ocurrió es que Einstein cruzó los Alpes para ver a su padre en el lecho de la muerte y más tarde se casó con Mileva, unos pocos meses después de su regreso a Berna. Las fotografías que han llegado hasta nuestros días la muestran como una mujer poco atractiva pero de características agradables, nariz algo ancha sobre una boca muy sensual, y con un aura de espeso pelo oscuro. Ella era coja, pero esta cojera no era importante y a pesar de su descripción general desfavorable, se podría decir que sus carencias realmente eran otras. "Una modesta criatura sin pretensiones" era el mejor calificativo que Fräulein Markwalder, hija de la ama de llaves de Einstein, podía darle. Carl Seeling, quien como Mileva vivió en Zurich gran parte de su vida, comenta que sus obsesivos sueños, retorcían su vida y sus estudios. Sus contemporáneos encontraron a Mileva como una mujer tenebrosa, lacónica y de carácter desconfiado. Los que la conocían mejor comenzaban a apreciar su abierta inclinación eslava y la modestia con la que seguía los más vivos debates desde un segundo plano. En suma ella tenía "el típico espíritu hogareño suizo alemán, cuya más alta ambición es la constante guerra contra el polvo, polillas y suciedad." Hay más que un toque de raza en la predisposición a ciertos detalles, y es justo asumir que Mileva tenía la imperdonable tendencia eslava de permitir a los teutones determinados deslices. Aun así había algunas compensaciones. Einstein, oyendo el comentario de un amigo que decía, "Yo nunca tendría el coraje de casarme con una mujer a no ser que ella estuviese absolutamente sana," replicó, "Pero ella tiene una voz tan adorable".

Einstein se preguntaba el porqué se había casado con ella. Un viejo amigo al que confiaba sus pensamientos, dice, "Cómo pudo no conocerse a sí mismo", y otro comenta que él le dijo que se casó a pesar de la firme oposición de sus familiares, para librarse de ese sentimiento de sumisión. A una edad avanzada volvió a intentar razonar sus acciones, proclamando que lo que él llamó la tragedia de su vida fue probablemente la explicación de su inmersión en trabajos serios. No obstante, si las crisis emocionales de un matrimonio infeliz afectan beneficiosamente al trabajo de la física teórica, del mismo modo pueden afectar a que el artista sea cuestionable; realmente Einstein, años más tarde no aceptó que Mileva marcase su vida, aunque dio alguna pequeña muestra de ello. En cualquier caso, Einstein hubiera sido más feliz con una dedicada ama de llaves; en lugar de esto, cayó en un matrimonio, casi por accidente, posiblemente mientras pensaba cosas más importantes. Pero en aquellos días, antes del pacifismo, antes del sionismo, antes del movimiento antinuclear, él era un hombre decente bajo la forma exterior de un científico. Justo entonces sintió responsabilidad hacia la raza humana, así mismo sintió responsabilidad hacia aquellos a quienes las circunstancias les habían unido a él. Apenas tenía tiempo o afición para ser un hombre familiar, pero lo hizo lo mejor que pudo. Las peores relaciones del matrimonio, sobre todo ocurrieron después de 1905, cuando la Teoría de la Relatividad Especial comenzó a hacerle famoso. Sus conocidos, los hombres y mujeres contra los que se estaba debatiendo por los cambios de la vida diaria, sólo estaban preparados para admitir que la relatividad estaba tras ellos; su segunda mujer se podría decir que vino con un aire de alivio. Con Mileva la situación era diferente, ¿porqué ella no era un físico como su marido?. ¿No tenía ella, de hecho, suficientes conocimientos para entrar en el nuevo mundo que él había creado, si él dedicara un poco de tiempo para explicarle las cosas?. La respuesta era "No", pero ella nunca lo creyó. Existía otro factor de gran importancia. Cuando Einstein se casó, esperaba tener más tiempo para trabajar; confiaba en poder quitarse de encima las tareas domésticas que le ahogaban en sobremanera. Los físicos que en el transcurso de su vida descartaron los calcetines como una complicación innecesaria y que insistian en lavarse y afeitarse con el mismo jabón, hicieron que la vida fuera mucho más simple, tenían un deseo básico a comienzos de los años 1900: transferir a otros hombros las fatigosas tareas que desviaban su tiempo de cosas más importantes. Muchos hombres se casan por peores razones; y muchos tienen que admitir que si falla la gran pasión, tan mundana consideración da facultad a una pareja para ir tirando lo más felizmente posible. Es verdad que Einstein podía aislarse de las cosas triviales que le rodeaban con una envidiable facilidad. En un tumulto de gente, en un concierto, escuchando las conversaciones de los que le rodeaban, pudo seguir el desarrollo del acontecimientos mientras que una parte esencial de su mente seguía trabajando en el problema que tenía entre manos en ese momento. Pero él no pretendía aprovecharse de su matrimonio para verse apartado de laboriosos deberes cotidianos y diversiones. Esto fue un

fallo ya que simplemente cambió las preocupaciones de soltero por las de un hombre de familia, esto se aprecia en escenas de su primera familia que han logrado sobrevivir. "Él estaba sentado en su estudio enfrente de un montón de papeles llenos de fórmulas matemáticas" dijo un estudiante que le visitó pocos años después de su matrimonio. "Escribiendo con su mano derecha y cogiendo a su hijo pequeño con la izquierda, contestaba a preguntas de su hijo mayor Albert que estaba jugando con sus cubos. Con las palabras, 'Espera un minuto, enseguida termino', me dio al niño para que lo sujetara un momento y poder así seguir trabajando". David Reichinstein, uno de los profesores de Zurich, describió una escena con una situación parecida. "La puerta del apartamento estaba abierta para permitir que se secara el suelo que acababa de fregar, se notaba que había parado de fregar en el hall", continúa, "yo entré en la habitación de Einstein. Él estaba sumido en una calma filosófica, con una mano mecía el balancín en el que se encontraba el niño. En su boca había un apestoso, muy apestoso, cigarro, y en la otra mano un libro abierto. La estufa estaba echando un humo horrible. ¿Cómo podía soportarlo?". La vida hogareña de un pobre académico asalariado en Suiza en la primera década del siglo se debe ver con esa perspectiva. De la misma forma, un colega sintió la necesidad de preguntarle: "¿Cómo puedes soportarlo?" La respuesta fue que tenía que hacerlo. Einstein se casó con Mileva Maric en Berna un martes 6 de Enero de 1903. Los dos testigos de la silenciosa boda eran miembros originales de la Olympia Academy, Maurice Solovine y Conrad Habicht. No hubo luna de miel, y después de una comida para celebrarlo en un restaurante local la pareja volvió a su nueva casa, un pequeño apartamento en el nº 49 de la calle Kramgasse sólo a cien metros de la famosa torre del reloj de Berna. Aquí sucedió un pequeño incidente. Muchas historias podían originarse, o ser inventadas sobre el distraído profesor; pero aquí, justo el día de su boda, Einstein se dio cuenta cuando volvía a casa de que había olvidado las llaves. A simple vista, estaba pasando por uno de los innumerables baches que los miembros menores del servicio civil Suizo sufrían. El aumento de salario que obtuvo en los ocho meses siguientes a su matrimonio no hizo más que compensar los gastos adicionales que originaría su hijo, Hans Albert, que nació a finales de 1903. Conseguir el puesto de Asistente Técnico en Primer Grado parecía ser el máximo objetivo al que todo ser humano aspira y ambición de un hombre joven que caminaba todos los días desde su apartamento para ir a trabajar, la entrada estaba protegida por arcos de piedra apoyados sobre gruesos pilares. Sobre uno de ellos, hay hoy día una placa: "IN DIESEM HAUS", en la que está grabado, "SCHUF ALBERT EINSTEIN IN DEN JAHREN 1903-5 SEINE GRUNDLEGENDEABHANDLUNG UBER DIE RELATIVITÄTSTHEORIE" ("En esta casa, entre 1903 y 1905 Albert Einstein completó su trabajo sobre la teoría de la relatividad"). En Marzo de 1905, Einstein tenía veintiséis años. Sólo sus documentos sobre fuerzas intermoleculares le distinguían entre cientos de jóvenes que dedicaban su

tiempo a las oficinas del gobierno, y ellos no se diferenciaban mucho de él. Cuando a principios de 1905, redondeó las series en la disertación inaugural de la Universidad de Zurich, tenía un total de seis documentos para mostrar, realizados durante los cinco años siguientes a su graduación. Este trabajo parecía más el resultado del entusiasmo de un recién graduado que el principio de una distinguida carrera en física que Europa no había visto desde muchos siglos atrás. Era un buen expediente para un profesor fracasado que tuvo que terminar en la Oficina de Patentes; era asombrosamente pequeño para un hombre que iba a estremecer al mundo científico. Hasta el momento, Einstein no tenía estatus académico. Tenía la carrera de la biblioteca de la Oficina de Patentes, fuerte en ingeniería pero flojo en física, y leía la editorial de los diarios de física publicados en Alemania. Pero tenía acceso a poco más. Ni trabajó, ni podía hablar ni debatir ni siquiera en ocasiones sociales, dentro del ámbito de la universidad, con su incesante argumento del punto contrapunto, su constante cruce y fecundación de ideas, y su estimulante actitud de indagación. La Academia Olimpia, a pesar de ser muy animada, no sustituyó lo anterior. Él mantenía correspondencia con sus antiguos compañeros de estudios en Zurich y en alguna ocasión les visitó. Pero esto era todo. De esta manera desde 1902 hasta 1905 Einstein trabajó por su cuenta, un intruso de intrusos, científicamente provincial y teniendo pocos vínculos con personas importantes de la física contemporánea. Debido a este aislamiento consiguió una visión muy amplia de problemas científicos concretos. Ignoró los argumentos detallados por otros debido a que no estaba en contacto. Esto también demostró coraje tras el llamado deber científico, una sumisión a la convulsión interna que le guió durante toda su vida y por la que estaba dispuesto a sacrificarlo todo. Ninguno de los cuatro importantes documentos que él publicó en 1905 le habrían asegurado un lugar en los libros de texto. Tres de ellos se publicaron en el famoso único Volumen 17 del Annalen der Physik - hoy día es una peculiar bibliografía que pasa de mano en mano por muchos cientos de dólares - y el cuarto en el Volumen 18. Todos eran relativamente cortos, y todos contenían los fundamentos de las nuevas teorías aunque éstas todavía no estaban ni siquiera elaboradas - "encendiendo cohetes que en la oscuridad de la noche, de repente, lanzaran una breve pero poderosa luz sobre un inmenso territorio desconocido", así las describió Louis de Broglie. Por un lado estaba la gran variedad de aclaraciones de base, tan notables, que hizo esta obra de 1905. Era como si un joven explorador se presentara para realizar un viaje deslumbrante de un año para ser un maestro navegante, un gran hombre en la jungla tropical, y al mismo tiempo alpinista en primer grado. En la ciencia no había existido hasta entonces un estallido de genio tan sorprendente como el de Einstein. Casi dos siglos y medio antes, Newton llegó a Cambridge empujado por la peste, en la tranquilidad de Woolsthorpe realizó sus cálculos, dio una explicación de la luz blanca del espectro natural, y enunció la ley de la gravedad. En la primavera de 1905 Einstein, en una carta a su amigo Conrad Habicht, resumió los hechos que

estaban por venir. "Yo te prometo volver a trabajar en mis cuatro obras, la primera tan pronto como tenga preparadas las copias originales", escribió, Esta es sobre la radiación y la energía de la luz, y es muy revolucionaria como tú mismo podrás comprobar, siempre que me envíes tu primer trabajo. La segunda discute los métodos para determinar la dimensión real de los átomos por investigaciones difundidas y la fricción interna de soluciones líquidas. El tercero prueba que, de acuerdo con la teoría molecular de la temperatura, los cuerpos de dimensiones del orden de 1/1000 mm. suspendidos en un líquido experimentan un aparente movimiento aleatorio debido a la temperatura de las moléculas en movimiento. Así el movimiento de cuerpos suspendidos ha sido observado actualmente por biólogos quienes lo han llamado movimiento molecular Browniano. La cuarta obra está basada en conceptos de electrodinámica de cuerpos en movimiento y modifica la teoría del espacio y el tiempo; la parte puramente cinemática de esta obra te interesará. Los documentos prometidos eran una mezcla peculiar, como una perfecta ejecución de acuarela plasmada por tres Rembrandts. La "segunda obra" era simplemente el discurso inaugural para la Universidad de Zurich el cual se estaba imprimiendo en Berna, suficientemente interesante por sí mismo, pero un pequeño pez en medio de las ballenas de los otros tres documentos. De estos, que trataban del movimiento Browniano, hicieron brotar la mejor de sus obras sin lugar a duda. En la disertación de su doctorado debatió varios métodos de termodinámica estadística y éstas eran las herramientas que utilizó para predecir no sólo que en ciertas circunstancias el resultado del movimiento molecular podía ser visto actualmente con un microscopio, sino también la masa y el número de moléculas en un volumen particular. Robert Brown, el naturalista escocés, informó de este movimiento unos setenta años antes, y hay alguna duda de cuánto era lo que Einstein conocía del tema en 1905. Cuarenta y cinco años más tarde escribió que empezó por tener que "descubrir que, de acuerdo con la teoría atómica, habría de ser un movimiento de partículas microscópicas suspendidas abiertas a observaciones, sin conocer qué observaciones tenían que ver con el movimiento Browniano que entonces ya le era familiar." Sin embargo, su carta a Habicht muestra que en 1905 estaba de hecho bien enterado de las observaciones de Brown aunque no podía tener conocimiento de las investigaciones adicionales que había conseguido de ellas. El escocés había descubierto, y estudiado con la ayuda de un microscopio, que cuando el polen estaba suspendido en el agua las partículas individuales mostraban un continuo zigzag y aparentemente un movimiento aleatorio. "Estos movimientos", escribió, "me resultaban tan satisfactorios, que frecuentemente repetía la observación, no se producían por la corriente en el fluido ni por su gradual evaporación, eran originados por las propias partículas". Brown repitió su experimento con polen de varias plantas. Observó un movimiento de zigzag similar en todas ellas y al principio creyó que había descubierto la "molécula primitiva".

Entonces encontró que el mismo efecto ocurría cuando partículas de polvo inorgánico eran tratadas del mismo modo. Años después, otros hombres hicieron más descubrimientos acerca del movimiento Browniano: M.Gouy observó que al aumentar la viscosidad de un líquido los movimientos se hacían cada vez más lentos; Franz Exner descubrió que la velocidad de los movimientos crecía con un aumento de temperatura pero decrecía cuanto más grandes fueran las partículas empleadas. Cuando más tarde el propio Einstein observó el movimiento a través del microscopio quedó fascinado. "Esto es un espectáculo impresionante", escribió. Parecía contradictorio a toda experiencia previa. El examen de la posición de una partícula suspendida, cada treinta segundos, revela la fantástica fórmula de su trayectoria. Esta cosa tan asombrosa es el carácter aparentemente eterno del movimiento. Un péndulo basculante colocado en el agua enseguida vuelve a su estado de reposo si no es impulsado por alguna fuerza externa. La existencia de un movimiento que nunca decrece parece contraria a toda experiencia. Esta dificultad se aclaró espléndidamente con la teoría cinética de la materia. Era la aclaración de esta experiencia "contraria" la que Einstein daba ahora en su documento, "Sobre el Movimiento de Pequeñas Partículas Suspendidas en un Líquido Estacionario de Acuerdo con la Teoría Cinética Molecular de la Temperatura". El movimiento aleatorio de partículas individuales era debido a la energía cinética de moléculas invisibles con las que estaban en constante colisión. Desde este punto continuó utilizando su nueva maquinaria estadística para predecir la masa y el número de moléculas implicadas. Esto era la esencia de su teoría que significa que la energía cinética de agitación de las partículas podía ser exactamente la misma que la molestamente conocida energía de agitación en una molécula de gas, esto se demostró experimentalmente, sólo unos pocos años después, por Jean Perrin en París en 1908 y por Fletcher y Millikan cuatro años más tarde en Chicago. "Para apreciar la importancia de este paso", había escrito Max Born del próspero intento de Einstein por cuantificar el movimiento Browniano, "uno ha de recordar que en este momento [hacia 1900] los átomos y las moléculas estaban todavía lejos de ser algo tan real como lo son hoy - todavía había científicos que no creían en ellos." Las más modernas incluyen a ambos Mach y la de "el viejo luchador contra los atomistas", Wilhelm Ostwald de quien, Arnold Sommerfeld había expuesto, "me dijo una vez que le había convertido por completo en atomista la aclaración del movimiento Browniano. " Así los cálculos de Einstein de las moléculas invisibles tenían algo en común con los rayos Hertzianos que muestran la existencia de las ondas de radio postuladas por Maxwell dos décadas antes. Pero también el documento de Einstein iba a tener una importante consecuencia para la metodología científica en general. " La exactitud de la medición depende", había señalado Max Born, de la sensibilidad de los instrumentos, y esto a su vez del tamaño y el peso de la parte móvil, y de

la restauración de las fuerzas actuando sobre ellas". Antes del trabajo de Einstein tácitamente se asumió que el progreso en tal dirección estaba limitado únicamente por la técnica experimental. Ahora llega a ser obvio que esto no era así. Si un indicador, como la aguja de un galvanómetro, es demasiado pequeño o la fibra suspendida demasiado delgada, nunca podría estar en reposo pero actuaría una clase de movimiento Browniano. De hecho esto ha sido observado. Un fenómeno similar actúa, en gran parte, en la moderna técnica electrónica, donde el límite de observación viene dado por observaciones irregulares que pueden ser oídas como si se tratara de un "estrépito" en un altavoz. Existe un límite de observación impuesto por las propias leyes de la naturaleza. La prueba virtual de Einstein de la existencia de moléculas, invisibles para el ojo humano, postuladas en la teoría, más que producidas por evidencias experimentales, era sintomática de la línea que estaba por seguir durante toda la carrera en la que ahora estaba embarcado. Esto se ilustró en sus comentarios posteriores sobre las dificultades que Mach y Ostwald habían sufrido al aceptar la teoría atómica como base de los hechos más que como una hipótesis conveniente. "La antipatía de algunos estudiantes hacia la teoría atómica puede ser indudablemente debida a que les hacía remontarse a sus actitudes filosóficas positivistas", escribió, "Esto es un ejemplo interesante del hecho de que ni siquiera los estudiantes de espíritu liberal y fino instinto podían cambiar su interpretación de los hechos debido a la filosofía de los prejuicios. El prejuicio - el cual se tiene por medio muerto consiste en la fe de que los hechos por ellos mismos pueden y deben producir conocimientos científicos sin una construcción conceptual libre". De esta forma Einstein creía que las teorías en las que los hechos se comprueban más tarde, para adecuarse a los más probables y permanecer en el tiempo, son las teorías que se construyen completamente desde la evidencia experimental. Esto fue realmente lo que ocurrió con el primer documento que había descrito en su carta a Habicht, un documento que "caía como un rayo desde el cielo, de manera que la crisis que originó, hace unos cincuenta años, hoy todavía no se ha calmado", como describió Louis de Broglie en 1955. Esto ayudó a Einstein a conseguir el Premio Nobel en física dieciséis años más tarde, y que estaba jugando un papel clave en el desarrollo de la tecnología moderna, ya que la ley del efecto fotoeléctrico llegaría a ser la piedra angular de la televisión. Llevaba implícita la primera afirmación de Einstein sobre la dualidad de la naturaleza, en la que con frecuencia pensó durante toda su vida, en un principio apuntaban hacia un problema indeterminado que le llevaron, como de Broglie comentó, "al final de su vida científica, a una triste soledad y - paradójicamente suficiente - aparentemente lejos de las ideas de esta época". Además del sentido teatral con el que con frecuencia estaba inmersa la vida de Einstein, a la edad de veintiséis años enlazó su trabajo científico con las creencias y actitudes no científicas de dos hombres que ejercían sobre él gran influencia y que en ocasiones llegaron a dominarle durante más de cuarenta años Max Planck, convencido seguidor del estado alemán y

que también fue el fundador de la teoría cuántica, y Philipp Lenard, quien con Jew-bailer compartió el Premio Nobel. Este famoso documento, "Sobre el Punto de Vista Heurístico Concerniente a la Producción y Transformación de la Luz", aclaró un fenómeno particular, el efecto fotoeléctrico, que había sido de difícil solución para los científicos durante años, y que proporcionó la respuesta a un buen número de otras incógnitas científicas de menor importancia. Por otra parte, este documento conocido como "documento fotoeléctrico" de Einstein, se aproximaba a la consideración de este problema específico pero en ocasiones se alejaba de lo más fundamental. Al comprobar Einstein su trabajo previo sobre mecanismos termodinámicos y estadísticos, encontró discrepancias con las creencias tradicionales de la corriente científica y se asombró de cómo se podían modificar estos criterios: las incógnitas fotoeléctricas eran algo particularmente fácil de resolver si se aplicaba un revolucionario principio. Para comprender su importancia, es necesario tener en cuenta cómo se consideraba la naturaleza de la luz a principios del siglo veinte. Para los griegos, la luz consistía en minúsculos granos en rápido movimiento que se desplazaban en línea recta y se reflejaban en espejos de la misma forma que una pelota rebota al chocar contra la pared. A principios del siglo XVII se realizó la primera serie de descubrimientos que culminaron, en el último tercio del siglo, en la teoría expuesta por Huygens: la luz estaba compuesta por ondas que se propagaban a través de un medio, al que denominó éter, y que se extendió por todo el espacio. Newton, en su Opticks, aparentemente favorecía la teoría corpuscular, no obstante también perfiló un esquema en el que los corpúsculos de luz se encontraban bajo la influencia de ondas - la idea volvió a surgir dos siglos y medio más tarde en forma de ondas mecánicas para explicar la naturaleza de la materia. Hasta el siglo diecinueve no se hizo el primer trabajo, de Fresnel y Maxwell, que proporciona una explicación a las ondas con las que aparece la luz prolongándose, al menos, durante unos pocos años - para tratar de manera satisfactoria toda la evidencia experimental. Hertz fue uno de los primeros en intentar poner un poco de orden en la cuestión. Encontró que al situar una lámina de vidrio entre el emisor y el receptor de ondas, los rayos emitidos producían un gran grupo de rayos en la recepción. Analizando esta cuestión llegó a la conclusión de que este grupo de rayos recibidos se debía a rayos de luz ultravioleta, que al no traspasar el cristal, de alguna forma inexplicable la luz que sí lograba hacerlo aumentaba la descarga eléctrica del propio metal del receptor. Otros científicos descubrieron que el efecto fotoeléctrico, como así lo llamaban, se podía producir por luz tanto visible como ultravioleta; que se producía más fácilmente con algunos metales que con otros; y que el metal receptor adquiría una pequeña carga eléctrica positiva. Las deducciones sobre la naturaleza de la materia proporcionada por las ecuaciones electromagnéticas de Maxwell han sido también conseguidas por otros desarrollos, aparentemente contradictorios. Maxwell consideraba que la luz era radiada por ondas

electromagnéticas, otros físicos - Hendrik Lorentz y J. J. Thompson, en Cambridge, entre otros - descubrieron que ésta también se podía considerar como formada por partículas, los electrones con carga negativa, que jugaron un importante papel para analizar la materia con carga eléctrica. En esta etapa fue cuando Lenard entró en escena. Lenard, un científico con amplia experiencia, era un alemán al que la desesperación de la derrota de su país en 1918, le llevó a dar la bienvenida a las banderas del partido Nazi; además, su odio paranoico hacia los judíos, le introdujo, después de 1919, en el movimiento que intentaba desacreditar la honestidad y el trabajo de Einstein. A estas alturas del siglo, Lenard contribuyó con una simple aclaración del efecto fotoeléctrico; ésta consistía en que los fotoelectrones, o cargas negativas, eran golpeados por la luz que incidía sobre el metal. Sin embargo, pronto publicó otra explicación más razonable del fenómeno. Ya que los electrones eran repelidos sólo por los metales sensibles como resultado de la incidencia de luz sobre ellos, se podría aceptar que un aumento de luz produciría un aumento de la velocidad con la que los electrones eran expulsados del metal. Sin embargo, este no era el caso. Si la intensidad de la luz crecía, aumentaba el número de electrones repelidos por el metal pero a una velocidad distinta. Además - y esto pareció aun más inexplicable - si se producía un cambio en el color de la luz, o en otras palabras, en su frecuencia, se podía cambiar la velocidad de expulsión de los electrones; cuanto mayor fuera la frecuencia mayor sería la velocidad de expulsión. Mientras Lenard estaba ocupado en operaciones científicas cotidianas que respondían a un enigma para crear otro, Max Planck, que por entonces era profesor de física teórica en la Universidad de Berlín, se estaba aferrando a un problema que a primera vista parecía estar relacionado, sólo indirectamente, con el efecto fotoeléctrico. Planck llegó a su puesto después de la muerte de Kirchhoff en 1887, y su trabajo partía del punto donde lo dejó Kirchhoff , expuso una teoría que estaba alterando la idea del hombre sobre la energía tan drásticamente como la teoría de la relatividad de Einstein lo estaba haciendo con las ideas del espacio y del tiempo. Kirchoff había estado interesado, como muchos de sus contemporáneos, en descubrir más sobre el mecanismo por el que la energía radiante era emitida por las ondas electromagnéticas. Ya se sabía que incluía no sólo el espectro visible sino también los rayos ultravioleta a ambos lados de ellos, así como las recientemente descubiertas ondas de radio. Era conocido que cuanto más se calentaba un cuerpo su máxima energía se producía en longitudes de onda cada vez más cortas, y su color pasaba del rojo al amarillo y después al blanco azulado. Pero todos los experimentos estaban afectados por la naturaleza del cuerpo emisor, lo cual fue solucionado únicamente por el ingenioso método de Kirchoff de usar "radiación del cuerpo-negro" que utilizaba un contenedor cerrado con las paredes interiores negras y un pequeño agujerito. Cuando el contenedor se calentaba hasta la incandescencia, se podría observar, al menos en teoría, luz genuinamente pura de todas las longitudes de onda visibles saliendo por el agujerito. Este primitivo equipo se suplementó en 1881 con el bolómetro, inventado por Samuel Langley, el profesor de Harvard cuyos trabajos sobre aerodinámica guiaron a los

hermanos Right y Kitty Hawk. Con el bolómetro de Langley, que consistía en la medida eléctrica de diminutas cantidades de calor suministradas a un cable de platino ennegrecido, era posible detectar cambios de temperatura de hasta una millonésima de grado bajo el impacto de longitudes de ondas específicas; así pues parecía que había ahora un camino para describir de manera adecuada la forma en que se radia la energía. Durante los años 1890, Planck descubrió que estaba lejos de ser este el caso. A pesar de los esfuerzos de los físicos de toda Europa, estaba claro que mientras un grupo de fórmulas establecidas por Wilhelm Wien servían para explicar bastante bien la radiación a bajas longitudes de onda, las producidas a elevadas longitudes de onda necesitaban la explicación matemática llevada a cabo por Lord Rayleigh, como si la naturaleza hubiera cambiado las reglas del juego en el descanso del partido. Nadie podía explicarlo. "La discrepancia", ha afirmado Sir Basil Schonland, "sugería que algo fundamental se había perdido por ambas partes. El tema, que había sido examinado extremadamente de cerca por las mejores mentes del momento, presentaba algo así como un escándalo científico". Fue hacia esta discrepancia hacia la que se volvió Planck durante la última mitad de la década de 1890. En el otoño de 1900 pensó que había resuelto el problema y el 14 de octubre leyó un informe en la Sociedad Física de Berlín que proponía una única elegante expresión para explicar cómo trabajaba la radiación. Esta satisfacía la fórmula de distribución de Wien a cortas longitudes de onda y la fórmula de distribución de Rayleigh de las largas; de hecho, se ajustaba a observaciones experimentales entre medidas del infrarrojo hacia un extremo del espectro y medidas del ultravioleta hacia el otro extremo tan bien que algunos de los hombres que estaban trabajando en el ultravioleta encontraron necesario repetir sus experimentos y corregir sus cifras. Para Planck esto no era suficiente. Intuitivamente sentía que se requería algo más y algo diferente. "Después de algunas semanas del trabajo más intenso de mi vida, la claridad empezó a iluminarme, y una visión inesperada se reveló en la distancia", dijo más tarde. Al Profesor R.W. Wood le explicó con más detalle. "Diciéndolo en pocas palabras, puedo llamar a todo el conjunto un proceso de desesperación", escribió. En realidad, mi naturaleza es amante de la paz y estoy más bien en contra de las aventuras complicadas. Pero durante seis años (desde 1874) había estado batallando sin éxito con el problema del equilibrio entre radiación y materia. Sabía que el problema es de vital importancia para la física, conocía la fórmula que reproducía la distribución de energía en el espectro normal; había que encontrar una interpretación teórica a cualquier precio, no importaba lo alto que este fuese. La física clásica no era la adecuada, esto lo tenía claro... Algunas semanas más tarde en octubre, Planck encontró la explicación. Paseando por los bosques de Grünewald en Berlín, se volvió hacia su hijo. "Hoy", dijo, "he hecho un descubrimiento tan importante como el de Newton". El 14 de diciembre de 1900 volvió a presentarse delante

de la Sociedad Física. Esta vez anunció que su expresión anterior se podía derivar mejor de una hipótesis completamente nueva. No sólo era nueva sino sorprendente. Planck afirmaba que su teoría se basaba completamente en una suposición: que la energía se emitía no de forma continua como el sentido común induce a pensar, sino en impulsos discretos y para denominarlos utilizó el vocablo latino "Cuanto", o quanta. El tamaño de los cuantos era, además, directamente proporcional a la frecuencia de la onda electromagnética con la que estaba asociada, la luz violeta, que tiene el doble de frecuencia que la luz roja, tiene asociados cuantos dos veces mayores que los asociados a la luz roja. Relacionando la frecuencia de la radiación y el tamaño del cuanto aparecía, en las unidades habituales que,desde tiempos de Planck todavía tienen un uso extendido aunque no exclusivo, la cantidad mágica de h=6.6x10-27, erg. sec., rápidamente conocida como constante de Planck y pronto reconocida como una de las constantes fundamentales de la naturaleza. A primera vista esta idea revolucionaria parecía asestar un golpe mortal al aceptado punto de vista de que la luz estaba constituida por ondas más que por partículas. Pero ni incluso Planck pudo llegar tan lejos. Su teoría, - subrayó, trataba de la relación entre radiación y materia, no de la naturaleza de la radiación en su viaje entre la emisión y la recepción; así permitió a los intervalos de energía discontinuos unirse de alguna forma inexplicable y producir ondas que se disolvían en grupos de partículas al ir siendo absorbidas. El "escándalo científico", como lo describiría más tarde Schonland, se había eliminado únicamente creando uno nuevo. En 1903 J.J. Thomson, dando las Conferencias Silliman en la Universidad de Yale, parece haber estado a punto de disiparlo cuando sugirió que alguna forma de energía radiante localizada podría explicar el caso de numerosos hechos experimentales no explicados, incluyendo la manera en la que la luz ultravioleta despide electrones de la superficie de un metal. Pero la idea no fue más allá. Esto mantenía la naturaleza ondulatoria de la luz; también dejaba el camino abierto a Einstein. Porque igual que Niels Bohr iba a utilizar más tarde la teoría cuántica para explicar la estructura del átomo, del mismo modo la utilizó Einstein entonces para justificar la idea de que la luz podía tener características tanto de onda como de partícula. Hasta 1905 sus artículos publicados habían tratado casi exclusivamente de termodinámica y de mecánica estadística; eran esencialmente estudios en los que las leyes de la naturaleza se consideraban como referencia para los movimientos aleatorios de grandes cantidades de partículas individuales que obedecían las leyes de Newton tan obedientemente como los planetas. Pero también había pensamientos de Einstein no publicados; los cuales estaban obsesionados con la realidad de la luz y con sus ondas electromagnéticas asociadas, una realidad concebida no en términos de partículas newtonianas sino del campo que había sido propuesto por Faraday y desarrollado por Maxwell. Nadie, hasta ahora, había pensado en preguntar sobre las difíciles cuestiones que la contradicción planteaba; o si habían pensado en ello nadie se había atrevido. Einstein lo pensó y se atrevió. "Hay una profunda diferencia formal entre las ideas

teóricas y las que los físicos han creado concernientes a gases y otros cuerpos medibles, y la teoría de Maxwell de los procesos electromagnéticos en el llamado espacio vacío", comenzaba el artículo sobre fotoelectricidad. "La diferencia se podría resolver", sugería, "si para algunos propósitos la luz en sí misma se pudiera considerar como una colección de partículas independientes que se comportaban como las partículas de un gas" (el punto de vista heurístico de su título). Cuando Einstein comenzó a considerar este nuevo concepto a la luz de sus trabajos anteriores, encontró que proporcionaba algunos resultados sorprendentemente útiles. La explicación fotoeléctrica era uno de ellos. Ya que el tamaño de los cuantos de Planck dependía de la frecuencia de la luz considerada y los cuantos pequeños de una luz de baja frecuencia, si se consideraran como paquetes discretos de energía de partículas, impulsarían por tanto a los electrones con los que chocaran a unas velocidades relativamente bajas; los "paquetes de energía" más grandes, como podían considerarse los cuantos que formaban los colores de las frecuencias más altas, impulsarían naturalmente a los electrones con los que chocaran a mayores velocidades. Este razonamiento también explicaría lo que ocurría cuando disminuía la intensidad de la luz de cualquier color dado. Cada cuanto individual que lo compusiera tendría la misma energía para impulsar un electrón cuando chocara con él. Pero habría menos quanta menos "impactos" y menos electrones impulsados. Como dijo Sir James Jeans al describir la ley fotoquímica que descubrió Einstein, su explicación del efecto fotoeléctrico "no sólo prohíbe matar dos pájaros de un tiro sino también matar un pájaro con dos tiros". En su artículo Einstein hizo algo más que presentar una teoría que estaba, como él dijo, "en perfecta concordancia cuantos con la observación, y que más tarde iba a verse confirmada experimentalmente por Millikan para la luz visible, por de Broglie para los rayos X y por Jean Thibaud y Ellise para los rayos gamma. Además, calculó la máxima energía cinética del electrón emitido, dada por la fórmula h]- donde h es la constante de Planck, ] es la frecuencia de la luz y es la energía perdida por el electrón al escapar de la superficie del metal denominada función de trabajo. Así pues, la concepción de la luz de Einstein como formada por cuantos de luz, o fotones como se bautizaron más tarde, en sí misma suponía una contradicción paradójica de la que un hombre de menos poder mental se hubiera apartado. Ya que mientras que la luz formada por paquetes discretos de energía, tan indivisibles como se creía que era el átomo se adaptaba, si es que se adaptaba o algo a la teoría corpuscular de los tiempos de Newton, la idea también utilizaba la frecuencia, una característica vital de la teoría ondulatoria. Por tanto, como Bohr escribiría más tarde, la física "se enfrentaba a un nuevo tipo de relación complementaria entre las aplicaciones de diferentes conceptos fundamentales de la física clásica. Los físicos empezaron a estudiar más detalladamente estas ideas contradictorias que por sí solas parecían explicar hechos verificables y con el tiempo, en los años veinte, comenzaron a ver las limitaciones de la descripción determinista. Al nivel de los procesos atómicos simples, la naturaleza sólo podía explicarse en términos de

probabilidad estadística, el caso de "Dios jugando a los dados con el mundo" que Einstein no podría nunca aceptar. Sin embargo, él había movido la piedra que había originado la avalancha. Esto no estaba claro en 1905. A pesar de todo Einstein tuvo que enfrentarse a la embarazosa contradicción que Planck había intentado evitar:para algunos propósitos la luz debía ser considerada como una corriente de partículas, como Newton la había contemplado; para otros debía ser considerada en términos de movimiento ondulatorio. Pero creía que con el tiempo, con tal que los hombres fueran suficientemente tenaces, aparecería una explicación satisfactoria de la contradicción. De hecho así sería unas dos décadas más tarde cuando de Broglie y Schrödinger, Born y Heisenberg desarrollaran una concepción del mundo físico que podía considerarse en términos tanto de partículas como de ondas, o como un humorista la llamó, de "ondículas". El propio Planck era reacio a aceptar el desarrollo que Einstein había hecho de su teoría y todavía en 1912 rechazaba, en conferencias en Berlín, la idea de que la luz viajara por el espacio como paquetes de energía localizada. "Creo que es correcto decir", escribe Robert Millikan, que obtendría el premio Nobel por demostrar la naturaleza corpuscular de la electricidad con su trabajo sobre el electrón, "que el punto de vista de Einstein sobre los cuantos de luz, disparados por el espacio en forma de pulsiones localizadas de luz, o como les llamamos ahora de fotones, prácticamente no tenía defensores convencidos antes de 1915, fecha en la que se habían hallado pruebas experimentales convincentes". La carrera de Einstein era por tanto inusual. Había aplicado la revolucionaria teoría de Planck con éxito aparente a un fenómeno físico que la física clásica no podía explicar. Había sido más revolucionario que sus antecesores y no le reconocerían lo que había hecho. Se necesitaba valor; pero esto se esperaba de un hombre que podía, en el mismo volumen de los Annalen der Physik hacer estallar una bomba como su nueva teoría de la relatividad. PARTE DOS EL VIAJE DE DESCUBRIMIENTO CAPÍTULO CUATRO LA RELATIVIDAD DE EINSTEIN La Teoría Especial de la Relatividad que iba a proporcionar a Einstein una posición única en la historia, se describió en el tercer artículo que escribió para Annalen der Physik en el verano de 1905. Titulado simplemente "Sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento", era, en muchos aspectos, uno de los artículos científicos más notables nunca escritos. Hasta en forma y estilo era inusual, sin las notas y referencias que daban peso a exposiciones más serias y señalando simplemente, en su último párrafo, que el autor estaba en deuda por muchas valiosas sugerencias con su amigo y colega, M. Besso. Sin embargo, su disertación de unas 9.000 palabras hizo zozobrar las ideas aceptadas por el hombre sobre el tiempo y el espacio

de una forma que era, como dijo una vez The Times de Londres, "una afrenta al sentido común", y alteró drásticamente los conceptos clásicos de la física sostenidos por la inmensa mayoría de los científicos. Además, proporcionó un borrador tan preciso de la forma en la que el mundo físico estaba construido que en una generación los hombres ya no podrían ignorar la relatividad en la enseñanza de la física más de lo que podían ignorar la gramática en la enseñanza de la lengua. En los noventa y tantos años que han pasado desde que Einstein tiró esta piedra a la piscina una inmensa literatura y exégesis se ha desarrollado alrededor del artículo, de la teoría y de su historia. Esta literatura hace algo más que describir, explicar y criticar lo que Einstein escribió y trata con éxito variable de esbozar esta teoría para el profano. También da diferentes valoraciones de la deuda de Einstein a sus predecesores, y demuestra que los historiadores científicos tienen tanta práctica como sus colegas menos especializados en el noble arte de poner morado el ojo de sus oponentes. Esto es bastante natural : La mayoría de las teorías revolucionarias, tanto científicas como políticas, tienen profundas raíces en el pasado; respecto a la dirección exacta de esas raíces discuten los historiadores y los estudiantes escriben tesis. A medida que el tiempo borra los detalles, a medida que los viejos "recuerdan con ventajas", a medida que el rumor se transforma primero en mito y luego en hecho, la génesis de la teoría científica se hace cada vez más difícil de describir con verosimilitud algo más que académica. La teoría de la evolución de Darwin, tan trabajada y que sin embargo salió a la superficie casi al mismo tiempo que la de Wallas es un ejemplo en otro campo; la constricción de las ondas de radio de Hertz en la práctica camisa de fuerza del radar, posible desde hacía tiempo en muchos países y que luego en pocos meses cristalizó de repente en Gran Bretaña, Estados Unidos y Alemania es un ejemplo de otro campo. La relatividad no es la excepción a la regla. Hoy, dos tercios de siglo después de que Einstein enviara el manuscrito de su artículo a Annalen de Physik, todavía levanta polvaredas la discusión sobre qué le inspiró. La controversia respecto a cuanto debió a sus predecesores complica aún más el problema de explicar un tema complicado al público profano. Sin embargo, no es insuperable, y como mejor se afronta es esbozando brevemente el decorado en el que se escribió el artículo; describiendo primero las atrevidas propuestas que presentó y luego sus implicaciones; e investigando las pruebas, a veces contradictorias de génesis del artículo. En el panorama del mundo científico tal como se encontraba en los primeros años del siglo veinte todavía dominaba, como motivo central, la enorme figura de Sir Isaac Newton. Desplazado en 1666 desde Cambridge a su casa de Lincolnshire por la peste cuando sólo tenía 24 años era casi de la misma de Einstein; y como Einstein había propinado en un solo verano tres mazazos a los cimientos de la ciencia contemporánea. La formulación de la ley de la gravedad fue el mayor de los tres, demostrando que la caída de la manzana y el paso de la luna en su órbita estaban gobernados por las mismas leyes naturales. Comenzando con un explicación de las fuerzas que mantenían a los planetas en sus trayectorias, Newton construyó la primera

síntesis moderna del mundo físico, una explicación lógica del universo. Juzgado por los estándares contemporáneos, su universo era un lugar sencillo y confortable en el que los planetas y las estrellas, los hombres y los animales, las más pequeñas partículas de materia e incluso las partículas de las que se suponía que estaba compuesta la luz se movían de acuerdo a las mismas leyes matemáticas. "Desde los tiempos de Newton hasta el final del siglo pasado", ha observado J. Robert Oppenheimer, "los físicos construyeron sobre la base de estas leyes una ciencia magníficamente precisa y bella que incluía la mecánica celestial del sistema solar, los increíbles problemas en el Cambridge Tripos, la teoría de los gases, el comportamiento de los fluidos, de las vibraciones elásticas, del sonido, de hecho un sistema integrado tan robusto y variado y aparentemente todo poderoso que apenas podía imaginarse lo que le esperaba. En las primeras páginas de su Philosophiae Naturalis Principia Mathematica, en la que se presentaban estas leyes, Newton presentaba dos palabras cuyas definiciones constituían la base no sólo de todo su sistema sino de todo lo que se había construido a partir de él, dos palabras que entre ellas formaban los cimientos del edificio que había estado construyendo la ciencia durante dos siglos y medio. Una de ellas era "tiempo", la otra era "espacio". "El tiempo absoluto, verdadero y matemático", como decía Newton, "por sí mismo y por su propia naturaleza fluye de forma uniforme, sin relación a nada externo y se conoce también como duración". El espacio podía ser "espacio absoluto, por su propia naturaleza, sin relación a nada externo", el cual "permanece siempre igual e inmóvil"; o el espacio relativo, que era "alguna dimensión o medida móvil de los espacios absolutos". De estas definiciones Newton pasaba a ilustrar el principio de la suma de velocidades, un principio tan obvio que al principio parece que no tenga ningún interés repetirlo. Sin embargo, iba a ser radicalmente modificado por la Teoría Especial de Einstein y es interesante considerar como lo expresaba Newton. "El movimiento absoluto", escribió, "es la traslación de un cuerpo desde una posición relativa a otra. Así en un barco de vela la posición relativa de un cuerpo es la parte del barco que posee el cuerpo; o la parte de la cavidad que llena el cuerpo y que por tanto se mueve con el barco; y el reposo relativo es la persistencia del cuerpo en la misma parte de ese espacio inamovible, en el cual se mueve el propio barco, su cavidad y todo lo que contiene. De lo cual, si la Tierra está realmente en reposo, el cuerpo que está en reposo relativo en el barco se moverá real y absolutamente con la misma velocidad que tiene el barco respecto a la Tierra. Pero si la Tierra también se mueve, el movimiento verdadero y absoluto del cuerpo se obtendrá en parte del verdadero movimiento de la Tierra en el espacio inmóvil, y en parte del movimiento relativo del barco respecto a la Tierra; y si el cuerpo también tiene movimiento relativo al barco, su verdadero movimiento se obtendrá en parte del verdadero movimiento de la Tierra en el espacio inmóvil y en parte de los movimientos relativos tanto del barco respecto a la Tierra como del cuerpo respecto al barco; y de estos movimientos relativos se obtendrá el movimiento relativo respecto a la Tierra. Y si esa parte de la Tierra donde está el

barco tuviera un movimiento relativo hacia el este de 10.010 unidades; mientras que el propio barco con viento y a toda vela viaja hacia el oeste con una velocidad de 10 de esas unidades; pero un marinero camina en el barco hacia el este con 1 unidad de la velocidad citada; entonces el marinero tendrá un movimiento verdadero respecto al espacio inmóvil hacia el este con una velocidad de 10.001 unidades y relativo a la Tierra hacia el oeste con una velocidad de 9 de esas unidades. ... El marinero de Newton, caminando a 5 kilómetros por hora hacia el este sobre la cubierta de su barco mientras el barco pasa frente a la costa a 20 kilómetros por hora en la misma dirección y moviéndose por lo tanto a 25 kilómetros por hora respecto a tierra, tiene su contrapartida moderna: el pasajero del tren que se mueve a 40 millas por hora y cuyo vagón es adelantado por un segundo tren que viaja a 65 kilómetros por hora para el cual un pasajero en el tren más rápido se mueve a sólo 16 kilómetros por hora. En ambos casos se puede describir el movimiento de una persona, o una partícula, en un sistema de referencia (el marinero relativo al barco) y luego describirlo en un segundo sistema de referencia (el marinero respecto a tierra) por la simple suma de velocidades. El marinero de Newton y los movimientos de los trenes del siglo veinte tienen otra cosa importante en común. El propio Newton da una pista de cuando escribe: "Los movimientos de cuerpos incluidos en un espacio dado son los mismos, ya esté ese espacio en reposo o se mueva uniformemente en línea recta. En otras palabras, las leyes de la mecánica que se aplican en un barco, o en un tren, cuando están en reposo también son aplicables cuando se mueven uniformemente. La naturaleza no tiene especial preferencia por una situación o por la otra y cualquier medida o experimento realizado en un vehículo en movimiento uniforme dará los mismos resultados que cuando está en reposo. En la segunda mitad del siglo 19 empezaron a aparecer ataques a este punto de vista mecánico del universo. Por un lado aparecieron algunos dispuestos a criticar sus raíces epistemológicas, negando que la estructura mecánica aparentemente sólida fuera nada más que una ilusión. Gustav Kirchoff, cuyo trabajo preparó el camino para la revolución cuántica, veía los conceptos newtonianos cómo explicaciones convenientes de varios fenómenos independientes que habían sido observados y que no requerían el desarrollo de una única explicación global del mundo físico. Ernst Mach, el físico convertido en filósofo. Soames Forsyte tenía por la propiedad fue más allá en la misma dirección. En The Science of Mechanics: crónica crítica e histórica de su desarrollo, Mach puso en duda valerosamente las suposiciones de Newton sobre el espacio absoluto y el tiempo absoluto, afirmando que había "actuado de forma contraria a su intención de investigar únicamente hechos objetivos. Nadie es competente para decir nada del espacio absoluto y del movimiento absoluto; son puros objetos del pensamiento, puras construcciones mentales, que no pueden reproducirse mediante la experiencia". Y Henri Poincaré, el último hombre que dominó prácticamente toda la matemática, tanto pura como aplicada", fue incluso más allá, no sólo tiró

por la borda de una manera elegante el tiempo absoluto y el espacio absoluto sino insistió en que hasta las leyes de la naturaleza, las forma sencillas de tabular y ordenar las sensaciones de la vida que Mach consentía, eran simplemente creaciones libres de la mente humana. Pero si hombres así eran capaces de sembrar la duda sobre el espacio y tiempo absolutos de Newton, un ataque igualmente peligroso iba a llegar de distinto origen cuando en el siglo XIX aparecieron pruebas confusas y a veces contradictorias sobre la naturaleza y el comportamiento de la luz. Para Newton la luz era una corriente de partículas que se movían según las leyes de la mecánica, aunque su contemporáneo, Christiaan Huygens pensaba que en vez de eso podía ser una vibración en un medio sin especificar, igual que el sonido era una vibración en el aire. El problema pareció ser resuelto a mitad de siglo cuando el físico francés Dominique Arago, seguido por Jean Foucault obtuvo pruebas que apoyaban la teoría ondulatoria. Si quedaba alguna duda, pareció disiparse en las décadas siguientes. Los cálculos teóricos de Maxwell demostraron que las vibraciones asociadas a la luz se debían a oscilaciones muy rápidas de campos eléctricos y magnéticos; veinte años más tarde Hertz, con su demostración de las ondas de radio electromagnéticas pareció dejar la cuestión zanjada. Pero había una manera particular en la que el electromagnetismo de Maxwell funcionaba de manera totalmente diferente de la mecánica newtoniana. Newton había construido su ley de la gravitación sobre la idea de acción a distancia, creyendo que la atracción de la gravedad entre la manzana y el suelo, la Luna y la Tierra, la Tierra y el Sol, de hecho entre todos los componentes del universo, funcionaba como una fuerza misteriosa e instantánea a través del espacio vacío. Maxwell utilizó en cambio la idea de Faraday de "campo", una región del espacio en la que se crean ciertas condiciones físicas y a través de la cual se transmiten fuerza, algo así como el temblor en una gelatina invisible, con las ondas electromagnéticas de luz propagándose a través del campo en línea recta a velocidad finita y con la atracción del imán a las virutas de hierro siendo una propiedad del campo que el propio imán había creado. En gran medida a causa del concepto de campo, se pensaba en las últimas décadas del siglo XIX que las ondas electromagnéticas requerían un medio a través del cual desplazarse, igual que el sonido necesita las moléculas del aire para ser oído y las ondas sísmicas necesitan el medio de la tierra para ser registradas. Los científicos decidieron que este medio era el éter, vagamente postulado desde la época de los griegos. Pero nunca se había confirmado su existencia y había dudas sobre ello, como el guisante bajo el colchón de la princesa, diminuto aunque suficiente para perturbar la tranquilidad de ánimo. Para resolver esta duda se diseñó en 1887 el famoso, de hecho casi legendario,experimento de Michaelson-Morley. Es dudoso lo que Einstein sabía de esto antes de 1905 y aún más la importancia para su pensamiento de lo que sabía. Los intranquilizadores resultados del experimento impregnaron el clima científico de los 90 y su implicaciones debieron notarse incluso en la Oficina de Patentes de Berna. Más tarde además se consideraría como eje de toda la teoría de

la relatividad. Como Einstein dijo años más tarde hablando con Sir Herbert Samuel en la Casa de Gobierno de Jerusalén: "Si el experimento Michaelson-Morley es incorrecto, entonces la relatividad es incorrecta". Para cuando Einstein apareció en escena se habían llevado a cabo otros experimentos en un esfuerzo por demostrar la existencia del éter registrando los efectos del paso de la Tierra a través de él. Trouton y Noble habían intentado descubrir experimentalmente el par que en teoría habría producido la carga en un condensador colgado de un hilo fino con sus placas orientadas hacia la corriente de éter. Tanto Lord Rayleigh como Brace habían buscado la doble refracción producida en un cuerpo transparente por el paso del éter a través de él. Ninguno de estos experimentos había conseguido obtener ninguna prueba de la existencia del éter. Fue sin embargo el experimento de MichaelsonMorley el que se quedó grabado en la mente de los científicos en parte porque sus conclusiones parecían irrefutables, en parte por su sencillez. Lo que Michelson y Morley intentaron descubrir fue el efecto de la velocidad de la luz a través del supuesto éter. Se sabía hace tiempo que esta era aproximadamente 300.000 Km por segundo, una cantidad tan grande que los problemas técnicos habrían descartado el experimento antes de las últimas décadas del siglo XIX. Por otra parte, la matemática básica del experimento era bastante sencilla. Para entenderla uno sólo tiene que considerar el caso de dos remeros que cruzan un río de 350 m de ancho remando respectivamente 350 m arriba y abajo de la misma corriente de agua, una analogía de las muchas que salpican las páginas que explican el trabajo de Einstein. Ambos remeros llevan la misma velocidad, que puede fijarse arbitrariamente en 350 m por minuto, mientras que la corriente fluye a una velocidad igualmente arbitraria de 275 m por minuto. El primer remero sale de una orilla e intenta llegar a un punto exactamente opuesto en la otra orilla, en otras palabras a 350 m. Si no hubiera corriente llegaría en 4/5 de minuto. Pero como hay corriente, debe aproar su barco aguas arriba. Ahora bien un observador que salga del mismo punto que el remero pero que se deje arrastrar por la corriente verá "el punto de destino" de la otra orilla moviéndose "hacia atrás" a una velocidad de 275 m por minuto (la velocidad del movimiento de la corriente), mientras que el remero se aleja de él a una velocidad de 450 m por minuto (la velocidad a la que rema). Construyendo un sencillo triángulo rectángulo con estos datos y aplicando el igualmente sencillo teorema de Pitágoras se verá que el remero se habrá desplazado 450 m hasta alcanzar la otra orilla y que el tiempo que tarda será un minuto para la ida o dos minutos para la ida y vuelta. Ahora bien ¿Qué pasa con el remero al que se le ha encargado la tarea similar de remar 350 m aguas arriba y volver al mismo punto? En el primer minuto habrá recorrido 450-275 m, o sea 175 m. Así pues, tardará 2 minutos en el recorrido contra la corriente. A la vuelta a su velocidad de 450 m por minuto se añadirá la corriente de 275 m por minuto de forma que en las 350 m tardará sólo medio minuto. En otras palabras, el tiempo para el doble recorrido medido aguas arriba y aguas abajo del río es mayor que el doble recorrido medido a través del río y siempre será más excepto en un río sin corriente. Y

midiendo los tiempos que tardan ambos remeros es posible calcular tanto la velocidad a la que reman como la velocidad del río. De igual forma, propusieron Michelson y Morley, debería ser posible confirmar la existencia del éter. En su experimento el éter, que supuestamente fluía alrededor de la Tierra a 32 km por segundo según la Tierra giraba en su órbita alrededor del sol, representaría la corriente. Un rayo de luz, partido en dos, representaría los dos remeros. Estos dos rayos se enviarían en dos trayectorias idénticas en longitud pero formando un ángulo recto entre ellas; luego se reflejarían y volverían al "banco de pruebas" del experimento, después de haber viajado respectivamente "a través", y "hacia arriba" y luego "hacia abajo" del supuesto flujo de éter. Si el "flujo de éter" tuviera un efecto sobre la luz comparable a los efectos mecánicos normales, los dos rayos reflejados estarían desfasados. El resultado serían bandas de interferencia, o bandas alternadas de color claro y oscuro, y a partir de ellas se podría calcular la velocidad del viento de éter relativa al movimiento de la Tierra. Casi cuarenta años más tarde, Edward Appleton utilizó una técnica similar con ondas de radio para medir la altura de la ionosfera desde la que dichas ondas se reflejaban y volvían a la Tierra. La enorme diferencia entre la velocidad de la luz y las 32 km por segundo de la órbita de la Tierra alrededor del sol planteaba considerables problemas, y un experimento anterior llevado a cabo por Michelson en solitario en 1881 había fracasado. Ahora, estos problemas intrínsecos se habían resuelto y la ciencia "pura" podía avanzar una vez más en el vehículo que le ofrecía la tecnología. Esto ha ocurrido con frecuencia. Desde los días de William Herschel, cuyo descubrimiento de los rayos infrarrojos en 1800 se vio facilitado por los termómetros sensibles, hasta los trabajos de Oersted, von Fraunhofer, Wheatstone, y Joule, el conocimiento del mundo físico ha avanzado constantemente basándose en los logros de los artesanos. Maxwell, al llegar a Aberdeen, había comentado significativamente: "Me siento satisfecho cuando conozco a un buen fabricante de instrumentos, además de un herrero, un óptico y un carpintero". En otro campo, el análisis gravimétrico preciso fue posible gracias a los avances de la balanza química. Hermann Bondi ha resaltado que "el enorme aluvión de descubrimientos de finales del siglo XIX que nos amplió tanto el conocimiento como el descubrimiento de los rayos X, trabajar con la radioactividad y todo eso, se debe por completo al hecho de que los ingenieros fabricaron bombas de vacío decentes". Otros, al comentar la diferencia entre la ciencia del siglo veinte y la de los siglos anteriores, han señalado que hemos alcanzado un nivel más alto hoy no porque tengamos más imaginación, sino porque tenemos mejores instrumentos. El proceso de la ciencia pura avanzando a lomos de la mula de carga de la tecnología se veía ilustrado ahora por Michelson y Morley, quienes montaron su aparato en el Instituto Case de Tecnología en Cleveland, Ohio. La pesada base de piedra, de cerca de 1'5 metros cuadrados, flotaba en un recipiente de mercurio para evitar vibraciones. Los rayos de luz utilizados se amplificaban ingeniosamente mediante un sistema de espejos. Los experimentos se llevaron a cabo a distintas horas del día para reducir las posibilidades de error en la experimentación. Aún así, los resultados, se

mirasen como se mirasen, no dejaban lugar a dudas: la luz que fue y volvió atravesando la corriente del éter hizo el viaje en el mismo tiempo exactamente que la luz que viajó la misma distancia siguiendo la corriente del éter. El problema al que se enfrentaba ahora la ciencia era notable. Puesto que parecía haber sólo tres alternativas. La primera era que la Tierra estuviera inmóvil, lo que suponía hundir toda la teoría copernicana y era inconcebible. La segunda era que el éter fuera arrastrado por la Tierra en su desplazamiento por el espacio, posibilidad que ya se había descartado para satisfacción de la comunidad científica gracias a varios experimentos, especialmente los del astrónomo inglés James Bradley. La tercera solución era sencillamente que el éter no existiera, lo que para muchos científicos del siglo diecinueve era equivalente a tirar por la borda las ideas existentes sobre la luz, la electricidad y el magnetismo y empezar de nuevo. La única explicación adicional debía encontrarse, seguramente en alguna cualidad perversa del mundo físico que los científicos aún no habían sospechado y esta fue buscada durante los años siguientes por tres hombres en particular, George Fitzgerald, profesor de filosofía natural y experimental en el Trinity College de Dublín; Hendrick Lorentz de Leiden, el físico amable y humanitario cuya vida abarcó los últimos días de la cosmología newtoniana y la fisión del átomo, el hombre que, escribió Einstein pocas semanas antes de su propia muerte, "para mí personalmente... significó más que todos los demás que he conocido en el viaje de mi vida, y el matemático francés Henri Poincaré. La explicación de Fitzgerald llegó la primera. A muchos les debió parecer que se había detenido en lo trivial y había descuidado lo importante. Puesto que, aunque Fitzgerald no estaba dispuesto a creer que la velocidad de la luz no se viera afectada por la velocidad de su fuente emisora, sugirió en cambio que todo objeto en movimiento se acortaba en la dirección de su movimiento. Una regla de un pie de largo que se moviera con un extremo por delante, sería ligeramente más corta que una regla parada y cuanto más deprisa se moviera, más corta sería. Todo lo que influía era la velocidad del movimiento de la Tierra, así que la contracción sería extremadamente pequeña y sólo alcanzaría cantidades apreciables a medida que la velocidad implicada creciera hasta un porcentaje elevado de la propia velocidad de la luz. Pero no era sólo esto lo que hacía la propuesta aparentemente imposible de probar o desmentir. Cualquier instrumento de medida se ajustaría de la misma forma, acortándose a medida que se colocaran en la dirección del movimiento de la Tierra a través del éter. Durante años, esta explicación pareció ser poco más que un truco astuto, "Se han reído bastante de mi idea por aquí", escribió Fitzgerald a Lorentz desde Dublín en 1894, y sólo se convirtió en algo más cuando Lorentz volvió la vista sobre el tema. [La historia de la contracción de FitzgeraldLorentz tiene asombrosas semejanzas con la historia de los trabajos simultáneos de Wallace y Darwin sobre la evolución. Fitzgerald fue el primero en publicar la hipótesis de la contracción, haciéndolo en una carta a Science; pero ni el propio Fitzgerald, y mucho menos Lorentz, sabía que la carta había aparecido. Para más detalles véase "The Fitzgerald Contraction" de Alfred M. Bork, Isis, No. 57

(1966), pp. 199-207, y "Note on the History of the FitzgeraldLorentz Contraction" de Stephen G. Brush, Isis, No. 58 (1967), pp. 231-232.] Lorentz había sido de los primeros en postular el electrón, la partícula de carga negativa cuya existencia había sido finalmente probada por J.J. Thomson en Cambridge. Ahora le parecía que tal contracción podía ser un resultado directo de las fuerzas electromagnéticas producidas cuando un cuerpo cargado eléctricamente se mueve a través del éter. Estas fuerzas alterarían el equilibrio del cuerpo y sus partículas podrían adoptar nuevas distancias relativas entre ellas. El resultado sería un cambio en la forma del cuerpo que se achataría en la dirección del movimiento. La contracción podría explicarse, por tanto, como Philip Frank ha explicado, como "una consecuencia lógica de varias hipótesis simultáneas, a saber, la validez de las ecuaciones del campo electromagnético y las leyes de fuerzas y la hipótesis de que todos los cuerpos están formados por cargas eléctricas". Así pues, la invocación del electromagnetismo por Lorentz inyectó un soplo de cordura en la discusión. Al fin, aquí había una explicación de cómo una regla en movimiento podía tener distinta longitud que un regla en reposo. Sin embargo, si esta solucionaba un problema, creaba otros; y hacía añicos la sencilla transformación que hasta entonces se había utilizado para describir sucesos que tenían lugar en su sistema de referencia en términos de otro sistema diferente. Esto había funcionado suficientemente bien durante siglos para los marineros en los barcos, para los jinetes y para los ferrocarriles. Funciona suficientemente bien para el vuelo e incluso para los viajes espaciales contemporáneos. Aún así, la hipótesis de Lorentz era correcta, la simple suma de velocidades empezaba a hacer aguas. Ya que, si las distancias se contraen con la velocidad relativa, las yardas que medía con sus pasos en cubierta el marinero de Newton serán ligeramente más cortas que las yardas en reposo relativo sobre la costa frente a la que ha pasado el barco. La pequeñez de la diferencia, tan minúscula que puede ser obviada en aplicaciones prácticas, puede ser evaluada incluso mediante una comparación no matemática de las sencillas ecuaciones o "transformaciones" del mundo newtoniano con las que Fitzgerald había proporcionado y a las que Lorentz dio un nuevo significado. En la antigua transformación galileana, la nueva posición del marinero sobre la cubierta viene dada por la anterior más o menos su velocidad al caminar (v) multiplicada por el tiempo (t) que ha estado moviéndose, en otras palabras, su posición anterior, más o menos vt. Pero, usando el nuevo conjunto de ecuaciones que Lorentz desarrolló a partir de las ideas de Fitzgerald, y que pronto se conocieron como las transformaciones de LorentzFitzgerald, la nueva posición del marinero viene dada por x±vt dividido entre 1-(v2/c2). En el caso del marinero que camina a 3 millas por hora, v2 será 9 y en la mayoría de los ejemplos de la vida cotidiana, será una cifra igualmente baja; pero c es la velocidad de la luz en millas por segundo y c2 es muchos millones de millones de millas por hora. Una vez visto esto, hay dos cosas claras de inmediato: que el marinero no tiene que preocuparse por las transformaciones de Lorentz y que éstas, como Fitzgerald

había previsto, comenzarán a tener aplicación significativa sólo cuando las velocidades involucradas alcancen un porcentaje significativo de la velocidad de la luz. Mientras Fitzgerald y Lorentz luchaban para obtener estas explicaciones de los experimentos físicos, Henri Poincaré estaba utilizando un enfoque diferente. No le preocupaba tanto el difícil problema específico de la velocidad de la luz como el conglomerado de problemas que se presentaban a los físicos en el cambio de siglo. Además, los estaba enfrentando desde un ángulo más filosófico que el de Fitzgerald y Lorentz. "Supongamos", argumentaba, "que una noche todas las dimensiones del universo se hicieran mil veces mayores. El mundo seguiría siendo igual a él mismo, si le damos a la palabra similitud el significado que tiene en el tercer libro de Euclides. Así pues, ¿tenemos nosotros derecho a decir que conocemos la distancia entre dos puntos?". La respuesta de Poincaré era "No", ya que el concepto de espacio es relativo al sistema de referencia en el que se miden las distancias. Poincaré alcanzó la cima de su reputación en la década de 1900, y en 1904 estaba entre los invitados a un Congreso de Artes y Ciencias en la Exposición Universal de St. Louis de 1904, celebrada para conmemorar la compra de Louisiana un siglo antes. Aquí, trató en un discurso que formaba parte de un simposio sobre el pensamiento humano, de la crisis contemporánea de la física. "Quizá", dijo, "deberíamos construir toda una mecánica nueva, de la cual sólo tenemos un atisbo, en la cual, con la inercia aumentando con la velocidad, la velocidad de la luz se convertiría en un límite insuperable". La transformación de Lorentz estaría sin duda incluida en la nueva estructura y podría formar parte de un nuevo principio de la relatividad que sustituiría, o complementaría, el principio restringido que se resume en la transformación galileana. Pero Poincaré estaba, como él subrayó, intentando por todos los medios encajar esas nuevas ideas en los principios clásicos, "y de momento", concluyó en St. Louis, "nada demuestra que los principios no vayan a salir victoriosos e intactos del combate". Su discurso fue un indicio de la inquietud científica y la desconfianza filosófica creada no sólo por el experimento de Michelson-Morley sino por otros realizados en las dos décadas anteriores en Cambridge y Berlín, Leiden y París. Pero no había ni rastro de la Teoría Especial, creada por Einstein por razones diferentes a partir de un enfoque en distinto terreno. Mientras Fitzgerald, Lorentz y Poincaré trataban de sacar a la física del callejón sin salida en el que parecía encontrarse tras el experimento de Michelson-Morley, Einstein se cuestionaba el mundo en general, adquiriendo unos fundamentos básicos de física en la ETH y prestando especial atención a las que, desde el principio consideró revolucionarias implicaciones de la teoría electromagnética de Maxwell, basada en campos continuos. Esta era en esencia una nueva idea de la forma en que se había creado el mundo y estuvo ocupando a Einstein durante una década, fermentando como la levadura en contraste con el material insubstancial con el que los maestros de Zurich intentaban alimentar la olla de su mente. A la temprana edad de dieciséis años, había pensado en lo que vería si pudiera seguir un rayo de luz a su misma velocidad por el espacio. Aquí está el esquema de un

problema de forma tan gráfica como cualquiera de los mucho con los que explicaría sus ideas. ¿Qué vería realmente alguien que pudiera viajar tan deprisa como las ondas electromagnéticas oscilantes que hacia el cambio de siglo se sabía que originaban el fenómeno de la luz? La respuesta, en palabras de Einstein, era "un campo electromagnético oscilatorio en el espacio en reposo". Pero esto era una contradicción en cuyos términos, las ecuaciones de Maxwell no aclaraban nada. Y lo que es más importante, si esa concepción fuera posible, querría decir que las leyes del electromagnetismo serían distintas para observadores en reposo y en movimiento, al menos para los que se movieran a la velocidad de luz. Pero parecía un hecho consolidado que las leyes de la mecánica del universo newtoniano eran las mismas para todos los observadores y Einstein no vio razón alguna para pensar que la leyes del electromagnetismo fueran diferentes. Así, parecía tan cierto como el Q.E.D. al final de un teorema que las leyes de la naturaleza evitarían que algo o alguien viajase a la velocidad de la luz. Pero esta idea, a su vez, originaba sus propios problemas. Pues en el mundo de la mecánica newtoniana siempre era posible añadir un poco más de fuerza y acelerar así un poco más la bola de billar o la bola de cañón. ¿Qué había ahí que evitara que, suma tras suma, se elevara la velocidad por encima de la de la luz? Este era uno de los problemas que preocupaban a Einstein constantemente durante sus estudios en el ETH y durante sus primeros años en la Oficina de Patentes, un fondo constante tras sus otros trabajos y el entretenimiento que siempre podía desempolvar del desván de su mente cuando tenía un respiro en su trabajo más urgente. El propio Einstein ha hecho más de un comentario sobre cómo trabajó en ello. "Debo confesar", le contó a Alexander Moszkowski en Berlín en 1915, "que muy al principio, cuando la Teoría Especial de la Relatividad empezó a germinar dentro de mí, me vi envuelto en toda clase de conflictos nerviosos. De joven, me solía dejar llevar por un estado de confusión durante semanas, como alguien que en aquella época, todavía tenía que superar el estado de estupefacción en su primer encontronazo con estas cuestiones. A R.S. Shankland, profesor en el Instituto de Tecnología Case de Cleveland, Ohio, le dijo ya de mayor, que había "trabajado durante diez años; primero de estudiante, cuando naturalmente, sólo podía dedicarle parte del tiempo, pero el problema siempre iba con él. Abandonó muchos intentos infructuosos'hasta que se me ocurrió que el tiempo tenía algo que ver'". Y a Carl Seeling, le escribió el 11 de marzo de 1952: Entre la concepción de la idea de la Teoría Especial de la Relatividad y la conclusión de la correspondiente publicación, pasaron cinco o seis semanas. Pero sería escasamente apropiado considerar ésta como la fecha de nacimiento, ya que con anterioridad, los argumentos y los bloques para construirla se habían estado preparando durante un periodo de varios años aunque sin sacar a la luz la decisión fundamental. Trabajaba solo, o casi solo. Sus primeros artículos le habían llevado al mundo de los físicos, o, más apropiadamente, en contacto con él mediante la

correspondencia. Pero no tenía ninguno de los estímulos de la vida universitaria, no formaba parte de ningún grupo científico ni sociedad. A los efectos prácticos, era un llanero solitario científico, que validaba sus ideas no con las perspicaces mentes de colegas profesionales sino con la escasa agudeza de los funcionarios suizos. Sus dos únicos confidentes eran dos colegas, Josef Sauter y el tal Michelangelo Besso a quien él había colocado en la Oficina de Patentes el año anterior. Sauter, ocho años mayor que Einstein, recibió las anotaciones del joven para comentarlas después de que volviendo a casa desde la oficina una tarde, Einstein le hubiera explicado sus ideas. "Le agobié durante un mes entero con todas las objeciones posibles sin conseguir que se impacientara lo más mínimo, hasta que al fin me convencí que de que mis objeciones no eran más que los juicios habituales de los físicos contemporáneos", ha escrito Sauter. "No puedo olvidar la paciencia y el buen humor con el que escuchaba, mostrando su acuerdo o desacuerdo con mis objeciones. Volvía a ello una y otra vez hasta que veía que había entendido sus ideas. 'Tú eres el segundo a quien he contado mi descubrimiento' me dijo". Sauter cree que el confidente de Einstein era Maurice Solovine. Más probablemente fuera Besso, con quien Einstein ciertamente discutía sus ideas y de quien dijo: "No podía haber encontrado una mejor caja de resonancia en toda Europa". La versión de los hechos de Besso era: "El águila Einstein acogió al gorrión Besso bajo su ala. Entonces, el gorrión voló un poco más alto". Ciertamente, Besso fue la única persona a quien se le dio un puesto en la historia en el famoso artículo que describía la Teoría Especial. Este fue posiblemente el artículo científico más importante que aún hoy se ha escrito en siglo XX, en varios aspectos el tipo exacto que describía Bondi. Su objetivo, decía, "es conseguir un texto lo más incorpóreo, lo más impersonal que alguien esté dispuesto a leer, sabiendo que los demás lo tienen que leer si quieren saber lo que se ha logrado. El artículo muy probablemente no le dirá al lector casi nada sobre cómo se ha llegado al resultado". Sin embargo, si al describir la Teoría Especial cumplía esto en algún aspecto, era una excepción en otros. No se recurrió en absoluto a la evidencia empírica; de hecho, el artículo que iba a poner el mundo científico patas arriba no contenía ni una referencia ni una nota a pie de página, esos estigmas de respetabilidad académica, y como agradecimientos, sólo una referencia casual a Michelangelo Besso, incluida casi a posteriori. Einstein comenzó haciendo exactamente lo que había hecho al tratar sobre el fenómeno fotoeléctrico: observó una contradicción en las creencias científicas contemporáneas evidente desde hacía años pero ignorada por conveniencia. En el primer caso fue la contradicción entre el mundo newtoniano de los corpúsculos y el mundo maxwelliano de los campos. Aquí había algo incluso más fundamental: la contradicción implícita en la ley de Faraday de la inducción. Esta había sido desde hacía años uno de los hechos aceptados de la vida y plantear preguntas incómodas sobre él era profanar un lugar sagrado. Aún así, Einstein señaló, la corriente inducida entre un imán y un conductor depende, según la observación, sólo del

movimiento relativo del conductor y el imán, "considerando el punto de vista común", en otras palabras, la teoría aceptada de la corriente, "marca una neta distinción entre los dos casos en los que bien un cuerpo o el otro está en movimiento". Faraday había descubierto la ley de la inducción en 1834 pero, como ha dicho Born, "todo el mundo había sabido desde el principio que el efecto dependía sólo del movimiento relativo, pero nadie se había sentido ofendido porque la teoría no contara con esa circunstancia". Aunque se hubieran sentido, pocos habrían sido tan temerarios como para pasar, en el magnífico estilo de Einstein, a lo que él veía como consecuencias inevitables. "Este tipo de ejemplos", continuó , "junto a los intentos infructuosos de descubrir algún movimiento de la Tierra relativo al 'medio ligero', sugieren que los fenómenos de la electrodinámica y los de la mecánica no tienen propiedades que correspondan a la idea de reposo absoluto". Lo que sugerían, prosiguió, era que "las mismas leyes de la electrodinámica y de la óptica serán válidas para todos los sistemas de referencia en los que son válidas las ecuaciones de la mecánica". Esta unión de la electrodinámica y la mecánica era el quid de la cuestión. En el mundo del electromagnetismo, gobernado por las leyes de campos de Faraday y Maxwell, la luz se propagaba a una velocidad constante que no podía sobrepasarse; pero ahí parecía haber poca conexión con la mecánica newtoniana, en la que la velocidad de un objeto podía aumentarse indefinidamente añadiéndole más energía. Lo que Einstein proponía ahora era que la velocidad de la luz era una constante y un máximo en los mundos electromagnético y mecánico y que la luz, por tanto, viajaría a velocidad constante independiente de los cuerpos que la emitieran o recibieran. Esto explicaría el no descubrir el movimiento de la Tierra a través del éter y también respondería a la adivinanza juvenil de Einstein de cómo se vería un rayo de luz si se pudiera viajar a su misma velocidad. La respuesta a la adivinanza era que eso sería imposible ya que sólo la luz podía alcanzar la velocidad de la luz. Aún así, la inclusión del mundo de la mecánica de Newton en el seno del electromagnetismo de Maxwell es difícil de concebir. Puesto que lo que dice es lo siguiente: que mientras que una pelota lanzada hacia adelante a x millas por hora desde un tren que viaja a y millas por hora, aparentemente viajará a x+y millas por hora, algo muy diferente ocurre con la luz; independientemente de la velocidad del tren desde el que se está emitiendo, la luz viajará a la misma velocidad constante de unos 300.000 km por segundo. Además, se recibirá a esta misma velocidad constante, independientemente del vehículo que la recibe, como si la pelota lanzada desde el tren en marcha llegara al jugador del suelo a la misma velocidad independientemente de que estuviera parado, corriendo en el mismo sentido que el tren o en sentido opuesto. Esto, desde luego, parecía ser ridículo. Como ha dicho Bertrand Russell, "Todo el mundo sabe que si vas en unas escaleras mecánicas, llegas arriba antes si vas andando que si te estás quieto. Pero si las escaleras se movieran a la velocidad de la luz, llegarías arriba exactamente al mismo tiempo tanto si anduvieras como si te estuvieras quieto". Pero Einstein prosiguió

enlazando esta suposición con su idea inicial, que todas las leyes de la naturaleza son idénticas para todos los observadores que se mueven con movimiento uniforme relativo. Hacía falta algo más que visión y audacia, cualidades exigidas a Blondin al cruzar las Cataratas, a Whymper cuando fríamente se enfrentó al inexplorado Matterhorn, a Whittle, confiado en que el reactor funcionaría. Hacía falta también la cualidad de la intuición, una sensación de la naturaleza tan inefable como el sentido de las palabras de un poeta o el conocimiento del artista de lo que su última pincelada de pintura material puede despertar en la mente humana. Einstein una vez escribió con su colaborador sobre "la eterna lucha de la inventiva mente humana por una comprensión más amplia de la ley que gobierna los fenómenos físicos", i Sir Basil Schonland, escribiendo sobre Maxwell, cuyo hobby era escribir versos, no duda en describirlo como "sensiblero", palabra no usada habitualmente para describir el genio científico. El propio Einstein estaba siempre dispuesto a admitir que la inventiva, la imaginación, el enfoque intuitivo, la materia de la que generalmente se piensa que están hechos los artistas más que los científicos, jugaba un papel destacado en su trabajo. Y cuando su amigo Janos Plesch comentó años después que parecía haber alguna relación entre las matemáticas y la ficción, un campo en el que el escritor construyó un mundo de personajes y situaciones inventadas y lo comparó después con el mundo real, Einstein respondió: "Puede haber algo de cierto en lo que dices. Cuando me examino a mí mismo y a mis métodos de pensar, llego a la conclusión de que el don de la fantasía ha significado más para mí que mi talento para absorber el convencimiento positivo". Los problemas planteados al unir las dos suposiciones de Einstein, la similitud de todas las leyes naturales para todos los observadores y la constancia de la velocidad de la luz tanto en el mundo electromagnético como en el mecánico, se hacen evidentes cuando se vuelve a considerar el socorrido marinero de Newton. Consideremos que está de pie en cubierta mientras su barco navega paralelamente a un espigón largo. En cada extremo del espigón hay un faro y a mitad de camino hay un observador. Cuando el marinero pasa por delante del observador, los dos faros envían destellos de luz. Se envían, en lo que respecta al observador estacionario del espigón, exactamente al mismo tiempo. Los rayos de luz que llegan de cada extremo del espigón tienen que recorrer la misma distancia para llegar hasta él y lo harían simultáneamente. Hasta ahora, sin problemas. Pero, ¿qué ocurre con el marinero del barco, que habrá estado a la misma distancia de los dos faros cuando enviaban la señal luminosa? Sabe que los dos destellos viajan a la misma velocidad. Aunque esta velocidad es muy grande, es finita y como se está alejando de un faro y acercándose al otro, recibirá las señales luminosas en tiempos diferentes. En lo que a él respecta, no se habrán encendido al mismo tiempo. Aquí está el primer resultado extraordinario de unir las dos suposiciones. Si son correctas, y ahora no hay duda sobre esto, la vieja idea de simultaneidad se desmorona; pues sucesos que son simultáneos para el observador del espigón, no son simultáneos para el observador de cubierta.

"Así pues, vemos", como dice Einstein, "que no podemos dar ningún significado absoluto al concepto de simultaneidad, sino que dos sucesos que , vistos desde un sistema de coordenadas son simultáneos, no pueden considerarse sucesos simultáneos cuando se contemplan desde un sistema en movimiento relativo a ese sistema". Si se puede considerar que la esencia de la Relatividad Especial de Einstein en una única frase, ésta es el descubrimiento de que el "ahora" de un hombre es el "luego" de otro; que "ahora" en sí es un concepto subjetivo, válido sólo para un observador en un sistema de referencia específico. Sin embargo, a pesar del caos aparente que esto parece producir, hay un factor estable al que es posible agarrarse con el mismo alivio con el que un escalador se agarra a una anilla en un tramo peligroso. Ese factor es la invariabilidad de la velocidad de la luz, y con su ayuda, todos los fenómenos naturales pueden describirse en términos que son correctos para todos los sistemas de referencia en movimiento relativo constante unos respecto de otros. Todo lo que se necesitaba, demostró Einstein a continuación, eran las ecuaciones de transformación de Lorentz. Utilizando éstas en vez de las anteriores y las más simples transformaciones newtonianas, seguía siendo posible relacionar sucesos en dos sistemas de referencia cualesquiera, sin que importe que la diferencia de velocidades relativas sea entre el marinero y la cubierta, entre un barco y la costa o entre un físico en el laboratorio y los electrones de los experimentos atómicos que ya se sabía que se movían a un porcentaje considerable de la velocidad de la luz. Pero había que pagar un precio por resolver esta diferencia entre los dos conceptos de simultaneidad; o, más exactamente, había que admitir que si se permitía a la invariabilidad de la velocidad de la luz recomponer el orden a partir del caos, entonces no uno sino dos factores en las ecuaciones diferían de los términos sencillos y estables que se habían imaginado siempre. Como la velocidad viene dada por distancia dividida entre tiempo y si la velocidad era constante en las transformaciones de Lorentz, no sólo la distancia sino el propio tiempo debía ser variable. Si el mundo de la mecánica newtoniana y el mundo del electromagnetismo maxwelliano estaban sujetos a la velocidad de la luz constante, tanto la distancia, o el espacio, como el tiempo dejaban de ser absolutos. Es en este punto en el que empiezan a aparecer diferencias entre las ideas de Fitzgerald, Lorentz e incluso Poincaré y las de Einstein. Para sus predecesores, la transformación de Lorentz era simplemente una herramienta útil para relacionar objetos en movimiento relativo; para Einstein no era tanto una herramienta matemática como una revelación de la propia naturaleza. Como escribió años más tarde, había visto "que el aspecto de la transformación de Lorentz transciende su relación con las ecuaciones de Maxwell y estaba relacionado con la naturaleza del espacio y el tiempo en general". La diferencia entre el punto de vista anterior y el de Einstein quedaba patente en lo que Max Born, uno de los primeros en explicar la relatividad, llamaba "la notoria controversia sobre si la contracción es 'real' o sólo 'aparente'". Lorentz tenía su opininión. "Preguntado si

considero la contracción real, debería contestar 'sí'", decía. "Es tan real como cualquier cosa que podamos observar". Sir Arthur Eddington, más tarde gran defensor de Einstein, tenía una opinión bastante diferente. "Si un metro se pone en movimiento uniforme a partir del reposo, no le pasa nada en absoluto", ha escrito. "Decimos que se contrae; pero la longitud no es una propiedad del metro; es una relación entre el metro y el observador. Hasta que se especifique el observador, la longitud del metro está completamente indeterminada". Pero no era sólo la distancia sino también el tiempo lo que ahora se consideraba relativo. La idea no era totalmente nueva. Voigt había sugerido en 1887 que podía ser conveniente desde un punto de vista matemático utilizar un tiempo local en sistemas de referencia en movimiento. Pero igual que Einstein transformó las ideas previas sobre la curiosa "contracción" mostrando que era el propio espacio el que se veía alterado por la velocidad relativa, así su concepto de tiempo relativo iba más allá de una conveniencia matemática. Era, de hecho, más que un concepto en el sentido exacto de la palabra. Pues con su Teoría Especial Einstein no estaba tanto proponiendo una idea como revelando una verdad de la naturaleza que previamente se había pasado por alto. Y en lo que respecta al tiempo, la verdad era que un reloj unido a un sistema en movimiento relativo iba más lento que uno que estuviera en reposo. Esto no era en modo alguno un fenómeno mecánico; no estaba relacionado de ninguna manera con las propiedades físicas del reloj y, como iba a probarse menos de medio siglo más tarde, era tan cierto para los relojes que funcionan mediante vibraciones atómicas como para los que funcionan por otros métodos; era una propiedad del modo en que Dios había creado el mundo. Una vez que se acepta, como se hizo en los años siguientes a 1905, que el espacio y el tiempo son diferentes en sistemas en movimiento y en reposo, y que ambos pueden relacionarse mediante las transformaciones de Lorentz, la situación de la velocidad de la luz como velocidad límite del universo se clarifica. Pues el metro en reposo que se encoge cada vez más rápidamente a medida que su velocidad aumenta y alcanza la mitad de su longitud inicial a nueve décimos de la velocidad de la luz, se encogería hasta desaparecer cuando alcanzara los diez décimos. De forma similar, las manecillas de un reloj se decelerarían hasta detenerse al alcanzar la misma velocidad. Surgieron tres preguntas. Una de ellas es que cúal es la dimensión "real" y cual es el tiempo "real". Otra es el enigma de porque las extraordinarias características del universo que ha desvelado la Teoría Especial no habían sido advertidas por el hombre durante tanto tiempo. La tercera pregunta es hasta qué punto va a hacer al mundo diferente la Teoría Especial. La respuesta a la primera pregunta es sencilla. La dimensión "real" y el tiempo "real" son los del observador, y tanto el observador que se mueve como el que permanece en reposo están preocupados con su propia realidad. Como hermosas mentiras a los ojos del observador, así cada hombre percibe su propio espacio y su propio tiempo. Pero hay una observación a esto, una restricción incluso a la relatividad. Porque aunque el momento en el que algo sucede es en verdad un asunto relativo, existe una limitación: Si dos sucesos se producen

en diferentes lugares de tal modo que un rayo de luz que partiera al producirse el primero alcanzara el segundo antes de que sucediera éste nada podrá hacer, no importa como se utilicen las transformaciones de Lorentz, que el primer suceso se produzca después del segundo. En otras palabras, la relatividad no dice que si un hombre es alcanzado por una bala, sea posible para un observador situado en algún lugar del universo ver el disparo del arma después del impacto de la bala. Esto sin embargo, no invalida el famoso experimento mental -un experimento posible en teoría pero excluido por dificultades experimentales- relativo a la pretendida paradoja de los gemelos. Aquí, dos gemelos, uno de los cuales "permanece en casa" mientras el otro viaja a través del universo a gran velocidad, envejecen a distinta velocidad -Un resultado discutido aún por unos cuantos que rehúsan aceptar las restricciones al "sentido común" que Einstein mostró que eran necesarias. (Aunque algunos novelistas han jugado a menudo con el tiempo, uno de los ejemplos más extravagantes contado algunos años antes que Einstein, por Camille Flammarion, el astrónomo francés Lumen, publicado en 1873, la historia de un aventurero que viajaba hacia atrás en el tiempo a 250.000 millas por segundo para presenciar, entre otras cosas, el final de la batalla de Waterloo antes de su comienzo. "Usted solo comprende las cosas que percibe". decía Lumen al lector " Y mientras persista en considerar sus ideas de tiempo y espacio como absolutas, aunque en realidad son relativas, se formará un juicio sobre verdades que están absolutamente fuera de su alcance, y que son imperceptibles para sus facultades y organismo terrestres. No le haría un favor, amigo mío, dándole detalles más completos de mis observaciones ultraterrestres..." El fallo, por supuesto, quedó claro años después por la revelación de Einstein de que "c" era la velocidad límite en el universo puesto que a la velocidad de la luz la masa de un cuerpo se hace infinitamente grande. Flammarion- en cuyo honor el número 141 de los planetas menores (asteroides) fue llamado Lumen- creía en la existencia de vegetación en la Luna y de vida inteligente y avanzada en Marte, escribió muchos libros de astronomía divulgativa incluyendo The plurality of Inhabited Worlds (La Diversidad de Mundos Habitados) del cual se hicieron 30 ediciones y posteriormente se dedicó a la investigación psíquica. La respuesta a la segunda pregunta- ¿porqué tales características del universo han pasado desapercibidas durante tanto tiempo?- es que el sistema fisiológico humano es demasiado poco sensible para registrar los extremadamente pequeños cambios en el espacio y tiempo que son producidos por cualquier cosa que se mueva a velocidades excepcionalmente elevadas. De manera más sencilla, los cinco sentidos tienen sus limitaciones. La poca fiabilidad del tacto se ejemplifica por la "quemadura" producida por un metal frío. El gusto es no solamente notoriamente subjetivo- "Lo que para un hombre es jugoso para otro es malísimo"- sino que también está gobernado, hasta un aún no conocido completamente, por la herencia genética. También el olfato es un indicador cuyas grandes limitaciones en los humanos están muy mejoradas en los insectos que pueden identificar a miembros de su especie a distancias de hasta una milla. El

oído apenas es mejor. La gama de "realidad" oída por los humanos es diferente de la oída por un perro- observe los silbatos "sin sonido" de los entrenadores de perros; mientras el mundo "real" del murciélago, casi ciego, es uno en el que los objetos son "vistos"- y evitados- por ondas ultrasónicas que no participan en la construcción del mundo exterior humano. Y la vista, una estimulación de la retina humana por ciertas ondas electromagnéticas, es quizás el más engañoso de todos los sentidos. "Ver es creer" y así es difícil apreciar que la luz de un día cualquiera- todo lo que la fisiología humana, sin ninguna ayuda, nos permite en la búsqueda visual del mundo que nos rodea- viene a través de una estrecha ranura existente en una amplia cortina. En un extremo de esta cortina se encuentran los rayos cósmicos, cuya longitud de onda es la billonésima parte de un centímetro; en el otro, la radiación calorífica infrarroja, y las longitudes de ondas incluso más largas utilizadas en los radares, radio y televisión. En el medio se encuentra la estrecha banda del espectro visible, la única fuente de la incompleta imagen visual del hombre, suplementada, aunque lentamente mediante la utilización de instrumentos que aumentan sus limitadas posibilidades. El paisaje visto con los ojos humanos es dramáticamente diferente, pero no más "real", que el captado por una placa infrarroja que muestra una gran cantidad de detalles fuera del alcance de la visión humana; el mundo "real" de las personas parcialmente ciegas a los colores (daltónicas) es el mismo mundo "real" más colorido visto por la mayoría de los seres humanos y ambos mundos están compuestos por los mismos objetos que componen el "real" pero a su vez diferente mundo de los animales totalmente ciegos a los colores. De modo que la especie humana es inevitable e inconscientemente selectiva en la descripción de la naturaleza del mundo físico en que vive y se mueve. Una vez entendido esto, las consecuencias de la Teoría Especial de Einstein empiezan a tener un aspecto más respetable. Porque demostró más allá de toda duda razonable que existía una limitación más, hasta ahora inadvertida, producida como consecuencia de la falta de experiencia del hombre en velocidades comparables a la de la luz. Hasta que se alcancen tales velocidades, la variabilidad del espacio y tiempo, como consecuencia del movimiento relativo, es tan pequeña que no puede observarse. Así fue, como el Profesor Lindemann iba a destacar más tarde en un artículo que ya dejaba entrever su capacidad para explicar complicados asuntos científicos a Winston Churchill, "precisamente porque las antiguas concepciones son casi exactas, ya que carecemos de experiencia personal de que sean inexactas en la vida diaria, nuestro llamado "sentido común" se subleva cuando nos piden que abandonemos estas concepciones, y que las atribuyamos un significado infinitamente más amplio de lo que merecen". De hecho, los conceptos humanos de espacio y tiempo absolutos, habían sido deducidos por observaciones, no especialmente eficientes, de innumerables generaciones de hombres utilizando sus sentidos, demasiado imperfectos, para conseguir la mejor aproximación a la realidad. Como escribió en una ocasión Bertrand Russell al describir las velocidades a las que la relatividad es apreciable,"Puesto

que la vida diaria no nos enfrenta con cuerpos que se muevan tan rápidamente, la naturaleza, siempre económica, ha educado al sentido común sólo hasta el nivel de la vida cotidiana". De modo que la Relatividad Especial no hizo mucho para "echar por tierra a Newton" ya que muestra que las ideas Newtonianas eran válidas solamente en circunstancias restringidas aunque parecen impregnar toda la vida cotidiana. Como ha escrito Oppenheimer, las aparentes paradojas de la relatividad, No acarrean ninguna contradicción por parte de la naturaleza; lo que acarrean es un importante cambio, un cambio bastante profundo, de lo que pensaban durante los siglos pasados tanto las personas instruidas como la gente común, en el supuesto de que hubieran pensado en algo. Hechos sencillos, a saber: que la luz viaja a una velocidad que no puede ser sumada o restada de una fuente de luz móvil, el simple hecho de que los procesos se ralentizan cuando se producen en movimiento, y lo hacen mucho más si se mueven a velocidades comparables con la de la luzestos son elementos nuevos del mundo natural y lo que la teoría de la relatividad ha hecho es dar coherencia y significado a la conexión entre ellos. Pero la revelación de Einstein fue una que solamente muy pocos podrían esperar probarla algún día mediante experimentos en el laboratorio y que permanecería para siempre fuera de la experiencia de la mayoría de la gente. Para el lego- así como para algunos científicos- Einstein había ofendido al sentido común, esa limitada vara de medir con la que los hombres miden el mundo exterior. Además, el esfuerzo mental necesario para poder comprender totalmente esta teoría la convierte para la gente en general, cuando se les fuerza finalmente a considerarla, en una fantasía que separa más el mundo científico del mundo de los hombres y mujeres comunes. Solo la ingenua honestidad de Einstein, y su ardiente profundidad que le dio la cualidad de gurú de todas las épocas, transformaban el divertido escepticismo de la teoría en una veneración por su autor que nadie deploraba más que el mismo Einstein. Sin embargo, incluso cuando se acepta que la teoría Especial de la Relatividad no es un concepto metafísico sino, como Einstein nunca se cansaba de señalar, una explicación de ciertas características observables del universo, incluso cuando se percibe como ésta explicación hasta ahora se ha deslizado por entre la red del entendimiento humano, la tercera pregunta permanece. Porque a primera vista, la Teoría Especial parece tratar con asuntos que están fuera del alcance de la experiencia humana. Sin embargo hay dos respuestas, una general y otra específica, a la pregunta de ¿Hasta que punto va a hacer al mundo diferente la Teoría Especial?. La respuesta general fue dada de una manera concisa por Eddington, el astrónomo británico que iba a jugar posteriormente un importante papel en la vida de Einstein. "La distancia y la duración son los términos más importantes en física; la velocidad, la aceleración, la fuerza, la energía, etc., todas dependen de ellas, y apenas podemos hacer una afirmación en física sin referirnos a ellas de una manera directa o indirecta", ha escrito.

Seguramente podemos indicar mejor las revolucionarias consecuencias de la relatividad mediante la afirmación de que la distancia y la duración, y todas las cantidades físicas derivadas de ellas, a partir de ahora no se suponen referidas a nada absoluto en el mundo exterior, sino que son cantidades relativas que varían cuando pasamos de un observador a otro con velocidad diferente. La consecuencia, en física, de que un metro no es un trozo de espacio absoluto, y que lo que es un metro para un observador pueden ser 50 centímetros para otro observador, puede compararse con la consecuencia en economía del descubrimiento de que una libra esterlina no es una cantidad absoluta de dinero, y que en ciertas circunstancias puede ser "realmente" seis o siete peniques. Sin embargo, las diferencias entre ésos valores cambiantes del tiempo y el espacio eran tan pequeñas que solo tenían significado cuando las velocidades involucradas estaban mucho más allá del campo de la experiencia humana. ¿Como, entonces, podrían afectar al mundo?. Es aquí cuando viene la respuesta más especializada, y la que, a la luz de la historia, puede ser considerada como una extraordinaria coincidencia o como parte de la evolución natural de la ciencia. Porque la Teoría Especial de Einstein evolucionó precisamente cuando las investigaciones de los físicos alcanzaban el mundo subatómico de los núcleos, y cuando los astrónomos estaban haciendo observaciones, por vez primera, más allá de los confines de la galaxia de la que la Tierra es una partícula minúscula, de las inmensidades del espacio exterior. En el mundo del átomo ya se conocían partículas tales como el electrón, que se movía a velocidades correspondientes a porcentajes apreciables de la velocidad de la luz; y en el espacio exterior, más allá de nuestra galaxia, se iba a descubrir pronto que había otras galaxias que se movían a velocidades similares. Así que en estos dos nuevos campos que estaban iniciandose durante las primeras décadas del siglo veinte, de lo microscópicamente pequeño y de lo macroscópicamente grande, las revelaciones de la relatividad iban a tener un lugar destacado. Pero iba a haber otro resultado, en cierto sentido más importante, que emanaba directamente de la aceptación de la teoría de Einstein, algo inevitable a lo largo de la década siguiente. Porque la cualidad de "absolutos" para el espacio y el tiempo había sido no solo aceptada de forma general sino que había sido confirmada por la abrumadora cantidad de evidencias observacionales. Ahora se averiguaba que las creencias convencionales, tan fundadamente deducidas a partir de la observación, eran enormemente incompletas, una circunstancia con implicaciones filosóficas muy importantes. Porque subrayaba, más intensamente que hasta entonces, que la ciencia podía ser realmente una búsqueda, no de la verdad absoluta sino, de una sucesión de teorías que se aproximarían sucesivamente a esa verdad. Esto sugería además, que el mejor camino a seguir podría no ser el de la observación seguida de una inducción de leyes generales, sino el procedimiento totalmente diferente de postular una teoría y después averiguar si los hechos encajan en ella o no. De esta manera una teoría comenzaría

con más suposiciones científicas y filosóficas de las que pudieran garantizarse por los simples hechos. Una década después el método iba a producir los sorprendentes resultados de la Teoría General. ¿Hasta que punto, es necesario preguntarse, estas revelaciones pertenecen a los predecesores de Einstein?. Debería estar claro en este momento que el problema al que se enfrentó era diferente del que afrontaron Fitzgerald y Lorentz, que estaban preocupados principalmente en explicar los extraños resultados de un importante experimento, y diferente en muchos sentidos del afrontado por Poincaré cuyo problema era fundamentalmente de tipo filosófico. Einstein, sin estar abrumado con experimentos científicos, o con la filosofía, tenía una meta magnífica: penetrar la niebla y percibir más claramente los principios sobre los que ha sido construido el mundo material. "La Teoría de la Relatividad", dijo una vez, "no era nada más que un desarrollo adicional de la teoría del campo". Preguntado por Hans Reichenbach, posteriormente colega en Berlín, y después profesor de filosofía de la Universidad de California, como había llegado a la teoría de la relatividad, "contestó que la había descubierto por estar tan firmemente convencido de la armonía del universo". Sin embargo en la ciencia como en cualquier otra cosa, "ningún hombre es una isla, completamente aislado". Einstein mismo habló repetidamente a lo largo de su vida de su deuda con Lorentz- "Los cuatro hombres que pusieron las bases de la física sobre la que yo he podido construir mi teoría son Galileo, Newton, Maxwell y Lorentz" dijo durante su visita a los Estados Unidos en 1921. En términos generales destacó que "en la ciencia... el trabajo individual está tan estrechamente relacionado con sus predecesores científicos y contemporáneos que parece casi un producto impersonal de su generación". Así el problema se reduce en decidir hasta que punto conocía Einstein determinados trabajos y el experimento de MichelsonMorley. (Un análisis más detallado de la situación ha sido hecho por Gerald Holton en numerosos artículos. Ver, en particular, "On the Origins of the Special Theory of Relativity", American Journal of Physics, Vol.28 (1960), pp.627-636, y "Einstein, Michelson, and the "crucial" Experiment", Isis, Vol 60, Part 2, No. 202 (Summer, 1969), pp. 133-197). El mismo Einstein hizo unas cuantas observaciones sobre el tema. Al principio, cuando hablaba de la relatividad en Berlín, en los Estados Unidos y en Londres, era propenso a destacar, como en Londres en 1921, simplemente "esta teoría no es de origen especulativo; debe su invención enteramente al deseo de hacer que la teoría física se adecue con los hechos observados hasta donde sea posible". En la Universidad de Columbia, el mismo año, dijo que "para empezar, me inquietaba que la electrodinámica prefiriera un estado de movimiento a otros, sin que hubiera una justificación experimental para este tratamiento preferente. Así se originó la Teoría Especial de la Relatividad...". Ambas afirmaciones dan pistas que apoyan la idea de que el experimento de Michelson-Morley había influido en su pensamiento. Esto queda detallado en una carta que escribió en el Institute for Advanced Study en Princeton el

17 de Marzo de 1942, a uno de los biógrafos de Michelson. "No hay duda de que el experimento de Michelson tuvo una considerable influencia en mi trabajo en tal medida que reforzó mi convicción sobre la validez del principio de la Teoría Especial de la Relatividad", dijo. "Por otro lado yo estaba bastante convencido de la validez del principio antes de que conociese este experimento y su resultado. En cualquier caso, el experimento de Michelson eliminó prácticamente cualquier duda sobre la validez del principio en óptica y demostró que era inevitable un profundo cambio en los conceptos básicos de la física". Las evidencias posteriores suministradas por Einstein son contradictorias y están influenciadas probablemente por el hecho de que, como Maitlan señaló, "los sucesos actualmente lejos en el pasado estuvieron una vez en el futuro". Cuando le pregunté como se había enterado del experimento de Michelson-Morley", dice R.S. Shankland, que visitó a Einstein el 4 de Febrero de 1950, del Case Institute of Technology mientras preparaba un relato histórico del experimento, "me dijo que lo había conocido a través de los escritos de H.A. Lorentz, pero únicamente después de 1905 había llegado a su conocimiento. "de otra manera" dijo "lo hubiera mencionado en mi trabajo". Continuó diciendo que los resultados de los experimentos que le habían influenciado más fueron las observaciones de la aberración estelar y las mediciones de la velocidad de la luz en agua en movimiento realizadas por Fizeau. "Fueron suficientes" dijo. " Sin embargo cuando Shanklan visito otra vez Princeton el 24 de Octubre de 1952, Einstein no estaba tan seguro. "Esto no es tan fácil", Shanklan le cita diciendo. "No estoy seguro de cuando me enteré por primera vez del experimento de Michelson. No soy consciente de si había influido directamente sobre mi a lo largo de los siete años durante los que la relatividad ha sido mi vida. Me imagino que doy por sentado que fue cierto". Sin embargo Einstein dijo que durante los años 19051909, había reflexionado mucho sobre los resultados de Michelson, en sus discusiones con Lorentz y otros cuando pensaba sobre la relatividad general. Entonces se dio cuenta (eso me dijo) que había conocido los resultados de Michelson antes de 1905, en parte a través de la lectura de los trabajos de Lorentz y más porque había supuesto que este resultado de Michelson era cierto. En 1954, para The Art of Knowing de Michael Polanyi, Einstein personalmente aceptó la afirmación de que "el experimento Michelson-Morley tuvo un efecto despreciable sobre el descubrimiento de la relatividad". Adicionalmente, una nota del Dr. N. Balazs, que trabajó con Einstein en Princeton en el verano de 1953, y que le preguntó sobre el tema para Polanyi, dice lo siguiente: "El experimento Michelson-Morley no tuvo ningún papel en la base de la teoría. Lo conoció cuando leyó los trabajos de Lorentz sobre la teoría de estos experimentos (por supuesto no recuerda exactamente cuando, aunque antes que este trabajo), pero no tuvo influencias posteriores en las consideraciones de Einstein y la teoría de la relatividad no fue en absoluto creada para explicar sus resultados."

A David Ben-Gurión, que preguntó si la teoría de la relatividad era el resultado únicamente del pensamiento, Einstein le confirmó que esto era así, pero añadió: "Naturalmente tenía delante de mi los trabajos experimentales de todos aquellos que me precedieron. Estos sirvieron como material para mis pensamientos y estudios". Y finalmente hay una carta de Einstein a Carl Seeling, publicada después de la muerte de Einstein. "No hay duda, que la Teoría Especial de la Relatividad, estaba madura para su descubrimiento en 1905", escribió Lorentz había observado que para el análisis de las ecuaciones de Maxwell las transformaciones que más tarde fueron conocidas por su nombre eran esenciales, y Poincaré había penetrado incluso más profundamente en estas conexiones. En lo que respecta a mi, me enteré del importante trabajo de Lorentz de 1895, pero no de sus trabajos posteriores, ni de las sucesivas investigaciones de Poincaré. En este sentido mi trabajo de 1905 era independiente. Su nuevo rasgo fue el reconocimiento del hecho de que la base de la transformación de Lorentz trascendía sus conexiones con las ecuaciones de Maxwell y estaba relacionado con la naturaleza del espacio y el tiempo en general. De esta evidencia no totalmente satisfactoria se sacan dos conclusiones generales. Una es el ambiente de elogio popular, en el que se ve a Einstein como el inspirado genio, trabajando en un vacío intelectual y sacando la Teoría Especial de su cerebro como el mago saca el conejo del sombrero. La otra está tipificada por la perspectiva de Sir Edmund Whittaker, el notable físico británico que en las memorias biográficas de Einstein de la Royal Society escribió que él había "adoptado el principio de la relatividad de Poincaré (usando para ello el nombre de Poincaré) como una nueva base para la física". (Whittaker manifestó el mismo punto de vista en su History of the Theories of the Aether and Electricity. Einstein, que se enteró de esto por su amigo Born cuando se publicó la segunda edición en 1953, comentaba lo que sigue: "Todo el mundo hace lo que considera justo, o, en términos deterministicos, lo que tiene que hacer. Si él consigue convencer a otros, es su problema. Yo he hallado ciertamente satisfacción en mis esfuerzos, pero no considero sensato defender los resultados de mi propio trabajo como si fueran mi "propiedad personal", como algún viejo avaro podría defender las pocas monedas de cobre que hubiera reunido. No tengo nada contra él, ni por supuesto contra usted. Después de todo, no necesito leer eso"). La verdad parece ser diferente en estas dos, muy cuidadas, versiones escritas. Ya es bastante que Einstein viajando desde su personal punto de partida hacia su personal y solitario destino, considerara el trabajo de Lorentz como un apoyo de sus propios y diferentes problemas. Cuando se cae en la cuenta, durante esas creativas dos semanas de 1905, queda claro lo que Einstein ya había oído del experimento de MichelsonMorley. Pero no fue más que una evidencia interesante que le dio una consoladora confirmación de la teoría que ya

había decidido podría darnos una visión más exacta del mundo material, que la dada por la mecánica Newtoniana sola. Lo que había mostrado era, como escribió en el The Times en 1919, "simplemente una ampliación sistemática de la electrodinámica de Clark Maxwell y Lorentz". Incluso el mismo Lorentz no abrigaba ninguna duda acerca de quien era la teoría. "Para discutir el principio de la relatividad de Einstein aquí en Göttingen...", dijo cuando habló allí en 1910, "parece una tarea especialmente bienvenida". Si existe algún reconocimiento olvidado en el trabajo de Einstein, no es a Michelson-Morley, ni a Lorentz, Fitzgerald o Poincaré, sino a August Föppl, un administrador y profesor alemán cuya introducción a la teoría de la electricidad de Maxwell fue estudiada por Einstein casi con toda seguridad. El famoso trabajo sobre la relatividad tiene similitudes en estilo y argumento con el tratamiento que dio Föppl al "movimiento relativo y absoluto en el espacio"; y el mismo Föppl escribe sobre "una profunda revisión de ese concepto de espacio que ha estado impreso en el pensamiento humano en sus anteriores periodos de desarrollo" que presenta "quizás el problema más importante para la ciencia de nuestro tiempo". Así Föppl, como las ecuaciones de Lorentz, pueden ser considerados justificadamente como instrumentos muy útiles que teniendolos a mano Einstein pudo utilizar. Como posteriormente dijo The Times de la Teoría General de Einstein, no es necesario defender su originalidad. "El genio de Einstein consiste en reunir las experimentos no interpretados y las dispersas sugerencias de sus predecesores, y reunirlas en un conjunto inteligible que consigue ganar la admiración general por su simplicidad y belleza". Este "conjunto inteligible" de 1905 enseña que el espacio y el tiempo, que antes se pensaba eran valores absolutos, de hecho dependen del movimiento relativo. Sin embargo estas no son más que dos de las tres varas de medir utilizadas para medir la naturaleza del mundo físico. La tercera es la masa. ¿Está también, unida de alguna forma inesperada con la velocidad de la luz?. Einstein consideró la cuestión. En vista de las consecuencias apocalípticas, sus ideas, expresadas en una carta a Habitch enviada aparentemente el verano de 1905, tiene toda la eventualidad de una bomba arrojada en un mercado. Después de sugerir que Habitch se reúna con él en la Oficina de Patentes, añade: "No necesita preocuparse por el valioso tiempo, no siempre hay un tema sutil sobre el que meditar. Al menos, no uno tan excitante. Está, por supuesto, el asunto de las líneas espectrales, pero no creo que haya una conexión sencilla entre estos fenómenos y los ya explorados; hasta el momento el asunto no parece ser muy prometedor. Sin embargo he recordado un resultado de un trabajo electrodinámico. El principio de la relatividad en conexión con las ecuaciones de Maxwell requiere que la masa sea una medida directa de la energía contenida en los cuerpos; la luz se convierte en masa. Una notable disminución de la masa sucede en el radio. Esta idea es divertida y contagiosa pero posiblemente yo no puedo saber si el buen Dios no se ríe de ello y me ha llevado a conclusiones erróneas".

Durante la semanas siguientes Einstein obviamente pensó mucho sobre la "divertida y contagiosa idea". El resultado fue un breve trabajo que apareció en el Annalen der Physik en el Otoño de 1905 casi como una nota al pie de su trabajo anterior. "Los resultados de investigaciones anteriores conducen a una conclusión muy interesante, que se va a deducir aquí" comienza. La deducción, realizada en poco más de una página y media, continuó con las siguientes históricas palabras: "Si un cuerpo produce la energía L en forma de radiación, su masa disminuye en L/c2. El hecho de que la energía perdida por el cuerpo se convierta en energía de radiación evidentemente no importa, de modo que somos arrastrados a la conclusión más general de que la masa de un cuerpo es una medida de su contenido de energía; si la energía cambia en L, la masa cambia en el mismo sentido en L/9x10E20, estando la energía medida en ergios y la masa en gramos". Einstein finaliza con el comentario de que la teoría podría comprobarse utilizando materiales tales como las sales de radio cuyo contenido en energía es muy variable, y esa radiación parece transportar inercia entre cuerpos que emiten y cuerpos que absorben. Sin embargo la conclusión inmediata más importante es que la masa de hecho aumenta con la velocidad relativa. Existían ya ejemplos de laboratorio de este extraño proceso. Durante la última década del siglo J.J. Thomson en Cambridge y posteriormente W. Kaufmann en Göttingen habían investigado sobre el modo en que los rayos catódicos, la corriente de electrones cuya existencia había sido postulada por Lorenz y confirmada por Thomson, podían ser deflectados electromagnéticamente; ambos habían encontrado que la masa de la partícula parecía depender de la velocidad. Algunos años después F. Hasenöhrl mostró que la radiación luminosa encerrada en un recipiente aumentaba la resistencia del recipiente a la aceleración- y que su masa cambiaba en el proceso. Finalmente, en 1900, Poincaré sugirió que esta inercia o resistencia a la aceleración era una propiedad de toda la energía y no únicamente de la energía electromagnética. Ahora Einstein dio un salto, ignorando los resultados experimentales independientes que habían estado intrigando a investigadores particulares y propuso una sencilla explicación general que, casi inevitablemente, había parecido demasiado sencilla para ser verdad. Toda masa no era más que energía congelada; toda energía no era más que materia liberada. Así los fotones, o cuantos luminosos, del efecto fotoeléctrico no eran más que partículas que habían cambiado su masa y estaban viajando a la velocidad de la luz en forma de energía; mientras que la energía por debajo de la velocidad de la luz se transformaba mediante su ralentización, una transformación que había tenido el efecto de congelarla en forma de materia. Había habido un soplo de esta misma idea en Newton que en su Opticks había preguntado: ¿No pueden los cuerpos y la luz ser mutuamente convertibles y no puede que los cuerpos reciban mucha de su actividad de partículas de luz que entran en su composición?". El

aparente acierto de esto quedó señalado por su comentario, unas cuantas líneas más abajo, de que "El transformar cuerpos en luz, y luz en cuerpos, está muy de acuerdo con el Curso de la Naturaleza, que parece encantada con las transmutaciones". El meollo de esta revelación- que implica dos cosas independientes, la diferencia entre la masa de un cuerpo en reposo y su masa cuando está en movimiento, y la transformación de un cuerpo material en energía- unía los conceptos previamente independientes de la conservación de la energía y de la conservación de la materia y estaba incorporado en dos ecuaciones. Una mostraba que la masa de un cuerpo moviendose a una velocidad particular era igual a su masa en reposo dividida por ??1 - v2/c2. Esto trae enseguida una pista a la diferencia, largo tiempo ignorada por el hombre, las masas de un cuerpo en reposo y en movimiento; porque la diferencia será en realidad muy pequeña hasta que la velocidad en cuestión abandona las velocidades de la vida cotidiana y comienza aproximarse a la velocidad de la luz. En cuanto al espacio y el tiempo, los cambios son demasiado pequeños para ser apreciados por los inadecuados sentidos del hombre. La segunda ecuación se deduce del hecho de que el movimiento cuyo incremento aumenta la masa de un cuerpo es una forma de energía. Esta es la famosa E=mc2, que indica, a la ciencia, que la energía contenida en la materia es igual en ergios a su masa en gramos multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz en centímetros por segundo. Aquí, otra vez, no se necesitan conocimientos matemáticos para ver la esencia del argumento: que como la velocidad de la luz tiene el valor que tiene, una cantidad de masa muy pequeña es equivalente a una enorme cantidad de energía. Así, con su Teoría Especial de la Relatividad Einstein explicaba porque los electrones pesaban más cuando se movían que cuando estaban en reposo, puesto que esto era el resultado natural de su velocidad. Ayudó a explicar como materiales tales como el radio, cuya radioactividad aún intrigaba a los hombres que experimentaban con él, fuera capaz de arrojar partículas a grandes velocidades y continuar haciendolo durante largos periodos de tiempo, puesto que la creación de la comparativamente gran cantidad de energía necesaria podría obtenerse mediante la pérdida de una mínima cantidad de masa. Cuarenta años después, los hechos de la naturaleza como los revelaba la ecuación de Einstein se demostraron de otra manera. Porque para entonces había sido descubierto que si el núcleo de un átomo pesado podía dividirse en dos partes, la masa de sus dos fragmentos sería menor que la del nuclear inicial. La diferencia de masa se habría transformado en energía; su cantidad sería minúscula, pero la energía liberada sería igual a esta minúscula masa multiplicada por el cuadrado de la velocidad de la luz- la energía que liberada por gran cantidad de núcleos en un proceso de fisión, destruyó Hiroshima y Nagasaki. Las posibilidades de desintegrar el átomo parecían nulas en 1905. Pero la ecuación estaba allí. Y para escritores y excéntricos, para visionarios y hombres que vivían en las fronteras de la mente, una nueva idea fantástica se hacía posible. Unos cuantos científicos pensaban de modo similar, y en 1921 Hans Thirring comentaba: "...le corta a uno la respiración pensar lo que podría suceder a una

ciudad, si la energía dormida en un sólo ladrillo se liberara, digamos en forma de una explosión. Sería suficiente para asolar completamente una ciudad de un millón de habitantes". La mayoría de sus colegas profesionales no especulaban hasta ese límite. Rutherford mantuvo casi hasta el final de su vida en 1937 que la utilización de la energía encerrada dentro del átomo eran "pamplinas". Y cuando un joven se acercó a Einstein en Praga en 1921, deseando fabricar un arma a partir de la energía nuclear basada en E=mc2, le dijo que se calmase: "Usted no perderá nada si no analizamos su trabajo en detalle", dijo Einstein. "Esto es una tontería, es evidente a primera vista. Usted no puede aprender nada más de una discusión más prolongada". La demostración de la ecuación de la mása y energía de Einstein en la destrucción de Hiroshima y Nagasaki ha dado, naturalmente, a este subproducto de su Teoría Especial un predominio sobre todos los otros. Pero debería recalcarse que la fisión nuclear, cuya utilización hizo posible las armas nucleares, fue "descubierta" por otro hombre que se movía por senderos de investigación muy distintos. más que basarse en ella, la fisión demostró,dramáticamente en el caso de las bombas atómicas- la ecuación de Einstein de la mása y energía. Pero la bomba atómica llegó cuarenta años después de que Einstein hubiera asestado un duro golpe a las bases de la física clásica, y los efectos de la relatividad durante esas cuatro décadas iban a ser muy grandes. Hasta tal punto que mientras los inmensos efectos de la teoría de la evolución y del comunismo, esas otras dos ideas revolucionarias de los últimos cien años, son por un lado duramente discutidas mientras que por otro son libremente aceptadas, existe una actitud diferente respecto a la relatividad. Tanto se ha asimilado en el conocimiento humano que algunas veces es pasada por alto en su conjunto. Sin embargo, la relatividad ha cambiado en tres aspectos la relación del hombre con su mundo físico. El primero, y posiblemente el menos importante, es que le ha ayudado a entender algunos fenómenos que de otro modo no sería posible. El comportamiento de las partículas nucleares descubiertas durante los últimos cincuenta años es solo el ejemplo más obvi. "Nosotros la usamos", había dicho Oppenheimer de la Relatividad Especial, "literalmente en casi todas las ramas de la física nuclear, en muchas ramas de la física atómica, y en todas las ramas de la física relacionadas con las partículas fundamentales. Ha sido comprobada, recomprobada y re-contra-comprobada de los más diversos modos y es una parte muy importante de nuestra herencia". Ademas de suministrarnos esta herramienta tan práctica, la relatividad ha permitido al hombre formarse una imagen más exacta y más descriptiva del mundo del que forma parte. Como Philipp Frank ha señalado, la simple afirmación de que una mesa tiene un metro de largo es, no solamente incompleta, sino carente de significado cuando se compara con la afirmación de que tiene tres pies de largo relacionado con la habitación en donde está. "Relativismo", dice, "significa la introducción de un lenguaje más rico que nos permita enfrentarnos adecuadamente a los requisitos de esa experiencia también más rica. Ahora podemos describir estos nuevos hechos con palabras sencillas y directas y acercarnos un paso más a lo que se puede llamar "la verdad

natural sobre el universo" que sugiere el tercer y más importante cambio de los producidos por la relatividad. Sus implicaciones epistemológicas se están debatiendo apasionadamente aún. Sin embargo, no puede discutirse que mientras que esta teoría ha permitido al hombre describir su posición en el universo con mucha mayor precisión y ha aliviado las limitaciones de sus propias experiencias personales. "La ciencia física", ha señalado Sir James Jeans, No sugiere, por supuesto, que debamos abandonar los conceptos intuitivos de espacio y tiempo que obtenemos de nuestra experiencia individual. Estos no significan nada para la naturaleza, pero aún son muy importantes para nosotros. Cualquiera que sea la conclusión a que puedan llegar los matemáticos, es cierto que nuestros periódicos, nuestros historiadores y narradores de historias insertaran sus verdades y ficciones en el entramado del espacio y del tiempo; ellos continuarán diciendo- este suceso se produjo en tal instante en el curso del continuo avance del tiempo, este otro suceso en otro instante, etc. Tal esquema es perfectamente satisfactorio para cualquier persona o para cualquier grupo de individuos cuyas experiencias se mantengan bastante cercanas en el espacio y tiempo- y, comparados con las enormes cifras de la naturaleza, todos los habitantes de la Tierra pertenecen a tal grupo. La teoría de la relatividad simplemente sugiere que tal plan es especifico para un simple individuo o para pequeñas colonias de individuos; es un método de medida de "miras estrechas", y por lo tanto no es adecuado cuando se considera la naturaleza como un todo. Puede representar todos los hechos y fenómenos naturales, pero solo dandoles un cierto tinte subjetivo a todos ellos; no representa de la naturaleza más que lo que ven los tripulantes de un cohete, o los habitantes de un planeta, o mejor aún un par de ojos humanos. Nada en nuestras experiencias o experimentos justifica el que ampliemos este o cualquier otro plan parcial a la totalidad de la naturaleza, en el supuesto que represente alguna clase de realidad objetiva. De este modo la relatividad ha ayudado a los seres humanos a percibir su lugar en el mundo físico del mismo modo que la obra de T.H. Huxley, "el Lugar del Hombre en la Naturaleza" (Man´s Place in Nature) le dio un contexto en el mundo biológico. Es significativo que una de las observaciones con más sentido práctico sobre la relatividad, hechas después de la muerte de Einstein, viniera de un periódico religioso. Su teoría ha mostrado, señalaba el periódico, que "el espacio y el tiempo para los físicos están definidos por las operaciones usadas para medirlos, y que cualquier teoría en la que aparezcan tiene que tener implícitamente en cuenta estas operaciones. Así la ciencia moderna mira a la naturaleza desde el punto de vista de un hombre, no desde el punto de vista de un ángel". CAPITULO 5 FRUTOS DEL ÉXITO Los trabajos de Einstein de 1905 revelaron a un pequeño grupo de importantes científicos europeos que tenían un potencial líder entre ellos; solo la década siguiente mostraría si ese potencial se convertiría en realidad. Otros

hombres, tanto en las artes como en las ciencias, en la política, y en la guerra habían producido chispas de genio durante estos años pero no pudieron incendiar al mundo. E incluso aunque Einstein tuviera las cualidades necesarias para alcanzar y explotar sus capacidades, había todavía una docena de maneras en que la suerte podría marcar los límites o acortar su futuro- La Gran Guerra, quedando Hasenöhrl en el lado Alemán y Moseley en el lado Británico era solo un riesgo en el futuro. Sin embargo, el trabajo estadístico de Einstein que condujo a su ponencia sobre el movimiento Browniano, su idea de los fotones, y su venturosa teoría de la relatividad fueron contemplados enseguida como algo más que esfuerzos aislados. En vez de esto, quedó claro que eran lógicamente operaciones secuenciales, cada una de las cuales podría desarrollarse posteriormente para arrojar nueva luz sobre los problemas actuales de la física. El ambiente de esa época le ayudó en este desarrollo. Desde 1905 a 1914 pudo pensar, leer y moverse en una sociedad científica verdaderamente internacional hasta, que fué destrozada con el estallido de la Gran Guerra y no pudo restaurarse totalmente durante casi medio siglo. Viajando desde Berna o Zúrich a Leiden o Salzburg, a Bruselas o Viena, cruzaba fronteras políticas pero no culturales. Hablando con Lorentz en Holanda, con Mach en Austria y en Bélgica con Rutherford de Inglaterra, Madame Curie y Langevin de Francia, Planck y Nernst de Berlín, fue acogido como un miembro de ese pequeño grupo verdaderamente profesional cuyo trabajo estaba concentrado en la única tarea de descubrir la naturaleza del mundo físico. Por un corto periodo, fue un mundo científico sin políticas, una situación infrecuente, a la cual Einstein siempre miraba como si fuera la norma más que la excepción, que ocurrió mientras la ciencia se preparaba para resolver los enigmas del átomo. Entre estos colegas se movía con una tranquila seguridad y una sonrisa burlona; ambas venían, debido a su innata humildad, de una certeza interior de tener razón. Así miraba hacia el futuro desde 1905, sin disgustarse por el problema judío que posteriormente iba a absorber sus energías, sin preocuparse por las ideas de guerra en Europa lo cual hubiera, seguramente, acabado con un pródigo trabajo, y totalmente ajeno a que su trabajo mental, solo con papel y pluma pudiera tener ninguna influencia mucho más allá del cerrado campo científico en que se movía. La historia de su vida durante la siguiente década es como consecuencia primero de la consolidación y luego de la exploración científica, del creciente contacto con los hombres y mujeres que produjeron la revolución científica del siglo veinte. En este tiempo aparecen raras veces, y como por accidente, las figuras de sus familiares y las emociones cotidianas que mueven a la mayoría de los hombres. Era amable, pero de una manera fortuita; amable mientras la gente le permitiera continuar con su trabajo, y totalmente desinteresado en lo que respecta a las superficialidades de la vida. " Mi mujer regresó ayer de Serbia, en donde ha estado de vacaciones con los dos niños", escribía al Profesor Hurwitz en una típica nota. "¿Sabe cúal ha sido el resultado?. Se han hecho católicos. Bien, me da igual". En el verano de 1905 Einstein visitó Belgrado con

Mileva. Estuvieron con sus familiares y amigos, pasando una semana en la zona turística de Kijevo a la orilla de un lago, y luego viajaron a Novi Sad donde se reunió, por primera vez, con los padres de su esposa. Fue uno de los numerosos viajes de vacaciones a lo que ahora es Yugoslavia, ¿qué es ahora? pero que entonces era parte del imperio Austro-Húngaro, vacaciones que fueron recordadas durante largo tiempo por su hijo mayor Hans como agradables interludios durante los cuales el extraño personaje de su padre amablemente visita a sus familiares políticos de otro mundo, acompañado primero por su pequeño hijo y, más tarde por su segundo hijo también. Einstein nunca olvidó a sus anfitriones Serbios y mantuvo una correspondencia intermitente con ellos durante casi medio siglo- mencionando sólo casualmente, recordaban después de su muerte, que le habían concedido un premio Nobel. Otras vacaciones las pasaron en la cercana Oberland, algunas veces en Murren, que todavía no estaba excesivamente de moda. Vacaciones tranquilas de un funcionario poco importante que parecía que probablemente pasaría el resto de su vida en estas mismas regiones. Esporádicamente visitaría a Cäsar Koch en Amberes. Se mantuvo en contacto con sus antiguos colegas de Asrau o Zúrich y a amigos y familiares les escribía postales, con su peculiar escritura, que se convirtieron más tarde en objetos de coleccionista. Era bastante moderado. Y era esto lo que parecía ser el genuino Einstein. Probablemente la persona real era el pobre bohemio, con trajes ligeramente raidos, de un apartamento bastante destartalado en Marktgasse. Seguramente el potencial genio, de quien comenzaron a llegar rumores a través de Planck y los grandes nombres de Berlín, era simplemente un personaje soñador como salido de uno de los primeros paisajes de Paul Klee. El único indicio de que el potencial genio podría ser el Einstein real era su feroz concentración en las tareas que acometía y su determinación de que nada le permitiera distraerse de su tarea. Unos cuantos años antes esto podría haberse considerado como los restos de un entusiasmo de recién graduado; ahora comenzaba a parecer como si fuera parte del hombre maduro. Hay aquí una similitudseñalada por primera vez por C.P. Snow- entre Einstein y Churchill el "hombre eminentemente sabio" como Einstein le describiría posteriormente. La comparación no es sorprendente una vez que la imagen de ambos, científico y hombre de estado, se despoja de adornos para revelar la maquinaria interior. De Churchill se ha escrito que esa casi obsesiva concentración "fue una de las claves de su carácter". No era siempre obvio, pero nunca pensaba realmente en nada excepto en el trabajo que tenia entre manos. No era un trabajador rápido, especialmente cuando trataba con papeles, pero era un trabajador perseverante". Einstein, con su cuaderno de notas negro en su bolsillo, y en su mano desde el mismo instante en que las velas comenzabana a colgar fláccidas de los mástiles, o leyendo mientras mecía la cuna en su apartamento en Berna, era muy parecido. Tenía la música, pero esto, como explicaría en ocasiones, era de algún modo una prolongación de sus procesos mentales, un método de permitir al subconsciente resolver

problemas particularmente engañosos. "Siempre que sentía que había llegado al final de un camino o a una difícil situación en su trabajo", dice su hijo mayor, "se refugiaba en la música, y eso normalmente resolvía todas las dificultades". El mismo Einstein en una ocasión destacó que: "La música no tiene efecto sobre el trabajo de investigación, pero ambos nacen de la misma fuente y se complementan mutuamente a través de la satisfacción que producen." También tenía sus paseos en velero, y aquí es muy adecuada la observación de su segunda mujer. "El es todo en el agua, y la gente no puede alcanzarle fácilmente". En el Zurichsee, en el lago de Thun o en cualquiera de la miriada de pequeños lagos de Suiza, donde la mano responde instintivamente a la solicitudes de la brisa y una persona hábil puede dejar que el barco navegue por si mismo, la mente puede continuar con su trabajo sin miedo a interrupciones. Lo que es más, los alrededores ayudaban. "Necesitaba esta clase de relajación de su intenso trabajo", dice su hijo mayor. Y con la relajación vendría a menudo la solución. Para su trabajo no necesitaba ni laboratorio ni equipos. Durante los años que siguieron a 1905 por fuera es era el pequeño funcionario judío de ideas ligeramente radicales, el profesional solitario, con una esposa eslava e ilusiones de grandeza que le habían llevado a hacer un doctorado en filosofía. Pero lentamente, y con la misma seguridad con que llegan las mareas, la otra imagen empieza a curtirse, la imagen del hombre que por alguna razón inexplicable es la buscada por aquellos que han triunfado en el mundo. Esta metamorfosis no tiene nada que ver con la aclamación popular que trajo el renombre internacional de Einstein después de la primera guerra mundial. En cuanto al mundo exterior siguió siendo totalmente desconocido hasta 1912, cuando algunos aspectos de la relatividad fueron titulares en los periódicos de Austria, y ya muy conocido hacia 1919. Pero en el mundo universitario el significado de los trabajos sobre la relatividad comenzó a apreciarse pronto. El primero pareció haber sido Wilhelm Wien, que como editor de Annalen der Physik había aceptado los artículos. Inmediatamente después de la aparición del número que contenía el primer artículo, fue al cuarto de trabajo de Laub, que estaba cerca del suyo, alrededor de las nueve, como era usual, dice Jakob Johann Laub, un antiguo alumno en la ETH que estaba graduandose en Leipzig bajo la dirección de Wien. Tenía la copia del Annalen en su mano y dijo que contenía un articulo de Herr Einstein. Dijo que Laub se refiriese a él en el próximo coloquio. Esto inició una viva discusión, de la cual se dedujo que parecía que uno no se acostumbraría fácilmente a las nuevas ideas de tiempo y espacio. En Berlín, Planck fue igualmente rápido. Esto lo confirma Max von Laue, el hijo de un oficial de la armada cuya vida se cruzaría repetidamente con la de Einstein a lo largo de medio siglo. Von Laue había nacido en Coblenza unos meses después que Einstein y había obtenido su doctorado en Estrasburgo antes de empezar su trabajo sobre rayos X por el que ganó más tarde el premio Nobel. Cuando llegó a Berlín en el Otoño de 1905 como asistente de Planck, escribió, la primera conferencia que escuchó en el coloquio de física de la universidad fue una de Planck que trataba del

trabajo de Einstein "Sobre la electrodinámica de cuerpos móviles" que había aparecido en Septiembre. Describía los inicios de la Teoría de la Relatividad y produjo una gran impresión en él, aunque necesitó años para entenderlo. Pero utilizó las vacaciones del siguiente verano para hacer un viaje por las montañas Suizas para poder visitar a Albert Einstein en Berna. Otra persona que se dio cuenta del significado de su trabajo fue el polaco Profesor Witkowski, quien después de leer el famoso volumen 17 de Annalen del Phisik le dijo a su amigo el Profesor Loria de Cracovia, "¡Ha nacido un nuevo Copérnico!, lea el trabajo de Einstein". Pero hubo una consecuencia aparentemente en 1907- según el futuro colaborador de Einstein, Leopold Infeld. "Después, cuando el Profesor Loria se reunió con el Profesor Max Born en una reunión de física, le habló de Einstein y le preguntó a Born si había leído el artículo", escribe Infeld. "Resultó que ni Born ni ningún otro allí había oído hablar de Einstein". Fueron a la biblioteca, tomaron de los estantes el volumen 17 de Annalen der Physik, y comenzaron a leer los artículos. "Aunque yo estaba familiarizado con las ideas relativistas y las transformaciones de Lorentz", Contó Born sobre este hecho, "El razonamiento de Einstein fue una revelación para mi". En algún otro sitio él ha dicho que el artículo "tuvo una influencia más fuerte sobre sus ideas que ninguna otra experiencia científica. Esta claro que durante el año 1906 el concepto de relatividad se fue filtrando entre las ideas ya aceptadas como lo hace la lluvia a través de piedra caliza, más que arrollandolas, como cuando la presión del agua revienta una presa. Pero al igual que el agua penetra lentamente por gran número de canales, del mismo modo la Teoría Especial comenzó a afectar a la totalidad de la física. Hubo algunos reveses, y una de las primeras reacciones hacía la Teoría fue de rechazo incondicional. Llegó en la forma de un artículo de W. Kaufmann sobre la constitución del electrón, y terminaba con la siguiente afirmación: "Yo anticipo sin demora el resultado general de las medidas que se describen a continuación: Los resultados no son compatibles con las suposiciones fundamentales de Lorentz y Einstein LorentzEinstenianas". Los resultados han sido obtenidos experimentalmente en el laboratorio de Kaufmann y eran compatibles con otras teorías que han producido plausibles explicaciones de las características del electrón sin necesidad de recurrir a la relatividad. Pero ni Einstein ni ningún otro se han dado cuenta completamente de que la tecnología de esa época era incapaz de producir resultados suficientemente precisos para apoyar o rechazar la teoría de la relatividad. El mundo científico esperó la respuesta de Einstein con cierto interés- gran parte de la Europa Central contuvo la respiración después que Tetzel hubiera arrojado las tesis de Lutero a las llamas. Llegó al año siguiente en el primero de dos artículos en el Jahrbuch der Radioaktivität und Elektronik. Ademas de desarrollar de forma importante la teoría de la Relatividad los artículos iban a ser de gran importancia por otros motivos. Aquí solo necesitamos destacar el sorprendente modo, la confianza o arrogancia, según el punto de vista, con que Einstein despachó a Kaufmann. Aceptó que los resultados podrían no ser

defectuosos; pero añadía, "será posible decidir si las bases de la teoría de la relatividad se corresponden o no con los hechos solamente si disponemos de una gran variedad de observaciones". No lo dejó aquí. Con una exposición de reveladora certeza descalificó las otras dos teorías citadas por Kaufmann cómo más aceptables. "En mi opinión", continuó, "ambas... tienen bastante poca probabilidad, porque sus supuestos fundamentales en relación con la mása de los electrones móviles no son explicables en términos de sistemas teóricos que abarcan fenómenos más complejos". Aquí hay una ilustración específica de la perspectiva científica de Einstein. "Una teoría", continuaba Einstein, "es tanto más impresionante cuanto más simples son sus premisas, más cantidad de cosas diferentes relaciona, y más extenso es su campo de aplicación". Una teoría que explique un pequeño número de resultados experimentales podría o no podría ser válida, pero el mero hecho de que los explique no es, por si mismo, ninguna recomendación particular. Con una teoría que sea importante, el proceso es el contrario. Fue formulada para explicar uno de los mayores esquemas de la naturaleza como se nos presenta en términos generales; solamente después se trató de ver si pequeños detalles la apoyaban. La actitud de Einstein no era la de "tant pis pour les faits"; pero para algunos escépticos tuvo que parecerlo peligrosamente. Su actitud fue más sorprendente por tratarse de un joven que carecía de estatus académico. Einstein era aún un humilde empleado de la Oficina de Patentes, incluso aunque estaba empezando a ser solicitado personalmente o por correo, por jóvenes científicos que deseaban analizar asuntos vitales de la física teórica. Uno de los que escribían era von Laue, quien en el verano de 1906 visitó la Oficina de Patentes. El joven que se reunió con él le produjo una impresión tan inesperada que Laue no creía que pudiera ser el padre de la relatividad. Le hizo pasar y solo después de que Einstein regresara de la sala de espera se presentaron. Su larga discusión, que continuaba cuando los dos hombres caminaban de regreso a casa de Einstein desde la oficina, ayudó a que Laue entendiera mejor la relatividad. Recordandolo, contaba que el cigarrillo que le había ofrecido era tan desagradable que "accidentalmente" lo dejó caer desde el puente al río Aare. Y contaba que mientras miraban el adorable paisaje del Bernese Oberland Einstein comentó; "Yo no entiendo como la gente puede ir siempre corriendo a todas partes". La teoría de la relatividad continuó siendo el principal problema científico por el que se interesó. Lo vió, la mayoría de los científicos lo creen hoy así, como uno de los factores vitales para la comprensión del mundo por parte del hombre. Un factor cuya omisión había distorsionado las ideas a lo largo y ancho de todo el espectro de los conocimientos de la física. Pero había otro de la misma importancia; fue la concepción de los "cuantos" que Planck había notado que servían para explicar ciertas características de la radiación y que Einstein con sus "cuantos de luz", o fotones, había desarrollado venturosamente. El tema, que parecía presentar problemas muy numerosos y casi insuperables, continuó preocupandole. Porque mientras la teoría del fotón le ayudaba a explicar el calor, la radiación y el efecto fotoeléctrico, no servía para explicar la interferencia, la

difracción de la luz u otros fenómenos. Había algo, sino equivocado, al menos incompleto en la explicación que hasta entonces había presentado, y durante estos años en Berna Einstein trabajó muy duro para mejorarla. Uno de sus confidentes era el joven Laub, que durante su examen de graduación había mencionado la relatividad. Wie no estuvo de acuerdo con algunas de sus afirmaciones y le aconsejó que hablara con Einstein. A principios de 1907 Laub viajó a Berna y fue arrastrado, como todos los que se reunieron con Einstein para asuntos profesionales, a una discusión obsesiva que pronto englobó todas las demás cosas. Su intercambio de cartas deja ver muy claramente las preocupaciones de Einstein y las condiciones en que trabajó durante estos años. "Encontró a Einstein arrodillado delante de la estufa, atizando el fuego, tranquilamente, solo en su piso...", dice Seelig. "Encontraron tantos temas que discutir que durante varias semanas al mediodia, y durante la tarde, Laub iba a por su nuevo compañero de la oficina de Patentes, y le visitó otra vez al año siguiente". Su colaboración intelectual dió como fruto tres trabajos conjuntos que trataban de las ecuaciones básicas del electromagnetismo y la fuerza pondero-motriz del campo electromagnético. Como experto matemático, Laub realizó las complicadas tareas matemáticas, mientras que Einstein se concentraba en sus implicaciones en la física. Einstein no solo perfiló su trabajo con Laub. También reveló lo que el joven empleado de la Oficina de Patentes de menos de treinta años pensaba de los maestros del engaño (thought of the másters of the craft). "Estoy ocupado continuamente con el asunto de la constitución de la radiación", escribió en 1908. "Y mantengo correspondencia sobre esta cuestión con H.A. Lorentz y Planck. El primero es un hombre asombrosamente profundo y al mismo tiempo amable. Planck es también muy agradable en sus cartas. Tiene, sin embargo, un defecto: y este es su torpeza para orientarse en los pensamientos ajenos. Se comprende por esto que haga objeciones totalmente erróneas a mi último trabajo sobre radiación. Él no ha dicho nada, sin embargo contra mis críticas. Espero que las haya leído y las haya reconocido. Este asunto del "cuanto" es tan increíblemente importante y difícil que todo el mundo debería ocuparse en ello. Yo ya he logrado resolver algo que puede estar relacionado con ello, pero tengo buenas razones para pensar que aún es basura." Dos años después aún continuaba presionando, escribiendo a Laub en Noviembre de 1910: "Tengo ahora las más grandes esperanzas de resolver realmente el problema de la radiación, sin cuantos de luz. Tengo una gran curiosidad sobre como terminará esto. Tenemos que renunciar al principio de la energía en su forma actual". Unos pocos dieras después su curiosidad había quedado satisfecha. "Otro fallo en la solución del problema de la radiación", informó. "El demonio me engañó cruelmente". Mientras que gran parte del chismorreo en las cartas no tiene importancia, Einstein hace algunas observaciones interesantes sobre Lenard. Después de que Laub ganara en 1908 la plaza de asistente de Lenard en Heidelberg, Einstein le felicitó rápidamente por el nombramiento y por el dinero que ello suponía. "Pero creo que la oportunidad de trabajar con Lenard es más importante que la plaza y el

dinero juntos", añadía. "Soporta los caprichos de Lenard". Es un gran maestro y un cerebro original. Quizás pueda ser socialmente bueno con un hombre a quien ha aprendido a respetar". Dos años después, cuando Laub había sido despedido, aparentemente, su opinión había cambiado. "Lenard está realmente loco", escribió. "Hecho enteramente de rencor e intriga". Sin embargo, ¡tu puedes jugar a ese juego mejor que él!. Y tu puedes abandonarle mientras que él tendrá que vivir consigo mismo hasta el fin. Haré todo lo que pueda para que consigas una plaza de asistente" La necesidad de "resolver realmente el problema de la radiación sin cuantos de luz" sobre la que Einstein había escrito a Laub en 1907 parecía tener bastante peso, porque tanto Lorentz como Planck continuaban resaltando que la teoría de la luz puramente corpuscular que ellos parecían postular fallaba en la explicación de muchos fenómenos observables. Sin embargo, Einstein se esforzó, tan intrigado como sus contemporáneos por solucionar el problema de las cantidades duales de luz que ni él ni ninguno de ellos podía aún resolver. Lo que consiguió hacer durante este periodo fue aplicar las fórmulas cuánticas de Planck a la vibración de los átomos, moléculas y sólidos, y explica las desviaciones de las leyes clásicas del calor específico de los sólidos. El hecho de que fueran necesarias diferentes cantidades de calor para calentar diferentes sólidos el mismo número de grados había sido difícil de explicar satisfactoriamente hasta ahora. Pero en "Plancksche Theorie der Strahlung und die Theorie der spezifischen Warme" (Teoría de la Radiación de Planck y Teoría del Calor Específico) Einstein abrió la puerta a una solución. Este paso decisivo condujo a un buen número de nuevas investigaciones experimentales, a las investigaciones por Nernst y sus seguidores sobre el calor específico a temperaturas muy bajas, y a la solución de problemas posteriores por hombres tales como Lindemann, Debye y Born. A la vista de ello, el trabajo no tuvo ninguna de las espectaculares implicaciones de la relatividad- para ese asunto, del "punto de vista heurístico" de que la luz podría consistir en radiación y partículas. Pero ni incluso Einstein podía organizar una revolución cada día. Y si su trabajo sobre la relatividad y el efecto fotoeléctrico fue la adición de un nuevo volumen al conocimiento humano, su trabajo sobre el calor específico es típico ya que, año tras año, continuó añadiendo una página o dos siempre que tenía oportunidad. Mientras tanto cada vez estaba más preocupado con otro asunto, tan íntimamente ligado a la filosofía como a la física, más nebuloso, pero incluso más fundamental. Era la nueva cuestión de la causalidad, dada por buena en una forma durante siglos por la mayoría de los científicos que pensaban que la explicación de cada suceso podría ser encontrada en sus condiciones anteriores. Las bolas de billar sobre la mesa se mueven según trayectorias que pueden predecirse una vez que se conocen los vectores que actúan sobre ellas; y si las ecuaciones relacionadas fueran, para una precisión rigurosa, las de la Teoría Especial en lugar de las de la mecánica Newtoniana, una misma causa produce el mismo efecto. Seguramente los movimientos de los átomos y de sus componentes, por infinitamente pequeños que sean, ¿podrían ser pronosticados una vez que

podamos cuantificar las fuerzas que actúan sobre ellos?. Esto no iba a ser así. Habían surgido dudas con el descubrimiento de la radioactividad y de la forma en que los átomos que componen un elemento se desintegranaparentemente sin razón y según un modelo que permitía a los estadísticos predecir el futuro de un conjunto de átomos pero no el de un átomo individualmente. Al principio parecía que esta predicción estadística podría ser similar a la predicción de como caería una moneda arrojada al aireutilizada solo porque no se conocen suficientes factores con la suficiente precisión para poder utilizar algo mejor. Una vez se conozcan los suficientes, será seguramente posible no solamente predecir estadísticamente el resultado de una serie de lanzamientos de moneda sino predecir en términos de causa y efecto el resultado de cada lanzamiento en particular. Seguramente, se dirá, los grandes designios de la naturaleza actúan según parecidas líneas causales, siendo únicamente necesaria información suficiente sobre las causas. Sobre este asunto, cuya importancia creció a medida que avanzaba el siglo, Einstein fue separándose cada vez más del conjunto de sus colegas. Mientras que ellos se desplazaban, él permanecía fiel a la actitud que había adoptado ya en 1907 y que contó en una carta de ese año a Philipp Frank, un joven austriaco, que acababa de doctorarse en la Universidad de Viena. En un artículo titulado "Kausalgestz und Erfahrung" ("Ley Causal y Experiencia") se puso a demostrar que la ley de la causalidad "no puede ser confirmada ni refutada por la experiencia; no porque sea una verdad conocida a priori sino porque es una definición puramente convencional". Einstein que mantuvo una abundante correspondencia con cualquier científico que tuviera intereses similares, escribió a Frank. "El aprobó la lógica de mi argumentación", ha dicho Franck, Pero él objetaba que únicamente demostraba la existencia de un elemento convencional en la ley de la causalidad y que no era una convicción o definición. El estuvo de acuerdo conmigo que, cualquier cosa que ocurra en la naturaleza, uno nunca puede probar que realmente se haya producido por la violación de la ley de la causalidad. Uno siempre puede introducir por conveniencia esta terminología para la que se ha hecho esta ley. Pero podría suceder que de esta forma nuestro lenguaje y terminología se complicara. Lo que Einstein estaba diciendo era lo siguiente: si todos los detalles de la velocidad de una moneda, masa, momento de inercia y otros factores relevantes fuesen conocidos en el mismo momento en el que está en el aire, si aún así todavía fuese imposible predecir por medio de las estadísticas de que manera caerá, no se puede decir que haya sido debido a un fallo de la causalidad. Simplemente existía otro factor de causa que no había sido considerado. Así con las leyes de la naturaleza, la reciente habilidad para entender sucesos en el mundo atómico sólo por términos estadísticos, floreció de las limitaciones impuestas por la ignorancia. En su debido momento, los científicos pueden aprender todos los hechos necesarios para que desaparezcan los

misterios. En 1907 fue difícil discutir que esto pudiera suceder así. Los argumentos no fueron desarrollados hasta pasada una década cuando el progreso de los físicos lentamente puso de manifiesto que al nivel atómico las leyes de causa y efecto dan vía a las leyes de probabilidad/posibilidad. Einstein permaneció tranquilo reconociendo que el trabajo de sus años recientes le había llevado a una nueva situación; estaba seguro de que " Dios no jugó a los dados con el mundo." Todo esto sucedió en el transcurso de dos décadas, entre el Einstein científico que establecía sus conexiones con los físicos más famosos de Europa y el Einstein, empleado de la Oficina de Patentes, que jugó el papel de un paisano cualquiera. La situación se estaba desarrollando de la manera más incongruente. Pero la reflexión no fue tanto de Einstein como del sistema, que aparentemente no pudo encontrar un lugar para él en el mundo académico. Los primeros pasos para remediar la situación se realizaron en 1907 - principalmente debido a la insistencia del Profesor Kleiner quien en 1905 había ayudado a conseguir el doctorado de Einstein en Zurich. Kleiner quería a Einstein en su equipo, pero durante los primeros años del siglo le fue imposible establecer una cita con el profesor en Suiza - o en la mayoría de otros países del continente antes de servir como privatdozent. Los poseedores de estos puestos, que no tienen equivalencia en Gran Bretaña o los Estados Unidos, impartían tantas clases o tan pocas como ellos quisieran y normalmente recibían sumas nominales de los estudiantes a quienes prestaban sus servicios. En 1907 Kleiner le propuso a Einsten que se presentara para cubrir un puesto de docencia privada en la Universidad de Berna, cuya carga de trabajo le permitiría combinarlo con su trabajo en la Oficina de Patentes. Einstein se aplicó para entrar en la facultad de física teórica, enviando como prueba de su habilidad la versión impresa del documento que le había hecho acreedor a su doctorado en Zurich. Con esta mezcla usual de impaciencia y optimismo él no esperó a conocer los resultados para escribir al Decano. " ya que me he decidido a dedicar mi tiempo a la enseñanza de manera lucrativa, si mi solicitud es aceptada" escribió al Profesor Gruner, Jefe de la Facultad, " me gustaría dar un curso capaz de desarrollar y estimular el interés de ciertos estudiantes. Tal vez resultara más lucrativo si mis conferencias fuesen un suplemento para sus dos clases." Sin embargo, iba a recibir un duro golpe. Su solicitud fue denegada, en parte porque fue demasiado escueta, " un ejemplo divertido de situación académica que se puede encontrar en cualquier parte del mundo," como más tarde comentó; en parte porque el Profesor Aime Forster no quería al privatdozent en su equipo. Probablemente hubo otras razones. El aura del gran hombre que había rodeado el nombre de Einstein desde 1919 cuando su trabajo sobre la Teoría General se hizo famoso, había ensombrecido su posición y naturaleza durante los años anteriores a la Primera Guerra Mundial. El Einstein de la primera década del siglo XX no fue solamente el científico de menores calificaciones académicas que había lanzado una obscura teoría al mundo. Fue también el hombre que no supo encajar o acomodar la falta de respeto de los profesores, el lanzador de ladrillos conversacionales, el extraño cliente judío, el hombre que

acercándose a los 30 años todavía prefería la compañía de los estudiantes. Sin embargo, alguien le ayudó. La solicitud "fue revisada poco después a petición del físico Kleiner de la Universidad de Zurich quien quería su nombramiento." De este modo Einstein comenzó su carrera académica a la edad de 29 años. Sus primeras clases en Berna como privatdozent fueron impartidas al final del invierno de 1908-1909. La materia fue " La Teoría de la Radiación". Solamente asistieron cuatro estudiantes y durante el siguiente curso el numero se redujo a un solo hombre. La formalidad fue desechada y las clases continuaron en la propia habitación de Einstein. Las contradicciones de su vida todavía continuaron de forma obstinada. El genio que había sido rechazado al principio por el ETH y que fue reemplazado por el oficial menor en la Oficina de Patentes quien en un solo tomo del Annalen der Physik había entregado los tres mayores logros al reconocido cuerpo de físicos. Ahora volvía a repetirse la situación por el aparentemente fracasado universitario a tiempo parcial. Pero una vez mas la situación estuvo a punto de cambiar. Los sucesos combinados dieron a Einstein un nuevo estatus, fueron la formulación del principio de la equivalencia, la base de la teoría de la Relatividad General y la llegada de dos documentos de Hermann Minkowski quien había abandonado Zurich en 1902 para trasladarse a Gottingen, los mismos que dieron forma matemática a la Relatividad Especial. El principio de equivalencia, que fue el primero en ver la luz del día en el documento " El Principio de la Relatividad y sus Consecuencias" publicado en dos tomos del Jahrbuch der Radioaktivitat und Elektronik en 1907 y 1908 surgieron de un problema que tenia preocupado a Einstein desde su formulación de la Teoría Especial en 1905. Esta teoría estaba completa por sí misma. Pero fué una característica, en la vida científica de Einstein, que la mayoría de sus principales logros surgieran directamente de sus predecesores. Cada avance primero se consolidaba y luego se usaba como base para un movimiento fresco dentro de un territorio inexplorado. En la Teoría Especial había demostrado que no había lugar para la palabra "absoluto" cuando se consideraba el movimiento. El movimiento era relativo, tanto si se trataba del movimiento de las estrellas en sus cursos como el de los electrones en el laboratorio del físico. Todavía, el movimiento al que se refería, era de una variedad limitada de aquí procede la palabra "especial" en la descripción de la teoría. Había tratado solamente un movimiento rectilíneo a una velocidad constante. En el mundo de la vida cotidiana, al cual se había aferrado con determinación, demostró con un tren moviéndose a velocidad constante, que era imposible descubrir la existencia del movimiento excepto mirando a través de la ventanilla y relacionando al tren con otro punto de referencia, pero esta situación se alteraba radicalmente si se producía un cambio en la velocidad del tren. La aceleración empujaría hacia atrás a un pasajero sentado de frente, o la desaceleración lo llevaría hacia adelante; de este modo se podría demostrar el movimiento de objetos inertes, por ejemplo un vaso con agua demostraría con claridad si se estaba produciendo un cambio de movimiento. De igual

manera, si se mantenía un movimiento constante en un movimiento circular, como por ejemplo un coche en un carrusel, entonces el tirón hacia adelante en el cuerpo (o en el vaso con agua) procedería de la varita que estuviera originando el movimiento. "Debido a esto," dijo Einstein al describir como habían evolucionado sus argumentos desde la Relatividad Especial hasta la Relatividad General, "debemos conceder un tipo de realidad física absoluta al movimiento no uniforme" Esta contradicción entre la relatividad del movimiento uniforme y la aparente no relatividad del movimiento no uniforme, entre el hecho de que la primera no tenía significado a no ser que se comparara con algo más, mientras que la segunda es obvia dentro de su propio marco de referencia, le preocupaba de gran manera. Tal y como había considerado el Dr. Sciama, "Esto no convencía a Einstein, quien sentía que la armonía de su teoría de la relatividad requería que todo movimiento debía ser igualmente relativo." Llegó a esta conclusión al considerar la equivalencia empírica de todos los sistemas inertes con respecto a la luz. Pero ahora se formulaba la pregunta epistemológica pura: "¿Por qué la relatividad afecta únicamente al movimiento uniforme?" No paraba de pensar en el tema, lo hacía sentado en su escritorio, en el tercer piso del edificio postal y telegráfico; por la noche bajando hacia el puente Kirchenfeld, viendo solamente en parte la magnífica extensión del Oberland ante él; y casualmente mientras mecía la cuna de Hans Albert, Einstein se negó a consentir que la contradicción permaneciera inexplicada. Se preguntaba que sucedía en el corazón de la inercia, ¿era la tendencia del cuerpo a resistir la aceleración? Al principio recordó a Ernst Mach, ahora con sesenta años, a un profundo escéptico de la teoría atómica, que había dejado de tener influencia, ignorado, y medioolvidado. "Yo estaba, por supuesto, familiarizado con la idea de Mach acerca de que la inercia no podía representar una resistencia a la aceleración, pero si una resistencia a la aceleración relativa a la masa de todos los demás cuerpos del mundo," él dijo. "Esta idea me fascinaba, pero no proporcionaba una base para una nueva teoría." Mach, que atribuía el movimiento de cuerpos terrestres a la influencia de las estrellas - "se deleita con la astrología pero es científicamente increíble," en opinión de Bertrand Russell para revivir la idea de Bishop Berkeley que afirmaba que las fuerzas centrifugas se debían a la misma causa. Einstein llegó a una conclusión similar por otro camino. Comenzó reflexionando sobre una fuerza que nunca había sido considerada como merecía, la fuerza de la gravedad. "Di el primer paso hacia la solución de este problema" - el de la aceleración- "cuando me arriesgue a incluir la ley de la gravedad en la Teoría Especial de la Relatividad," afirmó. Comenzó retomando el concepto de inercia de Newton, el mismo que hace que sintamos que el tren acelera o que hace que un cuerpo se salga de la línea recta de un columpio o de un carrusel. En primer lugar, "todo continúa en su estado de reposo o de movimiento uniforme en línea recta, a no ser que se obligue a cambiar de estado debido a la aparición de fuerzas imprevistas"; y segundo, cuanto más grande sea la masa de un cuerpo mayor tendrá que ser la fuerza necesaria para acelerarle o cambiar su curso. Estas

declaraciones formales constituyeron la quinta esencia de la experiencia diaria, la explicación de los científicos del hecho de ser más fácil lanzar una pelota de tenis que una bala de cañón y menos difícil poner en movimiento una rueda pequeña que una grande. Pero hubo una excepción a esta regla infalible, que venía a decir que era preciso aplicar diferentes fuerzas para mover objetos de masas diferentes. Esta excepción era la fuerza de la gravedad, esa misteriosa fuerza que había aparecido para llenar el espacio, la misma que hacía que todos los objetos fueran atraídos por la tierra. Hace más de tres siglos Simon Stevenus, Comandante de la Armada Holandesa, demostró que pesos diferentes - presumiblemente balas de cañón de tamaños diferentes- caían con la misma velocidad. Años mas tarde, Galileo repitió y depuró el experimento llegando a una revolucionaria conclusión: que la fuerza de la gravedad tiene el mismo efecto en todos los objetos a pesar de su tamaño o masa. La resistencia del aire pudo hacer que las balas de cañón y las plumas cayeran a velocidades similares, pero si se hubiera podido eliminar esta resistencia utilizando, por ejemplo, una aspiradora perfecta, las balas de cañón y las plumas habrían llegado igualmente al suelo al mismo tiempo, si se hubieran soltado a la misma altura proposición subsecuentemente considerada como correcta. La explicación propuesta por Newton para esta curiosa excepción a sus leyes de inercia resultó ingeniosa; la de Einstein también resultó ingeniosa. La explicación fue que la gravedad que existe, arriba en el cielo, para atraer a los objetos materiales hacia la tierra ejercía su poder precisamente en proporción a la masa. En objetos de masa pequeña, el "empuje" era relativamente pequeño; en aquellos de masa más grande, el "empuje" aumentaba extendiendo estas necesidades, todos los objetos son llevados a tierra con una aceleración de 9,8 m por segundo al cuadrado. Así la fuerza de gravedad actúa siempre contrarrestando a la fuerza de inercia- una proposición que Einstein intuyó que no se debía desaprovechar. Hubo otro aspecto en la explicación de Newton que le resultó difícil de aceptar. En términos Newtonianos, los efectos de la gravedad se transmitían instantáneamente a través del espacio, esta idea entraba en conflicto con la suposición de Einstein en la Teoría Especial y que considera que la velocidad de la luz es una velocidad límite en el universo. Cuanto más contemplaba este instantáneo y aparentemente fortuito balance entre el efecto de la gravedad y el de la inercia, menos le gustaba. Fue un accidente de la naturaleza que consideró demasiado extraño para ser realmente accidental, un momento afortunado, a él le parecía que el resultado se debía tratar de algo más que de pura suerte. Esta situación era la repetición de la que le condujo al documento fotoeléctrico y al de la teoría de la Relatividad Especial. En el primero, Einstein comenzó llamando la atención sobre las contradicciones encontradas entre las teorías corpusculares y las de campo con las que la ciencia se había conformado al relacionarlos con poco más de un comentario ocasional. Y en el famoso documento de la relatividad había comenzado llamando la atención a la contradicciones entre los aspectos observacionales y teóricos de la ley de inducción de Faraday. Con este tema,

y una vez mas, hubo un curioso estado de cosas, los mismos que la ciencia no había observado o había preferido ignorar. La reacción de Einstein fue típica. Vislumbró la situación en términos concretos, en el problema del "hombre en una caja", el mismo que aparece de diferentes formas en la mayoría de las disertaciones de la Relatividad General. La ilustración de Einstein fue básicamente simple - aunque ahora lo parezca más, ya que el hombre ha sido capaz de escapar del campo gravitacional de la tierra, que cuando lo hizo hace medio siglo cuando el viaje espacial era sólo una diversión teórica. En primer lugar Einstein se imaginó una caja cayendo libremente sobre un apropiado y largo pasaje. Dentro de él, el ocupante de la caja extrajo su dinero y llaves de su bolsillo y comprobó, después de soltarlos, que estos no cayeron al suelo. Hombre, caja y objetos fueron cayendo libremente en un campo gravitacional; esto fue un hecho importante, su situación física temporal era idéntica a la que se habría producido en el espacio, mas allá de cualquier campo gravitacional. Con esta idea, Einstein transportó mentalmente caja y ocupante a un punto en el espacio mas allá de la atracción de la gravedad. Hasta aquí, todo hubiese sido como antes. Pero luego se imaginó que la caja era acelerada, más que la situación virtual lo que importaba fue la consecuencia que pudo deducir. Ahora, dinero y llaves caerían al fondo de la caja. Habría ocurrido lo mismo si la caja hubiese estado en reposo en el campo gravitacional. Así el efecto de la gravedad en la caja en reposo fue idéntica con el efecto de aceleración mas allá del empuje de la gravedad. Es mas, resultó esclarecedor el pensar que si una fuerza centrifuga hubiera reemplazado a la aceleración los resultados habrían sido los mismos. Tal y como mas tarde describió el profesor Lindemann, un amigo de Einstein durante más de 40 años, seria tan imposible para el hombre en la caja "decir si estuvo en un campo gravitacional o sujeto a la aceleración uniforme, como lo es para un piloto de avión en una nube saber si esta volando recto o ejecutando un giro alabeado apropiado." Así el razonamiento lógico demostró que los efectos gravitacionales eran equivalentes a los de inercia y que no había manera de distinguir a la aceleración de la fuerza centrifuga de la debida a la de la gravedad. Al menos esto parecía ser así con dinero y llaves y otros objetos materiales. Pero ¿qué sucedería si en lugar de esto uno pensase en términos de luz? En este caso fue necesario cambiar el "experimento mental." Una vez más hubo una caja cerrada, pero en esta ocasión, en lugar de dinero y llaves, fue necesario imaginarse un rayo de luz atravesando a la caja de un lado a otro mientras ésta era acelerada. La cara de la caja opuesta a la de incidencia con el rayo se habría desplazado antes que el rayo de luz la alcanzara; dicha cara se encontraría con el rayo de luz en un punto más cercano al suelo de la caja que el punto del que partió. En otras palabras, el hombre de la caja habría observado una aparente doblez en el rayo de luz horizontal. En esencia los conceptos de las dos situaciones de Einstein - una producida por un movimiento no uniforme y la otra producida por la gravedad. - resultaron indistinguibles aunque en una utilizó trucos meramente mecánicos y en la otra electrodinámicos. Así, el rayo de

luz doblado que veía el hombre de la caja cuando estaba sometida a una aceleración, se vería de igual manera permaneciendo la caja en reposo pero situada en un campo gravitacional. Bajo un determinado punto de vista esto no era tan escandaloso como parecía. En 1905 Einstein había defendido la idea de que la luz no estaba formada por ondas sino por un chorro como si se tratara de una pistola de diminutas balas, la luz cuántica, la misma que luego fue bautizada como fotones. Después de todo, ¿por qué no debería actuar la gravedad sobre esta luz cuántica de la misma manera que lo hace sobre el resto de las cosas? Pero tan sólo contemplando la idea, sus implicaciones comenzaron a crecer como el genio de la lampara maravillosa. Para describir una línea recta había que observar el camino seguido por un rayo de luz, mientras que la base de la medida del tiempo era el intervalo empleado por la luz para pasar de un punto a otro. Así, si la gravedad actuase sobre la luz, el tiempo y el espacio tendrían dos configuraciones diferentes, una al ser observada dentro del campo gravitacional y la otra fuera del mismo. En ausencia del campo gravitacional, la distancia más corta entre los puntos A y B -el camino que recorrería un rayo de luz para viajar desde A hasta B- es una línea recta. Pero cuando el campo gravitacional está presente la línea recorrida por la luz no es la línea recta de la geometría ordinaria. Por lo tanto, no hay manera mas rápida de llegar de A a B que el de la luz a lo largo de este camino. La "línea de la luz" entonces es la línea recta. Esto podría no ser importante en los asuntos cotidianos del mundo terrestre, donde la gravedad de la tierra para todos los propósitos prácticos constituyó una constante ligada a la vida. Pero sí lo era para aquellos que miraban al sistema solar y a otros mundos más lejanos, donde el principio de equivalencia sugería que los habían estado observando a través de binoculares deformados. Parecía que la nueva idea de Einstein había dislocado la espina dorsal del universo. Todavía no sabía el verdadero significado de la gravedad. Aún no conocía las características del campo gravitacional, al menos de la manera en que se podían conocer las características del campo electromagnético al referirse a las ecuaciones de Maxwell. Sólo dos cosas parecían estar claras, una era que la gravedad no operaba como Newton lo había previsto; y la segunda fue que había llegado a ser "perfectamente sencillo que una teoría razonable de gravedad solamente podía ser obtenida por una extensión del principio de la relatividad." Justo como Relatividad "Especial" podría producir un recuento preciso de sucesos en un sistema de referencia que se moviera uniformemente respecto al observador, de este modo se podría conseguir una versión mas generalizada de la teoría al hacer que el sistema de referencia se moviera con una aceleración luego, la teoría debería automáticamente ser capaz de describir también el movimiento en un campo gravitacional. Por lo tanto, Einstein comenzó a observar los problemas, mas allá de la tierra, de la misma forma que lo había hecho con los problemas de átomos y moléculas. El trabajo le llevó su tiempo y fueron necesarios otros 8 años para que pudiera escribir la Teoría General, descrita en 1919 por J.J. Thomson, el presidente de la Sociedad Real, como "uno de los más memorables pronunciamientos

del pensamiento humano" que el mundo había conocido. La demora no fue causada por el compromiso de Einstein en otra investigación, pero sí por los problemas que implicaba dicha teoría. Su solución llegó con la ayuda de otros hombres, entre ellos Hermann Minkowski quien en 1909 transformó la Teoría Especial de Einstein en una útil herramienta matemática. Mientras Einstein trabajaba en su apartamento de Berna, ignorando la influencia llegaría a tener al igual que Marx en el Salón de Lectura del Museo Britanico, sucedieron importantes acontecimientos en Gottingen. Situado en las laderas de las Montañas Harz, sus viejas murallas plantadas con tilos, orgullosos de su universidad y de su espléndido jardín botánico sembrado por Albrecht von Haller, el pequeño pueblo todavía conservaba una fragancia de la Edad Media. Las ultimas memorias de Gauss y Riemann todavía se mantenían frescas como cuando empezaron el "gran y brillante periodo que las matemáticas experimentaron durante la primera década del siglo..., inolvidable para aquellos que lo vivieron." Entre sus héroes estuvo Hermann Minkowski, el hombre que había enseñado a Einstein en la ETH, el "perro vago" quien "nunca se preocupó de las matemáticas", como Minkowsi describió a Max Born. Minkowski, ruso de nacimiento, acababa de entrar en sus 30 años, exponía conferencias en Zurich. Sólo había sido un profesor mediocre, aunque a los 18 años, había ganado el Premio París de matemáticas. Era lógico que emigrase a Gottingen en 1902, de la misma forma que los físicos fueron al Cavendish, en Cambridge, liderados por Thomson y Rutherford. Minkowski fue el último Judío que, desde comienzos del siglo XIX, había contribuido a desarrollar las matemáticas. Karl Jacobi descubrió funciones parabólicas y Johann Rosenheim, continuando su trabajo,probando la existencia de las funciones Abel Jacobi. Georg Cantor, siguiendo a Rosenheim, desarrolló la teoría de los números "transfinitos". La contribución de Minkowski al desarrollo de la Relatividad Especial fue un único documento, "Ecuaciones Básicas para el Fenómeno Electromagnético de Cuerpos en Movimiento," publicado en el Gottinger Nachrichten en 1907; y, lejos de alcanzar los efectos, "Espacio y Tiempo," fue una popular disertación de la materia que había leído en el Gesellschaft Deutscher Naturforscher und Arzte en Colonia el 2 de septiembre de 1908. El efecto combinado por ambos iba a resultar inmenso. Minkowski no sólo dio un nuevo formalismo matemático a la Teoría Especial, también en la opinión de algunos, permitió a Einstein resolver los problemas de gravitación por medio de la Teoría General - "que él lo hubiera podido conseguir alguna vez sin contar con el genio de Minkowski es algo que nunca podremos saber," dice E. Cunningham. Minkowski introdujo significados frescos relacionados con viejas palabras familiares que trajeron un nuevo y confuso elemento esotérico a una ya de por sí difícil materia. El mismo Einstein describió la contribución de Minkowski como la aportación de ecuaciones en la que "las leyes naturales satisfaciendo las demandas de la teoría

(especial) de relatividad, asume formas matemáticas donde la coordenada del tiempo juega exactamente el mismo papel que las tres coordenadas del espacio." Para entender la importancia de lo anterior, es necesario tomar en consideración lo que realmente había logrado Einstein. Había demostrado que los fenómenos mecánico y óptico estaban relacionados con el movimiento del observador relativo al fenómeno observado. Mediante las ecuaciones de Lorentz había logrado demostrar la relación matemática existente entre tales observaciones realizadas por observadores moviéndose a diferentes velocidades relativas. Lo que ahora había demostrado Minkowski era que se podía describir un ilimitado número de diferentes situaciones del mismo fenómeno mediante una sola ecuación introduciendo el tiempo como una cuarta variable. Se utilizaron las tres coordenadas espaciales de la misma forma que en la transformación de Lorentz; pero la variable del tiempo ya no estaba representada por "t", sino por ,??--1,ct El resultado fue una ecuación que se refería al mundo "real", en el que las diferentes situaciones vistas desde distintos cuerpos en movimiento no fueron mas que expresiones parciales e incompletas; aún más, la curva obtenida al dibujar una serie de dichas ecuaciones representando un fenómeno contiguo en tiempo, representaría nada menos que una continuidad del mundo real - similar al del lobo y el perro de George Lewes, "el mundo externo parece una continua sucesión de olores." De esta forma, Minkowsi dio un formalismo matemático a lo que había sido una concepción física de la Relatividad Especial. Pero más importante, en algunos aspectos, resultó el lenguaje empleado para desarrollar su trabajo esencial en el contenido matemático donde se utilizó, pero resultando engañoso fuera de él a menos que se diera suficiente información adicional. Así a un suceso que se produce en un espacio tridimensional en un tiempo científico se describe como un "punto-mundo", mientras que una serie de sucesos consecutivos - el movimiento de un cohete, de un hombre, o de un electrón - se describe como una "lineamundo". Más significante y confuso es cuando al tiempo se describe como "la cuarta dimensión." Einstein fue muy consciente de la maravilla creada con tal idioma. "El no-matemático", escribió "está tomado por una agitación misteriosa donde él escucha las cosas de la 'cuarta dimensión' no como el producido por un pensamiento de lo oculto sino como un sentimiento. No hay proclamación mas general que aquella que considera el mundo en el que vivimos como un continuo tiempo-espacio de cuarta dimensión." El propio Einstein, cuyas explicaciones científicas tenían a veces una simplicidad extraordinaria, no llegaba tan lejos. Einstein no se explicaba que para el ciudadano común la palabra 'dimensión' significara una de estas tres medidas de un cuerpo representado por largo, ancho o alto, mientras que para el matemático significaba una cuarta variable, que lógicamente se debía introducir en cualquier ecuación que relacionara hechos, ya que estos ocurren no solo en el espacio sino también en cierto instante del tiempo. El cambio producido por Minkowski fue lo suficientemente claro - "partiendo de un 'suceso' en tercera

dimensión, espacio, la física llega a ser como sucedió, 'una existencia en el mundo de la cuarta dimensión,'" como Einstein había dicho. O como Jeans había escrito acerca del documento original de Einstein, "El estudio de los trabajos internos de la naturaleza pasaron del ingeniero científico al matemático." Einstein no tuvo dudas sobre las dificultades que podían presentarse en el mundo no matemático. "Desde que los matemáticos comenzaron a trabajar con la teoría de la relatividad, ya no puedo entenderla ni yo mismo," proclamó. "La gente en Gottingen a veces me sorprende," dijo en otra ocasión, "no es que ellos quisieran ayudarle a uno a formular algo claramente, sino que pretenden enseñarnos a los físicos cuan más brillantes son que nosotros." De todas formas, todo esto era una simple demostración de su entretenimiento exterior. El sabía, y en consecuencia enfatizó el hecho, que fue Minkowski quien además de transformar la Teoría Especial, también atrajo la atención de los hombres fuera del comparativo y pequeño mundo de la física teórica. El documento en el Gottinger Nachrichten había sido importante, pero resultó de influencia limitada. Más significativo fue verse implicado, en Septiembre de 1908, en el Deutsche Naturforscher und Artzte, un cuerpo utilizado por los científicos para difundir el conocimiento de sus disciplinas individuales entre una audiencia más amplia y que se reunió en Colonia. En esta ocasión Minkowski presentó su discurso sobre "El Espacio y el Tiempo" en donde,áun pasado medio siglo sus palabras de apertura todavía tenían un fino sonido: ¡"Caballeros! Quisiera exponer una serie de ideas sobre el espacio y el tiempo, antes de que ustedes desarrollen más el campo de la física experimental. En esto reside su fuerza. Su tendencia es radical. De ahora en adelante, el espacio y el tiempo por si mismos deberán perderse entre las sombras, mientras que solamente prevalecerá la unión entre ambos". Para Minkowski, la relatividad llegó a ser un factor clave de la vida. Tras realizar una visita con David Hilbert a una exposición de arte en Kassel, la esposa de Hilbert les preguntó cual era su opinión sobre los cuadros. "No sé," fue la respuesta. "Estabamos tan ocupados discutiendo la relatividad que ni siquiera nos fijamos en el arte." Minkowski fue uno de los más austeros y dedicados matemáticos. Fue el último hombre que popularizó la ciencia y la mostró a la galería. Aún así la relatividad sonaba como una trompeta de un modo todavía un poco incierto. Tenía solamente 44 años y al comienzo del invierno de 1908 no quiso ser escandaloso y especular sobre las perspectivas de la futura colaboración a largo plazo entre Minkowski en Gottingen y Einstein en Berna. Luego, a finales de año cayó enfermo. Le llevaron al hospital y murió de peritonitis el 12 de enero de 1909 arrepintiéndose en su lecho de muerte, conforme a una leyenda que se tiene por más que probable: "Que pena que tenga que morir en la era del desarrollo de la relatividad." El aumento de fama que Minkowski había proporcionado a Einstein, entre un gran circulo de científicos alemanes, se era ahora menos sorprendente que en 1907. En

retrospectiva es posible ver los documentos de 1905 de Einstein, el casi igualmente dramático de 1907 y el resultado de Minkowski de 1908, como componentes del aumento estable de la reputación que finalmente seria demasiado grande como para estar contenida por las cuatro paredes de la Oficina de Patentes. La pausa se produjo al año siguiente; al igual que ocurrió con el primer doctorado honorario de Einstein, su primera nominación profesional, y su primer y principal documento expuesto en la reunión anual de la Gesellschaft Deutscher Naturforscher und Arzte cuyos miembros habían asistido a la conferencia de Minkowski 12 meses antes. De hecho 1909 fue el año en el que se abrió la crisálida de la que surgió el profesor de física teórica, totalmente formado, completo en todos los temas, un animal independiente cuyas excentricidades alguna vez se definieron como las casualidades de una juventud demasiado casual, y que ahora se veían como la impronta de un genio. El primer hecho importante de este año, que dejó una huella en la vida de Einstein, fue una invitación a Ginebra, donde la universidad estaba celebrando el 350 aniversario de su fundación por Calvin. Se había decidido nombrar a Einstein doctor "honoris causa". Casi cuarenta años mas tarde, recordó que al recibir la carta de Ginebra pensó que era sólo una circular y la tiró a la papelera; solamente cuando Ginebra le solicitó una respuesta fue cuando rescató la arrugada invitación y la aceptó. En Julio Einstein viajó a Ginebra para recibir los merecidos honores, junto a Marie Curie, una mujer fuerte y decidida, "que en todo momento se sintió como una servidora de la sociedad"; a Ernest Solvay, el belga cuyos resultados en el mundo de la investigación química enriquecieron los congresos sobre dicho tema; y a Wilhelm Ostwald, quien pocos meses después ganó el Premio Nobel en Química por su trabajo sobre catálisis. No parece que haya sobrevivido referencia alguna que relate la visita de Einstein a Ginebra, los acontecimientos han llegado hasta nuestros días gracias a historias secundarias que le han dado un carácter mitológico. Ciertamente Einstein pensó acudir a varias ceremonias vestido de manera informal, posiblemente con el sombrero de paja cuya leyenda le acredita. La tradición cuenta que en un suntuoso banquete universitario se dirigió a su vecino diciéndole: "¿Sabe usted que habría hecho Calvin si hubiera estado aquí? Habría levantado una gran estaca para quemarnos a todos por tan pecaminosa extravagancia." Dos meses después de la visita a Ginebra ocurrió algo de mayor importancia. Durante el verano anterior Rudolf Ladenburg visitó a Einstein en Berna, un físico de Berlín que también fue oficial de la Naturforscher. El resultado fue una invitación para participar en la conferencia de la organización en 1909, en Septiembre Einstein abandonó Berna para dirigirse a Salzburgo, donde se celebró el acontecimiento. Los siguientes días fueron significativos, en esa ocasión antes de cumplir los 30 años - le dijo a su colega que "nunca se había reunido con un físico de verdad". En Salzburgo Einstein jugó su primer gran "conferencia como invitado" al presentarse ante un crítico y documentado auditorio. De este modo llegó a ser reconocido por el cerrado círculo de los pilares de la

comunidad científica. Por su parte, él también reconoció sus méritos. Entre otros estaban Planck, Wien, Rubens y Sommerfeld. "El último mencionado me causó un gran impacto", escribió en Laub el 31 de Diciembre "es un espléndido muchacho". En Salzburgo también se reunió por vez primera con el joven Ludwig Hopf, quien llegó a ser su ayudante tanto en Zurich como en Praga, y con Max Born de Breslau, el físico que tan profundamente escuchó a Minkowski en su disertación sobre "Tiempo y Espacio" en Colonia y que luego se reunió con él en Göttingen. A juzgar por los acontecimientos que más tarde sucedieron, era a Planck antes que a Sommerfeld a quien Einstein podría haber designado para una especial mención; esta casi veneración procesada por Einstein fue observada por Planck lo que hizo que regresara a sus valores alemanes en cuanto le fue posible. Desde 1900 ambos mantuvieron correspondencia, en un principio de manera no continúa, poco a poco Planck se fue impresionando por ese joven que tan audazmente supo asociar su teoría cuántica a nuevos campos. En 1908 Planck, un ferviente montañero -que a sus 60 años escaló los 3657 metros del Ortler- cuando se encontraba en Axalp, en el Bernese Oberland, se puso de acuerdo con Einstein para reunirse en dicho lugar, pero el plan tuvo un completo fracaso. Solo ahora, en Salzburgo, pudieron encontrarse los dos hombres cara a cara. La última postura de Einstein se ilustró 20 años más tarde. Consultado para contribuir en el prólogo de la publicación de Planck ¿Hacia Donde se Dirige la Ciencia?, "él dijo que sería presuntuoso por su parte presentar en público a Max Planck, por el descubrimiento de la teoría cuántica que no necesitaba la luz reflejada de ningún lumbreras que quisiera lucirse ante él. Esa fue la actitud de Einstein hacia Planck, expresada con genuino énfasis". En Salzburgo, trató el tema de la relatividad con Max Born, tres años menor que Einstein y todavía por lograr renombre. "Pareció algo realmente divertido" escribió Born posteriormente. Einstein fue mas allá de la Relatividad Especial, la que dejó para profetas menores, disertando sobre los nuevos enigmas surgidos por la estructura cuántica de la luz, y por supuesto sobre la gravitación y la Relatividad General que por aquel entonces no estaba preparada para una discusión general. Einstein sólo tenía 30 años y ya había agitado al mundo científico con una teoría esotérica sobre la que algunos de sus superiores todavía tenían ciertas dudas. No habría sido de extrañar que Einstein hubiera elegido un contertulio para dialogar sin problemas antes de una audiencia de alto poder. Pero este no fue el camino seguido por Einstein. Su tema se tituló "El desarrollo de Nuestras Visiones en la Naturaleza y la Constitución de la Radiación," lo que Wolfgang Pauli posteriormente describió como "uno de los hitos en el desarrollo de la física teórica." Su desafío vino pronto: Es innegable que existe un gran número de datos acerca de la radiación que muestran que la luz tiene ciertas propiedades fundamentales que se pueden comprender sin

esfuerzo desde el punto de vista de la teoría de la emisión Newtoniana más que desde el punto de vista de la teoría de ondas. Mi opinión es por tanto que la próxima fase de desarrollo de la física teórica nos brindará una teoría de la luz que pueda ser interpretada como una forma de fusión de las teorías de ondas y de emisión de partículas. El propósito de los siguientes argumentos es dar un fundamento a esta opinión, y mostrar cómo es indispensable un cambio profundo en nuestras observaciones de la naturaleza y de la constitución de la luz. Así este joven, un auténtico "doctor" sin cátedra a su nombre, hizo que los miembros de la audiencia cambiaran profundamente sus puntos de vista acerca de la luz y sustentó que ambos influyen; ¡tanto la onda como la partícula!. Fue Planck quien rompió el hielo para iniciar la discusión, probablemente habló en nombre de la mayoría: "Eso me parece dijo, "es un paso que, en mi opinión, todavía no se ha dado". El tema de Einstein se sostenía hasta lo esperado. Cuando planteó la ecuación E=MC2 en su segundo documento de la relatividad de 1905, demostró que la emisión de la energía en forma de luz produce un cambio en la masa, basado en la teoría corpuscular. Continuó argumentando que, el proceso elemental de emisión tiene lugar no como una onda esférica conforme con la teoría clásica sino como la radiación directa de una aguja. Este fue el punto que más irritó a Planck, como si fuera una venganza. Con los resultados de anteriores observaciones, quedo claro que sólo Einstein se atrevería a hacer esta propuesta. Entre la audiencia se encontraba Lise Meitner, una joven mujer de 31 años, alumna de Planck en Berlín. "En esa ocasión, todavía no había logrado asimilar las implicaciones completas de la teoría de la relatividad," escribió más de medio siglo después, ni la forma en la que esto contribuiría a una revolucionaria transformación de nuestros conceptos de tiempo y espacio. Durante el transcurso de la conferencia él sí lo hizo, tomó la teoría de la relatividad y de ella dedujo la ecuación: Energía = Masa x el cuadrado de la Velocidad de la Luz, y mostró que para cada radiación debe haber asociada una masa inerte. Estos dos hechos fueron innovadores y sorprendentes, de tal forma que incluso hoy recuerdo la conferencia como si hubiese sido ayer. Casi tres décadas después, en Navidad, paseando con su sobrino Otto Frish por los bosques de Estocolmo, Lise Meitner entendió la explicación de lo que Otto Hahn, un sucesor de Planck, había descubierto en Berlín: la fisión nuclear que junto con la ecuación de masa-energía de Einstein fue la clave de las armas nucleares. Einstein dejó Salzburgo después de la conferencia de 1909 para pasar unas cortas vacaciones en un país cercano y luego volvió a Berna. Pero en esta ocasión el retorno fue diferente. Ahora, a la edad de 30 años, logró por fin trabajar a tiempo parcial en la Oficina de Patentes y tomó posición de su primer puesto académico a tiempo completo. En 1908 se decidió por conseguir la cátedra de Física Teoría de la Universidad de Zurich y el profesor Kleiner, que había ayudado a Einstein a conseguir la plaza de

privatdozent en Berna, lo eligió para el puesto. De cualquier forma, el entusiasmo inicial de Kleiner decayó en parte, según parece, por la capacidad de Einstein para llegar a ser su peor enemigo. Según Philip Frank, el profesor que asistió a una conferencia de Einstein en Berna, afirmó que no le parecía encontrarse en el nivel estudiantil correcto. "Yo no solicité ser designado profesor en Zurich", exclamó Einstein. El incidente no fue ocasionado tan sólo por su brusca sinceridad, también pudo ocurrir que su objetivo estuviera en algo más grande que la Universidad. Durante el tiempo que fue una institución puramente regional, el ETH, donde Einstein se había graduado, y por la cual guardaba grandes sentimientos, era una organización federal, que mantuvo su situación en el más alto nivel educacional y con gran reputación. De cualquier forma el sentir personal de Kleiner percibía que algo más se estaba encubriendo. Su asistente fue Fiedrich Adler, el hijo de Víctor Adler fundador del partido Socialdemócrata Austríaco, que había sido compañero de estudios de Einstein en el ETH. El padre había enviado a su hijo a estudiar física en Suiza con la esperanza de resguardarlo de la política. Aún así fueron políticos los que a él se acercaron para conectarlo al mundo académico. Los miembros del Comité de Educación de Zurich tuvieron la última palabra en la designación de la nueva cátedra creada y la mayoría de ellos eran Socialdemócratas. En un mundo ideal esto hubiera sido irrelevante; no obstante, la cátedra se le ofreció a Adler. Este hecho no parecía haber inquietado a Einstein. El asunto del profesorado había "terminado en humo de lo cual me alegro" escribió a su amigo Laub. "Hay suficientes maestros de escuela además de mí." Por otro lado yo no he terminado aún. El joven Adler era un hombre de paranoica honestidad, y su propia forma de ser le llevó hasta la puerta del corral de ejecución unos pocos años más tarde. Cuando comprendió que Einstein podría haber aceptado el puesto que se ofrecía, manifestó claramente al Comité de Educación: "Si se puede conseguir un hombre como Einstein para nuestra universidad, resultaría absurdo designarme a mí. Debo decir franca y absolutamente que mi habilidad como investigador físico nunca igualaría a la de Einstein. Semejante oportunidad de conseguir un hombre de su talla para levantar y beneficiar el nivel general de la universidad no debería perderse por simpatías políticas." Adler en muchas ocasiones escribió con el mismo estilo a su padre en Viena. El 28 de Noviembre le manifestó que había hablado nuevamente con Kleiner, urgiéndole para terminar el prolongado asunto haciendo una firme recomendación de Einstein, y aclarándole: "Espero que esto concluya para Navidad." Durante este lapso de tiempo el mismo Einstein parecía haber investigado por cuenta propia otro puesto en la universidad. Escribió a Marcel Grossmann, preguntando si él le recomendaría para un puesto en la Universidad Técnica de Winterthur; asociado al Gymnasium del Zurich Kantonsschule para cubrir una vacante de maestro de matemáticas; y en más de una carta discutió con Laub los prospectos que aparecieron para cubrir puestos no universitarios. Habría sido feliz en cualquiera de dichos puestos conforme con la visión de sus 40 años. "Enseñar siempre es satisfactorio si uno tiene interés por la juventud," escribió después de la Segunda Guerra mundial

a una de las esposas de su joven amigo Balkan la cual inició su vida como maestra de escuela. "Yo lo habría hecho en mis años mozos pero no puede encontrar un lugar". De cualquier modo, mientras estudiaba su entorno, el honesto argumento de Adler tuvo su efecto. Pronto, al año siguiente, Einstein fue llamado a Zurich para ver a Kleiner quien, como escribió a sus amigos de Ehrats el 15 de febrero, "expresó muy graciosamente los sucesos del 'examen' e insinuó que algo maduraría pronto." Al parecer sólo quedaba una duda por resolver "Si no estoy obligado a permanecer aquí" + en la Oficina de Patentes - "por culpa del maldito dinero," Einstein prosiguió "mis perspectivas aparentemente serán de color rosa el próximo otoño. Sin embargo, durante el siguiente mes de abril se mantuvo pacientemente esperando. "Podrías creerlo," escribió Adler a su padre el 16 de Abril, según parece después del anuncio de la última serie de designaciones "Einstein no fue nombrado, y estoy contento porque no tuve que esperar mucho tiempo para comenzar mis vacaciones". Pero finalmente se llegó a un acuerdo para solucionar el problema de dinero y su nombramiento fue formalmente anunciado durante el verano siguiente. El 6 de Julio de 1909, pese a su resignación, fue conducido al Departamento Federal de Justicia y Policía por quien formalmente le había contratado. Según el texto de la Oficina de Patentes, Haller en principio rehusó tomar en serio el nuevo nombramiento. Cuando le forzaron a comprender que Einstein realmente intentaba dejar su puesto, escribió al Concilio Federal, haciendo una petición oficial para el finiquito de su empleado. "La partida significa una perdida para la oficina" escribió, "De cualquier forma, Mr. Einstein siente que la enseñanza y la investigación científica son su propio oficio y así el director de la oficina se ha abstenido de tentarlo a permanecer con mejoras financieras". Lo primero que hizo Einstein, en su retorno a Suiza tras la reunión de Salzburgo, fue supervisar el cambio de residencia de Berna a Zurich, para luego en Octubre tomar posesión de su puesto en la Universidad. Dos días después de haberse trasladado, y al haber olvidado notificar su cambio a las autoridades, escribió a Lucien Chaven, residente en Berna: "Le envío mi domicilio (Dietstbüchlein) y la licencia de residencia para que por favor comunique mi partida a la Policía y a la Autoridad de Distrito". CAPITULO 6 SUBIENDO LA ESCALERA El nombramiento de Einstein en Zurich fue el de profesor asociado y no como profesor titular, su salario era de tan solo de 4.500 francos al año, el mismo sueldo que recibía en la Oficina de Patentes. Debido a sus conferencias, en 1.910, aumentó en 1.000 francos, pero este incremento no compensó los crecientes gastos de un profesor universitario ni los altos costes de vida en Zurich. A diferencia de esta modesta posición, mas de una década después, consiguió los salarios deseados, Einstein continuó viviendo y trabajando con una escasa paga, sobrecarga de clases profesionales bajas, y para completar el sueldo, Mileva admitió en casa estudiantes en régimen de alquiler. "Con mi

teoría de la relatividad," alguna vez dijo a Frank, "he instalado un reloj en cualquier punto del espacio, pero en realidad encuentro dificultades para hacerlo en mi propia habitación." Aún así, Einstein logró su ruptura oficial con el mundo académico y su futuro pareció ser mucho mas claro y despejado. El futuro parecía ser una vida plácida en una o dos universidades Suizas, con responsabilidades crecientes con el tiempo, viviendo en una torre de marfil segura dentro de la ciudadela. De hecho, el futuro llegó a ser dramáticamente diferente. Durante cinco años Einstein estuvo atendiendo tres universidades en tres países y al ETH en Zurich, mucho más que el trabajo usual para cualquier científico de la época. En pocos años llegó a verse envuelto en las batallas del pacifismo, el forcejeo del sionismo y el papel creciente de la ciencia en los asuntos mundiales. De hecho, ya en 1939 ayudó con las armas nucleares. Sin embargo, esto no tuvo relación alguna con lo que él esperaba en 1909, como dijo después de 20 años, "derrochar todo el tiempo en la más solitaria persecución." Si hubo algún motivo para cambiar su vida, se debió a asuntos de su vida privada. La mutua paciencia de uno con el otro entre Einstein y su esposa se debilitó, y a Besso le escribió, unas pocas semanas después de su establecimiento en Zurich, que él no había recuperado el balance de su mente que "M" le había hecho perder. Esta situación forzó sus movimientos durante los siguientes cinco años desde Zurich a Praga, regreso a Zurich y luego a Berlín. Pero la intranquilidad de su esposa que accedió a mudarse a Praga aún en contra de su voluntad para permanecer en la capital bohemia, fue uno de los factores que motivaron su regreso a Suiza. También lo fue su propia ambición personal. Es normal pensar en Einstein como en una persona aislada de los problemas de la vida real, despreocupado por el dinero y por los honores e indiferente a la posición atín con su mundo. Más tarde, como el más famoso científico del mundo, esto solo sería producto de la casualidad. Pero antes, cuando estuvo, como TH Huxley alguna vez dijo de su propia carrera, solo "al margen de la aglomeración del hueco de la puerta de este gran teatro de tontos," tuvo razones perfectamente válidas para querer presionar y conseguir ser reconocido. Con su desorganizada vida, requería un mínimo de dinero para cubrir las rutinas del día a día y proporcionar paz y esparcimiento a su trabajo. Aparte de sus necesidades financieras, que justificaron el circunspecto movimiento entre un nombramiento y el siguiente, hubo una adicional, el dominio, razón de sus idas y venidas a lo largo de Europa durante los años anteriores a la Primera Guerra Mundial. Él fue, como con frecuencia dijo, el tipo de hombre que no trabaja bien en equipo. Por otro lado, su capacidad mental fue tal que sólo necesitó pequeños estímulos de otros colaboradores. Al mismo tiempo, prefería trabajar en un clima intelectual acorde. También, prefería, como dijo en alguna a carta a Janos Plesch, "estar cerca de los sitios donde el futuro se está forjando". (Haciendo una referencia alusiva a la Nieve, como el científico que "siente el futuro en sus huesos"). No es coincidencia que en Praga Georg Pick le encaminara hacia el aparato matemático que más tarde necesitó para su Teoría General de la Relatividad, cuyo trabajo completó durante el tiempo de guerra en Alemania entre una galaxia de talentos en la que se incluyeron hombres un

Sommerfeld, von Laue, Planck y Weyl. Algo de esto se pudo pronosticar como cambio de negocios en la vida académica por primera vez durante el otoño de 1909. Con su esposa y su hijo Hans Albert se mudo a un apartamento en Moussonstrasse en la parte alta de Zurichberg, y allí nació su segundo hijo, Eduard, en Julio de 1910. Los Adlers vivían en el mismo edificio. "Tenemos muy buenas relaciones con los Einstein, que viven en el piso superior al nuestro," escribió Frederich Adler a sus parientes el 28 de Octubre "y como la vida da tantas vueltas he llegado a compenetrarme con él más que cualquier otro profesor. Los Einstein viven la misma vida bohemia que nosotros. Ellos tienen un hijo de la misma edad que Annika que pasa muchos ratos con nosotros Cuanto más hablo con Einstein, lo cual sucede con frecuencia, más convencido estoy de que mi opinión sobre él es correcta. Entre los físicos contemporáneos él no es sólo el más puro sino el que tiene el cerebro más independiente y es cierto que la mayoría de los físicos aún así no entienden esta proximidad. Aparte de esto, él es un físico puro, lo que significa que está interesado en problemas teóricos lo cual desafortunadamente no es mi caso." Además, Einstein era popular como conferenciante. Esto se debía en parte a su falta de convencionalismos, en parte a su humor, en parte a los recuerdos del Gymnasium de Munich que hicieron que fuese imposible que encajara en el molde común del profesorado. Trató muy bien el problema de su primera conferencia, para ayudar a los estudiantes, según su viejo amigo de Aarau, Dr. Adolf Fish. "Él repetidamente le preguntó a la clase si le habían entendido. En el descanso le rodearon varios alumnos y alumnas que querían hacer preguntas. Con paciencia y amabilidad, trató de responderles." Él expuso en Zurich, regularmente temas de "Introducción a la Mecánica", de termodinámica, de teoría cinética del calor, de electricidad y magnetismo y de otros tópicos selectos de la física teoría. Usualmente se dirigió a estudiantes individuales más por el resultado del tibio interés en la física que por la falta de habilidad del maestro. Adler claramente resumió la situación después de que Einstein hubiera tomado posesión de su nombramiento. "Mis conferencias de matemáticas tienen una audiencia de tan solo cuatro interesados, lo cual es tan bueno como puede esperarse de una pequeña universidad como ésta. Pero la gente debe ir a escuchar a Einstein, a la vez que tienen que examinarse con él, y después de siete horas ya tienen más que suficiente. " Él era preciso y claro, rara vez usaba notas, y nunca tropezó como si fuera una conferencia improvisada. Su humor fue la forma silenciosa para ilustrar los puntos de sus tesis, algunas veces quijotescos y con frecuencia su humor irreverente deleitaba a sus estudiantes. Por otra parte fue uno de los pocos conferenciantes que abiertamente invitó a su público a que le interrumpieran si no existía claridad en alguno de sus puntos y esto fue obviamente por los recuerdos del Gymnasium Luitpold que aún permanecían fijos en su mente como le escribió a Chavan el 17 de Enero diciendo: "La enseñanza por si misma principalmente me da una gran sensación de placer porque percibo que mis chicos

realmente disfrutan de su trabajo." El sabor del profesor Einstein, ha llegado hasta nosotros gracias al Dr. Hans Tanner de Frauenfeld, quien escuchó las conferencias de Einstein durante muchos meses. "Durante todo este tiempo, hasta donde alcanzan mis recuerdos, Einstein solo se quedó atrancado una vez", dijo. De repente, se paró en mitad de la conferencia y dijo: "Debe haber alguna transformación matemática tonta que no puedo encontrar en este momento. Caballeros... ¿alguno de ustedes la ve?." Naturalmente ninguno de nosotros podía. "Vamos a avanzar un cuarto de página para no perder tiempo. La respuesta es la siguiente..." Unos diez minutos más tarde Einstein interrumpió en medio de una dilucidación. "Lo tengo". Al principio no sabíamos a que se refería. Pues bien, durante el complicado desarrollo de su tema había encontrado tiempo para reflexionar sobre esa transformación particular. Eso era típico de Einstein. También fue típico que cultivara una casual relación amistosa con sus estudiantes, poco usual en aquella época. Los reunía en el Café Terraza después del coloquio semanal de física, invitándolos a discutir sobre el enigma del universo y a la manera de la Olympia Academy poco más de una década antes. Einstein parecía un hombre feliz, exteriormente conforme con su estado financiero y satisfecho con la fama que había conseguido. El nicho en el que las circunstancias le habían colocado parecía satisfactorio. Tenía dieciséis años y medio cuando llegó a Suiza. Ahora tenía 31, toda una vida, y era un ciudadano suizo atado al país por los fuertes grilletes de todos los conversos, que ocultaron sus defectos y seriamente se convencieron que en su sistema de gobierno, el suizo había encontrado la clave democrática para su milenio político. Ocasionalmente viajó fuera de las fronteras y se codeó con otros miembros de la comunidad física internacional Planck de Berlín, Rutherford de Inglaterra, Poincaré de París- científicos revolucionarios que fueron cambiando la idea que el hombre tiene sobre el lugar donde vive. Aún su más tumultuoso mundo - el mundo de los laboratorios de Berlín, del College de Francia, y del Cavendish, lugares contra los cuales Zurich tenía un vago aire provinciano sentían su pequeña atracción hacia Einstein. El no necesitaba mas que lápiz, papel y una pipa, paz para el relax con su violín, un lago cercano para navegar, y la oportunidad de un apacible paseo en un paisaje agradable. Suiza, la tierra feliz, ofrecía todo esto. Esta fue ciertamente la situación al final de 1910, cuando el estuvo enseñando en Zurich durante poco más de un año. Entonces, durante los primeros meses de 1911 sus colegas escucharon la sorprendente noticia: Einstein dejaba Suiza por Praga. Esto fue, así lo anotó el autor suizo de su biografía "un doloroso revés para la ciencia suiza". Y hubiera sido aún más doloroso saber que Einstein había considerado su mudanza pocos meses después de haber llegado a la ciudad en Octubre de 1909. Así se puede entender claramente en la correspondencia entre Adler y su padre en Viena, a quien el hijo describió paso a paso los movimientos en detalle que precedieron al siguiente peldaño de la escalera de Einstein. Aunque Adler había rehusado el cargo en Zurich eventualmente tomado por Einstein, había continuado a la

espera de un puesto en la universidad. "Después de todo yo soy un físico y esto tiene sus desventajas por que cuando Einstein deja a la gente, se ve como una tragedia y yo no soy su sucesor, lo que nunca sería mi deseo," escribió el 23 de Enero de 1910. Esta fue una carta no jactanciosa de hijo a padre. Adler se ofreció como jefe de ediciones del partido Social Demócrata y fue el primero en ser incapaz de comprender porqué Einstein estuvo, como escribió el 15 de Febrero, "muy perturbado porque yo no continuara siendo un científico". La razón se aclaró al mes siguiente. "Einstein protestó enérgicamente por mi unión con el partido Voksrecht" le escribió a su padre, pidiéndome por lo menos que cancelara mis vacaciones para ese período. Y finalmente surgió algo más que nadie sabía; había recibido una oferta laboral de otra universidad. Me lo había dicho en secreto pidiéndome que no se lo contara a nadie. El argumento era que podía proponerme para su puesto mostrando ante todos su confianza, lo que quería hacer no por sentimientos de amistad personal sino por convicción imparcial. Esto fue muy grato para mí pero para nada alteró la situación. Exactamente un mes más tarde reveló a su colega que la oferta misteriosa era de la Universidad de Alemania en Praga, donde la facultad había propuesto su nombramiento de forma unánime. "Nadie más aparte de mi lo sabe, por tanto te solicito que no lo menciones", Adler escribió a su padre. Para Einstein había más de un atractivo en su nombramiento en la capital Bohemia, tercera ciudad Austro-Húngara con un espléndido conjunto de nobles palacios, parques reales e iglesias lujosamente decoradas. El primer rector de la Universidad había sido Ernst Mach. Y en Benetek, a pocas millas de Praga, Tycho Brahe, el danés que había guiado una gran era de la astronomía, había empleado al joven Keppler. Esta era una asociación que no podría ignorar un hombre con el bagaje de Einstein. Él no los habría ignorado aún después de conocer la compleja situación emocional, racial y política que se comenzaba a desarrollar en Praga. Fue entonces casi un animal político que llegaba tarde a la vida; más aún, que vino desde fuera de su propio mundo y consideró irrelevante y muy desagradable. Así, apenas conoció el hecho de que en Praga la disputa entre nativos y amos alemanes fue amarga y encubierta, o que la existencia de dos universidades en la ciudad germano-checa creadas como una solución de compromisos en 1888 fue sólo un indicio de todo lo que estaba ocurriendo. Además, era aparentemente desconocido para él, que una gran comunidad judía había sido durante años un importante elemento religioso y racial, basándose en una situación esencialmente política. Como en Zurich dos años antes, dos nombres principales se propusieron para la designación de Praga. Pero considerando que en Zurich la situación inicial había sido simple, cortar con el hacha de las lealtades políticas, las complicaciones en Praga fueron lo suficientemente numerosas para generar un ambiente de farsa. Por un lado estaba Einstein. Por el otro estaba Gustav Jaumann, profesor del Instituto Técnico Brno. La elección entre ambos se basó en la recomendación de Anton Lampa,

líder de la facultad de Física y fue oficiado formalmente por el Emperador a través del Ministerio de Educación. Lampa que favoreció a Einstein, influenciado como estuvo por la creencia de que lo moderno sería una prueba inequívoca de la teoría de Mach y no había duda por los consejos del propio Planck: "Si la teoría de Einstein resultara correcta, como yo lo creo, él será el Copérnico del siglo XX." El ministerio prefirió a Jaumann no solo por ser seguidor de la doctrina de Mach; si no además por la virtud de ser Austríaco. La situación fue mucho más complicada por las normas universitarias, que eliminaron la importancia de las publicaciones de los candidatos que gobernarían sus posiciones en las listas de ingreso. Los documentos de Einstein de 1902 lo lanzaron a la cima. Pero esto fue demasiado para Jaumann, un genio desconocido de estilo propio quien ahora se retiraba de la protesta racial: "Si Einstein ha sido propuesto como primera opción debido a que se cree que tiene grandes logros que lo acreditan, entonces yo no tengo nada que hacer en una Universidad que persigue después de la modernidad y que no aprecia los méritos." Él salió aparentemente para dejarle el campo libre a Einstein. Pero ahora surgía otro obstáculo. Mientras que el Emperador Franz Joseph tuviera una influencia directa en el nombramiento, podría ejercer su veto; y por todos era sabido que el Emperador confirmaría los nombramientos universitarios solo para los miembros confesos de una reconocida iglesia, estado de gracia del cual Einstein estaba excluido por sí mismo. Esta dificultad local afloró pronto, y el 23 de Junio Adler escribió a su padre diciéndole que el nombramiento de su amigo en Praga aún no era definitivo. Aunque Einstein nunca renunció oficialmente a su fe, y por tanto era técnicamente judío, en Zurich se extendió la idea de que para todos los propósitos prácticos él era un "ateo". Esta posición fue clarificada en una carta (no fechada pero aparentemente escrita el 23 de Junio) de la esposa de Adler, Katya, enviada a su suegro. "El Domingo Einstein vino y nos dijo que la oferta de Praga no se llevará a cabo" escribió ella. Hubo un segundo problema: ellos no querían "un foráneo." De cualquier forma, Adler creía que el problema no estaba en que Einstein fuera extranjero sino que fuera "ateo". La universidad descubrió el tema y este fue el inevitable resultado.... Ahora, Einstein era un chiquillo inexperto en estos temas y a Adler finalmente le decepcionó el hecho de que rellenase el formulario de solicitud contando que era ateo pero sin aclarar que no había abandonado la Iglesia. Como Einstein, muchos mas aspiraban al puesto de Praga, y como el primer obstáculo podía ser el aspecto religioso, Adler le recomendó que pasara todo el asunto a Lampa en Praga de forma que si alguna duda afloraba en la discusión, pudiera ser aclarada. Einstein no lo hizo; y ahora, a continuación de la carta de Lampa, podría haberlo hecho. Einstein naturalmente se decepcionó por el rechazo de su nombramiento lo que significaba que algo similar podría suceder con cualquier otra solicitud para la que se presentara. Que la actitud de Einstein fue más el resultado de su confusión que de escrúpulos agnósticos parece claro según se deduce de una carta que escribió, menos de dos años después, cuando Paul Ehrenfest se autoexcluyó de ser el sucesor de Einstein

declarandose rotundamente ateo. "Estoy francamente molesto de que tenga este capricho de estar sin afiliación religiosa", escribió Einstein, ya su amigo y admirador habría estado inmensamente alegre si Ehrenfest hubiera tomado su cátedra. "dejalo, por tus hijos. Ademas una vez que seas profesor aquí puedes volver a ese curioso capricho otra vez-; solamente es necesario durante un poco de tiempo". Sin embargo, en el verano de 1911, cuando Einstein era un año más joven, inocente parecía demasiado tarde para recobrar su propio puesto mediante tales habilidades mentales. Pero no se perdió todo. "El asunto está encaminado otra vez", escribió Adler a su padre el 23 de Septiembre; Einstein ha recibido una solicitud para visitar al Ministro de Educación en Viena, y salió de Zúrich hacia allí esta mañana. "quizás", añadía Adler, "Sería útil para él verte y discutir cosas contigo mientras está allí... En todas las cosas prácticas el es absolutamente no practico". Esta vez no hubo obstáculos, se evitaron las dudas imperiales y finalmente se confirmó el nombramiento de Einstein para la cátedra. Pero solo, después de que, de mala gana, aceptara adoptar la nacionalidad austrohúngara, lo que era necesario puesto que el nombramiento le convertiría en funcionario. Como consolación se le permitió mantener la nacionalidad suiza, así que por primera vez, pero no por última, pudo reivindicar los privilegios de la doble nacionalidad. Según Katya, Einstein deseaba "muchísimo" este nombramiento en Praga por varias razones. En Praga sería un profesor titular en vez de ser un profesor asociado; su salario, además, sería más alto, y los amigos que se reunieron con él en Praga comentaron sobre su mejor estándar de vida. En Berna la casa de Einstein se iluminada mediante lamparas de aceite. En Zúrich había gas. En Praga electricidad. Esto era algo más que un indicador del avance tecnológico; en Praga, los Einstein tuvieron por primera vez una doncella interna. Pero el motivo de la atracción de esta capital, donde las espadas de la enemistad entre crecos y alemanes se estaban ya afilando, se encuentra en las ultimas palabras de una carta de Einstein a Lucien Chavan escrita unos cuantos meses después de su llegada. "Estoy pasandolo muy bien aquí, aunque la vida no es tan agradable como en Suiza", escribió. Aparte del hecho de que soy un extranjero, el agua de aquí no puede beberse si no se ha hervido antes. La mayoría de los habitantes no hablan alemán y son antialemanes. Los estudiantes, tampoco son tan inteligentes ni trabajadores como en Suiza, pero yo tengo un buen instituto con una magnifica biblioteca. En cierto modo Einstein era como muchos otros hombres- el no perdía de vista su principal objetivo. Solamente que en su caso el objetivo no era hacer una fortuna sino mantenerse cerca de los recursos que más le estimulaban. A él le gustaba Zúrich y Suiza: pero ¿que hay en contra de "un buen instituto con una magnífica biblioteca?". El traslado a Praga se efectuó en Marzo de 1911, y ºEinstein se acomodó rápidamente en su nuevo puesto,

ayudado por Ludwig Hopf, su joven ayudante de Zúrich que se trasladó al Este con él. Permanecería en la ciudad menos de 18 meses, sin embargo la experiencia iba a ser importante. Aquí le obligaron a darse cuenta, por mucho que intentara concentrarse solamente en su trabajo, de la ambigua posición de los judíos en una comunidad ya dividida contra si misma. No tuvo más remedio que notar los sentimientos que se despertaron en muchos amigos judíos por el mero hecho de mencionar la causa sionista, así como los sentimientos germanófilos que ya estaban empujando a las Potencias Centrales hacia el precipicio de la Primera Guerra Mundial. En Praga tuvo como alumno a Otto Stern, el físico que le siguió a Zúrich en 1912, consiguió sucesivos puestos en Alemania, cruzó el Atlántico con la gran oleada de refugiados de los años 30 y reentró en la vida de Einstein dramáticamente durante los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial. Y en Praga Einstein comenzó a utilizar la maquinaría matemática que le ayudo a resolver los problemas de la relatividad general. Esta ampliación de sus capacidades vino gracias a George Pick, que era asistente de Ernst Mach y veinte años mayor que Einstein. Pick y Einstein tenían un mutuo interés por la música. Forjaron una fuerte amistad, y cuando Einstein le contó las dificultades que tenía, Pick le propuso que utilizara el cálculo diferencial absoluto de Ricci y LeviCivita. Los dos hombres se mantuvieron en contacto durante mucho tiempo después de que Einstein abandonara Praga, y,en Junio de 1939, con los alemanes ocupando ya la ciudad, Pick, que entonces tenía ya ochenta años, Envió a Einstein una larga carta comentando con añoranza el pasado. Murió, unos cuantos años después, en el campo de concentración de Theresienstadt. Comparativamente la vida de Einstein en la capital Bohemia es poco conocida, y el relato más completo es el de Philipp Frank, el físico austriaco con quien había mantenido correspondencia sobre el tema de la causalidad, en 1907. Frank se había convertido en un importante miembro del Círculo de Viena, un grupo que incluía a Carnap, Neurath y Moritz Schlick, que constituían el núcleo de los positivistas lógicos que señalaban "el requisito de Mach" de que cualquier afirmación valida tiene que poder comprobarse mediante experimentos físicos. Einstein aún creía intensamente en esto. Frank era un joven físico muy prometedor. Y cuando Einstein abandonó Praga en 1912, Franck, que tenía solo veintiocho años, fue nombrado en su lugar. De la narración de Frank y de los recuerdos aislados que el mismo Einstein contó a sus amigos al cabo de los años, una cosa queda muy clara. Esta es que respondió a los "aires políticos en que la ciudad estaba empapada" y a la situación en la que se encontraban los judíos de Praga. Por aquí los checos y los alemanes vivían en sus propios mundos cerrados. Los profesores de las dos universidades se juntaban raramente y los alemanes se aislaban de la mayoría checa dentro de su propio círculo cultural de conciertos, conferencias y teatros. "Sin embargo la mitad de los alemanes eran judíos, un hecho que tendía a conducirlos hacía una alianza mutua. "Por otro lado", señala Frank, Las relaciones de los judíos con los otros alemanes ya había comenzado a tomar un carácter problemático. Al

principio la minoría alemana en Praga había ofrecido su amistad a los judíos como aliados contra los arribistas checos, pero estas buenas relaciones estaban rotas cuando Einstein llegó a Praga. Cuando las teorías y tendencias raciales que más tarde llegaron a ser conocidas como el credo Nazi eran casi por completo desconocidas incluso en la misma Alemania, ya tenían una importante influencia en los Sudetes alemanes. De aquí que los alemanes en Praga estaban en una situación en cierto modo paradójica. Intentaban vivir en buenas relaciones con los judíos para tener un aliado contra los checos. Pero también querían ser considerados como totalmente alemanes por los alemanes de los Sudetes. Esta peculiar situación se caracterizaba exteriormente por el hecho de que los judíos y sus peores enemigos se reunían en los mismos cafés y tenían un circulo social común." Todo esto presentaba para Einstein una situación particularmente picante- un alemán renegado, Suizo por elección, que por aceptar un puesto en la universidad alemana había sido obligado a adoptar la nacionalidad Austro-Húngara contra sus propios deseos. Este fue el primero de los problemas no científicos que la dedicación a la física le iba a presentar. Lo resolvió convirtiendose abiertamente en un miembro de la comunidad judía aunque tendiendo a ignorar su origen alemán. La comunidad de Praga incluía a Franz Kafka, Hugo Bergmann, y al escritor Max Brod. La mayor parte de su actividad se centraba en la casa de Bertha Fanta, una ardiente Sionista, y mientras que su esfera de influencia era intelectual y artística más que política, el triunfo final del sionismo era aceptado casi como un hecho natural. A Einstein no le molestaba tal idea, y para él estos judíos formaban "un pequeño círculo... de entusiastas de la filosofía y el sionismo que estaban agrupados en torno a la universidad". Una cosa era estar relacionado con los asuntos de judíos en una capital extranjera, y otra cosa completamente diferente considerar el judaísmo y sus problemas a nivel mundial. Porque, en palabras de Philipp Frank, "los problemas de nacionalidad y de relaciones de los judíos con el resto del mundo le parecían solamente asuntos de pequeña importancia. Su alejamiento de lo que muchos judíos consideraban como la gran causa sin duda afecto a la figura de Einstein que Brod introdujo en su novela "La Redención de Tycho Brahe". Aquí el retrato de un joven Kepler tiene muchas de las características de Einstein. Frank asegura que Walther Nernst, profesor de química física en Berlín con quien Einstein se asoció posteriormente, le dijo a Einstein que leyera el libro: "Tu estas representado en el personaje de Kepler". Esto es significativo porque sugiere como consideraban no solamente Brod en Praga, sino Nernst en un periodo posterior, al Einstein que ellos vieron muy de cerca. Porque el personaje de Kepler-Einstein es el del científico en la cima de su capacidad intelectual, totalmente dedicado- en este caso a la generalización de la relatividad; despreocupado por el resto del género humano; solo ligeramente consciente del desorden que le rodeaba; y considerando la responsabilidad de la ciencia como una responsabilidad confinada a la arena científica. Algunas frase en el libro de Brod resumen al Albert

Einstein en el periodo medio de su vida; otras dan una pista de su malogro cuando desde 1920 en adelante se convierte en adalid de todas las buenas causas que llegan a sus oídos. Así el joven Kepler-Einstein comienza a inspirar al viejo Tycho Brahe con un sentimiento de respeto. La tranquilidad con la que se aplicó a su tareas e ignoró totalmente los gorjeos y lisonjas era para Tycho casi super humano. Había algo incomprensible en su ausencia de emoción, como un aliento de una lejana región helada... No tenía corazón y por consiguiente no tenía nada que temer del mundo. No era capaz de sentir emoción o amor. Y por esta razón estaba también naturalmente protegido contra las aberraciones de los sentimientos. Habría sido fácil considerar a ese hombre como un intrigante cuyo continuo éxito era debido a su astucia, pero estaba claro para Brahe "que Kepler era lo más opuesto a un intrigante; nunca persiguió una meta definida y de hecho despachaba todos los asuntos no relacionados con la ciencia como en una especie de sueño". La imagen de Kepler trabajando con su instinto de genio dentro de su propio caparazón científico, pero tirando todo por la borda cuando lo abandonaba, es una imagen no demasiado inexacta del Einstein de los últimos años, del hombre con dos talones de Aquiles: Confiar demasiado en la bondad de la gente y un inocente sentimiento, mantenido desesperadamente, de que las grandes investigaciones de la ciencia no solo deberían sino que podrían estar aisladas del mundo de la política y el poder. Extrañamente, el sentimiento sobrevivió incluso a Fritz Haber y a la Primera Guerra Mundial. No sobrevivió a su deseo de batir a los alemanes veinticinco años después. Pero todo llegará. En Praga hubo solamente un débil vislumbre del despertar de su conciencia judía, una consciencia que él mismo no reconoció hasta su llegada a Berlín. Esto queda claro no solo a través de Frank sino por el testimonio de Dimitri Marianoff, uno de los dos hijastros de Einstein. El mismo Einstein protestó enérgicamente contra la biografía de Marianoff- al igual que iba a protestar contra casi cualquier mención pública de su vida privada y gustos- pero hay pocos motivos para analizar los detalles no científicos del libro, que han venido obviamente de Einstein en evocador humor familiar. Marianoff considera importante el modo en que Einstein fue enfrentado contra su interior judío por las circunstancias de la vida diaria en Praga. " Una vez, en uno de sus paseos por la ciudad se encontró con un corto callejón que conducía a un viejo cementerio judío rodeado por un alto muro, preservado allí desde el siglo quinto", escribió. Mil años de historia de su raza estaba delante de él en las lápidas. En ellas había inscripciones en hebreo con grabados simbólicos de una tribu o un nombre. Un pez (fish) para Fisher, un ciervo para Hirsch, dos manos para la tribu de Aarón. Aquí encontró la losa, partida, astillada y desmenuzada de la tumba de Rabí Loeue, el amigo de Tycho Brahe, el astrónomo del siglo dieciséis por delante de cuya estatua, con el globo y la brújula en sus manos, acababa de pasar Einstein en frente del Svato-Tynsky Chram.

Lo que también solía recordar Einstein de Praga, según Marianoff, era "el solemne sonido del órgano en las catedrales católicas, los coros en las iglesias protestantes, las tristes melodías judías, los sonoros himnos Husitas, música folclórica, y los trabajos de los compositores checos, rusos y alemanes". Este era el mundo en el que buscaba relajarse, moviendose en una "especie de sueño" mientras que su mente se concentraba en el trabajo que le interesaba. Lo más importante dentro de este trabajo fue su continuo misterio de la gravedad. Durante toda su estancia en Praga trabajó firmemente en la solución de los problemas que presentaba, volviendo al principio de equivalencia y al "experimento mental" con las ideas que había tenido para comprobar su validez. El resultado fue otro artículo para el Annalen der physik. "En una memoria publicada hace cuatro años", comienza, "Intentaba contestar la pregunta de si la propagación de la luz se ve influenciada por la gravitación. Volví sobre este tema porque mi presentación anterior sobre él no me satisfizo. y por una razón más poderosa, porque ahora veo que una de las consecuencias más importantes de mi tratamiento anterior puede ser comprobada experimentalmente. Porque se deduce de la teoría que va a discutirse, que los rayos de luz, cuando pasan cerca del Sol, son deflectados por su campo gravitacional de modo que la distancia angular entre el Sol y una estrella fija que aparezca cerca de él queda aumentada aparentemente en casi un segundo de arco." Aquí estaba el Einstein esencial, insatisfecho con su trabajo anterior y preocupandose por él hasta que desenterraba la oportunidad de conseguirla evidencia experimental. La "teoría que va a discutirse" incorporaba la idea de como afectaba la gravedad a la materia del mundo físico. Sin embargo la materia, cómo ya había demostrado, era realmente energía congelada, mientras que los cuantos de luz, o fotones, eran partículas que habían transformado su masa en el proceso de conseguir la velocidad de la luz. Visto así parecía plausible, incluso sin el argumento lógico de Einstein de que la luz debería ser afectada por el empuje gravitacional tan ciertamente como una bala de cañón. De hecho Newton se había preguntado en su Opticks: "¿No actúan los cuerpos sobre la luz a una cierta distancia y por su acción sus rayos son desviados; y no es esta acción (coeaeteris paribus) mayor cuanto menor es la distancia?". El astrónomo alemán Soldner se había basado en la teoría de la luz corpuscular de Newton para predecir una desviación similar aunque este valor fue solo la mitad del que requería la teoría de Einstein. Pero había otra consecuencia que discutía Einstein ahora por primera vez. Si la luz se genera en una estrella o en el Sol, una zona de gravedad muy intensa, y después fluye hacia la Tierra, una zona de gravedad débil, su energía no se disipará mediante una disminución de su velocidad, puesto que esto es imposible y la luz siempre tiene la misma velocidad. Lo que sucedería, postulaba Einstein, sería algo muy diferente: cambiaría la longitud de onda de la luz. Este "cambio de Einstein", la suposición de que las

lineas espectrales de la luz del Sol cuando se comparan con las correspondientes lineas espectrales de las fuentes de luz terrestres, deben estar algún tanto desviadas hacia el rojo", fue explicado con algún detalle. Sin embargo, tuvo cuidado de añadir la limitación de "como otras influencias (presión, temperatura) afectan la posición de los centros de las líneas espectrales, es difícil conocer si la influencia del potencial gravitacional deducido existe realmente". De hecho la desviación Doppler, producida por el movimiento de las estrellas respecto al sistema solar, iba a producir una complicación adicional aún más importante. En vez de esto Einstein se concentro en la deflexión de la luz por el Sol, y su artículo terminaba con un párrafo profético: "Un rayo de luz que pase cerca del Sol sufrirá por lo tanto una desviación de 4x10E-6 segundos de arco. La distancia angular de la estrella respecto al centro del Sol parece incrementarse en esta cantidad. Como las estrellas fijas en la parte del firmamento en las proximidades del Sol son visibles durante los eclipse totales de Sol, esta consecuencia de la teoría puede ser comprobada experimentalmente. Con el planeta Júpiter el desplazamiento esperado sería 1/100 de la cantidad dada anteriormente. Sería muy deseable que los astrónomos consideraran esta cuestión aquí manifestada. Porque aparte de cualquier teoría permanece la cuestión de si es posible, con los equipos disponibles actualmente, detectar una influencia de los campos gravitatorios en la propagación de la luz. El artículo de 1911 tenía una importante limitación. Porque lo que consideraba era un, y solo un caso especial de los efectos de la gravedad: que la gravedad tenía la misma fuerza y dirección en todo el espacio que estaba siendo considerado. Esta era una simplificación que ayudaba a Einstein a desarrollar la teoría, pero le preocupaba, parcialmente por su artificialidad y parcialmente porque se daba cuenta que su retirada- y la consecuente creación de una teoría más de acuerdo con la realidad- requeriría unos conocimientos matemáticos que no estaban a su alcance. A pesar de esta limitación, que finalmente le condujo a profundizar en el mundo de las matemáticas, y que de algún modo embotó el sentido intuitivo de la física que era su verdadera genialidad, el artículo de 1911 fue importante por una razón especial. En él, Einstein lanzó el guante a los experimentalistas: ¿Era la luz desviada por la gravedad cuando pasaba cerca del Sol?. Seguramente esta era una pregunta a la que sería posible contestar con un claro si o no?. No era tan sencillo como eso; pero desde 1911 en adelante señaló, con creciente insistencia, que había un modo de probar o rechazar experimentalmente una teoría que había sido elaborada por la lógica pero que en su base no había mucho más que una corazonada. Mientras continuó trabajando en Praga. Y ,ademas, por el nuevo status que estaba adquiriendo comenzó a recibir, en número creciente, invitaciones para conferencias. En Enero de 1911 Lorentz le invitó a Leiden, y el y Mileva permanecieron con la familia Lorentz el mes siguiente. Poco después le invitaron a una importante conferencia científica, el Primer Congreso Solvay, (The Conseil de

Physique Solvay normalmente se traduce al inglés como Solvay Congress. Sin embargo, Jean Pelseneer, Professeur Extraordinaire, Université Libre, Bruselas, y el autor de una no publicada "Historique des Institus Internationaux de Physique et de Chimie Solvay depuis leur fondation", señala que mientras "Congress" engloba una gran número de científicos u otros, el plan de Solvay era casi el contrario- la invitación de un pequeño número de hombres representando a la crema de los físicos europeos. Se sugiere "Council" o "Conferencia"- pero "Congreso es en esta época probablemente demasiado bien conocido como para que pueda cambiarse). celebrado en Bruselas entre el 30 de Octubre y el 3 de Noviembre de 1911. Einstein el suizo exalemán, asistió como austro-húngaro. El Congreso Solvay, el primero de muchos, fue organizado por el industrial y químico belga Ernest Solvay, instigado por Walther Nernst, una destacada figura en la jerarquía científica alemana. Solvay era un hombre hábil, ya en los setenta, que había patentado su propio proceso de fabricar sosa y cuyas compañías informaban estar fabricando los nueve décimos de la producción mundial. Había estado en contacto con Nernst durante largo tiempo, quien le propuso la idea de utilizar una parte de su gran riqueza por el bien de la ciencia. El hobby de Solvay era el desarrollo de una nueva teoría física y Nernst le indicó que si organizaba una conferencia con físicos destacados de Europa, el podría presentarles un bosquejo de su teoría. Después podrían analizar entre ellos, en una serie de artículos, la crisis de la física que había sido introducida durante la década anterior por la teoría cuántica, el descubrimiento de la radioactividad, y las investigaciones sobre el átomo. Solvay respondió, y en Otoño de 1911 una veintena de los físicos europeos más importantes llegaron a Bruselas. Sus dietas habían sido pagadas, se les dio alojamiento en el hotel Metropole, en el que habían sido reservadas dos habitaciones para el congreso, y a cada uno se le dio unos honorarios de 1000 francos por su asistencia."Toda la empresa me agrada mucho y tengo pocas dudas de que usted sea el instigador", dijo Einstein al aceptar la invitación de Nernst y aceptar la lectura de un artículo. No fueron estos pródigos adornos, sino la categoría de los que fueron a Bruselas, los que hicieron al Congreso más importante para Einstein que para cualquier otro de los que asistieron. Planck, Nernst y Rubens llegaron de Alemania; Poincaré, Madame Curie y Langevin de Francia; James Jeans y Rutherford de Inglaterra mientras que de AustriaHungría fueron Einstein y Franz Hasenöhrl, al que posteriormente se le atribuyo equivocadamente la ecuación de la masa-energía de Einstein. El mismo Lorentz presidió el congreso al que también asistió Kamerlingh Onnes de Leiden. Maurice de Broglie de París, Gold Schmidt de Bruselas y Frederick Lindemann, entonces estudiante con Nernst en Berlín que actuaron como secretarios. Fue muy diferente de la reunión de Salzburgo. Aquí Einstein fue presentado a una conferencia de "solo expertos" cuya calidad puede ser calibrada por la fotografía que sobrevivió en el Metropole a dos ocupaciones alemanas. Muestra un sorprendente grupo de hombres- y una mujer- verdaderos revolucionarios del siglo veinte. En Bruselas Einstein se reunió con Planck, Nernst y

Lorentz de igual a igual por primera vez. Aquí también se reunió con Madame Curie, entonces en la cima de su fama, y con Ernest Rutherford, compendio del enorme granjero Neozelandés buscando la forma de conseguir nuevas tierras para cultivo- pero esta vez en los inexplorados territorios de la física. "Einstein todo cálculos, Rutherford todo experimentos", fue la conclusión de Chaim Weizmann, (Einstein, escribía alrededor de cuarenta años después a Carl Seeling y comentaba: "Yo me concentro en teorías especulativas mientras que Rutherford consigue llegar a profundas conclusiones en base a una casi primitiva reflexión combinada con métodos experimentales relativamente simples"), el hombre tan próximo científicamente a Rutherford durante la próxima guerra como cercano a Einstein en el movimiento Sionista de la postguerra. Existían otros contrastes entre los dos hombres, resaltado por el hecho de que Rutherford nunca perdió enteramente un cierto escepticismo cuando trataba con extranjeros. Así cuando Wien dijo que ningún anglosajón podría entender la relatividad, Rutherford dio una rápida respuesta: "No. Ellos tienen demasiado sentido común". En Bruselas también se encontraron dos hombres que, irónicamente, ocuparían puestos muy diferentes durante la Segunda Guerra Mundial: Einstein acreditado popularmente con la influencia más importante en la creación de las armas nucleares, y Lindemann (mas tarde Lord Cherwell), acreditado más acertadamente, como la eminencia gris de Churchill, con una influencia similar sobre la ciencia británica en tiempos de guerra. Lindemann que tenía solamente veinticinco años cuando se celebró el Congreso Solvay, afrontó un futuro distinguido y veleidoso, tan diferente del de Einstein como el de un hombre de mundo del de un recluso provincial, iba a convertirse en un fiel amigo y admirador devoto. "Recuerdo bien a mi co-secretario, M. de Boglie, diciendo que de todos los presentes Einstein y Poincaré organizarían una clase por si mismos", escribió casi medio siglo después. Su primera reacción la cuenta en una carta a su padre. "Me llevo muy bien con Einstein, quien con excepción de Lorentz es el que me ha causado la mejor impresión. Se parece bastante a Fritz Fleischer "en mal", pero no tiene la nariz judía. Me dijo que si iba a Praga que fuera a verle y me quedara con él y casi le pido que viniera a vernos a Sidholme. (La casa de Lindemann en el Sur de Devon)... El dice que sabe muy pocas matemáticas, pero parece haber tenido un gran éxito con ellas.".. El biógrafo de Lindemann dice que "Observando de cerca a este tímido genio, (él) se formó una opinión del carácter de Einstein que nunca revisó. Vio allí al encumbrado intelecto que le hacía a ojos de Lindemann el mayor genio del siglo, pero también vio una patética ingenuidad respecto a los asuntos de la vida cotidiana. Einstein se le aparecía como viviendo en un universo de su propia creación, y casi necesitado de protección cuando contactaba con la esfera mundana. En todos los asuntos de política era como un niño desorientado, y prestaría su gran nombre para causas sin

valor y que el no entendía, apoyando muchos ridículos manifiestos políticos y de otras clases puestos delante de él por personas intrigantes." Sin embargo los dos hombres estaban unidos por una cosa: la idea de que los seres humanos contaban poco comparados con los esplendidos problemas de la física. Lindemann, según un colega, "disponía de tiempo para unos pocos Duques y unos cuantos físicos, pero miraba a la mayor parte del resto de la humanidad como pequeños animales peludos". Sustituyendo "pacifistas" por "Duques" podríamos decir lo mismo de Einstein. El tema del Congreso fue la radiación y los cuantos, y Einstein contribuyo con un artículo, "El estado real de los problemas del calor especifico" que trataba el argumento fundamental que había utilizado para explicar las anomalías del calor específico a bajas temperaturas. La reacción de Madamme Curie fue típica. Ella "apreciaba la claridad de su mente, la agudeza con la que dirigía sus actos, y la profundidad de sus conocimientos". Muchos de los demás asistentes sentían algo parecido. Mientras se desarrollaba el Congreso, Einstein se vio envuelto en un típico embrollo Einsteniano. Surgió por su presteza en abandonar su cátedra en Praga a la que había sido nombrado solo ocho meses antes. La actitud de Mileva jugó de su parte. Aunque ella disfrutaba con la vida en Suiza, queda claro por las cartas enviadas a Adlers que ella aprobó el traslado a Praga, así que la presteza en desarraigarse otra vez, y tan rápidamente, parece sorprendente a primera vista. Franck, que iba a suceder a Einstein en la universidad alemana, ha dado una explicación. Hasta cierto punto, ha dicho, fue ciertamente el deseo de su primera mujer que estaba acostumbrada a Zurich. Ella había encontrado difícil el adaptarse a la vida de Praga. Esto era extraño ya que ella era por nacimiento una mujer yugoslava. Pero había ido a Suiza de estudiante y no fue capaz de adaptarse por segunda vez. La misma Mileva, escribiendo desde Praga- aparentemente a la esposa de Michelangelo Besso cuando supo que se iba a marchar, dijo que pensaba que no iba a tener "morriña" de Praga. Pero, continua, algunas cosas agradables han sucedido. Sin embargo, Einstein no era un hombre que pudiera ser fácilmente manejado por los sentimientos de su esposa; fuera lo que fuera lo que Mileva hubiera pensado de Suiza, era otro el país hacia donde se volvían sus ojos. La razón, como tantas veces con Einstein, puede encontrarse en la respuesta a la pregunta: ¿Cual sería el efecto del traslado sobre su trabajo científico?. En Praga se hallaba la "buena biblioteca" y tenía contacto con mentes tales como George Pick. Pero el entusiasmo de las primera semanas desapareció pronto. Su hijo mayor, que tenía solo seis años en esa época pero recuerda vívidamente como explicaba su padre posteriormente la situación, aporta una razón. "El tenía", dice, "que enseñar física experimental. Y siempre estaba feliz cuando algo iba bien". Esto no era en absoluto lo que Einstein había convenido. Le gustaba el contacto con jóvenes estudiantes. Era feliz explicando la emoción de la física. Pero le gustaba hacer esto cuando a él le apetecía, y le gustaba mantener fuera de la rutina el trabajo experimental. De hecho el no encajaba en un cátedra universitaria normal, y si tenía que

encargarse de una, deseaba que las condiciones fueran más flexibles de lo que lo eran en Praga. "Deseo mi paz", explicaría una década más tarde. El la deseaba incluso en 1911; paz en la que pensar y llegar a alcanzar las estrellas. En Praga era difícil conseguirla. Al cabo de unos cuantos meses de su llegada, se preparaba para marcharse. Las circunstancias se describen en una larga serie de cartas entre Einstein, Lorentz y el Profesor Julius de la universidad de Utrecht, el físico solar a quien Einstein respetaba como "un hombre de visión clara y espíritu finamente artístico". No es fácil absolver a Einstein de alguna tortuosidad en la situación que ellos señalan. Sin embargo, la evidencia es circunstancial y en gran parte puede ser explicada por la confusa simplicidad con que manejaba los asuntos no relacionados con la física; en este caso fue, para él, una confusión singularmente afortunada. El 20 de Agosto de 1911, unos dos meses antes del Primer Congreso Solvay, el profesor Julius informó a Einstein que el profesor Windt, profesor de física de la universidad, había muerto a primeros de mes. "Nuestra universidad y el interés de la física estarían mejor servidos si fuera posible para ud hacerse cargo de la cátedra," escribió. Pero varios miembros de la facultad estarían en contra del nombramiento de un extranjero, y su carta, por tanto, sería considerada solamente como un sondeo extraoficial. Einstein contestó señalando que solamente hacía cuatro meses que estaba en Praga, donde se había aclimatado, y preguntó a Julius el "considerar a otros colegas para la vacante." Sin embargo, era en este tiempo un "pez" científico bastante importante digno de ser pescado cuidadosamente con caña. El mes siguiente, Julius lo intentó otra vez después de que los miembros de la facultad tuvieran una reunión. Escribió, "simplemente fue inconcebible no mencionar tu nombre en nuestra reunión". "Todos acordaron de forma absoluta de que tus razones para rechazar no eran decisivas y que debería hacer otro intento de convencerte." Einstein contesta sugiriendo que quizás, después de todo, las atracciones de Praga no eran realmente tan grandes. Recordó sus conferencias en Leiden la primavera anterior y se fijó cómo todos estaban encantados con él, además del incomparable Lorentz. Y estaba "pensando seriamente" aceptar la oferta de Utrecht, añadió. Pero había un punto que Julius bien pudo haber tomado como un aviso. "Debo contarte una cosa más," continuó Einstein. "Antes de marcharme de mi casa de Zurich para ir a Praga, personalmente prometí avisar al Polytechnic de cualquier otra dirección de correos que pudiera tener de manera que pudieran contarme si tenían conocimiento de alguna vacante." Las implicaciones de esto pudieron haber estado claras para Julius, quien acababa de recibir una carta de Lorentz diciendo: "Einstein solamente prefiere Praga porque tiene una pequeña esperanza de ir al Polytechnic." Pero aún se apresuró, escribiendo el 27 de Septiembre que esperaba que Einstein estuviera "más convencido con las perspectivas de Utrech que con las de Zurich," y a continuación con otra carta el 11 de Octubre diciendo que todavía estaba esperando una contestación de Einstein. Einstein, finalmente, contestó el 18 de Octubre. Se disculpó por el largo retraso y explicó que había estado fuera durante tres semanas, la primera en el "Gesellschaft

Deutscher Natur forsches und Ärzte" en Karlsruhe. Después había estado en Zurich "tomando parte en unos cursos de vacaciones." Y en Zurich se había enterado de que el Polytechnic quería ofrecerle un puesto, aunque añadía que, en realidad, era poco probable que siguiera adelante con la oferta. Pero pidió a sus conciudadanos después de todo él era un ciudadano de Zurich- un poco más de tiempo para recomponer su mente respecto a lo de Utrecht. Esta era la situación cuando a finales de Octubre fue a Bruselas para el Congreso Solvay. Lo que se acababa de decir allí sobre la cita de Utrech no es cierto. Pero está claro que Lorentz, al que sus colegas alemanes le habían pedido que utilizara su influencia con Einstein, arregló la misión, además Einstein apoyó la elección de Peter Debye, el físico alemán que había tomado su Cátedra en la Universidad de Zurich el año anterior. También insistió en los derechos de Debye cuando fue a Utrecht desde Bruselas para reunirse con Julius antes de regresar a Praga; y desde Praga el 15 de Noviembre, escribió a Julius rechazando finalmente el puesto de Utrecht. En esta contestación Einstein agradeció a Julius su amable acogida en Utrecht. "Esa agradable experiencia personal," continuó, Ha hecho más difícil mi decisión final estando aquí, pero ahora he decidido finalmente. Ponte bajo mi punto de vista. Aquí tengo un instituto amplio, una librería preciosa y no tengo dificultades con el idioma, lo cual, con mi dificultad en aprenderlos, ha influido fuertemente en la escala. Considera, también, los escrúpulos personales de los que te hablé y de los que no puedo olvidarme. Entonces entenderás mi decisión y no me lo tendrás en cuenta. Sin embargo, puedes estar seguro de que me fue extremadamente difícil rechazar la ocasión de entrar en tu círculo, tan agradable tanto cultural como físicamente. Nada más regresar escribí a Debye y he recibido su contestación diciendo que la oportunidad de regresar a su Patria bajo condiciones tan agradables le proporciona gran placer. Mi alta opinión sobre él ya la conoces, por lo tanto no es necesario repetirla y solamente necesito decir que estoy muy contento de su aceptación por la universidad. En efecto, no hay duda de que estaba muy contento. Se había insensibilizado por la oferta de Zurich, la que había mencionado a Julius algunas semanas antes sin darle importancia. Las autoridades ya habían escrito a Madame Curie y a Henri Poincaré de la conveniencia de Einstein para el puesto, y ahora llegó a Praga una carta de Marcel Grossmann contándole que estaba progresando. "Naturalmente, estoy a favor de aceptar una Cátedra de Física teórica en su Polythechnic," contestó. "La perspectiva de regresar a Zurich me proporciona gran deleite. Esta perspectiva me ha causado tener que rechazar, en los últimos pocos días, una oferta de la Universidad de Utrecht." Esta no era exactamente la versión que le había dado a Julius. La correspondencia de Einstein con Lorentz da a entender una cierta inquietud. "Por ahora has deducido, a pesar de mi largo silencio desde tu última carta, que no se ha proyectado la menor sombra en nuestra relación por el

asunto de Utrecht," le escribió Lorentz el 6 de Diciembre. "Me gustaría insistir una vez más en que la cuestión no es si has herido mis sentimientos, estoy convencido de que has tomado el camino que consideras correcto. No voy a negar que estoy muy deprimido con el resultado de tu negociación con la facultad de Utrecht, pero no es tu culpa; sino cosas del destino que no ha querido tratarte favorablemente esta vez. ¡Aunque solamente te hubiera escrito al principio! Pero no fue posible ya que soy muy reservado en Utrecht, y con razón. Mientras tanto supuse que estabais en contacto, pero no lo sabía. Porque me lo imaginaba, el día antes de salir para Bruselas le comenté a Julius que tu y yo podíamos reunirnos (Le vi en la Conferencia de la Academia). Inmediatamente recibí permiso para hacerlo, así como para intentar persuadirte de que aceptes. De esta forma he esperado para poder hablarte de la oferta de Utrecht. Si solamente me hubiera expresado mejor o, antes de que fuera tan tarde, conociendo tus escrúpulos; quizás podría haber eliminado algunos obstáculos. Pero no seguiré con este "¡si solamente...!"; no nos ayuda. Me consolaré con el hecho de que, después de todo, estarás realizando grandes cosas en Zurich. Lorentz concluyó con los mejores deseos, esperando que pudieran reunirse otra vez pronto, apuntando que si Einstein era capaz de "abrir perspectivas nuevas en la Física, sería una de las joyas más grandes," y finalizó con una postdata: "Te he cogido en un error matemático: Nominalmente, 25 francos = 12 marcos alemanes, y me has enviado 15,09 marcos. Por tanto te devuelvo 3 marcos." Las enrolladas negociaciones para la Cátedra de Utrecht, llenas de recuerdos de C. P. Snow en lo más álgido de su trayectoría, continuaron con otro error igualmente sorprendente entre hombres adultos. Dos días después Lorentz escribió de nuevo preguntando si era definitiva la decisión de Einstein de ir a Zurich. Einstein, no conociendo que Lorentz había decidido retirarse de su Cátedra en Leiden, pensó que todavía tenía la Cátedra de Utrecht en mente. Su desconocimiento le salvó de tener que hacer una difícil elección. Le habría resultado difícil rechazar la oferta de Lorentz, aún prefiriendo Zurich a Leiden, ya que esta vez era justificable, que de forma confidencial, le informase que le sería ofrecida formalmente. Einstein había aceptado antes de que Lorentz dijera la situación real de su noticia. Einstein había sido dado como referencia notable paro lo que ahora había sido decidido que fuera una nueva Cátedra de Física Matemática en el ETH. Una fue de Madame Curie. "Admiro mucho el trabajo que el Sr. Einstein ha publicado sobre materias concernientes a Física teórica moderna," escribió el 17 de Noviembre en París. Creo, por otra parte, que los físicos matemáticos consideran su trabajo como de primera fila. En Bruselas, donde tomé parte de una conferencia científica presté atención al Sr. Einstein, pude apreciar la claridad de su mente, la inteligencia con la que ordenó sus hechos y la profundidad de sus conocimientos. Si uno toma en consideración el hecho de que el Sr. Einstein es todavía muy joven, está justificado tener grandes esperanzas en él y verle como uno de los primeros teóricos del futuro. Creo

que la institución científica que proporcione al Sr. Einstein los medios de trabajo que quiere, podía ser ampliamente honrada por tal decisión y rendiría un gran servicio a la ciencia. Henri Poincaré escribió en un estilo similar, insistiendo en la juventud de Einstein y las perspectivas que han abierto sus ideas. "El papel de la Física Matemática," terminó, "es para hacerse preguntas que solamente la experiencia puede contestarlas. El futuro demostrará, cada vez más, la valía de Einstein, y la Universidad que pueda captar a este joven maestro seguro que conseguirá mucha prestigio en tal." Parece que algunas noticias de la situación se han filtrado desde Zurich a Praga, probablemente vía Marcel Grossmann, y al final de 1911 Einstein supo que su estrella se elevaba rápidamente. En adición a la oferta frustrada de Lorentz, hubo otras de Viena y del Reichsanstalt en Berlín. Ambas habían sido rechazadas y ahora esperaba con optimismo el regreso a Zurich. Por ahora, además, su fama se había extendido a los Estados Unidos, y durante los primeros días de 1912 recibió una invitación de la Universidad Columbia de Nueva York. "¿Querría considerar el venir de cuatro a seis semanas durante la primavera o el otoño de 1913 para una conferencia especial de Física? "Aunque no estoy autorizado para hacerle una proposición definitiva, quiero abrir las puertas para una posibilidad, si es posible," Escribió George Pegram. "Anteriormente hemos sido honrados con la presencia de profesores como Larmor, Planck, Lorentz y otros en la base de esta materia. ... Le puedo asegurar que será bien recibido, no solamente por los hombres de Columbia, sino por muchas instituciones vecinas que han estado interesadas en observar el desarrollo de la teoría de la relatividad e incluso han contribuido a él. ... Personalmente estoy muy interesado en la teoría de la relatividad desde que el profesor Lorentz me inició, y estaría muy contento de ver una mayor apreciación de ella en América, donde confieso que nuestros físicos han sido bastante lentos en empezarla." Einstein contestó el 29 de Enero. "desafortunadamente," dijo, "estoy tan cargado con diferentes tipos de trabajo que no puedo pensar en un viaje como ese." Y con su típica modestia concluyo: "Estoy convencido que le será fácil encontrar un hombre más experimentado que yo para una labor de esta naturaleza." Ahora ocupaba su tiempo libre con los pensamientos de un regreso a Zurich, y en Febrero pudo escribir felizmente a Otto Stern: "Hace dos días que fui llamado por el Polytechnic de Zurich y ya he presentado mi dimisión aquí. Sentí gran alegría por las personas mayores y por los dos osos pequeños." Sus sentimientos los mostró de nuevo una pocas semanas después al finalizar una carta al Profesor Kleiner de la Universidad de Zurich, a quien había estado aconsejando en la elección de personal: " Con los mejores deseos, le saluda A. Einstein, que es tremendamente feliz porque pronto estará estableciéndose otra vez en Zurich." Antes de dejar Praga tuvo una visita cuyo impacto tuvo que ser considerable. Era Paul Ehrenfest, un hombre

enfermo marcado por una vida trágica cuyo trabajo en física estuvo rondando los bordes de la genialidad. Ehrenfest había nacido en Viena, había estudiado y se había graduado allí antes de obtener una Cátedra especial en el Polytechnic de San Petersburgo. Pero su nacionalidad Austriaca, junto con el hecho de ser Judío, aunque se declaraba sin religión, le impidió ascender. En adición, la alegre originalidad de Ehrenfest, que se reflejó en la de Einstein, escasamente le ayudó a subir en la escala académica. Se había escrito que le fastidiaban las conferencias en las que no era esperado que la audiencia interrumpiera, y especialmente si él era el conferenciante. En contraste con los principios normales de educación, contagiaba a sus estudiantes con su propio entusiasmo y se precipitaba con ellos a los puestos avanzados del imperio de la Física, donde la pelea contra las grandes desconocidas - relatividad y teoría cuántica - continuaban. Pero al mismo tiempo, no olvidaba llevarlos a una torre para el caso desde la cual podía mostrarlos y explicarlos a su manera magistral los dominios ya conquistados. En el otoño de 1912 Ehrenfest decidió recorrer la parte de Europa que hablaba alemán en busca de un mejor puesto, y casi automáticamente llegó hasta Einstein en Praga. Los dos habían estado en contacto profesional unos pocos años antes, y en 1912 cada uno admiraba el trabajo del otro. "Todo lo que pueda hacer por ti lo haré con mucho gusto," escribió Einstein en contestación a la noticia de la inminente visita de Ehrenfest: "podemos hacer un buen uso del tiempo alejándote en mi casa." Ehrenfest llegó el 23 de Febrero y estuvo una semana. Los dos hablaron solamente un poco sobre la búsqueda de una nueva cita. Como Einstein escribiera después, "el estado de la ciencia en el tiempo fue lo que ocupó casi todo nuestro interés. ...En unas pocas horas éramos verdaderos amigos, como si nuestros sueños y aspiraciones estuvieran pensadas mutuamente." Martin Klein, cuyo primer volumen de la biografía de Ehrenfest, "The making of a theoretical physicist", proporciona un retrato tan espléndido del hombre, ha descrito este primer encuentro de una semana con algún detalle. Su enfoque esta dado en un párrafo: Dos días de continua disputa científica (pero no de forma desigual, ya que Ehrenfest encontró un error en los razonamientos de Einstein y le proporcionó una forma simple e intuitiva de ver los resultados) debieron hacer caer cualquier barrera que pudiera haber existido entre ellos. El domingo estuvieron tocando juntos sonatas de Brahms para violín y piano. "Si, seremos amigos," escribió Ehrenfest en su diario. "Era terriblemente feliz. Se mantuvo en sus trece en su carencia de religión y no le fue ofrecida la Cátedra de Praga. Pero antes de final de año había sido nombrado sucesor de Lorentz en Leiden. Poco después Einstein hizo el primero de muchos viajes para estar con los Ehrenfest, tan felices con sus hijos como cuando él acompañaba a sus padres tocando a Bach. "La naturaleza nos ha hecho el uno para el otro," escribió en 1922. "Me resulta difícil encontrar una relación beneficiosa

para mi. Necesito tu amistad quizás más urgentemente que tú necesites la mía." Lo que había encontrado era otro hombre para el que la Física era toda la vida y que también ponía las cosas firmemente en su lugar. Einstein y su familia salieron de Praga hacia Suiza en Agosto de 1912. Su nombramiento en el ETH era de diez años, y como se trasladaba a su quinta casa en Zurich bien podía esperar instalarse definitivamente. En el otoño de 1912 empezó a tener coloquios semanales por la tarde, en los que se discutían trabajos nuevos. Por ahora su aceptación era muy diferente de la que habían tenido en la Universidad solamente tres años antes, y no solamente eran miembros del ETH los que asistían. Estudiantes de la Universidad, y sus profesores, encontraron caminos y medios de participar, y las reuniones estaban llenas normalmente. Einstein hablaba afablemente de los últimos desarrollos con cualquiera que pudiera conseguir estar presente. Permanecía igual. Después de las reuniones, le gustaría hacer como lo había hecho los años previos, continuar la discusión fuera del edificio con los que le acompañaban a su café favorito. Le resultaba difícil renunciar a la compresión del problema que se estaba estudiando. Años después sus estudiantes le recuerdan de pie en un temporal de nieve bajo una lámpara a los pies del Zurichberg, dando su paraguas a un compañero y apuntando fórmulas durante diez minutos de como caían los copos de nieve en su cuaderno. Ahora von Laue - "el más importante de los jóvenes teóricos alemanes. Su libro sobre la teoría de la relatividad es una pequeña obra maestra," escribió Einstein a Kleiner cruzó su camino de nuevo, hablando de la interferencia de los rayos X, una ocasión que fue aprovechada por Einstein abriendo la discusión e improvisando "sobre los problemas más intrincados de la Física con tanta facilidad como si estuviera hablando del tiempo." Muchos científicos vinieron específicamente para verle y von Laue recuerda una visita particular cuando vio a Einstein y a Ehrenfest saltando por delante de un enjambre de físicos como si hubieran escalado el Zurichberg, y Ehrenfest estalló en un grito de júbilo: "Lo he comprendido." Las palabras de von Laue tienen el mismo aire de inocencia nuclear que entonces impregnó al Laboratorio Cavendish donde Andrade propuso un brindis por "el inútil electrón, que mucho tiempo puede permanecer así." Otra visitante fue Madame Curie, con quien Einstein y su mujer estuvieron en París a finales de Marzo de 1913, cuando Einstein dijo mas palabras a la Société Francaise de Physique. Está claro de la correspondencia de Madame Curie, y de las cartas de agradecimiento de Einstein y de Mileva, que había cuidado a una pareja sencilla durante los rigores de una visita apresurada y agotadora. De regreso, Einstein esperaba que le permitiera ayudarla "en el pequeño viaje a las montañas cuando el curso finalice." Finalizó la invitación de forma típica con una postdata breve que comienza "¡Y ahora una nota de Física!" Los Curies - madre y dos hijas - llegaron a Zurich en Julio para pasar quince días con Einstein, su mujer y su hijo mayor en los Alpes de Bregaglia y en Engadine. Las vacaciones fue un gran suceso. Años después Hans Einstein recordaba como habían cruzado a pie el Paso de Maloja; cómo su padre y Madame Curie habían inspeccionado los

molinos de glaciar, cómo Einstein reflexionó sobre las fuerzas que habían tallado esas profundas cajas verticales; y cómo Madame Curie, recordando el hecho de que Einstein era técnicamnete suizo, le pidió que nombrara todos los picos del horizonte. Había razones de sobra, durante las conversaciones informales de un paseo de vacaciones, para encontrarse con Einstein y reflexionar con él sobre las implicaciones de una nueva agitación en la Física en su propio campo especializado de la radiactividad. Nuevas sustancias radiactivas estaban siendo descubiertas, y la clave de sus características y comportamiento obviamente tenían que ser buscadas en el nuevo concepto del átomo de Rutherford, sabiendo que consiste en un núcleo central cargado positivamente rodeado, a una distancia inmensamente mayor , por uno, por unos pocos, o por una nube de electrones girando a su alrededor. Einstein, con su sentido intuitivo para la naturaleza de las cosas, obviamente tendría un punto de vista que merece la pena - mientras ya estaba claro que las partículas subnucleares se mueven a velocidades lo bastante rápidas para hacer importantes los efectos relativistas. Sin embargo, hasta aquí solamente los físicos son los que se han comprometido en tener un contacto íntimo día a día con las implicaciones de la relatividad. Los demás hombres técnicos encontraron difícil ver que "la nueva Física" formaba parte de su mundo, como fue evidente cuando Einstein hablo del tema durante una visita a Göttingen. "Recuerdo observar al profesor ingeniero que estaba presente y que estaba, por supuesto, horrorizado por su planteamiento, porque para ellos la realidad eran las ruedas de las máquinas - entidades sólidas reales," dijo el Profesor Hyman Levy, por aquel entonces un estudiante investigando en la universidad. "Y aquí estaba este hombre hablando en términos abstractos sobre el espacio-tiempo y de la geometría del espacio-tiempo, no de la geometría de una superficie en la cual puedas pensar como una superficie física, sino de la geometría del espacio-tiempo, y de la curvatura del espacio-tiempo; y mostrando como puedes explicar la gravitación de la forma en la que un cuerpo se mueve en el espacio-tiempo a lo largo de una geodésica - a saber la curva más corta en el espacio-tiempo. Todo esto era tan abstracto que se les hacía irreal. Recuerdo ver a uno de los profesores levantarse y salir con furia, y cuando estaba afuera oírle decir, "Das ist absolut blödsinn" ("Eso es una absoluta tontería"). Todos los comentarios que allí se realizaron entre ingenieros y físicos fueron que una nueva estrella se había elevado al firmamento científico y aún estaba subiendo rápidamente. Einstein estaba ahora entre los "profesores europeos distinguidos en filosofía y ciencias," y como tal apoyó en el verano de 1912 la fundación de una asociación científica "completamente indiferente a la especulación metafísica y a las también llamadas doctrinas transcendentales críticas" y "opuesta a todas las empresas metafísicas." La idea comenzó en Berlín y fracasó con el comienzo de la guerra dos años más tarde. Pero su manifiesto fue la primera declaración de este colectivo

firmada por Einstein; y subraya sus frecuentes declaraciones de que la Relatividad Especial era el resultado, no de la especulación metafísica sino de considerar científicamente los resultados de la evidencia experimental. "Hace mucho tiempo que se sentía la necesidad de una filosofía que creciera de una manera natural fuera de los hechos y de los problemas de la ciencia natural," comienza el manifiesto, que fue firmado por unos treinta y seis profesores, incluidos Mach, Einstein, Sigmund Freud, y quizás de modo significativo - Föppl. Después de acordado lo que allí se había desarrollado, "un punto de vista estrictamente empírico y positivista completamente indiferente a la especulación metafísica y a las también llamadas doctrinas transcendentales críticas y de relaciones sistemáticas a lo largo de círculos científicos considerables," el manifiesto continuaba: Por otro lado, las ciencias particulares se encuentran forzadas a considerar problemas aun de generalidad mayor así que asumen ellas mismas un carácter filosófico. ...En la teoría de la relatividad los físicos tocan las cuestiones más minuciosas, hasta la epistemología: ¿El conocimiento alcanzable es absoluto o solamente es relativo? Realmente: ¿Es concebible un conocimiento absoluto? Aquí llegamos directamente a la cuestión del lugar del hombre en el mundo, a la cuestión de la conexión del pensamiento con el cerebro. ¿Que es el pensamiento? ¿Que son los conceptos? ¿Que son las leyes? En los problemas psicológicos, la física y la biología están juntas. Y finalmente, las ciencias antropológicas, especialmente la historia y la sociología, se encuentran cada vez más interrelacionadas con conceptos biológicos. Aquellos que tienen un interés en estas preguntas progresivas encontrarán una ventaja en tener una asociación científica que se declarará opuesta a toda empresa metafísica, y que tiene por primer principio el acercamiento de los hechos de forma más estricta y más comprensiva en todos los campos de investigación y en el desarrollo de organización y técnica. Todas las teorías y requerimientos están basadas exclusivamente en este terreno de hechos y aquí encuentran su último criterio"... Einstein firmó este documento mientras todavía intentaba generalizar su teoría de la relatividad, de manera que la aplicaría no solamente al caso especial donde la gravedad operaba como una fuerza de intensidad y dirección constantes, sino también en toda la multiplicidad de casos especiales que existían a lo largo del universo. Para esto le ayudó su viejo amigo Marcel Grossmann, el antiguo colega de hace doce años, cuyas notas durante los días de estudiante le habían permitido saltarse las Matemáticas y concentrarse en la Física. Cuando regresó a casa, Einstein se apoyó en Grossmann para que le proporcionase el soporte matemático que necesitaba. Aun así se hizo difícil, y Einstein, disculpándose a Ehrenfest por el retraso en escribirle, explicó en Mayo de 1913: "Mi excusa es, en realidad, el esfuerzo humano que he dedicado al problema de la gravitación. Ahora estoy convencido interiormente de que he encontrado el camino correcto, pero al mismo tiempo también estoy seguro de que un murmullo de

indignación se extenderá entre las filas de nuestros colegas cuando aparezca el trabajo, lo que sucederá en unas pocas semanas." Hubo un resultado irónico del trabajo. En 1913 Einstein y Grossmann publicaron conjuntamente un documento que llegó mucho más cerca de la teoría de la gravedad de lo que Einstein estaba todavía seguro. Este fue "Entwurf einer Verallgemeinerten Relativitatstheorie und eine Theorie der Gravitation" ("Introducción de una Teoría general de la Relatividad y una teoría de la Gravitación"), a la que Einstein contribuyó a la sección física y Grossmann a la matemática. Einstein estaba insatisfecho con el documento, sus ecuaciones parecían mostrar que, en lugar de una solución simple a cualquier grupo particular de circunstancias gravitacionales, había una infinidad de soluciones. Creyó "que no eran compatibles con la experiencia." Esto,junto con la conclusión de que el resultado no estaría de acuerdo con el principio de causalidad, le condujo a creer que la teoría era insostenible. "Esos fueron errores en el pensamiento que me causaron dos años de duro trabajo. En el penúltimo, en 1915, las reconocí como tal y regresé arrepentidamente a la curvatura de Riemann, que me permitió encontrar la relación de los hechos empíricos de la astronomía," dijo. Ya el documento de 1913 contenía la clave de su propia discrepancia aparente: lo que parecía ser un número infinitamente grande de soluciones a un problema, en realidad era una solución simple aplicable a cada uno de los infinitos marcos de referencia diferentes. Así, en 1913, las cartas de la Teoría General de la Relatividad habían sido colocadas boca arriba en la mesa. En 1915, el mismo Einstein las levantaba de nuevo. Pero estuvieron echadas inadvertidamente durante dos años. De esta manera, en 1913, Einstein había llegado, temporalmente a un callejón sin salida. Pero sus puntos de vista sobre la necesidad de generalizar la Teoría Especial despertó gran interés, y en Septiembre los presentó en el 85 congreso de "Gesellschaft Deutscher Naturforscher und Ärzte," celebrado en Viena. El auditorio estaba lleno de científicos ansiosos de oír una teoría aún más extravagante que la Relatividad Especial. De alguna forma fueron decepcionados. En lugar de las explicaciones esotéricas que estaban esperando, se encontraron con una simple declaración de una obra maestra menor de Einstein, un informe en el que comparaba el desarrollo de diversas teorías de la gravitación con el desarrollo sucesivo de los conceptos de electricidad. Como uno de sus amigos sionistas estuvo comentando más tarde, cuando Einstein quería, podía "hablar en realidad de los conceptos básicos de la metafísica así como del tiempo o el espacio como otros hablan de sandwiches o de patatas." Sin embargo, la conferencia fue admirable, no solamente por la clara exposición que presagió algunos de los escritos posteriores de Einstein, mucho más comprensible que muchos de sus intérpretes, sino también por un incidente que ilustra bien su carácter. En su reciente trabajo había usado una forma generalmente covariante de la ecuación del electromagnetismo, dada inicialmente el año anterior por Friedrich Kottler, un joven físico Vienes. En su documento Einstein y Grossmann habían reconocido su deuda, pero Einstein no conocía personalmente a Kottler.

Sin pensarlo preguntó si Kottler estaba entre la audiencia. Un hombre joven se levantó. Einstein le pidió que permaneciera de pie - de manera que todos pudieran ver al hombre cuya ayuda había sido tan útil. Aunque por entonces la Relatividad Especial había llegado a ser incorporada en la nueva estructura de la Física con poco más que un gruñido desaprovador de sus críticos más conservadores, la situación era muy diferente con la tentativa de una teoría generalizada de Einstein. "Quedó claro en la discusión que siguió que muchos científicos de habla alemana todavía no estaban convencidos de sus ideas," dijo Robert Lawson, un joven físico inglés entonces trabajando en el Radium Institute de la ciudad, y el hombre que más tarde tradujo al inglés el primer libro de la relatividad de Einstein. "Se pusieron de manifiesto una serie de dudas a la hora de validar sus puntos de vista sobre la igualdad de inercia y masa gravitacional, sobre la velocidad de propagación de los procesos gravitacionales, sobre la posibilidad de detectar siempre la desviación de los rayos de luz en un campo gravitacional o el pronosticado salto hacia el rojo de las líneas espectrales en este campo." En un punto el debate llegó a ser bastante acalorado con Felix Ehrenhaft, durante mucho tiempo un colega y más tarde un oponente de Einstein, discutiendo con dos de los críticos. Para relajar la tensión, alguien presionó el botón que automáticamente hace cambiar la pizarra de una parte del estrado hacia la otra - gritando según lo hacía: "Miren. La pizarra se mueve contra la sala de conferencias y no la sala de conferencias contra la pizarra." Einstein permaneció impasible, sonriendo, y señalando solamente que estaba preparado para cualquier resultado experimental. Esta conferencia le proyectó en las noticias cuando un diario Vienes dio en titulares: "Gran sensación de la ciencia matemática: El minuto en peligro." Una Sensación de la Ciencia Matemática." Siempre en 1913, ocho años antes de la publicación del primer documento en el "Annalen der Physik", el tema no era aun lo suficientemente conocido por el público en general para ser presentado como una "sensación" - un indicio premonitorio de lo que pasó en 1920,cuando las implicaciones de la Relatividad Especial estalló sobre un mundo exhausto. Durante esta visita a Viena, Einstein oyó noticias dramáticas de la teoría propuestas por el físico danés Niels Bohr, que unió los conceptos de Rutherford del átomo nuclear con la teoría cuántica de Planck-Einstein. Bohr tenía solamente veintiocho años, pero ya estaba tan profundamente preocupado como Einstein no solamente en levantar la Física, que era de lo que vivían,sino también en sus implicaciones filosóficas fundamentales. Los dos fueron amigos casi durante cuarenta años , pero las cuestiones en las que estuvieron de acuerdo fueron más que equilibradas por esas en las que cada uno se esforzaba en vano para convencer al otro. Ambos en el primer fallo apreciaban los resultados prácticos que harían fluir de su trabajo; ambos, cuando llegaron las armas nucleares, apreciaron mucho antes que muchos de sus compañeros científicos las implicaciones políticas y morales; ambos, de muchas formas resumieron el carácter clásico de científicos distraídos, estuvieron preocupados por dirigir las naciones dentro de un camino decente. Estos motivos los unió tanto como la discusión a favor y en contra de la determinación

los dividió, una disputa que fue para llevar a Einstein a un aislamiento científico durante los últimos años de su vida. Bohr se había educado como Físico en Copenhague bajo la influencia especial de Max Planck. Pero también estudió y trabajó en Inglaterra, primero con J. J. Thomson en el Cavendish y después con Rutherford en Manchester. Mucho tiempo después, recordando su pasado, atribuyó a su buena suerte el que Dinamarca había sido políticamente libre hasta la invasión alemana de 1940, permitiéndole, así, mantener contactos con las escuelas de pensamiento alemana y británica. Un resultado de estos contactos contrastados fue la teoría, cuya confirmación escuchó Einstein ahora en 1913, que explicó satisfactoriamente algunas características enigmáticas del átomo nuclear de Rutherford recurriendo a la idea cuántica de Planck. En concordancia con la Física clásica, los electrones girando alrededor del núcleo del átomo de Rutherford perderían energía por radiación e inevitablemente caerían en espiral a su propio núcleo, dando un espectro continuo de radiación. Pero esto no ocurrió; en su lugar, los átomos libres radiaron ciertas frecuencias discretas y específicas que eran características del átomo afectado. Bohr explicó este comportamiento con dos suposiciones. La primera era que en los átomos existen solamente estados o niveles estacionarios bien definidos, y que en cada uno de estos estados los electrones rodean al núcleo en órbitas específicas a ma determinada distancia. Mientras esto continua el átomo no emite radiación. La segunda suposición de Bohr era que cuando un electrón salta - por cualquier razón - de una de sus órbitas determinadas a otra órbita también determinada más cerca del núcleo, entonces se emitía una radiación; en contraste, cuando un átomo absorbe radiación, uno o más de sus electrones orbitales salta de su órbita determinada a otra más alejada del núcleo. Ambas, emisión de radiación y su absorción tienen lugar en unidades discretas - el cuanto de luz de la teoría cuántica de Planck-Einstein de 1905. Así Bohr había justificado con un golpe de genialidad suprema, la concepción de Planck de radiación por oleadas discontinuas de energía y el esquema del átomo de Rutherford como un sistema solar en miniatura con los electrones girando alrededor de un núcleo central. Por otra parte, había ido más lejos de la pura teoría. Había aplicado esto a un átomo de hidrógeno y había propuesto a Rutherford que la teoría era ahora susceptible de una prueba espectroscópica, "Inclinándose directamente en el tratamiento de Einstein del efecto fotoeléctrico", como el mismo escribió. Tal prueba fue llevada a cabo en Cambridge, en el otoño de 1913 por el hijo adoptivo de Rutherford, Ralph Fowler, entonces trabajando en el Cavendih. Fowler pasó la noticia a Rutherford y este la pasó a George de Hevesy, el químico húngaro-danés del Cavendish que estaba asistiendo a la conferencia en Viena. Hevesy se lo contó a Einstein, y el 14 de Octubre escribió a Rutherford describiendo la situación. "Hablando con Einstein de diferentes tópicos llegamos a hablar de la teoría de Bohr," escribió desde Budapest. "Me contó que alguna vez tenía ideas similares pero que no se atrevía a publicarlas. 'Serían verdad las teorías de Bohr, de ser así, es de la mayor importancia.' Cuando le conté lo del espectro de Fowler los grandes ojos de Einstein parecían

aun mayores y dijo: 'Entonces es uno de los mayores descubrimientos.' Me sentí muy feliz oyendo a Einstein decir esto." Las declaraciones de Hevesy de que Einstein "alguna vez tenía ideas similares" sobre este problema crucial fueron apoyadas años más tarde por el propio Bohr, hablando en Moscú en el Instituto de Problemas Físicos. La reacción de Einstein, como aparentemente el mismo explicó a Bohr, fue: "Probablemente yo mismo podía haber llegado a algo parecido a esto pero si todo esto es verdad entonces significa el final de la Física." Einstein reconoció la grandeza del logro de Bohr por más que pudiera tener miedo por el futuro de la Física, y en sus notas autobiográficas de 1949 acentúa como lo sentía con el tiempo. Los trabajos de la década anterior, decía, han minado los cimientos de la Física. "Que estos cimientos inseguros y contradictorios fueran suficientes para permitir a un hombre del tacto y del instinto único de Bohr descubrir las mayores leyes de las líneas espectrales y de la corteza electrónica de los átomos junto con sus implicaciones en la Química, me pareció semejante a un milagro - y me parece un milagro todavía hoy. Esto es la forma más alta de musicalidad en la esfera del conocimiento." Los resultados de los trabajos de Bohr eran, como Planck expuso en 1920 cuando recibió el Premio Nobel, como "una corriente de conocimiento vertida en un flujo repentino, no solamente sobre la totalidad de este campo, sino también en los terrenos adyacentes de la Física y la Química." Pero Había otro resultado que afectó a Einstein cada vez más con el tiempo. Cuando el nuevo esquema del átomo fue perfilado - el modelo de Rutherford-Bohr, como era llamado - se apreció que las causas de los movimientos de las partículas subnucleares individuales no eran conocidas. Sin embargo se creyó que estas causas existían. Solamente pasados unos pocos años se hizo más y más aparente que esto no era siempre así: que pasara lo que pasara a otros niveles, los sucesos individuales en el nivel del mundo subatómico eran imprevisibles y solamente podían ser descritos estadísticamente. Pero Einstein nunca estaría de acuerdo. Este gran cisma que la aparente indeterminación del mundo subnuclear había creado aun perduraba cuando Einstein oyó a Hevesy dar una conferencia en Viena a una audiencia ligeramente dudosa de su última teoría de la Relatividad General. En la ciudad, también se reunió por primera vez con Ernst Mach cuyos escritos una década y media anterior le habían reforzado sus dudas sobre el tiempo absoluto y el espacio absoluto de Newton. La reunión tuvo lugar en 1911, posiblemente mientras Einstein estaba trabajando desde el Congreso Solvay. Un encuentro entre el hombre más joven en la cresta de la ola y el envejecido Mach, paralizado físicamente y sobrepasado intelectualmente por el rápido flujo de la ciencia. Mach tenía ahora setenta años. Medio paralizado, se había retirado de la Universidad de Viena unos años antes y vivía en semireclusión en las afueras de la ciudad, semiolvidado y teniendo pocas visitas. "Entrando a su habitación," dijo Frank, "uno veía a un hombre con una barba gris descuidada y una naturaleza medio buena, media expresión de sutileza en su cara, que miraba igual que un campesino eslavo y decía: 'Por favor hablarme en voz alta, en adición a

mis otras características desagradables también estoy casi sordo.'" Einstein todavía no había caído notablemente fuera de las creencias de Mach, aunque parece posible que su aceptación debilitaba. Similarmente Mach, aunque fuertemente opuesto a lo que consideraba méramente la suposición de la relatividad, hasta el mismo había observado el hecho. Así los dos aun estaban abiertamente unidos en muchas cuestiones científicas. Una de las pocas diferencias comparativas eran sus actitudes con la teoría atómica, Einstein la aceptaba libremente mientras Mach lo hacía a regañadientes y con considerables reservas filosóficas. Pocos detalles del encuentro han sobrevivido pero Bernard Cohen, en una corta entrevista a Einstein antes de su muerte, dijo que le contó una cosa: Einstein le preguntó a Mach cuál sería su postura si, asumiendo la existencia de átomos, demostraba que es posible predecir una propiedad de un gas - algunas propiedades que no podrían ser predichas sin la suposición de átomos y otras que podían ser observadas. Einstein dijo que siempre había creído que la invención de los conceptos científicos y la construcción de teorías sobre ellos era una de las grandes propiedades creativas de la mente humana. Así su propio punto de vista era opuesto al de Mach, porque Mach asumía que las leyes de la ciencia eran solamente una forma económica de describir una gran colección de hechos. ¿Aceptaría Mach la hipótesis de los átomos bajo las circunstancias que había establecido Einstein, aunque implicará cálculos muy complicados? Einstein me contó como estaba de encantado cuando Mach respondió afirmativamente. Si una hipótesis atómica hiciera posible conectar lógicamente algunas propiedades obserbables que permanecerían desconectadas sin esta hipótesis, entonces, dijo Mach, tendría que aceptarla. Bajo estas circunstancias sería económico asumir que los átomos pueden existir porque entonces uno podría sacar relaciones entre las observaciones. Einstein había sido satisfecho: efectivamente más que una pequeña alegría. Con una expresión seria en su cara, me contó toda la historia de nuevo para estar seguro de que la entendía completamente. Totalmente aparte de la victoria filosófica sobre lo que Einstein había concebido que era la filosofía de Mach, estaba muy satisfecho porque Mach había admitido que, después de todo, habría algún uso de la filosofía atómica en la que Einstein había confiando fuertemente. Los dos hombres se despidieron en los mejores términos y cuando Mach murió en 1916 los tributos de Einstein fueron laudatorios e incondicionales. "Mach reconoció claramente los aspectos débiles de la Física clásica," escribió, "y que la extensión no estaba lejos de los postulados de la teoría de la relatividad, ¡y esto hace casi medio siglo! no es imposible que Mach hubiera llegado a la teoría si cuando tenía un espíritu joven y activo el significado de la constante de la velocidad de la luz hubiese sido descubierto en ese tiempo por los físicos." Sin embargo antes de su muerte Mach había dado marcha atrás, aunque Einstein no sabía nada de esto cuando escribió la nota necrológica laudatoria. En el verano de

1913 Mach firmó el Prefacio de Los Principios de Física Óptica, que no apareció hasta 1921. En este - " puede ser mi última oportunidad," como explicó - para invertir su punto de vista de la relatividad. "Deduzco de las publicaciones que me han llegado, y especialmente de mi correspondencia," escribió, Que gradualmente estoy llegando a ser considerado como el precursor de la relatividad. Aun ahora puedo imaginarme aproximadamente que nuevas exposiciones e interpretaciones de muchas de las ideas expresadas en mi libro de Mecánica recibirán en el futuro el punto de vista de la relatividad. Era de suponer que filósofos y físicos mantendrían una cruzada contra mi, como he observado repetidas veces. Era simplemente un paseante imparcial dotado con ideas originales en varios campos del conocimiento. Sin embargo, debo renunciar ciertamente a ser el precursor de la relatividad como me abstengo de la doctrina atómica de los días presentes. La razón, y su extensión, de porque pongo en duda la teoría de la relatividad el día presente es que encuentro que se está haciendo más y más dogmática, junto con las razones particulares que me han conducido a este enfoque - las consideraciones basadas en la fisiología de los sentidos, las ideas teóricas y sobre todo las concepciones resultantes de mis experimentos deben permanecer para ser tratadas en la continuación. No hubo continuación. Pero la voz desde la tumba conmocionó a Einstein e intensificó las diferencias que pronto fueron separando su epistemología de la de Mach. Hablando en París en 1922 describió públicamente a Mach en términos que hubieran sonado extraños solamente un poco de tiempo antes - "un buen mecánico" ... pero "un filósofo deplorable." Y su opinión de la retracción fue dada específicamente en una carta a un amigo que le había enviado una de las cartas de Mach. "No puede haber duda," dijo, " que esto era el resultado de su avanzada edad, y por tanto una disminuida capacidad para absorber los hechos, desde que la línea entera de pensamiento de la teoría se ajusta a la de Mach es justamente mirado como el precursor de la invención de la teoría de la relatividad." La fecha en la que Mach cambió su opinión no es conocida. Pero su Prefacio estaba fechado, y por tanto probablemente concluido, en las semanas próximas al recibimiento de una carta significativa que Einstein le escribió el 25 de Junio de 1913. "En el eclipse solar del próximo año," dijo, veré si los rayos de luz se curvan por el sol; en otras palabras si resiste la suposición básica y fundamental de la equivalencia de la aceleración del sistema de referencia y del campo gravitacional. Si es así, tus inspiradas investigaciones en los cimientos de la mecánica - a pesar de la injusta crítica de Planck - recibirá una confirmación espléndida." Einstein esperaba que fuera realizado en una expedición para observar el eclipse solar en el sur de Rusia durante el verano de 1914, una expedición bajo la dirección de Erwin Finlay-Freundlich, un astrónomo de descendencia alemana y escocesa y entonces el ayudante más joven en el Observatorio Universitario de Berlín. La amistad de

Einstein con Freundlich había comenzado en el verano de 1911 cuando el profesor L.W. Pollak, entonces un estudiante en la Universidad de Praga, había visitado el Observatorio de Berlín. Recordaba que Einstein había concluido recientemente su documento sugiriendo que la nueva teoría podría ser probada astronómicamente, y mencionó de pasada el pesar de Einstein porque nadie parecía interesado. No está claro si Freundlich había leído en realidad el último documento de Einstein. Pero algo en las ideas expuestas en el documento, mientras las escuchaba de Pollak, encendió su imaginación. A partir de entonces mostró un constante, y a veces crítico, interés en el desarrollo de la relatividad, tomando medidas para Einstein en los años próximos, trabajando con él durante la guerra, realizando el primer libro en el que comenzó la Teoría General de la Relatividad y actuando de intérprete y defensor durante la primera visita de Einstein a Gran Bretaña en 1921. Poco después de la visita de Pollak, Freundlich escribió a Einstein a Praga, ofreciéndole buscar cualquier desviación de luz próxima a Júpiter, una idea ambiciosa que debe haber sido condenada desde el principio. Einstein le contestó el 1 de Septiembre: "Me daría un gran placer si considerases estas interesantes cuestiones. De la experiencia pasada me doy completamente cuenta de que las respuestas no serán fáciles de obtener. Pero una cosa se puede decir con certeza: si existe tal desviación, entonces la idea de la teoría no es oportuna. Uno debe recordar, ya ves, que las ideas son muy valientes. ¡Si solamente tuviéramos un planeta ordenado más grande que Júpiter! ¡Pero la madre naturaleza no vio apropiado proveernos con uno que nos hiciera las cosas más fáciles!" No se consiguió nada de estos primeros esfuerzos, ni de las inspecciones posteriores de Freundlich en las viejas placas fotográficas que tomó en el Astronomische Nachrichten. Cuando esto falló continuó con el estudio de las estrellas dobles. Einstein todavía tenía dudas. "Estoy muy sorprendido de los resultados de tu investigación ...." escribió a Freundlich en 1913. "Si la velocidad de la luz está tan poco afectada por la velocidad de la fuente de luz, entonces mi teoría entera de la relatividad y la teoría de la gravedad son falsas." Cuando el eclipse de 1914 ofreció una oportunidad definitiva de proporcionar una aprobación o desaprobación experimentalmente, el próximo paso era obvio. El Observatorio de Berlín era poco entusiasta pero complaciente al permitir a Freundlich visitar Crimea - a su costa y en su propio tiempo. Esta era la situación en el verano de 1913. Freundlich, que todavía no conocía a Einstein, estaba preparando su matrimonio pasando la luna de miel en los Alpes y el 26 de Agosto estaba encantado al recibir una carta de Suiza. "Esta mañana," escribió a su novia, "he tenido una simpática carta de Einstein desde Zurich en la que me preguntaba si podíamos reunirnos con él en Suiza entre el 9 y el 15 de Septiembre. Esto es fantástico porque cuadra con nuestros planes." Quince días después, cuando el tren se detuvo en Zurich,

Freundlich y su novia vieron esperándoles a la corta figura de Fritz Haber, director del Instituto de Química Kaiser Wilhelm que había sido abierto en Berlín dos años antes. Colocada a su lado una figura desarreglada casi en vestimenta deportiva, llevando, lo que Frau Freundlich recuerda después de medio siglo, un sombreo de paja muy llamativo: Einstein, el autor de nuevos mundos. Einstein estaba encantado de conocer a sus amigos, e insistió en que le acompañaran a Frauenfeld, a pocas millas de Zurich, donde tenía que hablar a la Sociedad Suiza de Ciencias Naturales. Entonces les invitó a comer con él y Otto Stern, ahora trabajando en Zurich como su ayudante. Solamente al final de la comida descubrió que no tenía dinero. La situación fue solventada por Stern, que le pasó un billete de 100 francos por debajo de la mesa. En Frauenfeld, donde él y Grossmann hablaron de la nueva teoría, Einstein anuncio, ante el desconcierto de Freundlich, que la compañía tenía entre ellos "al hombre que estará comprobando la teoría el próximo año." Desde Frauenfeld todos hicieron una excursión de la Sociedad a Ermatingen en las orillas del lago Constanza, más tarde, Einstein insistió en que él y los Freundlich regresara solos a Zurich. A lo largo del día los dos hombres discutieron los problemas de gravitación mientras la joven novia estudiaba el paisaje de una Suiza que nunca había visto antes. En la reunión de Zurich establecieron los detalles de lo que Freundlich haría en Crimea el verano siguiente. poco después,Einstein pidió la ayuda de del Profesor George Ellery Hale del Observatorio Mount Wilson, Pasadena, California, un hombre cuyo parecido con Einstein se muestra en los primeros pasajes de su autobiografía "Naturalmente no comparto la falacia común de un antagonismo entre ciencia, literatura y arte, que recurre a mi en muchas formas iguales. La imaginación creativa es el factor vital de todas ellas, y tuve la fortuna de aprender esto de joven." Hale pasó la carta de Einstein al Profesor Campbell del Observatorio Lick. "Me escribe," Hale contesto el 8 de Noviembre a Einstein, "que se ha encargado de conseguir fotografías de las estrellas próximas al sol del Dr. Freundlichdel Observatorio de Berlín, que las medirá con la esperanza de detectar desviaciones diferenciales. Indudablemente te enviará los detalles posteriores cuando le pedí que se pusiera en contacto directamente contigo. Temo que no hay posibilidad de detectar el efecto a la luz del día. ... El método del eclipse, por el contrario, parece ser muy prometedor, ya que elimina todas las dificultades, y el uso de la fotografía permitiría que un gran número de estrellas sean medidas. Por lo tanto recomiendo este plan". Einstein también lo recomendó y Freundlich lo hizo. Pero el problema del dinero todavía permanecía, como lo hizo saber Freundlich en Diciembre. "Después de que recibiera tu última carta," le escribió Einstein el 7 de Diciembre, "inmediatamente he escrito a Planck, que se ha aplicado realmente en serio al problema. ...Todos los esfuerzos serían en vano. Para este caso pagaré de mis ahorros por lo menos los primeros 2000 marcos. Por lo tanto sigue adelante y, después de la debida consideración, encarga las placas y no malgastes más tiempo pensando en el problema

del dinero." Sin embargo, Einstein no tuvo que sacar el dinero de su propio bolsillo. Durante los primeros meses de 1914 llegó ayuda de una fuente inesperada. El dinero fue suministrado por Krupp von Bohlen und Halbach y el químico Emil Fischer. Así Einstein, firmemente establecido en Zurich, esperaría los resultados de una expedición alemana que a finales del verano de 1914 suministraría la aprobación o desaprobación de una teoría en cuyo desarrollo todavía estaba trabajando duro. Por fin había conseguido un status profesional completo en la institución que le había aceptado a regañadientes cuando era un estudiante de dieciséis años, en un país cuya atmósfera y entorno disfrutaba. Su hija Maja ahora estaba establecida en Lucerna con su marido, Paul Winteler. En la misma ciudad, solamente a treinta millas de Zurich a través de las colinas, también estaba su madre. Para Mileva Suiza parecía el único país en el que era posible vivir y así el sentimiento familiar parecía concordar con el éxito profesional. Ahora parecía, por fin, que podía establecerse definitivamente. Todavía Einstein no era el tipo de hombre para el que los sentimientos familiares pesaran mucho. Y a pesar de que sentía una necesidad irresistible por el clima intelectual de Europa, no echaba raíces profundas rápidamente. Los lazos proporcionados por los sentimientos o las emociones eran de menor intensidad. Así es menos sorprendente de lo que parecía que en el otoño de 1913 estuviera preparando el traslado a Berlín, capital del Imperio alemán a cuyos políticos detestaba y en los que desconfiaba profundamente en su espíritu interno. CAPÍTULO 7 UN JUDÍO EN BERLÍN La asistencia de Einstein al Congreso Solvay de 1911 tuvo repercusiones que afectaron decisivamente al resto de su vida. Entre los asistentes en Bruselas, los más profundamente impresionados por su capacidad fueron Max Planck y Walther Nernst, pilares gemelos de la fundación científica prusiana. Inmediatamente después de su regreso a Berlín se comprometieron en una tarea difícil y delicada debido a su entusiasmo científico y a su instinto patriótico. La tarea era el reclutamiento de personal para la serie, nueva y ambiciosa, de institutos de investigación que el Emperador había permitido afablemente que se llamará Kaiser Guillermo Gesllschaft zur Förderung der Wissenschaften (Sociedad para el Avance de las Ciencias Kaiser Wilhelm). Estos institutos no eran solamente para la investigación pura de las ciencias; también debería ayudar, se entendía, a incrementar la supremacía de Alemania en la aplicación de los descubrimientos científicos hechos durante el medio siglo anterior. En este campo el país era ahora tecnológicamente superior al resto de Europa, suministrando muchos de los continentes con tintes, con el tungsteno necesitado para la fabricación de acero, con los magnetos para los motores que estaban revolucionando el transporte terrestre y que pronto iban a introducir una dimensión nueva de la guerra, y suministrando, también los mejores instrumentos científicos. Significántemente,

cuando estalló la guerra en 1914, los británicos se encontraron con que mucha de su artillería usaba goniómetros hechos exclusivamente por Goez de Berlín. Aun los alemanes reconocieron que la tecnología aplicada requiere una dieta constante de investigación pura. Eran conscientes de que en los Estados Unidos la General Electric Company había invitado a Charles Steinmetz, el físico-eléctrico, para dirigir sus laboratorios y hacer el trabajo que quería. Sabían que en Gran Bretaña Lord Haldane, secretario de estado para la guerra hasta 1912, había visto que el país estaba "con una profunda desventaja con los alemanes, que estaban construyendo su Servicio Aéreo en una fundación de ciencia" y tuvo como resultado el establecer las fundaciones de Farnborough, lo que llegó a ser la Royal Aircraft Establishement. Todo esto constituyó un aviso que fue tenido en cuenta por Friedrich Althoff, el secretario permanente del Ministerio Prusiano de Educación. Althoff "sabiendo las debilidades del ser humano por las decoraciones y títulos, las explotó como otro hombre podía explotar una mina de oro. Las 'subscripciones voluntarias' que obtuvo de esta forma fueron más lejos de sus grandes planes. Entre otras cosas reorganizó el sistema entero de la educación universitaria y llevó el cuerpo principal de la investigación científica a institutos especiales de investigación." Entonces llegó el punto culminante de su hazaña, el Kaiser Guillermo Gessellschaft, los ambiciosos planes que fueron aprobados por el mismo Emperador. Eran la línea tradicional de Althoft. Los institutos fueron financiados por banqueros e industriales que fueron recompensados no sólo con un nivel de patriotismo sino también con el título de "Senador," el derecho a llevar togas hermosas y el honor de un desayuno ocasional con el Emperador. El esquema fue anunciado en el otoño de 1911 y durante el verano siguiente comenzaron los trabajos en Dahlem, en un sitio próximo al final de la nueva línea de metro desde Berlín, en los edificios para el Instituto de Química Física y Electroquímica que tuvo que poner en servicio Haber. El Instituto de Física era el siguiente, y como era de esperadar pequeñas dificultades en la provisión de personal, habían estado atrayendo hombres para trabajar bajo Haber. Efectivamente, a lo que a la Física concierne,la atmósfera científica de la capital alemana era casi un imán suficiente. Solamente el Laboratorio Cavendish en Cambridge, forjado antes en el mundo nuclear bajo la dirección de J. J. Thomson, podía compararse con la facultad de Físicas de la Universidad de Berlín. Se sentía en la capital prusiana que habría pequeñas dificultades en atraer a Einstein. Quizás era extraño que un físico teórico fuera considerado como el mejor hombre para poner en marcha un instituto de esas características; y el mismo Einstein era el menos probable para intentar resolver con éxito los problemas prácticos de una organización mayor. Sin embargo, esa no era realmente la cuestión, desde la creación actual del instituto era sabido que sería algo en el futuro. Lo que importaba era conseguir a este "suizo" original para Berlín por las ideas que podía producir. Un posible impedimento se presentaba oculto en la palabra "suizo," Einstein había renunciado a la nacionalidad alemana hace más de una década y media. Y aunque las

autoridades podían estar inducidas a aceptarle por el progreso alemán sino solo por el de la ciencia, siempre había la posibilidad de que Einstein pudiera no aceptar Berlín. Hay poca evidencia de que anteriormente a esta fecha hubiera expresado abiertamente sus críticas sobre el régimen prusiano y sobre la mentalidad alemana, que más tarde tanto le obsesionó; pero estas opiniones que tenía eran casi seguramente conocidas, implícita o explícitamente, por Planck y Nernst.Pero los dos eran hombres decididos y en el verano de 1913 decidieron visitar a Einstein en Zurich. Algunos de los preliminares se publicaron al haber sido resueltos durante este tiempo. Mientras, en la primavera de 1912 ,todavía en Praga, Einstein había escrito que "iría a Berlín para poder hablar de negocios con personas diferentes," y añadió que tenía "citas con Nernst, Planck, Rubens, Warburg, Haber...." Más tarde cuando su nacionalidad alemana volvió a ser un problema para su adquisición del Premio Nobel, oficialmente escribió que esta cuestión de la nacionalidad había sido discutida con Haber "cuando estaba siendo considerado mi nombramiento en nuestra Academia." Habiendo sido planteado ya el tema, parece probable, por tanto, que Planck y Nernst fueran de visita a Zurich seguros de que si era hecha una oferta formal, entonces aceptaría. El alto drama de estas dos figuras importantes en la ciencia alemana viajando al sur desde Berlín para incitar al joven Einstein para que regresara a la órbita prusiana era igualada por las diferencias entre ellos mismos - Planck reservado y excelente profesional, siempre señor de la situación, de figura alta y arreglada a quien su país nunca podía reclamar demasiado; Nernst genio practico, un pequeño hombre alegre y aplomado que en contra de Planck parecía el resumen de la disciplina. Los dos eran excelentes para convencer a Einstein, que tenía un respeto por Planck que rayaba en la idolatría. Con Nernst había hasta alguna cordialidad, mostrada en las palabras que Einstein escribió de él unos años después: "A pesar de que algunas veces amablemente sonriente en su vanidad y autocomplacencia infantil, todos nosotros teníamos por él no solamente una admiración sincera sino también una deferencia personal. No era ni un nacionalista ni un militarista... con un sentido del humor que es muy raramente encontrado en hombres que llevan una carga tan pesada de trabajo." Esta apreciación, hecha después de la muerte de Nernst durante la Segunda Guerra Mundial, era tanto una revelación del escritor como de sus subordinados. Más de uno de los amigos de Einstein señalaron que cualquier "vanidad y autocomplacencia infantil" que Nernst pudiera mostrar en la superficie, debajo presentaba una aguda mente financiera que le permitió, casi a él solo entre los científicos alemanes, hacer una pequeña fortuna en sus relaciones con la industria. Planck y Nernst encontraron a Einstein en su despacho en el ETH y defendieron su caso con él con algo de extensión. No estaba dispuesto a darles una decisión allí, y los dos profesores decidieron subir al Rigi, el mirador suizo más famoso del siglo diecinueve, mientras ordenaba su mente. Después de su excursión en tren y funicular regresarían a Zurich para saber su respuesta. Einstein exhibiendo el humor peculiar con que a menudo

trataba a la autoridad, anunció que conocerían el veredicto tan pronto como le vieran. si llevaba una rosa blanca la respuesta sería No, si la rosa era roja, entonces aceptaría la oferta de Berlín si era hecha formalmente. Más tarde cuando los dos hombres bajaban de su vagón se tranquilizaron al ver a Einstein corriendo sobre el andén llevando una rosa roja. La propuesta había sido que Einstein llegaría a ser el director del Instituto para la Física Kaiser Wilhelm cuando fuera establecido, y mientras tanto daría asesoramiento sobre investigación en los temas realizados en otras partes de la organización. Sin embargo, de haber sido esto la suma total de la oferta parece probable que hubiera llevado una rosa blanca en vez de roja. Pero el nombramiento del Kaiser Wilhelm era solamente una parte de un atractivo paquete convenido. Casi exactamente tres años antes, Jacobus Hendrikus Althoff, el creador de la teoría de la estructura espacial de las moléculas había muerto a la edad de cincuenta y nueve años. Había sido un miembro de la Academia Prusiana de Ciencias, la institución científica más antigua de Alemania, proyectada por Liebnitz y establecida por Federico Primero como la "Sociedad de Ciencias," y su cátedra había permanecido vacía. Planck y Nernst eran confidentes de que con la ayuda de sus colegas podrían persuadir al Ministro Prusiano de Educación para aprobar el nombramiento de Einstein en la cátedra - un movimiento necesario desde que la Academia estaba bajo el paraguas del servicio civil prusiano. La mayoría de los miembros solamente ocupaban cargos honoríficos no remunerados. Sin embargo, unos pocos estaban dotados de uno o varios fondos, y ello era parte del plan, lo que, con tal ayuda, ofrecería a Einstein un salario mucho mayor del que estaba recibiendo en Zurich. Si esto no era bastante atractivo, había un tercer punto en la oferta que Einstein consintió aceptar si era hecha oficialmente. Era una cátedra nominal en la Universidad de Berlín, nominal ya que desde entonces bajo los acuerdos especiales propuestos Einstein podría dar tantas conferencias como quisiera, y no tendría ninguna de las obligaciones normales concernientes con la administración universitaria. Sumando, quedaría libre para dedicarse, exactamente como el quisiera, al negocio de la investigación pura. Además, podría hacerlo en el mejor lugar posible - recordando que solamente una docena de hombres en el mundo entendían realmente de relatividad, Nernst una vez contestó: "ocho de ellos viven en Berlín." A su regreso a Berlín, Planck y Nernst, apoyados por Rubens y Emil Warburg, el fundador de la fotoquímica moderna, prepararon el borrador de la noticia para presentarlo al Ministro de Educación. El original proponía a Einstein "para miembro de pleno derecho de la Academia con un salario personal especial de 6000 marcos," pero la cifra fue posteriormente doblada a "12000," una indicación de que los alemanes estaban preocupados de que esta particular captura no se les escapara de sus redes. El borrador - en el que el nacimiento y la educación alemana de este profesor aparentemente suizo eran insertados casi como una ocurrencia tardía - describía los años jóvenes de Einstein, y la publicación de su primer documento de la relatividad. "Esta nueva interpretación del concepto del tiempo ha

tenido repercusiones aplastantes en el conjunto de la Física, especialmente en la Mecánica e incluso en la Epistemología," Continuaba. "El matemático Minkowski posteriormente lo formuló en términos que unifican el sistema entero de la Física junto con el de tiempo, en vista de que entraba en el escenario como una dimensión en términos completamente iguales a los de las otras tres dimensiones convencionales." Entonces, algo de modo sorprendente a la luz de los hechos posteriores, hizo que comenzaran a ser consideradas materias de mayor relevancia. "Aunque esta idea de Einstein ha resultado fundamental para el desarrollo de los principios de la Física, su aplicación en este momento aun está situada en la frontera de lo medible," continuaba. "Mucho más importante que para la Física práctica es su penetración en otras materias en las que, por el momento, está atryendo el interés. Así, fue el primer hombre en mostrar la importancia de la teoría cuántica para la energía de los movimientos atómicos y moleculares, y de esto deduzco una fórmula para el calor específico de los sólidos que, aunque aun no probada suficientemente en detalle, ha proporcionado una base para posteriores desarrollos de la más nueva cinética atómica. También ha unido hipótesis cuánticas de efectos fotoeléctricos y fotomecánicos con el descubrimiento de nuevas relaciones interesantes capaz de ser comprobadas de forma métrica, y fue uno de los primeros en señalar la estrecha relación entre la constante de elasticidad y esa en las vibraciones ópticas de los cristales. Considerándolo todo, uno puede decir que entre los grandes problemas, tan abundantes en la Física moderna, hay escasamente uno en el que Einstein no haya tenido alguna contribución destacada. Aunque algunas veces puede haber fallado en sus especulaciones, como por ejemplo en su teoría cuántica de la luz, realmente no se puede considerar en su contra, Puesto que en la más exacta de las ciencias naturales toda innovación supone un riesgo. En este momento está trabajando intensamente en una nueva teoría de gravitación, que cuyo exito lo dirá solamente el futuro. Aparte de su propia productividad, Einstein tiene un talento especial para examinar opiniones y premisas peculiares y originales, y estimar su interrelación con la extraña certeza de su propia experiencia. En este tratamiento e investigación de la teoría clásica, incluso en sus publicaciones más tempranas, lo mismo que en sus demostraciones y críticas de nuevas hipótesis, Einstein debe considerarse como un maestro." El interés de este informe, que era para abrir las puertas de Berlín, está en la forma en la que glosa el trabajo de Einstein en relatividad y descarta rápidamente "el punto de vista heurístico" del documento de la fotoelectricidad por el que le iba a ser concedido el Premio Nobel de Física nueve años después. Nernst y Planck, que presumiblemente redactaron el documento, tuvieron en cuenta no solamente las opiniones conservadoras de sus colegas, sino también el carácter del ministro. Y Planck, reacio a admitir que sus cuantos de algún modo no tomaban ondas características durante el viaje de aquí a allí, sintió la necesidad de insistir

en que cuando esto llevó a los fotones, Einstein había "fallado el blanco." Habiendo sido aprobado por la Academia la propuesta fue presentada al gobierno el 28 de Julio de 1913. Pasaron aproximadamente cuatro meses antes de que la respuesta llegara. El 20 de Noviembre,el ministro declaró que el Kaiser había aprobado el nombramiento, que el Ministro de Finanzas había concedido al gran Dr. Einstein los gastos del viaje y que él ahora quería ser informado si "el profesor Einstein acepta realmente su nuevo puesto." Mucho antes de esto, Nernst daba el asunto por resuelto. "En Semana Santa, Einstein se trasladará a Berlín," escribió a Lindeman el 18 de Agosto de 1913; "Planck y yo estuvimos en Zurich viéndole el otro día y la Academia ya le ha elegido. Tenemos grandes expectativas en él." Einstein formalmente acepto el 7 de Diciembre, habiendo pedido durante este tiempo su liberación del puesto que había ocupado solamente dieciocho meses antes. En su carta a Berlín subrayaba su gratitud por la posibilidad de permitirle seguir en su trabajo científico libre de las obligaciones profesionales. "Cuando considero que cada día de trabajo disminuye mi poder de pensamiento puedo aceptar este gran honor solamente con un cierto grado de temor," continuó. "Sin embargo, aceptar el puesto me ha incitado a pensar que un hombre no puede pedir de otro más que se dedique con tada su fuerza entera a una buena causa, y a este respecto me siento sinceramente competente." La aceptación de Einstein fue significativa de varias formas. La más obvia fue subrayada después por Sommerfeld que escribió que "debemos la terminación de su Teoría General de Relatividad a su tiempo libre en Berlín." Pero hay más que eso. Einstein había permanecido en Zurich hasta el comienzo de la guerra en Agosto de 1914, es casi inconcebible que hubiera regresado a Alemania. Los antisemitas en ese país habrían sido privados, en el caos de la posguerra a principios de 1920 y en la preparación de la toma de poder por los Nazis, de un objetivo hecho en el que concentrar su fuego. Es casi igualmente improbable que Einstein se hubiera trasladado a los Estados Unidos en 1933 - y así estando a su disposición en Long Island en el verano de 1939 estimular a los americanos en las investigaciones que los dieron armas nucleares antes del final de la guerra en el Pacífico. Por estas razones, sino por otras, es digno de considerar los pros y los contras de lo que debe haber sido para Einstein una decisión difícil. En el lado positivo estaba la enorme atracción del clima intelectual en el que estaría moviéndose. También estaba la atracción del salario. Einstein nunca fue un hombre preocupado por el dinero pero era el padre de dos hijos en crecimiento y sentía responsabilidad por ellos aunque no un cariño desorbitado. También estaba la razón que dio a Ehrenfest para lo que llamó su "Berlinización": "Acepto esta peculiar sinecura porque dar clases irrita extrañamente mis nervios y allí después de todo no tengo que dar clases." "En adición," dice uno de sus biógrafos por lo general más serios, Philipp Frank, "también había factores personales que tomaron parte en la decisión. Einstein tenía un tío en Berlín, un hombre de negocios bastante

afortunado, cuya hija, Elsa, estaba ahora viuda. Einstein recordaba a su prima Elsa como a una chica joven que a menudo había estado en Munich y le había impresionado como una persona amable y feliz. Las perspectivas de permitirle disfrutar la agradable compañía de su prima en Berlín le hizo pensar en la capital prusiana más favorablemente." Esta declaración debe ser tomada con alguna precaución. Frank, que escribió su libro en 1947, más de treinta años después, era un íntimo de Einstein, y es difícil no creer que la fuente del comentario fuera el propio Einstein. Es verdad que finalmente se casó con Elsa Einstein; pero cuando se trasladó a Berlín en Abril de 1914 lo hizo con Mileva y sus dos hijos. El matrimonio todavía no se había roto; y aunque había indicios de que iba a la ruina, parecía sugerir por encima de las asperezas que aceptó el nombramiento de Berlín con la esperanza de que finalmente su matrimonio no se rompiera. Sin embargo, eso fue lo que pasó. La reacción de Mileva Einstein a Berlín, en gran parte una eslava teniendo antipatía por todas las cosas teutonas, que por su contraste tan fuerte con la atmósfera desenfadada y feliz de Suiza, tenía una replica en los propios sentimientos de Einstein. Diecisiete años antes había renunciado no solamente a su nacionalidad alemana sino también a lo que consideraba lo esencial del germanismo: reverencia por la obediencia, reglamentación estricta del cuerpo y una rigidez del espíritu que forzaba la mente estrechamente hacia arriba igual que los troncos de los pinos en los oscuros bosques alemanes. Ahora, de hombre, volvería andando al entorno del que había escapado cuando era un muchacho. Aun arrojando un guante intelectual, con un riesgo calculado, eran acciones que no solamente habían ganado la fama de Einstein sino que eran típicas de su estructura mental, aceptando un puesto en el Kaiser Wilhelm le permitiría hacer ambas cosas. También había otro factor que importaba más que cualquier cosa. Reichinstein, el amigo de Einstein, lo puso en claro después de que hubiera hablado con él en Berlín sobre el trabajo que le llevó a la Teoría General. "Poder trabajar cuando una gran idea está en juego," escribió, "una idea que tiene que ser cuidada hasta la madurez durante un largo período de tiempo, un científico debe estar sin las trabas de las preocupaciones, debe evitar todos los conflictos molestos de la vida, debe soportar todas las humillaciones de sus oponentes en orden a salvaguardar esas cosas preciosas que lleva en su alma." En Berlín, bajo las condiciones suministradas por Planck y Nernst, Einstein estaría sin las trabas por las preocupaciones de dinero, evitaría los conflictos molestos de la rutina de un profesor. Más de un amigo y más de un colega ha subrayado que era de alguna forma más un artista que un científico - o al menos "un artista de la ciencia." Y "el verdadero artista dejaría a su mujer morirse de hambre, a sus hijos ir descalzos, a su madre cargar con su mantenimiento hasta los setenta años, antes que trabajar en cualquier cosa que no sea su arte." Einstein incluso se pondría en prenda a los prusianos. El problema de la nacionalidad, planteado cuando la cuestión de ir a Berlín, había sido discutido en primer lugar y por fin parecía resuelto. Haber había señalado que los miembros de la Academia Prusiana de las Ciencias harían

automáticamente a Einstein un ciudadano prusiano - y dos décadas después el Profesor Ernst Heymann, secretario perpetuo de la Academia, escribió de la "nacionalidad prusiana de Einstein que la había adquirido simplemente para llegar a ser un miembro de pleno derecho de la Academia." La versión de Einstein fue que "como di importancia al hecho de que no cambiaría de nacionalidad, hice la aceptación de un posible nombramiento dependiendo de esta estipulación, con lo que estaba de acuerdo." Lo que fue hecho exactamente no está claro todavía hoy. Pero allí había estado el Profesor Haguenin, un francés en la Facultad de Letras de la Academia, que había insistido en seguir siendo francés. La situación era sin duda diferente en el caso de un alemán que había renunciado a su nacionalidad alemana, pero Einstein se quedó con la impresión de que en Berlín no solamente retendría su nacionalidad suiza sino que evitaría llegar a ser alemán una vez más. El gobierno, pero no la Academia, más tarde denegó que esto fuera así. Si el gobierno tenía razón, esto no significaba que Planck y Nernst no hubieran mantenido su promesa. El "acuerdo" puede haber sido discutido en primer lugar al principio del verano y solamente era el 13 de Julio de 1913 cuando una nueva Ley de Nacionalidad aprobaba en su Sección 14 que los empresarios públicos al servicio del Reich, o en uno de los estados federales, automáticamente darán la ciudadanía alemana a los respectivos empleados extranjeros, oficiales o funcionarios. Desde luego durante una gran parte de su vida Einstein creyó que, cómo un suizo, había ganado status profesional en Berlín solamente con habilidad diplomática. Pero esto es típico de lo que su hijo mayor ha llamado su encanto inventado buenas historias para buenos oyentes a las que daría otra versión después. Al Dr. Max Gottschalk, un prominente judío belga erudito y buen amigo, que preguntó como un suizo había llegado a ser un profesor alemán de pleno derecho, Einstein explicó que el Kaiser había visitado la Universidad un día. "Pidió que le presentaran al Profesor Einstein y me acerqué," dijo. "Después de eso, como el Kaiser me había llamado profesor tuve que ser un profesor de pleno derecho." [Su íntimo amigo Leon Watters le citó después como que había dicho: "Aunque he vivido en Alemania durante muchos años, nunca he llegado a ser un ciudadano alemán. Esa fue una condición para irme allí. Nunca estuve con el Kaiser, probablemente por ese motivo."] Los detalles fueron resueltos antes del final de 1913, y fue acordado que empezaría con sus obligaciones en Berlín el 1 de Abril de 1914. Había sido un triunfo remarcable para un hombre que todavía no tenía treinta y cinco años, tanto que hasta el mismo Einstein, que normalmente estaba seguro de si mismo, mentalmente mantuvo los dedos cruzados. En estas circunstancias era bastante natural. Todavía estaba atascado en la Teoría General, incluso con la ayuda de Marcel Grossman. Todavía estaba en la mitad de esos "errores de pensamiento que me causaron dos años de duro trabajo," como él lo describió, y escribió a Besso lamentando el hecho que los teóricos alemanes no fueran receptivos a un discusión general basada en principios fundamentales. "Estoy un poco molesto cuando veo aproximarse la aventura de Berlín," dijo. "... Una mirada libre sin prejuicios generalmente no es característica de un

alemán 'adulto'. Es como si llevaran anteojeras." En Zurich, Louis Kollros, su viejo colega de los días en el ETH, organizó una gran despedida en el hotel Kronen. "Todos lamentamos su marcha," había dicho Kollros. "El mismo estaba encantado con la perspectiva de permitirle dedicar todo su tiempo a la investigación ... encantado y un poco inquieto no obstante; dijo no saber que le esperaba en el futuro. Cuando le acompañaba a casa esa noche se volvió hacia mi y dijo: 'Los caballeros de Berlín están apostando en mi como si yo fuera un premio de una gallina. Cuando yo mismo ni siquiera se si voy a poner otro huevo.'" [Einstein aparentemente tenía cariño al símil. Hablando una noche después de cenar con Paul Herzt en Gottingen, que daba clases de Física teórica allí, comparó el concepto entero de las nuevas ideas a una gallina poniendo un huevo: "Kieks - aufeinmal ist esda" ("Piando - repentinamente está aquí). Einstein se trasladó con su familia de Zurich a Berlín el 6 de Abril de 1914. Haber le ayudó a encontrar y a alquilar un piso en Berlín-Dahlem y aquí pasó la primera parte del verano estableciéndose. El 2 de Julio dio su discurso inaugural a la Academia. "Lo primero de todo es agradeceros muy sinceramente el otorgarme el mayor favor que podía ser concedido a un hombre como yo," comenzaba. "Eligiéndome para vuestra Academia me habéis liberado de las distracciones y cuidados de una vida profesional y por tanto habéis hecho posible para mi el dedicarme completamente al estudio de la ciencia. Espero que continuaréis creyendo en mi gratitud y laboriosidad incluso cuando mis esfuerzos parezcan producir pobres resultados pobres." También dejó claro que dirección tomarían estos esfuerzos, comentando la relatividad especial, explicando la necesidad de generalizarla y señalando que tal generalización todavía no podía ser probada. "Hemos visto que la Física inductiva requiere cuestiones de la deductiva y viceversa y que una respuesta pide el despliegue de todas nuestras energías. ¡Puede que pronto tengamos exito haciendo progresos permanentes debido a nuestro esfuerzo unido! Mientras los acontecimientos seguían su camino hacia el primer item en este progreso permanente - la expedición de Freundlich a Crimea - Einstein iba todas las mañanas a su oficina, situada en la Librería Prusiana de Estado en el Unter den Linden. Aquí acordó con sus nuevos colegas de la Universidad cómo, cuándo, y sobre qué daría las clases durante el próximo trimestre de otoño. Y aquí fue visitado por oficiales del Kaiser Guillermo Gesellschaft con los que acordó detalles del nuevo instituto. Ha negado que, cuando pidieron el esquema de sus necesidades, dijo que estas solamente consistían en lapices y papel que podía suministrar el mismo. Sin embargo, "es verdad que siempre supe arreglar cosas de manera que permanecí confiado," ha escrito. "Quería tener tiempo libre para pensar y no he querido dictar las acciones de otras personas (nada de el 'Führer')." En Berlín, Einstein iba a ver por primera vez cómo las ramificaciones de la ciencia se extienden no solamente a la Filosofía y a la Metafísica, sino también a la política y al poder, y cómo penetraba, igual que una barra en un edificio de hormigón armado, en organizaciones en las que todavía descansaba el equilibrio de la paz de Europa. Al principio

apenas estaba angustiado por el nuevo clima. "La vida es mejor aquí de lo que esperaba," escribió al Profesor Hurwitz el 4 de Mayo. "Sin embargo, una cierta disciplina con respecto a la vestimenta, etc., que tengo que cumplir en los dominios de unos viejos caballeros para no despertar reproches de la gente de aquí, más bien perturba mi paz mental. La Academia en su ambiente general es reminiscente de algunas otras facultades. Aparentemente la mayoría de sus miembros se confinan en sus escritos a cierta grandeza igual a la de un pavo real. ..." Y había compensaciones. Su status había sido elevado no solamente en estima científica y recompensa económica, sino también a los ojos de sus parientes, particularmente a los de su madre. En su juventud se habían cuidado de escribirle rápidamente. Ahora, "se sentían honrados al recibirle en sus casas y al ser mencionados como sus parientes." Había, debajo de todo, la nueva libertad de dedicarse casi enteramente a su trabajo. Ahora la cosa más urgente era la expedición al sur de Rusia para observar el eclipse en Agosto, y a partir de Abril, Einstein y su familia estuvieron en contacto regular e íntimo con los Freundlichs. Según se aproximaba la fecha de salida de la expedición, Einstein se abstraía cada vez más en su propio caparazón científico, más frecuentemente llegaba a ser el Einstein de la última caricatura del periódico, aislado de los contactos normales de la vida entrascado en sus propios problemas interiores. Así hubo una ocasión en la que puso boca abajo los platos al final de una comida con los Freundlichs. Antes de que pudiera haberse dicho una palabra comenzó a cubrir una gran parte del apreciado mantel de las fiestas con ecuaciones como hablaba con sus invitados. "Lo he guardado sucio como me dijo mi marido," dijo la señora Freundlich medio siglo después, "valdrá una fortuna." Pero esto era típico "le he visto en su entusiasmo," una vez escribió Lord Samuel "cuando no había cerca una mesa, arrodillarse en el suelo y garabatear diagramas y ecuaciones en un pedazo de papel sobre una silla." También hubo la ocasión complementaria cuando los Freundlich llegaron para cenar con los Einstein. Después de una larga espera sin su anfitrión, Mileva contestó al teléfono para descubrir que era su marido telefoneando desde Dahlem. Dijo que había estado esperando a Freundlich más de una hora en la estación de metro. Como acordaron Freundlich había acudido a la cita al apartamento de Einstein. Durante este tiempo Einstein no estaba absorto solamente. También estaba seguro de si mismo. Las primeras dudas habían sido suprimidas e incluso antes de llegar a Berlín en la primavera había escrito a Besso con una moral elevada. "Ahora estoy completamente satisfecho y no dudo más de la exactitud del sistema entero aunque la observación del eclipse suceda o no," decía su carta. "El significado de la del asunto es bastante evidente." Esta es una frase reveladora. Puesto que Einstein estaba diciendo que si un hombre se mantiene firme en su intuición, si resiste en el lado de las dificultades, si realmente tiene un sentimiento interior de convicción de que tiene razón, entonces llegaría una explicación para las discrepancias; las inconsistencias en la evidencia llegarían a ser explicables. Esto era, aunque no parece haberlo realizado el mismo, un final de despedida a Mach y su deificación de las

sensaciones. También era indulgencia en un acto de confianza. Solamente Einstein el filósofo habría convencido a Einstein el científico que si la evidencia no estaba de acuerdo con la teoría entonces la evidencia podía ser errónea. Todas estas esperanzas fueron desbaratadas por la declaración de guerra de Alemania a Rusia el 1 de Agosto de 1914, su declaración de guerra a Francia dos días después y la invasión de Bélgica que provocó la entrada británica en la guerra el 4 de Agosto; "Mi querido astrónomo Freundlich será un prisionero de guerra en vez de permitirle observar el eclipse," Einstein escribió a Ehrenfest en Leiden el 19 de Agosto. "Estoy preocupado por él." Pero Freundlich y los miembros de su equipo fueron más afortunados de lo podían haber sido, aunque sus equipos fueron confiscados y ellos mismos fueron arrestados y conducidos a Odessa. A finales de mes había sido acordado su cambio por un número de oficiales de alto rango rusos y el 2 de Septiembre Freundlich estaba de regreso en Berlín. Aquí pasó el resto de la guerra, principalmente en el observatorio pero dando asistencia a Einstein durante. Así la guerra retrasó la prueba de la Teoría General durante cinco años, lo que iba a afectar a Einstein decisivamente en otras cosas. Puesto que fue el instrumento que finalmente trajo el fin a su primer matrimonio. Sus relaciones con Mileva eran cada vez más frágiles. Años más tarde lamentó que en Suiza hubiera estado celosa de todos sus amigos, con la única excepción de Solovine, y dedujo que su carácter había hecho la vida juntos imposible. Pero miraba hacia atrás con más pesar que dolor, aceptando con resignación el hecho de que nada habría hecho funcionar correctamente al matrimonio y liberando a los dos, a su mujer y a él mismo, de cualquier cosa distinta de la mala suerte. En 1914 era mucho menos ecuánime sobre el tema. Al menos era razonable que Mileva regresara a Zurich con sus dos hijos en el verano de 1914; era incluso más razonable que se quedara con ellos allí cuando estalló la guerra en Agosto - al menos hasta que las perspectivas inmediatas estuvieran más claras. Pero por Navidades era evidente que algo más estaba en juego. Mileva permaneció en Suiza con los niños. Einstein, todavía un ciudadano suizo, permaneció en Berlín, pasando las vacaciones con el Profesor y la Señora Nernst, un personaje solitario pero quizás no infeliz totalmente tocando su violín para ellos en Nochebuena. Mileva no regresó. Einstein no se preocupó. De hecho hay una gran cantidad de evidencias circunstanciales que sugieren que estaba completamente contento solo mientras abordaba el duro trabajo de completar la Teoría General. No todos sus amigos sentían que esta fuera una situación satisfactoria. Haber en particular comenzó una larga serie de intentos amables pero infructuosos para juntar a los dos de nuevo. La escasa esperanza de esto se muestra en una carta que Einstein escribió a Besso, algunos meses después de que el famoso documento de la Teoría General fuera publicado y después de que tuviera un tormentoso encuentro con su mujer en Suiza. Si no hubiera tenido la fuerza mental para mantenerla a distancia, fuera de la vista y de la mente, se hubiera agotado física y moralmente,

como dijo. Incluso en las Navidades de 1914 era evidente un problema - como mantener a Mileva y sus dos hijos, uno de diez años y el otro de cuatro. Einstein tenía un cariño limitado por los chicos, mientras no le quitaran mucho de su tiempo y estaba preocupado porque no sufrieran la ruptura del matrimonio de sus padres. Durante los siguientes años, por lo tanto , el dinero - y la dificultad de recibirlo sin perdidas en la neutral Suiza desde Alemania en guerra llego a ser una de las preocupaciones de Einstein. Si la Primera Guerra Mundial puso rápidamente trabas provisionales a uno de los engranajes científicos de Einstein y llevó su vida privada a un punto culminante, también hizo algo mucho más importante: le llevo cara a cara, por primera vez, con las interrelaciones entre la ciencia y los asuntos del mundo. Hasta ahora había considerado la ciencia como una vocación para ser seguida solamente por hombres de inteligencia e integridad moral, ocupando posiciones que normalmente estaban separadas de la mayoría de la otra gente. No eran necesariamente mejores, pero desde luego eran diferentes. Seguramente el espantoso negocio de la política internacional, de guerra y todo eso que conlleva, ¿era algo en lo que ellos estarían involucrados los últimos? Esta creencia era ingenua. El mismo Newton había sido un consejero del Almirantazgo Británico. Michael Faraday y Sir Frederick Abel fueron consejeros del Ministerio de Guerra Británico. Dewar y Abel produjeron cordita, Nobel invento la dinamita y los estudios en los yacimientos de Stassfurt llevados a cabo por van't Hoff, cuya Cátedra ocupaba ahora Einstein, fueron de gran utilidad a la industria militar alemana. La ciencia ha sido de hecho uno de los artesanos de la guerra desde que el bronce reemplazó a la piedra en tiempos prehistóricos. Ya la naturaleza de los trabajos de Einstein en los problemas fundamentales de la física había contribuido a ponerle en cuarentena lejos de este hecho y su auto impuesta dedicación a la tarea había ayudado al proceso. Por lo tanto estaba escandalizado según lo que atestiguó en Berlín: Por ahora sus colegas se lanzaban a las armas sin ser invitados. Su primer ayudante, Luwig Hopf, ingresó en el Ministerio del Aire Alemán y ayudó a desarrollar un avión militar. Otto Stern estuvo enseguida sirviendo con las fuerzas en el frente del este, desde donde mantuvo contactos con Einstein por una serie de cartas breves y tarjetas postales del terreno. El joven Max Born, traído a la Universidad de Berlín desde Göttingen cuando Planck persuadió al Ministro de Educación Prusiano de que necesitaba ayuda, trabajó primero para la fuerza aérea alemana y después para una junta militar investigando la propagación del sonido. Schwarzschild, el astrónomo, cuyos cálculos fueron a apoyar la primera confirmación de la Teoría General de Einstein, sirvió como matemático experto con el ejército alemán en el frente este. Nernst primero fue un asesor del Ministro de la Guerra, aconsejando sobre agentes químicos para granadas, y posteriormente aceptó otro nombramiento. Debajo de todo estaba Fritz Haber, que una vez se había alistado como voluntario para el servicio pero había sido rechazado en el reconocimiento médico. "Su depresión resultante," decía su biógrafo, "desapareció cuando recibió un problema del Servicio de Material de Guerra. Fue hecha

una petición para gasolinas con un punto de congelación bajo, ya que el ejército esperaba luchar en el invierno ruso." Además esto fue no mucho antes de que Haber tuviera puesto un uniforme y dijo a su mujer que un científico pertenecía al mundo en tiempos de paz y a su país en tiempos de guerra. Rápidamente había llegado a tener claro que su revolucionario método para producir amoníaco - por el que le fue concedido más tarde l Premio Nobel de Química - era esencial para el almacenamiento de explosivos y fertilizantes sin el que el esfuerzo de guerra alemana difícilmente habría continuado. Primero fue consultado como este proceso podía ser utilizado mejor. Después fue traído para aconsejar de la factibilidad de los gases de guerra, primero como sargento. "Una de sus grandes decepciones fue el carecer de un título militar más alto," decía su biógrafo. "Como un profesor de pleno derecho en una Universidad, tenía el sentimiento que era equivalente a un general; los miembros de la Academia tenían un uniforme parecido para las ocasiones de gala." Después fue nombrado capitán - pero no antes de que obligara a su titubeante colega Richard Willstatter a participar en las investigaciones de máscaras de gas: " Soy un sargento," dijo. "Te ordeno la tarea." Haber unió pronto sus fuerzas con las de Nernst y en unos pocos meses estaba supervisando la producción del cloro suficiente para el primer ataque alemán con gas en la primavera de 1915. Durante el año siguiente había llegado a ser la cabeza del servicio de guerra química de Alemania, después experimentando con cientos de substancias consiguió un éxito tecnológico mayor con la introducción de la iperita en 1917. Einstein no tenía ilusiones. Leyendo un documento del uso aliado de bombas de gas advirtió a sus colegas: "Se supone que ellos olían mal primero, pero nosotros sabemos mejor como hacerlo." Incluso Einstein, crítico con su propio país desde su juventud, había esperado algo diferente de lo que ahora presenciaba. "Uno imagina que al menos unos pocos alemanes educados tuvieron momentos en la intimidad de horror en la matanza que tuvo lugar al comienzo," dijo Fritz Ringer. "En público, sin embargo, los académicos alemanes de todas las creencias políticas hablaban de casi exclusivamente de su optimismo y entusiasmo. Efectivamente, acogieron a la guerra con una sensación de alivio. Las diferencias de los partidos y los antagonismos de clase parecían evaporarse a la llamada de la obligación nacional. Los Social Demócratas marchaban cantando hacia el frente en compañía de sus superiores y los intelectuales mandarinos se alegraban con el aparente renacimiento del 'idealismo' en alemania." La reacción de las Universidades reforzaron toda la adversión de Einstein por lo que el vio como la característica exclusiva alemana de marchar al son de la música. Miró con desconfianza a sus colegas y más tarde tendía a pasar por alto el hecho de que Lindemann arriesgara su vida en el servicio de pruebas de aviones, que Madame Curie condujo ambulancias de la Cruz Roja y que Rutherford y Langevin trabajaron como científicos en el comite antisubmarino inter-aliado que produjo los primeros detectores Asdic. Debía ser erróneo para los científicos aliados el prostituir la ciencia; pero, por la implicación de Einstein, era peor para los científicos alemanes hacer la

misma cosa ya que Alemania había sido la agresora. Era un argumento plausible, pero hubiera destruido cualquier ilusión bestigial de que los científicos permanecieran fuera de la batalla. La visión de la fundación científica de Berlín dedicándose a la guerra con un escaso murmullo de disensión condujo a Einstein a un triple compromiso: internacionalismo, pacifismo y socialismo. Todas estas eran excelentes ideas y todas recurrían a lo mejor de él. Aun a pesar de que hay pocas evidencias de que su apoyo a ellas tuvieran algún efecto en el curso de la historia, ese apoyo, el resultado directo de sus experiencias en Berlín en tiempo de guerra, le dejó después de la guerra en aguas donde peligrosamente no hacía pie. En ese tiempo era una figura mundial. Todos sus actos públicos seguidos eran con reverencia y regocijo. El resultado fue una creencia mundial de que Einstein estaba enardecido por una sinceridad de propósito casi mística y por un sentimiento menos justificable de que los científicos perdieron casi inevitablemente su objetivo en los pasillos del poder. De esta forma la guerra revolucionó la actitud de Einstein hacia el mundo que le rodeaba. No podía permanecer más tiempo aislado. Había desempeñado su papel en el lado de los ángeles, pero la física todavía era lo primero. Esto le mantuvo fiel a Berlín, a pesar del hecho de que aun tenía esperanzas de una victoria aliada fue obligado a regresar a Nelsonian haciendo la vista gorda no solamente al trabajo de sus colegas sino hasta la fuente de algo de su propio dinero. Este llegaba, al menos en parte, de Leopold Koppel que en 1916 creó la Fundación Kaiser Wilhelm para Ciencias Técnicas Militares. Los detalles completos de los contactos de Einstein con Koppel no son conocidos, pero en una carta a Freundlich en Diciembre de 1913, Einstein hablaba de Koppel como el hombre que había "dado el dinero para mi salario como miembro de la Academia. Según el Max Planck Gesellschaft, en el que fue transformado el Instituto Kaiser Wilhelm en 1946, el Instituto de Física de Einstein recibió sumas regulares 25000 marcos desde el 1 de Octubre de 1917 hasta el 31 de Marzo de 1918 - de la donación de Koppel que había creado la fundación militar. El mismo Einstein escribió a Hedwig Born en 1919 refiriéndose a otro hombre rico y diciendo "mi remuneración académica no depende de su bolsillo puesto que eso es cosa de Herr Koppel," mientras el Profesor Jens de la Universidad de Tübingen ha afirmado que a Einstein "primero le fue dada la oportunidad para una investigación tranquila por un banquero prusiano que prometió pagar a Einstein un salario suplementario de 4000 marcos desde el 1 de Abril de 1914 hacia adelante por un período de doce años," y nombró al banquero como Koppel. "Einstein," resumió, "sabía que la suntuosa cama en la que se acostaba tenía chinches." Cualquiera que sean las cifras exactas, está claro que Einstein a la altura de sus poderes estaba siendo apoyado por las mismas personas que rápidamente estaba condenando, exhibiendo una habilidad sorprendente para prevenir a su mano izquierda de lo que sabía que su mano derecha estaba haciendo. Incluso estaba afectado de pensar en la esta dicotomía, no habría estado en ninguna contradicción declamando contra la guerra mientras usaba para la ciencia el dinero de los que la apoyaban. Igual que

Major Barbara, Einstein habría reflejado que el dinero estaba mejor en sus manos que en las de ellos. La arraigada desconfianza de Einstein en todas las cosas militares y en todas las cosas prusianas fue revelada claramente en primer lugar por su reacción a el "Manifesto to the Civilized World." Este era una expresión de sorpresa hipócrita y afligida por la que el mundo se habría opuesto a la invasión alemana de Bélgica. Emitido a primeros de Octubre de 1914, rechazaba la culpa de Alemania de la guerra, justificaba la violación de Bélgica en los motivos por los que habría sido suicida haber hecho cualquier otra cosa, hablaba de "ordas rusas ... desatadas contra la raza blanca" en los tonos del Dr. Goebbels veinte años más tarde y afirmaba "de no ser por el militarismo alemán, la cultura alemana habría sido barrida de la faz de la tierra." El manifiesto ganó noventa y tres partidarios de los escalones superiores del mundo intelectual, donde había circulado. Wilhelm Röntgen, el descubridor de los rayos X, lo firmó. Lo mismo hizo Ernst Haeckel, el evolucionista. Así lo hizo Paul Ehrlich, el biólogo. Así lo hizo Max Planck, aunque podía haber sido uno de esos que, en el tipo de palabras de Einstein a Lorentz, habría firmado "descuidadamente, alguna vez sin haber leído el texto." Pero Einstein añadió, que "no pensaba que esas personas puedan ser persuadidas de retractarse." Una reacción a "El manifesto de los 93," como llegó a ser conocido, llegó en unos días de George Nicolai, profesor de Fisiología en la Universidad de Berlín, autor de la Biología de la Guerra y convertido y alistado al pacifismo que durante los meses de conclusión de la guerra hizo una escapada sensacional de Alemania por avión. El papel exacto que Einstein desempeñó en el "Manifiesto a los Europeos" que escribió Nicolai no está claro, pero el mismo Nicolai, escribiendo a Einstein el 18 de Mayo de 1918, le concede el honor de ser coautor y continúa: "Verdaderamente, sin tu participación, nunca podía haber visto la luz del día. Por lo menos estoy inclinado a creer, difícil como es determinar tales acontecimientos, que nunca habría hecho nada solo." Aunque el contramanifiesto fue un esfuerzo conjunto, su redacción es extraordinariamente reminiscente de las declaraciones, anuncios, mensajes y exhortaciones que iban formar parte de una faceta de Einstein hasta el final de los próximos cuarenta años. Era el primero de su clases que escribía o firmaba y por eso es bastante significante como para ser citado por completo: Nunca antes ninguna guerra ha roto de forma tan absoluta la cooperación cultural. Al mismo tiempo ha hecho que el progreso tecnológico y las comunicaciones sugieran claramente que reconozcamos la necesidad de relaciones internacionales que necesariamente llevarán hacia una civilización universal y mundial. Quizás somos todos conscientes de una forma profunda y dolorosa por la ruptura justamente porque ya existieron muchas uniones internacionales antes. Podemos estar escasamente sorprendidos. Cualquiera que se preocupe lo más mínimo por una cultura mundial común ahora está doblemente comprometido en luchar por el mantenimiento de los principios en los que debe permanecer. Todavía, de aquellos de los que se puede esperar tales sentimientos - principalmente científicos y

artistas-, han respondido, casi como un hombre, como si hubieran renunciado a cualquier deseo adicional por la continuación de las relaciones internacionales. Han hablado en tono hostil y han dejado de hablar claro a favor de la paz. Las pasiones nacionalistas no pueden excusar esta actitud, que es indigna de lo que el mundo ha llamado hasta aquí cultura. Sería una desdicha grave que este espíritu llegara a ser de uso general entre los intelectuales. Esto amenazaría, estamos convencidos, no solamente a la cultura como tal: pondría en peligro la misma existencia de las naciones por la protección de lo que esta guerra barbara estaba provocando. Se ha reducido el mundo tecnológicamente. En efecto, hoy las naciones de la gran península europea parecen empujarse la una a la otra más de lo que una vez lo hicieron las ciudades-estado que se fueron apiñando en esas penínsulas más pequeñas que sobresalen en el Mediterráneo. Viajar está tan generalizado, la oferta y la demanda internacional está tan entrelazada, que Europa uno casi diría el mundo entero - es incluso ahora una unidad simple. ¡Ciertamente, es la obligación de los europeos de educación y de buena voluntad por lo menos de tratar de prevenir a Europa de sucumbir, a causa de falta de organización internacional, en el destino que una vez sepultó a la Grecia antigua! ¿O Europa también sufrirá un lento agotamiento y la muerte por una guerra fratricida? Hoy el combate violento escasamente puede producir un "vencedor"; todas las naciones que participan en él, con toda probabilidad, pagaran un precio extremadamente alto. Por tanto parece no solamente sensato sino también indispensable para los hombres de educación en todos los países ejercer su influencia para que el tipo de tratado de paz no lleve las semillas de guerras futuras, cualquiera que sea el resultado del presente conflicto. La situación inestable y flexible en Europa, creada por la guerra, debe ser utilizada para unir el continente en un conjunto orgánico. Técnica e intelectualmente las condiciones están maduras para tal desarrollo. Este no es el lugar para discutir cómo esto puede ocasionar este nuevo orden de Europa. Nuestro único propósito es afirmar nuestra profunda convicción que ha llegado la hora en la que Europa debe unirse para salvaguardar su suelo, su gente y su cultura. Declaramos públicamente nuestra fe en la unidad europea, una fe que creemos que es compartida por muchos; esperamos que esta afirmación pública de nuestra fe contribuya al crecimiento de un movimiento poderoso hacia tal unidad. El primer paso en esta dirección sería, para todos esos que quieren verdaderamente a la cultura europea, unir fuerzas - todos esos que una vez Goethe llamó proféticamente "buenos europeos." No debemos abandonar la esperanza de que sus voces, hablando al unísono, puedan, incluso hoy, elevarse sobre el ruido de las armas, particularmente si son juntados por esos que ya disponen de renombre y autoridad." El primer paso, repetimos, para los europeos es unir fuerzas. Si, como esperamos sinceramente, se encuentran bastantes europeos - gente paralos que Europa es una causa

vital en lugar de un término geográfico - nos esforzaríamos en organizar una liga europea. Esta liga podría entonces levantar su voz y tomar acciones. Nosotros tratamos de hacer el primer movimiento para lanzar el reto. Si eres uno de los que piensa como nosotros, si estas convencido en crear un movimiento por la unidad europea, te invitamos a que te comprometas firmando con tu nombre. El manifiesto, redactado en la Universidad de Berlín, circuló entre sus profesores. Estaba firmado por Nicolai y por Einstein. Después fue firmado por Wilhelm Forster, de ochenta años y jefe del Observatorio de Berlín que ya había firmado el manifiesto de los 93, y por Otto Buek. Eso fue todo. Einstein no sintió dudas de su inefectividad un mes después y fue arrastrado por primera vez dentro de un partido político como un miembro más. Este era el Bund Neues Vaterland, creado el 16 de Noviembre de 1914 incluyendo entre sus miembros fundadores al banquero Hugo Simon, que en 1919 llegó a ser el Ministro de Finanzas Prusiano y a Ernst Reuter que llegó a ser un famoso Burgomaestre de Berlín después de la Segunda Guerra Mundial. El principal objetivo del grupo era conseguir pronto la paz. El segundo era la creación de un cuerpo internacional que hiciera imposibles las guerras en el futuro. Ambos eran objetivos con los que Einstein simpatizaba de pleno corazón y es informado de que era "muy activo, asistiendo a reuniones y dando discursos." El Bund, luchando por su existencia en una nación no solamente en guerra sino que también apoyaba la guerra entusiasmado, estaba condenado, obviamente, a una muerte temprana. De cualquier modo, el apoyo de Einstein estaba abierto, algo muy diferente del apoyo que iba a dar, a través de las conexiones en Holanda y Suiza, a las fuerzas que trataban de conseguir un final inmediato de la guerra incluso si esto significaba la derrota de Alemania. Se ha dicho con algo de justicia que "trabajar por la paz de alguna manera pública bajo el régimen del Kaiser en 1914 era equivalente a traición," y si Einstein hubiese sido alemán alguna de sus acciones le habrían costado más de una advertencia. Se habría sabido públicamente todo de ellos en la repercusión inmediata del Armisticio, sus ensayos y tribulaciones durante el principio de 1920 habrían sido muchos mayores. Puesto que no esperaba solamente un final de la guerra sino, más específicamente, la derrota alemana; dejando bastante clara esta esperanza a esos en los que podía confiar. Esta actitud le unió vagamente con al menos parte de la "resistencia alemana" treinta años después, aunque con una diferencia. En la Europa de 1914-18 no solamente le fue permitido continuar el trabajo de su vida desde su posición privilegiada en Berlín; también le fue permitido realizar su trabajo de resistencia suplicando la paz en Holanda y Suiza con el mínimo riesgo personal ya que al menor problema siempre podía exigir la protección de su pasaporte suizo. No hay nada vergonzoso en el hecho de que las circunstancias le permitieran tener lo mejor de ambos mundos; lo que ensancho la grieta que ya le separaba de los demás hombres. Los primeros contactos de Einstein durante la guerra

fuera de Alemania - con la excepción de las cartas personales a su mujer - fueron con Ehrenfest y Lorentz en Holanda. Al primero le revelo sus sentimientos casi inmediatamente, el 19 de Agosto de 1914, "Europa, en su locura, ha comenzado algo increíble. En ese momento uno se da cuenta de que uno pertenece a una triste especie de animal. Calladamente sigo mis estudios y contemplaciones en la paz y solamente siento pena y repugnancia." Unos meses después, a primeros de Diciembre, escribió explicándose: " La catástrofe internacional me ha impuesto una pesada carga como un internacionalista. Viviendo en esta 'gran época' es difícil reconciliarse con el hecho de que uno pertenece a esa especie idiota y podrida que presume de su libertad de voluntad. ¡Como deseo que en alguna parte exista una isla para los que son sabios y de buena voluntad! en ese lugar hasta sería un patriota ardiente." Einstein, emergiendo de su propio mundo cerrado, no comprendió que hombres buenos y sabios podían apoyar libremente causas malas; o que su isla ideal tendría que ser defendida. En el verano de 1915 escribió a Lorentz en el mismo tono, lamentando la tendencia nacional que encontraba "incluso en hombres de gran categoría," apuntando las pequeñas diferencias hechas por las fronteras y considerando su creencia de que "los hombres siempre necesitan alguna ficción idiota en nombre de la que pueden enfrentarse unos a otros. Unas veces era la religión y ahora es el estado." En la misma carta también se refiere a una propuesta que Lorentz había rechazado. Sus detalles se sugieren en una carta posterior de Einstein a Ehrenfest en el mismo mes. En esta admite que su propuesta era ingenua y continua: "El Impulso era mas fuerte que el juicio. Me gustaría tanto hacer algo para mantener unidos a nuestros colegas de diversas 'Patrias.' ¿No es acaso este pequeño grupo de eruditos e intelectuales la única 'Patria' que es digna de una inquietud importante para personas como nosotros? ¿Sus convicciones estarían determinadas únicamente por la casualidad de las fronteras?" Después, en Septiembre de 1915, desde Berlín hizo una breve visita a Suiza, absorto en "algo" de su carta a Lorentz. Con su pasaporte suizo, su mujer todavía viviendo en Zurich y sus numerosos amigos en Zurich y Berna se enfrentaba a un viaje agradable de realizar. Su principal objetivo, sin embargo, era visitar a Romain Rolland, el famoso autor y pacifista que vivía en Viva a las Orillas del Lago Ginebra. Einstein había escrito a Rolland en Marzo. "Por la prensa y por mi asociación con el firme Bund Neues Vaterland," dijo, Se como te has comprometido valientemente de corazón y de alma con la causa de tender un puente al error fatal entre los franceses y los alemanes. Estoy ávido de expresarte mi más profunda admiración y respeto. Tu ejemplo espléndido puede sugerir a otros hombres nobles el abandonar el error incomprensible que, como una plaga maligna, ha captado incluso a personas inteligentes, capaces y sensatas por lo demás. Cuando la posteridad recuente los logros de Europa, ¿permitiremos que digan que tres siglos de esmerado esfuerzo cultural no nos ha llevado más allá que del

fanatismo religioso a la locura nacionalista? Hoy en ambos campos, incluso los eruditos se comportan como si hace ocho meses hubieran perdido repentinamente la cabeza. Si consideras que podría serte de alguna ayuda - a causa de mi domicilio presente o en virtud de mis conexiones con los científicos en Alemania y en el extranjero - estoy a tu disposición con los limites de mi capacidad." No está suficientemente claro cómo pensaba que podía ayudar, pero Rolland, en la neutral Suiza, recibió una carta de Berlín diciendo que había muchas noticias buenas sobre su trabajo que serían dadas por un hombre cercano a ellos Einstein el erudito que visitaría a Rolland dentro de poco. Ahora, a mediados de Septiembre, Einstein llegó a Viva desde Zurich, acompañado por el Dr. Zangger del ETH que le había ayudado a volver al Polytechnics en 1912. El largo diario de Rolland descubre extraordinariamente lo que pasó el 16 de Septiembre de 1915. "El Profesor Einstein, brillante físico y matemático de la Universidad de Berlín, que me escribió el invierno pasado, vendrá a verme desde Zurich, donde está, con su amigo el Profesor Dr. Zangger," se lee. "Pasamos la tarde entera en la terraza del Hotel Mooser, al fondo del jardín, en medio de enjambres de abejas que estaban libando en la hiedra que estaba en flor. Einstein es todavía joven, no muy alto, un tipo grande, gran melena un poco rizada, seca y muy negra pero salpicada de gris que sale de una frente alta, con nariz gorda y prominente, boca pequeña, labios carnosos, un bigote pequeño bien recortado, mejillas rellenas y barbilla redondeada. Habla francés con dificultad y lo mezcla con el alemán. Es muy vivo y alegre y no tiene dificultad en dar un toque divertido a los asuntos más serios. Es de origen suizo, nacido en Alemania, se nacionalizó como alemán y después,por lo que puedo comprender, se volvió a nacionalizar como suizo dos o tres años antes de la guerra. Admiro la vitalidad genial de los suizo-alemanes. Dos o tres cantones pequeños han dado a Alemania su pintor moderno más importante, Boecklin; su novelista más importante, Keller, su poeta más importante, Spitteler; su físico más importante, Einstein. ¿Y alguien a quien no recuerde? Y en total, características comunes tanto en Einstein como en Spitteler, absoluta independencia de espíritu, solitario y feliz. Einstein es increíblemente libre en sus juicios en Alemania donde vive. Ningún alemán tiene tal libertad. Cualquiera de otra manera sufriría estando tan aislado en sus pensamientos durante este terrible año. Sin embargo él no. Se ríe. Incluso, durante la guerra ha sido capaz de escribir su trabajo científico más importante. Le pregunté si expresaba sus opiniones a sus amigos alemanes y si hablaba de ellas. Dijo que no. Se contentaba con preguntar una serie de cuestiones socráticas para perturbar su complacencia. También dijo que "eso no le gusta mucho a la gente." Lo que dice es apenas alentador; por ello muestra la imposibilidad de firmar una paz con Alemania antes de que alguien la haya aplastado. Einstein dice que la situación le parece a lo lejos menos favorable que era hace unos pocos meses. Las victorias en el frente ruso han revivido el orgullo y el apetito de los alemanes. Para Einstein la palabra que mejor caracteriza a los alemanes es

"hambriento". Sobre todo uno ve las ansias de poder, la admiración por la fuerza y su determinación exclusiva por las conquistas y anexiones. El gobierno es más moderado que la nación, que deseaba evacuar Bélgica, pero es incapaz de hacerlo. Los oficiales amenazaron con una rebelión. Los grandes banqueros, los industriales, los grandes negocios, los todo poderosos, esperan ser pagados por los sacrificios que han hecho, El Emperador es solo una herramienta en sus manos y en la de los oficiales; Es bueno, débil y desesperado de la guerra que nunca ha querido, pero a la que fue forzado porque es fácil manipularle. Todas sus acciones imprevisibles de los últimos años y sus desconcertantes brusquedades fueron preparadas por grupos alemanes que le usaron sin su conocimiento. Tirpitz y Falkenhay son los protagonistas de las acciones más sangrientas. Falkenhay parece el más peligroso; Tirpitz es sobre todo una poderosa máquina impersonal. Einstein los divide en dos clases muy claras, como a los intelectuales en la Universidad, los matemáticos, los doctores y los de ciencias exactas que son tolerantes; y los historiadores y los de las facultades de artes que excitan pasiones nacionalistas. La masa de la nación es inmensamente sumisa, "domesticada" (Einstein aprueba esta descripción dada por Spitteler). Einstein censura sobre todo la educación que está dirigida al orgullo nacional y la sumisión ciega al estado. No piensa que la raza es responsable desde que los franceses hugonotes, refugiados por dos siglos, tienen las mismas características. Los socialistas son el único elemento independiente (hasta cierto punto); sin embargo, solamente forman una minoría del partido agrupado alrededor de Bernstein. El Bund Neues Vaterland va adelante solo, despacio y no crece mucho. Einstein no espera ninguna salvación de Alemania por ella misma; no tiene la energía ni la audacia para hacer tal iniciativa. Espera una victoria de los Aliados que destruirán el poder de Prusia y de la dinastía. Cuando pregunté si esto no reuniría la nación alrededor de sus desafortunados maestros, Einstein el escéptico dijo que la fidelidad no es una parte de su naturaleza, por sus maestros tiene la admiración del miedo y el respeto de la fuerza, pero ningún afecto; si se rompe esta fuerza Alemania llegará a ser igual que un país de salvajes que habiendo adorado a su ídolo, lo tirarán a las llamas cuando se den cuenta de que han sido derrotados. Einstein y Zangger sueñan con una Alemania dividida, de un lado el sur de Alemania y Austria y del otro Prusia. Pero tal disolución del imperio es más que dudosa. En Alemania todos están convencidos de la victoria y uno oye oficialmente que la guerra continuará solamente por seis meses o igual menos. Sin embargo, Einstein dice que esos que saben se dan cuenta de que la situación es grave y que llegará a ser peor si la guerra continua. La comida no es la mayor necesidad que sentirán, sino de ciertos productos químicos necesarios para la guerra. Es verdad que el ingenio, sinceramente admirable, de los profesores alemanes suministra los productos necesarios en forma de sustitutos. Todos los profesores de las Universidades han sido puestos a la cabeza de los servicios o de comisiones militares. Solo Einstein se ha negado a tomar parte. Cualquiera que sea el resultado de la guerra la víctima principal será Francia. Todos los alemanes saben esto y por esta razón Alemania tiene una

simpatía compasiva. Cuando dije que esta simpatía de los alemanes siempre tiene, para nosotros, un carácter desdeñoso, Einstein y Zangger protestaron fuertemente. El interés político de Inglaterra crece todo el tiempo en sus ojos. Zangger, igual que todos los suizo-alemanes, hablan de ello con antipatía. Está bien informado y da pequeñas pruebas conocidas de la especulación británica. Inglaterra ha decidido que Francia debía tener en Marsella ( así como en Génova) géneros destinados a Suiza. Después de eso lo vende al doble o al triple de precio a los Suizos. La guerra es verdaderamente una batalla entre dos mundos. Francia y Europa están aplastados entre ellos. Einstein a pesar de su falta de simpatía por Inglaterra, prefiere su victoria a la de Alemania porque será más capaz de traer al mundo de vuelta a la vida. Hablamos de la ceguera voluntaria y de la falta de psicología por parte de los alemanes. Einstein describe, riéndose como lo hace, como en cada reunión del Consejo de la Universidad de Berlín, todos los profesores se reúnen después de la sesión en un café y allí, todas las veces, la conversación se abre con la misma cuestión: "¿Porqué nos odia el mundo?" Entonces todo el mundo habla dando cada uno su propia contestación teniendo cuidado de no decir la verdad. Habló de una reunión general secreta de las Universidades el pasado Julio; se discutió si las Universidades alemanas debían romper todas sus relaciones con las Universidades y academias del resto el mundo. La moción fue rechazada por las Universidades del sur de Alemania que eran mayoría. Pero la Universidad de Berlín la apoyó. Esta es la más oficial y la más imperialista de todas ellas; sus profesores son escogidos especialmente con esta perspectiva." Esta claro que Einstein, en el odio a sus compatriotas señalado en la entrada de Rolland, olvidó que ellos, así como los ingleses, oyeron "clarines llamándolos de tierras que estaban sufriendo"; por una vez su humanidad se le escapó. Otro punto significante en el relato de Rolland es la exculpación del Kaiser. Parece improbable que Einstein estuviera dominado por simpatías personales toda cuenta que una reunión entre los dos hombres parece ser apócrifa. Pero se aferrad a las buenas intenciones del Emperador. "El Kaiser tuvo buenas intenciones," dijo en una entrevista una década después del final de la guerra. "A menudo tenía un instinto acertado. Sus intuiciones eran frecuentemente más inspiradas que las razones elaboradas por su Ministerio de Asuntos Exteriores. Desgraciadamente el Kaiser siempre se rodeó de malos consejeros." Pregunté si el Kaiser o los judíos eran responsables del desastre de 1918, y contestó: "Ambos son en gran parte inocentes. El desastre alemán fue debido al hecho de que la gente alemana, especialmente las clases superiores, fallaron al producir hombres de carácter, suficientemente fuertes para llevar las riendas del gobierno y decirle la verdad al Kaiser." Con Rolland, Einstein echó la culpa inequívocamente a lo que él vio como la esencia del espíritu alemán, pero la intensidad de sus sentimientos asustaron a Rolland. Los dos hombres cambiaron unas pocas palabras más estando en el andén de la estación de Viva cuando el tren estaba preparado para salir hacia Berna. "Mirando a Einstein," escribió Rolland, "noté como él, uno de los muy pocos

hombres cuyo espíritu ha permanecido libre entre el servilismo general, ha llegado por reacción a ver el lado peor de su propia nación y a juzgarla casi con la severidad de sus enemigos. Conozco a cierto hombre en el lado francés que, por la misma razón estrecharía sus manos con él. (Incidentalmente, Einstein es judío, lo que explica su perspectiva internacional y el carácter de mofa de su crítica.)" La fuerza del sentimiento de Einstein era notable, hasta tal punto que debe haber cuestionado los beneficios científicos de vivir en Berlín cuando se dio cuenta que entre sus patrocinadores se encontraba el creador y soporte financiero de la Fundación Kaiser Wilhelm de Ciencias Técnicas Militares." En la neutral Suiza puede declarar sus opiniones sin miedo a contradicciones serias. En Alemania, las dio un énfasis un poco diferente por razones de la guerra. Preguntado, unos meses después de su regreso, por la Asociación de Berlín Goethe para un artículo corto perfilando sus sentimientos, no hizo ninguna mención de la culpabilidad alemana, la que tan duramente había expresado a Rolland. "las raíces psicológicas de la guerra están, en mi opinión," escribió "en la agresividad del carácter del hombre basada biológicamente. Nosotros 'señores de la creación' no somos los únicos que podemos enorgullecernos de esto, somos superados considerablemente por el toro y el gallo. Esta tendencia hacia la agresión se pone de manifiesto dondequiera que hay hombres en una proximidad estrecha, pero se pone de manifiesto mucho más intensamente cuando se agrupan juntos en sociedades estrechas cerradas. Estos casi inevitablemente se encolerizan mutuamente y entonces degenera en peleas y homicidios mutuos a menos de que sean tomadas precauciones especiales." Continuó haciendo un alegato por la prohibición de la guerra y por la organización europea que había perfilado en el manifiesto. "También estoy convencido," concluyó, " que a pesar de las circunstancias tristes e incalificables del tiempo presente, habrá una organización política en Europa que proscriba las guerras de la misma forma que no hace mucho el Reich alemán poscribió la guerra entre Bavaria y Württemberg." Está bastante claro que este era mucho más cauto que las opiniones que había expresado a Rolland. A finales de 1915 las perspectivas de una victoria rápida habían desaparecido y con ellas, la libertad relativa del primer año de guerra. Ni siquiera Einstein habría dejado la expresión de una esperanza abierta "por una victoria de los aliados que destruirían el poder de Prusia y de la dinastía." Verdaderamente, parece haber puesto sus sentimientos en compartimientos con una facilidad sorprendente. Con Haber, el experto en gases venenosos, quedo en los términos más amistosos y con su ayuda pudo obtener de la Administración General Alemana un permiso de viaje para un colega. El era también, según Max Born, uno de los intelectuales de Berlín quienes en medio de la guerra se reunión con funcionarios de alto rango en el Oficina de exteriores alemana para disuadirles de comenzar una ilimitada guerra de U-boat puesto que ello habría conducido a la entrada de los Estados Unidos en la guerra y por consiguiente a la derrota final". Sin embargo, Einstein bien pudo haber estado soportando tales suplicas humanitarias en una base moral bajo la

cubierta de la conveniencia. Ya que las esperanzas de una pronta paz desaparecieron, cualquier sugerencia de operaciones limitadas tenía una aureola de derrotismo que ya no sería tolerada. El Bund Neues Vaterland fue prohibido y mientras que los inicios de una paz negociada podrían ser hechos privadamente esto generaba en la gente el mismo desprecio que semejantes ideas producían en Gran Bretaña , Francia y posteriormente en los Estado Unidos. Hay poca evidencia de que este endurecimiento de la actitud oficial influyera mucho en las opiniones de Einstein expresadas a título privado, y su correspondencia con Lorentz relacionada fundamentalmente con el trabajo científico seguía salpicada con los sentimientos pacifistas más fuertes que habrían sido advertidos por el censor. Afortunadamente no estaba relacionado con trabajos en los que la indiscrección hubiera sido más peligrosa para los amigos que para los enemigos. Ciertamente no puede haber dudas acerca de los sentimientos pacifistas de Einstein ni sobre su más escondido deseo de una derrota alemana. pero al mismo tiempo mantenía la privilegiada posición de un crítico cuya presencia seria tolerada incluso aunque sus opiniones no gustaran. Esta situación fue el resultado en parte del renombre que la Teoría General le había dado en 1915 y en parte por su status legal como suizo. Ello sin embargo causó rencor en más de un científico aliado cuando terminó la guerra y la eminencia científica de Einstein fue reforzada por la declaración de que él había sido siempre un abierto oponente de los militaristas. Ciertamente como suizo tenía ciertas ventajas no siendo la menor la libertad para visitar países neutrales con menos interferencia burocrática que la mayoría de los alemanes e hizo uso de esto en la Semana Santa de 1916 para visitar a su esposa en Zurich. La reunión fue desastrosa. Einstein, de acuerdo con su correspondencia con Besso, tomo la decisión "irrevocable" de no ver a Mileva nunca más. Hans dejó de escribir a su padre cuando Einstein volvió a Berlín. Y cuando, por estar enferma Mileva surgió en el verano la cuestión de otra vista a Zurich, Einstein expuso sus preocupaciones en una larga carta a Besso quien de ahora en adelante actuó como un honesto intermediario entre la pareja. Si iba a Zurich, decía, Mileva querría verle y él tendría que negarse en parte por su anterior decisión y en parte por evitar escenas emocionales. Sus hijos pensarían que se estaba comportando de manera insensible y realmente pensaba que nada bueno podía surgir del encuentro. Continuaba diciendo que Besso no tenía ni idea de los trucos que eran propios de una mujer como su esposa y explicaba que él habría quedado destrozado sino se hubieran separado. Hacía dos años desde que ella le abandonó en Berlín y Einstein preguntaba a su amigo, si cuando se habían encontrado recientemente no había visto a un hombre mejor, uno que había recobrado la inocente alegría de la vida real. Si su esposa tenía que ir al hospital esto sería diferente entonces él la visitaría y vería a los niños en "terreno neutral". de otra manera "no". De ahora en adelante Besso - o "tío Toby" como Einstein algunas veces le llamaba recordando a Tristram Shandy - actuaba como un habitual intermediario ayudando a conseguir colegios para los chicos, planificando gastos e informándole de la actual situación de Mileva en Zurich en

una larga serie de cartas que estaban divididas entre comentarios científicos y detalles domésticos. Con el empeoramiento de la situación de la guerra viajar al extranjero se hizo más complicado. En el otoño de 1916 Einstein visitó Holanda pero solo pudo hacerlo después de que Lorentz le hubiera enviado una invitación oficial y hubiera obtenido de Zurich su pasaporte suizo. El día después de su llegada a la casa de Ehrenfest en Leiden visitó a Lorentz en Haarlem con su anfitrión . Después de cenar se dirigieron al estudio de Lorentz donde Einstein fue acomodado en la silla mejor y más confortable, que fue cogida del despacho de Lorentz y le dieron un puro. Solo entonces empezó Lorentz a preguntarle sobre la desviación de la luz en un campo gravitatorio. Einstein escuchaba, asintiendo, dando una calada a su puro mientras que advertía cuanto apreciaba Lorentz las tremendas dificultades contra las que había tenido que luchar. Luego mientras Lorentz continuaba Einstein comenzó a fumar más lentamente. Cuando Lorentz terminó, Einstein se inclinó sobre el papel en el que Lorenzt había estado escribiendo formulas a medida que hablaba. Al principio no dijo nada simplemente jugaba con un mechón de su pelo, una costumbre familiar para aquellos que le conocían bien. "Lorentz" escribía Ehrenfest en un relato de la visita, "se sentó sonriendo a un Einstein completamente perdido en su meditación exactamente de la misma manera que un padre mira a un hijo especialmente querido - lleno de confianza de que el joven cascará la nuez que le ha dado, pero ansioso de ver como lo hace. Tardó bastante rato pero repentinamente Einstein levanto la cabeza lleno de alegría; él 'lo tenía', todavía un poco de toma y daca interrumpiéndose el uno al otro, un parcial desacuerdo, una muy rápida aclaración y un completo entendimiento mutuo y luego ambos hombres con ojos brillantes hurgando en las brillantes riquezas de la nueva teoría". Poco después de su regreso a Berlín, Einstein descubrió que su viejo amigo Friedrich Adler no solamente tenía ideas antibélicas similares a las suyas sino que había tomado las armas para reforzarlas. En 1912 Adler había dejado Suiza para ir a Austria y aquí desesperado por la negativa del gobierno a convocar al parlamento y así someter su acción a la prueba del debate publico, él tomó lo que parecía ser la acción lógica más razonable. En Octubre de 1916 entró en el elegante Hotel Meissel and Schadn y disparó a quemarropa sobre el Primer Ministro Count Stürgkh matándole. Cuando Adler fue juzgado, Einstein escribió ofreciéndose para declarar como testigo, una oferta que Adler, en línea con sus actuaciones posteriores parece haber declinado arrogantemente considerándola innecesaria. A la espera del juicio fue encerrado en una serie de cárceles y fortalezas militares donde escribió una larga tesis sobre la Relatividad, Tiempo local, Sistema de tiempo y Tiempo Zonal. El 14 de Julio de 1917 Hadler escribió a Einstein pidiéndole consejo sobre su trabajo. Einstein contestó cordialmente y un borrador escrito a maquina del manuscrito llegó enseguida a Berlín. Mientras tanto, otras copias estaban siendo enviadas a psiquiatras y físicos a los que les preguntaron si Hadler estaba mentalmente

perturbado. "Los expertos especialmente los físicos fueron colocados en una situación muy difícil", dice Philipp Frank que había recibido una de las copias. "El padre y la familia de Hadler deseaba que este trabajo fuera la base para la opinión de que Hadler estaba mentalmente trastornado. Pero esto seria necesariamente un gran insulto para el autor, puesto que él pensaba que había producido un excelente logro científico. Además, objetivamente hablando, no había nada anormal en ello excepto que sus argumentos eran erróneos. Einstein participaba del mismo punto de vista, comentando que tenía una "base muy precaria". No está claro si el estudio sobre la relatividad de Adler influyó o no sobre su destino, pero aunque fue condenado a muerte esta condena fue conmutada por otra de dieciocho meses, probablemente es el castigo menos severo en la historia por el asesinato de un primer ministro. Las condiciones en la prisión durante esos dieciocho meses no parecen haber sido muy rigurosas, y una carta dirigida a Einstein, escrita desde la fortaleza militar de Stein-anDonau en Julio de 1918, nos muestra a un prisionero felizmente inmerso en los problemas científicos y que acababa su carta con el comentario de que en estos tiempos difíciles las condiciones eran mucho mejores dentro de la cárcel que fuera. La correspondencia de Einstein con Adler se mantuvo esforzanzose por contrarrestar unos serios problemas de salud que fueron por un lado un colapso nervioso y por otro unas molestias estomacales muy persistentes, estas últimas exacerbadas por los juicios de guerra en Berlín y por una existencia de soltero. Al principio creyó que tenía cáncer y le confió este temor a Freundlich, añadiendo que no importaba si moría o no puesto que su Teoría de la Relatividad General ya había sido publicada y eso era lo que realmente importaba (como se explicó antes). Freundlich le aconsejó visitar a un pariente de su esposa, el Dr. Rosenheim, quien enseguida le diagnosticó el problema de estomago que le atormentaría durante el resto de su vida. No fue sorprendente que enfermara. Durante años había estado profundamente inmerso en sus labores científicas, que han sido descritas como el mayor esfuerzo intelectual de un solo cerebro. Sus ideas sobre la guerra eran diametralmente opuestas a las de los hombres y mujeres que le rodeaban, además llevaba una existencia de provisionalidad que daba rienda suelta a su inclinación, resumida por su amigo el Dr. Janos Plesch. "Como su mente no conoce límites, su cuerpo no se adapta a ninguna disciplina", escribía "duerme hasta que se despierta; permanece despierto hasta que le dicen que se acueste; pasa hambre hasta que le ofrecen algo de comer, y entonces come hasta que le detienen". No nos puede extrañar que Einstein, con una gran presión mental y físicamente muy desorganizado, sufriera un quebrantamiento de su salud durante la época de la guerra en Berlín; lo sorprendente es que no le hubiera sobrevenido antes. Durante los dos primeros meses de su enfermedad perdió alrededor de veinticinco Kg. Aunque escribió a Lorentz en Abril diciendole que se encontraba mejor, durante el verano aún estaba bastante decaido y no fue antes de Agosto cuando terminó su recuperación en Suiza. Durante su enfermedad, Hedwig Born, la joven esposa de

Max Born, le visitó con frecuencia. Su enorme independencia y objetividad, y su actitud serena, me permitían soportar la terrible negrura de aquellos días y poder mirar más allá de las desesperadoras condiciones del día a día". Dijo ella de los años de guerra en la capital alemana. Su "enorme independencia queda claramente expuesta en una carta dirigida a Ehrenfest en Junio. Usted se está quejando otra vez y está disgustado consigo mismo, decía. Piense lo poco que importa cuanto se haya holgazaneado en la Tierra supuesto que uno no haya hecho nada infame (ruin). Usted no es estúpido excepto en la medida en que usted está pensando si lo es o no. De modo que ¡fuera con esa hipocondría!. ¡Disfrute con su familia en la hermosa tierra de la vida!". El aislamiento de los temores y esperanzas del hombre de la calle incluía el aislamiento del mismo temor a la muerte. "No", Contestó Einstein a Frau Born cuando, durante una de sus visitas, le preguntó si tenía miedo de morir. "Me siento como una minúscula parte del conjunto de la vida y no tengo ni la más mínima preocupación por el inicio o el final de la existencia de una persona en particular, dentro de esta corriente sin fin". Esto, dice ella, muestra la unidad que buscaba en toda la naturaleza. "No es sorprendente que fuera él quien me ayudara a ser un científico con objetividad y a evitar el sentimiento de que todo era algo impersonal. La física moderna no me conmovía; contenía solo verdades objetivas, que desgraciadamente no significaban nada para mi, y quizás la posibilidad de que en el futuro todo pudiera ser explicado científicamente. Así que un día le pregunté a Einstein, '¿Cree que absolutamente todo puede ser expresado científicamente?'. 'Sí' replicó, "Sería posible, pero no tendría sentido. Sería una descripción sin ningún significado, como si se describiera una sinfonía de Beethoven simplemente como variaciones de ondas de presión'. Esto fue un gran alivio para mi." Ciertamente había un fallo en el deseo de Einstein de considerar la vida humana, incluso la suya, como un simple punto dentro de la corriente cósmica. En una ocasión le confió a Freundlich que no existía nadie en el mundo cuya muerte le preocupara. "Pensé lo terrible que era para un hombre con esposa y dos hijos pensar 'y decir tal cosa', dice Frau Feundlich. "Alrededor de un año después, la madre de Einstein murió en Berlín, a donde había venido a pasar los últimos meses de su vida con él. En cierto modo me alegró. Einstein lloró como cualquier otro hombre y me di cuenta de que realmente había alguien que le importaba". Muchos años después su amigo Gustav Bucky escribió: "Creía que nada le conmovía realmente. Pero este hombre, al que no le gustaba mostrar sus emociones me escribió esta frase después de mi grave enfermedad: 'De ahora en adelante, agradeceré cada hora de mi vida el poder estar juntos.' A su pesar, permanecían en su interior rasgos de humanidad." La enfermedad de Einstein de 1917 tuvo una consecuencia más importante que sus molestias de estómago. Porque le puso bajo los cuidados, primero maternales y después matrímoniales, de su prima Elsa. No se sabe a ciencia cierta en que momento reanudaron su amistad juvenil pero era prácticamente inevitable que él se

encontrara, aunque solo fuera a título familiar, con la prima que recordaba de su infancia en Munich. La madre de Elsa era la hermana de Pauline Koch, por lo que tanto Elsa como Albert podían decir que Cäsar Koch era su tío, además también tenían algún familiar común aunque bastante lejano en su árbol genealógico. En 1917 Elsa era Elsa Lowenthal, una agradable viuda con dos hijas, Ilse de veinte años y Margot de dieciocho. Más que hermosa, tenía aspecto agradable , y carecía de la curiosidad que había hecho a Mileva, en algunas ocasiones, tan inoportuna. "Estoy contento de que mi esposa no sepa absolutamente nada de ciencia", Decía Einstein a un colega. "Mi primera mujer si sabía". Miope y ligeramente provinciana Elsa fue, durante el ascenso triunfal de su marido, un fácil blanco para los enemigos que se hacía debido a su actitud protectora para con Einstein. Era cuidadosa, concienzuda, poco exigente y respetada por la fama, en muchos aspectos era la mujer ideal para el genio despistado del que Einstein era el prototipo. Su carácter fue descrito de manera inconsciente por el propio Einstein cuando hizo un comentario a su amigo Philipp Frank "basado", según dice Frank, "en muchos años de experiencia". Decía Einstein: "Cuando las mujeres permanecen en sus casas están ligadas a sus muebles, se mueven a su alrededor continuamente y están siempre armando bulla con ellos. Pero cuando voy de viaje con una mujer, yo soy el único mueble que tiene a su disposición, y no puede evitar el estar moviendose a mi alrededor todo el día y tratando de mejorarme en algo". No es verdad que desde 1917 en adelante Einstein permitiera a Elsa decidir por él en todo excepto en las cosas relacionadas con la ciencia, el pacifismo y la política. Incluso en los temas no relacionados con estos tres, Einstein decidía por Einstein, pero una vez que él había tomado una decisión dejaba para Elsa la organización de los detalles, la ejecución de las decisiones, el manejos de las minucias, para poder él continuar con su trabajo. El Mariscal de Campo Montgomery escribió en un panfleto, preparado para sus tropas, que "el comandante inteligente.... debería retirarse a su tienda o caravana después de cenar y dedicar algún tiempo a la reflexión y a los pensamientos sosegados". Montgomery no quería ser molestado por los detalles innecesarios. Tampoco Einstein. Durante su enfermedad Elsa cuidó de él. Al final de su convalecencia se traslado a la casa de Elsa en Haberlandstrasse. Dada la situación no fue algo inesperado que en 1919, después de obtener el divorcio de Mileva, se casara con su prima Elsa. Durante su lenta mejoría a lo largo de 1917 decidió terminar su recuperación en Suiza; el ciudadano suizo cambiaba así la creciente austeridad del Berlín en guerra por la comparativamente vida de lujo de un país neutral. Le habría gustado acabar de curarse en Tarasp en la Baja Engadine pero, según le explicó a Besso, la falta de fondos le obligó a contentarse con un descanso en la casa de su madre en Lucerna. Había esperado encontrarse otra vez con Rolland en Suiza. Cuando vio que era imposible, escribió "Me ha emocionado el cálido interés que muestra hacia un hombre al que ha visto solo una vez. Pero debido a

mi incierta salud no me privaría, puede estar seguro, del privilegio de visitarle. Desgraciadamente la más ligera tensión a menudo exige su pago. El sombrío panorama de la humanidad no me ha hecho más pesimista de lo que era hace dos años. Verdaderamente creo que la ola de sentimientos imperialistas que se extiende por los círculos dirigentes de Alemania se ha disminuido hasta cierto punto, sin embargo creo que continua siendo excesivamente peligroso llegar a un acuerdo con la Alemania de hoy." La victoria de 1870 y el consecuente éxito comercial e industrial de ese país estableció una religión del poder que definió (Heinrich von) Treitschke (historiador alemán) con una expresión que no es en absoluto exagerada. "Virtualmente todas las personas educadas habían sido cautivadas por este poderoso credo el cual, de hecho, había suplantado a los ideales de la era de Goethe y Schiller. Conozco gente en Alemania, cuyas vidas privadas están guiadas por un enorme altruismo, y sin embargo esperaban, con la mayor impaciencia, la declaración de guerra submarina sin restricciones. Estoy firmemente convencido de que de esta confusión mental solamente puede surgir una cruel realidad. A estas personas hay que enseñarles que tienen que respetar a los no alemanes como a iguales y que, si quieren sobrevivir, tienen que ganarse la confianza de otros países. Ni por la fuerza ni por deslealtad van a conseguir las metas que se han propuesto." "Creo que es desesperanzador luchar contra esto con las armas del razonamiento. Los que consideran a los hombres como Nicolai como utópicos lo hacen con una honesta convicción. Solamente los hechos pueden curar, a las engañadas muchedumbres, de la ilusión de que vivimos para el estado, y que el estado debería, a cualquier precio, concentrar todo el poder en sus manos." Según pienso yo, la mejor manera de resolver este triste problema sería formando un pacto militar durable para arbitrar entre América, Gran Bretaña, Francia y Rusia, con acuerdos de ayuda mutua y límites máximos y mínimos en la capacidad militar. Tal tratado debería incluir clausulas para tratamiento como nación más favorecida con respecto a aranceles. A cualquier nación se le permitiría adherirse al tratado en el supuesto de que tenga un Parlamento elegido democráticamente, en el cual el ejecutivo tenga mayoría. No iré más allá de este bosquejo". "Si Alemania, que depende de otros mercados para la venta de productos industriales, estuviera enfrentada a tal situación estable, pronto prevalecería la opinión de que deberían abandonar el camino que estaban siguiendo. Sin embargo, mientras que los hombres de estado alemanes tengan esperanzas de que tarde o temprano se produzca una variación en el equilibrio de poder, no pueden existir expectativas serias de que cambien su política. Como prueba de que todo permanece como siempre, cito la forma en que se ha desarrollado el reciente cambio en la Cancillería alemana". "Deseo que encuentre consuelo, en estos tenebrosos tiempos, en su inspirado y creativo trabajo". La fuerza de los sentimiento antialemanes de Einstein impactó fuertemente en Rolland. En su diario señalaba que la política de aplastar a Alemania no tenía más apoyos que el de algunos importantes alemanes.Observo otra vez,

añadía, la extrema injusticia con que, debido a un exceso de justicia, se enfrentan los espíritus mas liberales a su propio país. Teniendo todo esto en cuenta parece extraño a primera vista que Einstein volviera a Berlín tan rápidamente como lo hizo. Zangger escribió a Rolland apremiandole a convencer al visitante para que permaneciera en Suiza. Otros amigos hicieron lo mismo, pero después de pasar una semana con sus dos hijos en Arosa, abandonó el país que amaba para dirigirse al país que detestaba. El desafortunado encuentro con Mileva en la semana santa de 1916 no se había repetido. No tenía deseos de que se repitiera, y cualquier indicación de que fuera a hacer algo más que una breve visita a Suiza podría haber traído a su esposa hasta su puerta. Continuaba ayudandola, pero ahora más que nunca no deseaba llevar las negociaciones personalmente, hasta ahora habían sido llevadas por Besso, el fiel mediador. En una carta que le escribió el 15 de Mayo Einstein decía que estaba cada vez más presionado financieramente. De sus ingresos totales de alrededor de 13.000 marcos al año, aproximadamente 7.000 eran enviados regularmente para los gastos de mantenimiento de su mujer e hijos. A su madre, en Lucerna, le enviaba anualmente otros 600 marcos y algunos de sus acostumbrados ingresos extras estaban desapareciendo. Le quedaba muy poco para mantener su estátus de profesor, sin contar para nada lujos o ahorros. Tuvo, después de todo, que cambiar Tarasp por Lucerna. Pronto, sin embargo, surgió la esperanza de un cambio. Al poco tiempo de su regreso a Berlín le comunicó a Besso que su dirección sería en el futuro Haberlandstrasse 5, añadiendo que su traslado parecía haberse realizado ya, un giro de la frase que sugiere que Elsa fue la que mantuvo la iniciativa para el matrimonio que se realizó en dieciocho meses. Este matrimonio iba a tener poco efecto sobre la carrera científica de Einstein, que había alcanzado su clímax antes de 1919. Tendría, sin embargo, un efecto crucial en sus relaciones con el mundo, como figura paterna, como oráculo, como hombre cuyo apoyo fue, durante años, un arma muy útil en manos de cualquier grupo que supiera ganársele. Porque sin el cuidado y la protección de esta persona, bondadosa, plácida y hogareña, sin pretensiones intelectuales pero con una capacidad protectora muy práctica que la convirtió en la mejor organizadora de este genio, habrían sucedido ciertamente dos cosas. El se habría quebrado bajo la presión de la implacable publicidad y de las exigencias públicas, y se habría alejado del pacifismo, sionismo y socialismo encerrandose en su concha donde realizaba su trabajo científico. Se habría ridiculizado más a menudo de lo que lo hizo, habría hecho más afirmaciones de las que tendría que retractarse, habría firmado más documentos sin haberlos leído adecuadamente, y habría sido utilizado más frecuentemente por hombres de mala voluntad. Desde el principio Elsa supo qué parte le había tocado jugar. "Todo lo que puedo hacer es cuidar de sus asuntos externos, descargar sus hombres de los negocios, y cuidar de que no sea interrumpido en su trabajo", dijo ella durante su visita a Inglaterra en 1921. "Es suficiente el hecho de ser un medio de comunicación entre él y el resto de los seres

humanos". Diez años después, contando su papel al Dr. Chaim Tschernowitz, el erudito judío que estaba visitándoles en las afueras de Berlín, dijo: "Cuando vienen a mi casa los americanos, se llevan recuerdos de Einstein y de su vida y de mi dicen, como de pasada: 'él tiene una buena esposa, es muy hospitalaria y ofrece una buena mesa'. No debemos perdernos la intención de su observación, dice el Dr. Tschernowitz. "Einstein podría ser un león entre los pensadores, pero esta buena mujer se daba cuenta de que el mundo le tenía a él gracias a ella que le cuidaba del mismo modo podría hacerlo con un niño". Einstein sabía todo esto. Así que en el verano de 1917, y de manera consciente, se convirtió en el elemento bohemio de un hogar burgués. Parte de su genio fue el que pudiera aislarse de su ambiente, y esto no fue nunca más necesario que en el apartamento de Haberlandstrasse 5. Sobre el papel verde oscuro del salón cuelga el consabido retrato de Federico el Grande, mirando sin una sonrisa la inmovilidad de los muebles Biedermaier, a las vitrinas en las esquinas llenas de porcelana, a la enorme mesa redonda cubierta por un mantel blanco almidonado y bordeado con ganchillo, a Schiller y a Goethe cuyos blancos ojos en sus blancos bustos se miraban mutuamente desde los extremos opuestos de la habitación. Más allá estaba la biblioteca cuyas paredes se adornaron enseguida con un gran cuadro enmarcado de Michael Faraday. Dentro de este adecuado compendio de cosas estaba Albert Einstein, inalterable gracias a la protección de Elsa, feliz de ser cuidado por ella que le proveía a las necesidades de cada día, agradecido por el escudo protector que ella iba a interponer entre él y el mundo super curioso, y sin embargo resuelto a realizar sus propios deseos en las cosas que importaban. Antes de que se regularizase la situación, Mileva tendría que aceptar el divorcio, cosa que hizo antes de un año. Las negociaciones se desarrollaban a principios del verano de 1918, cuando Einstein dio a Besso detalles de como aceptaría apoyarla a ella y a los niños. Durante estas negociaciones surgió el tema del premio Nobel. No existe certeza sobre quien fue el primero en sugerir que los intereses del premio, alrededor de 30.000 coronas suecas, serían suficientes para mantener a la familia de Einstein, por lo menos modestamente, pero parece haber sido Mileva. Si es así, es un tributo sorprendente a su fe en él. A principios de Julio, Einstein recibió los primeros papeles del divorcio, que tuvo que presentar a un tribunal de Berlín. Y después el expediente tenía que volver a Zurich. Todo se lo tomó muy a la ligera, exclamando cuando recibió los primeros papeles: "Till Eulenspiegel" y posteriormente diciendo a Besso que el divorcio estaba divirtiendo a todos los que en Berlín sabían de el. A medida que se desarrollaban las legalidades y Einstein se enteraba, a través de sus amigos holandeses, de que los ingleses planeaban realizar una prueba de su teoría durante el eclipse de 1919, la situación de la guerra comenzó a cambiar. Después del fracaso de la gran ofensiva alemana de la primavera, la influencia de los Estados Unidos empezó a influir decisivamente en el equilibrio de fuerzas. En el frente del Oeste continuaron los preparativos para la ofensiva aliada, que en Agosto de 1918, rompió el frente Alemán por primera vez en cuatro años. En Septiembre las

fuerzas Expedicionarias Aliadas en Salónica irrumpieron a través de las líneas búlgaras, y al mes siguiente las fuerzas británicas obtuvieron una victoria decisiva sobre los turcos, esos formidables aliados de Alemania en el medio Oriente. El 9 de Noviembre abdicó el Káiser. Karl Ebert, el leal, imperturbable hijo de un guarnicionero, obtuvo la cancillería y a las 2:00 p.m. fue proclamada la república desde la escalinata del Reichtag. Dos días después, mientras los cohetes señalaban el armisticio, Einstein escribió a su madre en Suiza: "El gran acontecimiento ha sucedido". Para él, como para otros alemanes de ideas similares, la república y el armisticio eran trompetas gemelas precursoras del milenio. Ahora imaginaban que tendrían ayuda en la tarea de dirigir a sus mal aconsejados conciudadanos hacia los caminos de la paz de los que habían sido desviados medio siglo antes. Quizás fuera así, pero incluso Einstein, optimista como nunca, debería haber pensado dos veces como consideraba a su viejo amigo Planck. Unas cuantas semanas antes de la caída del Káiser, el Bund Neues Vaterland, que había continuado su existencia soterrada después de haber sido prohibido por las autoridades en Febrero de 1916, salió al descubierto una vez más. Einstein envió a Planck una copia de la declaración de apertura y le pidió su apoyo, lo que significaría pedir la dimisión del Káiser; Planck contestó que su juramento al emperador no le permitía darle su apoyo. Este problema no le preocupó a Einstein, que se arrojó incondicionalmente del lado de la república. Era, escribió a su madre en una segunda postal el día del armisticio, "muy feliz por el modo en que se estaban desarrollando las cosas". Poco después iba a participar en ellas. El 11 de Noviembre se formaron juntas de trabajadores y soldados y un movimiento similar surgió en la universidad de Berlín. Una de las primeras acciones de la junta de estudiantes fue deponer y encerrar al rector y a otros miembros del rectorado. El resto de los miembros de la administración conocía las ideas de izquierdistas de Einstein y se dirigieron a él en busca de ayuda. ¿Querría mediar en su nombre con los estudiantes?. Einstein telefoneó a Max Born y a otro colega, el psicólogo Max Wertheimer, y los tres se dirigieron al Reichstag en donde estaba reunida la junta de estudiantes. Tan pronto como reconocieron a Einstein se abrieron todas las puertas, y el trío fue escoltado hasta la habitación en donde la junta de estudiantes estaba celebrando su sesión. El presidente, antes de continuar con los asuntos del día, preguntó a Einstein qué era lo que pensaba del nuevo reglamento para estudiantes. No había pensado mucho en ello, una reacción que tuvo como consecuencia que la junta considerara que el problema presentado por los tres profesores no era para ellos sino para el nuevo gobierno. En el Palacio del Canciller del Reich, en medio de una contradicción entre lacayos imperiales y delegaciones de las juntas de trabajadores y soldados los tres hombres fueron recibidos por el presidente Ebert. El destino del Reich estaba todavía en la balanza y no podía dedicarles mucho tiempo, pero les escribió una nota para el ministro correspondiente. Veinticinco años después recordaba Einstein: "¡Que

ingenuos eramos, incluso como hombres de cuarenta y cinco años!. Me produce risa el pensar sobre ello. Ninguno de nosotros nos dimos cuenta de que es mucho más poderoso el instinto que la inteligencia". Por entonces,en Noviembre de 1918, la ingenuidad de Einstein importaba poco. Era, dentro del comparativamente pequeño mundo de los físicos, una persona de extraordinaria energía e imaginación. Fuera de este mundo era todavía un desconocido. Esta situación iba a cambiar dramáticamente a lo largo del año. CAPITULO 8 LOS SENTIDOS DE DIOS El Otoño de 1918 que trajo a Alemania una derrota amarga y aparentemente irrecuperable, también trajo la república. Para Einstein fue una luz de esperanza en la oscuridad, la única que representaba una promesa de futuro mientras el imperio se disolvía entre el martillo de los ejércitos aliados por el Oeste y el yunque del naciente comunismo por el Este. Pensaba que ahora había esperanza política para un pueblo que por largo tiempo había considerado más allá de toda esperanza. Ahí estaba finalmente la perspectiva de la comprobación de la veracidad o falsedad de la Teoría General de la Relatividad, sobre cuyas dificultades había triunfado durante el transcurso de la guerra. Cuatro años antes, se había instalado en Berlín para trabajar denodadamente. Primero había esperado ansiosamente los resultados que pudiera traer Freundlich y su grupo de Crimea. Sin embargo aunque sus esfuerzos no se hubieran malogrado por causa de la guerra, solamente habrían podido ayudar a la comprobación de una teoría que estaba incompleta. Porque aunque Einstein estaba ahora convencido de la revolucionaria idea de que la gravedad no era una fuerza más sino una propiedad del espacio mismo, no había podido construir aún el entramado matemático dentro del cual podría ser explicada. Continuó trabajando en esta tarea mientras que sus colegas iban a la guerra, Haber se esforzaba con la producción de gas venenoso y su amigo inglés Lindemann se presentaba en la Royal Aircraft Factory en Farnborough como técnico ayudante por 3 libras (15 dólares) a la semana. Después del fracaso de la expedición rusa a Crimea y del regreso de Freundlich a Berlín, continuó con el trabajo teórico durante cada minuto de que dispuso, dejando a un lado todo lo que pudiera dejarse a un lado. Durante esta época, Freundlich, al entrar en el estudio de Einstein vio colgando del techo un gran gancho de matadero con un gran fajo de cartas. Estas, explicó Einstein, son las que no tengo tiempo para contestar. Freundlich le preguntó que iba a hacer cuando el gancho estuviera lleno y la respuesta vino en una palabra: "Quemarlas". Esta agonía continuó durante el verano y el otoño de 1915. "Este mes", escribía a Sommerfeld el 28 de Noviembre de 1915, "He vivido el periodo más riguroso de mi vida; y también sería verdad decir que ha sido el más fructífero. No he escrito cartas. Me he dado cuenta de que mis ecuaciones de la gravitación habían estado totalmente desprovistas de fundamento". Luego, continuaba, había

comenzado otra vez, eligiendo una nueva línea de ataque y finalmente había triunfado. A Sommerfeld no le convenció de una manera inmediata y esto indujo a Einstein a enviarle una postal: "Se convencerá de la Teoría General de la Relatividad en cuanto la haya estudiado. Por consiguiente no voy a decir ni una sola palabra en su defensa". Sommerfeld no tuvo que esperar mucho. Enseguida apareció el volumen 49 de Annalen der Physik. Contenía en las paginas 769 a 822 "Los fundamentos de la Teoría General de la Relatividad". "La teoría se me apareció entonces y aún lo hace ahora como la mayor proeza del pensamiento humano sobre la naturaleza. La combinación sorprendente de penetración filosófica, intuición física y habilidad matemática. Pero sus conexiones con la experiencia eran limitadas. Se me apareció como una gran obra de arte para ser admirada y disfrutada desde una cierta distancia. La Teoría General, que enunció por primera vez que "el espacio no es simplemente un entorno donde suceden cosas sino que posee una estructura autónoma", iba a ser el punto de inicio de una colección de trabajos y desarrollos aún más numerosa que la generada por la Teoría Especial. Einstein escribió algunos de ellos y durante otros cuarenta años estuvo profundamente involucrado en las discusiones sobre el universo que se desprendía de la Teoría General. Sin embargo de algún modo vio esto como la piedra angular del arco que había comenzado a construir hacía más de una década y se sintió libre para dedicarse a otras cosas. Desde este momento, según Wolfgang Pauli, que tenía solamente dieciséis años en 1916, pero que al cabo de cinco años habría escrito una de las explicaciones más clásicas de la Teoría General, Einstein comentaría frecuentemente: "Durante el resto de mi vida deseo reflexionar sobre lo que es la luz". Mientras que la Relatividad Especial había puesto al mundo del electromagnetismo de Maxwell y a la mecánica newtoniana en un conjunto de leyes, siempre que se aplicaran a cuerpos con un movimiento relativo uniforme, la teoría General hizo lo mismo para cuerpos afectados de un movimiento relativo acelerado, resumido en la aceleración de la gravedad. Pero antes, Einstein había necesitado deducir la verdadera naturaleza de la gravedad a partir de su principio de equivalencia. Newton la había visto como una fuerza actuando de forma instantánea a través de distancias ilimitadas. La concepción de Einstein era bastante diferente, aunque en la práctica la mayoría de los resultados se aproximaban bastante a los de Newton. Básicamente propuso que la gravedad era una cualidad de la materia y que sus efectos se transmitían a través de porciones continuas de espacio tiempo, de forma bastante similar a como se transmite el efecto de las maniobras de una locomotora a lo largo de una fila de vagones de tren. Donde existe materia, existe energía, cuanto mayor es la masa de la materia más grande es el efecto de la energía que puede ser transmitido. Ademas, la gravedad, como ya había postulado en 1911, afectaba a la luz- árbitro de las lineas rectas y el paso de cuyas ondas a lo largo de una unidad de distancia producía una unidad de tiempo- del mismo modo que afectaba a las partículas materiales. El universo que había visto Newton y para el que había construido sus aparentemente impecables

leyes de la mecánica no era el universo real sino el que había visto a través de las engañosas apariencias generadas por la gravedad. Las leyes que parecían haber funcionado tan bien habían sido deducidas a partir de un universo que no existía, de la misma manera que un sastre hace un traje para un hombre al que solo ha visto a través de un espejo que distorsione. Esta era la consecuencia lógica del principio de equivalencia y de la suposición de Einstein de que la gravedad era básicamente un campo característico de la materia. El que el traje de Newton se adaptara bastante bien al hombre real era lo de menos. El trabajo de Einstein no solamente mostró una visión correcta del universo sino también un nuevo conjunto de leyes matemáticas mediante las cuales podrían ser descritos sus detalles. Estos eran de dos clases. Estaban las leyes estructurales, que se referían a la relación entre la masa de un cuerpo y el campo gravitacional que la mera existencia de esa masa creaba automáticamente; y estaban las leyes del movimiento que podían ser utilizadas para describir la trayectoria de los cuerpos móviles en campos gravitatorios. Estas leyes utilizaban la geometría de Riemann, su necesidad había surgido como resultado directo de la suposición de que la luz podía ser desviada por campos gravitatorios y que la distancia más corta entre dos puntos en tales campos no coincidiría, mirandola desde el exterior, con una línea recta. Se produjeron ciertas consecuencias por el hecho de suponer que lo que parecía una línea recta a cualquiera en el universo, como la recta baqueta que pudiera desear un sargento mayor, era de hecho tan curvada como la ruta seguida por un barco de vapor viajando alrededor del mundo y recorriendo el camino más corto entre A y B y que la curvatura exacta depende del campo gravitacional, y por consiguiente de la materia, que estuviera implicada. Una consecuencia es evidente mediante la sencilla consideración de un globo terráqueo. Y es que la geometría euclidiana, en la que los ángulos de un triangulo siempre suman dos ángulos rectos, no es aplicable para un triangulo formado por el ecuador y dos meridianos. por ejemplo el meridiano que pasa por Greenwich y el que pasa por nueva Orleans, uniendose en el Polo Norte, forman con el ecuador un triangulo que no tiene dos sino tres ángulos rectos, aunque el ecuador y los dos meridianos siguen los caminos más cortos entre cada uno de los vértices. Como Einstein explicó a su hijo menor, Eduardo: "Cuando el escarabajo ciego se mueve sobre la superficie de un globo, no se da cuenta de que el camino que recorre es curvo. Soy muy feliz porque yo lo he descubierto". Einstein había visto que su suposición de que la luz sigue una trayectoria curva en presencia de un campo gravitatorio significaba que la geometría euclidiana, suficientemente adecuada cuando se manejaban las pequeñas distancias presentes en la vida cotidiana, debería ser reemplazada por algo mas sofisticado cuando se trataba con el universo como un todo. Los geógrafos y los topógrafos tienen un problema parecido cuando eligen un tipo de proyección que sea satisfactoria para pequeñas áreas de planos topográficos y otro tipo de proyección para las áreas mucho mas grandes correspondientes a mapas regionales o nacionales. Einstein estuvo buscando durante algún tiempo antes de encontrar algo que le pudiera ayudar en su tarea. En Praga, por

consejo de George Pick, estudió los trabajos de Ricci y Levi-Civita. De regreso a Zurich trabajó con Marcel Grossmann elaborando el borrador preliminar de la Teoría General que apareció en 1913. Pero fue solamente cuando recurrió a Riemann, el joven alemán que había muerto casi cincuenta años antes, cuando encontró lo que necesitaba. Riemann fue el matemático cuya obra maestra, Las Hipótesis que determinan las bases de la Geometría (Über die Hypotheseen, welche der Geometrie zu Grunde liegen), había estudiado Einstein diez años antes con sus compañeros de la Olympia Academy en Berna. Parcialmente incapacitado debido a su carácter retraído, acosado por la mala suerte y por la mala salud que le llevó a la muerte a la edad de cuarenta años, Riemann fue un brillante producto del Göttingen del siglo XIX. A la edad de veinticuatro años había estado especulando sobre establecer una teoría matemática global, bien terminada que se desarrollara desde las leyes elementales para puntos individuales hasta los procesos que se nos presentan en el conjunto del espacio real, sin distinción entre gravitación, electricidad, magnetismo o termostática. Este aparente rechazo "de acción a una distancia" en favor de la teoría del campo era muy avanzada para su tiempo. Sin embargo no era mas que un preludio de la elaboración de una geometría no euclidiana que, en palabras de E.T. Bell, enseñó a los matemáticos a desconfiar de cualquier geometría, o de cualquier espacio, como una forma necesaria de percepción humana. Fue el último clavo en el ataúd del espacio absoluto, y el primero en el de los "absoluto"(s) de la física del siglo XIX. En la geometría de Riemann no existen las líneas paralelas, la suma de los ángulos de un triangulo no suman 180º y las perpendiculares a una misma línea convergen; una concepción que es mas fácil de entender en un época en que se viaja por vía aerea a lo largo y ancho del mundo que en otra cuando la universidad de Göttingen era el orgullo intelectual del Reino de Hannover. En el mundo de Riemann la distancia mas corta entre dos puntos cualquiera no están representadas por lineas rectas sino por lineas geodésicas y, un corolario evidente incluso para no matemáticos, la distancia mas corta entre dos puntos cualesquiera de una superficie curvada se calcula mediante una fórmula diferente de la utilizada para calcular esa distancia en una superficie plana. Einstein utilizó la geometría de Riemann para plantear ecuaciones mediante las cuales podrían ser descritos los movimientos de las estrellas y hasta la misma estructura del universo. Pero a esto seguía una frase muy bien entendida por matemáticos pero casi tan confusa para los legos como la definición del tiempo como la cuarta "dimensión". Esta era la "curvatura del espacio", parte de la terminología que describió Sir Edmund Whittaker como tan bien establecida o asentada que no tenemos esperanza de poder cambiarla nunca, por muy lamentable que esto sea, y que ha sido responsable de gran cantidad de conceptos populares muy engañosos. Los matemáticos aplican la palabra curvado a cualquier espacio cuya geometría no sea euclidiana. Es una mala costumbre, continuaba Whittaker, porque la curvatura, en el sentido de doblar, es un término sin significado excepto cuando el espacio está

inmerso en otro espacio, mientras que la propiedad de ser no euclidiano es una propiedad intrínseca que no tiene nada que ver con la inmersión de un espacio en otro. Sin embargo, no puede hacerse nada excepto avisar que lo que los matemáticos entienden con el término "curvatura" no es lo que la palabra parece significar en la conversación ordinaria; lo que quieren decir los matemáticos es sencillamente que las relaciones entre las distancias de los puntos son diferentes de las relaciones que se obtienen en la geometría euclidiana. Curvatura (en el sentido matemático) no tiene nada que ver con la forma del espacio, si está doblado o no, sino que es definido únicamente por la medida, es decir, el modo en que la "distancia" queda definida. No es el espacio el que está curvado sino la geometría del espacio. Todo esto, como indicó Max Talmey, el estudiante judío que introdujo al joven Einstein en las ciencias físicas, en Munich, podría ser atribuido no sólo a falta de comunicación entre matemáticos y no matemáticos, sino también a defectos de las traducciones a partir del lenguaje en que todos los trabajos originales de Einstein, así como otro gran número de trabajos sobre la relatividad general, han sido escritos. En alemán, dice Talmey, no puede formarse a partir del adjetivo "uneuklidisch" un nombre correspondiente al sustantivo inglés "non-euclidanism" formado a partir del adjetivo "non-euclidean". "Nichteuklidisch" se utiliza, pero muchos autores alemanes, según palabras de Talmey, utilizan la expresión "Raumkrummung", espaciocurvatura, para definir esa cualidad que, finalmente, es debida a que una línea recta es interminable en un campo gravitatorio. Los escritores ingleses siguieron su ejemplo aunque ellos no necesitaban hacerlo. El "Espacio-curvatura", la renovada afirmación de que la luz no se mueve según una línea recta, la idea de que el universo sólo puede verse desde la tierra a través de las distorsionadoras lentes de la gravedad, se habrían combinado para crear un interés inmediato si Europa hubiera estado en paz. Cuando lo estuvo, solo un estrecho sendero por entre los campos de minas de la guerra condujo al Einstein del Berlín de 1916 a la primera prueba de la teoría en 1919. El mismo Einstein era consciente de que probarla no sería fácil. Doscientos cincuenta años antes Newton, presionado por la cuestión de si la gravedad actuaba instantáneamente o no, admitió que el no veía el modo de resolver el problema experimentalmente. Para hacerlo se necesitarían, comentó, "los sentidos de Dios". Si se le hubiera pedido una explicación a Einstein, habría estado sin duda atrapado entre su modestia y la clara conciencia de lo que estaba consiguiendo. Porque a pesar de la diferencia fundamental en los conceptos de la gravedad mostrados por Newton y por él, las diferencias en los resultados experimentales serían en la mayoría de los casos mínimos y por consiguiente difícilmente detectables. Escribió Einstein: "La vieja teoría es un caso especial de la nueva. Si las fuerzas de gravitación son comparativamente débiles, las viejas leyes de Newton se convierten en una buena aproximación de las nuevas leyes de la gravitación. Así que todas las observaciones que apoyan la teoría clásica apoyan

también la Teoría General de la Relatividad. Llegamos a la vieja teoría a partir del más alto nivel de la nueva". La prueba, entonces, se podrá encontrar con mas facilidad en un campo en donde la fuerza gravitatoria sea fuerte y donde ya se hayan detectado algunas desviaciónes de las leyes de Newton. Esas condiciones parecían presentarse en el planeta Mercurio. En los doscientos años que siguieron a Newton, los descubrimientos de la ciencia habían revelado una serie de sucesos incluidos dentro de su gran diseño. Se mostró que, no solo el paso de la Luna al girar alrededor de la Tierra y la trayectoria curvada de la pelota de cricket, sino también el flujo de las mareas y los ardientes rastros de los cometas, seguían los sistemáticos senderos que su esquema universal necesitaba. Una característica de esto había sido la invariabilidad de las órbitas planetarias alrededor del Sol. Venus, Mercurio, Marte, Júpiter y Urano, junto con sus demás compañeros seguían sus mismas órbitas elípticas, solo con cambios insignificantes, marcando caminos a través del firmamento que aparentaban permanecer constantes a través de los siglos. El primer hombre que pensó que esto podría no ser así fue Dominique Arago, el ardiente republicano francés de quien ni incluso Louis Napoleón consiguió arrancar un juramento de fidelidad. A principio de la década de 1840 a 1850 Arago propuso a Urbain Jean Joseph Leverrier, joven astrónomo francés, que analizara cuidadosamente los movimientos de Mercurio. El resultado fue sorprendente, porque los cálculos de Leverrier mostraron claramente que el perihelio de Mercurio, el punto de su trayectoria elíptica que se encuentra mas próximo al Sol, se desplazaba una cantidad específica cada año. La proporción era extremadamente pequeña, pero incluso después de que el efecto de los otros planetas se hubieran tenido en cuenta todavía quedaba un desplazamiento de 43 segundos de arco por siglo. De modo que la órbita de Mercurio alrededor del Sol no era una elipse cerrada y estática, sino un circuito casi cerrado, girando lentamente y volviendo a su posición original cada 3.000.000 de años. Esta falta de coincidencia con la órbita calculada por Newton en su gran esquema preocupó profundamente a los astrónomos, y se utilizaron algunos recursos desesperados en un esfuerzo por hacer coincidir los hechos con la teoría. El mismo Leverrier supuso que la anomalía podía ser atribuida a un planeta todavía no descubierto, con un diámetro de solo 1000 millas y orbitando alrededor del Sol a una distancia de 19.000.000 de millas. En espera de descubrirlo se le denominó Vulcan; pero después de cuidadosos rastreos de los cielos en cada eclipse no pudo encontrarse tal planeta. Asaph Hall, descubridor de los satélites de Marte, propuso una solución aún mas ingeniosa: que en la correspondiente fórmula newtoniana el exponente 2 debería ser cambiado por 2,0000001612. El truco indicado tenía algo en común con el del "científico" armado con cincel y cinta métrica, que fue encontrado por Flinders Petrie para "ajustar" un lado de la gran pirámide cuya longitud no encajaba perfectamente con la requerida por su teoría". Como iba a comentar Einstein, la discrepancia en la órbita de Mercurio "podría ser explicada mediante la mecánica clásica solo elaborando hipótesis que tienen pocas probabilidades de ser reales, y que son ideadas

únicamente para este proposito". Esto era verdad incluso después de considerar exhaustivamente las influencias que los planetas, como grupo, ejercían sobre cada uno de ellos individualmente, esto fue llamado el problema astronómico de las "perturbaciones". Esta discrepancia había preocupado a Einstein durante años. Ya en 1907 había escrito a su colega Conrad Habicht que estaba "ocupado en una teoría relativista de la ley de la gravitación mediante la cual espero explicar los hasta ahora inexplicables cambios en el perihelio de la órbita de Mercurio". Con la geometría de Riemann el perihelio de un planeta que se mueve alrededor de un cuerpo con una órbita casi circular experimentaría un cierto adelanto. La magnitud no sería grande, pero la enorme velocidad de Mercurio, cu tamaño comparativamente pequeño y su proximidad al intenso campo gravitatorio del Sol podría producir una cifra significativa. Einstein aplicó las ecuaciones de la Teoría General al movimiento de Mercurio y los resultados mostraron que el perihelio debería adelantarse alrededor de 0,1" de arco por cada órbita completa. En un siglo, Mercurio realiza aproximadamente 420 revoluciones alrededor del Sol, de modo que el desplazamiento del perihelio de Mercurio cada siglo que se deduce mediante la Teoría General era de hecho casi exactamente la cifra obtenida mediante las observaciones de Leverrier. De esta manera la teoría, en palabras de Einstein a la hija de Simon Newcomb, que pasó la mayor parte de su vida elaborando tablas orbitales mas precisas, tanto de la Luna como de los planetas, "completaba el trabajo del cálculo de las perturbaciones y conseguía un acuerdo total entre la teoría y la experiencia". Einstein anunció este resultado, antes de haber terminado su Teoría General, leyendo su trabajo en la Prussian Academy of Sciences en el Otoño de 1915. Unas pocas semanas después comentaba sus sensaciones a Ehrenfest. "¿Puede imaginar mi alegría ante la posibilidad de una covarianza general, con el resultado de que la ecuación del desplazamiento del perihelio de Mercurio es correcta?. Estuve sin hablar durante varios día debido a la excitación; pero no era la excitación por la sorpresa. Cuando le preguntaron si había estado preocupado por el resultado de sus cálculos, replicó: "Eso no lo contemplaba, el resultado no podía ser otra cosa mas que el correcto. Solo estaba preocupado por poner la respuesta de una forma muy clara y no dude ni por un momento de que no fuera a coincidir con las observaciones. No tenía sentido el estar nervioso por lo que era evidente". Sin embargo por mucha confianza que hubiera tenido, estuvo encantado cuando, poco después de la publicación de su trabajo sobre Mercurio, el astrónomo K. Schwarzschild publicó una descripción de cómo obtener los mismos resultados de una manera mucho mas elegante. La utilización de las ecuaciones del campo de la Teoría General para conseguir resultados que era improbable que fueran casuales, y que resolvían uno de los mas persistentes enigmas de la astronomía fue citado por Einstein en su trabajo de 1916. Las cifras apoyaban su teoría pero no eran exactamente una prueba; la anomalía de Mercurio había sido conocida durante años y la Teoría General simplemente había suministrado una explicación satisfactoria, pero podría haber otras. Las dos restantes

posibilidades de probarla fueron indicadas por Einstein en 1911, ambas estaban relacionadas con el comportamiento de la luz en un campo gravitatorio y ambas tenían algo en común. Se referían a fenómenos que nunca habían sido conocidos ni sospechados, y si pudiera probarse que existen serían de una clase absolutamente diferente. Serían de hecho comparables con la predicción de un nuevo planeta precisamente donde Neptuno fue descubierto mas adelante, o la predicción de Mendeleyev de los elementos, aun no descubiertos, de la Tabla Periódica. Suministrarían una prueba sustancial de que la Teoría General correspondía con una descripción del universo mas exacta. La más esotérica de las dos pruebas era la que se refería al efecto de la gravedad sobre la frecuencia de la luz. El camino matemático seguido por Einstein le condujo a suponer que un átomo radiando en un fuerte campo gravitatorio vibraría mas lentamente que si lo hacía en un campo gravitatorio más débil. Porque si tanto el tiempo como el espacio eran inevitablemente afectados por la desviación de la gravedad, la vibración de los átomos, esos impecables relojes del universo, también se vería afectada. Pero la frecuencia de la vibración define el color de la luz emitida, y un átomo radiando en un campo gravitatorio fuerte emitiría luz un poco mas cercana al extremo rojo del espectro que cuando radiara dentro de un campo gravitatorio más débil. Estos desplazamientos ya habían sido advertidos por L.F. Jewell en 1897 y por otros a principios del siglo XX, pero habían sido interpretados completamente como producidos por "efectos de la presión". Estos efectos existían verdaderamente y su presencia aumentaba la dificultad de aislar una característica independiente, "el desplazamiento de Einstein", como se le denominó enseguida. Era extremadamente pequeño, tan pequeño según los cálculos de Einstein que era improbable que pudiera ser observado incluso si se utilizara el campo gravitatorio del Sol como banco de ensayo. Sin embargo, existen cuerpos en el universo que producen campos inmensamente mas fuertes que el del Sol, y diez años después de la predicción de Einstein se utilizó el enorme campo gravitatorio de la "enana blanca" próxima a Sirio, tan densa que una pulgada cúbica de su materia pesaría mas de media tonelada en la tierra. Y casi cincuenta años después del trabajo de Einstein, Robert Oppenheimer pudo escribir sobre el desplazamiento de Einstein: "El más preciso, y creo que, el mas hermoso ejemplo de esto es un reciente experimento realizado en Harvard en el cual se permitía a la luz, simplemente, caer desde la tercera planta hasta el sótano del edificio de físicas. Se podía ver cuanto se había desplazado hacia el azul; uno partido por 10e14, no mucho". Tales posibilidades no existían en 1916, y los lectores del trabajo de Einstein se inclinaron naturalmente hacia el otro método de demostrar la teoría. Era el método que Freundlich adoptaría en Crimea en Agosto de 1914: la observación de la luz proveniente de estrellas durante un eclipse para descubrir si se desviaba cuando pasaba a través del campo gravitatorio del Sol. El verano de 1916 no fue una época propicia para dedicar hombres, dinero, materiales y pensamiento a ningún tema científico a menos que pareciera que podría ser útil para el esfuerzo de guerra. Gran Bretaña y Alemania estaban

bloqueados en una lucha cuyo resultado nadie podía prever, y la entrada de los americanos en la guerra no se produciría hasta un año después. Todos los esfuerzos estaban dirigidos a la tarea de ganar; en Alemania los institutos Wilhelm Institutes y la universidad de Berlín estaban al servicio nacional y en cualquier otro lugar la situación era similar. Rutherford en Gran Bretaña y Langevin en Francia estaban enfrascados en trabajos antisubmarinos. La ciencia pura, parecía que debería esperar hasta la llegada de la paz. En estas circunstancias uno de los actos de Einstein iba a ser de crucial importancia. Cuando recibió copias del Annalen der Physik conteniendo su trabajo sobre la Teoría General, envió uno a Willem de Sitter, profesor de astronomía de la universidad de Leiden y corresponsal extranjero de la Royal Astronomical Society de Londres. De Sitter envió su copia al secretario de la sociedad, Arthur Eddington. La gran cantidad de acontecimientos puestos en marcha por de Sitter y después por Eddington iban a tener repercusiones casi tan formidables, a su modo, como las sangrientas batallas que se estaban librando en el frente Occidental. En 1916 Arthur Eddington era Profesor de Astronomía en Cambridge y director del observatorio de la universidad. Un cuáquero con la típica mezcla de vigorosa humanidad y fe mística., había sido Senior Wrangler y su Movimientos Estelares y la Estructura del Universo, publicado en 1914 había creado el nuevo tema de la nueva dinámica estelar. Tenía solo treinta y cuatro años y se decía de él que esa gran promesa se convertiría en una mayor realidad. Como secretario de la Royal Astronomical Society, Eddington tenía la obligación de elaborar las Noticias Mensuales de la Sociedad y esto suponía un cuidadoso estudio de los papeles de Einstein que llegaron desde Holanda, un estudio que pronto le convenció de su importancia para sus propias investigaciones cosmológicas. El mas importante factor en 1916 fue la extraordinaria maestría de Eddington con las matemáticas que "le permitieron no solamente entender la línea de argumentación sino muy pronto dominar el cálculo diferencial absoluto de Ricci y Levi-Civita y utilizar tensores como herramientas de desarrollo de contribución propia". Uno de los resultados fue que pidió a de Sitter que escribiera tres largos artículos, para las Noticias Mensuales de la Sociedad, explicando la Teoría General. Estos artículos, el segundo de ellos realizado después de que Einstein y de Sitter mantuvieran varias conversaciones en Leiden, introdujeron la nueva teoría de Einstein al mundo que no hablaba alemán. Su importancia en lo que sucedería a continuación no debe ser sobreestimada. "Incluso aunque Einstein no hubiera explicado el origen de la inercia", concluía el segundo artículo, la teoría representa un enorme progreso sobre la física de ayer. Dandose cuenta de lo poco adecuado de la representación por coordenadas con la que nuestra ciencia está cubierta, ha penetrado en las mas profundas realidades que permanecían escondidas y no solamente ha explicado la naturaleza excepcional y universal de la gravitación mediante el principio de identidad de gravitación e inercia, sino que ha descubierto estrechas conexiones entre ramas de la ciencia que hasta ahora han sido consideradas como completamente

independientes, y ha dado así un importante salto adelante hacia la unidad de la naturaleza. Finalmente su teoría no solamente explica todo lo que la vieja teoría de la relatividad podía explicar (experimento de Michelson, etc.), sino que sin necesidad de ninguna nueva hipótesis o constante empírica, explica el anómalo movimiento del perihelio de la órbita de Mercurio, y predice una cantidad de fenómenos que no han sido observados aún. Se ha consagrado enseguida como una poderoso instrumento de descubrimiento. Incluso en la oscura concentración de la guerra, los científicos comenzaron enseguida a especular sobre cómo investigar "la cantidad de fenómenos que no habían sido observados todavía". Sir Frank Dyson, el astrónomo de la Royal, pidió que se hiciera un estudio sobre las fotografías tomadas durante el eclipse de 1905 con la esperanza de que pudiera descubrirse algo, pero la búsqueda fue infructuosa. Lindemann y su padre contribuyeron con un trabajo, a las Noticias Mensuales, sobre fotografías de estrellas a la luz del día y terminaba: "Se sugiere que los experimentos..... sean realizados por algún observatorio que tenga la instrumentación adecuada, y que disfrute de un buen clima, con la mirada puesta en la prueba de la teoría de Einstein". La posibilidad había sido rechazada por Hale como impracticable antes del eclipse de 1914, e incluso si pudiera encontrarse un observatorio adecuado y se le convenciera para que realizara el trabajo parece improbable que la tecnología actual nos permita obtener resultados útiles. Hubo otras sugerencias, pero ninguna que tuviera probabilidades de tener éxito." Sin embargo la ayuda supresentaba al alcance la mano. Otro eclipse solar tendría lugar en un día tal que la distribución estelar se consideraba ideal. Si el problema de comprobar la Teoría General "se hubiera presentado en algún otro período de la historia", como señaló mas tarde Eddington, "habría sido necesario esperar algunos miles de años para que un eclipse de Sol se produjera en una fecha tan afortunada". La espera fue de sólo tres años. El que esta oportunidad fuera aprovechada por los británicos fue debido no sólo al entusiasmo personal de Eddington por la relatividad sino a su influencia sobre Dyson. Sir Frank se iba a convertir en un firme amigo de Einstein, y un retrato del último, realizado por Rothenstein ocupó un lugar de honor en Flam steed House, el domicilio oficial del astrónomo de la Royal en Greenwich. Durante toda su carrera había mostrado un interés especial en los eclipses de Sol, y a pesar de las incertidumbres de la guerra estaba ansioso por hacer un uso completo de las oportunidades que le brindaba el año 1919. Pero fue en gran parte debido a la influencia de Eddington que Dyson subrayara tan rápidamente las oportunidades que ofrecería el eclipse para comprobar la Teoría General. Los artículos de de Sitter que habían estimulado el apetito científico habían sido publicados principalmente como resultado de una iniciativa de Eddington, y poco después el mismo Eddington fue encargado por la Physical Society de preparar su propi descripción de lo que era y significaba la Teoría General. Su informe sobre la Teoría de la Relatividad de la Gravitación fue publicado en 1918 y posteriormente ampliado con el título de Las Matemáticas

de la Teoría de la Relatividad. Bastante antes de todo esto, Dyson se había puesto en acción. El 29 de Mayo de 1919, el Sol podría ser visto contra un campo de estrellas de excepcional brillo, parte del grupo de las Híadas que se encuentra en la cabeza de la constelación de Tauro. En una nota enviada desde Greenwich, fechada el 2 de Marzo de 1917, e impresa en las Noticias Mensuales, Dyson llamó la atención sobre la oportunidad única" que esto ofrecería. "Hay un número inusual de brillantes estrellas y con las condiciones meteorológicas tan buenas como las de Sfax en 1905, que fueron casi perfectas, podrán obtenerse no menos de trece estrellas", escribió, añadiendo que estas "servirían para realizar una amplía verificación, o para lo contrario", de la teoría de Einstein. Desgraciadamente la trayectoria del eclipse cruzaría el Atlántico, pero había estado en contacto con el secretario del la Royal Geographical Society, que le comunicaría cuántas estaciones de observación podrían ser utilizadas, y él había "adelantado el asunto de modo que los preparativos para la observación en el mayor número de estaciones posible podrían ser hechas cuanto antes". Estos planes fueron preparados mientras el bloqueo de los U-boat estaba presionando sobre Gran Bretaña y el frente ruso se estaba desmoronando, cuando la entrada de América en la guerra era todavía problemática y la paz quedaba por debajo del horizonte visible. Sin embargo esto demostraba no demasiado aislamiento de la realidad por parte de Gran Bretaña al igual que la sublime confianza que se vería veinticinco años después cuando, con los alemanes golpeando a las puertas de Stalingrado y el octavo ejército con sus espaldas en el Nilo, los ministros de educación aliados, en el exilio, se reunieron en Londres para planear lo que finalmente se convirtió en la UNESCO. Durante 1917, mientras continuaban los planes para las expediciones al eclipse, Einstein publicó otros dos importantes trabajos. En uno de ellos insistía sobre el problema de la radiación que le había tenido ocupado intermitentemente desde 1905; en el otro utilizaba la Teoría General para hacer una descripción del universo que era importante no solo en su propio aspecto científico, sino que añadía una significado espectacular a la teoría. En el trabajo sobre la radiación, en el cual obtenía, desde un punto de partida distinto, la ley cuántica de Planck, sugería que del mismo modo que existían emisiones y absorciones espontáneas también debería producirse el proceso de emisión estimulada. En 1917 esto parecía tener un interés púramente teórico; cuarenta años después fue utilizado para generar los máser y láser de la moderna tecnología. Además de postular estos nuevos procesos, Einstein también destacó que la "transferencia de momento" que sucede cuando se produce una emisión, es direccional. La importancia de esto, en lo que le interesaba a Einstein, era la admisión de que tenía que ser hecho en el mismo instante- que la dirección estaba "en la situación actual de la teoría..... determinada solo por la "casualidad". Es significativo el que Einstein pusiera la palabra casualidad entre comillas. Pensaba que lo que había que atribuir a la casualidad en el actual estado de conocimiento un día podría ser perfectamente explicado. Cuan intensamente continuó teniendo este sentimiento queda demostrado cuando siete años mas tarde escribió a Born.

"Encuentro absolutamente intolerable la idea de que un electrón expuesto a una radiación elegiría libremente no solo el instante para cambiar sino también su dirección. En ese caso, yo preferiría ser un zapatero, o incluso un empleado en una casa de juego, más que un físico....". Sin embargo fue su trabajo de 1917 el que suministró el capítulo y el verso para tal idea. Mientras tanto continuaba su desarrollo de la Teoría General. Cuantas fueron las exigencias y el esfuerzo que tuvo que hacer queda indicado en una carta a Ehrenfest enviada en Febrero. "Una vez mas he logrado un pequeño avance en la teoría de la gravitación y al conseguirlo he corrido el riesgo de ser encerrado en un manicomio", seguía, "espero que no tengan ninguno en Leiden, de modo que pueda visitarle sin correr ningún riesgo. Que pena que no vivamos en Marte de forma que pudiéramos ver las inútiles actividades de los seres humanos solo a través de un telescopio. Nuestro Jehovah ya no necesita enviar una lluvia de brea y azufre: se ha modernizado y ha realizado esta actividad automáticamente". El trabajo que ocasionó este arranque era mas corto que el bosquejo final de la Teoría General pero fue en cierto sentido casi tan importante. Porque mientras que los detalles de la Teoría General iban a permanecer discutiendose a lo largo de los años, y el primer arrobamiento, producido por los resultados de las expediciones británicas, tuvo que ser corroborado mediante observaciones posteriores, la importancia del trabajo, potencialmente explosivo, de Einstein en 1917 no iba a discutirse- incluso aunque sus suposiciones iban a ser cuestionadas con una brusquedad que no ha afectado a la misma Teoría General. El trabajo se titulaba "Consideraciones Cosmológicas sobre la Teoría General de la Relatividad". Lo que hacía era utilizar las ecuaciones de la Teoría General para especular sobre la extensión física del universo, y al hacer eso, es generalmente aceptado, establecer el estudio de la cosmología moderna. Incluso para Einstein, esto era jugar con gran riesgo. Su motivo para comenzar con este controvertido juego fue de índole práctica. La idea de que el sistema de estrellas fijas determinaría finalmente la existencia de la fuerza centrífuga era una parte importante en el trasfondo conceptual de la Teoría General de la Relatividad. No era una idea nueva y había sido ya señalada en términos generales tanto por Berkeley como por Mach. Sin embargo con sus ecuaciones del campo Einstein había conseguido un valor numérico para explicar esta acción de las estrellas próximas. Había ligado el distante parpadeo del cielo nocturno con la gravedad presente en la vida cotidiana y surgió enseguida una pregunta: ¿Existían suficientes estrellas en el universo como para generar la fuerza centrífuga que podía ser observada y registrada?. La necesidad de responder a esta pregunta condujo a Einstein a pensar sobre una extensión de la cuestión a la que estaba dedicando su vida. Necesitaba saber ahora no solo cómo había hecho Dios al mundo sino también su extensión actual. Así la cosmología relativista que iniciaba ahora Einstein era, como la describió mas tarde Hubble, un vástago natural de la Teoría General, una "superestructura que incluía otros principios". Si posteriormente se encontraba que era defectuoso no tendría porque invalidar

la Teoría General. La confortable idea de un universo finito, con la tierra situada en su centro, había sido puesta en entredicho desde el principio del renacimiento científico y había sido finalmente abandonada con la llegada de Newton. Porque con Newton parecía claro que un universo material finito tendería a colapsarse sobre si mismo como había sido sospechado, antes de que Bohr estableciera las órbitas de los electrones, que partículas girando alrededor del núcleo del átomo serían inevitablemente arrastradas hacia él. El nuevo universo de los días de Newton era algo mas noble aunque más impersonal, una infinidad de estrellas repartidas a través de un espacio euclidiano infinito, una idea que sobrevivió contra sólo esporádicas objeciones, generalmente superadas mediante razonamientos especiales. Con el siglo XIX y el interés creciente en la astronomía, fue elaborada una alternativa: un universo finito que, como una isla, existía en las inmensidades del espacio infinito y "vacío". Pero todas estos proyectos tenían una cosa en común: todos representaban un universo estático cuyo tamaño y contenido permanecían invariables a través del infinito paso del tiempo. Mientras Einstein se esforzaba por solucionar las implicaciones Cosmológicas de la Teoría General, la primera de estas alternativas, el universo centrado en la tierra de la Edad Media, fue totalmente descartado, pero los otros dos fueron cuidadosamente estudiados. Ambos fueron rechazados. Las razones para el rechazo del universo newtoniano pueden ser entendidas fácilmente, aunque a la luz de los actuales conocimientos sobre la recesión de las galaxias parecen bastante anticuadas. Porque parecía matemáticamente claro que el efecto de un infinito número de estrellas produciría, incluso a distancias infinitas, una fuerza infinita cuyo efecto sería inducir en las estrellas una alta velocidad. Pero las observaciones indicaban que comparada con la velocidad de la luz las velocidades de las estrellas eran pequeñas. De modo que resultaba esencial que el numero de estrellas fuera finito. La posibilidad de un "universo-isla" finito en una infinidad de espacio vacío se excluyó por razones un poco más complejas. Una se basó en una teoría sobre la manera en que las partículas, o las estrellas, se distribuirían en movimiento aleatorios y que aparentemente hacía al "universo-isla" imposible. Otra razón surgía del hecho de que dado que la curvatura del espacio era dependiente de la distribución de la materia, el espacio se curvaría en la vecindad del universo-isla pero seria Euclidiano en el espacio vacío una infinidad más allá. Esto significaría que los cuerpos más allá del universo-isla se moverían en líneas rectas, según la ley de Newton de inercia, dado que la propia inercia equivaldría a la fuerza gravitacional, la cual no estaría presente. Por lo tanto Einstein se vio forzado a considerar que era posible concebir un universo que contendría un número finito de estrellas distribuido igualmente por el espacio ilimitado. Su respuesta a la aparente contradicción radica en la idea de que la propia materia produce la curvatura del espacio. En el "mundo de Einstein," como pronto se llegó a saber, la curvatura producida por la materia doblaba al espacio sobre si mismo, de modo que un rayo de luz moviéndose en línea recta, en

términos terrestres, volvería a su punto de salida después de rodear el universo: un universo tridimensional que contiene un número finito de estrellas de la misma forma que la superficie de dos dimensiones de un globo contiene un determinado numero de puntos, pero cuya superficie es en si misma tan ilimitada como la del globo. Estas estrellas estaban, además, distribuidas uniformemente, igual que los puntos se extienden uniformemente por la superficie de un globo. Esto era indispensable si el "mundo de Einstein" tenia que adecuarse a la propia intuición de Einstein de que, al igual que las leyes de la naturaleza deben ser las mismas para todos los observadores, así lo debe ser la perspectiva del universo. "No debe de haber ninguna posición favorecida en el universo, ningún centro, ninguna frontera; desde cualquier punto tiene que verse un universo idéntico," como estableció Hubble. "Y, para asegurar esta situación, los cosmologistas postulan la isotropía y homogeneidad espacial, que es su manera de decir que el universo debe ser prácticamente igual por todas partes y en todas direcciones." Este universo incluía irregularidades locales de curvatura, comparables a las colinas y los valles en un globo de la tierra hecho en relieve; incluso teniendo también una curvatura total, como la curvatura total de la propia tierra que produce un mundo terrestre con un radio de unas cuatro mil millas. Con la ayuda de la Teoría General se podrían obtener dos ecuaciones que incluyeran sólo dos incógnitas, la curvatura de espacio y la masa del total de las partículas que constituyen el universo. Era un asunto relativamente sencillo proporcionar una estimación de la masa; así el universo de las "Consideraciones Cosmológicas" de 1917 era un universo al que se le podía dar un tamaño, sin embargo esta sería una estimación aproximada. "Todo el universo," le dijo Einstein a su amigo Alexander Moszkowski en Berlín, Tiene un diámetro de aproximadamente 100 millones de años-luz, en números redondos. Ésta cantidad de aproximadamente 946 trillones de kilómetros se deduce de los cálculos matemáticos que he presentado en las "Consideraciones Cosmológicas a partir de la Teoría General de la Relatividad," en las que el número que acabo de citar no se da. La cantidad exacta es una cuestión de menor importancia. Lo qué es importante es darse cuenta de que el universo puede ser considerado como un continuo cerrado en lo que a medidas de distancia se refiere. Einstein había alcanzado un resultado creíble. Pero únicamente lo había hecho mediante un malabarismo matemático que tenía una historia interesante. Este era la introducción de un nuevo término en las ecuaciones del campo de la Teoría General, la "constante cosmológica" que representa una fuerza repulsiva que, contrariamente a la atracción gravitacional ordinaria, se incrementa al hacerlo la distancia entre los objetos. El valor dado a este término determina el carácter del universo que se produce, y desde el principio fue una materia de controversia. Einstein justificó su uso cuando dio la 'perspectiva teórica del universo real' al final de su artículo de 1917. "La curvatura del espacio es variable en el tiempo y el espacio según la distribución de materia, pero podemos obtener una aproximación burda por medio de un espacio esférico," escribió.

De todas formas, esta perspectiva es lógicamente consistente, y desde el punto de vista de la Teoría General de la Relatividad viene muy bien; si, desde el punto de vista del conocimiento astronómico actual, es sostenible, no se discutirá aquí. A fin de llegar a esta perspectiva consistente, reconocemos que tenemos que introducir una extensión de las ecuaciones del campo de gravitación que no está justificada por nuestro conocimiento real de la gravitación. Hay que resaltar, sin embargo, que una curvatura positiva del espacio se deduce por nuestros resultados, aun cuando no se introduzca el término suplementario. Este término es necesario sólo para el propósito de hacer posible un distribución de materia cuasi-estática, como requiere el hecho de las pequeñas velocidades de las estrellas. El mundo de Einstein con su "cuasi-estática distribución de materia," fue rebatido rápidamente por de Sitter, quien mantenía que mientras la Teoría General indicaba una curvatura del espacio, esta curvatura estaba continuamente decreciendo. Así el mundo que de Sitter construyó con la Teoría General aumentaba continuamente de tamaño; el espacio estaba constantemente estirándose, llegando a ser menos curvado y más Euclidiano. Esta idea de un universo en expansión no tenía todavía ningún apoyo mediante la observación, y durante algún tiempo las ideas de ambos, Einstein y de Sitter, sobre la estructura del universo, fueron consideradas con las mismas posibilidades, entre las que era difícil hacer una elección. Únicamente en los años 20, cuando el trabajo de Hubble y otros en el Monte Wilson verificó la recesión de las galaxias y la expansión incesante del universo, la situación se alteró drásticamente (se discutirá más tarde). Y fue a partir de 1930 cuando Einstein retiró la "constante cosmológica." Mucho antes de esto, sin embargo, este término había sido atacado por razones totalmente distintas por el profesor Friedmann, un astrónomo ruso que había empezado a estudiar las publicaciones de Einstein desde un punto de vista puramente matemático. George Gamow, quien estaba trabajando a las ordenes de Friedmann por esa época, ha descrito lo que pasó. "Friedmann se dio cuenta de que Einstein había cometido una equivocación en su hipótesis de que el universo debería ser necesariamente estable e invariable con el tiempo," dijo. Cualquier estudiante de álgebra de instituto sabe muy bien que es posible dividir ambos miembros de una ecuación por cualquiera cantidad, con tal de que esta cantidad no sea cero. Sin embargo, en el curso de su razonamiento, Einstein había dividido ambos lados de una de sus ecuaciones en un paso intermedio por una expresión complicada que, en ciertas circunstancias, podría llegar a ser cero. En el caso de que esta expresión llegara a ser igual a cero, el razonamiento de Einstein no se cumplía, y Friedmann se dio cuenta de que esto abría un nuevo mundo de universos dependientes del tiempo; que se expandían, se colapsaban y vibraban. De esta manera, la ecuación de la gravedad original de Einstein era correcta y modificarla era una equivocación. Mucho más tarde, cuando discutía problemas cosmológicos con Einstein, comentó que la introducción del término cosmológico fue la metedura de pata más grande que había cometido en su vida. Pero la "metedura de pata," rechazada por Einstein, y la constante cosmológica,

representada por la letra griega ?? ,le rondaba continuamente por la cabeza." A pesar de los comentarios bien justificados de Gamow, la entrada de Einstein en el campo de batalla cosmológico fue importante para ambos, para la ciencia y para Einstein. "Esta sugerencia de un espacio finito, pero sin límites es una de las ideas más grandes sobre la naturaleza del mundo que jamas ha sido concebida," dijo Max Born. "Resolvió el hecho misterioso de por qué el sistema de estrellas no se dispersa y se estrecha como debería hacerlo si el espacio fuera infinito; dio un significado físico al principio de Mach que postulaba que la ley de inercia no se debe considerar como una propiedad del espacio vacío sino como un efecto del sistema completo de estrellas, y abrió el camino al concepto moderno del universo en expansión." Además, la idea surgió en un momento significativo, justo cuando la astronomía observacional se preparaba para darle un fundamento práctico a la teoría. A un nivel diferente, el uso directo de Einstein de la Teoría General presenta una imagen del universo que le dio una importancia casi mística para el hombre corriente. Un científico que podría dar una explicación nueva y, al parecer, más fiable de los movimientos de las estrellas en sus caminos era una figura bastante importante. Un físico que podría aparentemente demostrar que luz no iba siempre en línea recta, tenía una atracción casi mágica. Pero un hombre que podía hablar en términos familiares de la curvatura del espacio, y con un gesto simpático desde la pizarra explicar cómo el universo era a la vez finito e ilimitado, había puesto al alcance de la mano cosas inalcanzables, esto lo convertía a él en mitad mago, mitad mesías. Es así, si la Teoría General era correcta. Mientras Einstein, Born y Wertheimer participaban con los estudiantes en Berlín en noviembre de 1918, mientras el Imperio se hundía en la derrota, y de Sitter en Holanda construía su propia imagen del universo, se estaban haciendo planes definitivos en Gran Bretaña para comprobar si esto era así. CAPITULO 9 EL TEJIDO DEL UNIVERSO El primer punto de inflexión en la vida de Einstein había llegado con la publicación de su artículo sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento, un evento cuya trascendencia, como el estruendo de los cañones de Valmy, fue reconocida al principio sólo por unos pocos. Después fue completamente diferente, y no sólo porque las implicaciones de la Teoría General fueran más importantes. Esto por si mismo habría acabado con su vida normal como profesor en Berlín, bastante conocido en su propio campo pero todavía relativamente desconocido fuera de él. Pero las circunstancias en las que se comprobó la Teoría General condujeron a Einstein a ser un científico de fama mundial, la cual llegó casi literalmente de la noche a la mañana, y lo distanciaron de sus vínculos científicos a través de una corriente de acontecimientos públicos. Entre el Armisticio de noviembre de 1918 y el fin del año siguiente, llegó a ser el científico más famoso del mundo.

Ésto no era todo. El renombre científico llegó a la vez que los sucesos en Alemania y en otras partes lo empujaron a una actividad política para la que tenía pocas aptitudes. Él instintivamente apoyó a los movimientos de izquierdas surgidos tras la derrota y llegó a ser un leal aunque confuso partidario a la vez del pacifismo y de un gobierno mundial que sólo podría ser mantenido mediante la fuerza. Reveló su celosa y quizás ingenua creencia de que se restauraría el buen nombre de Alemania si se investigaban públicamente sus crímenes de guerra y, si fuera necesario, fueran admitidos. Y llegó a estar emocionalmente comprometido con la causa del Sionismo. Estas acciones bastaron para que su nombre, que despertaba antipatías entre los nacionalistas alemanes mientras estaba en el anonimato, fuera detestado una vez que llegó a ser famoso. Como resultado, su fama científica llegó a estar indisolublemente ligada a controversias políticas. Todo esto fue más complicado a un nivel personal debido a su largo divorcio de Mileva, a su matrimonio con Elsa y la muerte de su madre, quien pasó sus últimos días con él en Berlín, amenazados por igual con el hambre, la inflación y la revolución. A los pocos meses de la derrota de Alemania, la opinión de Einstein sobre sus compatriotas había empezado a cambiar. Hasta ahora había tenido la tendencia a olvidar, o a intentar olvidar, de que él era alemán, y a esconder lo que le quedaba de sus recuerdos, tras su pasaporte suizo. Había considerado a la mayoría de sus compatriotas con una casi repugnancia incondicional, considerándolos como gente que había apoyado una guerra agresiva con mínimas protestas y que habían perdonado las bárbaras actividades que no se atrevía a llamar "crímenes de guerra." Pero con la derrota de noviembre de 1918, inmerso en el hambre de 1919, las diferencias entre los alemanes, que había llegado a detestar, y los Aliados, en cuya victoria tantas esperanzas había depositado, tendían a desaparecer. "En cuanto a la política, me ha llegado a desilusionar profundamente," escribió el 22 de marzo de 1919 a Ehrenfest. "Esos países cuya victoria había considerado durante la guerra como un mal menor, ahora sólo la considero como ligeramente menor." Y le advirtió a Lorentz: "debemos recordar que, por término medio, la cualidad moral de los hombres no varían mucho de un país a otro." Mantuvo esta opinión durante poco más de una década, entre el odio antiPrusiano de su juventud y la posterior comprensible paranoia anti-alemana. Pero durante esta década, el Germanismo nativo de Einstein salió a la superficie otra vez y no estaba demasiado preocupado por lo que era. El 6 de diciembre de 1918, le había escrito a Ehrenfest comentándole que los alemanes, "una vez que hubieran llegado a comprender ligeramente las causas de la guerra, soportarían el colapso con calma y dignidad." El juicio sobre los sabios alemanes durante la guerra, hecho desde el extranjero, había sido "demasiado severo," dijó a Lorentz. Era dificil, continuó, para los que habían estado fuera de Alemania apreciar el poder de sugestión de las masas que se había ejercido en él. ¡Además, era "a priori increíble que los habitantes de un gran país debieran ser calificados como moralmente inferiores! El manifeste del 93, una idiotez, no fue ni concebida ni firmada con ninguna conciencia de que era errónea." Y el hombre que la preparó, él le describía como "un hombre decente y extraordinaria bien

intencionado, mientras que no se le enseñe el trapo rojo de la 'política'." El intentó de Einstein para exculpar a los académicos alemanes, como la teoría del "puñal en la espalda" intentaba exculpar a las fuerzas armadas alemanas, fue parcialmente el resultado de lo enormemente afectado que estuvo durante los meses inmediatos de postguerra. Einstein y otros esperaron confiadamente que tendrían la cooperación Aliada en la reconstrucción de una nueva y democrática Alemania; que serían ayudados ahora en la tarea de poner su propia casa en orden. El hecho de que el Reichswehr pudiera alardear de un ejército formidable todavía en funcionamiento, de que había un peligro considerable de que no se cumpliría fácilmente el Armisticio, no desalentó sus esperanzas. Pero en lugar de tender la mano por lo menos para la cooperación, si no en la amistad, encontraron el rigor del bloqueo Aliado, cuyo único efecto no fue otro que, aparte de hacer pasar hambre a los civiles, hizo la tarea del gobierno republicano incluso más difícil. Todo esto rápidamente empujó a Einstein a la actividad política por la que tenía poca simpatía y menos capacidad. "No puedo entender cómo nadie puede afiliarse a un partido político," escribiría más tarde. Pero cuando el "Bund Neues Vaterland", illegalmente restablecido en septiembre, fue formalmente refundado el 10 de noviembre de 1918, después de una reunión al aire libre al pie de la estatua de Bismarck delante del Reichstag, el Profesor Albert Einstein no sólo apareció como un miembro más sino estuvo entre los que formaron el Comité del Trabajo. Estaba entre la centena de intelectuales de Europa y de los Estados Unidos que en diciembre firmaron la "Pétition du Comité de la Fédération des Peuples", que se dirigió a los jefes de estado para que se reunieran en Versalles para la Conferencia de Paz y les pedía el "conseguir una paz que no oculte una guerra futura." Y en su carta a Ehrenfest del 6 de diciembre de 1918, pronto esperaba visitar Paris "para solicitar a los Aliados que evitaran que la hambrienta población alemana sufriera más la inanición." El cambió de actitud de Einstein no se puede explicar totalmente por la amargura del bloqueo Aliado. Con la excepción del pacifismo, que para el tenía una mácula honorable y en cuyo nombre normalmente firmaría el más engañoso de los manifiestos de propaganda, no era anormalmente crédulo. Su entusiasmo era raramente de caracter efímero como lo justifica la manifestación de que Lloyd George era como una almohada, que siempre llevaba la marca de la última cabeza que había reposado en ella. Sus puntos de vista cambiantes y a veces contradictorios sobre los alemanes, y sobre la necesidad de una acción política, a menudo surgían de su creencia de que situaciones diferentes demandaban actitudes diferentes. Él sentía que las circunstancias, verdaderamente alteraban las cosas, también en otros terrenos distintos a la ciencia. De la misma forma que no había nada absoluto en el tiempo y en el espacio, tampoco había nada inmutable en las actitudes que los hombres deberían tomar cuando se enfrentaran a las caleidoscópicas, irracionales e infinitamente complicadas acciones de sus semejantes. El punto de vista era bastante lógico. Pero le dio armas útiles a sus enemigos. Einstein no fue a Paris ese año. En cambio fue a Zurich, donde unos meses antes se le había ofrecido un puesto

conjuntamente en la universidad y en el ETH. Había rechazado la oferta pero había estado de acuerdo, en cambio, en hacer una visita a la ciudad durante de un mes a seis semanas, dos veces al año, y dar en cada visita una serie de conferencias. Explicándole a Besso sus reacciones a la oferta, le dijo que echaba de menos el don de la ubicuidad y que en Berlín podría satisfacer todo sus deseos. Demandaría de Zurich nada más que sus gastos y este sacrificio en el altar del país, como el le llamaba, le libraría de sentimientos penosos mientras al mismo tiempo actuaba de una manera correcta a los ojos de sus amigos y de sus patrocinadores en Berlín. El acuerdo era conveniente por otra razón. Su divorcio estaba por fin en su fase final. Este asunto se resolvería en las primeras semanas de 1919 y sería útil para él, si no esencial, estar en Suiza. Salió de Berlín la última semana de enero de 1919, y llegó a Zurich el 27 de enero, y se quedó en la casa de huéspedes Sternwarte en Hochstrasse. La Teoría General de la Relatividad había llegado a ser en los círculos académicos un gran tema de discusión al igual que la Teoría Especial, pero era todavía un asunto únicamente para los especialistas y su autor era conocido en Zurich como un antiguo profesor más que como un hombre que iba a conmocionar al mundo. Ésto se ilustra mediante un incidente recordado por Hermann Weyl. Debido a la escasez del carbón, que era una consecuencia de la guerra europea, las autoridades tenían "racionada" la entrada a las conferencias, a las que sólo podían asistir los que compraran una tarjeta de invitación que valía unos pocos francos. En una ocasión Einstein apareció con el profesor Weyl y su segunda esposa. Pero Frau Weyl había olvidado su tarjeta de invitación y un camarero la detuvo. Einstein se enojó mucho y dijo que si no se dejaba entrar a Frau Weyl, entonces no habría ninguna conferencia. El camarero la dejó pasar, aunque con protestas. Pero poco después Einstein recibió una carta del rector en la que cortésmente, pero firmemente le pedía que no interfiriera con la normativa de las autoridades. En Zurich también los estudiantes le pidieron a Einstein que diera una conferencia sobre la teoría cuántica. "...no puedo dar una conferencia sobre la teoría cuántica," contestó. "Por mucho que lo intenté, nunca la entendí completamente. Además, nunca he entrado en los detalles y matices en los que en la actualidad está basada la teoría cuántica, por lo que no puedo dar una teoría completa. Lo qué he logrado personalmente en este asunto es fácil que usted lo descubra." Su divorcio se resolvió el 14 de febrero de 1919. Simultáneamente, le otorgó a Mileva algún dinero que debería proceder del Premio Nobel, que se le había concedido varios años antes. Cuando llegó el premio, tres años después, se pasó el dinero de Suecia, via Berlín, a Zurich. Se perdió alguno en el cambio de divisas y algo más debido a una mala gestión. Con lo que quedaba Mileva se compró una agradable casa en el Zurichberg. Al año siguiente, obtuvo formalmente permiso para mantener el nombre de Einstein; y, como Mileva Einstein, vivió durante otro cuarto de siglo, eclipsada por la enfermedad y el cuidado de un hijo más joven esquizofrénico. Einstein no perdió el contacto con ella. Una vez que se

llegó al acuerdo sobre la ruptura final, las animosidades decrecieron y las antipatías mutuas desaparecieron, y se convirtieron, sino en afecto por lo menos en una comprensión mutua. Incluso antes del divorcio Mileva le estaba aconsejando sobre su proyectó de matrimonio con Elsa; lo que se puede deducir de su respuesta, que si alguna vez quería dejar a su segunda esposa, ningún poder sobre la tierra lo detendría. En cuanto terminó su serie de conferencias en Zurich en la primavera de 1919, Einstein volvió a Berlín. Y allí, el 2 de junio, se casó con Elsa por lo civil en Berlín Wilmersdorf, viajando otra vez a Zurich poco después, al parecer para discutir el futuro de sus hijos con Mileva. Se quedó en Zurich hasta el 25 de junio en que volvió a Berlín, salió para Zurich una vez más el día 28 y se quedó en Suiza durante otros tres meses hasta que el 21 de septiembre volvió de nuevo a Berlín. Mientras resolvía sus asuntos personales, Einstein estaba también siendo afectado por la creciente marea del Sionismo. Es necesario destacar que durante su visita a Berlín en la primavera y el verano de 1919 los Sionistas entraron en contacto con él y lo ganaron para su causa. Estaban satisfechos. Pero como ellos lo veían, simplemente habían "cogido" a un prominente científico judío. Antes de que se terminara el año su pececillo se había transformado en una ballena. La adhesión a la causa Sionista afectó mucho la posición de Einstein en Alemania durante la siguiente década y aumentó su notoriedad no científica. Esto aumentó por el fervor con el que ahora empezó a tratar los crímenes de guerra alemanes. Había planteado primero el asunto con Lorentz en 1915 y volvió a él ahora con la esperanza de que "...la información sobre los crímenes que fueron cometidos por el Alto Mando Alemán en Bélgica y Francia... ayudaría a crear una mejor comprensión entre nuestra propia gente de como se sentían los demás." Hay dudas sobre si los crímenes que la mayoría de los países cometen en el ardor de la guerra se puedan examinar satisfactoriamente después por las propias naciones o por los vencedores, por no mencionar la instigación de alguien que había odiado su propio país desde su juventud "y... siempre sintió los peligros que amenazaron al mundo a su lado." Incluso entre los que creen que los procesos de Nuremberg no fueron sólo necesarios sino justos, muchos habrían preferido ver el trabajo llevado a cabo con la visible imparcialidad de la neutralidad. Desde este enfoque, el reencuentro de Einstein con el asunto fue bien intencionado pero poco afortunado. Era así doblemente dado que él era todavía aparentemente un renegado alemán que prefería viajar con pasaporte suizo, y cuya ignorancia de la maquinaria internacional se equiparaba a su falta de cualquier contacto personal con la maquinaria de guerra. Esto era mucho más claro para Lorentz, a quien Einstein escribió el 26 de abril de 1919, diciéndole que con otros cinco ciudadanos privados había formado una comisión "con el propósito de examinar minuciosamente aquellos cargos relativos a la conducta de Alemania en la guerra, que se habían conocido en el extranjero y se consideraban como probados." ¿Podría Lorentz, le pidió Einstein, unirse a la comisión como uno de los componentes neutrales que ayudarían a conseguir evidencias documentales?

La respuesta de Lorentz fue una prudente obra maestra del tacto diplomático Él era una personalidad internacional. Era un conocido hombre de buena voluntad. Entendía a Einstein más que la mayoría, y unos meses antes le había escrito a Ernest Solvay cuando se trataban los futuros congresos, destacando que "un hombre como Einstein, ese gran físico, no era de ninguna manera 'Alemán' en el sentido que a menudo se le da a esta palabra hoy en día; su opinión sobre los sucesos de los años recientes no es diferente de la tuya o de la mía." Pero Lorentz tenía también una idea muy clara de lo que era posible, y de lo que era probable, las reacciones equivocadas de los hombres. Mientras estaba dispuesto a ayudar Einstein a través de segundas partes, hábilmente eludió la invitación a participar en la comisión propuesta. "No debes engañarte a ti mismo pensando que es una tarea fácil," contestó. "La principal dificultad, por supuesto, es que se acaba de dar el primer paso; habría sido más exitoso si se hubiera dado cuando Alemania estaba todavía ganando." Además, señaló, era sumamente urgente que los alemanes oficialmente apoyaran el movimiento. "Debes estar completamente seguro," siguió, "de que el gobierno te permitirá la completa discusión y publicación y no pondrá obstáculos en tu camino. Me parece que debes tener esta convicción antes de hacer ningún contacto con los belgas o con los franceses porque si descubren, después de que hayan oído tus intenciones, que no eres completamente libre para hablar, entonces habrás perdido más de lo que hayas ganado." De todas formas, Lorentz iba a visitar Paris y Bruselas, y recabaría toda la información que pudiera. Y se puso de acuerdo con un colega en Holanda para que le pasara las noticias de Einstein mientras viajaba. Los resultados fueron apenas satisfactorios. Lorentz, deseoso de ayudar, estaba obligado a informar a Einstein del sentimiento de odio por los alemanes, tanto de lo "bueno" como de lo "malo", dentro de los países que habían sido ocupados. Esto fue destacado poco después cuando se discutieron las perspectivas para el siguiente Congreso Solvay. "Está claro que de momento no se invitará a los alemanes (hay dificultades para que vengan a Bruselas)," decía, "aunque no hay ninguna mención de su exclusión formal; se mantendrá la puerta abierta para usted, para que en el futuro sea posible para todos trabajar juntos de nuevo. Desgraciadamente, sin embargo, esto tendrá que esperar durante muchos años." Había, de hecho, alguna duda acerca de si se mantendría la puerta abierta incluso para Einstein. M. Tassel, el secretario del congreso, tenía que tratar en particular con el profesor Brillouin, quien asistió al Congreso de 1911 y quien el 1 de junio de 1919, escribió desde el 'Collège de France' sobre "los neutrales proalemanes, cualquiera que sea su valor científico," así como sobre los problemas de los alemanes. "Estoy pensando, por ejemplo," continuó, "en Debye, el holandés de gran mérito, quien ha pasado toda la guerra como un profesor en Göttingen. Naturalmente, también en Einstein quien, independientemente de su genio, de sus sentimientos antimilitaristas, ha pasado toda la guerra en Berlín y está en la misma situación. Es sólo después, cuando han hecho un esfuerzo político para arrojar luz sobre sus colegas alemanes y cuestionar el abominable y mentiroso

Manifiesto del 93." Las relaciones de Einstein con el congreso complementaban su cambiante actitud sobre sus propios compatriotas. Había asistido al Segundo Congreso en 1913, aunque no dio ninguna conferencia allí y, como había previsto Lorentz, fue invitado en el verano de 1920 al Tercer Congreso, que se celebraría en el siguiente abril. Los alemanes, como tales, no habían sido invitados. Pero como el secretario escribió, "se había hecho una excepción con Einstein, debido a su mal definida nacionalidad, suiza creo, quien fue rotundamente maltratado en Berlín durante la guerra a causa de sus sentimientos pacifistas, que no han cambiado hasta el momento." Rutherford lo explicó de una forma un poco diferentemente. "El único alemán invitado es Einstein, quien es considerado como internacional," escribió. Einstein aceptó "con gran placer" y más tarde, en ese mismo año, Lorentz informó a Rutherford que hablaría en el Congreso de abril de 1921, sobre "L'Électron et le Magnétisme; effets gyroscopiques" (El electrón y el magnetismo; efectos giroscópicos). Tan sólo en febrero, dos meses antes de la celebración del congreso, él dijo que Einstein no estaría presente. La razón era que le habían pedido que hablara por los Sionistas en los Estados Unidos en marzo y abril, para que "gracias a su cooperación personal se persuadiría a los Judíos ricos americanos para que contribuyeran." No obstante, Einstein deseaba que el congreso tuviera éxito. Dos años más tarde, cuando se planeaba el Cuarto Congreso para 1924, la situación era diferente. Una vez más, Einstein iba a ser invitado. Pero el 16 de agosto escribió a Lorentz desde Lautrach en el sur de Alemania. "Es difícil escribir esta carta para mí pero tengo que escribirla," empezó. Estoy con Sommerfeld. Él es de la opinión de que yo no debería participar en el Congreso Solvay ya que se excluye a mis colegas alemanes. En mi opinión no es correcto que se mezcle la política con temas científicos, ni se debe hacer a los individuos responsables del gobierno del país al que pertenecen. Si tomo parte en el congreso, sería cómplice de una acción que considero firmemente como penosamente injusta. Este sentimiento se hace más fuerte cuando pienso en los franceses y los belgas, los cuales han cometido recientemente demasiado crímenes para continuar haciéndose pasar por víctimas inocentes. Estaba enfervorizado por la invasión francesa del Ruhr, (será tratada más tarde) y su punto de vista de Alemania y de los alemanes se había ablandado por el advenimiento de Weimar. Pero todavía veía un futuro de cooperación internacional, y continuó: " agradecería si pudieras evitar incluso que reciba una invitación al congreso. Quiero ahorrar la necesidad de rehusar, un acto que podría obstaculizar el reestablecimiento gradual de una colaboración amistosa entre físicos de diferentes países." Más tarde admitió a Madame Curie que "la aversión de los belgas y los franceses a encontrarse con los alemanes no era psicológicamente incomprensible para mí. Pero cuando vi que los eruditos alemanes iban a ser excluídos en principio meramente a causa de su nacionalidad, me dí cuenta de que si iba a Bruselas apoyaría indirectamente tal decisión. Esto no se corresponde en absoluto con mis ideas. Es indigno que hombres cultos se traten entre ellos de esa

manera superficial, como si fueran miembros del rebaño común conducido por el poder de sugestión de las masas." Solo en 1926, después que Alemania se adhiriera a la Liga de Naciones, y las relaciones internacionales en lo que a la ciencia se refiere fueron volviendo a la normalidad, cambió la situación. "Ahora", apuntó Lorentz en el telegrama en el que le contaba la nueva situación, "Puedo escribir a Einstein". Pero en 1926 había aún una formalidad más que tenía que ser cumplida -y en vista de los posteriores lazos de Einstein con el Palacio Real en Bruselas esto tenía alguna importancia. Se creyó adecuado conseguir la aprobación del rey Alberto, y el 2 de Abril de 1926 Lorentz consiguió una audiencia en la cual Su Majestad aprobó la nominación de Einstein para el comité científico del cercano congreso y la propuesta de invitar a Planck y a otros antiguos enemigos científicos. "Su Majestad", contó Lorentz posteriormente, "opinó que siete años después de la guerra, los sentimientos que surgieron deberían ir amortiguandose gradualmente, que era necesario un mejor entendimiento entre las gentes, y que la ciencia podía ayudar a conseguir todo esto. También creyó necesario resaltar que en vista de todo lo que los alemanes habían hecho por la física, era muy difícil no tenerlos en cuenta". Esto era razonable y justo. En 1926 la física estaba en plena ebullición con la mecánica cuántica, y el congreso de 1927 no habría tenido significado sin la presencia de Heisenberg, Born, Planck y Einstein, todos ellos de países anteriormente enemigos. Ocho años antes, cuando en el verano de 1919 Einstein trató de reclutar a Lorentz para una investigación sobre los crímenes de guerra alemanes, las cosas no eran como ahora. No esta claro qué grado de ayuda prestó finalmente Lorentz ni por la correspondencia en el Algemeen Rijksarchief en La Haya ni por las cartas complementarias del museo de Ciencias de Leiden. Pero al final del verano la comisión en cuyo nombre Einstein estaba trabajando, hizo su primera publicación. Era un librillo que trataba sobre las supuestas atrocidades en Lille. Había sido enviado a la imprenta mientras que Einstein estaba en Suiza y cuando recibió una copia a su regreso a Berlín, en la segunda quincena de Septiembre, quedó "totalmente sorprendido", según escribió a Lorentz el día veintiuno. El prefacio "carecía de tacto",y se sospecha que parcialmente por instigación de Einstein - toda la edición fue finalmente retirada para corregir, rectificar y reeditarla a principios de 1920. Es en este momento, en 1919, cuando Einstein, encarando lo que parecía ser la condena aliada de toda una nación, modificó su anterior anti-germanismo rabioso y rechazó una oferta extraordinariamente tentadora de Leiden. La razón puede haber sido en parte un deseo de dar "a la nueva Alemania" una oportunidad de regenerarse por su propia fuerza moral y en parte por el miedo de que una "tercera potencia" pudiera estar creandose en "algún lugar" que Einstein- como muchos otros alemanes- identificaban con Francia. La oferta llegó de Ehrenfest. Aún no había obtenido la aprobación de las autoridades pero no había duda de que la obtendría- incluso con las condiciones que el bosquejó el 2 de Septiembre de 1919. La palabra que utilizó Einstein para describirlas fue "fabulosas". Esto no era exageración. Lo que Ehrenfest sugería- "un montón de discusiones me ha

dado la mayor esperanza que pueda imaginarse de que será posible organizar todo exactamente de acuerdo con sus deseos" era que Einstein viniera a la universidad de Leiden. El salario máximo normal de 7.500 florines, dijo, en el caso de Einstein sería el mínimo. No existiría ninguna obligación de dar conferencias, y su única obligación sería instalarse en o cerca de la ciudad. "Puede pasar tanto tiempo como desee en Suiza, o en cualquier otro sitio, trabajando, dando conferencias, viajando, etc., con tal de que se pueda decir ´Einstein está en Leiden - en Leiden está Einstein´, añadió Ehrenfest. Para Einstein fue una oferta de lo más tentadora- una oferta cuya aceptación le habría llevado cerca de la órbita de Lorentz en Haarlem y de de Sitter, y que habría estrechado sus lazos con Ehrenfest. Las razones de este rechazo son reveladoras. "Su oferta es tan fabulosa y sus palabras tan amables y tan llenas de afecto que usted no puede imaginarse mi confusión a causa de su carta", le contestó el 12 de Septiembre. Usted sabe, por supuesto, que feliz soy en Leiden. Y sabe cuanto les aprecio. Pero mi situación no es tan simple como para permitirme hacer la cosa correcta sencillamente siguiendo mis propias inclinaciones. Le envió una carta que me escribió Planck mientras me encontraba en Zurich. Después de recibirla le prometí no dar la espalda a Berlín a menos que las condiciones sean tales que él lo considere como un paso natural y adecuado. Usted no tiene idea de los sacrificios que se han hecho aquí, con la situación financiera general tan difícil, para que me sea posible permanecer a mi y mantener a mi familia en Zurich. Sería doblemente equivocado si, cuando mis esperanzas políticas están a punto de realizarse, fuera a separarme innecesariamente, y quizás en parte para mi mejoría material, de las personas que me han rodeado de cariño y amistad, y a los que mi marcha les sería doblemente dolorosa en estos momentos de supuesta humillación. Usted no tiene idea de con cuanto cariño me encuentro rodeado aquí, no todos tratan sólo de coger las gotas que destila mi cerebro. Así que ya ve como están las cosas, sólo me iré de aquí si los acontecimientos fueran tales que me hicieran imposible el quedarme. Esto puede ocurrir. Pero mientras no ocurra, mi marcha sería equivalente a una despreciable ruptura de la palabra que le dí a Planck. Traicionaría su fe y seguro que lo lamentaría después. (Me siento como una reliquia en una vieja Catedral- uno no sabe bien que hacer con los viejos huesos, pero....). Como conclusión añadía que le gustaría visitar Leiden"si me lo permite mi tiránico estómago". Se preguntaba si podría obtener un permiso para viajar. Estaba ansioso por ver de nuevo a sus viejos amigos. Amaba a Leiden. Pero en cuanto a un puesto permanente, permanecería en Berlín. Planck, el hombre de honor que sin embargo había firmado el manifiesto del 93, había hecho por primera, aunque no por última vez, todo lo que pudo para mantener a Einstein en Berlín, lo mismo que lo hizo para traerle allí en 1914. Su carta que, en palabras de Einstein, le había inducido a "no volver la espalda a Berlín", fue escrita el 20

de Julio de 1919 y comenzaba explicando como él, Planck, había contribuido a obtener fondos para equipamiento de Freundlich mediante un ingenioso truco financiero. A continuación Planck explicaba su más profunda e importante razón para escribir. Esta era que circulaban rumores de que las autoridades de Zurich estaban tratando de convencer a Einstein para que se quedara en Suiza. Planck estaba seguro, continuaba, de que Einstein no tomaría una decisión antes de consultar a sus amigos de Berlín- pero la sola mención de esto era una medida de su preocupación. Deseaba resaltar una cosa: que el futuro de Einstein, un asunto tan importante tanto para la Academia como para la ciencia alemana en su conjunto no debería ser acordado solamente en términos de dinero. En otras palabras, o bien la Academia, o bien el estado pondrían a disposición de Einstein cualquier cosa que fuera necesaria para mantenerle en Berlín- si él deseara permanecer, que así era. Planck terminaba con el ferviente deseo de que Einstein le hiciera saber si el dinero era realmente el problema. Planck no era solo un buen alemán- en ambos sentidos de la frase- sino también un científico imaginativo con un agudo sentido de las cosas que se avecinaban. Y no puede haber sido totalmente coincidencia que insistiera ahora en su ruego a Einstein para que permaneciera del lado alemán. Como él tuvo que haber imaginado, se avecinaba una transformación. Quince días después de que Einstein contestara a Ehrenfest, rechazando la oferta de Leiden, recibió un histórico telegrama enviado por Lorentz desde Leiden cinco días antes. Estaba fechado el 27 de Septiembre de 1919 y decía: "Eddington encontró desplazamiento de estrellas en el borde del Sol, medida preliminar entre nueve decimos de segundo y el doble de este valor". Las palabras iban a marcar un punto de inflexión en la vida de Einstein y en la historia de la ciencia. En Inglaterra la Royal Astronomical Society había escrito, en 1917, de la teoría especial que "la confirmación experimental ha sido amplia, y no se consideran serias dudas sobre su veracidad, las críticas se reducen a las cuestiones de su exacta esfera de acción y a sus implicaciones filosóficas". Pero esta confirmación fue el resultado de la labor de los físicos en sus laboratorios durante el curso normal de sus trabajos; era necesario algo a una escala diferente para probar la Teoría General, y dice mucho de Sir Frank Dyson el que en Marzo de 1917, hubiera llamado la "atención a la única oportunidad brindada por el eclipse de 1919" para probar la teoría de Einstein. "esto tuvo un repercusión internacional, porque acabó, oportunamente, con las violentas llamadas al boicot de la ciencia alemana", Comentó Eddington posteriormente sobre la decisión. " Estando al principio chequeando y finalmente verificando, la teoría ´enemiga´, nuestro observatorio nacional mantuvo viva las mejores tradiciones de la ciencia; y la lección es quizás aún necesaria en el mundo de hoy". En Marzo de 1917, las más negras semanas de la guerra quedaban todavía por venir, y las expectativas de enviar expediciones a Sudamérica y África, donde podría verse mejor el eclipse, no podrían ser consideradas sin recelo. A

pesar de esto, el gobierno le dió a Dyson 1000 libras (5000 dolares), y el Joint Permanent Eclipse Committe de la Royal Society y la Royal Astronomical Society se organizaron bajo su dirección. En la primavera de 1918, cuando los alemanes irrumpieron en el Marne y una vez más el resultado de la guerra se hizo dudoso, había planes muy avanzados para expediciones británicas a Sobral en el norte de Brasil y a Isla Príncipe en el norte de Guinea. A principio del año siguiente, en Enero de 1919, se tomaron, en el Observatorio de Greenwich, una serie de pruebas fotográficas, mostrando las Híadas sobre una referencia de otras estrellas. Dos meses después Eddington y E.T. Cottingham, que iban a realizar las observaciones del eclipse en Isla Príncipe, y A.C.D. Crommelin y C.R. Davidson, que iban a hacer lo mismo en Brasil se reunieron para un intercambio final de opiniones en Flamsteed House, en Greenwich. El entusiasmo de Eddington por la teoría general queda ilustrado cuando Cottingham preguntó, en el estudio de Dyson: "¿Que significará si obtenemos el doble del valor de la deflexión de Einstein?". "Entonces", dijo Dyson "Eddington se volverá loco y tu tendrás que regresar a casa solo". A la mañana siguiente ambos grupos salieron para Funchal, Crommelin y Davidson para viajar hacia Brasil mientras que Eddington y Cottingham navegarían hasta Isla Príncipe, a donde llegarían el 23 de Abril. Trabajaron durante un mes, distribuyendo instrumentos, tomando pruebas fotográficas y haciendo los preparativos finales para el gran día. El 29 de Mayo comenzó con una intensa lluvia, que solo cesó alrededor del mediodía. Hasta la 13:30, cuando el eclipse ya había comenzado, no pudo el grupo conseguir su primera visión del sol. "Tuvimos que desarrollar nuestro programa de fotografías con cierta esperanza", escribió Eddington en su diario. "No ví el eclipse, por estar muy ocupado cambiando negativos, excepto por una ojeada para estar seguro de que había empezado y otra en su mitad para comprobar cuantas nubes había. Tomamos dieciséis fotografías. Todas eran muy buenas en cuanto al Sol, mostrando una prominencia notable; pero las nubes interfirieron en la imagen de la estrella. Las últimas seis fotografías tienen unas cuantas imágenes que espero nos proporcionen lo que necesitamos. Parecía como si los esfuerzos, en cuanto a la expedición de Isla Príncipe, pudieran haber sido infructuosos. Hasta el 3 de Junio no quedó aclarado el asunto. "Revelamos las fotografías, dos cada noche durante seis noches después del eclipse", escribía Eddington, "y me pasé todo el día midiendo. El tiempo nuboso desbarató mis planes y tuve que tratar las mediciones de manera diferente de como había programado, por consiguiente no he podido hacer ningún anuncio preliminar de los resultados. Pero una de las fotografías que medí dio un resultado en acuerdo con Einstein". Este, dice el biógrafo de Eddington, "fue un momento que Eddington nunca olvidó. En una ocasión, años después, se refirió a éste como el momento más grande de su vida". Volviendose hacia su compañero dijo, recordando la tarde, casi tres meses antes, en el estudio de Dyson: "Cottingham, tendrás que ir a casa solo". En una cena en la Royal Astronomical Society, poco

después del regreso de Eddington a Inglaterra, contaba las pruebas y tribulaciones en Isla Príncipe en una parodia del Rubaiyat cuyos versos finales eran así: El reloj no hace preguntas sobre rápidos o lentos, sino que firmemente con velocidad constante va. ¡y mira! las nubes se van y el Sol un creciente luz en la pantalla- ¡se proyecta!¡se proyecta! Cinco minutos, ni un instante que perder, Cinco minutos, para que la foto sea tomadaLas estrellas brillan, y la luz de la corona Fluye desde el globo de oscuridad- ¡Oh apresurate! Porque dentro y fuera, encima, alrededor, debajo No es nada más que exhibición de una Sombra mágica Proyectada en una Caja, cuya luz es el Sol Alrededor del cual nosotros figuras fantasmales vamos y venimos. Oh deja al sabio que coteje nuestras mediciones. Una cosa al menos es cierta, la LUZ tiene PESO Una cosa es cierta, y el resto se debateLos rayos de luz, cuando pasan cerca del Sol, NO VAN RECTOS. A pesar del dramático momento de Eddington en Isla Príncipe, la plena confirmación no llegó enseguida. Mientras que las fotografías de Isla Príncipe fueron reveladas y medidas en África, las de la expedición a Sobral fueron llevadas a Inglaterra antes de ser reveladas. Las primeras fueron decepcionantes. Luego vino el conjunto principal de siete fotografías. "Dieron un veredicto final", escribió Eddington, "confirmando definitivamente el valor de la deflexión de Einstein, de acuerdo con los resultados obtenidos en Príncipe". Pero la noticia no había transcendido aún más allá del pequeño círculo de aquellos relacionados con las expediciones. Einstein sabía a través de sus amigos de Holanda que las expediciones se estaban desarrollando, pero había conocido poco más. El 2 de Septiembre escribió al Dr. E. Hartmann de Fulda, señalando que "hasta ahora no ha sido publicado nada preciso sobre las mediciones realizadas por las expediciones, así que incluso yo no se nada de ellas", y al rechazar las propuestas de Ehrenfest para un puesto en Leiden, él preguntaba si había alguna noticia de la expedición británica al eclipse. Ehrenfest trasladó el mensaje de Einstein a Lorentz, quien con contactos más numerosos en el extranjero, pudo descubrir lo que estaba sucediendo. Y el 27 de Septiembre de 1919 llegó el telegrama de Lorentz. "Eddington encontró desplazamiento estelar en el borde del Sol". La primera reacción de Einstein fue escribir a su madre en Lucerna. "Buenas noticias hoy", decía en una postal, H.A. Lorentz me ha comunicado que las expediciones británicas han probado finalmente que la luz se desvía cerca del Sol". Tendría que estar en Berlín unos cuantos días más, añadía; luego iría a Holanda por invitación de Ehrenfest. Y en Holanda podría obtener los detalles que realmente deseaba.

Recordando, tanto Einstein como sus colegas eran propensos a repetir constantemente su convencimiento interior. Así que Ilse Rosenthal-Schneider, uno de sus estudiantes, recuerda como, mientras los dos discutían sobre un libro que tenía objeciones a su teoría, Einstein cogió un telegrama del alfeizar de la ventana y se lo dio con estas palabras: "Toma, esto quizás te interese". "Era", cuenta ella, "el telegrama de Eddington con los resultados de las mediciones de la expedición del eclipse. Cuando yo estaba dando rienda suelta a mi alegría porque los resultados coincidían con sus cálculos, dijo, totalmente impasible, ´Pero yo sabía que mi teoría es correcta´ y cuando le pregunté que pasaría si no hubiera habido confirmación de sus predicciones, él contestó: "Entonces hubiera estado triste por el querido Lord- la teoría es correcta". No era esta la certeza de simple percepción; siempre había pensado que la teoría sería confirmada. Sin embargo, estaba lo suficientemente contento como para comenzar a preparar un viaje a Holanda. Primero tenía que obtener los documentos necesarios par el viaje. El 5 de Octubre escribió a Ehrenfest explicando que había estado en la embajada holandesa en Berlín y pedía ayuda de sus amigos de Holanda. Kamerlingh Onnes usó su influencia como director del mundialmente famoso laboratorio criogénico de Leiden para interceder por Einstein. En unos pocos días consiguió un permiso de entrada en Holanda. Antes de abandonar Berlín recibió más noticias de Lorentz. "Aún no le he escrito contandole sobre la observación de los rayos de luz desviandose en el borde del sol, porque pensaba que una de las revistas inglesas, Nature por ejemplo, habría contado todo sobre ello", explicaba el 7 de Octubre. Esto no ha sucedido, así que no quiero esperar más. Me he enterado de los resultados de Eddington mediante Mr. Van der Pohl, dedicado a la conservación de este laboratorio. Asistió a la reunión de la British Association en Bournemouth y me contó a su regreso lo que decía Eddington. Puesto que las placas fotográficas están aún midiendose no puede dar valores exactos, pero según la opinión de Eddington la cosa es cierta y se puede decir que la desviación (en el borde del Sol) está comprendida entre 0,87" y 1,74". Van der Polh también me dijo que había alguna discusión sobre ello (¡ojala hubiera estado allí!) y que Sir Oliver Lodge les desea a usted y a Eddington la mejor de las suertes con los valores, cuando estos lleguen. Continuaba describiendo parte de su propio trabajo y después insistía en los resultados de Eddington. "Son ciertamente", decía, "algunos de los más hermosos resultados que ha dado la ciencia y deberíamos alegranos verdaderamente". Hasta este momento, los indicios de que se estaba avecinando un cambio importante en las ideas sobre el mundo físico se habían filtrado lentamente. Ningún resultado había estado disponible cuando las expediciones británicas regresaron a Londres. El relato dado en la reunión de la British Association había resaltado la necesidad de completar mediciones y comparaciones vitales. Incluso el telegrama de Lorentz a Einstein había

dado una indicación general más que específica del éxito. Los informes se habían endurecido lentamente con el paso de las semanas, careciendo de la imprevisibilidad que por si misma les habría otorgado las portadas en una Europa tratando de solucionar el caos de la postguerra. Hubo por otra parte, un último quiebro antes de que la noticia se anunciara finalmente al mundo. Sucedió en Leiden a donde Einstein llegó a finales de Octubre. Los importantes resultados de las expediciones británicas eran conocidos aquí, reservadamente, al menos desde el 23 de Octubre, cuando escribió a Planck en Berlín: "Esta tarde", decía, "Hertzsprung me enseñó una carta de Arthur Eddington según la cual las mediciones exactas en las placas daban exactamente el valor teórico de la desviación de la luz. Es un regalo del destino el que se me haya permitido experimentar esto...." Pero incluso ahora solo un pequeño grupo de profesores conocían los datos. Dos días después, en la tarde del Sábado 25 de Octubre, la situación cambió dramáticamente. La Real Academia Holandesa se reunió en Amsterdam. Einstein estaba allí. También estaban Lorentz y Ehrenfest. Primero fueron despachados los asuntos rutinarios. A continuación se le dio una bienvenida formal a Einstein. Luego, en palabras del informe oficial de la Academia, "Mr. H.A. Lorentz comunicó la más reciente confirmación de la Teoría General de la Relatividad del Profesor Einstein". Pero como se decía en la agenda, la comunicación "no se registraría en el informe". Parece que no estaba presente ningún representante de la prensa. Durante otros diez días el resto del mundo permaneció ignorante del hecho de que la visión Newtoniana del universo había recibido una rectificación de la que nunca se recuperaría totalmente. No fue hasta la tarde del Jueves 6 de Noviembre de 1919 que se reunieron en Burlington House los Fellows de la Royal Society y de la Royal Astronomical Society para escuchar los resultados oficiales de las dos expediciones al eclipse. Dyson leyó los informes en su nombre y en el de Eddington y Davidson. Había dedicado un gran parte de su vida profesional al estudio de los eclipses solares y por lo menos había observado personalmente tres. Esta vez fue diferente. La finalidad de la operación había sido comprobar la teoría de Einstein, y noticias extraoficiales de los resultados habían estado resonando durante semanas por todo el orbe científico. Aquí, y en todas partes, los hombres eran conscientes de que una era estaba acabando y el hall principal de la Sociedad estaba abarrotado. Estaban presentes J.J. Thomson, presidente de la Royal Society, James Jeans y Lindemann. También estaban Sir Oliver Lodge y el matemático y filósofo Alfred Whitehead. Todos estaban excitados por la misma cuestión. ¿Eran las ideas en las que ellos habían confiado durante tanto tiempo defectuosas?. "El ambiente de expectante interés era exactamente el de un drama griego", escribió Whitehead posteriormente. Nosotros eramos el coro comentando sobre el decreto del destino mientras se revelaba durante el desarrollo de un suceso supremo. Existía calidad dramática en la escenificación- la ceremonia tradicional, y en el fondo un retrato de Newton para recordarnos que el mayor de todos

los científicos iba a recibir ahora, después de más de dos siglos, su primera modificación. No faltaba el interés personal: una gran aventura del pensamiento había llegado finalmente a puerto seguro. Thomson se levantó para dirigirse a la audiencia, hablando de la teoría de Einstein como "uno de los mayores logros en la historia del pensamiento humano", y después reconociendo el completo significado de la relatividad, "no es el descubrimiento de una isla ´aislada´ sino de un continente completo de ideas científicas", dijo. "Es el mayor descubrimiento relacionado con la gravitación desde que Newton enunció sus principios". Como lo resaltaba el Times de Londres, la teoría de Einstein tiene que ver con el tejido del universo. Después Dyson leyó su informe, dando las cifras obtenidas de las fotografías y explicando su significado". "De modo que las expediciones a Sobral y Príncipe", concluyó, "dejan pocas dudas de que se verifica una desviación de la luz en las proximidades del Sol, la cual tiene el valor reclamado por la Teoría General de la Relatividad de Einstein correspondiente al campo gravitacional del Sol". La discusión que siguió sacó a la luz una cosa: que mientras que los resultados de las expediciones del eclipse habían aportado una pieza clave de evidencia, la nueva teoría era también aceptable bajo criterios totalmente diferentes. Eddington iba a resaltar este punto casi treinta años después cuando habían aparecido evidencias astronómicas adicionales. La teoría, dijo, está interesada fundamentalmente con fenómenos que, sin ella, podrían haber parecido medianamente confusos. Pero no necesitamos observar un eclipse de Sol para tener la certeza de si un hombre esta hablando de un modo coherente o incoherente. La estructura Newtoniana, como era natural después de 250 años, era demasiado rudimentaria para explicar los nuevos conocimientos que habían sido adquiridos mediantes observaciones. A falta de una estructura mejor, se usaba todavía esta, pero las definiciones eran forzadas a propósitos para los que no habían sido pensadas. Estábamos en la misma situación que un bibliotecario cuyos libros están aún ordenados según un método diseñado hace cien años, tratando de buscar el lugar adecuado para libros de Hollywood, de las fuerzas aéreas, y de novelas de detectives. Einstein había cambiado todo eso. PARTE TRES EL EJE DEL DESTINO CAPITULO 10 EL NUEVO MESÍAS Einstein se despertó en Berlín la mañana del 7 de Noviembre de 1919 convertido en una celebridad. Era una extraña mañana para la fama, con la calle Wilhelmstrasse con barricadas, todo el tráfico cortado por orden de Gustav

Noske, el Ministro de Defensa republicano, y con reparto a los viandantes de panfletos de advertencia de la Fuerza de Defensa de los Ciudadanos. En el segundo aniversario de la revolución rusa parecía que Berlín iba a ser destrozado por la lucha entre los trabajadores, que pensaban que el gobierno alemán no se había inclinado lo suficiente hacia la izquierda, y el ejercito, que pensaba se había inclinado demasiado. El era ya conocido entre el equivalente a los escritores científicos actuales. Además, la calidad esotérica de su trabajo se había combinado con su propia individualidad para generar una notoriedad local. Ahora, en la mañana del 7 de Noviembre, la situación había cambiado dramáticamente. Incluso un mes después pudo escribir a Born que la publicidad era "tan mala que apenas puedo respirar, continuar con un trabajo razonable". Cualquier periodista que sintiera que las expediciones británicas habían dejado de ser noticia después de su regreso a Inglaterra se informaban mejor de los relatos de la reunión de la tarde anterior en Burlington House, y el correspondiente artículo de fondo del Times llegaba a la capital alemana. Bajo "El tejido del Universo", el Times decía que "la concepción científica del tejido del universo tiene que ser cambiada", y después de un relato de las expediciones británicas y de su propósito, concluía así: " Pero los grandes expertos creen que se ha hecho lo suficiente para echar abajo la certeza de tantos siglos, y para necesitar una nueva filosofía del universo, una filosofía que elimine de un plumazo todo lo que hasta hoy ha sido aceptado como la base axiomática de la física. Esto era muy contundente. Su efecto no disminuyó por los relatos de otros periódicos, que con pocas excepciones, aceptaban que el mundo no volvería a ser el mismo otra vez. La atención se volvió hacia el hombre responsable de todo esto. Se conocía poco sobre él excepto que en 1914 no había firmado el notorio Manifesto de los 93. Si era Suizo o Alemán era dudoso, pero el Times le describía como un ardiente Sionista y añadía que cuando se anunció el Armisticio el año anterior el "firmó un llamamiento a la revolución alemana"- probablemente era una referencia a su apoyo a la nuevamente formada Bund Neues Vaterland. Durante todo el día Einstein fue visitado de forma continua por reporteros. A él, sinceramente, no le gustaba esto. Pero pronto se dio cuenta que había un tiempo para el compromiso igual que había un tiempo para la firmeza. Había, además, un modo de convertir el enfadoso interés en algo útil. Así que no hubo fotografías de Einstein gratis; según dijo un periodista después. "Estas, me dijo su mujer, se venden a beneficio de los niños desnutridos de Viena". No fue solo mediante fotografías con lo que conseguiría hacer fluir el dinero hacia los canales por donde pensaba que debería fluir. Existía también una necesidad de explicaciones sencillas de la relatividad, por las cuales los periódicos de todo el mundo pagarían grandes cantidades de dinero. Einstein nunca sucumbió a la tentación de escribir artículos en grandes cantidades, pero antes de finalizar el mes estaba en contacto con un joven corresponsal de Nature y había aceptado enviar un artículo al The Times. El corresponsal de Nature era Robert Lawson, el joven físico que había asistido a su conferencia en Viena seis años

antes. Arrastrado por el estallido de la guerra, pero sin embargo capaz de continuar con su trabajo científico en el Radium Institute, Lawson volvió a la universidad de Sheffield a finales de 1918, y ahora además de escribir al mismo Einstein, envió a Arnold Berliner, editor de Naturwissenschaften, un relato de la situación en Inglaterra. "Aquí no se habla de otra cosa más que de Einstein", decía, "y si viniera aquí ahora, sería recibido como a un victorioso general. El hecho de que una teoría formulada por un alemán haya sido confirmada por observaciones por parte de ingleses ha despertado la posibilidad de una colaboración mucho más estrecha entre estas dos naciones. Aparte del gran valor científico de su brillante teoría Einstein ha hecho un inestimable servicio a la humanidad". Berliner le dio la carta a Einstein quien, agradeciendo la directa solicitud de material para Nature por parte de Lawson, mencionó el artículo que estaba escribiendo para The Times. " No puede perjudicar el agradecer a Dios que el eclipse de Sol y la teoría de la relatividad no tengan nada en común con la política", dijo. En este trabajo hombres de ciencia ingleses se han comportado magníficamente, y para mi contento, su carta me demuestra que los sentimientos de los colegas ingleses no han sido influidos por la guerra tanto como se podría haber temido. Hace unos pocos días he recibido una encantadora carta de Eddington, que me ha complacido muchísimo. Me gustaría aprovechar las circunstancias favorables para contribuir lo más posible a la reconciliación de los colegas alemanes e ingleses.". Su artículo apareció el 28, pero antes el periódico renovó sus esfuerzos para explicar a sus lectores la enorme importancia que tenía la confirmación de la Teoría de la Relatividad. Porque estaba quedando claro que el anuncio en la reunión de Burlington House no era precisamente la octava maravilla. Aunque algunos científicos eran reacios a aceptar todo lo que Einstein había afirmado, y aunque otros, como Sir Oliver Lodge, eran todavía muy escépticos, las mentes científicas más hábiles se daban cuenta, y lo reconocían públicamente, que esto no era el fin sino el principio. El 15 de Noviembre el The Times añadía su influencia en un articulo de fondo que se titulaba "La revolución en la ciencia". "Ha quedado probado que las ideas de Aristóteles, Euclides y Newton, que son la base de todos nuestras conceptos actuales, no se corresponden con lo que puede ser observado en la sustancia del universo". concluía. "El espacio es simplemente una relación entre dos conjuntos de datos, y un número infinito de tiempos pueden coexistir. Aquí y allí, pasado y presente, son magnitudes relativas, no absolutas, y cambian de acuerdo con las coordenadas seleccionadas. La ciencia observacional nos ha retrotraído de hecho al más puro idealismo subjetivo, sin la premisa importante de Berkeley, en si misma una abstracción de las nociones aristotélicas del infinito, para sacarla del caos. Quince días después apareció el artículo de Einstein. Aprovechando esta oportunidad para deplorar la guerra, comenzaba con un rasgo típico diciendo: "Después de la lamentable quiebra de las previas relaciones internacionales entre los hombres y la ciencia, recibo con alegría y gratitud esta oportunidad de comunicación con los astrónomos y físicos ingleses...". Continuaba subrayando los principios

básicos de la relatividad, especial y general, mostrando en la que fue su primera exposición popular todas las habilidades que hacían que Einstein explicara la relatividad mucho más claramente que la mayoría de los otros escritores. Al final del mismo artículo comentaba someramente sobre el status que los ingleses le habían otorgado, haciendo un chiste sobre el futuro, que se volvería contra él al cabo de una década. "La descripción que The Times hace de mí y de mis circunstancias muestra una divertida proeza imaginativa por parte del escritor", decía. "Mediante una aplicación de la teoría de la relatividad al gusto de los lectores, hoy en Alemania me llaman un hombre de ciencia alemán mientras que en Inglaterra me representan como un Judío Suizo. Si yo fuera considerado como una bestia negra (bête noire) la descripción sería al contrario y me convertiría en un Judío Suizo para los alemanes y en un hombre de ciencia alemán para los ingleses". Sin deseo de censurar el comentario, The Times tampoco deseaba dejarle pasar sin una observación. "Le concedimos esta pequeña broma", admitió un editorial. "Pero observamos que, de acuerdo con su teoría, el Dr. Einstein no ha dado una descripción "absoluta" de si mismo". El comentario era indicativo de la resaca de sentimientos existente en algunos círculos conservadores, tanto científicos como legos. Tanto Thomson, Eddington, Jeans como muchos otros brillantes Fellows de la Royal Society parecían haber aceptado las extraordinarias ideas de este judío cuya nacionalidad nadie conocía con certeza. pero, ¿podría ser la cosa realmente verdad?. ¿No habría en algún lugar, de alguna manera, una explicación más razonable a la cual despertaran una mañana los hombres sensatos?. Algunos hombres importantes pensaban de este modo. Entre ellos estaba Sir Oliver Lodge, que abandonó, antes de terminar, la famosa reunión del 6 de Noviembre, a pesar de que se esperaba que participara en la discusión, y que posteriormente justificó ese abandono en base a un compromiso previo y la necesidad de coger el tren de las seis en punto. El 24, Lodge, cuyo The Ether of Space lo calificaba para liderar a los escépticos, se dirigió a un imponente y poliglota grupo entre los que se encontraban el obispo de Londres, Lord Lytton, Lord Haldane, Sir Francis Younghusband, H.A.L. Fisher y Sir Martin Conway. Newton, afirmó Lodge, no había entendido lo que era la gravitación. "Nosotros no la entendemos ahora", continuó. "La teoría de Einstein no nos ayuda a entenderla. Si fuera verificada la tercera predicción de Einstein, su teoría dominaría la totalidad de la física y la próxima generación de matemáticos físicos lo pasarían muy mal". Verdaderamente lo pasaron mal. Esta tercera predicción, el "cambio" de Einstein, todavía preocupaba al mismo Einstein, como confesaba en una carta a Eddington en donde mostraba algunas dudas con gratitud, cortesía y humildad. "Sobre todo, me gustaría congratularme con el éxito de su difícil expedición", escribía. "Considerando el gran interés que usted a tenido en la teoría de la relatividad, incluso muy al principio, creo que puedo asumir que estamos en deuda principalmente con su iniciativa por el hecho de que se realizaran estas expediciones. Estoy sorprendido por el interés con que mis colegas ingleses han acogido mi teoría a pesar de su

dificultad. "Luego, hablando de la tercera prueba, añadía: "Si se probara que este efecto no existe en la naturaleza, toda la teoría tendría que ser abandonada". Einstein no estaba solo. Ademas de los incrédulos encabezados por Lodge- y Sir Joseph Larmor, que había estado entre los primeros en describir la materia como compuesta de partículas electrificadas- había otros que temían que la relatividad pudiera sobrepasarles, o quienes tenían dudas de si los resultados de las expediciones del eclipse fueran, científicamente hablando, una buena cosa. Los archivos descubren algunos nombres sorprendentes en ambos grupos. En el primero está Dyson, que escribió a Hale en el observatorio del Mount Wilson el 29 de Diciembre. "Yo mismo era un escéptico, y esperaba un resultado diferente", decía. "Ahora estoy tratando de comprender el principio de la relatividad y creo que lo estoy consiguiendo gradualmente". Hale era menos optimista. "Me congratulo con usted por los esplendidos resultados que ha obtenido", escribía Dyson el 9 de Febrero de 1920, "aunque confieso que las complicaciones de la teoría de la relatividad son demasiado para mi entendimiento. Si yo fuera un buen matemático podría tener alguna esperanza de llegar a formarme una ligera idea del principio, pero me temo que siempre permanecerá fuera de mi alcance. Sin embargo, esto no disminuye mi interés por el asunto, al que nosotros trataremos de contribuir con lo mejor de nuestra capacidad". Sus dudas fueron repetidas a Rutherford a quien le escribió que la relatividad parecía complicar las cosas en gran medida." Las propias dudas de Rutherford era distintas de las de Dyson y Hale. Observaba que el interés del público en general era notable y casi sin precedente, siendo la razón de esto, creía, el que nadie era capaz de dar una explicación de la relatividad inteligible para el hombre medio. Él mismo no tenía muchas dudas sobre la exactitud de las conclusiones de Einstein y las consideraba como un gran trabajo. Sin embargo temía que pudiera arrastrar a los científicos a abandonar sus experimentos y dedicarse a amplias concepciones metafísicas. Ya había muchos que se dedicaban a esto en Inglaterra, y no eran necesarios más, si se pretendía que la ciencia continuara avanzando. Esta era una actitud típica de Rutherford, que ilustraba su creencia de que los únicos experimentos válidos eran aquellos cuyos resultados podrían ser comprobados y repetidos por él mismo. En cuanto a que el trabajo de Einstein estaba relacionado con Newton, dijo en 1923, que era simplemente "una generalización y ampliación de sus bases, de hecho, un caso típico de desarrollo matemático y físico". Pero nueve años después el equilibrio había cambiado. "La teoría de la relatividad de Einstein, aparte de cualquier cuestión sobre su validez,", aceptó, "no puede sino ser considerada como una magnífica obra de arte". Sus requisitos, profundamente enraizados en la intuición científica, puede haber reflejado una ligera alergia hacía el mismo Einstein, alergia que aparece intermitentemente en los comentarios de Rutherford. Ciertamente no mostró ningún deseo de tenerle en Cambridge cuando se discutió esta idea en 1920, o incluso cuando Einstein era un refugiado alemán en 1933. El mismo tipo de indiferencia aparece bajo la superficie en J.J. Thomson. "(El) aceptaba estos resultados (1919) y

su interpretación, pero nunca pareció particularmente entusiasmado por el tema ni intentó nunca desarrollarlo ni teóricamente ni mediante experimentos", decía su biógrafo algunos años después. "Yo creo, de una conversación que puedo recordar, que el pensaba que se estaba concentrando excesiva atención en ella por parte de los científicos, con el consiguiente abandono de otros temas en los que era más probable que ellos pudieran hacer una contribución útil. Su actitud hacia la relatividad era la de un espectador. Probablemente esto mismo era verdad para casi todos sus contemporáneos. La relatividad era la creación de una generación más joven". Y cuando se refería a la cosmología, la paciencia de Thomson se acababa. "Tenemos el espacio de Einstein, el espacio de de Sitter, universos en expansión, universos contrayendose, universos vibrando, universos misteriosos", escribía en sus memorias. "De hecho el matemático puro puede crear universos simplemente escribiendo una ecuación, y si fuera un individualista podría tener su universo propio". La semiburlona anotación puede escucharse en muchas de las discusiones que siguieron a la reunión de Burlington House. Eddington, hablando en favor de la relatividad en el Trinity College, en Cambridge, a principios de Diciembre, dijo que aunque tenía una estatura de 1,8 metros, podría, si se movía verticalmente a una velocidad de 300.000 kilómetros por segundo, encogerse hasta tener una altura de apenas un metro. J.J. Thomson, adoptando esta misma línea, resaltó que "el tutor que prefiera las habitaciones de la planta baja a las del ático, apenas encontraría consuelo en saber que cuanto más alto se encuentre , más Euclidiano se convierte su espacio por estar más alejado de los efectos de la gravitación". Mucha de la exaltación que se apoderó de tantos hombres serios no hay duda que fue debida al ejemplo de Eddington. Como ha dicho su biógrafo al escribir sobre el espacio, el tiempo y la gravitación, los relativistas podrían, como el sombrerero loco, experimentar con el tiempo detenido. En libros posteriores la misma Alicia se movía engañosamente por la escena, como representación viviente de la contracción de Fitzgerald; y la reina roja, "esa relativista ardiente" proclamaba la relatividad equivalente a tontería. La tendencia fue estimulada por la simultánea fama de Jacob Epstein, e incluso el serio Observatory volvió a publicar el siguiente verso de Punch: Einstein y Epstein son hombres maravillosos, Trayendo milagros nuevos a nuestro conocimiento. Einstein transtornó las leyes de Newton; Epstein derribó la escuela de Fidias. Einstein sacudió a la Royal Society Epstein se deleitó con ruidosa notoriedad Einstein hizo que las paralelas se unieran en el infinito Epstein remodeló la forma de la divinidad. El antigermanismo, bastante comprensible después del gran botín que la victoria había necesitado, se mostró en muy diversas reacciones, y del Cavendish Laboratory de Rutherford vino un típico poema de A.A. Robb. Uno de los pocos físicos ingleses que habían prestado algo más que una pasajera atención a la Teoría Especial, Robb había escrito ya en 1914 que "aunque generalmente asociada a los

nombres de Einstein y Minkowski, las consideraciones físicas verdaderamente esenciales que subyacen en las teorías son debidas a Larmor y Lorentz". Su aversión hacia Einstein aumentó con la Relatividad General; y en la introducción al The Absolute Relations of Time and Space, escribía cáusticamente sobre la teoría de la simultaneidad de Einstein que "parece destruir todo sentido de la realidad del mundo exterior y convierte al universo físico en algo como un sueño, o mejor una pesadilla". La aclamación que surgió a finales de 1919, presentaba una oportunidad demasiado buena como para perdersela; el resultado fue el "Himno a Einstein" de Robb, para cantarse con la melodía de "Deutschland Über Alles": Científicos tan incrédulos Han cambiado completamente sus rumbos; Ahora humildemente cantan a Einstein perdurables himnos de gloria. Periodistas en busca de copia Primero solicitan una entrevista; Luego lo elevan, lo elevan, lo elevan; Lo elevan hasta que todo es azul. El creó el universo; Pronunció la palabra y ahí estaba. Ahora reina con brillante gloria En su cátedra profesoral. Ediciones de periódicos Amarillo rojo y todos los colores Lo elevan, lo elevan, lo elevan, lo elevan; Lo elevan hasta que todo es azul. Especuladores filosóficos Están con temor reverencial alrededor de su trono. Profesores de universidad Soplan su ruidoso trombón. Lo alaban con los símbolos de Riemann Con los símbolos de Chistoffel también Lo elevan, lo elevan, lo elevan; Lo elevan hasta que todo es azul. Otros científicos descuidados Pueden sentirse en cierto modo mareados; E imaginan que la mantequilla esta untada un poco gruesa. No atender tales consideraciones Sean falsas, o sean verdaderas; Lo elevan, lo elevan lo elevan, lo elevan; Lo elevan hasta que todo es azul. Al mismo Einstein parece que llegó a afectarle. Así que comenzó, a principios de Diciembre, un asunto colateral que iba a continuar durante décadas produciendo libros sobre la relatividad, naturalmente ignorados por la ciencia, pero muy apreciados por muchas almas sencillas. Entrevistado por el New York Times le preguntaron como había empezado a trabajar sobre la Teoría General. La causa fue, replicó, el ver a un hombre cayendo de un tejado en Berlín. El hombre sufrió pocos daños. Einstein salió corriendo de su casa. El hombre dijo que no había sentido los efectos de la gravedad- una declaración que condujo a una nueva concepción del universo. Aquí hay quizás un

vínculo con la ilustración de la energía de Planck- su historia de un trabajador, transportando ladrillos hasta lo alto de una casa y apilando energía que permanecería allí hasta que los ladrillos se deslizaban y caían sobre su cabeza semanas después. Aquí, también, hay otra ilustración de la declaración de Hans Einstein de que a su padre no le importaba exagerar para poder explicar alguna cosa, y algunas veces, le gustaba inventarse una historia para complacer a una audiencia. Todo esto, sin embargo, no era más que espuma sobre la disputa de fondo. Bajo el humor, las analogías con Alicia en el País de las Maravillas, y las quintillas jocosas referidas a una joven llamada Bright, cuya velocidad era mucho mayor que la de la luz. (El más respetable es el de Arthur Butler: "Había una joven llamada Bright/Cuya velocidad era mucho mayor que la de la luz/Ella salió un día/De un modo relativo/ Y volvió la noche anterior") expresaba un acuerdo casi universal de que la visión de la gravitación de Einstein era más consistente con las hechos disponibles que la de Newton. Se debatiría sobre los detalles, la tercera prueba no había sido obtenida aún, y hubo varios intentos, todos ellos sin éxito o inconclusospara demostrar que el resultado del experimento de Michelson-Morley podría ser erróneo. Pero el grupo de críticos responsables era comparativamente pequeño, y quedaba claro que Einstein había arrojado una nueva luz no solamente sobre el tema de la gravitación sino sobre la cuestión de como podría ser adquirido el conocimiento científico. La teoría de Newton había estado basada en las más detalladas evidencias observacionales; cada punto, titilando en los cielos, parecía apoyar la creencia de que la acumulación de evidencias, y la inducción a través de ellas de leyes generales, podría llevar a la verdad última. Ahora se había demostrado que comenzando con una idea puramente especulativa era posible elaborar una teoría que, no solamente sería apoyada por la gran cantidad de evidencias observacionales que también funcionaba con Newton, sino que también explicaba evidencias que Newton no podía explicar. En las primeras semanas de 1920 estaba claro que Einstein se mantenía firme. Pero para algunas personas el tuvo que vivir en Berlín durante la guerra; no importa cuales fueran sus sentimientos pacifistas. M. Brillouin tenía su homólogo en Inglaterra, como Eddington fue obligado a dejar claro a principios del año nuevo. Tan ansioso como el propio Einstein por restablecer la cooperación científica entre los países beligerantes, Eddington destacó este punto en su primera carta enviada a Einstein desde Cambridge el 1 de Diciembre de 1919, en la que decía que desde el 6 de Noviembre "Toda Inglaterra está hablando de su teoría... Es la mejor cosa que podía haber sucedido para las relaciones científicas entre Inglaterra y Alemania", añadía. No puedo anticipar un rápido progreso hacia una reunión oficial, pero existe un gran avance hacia una forma de pensar más razonable entre los científicos, y esto es incluso más importante que la renovación de asociaciones formales.... Aunque parece innoble que el Dr. Freundlich, que fue el primero en este campo, no haya tenido la satisfacción de llevar a cabo los ensayos experimentales de su teoría, uno piensa que las cosas se han desarrollado de

manera muy afortunada dando esta lección de solidaridad de la ciencia Británica y Alemana incluso en tiempos de guerra. Hasta aquí todo bien. Los sentimientos liberales de Eddington eran compartidos por muchos hombres de ciencia, posiblemente por la mayoría. Cuando en Diciembre, se propusieron tres nombres para la medalla de oro de la Royal Astronomical Society, Einstein fue nominado para el premio por una abrumadora mayoría. Le informaron debidamente y, escribiendo a Born el 27 de Enero sobre el Tratado de Paz, añadía: "A propósito, iré a Inglaterra esta Primavera, para recoger una medalla y tener una visión más cercana del otro lado de este comportamiento sin sentido. Unos cuantos días después recibió una carta de disculpa de Eddington, diciendo que los funcionarios de la Royal Astronomical Society se habían reunido para votar sobre el premio de la medalla de oro, pero un grupo puramente chauvinista se había reunido en el último minuto y había conseguido evitar que se concediera a Einstein. Por vez primera en treinta años, no sería entregada la medalla de oro. "Estoy seguro", escribía Eddington, "que su decepción no será en ningún modo personal y que compartirá conmigo el pesar de que esta prometedora apertura a un mejor espíritu internacional haya tenido un revés como reacción. Sin embargo, estoy seguro de que el mejor espíritu esta haciendo progresos". Como con Solvay, Einstein tuvo que esperar un cambio en el clima político. Entonces, cuando finalmente le permitieran unirse al juego, aprovecharía el escenario. En 1925 le concedieron la medalla Copley de la Royal Society, y al año siguiente la medalla de oro de la Royal Astronomical Society. Cualesquiera que fueran las dificultades para conceder un premio Británico a un Alemán, Einstein había ganado, en los primeros meses de 1920, no solo éxito sino notoriedad, y su reacción ante esto se refleja en una carta escrita a Hopf el 2 de Febrero de 1920. "Decir "no" nunca ha sido mi punto fuerte, pero en mi presente aflicción estoy finalmente y de modo gradual aprendiendo ese arte", decía. "Desde la avalancha de artículos en los periódicos, he estado tan inundado con preguntas, invitaciones y retos, que sueño que estoy ardiendo en el infierno y que el cartero es el demonio gritandome eternamente, arrojandome nuevos montones de cartas a la cabeza porque aún no he contestado a las anteriores". La velocidad con que su fama se extendió por todo el mundo, desde el mundo intelectual hasta el del hombre de la calle, la mezcla entre reverencia casi religiosa y la casi histeria que levantaba su persona, crearon un fenómeno sorprendente que nunca ha sido explicado completamente, pero que ha descrito muy bien Alexander Moszkowsky, un literato y crítico berlinés que se movía en ambientes próximos al de Einstein. El libro de Moszkowski, Einstein el Investigador, produjo en los amigos de Einstein un profundo recelo, y el de Born fue tan fuerte que le persuadió para que intentara detener su publicación. Resultado de una larga serie de conversaciones durante las cuales Einstein habló sobre su trabajo con total libertad y en términos sencillos, el libro

era una vulgarización de la ciencia, menos común entonces de lo que lo es hoy día. Tuvo una gran cantidad, y en cierto modo dramática, publicidad previamente a su publicación, y fue esta, más la que la misma sustancia del libro la que enfadó a los supuestos protectores de Einstein. Al mismo Einstein le importaba muy poco. "Todo desaparece ante este tema universal que se ha apoderado de la humanidad", escribía Moszkowski describiendo el enorme interés del publico por la relatividad. La conversación de las personas educadas giraba sobre este tema, y no podría escaparse de él, volviendo continuamente al mismo tema cuando se desviaba por necesidad o por accidente. Los periódicos emprendieron la caza de colaboradores que les proporcionaran cualquier clase de largos artículos, técnicos o no técnicos, sobre la teoría de Einstein. Por todas partes proliferaron las "tardes sociales de enseñanza", y aparecieron maravillosas universidades con errantes profesores que trasladaban a las personas desde la miseria tridimensional de su vida cotidiana a unos, más hospitalarios, Campos Elíseos de la cuatridimensionalidad. Las mujeres olvidaban sus preocupaciones domésticas y discutían sobre sistemas de coordenadas, del principio de simultaneidad y de los electrones con carga negativa. Todos los asuntos de la época habían ganado un centro fijo desde el cual podrían ser deducidos cada uno de ellos. La relatividad se había convertido en el santo y seña. Aunque suena a exageración, esta descripción no es más que la verdad, aunque una verdad vestida de fantasía. Esta actitud no estaba confinada solamente a los no iniciados. "Para aquellos que tenían la visión de que el mundo de la física iba a tomar un nuevo y maravilloso camino", escribió en Nature el crítico del libro sobre la relatividad del propio Einstein. "Los fenómenos más comunes se convierten en partes orgánicas de un gran plan. La racionalidad del universo se convierte en un excitante romance, no un frío dogma. Nos invade la emoción de un entendimiento total, y sin embargo nos encontramos en las orillas de lo desconocido. Porque esta nueva doctrina después de todo, no es más que una piedra de toque de la verdad. Tenemos que someter todas nuestras teoría a ella; debemos permitir que nuestros más profundos pensamientos sean calibrados por ella. Los metafísicos y los que especulan con el sentido de la vida no pueden quedar indiferentes." Era predecible que las sociedades instruidas mantuvieran muchas reuniones en las cuales sería debatida la teoría especial y la general, que el suplemento educativo del Times dedicara tres páginas completas a artículos sobre interpretaciones de la relatividad por el profesor Lindemann, el Dr. Herbert Carr y Alfred Whitehead, y que fuera creada una sociedad Einstein en 1920 en la Cámara de los Comunes. "Su constitución se debió más a la curiosidad de algunos de nosotros que habíamos sobrevivido inesperadamente a la Primera Guerra Mundial que a ningún tipo de búsqueda científica", dijo uno de sus miembros, Colin Coote. Era comprensible que al cabo de un año existieran más de cien libros sobre el tema, y que el interés intelectual se

mostrara no solamente en las capitales del mundo sino en las provincias. "En este momento", escribe Infeld, que más tarde se convertiría en uno de los colaboradores de Einstein, "Yo era un maestro de escuela en una pequeña ciudad polaca, e hice lo mismo que hicieron centenares de personas por todo el mundo. Di una conferencia pública sobre la teoría de la relatividad, y la multitud que hizo cola en una fría noche de invierno fue tan grande que no pudo ser acomodada ni en el mayor salón de la ciudad". Cuando Eddington había dado su conferencia en Cambridge en una noche similar de Diciembre, "cientos tuvieron que marcharse incapaces de llegar cerca del lugar", según sus propias palabras. En París, el americano Eugene Higgins ofreció 5000 dólares, a través de la Scientific American, para la mejor exposición de la relatividad en 3000 palabras. "Yo soy el único de mi circulo de amistades que no participa" comentó Einstein. "No creo que pudiera hacerlo". El premio, bastante justo, a la vista del trasfondo de la Berna de Einstein, fue ganado por Lyndon Bolton, un veterano examinador de la Oficina de Patentes Británica. Si todo esto era explicable en términos de una importante y nueva teoría científica que se había convertido en moneda común de cualquier conversación inteligente, Einstein fue elevado a la bastante menos sorprendente posición de una celebridad popular. Desde Londres, el Palladium music hall le preguntó si querría aparecer, en persona, para una "representación" de tres semanas. Apareció en el mercado el "cigarro Einstein". Los niños fueron bendecidos con su nombre. Los productores de dibujos animados le llevaban en sus corazones. En Alemania, se le mostraba en compañía del presidente francés Millerand que estaba solicitando las mayores reparaciones posibles de ese país: "¿No puede persuadir al Bôche de mente sencilla que incluso con un déficit absoluto de 67.000.000.000 de marcos el está relativamente bien?". En Inglaterra se mostraba a un detective capturando a un ladrón de bancos con la ayuda de una linterna cuyos rayos de luz doblaban las esquinas y diciendo lacónicamente: "Elemental, mi querido Einstein". "De hecho había sido elevado a esta posición por la misma muchedumbre que eleva a las estrellas de cine. La razón tenía poco que ver con el asunto. Pero en cierto modo el tratamiento de Einstein tuvo un resultado diferente. Las estrellas de cine pontificando sobre el futuro del mundo, los boxeadores dogmatizando sobre política podían ser un buen entretenimiento y poca gente se los tomaba más en serio que esto. Einstein estaba en otra categoría. Su teoría podía no ser comprensible para la mayoría de las personas pero quedaba claro que él tenía un intelecto de proporciones únicas. ¿Podría seguramente su cerebro dedicarse a iluminar, con buen resultado, algunos, de los problemas que afligían a los comunes mortales?. Era fácil responder "Sí". Todo esto no era más que el preludio de una larga serie de invitaciones para conferenciar en otros países; a los sacos de cartas y solicitudes de dinero que llegaban a los hombres famosos, en el caso de Einstein, era llevado escaleras arriba por el cartero. Era un preludio para separar súplicas de causas más importantes, sobre todo de los Sionistas y de los pacifistas, todos ellos muy rápidos en captar la importancia de que en Einstein podría garantizarles una figura sagrada única.

El fotogénico mesías de pelo blanco al cual el mundo se acostumbró al poco tiempo, no puede ser invocado para explicar este fenómeno extraordinario y mundial. La imagen de Einstein mientras visitaba diferentes lugares del mundo a principios de 1920, bien calzado y pertrechado, con sombrero de ala ancha dando un toque de misterio, es completamente lo contrario: la imagen de un hombre distinguido de esa época, posiblemente reservado, ciertamente bien establecido. La enorme osadía de su teoría ayudaba. "La luz sorprendida curvandose" era una afrenta al sentido común que pocos podían tomar seriamente en el fondo de sus corazones; era, si no otra cosa, curiosidad por el hombre que había demostrado que aparentemente lo hacía. Sin embargo atribuir la popularidad de Einstein a solamente a esto es valorar muy poco la consciencia de la gente común. Algún valor debe darse al punto de vista de Leopold Infeld. "Fue nada más terminar la guerra", dice. La gente estaba cansada de odio, de muertes y de intrigas internacionales. Las trincheras, bombas, y el asesinato habían dejado un gusto amargo. Los libros sobre la guerra no vendían. Todo el mundo buscaba una nueva era de paz, y deseaba olvidar la guerra. Aquí había algo que captó la imaginación; los ojos humanos mirando desde una tierra cubierta de tumbas y sangre a los cielos cubiertos de estrellas. El pensamiento abstracto transportando a la mente humana lejos de la triste y decepcionante realidad. El misterio del eclipse de sol y del poder penetrante de la mente humana. Un paisaje romántico, una extraña ojeada del eclipse de sol, una visión imaginaria de rayos de luz curvados, todo ello separado de la opresiva realidad de la vida. Una razón adicional, quizás incluso más importante; un nuevo hecho era predicho por el científico alemán Einstein, y era confirmado por astrónomos ingleses. ¡Científicos pertenecientes a dos naciones en guerra habían colaborado otra vez!. Parecía el principio de una nueva era. Incluso esto era solo parte de la historia. Igual de importante fue la intuición de que una nueva luz, arrojada sobre el mundo físico, golpeaba en lo más vital de lo que ellos habían creído siempre. Pocos entenderían las consecuencias, por no mencionar la compleja estructura intelectual que de estas consecuencias emana; incluso así, en lo más profundo se encontraba un sensible amplificador, desarrollado desde los día en que el hombre se puso sobre dos pies. Erwin Schrödinger que seis años después se iba a convertir en un fiel apoyo de la nueva causa de la mecánica ondulatoria, se refirió indirectamente a la razón subyacente del fenómeno de Einstein en su Tarner Lectures de 1956. "A veces me he maravillado porque se produjo una gran conmoción tanto entre el público en general como entre los filósofos", dijo refiriendose a las transformaciones del tiempo y del espacio producidas por la relatividad. Supongo que es esto, que significa el derrocamiento del tiempo como un tirano impuesto desde el exterior, una liberación de la inquebrantable ley del "antes y después". Porque verdaderamente el tiempo es nuestro señor más severo restringiendo ostensiblemente la existencia de cada uno de nosotros a estrechos límites-

setenta u ochenta años. Permitirnos jugar con tal programa del señor al que se creía inatacable hasta entonces, jugar con ello, a pequeña escala, parece ser un gran alivio, parece animar el pensamiento de que todo el "programa" probablemente no es tan serio como parece a primera vista. Y este pensamiento, que es un pensamiento religioso, yo lo llamaría El pensamiento religioso. Con la "gran conmoción" comenzó la mitología de Einstein, la compleja estructura de la historia y de la historia a medias, de las medio verdades, cuartos de verdad, exageraciones adornadas, y completas mentiras que desde ahora en adelante y de modo creciente acompañaron a sus actividades. Todos los hombres captados por el interés público descubren, a veces con diversión, a veces con resignación, a menudo con resentimiento, que sus más pequeñas acciones son memorizadas, adornadas y explicadas en un continuo fluir de anécdotas cuya conexión con la verdad es frecuentemente marginal. Einstein iba a sufrir más que la mayoría por tales atenciones y pronto aprendió a mirarlas divertidamente- como tiene que hacerlo cualquier biógrafo que encuentre que la misma quasidocumentada historia aparece en diferentes décadas, en diferentes continentes, y siendo repetida, con una completa buena fe, para ilustrar una o más de las extraordinarias, atractivas o no convencionales actitudes de Einstein. Hubo muchas razones para la mitología que se desarrolló desde 1920 en adelante. Una era que las invenciones tenían un suelo abonado para crecer. Inmerso en su trabajo en Berlín, Einstein utilizó en una ocasión un cheque como separador de libros. Así salió a la luz pública que había colocado un cheque de 1500 dólares dentro de un libro y de haber perdido luego el libro. Su carácter era amable y gentil, y una vez, una pequeña vecinita le pidió ayuda con sus deberes; después de esto, niñas de todo el mundo tenían a Einstein haciendo sus deberes. Las leyendas en si mismas, fundiéndose con la investigación severa, no mostraban el tipo de hombre que era realmente. Detrás de su seguridad, Einstein era humilde y la historia hace de él un comentario cuando una graduada le reconoció, y dijo sorprendida que él debería estar aún estudiando físicas con estas palabras: "terminé físicas cuando tenía 25". Solo Einstein, descentrado, con su voz musical recibiría la correción: "Einstein, ¿puedes contar?". Solo Einstein, incapaz de encontrar sus gafas y de pedir al camarero que le leyera el menú, podría encontrarse con el comentario: "lo siento, señor yo tampoco tengo educación". Y sólo Einstein, pareciéndose a un desaliñado hombre de clase media, podría no ser reconocido en una gran cantidad de ocasiones, con el camino bloqueado por la muchedumbre, con su chaplinesca figura, personificando de alguna forma todas las virtudes humanas. Así, llegó a conseguir una posición en la postguerra de la república alemana de Weimar, como científico con un toque de santo, con una nueva imagen internacional, como un hombre del que se esperaba, no solo descubrimientos, sino también revelaciones. Desde fuera de Alemania, vino el reconocimiento, y en 1921 el apreciado premio al miembro extranjero de la Royal Society. Dentro, la opinión estaba mezclada. Planck y Sommerfield, von Laue y Rubens, Nernst y Haber

estaban entre aquellos que reconocían que Einstein tenía talento, mientras que algunos políticos lo elevaban como el hombre de la nueva Alemania que esperaban, podía ser presentado al mundo. Sin embargo había muchos otros para los que su éxito era profundamente ofensivo y ,por tanto, era un hombre detestado: era el éxito de un intelectual pacifista. Este sentimiento balanceaba la adulación de muchas maneras. En Ulm, por ejemplo, las autoridades intentaron al principio hacerlo un personaje de la ciudad. "Pero antes de atraerlo a nuestro colegio", escribió Herr Dr. Schemberger de la facultad de Filosofía de la Universidad de Tübingen, "me gustaría saber si es verdad que el trabajo de Einstein es merecedor de tal honor. La respuesta fue "sí", concluyendo "lo que Newton hizo por la mecánica, Einstein lo ha hecho por la Física". Pero cuando el Dr. Schemberger escribió a Einstein el 22 de marzo no había nada que la ciudad pudiera ofrecerle, tan solo felicitaciones y el honor de contar con él como uno de sus hijos. El agradecimiento de Einstein fue leído en el siguiente pleno del ayuntamiento. Dos años más tarde, el premio nobel de Física puso las cosas en su sitio y las autoridades municipales pusieron una calle con su nombre. Quizá fuese solo una coincidencia que fuese a las afueras y en una zona pobre. Un cuarto de siglo después, en 1949 se le propuso ser un ciudadano destacado. Einstein lo rechazó. Los reconocimientos desde fuera de Alemania se incrementaron durante 1920. El primero vino de Leiden. Lorentz lo telefoneó tan pronto como oyó lo de la reunión de la Royal Society en noviembre de 1919, y Einstein contestó, diciendo cuanto le había satisfecho, aunque conocía el contenido del telegrama "es una prueba de tu afección, lo que significa más que todas las confirmaciones experimentales del mundo", escribió el 15 de noviembre. "El día que pasé contigo en Haarlem fue uno de los más maravillosos de mi vida. Tu mismo debes saber cuánto es mi admiración y respeto por tí". Pronto le siguió la propuesta de Kamerling como profesor extraordinario, con un salario anual de 2000 florines. Los deberes serían solo una o dos visitas al año, cada una de pocas semanas, y no habría necesidad de interrumpir su trabajo en Berlín. Einstein aceptó después de recibir ruegos por parte de Ehrenfest, y habiendo sido dicho por Lorentz y Kamereling Onnes, quienes veinte años antes habían ignorado su trabajo, "sería un honor si comentásemos su trabajo y los desarrollos que podrían llevarse a cabo en nuestro laboratorio. Hubo muchos retrasos, y mientras Einstein visitaba a sus amigos en Leiden en 1920, en mayo, no fue hasta cinco meses más tarde cuando hizo su visita formal como profesor extraordinario. Entre estas dos visitas conoció a Niels Bohr por primera vez. Bohr, quien había empezado en el Instituto de Física Teórica de Copenague hizo posible la concesión de una beca de la organización Carlsberg, y fue invitado por Planck para dar una conferencia en el Physikalissche Gesellschaft y a su llegada ambos Planck y Einstein vinieron a encontrarse con él. Tan similares en trabajo, pocos hombres eran más diferentes en aspecto; Planck formal y preciso, inmaculadamente vestido; Einstein, todavía con el pelo negro, con aspecto leonino, pero empezando a dislumbrarse su figura familiar de genio

despistado que le marcaría años más tarde. Algo ocurrió entre Bohr y Einstein en ese encuentro, el primero de una serie de encuentros que se fueron sucediendo con el paso de los años. De aquí fue Einstein quien quince años más tarde encontró una inesperada respetabilidad en la idea de que la luz podía ser concebible como onda y partícula y que la noción de la teoría cuántica de Planck podía ser aplicada no solo en la radiación sino también en la materia. Fue Bohr quien trajo la plausibilidad científica a la primera de estas ideas con el principio de complementaridad y substancia y para la segunda con la explicación del átomo de Rutheford. Todavía estas ideas no iban a crear entre los dos hombre una unión sino un abismo. Desde principios de 1920, Bohr y los que pensaban como él siguieron en lo que ellos vieron como inevitables conclusiones, Einstein con un creciente desacuerdo, se retiró de esta tormenta en la física con un aire de pesadumbre. "Yo soy tan entusiasta de él como tú", escribió de Bohr a Ehrenfest después de su primer encuentro en 1920, "es extremadamente sensible y va por el mundo como hipnotizado". Bohr estaba bastante impresionado con Einstein. "Las discusiones, sobre las que yo había vertido mis pensamientos", él escribió más tarde, "sumó a toda mi admiración a Einstein una profunda impresión a su imparcial actitud. Ciertamente su uso de frases pintorescas como, ondas fantasmas guiando los fotones, no implicaban una tendencia al misticismo, sino un profundo sentido del humor". El 27 de julio escribió a Rutherford, diciendo que su visita había sido "una experiencia muy interesante, siendo la primera vez que había tenido la oportunidad de reunirme con Planck y Einstein personalmente, y pasé el día discutiendo problemas teóricos desde la mañana a la noche." Más tarde, dio algunos detalles de esas discusiones. "¿Que esperas que crea?" había preguntado cuando Einstein había dudado si era necesario abandonar causalidad y continuidad. " Tú, ¡el hombre que introdujo la idea de la luz y las partículas! Si tú eres tan consciente de la situación en la física en cuanto a que la naturaleza de la luz permite una interpretación dual, entonces pide al gobierno alemán prohibir el uso de células fotoeléctricas si piensas que esa luz son ondas, o el uso de rejillas de difracción si la luz es corpuscular. Einstein remarcó: un hombre como tú viene y uno debería esperar que dos personas se habrían juntado, aunque incapaces de encontrar un lenguaje común. Quizá, nosotros los físicos, deberíamos estar de acuerdo en unos fundamentos generales, que deberían embarcarnos en unas positivas discusiones. Pero Bohr objetó: "¡no, nunca!, yo lo consideraría como la actuación más grande por mi parte si aceptase cualquier conclusión". Esa "cierta diferencia de actitud entre los dos hombres ,como Bohr describió, fue clara desde el primer día. Se fue incrementando durante largas discusiones durante más de tres décadas. Pero fue la diferencia entre contrincantes en un gran juego en el que ambos hombres lucharon. Algo de su mutua admiración brilló desde sus primeras cartas. Einstein, agradeciendo a Bohr un presente alimenticio cuando llegó desde Copenague después del

regreso de su regreso, escribió el 2 de mayo : "en la vida de un hombre no hay a menudo tanta felicidad como la que disfruto con tu presencia". Ahora entiendo porqué a Ehrenfest le divirtió tanto. Yo estaba estudiando tu gran trabajo y ahora tengo el placer de ver tu afable cara delante mía, sonriendo y dando explicaciones. He aprendido mucho de ti, principalmente de tu sensible aproximación a problemas científicos". La réplica de Bohr, escribiendo como había aprendido que Einstein estaría visitando Copenague, fue igualmente relevante. Para mí, es una de las mayores experiencias de mi vida poder estar cerca de ti y poder hablarte, y no puedo expresar lo agradecido que estoy por toda la amistad que me has demostrado en mi visita a Berlín, y por tu carta de la que estoy avergonzado de no haber respondido antes. No sabes qué gran estímulo es para mí tener la oportunidad largamente esperada de oír personalmente tu visión de las cuestiones con las que yo mismo he estado ocupado. Nunca olvidaré nuestra conversación en el camino de Dahlem a tu casa, y espero que durante tu visita aquí surja la oportunidad de continuar con ella. Einstein estaba a mitad de verano de 1920 haciendo numerosas conferencias del tipo al que Bohr hace referencia. Después de que volvió a Berlín, y después de que a cada uno en el que encontraba oposición hacia él , y a todos los que la mantenían, aumentaban amenazadoramente. Y ahora decidió enderezar la anómala pregunta sobre su nacionalidad. Había renunciado a su ciudadanía alemana y hasta donde sabía era simplemente un suizo nacido en Alemania, una difícil situación que le hacía ser blanco de los ataques de sus enemigos. Solo había una forma simple de llegar al cuerpo del Kirk: retomar sus derechos cívicos alemanes, un hecho que subrayaría su apoyo a la República y al menos sugeriría que no estaba avergonzado de su país. El 1 de julio de 1920, Einstein juró la constitución Weimar y ocho meses y medio después , el 15 de marzo de 1921, la constitución de Prusia. Frecuentemente desconfiado en las fechas, dio cuenta de su reanudación de la ciudadanía alemana a Janos Plesch hacia el final de la Segunda Guerra Mundial : " La acepté en 1918 después del desastre general, en las representaciones urgentes de mis colegas. Fue uno de los fallos de mi vida. Políticamente yo odiaba Alemania desde mi juventud y siempre sentí los peligros que amenazaban al mundo por ella." Si Einstein odiaba Alemania, gran parte de Alemania le odiaba a él. Las razones para ello, dada la situación del país en julio y agosto de 1920, son simples de explicar aunque difíciles de excusar. Sobre todo en países que han ganado la guerra solo a un coste desesperado, para un final de la anarquía y por el uso racional del conocimiento científico para el bien común. Aquí la pasión patriótica, nacida en la derrota, desmentía los líneas pacifistas y las conexiones internacionales ; y si el antisemitismo era convenientemente considerados una arma no honorable, tiempos desesperados demandaban desesperadas medidas. Tales sentimientos eran resumidos por el nuevo símbolo del General von Luttwitz' Erhardt Brigade, que había desfilado sobre Berlín desde el Báltico para apoyar la abortada kapp

Putsch unos meses antes. En sus cascos llevaban la cruz gamada, símbolo religioso normalmente asociado con la adoración de los dioses del sol ários Apolo y Odin. En la agitación de la postguerra alemana, donde divisiones del interior del país fueron reduciéndose por lo que parecía ser la brutalidad vengativa del bloque aliado, había más de un grupo deseando dirigir el levantamiento de pasiones contra Einstein, un objetivo hecho para ser odiado. Había esos científicos que originalmente no creían en las teorías que le habían llevado a una fama única en sus experiencias científicas. Había otros que, creyesen lo que creyesen, no podían soportar el pensamiento de tal aclamación en un hombre que había pasado los duros ataques de la guerra escondiéndose en la Universidad de Berlín. Era bastante malo que un profesor desconocido se hubiera declarado en contra de la guerra, tendiendo una mano al enemigo a través de la frontera francesa, y fallando incluso en inclinar sus energías en la causa común como otros científicos como Haber y Nernst; era intolerable que la misma línea debiese ser seguida por el hombre que ahora había sido sacudido por la fama de la noche a la mañana. Por eso el renombre que fuera a llevar a Einstein alrededor del mundo en la primera mitad de los años 1920 fueron una irritación al antisemitismo que resurgió con la llegada de Hitler un década después. Sus raíces fueron profundizando, y afloraron en el periodo de la postguerra, y según los años pasaron se estableció firmemente, de forma que proporcionó más tarde un arma que los nazis pudieron utilizar. Habrían utilizado cualquier cosa, desde luego. Pero el crecimiento mantenido antisemita durante el intervalo de años fue al menos en parte debido a la facilidad con la que sus seguidores podían concentrar sus ataques en Einstein y los "nuevos físicos". Los ataques empezaron antes de finales de 1919. En diciembre, mientras Einstein estaba enfermo medio sumergido en la ola de publicidad que siguió a la conferencia de la Sociedad Real en Londres, había escrito a Ehrenfest comentando "el antisemitismo es fuerte aquí (Berlín) y la reacción política es violenta, al menos entre los intelectuales." Pocos días después comentó que siguiendo un artículo de Born en el Frankfurter Zeitung, ambos serían perseguidos por la prensa y el populacho. Era tan malo para él, continuó, que apenas podía subir por el aire, dejar solo el trabajo. Entonces, en marzo, Wolfgang Kapp tomó Berlín pero falló al mantenerlo en la huelga general convocada por el gobierno Weimar. La evidencia interna sugería que las mismas fuerzas de la derecha que subsidió el Kapp Putsch reclamado por Kurt Grossman para incluir "los grupos secretos en torno a Krupp"- jugaron al menos parte en el crecimiento del movimiento anti-Einstein. Finalmente crearon el "Grupo de Estudio de Filósofos Naturales Alemanes" (Arbe itsgemeinschaft Deutscher Naturforscher), que tuvo a su disposición grandes sumas de dinero, ofrecidos honorarios a aquellos que escribiesen o hablasen contra Einstein, y anunciando sus reuniones con grandes carteles. El líder del tal "Grupo de Estudio" era Paul Weyland, un hombre totalmente desconocido en círculos científicos y quien, con los años, no descubrió nada. Mucho de su apoyo vino de diversa gentuza; parte de él de fondos científicamente respetables. El físico Ernst

Gehrcke se unió a la asociación y así lo hizo un número de otros hombres que podrían realmente ser clasificados como auténticos, incluso entre los científicos no distinguidos. Por encima de todo estaba Philip Lenard, cuyo trabajo en efecto fotoeléctrico había sido el precedido por Einstein en cartas a Laub. Lenard había sido considerado algo como una rareza entre muchos de los colegas en Heidelberg, pero antes de la guerra no había sido un auntisemita. Leyó al ultrarespetable Frankfurter Zeitung y, según Laub, mantuvo una alta opinión del informe fotoeléctrico de Einstein. Algo que le dolió fue la teoría de Einstein de la destitución del éter como una complicación innecesaria en el universo; esto en su momento, aunque bastante irrelevante, le condujo a denigrar la teoría de la relatividad. Su visión sin duda se endureció durante la guerra. Seguramente se ajustaron por el torrente de alabanzas que vertieron sobre Einstein desde noviembre 1919, en adelante. Y en 1920 Lanard reaparece como el ganador del Premio Nobel proporcionando entusiásticamente respetabilidad científica para la organización Weyland, que describió la relatividad como parte de una vasta conjura semita para corromper el mundo en general y Alemania en particular. Sus ataques evitaron argumentos científicos ; en su lugar, se concentraron en la "naturaleza judía" de la relatividad, y en el carácter personal de Einstein. Esto desconcertó a la comunidad científica. Pero para el público no informado las noticias que el "Grupo de Estudio " estaba apoyado por un ganador del premio Nobel dio a la organización un fortalecimiento de seudo-respetabilidad que de otra forma le habría faltado. En agosto la "Compañía Antirelatividad", como Einstein la llamó, anunció veinte reuniones que se celebrarían en las mayores ciudades de Alemania. Berlín era su centro de operaciones y se alquiló la Sala de la Philarmonic de Berlin para una demostración contra la relatividad y Einstein, que se celebraría el 27 de agosto. De muchas formas el conjunto de reuniones tenían un aire de farsa y un gran dramatrismo. Entró en escena Weyland, aparentemente el "treinta añero guapo de pelo oscuro que vestía un abrigo y hablaba con entusiasmo de cosas interesantes" fue descrito más tarde por el colega de Einstein Leopold Infeld. "El dijo que esa aproximación sobre la teoría de la relatividad era hostil al espíritu alemán. Entonces, vino un orador alemán que tenía barba, era pequeño y llevaba un abrigo también, y quién había leído un discurso de un panfleto que había vendido antes de su discurso. Había varias objeciones sobre la teoría de la relatividad". Este segundo orador parece haber sido Gehrcke, y se sumergió en algunos rudimentarios tecnicismos. Allí hubo un murmuro de "Einstein, Einstein". Por Einstein se había llegado a ver todo lo que había alrededor. Allí estaba, sentado en una caja, obviamente divertido. Como los oradores empezaron atacando la relatividad, omitiendo, distorsionando, apelando al sentido común de la audiencia e invitando a no tomar en serio tales asuntos. Los más absurdos comentarios se hicieron sobre la relatividad de Einstein entre risas y aplausos de los asistentes. Cuando la reunión acabó el comentó con sus amigos : "Eso fue de lo más divertido". Sin embargo, el llamado "Grupo de Estudio" fue un

sintoma de algo más siniestro que el absurdo científico, y Einstein replicó en las columnas de un diario alemán, la primera vez que había bajado al mercado a enfrentarse con sus acusadores: "Mi respuesta a la Compañía de la Antirelatividad". De muchas formas esto es cosecha de Einstein. "Bajo el pretencioso nombre de Grupo de Estudio de Filósofos Alemanes, han aparecido una variedad de personas cuyo interés es atacar a la teoría de la relatividad y a mí mismo como su autor desde ojos no físicos", empezó. Messr. Weyland y Gehrcke había sostenido su primer discurso sobre esto en la Filarmónica. Yo mismo estaba presente. Tengo mucho cuidado de que ninguno de los oradores es honesto, y tengo buenas razones para creer que hay otros motivos que encontrar la verdad en el fondo de su empresa. Por lo tanto yo replico solo porque es urgente que mi punto de vista sea conocido ahora. Lo primero de todo que debo señalar es que, por mi conocimiento, raramente un científico que ha desarrollado algo en física teórica no puede conceder que toda la teoría sobre la relatividad ha sido lógicamente construida y está de acuerdo con hechos que están lejos de ser incontestables. Los más reputados físicos teóricos - cito a H.A. Lorentz, M. Planck, Sommerfeld, Laue, Born, Larmor, Eddington, Debije, Langevin, Levi-Civita - soportan sólidamente la teoría y ellos mismos hacen interesantes contribuciones a la misma. Como oponente a la teoría de la relatividad solo puedo señalar a Lenard como científico de internacional reputación. Yo lo admiro como maestro de la física experimental; pero no ha hecho nada en la física experimental, y sus objecciones sobre la Teoría General de la Relatividad son tan superficiales que hasta ahora no he considerado responderle en detalle. Y ahora me propongo rectificar esa omisión. Se sostiene contra mí que es de mal gusto hablar sobre la teoría de la relatividad. Puedo decir que toda mi vida he ido un amigo de razonables argumentos y de la verdad. Yo mismo, a menudo me he divertido con tales cosas y esto lo he sido arrojado tras de mí. Sin embargo, estoy muy contento de esta oportunidad a los señores de la compañía de la antirelatividad. Einstein entonces volvió a sus conferencias, tratando primero con Weyland - quien parecía no ser una especie de ¿doctor?, ¿ingeniero ?, ¿político ?, no puedo clasificarlo. Sus oponentes se habían fiado de esos dispositivos que habían dado interrogantes resultados desde una estación británica, aunque ya era conocido que la incorrección era debida a un defecto técnico y omitiendo el anuncio británico que la teoría había sido probada. Así la tarea de demolición era fácil. "Finalmente", dijo, refiriéndose a la reunión anual de la Asociación Alemana de Científicos y Doctores que había sido celebrada en Bad Nauheim, "me doy cuenta que los científicos", recogiendo lo que había ocurrido en Nauheim, por mi sugerencia, había habido una discusión sobre la teoría de la relatividad. Alguien que quiere protestar puede hacerlo allí y presentar sus ideas para ser recogidas por los científicos. Hace quince años era casi desconocido para los científicos usar las prensa para estos menesteres. Incluso los amigos de Einstein fueron sorprendidos. Hedwig Born

escribió que debía haber sufrido mucho -"porque de otra forma no te hubieras permitido a tí mismo responder de esa manera tan desafortunada en la prensa". Ehrenfest fue incluso más conderatorio. "Mi esposa y yo no podíamos creer que tu mismo escribieras algunas frases del artículo , "Mi Respuesta", dijo el 28 de agosto. "No creímos, ni por un minuto que tu habías sido provocado de esa forma tan vulgar y ninguno olvidamos el clima moral anormal donde vives; sin embargo esta respuesta contiene ciertas reacciones que no son completamente de Einstein. Podríamos señalarlas uno a uno. Si tu lo hubieras escrito con tu mano, eso prueba que esos asquerosos cerdos han tenido éxito tocando tu alma, lo que significa lo muy terrible ... De hecho esto fue lo que ocurrió. Einstein sintió que no tenía alternativa así que respondió a los cargos de charlatanismo, autopropaganda y plagio. "Tenía que hacerlo si quería quedarme en Berlín, donde cada niño me reconoce en las fotografías", replicó a Ehrenfest. "Si uno es un demócrata, uno tiene que reconocer las incomodidades de la publicidad". Solo, la impresión de que un científico se defendiese a sí mismo de esta forma provocó una gran impresión porque un miembro de la comunidad científica pudiera necesitarlo hacer. "Lo increíble", escribió von Laue a Sommerfeld, "es que esos hombres como Lenard y Wolf of Heildelberg, quienes tenían una reputación como sabios, ahora den conferencias en esa asociación. Ayer Gehrcke habló después de Weyland, y aunque mantuvo viejos fuegos, su tranquila manera de hablar fue un descanso después de Weyland, quien puede competir con el más inescrupuloso demagogo. Es una desgracia que esto pueda suceder. Von Laue dijo que él, Rubens,y Nernst habían mandado su propia carta de protesta contra las actividades de la asociación. Publicado en el Berliner Tageblatt, se podía leer: Nosotros no podemos presumir aquí de nuestra opinión de la misma manera que puede hacerlo Einstein con su profundo, y ejemplar trabajo intelectual sobre la teoría de la relatividad. Sorprendente sucesos han sido alcanzados y las pruebas pueden mentir en futuros desarrollos. Por otra parte nosotros debemos señalar que aparte de su desarrollo de la relatividad, su trabajo le ha asegurado un lugar para siempre en la historia de la ciencia. Con respecto a su influencia en la vida científica, no solo en Berlín sino en toda Alemania puede ser difícilmente sobrestimada. Además es un suerte tener cerca a Einstein conociendo que él nunca sobrepasará los valores culturales de los demás, con su modestia personal y su desagrado por la publicidad. Sommerfeld estaba profundamente consternado, particularmente en vista de los rumores que señalaban que Einstein estaba planeando dejar Alemania. Como presidente de la Asociación Alemana de Física se sentía en la obligación de rescatarlo, "Querido Einstein", escribió el tres de septiembre: Con rabia, como hombre y como presidente, he seguido la caza contra ti. La palabra de aviso a Wolf de Heidelberg era innecesaria. Su nombre, como él

te ha escrito ha sido malversado. Estoy seguro de que lo mismo habrá sucedido con Lenard. ¡Un tipo fino este Weyland-Gehrcke! Hoy he conferenciado con Planck sobre lo que ha sido hecho sobre la Asociación de Científicos. Nos gustaría ponerlo de presidente, mi colega von Müller, una afilada protesta contra la "demagogia científica, un voto de cofianza para tí. Esto no sería formalmente votado pero sería sólo planteado como una expresión de la conciencia científica. ¡No debes abandonar Alemania! Todo tu trabajo está arraigado a la ciencia alemana (y holandés); en ningún sitio encontrarás tanta comprensión como en Alemania. No es tu forma de ser abandonar Alemania ahora, cuando ella está siendo tan espantosamente mal interpretada por todos. Solo una cosa más, : ¿has, en tu opinión, vivido en durante la guerra en Francia, Inglaterra, o América, probablemente habrás estado inmovilizado has vuelto la espalda en el Entente y su falso sistema, como no tengo duda hubieses hecho (como fue Jaurès, Russell, Caillaus, etc.). Sommerfeld fue a explicar que un grupo periodístico del sur de Alemania había sugerido que Einstein podría escribir un artículo para ellos . Era bastante obvio que estaba a favor de la idea, particularmente como había habido algunas críticas de la carta de Berliner Tageblatt. Sommerfield no la había leído, pero aquellos que lo habían hecho, dijo, la consideraron "no muy contento" y bastante distinto a Einstein. Era, sintió, difícilmente el lugar justo desde el que responder a los ataques antisemitas. Y puso otra súplica al grupo del sur de Alemania. "Espero que en el tiempo en que ha recuperado su filosófica risa y comprensión con la Alemania cuyos juicios son aparentes," concluyó. " Pero no más deserciones." Enfatizando que Einstein debería apoyar su tierra, Sommerfield estaba apelando, con suficiente ironía, a los sentimientos de Einstein por Alemania, la nación desamarrada en 1896, cuyas acciones habían sido amargamente criticadas durante toda la guerra. Retirarse a Holanda, o incluso Suiza, sería deserción ; deserción no solo de sus colegas científicos sino de esa Alemania "cuyos juicios le eran a todos evidente." Al final de agosto, 1920, Einstein fue una vez más empujado en dos direcciones - desde fuera de Berlín por el tratado de antisemitismo y los amigos de Lorentz y Ehrenfest; hacia Berlin debido a su lealtad hacia los colegas universitarios y a sus nuevos fundamentos de esperanza para una república alemana. El sabía que un permanente puesto en la Universidad de Leiden podía ser para él por las peticiones. Sus pensamientos fueron girando hacia Inglaterra, y un joven visitante Británico que lo llamó para discutir peticiones desde universidades británicas, "se refirió a su discurso en Oxford y expresó la satisfacción que podría tener de hacerlo en algún momento. Lindemann, recientemente nombrado jefe del laboratorio de Clarendon, en Oxford lo había llamado en Berlin. Ellos habían recordado su último encuentro en el congreso de Solvay y estaban de acuerdo en intercambiar futuros papeles, y lo que le gustaba más que Lindemann pusiera la idea de una visita a Oxford en la cabeza de Einstein. Algo más sustancial había sido sugerido

a Rutherford, quien había tomado el lugar de Thomson en Cavendish el año anterior. Para el uno de septiembre, Jeans le había escrito desde Zermatt , mandando lo que era probablemente un informe de la declaración de Einstein en el Berliner Tageblatt. "Mi querido Rutherford", dijo, hablaste de la necesidad de un primera clase en matemáticas aplicadas o matemática física para Cambridge. Yo me he estado preguntando que podrías pensar en Albert Einstein. Parece que a él le gustaría dejar Berlín muy pronto, sería una buena idea proponérselo y él podría considerar una oferta inglesa." En mi opinión él es justo el hombre que necesitas , junto contigo para restablecer una escuela de matemática física en Cambridge. El único problema serio es que él no habla inglés, pero me imagino que él aprendería pronto. Tiene cuarenta y dos, cerca de cuarenta y tres, e imagino que le queda mucho poder creativo todavía. No hay ni rastro de la respuesta de Rutherford, pero parece como que continuaba siendo un poco alérgico a Einstein. Sin embargo, para un hombre de esa reputación, casi todas las opciones eran posibles y no hubiese sido extraño que Einstein dejase ahora Alemania para permanecer fuera del Reich. Pero en el momento en que contesto a Sommerfield el seis de septiembre el había decidido actuar de otra manera. "De hecho," él escribió, le he dado demasiada importancia a ese ataque sobre mí, en el que creo que gran parte de nuestros físicos tomaron parte. Por eso realmente pense durante dos días que yo "abandonaría", como tu lo llamaste. Pero pronto vino la reflexión, y el conocimiento de que sería una equivocación dejar el círculo de mis fieles amigos. Quizás no debería haber escrito el artículo. Pero quería evitar la sensación de que mi continuo silencio acerca de las protestas y las acusaciones, que se repetían sistemáticamente, era debido a un acuerdo. Era mala cosa que cada discurso mío sea usado por los periodistas como una cuestión de negocios. Debo callarme. Posiblemente no pueda escribir el articulo en el South German Monthly. De hecho, debería ser muy feliz si pudiera llevar al día mi correspondencia. Tal declaración en Nauheim sería, en términos de orden, justo de hasta donde la gente de fuera estaría preocupada. Pero por mi parte no quiero hablar de mi mismo, por lo que estoy de nuevo contento y feliz y no leo nada que me deprima excepto lo absolutamente esencial... Tres días más tarde él escribió a los Borns. "Como el hombre del cuento que convertía todo lo que tocaba en oro, todo lo que tenía que ver conmigo se liaba en los periódicos. Apuntó que había vuelto y ahora estaba pensando "solo en comprar un bote y una casa de campo cerca del agua en algún sitio cerca de Berlín". Sin embargo si él había decidido no dejar Alemania, la decisión podía ser fácilmente cambiada. Los agentes de la república germana actuaron, ahora, para prevenir tal catástrofe. Uno fue Plank, el otro fue Haenisch, el ministro alemán de educación. Ambos decidieron que por el bien de la ciencia

alemana, Einstein debería ser desalentado de segundos pensamientos. Planck escribió a Einstein el cinco de septiembre desde Gmund Am Tegernsee al sur de Tirol. Apenas podía creer los informes de las reuniones en la filarmónica de Berlín y encontraba imposible entender qué estaba pasando. Pero mucho más importante para él, continuaba, era la impresión de que las intrigas parecían recaer en Einstein, el cual podría perder la paciencia y dar un paso en el que castigaría tanto a la ciencia alemana como a sus amigos por lo mal que lo habían hecho aquellos que eran de un grado mental mínimo. Los apropiados representantes de la ciencia no deberían, en realidad no se atreverían, añadió, dejar de asegurar que Einstein sería compensado adecuadamente. Planck, que pudo hablar no solo desde su propia posición sino desde una posición de amistad, era apoyado por el Ministro de Educación. "El profesor más respetado," escribió ahora el Ministro a Einstein. Con dolor y vergüenza veo la prensa que se ha convertido en público objeto de malévolos ataques que van más allá de los límites de la crítica pertinente, y que incluso tu propia personalidad científica no se ha repuesto de la difamación y las calumnias. Me complace especialmente saber que en conexión con este asunto que alumnos de conocida reputación, entre quienes están eminentes representantes de la Universidad de Berlín, te apoyan, están denunciando los ataques sobre tu persona, y están marcando atención en el hecho de que tu trabajo científico te asegure un puesto único en la historia de la ciencia. Dónde te defienden las mejores personas, será mejor para ti no prestar más atención a tales desagradables acciones. Por tanto bien podría permitirme expresar el deseo de que no haya verdad en los rumores de que, debido a esos fuertes ataques, deseases abandonar Berlín, que ha estado siempre, y siempre estará, orgullosa de contar contigo, el más respetado profesor, entre los primeros ornamentos del mundo científico. Einstein parecía haber retrasado su respuesta, aunque sin duda reconocía la súplica del Ministro. Tenía buenas razones para mostrarse cauteloso, porque parecía posible que la "Compañía antirelatividad" podría reunir un apoyo considerable del pueblo si no de los científicos. "La primera conferencia anti-Einstein" informaba el New York Times, "tiene un marcado carácter antisemita, que se aplicaba igualmente tanto a la conferencia como a gran parte de la audiencia". Y en una atmósfera volátil de la temprana Alemania de Weimar había un peligro de violencia en Bad Nauheim, donde la reunión del Gesllschaft Deutscher Naturforscher und Ärzte iba a empezar el 25 de septiembre. Parecía que habría como mínimo una dramática confrontación comparable a aquella entre le Obispo de Wilberforce y T.H.Huxley en la Asociación Británica en Oxford sesenta años antes. Bad Nauheim está solo a veinte millas de Frankfurt, donde Born había sido recientemente nombrado profesor, y Einstein estuvo con los Borns durante la reunión, paseando en la pequeña ciudad cada día con sus amigos. El balneario es un lujoso lugar debajo de las colinas de Taunus, entre

pinos, habituados a conferencias y gente mayor ; en la mañana del veinticinco de septiembre sus habitantes fueron sorprendidos encontrando los Badehaus guardados por policías armados con bayonetas caladas: una indicación de la extensión del antisemitismo y de que Weimar deseaba evitar problemas. La oposición a Einstein había estado completamente organizada . "Yo había recibido una carta , firmada por Weyland, en la que yo tenía garantizada una larga suma (olvidé los detalles) si tomaba partido por ellos", escribió Ehrenhaft. En cambio, pasó la carta a Einstein. En los Badehalle empezó la discusión sobre la relatividad. "Cuando Lenard empezó", dijo el Dr. Friedrich Dessauer, quien estaba sentado a la derecha de Einstein, "Einstein quería tomar notas pero, como uno esperaría, no tenía un lápiz. Me pidió prestado uno para replicar clara y convincentemente las objeciones de Leonard... Como una broma menor, Einstein tuvo mi lápiz ese día, él nunca me lo devolvió, así el había sido más inteligente que si me lo hubiera devuelto. El estilo de Lenard pude ser juzgado desde sus amables palabras:"tengo más placer actualmente en tomar parte en una discusión sobre la teoría de la gravitación del éter. Pero debo decir que tan pronto como uno pasa de la teoría de gravitación a esas de los poderes de la propoción de la masa, el simple entendimiento del científico debe tomar excepciones de la teoría. "Yo aprobaría mucho más la segunda idea donde Einstein apoya la primera". Einstein ahora elevó su réplica. Ningún recuento de palabras parecía haber sobrevivido. Dr. Dessauer decía que el argumento no era tan sombrío como terrible, y el informe de Physicalische Zeitschrift daba la impresión de un cambio decoroso. Sin embargo, Born comentó después que Einstein "fue provocado para dar una respuesta mordaz, "mientras que Einstein posteriormente escribió a Born diciendo: " Yo... no me permitiré volver a excitarme otra vez, como en Nauheim. Era bastante inconcebible para mí cómo yo podía haber perdido mi sentido del humor hasta ese extremo por estar con malas compañías". Según Felix Ehrenhaft, el era "repetidamente interrumpido por exclamaciones de escándalo. Erab obviamente una interrupción organizada. Planck entendió esto y estaba pálido como un muerto cuando elevó su voz y pidió a los que hacían el escándalo que estuviesen callados". Cuando Einstein hubo terminado, Lenard se levantó para decir que no había oído nada nuevo. "Creo, " añadió, " que los campos de gravitación de los que se ha hablado deben tratarse de ejemplos, y tales ejemplos no han aparecido todavía en la práctica." En lugar de la réplica obvia de que las expediciones británicas les había proporcionado, Einstein respondió tranquilamente:" Me gustaría decir que lo que parece obvio para la gente y lo que no parece obvio, ha cambiado. Opiniones acerca de la obviedad son hasta cierto punto función del tiempo. Creo que la Física es abstracta y no obvia, y como un ejemplo de lo que está claro y lo que no, le recomiendo considerar la claridad con que la mecánica de Galileo ha sido interpretada en momentos diferentes." La argumentación continuó en este nivel. El profesor Rudolph reivindicó que la prueba de la Teoría General no era argumento contra el éter. El profesor Palagyi fijó

la diferencia de opinión mediante un ejemplo de " la vieja oposición histórica entre los experimentalistas y los físicos matemáticos, como la que había existido entre Faraday y Maxwell". Max Born se inclinó con un breve comentario en favor de Einstein, y antes de que mucho más pudiese ser dicho se descubrió, para alivio de Planck, que el tiempo se había acabado. " La teoría de la relatividad, desafortunadamente, todavía no era capaz de extender el tiempo disponible para la reunión", anunció, "nuestra sesión debe ser aplazada." Se había dado la vuelta a la peligrosa esquina. Einstein, retrocediendo, se fue a casa a Berlín. A principios de octubre se anunció oficialmente que permanecería allí. Si esta decisión había sido tomada en solitario por la misma razón que su decisión original de unirse al Instituto Kaiser Wilhelm -el deseo a permanecer lo más próximo al hombre que estaba investigando la naturaleza del mundo físico - esto hubiese sido suficientemente entendido. Pero en 1920 ya no era necesario para Einstein moverse alrededor del centro de interés ; por ahora, la montaña vendría a Mahoma. De este modo Einstein estuvo en Berlín por cúmulo de motivos casi tan complejos como los que le llevaron seis años antes. Según Frank, su alentadora carta a Haenisch, diciendo que no abandonaría, decía : " Berlín es un sitio al que me siento ligado por las más cercanas ataduras humanas y científicas. " Pero había más que eso. El creía que la República Weimar ofrecería una nueva esperanza tanto para Europa en general como para Alemania en particular ; y también, según Frank, el sentía que "era ahora posible para todos los elementos progresivamente cuidados, hacer todo lo posible para incrementar el prestigio de la República alemana." Sus múltiples compromisos le dejaban poco tiempo para trabajar activamente en el renacido Bund Neues Vaterland que en 1920 se convirtió en el Sociedad Alemana para los Derechos Humanos, pero él era un colaborador lleno de buenos deseos y, decía uno de sus partidarios, era " tal celebridad que tomamos para una de las grandes demostraciones de masas de `no mas guerras' en Berlín Lustgarten y presentamos ante cincuenta o sesenta mil personas que había reunidas." También era significativo que a principios de 1921 se convirtiese en miembro fundador de la Sociedad Republicana, una de cuyas principales tareas era " informar a las juventudes alemanas de las causas del hundimiento del Imperio y propagar la creencia de que la resurrección era solamente posible a través de la república como forma de gobierno." La Sociedad Republicana no tenía, para bien o para mal, una particular importancia. Pero Einstein no estaba cayendo de su socialismo de tiempos de guerra en su anterior desprecio por toda acción policial. El miembro fundador de la Sociedad mostraba de qué forma el vendaval de eventos le golpeaba. Mas allá de los "vínculos humanos y científicos" había otra razón para quedarse en Berlín. Lenard y sus partidarios, intentando desacreditar todo por lo que Einstein era un símbolo, iban a tener más éxito de lo que habían imaginado. El repondía testarudamente a retos. Le habían proporcionado uno. Básicamente, todavía deseaba una vida tranquila. Todavía medio pensaba, como le había dicho con optimismo a Elsa a finales de diciembre de 1919, que "pronto todo

amainará". Pero Lenard y la "Compañía Antirelatividad" le habían llenado de advertencias acerca de lo que antijudío podía realmente llegar a ser. De este modo, había una compensación por el desagradable centro de atención que ahora ardía sobre él. Si él tenía que vivir con ese brillo, al menos haría uso de él ; utilizaría los ridículos aplausos que se estaban dando ahora a buenos y no ridículos propósitos. Se aseguraría de que a los judíos se les diese todo el posible apoyo en su esfuerzo a conservar su cultura, en una tierra natal de su propiedad si fuese necesario. Pelearía en una buena batalla contra el militarismo y el nacionalismo con toda la lógica y razones que esperaba que todavía otro hombre apreciase. Y Berlín era mejor sitio para esas tareas que Leiden o Cambridge o Zurich. En casi cualesquier otras circunstancias, el profesor de Berlín de 1918, quien había llegado a ser una figura mundial en 1920, podía haber pasado por alto la puerta del mundo político donde el cambio la había abierto para él. Ahora había pasado a través de ella, ilusionado por lo que podría hacer con su influencia en la capital alemana, sintiendo que su exotérico trabajo le había dado "ese poder que algunos hombres llamaban suerte" , pero aún totalmente ignorante de las formas en la que la maquinaria del poder podía ser usada para producir resultados. CAPITULO 11 EMBAJADOR EN LIBERTAD En el momento en que sonaban las campanas de las iglesias de Berlín en 1921, estaba claro que Einstein se había enfrentado al primer nacionalismo, tormentas antijudías para las que actuaría como hilo conductor. También estaba claro que su fama no iba a ser cosa de nueve días ni nueve meses; el resplandor del interés público que se había encendido por todo el mundo mostraba todas las señales de continuar en un previsible futuro. Se estaba enfrentando a una serie de compromisos extranjeros y viajes que difícilmente podía evitar. Sin duda alguna odiaba todo esto. Él siempre odió el reconocimento excesivo, muy consciente de que en lugar de lo que había hecho, él era de alguna forma como los hombres del Everest quienes en sentido figurado se mantenían sobre los hombros de sus predecesores. Nunca tuvo duda sobre su valor; no tenía razones. Pero odiaba el barullo creado en torno a él por esos ignorantes del lenguaje científico que hablaba. Sin embargo, había sus compesaciones ; pudo dispensar sus favores tanto como había firmado fotografías durante los primeros destellos de fama al final de 1919. Entonces la odiosa publicidad se había hecho soportable por las contribuciones que él exigía para los pobres. Ahora el galimatías de viajes y conferencias públicas estaba controlado, en los Estados Unidos a través de la causa Zionist , en Gran Bretaña y Francia con la ayuda que llevó a las fuerzas que querían construir una nueva Europa, incluyendo a Alemania, en una base de mutua confianza. En la ciencia había conseguido un éxito casi transcendental reduciendo problemas a sus más simples términos. Seguro que el mismo proceso funcionaría en política nacional y asuntos internacionales?. Einstein entró en la guarida del león creyendo devotamente en que esto era así.

El mayor de sus viajes - la "espinas en el lado de mis colegas de la Academia", en apoyo a la causa Zionist, a pesar de que también hizo conferencias en las Universidades de Columbia y Princenton durante la misma visita. Antes de esto, sin embargo, a principios de 1921, había ido a tanto a Praga como a Viena, volviendo a aquella antigua ciudad de la universidad como el hombre que inesperadamente se ha convertido en el más famoso profesor. En Praga estuvo con su viejo amigo Philipp Frank, quien dejó una viva cuenta de cómo Einstein habló a la abarrotada audiencia, explicando relatividad en términos mucho más sencillos de lo que había esperado. Cuando los aplausos y la aclamación se fueron calmando, dijo simplemente: "sería quizás más agradable y más comprensible si en lugar de hacer mi discurso tocase una canción en el violín." En dos curiosas maneras, las sombras de un pasado temporalmente oscurecido, esta visita a la ciudad donde había sentido por primera vez tanto la oculta tendencia europea anti-judía como el gruñido de lo que él siempre penso que era la voz de lo que se cocía en Alemania. A pesar de sus sentimientos personales era ahora, para esos alemanes que lo consideraban conveniente, un héroe alemán; y por eso un diario de los Sudetes podría aclamar, en su llegada a la capital checa, que "todo el mundo podrá ver ahora que una raza que ha creado un hombre como Einstein, la raza alemana de los Sudetes, nunca será exterminada." Aquí en Praga todos los miedos por el futuro, todas las supersticiones que la guerra había nutrido y que el gobierno Weimar había dominado solo parcialmente, salieron a la superficie una vez más. Para Frank, el confiaba en una cosa: su miedo a que fuese forzado a abandonar Alemania en diez años. Para un hombre que tan recientemente había jurado lealtad a Weimar y a Prusia, el pronóstico parecía en principio misterioso. Estaba equivocado pero solo en dos años. En Praga, también, un hombre joven insistía en hablar con Einstein después de su conferencia. Había considerado la ecuación masa-energía de Einstein, y en base a ésta deducía que sería posible utilizar la energía encerrada en el átomo para producir un nuevo e inmenso poder explosivo ; más aun, había inventado una máquina que según decía podría ayudar a construir ese explosivo. Sería interesante saber más del joven, y es tentador especular sobre lo que podría haber pasado si Einstein hubiese sido distinto a como era. Todo lo que tenemos es la versión de Frank sobre su reacción. "Cálmese. No habrá perdido nada si no discuto su trabajo con usted en detalle. Su locura es evidente a simple vista. No podría aprender más de una larga discusión." Sin duda Einstein sabía lo que el joven quería decir. Pero uno se pregunta si la "locura" que vió fue puramente tecnológica o si su mente no podía volver al ejemplo de John Napier, el descubridor de los logaritmos, por cuyo trabajo tenía profundo respeto. Durante los isabelinos momentos, Napier inventó un "tanque" y los "ardientes reflejos" con los que pensaba destruir la Armada; pero antes de su muerte destruyó todos los informes de su supuestamente arma más letal - un dispositivo que se dice aniquiló un rebaño de ovejas en Penthland. Uno se pregunta

también si, dieciocho años más tarde, escribiendo su petición a Roosevelt de que los americanos investigasen en armamento nuclear, Einstein recordase Praga. En Viena, poco después, habló en el Instituto de Fisica de la univeridad y dió también su primera gran conferencia pública, siendo dibujado por un joven artista inglés, Edmond Kapp, y rechazando firmar uno de los esbozos "porque me hace parecer demasiado oriental." La conferencia fue dada a una audiencia de 3.000 en una de las salas de concierto más grandes de la ciudad, y haciéndola de esta magnitud Einstein experimentó un pequeño ataque de agorafobia, insistiéndole a su anfitrión Felix Ehrenhaft caminar con él hacia la sala y sentarse junto a él. En 1921 Ehrenhart tomó la cátedra de física experimental de la Universidad de Viena, y él y Einstein continuaban siendo buenos amigos. Más tarde desarrolló una idea obsesiva de que Einstein, quien mas tarde iba a describir a su amigo como "sin ninguna autocrítica que se había convertido gradualmente en una clase de farsante", había plagiado su trabajo. "Einstein se quedó en mi casa", recalcó Ehrenhaft. El vino a Viena con dos abrigos, dos pares de pantalones, dos camisas blancas, pero con solo una camisa de cuello blanco. Cuando mi mujer le preguntó si no habría algo que se hubiese dejado en casa, él respondió "No. Eran lastre innecesario". Como sus pantalones estaban terriblemente arrugados, mi mujer planchó el segundo par y los puso en orden para que pudiese ir pulcro a su segunda conferencia. Cuando llegó el momento ella vio con horror que él llevaba los pantalones sin planchar. Esto era lo normal para Einstein durante los viajes, llevar el mínimo de equipaje, olvidando la mecánica de cada día, y una continua preocupación para Elsa, que en alguna ocasión empaquetaría su maleta para sus viajes y encontraría a su llegada que no había sido abierta. "Que suerte que mi marido tenga la cabeza en su sitio: de otra forma sin duda que se la habría dejado en Leipzig," ella escribió en una ocasión. "Cada vez que viaja, surgen complicaciones... Esta vez se dejó un cepillo de dientes nuevo y un tubo de pasta dentífrica 'Daramad'. No pudo dejarse nada más porque no desempaquetó nada más". Esta característica preocupaba a sus anfitriones. Esto nunca preocupó a Einstein, con su mente sujeta a lo esencial. Si el resto del mundo quería armar un lío por cosas tan triviales como sus pantalones, corbatas o cepillo de dientes, allá ellos. De Viena volvió a Alemania. Y allí, durante los siguientes meses, aceptó hacer un visita propagandística a los Estados Unidos durante la cual hablaría especialmente de incrementar el dinero para la Universidad Hebrea, ya construida en Jerusalén. Poco después de que el viaje se acordara, recibió una carta de la que se desprenderían grandes consecuencias. Fechada en 14 de febrero de 1921, venía de Sir Henry Miers, Vicecanciller de la Universidad de Manchester, e invitaba a Einstein a dar la Conferencia Adamson allí en la fecha que le conviniese a él. El profesor Sherrigton, el presidente de la Royal Society, y su predecesor J.J por aquel momento Sir Joseph- Thomson, ambos habían

sido coferenciantes de Adamson, pero era un golpe imaginativo de Sir Henry para invitar a Einstein tan cerca del fin de la guerra, mientras muchos hombres ingleses continuaban siendo alérgicos a la idea de juntarse con alemanes tanto social como profesionalmente. Einstein contestó el 23 de febrero, aceptando la invitación, pero dando a entender que tendría que hablar aleman "mi ingles es prácticamente inexistente mientras que mi francés es imperfecto" - y apuntando que no podía fijar una fecha debido a su ineludible compromiso de viajar a América en marzo. No había duda sobre la razón para que aceptase. Veía la invitación como "un auténtico deseo de reestablecer los lazos internacionales entre alumnos". Un mes más tarde Sir Henry confirmó su aceptación, añadiendo que la conferencia sería la primera que Einstein diese en Inglaterra a pesar que sin duda recibiría otras invitaciones. Y así iba a ser. Poco después, Lindemann escribió a Sir Henry desde Oxford para preguntar cuánto habían pagado a Einstein por la conferencia y añadió : "me gustaría organizar una aquí pero parece haber problemas con los fondos." El colegio de la Universidad de King de Londres fue más allá, invitando a Einstein a hablar después de dejar Manchester -"lo que Manchester piensa hoy Londres lo piensa mañana". Einstein fue de Alemania a los Estados Unidos al final de marzo 1921. Mientras tanto Lindemann estaba implicado en arreglos para la visita a Inglaterra. Había recibido una carta de Freundlich y como resultado escribió a Sir Henry : "A Einstein que estuviera [Freundlich] con él en Inglaterra, si fuese posible, para ayudarle a evitar cualquier incidente durante el viaje. La madre de Freundlich era inglesa, de hecho él se proponía quedarse con su tía en Manchester, y así podría cuidar de la parte turística de la visita". Una petición especial a Lord Curzón, de al Secretaría de Exterior, tramitó el visado necesario y Freundlich estaba esperando cuando el trasatlántico Estrella Blanca atracó en Liverpool el 8 de junio. A bordo estaba Einstein, con su mujer, casi agotada después de una gira maratoniana de tres mese pero bastante segura de que él había ayudado al Zionism hacia un prometedor futuro. En los Estados Unidos había aprendido a ser precavido con las entrevistas, y había renunciado ahora a comentar la relatividad, observando que " aparte del aspecto sensacionalista, había un profundo aspecto científico, y tenía que distinguir entre aquellos que realmente comprendían la materia y aquellos que no." Además podría haberse preguntado cual sería su recepción en un país donde la medalla de oro puede ser dada con una mano y arrebatada con la otra. El siguiente día comenzó a dirigirse a los miembros de Sociedad de Estudiantes Universitarios Judíos, explicando que le había hecho a él un "hombre internacional", subrayando su el actual sentiminto antiSemita de las universidades alemanas, y hablando de los planes Jerusalén con "no una cuestión de gusto pero necesaria". Más tarde, en el salón principal de la universidad abordó el tema de la relatividad. Habló en alemán durante toda su primera apariencia en Inglaterra pero, informó el n Manchester Guardian - en palabras de David Mitrany un joven científico político rumano que se convertiría después

en colega de Einstein y amigo íntimo personal en Princeton - "su excelente dicción junto con esa especie de centelleo que no cesa de brillar en sus ojos aún a pesar de lo austero de su argumentación, dejan de causar impresión sobre la audiencia." Posteriormente fue nombrado doctor en ciencias, el primero en recibir tal honor otorgado a un alemán en Inglaterra desde el comienzo de la guerra siete años antes. Después de medio siglo - y después de una guerra con Alemania que fue pagada casi tanto en ideología como en líneas nacionales - es difícil apreciar la barrera psicológica que Einstein, y hombres como él, tuvieron que superar. Pero la estupidez que había llevado a la muerte en Gran Bretaña a perros a cuenta de sus antepasados todavía cubría Londres con advertencias "Cada representación de la Obra Alemana es un voto a la 'Cultura' Alemana". No eran solo los alemanes los que podrían demostrar el nacionalismo desesperadamente, y aún cuando la objetividad y naturaleza del trabajo de Einstein lo permitía su éxito en Gran Bretaña es un poco como un logro. El Manchester Guardian ayudó en su artículo principal el 10 de junio a explicar cómo surgió este, y para indicar qué era lo que había elevado a Einstein a su posición única. "El hombre en la calle, un viajero entre la vida y la muerte, compacto de todos los elementos, y nunca desprovisto de ciencia ni de poesía," decía. Pudo tener pocas ideas en cambio, pero probablemente apreciaba lo que tenía, y todo lo que les afectase a ellos pronto sería importante para el. La teoría de la relatividad del profesor Einstein, por vagamente que pueda comprenderla, trastorna fundamentalmente sus concepciones básicas del universo e incluso su propia mente. Cambia de alguna manera la naturaleza absoluta de sus pensamientos. La sola idea de que él puede utilizar su mente de forma desinteresada es tomada por una concepción que da parcialmente a toda su percepción. Y con su vivo empuje sobre las cosas personales, la idea de relatividad tendía a concepciones del universo, como puede verse en los simples títulos de los últimos capítulos del libro del profesor Einstein en la materia. Desde Manchester, Einstein se movió al sur hacia Londres, donde Sir John Squire había añadido al epitafio de Pope a Newton, que sonaba ahora: La Naturaleza y las leyes de la Naturaleza permanecen ocultas en la noche . Dios dijo "Hágase Newton" y todo fue luz. No duró: el Diablo aulló "¡Ho! ¡Hágase Einstein! restableciendo el status quo. Ha habido más de un cambio de planes en el departamento de los Estados Unidos y en la fecha de su llegada a Londres. "Yo llamo... Tuve invitaciones para encontrarme con él en Londres y Manchester en la misma noche," escribió Eddington a Lindemann cuando debía ver a Einstein una otra vez una década después. "Esto es sin duda explicable por el principio de la indeterminación; todavía espero que en esta ocasión tendrás una distribución más concentrada" - un comentario de Eddington comparable al de que Einstein

había "tomado la planta de Newton, que habiendo crecido sobrepasando su tiesto, lo había trasplantado a un campo abierto." En Londres, el anfitrión de Einstein era Viscount Haldane de Cloan, anteriormente Lord Canciller. Haldane tenía unos lazos especiales tanto con Alemania como con la perspectiva filosófica de Einstein. Había estudiado a Göttingen antes de que Einstein naciera, y con frecuencia había vuelto a renovar sus amistades en la ciudad ; el gobierno británico le había sido enviado a una misión malograda a Alemania en 1912 y posteriormente, casi al principio de la guerra, había sido tan imprudente como para hablar de Alemania y su "hogar espiritual". No inesperadamente, había sido acosado por la oficina en 1915 después de la campaña publicitaria que pretendía, entre otras cosas, que él era un hijo ilegítimo del Kaiser, de la relaciónuna mujer alemana - su movilización de las Fuerzas Expedicionarias Británicas en 1914. En la postguerra, Gran Bretaña soltó todo excepto amargura, Haldane estaba por tanto en una delicada posición con los alemanes. Era realmente valiente por parte de Einstein venir tan triufalmente a Londres; también lo fue por parte de Haldane ser su anfitrión. El antiguo ministro "tenía gran admiración por el poder de sistemática reflexión que había distinguido a los alemanes", y su interés en Einstein estaba en una auténtica y obstinada preocupación que había producido The Reign of the Relativity. Su pacto de aprobar las teorías de Einstein, y estaba más preocupado sobre "el conocimiento en sí mismo y la relatividad de la realidad que el carácter del Conocimiento" - "Haldane estaba haciendo por Einstein lo que Herbert Spencer hizo por Darwin", dijo Sir Oliver Lodge. "Decir que el entendía(la relatividad) mejor que otro puro filósofo británico en ese momento podría, me temo, ser un pobre cumplido," sería la reacción de Eddington. "Para lo que vale , es sin duda cierto..." Y el informe de Asquith de Haldane explicando relatividad en una cena de gala es significativa: "Gradualmente una nube desciende hasta que, al fin, incluso las candelas pierden su poder de iluminación en las complejidades de las explicaciones de Haldane". El Primer Viscount sentía respeto por Einstein llegando a la veneración, y durante años solo dos cuadros colgaban del despacho de Cloan, su casa escocesa: uno de su madre, el otro de Albert Einstein. En 1921 Haldane también tenía menos interés por la visita. "Einstein llegara aquí a principios de junio," escribió el 12 de mayo a John Murray, su editor, "y su llegada nos proporcionará un negocio que no debemos perder." Su previsión estaba bien justificada. A mediados de junio fue capaz de informar a su madre que The Reign of Relativity, estaba "siendo vendido con los libros de Einstein en las librerías." De hecho tuvo que escribir a Einstein desde su casa en Queen Anne's Gate tan pronto como se divulgaron las noticias de la pospuesta visita a Inglaterra. "Me haría el honor de ser mi invitado en la dirección indicada durante su estancia en Londres", preguntó. "No se si viene solo o si su mujer viene con usted. Pero no importa porque la casa es suficientemente grande." Respondió a la carta con un telegrama, y el pequeño Absagen escrito en ella sugería que Einstein en un principio rehusaba. Si fue así, cambió de opinión -un juicioso rumbo ya que había pocos hombres tan

cualificados como Haldane para conducirle a través de Gran Bretaña donde todavía no estaba claro si sería muy deseado honrar a algún científico alemán, con o sin relatividad. A pesar de esto, hubo, Haldane escribió a su madre en Escocia el 26 de Mayo, "mucho interés en la visita de Einstein". Lord Stamfordham (secretario privado del rey Jorge V) me habló de ello la pasada noche." Cuatro días más tarde le dijo a ella :"He evitado a Lady Cunard, quien quería organizar una fiesta para Einstein." No era solo el Londres de moda el que estaba impaciente por recibir a este misterioso hombre que emergía de la confusión de una Alemania derrotada. Según St. Pancras, donde Hadane se reunió con Einstein a las dos del viernes 10, el visitante fue llevado directamente a una reunión de la Royal Astronomical Society en la Casa Burlington. Aquí Eddington, recientemente nombrado presidente, recalcó como las primeras referencias escritas de la Teoría General habían sido publicadas en Inglaterra en la Society's Monthly Notices. Describió los preliminares a las dos expediciones eclipse, e indicó como el concepto imaginado por un hombre había cambiado la tradicional visión del universo. Einstein, sonriendo modestamente, lo aceptó todo con la confianza y el encanto de un chico brillante. Los visitante fueron llevados a la Queen Anne's Gate donde una cena de gala de una naturaleza muy especial se iba a celebrar para ellos esa noche. Antes, Haldane había planeado una recepción en la que el Primer Ministro iba a estar presente. Pero Lloyd George no había aprobado seguir los pasos de Hanrding y recibir a Einstein. La cena privada que hacía las funciones de recepción hacía brillar la ocasión. Encabezando la lista de invitados estaba el arzobispo de Canterbury. Sus temores sobre la noche pueden ser juzgados por una carta escrita a J.J Thomson unas pocas semanas antes por Lord Sanderson, durante muchos años un alto oficial de la Oficina de Exteriores. "El arzobispo... no puede ni capitanear ni seguir a Einstin, y protesta de que cuanto más escucha a Haldane, y más artículos de prensa lee en la materia, menos entiende," confió Sanderson. Estoy, o creo estar, en un estado intermedio, vagando pro el césped y los prados camino abajo. Por tanto, me ofrezco a escribir para el Arzobispo un corto ensayo de lo que imaginé ser la base de la teoría en su forma más elemental. La adjunto con su comentario. Esto es sin duda poco adecuado, pero imagino que tan lejos como llega no está totalmente en desacuerdo con la argumentación de Einstein - algunos de sus seguidores y críticos me parecen ir más alla. Pero debería haber sentido haber malinterpretado al Arzobispo. Piensas que podrías echar una ojeada , o pedir a algún experto que lo haga, y escribir una nota corta con algún error grande ? Thomson complacido, ayudaba de ese modo a informar al Arzobispo Davidson en lo que parecía ser una gira intelectual con escalas heroicas. También estaban durante la noche en la Puerta de la Reina Ana el día diez Eddington y Alfred Whitehead quienes estuvieron entre el coro en la reunión en la Casa Burlington dos años antes. El Doctor Igne, el "triste decano" de San Pablo, estaba presente junto

con su mujer. También Bernard Shaw, profesor Sir Ian Hamilton, el lider oscurecido de Gallipoli que había sido un amigo íntimo de Haldane desde los últimos días como Secretario para el Estado de Guerra. Por encima la confianza en su formidable cerebro, un regimiento que podía haber tumbado a una descarga intelectual suficiente para derrotar a la mayoría de los hombres, allí presidía Haldane y su hermana Elizabeth, una distinguida señora en su propio derecho y el traductor de Descartes y Hegel. El mayor resultado de la noche, decepcionando a Haldane en algunos aspectos, debe haber sido tranquilizar al Arzobispo. "Nunca he visto un científico más típico, león en apariencia - debe haber sido preparado para un papel en la escena -" escribió ella más tarde, "una masa de largo pelo negro echado hacia atrás , y una apariencia general de desorden científico, pero é era modesto y tranquilo al hablar, y negaba mucho de lo que se le atribuía. Eligiendo el momento cuidadosamente, Davidson se volvió a Einstein y preguntó : Lord Haldane nos ha dicho que su teoría debe crear una gran diferencia a nuestra moral." Pero Einstein respondió simplemente : "No crea una palabra de es. No hay ninguna diferencia. Simplemente es una pura abstracción científica." Esta fue solo una breve versión de la respuesta de Einstin a un entrevistador pocos años después. " El significado de relatividad ha sido muy mal interpretado," dijo. "Los filósofos juegan con la palabra como un niño con un muñeco. Relatividad, sigún yo lo veo, simplemente significa que algunos hechos físicos y mecánicos, que han sido considerados como positivos y permanentes, son relativos respecto a otros hechos en la esfera de la física y la mecánica." Sin embargo tomó el interés del arzobispo como natural, y señaló mas tarde que había más clérigos que físicos interesados en la relatividad. "Porque," explicó cuando preguntaron la razón, "los clérigos están interesados en las leyes generales de la naturaleza y los físicos con frecuencia no." La mujer del Arzobispo lo apreciaba un poco mejor que su marido. Cuando, después de cenar, ella explicó a Elsa cómo un amigo había estado hablando de la teoría del Profesor Einstein "especialmente sobre sus aspectos místicos," Einstein rompió a carcajadas con estas palabras : " ¡ Mística! ¡ Mistica ! La mistica de mi marido ! repitiendo su propia respuesta a una señora holandesa que en la embajada alemana en La Haya dijo que a ella le gustaba su misticismo. "Misticismo es de hecho la prueba de que la gente no está al nivel de la teoría, " respondió. La respuesta de Einstein no era la esperada. Pero era parte de la defensa que había levantado en torno a ellos, Elsa sin duda inconscientemente, pero a su marido después de las debidas reflexiones. "Puedo comprenderle rompiendo apresurado su tema ," Eddington señaló después sobre el comentario a Davidson ; "en esos días uno tiene que convertirse en experto en esquivar a personas que mezclan la cuarta dimensión con lo espiritual. Pero seguramente la respuesta necesitaba ser preservada aunque era una de las declaraciones más perspicaces de Einstein. Lo que podía también haber sido obvio en aquel momento era un cierto decaimiento en los invitados de honor que habían estado con Lady Cunard pero despúes de una larga mañana de viaje desde Manchester sido llevados a la Sociedad Real

Astronómica, desde la Casa Burlington, cambiándose rápidamente con ropas de etiqueta , y presentados entonces como el principal de una noche de aperitivos. El sábado era un día de un relativo descanso durante el cual Einstein, sentado en una simple silla de cocina en la parte trasera de la casa de Haldane, era fotografiado informalmente. Y, aparentemente al mismo tiempo, "Einstein ... tenía uno hecho por mí colgado en su despacho de Berlín," contaba orgullosamente Haldane a su madre. Al día siguiente, los invitados fueron llevados a comer con los Rothschilds, donde conocieron a Lord Crewe y Lord Rayleigh quienes habían visto por primera vez a Einstein en el congreso de Solvay una década antes. Según Almeric Fitzroy, el oficinista del Concilio Privy, Rayleigh escuchó la explicación de Einstein de la relatividad, y comentó después: "si sus teorías son ciertas, depende de nosotros afirmar que los eventos, digamos, de la conquista de Normandía no han ocurrido todavía." Contó Haldane a su madre en una de las largas cartas que le escribía casi a diario, Lord Rothschild condujo la fiesta a una reunión judía, a través de la ciudad a la Torre, y vuelta a través de Embankment. " Por las noches cenamos en casa de los Harmeers donde Einstein tocó el violín..." Volvieron entonces a la ciudad de moda aunque modesta donde Einstein conoció la vida de Londres. Algunos de los relatos de segunda - y tercera - mano sobre la visita parecen no haber sido sobreimpresionados con la nobleza de Haldane , pero también por haber confundido la Queen Anne's Gate con el estado escocés de Haldane que Einstein nunca visitó. Por eso en alguna historias se movieron en una atmósfera de mayordomos respetuosos, enormes camas tipo Tudor y las exageraciones de un Hollywood espectacular. Boris Kunetzov es típico. "Su habitación en su residencia palaciega era mayor que el todo su apartamento de Berlín" dijo. "El desconcierto de Einstein se volvió en consternación cuando encontró que se le habían asignado un lacayo. Cuando lo vio le susurró a su esposa:' Elsa, ¿crees que nos dejarán ir si tratamos de escapar?' Dormían en un dormitorio espacioso con unas pesadas cortinas en las ventanas. A la mañana siguiente Einstein se levantó temprano, según su costumbre, y trató en vano abrir las cortinas. Detrás de él su mujer le preguntó riéndose : '¿Alberto, por qué no llamas al lacayo para que lo haga?' Oh, no', respondió 'me da miedo'." Sin duda estaban impresionados después de Berlín, con la riqueza que todavía quedaba en Gran Bretaña al final de una larga guerra; pero, igualmente sin duda se acostumbraron. El lunes por la mañana Haldane llevó a Einstein a la Abadía de Westminster, donde puso una corona en la tumba de Newton antes de ser entregado al decano. Después de comer se preparó para su primera aparición pública en Londres. Iba a ser en el King's College en Strand, y el director, Ernest (más tarde Sir Ernest) Baker, tuvo sus recelos sobre la recepción del invitado. " Los sentimientos hacia Alemania eran mucho más fuertes después de la guerra de 1914-18 que de la de 1939-45 " escribió después, "y había cierto temor de que la conferencia pudiera ser interrumpida o impedida". Todas las entradas, vendidas a beneficio de la caridad para los estudiante europeos heridos, fueron reservadas por

adelantado, y cuando Haldane condujo a Einstein a la tribuna, por los pasillos estaban llenos de estudiantes. Entre ellos en la audiencia estaban Whitehead, James Jeans, el profesor Lindemann -y William Rothenstein, tomando apuntes para su notable retrato de Einstein quien fue presentado como un carácter Struwwelpeter, sonriendo en una aureola de pelo casi electrizado. Había insistido en hablar alemán -en parte debido a su casi inexistente inglés; en parte, se dijo, porque "tenía plena confianza en la amplitud de miras inglesa". Por eso la sala se llenó por aquellos que, según Baker, "probablemente no entenderían nada, siendo ignorantes del alemán y de la relatividad, pero sin embargo impacientes por escuchar." No hubo aplausos cuando los dos hombres llegaron a la tribuna. La reunión fue bien de todas formas. "Einstein no tenía apuntes, ni indecisión, ni repeticiones", escribió un comentarista anónimo de la nación, "y el orden lógico en que expuso sus ideas fue elogiado como orador. Uno se sentaba preguntándose cuánto de su exquisita exposición se había desperdiciado entre la audiencia; ¿para cuántos sería este cuidadosamente preciso alemán un ruido ininteligible?" Como en otras ocasiones, la objetividad de de la conducta de Einstein, lo mundano de sus ojos soñadores, el impacto de su cabellera, desarmó las potenciales críticas. Habló durante una hora, sin interrupción, de alguna forma evocando el interés incluso entre aquellos que apenas si entendían más que una frase ocasionalº. Entonces se paró y, todavía hablando en alemán dijo: "mi conferencia es todavía un poco larga". Hubo una inesperada ovación de aplausos. "Lo tomaré como una invitación", dijo." Pero mis siguientes comentarios no serán tan sencillos de seguir." Finalmente se sentó, Entonces alguien comenzó a aplaudir. El aplauso creció y todos los hombres se levantaron. Una aclamación espontánea de coraje y relatividad. Un punto interesante en la conferencia fue la declaración de Einstein acerca de los antecedentes de la relatividad. "Estoy ansioso de marcar la atención al hecho de que esta teoría no es especulativa en principio, "dijo. "Posee en toda su invención el deseo de hacer que la física teórica se ajuste a los fenómenos observados tanto como sea posible. No tenemos aquí actos revolucionarios, sino la combinación natural de una línea que puede ser trazada a través de los siglos. El abandono de ciertas nociones conectadas con el espacio, tiempo y movimiento tratados hasta ahora como fundamentales, no debe considerarse como arbitrario, sino solo como condicionado por los hechos observados." El énfasis en la observación experimental comparado con el brillo de la intuición es realmente mas cierto en lo General que que en la Teoría Especial. Pero era más reveladoramente cierto del principio, filosofía "proMachian" que hasta ahora apoyó a Einstein, que de la nueva perspectiva que ya había tomado lugar como su fe en las sensaciones mientras los criterios de la física mundial comenzaban a caer. Cuando más tarde en su vida, fue preguntado por Hans Reichenbach, profesor de filosofía de la Universidad de California, cómo había llegado a la teoría de la gravedad, Einstein no mencionó más los fenómenos observados. En esa ocasión, su explicación fue de un tipo totalmente distinto : había llegado a ello, dijo, porque había sido firmemente convencido de la armonía del universo."

En Gran Bretaña, hombres de buenos deseos fueron bien advertidos de la potencial infuencia de Einstein en traer una nueva actitud de reconciliación en la relación entre enemigos en tiempos de guerra, y dijeron muchos durante su visita. Por eso Haldane había presentado la conferencia del King's College con la afirmación de que Gran Bretaña estaba orgullosa de Alemania por haber dado al mundo al genio de Einstein tanto como Gran Bretaña estaba orgullosa por haber dado al mundo al genio de Newton. Aquella noche, cuando Einstein estaba entretenido en el King's College, Ernest Barker abrió su discurso de después de cenar comparando dos "observadores" de la teoría de la relatividad, y sugiriendo entonces que sus oyentes deberían sutituir dos naciones por ellos. Cada una de estas naciones tendría su propio medio de vida, su propio espacio, su propia ética y carácter. Si fuera posible encontrar algún significado por el cual estas dos naciones pudieran tener la misma visión de la vida, entonces habría nuevas posibilidades, bien por sociedades de naciones, o de otras formas, llegar a un mejor entendimiento entre ellas. Entonces Barker se volvió a Einstein. "Si bajo su mando, las líneas directas se hubiesen desvanecido del universo, todavía habría una línea recta que siempre permanecería la línea recta del bien y la justicia. Podrían ambas naciones seguir esta línea recta lado a lado en un movimiento paralelo que, en lugar de Euclides, los llevará todavía juntos en una relación con el otro y con otras naciones en el mundo." Las palabras eran significativas, no sólo por la actitud de un hombre como Barker en Gran Bretaña sino por otros en Francia, en los Estados Unidos, y en cualquier sitio. Unos meses después, cuando las universidades australianas invitaron a Einstein a visitar su país, el Times comentó " se considera que Australia está reanudando el comercio con Alemania, no puede haber mejor comienzo que proclamando una invitación a uno de más grandes científicos del mundo". En esta ocasión la presión de los compromisos forzaron a Einstein a rehusar. Pero desde el momento de esta visita a Gran Bretaña estaba incluso más ilusionado de tomar un papel reconciliador. En la siguiente mañana en la conferencia del King's College, Lindemann recogió a Einstein de la Queen Anne's Gate y le condujo a Oxford, donde los dos hombres pasaron el día. Dos mese antes, cuando oyó por primera vez acerca de la visita de Einstein, Lindemann le había invitado a estar el casa de su padre en Sidmouth, Devon. Einstein había rechazado y Lindemann tuvo que contentarse con enseñarle el laboratorio de Clarendon donde recientemente tomó la cátedra de filosofía experimental. Antes de salir de casa el día siguiente, Einstein escribió a la madre de Haldane. "Una de las más memorables semanas de mi vida queda detrás de mí," dijo. "Visitando este país por primera vez he aprendido a maravillarme de sus espléndidas tradiciones y tesoros del conocimiento. Una de las más bonitas experiencias fue intimar con sus dos chicos, la armoniosa hospitalidad de sus hogares y la maravillosa relación que les une a ellos con usted. Por primera vez en mi vida he oido de un eminente hombre público que conversa por carta todos los días con su madre. La charla científica con Lord Haldane ha sido para mí una fuente de pura estimulación y así lo ha sido la relación personal con él y su conocimiento notable." Para

un hombre de la honestidad de Einstein, esta fue un destacado homenaje, y más aun una sugerencia de que debajo del exterior formal de Haldane un gran hombre podría haber estado intentando escapar. No había duda del éxito de la visita. Como el Nation comentaba en un editorial titulado "el Entente de los Intelectuales, la recepción de la conferencia del King's College ha marcado "un punto de retorno definitivo al sentimiento de posguerra" de Gran Bretaña; la bienvenida general dada a Einstein ha ido "de alguna forma restaurando la unidad cultural de Europa en el mundo civilizado." Y, Haldane escribió más tarde a Lindemann: " Creo que el embajador aleman estaba en lo cierto cuando me dijo el lunes por la noche que la recepción de Enistein en Inglaterra contribuiría en algo al suave acercamiento a unas mejores relaciones internacionles." Por eso el propósito de la visita, la pérdida del hielo que mantenía a Gran Bretaña y Alemania apartadas, se había conseguido. Cuando Einstein volvió a través del mar del Norte, Haldane escribió en su diario: "el Profesor Whitehead, el matemático, cenó a solas conmigo, para comparar notas." Había mucho que comparar. Los científicos británicos estaban inmensamente impresionados con Einstein, pero algunos de ellos todavía pensaban que los tonos metafísicos eran parte de el hombre en si mismo y de su teoría. Esto fue bien expresado por R.A.Sampson, el Astrónomo Real de Escocia, que estaba presente en la conferencia de Londres y que escribió a Lindemann tres días antes. "Yo diría a voz de pronto", escribió, "que no hay lugar para cuestionarse si Einstein" explicó "gravitación, y como parece, dijo absolutamente la última palabra sobre ella. Además de esto prefiero mantenerme reservado en ciertos puntos, como pensando en ellos como sin probar y el intento de probarlos mal dirigido. Uno de ellos es la traducción en términos espaciales en que la fórmula de la gravedad debería traducirse. Esa fórmula es tan general que rebasa cualquier "significado", y darle uno es gratuito. Lo siguiente que rechazo es la implicación filosófica que todo lo que sabemos es igualmente relativo e intangible o si no irreal. Considerando la realidad si admitimos que nuestra existencia es real, aunque presumiblemente relativa para una aún más incomprensible existencia, y no podemos explicar ni nosotros ni los otros, entonces no es evidentemente una condición de realidad que debemos explicar lo que queremos decir. No por esa traducción absoluta cuestión (pero Einstein había probado esto como una no-llamead idea de la gravitación). Me parece que los argumentos de Einstein sobre la rotación prueban que no sabemos que la tierra gira. Todavía afirmo que sabemos que la tierra gira, aunque el argumento es matemáticamente correcto. Preguntas, acerca de qué la hace rotar ?. No tengo una respuesta fial, pero no creo que dirás que está abierto a un hombre racional mantener que no rota... Einstein volvió a Berlín cuando la primera posguerra alemana se iba a erigir en los Estados Unidos y Gran

Bretaña. La palabra "alemana" es importante. Cualquiera que fuesen sus sentimientos anteriores, la derrota alemana de 1918 le había inducido el abatimiento de una dura piel de amargo desastre por sus compatriotas que por primera vez habían desfilado en Munich. En esto era ilógico. Cualquier alma profunda podría conducir a una nación hacia su destino, para mejor o peor, no como para ser alterado en unos pocos años siguientes por las tribulaciones de derrota o los triunfos de victoria. Si Alemania en 1921 mantenía grandes espectativas, entonces éstas cayeron en 1890 ; y si el Gimnasio Luitpold alemán era algo más que una pesadilla local, entonces había poca esperanza para ella en 1921. Einstein no lo vio de ese modo. Weimar lo había cambiado todo, y si todavía mantenía sus reservas sobre el tratamiento que los judíos podían esperar, él todavía esperaba que Alemania fuese ahora caminando libremente hacia atrás en un cuerpo político europeo. Realmente tenía ahora confianza en el futuro. No está claro si creía que sus anteriores sentimientos habían cambiado, o si toda la nación alemana había sufrido una conversión Paulina en el camino a Versalles. Pero aunque continuaba usando todavía su pasaporte suizo no tenía problemas en viajar como un embajador alemán no oficial. Quería prevenir cualquier reanimación del tiempo de guerra entre Alemania y Gran Bretaña, y estaba tan desalentado cuando, poco después de su regreso a Berlín, Sommerfield le pidió ayudar a publicar en Bretaña un artículo que había escrito en el Lusitania Medal. El original había sido atacado en Alemania el día después de la invasión de la linea británica sin aviso y con el fallecimiento de 1.198 hombres y mujeres, incluidos 100 americanos. Esto fue una oportunidad demasiado buena para perderla, y una medalla tachada en Inglaterra generalmente atribuida a Lord Northcicligg, fue encargada más tarde para la propaganda en países enemigos. La medalla británica reclamaba ser una réplica exacta de la alemana, pero fue fechada el día antes del hundimiento y mostraba un esqueleto colgante con los billetes de los pasageros. El artículo en el episodio de Lusitania fue publicado en el Münchner Neuesten Nachricten el 24 de junio, y diez días más tarde se envió una copia a Einstein, comentando que el Ateneo de Londres había informado comprensivamente que la conferencia del King's College. " Bastante francamente, desapruebo que lo haya escrito, posiblemente debido al aislamiento durante la guerra", contestó Einstein. "Ningún inglés inteligente cree historias de la guerra. Cuando estuve en Inglaterra tuve la impresión de que los científicos tenían menos prejuicios y más objetividad que nuestros científicos alemanes. Pero debo señalar que gran número de algunos bien conocidos científicos ingleses eran pacifistas y rehusaban cuestiones de guerra.; por ejemplo Eddington y Russell. Si tu hubieses estado allí también habrías tenido el sentimiento de que no estaba bien decir a la gente ese tipo de cosas. Lo que el público piensa, no lo sé, pero en nuestro país, también, muchas mentiras se publican sin desmentirse." Se cuestionaba el punto de el punto de lavado de viejos y sucios trapos en público e imploraba a Sommerfield, "en el interés del entendimiento internacional," para dejar las cosas de lado.

Los genuinos intentos de Einstein por crear un clima de reconciliación en contraste con su actitud después de la Segunda Guerra mundial - y el poder que su posición le dio para presionar hacia la causa, no fueron perdidos entre sus compatriotas. En Berlín, el 1 de julio, 1921, era el invitado de honor en una fiesta dada a Herr von Winterfeldt, Presidente de la Cruz Roja alemana, y donde asistía el presidente Ebert, muchos miembros del Gabinete alemán, y el burgomaestre jefe de Berlín. Aquí, sus comentarios iban a ser objeto de crítica. "En América", les dijo a los presentes, provocando un innegable y predominante sentimiento marcadamente enemistoso hacia todo lo que fuese alemán. La opinión pública alemana estaba tan excitada que incluso el uso del idioma alemán era reprimido. En aquel momento un notable cambio estaba teniendo lugar. Era recibido calurosamente por los hombres conocidos de América y conocidas corporaciones. Ellos hablaban alemán contentos y en cualquier sitio era consciente de la auténtica simpatía a los científicos e instituciones alemanas con las que mantenían un estrecha relación de amistad antes de la guerra. En Inglaterra la impresión que se forzaba en mí era que los hombres de estado y estudiante ingleses tenían en mente de nuevo tener amistosas relaciones con Alemania. La cordialidad de los discursos de Inglaterra podía difícilmente superarse. Parecían llegar tiempos mejores. Que Einstein no debería haber hecho no solo tal juicio entre las actitudes de sus dos invitados -fuertemente en contraste con la opinión general de la mayoría de otras personas - sino que debería haberlo anunciado abiertamente, indica una doble falta de juicio. El New York Times saltó rápidamente sobre sus palabras, comentando que "quizás en lugar de que su maravillosa mente (la de él) estuviera tan equivocada, y en la misma forma, cuando decía que 'Inglaterra` era tan calurosamente pro alemana como cuando dijo que 'América era tan calurosamente ante alemana". Este no era realmente el caso. El problema era que Einstein aprendió ya tarde que las declaraciones formales de los hombres famosos, quizás efectuados de forma demasiado alegre, pueden parecer muy diferentes presentados bajo titulares negros. Y era típico que tuviese que terminar una carta a Sommerfield, protestando contra un artículo de Le Figaro con un corresponsal con quien hubiese hablado, diciendo: "El hombre no tiene derecho a reproducir mis declaraciones. Más aún, si intencionadamente o no yo no lo sé, enfatizó incorrectamente muchas cosas, aunque no mintiese." La debilidad de Einstein de hacer afirmaciones atrevidas que podían fácilmente ser usadas contra él, triviales en si mismas, tenían importantes repercusiones en la forma en que más tarde se le permitió mostrarse al mundo. Este comenzó con un informe del Cyril Brown, un corresponsal del New York Times en Berlín. El informe citaba una cuenta de las visiones de Eistein en los Estados Unidos, dada a un "comprensivo holandés". Las afirmaciones eran claramente desagradables. Después de admitir que el americano trabajó duro, Einstein estaba citado como diciendo:"para el resto, ellos son los juguetes de los perros

de compañía de las mujeres, que gastan el dinero de la forma más desmesurada e ilimitada y se cubren a ellos mismos de una nube de extravagancia." Más tarde, el principio de la historia del New York Times se hizo conocida. Einstein había hablado en alemán a un reportero de la Nieuwe Rotterdamsche Courant, que publicó su historia en holandés; el Berliner Tageblatt había tomado parte de la historia holandesa y la había impreso en alemán; el corresponsal del Times había tomado partes de la historia Berliner Tageblatt y la envió en inglés a Nueva York. Con el mejor deseo del mundo, excluyendo cualquier suposición de que el periódico de Berlín pudiera desear hacer parecer a Einstein ridículo, o que el hombre de Times sobrenfatizase cualquier antiamericanismo, estos cortes y traducciones inevitablemente hicieron más que alterar el informe del original. Pocos lectores , incluso en el presente más sofisticado, se podría esperar que lo permitiesen; hace medio centenario los "juguetes de perro" - aparentemente citados como "lameculos" - tuvo el efecto de un cartucho de pólvora. Le siguió un artículo en el New York Times. Después de proclamar que el informe aparecido iba ser corregido a pesar de que el autor lo quisiera o no, propuso todas las causas de la irritación de Eintein "su fallo y su acompañamiento a hacer más que un suceso parcial de la misión especial por la que vinieron a los EE.UU., y la oposición que surgió donde habían esperado para ganar todo el apoyo y cooperación." Siguieron más críticas; y cartas al editor; y al undécimo día, una segunda editorial, presumiblemente escrita después de que el periódico estuviera en contacto con su corresponsal en Berlín. "Dr. Einstein," dijo "no será perdonado y no debe serlo, por su ridículo hospitalario anfitrión que le honró porque creía la garantía de su grandeza en su propio dominio. Que es pequeño fuera de sus dominios es un tema de no grandes consecuencias, sin embargo, es un peculiaridad compartida por otros especialistas de esa eminencia, y en ningún grado reduce su valor ante el mundo." En ese tiempo Einstein había estado soportado por el corresponsal del New York World a quien dijo que "la entrevista de Amsterdam de ninguna forma expresa mis sentimientos. Nunca hice los desagradables comentarios de la gente americana ni de su forma de vida." Este intento por un rival de subestimar la historia del Times falló al imprimir el periódico, que mejor respondía orgullosamente que era fácil tener la impresión de que Einstein había ahora "explicado más que negado la parte esencial del artículo de Courant." Sin embargo, el Times tuvo segundos pensamientos ; y después de otras dos semanas y media admitió en un largo informe desde Berlín que los comentarios de Eistein, después de todo, "giraron para ser tan duros como aparecían en los informes enviados." El efecto de esta tormenta en un vaso de agua fue considerable. Años después Einstein continuaba rehusando dar entrevistas debido a que se le había citado mal por llamar a los americanos perritos falderos de sus mujeres; y dice mucho sobre el tacto y la tenacidad del corresponsal jefe en Berlín del New York Times que su periódico llegara a ser uno de los pocos con los que en su día Einstein habló libremente. Sin embargo, el recuerdo del incidente seguía

presente. Llegó justo cuando estaba en la cresta de su popularidad y reforzó su innata aversión a compartir sus pensamientos y emociones no científicos con un público del que había llegado a ser una mezcla de gurú, estrella de cine, oráculo y santo. De este modo comenzó a aparecer aquí la dicotomía que tanto marcó su vida. Por su forma de pensar sobre el sionismo y el pacifismo, por sus explicaciones sobre lo que podría significar la gran estructura de la ciencia, necesitaba al gran público al que únicamente podía llegar a través de la prensa popular; normalmente no estaba dispuesto a pagar el precio, a subyugarse a lo que, en el mejor de los casos, ha de ser un porcentaje equitativo de distorsiones e invenciones. Cuando estaba dispuesto a aceptar el riesgo, su honestidad innata, su insistencia en decir la verdad a cualquier coste, combinada con un instinto para hacer aparecer en titulares sus manifestaciones le granjeaban las simpatías de todos excepto de los oponentes peor intencionados. Cuando no era su propio enemigo, conseguía una "buena prensa" que era la envidia desesperada de publicistas experimentados. Demasiado frecuentemente murmuraba mentalmente "perros falderos" y estaba satisfecho de dejar que se resolvieran por sí mismas. Uno de los resultados de su viaje a los Estados Unidos y Gran Bretaña fue que Einstein sentía ahora que era una esperanza genuina para reanudar las relaciones científicas entre ambos países y Alemania. Podría argumentarse que la agresión alemana de 1914 y los excesos a que dio lugar habían hecho desaparecer la enfermedad de la política que ahora podría, más madura, y orientada internacionalmente, jugar su papel en la creación de una Europa nueva y mejor. Einstein, el nuevo ciudadano de la República de Weimar realmente lo esperaba así. Francia era diferente, como comprendió cuando a principios de 1922 fue invitado a dar una conferencia en París. La invitación fue primeramente realizada en 1913 cuando los administradores de la Fundación Michonis en el Collège de France le pidieron que sucediera a Lorentz el año siguiente como ponente invitado. Einstein aceptó, pero la visita se canceló con el inicio de la guerra. En esos momentos su viejo amigo Langevin retomó la idea pero rápidamente apareció un impedimento. Muchos científicos franceses sintieron que tal invitación implicaba que su odio hacia los alemanes estaba decreciendo. Protestaron y sus protestas habrían tenido éxito de no ser por el apoyo que Langevin obtuvo de Paul Painlevé, poderoso Ministro de la Guerra pocos años antes y ahora Primer Ministro y Presidente de la Cámara de los Diputados. Painlevé era matemático de profesión, un entusiasta amateur de la relatividad y encantado dio las bendiciones de forma no oficial a la propuesta de Langevin. En Berlín, Einstein inicialmente estaba dubitativo, la idea rebullía en su interior con el deseo de reforzar los lazos de unión entre los científicos alemanes y los de otros países, pero no se hacía ilusiones en cuanto a los sentimientos profundos de resentimiento de los limitados círculos científicos, artísticos y profesionales, y algunas veces en su interior, seguía dividiendo a las gentes de Francia y Alemania. Al principio, de forma provisional rechazó la invitación, entonces la mencionó en una conversación con Walter Rathenau, el Ministro alemán de la Reconstrucción

Rathenau en muchos sentidos era la antítesis de todo lo que Einstein representaba. Un industrial JudíoAlemán que había heredado el control de la gran Allgemeine Elektrizität-Gesellschaft (A.E.G.) y que por dos veces durante la guerra había luchado duro por salvar el Imperio: primero en 1916 cuando reorganizó la economía alemana para contrarrestar los efectos del bloqueo británico; después en 1918 cuando prácticamente en solitario entre los oficiales responsables, propuso un levantamiento en masa para reunirse con la avanzadilla aliada. Con la llegada de la República de Weimar, Rathenau fundó el nuevo Partido Democrático y rápidamente alcanzó el estatus ministerial. La primera vez que coincidió con Einstein fue en casa de un amigo común y Einstein le invitó a su casa de Haberlandstrasse. Su amistad maduró. Einstein estaba preocupado por el efecto que tendría en la posición de los judíos en Alemania la aceptación de una ministerio por parte de Rathenau, quien por su parte estaba interesado en Einstein como único embajador extraoficial. No había duda sobre la notificación que ahora hacía. Einstein escribió a Langevin lo siguiente: "Rathenau me ha dicho que es mi deber aceptar y por tanto acepto". En París había temor de que la visita produjera protestas de los nacionalistas franceses y mientras se iban completando los preparativos para la ocasión, Langevin se cuidó de asegurar un apartamento en el que poder mantener en secreto a su invitado. "Langevin ha conseguido un techo para mi y te dirá dónde es" escribía a su viejo amigo Maurice Solovine que estaba corrigiendo las pruebas de la edición francesa del libro de la relatividad, "pero manténlo en absoluto secreto, de otra forma los días de mi estancia en París van a ser muy agitados". El propio Langevin seguía sin estar seguro de cuándo iba a producirse la recepción y la tarde del 28 de Marzo de 1922 viajó fuera de París a Jeumont en la frontera belga. Fue con él Charles Nordmann, el astrónomo del Observatorio de París quién escribió Einstein y el Universo, publicado en Francia el año anterior, y que fue un clásico menor de descripción popular e interpretación. Nordmann dejó en la Revue des Deux Mondes y L'illustration dos relatos gráficos de la visita. En la estación de la frontera encontraron a su invitado modestamente sentado en el rincón de un compartimento de segunda clase. Nordmann jamás había coincidido con él y está claro, por su relato que quedó enormemente impresionado, no tanto por ser el "creador de mundos", lo cual habría sido suficiente, sino además por su aspecto físico. El sentido de mando de Einstein iba a verse más tarde tan ensombrecido por la imagen del santo de pelo blanco y aparentemente débil, "el Charlie Chaplin con la ceja de Shakespeare", según dijo una vez el New Stateman, que merece la pena recordar cómo era en sus comienzos. Nordmann escribió: "La primera impresión que uno percibe es de sorprendente juventud". Einstein es alto (más de 1 m 76 cm de estatura), de anchas espaldas y ligeramente encorvado. Su cabeza, la cabeza donde el mundo de la ciencia se ha vuelto a crear, atrae inmediatamente y fija la atención. Su cráneo es claramente, y hasta un grado extraordinario, braquicéfalo,

grande en anchura y retrocediendo hacia la nuca sin sobrepasar la vertical. He aquí un ejemplo que revoca las viejas aseveraciones de los frenólogos y de ciertos biólogos referentes a que el genio es prerrogativa de los dolicocéfalos. El cráneo de Einstein me recuerda, sobre todo, al de Renan que era también braquicéfalo. Al igual que el de Renan su frente es amplia, su anchura excepcional y su forma esférica más llamativa que su altura. Unos pocos pliegues horizontales surcan su emotiva cara que a veces atraviesan, en momentos de concentración y meditación, dos profundos surcos verticales que elevan sus cejas. Su complexión es suave, sin pulir, de una cierta tonalidad oscura, brillante. Un pequeño bigote, oscuro y muy corto, decora una boca sensual, muy roja, bastante larga, cuyos extremos se elevan gradualmente en una suave y permanente sonrisa. La nariz, de forma simple y ligeramente aguileña. Bajo sus cejas, cuyas líneas parecen converger hacia la mitad de su frente, aparecen dos ojos muy profundos con una expresión grave y melancólica que contrasta con la sonrisa de su boca. La expresión normalmente es distante como si estuviese fija en el infinito, a veces ligeramente ensombrecida. Esto da a su expresión en general un toque de inspiración y de tristeza que acentúa una vez más las arrugas producidas por la reflexión y que, casi uniéndose con sus párpados, alargan sus ojos, como con un toque de maquillaje. El pelo muy negro, con mechas de plata, despeinado, forma rizos sobre la nuca y las orejas, después de haberse peinado hacia arriba, como una ola congelada sobre la frente. Sobre todo la impresión es de una desconcertante juventud, fuertemente romántica, y en ciertos momentos evocándome la irreprimible imagen de un joven Beethoven, en la que la meditación habría dejado ya su marca, y que una vez habría sido hermosa. Y entonces, de repente, rompe a reir y aparece un estudiante. Es la impresión que recibimos del hombre que con su mente, y nadie antes que él, ha escrutado de forma profunda los sorprendentes enigmas del universo. Los tres hombres emprendieron un viaje de cuatro horas, del que Nordmann recordó algunas observaciones reveladoras. Cuando comenzaron a hablar de problemas cuánticos, Einstein comentó de forma significativa: "Hay un muro ante el cual uno se detiene; las dificultades son terribles; para mí, la teoría de la relatividad fue sólo una especie de respiro que me di durante su examen". Y, señalando que había algo disparatado en ello, prosiguió: "Pero bueno, los físicos están todos un poco locos ¿no?. Pero pasa lo mismo con los caballos de carreras: lo que uno compra lo tiene que vender. Cuando comentaban el interés mundial que sus ideas habían despertado, Einstein comentó, como hacía habitualmente, con sincera sorpresa: "Es increíble". Sobre la oposición a él y a sus ideas en Alemania, comentó, colocando las manos sobre el pecho: "Mientras no se vuelvan violentos, quiero dejar a todo el mundo decir lo que desee, puesto que yo mismo he dicho siempre lo que me apetecía". Y cuando le preguntaron sobre los partidos de izquierdas, dijo, con una amplia sonrisa: "No sé que decir sobre esto ya que creo que la izquierda es 'una cosa

polidimensional'". Era sobre medianoche cuando llegó a la Gare du Nord. Aquí había una fiesta de recepción de periodistas y fotógrafos. Einstein no tenía ningún deseo de encontrarse con ellos; Langevin aún estaba preocupado por las protestas nacionalistas. Así, los dos hombres idearon un plan. Junto con Nordmann abandonaron el tren saliendo del vagón por la parte opuesta a la que daba al andén, cruzaron las vías y desaparecieron por una puerta lateral de un andén más alejado. Entonces, desapercibidos, desparecieron en el Métro. A Einstein le gustó la operación, especialmente al arrancar el Métro por debajo de donde la multitud aún les aguardaba. La tarde del viernes 31 de marzo, le condujeron al Collège de France. Allí, en el recibidor principal, donde Ernest Renan, Henri Bergson y otros gigantes de la fundación francesa habían dado conferencias, explicó el conflicto entre la relatividad clásica y la electrodinámica en un francés muy lento al que su ligero acento añadió un toque de misterio. Langevin se sentó justo detrás, preparado para apuntarle cualquier posible palabra en la que dudase. Madame Curie estaba entre la audiencia. Así como Bergson. Pero la sala no estaba tan llena como se podía esperar. Sólo se habían enviado invitaciones a un restringido número de científicos y estudiantes con especial interés en el tema. El mismo Paul Painlevé estaba de pie en la puerta comprobando las invitaciones formales. Einstein habló a otras audiencias selectas durante los siguientes días, a los departamentosde filosofía y matemáticas del Collège el 6 de abril, en una sesión de la Sociedad Filosófica Francesa en la Sorbona. Langevin seguía estando presente, al igual que Bergson y Painlevé. Su recibimiento fue amable aunque inquisidor,una actitud menos crítica que la de Emile Picard, secretario permanente de la Academia de Ciencias Francesa, a quien se le atribuye haber dicho: "En el tema de la relatividad veo rojo". A Einstein le preguntaban continuamente sobre las implicaciones filosóficas de su teoría. Y en este punto, contestando a una pregunta de Emile Mayerson, cortó finalmente las cadenas que le habían mantenido unido a Mach. "El sistema de Mach estudiaba las relaciones que existen entre los datos de la experiencia", dijo. "Para Mach, la ciencia es la suma total de estas relaciones. Es un punto de vista erróneo; en pocas palabras, lo que Mach creó era un catálogo y no un sistema. Hasta el punto en que Mach era un buen mecánico era un mal filósofo". Algunos vacíos en la bienvenida francesa fueron el resultado de la política tanto como de la ciencia, y la Sociedad de Físicos Francesa, con una actitud tremendamente nacionalista, rehusaron virtualmente el aceptar su presencia en la capital. Las opiniones estaban más repartidas en la Academia, donde un número de amigos defendieron enérgicamente que debería dirigirse a "los inmortales". Pero el hecho de que Alemania todavía no fuera miembro de la Liga de Naciones se había convertido en una barrera. La discusión se dio por terminada cuando treinta miembros anunciaron que abandonarían la habitación tan pronto como entrase Einstein. Al igual que los franceses, la prensa francesa estaba dividida en la forma en cómo habían de ver a los miembros de una nación contra la que habían luchado durante cuatro

largos años. "¿Si un alemán descubriera un remedio contra el cáncer o la tuberculosis", preguntaba un periódico, "habrían esperado estos treinta académicos a que Alemania formase parte de la Liga para que se les aplicase el remedio?". Entre otros que intentaron inducir a sus lectores a la reconciliación estaba el periódico con el titular en grandes letras: "¡Einstein en París! Es la Victoria del Arcángel sobre el Demonio del Abismo". Aún así, el veredicto de la Academia, básicamente un veredicto sobre Alemania, probablemente habría sido apoyado por la mayoría de los franceses. Einstein lo habría entendido aunque no habría estado de acuerdo. Ya que había veces en las que sus percepciones de la raza humana igualaban su genio intuitivo para la ciencia. Sabía que en Francia era sospechoso por tres razones. Era el hombre que había echado todo a rodar, o al menos así lo parecía, y en consecuencia despertó naturalmente el resentimiento de los que creían en las cosas como Dios manda. No sólo era un iconoclasta científico sino además alemán. Para agravar el crimen no sólo era alemán sino que judío alemán.No es sorprendente que sólo recibiera una tibia bienvenida en un país que acababa de perder más de 1.300.000 hombres entre muertos y desaparecidos en manos alemanas y que todavía discutía sobre lo bueno y lo malo del caso Dreyfus. Sin embargo, no era sólo en Francia donde la nueva popularidad de Einstein era menos que entusiasta. Inglaterra le había dado la bienvenida el año anterior, pero ahora The Times, un fiel reflejo de la opinión informada, editaba una editorial enigmática. Comenzaba por citar un comentario de Painlevé en París: "Es necesario un esfuerzo sostenido del cerebro para penetrar en el pensamiento del gran sabio Alemán y para seguir su lógica. Así pues la moda de la sociedad de discutir sobre Einstein entre dos partidas de bridge parece ser una de las cosas más divertidas del mundo". En un tibio intento de acabar con el descenso de Einstein y de la relatividad, el periódico continuaba: "Relatividad es una palabra interesante por sí misma y como expresa justo lo que un numeroso grupo de personas está haciendo siempre, esto es, pensar en todo en términos de otra cosa". Las teorías matemáticas, continuaba, "nunca hacen una gran diferencia práctica, y quizá no deberían; puesto que, debido a la teoría de la relatividad, la manzana ya no cayó más al suelo, y otras numerosas cosas deberían pasar, algunas de ellas peligrosas y Einstein debería llegar a ser tan impopular como ahora es popular". Esto podría no haber sido más que The Times en una mañana ociosa, pero es fácil verlo como una pequeña reprensión al científico que se estaba revelando, ahora que la gente estaba tomando conciencia de él, un interés en los quehaceres públicos inesperado, no bien recibido y ligeramente irregular. Antes de que Einstein abandonase Francia habría de demostrar este interés de manera muy delicada. Durante el viaje a París había confiado a Nordmann que le gustaría ver los campos de batalla y el último día de su visita Nordmann, Solovine y Langevin pasaron a recogerle a las 6:30 por su apartamento. Einstein llevaba la pequeña bolsa de viaje que era todo su equipaje, y el grupo partió hacia el nordeste a lo largo de la línea del avance alemán de 1914. Rápidamente estuvieron entre las ruinas de la guerra, un paisaje de ciudades

arrasadas, sistemas de trincheras y bosques enteros destruidos por fuego de artillería. Se detenían frecuentemente y descendían, Einstein visiblemente estremecido, desconcertado y casi sin poder comprender cómo la guerra podía haber sido así, incluso peor de lo que los propagandistas afirmaban. En un punto, entre granjas devastadas y detrás de árboles secos por el gas, se volvió a sus amigos. "Todos los estudiantes de Alemania deberían venir aquí", dijo, "todos los estudiantes del mundo, así podrían ver lo horrible que es la guerra realmente. La gente a menudo tiene una idea equivocada ya que ésta proviene de los libros. Así la mayoría de los alemanes tienen una idea de los franceses puramente literaria; y muchos hombres tienen una idea de la guerra y de las ruinas que crea igualmente literaria. Cuán necesario es que vinieran y vieran". Fueron a St. Quentin, donde los americanos entraron por primera vez en acción y después a las ruinas de Rheims, Einstein se detenía de vez en cuando con la única palabra "Terrible". En Rheims comieron y aquí les sucedió un incidente extraordinario. En una mesa cercana estaban sentados dos oficiales franceses, inmaculadamente uniformados, y una mujer muy elegantemente vestida. Nordmann se dio cuenta de que parecían haber reconocido a Einstein y entonces confirmaron su identidad enviando un camarero al conductor de Nordmann. Cuando más tarde el grupo de Einstein se levantó para abandonar el restaurante, los oficiales franceses y su acompañante se pusieron en pie, se volvieron hacia Einstein y sin decir una palabra, educadamente saludaron con una inclinación de la cabeza. Desde Rheims condujeron hacia el norte a través de cincuenta millas de devastación y Einstein le dejaron en el tren de Colonia. Cuando se preparaba para salir, agitó su sombrero de ala ancha hacia la frontera alemana: "Les contaré todo lo que he visto a la gente de allí". Volvió a Berlín para encontrarse que durante su ausencia había tenido lugar un pase de la primera "película de relatividad". Hecha por un tal Profesor Nicolai y un tal Herr Kornbaum, consistía en cuatro partes. La primera mostraba el familiar experimento de un objeto cayendo primero desde un coche en movimiento y después desde un coche en reposo; la segunda, las contradicciones encontradas en la aceptada teoría de la luz. La tercera parte trataba de mostrar cómo la relatividad resolvía estos problemas en términos del espacio y del tiempo, mientras que la última trataba sobre la deflexión de la luz de las estrellas revelada por la expedición británica de 1919. La película era ingeniosa, pero daba por hecho que la audiencia tenía un buen conocimiento de física y por tanto no consiguió un completo éxito en un complicado problema. Bastante extraño fue que sólo después de un intervalo de aproximadamente dos meses, Einstein escribió a los periódicos alemanes diciendo que él no había tenido nada que ver en la producción de la película y de hecho pidió a sus autores que utilizasen un título diferente. Pero cruzó el Atlántico y fue entrevistado por Morris Raphael Cohen para la revista Vanity Fair por unos honorarios de 100$, quien había traducido las conferencias de Einstein en el City College de Nueva York [tratado en otra parte]. "Era la única película a la que había ido", escribió más tarde. "A

menudo he expresado mi deseo de ir a otra película del mismo estilo pero no la he encontrado". En la visita a París Einstein recibió numerosas invitaciones, una de las cuales provenía de la Zurich Student Union. "Dígales", escribió a Weyl el 6 de junio, "que, como viejo niño de Zurich, me ha agradado enormemente la invitación. Pero necesito desesperadamente paz y tranquilidad, y lo que yo puedo decir sobre el tema de la física lo pueden, con todo respeto, silbar los pájaros en los tejados, de tal forma que aún me resulta difícil abrir la boca. No me tengáis en cuenta el rechazo de vuestra invitación y no digáis: "Ha podido ir a París pero no venir a vernos". Haber rehusado la invitación de Paris habría sido traicionar los ideales internacionales, a los que la devoción es ahora más necesaria que nunca. Pero no hay necesidad de "reparaciones" en el caso de mis propios compañeros y paisanos, que siempre mantienen su sobriedad, ecuanimidad y tolerancia." Los ideales internacionales continuaron ocupando su tiempo. Algunos franceses, estaba claro después de sus experiencias en París, estaban dispuestos a estrechar su mano en un gesto de reconciliación. Fue con este hecho en mente que el 11 de junio se dirigió a una reunión de la German Peace Federation en el piso del Reichstag. Hizo un llamamiento a la unión europea, lamentó las diferencias creadas por el idioma y dijo que en el futuro los hombres de buena voluntad se preguntarían no "¿Qué puede hacerse por mi país?" sino más bien "¿Qué debe hacer mi país para hacer posible la existencia de la gran entidad? Y continuó expresando las creencias que habría de mantener la siguiente década, hasta que la ascensión de Hitler se los hizo abandonar sumido en la desesperación: "considero que es de extrema importancia que siempre que exista la posibilidad los hombres de idiomas diferentes, de ideas culturales y políticas diferentes se pusieran en contacto rompiendo las fronteras, no con el sentimiento de que algo debe ser exprimido del otro para su beneficio y el de su país, sino con espíritu de buena voluntad que salve las diferencias entre los grupos espirituales de esferas diferentes". Quizá había por fin una posibilidad para construir un mundo nuevo desde el caos de la posguerra. Quizá había más que un rayo de luz de esperanza para Europa. Einstein pensaba eso, y cuando fue invitado por Sir Eric Drummond, Secretario General de la Sociedad de Naciones, para formar parte del nuevo Comité Internacional de Cooperación Internacional, rápidamente aceptó. La República de Weimar estaba todavía amenazada desde dentro, una suspicaz amargura envenenaba todavía las relaciones francoalemanas, y una sensación de caos inminente invadía el mismo Berlín. A pesar de todo, parecía que las fuerzas que defendían la reconstrucción internacional, la lenta y dolorosa empresa de refundir Alemania en un molde menos militar para que pudiera vivir con sus vecinos continentales estaban por fin cobrando fuerza. Entonces, el 24 de junio de 1922, Walter Rathenau fue asesinado por extremistas de derechas cuando salía de su casa en el Grünewlad de Berlín. El asesinato formaba parte

de una conspiración. Previamente ese mismo mes dos nacionalistas habían estado a punto de matar a Herr Scheidemann, antiguo primer ministro y pocos días después de la muerte de Rathenau, unos atacantes hirieron seriamente a otro destacado judío, el publicista Maximilian Harden. Einstein vio el asesinato de Rathenau como símbolo de una marea creciente de anti-semitismo que pronto estaría bañando sus propios pies. Le empujó a la dimisión temporal de comité de la Sociedad y le hizo estar al borde de abandonar Alemania, por segunda vez en menos de dos años. Esta vez, además, tomó la decisión, planeó su retirada y sólo le disuuadieron las súplicas de los funcionarios de la Sociedad en Ginebra para que cambiara de opinión y se quedara en Berlín. Rathenau había llegado a Ministro de Asuntos Exteriores en febrero y había aceptado el puesto a pesar de las advertencias de Einstein. "Lamenté el hecho de que llegara a ministro", escribió. "En vista de la actitud que muchas personas de las clases educadas de Alemania adoptan hacia los judíos siempre he pensado que su conducta natural en público debería ser de orgullosa reserva". En este caso el antisemitismo enseguida se había visto reforzado por algo más. En abril, Rathenau había firmado con éxito el tratado de Rapallo bajo el cual Alemania y Rusia restablecían relaciones diplomáticas, renunciaban a reclamaciones financieras entre ellas y se comprometían a la cooperación económica. Maquinado sin el conocimiento de América, Gran Bretaña o Francia, había sido un presagio de lo que se avecinaba; a muchos en Alemania les había parecido un signo más de que la República de Weimar en general y los judíos en particular estaban bañados por el mismo barniz rojo del comunismo. Así, el asesinato de Rathenau tendió a polarizar las dos fuerzas que ya se disputaban la influencia dentro de la República. El día de su entierro se decretó día de luto oficial y se ordenó que cerraran todas las escuelas, universidades y teatros. Pero en Heidelberg Philipp Lenard dio sus clases ostentosamente como de costumbre. Y en Berlín se rumoreaba que Einstein, el científico judío equivalente al Ministro de Exteriores judío era el siguiente en la lista de los asesinos. Los rumores tenían algún fundamento. Mientras Einstein estaba en Estados Unidos el año anterior a un joven Alemán, Rudolph Leibus se le había acusado en Berlín de ofrecer una recompensa por el asesinato de Einstein, del profesor Foerster y de Harden, sobre la base de que "era un deber patriótico matar a estos líderes del sentimiento pacifista". Hallado culpable, al señor Leibus se le impuso una multa equivalente a $16. Parece improbable que el precio de la incitación al asesinato hubiera subido desde entonces. El propio Einstein no se hacía ilusiones. El 4 de julio escribió a Ginebra dimitiendo de la comisión recientemente formada. [se hablará de ello más tarde]. Al mismo tiempo le explicó a Madame Curie, a quien acababa de recomendar que aceptara, que lo hacía "no sólo a causa de la trágica muerte de Rathenau sino porque en otras ocasiones he observado un fuerte sentimiento de antisemitismo entre la gente a quien se supone que represento; como parece que se han inclinado en conjunto en esa dirección, pienso que ya

no soy la persona adecuada para el trabajo". Sin embargo, esto era sólo el comienzo y dos días más tarde escribió a Max Planck desde Kiel, cancelando una conferencia que tenía planeado pronunciar en la Sociedad de Ciencias Naturales de Berlín. Le habían informado independientemente personas de confianza que sería peligroso para él en el futuro próximo quedarse en Berlín o incluso, aparecer en público en cualquier parte de Alemania, ya que se creía que pertenecía a ese grupo de personas a quien la gente estab planeando asesinar, dijo. Por supuesto, no tengo una prueba palpable de esto, pero en la situación reinante parece bastante plausible. ... El problema es que los periódicos han mencionado mi nombre demasiado a menudo y así han movilizado a las masas en mi contra. No tengo más alternativa que tener paciencia y abandonar la ciudad. Madame Curie le escribió rogándole que siguiera en la comisión de la Sociedad, diciendo que ésta habría sido la respuesta de Rathenau. Einstein respondió el 11 de julio que ella no entendía la situación en Alemania y añadió que era completamente imposible para un judío servir a la vez a la intelectualidad alemana y a la internacional. Luego continuó. "Acepto todas las consecuencias de esta situación sine ira et studio", dijo, "y he decidido dejar tan discretamente como sea posible tanto mi puesto en la Academia como el de director del Instituto de Física del Kaiser Guillermo y luego instalarme en algún sitio como un individuo desapercibido. En cualquier caso no puedo seguir en Berlín cuando ya mi vida ha sido amenazada por los ultranacionalistas. Desde luego es difícil probar si estas amenazas son reales. En cualquier caso lo tomaré como excusa para alejarme del turbulento Berlín a algún sitio tranquilo donde pueda trabajar. Las condiciones materiales han hecho que eso sea aquí imposible". Cinco días más tarde escribió a Solovine: "aquí, desde el terrible asesinato de Rathenau uno vive días de tensión. Yo, por mi parte, estoy siempre alerta. He dejado mis clases y oficialmente estoy ausente, aunque de hecho siempre estoy aquí. El antisemitismo es muy fuerte". A mediados de julio de 1922 Einstein estaba por tanto una vez más resignado a ser expulsado de Alemania. Había vivido allí ocho años, más que en ningún otro sitio desde su juventud. Ahora una vez más se mudaría. Qué poco le preocupaba esto en aquella época se puede ver en una carta escrita dos años antes a Max Born que le había pedido consejo para marcharse a Göttingen. "Después de todo no es tan importante dóndo vives", había dicho. "Lo mejor es seguir a tu corazón, sin pensar mucho. Por otra parte, como hombre que no tiene raíces en ningún sitio, no me siento capacitado para dar consejo. Las cenizas de mi padre reposan en Milán. Enterré a mi madre aquí hace pocos días. Yo mismo he estado viajando constantemente, forastero en todas partes. Mis hijos están en Suiza en condiciones que me suponen una aventura complicada si

los quiero ver. Un hombre como yo considera un ideal estar en casa en algún sitio con sus seres queridos; no tiene derecho a aconsejarte en este asunto". Ahora, como en 1919 y 1920, sólo en el último momento le disuadieron para que no se marchara: posiblemente a Holanda, posiblemente a Suiza. Sin embargo, al final fue disuadido por Pierre Comert de la Sociedad de Naciones, que apeló a él prácticamente con el mismo argumento de Madame Curie: dejar Alemania ahora sería abandonar el barco. Ciertamente se dieron algunas razones para la confianza al mes siguiente en la reunión del centenario de Gesellschaft Deutscher Naturforscher und Ärzte en Leipzig. Einstein todavía ansioso de no ser un objetivo demasiado fácil para los antisemitas, se había negado a asistir como orador principal. Pero las autoridades habían insistido en hacer de la relatividad uno de los temas importantes y se planearon conferencias sobre ella a cargo de von Laue y otros. En cuanto se conoció esto, los antiguos miembros de la "Compañía Antirelatividad" entraron en acción, preparando un panfleto que fue enviado a los periódicos y distribuido en Leipzig cuando se inauguró la conferencia. "Los abajo firmantes", decía, "consideran irreconciliable con la seriedad y dignidad de la ciencia alemana que una teoría, muy expuesta a ataques, sea transmitida prematura y vulgarmente al mundo profano y que la Sociedad de Científicos y Físicos Alemanes sea utilizada para apoyar unos intentos semjantes". Pero "los abajo firmantes" era un grupo aún menos impresionante que el que se había reunido en Bad Nauheim el año anterior. Parecía como si la columna de la antirrelatividad en el edificio de los antisemitas se estuviera derrumbando. Sin embargo, esta vez Einstein estaba suficientemente alerta para darse cuenta de que la situación podía cambiar una vez más tan rápidamente y de forma tan significativa. Quedaban dudas bajo su valiente comportamiento frente a los acontecimientos, aunque en el otoño de 1922 se le ortorgó un reconocimiento que muchos creían que debería haber recibido antes, el Premio Nobel de Física. Sin embargo, en el caso de la física se podría afirmar más que en ninguna otra disciplina en las que se otorga el premio: química, fisiología o medicina, literatura y paz, que tiene que pasar un tiempo considerable antes de que los logros puedan ser evaluados en su justa medida. Así, hasta 1947, Appleton no recibió el premio por sus investigaciones sobre la ionosfera desarrolladas en 1924 y 1925 y no fue hasta 1951 cuando a Crockcroft y Walton se les concedió el premio por su desintegración del núcleo en 1932. En el caso de Einstein, influyeron otros factores. Si uno de ellos fue la polémica sobre la Relatividad General que aún perduraba, es una pregunta cuya respuesta quedará para siempre en el seno de la Academia de Ciencias Sueca. No obstante, no hacía falta recurrir a la Teoría General puesto que los trabajos anteriores de Einstein eran conocidos. Pero aquí, a los miembros de la Academia les disuadía una redacción de su mandato que les habría intranquilizado aún más en el caso de haber considerado la Teoría Especial la base de la concesión. Ya que, cuando Alfred Nobel delineó las bases sobre las que se concedería el premio de física, estipuló que debería ser por un

"descubrimiento"; aún más, debería ser uno del que la humanidad hubiera obtenido gran utilidad. Ahora bien, era discutible que la Teoría Especial fuera, estrictamente, siquiera un descubrimiento; y aunque lo fuera, aún era difícil defender que a principios de los años 20 la humanidad hubiera obtenido de ella gran utilidad. La Relatividad ya era una herramienta cotidiana en los laboratorios donde se estaban estudiando las partículas subatómicas, pero ésta no era la intención de Nobel. En cualquier caso, en el otoño de 1922, la Academia decidió que podía efectuar la concesión y sin embargo esquivar los espinosos asuntos de la Relatividad. El premio se otorgó "independientemente del valor que con el tiempo se pueda dar a sus teorías de la relatividad y la gravedad, si se confirman, por su descubrimiento de la ley del efecto fotoeléctrico. Así se cubrían las espaldas; ya que la ley fotoeléctrica no era sólo un descubrimiento que desvelaba la relación cuantitativa entre la luz y la emisión de electrones, sino que ya a principios de los años 20 se estaba utilizando en la práctica. El anuncio provocó una reacción que apenas sorprendió a nadie: Lenard escribió una amarga carta a la Academia Sueca acusándola de intentar restablecer el prestigio de Einstein sin comprometerse al apoyo de la relatividad. Pero la concesión también tuvo una consecuencia más significativa. Esta fue una afligida petición de los embajadores suizo y alemán en Estocolmo ya que ambos querían reclamar a Einstein como propio. El resultado fue una mezcla de patetismo y farsa no carente de interés internacional; ya que de la respuesta a esta cuestión dependía el país cuyo embajador aparecería con Einstein en la sofisticada ceremonia del Premio Nobel y en banquete de Estado que el Rey de Suecia ofrecía cada año en honor de los ganadores del premio. Einstein viajaba con pasaporte suizo, un hecho que el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán hizo saber inmediatamente al embajador alemán, Herr Nadolny, pero al que Nadolny, en su papel de diplomático profesional no dio excesiva importancia. Parece que tenía justificación. Ya que cuando telegrafió una consulta a la Academia de Ciencias de Berlín, a primeros de Diciembre, recibió la respuesta inmediatamente: "Einstein ist Reichdeutscher". "El embajador suizo se quedó sorprendido cuando se lo conté", escribiría Nadolny más tarde. "Sin embargo, cuando le describí el telegrama, se tranquilizó y aceptó la situación con el comentario de que a Einstein en general se le tomaba por alemán y probablemente entonces deseaba que se le considerase alemán. Nadolny, por su parte, fue igualmente generoso, sugiriendo a Berlín que se debería destacar en cualquier anuncio a la prensa la parte suiza de la vida y del trabajo de Eintein, y proponiendo más tarde que el embajador suizo podría, "como merecida cortesía", ser invitado al discurso Nobel que Einstein pronunciaría en Estocolmo. El resultado fue de hecho un compromiso. El propio Einstein no pudo recoger el galardón personalmente, por estar fuera de Europa el 11 de diciembre, aniversario de la muerte de Nobel en el que se entregan los premios. Esta afortunada coincidencia permitió tanto a los alemanes como a los suizos participar en el acto. Puesto que en Estocolmo el premio fue recogido por el embajador alemán en nombre de Einstein, pero en Berlín se le entregó, a petición propia,

no por el embajador sueco en Alemania sino por el suizo. En cualquier caso, en los archivos del Nobel, Einstein figuró como "alemán". Una consecuencia del embrollo fue que la Academia de Berlín recibió instrucciones del ministro alemán de Ciencia, Arte y Educación Popular para aclarar de una vez por todas el dilema de la nacionalidad de Einstein. Su informe, hecho el 13 de enero de 1923, simplemente declaraba que, puesto que todos los funcionarios debían ser alemanes y Einstein se había convertido en funcionario en 1914 "debía concluirse" que era alemán, "aunque no la poseyera (la nacionalidad alemana) de nacimiento". Su anterior nacionalidad suiza no era pertinente, concluyó, y la Academia, por tanto consideró a su hombre "principalmente Reichsdeutscher", siendo el "principalmente" un calificativo que pudo haberse colado en la discusión bien por precaución o por la imposibilidad de hallar la documentación de nacimiento. Este, sin embargo, no fue el fin del asunto. Cuando Einstein regresó a Alemania a principios de 1923, la Academia le pidió que diera su punto de vista personal. "Con referencia a su carta del 15 de febrero", contestó el 24 de marzo de 1923, "permítame informarle de lo siguiente. Cuando se estaba considerando mi nombramiento para la Academia, mi colega Haber me informó de que mi nombramiento tendría la consecuencia de convertirme en ciudadano prusiano. Dado que consideraba importante conservar mi nacionalidad (suiza), acepté el posible nombramiento con esta condición, que fue aceptada. No tengo ninguna duda de que esto puede ser confirmado por los documentos del ministerio. Además, sé que estos hechos son bien conocidos por mis colegas Haber y Nernst". Sin embargo, la burocracia alemana no le iba a dejar escapar fácilmente, lo que se vio confirmado por el cónsul general de Alemania en Barcelona que informó a Berlín después de la visita de Einstein en 1923 (que se detalla aparte): "En conjunto, la visita de Einstein,que sin embargo, siempre figura como alemán, no como suizo, puede considerarse un completo éxito, tanto para él como para la ciencia alemana y para las relaciones culturales hispano-germanas". El 14 de mayo de 1923, el ministro escribió a Einstein declarando que no había nada en los archivos en relación con su nacionalidad y aconsejándole que si quería resolver el asunto de una vez por todas, debería ponerse en contacto con un alto funcionario, el Dr, Von Rothenburg. La entrevista tuvo lugar seis meses más tarde. Su resultado fue una declaración de Einstein fechada el 7 de febrero de 1924. En ella dice que el alto funcionario había defendido firmemente la opinión de que él, Einstein, adquirió los derechos de ciudadano prusiano con el nombramiento para la Academia ya que no podía obtenerse ninguna otra conclusión de los documentos. Así continuó el tema hasta que nueve años más tarde, Einstein entregó su pasaporte en la embajada alemana de Bruselas y abandonó suelo alemán por última vez. Los documentos pudieron haber sido destruidos. Los

funcionarios de 1923 podían haber estado excesivamente interesados en declarar que Einstein había sido alemán desde 1914. Pero parece curioso que el juramento a Weimar en 1920 y a Prusia en 1921, una pequeña "locura" típica de él, no se hubieran mencionado durante esta disputa. En cualquier caso, no puede dudarse del apasionado desagrado que a Einstein le producía volver a ser alemán en 1914 ni su igualmente apasionado cambio de lealtad que siguió al nacimiento de la República. Hay una explicación que concuerda con los datos conocidos. Es concebible que Planck y Nernst, a pesar de sus buenas intenciones en 1913, fueran incapaces de evitar el alistamiento automático de Einstein en calidad de alemán huido. También era suizo; tenía su pasaporte suizo. ¿Por qué habrían de molestarle contándole la verdad, que técnicamente también era, necesariamente según la nueva ley de junio de 1913, de nuevo hijo de la Madre Patria? Cuando en la euforia de Weimar, quiso hacerse alemán, Planck y Nernst a duras penas iban a poder disuadirle con el argumento de que ya era alemán, y dadas las circunstancias, habría sido natural por su parte apoyar la mera formalidad que no alteraba su estatus pero que recordó como "una de las pequeñas locuras" de su vida. Planck y Nernst pudieron ya quedarse con las conciencias tranquilas: si no era exactamente cierto que dos equivocaciones hubieran producido en este caso un acierto, al menos, se habían combinado dos malos entendidos para producir el resultado deseado y Einstein podría viajar por el mundo como un embajador alemán oficioso, lo que parecía satisfacer a todas las partes. El dinero del Premio Nobel fue para Mileva. Esto lo desconocían aun los amigos más cercanos de Einstein y Lorentz escribía con satisfacción que, además del honor, había "una parte material del Premio Nobel y confío que ésta aliviará las preocupaciones de tu vida cotidiana". Por estas fechas, su situación financiera era más reconfortante. Llovían las solicitudes para pronunciar conferencias y fue la aceptación de una de éstas , organizada por "un astuto editor de una consolidada publicación" en Japón lo que le había sacado del país durante la ceremonia del Nobel. La aceptación de la invitación japonesa fue en gran medida un salto al vacío y tanto las breves notas en su diario como las referencias indirectas en varias entrevistas periodísticas dan a entender que en realidad resultó ser una experiencia decepcionante, aunque le agradaron los japoneses, a los que encontró sencillos y amables. Poco más podía haberse esperado. Le habían invitado a dar conferencias de un extremo a otro del país, con todos los gastos pagados; no debería haberle sorprendido que le intentaran exprimir al máximo. Como era previsible, le impresionaron las condiciones al este de Suez. Así, después de su llegada a Colombo, a finales de octubre de 1922, observó: "Ibamos en pequeños carruajes de una plaza arrastrados al trote por hombres de fuerza hercúlea aunque de constitución delicada. Me avergonzaba amargamente compartir la responsabilidad en el trato abominable a otros seres humanos pero no podía hacer nada al respecto". Desde Ceilán él y Elsa viajaron a Shanghai. Aquí fueron recibidos por las notas del "Deutschland, Deutschland über Alles", cantado por los miembros de la colonia alemana de la ciudad y que

despertó emociones encontradas en el corazón germanosuizo de Einstein. Llegaron a Japón a mediados de noviembre. Dio una conferencia de prensa en el Hotel Imperial de Tokio y luego se preparó para su primera conferencia. Esta debía pronunciarse en el aula principal de la Universidad de Tokyo y , a la hora a la que se le esperaba, según informó el Japan Weekly Chronicle, "el aula estaba repleta de eruditos, profesores y estudiantes. También había algunas mujeres". Así mismo allí estaba Yamamoto Sanehiko, el propietario del periódico Kaizosha. Einstein comenzó a hablar a la 1:30 p.m. y continuó durante tres horas, un esfuerzo formidable aun contando el tiempo de la traducción. Después de esto hubo un descanso de una hora, supuestamente para lo que podíamos llamar un ligero refrigerio. A las 5:30 estaba de nuevo en el estrado. Empezó donde lo había dejado, aparentemente encantado de tener unos oyentes tan atentos y continuó durante otras tres horas. "El público", se comentó, "estaba estupefacto ante ése aguante". Fue un comienzo prometedor de lo que en conjunto fue una gira poco satisfactoria. Los Einstein fueron presentados al Emperador a y la Emperatriz, un honor singular, y Einstein más tarde recordaba que había hablado con la emperatriz en francés. Asistieron a la Fiesta del Crisantemo en los Jardines Imperiales y hubo numerosas recepciones más antes del inicio del mes de gira. Los públicos a los que se dirigía ahora eran menos serios que el de Tokyo, y les atraía tanto su nombre como el sentido casi místico que la relatividad había asumido para los japoneses. No todo el mundo dio la bienvenida a su nuevo estatus. "La excesiva confianza en la ciencia y el desprecio de la fe han ocasionado un desastre en el último siglo aproximadamente", observaba el Japan Weekly Chronicle. "Es triste constatar que los japoneses estén, a pesar de todo, tan entusiasmados con una nueva teoría científica". A Einstein, "entusiasmados" le habría parecido una infravaloración ya que se le organizaron desfiles por todo Japón, una rareza científica para contemplar, además de para escuchar. En vista del tiempo que llevaba la traducción, redujo su conferencia original, para tener que recuperar su duración inicial cuando se le comunicó que había ofendido gravemente a sus anfitriones al ofrecerles menos que en Tokyo. Sus reacciones pueden evaluarse por un reportaje del Japan Weekly Chronicle, cuyo corresponsal observó que la gira estaba "pesándole bastante". Einstein también había mostrado, continuaba, "un gran desagrado por el estilo popular de conferencias, con mucha publicidad y abarrotadas de gente simplemente curiosa por pagar la entrada para ver la última atracción. El había esperado que el auditorio estaría formado exclusivamente por estudiantes de física curiosos". Su impacto puede estimarse no sólo por el recibimiento sino por los niveles a los que la relatividad parecía haberse discutido. Una reseña, publicada en el Manichi y transcrita en inglés en el Japan Weekly Chronicle, no tiene que ser tomada al pie de la letra, pero indica la importancia nacional que se otorgó en Japón a una teoría que sólo una mínima parte de la población podía entender. El artículo describía una discusión "de naturaleza bastante poco frecuente" en el Consejo de Ministros: "Uno de los ministros preguntó si la gente de la calle entendería las

conferencias del profesor Einstein sobre la Teoría de la Relatividad", comenzaba. El Sr. Kamada, Ministro de Educación, dijo un poco temerariamente que por supuesto que sí. El Dr. Okano, Ministro de Justicia, contradijo al Sr. Kamada, diciendo que nunca las entenderían. El Sr. Arai, Ministro de Agricultura y Comercio, sintió pena por el Sr. Kamada, así que dijo que quizá las entenderían superficialmente. El tozudo Ministro de Justicia insistió en que no podía haber término medio entre entender y no entender. Si entendían, entendían con claridad. Si no entendían, no entendían nada de nada. El ambiente se podía cortar con un cuchillo. El Sr. Baba, el diplomático director de la Oficina de Legislación, dijo que podrían entender si se esforzaban. Sus esfuerzos serían inútiles, insistió el Ministro de Justicia. El mismo había encargado un libro sobre la teoría de la relatividad cuando la teoría se presentó en Japón el año anterior y había intentado estudiarla. En la primera página encontró matemáticas superiores y tuvo que cerrar el libro por el momento. Cuando los miembros de la Academia Imperial fueron invitados a cenar al palacio de Hama, había mencionado el problema al Dr. Tanakadate Aikitsu, que estaba sentado a su lado. El Dr. Fujisawa Rikitaio (una autoridad en matemáticas), que escuchó su conversación, dijo que en América estaban recogiendo explicaciones populares de la teoría, ofreciendo un premio formidable. Estando así las cosas, dijo el Dr. Fujisawa, era más sensato no comenzar el estudio inmediatamente. El apoyaba la opinión del Dr. Okano. Tras escuchar esta detallada explicación, el Sr. Baba, director de la Oficina de Legislación, decidió renunciar a Einstein por el momento. El resto de la población no se comportaba de igual manera y a finales de diciembre, Einstein agradecía embarcar para Europa. A pesar de todo, tenía una buena opinión de la gente; "Japón es maravilloso", escribió a su amigo Solevine a su regreso a Berlín. "Bellas maneras, interés por todo, toque artístico y candor intelectual unido a sentido común. Un pueblo refinado en un país pintoresco". En el camino a casa visitó Palestina, inaugurando allí la Universidad Hebrea, cuya primera piedra se había puesto en el monte Escopo unos cinco años antes (se detallará aparte). Luego, él y su mujer embarcaron hacia Marsella, viajando desde el puerto a Madrid donde, durante su ausencia de Europa, se habían completado los preparativos de lo que iba a ser otra gira triunfal. A la conferencia que Einstein dio en la Academia de Ciencias en Madrid, antes de ser elegido miembro, asistió el rey Alfonso XIII. El rector de la Universidad de Madrid propuso que no sólo el doctor sino también Frau Einstein debería recibir el diploma de doctor honoris causa. Y el Ministro español de Educación le ofreció una casa, en nombre de la nación española, en el caso de que las condiciones en Alemania "dificultaran la tranquila continuación de sus estudios intelectuales". Allí, las opiniones continuaron divididas; el lobby antisemita continuó haciéndose oir pero en Ulm los concejales decidieron el 20 de marzo que una nueva calle se llamase Einsteinstrasse. En España sólo hubo un atisbo de conflicto. Antes de

llegar a Madrid, Einstein pronunció una conferencia en Barcelona y aquí asistió a una reunión de sindicalistas locales, trabajadores dedicados a hacerse con el control de la industria mediante la acción directa. Lo que les dijo exactamente no está claro, pero The Times, considerablemente veraz en esos asuntos, le citó dirigiéndose a ellos con las palabras: "Yo también soy un revolucionario, aunque sólo científico. Las revoluciones de las que me habláis parecen tener más de estúpidas que de perversas. Sólo veis el lado malo de las cosas. Hay también un lado bueno". Esto parece bastante inofensivo, pero los periódicos españoles de izquierda pudieron haber adornado sus historias y Einstein se vio obligado a afirmar que las crónicas de esa reunión "no reflejaban correctamente lo que había dicho", una frase elegante que, según informaba The Times desde Madrid, "disipaba así la impresión bastante penosa que habían causado aquí en determinados círculos las palabras que se le atribuyeron". Einstein regresó a Berlín pocas semanas antes de que un anuncio en Washington diera apoyo adicional a la Teoría General. El anterior mes de septiembre había habido otro eclipse total de sol, visible en una estrecha franja que se extendía desde Somalia a Australia por todo el Océano Indico, y se habían enviado numerosas expediciones para recoger pruebas adicionales a favor o en contra de la teoría. Un grupo del Observatorio de Greenwinch y una expedición germano-holandesa, el contingente alemán dirigido por Freundlich con equipo especial preparado en el Observatorio de Potsdam, habían ido a la Isla de Pascua en el Pacífico. Desde Sidney, se había desplazado un fototelescopio a Cunnamulla en Queensland, y el gobierno de Nueva Gales del Sur había enviado una expedición a Cordillo Downs, en el interior de Australia, a donde se había trasladado un telescopio desmontado más de 160 kilómetros a lomos de camellos desde la estación de ferrocarril. Además, astrónomos australianos, canadienses y americanos habían instalado sus instrumentos cerca de Broome en la costa noroeste de Australia, estando el profesor W.W. Campbell, del Observatorio Lick. Como en 1919, los observadores estaban a merced del tiempo. Esta vez, en cambio, se había eliminado una pequeña fuente de posibles errores. En 1919, la luz del sol y de las estrellas próximas a él se había captado con espejos cuyas pequeñas distorsiones complicaron los cálculos resultantes; en la mayoría de los instrumentos que se usaban esta vez, la luz era captada directamente por los objetivos de los telescopios. Se habían incorporado otros refinamientos al equipo y todo el mundo reconocía, como escribió The Times el 21 de septiembre de 1922 que "si la esperada verificación ha tenido lugar esta mañana, habría que admitir que las observaciones humanas del universo pueden conciliarse con una teoría de la que se han excluido el espacio absoluto y el tiempo absoluto, aunque actualmente no son conciliables con una teoría basada en estos conceptos newtonianos". Siete mese más tarde, se reveló que la verificación había tenido lugar. Algunos equipos se habían visto frustrados por el mal tiempo pero el grupo del profesor Campbell había encontrado condiciones casi perfectas. Se fotografiaron cientos de imágenes de estrellas en sus cuatro fototelescopios especiales y muchas de ellas, mostradas en

diez placas, se habían seleccionado para el cálculo y la verificación. Y, el 12 de Abril de 1923, Campbell informó de que las fotografías tomadas el 21 de septiembre y comparadas con las tomadas en Tahití tres meses antes del eclipse, mostraban una concordancia con las predicciones de Einstein "tan exacta como pudiera soñar el más ardiente defensor de la teoría de la relatividad". La tarde siguiente, Eddington presentó los resultados de la expedición Lick a sus compañeros astrónomos en Burlington House, recordando las dos expediciones de 1919 y añadiendo: "Creo que fue el Campanero de 'The Hunting of the Snark' el que fijó la regla: 'Cuando lo digo tres veces, es correcto' (sic). Las estrellas lo han dicho ya tres veces a tres expediciones distintas y yo estoy convencido de que su respuesta es correcta". No todo el mundo estaba satisfecho. "Es un interesante comentario sobre la reticencia de muchos destacados hombres de ciencia a aceptar la teoría de la relatividad", dice el biógrafo de Eddington, "que cuando a Campbell se le preguntó qué preveía sobre las placas del eclipse, contestó: 'Esperaba que no fuera cierta'. Sin duda, algunos colegas de la Royal Society e incluso unos pocos de la Royal Astronomical Society tenían los mismos sentimientos. A pesar de que la expedición Lick proporcionó la tercera prueba de que "la luz no viaja en línea recta" cuando se ve afectada por la gravedad, las dudas conservativas se justificaron hasta cierto punto por acontecimientos posteriores. Ya que, a medida que el avance tecnológico hizo posible la obtención de resultados más precisos, continuó la especulación sobre la cantidad de reflexión producida; y treinta años más tarde podía afirmarse que era "todavía controvertido, al menos en lo que respecta a la magnitud". De vuelta en Alemania, Einstein debió pensar que sus viajes se habían terminado por el momento. Sus temores del verano anterior se estaban evaporando y en aquel momento estaba deseando continuar su trabajo en Berlín con tranquilidad. Un aviso bien pudo ser la extraordinaria historia de su supuesto "viaje a Rusia". En el Deutsche Allgemeine Zeitung del 15 de septiembre de 1923 apareció la noticia de que se esperaba a Einstein en Moscú a finales de mes. El seis de octubre, el Berliner Tageblatt recogió la historia con un anuncio de que había partido hacia la capital rusa, mientras que el 27 de octubre, el nacionalista Berliner Borsenzeitung citó informaciones rusas de que Einstein "llegaría a San Petersburgo el 28 de octubre y hablará sobre la teoría de la relatividad a un grupo de trabajadores científicos capacitados". Para no ser menos, el Kieler Zeitung informó el 2 de noviembre que: "Einstein permanecerá en San Petersburgo tres días". Con una avalancha tal de evidencia circunstancial, sus compatriotas tenían justificación para pensar que había estado en Rusia, aunque las fechas y los detalles quizá no fueran correctos. De hecho, nunca estuvo en el país. La historia fue simplemente otro paso en la campaña anti-semita, antirelatividad, siempre dispuesta a colgar a sus enemigos el sambenito comunista. Aún así, el bulo, perjudicial para Einstein en un época en la que muchos todavía consideraban una traición la reanudación de relaciones de la República de Weimar con

Rusia, recibió credibilidad debido a sus propias actuaciones. Ya que, no sólo mantenía relaciones relativamente amistosas con Georgÿ Tschisherrin, el comisario popular ruso de asuntos exteriores en Berlín, sino que al menos en una ocasión fue utilizado como intermediario por el líder sionista, Kurt Blumenfeld, en un esfuerzo para aliviar las condiciones de los judíos en Rusia. El mismo Blumenfeld ha contado la historia, revelando cómo un día conoció a un judío de Europa de Este que había estado siguiendo de cerca las actividades sionistas. "Habéis ganado a Einstein para la causa sionista", dijo este hombre. "Tschisherrin siente el mayor respeto por Einstein, con quien ha hablado a menudo. Consigue que te presente a Tschisherrin; si te reúnes a solas con él con Einstein, entonces de ahí puede salir algo". Blumenfeld recuerda que le mencionó el tema a Einstein, que inmediatamente, se fue al teléfono, diciendo: "Esta conversación puede ser verdaderamente interesante". Pocos días después los dos hombres visitaron la embajada soviética y el embajador comentó pocos minutos después de la reunión: "Sé lo que tenéis en la cabeza". La reunión fue larga y sin resultados concretos. Tschisherrin estaba dispuesto a aceptar que se pudiera autorizar el traslado de pequeños grupos de judíos rusos a Palestina pero "la emigración masiva no puede ni plantearse: choca frontalmente con el sistema soviético". Einstein deseaba realmente interceder ante los rusos si hubiera posibilidades de que esto ayudara a la causa del sionismo. Con el mismo deseo habría intercedido ante el diablo si hubiera visto alguna esperanza de éxito. Pero no estaba acostumbrado a darse cabezazos contra las paredes. A primeros de Noviembre, se vio súbitamente devuelto a la realidad de su situación en Alemania y del peligro que corría cualquiera que confraternizara con los comunistas. En los primeros días del mes, le visitó un destacado líder judío que parece haberle advertido que su vida corría peligro. Lo que no sabía era lo seria que era la amenaza. Pero el 7 de noviembre, Einstein le escribió a Planck una carta, de la que no se conserva copia, diciendo que abandonaba el país durante unos días y anulando una cita para cenar con Planck en la Haberlandstrasse para la tarde del día nueve. Planck no llegó a recibir la carta y llegó a casa de Einstein el día nueve, donde fue recibido por Elsa con las noticias de la súbita partida de su marido hacia Leiden. Ambos tenían buenas razones para alarmarse. Ya que entre que Einstein escribió la carta el día siete y la llegada de Planck a la Haberlandstrasse, los nacionalsocialistas, liderados por Hitler y apoyados por el general Ludendorff, habían iniciado su intento de hacerse con el gobierno de Baviera en Munich como preludio de su marcha hacia Berlín. Había habido lucha durante el día y no estaba claro lo que iba a ocurrir. La huida de Einstein realmente no tenía relación con el golpe de Munich. Era, más bien un indicio del clima antisemita de la época, pero la noche del día nueve mal pudo parecer una coincidencia. El levantamiento fue sofocado y el 10 de noviembre, Planck escribió a Einstein en Leiden, suplicándole una vez más que no aceptara ninguna de las ofertas que sin duda le harían. No hay pruebas en absoluto de que Einstein tuviera miedo por su persona; más bien al contrario. Pero quería

proseguir con su trabajo, sabía que habría pocas posibilidades para ello bajo un gobierno nacional socialista y era propio de su forma de ser que buscara la protección de Leiden hasta que supo que el golpe había sido aplastado. Del mismo modo que era propio de Planck escribirle en nombre de la ciencia alemana y suplicarle que regresara. Regresó. No volvió exactamente a causa de la llamada de Planck; a pesar de lo mucho que respetaba el genio científico del anciano, Einstein siempre fue a su aire. No volvió por por Elsa y la comodidad del hogar de la Haberlandstrasse. En 1923, como en 1914, Berlín todavía proporcionaba, mientras durase la República de Weimar, el clima intelectual en el que mejor podía proseguir su trabajo. PARTE CUATRO LA ERA DE EINSTEIN CAPITULO 12 UNTER DEN LINDEN Einstein regresó de Holanda a Berlín hacia finales de noviembre de 1923. Durante la década siguiente, la ciudad fue su base para una etapa central de consolidación en su vida. Pero lo que se consolidó fue no sólo el físico de reputación internacional, el hombre que había mostrado que el universo estaba construido de forma diferente de las ideas generalmente aceptadas. El científico despistado que volvía sus enormes ojos luminosos y curiosos a los visitantes, que se comportaba a veces con una sencillez infantil casi estudiada, más un actor en el papel de Einstein que el hombre mismo, todo esto era sólo una faceta. Esta se completaba con otra, con el hombre a quien el Presidente de Estados Unidos y el Emperador de Japón se sintieron honrados de conocer, el ganador del Premio Nobel convencido para ayudar a la Sociedad de Naciones, el físico cuya opinión consultaban continuamente los más importantes líderes judíos. Es más, este suabo, cuyos triunfos en el campo del pensamiento abstracto le habían granjeado la fama de un oráculo y la veneración que le acompañaba, había decidido durante la transformación utilizar la reputación que la fortuna le había deparado inesperadamente. Haría campaña junto a los sionistas a favor de una patria judía en Palestina y ayudaría a construir una nueva Europa, aunque le parecía difícil decidir si debería construirse sobre la buena voluntad pacifista y desarmada o bajo el paraguas de las armas internacionales. Con estas ambiciones políticas, habría sido completamente natural que Einstein hubiera ejercido una considerable influencia más allá de su especialidad en la década que comenzó en 1924. Muchos físicos lo hicieron. El gobierno británico consideraba algo natural consultar a Rutherford sobre cualquier cuestión relacionada con la ciencia. Allí estaban Madame Curie y el profesor Langevin en Francia, Lorentz en Holanda. Edward Appleton, pionero en la ionosfera, metía baza en innumerables gobiernos. Lindemann se convirtió más tarde, igual que Lord Cherwell, en una de las figuras político, científicas más influyentes y polémicas de su tiempo. En cambio, Einstein

se movió en todo este periodo a un nivel muy distinto y con resultados muy diferentes. Su nombre no tenía precio a la hora de trasvasar dinero de los ricos judíos a los fondos sionistas. Su nombre en los manifiestos pacifistas era siempre una señal de intenciones honestas y de considerable valor publicitario hasta que apareció la ley de los rendimientos decrecientes. Pero durante los años de entreguerras, el efecto de sus esfuerzos en esos campos fue, en muchos aspectos, tan contraproducente como ilimitado era su entusiasmo. Las razones no hay que achacarlas enteramente al hecho de que, trabajando como judío en Alemania, se encontraba un poco como un pez fuera del agua; otros judíos en otros campos guiaron a la opinión por el camino que les interesaba hasta que los nazis llegaron al poder. Las mismas cualidades que hacían de él un genio le obstaculizaban en todos los esfuerzos para hacer realidad sus buenas intenciones. En primer lugar, y de una importancia abrumadora, estaba su determinación de dedicar todo el tiempo posible a descubrir cómo estaba constituido el mundo físico. Quería ayudar a los judíos y quería ayudar a mantener la paz en el mundo. Pero siempre que estaba a punto de comprometerse demasiado, aparecía algún nuevo misterio del universo que requería su atención. Kurt Blumenfeld, que reclutó a Einstein para la causa sionista, astutamente le comentó a Weizmann sobre él que "el sionismo y Palestina son solo preocupaciones secundarias"; y en 1923, el propio Einstein reveló su punto de vista sobre las prioridades cuando le dijo a Weizmann que prestaría su nombre y hablaría con gente en Berlín pero no "viajaría por ahí o visitaría congresos ya que para conservar mis derechos como pensador, tengo que estar tranquilo para trabajar". Tampoco puede ponerse en duda su dedicación a la causa pacifista entre 1919 y 1933. Pero su entusiasmo tenía que luchar continuamente con el hecho de que había artículos científicos que escribir o leer, y hombres como Planck o Sommerfeld o von Laue con quien discutirlos. Así pues, se veía obligado a descuidar sus deberes, a escatimar su habilidad en un juego que la requería continuamente. Unido a esta tendencia a prestar a los asuntos científicos menos atención que la que requería su entusiasmo, había una antipatía hacia los formalismos que se exigían a los que intentan influir en otros, y un desprecio por los malabarismos mentales que a menudo se requieren. Einstein despreciaba la meticulosa adulación de hombres y mujeres para fines particulares, el equilibrio de intereses, la afirmación hueca que oculta la verdad en vez de sacarla a la luz, y la habilidad para elegir el momento justo de hacer el comentario apropiado al oyente apropiado. Por último estaba su sentido del ridículo. No le importaba su apariencia y a menudo no le importaba lo que decía. Era, sencillamente, demasiado despreocupado para preocuparse por bagatelas, incluso cuando las circunstancias comenzaron a empujarle, más frecuentemente que a sus colegas científicos, a la tribuna pública, donde las bagatelas cuentan. Pero consiguieron aparecer como figuras del gran drama de los asuntos públicos; también él a menudo recordaba el music-hall. Así pues era inevitable que tuviera un gran sitio en los corazones de los hombres y uno pequeño en los pasillos del poder.

El Berlín en el que Einstein se instaló en 1924 tiene un lugar especial en la Historia. Éste era el Berlín cuya suerte estaba cambiando a medida que Alemania luchaba por salir del hundimiento económico de la posguerra y volvía a hundirse a causa de la gran depresión de 1929, una ciudad que se las había visto con los consejos militares de la revolución y con los soldados del golpe Kapp, pero que pronto iba a verse engañada por la presidencia de Hindenburg; y, más tarde, por el candidato de Hindenburg a la Cancillería, Adolf Hitler. En la capital, Einstein, además de ocupar una posición única, vivía en unas condiciones más favorables que aquéllas a las que anteriormente había estado acostumbrado. Por primera vez en su vida, tuvo una casa durante varios años. Para contrarrestar la resaca del nacionalismo anti-semita, inactivo durante algún tiempo pero nunca muy sumergido, estaba el respeto de la universidad y del Instituto del Kaiser Guillermo que sabía que estaba en deuda con él. En Leiden, donde le encantaba estar en las Ehrenfests durante sus visitas como profesor extraordinario, era enormemente popular. Los derechos de su libro sobre la relatividad y su sueldo de Leiden le ayudaban a salirse de la norma de la mayor parte de los profesores; siempre había sido descuidado con el dinero pero ahora casi podía permitírselo. Tenía su música y tenía el deporte de la vela, en un exquisito conjunto de lagos que rodeaban Berlín con un anillo de brazos de agua que serían las referencias de los bombarderos en la Segunda Guerra Mundial, a pesar de los intentos de los expertos en camuflaje. Tenía, además, las puertas abiertas en el mundo políglota de los industriales cultos y los financieros civilizados, de los artistas y actores y diseñadores que en los primeros años de la República de Weimar, parecían haber tomado el relevo en los puestos de privilegio en la administración, tanto tiempo ocupados por los militares. Así, era amigo íntimo de Willy Meinhardt, jefe de la compañía Osram, cuya casa en Engadine comenzó a frecuentar. Era amigo de Slevogt, el pintor, de Emil Orlik, el diseñador. A una fiestas típica que organizara su amigo médico, Janos Plesch, asistían Einstein y Haber, Slevogt y Orlik, Fritz Kreisler, Arthur Schnabel y el ministro alemán de Asuntos Exteriores, el conde Rantzau. Igual que en su época de estudiante Einstein había sido a veces un físico más que apartado y contemplativo, ahora, en la cresta de la ola, se volvió por un tiempo, casi tan humano como los demás hombres, relacionándose en medio del renacimiento de Weimar. En esta época, caminaba una tarde, según lo cuenta Plesch, a uno de sus restaurantes favoritos, con el físico ruso Joffe, con Plesch y con un tercer compañero. Einstein y Joffe, que caminaban detrás de los otros dos, iban hablando en voz alta y Einstein soltó un grito de alegría. Cuando alcanzaron a sus amigos, Einstein les explicó: "El pobre Joffe no puede decidirse por qué orificio pasará un electrón si lo dispara contra un obstáculo de plomo que contenga varios. Un electrón es indivisible y por tanto, tendrá que pasar por un único orificio. Pero ¿cuál? Y la solución", Einstein soltó una risotada, "es en realidad muy sencilla; pasa por la quinta dimensión". La física era entonces, como ahora, muy importante para tomársela demasiado en serio. La base de operaciones de Einstein

era naturalmente el número 5 de la Haberlandstrasse, donde su mujer le ayudaba discretamente a organizar su vida y donde su hijastra Ilse a menudo le hacía de secretaria. La habitación más importante del piso era el estudio de Einstein en un torreón en una esquina del edificio, al que se accedía por un pequeña escalera y que tenía vistas solo de tejados y del cielo. Aquí estaban los ansiados libros, una mesa redonda en el pequeño hueco de la ventana repleta de papeles, anotaciones, referencias, y una variedad de folletos. Aquí también, casi oculta en lo alto de una estantería, estaba la caja de puros rellenada a escondidas de vez en cuando por sus amigos, que sabían que Elsa se los racionaba: uno al día, por su salud. El estudio era un coto cerrado de Einstein. No se admitía a ninguna limpiadora. Ni a Elsa. "Era aquí donde sacaba adelante su trabajo y donde recibía a sus amigos para discutir los problemas sin que les molestaran", ha escrito Plesch. "Siempre fue un motivo de pesar para su mujer (siempre se refería a ella como "mi vieja dama") no poder cuidar de él y de sus cosas en esa habitación como en los demás sitios, pero Einstein era inflexible; no te preocupes por el polvo y el desorden; lo que importa es la independencia." Aquí pasaba la mayoría de las mañanas y muchas tardes cuando no estaba ocupado en asuntos de la universidad o en conferencias, llenando hoja tras hoja con cálculos; inmerso en las implicaciones y el desarrollo de la Teoría General; y, desde 1920, luchando para hallar el marco matemático que incluyera tanto los fenómenos del electromagnetismo como los gravitatorios, la teoría del campo unificado que englobaría, como lo explicó el New York Times, "el giro de los planetas, la velocidad de la luz en su desplazamiento, la atracción de la Tierra a una piedra que cae, el brillo del diamante, la inestabilidad del radio, la ligereza del hidrógeno y el peso del plomo, el paso de electricidad por un cable, millones de manifestaciones de materia, energía, tiempo y espacio." La situación académica en Alemania se puede juzgar por una petición de dinero que hizo a primeros de abril de 1924. Antes de la guerra, los ingresos del Instituto del Kaiser Guillermo habían sido 75.000 marcos, al cambio 17.750 dólares; ahora, eran 22.000 marcos, al cambio 1.125 dólares. En términos reales, los salarios de los becarios y profesores, según había estimado Einstein el año anterior para un periódico británico, eran solamente una quinta parte de los de antes de la guerra; en muchos casos, eran mucho menos. Se celebraban menos reuniones científicas y una razón era que muchos de los que habrían acudido no podían pagar el billete de tranvía para atravesar Berlín. Einstein por su parte estaba en otra categoría. Él quería pagar a sus propios ayudantes, como era costumbre entonces. Pero sus ricos amigos industriales no le iban a permitir nada de eso en las arduas circunstancias del Berlín de la posguerra y depositaron una suma en una cuenta bancaria especial de la que podía retirar fondos como y cuando quisiese. Por mucho que sacara, la cuenta siempre volvía a tener la suma original. Que su petición no era una excepción lo confirma un joven de Oxford, Edward Skillings, quien algún tiempo antes había visitado Berlín y otros ocho centros universitarios para evaluar las peticiones alemanas de libros y publicaciones inglesas. "Es evidente que grandes sectores

del profesorado están sufriendo penosas privaciones, tanto físicas como mentales", comentaba. En La Haya, la esposa de uno de ellos explicaba que su marido no podría trabajar sin la "tremendamente humillante" ayuda de Inglaterra. En Göttingen, el profesor a quien Skillings deseaba ver, había muerto recientemente de malnutrición. Por supuesto, estas eran solo pinceladas en el más amplio panorama de desolación y depresión que ya estaba comenzando a minar la confianza de los alemanes en la capacidad del nuevo gobierno republicano, un resultado previsible que podía atribuirse bien a una casual falta de interés entre los aliados o a una forma maquiavélica de socavar la autoridad de un gobierno de izquierda. Einstein no tenía ninguna duda de cuál era la alternativa más probable. "Aquí todo el mundo sabe que las obligaciones financieras impuestas a la nación no se pueden satisfacer en su montante actual, ni siquiera haciendo el mayor de los esfuerzos," escribió. "Todo esto ha creado en nosotros la convicción de que no hay esperanza de abrirnos camino por medios legítimos para salir de nuestra servidumbre actual. Esto paraliza la actividad económica y empuja a la gente a evadir impuestos y a intentar llevarse el capital fuera del país." Frente a este panorama sombrío y desolador, el fenómeno de la relatividad, personificado en la figura fotogénica del propio Einstein, era una vistosa excepción, un ejemplo que los nacionalistas habrían podido utilizar, de haberlo deseado, para ilustrar el genio de la ciencia alemana. Parte del fenómeno era la "industria de la relatividad", que a comienzos de los años 20 estaba inundando el continente, así como Gran Bretaña y los Estados Unidos, con explicaciones que iban desde las eruditas a las ingenuas. "La corriente sigue," escribió E. Cunningham en Nature en junio de 1922. "Aquí llegan siete libros más sobre la relatividad." El año anterior, una bibliografía, preparada por el director del Catálogo Internacional de Literatura Científica, incluía cerca de 650 artículos, trabajos y libros relacionados con el tema y se habían añadido muchos más para cuando el Dr. Cunningham se puso a revisarlos. Von Laue en Alemania había sido el primero en escribir un libro en toda regla explicando la Relatividad Especial: Das Relativitätsprinzi, que apareció en Brunswick en 1911. Cinco años más tarde, Freundlich hizo prácticamente lo mismo con la Teoría General con "The foundations of Einstein's Theory of Gravitation". "De verdad, hace falta mejorarlo si queremos evitar malentendidos," le había escrito Einstein a Freundlich tras ver su borrador. "De buena gana ... le explicaré todo detalladamente. En caso de que no estuviéramos de acuerdo en algunos puntos, no importa, pero en ese caso omitiría el prólogo que usted me pide." Aparentemente, no hubo desacuerdos y el libro apareció con el prólogo de Einstein. El artículo de Eddington sobre la Teoría de la Relatividad para la Gravitación para la Physical Society de Londres, rápidamente había alcanzado una segunda edición y su "Space, Time and Gravitation", aparecido en 1920 había, como el artículo, "hecho ver a los físicos y a los astrónomos de habla inglesa la importancia de la nueva teoría. Comenzaron a agitarse pues se oía 'el sonido de un gong en lo alto de las moreras'; las ideas viejas estaban en el crisol; incluso aquellos que carecían de la preparación matemática para leer el libro de forma crítica sentían levemente el

excitante espíritu de la aventura." El principal artículo de Einstein sobre la Teoría General se había vuelto a imprimir en forma de libro en Leipzig en 1916 y su Relatividad: la Teoría Especial y General apareció al año siguiente. En el año 1920 había alcanzado catorce ediciones en alemán con un total de 65.000 copias. La edición en inglés, traducida por Robert Lawson y publicada en 1920, llegó a siete ediciones en diecinueve meses. Además, las conferencias que Einstein dio en Princeton en la primavera de 1921 se reimprimieron rápidamente y varios de sus artículos originales sobre relatividad, junto a otros de Lorentz y Minkowski, se volvieron a imprimir en forma de libro dos años más tarde en Alemania y Gran Bretaña. Lorentz, Planck, Born y Weyl se encontraban entre los colegas de Einstein que escribieron libros sobre el tema e incluso Lenard estaba representado por su severamente crítico "Über Relativitätsprinzip, Aether, Gravitation". En París, Charles Nordmann había escrito Einstein y el Universo: una Explicación Popular de la Tamosa Teoría, en el que la aguda lógica francesa diseccionaba para revelar la sencillez de las ideas de Einstein con una efectividad que ni Einstein podría superar. Más importante que cualquiera de éstos era el extenso artículo enciclopédico que Sommerfeld le había encargado a Wolfgang Pauli para la Encyklopädie der mathematischen Wissenschaften. Con solo veinte años de edad, Pauli era uno de los alumnos de Sommerfeld que había asistido a la famosa reunión de Bad Nauheim; su descripción de la relatividad para la enciclopedia enseguida se imprimió como libro, "a la vista de la demanda aparentemente insaciable ... de informes sobre la teoría de la relatividad," como Sommerfeld decía en el prólogo. Reimpreso cuarenta años más tarde, Niels Bohr lo describió como "aún una de las más valiosas exposiciones de la base y el alcance de las concepciones originales de Einstein." En el horizonte, y aparecería en 1925, se vislumbraba "The ABC of Relativity" de Bertrand Russell, un libro casi tan importante por la amistad que iba a originar entre Einstein y Russell como por su presentación extraordinariamente clara del tema. Russell, que en las columnas del Ateneo había sido de los primeros en describir las implicaciones de las expediciones al eclipse de 1919, iba, en el siguiente tercio de siglo, a mostrar notables similitudes con Einstein. Al igual que Einstein, era básicamente pacifista. Al igual que Einstein, apoyó la Segunda Guerra Mundial con tanta seguridad como se opuso a la Primera. A ambos les era colgada, frecuente e injustificadamente, la etiqueta de comunistas y a ambos les preocupaba el problema fundamental de las dificultades humanas. Pero dos diferencias principales les separaban. Einstein estaba orgulloso de sus similitudes con su prójimo. Russell orgulloso de las cosas que le hacían diferente. Y mientras Einstein abandonaba su estudio solo a regañadientes, Russell siempre estaba en primera línea en la batalla política. Mientras Einstein había seguido trabajando en el Instituto del Kaiser Guillermo entre 1914 y 1918 bajo los que él llamaba sus mecenas, Russell había ido a la cárcel por sus ideas pacifistas. El estudio no solo veía a Einstein trabajar en los problemas de la naturaleza que obsesionaban a todos los físicos. Aquí también se las veía lo mejor que podía con el

torrente de ruegos, cartas de solicitudes y peticiones de consejo que le llovían en estos años de fama y popularidad. Si Einstein podía probar que la luz no iba en línea recta, podía hacer cualquier cosa, por muy imposible que sonara. Era una creencia común. Rudolf Kayser, que se casó con la hijastra mayor de Einstein, Ilse, tiene una imagen que puede no ser literalmente cierta pero al menos, da una buena idea de lo que tenía que enfrentar. "Los pobres piden dinero, ropa y trabajos," ha escrito. Un joven tiene la idea de hacerse explorador; ¿no le ayudará Einstein a ir a la India o a África? Una mujer envía un telegrama, ¿le obtendría por favor el profesor un visado? Los actores piden contratos; los jóvenes de las ciudades pequeñas que apenas han ido al instituto querrían venir a Berlín y hacerse discípulos suyos. Einstein lee todas estas solicitudes con amabilidad y comprensión, y también con sentido del humor. Estas son las obligaciones de la fama que uno debe soportar con una sonrisa, pero esta fama tiene consecuencias a menudo causantes de amargura. Hay cartas y artículos de revistas llenos de odio, malicia, envidia y vulgaridad. Y como Einstein es judío y opositor a todo orgullo nacionalista, se le arroja toda la basura de la lucha política. Además, llegan los necios y los profetas, que salen como setas especialmente en los años de inseguridad y anarquía. Uno escribe que por fín ha descubierto la esencia del sueño. Aquél escribe que ha encontrado el único modo correcto de bajar el precio del carbón. Otro ha inventado sentidos nuevos ya que los antiguos cinco sentidos ya no son suficientes para el uso del hombre. Los técnicos le informan de sus nuevos inventos. Le envían proyectos de nuevos artilugios y máquinas voladoras. Otro más está ocupado en desterrar la astronomía tradicional y construir una nueva. Otro más cree que ha encontrado nuevas fórmulas matemáticas... Le sometían a muchas otras pruebas. Los defensores de que la Tierra era plana, los espiritistas, los creyentes inveterados, todos se aferraban al aparente enigma de la relatividad para reforzar sus propias ideas. A veces metían varias de ellas en el mismo paquete como el autor de Espiritismo: El Secreto Oculto en la Teoría de la Relatividad de Einstein para quien las palabras hebreas, el "diatonal cúbico de uranio" y los números místicos, todos contribuían al secreto. Igual que hacía, casi inevitablemente otra antigua persona de confianza. "Este maravilloso retrato de la Tierra y los cielos como cuerpos entrelazados de oscuridad y luz está relacionado," informaba a sus lectores, "con las dimensiones de la Gran Pirámide de Egipto cuyo vértice ausente expresa el área de espacio del 'tiempo' del día y de la noche, del 'espacio unidad de división' universal." Einstein podía muy bien haber murmurado, con alguno de los internacionalistas que miraban con malos ojos sus comentarios sobre sus asuntos, "que Dios me libre de mis amigos." Con aquéllos que sintonizaban con él siempre era generoso en tiempo, dinero y esfuerzo, algo que rápidamente caló en el mundo académico. Por ejemplo el joven estudiante extranjero que quería estudiar química en Bonn, había sido rechazado por el Ministerio prusiano de

Educación y, sabiendo que iba contra la ley presentar una segunda solicitud, escribió a Einstein como algo normal. Le mandó su biografía completa con todo detalle. "Cuando tienes veinte años," escribió años más tarde, "te sientes tan importante como me sentía yo. Estás seguro de que todo el mundo aprecia esta importancia. Einstein lo hizo." Pues no solo le recomendó una segunda, aunque ilegal solicitud, sino que incluyó una carta suya apoyando la solicitud y denunciando la injusticia. Una clara imagen de este Einstein, siempre deseoso de ayudar a los científicos a salir del atolladero burocrático, la da Leopold Infeld, un joven polaco estudiante en la Universidad de Cracovia que más tarde colaboraría con él en los Estados Unidos. Infeld deseaba completar sus estudios en Berlín pero se encontró con que los polacos no eran bien recibidos allí y los judíos polacos aún menos. Finalmente, desesperado, llamó a Einstein por teléfono y le dio cita. "Tímido, profundamente emocionado, con un ánimo festivo de expectación por conocer a más grande físico vivo, llamé al timbre del piso de Einstein," escribió sobre aquel momento. Fui acompañado a una sala de espera llena de muebles macizos y le expliqué a la Sra. Einstein por qué había ido. Ella se disculpó y me explicó que tendría que esperar porque un Ministro de Educación chino estaba hablando con su marido en ese preciso momento. Esperé, con las mejillas ardiendo de emoción... Abrió la puerta de su estudio para que saliera el caballero chino y yo entrara. Llevaba chaqué y pantalones de rayas a los que les faltaba un botón importante. Era el rostro familiar que en esa época uno veía tan a menudo en fotografías y revistas. Pero ninguna fotografía podía reproducir el brillo de sus ojos. Einstein escuchó lo que Infeld tenía que decirle, reconoció que su firma no tenía mucho peso, "porque he hecho muchísimas recomendaciones y ellos son antisemitas", y escribió unas palabras de apoyo para Planck. "En vez de pensar en su genialidad, en sus logros en física," escribió Infeld, "pensaba entonces, y más tarde, en su gran amabilidad, en su risa sonora, en su manera suave de hablar, en el brillo de sus ojos, en la torpeza con que buscaba un trozo de papel en una mesa llena de papeles, en la extraña mezcla de gran calor y gran distanciamiento." El incidente era ilustrativo tanto de la perpetua amabilidad de Einstein como de su talón de Aquiles; pues escribió, dice Infeld, "sin saber si yo tenía la menor idea de física." La práctica continuó, tanto que a los científicos refugiados que llegaban a Oxford en 1933 y enseñaban con orgullo una recomendación de Einstein, a menudo se les aconsejaba que lo mantuvieran en secreto. La combinación de intelecto prodigioso y vulnerabilidad humana que le hacían un ser humano tan contradictorio se hizo más evidente durante estos primeros años 20 a medida que la imagen del excéntrico despeinado comenzó a formarse y a consolidarse sobre el personaje central del hombre. Por un lado, el físico que dirigía técnicamente el Instituto del Kaiser Guillermo de Física, todavía en desarrollo, era el genio remoto que había cambiado la visión humana del universo, un hombre tan alejado de los demás hombres que sus comentarios marginales tenían la

autoridad del oráculo de Delfos. Por otro lado, era el Einstein al que le encantaba hacerse con el control del ascensor en su bloque de la Haberlandstrasse y manipular los botones para zarandear a los invitados hacia arriba, abajo, arriba y otra vez abajo pasando por el piso en el que se querían bajar. Éste era el Einstein que cuando le regañaban por llevar la ropa muy desgastada decía: "Sencillamente le pondré una etiqueta diciendo: 'Traje recién limpiado.'" Conservó la mezcla de payaso y niño entusiasmado con chistes sencillos, absorto en cosas absurdas. Siempre estaba listo para responder al reto ridículo y cuando un grupo de amigos eminentes fue a buscarlo una tarde, aceptó la apuesta de quitarse el chaleco sin quitarse primero la chaqueta. Llevaba puesto su único traje, pero de inmediato empezó una serie de complicadas contorsiones. Duraron un rato. Parecía que tendría que pagar. Entonces, lo consiguió con un tortuoso retorcimiento final agitando triunfante su chaleco arrugado y estallando en su carcajada larga y profunda. Esto no era en absoluto lo propio de las tranquilas aguas de la sociedad académica berlinesa. No era siquiera lo propio de alguno de los amigos de Einstein, como Haber con su casa perfectamente ordenada. Ehrenhaft recuerda que en una ocasión él y su esposa llegaron a casa de los Haber junto con Einstein y Elsa, los dos hombres vestidos de etiqueta. Mientras se sentaban en el salón, Elsa exclamó: "Pero Albert, no te has puesto los calcetines." "Sí, sí," contestó sin pestañear, "ya le he revelado el secreto a Frau Ehrenhaft." Pero las peculiaridades de Einstein eran bien aceptadas. Y su amigo Willy Meinhardt, presidente de la empresa Osram, mientras ayudaba a su amigo a buscar su abrigo, pudo sin ofenderle enseñarlo con las palabras: "Éste debe ser el de Einstein; está hecho por Peek & Kloppenburg", en aquella época los sastres baratos de Berlín. Las historias sobre la reticencia de Einstein a asistir a actos formales, a hacer el papel de celebridad como se esperaba de él, todavía abundan y debieron de ser más numerosas en el Berlín de hace medio siglo. Muchas son ciertamente apócrifas pero algunas parecen ciertas, como cuando respondió a una anfitriona de Berlín que le había descrito su lista de invitados: "¿Así que le gustaría que yo hiciera de centro de mesa?" Su descripción habitual de los más formales actos sociales era "la hora de comer en el zoo," mientras que sobre las cenas académicas confesó al marido de una de sus hijastras: "En ocasiones así, me retiro al desván de mi mente y allí estoy feliz." Odiaba sinceramente todo eso, a un compañero le anunció cuando se incorporaba a una cena: "Ahora salgo al trapecio." Antonina Vallentin, que le conoció bien en sus días de Berlín, dice que era inútil explicarle las formalidades habituales y los que no le conocían desde hacía mucho se las explicaban con paciencia como a un niño retrasado. Repetían: esto se hace... ¿Por qué se hace? Preguntaba. Hasta que veías su sonrisa parecía un niño malo. ¿Cola de frac? ¿Por qué cola? Nunca he tenido cola y nunca la he echado de menos. Una vez su mujer empleó todo su poder de persuasión, su encanto y humor para conseguir que encargara un traje para una ocasión solemne, y después de una violenta resistencia se llegó a un

compromiso: esmoquin en vez de frac. Después simplemente decía que sí, que tenía un esmoquin en el armario que incluso estaba dispuesto a enseñar hasta que llegó el día en que "la cosa elegante," como le llamaba, se quedó pequeña y dejó de ser presentable. Aunque esas protestas se vieran reforzadas por un arrebato de mal genio, por una reticencia a que le llevaran por donde no quería ir, el sentimiento profundo que se escondía tras ellas era auténtico: el sentimiento de que la pretenciosidad y la hipocresía figuraban entre los ingredientes del "ir bien vestido" en el que insistía tanta gente. Tras esta farsa inofensiva había también una urgencia que para Einstein tenía una intensidad particular. Todos esos botones, todos esos fracs, todo ese ponerse y quitarse, desperdiciar valiosos minutos y horas mientras en la distancia podía oír, con Marvell, "el carro alado del tiempo que se acerca veloz." Qué despilfarro era todo eso. Y lo mismo con los zapatos que podían sustituirse por sandalias y los calcetines, de los que se podía prescindir por completo. Como se habría entendido con su casi contemporáneo J.B.S. Haldane, quien se alegraba en su emigración a la India de que ahora podría ir descalzo y añadía: "Sesenta años con calcetines es suficiente." A Einstein, por su parte, le encantaba volverse hacia un compañero en una cena formal en la que se estaban alabando sus propios méritos y susurrarle: "!Pero el hombre no lleva calcetines!". Estos estigmas llamativos de "enfant terrible", igual que sus frecuentes confesiones de humildad, surgían de convicciones profundamente arraigadas. A veces podía deliberadamente representar un papel, pero lo que a menudo parecía ser la torpeza por la torpeza era la acción natural de un hombre natural. "Soy feliz porque no quiero nada de nadie," le dijo una vez a un corresponsal americano. "No me importa el dinero. Las condecoraciones, los títulos o las distinciones no significan nada para mí. No ansío el elogio. Lo único que me proporciona placer, además de mi trabajo, mi violín y mi barco es el aprecio de mis compañeros." Aquí está la pista del puente entre el payaso de las bromas, el excéntrico que a veces da la impresión de actuar con un ojo puesto en la posteridad y el científico totalmente entregado. Como dice su hijo mayor, siempre fue "un gran histrión." Le gustaba despedir a la gente con las respuestas que esperaban recibir. Pero la mayor parte del tiempo su aspecto de perpleja aberración de los estándares normales de vida era verdaderamente auténtica. Simplemente estaba demasiado ocupado con asuntos más importantes para preocuparse. Fue esta feroz dedicación, tanto como las revelaciones de las expediciones al eclipse lo que ayudó a situarlo en una categoría aparte de los demás científicos. A niveles inferiores, se decía que solo tres físicos entendían los misterios del mundo, Einstein, Planck y Lorentz. Más acertada fue la respuesta de Planck a Freundlich, que un día le presentó un problema y esperaba una respuesta inmediata. La viuda de Freundlich recordó durante mucho tiempo que su marido le repitió lo que había dicho Planck: "Tendré que pensarlo y luego escribiré la respuesta. No puedo darla así, inmediatamente. Einstein podría. Yo no." No es probable que se recuerden las palabras exactas después de más de medio siglo; pero su

significado era inolvidable. La misma actitud se revela en un incidente recordado por la viuda de Ehrenfest. En él aparecían Einstein, Nernst y Lorentz en una reunión de la Sociedad de Física de Berlín. Después de que Nernst hubiera hecho un comentario, Einstein dijo: "Sabe, no creo que esa referencia sea admisible." A lo cual Nernst respondió: "Pero Herr colega, es la misma referencia que usted mismo utilizó en su última publicación." Para Einstein, esto no suponía ninguna dificultad. "¿Cómo puedo evitar que el buen Dios no haga caso de lo que dije en mi última publicación?" preguntó. Esto no era más que bromas aparte. Lorentz, que no se rió con el resto de los asistentes, colaboró con algo más. En vez de reirse, permaneció en silencio un momento. Luego habló: "Ah, sí, todo se le permite a Einstein." [Como la mayor parte de las historias de Einstein, ésta circula en multitud de versiones. Infeld, recordándola en 1955, dice que Einstein exclamó: "¿De verdad propone que yo inicie una discusión con el Señor porque Él no ha creado el mundo de acuerdo con las opiniones que yo he expresado?" Einstein tenía la suerte de contar al menos con algo de apoyo en la industria. La predicción de que la luz que llegaba a la Tierra desde las estrellas se vería alterada en su frecuencia por el campo gravitatorio que atravesaba había interesado a Freundlich desde sus primeros contacto con Einstein. Tenía contactos con el mundo de los negocios alemán y nada más acabar la guerra convenció a varios industriales, en particular al Dr. Bosch, director de I.G. Farben, para que financiaran un instituto que pudiera investigar el fenómeno. Este fue el Instituto Einstein de Postdam, que más tarde se fusionó con el observatorio de la misma ciudad para formar el Instituto de Investigación Solar. Desde él se llevó a cabo una serie de observaciones durante toda la década de los 20. Los resultados no fueron concluyentes, hecho que pudo haber influido en el gradual distanciamiento entre Einstein y Freundlich. Es cierto que Einstein visitaba el instituto cada vez con menor frecuencia. Es cierto que Planck dio por hecho que había habido una ruptura total de relaciones, hasta tal punto que escribió a Freundlich ofreciendo su intervención. Los recuerdos hay que considerarlos con cautela, pero Freundlich con su ascendencia escocesa, era notablemente británico en su aspecto, inclinaciones y conducta. Einstein, a comienzos de los años 20, tenía grandes esperanzas en Alemania. "Era casi", decía Frau Freundlich, mirando atrás con una percepción que no puede desdeñarse, "como si mi marido fuera demasiado británico, no suficientemente judío". El corazón del instituto era un telescopio de foco largo instalado en una torre de 18 metros, rodeada por una segunda torre de piedra y la luz solar reflejada por éste era desviada 90 grados y conducida a lo largo de una habitación de doce metros, parcialmente hundida en el suelo. Las exigencias expuestas al arquitecto, Erich Mendelsohn, fueron considerables, y las resolvió diseñando un edificio que contrastaba marcadamente con los cercanos en los terrenos del observatorio. Estos, construidos a finales del siglo pasado, eran del sobrio y tradicional estilo prusiano y usaban los ladrillos rojos del Mark Brandenburg. La "Torre de Einstein" de Mendelsohn, como pronto se le llamó, era una construcción de hormigón, cuyos contornos ondulados eran, de alguna forma, símbolo del renacimiento

artístico que recorría la República de Weimar. Incluso se sugirió que mientras los edificios antiguos con sus ladrillos separados simbolizaban el concepto euclidiano de las matemáticas y de la estructura atómica, las largas y elegantes curvas de Mendelsohn simbolizaban la física post-einsteniana. Con certeza el edificio se convirtió en una de las cosas que había que ver en Potsdam, y más de una agencia de viajes añadió la Torre de Einstein a su recorrido por los palacios de Potsdam. No a todo el mundo le gustaba el nuevo edificio. Se hicieron fotografías para ilustrar su contorno ligeramente estrafalario y entre los periódicos alemanes que lo describieron, hubo uno que lo llamó "cruce entre un rascacielos de Nueva York y una pirámide de Egipto". La arquitectura del edificio iba de hecho a jugar un pequeño papel en la campaña anti Einstein que surgió con el ascenso del partido nacionalsocialista en los años 30. Porque, se preguntaban, ¿no era de esperar que la investigación de la absurda teoría de la relatividad se llevara a cabo en un edificio grotesco que no tenía ninguna raíz en las tradiciones alemanas? ¿No era típico que la teoría del judío Einstein la investigara el medio judío Freundlich en un edificio que ofendía tan sobremanera a las decentes tradiciones nacionalistas? Un asunto sin importancia pero que ningún agitador competente iba a pasar por alto. Las observaciones de Einstein con Freundlich fueron acopladas en los huecos que dejaban otras muchas obligaciones. Tenía una oficina en la Academia de Ciencias y su Trabajo para el Instituto del Kaiser Guillermo le llevaba bastante tiempo. Según el acuerdo con la universidad, no estaba obligado a dar conferencias, pero a pesar de todo lo hacía con bastante frecuencia. En estas ocasiones, como en la mayoría de las restantes universidades del continente, la asistencia no se reducía a los estudiantes de cursos específicos. Muchos acudían más por curiosidad que por interés científico y les resultaba fácil colarse incluso a los que no eran estudiantes, mientras no causaran problemas. En más de una ocasión, se oyó un susurro de expectación entre los asistentes cuando entró una prostituta con su pintura de guerra, se sentó en una de las filas de atrás para ver con sus propios ojos qué aspecto tenía el gran hombre y luego se marchó discretamente como había venido. Einstein continuaba tranquilamente; pero estaba claro por su media sonrisa burlona que se había dado cuenta. Cada jueves por la tarde asistía a seminario especial de física de los estudiantes, buscando talento, escuchando ideas, feliz de que, aunque fuera el más joven del grupo, se presentara un hilo argumental que mereciera la pena. Cuando me llegó el turno de hablar, estaba terriblemente nerviosa", declara Esther Salaman, en aquella época una joven estudiante en Berlín. Einstein estaba en la primera fila, con su pipa; junto a él estaba von Laue. Al darme la vuelta después de haber señalado a mis diapositivas, vi en la semioscuridad a Einstein que me miraba como diciendo "No te preocupes". Yo estaba hablando de un trabajo sobre radioactividad realizado en el Laboratorio Cavendish de Cambridge, que planteaba un difícil problema. Un profesor joven se levantó y sugirió una solución en un discurso largo, pero no pude

seguirle. Einstein vino en mi auxilio. "Astuto pero no cierto", dijo ("Schlau, aber nicht wahr"), y replanteó el problema y dijo qué sabíamos y qué no sabíamos de él tan clara y sencillamente que todo el mundo se quedó satisfecho. También estaban los seminarios organizados por von Laue en los que Planck, Nernst, Haber, Lise Meitner o Einstein discutían los artículos científicos más recientes. Estos miembros del profesorado de la universidad ocupaban la primera fila del viejo edificio de la universidad en el que se celebraban las reuniones. Detrás de ellos se sentaban a menudo físicos de las mayores compañías industriales alemanas, invitados cuya presencia en la rarificada atmósfera superior del mundo académico era un signo de colaboración que había fortalecido el tejido industrial del país desde principios de siglo. Entonces comenzaba la charla. "A veces se levantaba e iba a la pizarra", dice el profesor Cornelius Lanczos, que fue su ayudante un tiempo. "Entonces, de repente, lo que había parecido complicado , parecía sencillo". La transformación era estimulante. En estos primeros años 20, Einstein estaba en la cima de su potencia creativa como físico, seguro de su propio talento, creyendo aún que un tirón más de la cuerda intelectual proporcionaría la victoria y una explicación de los misterios que ensombrecían la teoría cuántica. Esta situación era muy parecida a la del confiado grupo de físicos que medio siglo antes creían que la naturaleza de la época encerraba pocos secretos. Ante ellos, asomando por el horizonte, se encontraba el átomo de Rutherford; ante Einstein se encontraba la indeterminación de la física que acabaría con el mundo que conocía. Se encontraba también ante una experiencia nueva e intimidante: la investigación del problema del campo unificado, un problema en el que él sabía que estaba haciendo pocos o ningún progreso a pesar de los reiterados aunque ilusorios síntomas de éxito. La razón no era simplemente que en los años 20, Einstein estaba en los cuarenta y que a medida que se le escapaban los años, se alejaba de la edad mágica en la que se supone que el científico creativo ha quemado su último cartucho, a diferencia del artista que saca provecho de su experiencia además de la lógica. Einstein era suficientemente genial para haber roto este tópico de "acabado a los cuarenta" como rompió muchos otros. Pero a partir de 1920 había algo más a tener en cuenta. A medida que se dedicaba al campo unificado, su trabajo se volvió cada vez más propio de un matemático que de un físico. Ya no era tanto la investigación del mundo real la que presentaba dificultades, sino la modelización de hechos conocidos mediante una adecuada estructura matemática. Este cambio de énfasis llegó en un momento inopurtuno. Puesto que las reservas matemáticas del siglo anterior prácticamente se habían agotado ya y pocos matemáticos habían estado construyendo algunas nuevas. Einstein, cada vez más metido en el tema, se encontraba por primera vez en su vida limitado por una carencia de instrumentos, de las herramientas matemáticas que sabía que eran esenciales para afrontar la tarea con garantías. Así pues, en el campo al que con creciente intensidad dedicaba sus energías, Einstein se encontró bloqueado de una forma que no había

experimentado antes. Aún así, incluso esto era sólo la mitad de la historia. Ya que, a medida que se dedicaba a las matemáticas, su vieja intuición física comenzaba a decaer. Como un artista que vuelve a la escultura después de toda una vida dedicado a la pintura, empezó a perder el "feeling" del medio que tan bien conocía. Todavía era Einstein. Todavía les sacaba la cabeza a los demás. Pero era una ventaja cada vez más pequeña y en la batalla de la mecánica cuántica que se presentaría una década más tarde, su opinión iba a verse mucho más limitada. Algo de esto se ve en las fotografías. Siempre había sido el introvertido Einstein comparado con el extrovertido Rutherford. Sin embargo, hasta que comenzó a abordar seriamente el campo unificado-y hasta que se vio confundido por los avances de la mecánica cuántica-tenía la misma seguridad que Rutherford, quien acusado de estar en la cresta de la ola, contestaba: "Bueno, yo creé la ola ¿no?, al menos en cierta medida". La transformación fue notable a partir de mediados de los años 20 y no fue solamente la edad o el ensombrecedor panorama de la situación internacional lo que la provocó. Por primera vez en su vida, Einstein se estaba metiendo en camisa de once varas en el terreno científico. Todo esto no era hasta ahora más que una pequeña nube en el horizonte. Todavía era el maestro supremo en vez del viejo maestro. Esto se ve claramente en las memorias de un seminario sobre mecánica estadística para licenciados que tuvo lugar en el invierno de 19211922. "Yo estaba terminando mi tesis doctoral en matemáticas y era probablemente el único matemático del grupo", dice Max Herzburger, más tarde uno de los más grandes ópticos instrumentales del mundo. A cada estudiante que tenía que presentar alguna ponencia se le asignaba un profesor que le ayudaba a preparar sus comentarios y yo tuve la gran fortuna de que me asignaran al Dr. Einstein. Le iba a ver con frecuencia y dábamos paseos en un parque cercano mientras discutíamos los problemas de mi conferencia. Las conversaciones eran inolvidables. No daba nada por cierto por el mero hecho de que estuviera escrito en los libros y estaba siempre haciendo preguntas que conducían a una mejor comprensión del problema. El recuerdo de Denis Gabor, otro joven estudiante entonces, es tan vivo ahora como hace medio siglo. "Todavía puedo oir su voz", escribe, "y podría repetir alguna de sus frases literalmente. Algunas veces, saltaba a la palestra, y una fue particularmente inolvidable. Un doctor, que más tarde se hizo muy famoso como teórico de circuitos eléctricos, pero que en aquel tiempo era un joven muy tímido, hizo un trabajo bastante malo sobre la famosa aclaración de Einstein a la ley de radiación de Planck. Einstein se fue a la pizarra y comenzó diciendo que la tarea era conciliar la ley de Wien con la de Rayleigh para que se contradijeran entre ellas lo menos posible. De paso, continuó, Wien halló su ley observando lo parecidas que son las curvas de radiación a la ley de Maxwell. "Puede usted ver", continuó, "que el dicho de Oxenstiern, 'con qué

poca sabiduría se gobierna el mundo', es cierto también en ciencia. La contribución del individuo es muy pequeña. El conjunto es por supuesto admirable". Entonces prosiguió pronunciando con enorme entusiasmo la disertación que se encuentra en todos los libros de física. Nunca he conocido a nadie que disfrutara de la ciencia tan sensualmente como Einstein. ¡La física se derretía en su boca!". También estaba presente en esta ocasión el joven húngaro que se convertiría en el deus ex machina de Einstein, un personaje extraordinario que bien merecía su apodo de la "eminencia gris de la física". Era Leo Szilard, el hombre que el 12 de marzo de 1934-más de cuatro años antes de que Otto Hahn fisionara el átomo de uranio, más de cinco años antes de la famosa carta de Einstein a Rooseveltsolicitó una patente para las leyes de la reacción nuclear en cadena y después la archivó como patente secreta del Ministerio de Marina a causa de su "convencimiento de que si se puede conseguir una reacción en nuclear en cadena, ésta puede provocar explosiones violentas". En 1922 Szilard tenía sólo veinticuatro años. Pero era un estudiante en quien Einstein enseguida vio "uno de esos hombres, rico en ideas, que crean vida intelectual y espiritual dondequiera que estén". Pronto se convirtió en un visitante asiduo de la casa de la Haberlandstrasse. Tanto Szilard como Einstein eran teóricos; pero ambos tenían intereses complementarios, como si un pintor de miniaturas se dedicara a la carpintería como hobby. Así, Szilard tenía una habilidad creativa práctica que enlazaba con la larga experiencia de Einstein en la Oficina de Patentes de Berna. Uno de los resultados fue una serie de patentes conjuntas, presentadas en Gran Bretaña y los Estados Unidos, así como en Alemania de lo que entonces era un tipo revolucionario de frigorífico por intercambio de calor. Algunos recuerdos indican que Elsa esperaba que Einstein hiciera fortuna con las patentes, otros, más verosímiles indican que la esperanza la tenía Szilard. Poco fruto produjo el proyecto, aunque la bomba de calor Einstein-Szilard, que constituye su mecanismo principal, ha llegado a ser parte de muchas centrales nucleares de la posguerra. Las obligaciones que Einstein se imponía a sí mismo en la universidad, su colaboración con Freundlich en el observatorio de Postdam y su trabajo en el Instituto del Kaiser Guillermo, habrían sido suficientes para agotar la energía mental de un hombre normal; para él, eran el fondo de otras cosas más importantes. Lo que más le seguía preocupando era cualquier indicación de que él, o físicos en otras partes del mundo, estuvieran acercándose al corazón de la naturaleza. Por eso era una figura habitual en las conferencias, eligiendo a los hombres que quería conocer pero evitando los rodeos sociales. Hablaba con Bohr en Dinamarca y visitaba frecuentemente Holanda, donde nunca dejaba pasar la oportunidad de ver a Lorentz. En Leiden, solía quedarse con los Ehrenfests, escribía su nombre en la enorme pared blanca del estudio que hacía las veces de libro de visitas y se relajaba como en pocos sitios. En Berlín, se tomaba algún rato libre con Max Planck, llevaba su violín a las visitas sociales informales -dentro de lo informal que podían ser con Planck- y después de cenar se entretenían formando un dúo con su anfitrión al piano.

Su pequeño círculo de artistas, industriales y literatos casi podían llamarse "amigotes". A su manera, discretamente, disfrutaba de la buena mesa y de la bebida con campechano entusiasmo y años después miraba con asombro a un colega que rechazó un vaso de vino. "Uno no debería descuidar los placeres que proporciona la naturaleza", fue su comentario. Sin embargo, en Berlín, con su ambiente de anti-semitismo, con la sensación de ser todavía el centro de la lucha por el poder entre dos fuerzas diametralmente opuestas, había una sensación de "al borde del abismo" que no existía en Holanda. En Leiden, Einstein no sólo podía hablar de física con la misma tranquilidad con que respiraba; aquí todavía podía hallar algo del ambiente con apolítico que había conocido antes de sus días en Berlín. Aquí podía ser bastante desinhibido, estar bastante relajado y cuando se lo permitía a él mismo, Eisntein podía relajarse completamente. Una antigua colega, Margarete Uexküll, se había casado con Anton Nieuwenhuis, doctor del gobierno holandés y ahora era vecina de los Ehrenfests. Recuerda cómo Einstein-quizá con la mirada vuelta a sus días de Berna disfrutaba viviendo en una casa en la que reinaba una despreocupada hospitalidad eslava. "Podía dormir cuando estaba cansado y comer cuando tenía hambre en vez de a horas fijas", ha dicho. Siempre había una mesa puesta en el comedor con leche, pan, queso y fruta. Como en el chalet de los Ehrenfest estaba al lado del nuestro y los jardines eran contiguos, no podíamos evitar contemplar las costumbres diarias de Einstein. Más de una vez al día, pasaba por delante de nuestra casa con su pipa bien encendida, junto al canal del Rhin y el Schie, a veces en animada conversación con un colega, a veces con los niños. Cuando hacía sol, lo tomaba en la terraza, fumando, leyendo o simplemente pensando; entonces podía quitarse casi toda la ropa porque no le veía nadie desde la calle. No le importaban las comodidades materiales y una vez le oí decir: "¿Qué más desea un ser humano? El original de un libro, un violín, una cama, una silla y con eso basta". También le gustaba la compañía de los niños aunque no iba con su carácter reconocerlo. Así, se sintió un hombre feliz cuando llevó a los hijos pequeños de los Ehrenfest y a sus amigos a las dunas de la playa que estaban a pocas millas de distancia y les dejó que lo enterraran en la arena hasta el cuello sin un ápice de preocupación. También era feliz cuando se puso delante de las ventanas abiertas del estudio de Ehrenfest a tocar el violín en mangas de camisa mientras Ehrenfest le acompañaba en el piano de cola en la habitación repleta de libros. Cuántas veces debió mirar atrás diez años a la oportunidad perdida de haber pasado su vida en la relativa quietud de Utrecht, a sólo unas millas de distancia. Y también, cuántas veces no se alegraría de haber respetado sus prioridades, de haber seguido su estrella hasta Berlín, donde la combinación de tiempo libre y estímulo intelectual la había permitido deshacer la madeja de la Teoría General. Hasta en Leiden, le podían privar de su libertad. Así, Margarete recuerda una divertida ocasión en la que el teléfono despertó a Einstein y Ehrenfest de su siesta. La

reina Guillermina, el Príncipe Regente y la Reina Madre Emma estaban de visita en la Escuela de Marina de Leiden. Habían oído que Einstein estaba "residiendo allí" y solicitaron que él y su anfitrión asistieran a la recepción que se iba a celebrar ese mismo día. No hizo falta abrir la boca para darse cuenta del primer problema. Einstein sabía que su traje negro más próximo se encontraba a 500 millas de Berlín. Ehrenfest sabía que su único ejemplar estaba en un baúl a prueba de polillas en el ático. Frau Ehrenfest le sacó las castañas del fuego llamando por teléfono a varios profesores de constitución similar a la de Einstein y rogándoles que le enviaran sus trajes lo antes posible. Pocas horas después, los dos hombres se presentaban ante sus Majestades, Einstein con un traje que no le ajustaba por ninguna parte y Ehrenfest apestando a alcanfor. Esto fue sólo el principio de una noche difícil. Tras darle la mano a la Reina, los dos hombres intentaron desaparecer entre la gente, deber cumplido -y por fin, quitarse esas ropas. No habían ido muy lejos cuando les interceptó el ayudante de la Reina Madre y les pidió que regresaran. "Me he dado cuenta de que intentaban escapar de mí, pero he conseguido atraparles", dijo la Reina Madre, según la historia que Einstein y su amigo le contaron al vecino. "¿A que también pueden darle la mano a una anciana?". Las visitas periódicas de Einstein a Leiden, sus agradables actividades en Berlín, el interés en los asuntos del sionismo en general y de la Universidad Hebrea en particular, así como su creciente implicación en el problema de la paz mundial, todos se vieron interrumpidos en 1925 por una gira de conferencias por Sudamérica. Por sí mismo, esto tuvo poca importancia en su vida. Indirectamente, tuvo gran trascendencia ya que por ello rechazó una invitación del Instituto de Tecnología de California más adelante ese mismo año. En caso de haber aceptado, es improbable que hubiera pasado las dos últimas décadas de su vida en Princeton. Había muchas razones por las que Einstein hubiera disfrutado de una visita a los Estados Unidos en 1925, y no la menos importante era que dos confirmaciones bastante diferentes pero igualmente importantes desde su "punto de vista heurístico" de 1905 habían procedido de científicos americanos. La primera la proporcionó Robert Millikan, quien, estando de profesor en la Universidad de Chicago, había determinado en 1915 la cantidad de carga en un electrón individual. Pero había hecho algo más. "Pasé diez años de mi vida comprobando aquella ecuación de Einstein de 1905", escribió, "y, en contra de todas mis expectativas me vi obligado en 1915 a atestiguar su verificación experimental incuestionable a pesar de no ser razonable, ya que parecía violar todo lo que sabíamos sobre la interferencia de la luz". Ocho años más tarde, Arthur Compton descubrió que cuando los rayos X eran dispersados por materia, la longitud de onda de alguno de ellos aumentaba; en otras palabras, su energía disminuía. La forma inequívoca en la que esto confirmaba las ideas de Einstein de dos décadas antes se pone en evidencia en un párrafo clave del artículo que describía lo que pronto se conoció como el efecto Compton. "Encontramos", escribió Compton,

"que la longitud de onda y la intensidad de los rayos dispersados son las que deberían ser si un cuanto de radiación rebotara en un electrón exactamente como una bola de billar rebota en otra. No sólo eso, sino que observamos realmente el retroceso de la bola de billar, o del electrón, en el que el cuanto ha rebotado y encontramos que se mueve con la velocidad exacta que tendría si un cuanto hubiera chocado contra él. La conclusión obvia sería que los rayos X, e igualmente la luz, están compuestos por unidades discretas, moviéndose en direcciones definidas, cada una de las cuales posee una energía hv y su correspondiente cantidad de movimiento h. De ahí que Sommerfeld, en una carta reciente, me haya expresado su opinión de que el descubrimiento del cambio de longitud de onda de la radiación, a causa de la dispersión suena como el canto del cisne de la teoría de onda de la radiación". No iba a ser del todo así. Pero iba a conducir, naturalmente, a la idea que iba a desarrollarse en los años siguientes: que no sólo la radiación sino la propia materia podía ser a la vez corpúsculo y onda. Millikan había tenido un breve encuentro con Einstein en 1921 en Chicago (se describe en otra parte del libro). Ese mismo año se trasladó a California como responsable de la Universidad Troop de Tecnología en Pasadena, rebautizado como Instituto de Tecnología de California y que en 1925 estaba captando no sólo una pléyade de brillantes profesionales sino todos los visitantes ilustres a los que podía convencer. Había una razón particular para pensar que Einstein pronto podría estar entre ellos, aparte de cualquier deseo general de hablar de física mano a mano con sus colegas americanos. Era en el Observatorio del Monte Wilson, en lo alto de la Sierra junto a Pasadena, donde Dayto Miller llevaba años llevando a cabo una compleja repetición de experimentos de Michelson Morley cuyo veredicto todavía pensaba modificar. En la primavera de 1921 anunció unos resultados que a primera vista parecían hacerlo. Se desmoronaron en la investigación, pero cuatro años más tarde, presentó nuevas cifras. La reacción de Einstein al segundo anuncio se mostraba en una carta a Millikan en junio en la que le informaba sobre su teoría del campo unificado. "Creo que realmente he hallado la relación entre la gravitación y la electricidad, suponiendo que los experimentos de Miller contengan un error fundamental", decía. "Si no, toda la teoría de la relatividad, se desmorona como un castillo de naipes". Otros científicos, a los que Miller anunció sus resultados en una reunión especial, carecían de la cualificación de Einstein. "Ni uno de ellos pensó por un momento en abandonar la relatividad", ha comentado Mocil Palean. "En vez de eso -como Sir Charles Darwin lo describió una vez- mandaron a Miller a casa a que corrigiera sus resultados". Más tarde Einstein llegó a la misma conclusión, comentándole a Millikan en septiembre: "En privado no creo en la exactitud de los resultados de Miller, aunque no tengo derecho a decirlo abiertamente". Le habría convencido aún más su amigo Max Born, que visitó el Monte Wilson en el invierno de 1925-26, trabajó con el interferómetro de Miller y lo encontró muy inestable

y poco fiable. Un mínimo movimiento de la mano o una ligera tos hacía a las franjas de interferencia tan inestables que no podía leerse nada. En el Monte Wilson también se encontraba Walter S. Adams, quien varios años antes había estimado la extraordinaria densidad de la compañera de Sirio, la estrella conocida más tarde como Sirio B. A principios de siglo esto habría parecido imposible. Pero Rutherford, al mostrar que el átomo estaba constituido fundamentalmente por espacio vacío, había abierto la posibilidad de que existieran estrellas superdensas en las que las partículas subatómicas estuvieran apretadas en una concentración desconocida en la Tierra. Eddington pronto señaló tras el éxito de las expediciones del eclipse de 1919 que unas estrellas así deberían tener campos gravitatorios enormemente intensos. Si Adams tenía razón, el "desplazamiento de Einstein" ejercido por Sirio B debería ser treinta veces el ejercido por el Sol y esto los colocaba dentro del rango de la medida experimental. Adams aceptó el reto y a comienzos de 1925 estaba diseñando los experimentos que luego mostraron un desplazamiento hacia el rojo. Los resultados no fueron exactamente los predichos por la Teoría General pero estaban lo suficientemente cerca para ser considerados como una confirmación adicional. Por si la presencia de Millikan al frente del Caltech y de Adams en el Monte Wilson no fuera suficiente para atraer a Einstein a Pasadena, estaba también Edwin Hubble, que en ese momento estaba utilizando el telescopio de 100 pulgadas del observatorio para extender el estudio del universo más allá de la galaxia y plantear nuevas preguntas sobre el "mundo de Einstein" de la relatividad general. El nuevo instituto, por tanto, presentaba en general una inclinación hacia la cosmología que Einstein había obligado a la ciencia a considerar. Eddington había sido profesor visitante en 1924, y fue en una cena celebrada en su honor donde el profesor W. H. Williams, a su vez especialista en relatividad, había compuesto "El Einstein y Eddington", parodia de "La morsa y el Carpintero", después de una partida de golf con Eddington. Recitado en una cena en el club de la facultad, decía como sigue: El Einstein y el Eddington sus golpes contaban; la tarjeta del Einstein noventa y ocho mostraba y la del Eddington más todavía, y los dos en el bunker atrapados y los dos en pie maldecían. No quiero ni ver, el Einstein decía, tanta cantidad de arena; quién puso ahí un bunker no hay quién lo entienda; creo que sería estupendo si alisar uno el campo pudiera. Si siete doncellas con siete escobas la calle barrieran estoy seguro que en menos de diecisiete golpes este hoyo yo hiciera. Lo dudo, decía el Eddington, con lo flojo que juega.

... Ha llegado la hora, dijo Eddington, de hablar de muchas cosas; de cubos, relojes y metros, y por qué oscila un péndulo, y cuán inclinado está el espacio y si el tiempo tiene alas. En la escuela aprendí que si la manzana cae es a causa de la gravedad, y ahora me dices que la causa es solamente el G mu nu. No puedo convencerme de que esto sea cierto. ... Y el espacio, cuatro dimensiones tiene, en vez de sólo tres. El cuadrado de la hipotenusa ya no es lo que solía . Me da pena lo que has hecho a la plana geometría. Sostienes que el tiempo está muy enredado, que incluso la luz se dobla; creo que cojo la idea, si esto es lo que querías decir. El correo que hoy trae el cartero mañana se enviará. ... La línea más corta, contestó Einstein, no es la recta, se curva alrededor de ella misma, como un número ocho, y si vas demasiado aprisa llegarás demasiado tarde. Pero la Semana Santa cae en Navidad, y lo lejano está cerca y dos más dos es más de cuatro y allá lejos está aquí. Puede que tengas razón, dijo Eddington, parece un poco raro. La preocupación de Pasadena por la relatividad era lo suficientemente grande para fomentar el interés de Einstein en el trabajo de los físicos americanos, y a principios de 1925 aceptó provisionalmente visitar el instituto más adelante ese mismo año. Sin embargo, previamente había hecho los preparativos para visitar Sudamérica-en parte para dar conferencias en la Universidad Estatal Argentina, en parte con esperanza de recaudar dinero de los judíos ricos para los fondos sionistas. Le encantó aquel "Paraíso de la Naturaleza", como se lo describía en una postal a Lord Haldane, pero se vio un poco avergonzado por la exagerada bienvenida de la colonia alemana que metafóricamente le

apretó contra su pecho teutón. "Gente extraña, estos alemanes", escribió en su diario después de ser recibido por el embajador alemán. "Soy para ellos una especie de flor podrida y en cambio, no dejan de llevarme en el ojal". Como siempre, no escatimó energías. "El viaje me afectó tanto a los nervios que el médico me ha recomendado taxativamente que no me embarque en una empresa de este calibre en varios años", escribió a Millikan cuando a regañadientes tuvo que cancelar su visita. Millikan repitió la invitación en 1927. Otra vez Einstein se vio obligado a rechazarla. Escribió: "Difícilmente puedo considerar la posibilidad de volver a hacer un viaje así. (De animal he pasado a ser un vegetal)". "Debo decirle que mis estudios formales de estos últimos años, aunque interesantes en sí mismos, me han impedido seguir muy de cerca la rápida marcha de la física teórica. Por otra parte, no han progresado hasta el punto en el que pueda estar seguro de obtener resultados físicos. En cuanto al futuro, es un juego de azar. Así que probablemente no se perderán mucho porque no pueda ir". También había otras razones y, como solía ocurrir, las explicó Elsa, quien las desgranaba en una carta típica a Millikan. "Durante días, mi marido estuvo dudando", escribió el 18 de septiembre. ¡Su oferta era demasiado generosa! Ahora, después de una larga reflexión, tiene que rechazarla después de todo. ¡Con el corazón pesaroso, a causa de otras invitaciones que había recibido! Por ejemplo, Rusia e Inglaterra llevan años invitándole encarecidamente. Además si fuera a California, con toda seguridad llegarían invitaciones urgentes de varias ciudades como Chicago, Nueva York y otras. Sería penoso tener que rechazarlas todas. Por otro lado, sería desagradable hacer la ida y la vuelta por el Canal de Panamá y evitar Nueva York. En confianza, mi querido profesor, es demasiado para él visitar esas ciudades. El dilema es tan grande que tendremos que prescindir de California. ¡Y de buena gana habría ido! Su estado de salud es muy bueno. Pero debe cuidarse continuamente porque el año pasado estuvo muy enfermo. Así pues, la relación con Pasadena, y con el trabajo de Hubble y Hale en el Monte Wilson que iba a influir dramáticamente en la visión cosmológica de Einstein, no comenzó hasta 1930 e iba a durar sólo tres años. Luego cayó en los brazos de Abraham Flexner y el Institute for Advanced Study de Princeton, algo que probablemente no hubiera ocurrido si sus lazos con Pasadena hubieran sido más duraderos en aquella época. El resultado fue que durante los últimos años 20, Einstein permaneció en Europa, y la mayos parte del tiempo en Alemania, más involucrado que nunca en los grandes dramas. El primero el relativo a la lucha de la Alemania de la posguerra primero para volver a alcanzar la respetabilidad política en Europa y luego para mantener su posición, una lucha íntima relacionada con su actitud ante el rearme. Era un drama que para Einstein alcanzó su climax en 1933 con su decisión de vivir fuera de Alemania para siempre y su sobrecogedora apostasía del pacifismo que para muchos discípulos supuso el mismo horror que ver a un hombre bueno que, de repente, se corta el cuello.

Si embargo, esta historia de la Alemania de entreguerras fue en cierta forma menos importante para Einstein que el drama científico que desde entonces iba a ensombrecer su vida cada vez más. Esto tenía que ver con el misterio de la naturaleza dual de las cosas, por estas fechas ya ampliado de la radiación a la propia materia, y su solución mediante un método que conducía al destronamiento de la causalidad, hasta entonces piedra angular de la física. Porque, a medida que los físicos del mundo de la posguerra comenzaron a explicar la dualidad de la naturaleza inherente a la concepción del fotón de Einstein, se fue haciendo difícil pasar por alto una conclusión incómoda: que en el mundo subatómico, eran probabilidades, más que hechos, todo lo que podía predecirse a partir de una serie particular de circunstancias. Esto fue una conclusión contra la que Einstein luchó con empeño conservador, combatiendo hasta el último cartucho y luego, cuando todo parecía perdido, tomando una posición que su amigo Max Born describió como distante y escéptica, "una tragedia, para él, que busca el camino en soledad, y para nosotros que perdemos a nuestro líder y portaestandarte". La historia comenzó a principios de los años 20 a medida que se hacía evidente que los grandes avances físicos iniciados en la primera década del siglo iban perdiendo fuerza. Habían resuelto problemas puntuales pero no habían hecho nada para reemplazar el sistema global de la física clásica que primero habían cuestionado y después hecho pedazos. La teoría cuántica de Planck, los fotones de Einstein, el primer mapa del núcleo del átomo de Rutherford y la inquietante explicación que Bohr dio de éste, cada uno había dado respuestas aisladas a problemas aislados. En cambio, en el camino parecían haber originado más incógnitas que las que habían despejado. "En la primavera de 1925", escribe Martin Klein, "el panorama teórico se había convertido por el trabajo de físicos en un prometedor pero incompleto y confuso enredo de éxitos y fracasos, de manera que Wolfgang Pauli, uno de los más agudos y más extrovertidos de los jóvenes teóricos pudo escribirle a un amigo: "La física está muy liada en este momento; o al menos a mí se me hace muy difícil y me gustaría ser actor de cine o algo así y no haber oído nunca hablar de física". Sin embargo, en pocos años, la confusión de esta situación se había visto alterada dramáticamente por una nueva descripción del mundo subatómico. Esta nueva concepción que tomó cuerpo en los años 20 ha sido modificada considerablemente en los últimos cuarenta años. No obstante, sus fundamentos han pasado la prueba y han tendido a mostrarla como una evolución natural de las ideas que comenzaron con el electrón de Lorentz y J.J. Thompson y fueron modificadas y ampliadas por Planck, Einstein, Rutherford y Bohr. Una premisa fundamental de la física clásica era que los acontecimientos se sucedían unos a otros sobre una base que podía ser predicha con tal que uno comprendiera las leyes de la naturaleza y tuviera suficientes datos. La creencia de Laplace de que las posiciones y velocidades de todos los objetos del universo proporcionarían suficientes datos para la predicción del futuro puede ser una ilustración extravagante. Sin embargo, esto no era más que una ampulosa aunque fantástica extrapolación de la idea de que

los acontecimientos estaban determinados, no sólo en el laboratorio sino en todo el campo de la experiencia humana. Algunos factores en la teoría cuántica habían sembrado las primeras dudas sobre esta cómoda suposición: el electrón en el átomo de Bohr, saltando de una órbita a otra sin causa aparente, contribuyó a aumentar la duda. ¿Podía ser que no hubiera una "causa" real de esos movimientos? Aunque no pudieran ser "predichos" en cierto sentido de la palabra, ¿tendrá que ser para siempre una predicción meramente estadística, posible únicamente a causa de las enormes cantidades que intervienen? Y si no hubiera una "causa" identificable, si los sucesos a nivel subatómico estuvieran gobernados únicamente por el azar, ¿no podría ser esto cierto también a otros niveles? ¿No podría ser que toda la concepción de causalidad en el universo fuera sólo una ilusión? Esta posibilidad ya había inquietado seriamente a Einstein. Había inquietado no sólo a lo que quedaba de su creencia en la física clásica, sino a su sentido de lo que está bien en un mundo en orden y bien estructurado y ya en enero de 1920 había transmitido sus dudas a Max Born. [La preocupación de Einstein por este tema desde 1920 hasta el final de su vida aparece reflejada constantemente en la larga serie de cartas publicadas en Briefwechsel 1916-1955 Albert Einstein/Max Born (Munich, Nymphenburger, 1969; Lóndres, MacMillan, 1970). Algunas de las cartas de Einstein a Born han aparecido en otros sitios con traducciones ligeramente distintas; por claridad, las referencias son a las cartas recopiladas]. "La cuestión de la causalidad también me preocupa mucho", había escrito el 27 de enero. "¿Llegará la emisión y absorción de luz por el cuanto alguna vez a ser entendida como completa causalidad, o quedará un residuo estadístico? Tengo que confesar que me falta el coraje del convencimiento. Sin embargo, sería muy, muy reacio a abandonar la causalidad total..." Así,el nuevo concepto del mundo subatómico estaba empezando ya en 1920 a abrir una brecha. Bohr, Born y varios de los demás contemporáneos de Einstein, así como muchos de los más jóvenes que eran en gran medida los responsables de la nueva idea, enseguida dieron el salto. Einstein se quedó donde estaba. Por tanto, la escena se repetía en muchas formas la de dos décadas antes cuando él había presentado su teoría de la relatividad. Solo que entonces él había estado con la vanguardia iconoclasta; ahora se atrincheraba con la pequeña retaguardia conservadora. Un relato cronológico de la historia revela cómo dos grupos distintos de pensadores, al empezar a aclarar la confusión de los primeros años 20 desde diferentes puntos de partida, desarrollaron dos conceptos diferentes de la naturaleza que rápidamente se combinaron en uno solo, en un proceso que transformó la recién creada mecánica ondulatoria en la más global mecánica cuántica. [21 de las cartas clave de Einstein, Schröedinger, Planck y Lorentz que tienen que ver con este periodo, junto a una esclarecedora introducción de Martin J. Klein, se encuentran publicadas en Letters on Wave Mechanics, K. Przibram, ed. (Nueva York, Philosophical Library, 1967; Lóndres, Vision Press, 1967).] El primer avance llegó en 1923 y estuvo relacionado con

el propio Einstein más directamente de lo que en general se cree. Lo realizó Louis de Broglie, hermano menor de Maurice de Broglie quien había sido cosecretario del Primer Congreso Solvay, físico francés que había comenzado a estudiar historia medieval, se pasó a la física a la mitad y trabajó en temas de radio durante la guerra. Al comienzo de sus estudios antes de 1919, de Broglie se había sentido cautivado por la relatividad. "Cuando, tras una larga ausencia, volví a mis estudios con mayor madurez al final de la Primera Guerra Mundial", ha escrito, "fueron otra vez las ideas de Einstein" las que le guiaron. "Tuve una inspiración repentina", dice. "La dualidad onda partícula de Einstein era un fenómeno absolutamente general que se aplicaba a toda la naturaleza física y, en tal caso, el movimiento de todas las partículas, fotones, electrones, protones, o cualquier otra, tenía que estar asociado a la propagación de una onda". De Broglie describió esta propuesta poco convencional, "la sugerencia, exclusivamente sobre la base de la belleza intelectual, de adscribir naturaleza de onda a las partículas medibles", como se ha explicado en tres artículos publicados en la Comptes Rendues de la Académie des Sciences en 1923. "En los meses siguientes", declara, "hice todo lo que pude para desarrollar y ampliar mis ideas aún más como preparación de mi tesis doctoral. Antes de hacerlo, le pedí a Paul Langevin, que estaba muy versado en la teoría de la relatividad y la teoría cuántica, que revisara mis conclusiones y le pareció conveniente pedirme una segunda copia que propuso enviar a Einstein. Einstein rápidamente se dio cuenta de que mi generalización de su teoría de los cuantos de luz iba a abrir horizontes completamente nuevos a la física atómica y contestó a Langevin que yo había "levantado una esquina del gran velo". Lo que se descubrió detrás del velo fue más sorprendente que la primera idea de que la luz podía ser considerada como un grupo de partículas en un momento y una serie de ondas en otro. La idea de De Broglie no era del tipo "o una cosa u otra"; en vez de eso, postuló que las partículas, como los electrones, eran guiados por lo que pronto se conoció como "ondas de De Broglie" u "ondas de materia". Estas ondas producían los efectos de interferencia que resultaban familiares a los científicos en sus estudios sobre la luz. Cuando los efectos de interferencia se sumaban, originaban las "órbitas preferidas" que Bohr ya había postulado y en ellas, los movimientos de las partículas estaban gobernados por las leyes de la propagación de las ondas. Mientras de Broglie desarrollaba esta idea para su tesis doctoral, Einstein de nuevo salió al estrado. El verano de 1924, recibió de S. N. Bose, un físico indio de la Universidad de Dacca, un breve artículo sobre "La Ley de Planck y la Hipótesis de los Cuantos de Luz", que consideraba la radiación como una forma de gas compuesto por fotones. A Einstein le impresionó tanto el artículo que él mismo lo tradujo al alemán y lo envió al editor del Zeitschrift für Physik, quien lo publicó en julio. La razón de este interés era sencilla. Había visto inmediatamente que era posible extender los métodos estadísticos de Bose a los átomos corrientes, "las estadísticas Bose-Einstein", como se conocieron, si se suponía, como de Broglie estaba suponiendo, que las partículas materiales tenían

simultáneamente las propiedades de onda y partícula que él mismo había supuesto para la radiación dos décadas antes. "Su rápida e inmediata respuesta... resultó ser con el tiempo el punto de inflexión en mi carrera científica", dice Bose en la actualidad. Einstein desarrolló este tema en un artículo en dos partes para la Academia de Prusia. Antes de leer el segundo, había recibido de su amigo Langevin un borrador de la tesis doctoral de de Broglie y recalcó en el artículo lo útiles que había encontrado las ideas de de Broglie. "El mundo científico de la época estaba pendiente de cada palabra de Einstein", ha escrito de Broglie, "pues se encontraba entonces en la cima de su fama. Al recalcar la importancia de la mecánica ondulatoria, el ilustre científico había hecho mucho para acelerar su desarrollo. Sin su artículo, mi tesis seguramente no se habría valorado hasta mucho más tarde". Así fue. Pero el comentario de Einstein sobre la disertación de de Broglie también había sido observado por Erwin Schröedinger, vienés de 37 años que más tarde demostraría una notable facilidad para atravesar las fronteras entre ciencia y humanidades sin reparar en ellas, un hombre de dos culturas que pudo declarar irónicamente sobre los últimos estudios de rayos cósmicos que prometían "la realización a gran escala del plan para exterminar a la humanidad que todos llevamos en nuestros corazones". Schröedinger no tenía ninguna duda sobre la deuda que tenía con Einstein. "Todo esto", escribió más tarde a Einstein, "con toda seguridad no se habría originado aún, y quizás nunca (quiero decir, al menos por mi parte), si su segundo artículo sobre la degeneración de los gases no me hubiera hecho ver la importancia de las ideas de de Broglie". En ese momento Schröedinger exhibió uno de esos breves borbotones de genialidad concentrada que más de una vez han cambiado el rostro de la física. En cuatro meses levantó la estructura básica de lo que se conoció como mecánica ondulatoria. En ella, el énfasis de las ondas de de Broglie en la partícula del electrón se llevó un paso más allá. La propia partícula dejó paso a lo que era, de hecho, una onda de electrón permanente; en vez de ser un corpúsculo controlado por una onda, se convirtió en una onda corpuscular. Lo que había ocurrido por tanto en muy pocos años era una constante fusión de los conceptos de onda y partícula. El electrón, y posiblemente otras partículas que los físicos todavía desconocían en su mayor parte, habían pasado de ser o bien una partícula o una onda a ser una en determinadas circunstancias y la otra en circunstancias diferentes. Así parecía ser las dos cosas al mismo tiempo. Aquí, parecía que la ciencia había chocado no sólo contra el "sentido común", lo que ya se sospechaba cuando empezó a tratar los sucesos del mundo subatómico, sino contra la lógica racional. Puesto que, ¿podía algo realmente ser una cosa y su opuesta al mismo tiempo? Esperando a dar una respuesta estaba Niels Bohr. Su respuesta fue un "sí" incondicional. Lo declaraba en el "principio de complementariedad", que proponía que el hecho de que la luz o los electrones fueran ondas o partículas en movimiento dependía por completo de las propiedades específicas que se estuvieran investigando; el objeto estudiado presentaba características duales y que

adoptara la forma de las que conocemos como propiedades de onda o de las que conocemos como partículas dependía únicamente de cómo lo estudiáramos. Bohr tenía su forma característica de explicar lo que él llamaba la poesía de la complementariedad y su discípulo L. Rosenfeld describe cómo Bohr se valía de una escena japonesa para ilustrarla. Al atardecer, la cima del Fujiyama desaparecía tras una cortina de nubes con ribetes dorados: la negra masa de la montaña rematada por esta corona reluciente, transmitía una impresión de respeto y majestuosidad. A la mañana siguiente, ofrecía un espectáculo completamente diferente: la cima puntiaguda sola, cubierta de nieve reluciente emergía sobre la densa niebla que cubría el valle; el paisaje irradiaba alegría y felicidad. Así pues, reflexionaba Bohr, las dos mitades de la montaña no suman sólo un montaña: cada una de ellas lleva emparejada una impresión peculiar, individual y las dos son complementarias. La mecánica ondulatoria de Schröedinger, que rápidamente se vio que ofrecía una explicación verosímil de muchas cosas que antes no podían explicarse, era creíble por tanto sobre la base de que la realidad es lo que uno hace de ella. Esto era bastante inquietante para aquellos que creían que se podía eliminar cualquier ignorancia científica añadiendo conocimiento. Pero aún había más. Antes incluso de que de Broglie y Schröedinger hubieran empezado a explicar el funcionamiento interno del átomo mediante lo que era esencialmente la combinación de ideas de onda y de partícula de un físico, Werner Heisenberg, alemán de poco más de veinte años estaba desarrollando un enfoque totalmente diferente. Heisenberg partió de la suposición de Mach de que las teorías deberían basarse en fenómenos físicamente verificables y mientras trataba de descubrir la estructura del átomo, consiguió las líneas espectrales que constituían las huellas dactilares individuales de los átomos de cada elemento. Las longitudes de onda de éstos se podían determinar utilizando un sistema matemático llamado mecánica matricial o mecánica cuántica. Así, en 1927 la explicación de de BroglieSchröedinger del electrón estaba siendo completada por una explicación del átomo puramente matemática que usaba las líneas espectrales como punto de partida pero que abandonó pronto la representación gráfica discreta a favor de una serie discreta de números. De hecho, estos dos desarrollos habían sido caminos paralelos. Y en aquel momento se unieron mediante argumentos que demostraban que, efectivamente, ambas explicaciones decían lo mismo con diferentes lenguajes. Schröedinger dio el primer paso en la unificación de las dos ideas y Born la llevó más lejos al proporcionar una interpretación estadística de la concepción de onda de Schröedinger; pero lo hizo solamente aceptando que estaba tratando con grandes cantidades de sucesos aleatorios y que sus resultados trataban exclusivamente de su probabilidad. La sugerencia de que una explicación satisfactoria del mundo físico podría consistir no en una descripción de sucesos sino de sus probabilidades ya se había hecho en el famoso "principio de incertidumbre" de Heisenberg. Esto mostraba convincentemente que a nivel subatómico el mero

hecho de la observación afectaba a lo que uno estaba observando y que cuanto más precisa fuera la medición efectuada de la posición o de la cantidad de movimiento de una partícula, menos precisa se hacía la medición de la otra. Además, se descubrió que la incertidumbre de estos dos factores estaba relacionada, como por una mano invisible, con un número que por esas fechas ya se había hecho familiar: la constante de Planck de la teoría cuántica, descubierta un cuarto de siglo antes. En este punto, se cerró satisfactoriamente un acto de uno de los grandes dramas de la física. De Broglie había jugado su papel junto a Heisenberg. Schröedinger y Born habían contribuido en igual medida a la nueva concepción y ambos, obligados a abandonar Alemania pocos años más tarde, iban a discrepar sobre sus implicaciones. Planck con la varita mágica de su constante universal, y Einstein con su poder para influir con el ejemplo en las mentes de los hombres, habían tenido papeles significativos. Juntos habían creado "la nueva física"; ahora tenían que dormir juntos en la cama que habían hecho. El resultado más significativo de estos acontecimientos fue, como de Broglie lo explicaba muchos años después, que la física cuántica parecía ahora estar gobernada por leyes estadísticas y no por mecanismos casuales, escondidos u otros. La "onda" de la mecánica ondulatoria dejó de ser una realidad física y se convirtió en una solución de ecuaciones diferenciales parciales clásicas y así en la forma de representar la probabilidad de que ciertos fenómenos tengan lugar. También el corpúsculo se convirtió en un mero fantasma, ya no podemos decir "en tal instante un corpúsculo se encontrará en tal sitio con tal energía o cantidad de movimiento", sino solamente, "en tal instante habrá tal probabilidad de que un corpúsculo se encuentre en tal o tal sitio". En otras palabras, mientras un experimento dado puede o bien localizar un corpúsculo o bien determinar su cantidad de movimiento, lo que no puede es hacer las dos cosas. Había sutiles diferencias en la forma en que los físicos implicados miraban esta característica central de la indeterminación que ocupaba una posición clave en el nuevo panorama del mundo subatómico. Mientras que Born, Heisenberg y Bohr la aceptaban sin restricciones, Einstein y Planck sólo la aceptaban con las mayores restricciones. Y en cambio, ellos dos eran los mismos hombres que un cuarto de siglo antes habían introducido en la física las mismas ideas que ahora veían como su caballo de Troya. La ruptura con el mundo antiguo que este nuevo concepto epitomiza puede ilustrarse con dos declaraciones. Una se debe a Sir Basil Schonland, quien describe el nuevo mundo en Los Atomistas. "Parecía aprobado experimentalmente", dice, que en el fondo de todos los fenómenos se podían descubrir leyes de azar que hacían imposible pensar en un mundo ordenado determinista; las leyes básicas de la naturaleza parecían ser fundamentalmente estadísticas e

indeterminadas, gobernadas por el puro azar. A gran escala podía parecer exactamente al revés pero esto era porque implicaban un número tan elevado de sucesos. Tenían la monumental estabilidad de una enorme compañía de seguros de vida aunque, como ella, descansaban sobre la incertidumbre individual. Este era el mundo que ahora se presentaba, en frase de Max Born, a la generación a la que pertenecían Einstein, Bohr y él. Era una generación a la que se había enseñado que existe un mundo físico objetivo, que se despliega siguiendo leyes inmutables que no dependen de nosotros; contemplamos este proceso como el público contempla la obra en un teatro. Einstein sigue creyendo que esta debería ser una relación entre el observador científico y su objeto. La mecánica cuántica, en cambio, interpreta la experiencia obtenida en la física atómica de forma diferente. Podemos comparar al observador de un fenómeno físico no con el público de una representación teatral, sino con el de un partido de fútbol en el que el acto de mirar unido a aplaudir o silbar, tiene una notable influencia en la velocidad y en la concentración de los jugadores y por tanto, en lo que se ve. De hecho, un mejor símil es la vida misma, donde el público y los actores son las mismas personas. Es la acción del experimentador que elige el aparato lo que determina algunas características esenciales de las observaciones. Así pues, no hay una situación que exista objetivamente, como se suponía que existía en la física cuántica. La dolorosa situación en la que se encontraba Einstein ahora no era un caso único. J. Robert Oppenhemer ha señalado cómo "muchos de los hombres que han contribuido a los grandes cambios en la ciencia han estado en realidad muy descontentos con lo que se han visto obligados a hacer", y cita no sólo a Planck y a Einstein sino a Kepler y a de Broglie. El fenómeno no se limita a la física. Lord Conway, lamentando la degradación de los Alpes a la que sus propios guías tanto habían contribuido, ha señalado que "cada generación hace del mundo más o menos la clase de lugar que sueña que debería ser, y todas, cuando les llega su hora, tienen que elogiar las condiciones con las que se encontraron cuando eran jóvenes". Igual le pasó a Einstein. A veces, bromeaba amargamente sobre su incapacidad para aceptar el nuevo mundo que sus colegas habían creado. Philipp Frank le visitó en Berlín, aparentemente en 1932 y comenzaron a hablar de la nueva física. Entonces, dice Frank, Einstein dijo, en parte en broma, algo así: "Ha surgido una nueva moda en física. Por medio de experimentos teóricos ingeniosamente formulados, se demuestra que ciertas magnitudes físicas no pueden medirse, o, para decirlo con más precisión, que de acuerdo con las leyes naturales aceptadas, los cuerpos investigados se comportan de manera que burlan todos los intentos de medición. De esto se saca la conclusión de que carece completamente de sentido mantener esas magnitudes en el lenguaje de la física. Hablar de ellas es pura metafísica".

Y cuando Frank señaló a Einstein que él había inventado la moda en 1905, Einstein respondió: "Un buen chiste no debería repetirse demasiado a menudo". De forma más convincente le explicó a Infeld, el polaco que le había visitado en Berlín y que más tarde se juntaría con él en los Estados Unidos, "Sí, puede que yo haya empezado, pero yo veía esas ideas como algo provisional, nunca pensé que los otros se las tomarían mucho más en serio que yo". Sus sentimientos iban por dentro y se resumieron en la frase, ligada tan estrechamente a su nombre como la ecuación E=mc2, que utilizó en una carta a Max Born el 12 de diciembre de 1926. "La mecánica cuántica es ciertamente imponente. Pero una voz interior me dice que no es todavía la realidad. La teoría dice mucho, pero en realidad no nos acerca nada al secreto del Viejo. Yo, en cualquier caso, estoy convencido de que El no echa los dados". El comentario final se alteró, se repitió, se parafraseó e iba a dar la vuelta al mundo. Pero el significado básico era claro y sin concesiones, que, en su forma más repetida, "Dios no juega a los dados con el mundo". Como Einstein le decía años después a James Franck: "Puedo todavía, en el peor de los casos, admitir que el Señor puede haber creado un mundo en el que no haya leyes naturales. En pocas palabras, un caos. Pero que haya leyes estadísticas con soluciones definidas, esto es, leyes que obligan al Señor a echar los dados en cada caso individual, eso lo encuentro altamente desagradable". Por tanto, veía las leyes estadísticas necesarias para explicar el mundo subatómico simplemente como lo menos malo; no podía aceptarlas como las leyes fundamentales de la realidad física; éstas, creía él, determinarían los propios sucesos más que sus probabilidades. Con el tiempo, cuando se supiera mucho más, sería posible lanzar por la borda las actuales explicaciones puramente estadísticas y sustituirlas por algo mejor. Se descubrirían leyes más satisfactorias, finalmente los hombres encontrarían cómo había creado el mundo un Dios que no jugara a los dados. Esta fue la posición que adoptó a finales de los años 20. La mantuvo, casi invariable, hasta el final de su vida. Pocas veces la ha descrito más claramente que en una carta que escribió a Herbert Samuel en octubre de 1937, tras la publicación del libro de Samuel "Belief and Action". "Usted ha subrayado acertadamente que estos físicos [estadísticos] no distinguen entre hechos observados y hechos existentes objetivamente", decía. No hay causalidad en relación con los primeros; uno de sus mayores méritos es haber demostrado esto. Si los hechos objetivos están sujetos a causalidad es una cuestión cuya respuesta depende necesariamente de la teoría de la que partamos. Por lo tanto, nunca será posible decidir si el mundo es causal o no. Hasta ahora sólo contamos con una teoría estadística para la descripción de los sucesos atómicos. Pero si consiguiéramos construir una teoría de carácter determinista, basada en supuestos menos independientes que la actual física estadística, nadie insistiría en mantener esta última como base de la física. Debo confesar que yo estoy convencido de que se alcanzará esta posibilidad. También debería recordarse que la mecánica cuántica estadística no cubre ni explica todos los

resultados parciales admitidos de nuestra actual física teórica ni todos los hechos empíricos admitidos. Es por tanto una actitud poco crítica considerar un hecho el carácter estadístico de la naturaleza. Sólo puede excusarse por el hecho de que hasta el momento no tenemos ninguna otra teoría. La formulación de esta nueva idea del mundo subatómico tuvo lugar entre la publicación de los artículos de de Broglie en 1924 y el verano y otoño de 1927 que vieron la publicación del principio de incertidumbre de Heisenberg y la exposición del principio de complementariedad de Bohr. Pero la mayoría de los físicos mantenía sus reservas. La mayoría pensaba que en asuntos de esta índole no se llega nunca al final y que la solución de una serie de problemas generalmente origina otros; la mayor parte opinaba que sería poco sensato adoptar una posición demasiado dogmática. Ahora bien, en octubre, se vieron obligados a salir de sus madrigueras, forzados a ponerse en pie y pasar lista, a declarar sus posiciones. La ocasión era el Quinto Congreso Solvay de 1927. Junto al Sexto, que se celebró tres años más tarde, en 1930, marcó un notable cambio de la posición de Einstein en el mundo científico. El tema general de discusión en Quinto Congreso era "Electrones y Fotones", y la lista de ponentes y de artículos mostraba a las claras que los distintos puntos de vista de la naturaleza ondulatoria o corpuscular de la materia se discutirían machaconamente; igual, que también estaba claro, se discutiría el dilema subyacente de causalidad frente a indeterminismo, ese fantasma que habían despertado los físicos europeos y que ahora les miraba por encima del hombro en cualquier parte que estuvieran. Lorentz vino de Holanda, Sir William Bragg con su hijo Lawrence de Inglaterra, Arthur Compton de los Estados Unidos, Born y Heisenberg de G(ttingen, Einstein de Berlín, Schröedinger de Stuttgart y de Broglie de París. Y de Copenhage vino Bohr, impaciente por explicar su principio de complementariedad, encarecidamente apoyado por Heisenberg. "En los congresos Solvay", Bohr escribió más tarde, "Einstein había sido desde los comienzos una figura preeminente y varios de nosotros acudíamos a la conferencia con grandes expectativas por conocer su reacción ante esta última fase del desarrollo que, en nuestra opinión, llegaba lejos en la aclaración de los problemas que él había, desde el comienzo, destapado tan ingeniosamente". Al inicio de la conferencia, Bohr lanzó el guante con un relato de los problemas epistemológicos que presentaban los recientes avances de la física. Estaba de acuerdo en que la certidumbre había sido eliminada del mundo subatómico, que ahora se daba, como dijo en otro sitio, la imposibilidad de la separación drástica entre el comportamiento de los objetos atómicos y la interacción con los instrumentos de medida que ayudan a definir las condiciones en las que aparecen los fenómenos". Esto significaba que el concepto de onda o de partícula estaba determinado por el tipo de experimento. Ahora bien, incluso cuando se había decidido estudiar las características de la onda o de la partícula, el principio de incertidumbre de Heisenberg seguía ocultando la representación exacta de cómo era la naturaleza. Se había abierto la trampilla de la indeterminación y aquellos

afectados tendrían que sacarle todo el partido que pudieran. Einstein hizo muy poco. Quizá resulte extraño que no presentase ningún artículo en el Quinto Congreso, de hecho, generalmente se pasa por alto que su descripción de los calores específicos de 1911 es el único artículo Solvay que presentó nunca. Pero cuando los asistentes al congreso se reunían después de las sesiones en la Fondation Universitaire, el club universitario creado después de la Primera Guerra Mundial con los restos de la Fundación Hoover-Einstein salía a la luz. Seguía sin gustarle la incertidumbre y la complementariedad de Bohr y lo dijo sin tapujos. Entonces la discusión se animó. Lorentz hacía todo lo que podía para dar la palabra de uno en uno. Pero todo el mundo se lo tomaba muy a pecho. Todo el mundo quería dar su propia opinión. Hubo lo más parecido a un tumulto que podía darse con una asistencia tan distinguida y en la cuasi confusión, Ehrenfest subió a la pizarra que habían utilizado los sucesivos oradores y escribió: "El Señor confundió allí las lenguas de toda la Tierra". Esa tarde y las siguientes, Bohr intentó infructuosamente a Einstein de sus puntos de vista. Einstein inventaba ingeniosos experimentos en los que se intentaba mostrar que, con el equipo adecuado, se podrían descubrir teóricamente todas las características del electrón. Todas las veces Bohr probó que eso no era así. Ambas partes se mantuvieron firmes en sus posturas. Einstein sostenía que la naturaleza estadística de la teoría cuántica y la aparente imposibilidad de descubrir todas las características de la realidad física que emergía de ella, era simplemente resultado de la ignorancia. No pasaría mucho tiempo antes de que los físicos no sólo fueran capaces de estimar la probabilidad de que ocurra un suceso sino de descubrir si ocurrirá. Bohr y los muchos que le apoyaban, defendían que la indeterminación era en este caso una parte de la naturaleza. Se desataron fuertes pasiones y fuertes lealtades aunque "una actitud de lo más desenfadada animaba las discusiones", según Bohr. Por su parte Einstein nos preguntó burlonamente si de verdad podíamos creer que las autoridades de la providencia recurrían a jugar a los dados [... ob der liebe Gott würfelt], a lo que respondí señalando el gran cuidado, ya reclamado por los defensores antiguos, en adscribir atributos a la Providencia en el lenguaje del día a día. Recuerdo también cómo en el momento álgido de la discusión, Ehrenfest, con su cariñosa forma de tomar el pelo a sus amigos, sugirió en broma la aparente similitud entre la actitud de Einstein y la de los oponentes a la teoría de la relatividad; pero al instante Ehrenfest añadió que no podría tomarse un respiro mental hasta que llegase a un consenso con Einstein. Schröedinger trató de dar una interpretación causal de la mecánica ondulatoria y de Broglie propuso lo que describió como una "doble solución", que algunos pensaron que intentaba recoger lo mejor de ambas teorías. Pero al final del día, el estrado lo ocuparon Born, Bohr, Heisenberg, Pauli y Dirac cuyas interpretaciones estadísticas encajaban con el nuevo principio de incertidumbre y todo lo que este

conllevaba. Mientras ocurría todo esto, Einstein seguía siendo Einstein, "Durante un paseo bastante largo, me causó una profunda impresión y confirmó completamente mi fe en él", escribe de Broglie, cuyos artículos habían desatado la avalancha. "Me ganó en particular con su actitud agradable, con su amabilidad completa, con su sencillez y con su afabilidad. En ocasiones, se dejaba llevar por la alegría y daría una nota más personal e incluso revelaría algún detalle de su vida cotidiana. Luego otra vez, volviendo a su estado característico de reflexión y meditación, se lanzaba a una discusión profunda y original de variados problemas científicos y no científicos. Siempre recordaré el encanto de todas aquellas reuniones de las que me llevé una impresión imborrable de las grandes cualidades humanas de Einstein. A de Broglie, Einstein le reveló una razón instintiva de su incapacidad para aceptar la interpretación puramente estadística de la mecánica ondulatoria. Era una razón que le unía a Rutherford, quien solía afirmar que "debería ser posible explicar las leyes de la física a un camarero". Einstein, durante una discusión final con de Broglie en el andén de la Gare du Nord de París, a donde habían ido desde Bruselas para asistir a las celebraciones del centenario de Fresnel, dijo "que todas las teorías físicas, dejando de lado de lado sus expresiones matemáticas, deberían prestarse a una descripción tan sencilla 'que hasta un niño pudiera entenderlas'". ¿Y qué podía ser menos sencillo que las interpretaciones estadísticas de la mecánica ondulatoria? Ninguno de los protagonistas estaba dispuesto a abandonar esta discusión particular y se recobró con vigor renovado en la celebración del siguiente Congreso Solvay en 1930. El problema central seguía girando sobre la cuestión: ¿Era o no era teóricamente posible determinar la posición de una partícula y también su velocidad en un instante específico? En 1930 Einstein propuso un "experimento intelectual", uno teóricamente posible aunque irrealizable por limitaciones experimentales. La propuesta era confinar luz en el interior de una caja con las paredes cubiertas por espejos y que se pesaría. Se dejaría salir automáticamente un fotón mediante un temporizador en el interior de la caja que entonces se volvería a pesar. A partir de la variación de masa sería posible, con la ecuación de Einstein, calcular la energía o la cantidad de movimiento del fotón que se había dejado salir en instante específico. A primera vista, e incluso a segunda, Einstein parecía tener un argumento irrebatible. Hasta el día siguiente no se dio cuenta Bohr de que Einstein había pasado por alto una cosa: el efecto de pesar la caja en el reloj. Ha habido muchas explicaciones de los resultados de esta discusión pero ninguna más clara que la dada por Bárbara Cline, y merece la pena citarla entera. "El razonamiento de Bohr era aplicable a cualquier método de pesado", dice, "pero para ilustrarlo más claramente prefirió imaginar que la caja de luz de Einstein estaba colgada de un muelle de una báscula rígida. Así, cuando el fotón saliera, la caja

experimentaría un movimiento. Su posición vertical en relación a la superficie de la Tierra variaría y, por tanto, también lo haría su posición en el campo gravitatorio terrestre. Según la Teoría General de la Relatividad, este cambio en la posición espacial significaría un cambio en la frecuencia del reloj, prefijado y unido a la caja. El cambio sería extraordinariamente pequeño, pero en este caso, crucial. Ya que, debido a una cadena de incertidumbres inevitables: la incertidumbre en la dirección de escape del fotón, por tanto, en la reacción de la caja, por tanto en su posición en el campo gravitatorio terrestre, el tiempo preciso en que el fotón salió de la caja no podía ser determinado. De hecho, estaba indeterminado en la medida dada por el principio de Heisenberg, la piedra angular de la interpretación de Copenhague. Este fue el modo en que Bohr respondió al serio reto de Einstein, que había olvidado aplicar su propia Teoría General de la Relatividad. La discusión, que en realidad había comenzado siete años antes y, había cambiado el rostro de la física, implicaba dos preguntas separadas pero relacionadas: ¿Era la materia tanto una radiación ondulatoria como algo corpuscular, dependiendo sólo de cómo se considerara y eran las leyes del mundo subatómico las leyes indeterminadas de la estadística? El primero de estos problemas tenía un mayor efecto práctico en el mundo científico y Sir William Bragg, director de la Royal Institution que había asistido al Congreso de 1927, había comentado una vez: "Los lunes, miércoles y viernes enseñamos la teoría ondulatoria y los martes, jueves y sábados la teoría corpuscular". Cuarenta años más tarde, se había llegado a la síntesis. "Todo lo que ya ha ocurrido son partículas, todo lo futuro son ondas", declara Sir Lawrence Bragg, hijo de Sir William y a su vez director de la misma institución. "El tamiz imparable del tiempo coagula las ondas en partículas en el instante 'ahora'". En esto, Einstein había seguido la corriente, viendo la contradicción como algo admisible, una contradicción del sentido común, no menos dócil a la razón que la aparentes contradicciones de la relatividad. La incertidumbre era una incógnita a diferente nivel, más fundamental y, en lo que respecta a Einstein, más importante. Aquí su desconcierto, y no puede llamarse de otra forma por mucho que sus colegas trataran de amortiguar el golpe, acabó con la primera serie de batallas en la larga guerra que había de librar. Habían modificado su status en una medida pequeña pero cierta. Su toque era tan seguro como siempre, pero pertenecía a una época anterior. La brecha se mantuvo a lo largo de los años. En la cima del debate inicial, a principios de 1927, Einstein mostró sus sentimientos al final de un mensaje para las celebraciones de Newton en Inglaterra, concluyendo con la esperanza: "Que el espíritu del método de Newton nos de la fuerza para volver al unísono entre la realidad física y la característica más profunda de las enseñanzas de Newton, la estricta causalidad". Años más tarde, seguía manteniendo la misma esperanza. Y en 1944, en una carta a Born, escribió lo que Born ha descrito como "probablemente la mejor y más lúcida formulación del punto de vista de Einstein". En esta, decía:

Usted cree en el Dios que juega a los dados, y yo en la ley y en el orden completos en un mundo que existe objetivamente y que yo, de forma salvajemente especulativa, estoy intentando capturar. Creo firmemente, pero espero que alguien descubrirá una forma más realista o más bien una base más tangible que la que a mí me ha tocado hacer. Ni siquiera el gran éxito inicial de la teoría cuántica me hace creer en el juego de dados fundamental, aunque soy bien consciente de que nuestros colegas más jóvenes interpretan esto como una consecuencia de la senilidad. Mantuvo la esperanza hasta el final. Max Born muestra lo poco justificadas que estaban sus esperanzas, hablando tres meses después de la muerte de Einstein, en la conferencia celebrada en Berna para celebrar el quincuagésimo aniversario de la Teoría Especial. Un hombre de la grandeza de Einstein, que ha logrado tanto pensando, tiene derecho a llegar hasta el límite del método apriorístico. La física actual no le ha seguido; ha continuado acumulando datos empíricos e interpretándolos de una forma que desagradaba a Einstein por completo. Para él, un potencial o una componente de un campo era un objeto natural real que cambiaba según las leyes deterministas definidas. La física moderna trabajaba con funciones de onda que, en su comportamiento matemático, son muy similares a los potenciales clásicos pero no representan objetos reales. Sirven para determinar la probabilidad de encontrar objetos reales, ya sean partículas o potenciales electromagnéticos u otras cantidades físicas. Pueden aducirse varias razones del modo en el que Einstein comenzó a distanciarse de la corriente general de la física en los últimos años 20. Puede decirse que la llama brillante ardió con un poco menos brillo a medida que desviaba sus energías al pacifismo, las necesidades de la Universidad Hebrea de Jerusalén o las solicitudes de la Agencia Judía. De la misma forma, puede alegarse que pasaba más tiempo en esos menesteres porque sentía que su capacidad disminuía. De manera más verosímil, puede atribuirse a la concentración en las matemáticas, tan esenciales para su trabajo en la teoría del campo unificado. Aún así, la oposición que tan testarudamente mantenía frente la indeterminación de la mecánica cuántica no se basaba totalmente en su incapacidad de "verla" como había "visto" muchas otras innovaciones en física. Se basaba en algo más fundamental, en una suposición interior sobre el mundo que tenía mucha más semejanza con la fe religiosa que con el escepticismo siempre interrogante de la ciencia. Einstein creía que el universo había sido diseñado para que sus mecanismos pudieran ser comprensibles; por tanto, esos mecanismos debían conformarse a leyes que pudieran ser descubiertas; así pues no había sitio para el azar y la indeterminación, Dios, después de todo, no jugaba así. A diferente nivel, resaltó estas creencias en una entrevista en octubre de 1929, cuando la discusión sobre la mecánica cuántica estaba en su apogeo. "No reclamo reconocimiento por nada", dijo, ante una mención de su modestia. "Todo está determinado, el comienzo tanto como el final, por

fuerzas sobre las que no tenemos control. Está determinado tanto para el insecto como para la estrella. Los seres humanos, los vegetales o el polvo cósmico, todos bailamos al son de una melodía misteriosa, tocada en la distancia por un gaitero invisible". Aunque estaba tan convencido respecto al problema que iba a apartarse de sus colegas, Einstein seguía poniendo las cartas sobre la mesa, a veces con una objetividad que tendía a enmascarar sus sentimientos. Esto se vio cuando, a principios de 1928, pronunció una conferencia en Davos, en Suiza. Era muy vulnerable a cualquier llamada de aquel país y respondió a una solicitud que iba a tener importantes repercusiones. La primera fue una grave crisis de salud. Luego, como consecuencia de esto, llegó la contratación de Helen Dukas, una joven alemana que iba a ser su secretaria durante el siguiente cuarto de siglo, factótum general y, tras la muerte de Elsa, esforzado perro guardián. La solicitud llegó a la Davoser Hochschule, que estaba iniciando cursos universitarios para muchachos y muchachas en los sanatorios de los alrededores. El tratamiento en éstos suponía una interrupción de los estudios habituales, normalmente durante meses y a menudo durante años; pero los cursos especiales podían cambiar todo eso y las autoridades de Davos apelaron a profesores especialistas para que prestaran sus servicios durante unas semanas a finales de marzo. Einstein respondió de buena gana. A las ceremonias de apertura el 28 de marzo siguieron una serie de grupos de estudio reunidos en Kurhaus; discusiones; y un concierto de música de cámara celebrado a beneficio del colegio. Tomó parte con entusiasmo en todo, prestándose de buen grado a tocar el violín en un trío ad hoc con violoncelo y piano y la noche del concierto fue uno de los números estrella. El público disfrutó no poco con la imagen del propio Einstein negándose a saludar pero cogiendo la partitura e inclinándola hacia adelante para que fuera Schubert quien recibiera los aplausos. Su conferencia fue sobre "Conceptos Fundamentales de Física y Sus Cambios más Recientes", y no quedó duda sobre cuáles consideraba que habían sido éstos: "Hoy la fe en la causalidad continua se ve amenazada precisamente por aquellos a quienes había iluminado en su camino como maestra y guía total al frente de ellos, es decir, los representantes de la física"; observó. "Para entender esta desviación, que merece el mayor interés de todos los pensadores, debemos echar un vistazo general al desarrollo de los conceptos fundamentales de la física hasta la actualidad". Prosiguió esbozando la mecánica newtoniana y describiendo cómo la relatividad había soldado las ideas de Newton y la ideas más recientes de la teoría de campo y había hecho tambalearse los conceptos fundamentales de espacio y tiempo. Pero ahora habían surgido dudas sobre la teoría de la estricta causalidad que previamente había permanecido intacta. "Llegamos aquí, continuó, a una complicación de las cuestiones con la que está luchando la nueva generación de físicos con un gigantesco despliegue de capacidad intelectual". Luego se enfrentó a la difícil tarea de explicar a su público no especializado, con palabras sencillas, cómo las últimas teorías que explicaban la estructura del átomo, conseguían hacerlo sólo con el sacrificio de la causalidad

estricta. "Todas las leyes de la naturaleza", admitió, "se supone que son por tanto de tipo estadístico y sólo nuestras prácticas de observación imperfectas nos han engañado y llevado a creer en la causalidad estricta". Por último señaló que la nueva teoría explicaba no sólo la radiación sino la materia mediante una combinación de las ideas corpuscular y ondulatoria. "Estamos aquí ante una nueva propiedad de la materia que las teorías estrictamente causales hasta ahora en boga no pueden explicar", concluyó. Pero su instinto científico estaba en contra de aceptar esto; como iba a sostener hasta el final de su vida, las teorías que recurrían a la indeterminación se veían obligadas a hacerlo sólo a causa de la ignorancia del hombre. Una vez pasado el curso de la Hochschule, Einstein aceptó una invitación para quedarse en Zuoz, en la vecina Baja Engandine, con Willy Meinhardt. Durante la visita fue reclamado en Leipzig para prestar declaración como perito en una disputa sobre patentes entre la compañía Siemens y A.E.G. cuyo antiguo presidente había sido su amigo Walter Rathenau. Regresó de Leipzig a Zuoz inesperadamente. Normalmente, no dejaba que un mozo llevara su pesada maleta. El resultado de la caminata sobre nieve resbaladiza fue un colapso inesperado que reveló un corazón delicado. "Los partidarios del ejercicio físico han declarado que no habría ocurrido si Einstein se hubiera mantenido en forma mediante ejercicios habituales", ha escrito el Dr. Plesch. Hasta cierto punto sin duda hay algo de cierto en lo que dicen. Einstein nunca hizo ningún ejercicio más allá de un corto paseo cuando le apetecía (lo que no ocurría a menudo, porque no tiene sentido de la orientación y por tanto, pocas veces se aventuraría a ir muy lejos), y el que hacía navegando en su barco, aunque a veces este era bastante duro, no exactamente navegar, sino volver a casa remando en un barco pesado en la calma de la tarde cuando no había ni un solo soplo de viento para hinchar las velas. Así pues, el incidente de Zuoz fue, como Einstein acepta francamente, quizá el último de una serie bastante larga de sobre esfuerzos. El mismo Einstein, en una carta a Plesch, señalaba que la principal causa del problema había sido en realidad "el remo de un complicado barco a vela en la calma de la tarde". Los resultados fueron bastante graves. Fue trasladado de vuelta a Berlín en etapas cómodas. Los detalles del problema cardíaco permanecieron oscuros. Se buscaron numerosos remedios: Todos fueron infructuosos. Por fin, probó Janos Plesch. El Dr. Plesch era cuatro años mayor que Einstein, un húngaro rico que había montado en Berlín una consulta próspera y distinguida. Con una elegante casa en Berlín y una igualmente elegante finca en Gatow, con un íntimo círculo de conocidos en el mundo diplomático y teatral, Plesch era por su carácter lo opuesto diametralmente a Einstein. Lo que unió a los dos hombres no fue sólo el acertado diagnóstico de Plesch, que socavó el arraigado escepticismo de Einstein hacia los médicos; estaba también su interés en el mundo del arte y las letras y su amor a la buena vida, que ya había despertado la afición de Einstein,

innata aunque normalmente inhibida, a la buena comida y bebida. Plesch rápidamente diagnosticó inflamación de las paredes del corazón, puso a su paciente una dieta sin sal y luego lo mandó con Elsa y sus dos hijas, Ilse y Margot a un pequeño complejo playeroen la costa del Báltico, al norte de Hamburgo. Aquí se recuperó. Pero fue un proceso lento al que no ayudó el hecho de que continuara navegando hasta que Plesch acabó con ello. Como resultado de la enfermedad se vio privado de la ayuda normal de su secretaria en el Instituto del Kaiser Guillermo y en la universidad y antes de dejar Berlín para recuperarse, se vio obligado a contratar una secretaria para trabajar en casa. Se descartaron los anuncios en periódicos porque producirían un exceso de contestaciones inútiles. Elsa le comentó el problema a Rosa Dukas, secretaria ejecutiva de la Organización de Huérfanos Judíos de la que ella era presidenta honoraria; la señorita Dukas propuso a su hermana Helen que acababa de dejar a un editor. Helen Dukas, quien se presentó en el número 5 de la Haberlandstrasse el viernes 13 de abril, era competente y tímida casi a partes iguales. Al principio, había rechazado la sugerencia de su hermana. No sabía nada de física; pensó que todo le superaría; pero le convencieron para que probara el trabajo. "El profesor leía tumbado en la cama", ha dicho de su primer encuentro. "Cuando levantó la vista y me vio, me ofreció la mano y dijo sonriente: 'Aquí yace un viejo cadáver'. En ese momento todo mi temor desapareció aunque todavía entonces no estaba segura de si sería capaz de trabajar para él". Continuó haciéndolo con obligaciones cada vez mayores que con el tiempo hicieron de ella tanto secretaria como ama de llaves hasta la muerte de Einstein veintisiete años después. Su primer trabajo fue encontrarle un sustituto para la próxima reunión en Ginebra de la Comisión Internacional de Cooperación Intelectual. Puesto que su labor en ella, como su labor a favor de las causas pacifistas que apoyaba y a favor de los sionistas, iba ahora a sufrir una interrupción temporal. Ya había alcanzado resultados variados en estos campos cuando cumplió los cincuenta, y cuando Alemania se encaminaba a la hora, a poco más de un año, en la que el desempleo creciente, el apoyo de los industriales que temían al comunismo y la creación de un chivo expiatorio en la figura de los judíos, transformarían todos juntos a los nacionalsocialistas de Hitler en el segundo mayor partido del país. CAPITULO 13 LA LLAMADA DE LA PAZ. El colapso de Einstein en 1928 puso freno a sus actividades durante un tiempo. Pero no era un hombre que se reservara más de lo necesario y en cuanto fue posible estaba otra vez trabajando en la causa pacifista que había apoyado vigorosamente desde 1914. Había sido desde hacía tiempo un firme defensor de la Liga Alemana de los Derechos Humanos, surgida de la Bund Neues Vaterland, y desde su cama pronto empezó a mandar notas periódicas a su secretario general, Kurt Grossmann, pidiendo información o dando consejo. Y poco después de su

recuperación le convencieron para que hiciera una grabación gramofónica de "Mi Credo" en la que su suave y amable voz desgranaba sus creencias pacifistas como si fueran algo con lo que cualquier hombre sensato tenía que estar de acuerdo. Antes de la guerra Einstein no había tomado parte en los movimientos pacifistas centrados en Suiza. Sus intereses se circunscribían estrictamente a la física en aquellos días y le preocupaban tan poco los problemas de la política y el poder como el sionismo hasta que vio, desde Berlín, las convulsiones que producía la guerra, la avidez con la que sus colegas se alistaron y la interrupción que la guerra produjo en la gran maquinaria internacional de la ciencia. Entonces, como otros miles, sufrió un vuelco emocional, sin pensar mucho en las consecuencias prácticas de lo que estaba haciendo. "Mi pacifismo es un sentimiento instintivo, un sentimiento que me domina porque el asesinato de hombres es repugnante", explicó una vez a Paul Hutchinson, editor del Christian Century. "Mi actitud no procede de ninguna teoría intelectual sino que está basada en mi más profunda antipatía hacia todo tipo de crueldad y odio... Soy un pacifista absoluto". En una presentación de un manual sobre el pacifismo, Die Friedensbewegung, declaró que "un ser humano que considera supremos los valores espirituales debe ser pacifista". De forma más conmovedora, a la luz de los acontecimientos futuros, declaró más tarde a Die Wahrheit de Praga que si estallara otra guerra "incondicionalmente se negaría a hacer el servicio militar, directo o indirecto, y trataría de convencer a mis amigos de que adoptaran la misma postura independientemente de cómo debiera juzgarse la causa de la guerra". No mucho tiempo después estaba convenciendo a sus amigos para que hicieran lo contrario. Durante los primeros años de la posguerra, los pacifistas tenían un fuerte apoyo popular, no sólo en Alemania, sino en todo un continente exhausto por cuatro años de derramamiento de sangre. Así, por una vez, Einstein iba con la corriente y no contra ella. Pero volvieron las ambiciones y las fuerzas nacionales. A medida que el precio de la guerra se difuminaba con el tiempo y con el regocijo de las reuniones militares, también menguaba el apoyo al martirio del pacifismo. Como contraste, las creencias de Einstein, explicadas siempre que encontraba la oportunidad en una plétora de entrevistas, declaraciones y artículos, permanecieron inamovibles durante todos los años 20. Mezclados con estos llamamientos pacifistas había peticiones primero de un gobierno europeo y luego de un gobierno mundial. Estaba implícita en la mayoría de ellas la presunción de fuerza o amenaza de fuerza para que esos gobiernos pudieran sobrevivir, pero Einstein sólo lenta y reticentemente llegó al punto de admitir que así eran las cosas. A principios de los años 20, era una evolución bastante natural para aquéllos tan alejados de los asuntos que creían sinceramente que un llamamiento a la buena voluntad internacional funcionaría. Pero la reticencia admitir que "luchar por la paz" era en términos pacifistas más que una contradicción de palabras ayudó a hacer impotente al Sociedad de Naciones, le dio las mejores cartas al potencial agresor y allanó el camino a Hitler. El

propio Einstein se dio cuenta con el tiempo y en 1936 podía reconocer que "no era una exageración decir que los pacifistas británicos y, hasta cierto punto, los franceses, son en gran medida responsables de la desesperada situación actual porque evitaron que se tomaran medidas enérgicas en una época en la que habría sido relativamente fácil adoptarlas". Antes de 1933 nadie fue más enérgico en ese aspecto que el propio Einstein. Sin embargo, en los años de la inmediata posguerra, las esperanzas de paz descansaban sobre la Sociedad. O, más exactamente, la apoyó hasta que la experiencia le hizo toparse con ella de cerca. Entonces la desilusión se apoderó de él. Estaba sorprendido de que no se lograran milagros de la noche a la mañana e impresionado porque los seres humanos empezaban a manejar grandes asuntos de estado y seguían comportándose como seres humanos. Después de eso, su apoyo a la Sociedad tuvo que ser cada vez más apuntalado por sus amigos. Había regresado desde Francia a Berlín unas cuantas semanas cuando, el 17 de mayo de 1922, le invitó Sir Eric Drummond, secretario general de la Sociedad, a ser miembro del Comité Internacional de Cooperación Intelectual [el nombre en inglés era International Committee on Intelectual Cooperation; en francés era Commission Internationale de Cooperation Intellectuelle. Ambas intercambiaban a menudo "Committee" y "Commission" según su estado de ánimo, e incluso en cartas oficiales eliminaban el "intelectual"] que se estaba constituyendo entonces. El comité era invento de Henri Bergson y debía representar, dijo Gilbert Murray, futuro secretario, "el más profundo espíritu de la Sociedad". En cierto modo fue un antecesor de la UNESCO, que surgió de las Naciones Unidas después de la Segunda Guerra Mundial y sus miembros se nombraban, en palabras del vicesecretario general, "no como representantes de sus respectivos países sino teniendo en cuenta sus logros personales. Al mismo tiempo, el consejo se ha esforzado todo lo posible para otorgar representación en el comité a los grandes grupos culturales del mundo. En este sentido, por tanto, cada miembro puede considerarse representante de una cierta cultura, aunque no se sienta en el comité como representante oficial de ningún país en particular". Esta ingeniosa explicación, dada en 1924 a alguien que preguntó si Einstein representaba a Alemania en el comité, tocaba un asunto delicado; ya que Alemania no era miembro de la Sociedad en aquel entonces. A Einstein, de hecho, se le incluyó en el comité "como representante de la ciencia alemana" aunque no está claro si él mismo lo agradeció. La invitación para formar parte fue el último paso de una larga serie de negociaciones. Algunos funcionarios franceses se oponían a tener un alemán en el comité; los alemanes que se aferraban a la periferia de la Sociedad declaraban sin contemplaciones que Einstein no era alemán sino simplemente un judío suizo. Una dificultad añadida, ha afirmado Gilbert Murray, procedía de la propia desconfianza de Einstein hacia el comité como cuerpo formado por los vencedores. Pero "una conversación con algunos miembros destacados muy pronto le dejó satisfecho respecto a nuestro verdadero espíritu pacífico e internacional".

Así pues, Einstein a vuelta de correo la invitación de Drummond de mayo de 1922. "Aunque no tengo nada claro el carácter del trabajo a realizar por el comité, considero que es mi deber aceptar su invitación. En mi opinión, nadie en tiempos como éstos, debería negarse a tomar parte en cualquier esfuerzo realizado para lograr la cooperación internacional". Poco tiempo después, escribió a Madame Curie que también había sido invitada. "Aunque no tengo claro qué podrá lograr la comisión, en cualquier caso, he aceptado después de una breve reflexión", dijo. "En alguna parte en el fondo debe estar con seguridad la idea de construir el entendimiento internacional; que podamos ejercer alguna influencia depende por supuesto de cómo hagamos las cosas. Realmente sería un placer para mí que usted también aceptara, pues sé que hay un total entendimiento entre nosotros". La aceptación de Einstein produjo gran satisfacción a los funcionarios de la Sociedad. Pues aunque iban a ser miembros Madame Curie, Lorentz, Paul Painlevé y Gilbert Murray, Einstein era la piedra angular del edificio. Sin embargo la Sociedad iba a pagar un precio por su incorporación. La "pureza de corazón" de Einstein, como Murray la describió, el hecho de que fuera tan "reticente a creer el mal", su incapacidad o desgana para admitir que, por muy buenas que fueran las intenciones de la Sociedad, tenía que moverse en el mundo de los hombres falibles, se combinaban para limitar su utilidad. Esto está claro en los archivos. No debería sorprender. Uno de los más sinceros admiradores de Einstein, el difunto Morris Raphael Cohen, lo señaló al revisar el artículo de Einstein El Mundo Como Yo lo Veo en la Memorah Journal. "El ejemplo del incomparable Newton, así como de contemporáneos como Millikan y Eddington, debería advertirnos contra la suposición de que aquellos que logran grandes cosas en la ciencia física, necesariamente mostrarán una sensatez extraordinaria en política o religión", dijo. "No es sólo que la dedicación a la ciencia deje poco tiempo para adquirir un conocimiento comparable de estos temas más complejos. Cuando Harvey sugirió a Newton que prestara menos atención a sus especulaciones teosóficas y teológicas, éste le reprendió orgullosamente: 'Señor, le he dedicado a estos temas un prolongado estudio'. Pero el resultado de este estudio, como se ve en el comentario de Newton del Libro de Denle y del Apocalipsis, es una sorprendente indicación de lo altamente especializado que está el genio humano". Quizá, más exactamente, de lo especializado que puede estar. Al menos dos de los miembros del Comité de Cooperación Intelectual, Lorentz y Madame Curie, no mostraron trazo alguno de las vacilaciones y contradicciones con las que Einstein iba a sembrar la alarma y el desaliento entre sus colegas. La primera de éstas llegó menos de dos meses después de su aceptación. El 1 de Julio, Einstein escribió una breve carta a Pierre Comert, jefe de la secretaría de información de la Sociedad, comunicándole bruscamente que creía necesario dimitir del comité, cuya primera reunión iba a celebrarse ese mismo verano. No dio ninguna razón, aunque en una nota adjunta, Einstein expresaba su preocupación porque la situación en Berlín era tal que se aconsejaba a un judío se abstuviera de participar en política. Además, añadió, de forma algo irrelevante ya que

su nombramiento había sido más con carácter internacional que nacional: "No tengo ningún deseo de representar a personas que ciertamente no me elegirían como representante, y con quienes me encuentro en desacuerdo sobre las cuestiones a tratar...". A Madame Curie Einstein le escribió dándole más detalles, explicándole que su dimisión no era sólo por el asesinato de Rathenau [tratado con anterioridad] sino a causa del antisemitismo en Berlín y su sensación de que "ya no era la persona adecuada para el puesto." La respuesta iba directa al grano y fue bastante agria. "Querido Sr. Einstein," decía, "he recibido su carta que me ha causado una gran decepción. Me da la impresión de que la razón que da para abstenerse no es convincente. Es precisamente porque existen corrientes de opinión peligrosas y perjudiciales por lo que hay que combatirlas y usted puede ejercer, en este aspecto, una excelente influencia aunque solo sea por su reputación personal que le permite luchar por la tolerancia. Creo que su amigo Rathenau, quien estimo que fue un hombre honesto, le habría animado a hacer por lo menos un esfuerzo por la colaboración intelectual internacional pacífica. Seguro que puede cambiar de opinión. Sus amigos de aquí tienen buenos recuerdos de usted. Mientras Madame Curie escribía a Einstein de forma personal, los funcionarios de la Liga se habían sumido en la desesperación y el secretario del comité estaba haciendo esfuerzos desesperados para salvar la situación. Éste era Nitobe, un samurai japonés, nacido con el derecho de portar dos espadas, cuya trayectoria filosófica iba a llevarle a las filas de los cuáqueros. Al recibir la dimisión de Einstein, Nitobe había telegrafiado a Murray: "Einstein dimite sin dar ninguna razón stop importante tenerle stop temo su resignación tendrá malos efectos stop agradecido si puede usar sus influencias." También apeló a Bergson, quien dijo que él no tenía contacto personal con Einstein pero hizo una ingeniosa sugerencia: "Tengo entendido que puesto que el Comité de Cooperación Intelectual ya se ha constituido formalmente, la dimisión de uno de sus miembros no es definitiva hasta que el comité la haya aceptado. Por tanto, antes de que nos reunamos puede pedirle a Einstein que reconsidere su decisión." Los funcionarios de la Liga se agarraron agradecidos a este clavo ardiendo y enviaron a Comert a Berlín donde se reunió con Einstein el 27 y el 28 de julio. Su relato de las entrevistas es revelador. "Le expliqué a usted," escribió más tarde a Einstein, "que su retirada repentina y sin motivo perjudicaría gravemente al Comité de Cooperación Intelectual ya que el público podría interpretar mal su repentina decisión de retirar su colaboración. Sinceramente, y con toda confianza, cuando me contó las penosas razones particulares que le indujeron a considerar su dimisión, me quedé muy impresionado. Pasaremos por alto completamente estas circunstancias. Le dije que las dificultades de su situación personal en Alemania me parecían tan considerables que los miembros del Consejo de la Liga de las Naciones nunca, en mi opinión, se habrían

atrevido a apelar a usted si hubieran sospechado que este nombramiento agravaría su situación en Berlín. Entonces estudiamos juntos, con total confidencialidad, si sería aconsejable en estas condiciones, nuevas para mí, confirmar su dimisión. Aunque deseo ferviertemente asegurar su colaboración con el Comité de Cooperación Intelectual, no creo que esté insistiendo excesivamente en su vuelta con nosotros. Entiendo perfectamente que el comité no podría tomarse a la ligera la responsabilidad de entorpecer el trabajo de un hombre como usted causándole personalmente graves motivos de irritación. Sin embargo, antes de mi partida de Berlín, y con un ánimo que admiro sinceramente, me dijo que estaba descartando cualquier idea de dimitir. El trabajo de la Liga de las Naciones, me dijo, era algo tan querido para usted que por él estaba dispuesto a asumir ciertos riesgos más que comprometer, con una dimisión inexplicable, la tarea del comité. En un momento de nuestra entrevista, recuerdo que en relación con esto aludió a la posibilidad, a su regreso de Japón de cambiar de domicilio para asegurar la paz y la seguridad de su trabajo. Al término de nuestras conversaciones, usted le escribió de nuevo, el 29 de julio, al secretario general. Sus preparativos para partir hacia Japón le impidieron asistir a la primera reunión del Comité de Cooperación Intelectual pero declaró que tras su regreso su cooperación sería aún más celosa, para así, compensar, de alguna forma, la pérdida de tiempo ocasionada por su ausencia. Con esta amistosa carta nos dejó usted para partir hacia el Lejano Oriente." El comité celebró su primera sesión en Ginebra en agosto y el informe oficial explicaba que "el profesor A. Einstein no ha podido colaborar en el trabajo del comité debido a su ausencia a causa de una misión científica en Japón." De hecho, Einstein no salió hacia Japón hasta varios meses más tarde y a finales de agosto escribía a Lord Haldane desde Berlín en defensa de una solución al problema de las reparaciones propuesta por el Berliner Tageblatt. Observó que "por los amigos franceses entiendo que Poincaré no se opondría por completo a un plan así pero que en el lado inglés habría una oposición intrínseca," y concluía: "Mientras tanto, le pido por favor que se asegure de que mi nombre no se haga público en este asunto." Embarcó hacia Japón con su esposa en octubre de 1922 sin conseguir encontrar un sustituto para figurar en el comité hasta su regreso. A Ginebra mandó la explicación de que un profesor había esperado hasta que fue demasiado tarde para aceptar y que otro había estado de vacaciones. La mayoría de los profesores que sinceramente podían considerarse representativos de la ciencia alemana no estaban dispuestos obviamente a ayudar a una Liga de la que Alemania seguía excluida. La ausencia de Einstein, prolongada por una visita a Palestina y un regreso a Alemania vía Madrid, duró hasta febrero de 1923 y hasta finales de marzo no regresó a Berlín. No había estado en contacto con la Liga. Pero, al tener noticias indirectamente de que estaba en camino a casa, sus funcionarios tenían ahora la esperanza de que hiciera los preparativos, como había prometido, para asistir

a la sesión del comité que debía comenzar en julio. Se iban a ver sorprendentemente decepcionados. En el camino a Berlín, Einstein interrumpió su viaje en Zurich. Y aquí, el 21 de marzo, escribió a la Liga presentando otra vez su dimisión del comité. Además, inmediatamente se facilitó una copia de su carta a la Nouvelle Gazette de Zurich, en cuyas columnas pudieron leerla los funcionarios de la Liga a la mañana siguiente, mientras la propia carta se suponía que estaba pasando por su maquinaria administrativa. "Últimamente me he convencido de que la Liga de las Naciones no tiene la fuerza ni la voluntad [la bonne volontè] necesarias para llevar a cabo su misión", decía. "Como pacifista convencido no me parece conveniente mantener relación alguna con ella. Le pido que tache mi nombre de la lista de miembros del comité". Esta era su segunda dimisión de un comité a cuyas reuniones aún no había asistido. La reacción en Ginebra puede imaginarse por la carta enviada por Comert a Einstein al mes siguiente. De repente, el 21 de marzo, sin ningún aviso preliminar, nos envió su dimisión desde Zurich, a donde ni siquiera sabíamos que había llegado. Su carta anuncia sólo su dimisión del Comité de Cooperación Intelectual. Es una condena, sin apelación, de la Liga de las Naciones, la cual, dice usted, no posee ni la fuerza ni la voluntad para llevar a cabo su misión y con la que se niega, en su carácter de pacifista convencido, a tener relación alguna. Este juicio, mi querido profesor Einstein, sin haber seguido el trabajo de su comisión, sin haber asistido a una sola de sus reuniones, a su regreso de un viaje durante el cual quizá no fuera fácil seguir los asuntos de Europa. Antes de que esta carta pudiera llegar a Ginebra se entregó a los periódicos de Zurich, se publicó y así se comunicó al mundo entero. Este súbito bandazo, con todas sus repercusiones, supone un desgraciado golpe para aquellos que, como nosotros, en busca de un ideal humano y realizable, seguimos humilde y obstinadamente, en una Europa devastada, el trabajo para la paz internacional que para nosotros simboliza la Liga de las Naciones. Tenían esperanza de que su colaboración contribuiría a guiar el trabajo del Comité de Cooperación Intelectual de la forma más útil. Sabiendo que la misión de la Liga de las Naciones no puede llevarse a cabo sin el apoyo de todos los hombres de buena voluntad, estaban particularmente satisfechos con la ayuda de una autoridad tan eminente como usted. Pero su fe en esta gran labor se ha visto suficientemente endurecida por la lucha diaria para resistir el golpe sin desmoronarse. Continuarán, querido profesor Einstein, con el trabajo que han iniciado y con la sincera esperanza, me atrevería a decir la convicción, de que el camino que hoy nos separa, le traiga un día de vuelta hacia nosotros. La dimisión formal de Einstein se entregó en la segunda sesión del comité que comenzó en julio. Para entonces, había dado explicaciones del hecho con más detalle al Die Friedenswarte, un periódico pacifista alemán. Había dimitido, dijo,

porque las actividades de la Liga de las Naciones me habían convencido de que no había aparentemente ningún acto, por muy brutal que fuera, cometido por el actual grupo de poder, contra el que la Liga pudiera oponerse. Me retiré porque la Liga, según funciona en la actualidad, no sólo no personifica el ideal de organización internacional sino que de hecho desacredita dicho ideal. Lo hice, sin embargo, con una reticencia interior, porque no había muerto en mí del todo la esperanza de que surgiera un cuerpo mejor de este núcleo de una Liga de las Naciones. Me reconforta la idea de que uno de los mejores y más puros hombres haya sido elegido en mi lugar, el profesor Lorentz de Haarlem, y con esto nadie podrá estar más feliz que yo. Ojalá la Liga demuestre en el futuro que mis duras palabras eran equivocadas. La actuación de Einstein, producida, admitió más tarde, "más por un estado pasajero de desidia que por una reflexión madura", tenía su causa en la ocupación francesa del Ruhr. La inflación en Alemania se había hecho insoportable y a finales de 1922, el gobierno de Weimar suspendió el pago de las reparaciones alemanas acordadas en abril de 1921. Los franceses, agotada la paciencia, en enero de 1923, ocuparon el pequeño corazón oval de la Alemania industrial en un esfuerzo por sacar agua de las piedras. El resultado iba a alinear a Einstein con los nacionalistas alemanes en su protesta aunque por razones muy diferentes a las suyas. Ellos pensaban que la Liga, y todo lo que representaba, era demasiado fuerte; las objeciones de Einstein eran completamente opuestas, como aclaró en una carta a Madame Curie, escrita nueve meses después cuando se celebró en París el vigésimo quinto aniversario del descubrimiento del radio. Sé que, con toda la razón, le molestó que yo abandonara el Comité de la Liga con amargos comentarios, después de haberle recomendado sólo seis meses antes participar en los trabajos de la comisión. Pero esto no lo hice por motivos oscuros o por la debilidad de Alemania sino porque en realidad estaba convencido de que la Liga de las Naciones (no el comité al que iba a pertenecer) era un instrumento manejado por la política del poder bajo la apariencia de la objetividad. Por eso no quería tener nada que ver con la Liga de las Naciones. También era de la opinión de que un intercambio de opiniones completamente libre no podía hacer daño a la organización. Quizá estuviera equivocado, pero esa era mi firme convicción. Tanto los británicos como los americanos condenaron la ocupación del Ruhr. También lo hicieron muchos franceses. Aunque había un pesar generalizado dentro de la Liga por la forma en la que Einstein había manifestado su actitud, estaba inmerso en el convencimiento de que debía ser animado a volver otra vez al redil. Parecía que había una posibilidad de que lo hiciera en la primavera de 1924 cuando, el 17 de abril, el secretario en funciones del comité recibió una nota confidencial informando de que Einstein le había informado a un amigo en Berlín "lo profundamente arrepentido que estaba del gesto precipitado de su

dimisión". ¿No sería posible tentarle para que volviera? Se eligió a Gilbert Murray para la tarea y el 16 de mayo escribió a Einstein diciéndole que si estuviera dispuesto a reconsiderar su posición, entonces el comité "unánimemente daría la bienvenida a su presencia". La respuesta de Einstein fue en su estilo sincero y extrovertido. Le gustaría reintegrarse al comité porque creía que su labor podría ayudar a mejorar las relaciones franco-alemanas. Y concluía con una típica nota de humildad. "En caso de no ser elegido, lo que estaría plenamente justificado a la vista de lo ocurrido, me agradaría realizar para el comité cualquier trabajo que tuviera a bien encargarme". Su regreso fue discutido en la vigésima sesión del Consejo de la Liga el 16 de junio y Henri Bergson "no veía más que ventajas en el hecho de que el profesor Einstein volviera a ocupar un asiento en el comité". El consejo estuvo de acuerdo. Pero mientras que todos los miembros habían sido elegidos hasta el momento "no como representantes de sus países respectivos sino en base a sus logros personales", se decidió "que el profesor Einstein debería sentarse en el comité como representante de la ciencia alemana". Se realizó por tanto la oferta formal y Einstein escribió una carta de aceptación a Sir Eric Drummond el día veinticinco. "Acepto con la más sincera gratitud mi reelección para el Comité de Cooperación Intelectual", dijo. "A la vista de mi actitud anterior, esta elección da prueba de una amplitud de miras y de una magnanimidad que agradezco enteramente. No escatimaré esfuerzos para promover la noble causa por la que está trabajando el comité". Hay un detalle interesante sobre su carta de aceptación. Pegada a ella en los archivos de la Liga hay una nota: "No copiar. El S.G. [secretario general] dice que los miembros del consejo deberían recibir cada uno una copia de forma privada". Hay también una nota que dice: "Puesto que la carta de Einstein es privada, no creo que deba imprimirse en el Boletín Oficial". La Liga deseaba encarecidamente que no se prestara una indebida atención a la "pasada actitud" de Einstein y que nadie fuera llevado a desenterrar las razones por las que había dimitido poco más de un año antes. Cuando Einstein fue presentado formalmente al comité junto a un segundo nuevo miembro al comienzo de la cuarta sesión del viernes 25 de julio de 1924, la declaración de Henri Bergson fue igualmente circunspecta, por no decir suave. "El presidente dio también la bienvenida al Sr. Einstein como antiguo y también como nuevo colega", dice el informe oficial. "Se le había nombrado miembro del comité, igual que a los demás miembros, sin haberlo solicitado. Había regresado al comité por su propia petición, por haber deseado formar parte de él. Por tanto pertenecía a él doblemente". Bergson prosiguió recapitulando los logros de Einstein y concluyó asegurando que "si por medio de su presencia en un comité de la Liga de las Naciones logra atraer a su ideal a todos aquellos que se han interesado en sus elevadas investigaciones, habrá prestado un nuevo y gran servicio a la humanidad". Einstein no consiguió hacer tanto. Los resultados de su algo intermitente asistencia a las reuniones del comité hasta su dimisión final en la primavera de 1932 fueron bastante menos importantes de lo que él podía haber previsto o

muchos de sus colegas haber esperado. Esto no fue culpa de Einstein totalmente, o quizá ni siquiera principalmente. Las fuerzas dispares que se habían juntado en el comité tenían prácticamente las mismas sospechas de la Francia que se había convertido en la mayor potencia del continente y tenía toda la intención de continuar siéndolo, que de la República Alemana que estaba labrando su vuelta a la respetabilidad. Estas tensiones se daban en el mundo académico tanto como en cualquier otro, "hay que admitir", decía Einstein el 16 de enero de 1926, "que los científicos y los artistas, al menos en los países que me son familiares, se dejan llevar por el nacionalismo estricto en mucha mayos medida que los hombres públicos". Esto no era cierto en su caso. Ciertamente se veía obstaculizado, pero más bien por su incapacidad temperamental para realizar las obligaciones y compromisos que requería el trabajo del comité. Además, su dimisión previa como protesta contra la ocupación francesa del Ruhr hacía necesario ahora que enfatizara que no era un chauvinista; y su status internacional, alemán de nacimiento, suizo de adopción, luego otra vez enteramente alemán le hacían particularmente vulnerable a los ataques. Todo esto tendía a contrapesar el prestigio de su nombre, que la Liga había estado ansiosa por utilizar pero que era un valor algo dudoso en el trabajo de los años siguientes. Uno de los primeros acontecimientos después de que Einstein por fin entrara en el comité fue el establecimiento del Instituto Internacional de Cooperación Intelectual, de hecho su órgano ejecutivo. Debía ser financiado por el gobierno francés e instalado en París y había un acuerdo tácito de que su jefe fuera siempre un francés. Después de aceptar inicialmente la idea, Einstein empezó a sospechar un posible dominio francés. El mismo no podía oponerse a los detalles a causa de un viaje a Sudamérica, pero intentó convencer a Lorentz para que protestara en su nombre. Lorentz rehusó. Las reuniones del comité continuaron celebrándose en Ginebra y aquí Einstein jugó su papel discutiendo varias propuestas de cooperación. "No teníamos fondos pero a menudo podíamos a un hombre cuyos libros o instrumentos científicos habían sido destruidos consiguiendo que lo admitieran en un laboratorio o en una biblioteca y a veces conseguimos que algunos recuperaran sus puestos perdidos", ha escrito Gilbert Murray. "Recuerdo un caso en el que fracasamos, pero el hombre en cuestión me escribió una carta explicándome qué reconfortante había sido para él en su soledad saber que científicos como Einstein y Lorentz y Madame Curie habían estado al menos pensando en él". En un nivel diferente, Einstein se sentó en subcomités que trataban de bibliografía y de una propuesta meteorológica internacional. Dio consejos personales sobre la distribución entre intelectuales rusos emigrados de dinero donado por la Cruz Roja y pasó mucho tiempo discutiendo cómo se podrían incrementar las perspectivas de paz en el futuro mediante la educación en las escuelas en el presente. Todos eran asuntos de poca monta. Tenían su sitio en la periferia de las relaciones internacionales pero aún aquí, sus perspectivas dependían muchísimo del grado al que se pudiera forzar la cooperación en los asuntos más cruciales del armamento y el comercio. Así, el hecho indiscutible de

que el comité lograra comparativamente poco durante su existencia es fundamentalmente una medida del status, o la falta de status, que se le otorgó. Al nivel en el que se tomaban las decisiones reales, nadie se tomaba la cultura muy en serio. Gilbert Murray era el miembro del comité que tuvo un contacto más íntimo con Einstein. "Uno tenía la impresión de que todos nosotros éramos capaces de comprender lo que cada uno decía y quería decir, una impresión que de ningún modo se da siempre en los comités internacionales", había escrito. Uno sentía también en el grueso de sus colegas una sensación de lo que me atrevería a llamar con el bastante atrevido nombre de pureza de corazón. Einstein era un caso claro, inmensa capacidad intelectual, perfecta buena voluntad, y sencillez... Lo que más me chocó [de él], además de sus matemáticas y su música, en donde me superaba, fue su alegría y su amabilidad instintiva... Bergson una vez dijo de él que había hecho descubrimientos a mayor distancia de los órganos de conocimiento humano otro hombre en la historia. Ya Bertrand Russell, Murray le escribió, después de la muerte de Einstein: "Desde luego que era enteramente sencillo y descrito. Pero una vez le vi sentado junto al lago y me acerqué a hablar con él y vi que estaba perdido en sus pensamientos y no veía nada. Se mostraba muy reticente a creer en el mal... uno sentía una especie de confianza de que sencillamente elegiría la postura correcta sobre cualquier cosa". El principal tema de interés para Einstein era el efecto de la educación en la eliminación de los malentendidos y odios que ayudaba a que la guerra fuera algo no sólo posible sino popular, un interés estrechamente unido a las actividades pacifistas que estaban ocupando una cantidad creciente de su tiempo. "Para mi mente la tarea principal", dijo al dirigirse al comité informalmente en una ocasión, "es cómo mejorar el sistema de educación primaria en el mundo". Y supone un tributo al extraordinario peso de su nombre que este comentario informal y ligeramente obvio, lanzado en una sala de conferencias de Ginebra, mereciera un artículo destacado en el New York Times, que "podían entender incluso los menos versados en matemáticas y física". Su actitud fue claramente expuesta en una carta que escribió a Millikan en Pasadena en 1925. "En julio volví a participar en una reunión del comité de la Liga de las Naciones", dijo. "Allí uno vuelve a su idea de combatir la influencia chauvinista en las escuelas todo lo que se pueda". Prosiguió dando sus impresiones sobre el comité tal como existía en esa fecha. "Sinceramente, y teniendo todo en cuenta, la eficacia del comité no es muy grande", dijo. La actividad real puede provenir, me parece a mí, de un judío como individuo pero no de una grupo corporativo, especialmente si de lo que se trata es no sólo una cuestión de ejercicio del poder sino de ejercicio de fuerza espiritual y moral. Me alegra poder decir que los franceses que participan en el comité presentan una sana y honrada disposición. Por otro lado, no puede negarse que la influencia francesa es incomparablemente mayor que lo que

debería ser si la medimos por su intelecto. Inglaterra y América son muy buenas pero no lo suficientemente fuertes defendiendo sus intereses. Uno debe tratar de fortalecer y cultivar el germen de la comprensión y la cooperación internacional. Desgraciadamente, H.A. Lorentz no ha logrado en Bruselas la admisión de los alemanes en las organizaciones internacionales, lo que naturalmente refuerza el chauvinismo de los científicos de hoy día. Por raro que parezca, los políticos y los hombres de negocios en Europa son más liberales en sus ideas que los científicos; uno no puede evitar ver esto como síntoma de decadencia. En América, parece ser más bien al contrario y cada vez más. Su actitud general, y una pista del motivo por el que no influyó mucho en el comité, se deduce de una carta del Dr. A. Trowbridge, observador americano, en la que informa a Millikan sobre una reunión celebrada en París el 14 de enero de 1926. "Einstein llegó un poco tarde y se mantuvo muy callado durante toda la sesión", dijo. "Hubo una sugerencia de incluirle en algún comité lateral pero rehusó con la excusa de exceso de trabajo. Su única intervención en el acta fue una declaración de que 'en algunos países', en los que había un sentimiento claramente hostil hacia la Liga de las Naciones, podía ser necesario añadir algún otro método a los apropiados en países en los que ya existía una predisposición a favor de la Liga de las Naciones. No estoy seguro si con 'algunos países', Einstein se refería a Alemania o a los Estados Unidos, creo, sin embargo, que era al primero". El interés de Einstein en la educación condujo a uno de los pocos resultados concretos de su cooperación con la Liga. Poco tiempo después de su constitución, se solicitó al comité "que fomentara un intercambio de cartas entre los líderes del pensamiento, en la línea de los que siempre habían tenido lugar en las grandes épocas de la historia europea; que eligiera los temas más apropiados para servir al interés común de la Liga de las Naciones y de la vida intelectual de la humanidad; y que publicara esta correspondencia de vez en cuando". El primer volumen, titulado Una Sociedad de Mentes, contenía cartas de M. Henri Focillon, el Sr. Salvador de Madariaga, Gilbert Murray, Paul Valéry y otros. Y en el otoño de 1931, M. Steining, funcionario de la Liga, viajó a Berlín con el propósito de asegurar la cooperación de Einstein en un segundo volumen. De lo que iba a tratar exactamente estaba relativamente indefinido aunque se habían discutido algunas posibilidades en Ginebra; lo que se precisaba era una larga carta original de Einstein que pudiera publicarse bajo el auspicio de la Liga. La idea atrajo mucho a Einstein quien sentía, informó más tarde Steining a M. Bonnet, director del instituto en París, "horror por las declaraciones platónicas que no apuntaran a un fin inmediatamente realizable. Después de que A. Einstein haya subrayado su interés en la educación como medio de asegurar la paz, decidimos", proseguía M. Steining, que aceptaría en principio la idea de escribir dos cartas a dos personas distintas sobre esta cuestión: una de estas cartas probablemente iría dirigida a M Langevin y A.

Einstein propuso aquí tratar de un intercambio de opiniones entre representantes de organizaciones francesas y alemanas sobre al forma de influir en los contenidos de los libros de historia en los dos países, por ejemplo. Se podría consideraba A. Einstein, corregir progresivamente la veracidad histórica de esos libros eliminando "errores tendenciosos" por un lado y, por otro, los errores que provocaban y alimentaban los sentimientos de hostilidad nacional. Otra carta, que se presentaría en forma de cuestionario, sería enviada a M. Freud en Viena. M. Einstein probablemente le pedirá que explique cómo podría una educación inspirada en los nuevos principios del psicoanálisis contribuir a guiar las ideas de los niños hacia la paz y a disminuir los impulsos agresivos que son los cimientos de todas las guerras. La elección de Langevin, viejo amigo personal al otro lado de la frontera alemana, era bastante razonable pero a primera vista parece extraña la mención de Freud. Aunque Einstein tenía un gran respecto por la valía personal y la integridad de Freud, en esa época poco provecho podía sacar de sus teorías y sólo se habían encontrado una vez. Pero parece probable que esta idea se hubiera planteado antes, después de una reunión del comité cuando Einstein y varios colegas habían cenado con el Dr. Ernst Jackh, antiguo director de la Hochschule für Politik en Berlín, en la casa del vicesecretario general alemán de la Liga en Ginebra. "Cuando entrábamos en la cena", ha escrito Jackh, le pregunté al profesor Einstein: "Estaría usted de acuerdo es que no es mera casualidad que su teoría de la relatividad y el psicoanálisis del profesor Freud, la Liga de las Naciones y su Corte Mundial, y otros fenómenos de nuestro tiempo se hayan desarrollado juntos: que sean todos una expresión de la misma fase revolucionaria que está atravesando el mundo contemporáneo? El profesor Einstein me miró, no dijo nada durante un momento y después: "Esta visión simétrica es nueva para mí. Déjeme pensarla". Durante la cena le observé y me di cuenta de que no estaba comiendo ni bebiendo nada, sino mirando al frente y meditando. Después de la cena, se acercó a mí y dijo, "Tiene usted bastante razón: suscribo su Globalismo". Einstein propuso a Steining que él mismo debería escribir a Langevin mientras que Steining mantuviera el primer contacto con Freud en Viena. Una nota posterior de Bonnet a Einstein sugería diplomáticamente que como Langevin ya estaba en China en una misión del comité y como el propio Bonnet pronto partiría hacia China, podía ser mejor para Einstein omitir el primer contacto personal. Aquí, no es demasiado retorcimiento recordar los sentimientos originales de Einstein respecto a los franceses y el emplazamiento del instituto en París, encabezado por un director francés. El proyecto Langevin nunca llegó a madurar; las razones no están claras; pero el problema de conciliar los puntos de vista francés y alemán sobre la historia que se daba en los libros de texto nunca tuvo que discutirse en público. Mientras tanto, las propuestas de Einstein se debatían en

París y Steining escribió a Freud sin demora. "Me apresuro a contestar su carta porque me dice que tiene intención de utilizar mis comentarios cuando se reúna con el profesor Einstein a finales de mes", respondió Freud el 6 de junio de 1932. Mientras leía su carta, me he permitido todo el entusiasmo del que puedo hacer acopio a mi edad (setenta y seis) y en mi estado de desilusión. Las palabras en las que expresa sus esperanzas y las de Einstein en un futuro papel del psicoanálisis en la vida de los individuos y las naciones suenan ciertas y por supuesto me producen un placer enorme. Ha supuesto para mí no poca decepción que en una época en la que sólo podemos continuar nuestro trabajo con las mayores dificultades sociales y económicas, yo no haya visto el menor atisbo de interés en nuestros esfuerzos por parte de la Liga de las Naciones. Así pues, se combinan las consideraciones prácticas e idealistas para convencerme de que me ponga, con todas las energías que me quedan, a disposición del Instituto de Cooperación Intelectual. Por ahora, no puedo imaginar qué forma va a adoptar mi participación. Le tocará a Einstein hacer sugerencias. Por mi parte preferiría no extenderme mucho y espero que se mantenga el carácter de la discusión de forma que, quizá, en vez de contestar a una pregunta planteada por Einstein, yo responda desde el punto de vista del psicoanálisis a afirmaciones en las que él exprese sus opiniones. También preferiría no elegir un único tema entre los que enumeraba en su carta. Más bien es una cuestión de varios problemas de los cuales el más importante a efectos prácticos es la influencia del psicoanálisis en la educación. Pero como digo, en todos esos detalles prácticos estoy dispuesto a seguir las sugerencias de Einstein. Cuando le vea no podrá usted contarle nada más respecto a mi relación personal con él que lo que él ya sabe, aunque solamente una vez tuve la largamente deseada ocasión de hablar con él. En cuanto a usted, le ruego acepte mi cordial agradecimiento por su interés en el psicoanálisis. Muy atentamente, Freud. Con posterioridad, Steining se encontró con Freud para explicarle el proyecto con más detalle. Freud no era optimista. "Toda mi vida he tenido que decirle a la gente verdades que eran difíciles de tragar", dijo, según Steining. "Ahora que soy viejo, ciertamente no quiero engañarles". Pero respondería a la carta abierta de Einstein lo mejor que pudiera. Esta carta, fechada el 30 de julio de 1932, planteaba una sencilla pregunta: "¿Hay alguna forma de librar a la humanidad de la amenaza de la guerra?" Después de haber formulado la pregunta, Einstein pasaba a dar su propia respuesta, la creación de una autoridad internacional, de cuya existencia culpó a la "clase gobernante", a aquellos "cuyas aspiraciones son en términos puramente mercenarios, económicos y al hecho añadido de que "la clase dirigente tiene en la actualidad en sus manos las escuelas y la prensa, normalmente también la Iglesia". Sin embargo, la guerra sólo parecía ser posible, admitía, porque "el hombre tiene dentro de sí avidez de odio y destrucción".

Y aquí, desde luego, el psicoanalista podía ayudar. La larga y prolija respuesta de Freud se contradecía a sí misma en algunos aspectos. escribía sobre "los pacifistas como nosotros"; en cambio, aunque estaba de acuerdo con Einstein en que una corte internacional de autoridad era esencial para la paz, hacía notar la necesidad de que "se le invistiera con una adecuada fuerza ejecutiva". Estaba de acuerdo con Einstein en el instinto humano de odio y destrucción y luego proseguía: El resultado de estas observaciones, referidas al asunto que estamos tratando, es que no es muy probable que podamos suprimir las tendencias agresivas de la humanidad. En algunos felices rincones de la Tierra, dicen, donde la naturaleza proporciona en abundancia todo lo que desea el hombre, florecen razas cuyas vidas discurren plácidamente porque desconocen la agresión o la intimidación. A duras penas puedo creérmelo. Me gustaría conocer más detalles sobre estos pueblos felices. También los bolcheviques aspiran a eliminar la agresividad humana asegurando la satisfacción de las necesidades materiales e implantando la igualdad entre los hombres. A mí, esto me parece vano. Mientras están ocupados perfeccionando sus arsenales y su odio hacia los de fuera es uno de los mayores factores de cohesión entre ellos. Freud concluía este deprimente pronóstico con una tímida esperanza: que no era una quimera creer que se podría un día acabar con la guerra mediante una combinación de dos factores. Uno de ellos era la disposición cultural del hombre y el otro era "un fundado pavor de la forma que adoptarían las guerras futuras". La idea de la paz por la amenaza del terror no le agradaba a Einstein. Sin embargo, sólo siete años más tarde, firmando una carta enviada a Roosevelt, iba a impulsar la investigación a lo largo del camino hacia el arma definitiva. La correspondencia de Einstein-Freud se publicó al año siguiente en París, después de una larga discusión sobre cómo debería titularse el folleto. Ley y Violencia, preferido durante un tiempo, se desechó a favor de ¿Porqué la Guerra? Aparecieron ediciones en francés y en alemán, aunque Warum Krieg? fue prohibido en Alemania, donde no se autorizaron ni sus anuncios. ¿Porqué la Guerra?, el único recuerdo permanente de Einstein al comité, apareció cuando ya había roto finalmente toda relación con la Liga y había hecho una protesta pública y mal juzgada en contra de la conferencia de desarme que se estaba celebrando en Ginebra bajo los auspicios de la Liga. Las razones de este cambio de postura fueron dos complementarias. La primera en importancia fue su creciente implicación en la plétora de movimientos pacifistas que abundaban en los años 20. Su propia actitud personal frente al pacifismo seguía siendo la misma; sin embargo, el marco en el que podía expresarla cambió sustancialmente entre 1920 y 1930. Ya que en los primeros años tras el armisticio, era tan impensable otra guerra mundial que no se necesitaba ningún argumento en contra. Pero la situación comenzó a deteriorarse lentamente. A medida que lo hacía, surgió la esperanza de la Liga, ciertamente un guardián potencial de la paz, pero un policía

sin siquiera una porra en la mano. Einstein, igual que muchos otros hombres, a veces se contradecía a sí mismo. Pero mucha de la confusión que rodea su actitud pacifista desaparece una vez que se considera sin apasionamiento e históricamente y una vez que se ignoran sus autojustificaciones algo tortuosas. La verdad es que en 1920 era un pacifista incondicional; que la lógica de los acontecimientos añadió primero una condición y luego otra; y que con la llegada al poder de Hitler hasta Einstein tuvo que darse cuenta de que el pacifismo no funcionaría. La evolución se llevó a cabo gradualmente pero de forma desigual; a veces retrocedía, y a veces ni él mismo parece tener claro lo que quería decir. Además, continuó llamándose pacifista aun cuando estaba de acuerdo en que los dictadores sólo podían ser frenados por la fuerza de las armas, actitud que sembró la alarma y el desánimo entre las filas pacifistas. Pero todavía en 1928 su actitud estaba clara. "Me parece", escribió al rechazar una invitación de la Liga Internacional femenina para la Paz y la Libertad para una reunión en Ginebra sobre el tema de la guerra química, "una tarea completamente inútil prescribir reglas y limitaciones de la conducta en la guerra... La forma más efectiva de que las masas populares luchen contra la institución de la guerra es establecer en tiempos de paz una organización para el rechazo absoluto del servicio militar". Explicó más su estado de opinión en una carta al movimiento británico No More War más tarde ese mismo año. "Estoy convencido", escribió, "de que el movimiento internacional para rechazar la participación en cualquier tipo de servicio bélico es uno de los desarrollos más prometedores de nuestro tiempo. Todo ser humano considerado, bien intencionado y consciente debería asumir, en tiempo de paz, la obligación solemne e incondicional de no participar en ninguna guerra, por ninguna razón, ni de prestar apoyo de ningún tipo, ya sea directo o indirecto". La frase "apoyo de ningún tipo, ya sea directo o indirecto" es suficientemente clara. Sin embargo, poco más de un año más tarde, Einstein escribía al Ministro de Defensa finlandés, aplaudiendo el hecho de que su país permitiera que los objetores de conciencia fueran empleados, sin penalización, para trabajos no militares bajo control civil. "Es evidente", dice Harold Bing, el líder pacifista británico, "que Einstein consideraba que estaba justificado que los gobiernos exigieran a los objetores de conciencia al servicio militar algún tipo de alternativa civil. No había captado la lógica posición absolutista que rechazaba todo servicio bajo un sistema de reclutamiento militar". Más sorprendentemente, incluso después de sus experiencias en el Berlín de la guerra, no había captado el hecho de que el servicio en una nación en guerra es indivisible, que el pacífico labrador labra para dar de comer a los civiles que fabrican los cañones que utiliza el ejército. Además, la aparente ambigüedad de Einstein irritaba profundamente a los pacifistas que creían con su apoyo inequívoco. "El 30 de agosto de 1930,", escribe Bing, Martha Steinitz [durante algún tiempo secretaria del Bund der Kriegsdienstgegener y más tarde secretaria conjunta del WRI] me llevó a conocer a Einstein en su casa de verano junto al lago cerca de Potsdam [tratado en otra parte]... , y

respondiendo a sus preguntas, le expliqué por qué otros y yo habíamos rechazado la prestación sustitutoria ya que aceptar esa prestación era reconocer el derecho del estado a reclutar y era transigir con el reclutamiento de los demás y porque cualquier trabajo que nos impusiera el estado en tiempo de guerra estaría destinado a ayudar en el esfuerzo de la guerra. Al final de nuestra conversación, declaró que ahora comprendía la posición absolutista. Quizá la comprendiera, Pero sólo tres meses más tarde dio poca prueba de ello en uno de sus más famosos discursos pacifistas. Lo pronunció en el Hotel RitzCarlton en Nueva York el 14 de diciembre, después de haber interrumpido su viaje camino de Pasadena. Hubo la habitual consigna a los pacifistas para pasar de las palabras a los hechos y un requerimiento para que se negaran a ser reclutados. "Con que sólo el dos por ciento de los destinados a realizar el servicio militar anunciaran su negativa a combatir", dijo, "... los gobiernos estarían impotentes, no se atreverían a mandar a un número tan grande de personas a la cárcel". Sin embargo, esta frase, que iba a originar una oleada de pegatinas con las palabras "dos por ciento", fue seguida de una petición a los países que tenían leyes de reclutamiento para promulgar leyes que "permitieran a los pacifistas en vez del servicio militar, realizar trabajos peligrosos o agotadores, por el interés de su país o de la humanidad en conjunto...". Se puede decir que Einstein, de hecho, no había "entendido la posición absolutista". Se puede decir que la entendió, pero la rechazó y se alegraba de que los objetores realizaran trabajos que pudieran de hecho ayudar al esfuerzo de guerra. Una tercera posibilidad es que con las prisas de los preparativos de su visita a América [descrita en otra parte], en medio del trabajo que tenía que acabar antes de salir de Berlín, no hubiera meditado hasta el fondo las implicaciones de lo que a él le parecía una solución satisfactoria a un grave problema moral. Pero hay otra explicación de sus cambiantes actitudes pacifistas. Quizá en el pacifismo, como en el espacio, no debería haber absolutos, un punto de vista que hace más comprensible su actitud de 1931, evolucionada desde la del "dos por ciento" de pocos meses antes. "Según ve él el problema, hay dos formas de resistirse a la guerra", dijo el presidente de Opositores a la Guerra Internacionales (WRI) Fenner Brockway (ahora Lord), después de haber visitado a Einstein al frente de una delegación de WRI, "la forma legal y la forma revolucionaria. La forma legal implica ofrecer el servicio alternativo, no como privilegio para unos pocos, sino como derecho de todos. La forma revolucionaria implica la resistencia incondicional, con vistas a romper el poder del militarismo en tiempo de paz o los recursos del estado en tiempo de guerra. La conclusión general del profesor Einstein era que ambas tendencias tenían valor y ciertas circunstancias la otra". Todo era tan relativo aquí como en física. Su dedicación al movimiento pacifista tendió cada vez más a apartar a Einstein de la excesivamente protectora atmósfera internacional de la Liga. Siempre por instinto fuera del sistema, no se sentía a gusto en la posición dentro de él que automáticamente le otorgaba su pertenencia al comité. Además, había problemas con la propia

organización. Se habían creado "Comités Nacionales" que en 1930 estaban actuando como grupos de enlace entre el cuerpo central en Ginebra y las comunidades intelectuales de países individuales. Einstein era miembro del comité alemán, creado después de que Alemania hubiera entrado en la Liga en 1926, pero sus opiniones recibieron sólo un apoyo condicional por parte de los otros miembros y las recomendaciones de éstos le llevaron a declarar que todo el sistema de comités nacionales era una "bendición de la política de opresión cultural de las minorías culturales". Sentía que sus colegas del comité principal estaban remoloneando en educación y no habían apoyado a quienes "se habían lanzado sin reservas a la tarea de trabajar por un orden internacional y contra el sistema militar". Estas críticas fueron hechas en una carta a M. Albert Dufour-Feronce, vicesecretario de la Liga en julio de 1930. De un modo típicamente informal, Einstein pensó que una referencia allí a su "resolución de no volver a Ginebra" se tomaría como una renuncia formal. No apareció en 1931 y en abril de 1932, volvió a los Estados Unidos para encontrar esperándole una invitación para una reunión en julio. Contestó inmediatamente diciendo que pensaba que su mandato había finalizado en 1931. "Estaba totalmente convencido, los primeros años, de que no servía para hacer una labor útil en este comité", continuó. "Por tanto, sería aceptable, y más justo, que otro ocupara mi plaza. En cualquier caso, a mí me vendría mejor ya que veo difícil sacar tiempo, el verano próximo, para asistir a la reunión de Ginebra. "Al mismo, me gustaría mencionar que acepté ser miembro en su tiempo, solamente porque a causa de la posición política de los académicos alemanes, habrían tenido grandes dificultades para encontrar a alguien con las opiniones políticas e internacionales adecuadas". La carta escrita a M. Montenach, el secretario suizo del comité, fue seguida rápidamente en la Liga por una nota interna que describía varios pasos que esperaba frenaran la dimisión de Einstein. A Gilbert Murray se le pidió otra vez que intercediera. M. Dufour-Feronce, que había trabajado en el Ministerio de Asuntos Exteriores alemán y que conocía a Einstein personalmente hacía lo mismo. "Podría", le instruyó Montenach a DufourFeronce, "insistir en que hiciera un esfuerzo especial para venir a Ginebra seis días para asistir a la sesión del comité que comienza el 18 de julio. Podría decirle que los otros miembros del comité que han sido sus colegas durante casi diez años y sienten gran afecto y admiración por él, agradecerían mucho el gesto de comprensión y de interés que supondría su asistencia a la sesión antes de la finalización de su mandato". Todas estas zalamerías fracasaron. Y Einstein al que le resultaba "difícil sacar tiempo" para asistir en Ginebra a la reunión de julio, fue allí en cambio en mayo, y en circunstancias que ciertamente habrían imposibilitado ningún contacto posterior con la Liga. Hasta entonces, a pesar de su apoyo a los pacifistas militantes, se había aferrado a la esperanza de que la Liga, por mucho que sus actuaciones estuvieran muy por debajo de sus espectativas, ofreciera una promesa auténtica para el futuro. Ahora, y durante los siguientes dieciocho meses, puso más fe en la creencia de que "si los trabajadores de

este mundo, hombres y mujeres, deciden no fabricar ni transportar munición, se pararía la guerra para siempre". Y él también, cada vez más aireó una desconfianza clara en lo que estaba haciendo la Liga, haciéndose eco inconscientemente de la denostación de Wells de "ese pequeño rincón de empleos balfourianos y de amaneramiento".La desconfianza de Einstein explotó como reacción a la Conferencia de Desarme que se inauguró en Ginebra en febrero de 1932. Fue una reacción que ilustraba su grandeza de corazón pero revelaba la inmensa brecha que separaba el mundo real de las naciones-estados y los políticos del mundo que Einstein creía que tenía que existir porque debería existir. Fue una reacción que desanimó a los que creían que podría ser un aliado útil en la lucha práctica para evitar la guerra y que dio un arma útil a los que sólo estaban esperando para decir que fuera de su propia especialidad, Einstein era algo entre excéntrico y bufón. Casi en todos los aspectos, fue una de sus más desastrosas intervenciones en la vida pública. A la Conferencia de Desarme que se reunió en Ginebra entre 1932 y 1934 asistieron representantes de sesenta naciones, incluso estados no miembros de la Liga como Rusia y los Estados Unidos, y fue un esfuerzo para reducir armamentos dentro del marco del Compromiso de la Liga. Al principio, Einstein había visto bien la idea de una conferencia así, aunque sólo fuera como última esperanza. "Creo que debería celebrarse en cualquier caso, al menos, ayudará a aclarar la situación y centrar la atención en este importante problema", le dijo al redactor del periódico francés Paix Mondiale. Sin embargo, debía haber parecido evidente a cualquier observador bien informado que para que la conferencia tuviera la menor probabilidad de éxito, llevaría meses de disputas, contrapesar un arma con otra, una larga y delicada serie de negociaciones en la que la elecciones entre males comparables sólo se realizaría después de mucha discusión. La reacción de Einstein, con su simple creencia de que todas las naciones debían abolir las armas y subyugar su futuro a una organización internacional, era bastante fácil de prever. Llegó en mayo de 1932, cuando la conferencia llevaba sólo tres meses reunida y sus comités estaban inmersos en intrincadas discusiones. Antes ese mismo año, le había pedido el Rev. J. B. Th. Hugenholz, delegado holandés en el Consejo Conjunto de Paz de la Unión Internacional de Ministros y Sacerdotes Automilitaristas, que asistiera a una reunión del consejo en Ginebra después de todo, "porque", dijo, "unos amigos me convencieron de que era mi obligación hacerlo". El domingo 22 de mayo, partió de Londres hacia Ginebra con Lord Ponsonby, no sólo destacado pacifista sino viejo amigo. Ponsonby era también íntimo de Arthur Henderson, antiguo Ministro de Asuntos Exteriores británico que ahora presidía la Conferencia de Desarme. Con Henderson, Ponsonby había llevado a cabo mucha de la detallada negociación que había precedido al acuerdo comercial entre Gran Bretaña y Rusia. Eran hombres de puntos de vista bastante similares e incluso se ha sugerido que Henderson "apañó" la aparición de Einstein en Ginebra. No hay pruebas de esto, y si Henderson jugó algún papel, lo que parece improbable, hasta él debió haberse sorprendido por el genio que había sacado de la botella.

La mañana del lunes 23 de mayo, Einstein visitó la sede central de la Liga. Cuando entró en la galería del público, los delegados japonés y ruso en la Comisión Aérea estaban discutiendo que la movilidad de los portaaviones aumentaba la capacidad ofensiva de los aviones que transportaban; por los Estados Unidos Allen Dulles y por Gran Bretaña el Capitán J.T. Babington, que había recibido una merecida condecoración por el bombardeo durante la guerra de la fábrica de aviones de Friedrichshafen, defendían lo contrario. El orador se detuvo un instante, luego continuó, según Konrad Bercovici, un joven periodista rumano-americano. "Ese breve segundo, sin embargo, fue un reconocimiento, un reconocimiento más marcado de la grandeza que irradiaba el hombre que si todos hubieran dejado de hacer lo que estaban haciendo y le hubieran aplaudido", escribió. "Todos los ojos se volvieron hacia Einstein. Donde él estaba, estaba el mundo". Pero Einstein no había venido sólo a mirar. Esa tarde dio una rueda de prensa en el Hotel Brègues a la que asistieron unos sesenta corresponsales. Lo que dijo, tanto aquí como en otros sitios en Ginebra, se ha reproducido de forma variada. Los editores de Einstein sobre la Paz dan una versión, que parece estar recortada, mientras señalan que los Opositores a la Guerra Internacionales tenían otra transcripción que Einstein revisó bastante abiertamente... en lo que tiene que ver conmigo". Pero no hay ninguna duda respecto al tenor de su comentario, cuyas ideas principales se encuentran en unas pocas frases clave en la versión "oficial": "No se reducen las posibilidades de que haya guerras, formulando reglas sobre armas". "La guerra no puede humanizarse. Sólo puede abolirse". "Hay que convencer a la gente para rechazar todo servicio militar". Estas parecen propuestas razonables, aunque puedan rebatirse, y en principio el comentario de Romain Rolland citado en Einstein sobre la Paz, que Einstein "tendía a ser poco práctico en cuanto salía del campo científico", parece un poco duro. Sin embargo, no fue lo que dijo sino el contexto de sus opiniones lo que tendió a destruir su credibilidad ante todos excepto aquellos que ya habían sido convertidos a la teoría conspiratoria de la guerra. Esto queda claro en la crónica de Bertovici de la visita a Ginebra y de la entrevista con Einstein que consiguió antes de que empezara la rueda de prensa. Según los editores de Einstein sobre la Paz, naturalmente deseosos de presentar su tema bajo el mejor prisma, esta crónica, "aunque posiblemente exagerada, sugiere no obstante, la apreciación universal e instintiva de la personalidad de Einstein. Consiste fundamentalmente en un largo párrafo citado literalmente, provocado cuando Bercovici dijo que había venido a la ciudad a ver la comedia de la paz. "Esto no es una comedia", contestó Einstein. ¡Es una tragedia. La mayor tragedia de los tiempos modernos, a pesar de los cohetes, las campanas y las bufonadas. Nadie tiene derecho a tomarse esta tragedia a la ligera o a reir cuando se debería llorar. Deberíamos estar subidos a los tejados, todos nosotros, denunciando que esta conferencia es una parodia!. Si quieres la paz en América, debes unirte a nosotros en Europa y juntos pediremos a los trabajadores que se

nieguen a fabricar y a transportar armamento militar y también que se nieguen a servir en ninguna organización militar. ¡Así no tendremos más reclutamientos; no tendremos más guerra! Los gobiernos podrían seguir hablando desde ahora hasta el día del Juicio Final. Los militaristas podrían trazar todos los planes que quisieran. Si los trabajadores de este mundo, hombres y mujeres, deciden no fabricar ni transportar munición, acabarían con la guerra para siempre. Debemos hacerlo. Dedicar nuestras vidas a secar la fuente de la guerra: las fábricas de munición. Tengo información completa de que si estallara hoy una guerra en cualquier parte de Europa, tantos objetores de conciencia arrojarían o se negarían a portar armas que la mitad de cada ejército estaría ocupada sofocando la rebelión de la otra mitad antes de ir a combatir al enemigo. El problema con los delegados que están aquí y con la mayoría de la gente que gobierna las naciones hoy es que no saben lo que piensan sus pueblos ni qué sienten sus pueblos respecto a la guerra. El problema con la mayoría de estos delegados es que no son inteligentes ni sinceros y no son más que marionetas movidas por los hilos de los políticos de sus países, políticos y fabricantes de munición. Cualquier declaración de guerra iría seguida de rebeliones mundiales. Debemos evitar eso, evitar la destrucción de la civilización occidental por los incivilizados gobiernos del mundo. Nadie declararía que esta es necesariamente una crónica frase por frase, palabra por palabra de lo que Einstein dijo. Pero por todos los datos de que disponemos, parecería que refleja su actitud excitada, y como dice Bercovici en su momento "casi histérica". Aún así, Alemania aún no había abandonado la conferencia, y no lo haría hasta pasados dieciocho meses. Los franceses, que iban a insistir en que algún sistema de seguridad general debería preceder al desarme, seguían intentándolo. Todavía había esperanza. Con este telón de fondo, la actitud de Einstein marca el punto álgido de su pacifismo, que había ido creciendo desde la Primera Guerra Mundial. Y con la reflexión de que catorce meses más tarde iba a estar animando a los hombres a empuñar las armas, ahora hay que considerar la otra única preocupación no científica de su vida: el apoyo al sionismo, por el que manifestó el mismo idealismo al rojo vivo, una cualidad que a menudo tenía consecuencias que, también aquí, contrapesaban el valor de su nombre. CAPITULO 14 LA LLAMADA DE SION Puede demostrarse que es injusto, aunque completamente cierto, afirmar que los sionistas se apoderaron de la fama de Einstein desde 1919 y la explotaron para provecho propio. Ningún movimiento dedicado a una misión tan difícil puede permitir que sus tácticas se vean demasiado controladas por los principios de una organización de beneficencia; y con un genio del calibre de Weizmann al mando, era inevitable que el magnetismo de Einstein, el incorruptible hombre de ciencia, fuera reclutado para la

tarea general de llevar a la práctica la Declaración Balfour y la tarea especial de obtener dinero de los bolsillos de los judíos americanos. No se debería criticar a los sionistas por esto. Si merecen crítica es más bien por no haber sabido llevar a Einstein incondicionalmente a su terreno; por no haberlo captado tan completamente que sus declaraciones de apoyo nunca incluyeran las irritantes matizaciones que él consideraba esenciales para la honradez pero que podían resultar un enojoso obstáculo para los hombres que luchaban por sus ideales. Uno debería entender a las dos partes. ¡Qué difícil debió haber sido para Einstein pasar del mundo de la física al tumulto apasionado de crear la nueva Jerusalén! ¡Qué tormento tuvo que ser para los sionistas haber captado para la causa al más famoso de los judíos vivos, y luego darse cuenta de que era un mal orador que a menudo decía cosas que causaban problemas producto de su ingenuidad! El propio Einstein ha declarado que no fue consciente de su propia naturaleza judía hasta después de ir a Berlín en la primavera de 1914. Esto no es tan sorprendente como suena. El movimiento sionista moderno no empezó a existir hasta 1897. La corriente de asimilación seguía moviéndose rápidamente por la comunidad judía y el mismo Einstein observó en 1921 que "hasta hace aproximadamente una generación, los judíos de Alemania no se veían como pertenecientes al pueblo judío. Sólo se sentían miembros de una comunidad religiosa...". O sea, a pesar del "clavo de la Cruz" que llevaron al aula de Munich, Einstein no parece recordar nada de antisemitismo de sus días de estudiante, de su trabajo en la Oficina de Patentes de Berna o de sus años jóvenes como profesor en Zurich. "Diferente pero igual, era la actitud del suizo liberal; tanto que la correspondencia de los días de estudiante de Einstein, de la primera parte de su vida de casado, y de su gradual integración en el mundo científico apenas contiene trazos de su origen o de la religión en la que había nacido. En Praga, la comunidad judía resultó un grupo de presión en la lucha entre los checos y los alemanes en cuyo Imperio Austro-Húngaro habían sido incluidos. Y aquí, parece que por primera vez, Einstein se hizo miembro, aunque ciertamente no comprometido, de un grupo judío. Se reunían todos los martes por la tarde en casa de Bertha Fanta; pero mientras casi todos los demás miembros eran ardientes sionistas, Einstein estaba completamente desinteresado. No es difícil ver la razón una vez que se considera seriamente la viabilidad del sionismo como propuesta práctica. Theodore Herzl había fundado el movimiento poco más de una década antes, convocando el primer Congreso Sionista en Basilea, donde en 1897 resolvió "asegurar para el pueblo judío un hogar en Palestina garantizado por el derecho público". Dirigido desde Viena hasta la muerte de Herzl en 1904, el movimiento se había trasladado a Alemania, primero a Colonia y luego en 1911 a Berlín. La idea de que el hogar nacional pudiera fundarse en otro sitio que no fuera Palestina, propuesta más de una vez, se rechazó finalmente en Basilea en el Séptimo Congreso en 1905. Aquí se rechazó finalmente la oferta hecha dos años antes por el gobierno británico, según la cual la organización sionista recibiría provisionalmente 6,000 millas cuadradas de Africa Oriental. A los sionistas le

preocupaba sólo Palestina. Pero Palestina había sido durante siglos parte del Imperio Turco y cuando, incluso tras la revolución de 1908, quedó claro que los turcos no tenían intención alguna de facilitar a los sionistas un arrendamiento, "el movimiento, tal como Herzl lo había concebido, quedó paralizado". Para algunos judíos, esto no fue del todo inoportuno. Pues aunque, muchos veían a su pueblo como una nación en potencia, otros lo veían sólo como un grupo que mantenían unido las creencias teológicas y un código personal de conducta. "Así", dice Leonard Stein en su historia del sionismo, "mientras que había un escuela de pensamiento que negaba que los judíos fueran una nación en absoluto, había otra que sostenía que los judíos eran una nación y nada más, una nación exactamente igual a cualquier otra excepto que resultaba que se había visto privada temporalmente de su territorio nacional. Ambos grupos de extremistas simplificaban en exceso el problema judío, porque ambos concebían sólo el carácter de nación en términos de nación-estado. Animando a los judíos a ser ellos mismos sin miedo, recordándoles que, a pesar de todas sus diferencias, tenían preciosas posesiones en común, advirtiéndoles que esas posesiones se verían en peligro si no conseguían mantener y enriquecer su vida corporativa, los nacionalistas jugaron un papel valioso y realmente indispensable. Sugiriendo, por otro lado, que el problema judío se resolvería si los judíos se imaginaran a sí mismos como algo que no eran, estaban jugando con analogías imaginarias y usando un lenguaje poco meditado por lo que lo usaban más alegremente. Einstein no tenía ganas de pillarse entre estas dos ruedas de molino. En 1911 su sentido común veía las perspectivas sionistas más como una quimera que como una posibilidad práctica. Ya estaba además intelectualmente enfrentado a cualquier movimiento que razonara el nacionalismo, por muy honorables que fueran sus motivos, y este sentimiento intuitivo iba a verse fortalecido por las experiencias de los años de la guerra. Aun así, en 1920 Einstein surge como un sionista esforzado aunque a veces con reservas, añadiendo el brillo de su nombre a una causa que todavía necesitaba brillo a pesar de sus perspectivas muy mejoradas: hablando en plataformas; metiéndose cautamente en las profundas aguas de la política sionista; y haciendo una agotadora gira por Estados Unidos por la causa. Había hecho falta algo más que la magia de la personalidad de Weizmann para lograr esto. Un factor que le influyó fue la transformación del sionismo de una piadosa esperanza en una posibilidad práctica como consecuencia de la declaración de Balfour de 1917, la declaración del Ministro de Asuntos Exteriores británico de que "el gobierno de Su Majestad está a favor del establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará los mayores esfuerzos para el logro de este objetivo...". Era verdad que la Declaración se hizo pública en un buen momento y que, como ha observado astutamente H.A.L. Fisher, "atraía hacia la causa aliada, en un tiempo en que se necesitaba dinero urgentemente, a la poderosa y cosmopolita comunidad que, no sólo desde

Nueva York, controla el mercado mundial de créditos". Pero también era cierto que la antigua llanura de Filistia, después de casi 1.300 años de dominio persa y turco, estaba siendo ahora conquistada por los ejércitos de Allenby. Las esperanzas de los judíos estaban fundadas. Además, a medida que el significado de estas esperanzas empezaba a hundirse en la conciencia de los judíos alemanes de la posguerra, la actitud de intelectuales judíos como Einstein se veía afectada inevitablemente por la influencia de sus colegas judíos de Europa del Este y por las reacciones de muchos judíos alemanes acomodados que ignoraban alegremente sus penurias. En el caso de Einstein el proceso había empezado cinco años antes, cuando se trasladó a Berlín por primera vez. En Suiza, escribió, no había "nada que llamara en mí a los sentimientos judíos. Cuando me trasladé a Berlín, todo eso cambió. Allí me di cuenta de las dificultades a las que se enfrentaban muchos jóvenes judíos. Vi cómo, en un ambiente antisemita, se les hacía imposible el estudio sistemático y con él el camino hacia una existencia segura". Estas dificultades se intensificaron aún más cuando el nuevo gobierno republicano contempló la posibilidad de expulsar a los nuevos refugiados del Este. "Salí en su defensa", escribió Einstein más tarde, "y señalé en el Berliner Tageblatt la inhumanidad y locura de una medida así. Junto a algunos colegas, judíos y no judíos, inicié cursos universitarios para estos judíos nacidos en el este y debo añadir que en este asunto recibimos el reconocimiento oficial y ayuda considerable del Ministro de Educación". Aquí estaban algunas de las razones del entusiasmo de Einstein hacia el sionismo, citadas por él tras la conversión. Sugieren que su interés fue captado tanto por la perspectiva de una Universidad Hebrea, dirigida por judíos, para judíos, como por las perspectivas más amplias del sionismo. También hacen más fácil entender sus reacciones a medida que la buena causa se iba radicalizando hacia el nacionalismo del que siempre había desconfiado en vez de hacia el internacionalismo que siempre había apoyado. El reclutamiento de Einstein para la causa sionista ha sido descrito por el hombre que lo llevó a cabo, Kurt Blumenfeld. Dos cosas están claras. Primero, que "hasta 1919 Einstein no tuvo ninguna relación ni con el sionismo ni con el modo de pensar sionista". Segundo, que el método de captación de Einstein fue importante no sólo por sí mismo sino como ejemplo. "El método", dice Blumenfeld, "que resultó que resultó efectivo con él atrajo a [otros] amigos y seguidores al sionismo: es decir, la extracción de lo que un hombre lleva dentro en vez de sacarle a la fuerza lo que no va de verdad en su naturaleza. El relato que hace Blumenfeld de sus encuentros con Einstein en febrero de 1919, es revelador tanto de Einstein como de la causa sionista a medida que ésta se afanaba por existir en la práctica: Felix Rosnblueth [hoy el Ministro de Justicia Pinhas Rosen] había preparado una lista de eruditos judíos a quienes deseaba atraer hacia el sionismo. Einstein estaba entre ellos. Los científicos habían sabido de su importancia durante años pero cuando nos dirigimos a él, no sabíamos que su nombre pronto estaría sonando por todo el mundo. Todavía no había comenzado la abundancia de entrevistas y

fotografías que más tarde le rodearon. Empecé a hablar de la cuestión judía. "¿Qué tiene eso que ver con el sionismo?" preguntó Einstein. "La idea del sionismo dará al judío seguridad interior. Evitará la discordia. El resultado será la franqueza y la libertad interior". Estos eran los pensamientos que interesaban a Einstein.Había preguntas con una extremada ingenuidad y sus comentarios sobre las respuestas eran sencillos y poco convencionales. "¿Es una buena idea desterrar a los judíos de la llamada espiritual para la que nacieron? ¿No es un paso atrás colocar las capacidades manuales, y sobre todo la agricultura, en el centro de todo lo que hace el sionismo?" Hasta entonces, Einstein había evitado dar opiniones específicas. Ahora se mostraba la propia oposición. "¿No están los judíos, por medio de una tradición religiosa que ha evolucionado fuera de Palestina, demasiado alejados del país y de la vida en el país? ¿No son los talentos que han explotado con tantos logros científicos el resultado de una espiritualidad innata? ¿Es necesario crear un movimiento nacional judío circunscrito a la cuestión judía? Tuvimos la sensación en nuestra charla de que estábamos tratando con un hombre de dotes extraordinarias. No había nada muy sorprendente en sus palabras, pero podía ver los pensamientos del hombre en el brillo de sus ojos y la mirada me decía más que las palabras. Pocos días después, Einstein y Blumenfeld se reunieron otra vez. "En esta ocasión", escribe Blumenfeld, "me contó que Hermann Struck, el grabador, había intentado que se interesara en la Biblia y en la religión judía, pero que él había rechazado hacerlo. "En realidad no sé lo suficiente acerca de mis sentimientos religiosos", dijo..."Siempre he sabido lo que tenía que hacer y con eso me siento satisfecho". Poco tiempo después, Blumenfeld observó un cambio de actitud en Einstein. "Estoy en contra del nacionalismo pero a favor del sionismo", dijo. "La razón se me ha aclarado hoy. Cuando un hombre tiene los dos brazos y está siempre diciendo tengo el brazo derecho, entonces es un chauvinista. Sin embargo cuando le falta el brazo derecho, tiene que hacer algo para compensar la falta de la extremidad. Por tanto, yo estoy como ser humano, opuesto al nacionalismo. Pero como judío soy desde hoy defensor de los esfuerzos sionistas judíos". El apoyo de Einstein iba a verse complicado por la situación general en Alemania. El apoyo a la asimilación era posiblemente mayor incluso entre los judíos, allí que lo que había sido hasta entonces, en parte como resultado de las fuerzas desatadas por la guerra, que tendió a reunir a todos los que vivían en el Imperio Alemán, en parte como reacción a lo que se consideró la influencia judía después de la Revolución Rusa. Pocos deseaban llevar la política tan lejos como el colega de Einstein Haber, que se habían pasado él y su familia a la iglesia cristiana. Aun así, había muchos para quienes las posibilidades del sionismo representaban un peligro doble. Hacían más difíciles sus propios intentos para ser asimilados por la comunidad alemana no judía y daba un arma a los antisemitas endémicos cuya actitud había ayudado a originar el sionismo. Así, por cada hombre que veía con agrado el apoyo de

Einstein a la causa sionista, había otro de sus amigos que advertía que esa no era realmente la forma de fomentar la causa de los judíos en Alemania; que la presión sobre ellos se vería incrementada; y que si se hablaba mucho de un Hogar Nacional fuera de Europa, habría una demanda creciente para que se enviara allí a los judíos. Las fuerzas que apoyaban la asimilación eran realmente poderosas, pero también lo eran los sentimientos de Einstein una vez que se vio atrapado por la causa sionista. Hasta qué punto eran poderosas lo muestra su carta del 3 de abril de 1920, negándose a asistir a una reunión organizada por la Asociación Central de Ciudadanos Alemanes de Fe Judía para ayudar a combatir el anti-semitismo en los círculos académicos. "De buena gana iría si creyera posible que esa empresa puede tener éxito", escribió. En primer lugar, sin embargo, el anti-semitismo y la servil disposición entre nosotros los judíos, entre nuestras propias filas tendría que combatirse con más conocimiento. ¡Más dignidad y más independencia en nuestras filas! Hasta que no nos atrevamos a vernos a nosotros mismos como una nación, hasta que no nos respetemos nosotros mismos, no podremos ganar la estima de los demás o más bien, sólo entonces llegará por su propia voluntad. Habrá antisemitismo en el sentido de fenómeno psicológico mientras los judíos tengan contacto con los no judíos, ¿qué importa? Quizá le debamos al anti-semitismo que nos podamos mantener como raza. Yo al menos eso creo. Cuando veo una expresión como "ciudadanos alemanes de fe judía" no puedo evitar sonreír con algo de tristeza. ¿Qué se puede encontrar en esa bonita etiqueta? ¿Qué es la fe judía? ¿Existe algún tipo de falta de fe en virtud de la cual uno deja de ser judío? No la hay. Pero sugiere que la gente de bien cree dos cosas, a saber (1) no quiero tener nada que ver con mis hermanos judíos pobres (de Europa del Este) y (2) no quiero que me tomen por hijo de mi propio pueblo, sino sólo como miembro de una comunidad judía. ¿Es esto sincero? ¿Pueden los "arios" tener un respeto por unos individuos tan inferiores? Yo no soy ciudadano alemán ni hay nada en mí que se pueda llamar "fe judía". Pero soy judío y estoy contento de pertenecer al pueblo judío aunque no lo considere de ningún modo el elegido de Dios. Dejemos tranquilamente el anti-semitismo para los no judíos y conservemos el amor por los nuestros. Espero que no se molesten por esta confesión. No quiere hacer ningún daño ni resultar antipático. Einstein iba a explicar más tarde su punto de vista aún más agriamente. "El judío alemán que trabaja por el pueblo judío y por el hogar judío en Palestina no deja de ser alemán más que el judío que se bautizara y cambiara su nombre dejaría de ser judío", escribió en 1926. "Las dos adhesiones están fundadas en realidades de diferentes clases. La antítesis no es entre judío y alemán, sino entre honestidad y falta de carácter. El que permanece fiel a su a su origen, raza y tradición también permanecerá leal al estado del que es súbdito. El que sea infiel a uno también será infiel al otro". Otra idea de su postura la da una carta escrita en fecha

desconocida en 1921 al farmacólogo de Praga profesor Starkenstein. Einstein subrayaba que la denominación no era importante por sí misma, aunque para un judío, abrazar otra religión era un acto simbólico, que indicaba que deseaba cortar los lazos con su propio pueblo. Posiblemente estaba pensando en Haber. Estar libre de absolutamente cualquier denominación era, sin embargo, un asunto diferente. "Yo mismo no pertenezco a ninguna denominación y me considero un judío fiel", prosiguió. "Sobre hasta dónde deberíamos nosotros los judíos considerarnos una raza o una nación, hasta dónde formamos una comunidad social solamente por tradición, en este tema no he alcanzado un juicio decisivo. Basta con que formemos un cuerpo social de personas que resalta más o menos del resto de la humanidad y cuya realidad nadie pone en duda". La falta de decisión fue astutamente observada por Blumenfeld, cuyo franco relato muestra claramente la habilidad con que llevó a Einstein al campo sionista. Se dio cuenta de que para Einstein, "el sionismo y Palestina eran sólo preocupaciones periféricas", que esos intereses todavía no se habían "convertido en parte de su patrón de vida específico". Usarlo para objetivos publicitarios era por tanto un asunto delicado y "sólo era provechoso si yo era capaz de meterme dentro de él de tal forma que con el tiempo creyera que no se habían puesto en su boca las palabras sino que habían surgido de él espontáneamente". Si Einstein el sionista se encontró así enfrentado con gran parte de la comunidad judía en temas de política práctica, también tenía sus reservas sobre el carácter y los métodos del hombre clave del movimiento sionista. Este era Chaim Weizmann, posteriormente buen amigo de Einstein pero dramáticamente opuesto a él en muchos aspectos. Weizmann era un judío ruso que había emigrado a Inglaterra antes de la guerra, se había nacionalizado y enseguida había alcanzado una posición en el mundo científico que no debía nada a su trabajo como propagandista del sionismo. De forma irónica, Weizmann era la contrapartida aliada de Fritz Haber. Puesto que mientras Haber halló un método de proveer a una Alemania bloqueada de explosivos sin límite, Weizmann era un bioquímico que descubrió cómo una clase particular de bacteria podía sintetizar la acetona, esencial para la fabricación del explosivo cordita. Al estallar la guerra, se trasladó desde la Universidad de Mánchester al servicio del gobierno. Más tarde, llegó a director de los Laboratorios de Almirantazgo, con A.J. Balfour, Primer Lord del Almirantazgo. Así, Weizmann pronto se encontró bien colocado para apostar por la reclamación sionista de Palestina. Sus relaciones con Whitehall se incrementaron aún más a medida que la guerra naval seguía hacia su crisis y a medida que Balfour dejó el Almirantazgo para pasar al Ministerio de Asuntos Exteriores en 1916. En septiembre de 1917, su influencia era tal que el Primer Ministro, "por la petición de urgencia de Weizmann, le dijo a Sutherland [uno de los secretarios privados de Lloyd George] que anotara "Palestina" para el siguiente gabinete de guerra". A esto siguió la declaración Balfour el 2 de noviembre. Así, estaba dentro del orden de cosas aceptado que Weizmann representara a la organización sionista cuando a esta se le

dio audiencia en el Consejo de los Diez en la Conferencia de Paz del 27 de febrero de 1919. Los puestos de poder raramente los alcanzan los que creen que todos los hombres son hermanos y además hermanos inocentes. Se necesita mucho saber mover los hilos sin piedad, mucho equilibrio y contrapeso y no pocas veces el suave consuelo de hechos que no son hechos en absoluto. Todo esto, don habitual de conseguir que se hagan las cosas, se le exige incluso a un hombre de estado de la integridad moral de Weizmann. Pero para un hombre del temperamento de Einstein, este elemento de intrigas le resultaba repugnante. Por ello, como ha observado Isaiah Berlin, la relación de Weizmann con Einstein, pese a su mutua admiración, permaneció ambivalente; Weizmann tendía a ver a Einstein como un idealista poco práctico, inclinado a adoptar actitudes utópicas en política. Einstein, a su vez,veía a Weizmann como demasiado propenso a la Realpolitiker y le irritaba su incapacidad para forzar reformas en la universidad [hebrea] que la apartaron de lo que él consideraba un modelo poco deseable de universidad americana. No obstante, siguieron siendo aliados y amigos hasta el fin de sus vidas. Junto a estos sentimientos que tendían a condicionar el entusiasmo de Einstein por el sionismo estaba la naturaleza esencialmente pacifista de su enfoque de los problemas del mundo. Incluso cuando se trataba del sionismo, un asunto más cercano emocionalmente a su corazón que ningún otro, nunca pudo mirar a sus oponentes, en este caso los árabes, como los malos redomados que los sentimientos del caso demandaban. Estaba completamente a favor del vive y deja vivir. Mientras muchos sionistas, posiblemente la mayoría de ellos, veían el Hogar Nacional Judío fundamentalmente como estado político, Einstein lo veía más bien como centro cultural. "Para mí", escribía todavía en 1938, "el valor de la empresa sionista radica fundamentalmente en el efecto educativo y unificador de los judíos de diferentes países. No estoy a favor de la lucha por un estado judío, sobre todo porque estoy en contra de la secularización (o de que se haga mundano) del carácter judío". Muchos sionistas reclamaron la emigración masiva a la Tierra Prometida, pero Einstein anticipó la forma en que se intensificaría la oposición árabe. De ahí que la dicotomía que aparece en tantas fases de su vida surgiera también aquí. A las demandas de la Real politik, opondría la necesidad del idealismo; cuando se requiriera la fuerza, respondería que era esencial el pacifismo. A pesar de estas matizaciones, en cualquier caso, se vio arrastrado al torbellino sionista por el clima de la Alemania de después del Armisticio, por las humillaciones que los judíos del este estaban sufriendo a manos de los berlineses y por la apasionada defensa de algunos sionistas alemanes tales como Kurt Blumenfeld. Apenas se habían ganado su apoyo cuando surgió una buena oportunidad de utilizarlo. A finales de 1920, Weizmann decidió visitar Estados Unidos para recaudar fondos para el Keren Hayesod, que iba a constituirse en marzo de 1921 para heredar del Fondo de Restauración en Palestina la principal carga financiera del trabajo de construcción. Enseguida eligió a un grupo de

peso para acompañarle. "También me dirigí al profesor Albert Einstein, con referencia especial a la Universidad Hebrea", escribió más tarde, "y para mi gran satisfacción lo encontré dispuesto a ayudar". Está claro por el relato de Blumenfeld y por la correspondencia privada de Einstein que esta descripción de su reacción era más entusiasta que precisa. Blumenfeld había recibido por telégrafo instrucciones detalladas de Weizmann. "Yo debía motivar a Einstein", dice, "ir con él a América y allí unirnos a la propaganda a favor del Keren Hayesod. Einstein debía interesarse, sobre todo, en la idea de la Universidad Judía de Jerusalén". Cuando aparecí ante Einstein con este telegrama, al principio dijo No: "¿Tiene usted una buena opinión sobre la idea de una Universidad Hebrea en Jerusalén?" Fue mala suerte que yo, por distintas razones, fuera un mal defensor de la idea y Einstein entonces dijo: "¿Cómo es que me pide usted que dé publicidad a una idea que usted mismo no apoya encarnizadamente? Además, creo que el papel que se espera de mí es poco valioso. No soy un orador. No puedo aportar nada convincente y sólo necesitan mi nombre que está ahora en el candelero". No contesté, sino que leí el telegrama de Weizmann en voz alta de nuevo. "Es irrelevante saber qué necesita el sionismo hoy", dije. "Los dos sabemos demasiado poco sobre todos los factores en juego. Weizmann representa el sionismo. Sólo él puede tomar decisiones. Él es el presidente de nuestra organización y si usted se toma en serio su conversión al sionismo, entonces tengo el derecho de pedirle, en nombre del Dr. Weizmann, que vaya con él a Estados Unidos y que haga lo que él en ese momento crea necesario". Einstein ya había comenzado a interesarse en política y se había afiliado a la Liga Republicana pocos días antes. Pero su implicación con la izquierda era de patio de colegio comparada con las perspectivas que ahora se le presentaban. ¿Realmente quería entrar en el oscuro mundo de la política que hasta él se tenía que haber dado cuenta era el único mundo en el que las grandes expectativas del sionismo pudieran traducirse en realidad? ¿No se resentiría su investigación del mundo físico? ¿No era todo eso rebajarse bastante? Sin duda sopesó estas preguntas. Si se las hubieran hecho dos años antes, casi con seguridad habría dado respuestas diferentes. Pero en el otoño de 1920, había pasado a ser un hombre diferente del profesor casi risueño que sólo veinticuatro meses antes había tratado de convencer a los estudiantes de Berlín de que utilizaran el sentido común mientras Born y Wertheimer miraban. Ahora no sólo era un científico, sino un científico que podía de verdad influir en los asuntos del mundo. Y ahora había visto subir otra vez la marea del antisemitismo y había sentido que le llegaba a los pies en Berlín y Bad Nauheim. Parece más que probable que tuviera en la cabeza a Lenard y la "Compañía Antirelatividad" mientras escuchaba el telegrama de Weizmann. Pero había también otro factor. "Me enteré más tarde", ha escrito Weizmann, "de que Haber había hecho todo lo que pudo por evitar que Einstein se uniera a mí: dijo, entre otras cosas, que Einstein estaría haciendo un daño innombrable a

su carrera, y a la reputación del instituto del que era un miembro distinguido, si se iba con los sionistas y en concreto, con un sionista tan destacado como yo. "En el estado de ánimo de Einstein en aquel momento, una petición de un judío renegado que había ayudado tanto a los alemanes durante la guerra sólo pudo inclinar su decisión en un sentido. "Para mi total sorpresa", escribe Blumenfeld, "Einstein contestó: "Lo que usted dice ahora es correcto y convincente. Con argumento y contraargumento, no vamos a ningún sitio. Para usted, el telegrama de Weizmann es una orden. Me doy cuenta de que yo mismo ahora formo parte de la situación y que debo aceptar la invitación. Envíe un telegrama a Weizmann diciendo que estoy de acuerdo." Así, se preparó para dar un paso fundamental hacia la consolidación de su fama en América y de su notoriedad en Alemania, como foco del antisemitismo. Poco tiempo después de su reunión con Blumenfeld, Einstein escribió a Maurice Solovine, con quien había mantenido una correspondencia irregular desde la desaparición de la Olympia Academy quince años antes: "No voy a América totalmente a gusto", dijo, "pero lo hago sólo por los intereses de los sionistas que tienen la obligación de pedir dólares para la educación en Jerusalén, y en esta ocasión, tengo que jugar el papel de pequeño dios de hojalata y de reclamo. Si pudiéramos cambiarnos los sitios, de buena gana le dejaría a usted que fuera en mi lugar". Y al mismo corresponsal, poco antes de su partida de Berlín, le escribió: "Yo tampoco soy un patriota y creo firmemente que los judíos, dada la pequeñez y dependencia de su colonia en Palestina, estarán inmunes a la locura del poder". A medida que se filtraban las noticias de la aceptación de Einstein, comenzaron a llegar invitaciones de los Estados Unidos a la Haberlandstrasse, no sólo de organizaciones sionistas, sino de universidades y otros estamentos culturales ansiosos por conseguir que el renombrado Einstein explicara sus teorías. A mediados de marzo, Weizmann debía de tener perfectamente claro que cualquier publicidad que obtuviera la causa sionista se vería doblada con la presencia de Einstein. Sin embargo, no todo iba a ser miel sobre hojuelas, y algunos de los problemas se explican en una carta que Blumenfeld escribió a Weizmann el 15 de marzo de 1921. Es extraordinariamente reveladora ya que muestra el modo en que estaba manipulando el entusiasmo de Einstein por la causa judía y subraya su visión ingenua, característica que había que sopesar frente a las ventajas de su fama. Einstein, decía Blumenfeld, no era sionista pero siempre estaría dispuesto a ayudar en tareas específicas para que no le empujaran a ingresar en la organización. Su interés procedía de su aversión hacia los judíos asimilados. Tenía dudas respecto a alguno de los líderes judíos pero no tenía ninguna respecto a la ayuda que proporcionaría a los esfuerzos que se estaban llevando a cabo en Estados Unidos. Ya se habían puesto a su disposición, a petición de Elsa, 10.000 marcos y se recomendó que Weizmann le proporcionara fondos adicionales durante el viaje. El propio Einstein estaba preocupado por ocasionar demasiados gastos; seriamente le había dicho a su mujer que quería viajar en segunda y había insistido en llevar cuentas

detalladas de todo lo que se gastara. Entonces Blumenfeld hizo una advertencia. Weizmann esperaba que Einstein preparara discursos. Pero le dijeron que tuviera especial cuidado con esto ya que Einstein era un mal orador y la ingenuidad le hacía decir cosas que causaban problemas . A pesar de eso, no había duda sobre su utilidad y Blumenfeld finalizaba diciendo lo feliz que estaba por haber ayudado a la causa ganando a un hombre que ayudaría a resolver la cuestión americana a su favor. Esta cuestión era la diferencia de opinión entre Weizmann y muchos destacados sionistas sobre cómo debían impulsarse mejor los objetivos sionistas. En cuestión de táctica,muchos sionistas americanos, especialmente los dirigidos por Justice Brandeis, creían que la organización sionista existente era apropiada. Weizmann creía que en la larga lucha que se avecinaba, se necesitaría algo más ambicioso y estaba esforzándose ya para la creación de una Agencia Judía ampliada que incluyera no sólo a los sionistas sino a otros judíos. Como consecuencia casi directa de esto, estaba la gran diferencia en la cantidad de dinero que cada grupo creía que se necesitaría. Brandeis y sus seguidores hablaban de recaudar 500.000 dólares al año; Weizmann pensaba en 10.000.000. Estas divergencias podrían haberse resuelto más fácilmente si no hubiera sido por el carácter de Weizmann, "autocrático y políticamente despiadado", según una versión de la opinión de Brandeis. A muchos americanos, les habría podido parecer un embrión de dictador, montando su propio imperio; a muchos judíos europeos que sabían lo cercano que había estado a los problemas, ni su ambición ni su crueldad les parecían excesivas. El viaje empezó el 21 de marzo de 1921 cuando los Einstein salieron de Berlín hacia Holanda donde debían embarcar en el Rotterdam. A bordo se juntaron con los Weizmann. "Einstein era joven, alegre y le gustaba coquetear, "dice la Sra. Weizmann. "Su mujer, me acuerdo, me dijo que no le importaba que su marido flirteara conmigo ya que las "mujeres intelectuales" no le atraían. Le atraían más las mujeres que realizaban trabajos físicos porque sentía pena", comentario corroborado por más de uno de sus amigos íntimos. Durante la travesía del Atlántico, dice Weizmann, Einstein "me explicó su teoría cada día y al llegar, estoy plenamente convencido de que él la entendía". Weizmann aprovechó el viaje para planear la táctica de su campaña. En la relativa protección de su casa de Berlín, a Einstein ya le había llegado el viento ardiente de la publicidad pero hasta llegar a Nueva York no se había encontrado con toda la llamarada. El efecto iba a durarle toda la vida y a hacerle desconfiar de la mayoría de los periódicos aunque demostró una inesperada maestría para manejar una rueda de prensa cuando se tomaba la molestia. En primer lugar, se encontró con los fotógrafos que subieron a bordo con los reporteros mientras el barco atracaba, todos ansiosos por adelantarse al comité oficial de recepción que incluía al alcalde de Nueva York Hylan; Alfred E. Smith que pronto sería elegido gobernador del estado de Nueva York; y Fiorello La Guardia, presidente de la corporación municipal. "Me siento como una prima donna", dijo Einstein cuando por fin se volvió hacia los reporteros y se preparó para lo peor. Una de las primeras preguntas había estado presente

constantemente desde noviembre de 1919: "¿Puede explicar la relatividad en pocas frases?" Siempre deseoso de no defraudar y en este caso doblemente por lealtad a Weizmann, Einstein tenía una respuesta que se convirtió en un clásico: "Si no se toman la respuesta demasiado en serio, si la consideran sólo una especie de broma, puedo explicarla así", dijo. "Antes se creía que si todas las cosas materiales desaparecieran del universo, quedarían el espacio y el tiempo. Según la teoría de la relatividad en cambio, el tiempo y el espacio desaparecerían con las cosas". A partir de entonces, tenía su confianza, una figura sonriente con el pelo alborotado, con su cuello alto y su corbata de punto, ansioso por asegurarles que su teoría no cambiaría las ideas del hombre de la calle, afirmando que todo físico que estudiara la relatividad podría entenderla fácilmente, y tan confundido como estaban los periodistas por el extraordinario interés que había despertado su trabajo. "Bueno, caballeros", concluyó, "espero haber aprobado el examen". Estaba la pregunta inevitable de saber si la Sra. Einstein entendía la teoría. "Oh, no", fue la respuesta filosófica, "aunque me la ha explicado muchas veces, pero no me hace falta para ser feliz". Ella quería protegerle de la multitud aduladora. "No quiere ser lo que ustedes llaman una atracción de feria", explicó. "Preferiría trabajar y tocar el violín y pasear por el bosque". Y cuando se metía de lleno en un problema, añadió, "no hay día ni noche". Una vez pasado el mal trago, desembarcaron. Esperándoles había algo más que el comité de recepción oficial. Las zonas judías de Nueva York estaban vistosamente decoradas, mientras que estaban presentes en gran número los Legionarios Judíos que habían luchado junto a los británicos para liberar Palestina de los turcos. Algunas de las personas llevaban insignias con eslóganes judíos, otras agitaban la bandera judía, entonces sólo azul y blanca, sin la estrella de David que lleva hoy. Lo que la multitud vio en lo alto de la pasarela, fue a Weizmann, sonriente pero rígido, casi una réplica de Lenin en rasgos físicos y dedicación exclusiva a un sólo tema, y a su lado la figura más baja de Einstein. Llevaba un abrigo gris oscuro, que ya tenía algunos años, y sombrero negro. En una mano llevaba una pipa de brezo y en la otra , su violín. "Parecía un artista, un músico", escribió un reportero. "Es de estatura media con hombros fuertes, pero con aspecto de fragilidad y de pasar desapercibido". Bajo la frente ancha y alta, estaban los ojos grandes y luminosos, casi infantiles en su simplicidad y alejamiento de lo mundano. "Los grandes hombres, una familia muy reducida sobre la tierra, desgraciadamente no tienen a nadie a quien imitar salvo a ellos mismos", comentó Chateaubriand en sus Memoirs. "A la vez modelo y copia, persona real y actor haciendo el papel de esa persona, Napoleón era su propio mimo". De la misma forma, Einstein, la figura pública que surgía ahora de la crisálida del profesor, inconscientemente caía en el papel de Einstein haciendo de Einstein. Los dos hombres y sus esposas fueron conducidos con escolta policial al Ayuntamiento cuya plaza estaba llena con más de 5.000 sionistas. Aquí fueron recibidos oficialmente por Nueva York donde vivían un tercio de

todos los judíos de Estados Unidos. Y aquí, se había preparado tácitamente, Weizmann y Einstein recibirían la libertad de la ciudad. Desde el principio, estaba claro que la decisión de Weizmann de invitar a Einstein había estado más que justificada. Sus llamamiento a los judíos de América tuvieron un profundo eco - aunque muchos de ellos tenían ideas radicalmente distintas sobre cómo financiar el Hogar Judío. Ya que añadió algo más que el tirón taquillero de un nombre internacional y una teoría misteriosa. Había algo romántico no solo en su aspecto inocente sino en el viaje que le había traído desde su estudio por medio mundo a la que menos de tres años antes había sido una capital enemiga. "A todas las personas de América," dice Frank, "les recordaba la Tierra Sagrada y la leyenda del Judío Errante, tocando por ello una fibra muy sensible y provocando profundas simpatías en muchos cristianos." No hacía falta mucha imaginación para ver en Einstein, bajando por la pasarela del barco con su pipa en una mano y la caja del violín en la otra, la apoteosis de todo lo que representaba ser judío. Para los americanos, nación de refugiados, la imagen tenía doble atracción. Como miembro del partido de Weizmann, Einstein no podía mantenerse completamente al margen de las discusiones sobre el desarrollo judío en Palestina. Pero Weizmann no había olvidado la advertencia de Blumenffeld sobre la propensión de Einstein a decir "cosas producto de la ingenuidad que pueden causarnos problemas." Le había hecho a su colega amplias sugerencias sobre cuándo estarse callado. Einstein, por su parte, se mantenía controlado. El ejemplo clásico se vio la tarde del 12 de abril, después de que Weizmann hubiera hablado a 8.000 judíos en la Armería del 69º Regimiento. Einstein entonces se levantó. "Vuestro líder, el Dr. Weizmann, ha hablado, y ha hablado muy bien por todos nosotros," dijo. "Seguidle y haréis bien. Esto es todo lo que tengo que decir." Einstein se mantuvo todo lo apartado que pudo de la controversia que siguió a la primera petición pública de fondos de Weizmann el 17 de abril. Al día siguiente surgió una brecha con el partido de Brandeis. Ésta solo se cerraría después de considerables discusiones y es difícil estimar su efecto en la petición de Weizmann. En una única reunión el 20 de abril, se donaron 26.000 dólares y se comprometieron un total de 100.000. Al día siguiente se abrió una oficina Keren Hayesod en Union Square que fue visitada por un flujo constante de judíos para dar dinero con un hombre que desenrolló un fajo de mil dólares en billetes pequeños y los entregó con el comentario de que los había ahorrado para su vejez. Sin embargo, no fue hasta años después cuando se sacaron de los bolsillos americanos las mayores contribuciones que se esperaban y está claro tanto en la correspondencia entre Einstein y Weizmann como en las crónicas de los historiadores sionistas que los resultados de la visita, aunque se presentaron necesariamente como un éxito, se quedaron considerablemente por debajo de lo que se había esperado. Mientras, Einstein se dirigía a los públicos judíos sobre las necesidades de la Universidad Judía, "lo más grande en Palestina desde la destrucción del Templo de Jerusalén,"

como él le llamaba. El hombre que en Berlín había experimentado el sufrimiento de los judíos "llamando en vano a las puertas de las universidades de Europa Central y del Este" era un portavoz ideal. "otros que han conseguido el acceso a las áreas de libre investigación lo lograron sufriendo un doloroso y hasta deshonroso proceso de asimilación que les despojó de sus líderes culturales," dijo sentidamente. "Ahora ha llegado la hora de que nuestra vida espiritual encuentre su propia casa." Aquí, hablando en su terreno, no podía hacer daño y sí mucho bien y tras su primera petición, Stephen Wise, rabino de la Sinagoga Libre de Nueva York donó 10.000 dólares para la universidad. Las conferencias de Einstein sobre la relatividad, que iban a extender el conocimiento de su trabajo en Estados Unidos, comenzaron el 15 de abril en la Universidad de Columbia, que le había otorgado la medalla Barnard el año anterior. Era la primera vez que hablaba de la relatividad o de cualquier otra cosa, parece - a un público de habla inglesa. Mostró la misma segura naturalidad que tenía con aliados y enemigos, presidentes y barrenderos, reyes, reinas y limpiadoras. "Varias veces provocó murmullos y risas en el público con sus referencias al comportamiento 'idiota' de algunos cuerpos en sistemas acelerados," señaló el New York Times. "También fue muy divertido cuando quería borrar unos diagramas que había dibujado en la pizarra e hizo unos movimientos inútiles con su mano en el aire hasta que el profesor Pupin salió en su ayuda." En el City College de Nueva York, donde intervino la semana siguiente, las conferencias fueron traducidas. "Resulté ser la persona que entendiera su idioma y sus matemáticas más inmediatamente disponible," escribe Morris Raphael Cohen, "así que me pidieron que tradujera sus conferencias. Esto dio origen a la totalmente inmerecida leyenda popular de que yo era una de las poquísimas personas en el mundo que entendían la teoría de Einstein." En Washington, donde Einstein y Weizmann llegaron poco después, se hizo un intento infructuoso de leer "una presentación popular de la teoría de la relatividad" para el Archivo del Congreso. Aquí también visitaron al presidente Harding con un grupo de la Academia Nacional de Ciencias en cuya cena anual habló Einstein. Los discursos formales seguían y seguían y mientras un científico tras otro recibía el premio anual de la Academia, Einstein se volvió a su vecino, el secretario de la embajada holandesa que estaba en representación del físico Pieter Zeeman: "Acabo de descubrir una nueva teoría de la eternidad," le confesó. Otra visita fue a Princeton donde el lunes 9 de mayo se le concedió un título honorífico y donde dio una conferencia por día durante el resto de la semana. Fue después de una de éstas, durante un debate vespertino, cuando oyó el primer anuncio de D.C. Miller que parecía contradecir el experimento de MichelsonMorley. Y aquí, creyendo que la verdad no se encontraba en los retorcimientos que requerían los resultados de Miller, observó: "Dios es sutil pero no tiene malicia" (Raffiniert ist der Herrgott, aber boshaft ist er nicht"). En Chicago, su siguiente parada, hizo un contacto que iba a afectar enormemente a su futuro. Fue con Robert Millikan, que pocos años antes había proporcionado la prueba experimental de la ecuación fotoeléctrica de Einstein.

Mientras Elsa iba de visita turística por Chicago con la Sra. Millikan, Einstein discutía el futuro de la ciencia con su marido. Luego, pocos días antes de que tuviera previsto embarcar para Europa, dejando a Weizmann continuar su trabajo sionista solo, los dos visitaron Cleveland. La mayoría de las tiendas judías cerraron para la ocasión y se recibió al grupo en Union Station con un desfile de 200 coches encabezado por la banda del Tercer Regimiento de la Guardia Nacional. "Solo los ímprobos esfuerzos de un equipo de veteranos de guerra judíos, que contuvieron a la gente en sus desenfrenados intentos de verlos," informó el New York Times, "evitaron que sufrieran daño." La cuasi histeria que había marcado más de una fase de la visita no fue del todo resultado del reciente anhelo de ser libre que surgió en el mundo judío con las esperanzas de un Hogar Nacional despertadas por la Declaración Balfour o con el cataclismo producido por la relatividad. Ambos jugaron su papel. Pero ambos se vieron reforzados por el extraordinario impacto causado por el propio Einstein durante el que fue a efectos prácticos su primer viaje fuera del mundo académico y dentro del reino de los no iniciados. Se había alzado el telón y tras él se vio no a un líder científico austero y engreído sino a una figura descuidada que llevaba un violín, la representación del hombrecillo del mundo inmortalizado de varias formas por Chaplin, Hans Fallada y el Kipps de H. G. Wells. La sorpresa fue en aumento a medida que se vio que por muy firme que fuera la incansable dedicación de Einstein a la ciencia - y en su círculo más próximo no había ninguna duda de ello - aquí estaba el verdadero personaje, auténticamente humilde, honestamente sorprendido que tanto daría que hablar. En Boston, donde se le preguntó como parte de un test habitual que diera la velocidad del sonido, reconoció que lo sentía pero que no la sabía -y ¿por qué iba a saberla si era un dato sencillo que podía mirarse en un libro? Hablando ante la Academia Nacional de Ciencias, dijo que "cuando un hombre tras largos años de buscar posibilidades alrededor de una idea, desentraña algo de la belleza de este misterioso universo no debería ser ensalzado personalmente por ello. Ya tiene suficiente recompensa con su experiencia de buscar y encontrar." Para los sionistas, la transparente sinceridad de esas afirmaciones había resultado un activo que no tenía precio, y cuando los Einstein volvieron a Alemania, interrumpiendo su viaje en Inglaterra, Weizmann tenía una buena razón para estar satisfecho. Para Einstein, y su reputación, los resultados fueron más matizados. "Gracias al Cielo, Yale no le concedió un título a Einstein," decía una carta a Rutherfoird de Bertram Boltwood, en aquel momento en la cima de su fama. "Nos libramos por poco. Si hubiera venido como científico y no como sionista habría sido completamente apropiado, pero dadas las circunstancias, creo que habría sido un error." De vuelta en Berlín, Einstein reflexionó sobre sus experiencias. No hay duda de que los judíos de América le habían proporcionado un concepto de la naturaleza judía bastante diferente de aquél con el que él se había criado en Europa. "Fue en América," escribió, "donde descubrí por primera vez al pueblo judío. He visto un buen número de judíos, pero al pueblo judío no lo he conocido ni en Berlín

ni en el resto de Alemania. Este pueblo judío que encontré en América procedía de Rusia, Polonia y Europa del Este generalmente. Estos hombres y mujeres todavía conservan un saludable sentimiento nacional; todavía no se ha destruido por el proceso de atomización y dispersión. Encontré a este pueblo extraordinariamente dispuesto para el sacrificio y creativo en la práctica". El optimismo de Einstein se expresó otra vez cuando habló en el Bluthner Hall de Berlín sobre el trabajo en Palestina pocos "días después de su regreso, y en una carta a Ehrenfest el 18 de junio señalaba que "nuestras actividades en nombre de la Universidad Hebrea fueron muy provechosas. ... La universidad parece estar asegurada financieramente hasta el punto de que el edificio de la particularmente importante facultad médica pronto se podrá iniciar. Esto ha sido posible gracias a las clases medias, más que a los judíos ricos, y en particular a los 6.000 médicos judíos de América". Este estado de ánimo pasó pronto y el líder sionista Selig Brodetsky, al informar de su visita a Einstein en Berlín poco tiempo después, cuenta que le habló "del fracaso de su misión a los Estados Unidos". Tres meses más tarde Weizmann escribía casi lamentándose y pidiendo a Einstein que firmara una carta para el Boston New Century Club donde habían conseguido considerable apoyo, "el Club ha puesto dificultades respecto al traspaso del dinero recolectado; de los 20.000 dólares, hasta ahora sólo hemos recibido realmente 4.000", observó. Los diferentes puntos de vista no son contradictorios. Igual que la mítica botella de Whisky, medio llena o medio vacía la gira de Weitzmann podía considerarse bien un fracaso o bien un éxito según las expectativas. Pero a medida que el entusiasmo engendrado por la visita comenzó a disiparse, los datos empezaron a verse menos de color de rosa. Pasaron varios años antes de que la Universidad Hebrea obtuviera las grandes contribuciones que se esperaban en 1921. El punto de vista ligeramente decepcionado de Einstein sobre la gira aumentó cuando se dio cuenta del precio que había que pagar por el apoyo obtenido. Él siempre idealista, no podía tragar con los cambios de chaqueta y las componendas necesarias en un mundo imperfecto. Sobre todo nunca pudo aceptar el hecho de que el que paga manda; que los judíos americanos que proporcionaron la mayor parte de la financiación de la Universidad Hebrea tuvieran en la práctica una intervención en su dirección casi tan decisiva como el Consejo de Gobierno. En 1921 esto era todavía una pequeña nube sobre el horizonte. Einstein seguía siendo la gran conquista de los sionistas; era de esperar, por tanto, que le pidieran que visitara Palestina a su regreso de Extremo Oriente a principios de 1923 y que pronunciara el discurso inaugural en la universidad. Para el propio Einstein la visita fue una experiencia profundamente emotiva, doblemente importante para un hombre que había excluido la emoción de su vida siempre que fuera posible. El Territorio Palestino bajo el cual los británicos administraban el antiguo territorio Turco con el objetivo último de crear un Hogar Nacional Judío había sido aprobado por el Consejo de la Sociedad de Naciones sólo seis meses antes, y no sería operativo hasta finales de septiembre de 1923. Pero ya se había nombrado el Alto

Comisionado británico y la inmigración y reconstrucción judías estaban siendo impulsadas. El Alto Comisionado con quien se quedarían los Einstein era Sir Herbert, más tarde Lord Samuel. Igual que Lord Haldane era filósofo y estadista, un hombre que se había visto profundamente afectado por las implicaciones de la relatividad y uno de los pocos fuera del campo de la ciencia que llegarían a ser amigos relativamente próximos. Samuel no era sólo un administrador de primer orden, también era judío; y aunque su nombramiento había tenido la intención de mostrar la favorable actitud del gobierno británico hacia las aspiraciones judías, hubo repercusiones que sólo el más maquiavélico de los adivinos podía haber predicho. Puesto que Sir Herbert era también un funcionario británico cuya neutralidad debía estar por encima de las sospechas. Era por tanto casi inevitable que en las disputas entre judíos y árabes que salpicaron la infeliz historia del país durante los años de su mandato el Alto Comisionado subrayara su imparcialidad dedicando la mayor consideración a los árabes. En esto tan sólo era justo; pero entre los judíos a menudo se tenía la sensación de que estaba tan ocupado devolviendo bien por mal que tenía poco tiempo para devolver bien por bien. Así pues su larga amistad con Einstein, iniciada en los primeros meses de 1923 iba a verse marcada más de una vez por las diferencias sobre lo que había que hacer con Palestina. Einstein llegó con su mujer a Tel Aviv el 2 de febrero de 1923 y fue recibido por el coronel Frederick Kisch, que se había retirado del ejército británico con un brillante historial de guerra para ingresar en la Ejecutiva Sionista. "Lo encontré bastante cansado por haber estado despierto toda la noche", anotó Kisch en su diario, "pero más tarde me enteré de que había sido por su culpa ya que había insistido en viajar en segunda clase a pesar de los esfuerzos para convencerle de que fuera en un coche cama que había sido reservado para él". Tres días más tarde fue formalmente recibido por la Ejecutiva Sionista de Palestina. "Hizo", anotó Kisch, "un pequeño discurso explicando la naturaleza de su cerebro la cual dijo que era tal que tenía miedo de que fuera para él un trabajo inútil intentar aprender hebreo". Pero no había ninguna duda sobre el casi embarazoso entusiasmo de Einstein sobre Palestina, o de Palestina sobre Einstein. Esto se vio al día siguiente. Que el más famoso científico del mundo, aunque fuera el más controvertido, diera un apoyo tan incondicional a sus esfuerzos. Entusiasmó de verdad a los habitantes y les animó a pensar que la recompensa sería igualmente incondicional. Einstein respondió de forma entusiasta. Se sintió la sintonía cuando el 6 de febrero atravesó calles flanqueadas por multitudes de escolares que le saludaban de camino a una recepción en la Lemel School organizada por la Ejecutiva Sionista de Palestina y el Consejo Nacional Judío. Después de que entrara no hubo manera, informaba el Palestine Weekly, "de sujetar a la gente que se había reunido fuera. Tiraron abajo las puertas exteriores, y la muchedumbre entró en el patio e intentaron forzar las puertas interiores custodiadas contundentemente por tres o cuatro gorilas. En el interior Einstein estaba desnudando su alma. "Considero este el día más grande de mi vida", dijo. "Hasta ahora siempre había

encontrado algo que lamentar en el alma judía, y eso es el olvido de su propio pueblo, el olvido casi de su propio ser. Hoy me ha hecho feliz ver al pueblo judío aprendiendo a reconocerse a sí mismo y a hacerse reconocer como fuerza mundial. Esta es una gran época, la época de la liberación del alma judía; y se ha conseguido gracias al movimiento sionista para que nadie en el mundo pueda destruirla". Al día siguiente debía llevar a cabo su principal tarea en Palestina: pronunciar el discurso inaugural en la Universidad Hebrea, que había sido fundada cinco años antes cuando los cañones británicos y turcos todavía retumbaban quince millas al norte. Antes de la ceremonia tuvo una larga charla con Kisch, que revela su estado mental. "Entrevista con Deedes", anotó Kisch; "después un paseo de vuelta desde el monte Scopus a la ciudad en compañía de Einstein a quien le expliqué la situación política y algunos de los enredos de la cuestión árabe. Einstein habló del intento de Ussishkin [Menachem Ussishkin era el presidente de la Ejecutiva Sionista y había sido uno de los miembros del partido que visitó América en 1921] para que se instalara en Jerusalén. No tiene ninguna intención de hacerlo, no porque se apartara de su trabajo y de sus amigos, sino porque en Europa es libre y aquí siempre sería un prisionero. No está preparado para ser simplemente un adorno en Jerusalén". A las 4:30 de esa misma tarde varios cientos de hombres y mujeres, incluyendo miembros del cuerpo consular y del recientemente creado gobierno palestino con sus mujeres llenaban el edificio provisional de la Universidad Hebrea en el monte Scopus. "Muchos... como yo... no podían decir que entendieran su teoría", escribió Helen Bentwich, esposa de Norman Bentwich, en esa época Ministro de Justicia del gobierno. "Pero todos queríamos oír y conocer a este gran hombre, probablemente para poder decir en los años venideros que no sólo habíamos oído la conferencia de Einstein sobre su teoría sino que habíamos asistido a la primera conferencia pronunciada en la Universidad Judía de Jerusalén". El auditorio estaba adornado con banderas sionistas y el emblema de las doce tribus. Sobre el estrado colgaba la Union Jack con un retrato del Alto Comisionado y una bandera sionista con un retrato del Dr. Herzl, mientras que del techo caía una pancarta con las palabras "Orah ve Torah" ("Luz y Aprendizaje"). Ussishkin presentó a Einstein con el anuncio de que 2.000 años antes Tito y sus ejércitos vengadores habían estado donde ello estaban ahora. Pero hoy estaban inaugurando un templo de ciencia. "Montad el estrado que ha estado esperándoos 2.000 años", concluyó con grandilocuencia. Eso hizo Einstein deleitando a los presentes al pronunciar lo que Samuel llamó "una frase de apertura pro forma en un hebreo que resultaba evidentemente poco familiar". Después continuó en francés; y al final del discurso relativamente corto lo repitió en alemán. En cualquier caso las primeras palabras oficiales pronunciadas desde la universidad habían sido pronunciadas en hebreo. Durante los días siguientes Einstein recorrió el país, plantando un árbol en el jardín del Monte Carmelo en las afueras de Jaifa y visitando el instituto de la ciudad y la universidad técnica. "Justamente impresionado por el

trabajo hecho hasta ahora", escribió a Weitzmann en una hoja arrancada de su cuaderno. "Sería muy beneficioso si pudiera comenzar la enseñanza en la universidad técnica ya que todo está listo y la necesidad es grande. Aquí hay muchas dificultades, pero el ánimo muestra confianza y el trabajo es para maravillarse". En Tel Aviv se le nombró ciudadano libre y en un banquete celebrado en su honor habló con una honestidad que la diplomacia pudo haber censurado: "Ya he tenido el privilegio de recibir el título de ciudadano honorífico de la ciudad de Nueva York pero estoy diez veces más feliz de ser ciudadano de esta bella ciudad judía". En Rishon Le Zion, que visitó después de Jaffa, prometió "animar al mundo judío y contarles la fuerza aquí invertida", añadiendo que hasta su última hora "trabajaría por nuestro establecimiento y por nuestro país". Su entusiasmo por la oportunidades que ahora podría ofrecer Palestina se acentuó cuando caminó por el Monte de los Olivos con el Ministro de Justicia. "Los judíos no han dado genios de altura en el siglo diecinueve excepto un matemático, Jacoby y Heine", dijo según cuenta Bentwich. "El hogar nacional en Palestina podría liberar y fomentar su genio. Durante 2.000 años su lazo común había sido el pasado, la tradición cuidadosamente custodiada. Ahora tenían un nuevo lazo, la cooperación activa para construir un país. Luego siguió hablando de otras cosas. Se recreaba en la belleza del traje del campesino árabe y de la aldea árabe que crecía sobre la roca, e igualmente de la belleza de la vida en Japón y en su sentido de unión corporativa. La cena japonesa te hacía entender el significado de la eternidad. ... En el viaje desde Japón, había estado pensando sobre una nueva teoría de la relación de la luz con la gravedad. El barco proporcionaba las mejores condiciones para reflexionar; una vida ordenada y ninguna influencia molesta". Y entonces, una década antes de que la soledad en Inglaterra despertara el mismo pensamiento, Einstein comentó: "Por las mismas razones encontraba atractivos los faros; allí un hombre puede estar solo". Palestina fortaleció su alma sionista y su recuerdo le ayudó durante la difícil década que se avecinaba. Cuando cenó con el Ministro de Justicia y su esposa, pidiendo prestado un violín y formando un cuarteto con Bentwich y sus dos hermanas, no sólo tocó bastante bien, sino que "parecía tan feliz al tocar que disfrutaba mirándole tanto como escuchándole", recordó la Sra. Bentwich. "Hablamos de libros y de una dijo, con un guiño pícaro 'no merece la pena leerlo. El autor escribe como un profesor'." Esto no era más que una cara de la moneda. La otra estaba representada por la formalidad de la Casa de Gobierno, por las tropas a caballo que acompañaban al Alto Comisionado cuando viajaba con sus invitados y por el disparo de cañón que resonaba cada vez que salía residencia oficial. Todo esto le preocupaba. Ya había perfeccionado un técnica de comportarse como si no existieran las formalidades, una técnica que era perfectamente sincera pero que a veces daba la impresión equivocada de actuar para la galería o de ser excéntrico por el mero hecho de serlo. Elsa también estaba incómoda pero por sus propias razones. "Soy una sencilla ama de casa alemana", le contó a Philipp Frank. "Me gustan las cosas acogedoras y cómodas y no me siento a gusto en un ambiente tan formal. Para mi marido es un asunto diferente;

es un hombre famoso, cuando comete un fallo de etiqueta, se dice que lo hace porque es un genio. En mi caso en cambio se atribuye a falta de cultura". A pesar de los contrastes entre Samuel, el hábil y astuto hombre de estado, y el menos mundano Einstein, los dos hombres se sintieron atraídos, y hablando en la casa de gobierno su conversación trató del futuro no sólo de Israel sino de la relatividad. Aquí Samuel citó la famosa frase de T.H. Huxley: "la idea de Herbert Spencer de una tragedia es una deducción invalidada por un hecho". Samuel anotó la respuesta de Einstein: "todas las teorías son invalidadas tarde o temprano de esa forma. Pero si la teoría tiene algo bueno, eso bueno es absorbido y completado en la siguiente teoría". Einstein y su esposa salieron de Palestina hacia Europa a mediados de febrero. Su impresión final según le contaba a Solovine en una carta aquella Semana Santa era que "sería un centro espiritual, pero no sería capaz de recibir una gran proporción del pueblo judío. Estoy convencido sin embargo, de que la colonización tendrá éxito". Su consejo era rigurosamente práctico. Kisch recuerda que cuando dijo adiós a su visitante en Jerusalén le pidió a Einstein "que nos dijera si durante su gira había observado que estuviéramos haciendo algo que en su opinión no debiéramos hacer, o si estábamos dejando sin hacer cosas que deberían hacerse. Contestó: 'Ramassez plus d'argent" ("recauden más dinero"). El viaje a Palestina consolidó los sentimientos de Einstein hacia el sionismo y estos siguieron siendo fuertes, a pesar de su nacionalismo, del que desconfiaba igual que desconfiaba de todos los nacionalismos, a pesar de su piedra angular de una religión que no podía tomar más en serio que lo que se tomaba cualquier otra religión revelada. Pero había un límite definido a la ayuda que estaba dispuesto a dar, y esto se vio a su regreso a Europa. Cuando Weizmann intentó convencerle para ir a Londres a una importante reunión sionista se encontró con el pretexto de que se lo impedía la asistencia a las reuniones del comité de la Sociedad en Ginebra. En el otoño de 1923, creyó necesario poner por escrito lo que haría y lo que no haría. "Haré todo lo que se me pida, mientras no se espere que viaje por el mundo o que visite congresos", escribió a Weitzmann desde Berlín el 27 de octubre. "De buena gana prestaré mi nombre y escribiré cartas y hablaré con gente aquí, pero en cuanto al resto, para conservar mis derechos como pensador tengo que estar tranquilo para trabajar. (P.D. con esto en la cabeza estoy listo para ingresar en J.A.). Por lo tanto, no puedo ni siquiera ahora ir a Holanda a una reunión". Pero se mostraba comprensivo. "Soy consciente de las dificultades que les ponen en el camino para llevar a cabo un trabajo ya de por sí difícil", añadió. "No tiene que ser fácil el Elegido del pueblo elegido". A principios del año siguiente mantuvo su postura negándose a hacer un segundo viaje a los Estados Unidos. "He estado allí una vez y me di cuenta de que el asunto me resultó costoso", escribió el 29 de febrero. "En cualquier caso no puedo hacer nada más. Cuando uno ha dedicado su vida al pensamiento, y sólo es capaz de eso, uno debería mantenerse en ello y debería dejar las cosas 'más mundanas' para aquellos que están más preparados para entenderlas.

Por instinto, quería limitarse a la física. Emocionalmente le estaban tentando desde fuera. Hubo otras dos cosas que ayudaron a hacerle matizar su apoyo al sionismo. Una fue su creencia de que una primera prioridad debería ser el acuerdo con los árabes. No estaba solo en esta opinión. "Unos pocos líderes judíos, en particular Magnes, Hugo Bergmann, Ruppin y Calvaresci estaban convencidos de que el primer objetivo político debería ser, no la inmigración masiva, sino el entendimiento con los árabes", ha escrito Norman Bentwich. "Albert Einstein expresó con énfasis esa convicción cuando le visité en su casa de campo durante mi estancia en Berlín durante 1930. No continuaría ligado, dijo, al movimiento sionista a no ser que intentara conseguir la paz con los árabes con hechos además de con palabras. Los judíos deberían formar comités con los campesinos y trabajadores árabes, y no intentar negociar sólo con los líderes". Antes en la Jüdische Rundschau Einstein explicó la lección, diciendo que los judíos casi siempre estaban formando un grupo nacional de ciertas características. "Esto le parece lamentable a un judío como yo, que considera la pertenecía a la especie humana un ideal posible de alcanzar aunque difícil". A medida que se endurecían los sentimientos de los árabes, a medida que la política del Territorio se veía cada vez más inclinada hacia un sentimiento pro-árabe, y a medida que los objetivos prácticos sionistas se estrechaban hasta la nación estado o nada, esas enseñanzas internacionalistas y pacifistas comenzaron a hacer que la posición de Einstein dentro del movimiento sionista fuera a menudo difícil y a veces anómala. Estaba también su guerra de guerrillas con la dirección de la Universidad Hebrea, que duró desde la apertura formal de la universidad en 1925 hasta el verano de 1934, una guerra librada en gran medida en contra de la influencia de Judah Magnes, el jefe virtual de la universidad que ejercía su poder de acuerdo con los intereses de los Estados Unidos que tan abundantemente la habían financiado. Unos meses después de que Einstein pronunciara su discurso inaugural a comienzos de 1923, se instaló el Instituto de Química. Siguió el Instituto de Microbiología. A principios de abril de 1925 la universidad fue inaugurada formalmente por Lord Balfour y su propiedad, hasta entonces depositada en la organización sionista, fue transferida al Consejo de Gobernadores formado por nueve hombres que se reunía en Tel Aviv. Einstein fue elegido como uno de los gobernadores y el consejo se reunió con él como secretario en Munich en septiembre de 1925. Aquí se amplió. Se estableció un Consejo Académico y se creó una "Ejecutiva Palestina" para que en el futuro pudiera casi decirse que la universidad tenía dos amos, uno en Londres bajo la estricta vigilancia de Weitzmann que sería secretario del consejo durante el resto de su vida, y el segundo en Jerusalén bajo el canciller que al estar al pie del cañón siempre tenía la opción de actuar primero y preguntar después. El canciller era Judah Magnes. Magnes ejercía una considerable influencia en la comunidad judía de Nueva York donde había sido rabino antes de la Primera Guerra Mundial. Había sido un pacifista incondicional, crítico tanto del

trabajo de Weitzmann para el Almirantazgo británico como de su deseo de basar las esperanzas sionistas en las promesas de una potencia imperial. Así pues, no habría sido sorprendente que él y Einstein hubieran acabado juntos, cortados por el mismo patrón. En cambio en la década entre 1925 y 1935 las cosas cambiaron. Weitzmann apoyó la elección de Magnes como canciller, Einstein se opuso a ella. La batalla se libró con modales de caballeros pero con bastante dureza y tiene la fascinación de todas las batallas en las que no lucha el bien contra el mal sino el bien contra el bien. El asunto, que Weizmann reconocería ante Einstein con asombrosa franqueza, era sencillo. A efectos prácticos, eran los americanos los que habían financiado la Universidad Hebrea. Magnes era su "designado", y era inútil quejarse de su gestión. Einstein se quejaba en general de la falta de experiencia académica de Magnes y en particular de la forma en que dirigía la universidad desde 1925. El problema empezó en la reunión de Munich. Magnes dijo más tarde que "cuando Einstein entró, dijo:'Me encuentro aquí entre muchos financieros de América'. Éramos de hecho, yo mismo, el juez Mack y el Dr. Schloessinger. Fue en esta ocasión cuando, desde el principio, surgieron las dificultades con respecto a mí". Hubo muchas dificultades y entre ellas, una de las más delicadas se refería a las actas de la reunión de Munich. La situación se entiende con una carta que Einstein escribió a Magnes el 29 de diciembre de 1925. "Tengo las actas de la reunión en Munich del Consejo de Gobierno, que usted ha hecho circular y me veo obligado como presidente a protestar enérgicamente contra el envío de estas segundas actas", se quejó. "Va contra toda norma que una vez que el secretario ha distribuido las actas , un miembro decida enviar a los demás unas actas que difieren en puntos clave, asegurando que esas serán las actas oficiales de la reunión". Prosiguió utilizando la palabra "intolerable" y acabó pidiendo que se retiraran las actas de Magnes. Magnes se negó. Se había quedado al mando de la nave, y Einstein le escribió de forma algo desesperada. "Se negó, aunque lo hiciera educadamente, a retirar las actas no válidas que no tenía ningún derecho a enviar. Los contenidos desmienten las verdaderas resoluciones adoptadas. En estas circunstancias, considero inútil seguir tratando con usted". Sin embargo, continuó trabajando por el bien de la universidad, visitando París en enero de 1926 para dar una conferencia sobre el tema de la Sociedad FrancoPalestina y dedicando a las actividades sionistas todo el tiempo que podía exprimir de su trabajo. Pero un hombre como Einstein, incluido en comités y consejos de gobierno por el prestigio de su nombre más que por lo que se esperaba que hiciese, siempre podía amenazar con jugar la carta de la dimisión. Lo hizo ahora, en la primera de una serie de acciones que se asemejan extrañamente a sus giros indecisos en el comité de la Sociedad de Naciones. A comienzos del verano de 1926, Weizmann visitó Berlín para hablar de la problemática situación de la universidad. Cualquier ambigüedad en la actitud de Einstein se despejó en una carta que escribió a Weizmann el 6 de julio. "Usted entenderá", respondió Weizmann inmediatamente,

que mis colegas y yo que discutimos la situación con usted en Berlín estamos muy descontentos con su contenido. Hace pocos días, discutimos en la Ejecutiva Sionista que cueste lo que cueste, debemos ante todo, evitar su dimisión. Hace unos días le escribí al Dr. Magnes y le dejé claro que bajo ninguna circunstancia permitirá el Consejo de Gobierno que usted dimita por su culpa. Le señalé, sin entrar en detalles sobre la distribución de su discurso en la Conferencia de Munich, que no puede seguir actuando de esta forma dictatorial, con su continua atención a los monederos americanos y que sería más útil a la universidad si no dependiera constantemente de los estados de ánimo y las amenazas de los donantes. Creo que entenderá mis sugerencias, y pienso que es muy posible que cuando reciba su carta y la mía, sienta que tiene que dimitir. Estoy completamente decidido, como le comenté en Berlín, a apoyarle en esto, aunque sus razones, citadas verbalmente en Berlín, puedan resultarme algo inapropiadas. Pero estoy preparado para hacerlo puesto que estoy totalmente convencido de que su diagnóstico de la situación es correcto y tarde o temprano, tendremos que librarnos del Dr. M. Weizmann concluía reiterando su petición de que Einstein no dimitiera, una acción que sólo conseguiría dejar a Magnes con el mando absoluto. Einstein aceptó, al menos por el momento. Pero dieciocho meses más tarde, el 8 de enero de 1928, creyó necesario protestar de forma más enérgica, señalando a Weizmann que "para mantener la autoridad aparente del Consejo de Gobierno, hemos tenido que aceptar y transigir cotinuamente con hechos consumados..." Además había una nueva propuesta para que Magnes fuera no sólo el jefe de la administración sino también el director académico de la universidad. Como presidente del consejo, Weizmann tenía sentimientos opuestos. "Nuestro ingreso", subrayó mas tarde a Einstein, "procede enteramente de suscriptores voluntarios y dependemos de Magnes, como usted mismo ha admitido, porque Magnes puede asegurar en cualquier caso una proporción considerable del presupuesto. El mismo argumento se utilizó incluso en la elección de profesores por el Consejo de Gobierno, que tuvo que aceptar las sugerencias de los que controlan el dinero de la universidad. "Para Weizmann, media universidad era mejor que nada. Einstein discrepaba y en su carta de enero amenazaba con dimitir si no se tomaba alguna acción en un año. Si esto no ocurriera, continuaba, "creeré que es mi obligación cortar todos los lazos con la universidad y decirlo públicamente. Sería mucho mejor esperar una generación para fundar una Universidad Judía que, bajo esta presión evidente, hacer una chapuza hoy". Eran palabras duras. Se hicieron realidad pocos meses después, aunque la preocupación de Einstein por la universidad le obligó a ocultarlo al mundo totalmente. Weizmann escribió a mediados del verano, proponiendo lo que Einstein luego describiría como compromisos. No estuvo de acuerdo. Y el 14 de junio de 1928, escribió que dadas las circunstancias, creía que era mejor apartarse completamente de los asuntos de la universidad. "No

efectuaré una dimisión oficial del Consejo Académico a pesar de mis intenciones previas porque no deseo contribuir al posible fracaso del desarrollo de la universidad". Seis días más tarde decidió marcharse. "Ya que me ha mantenido tan informado sobre el desarrollo de los asuntos de la universidad, considero totalmente innecesario que usted y el Sr. Brodetsky me visiten aquí", escribió desde Berlín. "Según están las cosas, considero imposible hacerme responsable por más tiempo de los temas relacionados con la universidad. Por tanto, le pido que me borre del Consejo de Gobierno y del Consejo Académico y que informe de ello a los miembros de ambos. El público no tendrá noticias de esta decisión por mí. "A Brodetsky, vicesecretario del consejo, le escribió explicándole. "Entre mis habladores hermanos judíos, parezco un salvaje que sólo puede hacerse entender por medio de gestos", dijo. "Debe interpretar mi dimisión del mismo modo y no como carencia de entendimiento mutuo. Aunque no veo el día en que pueda revocar esta decisión, nunca dejaré de tener el bienestar de la universidad de Jerusalén muy cerca de mi corazón. Creo que tenía razón al seguir mi instinto, sin pensar mucho, ha sido lo mejor hasta ahora. Estoy de acuerdo que la actitud conciliatoria de Weizmann y la suya pueden haber estado justificadas por sus necesidades políticas. Lo principal es que todos tenemos el mismo objetivo: el servicio a la universidad. Espero que mi método conduzca a lo mismo buen fin. La preocupación auténtica de Einstein por la universidad era una medida de su propio sionismo individualista. Por muy en desacuerdo que estuviera con la táctica, mantenía in mente el mismo "buen fin". Así, Einstein estaba entre los invitados a asistir, y a hablar en el crucial Decimosexto Congreso Sionista celebrado en Zurich en agosto de 1929. En palabras de la invitación de Weizmann, el congreso "sería de carácter extraordinariamente trascendental en vista del hecho de que se pediría ratificar las medidas adoptadas por la Ejecutiva Sionista para la ampliación de la Agencia Judía, para que pudiera celebrarse la primera reunión del Consejo de la Agencia inmediatamente después del congreso". Einstein estaba, como siempre, encantado de ir a Zurich. Aprovechó la oportunidad para visitar a Mileva y a sus hijos, diciéndole a Edward, quien le preguntó por qué había venido, que estaba asistiendo a un congreso judío y añadiendo: "Yo soy el Santo Judío". Aunque parece que se quedó en el Hotel Grand Dolder en el Zurichberg, le gustaba escandalizar a Sir John y Lady Simon diciéndoles: "Estoy en casa de mi primera esposa". Visitó la tienda donde compraba "puros de un penique" cuando era estudiante. Y cogió el tranvía para visitar a su vieja casera, Frau Markwalder, insistiendo en que no le avisaran de su llegada ya que "no quería hacer el papel de gran hombre". Le habían invitado al congreso porque, como le aseguró Weizmann, "realzaría en gran medida la importancia de las sesiones y proporcionaría una considerable gratificación a todos los simpatizantes". Así era, aunque también proporcionó gran apoyo a Weizmann, cuyo nombre unía de forma justificada con el del propio Herzl y cuyo trabajo

anterior, decía, le daba el derecho moral de influir en su futuro. Había habido comentarios amargos de "abdicación" a la Agencia Judía, y se decía que a la influyente mitad de la nueva organización sólo le interesaba una versión descafeinada del sionismo real. Poco de esta discusión surgió en el congreso, aunque es significativo que en su discurso Einstein, después de hablar de la "valiente y esforzada minoría que se llaman a sí mismos los sionistas", continuara diciendo, "nosotros los demás. ..." La firma concreta del concordato con la Agencia Judía ampliada el 12 de agosto fue un momento emotivo. Cuando se terminó, Einstein sacó una hoja de papel del Hotel Dolder del bolsillo y escribió: "An diesem Tage ist die Saat Herzls und Weizmann in wunderbarer Weise gereuft. Keiner von den Anwesenden blieb unbewegt". ("En el día de hoy, la semilla de Herzl y Weizmann ha dado un fruto maravilloso. Ninguno de los presentes permaneció impasible"). Le pasó la nota a Weizmann al otro lado de la mesa, quien añadió: "Mille amities. Je t'ambrasse". La reunión de Zurich marcó el climax de la empresa sionista y, por razones superpuestas, el fin de una fase del apoyo de Einstein. A penas acababa de nacer la Agencia Judía ampliada con Weizmann al frente cuando estallaron graves disturbios anti-judíos en Palestina. El 11 de septiembre, Louis Marshall, que había sido un pilar de la sección no sionista de la agencia, murió tras una operación. Al mes siguiente, el hundimiento de Wall Street acabó con las esperanzas de apoyo a gran escala de Estados Unidos y al mismo tiempo, al desatarse la gran depresión en Europa, fue la señal que estaban esperando las fuerzas nacionalistas, y en gran medida anti-semitas cobijadas bajo las alas de la República de Weimar. Ninguno de estos acontecimientos afectó directamente a Einstein, aunque cada vez más le enfrentaron con muchos sionistas ortodoxos. La complejidad de la situación la enfatizó Brodetsky, hablando en Berlín en 1929. "Einstein estaba allí", dijo, "pero me temo que lo que dije no fue bien recibido. Les dije en el mejor alemán que pude lo que pedíamos al gobierno del Territorio y dije que se debía castigar a los árabes que habían asesinado a judíos según la ley. El público se quedó impresionado. Einstein me censuró luego que había hablado como Mussolini. No había mostrado espíritu de reconciliación; había pedido que los asesinos árabes fueran castigados. La mayoría de los sionistas alemanes estaban de acuerdo con Einstein". La propia reacción de Einstein se vio en una carta a Weizmann el 25 de noviembre de 1929. Señaló que "nuestros líderes me dan razones para estar preocupado", y prosiguió criticando el discurso de Brodetsky en Berlín. "Los problemas económicos y psicológicos de la simbiosis judeo-árabe fueron totalmente pasados por alto, y en cambio se trataron como un episodio de conflicto", dijo. Esto era todavía más perjudicial, pues los oyentes más sensatos saldrían totalmente convencidos de hechos incorrectos. ... Si somos incapaces de encontrar una vía de cooperación honrada y de pactos honrados con los árabes, entonces no hemos aprendido absolutamente nada en nuestros 2.000 años de sufrimiento y merecemos todo lo que nos ocurra. Sobre todo, en mi opinión, debemos evitar

inclinarnos demasiado hacia los ingleses. Si no conseguimos alcanzar una cooperación real con los líderes árabes, los ingleses no abandonaran, quizá no formalmente pero sí de facto. Y, se declararán, con su tradicional "abrir los ojos religiosamente", inocentes de nuestra debacle y no moverán un dedo. De Weizmann llegó una respuesta sólida. Produjo una contestación de Einstein en la que se mantenía en sus trece pero hacía todo lo que podía para mostrarse conciliador. "De verdad creo que aquí se han perdido muchas oportunidades", concluyó, "pero deberíamos considerarlos a ellos y no pelear entre nosotros. Después de todo, aunque no fuéramos tan buenos como indefensos, no sería digno de nosotros mantener un nacionalismo a la Prusienne. No me responda ahora, su fuerza es demasiado valiosa. Me mantendré lo más callado que pueda y no me entrometeré en nada". El grado en el que estaba Einstein, no sólo deseoso, sino aparentemente ansioso por reconciliarse con los árabes, independientemente de cualquier provocación, se basaba no sólo en la conveniencia de trabajar con los británicos sino en la creencia de que poner la otra mejilla era moralmente correcto y prácticamente factible. Eso tendió a apartarle de al menos una sección del movimiento sionista. En cambio, otros sucesos le empujaron más firmemente hacia el movimiento. A partir de 1930, al ver el crecimiento del anti-semitismo en Europa y al empezar a desaparecer sus esperanzas de paz en Europa, sus propias experiencias personales le proporcionaron una visión más radical de la cuestión sionista. Ahora empezó a sentir un nuevo orgullo por su pasado y la tarde del 29 de enero de 1930 apareció de hecho en una sinagoga de Berlín tocando el violín con solideo negro junto al coro ampliado del nuevo edificio, para recaudar fondos para un centro de beneficencia de la comunidad judía, Antes había considerado la asimilación un error; ahora empezó a pensar que era un imposibilidad. CAPÍTULO 15 LA PREPARACIÓN PARA LA TORMENTA En los primeros meses de 1929, Einstein se recuperaba de su ataque de la primavera anterior. Había tenido, dice el marido de su hijastra, Rudolf Kayser, "mucha paciencia en su sufrimiento. Nunca se quejaba del aburrimiento de su cura de reposo. A veces, de hecho, parecía disfrutar del ambiente de su cuarto, ya que le permitía trabajar sin que le molestaran. De su larga convalecencia, el mismo Einstein dijo en marzo de 1929: " La enfermedad tiene sus ventajas; uno aprende a pensar. Acabo de empezar a pensar". Estaba aún débil, su cara descolorida y con un aspecto muy diferente del Einstein habitualmente casi alborotado. Sin embargo, estaba claro que se estaba recuperando. El culpable era Janos Plesch, cuyo rápido diagnóstico y sencillo remedio habían funcionado. Plesch, quien dedicaría a Einstein su Fisiología y Patología del Corazón y de los Vasos Sanguíneos, era voluble y animoso, ambicioso y con éxito. En algunos aspectos era el opuesto total a Einstein quien, comentando en una carta un borrador de la autobiografía de su viejo

amigo escribió el 3 de febrero de 1944: "Por último mi opinión sobre su trabajo y sobre usted: con talento hasta en las yemas de los dedos, extremadamente sensible y receptivo, bueno de sentimientos pero desordenado y sin ningún sentido del deber. Un verdadero ángel que nació cayendo de la gracia del cielo a la indisciplina de la vanidad". Aún así, durante más de un cuarto de siglo, los dos hombres fueron amigos sólidos y mutuamente críticos, un contraste entre opuestos que en cierta forma recuerda la amistad entre Churchill y Lindemann. Cuando Einstein comenzó a recobrar sus fuerzas, había pasado la edad a la cual se puede esperar que un científico produzca trabajo original; era casi la hora de pensar en los "chollos" administrativos que ofrecía la vida académica. Después de todo, era europeo antes que alemán, un hombre cuyas amistades, privadas y profesionales, le unían a los países vecinos de Holanda, Suiza y Francia; si temiera que la brisa del antisemitismo que soplaba en Alemania pudiera convertirse en una galerna, podría aceptar cualquiera de los puesto en Leiden, Zurich o París que le ofrecerían a la menor insinuación. No hizo nada de eso. No sólo continuó su lucha contra la indeterminación en física donde Born y Heisenberg ya podían apuntarse notables victorias, sino que prosiguió vigorosamente con lo que casi durante una década había sido su principal preocupación, la construcción de una teoría de campos que unificara las fuerzas del electromagnetismo y de la gravedad. Y mientras cultivaba sus amistades europeas, se esforzó en hacer importantes y nuevos contactos tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos. Quería continuar con su trabajo. Quería ayudar a alejar a Europa del precipicio de la guerra. Pero cuando llegó su quincuagésimo aniversario, parece que presintió el futuro, que previó que la Wehrmacht alcanzaría un día las costas del Canal y del Atlántico y que en Europa, lo mejor que podía esperar era un sitio detrás de la alambrada. Continuó su trabajo en Berlín; pero a partir de 1929 cada vez miraba más por encima del hombro a países no sólo más allá del Reich, sino más allá del continente. El tema más importante en este trabajo era la búsqueda de una teoría de campo unificado. Había estudiado las fuerzas del electromagnetismo y había creado la Teoría Especial, una norma nueva y más precisa para medir las características del mundo físico. Había estudiado la fuerza de la gravedad, había descubierto que no era lo que los hombres pensaban y había creado la Teoría General. Pero, como escribió en Nature, "los cimientos conceptuales de la Teoría [General] no tienen relación con el campo electromagnético. Estos hechos sugieren la siguiente pregunta. ¿No es posible generalizar los fundamentos matemáticos de la teoría de forma que podamos derivar de ellos no sólo las propiedades del campo gravitacional sino también las del campo electromagnético?" Algunos respondieron a esta pregunta con un "No" rotundo. Wolfgang Pauli, que creía que esa unión de las leyes del electromagnetismo y de la gravitación era imposible, lo resumió: "Lo que Dios ha separado, que no lo una el hombre". Otros eran más optimistas, principalmente Hermann Weyl y Eddington, los cuales crearon teorías plausibles pero en modo alguno satisfactorias tratando de

unificar los dos campos. Una cosa parecía cierta: la escala de la tarea que se afrontaba. "si la unificación de las teorías físicas fuera posible finalmente", dijo años después André Mercier, cuando tal posibilidad aun parecía remota, "el espíritu humano tendría posesión de un instrumento ideal para dominar el mundo intelectual. El erudito se encontraría a la vez poderoso y aburrido, como un monarca absoluto cuyas ideas no pudieran ser deshechas por la estupidez humana". Einstein se embarcó en la formidable aventura poco después de haber completado la Teoría General y su correspondencia de los años de la inmediata posguerra está salpicada de referencias a ella. En 1923 publicó un artículo preliminar sobre el tema basado en una idea ya presentada por Eddington; luego, al volver a instalarse tras regresar de sus viajes, le dedicó al problema una atención creciente. En 1925 estaba en condiciones de confiarle a Millikan en Pasadena: "Estoy trabajando con todas mis fuerzas en la estructuración de la teoría que una la gravitación y la electricidad. Esta teoría es matemáticamente muy evidente, pero no sé si se puede confiar en ella desde un punto de vista físico". Sus esfuerzos se vieron pronto incentivados por el nacimiento de la mecánica cuántica; ya que formaba parte de la esperanza no cumplida en toda su vida de que una teoría de campo unificada ayudaría a eliminar de nuevo, y para él desagradable, elemento estadístico que formaba parte de la nueva física. De alguna forma se estaba embarcando en la búsqueda de las Hespérides de los físicos, una misión científica suicida en la que incluso un Einstein podía fracasar. Esta se quizá con mayor certeza la opinión actual, cuando generalmente se piensa que no puede describirse la estructura del universo con un único conjunto de ecuaciones. Aun así, incluso en 1920 las perspectivas eran malas. El propio Einstein lo sabía y la explicación que dio más tarde de su dedicación a esta tarea particular tenía la misma relevancia en 1929 que en 1949. "Estaba de acuerdo en que la probabilidad de éxito era muy pequeña", como le contó a un colega, el Profesor Taub de Berkeley, "pero había que intentarlo. Él tenía una fama consolidada; su posición estaba asegurada y por tanto, podía permitirse el riesgo de fracasar. Un joven con un camino por recorrer no podía permitirse correr un riesgo que podía arruinarle una gran carrera y así, Einstein sentía que en ese aspecto tenía un deber que cumplir. Se publicó un artículo que daba un esbozo de un campo unificado en las Sesiones de la Academia Prusiana de Ciencias en 1928, probablemente el artículo que hizo a Elsa escribir a un amigo sobre su marido: "Ha resuelto el problema cuya solución era el sueño de su vida". Luego, el 10 de enero de 1920, la Academia anunció que Einstein había enviado un nuevo artículo sobre una teoría de campo unificado que estaba siendo encaminado. Esto despertó inmediatamente el interés del mundo, y no sólo porque la Academia parecía sugerir que algo importante se avecinaba. Einstein estaba acercándose a su quincuagésimo aniversario y el mundo estaba ilusionado con el hecho de que hacia el final de su año número cincuenta, el hombre que había "pillado a la luz doblándose" pudiera haber completado un conjunto de ecuaciones que, como decía una

frase popular, "resolvieran el misterio del universo". Se anunció que el artículo se publicaría a finales de mes y los periódicos de todo el mundo hicieron toda clase de esfuerzos ingeniosos pero infructuosos para hacerse con una copia anticipada. En una época en la que las relaciones entre los periódicos y los científicos más destacados era menos feliz que en la actualidad, era más probable que se colaran distorsiones y cosas absurdas y estas resultaban particularmente molestas para Einstein, que sabía que la comprensión real de su trabajo estaba fuera del alcance de la mayoría de los profanos y de muchos científicos. Dejaron al corresponsal jefe en Berlín del New York Times, a quien Einstein tenía especial cariño, explicar que la avalancha de llamadas de teléfono y peticiones eran debidas simplemente a la teoría que iba a publicarse en pocos días. Einstein sólo pudo murmurar: "Dios mío". Le convencieron, no obstante, para que concediera una entrevista al Daily Chronicle. El resultado fue una explicación no matemática de lo que la teoría estaba intentando hacer y un sorprendente ejemplo de la habilidad de Einstein para dar explicaciones "tan sencillas que hasta un niño las entendería". "Durante años", dijo, " mi mayor ambición ha sido transformar en unidad la dualidad de las leyes naturales. Esta dualidad radica en el hecho de que hasta ahora, los físicos se han visto obligados a postular dos conjuntos de leyes: las que rigen la gravitación y las que rigen los fenómenos de la electricidad y del magnetismo. ... Muchos físicos han sospechado que los dos conjuntos de leyes pueden basarse en una única ley general, pero ningún experimento ni teoría ha conseguido, hasta ahora, formular esta ley. Ahora creo que he encontrado la forma adecuada. He desarrollado una construcción especial diferenciada de la de mi teoría de la relatividad, y de otras teorías de espacio de cuatro dimensiones , mediante ciertas condiciones. Estas condiciones engloban bajo las mismas ecuaciones matemáticas las leyes que gobiernan el campo electromagnético y las que gobiernan el campo gravitatorio. La teoría de la relatividad redujo a una fórmula todas las leyes que gobiernan el espacio, el tiempo y la gravitación y por tanto, respondía a la demanda de simplificación de nuestros conceptos físicos. El propósito de mi trabajo es llevar más lejos esta simplificación, y en particular reducir a una fórmula la explicación del campo de gravedad y del campo de electromagnetismo. Por esta razón, le llamo una contribución a "una teoría unificada de campos". ... Ahora, pero sólo ahora, sabemos que la fuerza que mueve los electrones en sus elipses alrededor de los núcleos de los átomos es la misma fuerza que mueve a nuestra Tierra en su movimiento anual alrededor del Sol, y es la misma fuerza que nos trae los rayos de sol y de calor que hacen posible la vida en este planeta. La entrevista en el Daily Chronicle apareció el 26 de enero. El artículo sobre el campo unificado iba a publicarse cuatro días después y entonces se les ocurrió a algunos periodistas que su que su transmisión por teléfono o por cable a personal que sabía tan poco de ciencia como muchos científicos de periódicos, presentaría dificultades poco corrientes. Se le había ocurrido un poco antes a John

Elliot, jefe de la oficina de Berlín del New York Herald Tribune. Por consejo suyo, se llevó a varios físicos de la Universidad de Columbia a la oficina de Nueva York para la ocasión. Mientras, Elliot mandó desde Berlín a Nueva York un código que permitía transmitir lo símbolos matemáticos y científicos sin miedo al error. Todo fue según estaba planeado el día treinta. Cuando llegó el artículo de Einstein, el propio Einstein comenzó a transmitirlo, y los hombres de Columbia en la oficina de Nueva York llevaron a cabo el descifrado en cuanto llegó la transmisión por cable. El artículo que había estado esperando la prensa constaba de seis páginas de letra bastante grande e incluía treinta y tres ecuaciones. "Al profano", comentó el corresponsal de The Times en Berlín, "el artículo prácticamente no le dice nada". Esto no era sorprendente ya que, como observó Eddington, "de momento, en cualquier caso, una explicación no matemática no puede plantearse, y de todas formas, se alejaría del propósito fundamental de la teoría, que es unir varias leyes en una expresión matemática de sencillez formal".El propio Einstein hizo lo más parecido. Escribió un artículo de 3.000 palabras en dos partes que se publicó en el Times de Londres y de Nueva York y que describía "la cadena del descubrimiento". La característica más importante de la nueva teoría era su hipótesis de que la estructura del espacio de cuatro dimensiones podía describirse en términos de una síntesis de geometría euclidiana y de Riemann. Sobre esto descansaba la construcción de leyes de campo unitario para la gravitación y el electromagnetismo. Era nuevo, era interesante, pero en lo años siguientes la opinión autorizada tendió a apoyar el punto de vista de Eddington. "Por mi parte", escribió éste, no puedo abandonar fácilmente el panorama afín, en el que las cantidades gravitatorias y eléctricas se complementan como si pertenecieran respectivamente a las características simétricas y antisimétricas de la medida del mundo; es difícil imaginar que algo encaje mejor. Quizá al que cree que la teoría de Weyl y su generalización afín proporciona una aclaración considerable, se le pueda excusar por dudar de que la nueva teoría ofrezca suficiente incentivo para hacer un cambio. El propio Einstein pronto quedó descontento y en un año estaba trabajando en una nueva teoría con su nuevo ayudante, el Dr. Walther Mayer, un austriaco llamado a Berlín tras la publicación de un libro que Einstein admiró mucho Lehrbuch der Differentialgeometrie. Hubo al principio alguna dificultad en obtener apoyo para Mayer, quizá una indicación del duradero recuerdo del Kaiser Guillermo de la actitud de Einstein durante la guerra, pero finalmente la Fundación Josiah Macy Jr. de Nueva York consiguió dinero para él. Entonces se trasladó de Viena a Berlín para lo que iban a ser más de tres años de colaboración y en octubre de 1931, la Fundación Macy publicó detalles de una nueva teoría de campo unificado de Einstein y Mayer. También ésta se abandonó con el tiempo, igual que los demás intentos que Einstein continuó haciendo durante el resto de su vida, la mayor parte de los cuales fueron producidos, como le escribió a un viejo amigo, "en una agonía de tormento matemático del que soy

incapaz de salir". La teoría de 1929 se publicó sólo unas semanas antes de que cumpliera los cincuenta años. Por esta época se publicó, aunque no en alemán, lo que casi se puede describir como una biografía autorizada. Las circunstancias de la publicación fueron inusuales. El marido de una de las hijastras de Einstein, Rudolph Kayser, era tanto escritor como periodista y tenía un profundo interés por la filosofía. Se llevaba bien con su padrastro y cuando se acercaba su cincuenta cumpleaños Kayser le preguntó si podía escribir su vida. Einstein aceptó, pero fue claramente un consentimiento reticente; porque su deseo de ayudar al marido de su hijastra tuvo que luchar con el fuerte desagrado que sentía por la publicidad personal. El resultado fue un compromiso que confundió al lector, ya que el autor de la biografía se ocultó bajo el seudónimo de "Anton Reiser", y sólo se dio un mínimo indicio de su identidad en el prólogo de Einstein. "El autor de este libro", decía, "es alguien que me conoce bastante íntimamente, en zapatillas, en mis esfuerzos, pensamientos, creencias. Lo he leído para satisfacer, principalmente, mi propia curiosidad. Lo que me interesaba no era el deseo de saber cómo soy o qué parezco sino la confesión de otro sobre lo que soy yo. He encontrado los datos del libro adecuadamente exactos y su caracterización, en todo él, todo lo buena que podía esperarse de alguien que a la fuerza es él mismo y que no puede ser otro como tampoco puedo serlo yo. Lo que quizá se haya pasado por alto es lo irracional, lo incoherente, lo raro, incluso lo demente, que la naturaleza, incansablemente operativa, implanta en un individuo, aparentemente para su propia diversión. Pero estas cosas sólo se separan en el crisol de la propia mente de cada uno. Así es como debería ser. Porque, si no es así, cómo podría uno acercarse al aislamiento de la distancia. Hasta donde llegó fue bastante justa, pero no daba ninguna indicación de que , como Reiser dijo más tarde, sus contenidos objetivos se basaran enteramente en información personal de Einstein. La reacción de Einstein a este tipo de biografías se vio cuando, dos años después de la publicación del libro de Kayser, escribió a David Reichinstein, un científico a quien había conocido antes de guerra en Zurich. Reichinstein había preparado un pot pourri de biografía en la que los detalles objetivos de la vida de Einstein se mezclaban con sus propios puntos de vista sobre el sionismo y los judíos y con un intento de dar "Una Imagen de Su Vida y de Su Concepción del Mundo". "En general", le escribió Einstein, considero de mal gusto publicar material biográfico o autobiográfico mientras la persona en cuestión aún vive. Las únicas excepciones se refieren a la presentación de acontecimientos o situaciones que la persona en cuestión ha permitido que pasen a segundo plano. También he prohibido la publicación del libro de Reiser en alemán y por otro lado le ha dado a usted permiso para publicar su libro en idiomas extranjeros. Esto último también lo considero, de hecho, de mal gusto. En

ambos casos, sin embargo, sirve como excusa que los autores realmente quieren el dinero y no pueden esperar hasta que esté muerto. Luego señaló un aspecto que incide directamente en sus relaciones con los alemanes. "Aparte de la aversión relativa sólo al buen gusto", continuó, "no puedo resignarme a la publicación en alemán, ya que esto apartaría a la gente de mi historial personal". Sus esfuerzos se vieron frustrados y el libro de Reichinstein apareció en alemán así como en checo e inglés. Pero la vida de Kayser era diferente, y el libro que se basaba "enteramente en información personal de A.E." no se publicó en Alemania. La ambivalencia de Einstein hacia los alemanes era igual a la ambivalencia de éstos hacia él, ilustrada por la experiencia de su quincuagésimo aniversario. Por una parte, la fama internacional era tan grande que le llevaron al refugio de la casa de Janos Plesch en Gatow los periodistas que querían una entrevista de cumpleaños. El canciller alemán le describió como "el gran sabio de Alemania". La Universidad de París le concedió un título honorífico que recibió más tarde ese mismo año, quedándose en la embajada alemana y reuniéndose con Briand con quien discutió la necesidad de la amistad franco-alemana. Los sionistas anunciaron que iban a plantar un "bosque de Einstein" cerca de Jerusalén. Al apartamento de la Haberlandstrasse llegaron regalos de grandes hombres y de pequeños por igual, el primero que Einstein agradeció fue una onza de tabaco, enviada por un jornalero alemán con la disculpa de que era "una cantidad relativamente pequeña pero cogida en una buena plantación". A muchos amigos les mandó una copia mimeografiada de sus propios ripios, echándola al correo sin carta de acompañamiento: Todo el mundo muestra hoy su mejor rostro, Y de lejos y cerca han escrito con cariño, Bañándome con todo lo que uno pudiera desear. Lo que todavía le importa a un viejo. Todos se acercan con voces dulces Para hacer más agradable el día, Y hasta los innumerables gorrones han pagado el tributo. Y por eso me siento elevado como una noble águila. Ahora el día se acerca a su fin y os envío mi gratitud. Todo lo que habéis hecho ha sido bueno y el sol sonríe. Iba firmado como de costumbre, "Peccavit", seguido de la firma y la fecha. Sin embargo, estas celebraciones de cumpleaños tuvieron lugar bajo la sombra de una notable tragicomedia. Algunos de los que formaron parte importante de ella no están identificados aunque los acontecimientos en los que participaron fueron un aviso de cosas que se avecinaban no inadvertidos para Einstein. A principios de 1929, el Dr. Plesch se dirigió a las autoridades de Berlín, a quienes describe como típicas clases media y media baja. "Tuve que explicarle a Boess, el alcalde de Berlín, quién y qué era Einstein hasta que pude convencerle que su ciudad contaba realmente con un hombre importante entre sus habitantes y que era una obligación evidente de su ayuntamiento reconocer de

alguna forma el hecho", ha escrito. "Estoy seguro de que el respetable Boess no quedó del todo satisfecho con lo que le conté y continuó sus averiguaciones respecto a quién era este Einstein. Aparentemente el resultado fue satisfactorio, pues al final acordó conmigo que sería una buena idea celebrar el cumpleaños de Einstein regalándole una casa con jardín como símbolo de la profunda consideración en que le tenía el municipio de Berlín". Esto parece indicar despectivamente que el nivel intelectual de Berlín era muy bajo, pero la resolución indica que el juicio estaba justificado. Einstein conservaba la afición a los pequeños barcos desde los tiempos en que había navegado en el Zurichsee, arriba y abajo con el espléndido panorama de los Alpes ante él. ¿Qué mejor entonces, decidió el ayuntamiento de Berlín, que elegir para él un chalet en uno de los lagos de Berlín? Sabían que les gustaba el río Havel y se anunció que para su cumpleaños le regalarían una bonita casa junto a él, un poco aguas arriba de su desembocadura en Wannsee. Las revistas ilustradas de Berlín enseguida mostraron fotografías de la "Casa Einstein" situada entre pinos. Hasta que Elsa visitó el lugar para efectuar averiguaciones domésticas no se enteró de que la casa ya estaba ocupada. Además, los inquilinos no tenían ninguna intención de marcharse, ni siquiera por un sucesor tan ilustre como Einstein. Realmente el Ayuntamiento de Berlín era el propietario de la casa que había regalado; pero ya la habían alquilado de forma irrevocable. Al darse cuenta de esto, cambiaron los planes y apresuradamente anunciaron que regalarían a Einstein un solar cercano. Era significativo que el regalo consistiría ahora sólo en la parcela; Einstein tendría que construirse su propia casa y pagarla él. Enseguida se mostró de acuerdo con esto, aunque se encontró con otra dificultad. Que al alquilar otra parcela de la finca, el Ayuntamiento había acordado que no se permitiría que ningún otro edificio estropeara la vista ni las instalaciones. Einstein podía recibir el terreno; pero no le permitirían construir en él. En este punto se mezclaron las dudas sobre la eficacia de Berlín con suposiciones más oscuras. Que se incrementaron cuando el Ayuntamiento eligió un tercer terreno, para resultar después de haberse anunciado el legado, que el solar no era suyo en ese momento. El humor alemán no siempre es tan soso como se dice y el Ayuntamiento rápidamente se convirtió en motivo de rechifla. Para solucionar el problema, se pidió a Einstein que eligiera su propio solar; el Ayuntamiento lo pagaría. Elsa no tardó mucho en elegir un terreno en el pueblo de Caputh a pocas millas de Postdam. El Ayuntamiento se mostró de acuerdo con la elección y se mostró una moción para la compra del terreno en la siguiente sesión. Por fin, todo parecía arreglado. Pero ahora, saltó a la palestra un miembro del partido nacionalista gobernante. ¿Merecía Einstein este regalo municipal? Preguntó. El asunto se aplazó para seguir discutiéndolo en la siguiente reunión. Es difícil separar los papeles que jugaron en este desgraciado asunto la confusión, la burocracia y la política interna de las autoridades de Berlín. "El poder de decisión", dice Frank, "estaba en manos de personas que saboteaban el

trabajo de los gobernantes aparentes. Los funcionarios de la ciudad de Berlín llevaban a cabo las órdenes de Ayuntamiento de tal forma que salieran mal para poner en ridículo a la administración republicana. "Esto podía haber sido lo que ocurriera. Pero estaba también la siempre presente marejada del anti-semitismo que como cualquier otro prejuicio radical es más probable que reciba apoyo en una sociedad en la que los votos gobiernan por la cantidad más que por la calidad. En ese momento Einstein actuó con desesperación pero con dignidad, escribiéndole al alcalde, agradeciéndole las amables intenciones del Ayuntamiento y señalando que su cumpleaños ya había pasado. Rechazó el regalo. Para entonces, él y Elsa se habían encariñado con el terreno que habían elegido. Así que lo compraron y construyeron su casa en él. "De esta forma, sin esperarlo, hemos conseguido una bonita casa de nuestra propiedad situada en el bosque cerca del agua", le dijo Elsa al profesor Frank. "Pero hemos gastado casi todos nuestros ahorros. Ahora no tenemos dinero pero tenemos nuestro terreno en propiedad. Esto le da a uno una sensación de seguridad mucho mayor". Einstein, inexperto en tantas cosas, tenía una idea distinta. Una vez había advertido a Frank que podían quedarle menos de diez años en Alemania. Ya habían pasado ocho. La nueva casa tenía todas las ventajas de los alrededores auténticamente rurales aunque estaban a pocas millas del centro de Berlín. Más allá de Postdam, en la carretera hacia Werder-on-the-Havel, Caputh era en esa época poco más que una calle aislada y pocas veces llegában las multitudes de fin de semana de la capital. Al norte se extendían las tierras arenosas cubiertas de brezo y los bosques de pinos, salpicados de lagos y arroyos que se encuentran milla tras milla hasta el Báltico. Justo al salir del pueblo, el terreno asciende hasta el límite de los árboles y aquí, a pocos minutos de Havelsee, en el que se veían a menudo velas blancas, los Einstein construyeron lo que sería durante unos años bastante más que una casa de fin de semana. El joven arquitecto combinó con ingenio la sofisticación y el estilo sencillo que se integraba en los alrededores y la construcción con entramado de madera escondía una confortable amplitud, realzada por paneles lisos marrones y grandes ventanas que daban al panorama distante de los tejados rojos de Caputh, al Havelsee y al bosque de los alrededores. Esta era también la vista desde la habitación alargada del piso de arriba que Einstein usaba como mezcla de estudio y dormitorio. Las paredes estaban llenas de libros, la cama llenaba un hueco y delante de las altas puertaventanas que daban a un balcón estaba la gran mesa atestada de papeles en la que trabajaba. Y en el Havelsee estaba amarrado el Tummler, el barquito que le habían regalado sus amigos en su quincuagésimo cumpleaños. Era una bella escena. Si hubiera conocido a su Obispo Heber, podría haberla tomado por otro Ceilán donde "toda perspectiva es agradable y sólo el hombre es vil". Mientras tenía lugar la discusión sobre su regalo de cumpleaños, la teoría de la relatividad se había utilizado para arrastrarle a una controversia religiosa de la que surgió una de sus muy citadas declaraciones de fe. Comenzó cuando el Cardenal O'Connell de Boston, que había atacado a la Teoría General de Einstein en ocasiones anteriores, dijo a un grupo de católicos que ésta "encubría la horrenda

aparición del ateísmo" y "ensombrecía la especulación, despertando una duda universal sobre Dios y Su Creación". Einstein, que había reiterado muchas veces su comentario de 1921 al Arzobispo Davidson, "No supone ninguna diferencia. Es ciencia puramente abstracta", al principio no le hizo caso. Más tarde, el 24 de abril, el Rabino Herbert Goldstein de la Institutional Sinagogue de Nueva York enfrentó a Einstein con el sencillo telegrama de cuatro palabras: "¿Cree usted en Dios?" "Creo en el Dios de Spinoza que se revela en la armonía ordenada de lo que existe", respondió, "no en un Dios que se preocupa de los destinos y las acciones de los seres humanos". Años después amplió esto en una carta a Solovine, el superviviente de la Olympia Academy. "Entiendo su aversión al uso de término 'religión' para describir una actitud emocional y psicológica que se muestra muy claramente en Spinoza", escribió. "[Pero] no he encontrado mejor expresión que 'religiosa' para la confianza en la naturaleza racional de la realidad que es, al menos hasta cierto punto, aceptable a la razón humana". En 1929 su declaración fue suficiente para Goldstein, quien señaló que "Spinoza, llamado el hombre embriagado de Dios, y que vio a Dios manifestado en toda la naturaleza, ciertamente no podría considerarse ateo. Además", prosiguió, "Einstein apunta a una unidad. Si se lleva la teoría de Einstein a su conclusión lógica, proporcionaría a la humanidad una fórmula científica del monoteísmo. Elimina toda idea de dualismo o de pluralismo. No hay lugar para ningún aspecto del politeísmo. Este último pensamiento podía haber hecho hablar al Cardenal. Llamemos a las cosas por su nombre". En esta ocasión, Einstein sólo estaba probando a sugerir la creencia que compartía con muchos científicos que desconfiaban de las religiones reveladas y no veían que una vida futura fuera esencial para el comportamiento ético en ésta: la creencia de que gran parte si no toda la ciencia y la religión se referían a aspectos complementarios aunque separados de los asuntos humanos. Igual que T.H. Huxley, era consciente de que con todo lo grande que era la ciencia "nunca podría poner las manos encima, nunca podría tocar, ni con las puntas de los dedos, ese sueño que rodea a nuestra pequeña vida". En Caputh, donde se instaló en 1929, Einstein intentó aislarse de los visitantes no deseados, de los corresponsales de prensa y de los excéntricos inclasificables que buscaban charlar un rato con él. Como no había teléfono, los visitantes cogían el tren hasta Postdam, el autobús hasta Caputh y luego seguían a pie llegando muchas veces sin previo aviso. Hasta aquí llegó el grupo de americanos que buscaban la opinión de Einstein sobre la organización de una Liga Kellogg que reuniría a todas las personas opuestas a la guerra. Hasta aquí llegó Otto Hahn del Instituto del Kaiser Guillermo para hablar del trabajo que pocos años más tarde abriría la puerta a la fisión nuclear. Y hasta aquí, el verano de 1930, llegó Rabindranath Tagore, el filósofo y místico hindú. Allí, Einstein y Tagore hablaron toda la tarde y lo que se describió como la "versión autorizada" de su conversación apareció más tarde en el American Hebrew. En vista de la afirmación de Einstein de que la crónica "nunca debería

haberse publicado, por supuesto" no debería darse mucho crédito al relato, que se titulaba "La Naturaleza de la Realidad". Sin embargo, suena auténtico, y hay frases que tienen el genuino toque de Einstein, como cuando después de que Tagore hubiera negado que la verdad o la belleza fueran independientes del hombre, su compañero preguntó: "si no quedaran seres humanos, ¿El Apolo de Belvedere ya no sería bello?" Al "No" de Tagore, Einstein señaló que estaba de acuerdo "en relación a esta concepción de la belleza pero no respecto a la verdad", añadiendo "no puedo demostrar que mi concepto sea correcto, pero esa es mi religión". La conversación que finalizó con la exclamación de Einstein: "¡Entonces soy más religioso que usted!", contenía dos declaraciones de fe dogmática aunque intuitiva. "No puedo demostrar que la verdad científica deba concebirse como una verdad válida independiente de la realidad", dijo, "pero lo creo firmemente. Creo, por ejemplo que el teorema de Pitágoras en geometría afirma algo que es aproximadamente cierto, independientemente de la existencia del hombre. De todas formas, si hay una realidad independiente del hombre, hay también una verdad relativa a esta realidad; y de la misma forma la negación de la primera engendra la negación de la existencia de la segunda". Y luego continuó: "Nuestro punto de vista natural respecto a la existencia de la verdad aparte de la humanidad no puede explicarse ni demostrarse. Pero es una creencia de la que nadie carece, ni siquiera los seres primitivos. Atribuimos a la verdad una objetividad sobrehumana, es indispensable para nosotros, esta realidad independiente de nuestra existencia y de nuestra experiencia y de nuestra mente, aunque no podemos decir lo que significa". La meditación sobre los principios primeros ocupaba cada vez más la atención de Einstein. Un visitante, el Dr. Chaim Tchernowitz, ha hecho una descripción gráfica de un viaje de verano con él al Havelsee durante el cual tuvieron a menudo discusiones metafísicas. "La conversación derivaba de las profundidades sobre la naturaleza de Dios, el universo y el hombre a cuestiones de naturaleza más ligera y desenfadada. ...", ha escrito. " De repente [Einstein] levantó la cabeza, miró al cielo claro y dijo: 'No sabemos nada de todo eso. Todo nuestro conocimiento no es más que el conocimiento de los escolares'. '¿Cree usted', pregunté, 'que alguna vez descubriremos el secreto?' 'Posiblemente', dijo moviendo los hombros, 'sabremos un poco más de lo que sabemos ahora. Pero la verdadera naturaleza de las cosas eso no lo sabremos nunca, nunca'". Como dijo Born de Einstein después de su muerte, "sabía, igual que Sócrates, que no sabemos nada". Mientras seguía trabajando, en la teoría del campo unificado, en los problemas planteados por la mecánica cuántica, intrigado por las perspectivas abiertas en cosmología por los nuevos telescopios de California y en física nuclear por el creciente conocimiento sobre el átomo. En su propia especialidad tenía suerte; en los días previos a los ordenadores, no necesitaba ningún equipo y en cuanto a ayudantes, el Dr. Mayer era suficiente. "La clase de trabajo que yo hago se puede hacer en cualquier sitio", dijo cuando su amigo Philipp Frank se disculpó porque quizá llegara tarde a una cita cerca del Observatorio Astrofísico. "¿Por

qué iba ser menos capaz de reflexionar sobre mis problemas en el puente de Postdam que en casa?". Cuando el demonio estaba con él ninguna otra cosa importaba. Joffé el físico ruso recuerda que durante una estancia en Berlín visitó a Einstein para contarle su reciente trabajo sobre las propiedades mecánicas y eléctricas de los cristales. "Me pidió que se lo explicara con detalle", ha escrito Joffé. "Recuerdo que llegué a su casa alrededor de las tres y comencé el relato de mi trabajo. Después de alrededor de una hora entró su mujer y le pidió a Einstein que recibiera, hacia las cinco, a una persona que había venido desde Hamburgo para conocer al gran hombre. Einstein odiaba este tipo de cosas, pero evidentemente su familia le ayudaba poco. Así que me acompañó a un parque cercano donde pudimos continuar la conversación sin que nos molestaran. En cuanto pasó el peligro de la reunión volvimos a su estudio. En dos horas le había explicado todo lo esencial y entonces Einstein empezó el proceso de asimilar esa información. Se puede describir este proceso como la absorción orgánica de información nueva en un panorama uniforme de la naturaleza previamente existente". "Eran las ocho cuando cenamos", prosigue Joffé. "Pero hasta entonces continuó la discusión y la investigación mental del tema. La alimentación intelectual prosiguió mientras que dejaba la alimentación material a las instrucciones de su mujer: qué tenía que coger con el tenedor y debía llevárselo a la boca. Ya que la atención de Einstein estaba muy alejada de los macarrones que estábamos cenando". Después de cenar, continuó la discusión. Llegó la medianoche y se fue, igual que el último tren para Werder, donde vivía Joffé. Intentó sugerir que podrían continuar la charla en otra ocasión, pero Einstein no hizo ningún caso a la idea. "Por fin a las dos de la mañana", dice Joffé, "acabó la conversación; todo estaba aclarado, se habían resuelto todas las dudas. Una vez más se había puesto una pieza en el contradictorio puzzle que era el panorama del mundo de Einstein. Ni yo ni muchos otros intelectuales habríamos sido capaces de un esfuerzo intelectual tan largo y sistemático. Pero para Einstein estaba obviamente a la orden del día". Era natural que Joffé se hubiera desviado de su ruta para consultar al científico que en esta época se había convertido, a pesar de la reputación de Planck, Born y von Laue, y la fama potencial de Heisenberg en el principal físico que querían ver la mayoría de los que visitaban Berlín. Y era natural que una vez que los matemáticos y científicos de todo el mundo contribuyeran a un premio especial que iba a llevar el nombre de Max Planck, Einstein fuera el primero en recibirlo. La entrega iba a tener lugar a las cinco de la tarde y tras una mañana de trabajo, Einstein visitó Plesch para comer; durante la comida discutieron la crisis de la teoría de la causalidad. Luego Einstein se tumbó en un sofá y se echó la siesta. Se despertó a las cuatro, dijo: "Esperaran que diga algo", se sentó en la mesa del médico, cogió una factura de un zapatero que era el trozo de papel más a mano y estuvo

escribiendo durante veinte minutos. Media hora más tarde en el auditorio abarrotado del Instituto de Física, Planck subió al estrado y tras un discurso convencional le entregó la medalla. "Luego habló Einstein", escribe Plesch. "'Sabía que un honor de este tipo me emocionaría profundamente', dijo, 'así que he escrito en un papel lo que me gustaría decirles como agradecimiento. Voy a leerlo'. Y del bolsillo de su chaleco sacó mi factura del zapatero con el texto al dorso y leyó lo que había escrito sobre el principio de causalidad. Y puesto que, como dijo, ningún ser humano podía vivir sin causalidad, él estableció el principio de la super causalidad. El ambiente era tenso y muy emocionante". Más tarde Plesch reclamó la factura de su zapatero. Einstein también le dio la medalla, de oro macizo y el busto de Planck en relieve. "Estaba todavía en la caja", observó Plesch. "Nunca la sacó ni volvió a mirarla". Esta premio y la avalancha de honores similares y de invitaciones del extranjero, señal de que la reputación de Einstein no se había erosionado a pesar de su creciente aislamiento en la crisis de la indeterminación, eran una indicación bastante clara de la posición que seguía manteniendo en la comunidad científica alemana. Fuera de ella la situación era muy diferente. En 1920, cuando había sido objeto del ataque de los nacionalistas y de los antisemitas, se había librado la batalla al borde del extremismo, en un ambiente exacerbado por las humillaciones de la derrota alemana y agravado por el propio historial de Einstein durante la guerra y por sus opiniones pacifistas de izquierda. Una década más tarde no eran sólo los extremistas los implicados. Ahora hacía falta atraer a más gente y aquí estaba Einstein que era un arma tan poderosa en las manos de los que deseaban acabar con la República. Puesto que para los menos críticos y más crédulos era relativamente fácil presentar la complejidad de la relatividad como la estafa culminante de una conspiración judía. No todo el mundo creería esto por supuesto. Pero Einstein como símbolo era mucho más vulnerable al ataque que un héroe de la ciencia médica, un escritor popular judío o un líder de cualquiera de las profesiones cuyos logros eran fáciles de entender y difíciles de desprestigiar. Los peligros de la situación se agravaban por la propia ingenuidad de Einstein. Esto lo ha resaltado Lancelot Law Whyte, un joven físico británico que estaba estudiando en Berlín en esa época. Whyte había conocido a Einstein, le admiraba enormemente y se había ganado tanto la confianza del maestro que fue el traductor del artículo de 3.000 palabras sobre el campo unificado que Einstein escribió para The Times a comienzos de 1929. Whyte ha escrito lo que sin duda muchos estaban pensando. "A finales de 1928", dice, "me parecía que al hacer favores a los judíos y a los visitantes extranjeros que no estaba haciendo a los colegas y estudiantes alemanes, Einstein estaba en cierto sentido ayudando a provocar el antisemitismo. Esto me inquietaba; no correspondía con la imagen que tenía de él de persona noble y sensata y me resultaba incómodo que hubiera sido tan amable conmigo". Poco después, Whyte consultó a "una figura destacada". "No lo entiendes", dijo este colega.

"Existe ya tanto antisemitismo y envidia hacia Einstein por parte de los intelectuales alemanes más mediocres y un abismo tan grande entre el lado alemán y el lado moderno de la universidad que es imposible para Einstein mantenerse por encima de la lucha, igual que todos los hombres. Es judío, inevitablemente le desagrada mucho lo que está ocurriendo y ya es para muchos un símbolo odiado. Un profesor o un estudiante alemán de alguna otra universidad alemana no podría tener acceso a él como lo has tenido tú. Las universidades reflejan una brecha en Alemania; por un lado el intelecto y el internacionalismo y por otro la recreación de algo peculiarmente alemán después del desastre de 1918. De esta situación sólo era posible sacar una conclusión. "Después de esta charla en 1929", dice Whyte, "tenía una desagradable situación de que puesto que Einstein no podía escapar de su destacada responsabilidad como símbolo, no debería seguir más tiempo que el estrictamente indispensable en una universidad en la que no podía tratar a todos por igual. El hecho era que su presencia en Alemania estaba actuando como foco y estímulo del anti-semitismo. Era el héroe empujado por el destino a convertirse en un instrumento del mal, como ocurriría otra vez más tarde en relación con la energía nuclear". Poco tiempo después Norman Bentwich, quien siendo Ministro de Justicia en Palestina había paseado con Einstein por el monte Scopus siete años antes, visitó Berlín con su esposa. "Me preocuparon los oscuros síntomas de la creciente marea anti-semita y la fuerza cada vez mayor del partido Nazi", ha escrito. "Cuando estuvimos allí una semana el año anterior, en nuestra gira por Europa, todo parecía sereno y esperanzador. Ahora muchas tiendas judías habían sido saqueadas y los judíos, que en 1929 casi se burlaban de Hitler, ahora estaban seriamente preocupados. Visité a Einstein en su retiro en uno de los lagos donde solía navegar; y a pesar de toda su serenidad estaba preocupado". Pronto lo estuvo más, y pocos meses después advertía seriamente a un joven corresponsal que no hiciera el doctorado en matemáticas "debido a las perspectivas extraordinariamente malas... y a la dificultad adicional que suponía la 'jüdischen Nationalität'", un consejo difícil ya que para él, "el trabajo con la ciencia lo supone todo". Poco tiempo después surgieron buenos motivos para estar preocupado, con la publicación en Leipzig de una folleto malintencionado llamado "100 Authors against Einstein (Hundert Autoren Gegen Einstein)". Con la excepción de Lenard y Stark, pocos científicos incluso de mediana reputación podían ser convencidos para que condenaran la relatividad, hecho que claramente hizo de la publicación de Leipzig parte de una cuidada campaña de propaganda. Alguno de los contenidos podían considerarse respetable pero los promotores tuvieron que rebañar las últimas migas científicas para completar la cuota de colaboraciones. El profesor Mellin de Helsingfors escribió sobre "La Indefendible Teoría de la Relatividad" ("Die Unhaltbarkeit der Relativitätstheorie"); el profesor Dr. Hans Driesch de Leipzig sobre "Mis Principales Objeciones a la Teoría de la Relatividad" ("Meine Haupteinwäinde Gegen der Relativitätstheorie"); y el profesores Dr. le Roux de Rennes

sobre "La Bancarrota de la Teoría de Relatividad" ("Der Bankrott der Relativitätstheorie"). El Dr. Arvid Reuterdahl de Minesota colaboró con una larga disquisición sobre "El Einsteinismo: Sus Conclusiones Engañosas y sus Fraudes", en la cual no sólo atacaba la supuesta primacía de la teoría de Einstein sino que afirmaba que el estilo rimbombante de su historia le habían convertido en el Barnum de la ciencia. Einstein era bien consciente de que esto era simplemente la punta del iceberg anti-semita. Más de una vez habló con su mujer de aceptar un puesto en el extranjero, de renunciar a la nacionalidad alemana por segunda vez y de sacar a la luz pública la actitud de Alemania hacia los judíos. Quizá hubiera sido mejor para los judíos si lo hubiera hecho. Pero dudó; la atracción de la sociedad de los físicos de Berlín demostró ser demasiado poderosa. Science Über alles. El 17 de julio de 1931, llegó a escribir el borrador de una carta a Max Planck. "Me siento obligado a llamar su atención respecto a un asunto que está muy relacionado con las condiciones de mi trabajo", decía. "Probablemente recuerda que después de la guerra manifesté mi deseo de aceptar la ciudadanía alemana, además de mi ciudadanía suiza. Los acontecimientos de los días pasados sugieren que no es aconsejable seguir en esa situación. Por eso, le estaría agradecido si se encargara de que mi ciudadanía alemana fuera revocada, y si me aclarara si un cambio tal me permitiría continuar en mi puesto en la Academia de Ciencias (lo que espero sinceramente). Lo que me lleva a dar este paso es la preocupación por las muchas personas que dependen económicamente de mí, así como una cierta necesidad de independencia personal. Espero sinceramente que lo entienda y que no interprete esta petición como un acto de ingratitud hacia un país y una institución que me han proporcionado unas envidiables condiciones de vida y de trabajo durante los mejores años de mi vida. Hasta ahora, siempre he rechazado las ofertas del extranjero, por muy tentadoras que fueran, que me habrían obligado a abandonar mi escenario de trabajo. Espero que pueda mantener esta actitud también en el futuro". Nunca llegó a echar la carta y estaba todavía en su sobre original cuando en 1933, después de la negativa de Einstein a regresar a Alemania tras la llegada al poder de Hitler, sus papeles fueron sacados de Alemania por valija diplomática a través de la embajada francesa. Es fácil suponer lo que ocurrió. Con su deseo habitual de causar la mínima molestia a todo el mundo, Einstein decidiría hablar personalmente con Planck antes de escribirle. Y Planck, ejemplo de la quintaesencia de la lealtad alemana, no tendría mucha dificultad para convencer a su colega una vez más de dónde estaba su deber. No tuvo que recurrir a su lealtad nacional ni a su convicción íntima de que los funcionarios no desertan de sus puestos cuando los necesitan. Simplemente le bastó, desde el pedestal científico en el que Einstein, con razón, le colocaba, con señalar que si un hombre de verdad quería descubrir los secretos de la naturaleza, no había mejor sitio para ese trabajo que Berlín. Einstein estuvo sinceramente de acuerdo. Por otra parte

esperaba "ser capaz de mantener esta actitud". Desde 1923 había sido, es verdad, conferenciante invitado en Leiden. Había prestado sus servicios en Suiza alegremente siempre que se lo solicitaron. Pero a pesar de sus sentimientos hacia los alemanes y Alemania, había permanecido fiel al Instituto Káiser Wilhelm. Sin embargo ahora, cuando en el año 1930 comenzó su desastroso curso, la fe de Einstein en el futuro de Europa en general y de Alemania en particular comenzó a desvanecerse. Esto se revela no solamente por que sus declaraciones, públicamente desde los estrados y de forma privada a sus amigos, en artículos a revistas y a periódicos son cada vez más pesimistas sino también en el nuevo modo de vida a raíz de aceptar dos diferentes compromisos. Uno con el Instituto de Tecnología de California el cual aceptó visitar durante algunas semanas a principios de 1931, en lo que mutuamente esperaban fuera el comienzo de un compromiso a largo plazo. El otro con Christ Church, Oxford, donde acepto una beca de investigación que le permitía pasar un curso al año en la universidad. Su trabajo en Berlín continuaría, por supuesto, como hasta entonces; pero lo reorganizaría convenientemente en un programa anual que incluía salir de Alemania, hacia Estados Unidos, en Diciembre, para regresar a finales de invierno o principio de primavera, pasar el verano en Oxford y regresar a Berlín a principios de Otoño. Este plan tenía la ventaja de mantener los lazos con Plank, von Laue, y sus otros colegas al mismo tiempo que le suministraba dos refugios alternativos contra la creciente oleada de antisemitismo o contra el inicio de la guerra. Mientras tanto, añadiendo lustre a la ciencia alemana continuó alimentando a la mano que le golpeaba. Antes del inicio de esta serie de visitas a California y Oxford, que se desarrollaron bajo la creciente y siniestra presión de los sucesos en Alemania, Einstein realizó tres importantes viajes al extranjero, uno a Holanda y Bélgica y dos a Inglaterra. El primero fue el más importante; en él tuvo una reunión que le ayudó a replantearse su posición pacifista en el verano de 1933, pero fue también un viaje importante para el mundo y en particular para el Japón. En Bélgica, Einstein creó un enlace que unía directamente a la familia real belga con un estudio en Princeton, por el miedo de que el uranio belga pudiera caer bajo control alemán, y de ahí una carta al presidente Roosevelt alertandole sobre las posibilidades de las armas nucleares. En 1929 realizó uno de sus viajes regulares a Leiden. Visitó, como hacia usualmente, a su tío Cäsar en Amberes, justo al otro lado de la frontera. Aquí recibió una invitación para visitar a la reina de los belgas en Laeken el Lunes, 20 de Mayo. El rey Alberto, compendio de un monarca constitucional con mentalidad liberal, todavía una figura simbólica de la primera guerra mundial, un rey protegido por trincheras desafiando a los invasores alemanes en los campos de Flanders, tenía un sincero interés por la ciencia y estuvo ausente debido a una cita en Suiza. La reina Isabel, antes princesa Isabel de Baviera era inconvencional y con gustos artísticos y el 20 de Mayo Einstein y su violín pasaron la primera de muchas tardes musicales en el palacio, Su Majestad tocaba el "segundo violín". A continuación, de acuerdo con las notas de la agenda de la propia reina, té bajo los castaños y paseo por el campo

seguido de una cena a las 7:30. Unos cuantos días después ella le envió las copias de las fotografías que había tomado, esperando que volviera pronto, enviando las disculpas del rey por no haber estado y añadiendo, de acuerdo con el borrador de la contestación: "Fue inolvidable para mi cuando usted descendió de su cima de conocimientos y me mostró una pequeña visión de su ingeniosa teoría". La reunión marcó el comienzo de una inusual amistad. Durante los siguientes cuatro años, mientras Einstein permaneció en Europa, raramente visitó Bélgica sin que fuera invitado al palacio en Laeken. Era el Einstein de siempre, no siendo reconocido en la estación de ferrocarril por el conductor real que no le identificaba en el personaje austeramente vestido y con un estuche de violín; creando la confusión en un pequeño café en el que solicitó utilizar el teléfono y preguntó directamente por la reina; y comportándose generalmente de una manera sencilla y espontánea como alguien que tiene su pensamiento en otras cosas. Elsa recibió una completa descripción de cada visita. Contando uno de los encuentros él recordaba que Su Majestad la reina, un invitado inglés, una mujer embarazada (in waiting) y él habían estado tocando tríos y cuartetos durante varias horas. "Después todos se fueron", continuaba "y me quedaba yo solo para cenar con los reyes, estilo vegetariano, sin criados. Espinacas con huevos cocidos y patatas, punto". esta espontaneidad fue descrita por Antonina Vallentin, quien relata como un día en Caputh, Einstein estaba buscando un trozo de papel. "Con gestos impacientes estaba vaciando el contenido de sus bolsillos sobre la mesa", escribe. Eran los bolsillos de un escolar; navaja, trozos de cuerda, pedazos de galletas, pequeñas notas, billetes de autobús, monedas, restos de tabaco de su pipa. Finalmente, con un crujido de pergamino apareció una gran hoja de papel. Era un poema que la reina le había dedicado. Al final de las grandes páginas de color marfil había unas cuantos números y unas cuantas palabras con la caligrafía pequeña e irregular de Einstein. Yo me incliné sobre la mesa. Cálculos inmortales codo con codo con la firma real que cruzaba la página, leí: "Autobús 50 pfennig, periódico, papelería, etc." Gastos diarios, anotados cuidadosamente y mezclados con el lazo de la "E" regia. El rey Alberto murió en un accidente de escalada en 1934. La reina Isabel le sobrevivió, y el cuarto de siglo que siguió a su primer encuentro con Einstein estuvo marcado por una larga serie de cartas. Las de Einstein eran extraordinariamente francas- como si Su Majestad la reina viviera a un nivel en el que el pudiera escribirla con una familiaridad no usual en la correspondencia entre los miembros de la realeza y el pueblo llano. Quizás sus mutuos lazos con el Sur de Alemania- o la similitud de sus experiencias, Einstein rechazando a su patria y su Majestad teniendo a su país adoptivo invadido por ellos- originó una simpatía común. Cualquier cosa que fuera lo que mantuvo la amistad viva, iba a tener repercusiones, insospechadas en 1929, de esa primera invitación y de ese paseo bajo los castaños. Al año siguiente Einstein hizo dos visitas a Inglaterra.

Antes de abandonar Berlín para la primera de ellas recibió una solicitud del profesor Veblen al que había encontrado en Princeton hacia nueve años. Se estaba construyendo en la universidad para el departamento de matemáticas y físicas una nueva aula. ¿Les permitiría utilizar la frase que había quedado grabada en la memoria de Veblen- "Dios es sutil pero no malicioso". Einstein dio su consentimiento, añadiendo que lo que había querido decir era que "la naturaleza esconde su misterio mediante su esencial grandeza, no mediante la astucia" ("Die Naur verbirgt ihr Geheimnis durch die Erhabenheit ihres Wesens, aber nich durch List"), y la frase fue grabada en el mármol de la chimenea del aula. Poco después marchó para Inglaterra, yendo primero a Nottingham en cuya universidad hizo un análisis general de la relatividad y de la teoría del campo unificado. Después se traslado a Cambridge donde recibió un titulo honorario, una feliz ocasión ya que le permitió encontrarse con Eddington, cuyo "rango de caballero" fue anunciado en los Honores del Cumpleaños del Rey durante la visita. Einstein había sido invitado a visitar el Observatorio de Cambridge con Eddington y su hermana en 1920, 1925 y 1926, pero no había podido aceptar a causa de la presión del trabajo y a los compromisos oficiales. "Me gustaría ir a Inglaterra" había escrito en 1926 "aunque solo fuera por el placer de hablar con usted... Me gustaría tanto hablar con usted que sería beneficioso par mi aprender el idioma inglés". Ahora había llegado la oportunidad y los dos hombres pasaron una semana juntos. En otoño fue a Londres a asistir a una cena especial de la ORT- una organización para ayudar a los judíos en la Europa del este- estando con Lord Samuel en Porchester Terrace donde, según después describió, él jugo un papel de "estrella". De esta manera, dijo, aceptando la invitación de Samuel, "los asunto de un Judío Santo no solamente son más fáciles para mi sino que incluso se convierten en un placer". Pero hábilmente evitó una invitación posterior " para encontrarse con personas muy importantes," alegando que tenía un compromiso previo en Suiza en donde estaba ansioso por informarse sobre la salud de su hijo menor. Las notas de Samuel sobre la visita de Einstein, escritas pocas horas después de la marcha de su huésped, arrojan algunos interesantes aspectos de Einstein cuando tenía cincuenta años. Un día, para comer, se unió a los dos hombres Edmond Kapp, quien una década antes había dibujado a Einstein durante su conferencia en Viena. Actualmente Kapp era un retratista bastante conocido e hizo borradores de la cabeza de Einstein, incluyéndolas posteriormente en sus dibujos de acción de Viena produciendo uno de sus mejores estudios. Por esta época Einstein era un "tema" habitual. Cuando Samuel comentó que pintores y escultores deberían estar importunandole continuamente Einstein estuvo de acuerdo con él; durante su viaje a Inglaterra, les dijo, había estado conversando con un hombre que le preguntó sobre su ocupación. "Yo soy modelo", replicó. Durante la comida mencionó que todavía era atacado en Alemania- "parce que je suis Rouge et Juif". Samuel, conociendo que las ideas políticas de Einstein eran rosas más que rojas, comentó: "Mais pas très Rouge." "Et pas très Juif," añadió Einstein.

Después del banquete de la ORT, en el que en su discurso tributó un homenaje a sus compañeros también invitados, Bernard Shaw y H. G. Wells "por cuyas concepciones de la vida tengo una especial simpatía" - resaltó las diferencias en el modo en que la gente le había dado la mano. Algunos estaban nerviosos, otros curiosos, otros orgullosos. Los hombres estaban orgullosos por su posición, las mujeres por su belleza. "Me dijo durante el trayecto hacia la estación", Samuel continua, "que nunca en sus primeros años hubiera imaginado ni por un momento que podría tomar parte en asuntos de carácter público como estos, que le obligaron a este viaje, y que despertaron su interés por Palestina. El había esperado pasar toda su vida tratando de conseguir metas más solitarias. Añadió que no se sentía dotado para estas tareas. "Je suis pas "praktisch". "Al día siguiente "se dejo caer" por casa de los Weizmanns. "Fue muy divertida la cena de la ORT, donde, dijo, la gente dio la impresión de que era una reunión de monos", dijo la señora de Weizmann. "Estaban más preocupados en decidir a quien saludaban primero- Lord Rothschild o Einstein. Inmediatamente después de su regreso a Berlín fue visitado por Arthur Fleming, presidente del Consejo de Administración del Instituto de Tecnología de California. Parece ser que esta visita se realizo por sugerencia de Richard Chase Tolman, profesor de instituto de física química y física matemática por razones que pronto se hicieron evidentes.. "El resultado fue mejor de lo esperado por Tolman", escribió Fleming a un colega, "de modo que cuando me reuní por primera vez con Einstein en su casa en el campo, y le invité a venirse con nosotros con el dinero proporcionado por Mr. Thomas Cochran, su primera pregunta fue, "¿Hay un hombre llamado Tolman en su institución?. Le conteste que si, y entonces me pregunto si Tolman era un visitante o uno de nuestros hombres. Le informe que era uno de nuestros hombres. Tolman estaba llevando a cabo, en el Observatorio de Monte Wilson, gran parte del trabajo teórico, relacionado con la naturaleza y tamaño del universo. Einstein estaba ansioso por discutir directamente con las personas interesadas, y rápidamente acepto visitar el instituto como investigador asociado a principios de 1931. Cuando se anunció la noticia, una vez más fue utilizado todo lo que dijo e hizo en contra de los intereses de los Estados Unidos. Ahora era consciente del poder de su nombre, pero casi habían pasado diez años desde su primera visita a América y sus recuerdos de la implacable vehemencia con que los habitantes habían acogido sus entusiasmos se había difuminado. Antes de terminar la semana, estaban llegando diariamente cincuenta telegramas desde el otro lado del Atlántico. El correo procedente de los Estados Unidos comenzó a superar en número al procedente de Alemania. Elsa que estaba encargada de organizar la gran cantidad de invitaciones, aseguró firmemente que el profesor viajaría solamente en vacaciones; que deseaba que le dejaran solo; y finalmente que ella no le permitiría bajar a tierra en New York, sino que insistiría en que permaneciera a bordo mientras el barco Belga continuaba su viaje hacia el Sur, para pasar a través del canal de Panamá y luego hacia el Norte hasta California. A pesar de estos esfuerzos para no comprometerse,

Einstein aceptó a una propuesta que fue motivo de controversia antes del comienzo de la visita. Esta fue una solicitud para escribir, para el New York Times, un artículo sobre religión y ciencia, tema eterno sobre el que las opiniones de un judío no practicante, que había dado una nueva descripción del universo eran muy pertinentes. Desde el momento en que alcanzó la popularidad sus opiniones sobre religión habían sido solicitadas no solo por la prensa sino también por sus amigos, colegas y conocidos. Ernest Strauss, que trabajó con él en Princeton le citó en la Enciclopedia Americana describiendo sus pensamientos religiosos como "un intento de encontrar una salida donde no hay una puerta". Su amigo Max Born dijo que "él no creía en la iglesia, pero no pensaba que la fe fuera un signo de estupidez, ni la incredulidad un signo de inteligencia". Hubo un soplo de anhelante deseo en algunas de las opiniones atribuidas a él. Así BenGurion, preguntado si creía en Dios dijo: "Una vez hable con Einstein. Incluso él con su gran fórmula sobre la mása y la energía, estaba de acuerdo que tiene que haber algo más allá de la energía". Y el príncipe Hubertus de Lowenstein asegura que dijo, en los Estados Unidos, antes de la segunda guerra mundial: "En presencia de tal armonía en el cosmos a la que yo, con mi limitada mente humana, soy capaz de reconocer, existe sin embargo gente que dice que Dios no existe. Pero lo que realmente me molesta es que me citen a mi para apoyar esas opiniones". Puede ser. Hasta cierto punto la diferencia entre Einstein y los creyentes más convencionales era puramente semántica, como se resalta en su "Religión y Ciencia" que, el Domingo nueve de Noviembre, ocupaba completamente la primera página del New York Times Magazine. "Todo lo que los hombres hacen o piensan", comenzó, "esta relacionado con la satisfacción de las necesidades que sienten o para escapar del dolor". Einstein luego subrayaba tres fases del desarrollo religioso, comenzando por la religión del miedo que movió a los pueblos primitivos, y que a su debido tiempo se convirtió en la religión moral cuyo motor eran los sentimientos sociales. Esta en su momento podría convertirse en el "sentido religioso cósmico... el cual no reconoce dogmas ni un Dios hecho a la imagen del hombre". Y luego expuso la clave de sus ideas en dos frases. "Afirmo que la experiencia religiosa cósmica es el motor más fuerte y noble que se encuentra detrás de la investigación científica". Y, como corolario, "las únicas personas profundamente religiosas en nuestra época enormemente materialista son los entusiastas hombres dedicados a la investigación". Al día siguiente el articulo de fondo del New York Times fue muy poco comprometido, actitud bastante razonable ante el hecho de que la palabra "religión" tenía un significado diferente para Einstein que para la mayoría de la gente. Por contraste, en extremos opuestos, se encontraban los doctores Nathan Krass y Fulton Sheen. El Dr. Krass, rabino del templo Emmanuel de la calle 64 y quinta avenida, lo acogió favorablemente: "La religión de Albert Einstein no será aprobada por ciertos sectarismos pero deber ser y será aprobada por los judíos". El Dr. Sheen, por otro lado, dijo a 1.200 miembros de la asociación de profesores católicos que el Times se había "degradado a si mismo" al publicar el artículo de Einstein,

que describió como "la más completa estupidez y tontería". Preguntó si alguien desearía dar su vida por la Vía Láctea, y concluyó: "Solo hay un fallo en su religión cósmica:"El puso una letra de más en la palabra cósmica- la letra "s"". La utilización por parte de Einstein de la palabra "religión" para cubrir sus inusuales aptitudes éticas era solo un ejemplo del modo en que su perspectiva era contraria a la del país al cual iba a visitar ahora por segunda vez: "Un Dios impersonal, un universo determinista, una religión sin iglesia, indiferencia por el dinero y las ganancias materiales, gobierno mundial, pacifismo y socialismo- de todo esto se piensa de manera bastante generalizada que es anti-Americano y más o menos subversivo". Einstein creía en la suerte. Además despreciaba la publicidad, como dejó bien claro a los periodistas americanos con los que se reunió el 22 de Noviembre, poco antes de salir hacia los Estados Unidos. Ante ellos deploró las cartas que habían estado llegando a la casa de Haberlandstrasse procedentes de fabricantes de desinfectantes, de aguas de colonia, instrumentos de música y ropas, ofreciendo miles de dólares a cambio del permiso para decir que Einstein había encontrado sus mercancías satisfactorias. ¿"No es un triste comentario sobre el comercialismo y, debo añadir, sobre la corrupción de nuestro tiempo que las firmas comerciales hagan estas ofertas incluso sin deseo de insultarme?", preguntó. "Ello significa evidentemente que esta forma de corrupción, porque es corrupción, está muy extendida". Todavía no era capaz de darse cuenta que el entusiasmo por su presencia, que tan frecuentemente fue explotado para ayudar las causas del Sionismo o la paz, no podía aparecer o desaparecer a su antojo. Aunque deseaba ardientemente utilizar la psicología de masas en la batalla por las buenas causas por otro lado lo deploraba. "Mi propio caso es, ay, una ilustración," dijo. "Porqué el que el entusiasmo popular me acoge a mi, un científico dedicado a cosas abstractas, y feliz de que le dejen solo, es una de esas manifestaciones de la psicología de masas que me supera. Creo que es terrible que esto sea así y sufro por ello más de lo que nadie pueda imaginar". Esto era verdad, y era también ingenuo. En Amberes, donde él y Elsa embarcaron en el Belgenland el dos de Diciembre de 1930, repitió que era simplemente un viaje de vacaciones, aunque aceptando que podría ir a visitar el Observatorio de El Paso y discutiría con sus amigos americanos algunas cuestiones en las que estaban mutuamente interesados. "Si realmente desean enviar un mensaje a la prensa", dijo a los periodistas, "que sea mi deseo de que me dejen solo. Personalmente considero indecente el hurgar en los asuntos privados de las personas, y el mundo iría ciertamente mejor si los periodistas se preocuparan más por las cosas que realmente importan en lugar de tratar con bagatelas". Y a la información de que podría hablar con sus amigos por radioteléfono replicó: "Espero que estos periodistas no vayan a llamarme en medio del océano para preguntarme si he dormido bien la noche anterior". En Southampton, que de acuerdo con una anotación en su diario le impresiono como muestra del poderío inglés, la prensa parece que fue menos inoportuna, y anotó que en Inglaterra "incluso los periodistas practican el comedimiento". Honor a quien es debido. Un simple "no" es suficiente. El mundo puede aprender mucho de ellos-

pero no yo que aún sigo vistiendo descuidadamente, incluso para el sagrado sacramento de la cena..." Mientras que el barco surcaba el Atlántico, Einstein fue dejado relativamente en paz en los tres camarotes llenos de flores que le habían sido asignados y que eran "la excesiva y presuntuosa atención que me hace sentir incómodo". Trabajó durante la mayor parte del viaje con el Dr. Mayer, con un miembro de la tripulación permanente apostado en la puerta para evitar cualquier clase de intromisiones. Pero el radioteléfono continuaba enviando noticias: del Völkischer Beobachter, que le atacaba violentamente por viajar en un barco belga en lugar de hacerlo en el alemán Europa que tenía fijada su llegada a New York para el mismo día,(pero que no continuaba viaje hacia la costa Oeste).; y del National German Jewish Union, levantando la vieja polémica de que Einstein estaba utilizando su fama como científico para propagar el Sionismo, una acusación que hubiera tenido dificultades para negar. Antes de finalizar el viaje llegó otro informe de Berlín, citando al Dr. Boris Brutzkus que contaba como Einstein le había dicho que se iría a vivir a algún lugar tranquilo en el Sur de Francia si Hitler llegara alguna vez al poder. Sobre esto Einstein se sintió obligado a comentar. "Nadie debería hablar públicamente de situaciones que se espera que no sucedan" dijo. "Y menos debería en tales circunstancias tomar una decisión por adelantado o ni siquiera hacer pública tal decisión". No se dejó arrastrar, pero pareció claro para otros, si no para él, que tenía que recapitular las posibilidades en América si se veía forzado a abandonar Alemania. Allí, después de todo, esperaba continuar su trabajo en paz. Durante el viaje, un viaje de trabajo para Einstein y el Dr. Mayer, Elsa se convenció de que después de todo sería mejor para ellos desembarcar en New York. Einstein mismo estuvo de acuerdo en que sería más sencillo para él reunirse con la prensa cuando el barco entrara en el puerto. Como el New York Times ya había apuntado, "Es probablemente verdad que la nota de Berlín le aconsejara que no esperara evitar a la prensa de New York a menos que se encerrara el la caja fuerte, e incluso así se tomarían fotografías de la caja fuerte". La ocasión, cuando llegó, tuvo un aire cómico. Cincuenta periodistas y cincuenta fotógrafos se precipitaron sobre su victima. Einstein, de buena naturaleza pero aturdido, se le pidió que "en un breve cuarto de hora definiera la cuarta dimensión con una palabra, expusiera su teoría de la relatividad en una frase, diera sus opiniones sobre prohibición, comentara sobre política y religión, y discutiera sobre las virtudes de su violín". El cónsul alemán, Paul Schwarz, hizo de interprete: Elsa hizo lo que pudo para salvar la situación, protegiendo a su marido de las preguntas comprometidas, explicando, protegiendo y simpatizando con los que deseaban que se les describiera la teoría de la relatividad en unas cuantas palabras monosílabas. "Los periodistas preguntaron fundamentalmente preguntas necias a las que repliqué con chistes fáciles que fueron recibidos con entusiasmo", era lo que escribió Einstein en su diario. El se mostró notablemente diestro manejando a los que preguntaban, contestando los enigmas científicos de tal modo que las respuestas fueran

inteligibles, dejando de lado las preguntas más irrelevantes, y salpicando sus observaciones con puntos de debate o frases llenas de colorido. A la pregunta de si había alguna relación entre la ciencia y la metafísica, dijo que la ciencia misma era metafísica. Y cuando le preguntaron que pensaba de Hitler replicó: "No disfruto de la amistad del Sr. Hitler. Hitler esta viviendo del estómago vacío de Alemania, tan pronto como las condiciones económicas en Alemania mejoren él dejará de ser importante". También habló por radio desde el barco, y no en una sino en dos ocasiones, dando satisfacción a dos compañías y ganando 1000 dólares para su fondo de asistencia social para los pobres de Berlín. El mensaje central de su declaración era, en efecto, un reto a América. Esto es lo que dijo: Es en vuestro país, amigos míos, donde esas fuerzas latentes, que finalmente acabarán con cualquier monstruo del militarismo profesional, serán capaces de hacerse sentir más clara y definidamente. Vuestras actuales condiciones políticas y económicas son tales que si acometéis este trabajo con total seriedad seréis capaces de destruir la terrible tradición de violencia militar bajo las cuales las tristes memorias del pasado- y hasta cierto punto- del mundo continúan haciéndole sufrir incluso después del terrible aviso de la Gran Guerra. Es en estas líneas de conducta en las que vuestra misión se apoya en el presente momento, y si sois capaces y estáis ansiosos por aceptar esta importante tarea se que construiréis, con vuestras propias manos, un monumento duradero. Después de la transmisión Einstein desembarcó, durante cuatro apretados días de preparación de discursos y visita de la ciudad, volviendo cada noche al Belgenland en donde podía protegerse de los cientos de visitantes que deseaban solicitar su ayuda personal. Recibió las llaves de Nueva York en una ceremonia presidida por el alcalde Walter y el presidente de la Universidad de Columbia, Butler. Vio su estatua adornando en Riverside Church dominando el río Hudson- la única estatua de un hombre vivo entre los pensadores que habían cambiado el mundo desde los días de Sócrates y Platón. Celebró la fiesta judía de Hanukkah en una multitudinaria reunión en el Madison Square Garden, y el día 14 pronunció el famoso discurso pacifista del "dos por ciento" para la New History Society en el hotel Ritz-Carlton.(Discutida en todas partes). Visitó el New York Times y el Metropolitan Opera, en donde fue ovacionado espontáneamente cuando los asistentes le descubrieron sentado tranquilamente en un palco. Aquí se le entregó una tira de papel en la cual el Director de publicidad del Metropolitan había escrito: Relatividad: No hay poste de amarre (hitching post) en el universo- hasta donde sabemos". Einstein lo leyó y estudió cuidadosamente y añadió: "Leído y encontrado correcto," y a continuación lo firmó. Y aquí, espiando a los fotógrafos de prensa que le estaban esperando, hábilmente escapó de ellos- como en una escena de los hermanos Marx el director de publicidad iba corriendo detrás del más famoso científico del mundo y llamándole plañideramente: "Señor Einstein, Señor Einstein". Su desagrado por la publicidad, sin embargo, era sincero,

incluso aunque algunas veces daba la impresión de un Lawrence de Arabia regresando a la popularidad. Pero una vez que desaparecían las reservas, Einstein podría ser bastante amable. Así, un joven Berlinés al que no se le concedió permiso para dibujarle cuando volvió a bordo, sencillamente se sentó en el restaurante del Belgenland y le dibujó mientras Einstein comía. Al gran hombre le gustó, firmó el dibujo y añadió: "Dieses fette satte Schwien/Soll Professor Einstein sein" ("Este gordo, bien alimentado cerdo que ves/el profesor Einstein es"). Continuaba evitando a los cazadores de autógrafos, aunque aquellos que le escribían recibían estrictamente un tratamiento comercial. "Si el autógrafo es deseado intensamente, si la carta incluye, digamos, tres dólares para los pobres de Berlín", decía Elsa, "el doctor será muy feliz. Y con fotografías para autógrafos con, digamos, cinco dólares el doctor será feliz". El pequeño libro de cuentas que ella mostraba, contenía los detalles de lo que Einstein enviaba para los pobres de Berlín, y era, según ella decía, su lectura favorita. Los Einstein embarcaron en New York el 16 de Diciembre y llegaron a La Habana tres días más tarde"lujosos clubs codo con codo con la pobreza más descarnada, afectando fundamentalmente a la gente de color", anotaba en su diario- después pasaron a través del canal de Panamá para girar hacia el Norte siguiendo la costa de California. Mientras se aproximaban a su destino los otros pasajeros hicieron los mayores esfuerzos por fotografiarse con Einstein. Tanto fue, que finalmente la resignación dio paso al fastidio, Pero había, por supuesto, un consuelo. "El negocio de los autógrafos para beneficio de su obra de caridad es floreciente," anotaba Einstein en su diario. Se decía que cobraba un dolar por cada uno. Al finalizar el mes, el Belgenland llegó a San Diego. Einstein transmitió un mensaje de Año Nuevo por la emisora local, asistió a las festividades locales incluyendo una recepción pública en la cual los judíos del lugar le regalaron un "mezuzah" de oro grabada con una oración Hebrea, y otra en la que se le daba un baño de flores. "Por muy locas que puedan parecer estas cosas desde el exterior," Hedwig Born le escribía, después de ver la escena en una película, "Siempre tengo el sentimiento de que el Buen Dios sabe muy bien que es adecuado. Del mismo modo que Gretchen intuye al demonio en Fausto, Él hace que la gente intuya en ti..., bueno, precisamente a Einstein". Desde San Diego los Einstein se dirigieron a Pasadena. Aquí pronto eligieron un pequeño bungalow, la "casa cubierta de pastel de jengibre", como Einstein la llamaba, donde vivieron durante los dos meses que estuvieron en el instituto. Como celebridad Einstein era muy solicitado incluso en una tierra de celebridades. Upton Sinclair que le llevó a ver la famosa película de Eisenstein sobre la vida en Méjico, más tarde aseguró que unos millonarios de la zona habían contribuido con 10.000 dólares para el Caltech (Instituto de Tecnología de California) con la promesa de poder reunirse con él. Einstein y Elsa cenaron con Charlie Chaplin "como resultado de las expresiones de mutuo deseo, por parte de él y del profesor, de tener un encuentro". Y durante una visita a Hollywood pudo ver en una sesión especial la película de Remarque "All quiet on the Western Front" (Sin novedad en el frente), que ya había

sido prohibida en Alemania. "Les agradezco todas las cosas que han dicho sobre mi" dijo en la cena especial que se dio a continuación. "Si yo las creyera no estaría cuerdo, y puesto que se que estoy cuerdo, no las creo". La adulación no estaba injustificada, y Sinclair recuerda un breve intercambio cuando los Einstein visitaban al profesor Graham Laing y a su esposa. La esposa de Laing había preguntado el punto de vista de Einstein sobre Dios, lo que hizo a Elsa exclamar: "Mi marido tiene la mente más grande del mundo". "Si", fue la respuesta, "pero él no conoce todo"- una afirmación con la que Einstein mismo habría estado de acuerdo de todo corazón. Todo esto, sin embargo, no era más que la sombra de un importante viaje de trabajo. El propósito de la visita de Einstein, que anunció a su llegada, "sería encajar en la vida del Instituto de Tecnología de California y discutir problemas con destacados científicos de una manera más intensa que por correspondencia". Al día siguiente de su llegada dio una nueva pista sobre el motivo de su visita. "Nuevas observaciones de Hubble y Humason"- ambos trabajando en el Observatorio del Monte Wilson en Pasadena- "relativas al desplazamiento hacia el rojo de la luz procedente de las nebulosas muy lejanas parecían indicar con bastante certeza que la estructura del universo no es estática", dijo. "Las investigaciones teóricas realizadas por Lematre y Tolman encajan bien en la teoría general de la relatividad". Einstein había recorrido de hecho medio mundo para ver si era realmente necesario revisar la imagen del universo en la que él había virtualmente basado la cosmología moderna en 1917; y, si era necesario hacerlo, de que manera. Solo treinta años separaban su "Consideraciones Cosmológicas" de 1930, pero durante ese período de tiempo se había registrado una revolución en cosmología tan intensa como la revolución registrada en física que separó los trabajos de Lorentz y J.J. Thomson en los últimos años del siglo diecinueve de los de Plank o Einstein en los primeros años del siglo veinte. En 1917 empezaron a tenerse en cuenta las consideraciones matemáticas que sobre el universo habían hecho Einstein y de Sitter, aunque los astrónomos no habían abandonado enteramente su creencia de que la Vía Láctea, la galaxia que contiene el Sol y su sistema solar entre millones de otras estrellas, constituía la totalidad el universo. Sin embargo no podía negarse que alguna de las misteriosas zonas de luz muy tenue repartidas por el firmamento nocturno podrían ser otras galaxias situadas a distancias no imaginadas hasta entonces. V. M. Slipher en el Observatorio Lowell lo creía firmemente y sugería que, al menos algunas de ellas, estaban alejándose de la Vía Láctea. Al finalizar la guerra, las evidencias comenzaron a acumularse. Como la evidencia del mundo subnuclear del átomo salió a la luz de la mano de los avances de la tecnología, en este caso vinieron con la utilización de telescopios más poderosos, principalmente el instrumento de 100 pulgadas del Monte Wilson en Pasadena. Aquí Edwin Hubble había estado indagando, desde 1920, sobre el "misterioso universo" de Jean. Pensaba que algunas de las zonas de luz en el firmamento eran simplemente nubes de gas iluminadas por la luz procedente de estrellas de la Vía Láctea. Pero sobre otras existían dudas que poco a poco

fueron disipándose. En 1924 pudo observar estrellas individuales dentro de la nebulosa de Andrómeda M31. Poco después se hizo evidente que tales estrellas se encontraban a una distancia de unos 800.000 años luz- ocho veces la distancia de la estrella más lejana de la Vía Láctea. Así que, la galaxia de la que el sistema solar forma parte no era más que una porción del universo: el pequeño tamaño de esa porción fue más y más evidente a lo largo de los años siguientes cuando las mejoras en las técnicas y equipos revelaron la existencia de otras galaxias a distancias de millones e incluso miles de millones de años luz. Estos descubrimientos fueron confirmados repetidamente, durante los años siguientes, tanto por la cosmología teórica como por la astronomía observacional. La historia está cronológicamente entremezclada y tiene alguna similitud con los trabajos simultáneos pero independientes que sobre la evolución realizaron Darwin y Wallace y el casi simultáneo pero independiente desarrollo del radar en Inglaterra, Estados Unidos y Alemania. Escuchando el relato de Hubble sobre sus descubrimientos en Andrómeda en un congreso en la National Academy of Sciences de Washington se encontraba un sacerdote belga que, después de estudiar astrofísica en Cambridge, se había trasladado al Instituto de Tecnología de mássachusetts. Se trataba de Abbé Lematre, "el matemático para el que la simetría era casi tan importante como la verdad". Poco después, Lematre volvió a Bélgica, y en un trabajo publicado en 1927 demostraba no solamente que el "mundo de Einstein" tenía que ser inestable, sino que de hecho se debería expandir a lo largo de las líneas del mundo de de Sitter. Una única y sorprendente característica de la cosmología de Lematre era que presuponía que el mundo había comenzado como un "átomo primordial" o "huevo cósmico" que inicialmente contenía toda la materia del universo y cuya desintegración había marcado el comienzo del tiempo y del espacio. Así que el universo contemporáneo no era más que una fase de un universo en evolución. Este podría haber comenzado como un "mundo de Einstein" muy modificado antes de convertirse en el mundo en continua expansión de de Sitter en el cual las galaxias se estaban alejando unas de otras y en el que la densidad de la materia iba disminuyendo mientras su cantidad permanecía constante. La nota de Lematre fue virtualmente ignorada en aquellos momentos. Pero dos años después Hubble en el Monte Wilson hizo el sensacional anuncio de que las galaxias se estaban separando a una velocidad directamente proporcional a sus distancias- alejándose no solamente de la Vía Láctea sino también entre si. De hecho todas las distancias intergalácticas estaban aumentando simultáneamente, y el universo entero se estaba expandiendo a una velocidad tal que aproximadamente sus dimensiones de doblaban cada 1.300 millones de años. Estimulado por estas revelaciones, Eddington inició un estudio con uno de sus estudiantes investigadores sobre si el "mundo de Einstein" era estable o no. Pronto recibieron una copia de la nota de Lematre, la que contribuyó a convencerles de que la respuesta era "No". Así, a mediados de 1930 Hubble el astrónomo, Lematre el desconocido teórico y Eddington el astrofísico estaban de acuerdo en

que la fórmula de Einstein no era válida para un universo estable. Pero hubo un irónico corolario a todo esto. El "mundo de Einstein" se había generado con la ayuda de la constante cosmológica y esto había sido necesario, en palabras de Einstein "únicamente con el propósito de hacer posible una quasiestática distribución de la materia, necesaria por el hecho de la pequeña velocidad de las estrellas. "Pero ahora los descubrimientos de Hubble revelaban que al menos algunas de las galaxias, y por consiguiente las estrellas de su interior, se movían a velocidades que eran fracciones apreciables de la velocidad de la luz. Por consiguiente no había necesidad de la constante cosmológica en el primer término. Otro asunto era que Lematre había incluido en su nota una ecuación que daba un término para la velocidad de separación de las galaxias. Hubble había dado un valor a este término y con su ayuda la ecuación de Lematre podría ser utilizada para conocer el radio del "mundo inicial de Einstein". Conocido éste, el trabajo original de Einstein podría aún proporcionar un valor para la masa total del universo. Lo que ya no podría hacer era dar una imagen de lo que estaba sucediendo con esa masa, puesto que esto dependía del caracter de la constante cosmológica. Si su valor era cero podría describirse un universo que habría comenzado unos diez mil millones de años atrás con un big-bang y que se habría estado expandiendo desde entonces. Si su valor era positivo, como Lematre había supuesto, entonces el átomo primigenio habría comenzado a desintegrarse aproximadamente unos 60.000 millones de años atrás y el resultado habría comenzado a estabilizarse hace unos 50.000 millones de años, siendo la expansión actual el resultado de una perturbación de esa estabilización y no a causa del big-bang inicial. Mientras que estas dos teorías suponían la evolución del universo a partir de una situación única, la utilización de un valor negativo para la constante cosmológica suministra una tercera posibilidad: la de un universo que se expande y contrae alternativamente. Estas posibilidades,- a las que no había sido añadida la de un universo en continua expansión, pero mantenido en estado estacionario mediante la creación contínua de materia- formaban los puntos culminantes de un desarrollo que había estado progresando desde 1920. Todavía se encontraban bajo continuas y algunas veces agrias discusiones dentro del mundo científico cuando Einstein llegó a Pasadena. Se afincó allí durante los meses de Enero y Febrero, reuniéndose con el anciano Michelson, del experimento Michelson-Morley, en una cena dada en honor de ambos. (Se aceptó por mucho tiempo que Einstein, en esta cena, atribuyera la relatividad especial al trabajo de Michelson, puesto que una versión muy extendida de su discurso menciona: "Usted descubrió un insidioso defecto en la teoría de la luz existente entonces, y estimuló las ideas de H. A. Lorentz y Fitzgerald, a partir de las cuales se desarrollo la teoría especial de la relatividad. Sin su trabajo esta teoría no sería hoy más que una interesante especulación...". Gerald Holton mediante cuidadosos trabajos detectivescos (ver Iris, Vol 60, Pt. 2, No 202, verano de 1969) descubrió que Einstein de hecho puso una tercera frase entre estas dos "Estas a su vez dieron origen a

la teoría general de la relatividad y a la teoría de la gravitación" dando así un sentido ligeramente diferente a la ocasión). Estuvo haciendo breves visitas de descanso a unos cuantos ranchos de California desde uno de los cuales envió una deliciosa carta a la reina belga Elizabeth, que había visitado el rancho durante su visita a America en 1919- y abandonó Long Beach en un crucero con Millikan. El trabajo verdadero comenzó cuando se reunió con Tolman y el Dr. Paul Epstein, el profesor de física teórica. A continuación, condujo a lo largo de la carretera que serpentea sobre Pasadena para dirigirse después hacia Sierra Madre, desde una de cuyas cimas el Observatorio del Monte Wilson mira hacia la ciudad. Aquí, cuando a Elsa la dijeron que el telescopio gigante se necesitaba para establecer la estructura del universo, se dice que dio una contestación que puede ser apócrifa pero que tiene el verdadero estilo de Elsa: "Bien, bien, mi marido tiene eso en la parte de atrás de un viejo sobre". Aquí habló con Hubble y aquí, a principios de Febrero, anunció oficialmente que había abandonado la idea de un universo esférico cerrado. Posteriormente aceptó la teoría más compleja de un universo alternativamente en expansión y contracción, una decisión que tranquilizó a Dean Inge, quien dijo que este era un "cambio revolucionario porque significa un retorno a la vieja teoría de los ciclos cósmicos" que siempre le habían atraído."Jeans y Eddington dicen que es completamente imposible", continua, "pero si puedo refugiarme tras Einstein estoy contento". A principio del año 1930 Einstein no hizo más que aceptar que su idea inicial tenía que ser abandonada, y es claro que lo hizo solo después de haberse reunido con Hubble y de haber observado con él, mediante lupas, las reveladoras fotografías de las galaxias obtenidas con el que entonces era el telescopio más grande del mundo. A mediados de Febrero, quince días antes de marcharse de Pasadena, Einstein se dirigió a varios cientos de estudiantes. Su discurso tuvo que haber sido sorprendente para muchos miembros de la facultad, particularmente para Millikan, cuya inclinación natural era creer que todo era para lo mejor en el mejor de los mundos posibles. Pero en lugar de cantar las alabanzas del progreso científico, Einstein preguntó porque esto había traído tan poca felicidad. En la guerra había permitido a los hombres mutilarse unos a otros de una manera más eficiente y en la paz había esclavizado al hombre a la máquina. "Pensarán que este viejo tipo que esta delante de vosotros está cantando una fea tonada", dijo. Lo hago, sin embargo, con el propósito de haceros algunas sugerencias. Si deseáis que el trabajo de vuestra vida sea útil para la humanidad, no es suficiente con comprender la ciencia aplicada como tal. La preocupación por el hombre mismo debe constituir el principal objetivo de todo el esfuerzo tecnológico, preocupación por los grandes problemas no resueltos de como organizar el trabajo humano y la distribución de las mercancías de tal manera que aseguren que los resultados de nuestro pensamiento científico pueda ser una bendición para la humanidad y no una maldición. Millikan, que acababa de recibir airadas protestas por el

discurso del "dos por ciento" que pronuncio Einstein en Nueva York durante su viaje a Pasadena, estaba preocupado por lo que podría suceder durante el viaje de regreso hacia la costa Este, por tierra, de su huésped. Pero no sucedió nada especial. El 3 de Marzo Einstein interrumpió su viaje en Chicago, en donde un grupo pacifista le dio la bienvenida y habló desde la plataforma trasera de su tren. Cuando llegó a Nueva York le estaba esperando una delegación de la War Resisters League y allí Weizmann evitó por casualidad que pronunciara un explosivo discurso después de una cena que podría no haber gustado a los ricos patrocinadores del Caltech, y que habría molestado al alma conservadora de Millikan. El líder judío envió por telegrama una solicitud urgente de ayuda que recibió Einstein antes de abandonar Pasadena."Situación financiera movimiento y trabajos con Palestina extremadamente difíciles en peligro inmediato fracaso especialmente dañino ahora que situación política muy mejorada por finalización satisfactoria negociaciones gubernamentales" leyó. Estamos haciendo máximos esfuerzos pero usted sabe que recursos europeos limitados. Me instan venir America ayuda campaña. Mucho trabajo aquí y necesidad viajar a Palestina para negociaciones con amigos árabes no me permiten realizar viaje que debe ser pospuesto hasta Abril. Usted es única persona puede proporcionar verdadera ayuda en este momento crítico aceptando invitación de nuestros amigos americanos y asistiendo unos cuantos banquetes en Estados Unidos. Se que esto le impone una pesada carga pero habiendo hecho tanto por Palestina espero no rehúse prestar su ayuda en estos tiempos de ansiedad. Einstein no rehusó, raramente lo hacía, y dedicó la totalidad de la tarde en Nueva York a preparar una cena para recaudar fondos organizada por la American Palestine Campaign en el Hotel Astor. Cuando regreso al muelle se encontró con grupos pacifistas con pancartas que estaban esperandole y posteriormente envió un telegrama de buena voluntad a los lideres: "Únicamente resistencia a servicio militar puede traer éxito al movimiento pacifista". Dos años después el decía que solo la resistencia al movimiento pacifista permitiría el éxito contra Hitler. A mediados de Marzo regresó a Berlín. Antes de que transcurrieran dos meses abandonó Alemania de nuevo, esta vez para dirigirse a Oxford para recibir un titulo honorario y dar las conferencias en Rhodes. El Trust Rhodes se estableció en 1926 y en 1927 pidió a Einstein que fuera su segundo conferenciante. Esto era un honor singular y sus esfuerzos para evitar aceptarlo tienen aire de ingenuidad. El primer acercamiento lo hizo Lindemann, por solicitud de H. A. L. Fisher Director del New College y consejero de Rhodes. En su carta enviada a Berlín, Lindemann sugería que la aceptación tendría "un gran significado político" y "un gesto de conciliación internacional". Si Einstein deseaba "hacer vida de claustro" dispondría de habitaciones y servicio en el colegio; si prefería ir con su esposa se le buscaría un hotel. La idea de que "incluso Londres y Cambridge" estaban próximos se

añadía como un incentivo final.. Sir Otto Beit, uno de los consejeros de Rhodes, fue reclutado para solicitar la ayuda de Lord Haldane, el cual apoyó la invitación, mientras que el embajador alemán en Londres, el Conde Berstorff, escribía a "las autoridades competentes de Berlín pidiendoles que le persuadieran para aceptar la invitación". Sin embargo la invitación fue rechazada, en parte porque se le había propuesto que la visita tendría una duración de ocho semanas. "Primero, mis actuales actividades y obligaciones aquí no me permiten ausentarme durante tanto tiempo ya que mi trabajo está muy interrelacionado con el de otras personas", replicó Einstein desde Berlín a Lord Haldane el día 8 de Julio. "En segundo lugar, mi estado general de salud no me permite una estancia en el extranjero tan prolongada, estancia que por el deseo del conocimiento verbal del idioma inglés me generaría una extraordinaria tensión. Finalmente no dispongo de suficiente material de verdadera importancia para exponer de manera que no podría evitar el pensar que mi visita sería un caso de llevar carbón a Newcastle (Eulen nach Athen tragen)". Así que pidió que le excusaran, haciendo hincapié que no era por falta de simpatía hacia Inglaterra, y acababa con la expresión: "Si tuviera la sensación de que podría estar a la altura de las circunstancias aceptaría la invitación". A Lindemann le contestó Einstein en términos parecidos, pero no deseaba decepcionarle. "Quizás", continuaba, "Puedo hacer cambios y hacer lo que me pide al mismo tiempo. Si no puede encontrar a ningún otro y si una estancia de cuatro semanas en Oxford fuera suficiente, podría ir durante el próximo verano. Es muy importante para mi no dar una impresión de ingratitud hacia Inglaterra, en donde mi trabajo ha recibido el mayor reconocimiento". Para entonces sin embargo, se habían hecho otros arreglos y como Fisher escribió a Einstein, los consejeros estaban "en una difícil posición, que ellos creen que le ha sido explicada por medio del profesor Lindemann, de tener que esperar hasta que su oferta haya sido aceptada o rechazada antes de poder dirigirse finalmente a usted". Sin embargo, aunque esta primera aproximación no tuvo ningún resultado. El Trust tenía, como su fundador, la cualidad de la tenacidad y en 1930 su secretario, Philip Kerr, pregunto a Lindemann si podría convencer a Einstein para que viniera en 1931, dando una única conferencia si no se sentía capaz de dar más. Al principio Einstein aceptó. Luego, después de su regreso a Berlín desde Cambridge cambió de idea. "Desgraciadamente me siento tan mal" escribió a Lindemann el 12 de Junio, "que me veo obligado a cancelar mi compromiso con Oxford. También mi médico me ha aconsejado seriamente contra el, por lo que debo, con gran pesar, abandonarlo y por lo menos estoy contento de poder escribirle esto ahora de manera que no causaré ningún trabajo preparatorio". Sin embargo Lindemann no era de los hombres que se rinden fácilmente. En Octubre de 1930 estaba en Berlín. Vio a Einstein; y lo que es casi tan importante, vio a la esposa de Einstein; y desde el Adion escribió a Kerrentonces Lord Lothian. "Estoy contento de poder decir que su salud parece estar restablecida, y que se encuentra en muy buena forma", dijo "...Me dijo que ahora podía entender el inglés bastante bien y aunque no lo habla no

había tenido dificultades en sus conversaciones en America puesto que habla muy despacio y casi todo el mundo sabe francés o alemán..." (Y añadía después que le gustaría que Einstein dispusiera de habitaciones en Christ Church, "lo que me ha dicho que le gustaría y que creo conduciría a obtener el objetivo que tiene en mente". Parece que finalmente no se acabó de arreglar la visita, pero Lindemann había utilizado con Elsa todo el considerable encanto que tenía cuando lo deseaba. Por llevar a Einstein a Oxford merecía la pena el esfuerzo, y en Febrero de 1931 se dio cuenta de que lo había conseguido. El día 24 escribió a Elsa comentando lo encantado que estaba porque finalmente Einstein había decidido venir. "Me preocuparé de todo para que tenga cuanto desee y haré los mayores esfuerzos para evitarle en todo lo posible invitaciones inoportunas. "Estoy haciendo gestiones para que pueda dar algún paseo en barco, de modo que espero no tenga la impresión de estar perdiendo enteramente su tiempo aquí. Había poco peligro de ello, pero incluso antes de su partida de Berlín Einstein estaba tratando de evitar compromisos. "Querido colega", escribió a Lindemann, el Oxford Luncheon Club, me ha escrito, y por así decirlo, me ha retorcido el brazo para convencerme no solo de llenar mi estómago en Oxford sino también para pronunciar un discurso. Desgraciadamente, esas personas son tan bien educadas que no solo conocen todo lo que en mi ignorancia no podría contarles sino que, lo que es más importante, gran cantidad de cosas que yo nunca he aprendido. En estas circunstancias le pregunto, ansiosamente: ¿Tiene que realizarse esto o puede ser evitado sin ofender el tacto o la tradición?: Contésteme enseguida, por favor, de modo que no les cause ninguna inconveniencia por el retraso. Lindemann intervino y no hubo discurso en el Luncheon Club. A su llegada a Oxford Einstein fue tomado bajo la protección de Lindemann y se le asignaron los servicios del infatigable sirviente y hombre para todo, James Harvey. Además Lindemann actuó como su instructor y guía, enseñándole las vistas y monumentos y presentandole a sus varios amigos y conocidos. Entre estos estaba el psicólogo John Scott Haldane y su esposa Kathleen, padres de J.B.S.Haldane el "enfant terrible" entre los geneticistas. "Eramos tan buenos amigos que mi marido se tomaba mucho trabajo para asegurarse que el profesor tuviera una audiencia apreciativa..." decía la esposa de Haldane. Fueron necesarios estos esfuerzos, puesto que aunque el Millner Hall de la nueva Rhodes House estuvo lleno en la conferencia inicial, gran parte de la audiencia se escabulló antes de que finalizara. "No les culpo" comentó J.S. Haldane "Si sus matemáticas son lo suficientemente buenas como para seguirle, su alemán ciertamente no lo será". Al final, solo quedó una pequeña audiencia y Einstein prometió que la próxima vez "el discurso sería pronunciado en inglés". Se oyó murmurar a Haldane "Gott bewahre!" (Dios nos libre!). La primera conferencia trató sobre la relatividad, la segunda sobre la teoría cosmológica, y la tercera sobre la teoría del campo unificado. Mientras que la primera y la

última fueron fundamentalmente síntesis de las ideas que Einstein había expuesto ya ampliamente, la segunda trató de su reciente abandono de la constante cosmológica. Admitió que esto presentaba dos problemas. Sería difícil conocer a partir de que había comenzado la expansión del universo; y mientras que su edad resultaba ser 10E10 años, había ya evidencias considerables de que la tierra era mucho más vieja. Otra cuestión era que su teoría limitaba el radio del universo a 10E8 años luz, una distancia a la que con el telescopio del Monte Wilson ya se había casi llegado. Como dijo, si llegan más lejos, esto podría "dar una apariencia engañosa" a su teoría. Incluso en Oxford donde los excéntricos son la regla en lugar de ser la excepción, Einstein destacó. Los estudiantes le querían y la esposa de Haldane contaba como un grupo de ellos le ayudó a descender del carruaje tirado por ponys en el que le habían metido los Haldane temiendo que pudiera perder una cita importante. Cuando descendía del carruaje en Tom Gate se arrancó un gran botón de su abrigo que quedó enganchado en el vehículo. La joven que le llevaba le desenredó y corrió tras él. "Yo no me preocuparía, señorita", dijo el portero del colegio. "El caballero no lo perderá. tiene ya un botón de repuesto en su abrigo". Fue en Tom Quad donde Gilbert Murray descubrió un día a Einstein con lo que Arnold Toynbee describe como un expresión distante en su cara. "Ese distante pensamiento tras la expresión perdida era evidentemente un feliz pensamiento porque, en ese momento, el semblante del desterrado era sereno y sonriente", escribió Toynbee. "Dr. Einstein, dígame que está pensando", pregunto Murray. "Estoy pensando", contesto Einstein "que después de todo, esta es una estrella muy pequeña". Todos los huevos del universo no estaban en este cesto que ahora estaba infectado por los Nazis; y para un cosmologista, este pensamiento era consolador." Una carta que Lindemann recibió de Elsa después de que su marido pasara una semana en Christ Church da algunas indicaciones sobre la vida de Einstein en esta su primera estancia en Oxford. "Me escribe cartas entusiastas", decía ella. Oxford, el tranquilo claustro del colegio, y los nobles alrededores se combinaron para producir un efecto refrescante y calmante sobre él. Estoy agradecida por todo el cuidado y atención que tan amablemente le han dispensado. Tengo sin embargo una petición que hacer. Mi marido no tiene ni secretario ni asistente y le llegan continuamente gran cantidad de preguntas y cartas de todas clases, aunque yo retengo aquí todo lo que puedo y no le envío casi nada. Es, en cualquier caso necesario que tenga alguna ayuda. No le pregunten, por favor, el rehusará debido a su gran modestia. Sería, sin embargo una gran amabilidad por su parte si simplemente organiza que, algún día que otro, fuera un secretario y le escribiera las cartas. Nosotros esperamos ansiosamente cosas escritas por su propia mano pero obtenemos muy pocas porque tiene mucho más que escribir. "La "gran amabilidad" se llevó a cabo durante el resto de su estancia.

En Oxford vio una Inglaterra muy diferente de la formalidad de la residencia en Londres de Lord Haldane, una Inglaterra en donde su procedencia judía, su ascendencia alemana, y su talla como científico eran dados por supuesto de modo que podía ser valorado y considerado como un ser humano. Le gustó la experiencia; disfrutó de los amigos de Lindemann, se empapó de la atmósfera de un Oxford que ha desaparecido casi en su totalidad durante los últimos cincuenta años; y siempre que deseaba rompía las barreras levantadas para preservar sus privacidad. Una imagen típica fue la descrita por Margaret Deneke, un personaje importante en Oxford cuya casa era una meca para los amantes de la música. "Conocíamos su gran interés por la música", decía de Einstein. y trajimos grandes artistas para tocar cuartetos y disfrutar de la música en nuestra casa. Eran personas cuyos nombres conocía y estaba encantado de que le invitaran para unirse a ellos. De esa manera se unió a nosotros. Posteriormente nos enteramos que no estaba bien visto que los forasteros le invitaran, pero él se encontraba a gusto aquí y eligió continuar viniendo. Interpretaba tríos y cuartetos. No dirigía, siempre prefería ser el segundo violín. De vez en cuando no entraba a tiempo o tenían que repetir algunas notas para que él entrara en el momento adecuado. El 23 de Mayo recibió el título de Doctor Honoris Causa en ciencias. Pasó unos cuantos días haciendo llamadas de cortesía y después se marcho a su casa, llegando a Berlín durante los primeros días de Junio. "La situación aquí es horrible", escribió a Lindemann, después de agradecerle toda su ayuda. "El dinero no tiene valor y la gente está inquieta y envenenada contra el gobierno. El futuro que nos espera es amenazador y obscuro". Estas palabras, escritas casualmente en una carta de agradecimiento, pudieron muy bien haber impactado en Lindemann quien durante los siguientes años fue el salvador de tantos judíos alemanes. Haciendo turismo en Alemania en su Mercedes con chofer, uno de los pocos físicos al que los camareros de los grandes hoteles de Europa llevarían automáticamente a la mejor mesa, Lindemann hizo una gran labor para sacar del Reich a la crema de los científicos del país, cuando Hitler llegó al poder. Algo de esto fue adelantado cuando escribió a Lord Lothian en Junio comentando sobre el éxito de Einstein en Oxford. "El participó en todas las actividades de ciencias en Oxford, asistió a los coloquios y reuniones para discutir y resultó tan estimulante e incitador a pensar que estoy seguro que su visita dejará una huella permanente en el progreso de nuestra materia", dijo. "Tengo la esperanza de que este período como conferenciante en Rhodes pueda ser el comienzo de relaciones más permanentes con esta universidad lo que solo puede resultar muy fértil y provechoso en todos los aspectos. El primer movimiento vino rápidamente. Se propuso que Einstein podría ser nombrado "Investigador Estudiante", el puesto más honorable para el que el colegio podía elegirle. Esto fue un triunfo personal para Einstein. Dentro de Christ Church se estaba desarrollando una intensa lucha interna sobre si dotar o no dotar económicamente a la investigación: por un lado estaba el partido movilizado por

Lindemann y el Censor Senior, Roy (ahora Sir Roy) Harrod, el economista; contra ellos se enfrentó un grupo de opinión que insistía en que los investigadores no podían pertenecer al club y que trastocarían completamente la vida en Common Room. Este último grupo estaba apoyado por un funcionario del colegio, que aseguraba que las dotaciones del colegio no se daban como subsidio para "un alemán judío". Luego, sin motivos evidentes, quedó claro que la candidatura de Einstein era aceptada. La razón para el cambio en ese equilibrio es interesante. Einstein había utilizado en Christ Church las habitaciones de R.H. Dundas, que se encontraba de viaje. A su vuelta Dundas abrió su libro de visitas y encontró lo siguiente escrito en alemán por Einstein: Dundas deja que sus habitaciones se estropeen Mientras él se encuentra lejos, Bebiendo sabiduría en la fuente En donde el Sol comienza su curso. Para que sus paredes no se enfríen Ha instalado a un viejo ermitaño, Uno que incansablemente predica Lo que el arte de los número enseña Estantes de apilados folios Meditan en solemnes filas; Parece extraño que uno pueda morar Aquí sin su ayuda también Queja: ¿Porqué está aquí esta criatura Con su pipa y tocando el piano? ¿Porqué debería vagar por aquí este bárbaro? ¿No podría haberse quedado en casa? A menudo, sin embargo, sus pensamientos vagan hasta el propietario que esta lejos, Esperando que, un día, cara a cara pueda contemplarle en este lugar Con sinceras gracias y saludos. Dundas estaba encantado con los versos. Tanto que se convirtió en un ardiente partidario de la beca de investigador para Einstein. Enseguida cada uno recordó como habían aceptado a Einstein, que buena compañía había sido. Los versos de Einstein posibilitaron que el decano pudiera hacer la propuesta formalmente sin ninguna posibilidad de que fuera rechazada. De hecho solo hubo un contestatario- un antiguo estudiante que escribió para decir que tal compromiso ponía en peligro sus derechos a una pensión. La carta fue recibida con desagrado. La noticia de la oferta llegó el 29 de Junio mediante Lindemann quien destacó que Einstein podría estar en Oxford un trimestre al año sin abandonar sus compromisos en Berlín. El compromiso como un miembro sénior de Chist Church- "llamado Fellow (socio) en la mayor parte de los colegios y estudiante en Chist Church (no en el sentido de estudioso)" como Lindemann explicó- sería por cinco años con una paga de 400 libras por año y la utilización de

un grupo de habitaciones y subvenciones para la comida si comía en el Hall: y se esperaba que pudiera visitar Oxford durante más o menos un mes durante el curso cuando le fuera conveniente". Einstein aceptó rápidamente, "encantado" según escribió a Lindemann, " de poder mantener el contacto con Oxford y con usted personalmente de forma tan regular". Pero ya en el verano de 1931, era más que mero amor a Oxford. "Aquí están sucediendo cosas extraordinarias", continuaba en su carta desde Berlín. "El Parlamento ha renunciado hasta cierto punto a su autoridad e inevitablemente se ha instaurado una cierta clase de dictadura. Esperemos que esto no nos arrastre a tensiones internas intolerables". Cuando los hechos se precipitaron solo atendió como estudiante en Chist Church durante dos años de su compromiso de cinco. Lo que tuvo que haber sido el disgusto de algunas personas en Oxford, las 1200 libras de su estipendio fueron para ayudar a otros alemanes judíos. La oferta de Chist Church llegó formalmente cuando Einstein estaba finalizando los trámites para una segunda visita al Instituto de Tecnología de California. A principios de año, Fleming le propuso que podría venir a Pasadena de una forma regular y Einstein había aceptado en principio. Parece que Fleming actuó por iniciativa propia, circunstancia bastante común en sus últimos años y que añadían un cierto aire de caos a algunos de los procedimientos del instituto, y los detalles de la oferta no están claros. Sin embargo, en una reunión convocada a principios de Otoño de 1931 para considerar el compromiso propuesto, dio su propia versión la cual fue descrita en una larga carta a Hale enviada por A.A. Noyes, director de investigación química en Caltech, "Fleming", dijo, no leyó sus propias cartas, sino dos cartas de contestación que había recibido de Einstein, la segunda escrita en Julio, en la que afirmaba que él (Einstein) había aceptado definitivamente un compromiso permanente, por 5000 dólares anuales más 15000 dólares cualquier año en que el asistiera al instituto durante diez semanas, más una renta vitalicia a su viuda de 3000 dólares. El mismo Einstein propuso reducir la cantidad de 25000 dólares propuesta por Fleming a 20000 dólares e incrementar la renta vitalicia propuesta a algo más de los 3000 dólares. Fleming dijo que Einstein le puso un telegrama en Agosto preguntándole si el acuerdo era definitivo, puesto que sus planes para el año en curso tenían que ser concluidos, pero no hemos conseguido que Fleming nos dijera que contestación había dado a este último telegrama de Einstein, aunque hice dos intentos. Parece probable sin embargo, que Fleming le dijera a Einstein que el compromiso era definitivo para el año en curso, pero que el plan definitivo tenía que esperar la actuación de los consejeros. Lo que sucedió fue lo siguiente. Millikan, que pronto estaría en Europa, fue encargado de asegurarse que el instituto captaba a Einstein para la siguiente temporada pero que se evitara por el momento cualquier oferta de un puesto permanente. Además, se le encargo una tarea aun más delicada. "El consejo es de la opinión de que se ha alcanzado un compromiso para el próximo año por un total

de 20000 dólares," fue informado por E.C. Barrett, secretario del instituto, inmediatamente antes de partir para Europa. "Si Einstein lo cree así, el consejo cumplirá este compromiso. Si Einstein no cree que hemos llegado a ese compromiso el consejo ha votado que le haga una oferta por un total de 15000 dólares más o menos. Millikan, el fiel sirviente del Instituto se dio cuenta de la vaguedad de Einstein con respecto al dinero. "Ahora la cifra de 7000 dólares de la que hablamos para una estancia de diez o doce semanas en Pasadena" escribía el 11 de Octubre, es la que yo había ya sugerido a algunos amigos financieros como digna y adecuada para tal servicio como el que el Profesor Einstein podría dar allí, y espero estar pronto en una posición en que pueda sugerir tal acuerdo como indefinido y esto sin poner a prueba las finanzas del instituto. ... Para el presente año y en vista de alguna correspondencia que creo que ya ha habido, estoy seguro que los consejeros esperan que decidamos sobre una cantidad considerablemente mayor y la aceptarán cualquiera que sea nuestra decisión. En otras palabras, ellos lo desean y todos nosotros deseamos mucho que venga. A pesar de que Einstein aparentaba estar en otro mundo, a pesar del hecho de que en una ocasión utilizó un cheque como una indicador de página en lugar de cobrarlo en el banco, su carácter todavía tenía una fuerte vena de conciencia campesina que rápidamente captaba cualquier intento de juegos de manos financiero. Su respuesta a Millikan, escrita desde Caputh el 19 de Octubre de 1931, no era, por consiguiente, tan sorprendente como probablemente le pareció a Millikan. "Muchas gracias por su amigable y franca carta". escribió. "pero he decidido permanecer aquí durante este invierno y se lo he comunicado a Herr Fleming y confirmado en la siguiente carta: Querido Herr Fleming, Herr Profesor Millikan me ha presentado sus nuevas propuestas. A la vista de ellas, hemos cambiado de idea y permaneceremos en Europa este invierno. Hemos decidido esto principalmente porque es repugnante para mi, en la difícil situación actual, aceptar esta invitación. Además debo confesarle francamente que los modos y maneras con que han sido llevadas las negociaciones conmigo, son por no decir más, algo peculiares. Después de su primera oferta escrita, usted recibió una detallada contrapropuesta a la que no recibí respuesta en absoluto. Al cabo de cinco semanas le envié finalmente un telegrama en el que le pedía me comunicara su decisión sobre el establecimiento de nuestro programa de invierno. En su respuesta me prometía el envió de un contrato como muy tarde para el 3 de Septiembre. Pero no recibí nada de esto. Recientemente el Profesor Millikan vino con unas nuevas ofertas en las cuales se ignoraba completamente nuestras negociaciones anteriores. De modo que no es para asombrarse el que haya decidido recuperarme de estas agobiantes negociaciones al sol del Sur de Europa, y para recobrar nuevas fuerzas para el futuro. Suyo, A. Einstein.

"Estoy encantado con la cordial visita de usted y su esposa", continuó diciendo al profesor Millikan. "Fue muy bueno por su parte informarme con algunos días de anticipación que ciertamente quedaré libre". Hasta aquí todo correcto. Pero este no fue el final del encuentro. Lo que sucedió a continuación no está perfectamente claro. Pero el resultado indica que Elsa escribió a Millikan casi un mes después, el 14 de Noviembre, enviando el contrato firmado por Einstein. Incluía detalles sobre la ayuda de secretaría que sería necesaria cuando llegaran a Pasadena a finales de Diciembre, y refería los arreglos domésticos necesarios para alquilar la misma casa que habían ocupado el año anterior. El repentino cambio por parte de Einstein pudo muy bien deberse a una posterior solicitud por parte de Fleming. Es verdad que cuando los Einstein llegaron a Pasadena a finales de 1931 fueron acomodados no en una residencia privada sino en las esplendidas instalaciones del Athenaeum, el club de la facultad en donde Fleming había cedido su propio apartamento para la ocasión. El segundo viaje de Einstein a Pasadena fue por lo tanto hecho en las mismas circunstancias que el anterior, pero la cuestión de hacer un viaje cada año había sido suscitada. Millikan le había inducido a suponer que esto era ya una clara posibilidad sino una certeza, y sin duda recordaba esto cuando hizo una anotación muy significativa en su diario: "He decidido hoy", decía "que imprescindiblemente abandonaré mi posición en Berlín y seré un ave de paso para el resto de mi vida". Fue con este estado de ánimo con el que llegó a Pasadena esta segunda vez, una circunstancia importante a la vista de la reunión a la que asistió al poco tiempo. La reunión fue con Abraham Flexner, el educador (docente) americano que estaba entonces organizando un nuevo tipo de instituto educacional, hecho posible cuando Mr. Louis Bamberger y Mrs. Felix Fulds donaron cinco millones, dos años antes, para lo que Flexner llamaba un "refugio en donde eruditos y científicos pudieran mirar al mundo y sus fenómenos como su laboratorio sin ser arrastrados de inmediato por el torbellino". Un pequeño numero de personal selecto no tendría obligaciones en el sentido usual de la palabra y el instituto para estudios avanzados, en que se convertiría, ofrecería así algo comparable a las condiciones que habían llevado a Einstein a Berlín hacia dos décadas: ninguna rutina y un montón de tiempo para pensar. Se había acordado que el instituto, cuya ubicación no había sido decidida todavía, se concentraría al principio en estudios matemáticos, y a principios de 1932 Flexner visitó Pasadena para pedir consejo a Millikan. Hubo una sugerencia obvia- ¿porque no hablar con Einstein?. "Conduje hasta el Athenaeum donde estaban él y su mujer y me reuní con ellos por primera vez". Escribió Flexner " Quedé fascinado por su noble comportamiento, su manera de ser sencilla y encantadora, y su sincera humildad. Paseamos a lo largo de los pasillos del Athenaeum durante más de una hora, yo explicando, él preguntando. Poco después de las doce apareció su esposa para recordarle que tenía un compromiso para la comida. "Muy bien", dijo de manera cariñosa, "tenemos tiempo para eso. Hablemos un

ratito más". "Antes de marcharse, Flexner dijo que iría a Europa a finales de año. Einstein pasaría la primavera en Oxford con Lindemann y acordaron verse de nuevo. "No tenía idea", recordaba Flexner después, "que él estuviera interesado en involucrarse con el instituto, pero me dio la mejor de las razones para pensar que una organización informal, tal como la que yo tenía in mente, sería mucho más importante en esta etapa de nuestro desarrollo y de desarrollo del mundo que otra universidad organizada". Esta era entonces la historia de Flexner: que en aquel momento no abrigaba ninguna intención de atraer a Einstein a su nuevo instituto. Sin embargo, se marchó de Pasadena dejando finalizados cuidadosos preparativos para un posterior encuentro. Durante esta visita a Pasadena Einstein dio conferencias sobre la curvatura del espacio y en una declaración conjunta hecha con de Sitter, que estaba también visitando el instituto, dijo que estudios recientes reforzaban la idea de un universo en expansión. De la mano de su trabajo científico llegaron una larga serie de declaraciones pacifistas que preocuparon gravemente a Millikan y las cuales iban a tener su efecto en la visita de Einstein del año siguiente. En una multitudinaria concentración sobre desarme en la High School en Whittier habló del grave peligro del militarismo, y puso sus esperanzas en la Conferencia de Desarme, que iba a comenzar pronto en Ginebra. En una reunión sobre asuntos mundiales patrocinada por la Universidad de Relaciones Internacionales de Los Angeles celebrada en Pasadena, en Febrero, reivindicó que "el desarme no puede realizarse en pequeñas etapas sino que tiene que realizarse de una sola vez o no se hará en absoluto". Al día siguiente dijo en una multitudinaria concentración en Santa Bárbara que la renuncia de al menos alguna soberanía política era esencial para la paz, mientras que al final del mes recomendaba a los oyentes del Civic Auditorium de Pasadena que la decisión de una Corte internacional debería "ser impuesta por todas las naciones actuando en común". Aquí, aunque sus amigos pacifistas no lo habían notado, hubo indicios de que la renunciación a la fuerza por parte de Einstein tenía un requisito: que debería proscribirse para fines nacionales pero no necesariamente para fines internacionales. En primavera volvió a Berlín, y a principios de Mayo marchó para Inglaterra una vez más, primero para dar su conferencia sobre matemáticas en Rouse Ball en Cambridge y después para hacer su primera visita a Oxford como un Investigador Estudiante. Dispuso de habitaciones en Chist Church y cenó en High Table la mayor parte de las noches. "Era una persona encantadora", dice Sir Roy Harrod, y entramos en estrechas relaciones con él. Dividía su tiempo entre las matemáticas y tocar el violín; mientras que se cruzaba el patio, se tenía el privilegio de escuchar las melodías provenientes de sus habitaciones. En nuestro Cuerpo de Gobierno yo me sentaba a su lado; teníamos un tapete verde sobre la mesa; escondido por el cual tenía sobre su rodilla varias hojas de papel, y observé como durante nuestras reuniones su lapicero se se movía incesantemente, llenando hoja tras hoja con ecuaciones. Su conversación en general no era muy estimulante, como la

del profesor que me temo no tuve la sensación, hasta donde yo me daba cuenta, de que estaba en presencia de un sabio o un gran pensador. más bien tenía la idea de que era muy buena persona, un alma sencilla, y más bien ingenuo en lo relacionado con asuntos mundanos. Tenía su pequeña reserva de historias divertidas muy poco sofisticadas. En una ocasión Lindemann pudo lucirse delante de su huésped: "Sucedió que Einstein mencionó en High Table alguna proposición matemática que pensó estaba bien establecida pero de la cual nunca había sido capaz de hacer la comprobación", dice Harrod. "El profesor volvió al día siguiente afirmando haber pensado en la prueba en su baño; Einstein estaba satisfecho". Lo que es más, Einstein continuó satisfecho. Doce años después, escribiendo a Lindemann, entonces consejero científico personal de Lord Cherwell y Churchill, añadió como post data en su carta:¿Recuerda la preciosa prueba acerca de los factores primos que hizo mientras estaba sentado en su baño? Parece que fue en esta visita cuando Einstein fue finalmente reclutado por Lindemann para las fuerzas que estaban luchando por la ubicación del nuevo observatorio Radcliffe, que se reivindicaba que fuera colocado en Oxford mejor que en Sudáfrica. Esta dura lucha de política universitaria estaba realizándose con razonamientos más bien mezquinos que científicos, y es difícil no pensar que la participación de Einstein fue más un tributo a su inocencia que una profunda convicción. Como dice el biógrafo de Lindemann,"El profesor debe haber sentido una sensación de triunfo cuando indujo al gran Einstein a testificar enfáticamente al lado de la universidad". El testimonio de Einstein no era ciertamente cualificado. "He examinado la declaración de los profesores Lindemann, Milne y Plaskett, y estoy completamente de acuerdo con los argumentos y opiniones expresadas allí", dijo. Sin embargo, ni siquiera eso fue suficiente. Cuando Lindemann y otros llevaron el asunto ante los jueces, perdieron el caso. El telescopio se construyo cerca de Pretoria. Antes de que Einstein abandonara Oxford, llegó Flexner. Se encontraron en Chist Church y en una agradable mañana comenzaron a pasear por el patio, aproximándose más y más en sus esfuerzos para resolver el problema del nuevo instituto. "Caí en la cuenta durante nuestra conversación", escribió Flexner, "que quizás él pudiera estar interesado en adherirse a un instituto de esa clase, antes de separarnos le dije: "Profesor Einstein, no me atrevería a ofrecerle un puesto en este nuevo instituto, pero si reflexionando decide que le podría dar las oportunidades que usted valora, usted sería muy bien venido con sus propias condiciones. "Einstein estuvo aparentemente evasivo: pero aceptó que puesto que Flexner iba a visitar Berlín más adelante ese año podrían reunirse de nuevo. Volvió de Inglaterra a finales de Mayo de 1932. Berlín ya era amenazadoramente diferente de la ciudad de unos cuantos meses antes. En Abril se había realizado la que fue, una elección presidencial alentadora. Puesto que el octogenario Mariscal de Campo Hindenburg, representando a Demócratas y Socialistas había sido reelegido, derrotando al líder del partido Nacional Socialista, Adolf Hitler. Sin embargo el presidente dejo ver pronto quien tenía su simpatía. En Mayo forzó a Brüning, el Canciller del Reich,

con cuyo apoyo había ganado ampliamente en las elecciones, a ceder ante Von Papen un hombre dispuesto a acabar con la República del Weimar. El gabinete formado por Von Papen unos días después no pertenecía, aparentemente, a ningún partido, pero de hecho era ultraderechista. Rápidamente expulsó al gabinete Centro Socialista de Prusia mediante una ley marcial y disolvió el Reichstag. El gobierno de la bayoneta había llegado. Lo que este movimiento hacia la derecha significó para los judíos en general y para Einstein en particular queda claro cuando el 2 de Junio el Diputado Kube anunció en la Dieta de Prusia que "cuando limpiemos la casa, la comparación con el éxodo de los hijos de Israel será un juego de niños". Para que no quedaran dudas sobre su significado, añadió que: "un pueblo que posee un Kant no permitirá un Einstein clavado sobre él". "La sabiduría popular, dijo Edgar Mowrer, "susurraba que un pueblo que rechazaba un Einstein no merecía un Kant". Muchos aún esperaba que en Alemania un gobierno cuasi-militar, con fuertes apoyos monárquicos, mantuviera al partido Nazi en su lugar. Einstein no se hacía tales ilusiones. Frank escribe que cuando un profesor expresaba esa esperanza una tarde en Caputh durante el verano de 1932, Einstein replicó: Estoy convencido de que un régimen militar no evitará la inminente revolución nacional socialista. La dictadura militar suprimirá la voluntad popular y la gente buscará protección contra el gobierno de los junkers y los oficiales en una revolución radical de derechas. Con este ambiente Abraham Flexner realizó su prometida visita a Berlín. "Era un día frío", escribió. Yo todavía llevaba mis ropas de invierno y un pesado abrigo. Cuando llegué a su casa de campo, hermosa y espaciosa, le encontré sentado en el porche llevando ropa de verano de franela. Me invitó a sentarme. Le pregunte si podía llevar mi abrigo. "Oh, si", replicó. "¿No está usted helado?", le pregunté, observando su ropa. "No," replicó, "llevo la ropa de acuerdo con la estación, no con el tiempo; y estamos en verano". Nos sentamos en el porche y conversamos hasta avanzada la tarde, cuando Einstein me invitó a quedarme a cenar. Después de la cena continuamos hablando hasta casi las once. Para entonces estaba perfectamente claro que Einstein y su mujer estaban preparados para venir a América. Le pedí que pusiera sus condiciones y me prometió escribirme en unos cuantos días. Einstein acompañó a su huésped hasta el autobús que lo trasladaba a Berlín, caminando bajo la lluvia, sin sombrero y con un suéter viejo. "Estoy muy entusiasmado (Ich bin Feuer und Flamme dafür)", dijo cuando se separaron. Al Lunes siguiente Flexner preparó un memorándum con los detalles de lo que iba a ser el compromiso oficial de Einstein para, virtualmente, el resto de su vida. Estos incluían, en palabras de Flexner, situación del nuevo instituto "contiguo a la universidad de Princeton, residencia desde Otoño hasta aproximadamente mediados de Abril, salario, pensión, etc., y un nombramiento independiente para el profesor Mayer. Cuando se comentó por primera vez la cuestión del

salario Einstein dijo que quería 3000 dólares al año. "¿Podría vivir con menos?" preguntó, según recordaba Flexner posteriormente. "Usted no podría vivir con esa cantidad", le contestó. "Deje que su esposa y yo arreglemos eso". El resultado fue un salario de 16000 dólares al año, que se mantendría después de su jubilación. Einstein tuvo mucho cuidado en dejar claras dos cosas: que pasaría los meses de invierno otra vez en Pasadena, y que aún tenía obligaciones con la Academia Prusiana de Ciencias y con Chist Church en Oxford. A juzgar por las memorias de Hermann Weyl, que se reunió con él en el instituto, hubo otras reservas. Recordando una reunión entre Einstein y él mismo, Flexner, y el Dr. Frank Aydelotte, un consejero del nuevo instituto y más tarde sucesor de Flexner, Weyl dijo que cualquier duda que pudieran tener para abandonar Alemania e integrarse en el nuevo instituto de Flexner fueron disipadas enseguida con la llegada de Hitler al poder. El 22 de Junio, Elsa explicaba la situación en una carta enviada a California. "Mi querido Profesor Millikan", escribió. Es usted consciente de cuanto desea mi marido obtener un nombramiento para el Dr. Mayer, y por consiguiente, y casi como podía esperarse, mi marido ha aceptado el puesto que ofrece esto al Dr. Mayer. Además mi marido valora su trabajo muchísimo. Así que la suerte está echada; ha aceptado la oferta de Flexner. Recuerdo los tiempos tan hermosos que pasamos en Pasadena. Nunca lo olvidaremos. Pero Alberto ha sentido la responsabilidad de no poder cuidar de Mayer. Y quedó muy aliviado cuando se hizo esto. ¿Desea todavía, en estas circunstancias, que mi marido vaya a Pasadena el próximo invierno?. Yo lo dudo. Esta claro por esto, si no por la propia cuidadosa carta de Einstein, que la aceptación de la oferta de Flexner era un importante cambio del énfasis desde la costa Oeste a la Este, desde el viejo Caltech al nuevo instituto. Que el mismo Millikan lo vio bajo este aspecto es obvio por la carta de disgusto que escribió a Flexner. Con un aire de sorpresa- que ignoraba la presentación que el hizo de Flexner a Einstein el año anterior- apuntaba que "acababa de recibir una carta del Dr. Einstein diciendome que esta usted organizando en Princeton un instituto de investigación teórica y que él había aceptado alguna especie de compromiso permanente a tiempo parcial para participar en los trabajos de ese instituto que iban a comenzar en el otoño de 1933, y que esto va a hacer imposible su continua asociación con el correspondiente instituto que había sido laboriosamente preparada durante los últimos diez años. Millikan no estaba, él aclaraba, pensando en su propio instituto, sino en cosas más importantes. "Si el progreso de la ciencia en los Estados Unidos, será beneficiado por tal acción, o si la productividad del Profesor Einstein se incrementará por tal transferencia, es como mínimo discutible", continuó. "El trabajo en el que están su interés y su actividad está mucho más fuertemente desarrollado aquí que en Princeton, y estoy inclinado a pensar que con los progresos que sobre astrofísica están en perspectiva aquí, esa seguirá siendo la situación". Concluía expresando

la esperanza de que Flexner podría aún colaborar con su propio instituto en alguna empresa conjunta y que, incluso si esto no fuera posible, Einstein podría "pasar la mitad del tiempo que permaneciera en el país en Princeton y la otra mitad aquí...." Flexner, con el contrato de Einstein a buen seguro en su bolsillo, pudo dar una altiva respuesta. Después de apuntar que "totalmente por accidente" había estado en Oxford al mismo tiempo que Einstein- un comentario ingeniosamente diferente del informe que iba a escribir cuando Millikan murió, se defendía en términos ligeramente injuriosos. "No puedo entender que residir durante breves períodos en varios lugares sea sensato y apetecible. Mirando este asunto desde el punto de vista del Profesor Einstein, creo que usted y todos sus amigos se alegrarán de que haya sido posible crear para él un puesto permanente del carácter más arriba indicado". El asunto de la visita del próximo Otoño se resolvió rápidamente: Millikan estaría tan contento como siempre de ver a Einstein- no podía ser menos, podemos pensar, porque esto reforzaría sus posibilidades contra cualquier tipo de halago que Flexner estuviera ofreciendo. Lo que fuera a suceder después de que Einstein hubiera comenzado a visitar Princeton- "puede ser que se encuentre una solución de manera que él pueda venir de vez en cuando a Pasadena", escribió Elsa a Millikan el 13 de Agosto- quedó en el aire. Pero Einstein nunca volvió a visitar Pasadena después del invierno de 1932-33. Debemos hacer algunos comentarios sobre esta pelea por los últimos años de Einstein. El primero es que las vacilaciones en la oferta inicial de Fleming, y después su cambio por la de Millikan, dejó un desagradable sabor en Einstein. Si hubiera conocido la verdad sobre la operación de recorte de Flexner contra Caltech, hubiera tenido la misma sensación respecto a la oferta de Princeton. En cualquier caso, era lo suficiente sagaz para saber como estaban las cosas y no habría tenido escrúpulos en contra de que tales adversarios lucharan uno contra otro. Con Einstein, la obtención de las mejores condiciones para su trabajo justificaba cualquier cosa. Estaba realmente ansioso de llevar a Mayer con él a donde quiera que fuese, y fue este un asunto para Elsa. Como lo consiguiera ella no tenía importancia, porque una vez que él había tomado la decisión, Einstein dejaba los detalles a ella, no preocupándose mucho de como su decisión se llevaba a cabo. El compromiso era, por otra parte, todavía un asunto a tiempo parcial para el invierno. Esta condición del contrato quedó clara en una declaración desde Berlín. " Me han concedido permiso para ausentarme de la Academia Prusianadurante cinco meses al año durante cinco años", aclaraba. "Espero pasar esos cinco meses en Princeton". No abandono Alemania. Mi residencia permanente estará todavía en Berlín". Y ahora, preparado para lo peor mientras esperaba lo mejor, comenzó a prepararse para su tercer viaje a Pasadena. Antes de su marcha visitó otra vez Bélgica, haciendo una corta visita al Rey y a la Reina en Laeken. En una carta de agradecimiento a Su Majestad la Reina fechada el 19 de Septiembre escribió que "fue una gran alegría para mi

explicarle algunos de los misterios frente a los cuales los físicos quedan en silencio. Entonces, inesperadamente, recibió noticias de Weizemann sobre la Universidad Hebrea. Habían tenido una reunión Magnes y Weizemann. Los detalles no fueron transmitidos pero el resultado fue que un Comite de Estructura imparcial iba a investigar la situación. A partir de este hecho, Weizemann continuaba confiadamente. "Ahora voy a pedir que usted se una al Consejo de Dirección", escribió. Una solicitud que se que será apoyada por todo aquel que realmente lleve a la universidad en el corazón. Le recuerdo una promesa que me hizo, de que usted lo haría bajo mi liderazgo. Todos aquellos que han luchado para realizar reformas, que ahora parece se van a realizar, tendrán un gran empujón moral con su vuelta, aparte de otros beneficios que reportaría. No podemos perderle, aunque no podemos ofrecerle una "casa científica" como Princeton. Pero ¡quien sabe! Ahora que voy a pasar más tiempo en Jerusalén tengo la intención de mejorar la física y la química, y quizás entonces nos visitará usted. Einstein contestó que estaba encantado de oír esas noticias. Dio consejos sobre el departamento de física casi como si ya estuviera en el Consejo de Dirección. Pero esto no era nada más que la física tomando el control. Añadió que le gustaría unirse al Consejo si hubiera reformas en la universidad, pero dejó claro que el no se tomaba las afirmaciones de Weizmann totalmente a su valor facial, y daba a entender que el nuevo comité tendría primero que producir resultados. En cuanto a la visita a Palestina, fue estudiosamente ignorada. Weizemann, como Flexner, Millikan y Lindemann, trataban de ganarse a Einstein mientras que los acontecimientos en Alemania hacían cada vez menos probable que pudiera continuar en su país durante mucho más tiempo. Einstein sopesó todas las ofertas e insinuaciones con su criterio usual: hasta que punto le permitirían continuar con su trabajo. A finales de Otoño, se preparó para ir a Pasadena otra vez. Por un corto período pareció como que podría no ser posible. Porque mientras que la oposición antisemita a Einstein iba creciendo en Alemania, una oleada de protestas estaba creciendo en los Estados Unidos. La junta del Consejo Patriótico Nacional emitió una declaración describiéndolo como un bolchevique alemán y añadiendo que su teoría "no tenía ni valor ni propósito científico, ni era inteligible porque no hay nada que entender", una valoración que mereció una inmediata respuesta por parte de Einstein: "¿No sería divertido que no me dejaran entrar? Porque, el mundo entero se reiría de América". La posibilidad era menos absurda de lo que parecía, porque la Liga de Mujeres Americanas emitió una declaración solicitando que el Departamento de Estado de los Estados Unidos no concediera un visado de entrada a un hombre como Einstein, un miembro de la Oposición Internacional a la Guerra (War Resisters International) a quien ellas describían como un comunista. El sentido común sugería que la protesta fuera ignorada, pero el placer que sentía Einstein por hacer que la oposición pareciera tonta llegó a su cima. "Nunca he

experimentado antes un rechazo hacia el progreso tan enérgico por parte del bello sexo, o si lo he experimentado nunca por tantas al mismo tiempo", dijo en una declaración pública. Pero ¿no tienen razón estas vigilantes ciudadanas?. Porque, nadie abriría sus puertas a una persona que devora a insensibles capitalistas con tanto aprecio y gusto como, en días pasados, el Minotauro en Creta devoraba a deliciosas doncellas griegas, y encima es tan poco honorable que rechaza toda clase de guerra, excepto la inevitable guerra con la propia esposa. Por consiguiente escuchen a su inteligente y patriótico género femenino y recuerden que el Capitolio de la poderosa Roma fue salvado una vez por el cacareo de sus fieles ocas. En cuanto en lo relativo al pacifismo las protestas de América estaban bastante justificadas. Pero estaban terriblemente equivocadas en lo relativo a la actitud de Einstein hacia el comunismo y la Rusia Soviética. Tan solo unos pocos meses antes había rehusado firmar un llamamiento de Henri Barbusse, un hombre con cuyas perspectivas pacifistas simpatizaba enormemente, solamente por el hecho de su "glorificación de la Rusia Soviética". El había, le contó a Barbusse, llegado a algunas sombrías conclusiones sobre el país. "Por encima de todo parece ser una lucha personal en la cual los medios más abyectos son utilizados por individuos ansiosos de poder actuando por motivos puramente egoístas, en el fondo parece estar la completa supresión de las libertades individuales y de expresión. Uno puede preguntarse si la vida merece la pena en esas condiciones". Pero estas opiniones se ignoraron. Lo que se conocía era la opinión de Einstein de que Rusia en los años entre guerras, no tenía intenciones agresivas. más de una vez dijo que pensaba que Lenin era un gran hombre; y una década antes había intentado interceder en la causa del Sionismo con los Rusos en Berlín. Pero habría estado igualmente dispuesto a interceder con el demonio si pensara que algún bien pudiera resultar de ello. Su opinión de la Revolución era compleja pero equilibrada y sopesaba lo bueno y lo malo con bastante juicio; pero este equilibrio estaba oculto por su propia culpa y si era acusado injustamente solo podía culparse él mismo. Finalmente le fue concedida la visa, y a primeros de Diciembre él y Elsa terminaron los preparativos. A pesar de su afirmación anterior de que deseaba mantener una residencia permanente en Berlín, a pesar de su inquebrantable esperanza y valiente apariencia, no se hacía ilusiones mientras que pasaba los últimos días de Noviembre en la casa de Caputh con la que se había encariñado. Cuando salía hacia Berlín para dirigirse luego por tren a Antwerp en donde él y su esposa embarcarían para los Estados Unidos, se volvió hacia su esposa y comentó: "Antes de abandonar nuestra villa esta vez, mirala bien". Cuando ella preguntó porqué, el contestó: "Nunca volverás a verla". Elsa, dice Philipp Frank, pensó que el estaba haciendo el tonto. CAPITULO 16

ADIÓS A BERLÍN Einstein y Elsa llegaron a California a primeros de Enero de 1933, su tercera visita en tres años. Parecía como si esto pudiera ser una cosa habitual, aunque los meses de verano fueran reservados para Princeton y sus compromisos en Berlín limitaran más su tiempo libre. Millikan esperaba ciertamente que esto sucediera así, y había hecho grandes esfuerzos para asegurarse esta visita cuando parecía que el instituto podría no encontrar el dinero necesario. La salvación vino finalmente de la mano del Oberlaender Trust de Filadelfia, organizado para "permitir a los hombres y mujeres americanos, sin importar la raza, credo o color, que estén comprometidos activamente en trabajos que afecten al bienestar público, llegar a familiarizarse mejor con actividades similares en países de habla alemana". En 1931 le concedieron a Millikan una beca Oberlaender "para entrar en contacto con eruditos, conferenciantes y universidades alemanes". Al año siguiente, después de numerosas contactos con Millikan, el Trust votó "para destinar la suma de 7000 dolares para cubrir los gastos del profesor Einstein en América por algún tiempo durante el año académico 1932-33. El dinero sería entregado al profesor Millikan como una beca para el profesor Einstein, exclusivamente para trabajo científico". Sin embargo hubo una observación adicional respecto a la exclusividad. Porque cuando Millikan estaba completando los acuerdos con Einstein, escribió al Trust acordando que su huésped daría "una emisión radiada que sería beneficiosa para las relaciones Germano-Americanas". Esta fue la cuota que tuvo que pagar Einstein para obtener el apoyo que hiciera posible su tercera visita a Pasadena. Si él se dio cuenta de esto antes de iniciar el viaje no está claro. Pero el deseo de Millikan de ser leal al Trust ciertamente aumentaba la inquietud de que Einstein pudiera estropear los planes de lo que debía ser, en muchos sentidos, una emisión de propaganda. Austeramente conservador, vagamente militarista, y con más de un punto de entusiasmo derechista, Millikan tenía motivos para preocuparse. El empeño de Einstein en defender su ideal pacifista durante visitas anteriores había hecho mucho para fomentar la contracorriente de oposición que fluía por todo el escenario americano y que ni siquiera los halagos podían esconder enteramente. Y había obligado a sus colegas científicos a realizar, en más de una ocasión, equilibrios verbales en su defensa. El mismo Millikan, un hombre que carecía de conocimientos pacifistas tanto como Einstein carecía de instinto agresivo, se vio forzado a contestar a una apasionada apelación del Cte. General Amos A. Fied, que le escribió para "protestar contra los americanos que, en nombre de la ciencia, están ayudando e incitando la enseñanza de la traición entre la juventud de este país siendo anfitriones del Doctor Albert Einstein". Fried continuaba diciendo que cuando habló últimamente con Millikan, una cierta cantidad de radio por valor de 100.000 dolares iba a ser regalado a Madamme Curie que valía, terminaba, en su opinión un millón de Albert Einsteins. La contestación al General Fried arroja una luz muy interesante sobre Einstein y también ayuda a explicar, en cierto modo, los esfuerzos que hizo, movido por el pánico,

para evitar que hablara sobre temas no científicos. "Es completamente cierto", contestó el ocho de Marzo Que Einstein ha sido explotado por toda clase de agencias que actuaban de una manera interesada. En parte han sido del tipo de Charlie Chaplin y en parte del tipo de Upton Sinclair. En el último en particular se han malinterpretado sus citas hasta tal punto que no me sorprende que un hombre como usted mismo haya sido informado erróneamente por la avalancha de literatura de este tipo. No digo que Einstein no haya cometido errores por si mismo, porque lo ha hecho. Es excesivamente directo, honesto y como un niño, y solo últimamente y debido a experiencias bastante amargas ha aprendido la lección del peligro que representa el confiar en cualquiera que pretende actuar por elevados motivos. Incluso más, no ha sido siempre juicioso en sus declaraciones, y en uno o dos ejemplos ha tenido deslices muy peligrosos que él ahora reconoce, y quiero recordar prácticamente todos los discursos y entrevistas que ha hecho en las que fue muchas veces extraordinariamente profundo, agudo y juicioso. Pero cuando fue al Este el año pasado dijeron los periódicos que había dicho un número de cosas que yo condeno por erróneas tan duramente como lo hace usted- por ejemplo el comentario del dos por ciento, si fue hecho, es uno que no hubiera hecho ningún hombre experimentado. Todos necesitamos algún tiempo para adquirir juicio. Por supuesto le estoy escribiendo ahora solo para informarle que creo que usted ha caído en el mismo error que Einstein, y ha confiado en informes y personas malintencionadas que no son dignas de confianza, y por esa confianza ha cometido un error, fundamental, en su opinión sobre este hombre. Yo no confiaría solo en mi propio criterio, pero se que es un hombre con las mejores cualidades y carácter, que ha cometido errores, cierto, pero no tantos como la mayor parte de nosotros. Millikan hizo lo que pudo. Actuó honradamente para defender lo que no tenía demasiados deseos de defender. Pero debajo de su capa de confianza estaba seriamente preocupado por que su huésped pudiera dar otro discurso del "dos por ciento" que invalidara la próxima emisión radiofónica o afectara al flujo de dinero que entraba en el instituto proveniente de ricos mecenas. Esto queda claro en su comentarios privados al Trust después de que Einstein se reuniera con los reporteros a su llegada a Pasadena. "Se maneja bien", escribía Millikan "con una habilidad que, estoy seguro que si ustedes le hubieran visto, les ayudaría a tranquilizarse sobre cualquier adversa influencia que pudiera ejercer, de modo que diera más munición a esos que han estado extendiendo estos informes grotescamente ridículos sobre sus conexiones con influencias que aspiran a socavar las instituciones e ideales americanos...". La emisión para "ayuda a las relaciones GermanoAmericanas" iba a realizarse el 23 de Enero y hasta entonces funcionaron bien las medidas de seguridad de Millikan, aunque solamente al precio de revelar a Einstein lo limitada que era su libertad de acción. Había aceptado no hacer apariciones en público a excepción de las que hubiera organizado personalmente Millican "bajo solemnes

auspicios". "Pero incluso después de esta conversación", Millikan informó al Trust. De pronto descubro que algún grupo, en absoluto representativo, de los llamados "Opositores a la guerra" (War Resisters) en la universidad de California en Los Angeles fueron a verle, fingiendo que eran solo una asamblea privada sin ningún significado público, y él había sido tan poco juicioso como para creerlos y aceptar decir algunas palabras. Averigüé después que este grupo había editado panfletos que habían repartido por todas las instituciones del Sur de California anunciando que él asistiría el último Domingo e iba a hablar. Me di cuenta enseguida que esta situación estaba cargada de dinamita, me dirigí directamente a él y le dije que debería cancelar el compromiso. Por consiguiente telefoneé a UCLA y todo quedó cancelado, con la prensa de Los Angeles explicando los motivos de la cancelación de una manera realmente útil. La forma en que todo se planeó fue, de hecho, preparado en nuestra oficina... Einstein parece haber consentido sin protestar esta hábil manipulación. Millikan, si hubiera recordado la reacción de su huésped al escamoteo financiero realizado por el instituto el año anterior, habría sentido algún escrúpulo respecto al futuro. Sin embargo, había sido salvado el presente, y la emisión de Einstein sobre "Acuerdos Germano-Americano" fue un éxito inmediato como todo el mundo había esperado. La emisión fue precedida por una cena de etiqueta en el Ateneo y aquí Einstein se encontró por primera vez con Leon Watters, un judío bioquímico, millonario, que se convertiría en un íntimo amigo de Einstein durante las dos últimas décadas de su vida. Watters, neoyorquino, había comenzado a financiar al instituto el mes anterior y como resultado de ello se encontró, junto con su mujer en la presidencia de la mesa, separado de Einstein solamente por una mujer de considerable riqueza que estaba también apoyando al instituto financieramente. "Pronto noté", Watters escribía después, Que, mientras que la dama estaba hablando mucho, Einstein solamente asentía. Parecía estar incómodo. Me incliné y le ofrecí un cigarrillo de mi pitillera. Dudó, después sonrió, cogió uno, lo encendió y lo consumió en tres intensas caladas. Mientras servían el café cogí un puro de mi bolsillo y escribí los siguientes versos en una tarjeta que uní al cigarro y se lo ofrecí. El sacudió su cabeza y dijo: "No, gracias; prefiero mi pipa". Pero se dio cuenta de la tarjeta, la leyó, y soltó una carcajada. En la tarjeta había escrito unos versos de un poema de Bert Leston Taylor, que decía: "Cuando los hombres se están insultando y gesticulando/ y el mundo es un cencerreo y una sacudida/ yo medio (sic) en el espacio interestelar/ y me fumo un cigarro suave". Eso pareció soltar su lengua. Me pidió que le deletreara mi nombre y yo le enseñé mi tarjeta. Me preguntó si estaba enseñando en el Instituto de Tecnología de California y le explique que no, que yo era solamente un visitante. ¿Estaba solo?

En cierta manera Watters, con su coche con chofer y su apartamento en la Quinta Avenida, con su superficial acercamiento a la ciencia, era la antítesis de todo lo que Einstein creía. Sin embargo una práctica amabilidad interior fue suficiente para ligarle a Einstein y a su esposa, como su prolongada correspondencia, profundamente personal, iba a mostrar más tarde. Los cimientos para esa amistad fueron creados esa misma tarde mientras Watters y el resto de sus cuidadosamente escogidos invitados siguieron a Einstein al Civic Auditorium de Pasadena. Aquí el programa titulado "Simposium sobre América y el Mundo", patrocinado por la Asociación de Presidentes de los Estudiantes de la Southern California College, iba a ser emitido por la National Broadcasting Company. Einstein comenzó hablando de dos obstáculos. "El primero de estos", dijo "es el obstáculo de llevar el smoking. Cuando los hombres se reúnen por motivos ceremoniales ataviados con sus ropas de vestir, crean a su alrededor de forma rutinaria una atmósfera de la que, la vida real con su rigor, queda excluida. Hay una atmósfera de oratoria biensonante que gusta de unirse a estas ropas. Fuera con ello. Después de esta típica introducción Einsteniana habló del contenido cargado de emoción de algunas palabras- "herético" en relación con la Inquisición, "Comunista" en los Estados Unidos, "Judío" entre los grupos reaccionarios en Alemania, y "burgués" en Rusia. "Me gustaría llamarlo el obstáculo del tabú", dijo de esta característica de las relaciones humanas. Continuó hablando con palabras apacibles y sensatas, de las perspectivas de las relaciones GermanoAmericanas y de la situación económica. "Fueron", comentaba en su editorial el New York Times, "exactamente las mismas cosas que hemos escuchado cientos de veces a otras personas. El espíritu del discurso de Einstein fue bueno, incluso pomposo; pero no arrojó ni un simple nuevo rayo de luz sobre una situación sombría". Mientras tanto, en Alemania, Hitler se preparaba para aceptar la solicitud de los alemanes. Einstein permaneció en Pasadena durante otras siete semanas, obedeciendo los preceptos de Millikan de mantener la boca cerrada y hacer algunas visitas para descansar a lugares tales como el Rayben Farm Hope Ranch, desde donde envió, en una carta, este corto poema a la reina de los belgas: "Hay un árbol en el jardín del claustro/ que fue plantado por su mano/ tiene un pequeño retoño como saludo/ porque ahí debe permanecer por siempre./ Le envía un amistoso saludo su A. Einstein". Por muy humillante que su forzado silencio pudiera haber sido, debería agradecerle a Millikan el evitarle una situación embarazosa. Porque fue por instrucciones de su anfitrión que declino finalmente la invitación para ser huésped de honor en el banquete de la Convención Nacional de las Artes, Literatura y Ciencias. Earl C. Bloss, primer Vicepresidente de la Convención, había escrito a Millikan explicandole que muchos de los invitados estaban declinando la invitación y añadía que recientemente había sido "unánimemente decidido que el éxito del banquete no sería cuestionado si reemplazáramos la presencia del profesor Einstein por la de algún otro destacado personaje". Finalmente fue elegido un Oficial de alto rango de la Marina. Millikan fue debidamente informado que la

Convención más que apreciaba "lo que usted ha hecho evitandonos la presencia del Profesor Einstein". Tales muestras de la cólera y desconfianza que las declaraciones pacifistas e izquierdistas levantaban en los americanos explican la inquietud de Millikan al aproximarse la fecha de partida del visitante. Anteriormente había escrito al Oberlaender Trust diciendo que temía "los posibles esfuerzos de todo tipo de los grupos radicales para aprovecharse de él cuando abandonara Pasadena, especialmente si se dirige al Este- como creo que son sus planes- por tren en lugar de ir por barco". A principios de Febrero su peores temores se hicieron realidad. Einstein se iba a dirigir al Este por tren. más, iba a dar un discurso en Chicago y otro en New York. En vista "de los deslices que hemos sido lo suficientemente afortunados como para evitar", Millikan se preguntaba que podría hacer al respecto el Trust en Filadelfia. La respuesta fue que podía hacer muy poco. El secretario, Mr. Thomas, escribió a Einstein desde el Trust, observando que no había tenido contestación a cartas anteriores, diciendo que había oído de planes para dar discursos, y diciendo bastante dolorosamente que le gustaría tener información de ellos lo antes posible. La escasa evidencia sugiere que si Einstein prestó alguna atención a las cartas de Mr Thomas se limitó a guardarlas en su bolsillo con la determinación de que una vez abandonase Pasadena se recuperaría del largo silencio al que había sido obligado. Mientras sucedía esto, otros sucesos acapararon sus pensamientos. Con la perspectiva del tiempo, las razones son evidentes. Porque mientras Einstein estaba tratando otra vez sobre el enigma del universo con Hubble y Tolman en Monte Wilson, dando conferencias a los estudiantes, y actuando generalmente como un enlace científico oficial entre el Caltech y el instituto Kaiser Wilhelm de Berlín, los sucesos en Alemania se habían desarrollado con amenazadora inevitabilidad. Durante el último mes de 1932 Kurt von Schleicher se había convertido en Canciller; durante algunas semanas intentó desesperadamente formar un gobierno estable. No lo consiguió, el tercer hombre en fracasar en muchos años. El 30 de Enero, el Presidente Hindenburg se dirigió al único líder que creía que podría hacer la cuadratura del círculo.- Adolf Hitler. El efecto sobre Einstein fue inmediato y total, quizás sorprendentemente para un hombre de modos tan apacibles, sin interés en los equilibrios y contraequilibrios políticos, eternamente optimista de que con buena voluntad lo peor podría evitarse. Pero ahora sabía que su profecía de "Nunca verla otra vez" pronunciada cuando abandonaba Caputh era más probable que se cumpliera que el regreso a Alemania anunciado en su declaración de Octubre. Su primer acto fue cancelar la conferencia que iba a pronunciar en la Prussian Academy a su regreso a Berlín. El 27 de Febrero escribía a su amiga, Mrs Margarete Lebach, que "no osaba entrar en Alemania por Hitler". Unas cuantas horas después el Reichstag estaba en llamas, incendiado por el subnormal holandés van der Lubbe. En unos pocos días el incidente había sido explotado por el nuevo gobierno Nazi para publicar precipitadamente decretos de emergencia que le daban poderes totalitarios. Y el 2 de Marzo cualquier duda de que la privilegiada posición de Einstein le pudiera preservar del creciente odio antisemita del gobierno fueron

disipadas por un destacado artículo editado en el Völkischer Beobachter sobre "internacionalismo cultural", "traición internacional" y "excesos pacifistas". En el, escogieron a Einstein para atarcarle, junto con Heinrich y Thomas Mann, Arnold Zweig, y una corta lista del lideres intelectuales, académicos o artistas. El 10 de Marzo Einstein hizo pública su decisión. En una larga entrevista con Evelyn Seeley del New York World Telegram la víspera de su salida de Pasadena dijo: "Mientras que pueda escoger en este asunto, viviré únicamente en un país donde las libertades civiles y la tolerancia e igualdad de todos los ciudadanos ante la ley prevalezca. Libertades civiles implican libertad para expresar las convicciones políticas de la persona, oralmente o por escrito; tolerancia implica respeto por las opiniones de los otros cualesquiera que sean. Estas condiciones no se dan en Alemania en la actualidad". Concluyendo la entrevista, Einstein dijo que probablemente se asentaría en Suiza. A continuación asistió a un último seminario en el instituto. Cuando abandonaba la habitación, la ciudad de Los Angeles, a una veintena de millas, fue sacudida por el peor terremoto de su historia. Simbólicamente, el periodista dijo que "cuando se dirigía al seminario, caminando a través del campus, el Dr. Einstein sintió el suelo temblar bajo sus pies". Así, a mediados de Marzo de 1933, Einstein estaba en la situación que había predicho correctamente a Infield hacía más de diez años. Ya no podía vivir en el que fuera su país de nacimiento y desde 1919, el país que voluntariamente adoptó. Puesto que en 1920 no había en Alemania elementos dudosos que fueran nacionalistas, civilizados y libertarios; puesto que en 1920, formaban una minoría, indefensa y silenciosa. La desilusión de Einstein estaba así compuesta. Durante el resto de su vida sintió un doble rencor contra Alemania: primero por haber nacido allí y, peor aún, por haber sido mal aconsejado para tomar la nacionalidad alemana otra vez cuando podría haber continuado simplemente como ciudadano suizo. Incluso así, está claro que no había ni siquiera comenzado a comprender la naturaleza de la revolución que estaba barriendo Alemania. Si la hubiera comprendido no hubiera escrito a Planck lo que escribió el 9 de Marzo- no solo sugiriéndole que los especialistas deberían abandonar Alemania para trabajar en un comité científico internacional, sino incluso preguntando si Planck podría presentar esta idea a la Academia. "Estuve recientemente con el Profesor Hale del Observatorio del Monte Wilson, que es el actual presidente del Research Council", escribió. Dijo que deseaba hacer un intento para suprimir totalmente la política de los trabajos de cooperación científica internacional. Esto es lo que desea hacer: Primero quiere formar un comité de trabajo de especialistas de todos los países, con el fin de transferir métodos científicos de una disciplina a otra (por ejemplo, transferir métodos de la física a las ciencias biológicas). Naturalmente desea dar una parte de este trabajo a investigadores alemanes. Pero no desea que parezca como si esta invitación puenteara a las instituciones científicas alemanas. Desea atraer de cada país solamente a esos

especialistas interesados genuinamente y que no tienen intereses políticos que servir. Espera que todos los científicos de buena disposición le ayuden y también que las instituciones de países particulares lo sancionen, si se tiene cuidado en eliminar todas las influencias políticas del trabajo científico, y así generar otra vez las condiciones que anteriormente fueron habituales. Herr Hale desea conocer su opinión sobre esto. Desea saber si estaría dispuesto a presentar la idea a la Academia de una forma amistosa. Piensa que yo debería escribirle antes puesto que así, en su contestación, puede con toda sinceridad dar su opinión. Solo utilizaré sus respuestas hasta donde usted desee, y hasta donde sea necesario para expresar su punto de vista. Después, si usted y la Academia se encuentran bien dispuestos para esto, consideraremos que personas podrían llevar a cabo trabajos útiles sobre los problemas que deben ser resueltos por la Comisión. Cualquier sugerencia en cuanto a los nombres sería valiosa para la comisión o a Herr Hale; esto, entonces, sería la segunda preocupación. Yo mismo estaría muy contento si Herr Hale, y todos sus esfuerzos por la ciencia, tuviera éxito. No existe ninguna duda sobre lo genuino de sus deseos; sus ideales, regidos por su devoción a la investigación, son más que garantía de ello. Por favor envíe su respuesta a Herr Ehrenfest, Leiden, Holanda, puesto que yo no estoy aún seguro de donde plantare la tienda. La respuesta, en negativo, llegó hacia finales de Abril y Einstein la transmitió sin demora a Hale desde el centro turístico belga en donde se había asentado temporalmente. El y Elsa habían salido de Pasadena el 11 de Marzo, viajando por tierra hasta New York, vía Chicago, como habían proyectado. Las repercusiones fueron menores de los que Millikan temió, en parte porque había aceptado asistir a una comida de aniversario organizada por un comité local para ayuda de la Universidad Hebrea, y su tiempo para otros asuntos fue, por consiguiente, limitado. Pero hizo lo que pudo, y finalmente aceptó asistir a una reunión pacifista en la mañana del día quince. "Después de que llegó y nos encontró enfrascados en graves discusiones, no nos dejaría incluso cuando dieron las once, la hora en que debería asistir a la comida", según un informe de Mrs. Lloyd, una de las organizadoras, "A las once y cuarto su esposa se levantó y le recordó el comité. El la dijo que se sentara y que quería permanecer otro cuarto de hora con nosotros. De esta manera disfrutamos de una hora completa de valiosas discusiones sobre asuntos internacionales, de política, y de psicología". Así que hasta aquí parece que no ha habido ninguna grieta en su armadura pacifista. "Su fe firme en los impulsos decentes del corazón humano es evidente y conmovedor", escribía Mrs. Lloyd. "La campaña por la paz debe continuar. Permitir que el Youth Peace Council, cuyos representantes se sientan con nosotros sientan sus sencillas enseñanzas. Permitir a todos los pacifistas ser valientes y ser tan radicales como quieran. Einstein nunca abandonará el movimiento pacifista porque sea demasiado audaz". Solamente trece semanas más tarde las sencillas enseñanzas iban a ser diferentes. Si fuera un belga, manifestó Einstein entonces, haría el servicio militar "alegremente, con el

convencimiento que estaría ayudando a salvar la civilización europea". Después de la reunión pacifista asistió a la comida, en donde se encontraban, entre otros, Arthur Compton de la universidad de Chicago, y el gobernador de Illinois. Habló sobre el problema de "encontrar un sistema de distribución que funcione tan bien como el sistema de producción" y habló de organizar los asuntos internacionales de manera que la guerra pudiera ser abolida. Pero esto era materia sojuzgada, muy diferente del discurso del "dos por ciento" de 1931. Era ya, casi como si Einstein estuviera empezando a dudar de su propio pacifismo. Al día siguiente se trasladó a New York donde llegó cuando Weizmann acababa de partir para Palestina- uno de esos encuentros fallidos que podrían haber alterado la historia. En New York habló en una ceremonia celebrada para el beneficio conjunto de la Jewish Telegraph Agency y la Hebrew University. El Dr. Rosenbach, el célebre bibliófilo americano, estaba encargado de ella y había organizado una cena para más de 600 personas en el hotel Commodore. Escribió al Dr. Karl Compton del mássachusetts Institute of Technology y al Dr. Harlow Shapley de Harvard pidiendoles que hablaran dentro del programa", dice el biógrafo de Rosenbach. Enviaron invitaciones, y en su nombre un aluvión de publicidad salió en los periódicos. Los dos eminentes científicos americanos aceptaron la invitación, pero Shapley estaba preocupado acerca de la posición del micrófono (no podía haber escogido una persona peor para mencionarle detalles de esa clase), estaba preocupado no fuera que "la publicidad enmascarara al espíritu", estaba preocupado por los rumores de que agresivos recaudadores de fondos se habían aprovechado de la genial credulidad de Einstein; de hecho deseaba garantías detalladas de que todo el programa estaría a un nivel digno. El Dr. Rosenbach le dio esas garantías. Se desarrollo a un nivel muy digno. El sionismo de Einstein pronto estuvo empapado en física y Rosenbach perdido en el mundo de los libros. El Congresista Sol Bloom había cedido su asiento junto a Einstein a Harlow Shapley, y los dos científicos fueron pronto absorbidos por el universo, Einstein utilizando su cuerpo para ilustrar una situación, las costillas eran el firmamento y su columna vertebral la Vía Láctea. más tarde hizo un dibujo para su compañero de mesa en el reverso de una tarjeta- que fue arrebatada como un recuerdo por un espectador. Rosenbach no tardó en encontrar a su verdadero amor y, después de mencionar las dos buenas causas por las que se estaba celebrando la cena, regaló a Einstein una primera edición de Rabdologia de Napier. Al día siguiente Einstein presionado en una visita a Princeton, conferenció allí con Oswald Veblen, y prosiguió con un recorrido preliminar buscando casa para preparar su retorno en Otoño. A su regreso a New York le llevaron a él y a su esposa a una Sinagoga donde apadrinó al hijo, de ocho días, del Director Gerente de la Jewish Telegraphic Agency, y Einstein escribió en el reverso de una fotografía suya un poema "Al pequeño Alberto Landau con ocasión

de su llegada al mundo". Si otros a menudo te atormentan Y hacen o hablan mal de ti, Piensa que ellos también vinieron aquí Sin haberlo pedido. Piensa, aunque puede que no te guste, que tu, también, atormentas a otros a menudo. Como esto no puede ser cambiado, Piensa amablemente de todos. Terminado ese deber, solo disponía de unas pocas horas en New York. Hasta aquí su única reacción pública ante las noticias que llegaban de Alemania había sido su afirmación de que nunca regresaría. Esto era bastante razonable; y no dio armas a sus enemigos. Ahora, con solo unas pocas horas antes de embarcar para Europa, asistió a una recepción en el WaldorfAstoria para promocionar "La Lucha Contra La Guerra", una antología de sus escritos pacifistas que se publicaría más tarde ese mismo año. Hasta ese momento había hablado abiertamente solo de su posición personal en relación con el nuevo gobierno alemán; el mundo no había recibido ninguna otra reacción del judío más famoso, sobre la subida al poder del más famoso atormentador de judíos. Así era como él lo quería. Ahora, en el Waldorf-Astoria, subió al ring, atacando a la Academia Alemana de las Artes, señalando que en Alemania los pacifistas eran considerados enemigos del estado, y diciendo que el mundo debería ser más consciente de los peligros del Hitlerismo. Todo esto facilitó el que las autoridades alemanas le atacaran. Por supuesto lo hubieran hecho en cualquier caso, pero su honestidad hablando, sin reservas y en una "misión de moldeo de la opinión pública para mejorar las relaciones Germano-Americanas", como Millikan había escrito en una carta dirigida al Oberlaender Trust- hizo su tarea mucho más sencilla. No realizó ninguna solicitud para que intervinieran los Estados Unidos, y no traficó con las atrocidades; pero cuando los informes llegaron a Alemania a través de los corresponsales en New York fueron presentadas con facilidad de esa manera, y fue leña para la virulenta campaña antiEinstein ejemplificada por el Berliner Lokal-Anzeiger. "Buenas noticias de Einstein- no va a regresar", decía. "...La Relatividad esta poco solicitada por nosotros ahora. Al contrario. Los ideales de honor nacional y amor al pais que Herr Einstein desea abolir se han convertido en valores absolutos para nosotros. De modo que las perspectivas para Einstein aquí son muy malas". Inmersos en esta atmósfera Einstein y su mujer partieron para Europa. Parece que habían recibido un aviso final del Cónsul alemán en New York, Dr. Paul Schwarz, a quien Einstein había conocido en New York. Los detalles del encuentro son vagos, y las consideraciones de segunda mano contradictorias. Pero la verdad parece ser que Schwarz le dijo a Einstein, formalmente, que sería seguro para él regresar a Alemania pero informalmente le aconsejó que no lo hiciera. Este aviso pudo no haber sido tan franco como cuenta alguna versión: "Si vas a Alemania, Albert, te llevarán arrastrando de los pelos por las calles", pero fue lo suficientemente claro como para convencerle de que su

decisión había sido no sólo ética sino también juiciosa. Mientras el Belgeland cruzaba el Atlántico y Einstein tocaba el violín en conciertos benéficos para músicos refugiados, hubo más noticias de Alemania. Bruno Walter, el director judío, había huido a Austria. Las oficinas de la Federación Sionista de Alemania habían sido registradas. En Ulm, el comisario del estado para la administración de la ciudad había ordenado que Einsteinstrasse (calle Einstein) bautizada así hacía once años sería conocida en adelante como Fichtestrasse, por el filosofo nacionalista alemán. Se hicieron preparativos para hacer una purga en el Servicio Civil del que fueron separados todos los descendientes, parcial o totalmente, de judíos y para controlar las universidades por Bernard Rust, ministro de educación, que iba a expulsar de sus trabajos a más de 1600 profesores y adjuntos. Estaba llegando el tiempo en el que todos los libros de judíos tendrían que marcarse con la inscripción "Traducido del hebreo"- y en el que solo un valiente profesor declaró: "Es un error pensar que los escritos originales de Einstein han sido traducidos del hebreo". En medio del océano, llegó la noticia de que la casa de Einstein en Caputh había sido registrada, con el pretexto de que podía encontrarse allí un escondite de armas. "La búsqueda... por una multitud armada no es sino un ejemplo de los actos de arbitraria violencia que estaban teniendo lugar por toda Alemania", dijo Einstein en una declaración realizada en el barco. "Estos actos son el resultado del repentino traspaso, por el gobierno, de los poderes policiales a una inexperta y fanática chusma de la milicia Nazi. Mi casa de verano ha sido honrada en el pasado por la presencia de huéspedes. Siempre eran bienvenidos. No hay ninguna razón para forzarla. El Belgenland atracó el 28 de Marzo en Amberes, donde le dio la bienvenida a Einstein el alcalde, Camile Huysmans, y un grupo de profesores de la Ghent University. Este grupo estaba encabezado por el profesor A. de Groodt, y Einstein y su mujer aceptaron agradecidos la oferta de un refugio temporal en "Cantecroy" una histórica casa señorial en las afueras de Amberes que era la casa de la familia de Groodt. (Frans G.L.A. de Groodt, hijo mayor del Profesor de Groodt, dice que sus padres, después de consultar con un número de amigos, había enviado un telegrama a Einstein en el Belgenland, rogándole que no se dirigiera a Hamburgo sino que desembarcara en Amberes. "Recuerdo que fue necesario insistir para persuadir a Einstein para que no regresara a su país", dice. Esto es curioso, pero puede indicar muy bien la confusión de Einstein durante estos días críticos). Su siguiente paso debía decidirlo ahora. CAPITULO 17 COMPRANDO PARA EINSTEIN Entre la Primavera y el Otoño de 1933 Einstein tuvo que actuar en tres frentes diferentes. Virtualmente proscrito de Alemania, tuvo que decidir sobre donde asentarse. Enfrentado a un Tercer Reich bajo el mandato de Hitler, tuvo que reconsiderar sus creencias pacifistas. Y cuando el futuro de los eruditos judíos expulsados de Alemania se

convirtió en un asunto importante, se sintió forzado a airear su prolongada discusión con la Hebrew University. Estos puntos álgidos en su vida, todos resultado directo de la ascensión de Hitler a la Cancillería, se presentaron simultáneamente mientras continuaba con su trabajo, accedía amablemente a dar conferencias para todos sin excepción y era, de mala gana, transformado en un símbolo de las fuerzas anti-nazis que comenzaron a aparecer a lo largo y ancho del continente, dieron a su vida un aspecto de confusión e incoherencia emulado por Europa cuando reaccionó a su manera ante la ascensión del partido Nacional Socialista. Una de las primera acciones de Einstein después de su llegada a Amberes revela como los hechos de las ultimas semanas habían endurecido sus opiniones. En Pasadena, hablando con Miss Seeley del New York World-Telegram, había señalado que la ciudadanía (alemana) era "un extraño asunto" pero había continuado diciendo que "para un hombre con una mente de mundo la ciudadanía de un país específico no es importante. La humanidad es más importante que una ciudadanía nacional. Ahora estaba convencido de que las acciones Nazis daban satisfacción a algún instinto del carácter prusiano. Recordaba su juventud en Munich y recordaba lo que hizo entonces. ¡Cuanta razón había tenido hacía treinta y siete años!. ¡Que equivocado había estado pensando que Weimar había cambiado todo!. Una vez más decidió renunciar a su nacionalidad alemana. Se dirigió a Bruselas y allí en la embajada alemana renuncio a los derechos de la ciudadanía alemana que había tomado después de la guerra. Retuvo su nacionalidad suiza de modo que pudo entregar su pasaporte alemán. Descendiendo las escaleras de la Embajada Alemana, Albert Einstein, el suevo de Ulm, abandonó territorio alemán por última vez. Al mismo tiempo, sin saberlo, puso a las autoridades alemanas en un aprieto. Porque sin su consentimiento un alemán continuaba siendo alemán no importando lo que hiciera o dijera; y al cabo de unos pocos meses, cuando estaba siendo considerada la renuncia formal de Einstein a la nacionalidad prusiana, las autoridades comenzaron a preguntarse si no sería mejor para ellos rechazar esta renuncia, y posteriormente ellos mismos retirarle la nacionalidad. En una reunión mantenida en el Ministerio del Interior de Berlín en la mañana del 16 de Agosto surgieron dos puntos de vista diferentes, cuando los funcionarios se reunieron para analizar la primera lista de personas a los que se proponía para retirarles su ciudadanía en aplicación de las nuevas regulaciones aprobadas el mes anterior. Había siete personas: George Bernhardt, Rudolf Breitscheid, Albert Einstein, Lion Feuchtwanger, Heinrich Mann, el líder comunista Munzenberg, y Philipp Scheidemann. De Einstein se propuso, según consta en las minutas de la reunión, que "en vista de la actitud mundial que el sostiene, la retirada de sus derechos de ciudadanía no serían anunciados, al menos no inmediatamente, aunque podía ser acusado de los mismos delitos que los demás; en su lugar, sería aceptada su solicitud de renuncia a la ciudadanía prusiana. Las razones para esto eran: la reacción de otros países, perjudicial para Alemania, particularmente la de Inglaterra, que ha hecho preparativos para concederle

la nacionalidad inglesa en caso de que fuera expulsado". El representante de la Gestapo se encontraba entre los que pusieron objeciones, especialmente porque las posesiones de Einstein ya habían sido confiscadas. "Puesto que Einstein permite que su nombre, mundialmente famoso, se utilice como cubierta para falsa propaganda, su omisión de esta primera lista no sería bien entendida y sería criticada fuertemente en Alemania", argumentó. Un compromiso sugerido por el Ministerio de Asuntos Exteriores fue que debería ser privado de su ciudadanía pero que su equipo científico debería quedar libre. Finalmente la reunión acabó sin que se tomara una decisión, el representante de la Gestapo insistiendo en su preocupación de que "el retraso no debería ser demasiado prolongado, en el caso que las acciones de Einstein hicieran imposible incluirle en la primera lista que iba a ser editada". Einstein no iba, por supuesto, a conocer nada de esto ni ahora ni en el futuro. Su problema más inmediato era decidir a donde ir. Un retorno a Suiza parecía probable. Su afecto por el país y su gente continuaba siendo fuerte, y Zurich le habría dado la bienvenida. Sin embargo sus lazos con Holanda eran muy fuertes, allí había muerto Lorentz solo cinco años antes, y los lazos con Suiza estaban enredados por el hecho de que Mileva estaba viviendo todavía en Zurich. Por consiguiente de momento permanecería en Bélgica. Aquí, en los últimos días de Marzo, recibió un carta que habría de tener considerables repercusiones ese mismo año. Fue enviada por uno de los más alegres, enigmáticos personajes que se iban a cruzar en el camino de Einstein. Este era el comandante LockerLampson. Abogado y periodista inglés, miembro del Parlamento por Handswoth Division of Birmingham, era el hijo más joven de Frederick Locker, el poeta victoriano, y en la primera guerra mundial había seguido una arriesgada carrera, primero en el servicio aéreo de la marina real (Royal Naval Air Service) y después en transportes blindados (armoured cars) a los que dirigió en Bélgica, Laplan, Prusia, Galacia austriaca y Rusia. Estaba de acuerdo con su carácter el que Locker Lampson sirviera bajo las órdenes del Gran Duque Nicolás y posteriormente fuera invitado a matar a Rasputin por uno de los hombres que finalmente llevó a cabo el asesinato. A la vista de esto, La atracción mutua de Einstein, el pacifista de nacimiento, y Locker Lampson luchador de nacimiento que tenia la palabra "combativo" como primera palabra de su dirección telegráfica, parece casi absurda. Su único parecido era que ambos eran "forasteros" del mismo modo que lo eran Churchill y Lloyd George- ambos fueron presentados a Einstein por el político- eran "forasteros" que cazaban sin la jauría. La explicación más sencilla de su amistad es probablemente la más exacta: apoyo mutuo por el desvalido que había producido en Locker-Lampson un odio por el gobierno Nazi solamente equiparable por su odio hacia los Comunistas. Ademas, el comandante había comprendido que la asociación con Einstein llevaría su nombre a las páginas de los periódicos, en donde no era remiso a verse. Este hecho, aunque demasiado evidente en el relato, para no ser considerado, no debería esconder el genuino sentimiento con que actuaba. Locker-Lampson, escribiendo desde la Cámara de los

Comunes comienza por recordar un encuentro casual con Einstein unos cuantos años antes en Oxford. "Esta carta", continuaba, es ante todo para asegurarle, mi querido profesor, con cuanta sinceridad gran cantidad de mi gente simpatiza con sus sufrimientos y los de sus partidarios alemanes. Me ha conmovido profundamente que incluso Einstein se encuentre sin un hogar, y quizás esto justifica que, un modesto M. P., me dirija a usted, el más grande científico de nuestra era. Espero, mi querido profesor, que no vea en mi humilde ofrecimiento más que un simple tributo de mi enorme respeto y el deseo de que se me permita servirle a usted a mi manera. Así que, mi querido profesor, ¿me daría la inmensa alegría- me atrevo a preguntarle simplemente esto- usted y su esposa de aceptar mi pequeña casa en Londres, tal como está, durante un año, siempre que fuera conveniente para usted?. Se compone de un recibidor, comedor, cuarto de estar, cuarto de juegos, dos o tres dormitorios, habitaciones para el servicio, así como cocinas bien provistas. No hace falta decir que usted se alojaría en la casa como un huésped, esto es, no tendría ningún coste para usted y el servicio estaría a mi cargo. Mi casa no será tan confortable como la de usted, pero quien sabe si el propio "éter" de Inglaterra con su ambiente de juego limpio no le podría ayudar a explorar aún más profundamente los misterios de la Relatividad. Con mis sinceros saludos. Verdaderamente suyo, Oliver LockerLampson. Einstein rechazó la oferta muy cortésmente y se traslado con su mujer a Le Coq-sur-Mer, un pequeño lugar cerca de Ostende construido, como las otras perlas de la larga cadena de pueblos de la costa Belga, entre las dunas de arena y el conjunto de arroyos y canales de riego que se extienden hacia el Noreste hasta llegar al Leopold Canal y la frontera con Holanda. Aquí organizó su base durante los seis últimos meses en Europa. Y desde aquí rompió sus lazos con la Prussian Academy, el faro que le había arrastrado a Berlín hacía casi exactamente dos décadas. Porque aunque la nacionalidad alemana había sido descartada, aún era miembro de la Prussian Academy of Sciences- ese "gran beneficio... que me pueden otorgar" como lo describe cuando se dirige por primera vez a los otros miembros-. Podría ser expulsado a su debido tiempo. Pero no fue solamente para evitar esto que ahora, el 28 de Marzo, escribió a Berlín anunciando su renuncia formal por el motivo de no sentirse capaz de servir al estado prusiano. Un motivo más importante era la embarazosa posición a la que temía fueran arrastrados sus viejos amigos Nernst y Planck. Si él fuera expulsado sería peligroso para ellos protestar y sería desleal no hacerlo. No toda esa fe de Einstein estaba justificada. Nernst, es verdad, declaró que la Academia estaba orgullosa de algunos miembros no alemanes tales como Voltaire, d´Alembert, y Maupertuis, y no necesitaba, en todas las circunstancia servir al estado prusiano. Sin embargo la contestación de Planck que llegó a oídos de Einstein a primeros de Abril, fue de un carácter bastante diferente. Pensaba que la renuncia de Einstein era el único modo de resolver "honorablemente" esta situación, y que esto

"ahorraba a los amigos de Einstein inconmensurable tristeza", una indicación suficientemente clara de que no todos esos amigos estaban deseando ponerse en pie y ser contados. Esta fue solamente la primera desilusión. A primeros de Abril Einstein se enteró de como estaba la Academia manipulando esta situación. El día primero de mes uno de sus secretarios permanentes, el Dr. Ernst Neymann, hizo la siguiente afirmación: La Prussian Academy of Sciences se enteró con indignación, a través de la prensa, de la participación de Einstein en la profusión de maldiciones en Francia y América. Inmediatamente solicitó una explicación. Mientras tanto Einstein había anunciado su renuncia a la Academia dando como razones el no poder continuar sirviendo al estado prusiano con el gobierno actual. Siendo ciudadano suizo, parece también que tiene intención de renunciar a la nacionalidad prusiana la cual adquirió en 1913 simplemente por convertirse en miembro de la Academia. La Prussian Academy of Sciences esta particularmente indignada por las actividades de Einstein como agitador en otros países puesto que ella y sus miembros se han sentido siempre ligados por los más estrechos lazos al estado prusiano y, mientras que se abstienen estrictamente de cualquier forma de militancia política se han esforzado siempre por y permanecido fieles a la idea nacional. No hay, por consiguiente, motivos para lamentar la renuncia de Einstein. Cualquiera que albergara alguna duda sobre el significado de la llegada de los Nazis debería quedar avisado por esta miserable falsificación de los hechos, realizada por la que fue una vez una esplendida institución. Einstein sería la última persona que dudaría en tratar de aclarar estas acusaciones, y escribió entonces a la Academia la primera de una serie de cartas cruzadas entre Le Coq y Berlín. Desmintió las maldades, mientras admitía que, en la recién creada histeria de estos momentos en Alemania, podría ser considerado poco más. El había, lo admitía, "descrito el presente estado de cosas en Alemania como un estado de desorden síquico de las multitudes", y también hacía algunos comentarios sobre sus causas. También, en un documento que permitió usar a la Liga Internacional para combatir el Anti-Semitismo, había "apelado a todas las personas razonables, que son todavía fieles a los ideales de una civilización en peligro, a que hicieran el mayor esfuerzo para evitar que esta sicosis de las másas, que está apareciendo hoy en Alemania con síntomas tan terribles, continúe extendiéndose". Terminaba con una protesta y un ruego. Sería para la Academia un asunto fácil obtener una versión correcta de mis palabras antes de lanzar la clase de afirmaciones que ha hecho sobre mi. La prensa alemana ha reproducido una versión deliberadamente distorsionada, no podría esperarse otra cosa con una prensa amordazada como lo está hoy. Estoy dispuesto a mantener cada palabra que he publicado. A cambio, espero que la Academia comunique estas declaraciones a sus miembros y también al

pueblo alemán ante el cual he sido difamado, especialmente porque la Academia misma ha participado en mi difamación ante estas personas. Pero antes de que la Academia pudiera considerar esta carta, H. von Ficker, el secretario permanente de más antigüedad, había contestado oficialmente a la renuncia de Einstein, que fue aceptada el 30 de Marzo. Su carta lamentaba la actitud de Einstein "diseminando ideas erróneas y rumores infundados. Habíamos esperado confiadamente que alguien que había pertenecido a nuestra Academia durante tanto tiempo se hubiera alineado, independientemente de su propias simpatías políticas, al lado de los defensores de nuestra nación y contra la oleada de mentiras que han sido dichas sobre ella", concluía. "En estos días de calumnias, algunas de ellas infames, otras ridículas, algunas buenas palabras suyas dirigidas al pueblo alemán podrían haber producido un gran efecto, especialmente en el extranjero. En lugar de esto su testimonio ha servido como asidero a los enemigos no solamente del actual gobierno sino del pueblo alemán. Esto ha sido una triste y amarga decepción para nosotros, la cual sin duda nos ha conducido inevitablemente a separar nuestros caminos incluso aunque no hubiéramos recibido su renuncia. En su respuesta, Einstein protestaba contra la idea de hablar en nombre del pueblo alemán. "Dando tal testimonio en las circunstancias actuales", concluía, "habría estado contribuyendo, aunque fuera indirectamente, a la barbarización de los modales y la destrucción de todos los actuales valores culturales. Es por esta razón por la que me ví obligado a pedir la renuncia de la Academia, y su carta me demuestra lo acertado que estuve al hacerlo". Este intercambio,- seguido enseguida por su expulsión de la Bavarian Academy of Sciences- trazó una clara frontera en su vida. Mientras que el Berlín de 1933 difícilmente podría haberse previsto del Berlín de 1913, el alineamiento de la Academia con el nuevo gobierno alemán reforzó la interrogante que había pendido sobre la oferta que Nernst y Planck le hicieron dos décadas antes. Sugería, como consecuencia, que su aceptación había sido un error, y que su inicial sospecha sobre el espíritu prusiano había sido correcta. Además agudizó y profundizó sus sentimientos sobre el pueblo alemán como un todo, de manera que de ahora en adelante le sería más difícil mirarlos como los despreocupados británicos o los incluso más despreocupados americanos. De ahora en adelante las palabras "amenaza alemana" tenían para Einstein un significado afín con la posición francesa o rusa. De ahora en adelante, además, no habría duda acerca de su posición como un mártir. Como su viejo amigo Rabbi Wise escribió desde los Estados Unidos el 9 de Mayo, "Estamos todos muy orgullosos del papel que ha jugado, y sobre todo, de la distinción que ha tenido al ser expulsado de la (Nazificada) Prussian Academy". Sin, embargo incluso Einstein, perceptivo como era para el futuro, pudo haber tenido poca idea de la furia que se avecinaba. La purga, por parte de Hitler, del servicio civil cuyas leyes se aplicaban automáticamente a las universidades- comenzó el primero de Abril con la retirada del servicio de los descendientes de judíos. Bernard Rust,

Ministro de Educación en Prusia que muy pronto recibió de manos de Hitler el control sobre toda la educación en Alemania, no tuvo remordimientos sobre los numerosos profesores y profesores adjuntos que fueron despedidos sumariamente. "Es menos importante que un profesor haga descubrimientos", decía, "que el que entrene a ayudantes y alumnos en las ideas propias del mundo". Estas medidas no tuvieron prácticamente oposición. Trece años antes, el movimiento anti-judío del cual Einstein se convirtió en principal objetivo había sido aceptado, conformandose o bien aprobandolo inequívocamente, por un apreciable porcentaje del pueblo alemán. No habían cambiado. Y el 10 de Mayo en Berlín,- incluso Berlín, donde el cosmopolitanismo y la cultura habían estado siempre un poco más altas en la escala que en cualquier otro lugar de Alemania- aquí en Berlín 40.000 personas contemplaron y vitorearon lo que William Shirer llamó "una escena que no había sido vista en el mundo occidental desde finales de la Edad Media": la vista de 5000 estudiantes portadores de la esvástica quemando en un enorme montón, delante del Opera House, 2000 volúmenes que incluían trabajos de Einstein, Freud, Thomas Mann, Remarque y Stefan Zweig, y de americanos tales como Hellen Keller y Upton Sinclair. Después de que las llamas se extendieron, escribía un observador más tarde, se hizo un silencio repentino. Quizás no fue solamente consciencia. Quizás algunos entre la multitud vislumbraron las llamas que una década después asolarían gran parte de Berlín. Sin embargo, no era solo la chusma la que asentía. Trece días después, el 23 de Mayo, el profesor Ernst Krieck dijo durante su investidura como nuevo rector de la universidad de Frankfurt que las universidades alemanas nunca habrían superado su parálisis sin un renacimiento de la tradición. "La característica principal de este renacimiento es el cambio del ideal humanístico por el nacional y político", dijo. "Hoy día la tarea de las universidades no es cultivar ciencia objetiva sino ciencia militante, y su más importante tarea es formar la voluntad y carácter de sus estudiantes". No era Krieck el único que tenia tales sentimientos entre los académicos. El mismo día que habló en Frankfurt, la 22 reunión anual de la Kaiser Wilhelm Society se celebró en Berlín. Planck presidía. A nadie en Alemania se le permitirá permanecer retirado "con el rifle en descanso" dijo. Habría solamente un ideal- "la consolidación de todas las fuerzas disponibles para la reconstrucción de la madre patria". Y después leyó el siguiente mensaje enviado por la sociedad al canciller Hitler: "La Kaiser Wilhelm Society para el Progreso de las Ciencias envía los más respetuosos saludos al Canciller, y la solemne promesa de que la ciencia alemana esta dispuesta a cooperar alegremente en la reconstrucción del nuevo estado nacional". Aunque fue una verdadera conmoción para Einstein, fue poco sorprendente que Planck hubiera permanecido firme respecto a su país y viera la renuncia de Einstein de la Academia como la única solución honorable para un problema que aparentemente Einstein se había creado. Incluso Max von Laue le había escrito diciendo que los científicos deberían mantener silencio respecto a asuntos políticos. "En general", escribió Einstein a Ehrenfest, "la falta de coraje por parte de la clase educada de Alemania ha sido catastrófica".

Fue en este clima en el que entre el 4 de Abril y el 15 de Mayo dimitieron o fueron despedidos 164 profesores alemanes- 25 en Berlín; 23 en Frankfurt; 6, incluyendo a Max Born y James Franck, en Göttingen; 7 en Hamburgo; y otros en Heidelberg, Bonn, Jena, Leipzig, y Kiel. Y fue en este clima cuando los ataques Nazis a Einstein cobraron fuerza. El 2 de Abril su cuenta en el banco de Berlín fue incautada por las autoridades y fueron confiscados un total de 30000 marcos en dinero y valores con la justificación de que de no hacerlo podrían ser usados para actos de traición. Su apartamento en Haberlandstrasse fue clausurado y se colocó un cerrojo en su puerta. Poco después su casa de verano en Caputh fue asaltada. El 12 de Abril sus dos ahijadas abandonaron Alemania dirigiendose a Francia y el mismo día el Dr. Walther Mayer llegó a Le Coq. El Dr. Plesch, el hombre que había descubierto la verdadera causa de los problemas de corazón de Einstein un años antes, también se marcho. Y a Le Coq llegó un álbum especial publicado en Alemania y conteniendo fotografías de destacados opositores del gobierno Nazi. En la primera página había un retrato de Einstein. Bajo él estaban las siguientes palabras: "Descubrió una muy discutida teoría de la relatividad. Fue honrado enormemente por la prensa judía y por alemanes no sospechosos. Demostró su gratitud lanzando propaganda infame contra Adolf Hitler en el extranjero". Y después, entre paréntesis, estaban las palabras "Noch ungehangt" -"No colgado aún". Mientras que, atacando a la ciencia en general y a Einstein en particular, un premio Nobel alemán apoyó el caso. "El ejemplo más importante de la peligrosa influencia de los círculos judíos en el estudio de la naturaleza ha sido dado por Herr Einstein con sus matemáticamente torpes teorías que consisten en algunos antiguos conocimientos y unas cuantas adiciones arbitrarias", Lenard expresaba en el Völkischer Beobachter. "Esta teoría actualmente está haciendose pedazos, como es el destino de todas las ideas que son hostiles por naturaleza. Incluso científicos que han realizado por otra parte trabajos muy serios no pueden evitar el reproche de haber permitido a la teoría de la relatividad ganarse un lugar en Alemania porque no vieron, o no quisieron ver, lo equivocada que es, lo apartada que está del conjunto de la ciencia y por mirar a este judío como a un buen alemán". A pesar de todo esto, y de lo peor que estaba aún por venir, a pesar de sus fuertes sentimientos y su gran compromiso Einstein continuó manteniendose parcialmente fuera de la batalla, observandola con interés. El era aún, en cierto sentido, el mismo hombre del palco de la opera de Berlín de 1920, aplaudiendo ruidosamente las diatribas anti-Einstein representadas en la escena. Su actitud externa e impersonal continuaba. Todavía existe uno de los repulsivos cortometrajes anti-semitas publicados entonces en Alemania que muestra a Einstein como un predador judío; al fondo está el autógrafo de Einstein, superimpuesto posiblemente por un amigo, posiblemente por un coleccionista, una firma sin comentarios, inscripción o emoción. Meditó profundamente sobre la irracionalidad del antisemitismo, deploró sus crueldades y sus humillaciones mucho antes de que los programas de exterminación de la Solución Final comenzaran. Pero su reacción fue de

desden. Igual que con muchos otros problemas humanos, era el forastero observandolos. Podía permitirse ser desapasionado; mientras que fuera capaz de continuar con su trabajo. Mientras estaba sentado en las dunas belgas con el Dr. Mayer en la primavera de 1933, buscando tenazmente una respuesta al enigma de la teoría del campo unificado, la interrogante de donde iba a trabajar en el futuro era aún la que más le interesaba. Había muchas maneras de contestarla, puesto que la noticia de que Einstein no volvería a Alemania había sido seguida rápidamente por una gran cantidad de ofertas académicas. Algunas fueron, según escribió a Paul Langevin, "demostraciones políticas que yo consideraba importantes y no deseaba estropearlas". El resultado fue que las aceptaba indiscriminadamente, sin meditarlo mucho, con el consiguiente desconcierto propio y de los que le hacían la oferta. Accedió a dar una conferencia en la Foundation Universitaire en Bruselas; una semana después acepto la oferta de una cátedra en la universidad de Madrid y accedió a ir a España en Abril de 1934- una aceptación que después declinó a consecuencia de un ataque por parte de la prensa Católica española. Mientras, sus amigos en Francia no estaban inactivos, y el 14 de Abril el gobierno preparó un apresurado borrador de una ley para crear una nueva cátedra de física matemática para él en el Collège de France. En su preámbulo, la ley decía que en 1840 la cátedra de literatura eslava había sido fundada por Adam Mieckiewicz, y se recomendaba que la tercera república no debería ser menos liberal que la Monarquía de Julio. Sin embargo, a principios de Mayo se fijaron las fechas de las conferencias en Bruselas. "Puesto que no puedo hacer ninguna de estas cosas durante las vacaciones de verano, no tengo claro cuando y por cuanto tiempo podría ir a París", escribió Einstein bastante tristemente a Langevin el 5 de Mayo. Su perplejidad por el presente y sus planes para el futuro quedaron reflejadas en una carta a su viejo amigo Solovine: "No he tenido ni un momento para contestar su carta, tan grande ha sido la avalancha de cartas y de personas", decía, "Me temo que esta epidemia de odio y violencia se está extendiendo por todas partes. Viene desde abajo como una marea, de manera que las capas superiores están aisladas, angustiadas, desmoralizadas y son zarandeadas por el flujo. Ahora dispongo de más cátedras que de ideas razonables en mi cabeza. El demonio se engaña así mismo con su tamaño!. "Pero basta de tonterías. Esperamos verle otra vez cuando todo a mi alrededor se calme de nuevo". y luego, como post data: "Si encuentra algún universitario judío refugiado de Alemania, digale que contacte conmigo. Deseo, con la ayuda de algunos amigos, intentar organizar una universidad liberal en el extranjero (¿Inglaterra?) para docentes y profesores judíos, de manera que podamos hacer algo para las necesidades más urgentes, y creemos una especie de refugio intelectual". Dos días después, Einstein expuso sus ideas para un "refugio intelectual" en una carta a Leo Szilard, su antiguo estudiante-colega de Berlín, quien estaba organizando la ayuda de Inglaterra para la oleada de intelectuales judíos que huían de Alemania. Szilard era un hombre de casi

infinita imaginación y extravagancia, imbuido con ideas para la salvación del mundo e igualmente al día en ciencia, tecnología o moral internacional. Unos cuantos años antes intento poner en funcionamiento un plan para "Doce hombres justos" quienes mediante juiciosos debates traerían la paz a un mundo reacio a tenerla. Szilard presentó el plan a H.N. Brailsford, el líder socialista británico con quien Einstein había estado en contacto en 1919, y Brailsford le pidió su opinión a Einstein. El dio su cautelosa aprobación pero indicó que Szilard podría "exagerar la importancia de la razón en los asuntos humanos". Ahora Szilard, que iba a jugar un importante, aunque ampliamente olvidado, papel en la creación de la Academic Assistence Council, entró en la vida de Einstein una vez más. Tenía un ambicioso plan de ayuda a los profesores judíos refugiados. "Su plan realmente no me entusiasma", le escribió Einstein desde Bélgica el 26 de Abril. "Tengo un fuerte presentimiento de que de ese modo los únicos hombres que serán colocarán serán los ya conocidos, y que no podrán cuidarse por este método de los profesores de universidad que aún son desconocidos, o de los estudiantes. Creo, más bien, que se debería intentar formar una especie de universidad Judía de refugiados que estaría muy bien ubicada en Inglaterra. El que me visite ahora no sería de utilidad, puesto que estoy tremendamente saturado de trabajo. Szilard no era un hombre que se desanimara fácilmente, y al mes siguiente cruzo el Canal hacia Bélgica donde vio a Einstein el 14 de Mayo. "Aunque aún tiene alguna simpatía por su primer plan", escribió ese mismo día a un destinatario desconocido, "está muy deseoso de cooperar debido a que nuestro plan está más avanzado que el otro. Estaré en contacto con él y solicitaré su ayuda de la mejor manera posible". Estuvieron en contacto, aunque el interés de Einstein en fundar una "Jewish Refugee University" en Inglaterra desapareció enseguida. Hubo muchas razones para ello, incluyendo la presión de otros trabajos y, probablemente lo que más influyó, el hecho de que tanto en Inglaterra como en Estados Unidos las organizaciones de ayuda universitaria se multiplicaron y demostraron ser capaces de solucionar lo peor del problema. Quizás los vientos que sacaron a Einstein de esto tan rápidamente como le habían introducido fueron realmente favorables, porque el no estaba en absoluto preparado para realizar las complicadas tareas relacionadas con el reubicación de los refugiados universitarios. El mismo se dio cuenta de ello rápidamente, porque a mediados de Julio exponía la situación con bastante exactitud a su amigo el Dr. Gustav Bucky, un radiólogo de Leipzig a quien había conocido en Berlín, y que ya se había trasladado a New York. "Su creencia de que estoy en el centro de la ayuda organizada no es correcta", escribía. "Estoy aquí fuera de lugar y no tengo ni el talento para la organización que se necesita ni tengo contactos con las personas adecuadas. Puedo intervenir solo ocasionalmente y en casos muy específicos, gracias a la confianza que la gente deposita en mi". Como su amigo Philipp Frank ha dicho: "Einstein podría haber hecho más por los refugiados si hubiera acometido el estudio de la situación en varias universidades y se hubiera aprovechado de los factores personales, económicos y políticos implicados, pero esto no era posible

para el. Las personas que destacan intelectualmente y también las que son más amables no son siempre las más prácticas". Podría también haber hecho más si su lucha con la administración de la Hebrew University no se hubiera recrudecido repentinamente. Ahora, cuando la situación en Alemania hacia esencial que los judíos formaran un frente unido, él aireó su ruptura con la universidad con una impensable escenificación que tuvo la calidad del drama Griego. En Agosto de 1932, la junta de gobierno, reunida en Londres, eligió un comité con el proposito, según palabras de Weizmann, "de diseñar una constitución para la universidad, e introducir en esa constitución tantas reformas prácticas como fuera posible, con la idea de convertir a la joven y esforzada universidad en una institución bastante más merecedora de su nombre". Sir Herbert Samuel, Profesor Norman Bentwich- quien diez años antes había visto mucho a Einstein durante su visita a Palestina- Sir Philip Hartog y el mismo Weizmann fueron miembros del Comité. A pesar de la cuidadosa descripción de Weitzmann, el comité representaba un primer paso para solucionar las críticas de Einstein sobre la forma en que Magnes estaba dirigiendo la universidad; y cuando Weizmann se reunió con Einstein en Berlín, en el Otoño de 1932, poco antes de que partiera para los Estados Unidos, Einstein, de manera provisional, acepto que con ciertas condiciones podría reunirse con la Junta de Gobierno. Pero estas no se habían cumplido todavía. Esta era la situación cuando, poco después de su llegada a Bélgica en la Primavera de 1933, Einstein recibió un telegrama de Weizmann desde Jerusalén en que le invitaba a unirse a la universidad. Weitzmann no había recibido contestación cuando abandonó Palestina el 19 de Abril. "Pero a mi llegada a El Cairo al día siguiente", escribió a Einstein. "Me he encontrado con unas afirmaciones en la prensa en el sentido de que usted a recibido esta invitación y la ha rechazado porque estaba descontento con la dirección de la universidad". Creyendoselo solo a medias, Weizmann telefoneó a Magnes en Jerusalén. "El me leyó, desde el teléfono", Weizmann continuaba, "la carta que acababa de recibir de usted en la cual dice que rechaza nuestra invitación porque ha recibido información de cuatro fuentes diferentes e independientes en el sentido de que la situación de la universidad es tan deplorable que no es aconsejable que su nombre figure asociado con ella". La impresión en Weizmann hubiera sido mayor si no supiera que Einstein ya se había despachado con Samuel, quien le había invitado recientemente a un banquete que se iba a celebrar en Londres en apoyo de la universidad. En su rechazo Einstein indicaba las mismas razones que dio a Weizmann. Creo que el Dr. Magnes es el mayor responsable del enorme daño y de los inconvenientes que han traído a la universidad su liderazgo, una opinión que ya he expresado abiertamente en varias ocasiones. Cuantas cosas puedan decirse en su favor, siempre predominará lo que pueda decirse en su contra". escribió. Si alguna vez alguien desea mi colaboración, la condición sine qua non es su inmediata renuncia al cargo. Únicamente después de eso consideraría las condiciones que podrían

conducir a un provechoso trabajo. La necesidad de la ciencia judía es inmensa; recibo cartas, preguntas, y propuestas cada día que me demuestran que es necesaria una rápida ayuda. "Deberían hacerse cambios", repetía antes de concluir: "Si esto no es posible, creo que es mejor dejar la universidad a su destino. En este caso trataré de ayudar de otra forma en esta emergencia actual". Este ataque privado fue reiterado en público en entrevistas, que fueron bastante más dañinas que las afirmaciones que Weizmann escuchó en el Cairo. Einstein había dicho a la Jewish Telegraph Agency que había rechazado la oferta de Jerusalén en vista de sus "diferencias mantenidas durante largo tiempo con la dirección de la universidad", y había añadido luego: "Decliné enérgicamente aceptar esta invitación porque creo que las condiciones existentes en la universidad son tales que hacen imposible un trabajo fructífero hasta que sean introducidas algunas mejoras radicales en la dirección". Con el representante del Jewish Chronicle había sido incluso más franco, declarando que "era deplorable que esta universidad, en la que se habían depositado tantas esperanzas, no estuviera en condiciones de desempeñar su papel y de atender a las necesidades espirituales en la forma en que podría haber sido esperado en estos momentos críticos". Habló de deficiencias en los consejos de Dirección y Administración. "Realmente depende de esos profesores, que han sido expulsados de Alemania, el que quieran asociarse con la Hebrew University", concluía. En cuanto a él, había dimitido hacía cinco años y no deseaba ser "responsable" nunca más. Tales afirmaciones, esperando a Weizmann en Londres, estaban ciertamente justificadas por las condiciones existentes en Jerusalén. Pero fueron doblemente dañinas en un momento en que los judíos en general y las autoridades de Jerusalén en particular estaban siendo desbordados por la oleada de refugiados de Alemania. Pero para el carácter indiscutiblemente abierto de Einstein, sería fácil asumir que él meramente había golpeado primero, que sus denuncias eran un astuto movimiento realizado por un maestro en tácticas. Esto no fue así. Había actuado con buena intención, repitiendo el impensable descuido de su dimisión de la comisión de la Liga cuando la noticia de su total cambio de rumbo llegó a los afectados a través de terceras personas. Como entonces, su actitud surgió meramente de una combinación de descuido e inocencia que tan a menudo satisfacía a Einstein aunque generaba desilusión entre sus amigos. Weizmann respondió inmediatamente a la noticia de que había hecho sus críticas tan públicas con una amarga carta de cuatro páginas y media en la cual recogía los detalles de lo que Einstein había dicho y hecho. "Comentándolos", continuaba. Siento que debo comenzar diciendo con toda franqueza que la actitud que usted ha tomado me parece tan sorprendente, y tan injusta, en la forma y en el fondo, hacia la universidad y hacia mi personalmente, que lo único que puedo hacer es pedirle una explicación, y si usted está convencido (como espero que lo esté) que es injusto, retírelo. Usted es el portador de un gran nombre, de tal

modo que la injusticia corta más profundamente, sobre todo porque estoy especialmente perplejo para justificarlo. Años antes Max Brod, en su novela, había enfrentado a Tycho Brahe con Kepler/Einstein: "Ustedes no son serpientes, nunca mienten o se inhiben", dice. "De esta manera ustedes realmente sirven, no a la verdad, sino a ustedes mismos; es decir, a su propia pureza e inviolabilidad. Pero yo no me veo solo a mi mismo, veo también la relación con aquellos entre los que tengo que vivir en la determinación de servir a la verdad con la ayuda de la habilidad y algo de astucia". Uno puede casi escuchar a Weizmann hablando. Einstein no lo retiró. Ni apoyó sus acusaciones en detalle; el único informador al que nombró fue el profesor Yahuda, el erudito que había traído la oferta española desde Madrid, quien había sido rechazado de una cátedra en la Hebrew University por Magnes, y que difícilmente podía ser considerado un testigo imparcial. Además en su contestación a Weizmann el 7 de Mayo, se reafirmó en lo dicho. En buena medida sugirió que Weizmann había cometido un acto de deslealtad por no dimitir del comité de la universidad cuando él lo había hecho. Se había colocado a la zorra entre las gallinas. Samuel y Hartog, que habían preparado una cena para obtener fondos para los refugiados judíos ya en la universidad, tuvieron que desconvocarla. Desde Jerusalén, Magnes escribió a Weizmann y a Einstein diciendo a ambos que se organizaría una investigación y que dimitiría de la universidad si algún cargo contra él fuera probado. En esta difícil situación, que iba a prolongarse inalterada de una forma u otra hasta que salió de Europa hacia los Estados Unidos en Otoño, Einstein actuaba como si no fuera consciente de la confusión que había creado. Simplemente había dicho y hecho lo que pensaba que era justo. Terminado eso, continuó con las cosas que le importaban; desconectado y, si no exactamente sereno, al menos bastante menos preocupado que muchos de los que estaban a su alrededor. "A pesar de toda esta agitación y distracciones", escribió a Solovine a mediados de Mayo, " He realizado con mis colegas científicos aquí un hermoso trabajo que me hace de lo más feliz". Mientras Weizmann lidiaba con la realidad, mientras el éxodo judío continuaba hacía Francia y la seguridad temporal de Austria y Checoeslovaquia, y mientras que Hitler preparaba al Tercer Reich para sus mil años de poder, Einstein, con su futuro aún sin decidir, empezó a prepararse para su visita a Christ Church como un Investigador Estudiante. ¿Podría venir a Oxford este año en Junio? escribió a Lindemann. "Cree que Chist Church podría encontrarme una pequeña habitación para mi? No es necesario que sea tan grande como la de los dos años anteriores". Era una sencilla carta, inocente al típico modo de Einstein por el hecho de que el curso en Oxford terminaba a mediados de Junio, y añadiendo que había conseguido con el profesor Mayer un par de maravilloso resultados de tipo matemático-físicos". Pero había una frase que vino inesperada y humanamente de Einstein, el autoeducado Suizo y el hombre que no había echado raíces en ningún lugar. Pensó que Lindemann había oído probablemente de

su "pequeño duelo con la Prussian Academy"; y añadía: "Nunca veré la tierra de mi nacimiento otra vez". Lindemann contestó, esperando que Einstein pudiera venir para primeros de Junio. "He estado en Berlín durante cuatro o cinco semanas en Semana Santa", continuaba, Y vi a muchos de sus colegas. El sentir general es contrario a la acción tomada por la Academia, que fue responsabilidad de uno de los secretarios sin consulta con los miembros. Le contaré más acerca de esto cuando venga. Todo el mundo le envía saludos, especialmente Schrödinger, pero creen que sería perjudicial para ellos escribirle, especialmente porque, casi con certeza, la carta no sería enviada. Las condiciones allí son extremadamente curiosas. Parece, sin embargo, que los Nazis han puesto sus manos sobre la máquina y van a estar allí probablemente durante mucho tiempo. Lindemann concluía con una descripción general de lo que se iba a convertir en un plan de acción que afectaría enormemente no sólo a Oxford sino a todo el esfuerzo científico Británico en la Segunda Guerra Mundial. "Me parece", escribió, Que las presentes circunstancias en Alemania nos podrían dar una oportunidad de conseguir uno o dos buenos físicos teóricos para Oxford, en cualquier caso por dos o tres años. El Profesor Sommerfeld me dijo que muchos de los profesores (privatdozenten) de origen judío podrían ser retirados de su puestos y en esas circunstancias estarían dispuestos a venir aquí con un pequeño salario. No necesito decir que disponemos de muy poco dinero y que esto causaría un montón de susceptibilidades, incluso si fuera posible colocarlos en puestos ocupados normalmente por ingleses. La única posibilidad es crear puestos supernumerarios. Esto puede ser factible y pienso que si los solteros se alojan y comen en el colegio, solo una pequeña cantidad de dinero sería necesaria para que se sintieran razonablemente cómodos en estos momentos. Sommerfeld sugería a Bethe y London como las personas más adecuadas. Me pregunto si piensa bien de ellos y si estaría dispuesto a apoyar su candidatura. Si fuera así, unas lineas suyas serían de valor incalculable para persuadir a los colegios para que hagan la oferta. La oferta fue sincera y generosamente hecha. Pero el desconocido científico berlinés citado por Franck estaba también preparado. "Lo que estamos haciendo en Alemania es organizar un saldo de buenas mercancías a precios reducidos", había dicho sobre las purgas de verano de los Nazis. "Personas astutas seguramente aprovecharan esta oportunidad para comprarnos algo". Einstein contestó de forma ambigua, aceptó ir a Inglaterra tan pronto como diera sus tres conferencias en Bruselas, y añadió descorazonado: "Creo que los Nazis han controlado Berlín". Tengo información fiable de que están reuniendo apresuradamente material de guerra y en particular aviones. Si se les da un año o dos más el mundo tendrá otra hermosa experiencia de manos de los alemanes". Dos semanas más tarde abandono Le Coq y sus dunas de arena con destino a Bruselas, hablando tres tardes distintas

a la audiencia invitada en la Fondation Universitaire. Después de la primera "compacta" conferencia, le preguntaron si pensaba si alguien la había entendido: "Por el Profesor D., quizás", contestó, "ciertamente por Le Chanoine Lema"tre, pero en cuanto al resto, creo que nadie". Tenía razón. Dio la segunda conferencia en una habitación medio vacía, la tercera a un escaso puñado de oyentes. Había hecho planes para viajar directamente de Bruselas a Oxford, pero unos pocos días antes de abandonar Le Coq se enteró que su hijo menor estaba enfermo en Zúrich. "No podría esperar seis semanas antes de ir a verle", escribió a Lindemann. "No habría tenido un momento de tranquilidad en Inglaterra. Usted no es padre, pero se que lo comprenderá". El día 1 de Junio llegó a Oxford. A pesar de los desacuerdos que habían precedido a su elección para la beca de Investigación él era muy popular y le habían preparado un ambicioso programa. El primer día después de su llegada asistió a la conferencia en el Boyle Memorial, dada por Rutherford, para la Junior Scientific Society en la Universidad Museum y ofreció el voto de gracias. Fue una ocasión impresionante, Rutherford el gran trueno, extrovertido, que había investigado el interior del átomo contrastando una vez más con la figura más pequeña de Einstein cuya mente se había enfrentado con las inmensidades del espacio. "Casi puedo ver a Einstein ahora", escribe uno de los alumnos que asistió a la reunión. Un pobre y desesperanzado tipillo, obviamente desconcertado por la manera en que acababa de ser expulsado de Alemania por los Nazis. Mientras que pronunciaba su discurso, me parecía que tenía más que una pequeña duda sobre como sería recibido en la universidad Británica. Sin embargo, en cuanto se sentó fue saludado por una estruendosa explosión de aplausos de todos nosotros. Nunca en toda mi vida olvidaré el maravilloso cambio que tuvo lugar en la cara de Einstein en ese momento. La luz retornó a sus ojos, y toda su cara parecía transfigurada por la alegría y el placer cuando pudo notar que, sin importar lo perjudicial que había sido tratado por los Nazis, él y su indudable genio eran en cualquier caso apreciados enormemente en Oxford. Tres días después recibió una carta de Weizmann, a punto de abandonar Inglaterra para una importante visita a los Estados Unidos pero sugiriendo que Einstein y él podrían reunirse. Einstein que estaba preparando una conferencia para el Herbert Spencer, otra para el Deneke que iba a continuación, y la primera conferencia para el George Gibson que iba a dar en Glasgow el día 20, contestó que no podía perder el tiempo. No deseaba verse separado de su mejor juicio por charlas y pretextos personales. Weizman contestó con una carta de tres páginas que es una pequeña obra maestra. Repitió su sorpresa por las historias de mala administración en la Hebrew University, aunque admitiendo que muchas cosas allí estaban "lejos de ser satisfactorias". Admitió que la universidad dependía de Magnes puesto que él solamente podía asegurar los fondos necesarios para mantenerla a flote. "El mismo argumento

justificaba incluso la elección de profesores por el Consejo de Gobierno, quienes tenían que aceptar las sugerencias de aquellos que controlaban los recursos de la universidad", continuaba. Habiendo llevado presumiblemente a Einstein a su línea de argumentación, sacó a la luz dos propuestas. La primera era simple. "¿Apoyaría", preguntaba, "una propuesta para despedir a algunas personas en Jerusalén a quienes tenemos ahora la oportunidad de sustituir por otras mucho más distinguidas?. La segunda propuesta era más sutil. El mismo Weizmann estaba "intentando crear un instituto completamente independiente en Rehovot, que podría comenzar de cero, y no estar relacionado con el pasado de la universidad de Jerusalén". Luego dejaba caer lo que esperaba fuera el cebo. "Lo que yo creo y espero es esto", continuaba Que este instituto reemplazará definitivamente, y en un periodo de tiempo relativamente corto, al departamento de química de la universidad de Jerusalén. Si usted acepta hacer algo en la misma línea para la física y las matemáticas...¿que no podríamos hacer nosotros por la universidad?. Y la física sería, de algún modo, más fácil porque ésta no existe todavía en Jerusalén. Dos grandes facultades harían mucho para elevar el status de la universidad. Concluyó reuniendo los argumentos, rogando le excusara por imponer una carta tan larga a su amigo, y finalmente hizo una emocionada apelación a la cooperación de Einstein. La carta muestra toda la habilidad de un maestro político. Si alguna cosa hubiera podido llevar a Einstein a Palestina era probablemente esto. Sin embargo era inevitable su fracaso. La Hebrew University era importante pero para Einstein era menos importante que la física. Y en cuanto a la física su actual acuerdo con Flexner tenía dos grandes ventajas sobre cualquier cosa ofrecida por Weizmann. Einstein no era un animal político, y no deseaba verse enredado en las redes de maniobras diplomáticas que inevitablemente dificultarían el trabajo científico de una persona organizando un nuevo departamento en tales condiciones. En segundo lugar el no era por naturaleza un trabajador en equipo, ni la persona que destacaba dirigiendo las energías de los más jóvenes. No quería dirigir; deseaba continuar con sus pensamientos. "Querido Mr. Weizmann", contestó a vuelta de correo, Las personas que (independientemente unas de otras) me han informado, gozan de mi confianza más completa y sé que son honestos y con conocimiento en cuanto a la situación de la universidad. Estoy convencido por consiguiente que solamente un cambio decisivo de personal podría cambiar las cosas. Si esto no se hace, entonces se engaña a las personas que han dado el dinero. La creación de un instituto independiente de química es probablemente lo mejor para usted, para ponerlo en marcha. Pero crearlo con el actual aún intacto es algo inútil que no puedo pasar por alto. También creo que la separación de los diferentes departamentos, en especial la separación geográfica, no es oportuna. En estas circunstancias creo que es una perdida de tiempo reunirnos para hablar, incluso en un comité

mayor. Yo no puedo negociar o influir; solamente observo los hechos en cuanto a los hombres y sus objetivos y su insuficiencia moral. Mi punto de vista en estas circunstancias es no aceptar responsabilidad de ninguna clase. No existen malos sentimientos por mi parte; Simplemente no consigo ver un modo en que yo pueda ser de alguna utilidad. Un cariñoso saludo, suyo A. E. La carta tan decisiva como Einstein pudo hacerla. Weizmann se dio cuenta de ello. También se dio cuenta de que el implícito rechazo le daba una oportunidad que podría explotar mediante una serie de maniobras bizantinas. Poco después, salió para los Estados Unidos. Uno de sus primeros compromisos fue una cena de la American Jewish Physicians Committee fundado por Einstein y él mismo en 1921. Se dirigió a sus quinientos miembros y por primera vez sacó a la luz, en los Estados Unidos, la disputa. Uno de los portavoces propuso -como alguno de ellos era casi seguro que iba a proponer- que Einstein debería unirse a la Hebrew University. Esta era precisamente la oportunidad que Weizmann estaba esperando. Einstein, dijo, había rehusado "Sin desear entrar en una controversia", continuó, "tengo que decir que, desafortunadamente, el Profesor Einstein recientemente ha criticado gravemente a la universidad. Las criticas fueron provocadas por la invitación del Rector Judah Leon Magnes y mía, que le enviamos desde Jerusalén. Se le había ofrecido una cátedra en Madrid (que ha aceptado), una cátedra en el College de France, una cátedra en Leiden, una cátedra en Oxford; y nosotros no deseábamos competir con esas cuatro distinguidas universidades; sin embargo pensábamos que Jerusalén, aunque no puede ofrecerle las mismas instalaciones, tiene ciertamente una reivindicaciónparticularmente porque no necesita ningún equipamiento especial sino solamente un lapicero y una hoja de papel - y eso podemos proporcionarselo en Jerusalén" Concluyó expresando su esperanza de que aún podrían atraerle a Jerusalén- y con el áspero comentario de que la idea de Einstein de fundar una universidad de refugiados era "un proyecto fantástico... (que) significaría la creación de un campo de concentración intelectual judío". Einstein contestó inmediatamente a través de la Jewish Telegraphic Agency y en lo que sin duda pensaba eran términos intransigentes. "El Dr. Weizmann sabe muy bien que, con su declaración ha engañado a la opinión pública", contestó desde Bélgica. "El sabe muy bien los motivos de mi rechazo, y ha reconocido repetidamente en nuestras conversaciones privadas que estaban justificados. El sabe también bajo que condiciones aceptaría trabajar para la Hebrew University". La ingenuidad de Weizmann al interpretar esta declaración quedó clara tres días más tarde cuando, en la convención anual de la Zionist Organization of America, cortésmente anunció que Einstein había "hecho las paces con la Hebrew University de Jerusalén y aceptaba una cátedra en la institución". Esto era llevar su interpretación de la carta un poco lejos. Su única justificación para esta afirmación parece haber sido una promesa adicional, que hacía Weizmann ahora, de realizar una investigación en la universidad, y su suposición de que esto satisfaría a Einstein.

Pero el resultado fue el que se podía esperar. Con la actitud de Einstein criticada abiertamente por Weizmann, una investigación sería ahora más fácil. A finales de mes Sir Philip Hartog escribió que estaba deseando dirigir un comité o una comisión que específicamente investigara las condiciones en la universidad. Weizmann aceptó y el Survey Committee se organizó en Otoño. Sus miembros visitaron Jerusalén a finales de 1933 para investigar "con la perspectiva de hasta cuanta reforma podría ser deseable, y de establecer el marco de los planes de desarrollo de la universidad". En palabras del biógrafo de Magnes, Norman Bentwich, el comité "propuso cambios radicales en la administración y en su puesto". La acción quedó en suspenso por un año; pero las cosas no serían lo mismo para él de aquí en adelante, y aceptó un cambio en sus funciones". El 23 de Septiembre de 1935, Rabbi Stephen Wise, a su vuelta de Palestina, informó a Einstein del resultado de la crucial reunión de la junta de gobierno de la universidad. "Retiraron a Magnes de la dirección académica y le nombraron presidente, lo que quiere decir que se convierte en una figura más o menos decorativa", dijo. En su lugar había sido nombrado como Rector el Profesor Hugo Bergmann, a quien Einstein había conocido, de forma totalmente fortuita, en Praga 20 años antes. Escribiendo en el New Palestine, Einstein confiaba que la universidad podría "ahora ejercer ese poder de atracción sobre nuestros jóvenes eruditos cosa que no ha hecho en el pasado debido a las anteriores circunstancias". Haciendo un trabajo de Vice-Rector, Magnes había sido aceptado como Rector; ahora, ostensiblemente degradado a una presidencia, iba a tener poderes comparables a los de un rector de una universidad británica. Estos poderes eran de algún modo considerables, y continuó siendo un lazo de unión fiable con la administración británica; sin embargo el resultado de la acción le concedió el juego, el set y el partido a Einstein, quien casi una década antes, ya se había propuesto casi esto mismo. De las evidencias que quedan- la extensa correspondencia de Weizmann, el informe del Survey Committee con la contestación de Magnes a sus conclusiones, y los recuerdos de los que todavía viven- queda claro que durante la totalidad del episodio, que se extiende durante una década desde 1925 hasta 1935, Einstein hizo lo inadecuado ante una buena oportunidad. Sus motivos eran impecables. Pero sus vacilaciones sobre su pertenencia a la junta de Gobierno y después haciendo estallar sus propias acusaciones en la Primavera de 1933, dio base a la protesta de Magnes de que el Survey Committee se creo casi únicamente por las quejas de Einstein. "Incluso los sucesos en Alemania, que requerían acciones unidas de los judíos para hacer a la universidad merecedora de su misión como un santuario para eruditos judíos, científicos, y estudiantes de Alemania, no hizo que el Profesor Einstein amainase en sus ataques tanto en público como en privado.". dice Magnes. "Al contrario, estaba convencido de hacerlos incluso más amargos". El resultado fue que Weizmann, haciendo frente a los problemas prácticos del día a día de la dirección de la causa Sionista, pudo realizar las reformas que deseaba solamente después de una gran cantidad de innecesarias negociaciones, subterfugios y retrasos. Con todo, no puede

dudarse de la integridad de Einstein, pero esto no era suficiente. "Su fe tiene las cualidades de agitación y energía de todos los lideres espirituales verdaderos que están en el mundo pero no pertenecen a el". Su viejo amigo Morris Raphael Cohen concluía al revisar The World As I See It (Mi visión del mundo). "Necesita ser ayudado con una visión más realista de la cruda realidad de nuestra existencia". La franca honestidad de Einstein podría ser un arma formidable; pero tenía un doble filo y durante la pelea con Magnes fue manejada con peligro tanto para los amigos como para los enemigos. CAPITULO 18 SIN DIRECCIÓN El final del prolongado desacuerdo sobre la Hebrew University se sitúa dos años después cuando Einstein disuadía a Weizmann de visitarle en Oxford y daba los toques finales a su conferencia en el Herbert Spencer. Habló en el Rhodes House, "Sobre el Método en Física Teórica", mediante una traducción inglesa, y sorprendió a gran parte de la audiencia con la frase que inició la conferencia. "Si desean averiguar algo sobre los métodos que usan los teóricos físicos, les aconsejo se ciñan estrechamente a un principio" dijo. "No escuchen sus palabras, fíjense en sus hechos. Para el descubridor en este campo, las creaciones de su imaginación parecen ser tan necesarias y naturales que las contempla, y hará que los demás las vean, no como creaciones del pensamiento, sino como realidades dadas". Mantuvo el énfasis en la imaginación mientras continuó. "Estoy convencido", dijo en un pasaje casi literal. Que podemos descubrir por medio de construcciones puramente matemáticas los conceptos y las leyes que los conectan entre si, que proporcionan la clave para entender los fenómenos naturales. La experiencia puede sugerir los conceptos matemáticos apropiados, pero ciertamente no pueden ser deducidos de ella. La experiencias permanece, por supuesto, como el unido criterio de utilidad física de una construcción matemática. Pero el principio creativo reside en las matemáticas. En cierto modo, por consiguiente, mantengo que es verdad que el pensamiento puro puede captar la realidad, como soñaban los antiguos. Dos días después, dio la conferencia Deneke ante una concurrida audiencia en la sala Lady Margaret, la cual trataba sobre el significado intrínseco de la física, y concluyó con el comentario: "Cuanto más buscamos, más encontramos que queda por conocer, y creo que mientras exista el ser humano siempre será así". Él "al parecer" es necesario. En esta ocasión Einstein habló apoyándose sólo en notas, y no ha quedado ninguna versión escrita de la misma a pesar de todos los esfuerzos realizados para conseguirla. Desde Oxford viajó al norte de Glasgow para pronunciar la primera conferencia George Gibson. Llegó a la ciudad inesperadamente y se encontró, sin que nadie lo reconociera, en medio de una multitud que se había reunido para dar la bienvenida a la estrella de cine Thelma Todd.

Afortunadamente fue reconocido por un reportero local, que telefoneó a la universidad. Una operación de rescate trajo rápidamente a Einstein sano y salvo. La señorita Todd, hablando posteriormente del incidente, dijo arrepentida: "Si lo hubiera sabido le habría prestado a Einstein parte de mi público". Esa tarde habló durante veinte minutos en la sala Bute de la universidad, dirigiéndose a una atenta audiencia en inglés, sobre "Los orígenes de la Teoría General de la Relatividad". Empezó diciendo que estaba encantado de poder hablar de su propio trabajo científico. Y siguió diciendo: "No tengo una opinión muy elevada de la importancia de mi esfuerzo". Escribir la historia del trabajo de otra persona requiere entender sus procesos mentales, los cuales pueden ser entendidos mejor por historiadores profesionales, mientras que explicar uno mismo a posteriori la manera de pensar es mucho más fácil. Con respecto a esto, uno se encuentra en una posición mucho más favorable que cualquier otro, y sería una falta de sentido común o de falsa modestia dejar pasar la oportunidad de conservar la historia. Su exposición fue una de las más claras sobre el proceso que le llevó desde la Teoría Especial a la Teoría General y el cual, tras numerosos errores le condujo "penitente a la curvatura de Riemann, la cual permitió encontrar la relación con los hechos empíricos de la astronomía". Él mismo estaba impresionado por la asombrosa simplicidad del trabajo que había descrito. Al final de su conferencia sus palabras habían quedado impresas en la memoria de muchos. Una vez que se había aceptado la validez de este razonamiento el resultado final parecía incluso sencillo, cualquier estudiante inteligente podría entenderlo sin mucho problema. Pero los años de oscura búsqueda de una verdad que sentía pero que no podía expresar, el intenso deseo y los continuos cambios de la confianza a la duda, hasta que se llega a la claridad y la comprensión, sólo los entiende quien los ha experimentado en sí mismo. Pocos días después, tras recibir el acostumbrado título de doctor honoris causa, volvió a Bélgica, declinando una oferta que había recibido para permanecer en Canterbury de Hewlett Johnson, el "Red Dean" (Decano Rojo), que recordaba que doce años antes había asistido a la conferencia de Einstein en Manchester. "Esta es una amplia, tranquila y hermosa residencia",escribió Johnson, "y nada me agradaría más que viniera durante un mes o más a trabajar sin ser molestado. Podría tener sus propias habitaciones y podría verme a mi o a cualquier otra persona, con la frecuencia que quisiera". El rechazo de Einstein es significativo. En su invitación, Johnson subrayó los "Esfuerzos en favor de la paz" de Einstein, una insinuación de sus propios esfuerzos a largo plazo por la versión comunista del pacifismo. Pero en este momento de su vida Einstein estaba ansioso por desligarse de la imagen de comunista así como de su preocupación por el pacifismo. Ambos puntos se aclararon tan pronto como volvió a Le Coq. En Gran Bretaña y Estados Unidos se proclamaba

frecuentemente que era miembro del Comunismo Internacional, y la forma en que él mismo contribuía sin darse cuenta a dar apoyo a la acusación ha sido descrita por el Dr. Max Gottschalk, un judío belga erudito que recordaba que Einstein había decidido dar su patrocinio al congreso por la paz de Amsterdam. "Cuando le mencionamos que se trataba en realidad de un congreso comunista", decía, "Einstein respondió: 'Vi que se trataba de un congreso por la paz y no me preocupé por saber quien lo organizaba'. También suscribió durante esos meses una protesta organizada por las juventudes de Flandes. Le contamos acerca del carácter subversivo del grupo. Dijo que solamente había visto en la protesta una petición de igualdad ante la ley y a la luz de cómo él entendía los hechos estaba justificada." Pero ahora el arma que tan generosamente ofreció a sus enemigos se estaba volviendo contra él. Tenía que hacer algo. Por lo tanto, el 7 de Julio escribió a "The Times" y al "New York Times". Decía, "He recibido una copia de una circular emitida por la 'Better America Federation' (Federación para una América mejor), que contiene fotografías mías con el propósito de relacionarme con la 'Third (Communist) International' (Tercera Internacional Comunista)". "Nunca he tenido nada que ver con la 'Third International', y nunca he estado en Rusia. Además, es evidente que las fotografías no se parecen a mi. Estas fotos son probablemente un atentado extranjero inspirado por motivos políticos." Mientras era el centro de atención, se mantenía en segundo plano, luchando con su conciencia y confirmando finalmente una de las decisiones más angustiosas de su vida. Para alarma de sus amigos y consternación de sus seguidores, cruzó la línea divisoria entre el pacifismo y el no pacifismo, renunciando a su primitiva convicción de que el uso de la fuerza nunca estaba justificado, dando a entender, en palabras de sus colegas anteriores, que se alineaba con aquellos que "salvarían la civilización europea por medio de las bombas incendiarias, el gas venenoso y las armas bacteriológicas", anunciando sin pestañear, con la frialdad que le caracterizaba, que el cambio no estaba en sí mismo sino en la situación europea, y que la no violencia no era suficiente. El rechazo de Einstein a la causa pacifista no sobrevino repentinamente. Esta franca declaración que realizó a finales del verano de 1933 podría dar esa impresión, pero la verdad es más compleja. El primer indicio de cambio en sus aferradas creencias pacifistas apareció en Noviembre de 1932 cuando, poco antes de abandonar Berlín hacia los Estados Unidos, realizó unas declaraciones sobre las proposiciones de desarme del primer ministro francés Edouard Herriot. Una de ellas hacía referencia a una fuerza de policía internacional, y Einstein estaba de acuerdo en que debería ir armada y tener capacidad para usar este armamento. Esta idea parecía haberse hecho incluso menos cuestionable durante los meses siguientes, y mientras en América se puso incluso en contra de la "War Resisters International" (Internacional de Opositores a la Guerra). La reacción del pacifismo auténtico fue resumida por Lord Ponsonby en una carta al secretario de la Internacional. Decía, "Estoy seguro de que deberíamos evitar abogar por cualquiera de las nuevas formas de

organización militar". "La mención del profesor Einstein de la fusión de pequeños ejércitos profesionales y el establecimiento final de una fuerza de policía internacional me recuerda las proposiciones francesas, y es una política por la que aboga Lord Davies entre otros. Yo me he opuesto siempre con fuerza por dos razones. Sería admitir que la fuerza puede ayudar a resolver las disputas internacionales; y no funcionaría." La copia de la carta de Ponsonby había hecho poco efecto sobre Einstein, cuyas dudas sobre la actual factibilidad del pacifismo se incrementaron aún más durante su visita a Gran Bretaña en Junio. Estando en Glasgow se encontró con Lord Davies, a la cabeza de la "New Commonwealth Society", cuyos libros sobre una fuerza internacional serían posteriormente calificados por él como "la mejor y más eficaz publicación en su campo. Yo no podría haber expresado mi posición tan bien ni de forma tan completa a como usted lo ha hecho". Así, Einstein se había apartado ya de su pacifismo incondicional cuando volvió a Le Coq procedente de Gran Bretaña a finales de Junio. Esto se evidenciaba en una carta que escribió el 1 de Julio al reverendo J.B.Th.Hugenholtz, quien le había visitado el verano anterior en Caputh, y quien había resucitado su idea de una Hogar para la Paz Internacional (International Peace House) en La Haya. Quedaban todavía por llegar una larga serie de opiniones. Einstein escribió "Debo confesar libremente que los tiempos no parecen ser propicios para mayores apoyos a ciertas propuestas del movimiento pacifista radical. Por ejemplo, ¿está justificado aconsejar a los franceses o a los belgas oponerse al servicio militar en caso del rearme de Alemania? ¿Debería uno apoyar tal política?, Francamente no lo creo. Pienso que en la situación actual deberíamos apoyar un ejercito supranacional en vez de abogar por la abolición de los ejércitos. Los hechos recientes me han dado una lección al respecto.'Apoyar esta organización supranacional", un cuerpo que daría a las actuales alianzas militares un nuevo uniforme, era en realidad como escupir en el templo. Einstein envió unas declaraciones a "Biosophical Review" de Nueva York, las cuales reiteraban la posición apuntada por Hugenholtz, pero que no fueron publicadas hasta otoño. Exteriormente, por lo tanto, la actitud de Albert Einstein, el más famoso de los exiliados alemanes a la llegada de Hitler, era aún de un pacifista convencido. La revelación llegó antes de final de mes. Mientras se encontraba dando una serie de conferencias en Londres, dos belgas fueron arrestados por rehusar a hacer el servicio militar. Su caso estaba siendo llevado por Alfred Naoh, un joven pacifista francés que vivía en Bélgica, quien apeló a Einstein para que saliera en su defensa. Antes de que Einstein tuviera tiempo para responder se dio la intervención de una cuarta persona inesperada. En una carta entregada a Einstein en Le Coq decía, "El marido de la segunda violinista quisiera verle por un asunto urgente." La segunda violinista era la Reina Isabel, con quien Einstein había estado tocando en un cuarteto en al menos tres ocasiones en Mayo; su marido se había enfrentado a la invasión alemana veinte años antes, y tenía toda la razón al temer al poder de una Alemania liderada por el partido del Nacional Socialismo.

Einstein viajó a Bruselas para reunirse con el Rey Alberto en el palacio de Laeken. La audiencia se llevó a cabo con suma cautela, y por buenas razones. En algunos barrios la presencia continuada de Einstein en Bélgica era considerada como una distinguida bendición. Sería injusto sugerir que el país acogía de forma importante al partido pro-alemán; aún existía ,como ocurría en Inglaterra, un deseo general de calmar más que de criticar a los dictadores. Ningún lugar de Bélgica se encontraba a más de tres horas en coche de la frontera alemana, y las amenazas de que Einstein podría ser raptado o asesinado eran exageradas, y a la vez inciertas. Se evitarían incidentes internacionales, y es significativo que desde ninguna universidad belga se le había hecho a Einstein oferta para un puesto permanente. En este ambiente, la intervención de un monarca constitucional en un asunto relacionado con el servicio militar debía ser manejada con sumo cuidado, y no parece que el Rey guardara prueba alguna de las opiniones que expuso a Einstein ni de la reacción de este. Éste está, sin embargo, claramente implicado en el intercambio de cartas que siguió a la audiencia. El comentario de un editorial sobre Einstein de que "la discusión con el Rey aparentemente ayudó a Einstein a tomar una decisión sobre el asunto crucial de la oposición a la guerra", parecía justificado. Así, la invitación de la Reina a Einstein para que se trajera su violín a Laeken cuatro años antes había producido su primer eco en los asuntos públicos. El 14 de Julio Einstein escribió, "Su Majestad, el asunto de los objetores de conciencia ronda constantemente mi cabeza. Es una cuestión grave, el caso que tengo ante mí es de la mayor trascendencia." Ya he indicado porqué, a pesar de mi vinculación con el movimiento "War Resisters" (Opositores a la Guerra), yo no debería intervenir: 1. En la actual situación de amenaza, creada por los sucesos de Alemania, las fuerzas armadas de Bélgica sólo pueden ser consideradas como un medio de defensa, no un instrumento de agresión. Y ahora más que nunca, tales fuerzas defensoras se necesitan con urgencia. 2. Si alguien debiera intervenir en el caso, no debería ser quien disfruta de la hospitalidad de su país. Me gustaría, sin embargo, ofrecer algunos comentarios. Los hombres que, por sus convicciones morales y religiosas, se sienten obligados a rechazar el servicio militar, no deberían ser tratados como criminales. Tampoco se debería permitir a nadie juzgar si tal rechazo responde a profundas convicciones o a motivaciones de menor importancia. Desde mi punto de vista existe una forma más digna y efectiva de comprobarlo y aprovechar a tales individuos. Se les debería ofrecer la alternativa de aceptar trabajos más duros y opresivos que el servicio militar. Si sus convicciones son suficientemente profundas, aceptarán esta opción, y probablemente nunca serán muchos. Un trabajo sustitutivo que se me ocurre son ciertos tipos de labores mineras, alimentar las calderas de los barcos, servicios en hospitales en salas de enfermedades infecciosas, o en ciertas secciones de instituciones mentales, y posiblemente otros servicios de naturaleza similar.

Cualquiera que acepte voluntariamente tales servicios sin remuneración es poseedor de notables cualidades y merece realmente incluso más que su simple reconocimiento como objetor de conciencia. Por supuesto, no debería ser tratado como un criminal. Que Bélgica promulgue una ley o simplemente establezca una costumbre, constituiría un progreso de notable valor hacia la verdadera humanidad. Esta era una carta típica de Einstein; humana y cortés, atenta a los grandes servicios que los hombres podrían prestarse entre sí. Aún se trataba de una carta escrita al borde de una decisión; eludía la cuestión de si "labores mineras, alimentar las calderas de los barcos", y servicios como estos no eran tan esenciales al esfuerzo de guerra de un país como el servicio en las fuerzas armadas. La respuesta del Rey, fechada el veinticuatro en Ostend, fue amable pero evasiva y para evitar la acusación de ser inconstitucional había cuidado de hablar de anónimos "gobiernos de Bélgica" más que de la administración actual en concreto. "Mi querido profesor, he recibido con gran placer la carta que tan amablemente me ha escrito, y le mando mi más calurosa gratitud," empezaba Su Majestad. Soy el máximo responsable de lo que dice acerca de Bélgica y la sinceridad de su política exterior. Los gobiernos de Bélgica pretenden mantenerse al margen de los conflictos que están teniendo lugar en o entre sus países vecinos; bajo ninguna circunstancia consentirán las prácticas discriminatorias que la mayoría de los belgas considera inaceptables. Como usted ha dicho tan acertadamente, nuestro ejército tiene un carácter defensivo. Servir en él significa servir los propósitos de gente libre, que intenta mantener una paz legítimamente suya en la sociedad de las naciones. Estamos encantados de que se haya establecido en nuestra tierra. Hay hombres que por su trabajo y estatura intelectual pertenecen a la humanidad más que a cualquier país, sin embargo el país que ellos eligen para su asilo ha de sentir un gran orgullo por este hecho. La Reina se une a mi para enviarle nuestros mejores deseos de una estancia placentera en Bélgica. Por favor acepte mi expresión de alta estima. Alberto. Hay un cierto aire de evitar mencionar el cambio, y parece como si el Rey no estuviera seguro de lo próximo que haría Einstein. A juzgar por el pasado, tenía razones para mantener los dedos cruzados. Sin embargo, Einstein ya se había decidido. El 20 de Julio escribió a Nahon. Pidió que los contenidos de su carta fueran publicados, una carta en la que Albert Einstein, que había declarado en cierta ocasión que "sería preferible ser descuartizado que tomar parte en un negocio tan abominable" como la guerra, había cambiado de idea. "Lo que voy a contarle le sorprenderá enormemente", decía. Hasta hace bastante poco en Europa podíamos suponer que la resistencia personal a la guerra constituía un ataque eficaz al militarismo. Hoy día nos enfrentamos a una situación muy diferente. En el corazón de Europa existe una potencia, Alemania, que obviamente está empujando

hacia la guerra con todos sus medios disponibles. Esto ha creado un peligro tan serio para los países latinos, especialmente Bélgica y Francia, que ellos han llegado a depender completamente de sus fuerzas armadas. Por lo que respecta a Bélgica, con seguridad, a un país tan pequeño le esta permitido hacer un mal uso de sus fuerzas armadas; más al contrario, las necesita desesperadamente para proteger su existencia. ¡Imagínese Bélgica ocupada en la actualidad por Alemania!. Las cosas serían mucho peor que en 1914, y ya fueron suficientemente malas entonces. Por tanto debo decirle con franqueza: Si yo fuera belga, no rechazaría en las actuales circunstancias el servicio militar; por el contrario, ingresaría en él gustoso y con la convicción de que de ese modo ayudaría a salvar la civilización europea. Esto no quiere decir que en adelante abandone el principio que había mantenido hasta ahora. No tengo mayor esperanza que la de que no estén lejanos los tiempos en que de nuevo el rechazo del servicio militar sea un método de servir a la causa del progreso humano. Por favor hágale llegar esta carta a sus amigos, especialmente a los dos que se encuentran en prisión. "Los amigos" no eran los únicos que habían prestado atención a este cambio de actitud. Al principio las noticias se habían transmitido sólo a través de circulares pacifistas, pero el 18 de Agosto se publicó la carta de Einstein en "La Patrie Humaine" (La Patria Humana). Esto causó elevadas y afligidas protestas. Tres días después Lord Ponsonby escribió expresando su "gran decepción". H. Runham Brown, secretario de la "War Resisters International", declaró que la carta de Einstein constituía "un gran golpe a nuestra causa", mientras que el Servicio de Prensa de la "International Antimilitaristic Commission" (Comisión Antimilitarista Internacional) proclamó que "La renuncia de Einstein es una gran victoria del Nacional Socialismo Alemán", afirmación cuya línea de razonamiento es perversa más que oscura. Romain Rolland remarcaba amargamente en su diario que Einstein estaba ahora fallando a los propósitos de aquellos que había alentado sólo dos años antes. "The International League of Fighters for Peace" (La Liga Internacional de los Luchadores por la Paz), "The Belgian War Resisters Committee" (El Comité Belga de los Opositores a la Guerra), y muchas otras organizaciones sentían que el rechazo de Einstein a todo lo que ellos defendían dejaba un sabor a traición. A todos les contestó en los mismos términos: Alemania constituía ahora una amenaza para Paz de Europa y sólo podría ser frenada con la fuerza. Las circunstancias habían cambiado las cosas. Como las protestas continuaban llegando, Einstein se sintió forzado a emitir una declaración general. Proclamó "Mi ideal mantiene el convencimiento de que las disputas internacionales deben resolverse mediante arbitraje. Hasta hace seis meses, consideraba que oponerse al servicio militar era uno de los pasos más efectivos de alcanzar este objetivo. En aquel momento en todo el mundo civilizado, no existía ninguna nación que realmente intentara aplastar a otra por la fuerza. Permanezco, de todo corazón, devoto a la idea de que las acciones beligerantes deben ser evitadas, y que debe llevarse a cabo la mejora de las relaciones entre

naciones. Por esta razón, creo que no debería hacerse nada que pudiera debilitar la organización de poder de aquellos países que representan hoy día la mayor esperanza de alcanzar este ideal." Catorce años más tarde reconoció que "Inglaterra, Francia y los Estados Unidos pagarían caro el haber estado más o menos desarmados desde 1925 a 1935; este hecho sólo sirvió para alentar la arrogancia de los alemanes." Durante mucho tiempo él los había animado. Ahora había decidido, al igual que hizo H.G.Wells durante la Primera Guerra Mundial, que "Cada espada que se levante contra Alemania es ahora una espada por la paz". La justificación que Einstein da para su cambio de opinión es que es válido ya que funciona. La situación europea de los años 20 era ciertamente muy diferente una década después, cuando por primera vez desde 1919, un país europeo había vuelto deliberadamente a la amenaza de la guerra para conseguir sus objetivos. Los hombres decentes admitieron de mala gana que el pacifismo había de ser abandonado. Las circunstancias habían cambiado las cosas. Pero existe una causa importante que ha llevado a tal situación, y reside en la contradicción entre la admisión por parte de Einstein de que el comparativo desarme había envalentonado a los alemanes, un eufemismo amable de que a veces las buenas intenciones causan lo que pretendían evitar, y su esperanza de que "el rechazo de servicio militar sería efectivo de nuevo". La esencia de este argumento era que el pacifismo había estado escondido un tiempo mientras se trataba con una Alemania agresiva, y se sacaría del cajón para usarlo de nuevo, como un vestido de fiesta, cuando todo fuera bien. Había otros dos puntos significativos que no se deberían ocultar. A pesar de su resistencia a abandonar el pacifismo en el momento en que era puesto a prueba, y a pesar de su apoyo a una fuerza internacional, Einstein continuaba considerándose pacifista, una actitud ante la cual muchos de sus anteriores amigos naturalmente se sintieron ofendidos. Además es de destacar que concentrara su nueva creencia de fondo en una defensa militar contra Alemania en particular, más que contra las dictaduras en general. Ciertamente era Alemania la que en 1933 representaba la mayor amenaza para la paz mundial. Aún cuando en años posteriores, su admisión de que la tiranía debe ser combatida con la fuerza sólo en raras ocasiones, se desbordó al tratar los casos de Italia o Japón, dejando sola a Rusia. Su vigor se concentró, más que cualquier otra cosa, contra Alemania cuyos males veía como una prolongación natural de sus experiencias en el "Luitpold Gymnasium". Su honestidad, su reputación internacional, su judaísmo, todo ayudó a reforzar la imagen de personaje anti-Nazi en la cual este vigor le había convertido. Como tal tenía su utilidad. Pero después de 1933 no sólo los Sionistas y los miembros de la Liga, sino también los pacifistas evidentemente, veían también sus limitaciones. Y después de 1933, las advertencias de Wilfred Trotter se hicieron incluso más evidentes, "Es necesario", dijo una vez, "que evitemos pensar que la practica del método científico aumenta el poder de la mente humana. Nada ha sido más contradicho por la experiencia que la creencia de que un hombre, distinguido en uno o más sectores de la ciencia, es más adecuado para pensar con sensibilidad acerca de

asuntos ordinarios que cualquier otro". La posición de Einstein como símbolo de las fuerzas antialemanas, que empezaba a fundirse, fue enfatizada mientras el asunto de los dos reclutas belgas estaba aún en proceso. Durante la segunda mitad de Julio llegó a ser la pieza central de una operación política. Se desconoce su principal instigador, pero el 20 de Julio el infatigable LockerLampson escribió a Lindemann, a quien conoció por primera vez en su época de secretario privado de Winston Churchill. "Mi querido profesor", decía, "alguien ha estado viendo a Einstein y lo va a traer a Inglaterra, y me ha pedido que lo lleve a mi casa de campo este fin de semana. Por tanto he arreglado todo para ello y lo llevaré a ver a Winston el sábado. Espero que sea de su agrado venir." Einstein llegó pocos días después y fue llevado, primero de todo, a la casa de Locker-Lampson en Esher, Surrey, a pocas millas de Londres. Desde aquí fue acompañado no a dos, sino a tres entrevistas. Primero se reunió con Churchill, con quien fue fotografiado en los jardines de Chartwell. "Es un eminente sabio", escribió a su mujer el mismo día; "está muy claro para mi que esta gente ha hecho sus planes y están determinados a actuar pronto". A continuación, comió con Sir Austen Chamberlain, a quien Locker-Lampson había acompañado a la Conferencia de Paz de París catorce años antes. Finalmente, fue llevado a la casa de campo de Lloyd George en Churt, y fue aquí donde Einstein, en una excursión a la casa Surrey, antes del encuentro con el anterior Primer Ministro, firmando en el libro de los visitantes se detuvo un momento al llegar a la columna "Dirección". Entonces escribió "Ohne. Sin más". Al día siguiente Locker-Lampson protagonizó el mayor incidente cuando habló en la Cámara de los Comunes, solicitando que se promulgara un proyecto de ley "para promocionar y extender las oportunidades de ciudadanía para los judíos residentes fuera del Imperio Británico". Einstein, grave y silencioso con una chaqueta de lino blanco, observaba desde la galería de Visitantes Ilustres. Fue un incidente conmovedor, que tenía lugar cuando Europa había alcanzado un momento crítico de su historia, y curiosamente reflejado a la vez como el mejor y el peor de la Inglaterra contemporánea; el excéntrico forastero levantado en armas contra la opresión, y la Cámara, que había accedido en un principio, pero que rápidamente lo dejó para ocuparse de otros asuntos. "No poseo, hasta donde alcanzo a saber, ni una gota de sangre judía en mis venas", comenzaba LockerLampson. Había hablado en favor de los alemanes tras la guerra, señaló, pero le dio gracias a Dios por que ellos no la hubieran ganado. "Podían haber tratado a Inglaterra como habían tratado a los judíos". Entonces se refirió a Einstein, "el hombre sin hogar". "Los alemanes han robado sus ahorros. Los acaparadores y estafadores de Europa han saqueado su casa. Incluso le han robado su violín". No era muy elocuente, pero lo que le faltaba de finura lo tenía de sinceridad; lo que nadie duda es del coraje de "Völkischer Beobachter" en describir el incidente, pocos días después, como "Espectáculo judío Einsteniano en la Cámara de los Comunes". El proyecto de ley de Locker-Lampson fue victima en parte de la apatía y en parte del sistema parlamentario británico, ya que no tuvo oportunidad de una segunda

lectura antes de la sesión de cierre del 17 de Noviembre. Esto significaba la automática anulación del proyecto. No hay duda de la simpatía de Locker-Lampson hacia Einstein. Sería ingenuo pensar que la invitación a Gran Bretaña y el intento de introducción del proyecto de ley de ciudadanía, eran consecuencia sólo de la buena voluntad. En la Gran Bretaña de Julio de 1933, unos pocos entusiastas, antifascistas adelantados a su tiempo, eran conscientes del peligro que se avecinaba; entre ellos se encontraban Churchill, Lindemann, y Locker-Lampson. Para ellos Einstein era no sólo merecedor de apoyo, sino a menudo parte del juego. Entonces volvió a Bélgica, aparentemente aceptando una sincera invitación de Locker-Lampson de visitarle de nuevo antes de dejar Europa para su visita de invierno a Princeton. Tendría que esperar poco tiempo antes de convertirse una vez más en el centro de atención. El 31 de Agosto, se publicó "The Brown Book of the Hitler Terror" (El Libro Marrón del Terror de Hitler), por el "World Committee for the Victims of German Fascism" (Comité Mundial para las Víctimas del Fascismo Alemán), coincidiendo el mismo día que el Profesor Theodor Lessing, un alemán que había huido a Checoslovaquia, era localizado y asesinado por criminales nazis en Marienbad. La trama central del libro era la acusación de que los mismos nazis habían provocado el incendio del Reichstag, una acusación que parecía suficientemente plausible en 1933, a pesar de los hechos conocidos hoy día sobre el tema. Einstein había dejado usar su nombre como cabeza del comité con su habitual generosidad. Ahora aparecía como el autor y fue obligado a retractarse. "Mi nombre aparecía en las ediciones en francés e inglés como si yo lo hubiera escrito", dijo. Eso no es cierto. Yo no escribí una palabra. El hecho de que yo no lo escribiera no importa, pero la verdad si tiene cierta importancia. Yo estaba en el comité que autorizó el libro, pero en realidad yo no escribí nada de él, aunque comparto su espíritu. La causa de todo es que el régimen en Alemania era vengativo, y yo había sido elegido como víctima. Naturalmente esta negación tuvo poco efecto en aquellos que estaban pidiendo sangre. "La más reciente infamia de Einstein", decían subrayados en rojo unos típicos titulares de un periódico alemán, y a principios de Septiembre fue publicado que "Fehme", la organización extremista nacionalista alemana, ofrecía una recompensa de 5.000 $ al hombre que matara a Einstein. Al enterarse de que esta suma había sido puesta como "precio a su cabeza", tocándose su blanca melena dijo sonriente: "No sabía que fuera tan valioso". Ellen Wilkinson, el laborista británico miembro del comité que había publicado el libro, viajó a Le Coq para reunirse con Einstein el 2 de Septiembre. "Le suplique que nos dejara retirar su nombre de nuestros papeles", decía. "No", dijo tranquilamente. "No me obligarán a hacerlo. Tu comité ha hecho un buen trabajo". Todo esto proporcionaba un contexto dramático para los sucesos de las siguientes semanas. Einstein volvió a Inglaterra, y permaneció allí como huésped de Locker-

Lampson hasta que , un mes después, se dirigió a una concurrida audiencia en el Royal Albert Hall antes de abandonar Gran Bretaña y Europa por última vez. Tonos de sensacionalismo se le dieron a esta historia. Así, se dijo que Einstein había huido del continente al saber que Lessing había sido asesinado; que había sido traído a Inglaterra en secreto en el yate de LockerLampson; que un guardia armado había estado vigilándolo constantemente en Inglaterra; y que inevitablemente, esa especial protección policial se le había dado en Inglaterra tras amenazas de asesinato. Lo cierto es que cuando abandonó Inglaterra en dirección a Bélgica en Julio, Einstein había dicho que esperaba volver en Septiembre; que Locker-Lampson nunca había tenido un yate; que los "guardias armados" eran las dos secretarias de LockerLampson y un peón que llevaban escopetas deportivas en parte como broma, y en parte como decoración para los fotógrafos; y que ni Scotland Yard ni el Special Branch fueron avisados de intento alguno de asesinato. La historia del asesinato fue , en realidad, inventada por LockerLampson y "filtrada" a la prensa cuando las ventas de entradas para la "conferencia de Einstein" en el Royal Albert Hall estaban decayendo. Teniendo todo esto en mente, la seriedad de cualquiera amenaza personal a Einstein a finales del verano de 1933 parece cuestionable. Con la Solución Final tan bien documentada, no parece de creer que este particular asesinato habría ido más allá de la infamia de los Nazis, y sus antecedentes sugieren que no hubiera ido más allá de su estupidez. Pero Einstein mismo demostró un gran sentido común al comentarlo. "Cuando un bandido va a cometer un crimen lo mantiene en secreto", comentó cuando oyó hablar de las amenazas por primera vez. La policía belga mantenía la misma actitud y su jefe, preguntado por la Agencia Judaica Telegráfica, dio la impresión de lo que usualmente considerado como la flema británica: "El profesor se lo está tomando todo con mucha calma. Cuando se le dijo que allí se le había puesto precio a su cabeza sólo se sorprendió ligeramente. Sabe que está protegido por la policía, pero me da entender que no quiere discutir las medidas que se toman. Me dijo que no está asustado. Fui esta mañana a preguntarle si había pensado en alguna medida adicional para su protección. Contestó que no eran necesarias". Esta despreocupación por su propia seguridad le era consustancial. Todo que le preocupaba era la interferencia con su trabajo que la vigilancia policíaca le causaba a menudo. Elsa era otro asunto, y fue Elsa quien el viernes 8 de septiembre, le pidió a un reportero de visita de Inglaterra, Patrick Murphy del Sunday Express- que telefoneara a Lampson y le preguntara si Einstein podría volver como invitado sin retraso. Locker-Lampson se puso en acción, impaciente de anfitrión una vez más, sobre todo en circunstancias tan dramáticas, y el sábado Einstein fue conducido por Murphy a Ostend. En la cabina del barco por el Canal sacó rápidamente su cuaderno y se puso a trabajar. A su llegada a Londres, fue llevado a pasar la noche a una pequeña casa de huéspedes en el Condado de Earl dirigida por la anterior ama de llaves de Locker- Lampson, agradecido de que por una vez la rápida partida le había permitido viajar con poco equipaje. "Si viajara con dos grandes baúles mi esposa todavía llevaría un paquete de

exceso de equipaje", le confesó a Murphy. A la mañana siguiente, fue conducido por las dos secretarias del comandante al nordeste de Londres, a través de Newmarket donde los tres almorzaron. Einstein se hacía entender todo lo bien que podía con su inglés elemental, y entonces llegaron a Cromer en la costa este. Aquí Locker- Lampson dirigía un hotel de vacaciones en que se había reservado una habitación, pero sin embargo Einstein fue llevado a Roughton Heath, un tramo arenoso de páramo a tres millas del pueblo, donde el comandante era propietario de una extensión de tierra. Aquí se instaló en uno de los chalets de vacaciones. Su estancia se rodeó por una mezcla grotesca de pseudo-secreto y publicidad. "Si cualquier persona no autorizada se acerca recibirá una descarga de postas", amenazó el comandante. Pero al fotógrafo local de Cromer se le permitió tomar fotos de Einstein en suéter y sandalias, mientras sus chicas "vigilantes," llevando armas deportivas, posaban para las agencias cuyas fotos recorrerían el mundo. Aquí Einstein declaró significativamente a un reportero: Me nacionalizaré inglés tan pronto como pueda obtener mis papeles. El comandante Locker- Lampson ya ha sugerido a su Parlamento, que Inglaterra debería adoptarme inmediatamente en lugar de tener que esperar los habituales cinco años. El Parlamento nos dará la respuesta cuando se reúna. No puedo decirle todavía si haré de Inglaterra mi hogar. No sé donde pasaré mi futuro. Pasaré aquí un mes, y entonces cruzaré el océano hacia América para cumplir mis obligaciones sobre una gira de conferencias. El Profesor Millikan, el gran investigador americano, me ha invitado a hacer de la Universidad de Pasadena, en California, mi hogar. Tienen allí el mejor observatorio del mundo. Es una tentación, pero aunque trato de ser universal de pensamiento, soy europeo por instinto e inclinación. Querré volver aquí. Einstein pasó cerca de un mes en Roughton Heath, viviendo y comiendo en el pequeño edificio de madera que se le había asignado, trabajando con el Dr. Mayer, quien pronto se le unió procedente de Bélgica, y a veces paseaba durante una hora o más por el campo, "hablando a las cabras," como le había contado a una de los secretarias del comandante. Su presencia en los alrededores de Cromer había llegado a ser un secreto a voces y había muchas visitas al "campamento" de Locker- Lampson. Una fue la del Señor Samuel Hoare, el anterior ministro de asuntos exteriores británico. Con Hoare Einstein discutió la situación europea, y animado por la comparativa soledad de Roughton Urce, sacó a colación de nuevo la idea que una década antes le había expuesto a Norman Bentwich en Jerusalén, de que los faros serían unos buenos lugares en que científicos jóvenes podrían llevar a cabo su trabajo rutinario porque la soledad los estimularía a pensar. Otra visita fue el hijastro de Einstein Dmitri Marianoff, encargado por un periódico francés de escribir un artículo divulgativo sobre la relatividad, y la pequeña incertidumbre de cual fue la reacción de su padrastro es todavía una incógnita. A Roughton Urce también vino Jacob Epstein, quien fue capaz de conseguir que posara durante tres sesiones para

hacerle un busto. Éstas fueron las únicas reuniones entre el escultor y el científico y recuerda una de los más famosos versos populares que alcanzaron gran profusión sobre Einstein: "Three wonderful people called Stein; There's Gert and there's Ep and there's Ein. Gert writes in blank verse Ep's sculptures are worse And nobody understands Ein." (Tres personas maravillosas se llamaron Stein; Está Gert y está Ep y está Ein. Gert escribe versos sin sentido las esculturas de Ep son peores Y nadie entiende a Ein.) "'Ein' apareció en un pullover con su cabello desordenado ondeando al viento", recordaba Epstein en su autobiografía. "Su mirada contenía una mezcla entre lo humano, lo cómico, y lo profundo. Ésta era una combinación que me encantaba. Recordaba agregó en una frase que más tarde sonaría por todas partes, "el período Rembrandt". Las sesiones para posar tuvieron lugar en la choza pequeña de Einstein que ya contenía un piano y que difícilmente era el mejor lugar para trabajar. "Les pedí a las sirvientas, de las que había varias, secretarias del Comandante Lampson, que quitaran la puerta, cosa que hicieron", escribe Epstein. "Ellas jocosamente preguntaron si a continuación me gustaría quitar el tejado. Pensé que también me habría gustado, pero no se lo pedí, ya que los "ángeles" guardianes parecían resentidas por mi pequeña intrusión en la retirada de su profesor. Después del tercer día parecían menos frías y les ofrecí una cerveza al final de la sesión. Cada sesión duró dos horas. En la primera Einstein estaba tan rodeado de humo que el trabajo era casi imposible. "En la segunda le pedí que fumara en los descansos," dice Epstein. "Su conducta estaba llena de encanto y afabilidad. Disfrutaba con los chistes y se mofaba de los profesores Nazis, cientos de los cuales habían condenado en un libro su teoría. 'Si hubiera estado equivocado' dijo, 'con un profesor hubiera sido suficiente'. Cuando las sesiones se acabaron se relajó tocando el piano. En una ocasión, sacó su violín y lo estuvo tocando alegremente. "Parecía como un gitano errante, pero el aire del mar era húmedo y el violín sonaba abominable," escribió Epstein. Si ya existieron anti-Nazi antes, también había antiJudíos. Dejado brevemente sin vigilancia durante la exposición en Londres unas semanas más tarde, el busto del científico más grande del mundo, realizado por el escultor más grande del mundo, ambos judíos, fue descubierto en el suelo de la galería. Afortunadamente, se reparó el daño fácilmente. El vandalismo era explicable. Mientras Einstein estaba viviendo aislado, había tenido una transformación comparable a la que catorce años antes le había sacado de la oscuridad de la ciencia académica al centro de la escena mundial. Durante más de una década él había simbolizado la otra línea de la física teórica, una figura cuya apariencia

a veces cómica se redimía y se hacía real por la transparente honestidad de sus creencias, su gran humanidad, y su sano humor que despertaba simpatías entre la gente corriente. Ahora que Hitler proclamaba que el Tercer Reich duraría mil años, y las luces empezaban a apagarse en Europa, la imagen cambió una vez más. Ahora, a pesar suyo, se convirtió ser el símbolo de los hombres que finalmente, de mala gana, habían sido forzados a tomar las armas. Pero no todos creían que era correcto contra Hitler y la amenaza Nazi. Así como había quienes en Gran Bretaña, en Francia, e incluso en el Reich creían que había llegado la hora de tomar una postura contra el creciente rearme de Alemania, había otros que creían que el nuevo gobierno alemán debería erigirse en baluarte contra la amenaza rusa proveniente del Este. Así en Europa, más intensamente que en los Estados Unidos, Einstein llegó a ser un símbolo del cisma ideológico que tres años después, con el comienzo de la Guerra Civil española, iba a dividir el pensamiento en Gran Bretaña. La posición estaba claramente resumida en el "New Statesman", el cual afirmaba en "Miscellany" que "...para nuestra generación Einstein ha llegado a ser un doble símbolo." Un símbolo de la mente viajando por las frías regiones del espacio, y un símbolo del valiente y generoso, proscrito, puro de corazón y alegre de espíritu... Se le ve como inclinado en "Cromer Beach" haciendo sumas, como Charlie Chaplin con la frente de Shakespeare, mientras que otro colegial, Locker-Lampson, monta guardia contra los matones. Así no es accidental que los Nazis se desahoguen con particular furia contra él. Él mantiene ciertamente la postura de lo que ellos más detestan, la oposición a la bestia rubia, intelectualista, individualista, supernacionalista, pacifista, moreno, regordete. Es inconcebible que los chicos malos no le dieran una patada. Albert. Pero no solamente los chicos malos. Algunos de los relativamente buenos, los pacifistas que se consideraron a si mismo traicionados deshonrosamente, en este momento consideraban a Einstein como "un maldito renegado," como él describió el día después de que llegara a Inglaterra. Durante el dorado mes de Septiembre de 1933, Einstein se vio asediado por todos lados: por los dirigentes alemanes, por el movimiento "Hands off Hitler" en Gran Bretaña, y por sus anteriores amigos pacifistas con sus imputaciones de traición. Y ahora llegó un revés personal más amargo; las noticias procedentes de Leiden de que Paul Ehrenfest, quizás después de Lorentz, el hombre para quien él sentía el más profundo afecto y respeto, se había suicidado. Las circunstancias eran trágicas. Él había disparado primero su hijo menor, a quien solamente dejó ciego, y entonces se disparó él mismo. La causa inmediata del suicidio, había sugerido Einstein más tarde, habría sido que había caído en una depresión, "un conflicto de conciencia que de una manera u otra no perdonó a un profesor universitario que había pasado, digamos, de sus cincuenta años." El mensaje procedente de Holanda rompió uno de los vínculos de Einstein con los días anteriores a la Primera Guerra Mundial y con su traslado crucial a Berlín en la primavera de 1914. Antes de abandonar Europa él recibió otras noticias de la forma más

irónica en relación a otro amigo del mismo período. A comienzos del verano había recibido una nota de Haber, quien había evitado Alemania en dos ocasiones durante la Primera Guerra Mundial. En vez de ser el más rubio y menos distinguible de los Judíos; en vez de convertirse él y toda su familia a la fe cristiana, no iba a ser perdonado. El 30 de abril fue forzado a abandonar el "Kaiser Wilhelm". Un artículo, de la "Jewish Telegraphic Agency" contaba que él apeló a las autoridades para que le permitieran jubilarse en cinco meses. Si éste fue el caso, la apelación fue infructuosa. "Durante más de cuarenta años," le decía en su carta a las autoridades, "he seleccionado a mis colaboradores en base a su inteligencia y a su carácter y no en base a sus abuelas, y a estas alturas no voy a cambiar, este método que he encontrado tan adecuado." En su carta de despedida a los empleados enfatizó que durante veintidós años el instituto se había esforzado bajo su dirección para servir humanidad en la paz y la Patria en la guerra. "Hasta donde alcanzo a juzgar el resultado, ha sido favorable y ha dados buenos resultados tanto para la ciencia como en la defensa de nuestra tierra." Ahora el hombre que había ayudado a la Patria en sus momentos de necesidad se dirigía a su compañero miembro del "Kaiser Wilhelm" cuyo único deseo era la caída de la Patria. "Me informó de su intención de solicitar un puesto en la Universidad hebrea de Jerusalén," le contó Einstein a Philipp Frank. "Ahí lo tienes, el mundo entero está patasarriba." Pero Einstein, quien había sido advertido por Haber contra el apoyo a el Sionismo en 1921, ahora disuadió a Haber de ir a Palestina. Su razón era simple. Mientras Weizmann estaba intentando de persuadir a conocidos tales como Weyl, James Franck, y al mismo Einstein para la universidad, Einstein creyó que los jóvenes y potencialmente brillantes entre el diluvio de refugiados debían de cubrir los puestos que ofrecía la universidad. Los más viejos, que ya se habían hecho un nombre, deberían estar más abajo en la cola. La desaprobación de Einstein fue efectiva y Haber vino a Inglaterra. Pero se trajo su pasado consigo y, estableciéndose en Cambridge, descubrió que a Inglaterra le gustaba él tan poco como a él le gustaba Inglaterra. "Lord Rutherford," le dijo a Max Born, por esta época refugiado en Cambridge, " rechazó una invitación a mi casa ya que también estaría Haber, porque no quería estrechar la mano al inventor de la guerra química." Haber se trasladó a Suiza y a finales del verano viajó al Visp Valley para reunirse con Weizmann en Zermatt. Aquí el líder Sionista lo persuadió para aceptar un puesto en el Instituto Seiff en Palestina. "El ambiente será bueno para usted," dijo. "hallará un laboratorio moderno, ayudantes hábiles. Trabajará en paz y con honor. Será un retorno al hogar para usted, el final de su viaje." Ahora Weizmann le transmitió las noticias a Einstein. "Estoy contento de que a pesar de mis advertencias, haya decidido ir a Jerusalén," contestó. "Sólo puede haber una cosa buena en relación con la situación, ya que él solamente puede influenciar positivamente y no haría nada que oliera a sucio arreglo." había una posdata de la cual Einstein solamente oyó en los Estados Unidos. A comienzos de 1934 Haber comenzó la primera etapa de su viaje a la tierra prometida. Él llegó a

Basel. Y allí murió, solo, y aún incrédulo de que sus servicios a la Patria no le hubieran proporcionado un refugio privilegiado del vendaval que barría Europa. Haber estaba todavía preparándose para el traslado a Palestina cuando Einstein dejó "Roughton Heath" durante los primeros días de octubre. Fue a Londres, anunciado como orador famoso para dar una conferencia concurrida en el Royal Albert Hall, organizada con la efectividad típica de Locker- Lampson. La iniciativa había provenido del "Academic Assistance Council" (Consejo de Asistencia Académica), el prototipo de tantas organizaciones de rescate que la purga de Hitler hizo surgir. Mientras el Belgenland con Einstein a bordo estaba atracado en Antwerp seis meses antes, William Beveridge (posteriormente Lord), director del "London School of Economics" (Escuela de Economía de Londres), se encontraba sentado en un café de Viena leyendo la larga lista de profesores alemanes que habían sido despedidos de sus puestos de trabajo bajo las nuevas leyes Nazis. Él deseaba ayudarlos y fue animado durante una reunión con Leo Szilard, quien había llegado a la ciudad poco antes que las autoridades alemanas. "Se acordó," escribió Szilard. Que Beveridge, cuando regresara a Inglaterra, y cuando resolviera las cosas más importantes que tenía pendientes, trataría de formar un comité con el objetivo de acomodar a los que iban a abandonar las universidades alemanas. Sugirió que viniera a Londres y que de vez en cuando lo presionara, y que si lo presionaba lo suficiente y con la suficiente frecuencia, pensaría que debía hacerlo. Poco después partió, y al poco tiempo me fui a Londres. De vuelta a Inglaterra, Beveridge creó el "Academic Freedom Fund" (Fondo para la Libertad Académica) al cual los miembros del "London School of Economics" podrían contribuir. En Mayo junto con George Trevelyan, "Master of Trinity", había descubierto que Rutherford estaba empeñado en encabezar una organización para ayudar a los refugiados de las universidades alemanas. Cuando oyó hablar por primera vez del intercambio de Einstein con la Academia Prusiana, la reacción de Rutherford no fue lo suficientemente indignante que podría haberse esperado, y él había escrito a de Hevesy: "Veo que Einstein ha renunciado a su puesto en Berlín pero supongo que él está bien pagado en U.S.A. debido a las dotaciones existentes allí." Ahora, sin embargo, desplazó sus energías sin reserva hacia el "Academic Assistance Council", el precursor de organizaciones similares en Francia, Suiza y Holanda, y del "Emergency Committee for Aid to Displaced German Scholars in the United States" (Comité de Emergencia para la Ayuda a los Eruditos Alemanes desplazados en los Estados Unidos). El consejo se reunió en junio, pero la conferencia del Albert Hall del 3 de Octubre fue la principal tentativa de revelar al público no académico el tamaño y alcance de la purga, que ahora amenazaba desde Alemania a tantos hombres que podrían haberse salvado de ella en la guerra que estaba a sólo seis años. Algún tipo de reunión había sido la idea del secretario del consejo, Walter Adams, por entonces profesor de historia en "University College" en Londres, y más tarde director del "London School of

Economics". Adams expulsó a Cromer unos días después de que Einstein hubiera llegado. "Primero nos enfrentamos por una bella muchacha con un arma," dice. "Entonces hubo un segundo enfrentamiento, también con un arma. Finalmente observamos que Einstein se estaba metiendo en lo parecía ser un entramado algo complicado". Él rápidamente planteó la cuestión. Einstein accedió rápidamente para hablar en nombre del consejo. Pero parece que ni entonces ni después, se dio completa cuenta de en qué estaba involucrado. Desde su punto de vista habría una reducida reunión a la cual se pediría a varias personas de renombre que participaran para recaudar fondos. Pero, en palabras de Adams, "una vez que él había accedido, Locker se fue, cogió el teléfono, y alquiló el Albert Hall". La organización fue alentada por el comandante y llevada a cabo por el "Refugee Assistance Fund", una amalgama del "Academic Assistance Council", el "International Students Service", el "Regugee Professionals Committee", y el "German Emergency Committee" de la "Society of Friends". En la tarde del 3 de Octubre, Lord Rutherford estaba sentado en el escenario, con otros entre los que se incluían no sólo Einstein sino también Sir James Jeans, ahora a la altura de su fama; Sir William Beveridge; y Sir Austen Chamberlain. La sala estaba atestada; sus 10.000 asientos estaban ocupados y unos cientos más estaban sentados o de pie por los pasillos. No sólo los nombres famosos los habían atraído. La historia cuidadosamente filtrada por Locker-Lampson de que Einstein podría sufrir un atentado, había atraído a algunos en búsqueda del drama. Para algo estaba el atractivo de la declaración en el reverso de cada ticket, el cual debía ser firmado por su dueño antes de que se le permitiera la entrada: "Por la presente me comprometo a no crear molestias o de cualquier modo impedir el progreso y adecuado transcurrir de la conferencia". El peligro de disturbios, si sólo nos referimos a problemas locales, era bastante real, y un gran número de policías fue situado en las afueras de la sala para hacer frente a las protestas de la "British Union of Fascist" (Unión Británica de Fascistas). Más de 1.000 estudiantes, muchos de la Universidad de Londres, actuaron de ayudantes, en su mayoría para enfrentarse a las esperadas protestas de los simpatizantes nazis en la sala. No hubo ninguna. A pesar de los importantes personajes que había sobre el escenario, era a Einstein a quien la mayoría del público quería oír. Existe desacuerdo acerca de que lo que él dijo y la versión publicada difieren considerablemente. En "Out of My Later Years"del propio Einstein, aparece un texto truncado, y la versión publicada en "Einstein on Peace", revisada por los editores del manuscrito alemán de los papeles de Einstein, admite la famosa frase "científicos y guardianes de faros" afirmación que hizo animado por la emoción del momento. Habló en inglés y todas las versiones coinciden en que consiguió hablar de la amenaza alemana sin mencionar a Alemania. Esto fue más por la instigación del consejo mismo, cuyo manifiesto destacaba que "la cuestión planteada hasta ahora no está relacionada sólo con los judíos; muchos que han sufrido o son amenazados no

tienen relación con los judíos. El asunto, aunque surgido con intensidad por el momento sólo en Alemania, no está confinado sólo a este país". Einstein creyó equivocado, según observó más tarde, condenar específicamente al país que hasta hace poco había sido considerado su patria, y habló por tanto, "como hombre, como buen europeo, y como judío". Omitió cualquier referencia en sus notas al "embargo de poder que resulta de predicar doctrinas de odio y venganza en un gran país", y omitió la referencia a "las historias del rearme alemán clandestino". Las razones para describir la purga alemana sin mencionar a Alemania estaban apoyadas por aquellos que no deseaban enfurecer, y si aún era posible apaciguar, esto es, "pacificar satisfaciendo demandas". Así, Sir William Bragg, por entonces una de las figuras clave en la cúpula científica, le dijo a Rutherford cuando le pidió ser tesorero de la "Academic Assistance Council" que "es posible supongo, hacer más mal que bien enfureciendo a la gente en el poder en Alemania". Sir Austen Chamberlain estaba aún más convencido de que aunque era correcto protestar, era erróneo el protestar tan claramente. Él estaba, había informado Rutherford , "particularmente ansioso de que no tuvieran implicaciones los discursos de hostilidad hacia Alemania y hubiera preferido que la palabra 'Alemania' no apareciera". Hacia el final de su discurso, Einstein improvisó, recordando sus recientes días en Norfolk. "He vivido en soledad en el campo y me he dado cuenta de cómo la monotonía de la vida tranquila estimula la creatividad de la mente" dijo. Hay ciertas ocupaciones en nuestra moderna organización que suponen una vida aislada sin gran necesidad de esfuerzo mental o intelectual. Creo que entre tales ocupaciones están los servicios en los faros. ¿No sería posible cubrir tales puestos con gente joven que desee meditar sobre problemas científicos, especialmente de naturaleza matemática o filosófica?. De esta forma quizás, se les podría dar la oportunidad a un gran número de creativos individuos para el desarrollo mental que es posible en la actualidad. En estos tiempos de depresión económica y agitación política, tales consideraciones parecen ser dignas de atención. La actuación de Einstein fue directa, simple y movida. El irradió el magnetismo personal que era típico del actor de nacimiento y del político por naturaleza. Como ellos, pensaba lo que decía en el momento mismo en que lo decía, y aprovechó el contraste con los comentarios llenos de tópicos de los otros oradores. Solamente Sir James Jeans se acercó a la incómoda verdad: que hombres como Einstein, comparables a quienes el consejo podría ayudar, "no trabajaban para su provecho ni para si mismos, ni para sus familias, ni para su pueblo, ni para su país". La reunión ciertamente consolidó la posición de quienes buscaban ayuda para los refugiados académicos, y atrajo no sólo dinero sino ofrecimientos de ayuda de universidades a todo lo largo del país. Todavía la idea de Gran Bretaña de que una Alemania fuerte podría ser un muro defensivo contra Rusia, y los grandes negocios, la política y los vínculos tradicionales, que desde tiempos de la Reina Victoria se

habían extendido por Alemania, se combinó con la inocente confianza transmitida por el "English Channel" para limitar el impacto de tales llamamientos sobre el público en general. Estaban aquellos para quienes Einstein era ahora, incluso más que antes, un símbolo de la libertad intelectual. Pero había otros en Gran Bretaña que habrían estado de acuerdo con el viejo colega de Einstein Dufour-Feronce, anterior secretario alemán de la Liga a quien él había explicado su dimisión en 1932. "Estoy convencido de que con el tiempo las cosas se arreglarán solas y las reuniones tales como la de la conferencia de Einstein en el Albert Hall, sólo tienden a inflamar la situación y no la mejoran...", le escribió al secretario de Lloyd George: "Es una pena que tan gran científico hubiera prestado su nombre para la propaganda contra su país de nacimiento. Pero aunque nació en Bavaria, él nunca se sintió realmente alemán". La reunión pasó. Einstein completó sus preparativos para abandonar Europa, aparentemente ignorante de que una las figuras de sus días de Zúrich estaba en Gran Bretaña, Friedrich Adler, cuyo apartamento le había pertenecido antes, quien le había ayudado en la cátedra de Zúrich, y cuyos sentimientos antibélicos habían culminado en 1916 con el asesinato del primer ministro austríaco. Después de salir de prisión, Adler había sido rápidamente elegido en la Asamblea Nacional Austriaca. Y mientras Einstein había estado preparando su conferencia del Albert Hall, Adler había estado dirigiendo la conferencia del partido Socialista británico en Hastings como secretario del Internacional Socialismo y Laborismo, defendiendo el asesinato de Stürgkh basándose en que ofrecía la mejor oportunidad para acabar con la guerra. Un intercambio de opiniones entre estos dos colegas habría sido interesante. Una de las últimas reuniones de Einstein en Inglaterra fue con el rabino M. L. Perizweig, presidente de la "Wordl Union of Jewish Students" (Unión Mundial de Estudiantes Judíos) de la que Einstein era presidente honorario. Después de la reunión, Einstein emitió una declaración de un tono ligeramente amenazador. "El valor de Judaísmo," decía, Radica exclusivamente en su contenido espiritual y ético, y en la forma en la cual ha encontrado expresión en las vidas de los Judíos. El estudio ha sido considerado por tanto entre nosotros como una actividad sagrada. Lo que sin embargo no quiere decir que no debamos esforzarnos para ganarnos el sustento mediante el aprendizaje de una profesión, como ahora desgraciadamente ocurre demasiado a menudo. En estos tiempos difíciles debemos explorar cada posibilidad de ajustarnos nuestras necesidades prácticas, sin que como consecuencia de esto abandonemos nuestro amor por las cosas del espíritu o el derecho a seguir nuestros estudios. Para no poner demasiado empeño, había indicado que no todos los refugiados de Alemania serían capaces de seguir la vida académica que habían planeado. Antes de que Einstein se fuera de Inglaterra hubo otra reunión que no se llegó a realizar. Es tentador pensar qué hubiera ocurrido si se hubiera llevado a cabo. El 4 de octubre Lindemann fue en coche de Londres a Oxford,

telefoneó a Locker- Lampson, y le aclaró que esperaba reunirse con Einstein al día siguiente. Con su firme intención de reforzar la ciencia de Oxford en general y de Clarendon en particular, con la ayuda de refugiados científicos, es inconcebible que él no estuviera esperanzado en fortalecer los lazos de unión con Einstein. Lo qué ocurrió a continuación no está claro. Pero el día 5 Einstein escribió a Lindemann diciéndole que se había enterado de su intento de hablar con él por teléfono, "pero como no oí nada más supuse que habías vuelto a Oxford". Terminó, "con la esperanza de una próxima y feliz reunión," y es evidente que esperaba volver a Oxford, como había programado en el verano de 1934. El día 7 les enfatizó a los periodistas que él se iba a los Estados Unidos sólo por seis meses, aunque no sabía lo qué haría cuando volviera. Sólo un par de meses antes había escrito el prologo para su conferencia Herbert Spencer, con la convicción de que los vínculos entre él y la Universidad de Oxford estaban "haciéndose progresivamente más fuertes", y muchos en Oxford esperaban que pronto se uniera al selecto grupo establecido bajo los auspicios de Lindemann. El propio Lindemann, según la leyenda de la "Christ Chruch", afirmó durante años, que "LockerLampson espantó a Einstein de Europa". Einstein abandonó Southampton hacia New York en la tarde del día 7, uniéndose a Elsa en el Westernland en el cual ella ya había embarcado en Amberes. Mientras que el barco hacía su recorrido por las aguas de Southampton, y pasaba junto a las luces de la Isla de Wight, aparentemente todavía creía que a su debido tiempo se le ofrecería la nacionalidad británica. El viaje transcurrió sin contratiempos. Durante su última etapa se completaron los planes para el desembarco. En los meses que habían pasado desde que el Belgenland salió de New York, Einstein había aprendido mucho acerca de cómo evitar la publicidad, tanto a la clase de personas que genuinamente le fastidiaban, como la incluso menos agradable publicidad de los grupos pro y anti-Nazis. No se repetirían las anteriores ocasiones en la que había sido arrinconado; esta vez estaba determinado a evitar las entrevistas que habían, como dijo "The Times", "hecho en 1930 que la relatividad pareciera incluso menos comprensible de lo que era". Cuando el Westernland navegaba por las proximidades del puerto de New York, Einstein y su esposa, y el Dr. Mayer y la Srta. Dukas, completaron sus preparativos. En Battery un remolcador se puso a su lado. En él se encontraban dos consejeros del Instituto de Estudios Avanzados, quienes ayudaron a sus visitantes a subir a bordo. El Westernland continuó su camino y bastante antes de que atracara, Einstein y su comitiva habían sido llevados a un coche y estaban, sin que lo supieran los que los esperaban en el Muelle 23 de Manhattan, siendo conducidos a Princeton. Fue llevado a la casa que temporalmente había alquilado. Se puso una ropa más cómoda y se fue sólo a dar un paseo para explorar su nuevo ambiente. En la calle Nassau, que atraviesa la ciudad, se encontraba Baltimore, donde se vendía el "Balt", el cucurucho de helado especial favorito de los estudiantes. "El barco de

Einstein no esta todavía en el muelle de Nueva York" dijo el reverendo John Lampe, por entonces estudiante de teología en el Seminario de Princeton, que acababa de entrar en Baltimore. Einstein entró en el mismo instante en que la camarera tras el mostrador me entregaba el helado especial. Einstein miró el helado, me sonrió, se volvió a la camarera y señaló con el dedo, primero al helado y luego a sí mismo. Me gustaría poder decir que tuve la generosidad y sangre fría de pagarle el primer capricho americano a Einstein, pero no sería cierto. Cuando la camarera le entregó su helado, Einstein le dio una moneda y ella le devolvió el cambio murmurando algo parecido a "Esto aparecerá en mi diario". Einstein y yo permanecimos allí mordisqueando nuestros helados y mirando por la ventana a la calle Nassau. Ninguno de nosotros dijo nada. Acabamos los helados aproximadamente al mismo tiempo, y creo que le sujeté la puerta mientras salía. Einstein había llegado a los Estados Unidos para quedarse. QUINTA PARTE EL ILUSTRE INMIGRANTE CAPÍTULO 19 VIVIENDO CON LA LEYENDA Cuando Einstein vino a Princeton siendo todavía un estudiante investigador de la "Christ Church" (Iglesia de Cristo), era para visitar Oxford por unas semanas durante los años 1934, 1935, y 1936. El proyecto de ley de un miembro del parlamento, que todavía estaba en la Cámara de los Comunes, podría hacer posible que le concedieran la nacionalidad británica. El encanto de Europa eran todavía grande, y nada podría sustituir lo bastante el clima intelectual del Berlín que él había conocido, la cercanía a Bohr en Copenhague, la facilidad con que podía visitar Leiden, Zúrich u Oxford. Años antes, Rutherford le había dicho a un amigo que dejar Inglaterra para ir Canadá, después de tres años con J. J. Thomson en Cavendish, habría sido como abandonar "el Mundo Físico," refiriéndose al mundo de la física. Cuando Einstein le contó a Janos Plesch su intención de ir a Princeton, este último le había preguntado: "¿Acaso quieres suicidarte?" Einstein siempre recordó ese comentario. Así su llegada a la ciudad fue simplemente la llegada del "ave de paso", como se había descrito en su diario dos años antes. Al principio no se quedaría de forma permanente. El "ave de paso" sólo se "posaría" en el instituto seis meses al año. En otoño de 1933 la situación no había cambiado. Él podría volver al continente para visitas, largas o cortas, incluso si no vivía allí de forma regular durante parte del año. Gradualmente esta perspectiva se desvaneció, fundiéndose finalmente en una aceptación tácita de que nunca volvería a ver Europa. Que finalmente decidiera establecerse permanente en

New Jersey, dice mucho de como se le trató en Princeton, y de la calidad de vida allí en los años 30. Situada convenientemente a mitad de camino entre New York y Filadelfia, la ciudad serpentea a lo largo de su calle principal, como ya era cuando Washington despidió a las tropas desde la ciudad. Casas de madera pintadas de blanco se alineaban en una zona de suaves colinas no muy paisajísticamente norteamericana. Los edificios nostálgicamente pseudo-ingleses de la universidad, en cierto modo un monumento a la pobreza arquitectónica, producen un cierto consuelo en aquellos que han cruzado el Atlántico más por necesidad que por gusto. Einstein, no siempre inclinado hacia el trato con los seres humanos, tenía preferencias por ciertos lugares, prefiriendo la más tranquilas demostraciones de la naturaleza, las colinas más que las alturas, las zonas donde el paso de invierno al verano es a través de la primavera, y se pasa del otoño al invierno de forma regular y sin conmoción. Princeton satisfizo estas simples añoranzas, y se estableció durante los meses de invierno tan satisfecho como cualquier refugiado podría esperar. Fue ayudado por otras circunstancias. Princeton estaba entonces, incluso más que hoy, rodeada por un "cinturón verde" de propiedades pertenecientes a anteriores alumnos de la universidad. Esto, a su vez creaba la atmósfera que le daba a la ciudad, de hombres de negocios ricos, conservadores y republicanos, un ligero aire anti-semita. Como grupo estaban bastante disgustados por la repentina llegada a su ciudad de distinguidos refugiados, cuya categoría intelectual tendía a eclipsar su propia posición social. Con pocas y notables excepciones no intentaron establecer contacto con los recién llegados. Eso satisfacía a Einstein. La agitación procedente de Europa no era tan grande como la mayoría de la gente esperaba. "Nunca he conocido un lugar que fuera para mí una patria," se lamentaba pocos años después a su amigo Leon Watters. "Ningún país, ni ninguna ciudad tienen esa consideración para mí." Ni siquiera Zúrich ni Berlín los consideraba así. Más tarde, cuando estuvo viviendo en Princeton durante dos décadas, más tiempo del que había vivido en cualquier otra parte, notó que sus calles arboladas y sus casas tranquilas, cada una como una isla confortable en su propio jardín, habían adquirido para él casi la consideración de hogar. Además, la misma atmósfera del instituto tenía su atractivo. No había ni estudiantes, ni asociaciones de estudiantes, ni equipos de fútbol, ni premios, ni graduaciones. En cambio, había un ambiente intelectual que le permitía a él y a otros eruditos, (entre los que se incluían refugiados de Alemania como Erwin Panofsky, Ernst Herzfeld, y el Dr. Otto Nathan, que llegó a ser amigo de Einstein y agente literario) concentrarse en sus pensamientos sin interrupciones. Sin embargo, estaba el otro lado de la moneda. En Berlín Einstein había disfrutado de lo mejor de ambos mundos, libre de responsabilidades y con igual libertad para celebrar seminarios cuando quisiera, y expresar sus ideas dondequiera que creyera que los resultados podrían justificar las molestias. En Princeton, donde los únicos "estudiantes" eran hombres que habían obtenido sus doctorados, echaba de menos el contacto con mentes más jóvenes, con las cuales debatía acerca de ideas

con el desinhibido placer de la inexperiencia. Por eso tenía ciertos sentimientos contradictorios muy en consonancia con lo que su amigo Frank puso de relieve, "con su actitud dividida hacia el contacto con sus colegas en general". En el invierno de 1933 el instituto era el lugar de trabajo de dieciocho académicos cuya única obligación era la de residir allí desde Octubre hasta finales de Abril. El elegante edificio, que finalmente albergó al instituto en las afueras de la ciudad, no se comenzó hasta 1938, y la nueva organización estaba repartida entre el edificio de la calle Alexander, cerca del centro de la ciudad, y los edificios de la Universidad en donde se instaló Einstein. Elsa y él enseguida se instalaron en las cercanías, en el Nº 2 de la Plaza Library, una pequeña casa de alquiler a sólo unos cientos de metros del campus universitario. En torno a él y alrededor de la cabeza despeinada de Einstein, que ya tenía la aureola blanca de santo que le caracterizaba, empezaron a fraguarse una serie de leyendas. En pocos meses se hizo un lugar especial en la mitología americana, un lugar ocupado, no por el maestro de la incomprensible relatividad, sino por el valiente David golpeando con su puño al Goliath-Hitler. Cuando el joven político y científico David Mitrany llegó a los Estados Unidos para entrar en el instituto, el interrogatorio que le hacía el oficial de aduanas se acabó de repente cuando explicó cuál era su destino. "Oh, usted quiere decir el Instituto Einstein", dijo el funcionario, y apuntando a su montón de libros añadió: "Está bien hermano, lléveselos". Al mismo tiempo que Einstein llegaba a ser parte del ambiente de Princeton, se convirtió también en el gran hombre a quien las niñas le pedían habitualmente por las calles que les diera "algunas monedas", el hombre de quien los conductores del autobuses locales decían con desesperación que era el que más lío se hacía con las monedas: "Malo con la aritmética". Con su reputación de haber cambiado las ideas del hombre sobre el universo, su persuasiva humildad y su habilidad innata para ridiculizar al mundo, estaba hecho a medida para el anonimato, y a partir del invierno de 1933 éste se formó a su alrededor al igual que se había formado en Berlín en los años 20. Las historias hacían referencia, no a la verdad sobre Einstein, sino a lo que la gente esperaba que fuera e hiciera. Su amabilidad era tan bien conocida como su aspecto físico, y si las niñas pidiéndole monedas no hubieran existido las habrían inventado. Él era un hombre verdaderamente humilde, y era natural que el dicho "No me diga"que se le atribuía, y que casi con certeza surgió como cosa sin importancia le perseguía a todas partes dondequiera que tocara su violín, y se extendió más allá del Atlántico. Algunas veces la naturaleza imita al arte, y a veces el hombre mismo supera a su leyenda. Churchill Einsenhart, hijo del anterior decano de la Escuela de Graduados de la Universidad de Princeton, contaba como se había recibido una llamada telefónica en la oficina del decano poco después de la llegada de Einstein. "¿Por favor, podría hablar con el decano Eisenhart?" preguntó el interlocutor. Al comunicarsele que el decano estaba ausente, dijo: "Quizás pueda decirme donde vive el Dr. Einstein." Pero se había acordado hacer todo lo posible para protegerle de visitas molestas, por lo que la petición fue amablemente denegada. "La voz al teléfono susurró algo", escribe

Eisenhart, "y continuó: 'Por favor no se lo diga a nadie, pero yo soy el Dr. Einstein. Voy hacia mi casa pero he olvidado donde está'". Así también, había ocasiones en las que no podía recordar su número de teléfono. Las distracciones eran consideradas como simples despistes. No tenían por que serlo. Lo qué parecía como caricatura era el hombre mismo, simplemente divertido para los estudiantes de la Universidad de Princeton, que confundidos a la vez que honrados de tenerlo entre ellos, cantaban: "The brigh boys, they all study maths And Albie Einstein points the paths. Although he selldom takes the air We wish to God he`d cut his hair." ("Todos los muchachos brillantes, estudian matemáticas Y Albie Einstein índica el camino Aunque rara vez toma aliento le pedimos a Dios que se cortara el cabello".) Para Einstein era una práctica Bohemia, el hombre que genuinamente actuaba de esa forma, porque su mente y su tiempo estaban consagrados a lo esencial. "Somos esclavos del cuarto de baño, los frigoríficos, los coches, la radio, y millones de cosas más", dijo Infeld, quien estuvo con Einstein en Princeton en 1936 y del cual pronto llegó a ser amigo íntimo. Einstein trató de reducir estas cosas al mínimo absoluto. El cabello largo reduce la necesidad del barbero. Se puede ir sin calcetines. Una chaqueta de cuero resuelve el problema de la chaqueta durante muchos años. Los tirantes son superfluos, como lo son los camisones y pijamas. Es un problema mínimo que Einstein ha resuelto, pero los zapatos, pantalones, camisa y chaqueta son cosas muy necesarias; sería difícil reducirlas más". Éste era el Einstein, sin calcetines ni tirantes, quien pronto se instaló, protegido por el acuerdo de que debería ser dejado en paz para aclimatarse. Ambos, Elsa y él, gradualmente llegaron a ser aceptados, no tanto porque él fuera siempre una buena compañía sino porque Elsa, a pesar de su obvio disfrute de la "alta sociedad" de Princeton, tenía una naturalidad que rápidamente se ganaba la confianza. Así a Einstein, en una comida dada por el decano Eisenhart, se le preguntó con qué persona de la historia le gustaría encontrarse más, esperando que dijese Newton o Arquímedes. Pero el escogió a Moisés. "A mí me gustaría preguntarle si alguna vez pensó que las personas obedecerían su ley durante tanto tiempo". Y Elsa, invitada a tomar el té por la esposa del presidente de la universidad, estuvo hablando durante bastante tiempo ya que era la invitada de honor. Al final se vio inmersa en una conversación con un grupo de esposas de miembros de la facultad hablando de sus maridos: "Pues," dijo, "Mi marido siempre dice... él es físico... y él siempre dice...". Una indicación del trato que estaban recibiendo en los Estados Unidos se produjo a principios de Noviembre cuando Roosevelt invitó a Einstein a cenar en la Casa Blanca. La manera en que esto fue llevado por el instituto fue un preludio de como se sucederían las cosas, y de la disputa con Abraham Flexner, que sólo acabaría cuando el director fue sustituido por el Dr. Frank Aydelotte. A principios de Noviembre, el Coronel MacIntyre,

secretario del presidente Roosevelt, telefoneó al instituto, donde la secretaria de Einstein aceptó la invitación del presidente en su nombre. Poco después, MacIntyre se sorprendió al recibir una llamada telefónica de Flexner. Según las palabras de un comunicado de la Oficina para Asuntos Sociales de la Casa Blanca, "declaró firmemente que no se le podía invitar a Einstein sino era a través suyo". Para que no hubiera ninguna duda acerca del significado, Flexner respondió a la llamada con una carta al presidente. "Con auténtico y profundo desacuerdo me siento obligado esta tarde a explicar a su secretario, Mr. MacIntyre, que el profesor Einstein ha venido a Princeton con el propósito de llevar a cabo su trabajo científico en aislamiento y que es completamente imposible hacer cualquier excepción que inevitablemente lo lleve a una notoriedad pública", escribió. Está informado del hecho de que en New York existe un grupo irresponsable de Nazis. Además, si los periódicos tuvieran acceso a él o si el aceptara un único compromiso o invitación que pudiera llegar a hacerse pública, sería prácticamente imposible para él permanecer en el puesto que ha aceptado en este instituto y en América. Debido a su deseo y con su consentimiento he rechazado en su nombre invitaciones de altos cargos y de sociedades científicas en cuyo trabajo está verdaderamente interesado. Esto no era del todo cierto. Lejos de no aceptar "un único compromiso", Einstein hizo su debut americano como violinista en un concierto público, asistió como invitado de honor a una cena dada por el Gobernador Lehmann, fue aceptado oficialmente como residente en New Jersey, y asistió a la presentación de la edición ampliada del "Jewish Daily Bulletin" (Boletín Diario Judío), todo ello a los pocos meses de su llegada. Esto da una idea del sentido de propiedad de Flexner sobre los eruditos y científicos que había traído, y sugiere que el "grupo irresponsable de Nazis" era una excusa para mantener a Einstein apartado del Presidente, que podría desear que él desplegara sus energías por todos los Estados Unidos, posiblemente incluso en el Instituto de Tecnología de California. La carta de Flexner implicaba que Einstein había estado personalmente de acuerdo en rechazar la invitación del Presidente. El mismo Roosevelt podría haber llegado a pensar que no había sido casual que Henry Morgenthau, por entonces Subsecretario del Tesoro, le hubiera escrito a Einstein mencionando la invitación que había rechazado. "No se puede imaginar", escribió Einstein a la Señora Roosevelt al saber la noticia, "lo interesante que hubiera sido para mí reunirme con el hombre que se está enfrentando con una gran energía al problema más grande y difícil de nuestro tiempo. Sin embargo, a decir verdad, ninguna invitación me ha llegado. Sé que hubo un intento para invitarme pero fracasó". Él acabó diciendo que le escribía "porque significa mucho para mí evitar dar la mala impresión de que haya sido negligente o descortés en esta asunto". El incidente anunciaba lo qué más tarde describió a un colega como su "pequeña guerra" con Flexner. Y ayuda a explicar su posterior comentario a su amigo Leon Watters: "Cuando llegué por primera vez a Princeton pensé que me entendería

con Flexner; desde entonces lo considero un enigma. Siento que no estoy siendo informado de lo que pasa. Existe antisemitismo en Princeton." Una segunda invitación de la Casa Blanca llegó rápidamente tras la carta de Einstein, y Elsa y él llegaron a Washington el 24 de Enero. Cenaron con el presidente y la Señora Roosevelt y se quedaron por la noche; su larga tertulia tras la cena transcurrió en alemán, idioma que Einstein dijo más tarde que hablaba muy bien el Presidente. No hay ningún testimonio directo sobre lo que hablaron, pero existe una evidencia indirecta de unos versos que Einstein escribió antes de salir, una copia de los cuales se conserva en los archivos de la Casa Blanca. En alemán es como sigue: In der Hauptstadt stolzer Pracht Wo das Schicksal wird gewacht Kämpfet froh ein stolzer Mann Der die Lösung schaffen kann Beim Gerpräche gestern Nacht Herzlich Ihrer wird gedacht Was berichtet werden muss Darum sende ich diesen Gruss. La traducción de la Oficina de la Casa Blanca es: (En la magnificencia orgullosa de la Capital Donde se fabrica el destino Alegremente lucha un hombre orgulloso Que puede tener la solución. En nuestra conversación de la pasada noche había pensamientos cordiales sobre usted Que deben ser contados Por eso le envío este saludo.) Pero la copia de los archivos de la Casa Blanca fue escrita por Elsa; no da, además, ninguna pista del "usted" sobre quien Einstein y Roosevelt tenían pensamientos cordiales. Pero se deduce claramente de los versos originales, escritos de puño y letra de Einstein en un tarjeta postal. La tarjeta, ahora en los Archivos Reales de Bruselas, estaba dirigida a la Reina Isabel de Bélgica. Es poco probable que el único asunto tratado aquella noche fuera la situación en Europa, y presumiblemente la posición de Bélgica cercana a una Alemania que se estaba rearmando rápidamente. Parece que se trató el asunto de la nacionalidad americana. Esto debe de haber sido así. Unas semanas antes Roosevelt había recibido una carta del diputado F. H. Shoemaker sugiriendo que debería "otorgar por Decreto al profesor Einstein la ciudadanía americana, así como hacer lo posible para que el profesor Einstein continuara su trabajo científico y de investigación, echándole una mano, en vez de hacerle reproches". El secretario de Roosevelt contestó que el Congreso nunca había otorgado la ciudadanía americana mediante Decreto, pero que no había duda de que el secretario de Trabajo escribiría a Einstein diciéndole cómo obtener los papeles para la ciudadanía si la deseaba. Sin embargo Einstein estaba por esta época bastante satisfecho de tener solamente la nacionalidad suiza, y hasta el verano de 1936 continuó viviendo en los Estados Unidos sólo con el visado de visitante temporal. La cuestión de la nacionalidad se hizo pública dos meses

más tarde. El miércoles 28 de Marzo, el Diputado Kenney de New Jersey propuso una declaración unánime en la Camara de Diputados para otorgar a Einstein la ciudadanía americana. Fue como sigue: Considerando que el profesor que Einstein ha sido aceptado por el mundo científico como un sabio y un genio, y Considerando que sus actividades humanitarias le han colocado en la más alta consideración de innumerables ciudadanos; y Considerando que ha declarado públicamente en muchas ocasiones ser un amante de los Estados Unidos y un admirador de su Constitución; y Considerando que los Estados Unidos son conocidos en el mundo como un asilo de la libertad y la civilización verdadera: Por todo ello 1. Se acuerda por el Senado y la Camara de Diputados 2. De los Estados Unidos de América reunidos en el Congreso, 3. Que Albert Einstein es por la presente admitido de forma incondicional con 4. El carácter y privilegios de ciudadano de los Estados Unidos. Al día siguiente, presumiblemente por casualidad, se anunció oficialmente en Berlín que se había privado formalmente a Einstein de la ciudadanía alemana por una orden promulgada por Wilhelm Frick, Ministro del Interior. Por esta época, la lista del verano anterior se había alargado. Cuando el nombre de Einstein se puso en la primera lista de los hombres a los que se les podría privar de su nacionalidad, había sólo seis. Ahora su nombre aparecía con otros treinta y seis. Einstein no hizo ninguna declaración pública, aunque años más tarde hizo una grotesca comparación de la acción alemana. "El régimen de Hitler me expulsó pomposamente después de que hubiera renunciado a mi nacionalidad", escribió. "Para mí este es análogo al caso de Mussolini, quien fue colgado incluso a sabiendas de que estaba muerto." Con respecto a la acción del diputado, los sentimientos de Einstein estaban claros para sus amigos: estaba bastante satisfecho con su nacionalidad suiza, una observación que hizo a Kenney el 11 de Abril en una carta pidiéndole que parara la moción. Esta acción provenía de que los planes de Einstein para el futuro inmediato estaban, según su propia evidencia escrita por esas fechas, siendo considerados todavía. El viernes 30 de Marzo, Elsa y él fueron a New York para ver a varios parientes de Elsa que llegaban de Europa en el "S.S. Albert Ballin". El domingo asistió a un concierto en el Carnegie Hall en el cual se le entregó un diploma de honor antes de continuar con una cena del "National Labor Committee for the Jewish Workwer in Palestine" (Comité Nacional del Trabajo para los trabajadores Judíos en Palestina). Ambas se anunciaron como despedidas, y se comunicó a Einstein que navegaría hacia Antwerp el martes 3 de Abril. Pero el lunes día 2, la "Jewish Telegraphic Agency" (Agencia de Telégrafos Judía), siempre entre las fuentes mejor informadas de las actividades de Einstein, anunció que había cambiado sus planes y se quedaría indefinidamente en los Estados Unidos. Los periódicos de

New York anunciaron que iba a realizar una visita a Francia y Bélgica, y la Agencia citó una declaración de su secretaria que decía: "Muy diversas circunstancias le han llevado a su decisión". En realidad Einstein lo había estado considerando durante el verano de 1934, habían sido discutidos con Lindemann desde Noviembre de 1933. Pero estaba muy ansioso por cancelarlos y el 17 de Diciembre escribió diciéndole que las condiciones en los Estados Unidos eran tan favorables que él adelantaría las 400 libras para la "Christ Church". Preguntó si no podrían ser usadas en otra cosa; una sugerencia era que deberían reafirmarse en la propuesta de apoyo a los refugiados Judíos de Alemania. Sin embargo, Lindemann era un luchador convencido y a comienzos de 1934 Einstein recibió una invitación de Locker-Lampson, casi con certeza escrita a instancias de Lindemann, pidiéndole que fuera a Inglaterra. Era todavía contrario a abandonar América, pero le había escrito a la Señora Roosevelt antes sugiriéndole que estaría en Princeton solamente "hasta finales de Marzo de 1934"; el 22 de Marzo le dijo a Max Born que "si era posible, pasaría el verano en algún sitio en América. ¿Porqué no podría un tipo como yo disfrutar al menos una vez de relativa paz y tranquilidad?". Está claro, por eso, que su decisión final no fue tomada hasta finales de Marzo. A juzgar por una carta escrita por Erwin Shrödinger a Lindemann, fue tomada el día veintiocho. A Schrödinger se le había otorgado por entonces una beca en Magdalen. Pero estaba visitando América y había llamado a Einstein, en parte por amistad, en parte como un emisario de Lindemann. Ahora, el 29 de Marzo, le traía la respuesta: Estimado Lindemann, supongo que esperas noticias mías relativas a nuestro amigo A. E. y su llegada a Oxford. No quería escribirte antes de tener la impresión de que su respuesta sería verdaderamente definitiva, y por supuesto, no desearía apresurarlo porque temía que pudiera verse reducida la posibilidad de una respuesta positiva. Pero ahora le he preguntado una vez más, añadiendo por supuesto que sería deseable para ti saberlo lo antes posible. Bien, siento decir que me pidió que te escribiera dándote un no definitivo. En realidad yo quería mandarte un telegrama, pero desgraciadamente se lo dije y no estuvo de acuerdo. La razón de su decisión era realmente que estaba asustado de todo el lío y alboroto y de las consecuencias que se derivarían si venía a Europa. Consideró que la única manera de escapar era quedarse en América este verano. También le dije que su idea de solicitar la transferencia de la beca, que estaba a su disposición con este propósito, a otro u otros refugiados que lo necesitaran, no era factible. Él por supuesto lo comprendió, aunque lo lamentó. Einstein no sólo lo lamentó, sino que se negó a aceptar un "No" por respuesta. Él mismo escribió a la "Christ Chusch" comunicando que no se proponía visitar Oxford ese año. No se consideró merecedor de las 400 libras de su beca, pero esperaba que la organización la dedicara íntegramente o en parte a ayudar a los refugiados científicos. Se repitió en su demanda durante dos años más. "Temo", escribió a Lindemann a principios de 1935, cuando le preguntó si

visitaría Oxford, "que no sería capaz de venir a Europa de nuevo tan pronto, porque si vengo a Oxford debo ir también a París y Madrid y me falta el valor para todo ello. Así que me voy a quedar aquí. ...Puede usar el dinero que se me concedió, por lo tanto, de la misma manera que el año pasado". La vuelta de Einstein a Europa en la primavera de 1934, lo había involucrado a dos niveles. Como un símbolo público de oposición a Hitler habría tenido que hablar, que presionar, que involucrarse en el fermento político, una ocupación que no le gustaba incluso cuando estaba profundamente comprometido con la causa. Aún más, había implicaciones personales que habrían inevitablemente ocupado su tiempo y sus energías. Su primera esposa y sus dos hijos estaban a salvo en Suiza; su hijastra mayor Ilse, había ido a Amsterdam con su marido mientras Margot se había quedado en Bélgica. Había otros parientes, suyos y de Elsa, dispersos por Europa. Si cruzaba el Atlántico, inevitablemente no podría evitar la discusión acerca de su futuro. Ahora, con la decisión, en palabras de Schrödinger, "de permanecer en América este verano", buscó una casita de campo lejos de Princeton, preferiblemente donde pudiera navegar. Elsa llevó a cabo la búsqueda, pidiendo ayuda a Leon Watters, con quien se había encontrado por primera vez en Pasadena en Enero de 1933. Como con el Dr. Bucky, el radiólogo de Leipzig con quien los Einstein reanudaron su amistad durante sus primeros meses en los Estados Unidos, Watters dejó una larga colección de cartas y reminiscencias que arrojaron luz sobre las dos últimas décadas de la vida de Einstein. A principios de 1933 planearon celebrar el cincuenta aniversario del "Hebrew Technical Institute for Boys" (Instituto Técnico Hebreo para Jóvenes) que dirigía Watters en New York, y esperaba poder convencer a Einstein para que asistiera. "Considerando cómo podría acercarme a él," escribió Watters más tarde, Recordé que en el curso de mi conversación con él en Pasadena había mencionado un libro raro que había adquirido. Su título era "Memorabilia Mathematica", que contenía interesantes anécdotas de matemáticos y físicos famosos. Einstein había expresado el deseo de verlo y pensé que llevárselo sería la excusa para hablar con él. Llegando a la casa de Einstein en Princeton le pedí a mi chófer, Martin Flattery, que fuera a la puerta, llamara al timbre y preguntara si podía ver al profesor. Regresó al coche y me dijo que una dama lo había dicho que Einstein no estaba en casa. Le escribí una nota y le pedí al chófer que la dejara en la casa con el libro que había traído. Mientras así lo hacía, creí distinguir a alguien mirando a través de las cortinas de una ventana de la casa y haciendo señas a Martin. Fue a la puerta de nuevo y volvió corriendo con un alegre gesto en su rostro, diciendo que podía entrar. Cuando crucé el umbral la Señora Einstein asió mi mano afectuosamente y se disculpó por haber dicho que no estaban en casa. Dijo que no había reconocido el nombre y explicó que tenía que acudir a este subterfugio para escudarse de las incesantes molestias de los visitantes. Me disculpé por venir sin avisar. Después de una corta charla gritó "¡Albert!" y en un momento Einstein bajó la escalera.

Tenía puesto un suéter gris viejo, un par de pantalones holgados y zapatillas, sujetaba una pipa en su mano y me saludó afectuosamente. Continué de pie hasta que me invitó a sentarme, él se sentó en una silla enfrente de mí mientras ojeaba el libro que le había traído. Einstein estaba siendo ahora inundado de solicitudes para dar charlas de beneficencia, para asistir a cenas de beneficencia, para prestar su nombre a una multitud de causas. Él normalmente las rechazaba; las excepciones fueron ayudar o a la creciente corriente de refugiados Judíos proveniente de Europa, o a los Judíos de Palestina. "Para una causa como la suya iré con gusto", dijo a Watters. La reunión selló una amistad que creció con rapidez. Durante las tres semanas que los Einstein habían visitado el instituto de Watters, pasaron algún tiempo con él en su casa de New York, y aceptaron su ofrecimiento para ayudarles en su búsqueda de una casa de campo. "Ambos sentimos", le escribió Elsa el 5 de Abril, "que hemos encontrado en usted un amigo. Si nuestra vida no fuera tan agitada y ocupada nos encantaría disfrutar más de su compañía. Nos reuniremos de nuevo en cuanto sea posible". Se encontraron de nuevo, y con frecuencia, y en Abril de 1934, se inició una larga y reveladora correspondencia entre Elsa, siempre ávida de empujar a su marido a su idea de "sociedad", y el rico bioquímico. Einstein le escribió también, pero son las cartas de su esposa las que dan la imagen hogareña del gran hombre, ansioso de evitar las apariciones públicas, intentando llevar su trabajo, siendo engatusado para ir a una sinagoga "por primera vez en su vida adulta", y relajándose solamente en la pequeña barca con la que navegaría con tan gran intensidad, que causó la admiración de los expertos y el miedo de sus amigos. El mismo Watters fue durante años cronista del extrovertido Einstein. Éste es el Einstein que estando con su amigo en una fiesta de beneficencia en New York y ante la exhibición de elogios de su anfitrión comentó: "Una flor es bella, un exceso de flores es vulgar." Este es Einstein que pedía al chófer de Watters que se detuviera para bajarse a echar sus propias cartas, y que contestaba a la pregunta obvia con la respuesta que "no deseaba molestarnos". Era también el Einstein que no podía o no veía que su idea de igualdad pudiera ser embarazosa. "Justo cuando estábamos sentados a la mesa", escribe Watters, describiendo cómo habían regresado a casa de Einstein después de un paseo en coche un domingo, "Einstein se levantó de su silla, salió y volviendo con mi chófer lo sentó a su lado a la mesa. Flattery, una persona decididamente modesta, se sintió incómodo y tan pronto como terminó de comer puso la excusa de que tenía que hacer unos trabajos en el coche y se escapó. Esta era la segunda vez que había sido huésped a la fuerza en su mesa". Watters también recoge un incidente que arroja luz sobre la frialdad que impregnaba muchas de las relaciones personales de Einstein. Una tarde dijo con un sentido de pesar y anhelo, que nunca había echado raíces. "De joven", dice Watters, "nunca había disfrutado del compañerismo de otros jóvenes; como estudiante nunca había llegado a intimar con sus compañeros y no tomaba parte en sus actividades; como personaje científico destacado era

homenajeado; nunca se encontró al mismo nivel de igualdad que le permitiera una duradera amistad. Por todo esto me dí cuenta de su deseo de conocer a alguien en quien pudiera confiar". La declaración hace poca justicia a la gran amistad personal de Einstein con Ehrenfest, que continuó durante más de veinte años, o con Besso con el que fue aún más duradera. Esto es más un reflejo de su solitario destierro a los cincuenta años, que del joven que siendo el centro de atención escribía apresuradas postales para todos y cada uno de sus amigos. También indica que Einstein sabía que se encontraba perdido en una combinación entre su temperamento y su determinación por ser el único en lograr hacer algo. Pero tales confidencias se produjeron sólo unos pocos años después de su encuentro en 1934. Durante los primeros meses de su amistad, Elsa pidió la ayuda de Watters para la elección de su retiro veraniego. Antes de que este asunto hubiera sido decidido llegaron noticias de Europa de que su hija Ilse se encontraba gravemente enferma en París. Elsa dijo que tenía que ir a verla en seguida. ¿Qué pasaría con Einstein?. Durante diecisiete años, sólo interrumpidos por una breve estancia en el extranjero en un viaje al que había ido solo, había estado mimado y guiado por Elsa a través de las dificultades de la vida cotidiana. Ahora iba a quedarse, si no solo ya que siempre estaba a su lado la incomparable Srta. Dukas, al menos sin Elsa, en un país donde se sentía aún extraño. No deseaba permanecer en Princeton, y acordaron finalmente que tras la partida de su esposa se iría al "Estudio" en Watch Hill, Rhode Island, donde sólo se oía el ruido del mar. Allí compartiría su casita de alquiler durante el comienzo del verano con el Dr. Bucky y Señora, sus dos hijos y la Srta. Dukas, quien atendería la casa y se encargaría de la correspondencia urgente. Al mediodía del 19 de Mayo, Elsa se embarcó en New York en un trasatlántico francés hacia París. Su marido, una vez que la despidió, fue acompañado por Watters a su apartamento donde le aconsejaron que se acostara a descansar antes del almuerzo. "No estoy cansado pero no me insubordinaré", dijo relajándose mientras sonaba el "Lorelei" de Liszt. "¿Ha ido todo bien?" preguntó Watters cuando fueron a almorzar. "El sofá si, la música no mucho, demasiado dulzona", contestó Einstein. Fue a una breve entrevista con su viejo amigo el Dr. Schwarz, anterior cónsul alemán que había sido cesado por esas fechas. Luego regresó a Princeton para prepararse para su traslado a Watch Hill con los Bucky. Mientras que en la amistad de Einstein con Watters se reflejaba su firme interés por la causa Judía y la enconada lucha que los Sionistas americanos habían mantenido por el uso de su nombre, con Bucky era algo diferente. El doctor no era sólo médico radiólogo, sino también inventor, y la correspondencia demuestra que la intuición de Einstein para ver las virtudes y los defectos de una buena idea, desarrollada en la Oficina de Patentes treinta años antes, no le había abandonado. Ambos patentaron una cámara, discutieron las formas de usar la gravedad para medir la altitud y de como "obtener una descripción proporcional de las ondas sonoras por medios magnéticos". Parte del ingenio de Bucky parecía haber sido transmitido a sus

hijos. En "el estudio" dice Watters, ellos habían instalado un excelente aparato de radio de onda corta con una antena direccional. En el porche había un indicador que marcaba la hora en varios países: Inglaterra, Francia, Holanda, Alemania, etc. Fue durante esta época cuando Hitler ocupaba el centro de la escena mundial. Cuando oímos su voz pesada y chillona, coincidimos en que sonaba estrafalaria, y que sus payasadas no habían tenido consecuencias trágicas; podría haber sido calificada como cómica. Watters visitó la casa de Rhode Island a principios de Julio. Llegó a conocer muy bien las costumbres de Einstein. Cuando no había visitas, era servido primero él y de forma aparte. Los Bucky cenaban más tarde. Casi siempre cocinaba la Srta. Dukas y solía hacer macarrones, tallarines, y otras comidas ligeras, y poca carne. En Watch Hill pasó la mayor parte de su tiempo libre con el barco de 5 metros que guardaba en un pequeño muelle a corta distancia de la casa. El barco que tenía en Havelsee a las afueras de Berlín había sido, escribió Plesch, "quizás la única cosa que le había dolido abandonar tras él cuando salió de Alemania"; y hasta la vejez reunió fuerzas a pesar de su enfermedad para continuar navegando, no sólo en el Lago Carnegie de Princeton sino en todas partes donde veraneaba. Su elección algunas veces había sido una aldea en la costa oriental y otras en algún lago. Una vez fue persuadido por su amigo para cambiar e ir a Florida. Tuvieron mal tiempo. Florida, según Einstein, era "demasiado esnob". La navegación como la música, eran para Einstein no tanto una afición como una extensión de sí mismo en las cuales se revelaban la esencia de su carácter y su temperamento. Así fue inevitable que devolviera amablemente un motor fuera borda que le habían regalado. Nunca condujo un coche, "Herr profesor no conduce; es demasiado complicado", le explicó Elsa a un visitante. Pasados los cincuenta años manejó por primera vez una cámara y apenas aprendió a usar una máquina de escribir. Un motor de cualquier clase era una barrera mecánica. "El trato natural con el viento y el agua le agradaban más", decía Bucky, quien a menudo navegaba con él. "La velocidad, los récords y sobre todo la competición iban en contra de su naturaleza. Disfrutaba como un niño cuando había calma y el barco se paraba o cuando encallaba". Llevó su pasión por la esencia pura hasta el punto de rechazar el uso de salvavidas incluso aunque nunca aprendió a nadar. Le habría gustado el vuelo libre y le habría encantado esquiar, y posiblemente sólo fue la falta de medios lo que le impidió hacer lo primero, y su pereza la que lo alejó de lo segundo, "a mí me gusta la navegación porque es el deporte que necesita la menor energía", decía. Nunca estudió navegación y nunca miró una brújula en un barco, arreglándoselas con un buen sentido de la orientación, el cual raramente mostraba en tierra, y que Watters llamó "la habilidad para pronosticar una tormenta con una exactitud extraordinaria". El viento y el tiempo atmosférico tenían una obvia relación con la fuerza y la tensión, la acción y reacción, y los fundamentos de la física

y su amplia experiencia teórica le daban un conocimiento intuitivo de cómo manejar un barco. Esto fue apreciado por el diseñador W. Sterling Burgess, quien unos años más tarde, cuando Einstein estaba de vacaciones en Newport, fue a hablar con él. "Burgess había hecho una serie de dibujos para determinar la mejor configuración del casco del nuevo yate americano, y traía varias páginas con cálculos y ecuaciones", cuenta Watters. "Einstein escuchó pacientemente mientras Burgess leyó sus notas; entonces se sentó durante unos minutos a pensar y tomando lápiz y papel le dio su respuesta a Burgess". Otros dos rasgos les fueron revelados a los amigos que navegaron con él. Uno era su indiferencia ante el peligro o la muerte, reflejada en la intrepidez ante el mal tiempo, por la que más de una vez tuvo que ser remolcado después de que su mástil fuese derribado por el viento. Otra era su deleite perverso en hacer lo inesperado. "Una vez cuando salí a navegar con él," escribe Watters, "y mientras estábamos entretenidos en una conversación interesante, de repente grité 'Achtung' por que casi chocamos contra otro barco. Él viró con un excelente control y cuando le comenté que casi habíamos chocado se comenzó a reír y a navegar de un barco a otro causándome horror; pero siempre viraba a tiempo y entonces se reía como un niño travieso". En otra ocasión Watters le indicó que estaban navegado demasiado cerca de un grupo de rocas; Einstein respondió haciendo que el barco pasara rozando las que apenas estaban sumergidas. En su barco como en la física, navegaba dejándose llevar por el viento. Einstein disfrutó de su primer verano en América aunque las noticias, de su esposa en Francia y de los amigos que habían conseguido salir de Alemania, empeoraban. Elsa llegó a París para encontrarse con su hija menor Margot, que estaba al cuidado a su hermana que se estaba muriendo. A las pocas semanas regresaba a través del Atlántico con las cenizas de sus hija mayor, que guardó en una arqueta en la casa de Einstein hasta que desaparecieron tras su propia muerte dos años después. El marido de Ilse era Rudolf Kayser, quien tras la llegada de los Nazis al poder había emigrado a Holanda, donde publicó las notas de su padrastro político con el título de 'Mein Weltbild'. Kayser cruzó el Atlántico y se reunió con los Einstein en Princeton. Margot también fue con su marido de quien posteriormente se divorció. Finalmente se reunieron con Hans Albert, el hijo mayor de Einstein, quien dejó Mileva en Zurich para cuidar de su hermano menor, al que se le había diagnosticado esquizofrenia y para la cual había en esa época poca esperanza de curación. Dos años más tarde, sólo unos meses antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Einstein se había reunido con su hermana Maja, quien llegó a América procedente de Italia. De los parientes que quedaron en Europa el más cercano era el Tío Cäsar y sus dos hijos, con quien Einstein mantuvo una viva correspondencia que continuó durante los primeros años de la guerra. Los emigrantes eran una típica muestra de la corriente creciente de Judíos de Alemania y más tarde de Austria y Checoslovaquia, que cruzaron el Atlántico durante la segunda mitad de los años 30. Einstein no podía aislarse de su suerte, de la suerte personal de su propia familia o del destino del refugiado judío en general, sin embargo la

llamada de la física le dio el coraje necesario para hacerlo. Desde su llegada a los Estados Unidos hasta la entrada de este país en la guerra con Alemania en 1941, llevó a cabo su investigación en Princeton conjuntamente con trabajos extra académicos. Llegaría desde conseguir financiación hasta dar consejos confidenciales sobre qué personas encajaban en un determinado puesto de trabajo. Escribió cartas, movió hilos y descaradamente usó la considerable fuerza de su firma al pie de página. Era generoso tanto con el dinero como con el tiempo. "Estoy en una situación algo difícil porque he de ayudar a traer al novio de un pariente, y ya he dado demasiados avales para mi estado financiero", escribió en una ocasión a Watters. "Me encuentro obligado a ingresar 2.000 dólares durante meses en una cuenta extranjera". No hay constancia de la respuesta. Me sorprendería que Watters no acudiera en mi ayuda. Einstein detestaba todo lo que implicaba este trabajo por varias razones. "Mi marido está, como usted comprenderá, harto de la publicidad", escribió Elsa en su nombre en contestación a una solicitud para que hablara en New York para conseguir una cuota benéfica de 2.000 dólares. "La aparición en público es para él imposible por el momento. Espero que lo haga la próxima temporada. Pero ahora cualquier actividad o aparición pública le repugna. Ha hecho demasiadas". No le gusta la gente demasiado aduladora, se disgusta cuando un amigo le pide que hable en algún sitio: "sabes que no puedo hacer discursos. No puedo mentir". Pero esto no significaba que su amigo no lo hiciera. "Oh, no. Tu sabes como ser amable". Detestaba perder el tiempo y le escribió a Weizmann en una ocasión diciéndole que "es realmente un escándalo que gente que podría ocupar su tiempo mejor, tenga que asistir a tal circo para conseguir dinero". Su salud le limitaba lo que podía hacer, por lo que en 1937 tuvo que rechazar una invitación para visitar Londres. "Mi condición física... es tan mala que debo ser tratado como si fuera un huevo sin cáscara y no puedo bajo ninguna circunstancia entretenerme en viajar ni a Inglaterra ni a Palestina". Se encontraba satisfecho con el sucesor de Magnes en la Universidad hebrea: "satisface mi vanidad el saber que gracias a mi terquedad he contribuido un poco a esta mejora". Pero todavía había ocasiones en que no compartía el punto de vista con la política oficial Sionista. Así en 1938 algunos de sus comentarios acerca del "profundo nacionalismo" en Palestina motivaron una carta de Weizmann. Suponía con cortesía que "los pensamientos de Einstein estaban siendo tergiversados", pero usó casi 2.000 palabras para intentar aclarar el asunto. No obstante Einstein hacía lo qué podía, y desde 1934 se multiplicaron sus discursos, apelaciones y firmas de cartas. Durante la primera mitad de los años 30 solicitó que Inglaterra y Francia permanecieran desarmadas. Ahora ayudaba a hacer frente a las consecuencias. "Políticamente", escribió el 17 de Diciembre a Lindemann, He expresado mi opinión bastante menos de lo que pudiera parecer, dado que la prensa ha montado un gran alboroto sobre mí sin que fuera mi intención o lo deseara. De la misma forma soy de la opinión que una persona concienciada que tenga cierta influencia, no puede en tiempos como los presentes mantenerse completamente en silencio, dado que tal silencio puede llevar a la

interpretación errónea que no es deseable en las actuales circunstancias. Las circunstancias no eran solamente el aumento de la persecución de los Judíos sino también un proceso que Einstein sabía que afectaría a Lindemann tanto como le había afectado a él: la división de los físicos en acertados, los arios, y equivocados, los judíos. El primer intento fue como consecuencia de la derrota de 1918, y fue intensificado por la propaganda política durante la década siguiente. Pero la condena directa de la relatividad como una teoría judía parecía casi sensata comparada con la enorme farsa que estaba siendo creada cuando Einstein se estableció en Princeton. En un extremo del espectro académico alemán estaba el profesor Mueller de la Universidad Técnica de Aachen, que veía a Einstein y su trabajo como parte de un complot judío para contaminar la ciencia. "La teoría de la relatividad", declaró en "Jewery and Science" (Los judíos y la Ciencia), tiene desde principio a fin como meta transformar la esencia de la vida del mundo no judío, nacido de la madre tierra y en estrecha relación con la sangre, y embrujado en una abstracción espectral en la cual toda diferencia individual entre las personas y las naciones y todos los límites propios de las razas se pierden en la fantasía, y en la cual sólo una diversidad etérea de dimensiones geométricas sobrevive, la cual produce todas las cosas obligadas a un sometimiento ateo a las leyes. Al mismo nivel estaba el profesor Tomaschek, director del Instituto de Física en Dresde. "La física moderna", decía, "es un instrumento del mundo judío para la destrucción de la ciencia nórdica. La verdadera física es creación del espíritu alemán... de hecho, toda la ciencia europea es fruto de los Arios, o mejor, del pensamiento alemán". Presumiblemente esto sonaba como de sentido común a un escritor que afirmaba que las "leyes estadísticas en física debían ser comprendidas racialmente". A un nivel más elevado estaban los hombres cuya reputación automáticamente hacía que se fueran escuchados. No todos eran tan inofensivos como el profesor Stark, quien había sido forzado a abandonar su puesto en la Universidad de Wurzburg en 1922 a causa de sus polémicas contra Einstein, pero quien ahora había vuelto afirmando que "los fundadores de la investigación en física, y los grandes descubridores desde Galileo y Newton a los físicos pioneros de nuestro tiempo, eran casi exclusivamente Arios, predominantemente de la raza nórdica". Estaba también el irreprimible Lenard, quien había pedido que la palabra "Amperio", utilizada en recuerdo del físico francés para denominar a la unidad de corriente eléctrica, se debería reemplazar por el término alemán "weber", de Wilhelm Weber, en los instrumentos del laboratorio Heidelberg. El cuarto volumen de 'Deutsche Physik' impreso en letra gótica para resumir "el espíritu alemán", ilustraba su paranoia. "La ciencia Judía había encontrado pronto a buenos intérpretes entre los no judíos y prácticamente ninguno de sangre Judía", decía. "Uno podría englobarlos a todos pensando en el Judío de mente pura,

Albert Einstein. Sus 'teorías de la relatividad' buscan revolucionar y dominar toda la física. De hecho estas teorías están ahora sucumbiendo (ausgespielt). Nunca pretendieron ser ciertas". Esta línea de ataque fue resumida por las palabras de introducción de Lenard al cuarto volumen. "¿Física alemana? se pregunta uno. Debería decir más bien Física Aria o Física de la Especie Nórdica del Hombre. La Física de aquellos que han desentrañado las profundidades de la Realidad, buscadores de la Verdad, la Física de los fundadores de la Ciencia. Pero se me debería contestar, 'La Ciencia es y será internacional'. Es falso. La Ciencia, como cualquier otro producto humano, es racial y está condicionada por la sangre". Bruno Thurring, disertando en la Asociación Heidelberg de Estudiantes de Ciencia el 4 de Septiembre de 1936, destaca el mismo argumento. Einstein, decía, no era discípulo de Copérnico, Galileo, Kepler, o Newton, sino su convencido antagonista. "Su teoría no es la clave de un desarrollo, sino una declaración de guerra total", continuaba, "emprendida con el propósito de destruir el fundamento de este desarrollo, a saber, la visión del mundo del hombre alemán". Esta negación de la investigación científica ha sido confinada al borde de lo lunático de unos pocos universitarios que habrían decidido sacar sus raíces emocionales y abandonarlas tranquilamente en la noche hacia un futuro incierto dondequiera que les deparase la fortuna. Pero sus implicaciones fueron mayores, corrompiendo todo lo que tocaban. Algunos decidieron luchar dentro de la misma Alemania. Von Laue, visitó brevemente a Einstein en Princeton antes del comienzo de la guerra, le explicó porqué tenía que volver: "Los odio tanto que debo estar cerca de ellos. Tengo que volver". Otros concluyeron que era su deber ser condescendientes, otros permanecieron enigmáticos, mientras que otros consideraron que era su deber hacer las maletas e irse. Entre aquellos que habían sido colegas de Einstein, el más notable en salir de Alemania con franca rapidez fue Max Born, tan inflexible en su oposición a Hitler como más tarde lo fue hacia las armas nucleares, yendo primero a Cambridge y después a Edinburgo. En Hamburgo el viejo colega de Einstein Otto Stern declaró a la llegada de Hitler al poder que dimitiría de su puesto. Fue disuadido por sus empleados, pero reiteró que saldría a la menor insinuación de interferencia con su departamento. Esta llegó en Junio. Stern se marchó de su laboratorio para no volver. Poco después partió de Alemania hacia los Estados Unidos donde, en el Instituto de Tecnología Carnegie, se le otorgó el Premio Nobel; actuó como consejero en el Proyecto Manhattan, que dio lugar a la construcción de la primera arma nuclear; más tarde ayudó a Einstein a salir de los problemas que le afectaron en la postguerra. Erwin Freundlich dejó la Torre Einstein en Potsdam, yendo primero a Estambul, donde llevó a cabo un valiente pero infructuoso esfuerzo para crear un nuevo centro de enseñanza Occidental; luego a Praga y, tras el desastre del Acuerdo de Munich, a St. Andrews, Escocia, donde se le ofreció un puesto de trabajo a iniciativa de Eddington y donde paso el resto su vida laboral. Schrödinger fue a Oxford y después a Bélgica y Dublin. Leo Szilard, uno de los primeros húngaros en ver las implicaciones de la conquista de la cancillería por Hitler, fue a Inglaterra vía

Austria y posteriormente, ante la falta de apoyo en Gran Bretaña, cruzó el Atlántico. Szilard destaca el resultado más importante del año en que Hitler llegó al poder, Einstein a Princeton, y sacó a no menos de seis Premios Nobel de Alemania; un resultado que se puede encontrar en cualquier historia mundial de las primeras armas nucleares. Einstein, Szilard, Teller, Wigner, Peierls y Frisch, Otto Stern, Hans Bethe, y Victor Weisskopf, son sólo unos pocos de los que salieron de Europa ante el ataque, o la amenaza de ataque, del gobierno Nazi; quienes tomaron parte en el trabajo que condujo a Hiroshima y Nagasaki; y quienes pudieron, si no hubiera sido por la política del partido Nacional Socialista, haber escrito un capítulo muy diferente de la historia de la era nuclear. La grotesca interpretación Nazi de las nuevas teorías físicas producidas durante el primer tercio del siglo, la expulsión de los Judíos y su efecto sobre la situación en Palestina, junto con lo qué pareció ser la proximidad inevitable de una guerra mundial, formaron el marco en el que Einstein llevó a cabo su trabajo en el Instituto de Estudios Avanzados. Fue muy solicitado. La excusa de una velada musical o de nuevos desarrollos científicos fueron el cebo más comúnmente utilizado para sacarlo de su relativo aislamiento en Princeton. Pero él no era requerido solamente por ser el científico más famoso del mundo. Era a sus 55 años, más insociable que retraído, apartado más por intención que por accidente. Todavía según la definición del diccionario de "un favor especialmente otorgado por Dios", un carisma que no sólo lo mantenía apartado sino que hacía de cualquier encuentro con él una ocasión memorable. Habría invariablemente alguna actitud, alguna frase, que se recordaría mucho después y que se le achacaría a él. Cuando Harvard quiso otorgarle un título honorífico, fue engatusado para la ocasión por Harlow Shapley, quien en el Monte Wilson había colocado las bases de la astronomía galáctica, invitándole a una velada de música de cámara en su casa. Elsa, que no podía ir, le dio la habitual lista de instrucciones. "Él es como una planta sensible", escribió. "No debe de fumar. Puede tomar café para el desayuno, pero por la noche debe de tomar 'Sanka', o de otro modo no dormirá bien". Einstein siguió sus instrucciones, dijo Shapley. "Cuando nos levantamos de la mesa tras la cena y los hombres se fueron a la biblioteca, dijo "no" al cigarro que se le ofreció. Tristemente sacó su pipa. Más tarde lo tenté de nuevo. Esta vez tomó un cigarro diciendo suavemente, 'Ach, mein Weib'". Al final de la velada los invitados empezaron a marcharse poco a poco. "¿Quién querría marcharse rápidamente de una velada con Einstein?" afirmó Shapley. Podría decir algo, y de hecho lo hizo. Me susurró algo mientras estaba despidiendo a los violinistas. "Me recuerdan el tiempo", dijo. "Pero si sólo son las once. No es muy tarde: se habrán ido en unos minutos". "Pero me recuerdan el tiempo", insistió. "¿Cómo?" "Siempre pasando pero nunca se acaba". Una vez fue persuadido a visitar el Centro Médico Rockefeller en New York, por entonces dirigido por el

hermano de Abraham Flexner. Allí el Dr. Alexis Carrel, cuyos intereses extra académicos eran el espiritismo y la percepción extrasensorial, trabajaba con Lindbergh en un aparato para perfusión de órganos humanos, un aparato que ayudaría a encontrar un camino hacia los modernos transplantes de corazón. Carrel había invitado a Einstein a inspeccionar el aparato con su exhibición de pulsos. Treinta años más tarde Lindbergh todavía recuerda a Einstein entrando en la habitación con Carrel. Este último, dando muestras de su espiritismo, decía: "Pero doctor, ¿qué diría si usted mismo observara este fenómeno?" "Aun así no lo creería", contestó Einstein. A comienzos de 1935 había aceptado el hecho que Europa nunca volvería a ser su hogar; incluso una visita sentimental sería problemática, "tantas obligaciones me esperan allí que me siento incapaz de encontrar el valor para tal proyecto", le escribió a la Reina Madre de Bélgica en Febrero. Tres meses más tarde llegó a Hamilton, Bermuda, con su hijastra Margot y la Srta. Dukas. Jugó como siempre al escondite con los reporteros, estuvo el tiempo suficiente para formalizar su solicitud de visa en el consulado de los Estados Unidos, necesaria por ley ya que sólo tenían permiso de visita, y volvieron a Princeton al cabo de una semana. Por fin fueron capaces de obtener los papeles que finalmente significaron la nacionalidad. Mucho tiempo antes de que esto ocurriera Einstein ya había echado raíces en los Estados Unidos. En Agosto de 1935, compró la casa número 112 de la calle Mercer, una confortable casa de dos plantas rodeada de terreno, que llegaría a ser con el tiempo una de las casas más famosas del mundo, "la vieja y hermosa casa con un gran jardín", como Elsa la había descrito en una carta al Tío Cäsar en Bélgica. La calle Mercer va desde la zona universitaria a la calle principal de Princeton, la ancha y arbolada avenida formaba una explanada en la que se construyó el Instituto de Estudios Avanzados. El número 112, tenía 120 años de antigüedad, era tranquila y confortable tras su terraza, y sus contraventanas verdes la distinguían ligeramente entre tantas casas pintadas de blanco. El ordenado seto, el arreglado césped, el camino hasta el porche, una ancha escalera interior que subía a las habitaciones, todo ello la destacaban del resto del mismo modo que los árboles que la rodeaban. El primer cambio en la casa fue la creación del estudio de Einstein, en una habitación de la planta superior que miraba al jardín de la parte trasera. Media pared fue sustituida por una enorme ventana que parecía meter los árboles en la habitación, por lo que Einstein solía decir que era como vivir fuera. Dos de las paredes que quedaban fueron transformadas en estanterías desde el suelo hasta el techo. El centro de la habitación estaba casi totalmente ocupado con una gran mesa baja, normalmente cubierta con los restos de los lápices, las gomas y las pipas de fumar. Delante de la ventana estaba su escritorio. De adorno había retratos de Faraday, Maxwell y poco después de Gandhi, "el auténtico estadista" en opinión de Einstein, "que representaba la más alta concepción de las relaciones humanas en la esfera política a la que debemos aspirar a con todas nuestros fuerzas". En las paredes colgó un simple diploma: el de miembro honorario del 'Berner Naturforschende Gesellschaft'. En las habitaciones de la

planta baja, contrastando grotescamente con el ambiente de estilo colonial, estaba el voluminoso y anticuado mueble procedente del número 5 de 'Haberlandstrasse', sorprendentemente abandonado por los Nazis y finalmente llevado a los Estados Unidos por instrucciones de Elsa. [Los papeles científicos de Einstein fueron llevados del piso de Haberlandstrasse al apartamento de Rudolf Kayser, y de allí a la Embajada francesa. Después salieron de Alemania en valija diplomática. El tratamiento de refugiados era todavía raro, y el físico judío que salió de Alemania en 1933 y que iba a jugar un papel clave en el esfuerzo de guerra nuclear de los Aliados, fue seguido por su equipo científico unos meses después]. Parece que Einstein lo odiaba. Con su casa como cuartel general, llegó a ser un personaje característico de la escena de Princeton. Su primera reacción habían sido limitada. "Princeton es una pequeña maravilla", le escribió a la Reina Isabel de Bélgica poco después de su llegada, "un pueblo elegante y ceremonioso de semidioses sobre pedestales. Ignorando ciertos convencionalismos, he podido crearme una atmósfera enfocada al estudio y libre de distracción. Aquí, las personas que componen lo que es llamado 'sociedad' disfrutan incluso de menos libertad que sus homólogos en Europa. Todavía parecen ignorantes de esta limitación de su manera de vivir que tiende a inhibir el desarrollo de la personalidad desde la niñez". Y, un año más tarde, escribió otra vez a la reina: "como un hombre de cierta edad, he permanecido ajeno a esta sociedad..." Como siempre, había sentido la infelicidad del extraño. Esta inicial frialdad entre Einstein y los habitantes del pequeño municipio de Nueva Jersey era fácil de entender. Nunca fue muy gregario, se sentía como un tímido europeo entre esta nación de extrovertidos; a su lado incluso el más simpático se desanimaba ante el aislamiento del genio, al que consideraban un tipo de tranquila y excéntrica apariencia, quien había, de alguna forma misteriosa, convencido a los expertos de que ni el espacio ni el tiempo eran como se pensaba. Esta fase pasó. Mucho antes del comienzo de la guerra Einstein se había hecho un hueco en la comunidad de Princeton. Ellos todavía sentían que era incómodamente único. Muchos tenían reservas acerca de sus puntos de vista inflexibles en política y su visión poco convencional de la religión. Pero había un acuerdo tácito para ignorar estos asuntos, con lo que Einstein sería aceptado a pesar de ello. Su grandeza haría que se consideraran como una excentricidad perdonable. Pasarían el día con él, dejarían que sus hijos se hicieran sus amigos, y generalmente estarían de acuerdo en que a pesar de sus extraños puntos de vista y de que fuera tímido y retraído, era todavía un vecino decente. Cuando la opinión se suavizó comenzaron a considerar a su genio como un hombre de carne y hueso torturado por las normales ansiedades y temores del ser humano. Estaban casi en lo cierto. La tragedia que comenzó cuando Elsa y él se estaban acomodando en su nuevo hogar tuvo bastante relación con la vida de otras personas. Sólo unos meses después de que se hubieran trasladado, Elsa se vio afectada por un hinchazón en un ojo. Los especialistas confirmaron que, como habían temido, era un síntoma de problemas de

corazón y de riñón. Se propuso ponerla en tratamiento en un hospital de New York, pero pronto estuvo de vuelta en la Mercer Street sometida a una cura drástica que implicaba la completa inmovilización. "Yo estaba muy, muy enferma", escribió en Diciembre a Watters, "y no creo que vuelva a estar nunca completamente bien. Estoy demasiado fatigada. Pero ahora me encuentro algo mejor por lo que debo estar contenta. He permanecido acostada casi dos meses y naturalmente ahora no puedo andar sola. Debo aprender de nuevo. "Einstein", añadió ella, "se enfrasca en sus problemas. Nunca antes lo había visto tan absorto en su trabajo. Incluso una noche no pudo dormir porque sus problemas lo atormentaban". La devoción de Einstein por la física durante estos meses no era un signo de insensibilidad. En un hombre de tal dedicación, ya sea su interés en la política, la ciencia o el arte, las emociones normales no tienen cabida. Comparado con los problemas del universo, los deberes familiares eran una minucia, y su prioridad se iba reforzando con la edad. Una noche se quedó hablando hasta tarde con Watters, miró fijamente a una foto de la esposa de Watters recientemente fallecida reflexionaba, "Lo individual importa poco; los problemas individuales del hombre son insignificantes; le damos demasiado importancia a las trivialidades de la vida". Aún, a pesar de esto había una diferencia sutil entre la primera esposa con quien vivió durante una década, y la segunda con quien vivió durante dos. La misma Elsa se daba cuenta al observar que Einstein había alardeado delante de Watters de que usaba las misma ropa durante todo el año. "Para su primera esposa se vestía bien, para mi no lo hará". Por encima de todo esto ella disfrutaba de su genialidad a pesar de las penas. "No puedes analizarlo, si no, lo juzgarás mal", le escribía en una profunda carta a un amigo. "Como genio debería ser irreprochable en todo. Pero no, la naturaleza no se comporta así. Donde pone demasiado también quita demasiado. Tienes que verlo como un todo. No se le puede calificar de una determinada manera. De otro modo eres descortés. Dios le ha dado tanta nobleza, y lo encuentro tan maravilloso, aunque la vida con él es agotadora y complicada en todos los sentidos". ["Man darf ihn nicht zergliedern, sonst kommt man auf 'Ausfallserscheinungen.' Solch ein Genie hat solche, oder glaubt man, er sei untadelig nach jeder Hinsicht mit nichten, so verfährt die Natur nicht. Wo sie so uferlos verschwendet, da nimmt sie in anderer Beziehung auch fort, und das kommt dann zu Ausfallserscheinungen! Man muss ihn als 'Ganzes' betrachten, darf ihn nicht einreihen in diese oder jene Rubrik! Sonst erlebt man Unerquickliches. Aber der Herrgott hat schon viel Schönes in ihn hineingelegt, und ich find ihn wundervoll, trotzdem das Leben an seiner Seite aufreibend u. komplicirt ist, nicht nur in dieser, in jeder Hinsicht. ..."] Al principio de los veinte años que pasaron juntos, habían llegado a un acuerdo. Mientras él se consagraba a descubrir cómo Dios había hecho el mundo, ella le redujo a un mínimo absoluto los problemas mundanos de la vida. A una magnitud que ofendería a la sociedad matriarcal de los Estados Unidos, pensó mientras trabajaba; una división ilustrada por un incidente hogareño de una noche de verano en la que cenaron el aire libre con dos amigos. Cuando

refrescaba, la anfitriona le pidió a su marido que fuera a buscarle su chaqueta. Elsa se horrorizó: "nunca le pediría al profesor que hiciera eso por mi". Por su parte "el profesor" mantenía a la familia e irradiaba genialidad desde su mundo privado. "Su mujer", le dijo al poco de su llegada la Señora Eisenhart, esposa del decano de la Escuela de Graduados de la Universidad de Princeton, "parece hacer absolutamente todo por usted. ¿Exactamente qué hace usted a cambio por ella?" Einstein contestó: "le doy mi comprensión". Esa comprensión se demostró en 1936. Al principio Elsa pareció recuperarse y cuando llegó el verano ambos viajaron a Lago Saranac, a 300 millas al norte de New York y en lo alto de los Adirondacks. Pero allí, como le escribió a Leon Watters, ella pasó un verano muy triste. A Watters, Elsa le confió un gran secreto. "Einstein", escribió él más tarde, "absorto en su actividad intelectual, había encontrado poco tiempo para cumplir con los deberes que se esperan de un marido". Es cierto continuó, que Elsa "disfrutó de compartir los muchos honores que le fueron dispensados y los muchos viajes que hizo con él, pero había perdido la simpatía y la ternura que anhelaba, y se encontró muy sola a este respecto". Esto suena particularmente cruel, como la amiga de Elsa Antonina Vallentin comenta de lo que escribía de su marido durante la enfermedad, "se ha vuelto así debido a mi enfermedad. Vaga como una alma en pena. Nunca creí que me quisiera tanto". La impresión dada en sus cartas a Watters es bastante diferente. Y ahora, en Septiembre, escribiéndole desde el Lago Saranac al conocer que Watters se iba a casar tras la muerte de su primera esposa, le decía que estaba segura de que la Señora Watters se acostumbraría a New York; y, en cualquier caso, Watters era un marido mucho más considerado y amoroso. Ella, aclara, hubiera sido feliz de enviar a Einstein a que Watters le diera lecciones; pero, Dios mío, era demasiado tarde para que esto fuera útil. Las dos versiones de Einstein, el marido cariñoso y el Albert que tenía que ser enseñado, no se excluyen mutuamente. Elsa tenía que pagar su precio, aunque lo pagó de buena gana. De vuelta a Princeton su situación se continuó deteriorando. La planta baja de su casa de la Calle Mercer empezó a parecer una sala de hospital. Einstein, abandonando el instituto, trabajaba en su estudio de la primera planta. No se pudo hacer más y Elsa murió el 21 de Diciembre, todavía triste por la hija que había perdido en París dos años antes, y a pesar de eso orgullosa de lo que Albert estaba llevando a cabo. "Está en muy buena forma. Ha logrado mucho últimamente", había dicho durante su enfermedad. "Cree que su último trabajo es el mejor que ha hecho nunca". Después de su muerte se puso a ello con incluso más concentración. "Me he situado espléndidamente aquí", escribió a Born. "Hibernó como un oso en su cueva, y verdaderamente estoy más tiempo en casa de lo que estado nunca en toda mi vida. Se ha acentuado más este pesimismo por la muerte de mi compañera, quien estaba más unida a los seres humanos que yo". ["El modo circunstancial en el que Einstein anuncia la muerte de su esposa... parece bastante raro", comenta Born: "A pesar de toda su amabilidad, sociabilidad y amor a la humanidad, estaba no obstante totalmente aislado de su ambiente y de los seres humanos que le rodeaban"]. Desde inicios de 1937 una vez más, y sin distracción, se consagró al instituto. Su concentración había

sido intensa desde sus primeros días en Princeton. Los Buckys le invitaron a pasar un fin de semana con ellos, el contestó que no podía de momento, comprometerse porque no quería interrumpir el trabajo en el instituto durante períodos de tiempo tan largos. Leon Watters le ofreció un breve descanso, pero lo rechazó basándose en que "en un futuro cercano mis experimentos teóricos me llevarán tanto tiempo que una interrupción de tal duración constituiría un gran daño. Es un hecho lamentable que el Hombre no viva sólo por placer". E incluso en el verano de 1935 cuando trabajaba duramente durante las vacaciones de Agosto en Old Lyme, Connecticut, rechazó una invitación similar diciendo: "no puedo abandonar mi trabajo ni mi velero durante tanto tiempo... cuando un hombre se encuentra tan bien como yo, debería estar agradecido y no pedir nada más". Se había zambullido en las aguas del pacifismo y salió de ellas cuando se dio cuenta de que le estaban llevando por el camino equivocado. Era todavía un Sionista convencido y en lo que respecta a la Universidad hebrea iba a conseguir una considerable victoria pero a un alto precio. Todavía esperaba hacer el bien, aunque por medios un poco más juiciosos. Pero ahora, gracias a Dios, podía por motivos más prácticos concentrarse en su trabajo, un físico consagrado a la física en un mundo nuevo el cual debería por sí mismo ayudar a restablecer el equilibrio en el viejo."Uno debe sentirse feliz", había escrito a su Tío Cäsar en Bélgica en 1935, "si tiene un pequeño rincón en el que poder olvidar el bullicio de vida". Así estaba siempre ansioso por regresar, incluso desde su querido velero, al taller intelectual de Princeton. Por supuesto trabajaba en cualquier parte "tanto en el puente Potsdam como en mi casa". No obstante su despacho en el instituto o su estudio en la Calle Mercer eran su habitat natural. Era aquí donde mejor podía desarrollar su trabajo y continuar su terca batalla de retaguardia contra los nuevos movimientos en la física que habían comenzado casi un tercio de siglo antes. La actitud de Einstein sobre la mecánica cuántica le llevó cada vez más lejos de la corriente principal de la física teórica. Era muy consciente de ello. A Solovine, el miembro de la Academia Olympia con quien mantuvo una correspondencia esporádica, le escribió que era "muy apreciado como una genuina y vieja pieza de museo y como curiosidad". Le dijo a su viejo amigo Infeld, quien llegó a los Estados Unidos en 1935, que "en Princeton me consideran un viejo chiflado". Infeld, al principio incrédulo, posteriormente estuvo de acuerdo. "Einstein, durante mi estancia en Princeton, era considerado por la mayoría de los profesores más como una reliquia histórica que como un científico en activo", escribió. Los profesores de Princeton no estaban solos, y Max Born, dándose cuenta de que Einstein era incapaz de conseguirle una invitación al instituto, encontró una explicación obvia: "Probablemente yo estaba considerado allí como un fósil, al igual que él, y tales dos reliquias del pasado eran demasiado para los modernos maestros de Princeton". Esta opinión estaba ampliamente extendida entre los físicos y se resumió después de la muerte de Einstein por Robert Oppenheimer, quien llegó a ser director del instituto en 1947. Su juicio es que durante los últimos veinticinco años de la vida de Einstein, su tradición en cierto sentido le falló. "Eran los

años que pasó en Princeton y esto, aunque motivo de pena, no debe ser ocultado", dijo. Tenía derecho a ese fracaso.... Pasó esos años primero intentando probar que la teoría cuántica tenía inconsistencias. Nadie podía haber sido más ingenioso en imaginar inesperados e ingeniosos ejemplos, pero resultó que las inconsistencias no existían: y a menudo se puede hallar la solución en trabajos anteriores del mismo Einstein. Cuando tras repetidos esfuerzos vio que no funcionaba, Einstein había dicho simplemente que no la gustaba la teoría. No le gustaban los elementos de indeterminación. A él no le gustaba el abandono de continuidad o de la causalidad. Había cosas con las que había crecido, salvadas por él, y enormemente engrandecidas; y verlas perdidas, incluso aunque era él quien había puesto la daga en la mano de los asesinos de su propio trabajo, era demasiado para él. Luchó con Bohr de una forma noble y furiosa, y luchó con la teoría que había engendrado pero que odiaba. No era la primera vez que esto había pasado en la ciencia. Así la situación como científico de Einstein en Princeton, el aura de grandeza que irradiaba, y la influencia extraordinaria de su personalidad en las mentes de sus ayudantes y colaboradores, continuaron a pesar de su contemporánea permanencia en la física teórica más que a causa de ello. Quince años antes, cuando estaba en lo más alto de su poder en Berlín, su idea de cómo se deben tratar lo problemas científicos, su facilidad para "hacer que la física se derritiera en su boca", había creado una impresión aplastante en sus oyentes. Ahora, aunque muchos de sus firmes seguidores estaban luchando por sus vidas, la magia todavía permanecía. "Cuando miro el trabajo que hemos hecho", dice el profesor Nathan Rosen, quien sucedió a Mayer como ayudante de Einstein, Pienso que las cosas que más me impresionaron fueron la simplicidad de su pensamiento y su fe en la habilidad de la mente humana para entender el funcionamiento de la naturaleza. A lo largo de su vida Einstein creyó que la razón humana era capaz de llevar a teorías que podrían suministrar descripciones correctas de fenómenos físicos. En la construcción de una teoría, su proceder tenía algo en común con el de un artista; buscaría la simplicidad y la belleza (y la belleza para él estaba, después de todo, esencialmente en la simplicidad). La pregunta crucial que se hacía, cuando sopesaba un elemento de una teoría, era: "¿Es razonable?". No importa lo acertada que una teoría parezca ser, si a él no le parecía razonable (la palabra alemana que usaba era "vernunftigo"), estaba convencido de que la teoría no podía suministrar una comprensión de la naturaleza verdaderamente auténtica. Una descripción notablemente similar de Einstein durante finales de los años 30, de una parte suya permanece por encima de la batalla científica contemporánea, es proporcionada por otro ayudante suyo, Banesh Hoffmann, quien enfatizó que el método de Einstein, aunque basado en un conocimiento profundo de la física, "era esencialmente

estético e intuitivo. Viéndole y hablando con él", dice, "llegue a entender la naturaleza de la ciencia de un modo en el que no podía haberlo hecho mediante la mera lectura de sus escritos o de los de otros grandes físicos o de filósofos e historiadores de la ciencia. Salvo el hecho de que era el físico más grande desde Newton, uno podría casi decir que no era tanto un científico como un artista de ciencia". Cuando Elsa murió, Einstein se encontraba sólo a unos pocos meses de su cincuenta y ocho cumpleaños. A todos los efectos, su vida creativa había acabado. Tenía lo que pocos hombres hubieran considerado como un retiro bien pagado, más allá de los estudiantes, más allá de la competición, más allá de lo que necesitaba para seguir adelante. Todavía había una cosa extraordinaria ahora, en una época en que la mayoría de los científicos estaban dispuestos a dedicarse a tareas de gestión y a aquellos que no les gustaba se conformaban con dejar pasar el tiempo, Einstein se mantenía aferrado a su pasado con la feroz determinación de un maestro artesano, determinado a no perder ni un minuto de su trabajo diario. En el instituto hasta que su jubilación en 1945, y en la Calle Mercer hasta su muerte una década después, trabajó con una sucesión de colegas y ayudantes en tres diferentes pero estrechamente relacionadas áreas de investigación. Primero, y ciertamente la más importante desde su punto de vista, era su persistente búsqueda de una teoría del campo unificado. Nunca la encontró. Trabajó en una variedad de soluciones; cada una parecía ofrecer esperanza; cada una había sido finalmente desechada. Como él mismo había dicho, sólo un hombre que se hubiera fraguado un nombre podría afrontar el trabajo. Sólo un hombre con la profunda visión de Einstein habría hallado satisfacción en él. Su actitud de qué incluso el científico comprensivo lo tiende a ver como una tarea ingrata, se muestra por dos historias. Un día su confidente y amigo, Leo Mattersdorf, la preguntó si sentía que se acercaba a su meta. "contestó 'No'", dijo a Mattersdorf, "y agregó: 'Dios nunca nos dice de antemano si el camino que estamos siguiendo es el correcto. Había probado por lo menos 99 soluciones y ninguna funcionaba, pero había aprendido mucho, ' por lo menos ' dijo, 'conozco 99 maneras que no funcionan' ". Estaba también su declaración a David Mitrany, uno de las pocas personas en Princeton que llegó a ser un confidente genuino. La amistad había comenzado después de que Mitrany, camino del instituto una mañana, saludó amistosamente a Einstein desde el otro lado de la calle. Lo mismo ocurrió a la mañana siguiente, y a la siguiente. "Después de esto", dice a Mitrany, "decidimos ir juntos". A esta figura de la antigua y feliz Europa, quien como joven periodista había informado en 1921 del primer discurso de Einstein en Inglaterra para el 'Manchester Guardian', Einstein le dio un trato especial. Incluso le hablaba acerca de su trabajo, sobre el cual normalmente no discutía con nadie que fuera ajeno al mismo. Un día pensó que estaba por fin en el camino de una teoría satisfactoria del campo unificado. Seis meses más tarde mencionó, casi por casualidad, que el camino no le había llevado a ninguna parte, pero que lo publicaría pronto. Mitrany le preguntó por qué. "Para evitar que otro necio malgaste seis meses en la misma idea". En segundo término de los problemas de un campo unificado estaba el desarrollo de la Teoría General de la Relatividad,

particularmente en su acomodación en los nuevos descubrimientos y especulaciones de la cosmología. Aquí Einstein se estaba moviendo desde su propio campo a los alrededores transformado por el avance tecnológico. Aquí, con su concepción del universo como la había descrito primeramente en 1917 y como más tarde la había corregido, Einstein tenía mucho que ofrecer. Pero él era ahora uno entre muchos. El tercer asunto era la teoría cuántica como había sido desarrollada una década antes, una teoría que ahora parecía satisfacer la aparente dualidad de la naturaleza, pero que en el proceso permitía a la indeterminación reinar sobre el universo. Aquí Einstein se atrancó obstinadamente. Se negó a aceptar la posibilidad que el nuevo orden fuera satisfactorio, y con el paso de los años hizo sucesivos esfuerzos para demolerlo. Uno de los esfuerzos más importantes llegó cuando, junto con dos colegas, B. Podolsky y Nathan Rosen, al principio pareció haber dado un revés mortal al principio de incertidumbre de Heisenberg, idea que había llegado a ser si no la columna vertebral, un hueso importante en el cuerpo de la mecánica cuántica. El artículo que Einstein publicó con sus dos colegas preguntaba: "¿Puede la descripción que hace la mecánica cuántica de la realidad física ser considerada completa?". Cuando el artículo se despoja de su esencia matemática, es fácil ver cómo su simples declaraciones constituían un ataque a las nuevas ideas que habían desplazado las de su juventud. Heisenberg había afirmado que en el estudio de objetos muy pequeños, tales como la partículas subatómicas, sus sistemas eran inevitablemente alterados de tal manera que era imposible medir al mismo tiempo y con igual exactitud dos cantidades asociadas. Conforme la medida de la posición aumenta en exactitud, la medida de la cantidad de movimiento se hace más incierta; aumentando en el tiempo en que un suceso subatómico sería inevitablemente igualado por la incertidumbre creciente de la energía involucrada. Einstein y sus colegas empezaron por señalar que para juzgar los méritos de cualquier teoría uno tenía que considerar a la vez su correspondencia con la experiencia humana y la integridad que la descripción daba del mundo físico. Después de esta declaración preliminar siguieron con lo que era el núcleo de su ingeniosa exposición. Consideraron una situación que podría tratarse con la mecánica cuántica de dos sistemas interactuando, llamados por convenio sistema A y sistema B. Después de un rato se detenía la interacción. Pero midiendo una cantidad en el sistema A, era posible obtener su valor en el sistema B; y midiendo una cantidad asociada en sistema A era posible obtener su valor en el sistema B. Pero según el principio de incertidumbre de Heisenberg esto no era posible; por eso concluyó que la descripción suministrada por la mecánica cuántica era incompleta. La nueva física tenía una respuesta para esto. "He aprovechado esta oportunidad para retomar mis viejas discusiones con Einstein con la esperanza de que de una vez alcancemos un entendimiento con respecto a la posición real en la teoría atómica, la cual a mi modo de ver él no entiende completamente", le escribió Bohr a Rutherford. Éste intento apareció en la edición siguiente de "Fisical Review", donde Bohr hacía la misma pregunta que Einstein, pero daba una respuesta diferente.

Einstein se negó a ser convencido, aferrado a la actitud que mantuvo hasta el fin de su vida: que la descripción de la naturaleza suministrada por la mecánica cuántica no era incorrecta sino incompleta, una idea provisional que finalmente sería sustituida. Los problemas ocuparon la mayor parte del trabajo de Einstein en el instituto. Pero estaba tanto al acecho de nueva ideas y jóvenes brillantes como lo había estado en Berlín. El instituto era hasta 1940 virtualmente una parte de la universidad, y Einstein a menudo asistía a seminarios estudiantes. A veces se enteraba con sorpresa de que su trabajo teórico de los años anteriores a la guerra se había convertido en algo habitual. Era el caso incluso de su famosa relación E=mc2. En su artículo original había destacado que "no es imposible que con cuerpos cuyo contenido de energía es muy variable (por ejemplo, con las sales de radio) la teoría pueda ser sometida a comprobación con éxito". Había sembrado la semilla y la había abandonado. Y apenas era sabedor de que por los años 30 muchos físicos estaban haciendo tales pruebas. "Uno de mis más vivos recuerdos", escribe el profesor A. E. Condon, Es el de un seminario en Princeton (1934) cuando un estudiante de licenciatura estaba explicando los resultados de ciertas investigaciones de este género y Einstein estaba entre el público. Einstein había estado tan preocupado con otros estudios que no se había dado cuenta de que tal confirmación de sus teorías iniciales había llegado a ser un asunto cotidiano en los laboratorios de física. Sonrió abiertamente como un niño y repetía continuamente, "¿Ist das wirklich so?" (¿Es realmente cierto?) conforme más evidencias específicas de su relación E=mc2 se presentaban. Además de escuchar, a veces disertaba, y todavía desplegaba su dominio del asunto. Un ejemplo es evocado por Churchill Eisenhart. "Cuando terminó", dice, uno de los matemáticos presentes procedió a deducir el resultado principal del profesor Einstein a partir de ciertos resultados de otros autores por entonces disponibles en la literatura científica. El público esperó sin aliento la contestación del profesor Einstein. Se levantó, agradeció a su colega por tan concisa y elegante deducción de su resultado principal, recordó a todos los presentes que las asunciones subyacentes en los resultados en que se había basado la demostración del orador eran algo diferentes de aquellas con las cuales él había comenzado, y concluyó por agradecer a su colega que hubiera revelado de esta forma que su resultado tenía una base más amplia de validez de la que él mismo había apreciado. El zumbido de aprobación del público testificó el hecho de que Albert Einstein había salido claramente ganador de la intencionada crítica. Su habilidad como conferenciante junto con su reputación como el científico más famoso del siglo, le convirtieron en una opción natural como orador invitado cuando la "American Associatin for the Advancement of Science" celebró su reunión anual en

Pittsburgh, aunque estaba dudoso acerca de dirigirse a audiencias numerosas en inglés. Leon Watters preparó el evento, organizando la estancia de Einstein con amigos comunes en la ciudad, llevándole en tren , más tarde describe cómo Einstein, sentado en un tren y observando otro en una vía vecina, dijo que nunca antes había tenido la oportunidad de ver cómo funcionaba el mecanismo de la biela. La reunión fue recordada por la conferencia Willard Gibbs de Einstein sobre la "Deducción elemental de la equivalencia de masa y energía", dada en inglés después de mucho persuadirlo. La leyenda dice que en la mañana del gran día apareció en la sección de anuncios de un periódico local una frase insertada por un admirador que decía "no tenga miedo Albert, estoy seguro de que puede hacerlo". Einstein lo hizo hablando delante de dos largas pizarras que llenaban la mayor parte del escenario. Watters y un colega se sentaron en la primera fila prestos a intervenir si se atrancaba con su inglés. No fue necesario. El único tropiezo llegó cuando comentó que su línea de razonamiento era simple. Fue saludado por gritos de "No". Antes de la conferencia hubo una rueda de prensa. Entre 30 y 40 corresponsales fueron invitados y se acordó que ninguno de ellos trataría de obtener una declaración exclusiva. Una reportera, ignorando esto, consiguió quedarse a solas con Einstein y le preguntó si alguna vez hablaba acerca de asuntos distintos a la física. La miró comprensivamente y contestó: "Sí, pero no con usted". La conferencia con los reporteros, que trajo la usual avalancha de preguntas, iba a producir una contestación histórica, repetida con varias interpretaciones a través de los años y muy citada una década más tarde. "¿Piensa que será posible liberar la enorme cantidad de energía predicha por su ecuación, mediante el bombardeo del átomo?" le preguntaron. "Creo que no será posible por motivos prácticos", contestó. "El fraccionamiento del átomo por bombardeado es como disparar a los pájaros en la oscuridad y en una región donde hay pocos pájaros". La mayoría de físicos estuvieron de acuerdo, aunque uno de los pocos que no lo estaba era Leo Szilard, el colaborador anterior de Einstein en Berlín, quien ya había entregado su patente secreta al almirantazgo británico. Pero la mayoría todavía coincidían con el punto de vista de Lord Rutherford, expresado en la reunión de Leicester de la "British Association for the Advancement of Science" en 1933, donde lanzó una frase de "advertencia" a aquellos que buscan fuentes de potencia en las transmutaciones atómicas. Tales expectativas son "moonshine" (puro cuento). Esta posición cambiaría. La habilidad de Einstein para pensar de forma sencilla acerca de la física y describir su esencia en términos que los hombres y mujeres ordinarios pudieran entenderla fue llevada al límite en "The Evolution of Physics" (La Evolución de la Física), que escribió en 1937 con Leopold Infeld. Durante 1935 hacia el fin del contrato anual de su ayudante Nathan Rosen, recibió una carta de Infeld, por entonces conferenciante en la universidad polaca de Lvov. El reciente pacto de la no agresión de Polonia con Alemania auguraba malos tiempos para los hombres de pensamiento izquierdista e Infeld temía que pronto le podrían obligar a marcharse. A instigación de Einstein se le concedió una pequeña beca que le permitió trabajar en

Princeton, donde llegó a principios de 1936. Hacía dieciséis años desde que los dos hombres se habían conocido. "Calladamente tomó un pedazo de tiza, se fue a la pizarra y comenzó a dar una conferencia perfecta", escribió Infeld más tarde. La calma con que Einstein habló era sorprendente. No tenía nada del desasosiego de un científico que, explicando los problemas con los que había vivido durante años, suponía que le eran igualmente familiares al oyente y continuaba rápidamente con su exposición. Antes de entrar en detalles Einstein esbozó el trasfondo filosófico de los problemas con los que trabajaba. Caminando despacio y con dignidad por la sala, dirigiéndose a la pizarra de vez en cuando para escribir ecuaciones, manteniendo su pipa apagada en la boca, pronunciaba sus frases perfectamente. Se podía haber impreso todo lo que dijo exactamente como lo dijo y cada frase tendría perfecto sentido. La exposición fue simple, profunda y clara. La beca de Infeld en el instituto era de un año; no se la renovaron, aunque Einstein intervino en apoyo de su amigo. Habiendo roto sus lazos con Europa, Infeld se encontraba en peligro de quedarse sin ingresos. Se dio cuenta de que había una manera de solucionar su problema. Había trabajado durante un año con Einstein. ¿Porqué no podían colaborar escribiendo un libro divulgativo sobre la ciencia ?. No habría obviamente ninguna dificultad en encontrar un editor. La mitad del anticipo cubriría otro año de estancia en los Estados Unidos, y quien sabe qué podría ocurrir durante ese tiempo. Con muchas dudas le expuso la idea, añadiendo que podría ser posiblemente una proposición tonta. Einstein sabía que su colega estaba desesperado. "No es en absoluto una idea tonta. No lo es en absoluto", contestó. Entonces se levantó, alargó su mano a Infeld, y dijo: "lo haremos". Entre ellos dos crearon lo qué modestamente llamaron "una simple charla entre tú y yo". Sin embargo el libro, que describe la creación y caída de la visión mecánica del mundo natural, el concepto de campo, la idea de relatividad, y el desarrollo de la teoría cuántica, era bastante más que un simple estudio de física, como se comprendió en los años 30. Al igual que Einstein percibía una relación entre los valores de la ciencia y los valores del arte, y al igual que pensaba que una teoría simple es mejor que una complicada, y lo mismo que habría usado más tarde de la palabra "elegante" describir un experimento, así lo hicieron Infeld y él al describir la "conexión entre el mundo de las ideas y el mundo de los fenómenos". Habían, escribieron, "tratado de mostrar las fuerzas activas que llevan a la ciencia a inventar ideas en correspondencia con la realidad de nuestro mundo... para dar una idea del esfuerzo eterno de la inventiva mente humana por llegar a una comprensión más completa de las leyes que gobiernan los fenómenos físicos". El éxito de "The Evolution of Physics" en 1938 trajo algo de luz en un período sombrío. Einstein todavía tenía su ciencia, y se puede juzgar el consuelo que le trajo por una carta que le escribió a la Reina Madre de bélgica a principios de 1939. "El trabajo se ha demostrado fructífero este pasado año", dijo. He encontrado un camino esperanzador, que sigo trabajosamente pero de forma infatigable con la ayuda de mis jóvenes colaboradores. Si

me conducirá a la verdad o no sería incapaz establecerlo con certeza en el poco tiempo que me queda. Pero le estoy agradecido al destino por haber hecho mi vida una experiencia excitante y llena de significado... Pero incluso Einstein era incapaz de aislarse por completo de la marcha de los acontecimientos provenientes del mundo exterior. En Marzo de 1938, Austria se encontraba atrapada entre la Alemania nazi por el norte y la Italia fascista por el sur, y se ordenó al ejército alemán entrar, para alegría de la mayor parte de la población ignorante de lo que se les avecinaba. En Octubre se les ofreció a los mismos ocupantes Checoslovaquia, un pasajero democrático arrojado a los lobos perseguidores en un esfuerzo por ganar tiempo para la construcción de las fuerzas de combate y el montaje de una cadena vital de radares. Para Einstein, ignorante de los argumentos que podían justificar satisfactoriamente, pero indiscutiblemente no lo hacían, este marco de capitulación seguido en marzo de 1939 por el abandono de la misma Praga, fue particularmente doloroso. Él, después de todo, había aprendido su lección aún cuando la había aprendido tarde. "¡Una casta extraña de pacifista, me dirá probablemente!" había escrito cuando se le pidió hablar en un congreso por la paz del mundo. "Pero no puedo cerrar mis ojos a realidades. No es ninguna exageración decir que los pacifistas británicos y hasta cierto punto los franceses, son principalmente responsables de la actual situación desesperada, porque evitaron que se tomaran medidas enérgicas en un momento en que habría sido relativamente fácil adoptarlas". Pero mientras que había aprendido que ese pacifismo no era una respuesta a los dictadores, Gran Bretaña y Francia todavía parecían batirse en retirada descaradamente como siempre. En abril de 1938, intentando lanzar sin éxito un nuevo plan para salvar a los Judíos después de la invasión alemana de Austria, lamentaba el fallo del sistema de seguridad colectivo y "que este retroceso deplorable en la vida de naciones puede ser invertido sólo mediante el pago de un elevado precio en vidas humanas". Menos de un año más tarde, escribiendo a la Reina Madre la carta ya citada, contaba que le había costado mucho escribir con buen humor. "El declive moral que estamos obligados a contemplar, y el sufrimiento que engendra, son tan opresivos que uno no puede ignorarlos ni siquiera por un momento. No importa lo profundamente que uno se sumerja en el trabajo, un sentimiento de ineludible tragedia persiste". A la sensación de la hecatombe que se avecinaba había que añadir, según pasaba su sesenta cumpleaños, un sentimiento de limitación personal. Esto y mucho más se lo confió a Watters. Después de una tarde introspectiva su anfitrión apuntó lo que recordaba de su conversación. "Mi capacidad física decrece conforme me hago más viejo," recuerda que Einstein había dicho. Noto que necesito dormir más ahora. Dudo si mi capacidad mental ha disminuido. Capto las cosas tan rápidamente como lo hacía cuando era más joven. Mi

capacidad, mi habilidad particular, consiste en ver los efectos, consecuencias y posibilidades, y la relación del pensamiento actual con los descubrimientos de otros. Capto las cosas en una manera global con facilidad. No puedo hacer cálculos matemáticos fácilmente. Los hago de mala gana y con lentitud. Otros ejecutan estos detalles mejor que yo... Seguiría con su trabajo, por supuesto. Continuaría ayudando a todos y cada uno de los anónimos refugiados judíos, profesores despedidos a quienes podría llevar a trabajos temporales. Parientes tal como su hermana Maja quien llegó a los Estados Unidos de Florencia temiendo demasiado al futuro como para continuar viviendo bajo Mussolini. Parecían haber perspectivas de poco más cuando se acercaba el verano de 1939. CAPITULO 20 EINSTEIN, LA BOMBA Y EL COMITÉ DE ARMAMENTO A comienzos de 1939 Einstein llevaba más de cinco años en los Estados Unidos. Se había establecido satisfactoriamente, el ave de paso como él mismo se había considerado, había venido por fin a descansar. Era parte de la escena de Princeton, un figura típica cuya fama mundial era ignorada por los habitantes locales en parte por decencia, en parte a causa del afecto genuino en que muchos de ellos habían llegado a tenerlo. A veces el hombre que era esencialmente europeo echaba de menos las imágenes y sonidos de Leiden, el Instituto Kaiser Wilhelm, y los edificios grises del ETH en Zurich donde tantos rincones le recordaban los días de su juventud. No obstante, a Einstein le gustó América. A él le gustaron la extrovertida y natural generosidad de las personas. Le gustó su voluntad de ser generosos con la investigación. A veces se sentía casi confortable, más que como un refugiado de Europa. Su trabajo todavía se concentró en la búsqueda de una teoría del campo unificado, un asunto que se llevó hasta su casa en su sesenta cumpleaños en marzo de 1939. Respondiendo a un cuestionario de la "National Assotiation of Science Writers" (Asociación Nacional de escritores de Ciencia), dijo que se había dedicado a este trabajo durante más de veinte años pero que las construcciones matemáticas ideadas hasta ahora no habían soportado la prueba de la experimentación. "Hace un año descubrí una solución nueva y ahora estoy dedicado junto con dos colaboradores a desarrollar los resultados hasta un punto donde se podrían comprobar con hechos experimentales," siguió. "De esta declaración hay que reconocer por lo menos una cosa; a saber, que la persecución de tal meta requiere paciencia casi ilimitada, particularmente en vista del hecho de que no hay nada que asegure el logro de este objetivo". Esta falta de seguridad en obtener el éxito no le inquietó. Estaba bastante satisfecho y frecuentemente afirmaba que "cada hombre podría encontrar consuelo en el dicho de Lessing de que la búsqueda de la verdad es más preciosa que su posesión". Pero cuando los alemanes se prepararon para continuar

tras la victoria de Munich, las cosas fueron de mal en peor. Una consecuencia era que Einstein ahora se encontraba a sí mismo permanentemente unido en América con su viejo amigo y colega de Praga, Philipp Frank. A finales de 1938 Frank había sido invitado a Harvard para visitar al profesor, y había empezado una serie de conferencias sobre la teoría cuántica y los fundamentos filosóficos de la física moderna, cuando los alemanes marcharon sobre lo que quedaba de Checoslovaquia. Iba a permanecer en los Estados Unidos por el resto de su vida. Entretanto, la Wehrmacht se había preparado para la campaña de finales de verano sobre las llanuras de Polonia. Y entretanto científicos por todas partes del mundo debatían las implicaciones de un evento que había ocurrido en el "Kaiser Wilhelm" durante el últimas semanas de 1938. El viejo amigo de Einstein Otto Hahn había dividido en dos el núcleo del átomo del uranio. El evento no sólo nos introdujo en la edad nuclear y acabó con la edad de inocencia en la física; también arrastró a Einstein a la corriente de los acontecimientos mundiales, y en circunstancias todavía rodeadas de bastante mitología, ignorancia, y alegatos especiales. La importancia del descubrimiento de Hahn de la fisión nuclear en el largo camino de eventos que llevaron a las armas atómicas es bien conocida. La posterior entrada de Einstein en ese camino, a pesar de su insignificancia es a menudo mal entendida. Menos apreciada es la manera irónica en que la investigación teórica produjo la perspectiva del arma definitiva justo cuando el mundo se preparaba para la guerra. Ningún dramaturgo se habría atrevido a situar a eventos tan fortuitos en tan al parecer idóneo orden. Para apreciar donde se situaba Einstein, y evaluar lo que hizo durante los períodos cruciales de 1939-41 y 1944- 45 así como lo que no hizo, es necesario recapitular estos eventos y explicar su importancia. La interpretación de los experimentos de Hahn a comienzos de 1939 por Lise Meitner y su sobrino Otto Frisch llevó a aplicaciones de mayor importancia que cualesquier otras provenientes de esa generación de investigadores que incluyó a los Curie y J. J. Thomson, Planck, Rutherford, Bohr, y Einstein. Es cierto que sus trabajos ya habían cambiado el mundo de muchas maneras que habrían sido difíciles de prever a comienzos de siglo. El electrón de Lorentz y Thomson había llegado a ser ya la base de grandes industrias. Las ondas electromagnéticas previstas por Maxwell y descubiertas por Hertz habían hecho ya factible la comunicación casi instantánea por todo el globo. Los rayos X descubiertos por Röntgen estaban proporcionando el pronóstico de enfermedades de un modo que nadie antes había conseguido. El efecto del radio tan trabajosamente purificado e investigado por los Curie estaba dando esperanza de vida a pacientes que antes no la tenían. La explicación de Einstein del efecto fotoeléctrico ya había ayudado a llevar la televisión de la experimentación a la realidad. Los revolucionarios reunidos en Bruselas para el Primer Congreso Solvay hace menos de tres décadas, ya tenían amplios resultados prácticos para demostrar lo que parecían, tan recientemente, ser grandes discusiones teóricas. Y era sólo ahora que la física empezaba a tocar con las

puntas de su dedos la más asombrosa de las posibilidades: el uso de la energía encerrada en el núcleo del átomo. No era que ese esta perspectiva imponente hubiera ido más allá de la imaginación. Ya en 1903 Rutherford había hecho lo qué un corresponsal, Sir William Dampier-Whetham, llamó su "bromista sugerencia de que si se podía encontrar un detonador adecuado, era concebible que se pudiera iniciar una desintegración atómica en cadena de materia, la cual haría que este viejo mundo se desvaneciera en humo". Planck, meditando sobre la ecuación de Einstein E = mc2, declaró en 1908 sobre la "energía latente" del átomo que "aunque la producción de tan 'radical' proceso podía haber parecido extremadamente poco posible sólo hace una década , está ahora en el rango de lo posible..." Pensaban en posibilidad bastante a menudo. Aún durante la primera parte del siglo la ignorancia del mundo subnuclear, constituía una barrera suficientemente sólida como para mantener tales proyectos dentro del reino de ciencia ficción, o de esos aparentemente optimistas y faltos de sentido práctico que declararon que, un trozo de combustible no más grande que la mano de un hombre podría un día conducir un barco a través del Atlántico. El problema se iba transformando conforme el conocimiento aumentaba. De ser un rompecabezas teórico llegó a ser un problema de tecnología práctica. ¿Cómo sería posible penetrar el corazón del núcleo atómico con un proyectil que rompería el núcleo en pedazos y liberaría la energía que los mantenía unidos como un único trozo? ¿Cómo, además, podía hacerse esto no una vez ni dos, sino un gran número de ocasiones para que el enorme número de átomos que forman el material bajo ataque liberara su energía en el mínimo de tiempo?. Los grandes pasos hacia la física experimental dados por Rutherford en Manchester en 1919 y por Cockcroft y Walton en 1932 tuvieron poco efecto directo en este céntrico y tentador problema. Rutherford bombardeó nitrógeno con las partículas que constantemente eran arrojadas de forma natural por el radio. Aproximadamente una de cada millón de las partículas eyectadas penetraron un núcleo del nitrógeno y lo transmutaron en el núcleo de un átomo del oxígeno. Pero aunque el energía liberada por esta transformación era más grande que la de la partícula incidente, la mayoría de partículas erraban el blanco y pasaban entre las nubes de electrones que envuelven el núcleo. Aproximadamente lo mismo pasó en Cambridge cuando Cockcroft y Walton usaron haces de protones del hidrógeno, artificialmente acelerados mediante el uso de voltajes elevados, para bombardear blancos de litio. Los "proyectiles"no eran natural sino artificialmente producidos, y los "golpes" eran más numerosos que los que Rutherford había obtenido; pero el resultado todavía era una pérdida neta de energía. Todavía había que poner algo más en la olla nuclear para que se pudiera obtener algún resultado. El comentario de Einstein del problema sostenía que es "como disparar a los pájaros en la oscuridad en una región donde hay pocos pájaros". En público, Rutherford mantenía el mismo punto de vista, descartando el uso de energía nuclear considerándola como "puro cuento ", casi hasta su muerte en 1937. En privado, tenía sus dudas, advierte Lord Hankey, por entonces secretario del "Committee of Imperial Defence" (Comité de

Defensa Imperial) de Gran Bretaña, de que el trabajo del Cavendish en las transformaciones nucleares un día tendría un impacto importante en la defensa y que alguien debería "echarle un ojo al asunto". [Se suele creer que Rutherford públicamente mantuvo su actitud de "puro cuento" sobre el uso de energía atómica hasta el final de su vida. Esto no era enteramente cierto. Pronunciando la Conferencia del Aniversario de Watt en Greenock en Enero de 1936, destacó que "el descubrimiento reciente del neutrón, la prueba de su efectividad extraordinaria en producir transformaciones a velocidades muy bajas, abre nuevas posibilidades si se puede hallar un solo método de producir neutrones lentos en gran cantidad y con poco gasto de energía". Siguió señalando que "por el momento" los cuerpos naturales radiactivos eran las únicas fuentes conocidas de obtener energía útil de los átomos, y que esto era a una escala tan pequeña como para poder despertar algo más que el interés científico. Pero era obvio pensar en las "nuevas posibilidades".] El escepticismo de Rutherford tenía algo en común con el punto de vista de Einstein sobre la indeterminación y su rechazo a admitir que Dios pudiera "jugar a los dados con el mundo". Ambos hombres, investigando cómo era la naturaleza, había empujado a la ciencia a lo largo de caminos muy particulares; con los años ambos se fueron volviendo cada vez más contrarios a seguir esos caminos hasta el final. Hacia finales de los años 30, los acontecimientos estaban llevando lentamente hacia una situación en la que hombres como Einstein iban a afrontar una elección angustiosa. Sólo unos pocos días antes de Cockcroft y los experimentos de Walton en Cambridge, habían tenido lugar las primeras actuaciones de "Wings Over Europe" (Alas Sobre Europa) en Londres. Escribiendo sobre el asunto, el cual plantea pero no responde la las preguntas originadas por las armas nucleares, Desmond McCarthy estableció el escenario para el compromiso de años después de Einstein. "El destino de hombre", dijo, "ha escapado ( todos somos conscientes de ello) de las manos de los políticos hacia las manos de los científicos, quienes no saben lo qué hacen, pero pasan la responsabilidad de los resultados a aquellos cuyo sentido de proporción y conocimientos es inadecuado a las situaciones creadas por la ciencia". No todavía quizá, pero el año siguiente de 1933, que iba a marcar una crisis en el devenir de humanidad con la llegada de Hitler y en el de Einstein con su partida final de Europa, iba también a ser testigo de un nuevo giro dado a la física por Leo Szilard. En Inglaterra leyó en un periódico un informe sobre la descripción del llamado "puro cuento" de Rutherford de las perspectivas de liberar la energía atómica. Unos días más tarde, dice, "se me ocurrió de repente que si pudiéramos encontrar un elemento que se dividiera mediante neutrones y que emitiera dos neutrones cuando absorbe un neutrón, tal elemento, si se agrupa en una masa suficientemente grande, podría mantener una reacción en cadena nuclear". El destello de inspiración de Szilard iba a tener sus consecuencias. Una fue el registro en la primavera de 1934 de una patente que describía las leyes que gobiernan tal reacción en cadena. "He traspasado esta patente al Almirantazgo Británico porque en Inglaterra una patente podía en esa época mantenerse en secreto solamente si se

traspasaba al gobierno", dijo. "La razón para mantenerla en secreto esta en mi convicción de que si se puede llevar a cabo una reacción nuclear esta se puede usar para causar explosiones violentas". Con esto en mente se había acercado previamente a la "British War Office" (Oficina de Guerra Británica), pero la Oficina de Guerra no estaba interesada. Tampoco lo estaba el Almirantazgo. Más importante que la patente en sí misma era la convicción que había tras de ella, una convicción que iba a producir su reacción en cadena propia seis años más tarde. Tan importante como Szilard entre las figuras ahora agrupadas en el intento era Enrico Fermi, un refugiado de la Italia fascista. Mientras Szilard había postulado el fraccionamiento del núcleo pero había fallado en la búsqueda de medios experimentales en Gran Bretaña para investigar si esto se podía hacer, Fermi había realizado una experiencia similar. En Italia había usado los neutrones sin carga descubiertos por Chadwick para bombardear el elemento más pesado conocido, el uranio. El resultado había sido una transformación del uranio; pero era una transformación que ocurría en sólo un porcentaje diminuto de los átomos involucrados, y su verdadera naturaleza era desconocida por Fermi. Lo que había ocurrido, creyó, era la creación de unos pocos átomos que no se encuentran de forma natural en la tierra, el primero de los que vinieron a ser conocidos como los elementos transuránicos. Entre los físicos que no estaban tan seguros acerca de esto se encontraba Lise Meitner, la joven austríaca quien había escuchado con gran atención a Einstein en Salzburg casi tres décadas antes, y Otto Hahn y Fritz Strassman, los dos químicos alemanes con quienes trabajó en el "Kaiser Wilhelm Institute". Los tres empezaron por repetir los experimentos de Fermi, los cuales también habían sido llevados a cabo por Irene y Frédéric Joliot-Curie en París con lo que parecían ser resultados comparables. Grotescamente, la operación fue interrumpida por la invasión alemana de Austria; por el "Anschluss" que automáticamente le trajo la ciudadanía alemana a Fräulein Meitner. Como ella era judía también le trajo la amenaza de los campos de concentración. Se trasladó, primero a Holanda y luego a Suecia. Entretanto el trabajo continuó en Berlín llevado a cabo por Hahn y Strassman. Acabó unos días antes de la Navidad de 1938, y Hahn inmediatamente le envió una copia de su artículo a Lise Meitner describiendo los hallazgos. Durante la primera de una larga serie de coincidencias que marcaron la liberación de la energía nuclear, el sobrino de Lise Meitner, Otto Frisch, un trabajador del Instituto Niels Bohr de Copenhague, estaba pasando la Navidad con ella en Suecia. Tía y sobrino discutieron el artículo de Hahn durante un largo paseo por los nevados bosques de las afueras de Estocolmo. Un paseo que iba a ayudar a formar el futuro de la raza humana. Para Lise Meitner y su sobrino estaba claro lo que Hahn había hecho: dividir el núcleo del átomo del uranio en dos partes aproximadamente iguales, y liberar una asombrosa cantidad de energía. "La imagen", dice Frisch, "era la de dos únicos núcleos bastante grandes volando separadamente con una energía de casi doscientos millones de electronvoltios, más de diez veces la energía involucrada en cualquier otra reacción nuclear". Bohr, que

estaba abandonando Europa para asistir a la Quinta Conferencia Washington sobre la Física Teórica, fue telefoneado inmediatamente contándosele las noticias, las cuales recibió en mitad del Atlántico. A las pocas horas de su declaración en la Conferencia, los experimentos de Berlín estaban siendo repetidos, especialmente por Szilard y por Fermi quienes habían llegado a los Estados Unidos por esa época. Pero quedó una incertidumbre importante. La fisión de un núcleo de uranio en un espécimen microscópico ciertamente soltó una cantidad inmensa de energía. Pero para que el proceso se convierta en un arma tales fisiones se tendrían que repetir en un bloque del metal. Fisiones por neutrones se habían producido ya en el Instituto Kaiser Wilhelm, y la pregunta crucial era si el proceso que liberó otros neutrones estos producirían, a su vez, más fisiones. ¿Actuaría la vacilación del fuego nuclear como un detonador o simplemente desaparecería?. Sólo unas semanas después de que Bohr hubiera hablado en una concurrida y excitada conferencia en Washington esta pregunta fue contestada en París por el equipo del "Collège de France" liderado por JoliotCurie. En París se confirmó que la fisión del núcleo del uranio con el resultado de una descarga inmensa de energía había liberado neutrones hasta entonces localizados en el interior del núcleo. El número no era todavía seguro; pero parecía obvio que en adecuadas condiciones sería suficiente para causar posteriores fisiones. Estas, a su vez, crearían aún más, alimentando el fuego nuclear hasta que en una mínima fracción de segundo se produciría la liberación de energía indescriptiblemente más dañina que la de una explosión química. Así, a comienzos de la primavera de 1939 parecía como si el mundo pudiera estar finalmente al comienzo de una carrera por el armamento nuclear. En los Estados Unidos George B. Pegram, decano de las facultades de graduados en la Universidad de Columbia, a instancias de Szilard y Fermi, le escribió al Almirante Hooper de la Armada de los Estados Unidos advirtiendole de "la posibilidad de que se pudiera usar ese uranio como un explosivo que liberaría un millón de veces la energía de un kilogramo de cualquier explosivo conocido". En Francia, los miembros del equipo del "Collège de France" registraron cinco patentes sobre el uso de energía nuclear; la número tres era para la construcción de una bomba de uranio. En Holanda, el físico Uhlenbeck informó a su gobierno de la situación y el ministro de Finanzas ordenó la adquisición de 50 toneladas de mineral de uranio de la "Union Minière" (Unión Minera) de Bélgica, comentando: "Inteligentes, estos físicos". Y en Gran Bretaña, donde en Abril la investigación sobre las posibilidades de una arma nuclear estaban oficialmente a cargo de Sir Henry Tizard, tanto el Tesoro como el "Foreign Office" (Oficina de Asuntos Exteriores) se dirigieron al "Committee of Imperial Defence" (Comité de Defensa Imperial) con un objetivo en mente: asegurar el uranio necesario para la investigación y asegurar que, tanto como fuera posible, se protegieran las reservas de los alemanes. En 1939 el mayor suministrador conocido se encontraba en el Congo Belga, donde se extraía el mineral por la Unión Minière, y el 10 de Mayo de 1939, Tizard se reunió con el presidente del compañía, M.

Edgar Sengier, de quien obtuvo ciertas garantías. En Alemania el Dr. Siegfried Flugge, uno de los colegas de Hahn, escribió un artículo para "Naturwissenschaften" en el que consideraba la construcción de un "dispositivo del uranio". "Los cálculos cuantitativos disponibles tienen demasiado margen de error como para permitirnos alcanzar esta posibilidad con certeza", concluyó. "Siendo esto así, es no obstante un adelanto notable que se puedan considerar del todo tales posibilidades, un adelanto suficiente para justificar su discusión completa en este artículo. Y el 24 de Abril, Paul Harteck en Hamburg escribió a su colega W. Groth a la Oficina de Guerra alemana, proponiéndole que los explosivos nucleares deberían ser investigados. Poco después, dos grupos separados, ninguno de los cuales conocía la existencia del otro, empezaron a trabajar en Alemania en "el problema del uranio". Uno fue encabezado por el profesor Erich Schumann, director de la sección de investigación del departamento de artillería del ejército alemán; el otro por el profesor Abraham Esau, el funcionario a cargo de la física en el Ministerio alemán de Educación. Todo esto, las patentes francesas, las reservas británicas de uranio, y los preparativos alemanes, tuvieron lugar antes de que Einstein firmara la famosa carta a Roosevelt. Vannevar Bush, director de la "U. S. Office of Scientific Research and Development", (Oficina de Investigación Científica y Desarrollo de los EE.UU.), y más tarde el hombre clave en la ciencia de defensa en tiempos de guerra de América, ha resumido la situación claramente: "El espectáculo era anterior incluso a que la carta fuera escrita". No obstante, la intervención de Einstein iba a ser significante por razones que nada tienen que ver con el chauvinismo de prioridades nacionales. El papel que Einstein iba a jugar era singularmente dramático. EL destino había ahora hecho realidad la broma que se le había ocurrido en 1919. Entonces el científico introvertido, sólo ansioso por permanecer en su estudio, había sido lanzado al centro de los asuntos públicos. Ahora Einstein, hasta hace poco pacifista convencido y aún un hombre que detestaba el uso de la fuerza, iba a ayudar al lanzamiento de las armas que matarían más de 130,000 hombres, mujeres, y niños en unos pocos segundos. De cualquier modo ésta es sólo parte de la historia. La verdad, más complicada y más irónica, ha sido ocultada durante un cuarto de siglo por erróneas concepciones románticas, fallos al examinar los documentos, y una bueno parte de alegatos especiales y evasión. Nuevo material, incluidos los extensos archivos de Szilard en San Diego, y papeles recientes aparecidos en Washington y por otras partes, demuestran que la carta inicial de Einstein a Roosevelt fue escrita cuando él creía que la perspectiva de armas nucleares era insignificante, pero cuando se habían realizado los primeros movimientos hacia ellas por todas partes. Muestran que Charles Lindbergh era la primera opción de intermediario con el presidente. Muestran que Einstein firmó no una carta sino tres, de las cuales la tercera, que ayudó a iniciar la creación del Proyecto Manhattan, era posiblemente la más importante. Muestran que él realizó un estudio teórico sobre la difusión gaseosa, más tarde un proceso importante en el Proyecto Manhattan, aunque no es seguro que se diera

totalmente cuenta de para qué era el estudio, y él habría estado más profundamente involucrado si las sospechas de Washington sobre su pasado lo hubieran hecho "absolutamente imposible." Además, muestran que por Diciembre de 1944 era casi con certeza conocedor en términos generales del progreso que se había hecho en el Proyecto Manhattan, y que fue detenido sólo por Niels Bohr de lo que podría haber sido un paso político desastroso. Como ironía final, un segundo memorándum que trató de hacerle llegar a Roosevelt en marzo de 1945, incluyó no sólo la sugerencia que no se debe dejar caer una bomba sobre Japón, sino también, la idea de que los Estados Unidos podrían conseguir una "superioridad aplastante" bis a bis con los rusos. Todo esto eran etapas de un camino abierto en julio de 1939 por Leo Szilard, quien ampliamente dirigió la escena de Einstein no sólo en 1939 sino en 1945. Siguiendo la descripción inicial de Bohr de la fisión en Enero, Szilard había estado trabajando casi sin parar en Columbia y había llegado a estar aún más convencido de que una reacción en cadena nuclear era posible. Como Tizard en Gran Bretaña, apreció el peligro de que Alemania adquiriese reservas de uranio, y al igual que Tizard sabía que la Union Minière controlaba prácticamente las reservas mundiales de mineral de uranio. En este punto discutió la situación con Eugenio Wigner de la Universidad de Princeton, también un físico notable y también refugiado de Hungría. "Ambos Wigner y yo empezamos a preocuparnos acerca de lo que pasaría si los alemanes consiguieran parte de las grandes cantidades de uranio que los belgas tenían en el Congo", había escrito Szilard. Así que empezamos a pensar por qué cauces podríamos acercarnos al gobierno belga y advertirle contra la venta de uranio a Alemania. Recordé que Einstein conocía a la Reina de los belgas, por entonces la Reina Madre, y sugerí a Wigner que visitáramos a Einstein para contarle la situación y preguntarle si no podría escribir a la Reina. Sabíamos que Einstein estaba en alguna parte de Long Island pero no sabíamos precisamente donde, por lo que telefoneé a su oficina de Princeton donde me dijeron que se encontraba en la casa del Dr. Moore en Peconic, Long Island. Wigner tenía un coche y fuimos conduciendo hasta Peconic donde tratamos de hallar la casa del Dr. Moore. Estuvimos conduciendo alrededor de media hora. Preguntamos a varias personas pero nadie sabía donde se encontraba la casa del Dr. Moore. Estábamos a punto de abandonar y regresar a New York cuando vi a un muchacho de aproximadamente siete u ocho años de edad al borde de la carretera. Me asomé por la ventana y le pregunté, "¿No sabrías por casualidad donde vive el profesor Einstein?". El chico lo sabía y se ofreció para llevarnos allí, aunque él nunca había oído hablar de la casa del Dr. Moore. Era típico que Szilard, el hábil manipulador de medios no convencionales, pensara que una sencilla nota privada de Einstein a la Reina Isabel podría ayudar a evitar que Alemania adquiriese materias primas para el explosivo más violento del mundo. Una vez en la casa de Dr. Moore los dos visitantes

explicaron sus temores y esperanzas, y Szilard describió lo que Einstein más tarde llamó "un sistema específico que él había inventado y él cual pensaba que sería capaz de conseguir una reacción en cadena". De acuerdo con una carta escrita por Szilard a Carl Seelig en 1955, Einstein dijo que él "no había sido informado de la posibilidad de una reacción en cadena del uranio". Unos pocos años después la afirmación de Einstein fue dada por Szilard como, "que nunca se me había ocurrido" (Daran habe ich gar nicht gedacht). Eugenio Wigner, el único miembro del trío aún vivo, no recuerda de hecho el comentario de Einstein, aunque cree recordar que habían discutido las reacciones en cadena con Einstein unas semanas antes. Éstos habían sido el principal asunto de debate entre los físicos desde el anuncio dramático de Bohr a finales de Enero. El mismo Bohr había hablado con Einstein en Princeton y parece improbable que no comentaran nada acerca de las reacciones en cadena. Además, habían aparecido muchos artículos, comentarios y estudios sobre el asunto en publicaciones científicas hacia Julio de 1939, de los cuales sólo en Nature se publicaron más de veinte. Además, el viejo amigo de Einstein Rudolf Ladenburg, quien lo había invitado a la reunión de Salzburg treinta años antes, estaba realizando trabajos sobre los problemas de la fisión en el Laboratorio Palmer de la Universidad de Princeton a sólo unos cientos de metros de la casa de Einstein. Teniendo todo esto en cuenta, el comentario de Einstein parece a primera vista haber sido extraordinario. ¿Es realmente posible que en el verano de 1939 él nunca hubiera considerado la posibilidad de una reacción en cadena, incluso cuando el asunto había sido el centro de controversia en el mundo de los físicos? La respuesta es que no es sólo posible, sino probable. Pensar de otra manera es juzgar mal el alcance que Einstein tenía, por este época aislado de la corriente principal la física. Las ediciones semanales de Nature y Science llegaban regularmente al 112 de la calle Mercer, pero normalmente se archivaban sin ser miradas, a menos que contuvieran algún artículo que a Einstein le hubieran recomendado especialmente leer. Él no participó mucho en los seminarios y discusiones que sus colegas tuvieron. De alguna manera era comparable al empleado de la Oficina de Patentes de Berna de 1905, cuya fortaleza manaba en parte del aislamiento de los detalles de los desarrollos actuales. Su continua preocupación por la teoría del campo unificada lo hizo, de nuevo, el hombre cuyo vida demandaba, sobre todo, "tiempo para pensar y reflexionar tranquilamente." El profesor Aage Bohr, hijo de Niels Bohr y uno de los físicos más distinguidos de Dinamarca, ha dicho que Einstein "se encerró profundamente en su propio trabajo y pienso que apenas sigue los desarrollos actuales en la física nuclear." Además, el profesor Rosenfeld, que trabajó con Bohr en Princeton en la Primavera de 1939, cree que "durante esa visita, Bohr y Einstein apenas discutieron sobre las posibles implicaciones militares de los desarrollos nucleares." Incluso aunque lo hubieran hecho, Einstein podría haber estado bastante escéptico sobre la factibilidad de las armas nucleares. El 15 de febrero, Bohr había avanzado en la "Revista de Física" la propuesta moderada de que sólo los núcleos del U-235 pueden fácilmente ser divididos; y que

los núcleos del U-238, los cuales constituyen la mayor parte del uranio que hay en el mundo, pueden normalmente absorber cualquiera de los neutrones que los golpeen. La comprobación experimental de esta teoría no se produjo durante el año siguiente. Y era, como dijo Frisch , "una conclusión sorprendente basada en argumentos bastante sutiles." No todo los científicos estuvieron de acuerdo con él, e incluso entre los que lo estaban, se incluían muchos que todavía creían que era posible efectuar una explosión nuclear usando un trozo del elemento, que contuviera los diferentes isótopos en sus proporciones naturales. Pero si Bohr tenía razón, sería necesario separar una cantidad importante de U-235 antes de que un "fuego nuclear" se pudiera producir. Este problema de separación del isótopo, comparable al de ordenar un número enorme de granos de arena entre sus compañeros químicamente idénticas en la playa, parecía totalmente irresoluble en 1939. En realidad, parecía totalmente irresoluble cuatro años más tarde, incluso para Bohr. Cuando en la primavera de 1943, fue invitado a Inglaterra por James Chadwick, Bohr envió, desde la Dinamarca ocupada por Alemania, un mensaje confidencial a través de los canales de inteligencia: "Estoy convencido de que a pesar de todas las perspectivas futuras, cualquier uso inmediato de los últimos maravillosos descubrimientos de la física atómica son impracticables." En ese época pensaba, según dijo su hijo que, "esa separación del isótopo a la escala requerida, iba más allá de las potencialidades industriales, y fue una sorpresa para él, a su llegada a Inglaterra en Octubre de 1943, aprender cuan lejos el proyecto había avanzado." No se conoce la profundidad exacta del escepticismo de Einstein cuando se sentó en la cabaña de Long Island con Szilard y Wigner, una tarde de verano. Sin embargo, él mismo, se ha manifestado con una reveladora declaración acerca de la energía nuclear: "no preveía, de hecho, que fuera a ocurrir en mi época. Yo sólo creía que era teóricamente posible." El escepticismo científico, independientemente de lo grande o pequeño que fuera, bien pudiera haber aumentado por anhelantes deseos. A Lindemann, viejo amigo de Einstein, le repelía tanto la idea de que un poder tan destructivo estuviera disponible en manos humanas que "difícilmente podía creer que se construyera de esta manera el universo." Sir Henry Tizard, quien había lanzado medidas de advertencia en Inglaterra, había planteado la pregunta a un colega en términos sorprendentemente similares: "Crees realmente que el universo fue hecho de esa manera?" No había ninguna evidencia que sugiriera que Einstein fuera menos escéptico acerca de la posibilidad de las armas nucleares en el verano de 1939 de lo que lo iba a ser Bohr cuatro años más tarde; pero aunque sinceramente no podía compartir el punto de vista de sus visitantes científicos, si podía compartir sus miedos. Había siempre una posibilidad entre un millón de que una bomba resultara factible. Desde que se había descubierto la fisión nuclear en el Instituto Kaiser Wilhelm, era juicioso tomar precauciones. Si había una oportunidad de que se pudiesen hacer armas nucleares, entonces los americanos no deberían quedarse atrás respecto a los alemanes. Einstein se separó de la posición de su viejo amigo Max Born, quien trabajó en Edimburgo durante la guerra y no

tomó parte en el esfuerzo aliado nuclear ya que, como él ha dicho, "mis colegas sabían que me opuse a tomar parte en trabajos de guerra de esta índole porque me parecían horribles." Si su actitud hubiera convencido a sus colegas, la historia de postguerra podría haber sido diferente. Un día, a un joven alemán que trabajaba en su laboratorio se le pidió que se uniera al equipo británico nuclear. "Él se decidió a aceptar," dijo Born. "Le dije cual era mi actitud hacia ese género de trabajo, e intenté advertirle que no se involucrara en algo así. Pero estaba lleno de un tremendo odio hacia los Nazis, y aceptó." Así Klaus Fuchs, quien proveería a Rusia, y posiblemente a Gran Bretaña, con detalles vítales de la bomba H, dejó Edimburgo por Birmingham y Los Alamos. Retrospectivamente, pero demasiado tarde, Einstein estuvo de acuerdo con Born. "Cometí una gran equivocación en mi vida, cuando firmé la carta al presidente Roosevelt recomendando que se fabricaran bombas atómicas," dijo en su vejez a Linus Pauling, "pero había una justificación, el peligro de lo que los alemanes lo hicieran." La equivocación fue, de hecho, doble. El peligro de los alemanes nunca se materializó; pero en América, un esfuerzo tecnológico casi sobrehumano convirtió en mentira la afirmación de "impracticable" de Bohr. En este primer encuentro con Szilard y Wigner en Julio de 1939, Einstein estuvo de acuerdo en que no se debía permitir que las reservas belgas de uranio cayeran en manos alemanas. Si la situación era delicada, incluso para americanos nativos, no digamos para dos húngaros y un suizo nacido alemán que había abandonado su primera nacionalidad, pero no había llegado todavía a ser americano. Szilard, por lo tanto, propuso un paso de transición. "Antes contactar con el gobierno belga," dijo, "parece deseable informar al Departamento de Estado del paso que nos proponemos dar." Wigner sugirió que hiciésemos un borrador de una carta al gobierno belga, y le enviásemos una copia al Departamento de Estado, y le diésemos dos semanas al Departamento de Estado para que dijeran si se oponían a que el profesor Einstein enviara tal carta." Así, en un primer paso, la Reina Madre fue evitada. En cambio, Einstein dictó una carta para un ministro del gabinete belga, mencionando "el peligro para el estado belga" que parecía ser evidente, y se estuvo de acuerdo en que se debía enviar una copia al embajador belga en Washington. A su vuelta a la Universidad de Columbia, Szilard escribió un borrador y lo puso en el correo para Einstein, junto con la carta que el creía que se debía enviar al Departamento de Estado. Aquí el proceso se pudo haber parado. Pero la historia dio un impulso para que el proyecto retomase su curso; irónicamente usando como su "deus ex machina" al Dr. Gustav Stolper, que no solamente era un refugiado alemán, sino un antiguo miembro del Reichstag. "De algún modo," dice Szilard refiriéndose a lo que se había acordado antes de salir de la casa de Einstein, este procedimiento parecía ser delicado y decidí consultar con amigos con más experiencia en cosas prácticas que nosotros. Fui a ver en New York al Dr. Gustav Stolper y hablé con él de nuestra necesidad de establecer contacto de

esta manera con el gobierno americano. Me recomendó que hablara con el Dr. Alexander Sachs. El Dr. Sachs pareció muy interesado y dijo que estaría dispuesto a enviar la carta personalmente al presidente Roosevelt, si el Profesor Einstein estaba dispuesto a escribir tal carta. Es probable que Alexander Sachs, un economista conocido y amigo íntimo del presidente, no supiera en esa época mucho de la anterior historia de Einstein, dado que se había manifestado públicamente diciendo que él "siempre había tenido el punto de vista de que realmente el apoyo a la guerra, combinado con el derrotismo, lo hacen los pacifistas." De cualquier modo, Sachs fue útil. Szilard pensó que había sido un contacto útil, y el 19 de Julio escribió de nuevo a Einstein, diciendo que Sachs había recomendado una aproximación directa a Roosevelt y que él mismo estaría dispuesto a ayudar. Adjunto a esta carta, Szilard agregó un borrador de la carta que él creía que se debía enviar a la Casa Blanca. ¿Haría Einstein alguna propuesta de correcciones por teléfono o creyó que era necesaria una segunda reunión? Einstein favoreció una reunión, y unos pocos días más tarde Szilard estaba en Peconic de nuevo. Por esa época Wigner abandonó la Costa Oeste, su compañero era Edward Teller de la Universidad George Washington, otro de los brillantes húngaros que habían hallado refugio en los Estados Unidos, y que más tarde llegó a ser famoso, o notorio, como "el padre del bomba H." Hay algunas diferencias en los recuerdos acerca de los detalles de esta segunda reunión. Según Teller, "en el momento (de la visita) Szilard tenía con él una formulación definitiva de la carta. Tomamos té con Einstein. Einstein leyó la carta, hizo algunos comentarios, y la firmó." Szilard más tarde escribió: "Tal como yo lo recuerdo, Einstein dictó una carta en alemán que Teller escribió, y usé este texto en alemán como guía para preparar dos borradores de una carta al Presidente, un más corta y otra más larga, y se las dejé a Einstein para que escogiera la que le gustara más. Me pregunté cuántas palabras podríamos esperar que leyera el Presidente. ¿En cuántas palabras se puede estimar la fisión del uranio?" Hasta donde llegan, los recuerdos de Szilard parecen exactos en este asunto. Pero sus papeles revelan más. Cuando envió las dos versiones, la corta y la larga, a Einstein el 2 de agosto, fecha que puso en ambas, las acompañó con una nota diciendo que Sachs ahora pensaba que Bernard Baruch o Karl Compton podrían ser buenos para hacer llegar la carta a Roosevelt, pero que él personalmente estaba a favor del Coronel Lindbergh. Esta última sugerencia era inesperada, dado que se enteró de que Lindbergh no era particularmente alérgico a los Nazis. De cualquier modo, Einstein respetuosamente condescendió. No le devolvió a Szilard la carta elegida, sino ambas, ambas firmadas. Szilard podría decidir cual enviar, pero Einstein acompañó una nota instándolo a refrenar su resistencia interna y a no "ser demasiado listo", otra indicación de que el punto de vista de Einstein acerca de la posibilidad de una bomba eran diferente del de Szilard. Al mismo tiempo escribió una petición a Lindbergh, con quién se había encontrado últimamente en el Centro Rockefeller.

"Estimado Herr Lindbergh," dice la copia que Szilard hizo de esta carta antes de enviarla. Me gustaría pedirle que me hiciera un favor recibiendo a mi amigo el Dr. Szilard, y que pensara muy cuidadosamente acerca de lo que él le diga. Para alguien que sea ajeno a la ciencia, el asunto que él le llevará, puede parecer fantástico. De cualquier modo, ciertamente llegará a convencerse de que hay una posibilidad, que tiene que ser tenida en cuenta muy cuidadosamente por interés público, incluso aunque los resultados hasta ahora no son muy impresionantes. Con todo los respetos y amistosos deseos, A. E. (Albert Einstein) Szilard hizo el acuse de recibo de las cartas de Einstein el 9 de agosto y dijo que anotaría la "advertencia" acerca de ser demasiado listo. Cinco días más tarde escribió a Lindbergh, adjuntando la carta de presentación de Einstein y sugiriendo que Lindbergh podía acercarse a Roosevelt. Al mismo tiempo le envió a Sachs la más larga de las dos cartas que Einstein había firmado. Esta carta, ahora famosa, dice así: Señor: algunos trabajos recientes de E. Fermi y L. Szilard, que se me han comunicado mediante manuscrito, me llevan a esperar que el elemento uranio pueda ser una nueva e importante fuente de energía en un futuro inmediato. Ciertos aspectos de la situación parecen requerir la atenta vigilancia y, si es necesaria, acción rápida por parte de la administración. Creo, por eso, que es mi deber llamar su atención sobre los siguientes hechos y recomendaciones. En el curso de los últimos cuatro meses se ha hecho probable, mediante el trabajo de Joliot en Francia, así como el de Fermi y Szilard en America, que puede llegar a ser posible realizar reacciones en cadena nucleares con una gran masa de uranio, en la que cantidades enormes de energía y grandes cantidades de nuevos elementos como el radio, se generarían. En la actualidad parece casi seguro que esto se puede alcanzar en un futuro inmediato. Este fenómeno nuevo llevaría también a la construcción de bombas, y es concebible, aunque mucho menos seguro, que puedan ser construidas bombas sumamente poderosas de un nuevo tipo. Una única bomba de este tipo, transportada por barco y explosionada en un puerto, podría muy bien destruir el puerto entero, junto con algo del territorio circundante. Sin embargo, tales bombas pueden resultar demasiado pesadas para ser transportadas por aire. Los Estados Unidos tienen sólo menas muy pobres de uranio, en cantidades moderadas. Hay alguna mena buena en Canadá y en la antigua Checoslovaquia, mientras que la fuente más importante de uranio está en el Congo Belga. En vista de esta situación, se puede pensar que es deseable mantener contactos permanentes, entre la administración y el grupo de trabajo de los físicos de la reacción en cadena en América. Una posible manera de realizar esto, puede ser que usted encargue a una persona de su confianza esta tarea, quien podría trabajar quizás de forma extraoficial. Su tarea puede comprender lo siguiente:

(a) acercarse a departamentos del gobierno, manteniéndolos informados de desarrollos más amplios, y anticipando recomendaciones para la acción del gobierno, prestando particular atención al problema de afianzar un suministro de mineral de uranio para los Estados Unidos. (b) incrementar la velocidad del trabajo experimental que se lleva actualmente a cabo dentro de los límites de los presupuestos de los laboratorios universitarios, mediante la provisión de fondos, si se requieren tales fondos, mediante sus contactos con personas privadas que quieran hacer contribuciones a esta causa, y quizás también obtener la cooperación de laboratorios industriales que tienen el equipo necesario. Entiendo que Alemania ha detenido la venta de uranio procedente de las minas Checoslovacas de las que se ha apoderado. El que haya tomado una acción tan pronta, se puede entender quizás debido a que el hijo del Subsecretario de Estado alemán, von Weizsäcker, esté asignado al Instituto Kaiser Wilhelm de Berlín, donde alguno de los trabajos americanos sobre el uranio, están siendo repetidos actualmente. Suyo sinceramente, A. Einstein. Cualquiera que fueran los detalles de cómo fue escrita, está claro que esta carta, con su "posible" y "casi seguro," fue obra de Szilard. Y es interesante que a pesar de toda su intuición, todavía pensaba en la fisión en cuanto a crear meras "bombas," mientras que "bombas sumamente poderosas de un tipo nuevo" estaban al parecer en una categoría diferente y eran todavía "mucho menos seguro." En cuanto a Einstein se refiere, esto fue una subestimación. Pero, llevando a cabo "la equivocación más grande" de su vida, firmó en la linea de puntos. Szilard tenía ahora dos asuntos pendientes, la posible presentación a Lindbergh, y la carta que estaba en la oficina de Sach. Ninguno parecía avanzar. Lindbergh no recordó la carta de Einstein. "Si se escribió tal nota y se envió, pudo haberse perdido en la enorme cantidad de correo que llegó ese año," dijo. Lo mismo, presumiblemente, le pasó al recordatorio que Szilard le envió el 13 de Septiembre. Ningún registro queda de lo qué pasó después, pero el 27 de Septiembre Szilard escribió a Einstein diciendo: "Lindbergh no es nuestro hombre." Por esta época los alemanes no habían conquistado Polonia pero habían invadido la mayor parte de ella, y él tristemente agregó que, como finalmente Bélgica sería invadida, los americanos deberían intentar comprar 50 toneladas de uranio lo antes posible. Seis días más tarde escribió, con igual tristeza, que "Sachs confesó que todavía tenía la carta," y que era "posible que Sachs no fuera útil." De cualquier modo, esto estaba lejos de la verdad, ya que Sachs sabía la manera en que funcionaba la maquinaria oficial, y estaba simplemente esperando su oportunidad. "Nuestro sistema es tal que figuras públicas nacionales... están, por así decirlo, 'atontadas' ('punch-drunk' en el original) con lo que se publica," dijo. "Así que pensé que no hay ninguna necesidad de transmitir material que pasaría a alguien de abajo." El comienzo de la guerra, con Roosevelt envuelto en las leyes de la neutralidad, causó un retraso inicial, y no fue hasta el 11 de octubre que Sachs vio

a Roosevelt y le entregó la carta de Einstein con un memorándum que preparó Szilard. Este memorándum, curiosamente, teniendo en cuenta todo lo que le había precedido, mencionaba primero la posibilidad de que las fisión nuclear pudiera ser usada para proporcionar energía; seguía sugiriendo su potencial uso en medicina; y sólo entonces declaraba que se podía utilizar como arma. Mencionó también que en Marzo anterior, un infructuoso intento se había hecho para apoyar una publicación de información sobre la fusión, un intento frustrado por los franceses, y que un nuevo intento se podía hacer ahora. En el encuentro con Roosevelt, Sachs, según cuenta la historia oficial americana, "leyó en voz alta su carta de explicación, en la que dio énfasis a las mismas ideas que las de la comunicación de Einstein, pero apuntaba más hacia la necesidad de fondos. Cuando la entrevista se estaba acabando, Roosevelt comentó, "Alex, lo que tu buscas es que los Nazis no nos ataquen." Entonces llamó a "Papá Watson", el General Edwin M. Watson, secretario del presidente y anunció "Esto requiere tomar medidas". Sachs salió del cuarto con Watson y por la tarde el comité Briggs había sido formado, un pequeño grupo de hombres presidido por el Dr. Lyman J. Briggs, director de la Oficina de Normas de los E.E.U.U, encargado de la investigación de las potencialidades de la fisión nuclear. Diez días más tarde se celebró la primera reunión del comité, asistieron Szilard, Teller y Wigner. Un ausente eminente era Einstein. La historia oficial de los Estados Unidos del proyecto de la bomba, da a entender que él había sido invitado pero había declinado asistir; pero parece claro, por los papeles de Szilard, que no se había emitido ninguna invitación. En la reunión se decidió establecer un grupo ampliado para coordinar la investigación que estaba siendo llevada a cabo en las universidades americanas. Se invitó a Einstein formalmente para que fuera miembro de este grupo. Él formalmente declinó la oferta. De todas formas, cualquiera asunción de que Einstein, habiendo empezado a funcionar la maquinaria oficial, estaba dispuesto a dejarla ir a su propio ritmo lento, está en contradicción con los sucesos de los siguientes meses. Einstein, lejos de escribir únicamente la primera carta a Roosevelt y dejar que los asuntos siguieran su curso, hizo mucho más. En año nuevo había, como Sachs declaró en su testimonio de postguerra al Senado, "presionado, Einstein y el que habla, para un nuevo marco de trabajo y un ritmo acelerado para el proyecto.... el Dr. Einstein y yo mismo estamos descontentos con el alcance y el ritmo del trabajo y su progreso." La presión empezó después de que Sachs visitara en Febrero a Einstein en Princeton. Allí discutieron, entre otras cosas, el informe aparecido en una reciente edición de "Ciencia" del último trabajo del equipo de Joliot-Curie en el "College de France" en Paris. "Mientras sentíamos que era muy importante que... este intercambio de ideas entre científicos libres se debía realizar porque serviría de enlace y como estímulo a futuros trabajos," dice Sachs, "su accesibilidad a través de las publicaciones a Alemania constituye un problema importante." De cualquier forma, el resultado más importante de esta reunión fue el espaldarazo dado al trabajo americano. "El Dr. Einstein dijo que pensaba que el

trabajo en Columbia era el más importante," dice Sachs. "Él además dijo que se deberían crear condiciones para su ampliación y aceleración." Habría más reuniones entre los dos hombres en las semanas siguientes, y Einstein estuvo de acuerdo en escribir otra carta describiendo la situación actual. "había sentido," dice Sachs, "que la autoridad del Dr. Einstein era tal que, combinada con su perspicacia y preocupación, afectaría el ritmo del trabajo." La carta, escrita por Sachs para transmitirla a Roosevelt, fue fechada el 7 de marzo de 1940. "En vista de nuestra preocupación común en el rumbo de cierto trabajo experimental sobre problemas conectados con la defensa nacional," dijo, quiero llamar su atención al desarrollo ocurrido desde la conferencia que se acordó por sus oficinas en octubre del año pasado, entre científicos comprometidos en este trabajo y representantes gubernamentales. El año pasado, cuando me dí cuenta de que pueden resultar conclusiones de importancia nacional en la investigación del uranio, pensé que era mi deber informar a la administración de esta posibilidad. Recordará quizás, que en la carta en que me dirigí al presidente, también mencioné el hecho de que C. F. von Weizsäcker, hijo del Subsecretario de Estado alemán, colaboraba con un grupo de químicos trabajando sobre el uranio en uno de los Institutos Kaiser Wilhelm, el Instituto de Química. Desde el comienzo de la guerra, el interés sobre el uranio se ha intensificado en Alemania. He sabido ahora que la investigación allí se lleva a cabo en gran secreto, y que se ha extendido a otro de los Institutos Kaiser Wilhelm, el Instituto de Físicas. De este último se ha apoderado el gobierno y un grupo de físicos, bajo la dirección de C. F. von Weizsäcker, quien ahora trabaja allí en el uranio, en colaboración con el Instituto de Química. Se envió al director anterior lejos, con un permiso de ausencia, al parecer durante la duración de la guerra. Debería pensar en lo aconsejable de revelarle esta información al presidente, por favor, considerese libre de hacerlo. ¿Me lo podría hacer saber si toma alguna acción en esta dirección? El Dr. Szilard me ha mostrado el manuscrito que envió a la "Revista de Física" en el que describe con detalle un método para llevar a cabo una reacción en cadena con uranio. El informe aparecerá publicado a menos que ellos lo eviten, y la pregunta que surge es si se debe detener la publicación. He discutido con el profesor Wigner, de la Universidad de Princeton, la situación a la luz de la información disponible. El Dr. Szilard permitirá que tenga un memorándum informándole del progreso hecho desde octubre del año pasado, para que pueda tomar alguna acción cuando piense que las circunstancias lo aconsejen. Verá que la línea que ha seguido es diferente y al parecer más prometedora que la línea seguida por M. Joliot en Francia, acerca de cuyo trabajo habrá visto informes en publicaciones. Esta carta es de interés por dos razones. De nuevo, da énfasis a como el miedo a una bomba atómica alemana fue

el estímulo principal al trabajo nuclear inicial, tanto al americano como al británico. Y también, sin duda, en la instigación de Szilard se recomienda, debido a las posibles implicaciones, la censura de descubrimientos científicos en el campo nuclear, una propuesta que haría Szilard al equipo francés del "College de France" casi exactamente un año antes, y sería rudamente rechazada. De hecho, como dijo Sachs más tarde, "el Dr. Szilard, el Dr. Wigner, y el Dr. Einstein tenían todos el mismo punto de vista, que tenía que permanecer en secreto para evitar las filtraciones al enemigo." De los informes de Szilard uno saca la impresión de que el comentario de Sachs fue una exposición cortés de la situación. Lo qué Szilard y Einstein estaban diciendo era obvio: o "la cuestión del uranio" era de importancia, en cuyo caso el gobierno debería tomarla más seriamente; o , alternativamente, era de pequeña importancia, en cuyo caso Szilard publicaría una información que podría tener considerables consecuencias en el futuro. Era inconcebible que Szilard, que sabía lo qué hacía, llevara a cabo tal amenaza; no obstante, el chantaje a veces funciona. Funcionó en ese caso. Incluso así, la primera reacción a la carta de Einstein del 7 de marzo fue tibia. El comité Briggs recomendó que hasta que un informe del trabajo procedente de la Universidad de Columbia se hubiera recibido, "el asunto debería permanecer en suspenso." Sachs discrepó, y finalmente persuadió a Roosevelt para celebrar otra reunión entre el comité Briggs y representantes de la armada y el ejército, en la que el asunto sobre incrementar el proyecto se debería discutir a fondo. Roosevelt, escribió a Sachs el 5 de abril y anotó que Watson acordaría "una fecha conveniente para usted y para el Dr. Einstein," se entendía que Einstein era parte de la organización. El propio Watson, quien escribió que "quizás el Dr. Einstein tendría algunas sugerencias que ofrecer acerca de la asistencia de los otros profesores," al parecer así lo creía también. Sachs de nuevo visitó a Einstein en Princeton. "Está claro que," posteriormente dijo al Senado, "la indisposición a causa de un catarro, y la gran timidez y humildad de ese santo científico, haría que el Dr. Einstein no participara en grupos grandes e impidió su asistencia. Por eso delegó en mí para que informe en su lugar." Como de costumbre, Szilard tenía la situación bajo su control. "En caso de que usted desee declinar la invitación," le había escrito el 19 de abril a Einstein, "prepararemos una carta cortés de disculpa en inglés, que puede usar si piensa que es aconsejable." Aquí, como en más de un momento durante los prolegómenos al Proyecto Manhattan, Szilard aparece como una combinación de gerente y productor, colocando en los lugares adecuados no sólo a Sachs, Briggs, y Watson, sino también a Albert Einstein. En su carta, Einstein lamentó su ausencia y se refirió al trabajo de Wigner y Szilard. "Estoy convencido," continuó, acerca de lo acertado y de la urgencia de crear las condiciones bajo las cuales esto y el trabajo relacionado se pueda llevar a cabo con mayor rapidez y a una escala más grande que hasta ahora. Estoy interesado en la sugerencia hecha por el Dr. Sachs de que el Comité Especial Asesor

suministre nombres de personas que sirvan como una junta de asesores para una organización altruista que, con la aprobación del comité del gobierno, podría asegurar de fuentes gubernamentales, o privadas, o ambas, los fondos necesario para llevar a cabo el trabajo. Dado tal marco y los fondos necesarios, los experimentos a gran escala y la exploración de aplicaciones prácticas, se pueden llevar a cabo mucho más rápido que mediante una pequeña cooperación entre laboratorios universitarios y departamentos del gobierno. Esta carta se hizo efectiva en menos de dos meses. Por entonces, el drásticamente reorganizado comité Briggs pasó a estar bajo la protección del Comité de Investigación de la Defensa Nacional (NRDC) que Roosevelt creó, y fue creado un comité especial de la Academia Nacional de Ciencias para informar al gobierno de cualquier desarrollo en la fusión nuclear que pudiera afectar a la defensa. Se deben hacer dos puntualizaciones. La primera es que la demanda de Einstein para "experimentos de gran potencia y exploración de aplicaciones prácticas" no significa necesariamente que ahora pensara que la bomba era una proposición probable. Lo que él buscaba eran los hechos. Si una comprobación del autosostenimiento de una reacción en cadena era imposible entonces, como él había dicho cuando publicó sus propios resultados negativos en la teoría de campo unificada, "por lo menos evitará que otras personas cometan las mismas equivocaciones." La segunda puntualización es que esta carta, preconcibiendo la realización del Proyecto Manhattan en 1942, la "organización altruista que... podría afianzar... los fondos necesarios para llevar a cabo el trabajo" fue quizás incluso más importante que la carta inicial a Roosevelt. Y al igual que el resto de la presión que Einstein había ejercido desde el verano de 1939, contrasta fuertemente con su pretensión posterior: "Mi participación en la producción de la bomba atómica consta de un solo acto: firmé una carta al presidente Roosevelt." La aproximación inicial a Roosevelt tuvo como consecuencia el comité Briggs, el cual produjo a su vez la nueva organización bajo el Comité de Investigación de la Defensa Nacional; esto llevó al Proyecto Manhattan y a las bombas sobre Japón. ¿Con esta perspectiva, cuál es el significado de la declaración de Oppenheimer, cabeza científica del proyecto, de que la carta de Einstein "tuvo muy poco efecto"; de la evaluación de Arthur Compton, un trabajador clave en el campo, que el resultado del Comité del Gobierno siguiendo la carta de Einstein "era retrasar en lugar de adelantar el desarrollo de la investigación americana sobre uranio"? La explicación está en parte en el momento que la investigación sobre fusión nuclear ya había alcanzado por todo el mundo, y en parte en los resultados de investigación llevados a cabo en Gran Bretaña por investigadores que, convincentemente, demostraron que un arma nuclear era posible, aun cuando su propio país era incapaz de hacerla. Durante el verano de 1940, cuando el comité Briggs fue transformado, Hans Halban y Lew Kowarski, dos miembros importantes del equipo francés que un año antes había demostrado que una reacción en cadena era posible,

habían llegado a Inglaterra y estaban considerando ir a América. En los Estados Unidos el propio Szilard y Fermi eran sólo dos de los investigadores a la cabeza de equipos de investigación que tenían una relativamente pequeña ayuda oficial. Se sabía que en Alemania la investigación iba adelante. En Gran Bretaña, donde Frisch y Rudolf Peierls habían hecho el descubrimiento de que la cantidad de uranio separado requerido para una bomba pesaba libras en lugar de toneladas, un gran número de físicos estaban trabajando en estudios detallados del tiempo, dinero, trabajo, y materias primas necesarias para fabricar un arma nuclear específica. Todo esto habría llevado al mundo a la era nuclear, independientemente de que Einstein hubiera firmado una carta a Roosevelt. Estaba también el impacto específico del Informe Maud, que explicaba los planes de Gran Bretaña para construir una bomba, que se completó en el verano de 1941. El 3 de octubre, se le dieron copias al Dr. Vannevar Bush. El día 9, según James Baxter, historiador oficial de la Oficina de Investigación Científica y Desarrollo, Bush "tuvo una larga conversación con el Presidente y el Vicepresidente en la que les informó del punto de vista británico de que se podía fabricar una bomba a partir de U-235 producido en una planta de fisión." Dos días más tarde Roosevelt escribió a Churchill proponiéndole que los británicos y los americanos trabajaran juntos. Parecería chauvinista para un escritor británico evaluar la importancia de estas fechas. Pero los americanos se pueden permitir decir: "Aunque los americanos hubieran considerado la posibilidad de usar este arma," decía Arthur Compton, "sería más de un año después cuando se convertiría en foco de atención. En 1940 era aún difícil para nosotros, en América, concentrar nuestros pensamientos en la guerra, mientras que para los británicos era la principal preocupación." Y los historiadores oficiales hablando sobre el esfuerzo americano, en 'The New World', manifestaron sobre el Informe Maud lo siguiente: "Bush y el Dr. James Conant habían estado buscando una promesa de que existía alguna posibilidad razonable del uso militar durante la guerra. Los británicos hicieron algo más que una promesa; perfilaron un programa concreto. Ninguna de las recomendaciones que el comité Briggs había hecho y ninguno de los dos informes de la Academia Nacional habían conseguido tanto." Todo esto justificaba la declaración de Bush de que "el asunto ya estaba en marcha antes de la carta de Einstein." Pero no relegó la carta a un lugar sin importancia. Donald Fleming, escribiendo en "A American Primer" sobre los científicos británicos del Comité Maud , y sobre la visita a Inglaterra de Pegram y Urey en el otoño de 1941, da una perspectiva de la situación. "Su informe de Julio de 1941, y el que se hiciera bastante caso a los científicos americanos que visitaron Inglaterra en otoño, jugaron un importante papel, tal vez crítico, en la decisión americana para dar un gran avance antes de Pearl Harbour. La carta siguiente de Einstein, en Agosto de 1939, no sirvió para nada. La decisión del 6 de diciembre de 1941, no habría tenido sentido si los americanos no tuvieran en que basarla." En otro palabras, América hubiera construido la bomba sin Einstein. Pero no la podrían haber tenido a

tiempo para la guerra con Japón. En cambio, la bomba habría estado listo para Corea; pero por esa época, sin duda, los rusos también la habrían tenido. La carta de Einstein de abril de 1940, encauzando a la administración americana hacia lo que sería el Proyecto Manhattan, marcaba el final de la primera fase de su implicación en las armas nucleares durante la guerra. La segunda fase, que llegaría un año y un medio más tarde, resultó ser una ironía extraordinaria. En ella se muestra un Einstein ávido de ayudar al esfuerzo de la guerra, pero había individuos, desconocedores de que el mismo Einstein había puesto en marcha toda la maquinaria americana dos años antes, que lo mantuvieron apartado. El 6 de diciembre de 1941, unas horas antes del ataque japonés a Pearl Harbour, la Oficina de Investigación Científica y de Desarrollo empezó un gran programa de investigación en armas nucleares. Un problema tecnológico clave para este programa fue la separación del U-235 en sus isótopos químicamente idénticos. Un método posible era la difusión gaseosa, en la que el uranio en forma gaseosa pasaba por un número enorme de barreras con agujeros muy pequeños. El U235, con tres neutrones menos que el U-238, puede pasar a través de las barreras más rápidamente, y al final se concentra el isótopo más ligero. Había muchos problemas puramente teóricos relacionados con estas barreras. Debían de ser resueltos sin retraso y a principios de Diciembre Bush acudió a Einstein a por ayuda. La petición se realizó a través del Dr. Frank Aydelotte, que por esa época estaba en el puesto del Dr. Flexner como director del "Institute for Advanced Study" (Instituto para Estudios Avanzados). Einstein trabajó en el problema que le había encargado Bush, y el 19 de Diciembre de 1941, Aydelotte le envió a Bush la solución manuscrita a la Oficina de Investigación Científica y de Desarrollo en Washington. "Como le dije por teléfono," dijoen su carta, Einstein se ha mostrado muy interesado en su problema, ha estado trabajando en él durante un par de días, encontrando la solución, que se adjunta. Einstein me dice que le pregunte que si hay otros enfoques del problema que quiera desarrollar, o si desea que se amplíe cualquier otra parte del mismo, y siendo así, simplemente se lo haga saber y estará encantado de hacer cualquier cosa que esté en su mano. Espero que recurra a él de cualquiera manera que se le ocurra, ya que sé que siente una honda satisfacción de hacer cualquier cosa que pueda ser útil en el esfuerzo nacional. Espero que pueda entender su letra. Ni él ni yo nos tomamos la libertad, dado el necesario secreto, de darle el manuscrito a alguien para que lo copiara. En este, así como en cualquier otro asunto, estaríamos encantados de hacer cualquier cosa que facilite su trabajo. Bush le pasó los cálculos de Einstein al Dr. Harold Urey, jefe del proyecto de difusión gaseosa americano, y Urey los discutió con Bush. Una cosa llegó a estar clara rápidamente: para que el trabajo de Einstein fuera realmente útil, el problema tendría que serle presentado con mucho más detalle. Pero esto era imposible. Y era imposible por razones que Bush le dio a

Aydelotte en una carta el 30 de Diciembre. "No le contaré nada más de lo que ya le he dicho, por varias razones," escribió. Si mi exposición del problema no es suficiente para aclararlo, por supuesto estaré encantado de hacer la exposición tan precisa como sea posible, pero realmente creo que mi exposición muestra el problema en su forma exacta. La razón de que no voy más lejos, es que no estoy del todo seguro de que si pongo a Einstein en contacto completo con su asunto, él lo trataría en la forma en que no debe ser tratado, y con esta duda en mi mente, no siento que deba confiarle a él este asunto hasta ver cómo esto encaja en el esquema de defensa, y cuáles podrían ser los aspectos militares del asunto. Si hubiera que decir más al respecto, estoy seguro de como continuaría la historia. Me encantaría poder exponerle el asunto completo, y conseguir su confianza, pero esto es simplemente imposible, en vista de la actitud de la gente, aquí en Washington, que conoce su historia anterior. Así Einstein, que había puesto su nombre a una carta de advertencia de que una única arma nuclear podría destruir un puerto entero, se le impidió saber ¡"cómo encaja esto en el esquema de defensa"! Existe una gran contradicción en este hecho. Pero como Bush escribió sobre la carta de Einstein, "en mis muchas discusiones con el Presidente Roosevelt sobre el asunto, él no lo mencionó." Tratando de conseguir una respuesta de Einstein sin decirle demasiado, ignorando sus anteriores implicaciones, Bush le pidió ayuda en un asunto que era académico, aunque era claramente tan secreto, que Einstein pensó que era imprudente tener una copia de la respuesta. Así que no está completamente claro que cuando llegó a la solución, y mostró su "honda... satisfacción por hacer cualquier cosa que pueda ser útil en el esfuerzo nacional," Einstein supiera que estaba trabajando en un arma nuclear. Pero esta es una presunción fuerte. Estaría, después de todo, "contento de hacer cualquier cosa que estuviera en su mano" ahora que los Estados Unidos estaban por fin en guerra con Alemania. La exclusión de Einstein de los consejos internos de los científicos que llevaron el Proyecto Manhattan hasta su conclusión, iba a tener un resultado importante en 1945. Esta exclusión efectivamente le evitó usar su enorme prestigio cuando se discutía el futuro de la bomba. Por esa época él era un extranjero, incapaz incluso de declarar abiertamente que conocía la existencia de la bomba sin traicionar lo que sus amigos y conocidos, consciente o inconscientemente, le habían permitido saber. Así que el profeta de E= mc2 no conocía, en teoría, la existencia de la bomba hasta que fue lanzada. Algunas veces parece que esto no encaja en la historia. Una historia menciona al "Dr. Einstein" en Los Alamos, a donde Einstein nunca fue, el nombre fue un mote local para más de uno. Y una biografía, no sólo muestra a Einstein en portada en "la primera prueba de la bomba atómica", sino que lo pone diciendo una cantidad de cosas sin sentido. De hecho, Einstein permaneció oficialmente (aunque no extraoficialmente) ignorante del esfuerzo nuclear de América hasta que, el 6 de agosto de 1945, oyó en el Lago Saranac el anuncio por radio del bombardeo de Hiroshima.

Este período, el más público de la relación de Einstein con las armas nucleares, va desde de Julio de 1939 hasta, muy aproximadamente, la entrada americana en la guerra en Diciembre de 1941. Antes de esto, él había obtenido la ciudadanía americana, junto con su hijastra Margot y Helen Dukas. No todos los americanos estaban contentos. Una carta en "The Tablet" se quejó: "Einstein, el refugiado Judío Comunista, hace juramento de obediencia al gobierno americano," mientras un largo artículo en un libro titulado "La Quinta Columna en Nuestras Escuelas" atacó el derecho de Einstein a llegar a ser un ciudadano americano. Dijo "Si Albert Einstein tiene derecho y no hay ningún Dios personal, entonces América se funda en la fábula y la falsedad." Si no hay ningún Dios entonces el ciudadano no tiene derechos dados por Dios. Ya que todos los derechos que se ponen en la Constitución son fingimiento y engaño. Si el hombre no tiene un Creador, entonces nuestros padres lucharon por una mentira; y siendo así los derechos de ciudadanía se basan en una mentira. Y en consecuencia, el Profesor Einstein ha subscrito una mentira, en el mismo acto de promesa de obediencia a una forma del gobierno, la cual, de acuerdo a su filosofía, está fundada en una mentira. El razonamiento era tortuoso; lo cual no era extraño, y la crítica se avivó cuando Einstein apoyó a Bertrand Russell, quien fue primero nominado, y después despedido, como profesor en el College City de la Ciudad de New York. El Matrimonio Russell y Morals fue usado como el garrote para llevar a cabo un furioso ataque que describió al distinguido filósofo como "lascivo, libidinoso, lujurioso, maniaco sexual, afrodisíaco, irreverente, estrecho de mente, falso, y privado de fibra moral." Einstein ya no estaba sorprendido por esta actitud de la chusma cristiana. "Se repetía a si mismo," escribió en un verso irónico a Russell. "En este mundo tan hermoso y honrado;/ los curas alarman al pueblo/; El genio es ejecutado. ( Es wiederholt sich immer wieder/ In dieser Welt so fein und bieder/ Der Pfaff den Poebel alarmiert/ Der Genius wird executiert.)" Los edificios del instituto fueron finalmente terminados en 1940 y antes del fin de año Einstein se trasladó desde sus habitaciones en la universidad a los nuevos alojamientos bastante espléndidos, situado a las afueras de la ciudad. Aquí se le asignó un cuarto impresionante, con grandes ventanas, largas cortinas, e incluso una alfombra Oriental en el suelo. En Princeton, donde había sido familiarmente aceptado, se dio su estancia por sentada. Por todas partes en los Estados Unidos el nombre de Einstein era noticia, y en 1944 hubo una gran agitación cuando apareció una biografía hecha por su antiguo yerno, Dmitri Marianoff, con la ayuda de otro escritor profesional. Marianoff se había separado de Margot en el verano de 1934, poco después de su llegada a América. Ahora ganaba dinero a cuenta de los días de Berlín. "Él dijo que ha vivido con la familia Einstein durante ocho años," dijo Einstein en una denuncia pública del libro. "Nunca vivió en mi casa ni siquiera durante un año, sólo durante unos meses en una ocasión." El libro fue popular y bastante inofensivo. Einstein declaró, "no es fiable," y los trozos que he leído

"no son muy ciertos." Él era, naturalmente, bastante sensible acerca del uso de su nombre. Después de todo, su nombre era a menudo utilizado para conseguir algo; como, por ejemplo, valorando un mensaje de Roosevelt para el Fondo Americano para las Instituciones Palestinas, cuando se celebró una cena en su honor en el WaldrofAstoria en el verano de 1944. Roosevelt declinó una primera invitación y envió un mensaje "enfatizando el trabajo importante de las instituciones benéficas en la vida contemporánea y en el esfuerzo de guerra de Palestina." Pero una segunda invitación produjo un mensaje de Roosevelt diciendo "saludos cordiales a todos los que se reúnan en la cena en honor al Profesor Albert Einstein." Esto, en palabras de un memorándum de la Casa Blanca, era "un compromiso, un pequeño cumplido al Profesor Einstein, de silencio acerca del recaudación de fondos." Él era, inevitablemente, el huésped distinguido más buscado para todas las celebraciones de logros científicos, y fue llevado desde el oasis de Princeton al Carnegie Hall para asistir a la reunión de celebración del 400 aniversario de la muerte de Copérnico. Dado que Copérnico fue un revolucionario, se invitó a muchos revolucionarios modernos. Incluidos Einstein, T. H. Morgan el genetista, Igor Sikorsky, el diseñador del helicópteros, y Henry Ford. Einstein fue uno de las dos personas que hicieron breves discursos. "Era en un inglés malo, y el inglés de Einstein había sido bastante malo," dijo Harlow Shapley, quien ayudó a organizar la ocasión. Señaló que no había sido impropio por su parte asistir "dado que Copérnico fue el gran líder de los científicos y fue nuestro maestro". Fue una charla modesta en un dialecto del inglés y el público rugía. El Carnegie Hall estalló con aplausos. En la primera fila había algunos de mis amigos del Club Century. Les había enviado invitaciones para que pudiesen venir, y habían aplaudido ferozmente. Ellos eran por supuesto buenos Republicanos y modélicos miembros del club; era un poco sorprendente que aplaudieran a este hombre de la relatividad y a sus obras. Esa noche le pregunté a uno de ellos acerca de ello y me dijo: "Bien, pienso que la razón por la que aplaudimos era que habíamos siempre insistido en que no podíamos entender una maldita palabra de esa tontería de la relatividad. Y aquí nosotros oímos a la Relatividad misma hablando sobre ella, y a pesar de eso no podíamos entenderla." Los miembros del Club Century podían haber mostrado una pequeña lógica. Ellos reflejaban la opinión generalizada a mediados de la guerra de que Einstein era la "Relatividad misma." Era también el Judío más famoso viviente, y una revelación de su actitud hacia asuntos que no fueran científicos, son sus cartas a parientes en la Bélgica ocupada por Alemania, durante los años iniciales de la guerra, en las que los expuso a un riesgo considerable. Existen hoy todavía, llenando la chismografía local, los sobres que se habían abierto dos veces para que se aceptara su contenido, primero por los censores americanos y luego por los alemanes. Para ocultar de quien venían, ponía como

remitente, Marianoff, el nombre de casada de Margot; pero la dirección era "112, Calle Mercer, Princeton," un indicador directo de la familia Koch emparentada con la bestia judía ("bête juive") de Hitler. Durante estos años de guerra Einstein era, para muchos científicos, el último tribunal de apelación y este hecho lo llevó a él, el más amable de hombres, a algunas agrias disputas. Una fue con los partidarios de Felix Ehrenhaft, quien se había ausentado de Viena después de que los Nazis llegaran al poder, y forzado a abandonar el gran electroimán, cuya construcción había sido la luz de su vida. Esta experiencia pudo haberlo llevado más allá de la razón. Ciertamente su poder de argumento racional decreció, y su insistencia de que la carga electrónica no era constante, se mantuvo contra todo. Un experimentador capaz, que había "gradualmente evolucionado a un tipo de estafador" fue una descripción hecha por Einstein; otra posterior fue "una criatura fuertemente paranoica." Einstein pensó que algunas de las demandas de Ehrenhaft no tenían sentido, y lo dijo abiertamente. Este rebajó sus principales demandas "para reparar la gran injusticia hecha a Felix Ehrenhaft, por su actitud hacia él y por los infundados y difamadores informes acerca de sus descubrimientos, que esparció no sólo entre sus colegas sino también en círculos financieros, entre banqueros que querían ayudarlo a continuar con su investigación." Einstein tenía poco tiempo para tales quejas. Hasta donde pudo, las ignoró. También trató de ignorar su relación con Wilhelm Reich. Esta excéntrica figura aturrullada parece que ya había bajado la cuesta hacia la charlatanería o la locura en la época en que le pidió a Einstein que investigara su descubrimiento de "una energía biológicamente específica en vigor, que se comporta en muchos aspectos de forma diferente a todo lo conocido acerca de la energía electromagnética." Reich escribió a Einstein el 30 de diciembre de 1940 y le informó que había sido el ayudante de Freud en el Policlínico de Viena desde 1922 hasta 1930, y que ahora enseñaba "biosicología experimental y clínica" en New York. Cualquier otra persona que no hubiera sido Einstein se hubiera considerado advertido por la carta, la que continuaba admitiendo que él, no había informado de su descubrimiento a la Academia de Físicas a causa de una "experiencia sumamente mala." Pero Reich agregó que su descubrimiento posiblemente podría "ser usado en la lucha contra la pestilencia fascista." Einstein, que había animado al país en lo qué todavía parecía ser una oportunidad entre un millón, de usar la fusión nuclear para este propósito, era el último hombre que se hubiera podido resistir a este cebo. Reich llamó a Einstein a su casa de la calle Mercer el 13 de enero de 1941. "Me dijo," escribió su esposa más tarde, "que la conversación con Einstein había sido sumamente amistosa y cordial, que con Einstein era fácil hablar, y que su conversación había durado casi cinco horas. Einstein estaba dispuesto a investigar el fenómeno que Reich le había descrito, y que tendría que construir un pequeño acumulador especial y llevárselo." Habría una visita más, y ciertamente Einstein probó el aparato. Pero su pregunta "¿qué más hace?" cuando Reich le dijo que no era físico sino psiquiatra, probablemente contenía una insinuación

indirecta de escepticismo. Einstein halló una explicación normal al fenómeno que Reich había encontrado, y se lo dijo en términos corteses. La posdata, incluida en "El Asunto Einstein", un folleto impreso privadamente por la propia imprenta de Reich, fue repartida durante los tres años siguientes en su correspondencia. Reich cuestionó los hallazgos de Einstein y Einstein se consternó debido a que su nombre pudiera ser mal usado para apoyar la teoría de Reich. En pocas palabras, la teoría "no tiene mi confianza," dijo. Reich tomó una salida fácil, y echó la culpa a los Comunistas. No sólo en los Estados Unidos el nombre de Einstein significaba mucho. La Asociación Británica le pidió un comunicado para su reunión de 1942. Se preparó el texto en alemán, pero fue dicho por Einstein en inglés, desde los Estados Unidos; la recepción en Inglaterra fue pobre y el texto publicado fue un mezcla entre lo que se había escrito en alemán y lo dicho en inglés. Un resultado fue un rumor duradero de que Einstein había viajado a Gran Bretaña en tiempo de guerra para entregar una dirección. En ese momento, lo que él dijo parecía bastante normal. Pero tiene una gran importancia el hecho de que era conocido como el hombre que le había escrito la carta a Roosevelt. "¿Qué esperanzas y miedos implica el método científico para la humanidad?" preguntó Einstein hacia el final de su comunicado. No pienso que esa sea la manera correcta de hacer la pregunta. Cualquier cosa que esta herramienta produzca en las manos de los hombres depende enteramente de la naturaleza de los objetivos que moran en la humanidad. A partir de la existencia de estos objetivos, el método científico construye los medios para llevarlos a cabo. Pero no construye los objetivos mismos. El método científico por si mismo no llevaría a ninguna parte, incluso no habría nacido, sin un apasionado esfuerzo para la clara comprensión. La perfección de medios y la confusión de objetivos parece, en mi opinión, caracterizar nuestra época. Si deseamos apasionadamente la seguridad, el bienestar, y el desarrollo libre de todos los hombres, no debemos carecer de los medios para aproximarnos a tal estado. Aun cuando sólo una pequeña parte de la humanidad se esfuerza en tal propósito, su superioridad se demostrará a la larga. Cualquier cosa que ayudara en la "lucha contra el Fascismo pestilente" tenía el apoyo inmediato de Einstein. En 1943 el "Book and Author Committee of the Fourth War Loan" le pidió sus artículos originales de 1905 para donarlos para su venta. Como muchos otros, los había destruido cuando recibió las copias impresas. Sin embargo, estuvo de acuerdo en escribirlos a mano una vez más, y añadirles: "Las páginas siguientes son una copia de mi primer manuscrito sobre la teoría de relatividad. Hice esta copia en noviembre de 1943. El manuscrito del original no existe [sic] ya que fue destruido por mí tras su publicación. La publicación lleva el título 'Elektrodynamik bewegter Körper' (Annalen der Physik; vierte Folge, Vol. 17, 1905). A. Einstein 21. X1. 1943. También entregó un manuscrito inédito "El Campo Bivector," y se subastaron en Kansas City los dos

manuscritos el 4 de febrero de 1944, la Compañía de Seguros de Kansas City invirtió 6,5 millones de dolares en bonos de guerra en el informe de la relatividad, regalándolo posteriormente a la Biblioteca de Congreso, mientras que W. T. Kemper, Hijo, un custodio de fondos de seguros, invirtió 5 millones de dolares de fondos embargados para obtener el segundo informe. Por esa época Einstein había llegado a estar de nuevo directamente involucrado en trabajos de defensa. El 13 de agosto de 1943 le había escrito a su amigo Gustav Bucky que ahora tenía "relaciones más estrechas con la armada y la Oficina de Investigación Científica y de Desarrollo en Washington." Y Vannevar Bush, el director de organización, escribe: "Unos amigos de Einstein me visitaron y me dijeron que se molestó porque no participaba de forma activa en el esfuerzo de la guerra. De acuerdo con esto lo propuse como miembro de un comité donde me pareció que sus habilidades particulares probablemente serían de utilidad." Lo del comité no se ha descubierto nunca, pero hay grandes evidencias de que es improbable que haya tenido algo que ver con la investigación nuclear. No hay ninguna duda sobre la relación de Einstein con la Oficina de la Armada de Artillería. Un anuncio procedente de Washington el 24 de junio de 1943, declaró que "su asignación a la armada sería contractual a tiempo parcial y que continuaría su asociación con el Instituto para el Estudio Avanzado en Princeton, N. J., donde muchos de sus estudios en nombre de la Oficina de Artillería serán llevados a cabo." Los archivos de la Administración de los Servicios Generales en Louis St., Missouri, muestran que Einstein estuvo empleado intermitentemente con un Contrato de Servicio Especial de la Sección de la Armada, Washington, D. C., como científico, del 31 de Mayo de 1943 al 30 de Junio de 1944. Como técnico del 1 de Julio de 1944 al 30 de Junio de 1945, y también como consultor de Investigación de Explosivos del 1 de Julio de 1945 al 30 de Junio de 1946." Star Shell, la publicación de la Oficina de Artillería, más tarde estableció que su trabajo sobre "la teoría de explosión, buscando determinar qué leyes gobiernan las más oscuras ondas de la detonación, el por qué ciertos explosivos han mostrado efectos muy direccionales y otras teorías altamente técnicas," mientras que el archivo de St. Louis agrega que el servicio de Einstein "se realizó en el desarrollo de bombas y armas submarinas." Sus deberes estaban enmarcados en los servicios personales que, según la historia oficial del Almirante Furer, "permitieron que la Oficina asegurara los servicios de personas que de otra forma no habrían sido atraídas." Entre los científicos eminentes así empleados estaban el Dr. von Neumann, que facilitó los fundamentos teóricos para el principio del estallido del aire que se usó en el ataque de la bomba atómica a Hiroshima; el Dr. John Kirkwood, quien desarrolló métodos teóricos por determinar la efectividad relativa de explosivos; y el Dr. George Gamow, quien trabajó en la teoría de iniciación y detonación de explosivos. Einstein dijo, cuando aceptó el trabajo en la consultoría, que sería incapaz de viajar a Washington regularmente y que alguien de la División de Altos Explosivos para la que trabajaría, debería venir a

Princeton. "Desde que se supo que yo conocía a Einstein, por otros asuntos no militares, fui seleccionado para llevar a cabo este trabajo," escribió George Gamow. Así, como cada viernes, cogí un tren por la mañana a Princeton, sujetando fuertemente una cartera que contenía proyectos de la Armada confidenciales y secretos. Había una gran variedad de propuestas, desde la explosión de una serie de minas submarinas colocadas a lo largo de un ruta parabólica que llevara a la entrada de un base naval japonesa, hasta bombas aéreas que se dejarían caer en las cubiertas de vuelo de portaaviones japoneses. Einstein se encontraría comigo en el estudio de su casa, llevando uno de sus famosos suéteres, y veríamos todas las propuestas, una por una. Aprobó prácticamente todas diciendo, "Oh sí, muy interesante, muy, muy, ingenioso," y al día siguiente el almirante a cargo de la Oficina se puso muy contento cuando le informé de los comentarios de Einstein. Otra idea era la de producir un cierto efecto por el uso de una detonación de ondas convergentes formadas por la combinación de dos explosivos con velocidades de propagación diferentes. Después de que Einstein lo había aprobado, se hicieron planes para un modelo de prueba en Indian Head, la armada hizo pruebas en terrenos del río Potomac. Pero entonces, recuerda Gamow, la fábrica de altos explosivos en Pittsburgh que era la que fabricaría el dispositivo, se retiró del proyecto. "Al día siguiente mi proyecto se trasladó de la primera posición en la lista de prioridades a la última," dice, "y de repente me dí cuenta de que estaba trabajando en un lugar misterioso en Nuevo Méjico con la dirección: Apartado de correos 1663, Santa Fe. Años más tarde, cuando estaba completamente libre del trabajo en la bomba-A y fui a Los Alamos, supe que mi suposición había sido correcta." Gamow no da indicación de si mencionó el incidente, o transmitió su suposición, a Einstein. Parece probable. La actitud de Einstein hacia este trabajo no parece que fuera muy estimulante. Escribió a Bucky en Julio de 1943 diciendo que se quedaría en Princeton durante el verano y comentaba: "Desde que comenzó la guerra trabajo para la armada y no quiero empezar ninguna otra cosa." Al año siguiente informó de que pasó el día de su sesenta y cinco cumpleaños trabajando duro, y sus colegas, según el New York Times, dijeron "él prefería eso, a la vista de la cantidad de trabajo que tenía que hacer." Sólo consagró parte de su tiempo a la armada, pero no hay ninguna indicación de que lo evitara o lo redujera. Verdaderamente, no había ninguna razón por la que lo hiciera. Los hechos le habían enseñado, en palabras de su amigo Max Born, "que los valores éticos definitivos, en los que se basa toda la existencia humana, deben, como último recurso, ser defendidos incluso por la fuerza y con el sacrificio de la vida humana." Esta admisión renuente había sido hecha por primera vez en el verano de 1933. Ahora "su satisfacción por hacer cualquier cosa que pueda ser útil en el esfuerzo nacional" hizo que realizase acciones en contra de sus inclinaciones naturales. Las circunstancias alteraron las cosas; incluso en el pacifismo no hay nada absoluto. La guerra se tenía que ganar. Todo esto era bastante normal. Muchos hombres

decentes hicieron lo qué hicieron en tiempo de guerra con repugnancia, admitiendo arrepentidamente que a veces la vida ofrece sólo opciones malas. Todavía se puede juzgar la tragedia real de la situación de Einstein, no por los archivos de los años de la guerra, cuando se reconoció su trabajo para los Servicios abiertamente, sino por los períodos de postguerra cuando desterró al fondo de su mente lo que había hecho, como si fuera una pesadilla en lugar de la realidad. Escribiendo en 1950 a A. J. Muste, uno de los principales pacifistas americanos, que se oponía a la producción de la bomba de hidrógeno, declaró que su única contribución a la bomba atómica había sido "una carta a Roosevelt." Además, continuó, habría "sido bastante ridículo si hiciera una declaración exponiendo mi negativa a participar en el trabajo de armamento. Dado que las autoridades militares son bien conocedoras de mi posición, ellos nunca me invitarían a participar en tal trabajo." Como pretexto quizás sólo se puede decir que Einstein por esa época había pasado por alto sus dos significativas cartas al Dr. Briggs; que era ignorante de lo que había tras el manuscrito, demasiado secreto para ser copiado, que preparó para Bush en Diciembre de 1941; y que su pacifismo con respecto al trabajo de armamento se refería a períodos de paz más que a tiempos de guerra. Todavía en 1952, contestando a una carta que le preguntó sobre la bomba atómica, fue más allá. "se equivoca con respecto a mí como una clase de líder de esos científicos que abusan de la ciencia con propósitos militares," contestó. "No he trabajado nunca en el campo de la ciencia aplicada, lo dejo para los militares. Condeno la mentalidad militar de nuestro tiempo lo mismo que lo hace usted. En realidad, he sido un pacifista toda mi vida y respeto a Gandhi realmente cómo la única gran figura política de nuestra época." Einstein era diferente del hombre que emerge tan claramente de los archivos y del recuerdo, hay diferencia entre lo que hizo y lo que él más tarde dijo que sería sencillo de explicar. Pero su debilidad en un mundo depredador fue la del hombre que dice la verdad por una obligación interna; así su habilidad para no hacer caso de su actividad durante el tiempo de guerra sugiere un fracaso psicológico en lugar de deshonestidad. Su resistencia a pensar en el pasado, en la guerra, se debe ver también en relación con otras dos cosas. Una, era su natural, y más tarde casi paranoica, desconfianza de los alemanes, una desconfianza que finalmente a él le convenció que había pavimentado el camino a Hiroshima y que, cuando pensaba sobre el holocausto japonés, lo llenaba de emociones confusas. La otra era su decisión en Diciembre de 1944, cuando ya conocía el riesgo de las armas nucleares, a "abstenerse de cualquier acción" que "complicara la delicada tarea de los estadistas." Para cuando la guerra llegó a su clímax, con la invasión Aliada de Europa y la perspectiva de la Wehrmacht retrocediendo a Alemania derrotada, las consecuencias de su acción de Julio de 1939, llegaron a ser incluso más difíciles de ignorar. Generalmente se cree que Einstein ignoraba totalmente el progreso hecho por el Proyecto Manhattan hasta el anuncio de que se había dejado caer la primera bomba sobre Hiroshima. Él nunca trató de hacer creer esto, hecho

suficientemente aclarado por las evidencias de que ahora disponemos. Tuvo que haber notado la desaparición progresiva de la escena académica de hombres como Szilard, Fermi, Compton, Teller, Wigner, y muchos otros que habían estado implicados en la investigación del uranio durante 1939 y 1940. También se tuvo que haber dado cuenta del repentino decaimiento en las discusiones académicas de las noticias acerca de la fisión nuclear. Y si se tomó más que un interés superficial en el asunto del uranio, la esencia de su inquietud inicial, podía incluso haber visto la referencia en la página 825 del Anuario de los Minerales Americano de 1943 que decía: "La industria del uranio en 1943 ha sido muy estimulada por un programa del gobierno, teniendo como prioridad la consecución de este material sobre todos los otros minerales, pero gran parte de los hechos están guardados en secreto en el Departamento de Guerra." Además, estaba su propio alter ego danés. En octubre de 1943, Niels Bohr había hecho una de las fugas más espectaculares de la guerra, navegando con su hijo en un barco pequeño por el Kattegat a Suecia para ser llevado en primer lugar a Inglaterra en un caza "Mosquito" en un vuelo a gran altura y después a los Estados Unidos. Bohr pasó la mayor parte del verano de 1944 en Los Alamos, donde "promovió algunos de los experimentos más importantes en el selector de velocidad... participó en discusiones sobre el ensamblaje de la bomba, y... participó muy activamente en el diseño del iniciador." Bohr visitó a Einstein en Princeton. Llegó mientras otros amigos estaban allí, y cuando estos amigos salían, Einstein se apresuro escaleras abajo y los avisó de que bajo ningún concepto debían mencionar que Bohr estaba en los Estados Unidos. Su presencia en América era oficialmente secreta ya que viajaba con el nombre de John Baker, e incluso se le había dado un pasaporte británico; según se dice, el único extranjero al que se le ha concedido uno. Bohr era un hombre de honor. Guardaba los secretos. No dudó en negarse a si mismo el placer de describir a Einstein sobre los éxitos tecnológicos con los que se había topado cara a cara en Los Alamos. Pero ahora sabía que dos años antes, Fermi había conseguido producir la primera reacción en cadena auto-consistente en la famosa "squash court" en Chicago. Sabía que el pronóstico que había hecho en su mensaje confidencial a Chadwick un año antes era incorrecto. Y estaba claro, a partir de sucesos posteriores, que él sería uno de los primeros científicos que llegaría a estar genuinamente preocupado por el control de postguerra de cualquier nueva arma que la guerra produjera. Es poco probable que Einstein conociera muchos de los detalles tecnológicos implicados en el Proyecto Manhattan. Por un motivo, la política del General Groves de compartimentalizar hizo difícil para cualquier hombre saber más que lo mínimo necesario, o comunicarlo, incluso aunque quisiera hacerlo. Y lo que todavía era más importante, Einstein no habría estado interesado por los detalles puramente tecnológicos. De todas formas, en el invierno de 1944 había hablado en muchas ocasiones con un consejero del Proyecto Manhattan, había discutido con él la necesidad de evitar una carrera armamentista de postguerra por armas que causarían "una destrucción incluso peor que la actual," y había escrito

desesperadamente a Bohr pidiéndole su ayuda. La evidencia no es que Einstein supiera cómo, o incluso si las nuevas armas iban a ser usadas para terminar la guerra; pero parece que, más allá de toda duda razonable, hacia finales de 1944 él sabía que su fabricación estaba próxima. Ese consejero era Otto Stern, un viejo colega de Einstein de los días de Praga, que había cruzado el Atlántico en 1934. Poco después de que América entrara en la guerra, Stern había servido como consultor en uno de los primeros proyectos de radar. Después, trabajo en la puesta en marcha del Proyecto Manhattan, llegando a ser un consultor asignado al Laboratorio Metalúrgico de la Universidad de Chicago, donde la primera batería nuclear entró en funcionamiento en 1942. Se fue a vivir a Pittsburgh, trabajando como consejero de los otros consultores del Proyecto Manhattan en el Instituto Carnegie de Tecnología. Algo más importante que esto, era que viajaba a Chicago a las reuniones informativas que se mantenían allí cada seis semanas aproximadamente. No se sabe exactamente cuanto sabía sobre los detalles del progreso de la bomba; pero parece que era bastante. Stern le pagó varias visitas a Einstein, el cual, después de una de ellas dijo lo angustiado que estaba acerca del desarrollo de armas nuevas después del fin de la guerra. Es probable que no exista ninguna constancia de sus discusiones, pero su naturaleza se puede deducir del clímax que produjeron. Esto sucedió a mediados de Diciembre de 1944. Stern visitó a Einstein el lunes, 11 de Diciembre. Una vez más discutieron sobre armas. En esta ocasión Einstein parece que llegó a estar seriamente alarmado. Al día siguiente escribió a Bohr. Le escribió a la Legación Danesa en Washington, y parece que no utilizó el seudónimo de "John Baker" y se dirigió a él directamente como el profesor Niels Bohr. Escribiendo sobre las noticias que tanto le molestaron, dijo que Su reacción había sido que cuando la guerra hubo acabado, entonces habría en todos los países una búsqueda de los preparativos secretos de la guerra, con medios tecnológicos que llevarían inevitablemente a guerras preventivas y a una destrucción incluso más terrible que la destrucción de vida actual. Los políticos no aprecian las posibilidades y por consiguiente no conocen la magnitud de la amenaza. Se deben hacer todos los esfuerzos posibles para evitar tal desarrollo. Comparto su punto de vista de la situación pero no veo manera de hacer ninguna cosa prometedora. Entonces se refirió a la visita de Stern del día anterior. "Nos pareció," continuó, que hay una posibilidad, por pequeña que parezca. Hay, en los principales países, científicos que son muy influyentes y que saben como ser escuchados por los líderes políticos. Usted mismo, con sus conexiones internacionales, Compton aquí en los Estados Unidos, Lindemann en Inglaterra, Kapitza y Joffe en Rusia, etc. La idea es que estos hombres hicieran una presión combinada sobre los líderes políticos en sus países para

conseguir una internacionalización de la potencia militar, un método que se ha rechazado durante mucho tiempo por ser demasiado arriesgado. Pero este paso radical, con todas sus asunciones políticas con respecto a un gobierno extranacional, parece ser la única alternativa a una carrera de armas técnicas secreta. Estuvimos de acuerdo en que se lo debía comunicar antes a usted. No diga, a primera vista, "imposible", espere un día o dos hasta que le vueltas a la idea. (concluyó diciendo que aunque si sólo hubiera una oportunidad entre mil de hacer algo, se debería discutir más a fondo.) Esta carta no podía haber sido más inoportuna; los nombres que mencionó no podían haber sido más mal escogidos. En abril Bohr había recibido en Londres una carta del físico ruso Peter Kapitza que lo había invitado a él y su familia a ir a Rusia. Las autoridades de inteligencia británicas habían revisado la contestación inocua de Bohr. En mayo tenía fijada una reunión con Churchill en Londres, gracias a la intervención de Lindemann, y había tratado de convencer al primer ministro británico de la necesidad de llevar a los rusos a un proyecto por el control de postguerra de la energía nuclear. La entrevista fue un fracaso; Bohr fue incapaz de explicarse y Churchill no estaba dispuesto a escuchar. En Agosto Bohr fue mejor recibido por Roosevelt, quien escuchó comprensivamente durante una hora, estuvo de acuerdo en que se debía hacer una aproximación a Rusia, y prometió tratar el tema directamente con Churchill, con quien se iba a reunir en Hyde Park al mes siguiente. Pero en Septiembre Roosevelt y Churchill desecharon cualquier idea de una aproximación a los rusos. También firmaron un memorandum en el que la última cláusula decía: "se deben hacer indagaciones con respecto a las actividades del profesor Bohr y los pasos que le llevaron a asegurar que él no es responsable de ninguna filtración de información, especialmente a los rusos." Los amigos de Bohr se reunieron lealmente para apoyarlo, pero él estaba "apenado de que todo el asunto hubiera llegado a estar ahora sujeto en los intersticios de la política americana..." Se había movido, en Gran Bretaña y en los Estados Unidos, entre los hombres que asían las palancas del poder y les había hecho propuestas que estaban bien meditadas. No obstante, había sido desdeñado. Bohr estaba en una situación delicada. Conocía a Einstein. Sabía que para un hombre de tal confiado idealismo las finuras del protocolo diplomático significaban poco. No es seguro que temiera que Einstein tratara de escribir a Kapitza o Joffé, pero por si lo hacía, con todo lo que sabía de cómo "el secreto" de la bomba se ocultaba a los rusos, tendría que ir a verlo. Lo que estaba más allá de cualquier duda es que cuando Bohr recibió la carta de Einstein de la embajada, fue apresuradamente a Princeton; y en una larga entrevista persuadió a Einstein de que no hiciera nada; y de forma oficial informó del incidente a Washington, en una nota privada, que debió de haber hecho mucho para justificar la actitud de la "gente... en Washington" que tres años antes había decidido restringir el conocimiento de Einstein sobre el Proyecto Manhattan . Llegó a la calle Mercer el viernes 22 de Diciembre, y su informe de lo qué pasó, fechado simplemente "Diciembre de 1944," fue escrito en una cuartilla, al parecer por el

propio Bohr y desde luego con su inglés particular, en donde se refería si mismo como "B" y a Einstein como "X." Empezó por declarar que había visitado a Einstein, a quien había explicado que "sería completamente ilegítimo [sic] y podría tener las consecuencias más deplorables si alguien que está en el secreto sobre el asunto que nos ocupa, tomase por propia iniciativa acciones del tipo sugerido." La nota continua como sigue; Confidencialmente B podría, de algún modo, informar a X que los estadistas responsables en América e Inglaterra son plenamente conocedores del alcance del desarrollo técnico, y que su atención ha sido llamada sobre los peligros para la seguridad del mundo, así como de la oportunidad única para una relación armoniosa entre las naciones, que el gran adelanto científico implica. En contestación X aseguró a B que realmente se dio cuenta de la situación y que no sólo se abstendría el mismo de cualquiera acción, sino que también, sin ninguna referencia a su conversación confidencial con B, haría entender a los amigos con los que había hablado sobre la materia, lo no deseable de discusiones que pudieran complicar la delicada tarea de los estadistas. No hay ninguna razón para dudar de la exactitud de la nota de Bohr. No hay ninguna razón para dudar que Einstein aquí, como en cualquier otra parte, no fuera un hombre de palabra. Y la conclusión inevitable es que desde Diciembre de 1944, hasta que se dejaron caer las bombas sobre Japón ocho meses más tarde, Einstein no sólo sabía más del desarrollo de la situación nuclear que cualquiera de sus amigos científicos, sino que usó la información confidencial y no revelable de Bohr para hacerles entender a ellos "las no deseables discusiones que podrían complicar la tarea delicada de los estadistas." Primero tenía que tratar con Otto Stern. Esperó hasta la mitad de las fiestas de Navidad. Entonces, el 26 de Diciembre, se sentó a escribir lo qué debe de haber sido, incluso para Einstein, una carta extremamente difícil, que prevendría a Stern de hacer ningún movimiento imprudente que revelara la visita de Bohr; una carta, además, que debería ser inocua si cayera en manos equivocadas. "Estimado Stern," puso, Una nube de incertidumbre se ha apoderado de mí después de mi carta a B, por eso no puedo informarte más sobre este tema, dado que no somos los primeros en enfrentarnos a un tema similar. Tengo la impresión de que debemos de esforzarnos seriamente para ser responsables, que lo mejor que se puede hacer es no hablar sobre este tema durante un tiempo, y que no sería de ninguna ayuda, en el momento presente, convertirlo en un asunto público. Es difícil para mí hablar con tan poca claridad, pero por el momento no puedo hacer nada más. Con mis mejores deseos, Aquí, como en ocasiones previas, Einstein había estado caminando sobre arenas movedizas y había tropezado con su propia ignorancia de lo que estaba

sucediendo. Además su libertad de acción, ya limitada por la falta de conocimiento oficial del Proyecto Manhattan, se encontraba más coartada por lo qué se le había confiado en secreto. Esto tendría importantes consecuencias. Estos argumentos, y los intercambios de información anteriores entre Otto Stern y Einstein, tuvieron que ver con lo que iba a pasar después de la guerra. Desde un punto de vista práctico se le hizo más difícil a Einstein hacer oír su voz en cualquier debate sobre el uso de la bomba en el Pacífico o Europa, donde una semana antes de la visita de Bohr, los alemanes habían lanzado la ofensiva de la Ardenas, un aviso de que no estaban todavía vencidos. Las primeras preguntas acerca del uso real de la bomba fueron hechas en Marzo de 1945, por Leo Szilard, quien desde Febrero de 1942, había sido el físico jefe en el Laboratorio Metalúrgico de Chicago. Alemania iba a ser derrotada en unas pocas semanas, mientras que pocos hombres sabían, casi seguro que Szilard también, que el Tercer Reich no estaba cerca de producir un arma nuclear. La historia había sido extraña. En los Estados Unidos se había mantenido a Einstein virtualmente fuera del esfuerzo nuclear, una vez que él lo había comenzado; en Alemania había habido, por contraste, un movimiento que tendía a rehabilitar la tan condenada "física Judía" que él representaba. Ciertamente, varios físicos alemanes, temerosos de que la denigración actual de la física teórica estorbara seriamente en su país, mantuvieron una reunión en Munich, en Noviembre de 1940, y oficialmente se acordó que: 1. La física Teórica es una parte indispensable de toda la física. 2. La Teoría Especial de la Relatividad pertenece a los hechos experimentalmente verificados de la física. Su aplicación a problemas cósmicos, de cualquier forma, es todavía incierta. 3. La teoría de relatividad no tiene nada que hacer con una filosofía relativista general. Se han introducido conceptos nuevos de tiempo y espacio. Y 4. La teoría cuántica moderna es el único método conocido que describe cuantitativamente las propiedades del átomo. Sin embargo, nadie ha podido ir más allá de este formalismo matemático para obtener una comprensión más honda de la estructura atómica. Dos años más tarde se tuvo otra reunión, en esta ocasión en Seefeld, en el Tyrol austríaco. Aquí se alcanzó un compromiso similar, tomando la decisión de que la relatividad tenía que ser aceptada, con el consuelo de que "antes que Einstein, científicos arios como Lorentz, Hasenöhrl, Poincaré, etc., había creado las fundamentos de la teoría de la relatividad y que Einstein solamente reunió las ya existentes ideas consecuentemente y agregó la piedra angular." No todo los alemanes estaban contentos de que tales razonamientos intelectuales debieran pasar inadvertidos fuera del Tercer Reich y, al menos, se hizo un esfuerzo en informar a Einstein de lo que estaba sucediendo. Constaba de una única hoja remitida desde Hamburgo en 1942. Él la halló cuando iba de camino hacia el despacho de un viejo amigo en el Foreing Office, David Mitrany, quien en los comienzos de la guerra había cruzado el Atlántico para trabajar para los británicos. La nota pedía que se pasara a

Einstein el siguiente mensaje: En su artículo, W. Lenz (Hamburgo) expone la tesis de que usted no sólo no es responsable de la Teoría de la Relatividad, sino que además Henri Poincaré fue su cómplice. Se hizo esto con el propósito explícito de aclarar de que no salió solamente de una mente Judía y, en consecuencia, hacerlo "hoffähig" (presentable) al Tercer Reich. Fue establecido también por Poincaré, lo cual demuestra que los físicos lo descubrieron, y realmente es Ario después de todo. No hay ninguna forma de evitar la publicación del artículo. Aparecerá en el "Naturwissenschaften". Posiblemente agregarán una posdata y comentarios de ciertas citas de la conferencia de Poincaré llamada "La Mécanique Nouvelle 1909-10" que en mi opinión prueba absolutamente que el autor había conocido verdaderamente el aspecto matemático de la teoría, pero que no tomó los pasos que serían realmente decisivos para el establecimiento de la misma. Pero no es seguro que esta postdata aparezca junto con al artículo. La necesidad de cubrir a la relatividad en particular y a las "físicas Judías" en general con un manto de respetabilidad, las habilitaría para ser usadas sin reproche por los físicos alemanes, y estaba en parte obligada por la investigación nuclear, que en Alemania se hacía de forma paralela al trabajo que se estaba llevando a cabo en los Estados Unidos y Gran Bretaña. En los tres países la decisión crucial sobre la continuación del trabajo de laboratorio con la explotación industrial había sido tomada en 1942. En Gran Bretaña se decidió que los recursos industriales eran inadecuados, y se trasladó el esfuerzo británico a través del Atlántico. En los Estados Unidos, América se embarcó en el multimillonario Proyecto Manhattan. En Alemania, donde los resultados teóricos se discutieron en una conferencia de alto nivel celebrada en Berlín el 4 de Junio de 1942, la decisión fue otra. Por varias razones, Heisenberg y sus colegas no habían tenido tanto éxito en sus trabajos teóricos como los Aliados. Pero habían conseguido mucho: habían demostrado teóricamente la posibilidad de un arma. Sin embargo no se hizo ningún intento serio de moverse al terreno más alto de la producción industrial. Esto era bastante sensato. Durante los primeros dos años de la guerra los alemanes habían tenido tanto éxito militar, que no fue prevista ninguna necesidad de armas nucleares. Pero ahora el equilibrio se había inclinado demasiado hacia la otra parte. "En este momento," dijo Heisenberg en la reunión de 1942, la situación de la guerra es demasiado tensa para proyectos técnicos a largo plazo. Se supone que se emitió una orden prohibiendo los desarrollos técnicos que necesitaran más de medio año para su realización. Esta situación ahorró a los físicos alemanes el solicitar intentar producir bombas atómicas; sabían, en base a su experiencia técnica, que tal intento no tendría éxito en menos de tres o cuatro años. Un intento de esta clase habría acelerado indudablemente la derrota alemana, porque las cantidades de mano de obra y necesidad de materiales para él, tendrían que ser prestados de otras fuentes, en consecuencia esto

reduciría la producción de tanques y aeroplanos. Además, había otras dos razones: Hitler podría no estar interesado en la fisión nuclear; y las purgas de judíos de la década anterior habían propiciado la huida de Alemania de muchos de los mejores científicos del país. Heisenberg y sus colegas continuaron su trabajo. Durante los últimos meses de la guerra él y el Instituto de Físicas Kaiser Wilhelm, del cual había sido nombrado director en 1941, fueron evacuados a Hechingen, trasladando la última parte de la historia de la fisión nuclear de Alemania en los tiempos de guerra, al pequeño pueblo donde Elsa Einstein había nacido. Pero estaban todavía en la fase de investigación académica, hecho que había sido evidente para una misión americana en Diciembre de 1944. El nombre en clave "Alsos" (curiosa elección, ya que la traducción de esta palabra del griego al inglés es "groves", que es el nombre del General Groves, jefe del Proyecto Manhattan) había dirigido el avance Aliado a través de Europa. Con la captura de los papeles de von Weizsäcker en Strasburgo, se descubrió que los Aliados no deberían haber temido nada de las armas nucleares de Alemania. Como dijo Heisenberg más tarde, "Cualquiera que fuesen los motivos, el hecho es que no se emprendió ningún intento serio de producir bombas atómicas en Alemania, aunque en un principio, no se llevó a la práctica, el camino para ello había estado abierto desde 1942." Parece que fue así. Pero se ha tratado de ocultar la evidencia. Después de la derrota de Alemania en Mayo de 1945, los principales físicos alemanes que habían estado involucrados en la investigación nuclear, Heisenberg, Hahn, y cerca de una docena más, fueron llevados a Inglaterra, e inesperadamente conducidos a una casa en las afueras de Cambridge por el profesor R. V. Jones, por entonces director de inteligencia científica en el Ministerio del Aire británico. "Los había conducido a 'Farm Hall'", escribió, "para salvarlos de una amenaza que ellos nunca conocieron, había oído decir que un general americano propuso resolver el problema de la energía nuclear en la Alemania de la postguerra fusilándolos mientras estaban en el campo especial de tránsito de 'Dustbin,' en Francia." En Inglaterra se pusieron micrófonos en sus habitaciones. Se grabaron sus conversaciones y sus reacciones a las noticias de Hiro-shima, que oyeron por radio, fueron anotadas detalladamente. Han sido impresos pequeños trozos de las transcripciones en inglés en los memorias del General Groves; pero los alemanes siempre han mantenido que estas son malas traducciones. Los textos originales no han estado disponibles, en gran parte, debido a la resistencia británica a admitir que el incidente ocurriera. Durante los meses finales de 1944, unos pocos miembros del Proyecto Manhattan en Washington, tuvieron acceso a información sobre la situación de la investigación nuclear alemana. Es muy probable, dijo Goudsmidt, el líder de Alsos, que Einstein no fuera informado hasta bastante después de la guerra. Pero Szilard fue, sin duda, informado. Y en la primavera de 1945, Szilard empezó a preguntarse a si mismo: "¿Cuál es el propósito de continuar el desarrollo de la bomba, y cómo se usará la bomba si la guerra con Japón no ha acabado cuando tengamos la primera bomba?" Como en

1939, quiso hacer llegar este tema hasta el Presidente. Al igual que en 1939, se dirigió a Einstein, lo visitó en Princeton y presumiblemente fue seguido por agentes de inteligencia del Proyecto Manhattan, quienes lo siguieron al igual que seguían a otros miembros importantes del Proyecto. En Princeton, Einstein escribió con mucho gusto otra carta de presentación al Presidente. "Circunstancias anormales que describiré más abajo me inducen a tomar esta acción, a pesar del hecho de que no conozco la esencia de las consideraciones y recomendaciones que el Dr. Szilard propone que someta a usted," dijo. Después de recordar las circunstancias de sus contactos en 1939, continuó; Las circunstancias secretas bajo las que el Dr. Szilard trabaja actualmente, no permiten que me dé información acerca de su trabajo; de cualquier modo, entiendo que ahora está muy preocupado sobre la ausencia del adecuado contacto entre los científicos que realizan este trabajo y aquellos miembros de su gabinete que son responsables de establecer una política. En estas circunstancias considero mi deber darle esta introducción al Dr. Szilard, y quiero expresar la esperanza de que podrá prestar su atención personal a este asunto. No está claro cuanta información adicional había podido obtener Einstein de Stern o de otros por esa época. Pero hay una declaración significativa hecha en la "Contemporary Jewish Record" de Junio de 1945. Esta contiene un entrevista con Einstein hecha "poco antes de" que se retirara del Instituto, en Abril de 1945, cuatro meses antes de las bombas sobre Japón. El entrevistador preguntó "si la desintegración de átomos no podría pronto generar la enorme energía atómica necesaria para la guerra." "Infelizmente," contestó Einstein, "tal posibilidad no está enteramente en el terreno de la utopía. Cuando el arte militar pueda utilizar energías nucleares atómicas, no se destruirán [sic] casas o manzanas en unos segundos, serán ciudades enteras." Tomando en cuenta la correspondencia del Diciembre anterior, esto sugiere que la ignorancia supuesta de Einstein sobre qué trataba el memorándum de Szilard, no fue más que un eufemismo para proteger al autor de la posible acusación de haber hablado demasiado. Sin embargo, esto no significa que Einstein conociera los detalles de las propuestas de Szilard. Es difícil que lo supiera. El memorándum que preguntaba sobre el uso de la bomba en la guerra contra Japón, se hizo por motivos con los que Einstein no tenía que simpatizar necesariamente. La consecuencia de su uso, advirtió Szilard, puede ser que en la carrera de armamento los Estados Unidos pierdan su ventaja inicial. Y preguntó si entre las posibilidades de control final internacional de armas nucleares, este podría ser alcanzado "mediante el desarrollo en los próximos dos años de métodos modernos de producción, que nos darían una superioridad aplastante en este campo, mientras que Rusia se aproximaba." Cuatro meses más tarde Szilard fue uno de los que estuvo clara e inconfundiblemente en contra, por razones morales, al uso de estas bombas "en la fase actual de la guerra." Pero

el memorándum que Einstein apoyó era algo diferente. "Utilizando la tecnología para ocultar referencias a la bomba de hidrógeno," cuenta la historia oficial de los Estados Unidos, "Szilard dividió el desarrollo atómico en dos fases. (La Dr. Gertrud Weiss Szilard, viuda de Leo Szilard, cuestiona el punto de vista de que se estuviera refiriendo a la bomba de hidrógeno.) La primera se consiguió. Si los Estados Unidos estuvieran en la segunda cuando Rusia se aproximara, sería la mejor de las oportunidades de éxito. Si el control internacional tenía una esperanza vana, el peor rumbo posible sería retrasar el desarrollo de la segunda fase." No parece que esto fuera exactamente lo que Einstein tenía en mente cuando Szilard salió de la calle Mercer en Marzo con su carta al Presidente. De cualquier modo, el esfuerzo se malogró ya que no llegó a Roosevelt. La carta de Einstein se fechó el 25 de marzo. "Decidí transmitir el memorándum y la carta al Presidente mediante la Señora Roosevelt, la cual en una ocasión anterior había canalizado las comunicaciones del Proyecto al Presidente," escribió Szilard. "Ahora he olvidado lo que le escribí a la Señora Roosevelt. Supongo que le envié una copia de la carta de Einstein, pero no el memorándum. Esto no lo podía hacer. El memorándum no se lo podía enviar, porque había sido considerado secreto." La Señora Roosevelt citó a Szilard para el 8 de mayo. Poco después Szilard le mostró su memorándum a A. H. Compton, director del Laboratorio Metalúrgico. "Espero que consiga que el presidente lea esto," dijo. "Contento por no encontrar ninguna resistencia donde esperaba encontrarla, volví a mi oficina," dijo Szilard. "No llevaba en mi oficina más de cinco minutos cuando llamaron a la puerta y el ayudante de Compton entró, me dijo que acababa de oír en la radio que el Presidente Roosevelt había muerto." Unas semanas más tarde, Szilard le entregó su memorándum al Presidente Truman. También la carta de Einstein, pero no hay evidencia de que tuviera ninguna influencia sobre Truman, que leyó el documento de Szilard y dijo: "veo que este es un asunto serio." entonces se lo remitió a Byrnes, el nuevo Secretario de Estado. "El Presidente Truman me pidió que viese a Szilard, el cual vino a Spartanburg (Carolina del Sur, la casa de Byrnes), trajo consigo al Dr. H. C. Urey y a otro científico," escribió Byrnes. Como la carta de Einstein había indicado que haría, Szilard se quejó de que él y algunos de sus socios no supieran bastante sobre la política del gobierno con respecto al uso de la bomba. Le parecía que los científicos, incluido él, debían discutir el asunto con el gabinete, lo que no me parece deseable. Su conducta general y su deseo de participar en la confección de la política causó una impresión desfavorable en mí, pero ninguno de sus socios estaba tan agresivo, ni al parecer tan descontento. Szilard, como muchos otros científicos que intentaron influir en la política de los Estados Unidos durante los siguientes meses, fracasó en su propósito. En palabras del memorándum "Frank", firmado por muchos de los científicos del Proyecto Manhattan, y como se resumió en la historia oficial americana, "los estadistas, que no se

dieron cuenta de que el átomo había cambiado el mundo, estaban diseñando vanos planes de paz mientras que los científicos que conocían los hechos, no pudieron hacer nada." Y después del 16 de Julio, cuando se probó el arma nuclear con éxito en el desierto de Nuevo Méjico, los estadistas continuaron con los planes de usarla sobre Japón. Einstein abandonó Princeton durante sus tradicionales vacaciones de verano. El 6 de Agosto, en Saranac, oyó por la radio las noticias de que sus opiniones anteriores eran, verdaderamente, equivocadas: una reacción en cadena había dado una prueba en la que su E= mc2 iba espectacularmente más lejos que cualquier resultado de laboratorio. A un reportero del New York Times que visitó a Einstein en su casa para comunicarle las noticias, le dijo, "El mundo no está todavía preparado para esto." Los editores de "Einstein on Peace" dicen que exclamó: "¡Oh, vaya!" Al principio se negó a hacer cualquier comentario público. En cambio, la Srta. Dukas hizo una declaración en su nombre. "Aunque se puede decir que el profesor entiende completamente la ciencia fundamental de la bomba atómica," continuó, "la conveniencia militar requiere que permanezca en silencio sobre el asunto hasta que las autoridades den más detalles." El 11 de agosto, hizo su primer comentario público sobre la bomba, durante una entrevista de media hora con Richard Lewis, un escritor del "Albany TimesUnion". Empezó por intentar sosegar la histeria que se estaba apoderando del mundo. "En el desarrollo de la energía atómica o nuclear, la ciencia no maneja ninguna fuerza sobrenatural, sino que solamente imita lo que hacen los rayos del sol," dijo. "El poder atómico es tan natural como cuando se navega en barco por el Lago Saranac." A una pregunta sobre los informes de la radiación secundaria, la cual podría causar esterilización o leucemia, contestó: "no discutiré sobre eso." continuó: "no he hecho ningún trabajo sobre este tema, absolutamente nada. Mi interés por la bomba es el mismo que el de cualquiera otra persona; quizás un poco más. Sin embargo, no puedo decirle nada que esté justificado sobre este tema." Agregó que pensaba que pasarían muchos años antes de que la energía atómica se pudiera usar para fines comerciales, pero que se podrían hallar otras substancias distintas del uranio-235 "y probablemente se hallarían" que acelerarían su uso comercial, esto era un síntoma de que conocía los grandes avances de los americanos en la producción a escala comercial del plutonio, que había sido usado en el ensayo de la bomba y en la segunda bomba que se dejó caer sobre Japón. Concluyó diciendo "hará un favor a todo el mundo si no escribe cualquier historia. No creo que le interesare a nadie". Con esta exhortación y creencia se enfrentaba al futuro, desconocedor de que dentro de pocos días el "Informe Smyth", publicado en Washington, describiría la génesis del esfuerzo nuclear americano y revelaría al mundo algunas de las partes en las que él había intervenido. A veces se ha descrito la actitud de Einstein hacia la bomba durante la guerra como enredaba y ambivalente. Era, por el contrario, bastante lógica; una vez que en 1933 había estado de acuerdo, aunque de mala gana, con que la fuerza sólo podía ser combatida con la fuerza. En el momento que pensó que los alemanes podrían tener alguna

oportunidad de utilizar una nueva arma de proporciones espantosas, creyó que debería avisar a los Estados Unidos para que la contrarrestaran, incluso aún cuando él personalmente consideraba que el peligro era muy pequeño. En el verano de 1940, cuando parecía que el proyecto nuclear no continuaría, era natural que debería instar a las autoridades a que llevasen a cabo alguna acción, a partir de lo cual se originó el Proyecto Manhattan. Cuando en el invierno de 1944 supo que la nueva arma podría llegar a ser realidad, le debió parecer que su acción anterior estaba justificada: si era posible en los Estados Unidos, también podía ser posible en el Tercer Reich. Pero en cuanto se ganara la guerra, el control de postguerra sería esencial. Más tarde, cuando se empezó a conocer el trasfondo del bombardeo de Hiroshima y Nagasaki, Einstein apoyó a los científicos que exigieron que las bombas no se deberían haber usado. Estaba de acuerdo en que la fuerza tenía que ser combatida con la fuerza y apoyaba, como moralmente justificado, el bombardeo Aliado de civiles alemanes, creyendo todavía que estaba justificado el uso de una mínima fuerza necesaria para lograr los fines morales deseados. Pero entre los hechos justificables no se incluía el bombardeo sobre Japón. De cualquier modo, Einstein no era un hombre retorcido. Durante la guerra escribió a un objetor de conciencia diciéndole que había renunciado al pacifismo dado que no se podía correr el riesgo de dejar que el mundo entero cayera en las manos de los enemigos más terribles de la humanidad. "Al poder organizado, sólo se le puede oponer el poder organizado," continuó. "Lo siento mucho, pero no hay otra forma." Y doce años más tarde, contestando al periódico japonés "Kaizo", que le había reprochado que se implicara con las armas nucleares, escribió: "Aunque soy un convencido pacifista, hay circunstancias en las que creo que el uso de la fuerza es apropiado, a saber, cuando estoy ante un enemigo incondicional empeñado en destruirme a mí y a mi gente." No está claro que estuviera de acuerdo, incluso de mala gana, con el uso de armas nucleares contra Alemania, si fuera ésta la única forma de evitar su conquista del mundo; pero es una presunción muy fuerte. CAPITULO 21 LA CONCIENCIA DEL MUNDO Cuando terminó la guerra con Japón en Agosto de 1945, con la destrucción de Hiroshima y Nagasaki por las bombas atómicas y la amenaza de que podría haber más bombas, aunque todavía no estuviese ninguna preparada, Einstein tenía sesenta y seis años. Se había retirado oficialmente en Abril del Instituto para el Estudio Avanzado, pero el cambio en su estatus era más formal que real. Aún conservaba su estudio allí. Todavía trabajó, como lo había hecho durante más de veinte años, en la búsqueda de la tan evasiva teoría del campo, siempre por delante de él, como si él fuera un iluso científico. De alguna manera parecía que había vuelto a ser el Einstein de los días previos a 1914, una casi pintoresca reminiscencia del pasado, sonriendo a los niños de Princeton desde su propio mundo, ocupado sólo con su ciencia y las maneras en las que las leyes de la

naturaleza fueron ordenadas. Todavía era el símbolo de relatividad, pero esta era una vieja canción, tan distante del mundo de las Naciones Unidas y de los problemas de postguerra como la Reina Victoria de la Compra de Louisiana. En 1933 había sido un símbolo de la repugnancia del mundo por lo que pasaba en Alemania; un punto de reunión para los esfuerzos Judíos para tratar los problemas prácticos de los refugiados. Pero todo eso ahora era parte del pasado. El mundo finalmente había tomado las armas y luchado en la pelea definitiva, y se enfrentaba ahora con el problema de aclarar la situación. Se tenía que tratar con una Alemania y un Japón derrotados, con una Italia cuyo estado era tal que se la tenía que intentar animar a trabajar para que volviese al consejo de naciones. En Palestina cada vez era más evidente que los británicos serían incapaces de mantener a los árabes y a los judíos separados durante mucho tiempo, y existía el interrogante sobre lo que iba a ocurrir cuando terminase el mandato británico. Dominándolo todo, la amenaza de las misteriosas intenciones de Rusia, y el sombrío pensamiento de que la peor de las sospechas americanas y británicas podía estar justificada. Nada de esto parecía pertenecer al mundo de Albert Einstein, combinación del cerebro más grande del siglo y un anciano adorable. La situación cambió por la publicación el 11 de Agosto del "Informe Smyth" - "La Energía Atómica para Propósitos Militares". El tranquilo habitante de la calle Mercer, de repente se convirtió en el hombre que había revolucionado la guerra moderna y alterado la concepción del poder militar y la moralidad de la guerra. Y lo que es más, el E= mc2 de 1905 y la carta de 1939 al Presidente Roosevelt, salieron del hombre cuya reputación científica se había igualado con su posición como declarado pacifista. Esto era un consuelo para los científicos, a quienes no les gustaba la responsabilidad por la muerte de 120,000 civiles, incluso por la mejor de las causas, y la mayor parte de la población no científica, estaba contenta de que la decisión de dejar caer las bombas no hubiera sido asunto suyo. El resultado era inevitable. Casi de la noche a la mañana Einstein llegó a ser la conciencia del mundo. Tal como escribió, habló, y transmitió por todas partes durante los últimos diez años de vida le que quedaban. Su actitud sobre todo lo que había pasado antes del 6 de Agosto de 1945, se limitó virtualmente a dos puntos: la reivindicación de que su única acción había sido firmar una carta a Roosevelt, y su declaración de que había apoyado el memorándum "Frank", pidiendo que no se usara la bomba sobre Japón sin una advertencia. En lugar de mirar al pasado se ocupó del futuro. Hacia finales de Agosto de 1945, le había escrito una carta alabadora a Raymond Gram Swing, de la Compañía Americana de Radiodifusión. Esto provocó una reunión entre ambos. El resultado fue la declaración más importante de Einstein sobre temas nucleares, "Guerra Atómica o Paz, por Albert Einstein dicho a Raymond Swing." Aunque la fórmula "dicho a" está a menudo abierta a suspicacias, no hay ninguna razón para dudar de su exactitud; el punto de vista de Einstein descrito por Swing fue el que mantuvo durante el resto de su vida. Este es extremadamente revelador del paralelismo entre su actitud hacia las Naciones Unidas y la que había tenido hacia la Liga de

Naciones veinte años antes. Lo tenía bastante claro. "No creo que se deba dar el secreto de la bomba a la Unión Soviética. ... El secreto de la bomba debería ser entregado a un gobierno mundial, y los Estados Unidos deberían anunciar inmediatamente su buena voluntad para hacer esto. Tal gobierno mundial debería ser establecido por los Estados Unidos, la Unión Soviética, y Gran Bretaña, las únicas tres potencias que poseen una gran fuerza militar." Todo lo que pase a continuación debe partir de esto: la invitación a los rusos para estar presentes en el primer proyecto de un gobierno mundial, "dado que los Estados Unidos y Gran Bretaña tienen el secreto de la bomba atómica y la Unión Soviética no"; y el poder del gobierno mundial de "interferir en países donde una minoría oprime a la mayoría, que es el tipo de inestabilidad que lleva a la guerra." Einstein admitió en el mismo artículo que la actual ventaja de los Estados Unidos y Gran Bretaña no era tal ventaja, ya que "no mantendremos el secreto de la bomba durante mucho tiempo." Y admitió que las condiciones en España y en Argentina "se deben de tratar desde la intervención en determinadas circunstancias como medio para el mantenimiento de la paz." Cada uno de estos dos requisitos constituyen el eje principal de su argumentación. Si Rusia consiguiera pronto "el secreto," no habría ningún incentivo para que entregara su soberanía tan duramente ganada a un gobierno mundial, sobre cuyos otros dos miembros tenía razones para desconfiar. Y "tratar con" España, o con Argentina, significaría una guerra agresiva en la que habría que dar un apoyo pequeño a cualquier gobierno mundial. Ahora, como en otras ocasiones, Einstein les dio un arma a sus enemigos. Poco antes de la publicación del artículo "Atlantic Monthly", el diputado John Rankin, un político ultraconservador de Mississippi, había atacado fuertemente a Einstein en el Congreso de los Diputados, por supuestamente apoyar a una organización anti-Franco. "Este agitador nacido en el extranjero nos está involucrando en otra guerra europea para extender el comunismo por todo el mundo," declaró "...es hora de que el pueblo americano se enfrente a Einstein." El ataque de histeria no tenía sentido, ya que Einstein había hecho un gran esfuerzo para evitar que se utilizara su nombre. Unas semanas más tarde, Rankin podría más razonablemente haber preguntado cómo España podría ser "tratada" sin una guerra. De todas formas, esto era de menor importancia comparado con la presunción de Einstein de que Rusia cooperaría en la creación de un gobierno mundial. En los años previos a la guerra había condenado a una Rusia que negaba las libertades que se conceden en una democracia. Pero ahora la historia había cambiado; ahora las acciones del heroico ejército Rojo, sin las que incluso el poder de América podría haber sido sobrepasado en la lucha contra las naciones del Eje, le impedía ver los hechos de la vida política. Rusia había sido "el partidario más fiel de la Liga de Naciones." Pidió que los Estados Unidos, en el asunto del control supranacional de energía atómica, "hagan sólo una proposición condicional, y ésta en términos que la Unión Soviética no pueda negarse a aceptar." Y cuando la deserción de Igor Gouzenko puso al desnudo el alcance del

espionaje ruso en América del Norte se quejó, casi con un aire de sorpresa, de que esto parecía haber afectado negativamente a las relaciones entre los Estados Unidos y Rusia. Sin embargo criticó a la Unión Soviética y deploró su rechazo de la libertad científica y académica. Pero en sus reacciones a los graves problemas nucleares de los años inmediatos de postguerra, no estaba dispuesto a enfrentarse a la desagradable verdad: que Rusia, lejos de ser dócil a unirse a cualquier organización supranacional que genuinamente manejase el poder nuclear, estaba determinada a ir sola y a conseguir la bomba. No todo los físicos estaban tan lejos de la vida real. Szilard había demostrado en su carta de Marzo de 1945 a Roosevelt que tenía un conocimiento intenso de la realidad; Bohr incluso, el epítome del idealista con su cabeza en las nubes, se había visto obligado por las circunstancias a contactar con la dura realidad de lo qué podía, y no podía, ser logrado en el mundo de postguerra. Y el amigo de Einstein, Bertrand Russell también tuvo la visión que a él le faltaba. "No tengo ninguna esperanza de racionalidad en el gobierno soviético," le escribió Russell el 19 de Noviembre de 1947, después de que Einstein sugiriera modificaciones a una declaración sobre armas nucleares que Russell estaba preparando. Pienso que la única esperanza de paz (y escasa) radica en asustar a Rusia. Favorecía la política de apaciguamiento antes de 1939, equivocadamente, pienso ahora; No quiero repetir la misma equivocación. En general, pienso que es inútil cualquier intento de conciliación con Rusia. La esperanza de alcanzar cualquier cosa por este método me parece "fantasiosa." Viene a mi recuerdo el gobierno soviético cuando fui a Rusia en 1920; todo lo que ha ocurrido me hace sentir que tenía razón. La actitud de Einstein fue muy diferente. Esta diferencia se reveló mediante una entrevista que concedió el verano de 1946 a Norman Thomas, el líder de los socialistas veteranos. Einstein personalmente aceptó que se grabara la entrevista, en la que en una discusión sobre una fuerza de seguridad internacional él "sugirió que podría estar bien tener rusos al servicio de la organización del mundo en América, y a americanos en Rusia." Hizo una analogía sobre "la manera en la que el viejo imperio Austro-húngaro constaba de tropas de diferentes nacionalidades." Es difícil saber si hacer pública la idea sobre el gobierno mundial habría hecho más daño en los Estados Unidos o en la Unión Soviética. La confianza implícita de Einstein en que los rusos cooperarían es doblemente sorprendente dado que hacía poco él había tenido una muestra de lo contrario. Había estado de acuerdo, junto con otros científicos intelectuales, en contribuir a "Un Mundo o Ninguno", un libro diseñado para informar al público americano de la nueva situación creada por la bomba, y un mensaje pidiendo a científicos rusos que hicieran lo mismo se envió en su nombre al Presidente de la Academia de Ciencias de Moscú. Después de considerables retrasos y al parecer muchas cabilaciones, la solicitud fue rechazada. El Presidente Vavilov contestó en nombre de los que se les había preguntado, resaltando que "a causa de dificultades técnicas han sido privados de

la posibilidad de expresar su opinión concreta con respecto a los hechos propuestos para su publicación." Cualquier duda acerca de la actitud rusa desapareció en Noviembre de 1947, después de que Einstein hubiera escrito una "Carta Abierta a la Asamblea General de las Naciones Unidas" para un Mundo de las Naciones Unidas. Pedía un fortalecimiento de las Naciones Unidas, criticaba el veto con que los rusos entorpecían el funcionamiento, e hizo una súplica más amplia por el gobierno mundial. La reacción rusa se produjo al mes siguiente, en una Carta Abierta a los "Conceptos equivocados del Dr. Einstein...," firmada por cuatro importantes científicos rusos, incluyendo a Vavilov y A. F. Joffé, el viejo amigo de Einstein de los días de Berlín. Contenía una excesiva alabanza hacia Einstein, seguida por una recapitulación de la lucha de Rusia contra la intervención Aliada después de la Primera Guerra Mundial, y de su lucha contra Alemania en la Segunda. "Y ahora," continuaba la carta, "los que proponen un 'super-estado mundial' nos piden que voluntariamente rindamos esta independencia por la causa de un 'gobierno mundial' que no es otra cosa más que un vistoso anuncio de la supremacía mundial de los monopolios capitalistas." La respuesta, considerada incluso por Einstein como un "declaración semioficial" podría haber sido suficiente para hacer callar a la mayoría de los hombres dado su argumento. Pero Einstein persistió. Pero es significante que cuando en Abril de 1948, el Comité de Emergencia de los Científicos Atómicos apoyó la idea de un gobierno mundial en una declaración de política fundamental, destacó que "no se puede alcanzar esto de la noche a la mañana." Einstein había argumentado que algo casi inmediato era esencial. El Comité de Emergencia, la más prestigiosa de las organizaciones de postguerra que intentaron guiar al público en la era nuclear, era uno de las actividades sobre las que Einstein al principio parecía haber ejercido una influencia considerable. Había sido un miembro inicial del Comité Nacional de Información Atómica, formó parte de más de cincuenta organizaciones educativas, religiosas y cívicas. En 1946 asumió el trabajo de satisfacer la siempre creciente demanda de información sobre las implicaciones reales de la bomba. Pronto estuvo claro que ésta era una tarea profesional que exigía una organización nueva encabezada por un nombre prestigioso para darle una reputación moral y científica. Harold Oram, un recaudador de fondos de New York, creyó que se podrían reunir 20.000 dólares al mes, y pronto fue a Princeton a visitar a Einstein. "Lo que pasó después no está completamente claro," dice Alice Kimball Smith en su detallado análisis del movimiento de científicos de América, "Un Peligro y una Esperanza." "Quizás Oram y Einstein juntos propusieron un 'comité de emergencia,' aunque un observador sospecha que la vaguedad de las propuestas originales dejaron a Einstein en una situación delicada, de donde Szilard, Urey, y otros le sacaron." Cualquiera que fuesen los detalles, el resultado fue el Comité de Emergencia de Científicos Atómicos, con Einstein como presidente y director de los consejeros, Harold Urey como vice-presidente, y a Szilard, Weisskopf, Linus Pauling, y Hans Bethe entre los otros consejeros.

Con su cuartel general en Princeton y oficinas en Chicago y la Avenida Madison, últimamente honrada con el busto de Einstein hecho por Epstein, el comité empezó a funcionar. El 23 de Mayo de 1946, una solicitud salió con la firma de Einstein para gastar 200.000 dólares en "una campaña a nivel nacional para informar al pueblo americano de que un nuevo tipo de pensamiento es esencial si la humanidad quiere sobrevivir y moverse hacia un nivel más alto," y antes de quince días grabó una solicitud similar para los noticiarios. Más tarde, en Junio, se hizo público su punto de vista en una larga entrevista con Michael Amrine publicada en el New York Times. Enfatizó la necesidad de "una gran reacción en cadena de conocimiento y comunicación," y puntualizó que el "mantener la amenaza del poder del ejército" es "apegarse a métodos viejos en un mundo que está cambiando para siempre." Poco después vino la incorporación formal en el estado de New Jersey del Comité de Emergencia, seguido por una conferencia en Princeton en Noviembre; y, a comienzos de 1947, otra solicitud con el nombre de Einstein, esta vez por un millón de dólares, para posibilitar a los consejeros para "llevar a nuestros ciudadanos una comprensión de los características básicas de la energía atómica y su implicaciones para la sociedad." Pero la solicitud también decía que "esta energía básica del universo no encaja con el concepto pasado de moda de nacionalismos estrechos." Si era verdad o no, esto se añadió inmediatamente a los discursos políticos para solicitar fondos educativos, y produjo una reacción crítica de los que no creyeron que se lograría una paz más segura mediante un gobierno mundial. No todas las protestas vinieron de gente con poca cultura . Así el Dr. Charles G. Abbot del Instituto Smithsoniano escribió a Einstein diciendo: Una vida larga me ha convencido de que palabras de promesas o tratados, la opinión pública, y asociaciones, son del todo impotentes para evitar a lideres poco escrupulosos y medidas agresivas. En cuanto al gobierno mundial, considero esa idea como una quimera que ha perdurado durante siglos. Además hay un país, que ahora y durante muchos años ha estado en guerra con nosotros mediante métodos de espionaje. Reconozco totalmente las verdad de sus dos proposiciones (a) ningún secreto (b) ninguna defensa (esencialmente), siento que nuestra única oportunidad radica en el dicho famoso de T. Roosevelt "Camina tranquilo pero con el palo en alto." Esto tiene poder psicológico.

En otra carta que le escribieron, se argumentaba que los rusos "continuarían disputando y negándose a someterse a cualquier tipo de desarme, e insistirían en demandas imposibles para Occidente sólo para ganar tiempo para perfeccionar sus armas propias," afirmaba que el momento de presionar para conseguir un mundo verdaderamente libre hubiera sido cuando los rusos estaban luchando duramente por ello en Estalingrado. A pesar de las críticas, que constituían la tendencia global del Comité de Emergencia, difíciles de evitar, sobre la

mezcla de la educación nuclear con implicaciones políticas, el trabajo continuó con éxito hasta que al final de la guerra se hizo innecesario. El comité dio un amplio apoyo al trabajo educativo y mantuvo al Boletín de los Científicos Atómicos a flote durante un período financiero tormentoso. En Noviembre de 1947, como su presidente, Einstein recibió el premio anual de la Asociación de la Prensa Extranjera "en reconocimiento a sus valiosos esfuerzos por hacer que las naciones del mundo comprendan la necesidad de prohibir la utilización de la energía atómica en la guerra y de desarrollarla como un instrumento de paz." Escribió, habló, hizo entrevistas, y utilizó sus escasas reservas de salud y energía hasta más allá de lo que era su deber. Sus declaraciones, siempre bien intencionadas y a veces sumamente perceptivas, aunque inevitablemente repetitivas y usualmente inútiles, están bien descritas en "Einstein on Peace". Estaba bastante claro por los informes del Comité, así como por el detallado análisis del movimiento de científicos de América hecho por Alice Kimball Smith, que los efectos de lo qué Einstein dijo e hizo durante este período fueron sumamente limitados. Weisskopf, un miembro del comité, lo expresa así: "No recuerdo que Einstein tuviera ninguna influencia en nuestras discusiones. Muy raramente tomaba parte en ellas. Su única ayuda fue la influencia de su nombre. No estuvo muy informado sobre los detalles de los problemas y trató de permanecer lejos de cualquier discusión sobre la toma de decisiones." A medida que la fabricación del la bomba de hidrógeno en los Estados Unidos avanzaba, Einstein combinó su honestidad con su sentido común para limitar su efectividad. Por supuesto esto iba contra él. Pero cuando se le pidió usar su influencia para retrasar la decisión contestó que tal idea "me parece bastante impracticable. "Mientras que el armamento competitivo prevalezca, no será posible detener el proceso en un país." Mientras que con un control inmediato de postguerra de las bombas atómicas, él lo veía en términos de todo o nada ; y sería muy difícil disuadir a las autoridades ahora que se habían animado a llevar a cabo el trabajo "con gran rapidez y a una escala más grande" en la primavera de 1940. Aparte de la obsesión que rondaba en su cabeza de volver al trabajo científico para siempre, tan dominante ahora como lo había estado cuando en una carta a Weizmann había limitado la ayuda que podría dar al Sionismo (se trató anteriormente), el papel personal de Einstein fue circunscrito por dos otro factores. Uno era su ignorancia de la maquinaria científico-militar que se había construido cuando el Proyecto Manhattan fue desarrollado a partir de 1942. Szilard, Weisskopf y Bethe, así como Compton y muchos otros, supieron cómo funcionaba la maquinaria. Einstein apenas sabía cuales eran su partes. Esta ignorancia estaba compuesta por su instintiva repugnancia a mezclarse con los hombres que mandaban. Como J. Robert Oppenheimer dijo una vez, "no tenía esa conversación tan conveniente y natural con estadistas y hombres de poder, que fue bastante apropiada para Rutherford y Bohr, quizás los dos físicos de este siglo que más rivalizaron con él en eminencia." La fortaleza de Einstein radicaba menos en el discurso diplomático y en el compromiso que en su audaz gesto

imaginativo fuera de lo normal. Así es doblemente irritante que hubiera perdido por un muy poco una gran oportunidad de haber producido un gran impacto en el debate nuclear de postguerra. La oportunidad fue presentada por Weizmann, quien en Diciembre de 1945, concibió una idea ambiciosa para llevar a Einstein a lo que todavía era Palestina. Él planeó utilizar a Alexander Sachs, quien había sido llevado por Szilard seis años antes, y si fue probablemente una mala táctica para recordar a Einstein la parte que el había jugado en el avance de las armas nuclerares, este es el único defecto en el plan perfilado en el "Borrador de Carta Sugerida al Profesor Einstein" de Weizmann". "Reflejando el ímpetu que se dió en 1939 a una iniciativa que se desarrolló en unos pocos años y que de otra manera pudiera haber necesitado una generación para llevarse a cabo", dijo, "le he pedido a nuestro buen amigo Alex que una vez más juegue el papel de intermediario y que te transmita alguna de mis consideraciones relativas a un inestimable servicio que espero fervientemente te encuentres en condiciones de prestar al Yishur (asentamiento general) en Palestina y al progreso de la ciencia." El servicio consistía en una visita al país en la primavera de 1946, y Weizmann intentó rápidamente resolver las inevitables dificultades. Tal visita se puede organizar teniendo en cuenta los requisitos de tu médico personal para asegurar que el viaje es directo desde aquí a Haifa, sin ninguna escala, en las condiciones más confortables disponible para ti, tu médico y otros ayudantes, y no sólo para el viaje sino también para la estancia en Palestina. Deberíamos consultar y guíarnos por lo que tu médico recomiende. Ciertamente, un estancia de un mes a seis semanas en Palestina, desde mediados de Abril a finales de Mayo, podría ser beneficiosa para tu salud, como podría ciertamente tonificar el cuerpo y el espíritu del Judaísmo. De todas formas, esto no era todo. Esa primavera se colocaría la primera piedra de un nuevo Instituto de Ciencia. "En relación con la inauguración de este instituto," siguió Weizmann, se me había ocurrido que un número selecto de esos que han contribuido esencialmente al desarrollo de la investigación atómica y a su aplicación, podrían ser invitados para la ocasión, conjuntamente por la Universidad Hebrea y el Instituto, y contribuir en un simpósium sobre la importancia de esa investigación para el progreso humano y la paz. Se puede seleccionar ese grupo, con tu ayuda, como representante del orden ecuménico de la ciencia, en lugar de sólo las naciones involucradas en la producción de la bomba atómica. Se puede así extender desde Palestina no solamenteuna síntesis del punto de vista científico actual, sino un mensaje "por el bienestar de las naciones y la humanidad." Éste fue el gran esquema que Weizmann concibió. Finalmente escribió el 28 de Diciembre, y poco después la carta estaba en las manos de Sachs. Sachs se dirigió a Princeton, llevándola él mismo, y allí dio un corto paseo con Einstein. Durante el paseo discutieron la propuesta, y a su vuelta a la calle Mercer Einstein dijo que consideraría el realizar el viaje si Sachs iba también. "Pero entonces," dijo Sachs, "experimentó algún arrepentimiento, que se reflejó en su cara y lo llevó a decir: 'Pero mi delicada salud no me lo permite'. La carta me fue devuelta." Pero la invitación rechazada contenía sólo la primero mitad de la idea inicial

de Weizmann, la visita a Palestina. No se hacía ninguna mención sobre la investigación atómica, un simpósium sobre la importancia de la investigación nuclear por el progreso humano y la paz, o un mensaje "para el bienestar de las naciones y la humanidad." Lo qué Einstein rechazó era la idea de una simple visita, pensando sin duda en "el lío y el alboroto y los sacrificios derivados", sobre la que había hablado con Schrödinger en 1934. Si habría rechazado la solicitud más significativa es otra tema. La influencia de Einstein en el desarrollo de las actitudes de postguerra nucleares fue a primera vista mucho menor de lo que la mitología sugiere. Sus ideas sobre el gobierno mundial, en las cuales él apoyaba la solución al dilema nuclear, eran consideradas descabelladas por aquellos con experiencia en las relaciones internacionales cotidianas, mientras que esos que las apoyaron raramente se daban cuenta que se apoyaban en la fuerza tanto como en las políticas del Pentágono o del Kremlin. Los obstáculos al proyecto de ley May-Johnson, el cual hubiera puesto la energía nuclear en manos de los militares, lo cual Einstein desaprobaba, fue principalmente obra de los hombres del Proyecto Manhattan, estimulados por Szilard. Es difícil señalar algún acto del gobierno o algún cambio en la opinión publica, y declarar sin vacilar "sin Einstein las cosas hubieran sido distintas" Todavía Einstein era, para la mayoría, la única figura indisolublemente vinculada a la bomba, el hombre que sinceramente lamentaba la forma en que se había usado. Su nombre todavía llamaba la atención. Incluso sin el halo resplandeciente de cabello que hacía las delicias de los fotógrafos, tenía algo de gurú. La gente corriente le escuchaba. Así, en diversos grados, le escuchaban las personas que estuvieron en primera línea de la batalla de postguerra para controlar la energía nuclear. No fue una batalla popular sino una en la que sus adversarios, con diferentes niveles de justificación, se armaban de patriotismo, sentido común, y de la voluntad del pueblo. Era reconfortante que pudieran contar con el apoyo moral de un hombre como Einstein; por confusas que pudieran ser sus propuestas de acción, él era un hombre a quien la mayoría de la gente pensaba que, y normalmente con buenos motivos, percibía lo correcto a partir de lo que estaba equivocado con una extraordinaria intuición. Por lo tanto no sería correcto desestimar la influencia no patente que Einstein hubiera tenido sobre otros: aunque no consiguió ninguna gran victoria, su mera presencia añadió al músculo moral de los que pedían que los temas de la armas nucleares se debe argumentar con la razón más que con la emoción. Así hay dos puntos de vista perfectamente defendibles de la influencia de Einstein sobre el pensamiento nuclear durante la década de postguerra. Hizo más de lo que dicen sus adversarios aun cuando hizo menos de lo que sus seguidores a veces imaginaron. La preocupación de Einstein con el debate nuclear lógicamente lo llevó a otras dos discusiones las cuales se extendieron por toda América cuando los científicos se encontraron a si mismos inesperadamente en el camino del poder mientras que la nación empezó a discutir acerca de la situación nueva que se había creado. Una trataba de las responsabilidades sociales de la ciencia y los científicos; y la otra de las libertades civiles y académicas, un asunto que

creció en importancia mientras que los pros y los contras del rearme nuclear se mezclaban con las políticas nacional e internacional. En cuanto a lo que se refiere a la ciencia, la naturaleza del trabajo de Einstein desde sus comienzos siempre tendía a alejarlo de las maneras en que se podía aprovechar la ciencia, para lo bueno o para lo malo. Para él la ciencia era una investigación de las leyes de naturaleza. Ciertamente su viejo amigo Haber aprovechó estas leyes con el fin de utilizar el gas en la guerra, ¿pero era solamente una aberración temporal?. Seguramente el "pequeño grupo de eruditos e intelectuales" que había descrito a Ehrenfest en 1915 formando "la única 'referencia' que es digna de una preocupación seria por gente como nosotros," ¿era un grupo que debe de estar por encima de la batalla? Esta actitud había empezado a cambiar en los años que siguieron a la Primera Guerra Mundial. El movimiento se aceleró por la llegada de los Nazis, y cuando incluso su buen amigo von Laue le dijo en 1933 "que el científico debe guardar silencio en asuntos políticos, es decir, en los asuntos humanos en el sentido más amplio de la palabra," se había visto forzado a contestar que no compartía ese punto de vista. La evolución continuó. Con relación a los científicos como un grupo casi apartado del resto del mundo, empezó a considerarlos primero que tenían responsabilidades y derechos al mismo nivel que el resto de los hombres, y finalmente como un grupo cuyo posición excepcional demandaba el ejercicio de responsabilidades excepcionales. "Mediante una experiencia penosa," escribió un mensaje al Congreso Mundial de Intelectuales que se celebró en Wroclaw (Breslau) en 1948, Hemos aprendido que los pensamientos racionales no bastan para resolver los problemas de nuestra vida social... Nosotros los científicos, cuyo destino trágico que ha sido el ayudar a elaborar los métodos de aniquilación más horribles y eficaces, debemos considerar nuestro solemne y trascendente deber hacer todo lo que esté en nuestras manos para prevenir que estas armas no sean usadas para el propósito brutal para el que fueron inventadas. ¿Qué tarea podría ser posiblemente más importante para nosotros? ¿Qué propósito social podría estar más cerca de nuestros corazones? (el amigo de Einstein, Otto Nathan, llevó el mensaje al Congreso. El tono de la reunión era antiamericano y se le pidió a Nathan que eliminara varios pasajes del mensaje de Einstein, fundamentalmente los que trataban la necesidad de una organización supranacional. Se negó. Por lo tanto los organizadores leyeron como "el mensaje de Einstein" una carta totalmente diferente a la que él había escrito previamente al Comité Organizador Francopolaco.] "La bomba" era el corazón del problema. Pero Einstein sabía muy bien que la posición del científico en la sociedad se había alterado radicalmente por otro desarrollos y que en muchos otros campos distintos a la física nuclear, nuevas líneas de acción tenía que ser trazadas. Aquí su punto de vista era realista en vez de ingenuo. Lo mismo que él veía la ciencia y religión como complementarias una de la otra, uno buscaba el "qué" mientras que la otra buscaba el "por qué" así que él veía la comprensión de la ciencia como una

necesidad para un buen gobierno. Pero él estaba dispuesto a dar al Cesar sólo las cosas que eran del Cesar; y habría experimentado el pequeño impacto de moda del punto de vista de que los científicos deben estar "a mano pero no encima." La propia posición de Einstein era ponerlo de manifiesto en su discurso el la cena de aniversario de Nobel en New York en Diciembre de 1945. "Nosotros los físicos no somos políticos, ni tiene que ser nuestro deseo entrometernos en asuntos políticos," dijo. "de cualquier modo, sabemos algunas cosas que los políticos no saben, y sentimos que es nuestro deber recordar a los que están en posiciones de responsabilidad que la solución fácil no está en la indiferencia; que no queda tiempo para negociaciones menores ni demoras." Sin embargo Einstein no da ningún indicio del lugar que los científicos deben o no deben ocupar fuera de sus propios campos. Einstein era, incluso más obviamente que la mayoría de los seres humanos, un ejemplar único. A su genio se le achacaban atributos no sólo de santo sino también de elefante solitario, y los científicos en el gobierno, a cualquier nivel que operasen o aconsejasen, deberían de estar equilibrados por las calidades más rutinarias. Como Rutherford manifestó, necesitan tener las chispas de una gran mente imaginativa; y como Szilard expuso, pueden tener una peculiaridad rozando la excentricidad. Pero si están para servir sin causar ningún desastre deben de tener algo menos que el fanatismo ferviente de Einstein y deben de consagrar más tiempo que los hombres y mujeres ordinarios. En la libertad académica, en el derecho de las minorías a discrepar, y en lo que él consideró el deber casi sagrado de disentir, la emoción se complementa con el intelecto, durante su vida había sido marcado por una larga serie de acciones de retaguardia en apoyo de causas temporalmente retiradas. En Alemania entre las guerras, su actitud fue resumida por el caso Gumbel, en el que públicamente apoyó al profesor pacifista del departamento de filosofía de la Universidad Heidelberg, y fue perseguido por su postura mediante ataques nacionalistas. En los Estados Unidos después de 1945, retiró su apoyo sin reservas de los que desafiaron el proyecto de ley en aras de la conciencia y, más tarde, a esos que se negaron a incriminarse antes de la Casa del Comité de Actividades Anti-americanas. Pero los editores de "Einstein on Peace" han enfatizado que "Einstein, que apasionadamente defendió la libertad intelectual y moral del individuo, frecuentemente enfatizó con igual convicción las obligaciones que un individuo realmente libre debe asumir hacia la comunidad de la que forma parte". La larga lista de casos y cartas que ellos citan es muy amplia. Einstein tiene tanto cuidado en ser justo, para mantener el equilibrio entre el interés individual y público, como lo había sido casi cuarenta años antes cuando ayudó a redactar el "Manifiesto a los europeos." No fue hasta 1953 en que se llegó al límite. El caso fue el de Guillermo Frauenglass, un maestro de Brooklyn que llamó para ponerlo en evidencia ante los comités del congreso que investigaban las creencias políticas y las asociaciones. Frauenglass contactó con Einstein y Einstein le contestó con una carta que decía "no necesita ser considerada 'confidencial'". Se publicó en el New York Times el 12 de Junio y se destacó en tres párrafos centrales. "El problema con el que se enfrentan los intelectuales de

este país es muy serio," empezaba. Políticos reaccionarios han trabajado para inculcar sospechas en el público sobre todos los esfuerzos intelectuales, para que aparezcan como un peligro ante sus ojos. Han tenido éxito hasta ahora, proceden ahora a suprimir la libertad de enseñanza y privar de sus posiciones a todos los que no se muestran sumisos, esto es, a mantenerlos al margen. ¿Qué debería hacer la minoría de intelectuales contra este mal? Francamente, la única manera que veo es la revolucionaria no cooperación en el sentido de Gandhi. Cada intelectual que sea llamado ante los comités se debe negar a testificar, es decir, se debe preparar para la cárcel y la ruina económica, para abreviar, para el sacrificio de su bienestar personal en interés del bienestar cultural de su país. De cualquier modo, esta negativa a testificar no se debe basar en el subterfugio conocido de invocar la Quinta Enmienda contra la posible auto-incriminación, sino en la aserción de que es vergonzoso que un ciudadano inocente se tenga que someter a tal inquisición y que este tipo de inquisición viola el espíritu de la Constitución. La solicitud de que es equivocado el obedecer la ley cuando es mala le recordó a Einstein la prevista patata caliente. El New York Times dijó en un editorial que "el emplear las fuerzas no natural e ilegales de desobediencia civil, como el profesor Einstein aconseja, es en este caso atacar un mal con otro." Hubo una gran cantidad de artículos en ese mismo sentido, mientras que en los círculos académicos el apoyo a Einstein fue menor de lo que él hubiera esperado. "Si hay un número suficiente de personas preparadas para tomar este serio camino," había concluido después de aconsejar una negativa a testificar, "tendrán éxito. Si no, entonces los intelectuales de este país no merecen nada mejor que la esclavitud a la que están destinados." Él siguió siendo infeliz y en Noviembre de 1954, comentando la situación de los científicos en América en un artículo en "The Reporter" hizo una de sus más comentadas declaraciones: "Si fuera joven de nuevo y tuviera que decidir cómo desarrollar mi vida, no trataría de llegar a ser un científico o un estudioso o un maestro. Preferiría ser plomero o un vendedor ambulante con la esperanza de hallar ese grado modesto de independencia que todavía está disponible bajo las circunstancias actuales". Esto le acarreó un reproche por estar tan dispuesto a abandonar el barco de los científicos. Contestó en una carta que tan sólo se publicó después de su muerte. "Quiero sugerir," dijo, Que las prácticas de esos ignorantes que usan sus posiciones públicas de poder para ejercer una tiranía sobre los intelectuales profesionales no deben ser aceptadas por los intelectuales sin resistencia. Spinoza siguió esta regla cuando rechazó un puesto de profesor en Heidelberg y (a diferencia de Hegel) decidió recuperar su vida de una manera que no se viese forzado a hipotecar su libertad. La única defensa que tiene una minoría es la resistencia pasiva.

No estaba realmente muy claro cual era la posición de los intelectuales y a principios de año había ocurrido un incidente cuya importancia no fue apreciada en ese momento. El 13 de Marzo de 1954, unos 200 educadores, clérigos, y autores se reunieron en Princeton para una conferencia sobre "El Significado de la Libertad Académica," convocada por el Comité de Emergencia de Libertades Civiles a propósito del setenta y cinco cumpleaños de Einstein. Contestó, por escrito, varias preguntas que se le habían hecho. Pero no asistió a la conferencia, celebrada en el "Nassau Inn" tan sólo a unos cientos de yardas de la Calle Mercer. Norman Thomas, el veterano líder socialista, ha dado una pista sobre el motivo. Thomas había intervenido en las celebraciones, él ha escrito, a petición del Comité Americano por la Libertad Cultural y del Comité Judío Americano, y con la aprobación de J. Robert Oppenheimer, Director del Instituto para el Estudio Avanzado. En esa coyuntura en los asuntos americanos, ha dicho, había una preocupación de que se explotara el nombre del Dr. Einstein, no por la defensa de las libertades civiles sino para la exaltación de un comité, algunos de cuyos miembros y portavoces declararon que habían sido apologistas del comunismo. Casi al final Einstein apareció como objeto de manipulación y contra manipulación. Así en el problema central de la bomba, que había transformado el mundo aunque el mundo era renuente a admitirlo, en las responsabilidades de la ciencia y la libertad académica para discutir qué se debería hacer, su actitud era pronosticable y nítida. Como la conciencia del mundo él podía ser ingenuo pero era moralmente invulnerable. Pero Einstein era también el alemán que había vuelto de su país dos veces, el Judío alemán que se había horrorizado de la manera en que los alemanes habían tratado a los Judíos. Era esto lo que había marcado lo que realmente él sentía por la raza humana. Y por esto, como le había escrito en otro contexto treinta años antes a Ehrenfest, "el impulso era más fuerte que el juicio." Aquí Einstein, como se refleja en la dicotomía que tan a menudo marcó su vida, consiguió casar lo blanco con lo negro. Su primer impulso, condicionado por el Gimnasio Luitpold, si no enteramente gobernado por él, y ciertamente recordado con desventajas con el paso de los años, había sido detestar a los Prusianos y al espíritu Prusiano, una actitud que durante la Primera Guerra Mundial había sustituido "Alemán" por "Prusiano." Una transformación había sido llevada a cabo por Weimar y reforzada por los sucesos del año siguiente a la finalización de la guerra, para que en Septiembre de 1919, escribiera que era a priori increíble que se deben marcar con hierro a los habitantes de un gran país como moralmente inferiores." Pronto subordinaría su impulso inicial de un juicio imprudente, enfatizando lo malo que era clasificar a los hombres por los lugares en que habían nacido. Y durante los años 20, evitó a Solvay porque los alemanes fueron excluidos por el hecho de ser alemanes, feliz por ser agasajado en Berlín como el embajador extraoficial de la república, llegado de América y Gran Bretaña, pensando inocentemente que lo pasado, pasado está, Einstein se convirtió en un símbolo del hombre internacional para quien la condena de una nación como nación era una equivocación tanto como un delito.

La llegada de Hitler lo puso en evidencia de nuevo. Con el fervor de todo lo que había pasado se transformó, Einstein una vez más empezó a ver el problema en la forma de todo o nada. "Los alemanes," dijo a una visita que buscaba su punto de vista en 1935, "son crueles. No hay personas en el mundo que se deleiten tanto en la crueldad como ellos lo hacen. Creía que conocía a los alemanes, pero durante los dos últimos años he aprendido a conocer mejor la crueldad de la que son capaces." Después de que Hitler recuperara Renania, escribió que "los alemanes creen en una tradición no escrita de que la buena fe y el cumplimiento de los acuerdos sólo se debe practicar entre ellos, pero no se aplica a los extranjeros y a países extranjeros." Y, olvidando sus propias reacciones hacia Weimar, señaló de Alemania que "La nación ha tenido un declive mental y moral desde 1870." El comienzo de la guerra confirmó su sentimiento. "Detrás del partido Nazi," dijo, "está el pueblo alemán, que eligió a Hitler después de que en su libro y en sus discursos declarara sus claras y vergonzosas intenciones, más allá de cualquier posibilidad de malentendido." Y preguntado sobre las medidas educativas que se debían llevar a cabo en Alemania después de la guerra, tuvo una sencilla contestación: Se puede matar u obligar a los alemanes, pero no pueden ser reeducados hacia una manera democrática de pensamiento y acción dentro de un períodos previsibles de tiempo." Esto era incomprensible, incluso irracional. En tiempos de guerra severamente austero, y los horrores de los campos de concentración revelados tras la derrota de Alemania no le hicieron disminuir. Todavía si el catálogo de guerra y recriminación no continuara para siempre, generación tras generación, alguien tenía que alargar una mano por la separación que parecía separar los dos tipos diferentes de seres humanos y descubrir qué era realidad y qué espejismo. Dos décadas antes a Einstein no había considerado la"reconciliación" como una palabra sucia. Todavía ahora, con la paz, su negra abominación de todas las cosas alemanas le reafirmaban a si mismo. No era sólo el rearme de Alemania como una providencial arma suministrada contra la Rusia que detestaba. Eso bastaba para pegar en los gaznates de muchos hombres decentes. La abominación de Einstein era más profunda, era más irracional, ignoraba el perdón de los judíos y alemanes que habían sufrido bastante más que él. En el fondo, quizás no podría perdonar nunca el hecho que él que había nacido alemán. El resultado parece hoy como una grieta profunda en su humanidad. Pensó que era esencial evitar que los alemanes obtuvieran gran poder político y señaló que "no se puede lograr esto si se permitía una vez mas que los alemanes poseyeran y explotaran sus recursos de materiales primas sin control exterior." Y el Einstein que se había resignado al comité de la Liga cuando los franceses marcharon sobre el Ruhr ahora escribió: "Si el Ruhr se deja a los alemanes los terribles sacrificios del mundo de habla inglesa habrá sido en vano." Einstein, junto a Morgenthau, habría sido feliz de ver al Reich transformado de una nación industrial en un país agrícola, y su viejo amigo James Franck, suplicante por una relajación de las restricciones de postguerra en Alemania, recibió una respuesta ambigua: "Estoy firmemente convencido de que es completamente indispensable

prevenir la restauración de poder industrial alemán durante muchos años," había dicho. "... Yo firmemente tengo objeciones a cualquier intento de los judíos a volver a despertar el tipo de blandas emociones sentimentales que permitieron a Alemania preparar una guerra de agresión sin ninguna interferencia por parte del resto del mundo, esto mucho antes de que los Nazis llegaran al poder. Si esa solicitud se propaga, no dejaré de hacer cualquier cosa que este en mi mano para oponerme." Y la más ligera insinuación que Churchill, no muy suave con los alemanes, les permitiría volver a su respetabilidad anterior trajo un comentario brusco en una carta a Janos Plesch. "No puedes ver a partir de esto que Churchill será apartado hasta la próxima calamidad nacional," escribió. "Por otra parte su actividad causará uno innecesariamente." Su actitud hacia Alemania a nivel personal era incluso más reveladora que su punto de vista sobre la posición que el país debería ocupar en el mundo después de la guerra. Su tono era fijo en su contestación inflexible a Arnold Sommerfeld, quien en Octubre de 1946, lo invitó a reunirse con él en la Academia Bávara. Fue una gran alegría para mí cuando recibí su carta después de todo estos años de oscuridad," contestó Einstein. "Ninguno de nosotros habría soñado con todo el horror por el que hemos pasado," continuó, "Los alemanes mataron a mis hermanos judíos; No tendré nada más que hacer con ellos, ni incluso con un academia relativamente indemne. Me siento diferente acerca de las pocas personas que, hasta donde les fue posible, permanecieron firmes contra el nazismo. Soy feliz de saber que tu estabas entre ellos." Otros fueron presumiblemente von Laue y Planck, así como Hahn y Heisenberg, ahora presidente y director respectivamente del Instituto Max Planck con el que las autoridades de ocupación Aliadas han reemplazado el Instituto Kaiser Wilhelm. Otto Hahn se preguntó si Einstein llegaría a ser un miembro extranjero de la nueva organización. Se encontró con un tajante "No." Aunque Hahn era "uno de los pocos hombres que permanecieron decentes," Einstein dijo, "la conducta de los intelectuales alemanes, como grupo, no fue mejor que la del populacho." Rechazó llegar a ser un miembro honorario de una sociedad mucho después que su propio corazón, la Asociación alemana de Gobierno Mundial. Se negó a llegar a ser un ciudadano honorario de Ulm, o del Berlín Oeste. Mostró su resolución en una carta escrita por su secretaria sobre una Oficina oficial del Extranjero alemana. "Como no se resignó desde su oficina cuando Hitler llegó al poder," dijo ella, "el profesor Einstein no tiene ningún interés en él, a pesar de su esposa judía." Y cuando el presidente Heuss le contó sus planes para reformar la Sección de Paz de la antigua orden prusiana "Pour le Mérite," Einstein le dijo: "A causa del genocidio que los alemanes infligieron al pueblo judío, es evidente que un judío que tenga algo de autoestima posiblemente no desearía estar relacionado de ninguna manera con cualquiera institución oficial alemana. La renovación de mi pertenencia a la orden Pour le Mérite está por lo tanto fuera de toda cuestión." Mostró el mismo espíritu rencoroso en una carta a su viejo amigo Born en Septiembre de 1950. "No he cambiado

mi actitud hacia los alemanes que, por el momento, fechas no sólo del período Nazi," continuó. "Todo los seres humanos nacen más o menos de la misma forma. Los alemanes, de cualquier modo, tienen una tradición más peligrosa que cualquiera de las otras naciones llamadas civilizadas. La conducta actual de esas otras naciones hacia los alemanes meramente me prueba cómo los pequeños seres humanos aprenden de sus experiencias más penosas." Y dos años más tarde, cuando Born se jubiló de su puesto en Edimburgo y se trasladó a Bad Pyrmont en el norte de Alemania, se preparó para "regresar a la tierra de los genocidas de nuestros parientes." Born, señala que los Cuáqueros alemanes tenían su cuartel general en Bad Pyrmont, contestó en una carta que contenía dos puntos. "Ellos no son ningunos genocidas," dijo, y "muchos de nuestros amigos allí sufrieron cosa bastante peores bajo los Nazis que tú o yo." Y entonces, sin duda recordando su propia negativa a trabajar en las armas nucleares y la carta de Einstein a Roosevelt, continuó: "Los americanos han demostrado en Dresden, Hiroshima, y Nagasaki que en rapidez pura de exterminio superan incluso a los Nazis." Era quizás un fallo el comparar de igual a igual; y los sentimientos de Einstein, como los de Born, eran los mismo de los distantes años 50. Los recuerdos de las cámaras del gas, de Dresden e Hiroshima, eran muy fuertes. Algunos de los amigos de Einstein, le hicieron una solicitud de moderación en su actitud, pensando que quizá con unos cuantos años cambiaria. Los sucesos posteriores pudieron, posiblemente, ha descorazonado lo qué estaba peligrosamente cerca de una doctrina de Herrenvolk invertida, que apelaba a correr tanto como la historia de los últimos 100 años. En particular Einstein puede haber sido influenciado, irracionalmente pero influenciado no obstante, por el acceso al poder de los Social Demócratas. Se había cerrado el círculo de 1919 y aunque él más tarde escribió que "la constitución democrática de la República de postguerra de Weimar le sentaba al pueblo alemán mas o menos como la ropa del gigante a Pulgarcito," él podía haber admitido también que la Alemania de Brandt podría reformarse, una concesión nunca dada a Adenauer o a Ulbricht. Esto es posible; pero parece improbable. Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial Einstein se negaba a ver Hitler como la víctima propiciatoria de los papeles populares; estaba equivocado no era un loco sino que tal persona podría expresar la voluntad de miles de fanáticos. Lo qué había experimentado en el Gimnasio Luitpold no era la excepción sino la norma. Si pensó seriamente sobre los días tranquilos de Weimar, cuando durante unos años pareció que una Alemania nueva crecería a partir de la vieja, pensó también en el viejo dicho, "Once bitten, twice shy."(Si la primera vez te muerden, la segunda estas alerta). Incluso había experimentado una punzada de duda, incluso había comenzado a ser influenciado por los argumentos de Born, por los dictados de sentido común o por la evidencia del crecimiento de un espíritu de postguerra alemán muy diferente del viejo, podría haber pensado que estaba equivocado y cambiar su postura. Ahora era para demasiados un símbolo de todo lo que los judíos habían sufrido a manos de Alemania; por ahora, para Einstein, la razón habría sido traición.

Tenía esta forma de pensar cuando en el otoño de 1947 se enteró de la muerte de Max Planck, ese servidor del estado cuyo primer hijo había muerto en Verdun y cuyo segundo hijo había sido ejecutado por sus propios compatriotas después del intento de matar a Hitler en 1944. La actitud de Einstein estaba curiosamente en contraste con la Born. El físico que había vuelto a vivir en "la tierra de los genocidas" escribió criticamente de Planck, como un hombre en quien "la tradición prusiana de servicio al estado y la obediencia al gobierno estaban profundamente araigadas... pienso que él confiaba en que la violencia y la opresión amainarían con el tiempo y todo volvería a la normalidad. No vio que estaba en marcha un proceso irreversible." Einstein recordaba de otro forma a Planck. Él no le había escrito, lo que era bastante significativo, desde el fin de la guerra. Ahora el hombre que odiaba el espíritu prusiano le escribió a la viuda del hombre que tipificaba al menos algunos elementos de ese espíritu. "Su marido ha llegado al fin de sus días después de haber hecho grandes cosas y haber sufrido amargamente," escribió. Era un período bello y fructífero en el que viví con él. Su mirada estaba dirigida hacia verdades eternas, todavía jugaba una parte activa en todo lo relativo a la humanidad y al mundo que le rodeaba. Que diferente, y cuanto mejor hubiera sido para la humanidad, si hubiera habido más como él. Pero esto no puede ser; parece que los buenos caracteres en cada época y continente deben permanecer aparte del mundo, incapaces de influir en lo que ocurre. Las horas que pude pasar en su casa, y las muchas conversaciones íntimas que tuve con su estimado marido, quedarán entre mis recuerdos más felices durante el resto de mi vida. Nada puede alterar al hecho que un evento trágico nos ha afectado a ambos. Puede que consuele a sus días de soledad el pensamiento de la felicidad y alegría que tuvo en vida su apreciado marido. Desde este lejano lugar comparto su pesar y le saludo con todo afecto. Cuando hablaba de Planck y del espíritu científico que representaba, era como si los años entre 1913 y 1947 no hubieran existido. Suponiendo que así fuera, era una carta bondadosa. Todavía Einstein, que excluía cualquiera conciliación entre Alemania y el resto del mundo en general, por no hablar entre Alemania y los judíos, esperaba algo similar entre judíos y árabes. Por esta razón había hecho campaña contra la creación de otra nación-estado, expuso su punto de vista claramente en una declaración al Comité de la Labor Nacional por Palestina. "Mi conocimiento de la naturaleza esencial del Judaísmo se resiste la idea de un estado Judío con fronteras, ejército, y algo de poder, aunque sea modesto," dijo. "Estoy asustado del daño interno que el judaísmo sufrirá, especialmente por el desarrollo de un nacionalismo intenso dentro de nuestras propias filas, contra el que ya hemos tenido que luchar fuertemente, incluso sin un estado Judío." Pero en el mundo de postguerra otro grupos étnicos y religiosos trataban de darse la apariencia de independencia política. Ahora estaba seguro que un estado Judío se levantaría de las ruinas del "Mandato". Esto no era todo. Con los británicos intentando restringir

la inmigración durante los últimos meses de su mandato, los extremistas estaban incrementando el control de la ley en sus manos. No era sólo la subida de Hitler la que justificaba el uso de la fuerza; en Palestina la situación rápidamente degeneró en una guerra de guerrilla. Y ahora Einstein decidió olvidar su pacifismo una vez mas. En la primavera de 1948 Lina Kocherthaler, una prima de Einstein en Montevideo, se le acercó con el fin de conseguir fondos para el Haganah, el movimiento de la resistencia judía en Palestina. ¿Les enviaría Einstein una carta que se pudiera vender en una subasta? Einstein no sólo le contestó por correo el 4 de Mayo de 1948, diez días antes del fin del Mandato en Palestina, sino que adjunto una declaración que empezaba: "A mis hermanos judíos en Montevideo" lo que revelaba el carácter de su postura. Si esperamos hasta que las Grandes Potencias y las Naciones Unidas cumplan sus compromisos hacia nosotros entonces nuestro hermanos Palestinos estarán bajo tierra antes de que se logre. Esta gente ha hecho la única cosa posible en las deplorables condiciones actuales del mundo. Han tomado su destino en sus manos propias y luchan por sus derechos. Esto puede tener éxito a la larga, si el resto de los judíos del mundo los ayuda. Nuestros palestinos se muestran en esto tan capaces y resueltos como en el campo económico. Del destino de nuestros palestinos depende, a la larga, el destino de los judíos que quedan en el mundo. Nadie respeta a los que no luchan por sus derechos. Sentiríamos tener que usar métodos que son repulsivos y tontos para nosotros, métodos de los que la raza humana no se ha podido librar todavía. Pero para ayudar a conseguir mejores condiciones en la esfera internacional, debemos fundamentalmente mantener nuestra existencia por todos los medios a nuestra alcance. A la llegada de esta carta se decidió formar en Montevideo un comité de académicos judíos, y celebrar un banquete para que se pudiera subastar la carta. El banquete fue el 17 de Julio; y la mayor parte del dinero, aproximadamente 5.000 dólares, salieron del comprador de la carta de Einstein. Así el pacifista instintivo fue una vez más llevado a admitir que la fuerza era necesaria. Además, las armas que el detestaba servían ahora para crear una naciónestado que él creía que estaba en contra de las necesidades genuinas judías. "En este último periodo del cumplimiento de nuestros sueños había sin embargo una cosa que caía pesadamente sobre mí," dijo en una declaración a la Universidad hebrea en 1949; "el hecho que fuimos obligados por las adversidades de nuestra situación para afirmar nuestros derechos por fuerza de las armas; era la única manera de evitar la aniquilación completa." Este pesar, mezclado con la perplejidad de la yuxtaposición de fines buenos y medios malos, permaneció con él durante el resto de su vida. Con su fracaso de mover la opinión ni un ápice a lo largo del camino del control nuclear mediante un gobierno mundial, y su negativa a ceder en su excesivamente severo acercamiento a Alemania, completa una trilogía. Solamente la ciencia mitigó estas tragedias, un campo en el que por una lado era lo suficiente humilde para

ver su vida como un eslabón de una larga cadena, y por otro estaba bastante seguro de que él había sido esencial. CAPITULO 22 DOS ESTRELLAS AL FINAL DEL COHETE Los intereses no científicos de Einstein después de la Segunda Guerra Mundial eran paralelos a aquéllos que siguieron a la guerra de 1914-18. Entonces él había querido abolir todas las armas, y llevar a Alemania otra vez a la comunidad de Europa y ayuda a crear una patria Judía que no sería una nación-estado; ahora sus objetivos eran el control de las armas nucleares, una Alemania segura dentro de una camisa de fuerza económica, y la supervivencia de Israel. Había otras comparaciones que sugerían que tanto dentro de la ciencia como fuera, Einstein siempre tendría la imagen de una figura solitaria y trágica. No era menor el sentimiento de que la América de finales de los años 40 estaba atándolo con los vínculos que había sentido anteriormente en la Alemania de la década de 1920. Su país de adopción parecía actuar de la misma manera que su país de nacimiento. El pesimismo de América, un miedo intuitivo por su futuro, se desarrolló en Einstein bastante antes de que lo notaran la mayoría de sus colegas americanos. Había razones suficientes para esto. Trabajó en al instituto al igual que había trabajado en el Kaiser Wilhelm. Escuchó las deformaciones de su propia posición sobre las armas nucleares tal como había escuchado las descripciones del General Theory como parte de una conspiración internacional Judía. Y al igual que como el Senador Joseph McCarthy nadaba en el poder, manteniéndose a flote en un mar de ignorancia, él sin duda recordaba que "las grandes masas de gente, caen más fácilmente víctimas de una gran mentira que una sola persona." La escena empezaba a parecerle incómodamente familiar. "América," escribió a Janos Plesch en el otoño de 1947, "ha cambiado mucho desde 1928. Se ha vuelto más militarista y agresiva. El miedo a Rusia es el medio para hacer que el pueblo lo acepte. Como un Quijote predicó contra esto, pero sin esperanza de éxito." No sólo no había ninguna esperanza de éxito, sino su reacción a las presiones que surgieron de la guerra fría crecieron en intensidad haciéndolo de nuevo un blanco de diversos ataques. En Alemania había pensado en la emigración muchas veces antes de verse forzado a irse. Ahora, según sus parientes en América del Sur, a quien confió sus sentimientos y miedos en una serie larga de cartas íntimas, él "estaba considerando el salir de los Estados Unidos y encontrar otro hogar en el que la erudición y las cosas del espíritu tuvieran más garantías de libertad." Decidió quedarse. No se sabe hasta que punto el pensó seriamente en emigrar una vez mas. Pero de cualquier modo, por profundos que fueran sus presentimientos sobre América, por fuerte que a veces él sentía que un lunático estaba al mando, guardó algo de fe en que el país resolverían finalmente sus dilemas sin los episodios de auto destrucción que parecían ser el rasgo repetitivo de la historia de Alemania. Esperaba que cinco años después de su carta de Quijote a Plesch, podría escribirle más

tranquilamente. "Todavía pierdo los estribos por la política," dijo, "pero ya no es como antes. La mayoría de los necios permanecen invencibles." Había conseguido superar la dificultad. Estaba resuelto a destacar en Princeton, y atisbos de resignación empezaban a notarse en sus cartas. "Es un drama curioso en el que todos nosotros aparecemos," escribió a su prima Lina en América del Sur, una pariente de la rama Koch de la familia; "bueno, uno puede no tomarse las cosas demasiado seriamente. El juego no tiene principio ni fin y sólo los jugadores cambian." Y a Fräulein Markwalder, la hija de su antigua propietaria en Zurich, con quien había navegado en el mar de Zurich medio siglo antes: "Llevo en América diecisiete años sin haber adoptado nada de la mentalidad de este país. Uno tiene que evitar llegar a ser superficial en el pensamiento y el sentimiento; aquí flota en el aire. Tú nunca has cambiado el ambiente humano que te rodea y apenas te podrás dar cuenta de lo que es ser un viejo gitano. No es tan malo." Se hicieron intentos para engatusarlo en Israel. "Decía que era demasiado viejo," informó Brodetsky, quien lo visitó en 1948. "Le dije que según la tradición Judía, como él tenía sólo sesenta y nueve años, tenía otros cincuenta y un años de vida hasta alcanzar la edad de Moisés. Repitió que era demasiado viejo. Pero podía ver que tenía muchas otras solicitudes en Princeton." Aparte de los solicitudes, especialmente las de las personas con quien todavía trabajaba en el instituto, había ataduras, la más importante era su delicada salud. Desde el achaque de 1928, cuando se acercaba su quincuagésimo cumpleaños, se había visto forzado a llevar una vida más tranquila. El fumar, que había estado siempre estrictamente racionado por Elsa, había sido ahora drásticamente reducido. Transigió, pero guardaba una pequeña pipa y tabaco escondidos en su escritorio, y de vez en cuando se sentía tentado a llenarlo por la mitad. Entonces iba afuera y cogía un fósforo, no una caja, porque sería demasiado tentador y pecador, pero con un único fósforo podría, o quizás no, conseguir encender la pipa. También había sido puesto a dieta, en un principio sin grasa y más tarde sin sal por el Dr. Ehrmann, su médico de cabecera en Berlín, el cual había emigrado a New York antes de la guerra. Einstein la odiaba, pero la sobrellevaba, y su bien llevada resignación se ve en dos hechos. Cuando una noche pasaba una caja de dulces por delante de él después de una cena en la Calle Mercer, simplemente olfateó profundamente. "Ve, esto es todo lo que mi médico me deja hacer," dijo. "El diablo ha puesto un castigo a todas las cosas de las que disfrutamos en la vida. O sufrimos en nuestro salud, o sufrimos en nuestra alma, o nos ponemos gordos." Un amigo le preguntó por qué era el diablo y no Dios quien había impuesto el castigo. "¿Cuál es la diferencia?" contestó. "Uno tiene un signo más delante, el otro un signo menos." En otra ocasión su médico fue a la Calle Mercer con una medicina de dos formas, píldoras y gotas, sin saber lo que su paciente preferiría. Eligió las gotas. "Todavía lo recuerdo, echando las gotas en un vaso de agua y dándoselo a Einstein," dijo un colega. "Se tomó el vaso entero, entonces su cara se volvió ligeramente verde y comenzó a vomitar. Después se volvió a su médico y le preguntó: '¿Se siente mejor ahora?'." Hasta 1945 su delicada salud fue más incomoda que la cojera. Desde su

enfermedad en 1917 había sufrido periódicamente de calambres de estómago, náuseas, y vómitos, y en 1945 se decidió que una operación era necesaria. Se recobró normalmente pero se debilitó mucho e incluso a finales del año siguiente todavía necesitaba tomar un descanso después del almuerzo. En 1948 una segunda operación en el Hospital Judío de Brooklyn reveló un aneurisma en la arteria principal y dos años más tarde un examen mostró que la situación había empeorado. Desde 1950 Einstein sabía que su tiempo se estaba acabando. La amenaza no produjo grandes cambios. Era tan despreocupado de si mismo ahora como lo había sido en su juventud, o en los días de hambruna de la Primera Guerra Mundial. Con tal que pudiera continuar con su trabajo, nada más le importaba. Continuó con él implacablemente y con una determinación interna que contrastaba fuertemente con la imagen exterior de un débil viejo. Los que le vieron en su hábitat de trabajo se impresionaron. "Una memoria impresionante," dijo un visitante de los últimos años, Einstein enfermó ligeramente y se vio forzado a guardar cama. Llenó casi completamente su habitación. Las persianas estaban cerradas. La luz conectada a la cabecera de la cama alumbraba la parte de atrás de su cabeza y la tabla en la que estaban las hojas de papel que cubría con líneas de escritura regular. Se cubría con un edredón del que su cuerpo desnudo emergía por un extremo y sus pies por el otro. El cuadro era el de un Rembrandt impresionante. El lento pero firme deterioro de sus condiciones le mantenía atado a Princeton. Pero allí estaba también su trabajo. Su principal preocupación era, a pesar de todo, el eliminar las indeterminaciones de la física, lo cual había sido el principal resultado epistemológico de la mecánica cuántica, un resultado que al fin de su vida continuaba considerando como meramente transitorio. No sufrió ninguna ilusión. Sabía que luchaba en una acción de retaguardia contra sus colegas, y no tenía dudas acerca de cómo le consideraban. Escribió a Conrad Habicht, un superviviente de la Academia Olympia, en 1948: "Todavía trabajo infatigablemente en la ciencia pero he llegado a ser un mal renegado que no desea que la física esté basada en las probabilidades." Y con Max Born continuó discutiendo, con gran detalle, y con un casi patético intento por reconciliar lo irreconciliable, el abismo que se había abierto entre él y muchos de sus contemporáneos. Los dos hombres habían sido íntimos desde 1916. Habían discrepado en los años veinte; sin saberlo, sus caminos se habían separado cuando Einstein había ayudado al nacimiento del proyecto americano de armas nucleares y Born se había negado a unirse a la empresa británica. Discreparon sobre los alemanes. Todavía quedaban sus mutuas confesiones de sus esperanzas y de sus miedos en la física, y Einstein le dio a Born la explicación más completa de cómo vio la situación durante la última década de su vida. "No tengo argumentos para mi actitud en la física que tu consideraras del todo razonables," escribió. Admito, por supuesto, que hay una cantidad considerable

de validez en la aproximación estadística, la cual tu fuiste el primero en reconocer claramente como necesaria, dada la naturaleza del formalismo existente. No puedo creer seriamente en ella porque la teoría no se puede reconciliar con la idea que la física debería representar una realidad en el tiempo y el espacio, libre de acciones fantasmales a distancia. No estoy, sin embargo, firmemente convencido que se puede alcanzar verdaderamente una teoría del campo continua, aunque he descubierto una posible manera de hacerlo que por el momento parece bastante razonable. Las dificultades de cálculo son tan grandes que tardaré mucho antes de que yo mismo pueda estar plenamente convencido. Pero estoy realmente convencido de que alguien finalmente aparecerá con una teoría, cuyo elementos, conectados mediante leyes, no serán probabilidades sino hechos estudiados, como era hasta que recientemente se concedió. No puedo, sin embargo, basar esta convicción en razones lógicas, sólo tengo mi propio convencimiento para demostrarlo. Esta creencia terca continuó manteniéndolo a parte, al viejo hombre que dejaba ver al joven rebelde que se había atrevido a decir que la luz podía ser dos cosas, onda y corpúsculo y que el tiempo y el espacio no eran lo que parecían ser. Había ocasiones en las que era graciosamente escéptico sobre la marcha de la ciencia. Así, en la celebración de su septuagésimo cumpleaños se sentó todo día en el salón de conferencias del instituto para escuchar a una serie de invitados, y al final le preguntaron si los habría encontrado aburridos. "Ellos habrían sido aburridos si los hubiera entendido," contestó. Todavía se aceptaba que pocos hombres sabían tanto como Einstein acerca de la naturaleza del mundo de la física. Pocos había que tuvieran un elemento nuevo creado artificialmente que se llamara como ellos, el einstenio que fue el número noventa y nueve y se añadió al lawrencio, mendelevio, fermio, y curio, y al que más tarde se unieron el rutenio y holmio. Incluso menos supieron tanto acerca de las motivaciones de la actividad creadora científica, y siguió como una materia, por supuesto, cuando Aydelotte se retiró de la dirección del instituto en 1947, Lewis Strauss, uno de los consejeros, buscó su consejo para un sucesor. Einstein no hizo ningún comentario sobre los nombres que le puso delante, ni sugirió ningún candidato. "Le pedí que me dijera, al menos, qué cualidades son las ideales que los consejeros deben buscar en el director del instituto," ha escrito Strauss. "Ah, lo puedo hacer fácilmente," Él contestó con una sonrisa. "Debe buscar a un hombre muy tranquilo que no moleste a la gente que está intentando pensar." Su recomendación de un hombre tranquilo tuvo éxito, éste resulto ser J. Robert Oppenheimer, pero sus poderes fallaron cuando intentó persuadir al instituto para invitar a Max Born a Princeton. Y Born, por mucho que lo intentara, nunca había podido convencer a Einstein de que cruzara el Atlántico. Así sus desacuerdos básicos iban de uno al otro lado por medio del correo. Era diferente entre Einstein y Bohr, dado que Bohr, miembro no residente del instituto, podía visitar Princeton cuando lo deseara. Vino una vez en 1946, por las celebraciones del bicentenario de la Universidad de Princeton, y de nuevo en 1948 por el

semestre de primavera en el instituto. En ambas ocasiones tuvo largas discusiones con Einstein, continuando el debate que había comenzado en el Congreso Solvay dos décadas antes. No eran unos debates particularmente felices y Abraham Pais, entonces miembro temporal del instituto, ha descrito cómo un día Bohr fue a su habitación "en un estado de enojada desesperación," diciendo "estoy harto de mí mismo." Pais le preguntó que es lo que iba mal. "Él me dijo," ha escrito, "que acababa de bajar para ver a Einstein. Como siempre, habían discutido acerca del significado de la mecánica cuántica. Y, al final, Bohr había sido incapaz de convencer Einstein de su punto de vista. No hay ninguna duda de que la falta de asentimiento de Einstein era una frustración muy profunda para Bohr." Eran afortunados los que estaban presentes en estas reuniones presenciando una confrontación entre maestros, que tenían unas cualidades heroicas que los distinguían más allá de su relevancia con la física. En ambos visitas, la de 1946 y la de 1948 se produjeron esos dramáticos puntos culminantes que parecían inseparables a los contactos entre los dos hombres, como si su simple presencia juntos en una habitación fuera como golpear pedernal contra hierro y sacar chispas. Algo así sucedió cuando Einstein asistió a un discurso dado por Bohr en el edificio principal de matemáticas del instituto. Lo recogió en la Calle Mercer el Dr. Mitrany quien, acostumbrado a la ausencia de ceremonia del suéter de su amigo, se sorprendió al verlo en traje oscuro, camisa, y corbata. Ocuparon sus lugares en la sala de la conferencia entre una compañía respetable. Todo el mundo estuvo sentado durante una disertación altamente técnica durante dos horas en la cual solo Einstein y pocos más la podían seguir con algo más que un interés cortés. Bohr progresó hacia el corazón del argumento epistemológico y científico. Einstein escuchó, atento al principio, luego más que atento, después con obvia impaciencia. Finalmente la tensión era demasiada. Se levantó de su asiento y caminó a la plataforma delante de la larga pizarra circular que cubría toda la pared. Entonces, tiza en mano, interrumpió al disertante. Lo qué había sido un monólogo llegó a ser un diálogo. Bohr lo entendía. Él, como Einstein, sabía que no era arrogancia sino sumisión al destino. Sólo Einstein podría contradecir adecuadamente lo que él creía que era equivocado aun cuando no podía probarlo. No hacerlo así sería abandono del deber. Durante la visita de Bohr de 1946 se le había pedido que contribuyera a "Albert Einstein - Filosófocientífico", un volumen que estaba siendo preparado en honor del septuagésimo cumpleaños de Einstein tres años después. Estuvo de acuerdo en escribir una historia de sus argumentos epistemológicos y lo completó durante su estancia en el instituto en 1949. Mientras trabajaba en el artículo invitó a Pais a su oficina. "Fuimos allí," dijo Pais. Después de que habíamos entrado, Bohr me pidió que me sentara ("siempre necesito un origen de coordenadas del sistema") y pronto comenzó a pasear furiosamente alrededor de la mesa oblonga en el centro de la habitación. Entonces me preguntó si podría rebatir unas pocas frases que surgirían durante su paseo. Se debe aclarar que, para tales sesiones, Bohr nunca tenía preparada una frase

completa. A menudo se explayaba con una palabra, halagándola, implorándola, para intentar encontrar como seguir. Esto podía durar muchos minutos. En ese momento la palabra era "Einstein." Allí estaba Bohr, casi corriendo alrededor de la mesa y repitiendo: "Einstein ... Einstein ..." habría sido una curiosa imagen para alguien que no estuviese familiarizado con Bohr. Después de un rato caminó hacia la ventana y se quedó miró fijamente hacia fuera, repitiendo de vez en cuando: "Einstein ... Einstein. ..." En ese momento la puerta se abrió muy lentamente y Einstein entró de puntillas. Me hizo señas con un dedo en los labios para que estuviera quieto con su pícara sonrisa en la cara. Unos pocos minutos más tarde explicaría la razón de su conducta. A Einstein no le permitía su médico comprar tabaco. Sin embargo el médico no le había prohibido robar tabaco, y esto era precisamente lo que se disponía a hacer ahora. Siempre de puntillas se fue derecho a por el tarro del tabaco de Bohr que estaba en la mesa en la que yo estaba sentado. Entretanto Bohr, ignorante, estaba de pie en la ventana, murmurando "Einstein ... Einstein. ..." Yo no sabía que hacer, sobre todo porque no tenía en ese momento la más remota idea de lo que Einstein haría. Entonces Bohr, con un firme "Einstein," se dio la vuelta. Allí estaban, cara a cara, como si Bohr lo hubiera invocado. Por un momento Bohr se quedó mudo. Yo mismo, que lo había visto venir, había sentido durante un momento algo de misterio, por eso podía entender bien la reacción de Bohr. Un momento más tarde se rompió el hechizo cuando Einstein explicó su misión y pronto estábamos todos riéndonos. Bohr y Einstein continuaron su debate. Estuvieron de acuerdo en seguir discrepando, Bohr estaba seguro de que había alcanzado los cimientos, mientras que Einstein estaba seguro de que todavía estaban en el subsuelo más bajo de la física. En el fondo, continuaba creyendo, que había ideas que nos devolverían al mundo que el había conocido cincuenta años antes. Si se hubiera basado en algo más que en su simple optimismo, la esperanza de restaurar las ideas que había ayudado a destruir durante una juventud iconoclasta, se basaba en la vieja panacea de una física fragmentada, una teoría del campo unificado satisfactoria. Él todavía intuitivamente creía que esto permitiría que las leyes de la mecánica cuántica se dedujeran de leyes no estadísticas, no gobernadas por probabilidades sino por hechos, cosa que había defendido incansablemente durante sus primeros años en el instituto, durante la guerra y durante la paz, persiguiendo el conjunto de ecuaciones que demostrarían que Dios no juega a los dados con el mundo. En 1942 él había escrito a un viejo amigo judío, Hans Muhsam: "soy un anciano fundamentalmente conocido como un chiflado que no usa calcetines. Pero estoy trabajando a mayor ritmo que nunca, y todavía espero resolver mi problema favorito del campo físico unificado. Me siento como si estuviera volando en un avión por los aires sin saber cómo volver a tierra." Dos años más tarde le dijo a Muhsam que todavía podría vivir para ver si había una esperanza, como cada modificación trae consigo una tremenda justificación matemática para creer en sus

ecuaciones: "No es más que una esperanza, ya que cada modificación trae consigo dificultades matemáticas tremendas. No te escribo desde hace tiempo porque, a pesar de que mis deseos de escribir son sinceros, estoy en una agonía de tormento matemático de la que soy incapaz de escapar." La comparación con los meses iniciales de la Primera Guerra Mundial, cuando había luchado con las complejidades de la Teoría General, es enorme. Que hubiera tan poco que enseñar del trabajo había sido explicado en una carta a Solovine años antes. "Para mí, el interés en la ciencia está restringido al estudio de los principios, y esto ofrece la mejor explicación de mi trabajo. El que haya publicado pocos artículos se deriva de la misma circunstancia: la consecuencia de mi ardiente deseo de entender los principios es que mucho de mi tiempo se ha gastado en esfuerzos infructuosos." Todavía tenía dudas que sus viejos amigos conocían. Así a Solovine también le escribió: "Parece que piensas que yo miro atrás, hacia el trabajo de mi vida con serena satisfacción. Sin embargo, las cosas no son tan claras. No hay una idea sobre la que pueda estar seguro. Ni siquiera estoy seguro de estar en el camino correcto." Con Hermann Weyl admitió que, después de todo, "quién sabe, quizás Él es un pequeño pícaro." Sin embargo nunca se desesperó completamente. Continuaba trabajando, después de su septuagésimo cumpleaños por fin empezó a pensar que estaba viendo la luz al final del túnel. En el otoño tenía preparada "Una Teoría Generalizada de Gravitación." Una copia mecanografiada del manuscrito fue exhibida en la reunión de Navidad de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, y la teoría, con sus veinte ocho fórmulas matemáticas, se publicó dos meses más tarde como un apéndice de catorce páginas a la cuarta edición de "El Significado de Relatividad". Una nueva teoría de Einstein, ofreciendo a la edad de setenta años una clave al enigma del universo para reemplazar a la que había proporcionado a la edad de cincuenta, causó un gran conmoción en el mundo científico y su impacto llegó hasta el ciudadano de a pié. Apareció una caricatura que rápidamente se hizo famosa, que mostraba a Einstein llevando una llave gigante en el día de Año Nuevo al Padre Tiempo el cual exclamaba: "¿Al tiempo también?", En numerosos titulares aparecían por doquier frases tales como "una teoría maestra". Algunos de los periódicos más prestigiosos empezaron a destacar qué los treinta años de pensamiento de Einstein habían generado una nueva y mejor herramienta con la que se esperaba poder describir las leyes de la naturaleza. Lo qué nadie alcanzaba a explicar era cómo había que usar tal herramienta. La razón era simple. Infeld consideraba que necesitaría un año para entenderla y agregó: "es como el chino, primero hay que estudiarlo." Sin embargo, no solamente la lejanía de la teoría a la mayoría de las mentes científicas era un obstáculo para su aceptación. A diferencia de la Teoría General de 1915, aparentemente no podía ser probada. Así en la nueva edición de El Significado de Relatividad, Einstein se vio forzado a poner una introducción a su nuevo conjunto de ecuaciones con la declaración: "A continuación se muestra un intento para solucionar este problema que me parece muy convincente

aunque, debido a dificultades matemáticas, no he hallado todavía una manera factible de confrontar los resultados de la teoría con evidencias experimentales." [Sólo unos meses antes de su muerte, en Diciembre de 1954, Einstein firmó una nota para la sexta edición del libro, que se iba a publicar en 1956. "En la edición actual," dijo, he revisado completamente la 'Generalización de la Teoría de Gravitación' bajo del título 'Teoría de la Relatividad del Campo No Simétrico.' He tenido éxito, en parte gracias la colaboración del ayudante B. Kaufman, simplificando las derivadas así como la forma de las ecuaciones del campo. Se consigue que toda la teoría llegue a ser más transparente, sin cambiar su contenido."] Conocía las limitaciones de lo qué había sido el trabajo de media vida; normalmente, no hacía caso de ellas, contestando a una pregunta sobre las oportunidades de la evidencia experimental: "vuelva dentro de veinte años." Sus sentimientos reales fueron expresados en una carta a Carl Seelig. "Las conclusiones matemáticas de la teoría no pueden ser rebatidas," escribió. La cuestión es su validez física, que todavía no está completamente resuelta. La razón es que la comparación de las soluciones calculadas con experimentos que expongan las ecuaciones de campo no puede ser formulada. Esto puede continuar así durante mucho tiempo. Así que tú puedes ver claramente en qué dirección van mis esfuerzos. Hay pocas esperanzas de que pueda ver algo con éxito en el poco tiempo que me queda. Casi dos décadas más tarde, la teoría de Einstein de un campo unificado continúa sin ser demostrada y la opinión actual se separa de la idea de que el universo se construyó de esta manera. A pesar de que era muy realista, Einstein parecía moderado. Sabía que al menos había aclarado algo del embrollo científico. Él podía ser considerado como una curiosidad científica; no obstante, pasaba sus últimos años haciendo un trabajo que sólo podía ser acometido por unos pocos hombres en el mundo. Así Einstein, una figura ya familiar en las calles de Princeton con su chaqueta gastada, su bufanda vieja y su gorra de tela negra, tenía todavía una convicción interior no menos invencible que la de sus días en Berna y Zurich. Entonces había sido el individuo silencioso y oscuro, contento de trabajar solo y seguro de si mismo. La anterior versión era de un hombre bastante seguro del trabajo que tenía que hacer, feliz en su ignorancia de cómo lo consideraba el resto del mundo. Durante medio siglo había permanecido anclado en su pasado. Ahora no tenía motivos para lamentar la decisión. Su rutina era simple. Desayunaba entre las nueve y las diez, al mismo tiempo tomaba su "cura de adrenalina", leyendo la situación política actual en los periódicos. En el invierno era recogido en la Calle Mercer aproximadamente a las 10:30 por la furgoneta verde del instituto. Normalmente volvía andando a casa. En verano iba a pie y regresaba en la furgoneta debido al calor del mediodía. En el camino al instituto, dice Ernst Strauss, su ayudante desde 1944 hasta 1947, quien lo acompañaba en ocasiones, un extraño a veces lo entretenía, y decía cuanto le hubiera gustado conocerlo. "Einstein se paraba con la esposa del extraño, con los niños, o nietos e intercambiaba algunas palabras

con buen humor. Entonces continuaba, moviendo la cabeza, diciendo: 'Bien, el viejo elefante tiene que volver a sus asuntos." En el instituto trabajaba hasta la una, a veces solo, a veces con su ayudante, remontándose a la estratosfera matemática donde la batalla tenía que ser librada, siempre con sus fuerzas bien dispuestas, siempre optimista sobre el éxito final, incluso optimista con los fracasos, ante los que solía decir: "Bien, hemos aprendido algo." Poco después de la una ponía sus notas en una delgada y gastada cartera y se dirigía a la Calle Mercer, a veces se detenía a charlar con los dos hijos de Oppenheimer; de vez en cuando era acompañado por uno de los miembros de la facultad más jóvenes o por uno de los profesores visitantes. Normalmente caminaba solo. A él no le gustaba alejar a las personas de sus deberes y Helen Dukas, preguntándole en una ocasión si traería a casa a un inteligente joven matemático que recientemente se había inscrito en el instituto, dijo: "No: déjalo que continúe con su trabajo." A la 1:30 comía, después descansaba hasta la tarde, cuando después de una taza de té trabajaba, recibía visitas, o más frecuentemente miraba la correspondencia que había sido ordenada por Elena Dukas previamente. La cena era poco después de las 6:30 y entonces pasaba otro rato trabajando o leyendo más cartas. A veces escuchaba la radio, y de vez en cuando recibía visitas privadas. Tenía por esta época un poco abandonado su violín, decía que no era lo suficientemente bueno, pero continuó tocando a Bach o a Mozart cada día en su magnífico Bechstein. Esto no era todo. "Verdaderamente he improvisado mucho en el piano con deleite," escribió a principios de 1954 al coordinador de un grupo de músicos aficionados del Observatorio Harvard , "pero descubrí sin mucho asombro que lo que había hecho no valía ni el papel ni la tinta en que estaba escrito." Los domingos los amigos lo recogían para llevarlo a dar un paseo en coche por el campo o por la costa, que tan sólo estaba a una hora de distancia. Sin embargo el odiaba ser visto en público y a menudo repetía su viejo dicho de que como Midas él cambiaba todo lo que tocaba, pero en su caso no se volvía en oro sino en un circo. Así era la vida que llevaba tras la barrera que levantó contra visitas fisgonas, visitas que sólo querían echar una breve mirada al gran hombre en el lugar donde trabajaba y vivía, y contra los que le escribían, que producían en él un eco de aquellos excéntricos con los que había tenido que tratar durante sus primeros días de fama en Berlín. "Gracias a Dios," la Srta. Dukas una vez escribió sobre su correo "la mayor parte de él puede ir directo a la papelera." Pero había a veces repercusiones inesperadas. Así cuando la Corporación IBM lo invitó a la presentación de una máquina nueva no recibieron ninguna respuesta. Se le pidió al Decano Eisenhart de la Escuela de Graduación de la Universidad de Princeton, que investigara lo que había pasado con la invitación, la primera impresa inmaculadamente en un máquina "IBM executive," ya que no habían tenido una contestación. "Él explicó," dijo su hijo, Churchill Eisenhart, Que algo debe de ir mal, porque el Dr. Einstein es muy escrupuloso acerca de contestar a tales invitaciones. Caminó a la casa del Dr. Einstein y le explicó la situación.

El Dr. Einstein vació el contenido de una papelera muy grande en el suelo y se puso a examinar varios papeles. Finalmente su cara se iluminó. Le dio uno de las cartas de invitación a mi padre, diciendo: "parece que está impresa. Nunca leo las cartas impresas." La vida en la Calle Mercer era tranquila y modesta, hogareña y sencilla, no la bulliciosa vida de un genio, de hecho un ambiente que no se esperaba. "Lo que me llamó la atención," dijo un visitante, "fueron dos armarios empotrados que contenían diversos objetos de arte religioso. En el estante central de uno había una bella Virgen y un Niño; en un mesa auxiliar había una estatuilla de un filósofo chino; en la pared colgaba un cuadro del período inicial italiano de pintura cristiana." En esta casa, más el hogar de un artista o un erudito que el de un físico teórico, Einstein era el centro de atención de un trío de mujeres. Dominándolo estaba Helen Dukas, que desde la muerte de Elsa era la persona sobre quien recaía la carga principal de la casa, la ama de casa y la compradora, la cocinera y secretaria, la organizadora de la paz y la tranquilidad, el clasicicador de la correspondencia quien por falta de espacio se vio forzada a guardar las cajas de cartas en el sótano y quien a menudo deseaba que Gutenberg nunca hubiera existido. Sólo después de la muerte de Einstein la colección, de un valor incalculable, fue llevada al instituto y guardada en una habitación segura, protegida con una puerta de entrada con cierre de combinación, la cual había tenido una vez diversos secretos nucleares del anterior director, J. Robert Oppenheimer. También en la Calle Mercer estaba Margot, la hijastra que había crecido tanto como Einstein en actitud y perspectiva que era difícil pensar en ellos como únicamente unidos por líneas colaterales en el árbol genealógico. En tercer lugar estaba Maja, dos años más joven que su hermano, por quien Einstein posiblemente sentía más afecto que por nadie. "Su manera de hablar y el sonido de su voz, así como su infantil y sin embargo escéptica formulación de cada declaración, era insólitamente similar al modo de expresión de su hermano," apuntó Frank; "es sorprendente escucharla; despierta una sensación de intranquilidad hallar una réplica de incluso los menores rasgos de un genio." Hermano y hermana leían mucho juntos en lo que Einstein llamó "nuestra guarida de tranquilidad envidiable." Desde 1946, cuando empezó a se cojear debido a la arteriosclerosis, le leía cada tarde y continuó haciéndolo hasta que, hacia finales de 1950, su situación se hizo más crítica. Margot la cuidaba. Pero, con la inteligencia apenas dañada por el avance de la enfermedad. Maja murió en Diciembre de 1951. "Ahora la hecho de menos más de lo que puedo explicar fácilmente," escribió Einstein a su prima en América del Sur. Desde principios de siglo, su vida había presentado una serie de contradicciones inesperadas. De la Oficina oficial de Patentes había pasado a la vida académica. El odio a todo lo alemán se había inducido en Berlín. El hombre que sólo quería una vida tranquila había tenido en 1919 que llegar a ser el científico más famoso del mundo. El pacifista se había visto forzado a apoyar la resistencia armada, y el hombre que consideraba todas las guerra como asesinatos había ayudado a pulsar los botones que mataron a 120.000

personas. Ahora había dado un giro final. En 1952 la imagen del excéntrico anciano, modelada a lo largo de en sus setenta años, se iba a hacer añicos bruscamente. Albert Einstein, el hombre que siempre había desacreditado el uso de la fuerza, fue invitado a llegar a ser presidente de Israel, esa realización de las esperanzas sionistas, el estado que había establecido con éxito sus fronteras por la fuerza de las armas y las defendía contra todo lo que llegaba. La propuesta, práctica, ultrajante, o patética según el punto de vista, espléndida en su audacia y grotesca en su implicaciones, siguió a la muerte de Chaim Weizmann, quien había llegado a ser el primer presidente, poco después de la declaración del estado de Israel en Mayo de 1948. Weizmann murió el Domingo, 9 de Noviembre de 1952, y unos días más tarde Einstein era propuesto como sucesor en el periódico de Tel Aviv, Maariv. Parece probable que esto fuera un globo de sondeo para ver cual era la reacción popular. Si fue así, lo había lanzado el primer ministro, David Ben-Gurion. "La presidencia en Israel es un símbolo," dijo más tarde. No lleva con él nada de poder. Pensé: si buscamos un símbolo, ¿porqué no tomamos al judío más ilustre del mundo, y posiblemente el hombre más grande vivo, Einstein? Esto es todo lo que había. Lo tenía que aceptar, sometería su nombre al Knesset, en Israel el Knesset elige el Presidente, y estoy prácticamente seguro de que la moción para su elección sería aprobada por aclamación. Einstein, como la mayoría de sus amigos, se negó a tomar la idea en serio y cuando el New York Times le pregunto por su respuesta el día dieciséis, el domingo por la tarde, se negó a hacer comentarios. Poco después, el teléfono en la Calle Mercer sonó de nuevo y el operador dijo que Washington está en la línea. "Herr Gott," exclamó Helen Dukas, que había contestado: "¡Washington! ¿qué va mal ahora?" Esta vez era Abba Eban, el embajador de Israel en los Estados Unidos, quién le hacía una pregunta informal. ¿Aceptaría Einstein la presidencia si le fuera ofrecido por votación del Knesset? Su contestación era conforme con su reputación. "Su pensamiento principal y urgente," dijo el profesor Mitrany, que estaba con él cuando se recibió la llamada "era cómo ahorrar al embajador la turbación de su inevitable negativa." Para Eban la situación estaba igualmente clara: "Einstein estaba visiblemente motivado por el esplendor y la audacia del pensamiento," había dicho, "pero su rechazo era firme y vehemente: 'conozco un poco de la naturaleza,' dijo, 'y apenas nada sobre los hombres.' Me imploró que aceptara su decisión negativa como final y que hiciera todo lo posible para desviar y desterrar a la prensa cuyos representantes habían sitiado su casa en la Calle Mercer." Pero las instrucciones de Eban habían venido directamente del Primer Ministro. Finalmente convenció a Einstein de que sería impropio para él rechazar la propuesta por teléfono, y al día siguiente telegrafió una solicitud formal que debía recibir su representante para buscar su "reacción en una materia de suma urgencia e importancia." Einstein telefoneó a Eban, de nuevo declinando la invitación. De todas formas, el martes 18 una carta formal

fue llevada a Princeton por el Ministro de Israel, David Goiten. "La aceptación traería consigo el traslado a Israel y tomar su nacionalidad," decía la carta. "El primer ministro me aseguró que en tales circunstancias, una completa facilidad y libertad para continuar con su gran trabajo científico sería proporcionada por el gobierno y la gente que es totalmente consciente de la importancia suprema de sus trabajos." Era una petición tentadora para un hombre para el cual la creación de Israel era un acto político de una calidad esencialmente moral. Su rechazo es una buena muestra de lo que era la vida de Einstein en tres sencillos renglones."Estoy profundamente conmovido por la oferta de nuestro estado de Israel, y a la vez triste y avergonzado por no poder aceptarla," dijo. Toda mi vida he tratado con temas objetivos, por lo tanto no tengo ni la aptitud natural ni la experiencia para tratar adecuadamente con la gente y ejercer funciones oficiales. Por estas razones no soy el adecuado para cumplir con los deberes de tan alto cargo, aun incluso si mi avanzada edad no hiciera flaquear cada vez más mi fuerza. Soy el más apenado por estas circunstancias, ya que mi relación con los judíos ha llegado a ser mi vínculo más fuerte con la humanidad, y más desde que conozco nuestra situación incierta entre las naciones del mundo. Ahora que hemos perdido al hombre que durante muchos años, arrastró la pesada carga de liderarnos hacia independencia política, espero con todo mi corazón que sea hallado un sucesor cuya experiencia y personalidad lo capaciten para aceptar esta tarea formidable y responsable. Así terminó el asunto, después de que el editor jefe de Maariv le había hecho una ferviente súplica para que reconsiderara la idea, y después de que Einstein hubiera señalado que independientemente de lo formal que fueran sus funciones, como presidente sería responsable de las acciones del país y esto podría chocar con su conciencia. Einstein como presidente era una imagen que despertó emociones diversas entre los que lo conocían mejor. Weizmann había sido bioquímico de profesión. Por eso la idea de que un físico teórico estuviera en tal cargo no era para asustar a nadie. Sin embargo su relación con el aprendizaje y su apoyo del sionismo eran las únicas cosas que los dos hombres tenían en común; de muchas maneras sus cualidades eran diametralmente opuestas. Ciertamente las características de una determinación de acero y falta de piedad que habían capacitado a Weizmann a llevar al sionismo a un puerto seguro no estaban, excepto cuando se aplicaban a la ciencia, entre las características de Einstein. Es posible pedírselo a tan destacada figura, totalmente alejada de las disputas nacionalistas, de la cual no se sospecharían motivos ocultos, y que sería oído donde otros hombres serían ignorados. Es más probable que este inocente de los asuntos públicos hubiera sido carne fácil para los rapaces de la escena internacional, por muy simbólico que fuera su nombramiento. La propuesta había, de todas formas, nacido sin posibilidades de éxito. "para poder estar de la forma adecuada para pensar, tengo que estar tranquilo para trabajar," había escrito Einstein a Weizmann circunscribiendo sus actividades sionistas casi

treinta años antes. Eso todavía continuaba. Todavía ponía a la ciencia primero, segundo, y tercero. Cuando su setenta y cinco cumpleaños se aproximaba había muchas maneras en las que parecía que mientras con la edad había madurado, apenas había cambiado básicamente. Con más de sesenta años había decidido consagrar su vida a un único propósito, ordenar sus días con un sentido casi inhumano de prioridades; se había visto durante casi cuarenta años de mala gana a estar en contacto con el mundo de la política y el poder por las demandas del sionismo y la paz europea. Las creencias actuales de Einstein reproducían de forma muy notable sus ideas iniciales, las opiniones sobre aspectos diversos de sus últimos años sonaban como ejemplos cristalizados y pulidos de las ideas fortuitas que había lanzado a sus compañeros de estudio en el ETH o a colegas, y que estuvieron presentes en sus pensamientos mientras que él rehacía la imagen que el hombre tenía del universo. Había rechazado las ideas de Mach después de haberlo pensado largo y tendido, pero permaneció la mayoría. Por suerte, era bastante generoso en escribir a sus pocos amigos íntimos, así como al tiempo que consagró al trabajo; así es posible recoger información de sus cartas que da una imagen bastante exacta de cómo veía el mundo hacia el fin de su vida. Acerca de la gran cuestión central no tenía ninguna duda. "He leído con gran interés tus oportunos comentarios acerca del hecho de que la ciencia no es en si misma ningún líder moral y se requiere alguna cosa cono la que tu llamas religión," le escribió a Leon Watters. "Debo confesar, de todas formas, que en mi opinión el problema principal empieza aquí. Sin un cambio notable en las tradiciones acerca de los valores mórales, no se puede alcanzar nada. Las religiones viejas son, en mi opinión, poco influyentes y no hay ninguna fórmula general que puede causar renacimiento moral." Sobre el problema de fuerza, la dicotomía de los fines y los medios, parece haber vuelto a su pacifismo instintivo, viendo la necesidad de oponerse a Hitler y a sostener a Israel por las armas como excepciones que confirman la regla. Pero eran, por supuesto, los dos únicos casos en los que tenía personalmente que tratar. "No pierdo ninguna ocasión," le escribió a un amigo en Paris, "de tratar de hacer que las personas se enteren de las granes posibilidades que ofrece el método de Gandhi, que da fuerza a la minoría de personas moral e intelectualmente independientes." En lo que refiere a su propia vida, una cosa pareció bastante clara. "He cometido una gran equivocación en mi vida," dijo a Linus Pauling, quien pasó una hora con él en la mañana del 11 de Noviembre de 1954,." cuando firmé la carta al Presidente Roosevelt recomendé que se fabricar una bomba atómica; pero había alguna justificación, el peligro de lo que los alemanes podría hacer." En un mensaje a los Amigos Americanos de la Universidad Hebrea, enfatizó el ideal judío de la persona que enriqueció la vida espiritual de su gente y agregó: "Esto implica una repulsa definitiva de lo que normalmente se llama materialismo." Era una tentación a la que nunca había sucumbido; el goce de "los placeres que naturaleza proporciona" era lo más cerca que él llegó. Tan demasiado con las tentaciones más insidiosas de gran éxito. "La única manera de escapar a la corrupción

personal de la alabanza es seguir trabajando," dijo. "Uno se siente tentado a parar y escucharlas. La única cosa que lo evita es seguir con el trabajo. Trabajo. No hay nada más." Algunos de sus últimos juicios científicos han sido registrados por el astrónomo canadiense Dr. A. Vibert Douglas, biógrafo de Eddington, el cual viajó a Princeton en Enero de 1954. Einstein empezó por pagarle un tributo llamativo a Eddington, cuya obra La Teoría Matemática de la Relatividad la consideraba la mejor presentación del asunto en cualquier lenguaje. "Habló," dice el Dr. Douglas, del valor literario, la belleza, y lo brillante de la escritura de Eddington en esos libros intentando dar al lego lector inteligente al menos algún entendimiento, alguna perspicacia de la importancia de las nuevas ideas científicas, pero con una sonrisa agregó que un científico se equivoca si piensa que puede hacer a un hombre lego entender: un científico no debe intentar popularizar sus teorías, si lo hace "es un fakir, es el deber de un científico pasar desapercibido." Esta puntualización, que Einstein también hizo en otro lugares durante años posteriores, estaba en fuerte contraste con sus anteriores intentos de explicar la relatividad en un lenguaje sencillo. Era difícil no ver aquí un reflejo de su desilusión con la gente que apareció durante la parte final de su vida. "Con respecto a los desarrollos en los primeros años hechos por Weyl y Eddington, las teorías posteriores de la expansión del universo de Friedmann, Lema"tre y Eddington, y las todavía más recientes teorías de la creación continua de la materia de Jordan, Bondi y Hoyle, los comentarios del Dr. Einstein fueron breves y críticos," dice el Dr. Douglas. "Él definitivamente no compartía la hipótesis de la creación continua, sentía la necesidad de un 'principio'; consideraba a la brillante mente matemática de Milne como falta de un juicio crítico; no le atraía la idea de Lema"tre del átomo primitivo; y concluyó diciendo de él mismo y de todos los demás: 'Cada hombre tiene su propia cosmología y quien puede decir que su propia teoría es correcta.'" Así, después de dos décadas, lo que Thomson había dicho como un chiste [se trató antes] fue repetido por Einstein en serio. El Dr. Douglas sabía que en el estudio de Berlín de Einstein había una vez colgados retratos de Newton y de Maxwell. Ahora todo lo que vio fue un retrato de Gandhi y otro de un músico alemán. "El hombre más grande de nuestra época," era cómo Einstein ahora describía a Gandhi; y, del Dr. Schweitzer, cuyo nombre se mencionó: "Sí, también es un gran hombre." "Allí había algo especial y quise preguntarle quienes eran los más grandes hombres, los pensadores más poderosos que había conocido?" escribió el Dr. Douglas. "Dió la respuesta sin vacilar, 'Lorentz.'" Ninguno de los otros físicos teóricos y cosmologistas nombrados estaba al mismo nivel. "No, esto no era demasiado crítico, eso era desigual, había otro de menor estatura... pero, agregó, 'nunca conocí a Willard Gibbs; quizás, tenía que haberlo hecho, lo puedo poner al lado Lorentz.'" Había otro nombre en el pensamiento del Dr. Douglas: Minkowski, cuyo trabajo casi medio siglo antes había alzado la Teoría Especial de la Relatividad desde un concepto físico a uno

matemático. ¿Dónde lo pondría Einstein? "Era mi gran maestro en Zurich," dijo, "pero no soy un matemático bastante bueno para saber donde ponerlo." Su idolatría por Lorentz había durado toda su vida, y unas semanas antes de su muerte describió como era el magnetismo. "Todo lo que emanó de su gran mente era tan claro y bello como una buena obra de arte," escribió en una colaboración a un volumen conmemorativo publicado en Holanda. Estaba su humor, su sonrisa, su dominio de la física y las matemáticas. No obstante, Einstein continuó, él "era absolutamente conocedor de que el intelecto humano no puede penetrar muy profundamente en el núcleo esencial de las cosas. No fue hasta estos últimos años que fui capaz de apreciar totalmente esta medio escéptica, medio humilde disposición." Así como perfeccionó sus creencias científicas durante el año último de su vida, también recapituló sobre sus convicciones religiosas. Declaró al Dr. Douglas: "Si no fuera judío sería cuáquero." Y en un entrevista con el profesor William Hermanns, dijo: "No puedo aceptar ningún concepto de Dios basado en el miedo a la vida, o el miedo a la muerte, o la fe ciega. No puedo demostrarle a usted que no hay ningún Dios personal, pero si le hubiera hablado a Él, sería un mentiroso." Sobre las creencias personales, la respuesta era bastante simple. "Creo en la hermandad del hombre y en la unicidad del individuo. Pero si me pide que demuestre lo que creo, no puedo. Sabes que que estás en lo cierto pero puede pasar toda la vida sin poder demostrarlo. La mente sólo alcanza hasta donde conoce y puede demostrar. Llega un momento donde la mente supera lo conocido, pero nunca puede demostrar cómo lo ha alcanzado. Todos los grandes descubrimientos han implicado tal salto." Así, cincuenta años después de los artículos de 1905, llegó al inequívoco rechazo de Mach y de su idea de conocimiento sólo mediante sensaciones. Por lo que respecta a la motivación que empuja a todos los hombres a seguir delante, era bastante sencillo de explicar. "Lo más importante es no dejar de cuestionarse las cosas," dijo. "La curiosidad tiene su propia razón de existir. Uno no puede ayudar pero no puede dejar de impresionarse al contemplar los misterios de la eternidad, de la vida o de la maravillosa estructura de la realidad. Basta si uno intenta comprender simplemente un poco de este misterio cada día. Nunca pierdas esta sagrada curiosidad." Einstein había intentado comprender. Mirando hacia atrás desde la posición ventajosa de 1954 él tenía el derecho a solicitar haber jugado un papel más importante en las dos consecuciones más grandes que el hombre había logrado. Había ayudado a demostrar que el tiempo y el espacio no eran cosas inelásticas como se pensaba, sino que dependían de las circunstancias en que se consideraran. Así él había cambiado el significado atribuido a la palabra "realidad." Él también había llevado a los físicos a aceptar la naturaleza dual de la materia, esa materia que tenía, como Sir Lawrence Bragg tan perceptivamente había apuntado, la perversa característica de que "las ondas se transformen en partículas mediante el avance del tiempo." Éstos eran importantes logros a un nivel intelectual donde pocos osaron llegar. Einstein había alcanzado ese nivel

llevando la parte del bagaje emocional que detiene a la mayoría de los hombres. De alguna manera esto hizo su tarea más fácil. Viaja más rápido quien viaja solo y ligero de equipaje; incluso en la ciencia esto había colocado las cosas en su sitio. Su incapacidad de sentir la tragedia humana tanto emocional como intelectualmente había ayudado a romper su primer matrimonio, un molesto y fastidioso error el cual parecía a veces haberlo llevado a un punto de desesperación precisamente cuando él deseaba concentrarse en el trabajo que tenía entre manos. Estos problemas personales habían sido superados gracias a su matrimonio con Elsa, quien desde 1919 le había allanado el camino hacia la grandeza sin queja alguna. Hasta ese punto había superado las incapacidades producidas por su aislamiento emocional, siendo como se lo había descrito a Besso un joven, "bastante frío y duro". Podría seguir trabajando sin preocuparse de otra cosa. Aparte de ese trabajo sin embargo, la frialdad, la cual no había hecho nada por evitar, le trajo su recompensa: un hombre ávido de hacer el bien, encontró sus mejores intenciones frustradas con una persistente regularidad. A inicios de 1955 fue invitado a las conferencias en Berna y Berlín para celebrar el quincuagésimo aniversario de su artículo más famoso. Él declinó la invitación. Sus excusas fueron las típicas. "La vejez y la delicada salud hacen imposible el viaje," contestó a von Laue en Berlín, y debo decir que no siento, que el culto de la personalidad siempre me ha resultado desagradable. En el caso actual más aún, muchas personas han contribuido al avance de esta teoría que está lejos de completarse. ... Si los muchos años de investigación me han enseñado algo, es que estamos mucho más lejos de un entendimiento de las partículas elementales que lo que la mayoría de los hombres se dan cuenta (excluido usted), y una celebración conmemorativa difícilmente beneficiaría el estado actual de la situación. A Pauli, quien lo invitó a la conferencia suiza, le contestó: "parecería que las expectativas que suscita la Teoría General de la Relatividad son extraordinariamente diversas. Éste es bueno, para nosotros los científicos la expresión filosófica La Guerra es el padre de todas las cosas no tiene la connotación fatal que habitualmente se le da." Habríamos disfrutado en la reunión de Berna, aunque a su apreciación de la Teoría General le falta el entusiasmo científico inicial de 1919. La aceptación incondicional y la comprobación experimental, que habrían puesto a la Teoría Especial más allá de toda duda, se echaban en falta. Mientras que no había duda de que la gravedad afectaba a la luz, la extensión de este efecto había llegado a ser muy cuestionada como la mejora de métodos experimentales. "Se tendría que hacer mucho trabajo antes de que los astrónomos realmente pudieran decir cual es el valor de la deflexión de la luz observada y si el desplazamiento al rojo existe," dijo Freundlich en la conferencia. Algunos de estos trabajos ya se han hecho. Pero Born, para quién la Teoría General era "la hazaña más grande del pensamiento humano sobre la naturaleza," expresó calificativos que todavía hoy perduran.

Einstein habría aceptado este punto. Más de treinta años antes, caminando por terrenos de la Casa del Gobernador en Jerusalén, él había comentado la idea de tragedia de Herbert Spencer, "una deducción rebatida por un hecho" "Cada teoría es rebatida más pronto o más tarde de esta manera. Pero si la teoría tiene algo bueno, eso se engloba y continua en la siguiente teoría." Las reuniones de aniversario se podrían llevar a cabo sin él. Otros podrían resaltar en el escenario científico mientras él, el hombre que lo había comenzado todo, se encaminaba calladamente hacia el final de su vida, un espectador más que nunca se apartó de los problemas mundiales. Al menos, eso era lo que parecía. Todavía ahora, al final de su vida, Einstein iba de nuevo a situarse en el centro de la atención públicos, con ganas y casi entusiasmado, como determinado a refutar la idea de que su vida acabaría más con un estallido que con un lamento. La oferta de la Presidencia de Israel había llegado inesperadamente, una estrella fugaz en el crepúsculo al final de una larga vida. Entonces apareció otro que alumbró un posible camino hacia la paz de una forma que incluso hoy en día no es totalmente apreciada. A mediados de Febrero recibió una carta de Bertrand Russell. Ambos hombres, en palabras de Russell "se habían opuesto a la Primera Guerra Mundial pero consideraban a la Segunda inevitable." Ambos desconfiaban de la ortodoxia y ambos se habían horrorizado de las posibilidades destructivas de la bomba de hidrógeno. Aunque ambos habían buscado en general los mismos objetivos, sus métodos habían sido tan diametralmente opuestos como sus caracteres. Mientras Einstein había estado satisfecho continuando su trabajo bajo el amparo del Kaiser Wilhelm, Russell había ido a prisión. Mientras Einstein tenía sus reservas sobre la inteligencia de la humanidad, Russell había reaccionado realizando sentadas de protesta en plazas públicas. Einstein, con todo derecho, había caminado bajo la protección de su propio mundo interior; Russell, atormentado, angustiado y combativo, había insistido en que también debería ser oído. Pero ahora Russell se dirigió a Einstein buscando ayuda. Estaba, escribió el 11 de Febrero, profundamente inquieto por la carrera de armamento nuclear. "Creo que los hombres eminentes de la ciencia deben hacer algo dramático para convencer al público y a los gobiernos de los desastres que ocurrirían. ¿Crees que sería posible conseguir dijo, que seis hombres elevada reputación científica, encabezados por usted, hicieran una declaración solemne sobre la necesidad imperiosa de evitar la guerra?" Lo mejor sería que la declaración fuese firmada por hombres de credos políticos opuestos, y deberían de tratar no simplemente de los peligros de la bomba de hidrógeno sino de los peligros de la guerra bacteriológica, así como hacer énfasis en "la propuesta general de que guerra y ciencia no pueden coexistir." La carta agregó que la declaración debería solicitar a los países neutrales el establecer comisiones propias para investigar el efecto, sobre ellos, de una tercera guerra mundial. Einstein contestó el 16 de Febrero de 1955, con una carta en la que llevaba aún más allá la propuesta de Russell. Lo qué sugería era "una declaración pública, firmada por pocas personas, digamos doce personas, cuyos logros científicos

(científico en el sentido más amplio de la palabra) habían alcanzado reconocimiento internacional y cuyas declaraciones no perderían efectividad a causa de sus filiaciones políticas." Entre tales personas se podría incluso incluir a Joliot-Curie, un líder comunista, "para probar que estaban equilibrados con hombres de ambos lados." Bohr era un candidato obvio de los países no alineados, los cuales Einstein esperaba que suministraran la mitad de las firmas. Le siguió otra carta de Russell y una posterior contestación de Einstein que por entonces había escrito a Bohr. Así la idea inicial de Russell fue considerablemente influencia por Einstein y el resultado fue bastante acertadamente conocido como la Declaración RussellEinstein. Esta fue enviada a Einstein el 5 de Abril por Russell; recapitulaba sobre los peligros de una guerra contemporánea, con especial énfasis en las bombas de hidrógeno. Y terminaba con la siguiente resolución, para ser expuesta en una convención mundial de científicos: En vista del hecho de que en cualquier guerra mundial futura con seguridad serán empleadas armas nucleares, y que tales armas amenazan la existencia de la humanidad, instamos a los gobiernos del mundo a darse cuenta, y reconocer públicamente, que sus propósitos no pueden ser alcanzados mediante una guerra mundial y les instamos, por consiguiente, a encontrar medios pacíficos de resolver sus disputas. Mientras la declaración de Russell estaba todavía en el correo, Einstein por su cuenta, escribió a Nehru preguntándole por su intervención en una zona donde una guerra Este-Oeste parecía más probable. Era en China, donde el apoyo del gobierno Nacionalista a las islas Quemoy y Matsu amenazaba con llevar a los Estados Unidos a un atolladero en Asia. Adjuntó a sus cartas un plan, preparado por Szilard, para la evacuación de las dos islas por un período determinado. Aparentemente esto pareció el peor comienzo pero Einstein pensaba que nada bueno traería la intervención de Nehru, fuera cual fuera. Los tres funcionarios de la Sociedad para las Responsabilidades Sociales en la Ciencia ahora casualmente le llamaron con una propuesta para una carta abierta que esperaron que firmara. Explicó que algo similar estaba en camino, que Russell estaba detrás del movimiento, y que le había escrito a Russell diciendo: "tu entiende estas cosas. Tu eres el general. Yo soy sólo un soldado raso; dame una orden y te seguiré." Pero parecía que sabía que le quedaba poco tiempo. "Él estaba en el porche de su casa mientras hablaba," escribió una de sus visitas. "Aunque no hacía frío estaba envuelto en una manta. Y de algún modo se intuía su partida." La intuición era justificada. La carta de Russell había conmovido a Einstein de un modo como pocas cosas lo habían hecho en los últimos años, y ahora decidió que había llegado el momento de hacer una declaración importante sobre la posición de Israel, cuyo Día de la Independencia en Mayo se iba a celebrar en circunstancias incluso más vergonzosas de lo usual. Las amenazas del sus vecinos árabes crecían mientras que el anuncio de que Checoslovaquia y Rusia

iban a suministrar a Egipto armas añadía una amenaza nueva y más peligrosa. Se estaban tomando mediadas en contra, y Mr. Dulles había acordado dar a los israelíes una docena de cazas Mystére de los Estados Unidos procedente de la OTAN así como veinticuatro cazas Sabre procedentes de otra fuente. Pero estas medidas todavía eran desconocidas por el público general. Éste incluía a Einstein quien sólo unas pocas semanas antes había dicho que la actual administración de Eisenhower buscaba "ganarse la simpatía de las naciones árabes a costa de sacrificar a Israel." Estaba particularmente receptivo cuando, a principios de abril, las autoridades israelíes en Washington le preguntaron si querría hacer una declaración del Día de la Independencia que tratara sobre las actividades científicas y culturales del país y enfatizando los usos pacíficos de la energía atómica. "Me gustaría mucho ayudar a la causa de Israel en las condiciones difíciles y peligrosas actualmente existentes" contestó el 4 de abril. Pero, en las actuales circunstancias, los desarrollos culturales y científicos eran poco relevantes. Lo que Einstein pensó que podría ser más efectivo fue "un análisis de alguna forma modo crítico de las políticas de las naciones Occidentales con respecto a Israel y a los estados árabes." Continúo diciendo que si tal declaración tenía que tener sentido tendría que se preparada en cooperación con los responsables oficiales israelíes. Era una oportunidad única. El embajador israelí, Abba Eban, se ocupó del tema y el 11 de Abril llegó a Calle Mercer con el cónsul israelí, Reuven Dafni. "Me dijo el profesor Einstein," escribió más tarde que, vio el renacimiento de Israel como uno de los pocos actos políticos en su vida que tenía un calidad moral esencial. Pensaba que la conciencia del mundo debería , por consiguiente, estar involucrada en el mantenimiento de Israel. Siempre se había negado a las demandas de la cadena de radio y televisión para exponer sus puntos de vista a la opinión pública. Esta tema sin embargo, parecía ser de tal importancia para él, que estaba realmente tomando la iniciativa con mi ayuda de buscar la oportunidad para dirigirse a los americanos y al mundo. Me mostró un borrador que había comenzado a preparar. Había llegado al final de un largo preámbulo sobre la guerra fría y deseaba oír mis opiniones a grandes rasgos, antes de discutir los aspectos políticos de la situación en Oriente Medio. Eban y su colega hablaron con Einstein, y se acordó que Dafni volvería en unos días en cuanto Einstein hubiera terminado el borrador de su discurso. El mismo día 11, recibió la esperada declaración de Russell acompañada de una lista de científicos a los que se le pediría que la firmaran. "Estoy deseando firmar su excelente declaración," contestó sin dilación. "También estoy de acuerdo con su opción de los probables firmantes." Así en una frase ayudó al lanzamiento del manifiesto solicitando una conferencia para estimar los peligros de la guerra y señalando directamente la larga serie de influyentes conferencias de Pugwash a las que asistieron prominentes científicos de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Rusia, entre más de una docena de países.

[Detalles completos del desarrollo e influencia del las conferencias de Pugwash se dan en "Pugwash: A History of the Conferences on Science and Wordl Affairs" (Pugwash: Una Historia de las Conferencias sobre la Ciencia y Asuntos Mundiales), de J. Rotblat (Praga: Academia Checoslovaca de Ciencias, 1967).] Al día siguiente Einstein se encontraba mal, pero se negó a llamar al médico, y sin que lo supiera Helen Dukas telefoneó a Margot, que por entonces estaba ingresada en el hospital local, y le dijo que se lo debería decir al médico de Einstein. A pesar del dolor, Einstein participó en la emisión de su programa en el Día de la Independencia y continuó la discusión al día siguiente con el cónsul israelí. Los cinco párrafos que se conservan del programa presentaban el conflicto entre Israel y Egipto como interdependiente y con grandes problemas. "El mayor problema en nuestros días," decía con su estilo característico, "es la división de la humanidad en dos grandes áreas hostiles: el Mundo Comunista y llamado Mundo Libre. Dado que el significado de los términos 'Libre' y 'Comunista' en este contexto apenas está claro para mí, prefiero hablar de un conflicto de poder entre el Este y el Oeste, aunque, la tierra es redonda, y no está claro el significado preciso de los términos 'Este' y 'Oeste'". El día 13 continuaba enfermo, pero por la mañana recibió al cónsul israelí y a Janos Plesch, que habían venido de New York. Trataron de su proyecto con Dafni. De ello tomó notas cuyo paradero es incierto. Los editores de "Einstein on Peace", uno de los cuales era el agente literario de Einstein, las describe como "no disponibles"; no pudieron encontrar nada que apoyara un posterior rumor de que habían sido robadas del hospital Princeton, y criticaron una "reconstrucción" de las directrices de los planes de Einstein, basada en la información suministrada por Dafni, posteriormente publicada en el New York Times. La conclusión más probable es que las notas, independientemente de lo que les hubiera pasado, fueran demasiado críticas hacia el "Este," el "Oeste," o hacia los dos lados en lucha por el poder, como para admitir abiertamente que provenían de Einstein. Dafni se marchó de la Calle Mercer hacia el mediodía. Poco después, Einstein se quejó de que estaba muy cansado y falto de apetito. Después de una comida ligera se acostó a descansar y a media tarde sufrió un colapso. Helen Dukas, haciéndose cargo de la situación, avisó al médico que acudió rápidamente con dos colegas, basándose en un electrocardiograma que le había hecho, dispuso una cama en el estudio, y se preparó para una larga vigilia. El paciente pasó una noche tranquila gracias a unas inyecciones de morfina que se le administraron. El Dr. Dean, que encontró a Einstein "muy estoico" y "con su timidez característica", había diagnosticado una pequeña filtración de sangre procedente de un endurecimiento de la aorta, y en la mañana del jueves 14 el Dr. Frank Glenn, cardiólogo y cirujano cardiovascular llegó procedente de New York, así como el Dr. Ehrmann y el Dr. Bucky. Se tenía que tomar una decisión con rapidez: si operar o no. Hacía 1955 era posible, aunque las oportunidades de supervivencia durante tal operación eran aún escasas. Algunos expertos las estimaban en torno al

cincuenta por ciento; pero si no se operaba eran mínimas. Años antes, cuando Einstein se enteró de su estado y le avisaron que su aorta podría reventar a menos que tuviera cuidado, respondió bruscamente: "Déjala que reviente." Ahora continuaba igual de intransigente. Preguntó cuánto tiempo le quedaba a lo que le respondieron que le podrían quedar minutos, horas, o tal vez días. Estaba, dijo su doctor, "totalmente en contra" de la cirugía. Su última queja fue para Helen Dukas: "Si el fin tiene que llegar; ¿que importa cuando?" Al igual que en la física él había desarrollado un conservadurismo revolucionario, en medicina desconfiaba de lo que creía que eran innovaciones radicales; habría sido imposible operar a un hombre en su estado, con lo cual no tenía ninguna posibilidad. La noche del viernes la pasó tranquilamente y el sábado por la mañana se sintió mejor. De nuevo apareció un dolor intenso y era incapaz de moverse. Cuando llegó el médico, que fue llamado urgentemente por Helen Dukas. Al principio se negó a ser trasladado. A la mayoría de los pacientes se les habría convencido rápidamente, pero incluso ahora no era fácil convencer a Einstein. Finalmente, se le persuadió de que el hospital era mejor; el argumento usado fue que el trabajo de enfermera era demasiado para la Srta. Dukas. De camino al hospital estuvo conversando animadamente con uno de los conductores de la ambulancia. Tras su llegada empezó a sentirse mejor y en seguida telefoneó a la Calle Mercer. Lo primero que pidió fueron sus gafas; luego quiso el material de escritura. Si le quedaba tiempo no debía desperdiciarlo. El domingo, Margot fue llevada a verlo. "Al principio no lo reconocí, debido a que estaba muy cambiado por el dolor y a la palidez de su rostro," escribió a Hedwig Born. "Pero seguía siendo el mismo. Estaba contento de que me encontrara un poco mejor, bromeó conmigo, y se enfrentaba a su estado con total superioridad; habló con perfecta calma, incluso con humor acerca de los doctores, y esperaba su fin como si de un 'fenómeno natural' se tratara". Se iría cuando le llegara la hora, e insistió en una cosa: "no permitas que la casa se convierta en un museo." había pedido que no se mantuviera su despacho en el instituto como el lo dejó sino que fuera usado por otros. No quería que la Calle Mercer llegara a ser un lugar de peregrinación y no le hacía mucha gracia que años después la gente fuera buscando el número 112 para ver su estudio; ni que escribieran al instituto pidiendo recuerdos suyos; o que le escribieran cartas de sitios tan lejanos como la India a su hijo Hans Albert pidiéndole un trozo de cualquier cosa que Albert Einstein hubiera tocado. Él se hubiera sorprendido al saber que se había escrito una ópera basada en su vida para ser representada en el Berlín Oriental, y se hubiera quedado atónito ante los millones de palabras que fueron cablegrafiadas desde Princeton a los periódicos después de su muerte. Él se hubiera partido de risa ante el valor de su autógrafo y de los cientos de dólares de precio que alcanzarían sus cartas en el mercado. Él hubiera querido que todo esto hubiera muerto con él. Había insistido en que su cerebro debía ser usado en la investigación y el resto fuera incinerado; pero que sus cenizas fueran esparcidas en un lugar secreto, ya que no quería que se convirtiera en un lugar de peregrinación. Él habría acordado con su agente literario, Otto Nathan, que publicaría lo menos posible

acerca de la enfermedad de Einstein y como se desarrolló hasta su muerte. Nathan no veía porqué el público debía tener interés en los detalles, o que satisfacción encontrarían en ellos. Hans Albert y Nathan llegaron a Princeton el Domingo. Con el primero, Einstein había discutido de ciencia; con el último de política y del peligro del rearme alemán. Él estaba tranquilo ahora, y al final de la tarde el Dr. Dean incluso dijo que el aneurisma podría curarse sólo. Al repetirsele el dolor por la tarde se le puso otra inyección; dormía plácidamente cuando Dean le echó un vistazo sobre las 11. Pocas horas después de la medianoche, la enfermera Alberta Roszel notó un cambio en su respiración. Se alarmó y pidió asistencia, y con la ayuda de otra enfermera lo incorporaron en la cama. Estaba murmurando en alemán, el idioma de sus despreciados compatriotas, la única lengua con la que se sentía cómodo. Fue con los alemanes que empezó a tener prestigio y en Berlín donde se había hecho mundialmente famoso. Solamente en alemán podía contemplar el curso de su vida: su dedicación a la ciencia y subyugación de todo lo demás; el auto impuesto ascetismo emocional; su creencia de que la raza humana era agresiva por naturaleza y que los alemanes eran más agresivos que el resto. Fueron en alemán los últimos pensamientos de uno de los más granes cerebros desde que Newton se despertó de su inconsciencia. ¿No debería haber sido tan uraño con la gente? ¿Si no hubiera ido nunca a Berlín, se lo hubiera puesto más fácil a los agresores con su pacifismo, si no hubiera odiado a los alemanes, no hubiera animado a Roosevelt a entrar en la era nuclear? ¿No debería haber puesto siempre la ciencia por delante? Pero sobre esto no había ningún duda, ningún motivo para arrepentirse. Cuando suspiró profundamente dos veces y murió, es improbable que Einstein lo lamentara mucho, si es que lamentaba algo. Pero la Señora Roszel no entendía su alemán. Y de cualquier modo, al igual que Elsa había sentido hacía casi veinte años antes, ahora era demasiado tarde. EPÍLOGO Durante las últimas décadas, los experimentos dirigidos a comprobar las teorías de la relatividad de Einstein habían sido mucho más numerosos que los realizados tras su muerte en 1955. Muchos de los recientes intentos han sido posibles gracias a la experiencia conseguida con el incremento efectivo de los aceleradores de partículas, construídos primordialmente para la investigación nuclear, en los cuales se aceleran las partículas hasta energías cercanas a la velocidad de la de luz. A estas nuevas instalaciones se han añadido las construidas para la exploración del espacio; los cohetes y los satélites, tripulados y no tripulados, que han sido usados en una amplia variedad de experimentos, mientras que un reflector colocado en la base lunar "Tranquility Base" (Base de la tranquilidad) por los astronautas del cohete americano Apollo está desde 1969 dando la distancia entre la tierra y la luna con una precisión de unas 20 pulgadas, una operación que ha ayudado a confirmar la Teoría General consiguiendo medidas mas precisas de la órbita de la luna que las predichas por teorías alternativas de la gravedad. Este aumentó del interés en la relatividad (que había

continuado durante las décadas de los 40 y 50, cuando la mayoría de los físicos estaban concentrados en la física atómica y nuclear) no produjo virtualmente nada que rebatiera las ideas básicas con las que Einstein sobresaltó el mundo durante los primeros años del siglo. Lo que se ha generado son nuevos problemas en la cosmología a los cuales han seguido entre otros, el descubrimiento de los cuasars (fuentes de radio cuasiestelares) y los "agujeros negros," cuerpos astronómicos con campos gravitacionales tan altos que la relatividad curva el espacio que los rodea, causando el colapso gravitacional. Pero no ha sido la relatividad en si misma, sino su importancia lo que ha ayudado a resolver los problemas en discusión. Otras teorías que implican modificaciones de las ecuaciones de la relatividad general, han sido muy discutidas desde 1955, tales como la teoría del tensor escalar de C. Brans y R. H. Dicke, o la teoría cosmológica del estado estacionario de Hermann Bondi, Thomas Gold, y Fred Hoyle, afrontan la creación incesante de materia nueva a un ritmo que mantenga constante la densidad de la materia en el universo a pesar de su continúa expansión. Pero el consenso general de opinión entre los físicos y astrónomos es que la evidencia disponible en la actualidad no apoya estas alternativas a la relatividad general. La misma característica de durabilidad inmutable que envuelve continuamente el trabajo científico de Einstein es aplicable también a su influencia extra científica y a la imagen que se tiene de él como ser humano. La información que ha llegado al público desde su muerte ha reforzado su imagen en lugar de cambiarla. La imagen de Einstein como un tímido agitador del mundo no es considerada hoy en día como en los días de su muerte en Princeton, lápiz y papel junto a la cama hasta el último momento, para que no quedara ningún detalle sin recoger de "cómo creó Dios este mundo." Pero si la importancia del trabajo de Einstein, y su carácter humano, han permanecido inalterados a lo largo de los años, el avance tecnológico ha sido capaz no sólo de reforzar sus teorías sino de fortalecer algunos de los fundamentos en los que se basan. Así, la sofisticación de los modernos equipos ha posibilitado que los postulados esenciales de la teoría general de Einstein fueran confirmados con mayor grado de exactitud. Esto significa asumir la equivalencia del campo gravitacional uniforme y de la aceleración uniforme. Hasta hace poco las únicas series de medidas para comprobar esta asunción habían sido las que comenzó en 1888 Lorand Eötvös y fueron continuadas por sus colegas tras su muerte en 1919. Pero durante los años 60 nuevos trabajos en los Estados Unidos y Rusia probaron el principio de equivalencia, los cuales fueron llevados a cabo en América por Robert H. Dicke de la Universidad de Princeton. Mientras Eötvös había comparado la gravedad de la tierra y el efecto de la fuerza centrífuga en masas iguales de substancias distintas, Dicke comparó las fuerzas causadas por la atracción gravitatoria del sol y el movimiento orbital de la tierra alrededor del sol. Para el equilibrio de la rotación se necesitaba que la tierra girara 180º cada 12 horas; los resultados suministrados durante varios años, apoyaban el principio de equivalencia con una precisión de más de 100 veces la obtenida en experimentos anteriores. Mientras tanto, un importante desarrollo había tenido

lugar en los 60 y los 70 en lo que podría llamarse el frente antirrelativista. Esto supuso el fracaso de Herbert Dingle de conseguir apoyo durante décadas argumentando que la teoría especial de la relatividad era insostenible. Aunque Dingle, un respetado astrofísico y filósofo de la ciencia, fue severamente criticado por muchos físicos por su ataque a la relatividad, particularmente en los artículos de "Nature". Acerca de la correspondencia publicada allí por Dingle y sus oponentes, el editor comentó: "Por ahora todo son evidencias que demuestran que asuntos como estos tienen la costumbre de surgir después de que parece que se ha terminado con ellos por la fuerza de la razón." La élite de la técnica se enfrentó con Dingle acabando con las creencias de que Einstein había estado equivocado básicamente aunque, como "Nature" infirió, nada acabaría con ellos del todo. "Por supuesto, aquellos que por una razón u otra, encuentran la versión de Einstein de la teoría de la relatividad especial inaceptable no se conformarán rápidamente", dijo. "Después de todo, no hay nada que impida a aquellos que quieren volver al éter, o aquellos que les gustaría que la velocidad de luz no fuera constante, buscar otras formas de salvar las apariencias. Como dice el refrán, estamos en un país libre, y no hay nada que impida a la gente luchar contra molinos de viento si quieren." De mayor importancia que los argumentos sobre la relatividad, que el fracaso de Dingle apoyaba sus disputas a la satisfacción de la mayoría de físicos, han sido las nuevas observaciones del sol llevadas a cabo por Dicke, cuyos experimentos reemplazaron a los de Eötvös. Dicke, uno de los creadores de la teoría del tensor escalar, comenzó una serie de experimentos a mediados de los 60 cuyos resultados provocaron el titular en "Nature" de "¿Einstein en Crisis?" y el comentario: "y a pesar de la fuerte atracción estética y filosófica de la teoría general de relatividad de Einstein, es aún, después de 50 años de amplia aceptación, una de las teorías peor fundadas de la física en cuanto a su confirmación experimental se refiere." No todo los físicos estarían de acuerdo, sin embargo es ciertamente verdad que la explicación de Einstein de la precesión de la órbita de Mercurio parece ser un indispensable apoyo empírico a la teoría general. Todavía después de 1966, Dicke argumentaba que la teoría de Einstein no explicaba completamente la precesión observada. Considerando que Einstein había asumido que el sol era esféricamente simétrico, Dicke sostenía, basado en observaciones, que el sol mostraba una diferencia significativa entre la longitud de sus diámetros polar y ecuatorial. El achatamiento que resulta, con forma de naranja aplastada, se atribuyó a una distribución desigual de masa dentro del sol que, en los cálculos de Dicke, tenía el efecto de reducir la precesión del perihelio calculada por Einstein de la órbita de Mercurio en aproximadamente tres centésimas de segundo de arco. Dicke razonaba que para aceptar la precesión observada, la teoría del tensor de gravitación de Einstein debería ser reemplazada por una teoría de tensor escalar de gravitación que fuera capaz de dar el resultado correcto. Investigaciones posteriores, sin embargo, ha suscitado la duda sobre las medidas de achatamiento solar y su interpretación, y generalmente no se piensa que sea necesaria la teoría del tensor escalar para explicar la observación del movimiento de Mercurio. Aún

más, se ha encontrado que medidas realizadas de la deflexión aparente de una radio galaxia oculta por la Luna se ajustan mejor a la teoría de Einstein que a la de Dicke. Una buena oportunidades de obtener imágenes precisas bajo las condiciones actuales se consiguió mediante la situación de un reflector de silicio fundido en la luna en 1969. Se había diseñado para reflejar la luz de una fuente independientemente del ángulo de incidencia, y después de la vuelta a la tierra del Apollo se generó un haz de luz con un láser de rubí que fue apuntado hacia el reflector mediante el telescopio de 107 pulgadas del Observatorio Monte McDonald en la Montaña Locke en Tejas. El lapso de tiempo entre la transmisión y la recepción daba la distancia entre la luna y la tierra con la mayor precisión jamás conseguida. Otros experimentos que involucran radares astronómicos, o técnicas similares, se han ido haciendo cada vez mas frecuentes. Así, en 1964 Irwin Shapiro del Instituto Tecnológico de Massachusetts usó un radar astronómico para medir la disminución de la velocidad de la luz al pasar por el campo gravitacional del sol, que fue predicha por la relatividad. Se eligió la instalación del radar en el Observatorio Haystack y se usó para medir el retardo de los pulsos del radar enviados a Mercurio y a Venus por rutas que pasaban cerca del sol y posteriormente reflejados a la tierra, fue utilizado un "maser" extremadamente sensible y de bajo ruido para amplificar las débiles señales reflejadas. La repetición más reciente de este experimento ha confirmado que el exceso de retardo predicho por la relatividad general, cuando se comparó con el correspondiente valor Newtoniano, estaba dentro del 0.1 por ciento, constituyendo esto el ensayo más preciso hasta ahora de la teoría de Einstein. En la década siguiente, trabajadores del Laboratorio Astrofísico Smithsonian obtuvieron una confirmación adicional que, como predijo el principio de equivalencia, los relojes adelantan cuando el campo gravitatorio al que están sometidos disminuye. Esto se hizo mediante el lanzamiento de un reloj muy preciso en un cohete a 10,000 kilómetros en una trayectoria cercana a la vertical, permitiendo que la variación de frecuencia de la señal del maser enviada a la tierra fuera medida durante 00 minutos y, después de corregirla, se comparara éste con el valor predicho por la teoría de la relatividad. El valor estaba dentro del 0,02 por ciento, una precisión alrededor de 50 veces superior a la que había sido posible medir sobre la tierra. Como "Nature" comentó: "Claramente este nuevo resultado es un empujón significativo a la teoría de la relatividad y lo mismo puede decirse de otros experimentos recientes que usan osciladores muy estables." Un tipo de apoyo distinto a la relatividad llegó en los años 70, con un experimento crucial sobre la dilatación del tiempo en el anillo de almacenaje del CERN en Ginebra, donde se pueden acelerar partículas subatómicas a velocidades cercanas a la de la luz. Desde los días de los primeros aceleradores de partículas, construídos justo antes y durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, la potencia de tales máquinas había aumentado enormemente. Hacia los años 70 operaban con energías de varios miles de millones de electrónvoltios, permitiendo dar a un electrón orbitando una masa

relativista de 10.000 veces su masa en reposo. En tales condiciones la velocidad de la partícula orbitando estaba tan cerca de la de la luz que la diferencia era sólo de una parte por cien millones. En el experimento del CERN, las partículas usadas eran muones, una especie de electrón masivo, los cuales se aceleraban en el anillo hasta una velocidad aproximadamente del 99,94 por ciento la de la luz. Se movían, además, en una órbita circular cerrada, una condición que simulaba los viajes de ida y vuelta de la paradoja de los gemelos. Hoy día se sabe que el muon se desintegra en un electrón y dos neutrinos, en una pequeña fracción de segundo. Pero tiempos tan extremadamente cortos pueden ser medidos experimentalmente con exactitud considerable. Como Tom Wilkie declaró en "Nature", la cual, el 28 de julio de 1977, publicó un completo reportaje del experimento: "Al estar en un círculo (los muones) sufren una aceleración centrípeta, esto es, están en un sistema no inercial, de modo que tienen que imitar el movimiento de los gemelos. Deberíamos esperar que los muones del CERN permanecerían más jóvenes que sus hermanos que se quedan en casa." Esto fue, de hecho, lo que pasó, las cifras encajan con las predichas por la relatividad. Estos, y otros experimentos comparables, repitieron pruebas que los físicos habían hecho desde que empezaron a investigar experimentalmente la relatividad, aunque lo hicieron con una precisión que habría sido inconcebible una generación anterior. Algo de otro orden comenzó el 29 de marzo de 1979, cuando lo que parecían ser dos quasares se observaron desde el Observatorio Nacional de Kitt Park. La similitud de las emisiones de radio producidas por ellos fueron advertidas enseguida y se dedujo que la teoría general de Einstein había predicho que campos gravitacionales fuertes podrían no solamente desviar la luz sino que podrían, actuando como una lente, desdoblar imágenes distantes. Se preguntaron, ¿no podrían los dos quasares, ser en realidad dos imágenes de un único quasar producidas por una lente gravitacional del tipo de las que Einstein había predicho? De todas formas, para tales lentes gravitacionales sería imprescindible la intervención de un objeto de mucha masa, tan compacto que pudiera actuar efectivamente como una masa puntual, creando dos imágenes de cualquier objeto de detrás y casi en la misma línea de visión. De hecho, este objeto masivo fue rápidamente encontrado mediante el telescopio gigante de Monte Palomar: una galaxia principal, a mitad del camino entre las dos localizaciones del quasar. Observaciones adicionales fueron realizadas por el radio-telescopio Jodrell Bank en Gran Bretaña, la Gran Red del Observatorio Radio Astronómico Nacional de los Estados Unidos, el Dr. Ray Weismann de la Universidad de Arizona, por otros observatorios en los Países Bajos y en Alemania Occidental y por el Satélite Internacional de Exploración Ultravioleta. Todo parecía confirmar la teoría de las lentes gravitacionales. Ahora había sido comprobada con "pelos y señales" esta otra predicción relativista. El efecto global de estos variados experimentos que han tenido lugar desde la muerte de Einstein ha sido la confirmación de la validez de su trabajo en vida, aunque ciertos detalles podrían ser modificados, como Einstein

modificó la imagen del universo de Newton en lugar de destruirla. La única área en la que ha recibido poco apoyo y ninguna confirmación es la teoría del campo unificado, la cual creyó que existía y cuyos detalles creyó ser capaz de descubrir si seguía el camino correcto. Desde los años 20 en adelante, la investigación sobre la teoría del campo unificado absorbió una gran cantidad de su potencia intelectual. Hoy su existencia parece tan improbable como entonces; muchos físicos creen que seguir el camino que llevaba Einstein es un espejismo, y que se requiere una aproximación muy diferente al problema de la física unificada. El éxito de ideas relativistas durante la segunda mitad de siglo no ha decrecido ni en las discusiones de sus implicaciones, particularmente en las cosmológicas, ni en las discusiones del mismo Einstein, tanto como hombre como científico. Ambas se incrementaron en 1979 cuando se celebró el centenario de su nacimiento y tuvieron lugar convenciones y seminarios en su honor en Berna, Jerusalén, Alemania occidental, Princeton, y New York, y se llevó a cabo una exposición sobre Einstein en el Museo Nacional de Historia y Tecnología del Instituto Smithsoniano en Washington. Tres sucesos han arrojado nuevas luces sobre el hombre y el científico desde su muerte: el descubrimiento de un pequeño escondrijo con cartas de Einstein en Leiden y la publicación de su correspondencia con Michelangelo Besso y con Maurice Solovine. El material de Leiden salió a la luz a raíz de que se encontraran una serie de cartas de de Sitter entre los papeles de Einstein en Princeton. Al tiempo, los archivos del Sterrewacht en Leiden, donde de Sitter había trabajado durante la Primera Guerra Mundial, estaban siendo trasladados desde el antiguo observatorio, y unos meses antes de que el profesor Franz Kahn y su esposa, visitando el Sterrewacht, hubieran podido investigar. Después de una búsqueda infructuosa en veinte nueve cajas, durante la cual la correspondencia de Sitter fue clasificada, en la caja número 30 se encontraron diecisiete cartas y tarjetas postales de Einstein. La primera carta, fechada el 22 de junio de 1916, trataba de los problemas suscitados por las ondas gravitacionales, un asunto discutido intermitente por ambos durante los dos meses siguientes. En marzo de 1917 Einstein, tras deplorar que él obviamente había creído que era un acuerdo académico improvisado, dijo: "Ahora a nuestros asuntos." Este asunto era la construcción de un modelo del universo que pudiera ser sometido a observación, un asunto que, según manifiesta el profesor Kahn en un artículo de la correspondencia (publicado primero en Natuuren Technik en Mayo de 1975 y reeditado en Nature el 9 de Octubre de 1975), preocupa a Einstein. "Comparando el espacio con una tela," le escribió a de Sitter, "... uno puede observar cierta porción... especulamos como extrapolar la tela, que mantiene su tensión tangencial en equilibrio... si se extiende infinitamente, o es finito y cerrado. Heine ha dado la respuesta en un verso, 'y un idiota espera una respuesta.'" Como el profesor Kahn dice: "Ahora, 60 años más tarde, nosotros, idiotas astronómicos todavía esperamos la respuesta." La correspondencia continúa revelando algunos de los diferentes detalles entre la concepción de Einstein del

universo y la de de Sitter, las cuales iban a ser fundidas en un crisol en los años 20 cuando Hubble y sus colegas en el Monte Wilson verificaron la aparente recesión de las galaxias y la expansión continua del universo. De cualquier forma, la correspondencia de Leiden, como casi todas las colecciones del material de Einstein, contienen comentarios sobre su actitud en otros asuntos distintos de la ciencia. Así, hay una postal a de Sitter diciendo: "es bueno que usted construya un puente sobre este abismo de malentendidos. Con esta carta recibirá la copia que pidió, y otra para el colega. Cuando llegue la paz le escribiré." El abismo de malentendidos era la Primera Guerra Mundial, el colega casi con certeza era Eddington, quien había posteriormente organizado las expediciones eclipse que proporcionaron la primera confirmación experimental contundente de la teoría general. Una vez que la actitud de Einstein hacia la guerra había cambiado, uno se puede preguntar cómo hubiera sido juzgada su influencia en asuntos políticocientíficos a la luz de los hechos actuales. La mayoría relaciona su nombre con las armas nucleares. Sin embargo, no debería olvidarse el comentario de Vannevar Bush sobre la famosa primera carta de Einstein a Roosevelt: "La cosa estaba ya en marcha antes de que la carta fuera escrita." de hecho, la "responsabilidad" de Einstein, una responsabilidad que pesaba sobre su conciencia, es considerablemente más compleja de lo que en un principio parece. Incluso cuando se vuelve sobre el rastro de E=mc2, se debería recordar que Rutherford había especulado, antes de que el primer artículo de Einstein sobre la relatividad hubiera sorprendido al mundo, sobre "las ondas de la desintegración atómica (las cuales) podrían partir de la materia, que harían que este viejo mundo se convirtiera en humo." Ni las últimas cartas de Einstein alentando la investigación nuclear, ni la reconocida pequeña ayuda que él había proporcionado para conseguir la separación del isótopo, deberían ser totalmente ignoradas. Hoy está claro que un hombre con una conciencia tan despierta y abierta como la que Einstein poseía, encontraba todas la justificaciones para lamentar que el miedo al triunfo alemán le hubiera persuadido para actuar, cualquiera que fuera finalmente la consecuencia de tales acciones. Einstein esta considerado tan excepcionalmente importante debido a su influencia en las reacciones a "la bomba". Esta influencia podía no haber sido tan considerable como sus amigos habían esperado, pero lo fue por lo menos, tanto como sus enemigos habían esperado. Continuó después de su muerte, debido a circunstancias completamente fortuitas como su aureola de cabello blanco, la figura de un "Charlie Chaplin con el rostro de Homero," como el Nuevo Estadista lo llamaba, una figura cuyas palabras continúan captando la atención cuando, desde la tumba, apelan a los seres humanos a no destruirse a sí mismos. En sus últimos días, una de sus acciones trajo consecuencias que todavía continúan. Fue su firma de lo que llegó a ser llamado la Declaración de RussellEinstein, una declaración a partir de la cual surgió el Movimiento Pugwash. Este movimiento tenía su críticos, y todavía los tiene, pero es difícil no admitir que al reunir a

científicos de ambos lados del Telón de Acero no haya trabajado del lado de la paz. En Alemania y en Israel, los acontecimientos anularon cualquier influencia de Einstein. Su irremediable desconfianza de Alemania, se resumió en sus amargas discusiones con su viejo amigo Max Born, hoy se pueden ver mas con simpatía que con pesar. Su rencorosa reacción a lo que ocurrió en el holocausto, incrementada por el recuerdo de su nacimiento en Alemania, contrastaba fuertemente con sus humanas opiniones en casi todo lo demás. Con respecto a Israel sus fuertes sentimientos habían sido abandonados desde lo años 20 por la creencia de que un acuerdo con los árabes era esencial, y murió antes de poder hacer nada útil en la situación, que se estaba deteriorando aún más en la década de los 50. Al final se consagró a la causa de gobierno mundial, la única esperanza, como el lo veía, de evitar una guerra de consecuencias devastadoras, de las cuales se enteró poco después de 1945, vendría dado por la utilización de armas cuyo poder sería infinitamente más destructivo que el de las primitivas primeras bombas nucleares. Es difícil de cuantificar la influencia de Einstein. Pero había ayudado a crear la idea con lógica y como un publicista había captado la atención de la opinión pública de una forma efectiva. El hecho que su influencia había sido mayor de la que se esperaba, intensa pero difícil de precisar, va paralela a la imagen de Einstein como un hombre que descuidaba su aspecto personal, que ha perdurado a través de los años. Todo ha llevado a reforzar el hecho de que de algún modo era diferente, como muchos grandes hombres en la historia. Él no era un ídolo de barro. La imagen de Einstein había permanecido inalterada. Aunque es cierto que aquellos que habían hablado o escrito sobre él, eran casi sin excepción partidarios suyos, no obstante, incluso cuando se descuenta este factor, está claro que las cualidades humanas que destacaron de él durante su vida eran realidad y no mito. Dos incidentes típicos denotan su cariño por los niños y su habilidad para relacionarse con ellos, como con la mayoría de los hombres corrientes, una característica que formaba parte de su fuerza. Eugene Wigner, uno de los físicos más importantes del mundo y amigo de Einstein en Princeton, recuerda que cuando su esposa le llevó una carpeta de papeles a casa a Einstein, este le preguntó por sus hijos. "Tuvo que admitir que tenían la varicela y de acuerdo a la normativa local no se les permitía salir del coche," escribió Wigner. "Einstein dijo en seguida, 'Oh, yo ya tuve la varicela, el verlos no me perjudicará.' Y bajó y mantuvo una agradable conversación con los dos. Ellos lo recordaron durante mucho tiempo (y mi esposa duda mucho de que Einstein supiera lo que era la varicela." Junto con esta facilidad para relacionarse, poseía la habilidad para comunicarse con los jóvenes que conlleva el estigma del genio. Lo mismo que es más fácil entender la relatividad mediante la lectura de Einstein mejor que la de muchos de sus analistas, sus explicaciones a sus jóvenes amigos eran siempre entendibles, característica comparable a la de Lord Rutherford, quien pedía que cualquier teoría científica debería poder ser explicada a una camarera. Se descubrió un ejemplo cuando se publicaron las cartas de Einstein a Michelangelo Besso. Vero, el hijo de Besso, solía escuchar a Einstein con gran atención, cuenta el profesor Speziali,

quien publicó la correspondencia. "Un día de 1904 (o de 1905)," dice, "[Einstein] le fabricó una espléndida cometa a Vero, y caminaron por el campo en dirección a una pequeña montaña al sur de Berna, llevando la cometa con ellos. Al pie de la montaña uno de ellos lanzó la cometa, y entonces puso la cuerda en la mano de Vero. ¿Fue Albert, el amigo de papá, quien hizo el primer intento? Eso carece de importancia. Lo qué Vero nunca olvidará fue que Einstein no sólo le construyó la cometa sino que le pudo explicar por qué volaba." Así, décadas después de su muerte, se puede resumir a Einstein en tres frases: como físico su genio era realmente grandioso y las técnicas modernas han probado sus teorías con un rigor inimaginable en su época; su influencia en asuntos públicos, ciertamente intensa pero de una fuerza menor que la que habría deseado, era de una calidad que hoy es aplaudida por todos aquellos que aún mantienen la esperanza en la raza humana; y que como ser humano la realidad de su vida igualó el mito. A ningún hombre de su habilidad intelectual, a ningún hombre que hubiera cambiado tan decisivamente los conceptos del universo, se le podría haber pedido más. POSDATA por Sir Bernard Lovell Hay solamente unos pocos casos en la historia, donde casi todo el mundo asocie a una persona individualmente con un avance científico decisivo, por ejemplo, Copérnico con la teoría heliocéntrica y Newton con el concepto de la gravedad. Ahora, cien años después del nacimiento de Einstein es evidente que su nombre se unirá en el contexto histórico con la teoría de la relatividad. Aunque esta asociación perdurará en la imaginación popular, se pasa por alto que a Einstein no se le otorgó el premio Nobel por sus teorías relativistas sino por su trabajo en la teoría cuántica del efecto fotoeléctrico. Su gran logro es que en un año, a la edad de 26 años, publicó una serie de artículos introduciendo tres conceptos revolucionarios en la física: la idea de que la luz que incide en una superficie fotoeléctrica lo hace en forma de cuantos; la prueba de que los movimientos aleatorios de una suspensión en un líquido (el movimiento Browniano) están causados por el bombardeado de las moléculas del líquido; y la teoría especial de la relatividad. Las complejidades matemáticas en las teorías de la relatividad oscurecen el impacto dramático de los conceptos en el pensamiento humano. Después de la publicación de la teoría especial en 1905 no fue posible mantener las simples creencias Newtonianas en la naturaleza absoluta del espacio y el tiempo, y la teoría contiene la prueba implícita de la equivalencia de la masa y la energía. Once años después Einstein publicó su teoría general de la relatividad, sobre los cuerpos en movimiento acelerado que era distinta de los movimientos uniformes de la teoría especial. La teoría general planteó profundos problemas filosóficos y físicos sobre la naturaleza del universo y el campo gravitatorio que permanecen sin resolver. Naturalmente, conceptos tan revolucionarios han sido desafiados y se han propuesto teorías alternativas. De

cualquier modo, en los pocos años que han pasado desde que Mr. Clark escribió su notable libro, varias medidas científicas han confirmado la superioridad de las teorías relativistas sobre todas sus competidoras. Además, ahora está claro que el descubrimiento en 1965 de la radiación de fondo de microondas isotrópica procedente del cielo confirma, al parecer sin ambigüedad, que el universo se ha desarrollado a partir de una condición inicial sumamente densa en los últimos diez mil millones de años. Creemos que estas medidas, relativas a una época muy cercana a las singulares condiciones iniciales, están implícitas como consecuencia cosmológica de la teoría general. Cien años después del nacimiento de Einstein su producción científica completa constituyen un monumento a la reputación de uno de los más grandes científicos de todos los tiempos. La grandeza de Einstein se manifiesta no meramente en sus teorías sino también en su percepción de que relatividad general no era una descripción definitiva de la naturaleza, una perspicacia que le llevó a buscar infructuosamente durante los siguientes 40 años una teoría unificada más completa. No sabemos si la búsqueda definitiva de Einstein estaba condenada al fracaso porque no es posible tal unificación de las leyes de la naturaleza. Aunque se ha encontrado que la relatividad general es correcta, en cualquier campo en que se hayan realizado experimentaciones, la destrucción de la creencia en la naturaleza absoluta del espacio y el tiempo Newtonianos ha introducido profundas dificultades en el intento del hombre por comprender la naturaleza del universo. Los descubrimientos de años recientes han estrechado las vías de escape de los dilemas fundamentales impuestos en nuestra visión de la naturaleza por las teorías de Einstein y destacado su valor intelectual. El valor de Einstein se manifestó en asuntos humanos más allá de su percepción de que estaba proponiendo teorías, las cuales, si eran correctas, erosionarían los conceptos Newtonianos estables de espacio y tiempo. Alemán de nacimiento, sufrió las vicisitudes humanas de dos guerras mundiales y escapó de la purga de Hitler en 1933. Fue explotado por los Sionistas después de 1919, y vivió para ver las espantosas consecuencias prácticas de la equivalencia de la masa y la energía implícitas como un principio en la teoría especial. Einstein pasaría a la historia como un gran matemático y físico. La importancia del libro de Mr. Clark no es meramente que capacite al lector para apreciar esto, sino que revela a Einstein como uno de los grandes fenómenos humanos del mundo civilizado, un hombre en quien las complejidades de sus matemáticas están al nivel de la profundidad de sus disputas filosóficas y de sus intrincadas asociaciones políticas, primero en Europa y después en América. No hay duda de que se publicarán muchos libros sobre Einstein en la celebración del centenario de su nacimiento, pero el alcance del libro de Mr. Clark y su visión de la naturaleza de la vida y el trabajo de Einstein dotará a su libro con una significancia especial y duradera. Abril de 1978 Mis ideas y opiniones

Albert Einstein PRIMERA PARTE IDEAS Y OPINIONES PARAÍSO PERDIDO Escrito poco después de fundarse la Sociedad de Naciones en 1919 y publicado originalmente en francés. Publicado también en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1924. En el siglo XVII, los sabios y artistas de toda Europa estaban aún tan estrechamente unidos por el lazo de un ideal común que los acontecimientos políticos apenas afectaban su cooperación mutua. El uso general de la lengua latina fortalecía aún más su unidad. Hoy contemplamos aquella situación como un paraíso perdido. Las pasiones nacionalistas han destruido esta comunidad intelectual, y el latín, que en tiempos unió todo aquel mundo, ha muerto. Los intelectuales y los hombres de ciencia han pasado a ser representantes de las tradiciones nacionales más extremas y han perdido aquella idea de comunidad intelectual. Nos enfrentamos hoy con el triste hecho de que los políticos y los hombres de negocios se han convertido en exponentes de las ideas internacionales. Son ellos quienes han creado la Sociedad de Naciones. MIS PRIMERAS IMPRESIONES DE ESTADOS UNIDOS Entrevista para Nieuwe Rotterdamsche Courant, 1921. Publicado en Berliner Tageblatt, 7 de julio de 1921. He de cumplir mi promesa de comentar mis impresiones sobre este país. No me resulta nada fácil. No es fácil adoptar la actitud de observador imparcial cuando le reciben a uno con tanta amabilidad y con un respeto tan inmerecido como se me ha recibido a mí en Norteamérica. En primer lugar, he de decir algo a este respecto. El culto al individuo es siempre, en mi opinión, injustificado. La naturaleza distribuye, sin duda, sus dones irregularmente entre sus hijos. Pero, gracias a Dios, hay gran cantidad de sujetos bien dotados y estoy firmemente convencido de que la mayoría de ellos viven tranquila y modestamente. Me parece injusto, e incluso de mal gusto, escoger a algunos de ellos para tributarles una admiración sin límites, atribuyéndoles una capacidad mental y una fuerza de carácter sobrehumanas. Ese ha sido mi destino; y el contraste entre la idea generalizada de mi capacidad y mis éxitos y la realidad, es sencillamente grotesco. La conciencia de esta extraña situación resultaría insoportable si no fuese por un agradable consuelo: es un síntoma esperanzador el que una época a la que suele tacharse de materialista transforme en héroes a hombres cuyos objetivos se centran exclusivamente en la esfera moral e intelectual. Esto demuestra que para un gran sector de la especie humana el conocimiento y la justicia están por

encima de la riqueza y el poder. Mi experiencia me enseña que esta visión idealista está muy generalizada en Norteamérica, país acusado de ser particularmente materialista. Tras esta digresión, pasaré al tema enunciado con la esperanza de que no se conceda a mi modesto comentario más peso del que merece. Lo primero que sorprende al visitante es la superioridad de este país en tecnología y organización. Los objetos de uso normal son más sólidos que en Europa, las casas están proyectadas de un modo mucho más práctico. Todo está enfocado a ahorrar trabajo humano. El trabajo es caro, porque el país está poco poblado para sus recursos naturales. El elevado precio del trabajo fue el estímulo que provocó el maravilloso desarrollo de nuevos métodos de trabajo y nuevos instrumentos técnicos. Un ejemplo del extremo opuesto es la superpoblada China, o la India, donde el bajo precio de la fuerza de trabajo ha obstaculizado el desarrollo de la maquinaria. Europa ocupa una posición intermedia. Cuando la máquina adquiere un desarrollo suficientemente grande, acaba siendo más barata que el trabajo más barato. Que no olviden esto los fascistas de Europa, que desean, con mezquinos objetivos políticos, que sus países estén más densamente poblados. Sin embargo, el meticuloso cuidado con que Estados Unidos impide la entrada de artículos extranjeros por medio de aranceles prohibitivos, constituye un extraño contraste, sin duda, con el cuadro general... Pero no debe esperarse que un inocente visitante se devane demasiado los sesos; además, a fin de cuentas, no es absolutamente seguro que cada interrogante planteado admita una respuesta racional. La segunda cosa que sorprende al visitante es la actitud alegre y positiva hacia la vida. Las caras sonrientes en las fotos son símbolo de uno de los grandes valores de los norteamericanos. El norteamericano es cordial, optimista, confía en sí mismo... y no tiene envidias. A los europeos les resulta fácil y agradable, en general, la relación con los norteamericanos. Comparado con el norteamericano, el europeo es más crítico, más tímido, menos amable y solícito, más retraído, más selecto en sus diversiones y lecturas, y tiende, en general, a ser un poco pesimista. Se concede aquí gran importancia a las comodidades materiales de la vida, y a ellas se sacrifican el sosiego, la tranquilidad y la seguridad. El norteamericano vive aún más para sus objetivos, para el futuro, que el europeo. La vida para él siempre está llegando a ser, nunca es. A este respecto, está aún más alejado de los rusos y los asiáticos que el europeo. Pero hay un aspecto en el que se parece más a los asiáticos que a los europeos: es menos individualista que los europeos... es decir, desde el punto de vista psicológico, no del económico. Se hace más hincapié en el "nosotros" que en el "yo". Como consecuencia natural de esto, las costumbres y convenciones sociales tienen mucha fuerza, y hay mucha más uniformidad, tanto en el enfoque de la vida como en las ideas estéticas y morales, entre los norteamericanos que entre los europeos. Este hecho es causa principal de la superioridad de Norteamérica sobre Europa. La cooperación y la división del trabajo resultan más fáciles y producen menos fricciones que en Europa. Tanto en la

fábrica y en la universidad como en la beneficencia privada. Este sentido social quizá se deba en parte a la tradición inglesa. En aparente contradicción con lo dicho destaca el hecho de que las actividades del Estado son relativamente limitadas si comparamos con Europa. El europeo se sorprende al descubrir que el telégrafo, el teléfono, los ferrocarriles y la enseñanza están predominantemente en manos privadas. Esto es posible aquí por esa actitud más social del individuo que he mencionado. Otra consecuencia de esta actitud es que la distribución extremadamente desigual de la propiedad no genera una miseria intolerable. La conciencia social de los ricos está mucho más desarrollada que en Europa. El individuo se considera obligado, como algo natural, a poner una gran parte de su riqueza, y a menudo también de sus propias energías, a disposición de la comunidad; se lo exige imperiosamente la opinión pública, esa fuerza todopoderosa. Por eso pueden dejarse en manos de la iniciativa privada las funciones culturales más importantes y el papel jugado por el Gobierno en este país es relativamente limitado. El prestigio del Gobierno ha descendido considerablemente, sin duda, con la legislación antialcohólica. Nada destruye más el respeto por el Gobierno y por la ley de un país que la aprobación de leyes que no pueden ponerse en ejecución. Es un secreto a voces que el peligroso aumento de la delincuencia en este país se relaciona estrechamente con este hecho. Creo que además esta legislación socava de otro modo, la autoridad del Gobierno. Los bares y tabernas son lugares que proporcionan a la gente la oportunidad de intercambiar puntos de vista e ideas sobre cuestiones públicas. Por lo que he podido ver, en este país se carece de tal posibilidad, y el resultado es que la prensa, controlada en su mayoría por intereses encubiertos, ejerce una influencia excesiva sobre la opinión pública. La sobreestimación del dinero es aún mayor en este país que en Europa, aunque creo que está disminuyendo. A1 menos está empezando a comprenderse que para llevar una vida feliz y satisfactoria no es necesario poseer grandes riquezas. Respecto a las cuestiones artísticas, me ha impresionado mucho el buen gusto que demuestran los edificios modernos y los objetos de uso corriente. Por otra parte, las artes visuales y la música ocupan muy poco espacio en la vida de la nación, en comparación con Europa. Siento una profunda admiración por los logros de los institutos de investigación científica norteamericanos. Somos injustos al intentar atribuir la creciente superioridad del trabajo de investigación norteamericano sólo a una mayor riqueza de medios; en su éxito juegan un papel importante la dedicación, la paciencia, el espíritu de camaradería y la capacidad de cooperación. Una observación más, para terminar, Estados Unidos es hoy el país más poderoso entre los técnicamente avanzados del mundo. Su influencia en la configuración de las relaciones internacionales es inmensa. Pero es un país grande y sus habitantes no han mostrado hasta ahora mucho interés por los grandes problemas internacionales, entre los que ocupa un primer lugar el del desarme. Esto debe cambiar, aunque sólo sea por los propios intereses de

Norteamérica. La última guerra ha demostrado que ya no hay barreras entre los continentes y que los destinos de todos los pueblos están estrechamente entrelazados. Los habitantes de este país deben comprender que tienen una gran responsabilidad en la esfera de la politice internacional. La actitud de espectador pasivo es indigna de este país y puede llevar, a la larga, a un desastre generalizado. RESPUESTA A LAS MUJERES DE NORTEAMÉRICA Respuesta de Einstein a la propuesta de una organización de mujeres por su visita a Estados Unidos. Publicada en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Nunca había sufrido un rechazo tan absoluto y enérgico del bello sexo. O, al menos, nunca de tantas mujeres a la vez. Pero, ¿acaso no tienen estas atentas ciudadanas toda la razón? ¿Por qué abrir las puertas del país a una persona que devora a los incorregibles capitalistas con el mismo apetito y gusto con que el minotauro cretense de la antigüedad devoraba lozanas doncellas griegas, y que es, además, lo bastante vil para rechazar toda clase de guerras, salvo la inevitable con la propia esposa? Prestad atención, pues, a vuestras inteligentes y patrióticas mujeres y recordad que el Capitolio de la poderosa Roma se salvó una vez gracias a los graznidos de sus fieles ocas. EL MUNDO TAL COMO YO LO VEO Publicado por primera vez en Forum and Century, val. 84, p. 193-194, el número 13 de la serie Foram, "Filosofías actuales". Incluido también en Living Philosophies (p. 37), Nueva York, Simon & Schuster. ¡Qué extraña suerte la de nosotros los mortales! Estamos aquí por un breve período; no sabemos con qué propósito, aunque a veces creemos percibirlo. Pero no hace falta reflexionar mucho para saber, en contacto con la realidad cotidiana, que uno existe para otras personas: en primer lagar para aquellos de cuyas sonrisas y de cuyo bienestar depende totalmente nuestra propia felicidad, y luego, para los muchos, para nosotros desconocidos, a cuyos destinos estamos ligados por lazos de afinidad. Me recuerdo a mí mismo cien veces al día que mi vida interior y mi vida exterior se apoyan en los trabajos de otros hombres, vivos y muertos, y que debo esforzarme para dar en la misma medida en que he recibido y aún sigo recibiendo. Me atrae profundamente la vida frugal y suelo tener la agobiante certeza de que acaparo una cuantía indebida del trabajo de mis semejantes. Las diferencias de clase me parecen injustificadas y, en último término, basadas en la fuerza. Creo también que es bueno para todos, física y mentalmente, llevar una vida sencilla y modesta. No creo en absoluto en la libertad humana en el sentido filosófico. Todos actuamos no sólo bajo presión externa sino también en función de la necesidad interna. La frase de Schopenhauer. Un hombre puede hacer lo que quiera, pero no querer lo que quiera., ha sido para mí, desde mi juventud, una auténtica inspiración. Ha sido un constante consuelo en las penalidades de la vida, de la mía y de las de

los demás, y un manantial inagotable de tolerancia. El comprender esto mitiga, por suerte, ese sentido de la responsabilidad que fácilmente puede llegar a ser paralizante, y nos impide tomarnos a nosotros y tomar a los demás excesivamente en serio; conduce a un enfoque de la vida que, en concreto, da al humor el puesto que se merece. Siempre me ha parecido absurdo, desde un punto de vista objetivo, buscar el significado o el objeto de nuestra propia existencia o de la de todas las criaturas. Y, sin embargo, todos tenemos ciertos ideales que determinan la dirección de nuestros esfuerzos y nuestros juicios. En tal sentido, nunca he perseguido la comodidad y la felicidad como fines en sí mismos... llamo a este planteamiento ético el ideal de la pocilga. Los ideales que han iluminado mi camino y me han proporcionado una y otra vez nuevo valor para afrontar la vida alegremente, han sido Belleza, Bondad y Verdad. Sin un sentimiento de comunidad con hombres de mentalidad similar, sin ocuparme del mundo objetivo, sin el eterno inalcanzable en las tareas del arte y de la ciencia, la vida me habría parecido vacía. Los objetivos triviales de los esfuerzos humanos (posesiones, éxito público, lujo) me han parecido despreciables. Mi profundo sentido de la justicia social y de la responsabilidad social han contrastado siempre, curiosamente, con mi notoria falta de necesidad de un contacto directo con otros seres humanos y otras comunidades humanas. Soy en verdad un "viajero solitario" y jamás he pertenecido a mi país, a mi casa, a mis amigos, ni siquiera a mi familia inmediata, con todo mi corazón. Frente a todos estos lazos, jamás he perdido el sentido de la distancia y una cierta necesidad de estar solo... sentimientos que crecen con los años. Uno toma clara conciencia, aunque sin lamentarlo, de los límites del entendimiento y la armonía con otras personas. No hay duda de que con esto uno pierde parte de su inocencia y de su tranquilidad; por otra parte, gana una gran independencia respecto a las opiniones, los hábitos y los juicios de sus semejantes y evita la tentación de apoyar su equilibrio interno en tan inseguros cimientos. Mi ideal político es la democracia. Que se respete a cada hombre como individuo y que no se convierta a ninguno de ellos en ídolo. Es una ironía del destino el que yo mismo haya sido objeto de excesiva admiración y reverencia por parte de mis semejantes, sin culpa ni mérito míos. La causa de esto quizá sea el deseo, inalcanzable para muchos, de comprender las pocas ideas a las que he llegado con mis débiles fuerzas gracias a una lucha incesante. Tengo plena conciencia de que para que una sociedad pueda lograr sus objetivos es necesario que haya alguien que piense y dirija y asuma, en términos generales, la responsabilidad. Pero el dirigente no debe imponerse mediante la fuerza, sino que los hombres deben poder elegir a su dirigente. Soy de la opinión que un sistema autocrático de coerción degenera muy pronto. La fuerza atrae siempre a hombres de escasa moralidad, y considero regla invariable el que a los tiranos de talento sucedan siempre pícaros y truhanes. Por esta raz6n, me he opuesto siempre apasionadamente a sistemas como los que hay hoy en Italia y en Rusia. Las causas del descrédito de la forma de democracia que existe hoy en Europa no deben atribuirse al principio democrático en cuanto tal, sino a la falta de estabilidad de los gobiernos y

al carácter impersonal del sistema electoral. Creo, a este respecto, que los Estados Unidos han encontrado el camino justo. Tienen un presidente a quien se elige por un período lo bastante largo y con poder suficiente para ejercer adecuadamente su cargo. Por otra parte, lo que yo valoro en el sistema político alemán es que ampara mucho más ampliamente al individuo en caso de necesidad o enfermedad. Lo que es realmente valioso en el espectáculo de la vida humana no es, en mi opinión, el estado político, sino el individuo sensible y creador, la personalidad; sólo eso crea lo noble y lo sublime, mientras que el rebaño en cuanto tal, se mantiene torpe en el pensamiento y torpe en el sentimiento. Este tema me lleva al peor producto de la vida de rebaño, al sistema militar, el cual detesto. Que un hombre pueda disfrutar desfilando a los compases de una banda es suficiente para que me resulte despreciable. Le habrán dado su gran cerebro sólo por error; le habría bastado con médula espinal desprotegida. Esta plaga de la civilización debería abolirse lo más rápidamente posible. Ese culto al héroe, esa violencia insensata y todo ese repugnante absurdo que se conoce con el nombre de patriotismo. ¡Con qué pasión los odia! ¡Qué vil y despreciable me parece la guerra! Preferiría que me descuartizasen antes de tomar parte en actividad tan abominable. Tengo tan alta opinión del género humano que creo que este espantajo habría desaparecido hace mucho si los intereses políticos y comerciales, que actúan a través de los centros de enseñanza y de la prensa, no corrompiesen sistemáticamente el sentido común de las gentes. La experiencia más hermosa que tenemos a nuestro alcance es el misterio. Es la emoción fundamental que está en la cuna del verdadero arte y de la verdadera ciencia. El que no la conozca y no pueda ya admirarse, y no pueda ya asombrarse ni maravillarse, está como muerto y tiene los ojos nublados. Fue la experiencia del misterio (aunque mezclada con el miedo) la que engendró la religión. La certeza de que existe algo que no podemos alcanzar, nuestra percepción de la razón más profunda y la belleza más deslumbradora, a las que nuestras mentes sólo pueden acceder en sus formas más toscas... son esta certeza y esta emoción las que constituyen la auténtica religiosidad. En este sentido, y sólo en éste, es en el que soy un hombre profundamente religioso. No puedo imaginar a un dios que recompense y castigue a sus criaturas, o que tenga una voluntad parecida a la que experimentamos dentro de nosotros mismos. Ni puedo ni quería imaginar que el individuo sobreviva a su muerte física; dejemos que las almas débiles, por miedo o por absurdo egoísmo, se complazcan en estas ideas. Yo me doy por satisfecho con el misterio de la etereidad de la vida y con la conciencia de un vislumbre de la estructura maravillosa del mundo real, junto con el esfuerzo decidido por abarcar una parte, aunque sea muy pequeña, de la Razón que se manifiesta en la naturaleza. EL SIGNIFICADO DE LA VIDA Mein Weltbild, Amsterdam: Querida Verlag, 1934. ¿Qué significado tiene la vida del hombre, o, en realidad,

la de cualquier criatura? Tener una respuesta a esta pregunta significa ser religioso. Tú preguntas: "¿Tiene algún sentido, pues, plantear esta pregunta?" Yo contesto: "Aquel que considera su vida y la de sus semejantes carente de sentido, no sólo es desdichado sino poco hecho para la vida." EL AUTÉNTICO VALOR DEL SER HUMANO Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. El auténtico valor de un ser humano depende, en principio, de en qué medida y en qué sentido haya logrado liberarse del yo. BIEN Y MAL Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Es justo, en principio, que los más estimados sean aquellos que más han contribuido a elevar al género humano y a elevar la vida humana. Pero si uno pasa a preguntar quiénes son, se encuentra con dificultades nada desdeñables. En el caso de los caudillos políticos, e incluso religiosos, resulta a menudo sumamente dudoso si han hecho más bien que mal. En consecuencia, creo, con toda sinceridad, que el mejor servicio que uno puede prestar al prójimo es el de proporcionarle un trabajo que le estimule positivamente y le eleve así de modo indirecto. Esto se aplica sobre todo a los grandes artistas, pero también, en menor grado, al científico. No son, desde luego, los frutos de la investigación científica los que elevan al hombre y enriquecen su personalidad, sino el deseo de comprender, el trabajo intelectual, creador o receptivo. No sería razonable, pues, juzgar el valor del Talmud, por ejemplo, por sus frutos intelectuales. SOBRE LA RIQUEZA Mein Weltbild, Amstterdam: Querido Verlag, 1934. Estoy absolutamente convencido de que no hay riqueza en el mundo que pueda ayudar a la humanidad a progresar, ni siquiera en manos del más devoto partidario de tal causa. Sólo el ejemplo de los individuos grandes y puros puede llevarnos a pensamientos y acciones nobles. El dinero sólo apela al egoísmo e invita irresistiblemente al abuso. ¿Puede alguien imaginarse a Moisés, Jesús o Gandhi armados con las bolsas de dinero de Carnegie? SOCIEDAD Y PERSONALIDAD Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Cuando revisamos nuestras vidas y afanes, pronto advertimos que casi todas nuestras acciones y deseos están ligados a la existencia de otros seres humanos. Percibimos que nuestro carácter es muy parecido al de los animales sociales. Comemos alimentos que otros han producido, vestimos ropas que otros han hecho, vivimos en casas que han construido otros. La mayor parte de nuestros

conocimientos y creencias nos han sido comunicados por otras personas por medio de un lenguaje que otros han creado. Nuestra capacidad mental sería pobre, en verdad, sin el idioma; sería comparable a la de los animales superiores. Hemos de admitir, en consecuencia, que debemos nuestra principal ventaja sobre los animales al hecho de vivir en sociedad. Si se dejase solo al individuo desde el nacimiento, se mantendría en un estado primitivo similar al de los animales, en sus pensamientos y sentimientos, hasta un grado difícilmente imaginable. El individuo es lo que es y tiene la importancia que tiene no tanto en virtud de su individualidad como en virtud de su condición de miembro de una gran comunidad humana, que dirige su existencia espiritual y material de la cuna al sepulcro. El valor de un hombre para la comunidad depende, en principio, de la medida en que dirija sus sentimientos, pensamientos y acciones a promover el bien de sus semejantes. Podemos llamarle bueno o malo según su posición a este respecto. Parece, a primera vista, como si nuestra valoración de un hombre dependiese por completo de sus cualidades sociales. Y, sin embargo, tal actitud sería err6nea. Es fácil ver que todos los logros valiosos, materiales, espirituales y morales que recibimos de la sociedad, han sido elaborados por innumerables generaciones de individuos creadores. Alguien descubrió en determinado momento el uso del fuego. Otros, el cultivo de plantas comestibles. Otro, la máquina de vapor. Sólo el individuo puede pensar (y crear así nuevos valores para la sociedad) e incluso establecer nuevas normas morales a las que se adapta la vida de la comunidad. Sin personalidades creadoras capaces de pensar y crear con independencia, el progreso de la sociedad es tan inconcebible como la evolución de la personalidad individual sin el suelo nutricio de la comunidad. La salud de la sociedad depende, pues, tanto de la independencia de los individuos que la forman como de su íntima cohesión social. Se ha dicho muy razonablemente que la base misma de la cultura greco-europeo-americana, y en particular de su brillante. Florecer en el Renacimiento italiano, que puso fin al estancamiento de la Europa medieval, fue la liberación y la relativa independencia del individuo. Pensemos ahora en la época en que vivimos. ¿Cómo va la sociedad? ¿Y el individuo? La población de los países civilizados es extremadamente densa si la comparamos con épocas anteriores. Hay en Europa hoy tres veces más personas que hace cien años. Pero el número de personalidades destacadas ha disminuido desproporcionadamente. Las masas sólo conocen a unos cuantos individuos por sus logros creadores. La organización ha ocupado en cierto modo el lugar de esas personalidades destacadas, sobre todo en la esfera técnica, pero también, de modo muy patente, en la científica. La falta de figuras destacadas es particularmente notable en el campo del arte. La pintura y la música han degenerado claramente y han perdido en gran medida su atractivo popular. En la política no sólo faltan dirigentes, sino que han disminuido en gran medida el espíritu independiente y el sentido de justicia del ciudadano. El

régimen parlamentario democrático, que se basa en esa independencia de espíritu, se ha visto socavado en varios lugares; han surgido dictaduras que son toleradas porque ya no es suficientemente fuerte el sentido de la dignidad y de los derechos del individuo. En cuestión de dos semanas, los periódicos pueden sumergir a las masas borreguiles de cualquier país en un estado de nerviosa furia en que todos están dispuestos a vestir uniforme y matar y morir, en defensa de los sórdidos fines de unos cuantos grupos interesados. El servicio militar obligatorio me parece el síntoma más desdichado de esa falta de dignidad personal que padece hoy la humanidad civilizada. No es extraño que haya tantos profetas que anuncien el inminente eclipse de nuestra civilización. No soy yo tan pesimista; creo que se acercan tiempos mejores. Permitidme que exponga brevemente las razones en las que baso tal confianza. Estas manifestaciones actuales de decadencia se explican, en mi opinión, por el hecho de que la evolución económica y tecnológica ha intensificado de modo notable la lucha por la existencia, en detrimento, sobre todo, del libre desarrollo del individuo. Pero la evolución de la tecnología significa que el individuo necesita trabajar cada vez menos para satisfacer las necesidades comunitarias. Se hace cada vez más acuciante una división planificada del trabajo, división que producirá la seguridad material del individuo. Esta seguridad y el ahorro de tiempo y energía de que dispondrá el individuo, pueden enfocarse hacia el desarrollo de su personalidad. De este modo, la comunidad puede recuperar la salud, y esperamos que futuros historiadores expliquen los síntomas m6rbidos de la sociedad actual como enfermedades infantiles de una humanidad en ascenso, debidos enteramente a la velocidad excesiva a la que avanzaba la civilización. LOS ENTREVISTADORES Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. El que te hagan responsable públicamente de todo lo que has dicho, aún en broma, por un exceso de buen humor o por una cólera súbita, puede ser sin duda comprometido, aunque sea hasta cierto punto razonable y natural. Pero el que te hagan responsable públicamente de lo que han dicho otros en tu nombre, cuando no puedes defenderte es, sin duda, una triste suerte. "¿Pero a quién le sucede eso?" preguntarás. Pues bien, a todo el que atrae suficiente interés público como para que los periodistas le persigan. Ya veo que sonríes incrédulo, pero yo he tenido suficiente experiencia directa y te hablaré de ello. Imagínate la siguiente situación: Una mañana llega un periodista y te pide, en tono amable y cordial, que le digas algo sobre tu amigo N. Al principio, ante tal propuesta, no hay duda de que fácilmente puedes sentirte indignado. Pero descubres en seguida que no hay escapatoria. Si te niegas a hacer comentarios, ese hombre escribirá: "Le pregunté a uno de los supuestamente mejores amigos de N sobre él. Y este amigo eludi6 prudentemente mis preguntas. Esto, por sí solo, permite al lector extraer las conclusiones inevitables". No hay pues escapatoria, así que proporcionas al periodista la siguiente información: "El señor N es un hombre muy sincero y cordial, muy querido de todos sus

amigos. Es una persona capaz de ver siempre el lado positivo de las cosas. Su espíritu emprendedor y su ingenio y su laboriosidad no tienen límites. Consagra a su trabajo todas sus energías. Es hombre devoto a su familia y entrega cuanto posee a su esposa...." Veamos ahora la versión del periodista: "El señor N no se toma nada en serio y tiene una habilidad especial para hacerse estimar, para lo cual cultiva cuidadosamente una actitud cordial y afable. Es un tal esclavo de su trabajo, que no tiene tiempo para ningún asunto de carácter general o para cualquier actividad mental ajena a su disciplina. Mima increíblemente a su mujer, que le tiene en un puño..." Un verdadero periodista escribiría algo más sabroso, pero supongo que esto será bastante para uno y para su amigo N. A la mañana siguiente, tu amigo lee en el peri6dico lo escrito, y algo más del mismo estilo, y su rabia contra ti no tiene límites, por muy animoso y afable que sea. La ofensa que esto constituye para él te produce un dolor indescriptible, sobre todo cuando lo estimas realmente. ¿Cuál es el próximo paso que puedes dar, amigo mío? Si lo sabes, dímelo en seguida para adoptar tu método con toda rapidez. FELICITACIÓN A UN CRÍTICO Mein Weltbil, Amsterdam: Querido Verla& 1934. Ver con los propios ojos, percibir y juzgar sin sucumbir al poder sugestivo de la moda del día, ser capaz de expresar lo que uno ha visto y sentido en una frase sencilla o incluso en una palabra hábilmente aplicada... ¿no es eso glorioso? ¿No es motivo digno de felicitación? A LOS COLEGIALES DEL JAPÓN Einstein visitó lapón en 1922. Este mensaje se publicó en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Al enviaros este saludo a vosotros, colegiales japoneses, puedo alegar un derecho especial a hacerlo. He visitado vuestro hermoso país, he visto sus ciudades y casas, sus montañas y bosques, y a los muchachos japoneses que han aprendido a amar a su país por su belleza. Tengo siempre en mi mesa un libro grande lleno de dibujos en color de niños Japoneses. Si recibís mi mensaje desde tan lejos, recordad que la nuestra es la primera época de la historia que establece una relación comprensiva y amistosa entre pueblos de distintas nacionalidades; en épocas anteriores, las naciones se ignoraban entre sí y de hecho se temían y odiaban. Ojalá el espíritu de comprensión fraternal sea cada vez más fuerte entre ellas. Teniendo esto en cuenta, yo, un viejo, os saludo a vosotros, colegiales japoneses, desde muy lejos, y espero que los triunfos y méritos de vuestra generación puedan algún día avergonzar a la mía. MENSAJE DE LA CÁPSULA DEL TIEMPO Feria Mundial, 1939. Vivimos una época fecunda en inteligencias creadoras,

cuyas creaciones pueden facilitar considerablemente nuestras vidas. Cruzamos los mares mediante energía desarrollada por el hombre, y utilizamos también esa energía para aliviar a la humanidad del trabajo muscular agotador. Hemos aprendido a volar y somos capaces de enviar mensajes y noticias sin dificultad alguna a todos los lugares del mundo, por medio de ondas eléctricas. Sin embargo, la producción y distribución de bienes, está totalmente desorganizada, de modo que todos han de vivir temerosos ante la posibilidad de verse eliminados del ciclo económico, sufriendo así la falta de todo. Además, los habitantes de los distintos países se matan unos a otros a intervalos irregulares, con lo que también por esta raz6n debe sentir miedo y terror todo el que piense en el futuro. Débese esto al hecho de que la inteligencia y el carácter de las masas son incomparablemente inferiores a la inteligencia y el carácter de los pocos que producen algo valioso para la comunidad. Confío en que la posteridad lea estas afirmaciones con un sentimiento de orgullo y de justificada superioridad. COMENTARIOS A LA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO DE BERTRAND RUSSELL De The Philosophy of Bertrand Russell, Vol. V, de "The Library of Living Philosophers", recop. por Paul Arthur Schilpp, 1944. Cuando el recopilador de este volumen me pidi6 que escribiese algo sobre Bertrand Russell, mi admiración y respeto por ese autor me indujeron de inmediato a decir que sí. Debo innumerables horas de satisfacción a la lectura de las obras de Russell, cosa que no puedo decir de ningún otro escritor científico contemporáneo, con la excepción de Thorstein Veblen. Pronto descubrí, sin embargo, que era más fácil hacer la promesa que cumplirla. Yo había prometido decir algo sobre Russell como fil6sofo y epistemólogo. Tras empezar a hacerlo muy confiado, advertí en seguida en qué terreno resbaladizo me había aventurado, pues hasta entonces me había limitado, cautelosamente, por falta de experiencia, al campo de la física. Las actuales dificultades de su ciencia obligan al físico a afrontar problemas filosóficos en grado muy superior a lo que sucedía en anteriores generaciones. Aunque no hablaré aquí de esas dificultades, fue mi preocupación por ellas, más que nada, lo que me llev6 a la posición esbozada en este ensayo. En la evolución del pensamiento filosófico a través de los siglos, ha jugado un papel decisivo la siguiente cuesti6n: ¿Qué conocimiento puede proporcionar el pensamiento puro con independencia de la percepción sensorial? ¿Existe tal conocimiento? Si no existe, ¿cuál es exactamente la relación entre nuestro conocimiento y la materia prima que proporcionan las impresiones sensoriales? A estas preguntas, y a algunas otras íntimamente relacionadas con ellas, se corresponde un caos casi Infinito de opiniones filosóficas. No obstante, en esta serie de tentativas relativamente estériles pero heroicas, es visible una tendencia evolutiva sistemática que podemos definir como un creciente escepticismo respecto a cualquier tentativa de descubrir, por medio del pensamiento puro, algo sobre el

"mundo objetivo", sobre el mundo de las "cosas" frente al mundo de los meros "conceptos e ideas." Digamos entre paréntesis que, lo mismo que haría un verdadero filósofo, utilizo aquí comillas para introducir un concepto ilegítimo, que pido al lector que admita de momento, aunque sea sospechoso a los ojos de la policía filosófica. Durante la infancia de la filosofía, se creía, en general, que era posible descubrir todo lo cognoscible por medio de la simple reflexi6n. Era una ilusión fácilmente comprensible si, por un momento, olvidamos lo que hemos aprendido de la filosofía posterior y de las ciencias naturales; no debe sorprendernos el que Platón concediese mayor realidad a las «ideas. que a las cosas empíricamente experimentables. Incluso en Spinoza, y hasta en un fil6sofo tan moderno como Megel, fue este prejuicio la fuerza vitalizadora que parece haber jugado el papel decisivo. Alguien podría, sin duda, plantear incluso la cuestión de si, sin participar de esta ilusión, puede lograrse algo realmente grande en el reino del pensamiento filosófico... pero nosotros no deseamos analizar esta cuestión. Esta ilusión más aristocrática respecto a la capacidad ilimitada de penetración del pensamiento tiene como contrapartida la ilusión más plebeya del realismo ingenuo, la de que las cosas "son" lo que percibimos que son por nuestros sentidos. Esta ilusión domina la vida diaria de hombres y animales. Es además el punto de partida de todas las ciencias, sobre todo de las ciencias naturales. Estas dos ilusiones no pueden superarse independientemente. La superación del realismo ingenuo ha sido relativamente fácil. En su introducción a su libro An Inquiry into Meaning and Truth, Russell ha delineado este proceso con maravillosa concisión: Todos partimos del "realismo ingenuo", es decir, la doctrina de que las cosas son lo que parecen. Creemos que la hierba es verde, las piedras duras y la nieve fría. Pero la física nos asegura que el verdor de la hierba, la dureza de las piedras y la frialdad de la nieve no son el verdor, la dureza y la frialdad que conocemos por nuestra propia experiencia, sino algo muy distinto. El observador, cuando piensa que está observando una piedra, está observando en realidad, si hemos de creer a la física, los efectos de ]a piedra sobre él. La ciencia parece, pues, en guerra consigo misma: Cuanto más objetiva pretende ser, más hundida se ve en la subjetividad, en contra de sus deseos. El realismo ingenuo lleva a la física y la física, si es auténtica, muestra que el realismo ingenuo es falso. En consecuencia, el realismo ingenuo, si es verdadero, es falso. En consecuencia, es falso. Aparte de la magistral formulación, estas líneas dicen algo que a mí nunca se me había ocurrido. En un análisis superficial, el pensamiento de Berkeley y el de Hume parecen oponerse a la forma de pensamiento de las ciencias naturales. Sin embargo, el citado comentario de Russell descubre una conexi6n: Si Berkeley se basa en el hecho de que no captamos directamente las "cosas" del mundo exterior a través de nuestros sentidos, sino que sólo llegan a nuestros órganos sensoriales acontecimientos que tienen una conexión causal con la presencia de las "cosas", nos encontramos con que esto es una consideración cuya fuerza persuasiva emana de nuestra confianza en la forma de

pensamiento de la física. En consecuencia, si uno duda de la forma de pensamiento de la física, incluso en sus características más generales, no hay ninguna necesidad de interpolar entre el objeto y el acto de la visión algo que separe objeto de sujeto y haga problemática la "existencia del objeto". Fue, sin embargo, la misma forma de pensamiento de la física y sus éxitos prácticos quienes socavaron la confianza en la posibilidad de entender las cosas y sus relaciones a través del pensamiento puramente especulativo. Poco a poco, fue admitiéndose la idea de que todo conocimiento de las cosas es exclusivamente una elaboración de la materia prima proporcionada por los sentidos. En esta forma general (y un tanto vagamente formulada a propósito) es muy probable que esta frase sea hoy de aceptación general. Pero no se basa esta idea en el supuesto de que alguien haya llegado a demostrar concretamente la imposibilidad de conocer la realidad por medio de la especulación pura, sino más bien en el hecho de que el procedimiento empírico (en el sentido antes mencionado) ha demostrado que puede por sí solo constituir una fuente de conocimiento. Galileo y Hume fueron los primeros en sostener este principio con absoluta claridad y precisión. Hume vio que los conceptos que debemos considerar básicos, como por ejemplo la conexi6n causal, no pueden obtenerse a partir del material que nos proporcionan los sentidos. Esta idea le llev6 a una actitud escéptica hacia cualquier tipo de conocimiento. Al leer los libros de Hume uno se asombra de que muchos filósofos posteriores a él, a veces filósofos muy estimados, hayan sido capaces de escribir tantas cosas oscuras e intrincadas e incluso hallar lectores agradecidos. Hume ha influido permanentemente en la evolución de los mejores filósofos posteriores a él. Se le percibe al leer los análisis filosóficos de Russell, cuya inteligencia y sencillez de expresión me lo han recordado muchas veces. El hombre tiene un profundo anhelo de certeza en sus conocimientos. Por eso parecía tan devastador el claro mensaje de Hume: La materia prima sensorial, la única fuente de nuestro conocimiento, puede llevarnos, por hábito, a la fe y a la esperanza, pero no al conocimiento, y aún menos a la captación de relaciones expresables en forma de Leyes. Luego, salió a escena Kant con una idea que, aunque ciertamente insostenible en la forma en que él la expuso, significaba un paso hacia la solución del dilema de Hume: todo lo que en el conocimiento sea de origen amp1rico nunca es seguro (Hume). En consecuencia, si tenemos conocimientos ciertos definidos, han de basarse en la razón misma. Así sucede, por ejemplo, con las proposiciones de la geometría y con el principio de causalidad. Estos tipos de conocimiento y otros tipos determinados son, como si dijésemos, una parte de los instrumentos del pensamiento y no han, en consecuencia, de obtenerse previamente a partir de los datos sensoriales. Es decir, son conocimiento a priori. Hoy, todo el mundo sabe ya que los mencionados conceptos no contienen nada de la certeza, de la inevitabilidad intrínseca, que les habla atribuido Kant. Considero, sin embargo, que de la exposición que hace Kant del problema es correcto lo que sigue. Al pensar, utilizamos, con cierta "corrección", conceptos a los que no hay ningún acceso partiendo de los materiales de la experiencia sensible, si se enfoca la

situación desde el punto de vista 1ógico. Estoy convencido, en realidad, de que puede afirmarse aún mucho más: los conceptos que surgen en nuestro pensamiento y en nuestras expresiones lingüísticas son todos (cuando se enfocan 16gicamente) creaciones libres del pensamiento que no pueden inducirse a partir de experiencias sensoriales. Esto no se advierte fácilmente porque tenemos el hábito de combinar ciertos conceptos y relaciones conceptuales (proposiciones) tan definidamente con ciertas experiencias sensitivas que no nos damos cuenta del abismo (insalvable desde un punto de vista lógico) que separa el mundo de las experiencias sensibles del mundo de los conceptos y de las proposiciones. Así, por ejemplo, la serie de los números enteros es sin lugar a dudas un invento del pensamiento humano, un instrumento autocreado que simplifica la ordenación de ciertas experiencias sensoriales. Pero no hay manera alguna de que podamos hacer crecer, como si dijésemos, este concepto directamente de experiencias sensoriales. He elegido deliberadamente el concepto de número, porque pertenece al pensamiento precientífico y porque, a pesar de este hecho, su carácter constructivo es de todos modos fácilmente visible. Pero cuanto más analizamos los conceptos más primitivos de la vida cotidiana, más difícil resulta identificar el concepto entre la masa de hábitos inveterados como una creación independiente del pensamiento. Fue así como podo surgir la fatídica concepción (fatídica, quiero decir, para una comprensión de las condiciones aquí existentes), según la cual los conceptos nacen de la experiencia a través de la .abstracción., es decir, a través de la omisión de una parte de su contenido. Quiero explicar ahora por qué me parece a mí tan fatídico este concepto. En cuanto uno se familiariza con la crítica de Hume, puede fácilmente verse inducido a creer que todos los conceptos y proposiciones que no pueden deducirse de la materia prima sensorial deben eliminarse del pensamiento por su carácter "metafísico", pues un pensamiento sólo adquiere contenido material a través de su relación con ese material sensorial Considero totalmente válida esta última proposición, pero sostengo que la norma de pensamiento que se basa en ella es falsa. Pues nos lleva (si se aplica coherentemente) a rechazar por completo cualquier género de pensamiento por "metafísico". Con el fin de que el pensamiento no pueda degenerar en "metafísica", o en vana palabrería, basta que haya suficientes proposiciones del sistema conceptual lo bastante firmemente conectadas a experiencias sensoriales y que el sistema conceptual, por su función de ordenador y supervisor de la experiencia sensitiva, muestre la máxima unidad y parquedad posibles. Además de esto, sin embargo, el "sistema" es (respecto a la 1ógica) un juego libre con símbolos que siguen unas normas arbitrariamente establecidas (desde el punto de vista 1ógico). Todo esto es válido tanto (y del mismo modo) para el pensamiento de la vida diaria como para el pensamiento de las ciencias, elaborado de modo más consciente y sistemático. Se verá así claramente lo que quiero decir si hago la siguiente afirmación: Por su incisiva crítica, no sólo imprimió Hume un decisivo avance a la filosofía sino que además (aún sin culpa suya) creó un peligro para esta

disciplina pues, a causa de su crítica, surgi6 un fatídico "miedo a la metafísica" que ha llegado a convertirse en una enfermedad de la filosofía empírica contemporánea Esta enfermedad es la contrapartida del antiguo filosofar en las nubes, que creía poder menospreciar lo que aportaban los sentidos y prescindir de ello. Por mucho que uno pueda admirar el agudo análisis que Russell nos aporta en su último libro, Meaning and Truth, pienso que incluso en este caso se percibe el peso negativo del espectro del miedo metafísico. Este miedo me parece, por ejemplo, la causa de que se conciba el "objeto" como una "masa de cualidades", .cualidades. que deben tomarse de la materia prima sensorial Ahora bien, el hecho de que se diga que dos cosas sean una y la misma, si coinciden en todas sus cualidades, nos obliga a considerar las relaciones geométricas entre las cosas como cualidades de éstas (De otro modo, nos veríamos obligados a considerar .la misma cosa. la Torre Eiffel de París y un rascacielos neoyorquino). (Cotejar con An Inquiry into Meaning and Truth de Russell, 119-120, cap. sobre "Nombres propios"). No veo, sin embargo, ningún peligro "metafísico" en tomar el objeto, el objeto en el sentido de la física, como un concepto independiente dentro del sistema junto con la estructura espacio-temporal adecuada Teniendo todo esto en cuenta, me siento particularmente complacido por el hecho de que, en el último capítulo del libro, resulta por fin que uno no puede, en realidad, arreglárselas sin "metafísica". Lo único que puedo reprochar a este respecto es la mala conciencia intelectual que se percibe entre líneas. UNA INTELIGENCIA MATEMÁTICA Elogio a An Essay on the Psychology on Invention in the Mathematical Field, de Jacques S. Hadamard, Princeton University Press, 1945. Jacques Hadamard, matemático francés, realizó un estudio psicológico con matemáticos, para determinar sus procesos mentales Transcribimos a continuación dos de las preguntas seguidas de las respuestas de Albert Einstein Sería de gran ayuda para la investigación psicológica saber qué imágenes internas o mentales, qué genero de "palabras internas" utilizan los matemáticos; si son motrices, auditivas, visuales o mixtas, según el tema que estén estudiando. Concretamente en el proceso de investigación las palabras internas, o las imágenes mentales, se presentan a plena conciencia o en el umbral de la conciencia...? Mi querido colega: Intento contestar a continuación, brevemente, sus preguntas en la medida en que soy capaz de hacerlo. No me satisfacen mis respuestas y estoy dispuesto a contestar a más preguntas si cree usted que esto pudiera ser útil para la tarea, tan interesante y difícil, que se ha propuesto. (A) Las palabras o el lenguaje, tal como se escriben o hablan, no parecen jugar ningún papel en mi mecanismo mental. Las entidades físicas que al parecer sirven como elementos de pensamiento son ciertos signos y ciertas

imágenes más o menos claras, que pueden reproducirse y combinarse "voluntariamente". Existe, desde luego, una cierta conexión entre esos elementos y conceptos 1ógicos relevantes. Es evidente también que el deseo de llegar en último término a conceptos relacionados 1ógicamente es la base emotiva de este juego, más bien vago, con los elementos mencionados. Pero desde un punto de vista psicológico, este juego combinatorio parece ser la característica esencial del pensamiento productivo antes de que haya conexi6n alguna con una elaboración 16gica en palabras u otro tipo de signo comunicable a los demás. (B) Los elementos mencionados son, en mi caso, de tipo visual y algunos de tipo muscular. Los términos convencionales, u otros signos, han de buscarse, trabajosamente, ya en una etapa secundaria, una vez bien establecido el juego asociativo ya mencionado, cuando puede ya reproducirse a voluntad. (C) De acuerdo con lo dicho, el juego con los mencionados elementos tiende a ser análogo a ciertas conexiones 1ógicas que uno está buscando. (D) Elementos visuales y motores. Cuando intervienen las palabras, éstas son, en mi caso, puramente auditivas, pero sólo intervienen en una segunda etapa, como ya he mencionado. (E) Creo que lo que usted llama conciencia plena es un caso límite que nunca puede alcanzarse totalmente. Esto me parece relacionado con el hecho llamado la estrechez de conciencia (Enge des Bewusstseins). Una observación: El profesor Max Wertheimer se ha propuesto estudiar la diferencia entre mera asociación o combinación de elementos reproductibles y comprensión (organisches Begreffen); no puedo juzgar hasta qué punto su análisis psicológico capta la cuestión esencial. EL ESTADO Y LA CONCIENCIA INDIVIDUAL Carta abierta a la Society for Social Responsability in Science, publicada en Science, Vol. 112, 22 de diciembre de 1950, p. 760. Queridos colegas: El problema de cómo ha de actuar el hombre si su gobierno prescribe acciones o la sociedad espera un comportamiento que su propia conciencia considera erróneo, es, sin duda alguna, muy antiguo. Es fácil decir que no puede considerarse responsable al individuo por actos ejecutados bajo una presión irresistible, porque el individuo depende plenamente de la sociedad en la que vive y ha de aceptar, en consecuencia, sus normas. Pero la misma formulación de esta idea deja bien patente hasta qué punto tal concepción contradice nuestro sentido de la justicia. La presión externa puede, en cierta medida, reducir la responsabilidad del individuo, pero eliminarla, nunca. En los juicios de Nuremberg se dio por supuesto este principio. Todo lo moralmente importante de nuestras instituciones, leyes y costumbres, puede deducirse de la interpretación del sentido de la justicia de innumerables individuos. Las instituciones son impotentes, en un sentido moral, a menos

que las apoye el sentido de la responsabilidad de individuos vivos. Todo esfuerzo por elevar y fortalecer este sentido de la responsabilidad del individuo es un importante servicio a la humanidad. En nuestra época, los científicos y los ingenieros tienen una responsabilidad moral muy especial, porque la creación y perfeccionamiento de instrumentos militares de destrucción generalizada cae dentro de su campo concreto de actividad. Considero, por tanto, que la creación de la Society for Social Responsability in Science satisface una verdadera necesidad. Esta asociación, mediante la discusión de los problemas de su competencia, permitirá al individuo aclarar mejor sus ideas y llegar a una postura definida en cuanto a su propia situación; además, la ayuda mutua es esencial para quienes afrontan dificultades por obrar según su conciencia. AFORISMOS PARA LEO BAECK De la publicación conmemorativa en dos volúmenes en honor del 80 aniversario del nacimiento de Leo Bacck, 23 de mayo de 1953. Saludo al hombre que pasa por la vida siempre al servicio del pr6jimo, sin conocer el miedo, ajeno a toda agresividad y a todo resentimiento. De este material están hechos los grandes caudillos morales que brindan consuelo a la humanidad en las miserias que ella misma crea. La tentativa de combinar sabiduría y poder ha tenido éxito muy pocas veces, y cuando lo ha tenido, ha sido por muy poco tiempo. El hombre suele evitar atribuir ingenio a otro... a menos que sea un enemigo. Pocos son capaces de expresar con ecuanimidad opiniones que difieran de los prejuicios de su entorno social. La mayoría son incapaces, incluso, de elaborarlas. La primacía de los tontos es insuperable y está garantizada para siempre. Su falta de coherencia alivia, sin embargo, el terror de. su despotismo. Para ser miembro irreprochable de un rebaño de ovejas, uno debe ser, por encima de todo, una oveja. Los contrastes y contradicciones que pueden convivir pacífica y permanentemente dentro de un cráneo, hacen ilusorios todos los sistemas de los optimistas y pesimistas políticos. La risa de los dioses hace naufragar a quien intente proclamarse juez en el campo de la Verdad y del Conocimiento. La alegría de mirar y comprender es el don más hermoso de la naturaleza. Sobre la libertad SOBRE LA LIBERTAD ACADÉMICA Comentario sobre el caso Gumbel, 1931. E. J. Gumbel, profesor de la Universidad de Heidelberg, Alemania, había denunciado valerosamente los asesinatos políticos cometidos por los nazis alemanes y por otros miembros de la extrema derecha. Y a causa de ello fue violentamente atacado, sobre todo por estudiantes derechistas. Publicado

en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Numerosas son las cátedras universitarias, pero pocos los maestros sabios y nobles. Numerosas y grandes son las aulas, pero mucho menos numerosos los jóvenes con verdadera sed de verdad y justicia. Numerosos son los objetos de la naturaleza, pero pocos son sus productos escogidos. Todos sabemos esto, ¿por qué nos quejamos entonces? ¿No fue siempre así, y no lo será siempre? Desde luego, y uno debe aceptar lo que la naturaleza le ofrece. Pero existe también algo llamado el espíritu de la época, una actitud mental característica de una generación concreta, que pasa de individuo a individuo y constituye el rasgo distintivo de una sociedad. Todos hemos de poner nuestro grano de arena para cambiar este espíritu de la época. Comparemos el espíritu que animaba a la juventud de nuestras universidades con el que hoy prevalece. Ellos tenían fe en el progreso y el perfeccionamiento de la sociedad humana, respetaban toda opinión honesta, tenían esa tolerancia por la que han vivido y luchado nuestros grandes talentos. En aquellos tiempos se luchaba por una mayor unidad política que, por entonces, se llamaba Alemania. Era en los estudiantes y en los profesores de las universidades donde estaban vivos estos ideales. También hoy existe un anhelo de progreso social, de tolerancia y libertad de pensamiento, de una mayor unidad política, que hoy llamamos Europa. Pero los estudiantes de nuestras universidades han dejado de encarnar, como sus profesores, las esperanzas y los ideales del pueblo. Todo el que examine nuestra época con sobriedad y desapasionamiento, debe admitirlo. Estamos hoy reunidos aquí para reflexionar sobre nosotros mismos. La razón externa de esta reunión es el caso Gumbel. Este apóstol de la justicia ha escrito sobre crímenes políticos impunes con infatigable inteligencia, un gran valor y un ejemplar sentido de la justicia, y ha hecho un señalado servicio a la comunidad con sus libros. Y éste es el hombre al que intentan hoy expulsar por todos los medios los estudiantes y buen número de profesores de su universidad. Es inadmisible que llegue a este punto la pasión política. Estoy seguro de que todos los que lean los libros del señor Gumbel con espíritu abierto sacarán de ellos la misma impresión que saqué yo. Necesitamos hombres como él si queremos construir una sociedad política sana. ¡Que cada cual juzgue por sí mismo, o por sus propias lecturas, no por lo que otros le digan! Si es así, el caso Gumbel, tras un principio nada edificante, puede resultar aún bueno y positivo. FASCISMO Y CIENCIA Carta al señor Rocco, ministro de justicia y educación de Mussolini, 1925-1932. Publicado en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Muy señor mío: Dos de los hombres de ciencia más eminentes y

respetados de Italia ha acudido a mí exponiéndome sus problemas de conciencia y pidiéndome le escriba a usted con el objeto de impedir, si es posible, una grave amenaza que pesa sobre los intelectuales y científicos de Italia. Me refiero al juramento de fidelidad al sistema fascista. Pretendo básicamente con esta petición que tenga usted la bondad de aconsejar al señor Mussolini que ahorre esta humillación a la flor de los intelectuales de Italia. Por mucho que puedan diferir nuestras ideas políticas, sé que estamos de acuerdo en una cuestión básica: ambos admiramos los triunfos sobresalientes de la inteligencia europea y los consideramos nuestros valores más altos. Estas conquistas se basan en la libertad de pensamiento y enseñanza, en el principio de que el deseo de alcanzar la verdad debe anteponerse a todos los demás. Fue este principio, y sólo él, el que permitió a nuestra civilización iniciar su desarrollo en Grecia y celebrar su resurrección en Italia en el Renacimiento. Hemos pagado por este principio, que es nuestra posesión más valiosa. con la sangre de hombres grandes y paros, verdaderos mártires, por los que Italia aún es hoy amada y reverenciada. No pretendo discutir con usted qué aspectos de la libertad humana puedan limitarse con el justificante de la razón de Estado. Pero la búsqueda de la verdad científica, al margen de los intereses prácticos de la vida cotidiana, es algo que todo gobierno debería considerar sagrado, y, en interés de todos, debería dejarse trabajar en paz a los honrados servidores de la verdad. Esto va también, sin duda alguna, en interés del Estado italiano y de su prestigio a los ojos del mundo. SOBRE LA LIBERTAD De Freedom, its meaning, recopilado por Ruth Nanda Anshen, Nueva York: Harcourt, Brace, and Company, 1940. Sé que es empresa inútil discutir sobre juicios de valor fundamentales. Si alguien aprueba, por ejemplo, como objetivo, la erradicación del género humano de la Tierra, nadie puede refutar tal punto de vista sobre bases racionales. Pero si hay acuerdo sobre ciertos objetivos y valores, uno puede discutir racionalmente sobre los medios por los que pueden alcanzarse estos objetivos. Indiquemos. pues, dos objetivos sobre los que quizás estén de acuerdo casi todos los que lean estas líneas. 1. Los bienes instrumentales destinados a sustentar la vida y la salud de todos los seres humanos, deberían producirse con el mínimo trabajo posible. 2. La satisfacción de las necesidades físicas es sin duda la condición previa indispensable de una existencia satisfactoria, pero no es suficiente por sí sola. Para que los hombres estén satisfechos deben tener también la posibilidad de desarrollar su capacidad intelectual y artística de acuerdo con sus características y posibilidades personales. El primero de estos dos objetivos exige la difusión de todos los conocimientos relacionados con las leyes de la naturaleza y de los procesos sociales, es decir, el estímulo de todas las investigaciones científicas. Pues la tarea científica es un conjunto natural, cuyas partes se apoyan

mutuamente de forma que nadie puede, en realidad, prever. Sin embargo, el progreso de la ciencia exige que sea posible la difusión sin restricciones de opiniones y resultados: libertad de expresión y de enseñanza en todos los campos de actividad intelectual. Por libertad entiendo condiciones sociales de tal género que el individuo que exponga opiniones y afirmaciones sobre cuestiones científicas e intelectuales, de carácter general y particular, no corra por ello peligros o riesgos graves. Esta libertad de comunicación es indispensable para el desarrollo y crecimiento de los conocimientos científicos, una consideración de gran importancia práctica. En primer lugar, debe garantizarla la ley. Pero las leyes solas no pueden asegurar la libertad de expresión; para que un hombre pueda exponer sus puntos de vista sin sufrir castigo, debe haber espíritu de tolerancia en toda la sociedad. Un ideal de libertad externa como éste jamás se logrará de modo pleno, pero debe perseguirse con denuedo si queremos que avance lo más posible el pensamiento científico, y el pensamiento filosófico y creador en general. Para alcanzar el segundo objetivo, es decir, que sea posible el desarrollo espiritual de todos los individuos, hace falta un segundo género de libertad exterior. El individuo no ha de tener que trabajar tanto para cubrir sus necesidades vitales que no le queden fuerzas ni tiempo para actividades personales. Sin este segundo tipo de libertad externa, de nada le servirá la libertad de expresión. El progreso tecnológico haría posible este tipo de libertad si se lograse una división nacional del trabajo. La evolución de la ciencia y de las actividades creadoras del espíritu en general, exige otro tipo de libertad, que puede calificarse de libertad interna. Es esa libertad de espíritu que consiste en pensar con independencia de las limitaciones de los prejuicios autoritarios y sociales así como frente a la rutina antifilosófica y al hábito embrutecedor en general. Esta libertad interna es un raro don de la naturaleza y un objetivo digno para el individuo. Sin embargo, la comunidad puede hacer también mucha labor de estímulo en este sentido, como mínimo no poniendo trabas. Las escuelas y los sistemas de enseñanza pueden obstaculizar el desarrollo de la libertad interna con influencias autoritarias o imponiendo a los jóvenes cargas espirituales excesivas; las instituciones de enseñanza pueden, por otra parte, favorecer esta libertad fomentando el pensamiento independiente. Sólo si se persiguen constante y conscientemente la libertad interna y la libertad externa existe posibilidad de progreso espiritual y de conocimiento y con ello de mejorar la vida externa e interna del hombre. DISCURSO AL RECOGER EL PREMIO LORD & TAYLOR Emitido por radio (grabación), 4 de mayo de 1953. Acepto gustoso este premio como expresión de un sentimiento afectuoso. Me produce un gran placer, desde luego, ver que se aplaude cálidamente la obstinación de un inconformista incorregible. Nos interesa aquí, claro, el inconformismo en un campo de actividad un tanto remoto, y ningún comité senatorial ha sentido hasta ahora deseos de

emprender la importante tarea de combatir, también en este campo, los peligros que amenazan la seguridad interna del ciudadano ignorante o amedrentado. En cuanto a las palabras de cálido elogio que me han prodigado, procuraré no discutirlas. ¿Quién cree aún que exista la modestia auténtica? Correría el riesgo de que me considerasen sencillamente un viejo hipócrita. Comprenderán, sin duda, que no tengo valor suficiente para afrontar tal peligro. Lo único que cabe, en consecuencia, es confirmar mi gratitud. MÉTODOS INQUISITORIALES MODERNOS Carta a William Frauenglass, profesor de Brooklyn, Nueva York, que se negó a declarar ante un comité del Coogreso norteamericano, publicada el 12 de junio de 1953 en el New York Times. 16 de mayo de 1953 Querido señor Franenglass: Gracias por su nota. Por .campo remoto. me refiero a los fundamentos te6ricos de la física. El problema con que se enfrentan los intelectuales de este país es muy grave. Los políticos reaccionarios han logrado que el público sospeche de cualquier empresa intelectual, cegándole con la amenaza de un peligro exterior. Como han tenido éxito hasta ahora, han pasado ya a limitar la libertad de enseñanza y a privar de sus puestos a todos aquellos que no se muestran sumisos, es decir, a matarles de hambre. ¿Qué debe hacer contra este peligro la minoría de los intelectuales? Sinceramente, no veo más sistema que el método revolucionario de no cooperación, en el sentido de Gandhi. Todo intelectual al que convoque uno de esos comités, debe negarse a declarar. Es decir, debe estar dispuesto a ir a la cárcel y a correr el riesgo de la ruina económica, a sacrificar, en suma, su bienestar personal en pro del bienestar cultural de su país. Esta negativa a declarar no debe basarse, sin embargo, en el conocido subterfugio de invocar la Enmienda Quinta de la Constitución por la posibilidad de autoacusación, sino en la afirmación de que es vergonzoso para un ciudadano sin tacha someterse a ese procedimiento inquisitorial, y que ese procedimiento viola el espíritu de la Constitución. Si hay bastantes individuos dispuestos a dar este grave paso, se conseguirá el triunfo. Si no, los intelectuales de este país sólo merecerán la esclavitud que se proyecta para ellos. P.D.: Esta carta no es necesario que se considere "confidencial". DERECHOS HUMANOS Discurso ante la Chicago Decalogue Society, 20 de febrero de 1954. Señoras y señores: Se han reunido ustedes hoy para dedicar su atención al

problema de los derechos humanos; y han decidido ofrecerme un premio con este motivo. Cuando me enteré de ello, me deprimi6 un poco su decisión. ¿En qué desdichada situación, pensé, debe hallarse una comunidad para no dar con un candidato más adecuado a quien otorgar esta distinción? He dedicado, durante una larga vida, todas mis facultades a lograr una visión algo más profunda de la estructura de la realidad física. Jamás he hecho esfuerzo sistemático alguno para mejorar la suerte de los hombres, para combatir la injusticia y la represión, y para mejorar las formas tradicionales de las relaciones humanas. Sólo hice esto: con largos intervalos, expresé mi opinión sobre cuestiones públicas siempre que me parecieron tan desdichadas y negativas que el silencio me habría hecho sentir culpable de complicidad. La existencia y la validez de los derechos humanos no están escritas en las estrellas. Los ideales sobre el comportamiento mutuo de los seres humanos y la estructura más deseable de la comunidad, los concibieron y enseñaron individuos ilustres a lo largo de toda la historia. Estos ideales y creencias derivados de la experiencia histórica, el anhelo de belleza y armonía, han sido aceptados de inmediato en teoría por el hombre... y pisoteados siempre por la misma gente bajo la presión de sus instintos animales. Una gran parte de la historia la cobre por ello la lucha en pro de esos derechos humanos, una lucha eterna en la que no habrá nunca una victoria definitiva. Pero desfallecer en esa lucha significaría la ruina de la sociedad. Al hablar hoy de derechos humanos, nos referimos primordialmente a los siguientes derechos básicos: protección del individuo contra la usurpación arbitraria de sus derechos por parte de otros, o por el gobierno; derecho a trabajar y a recibir unos ingresos adecuados por su trabajo; libertad de discusión y de enseñanza; participación adecuada del individuo en la formación de su gobierno. Estos derechos humanos se reconocen hoy teóricamente, pero, mediante el uso abundante de maniobras legales y formalismos, resultan violados en una medida mucho mayor, incluso, que hace una generación. Hay, además, otro derecho humano que pocas veces se menciona pero que parece destinado a ser muy importante: es el derecho, o el deber, que tiene el individuo de no cooperar en actividades que considere erróneas o perniciosas. A este respecto, debe ocupar un lugar preferente la negativa a prestar el servicio militar. He conocido casos de individuos de excepcional fortaleza moral y gran integridad que han chocado por ese motivo con los órganos del Estado. El juicio de Nuremberg contra los criminales de guerra alemanes se basaba tácitamente en el reconocimiento de este principio: no pueden excusarse los actos criminales aunque se cometan por orden de un gobierno. La conciencia está por encima de la autoridad de la ley del Estado. La lucha de nuestra época gira primordialmente en torno a la libertad de ideas políticas y a la libertad de debate, así como de la libertad de investigación y de enseñanza. El miedo al comunismo ha llevado a prácticas que han llegado a ser incomprensibles para el resto de la humanidad civilizada y que exponen a nuestro país al ridículo. ¿Hasta cuándo toleraremos que políticos, hambrientos de poder,

intenten obtener ventajas políticas de ese modo? A veces, parece que la gente ha perdido su sentido del humor hasta el punto de que ese dicho francés "el ridículo mata" haya perdido ya su validez. Sobre religión RELIGIÓN Y CIENCIA Escrito expresamente para el New York Times Magazine. Publicado el 9 de noviembre de 1930 (pp. 1-4). El texto alemán fue publicado en el Berliner Tagoblatt, el 1I de noviembre de 1930. Todo lo que ha hecho y pensado la especie humana se relaciona con la satisfacción de necesidades profundamente sentidas y con el propósito de mitigar el dolor. Uno ha de tener esto constantemente en cuenta si desea comprender los movimientos espirituales y su evolución. Sentimiento y anhelo son la fuerza motriz que hay tras todas las empresas humanas y todas la, creaciones humanas, por muy excelsas que se nos quieran presentar. Pero, ¿cuáles son los sentimientos y las necesidades que han llevado al hombre al pensamiento religioso y a creer en el sentido más amplio de estos términos? Un poco de reflexión bastará para darnos cuenta de que presidiendo el nacimiento del pensamiento y la experiencia de lo religioso están las emociones más variadas. En el hombre primitivo, es sobre todo el miedo el que produce ideas religiosas: miedo al hambre, a los animales salvajes, a la enfermedad, a la muerte. Como en esta etapa de la existencia suele estar escasamente desarrollada la comprensión de las conexiones causales, el pensamiento humano crea seres ilusorios más o menos análogos a sí mismo de cuya voluntad y acciones dependen esos acontecimientos sobrecogedores. Así, uno intenta asegurarse el favor de tales seres ejecutando actos y ofreciendo sacrificios que, según la tradición transmitida a través de generaciones, les hacen mostrarse propicios y bien dispuestos hacia los mortales. En este sentido, hablo yo de una religión del miedo. Esta, aunque no creada por los sacerdotes, se halla en un grado notable afianzada por la formación de una casta sacerdotal que se erige como mediadora entre el pueblo y los seres a los que el pueblo teme, y logra sobre esta base una hegemonía. En muchos casos, un caudillo o dirigente o una clase privilegiada cuya posición se apoya en otros factores, combina funciones sacerdotales con su autoridad secular a fin de reforzarla; o hacen causa común con la casta sacerdotal para defender sus intereses. Los impulsos sociales son otra fuente de cristalización de la religión. Padres y madres y dirigentes de las grandes comunidades humanas son mortales y falibles. El deseo de guía, de amor y de apoyo empuja a los hombres a crear el concepto social o moral de Dios. Este es el Dios de la Providencia, que protege, dispone, recompensa y castiga; el Dios que, según las limitaciones de enfoque del creyente, ama y protege la vida de la tribu o de la especie humana e incluso la misma vida; es el que consuela de la aflicción y del anhelo insatisfecho; el que custodia las almas de los muertos. Esta es la concepción social o moral de Dios.

Las Sagradas Escrituras judías ejemplifican admirablemente la evolución de la religión del miedo a la religión moral, evolución que continúa en el Nuevo Testamento. Las religiones de todos los pueblos civilizados, especialmente los pueblos del Oriente, son primordialmente religiones morales. El paso de una religión del miedo a una religión moral es un gran paso en la vida de los pueblos. Y sin embargo, el que las religiones primitivas se basen totalmente en el miedo y las de los pueblos civilizados sólo en la moral es un prejuicio frente al que hemos de ponernos en guardia. La verdad es que en todas las religiones se mezclan en cuantía variable ambos tipos, con esa diferenciación: que en los niveles más elevados de la vida social predomina la religión de la moral. Común a todos estos tipos de religión, es el carácter antropomórfico de su concepción de Dios. En general, sólo individuos de dotes excepcionales, y comunidades excepcionalmente idealistas, se elevan en una medida considerable por encima de este nivel. Pero hay un tercer estadio de experiencia religiosa común a todas ellas, aunque raras veces se halle en una forma pura: lo llamaré sentimiento religioso cósmico. Es muy difícil explicar este sentimiento al que carezca por completo de él, sobre todo cuando de él no surge una concepción antropomórfica de Dios. El individuo siente la inutilidad de los deseos y los objetivos humanos y el orden sublime y maravilloso que revela la naturaleza y el mundo de las ideas. La existencia individual le parece una especie de cárcel y desea experimentar el universo como un todo único y significativo. Los inicios del sentimiento religioso cósmico aparecen ya en una etapa temprana de la evolución, por ejemplo, en varios de los salmos de David y en algunos textos de los profetas. El budismo, como hemos aprendido gracias sobre todo a las maravillosas obras de Schopenhauer, tiene un contenido mucho más rico aún en este sentimiento cósmico. Los genios religiosos de todas las épocas se han distinguido por este sentimiento religioso especial, que no conoce dogmas ni un Dios concebido a imagen del hombre; no puede haber, en consecuencia, iglesia cuyas doctrinas básicas se apoyen en él. Por tanto, es precisamente entre los herejes de todas las épocas donde encontramos hombres imbuidos de este tipo superior de sentimiento religioso, hombres considerados en muchos casos ateos por sus contemporáneos, y a veces considerados también santos. Si enfocamos de este modo a hombres como Demócrito, Francisco de Asís y Spinoza, veremos que existen entre ellos profundas relaciones. ¿Cómo puede comunicar y transmitir una persona a otra este sentimiento religioso cósmico, si éste no puede engendrar ninguna noción definida de un Dios y de una teología? Según mi opinión, la función más importante del arte y de la ciencia es la de despertar este sentimiento y mantenerlo vivo en quienes son receptivos a él. Llegamos así a una concepción de la relación entre religión y ciencia muy distinta de la habitual. Cuando uno enfoca la cuestión históricamente, tiende a considerar ciencia y religión antagonistas irreconciliables, y por una razón de lo más evidente. El individuo que está totalmente imbuido de la aplicación universal de la ley de la

causalidad no puede ni por un instante aceptar la idea de un ser que interfiera en el curso de los acontecimientos... siempre, claro está, que se tome la hipótesis de la causalidad verdaderamente en serio. Para él no tiene ningún sentido la religión del miedo y lo tiene muy escaso la religión moral o social. Un Dios que premia y castiga es inconcebible para él por la simple razón de que las acciones del hombre vienen determinadas por la necesidad, externa e interna, por lo que no puede ser responsable, a los ojos de Dios, lo mismo que no lo es un objeto inanimado de los movimientos que ejecuta. Se ha acusado, por ello, a la ciencia de socavar la moral, pero la acusación es injusta. La conducta ética de un hombre deberla basarse en realidad en la compasión, la educación y los lazos y necesidades sociales; no hace falta ninguna base religiosa. Triste seria la condición del hombre si tuviese que contenerse por miedo al castigo y por la esperanza de una recompensa después de la muerte. Es, por tanto, fácil ver por qué las iglesias han combatido siempre a la ciencia y perseguido a los que se consagran a ella. Por otra parte, yo sostengo que el sentimiento religioso cósmico es el motivo más fuerte y más noble de la investigación científica. Sólo quienes entienden los inmensos esfuerzos y, sobre todo, esa devoción sin la cual sería imposible el trabajo innovador en la ciencia teórica, son capaces de captar la fuerza de la única emoción de la que puede surgir tal empresa, siendo como es algo alejado de las realidades inmediatas de la vida. ¡Qué profundos debieron ser la fe en la racionalidad del universo y el anhelo de comprender, débil reflejo de la razón que se revela en este mundo, que hicieron consagrar a un Kepler y a un Newton años de trabajo solitario a desentrañar los principios de la mecánica celeste! Aquellos cuyo contacto con la investigación científica se deriva principalmente de sus resultados prácticos es fácil que se hagan una idea totalmente errónea de la mentalidad de los hombres que, en un mundo escéptico, han mostrado el camino a espíritus similares a ellos, esparcidos a lo largo y ancho del mundo y de los siglos. Sólo quien ha dedicado su vida a fines similares puede tener idea clara de lo que inspir6 a esos hombres y les dio la fuerza necesaria para mantenerse fieles a su objetivo a pesar de innumerables fracasos. Es el sentimiento religioso cósmico lo que proporciona esa fuerza al hombre. Un contemporáneo ha dicho, con sobradas razones, que en estos tiempos materialistas que vivimos la única gente profundamente religiosa son los investigadores científicos serios. EL ESPÍRITU RELIGIOSO DE LA CIENCIA Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Difícilmente encontraréis entre los talentos científicos más profundos, uno solo que carezca de un sentimiento religioso propio. Pero es algo distinto a la religiosidad del lego. Para este último, Dios es un ser de cuyos cuidados uno espera beneficiarse y cuyo castigo teme; una sublimación de un sentimiento similar al del hijo hacia el padre, un ser con quien uno mantiene, como si dijésemos, una relación personal, aunque pueda estar profundamente teñida de temor reverente.

Pero el científico está imbuido del sentimiento de la causalidad universal. Para él, el futuro es algo tan inevitable y determinado como el pasado. En la moral no hay nada divino; es un asunto puramente humano. Su sentimiento religioso adquiere la forma de un asombro extasiado ante la armonía de la ley natural, que revela una inteligencia de tal superioridad que, comparados con ella, todo el pensamiento y todas las acciones de los seres humanos no son más que un reflejo insignificante. Este sentimiento es el principio rector de su vida y de su obra, en la medida en que logre liberarse de los grilletes del deseo egoísta. Es sin lugar a dudas algo estrechamente emparentado con lo que poseyó a los genios religiosos de todas las épocas. CIENCIA Y RELIGIÓN La parte I procede de un discurso pronunciado en el Seminario Teológico de Princeton, el 19 de mayo de 1939; publicado en Out of My Later Years, Nueva York, Philosophical Library, 1950. La parte 1I de Science, Philosophy and Religion, simposio publicado por la Conference on Science, Philosophy and Religion in Their Relation to the Democratic Way of Life. Nueva York, 1941. Durante el siglo pasado, y parte del anterior, se sostuvo de modo generalizado que existía un conflicto insalvable entre ciencia y fe. La opinión predominante entre las personas de ideas avanzadas era que había llegado la hora de que el conocimiento la ciencia, fuese sustituyendo a la fe; toda creencia que no se apoyase en el conocimiento era superstición, y, como tal, había que combatirla. Según esta concepción, la educación tenla como única función la de abrir el camino al pensamiento y al conocimiento, y la escuela, como 6rgano destacado en la educación del pueblo, debía servir exclusivamente este fin. Probablemente sea difícil encontrar, si se encuentra, una exposición tan tosca del punto de vista racionalista; toda persona sensata puede ver de inmediato lo unilateral de esta exposición. Pero es aconsejable también exponer una tesis de forma nítida y concisa si uno quiere aclarar sus ideas respecto a la naturaleza de esa tesis. No hay duda de que el mejor medio de sustentar cualquier convicción es basarla en la experiencia y en el razonamiento claro. Hemos de aceptar sin reservas a este respecto el racionalismo extremo. El punto débil de esta concepción es, sin embargo, éste, que aquellas concepciones que son inevitables y que determinan nuestra conducta y nuestros juicios, no pueden basarse únicamente en este só1ido procedimiento científico. En realidad, el método científico solo no puede mostrarnos c6mo se relacionan los hechos entre sí y c6mo están mutuamente condicionados. El anhelo de alcanzar este conocimiento objetivo pertenece a lo más elevado de que es capaz el hombre, e imagino, por supuesto, que nadie sospechará que intente yo rebajar los triunfos y las luchas heroicas del hombre en esta esfera. Es también evidente, sin embargo, que el conocimiento de lo que es no abre la puerta directamente a lo que debería ser. Uno puede tener el conocimiento más claro y completo de lo que es, y no ser capaz, sin embargo, de deducir de ello lo que deberla ser el

objetivo de nuestras aspiraciones humanas. El conocimiento objetivo nos proporciona poderosos instrumentos para lograr ciertos fines, pero el objetivo último en si y el anhelo de alcanzarlo deben venir de otra fuente. Y no creo que haga falta siquiera defender la tesis de que nuestra existencia y nuestra actividad sólo adquieren sentido por la persecución de un objetivo tal y de valores correspondientes. El conocimiento de la verdad en cuanto tal es maravilloso, pero su utilidad como guía es tan escasa que no puede demostrar siquiera la justificación y el valor de la aspiración hacia ese mismo conocimiento de la verdad. Nos enfrentamos aquí, en consecuencia, a los límites de la concepción puramente racional de nuestra existencia. Pero no debe suponerse que el pensamiento inteligente no juegue ningún papel en la formación del objetivo y de los juicios éticos. Cuando alguien comprende que ciertos medios serían útiles para la consecución de un fin, los medios en si se convierten por ello en un fin. La inteligencia nos aclara la interrelación de medios y fines. Pero el mero pensamiento no puede proporcionarnos un sentido de los fines últimos y fundamentales. Aclarar estos fines y estas valoraciones fundamentales, e introducirlos en la vida emotiva de los individuos, me parece concretamente la función más importante de la religión en la vida social del hombre. Y si se pregunta de qué se deriva la autoridad de tales fines fundamentales, dado que no pueden cimentarse y justificarse únicamente en la raz6n, sólo cabe decir: son, en una sociedad sana, tradiciones poderosas, que influyen en la conducta y en las aspiraciones y en los juicios de los individuos. Es decir, están allí como algo vivo, sin que sea necesario buscar una justificación de su existencia. Adquieren existencia no a través de la demostración sino de la revelación, por intermedio de personalidades vigorosas. No hay que intentar justificarlas, sino más bien captar su naturaleza simple y claramente. Los más elevados principios de nuestras aspiraciones y juicios nos los proporciona la tradición religiosa judeocristiana. Es un objetivo muy elevado que, con nuestras débiles fuerzas, sólo podemos alcanzar muy pobremente, pero que proporciona fundamento seguro a nuestras aspiraciones y valoraciones. Si se desvinculase este objetivo de su forma religiosa y se examinase en su aspecto puramente humano, quizá pudiese exponerse así: Desarrollo libre y responsable del individuo, de modo que pueda poner sus cualidades, libre y alegremente, al servicio de toda la humanidad. No cabe aquí divinizar una nación, una clase, y no digamos ya un individuo. ¿No somos todos hijos de un padre, tal como se dice en el lenguaje religioso? En realidad, ni siquiera la divinización del género humano, como una totalidad abstracta, correspondería al espíritu de ese ideal. Sólo posee alma el individuo. Y el fin superior del individuo es servir más que regir, o imponerse de cualquier otro modo. Si uno examina la sustancia y olvida la forma, puede considerar estas palabras expresión, además, de la actitud democrática fundamental. El verdadero demócrata no puede adorar a su nación lo mismo que no puede el hombre que es religioso, en nuestro sentido del término. ¿Cuál es pues, en todo esto, la función de la educación y

de la escuela? Debería ayudarse al joven a formarse en un espíritu tal que esos principios fundamentales fuesen para él como el aire que respira. Sólo la educación puede lograrlo. Si uno tiene estos elevados principios claramente a la vista, y los compara con la vida y el espíritu de la época, comprueba palpablemente que la humanidad civilizada se halla en la actualidad en grave peligro. En los Estados totalitarios son los propios dirigentes quienes se esfuerzan por destruir ese espíritu de humanidad. En zonas menos amenazadas son el nacionalismo y la intolerancia, y la opresión de los individuos por medios econ6micos, quienes pretenden asfixiar esas valiosísimas tradiciones. Crece, sin embargo, la conciencia de la gravedad del peligro entre los intelectuales, y se buscan afanosamente medios de combatir el peligro... medios en el campo de la politice nacional e internacional, de la legislación, o de la organización en general. Tales esfuerzos son, sin duda alguna, muy necesarios. Sin embargo, los antiguos sabían algo que nosotros parecemos haber olvidado. Todos los medios resultan ser instrumentos inútiles, si tras ellos no hay un espíritu vivo. Pero si el anhelo de lograr el objetivo vive poderoso dentro de nosotros, no nos faltará fuerza para hallar los medios de alcanzar ese objetivo y traducirlo en hechos. II No sería difícil llegar a un acuerdo respecto a lo que entendemos por ciencia. Ciencia es el empeño, secular ya, de agrupar por medio del pensamiento sistemático los fenómenos perceptibles de este mundo en una asociación lo más amplia posible. Dicho esquemáticamente, es intentar una reconstrucción posterior de la existencia a través del proceso de conceptualización. Pero cuando me pregunto lo que es la religión, no puedo dar tan fácilmente con una respuesta. E incluso después de dar con una que pueda satisfacerme en este momento concreto, sigo convencido de que nunca podré, de ningún modo, unificar, aunque sea un poco, los pensamientos de todos los que han prestado una consideración seria a esta cuestión. En principio, pues, en vez de plantear lo que es la religión, preferiría plantear lo que caracteriza las aspiraciones de una persona que a mí me parece religiosa: la persona que a mi me parece religiosamente ilustrada, es la que se ha liberado, en la medida máxima de su capacidad, de los grilletes de los deseos egoístas y está entregada a pensamientos, sentimientos y aspiraciones a los que se adhiere por el valor suprapersonal que poseen. Creo que lo importante es la fuerza de este contenido suprapersonal y la profundidad de la convicción relacionada con su significación irresistible, independientemente de que se haga cualquier tentativa de unir ese contenido con un ser divino, pues de otro modo no seria posible incluir a Buda y a Spinoza entre las personalidades religiosas. En consecuencia, una persona religiosa es devota en el sentido de que no tiene duda alguna de la significación y elevación de aquellos objetos y objetivos suprapersonales que no requieren un fundamento racional ni son susceptibles de él. Existen con la misma inevitabilidad y naturalidad con que existe el individuo mismo. En este sentido, la religión es la vieja tentativa

humana de alcanzar clara y completa conciencia de esos objetivos y valores y de fortalecer y ampliar constantemente su efecto. Si uno concibe la religión y la ciencia según lo dicho, resulta imposible un conflicto entre ellas. Porque la ciencia sólo puede afirmar lo que es, pero no lo que debiera ser, y fuera de su campo siguen siendo necesarios juicios de valor de todo tipo. La religión, por otra parte, aborda sólo valoraciones de pensamientos y acciones humanos: no puede hablar, justificadamente, de datos y relaciones entre datos. Según esta interpretación, los famosos conflictos entre religión y ciencia del pasado, deben atribuirse, todos ellos, a una concepción errónea de la situación que se ha descrito. Surge, por ejemplo, conflicto cuando una comunidad religiosa insiste en la veracidad absoluta de todas las afirmaciones contenidas en la Biblia. Esto significa una intervención de la religión en la esfera de la ciencia; aquí es donde hemos de situar la lucha de la Iglesia contra las doctrinas de Galileo y Darwin. Por otra parte, representantes de la ciencia han intentado muchas veces llegar a juicios fundamentales sobre valores y fines basándose en el método científico, y han chocado así con la religión. Estos conflictos han originado, todos ellos, errores fatales. Ahora bien, aunque los campos de la religión y de la ciencia están en si mismos claramente diferenciados, existen entre ambos relaciones y dependencias mutuas. Aunque la religión pueda ser la que determine el objetivo, sabe, sin embargo, por la ciencia, en el sentido más amplio, qué medios contribuirán al logro de los objetivos marcados. Pero la ciencia sólo pueden crearla los que están profundamente imbuidos de un deseo profundo de alcanzar la verdad y de comprender las cosas. Y este sentimiento brota, precisamente, de la esfera de la religión. También pertenece a ella la fe en la posibilidad de que las normas válidas para el mundo de la existencia sean racionales, es decir, comprensibles por medio de la razón. No puedo imaginar que haya un verdadero científico sin esta fe profunda. La situación puede expresarse con una imagen: la ciencia sin religión está coja, la religión sin ciencia, ciega. Aunque he dicho antes que no puede existir en realidad verdadero conflicto entre religión y ciencia, debo matizar, sin embargo, tal afirmación, una vez más, en un punto esencial. En lo que respecta al contenido real de las religiones históricas. Esta matización se relaciona con el concepto de Dios. Durante la etapa juvenil de la evolución espiritual del género humano, la fantasía de los hombres cre6 dioses a su propia imagen que, con su voluntad parecían determinar el mundo fenoménico, o que hasta cierto punto influían en él. El hombre procuraba influir la actitud de estos dioses en favor propio con la magia y con la oración. La idea de Dios de las religiones que se enseñan hoy es una sublimación de aquel antiguo concepto de los dioses. Su carácter antropomórfico lo muestra, por ejemplo, el hecho de que los hombres apelen al Ser Divino con oraciones y le supliquen que satisfaga sus deseos. Nadie negará, desde luego, que la idea de que exista un Dios personal, omnipotente, justo y misericordioso puede proporcionar al hambre solaz, ayuda y guía, y además, en virtud de su sencillez, resulta accesible incluso a las inteligencias menos desarrolladas. Pero, por otra parte, esta

idea conlleva un fallo básico, que el hombre ha percib1do dolorosamente desde el principio de la historia. Es decir, si éste ser es omnipotente, todo suceso, incluidas todas las acciones humanas, todos los pensamientos humanos y todos los sentimientos y aspiraciones humanos son también obra suya; ¿cómo es posible pensar que los hombres sean responsables de sus actos y de sus pensamientos ante tal ser todopoderoso? Al administrar premios y castigos, estaría en cierto modo juzgándose a sí mismo. ¿Cómo conciliar esto con la bondad y la rectitud que se le asignan? La fuente principal de conflicto entre el campo de la religión y el de la ciencia se halla, en realidad, en este concepto de un Dios personal. El objetivo de la ciencia es establecer normas generales que determinen la conexi6n reciproca de objetos y acontecimientos en el tiempo y en el espacio. Estas normas, o leyes de la naturaleza, exigen una validez absolutamente general... no probada. Es básicamente un programa, y la fe en la posibilidad de su cumplimiento sólo se basa en principio en éxitos parciales. Pero difícilmente podría alguien negar estos éxitos parciales y atribuirlos a la ilusión humana. El hecho de que basándonos en tales leyes podamos predecir el curso temporal de los fen6menos en ciertos campos con gran precisión y certeza, está profundamente enraizado en la conciencia del hombre moderno, aunque pueda haber captado muy poco del contenido de las citadas leyes. Basta con que piense que los movimientos de los planetas dentro del sistema solar pueden calcularse previamente con gran exactitud a partir de un número limitado de leyes simples. De modo similar, aunque no con la misma precisión, es posible calcular por adelantado el funcionamiento de un motor eléctrico, un sistema de transmisión o un aparato de radio, aun cuando se trate de cosas recientes. Desde luego, cuando el número de factores que intervienen en un complejo fenomenológico es demasiado grande, nos falla en la mayoría de los casos el método científico. Basta que pensemos en la meteorología, y que pensemos que la predicción del tiempo, incluso por un período de unos cuantos dios, resulta imposible. Nadie duda, sin embargo, de que se trata de una conexi6n causal cayos componentes causales nos son conocidos en su mayoría. Los fenómenos de este campo no permiten una predicción exacta debido a la variedad de factores implicados, no a un fallo de las leyes de la naturaleza. Hemos penetrado con mucha menor profundidad en las regularidades que se derivan del reino de las cosas vivas, pero si lo bastante, sin embargo, para percibir al menos la norma de necesidad fijada. Basta pensar en el orden sistemático de la herencia, y en el efecto de tóxicos, como por ejemplo el alcohol, en la conducta de los seres humanos. Lo que falta en este campo es captar conexiones de generalidad profunda, pero no un conocimiento del orden en sí mismo. Cuanto más imbuido está un hombre de la regularidad ordenada de todos los acontecimientos, más só1ida es su convicción de que no queda espacio al margen de esta regularidad ordenada para causas de naturaleza distinta. Para él, no existirá la norma de lo humano ni la norma de lo divino como causa independiente de los acontecimientos naturales. No hay duda de que la ciencia no refutará nunca, en el sentido auténtico, la doctrina de un Dios personal que

interviene en los acontecimientos naturales, donde esta doctrina siempre puede refugiarse en aquellos campos en los que aún no ha sido capaz de afianzarse el conocimiento científico. Pero estoy convencido de que el que los representantes de la religión adoptasen esa conducta no sólo sería indigno sino también fatal para ellos. Creo que una doctrina que no es capaz de mantenerse a la luz sino que ha de refugiarse en las tinieblas, perderá inevitablemente su Influencia sobre el género humano, con un daño incalculable para el progreso de éste. En su lucha por el ideal ético, los profesores de religión deben tener talla suficiente para prescindir de la doctrina de un Dios personal, es decir, abandonar esa fuente de miedo y esperanza que proporcion6 en el pasado un poder tan inmenso a los sacerdotes. Tendrán que valerse en su labor de las fuerzas que sean capaces de cultivar el Bien, la Verdad y la Belleza en la humanidad misma. Se trata, sin duda, de una tarea más difícil, pero muchísimo más meritoria y digna. (Herbert Samuel expone muy convincentemente este pensamiento en su libro Belief and Action.) Cuando los maestros religiosos logren realizar el proceso indicado, sin duda verán con alegría que la auténtica religión resulta ennoblecida por el conocimiento científico que la hará más profunda. Si uno de los objetivos de la religión es el de liberar al máximo al género humano de las ataduras de los temores, deseos y anhelos egocéntricos, el razonamiento científico puede ayudar a la religión también en otro sentido. Aunque sea cierto que el objetivo de la ciencia es descubrir reglas que permitan asociar y predecir hechos, no es éste su único objetivo. Pretende también reducir las conexiones descubiertas al menor número posible de elementos conceptuales mutuamente independientes. Es en esta búsqueda de la unificación racional de lo múltiple donde se hallan sus mayores éxitos, aunque sea precisamente esta tentativa lo que presenta un mayor riesgo de caer víctima de ilusiones. Pero todo el que haya pasado por la profunda experiencia de un avance positivo en este campo se siente conmovido por una profunda reverencia hacia la racionalidad que se manifiesta en la vida. Mediante la comprensión, logra emanciparse en gran medida de los grilletes de las esperanzas y los deseos personales, alcanzando así esa actitud mental humilde ante la grandeza de la raz6n encarnada en la existencia, que es inaccesible al hombre en sus profundidades más hondas. Sin embargo, esta actitud me parece religiosa en el sentido más elevado del término. Y me parece asimismo que la ciencia no sólo purifica el impulso religioso de la escoria del antropomorfismo sino que contribuye también a una espiritualización religiosa de nuestra visión de la vida. Cuando más progrese la evolución espiritual de la especie humana, más cierto me parece que el camino que lleva a la verdadera religiosidad pasa, no por el miedo a la vida y el miedo a la muerte y la fe ciega, sino por la lucha en pro del conocimiento racional. Creo, a este respecto, que el sacerdote ha de convertirse en profesor y maestro si desea cumplir dignamente su excelsa misión educadora. RELIGIÓN Y CIENCIA: ¿IRRECONCILIABLES? Respuesta a una felicitación enviada por el Liberal

Ministers' Club of New York City. Publicada en The Christian Register, junio 1948. ¿Existe en verdad una contradicción insuperable entre religión y ciencia? ¿Puede la ciencia suplantar a la religión? A lo largo de los siglos, las respuestas a estas preguntas han dado lugar a considerables polémicas y, más aún, a luchas denodadas. Sin embargo, no me cabe duda alguna de que una consideración desapasionada de ambas cuestiones sólo puede llevarnos a una respuesta negativa. Lo que complica la cuesti6n es, sin embargo, el hecho de que mientras la mayoría coincide fácilmente en lo que se entiende por "ciencia", suele diferir en el significado de "religión". Respecto a la ciencia, podemos muy bien definirla para nuestros propósitos como "pensamiento metódico encaminado a la determinación de conexiones normativas entre nuestras experiencias sensoriales". La ciencia produce de modo inmediato conocimiento y de modo indirecto medios de acción. Lleva a la acción metódica si previamente se establecen objetivos definidos. Pero la función de establecer objetivos y de definir juicios de valor trasciende sus funciones. Si bien es cierto que la ciencia, en la medida en que capta conexiones causales, puede llegar a conclusiones importantes sobre la compatibilidad o incompatibilidad de objetivos y valoraciones, las definiciones independientes y fundamentales respecto a objetivos y valores quedan fuera de su alcance. En lo que respecta a la religión, por otra parte, suele haber acuerdo general de que su campo abarca objetivos y valoraciones y, en general, la base emotiva del pensamiento y las acciones de los seres humanos, en la medida en que no estén predeter1ninados por la inalterable estructura hereditaria de la especie. La religión aborda la actitud del hombre hacia la naturaleza en su conjunto, estableciendo ideales para la vida individual y comunitaria, y para las mutuas relaciones humanas. Y la religión intenta alcanzar esos ideales ejerciendo una influencia educadora en la tradición por la elaboración y difusión de determinados pensamientos y narraciones fácilmente accesibles (epopeyas y mitos) capaces de influir en la valoración y la acción dentro del marco de los ideales afectados. Es este contenido mítico, o más bien simbó1ico, de las tradiciones religiosas el que suele chocar con la ciencia. Ocurre esto siempre que este conjunto de ideas religiosas contiene afirmaciones dogmáticamente establecidas sobre temas que pertenecen al campo de la ciencia. Es de vital importancia, en consecuencia, para preservar la verdadera religión, que se eviten tales conflictos cuando surjan en temas que, en realidad, no son esenciales para la consecución de los objetivos religiosos. Cuando consideramos las diversas religiones existentes en cuanto a su esencia básica, es decir, si las desnudamos de sus mitos, no me parece que difieran tan fundamentalmente como quieren que creamos los defensores de la teoría "relativista" o convencional. Y esto no tiene por qué sorprendernos. Las actitudes morales de un pueblo que se apoya en la religión han de ir siempre encaminadas al objetivo de preservar y fomentar la salud y la vitalidad comunitarias y las de los miembros de la comunidad porque, si no, la comunidad

perecería. Un pueblo que honrase la falsedad, la difamación, el fraude y el asesinato no podría subsistir mucho tiempo. Pero cuando nos enfrentamos con un caso concreto, no es tarea fácil determinar claramente lo que es deseable y lo que debería evitarse, es algo tan difícil como definir qué es exactamente lo que hace que un cuadro o una sinfonía sean buenos. Es algo mucho más fácil de apreciar de modo intuitivo que mediante la comprensión racional. Asimismo, los grandes maestros morales de la humanidad fueron, en cierto modo, genios artísticos del arte de vivir. Además de los preceptos más elementales, nacidos directamente del deseo de mantener la vida y de evitar sufrimientos innecesarios, hay otros a los que, aunque no sean en apariencia del todo mensurables según las normas básicas, concedemos, sin embargo, considerable importancia. ¿Debe buscarse, por ejemplo, la verdad incondicionalmente aún cuando obtenerla y hacerla accesible a todos pudiesen entrañar grandes sacrificios en esfuerzos y felicidad? Hay muchas cuestiones de este cariz que no pueden tener solución fácil desde una favorable posición racional, o que no tienen respuesta posible. Sin embargo, yo no creo que sea correcto el llamado punto de vista "relativista", ni siquiera en el caso de las decisiones morales más sutiles. Si consideramos las condiciones de vida actuales de la humanidad civilizada de nuestra época, aun desde el punto de vista de las normas religiosas más elementales, hemos de sentir sin duda una desilusión profunda y dolorosa ante lo que se nos ofrece. Pues mientras la religión prescribe amor fraterno en las relaciones entre individuos y grupos, el escenario actual más parece un campo de batalla que una orquesta. El principio rector es, en todas partes, tanto en la vida econ6mica como en la política, la lucha implacable por el éxito a expensas del prójimo. Este espíritu competitivo predomina incluso en escuelas y universidades y, destruyendo todos los sentimientos de cooperación y fraternidad, concibe el triunfo no como algo derivado del amor al trabajo fecundo y concienzudo, sino como algo que nace de la ambición personal y del miedo al rechazo. Hay pesimistas que sostienen que esta situación es algo inevitable, inherente a la naturaleza de los seres humanos. Los que proponen estos puntos de vista son los auténticos enemigos de la religión; sostienen implícitamente que las doctrinas religiosas son ideales ut6picos no aptos para regir los asuntos humanos. El estudio de las normas sociales de ciertas culturas llamadas primitivas parece haber demostrado patentemente, sin embargo, que este punto de vista derrotista carece por completo de base. Todo el interesado por este problema, un problema crucial en el estudio de la religión en cuanto tal, debería leer lo que nos dice de los indios pueblo el libro Pattern of Culture de Ruth Benedict. Al parecer, esta tribu ha logrado, bajo las condiciones de vida más duras, el difícil objetivo de liberar a sus miembros de la presión del espíritu competitivo e inculcarles una forma de vida basada en la moderación y la cooperación, libres de presiones externas y sin ninguna restricción de la felicidad. La interpretación de la religión que se expone aquí, implica una subordinación a la actitud religiosa por parte de la ciencia; relación que, en esta época nuestra predominantemente materialista, se menosprecia con

demasiada facilidad. Si bien es cierto que los resultados científicos son por completo independientes de consideraciones morales o religiosas, no hay dada de que todos los individuos a los que debemos los grandes descubrimientos fecundos de la ciencia estaban imbuidos de la convicción, genuinamente religiosa, de que este universo nuestro es algo perfecto y susceptible de un análisis racional. Si esta convicción no hubiese sido una convicción vigorosamente emotiva y si esta búsqueda de conocimiento no se hubiese inspirado en el Amor Dei Intellectualis, difícilmente habrían podido desplegar esa devoción infatigable que es lo único que permite al hombre alcanzar sus triunfos mayores. LA NECESIDAD DE UNA CULTURA ÉTICA Carta leída con motivo del 75 aniversario de la Ethical Culture Society, Nueva York, enero 1951. Publicado en Mein Weltbild, Zurich, Europa Verlag, 1953. Me siento obligado a enviar mi felicitación y a desear los mayores éxitos a su Sociedad para una Cultura Etica, con motivo de la celebración de su aniversario. No es éste, ciertamente, el momento de contemplar satisfechos los resultados obtenidos en estos setenta y cinco años de honrados esfuerzos en el plano ético. No podemos decir que los aspectos morales de la vida humana en general sean hoy más satisfactorios que en 1876. En aquella época se creía que podía esperarse todo del estudio de los hechos científicos comprobables y de la eliminación de prejuicios y supersticiones. Todo esto es, sin duda, importante y digno de los mayores esfuerzos de los más capaces. Y en tal sentido se ha logrado mucho, en estos setenta y cinco años, que se ha difundido a través de la literatura y desde la escena. Pero la eliminación de obstáculos no conduce por sí sola a un ennoblecimiento de la vida social e individual. Pues junto a esto, es de la mayor importancia el anhelo de lucha en pro de una estructuración ético-moral de nuestra vida comunitaria. En este punto no hay ciencia que pueda salvarnos. Creo realmente que el excesivo hincapié en lo puramente intelectual (que suele dirigirse sólo hacia la eficacia y hacia lo práctico) de nuestra educación, -ha llevado al debilitamiento de los valores éticos. No pienso tanto en los peligros que conlleva el progreso técnico para la especie humana, como en la asfixia de la consideración mutua entre hombres por un hábito de pensamiento muy "matter of fact", que ha venido a extenderse como una terrible helada sobre las relaciones humanas. La plenitud en los aspectos morales y estéticos es un objetivo muy próximo a las preocupaciones del arte más que a las de la ciencia. Es importante, por supuesto, la comprensión de nuestros semejantes. Pero esta comprensión sólo resulta fecunda cuando la sustenta un sentimiento cordial y fraterno en la alegría y en la aflicción. El cultivo de esta importantísima fuente de acción moral es lo que queda de la religión cuando ésta se ha purificado de los elementos supersticiosos. En este sentido, la religión constituye una parte importante de la educación, en la que recibe una escasísima consideración, y no suficientemente sistemática.

El dilema aterrador que plantea la situación política mundial está estrechamente relacionado con este pecado de omisión que nuestra civilización comete. Sin una "cultura ética" no hay salvación para la humanidad. Sobre la educación CURSOS UNIVERSITARIOS DE DAVOS Einstein participó en 1928 en los cursos universitarios internacionales de Davos, famoso lagar de retiro suizo para enfermos tuberculosos. Este discurso precedió a su lección: "Conceptos fundamentales de la física y su desarrollo". Publicado en Mein Weltbild, Amsterdam, Querido Verlag, 1934. Senatores boni viri, senatus autem bestia. Esto escribió en cierta ocasión un profesor suizo amigo mío, en tono jocoso, dirigiéndose al cuerpo de profesores de una universidad con el que estaba molesto. Las comunidades suelen atenerse a los imperativos de la conciencia y del sentido de la responsabilidad en menor medida que los individuos. ¡Cuántas desdichas causa este hecho a la especie humana! Es origen de guerras y de todo género de opresión, y llena la tierra de dolor, gemidos y amarguras. Y, sin embargo, nada valioso puede lograrse si no es por la cooperación desinteresada de los individuos. En consecuencia, el hombre de buena voluntad nunca es tan feliz como cuando se inicia una empresa comunitaria a costa de grandes sacrificios, con el único objetivo de fomentar la vida y la cultura. Esta alegría pura fue la que sentí yo al tener noticia de los cursos universitarios de pavos. Se desarrolla aquí una tarea de rescate con inteligencia y sabia moderación, basada en una grave necesidad, aunque quizá se trate de una necesidad que no resulte evidente a todos de modo inmediato. Muchos jóvenes llegan a este valle con las esperanzas puestas en el poder curativo de estas montañas soleadas, donde esperan recuperar su salud corporal. Pero retirados aquí por períodos largos de la disciplina del trabajo cotidiano que endurece la voluntad, y fáciles presas de mórbidas reflexiones sobre su estado físico, pronto pierden su flexibilidad mental, la sensación de ser capaces de plantar cara en la lucha por la vida. Se convierten en una especie de plantas de invernadero y, una vez curado su cuerpo, puede resultarles difícil volver a la vida normal. Esto es especialmente cierto en el caso de los estudiantes universitarios. La interrupción de la educación intelectual en el período formativo de la juventud, puede muy bien dejar un hueco difícil de llenar más tarde. Sin embargo, como norma general, el trabajo intelectual moderado, lejos de retrasar la curación, la estimula directamente, lo mismo que el trabajo físico moderado. Con este criterio se crearon los cursos universitarios, no sólo con el propósito de preparar a estos jóvenes para una profesión, sino también para estimularles a la actividad intelectual en cuanto tal. El objetivo es proporcionar trabajo, formación e higiene en la esfera de la inteligencia. No olvidemos que esta empresa es ideal para fomentar relaciones entre individuos de nacionalidades distintas, que pueden ayudar a fortalecer la idea de una comunidad

europea. Es probable que los efectos de la nueva institución resulten en este sentido mucho más positivos por el hecho de que las circunstancias de su nacimiento eliminan cualquier condicionamiento político. El mejor medio de servir la causa del internacionalismo es cooperar en un trabajo útil. Por todas estas razones, me complace comprobar que, gracias a la energía e inteligencia de sus fundadores, los cursos universitarios de Davos han logrado ya tal éxito que la empresa ha superado los problemas iniciales. Ojalá prospere, enriqueciendo la vida interior de muchas personas valiosas y rescatando a muchos de la pobreza de la vida hospitalaria. PROFESORES Y ALUMNOS Charla a un grupo de niños. Publicado en Mein Weltbild. Amsterdam: Querido Verlag, 1934. El verdadero arte del maestro consiste en despertar la alegría por el trabajo y el conocimiento. Mis queridos niños: Me alegra veros aquí hay, juventud feliz de una tierra alegre y dichosa. No olvidéis nunca que las cosas maravillosas que aprendéis en la escuela son obra de muchas generaciones, producto del esfuerzo entusiasta y del trabajo incansable de todos los países del mundo. Se deposita todo esto en vuestras manos como herencia para que lo recibáis, lo honréis, lo aumentéis y podáis transmitirlo un día fielmente a vuestros hijos. Así es como nosotros, los mortales, alcanzamos la inmortalidad en las cosas permanentes que creamos en común. Si nunca olvidáis esto, hallaréis un sentido a la vida y al trabajo, y adoptaréis la actitud más correcta hacia otras naciones y otras épocas. EDUCACIÓN Y EDUCADORES Carta a una joven. Publicada en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Estimada señorita: He leído unas dieciséis páginas de su manuscrito y me ha hecho... sonreír. Es inteligente, minucioso, honrado, hasta cierto punto bien construido y, sin embargo, típicamente femenino: imbuido de resentimiento personal. Yo sufrí a manos de mis profesores un tratamiento similar; me detestaban por mi independencia y me excluían cuando querían ayudantes (he de admitir, sin embargo, que no era tan buen estudiante como usted). Pero no me habría valido la pena escribir sobre mi vida escolar, y me habría gustado aún menos ser responsable de que alguien lo editase o llegase a leerlo. Además, uno siempre ofrece un triste espectáculo cuando se queja de otros que también procuran vivir, a su manera. En consecuencia, le aconsejo que controle su temperamento y guarde el manuscrito para sus hijos e hijas,

con el fin de que puedan hallar en él consuelo y no den importancia a lo que les digan o piensen de ellos sus profesores. Por otra parte, he venido a Princeton sólo a investigar, no a enseñar. Hay ya demasiada educación formal, sobre todo en los centros de enseñanza norteamericanos. El único medio racional de educar es dar ejemplo, y si no hay otro remedio, un ejemplo que ponga sobre aviso. EDUCACIÓN Y PAZ MUNDIAL Mensaje a la Progressive Education Association, 23 de noviembre de 1934. Los Estados Unidos, debido a su emplazamiento geográfico, están en posición envidiable para poder enseñar en sus escuelas un sano pacifismo, pues no existe aquí peligro grave de agresión extranjera y, en consecuencia, no es necesario inculcar a la juventud un espíritu militar. Existe, sin embargo, el peligro de que el problema de educar a la juventud para la paz pueda enfocarse desde un punto de vista emotivo y no desde un punto de vista realista. Poco ganaríamos sin una amplia comprensión de las dificultades intrínsecas del problema. La juventud norteamericana debería entender, en primer lugar, que aunque sea improbable una invasión concreta del territorio norteamericano, es posible que los Estados Unidos se vean envueltos en cualquier momento en un conflicto internacional. Basta pensar en la participación norteamericana en la Guerra Mundial para comprender que debe dejarse muy claro este punto. La seguridad, tanto para los Estados Unidos como para otros países, sólo puede basarse en una solución satisfactoria del problema de la paz mundial. No debe dejarse creer a la juventud que es posible la seguridad mediante el aislamiento político. Debería fomentarse, por el contrario, un serio interés por el problema de la paz general. Sobre todo, debería hacerse comprender claramente a los jóvenes la gran responsabilidad que asumieron los políticos norteamericanos al no apoyar los planes liberales del presidente Wilson al finalizar la Guerra Mundial y después, obstaculizando así la tarea de la Sociedad de Naciones en la solución de este problema. Habría que insistir en que nada puede lograrse por el simple procedimiento de exigir el desarme, mientras haya países poderosos que no rechazan el uso de métodos militaristas para alcanzar posiciones más ventajosas en el mundo. Debería explicarse, además, la justificación de propuestas como las propiciadas por Francia, por ejemplo, para salvaguardar a países concretos e individuales mediante la creación de instituciones internacionales. La seguridad sólo se obtendrá mediante tratados internacionales de defensa mutua contra el agresor. Estos tratados son necesarios, pero no suficientes por sí solos. Debería darse un paso más. Deberían internacionalizarse los medios militares de defensa, fundiendo e intercambiando fuerzas en tan amplia escala que las tropas estacionadas en un país cualquiera no estuviesen ligadas únicamente a los intereses de ese país. Para preparar este paso, debe la juventud comprender la importancia del problema.

Debería fortalecerse también el espíritu de solidaridad internacional, debería combatirse el espíritu patriotero como un obstáculo para la paz mundial. Debería utilizarse la historia en el sistema educativo para interpretar el progreso de la civilización, y no para inculcar ideales de poder imperialista y de éxito militar. Desde este punto de vista, opino que debería recomendarse a los estudiantes la Historia del mundo de H. G. Wells. Por último, es cuando menos indirectamente importante el que, tanto en geografía como en historia, se aliente un entendimiento fraterno de las características de los diversos pueblos, que incluya a los pueblos que suelen llamarse "primitivos" o "atrasados". SOBRE LA EDUCACIÓN De un discurso pronunciado en Albany, Nueva York, en la celebración del tricentenario del inicio de la enseñanza superior en Norteamérica, el 15 de octubre de 1936. Publicado en Out of My Later Years: Nueva York, Philosophical Library, 1950. Los aniversarios suelen dedicarse más que nada a visiones retrospectivas, sobre todo a evocar el recuerdo de personajes que se han destacado en especial por el fomento de la vida cultural. No hay que menospreciar, desde luego, este homenaje amistoso a nuestros predecesores, sobre todo considerando que este recuerdo de lo mejor del pasado estimula a quienes en el presente se hallan bien dispuestos para un valeroso esfuerzo en el mismo sentido. Pero esto debería hacerlo alguien que, desde su juventud, haya estado en contacto con este país y esté familiarizado con su pasado, no un individuo que, como un gitano, ha andado siempre vagando de un lugar a otro y acumulando experiencias de todo tipo de países. No me queda, pues, más opción que hablar de cuestiones que, ahora y siempre, con independencia del tiempo y del espacio, están relacionadas con cuestiones educativas. No puedo pretender ser una autoridad en esto, sobre todo cuando personas inteligentes y bien intencionadas de todos los tiempos han abordado los problemas educativos y han expresado clara y repetidamente sus puntos de vista sobre ellos. ¿De dónde puedo obtener el valor yo, que soy en parte lego en el campo de la pedagogía, para exponer opiniones sin más fundamento que mi experiencia y mis creencias personales? Si se tratase de una cuestión científica, sin duda me sentiría inclinado a guardar silencio. Pero la cuestión es distinta tratándose de asuntos de hombres en activo. Aquí no basta sólo el conocimiento de la verdad; por el contrario, este conocimiento debe renovarse continuamente mediante esfuerzos incesantes. Es como una estatua de mármol que se alza en el desierto y a la que la arena amenaza con sepultar. Las manos serviciales deben trabajar continuamente para que el mármol siga brillando a la luz del sol. Estas manos mías forman también parte de todas esas manos serviciales. La enseñanza ha sido siempre el medio más importante de transmitir el tesoro de la tradición de una generación a la siguiente. Esto sucede hay aún en mayor grado que en tiempos anteriores, pues debido al desarrollo moderno de la vida económica se ha debilitado la familia en cuanto portadora de la tradición y de la educación. La continuidad

y la salud de la humanidad depende, en consecuencia, en grado aún mayor que antes, de las instituciones de enseñanza. A veces, uno sólo ve la escuela como instrumento para transmitir el máximo de conocimientos a la generación en desarrollo. Pero esto no es correcto. El conocimiento está muerto; la escuela, sin embargo, sirve a los vivos. Deberían cultivarse en los individuos jóvenes cualidades y aptitudes valiosas para el bien común. Pero eso no significa que haya que destruir la individualidad y que el individuo se convierta en mero instrumento de la comunidad, como una abeja o una hormiga. Una comunidad de individuos cortados con el mismo patrón, sin originalidad ni objetivos propios sería una comunidad pobre, sin posibilidades de evolución. El objetivo ha de ser, por el contrario, formar individuos que actúen y piensen con independencia y que consideren, sin embargo, su interés vital más importante el servir a la comunidad. Por lo que he podido ver, el sistema de educación inglés es el que más se aproxima a este ideal. Pero, ¿cómo alcanzar este ideal? ¿Debe intentarse moralizando, quizás? En modo alguno. Las palabras son y siguen siendo un sonido vacío, y el camino de la perdición siempre ha estado sembrado de fidelidad verbal a un ideal. Las grandes personalidades no se forman con lo que se oye y se dice, sino con el trabajo y la actividad. En consecuencia, el mejor método de educación ha sido siempre aquel en que se urge al discípulo a la realización de tareas concretas. Esto es aplicable tanto a las primeras tentativas de escribir del niño de primaria como a una tesis universitaria, o a la simple memorización de un poema, a escribir una composición, a interpretar o traducir un texto, a resolver un problema matemático o a la práctica de un deporte. Pero detrás de cada triunfo está la motivación que constituye su cimiento y que a su vez se ve fortalecida y nutrida por la consecución del fin de la empresa. Ahí están las principales diferencias, de importancia básica para el valor educativo de la escuela. El mismo esfuerzo, puede nacer del miedo y la coacción, del deseo ambicioso de autoridad y honores, o de un interés afectivo por el objeto y un deseo de verdad y comprensión, y, en consecuencia, de esa curiosidad divina que todo niño sano posee, pero que tan a menudo se debilita prematuramente. La influencia educativa que puede ejercer sobre el alumno la ejecución de un trabajo, puede ser muy distinta, según nazca del miedo al castigo, la pasión egoísta o el deseo de placer y satisfacción. Y nadie sostendrá, supongo, que la administración del centro de enseñanza y la actitud de los profesores no influye en la formación de la psicología de los alumnos. Para mí, lo peor es que la escuela utiliza fundamentalmente el miedo, la fuerza y la autoridad artificial. Este tratamiento destruye los sentimientos sólidos, la sinceridad y la confianza del alumno en sí mismo. Crea un ser sumiso. No es raro que tales escuelas sean norma en Alemania y Rusia. Sé que los centros de enseñanza de este país están libres de este mal, que es el peor de todos; lo mismo sucede en Suiza y probablemente en todos los países con un gobierno democrático. Es relativamente fácil liberar los centros de enseñanza de este

pésimo mal. El poder del maestro debe basarse lo menos posible en medidas coercitivas, de modo que la única fuente del respeto del alumno hacia el profesor sean las cualidades humanas e intelectuales de éste. El motivo que enumeramos en segundo lugar, la ambición o, dicho en términos más moderados, la busca del respeto y la consideración de los demás, es algo que se halla firmemente enraizado en la naturaleza humana. Si faltase un estímulo mental de este género, sería totalmente imposible la cooperación entre seres humanos. El deseo de lograr la aprobación del prójimo es, sin duda, uno de los poderes de cohesión más importantes de la sociedad. En este complejo de sentimientos, yacen estrechamente unidas fuerzas constructivas y destructivas. El deseo de aprobación y reconocimiento es un estímulo sano; pero el deseo de que le reconozcan a uno como mejor, más fuerte o más inteligente que el prójimo o el compañero de estudios, fácilmente conduce a una actitud psicológica excesivamente egoísta, que puede resultar dañosa para el individuo y para la comunidad. En consecuencia, la institución de enseñanza y el profesor deben guardarse de emplear el fácil método de fomentar la ambición individual para impulsar a los alumnos al trabajo diligente. Muchas personas han citado la teoría de la lucha por la vida y de la selección natural de Darwin a este respecto como una autorización para fomentar el espíritu de lucha. Han intentado algunos también de ese modo demostrar seudocientíficamente que es necesaria la destructiva lucha económica fruto de la competencia entre individuos. Pero esto es un error, pues el hombre debe su fuerza en la lucha por la vida al hecho de ser un animal que vive socialmente. Al igual que la lucha entre las hormigas de un mismo hormiguero impediría la supervivencia de éste, la lucha entre los miembros de una misma comunidad humana atenta contra la supervivencia de esa comunidad. En consecuencia, hemos de prevenirnos contra quienes predican a los jóvenes el éxito, en el sentido habitual, como objetivo de la vida. Pues el hombre que triunfa es el que recibe mucho de sus semejantes, normalmente muchísimo más de lo que corresponde al servicio que les presta. El valor de un hombre debería juzgarse en función de lo que da y no de lo que es capaz de recibir. La motivación más importante del trabajo, en la escuela y en la vida, es el placer que proporciona el trabajo mismo, el placer que proporcionan sus resultados y la certeza del valor que tienen estos resultados para la comunidad. Para mí, la tarea más importante de la enseñanza, es despertar y fortalecer estas fuerzas psicológicas en el joven. Este cimiento psicológico genera por sí solo un deseo gozoso de lograr la posesión más valiosa que pueda alcanzar un ser humano: conocimiento y destreza artística. Despertar estos poderes psicológicos productivos es, claro está, más difícil que el uso de la fuerza o que despertar la ambición individual, pero es mucho más valioso. Todo consiste en estimular la inclinación de los niños por el juego y el deseo infantil de reconocimiento y guiar al niño hacia campos que sean importantes para la sociedad; la educación se fundamenta así principalmente en el deseo de una actividad fecunda y de reconocimiento. Si la escuela logra estimular con éxito tales enfoques, se verá honrada por la nueva generación y las tareas que asigne esa escuela

serán aceptadas como si fueran un regalo. He conocido niños que preferían la escuela a las vacaciones. Una escuela así exige que el maestro sea una especie de artista en su campo. ¿Qué puede hacerse para que impere este espíritu en la escuela? Es muy difícil dar aquí con una solución universal que satisfaga a todos. Pero hay, sin duda, condiciones fijas que deben cumplirse. En primer lugar, hay que formar a los propios profesores en escuelas así. En segundo, debe darse amplia libertad al profesor para seleccionar el material de enseñanza y los métodos pedagógicos que quiera emplear. Pues también en su caso se aplica lo de que el placer de la organización del propio trabajo se ve asfixiado por la fuerza y la presión exteriores. Si han seguido hasta aquí atentamente mis reflexiones, puede que se pregunten una cosa. He hablado extensamente del espíritu en que debe educarse, según mi criterio, a la juventud. Pero nada he dicho aún sobre la elección de las disciplinas a enseñar, ni sobre el método de enseñanza. ¿Debe predominar el idioma o la formación técnica en la ciencia? A lo cual contesto: En mi opinión, todo esto es de una importancia secundaria. Si un joven ha entrenado sus músculos y su resistencia física andando y haciendo gimnasia, podrá más tarde realizar cualquier trabajo físico. Lo mismo sucede con el adiestramiento de la inteligencia y el ejercicio de la capacidad mental y manual. No se equivocaba, pues, quien definió así la educación: "Educación es lo que queda cuando se olvida lo que se aprendió en la escuela". Por tal motivo, no me interesa en absoluto tomar partido en la lucha entre los partidarios de la educación clásica filológico-histórica y los de la educación más orientada a las ciencias naturales. Quiero atacar, por otra parte, la idea de que la escuela deba enseñar directamente ese conocimiento especial y esas habilidades especiales que se han de utilizar posteriormente y de forma directa en la vida. Las exigencias de la vida son demasiado múltiples para que resulte posible esta formación especializada en la escuela. Y aparte de esto, considero criticable tratar al individuo como una herramienta inerte. La escuela debe siempre plantearse como objetivo el que el joven salga de ella con una personalidad armónica, y no como un especialista. En mi opinión, esto es aplicable en cierto sentido, incluso a las escuelas técnicas, cayos alumnos se dedicarán a una profesión totalmente definida. Lo primero debería ser, siempre, desarrollar la capacidad general para el pensamiento y el juicio independientes y no la adquisición de conocimientos especializados. Si un individuo domina los fundamentos de su disciplina y ha aprendido a pensar y a trabajar con independencia, hallará sin duda su vía y además será mucho más hábil para adaptarse al progreso y a los cambios, que el individuo cuya formación consista básicamente en la adquisición de unos conocimientos detallados. Por último, deseo subrayar una vez más que lo dicho aquí de forma un poco categórica no pretende ser más que la opinión personal de un hombre, que únicamente se basa en su propia experiencia personal como alumno y como profesor. SOBRE LA LITERATURA CLÁSICA

Escrito para Jungkaufmann, publicación mensual del "Schweizerischer KauÍmaennischer Verein, logendband", 29 de febrero de 1952. Una persona que lee sólo periódicos y como mucho libros de autores contemporáneos, dice que soy como un miope que se burlase de las gafes. El depende por completo de los prejuicios y modas de su época, puesto que nunca llega a ver ni oír otra cosa. Y lo que una persona piensa por su cuenta, sin el estímulo de los pensamientos y experiencias de los otros es, aún en el mejor de los casos, bastante mezquino y monótono. Sólo hay unas cuantas personas ilustradas con una mente lúcida y un buen estilo en cada siglo. Lo que ha quedado de su obra es uno de los tesoros más preciados de la humanidad. A unos cuantos escritores de la antigüedad debemos el que las gentes de la Edad Media se libraran poco a poco de las supersticiones y de la ignorancia que habían ensombrecido la vida durante más de cinco siglos. No hay nada mejor para superar la presuntuosidad modernista. PARA ASEGURAR EL FUTURO DE LA HUMANI DAD Mensaje a la "Canadian Education Week", 2-8 de marzo de 1952. Publicado en Mein Weltbild, Zurich: Europa Verlag, 1953. El descubrimiento de las reacciones nucleares en cadena no tiene por qué provocar la destrucción de la especie humana, al igual que no la provocó el descubrimiento de las cerillas. Pero hemos de hacer todo lo posible para impedir que se abuse de este descubrimiento. En el estadio actual del desarrollo tecnológico, sólo puede protegernos una organización supranacional que disponga de un poder ejecutivo lo bastante fuerte. Una vez de acuerdo en esto, hemos de hallar la energía necesaria para los sacrificios inevitables que exigirá esta tarea de asegurar el futuro de la especie. Si no se alcanza este objetivo a tiempo, todos seremos culpables. Se corre el peligro de que nadie haga nada en espera de que los demás actúen. El progreso de la ciencia en nuestro siglo es respetado por toda persona culta, e incluso por el hombre común que sólo percibe las aplicaciones técnicas de la ciencia. Sin embargo, si se tienen en cuenta los problemas fundamentales de la ciencia se conseguirá no exagerar el alcance de los triunfos recientes. Si cuando vamos en un tren nos fijamos sólo en objetos cercanos, tendremos la sensación de movernos a una velocidad increíble, mientras que si dirigimos nuestra atención a rasgos prominentes del paisaje, como unas montañas elevadas, el escenario parece cambiar muy lentamente. Lo mismo sucede con los problemas básicos de la ciencia. Creo que ni siquiera es razonable hablar de nuestra "way of life" o de la de los rusos. Se trata, en ambos casos, de una serie de tradiciones y costumbres que no forman un todo orgánico. Tiene más sentido, sin duda, preguntarse qué instituciones y tradiciones son perniciosas y cuáles son útiles a los seres humanos; cuáles proporcionan una mayor felicidad y cuáles una aflicción mayor. Debemos luego

esforzarnos por adoptar las que mejores nos parezcan, sin tener en cuenta si las vemos plasmadas, en el presente, en nuestro país o en otro distinto. EDUCACIÓN Y PENSAMIENTO INDEPENDIENTE Del New York Times, 5 de octubre de 1952. No basta con enseñar a un hombre una especialidad. Aunque esto pueda convertirle en una especie de máquina útil, no tendrá una personalidad armoniosamente desarrollada. Es esencial que el estudiante adquiera una comprensión de los valores y una profunda afinidad hacia ellos. Debe adquirir un vigoroso sentimiento de lo bello y de lo moralmente bueno. De otro modo, con la especialización de sus conocimientos más parecerá un perro bien adiestrado que una persona armoniosamente desarrollada. Debe aprender a comprender las motivaciones de los seres humanos, sus ilusiones y sus sufrimientos, para lograr una relación adecuada con su prójimo y con la comunidad. Estas cosas preciosas se transmiten a las generaciones más jóvenes mediante el contacto personal con los que enseñan, no (o al menos no básicamente) a través de libros de texto. Es esto lo que constituye y conserva básicamente la cultura. Es en esto en lo que pienso cuando recom1endo el "arte y las letras" como disciplinas importantes, y no sólo el árido y estéril conocimiento especializado en los campos de la historia y de la filosofía. La insistencia exagerada en el sistema competitivo y la especialización prematura en base a la utilidad inmediata matan el espíritu en que se basa toda vida cultural, incluido el conocimiento especializado. Es también vital para una educación fecunda que se desarrolle en el joven una capacidad de pensamiento crítico independiente, desarrollo que corre graves riesgos si se le sobrecarga con muchas y variadas disciplinas. Este exceso conduce inevitablemente a la superficialidad. La enseñanza deberla ser de tal naturaleza que lo que ofreciese se recibiera como un don valioso y no como un penoso deber. Sobre los amigos JOSEPH POPPER-LYNKAEUS 1838-1921. Austríaco. Ingeniero de profesión. Famoso como escritor por su acerva crítica del Estado y de la Sociedad y su audaz programa para aliviar los males sociales. Algunos de sus libros fueron prohibidos en la Austria Imperial. Esta nota apareció en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Popper-Lynkaeus fue algo más que un brillante ingeniero y un brillante escritor. Fue una de las pocas personalidades sobresalientes que encarnaron la conciencia de una generación. Insistió en convencernos de que la sociedad es responsable del destino de todos sus miembros y nos mostró un medio de traducir en hechos la consiguiente obligación de la comunidad. La comunidad o Estado no fue para él ningún fetiche; para él, el derecho del Estado o de la comunidad a exigir sacrificios a los individuos se basaba

únicamente en el deber recíproco de proporcionar a todo individuo la oportunidad de un desarrollo armonioso. SALUDO A GEORGE BERNARD SHAW Con motivo de una visita de Einstein a Inglaterra en 1930. Se publicó por primera vez en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Existen muy pocas personas con la suficiente independencia como para ver las debilidades y locuras de sus contemporáneos y mantenerse inmunes a ellas. Y cuando estos escasos seres aislados, se enfrentan a la obstinación humana suelen perder muy pronto su deseo de arreglar las cosas. Sólo a una pequeña minoría le es dado fascinar a su generación mediante un humor y una gracia sutiles y poner ante ella un espejo mediante el instrumento impersonal del arte. Quiero saludar hoy con sincera emoción al supremo maestro de este método, que a todos nos ha deleitado y educado. EN EL SETENTA ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE ARNOLD BERLINER De Die Naturwissenschalten, vol. 20, p. 913,1932. Berliner, físico alemán, fue director de ese semanario de 1913 a 1935, año en que, por ser judío, el gobierno nazi le impidió seguir desempeñando tal cargo. Berliner se suicidó siete años después, a los ochenta, cuando iban a deportarle. Me gustaría aprovechar esta oportunidad para explicar a mi amigo Berliner y a los lectores de esta revista por qué les concedo tanto valor a él y a su obra. He de hacerlo en esta fecha porque es nuestra única oportunidad de decir estas cosas; nuestro hábito de objetividad ha convertido en tabú todo lo personal, norma que nosotros, mortales, sólo podemos transgredir en muy excepcionales ocasiones, en ocasiones como ésta. Y ahora, después de este arranque de libertad, ¡vuelta a la objetividad! El campo de la investigación científica se ha ampliado enormemente y el conocimiento teórico es muchísimo más profundo en todas las disciplinas científicas. Pero la capacidad de asimilación del intelecto humano está y sigue estando estrictamente limitada. Es, pues, inevitable que la actividad del investigador individual se limite a un sector cada vez más reducido de los conocimientos humanos. Y, peor aún, esta especialización hace cada vez más difícil que podamos captar de modo general la ciencia en su conjunto, sin lo cual el verdadero espíritu de investigación queda mermado sin remedio, a medida que aumenta el progreso científico. Se crea una situación similar a la que la Biblia representa simbó1icamente con la Torre de Babel. Todo científico serio tiene la dolorosa conciencia de esta relegación involuntaria a una esfera cada vez más limitada del conocimiento, que amenaza con privarle de su amplio horizonte y le degrada al nivel de un mero mecánico. Todos hemos padecido este mal, sin hacer el menor esfuerzo por mitigarlo. Pero, en el mundo de habla alemana, Berliner se lanzó a la lucha del modo más

admirable. Se dio cuenta de que las publicaciones periódicas populares que había no bastaban para instruir y estimular al no especialista. Pero percibi6 también la necesidad de una publicación bien equilibrada dirigida en especial a informar al científico que quisiese familiarizarse con la evolución de los problemas, los métodos y los descubrimientos científicos para poder formar su propio juicio. A lo largo de muchos años de trabajo laborioso, ha ido dedicándose a este objetivo con gran inteligencia y con un empeño no menos grande, y nos ha proporcionado a todos, y ha proporcionado a la ciencia, un servicio que nunca podremos agradecerle bastante. Tuvo que lograr la cooperación de científicos consagrados y persuadirles a escribir del modo más inteligible para el no especialista. Solía contarme las luchas que tenía que librar para alcanzar este objetivo, y una vez me lo explicó con el siguiente acertijo: Pregunta: "¿Qué es un autor científico?" Respuesta: "Un cruce de mimosa y puercoespín". La tarea de Berliner sólo fue posible porque su anhelo de una visión clara y global de un área lo más amplia posible de la investigación científica se ha mantenido vigorosamente vivo. Este sentimiento le llevó también a escribir un texto de física, fruto de varios años de arduo trabajo, del que un estudiante de medicina me dijo el otro día: "No sé cómo habría podido llegar a tener una idea clara de los principios de la física moderna, con el tiempo de que disponía, sin este libro". La lucha de Berliner en pro de la claridad y de un enfoque amplio de la ciencia ha contribuido notablemente a alumbrar en muchas inteligencias los problemas, métodos y descubrimientos de la ciencia. La vida científica de nuestra época no es concebible ya sin su revista. Es tan importante dar vida al conocimiento y mantenerlo vivo, como resolver problemas concretos. LA LABOR DE H. A. LORENTZ POR LA CAUSA DE LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL Escrito en 1927. H. A. Loreniz, físico teórico holandés, fue uno de los científicos más destacados de su época. Su obra abarcó varios campos de la física, pero sus aportaciones más sobresalientes fueron las que hizo a la teoría del electromagnetismo en todas sus ramificaciones. Sus descubrimientos prepararon el terreno a muchos de los descubrimientos modernos de la física, y, muy especialmente, a la teoría de la relatividad. Después de la Primera Guerra Mundial, Lorentz consagró gran parte de sus energías a la tarea de reorganizar la cooperación internacional, sobre todo entre científicos. Gracias a su indiscutible prestigio y al respeto de que gozó entre intelectuales de todos los países, sus esfuerzas se vieron coronados por el éxito. Durante los últimos años de su vida, fue presidente del Comité de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones. Este ensayo apareció en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934 Con la creciente especialización de la investigación científica que trajo consigo el siglo m, resulta raro que un hombre que ocupa una posición destacada en una de las ciencias logre, al mismo tiempo, servir con éxito a la sociedad en el campo de la organización y la política

internacionales. Tal servicio no sólo exige firmeza, inteligencia y un prestigio basado en méritos sólidos, sino también estar libre de prejuicios nacionales, consagrándose a los fines comunes a todos, lo cual resulta difícil en nuestros tiempos. No he conocido a nadie que aunase todas estas cualidades con tanta perfección como H. E. Lorentz. Lo maravilloso de los efectos de su personalidad es que los temperamentos independientes y obstinados, que tanto abundan entre los hombres de ciencia, no suelen doblegarse fácilmente a la voluntad ajena. Pero cuando Lorentz está en la presidencia, se crea invariablemente una atmósfera de cooperación, aunque muchos de los presentes discrepen en sus objetivos y hábitos mentales. El secreto de este éxito no sólo estriba en su rápida comprensión de las personas y de las cosas y en su maravilloso dominio del lenguaje, sino, sobre todo, en que uno percibe que ha puesto todo el corazón en la empresa iniciada, y que cuando está trabajando, en su pensamiento no hay lugar para ninguna otra cosa. Nada desarma tanto como esto a los recalcitrantes. Antes de la guerra, las actividades de Lorentz por la causa de las relaciones internacionales se reducían a presidir congresos de física. Entre ellos, fueron particularmente notorios los Congresos de Solvay, los dos primeros de los cuales se celebraron en Bruselas en 1909 y 1911. Luego llegó la guerra europea, que fue un golpe terrible para todos los que luchaban por mejorar las relaciones humanas. Ya antes de que la guerra terminase, pero sobre todo después de ella, Lorentz se consagró a la tarea de la reconciliación internacional. Sus esfuerzos se centraron en el restablecimiento de una cooperación amistosa y fructífera entre hombres de ciencia, intelectuales y asociaciones científicas. El individuo ajeno a estas esferas es difícil que pueda hacerse idea de lo ardua que resultaba esta tarea. El resentimiento acumulado en el período de guerra aún no se había desvanecido, y muchos hombres Influyentes persistían en la actitud hostil a la que se habían dejado arrastrar por presión de las circunstancias. Los esfuerzos de Lorentz parecían los de un médico con un paciente recalcitrante que se niega a tomar el remedio cuidadosamente preparado para curarle. Pero Lorentz no se daba por vencido fácilmente una vez convencido de cuál era el camino a seguir. Nada más terminar la guerra, ingresó en el órgano rector del Conseil de la Recherche, creado por hombres de ciencia e intelectuales de los países victoriosos, y del que intelectuales, hombres de ciencia y asociaciones científicas de las Potencias Centrales quedaban excluidos. Su objetivo al dar este paso, que constituyó una grave ofensa para el mundo académico de las Potencias Centrales, era el de influir en esta institución para que se ampliase hasta convertirse en algo verdaderamente internacional. El y otros hombres justos lograron, tras esfuerzos denodados, que se eliminase la ofensiva cláusula de exclusión de los estatutos del Conseil. El objetivo, que era la restauración de una cooperación normal y fecunda entre asociaciones científicas, no se logra, sin embargo, porque el mundo académico de las Potencias Centrales, exasperado por diez años de exclusión de casi todas las reuniones científicas internacionales, ha caído en el hábito de mantenerse encerrado en sí mismo. Ahora, sin embargo, hay buenas

bases para esperar que el hielo se rompa pronto, gracias al tacto y a los esfuerzos de Lorentz, al que impulsa un entusiasmo puro por la buena causa. H. A. Lorentz ha dedicado también sus energías al servicio de fines culturales internacionales de otro modo, aceptando un puesto en el Comité de Cooperación Internacional de la Sociedad de Naciones, que se cre6 hace unos cinco años, con Bergson como presidente. Durante el último año, Lorentz ha presidido este comité, que, con el apoyo activo del Instituto de París, ha de actuar de puente, en el campo de las actividades intelectuales y artísticas, entre las diversas esferas de la cultura. También ahí la influencia benéfica de esta personalidad sabia, humana y modesta, cuya máxima, tácita pero fielmente seguida, es, "no dominar, servir", guiará a las gentes por el buen camino. ¡Ojalá su ejemplo contribuya al triunfo de este espíritu! DISCURSO ANTE LA TUMBA DE H. A. LORENTZ Loreniz, nacido en 1853, murió en 1928. Este discurso fue publicado en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Estoy ante esta tumba, la tumba del hombre más grande y noble de nuestra época, como representante del mundo académico de habla alemana y, en particular, de la Academia Prusiana de Ciencias, pero, sobre todo, como discípulo y admirador fervoroso. Su genio marc6 la ruta desde la obra de Maxwell a los descubrimientos de la física contemporánea, a la que él aportó importantes elementos y métodos. Moldeó su vida como una exquisita obra de arte hasta en los más minimos detalles. Su infatigable bondad, su generosidad y su sentido de la justicia, unidos a una comprensión intuitiva y segura de las gentes y de los asuntos humanos, le convirtieron en dirigente en todas las esferas que abordó. Era seguido de buen grado, pues era claro que no se proponía dominar, sino sólo servir. Su obra y su ejemplo seguirán vivos, como inspiración y como ejemplo durante generaciones. H. A. LORENTZ, CREADOR Y PERSONALIDAD Mensaje pronunciado en Leyden, Holanda, 1953, en la conmemoración del centenar1o del nacimiento de Lorentz. Publicado en Mein Weltbild, Zurich, Europa Verlag, 1953. Hacia fines de siglo, los físicos teóricos de todos los países consideraban a H. A. Lorentz como el más destacado de todos ellos, y con toda raz6n. Los físicos de nuestra época no tienen, en general, plena conciencia del papel decisivo que jugó H. A. Lorentz en la estructuración de las ideas fundamentales de la física teórica. La razón de este extraño hecho es que las ideas básicas de Lorentz han llegado a ser tan familiares que resulta difícil advertir lo audaces que fueron y hasta qué punto han simplificado los fundamentos de la física. Cuando H. A. Lorentz inició su labor investigadora, se había impuesto ya la teoría del electromagnetismo de Maxwell. Pero la extraña complejidad de los principios

fundamentales de esta teoría impedía explicar claramente sus rasgos esenciales. Aunque el concepto de campo había desplazado realmente al concepto de acción a distancia, los campos eléctricos y magnéticos aún no se concebían como entidades primarias, sino más bien como estados de la materia ponderable, tratada, posterior1nente, como un continuo. En consecuencia, el campo eléctrico se descomponía en la fuerza de campo y el desplazamiento dieléctrico. En el caso más simple, estos dos campos estaban conectados por la constante dieléctrica, pero en principio se les trataba y se les consideraba entidades independientes. El campo magnético recibía un tratamiento similar. Y a esta idea básica correspondía la actitud de tratar el espacio vacío como un caso especial de materia ponderable en el que la relación entre fuerza de campo y desplazamiento resultaba ser particularmente simple. Esta interpretación tenía como consecuencia que los campos magnético y eléctrico no pudiesen concebirse con independencia del estado de movimiento de la materia, que actuaba de agente portador del campo. El estudio de los trabajos de H. Hertz sobre la electrodinámica de los cuerpos en movimiento nos proporciona una buena visión de la interpretación de la electrodinámica de Maxwell entonces predominante. Ahí llega la decisiva simplificación de la teoría por parte de H. A. Lorentz, quien bas6 sus investigaciones, con intachable coherencia, en las siguientes hip6tesis: La sede del campo electromagnético es el espacio vacío. En él sólo hay un vector de campo eléctrico y un vector de campo magnético. Forman este campo cargas eléctricas atómicas sobre las que el campo a su vez aplica fuerzas ponderomotrices. La única conexión entre el campo electromagnético y la materia ponderable nace del hecho de que las cargas eléctricas elementales están estrictamente ligadas a partículas atómicas de materia. Para los átomos se cumplen las leyes del movimiento de Newton. Sobre esta base simplificada, Lorentz edific6 una teoría completa de todos los fenómenos electromagnéticos entonces conocidos, incluyendo los de la electrodinámica de los cuerpos en movimiento. Es un trabajo de una coherencia, una lucidez y una belleza que muy pocas veces se alcanzan en una ciencia empírica. El único fenómeno que no pudo explicarse del todo sobre esta base, es decir, sin supuestos adicionales, fue el famoso experimento de Michelson-Morley. Sin la localización del campo electromagnético en el espacio vacío es muy probable que este experimento no hubiese llevado a la teoría de la relatividad restringida. En realidad, el paso esencial consistió en reducir el electromagnetismo a las ecuaciones de Maxwell en el espacio vacío o (tal como se decía en la época) en el éter. H. A. Lorentz descubrió incluso la "transformación de Lorentz.", que recibió su nombre, aunque sin identificar su carácter de grupo. Para él, las ecuaciones de Maxwell en el espacio vacío sólo se sostenían en un sistema determinado de coordenadas que se diferenciaba de los demás sistemas por su estado de reposo. Era una situación verdaderamente paradójica porque la teoría parecía limitar el sistema inercial aún más que la mecánica clásica. Esta circunstancia, que parecía carente por completo de base desde el punto de vista empírico, había de llevar a la teoría

de la relatividad restringida. Gracias a la generosidad de la Universidad de Leiden, pasé frecuentes temporadas allí con mi querido e inolvidable amigo, Paul Ehrenfest. Tuve así oportunidad de asistir muchas veces a las conferencias que Lorentz daba peri6dicamente a un pequeño circulo de j6venes colegas cuando ya se había retirado de su cátedra. Todo lo que salla de aquella mente superior era tan lúcido y bello como una gran obra de arte; y lo exponía con una facilidad y una sencillez que en nadie más he visto. Si nosotros, de jóvenes, hubiésemos conocido a H. A. Lorentz sólo por su inteligencia, nuestra admiración y respeto por él habrían sido excepcionales. Pero lo que yo siento cuando pienso en H. A. Lorentz es mucho más que eso. El significaba para mí más, personalmente, que ninguna otra persona que haya conocido en mi vida. Además de dominar la física y las matemáticas, tenía un absoluto control de sí mismo, sin esfuerzo ni tensión. Su insólita y absoluta carencia de debilidades humanas jamás tuvo un efecto deprimente sobre los demás. Todos percibían su superioridad pero nadie se sentía agobiado por ella. Aunque no se hacía ilusiones sobre la gente ni sobre los asuntos humanos, desbordaba amabilidad hacia todos y todo. Jamás daba impresión de dominio, siempre de servicio y de ayuda. Era sumamente perspicaz y no permitía que nada asumiese una importancia inmerecida; le protegía un humor sutil, que se reflejaba en sus ojos y en su sonrisa. Y, no obstante, pese a toda su devoción por la ciencia, estada convencido de que nuestra inteligencia no podía penetrar con demasiada profundidad en la esencia de las cosas. Sólo últimamente he sabido valorar plenamente esta actitud entre escéptica y humilde. Pese a mis honradas tentativas, descubro que el lenguaje (o al menos mi lenguaje) no puede hacer justicia al tema de este corto escrito. En consecuencia, me limitaré a citar dos breves aforismos de Lorentz que me impresionaron muy en especial: "Me hace feliz pertenecer a una nación que es demasiado pequeña para cometer grandes locuras." A un hombre que durante la Primera Guerra Mundial intentó convencerle, en una conversación, de que, en la esfera humana, el poder y la fuerza determinan el destino, le dijo lo siguiente: "Es posible que tengas razón. Pero yo no querría vivir en un mundo así". EN MEMORIA DE MARIE CURIE Discurso para la Curie Museum, Nueva York, 23 Publicado en Out of My Philosophical Library,

Memorial Celebration, Rocrich de noviembre de 1935. Later Years, Nueva York, 1950.

Cuando una personalidad tan destacada como la señora Curie llega al fin de sus dios, no debemos darnos por satisfechos sólo con recordar lo que ha dado a la humanidad con los frutos de su trabajo. Las cualidades morales de una personalidad tan destacada como la suya, quizá tengan un significado aún mayor para nuestra generación y para el curso de la historia, que los triunfos puramente intelectuales. Hasta estos últimos dependen, en

un grado mucho mayor de lo que suele creerse, de la talla del personaje. Fue una gran suerte para mí poder relacionarme con la señora Curie durante veinte años de sublime y perenne amistad. Su grandeza humana me admiró cada vez más. Su fuerza, la pureza de su voluntad, su austeridad para consigo misma, su objetividad, su juicio incorruptible... todas estas cualidades eran de un carácter tal que pocas veces se hallan en un mismo individuo. Se consideraba servidora de la sociedad, y su gran modestia jamás cedía a la complacencia. Le agobiaba un sentimiento profundo de las crueldades y desigualdades de la sociedad. Era esto lo que le daba aquel aspecto exterior severo, que tan fácilmente confundía a quienes no la conocían... una curiosa severidad sin el alivio de un toque artístico. Cuando consideraba correcta determinada vía, la seguía sin compromiso y con tremenda tenacidad. El mayor descubrimiento científico de su vida (demostrar la existencia de elementos radiactivos y aislarlos) no sólo se debe a su audaz intuición sino a su entrega y tenacidad en la tarea bajo unas condiciones de lo más extremas y duras que pueda imaginarse, condiciones que pocas veces se han dado en la historia de la ciencia experimental. Si la fuerza de carácter y la devoción de la señora Curie estuviesen vivas en los intelectuales europeos, aunque sólo fuese en una pequeña proporción, Europa tendría ante sí un futuro más brillante. MAHATMA GANDHI Con ocasión del setenta aniversario del nacimiento de Gandhi, en 1939. Publicado en Out of My Later Years, Nueva York, Philosophical Library, 1950. Dirigente de su pueblo, sin apoyo de ninguna autoridad. Político cuyo éxito no se basa en la habilidad ni en el control de instrumentos técnicos, sino simplemente en el poder de convicción de su personalidad. Victorioso luchador que se ha burlado siempre del uso de la fuerza. Hombre de gran sabiduría y humildad, armado de una coherencia y una resolución inflexibles, que ha consagrado todas sus fuerzas a elevar a su pueblo y a mejorar su suerte. Un hombre que se ha enfrentado a la brutalidad de Europa con la dignidad de un simple ser humano, mostrando así siempre su superioridad. Puede que las futuras generaciones no sean capaces de creer que un hombre como éste se haya paseado alguna vez por esta tierra en carne y hueso. EN MEMORIA DE MAX PLANCK Leído en los Max Planck Memorial Services, 1948. Publ1icado en Out of My Laters Years, Nueva York: Philosophical Library, 1950. Un hombre al que se le ha otorgado dar al mundo una gran idea creadora, no tienen necesidad alguna de las alabanzas de la posteridad. Su propio logro significa ya un premio superior. Es bueno, sin embargo (indispensable, realmente), el que se reúnan hoy aquí procedentes de todos los lugares del

mundo, representantes de todos los que persiguen la verdad y el conocimiento. Han venido para dar testimonio de que, incluso en esta época nuestra en la que la pasión política y la fuerza bruta cuelgan como espadas sobre las angustiadas y temerosas cabezas de los hombres, la norma de nuestra búsqueda ideal de la verdad se mantiene en alto incólume. Max Planck encarnó con rara perfección este ideal, un lazo que une siempre a científicos de todas las épocas y lugares. Los griegos habían concebido ya la naturaleza atomística de la materia y los científicos del siglo XIX elevaron su probabilidad en alto grado. Pero fue la ley de la radiación de Planck la que proporcionó la primera determinación exacta (independiente de otros supuestos) de las magnitudes absolutas de átomos. Planck demostr6 convincentemente que además de la estructura atómica de la materia hay una especie de estructura atómica de la energía gobernada por la constante universal h, que él mismo introdujo. Este descubrimiento se convirtió en base de todas las investigaciones del siglo XX en el campo de la física, y ha condicionado casi por completo su desarrollo. Sin este descubrimiento no habría sido posible construir una teoría plausible de moléculas y átomos y de los procesos energéticos que rigen sus transformaciones. El descubrimiento ha hecho tambalearse toda la estructura de la mecánica clásica y de la electrodinámica y ha planteado a la ciencia una nueva tarea: la de hallar una base conceptual nueva para toda la física. Pese a notables avances parciales, aún estamos muy lejos de dar una solución satisfactoria al problema. A1 prestar homenaje a este hombre, la Academia Nacional Norteamericana de Ciencias expresa su esperanza de que la investigación libre, la búsqueda del conocimiento puro, pueda proseguir sin obstáculos ni trabas. MENSAJE EN HONOR DE MORRIS RAPHAEL COHEN Para el Morris RapLael CoLen Student Memorial Fund, 15 de noviembre de 1949. Señoras y señores: Fue para mí un placer enterarme de que hay gente en esta turbulenta metrópolis que no está totalmente absorbida por las impresiones del momento. Este simposio es testimonio de que las relaciones entre seres humanos racionales no están amenazadas ni por el pretencioso presente ni por la línea divisoria de los muertos. La mayoría de los más próximos a nosotros no están ya entre los vivos. Hace poco que Morris Cohen figura entre ellos. Le conocí bien como hombre en extremo consciente y generoso, de carácter independiente en grado sumo y tuve el placer de poder discutir con él con bastante frecuencia problemas de interés común. Pero las veces que intenté explicar algo sobre su personalidad espiritual, comprendí con disgusto que no estaba muy familiarizado con sus procesos mentales. Para salvar esta laguna (al menos en parte) cogí su libro Logic and Scientific Method, que publicó conjuntamente con Ernest Nagel. No lo hice tranquilo, sino con justificada inquietud, pues tenía muy poco tiempo. Pero en cuanto

empecé a leer, quedé tan fascinado que el motivo primitivo de mi lectura pasó a ocupar un lugar secundario. Cuando transcurridas varias horas, volví en mí, me pregunté qué era lo que tanto me había fascinado. La respuesta es muy simple. Los resultados no se ofrecían como algo ya hecho, sino que primero se despertaba la curiosidad científica del lector, exponiendo posibilidades opuestas de enfocar la cuestión. Sólo tras esto se abordaba el problema de clarificar la cuestión mediante un análisis exhaustivo. La honradez intelectual del autor nos hace compartir la lucha interna de su propia mente. Esto es lo que constituye el distintivo del maestro nato. El conocimiento existe en dos formas: inerte y sin vida, almacenado en libros; y vivo, en la conciencia de los seres humanos. Esta segunda forma de existencia es sin duda la básica; la otra, aunque sea indispensable, sólo ocupa una posición inferior. SEGUNDA PARTE SOBRE POLÍTICA, GOBIERNO Y PACIFISMO LA INTERNACIONAL DE LA CIENCIA Escrito poco después de la Primera Guerra Mundial. Publicado en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. En una reunión de la Academia durante la Guerra, en una época en la que el nacionalismo y el fanatismo político habían alcanzado su apogeo, Emil Fischer pronunció las siguientes palabras: "Es inútil, caballeros, la ciencia es y sigue siendo internacional". Los científicos de verdadera talla siempre lo han sabido y han creído en ello apasionadamente, aún cuando en épocas de conflicto político puedan haber quedado aislados entre sus colegas de menos altura. Durante la Guerra, en todos los bandos, este grupo de ciudadanos traicionó su sagrada misión. La Asociación Internacional de Academias se desmoronó. Se celebraron congresos, aún siguen celebrándose, de los que se excluyó y excluye a los colegas de países antaño enemigos. Consideraciones políticas, expuestas con gran solemnidad, impiden el triunfo de las formas de pensamiento puramente objetivas, sin las cuales se verán inevitablemente frustrados nuestros objetivos. ¿Qué puede hacer la gente bien intencionada, los que son inmunes a las tentaciones pasionales del momento, para reparar el daño? Con la mayoría de los científicos en plena efervescencia emocional, aún no pueden celebrarse congresos verdaderamente internacionales a gran escala. Los obstáculos psicológicos que impiden la restauración de las asociaciones internacionales de trabajadores científicos, son aún demasiado formidables para que pueda superarlos esa minoría cuyas ideas y sentimientos son de carácter más amplio. Hombres de este tipo suelen ayudar en la gran tarea de reconstruir las sociedades internacionales y de devolverla la salud manteniendo estrecho contacto con los individuos de ideas similares de todo él mundo y defendiendo con firmeza la causa internacional en sus propias esferas. El éxito a gran escala tardará tiempo en llegar, pero llegará, de eso no hay duda. No quiero

desaprovechar la ocasión de rendir homenaje, en particular, al gran número de colegas ingleses cuyo deseo de conservar los vínculos fraternales entre científicos ha seguido vivo durante todos estos difíciles años. La actitud de los individuos es siempre mejor que las declaraciones oficiales. Los hombres de buena voluntad han de tenerlo en cuenta para no desanimarse. Recuérdese aquello de: Senatores bani viri, senatus autem bestia. Si tengo tantas esperanzas puestas en el futuro de una organización internacional, tal sentimiento no se basa tanto en la confianza que me inspiran la inteligencia y las elevadas miras del hombre, como en la presión imperativa de los acontecimientos económicos. Y puesto que éstos son fruto en parte del trabajo de los científicos más retrógrados, también ellos ayudarán a crear, sin quererlo, la organización internacional de la ciencia. UNA DESPEDIDA Carta escrita por Einstein en 1923, cuando dimitió del Comité de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones. Albert DufourFeronce, por entonces alto funcionario del ministerio de asuntos exteriores alemán, sería posteriormente primer subsecretario alemán en la Sociedad de Naciones. En 1924, Einstein, para contrarrestar el uso interesado que los nacionalistas alemanes habían hecho de su decisión anterior de dimitir, volvió a ingresar en el Comité de Cooperación Intelectual. Publicado en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Al representante alemán en la Sociedad de Naciones: Distinguido señor Dufour-Feronce: No puedo dejar de contestar a su amable carta, pues, de no hacerlo podría usted interpretar erróneamente mi actitud. El motivo por el que decidí no volver a Ginebra es el siguiente: la experiencia me ha enseñado, por desgracia, que la Comisión, en su conjunto, no se propone seriamente ningún objetivo concreto en la tarea de mejorar las relaciones internacionales. Me parece más que nada una encarnación del principio ut aliquid fieri videatur. La Comisión me parece peor incluso, en este sentido, que la propia Sociedad de Naciones. Fue precisamente porque deseo trabajar con todas mis fuerzas en la creación de una organización supranacional capaz de regular y arbitrar asuntos internacionales, y por serme tan caro ese objetivo, por lo que me vi obligado a abandonar la Comisión. La Comisión ha dado su apoyo a la opresión de las minorías culturales de todos los países, haciendo que se organizase en cada uno de ellos una Comisión Nacional, como su canal único de comunicación con los intelectuales del país. Ha abandonado, en consecuencia, deliberadamente, la tarea de prestar apoyo moral a las minorías nacionales en su lucha contra la opresión cultural. Además, la actitud de la Comisión en la lucha contra las tendencias chauvinistas y militaristas que impregnan la educación en diversos países ha sido tan tibia que no puede esperarse de ella ningún resultado apreciable en esta importantísima cuestión. La Comisión se ha abstenido siempre de dar apoyo moral

a quienes se han lanzado sin reservas a trabajar por un orden internacional radicalmente nuevo y contra todo sistema militar. La Comisión nunca ha hecho tentativa alguna de oponerse al nombramiento de miembros con opiniones contrarias a las que, en cumplimiento de sus obligaciones, deberían defender. No quiero aburrirlo con más razones, pues considero que con estas breves aclaraciones comprenderá usted ya de sobra los motivos de mi resolución. No es cosa mía redactar un pliego de cargos; sólo pretendo explicar mi postura. Puede usted estar seguro de que si albergase aún alguna esperanza, actuaría de otro modo. EL INSTITUTO PARA LA COOPERACIÓN INTELECTUAL Escrito probablemente en 1926 con motivo de la inauguración en París del Instituto para la Cooperación Intelectual. A éste le sucedió la UNESCO en 1945. Publicado en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Los políticos europeos más destacados han sacado este año por primera vez las lógicas conclusiones, tras comprender que nuestro continente sólo puede recuperar su prosperidad si cesa la lucha latente entre las naciones. Hay que fortalecer la organización política de Europa, acabando poco a poco con las barreras aduaneras. Este gran objetivo no puede lograrse sólo con tratados entre países. Ante todo hay que preparar la mentalidad de la gente. Hemos de procurar despertar poco a poco un sentimiento de solidaridad que no se detenga, como hasta ahora, en las fronteras. Fue con este propósito con el que la Sociedad de Naciones creó la Commission de Coopération Intellectuelle. Esta organización debía ser un organismo estrictamente internacional y sin ningún contenido político, encargado de poner en contacto a los intelectuales de todas las naciones, aislados por la guerra. La tarea resultó difícil; he de admitir, desgraciadamente, que (al menos en los países que yo conozco mejor) los artistas e intelectuales se dejan arrastrar por pasiones nacionalistas mucho más que los hombres de negocios. Esta Comisión se ha reunido hasta ahora dos veces por año. Para dar mayor eficacia a su labor, el gobierno francés ha decidido fundar un Instituto para la Cooperación Intelectual permanente, que acaba de inaugurarse. Es un acto generoso del gobierno francés y merece, por ello, el agradecimiento de todos. Es una tarea cómoda y grata alegrarse y alabar y no decir nada sobre lo que uno lamenta o desaprueba. Pero sólo la sinceridad puede hacer que nuestra tarea progrese y, en consecuencia, quiero añadir a mi felicitación una crítica: He tenido a diario ocasión de observar que el mayor obstáculo que ha de afrontar nuestra Comisión en su tarea es la falta de confianza en su imparcialidad política. Hemos de hacer todo lo posible por fortalecer esta confianza y evitar todo lo que pueda dañarla. En consecuencia, si el gobierno francés crea y sostiene, en París, un instituto con fondos públicos como órgano permanente de la Comisión, con un francés como director,

lo natural es que se piense que predomina en la Comisión la influencia francesa. Esta impresión se ve fortalecida aún más por el hecho de que hasta ahora el presidente de la propia Comisión ha sido también un francés. Aunque se trata de hombres del mayor prestigio, respetados y estimados en todas partes, la impresión persiste. Dixi et salvavi animam meam. Deseo de todo corazón que el nuevo Instituto, en coordinación constante con la Comisión, logre alcanzar sus fines comunes y granjearse la confianza y el reconocimiento de los intelectuales de todo el mundo. REFLEXIONES SOBRE LA CRISIS DE LA ECONOMÍA MUNDIAL Einstein escribió este artículo, y los dos siguientes, durante la crisis económica mundial de los años treinta. Aunque las condiciones actuales no son las mismas y algunas de las soluciones propuestas han sido utilizadas por varios países, creemos que deben incluirse estos artículos. Publicado en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Si hay algo que pueda dar a un lego en el campo de la economía valor para emitir una opinión sobre el carácter de las alarmantes dificultades económicas del presente, es la descorazonadora confusión de opiniones que reina entre los expertos. Lo que yo diré no es nuevo, y no pretende ser más que la opinión de un hombre honrado e independiente que, sin el peso de prejuicios de nacionalidad o clase, sólo desea el bien de la humanidad y un marco lo más armonioso posible para la vida humana. Si en lo que sigue escribo como si estuviera seguro de la verdad de lo que digo, se debe únicamente al deseo de expresar las cosas del modo más simple. No se debe a una confianza injustificada en las propias opiniones ni a una fe en la infalibilidad de mi visión intelectual, un tanto simple, de problemas que son, en realidad, excepcionalmente complejos. Esta crisis, tal como yo lo veo, tiene un carácter distinto a las crisis anteriores, por basarse en una serie de condiciones totalmente nuevas, nacidas del rápido progreso de los métodos de producción. Actualmente sólo se necesita una fracción del trabajo humano disponible en el mundo para la producción del volumen total de bienes de consumo necesarios para la vida. Este hecho, en un sistema económico de leisez-faire absoluto, tiene que generar paro. Por razones que no me propongo analizar aquí, la mayoría de los seres humanos se ven obligados a trabajar a cambio del mínimo necesario para cubrir sus necesidades básicas. Si dos fábricas producen el mismo tipo de artículos, manteniendo igual todo lo demás, producirá más barato la que emplee menos trabajadores... es decir, la que haga trabajar al obrero al máximo de su capacidad. De esto se deduce inevitablemente que, con métodos de producción como los actuales, sólo puede utilizarse una porción del trabajo disponible. Por una parte, se impone a esta porción de trabajadores un régimen de trabajo muy duro, mientras se excluye automáticamente a los demás del proceso de producción. Esto lleva a un descenso de las ventas y de los beneficios, Los negocios se hunden, lo cual aumenta aún más el paro, disminuye la confianza en las actividades industriales y bancarias y, por último, los bancos deben

suspender pagos por la brusca retirada de los depósitos con lo que los engranajes de la industria se paralizan por completo. La crisis se ha atribuido también a otras causas que consideraremos a continuación. Superproducción. Hemos de distinguir aquí entre dos cosas: superproducción real y superproducción aparente. Bajo el primer concepto entiendo una producción tan grande que excede a la demanda. Esto quizá pueda aplicarse en este momento a los vehículos de motor y al trigo en Estados Unidos, aunque hasta eso es dudoso. Por .superproducción suele entender la gente una situación en la que se produce más cantidad de un artículo concreto de lo que puede venderse, dadas las circunstancias, pese a la escasez de bienes de consumo entre los consumidores. Yo a esto le llamo superproducción aparente. En este caso, no es que no haya demanda sino que el consumidor carece de poder adquisitivo. Esta superproducción aparente no es sino otro modo de designar una crisis y, por tanto, no puede servir para explicarla; en consecuencia, quienes intentan responsabilizar de la presente crisis a la superproducción, no hacen sino jugar con las palabras. Indemnizaciones. La obligación de pagar indemnizaciones de guerra es un peso agobiante para las naciones deudoras y para sus economías. Las obliga a vender al exterior a bajo precio, con lo cual salen también perjudicadas las naciones acreedoras. Pero la llegada de la crisis a Estados Unidos, a pesar de sus elevados aranceles, demuestra que no puede ser ésta la causa principal de la crisis mundial. La escasez de oro en los países deudores, debido a las indemnizaciones por la guerra, puede servir en todo caso de argumento para poner fin a estos pagos; pero no nos proporciona una explicación de la crisis mundial. Creación de nuevos aranceles. Aumento del gravamen improductivo de la fabricación de armamento. Inseguridad política debida al peligro latente de guerra. Todas estas cosas empeoran considerablemente la situación en Europa sin afectar en realidad a Norteamérica. La aparición de la crisis en Norteamérica muestra que éstas no pueden ser sus causas principales. La decadencia de las dos potencias, China y Rusia. Tampoco su impacto sobre el comercio mundial se ha hecho sentir con demasiada intensidad en Norteamérica y, por tanto, no puede ser la causa principal de la crisis. El ascenso económico de las clases bajas a partir de la guerra. Esto, suponiendo que fuese verdad, sólo acarrearía una escasez de bienes, no un exceso de producción. No cansaré al lector enumerando más razones que no explican la crisis. Estoy seguro de una cosa: Este mismo progreso técnico que debía aliviar al género humano de gran parte del trabajo necesario para su subsistencia, es la causa principal de nuestras desgracias actuales. Por eso hay individuos que estarían dispuestos a prohibir, con toda seriedad, la introducción de mejoras técnicas. Esto, evidentemente, es absurdo. Pero, ¿cómo dar con un medio más racional de resolver nuestro dilema? Si pudiésemos lograr de algún modo que el poder adquisitivo de las masas, medido en términos reales, no descendiese por debajo de un mínimo determinado, serían imposibles paralizaciones del ciclo industrial como las que hoy estamos padeciendo.

El método 1ógicamente más simple, aunque también más audaz, de lograrlo, es adoptar una economía totalmente planificada en la que sea la comunidad quien distribuya y produzca los bienes de consumo. Esto es básicamente lo que se está intentando hoy en Rusia. Sólo el tiempo revelará el resultado de esta experiencia. Aventurar una profecía sería una presunción. ¿Pueden producirse con ese sistema bienes tan económicamente como el que deja más libertad a la iniciativa individual? ¿Puede este sistema mantenerse sin el terror que lo ha acompañado hasta ahora, al que ninguno de nosotros, los occidentales, desearíamos exponernos? ¿No tenderá una economía tan centralizada y rígida como ésta al proteccionismo y se opondrá a innovaciones ventajosas? Debemos procurar, sin embargo, que estos recelos no nos impidan un juicio objetivo. Mi opinión personal es que a tales métodos son, en general, preferibles los que respetan las tradiciones y costumbres. Y no creo tampoco que un súbito control de la economía por parte del Gobierno sea beneficioso para la producción. Debería dejarse a la libre iniciativa su esfera de actividad, en tanto no la haya eliminado la propia industria mediante el artificio de la cartelización. Hay, sin embargo, dos aspectos en los que debería limitarse esta libertad económica. Debería reducirse por ley el número de horas de trabajo semanales en todos los ramos de la industria hasta acabar por completo con el paro. Deberían fijarse al mismo tiempo salarios mínimos, de modo que el poder adquisitivo de los trabajadores se correspondiera con la producción. Además, en las industrias monopolistas el Estado debería controlar los precios para que una acumulación excesiva del capital no estrangulara de forma artificial la producción y el consumo. De este modo, quizá fuese posible alcanzar un equilibrio justo entre producción y consumo, sin limitar en exceso la libre iniciativa y poniendo coto, al mismo tiempo, al despotismo intolerable a que los propietarios de los medios de producción (tierra y maquinaria) someten a los asalariados, en el sentido más amplio del término. PRODUCCIÓN Y PODER ADQUISITIVO Publicado en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. No creo que la solución de nuestros problemas actuales estribe en conocer la capacidad productiva y de consumo de un país, porque este conocimiento lo más probable es que, en lo esencial, llegue demasiado tarde. Por otra parte, no creo que el problema de Alemania sea la hipertrofia del sistema de producción, sino la falta de poder adquisitivo de gran parte de la población, que se ha visto marginada del proceso productivo por la reorganización racional de la industria. Yo creo que el patrón oro tiene el grave inconveniente de que una escasez en el suministro del metal produce automáticamente una contracción del crédito y también del volumen de efectivo en circulación, contracción a la que precios y salarios no pueden ajustarse con la suficiente rapidez. Las soluciones naturales a nuestros problemas son, a mi

juicio, las siguientes: (1) Una reducción obligatoria de las horas de trabajo, graduada en cada sector de la industria, para erradicar el paro, junto con la introducción de un salario mínimo a fin de equiparar el poder adquisitivo de las masas a la cuantía de bienes disponibles. (2) Control del volumen de dinero en circulación y del volumen de crédito, de modo que los precios permanezcan estables, aboliendo todo patrón monetario. (3) Limitación obligatoria de los precios de los artículos que han quedado prácticamente al margen de la libre competencia por la formación de monopolios o cárteles. PRODUCCIÓN Y TRABAJO Respuesta a un informe. Publicado. en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. El problema fundamental es, a mi juicio, la libertad casi ilimitada del mercado de trabajo junto al extraordinario progreso de los métodos de producción. No se precisa todo el trabajo disponible para satisfacer las necesidades del mundo actual. El resultado es el paro y una perniciosa competencia entre los trabajadores, cosas ambas que reducen el poder adquisitivo y desorganizan, en consecuencia, todo el sistema económico. Sé que los economistas liberales sostienen que todo ahorro de trabajo viene compensado por un aumento de la demanda. Yo no lo creo. Pero aunque así fuese, los factores mencionados operarían siempre forzando el nivel de vida de una gran parte del género humano a un descenso antinatural. Comparto también vuestra convicción de que es necesario tomar medidas que hagan posible y necesario que los jóvenes participen en el proceso productivo. Además, las personas de edad avanzada deberían quedar excluidas de ciertos tipos de trabajo (el que yo llamo trabajo "no cualificado"), recibiendo a cambio una pensión, por haber trabajado ya bastante en bien de la sociedad. Soy también partidario de acabar con las grandes ciudades, pero no de asentar a individuos de determinado tipo, por ejemplo los ancianos, en poblaciones concretas. Esta idea me parece, francamente, horrible. Creo también que deben evitarse las fluctuaciones de valor del dinero, sustituyendo el patrón oro por otro basado en determinados tipos de bienes, seleccionados según las condiciones del consumo, tal como propuso hace tiempo Keynes, si no me equivoco. Con este sistema, sería admisible cierta "inflación", en comparación con la situación monetaria actual, si fuese posible creer que el Estado iba realmente a dar un uso racional a su consiguiente beneficio. La debilidad de su plan reside, según mi opinión, en los aspectos psicológicos, o más bien en su olvido de ellos. No es accidental que el capitalismo haya traído un progreso no sólo de la producción sino también de la ciencia. El egoísmo y la competencia son, por desgracia, fuerzas más poderosas que el espíritu cívico y el sentido del deber. Dicen que en Rusia es imposible conseguir un pedazo decente de pan... Quizá sea demasiado pesimista respecto al Estado y a otras formas de asociación comunitaria, pero

espero muy poco de ellos. La burocracia es la muerte del progreso. He visto y percibido demasiados avisos aterradores, incluso en un país comparativamente modélico como Suiza. Soy de la opinión que el Estado sólo puede prestar un servicio real a la industria como fuerza reguladora y restrictiva. Debe procurar que la competencia entre los trabajadores se mantenga dentro de límites saludables, que todos los niños tengan posibilidad de una educación só1ida, y que los salarios sean lo bastante altos para que puedan consumirse los bienes producidos. Pero su función reguladora puede ser decisiva si sus normas de control son elaboradas por especialistas objetivos y políticamente independientes. DISCURSO ANTE UNA ASAMBLEA DE ESTUDIANTES PACIFISTAS Pronunciado ante un grupo de estudiantes pacifistas alemanes hacia 1930. Publicado en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Las generaciones que nos precedieron nos han transmitido una ciencia y una tecnología muy avanzada, don valiosísimo que aporta la posibilidad de que nuestra vida sea más libre y bella de lo que ninguna generación anterior haya logrado. Pero este don trae también consigo peligros para nuestra existencia, que tampoco habían sido igualados en el pasado. El destino de la humanidad civilizada depende más que nunca de las fuerzas morales que sea capaz de generar. En consecuencia, las tareas con que se enfrenta nuestra época no son, en modo alguno, más fáciles que las que culminaron con éxito nuestros inmediatos predecesores. Hoy podemos producir, con muchísimas menos horas de trabajo, el suministro necesario de alimentos y bienes de consumo. En cambio, se ha hecho mucho más difícil el problema de la distribución del trabajo y de los bienes manufacturados. Todos creemos que el libre juego de las fuerzas económicas, el afán individual incontrolado de riqueza y de poder, ya no conducen automáticamente a una solución aceptable de estos problemas. Hay que organizar la producción, el trabajo y la distribución, siguiendo un plan definido, para evitar que se pierdan valiosas energías productivas y que grandes sectores de la población se empobrezcan y desmoralicen. Si el sagrado egoísmo sin limitaciones tiene graves consecuencias en la vida económica, es aún peor como criterio para las relaciones internacionales. El desarrollo de métodos mecánicos de guerra ha alcanzado tal nivel que si no descubrimos pronto un medio de impedir la guerra la vida humana resultará insoportable. La importancia de este objetivo sólo es comparable a la ineficacia de los esfuerzos emprendidos para lograrlo. Se intenta aminorar el peligro limitando los armamentos e introduciendo normas bélicas restrictivas. Pero la guerra no es un juego de salón en el que los jugadores se atengan dócilmente a las reglas. Cuando están en juego la vida y la muerte, normas y obligaciones se tiran por la borda. Lo único que puede servir de algo en este caso es el rechazo

absoluto de la guerra. No basta con crear un tribunal internacional de arbitraje. Hay que llegar a tratados que garanticen que todas las naciones, de común acuerdo, harán efectivas las decisiones de ese tribunal. Sin tal garantía, las naciones jamás tendrán el valor de iniciar un desarme en serio. Supóngase, por ejemplo, que los gobiernos norteamericanos, inglés, alemán y francés instasen al gobierno japonés a paralizar de inmediato sus operaciones bélicas en China, con la amenaza de un boicot económico total. ¿Creéis acaso que el gobierno japonés, fuese cual fuese, estaría dispuesto a correr el riesgo de lanzar a su país a la peligrosa aventura de desafiar tal orden? ¿Por qué no se hace, entonces? ¿Por qué han de temer los individuos y las naciones por su existencia? Porque cada cual busca su propia y mísera ventaja momentánea y se niega a subordinarla al bienestar y al progreso de la comunidad. Por eso empecé diciendo que el destino del género humano depende más que nunca de su vigor moral. El camino de una existencia gozosa y feliz pasa siempre por la renuncia y el dominio de sí mismo. ¿De dónde puede venir la fuerza para tal proceso? Sólo de los que han tenido la posibilidad de fortalecer su inteligencia en sus años jóvenes y de ampliar su visión mediante el estudio. Por eso nosotros, los miembros de la generación más vieja, pensamos en vosotros y esperamos que luchéis con todas vuestras fuerzas y logréis lo que a nosotros nos fue negado. LA CONFERENCIA PARA EL DESARME DE 1932 De The Nation, Vol. 133, p. 300. 1931. Publicado el original alemán en Mein Weltbild, Arasterdam: Querido Verlag, 1934. I ¿Puedo empezar con una declaración de fe política? Es la siguiente: Se creó el Estado para servir al hombre, no al hombre para servir el Estado. Lo mismo se puede decir de la Ciencia. Son viejos proverbios, acuñados por hombres para quienes la personalidad era el supremo valor humano. No los repetiría aquí si no corriesen el peligro de caer en el olvido, sobre todo en estos tiempos de organización y rutina. Soy de la opinión que el principal deber del Estado es proteger al individuo y darle oportunidad de desarrollar una personalidad creadora. Es decir, que el Estado debiera ser servidor nuestro y no nosotros esclavos suyos. El Estado transgrede este deber cuando nos obliga por la fuerza al servicio militar y a participar en la guerra sobre todo porque el efecto y el objeto de esta esclavitud es matar seres humanos de otras naciones o al menos causar daño al libre desarrollo de sus personalidades. Sólo debemos hacer tales sacrificios en pro del Estado cuando fomenten el libre desarrollo de los seres humanos individuales. A los norteamericanos, esto que he dicho quizá les parezca de perogrullo, pero no así a los europeos. Por eso podemos albergar la esperanza de que la lucha contra la guerra tenga un firme apoyo en Norteamérica. Y hablemos ahora de la Conferencia para el Desarme. A1

pensar en ella, ¿debe uno reír, llorar, o albergar esperanzas? Imaginad una ciudad habitada por ciudadanos irascibles, deshonestos y pendencieros. En tal ciudad, la vida estarla en continuo peligro y eso constituiría un grave obstáculo que impedirla un desarrollo armónico. El Ayuntamiento desea remediar esta situación, pese a que todos los concejales y el resto de los ciudadanos insisten en seguir llevando una daga colgada del cinto. Tras años de preparación, el Ayuntamiento decide afrontar la situación y plantea el asunto: .¿Qué longitud y filo podrá tener la daga que lleven los ciudadanos al cinto cuando salgan a dar un paseo?. Mientras los ciudadanos inteligentes no eliminen las agresiones mediante leyes, tribunales y policía, todo seguirá igual. El limitar la longitud y el filo de las dagas sólo ayudará a los más fuertes y a los más agresivos, dejando a su merced a los más débiles. Creo que todos comprenderán el significado de esta parábola. Es cierto que existe una Sociedad de Naciones y un Tribunal de Arbitraje. Pero la Sociedad de Naciones es poco más que un lugar de reunión y el Tribunal no tiene medios para poner en ejecución sus decisiones. Estas instituciones no pueden proteger a ningún país en caso de ataque. Teniendo esto en cuenta, se juzgará con mucho menos rigor la actitud de los franceses, por su negativa a un desarme sin protección. Si no somos capaces de ponernos de acuerdo y limitar la soberanía de cada Estado individual obligándolos a todos a emprender una acción conjunta contra cualquier país que abierta o encubiertamente incumpla una decisión del Tribunal de Arbitraje, no saldremos nunca de la actual anarquía y terror. Es imposible conciliar la soberanía ilimitada del país individual con la seguridad frente a un ataque. ¿Harán falta nuevos desastres para inducir a los países a obligarse a aplicar todas las decisiones del tribunal internacional reconocido? La evolución de los acontecimientos no justifica hasta ahora albergar grandes esperanzas de mejora en un futuro próximo. Pero todo amigo de la civilización y la justicia debe concentrar sus esfuerzos en convencer a sus semejantes de la necesidad de someter a todos los países a un compromiso internacional de este género. Se alegará contra esta idea, y no sin cierta justificación, que sobrevalora la eficacia de la organización y menosprecia el factor psicológico o más aún el moral. A1 desarme material, insisten muchos, ha de preceder el desarme espiritual. Dicen además, y con razón, que el mayor obstáculo que se opone a la paz internacional es el espíritu nacionalista monstruosamente exagerado que se encierra en ese vocablo tan sonoro y tan mal empleado, patriotismo. Durante el último siglo y medio, este ídolo ha adquirido en todas partes un poder excesivo de lo más pernicioso. Para valorar esta objeción en su límites justos, hemos de ver que existe una relación recíproca entre la organización externa y los estados mentales interiores. No sólo se basa la organización en formas tradicionales de sentimiento y debe su origen y supervivencia a ellas, sino que la organización existente ejerce a su vez una poderosa Influencia sobre las formas nacionales de sentimiento. El gran crecimiento del nacionalismo que vemos hoy deplorablemente en todas partes, está, en mi opinión,

estrechamente vinculado a la introducción del servicio militar obligatorio, o, para designarlo con su nombre más agradable, los ejércitos nacionales. Un Estado que exige a sus habitantes el servicio militar está obligado a cultivar en ellos un espíritu nacionalista, poniendo así los cimientos psicológicos de su utilidad militar. Debe divinizar ante los jóvenes, en sus escuelas, junto con la religión, su instrumento de fuerza brutal. Creo, pues, que la introducción del servicio militar obligatorio es causa principal de la decadencia moral de la raza blanca, que no sólo amenaza gravemente la supervivencia de nuestra civilización sino nuestra misma existencia. La Revolución Francesa nos trajo esta maldición, junto con numerosos beneficios sociales, y arrastró poco después a las demás naciones. En consecuencia, quienes deseen estimular el espíritu internacionalista y combatir el chauvinismo, deben oponerse al servicio militar obligatorio. ¿Es acaso menos vergonzosa para la humanidad la grave persecución a que se ven hoy sujetos quienes se oponen por causas de conciencia a hacer el servicio militar que aquellas que sufrieron los mártires de la religión en el pasado? ¿Podemos condenar la guerra, como hace el Pacto Kellogg, y dejar al mismo tiempo al individuo en manos de la maquinaria bélica de cada país? Si, a la vista la Conferencia para el Desarme, no nos limitamos a los problemas técnicos y de organización, sino que abordamos también la cuestión psicológica más directamente desde el punto de vista de los estímulos pedagógicos, debemos procurar crear, con criterio internacionalista los medios necesarios para que pueda el individuo negarse a cumplir el servicio militar. Esta medida produciría sin duda un gran efecto moral. Permítanme resumir mis puntos de vista: EL simple acuerdo de limitar el armamento no ofrece garantías de seguridad. Un Tribunal de Arbitraje ha de apoyarse en una fuerza ejecutiva, garantizada por todos los miembros, y dispuesta a actuar contra quien viole la paz, con medidas militares y económicas. Hay que combatir el servicio militar obligatorio como semillero de un nacionalismo pernicioso. Y, sobre todo, hay que proteger a nivel internacional a los objetores de conciencia. II Lo que el genio creador del hombre nos ha brindado en los. últimos cien años podría habernos ofrecido una vida mucho más placentera y tranquila si el desarrollo de la capacidad de organización hubiese ido a la par del progreso técnico. Tal como están las cosas, en manos de nuestra generación, esos bienes que tanto costó lograr son como una navaja barbera en manos de un niño de tres años. En vez de libertad, la posesión de maravillosos medios de producción ha traído consigo hambre y preocupaciones. Los resultados del progreso técnico son más perniciosos aún por cuanto proporcionan medios para la destrucción de vidas humanas y del fruto de tanto trabajo, como muy bien pudimos ver las generaciones más viejas, para nuestro horror, en la Gran Guerra. Creo, sin embargo, que la humillante esclavitud en la que la guerra hunde al individuo es más terrible incluso que la destrucción. ¿No es espantoso

verse obligado por la sociedad a hacer cosas que todos nosotros como individuos consideramos abominables crímenes? Sólo unos pocos tuvieron la grandeza moral de resistir; a ellos es a quienes considero los verdaderos héroes de la Gran Guerra. Hay, sin embargo, un rayo de esperanza. Creo que hoy los dirigentes responsables de las naciones desean, en el fondo, con toda sinceridad, abolir la guerra. La resistencia a este paso absolutamente necesario brota de esas tradiciones nacionales desdichadas que se transmiten como una enfermedad hereditaria de generación en generación a través del sistema educativo. Pero el principal vehículo de esta tradición es la instrucción militar y su glorificación, así como ese sector de la prensa controlado por los intereses armamentistas. Sin desarme no puede haber paz duradera. Y, por el contrario, la continuación de la carrera armamentista a la escala actual llevará inevitablemente a nuevas catástrofes. Por eso la Conferencia para el Desarme de 1932 decidirá el destino de esta generación y de las próximas. Cuando pensamos en los tristes resultados obtenidos, en conjunto, en conferencias anteriores, es evidente que todo hombre responsable y sensato ha de proclamar, una y otra vez, por todos los medios a su alcance, la trascendental importancia de la Conferencia de 1932. Sólo si los estadistas tienen tras ellos la voluntad de paz de una mayoría decisiva en sus propios países, podrán lograr este gran objetivo, y de formar esta opinión pública somos todos responsables, en todas y cada una de nuestras palabras y acciones. La Conferencia resultará inútil si los delegados acuden a ella con instrucciones previas Inflexibles: imponérselas a la Conferencia se convertirá de inmediato en una cuestión de prestigio. Parece que todos comprenden esto, pues se han hecho reuniones bilaterales entre gobiernos, que han llegado a ser muy frecuentes últimamente, para preparar las bases de la Conferencia mediante conversaciones sobre el problema del desarme. Este medio me parece muy adecuado, pues dos hombres o dos grupos de hombres pueden normalmente analizar las cosas de modo mucho más razonable, sincero y desapasionado cuando no tienen enfrente a un tercero ante quien piensan que han de tener cuidado con lo que dicen. Sólo si se inician reuniones exhaustivas de este género para preparar la Conferencia, si se eliminan así las posibles sorpresas y se crea una atmósfera de confianza con auténtica buena voluntad, podremos esperar un feliz resultado. En estas grandes cuestiones el éxito no es cuestión de inteligencia, y menos aún de astucia, lo es de honradez y de confianza. Lo moral no puede ser sustituido, gracias a Dios, por la razón. El individuo no debe limitarse a esperar y criticar. Debe servir a esta causa lo mejor que pueda. El mundo tendrá el destino que merezca. ESTADOS UNIDOS Y LA CONFERENCIA PARA EL DESARME DE 1932 Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Los norteamericanos de hoy están muy preocupados por los problemas derivados de la situación económica de su

propio país. Sus dirigentes más responsables procuran ante todo remediar el grave problema del paro. La idea de que el país esté implicado en la suerte del resto del mundo y, en particular, de la madre patria Europa, está menos viva que nunca. Pero el libre juego de las fuerzas económicas no vencerá por sí solo automáticamente estas dificultades. La comunidad ha de aplicar normas que impongan una distribución razonable del trabajo y de los bienes de consumo entre todos los seres humanos. Sin esto, la asfixia alcanzará hasta a los habitantes del país más rico. El hecho es que, dado que el volumen de trabajo necesario para cubrir las necesidades de todos es menor gracias a la mejora de los métodos técnicos, el libre juego de las fuerzas económicas ya no genera una situación en la que pueda encontrar empleo todo el trabajo disponible. Son necesarias una organización y una legislación adecuadas para que los resultados del progreso técnico beneficien a todos. Si la situación económica no puede resolverse sin una reglamentación sistemática, ¡cuánto más necesaria será tal reglamentación para abordar los problemas internacionales de la política! Son pocos ya los que apoyan la idea de que los actos de violencia en forma de guerras sean beneficiosos o dignos de la humanidad como método para resolver problemas internacionales. Pero no somos lo bastante coherentes para defender con energía medidas que pudiesen impedir la guerra, esa reliquia salvaje e indigna de épocas de barbarie. Es necesario cierta capacidad de reflexión para ver claramente el problema, y cierto valor para servir a esa gran causa con resolución y eficacia. Quien quiera de veras abolir la guerra debe declararse resueltamente partidario de que su propio país renuncie a una parte de su soberanía en favor de instituciones internacionales: Debe estar dispuesto a que su propio país se someta, en caso de disputa, a la decisión de un tribunal internacional. Debe apoyar, sin la menor reserva, un desarme generalizado como el que prevé actualmente el desdichado Tratado de Versalles; y tiene que comprender que si no desaparece la educación militarista y agresivamente patriótica, no podemos albergar ninguna esperanza de progreso. No hay acontecimiento de los últimos años que refleje mejor la triste situación de los principales países civilizados del mundo que el fracaso de todas las conferencias de desarme que se han celebrado hasta ahora. Tal fracaso no sólo se debe a las intrigas de políticos ambiciosos y sin escrúpulos, sino también a la indiferencia y a la debilidad de los hombres de todos los países. A menos que esto cambie, desbarataremos todos los triunfos realmente valiosos de nuestros predecesores. Creo que los norteamericanos no son del todo conscientes de la responsabilidad que pesa sobre ellos en este sentido. No dudan en pensar: "Que Europa se vaya al diablo, si resulta destruida por la maldad y la agresividad de sus habitantes. La buena semilla de nuestro Wilson ha dado una mísera cosecha en la estéril Europa. Somos fuertes, y nuestra posición es segura; no tenemos por qué mezclarnos con tanta prisa en asuntos de otros." Tal actitud no es noble ni inteligente. Los Estados Unidos son responsables, en parte, de las dificultades de Europa. A1 exigir implacablemente sus deudas está acelerando la

decadencia económica, y, en consecuencia, moral, de Europa. Norteamérica ha ayudado a balcanizar Europa y comparte, por tanto, la responsabilidad del hundimiento de la moralidad política y del crecimiento de ese espíritu de venganza que nutre la desesperación. Este espíritu no se detendrá a las puertas de Norteamérica...estuve a punto de decir, no se ha detenido. ¡Mirad a vuestro alrededor y estad prevenidos! La verdad puede expresarse así en pocas palabras: La Conferencia para el Desarme constituye una última esperanza, tanto para vosotros como para nosotros, de conservar lo mejor que ha producido la civilización. Y es en vosotros, por ser los más fuertes y comparativamente los más só1idos de entre nosotros, en quienes se centran todas las miradas y las esperanzas. LA CUESTIÓN DEL DESARME Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. El mayor obstáculo para el éxito del plan de desarme fue que la gente, en general, ignoró las principales dificultades del problema. Casi todo se logra por etapas: ¡El paso, por ejemplo, de la monarquía absoluto a la democracia! Pero nos encontramos aquí con un objetivo que no puede lograrse paso a paso. Mientras subsista la posibilidad de guerra, las naciones insistirán en estar lo mejor preparadas que puedan militarmente, para salir triunfantes del próximo conflicto. Tampoco será posible impedir que se eduque a los jóvenes en tradiciones belicistas y se cultive en ellos la mezquina vanidad nacional y la glorificación del espíritu guerrero, si han de estar preparados para el momento en que sea necesario tal espíritu en la guerra. Armarse no es apoyar la paz sino la guerra y prepararse para ella. En consecuencia, la gente no se desarmará paso a paso; o se desarman de una vez o nunca habrá desarme. El logro de un cambio tan radical en la vida de las naciones presupone un gran esfuerzo moral y exige apartarse deliberadamente de una tradición profundamente enraizada. Todo el que no esté dispuesto a que la suerte de su país, en caso de conflicto, dependa por completo de las decisiones de un tribunal internacional de arbitraje, y a suscribir un acuerdo en este sentido sin ninguna reserva, no está realmente decidido a evitar la guerra. Es una cuestión de todo o nada. Es indudable que las tentativas previas de asegurar la paz han fracasado por proponerse compromisos insuficientes. El desarme y la seguridad sólo pueden lograrse unidos. La única garantía de seguridad es que todas las naciones se propongan cumplir las decisiones de la autoridad internacional. Estamos, en consecuencia, en una encrucijada. El que tomemos el camino de la paz o sigamos el viejo camino de la fuerza bruta, tan indigno de nuestra civilización, depende de nosotros mismos. La libertad del individuo y la seguridad de la sociedad nos llaman por un lado. Por el otro, nos amenazan la esclavitud del individuo y la aniquilación de nuestra cultura. De nuestros méritos dependerá nuestro destino.

DEL TRIBUNAL DE ARBITRAJE Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. El desarme sistemático en un plazo breve sólo es posible si todas las naciones garantizan la seguridad de cada una de ellas, con base en un Tribunal de Arbitraje permanente, independiente de los gobiernos. Compromiso incondicional de todos los países, no sólo de aceptar las decisiones de ese tribunal sino de aplicarlas. Tribunal de Arbitraje independiente para Europa y África, otro para América y otro para Asia (Australia debería adscribirse a uno de éstos). Un Tribunal de Arbitraje conjunto para cuestiones relacionadas con problemas que no puedan resolverse dentro de los límites de una de estas tres zonas concretas. A SIGMUND FREUD Carta personal escrita hacia 1931 o principios de 1932. La respuesta de Freud, escrita en septiembre de 1s3a, constaba de treinta y siete páginas. Publicada en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Estimado señor Freud: Es admirable cómo su anhelo por captar la verdad ha superado en usted cualquier otro anhelo. Usted ha mostrado con asombrosa lucidez lo inseparablemente unidos que están en la psique humana los instintos agresivos y destructores y los de amor y vida. Pero, al mismo tiempo, a través de sus argumentos, de su lógica poderosa, alumbra un profundo anhelo de lograr el gran objetivo de que la humanidad se libere de la guerra, tanto interna como externamente. Han perseguido este gran objetivo todos los que han sobresalido moral e intelectualmente, por encima de las limitaciones de su época y su país; de todos, sin excepción, desde Jesucristo a Goethe y a Kant. ¿No es significativo el que tales hombres fueran reconocidos por todos como maestros, aunque sus esfuerzos para moldear el curso de las relaciones humanas tuviesen sólo un éxito reducido? Estoy seguro de que los grandes hombres, aquellos cuyos logros en cualquier esfera, por limitada que sea, les sitúan por encima de sus semejantes, comparten en asombrosa medida el mismo ideal. Pero tienen poca influencia en el curso de los acontecimientos políticos. Parece casi como si el destino de las naciones haya de cederse inevitablemente a la violencia y a la irresponsabilidad de los dirigentes políticos. Estos y los gobiernos deben en parte sus investiduras a la fuerza y en parte a la elección popular. No pueden considerarse representativos de los mejores elementos, desde un punto de vista moral o intelectual, de sus respectivas naciones. En estos tiempos, la élite intelectual no tiene ninguna influencia directa en la historia de los pueblos; su falta de cohesión le impide tomar parte activa en la solución de los problemas contemporáneos. ¿No cree usted que podría lograrse un cambio en este estado de cosas mediante una asociación libre de individuos cuyas obras y acciones constituyan una garantía de su capacidad y pureza

de ánimo? Esta asociación de carácter internacional, cuyos miembros habrían de mantenerse en contacto mediante un intercambio constante de opiniones, podría, definiendo su actitud en la prensa (la responsabilidad correspondería siempre a los dignatarios en cada ocasión) ejercer una influencia moral saludable y considerable en la solución de los problemas políticos. Una asociación de este género sería, sin duda, víctima de todos los males que suelen destruir las asociaciones culturales, peligros inseparablemente ligados a las imperfecciones de la naturaleza humana. Pero, ¿no hay que intentarlo pese a todo? Para mí, tal empresa es un deber imperativo. Si pudiera formarse una comunidad intelectual de tal categoría, habría que hacer un gran esfuerzo a través suyo para movilizar a las organizaciones religiosas en la lucha contra la guerra. Sería un estímulo para muchos cuyas buenas intenciones quedan paralizadas hoy por una resignación melancó1ica. Creo, por último, que una asociación de este género, una asociación de personas que gozasen de gran estima en su propio campo, podría muy bien prestar un valioso apoyo moral a los sectores de la Sociedad de Naciones que se consagran al gran objetivo que está en la base de la existencia de esa institución. He preferido exponerle a usted estos planes antes que a ningún otro intelectual del mundo porque usted es, entre todos los hombres, el menos propenso a ser víctima de sus propios deseos y porque su juicio critico se apoya en un altísimo sentido de la responsabilidad. PAZ Desde que se escribió este artículo, se ha admitido en general que el punto de vista expuesto en él, y predominante en la década de los años treinta, es una interpretación excesivamente estrecha. Sin embargo, la conclusión aún se mantiene en pie. Publicado en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Los hombres realmente grandes de las generaciones que nos precedieron, percibieron que era muy importante garantizar la paz internacional. Pero los adelantos técnicos de nuestra época han convertido este postulado ético en una cuestión de vida o muerte para la humanidad civilizada, y en un deber moral el tomar parte activa en la solución del problema de la paz, deber que ningún hombre consciente puede eludir. Hemos de tener en cuenta que los poderosos grupos industriales interesados en la fabricación de armamento están haciendo todo lo posible, en todos los países, para impedir un arreglo pacífico de las disputas internacionales, y que los gobierno sólo pueden lograr la paz si están seguros del respaldo incondicional de la mayoría de su pueblo. En estos tiempos de gobierno democrático, el destino de las naciones depende de los pueblos mismos; cada uno de nosotros debe tenerlo siempre en cuenta. EL PROBLEMA DEL PACIFISMO Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Señoras y señores:

Me alegra mucho tener esta oportunidad de decirles unas palabras sobre el problema del pacifismo. La evolución de los acontecimientos en los últimos años nos ha demostrado una vez más lo poco justificada que es la actitud de quienes dejan la lucha contra los armamentos y contra el espíritu bélico a los gobiernos. Por otra parte, la formación de grandes organizaciones con muchos miembros poco puede acercarnos a nuestro objetivo. Soy de la opinión que el mejor método, en este caso, es el violento: objeción consciente, con el respaldo de organizaciones que den apoyo moral y material a los valerosos objetores de conciencia en cada país. De este modo, lograremos convertir el problema del pacifismo en un problema agudo, una verdadera lucha hacia la que se sentirán atrapados los espíritus fuertes. Es una lucha ilegal, pero es luchar por los verdaderos derechos de las gentes contra los gobiernos que exijan actos criminales a sus ciudadanos. Muchos de los que se consideran buenos pacifistas rechazarán este pacifismo radical con argumentos patrióticos. Esos individuos no son de fiar en un momento de crisis, tal como demostró sobradamente la guerra mundial. Les agradezco muchísimo el que me hayan concedido esta oportunidad de exponer personalmente mis puntos de vista. DEL SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. De una carta. En vez de concederse permiso a Alemania para instaurar el servicio militar obligatorio, debería prohibirse en las demás naciones: no debería haber más que ejércitos profesionales, cuyo tamaño y equipo se acordasen en Ginebra. Además, esto sería mejor para Francia que verse obligada a permitir el servicio militar obligatorio en Alemania. Podría evitarse así el fatídico efecto psicológico de la educación militar sobre el pueblo y la consiguiente violación de los derechos individuales. Sería, además, mucho más fácil para dos países aceptar un arbitraje vinculante para la solución de todas las disputas nacidas de sus relaciones mutuas, y combinar estas fuerzas profesionales en una organización única con unidades mixtas. Esto sería un alivio financiero y aumentaría la seguridad de ambas partes. Tal arreglo podría ampliarse abarcando cada vez más países y desembocar, por último, en una policía internacional, que se reduciría gradualmente al aumentar la seguridad internacional. ¿Quiere discutir esta propuesta con nuestros amigos con el fin de que vaya hablándose de ello? No insisto, por supuesto, lo más mínimo sobre esta propuesta concreta. Pero considero esencial que elaboremos un programa eficaz y positivo; es poco probable que una política puramente negativa produzca resultados prácticos. LAS MUJERES Y LA GUERRA Respuesta a las mujeres norteamericanas. El "Civil

indefenso" es Albert Einstein. Publicado en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Soy de la opinión que, en la próxima guerra, deberían ir al frente las mujeres patriotas en vez de los hombres. Sería, por lo menos, una novedad en este lúgubre asunto. Y, además, ¿por qué no habrían de tener estos heroicos sentimientos del bello sexo un desahogo más pintoresco que los ataques a un civil indefenso? TRES CARTAS A AMIGOS DE LA PAZ Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Ha llegado a mi conocimiento que, movido por su grandeza de espíritu, ha realizado usted una obra espléndida, impulsado por su celo por la humanidad y su destino. Pocos son los que ven con sus propios ojos y sienten con sus corazones. Pero de ellos dependerá que la especie humana se hunda en ese estado de estupor que una multitud fanatizada parece considerar hoy el ideal. ¡Ojalá los pueblos se den cuenta a tiempo de lo mucho que tienen que sacrificar de su autonomía para evitar la lucha de todos contra todos! El poder de la conciencia y del espíritu internacional han demostrado ser insuficientes. Tan débiles son actualmente que toleran acuerdos con los peores enemigos de la civilización. Ciertas complicidades son un crimen contra la especie humana, aunque pasen por sabiduría política. No podemos desesperar de la humanidad, pues somos nosotros mismos seres humanos. Y es un consuelo que existan individuos como usted, a los que uno sabe vivos e infatigables. II Sinceramente, una declaración como la que tengo ante mí, en un país que impone el reclutamiento en época de paz, me parece carente de valor. Por lo que hay que combatir es por la supresión universal del servicio militar. ¡Es indudable que la nación francesa ha tenido que pagar un alto precio por la victoria de 1918! Pues esa victoria ha sido, en gran medida, responsable de que haya permanecido inmersa en la más degradante de las esclavitudes. ¡Que sus esfuerzos en esta lucha no cejen un instante! Tiene usted un poderoso aliado en los reaccionarios y militaristas alemanes. Si Francia apoya el servicio militar obligatorio, será imposible evitar, a la larga, que se introduzca en Alemania. La exigencia de igualdad de derechos por parte alemana, acabará triunfando; y entonces habrá dos esclavos militares alemanes por cada francés; no es una perspectiva muy halagüeña para Francia. Sólo si logramos abolir por completo el servicio militar obligatorio podremos educar a la juventud en el espíritu de reconciliación, de alegría de vivir y de amor hacia todos los seres vivientes. Creo que si cincuenta mil hombres se negasen, por motivos de conciencia, a servir al ejército al ser llamados a filas, el impacto sería irresistible. Poco puede lograr en este campo el individuo aislado. Aunque tampoco podemos permitir que los mejores de entre nosotros se entreguen indefensos en manos de esa maquinaria tras la que se alzan tres grandes poderes: la

estupidez, el miedo y la codicia. III La cuestión que aborda usted en su carta es de importancia primordial. La industria del armamento es, sin duda, uno de los mayores peligros que acechan al género humano. Es el poder maligno que se oculta detrás del nacionalismo, que predomina en todas partes... Quizá se lograse algo con la nacionalización. Pero es muy difícil determinar exactamente qué industrias deberían incluirse. ¿Debería incluirse la industria aeronáutica? ¿Y en qué cuantía habríamos de incluir la metalúrgica y la química? Respecto a la industria de las municiones y a la exportación de material de guerra, la Sociedad de Naciones se ha esforzado durante años por intentar controlar este detestable tráfico... bien sabemos con cuán poco éxito. El año pasado pregunté a un famoso diplomático norteamericano por qué no se forzaba al Japón, mediante un boicot comercial, a desistir de su política de fuerza. "Nuestros intereses comerciales son demasiado fuertes", me contestó. ¿Qué puede hacerse por los hombres si son capaces de contentarse con semejante declaración? ¿Cree usted que mis palabras puedan conseguir algo? ¡Qué ilusión! La gente me halaga en la medida en que no molesto. Pero si encauzase mis esfuerzos hacia objetivos que no les gustasen, pasarían de inmediato a atacarme y calumniarme para defender sus intereses. ¡Y la mayoría de los espectadores se mantienen alejados de los focos, los muy cobardes! ¿Ha puesto usted a prueba alguna vez el valor cívico de sus compatriotas? La consigna que se acepta en silencio es: "Dejemos el asunto y no digamos nada sobre él". Puede usted estar seguro de que haré cuanto esté en mi mano respecto a lo que me indica, pero nada puede lograrse tan de inmediato como usted cree. PACIFISMO ACTIVO Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Me considero muy afortunado por el hecho de haber sido testigo de la gran manifestación en pro de la paz que ha realizado el pueblo flamenco. Me siento obligado a decirles a todos los participantes, en nombre de todos los hombres de buena voluntad que piensan en el futuro: .En esta hora de reflexión y despertar de la conciencia, nos sentimos profundamente unidos a vosotros. No debemos ocultarnos a nosotros mismos que no es posible ningún progreso en la actual situación sin una lucha denodada; el grupo de los que están realmente decididos a hacer algo es minúsculo en comparación con la masa de los tibios y de los engañados. En cambio, los interesados en alimentar la maquinaria de la guerra, forman un grupo muy poderoso; no se detendrán ante nada para conseguir arrastrar a la opinión pública a sus criminales objetivos. Parece que los gobernantes actuales se proponen en serio lograr una paz permanente. Pero la incesante acumulación de armamento muestra también muy claro que son incapaces de enfrentarse con las fuerzas hostiles que están preparando la guerra. Soy de la opinión de que el remedio

sólo puede llegar de los propios pueblos. Si quieren evitar la degradante esclavitud del servicio de guerra, son ellos quienes deben proclamar con voz clara y firme su deseo de un desarme total. Mientras existan ejércitos, cualquier conflicto grave llevará a la guerra. Un pacifismo que no se oponga activamente a que las naciones se armen es y seguirá siendo por necesidad impotente. ¡Ojalá la conciencia y el sentido común de los pueblos despierten, y podamos llegar a un nuevo estadio de la civilización, en que puedan las gentes considerar la guerra como algo pretérito, como una aberración incomprensible de sus antepasados! COMENTARIOS SOBRE LA SITUACIÓN ACTUAL EN EUROPA Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. El rasgo distintivo de la actual situación política del mundo, y en particular de Europa, es, en mi opinión, que la evolución política ha fracasado, tanto en hechos como en ideas, por no mantenerse a la par con los imperativos económicos, que han cambiado de carácter en un período de tiempo relativamente breve. Los intereses de cada país deberían subordinarse a los de una comunidad más amplia. La lucha por orientar en este sentido el pensamiento y sentimiento politices es dura, porque se combate en ella una tradición de siglos. Pero la supervivencia de Europa depende de su éxito. Estoy absolutamente convencido de que una vez superados los obstáculos psicológicos, no será tan difícil resolver los problemas concretos. Lo fundamental para crear la atmósfera adecuada, es la cooperación personal entre los que creemos en ello. ¡Ojalá nuestros esfuerzos logren tender un puente de mutua confianza entre las naciones! ALEMANIA Y FRANCIA Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. La confianza y la colaboración mutua entre Francia y Alemania sólo podrá lograrse si Francia puede tener la seguridad de no sufrir un ataque militar por parte alemana. Pero si Francia plantea tales exigencias, esto sentará muy mal en Alemania. No obstante, parece posible un procedimiento como el siguiente: dejar que el gobierno alemán, por su propia y libre voluntad, proponga al francés que conjuntamente sugieran a los estados miembros de la Sociedad de Naciones la adopción de las siguientes medidas: (1) Someterse a todas las decisiones del Tribunal Internacional de Arbitraje. (2) Actuar con toda su potencia económica y militar, de acuerdo con los demás miembros de la Sociedad de Naciones, contra cualquier Estado que viole la paz o se oponga a una decisión del Tribunal en pro de la paz del mundo. CULTURA Y PROSPERIDAD

Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Para calcular los daños que la gran catástrofe política ha causado al desarrollo de la civilización, hemos de recordar que la cultura en sus formas más elevadas es una planta delicada que depende de una complicada serie de factores y que sólo florece en unos cuantos lugares en una época dada. Para que florezca es necesario, en primer lugar, cierto grado de prosperidad que permita a un sector de la población trabajar en cosas no directamente necesarias para la vida; en segundo lagar, una tradición moral de respeto a los valores y triunfos culturales, en virtud de la cual las clases que proveen para las necesidades inmediatas de la vida, proporcionen los medios de vida a aquel sector de la población. Durante el último siglo, Alemania ha sido uno de los países en que se han dado ambas condiciones. Su prosperidad fue, en conjunto, modesta pero suficiente; su tradición de respeto a la cultura, vigorosa. Sobre esta base, la nación alemana ha producido frutos culturales que forman parte integral de la evolución del mundo moderno. Aunque su prosperidad haya desaparecido, aún persiste, básicamente, su tradición. El país se ha visto privado casi por completo de las fuentes de materias primas en que se basaba la existencia de su sector industrial. El excedente necesario para sustentar al trabajador intelectual, ha dejado de pronto de existir. Con ello se hundirá también, inevitablemente, la tradición mencionada y un fecundo semillero de cultura pasará a ser un erial. Interesa a la especie humana, en la medida en que valora la cultura, impedir este empobrecimiento. Ha de prestar toda la ayuda posible y resucitar esa comunión de sentimientos, arrinconada hoy por el egoísmo nacionalista, para la que los valores humanos tienen una validez independiente de la política y de las fronteras. Con ello se proporcionarán a todos los pueblos las condiciones para que la planta de la cultura pueda existir y dar fruto. MINORÍAS Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Parece ser un hecho universal que las minorías (sobre todo cuando los individuos que las componen pueden identificarse por sus rasgos físicos) sean tratadas por las mayorías entre las que viven como humanamente inferiores. La tragedia de este destino no reside sólo en el tratamiento injusto a que tales minorías se ven sometidas automáticamente en cuestiones económicas y sociales, sino también en el hecho de que, bajo la poderosa influencia de la mayoría, sucumben a ese prejuicio las propias víctimas. Este segundo aspecto del mal, de aún mayor gravedad, puede superarse con un contacto más íntimo y una educación que oriente a esa minoría en su liberación espiritual. Los decididos esfuerzos de los negros norteamericanos en este sentido, merecen aprobación y ayuda. NOSOTROS, LOS HEREDEROS Mein Weltbild, Ameterdam: Querido Verlag, 1934.

Las generaciones anteriores pudieron considerar el progreso intelectual y cultural simple herencia, fruto de los trabajos de sus antepasados, que hacía la vida más fácil y más bella. Pero las calamidades de nuestra época nos indican que fue esto una ilusión fatal. Porque hemos comprendido que es necesario luchar denodadamente para que esta herencia de la humanidad sea un beneficio y no una maldición. Pues si antaño bastaba con que el individuo se liberase, en cierta medida, de su egoísmo personal para convertirse en un miembro valioso de la sociedad, hoy debe exigírsele también que supere el egoísmo nacional y el egoísmo de clase. Sólo si alcanza estos objetivos puede contribuir a mejorar la suerte de la humanidad. En relación con este reto de nuestra era, se hallan en mucha mejor posición los habitantes de un Estado pequeño que los de una gran potencia, porque estos últimos se hallan expuestos, tanto en el campo de la política como en el de la economía, a la tentación de lograr sus fines por la fuerza bruta. El acuerdo entre Holanda y Bélgica, que es lo único positivo entre los acontecimientos europeos de los últimos años, alienta la esperanza de que las naciones pequeñas jueguen un papel decisivo en la lucha por liberar al mundo del yugo degradante del militarismo, por renuncia al derecho ilimitado de autodeterminación de los países individuales. SE HA GANADO LA GUERRA, PERO NO LA PAZ De un Fifth York, Later

discurso pronunciado con ocasión de la cena del Nobel Anniversary Dinner en el Hotel Astor de Nueva 10 de diciembre de 1945. Publicado en Out of My Years, Nueva York, Philosophical Library, 1950.

Los físicos se encuentran en una posición no muy distinta a la de Alfred Nobel. Alfred Nobel inventó el explosivo más poderoso que la humanidad había conocido hasta entonces, un medio de destrucción por excelencia. Para compensar, y con objeto de aliviar su conciencia humana, instituyó sus premios para el fomento y logro de la paz. Hoy en día, los físicos que participaron en la construcción del arma más potente y peligrosa de todos los tiempos, se ven acosados por un sentimiento similar de responsabilidad, por no decir de culpa. Y no podemos dejar de prevenir una y otra vez; no podemos ni debemos vacilar en nuestros esfuerzos por lograr que las naciones del mundo, y sobre todo los gobiernos, tomen conciencia del desastre indescriptible que inevitablemente provocarán si no cambian en sus relaciones mutuas y en la tarea de moldear el futuro. Nosotros ayudamos a construir esa arma nueva para impedir que los enemigos de la humanidad lo lograsen antes que nosotros, lo cual, dada la mentalidad de los nazis, habría significado la destrucción y la esclavitud del resto del mundo. Pusimos este arma en manos de los norteamericanos y de los ingleses como representantes de toda la humanidad, como defensores de la paz y de la libertad. Pero hasta ahora no hemos visto ninguna garantía de paz, no hemos visto ninguna garantía de las libertades que se prometieron a los pueblos en la Carta Atlántica. Se ha ganado la guerra, pero no la paz. Las grandes potencias,

unidas en la lucha, están divididas ahora en relación con los acuerdos de paz. Se prometió al mundo liberarlo del miedo, pero la verdad es que el miedo no ha hecho sino aumentar terriblemente desde que terminó la guerra. Se prometió al mundo liberarlo de carencias y necesidades, pero grandes sectores del mundo se enfrentan hoy con el hambre mientras otros viven en la abundancia. Se prometió a los pueblos que después de la guerra habría liberación y justicia. Pero hemos visto, y seguimos viendo incluso ahora, el triste espectáculo de los ejércitos "liberadores" disparando contra poblaciones que quieren su independencia y que quieren igualdad social, y apoyando en esos países, con la fuerza de las armas, los partidos y personalidades que parecen más proclives a servir intereses encubiertos. Aún se anteponen cuestiones territoriales y disputas de poder, que debían considerarse antiguallas, a las exigencias esenciales del bienestar común y la justicia. Permítaseme que sea más concreto sobre un caso, que no es sino un síntoma de la situación general: el caso de mi propio pueblo, el pueblo judío. Mientras la violencia nazi se desató sólo, o principalmente, contra los judíos, el resto del mundo contempló la situación pasivamente, e incluso se hicieron tratados y acuerdos con un gobierno claramente criminal como el del tercer Reich. Más tarde, cuando Hitler estaba a punto de apoderarse de Rumania y Hungría, cuando Maidanek y Oswiecim estuvieron en manos aliadas y se hicieron públicos los métodos de las cámaras de gas en todo el mundo, todas las tentativas de rescatar a los judíos rumanos y húngaros fueron inútiles porque el gobierno británico había cerrado las puertas de Palestina a los emigrantes judíos, y no había ningún país que admitiese a aquellas gentes desamparadas. Se les dejó perecer como a sus hermanos y hermanas de los países ocupados. Jamás olvidaremos los esfuerzos heroicos de los pequeños países, de las naciones escandinavas, de los holandeses, de los suizos y de los individuos de las zonas ocupadas de Europa que hicieron todo lo posible por proteger a los judíos. No olvidamos la actitud humanitaria de la Unión Soviética que fue la única de las grandes potencias que abrió sus puertas a cientos de miles de judíos cuando avanzaban por Polonia los ejércitos nazis. Pero después de que ocurriera todo aquello sin que nadie lo impidiera, ¿cómo están hoy las cosas? Mientras en Europa se distribuyen territorios sin el menor respeto a los deseos de los afectados, lo que queda de la judería europea, una quinta parte de su población de antes de la guerra, ve que aún se le sigue negando el acceso a su asilo de Palestina y se la deja a merced del hambre y del frío y de la persistente hostilidad. Aún no hay ningún país, ni siquiera hoy, que quiera o pueda ofrecerles un lugar donde puedan vivir en paz y seguridad. Y el hecho de que muchos de ellos sigan aún en las degradantes condiciones de los campos de concentración en que los aliados los mantienen, es prueba suficiente de lo vergonzoso y desesperado de su situación. Se prohíbe a estas gentes entrar en Palestina esgrimiendo el principio de la democracia, pero, en realidad, las potencias occidentales, al respaldar la probibición del White Paper, están cediendo a las amenazas y a la presión externa de cinco Estados árabes grandes y escasamente

poblados. Resulta profundamente irónico que el ministro de asuntos exteriores inglés diga a los pobres judíos europeos que deben seguir en Europa porque se necesita allí su talento, y, por otra parte, les aconseje que no intenten ponerse a la cabeza para no provocar de nuevo el odio y la persecución. En fin, me temo que ya no pueden evitarlo; con sus seis millones de muertos, han sido empujados a la cabeza de la víctimas nazis, muy en contra de su voluntad. No es muy halagüeña la imagen de nuestro mundo de postguerra. En lo que respecta a nosotros, los físicos, no somos políticos y nunca hemos deseado mezclarnos en política. Pero sabemos unas cuantas cosas que los políticos no saben. Y creemos nuestro deber exponerlas y recordar a los responsables que no hay salida posible por la vía fácil, que ya no hay tiempo para andar pasito a pasito y aplazar los cambios necesarios para un futuro indefinido. Ya no hay tiempo para mezquinos regateos. La situación exige un valeroso esfuerzo, un cambio radical en nuestra actitud, en la política. Ojalá que el espíritu que impulsó a Alfred Nobel a crear su gran institución, el espíritu de solidaridad y confianza, de generosidad y hermandad entre los hombres, prevalezca en aquellos de cuyas decisiones depende nuestro destino. De otro modo, la civilización quedará sentenciada. GUERRA ATÓMICA O PAZ Tomado de Atlantic Monthly, Boston, noviembre de 1945 y noviembre de 1947. Según versión oral brindada a Raymond Swing. I El uso de la energía atómica no ha creado un problema nuevo. Simplemente ha dado carácter de urgencia a la necesidad de resolver un problema que ya existía. Se podría decir que nos ha afectado en un plano cuantitativo y no cualitativo. En la medida en que existen naciones soberanas y poseedoras de una gran fuerza, la guerra es inevitable. No intento decir, con esto, que ahora mismo se producirá una guerra, sino que es seguro que ha de venir. Y esto era verdad aun antes de que la bomba atómica existiera. Lo que ha cambiado es el poder destructivo de la guerra. No creo que la civilización vaya a desaparecer en una guerra atómica. Quizá perezcan las dos terceras partes de la humanidad, pero no obstante, muchos hombres capaces de pensar sobrevivirán y habrá libros suficientes para empezar de nuevo. Tampoco creo que el secreto de la bomba deba ser entregado a las Naciones Unidas. Ni creo que deba ser entregado a la Unión Soviética. Cualquiera de estas opciones equivaldría a que un hombre dueño de un capital, deseoso de que otro hombre trabajara con él en una empresa, comenzase dándole a su presunto socio la mitad de su dinero. El segundo hombre podría preferir la creación de una empresa rival, cuando lo que se buscaba era su cooperación. El secreto de la bomba debería ser depositado en manos de un Gobierno mundial y los Estados Unidos tendrían que anunciar de inmediato su disposición favorable a ello. Este gobierno debería ser fundado por los Estados Unidos, la Unión Soviética y Gran Bretaña, las únicas tres naciones poseedoras de un fuerte poderío

militar. Estos países tendrían que comprometer en ese gobierno mundial todas sus fuerzas militares. En raz6n de ser sólo tres los países con gran poder militar, sería muy simple -y no tan complejo, como se dice -establecer el aludido gobierno mundial. Dado que sólo los Estados Unidos y Gran Bretaña poseen el secreto de la bomba atómica, tendrían que invitar a la Unión Soviética a que preparara y presentara el primer borrador de la constitución de ese gobierno mundial. Así se contribuiría a disipar la desconfianza de los rusos que tienen el convencimiento de que la bomba se mantiene en secreto con el claro propósito de impedir que ellos lleguen a poseerla. Es evidente que el primer borrador no contendrá el texto final, pero habría que dar confianza a los rusos de que un gobierno mundial les garantizaría su propia seguridad. Lo sensato, dado el caso, sería que esa constitución fuera negociada por un solo ciudadano americano, un solo británico y un solo ruso. Estos representantes tendrían que disponer de consejeros, pero éstos darían su opinión sólo cuando les fuera requerida. Estimo que tres hombres pueden redactar una constitución válida y aceptable para todos ellos. Seis o siete personas, o más, podrían fracasar. Después de que las tres grandes potencias hubieran esbozado y aceptado una constitución, las naciones pequeñas serían invitadas a integrarse en ese gobierno mundial. Podrían optar por permanecer fuera pero estoy convencido de que preferirían adherirse al tratado. Como es natural, se les concedería el derecho a proponer cambios en la constitución redactada por los Tres Grandes. Pero los Tres Grandes deberían proseguir con la organización del gobierno mundial, con o sin la presencia de las naciones pequeñas. El poder de este gobierno mundial abarcaría todas las cuestiones militares y sólo sería necesario un poder más: el de intervenir en países en los que una minoría oprima a la mayoría, porque esto crea la inestabilidad propicia a la guerra. Es necesario buscar soluciones para el tipo de situación que existe en la Argentina y en España. Hay que poner fin al concepto de no intervención, porque acabar con él es una de las maneras de mantener la paz. El advenimiento del gobierno mundial no deberá esperar a que unas condiciones idénticas de libertad se den en cada una de las tres grandes potencias. Si bien es cierto que en la Unión Soviética gobierna una minoría, no considero que las condiciones internas sean, de por sí, una amenaza para la paz mundial. Es preciso tener presente que el pueblo de Rusia no posee una amplia educación política y que las propuestas de cambio que tiendan a mejorar las condiciones del país han de ser elaboradas por una minoría, en vista de que no existe una mayoría capaz de hacerlo. Si hubiera nacido en Rusia, creo que habría podido adaptarme a esa situación. A1 establecer un gobierno mundial con el monopolio de la autoridad militar, no sería preciso cambiar la estructura de las tres grandes potencias. Las tres personas que intervinieran en la redacción del texto constitucional tendrían que hallar la manera de ajustar sus estructuras previas. ¿Temo una tiranía del gobierno mundial? Sí, desde luego que sí. Pero más miedo aún me produce la idea del

advenimiento de una guerra nueva y total. Hasta cierto punto, cualquier gobierno puede ser pernicioso. Pero un gobierno mundial es preferible a la perniciosidad mucho mayor de las guerras, en especial habida cuenta de su intensificado poder de destrucción. Si tal gobierno no quedara establecido a través de un proceso de entendimiento mutuo, creo que llegaría a existir, de todas maneras, y bajo una forma mucho más peligrosa. Porque la guerra o las guerras llegarán a su fin cuando una potencia se erija como suprema dominadora del resto del mundo, gracias a su tremenda fuerza militar. Ahora somos dueños del secreto atómico; no debemos perderlo y a ello nos arriesgaríamos si lo entregáramos a las Naciones Unidas o a la Unión Soviética. Pero tan pronto como sea posible, debemos poner en claro que no mantenemos la bomba en secreto para sostener nuestro poderío, sino con la esperanza de establecer la paz, constituyendo un gobierno mundial. Nos corresponde realizar los mayores esfuerzos para concretar este tipo de gobierno. Tengo noticias de la existencia de personas que profieren un acercamiento gradual a un gobierno del mundo, aún cuando aprueban la idea como objetivo de básica importancia. Avanzar a pequeños pasos, uno cada vez, tiene un problema: mientras nos acerquemos al objetivo fundamental, continuaremos manteniendo la bomba, sin que resulte claro el motivo para quienes no la poseen. Por sí misma, esta actitud crea temores y sospechas, con la consecuencia de que las relaciones entre las potencias se deterioran peligrosamente. De modo que, mientras aquellos que avanzan paso a paso están convencidos de encaminarse hacia la paz del mundo, en realidad no hacen más que contribuir, con su paso tardo, al advenimiento de la guerra. No tenemos tiempo que perder. Si hemos de evitar la guerra, tenemos que hacerlo con rapidez. No seremos dueños del secreto durante largo tiempo. Sé que se ha dicho que ningún otro país tiene el capital suficiente para invertir en el desarrollo de la bomba atómica, hecho que nos asegurarla la posesión del secreto por mucho tiempo. En este país a menudo se incurre en el error de medir las cosas por la cantidad de dinero que cuestan. Pero otros países, que tienen los materiales y los hombres, si se proponen desarrollar la energía atómica, pueden conseguirlo. Lo único que se necesita es un equipo de hombres y los materiales, además de la decisión de utilizarlos, y no dinero. No me considero el padre de la utilización de la energía atómica. Mi participación en esto ha sido muy indirecta. De hecho, nunca pensé que se llegara a usar durante el curso de mi vida. Sólo creía en la posibilidad, en términos teóricos. Y se ha convertido en un hecho palpable gracias al descubrimiento accidental de la reacción en cadena, algo que yo no habría podido predecir. La reacción fue descubierta por Hahn, en Berlín, y él mismo no supo interpretar correctamente lo que había descubierto. Fue Lise Meitner quien dio con la interpretación correcta, para huir más tarde de Alemania y poner su información en manos de Niels Bohr. No creo que sea posible garantizar el progreso de la ciencia atómica a través de la organización de la actividad científica, a la manera en que se organizan las grandes

empresas. Se puede organizar la aplicación de un descubrimiento ya hecho, pero no se organiza la obtención del descubrimiento. Sólo un individuo aislado puede hacer un descubrimiento. Puede existir cierto tipo de organización que proporcione a los científicos libertad y condiciones adecuadas de trabajo. Por ejemplo, en las universidades americanas, los profesores de ciencia tendrían que ser sustituidos en algunas de sus obligaciones docentes, para poder dedicar más tiempo a la investigación. ¿Es acaso posible imaginarnos una organización de científicos que hiciera los descubrimientos de Charles Darwin? Tampoco creo que las grandes empresas privadas de los Estados Unidos sean adecuadas a las necesidades de nuestro tiempo. Si llegara a este país un visitante de otro planeta ¿no se sorprendería de que en este país se otorgase un poder tan grande a las empresas privadas sin atribuirles una responsabilidad acorde? Digo esto para subrayar que el gobierno americano debe mantener el control de la energía atómica, y no porque el socialismo sea necesariamente deseable; en realidad, la energía atómica ha sido desarrollada por el gobierno y no es aceptable pensar siquiera en entregar su propiedad -que es propiedad del pueblo- a personas aisladas o a grupos de personas. En cuanto al socialismo, a menos que sea internacional hasta el punto de poseer un gobierno mundial que controle todo el poder militar, estimo que podría conducirnos a una guerra con más facilidad que el capitalismo, porque representa una concentración de poder aún mayor. Es imposible anticipar cuándo se aplicará la energía at6mica a fines constructivos. Hasta el presente s6lo se sabe c6mo utilizar una gran cantidad de uranio. El uso de pequeñas cantidades suficientes para -digamos- mover un coche o un avión es imposible de momento y no es fácil predecir cuándo se logrará. Desde luego que se llegará a ello, pero nadie puede decir cuándo. Tampoco puede predecirse cuándo se lograrán utilizar materiales más comunes que el uranio para proporcionar energía at6mica. Es de suponer que todos los materiales utilizados para este fin serán elementos con elevado peso at6mico. Estos elementos son relativamente escasos, en raz6n de su baja estabilidad. La mayoría de estos materiales ya han desaparecido por desintegración radiactiva. De modo que aunque la utilización de la energía at6mica puede ser -y lo será sin duda- un gran acontecimiento para la humanidad, el hecho no se concretará hasta dentro de algún tiempo. Yo mismo no poseo el don de persuadir a amplios sectores de la urgencia de los problemas a los que la humanidad se enfrenta en estos instantes. Por esto recomiendo a quien sí posee el don de la persuasión, Emory Reves, cuyo libro The Anatomy of the Peace es inteligente, claro, conciso y, si se me permite hacer uso de un término de moda, dinámico en este tema de la guerra y de la necesidad de un gobierno mundial. Dado que no veo que a corto plazo la energía atómica pueda llegar a ser beneficiosa, debo dejar bien claro que en el momento presente constituye una amenaza. Tal vez esté bien que sea así. Tal vez pueda intimidar a la raza humana hasta el punto de obligarla a poner orden en los asuntos internacionales, cosa que sin la presión del miedo jamás llegaría a concretarse.

II A partir de la fabricación de la primera bomba atómica, nada se ha hecho para salvar al mundo de la guerra, mientras se ha hecho mucho para aumentar su capacidad destructiva. No estoy en condiciones de hablar con conocimiento de causa sobre el desarrollo de la bomba at6mica, porque no trabajo en ese campo. Pero quienes sí trabajan en ello, han dicho ya todo lo necesario para saber que se ha logrado una bomba mucho más efectiva. Por cierto que puede considerarse la posibilidad de fabricar una bomba de mayor tamaño, que sea capaz de producir la destrucción en una superficie amplísima. También es concebible que pueda hacerse un uso extensivo de los gases radiactivos, que podrían esparcirse sobre una región muy vasta y causar la pérdida de muchas vidas, sin ocasionar daños en los edificios. No creo necesario proseguir con estas suposiciones para llegar a plantear la posibilidad de una amplia guerra bacteriol6gica. No creo que este tipo de operaciones bélicas presente una peligrosidad comparable con la de la guerra atómica. Tampoco tomo en cuenta el peligro derivado de comenzar una reacción en cadena de tan gran alcance que destruya todo el planeta o parte importante de él. Descarto esta idea porque, si el hombre pudiera provocarla mediante una explosión at6mica, ya tendría que haber sucedido por la acción de los rayos c6smicos que continuamente llegan a la superficie de la Tierra. Pero no es preciso imaginar la Tierra destruida como una nova por una explosión estelar, para comprender el peligro creciente de una guerra atómica, para reconocer que, a menos que se evite la guerra, se producirá la destrucción a una escala jamás considerada posible antaño y apenas concebible hoy en día, y para entender que muy pocos restos de civilización sobrevivirán. Otro fenómeno se ha producido, también, en los dos primeros años de la era atómica. Las gentes, después de enterarse de la horrible naturaleza de las armas atómicas, no han hecho nada al respecto y, en términos generales han borrado toda inquietud de sus mentes. Un peligro que resulta difícil evitar es mejor olvidarlo; de igual modo que un peligro contra el cual se han adoptado todas las precauciones posibles podrá también olvidarse. Si los Estados Unidos hubieran dispersado sus industrias y descentralizado sus ciudades, sería razonable que la gente olvidara el peligro que se cierne. A modo de paréntesis debo decir que apruebo que este país no haya adoptado esas precauciones, porque haberlo hecho implicaría haber convertido la guerra atómica en una circunstancia más cercana aún: todo el mundo se convencería de que estamos resignados a sobrellevarla y preparados para afrontarla. Pero no se ha hecho nada para disipar el peligro bélico y sí se ha trabajado de firme para lograr que la guerra at6mica sea algo horrible. O sea, que no hay excusas que permitan ignorar el peligro. Afirmo que nada se ha hecho para disminuir la amenaza de guerra desde el momento en que fue fabricada la bomba at6mica, a pesar de una propuesta, presentada por los Estados Unidos ante las Naciones Unidas, para que se establezca un control supranacional de la energía at6mica.

Este país ha presentado sólo un proyecto, fundamentado en condiciones que la Unión Soviética está ahora determinada a no aceptar. Así se hace posible culpar a los rusos del fracaso. Pero al acusar a los rusos, la americanos no deberían ignorar que ellos mismos no han renunciado voluntariamente al uso de la bomba como arma corriente durante el tiempo previo a la constitución de un control supranacional o si dicho control no se establece. Ante esta actitud, las demás naciones abrigan el temor de que los americanos consideren que la bomba es parte legítima de su arsenal, hasta tanto los demás países hayan aceptado sus condiciones bajo las que constituir un control supranacional. Los americanos pueden estar convencidos de su firme decisión de no iniciar una guerra agresiva o preventiva. Y pueden creer, por ende, que una declaración pública de que no volverán a ser los primeros en utilizar la bomba at6mica es innecesaria. Pero este país ha sido solemnemente invitado a renunciar al uso de la bomba-es decir, a declararla ilegal-y se ha negado a hacerlo a menos que su propuesta para establecer un control supranacional sea aceptada. Creo que esta política es errada. Considero que al no renunciar al uso de la bomba se obtiene una cierta ventaja militar, porque así otros países se abstendrán de iniciar una guerra en la que podría utilizarse armamento nuclear. Pero lo que se gana en cierto sentido se pierde en otro: un entendimiento para el control supranacional de la energía at6mica es ahora más remoto que antes. No hay en esto una desventaja táctica, mientras sólo los Estados Unidos tengan la posibilidad de usar la bomba. Pero en el momento en que otro país esté en condiciones de fabricarla, los Estados Unidos perderán mucho debido a la ausencia de un pacto internacional, porque sus industrias están concentradas y son vulnerables y porque su vida urbana está muy desarrollada. A1 negarse a declararla ilegal en un momento en que monopoliza la bomba, este país pierde algo más, porque no se adhiere de forma pública a los principios éticos de la guerra, formalmente aceptados antes del últi1no conflicto bélico. No debe olvidarse que la bomba atómica fue fabricada en este país como medida preventiva. El objetivo era impedir que los alemanes la utilizaran, si la descubrían. El bombardeo de centros civiles fue iniciado por Alemania y adoptado por los japoneses. Los aliados respondieron con la misma moneda-pero con mucha mayor eficacia, como se ha visto-y podían sentirse moralmente justificados al hacerlo. Pero ahora, sin ninguna provocación y sin el justificativo de la represalia, la negativa a declarar ilegal el uso de la bomba, a menos que se trate de una respuesta a un ataque previo, convierte su posesión en un objetivo político. Difícilmente se puede perdonar esta actitud. No digo que los Estados Unidos no deban fabricar y almacenar bombas, porque creo que esto debe hacerse, para que otras naciones no intenten un ataque atómico cuando lleguen a poseer la bomba. Pero el único objetivo del almacenamiento de bombas será impedir ese posible ataque. Asimismo, creo que las Naciones Unidas deberían tener su bomba atómica, del mismo modo que poseen un ejército y unos armamentos propios. Y también en este

caso, la bomba tendría la única finalidad de impedir que un agresor o alguna nación rebelde intentase un ataque at6mico. Ni las Naciones Unidas ni los Estados Unidos ni ninguna otra potencia deberían utilizar la bomba at6mica por propia iniciativa. Tener en reserva una cantidad de bombas atómicas, sin que medie la promesa formal de no ser los primeros en utilizarla, significa explotar la posesión de las bombas con fines políticos. Es posible que los Estados Unidos tengan la esperanza de amedrentar a la Unión Soviética hasta el punto de que este país acepte el control supranacional de la energía at6mica. Pero el temor s6lo acrecienta los antagonismos y aumenta las posibilidades de una guerra. Mi opinión es que esta política implica quebrantar las verdaderas normas de convivencia, al no favorecer el establecimiento de un control supranacional de la energía atómica. Acabamos de emerger de una guerra en la que hemos debido aceptar la degradante falta de principios éticos del enemigo. Y en lugar de sentirnos liberados de esas bajezas, en lagar de considerarnos en condiciones de restaurar la inviolabilidad de la vida humana y la seguridad de los no combatientes, estamos haciendo nuestra esa falta de ética practicada por el enemigo durante la última guerra. De modo que hemos emprendido el camino hacia otra confrontación bélica por iniciativa propia. Es posible que el público no tenga conocimiento de que en una nueva guerra existirán grandes cantidades de bombas at6micas. El peligro en ciernes se podría medir sobre la base de los daños ocasionados por las tres bombas que han estallado antes del fin de la última guerra. También es posible que el público no advierta que, en relación con los daños ocasionados, las bombas at6micas ya se han convertido en la forma de destrucción más económica que se puede utilizar en una ofensiva. En una próxima guerra las bombas serán muchas y, comparativamente, de bajo coste. Será difícil evitar una guerra atómica, a menos que exista la determinación de no utilizar la energía atómica y que esa determinación sea mucho más fuerte que la que hoy se advierte entre los dirigentes americanos civiles y militares y entre la población misma. Los americanos deben llegar a reconocer que no son la mayor potencia del mundo por tener la bomba en su poder sino que, en rigor, son débiles a causa de su vulnerabilidad ante un ataque atómico. De no ser así, no estarán en condiciones de presentarse en Lake Success o en sus relaciones con Rusia, con una predisposición que desemboque en un entendimiento. No sugiero, sin embargo, que la única causa de la falta de acuerdo con la Unión Soviética acerca del control at6mico sea que los americanos no hayan declarado ilegal el uso de la bomba. Los rusos han manifestado con claridad que harán todo aquello que esté a su alcance para evitar la instalación de un régimen supranacional. No sólo rechazan esta idea en el campo de la energía at6mica, sino que la rechazan de plano, como principio, y menosprecian por anticipado cualquier sugerencia que pueda llevar a un gobierno mundial. El señor Gromyko ha dicho, con razón, que la esencia de la propuesta at6mica americana es el concepto de que la soberanía nacional no es compatible con la era at6mica.

Este político ha declarado que la Unión Soviética no puede aceptar tal tesis. Las razones que invoca son oscuras, porque es evidente que no son más que pretextos. Pero lo que es verdad, al parecer, es que los líderes soviéticos consideran que no pueden preservar la estructura social del estado soviético dentro de un régimen supranacional. El gobierno ruso está decidido a mantener su presente estructura social y los líderes soviéticos, dueños de su gran poderío gracias a la naturaleza misma de esa estructura, no ahorrarán esfuerzos para evitar que se instaure un régimen supranacional que pueda controlar la energía atómica o cualquier otra cosa. Tal vez en parte los rusos estén en lo cierto, en cuanto a la dificultad de mantener su estructura social presente dentro de un régimen supranacional, aunque en su momento quizá se vean obligados a reconocer que esa pérdida es menos importante que permanecer aislados del mundo de la legalidad. Pero de momento parecen estar sumergidos en sus temores y tendremos que admitir que los Estados Unidos han contribuido con amplitud a acrecentarlos, no sólo con respecto a la energía atómica sino también en muchos otros aspectos. En realidad, este país ha llevado, ante los rusos, una política sustentada en la convicción de que el miedo es la mejor de las armas diplomáticas. Los rusos se oponen a la formación de un sistema internacional de seguridad, pero esto no es motivo para que el resto de las naciones no se preocupe por crearlo. Ya se ha visto que los rusos son capaces de resistir con todas sus fuerzas ante hechos que no quieren que se produzcan, pero también es cierto que, una vez han ocurrido, pueden ser flexibles y acomodaticios. De modo que tanto los Estados Unidos como las demás potencias no han de permitir que los rusos opongan su veto a un intento de crear un sistema supranacional de seguridad. Es más o menos lógico suponer que, en cuanto comprendan que no están en condiciones de impedir que se establezca dicho régimen, los rusos se unirán a él. Hasta el presente los Estados Unidos no han mostrado interés por garantizar la seguridad de la Unión Soviética. Se han limitado a su propia seguridad, lo que es habitual en confrontaciones por el poder entre estados soberanos. No obstante, no es posible anticipar el efecto que tendría sobre los temores de los rusos una presión ejercida por el pueblo americano, para conseguir que sus dirigentes decidieran corregir la actual anarquía en las relaciones internacionales. En un mundo en el que se impusiera el respeto por la ley, la seguridad rusa igualaría a la nuestra y si el pueblo americano abogara con ahínco por esa causa-perfectamente posible dentro de una organización democráticatal vez podría producirse un milagro en la actitud rusa. En el momento presente, los rusos no tienen ninguna prueba que les demuestre que el pueblo americano no apoya de buen grado una política militarista, política que para los soviéticos es testimonio de que deliberadamente se persigue intimidarlos. Si se les brindaran pruebas de que los americanos desean con pasión defender la paz por el único camino posible, es decir, a través de la instauración de un orden legal y supranacional, los rusos quizá cambiarían sus cálculos acerca del peligro que representa, para la seguridad de la Unión Soviética, la actitud americana habitual. Hasta que no se presente a Rusia una oferta genuina y

convincente, respaldada por un pueblo americano solidario, nadie podrá anticipar la respuesta de aquel país. Es posible que la primera respuesta sea rechazar el orden legal. Pero, si a partir de ese momento los rusos comenzaran a comprobar que un mundo en el que la ley imperara se instaura aun sin ellos, y que de ese modo la seguridad de su propio país aumenta, sus ideas tendrían que cambiar, necesariamente. Creo que debemos invitar a la Unión Soviética a unirse a un gobierno mundial que tenga poder para garantizar la seguridad y, en el caso de que esa nación no se avenga a unirse a dicho proyecto, deberemos establecer un sistema de seguridad supranacional sin ella. Permítaseme admitir de inmediato que veo grandes peligros en esta decisión. Al adoptarla, habría que buscar una forma por la que quedara bien claro que el nuevo régimen no es una suma de poderes en contra de Rusia. Tendrá que ser una organización que, por su estructura interna, reduzca al mínimo las posibilidades de una guerra. Tendrá que poseer un espectro de intereses mucho más amplio que el de cualquiera de los Estados miembros, de modo que no sea proclive a iniciar una guerra agresiva o preventiva. Tendrá que ser una potencia mucho más fuerte que cada uno de los países miembros y su extensión geográfica será mayor a fin de que resulte más difícil derrotarla militarmente. Este organismo estará orientado a la seguridad supranacional, rechazando el concepto de supremacía nacional, que tan poderoso resulta como factor de guerra. Si se estableciera un régimen supranacional sin la presencia de Rusia, su eficacia en favor de la paz dependería de la habilidad y sinceridad con que llevara a cabo esa tarea. Sería preciso subrayar insistentemente el deseo de que Rusia formara parte de ese organismo. Tanto para Rusia como para todos los países que se agrupasen en dicha institución, tendría que quedar claro que no se incurriría en falta por no adherirse al gobierno mundial. Si los soviéticos no se adhiriesen al proyecto desde el comienzo, deberían tener la certeza de que serían bienvenidos cuando decidieran unirse a él. Debería comprenderse que la organización se está construyendo con el objetivo final de lograr la adhesión de los soviéticos. Estas son ideas abstractas y no es fácil esbozar el camino concreto que un gobierno parcial del mundo debería seguir para que los rusos participaran de él. No obstante, considero que existen dos condiciones fundamentales: la nueva organización no tendrá que poseer secretos militares y los rusos tendrán que tener libertad para enviar observadores a cada una de las sesiones de la organización, en las que se presenten, discutan y adopten las nuevas leyes y se decidan las posibles vías de acción. Así quedará destruida la gran fábrica de secretos en la que se manufacturan tantas de las sospechas del mundo. Es probable que una persona con mentalidad militarista se desconcierte ante la sugerencia de un régimen carente de secretos militares. A esa persona se le ha enseñado a creer que los secretos así divulgados podrían hacer que una nación belicista tratara de conquistar la tierra. (Con respecto del llamado secreto de la bomba at6mica, considero que los rusos serán dueños de él dentro de corto plazo y gracias a sus propios esfuerzos.) Reconozco que no mantener secretos militares comporta un riesgo. Si un

número suficiente de naciones mancomunara su esfuerzo, se podría asumir ese riesgo, porque la seguridad de cada país estaría ampliamente acrecentada. Y todo esto se podría llevar a cabo con toda confianza gracias a la desaparición de los temores, las sospechas y los recelos. Las tensiones derivadas de la creciente posibilidad de guerra en un mundo basado en la soberanía serían sustituidas por el sosiego de la paz. A su debido tiempo, esto podría invitar a una mayor flexibilidad del pueblo ruso y de sus dirigentes hacia Occidente. En mi opinión, la pertenencia a un sistema supranacional de seguridad no debería estar basada en ningún principio democrático arbitrario. El requisito fundamental ha de ser que los representantes ante una organización supranacional sean elegidos por el pueblo en cada uno de los países miembros, a través de una votación secreta. Los candidatos tendrán que ser representantes del pueblo y no del Gobierno, con lo cual quedaría en primer plano la naturaleza pacífica de la organización. Creo que exigir que otros criterios democráticos sean aceptados constituiría una actitud poco sensata. Las instituciones y los principios democráticos son los resultados de unos desarrollos hist6ricos, hasta un punto pocas veces apreciado en los países que gozan de ellos. El establecimiento de principios arbitrarios agudizaría las diferencias ideol6gicas entre Occidente y la Unión Soviética. Pero ahora no son las diferencias ideológicas lo que empuja al mundo hacia una guerra. En realidad, si todas las naciones occidentales adoptaran el socialismo, en tanto mantuviesen sus respectivas soberanías nacionales, es posible que el conflicto por el poder entre Este y Oeste seguiría existiendo. Los apasionados alegatos en contra de los sistemas econ6micos de hoy me parecen totalmente irracionales. Que la vida econ6mica de Estados Unidos deba estar en manos de unos pocos individuos-como lo está-o que esos individuos deban estar sujetos al control del Estado puede ser importante, pero no lo suficiente para justificar todos los sentimientos favorables o contrarios que al respecto se manifiestan. Me reconfortaría ver que todas las naciones integrantes del Estado supranacional reúnen sus fuerzas militares, conservando para sí sólo una pequeña fuerza de policía. Y a continuación querría ver esas fuerzas unidas y distribuidas como en otro tiempo lo fueron los regimientos del imperio austro-húngaro, es decir, suponiendo que los hombres y oficiales de una región podrían servir mejor a los fines del imperio si no permanecían exclusivamente en sus propias provincias, porque así no se sentirían sujetos a presiones locales y raciales. También me agradaría ver la autoridad del régimen supranacional restringida exclusivamente al campo de la seguridad. No tengo la certeza de que esto sea posible. La experiencia podría indicar la necesidad de una cierta autoridad en cuestiones de economía, en vista de que, en las condiciones actuales, la economía puede originar problemas nacionales que llevan en sí mismos la semilla de un conflicto violento. No obstante, prefiero que la función del nuevo organismo esté limitada a tareas de seguridad. Y también preferiría que este régimen fuera establecido a partir del fortalecimiento de las Naciones Unidas, para que

no haya solución de continuidad en la búsqueda de la paz. No se me escapan las grandes dificultades que implicará el establecimiento de un gobierno mundial, tanto si se inicia sin la participación de Rusia como con ella. Tengo conciencia de los riesgos. Y, toda vez que no deseo que se permita la secesión de un país que se haya unido a la organización internacional, preveo como posible el peligro de una guerra civil. Pero también creo que un gobierno mundial será realidad en algún momento del futuro y que el problema reside en el precio que se quiera pagar por él. Llegará el día, creo, en que tendrá que existir un gobierno mundial, aún cuando sea después de una nueva guerra y aunque después de esa guerra la potencia vencedora sea la que lo instituya, sobre la base de su poderío militar, y lo mantenga s6lo a través de la militarización permanente de la raza humana. Pero también creo que puede llegar a través del acuerdo y del poder de persuasión, es decir, con un coste muy bajo. Sin embargo, si ha de llegar por esta vía, no bastará apelar a la raz6n. Uno de los fundamentos del sistema comunista del Este es cierta similitud con la religión, cierta capacidad para inspirar las emociones que surgen normalmente en el ámbito religioso. Si la causa de la paz, basada en la ley, no es capaz de suscitar de por sí la fuerza y el celo que despierta una religión, no se puede esperar el éxito. Aquellos a quienes la raza humana ha confiado su enseñanza moral tienen aquí su gran deber y su gran oportunidad. Me figuro que los científicos at6micos ya se han convencido de que no pueden guiar al pueblo estadounidense hasta las verdades de la era atómica sólo con la ayuda de la lógica. Habrá que contar con el profundo poder de la emoción, que es ingrediente básico del sentimiento religioso. Es de esperar que no sólo las iglesias sino también las escuelas, universidades y los organismos rectores de la opinión asuman su excepcional responsabilidad en este sentido. LA MENTALIDAD MILITARISTA De The American Scholar, Nueva York, verano de 1947. Me parece que la clave de la situación actual, reside en el hecho de que el problema que confrontamos no puede ser considerado como un suceso aislado. En primer término, se puede plantear la siguiente pregunta: cada vez más las instituciones de enseñanza y la investigación tendrán que ser mantenidas con fondos del Estado, porque las fuentes privadas no serán adecuadas, por muchos motivos. ¿Es razonable que la distribución de los fondos destinados a estos fines y pagados por el contribuyente sea confiada a los militares? Cualquier persona prudente contestará, sin duda, "¡No!". Es evidente que la difícil tarea de hallar la distribución más beneficiosa tendrá que ser puesta en las manos de personas cuyos méritos y cuyo trabajo habitual sean prueba de que saben algo de ciencia e investigación. Sin embargo, muchas personas razonables están a favor de que ciertos organismos militares sean los encargados de distribuir una parte importante de los fondos existentes y la causa de esta actitud está en que esas personas subordinan sus intereses culturales a su visión política general. De modo que dirigiremos nuestra atención hacia esos puntos

de vista políticos, hacia sus orígenes e implicaciones. Al hacerlo así, pronto comprenderemos que el problema que aquí discutimos no es sino uno entre muchos otros y que sólo puede ser evaluado y juzgado con propiedad si se sitúa dentro de un marco más amplio. Las tendencias mencionadas son nuevas en Estados Unidos. Han surgido cuando, bajo la influencia de las dos guerras mundiales y la consiguiente concentración de todos los esfuerzos hacia un objetivo militar, se ha desarrollado una mentalidad predominantemente militarista que, con la casi súbita victoria, se ha acentuado aún más. El rasgo característico de esta mentalidad es que, muy por encima de todos los otros factores que afectan las relaciones entre los pueblos, la gente pone lo que Bertrand Russell ha denominado felizmente "poder desnudo". Inducidos a error en particular por los éxitos de Bismarck, los alemanes han pasado por una transformación total de su mentalidad y así, en menos de cien años, se han visto en la reina absoluta. Con toda franqueza debo confesar que la política exterior de los Estados Unidos a partir del cese de las hostilidades me ha traído el recuerdo irresistible de la actitud de Alemania en los tiempos del Kaiser Wilhelrn II y sé que esta penosa analogía es compartida por muchas otras personas. Una de las características de la mentalidad militar es la de considerar esenciales los factores no humanos (bombas atómicas, bases estratégicas, armamentos de todo tipo, la posesión de materias primas, etc.), en tanto que el ser humano, sus deseos y pensamientos-o sea, los factores psicológicos-son juzgados como secundarios y poco importantes. De aquí proviene una cierta similitud con el marxismo, al menos en la medida en que se tome en cuenta tan sólo su aspecto teórico. El individuo es degradado hasta el nivel de un mero instrumento: se convierte en "material humano.". Las metas normales de la aspiración humana se desvanecen con este punto de vista. La mentalidad militarista hace del "poder desnudo" un fin en sí mismo, una de las más extrañas ilusiones ante las que pueden sucumbir los hombres. En nuestro tiempo, la mentalidad militarista es más peligrosa aún que antaño, porque los armamentos ofensivos son mucho más potentes que los defensivos. Esto, necesariamente, conduce a la guerra preventiva. La inseguridad general que va de la mano de estas circunstancias hace que los derechos de los ciudadanos civiles sean sacrificados en aras del supuesto bienestar del Estado. La caza de brujas por motivos políticos, los controles de toda clase (o sea el control de la enseñanza y de la investigación, el de la prensa y demás) parecen inevitables y por esta razón no surge una resistencia popular que, si no estuviera presente la mentalidad militarista, podría representar una protección, En forma gradual se produce un cambio de valores puesto que todo lo que no sirva con claridad a aquellos fines utópicos es visto y tratado como inferior. A partir de las condiciones existentes, no veo otra salida que un plan de acción que tenga como objetivo el establecer la seguridad sobre una base supranacional. Esperemos que haya hombres, en número suficiente, capaces de guiar a la nación por este sendero, hombres que gracias a su fortaleza moral puedan hacer que el país asuma su papel de liderazgo que ahora exigen las circunstancias

exteriores. Entonces dejarán de existir los problemas como el que aquí hemos discutido. INTENCAMBIO DE CORRESPONDENCIA CON MIEMBROS DE LA ACADEMIA RUSA De Moscow New Times, 26 de noviembre de 1947 y de Bulletin the Atomic Scientists, Chicago, febrero de 1948. Carta abierta: Las naciones erradas del doctor Einstein El conocido físico Albert Einstein no tiene fama sólo por sus descubrimientos científicos. En los últimos años Einstein ha prestado especial atención a los problemas sociales y políticos; habla por la radio y escribe en la prensa; está vinculado a muchas organizaciones públicas; una y otra vez ha alzado su voz de protesta en contra de la barbarie nazi; también ha abogado por una paz duradera y ha hablado en contra de la amenaza de una nueva guerra y en contra de la ambición de los militaristas que pretenden obtener un control completo de la actividad científica americana. Los científicos soviéticos, y el pueblo soviético en general, aprecian el espíritu humanitario que fundamenta estas actividades del conocido hombre de ciencia, aun cuando su posición no siempre ha sido tan consistente y definida como hubiera sido deseable que lo fuera. Sin embargo, en algunas de las más recientes declaraciones de Einstein hemos advertido ciertos aspectos que nos parecen no sólo equivocados sino también positivamente perjudiciales para la causa de la paz, que este científico sostiene con tanto calor. Creemos que es nuestro deber llamar la atención sobre el tema, con el fin de clarificar un asunto tan importante como lo es el de trabajar con eficacia en favor de la paz. Desde este punto de vista ha de considerarse la idea que el doctor Einstein ha sostenido en los últimos tiempos: la de un "gobierno mundial". En la abigarrada compañía de los defensores de esta idea, además de los imperialistas declarados que la utilizan como pantalla para una expansión ilimitada, en los países capitalistas hay un buen número de intelectuales que se sienten cautivados por la plausibilidad de la idea y que no advierten sus verdaderas implicaciones. Estas personas, pacifistas de mentalidad liberal, creen que un «gobierno mundial. será la más eficaz panacea de los males del mundo y el mejor guardián de una paz duradera. Quienes abogan por un "gobierno mundial" hacen un uso constante de la tesis, al parecer indiscutible, según la cual en esta era atómica la soberanía del Estado es una reliquia del pasado o, como ha dicho Spaak-el delegado belga-en la Asamblea General de las Naciones Unidas, una idea "anticuada" e incluso "reaccionaria". Sería difícil concebir otra argumentación más alejada de la verdad que ésta. En primer lugar, las ideas de un "gobierno mundial" y de un super-Estado. de ninguna manera pueden considerarse productos de la era atómica. Son mucho más antiguos. Fueron debatidas, por ejemplo, en el tiempo en que se formó la Sociedad de Naciones. Además, tales ideas, en los tiempos modernos, jamás han sido progresistas. Sólo constituyen un reflejo del hecho de que los monopolios

capitalistas, que dominan los países industriales más importantes, consideran que sus límites nacionales son demasiado estrechos. Necesitan un mercado mundial, fuentes de materias primas extendidas por todo el mundo y ámbitos internacionales para la inversión de su capital. Gracias a su dominio en cuestiones políticas y administrativas, los intereses monopolistas de las grandes potencias están en condiciones que les permiten utilizar la maquinaria gubernamental, en su lucha por invadir esferas de Influencia y en sus esfuerzos económicos y políticos para subyugar a otros países y asumir en ellos el papel de amos con la misma libertad de la que gozan en sus propias naciones. Conocemos todo esto muy bien a partir de la experiencia de nuestro propio país. Bajo el régimen zarista, reaccionario y servir ante los intereses del capital, con la mano de obra mal pagada y con sus vastos recursos naturales, Rusia fue un bocado halagüeño para el capitalismo extranjero. Las firmas francesas, británicas, belgas y alemanas se saciaron en nuestra tierra como aves de rapiña, obteniendo ganancias que hubieran resultado inconcebibles en sus propias tierras. Y así, el Occidente capitalista encadenó a la Rusia de los zares con préstamos que constituían una extorsión. Con el apoyo de los fondos obtenidos en la banca extranjera, el gobierno zarista reprimió de manera brutal el movimiento revolucionario, retrasó el desarrollo de la ciencia y la cultura rusa e instigó los pogroms contra los judíos. La Gran Revolución Socialista de Octubre hizo pedazos las cadenas de la dependencia económica y política que mantenían a nuestro país prisionero de los monopolios capitalistas mundiales. El gobierno soviético hizo que, por primera vez, nuestro país fuera un Estado libre e independiente de verdad; promovió el progreso de nuestra economía socialista y de la tecnología, la ciencia y la cultura, que se desarrollaron a una velocidad hasta entonces jamás vista a lo largo de la historia; de este modo, nuestro país se ha convertido en un verdadero baluarte de la paz y la seguridad internacional. Nuestro pueblo ha defendido la independencia de su patria a través de una guerra civil, en la lucha contra la intervención de un bloque de estados imperialistas y en las terribles batallas de la guerra contra los invasores nazis. Y ahora, los que proponen un "super-Estado mundial" nos piden que voluntariamente renunciemos a esta independencia en bien de un .gobierno mundial., expresión relumbrante que sólo encubre la realidad de una supremacía mundial de los monopolios capitalistas. A todas luces es ridículo pedirnos algo así. Y esta demanda es absurda no sólo para la Unión Soviética. Después de la Segunda Guerra Mundial muchos países han logrado apartarse del sistema imperialista de opresión y esclavitud. Los pueblos de esos países trabajan para consolidar su independencia económica y política, para rechazar la interferencia extranjera en sus problemas internos. Además, la veloz expansión del movimiento de independencia en las colonias y los protectorados ha despertado la conciencia nacional de cientos de millones de personas, que ya no quieren soportar una situación de esclavos. Después de haber perdido muchos campos de provechosa

explotación, y ante el riesgo de perder otros más, los monopolios de los países imperialistas acosan al máximo a las naciones que han escapado de su dominación y que luchan por su independencia, considerada por los monopolios como un desastre, para impedir la genuina liberación de las colonias. Con este objetivo, los imperialistas echan mano de los más diversos métodos de guerra militar, política, económica e ideo1ógica. De acuerdo con ese principio social, los ideólogos del imperialismo pretenden desacreditar el concepto mismo de soberanía nacional. Uno de los métodos que utilizan es el de apelar a pretensiosos planes para la institución de un "Estado mundial" que, presuntamente, acabará con el imperialismo, las guerras, las enemistades internacionales para asegurar el triunfo de la ley y otras cosas por el estilo. El afán de rapiña de las fuerzas imperialistas que luchan por la supremacía mundial está disfrazado así bajo las vestiduras de una seudoprogresiva idea que atrae a ciertos intelectuales-científicos, escritores y otros-de los países capitalistas. En una carta abierta dirigida, en septiembre último, a las delegaciones de las Naciones Unidas, el doctor Einstein ha sugerido un nuevo esquema para limitar la soberanía nacional. Su propuesta es la de reconstruir la Asamblea General y convertirla en un parlamento mundial permanente; además, le asigna mayor autoridad que la del Consejo de Seguridad porque según las declaraciones de este científico, (que reproducen lo que todos los paniaguados de la diplomacia americana repiten una y otra vez) el Consejo está paralizado por el derecho de veto. Reconstruida de acuerdo con el plan del doctor Einstein, la Asamblea General, será dueña de poderes finales de decisión y el principio de la unanimidad de las Grandes Potencias tendrá que ser abandonado. Einstein sugiere que los delegados a las Naciones Unidas sean elegidos mediante votación popular y no designados por sus respectivos Gobiernos, tal como se hace en el presente. A primera vista esta propuesta parece ser progresista e incluso revolucionaria. En realidad, empero, no mejoraría la situación existente. Tratemos de figurarnos cuál sería el significado de tales elecciones a ese "parlamento mundial", en la práctica. Una gran parte de la humanidad todavía vive en países coloniales y dependientes, dominados por los gobernadores, las tropas y los monopolios financieros e industriales de unas pocas potencias imperialistas. En esos países, una "elección popular" significaría, en la práctica, el nombramiento de los delegados a través de la administración colonial o de las autoridades militares. No hay que andar mucho para encontrar ejemplos; bastará con recordar la parodia de referéndum en Grecia, que fue llevada a cabo por los dirigentes fascistas y realistas, bajo la protección de las bayonetas británicas. Pero las cosas no pueden ir mejor en los países en los que el sufragio universal existe formalmente. En los países democrático-burgueses, donde domina el capital, éste apela a mil trampas y artilugios para lograr que el sufragio universal y libre se conviertan en una farsa. Einstein, sin dada, sabe que en las últimas elecciones al Congreso de los Estados Unidos sólo un 39 % del electorado se presentó a la votación; sin duda también, sabe que millones de negros en

los Estados del sur están privados de sus derechos políticos o se ven forzados -a menudo bajo amenaza de linchamiento-a votar por sus más duros enemigos, tal como ha ocurrido en el caso del difunto senador Bilbo, un archirreaccionario negrófobo. Unos impuestos a la votación, algunos exámenes especiales y otros recursos son empleados para robar el voto a millones de inmigrantes, trabajadores temporarios y pobres campesinos. No mencionaremos la extendida práctica de la compra del voto, el papel de la prensa reaccionaria, ese poderoso instrumento que sirve para influenciar a las masas y que es manejado por los millonarios propietarios de periódicos, y tantos otros factores. Todo esto nos muestra que, bajo las actuales condiciones de vida en el mundo capitalista, poco se puede esperar de unas elecciones populares para un parlamento mundial, tal como lo ha sugerido Einstein. La composición de ese organismo no resultaría ser mejor que la de la Asamblea General en estos momentos. Sólo se obtendría una imagen distorsionada de los verdaderos sentimientos de las masas, de su deseo y esperanza de una paz duradera. Todos sabemos que en la Asamblea General y en los comités de las Naciones Unidas, la delegación americana tiene a su disposición una máquina de votar, gracias al hecho de que la abrumadora mayoría de los miembros de las Naciones Unidas se encuentran en situación de dependencia ante los Estados Unidos y se ven obligados a adaptar su política exterior a las exigencias de Washington. Una cantidad de países latinoamericanos, por ejemplo, con sistemas agrícolas de monocultivo, están atados de pies y manos a los monopolios americanos, que determinan los precios de sus producciones. Dadas estas circunstancias, no es sorprendente que, bajo la presión de la delegación americana, haya surgido una mayoría mecánica en la Asamblea General: mayoría que obedece en las votaciones a sus virtuales amos. En ciertos casos la diplomacia americana prefiere poner en práctica algunas medidas bajo la bandera de las Naciones Unidas y no a través del Departamento de Estado. Prueba de esto es el comité balcánico o la comisión destacada como observadora de las elecciones en Corea. Con el objeto de convertir a las Naciones Unidas en una rama del Departamento de Estado, la delegación americana ejerce presión a través del proyecto de una "Pequeña Asamblea", que en la práctica reemplazaría al Consejo de Seguridad, en vista de que el principio de unanimidad de las Grandes Potencias está resultando ser un fuerte obstáculo para la realización de los planes imperialistas. La sugerencia de Einstein conduciría al mismo resultado y, por lo tanto, en lugar de promover una paz duradera y una cooperación internacional, sólo serviría como una cortina para ocultar una ofensiva contra aquellas naciones sustentadoras de regímenes que impiden que el capital extranjero les arrebate sus habituales ganancias. Asimismo, podría producirse la desenfrenada expansión del imperialismo americano y el desarme ideológico de las naciones que insisten en mantener su independencia. Por una ironía del destino, el doctor Einstein se ha convertido en un virtual sostenedor de los esquemas y ambiciones de los más acérrimos enemigos de la paz y la

cooperación internacional. E incluso ha llegado a declarar, en su carta abierta, que si la Unión Soviética se niega a participar en la novedosísima organización, los demás países tienen todo el derecho de seguir adelante sin este país, siempre y cuando dejen la puerta abierta para una eventual participación soviética en ese organismo, ya sea en capacidad de miembro activo o como conservadora. En esencia, esta propuesta difiere muy poco de las sugerencias que apoyan los declarados sostenedores del imperialismo americano, por muy lejano que, en la realidad, esté el doctor Einstein de todos ellos. La sustancia de todas esas sugerencias es que si las Naciones Unidas no pueden ser convertidas en un arma de la política de los Estados Unidos, en una pantalla que oculte los planes y designios imperialistas, ese organismo deberá ser destruido para dejar paso a una nueva organización .internacional., sin la presencia de la Unión Soviética y las nuevas democracias. Creemos que el doctor Einstein se ha aventurado por un sendero falso y peligroso y corre tras el espejismo de un "Estado mundial" en un mundo en el que existen sistemas sociales, políticos y económicos distintos. No hay motivo, desde luego, para que los Estados con estructuras sociales y económicas distintas no cooperen económica y políticamente, siempre que esas diferencias se enfoquen con seriedad. Pero Einstein se presenta como fiador de una moda política que está entre las manos de los enemigos jurados de la cooperación internacional sincera y de la paz duradera. Y ha invitado a los Estados miembros de las Naciones Unidas a que sigan una rata que no conducirá a una mayor seguridad internacional, sino a nuevas complicaciones internacionales. Esto sólo beneficiaría a los monopolios capitalistas, para quienes las complicaciones internacionales comportan la promesa de nuevos contratos de guerra y más ganancias. Creemos que Einstein merece una alta estima, como eminente científico y como hombre de espíritu público que lucha con sus mejores medios para promover la causa de la paz. Por esto consideramos que es nuestro deber hablar Con absoluta franqueza y sin retórica diplomática. Respuesta de Albert Einstein Cuatro de mis colegas rusos han publicado un benevolente ataque en contra de mí, hecho público en una carta abierta que ha aparecido en el New Times. Aprecio el esfuerzo que han realizado y, más aún, aprecio el hecho de que hayan expresado su punto de vista de una manera tan abierta y directa. En materia de asuntos humanos, actuar con inteligencia sólo es posible si se intentan comprender los pensamientos, motivos e ideas del oponente de manera tan profunda que sea posible ver el mundo a través de sus ojos. Toda persona bien intencionada debe tratar de contribuir, en la medida más amplia de sus posibilidades, a la mejoría de esa clase de entendimiento. Es con este espíritu que quiero pedir a mis colegas rusos, y a cualquier otro lector, que acepten esta respuesta a su carta. Se trata de la réplica de un hombre que, con ansiedad, trata de hallar una solución plausible sin hacerse la ilusión de que él mismo conoce "la verdad" o "el recto camino" a seguir. Si a lo largo

de estas líneas he de expresar mi opinión de forma algo dogmática, quede claro que sólo lo hago por razones de claridad y simplicidad. Aunque la carta de ustedes, en lo fundamental, aparenta ser un ataque contra los países no socialistas, en especial los Estados Unidos, creo que detrás de la fachada agresiva existe una actitud mental defensiva, que conduce hacia un aislacionismo casi ilimitado. Esta actitud aislacionista no es difícil de comprender si se tiene en cuenta todo lo que Rusia ha sufrido a manos de países extranjeros durante las tres últimas décadas: las invasiones alemanas y su genocidio de la población civil, las intervenciones extranjeras durante la guerra civil, la sistemática campaña de calumnias en la prensa occidental, el apoyo que obtuvo Hitler en su condición de instrumento para luchar contra Rusia. Sin embargo, por comprensible que resulte este deseo de aislamiento, no deja de ser menos desastroso para Rusia y para todas las otras naciones. Volveré sobre este tema más adelante. El elemento fundamental del ataque de ustedes se refiere al apoyo que he brindado a la idea de un "gobierno mundial". Me interesaría discutir este importante problema sólo después de haber dicho unas pocas palabras acerca del antagonismo entre el socialismo y el capitalismo. Está claro que la actitud de ustedes acerca del significado de ese antagonismo domina por completo sus puntos de vista sobre los problemas internacionales. Si se considera con objetividad el problema socio-económico, se llegará al siguiente planteo: el desarrollo tecnológico ha traído consigo una creciente centralización del mecanismo económico. También este desarrollo es responsable de que el poder económico en todos los países más industrializados se haya concentrado en las manos de unos pocos. Estas personas, en los países capitalistas, no tienen que dar cuenta de sus acciones ante el conjunto del pueblo; en cambio, sí deben hacerlo en los países socialistas, en los que son funcionarios como los que detentan el poder político. Creo, con ustedes, que una economía socialista posee unas ventajas que definitivamente compensan sus desventajas, siempre que su administración-al menos hasta cierto punto-esté a la altura. Llegará, sin duda, el día en que todas las naciones (en la medida en que existan aún como tales) expresarán su gratitud hacia Rusia por haber demostrado, por primera vez, la posibilidad práctica de una economía planificada, a pesar de sus enormes dificultades. También creo que el capitalismo, o lo que podríamos llamar el sistema de libre empresa, será incapaz de frenar el paro, que se hará crónico a causa del progreso tecnológico, y tampoco podrá mantener un equilibrio saludable entre la producción y el poder adquisitivo de la gente. Por otra parte, no debemos incurrir en el error de reprochar al capitalismo la existencia de todos los males sociales y políticos que nos aquejan, y de creer que la mera instauración del socialismo será capaz de curar todas las enfermedades sociales y políticas de la humanidad. En primer lugar, esta idea es peligrosa porque alimenta la intolerancia y el fanatismo por parte de todos sus .creyentes., al hacer que un método social se transforme en un credo religioso que trata de traidores o delincuentes a todos los que no pertenecen a él. Cuando se ha llegado a esta situación, la habilidad para comprender las

convicciones y los actos de los .infieles. se desvanece por completo. Estoy seguro de que todos ustedes habrán aprendido a través de la historia cuánto sufrimiento innecesario han ocasionado a la humanidad ese tipo de rígidas creencias. Todo Gobierno es malo en sí mismo, en la medida en que lleva en su seno la tendencia a convertirse en una tiranía. Sin embargo, con la excepción de un pequeño número de anarquistas, estamos todos convencidos de que la sociedad civilizada no puede existir sin un gobierno. En un país saludable existe un cierto equilibrio dinámico entre la voluntad del pueblo y el gobierno, lo cual evita que éste degenere en tiranía. Es evidente que el peligro de ese deterioro es más agudo en un país en el que el gobierno tiene autoridad no sólo sobre las fuerzas armadas sino también sobre todos los canales de la educación y de la información, así como sobre la existencia económica de cada uno de sus ciudadanos. Digo esto sólo para indicar que el socialismo como tal no puede ser considerado la solución de todos los problemas, sino el mero marco dentro del cual tal solución será posible. Lo que más me ha sorprendido en la actitud general de ustedes, expresada en su carta, es lo siguiente: ustedes son apasionadísimos enemigos de la anarquía en el ámbito económico y, al mismo tiempo, apasionados defensores de la anarquíapor ejemplo, una soberanía ilimitada-en el ámbito de la política internacional. La propuesta de restringir la soberanía de los Estados individuales les parece reprensible en sí misma, como si se tratara de un tipo de violación de un derecho natural. Además, tratan de demostrar que detrás de la idea de restringir la soberanía, los Estados Unidos ocultan su intención de dominar y explotar económicamente al resto del mundo sin necesidad de ir a una guerra. Ustedes intentan justificar esa aseveración analizando a su manera las acciones individuales de este gobierno desde el fin de la última guerra. Y quieren demostrar que la Asamblea de las Naciones Unidas es un simple espectáculo de títeres controlado por los Estados Unidos y, por consiguiente, por los capitalistas americanos. Estos argumentos me parecen un tanto mitológicos: no son convincentes. No obstante, a partir de ellos se hace evidente el profundo enajenamiento que divide a los intelectuales de nuestros dos países, resultado de un lamentable y artificial aislamiento mutuo. Si debe posibilitarse y profundizarse un intercambio personal y libre de puntos de vista, los intelectuales-quizá más que nadie-podrían contribuir a la creación de una atmósfera de mutua comprensión entre las dos naciones y sus problemas. Esta atmósfera constituye un requisito previo y necesario para un fructífero desarrollo de la cooperación política. Sin embargo, y toda vez que de momento dependemos del engorroso método de las "cartas abiertas" quiero señalar en forma breve mi reacción ante los argumentos de ustedes. Nadie querrá negar que la Influencia de la oligarquía económica sobre todos los campos de nuestra vida pública es muy poderosa. Pero esta Influencia no debe ser sobreestimada. Franklin Delano Roosevelt fue elegido presidente a pesar de la desesperada oposición de estos poderosísimos grupos y fue reelegido tres veces, y eso ocurrió en una época en la que debían tomarse decisiones

de importantes consecuencias. En cuanto a los planes del gobierno americano desde el fin de la guerra, no quiero ni soy capaz ni me siento en condiciones de justificarlos o explicarlos. Con todo, no se puede negar que las sugerencias del gobierno americano con respecto a las armas atómicas han representado, al menos, un intento de crear una organización supranacional de seguridad. Si no resultaron aceptables, cuando menos han servido de base de discusión para lograr que realmente se solucionaran los problemas de la seguridad internacional. Y por cierto que la actitud del gobierno soviético, en parte negativa y en parte dilatoria, ha dificultado a la gente bien intencionada de este país el uso de su influencia política en la medida en que lo hubiera deseado y la posibilidad de oponerse a los "mercaderes de la guerra"; En cuanto a la influencia de los Estados Unidos sobre la Asamblea de las Naciones Unidas, quiero expresar que, en mi opinión, no sólo surge del poderío económico y militar de los Estados Unidos sino también de los esfuerzos de los Estados Unidos y las Naciones Unidas para avanzar hacia una genuina solución del problema de la seguridad. En lo que se refiere al controvertido poder de veto, creo que los esfuerzos realizados para eliminarlo o neutralizarlo tienen su causa primera en el uso abusivo que se hace de ese poder y no en las intenciones concretas de los Estados Unidos. Consideremos ahora la sugerencia de ustedes con respecto a que la política de los Estados Unidos intenta obtener la dominación económica y la explotación de otras naciones. Constituye una empresa precaria decir algo veraz acerca de los fines y las intenciones. Será mejor que examinemos los factores objetivos de este caso. Los Estados Unidos tienen la fortuna de producir en su propia tierra todos los productos industriales importantes y todos los comestibles, en cantidad suficiente. El país también posee toda clase de materias primas, o al menos las más importantes. A causa de la firme creencia en la "libre empresa", no puede mantenerse el nivel adquisitivo del pueblo en equilibrio con la capacidad productiva del país. Y por esta causa, existe el constante peligro de que el paro alcance dimensiones amenazadoras. En vista de estas circunstancias, los Estados Unidos se ven obligados a aumentar su comercio exterior. Sin él, la nación no podría mantener totalmente aprovechada su maquinaria productiva. Esta situación no sería dañina si las exportaciones estuvieran compensadas por importaciones del mismo valor aproximado. La explotación de las naciones extranjeras consistiría, pues, en que el valor en términos de trabajo de las importaciones excedería en mucho el de las exportaciones. Sin embargo, se realizan toda clase de esfuerzos para impedirlo, pues casi cada importación deja parada una parte de la maquinaria productiva. Por esta razón los países extranjeros no están en condiciones de pagar las mercancías que exportan los Estados Unidos, porque esos pagos, a largo plazo, sólo podrían hacerse a través de importaciones. Así se explica el origen de una gran cantidad del oro que ha llegado a los Estados Unidos. En su totalidad, este oro no puede ser utilizado sino para la adquisición de mercancía extranjera, cosa que, por la razón ya señalada, no es posible. ¡Allí está

ese oro, bien protegido de los ladrones, un verdadero monumento a la sabiduría del Gobierno y a la ciencia de la economía! Las razones que acabo de señalar me hacen difícil tomar en serio la pretendida explotación del mundo que se atribuye a los Estados Unidos. No obstante, la situación descrita tiene una faceta política comprometida. Por las causas indicadas, los Estados Unidos se ven obligados a enviar parte de su producción hacia países extranjeros. Estas exportaciones son financiadas a través de préstamos que los Estados Unidos ofrecen a los países extranjeros. Sin duda es difícil imaginar cómo serán devueltos esos préstamos. Por lo tanto, en la práctica, esos préstamos han de ser considerados regalos que podrán utilizarse como armas en la arena política. En vista de las condiciones existentes y de las características generales de los seres humanos, debo admitir con franqueza que esto representa un verdadero peligro. Sin embargo, ¿no es verdad que hemos ido a dar a unas relaciones internacionales en las que toda invención de nuestras mentes y todo bien material se puede convertir en un arma y, en consecuencia, en un peligro para la humanidad? Esta pregunta nos conduce al más importante de los temas, en comparación con el cual cualquier otra cosa resulta insignificante. Todos sabemos que la confrontación entre potencias, más tarde o más temprano, necesariamente conduce a la guerra y que esa guerra, dadas las actuales circunstancias, significaría una destrucción en masa de seres humanos y bienes materiales, cuyas dimensiones serían mucho, mucho mayores que las de cualquier otro conflicto bélico que se haya producido antes.¿Es realmente inevitable que, a causa de nuestras pasiones y nuestras costumbres heredadas, estemos condenados a aniquilarnos los unos a los otros, sin que haya posibilidad de que quede algo digno de ser conservado? ¿No es verdad que todas las controversias y diferencias de opinión que hemos tratado en nuestro curioso intercambio de cartas son insignificantes pequeñeces, comparadas con el peligro ante el cual nos hallamos? ¿No hemos de intentar cualquier cosa que esté a nuestro alcance para eliminar el peligro que amenaza a todas las naciones por igual?Si nos aferramos al concepto y a la práctica de la soberanía ilimitada de las naciones, el resultado será que cada nación se reservará el derecho de lograr sus objetivos a través de la guerra. En tales circunstancias, cada país debe estar preparado para esa eventualidad; esto significa que intentará por todos los medios ser superior a cualquier otra nación. Tal objetivo dominará en forma progresiva toda nuestra vida pública y envenenará a nuestra juventud, mucho antes de que la propia catástrofe se desencadene sobre nosotros. No debemos tolerar todo esto, mientras podamos mantener una pizca de capacidad de razonamiento y de sentimientos humanos.Sólo esto está en mi mente cuando apoyo la idea de un .gobierno mundial., sin cálculo alguno acerca de lo que otras personas puedan maquinar cuando trabajan para el mismo objetivo. Defiendo la idea de un gobierno mundial porque estoy convencido de que no hay otro camino para eliminar el más terrible de los peligros en que el hombre se ha visto comprometido. Antes que ningún otro, el objetivo de evitar la destrucción total tiene que tener prioridad. Estoy seguro de que ustedes comprenderán que esta carta

ha sido escrita con toda la seriedad y la honestidad de que soy capaz; confío en que la aceptarán con el mismo espíritu. AL RECIBIR UN PREMIO MUNDIAL De un discurso en el Carnegie Hall, 27 de abril de 1948. Publicado en Out of My Later Years, New York, Philosophical Library, 1950. Me siento profundamente conmovido por el honor que ustedes han querido conferirme. En el curso de mi larga vida he recibido de los hombres más reconocimientos de los que merezco y debo confesar que mi sensación de vergüenza siempre ha superado el placer consiguiente. Pero nunca, en ninguna ocasión previa, mi dolor ha sido tanto más hondo que el placer. Todos los que nos preocupamos por la causa de la paz y del triunfo de la razón y la justicia tenemos hoy muy claro lo ínfima que es la Influencia que la razón y la buena voluntad ejercen sobre los acontecimientos políticos. Sin embargo, aunque esto es así, y sea lo que fuere lo que el destino nos depara, podemos estar seguros que, sin los incansables esfuerzos de quienes se preocupan por el bienestar de la humanidad en su conjunto, la situación del hombre sería peor que la actual.En este tiempo de graves decisiones, lo que debemos decir a nuestros conciudadanos parece ser, por encima de todo, lo siguiente: cuando en la vida política se impone la creencia en la omnipotencia de la fuerza física, esta fuerza adquiere vida propia y se muestra más poderosa que los hombres que pretenden utilizarla como instrumento. La propuesta militarización del país no sólo nos amenaza con una guerra inmediata, sino que, además, destruirá lenta pero inexorablemente nuestro espíritu democrático y la dignidad de la persona humana. Aseverar que las circunstancias exteriores nos obligan a armarnos es erróneo y debemos oponernos a ello con todas nuestras fuerzas. En rigor, nuestro rearme, debido a la reacción de otros países, nos conducirá precisamente a la situación sobre la que los defensores del rearme basan sus propuestas.Hay un único camino hacia la paz y la seguridad: el camino de la organización supranacional. El rearme unilateral de un país sólo hará que aumente la incertidumbre y la confusión general, sin llegar a proporcionar una protección efectiva. UN MENSAJE A LOS INTELECTUALES Tomado del mensaje al Congreso de los Intelectuales para la Paz, celebrado en Wroclav; el mensaje no fue nunca leído, pero la prensa lo publicó el 29 de agosto de 1948. En nuestro carácter de intelectuales e investigadores de distintas nacionalidades, hoy nos hallamos enfrentados con una profunda e histórica responsabilidad. Existen motivos que nos obligan a estar agradecidos a nuestros colegas franceses y polacos, cuya iniciativa nos ha reunido aquí con un objetivo trascendental: utilizar la Influencia de los hombres sensatos para promover la paz y la seguridad en todo el mundo. Este es el ancestral problema con el que Platón-uno de los primeros-luchó con empeño: aplicar la razón y la prudencia para lograr la solución de los

problemas del hombre, en lugar de acudir a los instintos atávicos y a las pasiones. A través de una penosa experiencia, hemos aprendido que el pensamiento racional no basta para resolver los problemas de nuestra vida social. La investigación y el trabajo científico serio han tenido a menudo trágicas proyecciones sobre la humanidad, produciendo, por una parte, los inventos que liberaban al hombre de un trabajo físico agotador y hacían que la vida fuera más rica y más fácil mientras, por otra parte, introducían una grave inquietud en la vida humana, haciendo al hombre esclavo de su entorno tecnológico yaún más catastrófico-creando los medios para su destrucción masiva. Sin duda estamos ante una tragedia de terrible alcance. Por muy triste que sea este hecho, es quizá más trágico aún que, mientras la humanidad ha producido muchos investigadores de talla en el campo de la ciencia y la tecnología, desde hace largo tiempo no hemos sido capaces de hallar soluciones adecuadas para los innumerables conflictos políticos y tensiones económicas que nos abruman. Por cierto que el antagonismo de intereses económicos dentro y entre las naciones es en gran medida el responsable de la situación peligrosa y amenazante que vive el mundo de nuestros días. El hombre no ha sido capaz de desarrollar unas formas de organización política y económica que puedan garantizar la coexistencia pacífica de las naciones del mundo. No ha sido capaz de edificar un sistema que elimine la posibilidad de la guerra y que rechace para siempre los criminales instrumentos de destrucción masiva. Sumergidos como nos hallamos en el trágico destino que nos ha llevado a colaborar en la elaboración de métodos de aniquilación más horribles y más eficaces cada vez, los científicos debemos considerar que nuestro solemne y trascendental deber es hacer todo lo que esté en nuestras manos para impedir que esas armas sean utilizadas con la brutal finalidad para la que han sido inventadas. ¿Qué otra tarea podría ser más importante para nosotros? ¿Qué objetivo social podría resultarnos más querido? Por todas estas circunstancias este Congreso tiene ante sí una misión vital. Estamos aquí para brindarnos consejo mutuamente. Debemos construir puentes espirituales y científicos que sirvan de enlace entre las naciones del mundo. Debemos superar los horribles obstáculos de las fronteras nacionales. Dentro de las entidades menores de la vida comunitaria, el hombre ha hecho algunos progresos en el camino de acabar con las soberanías anti-sociales. Esto es verdad en cuanto a la vida dentro de las ciudades y, hasta cierto punto, también de la sociedad dentro de los estados individuales. En esas comunidades la tradición y la educación han tenido una Influencia moderadora y han contribuido al surgimiento de relaciones de tolerancia entre los pueblos que viven dentro de esos confines. Pero en las relaciones entre estados independientes aún se impone una anarquía total. No creo que durante los últimos mil años hayamos logrado algún avance verdadero en este campo. Los conflictos entre las naciones todavía se resuelven, con excesiva frecuencia, por medio del poder brutal, por medio de la guerra. El deseo ilimitado de un poderío siempre mayor se ha convertido en un elemento activo y agresivo

cada vez que se ha presentado la posibilidad física de que así sea. A través de los siglos, este estado de anarquía en los asuntos internacionales ha ocasionado sufrimientos y destrozas indescriptibles; una y otra vez ha impedido el desarrollo de los hombres, de sus espíritus y de su bienestar. En ciertas ocasiones ha llegado el aniquilamiento casi total de países enteros. Por otra parte, las naciones abrigan el deseo de estar constantemente preparadas para la guerra y esto añade nuevas repercusiones sobre la vida de los hombres. El poder de cada estado sobre sus ciudadanos ha crecido sin pausa durante los últimos siglos, tanto en los países en los que el poder estatal se ha ejercido con sensatez como en aquellos en que se ha utilizado para una tiranización brutal de la ciudadanía. La función estatal de mantener relaciones pacíficas y ordenadas entre los ciudadanos se ha convertido en un proceso cada vez más complejo, a causa de la concentración y centralización del moderno aparato industrial. Con el fin de proteger a sus ciudadanos de ataques externos, el Estado moderno necesita unos ejércitos cada vez más poderosos. Además el Estado estima imprescindible educar a sus ciudadanos para la posibilidad de una guerra: una "educación" que no sólo corrompe el alma y el espíritu de los jóvenes, sino que también electa la mentalidad de los adultos. Ningún país puede evitar esta corrupción, que infecta a la ciudadanía aún en países en los que no se profesan abiertas tendencias agresivas. Así, el Estado se ha convertido en un ídolo moderno a cuyo poder de sugestión sólo pueden escapar unos pocos hombres. La educación para la guerra, por cierto, es un engaño. El desarrollo tecnológico de los últimos años ha creado una situación militar completamente nueva. Se han inventado horribles armas, capaces de destruir en unos pocos segundos importantes masas de seres humanos y enormes áreas de territorio. Habida cuenta de que la ciencia no ha hallado todavía una protección adecuada, el Estado moderno ya no está en condiciones de brindar la seguridad necesaria a sus ciudadanos. ¿Cómo nos salvaremos, pues? La humanidad sólo estará protegida del riesgo de una destrucción inimaginable y de una desenfrenada aniquilación, si un organismo supranacional tiene el poder de producir o poseer esas armas. Sin embargo, no cabe pensar que en las presentes circunstancias las naciones otorgarán dicho poder a un organismo supranacional, a menos que éste detente el derecho legal y el deber de resolver todos los conflictos que, en el pasado, han dado origen a la guerra. Las funciones de los Estados individuales quedarán limitadas a sus asuntos internos, poco más o menos; en sus relaciones con los otros Estados sólo entenderán de proyectos y problemas que de ninguna manera puedan conducir a crear situaciones de peligro para la seguridad internacional. Por desdicha no hay señales de que los gobiernos hayan llegado a comprender que la situación en la que se halla la humanidad hace que la adopción de medidas revolucionarias sea una apremiante necesidad. Nuestra situación no se puede comparar con ninguna otra del pasado. Por ende, es imposible aplicar métodos y medidas que en otro tiempo puedan haber sido eficaces. Debemos

revolucionar nuestro pensamiento, revolucionar nuestras acciones y hemos de tener el valor de revolucionar las relaciones entre los países del mundo. Los tópicos de ayer no tienen validez hoy y, sin dada, estarán irremisiblemente fuera de lugar mañana. Llevar esta convicción a todos los hombres del mundo es la más importante y significativa tarea que los intelectuales hayan tenido jamás que apoyar. 1Tendrán el valor necesario para superar, hasta donde sea preciso, los vínculos nacionalistas con el fin de inducir a los pueblos del mundo a cambiar sus arraigadas tradiciones nacionales de la manera más radical posible? Es indispensable realizar un tremendo esfuerzo. Si ahora fracasa, la organización supranacional será construida más adelante, pero entonces se alzará sobre las ruinas de una gran parte del mundo hoy existente. Alberguemos la esperanza de que la abolición de la actual anarquía internacional no deba pagarse con una catástrofe mundial, cuyes dimensiones tal vez nadie pueda imaginar. El tiempo es terriblemente breve. Si queremos hacer algo debe ser ahora. ¿POR QUÉ EL SOCIALISMO? De Monthly Review, Nueva York, mayo de 1948. ¿Es aconsejable que una persona inexperta en temas económicos y sociales exprese sus puntos de vista acerca del socialismo? Por muchas razones creo que lo es. En primer término, consideremos el problema desde el punto de vista del conocimiento científico. Podría parecer que no existieran diferencias metodológicas esenciales entre la astronomía y la economía: en ambos campos los científicos tratan de descubrir leyes de validez general por las que se puedan comprender las conexiones que existen dentro de un determinado grupo de fenómenos. Pero en realidad existen diferencias metodológicas. En el campo de la economía el descubrimiento de unas leyes generales está dificultado por el hecho de que los fenómenos económicos observados están a menudo bajo la Influencia de muchos factores que resulta complejo evaluar por separado. Además, la experiencia acumulada desde el comienzo del llamado período civilizado de la historia humana se ha visto Influenciada y limitada-como es bien sabido-por causas que no pueden definirse como exclusivamente económicas en su naturaleza. Por ejemplo: la mayoría de los estados más importantes de la historia debieron su existencia a un proceso de conquista. Los pueblos conquistadores se constituyeron a sí mismos, legal y económicamente, como una clase privilegiada dentro del país conquistado. Se apropiaron del monopolio de las tierras y establecieron un clero salido de sus propias filas. Los sacerdotes, dueños del control de la educación, hicieron que la división de clases sociales se convirtiera en una institución permanente y crearon un sistema de valores que en adelante, y de manera hasta cierto punto inconsciente, delimitó el comportamiento social del pueblo. Pero la tradición histórica data, por así decirlo, de ayer; en ningún momento hemos superado de verdad lo que Thorstein Veblen ha llamado la "fase depredadora" del desarrollo humano. Los hechos económicos observables pertenecen a esa fase y las leyes que podamos deducir de

ellos no son aplicables a otras fases. Dado que el verdadero objetivo del socialismo es, precisamente, superar y avanzar más allá de la fase depredadora del desarrollo humano, la ciencia de la economía, en su estado actual, puede arrojar muy poca luz sobre la sociedad socialista del futuro. En segundo término, el socialismo se encamina hacia un fin social y ético. La ciencia, a su vez, no puede crear fines y, mucho menos, inculcarlos en los seres humanos. A lo sumo la ciencia puede aportar los medios por los cuales se pueda acceder a ciertos fines. Pero los fines en sí mismos son concebidos por personalidades poseedoras de ideales éticos encumbrados y-si esos fines no son endebles sino vitales y vigorosos-son adoptados y servidos por la masas de seres humanos que, de manera semi-inconsciente, determinan la lenta evolución de la sociedad. Por estas razones tendremos que guardarnos muy bien de otorgar excesiva validez a la ciencia y a los métodos científicos cuando están en juego problemas humanos. Y no habrá que suponer que los expertos son los únicos que tienen derecho a expresar sus criterios sobre problemas que afectan a la organización de la sociedad. Muchas son las voces que desde hace cierto tiempo se alzan para decir que la sociedad humana atraviesa una crisis, que su estabilidad está seriamente quebrantada. Una característica de esta situación es que los individuos se sienten indiferentes y aun hostiles ante el grupo al que pertenecen, por grande o pequeño que sea. A fin de ilustrar este concepto, quiero traer a colación una experiencia personal. Hace poco tiempo, discutía yo con un hombre inteligente y bien dispuesto la amenaza de una nueva guerra, que en mi opinión pondría en serio peligro la existencia de la humanidad. Al respecto, señalé que sólo una organización supranacional podría ofrecer una protección adecuada ante ese peligro. Después de escucharme, mi visitante, con toda calma y frialdad, me dijo: "¿por qué se opone usted con tanto empeño a la desaparición de la raza humana?". Estoy seguro de que hace un siglo nadie hubiera formulado con tal ligereza una pregunta así. En ella está implícito el juicio de un hombre que ha luchado en vano para lograr un equilibrio dentro de sí mismo y, poco más o menos, ha perdido toda esperanza de lograrlo. Se trata de la expresión del duro aislamiento y soledad que acosan a mucha gente en estos dios. ¿Cuál es la causa? ¿Hay alguna vía de escape? Es fácil plantear estas preguntas, pero muy difícil responder a ellas con cierta seguridad. No obstante, en la medida de mis posibilidades, debo tratar de hacerlo, aún cuando soy muy consciente de que nuestros sentimientos y nuestra lucha son a menudo contradictorios y oscuros y de que no pueden ser expresados mediante fórmulas sencillas y fáciles. A un mismo tiempo, el hombre es una criatura solitaria y social. Como ser solitario trata de proteger su propia existencia y la de aquellos que están más cercanos a él intenta satisfacer sus deseos personales y desarrollar sus habilidades innatas. Como ser social busca el reconocimiento y el afecto de sus congéneres, quiere compartir sus placeres, confortar a los demás en sus penurias y mejorar las condiciones de vida de los otros. Sólo la existencia de estos esfuerzas diversos, y a menudo

contradictorios, da razón del carácter especial de un hambre, y la forma concreta de esos intentos determina el punto hasta el cual un individuo puede lograr su equilibrio interior y la medida en que será capaz de contribuir al bienestar de la sociedad. Es muy posible que la fuerza relativa de esos dos impulsos esté, en lo primordial, fijada por la herencia. Pero la personalidad que, por último, ha de imponerse está formada, en su mayor parte, por el entorno en el que el hombre se ha encontrado en el momento de su desarrollo, por las estructuras de la sociedad en la que se desenvuelve, por las tradiciones de esa sociedad y por su valoración de unos tipos particulares de comportamiento. Para el ser humano individual, el concepto abstracto de .sociedad. significa la suma total de sus relaciones directas e indirectas con sus contemporáneos y con todos los integrantes de las generaciones anteriores. El individuo está en condiciones de pensar, sentir, luchar y trabajar por si mismo; pero, en su existencia física, intelectual y emocional, depende tanto de la sociedad que es imposible pensar en él o comprenderle fuera del marco de aquélla. La "sociedad" abastece al hombre de su comida, su vestido, un hogar, las herramientas de trabajo, el lenguaje, las formas de pensamiento y la mayor parte de los contenidos del pensamiento; la vida del hombre es posible a través del trabajo y de los logros de muchos millones de personas del pasado y del presente, ocultas en la simple palabra "sociedad". Por lo tanto, resulta evidente que la dependencia del individuo ante la sociedad es un hecho de la naturaleza que no puede ser abolido, tal como en el caso de las hormigas y de las abejas. Sin embargo, en tanto que todo el proceso vital de las hormigas y de las abejas está determinado, hasta en sus mínimos detalles, por rígidos instintos hereditarios, la estructura social y las interrelaciones de los seres humanos son muy variables y susceptibles de cambio. La memoria, la capacidad de hacer nuevas combinaciones, el don de la comunicación oral han abierto, entre los seres humanos, la posibilidad de ciertos desarrollos que no están dictados por necesidades biológicas. Estos desarrollos se manifiestan a través de las tradiciones, las instituciones y las organizaciones, en la literatura, en la ciencia y en los logros de la ingeniería, en las obras de arte. Esto explica que, en cierto sentido, el hombre sea capaz de influir en su vida a través de su propia conducta y que jueguen un papel en este proceso el pensamiento y el deseo conscientes. En el momento de nacer, a través de la herencia, el hombre adquiere una constitución biológica que podemos considerar fija e inalterable, en la que están incluidos los impulsos naturales que son característicos de la especie humana. Junto a esto, a lo largo de su vida, el ser humano adquiere una constitución cultural que obtiene de la sociedad mediante la comunicación y muchos otros tipos de influencias. Con el correr del tiempo, esta constitución cultural está sujeta a cambio y determina, en amplia medida, la relación entre individuo y sociedad. A través de la investigación comparativa de las llamadas culturas primitivas, la antropología moderna nos ha enseñado que el comportamiento social de los seres humanos puede diferenciarse profundamente, de acuerdo con los esquemas culturales y los tipos de organización que predominen en la

sociedad. En esto han fijado sus esperanzas quienes luchan para mejorar el destino del hombre: los seres humanos no están condenados por su constitución biológica a aniquilarse los unos a los otros ni a ser presa de un hado cruel fabricado por ellos mismos. Si nos preguntamos cómo se puede cambiar la estructura de la sociedad y la actitud cultural del hombre para hacer que la vida humana sea lo más satisfactoria posible, tendremos que tener en cuenta en todo momento que existen ciertas condiciones que somos incapaces de modificar. Como ya hemos visto, la naturaleza biológica del hombre, en un sentido práctico, no está sujeta a cambio. Además, los desarrollos tecnológicos y demográficos de los últimos siglos han creado condiciones que perdurarán. En núcleos de población relativamente densos, en los cuales los bienes de consumo son indispensables para una existencia continuada, se hace por completo necesaria una total división del trabajo y un aparato productivo centralizado por entero. Aunque al mirar hacia atrás parezca tan idílico, ha desaparecido para siempre el tiempo en el que los individuos o unos grupos pequeños podían aspirar al auto-abastecimiento completo. Apenas si se exagerará al decir que la humanidad constituye hoy una comunidad planetaria de producción y consumo. En este punto de mi exposición, debo indicar, en forma breve, lo que para mí constituye la esencia de la crisis de nuestro tiempo. La cuestión reside en la relación entre el individuo y la sociedad. El individuo ha tomado conciencia, más que nunca, de su situación de dependencia ante la sociedad. Pero no considera que esa dependencia sea un hecho positivo, un nexo orgánico, una fuerza protectora, sino que la ve como una amenaza a sus derechos naturales e incluso a su existencia económica. Por otra parte, su posición dentro de la sociedad hace que sus impulsos egoístas se vayan acentuando de manera constante, mientras que sus impulsos sociales-que son más débiles por naturaleza-se vayan deteriorando progresivamente. Sea cual fuere su posición en la sociedad, todos los seres humanos sufren este proceso de deterioro. Prisioneros de su propio egoísmo sin saberlo, se sienten inseguros, solitarios y despojados del goce ingenuo, simple y directo de la vida. El hombre ha de hallar el significado de su vida -por estrecho y peligroso que sea-sólo a través de una entrega de sí mismo a la sociedad. La anarquía económica de la sociedad capitalista tal como existe hoy es, en mi opinión, la verdadera fuente de todos los males. Vemos alzarse ante nosotros una inmensa comunidad de productores, cuyos miembros luchan sin pesar para despojarse unos a otros de los frutos del trabajo colectivo, no ya por la fuerza, sino con el apoyo total de unas reglas legalmente establecidas. En este plano, es importante comprender que los medios de producción (es decir, toda la capacidad productiva que se necesita para producir tanto bienes de consumo como bienes de inversión) pueden ser, en forma legal-y de hecho en su mayoría lo son-, de propiedad privada de ciertos individuos. En bien de la simplicidad, en la exposición que sigue utilizaré el vocablo "trabajador" para designar a quienes no comparten la propiedad de los medios de producción, aunque esto no corresponda con el uso habitual del término.

El propietario de los medios de producción está en condiciones de comprar la capacidad laboral del trabajador. Mediante el uso de los medios de producción, el trabajador produce nuevos bienes que se convierten en propiedad del capitalista. El punto esencial de este proceso es la relación existente entre lo que el trabajador produce y lo que recibe como paga, ambos elementos medidos en términos de su valor real. En la medida en que el contrato laboral es "libre", lo que el trabajador recibe está determinado no por el valor real de los bienes que produce, sino por sus necesidades mínimas y por la cantidad de mano de obra solicitada por el sistema en relación con el número de trabajadores que compiten por un puesto de trabajo. Es importante comprender que, incluso en teoría, la paga del trabajador no está determinada por el valor de su producto. El capital privado tiende a concentrarse en unas pocas manos, en parte a causa de la competencia entre los capitalistas y en parte a causa del desarrollo tecnológico y de la creciente división de la clase obrera, hechos que determinan la formación de unidades mayores de producción, en detrimento de las unidades menores. El resultado es una oligarquía del capital privado, cuyo enorme poder no puede ser eficazmente controlado ni siquiera por una sociedad política organizada según principios democráticos. Esto es así porque los miembros de los cuerpos legislativos son seleccionados por los partidos políticos, que reciben fuertes influencias y amplia financiación de los capitales privados que, en la práctica, separan al electorado de la legislatura. La consecuencia es que los representantes del pueblo no protegen con la debida eficacia y en la medida suficiente los intereses de los sectores menos privilegiados de la población. En las circunstancias actuales, además, los capitales privados controlan, inevitablemente, en forma directa o indirecta, las principales fuentes de información (prensa, radio, educación). De modo que es muy difícil, e incluso en la mayoría de casos casi imposible, que el ciudadano llegue a conclusiones objetivas y pueda hacer un uso inteligente de sus derechos políticos. La situación predominante en una economía basada en la propiedad privada del capital se caracteriza por dos principios básicos: primero, los medios de producción (el capital) son propiedad privada y sus propietarios disponen de ellos como juzguen conveniente; segundo, el contrato laboral es libre. Desde luego que no existe una sociedad capitalista para, en este sentido. En particular, notemos que los trabajadores, mediante largas y acerbas luchas politices, han logrado obtener una, cierta mejora del .contrato laboral libre. para ciertas categorías de trabajadores. Pero considerada en su conjunto, la economía del presente no difiere demasiado del capitalismo "puro". El objetivo de la producción es el beneficio, no su consumo. No se prevé que todos aquellos que sean capaces de trabajar y quieran hacerlo tengan siempre la posibilidad de conseguir un empleo; casi siempre existe, en cambio, un "ejército de parados". El trabajador se ve acosado por el temor constante de perder su plaza. Dado que los trabajadores sin trabajo y mal pagados no dan lugar a un mercado lucrativo, la producción de bienes de consumo se reduce con sus duras consecuencias. El progreso

tecnológico a menudo desencadena mayor proporción de paro, en lugar de aliviar la carga laboral para todos. El interés por el lucro, conjugado con la competencia entre los capitalistas, es responsable de la inestabilidad del ritmo de acumulación y utilización del capital, que conduce a severas y crecientes depresiones. La competencia ilimitada conduce a un derroche de trabajo y a amputar la conciencia social de los individuos, fenómeno del que ya he hablado antes. Creo que el peor daño que ocasiona el capitalismo es el deterioro de los individuos. Todo nuestro sistema educativo se ve perjudicado por ello. Se inculca en los estudiantes una actitud competitiva exagerada; se los entrena en el culto al éxito adquisitivo como preparación para su futura carrera. Estoy convencido de que existe un único camino para eliminar estos graves males, que pasa por el establecimiento de una economía socialista, acompañada por un sistema educativo que esté orientado hacia objetivos sociales. Dentro de ese sistema económico, los medios de producción serán propiedad del grupo social y se utilizarán según un plan. Una economía planificada que regule la producción de acuerdo con las necesidades de la comunidad, distribuirá el trabajo que deba realizarse entre todos aquellos capaces de ejecutarlo y garantizará la subsistencia a toda persona, ya sea hombre, mujer o niño. La educación de los individuos, además de promover sus propias habilidades innatas, tratará de desarrollar en ellos un sentido de responsabilidad ante sus congéneres, en lugar de preconizar la glorificación del poder y del éxito, como ocurre en nuestra actual sociedad. De todas maneras, hay que recordar que una economía planificada no es todavía el socialismo. Una economía planificada podría ir unida a la esclavización completa de la persona. La realización del socialismo exige resolver unos problemas socio-políticos de gran dificultad: dada la centralización fundamental del poder político y económico ¿cómo se podrá impedir que la burocracia se convierta en una entidad omnipotente y arrogante? ¿Cómo se pueden proteger los derechos del individuo para así asegurar un contrapeso democrático que equilibre el poder de la burocracia? SEGURIDAD NACIONAL Contribución al programa de televisión de la señora Eleanor Roosevelt, dedicado a las repercusiones de la bomba H; 13 de febrero de 1950. Le agradezco, señora Roosevelt, la oportunidad que me brinda para expresar mis convicciones acerca de este importantísimo problema político. La idea de lograr la seguridad del país a base de armarse, en el presente estado de la técnica militar, no es más que una ilusión desastrosa. Por parte de los Estados Unidos, esta ilusión se ha exagerado aún más porque este país ha sido el primero en producir la bomba atómica, imponiéndose la creencia de que era posible obtener una decisiva superioridad militar y con ello intimidar a cualquier enemigo potencial y lograr la seguridad que tan ardientemente deseamos. El axioma que hemos seguido durante estos últimos cinco años ha sido: seguridad por la superioridad militar, sea cual fuere el

coste. Esta actitud psicológica tiene sus inevitables consecuencias. Cada una de las decisiones en el campo de la política exterior está gobernada por un único punto de vista: ¿cómo debemos actuar para obtener la máxima superioridad sobre nuestros enemigos, en el caso de una guerra? Estableciendo bases militares en todos los puntos estratégicos importantes de la tierra; armando y desarrollando el poder económico de los aliados potenciales; dentro del país, concentrando un tremendo poder financiero en manos de los militares, militarizando la juventud, supervisando estrictamente la lealtad de los ciudadanos y en particular de los funcionarios por medio de una fuerza policial más conspicua cada día, intimidando a aquellos que sostienen un pensamiento político independiente, adoctrinando sutilmente al público a través de la radio, la prensa y la escuela. Y también aumentando las restricciones en el ámbito de la información pública, bajo la presión del secreto militar. La carrera armamentista entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, originalmente de ámbito preventivo, adquiere caracteres de histeria. Ambas partes se han lanzado, con el máximo secreto, al perfeccionamiento de los medios masivos de destrucción con un prisa febril. En el horizonte ha surgido la bomba de hidrógeno como un objetivo alcanzable. Su acelerado desarrollo ha sido proclamado solemnemente por el primer mandatario. De lograrse, el envenenamiento radiactivo de la atmósfera y la consiguiente destrucción de todo rastro de vida sobre la Tierra se habrá puesto a nuestro alcance. El carácter fantasmal de este desarrollo se manifiesta en su curso compulsivo. Cada paso parece ser la inevitable consecuencia del precedente. A1 final, cada vez con más claridad, nos aguarda la aniquilación general. ¿Existe un camino para salir de este atolladero creado por el propio hombre? Todos nosotros, y en especial los que son responsables de la actitud de los Estados Unidos y de la Unión Soviética, debemos comprender que quizás hayamos vencido a un enemigo exterior, pero hemos sido incapaces de desembarazarnos de la mentalidad creada por la guerra. Es imposible lograr la paz mientras cada uno de nuestros actos se ejecuta con miras a un posible conflicto bélico futuro. Toda acción política tendría que regirse con vistas a esta pregunta: ¿qué podemos hacer en bien de una coexistencia pacífica e incluso de una cooperación leal entre las naciones? El primer problema es desechar los miedos y las desconfianzas mutuas. Habrá que hacer una solemne renuncia a la violencia (no sólo a los medios de destrucción masiva). Esta renuncia, sin embargo, sólo será eficaz si al mismo tiempo un organismo supranacional, judicial y ejecutivo, queda constituido e investido del poder de decidir en problemas que conciernan a la seguridad de las naciones. Incluso una declaración en que las naciones se comprometan a colaborar con lealtad en la realización de un "gobierno mundial restringido" podría reducir considerablemente el riesgo de una guerra. En último análisis, toda clase de cooperación pacífica entre los hombres está basada, en principio, sobre la mutua confianza y sólo en segundo lugar en instituciones tales como los tribunales de justicia y la policía. Esto es válido para las naciones tanto como para los individuos. Y la base

de la confianza es la lealtad. ¿Qué pasa con el control internacional? Puede ser útil de forma complementaria. Pero sería prudente no estimar en exceso su importancia. El ejemplo de la Ley seca debería darnos que pensar. LA BÚSQUEDA DE LA PAZ Entrevista radiada, del 16 de junio de 1950, grabada en el estudio de Einstein, en su casa de Princeton, New Jersey. Pregunta: ¿Es una exageración decir que el destino del mundo pende de un hilo? Respuesta: No, no lo es. El destino de la humanidad siempre está pendiente de un hilo... pero ahora es más cierto que en ninguna otra época anterior. P.: ¿Cómo podríamos hacer para que la gente comprenda la dificultad del momento presente? R.: Creo que puede darse respuesta a esta pregunta. No se hallará ningún remedio mientras se continúe con los preparativos para la guerra. En cambio, habrá que partir de la convicción de que un desastre militar sólo puede evitarse mediante pacientes negociaciones y a través de la creación de una base legal para la solución de los problemas internacionales, que esté apoyada en un organismo ejecutivo con poder propio: en pocas palabras, en una especie de gobierno mundial. P.: ¿La carrera armamentista atómica nos conduce hacia otra guerra mundial o, como sostienen algunas personas, es una manera de evitar la guerra? R.: La competencia armamentista no es un modo de evitar la guerra. Cada paso dado en esa dirección nos conduce hacia la catástrofe. La carrera armamentista es el peor método para prevenir un conflicto abierto. Una paz verdadera no se logrará si no se apela al desarme sistemático, dentro de una escala supranacional. Digo y repito que el armamento no es una protección ante la guerra, sino que inevitablemente conduce a un conflicto bélico. P.: ¿Es posible realizar preparativos para la guerra y, al mismo tiempo, construir una comunidad mundial? R.: La lucha por la paz y los aprestos bélicos son incompatibles entre sí, y más que nunca en estos tiempos nuestros. P.: ¿Es posible evitar la guerra? R.: La respuesta es muy simple: si tenemos el valor necesario para decidirnos en nuestro fuero interno por la paz, tendremos paz. P.: ¿Cómo? R.: Gracias a la firme voluntad de lograr un acuerdo. Esto es axiomático. No estamos dentro de un juego, sino en unas circunstancias que implican un alto grado de peligro para la existencia. Si no estamos firmemente decididos a resolver las cosas de una manera pacífica, jamás llegaremos a una solución pacífica. P.: ¿Qué efectos cree usted que tendrá la energía atómica sobre nuestra civilización en los próximos diez o veinte años? R.: Poco importantes. Las posibilidades técnicas que poseemos son bastante satisfactorias... si nos atenemos a un uso correcto.

P.: ¿Qué opina usted acerca de los profundos cambios en nuestra vida, que predicen algunos científicos? Por ejemplo, la posibilidad de que sea necesario trabajar sólo dos horas por día. R.: Los seres humanos somos siempre los mismos. No hay verdaderos cambios profundos. No es demasiado importante que trabajemos cinco horas o dos. Nuestro problema es de índole social y económica, a nivel internacional. P.: ¿Qué pediría usted que se hiciera con las bombas atómicas que ya se han fabricado y almacenado? R.: Que se entregasen a una organización supranacional. Durante el intervalo que medie hasta la concreción de una paz só1ida, es imprescindible poseer alguna clase de protección. El desarme unilateral no es posible, no merece la pena hablar de ello. Los armamentos deben ser confiados a una autoridad internacional. No existe otra posibilidad... el desarme sistemático combinado con un gobierno supranacional. No debemos observar el problema de la seguridad demasiado técnicamente. Son más importantes el deseo de paz y la buena disposición para aceptar cada uno de los pasos necesarios para lograr ese fin. P.: ¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros con respecto a la guerra o a la paz? R.: Los ciudadanos podrán obligar a todos los que quieran ser elegidos (al Congreso, etcétera) a comprometerse a trabajar en bien del orden internacional y de la limitación de las soberanías nacionales, para favorecer dicho orden. Cada persona está comprometida en la formación de la opinión pública... y debe comprender qué es necesario... y ha de tener el valor de hablar con claridad. P.: La emisora de las Naciones Unidas hace llegar su voz a todos los rincones de la tierra, en veintisiete lenguas. En vista de que éste es un momento de gran peligro ¿qué palabras querría usted hacer llegar a los pueblos del mundo? R.: Considerados en su totalidad, creo que los principios de Gandhi fueron más acertados que los de cualquier otro político de nuestro tiempo. Tenemos que luchar para que nuestras acciones se desarrollen dentro de ese espíritu... no utilizar la violencia para abogar por nuestra causa y, en cambio, apelar a la no participación en todo aquello que consideremos fuente de mal. LA CULTURA HA DE SER UNA DE LAS BASES DE LA COMPRENSIÓN MUNDIAL Del Correo de la Unesco de diciembre de 1951. A fin de abarcar la plena significación de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, es útil conocer a fondo la situación mundial que ha dado origen a las Naciones Unidas y a la Unesco. La devastación ocasionada por las guerras en estos últimos cincuenta años ha hecho que todo el mundo comprendiera que, con el actual nivel tecnológico, la seguridad de las naciones sólo puede estar basada en instituciones supranacionales y en estrictas normas de conducta. Ya se ha aceptado que, a largo plazo, una conflagración mundial sólo puede ser evitada si se instituye una federación mundial de naciones. Y así, a modo de modesto comienzo del orden

internacional, se fundaron las Naciones Unidas. Sin embargo, esta institución no es más que el lugar en que se reúnen los delegados de los gobiernos y no los representantes de los pueblos actuando con independencia, sobre la base de sus propias convicciones. Además, las decisiones de las Naciones Unidas no tienen fuerza ejecutiva para ningún gobierno nacional, ni existen medios concretos a través de los cuales se pueda exigir el cumplimiento de una decisión. La eficacia de las Naciones Unidas está más reducida aún por el hecho de que se ha negado la participación a ciertas naciones: excluirlas afecta de manera negativa el carácter mundial de este organismo. No obstante, considerado en sí mismo, el que se planteen y discutan abiertamente los problemas internacionales favorece la solución pacífica de los conflictos. La existencia de una plataforma supranacional de discusión vale para que los pueblos se acostumbren a la idea de que los intereses nacionales deben ser defendidos mediante las negociaciones pertinentes y no por la fuerza bruta. Considero que la característica más valiosa de las Naciones Unidas es este efecto psicológico o educativo. Una federación mundial presupone una nueva clase de lealtad por parte del hombre, un sentido de la responsabilidad que no se desvanece en las fronteras nacionales. Para alcanzar una verdadera eficacia, esa lealtad tendrá que abarcar algo más que objetivos políticos. Será imprescindible agregar la comprensión entre los distintos grupos culturales, la ayuda mutua económica y cultural. Sólo un esfuerzo en este sentido dará origen a un sentimiento de confianza estable, hoy perdida a causa de los efectos psicológicos de las guerras y minada por la estrecha filosofía del militarismo y de la politice de grandes potencias. Sin comprensión y sin una cierta dosis de confianza recíproca ninguna institución que vele por la seguridad colectiva de las naciones tendrá eficacia. A las Naciones Unidas se agregó la Unesco, organismo cuya función es trabajar en bien de las tareas culturales. La Unesco ha tenido la capacidad necesaria para evitar la influencia paralizadora de la política de grandes potencias, al menos en grado mucho mayor que las Naciones Unidas. Sólo pueden establecerse unas relaciones internacionales sanas entre pueblos formado, por personas sanas que gocen de una cierta independencia; sobre la base de esta convicción, las Naciones Unidas han elaborado una Declaración UniversaI de los Derechos del Hombre, que ha sido adoptada por la Asamblea General el 10 de diciembre de 1948. La Declaración estipula una serie de principios básicos universales, que tienden a asegurar la protección del individuo, a evitar la explotación económica del hombre y a salvaguardar el libre desarrollo de sus actividades dentro de la sociedad. Divulgar estos principios entre los Estados miembros de las Naciones Unidas está considerado como un objetivo de gran importancia. De modo que la Unesco dedica este tercer aniversario a formular una amplia llamada de atención para establecer que estas aspiraciones fundamentales sean una base sobre la cual ha de restaurarse la salud política de los pueblos. Era difícil de evitar que la Declaración estuviera

redactada bajo la forma de un documento legal, que por su rigidez puede conducir a discusiones interminables. Es imposible que un texto de esa naturaleza abarque la gran diversidad de condiciones de vida en los distintos países miembros de la organización; por otra parte, es inevitable que esta clase de texto admita muy distintas interpretaciones de detalle. La tendencia general de la Declaración, sin embargo, es inequívoca y proporciona una base adecuada y aceptable para el juicio y la acción. Reconocer formalmente ciertos principios y adoptarlos como líneas de acción a despecho de todas las adversidades de una situación cambiante son dos cosas bien diferentes, tal como cualquier observador imparcial puede comprobarlo a través de la historia de las instituciones religiosas. La Declaración, pues, ejercerá una verdadera influencia única y exclusivamente cuando las Naciones Unidas demuestren con sus decisiones y sus hechos que encarnan de tacto el espíritu de este documento. ACERCA DE LA ABOLICIÓN DE LA AMENAZA DE GUERRA Escrito el 20 de septiembre de 1952. Publicado en la revista japonesa, de Tokio, en el número de otoño de 1952. Mi participación en el proceso que condujo a producir la bomba atómica se redujo a una única acción: firmé una carta dirigida al presidente Roosevelt, pidiendo que se realizaran experimentos en gran escala para explorar las posibilidades de producción de una bomba atómica. Siempre he sido consciente del terrible riesgo que representaba para la humanidad un éxito en este campo. Pero la posibilidad de que los alemanes estuvieran trabajando en el mismo problema, con fuertes expectativas de éxito, me forzó a dar aquel paso. No podía hacer otra cosa, a pesar de que siempre he sido un pacifista convencido. Según mi criterio, matar en una guerra no es mejor que cometer un asesinato común. En la medida en que las naciones no se resuelvan a abolir la guerra mediante una acción común y no quieran solucionar sus conflictos y proteger sus intereses con decisiones pacíficas que tengan una base legal, se sentirán compelidas a prepararse para la guerra. Se sentirán obligadas a aprestarse con todos los medios posibles, incluso los más detestables, para no quedar atrás en la carrera armamentista general. Este camino conduce, necesariamente, a la guerra, una guerra que dadas las actuales condiciones significa la destrucción universal. En estas circunstancias la lucha contra los medios no tiene posibilidad de lograr el éxito. Sólo la abolición radical de las guerras y de la amenaza de guerra puede valer de algo. Éste ha de ser nuestro objetivo. Cada persona debe estar resuelta a no permitir que los hechos la fuercen a ejecutar acciones que vayan en contra de este fin. Se trata de una exigencia severa para quien tenga conciencia de su situación de dependencia ante la sociedad. Pero no representa un imposible. Gandhi, el mayor genio político de nuestro tiempo, nos ha señalado el camino, y nos ha demostrado que el pueblo es capaz de grandes sacrificios una vez que ha entrevisto la vía correcta. El trabajo que este hombre ha realizado por la

liberación de la India es un testimonio vivo de que la voluntad gobernada por una firme convicción es más fuerte que el poder material, invencible en apariencia. SÍNTOMAS DE DECLIVE CULTURAL Bulletin of Atomic Scientists, Vol. VIII, N.• 7, octubre de 1952 Un intercambio de ideas y conclusiones científicas libre y amplio es necesario para el adecuado desarrollo de la ciencia, tal como sucede en todas las esferas de la vida cultural. En mi opinión, no cabe duda de que la intervención de las autoridades políticas de este país en el libre intercambio de conocimientos entre individuos ya ha tenido efectos significativamente dañinos. En primer lugar, el daño se manifiesta en el ámbito del trabajo científico propiamente dicho y, después de un cierto período, se hace visible en la tecnología y en la producción industrial. La intrusión de las autoridades políticas en la vida científica de nuestro país es muy evidente en la obstrucción de los viajes de los científicos e investigadores americanos hacia el extranjero y del acceso a este país de científicos de otras naciones. Este comportamiento mezquino por parte de un país poderoso no es más que un síntoma periférico de una dolencia que tiene raíces mucho más profundas. La interferencia en la libertad de comunicar por escrito u oralmente los resultados científicos, la generalizada actitud de desconfianza política que está sostenida por una inmensa organización policial, la timidez y la ansiedad que las personas ponen para evitar todo aquello que pueda ser motivo de sospecha y que amenace su posición económica; todo esto no son sino síntomas, aun cuando revelen con total claridad el carácter amenazante de la enfermedad. Sin embargo, a mi parecer, el verdadero mal reside en la actitud que ha creado la Segunda Guerra Mundial y que domina todas nuestras acciones. En especial, la creencia de que en tiempos de paz debemos organizar toda nuestra vida y nuestro trabajo de modo que, en caso de guerra, podamos estar seguros de la victoria. Esta actitud da lugar a la creencia de que la libertad y aún la existencia de cada persona están amenazadas por poderosos enemigos. Esta actitud explica todos los desagradables hechos que antes he denominado síntomas. Si no se rectifica, conducirán a una guerra y a una destrucción de vasto alcance. Esta situación está expresada en el presupuesto de los Estados Unidos. Sólo si superamos esta obsesión podremos brindar una atención adecuada al verdadero problema político, que se resume en la siguiente pregunta: "¿cómo podemos contribuir a conseguir una vida más segura y más tolerable en esta tierra ya tan degradada?" No podremos erradicar los síntomas que hemos mencionado, y muchos otros, si no superamos la enfermedad más profunda que nos está atacando. TERCERA PARTE ACERCA DEL PUEBLO JUDÍO CARTA AL PROFESOR DOCTOR HELLPACH,

MINISTRO DE ESTADO Respuesta a un artículo del Profesor Hellpach, que apareció en el Vossische Zeitung en 1929. Publicada en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Estimado señor Hellpach: He leído su articulo sobre el sionismo y el Congreso de Zurich y creo que, en mi condición de firme defensor de la idea sionista, debo contestarle, siquiera brevemente. Los judíos constituyen una comunidad unida por lazos de sangre y de tradición y no sólo por un credo religioso: la actitud del resto del mundo hacia ellos es prueba suficiente de esto. Hace quince años, al llegar a Alemania, descubrí por primera vez que yo era judío y debo ese descubrimiento más a los gentiles que a los judíos. La tragedia de los judíos es que son un pueblo con una evolución histórica bien definida, que carece del apoyo de una comunidad que lo aglutine. El resultado es un anhelo en el individuo de bases sólidas, que en sus manifestaciones extremas se traduce en una inestabilidad moral. La experiencia me ha enseñado que la salvación del pueblo judío sólo será posible si cada judío del mundo se arraiga en una comunidad viva, a la que, como individuo, le agrade pertenecer y que Ie permita sobrellevar el odio y las humillaciones de que le hace objeto el resto del mundo. He visto judíos dignos caricaturizados con bajeza y esto ha hecho sangrar mi corazón. He visto que las escuelas, las revistas satíricas y muchas otras fuerzas que responden a la mayoría gentil minan la confianza de los mejores de mis hermanos de sangre y he pensado que no se puede permitir que ello continúe. He comprendido también que sólo una empresa común, querida de todos los judíos del mundo, podría devolver la salud a este pueblo. Herzl ha hecho algo muy importante al comprender y proclamar con fuerza que, dada la tradicional actitud de los judíos, establecer un hogar nacional o, con más exactitud, un centro en Palestina es un objetivo digno de que en él se concentren todos nuestros esfuerzos. Usted llama a esto nacionalismo y no sin cierta razón. Pero una finalidad común sin la cual no podemos ni vivir ni morir en este mundo hostil siempre podrá ser denominada con ese feo nombre. De todas maneras, se trata de un nacionalismo cuyo fin no es el poder sino la dignidad y la salud moral. Si no tuviéramos que vivir entre personas intolerantes, mezquinas y violentas, yo sería el primero en rechazar todo nacionalismo en favor de una comunidad universal. La objeción de que los judíos no podemos ser verdaderos ciudadanos de Alemania, por ejemplo, si queremos seguir siendo una "nación", está basada en un desconocimiento de la naturaleza del Estado, que nace de la intolerancia de una mayoría nacional. Contra esa intolerancia jamás habrá nada que nos proteja, nos autodenominemos o no un pueblo o una nación. He expuesto mis ideas con brutal franqueza para ser breve, pero sé por sus escritos que es usted un hombre que se atiene al contenido y no a las formas. CARTA A UN ÁRABE

Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag 1934. 15 de marzo de 1930 Su carta me ha producido gran placer y me demuestra que también por su parte existe buena voluntad para que nuestros pueblos resuelvan las dificultades presentes de un modo digno. Creo que estas dificultades son psicológicas más que reales y que pueden ser superadas, si ambas partes comprometen su honestidad y sus buenos deseos en la tarea. La actual situación resulta difícil porque los judíos y los árabes se enfrentan antagónicamente ante la potencia mandatario. Este estado de cosas es indigno de ambas naciones y sólo puede ser remediado mediante la búsqueda de una vía intermedia que sea aceptable para ambas partes. Expondré en estas líneas el método que creo habría que seguir para que las presentes dificultades desaparezcan. Debo subrayar que esto no es más que mi opinión personal y que no la he discutido con nadie. Escribo esta carta en alemán porque no estoy en condiciones de escribirla en inglés por mí mismo y quiero ser el único responsable de lo que en ella diga. Estoy seguro de que usted encontrará algún judío, partidario del principio de conciliación, que pueda traducírsela. Deberá formarse un "Consejo Privado", al que judíos y árabes enviarán cuatro representantes, no comprometidos con ningún partido político. Cada grupo estará compuesto del siguiente modo: Un doctor, elegido por el Colegio de Médicos. Un abogado, elegido por el Colegio de Abogados. Un representante obrero, elegido por los sindicatos. Un eclesiástico, elegido por el clero. Estas ocho personas deberán reunirse una vez por semana; se comprometerán a no servir los intereses de su profesión ni de su nación, sino a garantizar en conciencia y del mejor modo posible, la prosperidad de toda la población. Sus deliberaciones serán secretas y les estará estrictamente prohibido informar acerca de ellas, incluso en privado. Cuando se haya llegado a una decisión sobre cualquier tema, avalada por no menos de tres miembros de cada parte, se dará a conocer en público, pero sólo en nombre de todo el Consejo. Si un miembro disiente, puede retirarse del organismo, pero no queda eximido de la obligación de secreto. Si alguna de las instituciones antes mencionadas se manifestara insatisfecha con una resolución del Consejo, podría reemplazar a su representante por otro. Aunque este "Consejo Privado" no tenga competencias definidas, podrá no obstante limar gradualmente las diferencias y asegurar una unidad de representación de los intereses comunes del país ante el poder mandatario eliminando el polvo de una política demasiado miope. LA COMUNIDAD JUDÍA Discurso pronunciado en el Savoy Hotel de Londres, el 29 de octubre de 1930. Publicado en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Señoras y señores:

No me es fácil superar mi natural propensión a una vida tranquila y contemplativa. Pero no he podido permanecer sordo al llamado de la ORT y de la OZE, ( Sociedades judías con fines caritativos) al responder a él, responso al llamado de nuestra nación judía, tan duramente oprimida. La situación de nuestra dispersa comunidad judía es un barómetro moral del mundo político. ¿Porque qué más revelador de la moralidad política y del respeto por la justicia que la actitud de las naciones ante una minoría indefensa, cuya peculiaridad radica en la salvaguarda de una ancestral tradición cultural? En estos momentos, ese barómetro está muy bajo, como lo comprobamos con dolor por la manera en que estamos siendo tratados. Pero esto mismo me confirma en la convicción de que nuestro deber estriba en salvaguardar y consolidar nuestra comunidad. Impregnando la tradición del pueblo judío hay un amor por la justicia y la razón que debe continuar operando en bien de todos los hombres, ahora y en el futuro. En tiempos modernos esta tradición ha producido a hombres como Spinoza y Karl Marx. Quien desee conservar el espíritu también deberá cuidar del cuerpo que lo alberga. La OZE cuida, literalmente, de los cuerpos de nuestro pueblo. En una Europa oriental sobre la que se cierne la depresión con un ahínco especial, trabaja día y noche para ayudar a nuestros hermanos. Por su parte la ORT trata de neutralizar las severas desventajas sociales y económicas que afligen a los judíos desde la Edad Media. En aquellos tiempos, después de haber sido excluido de todas las ocupaciones directamente productivas, el pueblo judío se vio forzado a dedicarse únicamente a actividades mercantiles. La única manera de ayudar a los judíos de Europa oriental es dándoles acceso a nuevos campos de actividad, por los que luchan en todo el mundo. Éste es el arduo problema con el que, no sin fortuna, se enfrenta la ORT. A ustedes, hermanos judíos de Inglaterra, apelamos, para pedirles ayuda en esta gran empresa, puesta en marcha por hombres extraordinarios. Los últimos años o, más exactamente, los últimos días nos han herido con sucesos amargos que tienen que haberles dolido en forma especial. No acusemos al destino; veamos en esos hechos un motivo para permanecer fieles a la causa de la comunidad judía. Estoy convencido de que, al obrar así, estamos luchando por unos principios que beneficien a todos los hombres y que siempre hemos reconocido como los más elevados. Recordemos que las dificultades y los obstáculos son una valiosa fuente de salud y fuerza para cualquier comunidad. No hubiéramos sobrevivido como tal a lo largo de miles de años, si el nuestro hubiera sido un lecho de rosas. De esto tengo la plena convicción. Sin embargo, aún nos espera un consuelo mejor. Nuestros amigos no son numerosos, pero entre ellos hay hambres de noble espíritu, dotados de un profundo sentido de la justicia, que han dedicado sus vidas a elevar la sociedad humana y a liberar al individuo de la opresión degradante. Hoy podemos alegrarnos de tener entre nosotros a hambres de esta naturaleza. No pertenecen al pueblo judío y dan una especial solemnidad a esta noche memorable. Me alegro de tener frente a mí a Bernard Shaw y a H. G. Wells. Sus concepciones del mundo siempre me han seducido.

Usted, señor Shaw, se ha ganado la admiración y el afecto de los hombres tomando un camino imposible de seguir para muchos. No sólo ha predicado la moral a la humanidad. Se ha burlado de tantas cosas que parecían intocables. Lo que usted ha hecho sólo puede hacerlo un artista. De su sombrero mágico usted hizo surgir innumerables figuras que, aunque de apariencia humana, no fueron creadas de carne y hueso, sino de ingenio, inteligencia y gracia. Y como se parecen más a los humanos que nosotros mismos, hasta llegamos a olvidarnos de que no son obra de la naturaleza sino suya. Usted mueve estas figuras en este pequeño mundo suyo, regido por la gracia, en el que el resentimiento no existe. Quien observe este universo descubre bajo otras luces nuestro mundo real; constata que sus figuras se deslizan tan airosamente entre los hombres reales que éstos adquieren, de pronto, un aspecto distinto del anterior. Y poniéndonos ante el espejo nos enseña a liberarnos como no ha logrado hacerlo casi ninguno de nuestros contemporáneos. Gracias a ello ha conseguido librar a la existencia de un poco de su pesadez. Nosotros se lo agradecemos desde el fondo del corazón y nos felicitamos por la inmensa fortuna que nos deparó, entre tantas dolorosas enfermedades, tamaño médico del alma. Personalmente quiero agradecerle las palabras dirigidas al mítico sosias, ( Einstein se refiere a su propia figura pública.) que tanto me complica la vida con su solemnidad, pero que en el fondo es un buen chico. * * * Ante todos ustedes, hermanos judíos, vuelvo a repetir que la existencia y el destino de nuestro pueblo depende de nosotros mismos más que de factores externos. Es nuestro deber permanecer fieles a las tradiciones morales que nos han permitido sobrevivir durante milenios, a pasar de las oscuras tormentas que se han desencadenado sobre nuestras cabezas. A1 servicio de la vida, el sacrificio se transforma en una gracia. DISCURSO SOBRE LA RECONSTRUCCIÓN EN PALESTINA A partir de 1920, al observar la expansión del antisemitismo en Alemania después de la Primera Guerra Mundial, Einstein, que hasta ese momento había mostrado poco interés por los asuntos religiosos, se convirtió en un ferviente adepto del movimiento sionista. En 1921 viajó a Nueva York, acompañado por el profesor Chaim Weizmann que más tarde seria el primer presidente del Estado de Israel- para reunir fondos para el Jewish National Fund y la Uníversidad hebrea de Jerusalén (fundada en 1918). Sin embargo, las primeras cera visita a los Estados Unidos en 1931-1932. (Había realizado su segunda visita a América en 1930.) La cuarta charla fue pronunciada muchos años antes, al tiempo de su regreso a Berlín, en 1921, en tanto que la quinta, la más reciente, es anterior a su afincamiento en Princeton (1933). Todas han sido publicadas en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. I Hace diez años, cuando por primera vez tuve el placer de

dirigirme a ustedes para hablar en favor de la causa sionista, casi todas nuestras esperanzas estaban aún puestas en el futuro. Hoy podemos contemplar esos diez años con alegría, porque en este período los esfuerzos aunados de todo el pueblo judío han realizado con éxito una espléndida tarea de reconstrucción en Palestina, una labor que sin duda excede todo lo que nos habíamos atrevido a esperar en aquel comienzo. También hemos sido capaces de soportar con firmeza la dura prueba a la que nos han sometido los acontecimientos de los últimos años. El trabajo incesante apoyado por una noble finalidad, lleva siempre al éxito. Las últimas declaraciones del Gobierno británico indican que se ha vuelto a una concepción más justa de nuestro caso; y por esto expresamos públicamente nuestra gratitud. Pero no debemos olvidar jamás lo que esta crisis nos ha enseñado: el establecimiento de relaciones satisfactorias entre los judíos y los árabes no es asunto de Inglaterra sino de nosotros mismos. Nosotros -es decir, los árabes y los judíosdebemos elaborar de común acuerdo las líneas fundamentales de un entendimiento ventajoso que satisfaga las necesidades de ambos pueblos. Una solución justa y digna para las dos partes, no es un objetivo menos importante que el trabajo de reconstrucción. Recordemos que Suiza representa un elevado nivel de desarrollo político-mayor que el de otras naciones- porque se ha visto obligada a resolver serios problemas políticos antes de que pudiera edificarse una comunidad estable, sobre la base de diversos grupos nacionales. Mucho es lo que queda por hacer, pero al menos una de las finalidades de Herzl ya ha sido lograda: el asunto palestino ha dado al pueblo judío un asombroso grado de solidaridad y el optimismo sin el cual ningún organismo puede llevar una vida sana. Quien quiera verlo no tiene más que abrir los ojos. Todo cuanto hagamos en bien del propósito comunitario redonda no sólo en beneficio de nuestros hermanos de Palestina, sino del bienestar y el honor de todo el pueblo judío. II Hoy nos hemos reunido para traer a la memoria de los miembros de nuestra milenaria comunidad el recuerdo de nuestro destino y de nuestros problemas. La nuestra es una comunidad poseedora de una tradición moral, que siempre ha demostrado su fuerza y su vitalidad en tiempos de prueba. En todas las épocas ha producido hombres que representaron la conciencia del mundo occidental, defensores de la dignidad humana y de la justicia. En la medida en que nosotros mismos nos preocupemos por ella, nuestra comunidad continuará existiendo para beneficio de la humanidad, a pesar de carecer de una organización propia. Hace unas décadas, un grupo de hombres de gran clarividencia, entre los que destacaba el inolvidable Herzl, llegó a la conclusión de que necesitábamos un centro espiritual para salvaguardar nuestro sentimiento de solidaridad en tiempos difíciles. Así surgió la idea del sionismo y se inició el trabajo de asentamiento en Palestina, la estupenda realización de cuyo

éxito-al menos en este prometedor comienzo-hemos podido ser testigos. Para mi gran alegría y satisfacción, he tenido el privilegio de observar cuánto ha contribuido este logro a la feliz convalecencia del pueblo judío: porque, por ser minoritarios en las naciones que habitan, los judíos están expuestos no sólo a peligros exteriores sino también a otros, internos, de naturaleza psicológica. La crisis que la obra de construcción ha tenido que confrontar en los últimos años nos ha perjudicado y todavía no ha sido completamente superada. Pero las últimas noticias señalan que el mundo, y en especial el Gobierno británico, están dispuestos a reconocer los grandes principios que son la base de Nuestra lucha por el ideal sionista. Brindemos un recuerdo lleno de gratitud a Weizmann, cuyo celo y circunspección han contribuido al éxito de esta buena causa. Las dificultades por las que hemos atravesado han traído, con todo, algo bueno. Nos han demostrado la fortaleza del nexo que une a los judíos de todos los países en un destino común. La crisis también ha aclarado nuestra manera de ver la cuestión de Palestina, limpiándola de los sedimentos del nacionalismo. Se ha proclamado de manera muy clara que no intentamos crear una sociedad política; el nuestro, según la antigua tradición del judaísmo, es un objetivo cultural en la más amplia acepción de la palabra. De modo que a nosotros nos corresponde resolver el problema de vivir junto a nuestros hermanos los árabes de una manera abierta, generosa y digna. Aquí tenemos una oportunidad de demostrar lo que hemos aprendido en los milenios de nuestro martirio. Si elegimos el recto camino, triunfaremos y ofreceremos un magnífico ejemplo al resto del mundo. Todo lo que hagamos por Palestina, lo hacemos también por el honor y el bienestar de todo el pueblo judío. . III Me complace esta oportunidad de dirigir unas palabras a la juventud de este país, que se muestra favorable a los objetivos comunitarios del judaísmo. No os descorazonéis por las dificultades que surgen cada día en Palestina. Esas cosas sirven para poner a prueba la voluntad de vivir de nuestra comunidad. Ciertos procedimientos y declaraciones de la administración inglesa han sido criticados con justicia. Sin embargo, no debemos permitir que las cosas queden así: es necesario que extraigamos una lección de esta experiencia. Es imprescindible que prestemos una atención especial a nuestras relaciones con los árabes. Si las cultivamos con cuidado, en el futuro estaremos en condiciones de impedir que surjan tensiones tan peligrosas capaces de ser utilizadas para provocar actos de hostilidad. Esta meta está a nuestro alcance, porque nuestro trabajo de construcción se ha ejecutado (y debe seguir ejecutándose) de modo que también sirva a los verdaderos intereses del pueblo árabe. De esta manera no nos veremos obligados a caer tan a menudo en la necesidad-desagradable para los judíos y también para los árabes-de tener que apelar al arbitraje de la potencia mandatario. Por ende, no podemos remitirnos tan sólo a los dictados de la Providencia; hemos de acudir asimismo a nuestras tradiciones, que dan sentido y

estabilidad a la comunidad judía. La nuestra jamás ha sido una comunidad política y jamás deberá serlo; esto constituye la única y continua fuente de donde se pueden extraer nuevas energías y el único ámbito dentro del cual se puede justificar la existencia de nuestra comunidad. IV Durante los últimos dos mil años, la única propiedad del pueblo judío ha sido su pasado. Esparcida por todo lo ancho del mundo, nuestra nación ha poseído como único acervo común su bien conservada tradición. Sin duda, muchos judíos han creado obras importantes pero, al parecer, el pueblo judío en su conjunto no ha tenido fuerzas para alcanzar grandes logros colectivos. Todo esto ha cambiado ahora. La historia nos ha impuesto una noble tarea bajo la forma de una cooperación activa para construir una nueva Palestina. Eminentes personalidades de nuestro pueblo están ya trabajando con todas sus fuerzas en la materialización de este fin. Ahora se nos presenta la oportunidad de establecer focos de civilización, que todo el pueblo judío podrá considerar como suyos. Abrigamos la esperanza de erigir en Palestina un hogar para nuestra propia cultura nacional, que sirva de estímulo para despertar en el Cercano Oriente una nueva vida económica y espiritual. El objetivo que se han fijado los líderes del sionismo no es político sino social y cultural. En Palestina, la comunidad debe hacer que se concrete el ideal de sociedad que tuvieron nuestros antepasados, tal como está descrito en la Biblia; pero al mismo tiempo, habrá de convertirse en asiento de la vida intelectual moderna, un centro espiritual para los judíos del mundo entero. De acuerdo con este criterio, establecer una universidad judía en Jerusalén constituye uno de los propósitos más importantes de la organización sionista. En los últimos meses he viajado a los Estados Unidos para contribuir en la campaña de recolección de fondos que ayudarán a edificar esa universidad. El éxito de la empresa ha sido el lógico. Gracias a la inagotable energía y al espléndido espíritu de sacrificio de los médicos judíos de América, hemos logrado reunir el dinero suficiente para la creación de una facultad de medicina y los trabajos preliminares han comenzado ya. Después de este feliz resultado, no me cabe duda de que pronto obtendremos lo necesario para establecer nuevas facultades. La facultad de medicina es antes que nada un instituto de investigación en el que se concentran los esfuerzos para hacer un país sano, tarea de primordial importancia en nuestro proyecto. A la enseñanza a gran escala se le dará importancia un poco más tarde. Dado que un buen número de científicos de elevados méritos ya ha manifestado su predisposición a aceptar contratos en esta universidad, el establecimiento de la facultad de medicina puede considerarse un hecho seguro. Puedo anunciar que se ha constituido ya un fondo especial para la universidad, totalmente independiente de los fondos generales destinados a la construcción del país. Y debo agregar que en ese fondo se han recogido sumas considerables durante estos meses, en América, gracias a la infatigable actividad del profesor Weizmann y de otros líderes sionistas y también a la respuesta generosa del

espíritu de sacrificio de las clases medias. Quiero concluir con un cálido llamado a todos los judíos de Alemania; les pido que contribuyan en la más alta medida de sus posibilidades, a pesar de las actuales dificultades económicas, para que sea realidad la construcción de un hogar judío en Palestina. No se trata de una obra de caridad, sino de una empresa que incumbe a todos los judíos, cuyo éxito promete ser una fuente de satisfacción sin igual. V Para nosotros, los judíos, Palestina no representa una empresa colonial o caritativa, sino un problema de fundamental importancia para nuestro pueblo. En primer término, Palestina no es un lugar de refugio para los judíos de Europa oriental; es la corporización del nuevo despertar del espíritu de toda la nación judía. ¿Es éste el momento justo para despertar y fortalecer el sentimiento de comunidad de nuestro pueblo? Me veo obligado a contestar a esta pregunta, no llevado por mis sentimientos espontáneos sino por razones de peso, de manera rotundamente afirmativa. ¡Echemos una mirada a la historia del pueblo judío en Alemania, en los últimos cien años! Hace un siglo nuestros antepasados, con pocas excepciones, vivían en el ghetto. Eran pobres, carecían de derechos políticos, estaban separados de los gentiles por la barrera de las tradiciones religiosas, las costumbres y las restricciones legales. Su desarrollo intelectual se ceñía a su propia literatura y permanecían casi ignorantes del poderoso avance que la vida intelectual en Europa había experimentado desde el Renacimiento. Aun así, ese pueblo oscuro y humilde tenía una gran ventaja con respecto a nosotros: cada uno de ellos, en cada fibra de su ser, pertenecía a una comunidad que lo absorbía completamente, de la que se sentía un miembro de pleno derecho, en parte porque esa comunidad no le exigía nada que fuese contrario a su hábito natural de pensar. Intelectual y físicamente, en aquellos días, nuestros antepasados eran pobres, pero en el plano social gozaban de un equilibrio espiritual envidiable. Vino entonces la emancipación, que de pronto abrió posibilidades insospechadas a cada persona. Algunos se forjaron, con rapidez, una posición en los ámbitos sociales y financieros más elevados. Llenos de interés, se acercaron a la magnificencia del arte y de las ciencias del mundo occidental. Se unieron con fervor al proceso general haciendo contribuciones de valor perdurable. A1 mismo tiempo, imitaron las formas externas de vida de los gentiles, se apartaron paulatinamente de sus tradiciones sociales y religiosas y adoptaron las costumbres, maneras y hábitos de pensamiento de los gentiles. En apariencia, perdieron su identidad, sumergidos en la superioridad numérica y la alta organización de la cultura de esas naciones en las que vivían, dando la impresión de que, al cabo de pocas generaciones, ya no quedarían huellas de ellos. Parecía inevitable una total desaparición de la nacionalidad judía en los países de Europa central y occidental. Pero el curso de los acontecimientos se alteró. Nacionalidades de distintas razas parecen tener un instinto que les impide la fusión entre sí. Por mucho que los judíos se adaptaran a los pueblos europeos. entre los cuales vivían,

tanto en la lengua y las costumbres como en la religión-al menos hasta cierto punto-el sentimiento de diferenciación entre unos y otros jamás desapareció. Ese sentimiento espontáneo es la causa más profunda del antisemitismo, y ninguna propaganda, por bien intencionada, logrará extirparlo. Las nacionalidades quieren proseguir sus propios destinos y se niegan a toda clase de mezcla. Sólo con la tolerancia y respeto mutuos puede conseguirse una situación satisfactoria. El primer paso en esta dirección ha de ser que nosotros, los judíos, volvamos a tomar conciencia de nuestro ser nacional y recuperemos el amor propio imprescindible para una existencia plena. Debemos aprender, una vez más, a respetar a nuestros antepasados y a nuestra historia y también a asumir, como nación, tareas culturales que fortalezcan nuestro sentimiento de comunidad. No basta con que desempeñemos como individuos nuestro papel en el desarrollo cultural de la humanidad: es necesario que cumplamos tareas que sión10 una nación, en su conjunto, puede llevar a cabo. Por este único camino podrán los judíos recuperar su fortaleza de grupo. Desde este punto de vista querría yo que consideráramos el movimiento sionista. Hoy la historia nos ha asignado la labor de tomar parte activa en la reconstrucción económica y cultural de nuestra tierra de origen. Algunos entusiastas, hombres de brillantes dones, han abierto el sendero y muchos excelentes representantes de nuestro pueblo están preparados para entregar sus almas y sus corazones a esta causa. ¡Que cada uno de nosotros comprenda la importancia de este esfuerzo y contribuya, de acuerdo con sus posibilidades, al éxito final! "PALESTINA TRABAJADORA" Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Entre las organizaciones sionistas "Palestina Trabajadora" es aquella que más beneficia a la gente más valiosa de toda la que allá vive, la que está transformando los desiertos en verdaderos vergeles mediante el trabajo de sus manos. Estos trabajadores voluntarios son la élite de la nación judía, una selección de personas fuertes, llenas de fe y de altruismo. No son obreros ignorantes que venden su capacidad laboral al mejor postor, sino hombres cultos y libres, que llevan a cabo una lucha pacífica en una tierra abandonada; de ese esfuerzo toda la nación judía ha de beneficiarse, en forma directa e indirecta. En la medida de nuestras posibilidades debemos aligerar el peso de esa carga, porque de tal manera estaremos protegiendo valiosas vidas humanas. Esa lucha de quienes van a establecerse como primeros colonos en una tierra aún inhabitable es difícil e implica peligros y sacrificios personales muy duros. Sólo quien haya visto todo aquello con sus propios ojos puede comprender cuánta verdad hay en estas afirmaciones. Quien contribuya también al mejoramiento del equipo de trabajo de esos hombres está contribuyendo en un momento crucial. Tan sólo esta clase trabajadora podrá establecer unas relaciones sanas con los árabes, y ésta es la tarea política más importante del sionismo. Las administraciones van y vienen y son las relaciones humanas las que, en última

instancia, determinan el equilibrio en la vida de las naciones. Por lo tanto, apoyar las actividades de "Palestina Trabajadora" significa promover una política humana y meritoria en Palestina y oponerse de manera eficaz a esas corrientes de estrecho nacionalismo que generan problemas para todo el mundo político y, en menor grado, para el diminuto mundo político de los asuntos palestinos. RESURGIR JUDÍO Mein Weltbild, Amsterdam: Querfdo Verlag, 1934. Un llamamiento a los judíos de Hungria, en favor de «Keren Hajessad". Los mayores enemigos de la conciencia nacional y de la dignidad de los judíos son la crasa degeneración-es decir, la desmesura que proviene del lujo y la holgura-y una suerte de dependencia interna con respecto del mundo gentil, fomentados por el relajamiento de los nexos internos de la comunidad judía. Lo mejor de un hombre sólo puede florecer cuando él mismo se entrega en una comunidad. ¡De aquí el peligro moral para un judío que ha perdido contacto con su propio pueblo y es considerado como un extranjero por su pueblo de adopción! De estas circunstancias muy a menudo no ha surgido más que un egoísmo estéril y despreciable. En este momento es especialmente dura la presión externa sobre el pueblo judío. Pero aún esta amarga situación nos ha proporcionado un beneficio: se ha iniciado un renacimiento de la vida comunitaria judía; un renacimiento con el que jamás había soñado siquiera la penúltima generación. Gracias al renacido sentimiento de solidaridad entre los judíos, ha prosperado -sin que quepa dudar del éxito final-el plan de colonización de Palestina, sostenido por un puñado de líderes responsables y sensatos, aun a pesar de las dificultades aparentemente insuperables. El valor de esta obra es importante para los judíos de todo el mundo. Palestina será el centro de la cultura de todo nuestro pueblo, un refugio para los que sufren cruel opresión, un campo de acción para los mejores de nosotros, un ideal unificador y un medio de dar con la paz interior para todos los judíos del mundo entero. CRISTIANISMO Y JUDAÍSMO Mein Weltbild, Amsterdam. Querido Verlag, 1934. Si se separan del judaísmo a los profetas y del cristianismo tal como lo enseñó Jesucristo todas las adiciones posteriores, en especial las de, clero, nos quedaríamos con una doctrina capaz de curar a la humanidad de todos sus males sociales. Es deber de todo hombre de buena voluntad luchar en su propio ámbito de acción para hacer que esas enseñanzas de tanto valor humanitario se conviertan en una fuerza viva. Si consigue que sus intentos honestos en este sentido no sucumban a los embates de sus contemporáneos, podrá considerarse a sí mismo, y a la comunidad a la que pertenece, afortunado.

LOS IDEALES JUDÍOS Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. La búsqueda del saber por el saber mismo, un amor por la justicia casi fanático y el afán de independencia personal son los rasgos fundamentales de la tradición judía, que me hacen dar gracias a mi destino por pertenecer a ése pueblo. Hoy, los que se ensañan contra los ideales de la razón y de la libertad individual y mediante el terror tratan de establecer una esclavitud hacia el Estado carente de valor espiritual, ven en nosotros-y con razón-a sus enemigos irreconciliables. La historia nos ha impuesto muy duros combates, pero en la medida en que permanezcamos entregados con celo a nuestro amor por la verdad, la justicia y la libertad, seguiremos siendo no sólo uno de los pueblos más antiguos de todos los que sobreviven, sino que dentro del espíritu de nuestra tradición, lograremos aportar los frutos de un trabajo creativo que contribuya al ennoblecimiento de la humanidad. ¿EXISTE UNA CONCEPCIÓN JUDÍA DEL MUNDO? Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. En mi opinión, desde el punto de vista filosófico, no existe una concepción del mundo judía. Creo que el judaísmo sólo se preocupa por la actitud moral en la vida y hacia la vida. Considero que lo fundamental en él es un actitud hacia la vida encarnada en el pueblo judío, y que las leyes que se conservan en el Torah y que están interpretadas en el Talmud tienen menos importancia. Para mí, el Torah y el Talmud sólo representan el testimonio principal de la concepción judía de la vida en tiempos antiguos. La esencia de esta concepción se basa en una actitud afirmativa ante el fenómeno vital en su totalidad. En su manifestación individual, la vida sólo tiene sentido en cuanto puede contribuir a que la vida de todo ser viviente sea más noble y más bella. La vida es sagrada, es el valor supremo al cual se subordinan todos los demás valores. El respeto por la vida supra-individual conlleva el respeto hacia todo lo espiritual, rasgo particularmente característico de la tradición judía. El judaísmo no es un credo: el Dios de los judíos es no solamente la negación del elemento supersticioso, el resultado imaginario de su eliminación de ese elemento. También es un intento de basar el código moral en el miedo, un intento lamentable y deshonroso. Creo, sin embargo, que la vigorosa tradición moral del pueblo judío se ha liberado de ese temor, al menos en gran medida. También es evidente que el concepto de .servir a Dios. se identifica con el de "servir a los seres vivos". Los mejores hijos del pueblo judío, en especial los profetas y Jesús, han luchado sin descanso para que así fuera. El judaísmo, pues, no es una religión trascendente; se refiere a la vida tal como la vivimos y tal como-hasta cierto puntopodemos comprenderla, y nada más. Por todo esto, considero un tanto difícil que se pueda hablar de religión en el sentido más corriente de este vocablo, en particular

porque no se pide al judío la creencia en una "fe", sino la santficación de la vida en un sentido supra-personal. No obstante, la tradición judía contiene algo más, algo que halla una magnífica expresión en muchos de los Salmos: una suerte de alegría y un asombro desbordantes ante la hermosura y grandeza de este mundo, de la que el hombre apenas si logra formarse una mínima noción. Esta alegría es el sentimiento del que la verdadera investigación científica obtiene su sustento espiritual y que también parece estar presente en el canto de los pájaros. Unir este sentimiento con la idea de Dios parece ser un simple despropósito infantil. ¿Lo que he expuesto constituye algo propiamente distintivo del judaísmo? ¿Lo podemos hallar en cualquier otro pueblo, bajo otro nombre? En su forma pura, no se lo puede hallar en ninguna otra parte, ni siquiera en el propio judaísmo, donde la doctrina pura está oscurecida por el excesivo respeto por la letra. A pesar de esto, creo que el judaísmo es una de las más paras y vigorosas manifestaciones de esa actitud, especialmente referida al principio fundamental de la santificación de la vida. Es bien característico que los animales hayan sido expresamente incluidos en el mandamiento de santificar el Sabbath, en vista del vigor del sentimiento de solidaridad entre todos los seres vivientes. Más insistente es aún la solidaridad de todos los seres humanos y no es mero azar el hecho de que las reivindicaciones del socialismo hayan sido planteadas, inicialmente, sobre todo por judíos. El poderoso sentimiento de la santidad de la vida, en el pueblo judío, está admirablemente resumido en una frase que Walter Rathensu dijera, cierta vez, durante una de nuestras conversaciones: "si un judío dice que va a cazar para divertirse, está mintiendo". No hay modo más sencillo de expresar el sentimiento judío ante la santidad de la vida. ANTISEMITISMO Y JUVENTUD ACADÉMICA Mein Weltbild, Amsterclam: Querido Verlag, 1934. Mientras vivimos en el ghetto, nuestra nacionalidad judía significó dificultades materiales y, algunas veces, peligro físico, pero ninguna clase de problemas sociales o psicológicos. A1 emanciparnos, nuestra posición ha cambiado, en especial la de los judíos que se han dedicado a profesiones intelectuales. En el colegio y en la universidad el joven judío está expuesto a la influencia de una sociedad con un definido matiz nacional, a la que él respeta y admira, de la que recibe su sustento intelectual y a la que cree pertenecer. Pero, por otra parte, esa sociedad le considera como extranjero y hasta con cierto desprecio y hostilidad. Impulsado, más que por consideraciones utilitarias, por la sugestiva influencia de esta superioridad psicológica, el joven judío vuelve la espalda a su pueblo y a sus tradiciones y prefiere considerarse completamente integrado; al mismo tiempo, trata de ocultar, a sí mismo y a los demás, el hecho de que la relación no sea recíproca. ¡Así nace esa patética criatura de ayer y de hoy, el judío converso, "Gehelmrat"! En la mayoría de casos no es la ambición ni la falta de carácter lo que le impulsa; como ya lo he dicho otras veces, es el poder de sugestión de un

entorno más poderoso por su número y por su influencia. Este joven sabe, desde luego, que muchos admirables hijos del pueblo judío han realizado contribuciones importantes a la gloria de la civilización europea. ¿Pero su conducta, con muy pocas excepciones, no fue la misma que la suya? En este caso, como en tantas otras enfermedades psíquicas, el remedio consiste en un claro conocimiento de la naturaleza y causas del mal. Debemos tener conciencia de nuestra condición de forasteros y extraer de ello las lógicas conclusiones. Es inútil tratar de convencer a los demás acerca de nuestra igualdad espiritual e intelectual con argumentos racionales, cuando la actitud de esa otra gente no se origina en el intelecto. Lo pertinente es que nos emancipemos en el plano social que podamos subvenir a nuestras propias necesidades sociales más importantes. Es necesario quo establezcamos nuestras propias necesidades estudiantiles y que adoptemos una actitud de cortés pero firme reserva ante los gentiles. Vivamos según nuestras propias costumbres, sin imitar las costumbres de bebedores y camorristas extrañas a nuestra naturaleza. Es posible ser un europeo civilizado y, a la vez, un buen ciudadano, sin dejar de ser un judío consciente que ama su raza y honra a sus padres. Si recordamos esto y obramos de acuerdo con este criterio, el problema del antisemitismo, en la medida en que sea de naturaleza social, estará resuelto para nosotros. NUESTRA DEUDA CON EL SIONISMO De un discurso pronunciado con motivo de la celebración del .Tercer Seder. del Comité Nacional de Trabajo para Palestina, en el Commodore Hotel en la ciudad de Nueva York, el 17 de abril de 1938. Publicado en New Palestine, Washington, D. C., 28 de abril de 1938. Desde la conquista de Jerusalén por Tito, pocas veces la comunidad judía ha experimentado un período de mayor opresión que el actual. Desde luego que, en ciertos aspectos, nuestra época nos enfrenta con problemas aún más terribles, porque las posibilidades de emigración son más limitadas que entonces. No obstante, sobreviviremos también este período, por muchos que sean los sinsabores, por innumerables que sean las vidas que se pierdan. Una comunidad como la nuestraque sólo lo es en función de sus tradiciones-se fortalece únicamente por la presión que le llega desde fuera. Ahora mismo cada judío sabe que ser judío significa sobrellevar una seria responsabilidad no sólo ante sus hermanos de raza sino también ante la humanidad toda. Después de todo ser Judío significa, en primer lugar, reconocer y poner en práctica los fundamentos de la idea de humanidad que la Biblia nos propone; unos fundamentos sin los cuales no puede asistir una comunidad de hombres feliz y sana. Hoy nos hemos reunido para mostrar nuestra preocupación por la reconstrucción de Palestina. En nuestra situación una cosa debe destacarse en especial: el pueblo judío ha contraído una deuda de gratitud con el sionismo. El movimiento sionista ha revivido entre los judíos el sentimiento comunitario, y ha llevado a cabo un esfuerzo que supera todas las expectativas. Ese eficaz esfuerzo en Palestina, al que han contribuido judíos de todo el mundo,

animados por un gran espíritu de sacrificio, ha salvado de la indigencia a un gran número de nuestros hermanos. En particular, ha sido posible dirigir una buena parte de nuestra juventud hacia una vida de trabajo creativo y gozoso. Ahora, la ominosa enfermedad de nuestros tiempos-el nacionalismo exagerado, nutrido por un odio ciego-ha llevado nuestro trabajo en Palestina a una situación difícil. Los campos que se cultivan durante el día deben tener protección armada durante la noche, a causa de los ataques de bandidos árabes fanáticos. Toda la vida económica sufre de esta inseguridad. El espíritu de empresa languidece y surge un cierto paro (modesto, si se le compara con el nivel americano). Merece nuestra admiración la solidaridad y la confianza con que nuestros hermanos de raza confrontan estas dificultades en el suelo palestino. Las contribuciones voluntarias de quienes no están en paro mantienen a todos. La moral permanece elevada, gracias a la convicción de que la razón y la calma se impondrán en última instancia. Todos sabemos que los disturbios callejeros son artificialmente fomentados por quienes se interesan en producirnos problemas a nosotros y, a Inglaterra. Todos sabemos que el bandolerismo desaparecería si le faltaran los subsidios que llegan desde el exterior. En otros países nuestro pueblo no va a la zaga de quienes trabajan en Palestina. Nadie ha perdido el ánimo: con resolución y firmeza se hará todo lo necesario para llevar adelante la labor común. Esto no hay ni que decirlo. Quiero agregar unas pocas palabras, a título personal, acerca de la cuestión de las fronteras. Desearía que se llegase a un acuerdo razonable con los árabes, sobre la base de una vida pacifica en común; me parece que esto sería preferible a la creación de un Estado judío. Más allá de las consideraciones prácticas, mi idea acerca de la naturaleza esencial del judaísmo se resiste a forjar la imagen de un Estado judío con fronteras, un ejército y cierta cantidad de poder temporal, por mínima que sea. Me atemorizan los riesgos internos que se derivarían de tal situación para el judaísmo; en especial los que surjan del desarrollo de un nacionalismo estrecho dentro de nuestras propias filas, contra el que ya hemos debido pelear con energía, aun sin la existencia de un Estado judío. Ya no somas los judíos de tiempos de los Macabeos. Volver a ser una nación en el sentido político de la palabra sería equivalente a desviarnos de la espiritualización de nuestra comunidad, de aquel legado del genio de nuestros profetas. Si las necesidades externas nos obligaran a aceptar esa carga, tendríamos que hacerlo apelando al tacto y a la paciencia. Una última palabra acerca de la actual actitud psicológica del mundo entero, al que nuestro destino está ligado. El antisemitismo ha sido siempre el más barato de los medios empleados por minorías egoístas para engañar al pueblo. Una tiranía basada en ese engaño y mantenida mediante el terror ha de perecer, inevitablemente, por el veneno que ella misma genera en su interior. La presión de la injusticia acumulada vigoriza las fuerzas morales del hombre, aquellas que conducen a la liberación y a la purificación de la vida pública. ¡Que a través de su sufrimiento y su labor nuestra comunidad pueda contribuir al surgimiento de esas fuerzas liberadoras!

¿POR QUÉ SE ODIA A LOS JUDÍOS? De Collier's Magazine, Nueva York 26 de noviembre de 1938. Comenzaré por relatarles una antigua fábula, con algunos cambios menores; esta fábula nos servirá para ver con claridad los orígenes del antisemitismo político. El pastorcillo le dijo al caballo: .Tú eres el animal más noble que pisa la tierra. Mereces vivir en una bienaventuranza constante y por cierto que tu felicidad sería total si no fuera por la presencia del ciervo traicionero. Esa bestia practica desde su juventud para aventajarte en la carrera. Su veloz paso le permite llegar antes que tú al manantial. Él y su manada beben y agotan toda el agua, mientras tú y los tuyos padecéis de sed. ¡Quédate a mi lado. Mis conocimientos y mi guía os librarán de la miseria y de la muerte!. Cegado por la envidia y el odio hacia el ciervo, el caballo aceptó la propuesta. Y así se sometió a las riendas del pastor, perdiendo su libertad y convirtiéndose en esclavo. El caballo de esta fábula representa a un pueblo, el pastor a una clase o camarilla que aspira al poder absoluto y el ciervo al judío. Puedo imaginar que ustedes se dirán "¡qué fábula tan poco adecuada! Ninguna criatura viviente puede ser tan tonta como el caballo". Sin embargo, dediquemos unos minutos a reflexionar sobre este asunto El caballo ha sufrido las angustias de la sed y su vanidad a menudo se ha sentido herida ante la velocidad del grácil ciervo. Ustedes, los que no hayan conocido ese dolor y esa humillación, no comprenderán fácilmente que el odio y la ceguera puedan haber llevado al caballo a actuar con una prisa tan insensata, tan candorosa. No obstante, el caballo ha caído en la trampa de la tentación fácil, porque sus viejas tribulaciones le han preparado para ese desatino. Mucha es la verdad que encierra el viejo reirán que asegura que es fácil brindar sabio y oportuno consejo a los demás, pero muy difícil actuar con sabiduría y oportunidad. De modo que con profunda convicción digo y repito: a menudo todos hemos desempeñado el trágico papel del caballo y es constante el peligro de caer en la tentación una vez más. La situación ilustrada en esta fábula se reproduce una y otra vez en la vida de las naciones y de los individuos Podríamos decir que éste es el proceso por el cual el desagrado y el odio hacia determinada persona o determinado grupo se proyectan en contra de otro grupo incapaz de oponer una defensa efectiva. ¿Pero por qué el papel del ciervo de la fábula tan a menudo corresponde a los judíos? ¿Por qué tan a menudo los judíos son objeto del odio de las masas? En primer lugar porque hay judíos mezclados con casi todas las demás naciones y además porque están demasiado dispersos para defenderse a sí mismos de los ataques violentos. Unos pocos ejemplos tomados del pasado inmediato demostrarán esta aseveración. Hacia finales del siglo XIX el pueblo ruso languidecía bajo el poder tiránico de su Gobierno. Errores crasos y constantes en política exterior crearon una tensión popular que llegó al borde del estallido. En esta circunstancia extrema los gobernantes trataron de distraer la atención pública incitando a las masas para que

manifestaran su odio y su violencia en contra de los judíos. Estas tácticas se repitieron después de que el Gobierno ruso hubiera ahogado en sangre la peligrosa revolución de 1905. Bien puede haber sido esta maniobra la que contribuyera a que el odiado régimen permaneciera en el poder casi hasta el fin de la Guerra Mundial. Cuando los alemanes perdieron la Guerra Mundial, tramada por su clase dirigente, hubo inmediatos intentos de responsabilizar a los judíos de haberla instigado, en primer lugar, y de haberla perdido, en segundo término. Con el correr del tiempo el éxito coronó esos esfuerzos. El odioalimentado en contra de los judíos no sólo sirvió de protección a las clases privilegiadas, sino que además hizo que un pequeño, inescrupuloso e insolente grupo redujera al pueblo alemán a un estado de completa servidumbre. Los crímenes que se han imputado a los judíos en el curso de la historia-crímenes con los que se querían justificar las atrocidades perpetradas contra ellos han cambiado en rápida sucesión Se les ha acusado de envenenar los manantiales. Se ha dicho que asesinaban niños con propósitos rituales. Se les ha adjudicado, falsamente, un interés sistemático por el dominio y la explotación económica de toda la humanidad. Se han escrito libros seudocientíficos para clasificarlos como raza inferior y peligrosa. Se los ha definido como instigadores de las guerras y de las revoluciones para servir a sus designios egoístas. Se les ha presentado, de manera simultánea, como peligrosos innovadores y como enemigos del verdadero progreso. Se les ha acusado de falsear la cultura de las naciones mediante su penetración de la vida nacional a través del disfraz de asimilados. A1 mismo tiempo, se decía que los judíos son tan tozudamente Inflexibles que les resulta imposible adaptarse a cualquier grupo social. Casi exceden la capacidad imaginativa las acusaciones formuladas en contra de ellos: unas acusaciones cuyos propugnadoras sabían falsas por completo pero que, una y otra vez, han ejercido su influencia sobre las masas. En tiempos de desasosiego las masas se inclinan hacia el odio y la crueldad, en tanto que en épocas de paz estos rasgos de la naturaleza humana emergen de un modo más encubierto. Hasta este momento he hablado sólo de la violencia y la opresión que se han ejercido en contra del pueblo judío. No me he referido al antisemitismo en sí como fenómeno psicológico y social que existe aún en los tiempos y circunstancias en que no se lleva ninguna acción especial en contra de los judíos. En este sentido se podría hablar de un antisemitismo latente. ¿Cuál es su fundamento? Creo que, en cierto sentido, se le podría considerar como una manifestación normal en la vida de un pueblo. Los miembros de cualquier grupo que exista dentro de una nación mantienen entre sí un nexo mucho más estrecho que el que pueda haber con el resto de la población. De modo que un país no estará libre de fricciones mientras aquellos grupos continúen siendo diferenciables. Desde mi punto de vista, la uniformidad dentro de un pueblo no es deseable, aún en el caso de que se pudiera lograrla. Las convicciones y los objetivos comunes, los intereses similares producirán, en cada sociedad, unos grupos que funcionen, hasta cierto punto, como unidades. Y entre ellos siempre surgirán fricciones: el mismo tipo de aversión y rivalidad que existe entre individuos.

El carácter necesario de esos grupos se ve con mayor claridad, quizá, en el ámbito de la política, en la formación de los partidos políticos Sin partidos, los intereses políticos de los ciudadanos de cualquier país están condenados a la extinción, porque no existe un campo adecuado para el libre intercambio de opiniones; el individuo está aislado y no tiene la posibilidad de sostener sus convicciones. Además, las convicciones políticas maduran y crecen mediante el estímulo y la crítica de individuos de ideas semejantes y parecidos objetivos. Y la política no es distinta de las demás manifestaciones de nuestra existencia cultural. Así, por ejemplo, es bien sabido que en tiempos de intenso fervor religioso surgen sectas diferentes cuya rivalidad sirve de estímulo para la vida religiosa general. Por otra parte, tampoco ignoramos que la centralización-es decir, la eliminación de los grupos independientesconduce a la unilateralidad y a la esterilidad en la ciencia y en el arte, porque al centralizar se controla y hasta suprime la diversidad de opiniones y de formas de investigación. ¿Qué es un judío? La formación de grupos tiene un efecto fortalecedor en todas las esferas de la actividad humana, quizá porque surge de la lucha entre las convicciones y los fines representados por los distintos grupos. Los judíos también constituyen un grupo con un carácter propio definido y el antisemitismo no es más que la actitud antagónica que el grupo judío despierta entre los no Judíos. Ésta es una reacción social 1ógica. Y de no haber sido por las afrentas políticas que ha generado, jamás se habría designado con un nombre especial. ¿Cuáles son las características del grupo judío? En primer lugar ¿qué es un judío? No hay respuestas fáciles para estas preguntas. La respuesta más simple podría ser la siguiente: un judío es una persona que profesa la fe judía. El carácter superficial de este juicio se reconoce con sólo recurrir a un sencillo paralelo. Si nos preguntáramos qué es un caracol, podríamos pensar en una respuesta como la anterior: un caracol es un animal que vive en una concha de caracol. La respuesta no es incorrecta, pero tampoco exhaustiva, porque la concha aludida es uno de los productos del propio caracol. Del mismo modo, la fe judía es uno de los productos característicos de la comunidad judía. Por otra parte, sabemos que un caracol puede perder su concha sin dejar de ser, por ello, un caracol. El judío que abandona su fe (en el sentido formal del término) está en una situación similar. Sigue siendo un judío. Dificultades de esta especie aparecen siempre que se quiere explicar el carácter esencial de un grupo. El nexo que ha unido a los judíos a lo largo de miles de años y que aun hoy los sigue uniendo, por encima de todo, es el ideal democrático de la justicia social, conjugado con el ideal de ayuda mutua y de tolerancia entre los hombres. Las más antiguas escrituras religiosas de los judíos ya estaban impregnadas de estos ideales sociales, que han ejercido honda influencia en el cristianismo y en el islamismo y que han dejado su huella en la estructura social de un gran parte de la humanidad. Debemos recordar aquí la introducción de un día semanal de descanso: una verdadera bendición

para toda la humanidad. Personalidades como Moisés, Spinoza y Karl Marx, por distintas que sean entre sí, han vivido y se han sacrificado en aras del ideal de justicia social. Y la tradición de sus antepasados ha guiado a esos hombres en su arduo camino. Las magníficas realizaciones filantrópicas de los judíos nacen de la misma fuente. El segundo rasgo característico de la tradición judía es la elevada consideración de toda forma de aspiración intelectual y de esfuerzo espiritual. Estoy convencido de que ese gran respeto por el quehacer intelectual es el responsable de las contribuciones que los judíos han hecho en el progreso del conocimiento, en la más amplia acepción del término. En razón de su número relativamente pequeño y de los muchos e importantes obstáculos externos, que en forma constante se les han puesto en todas partes, el alcance de esas contribuciones merece la admiración de todos los hombres sinceros. Me atrevo a afirmar que esto no se debe a una especial abundancia de dotes naturales. La raíz del hecho está en la estima que a la tarea intelectual brindan los judíos, lo cual crea una atmósfera favorable al desarrollo de todos los talentos que existan. A1 mismo tiempo, un fuerte espíritu crítica advierte en contra de una ciega obediencia a cualquier autoridad mortal. Me he impuesto la limitación de referirme sólo a estos rasgos tradicionales, que me parecen los básicos. Estos criterios y estos ideales hallan su expresión tanto en las pequeñas cosas como en las grandes, son transmitidos de padres a hijos, dan colorido a las conversaciones y a las opiniones que se vierten entre amigos, llenan los escritos religiosos y dan a la vida comunitaria del grupo su estampa característica. En estos ideales diferenciadores creo que está la esencia de la naturaleza judía. Que la realización sea imperfecta en la vida cotidiana del grupo es un hecho natural. Sin embargo, si se intenta dar una expresión breve al carácter esencial de un grupo, el enfoque tendrá que tomar siempre en cuenta la naturaleza de sus ideales. Cuando la opresión es un estímulo Hasta aquí he hablado del judaísmo definiéndolo como una comunidad de tradición. Por otra parte, tanto amigos como adversarios a menudo aseguran que los judíos constituyen una raza, que sus características de comportamiento son el resultado de cualidades innatas transmitidas por herencia, de generación en generación. Esta opinión está fortalecida por el hecho de que los judíos, durante miles de años, se han casado dentro de su propio grupo, de modo predominante. Pos cierto, tal costumbre puede preservar la homogeneidad de una raza, dada la existencia previa de ésta, pero no puede producir la uniformidad de la raza, si ya había una mezcla racial. Pero no hay duda de que los judíos no son una raza pura, tal como todos los demás grupos de nuestra civilización. Antropólogos de reconocida valía han sido unánimes en este punto. Todas las afirmaciones en contra pertenecen al campo de la propaganda política y deben ser valoradas en consecuencia. Tal vez más que de su tradición misma, el grupo judío se ha beneficiado de la opresión y del antagonismo que siempre ha hallado en el mundo. Sin duda aquí está una de las razones principales que explican su existencia

continuada a lo largo de miles de años. El grupo judío, tal como lo he caracterizado en los párrafos precedentes, está integrado por unos dieciséis millones de personas: menos del uno por ciento de la humanidad o, poco más o menos, la mitad del número de habitantes de la Polonia de hoy. Su significación como factor político es mínima. Los judíos están esparcidos por casi toda la tierra y no están organizados como una unidad, lo que significa que son incapaces de llevar a cabo ninguna acción concertada. Si alguien se forjara una imagen de los judíos a partir de las declaraciones de los enemigos de nuestro pueblo, llegaría a la conclusión de que representan un poder mundial. A primera vista esa aserción parece absurda pero, a pesar de todo, desde mi punto de vista, existe cierto grado de veracidad en ella. Los judíos como grupo tal vez carezcan de fuerza pero la suma de los logros de sus miembros individuales es considerable en todas partes y habla por sí misma, toda vez que cada realización ha implicado superar muchos obstáculos. Las fuerzas que duermen en el individuo se ponen en movimiento y él mismo se ve inducido a sacrificarse, por el espíritu que habita en el grupo. Y así surge el odio hacia los judíos entre quienes tienen motivos para rechazar la educación del pueblo. Más que ninguna otra cosa en el mundo, temen la influencia de los hombres que poseen independencia intelectual. En esto veo la causa fundamental del odio hacia los judíos que hoy crece con ferocidad en Alemania. Para el grupo nazi, los judíos no son sólo un medio para desviar el resentimiento del pueblo, que tendría que dirigirse en contra de ese partido opresor; los nazis ven en los judíos un elemento no asimilable que no puede ser forzado a una aceptación pasiva del dogma; esto significa una amenaza para la autoridad del partido, en la medida en que dicha autoridad exista. Éste es el meollo de la cuestión y prueba convincente de ello ha sido la solemne ceremonia de quema de los libros que el régimen nazi ha montado poco después de su acceso al poder. Carente de sentido desde el punto de vista politice, este acto sólo puede ser entendido como un arranque irreflexivo, emocional. Por este motivo lo considero más revelador que la mayoría de actos de mayor trascendencia práctica. En el campo de las ciencias políticas y sociales ha crecido una justificada desconfianza hacia las generalizaciones demasiado extremas. Cuando el pensamiento está dominado por esas generalizaciones, pueden producirse malas interpretaciones de las series de causa y efecto, con lo que se comete injusticia contra la verdadera multiplicidad de los hechos. Abandonar las generalizaciones, por otro lado, significa renunciar a la comprensión. Por ende, creo que corresponde asumir el riesgo de una generalización, mientras seamos conscientes de su grado de incertidumbre. Con este ánimo y con toda modestia, presentaré mi concepción del antisemitismo, considerado desde un punto de vista general. Veo que en la vida política operan dos tendencias opuestas, en lucha constante la una con la otra. La primera, la del optimismo, parte de la creencia de que el desarrollo libre de las fuerzas productivas de los individuos y de los

grupos conduce esencialmente a un estado social satisfactorio. Esta tendencia reconoce la necesidad de un poder central, situado por encima de grupos e individuos, pero concede a tal poder sólo funciones organizativas y reguladoras. La segunda, la pesimista, considera que el libre juego entre los individuos y los grupos lleva a la destrucción de la sociedad; de modo que busca la autoridad como base social, exige una obediencia ciega y ejerce la coerción. En rigor, esta tendencia es pesimista sólo hasta un cierto limite, porque es optimista en cuanto a aquellos que son, y desean ser, los dueños del poder y la autoridad. Los adeptos de esta tendencia son los enemigos de los grupos libres y de la educación que conduzca a un pensamiento independiente. Esta gente es la que sostiene el antisemitismo político. Aquí en América se rinde ficticia pleitesía a la primera tendencia, la optimista. Sin embargo, el segundo grupo tiene gran cantidad de adeptos, que aparecen en escena a menudo y en casi todas partes, aunque traten de ocultar su verdadera naturaleza. Su objetivo es el dominio politice y espiritual, ejercido sobre el pueblo por una minoría y logrado a través del control de los medios de producción. Sus partidarios ya han tratado de utilizar el arma del antisemitismo tanto como la de la hostilidad contra otros grupos. En algún momento futuro volverán a intentarlo. Hasta este instante el instinto político certero del pueblo ha hecho que fallara la tendencia autoritaria. Y así seguirá sucediendo en el futuro, si nos atenemos a la antigua' norma: cuídate de los aduladores, en especial cuando se te acerquen para predicar el odio. LA DISPERSIÓN DEL PUEBLO JUDÍO DE EUROPA De un discurso emitido por radio para el United Jewish Appeal, el día 22 de marzo de 1939. Publicado en Out of My Later Years, Nueva York, Philosaphical Library, 1950. La historia de las persecuciones que el pueblo judío ha tenido que sufrir es casi inconcebiblemente larga. Y a pesar de esto, la guerra que hoy se ha emprendido contra nosotros en Europa Central pertenece a una categoría distinta. En el pasado hemos sido perseguido aunque éramos el pueblo de la Biblia; hoy, por cierto, somos objeto de persecución a causa de ser el pueblo del libro sagrado. La finalidad es exterminarnos, por un lado, y también destruir aquel espíritu expresado en la Biblia y en la cristiandad, que es el que ha hecho surgir la civilización en el norte y en el centro de Europa. Si este fin se lograr, Europa se convertiría en un yermo: la vida de la comunidad humana no puede soportar durante largo tiempo la fuerza, la brutalidad, el terror y el odio. Sólo la comprensión de nuestros congéneres, la justicia en nuestros actos y la voluntad de ayudar a los demás hombres pueden dar durabilidad a la humanidad y seguridad al individuo. Ni la inteligencia ni las invenciones ni las instituciones pueden servir como sustituto de estas partes vitales de la educación. Muchas comunidades judías han sido desarraigadas con el inicio de la presente catástrofe europea. Cientos de miles de hombres, mujeres y niños han sido arrancados de sus hogares y vagan desesperados por los caminos del mundo.

La tragedia actual del pueblo judío es una tragedia que refleja un desafío a la estructura fundamental de la civilización moderna. Uno de los aspectos más trágicos de la opresión de los judíos y de otros grupos ha sido la aparición de una clase de refugiados. Muchos brillantes hombres de ciencia, artistas y escritores han sido arrojados de 1os países que se han enriquecido con sus talentos. En un periodo de declive económico, estos exiliados poseen el conocimiento necesario para dar nueva vida al esfuerzo económico y cultural; muchos de estos refugiados son expertos en el campo de la industria y la ciencia y pueden hacer contribuciones muy valiosas para el progreso del mundo. Están en condiciones de pagar por la hospitalidad que se les brinde con nuevo desarrollo económico y la apertura de nuevas posibilidades de empleo para la población nativa. Según los datos que poseo en Inglaterra la admisión de refugiados ha hecho que surgieran nuevos trabajos para quince mil personas que estaban en paro. En mi condición de ex ciudadano de Alemania que ha tenido la fortuna de poder abandonar este país sé que puedo hablar en nombre de los refugiados tanto aquí como en otras naciones, y que puedo darlas gracias a los gobiernos democráticos del mundo por la espléndida acogida que nos han brindado. Todos nosotros tenemos una deuda de gratitud hacia nuestros nuevos países y cada uno hace aquello que está a su alcance para mostrar nuestra gratitud con nuestras contribuciones al esfuerzo económico, social y cultural de los países en los que residimos. Con todo, es fuente de honda preocupación el hecho de que las los refugiados se vean aumentadas en forma constante. El transcurso de estas últimas semanas ha traído la posibilidad de varios cientos de miles de refugiados de Checoslovaquia. Una vez más nos enfrentamos con una gran tragedia para la comunidad judía que tiene tan noble tradición de democracia y de servicio comunitario. La capacidad de resistencia que ha permitido al pueblo judío sobrevivir durante miles de años es un resultado directo de la observancia de las doctrinas bíblicas en las relaciones entre los hombres. En estos años de aflicción, nuestra predisposición para brindarnos ayuda los unos a los otros se ha visto sometida a una severa prueba. Cada uno de nosotros debe afrontar esta prueba personalmente y debe cumplir con ella tal como lo han hecho nuestros padres en otros tiempos. No tenemos más medios de defensa que nuestra solidaridad nuestra certeza de que la causa por la que estamos sufriendo es una causa sagrada. JUDÍOS DE ISRAEL De una audición radiofónica para la organización United Jewish Ap emitida el 27 de noviembre de 1949. Publicado en Out of My New Years, Nueva York, Philosophical Library, 1950 Para nosotros, los judíos, no hay problema de tan abrumadora importancia como la consolidación de lo que se ha llevado a cabo en Israel con asombrosa energía e inigualable espíritu de sacrificio. La alegría y la admiración nos colman cuando pensamos en ese pequeño grupo de personas enérgicas y reflexivas que tantas cosas ha

realizado; nuestro anhelo es que ese sentimiento nos dé fuerzas para aceptar la gran responsabilidad que las circunstancias actuales han puesto sobre nosotros. A1 evaluar lo realizado, sin embargo, no nos podemos perder de vista la causa que ha inspirado esa realización: el rescate de nuestros hermanos de raza en peligro, dispersos en muchos países y que así se podrán reunir en Israel; la creación de una comunidad que esté tan cercana como sea posible a los ideales éticos de nuestro pueblo, tal como se han ido formando a lo largo de una prolongada historia. Uno de esos ideales es el de la paz, basado en la comprensión, la ecuanimidad y la no violencia. Si bien estamos compenetrados por este ideal, nuestra alegría se mezcla con una cierta tristeza porque nuestras relaciones con los árabes, en estos momentos, se apartan de esa vía. Tal vez podríamos haberlo conseguido, si se nos hubiera permitido construir, sin interferencias, las relaciones con nuestros vecinos, porque nosotros querernos la paz y comprendemos que nuestro desarrollo futuro depende de ella. Nosotros y nuestros vecinos hemos tenido menos culpa que las organizaciones internacionales por el hecho de que no se lograra establecer una Palestina unida, en la cual judíos y árabes vivieran como iguales, libres y en paz. Si una nación domina a otras naciones-como ha sido el caso del protectorado británico en Palestina-, es difícil que logre evitar aquello que aconseja el conocido aforismo: Divide et Impera. En lenguaje llano esto significa: crea la discordia entre el pueblo gobernado para que no se una y no pueda sacudirse el yugo que se le ha impuesto. Pues bien: el yugo ha desaparecido, pero la semilla de la discordia ha dado sus frutos y aún ocasionará daño durante algún tiempo... esperemos que no demasiado largo. Los judíos de Palestina no luchan para lograr una ir dependencia política para sí mismos, sino que quieren hacer posible la libre inmigración de los judíos de muchos países, porque sus vidas están en peligro. Y también quieren que haya inmigración libre para todos aquellos que anhelan una vida entre sus hermanos de raza. No hay exageración en decir que esos hombres luchan para hacer realidad un sacrificio tal vez único en la historia. No hablo de la pérdida de vidas y propiedades ocurrida en la lucha contra un adversario muy superior numéricamente, ni me refiero al agotador esfuerzo que es compañero inevitable del primer colono de una comarca árida e inhóspita. Pienso en el sacrificio adicional que ha de hacer un pueblo que vive en tales condiciones, para recibir al cabo de dieciocho meses un aflujo de inmigrantes que representa más de una tercera parte del total de la población judía del país. Para comprender el alcance de todo esto basta con pensar en una proeza similar por parte de los judíos americanos. Supongamos que no hubiera leyes que limitasen la inmigración a los Estados Unidos; imaginemos que los judíos de este país se ofrecieran voluntariamente a recibir a más de un millón de judíos de otras naciones dentro del plazo de un año y medio, a cuidar de ellos y a integrarlos en nuestra economía. Esto sería una empresa de enorme valor, pero aun así demandaría mucho menos esfuerzo que el que han tenido que realizar nuestros hermanos en Israel. Porque los Estados Unidos son un país fuerte, grande y fértil, poco poblado, con un alto nivel de

vida y una capacidad productiva muy desarrollada, a diferencia de Palestina, la pequeña Palestina judía, cuyos habitantes-sin el peso adicional de una inmigración masivallevan una vida dura y frugal, amenazada por los ataques de los enemigos. Pensemos en las privaciones y sacrificios personales que este acto voluntario de amor fraternal implica para los judíos de Israel. Los medios económicos de la comunidad judía en Israel no bastan para llevar a buen puerto esta empresa tremenda. De un total de más de trescientas mil personas que han emigrado hacia Israel a partir de mayo de 1948, cien mil se encuentran sin trabajo ni techo. Muchos han tenido que ser ubicados en tiendas de campaña, en condiciones que deben ser motivo de nuestra constante preocupación. No podemos permitir que esa tarea magnífica se desvirtúe porque los judíos de este país no brindan la ayuda suficiente, con la necesaria premura. Creo que todos los judíos nos encontramos ahora ante un precioso regalo: la oportunidad de tomar parte activa en esa labor extraordinaria. CUARTA PARTE SOBRE ALEMANIA MANIFIESTO DE MARZO DE 1933 Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Mientras se me permita elegir, sólo viviré en un país en el que haya libertades políticas, tolerancia e igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. La libertad política implica la libertad de expresar las propias opiniones políticas verbalmente y por escrito; la tolerancia implica el respeto por todas y cada una de las creencias individuales. Estas condiciones no existen en Alemania, hoy. Quienes más han hecho por la causa de la comprensión internacional, entre quienes se encuentran muchos artistas, sufren, en ella, persecución. Todo organismo social puede desequilibrarse psicológicamente, tal como ocurre con los individuos, en especial en tiempos difíciles. Las naciones, por lo común, sobreviven a esas enfermedades. Tengo la esperanza de que bien pronto la normalidad vuelva a imponerse en Alemania y de que en el futuro sus grandes hombres, como Kant y Goethe, no sean recordados de cuando en cuando, sino que los principios que ellos defendieron y enseñaron se tomen en cuenta en la vida pública y penetren en la conciencia general. CORRESPONDENCIA CON LA ACADEMIA PRUSIANA DE CIENCIAS Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Declaración de la Academia, contra Einstein, del 1 de abril de 1933 Con verdadera indignación, la Academia Prusiana de Ciencias ha tomado conocimiento, a través de los periódicos, de la participación de Albert Einstein en la

campaña de difamación emprendida en Francia y en América. Esta institución exige una inmediata explicación. Entre tanto, Einstein ha anunciado su renuncia a la Academia, fundamentándola en que no puede continuar al servicio del Estado prusiano bajo su presente gobierno. En su carácter de ciudadano suizo, también se propone renunciar a la nacionalidad prusiana, que había adquirido en 1913, al ser aceptado como miembro de la Academia. La Academia Prusiana de Ciencias se siente particularmente molesta por las actividades de agitador que Einstein lleva a cabo en países extranjeros, dado que tanto esta institución como sus miembros siempre se han sentido hondamente ligados al Estado prusiano y, si bien en política se han mantenido al margen estricto de toda parcialidad partidista, siempre han sostenido y guardado fidelidad a la idea nacional. Por estas razones no existen motivos para lamentar la renuncia de Einstein. Por la Academia Prusiana de Ciencias: Profesor Doctor Ernst Heymann Secretario Perpetuo RESPUESTA DE EINSTEIN A LA ACADEMIA Le Coq, cerca de Ostende, 5 de abril, 1933 Una fuente digna de confianza me ha informado acerca de una declaración oficial de la Academia de Ciencias, en la que se habla de "la participación de Albert Einstein en la campaña de difamación emprendida en Francia y en América". A través de la presente declaro que jamás he tenido participación en ninguna campaña de difamación en ningún sitio, ni he visto que tal cosa existiera. Lo único habido ha sido la reproducción y comentario de las declaraciones oficiales y las órdenes de miembros responsables del gobierno alemán, junto con la publicación del programa para la aniquilación de los judíos alemanes en el terreno económico. Las declaraciones que he brindado a la prensa estaban relacionadas con mi intención de renunciar a mi puesto en la Academia y de renunciar a la nacionalidad prusiana. Mi decisión se basa en que no quiero vivir en un país donde los individuos no gozan de igualdad ante la ley ni de la libertad de cátedra y de expresión. Además, he descrito la presente situación en Alemania como una enfermedad psíquica de sus masas y he hecho algunas reflexiones al respecto. En un documento entregado a la Liga Internacional para Combatir el Antisemitismo, redactado con el fin de obtener ayuda y no para ser utilizado por la prensa, me he permitido apelar a los hombres que aún tienen fe en los ideales de una civilización en peligro; les he pedido que vuelquen sus mayores esfuerzos para evitar que la psicosis de masas, vistos los terribles síntomas que manifiesta hoy en Alemania, siga expandiéndose. Hubiera sido muy sencillo para la Academia obtener una versión correcta de mis palabras antes de publicar el tipo de declaración que ha dado a conocer sobre mí. La prensa alemana ha reproducido una versi6n deliberadamente distorsionada de mis palabras, única cosa que era de esperar

de una prensa amordazada como la presente. Estoy preparado para reafirmar cada una de las palabras que he publicado. A cambio, espero que la Academia hará conocer esta declaración mía a sus miembros y también al pueblo alemán, ante el cual me ha calumniado. Dos cartas de la Academia Prusiana Berlín, 7 de abril de 1933 Apreciado señor Profesor: En mi carácter de actual Secretario Principal de la Academia Prusiana acuso recibo de su nota del 28 de marzo, en la que anunciaba su renuncia a esta Academia. Esta institución ha tomado nota de su renuncia en su sesión plenaria del 30 de marzo de 1933. Esta Academia lamenta profundamente el giro que han tomado los acontecimientos, en especial el hecho de que un hombre de la más elevada autoridad científica, a quien muchos años de labor entre los alemanes y muchos años de pertenencia a nuestra Academia tendrían que haber familiarizado con el carácter alemán y con los hábitos alemanes de pensamiento, haya elegido este momento para asociarse con un círculo extranjero que-en gran medida, sin duda, por la ignorancia de la situación actual y de los hechostanto daño ha hecho a nuestro pueblo alemán, al propalar juicios falsos y rumores infundados. Habíamos confiado en que alguien que pertenecía a nuestra Academia desde largo tiempo atrás sabría alinearse, más allá de sus propias si1npatías políticas, en las filas de los defensores de nuestra nación y en contra de la avalancha de mentiras que se ha arrojado sobre ella. En estos días de denuncias viles unas veces, ridículas otras, unas palabras bien intencionadas hacia el pueblo alemán, dichas por usted, hubieran tenido una amplia repercusión en el extranjero. Pero he aquí que su testimonio ha valido de apoyo para los enemigos del pueblo alemán y no sólo para los adversarios del gobierno actual. Esto nos ha producido una amarga y penosa desilusión que se habría traducido, aún en el caso de no haber recibido su renuncia, en su separación de la Academia. Con nuestro mayor respeto, von Ficker 11 de abril de 1933 La Academia quiere dejar bien sentado que su declaración del 1 de abril de 1933 no se ha basado en la prensa alemana tan sólo, sino -y muy en especial-en declaraciones publicadas por periódicos franceses y belgas y a quienes el señor Einstein no ha desmentido. También obra en poder de la Academia la declaración de Einstein a la Liga para Combatir el Antisemitismo, en la que este científico deplora que Alemania haya vuelto a caer en la barbarie de tiempos pasados. Además, la Academia comprueba que el señor Einstein, si de acuerdo con su propia declaración no ha participado en la propaganda

difamatoria, no ha hecho nada por disipar las injustas sospechas y las calumnias, cosa que según el criterio de esta Academia era su obligación, como corresponde a uno de los académicos más antiguos. En lugar de ello, el señor Einstein ha hecho unas declaraciones públicas-y lo que es más, en países extranjeros, que por provenir de un hombre de reputación internacional estaban destinadas a ser malignamente utilizadas por los enemigos no sólo del actual gobierno alemán sino de todo el pueblo de Alemania. Por la Academia Prusiana de Ciencias H. von Ficker E. Heymann Secretarios perpetuos Respuesta de Albert Einstein Le Coq-sur-Mer, Bélgica, 12 de abril de 1933 He recibido la carta que ustedes me enviaran el 7 de los corrientes y deploro profundamente el espíritu que revela. En cuanto a los hechos sólo puedo replicar lo siguiente: su afirmación acerca de mi comportamiento es, en el fondo, una forma más de la declaración que ya habían publicado y en la que me acusaban de participar en una campaña difamatoria contra el pueblo alemán. En mi carta anterior ya he calificado de calumnia esa acusación. Ustedes mencionan también que "unas palabras bien intencionadas" de mi parte hacia el pueblo alemán podrían haber tenido una amplia repercusión en el extranjero. A esto debo replicar que el testimonio que ustedes exigen de mí hubiera significado repudiar los principios de justicia y libertad que he sostenido durante toda mi vida. Y tal testimonio no hubiera consistido en unas palabras bien intencionadas, para utilizar la expresión que ustedes han elegido, en favor del pueblo alemán; muy por el contrario sólo hubieran ayudado a quienes sostienen la causa contraria a las ideas y principios que han ganado para el pueblo alemán un lugar de honor en el mundo civilizado. Dar ese testimonio en esas circunstancias habría significado contribuirsiquiera en forma indirecta-a la corrupción moral y a la destrucción de todos los valores culturales existentes. Por esto me he sentido obligado a renunciar a la Academia y esta última carta de ustedes me confirma el acierto de mi decisión. CORRESPONDENCIA CON LA ACADEMIA BÁVARA DE CIENCIAS Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Al Profesor Albert Einstein De la Academia Bávara Munich, 8 de abril de 1933 Muy señor nuestro:

En su carta a la Academia Prusiana de Ciencias usted ha aducido como motivo de su renuncia las presentes circunstancias por las que atraviesa Alemania. La Academia Bávara de Ciencias, que le eligiera miembro correspondiente hace algunos años, también es una Academia alemana, muy cercana a la Academia Prusiana y a otras instituciones similares de Alemania. De modo que su renuncia a la Academia Prusiana de Ciencias habrá de repercutir en sus relaciones con nuestra Academia. Por ende queremos saber cómo ve usted su relaci6n con nuestra Academia después de lo ocurrido entre la Academia Prusiana y usted. El Presidente de la Academia Bávara de Ciencias Respuesta de Albert Einstein Le Coq-sur-Mer, 21 de abril de 1933 Como fundamento de mi renuncia a la Academia Prusiana he dicho que en las presentes circunstancias no tenía deseo alguno de ser ciudadano alemán ni de permanecer en una posición de dependencia ante el Ministerio Prusiano de Educación. En sí mismas, estas razones no exigen cortar mis relaciones con la Academia Bávara. Si a pesar de ello deseo que mi nombre sea borrado de su lista de miembros, la razón es otra, bien distinta. El deber primordial de una Academia es promover y proteger la vida científica de un país. No obstante, las sociedades cultas de Alemania, según tengo entendido, han tolerado sin protestar que una considerable proporci6n de científicos y estudiantes alemanes, y también de calificados profesionales, se hayan visto privados de toda posibilidad de trabajar y ganarse la vida en Alemania. No me interesa pertenecer a ninguna sociedad que se comporta de tal manera, aún cuando su actitud sea debida a presiones externas. RESPUESTA A LA INVITACIÓN DE PARTICIPAR EN UNA ASAMBLEA CONTRA EL ANTISEMITISMO Las siguientes líneas son la respuesta de Einstein a una invitación para que participara en una manifestación francesa en contra del antisemitismo en Alemania. Este texto fue publicado en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. He reflexionado cuidadosamente y desde todos los ángulos posibles esta importante invitación, relacionada con una cuestión que me afecta más que cualquier otra. Y he llegado a la conclusión de que no debo asistir personalmente a esta manifestación tan importante, por dos razones: En primer lugar, soy aún súbdito alemán y en segundo, soy judío. En cuanto al primer punto, he de agregar que he trabajado regularmente en distintas instituciones alemanas y que siempre se me ha tratado con total confianza. Por muy profundamente que lamente las horribles cosas que están sucediendo en ese país, por más que condene las terribles

aberraciones que ocurren con la aprobación del gobierno, me resulta imposible intervenir de manera personal en un acto que ha sido organizado con la anuencia de miembros responsables de un gobierno extranjero. Para que comprendan bien mi posición, supongamos que un ciudadano francés, en situación análoga, participando en una protesta contra la acción del gobierr1o francés, junto con algún prominente hombre de estado alemán. Aun cuando se admitiera sin sombra de duda que la protesta estuviera ampliamente justificada por los hechos mismos, se consideraría-supongo-que el comportamiento del ciudadano francés es un acto de deslealtad. Si en la época del caso Dreyfus, Zola se hubiera sentido obligado a abandonar Francia, no hubiera colaborado en una protesta organizada por personalidades del gobierno alemán, por justa que le hubiese parecido. Se hubiera limitado a sentirse avergonzado de sus compatriotas. En segundo lugar, una protesta contra la injusticia y la violencia cs incomparablemente más válida si proviene de personas motivadas sólo por sentimientos de humanidad y de amor a la justicia. Y esto no puede decirse de un hombre como yo, un judío que considera hermanos a los demás judíos. Para ese hombre toda injusticia contra los judíos es una injusticia contra él mismo. Por ende, no puede ser juez en su propia causa, sino que ha de esperar el juicio imparcial de los demás. Éstas son mis razones. Pero quiero agregar que siempre he honrado y admirado el alto sentido de la justicia que es uno de los rasgos más nobles de la tradición francesa. A LOS HÉROES DE LA BATALLA DEL GHETTO DE VARSOVIA Del Bulletin of the Society of Polish Jews, Nueva York, 1944. Han luchado y muerto como miembros de la nación judía en la contienda contra las bandas organizadas de asesinos alemanes. Para nosotros, estos sacrificios han fortalecido el lazo que existe entre los judíos de todos los países. Nos esforzamos para ser uno en la tarea de lograr una sociedad humana mejor, esa sociedad que nuestros profetas nos han fijado como objetivo, con tanta claridad y energía. Los alemanes, el pueblo alemán en su conjunto, son responsables de este asesinato en masa y deben ser castigados como pueblo, si hay justicia en el mundo y si no ha desaparecido por completo la conciencia de responsabilidad colectiva de las naciones. Detrás del partido nazi está el pueblo alemán, que ha elegido a Hitler después de que este hombre hubiera dejado muy claras en sus libros y en sus discursos sus intenciones vergonzosas, con respecto a las cuales no cabía la posibilidad de una interpretación errónea. Los alemanes son el único pueblo que no se ha opuesto seriamente a la persecución de los inocentes. Cuando estén totalmente derrotados y comiencen a lamentarse de su destino, no deberemos dejarnos engañar y tendremos que ser conscientes de que han utilizado, deliberadamente, el sentimiento humanitario de los demás para aprestarse a ejecutar su último y más monstruoso crimen contra la humanidad.

QUINTA PARTE CONTRIBUCIONES A LA CIENCIA INTRODUCCIÓN Por Valentine Bargmann, profesor de Física Matemática, de la Universidad de Princeton, I La siguiente es una breve sinopsis del desarrollo de las principales teorías físicas de Einstein. En cada caso citamos la fecha de publicación de las ideas fundamentales y la fecha de publicación de la forma definitiva de la teoría, al tiempo que dejamos de lado muchos artículos-no poco importantes-que describen aplicaciones y retoques de las teorías básicas. 1. Teoría de la relatividad. a) Teoría restringida. El primer documento de la teoría de la relatividad restringida (escrito en 1905, cuando Einstein era un empleado de la Oficina de Patentes Suiza, en Berna) presenta ya la teoría en su forma final. En un segundo escrito publicado pOCO tiempo después, Einstein señaló la más importante conclusión de esta teoría, es decir, la equivalencia de energía y masa, expresada en la conocida ecuación: E = m c2. b) Teoría general La historia de la teoría de la relatividad general es mucho más larga. En un estudio acerca de la teoría de la relatividad restringida, que había aparecido en el año 1907, Einstein señalaba la necesidad de una generalización y presentaba la idea fundamental de que la generalización ha de estar basada en la equivalencia de la masa inercial y la gravitatoria. Un trabajo escrito en 1911 discute algunas de las conclusiones de la teoría general referidas a la influencia de la gravedad sobre la luz: (1) la influencia de un campo gravitatorio sobre la frecuencia de las líneas espectrales (desviación gravitatoria roja); (2) la curvatura de los rayos luminosos por obra del campo gravitatorio del sol. (Algunos detalles fueron modificados más tarde.) Después de mucho más trabajo de investigación-en especial en el campo de la fundamentación matemática de la teoría-la forma definitiva de la relatividad general fue publicada en 1916. (Por esos dios Einstein y, había deducido el tercer .efecto astronómico. de la relatividad general, o sea, el movimiento del perihelio de Mercurio.) c) Otros trabajos sobre la teoría general. Los problemas de la relatividad general han ocupado a Einstein hasta el presente. Hacemos mención de tres de ellos que, al parecer, poseen una particular importancia: 1) cosmología, 2) el problema del movimiento, 3) la teoría del campo unificado. 1) Toda la cosmología moderna está relacionada con el trabajo que Einstein publicara en 1917, donde por primera vez aplicó la relatividad general a los problemas de la cosmología y de este modo situó la especulación cosmológica sobre una base firme. (Si bien por entonces Einstein consideraba la idea de un universo estático, el desarrollo posterior ha dado primacía al concepto de un

.universo en expansión., en vista de los datos astronómicos. La cosmología es activamente estudiada por muchos científicos que tratan de hallar una teoría coherente y relacionada con la constante aparición de nuevos datos.) 2) La relatividad general estaba basada, en su origen, en dos hipótesis independientes: las ecuaciones de campo para el campo gravitatorio y la ley del movimiento de las partículas materiales. En 1927 Einstein ya había considerado el problema de deducir la ley del movimiento a partir de las ecuaciones de campo y volvió sobre ello de manera reiterada. La solución definitiva surgiría en 1949 (fue obtenida en colaboración con L. Infeld). Así quedó demostrado que las ecuaciones de campo, en sí mismas, bastaban como base de la teoría. Desde el comienzo, la teoría de la relatividad general fue fundamentalmente una teoría del campo gravitatorio, en la medida en que las ecuaciones de campo para el campo gravitatorio surgieron, de un modo en esencia preciso, de las ideas básicas de la relatividad general. Otros campos pueden ser incorporados al esquema de la relatividad general, de un modo igualmente en esencia preciso, en el momento en que su estructura llegue a ser conocida. Pero la conexión era en cierta medida .suelta., toda vez que la relatividad general no podía predecir ni la existencia ni la estructura de cualquier otro campo (por ejemplo, la del campo electromagnético). Por lo tanto, muchos científicos (Weyl, Kaluza y Eddington, entre otros) intentaron desde un primer momento extender o generalizar la teoría, para lograr que abarcara todos los campos o, cuando menos, los campos gravitatorio y electromagnético. Por diversos motivos los intentos iniciales no fueron satisfactorios. Einstein ha trabajado sin descanso en este problema a partir del año 1923 y ha modificado una y otra vez la forma de la teoría. La versión más reciente fue iniciada en 1945 y recibió su forma definitiva en 1953 (fue publicada como Apéndice II a la cuarta edición de The Meaning of Relativity). 2. Teoría Cuántica En 1900; tan pronto como Max Planck planteó la teoría cuántica, Einstein se convirtió en el principal pionero del nuevo campo. Su primera contribución apareció en el mismo año (1905)incluso en el mismo número de los Annalen der Physik-en que apareciera su primer trabajo sobre la relatividad. Allí introdujo el concepto de los cuantos de luz o fotones y proporcionó una base para la mayor parte de los trabajos posteriores acerca de la teoría del cuanto, en especial para la teoría de Bohr acerca del átomo. En 1917 aparecería uno de los escritos tardíos más importantes sobre este tema, en el cual Einstein, sobre la base del concepto de las probabilidades de transición, y además de un penetrante análisis de las propiedades de los fotones, proporcionaría una nueva derivación de la ley de la radiación de Planck. Aquel concepto ha sido considerado básico a partir de entonces. Entre las distintas contribuciones de Einstein, mencionamos la primera aplicación de la teoría cuántica a la teoría del calor específico (1907) y los particularmente importantes escritos sobre la teoría cuántica de los gases (1924-25). Con éstos se impusieron el nuevo tipo de

estadística conocida como estadística de Bose-Einstein y también con ellos están contenidas ideas de amplio alcance sobre las ondas de electrones, ideas que sirvieron de guía a Schroedinger en sus trabajos sobre mecánica ondulatoria. 3. Teoría cinética de la materia. Entre 1902 y 1904, Einstein escribió varios trabajos en los que establecía en forma independiente la teoría de la mecánica estadística, de un modo análogo al que había empleado el gran físico norteamericano J. W. Gibbs. (La mecánica estadística o teoría cinética de la materia determina que las propiedades térmicas de la materia en su conjunto provienen de su naturaleza, compuesta por átomos [partículas últimas] que se mueven según las leyes mecánicas.) La secuela de significación mayor ha sido un tercer trabajo, muy importante, escrito en 1905: el que trata sobre el movimiento browniano. En ese estudio, y sobre la base de la teoría cinética, Einstein predijo el movimiento de partículas minúsculas suspendidas en un líquido. (Ese movimiento había sido observado unos cien años antes por el botánico inglés Robert Brown.) A la inversa, la investigación experimental de esos movimientos (en especial el trabajo del físico francés Perrin, que se había inspirado en la teoría de Einstein) condujo a la verificación de las hipótesis básicas de la teoría cinética de la materia. PRINCIPIOS DE FÍSICA TEÓRICA Discurso inaugural ante la Academia Prusfena de Ciencias en 1914. Einstein había sido nombrado miembro de la Academia en el año 1913. En 1933, después del surgimiento del régimen de Hitler, renunció a su puesto en la Academia. (Véase la correspondencia, pp. 183 y ss. de este volumen.) Publicado por la Academia Prusiona de Ciencias, 1914. Caballeros: En primer lugar debo dar a ustedes mis más sinceras gracias por haberme concedido el mayor honor que se puede conferir a un hombre como yo. Al elegirme miembro de esta Academia, me han liberado ustedes de las distracciones y exigencias de una vida profesional y han hecho posible mi entera dedicación a los estudios científicos. Sólo les pido que continúen creyendo en mi gratitud y en mi celo, aún cuando mis esfuerzos puedan parecerles pobres. Tal vez se me permitirá ahora hacer algunas consideraciones generales acerca de mi esfera de actividad, la física teórica, en relación con la física experimental. Hace unos días, un amigo mío, matemático, me comentaba en tono de broma: "un matemático es capaz de hacer muchas cosas, pero nunca lo que tú quieres que haga en aquel momento". A menudo esta misma observación puede aplicarse al físico teórico, cuando el físico experimental acude a él. ¿Cuál es la causa de esta peculiar falta de adaptabilidad? El método del teórico significa partir de la base de postulados generales o "principios" para deducir de ellos

conclusiones. O sea que el trabajo se divide en dos partes. En primer lugar, ha de descubrir sus principios y después tendrá que extraer las conclusiones que se desprendan de ellos. Para esta segunda tarea, el físico ha recibido una excelente formación en la universidad. Por lo tanto, si el primer estadio de los problemas está ya resuelto para cierto campo o para cierto conjunto de fenómenos correlacionados, este científico puede estar seguro de su éxito, siempre y cuando su inteligencia y su capacidad de trabajo sean adecuadas. La primera de estas tareas, es decir, la de establecer los principios que deberán servir como punto de partida de sus deducciones, tiene una naturaleza muy especial. En este caso no existe un método que pueda aprenderse y aplicarse sistemáticamente para llegar al objetivo previsto. El científico debe extraer esos principios con habilidad de la naturaleza, percibiendo a partir de amplios conjuntos de hechos empíricos, ciertos rasgos generales que le permitan una formulación precisa. Una vez cumplida con éxito esa formulación, una deducción seguirá a otra deducción y así, a menudo, se revelarán relaciones imprevistas, que se extienden mucho más allá del ámbito de la realidad que brindaran los principios iniciales. Pero en tanto no se descubran los principios que sirven de base para extraer deducciones, el hecho empírico individual no tiene valor para el teórico, quien en rigor tampoco puede hacer nada con leyes generales aisladas descubiertas empíricamente. El físico teórico se hallará impotente frente a unos resultados inconexos, ofrecidos por la investigación empírica, hasta que no se le hayan revelado los principios que le servirán como base para el razonamiento deductivo. Ésta es la posición en que se encuentra la teoría, de momento, ante las leyes de la radiación térmica y del movimiento molecular a hojas temperaturas. Hasta hace unos quince años, nadie dudaba de la posibilidad de dar una explicación correcta de las propiedades eléctricas, ópticas y térmicas de la materia sobre la base de la mecánica de Galileo-Newton, aplicada al movimiento molecular, y de la teoría de Maxwell sobre el campo electromagnético. Pero Planck demostraría que, para establecer una ley de radiación térmica acorde con la experiencia, era necesario emplear un método de cálculo cuya incompatibilidad con los principios de la física clásica se hacía a cada instante más evidente. Con ese método de cálculo, Planck introdujo en la física la hipótesis cuántica, que ya ha recibido una brillante confirmación. Con esta hipótesis cuántica, Planck ha destronado la aplicación de la física clásica en los casos en que masas suficientemente pequeñas se muevan a velocidades lo bastante bajas y con niveles de aceleración lo bastante elevados; en consecuencia, las leyes del movimiento propuestas por Galileo y Newton sólo pueden ser aceptadas como leyes de limitada validez. A pesar de sus esfuerzos perseverantes, los teóricos aún no han logrado reemplazar los principios de la mecánica por otros que concuerden con la ley de la radiación térmica, de Planck, o hipótesis cuántica. Por muy definitivamente que se haya establecido que el calor ha de ser explicado por el movimiento molecular, tendremos que reconocer que hoy nuestra posición ante las leyes fundamentales de este movimiento se asemeja a la de los astrónomos anteriores a Newton ante los movimientos de los planetas.

Me he referido a un grupo de hechos para cuyo análisis teórico carecemos de principios básicos. Pero bien podría ocurrir que unos principios claramente formulados nos condujeran a conclusiones que entera o casi enteramente fueran a dar fuera del ámbito de la realidad que hoy es accesible a nuestra experiencia. En este caso, se necesitaría quizás un largo período de investigación empírica para corroborar si los principios teóricos se corresponden con la realidad. De esto tenemos un ejemplo en la teoría de la relatividad. Un análisis de los conceptos fundamentales de espacio y tiempo nos ha demostrado que el principio de la velocidad constante de la luz en el vacío, que surge de la óptica de los cuerpos en movimiento, no nos obliga a aceptar la teoría de un éter luminífero estático. Por el contrario, ha sido posible estructurar una teoría general que da cuenta de que los experimentos que se llevan a cabo sobre la tierra nunca revelan el movimiento de traslación de nuestro planeta. Esto implica la utilización del principio de la relatividad, que dice que las leyes de la naturaleza no alteran su forma cuando se pasa del sistema original (admisible) de coordenadas a uno nuevo por un movimiento de traslación uniforme con respecto al primero. Esta teoría ha logrado una confirmación sustancial por la experiencia y nos ha llevado a una simplificación de la descripción teórica de grupos de hechos vinculados entre sí. Por otra parte, -desde el punto de vista teórico, esta teoría no es completamente satisfactoria, porque el principio de la relatividad que hemos formulado habla de un movimiento uniforme. Si es verdad que no se debe adjudicar un significado absoluto al movimiento uniforme desde el punto de vista físico, se plantea el problema de si esta aseveración debe o no ser extendida a los movimientos no uniformes. Pues bien, se ha comprobado qué se llega a una extensión de la teoría de la relatividad si se parte del principio de relatividad ampliado en este sentido. De esta manera, llegamos a una teoría general de la gravedad, que incluye la dinámica. En el momento presente, no obstante, no poseemos el conjunto necesario de hechos que nos permitan comprobar la legitimidad de la introducción del principio postulado. Hemos afirmado que la física inductiva plantea preguntas a la deductiva y viceversa y para responder a esas preguntas debemos poner en juego todas nuestras energías. ¡Hago votos para que logremos un progreso permanente gracias a nuestros esfuerzos unidos! PRINCIPIOS DE INVESTIGACIÓN Discurso pronunciado durante la celebración del sexagésimo aniversario de Max Planck (1918), en la Sociedad de Física de Berlín. Publicado en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Max Planck (18581947) durante muchos años fue catedrático de física teórica en la Universidad de Berlín. Su más importante contribución a la física es su teoría cuántica, que había formulado en 1900 y que constituyó la base para todo el desarrollo de la moderna física atómica. Junto con Planck, Einstein fue el primero que trabajó en el nuevo campo, en particular en su teoría de los cuantos de luz o fotones (1905) y en la del calor específico (1907). Y fue él quien,

más que otros científicos, comprendió el carácter fundamental y profundo del concepto de cuanto en todas sus proyecciones. En el templo de la ciencia hay muchos tabernáculos y muy distintos entre sí son, por cierto, quienes a ellos acuden, acuciados por motivos bien diversos. Muchos obtienen de la ciencia un gozoso sentimiento de poderío y superioridad intelectual; la ciencia es su deporte favorito y en ella buscan experiencias vívidas y la satisfacción de sus ambiciones. En ese mismo templo, habrá otros que ofrecerán los productos de sus cerebros para sacrificarlos con propósitos utilitarios. Si un ángel del Señor llegara para arrojar del templo a todos los que pertenecen a esas dos categorías, quedarían sólo unos pocos hombres, tanto del tiempo presente como del pasado. Nuestro homenajeado, Max Planck sería uno de ellos y por tal motivo le estimamos profundamente. Soy consciente de que con esta imagen he expulsado a la ligera a muchos hombres excelentes que han sido responsables-importantes hasta casi totales-de la construcción del templo de la ciencia. Y en muchos casos el ángel se encontraría con que le resulta muy difíci1 decidirse. Pero de algo estoy seguro: si los tipos de científicos a los que hemos arrojado fueran los únicos existentes, el templo jamás habría llegado a existir, tal como no podría haber un bosque donde sólo crecen enredaderas. Para estas personas cualquier esfera de la actividad humana sería válida, llegado el caso. Que se conviertan en ingenieros, militares, comerciantes o científicos sólo dependerá de las circunstancias. Pero echemos una mirada a aquellos que fueron favorecidos por el ángel. La mayoría de ellos son en cierta medida extravagantes, poco comunicativos y solitarios, muy poco parecidos entre sí, a pesar de estas características comunes y a diferencia de quienes fueron arrojados del templo. ¿Qué les ha llevado al templo? Ésta es una pregunta muy difícil y no puede ser respondida con una única contestación. En principio, creo, junto con Schopenhauer, que una de las más fuertes motivaciones de los hombres para entregarse al arte y a la ciencia es el ansia de huir de la vida de cada día, con su dolorosa crudeza y su horrible monotonía, el deseo de escapar de las cadenas con que nos atan nuestros deseos siempre cambiantes. Una naturaleza de fino temple anhela huir de la vida personal para refugiarse en el mundo de la percepción objetiva y el pensamiento. Este deseo puede ser comparado con el ansia que experimenta el hombre de la ciudad por escapar de un entorno ruidoso y estrecho y dirigirse hacia el silencio de las alias montañas, donde los ojos pueden vagar en el aire tranquilo y puro y apreciar el paisaje sereno, que parece hecho de eternidad. Junto a esta motivación negativa surge otra, positiva. El hombre intenta crear para sí mismo, del modo que más le convenga, una imagen del mundo simplificada e inteligible; después, y hasta cierto punto, intenta que su cosmos reemplace al mundo de la experiencia, porque cree que así se hará dueño de éste. Así lo hacen, cada uno a su manera, el pintor, el poeta, el filósofo especulativo y el científico de la naturaleza. Cada uno hace que ese cosmos y su construcción sean el eje de su vida emotiva, para hallar a través de ese camino la paz y la seguridad que no es posible

encontrar en el venero de la experiencia personal. Entre todas esas posibles representaciones del mundo ¿qué lugar ocupa la imagen del mundo que elabora el físico teórico? En primer lugar, esa imagen exige el nivel más alto posible de precisión y rigor en la descripción de las relaciones, un rigor que sólo el lenguaje matemático puede brindar. Por otra parte, en lo que se refiere al tema en sí, el físico ha de autolimitarse con severidad: tendrá que contentarse con la descripción de los hechos más simples que puedan presentarse en el campo de nuestra experiencia. Cualquier evento de índole compleja exigiría un poder intelectual mucho mayor que el del hombre para emprender una reconstrucción que posea la sutil precisión y 1ª perfección lógica que exige la física teórica. Pureza suprema, claridad y certeza a expensas del conjunto. ¿Pero cuál puede ser el interés de llegar a conocer una porción de la naturaleza tan pequeña en forma exhaustiva, mientras se deja de lado, con cautela y timidez, todo lo que implique mayor sutileza y complejidad? ¿El producto de tales esfuerzos modestos puede recibir la orgullosa denominación de teoría del universo? Creo que esta denominación está justificada, porque las leyes generales sobre las que se basa la estructura de la física teórica se definen como válidas para toda clase de fenómeno natural. Mediante esas leyes sería posible llegar a la descripción-o sea, a la teoría-de todo proceso natural, incluyendo la vida, a través de la pura deducción, si ese proceso de deducción no estuviera más allá de la capacidad del intelecto humano. Es decir, que la renuncia del físico a la totalidad de su cosmos no es una cuestión de principio fundamental. La tarea fundamental del físico consiste en llegar hasta esas leyes elementales y universales que permiten construir el cosmos mediante pura deducción. No hay un camino lógico hacia esas leyes: sólo la intuición, fundamentada en una comprensión de la experiencia, puede llevarnos a ellas. Ante esta incertidumbre metodológica, cualquiera podría suponer que existen un elevado número de sistemas posibles de fisica teórica, todos bien justificados por igual. Y, en teoría, esta opinión es correcta, sin duda. Pero el desarrollo de la física ha demostrado que en todo momento, más allá de todas las construcciones concebibles, un único sistema ha resultado ser superior a todos los demás. ninguna persona que haya entrado en la materia con profundidad podrá negar que, en la práctica, el mundo de los fenómenos determina unívocamente el sistema teórico, a pesar de que no existe puente lógico entre los fenómenos y sus principios teóricos. Esto es lo que Leibnitz, con una feliz expresión, ha definido como "armonía preestablecida". A menudo los físicos acusan a los epistemólogos de no prestar la atención suficiente a este hecho. Según mi criterio, aquí está la raíz de la controversia que, hace algunos años, se desarrolló entre Mach y Planck. El anhelo de abarcar esta armonía preestablecida es la fuente de una inagotable paciencia y perseverancia, que Planck ha puesto en su dedicación a los más generales problemas de nuestra ciencia, como bien lo sabemos, negándose a ser distraído hacia fines más gratos y más fáciles de obtener. Muchas voces he oído que algunos colegas tratan de atribuir esta actitud a la extraordinaria fuerza de voluntad y la gran disciplina de nuestro

homenajeado. En mi opinión, se equivocan. El estado mental que capacita a un hombre para llevar a cabo una tarea de esa índole es similar al del que profesa una religión o al del hombre enamorado. El esfuerzo cotidiano no proviene de una intención deliberada, ni de un programa, sino del corazón, en forma directa. Aquí está nuestro querido Planck, y se sonríe para sí mismo al ver mis infantiles jugueteos con la linterna de Diógenes. Nuestro afecto por él no necesita de explicaciones gastadas. Que el amor por la ciencia continúe iluminando su sendero, en el futuro, y que le conduzca a la solución del más importante problema de la física de hoy, ese problema que él mismo ha planteado y que tanto ha hecho por resolver. ¡Que tenga éxito en la empresa de unir la teoría del cuanto con la electrodinámica y la mecánica, en un único sistema lógico! ¿QUÉ ES LA TEORÍA DE LA RELATIVIDAD? Escrito a petición del The London Times. Publicado el 28 de noviembre de 1919. He aceptado con gusto la petición que me formulara su colega para escribir unas líneas sobre la relatividad, para ser publicadas por el Times. Después de la lamentable interrupción del antiguo y activo intercambio de ideas entre los hombres de ciencia, me resulta grata esta oportunidad de expresar mis sentimientos de alegría y agradecimiento para los astrónomos y físicos de Inglaterra. Con total respeto por las solemnes tradiciones del trabajo científico en ese país, los más eminentes hombres de ciencia han entregado su tiempo y su esfuerzo, y las instituciones científicas no han ahorrado gastos para demostrar el alcance de una teoría que fue perfeccionada y publicada, durante la guerra, en el país de sus enemigos. Aún cuanf30 la investigación de la Influencia del campo gravitatorio del sol en los rayos de luz es un tema puramente objetivo, no puedo menos que expresar las gracias, de manera personal, a mis colegas ingleses por su trabajo. Sin esa labor es poco probable que se hubiera obtenido durante el curso de mi vida la comprobación de la más importante inferencia de mi teoría. En física podemos diferenciar varias clases de teorías. La mayor parte de ellas son constructivas e intentan organizar un cuadro de los fenómenos más complejos a partir de materiales que provienen de un esquema formal relativamente simple, que sirve de punto de partida. Así, la teoría cinética de los gases trata de reducir los procesos mecánico, térmico y de difusión al movimiento de las moléculas, o sea que intenta reproducirlos a partir de la hipótesis del movimiento molecular. Cuando decimos que hemos logrado comprender un grupo de procesos naturales, siempre queremos significar que hemos hallado una teoría constructiva que abarca el proceso en cuestión. Junto con esta clase de teorías principales, existe un segundo tipo al que llamaré "teorías de principios". En éstas se emplea el método analítico, no el sintético. Los elementos que configuran su base y punto de partida no se construyen por vía de hipótesis, sino que se descubren empíricamente; son características generales de procesos naturales, principios que dan origen a criterios formulados

de modo matemático, que los distintos procesos o sus representaciones teóricas tendrán que satisfacer. La termodinámica, por ejemplo, por medios analíticos, a partir de la experiencia universalmente probada de que el movimiento perpetuo es imposible, trata de deducir las condiciones necesarias que habrán de satisfacer los distintos hechos. Las ventajas de la teoría constructiva son la integridad, la adaptabilidad y la claridad; en el caso de la teoría de principios, nos encontramos con las ventajas de la perfección lógica y la seguridad de los fundamentos. La teoría de la relatividad pertenece a esta segunda clase. Para captar su naturaleza es necesario, en primer lugar, conocer los principios en los que está fundamentada. Sin embargo, antes de referirme a ellos, debo recordar que la teoría de la relatividad reúne dos elementos distintos: la teoría especial y la teoría general. La teoría especial, sobre la que se apoya la teoría general, se aplica a todos los fenómenos físicos, exceptuado sólo la gravitación. La teoría general ofrece la ley de la gravitación y sus relaciones con las otras fuerzas de la naturaleza. Desde los tiempos de los antiguos griegos se sabe que, para describir el movimiento de un cuerpo, es preciso utilizar un segundo cuerpo al cual se ha de referir el movimiento del primero. El movimiento de un vehículo es considerado con referencia a la superficie de la Tierra, el de un planeta con respecto a la totalidad de las estrellas fijas visibles. En física, este cuerpo de referencia recibe el nombre de sistema de coordenadas. Las leyes mecánicas de Galileo y Newton, por ejemplo, sólo pueden ser formuladas con la ayuda de un sistema de coordenadas. No obstante, el movimiento de este sistema de coordenadas no puede ser elegido de modo arbitrario. Para que las leyes de la mecánica sean válidas, tendrá que estar libre de rotación y aceleración. Un sistema de coordenadas admitido en mecánica se denomina "sistema inercial". El estado de movimiento de un sistema inercial, según la mecánica, no está, sin embargo, determinado unívocamente por la naturaleza. Por el contrario, todo sistema de coordenadas que se mueve uniformemente y en línea recta con respecto a un sistema inercial es, asimismo, un sistema inercial. Con el nombre de "principio de relatividad restringida", se indica la generalización de esta definición a cualquier fenómeno natural: es decir, que toda ley universal válida en relación con un sistema de coordenadas C, también ha de ser válida en relación con un sistema de coordenadas C', siempre que éste esté dotado de un movimiento uniforme de traslación con respecto a C. El segundo principio en que se apoya la teoría de la relatividad restringida es "el principio de la constancia de la velocidad de la luz en el vacío". Este principio afirma que la luz en el vacío siempre tiene una determinada velocidad de propagación, independiente del estado de movimiento del observador o de la fuente de luz. La confianza que los físicos depositan en este principio surge de los éxitos obtenidos por la electrodinámica de Maxwell y Lorentz. Estos dos principios están poderosamente apoyados por la experiencia, pero no parecen ser lógicamente conciliables. La teoría de la relatividad restringida, por fin, ha logrado unificarlos lógicamente, a través de una modificación de la cinemática, o sea mediante la doctrina de las leyes que

relacionan el espacio y el tiempo (desde el punto de vista de la física). Se comprobó que hablar de la simultaneidad de dos hechos no tiene sentido sino con relación a un sistema de coordenadas dado y que el tamaño de los patrones de medida y la velocidad a que da vueltas el reloj dependen de su estado de movimiento con respecto del sistema de coordenadas. Pero la antigua física, incluidas las leyes del movimiento de Galileo y Newton, no encajan en la cinemática relativista. De esta última han surgido condiciones matemáticas generales a las que deben adecuarse las leyes naturales, si los dos principios antes mencionados son correctos. La física ha tenido pues que adaptarse. En particular, los científicos han llegado a una nueva ley de movimiento para puntos de masa a grandes velocidades, que ha sido confirmada de un modo admirable en el caso de las partículas con carga eléctrica. El resultado más importante de la teoría de la relatividad restringida se refiere a las masas inertes de los sistemas corpóreos. Se ha determinado que la inercia de un sistema depende necesariamente de su contenido de energía y esto conduce en forma directa a la nación de que la masa inerte es energía latente. El principio de conservación de la masa pierde su independencia y se fusiona con el de conservación de la energía. La teoría de la relatividad restringida, que es simplemente un desarrollo sistemático de la electrodinámica de Lorentz y Maxwell, apunta hacia más allá de sí misma. ¿La independencia de las leyes físicas del estado de movimiento del sistema de coordenadas ha de restringirse al movimiento uniforme de traslación de cada sistema de coordenadas? ¿Qué relación guarda la naturaleza con nuestros sistemas de coordenadas y su estado de movimiento? Si a fin de describir la naturaleza fuera necesario utilizar un sistema de coordenadas arbitrariamente introducido por nosotros, su estado de movimiento no tendría que estar sujeto a ninguna restricción. Las leyes tendrían que ser por completo independientes de esta elección (principio de la relatividad general). Este principio de la relatividad general se ha establecido con cierta facilidad gracias a un hecho de la experiencia, conocido desde hace mucho tiempo: el peso y la inercia de un cuerpo se expresan por la misma constante (igualdad de la masa inerte y de la masa pesante). Imaginemos un sistema de coordenadas que mantiene un movimiento de rotación uniforme con respecto a un sistema inercial a la manera newtoniana. Las fuerzas centrífugas que se manifiestan en relación con este sistema, de acuerdo con las conclusiones de Newton, deben ser consideradas como efecto de la inercia. Pero estas fuerzas centrífugas son proporcionales a las masas de los cuerpos, tal como las fuerzas de la gravedad. ¿No sería posible en este caso considerar que el sistema de coordenadas está en reposo y que las fuerzas centrífugas con fuerzas gravitatorias? Esta interpretación parece muy clara, pero la mecánica clásica la prohíbe. Esta rápida descripción deja entrever que una teoría de la relatividad general debe proporcionar las leyes de la gravitación y la perseverancia en esta idea ha justificado nuestras esperanzas.

Pero el camino era más arduo de lo que habíamos supuesto, porque ha exigido el abandono de la geometría euclidiana; es decir que las leyes según las cuales los cuerpos sólidos pueden estar dispuestos en el espacio no concuerdan por completo con las leyes espaciales atribuidas a los cuerpos por la geometría euclidiana. A esto nos referimos al hablar de "curvatura del espacio". Los conceptos fundamentales de "recta", de "plano", etcétera, pierden, por lo tanto, su significado preciso en física. En la teoría de la relatividad general la ciencia del espacio y del tiempo, o cinemática, ya no se presenta como fundamento independiente del resto de la física. El comportamiento geométrico de los cuerpos y la marcha de los relojes dependen de los campos gravitatorios, que a su vez son producidos por la materia. La nueva teoría de la gravitación, en lo que se refiere a principios se diferencia considerablemente de la de Newton. Pero sus resultados prácticos concuerdan tan de cerca con los de la teoría de Newton que es difícil hallar criterios de diferenciación accesibles a la experiencia. Hasta el presente se han descubierto: 1. En la revolución de las elipses de las órbitas planetarias en torno al sol (confirmado en el caso de Mercurio). 2. En la curvatura de los rayos de luz por la acción de los campos gravitatorios (confirmado por las fotografías del eclipse solar de la expedición inglesa). 3. En un desplazamiento de las líneas espectrales hacia el extremo rolo del espectro en el caso de la luz transmitida a nosotros desde estrellas de considerable masa (no confirmado hasta el presente).• El atractivo fundamental de la teoría radica en el hecho de que es completa desde el punto de vista lógico. Si una sola de las conclusiones que se extraigan de ella resulta ser errada, tendremos que abandonarla, pues modificarla sin destruir toda su estructura parece ser imposible. Que nadie suponga, sin embargo, que el importante trabajo de Newton puede ser invalidado por ésta o por cualquier otra teoría. Sus grandes y lúcidas ideas retendrán para siempre su significación única como fundamentos de toda nuestra moderna estructura conceptual dentro de la esfera de la filosofía natural. Nota: Algunas de las afirmaciones aparecidas en su periódico y concernientes a mi vida y mi persona tienen origen en la vívida imaginación del articulista. Aquí también encontramos una aplicación más del principio de la relatividad, para gozo del lector: hoy, en Alemania, se me describe como .sabio alemán., en tanto que en Inglaterra se dice que soy un "judío suizo". Si mi destino me llevara a ser definido como una bête noire, me convertiría en un "judío suizo" para los alemanes y en un ."sabio alemán" para los ingleses. .- Este criterio ha sido confirmado posteriormente. GEOMETRÍA Y EXPERIENCIA Conferencia pronunciada ante la Academia Prusiana de

Ciencias, el 27 de enero de 1921. La última parte apareció por primera vez en una reimpresión de Springer, Berlín, 1921. Una de las causas de la especial estima de que goza la matemática, por encima de todas las otras ciencias, es el hecho de que sus proposiciones son absolutamente ciertas e indiscutibles, en tanto que las de todas las otras ciencias son, hasta cierto punto, debatibles y corren el riesgo constante de ser invalidadas por el descubrimiento de nuevos hechos. A pesar de esto, el investigador de otro ámbito de la ciencia no tendría que envidiar al matemático si las proposiciones de la matemática se refiriesen a objetos de nuestra imaginación y no a objetos de la realidad. Porque no puede sorprender a nadie que personas distintas lleguen a las mismas conclusiones lógicas cuando ya se han puesto de acuerdo en cuanto a las proposiciones fundamentales (axiomas) y a los métodos mediante los que habrán de deducirse nuevos axiomas. Pero existe otra razón más que sustenta la elevada reputación de la matemática: esta ciencia es la que proporciona a las ciencias naturales exactas una cierta medida de certeza, a la que no podrían llegar sin la matemática. En este punto surge por sí mismo un enigma que en todos los tiempos ha preocupado a las mentes inquisitivas. ¿Cómo puede ser que la matemática-un producto del pensamiento humano independiente de la experiencia-se adecúe tan admirablemente a los objetos de la realidad? ¿La razón humana, pues, sin acudir a la experiencia, con sólo entregarse al pensamiento, es capaz de desentrañar las propiedades de los objetos reales? En mi opinión, la respuesta a esa pregunta es, brevemente, la siguiente: en la medida en que se refieren a la realidad, las proposiciones de la matemática no son seguras y, viceversa, en la medida en que son seguras, no se refieren a la realidad. Creo que esto no estuvo totalmente claro para todos hasta la llegada de esta formulación de las matemáticas que recibe el nombre de "axiomática". El progreso alcanzado por la axiomática consiste en haber logrado una neta separación entre lo lógico-formal y su objetivo 0 contenido intuitivo; de acuerdo con la axiomática, sólo lo lógico-formal constituye el objeto de la matemática, que no tiene que ver con lo intuitivo ni con otro contenido asociado con lo lógico-formal. Consideremos ahora, desde este punto de vista, cualquier axioma de la geometría; el siguiente, por ejemplo: por dos puntos en el espacio pasa siempre una recta y sólo una. ¿Cómo debe interpretarse este axioma en el antiguo sentido y en el más moderno? La interpretación antigua: todos saben qué es una recta y qué es un punto. No es el matemático quien ha de decidir si este conocimiento nace de una habilidad de la mente humana o de la experiencia, de algún tipo de unión de ambas o de alguna otra fuente. Este problema queda en manos del filósofo. Al basarse en el conocimiento que precede a toda matemática, el axioma precitado es, como todos los axiomas, evidente de por sí, o sea que constituye la expresión de una parte de ese conocimiento apriorístico. La interpretación más moderna: la geometría trata de objetos que son denominados por las expresiones recta, punto, etcétera. No se presupone ni conocimiento ni

intuición de estos objetos, sino la validez de los axiomas, tal como el precitado, que deben ser considerados en un sentido puramente formal, es decir, vacíos de todo contenido de intuición o experiencia. Estos axiomas son creación libre de la mente humana. Todas las otras proposiciones de la geometría son inferencias lógicas de los axiomas (que deben ser tomados sólo en su sentido nominal). Los axiomas definen los objetos acerca de los cuales trata la geometría. En su tratado de epistemología, Schlick ha caracterizado los axiomas como "definiciones implícitas", con una expresión muy adecuada. Este criterio acerca de los axiomas, sostenido por la axiomática moderna, libera a la matemática de todos los elementos extraños y así disipa la oscuridad mística que antes rodeaba la base de la ciencia matemática. Pero esta expurgada visión de la matemática también pone en evidencia que esta disciplina científica, como tal, no puede enunciar nada acerca de objetos de la intuición o de objetos reales. En la geometría axiomática las palabras "punto", "recta", etc., sólo aluden a esquemas conceptuales vacíos. Aquello que les otorga contenido no es relevante para la matemática. Por otra parte, sin embargo, es innegable que la matemática, por lo general y la geometría en especial, debe su existencia a la sentida necesidad de conocer algo acerca del comportamiento de los objetos reales. La misma palabra geometría-que, como sabemos, significa medición de la Tierraes prueba de ello. La medición de la Tierra se fundamenta en las posibilidades de localización de ciertos objetos físicos en relación con otros: partes de la Tierra, jalones, elementos de medición, etc. Sin duda el sistema de conceptos de la geometría axiomática por sí solo no permite afirmación alguna en cuanto al comportamiento de los objetos reales de esta clase, es decir, de lo que denominaremos cuerpos prácticamente rígidos. Para poder hacer alguna afirmación, la geometría debe ser desprovista de su carácter meramente lógico-formal mediante la coordinación de los objetos reales de la experiencia con los esquemas conceptuales vacíos de la geometría axiomática. Para lograrlo, sólo debemos agregar la siguiente proposición: los cuerpos rígidos están relacionados, con respecto a su posible localización, tal como lo están los cuerpos en la geometría euclidiana de tres dimensiones. Y ahora, las proposiciones de Euclides ya contienen afirmaciones en cuanto al comportamiento de los cuerpos prácticamente rígidos. Así completada, la geometría es evidentemente una ciencia natural y, de hecho, debemos considerarla la más antigua rama de la física. Sus afirmaciones descansan esencialmente en la inducción a partir de la experiencia y no tan sólo en inferencias lógicas. Denominaremos "geometría práctica" a esta geometría completada a la que distinguiremos en adelante de la "geometría puramente axiomática". La pregunta acerca de si la geometría práctica del universo es o no euclidiana tiene un sentido claro y la respuesta sólo puede proporcionárnosla la experiencia. Todas las mediciones de longitud en física constituyen una aplicación de la geometría práctica en este sentido, así como también las mediciones de longitud en geodesia y astronomía, si se utiliza la ley empírica que dice que la luz

se propaga en línea recta, entendiendo la línea recta en el sentido de la geometría práctica. Concedo especial importancia a la visión de la geometría que acabo de esbozar, porque sin ella no me hubiera sido posible formular la teoría de la relatividad. Sin ella hubiera sido imposible la siguiente reflexión: en un sistema de referencia que posee un movimiento de rotación con respecto a un sistema inercial, las leyes de la localización de los cuerpos rígidos no corresponden a las reglas de !a geometría euclidiana, de acuerdo con la contracción de Lorentz. De modo que si admitimos los sistemas no inerciales en un pie de igualdad, debemos abandonar la geometría euclidiana. Sin la interpretación anterior, el paso decisivo en la transición hacia las ecuaciones generalmente covariantes no se hubiera seguramente producido. Si rechazamos la relación entre el cuerpo axiomático de la geometría euclidiana y el cuerpo prácticamente rígido de la realidad, llegaremos de inmediato, como el agudo y profundo pensador Henry Poincaré, al siguiente enunciado: la geometría euclidiana se distingue por encima de toda otra geometría axiomática concebible gracias a su simplicidad. Dado que la geometría axio1nática en sí misma no contiene afirmaciones sobre la realidad, que sólo pueden experimentarse en combinación con las leyes de la física, debe ser posible y razonable -sea cual fuere la naturaleza de la realidad-conservar la geometría euclidiana. Porque si aparecen contradicciones entre la teoría y la experiencia, tendremos que decidirnos a cambiar las leyes físicas antes que a cambiar la geometría euclidiana axiomática. Si rechazamos la relación entre el cuerpo prácticamente rígido y la geometría, no nos liberaremos con facilidad de la convención que considera que la geometría euclidiana debe conservarse por ser la más simple. ¿Por qué la equivalencia del cuerpo prácticamente rígido y del cuerpo de la geometría-que surge tan fácilmente-es rechazada por Poincaré y otros investigadores? Simplemente porque una mirada de inspección revela que los cuerpos sólidos en la naturaleza no son rígidos, puesto que su comportamiento geométrico-es decir, sus posibilidades de localización relativa-depende de la temperatura, las fuerzas externas, etc. De esta manera, la relación original e inmediata entre la geometría y la realidad física se ve destruida y así nos vemos impulsados a aceptar otro punto de vista, más general, que caracteriza la posición de Poincaré. Dicho punto de vista es el siguiente: la geometría (G) no predica nada acerca del comportamiento de las cosas reales y sólo la geometría unida a la totalidad (F) de las leyes físicas puede hacerlo. Si utilizamos los símbolos, podemos decir que sólo la suma de (G) + (F) está sujeta a verificación experimental. Puede elegirse (G) de manera arbitraria y otro tanto puede hacerse con partes de (F); todas estas leyes son convenciones. Para evitar contradicciones lo único que se necesita es elegir el resto de (F), de modo tal que (G) y todo el conjunto de (F) estén de acuerdo con la experiencia. Enfocadas así, la geometría axiomática y las leyes naturales convencionales se nos muestran como epistemológicamente equivalentes. Sub specie aeterni, en mi opinión, Poincaré está en lo cierto. La idea de la vara de medición y la idea del reloj coordinado con ella en la teoría de la relatividad no encuentran su correspondencia exacta en el mundo real.

También está claro que el sólido rígido y el reloj, dentro del edificio conceptual de la Física, no juegan el papel de elementos irreductibles, sino el de estructuras compuestas, que no deben desempeñar ningún papel independiente en la física teórica. Con todo, es mi convicción que en el actual estadio de desarrollo de la física teórica estos conceptos aún pueden emplearse como conceptos independientes. Estamos todavía muy lejos de poseer un conocimiento tan seguro de los principios teóricos de la estructura atómica que nos capacite para construir teóricamente cuerpos sólidos y relojes a partir de conceptos elementales. Además, en cuanto a la objeción de que no existen cuerpos realmente rígidos en la naturaleza y de que por ello las propiedades predicadas acerca de los cuerpos rígidos no se corresponden con la realidad física, se puede decir que no es tan radical como podría parecer luego de una consideración precipitada. En rigor, no es una tarea difícil determinar el estado físico de un cuerpo de medición, con la exactitud necesaria para que su comportamiento con respecto a otros cuerpos de medición esté tan libre de ambigüedad que le permita ser sustituido por el cuerpo "rígido". Las afirmaciones acerca de los cuerpos rígidos deben estar referidas a cuerpos de medición de este tipo. Toda la geometría práctica está basada en un principio accesible a Ia experiencia y que ahora intentaremos abordar. Supongamos que tenemos dos señales en un cuerpo prácticamente rígido. Llamaremos a este par de señales distancia. Imaginemos dos cuerpos prácticamente rígidos, cada uno con una distancia marcada en él. Esas dos distancias serán "una igual a la otra" si las señales de una distancia pueden hacerse coincidir permanentemente con las señales de la otra. Ahora supondremos que: Si dos distancias han sido halladas iguales una vez y en alguna circunstancia, son iguales siempre y en todas las circunstancias. No sólo la geometría práctica de Euclides, sino también su más rcciente generalización, la geometría práctica de Riemann, y la teoría general de la relatividad descansan sobre esta afirmación. Mencionaré sólo una de las razones experimentales que fundamentan esta afirmación. El fenómeno de la propagación de la luz en el vacío determina una distancia (el correspondiente camino de la luz) para cada intervalo de tiempo local. De aquí se sigue que el supuesto sobre distancias antes señalado debe ser válido también para intervalos de tiempo de reloj en la teoría de la relatividad. Por lo tanto, podemos establecer la siguiente formulación: si dos relojes ideales marchan a igual velocidad en cualquier momento y en cualquier lugar (próximos el uno del otro) siempre funcionarán a igual velocidad, sin que importe cuándo v dónde vuelvan a ser comparados. Si esta ley no fuera válida para los relojes naturales, las frecuencias propias de los distintos átomos tie un mismo elemento químico no estarían en tan perfecta relación como lo demuestra la experiencia. La existencia de líneas espectrales agudas es una convincente prueba experimental del principio antes mencionado de geometría práctica. En último análisis, ésta es la razón que nos permite hablar con propiedad de una métrica riemanniana del continuo cuatridimensional espacio:tiempo. Según el punto de vista aquí invocado, el problema de si el continuo tiene una estructura euclidiana, riemanniana u

otra de naturaleza distinta, es una cuestión estricta de la física, que ha de ser contestada por la experiencia y no una cuestión de convención elegido sobre la base de la mera conveniencia. La geometría de Riemann tendrá validez si las leyes de localización de los sólidos prácticamente rígidos se acercan a las de la geometría euclidiana tanto más de cerca cuanto menores sean las dimensiones de la región de espacio-tiempo que se tome en consideración. Es verdad que esta interpretación física de la geometría se desbarata cuando se la aplica inmediatamente a espacios de orden de magnitud submolecular. Pero no obstante, aún en cuestiones tales como la constitución de partículas elementales, retiene una parte de su significación. Porque incluso cuando se trata de describir las partículas elementales eléctricas que constituyen la materia, se puede hacer el intento de otorgar significado físico a esos conceptos de campo, que han sido definidos físicamente con el fin de describir el comportamiento geométrico de los cuerpos que son grandes en comparación con la molécula. Sólo el éxito puede justificar ese intento, que postula realidad física para los principios fundamentales de la geometría de Riemann, fuera del dominio de sus definiciones físicas. Es posible que se descubra que esta extrapolación no tiene más fundamento que la extrapolación del concepto de temperatura a partes de un cuerpo de orden de magnitud molecular. Resulta menos problemático extender los conceptos de geometría práctica a espacios de orden cósmico de magnitud. Por supuesto, se podría objetar que una construcción compuesta de varas sólidas se aparta de la rigidez ideal tanto más cuanto más grande sea su extensión espacial. Pero creo que sería poco posible asignar un significado fundamental a esta objeción. Por ende, la pregunta acerca de sí el universo es especialmente finito o no me parece una pregunta plena de significación en el sentido de la geometría práctica. Ni siquiera considero imposible que la astronomía dé respuesta a esta pregunta dentro de un plazo no muy largo. Recordemos aquí lo que la tenía de la relatividad general nos dice al respecto. Las posibilidades que ofrece son dos: 1. El universo es especialmente Infinito. Esto es posible sólo si en el universo la densidad espacial media de la materia, concentrada en las estrellas, se anula, es decir, si la razón entre la masa total de las estrellas y el volumen del espacio en el cual estos cuerpos están dispersos se aproxima a cero indefinidamente, cuanto mayores sean los volúmenes considerados. 2. El universo es especialmente finito. Esto ha de ser así si la densidad media de la materia ponderable en el universo es distinta de cero. Cuanto menor sea esta densidad media, mayor será el volumen del Universo. Estoy en la obligación de mencionar que se puede aducir un argumento teórico en favor de la hipótesis de un universo finito. La teoría de la relatividad general enseña que la inercia de un cuerpo dado es mayor cuando existen en su proximidad mayores masas ponderables. de modo que parece muy natural reducir la inercia total de un cuerpo a la interacción entre éste y los otros cuerpos en el universo; así es como, desde los tiempos de Newton, la gravedad ha sido reducida por completo a la interacción entre los cuerpos. A partir de las ecuaciones de la teoría de

la relatividad general se puede deducir que esta reducción de la inercia a interacción entre masastal como lo exigía E. Mach, por ejemplo-sólo es posible si el universo es espacialmente finito. Muchos físicos y astrónomos no se dejan impresionar por este argumento. En un último análisis, sólo la experiencia será la que decida cuál de las dos posibilidades tiene cumplimiento en la naturaleza. ¿Cómo puede proporcionar una respuesta la experiencia? En principio, puede parecer posible determinar la densidad media de la materia observando la porción de universo que nos es accesible. Ésta es una esperanza ilusoria. La distribución de las estrellas visibles es extremadamente irregular, de modo que de ninguna manera podríamos aventurarnos a determinar que la densidad media de la materia estelar en el universo es igual, digamos, a la densidad media en nuestra galaxia. En cualquier caso, por muy grande que pueda ser el espacio examinado, no podemos abrigar la convicción de que existen otras estrellas más allá de ese espacio. O sea que parece imposible arriesgar una estimación de esa densidad media. Pero existe otro camino, que considero más practicable, aun cuando presente grandes dificultades. Observemos las consecuencias de la teoría de la relatividad general (aquellas accesibles a la experiencia) analicemos cuánto se han desviado de las consecuencias de la teoría le Newton. En primer lugar, hallaremos una desviación que se manifiesta en la proximidad de una masa gravitante y que ha sido confirmada en el caso del planeta Mercurio. Pero si el universo es espacialmente finito, ha de existir una segunda desviación de la teoría newtoniana que, dentro del lenguaje de esta misma teoría, podrá expresarse así: el campo gravitatorio es de índole tal que se le puede considerar producido no sólo por las masas ponderables sino además por una densidad de masa de signo negativo, distribuida uniformemente en el espacio. Dado que esta densidad de masa tendría que ser en extremo pequeña, sólo podría ser captada en sistemas gravitatorios de enorme extensión. Dado el caso de que conociéramos, por ejemplo, la distribución estadística y las masas de las estrellas en nuestra galaxia, podríamos calcular, según la ley de Newton, el campo gravitatorio y las velocidades medias que han de tener las estrellas, para que la galaxia no se desintegre bajo la atracción mutua de sus estrellas v continúe manteniendo su actual extensión. Si las velocidades reales de las estrellas -que pueden ser medidasfueran menores que las velocidades calculadas, tendríamos una prueba de que las atracciones a grandes distancias son menores que las previstas por la ley de Newton. A partir de esta desviación, se puede demostrar indirectamente que el universo es finito. Incluso se podrían llegar a estimar sus dimensiones espaciales. ¿Somos capaces de visualizar un universo tridimensional que sea finito y, a pesar de ello, sin límites? La respuesta habitual a esta pregunta es "no", pero no se trata de la respuesta correcta. El propósito de las siguientes reflexiones es demostrar que la respuesta tendría que ser "sí". Quiero demostrar que sin ninguna dificultad extraordinaria podemos ilustrar la teoría de un universo finito a través de una representación mental a la que, con un

poco de práctica, pronto podremos acostumbrarnos. En primer término, corresponde hacer una observación de naturaleza epistemológica. Una teoría geométrico-física como tal no puede ser directamente ilustrada, toda vez que se trata meramente de un sistema de conceptos. Pero estos conceptos tienen por objetivo aportar a la mente una multiplicidad de experiencias sensoriales reales o imaginarias. Por lo tanto, "visualizar" una teoría significa proporcionar a la mente esa abundancia de experiencias sensibles con respecto a las cuales la teoría ofrece una ordenación esquemática. En el presente caso hemos de preguntarnos cómo podemos representar ese comportamiento de los cuerpos sólidos con respecto a su mutua disposición (contacto) que corresponde a la teoría de un universo finito. En realidad no hay nada nuevo en lo que he de decir sobre este tema, pero las innumerables preguntas que he recibido en diversas ocasiones prueban que la curiosidad de quienes están interesados en estas cuestiones no ha sido satisfecha por completo todavía. De modo que pido disculpas a los iniciados, porque incurriré en la repetición de cosas que son conocidas desde hace ya mucho tiempo. ¿Qué queremos expresar al decir que nuestro espacio es Infinito? Tan sólo que podríamos disponer cualquier cantidad de cuerpos de igual tamaño, unos junto a otros, sin llegar a cubrir ese espacio. Figurémonos que disponemos de un gran número de cajas cúbicas, todas del mismo tamaño. De acuerdo con la geometría euclidiana, podemos ponerlas unas por encima, por debajo y junto a las otras hasta cubrir, arbitrariamente, una amplia parte del espacio. Pero esta construcción jamás llegaría a estar terminada: podríamos seguir y seguir agregando cubos sin encontrarnos jamás con que no nos queda ya lugar. Esto es lo que queremos significar al decir que el espacio es Infinito. Sería mejor decir que el espacio es Infinito en relación con los cuerpos prácticamente rígidos, suponiendo que la geometría euclidiana proporciona las leyes de localización de estos cuerpos. Otro ejemplo de un continuo Infinito es el plano. Sobre una superficie plana podemos colocar cuadrados de cartón de modo tal que cada lado de cada cuadrado sea adyacente a otro lado de otro cuadrado. La construcción nunca terminará; siempre podremos continuar colocando cuadrados, si sus leyes de localización se corresponden con las que la geometría euclidiana postula para las figuras planas. El plano es Infinito, por lo tanto, con respecto a los cuadrados de cartón. Por consiguiente, decimos que el plano es un continuo Infinito de dos dimensiones y que el espacio es un continuo Infinito de tres dimensiones. Creo que puedo dar por sabido el significado del número de dimensiones aquí aludido. Ahora elijamos un ejemplo de un continuo bidimensional que es finito pero sin límites. Imaginemos la superficie de un gran globo y una cantidad de pequeños discos de papel, todos del mismo tamaño. A continuación, ponemos uno de los discos en cualquier parte, sobre la superficie del globo. Si movemos el disco hacia cualquier dirección, sobre la superficie del globo, no tropezaremos con ningún límite en ningún momento. Por consiguiente, decimos que la superficie de la esfera es un continuo sin límites. Por otra parte, la superficie esférica es un continuo finito. Lo

podemos comprobar colocando discos de papel sobre la esfera, de modo que ningún disco se superponga a otro; la superficie de la esfera llegará a estar tan cubierta que será ya imposible situar otro disco. Esto significa exactamente que la superficie esférica del globo es finita en relación con los discos de papel. Por otra parte, la superficie esférica es un continuo no euclidiano de dos dimensiones, es decir, que las leyes de localización de figuras rígidas puestas sobre ella no concuerdan con las del plano euclidiano. Esto puede demostrarse de la siguiente forma: tomemos un disco y rodeémoslo, en círculo, por otros seis discos, cada uno de los cuales debe estar rodeado, a su vez, por otros seis discos y así sucesivamente. Si esta construcción se realiza sobre una superficie plana, se obtendrá una colocación ininterrumpida en la que hay seis discos que tocan a cada disco, con excepción de los que estén en la parte externa. Sobre una superficie esférica esta construcción también promete un cierto éxito en el primer momento y cuanto menor sea el radio del círculo en proporción al de la esfera, tanto más posible parecerá la tarea. Pero en la medida en que progrese la construcción, más claro se verá que la colocación de los discos según la localización indicada, sin interrupción, no es posible como lo era en el caso de la geometría euclidiana del plano. Así, quienes no puedan abandonar la superficie esférica y ni siquiera puedan echar una mirada fuera de la superficie esférica hacia el espacio tridimensional, podrían llegar a descubrir, por simple experimentación con los discos, que su .espacio. bidimensional no es euclidiano sino esférico. Según los últimos resultados de la teoría de la relatividad, es probable que nuestro espacio tridimensional sea también aproximadamente esférico, o sea que las leyes de localización en él de cuerpos rígidos no están dadas por la geometría euclidiana sino, y en forma aproximada, por la geometría esférica, si consideramos partes del espacio que sean suficientemente extensas. Éste es el momento en que la imaginación del lector vacila. "Nadie puede imaginar semejante cosa" nos dirá, lleno de indignación. "Se puede decir una cosa así, pero no es posible pensarla. Puedo imaginar bastante bien una superficie esférica, pero nada análogo a ella que posea tres dimensiones." Debemos hacer el intento de superar esta barrera mental y el lector paciente verá que no se trata de una tarea de excepcional dificultad. Con este fin, en primer lugar atenderemos una vez más a la geometría de las superficies esféricas bidimensionales. En la figura adjunta, K representa la superficie esférica, que en S toca al plano E, en este caso representado como una superficie limitada, por razones de facilidad de presentación. Denominemos L un disco sobre la superficie esférica. Ahora imaginemos que en el punto N de la superficie esférica, diametralmente opuesto a S, existe un punto luminoso que proyecta una sombra L' (la del disco L) sobre el plano E. Si el disco sobre la esfera K es movido, también se moverá su sombra L' sobre el plano E. Cuando el disco L está en S, coincide casi exactamente con su sombra. Si se mueve sobre la superficie esférica alejándose de S hacia arriba, la sombra del disco, L', sobre el plano también se aleja de S, hacia la parte externa del plano y se agranda a medida que se aleja del punto citado. Si el disco L se aproxima al punto luminoso N, la sombra se desplaza hacia

el Infinito y se agranda Infinitamente. Ahora nos planteamos una pregunta: ¿cuáles son las leyes de localización de las sombras L' sobre el plano E? Es evidente que son las mismas que las leyes de localización de los discos L sobre la superficie esférica. Para cada figura original sobre K existe una sombra, una figura correspondiente sobre E. Si sobre K dos discos se tocan, sus sombras sobre E también se tocan. La geometría de la sombra sobre el plano concuerda con la geometría del disco sobre la esfera. Si denominamos a los discos-sombra ligeras rígidas, la geometría esférica es válida sobre el plano E con respecto a estas figuras rígidas. En particular, el plano es finito con respecto a los discos-sombra, porque sólo un número finito de sombras puede tener lugar dentro del plano. En este punto, alguien dirá "Eso no tiene sentido. Los círculos proyectados no son figuras rígidas. Con sólo colocar una regla sobre el plano E podremos convencernos de que las sombras aumentan de tamaño constantemente, a medida que se alejan, sobre el plano, del punto S hacia el Infinito". ¿Pero qué sucedería si la regla en cuestión se comportara sobre el plano E de la misma manera que los discos-sombra L'? Sería imposible, en ese caso, demostrar que las sombras crecen de tamaño a medida que se alejan de S. Tal aseveración no tendría, pues, ninguna significación. En realidad, la única afirmación objetiva que se puede enunciar acerca de los discos-sombra es la siguiente: estos discos están relacionados exactamente de la misma manera en que lo están los discos rígidos sobre la superficie esférica, en el sentido de la geometría euclidiana. Debemos tener bien claro que nuestra afirmación con respecto al crecimiento de los discos-sombra a medida que se alejan de S hacia el Infinito no tiene en sí significación objetiva, en cuanto no seamos capaces de comparar los discos-sombra con los cuerpos rígidos euclidianos que se pueden mover sobre el plano E. Con respecto a las leyes de localización de las sombras L' el punto S no tiene privilegios especiales sobre el plano ni sobre la superficie esférica. La representación que hemos visto de la geometría esférica sobre el plano es importante para nosotros, porque nos permite fácilmente transferirla al ámbito tridimensional. Imaginemos un punto S de nuestro espacio y una gran cantidad de pequeñas esferas L', a las que es posible hacer coincidir las unas con las otras. Pero estas esferas no han de ser rígidas en el sentido de la geometría euclidiana; sus radios han de aumentar (en el sentido de la geometría euclidiana) cuando se muevan alejándose de S y hacia el Infinito; ese aumento se ha de producir de acuerdo con la misma ley que determinaba el crecimiento de los radios de los discos-sombra L' sobre el plano. Después de habernos forjado una imagen vívida del comportamiento geométrico de las esferas L', supongamos que en nuestro espacio no existen cuerpos rígidos en el sentido de la geometría euclidiana, sino sólo cuerpos que se comportan como las esferas L'. Así tendremos una clara imagen del espacio esférico tridimensional o, mejor aún, de la geometría esférica tridimensional. Ahora, las esferas deben ser llamadas "rígidas". Su aumento de tamaño a medida que se alejan de S no puede ser detectado mediante

mediciones realizadas con reglas de medición, tal como en el caso de los discos-sombras sobre el plano E, porque los patrones de medida se comportan del mismo modo que las esferas. El espacio es homogéneo, lo que equivale a decir que las mismas configuraciones esféricas son posibles en las cercanías de cada punto.( Esto es comprensible sin necesidad de cálculos-pero sólo para el caso bidimensionalsi volvemos una vez más al caso del disco sobre la superficie de " esfera.) Nuestro espacio es finito porque, a causa del "crecimiento" de las esferas sólo un número finito de ellas puede tener cabida en el espacio. De esta manera, utilizando como punto de apoyo la práctica que para pensar y para visualizar nos ha dado la geometría euclidiana, hemos configurado una imagen mental de la geometría esférica. Nos sería posible, sin demasiadas dificultades, otorgar mayor profundidad v vigor a estas ideas realizando construcciones imaginarias especiales. Tampoco sería difícil representar, de una manera análoga, lo que se ha denominado geometría elíptica. Hoy, mi único objetivo ha sido demostrar que la facultad humana de visualización no está condenada a rendirse ante la geometría no euclidiana. SOBRE LA TEORÍA DE LA RELATIVIDAD Conferencia en el King's College, Londres, 1921. Publicada en Mein Veltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Constituye para mí un gran placer tener el privilegio de hablar en la capital del país en el que han surgido las más importantes nociones fundamentales de física teórica. Me refiero a la teoría de los movimientos de masas y a la gravitación, estudiadas por Newton, y al concepto de campo electromagnético, que sirviera a Faraday y a Maxwell para situar la física sobre una nueva base. La teoría de la relatividad, bien puede decirse, ha puesto algo así como un toque final al importante edificio intelectual construido por Maxwell y Lorentz, intentando extender la teoría de campos a todos los fenómenos, incluido el de la gravitación. Sobre el tema específico de esta charla, la teoría de la relatividad, quiero recalcar que esta teoría no tiene un origen especulativo, sino (que debe por entero su nacimiento al deseo de hacer que la teoría física concuerde en la mayor medida posible con los hechos observarlos. No tenemos en ella un acto revolucionario, sino la continuación natural de una línea que puede trazarse a través de varios siglos. El abandono de ciertos conceptos de espacio, tiempo y movimiento, hasta el presente considerados como fundamentales, no ha de considerarse arbitrario, porque ha sido condicionado por hechos observados. La ley de la constancia de la velocidad de la luz en el vacío, que ha sido confirmada por el desarrollo de la electrodinámica y la óptica y la equivalencia de todos los sistemas inerciales (principio de la relatividad restringida), que ha sido demostrada por el famoso experimento de Michelson, han hecho necesario, en primer lugar que el concepto de tiempo se convierta en relativo, toda vez que a cada sistema inercial se le adjudica su propio tiempo especial. En la medida en que esta noción se ha desarrollado, ha quedado patente que la conexión entre

experiencia inmediata por una parte y coordenadas y tiempo por la otra no ha sido pensada hasta el momento presente con la precisión suficiente. Dicho de modo general, uno de los rasgos esenciales de la teoría de la relatividad es el esfuerzo que en ella se hace para descubrir las relaciones entre los conceptos generales y los hechos empíricos de una manera más precisa. El principio fundamental, en este caso, es que la justificación de un concepto físico estriba exclusivamente en su clara y precisa relación con hechos que pueden ser experimentados. De acuerdo con la teoría de la relatividad restringida, las coordenadas espaciales y el tiempo aún conservan un carácter absoluto, en tanto cuanto son medibles por relojes estáticos y cuerpos rígidos. Pero son relativos en la medida en que dependen del estado de movimiento del sistema inercial seleccionado. Según la teoría de la relatividad restringida, el continuo cuatridimensional formado por la unión del espacio y del tiempo (Minkowski) retiene el carácter absoluto que, de acuerdo con la anterior teoría, pertenecía al espacio y al tiempo de manera separada. La influencia del movimiento, relativo al sistema de coordenadas, en la forma de los cuerpos y en la marcha de los relojes, así como la equivalencia de la energía y la masa inerte, surge de la interpretación de las coordenadas y el tiempo como productos de una medición. En primer término, la teoría de la relatividad general debe su existencia al hecho empírico de la igualdad numérica entre la masa inerte y el peso de los cuerpos, un hecho fundamental para el que la mecánica clásica no proporciona ninguna interpretación. A su interpretación se ha llegado por una extensión del principio de la relatividad a sistemas de coordenadas acelerados los unos respecto de los otros. La introducción de sistemas de coordenadas acelerados respecto a un sistema inercial significa la aparición de campos gravitatorios respecto a este ultimo. Como resultado de esto, la teoría general de la relatividad, que está basada sobre la igualdad de inercia y peso, proporciona: una teoría del campo gravitatorio. La introducción de los sistemas de coordenadas acelerados unos respecto a otros como sistemas igualmente legítimos, tal como exige la identidad de la inercia y del peso, en conjunción con los resultados de la teoría de la relatividad restringida, condujo a la conclusión de que las leyes que gobiernan la localización de los cuerpos rígidos en el espacio, cuando los campos gravitatorios están presentes, no guardan correspondencia con las leyes de la geometría euclidiana. Un resultado análogo ocurre con la marcha de los relojes. Esto nos lleva a la necesidad de una nueva generalización, aún, de la teoría del espacio y el tiempo, porque la interpretación directa de las coordenadas espaciales y temporales a través de mediciones obtenidas mediante reglas y relojes se desbarata. Esta generalización de la métrica, que ya ha sido realizada en la esfera de la matemática pura gracias a las investigaciones de Gauss y de Riemann, se basa esencialmente en el hecho de que la métrica de la teoría de la relatividad restringida, puede todavía reivindicar su validez para pequeñas regiones en el caso general. El proceso de desarrollo aquí esbozado despoja a las coordenadas de espacio y tiempo de toda realidad

independiente. Lo métricamente real ahora sólo está dado mediante la combinación de las coordenadas de espaciotiempo con las magnitudes matemáticas que describen el campo gravitatorio. Existe, empero, un segundo origen del proceso de creación de la teoría de la relatividad general. Tal como señaló con insistencia Ernst Mach, la teoría newtoniana es insatisfactoria en lo siguiente: si se considera el movimiento desde un punto de vista puramente descriptivo y no desde un punto de vista causal, sólo existe como movimiento relativo de las cosas, las unas con respecto de las otras. Pero la aceleración que aparece en las ecuaciones del movimiento de Newton es incomprensible si se parte del concepto del movimiento relativo. Esto obligó a Newton a inventar un espacio físico en relación con el cual se supone que existe la aceleración. Esta introducción ad hoc del concepto de espacio absoluto, en tanto que es lógicamente irrecusable, resulta en rigor poco satisfactoria. De aquí surgió el intento de Mach, que se propuso alterar las ecuaciones de la mecánica de tal manera que la inercia de los cuerpos pudiera reducirse a los propios movimientos relativos de éstos, no con referencia al espacio absoluto, sino respecto a Ia totalidad de los demás cuerpos ponderables. En razón del estado del conocimiento por entonces existente, su intento estaba destinado a1 fracaso. El planteamiento del problema, sin embargo, parece razonable por completo. Esta línea de argumentación se impone por sí misma con mayor fuerza en relación con la teoría de la relatividad general, toda vez que, de acuerdo con esa teoría, las propiedades físicas del espacio están afectadas por la materia ponderable. En mi opinión, la teoría de la relatividad general puede resolver este problema de modo satisfactorio sólo si concibe al mundo como especialmente cerrado. Los resultados matemáticos de la teoría son los que nos compelen a adoptar este punto de vista, si aceptamos que la densidad media de materia ponderable en el mundo posee cierto valor finito, por pequeño que sea. LA CAUSA DE LA FORMACIÓN DE MEANDROS EN LOSCURSOS DE LOS RÍOS Y LA DENOMINADA LEY DE BAER Conferencia leída ante la Acadernia Prusiana el 7 de enero de 192B. Publicada en el periódico alemán Die Naturwissenschaften, columen 14, 1926. Es conocido por todos el hecho de que las corrientes de agua tienden a curvarse en líneas sinuosas, en lugar de seguir la línea de máxima pendiente del terreno. También es bien sabido por los geógrafos que los ríos del hemisferio norte tienden a erosionar, en especial, su ribera; derecha. Los ríos del hemisferio sur se comportan de la manera opuesta (ley de Baer). Se han llevado a cabo muchos intentos de explicar este fenómeno y no estoy seguro de que lo que he de decir a continuación sea nuevo para el experto: algunas de mis consideraciones son, por cierto, conocidas. No obstante, dado que he visto que no es fácil cruzarse con alguien que conozca a fondo las relaciones causales de estos hechos, creo que no está fuera de lagar hacer una breve exposición cualitativa de ellos.

En primer término, está claro que la erosión ha de ser mayor cuanto mayor sea la velocidad de la corriente en la orilla correspondiente, o cuantos más sean los obstáculos que la hagan caer a cero en algún punto particular de esta orilla. Esto es cierto por igual en todas las circunstancias, ya se trate de una erosión que dependa de factores mecánicos o de otros, de naturaleza físico-química (disolución del suelo). Por lo tanto, debemos concentrar nuestra atención en las circunstancias que afectan la rapidez con que disminuye la velocidad en la orilla. En ambos casos, la asimetría en la caída de la velocidad se debe, en forma indirecta, a la formación de un movimiento circular al que hemos de dirigir nuestra atención de inmediato. Comenzaré refiriéndome a un pequeño experimento que cualquiera puede repetir con facilidad. Imaginemos una taza de fondo plano, llena de té. En el fondo hay algunas hojas de té, que permanecen allí porque son más pesadas que el líquido al que han desplazado. Si se imprime un movimiento de rotación al líquido, mediante una cuchara, Ias hojas se agruparán rápidamente en el centro del fondo de la taza. La explicación de este fenómeno es la siguiente: la rotación del líquido genera una fuerza centrífuga que actúa sobre él. En sí mismo, esto no originaría ningún cambio en la corriente del líquido, si la rotación de los líquidos fuera igual a la de los sólidos. Pero en la cercanía de las paredes de la taza, el líquido es frenado por la fricción, con lo que su velocidad angular es menor allí que en otros lugares cercanos al centro. En particular, la velocidad angular y por consiguiente la fuerza centrífuga, cerca del fondo será menor que en las zonas superiores. El resultado será un movimiento circular del líquido, del tipo del que se ilustra en la figura 1, que va en aumento hasta que, bajo la influencia de la fricción del fondo, queda frenado. Las hojas de té son barridas hacia el centro por el movimiento circular y prueban la existencia de dicho movimiento. Algo similar ocurre con una corriente de forma curva (fig. 2). I n cada sección transversal de su curso, donde éste se curva, opera una fuerza centrífuga en dirección a la parte exterior de la curva (desde A hacia B). Cerca del fondo, donde la velocidad de la corriente es reducida por la fricción, esta fuerza tiene menos intensidad que en la parte superior. A partir de tal hecho, se origina un movimiento circular del tipo ilustrado en el diagrama. Aun cuando no haya curvas en el río, se producirá un movimiento circular del tipo ilustrado en la figura 2, siquiera en pequeña escala, a causa del movimiento de rotación de la Tierra. Este movimiento produce una fuerza de Coriolis, transversal con respecto a la dirección de la corriente, cuya componente derecha horizontal equivale a 2 v Ø sen Y por unidad de masa del líquido, donde v es la velocidad de la corriente, Ø la velocidad de rotación de la Tierra y Y la latitud geográfica. Así como la fricción del suelo reduce esta fuerza en la parte del fondo, del mismo modo esta fuerza da origen a un movimiento circular del tipo indicado en la figura 2. Después de estas discusiones preliminares volvemos al problema de la distribución de las velocidades sobre la sección transversal de la corriente, que es el factor de control en la erosión. A este fin, debemos comprender en

primer lugar cómo se origina y se mantiene la (turbulenta) distribución de las velocidades. Si el agua en reposo de un rio fuera puesta de pronto en movimiento por la acción de una fuerza de aceleración uniformemente distribuida, la distribución de las velocidades sobre la sección transversal sería uniforme en un primer momento. Sólo al cabo de un cierto tiempo, bajo la influencia de la fricción en las orillas, se establecería por sí misma una distribución de las velocidades, gradualmente creciente desde las paredes laterales hacia el centro de la sección transversal. Tras la perturbación, la distribución (más o menos) estacionaria de las velocidades sobre la sección transversal sólo se restablecería en forma gradual, una vez más, bajo la influencia de la fricción del fluido. La hidrodinámica representa el proceso por el cual se restablece esta distribución estacionaria de las velocidades del siguiente modo: en un flujo plano (potencial) todos los remolinos están concentrados en las paredes del lecho. De allí se separan y se mueven con lentitud hacia el centro de la sección transversal de la corriente, distribuyéndose por sí mismos en una capa de creciente grosor. Disminuye, con ello, la caída de velocidad en las proximidades de las paredes. Bajo la acción de la fricción interna del líquido, los remolinos en el interior de la sección transversal son gradualmente absorbidos y su puesto es ocupado por otros nuevos, que se forman junto a las paredes. Se produce de esta manera una distribución de las velocidades casiestacionaria. Lo importante para nosotros es que la distribución estacionaria de velocidades se alcanza lentamente. Por esta razón, causas relativamente insignificantes, operando constantemente, son capaces de ejercer una considerable influencia sobre la distribución de velocidades en la sección transversal. Consideremos ahora qué Influencia está destinada a ejercer sobre la distribución de velocidades en la sección transversal del río el movimiento circular debido a una curva del río o a la fuerza de Coriolis, tal como está ilustrado en la figura 2. Las partículas del líquido que se mueven con mayor rapidez estarán más alejadas de las paredes, es decir, en la parte superior del centro del fondo. Estas partículas de agua que se mueven a mayor velocidad serán llevadas por la circulación hacia la orilla derecha, en tanto que la orilla izquierda recibe el agua que viene de la región cercana al fondo y tiene una velocidad menor. Así, en el caso representado en la figura 2, la erosión es necesariamente más fuerte sobre el lado derecho que sobre el izquierdo. Es de notar que esta explicación está basada, de modo esencial, en el hecho de que el movimiento lento de circulación del agua ejerce una considerable influencia sobre la distribución de velocidades, porque la igualación de las velocidades por la fricción interna, que neutraliza esta consecuencia del movimiento de circulación, es también un proceso lento. Aquí tenemos, pues, explicadas las causas de la formación de los meandros Con todo, ciertos detalles podrían ser deducidos sin dificultad de estos hechos. La erosión, no sólo será comparativamente mayor e n la orilla derecha sino también en todo lado derecho del cauce, de modo que existirá una tendencia a que se produzca un perfil como el ilustrado en la figura 3. Además, el agua de la superficie proviene de la orilla

izquierda y por lo tanto, y especialmente en el lado izquierdo, se moverá con menor velocidad que el agua que fluya a mayor profundidad. Esto ha sido observado en la realidad. Hay que indicar, por otra parte, que el movimiento circular posee una inercia. La circulación sólo alcanzará su máximo pues, más allá del punto de mayor curvatura y esto mismo se aplica, naturalmente, a la asimetría de la erosión. En el curso de la erosión, pues, se ha de producir un avance de la línea ondulatoria de la formación de los meandros en el sentido de la corriente. Por último, cuanto más amplia sea la sección transversal del río, más lentamente será absorbido el movimiento circular por la fricción. La línea ondulatoria de la formación de meandros aumentará, por lo tanto, con la sección transversal del río. LA MECÁNICA DE NEWTON Y SU INFLUENCIA EN EL DESARROLLO DE LA FÍSICA TEÓRICA Con ocasión del bicentenario de la muerte de Newton. Publicado en el volumen 15 de la revista alemana Die Naturwissenschaften, 1927. Hace doscientos años moría Isaac Newton. En este momento nos sentimos obligados a recordar a este brillante genio, que ha determinado el curso del pensamiento y la investigación en Occidente como nadie lo había hecho antes ni nadie lo ha hecho después. No sólo fue genial como inventor de ciertos métodos claves, sino que poseyó una maestría única sobre el material empírico conocido en sus días y también fue dueño de una maravillosa inventiva en lo que se refiere a métodos de demostración matemáticos y físicos. Por todos estos motivos Newton merece nuestro más profundo respeto. No obstante, su figura tiene una importancia mayor que la que sus cualidades le podían haber acordado porque el destino le situó en un punto crucial en la historia de la civilización. Para comprenderlo de manera clara, hemos de tomar en cuenta que antes de Newton no existía un sistema completo de causalidad física, capaz de representar cualquiera de las características profundas del mundo empírico. Sin duda, los grandes materialistas de la antigua Grecia habían insistido en que todos los sucesos materiales pueden explicarse por el movimiento estrictamente regulado de los átomos, sin admitir como una causa independiente la voluntad de ninguna criatura viva. Y sin duda, a su modo, Descartes había recogido una vez más esa tradición. Pero sólo se trataba de una ambición audaz, del ideal problemático de una escuela de filósofos. Unos resultados objetivos que permitieran creer en la existencia de una cadena completa de causalidad física apenas existieron antes de Newton. La finalidad de Newton estribaba en responder a esta pregunta: ¿Existe alguna regla simple por la que sea posible calcular por completo los movimientos de los cuerpos celestes en nuestro sistema planetario, si se conoce, en un determinado momento, su estado dinámico? Newton sólo tenía ante sí las leyes empíricas de Kepler sobre el movimiento planetario, deducidas de las observaciones de Tycho 13rahe y esas leyes exigían explicación. Hoy todos sabemos qué prodigiosa habilidad fue necesaria para

descubrir estas leyes a partir de las órbitas fijadas de modo empírico. Pero son pocos los que se detienen a reflexionar acerca del brillante método gracias al cual Kepler dedujo las órbitas reales a partir de la observación de las aparentes, es decir, a partir de los movimientos tal como eran observados desde la Tierra. Es bien cierto que estas leyes brindaron una respuesta completa a la pregunta de cómo se mueven los planetas en torno al sol: la forma elíptica de la órbita, igualdad de las áreas recorridas por los radios en tiempos iguales, la relación entre los semejes mayores y los períodos de revolución. Pero estas normas no aportan una explicación causal. Son tres reglas 16gicamente independientes que no revelan ninguna conexión interna entre sí. La tercera ley no puede ser simplemente transferida, en términos cuantitativos, a otros cuerpos centrales que no sean el sol (por ejemplo, no existe relación entre el período de revolución de un planeta en torno al sol y el de la luna alrededor de su planeta). Sin embargo, lo más importante es lo siguiente estas leyes se refieren al movimiento como conjunto y no a la manera en que el estado dinámico de un sistema da origen al estado dinámico inmediatamente posterior. Ahora podríamos decir que estas son leyes integrales y no leyes diferenciales. La ley diferencial es la única forma que brinda completa satisfacción a las exigencias de causalidad del físico moderno. La clara conexión de la ley diferencial es uno de los más grandes logros intelectuales de Newton. No se necesitaba tan sólo este concepto, sino también un formalismo matemático, que tenía ya una existencia rudimentaria, pero debía adquirir una forma sistemática. Newton la halló en el ámbito del cálculo diferencial e integral. No es imprescindible que nos detengamos aquí en el problema de si Leibnitz recurrió o no a los mismos métodos, independientemente de Newton. En cualquier caso, era por completo necesario que Newton los perfeccionara, toda vez que sólo así podía expresar sus ideas. Galileo ya había avanzado brillantemente hacia el conocimiento de las leyes del movimiento; había descubierto las leyes de inercia y la ley de caída libre de los cuerpos en el campo gravitatorio de la Tierra, es decir, que una masa (con mayor precisión, un punto material) que no esté afectada por otras masas se mueve de manera uniforme y en línea recta. La velocidad vertical de un cuerpo libre en el campo gravitatorio aumenta proporcionalmente con el tiempo. Es posible que hoy nos parezca muy pequeña la distancia que separa los descubrimientos de Galileo de las leyes del movimiento de Newton. Pero ha de tenerse en cuenta que las dos proposiciones anteriores están formuladas de manera tal que se refieren al movimiento como un todo, en tanto que las leyes del movimiento de Newton proporcionan una respuesta a la siguiente pregunta: ¿cómo cambia, en un tiempo infinitamente breve, el estado dinámico de un punto material bajo la influencia de una fuerza externa? Sólo al considerar lo que ocurría durante un tiempo infinitamente breve (ley diferencial), pudo Newton llegar a la formulación de leyes válidas para cualquier tipo de movimiento. Tomó el concepto de fuerza de la estática, que ya había alcanzado un nivel muy alto de desarrollo. Estuvo en condiciones de conectar fuerza y aceleración sólo al introducir el nuevo concepto de masa que, por

extraño que parezca, se basaba en una definición ilusoria. Hoy estamos tan habituados a formar conceptos que corresponden a cocientes diferenciales, que apenas si somos capaces de llegar a comprender qué enorme poder de abstracción era necesario para obtener la ley diferencial general del movimiento mediante un doble proceso al límite, en el curso del cual debía inventarse por añadidura el concepto de masa. Pero aún estaba muy lejano el instante en que se alcanzaría una concepción causal de movimiento. Porque el movimiento sólo era determinado por su ecuación en los casos en que se conocía la fuerza. Sin duda inspirado por las leyes de los movimientos planetarios, Newton concibió la idea de que la fuerza que opera sobre una masa está determinada por la posición de todas las masas situadas a una distancia lo suficientemente pequeña de la masa en cuestión. Sólo se llegarla a la formulación de una concepción completamente causal del movimiento al establecer dicha conexión. Es bien conocida la forma en que Newton, a partir de las leyes de Kepler referidas al movimientos de los planetas, investigó la gravitación y llegó a descubrir que las fuerzas motrices que actúan sobre los astros y la gravedad son de igual naturaleza. La combinación Ley del movimiento + Ley de atracci6n es lo que constituye esa maravillosa construcción intelectual que permite el cálculo de los estados pasados y futuros de un sistema, a partir de su estado en un momento particular, en la medida en que los hechos se produzcan bajo la Influencia única de la fuerza de la gravedad. La completud lógica del sistema conceptual de Newton estriba en que las únicas causas de la aceleración de las masas de un sistema son las propias masas. Sobre la base que hemos brevemente esbozado aquí, Newton logró explicar los movimientos de los planetas, lunas v cometas hasta en sus menores detalles, así como las mareas y el movimiento de la Tierra que origina la precesión de los equinoccios: una proeza deductiva de extraordinaria magnificencia. Tuvo que haber sido muy impresionante descubrir que la causa del movimiento de los cuerpos celestes es idéntica a la gravedad, con la que todos estamos tan familiarizados en la vida cotidiana. Pero la importancia de la obra de Newton no se reduce al hecho de haber creado una base útil y lógicamente satisfactoria de la mecánica. Hasta fines del siglo XIX, esos descubrimientos fueron parte del l1rograma de todo investigador en el campo de la física teórica. Todos los fenómenos físicos debían ser referidos a masas sujetas a las leyes del movimiento descubiertas por Newton. La ley de la fuerza debía ser simplemente extendida y adaptada al tipo de fenómeno que se fuera a estudiar. El mismo Newton trató de aplicar este programa a la óptica, suponiendo que la luz está compuesta por corpúsculos inertes. Incluso la teoría ondulatoria ha hecho uso de la ley del movimiento de Newton, aplicándola a masas distribuidas continuamente. Las ecuaciones del movimiento de Newton fueron la base única de la teoría cinética del calor que, si por una parte preparó a la gente para el descubrimiento de la ley de la conservación de la energía, por otra condujo a una teoría de

los gases que ha sido posteriormente confirmada hasta su último detalle y, por fin, nos ha permitido una visión más profunda de la naturaleza de la segunda ley de la termodinámica. El desarrollo de la electricidad y el magnetismo ha seguido hasta los tiempos modernos las indicaciones newtonianas (sustancia eléctrica y magnética, fuerzas que actúan a distancia). Incluso la revolución que propiciaron Faraday y Maxwell en la electrodinámica y la óptica, y que ha constituido el primer gran avance fundamental en la física teórica después de Newton, se originó por completo a la sombra de las ideas de Newton. Maxwell, Boltzmann y Lord Kelvin jamás dejaron de referir los campos electromagnéticos y sus interacciones dinámicas a la acción mecánica de hipotéticas masas de distribución continua. No obstante, como resultado de la falta de éxito, o de la falta de éxitos visibles como coronación de todos aquellos esfuerzos, a partir de fines del siglo XIX se produjo un cambio en nuestras nociones fundamentales. La física teórica ha sobrepasado el marco newtoniano que le había otorgado estabilidad y había servido de guía intelectual a la ciencia durante casi doscientos años. Los principios fundamentales de Newton eran tan satisfactorios desde el punto de vista lógico que el estímulo necesario para revisarlos sólo pudo nacer de los hechos empíricos. Antes de proseguir, quiero insistir en que Newton conocía las debilidades de su edificio intelectual mejor que las generaciones de científicos que le siguieron. Este hecho siempre ha provocado mi más profunda admiración y por ello querría ahora demorarme en este tema por unos momentos. I. Son evidentes los esfuerzos de Newton por representar su sistema como necesariamente condicionado por la experiencia y por introducir el menor número posible de conceptos no directamente referidos a objetos empíricos. A pesar de esto, establecería los conceptos de espacio absoluto y tiempo absoluto, cosa por la que a menudo ha sido criticado en estos últimos años. Pero en este punto Newton es particularmente consistente. Había comprendido que las cantidades geométricas observables (distancias entre puntos materiales) y su curso en el tiempo no caracterizan por completo el movimiento en sus aspectos físicos, tal como demostró con su famoso experimento del cubo de agua rotatorio. Por ello, además de las masas y sus distancias, debe de existir algo más que determina el movimiento. Newton consideró que ese "algo" debía ser la relación con el .espacio absoluto.; sabía que el espacio debe poseer una especie de realidad física si sus leyes del movimiento poseen algún significado, una realidad de la misma clase que la de los puntos materiales y sus distancias. Comprender a fondo todo esto nos llevará a advertir la sabiduría de Newton y, al mismo tiempo, el lado débil de su teoría, cuya estructura lógica sería más satisfactoria, sin duda, si pudiera prescindir de este concepto tan vago; en tal caso, sólo los conceptos relacionados de manera más clara con la percepción (puntos de masa, distancias entrarían en sus leyes. II. La introducción de fuerzas que actúan en forma directa e instantánea a distancia para representar los efectos de la

gravedad, no concuerdan con la mayoría de los procesos que nos son familiares en la vida cotidiana. Newton confronta esta objeción señalando el hecho de que su ley de la interacción gravitatoria no constituye una explicación final sino una regla derivada de la experiencia por un proceso de inducción. III. La teoría de Newton no proporciona ninguna explicación para el curioso hecho de que el peso y la inercia de un cuerpo están determinados por la misma magnitud (su masa). Aunque el propio Newton había reparado en la peculiaridad de este hecho. Ninguno de estos tres puntos puede clasificarse como una objeción lógica a la teoría. En cierto sentido, sólo significan unos deseos insatisfechos de la mente científica, en su lucha por una visión conceptual uniforme y completa de los fenómenos naturales. Considerada como un programa de todo el conjunto de la física teórica, la teoría del movimiento de Newton recibió su primer golpe de la teoría de la electricidad de Maxwell. Se había llegado a comprender con claridad que las interacciones eléctricas y magnéticas entre los cuerpos no eran debidas a fuerzas que operaran de modo instantáneo y a distancia, sino a procesos que se propagan a través del espacio a una velocidad finita. Junto con el punto de masa y su movimiento, aquí surgió, de acuerdo con el concepto de Faraday, una nueva especie de realidad física, es decir, "el campo". En una primera instancia, bajo la Influencia del punto de vista de la mecánica se intentó interpretar el campo como un estado mecánico (de movimiento o tensión) de un medio hipotético (el éter) que llena el espacio. Pero cuando esta interpretación no resultó adecuada, a pesar de los más obstinados esfuerzos, se fue gradualmente adoptando la idea de considerar que el "campo electromagnético" es el elemento final irreductible de la realidad física. Debemos agradecer a H. Hertz por haber liberado definitivamente el concepto de campo de todos los impedimentos derivados del arsenal conceptual de la mecánica, y a H. A. Lorentz por liberarlo de su sustrato material. De acuerdo con este último, el único sustrato del campo es el espacio físico vacío (o éter), que incluso en la mecánica de Newton no estaba desprovisto de toda función física. Llegados a este punto, nadie creía ya en la acción inmediata a distancia ni siquiera en la esfera de la gravitación, aunque ;ninguna teoría de campo de esta última estaba perfilada con claridad, en razón de la carencia de un conocimiento empírico suficiente. El desarrollo de la teoría del campo electromagnético-una vez que fueron abandonadas las hipótesis de Newton de las fuerzas actuando a distancia-condujo también al intento de explicar las leyes newtonianas del movimiento a través de electromagnetismo o bien reemplazarlas por otras más precisas, basadas en la teoría de campos. A pesar de que estos esfuerzos no alcanzaron un éxito completo, los conceptos fundamentales de la mecánica dejaron de ser considerados como los elementos fundamentales del cosmos físico. La teoría de Maxwell y Lorentz condujo en forma inevitable a la teoría de la relatividad restringida que, al abandonar la noción de absoluta simultaneidad, excluía la existencia de fuerzas que actúan instantáneamente a distancia. Se deduce de esta teoría que la masa no es una

magnitud constante, sino que depende de (en rigor, es equivalente a) ]a cantidad de energía. También demostró esta teoría que las leyes del movimiento de Newton sólo eran válidas para pequeñas velocidades; en su lugar, estableció una nueva ley del movimiento en la cual la velocidad de la luz en el vacío aparece como velocidad límite. La teoría de la relatividad general constituyó el último paso en el desarrollo del programa de la teoría de campos. Desde el punto de vista cuantitativo, sólo modifica la teoría de Newton en forma mínima, pero desde el punto de vista cualitativo, en cambio, la modificación es profunda. La inercia, la gravitación y el comportamiento métrico de los cuerpos y relojes fueron reducidos a una única cualidad del campo. Dicho campo, a su vez, fue definido como dependiente de los cuerpos (generalización de la ley de la gravedad de Newton, o mejor aún, de la ley de campo que corresponde a ella, tal como la formulara Poisson). El espacio y el tiempo quedaban, pues, despojados no de su realidad, sino de su capacidad causal absoluta-es decir, que pasaron de ser afectantes a afectados-que Newton se había visto obligado a atribuirles para poder formular las leyes conocidas entonces. La ley generalizada de la inercia asume la función de la ley newtoniana del movimiento. Esta breve sinopsis es bastante para mostrar que los elementos de la teoría de Newton pasaron a la teoría de la relatividad general, con lo que los tres defectos que antes he mencionado quedaron salvados. Al parecer, dentro del esquema de la teoría de la relatividad general, las leves del movimiento pueden ser deducidas de las leyes de campo correspondientes a la ley newtoniana de fuerzas. Sólo cuando se haya alcanzado por completo este objetivo será posible hablar de una teoría de campos pura. En un sentido más formal, también la mecánica de Newton ha preparado el camino para la teoría de campos. La aplicación de la mecánica de Newton a las masas distribuidas de manera continua llevaba inevitablemente al descubrimiento y aplicación de las ecuaciones diferenciales parciales, que a su vez proporcionaron por primera vez el lenguaje para enunciar las leyes de la teoría de campos. En este sentido formal, la concepción de Newton acerca de la ley diferencial constituye el primer paso decisivo en el desarrollo posterior. Toda la evolución de nuestras ideas acerca de los procesos de la naturaleza-los que hasta el presente nos han preocupado-puede ser considerada como un desarrollo orgánico del pensamiento de Newton. No obstante, en pleno proceso de perfeccionamiento de la teoría de campos, la radiación térmica, los espectros, la radiactividad, etcétera, revelaron los límites de aplicabilidad de este sistema conceptual, l1mites que todavía hoy nos parecen imposibles de superar, a pesar de los muchos éxitos obtenidos. No son pocos los físicos que sostienen-y esgrimen argumentos de poso en su favor-que ante estos hechos se ha derrumbado no sólo la ley diferencial sino también la misma ley de causación, que hasta el presente ha sido el postulado básico final de las ciencias de la naturaleza. Incluso se ha negado la posibilidad de una construcción espacio-temporal, que pueda ser coordinada sin ambigüedades con los fenómenos físicos. A primera vista parece difícil deducir de la teoría de campos, que

opera con ecuaciones diferenciales, un sistema mecánico con sólo valores discretos o estados de energía, como lo demuestra la experiencia. El método de Broglie-Schrodinger, que en cierto sentido tiene el carácter de una teoría de campos, deduce ciertamente la existencia exclusiva de estados discretos, en sorprendente acuerdo con los hechos empíricos, sobre la base de ecuaciones diferenciales que utilizan un tipo de argumento de resonancia, aunque esto exija renunciar a la localización de las partículas y a leyes estrictamente causales. ¿Quién podría tener hoy la presunción de decidir que han de ser definitivamente abandonadas la ley de causación y la ley diferencial, primeras premisas en la visión newtoniana de la naturaleza? SOBRE LA VERDAD CIENTÍFICA Respuestas a las preguntas de un investigador japonés. Publicadas en Gelegentliches, 1929, publicación que apareció en una edición limitada con motivo de los cincuenta años de Einstein. I. Es difícil adjudicar una significación exacta a la expresión "verdad científica". Bien se sabe que el significado de la palabra "verdad" varía según nos enfrentemos con un hecho de la experiencia, un postulado matemático o una teoría científica. La frase "verdad religiosa" tampoco me aporta ningún significado claro. II. La investigación científ1ca puede reducir la superstición, al estimular a La ' gente a que piense y considere las cosas en términos de causas y efectos. Es verdad que, detrás de todo trabajo científico de elevado nivel, subyace una convicción-cercana al sentimiento religioso-de la racionalidad o inteligibilidad del mundo. III. Dentro de esta firme creencia, una creencia que está unida a un profundo sentimiento de la existencia de una mente superior que se revela en el mundo de la experiencia, se arraiga mi concepción de Dios. En un lenguaje corriente esto podría describirse como "panteísmo" (Spinoza). IV. Las tradiciones confesionales sólo me interesan desde un punto de vista histórico y psicológico; para mí no llegan a tener ninguna otra significación. JOHANNES KEPLER En ocasión del tricentenario de la muerte de Kepler. Publicado en el Frankfurter Zeitung (Alemania), el 9 de noviembre de 1930. En tiempos de ansiedad e incertidumbre como los nuestros, cuando tan difícil es sentir satisfacción por el curso de la humanidad, resulta particularmente consolador pensar en un hombre tan excepcional y sereno como Kepler. Jobannes Kepler vivió en una época en la que aún no se consideraba seguro el reino de la ley en la naturaleza. La profundidad de su fe en la existencia de una ley natural ha de haberlo brindado la fuerza necesaria para dedicar décadas de duro y paciente trabajo a la investigación

empírica de los movimientos planetarios y de las leyes matemáticas de esos movimientos; todo ello, sin ningún apoyo y con la comprensión de pocos. Si hemos de honrar dignamente su memoria, tendremos que describir de la manera más clara su problema y las etapas necesarias para su solución. Copérnico había abierto los ojos de los más inteligentes al hecho de que la mejor manera de lograr una clara comprensión de los movimientos aparentes de los planetas en el cielo era interpretarlos como movimientos en torno al sol, al que concebía como un cuerpo inmóvil. Si los planetas se hubieran desplazado de modo uniforme, en círculo en torno al sol, hubiera sido comparativamente fácil descubrir qué aspecto debían tener estos movimientos vistos desde la Tierra. Sin embargo, como estos fenómenos son mucho más complejos. l~ tarea resultaba mucho más ardua. En primer lugar, había que determinar los movimientos empíricamente a partir de las observaciones die Tycho Brahe. Sólo entonces podía pensarse en el descubrimiento de leyes generales acordes con esos movimientos. Constituía una tarea de extraordinaria dificultad determinar los verdaderos movimientos en torno al sol; para percatarnos de esto con exactitud, debemos comprender que nunca se ve la posición verdadera de un planeta en un momento determinado, y que sólo se advierte en qué dirección puede ser visto en ese momento desde la Tierra, que también se está moviendo en torno al sol, de una manera desconocida. Las dificultades parecían, pues, insuperables. Kepler tenía que descubrir un método por el cual se pudiera poner orden en semejante caos. Desde el primer momento advirtió que era necesario, antes que nada, determinar el movimiento de la propia Tierra. Esto habría resultado sencillamente imposible si sólo hubiera existido el Sol, la Tierra, las estrellas fijas y ningún otro planeta. En tal caso, por la vía empírica, sólo se hubiera podido determinar el cambio de dirección de la línea recta SolTierra durante el curso del .;;~o (movimiento aparente del Sol con respecto a las estrellas fijas) De esta forma, fue posible descubrir que las direcciones Sol-Tierra eran teclas trazables dentro de un plano estacionario con referencia a las estrellas fijas, al menos según las observaciones de aquellos tiempos en que no existían los telescopios. De esta misma manera también se pudo determinar de qué modo la línea Sol-Tierra gira en torno al Sol. Se comprobó que la velocidad angular de este movimiento varía en forma regular a lo largo del transcurso del año. Pero esto no servía de mucho, toda vez que por entonces se ignoraba en cuánto se altera '; distancia entre la Tierra y el Sol en el curso del año. Sólo cuando estos cambios fueron conocidos se pudo determinar la verdadera forma de la órbita de la Tierra y del recorrido de este planeta. Kepler halló una maravillosa forma de solucionar este problema. En primer lugar, de sus observaciones del Sol dedujo que la aparente trayectoria solar con respecto a las estrellas fijas cambiaba de velocidad en las distintas épocas del año, pero que la velocidad de ese movimiento era siempre la misma en el mismo momento del año astronómico v, por consiguiente, que la velocidad de rotación de la recta Tierra-Sol era siempre la misma cuando

apuntaba a la misma zona de estrellas fijas. Es decir, que resultaba lícito suponer que la órbita de la Tierra era cerrada y descrita por nuestro planeta del mismo modo cada año, cosa que de ningún modo era evidente a priori. Para quienes se adherían al sistema de Copérnico esta explicación debía aplicarse con toda seguridad a las órbitas del resto de los planetas. Lo cual, sin dada, fue una gran simplificación. ¿Pero cómo determinar la verdadera forma de la órbita de la Tierra? Imaginemos una linterna, M, encendida, y brillando en algún punto del plano de la órbita Supongamos que sabemos que esta linterna permanece permanentemente en su lugar y que, de ese modo, constituye una especie de punto de triangulación para determinar la órbita de la Tierra, un punto que los habitantes de la Tierra pueden observar en cualquier momento del año. Y también supongamos que esta linterna M está más lejos del Sol que de la Tierra. Con la ayuda de este punto, era posible determinar la órbita de la Tierra de la siguiente manera: En primer término, cada año llega un momento en que la Tierra T pasa exactamente por la línea que une el Sol S y la linterna M. Si en ese momento miramos desde la Tierra, T, hacia la linterna M, nuestra línea de visión coincidirá con la línea SM (Sol-linterna). Supongamos que esta última está visible en el firmamento. Ahora imaginemos la Tierra en una posición diferente y en un momento diferente. Dado que el sol S y la linterna M pueden ser vistos desde la Tierra, el ángulo T del triángulo STM es conocido. Pero también conocemos la dirección de ST en relación con las estrellas fijas, a través de observaciones solares directas, en tanto que la dirección de la línea SM en relación con las estrellas fijas ha sido previamente obtenido en forma definitiva. En el triángulo STM, también nos es conocido el ángulo S. Por lo tanto, con la base SM arbitrariamente dibujada sobre un trozo de papel, en virtud de nuestro conocimiento de los ángulos de los vértices T y S, podemos construir el triángulo STM. Debemos hacer esto mismo en varias ocasiones durante el año; cada vez obtendremos una posición de la tierra, T, con su correspondiente fecha y una determinada posición con respecto a la base SM permanentemente fija. La órbita de la Tierra quedará, así, determinada de manera empírica, dejando de lado su tamaño absoluto, desde luego. Sin duda, habrá quien pregunte ¿pero de dónde podía sacar Kepler esa linterna M? Su genio y naturalezabenévola en este caso- se la proporcionaron. Por ejemplo, allí estaba el planeta Marte y la duración del año marciano (o sea una rotación del planeta en torno al Sol) era conocida. En cierto punto, puede ocurrir que el Sol, la Tierra y Marte se hallen casi en una línea recta. Esta posición de Marte se repite con regularidad después de uno, dos, y más años marcianos porque Marte se mueve en una órbita cerrada. En esos momentos conocidos, pues, SM siempre presenta la misma base, en tanto que la Tierra siempre está en un punto diferente en su órbita. Las observaciones del Sol y de Marte en esos momentos constituyen así un medio para determinar la verdadera órbita de la Tierra, en vista de que Marte juega en esos momentos el papel de nuestra linterna imaginaria. De esta manera Kepler descubrió la verdadera forma de la órbita de la Tierra y el modo en que la Tierra la describe y nosotros,

los que hemos venido detrás de él-europeos, alemanes o suavos-debemos admirarle y rendirle honores. Una vez que la órbita de la Tierra ha sido empíricamente determinada, conocida la verdadera posición y longitud de la línea ST en cualquier momento, ya no le resulta a Kepler tan terriblemente difícil calcular las órbitas y movimientos del resto de los planetas a partir de la observación. No obstante, se trataba de una inmensa tarea, en especial si se considera el desarrollo de la matemática en esos tiempos. Así se iniciaría la segunda parte, y no la menos ardua, de la vida de investigador de Kepler. Las órbitas eran empíricamente conocidas, pero sus leyes debían ser deducidas de los datos empíricos. En primer lugar tenía que conjeturar la naturaleza matemática de la curva descrita por la órbita y después contrastarla con un inmenso número de datos. Si este intento fallaba, era preciso plantear una nueva hipótesis verificarla de nuevo. Después de una vasta investigación, se comprobó que la conjetura de que la órbita era una elipse con el Sol en ~o de sus focos era la adecuada Kepler también descubrió la ley de la variación de la velocidad a lo largo de cada revolución, según a cual la línea Sol-planeta recorre áreas iguales en iguales períodos l. tiempo. Por fin, descubrió asimismo que los cuadrados de los períodos de revolución en torno al Sol son proporcionales a las terceras potencias de los ejes mayores de las elipses. Vuestra admiración por este hombre está acompañada por otro sentimiento de admiración y respeto producido no por un hombre, sino por la misteriosa armonía de la naturaleza dentro de la cual hemos nacido. Los antiguos ya habían ideado las regularidades más simples. Entre éstas, junto a la recta y a la circunferencia, las más importantes eran la elipse y la hipérbola. Estas dos últimas las vemos realizadas-o muy poco menos-en las órbitas de los cuerpos celestes. Al parecer, la mente humana ha de construir primero las formas de modo independiente, para luego poder hallarlas en las cosas. Las verdaderas proezas de Kepler son un ejemplo magnífico de esta aserción: el conocimiento no puede surgir de la experiencia tan sólo, sino de la comparación de las invenciones del intelecto con los hechos observados. LA INFLUENCIA DE MAXWELL EN LA EVOLUCIÓN DE LA IDEA DE LA REALIDAD FÍSICA En ocasión del centenario del nacimiento de Maxwell. Publicado en 1931, en James Clerk Maxwell: A Commemoration Volume, Cambridge Uníversity Press. La creencia en un mundo exterior, independiente del sujeto perceptor, es la base de toda la ciencia natural. No obstante, dado que la percepción sensorial sólo brinda una información indirecta de ese mundo exterior o "realidad física", únicamente podemos captar a esta última por medios especulativos. De aquí se concluye que nuestras nociones de la realidad física nunca podrán ser definitivas. Debemos estar siempre preparados para cambiar esas nociones-es decir, la base axiomática de la física-para mantener una relación adecuada con los hechos percibidos, de la manera más lógicamente perfecta. Por cierto que una

mirada al desarrollo de la física nos muestra que esta ciencia ha pasado por cambios profundos a lo largo del tiempo. El cambio mayor en la base axiomática de la física-en otras palabras: de nuestra concepción de la estructura de la realidad-. desde el momento en que Newton sentara las bases de la física teórica. fue provocado por los trabajos de Faraday y Maxwell en el campo de los fenómenos electromagnéticos. Trataremos de explicarlo en las siguientes líneas, manteniendo a la vista tanto los desarrollos iniciales como los posteriores. Según el sistema de Newton, la realidad física se caracteriza por los conceptos de espacio, tiempo, punto material y fuerza (acción recíproca de los puntos materiales). Los fenómenos físicos, según cl punto de vista de Newton, deben ser considerados como movimientos gobernados por leyes fijas, de puntos materiales en el espacio. El punto material es nuestro único modo de representar la realidad cuando nos enfrentamos con cambios que se producen en ella; es el representante solitario de lo real, en la medida en que lo real es capaz de cambiar. Los cuerpos perceptibles son el origen evidente del concepto de punto material; éste, por lo común, es concebido como análogo a los cuerpos móviles, a los que se despoja de las características de extensión, forma, orientación en el espacio y de todas las cualidades "internas" y se les concede tan sólo la inercia y la traslación, añadiendo el concepto de fuerza. Los cuerpos materiales, que psicológicamente nos condujeron a la formación de nuestro concepto del "punto material", deben ser considerados, en sí mismos, como sistemas de puntos materiales. Hay que subrayar que este esquema teórico es, en esencia, un esquema atomístico y mecánico. Todos los hechos debían ser interpretados de una manera puramente mecánica, es decir, como movimientos de puntos materiales según las leyes newtonianas del movimiento. El aspecto menos satisfactorio de este sistemaaparte de las dificultades ínsitas en el concepto de "espacio absoluto", que hace muy poco se han planteado una vez más-está en su descripción de la luz, que Newton también concibió como compuesta por puntos materiales, de acuerdo con su sistema. Ya en el momento en que se planteara la teoría inquietaba la cuestión acerca de lo que ocurría con los puntos materiales que componen la luz, en el caso de que la luz fuera absorbida. Por otra parte, es sin duda poco satisfactorio introducir en la discusión puntos materiales de naturaleza muy distinta, como los que deben ser `1tilizados para la representación de la materia l1onderable y de luz. Más tarde, a estas dos clases se sumaron los corpúsculos eléctricos, con lo cual se constituía una tercera de características por completo diferentes. Por otra parte, constituía también una debilidad fundamental el hecho de que las fuerzas de acción recíproca, por las cuales se determinan los fenómenos, debieran suponerse hipotéticamente de una manera perfectamente arbitraria. Con todo, esa concepción de la realidad dio mucho de sí. ¿Cómo se llegó a tener la impresión de que había que abandonarla? Con el fin de expresar matemáticamente su sistema, Newton tuvo que crear el concepto de cocientes diferenciales y expresar las leyes del movimiento en la

forma de ecuaciones diferenciales totales: quizás el mayor avance intelectual realizado por una sola persona. Las ecuaciones diferenciales parciales no eran necesarias para estos fines, y tampoco Newton hizo un uso sistemático de ellas, pero fueron necesarias para la formulación de la mecánica de los cuerpos deformables. Esto está conectado con el hecho de que, en principio, no es importante, en estos problemas, la manera cómo se supone que los cuerpos están construidos a partir de los puntos materiales. Así fue cómo la ecuación diferencial parcial entró en la física teórica como un elemento ancilar, aunque gradualmente se ha ido convirtiendo en soberana. Esto tuvo su inicio en el siglo XIX, al imponerse la teoría ondulatoria bajo la presión de los hechos observados. La luz en el espacio vacío fue explicada como un fenómeno ondulatorio del éter y por lo tanto parecía innecesario considerarla como un conglomerado de puntos materiales. En este momento, por primera vez, la ecuación diferencial parcial se mostró. como la expresión natural de las realidades primarias de la física. En este ámbito particular de la física teórica, el campo continuo se convertía junto al punto material, en representante de la realidad física. Este dualismo persiste aún hoy, por muy molesto que resulte para cualquier mentalidad ordenada. Aún cuando la idea de la realidad física había dejado de ser puramente atómica, continuaba siendo, de momento, puramente mecánica; en general, todavía se seguía intentando explicar todos los fenómenos como movimientos de masas inertes y, por cierto, ningún otro enfoque de los hechos parecía concebible. Se produce entonces el gran cambio, que para siempre estará asociado a los nombres de Faraday, Maxwell v Hertz. En esta revolución, la parte del león corresponde a Maxwell. Demostró que el conjunto de lo que por entonces era conocido acerca de la luz y de los fenómenos electromagnéticos se podía expresar mediante su conocido doble sistema de ecuaciones diferenciales parciales, en las que los campos eléctrico y magnético aparecen como las variables dependientes. Maxwell trató, por cierto, de explicar o justificar esas ecuaciones mediante la construcción de un modelo mecánico. Construyó varios pero sin tomarse demasiado en serio ninguno de ellos, y al final quedaron las ecuaciones como lo esencial y las intensidades de campo como las entidades irreductibles. Hacia fines del siglo, la concepción del campo electromagnético como entidad última había sido aceptada de manera general y muchos científicos serios habían abandonado los intentos de dar una explicación mecánica a las ecuaciones de Maxwell. Y antes de que transcurriera mucho tiempo ocurrió, al contrario, que se intentaron explicar los puntos materiales y su inercia por medio de la teoría de campo de Maxwell; no obstante, este intento no alcanzó un éxito total. Si dejamos a un lado los importantes resultados individuales que produjo la investigación de Maxwell a lo largo de toda su vida en importantes ámbitos de la física y si nos concentramos en los cambios que él aportara a la concepción de la naturaleza de la realidad física, podemos decir lo siguiente: antes de Maxwell, los investigadores concebían la realidad física-en la medida en que se supone que representa los fenómenos naturales-como puntos

materiales, cuyos cambios sólo consisten en movimientos que pueden formularse mediante ecuaciones diferenciales totales. Después de Maxwell, se concibió la realidad física como representada por campos continuos, que no podían ser explicados mecánicamente, que debían representarse mediante ecuaciones diferenciales parciales. Este cambio en la concepción de la realidad es el más profundo y fructífero que se ha producido en la física desde los tiempos de Newton; con todo, debemos admitir al mismo tiempo, que el programa no ha sido desarrollado aún en todas sus partes. Los sistemas satisfactorios de la física que a partir de entonces se han desarrollado representan compromisos entre estos dos esquemas, que por esta misma razón ofrecen un carácter provisional, lógicamente incompleto, a pesar de que han facilitado grandes adelantos en algunos de los aspectos investigados. En primer lugar, llama la atención el trabajo que realizara Lorentz Para establecer su teoría de los electrones, en la cual el campo y los corpúsculos eléctricos se revelan como elementos de idéntico valor para la comprensión de la realidad. A continuación han surgido las teorías especial y general de la relatividad que, a posar de estar basadas por completo en ideas que se conectan con la teoría de campo, hasta el presente parecen incapaces de evitar la introducción independiente de los puntos materiales y de las ecuaciones diferenciales totales. La última creación de la física teórica, y la de mayor éxito, es decir la mecánica cuántica, difiere de manera fundamental tanto del esquema newtoniano como del esquema maxwelliano, si se nos permite el uso de estos neologismos en aras de la concisión. La diferencia estriba en que las magnitudes que figuran en las leyes de la teoría cuántica no pretenden describir la misma realidad física, sino tan sólo las probabilidades de que se produzca una determinada realidad física. Dirac, a quien en mi opinión debemos la exposición más perfecta -desde el punto de vista lógico-de esta teoría, señala con acierto que quizá sería difícil, por ejemplo, proporcionar una descripción teórica de un fotón tal que nos brindara la información necesaria para decidir si pasará por un polarizador situado (oblicuamente) en su camino, o no. Todavía me siento proclive a sostener el criterio de que los físicos no se contentarán, a largo plazo, con este tipo de descripción indirecta de la realidad, aun cuando la teoría pueda ser adaptada al postulado de la relatividad general de una forma satisfactoria. Estoy seguro de que en esas circunstancias nos veremos obligados a volver a intentar la realización del programa que bien podría definirse como maxwelliano la descripción de la realidad física en términos de campos que satisfagan, sin singularidades, a ecuaciones diferenciales parciales. SOBRE EL MÉTODO DE LA FÍSICA TEÓRICA Disertación Herbert Spencer, pronunciada en Oxford, el 10 de junio de 1933. Publicada en Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, Si alguien quisiera averiguar algo acerca de los métodos que los físicos teóricos utilizan, tendrá que seguir al pie de la letra este consejo: no escuchar sus palabras, sino prestar

total atención a lo que los investigadores hagan. Para quien es un descubridor en este campo, los productos de su imaginación se le presentan como tan necesarios v naturales que él mismo los considera-y querría que los demás los consideraran-como realidades dadas y no como creaciones del pensamiento. Estas palabras casi parecen una invitación a que todos ustedes se marchen sin escuchar esta conferencia. Cada uno de ustedes bien se podrá decir a sí mismo que el conferenciante es un físico investigador y que, por lo tanto, tendría que dejar la reflexión sobre la estructura de la ciencia teórica en manos de los epistemólogos. Ante tales críticas, puedo defenderme desde un punto de vista personal asegurando a ustedes que no se debe a mi propia iniciativa sino a la gentil invitación de otras personas mi presencia en esta sala, que hoy nos alberga para conmemorar a un hombre que luchó durante toda su vida, y con bravura, en bien de la unidad del conocimiento. No obstante, desde un punto de vista objetivo, mi empresa puede justificarse sobre la base de que, después de todo, bien podría ser de interés llegar a saber cómo ve su ciencia una persona que ha pasado, su vida entregada a aclarar y perfeccionar sus fundamentos. La forma en que ese investigador vea la evolución pasada y presente puede que dependa demasiado de lo que él espera del futuro y de lo que busca en el presente; pero ése es el destino inevitable de cualquier personal que se haya entregado con intensidad al trabajo, en el mundo de las ideas. Otro tanto le ocurre al historiador que, del mismo modo, aunque tal vez en forma inconsciente, agrupa los hechos reales en torno a ideales que se ha formulado a sí mismo acerca de la sociedad humana. Arrojemos ahora una mirada al desarrollo del sistema teórico v prestemos una especial atención a las relaciones entre el contenido de la teoría y el conjunto de los hechos empíricos. En nuestro ámbito de trabajo, nos vemos afectados por la eterna antítesis entre los dos componentes inseparables de nuestro conocimiento: lo empírico y lo racional. Reverenciamos a la antigua Grecia como cuna de la ciencia occidental. Allí, por primera vez, el mundo fue testigo del milagro de un sistema lógico que avanzaba paso a paso con tal precisión que cada una de sus proposiciones era absolutamente cierta: me refiero a la geometría de Euclides. Este admirable triunfo de la razón dio al intelecto humano la confianza en sí mismo necesaria para sus realizaciones posteriores. Si Euclides no ha logrado Inflamar vuestro entusiasmo juvenil, esto significa que no habéis nacido para convertiros en pensador científico. Pero antes de que la humanidad estuviera madura para una ciencia que abarca el conjunto de la realidad, era necesaria una segunda verdad fundamental, que sólo llegaría a ser propiedad común de todos los filósofos con el advenimiento de Kepler y Galileo. El puro pensamiento lógico no puede brindarnos ningún conocimiento del mundo empírico; todo conocimiento de la realidad comienza en la experiencia desemboca en ella. Las leyes descubiertas mediante el uso de la lógica son completamente vacías en lo que respecta a la realidad. Galileo comprendió esto y lo proclamó a voz en cuello en el mundo científico, motivo por el cual se ha convertido en

el padre de la física moderna y, por cierto, de toda la ciencia moderna. Si la experiencia, pues, es el alfa y el omega de todo nuestro conocimiento de la realidad ¿cuál es la función de la razón pura en la ciencia? Un sistema completo de física teórica está compuesto por conceptos por leyes fundamentales aplicables a esos conceptos y de las conclusiones alcanzables por deducción lógica. Y estas conclusiones deben responder con nuestra experiencia individual. En cualquier tratado teórico la deducción lógica de esas conclusiones ocupa casi toda la teoría. Esto es exactamente lo que ocurre en la geometría euclidiana, si bien en ella las leyes fundamentales son llamadas axiomas y no se plantea que las conclusiones deban corresponder a ninguna clase de experiencia. Sin embargo, si se toma la geometría euclidiana como la ciencia de las posibles relaciones mutuas de los cuerpos prácticamente rígidos en el espacio-es decir, si se la considera una ciencia física, sin salirse de su contenido original empírico-la homogeneidad lógica de la geometría y de la física teórica se llega a advertir en toda extensión. Hemos visto, pues, cuáles son los puestos de la razón pura v de la experiencia dentro de un sistema teórico de física. La estructura del sistema es resultado del trabajo de la razón; el contenido empírico y sus mutuas relaciones deben hallar su representación en las conclusiones de la teoría. En la posibilidad de tal representación está contenido el único valor y la justificación de todo el sistema, v en especial la de los conceptos y principios fundamentales que lo sustentan. Más allá de esto, dichos principios fundamentales son invenciones libres del intelecto humano, que no pueden ser justificadas ni por la naturaleza de ese intelecto ni de ninguna otra manera apriorística Estos conceptos y postulados fundamentales, que no pueden va ser reducidos lógicamente, forman la parte esencial de una teoría. un núcleo que la razón no alcanza a comprender. El objetivo principal de toda teoría es lograr que esos elementos irreductibles sean tan simples y tan pocos en cantidad como sea posible, sin tener que renunciar a la representación adecuada de ningún contenido empírico. El panorama que aquí he delineado, del carácter puramente ficticio de los fundamentos de la teoría científica, no era el que prevalecía sin discusión durante los siglos XVIlI y XIX. Pero en forma pausada e ininterrumpida hoy va ganando terreno: la distancia que en el pensamiento media entre, por una parte, los conceptos fundamentales y las leyes y, por la otra, las conclusiones que deben ser relacionadas con nuestras experiencias crece día a día, en la medida en que la estructura lógica se vuelve más simple, es decir, cuanto menor es el número de elementos conceptuales lógicamente independientes, considerados necesarios para sostener la estructura. Newton, el primer creador de un sistema de vastos alcances y viable en el ámbito de la física teórica, creía aún que los conceptos y leyes básicos de su sistema podían ser derivados de la experiencia Sin duda, ése es el significado de su conocida frase hypotheses non fingo. En rigor, los conceptos de tiempo y espacio en esos momentos no parecían presentar dificultades. Los

conceptos de masa, inercia v fuerza y las leyes sobre su interrelación parecían surgir de la experiencia en forma directa. Una vez que se ha aceptado esta base, la expresión para la fuerza gravitatoria parece derivable de la experiencia y es razonable esperar otro tanto con respecto a las demás fuerzas. De la formulación de Newton podemos ver que el concepto de espacio absoluto, que incluye el de reposo absoluto, le producía una sensación poco confortable. Comprendía que en la experiencia no parecía existir nada que correspondiese a este último concepto. Tampoco estaba satisfecho por completo con la introducción de fuerzas que operan a distancia. Pero el tremendo éxito práctico de sus doctrinas bien pudo haber sido lo que impidió a él tanto como a los físicos de los siglos XVIII y XIX reconocer el carácter ficticio de los fundamentos de ese sistema. Por el contrario, los filósofos naturales de aquellos días, en su mayoría, estaban poseídos por la idea de que los conceptos fundamentales y los postulados de la física no eran, en sentido lógico, libres invenciones de la mente humana y que eran deducibles a partir de la experiencia por «abstracción., es decir, por medios 16gicos. Un completo reconocimiento del carácter erróneo de esta noción aparecería sólo con la teoría de la relatividad general, que demostró que, a partir de una base bien distinta de la newtoniana, es posible dar cuenta de una mayor cantidad de hechos empíricos. Pero más allá de la cuestión de la superioridad de uno u otro punto de partida, el carácter ficticio de los principios fundamentales es muy evidente, toda vez que podemos señalar dos principios esencialmente diferentes que concuerdan ambos, ampliamente con la experiencia. Esto, a la vez, demuestra que todo intento de deducción lógica de los conceptos básicos y postulados de la mecánica a partir de las experiencias elementales está condenado al fracaso. Si es verdad, pues, que la base axiomática de la física teórica no puede ser extraída de la experiencia y debe ser inventada con libertad ¿podemos esperar que alguna vez hallemos el camino correcto? Y, lo que es más, ¿este camino correcto existe más allá de nuestras ilusiones? ¿Podemos confiar en que la experiencia sea una guía segura cuando existen teorías (tal como la mecánica clásica) que en gran medida hacen justicia a la experiencia pero sin comprender los hechos toda su profundidad? Sin ninguna vacilación responderé que, según mi opinión, existe un camino correcto y que nosotros somos capaces de hallarlo. Hasta el momento presente nuestra experiencia nos autoriza a creer que la naturaleza es la realización de las ideas matemáticas más simples que se pueda concebir. Estoy convencido de que, por medio de construcciones puramente matemáticas, podemos descubrir los conceptos y las leyes que los conectan entre sí, que son los elemento que proporcionan la clave para la comprensión de los fenómenos naturales La experiencia puede sugerir los conceptos matemáticos apropiados, pero éstos, sin duda ninguna, no pueden ser deducidos de ella. Por supuesto que la experiencia retiene su cualidad de criterio último de la utilidad física de una construcción matemática. Pero el principio creativo reside en la matemática. Por lo tanto, en cierto sentido considero que el pensamiento puro puede captar la realidad, tal como los antiguos lo habían soñado.

Con el fin de justificar esta confianza, me veo compelido a utilizar un concepto matemático. El mundo físico es representado como un continuo de cuatro dimensiones. Si introduzco en él una métrica riemanniana y pregunto cuáles son las leyes más simples que esa métrica puede satisfacer, llegaré a la teoría relativista de la gravitación en el espacio vacío. Si en ese espacio supongo la existencia de un campo vectorial o de un campo sensorial antisimétrico que puede ser derivado de aquél y pregunto cuáles son las leyes más simples que ese campo puede satisfacer, llegaré a las ecuaciones de Maxwell para el espacio vacío. En estos momentos carecemos aún de una teoría adecuada para esas partes del espacio en las que la densidad de la carga eléctrica no desaparece. De Broglie ha conjeturado la existencia de un campo ondulatorio, que sirvió para explicar, tiempo después, ciertas propiedades cuánticas de la materia. Dirac ha hallado en los spinors magnitudes de campo de un nuevo tipo, cuyas ecuaciones más simples nos autorizan en gran medida a deducir las propiedades del electrón. Después de esto, yo mismo, junto con mi colega el doctor Walter Mayer, he descubierto que esos spinors configuran un caso especial de un nuevo tipo de campo, matemáticamente conectado con el sistema cuatridimensional, al que hemos llamado "semivectores". La ecuación más simple que esos semivectores pueden satisfacer proporciona una clave para la comprensión de la existencia de dos tipos de partículas elementales, de distinta masa ponderable y de igual pero opuesta carga eléctrica. Estos semivectores son, después de los vectores comunes, los campos matemáticos más simples que son posibles en un continuo métrico de cuatro dimensiones y, al parecer, describen, de un modo natural, ciertas propiedades esenciales de las partículas eléctricas. Para nosotros, lo importante es observar que todas estas construcciones y las leyes que las conectan pueden ser alcanzadas por el método de buscar los conceptos matemáticamente más simples y el nexo entre ellos. Es en el limitado número de campos y de ecuaciones simples que pueden existir matemáticamente donde descansa la esperanza del teórico de captar lo real en toda su profundidad. Entre tanto, el mayor inconveniente que se opone a una teoría de campos de esta clase reside en la concepción de la estructura atómica de la materia y la energía. Esto ocurre porque la teoría no es atómica en sus fundamentos, en la medida en que opera en forma exclusiva con funciones continuas del espacio, en contraste con la mecánica clásica, cuyo elemento más importante-el punto material-justifica por sí mismo la estructura atómica de la materia. La moderna teoría cuántica en la forma caracterizada por de Broglie, Schrodinger y Dirac, que opera con funciones continuas, ha superado estas dificultades gracias a una atrevida interpretación que fue formulada, por primera vez, por Max Born. Según dicha interpretación, las funciones espaciales que aparecen en las ecuaciones no pretenden ser un modelo matemático de la estructura atómica. Esas funciones, se supone, sólo determinan las probabilidades matemáticas de hallar tales estructuras, si se han hecho las correspondientes mediciones en un punto particular o en cierto estado dinámico. Esta interpretación no admite objeciones desde el punto

de vista lógico y tiene a su favor importantes éxitos. Sin embargo y por desdicha, obliga a utilizar un continuo con un número de dimensiones (cuatro) que la física hasta ahora no atribuye al espacio y que se eleva indefinidamente con el número de las partículas que constituyen el sistema considerado. No puedo menos que confesar que sólo confiero una importancia transitoria a esta interpretación. Aún creo que es posible un modelo de la realidad, o sea una teoría que represente las cosas en sí mismas y no tan sólo la probabilidad de su aparición. Por otra parte, estoy seguro que debemos abandonar la idea de describir la localización completa de las partículas en un modelo teórico. Según mi punto de vista, ésta es la secuela permanente del principio de incertidumbre de Heisenberg. Pero una teoría atómica en el verdadero sentido de la expresión (no meramente sobre la base de una interpretación), sin localización de las partículas en un modelo matemático, es perfectamente concebible. Por ejemplo, para fundamentar el carácter atómico de la electricidad, las ecuaciones de campo tan sólo deben conducir a las siguientes conclusiones: una región del espacio tridimensional, en cuyo contorno la densidad eléctrica desaparece en forma sistemática, siempre contiene una carga eléctrica total cuya dimensión está representada por un número entero. Por lo tanto, en una teoría del continuo las características atómicas se expresarían de una manera satisfactoria a través de leyes integrales sin determinar la localización de las entidades que constituyen la estructura atómica. No consideraré resuelto el enigma cuántico hasta que una estructura atómica haya sido representada de esa manera. EL PROBLEMA DEL ESPACIO, EL ÉTER Y EL CAMPO, EN LA FÍSICA Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. El pensamiento científico es un desarrollo del pensamiento precientífico. Toda vez que el concepto del espacio ya era fundamental para éste, empezaremos con el concepto del espacio en el pensamiento precientífico. Existen dos modos de considerar los conceptos, y ambos son indispensables para la comprensión. El primero es el análisis lógico, que responde a la pregunta: ¿en qué situación de dependencia mutua se encuentran los juicios y los conceptos? Al contestar, nos hallaremos en un terreno relativamente seguro: es la seguridad que tanto nos impresiona de la matemática. Pero esta certidumbre se obtiene al precio de la vaciedad de contenido. Los conceptos sólo pueden adquirir contenido cuando están conectados con la experiencia sensorial, aunque sea de una forma indirecta. Pero ninguna investigación lógica puede revelar esta conexión, que únicamente puede advertirse a través de la experimentación. No obstante, esta conexión es la que determina el valor cognoscitivo de los sistemas conceptuales. Analicemos un ejemplo. Supongamos que un arqueólogo de una cultura posterior a la nuestra descubre un texto que explica la geometría euclidiana sin figuras. El arqueólogo descubrirá cuál es el uso de las palabras "punto", "recta" o "plano" en los enunciados. También advertirá de qué

manera cada uno de los conceptos es deducido del anterior. Incluso llegará a ser capaz de establecer nuevos enunciados de acuerdo con las reglas descubiertas. Pero la estructura de esos enunciados será un juego de palabras vacío, porque las expresiones "punto", "recta" o "plano" no significan nada para él. Tan sólo en el momento en que esas expresiones signifiquen algo, la geometría llegará a tener un contenido para ese hipotético arqueólogo. Otro tanto ocurriría con la mecánica analítica y con cualquier otra exposición de una ciencia lógicamente deductiva. ¿Qué quiere decir que expresiones o palabras como "recta", "punto" o "intersección" signifiquen algo? Quiere decir que con ellas se indican experiencias sensoriales a las que esas palabras están referidas. Este problema extralógico es el problema de la naturaleza de la geometría, que el arqueólogo podrá resolver de manera intuitiva tratando de encontrar en el conjunto de su experiencia algo que se corresponda con esos tér1ninos primarios de la teoría y de los axiomas formulados. S6lo en este sentido se puede proponer en forma razonable la cuestión de la naturaleza de una entidad descrita mediante conceptos. Frente a nuestros conceptos pre-científicos estamos en una posición muy similar a la que ocupa nuestro arqueólogo con respecto al problema ontológico. Por así decirlo, hemos olvidado los rasgos del mundo de la experiencia que nos han inducido a estructurar esos conceptos y tenemos muchas dificultades para recordar el mundo de la experiencia sin los cristales de la interpretación conceptual establecida desde antiguo. La subsiguiente dificultad estriba en que nuestro lenguaje está obligado a operar con palabras que están inseparablemente conectadas con aquellos conceptos primitivos. Nos enfrentamos, pues, con estos obstáculos cuando intentamos describir la naturaleza del concepto pre-científico de espacio. Antes de entregarnos al análisis del problema del espacio, he de señalar algo más acerca de los conceptos en general. Los conceptos tienen la experiencia sensorial como punto de referencia pero, en un sentido lógico, jamás pueden ser deducidos a partir de ella. Por este motivo, jamás me ha sido posible comprender la búsqueda de un a priori en el sentido kantiano. En cualquier problema ontológico nuestro único interés estará en descubrir dentro del conjunto de las experiencias sensoriales aquellas características a las cuales se refieren los conceptos. Por lo que respecta al concepto de espacio, al parecer, éste presupone el concepto de objeto material. La naturaleza de las complejas impresiones sensoriales que, posiblemente, son responsables de tal concepto ha sido descrita a menudo. La correspondencia entre ciertas impresiones visuales y táctiles, el hecho de que puedan ser seguidas a través del tiempo en forma continua y de que puedan ser repetidas en cualquier momento (tacto, vista) son algunas de sus características. a partir del momento en que el concepto de objeto material ha adquirido forma en conexión con las experiencias antes mencionadas -concepto que de ninguna manera presupone el de espacio o el de relación espacial-el deseo de lograr una captación intelectual de las relaciones de esos objetos dará origen a conceptos que correspondan a las relaciones espaciales existentes entre ellos. Dos cuerpos sólidos pueden tocarse

entre sí o estar distantes el uno del otro. En el segundo caso, un tercer cuerpo puede ser situado entre los dos primeros sin alterarlos de ninguna manera; en el primer caso, eso es imposible. Estas relaciones espaciales son obviamente reales, tal como los objetos en sí mismos. Si dos cuerpos son equivalentes para llenar uno de esos espacios intermedios, también resultarán equivalentes para otros intervalos distintos. Así vemos que el intervalo es independiente del cuerpo elegido para llenarlo. Esto mismo es universalmente verdadero en lo que respecta a las relaciones espaciales. Es evidente que esta independencia que constituye una condición principal de la utilidad de establecer conceptos puramente geométricos, no es a priori necesaria Según mi opinión, este concepto de intervalo, independiente del tipo de cuerpo que lo llene, es el punto de partida del concepto del espacio. Por lo tanto, considerado desde el punto de vista de la experiencia sensorial, el desarrollo del concepto de espacio, después de estas breves indicaciones, parece estar referido al esquema: objeto material. relaciones espaciales de los objetos materiales, intervalo, espacio. Así considerado, el espacio se nos muestra como algo real, en el mismo sentido en que lo son los objetos materiales. Está claro que el concepto de espacio como un algo real ya existía en el mundo conceptual extra-científico. Sin embargo, la matemática.` de Euclides no tenía conocimiento de este concepto como tal y se limitaba a los conceptos de objeto y de las relaciones espaciales entre objetos. El punto, el plano, la recta, el segmento son objetos sólidos idealizados. Todas las relaciones espaciales se originan a partir del concepto de contacto (la intersección de rectas y planos, los puntos que están sobre una recta, etc.). El espacio como un continuo no aparece en ningún momento dentro del sistema conceptual. El concepto de espacio fue introducido por Descartes, al describir un punto en cl espacio mediante sus coordenadas. Aquí, por primera vez, las figuras geométricas aparecen, en cierto modo, como partes de un espacio infinito, que es concebido como un continuo de tres dimensiones. La gran superioridad del tratamiento cartesiano del espacio no está en absoluto limitada al hecho de que aplica el análisis con fines geométricos. Pero la cuestión fundamental estriba en lo siguiente: en sus descripciones geométricas, los griegos privilegiaron objetos particulares (la recta, el plano); otros objetos (por ejemplo, la elipse) sólo son accesibles para esa descripción a través de su construcción o definición con la ayuda del punto, la recta y el plano. Por otra parte. en el tratamiento cartesiano, todas las superficies, por ejemplo, aparecen en principio en un pie de igualdad, sin ninguna preferencia arbitraria para las estructuras lineales En la medida en que la geometría ha sido concebida como la ciencia de las leyes que gobiernan las relaciones espaciales mutuas de los cuerpos prácticamente rígidos, debe ser considerada como la rama más antigua de la física. Como ya lo he mencionado, esta ciencia ha sido capaz de avanzar sin disponer del concepto de espacio como tal: fueron suficientes para sus necesidades las formas corpóreas ideales, como el punto, la recta, el plano, el segmento. Por otra parte, el espacio como conjunto, tal

como fuera concebido por Descartes, constituía una necesidad absoluta para la física newtoniana. Ya sabemos que la dinámica no puede trabajar sólo con los conceptos de punto de masa y de distancia variable entre puntos de masa. En las ecuaciones newtonianas del movimiento, el concepto de aceleración desempeña un papel fundamental, que no puede ser definido sólo por las distancias variables con el tiempo entre los puntos. La aceleración de .Newton sólo puede concebirse o definirse en relación con el espacio como un todo. Así hubo de agregarse a la realidad geométrica del concepto de espacio una nueva función determinadora de la inercia del espacio. Cuando Newton describía el espacio como absoluto, sin duda se refería a esta significación real del espacio, que le obligó a atribuirle un estado de movimiento definido, que todavía no estaba por completo determinado por los fenómenos de la mecánica. Este espacio era concebido como un absoluto también en otro sentido; su efecto inercial era concebido como autónomo, o sea, como no influenciable por ninguna clase de circunstancia física; el espacio, pues, afectaba a las masas pero, por su parte, no era afectado por nada. En las mentes de los físicos el espacio ha seguido siendo, hasta tiempos muy recientes, el receptáculo pasivo de todos los fenómenos. que por sí mismo no participaba en los hechos físicos. Nuestro esquema de pensamiento sólo comenzó a tomar una nueva vertiente con la teoría ondulatoria de la luz y con la teoría del campo electromagnético de Faraday y Maxwell. A través de ellas se comprobó que existían en el espacio libre estados que se propagan en ondas, y asimismo campos localizados que eran capaces de ejercer fuerzas sobre masas eléctricas o polos magnéticos que se situaran en el punto exacto. En razón de que a los físicos del siglo XIX les hubiera resultado por completo absurdo atribuir funciones o estados físicos al espacio mismo. se inventó un medio que ocupaba todo el espacio, según el modelo de la materia ponderable: el éter, al que se consideraba como un vehículo de los fenómenos electromagnéticos y, por ende, también de los fenómenos luminosos. Los estados de este medio, que se suponían ser los de los campos electromagnéticos, en un primer momento fueron concebidos desde un punto de vista mecánico, sobre la base del modelo de las deformaciones elásticas de los cuerpos sólidos. Pero esta teoría mecánica del éter nunca obtuvo una aceptación total, v así se fue dejando de lado como interpretación detallada de la naturaleza de los campos etéreos. De este modo, el éter se convirtió en una especie de materia a la que se adjudicaba una única función: la de actuar como de sustrato de los campos eléctricos que por la índole de su naturaleza no resultaban analizables. El cuadro general era el que sigue: el espacio está invadido por el éter; en éste flotan los corpúsculos materiales o átomos de la materia ponderable, cuya estructura atómica había sido firmemente establecida a finales de siglo. En vista de que se suponía que la interacción de los cuerpos se realizaba a través de los campos, también debía existir un campo gravitatorio en el éter, cuya ley de campo no había tomado aún por entonces una forma clara. Se imaginaba que el éter era sólo el asiento de todas las fuerzas que actúan en el espacio. La inercia también era vista como una acción de campo localizada en el éter,

porque se había comprobado que las masas eléctricas en movimiento producen un campo magnético cuya energía proporciona un modelo de la inercia. Hasta el gran descubrimiento de H. A. Lorentz, las propiedades mecánicas del éter constituían un misterio. Todos los fenómenos del electromagnetismo por entonces conocidos podían ser explicados sobre la base de dos supuestos; el primero afirma que el éter está firmemente fijado en el espacio, es decir, que no es capaz de ningún movimiento y el segundo sostiene que la electricidad está firmemente fijarla en las partículas elementales móviles. Hoy el descubrimiento de Lorentz puede ser expresado de la siguiente forma: el espacio físico y el éter son sólo términos diferentes para referirse a una misma cosa: los campos son los estados físicos del espacio. Si no es posible adjudicar al éter un estado de movimiento, no existe ningún motivo para introducirlo como una entidad especial junto al espacio. Pero los físicos estaban aún muy lejos de esa forma de pensar; para ellos el espacio seguía siendo algo rígido, homogéneo, incapaz de cambiar o de asumir estados distintos. Tan sólo el genio de Riemann, solitario e incomprendido, había marcado un camino, a mediados del siglo pasado, hacia una nueva concepción del espacio, en la cual éste resultaba despojado de su rigidez y así se reconocía la posibilidad de su participación en los fenómenos físicos. Esta verdadera proeza intelectual es acreedora de nuestra admiración, muy en especial porque ha precedido a la teoría del campo eléctrico de Faraday y Maxwell. Más tarde surgió la teoría de la relatividad restringida, con su reconocimiento de la equivalencia física de todos los sistemas inerciales. El carácter inseparable del tiempo y el espacio emergió en conexión con la electrodinámica, con la ley de la propagación de la luz. Hasta entonces se había supuesto sin mayor análisis que el continuo cuatridimensional de los hechos puede ser dividido en tiempo y espacio de una manera objetiva, es decir que se había adjudicado una significación absoluta al "ahora" en el mundo de los hechos. Con el descubrimiento de la relatividad de la simultaneidad, el tiempo y el espacio fueron fusionados en un único continuo, de un modo similar al empleado anteriormente para fusionar en un único continuo las tres dimensiones del espacio. Así, el espacio físico fue extendido a un espacio de cuatro dimensiones que también incluye la dimensión del tiempo. El espacio cuatridimensional de la teoría de la relatividad restringida es tan rígido y absoluto como la fuera en su momento aquel espacio concebido por Newton. La teoría de la relatividad constituye un excelente ejemplo del carácter fundamental del desarrollo moderno de la ciencia teórica. Las hipótesis iniciales se van haciendo cada vez más abstractas y más alejadas de la experiencia. Por otro lado, nos vamos acercando al gran objetivo de toda ciencia, que consiste en abarcar por deducción lógica el 1nayor número posible de hechos empíricos a partir del menor número de hipótesis o axiomas. Entre tanto, la cadena de pensamiento que procede desde los axiomas hacia los hechos empíricos o hacia las consecuencias verificables va alargándose y adquiere un carácter más sutil. En su búsqueda de una teoría, el científico teórico se ve convencido a guiarse, en grado creciente por consideraciones puramente matemáticas, formales, porque

la experiencia física del experimentador no puede conducirle hasta las más elevadas regiones de la abstracción. Los métodos predominantemente inductivos, apropiados para una e tapa temprana de la ciencia, están dejando paso libre al tanteo deductivo. Una estructura teórica de este tipo necesita haber tenido una profunda elaboración antes de estar en condiciones de conducirnos a conclusiones que puedan ser comparadas con la experiencia. También en este caso el hecho observado es el árbitro supremo, aunque no podrá pronunciar sentencia hasta tanto no se haya construido un puente de intensa y sostenida actividad pensante para atravesar la amplia brecha que separa los axiomas de sus consecuencias verificables. El teórico habrá de emprender esta tarea hercúlea con la plena convicción de que sus esfuerzos sólo pueden estar destinados a asestar un golpe de muerte a su propia teoría. El teórico que emprenda esa labor no tendrá que ser acusado de "caprichoso", sino que, por el contrario, se le tendrá que garantizar su derecho a dar rienda suelta a su capricho, porque no existe otro camino hacia su objetivo. De todas maneras su trabajo no será una ensoñación vana, sino una búsqueda de las posibilidades de mayor simplicidad lógica y de sus consecuencias. Este captatio benevolentiae era imprescindible para que el oyente o el lector de estas palabras se sintiera más inclinado a seguir con atención el hilo argumental que se expondrá a continuación. Este hilo argumental es el que ha conducido desde la teoría de la relatividad restringida a la general y desde ésta hasta su más reciente retoño, la teoría de campo unificado. En esta exposición no es posible evitar por completo la utilización de símbolos matemáticos. En primer término, nos detendremos en el examen de la teoría de la relatividad restringida, una teoría que todavía está basada directamente en una ley empírica: la de la constancia de la velocidad de la luz. Consideremos que P es un punto en el espacio vacío y que P' es otro punto infinitamente cercano, a una distancia dó. Supongamos que se emite un haz de luz desde P en el tiempo t y que llega a P' en un tiempo t + dt. Luego: da2 = c2dt2 Si dx1, dx2, dx3 son las proyecciones ortogonales de dó y se introduce la coordenada de tiempo imaginaria V-1 ct = x4, entonces la ley de la constancia de la velocidad de la propagación de la luz adquiere esta forma: dse2 = dxle2 + dx2e2 + dx3e2 + dx4e2 = 0 Dado que esta fórmula expresa una situación real, podemos atribuir un significado real a la cantidad ds, aun cuando los puntos cercanos del continuo cuatridimensional estén elegidos de tal modo que el correspondiente valor ds no sea cero. Tal vez esto podría expresarse diciendo que el espacio de cuatro dimensiones (con una coordenada de tiempo imaginaria) de la teoría de la relatividad restringida posee una métrica euclidiana. El hecho de que esta métrica reciba el nombre de euclidiana está relacionado con lo siguiente: la postulación de tal métrica dentro dc un continuo de tres dimensiones es

completamente equivalente a la postulación de los axiomas de la geometría euclidiana. Por lo tanto, la ecuación definitoria de esta métrica no es sino el teorema de Pitágoras aplicado a las diferenciales de las coordenadas. En la teoría de la relatividad restringida esos cambios de coordenadas (por transformación) están permitidos porque también en el nuevo sistema de coordenadas, la cantidad ds2 (invariante fundamental) es igual a la suma de los cuadrados de las coordenadas diferenciales. Estas transformaciones reciben el nombre de transformaciones de Lorentz. El método práctico de la teoría de la relatividad restringida está caracterizado por el siguiente principio: sólo son admisibles como expresión de las leyes naturales aquellas ecuaciones que no alteran su forma al cambiar las coordenadas usando una transformación de Lorentz (covarianza de las ecuaciones con respecto a las transformaciones de Lorentz). Este método condujo al descubrimiento de la conexión necesaria ,entre impulso y energía, entre potencia del campo eléctrico y del magnético, entre fuerzas electrostáticas y electrodinámicas, entre masa inerte y energía. Con esto, el número de conceptos independientes y de ecuaciones fundamentales en física se ha reducido. Este método apuntaba más lejos. ¿Es verdad que las ecuaciones que expresan leyes naturales son covariantes con respecto a las transformaciones de Lorentz solamente y no con respecto a otras transformaciones? Pues bien: formulada en esos términos, la pregunta realmente carece de sentido, porque cada sistema de ecuaciones puede ser expresado en coordenadas generales. Lo que hemos de preguntar es esto: ¿no están constituidas las leyes de la naturaleza de tal modo que no se simplifican por la elección de un conjunto particular de coordenadas? Dicho sea de paso, nuestra ley empírica de la igualdad de la masa inercial y pesante nos empuja a responder a esa pregunta de manera afirmativa. Si convertimos en principio la equivalencia de todos los sistemas de coordenadas para la formulación de las leyes naturales, llegaremos a la teoría de la relatividad general, a condición de que consideremos que la ley de la constancia de la velocidad de la luz es inamovible o, en otras palabras, que lo es la hipótesis de la significación objetiva de la métrica euclidiana al menos para porciones infinitamente pequeñas del espacio de cuatro dimensiones. Esto quiere decir que para regiones finitas del espacio la existencia (físicamente significativa) de una métrica general riemanniana es postulada de acuerdo con la siguiente fórmula: dse2 = Suv

guv dXu dxv'

donde el sumatorio abarca todas las combinaciones de índices, desde 1,1 hasta 4,4. La estructura de ese espacio presenta una diferencia básica con respecto a la del espacio euclidiano. Los coeficientes g~u, de momento, representan funciones arbitrarias de las coordenadas x1 hasta x4, y la estructura del espacio no está determinada de verdad hasta tanto lleguen a conocerse estas funciones g~u. También se puede

decir que la estructura de ese espacio como tal es completamente indeterminada. Sólo puede ser determinada de manera más exacta mediante leyes específicas que satisfacen el campo métrico de g~lu. Sobre bases físicas se llegó al convencimiento de que el campo métrico era al mismo tiempo el campo gravitatorio. En razón de que el campo gravitatorio está determinado por la configuración de las masas y de sus correspondientes cambios, la estructura geométrica de ese espacio también depende de factores físicos. Es decir que, de acuerdo con esta teoría-y tal como lo había conjeturado Riemann-el espacio ya no es absoluto: su estructura depende de influencias físicas. La geometría (física) ya ha dejado de ser una ciencia encerrada y completa en sí misma, como lo era la geometría de Euclides. Así, el problema de la gravitación se vio reducido a un problema matemático: se requería hallar las ecuaciones fundamentales más simples que fueran covariantes con respecto a una transformación arbitraria de coordenadas. Éste era un problema claramente definido que, al menos, podía ser resuelto. Aquí no hablaré de la confirmación experimental de esta teoría pero he de explicar los motivos por los cuales esta teoría no se podía dar definitivamente por satisfecha con tal éxito. Es verdad que la gravitación había sido deducida de la estructura del espacio, pero además del campo gravitacional existe el campo electromagnético. En primer lugar, éste debió ser introducido en la teoría como una entidad independiente de la gravitación. Hubo que agregar a las ecuaciones fundamentales de campo unos términos que dieran cuenta de la existencia del campo electromagnético. Pero resulta intolerable para el espíritu teórico la idea de que existan dos estructuras espaciales que sean independientes la una de la otra, la métricogravitacional y la electromagnética. Uno se siente impulsado a creer que ambos tipos de campos deben corresponder a una estructura unificada del espacio. NOTAS SOBRE EL ORIGEN DE LA TEORÍA DE LA RELATIVIDAD GENERAL Mein Weltbild, Amsterdam: Querido Verlag, 1934. Accedo gustosamente al ruego de que diga algo acerca de la historia de mi propio trabajo científico. No es que conceda un gran valor a mis esfuerzos personales, pero escribir la historia del trabajo de otras personas exige un grado de profundización en el pensamiento ajeno más propio de la clase de tarea que desarrolla un historiador. En cambio, arrojar un poco de luz sobre las primeras ideas que uno mismo ha sustentado parece muy sencillo. En este caso, gozo de una enorme ventaja frente a cualquier otra persona y no es lícito desechar tal oportunidad por un prurito de modestia. En el año 1905 había llegado yo, gracias a la teoría de la relatividad restringida, a la equivalencia de todos los llamados sistemas inerciales para la formulación de las leyes de la naturaleza. En esos momentos surgió de modo natural el problema de si no existiría una equivalencia adicional para los sistemas de coordenadas. Para expresarlo con otras palabras: si sólo se puede adjudicar un significado

relativo al concepto de velocidad debemos, con todo, seguir considerando la aceleración como un concepto absoluto? Desde el punto de vista puramente cinemática no existe ninguna clase de duda en cuanto al carácter relativo de todos los movimientos; pero hablando desde el punto de vista de la física, el sistema inercial parecía ocupar una posición privilegiada, lo que daba un aire artificial al uso de sistemas coordenados en movimiento. Desde luego que yo estaba familiarizado con la posición de Mach, según la cual la resistencia inercial contrarresta no a la aceleración como tal, sino a la aceleración con respecto a las masas de otros cuer1os que existen en el mundo. En esa idea había algo que me resultaba fascinante, pero a pesar de ello no surgió de allí una base de trabajo adecuada para formular una nueva teoría. Logré avanzar un paso hacia la solución cuando traté de trabajar con la ley de la gravedad dentro del esquema fundamental de la teoría de la relatividad restringida. Como la mayoría de escritores de aquel tiempo, intenté enunciar una ley de campo para la gravitación, en vista de que no resultaba posible-al menos de manera natural- introducir la acción directa a distancia a causa de la abolición del concepto de simultaneidad absoluta. Lo más sencillo, desde luego, era mantener el potencial escalar de la gravitación de Laplace y completar la ecuación de Poisson de una manera obvia, mediante un término diferenciado con respecto al tiempo, de tal modo que quedara satisfecha la teoría especial de la relatividad. La ley del movimiento de un punto de masa en un campo gravitatorio también debía ser adaptada a la teoría especial de la relatividad. El sendero no estaba marcado de una forma inequívoca. en este caso, porque la masa inerte de un cuerpo puede depender del potencial gravitatorio. En rigor era de esperar en vista del principio de inercia de la energía. Estas investigaciones, sin embargo, desembocaron en unos resultados que despertaron mis más fuertes sospechas. De acuerdo con la mecánica clásica, la aceleración vertical de un cuerpo en un campo gravitatorio vertical es independiente de la componente horizontal de su velocidad. En tal campo gravitatorio, pues, la aceleración vertical de un sistema mecánico o de su centro de gravedad opera en forma independiente de su energía cinética interna. Pero en la teoría que yo he presentado, la aceleración de un cuerpo que cae no es independiente de su velocidad horizontal o energía interna del sistema. Esto no encajaba con el antiguo hecho experimental que demuestra que todos los cuerpos sometidos a un mismo campo gravitatorio adquieren la misma aceleración. Esta ley, que también puede formularse como la ley de la igualdad de las masas inerte y pesante, adquirió entonces para mí su plena significación. Mi asombro ante la existencia de esta ley era máximo y conjeturaba yo que en ella debía estar encerrada la clave para una profunda y total comprensión de la gravitación y la inercia. No experimenté por entonces serias dudas acerca de su estricta validez, incluso sin saber de los resultados del admirable experimento de Eötvös que-si mi memoria no falla-sólo llegaría a conocer más tarde. Abandoné, pues, considerándolo inadecuado, el intento de tratar el problema de la gravitación-tal como lo he aludido antes-dentro de la estructura de la teoría de la relatividad restringida. Era claro

que fallaba en cuanto a la propiedad fundamental de la gravitación. El principio de la igualdad de las masas inerte y pesante podían formularse tal como sigue: en un campo gravitatorio homogéneo todos los movimientos referidos a un sistema de coordenadas uniformemente acelerado son equivalentes a los movimientos que se efectúan en ausencia de campo gravitatorio. Si este principio era adecuado para todos los fenómenos posibles (el «principio de equivalencia»), eso constituía un indicio de que el principio de relatividad debía ser extendido a los sistemas coordenados con aceleración variable entre sí, para llegar a una teoría natural de los campos gravitatorios. Estas reflexiones me mantuvieron ocupado desde 1908 hasta 1911 e intenté derivar de ellas ciertas conclusiones especiales, de las que no me propongo tratar aquí. De momento lo importante era haber descubierto que una teoría de la gravitación razonable sólo podría conseguirse a través de una extensión del principio de la relatividad. Por todo esto, era necesario forjar una teoría cuyas ecuaciones conservaran su forma en el caso de transformaciones no lineales de las coordenadas. En aquellos mo1nentos me era imposible determinar si esta teoría se podría aplicar para transformaciones arbitrarias (continuas) de las coordenadas o si sólo se aplicaría para algunas de ellas. Pronto llegué a comprender que la inclusión de las transformaciones no lineales-tal como lo exigía el principio de la equivalencia- era inevitablemente fatal para la interpretación física simple de las coordenadas. Ya no podía exigirse que las diferencias de coordenadas reflejaran resultados directos de medición con patrones o relojes ideales. Mi perplejidad ante esto fue muy grande, porque me llevó un tiempo largo llegar a descubrir cuál era el significado de las coordenadas en la física. Y no encontré la salida de este dilema hasta el año 1912, cuando se me presentó después de las siguientes consideraciones: Era necesario hallar una nueva formulación de la ley de la inercia, que en caso de ausencia de un «campo real de gravitación» pudiera transformarse en la formulación de Galileo del principio de la inercia, si un sistema inercial se utilizaba como sistema de coordenadas. La formulación de Galileo es como sigue: un punto material sobre el que no actúa ninguna fuerza, será representado en el espacio de cuatro dimensiones mediante una línea recta, es decir por la línea más corta o, dicho de un modo más correcto, por una línea extrema. Este concepto presupone el de la longitud de un elemento lineal, o sea una métrica. En la teoría de la relatividad restringida, como lo ha demostrado Minkowski, esta métrica era casi-euclidiana, lo que significa que el cuadrado de la «longitud. ds de un elemento linear era una cierta función cuadrática de las diferenciales de las coordenadas. Si se introducen otras coordenadas por medio de una transformación no lineal ds2 sigue siendo una función homogénea de las diferenciales de las coordenadas, pero los coeficientes de esta función (g~v) dejan de ser constantes y se convierten en funciones de las coordenadas. En términos matemáticos, esto significa que el espacio físico (de cuatro dimensiones) tiene una métrica riemanniana. Las líneas extremas temporales de esta métrica proporcionan la ley de movimiento de un punto material sobre el cual no actúa

fuerza alguna distinta de la fuerza de gravedad. Los coeficientes (g„~,) de esta métrica, al mismo tiempo describen el campo gravitatorio con referencia al sistema de coordenadas elegido. Así, se ha hallado una formulación natural del principio de equivalencia, cuya extensión a cualquier campo gravitatorio constituye una hipótesis perfectamente natural. La solución del dilema al que me he referido antes debía ser, pues. Ia siguiente: No se adjudica significado físico a las diferenciales de las coordenadas sino tan sólo a la métrica riemanniana que les corresponde. De este modo se obtiene una base de trabajo adecuada para la teoría de la relatividad general. Sin embargo, aún restaba resolver otros dos problemas. 1. Si una ley de campo se expresa en términos de la teoría de la relatividad restringida ¿cómo puede ser transferida al caso de una métrica riemanniana? 2. ¿Cuáles son las leyes diferenciales que determinan la propia métrica riemanniana (es decir, guv)? Me entregué al estudio de estos problemas desde 1912 hasta 1914 junto con mi amigo Marcel Grossmann. Comprendimos que los métodos matemáticos para resolver el problema número 1 ya estaban en nuestras manos: el cálculo diferencial absoluto de Ricci y Levi-Civita. Por lo que se refiere al problema número 2, era obvio que su solución requería la construcción de las ecuaciones diferenciales de segundo orden de las g`'u Pronto vimos que éstas ya habían sido establecidas por Riemann (el tensor de curvatura). Ya habíamos obtenido las ecuaciones de campo para la gravitación dos años antes de la publicación de la teoría de la relatividad general, pero nos era imposible determinar cómo se podrían utilizar en física. Además, mi intuición me decía que su contrastación empírica sería un fracaso. Por otra parte, creí que me resultaría posible demostrar, sobre la base de consideraciones generales, que una ley de la gravitación invariante con respecto a transformaciones arbitrarias de las coordenadas no era compatible con el principio de causalidad. Éstos fueron errores que me costaron dos años de trabajo excesivamente duro, hasta que me decidí a reconocerlo así, hacia fines de 1915; después de haber retornado con cierta tristeza a la curvatura de Riemann pude establecer la conexión entre li teoría y los hechos de la experiencia astronómica. A la luz del conocimiento obtenido, ese feliz logro parece casi evidente, de ahí que cualquier estudiante inteligente pueda entenderlo, sin demasiados problemas. Pero habían sido muchos los años de ansiosa búsqueda en la oscuridad, años llenos de intensa ansiedad, de fases de plena confianza y de total agotamiento antes de llegar a emerger a la luz. Y esto sólo puede comprenderlo quien también lo haya vivido. FÍSICA Y REALIDAD Tomado de The Journal of the Franklin Institute, volumen 21, N.• 3. marzo de 1936. I. Consideraciones generales sobre el método de la ciencia A menudo se ha dicho, y no sin justificación por cierto,

que el hombre de ciencia es un filósofo de mala calidad. ¿Por qué el físico no deja pues que el filósofo se entregue a la tarea de filosofar? Esto bien puede ser lo correcto en momentos en que el físico cree tener a su disposición un sistema rígido de conceptos y leyes fundamentales, tan bien establecidos que ninguna duda puede tocarlos. Pero puede no serlo en un momento en que las bases mismas de la física se han vuelto tan problemáticas como lo son hoy. En tiempos como el presente, cuando la experiencia nos compele a buscar una nueva y más sólida fundamentación, el físico no puede simplemente entregar al filósofo la contemplación crítica de los fundamentos teóricos, porque nadie mejor que él puede explicar con mayor acierto d6nde le aprieta el zapato. En su búsqueda de un nuevo fundamento, el físico se verá obligado a poner bien en claro hasta qué punto están justificados y constituyen verdaderas necesidades los conceptos que utiliza. El conjunto de la ciencia es, tan sólo, un refinamiento del pensamiento de cada día. Por este motivo el pensamiento crítico del físico no ha de ser restringido, en lo posible, al mero examen de los conceptos que pertenecen a su propio campo de acción. Resultará imposible para el científico avanzar sin la previa consideración crítica de un problema verdaderamente arduo: el problema de analizar la naturaleza del pensamiento de cada día. Nuestra experiencia psicológica nos ofrece experiencias sensoriales, imágenes de ellas, recuerdos y sentimientos. A diferencia de la psicología, la física se ocupa en forma directa sólo de las experiencias sensoriales y de la «comprensión» de sus conexiones. Pero con todo, el concepto de «mundo real externo» que existe en el pensamiento de cada día reposa en forma exclusiva sobre impresiones sensoriales. En primer término debemos subrayar que la diferenciación entre impresiones sensoriales e imágenes no es posible o, al menos, no es posible establecerla con absoluta seguridad. Con la discusión de este problema, que también afecta a nuestra noción de la realidad, no adelantaríamos mucho, de modo que consideraremos como un hecho dado la existencia de experiencias sensoriales, o sea unas experiencias psíquicas de tipo especial.: Creo que el primer paso para el establecimiento de un «mundo exterior real» es la formación del concepto de objetos materiales y de objetos materiales de distintos tipos. De entre la multitud de nuestras experiencias sensoriales, mental y arbitrariamente, escogemos ciertos conjuntos de impresiones sensoriales que se repiten (en parte en conjunción con impresiones sensoriales que son interpretadas como signos de experiencias sensoriales de otros) y relacionamos con ellos un concepto: el concepto de objeto material. Si lo consideramos desde el punto de vista lógico, veremos que este concepto no es idéntico a la totalidad de las impresiones sensoriales que a él se refieren; se trata de una libre creación de la mente humana (o animal). Por otra parte este concepto debe su significado y su justificación, en forma exclusiva, a la totalidad de las impresiones sensoriales que asociamos con él El segundo paso nos lleva a considerar que, en nuestro pensamiento (que es el que determina nuestras expectativas), atribuimos a ese concepto de objeto material una significación que en muy alto grado es independiente

de las impresiones sensoriales que originalmente lo han conformado. A esto hacemos referencia cuando atribuimos al objeto material una «existencia real». El proceso hasta aquí descrito se justifica en forma exclusiva por el hecho de que, mediante esos conceptos y las relaciones mentales existentes entre ellos, nos hallamos en condiciones adecuadas para adentrarnos en el laberinto de las impresiones sensoriales. Aun cuando son creaciones mentales libres, estas nociones y relaciones nos parecen más sólidas y más inalterables que la experiencia sensorial individual en sí misma, a la que jamás se le puede garantizar por completo que no sea una ilusión o fruto de una alucinación. Además, estos conceptos y relaciones, y también la postulación de objetos reales y, hablando de manera general de la existencia del «mundo real», están justificados exclusivamente en la medida en que se conecten con impresiones sensoriales entre las cuales configuran una conexión mental. La totalidad de nuestras experiencias sensoriales (uso de conceptos, creación y empleo de relaciones funcionales definidas entre ellos y la coordinación de las experiencias sensoriales con esos conceptos) pueden ser puestas en orden mediante un proceso mental: este hecho en sí tiene una naturaleza que nos llena de reverente temor, porque jamás seremos capaces de comprenderlo por completo. Bien se podría decir que «el eterno misterio del mundo es su comprensibilidad». Uno de los más importantes logros de Emmanuel Kant ha sido postular que el mundo externo real carecería de sentido si careciera de comprensibilidad. Aquí, al hablar de comprensibilidad, la expresión está utilizada en su sentido más modesto. En este caso, la palabra implica la creación de cierto orden en las impresiones sensoriales; un orden que se produce por la creación de conceptos generales, de relaciones entre dichos conceptos y de relaciones definidas de cierta clase entre los conceptos y la experiencia sensorial. En este sentido es comprensible el mundo de nuestras experiencias sensoriales. El hecho de que sea comprensible es un milagro. En mi opinión no se puede decir nada a priori con respecto al modo en que deben formarse y conectarse los conceptos ni a la manera en que debemos coordinarlos con las experiencias sensoriales. La única guía posible en la creación de ese orden, el único factor determinante, es el éxito. Todo lo que se necesita es fijar un conjunto de normas, porque sin esas normas sería imposible adquirir el conocimiento orientado en el sentido en que nos interesa. Se puede establecer una comparación entre esas reglas y las reglas de un juego en el que, si bien las normas en sí mismas son arbitrarias, su rigidez es lo único que hace posible el juego. Sin embargo, el establecimiento de las normas nunca podrá ser definitivo. Tendrá que tener validez tan sólo para un campo especial de aplicación (es decir, que no existen categorías últimas en el sentido que Kant adjudicara a este término). La conexión de los conceptos elementales del pensamiento cotitidiano con los conjuntos de experiencias sensoriales sólo puede ser comprendido por vía intuitiva y no puede fijarse científicamente. La totalidad de estas conexiones-ninguna de las cuales es expresable en términos conceptuales-es lo único que diferencia el gran edificio de

la ciencia de un esquema de conceptos lógico pero vacío. Gracias a esas conexiones, las proposiciones puramente conceptuales de la ciencia se convierten en enunciados generales acerca de conjuntos de experiencias sensoriales. Denominaremos «conceptos primarios» a aquellos conceptos que están directa e intuitivamente conectados con conjuntos típicos de experiencias sensoriales. Desde el punto de vista de la física, todas las demás nociones adquieren significado sólo en la medida en que estén conectadas con las nociones primarias a través de proposiciones. (hasta cierto punto, estas proposiciones son definiciones de los conceptos (y de los enunciados derivados de ellos por vía lógica) y hasta cierto punto proposiciones que no derivan de las definiciones, hecho ue expresa al menos relaciones indirectas entre los «conceptos primarios» y, en este sentido, entre las experiencias sensoriales. Las proposiciones de esta segunda clase son «enunciados acerca de la realidad» o leyes de la naturaleza, es decir, proposiciones que deben demostrar su validez cuando son aplicadas a las experiencias sensoriales a las que se puede aludir a través de conceptos primarios. Determinar cuáles de esas proposiciones habrán de ser consideradas definiciones y cuáles leyes naturales dependerá en forma concreta de la representación elegido. Establecer esta diferenciación se convierte en una necesidad absoluta cuando se examina el grado hasta el cual no está vacío, desde el punto de vista físico, todo el sistema de conceptos considerados. La estratificación del sistema científico El objetivo de la ciencia es una comprensión tan completa como sea posible de la conexión entre las experiencias sensoriales en su totalidad y el logro de ese objetivo mediante el uso de un mínimo de conceptos primarios y de relaciones. (Mientras se busca, en la medida de lo posible, una unidad lógica en la imagen del mundo, es decir, parvedad en los elementos lógicos.) La ciencia utiliza la totalidad de los conceptos primarios, o sea conceptos conectados en forma directa con las experiencias sensoriales, y de las proposiciones que los relacionan. En su primera etapa de desarrollo, la ciencia no contiene nada más. Nuestro pensamiento de cada día se contenta, en términos generales, con este nivel. No obstante, una situación así no puede resultar satisfactoria para quien posea una verdadera mentalidad científica, porque la totalidad de los conceptos y las relaciones obtenidos de esta manera carece por completo de unidad lógica. Con la finalidad de cubrir esta deficiencia, se inventa un sistema más pobre en conceptos y relaciones, un sistema que considera que los conceptos y relaciones del primer estrato. son conceptos y relaciones derivados lógicamente. En bien de su más elevada unidad lógica, este nuevo «sistema secundario» paga el precio de operar con conceptos elementales (conceptos del segundo estrato) que ya no están conectados de modo directo con las experiencias sensoriales. Una posterior búsqueda de la unidad lógica nos conduce a un sistema terciario, más pobre aún en conceptos y relaciones, mediante la deducción de los conceptos y relaciones del estrato secundario (y de modo indirecto de los del primario). Y el proceso continúa

en estos términos, hasta el momento en que hemos llegado a un sistema dueño de la mayor unidad concebible y de la mayor pobreza de conceptos en materia de fundamentos lógicos, que todavía es compatible con las observaciones realizadas por nuestros sentidos. No sabemos si esta ambición será o no capaz de forjar alguna vez un sistema definitivo. Si se recabará una opinión al respecto, lo más probable sería obtener una respuesta negativa. No obstante, mientras se lucha con los problemas, jamás se pierde la esperanza de acercarse a ese objetivo. Un adepto de la teoría de la abstracción o de la inducción llamará a nuestros estratos «grados de abstracción», pero no considero justificable encubrir la independencia lógica del concepto con respecto a las experiencias sensoriales. No se trata de la relación que existe entre la sopa y el pollo sino, más bien, de la del número del guardarropa y el abrigo. Los estratos además no están tan claramente separados. No está absolutamente claro qué conceptos pertenecen al estrato primario. En rigor, estamos manejando conceptos formados libremente que, con un grado de certeza suficiente en la práctica, son conectados de manera intuitiva con los conjuntos de experiencias sensoriales de tal modo que, en cualquier experiencia, no se produce ninguna incertidumbre en lo que respecta a la validez de una aserción. El hecho fundamental es el intento de representar la multitud de conceptos y de proposiciones cercanos a la experiencia bajo la forma de proposiciones, deducidas por un proceso lógico a partir de una base-tan estrecha como sea posible-de conceptos y de relaciones fundamentales que pueden ser elegidos con libertad (axiomas). La libertad de elección, sin embargo, pertenece a una clase muy especial; no se asemeja a la libertad de un escritor de obras de ficción. En rigor, se parece a la de un hombre empañado en resolver un crucigrama bien pensado: aunque podría proponer cualquier palabra como posible solución, sólo una palabra es la que le permitirá resolver el crucigrama con acierto. Es materia de fe que la naturaleza-tal como la percibimos a través de nuestros cinco sentidos-asume las características de un crucigrama bien pensado. Los éxitos que hasta el presente ha cosechado la ciencia otorgan una cierta base para mantener esa fe, sin duda alguna. La multitud de estratos a los que nos hemos referido corresponde a las diversas etapas que se han recorrido en la lucha por la unidad. En lo que respecta al objetivo final, los estratos intermedios sólo tienen una naturaleza provisional. En su momento, habrán de desaparecer por falta de pertinencia. Sin embargo, tenemos que trabajar con la ciencia de hoy, en la que esos estratos representan logros parciales y problemáticos, que sirven de base los unos para los otros, pero que también se amenazan mutuamente, porque el sistema de conceptos presente contiene incongruencias muy arraigadas que encontraremos 1nás adelante. La finalidad de las siguientes líneas ha de ser la de mostrar cuáles .son ]os caminos por los que ha penetrado la mente humana, para llegar a una base de la física que sea tan uniforme como se pueda desde el punto de vista lógico. 11. La mecánica y los intentos de considerarla como base para toda la física

Una importante propiedad de nuestras experiencias sensoriales de modo más general, de todas nuestras experiencias, es su orden temporal. Este tipo de orden conduce a la concepción de un tiempo subjetivo, un esquema ordenador de nuestra experiencia. El tiempo subjetivo, por vía del concepto de objeto material y de espacio, nos lleva hacia el concepto de tiempo objetivo, tal como lo veremos más adelante. Por delante de la noción de tiempo objetivo, sin embargo, se alza el concepto de espacio y por delante de éste hallamos el concepto de objeto material, que está directamente conectado con los conjuntos de experiencias sensoriales. Ya se ha señalado que una propiedad característica de la noción de .objeto material. es la de que le asignemos una existencia, independiente del tiempo (subjetivo) e independiente del hecho de que sea percibido por nuestros sentidos. Y esto es así a pesar de que percibimos alteraciones temporales en dicho objeto. Con exactitud Poincaré ha señalado en forma enfática el hecho de que distingamos dos clases de alteraciones del objeto corpóreo: "cambios de estado" y "cambios de posición". Estos últimos, señala este autor. son alteraciones que podemos contrarrestar mediante movimientos voluntarios. Existen objetos materiales a los cuales, dentro de cierta esfera de percepción, no adjudicamos alteraciones de estado sino sólo alteraciones de posición; este hecho tiene una importancia fundamental para la formación del concepto de espacio (en cierto sentido, incluso para la justificación de la misma noción de objeto material). A este tipo de objetos le aplicaremos la denominación de "prácticamente rígidos". Si como objeto de nuestra percepción consideramos en forma simultánea (o sea, como una única unidad) dos cuerpos prácticamente rígidos, existirán para ese conjunto unas alteraciones tales que posiblemente no puedan ser consideradas como cambios de posición del conjunto, a pesar de que sea así para cada uno de los dos elementos constituyentes. Esto nos lleva a la noción de .cambio de posición relativa' de los dos objetos y también de esta manera arribamos a la noción de «posición relativa» de los dos objetos. Además se ha demostrado que entre las posiciones relativas existe una, de un tipo especial, a la que denominamos «contacto» (Está en la naturaleza de las cosas la posibilidad de que seamos capaces de hablar de esos objetos sólo mediante conceptos de nuestra creación, conceptos que en sí mismos no son objeto de definición. Sin embargo, es esencial que hagamos uso exclusivo de conceptos acerca de cuya relación con nuestra experiencia no se abriguen dudas). El contacto permanente de dos cuerpos en tres o más puntos. significa que se han unido en un cuerpo compuesto casi-rígido. Es lícito afirmar que el segundo cuerpo constituye en ese caso una continuación (casi-rígida) del primer cuerpo y que, a su vez, podría recibir otra continuación casi-rígida. La posibilidad de la continuación casi-rígida de un cuerpo es ilimitada. La totalidad de todas las continuaciones casi-rígidas concebibles de un cuerpo Bo es el "espacio" infinito determinado por él. Todo objeto corpóreo situado arbitrariamente puede ser puesto en contacto con la continuación casi-rígida de un cuerpo dado Bo (cuerpo de referencia). En mi opinión, este

hecho es la base empírica de nuestra concepción del espacio. En el pensamiento pre-científico, la corteza sólida de la Tierra asume el papel de Bo y su continuación. La misma palabra geometría indica que el concepto de espacio está psicológicamente conectado con la tierra como un cuerpo de referencia siempre presente. La atrevida noción de «espacio» que precedió a toda la geometría científica transformó nuestro concepto de las relaciones entre posiciones de los objetos materiales en la noción de posición de esos objetos en el «espacio». Esto, por sí mismo, representa una gran simplificación formal. A través de ese concepto de espacio llegamos, además, a una actitud en la que cualquier descripción de posición es implícitamente una descripción de contacto; el enunciado que dice que un punto de un objeto material está situado en un punto P del espacio significa que el objeto toca el punto P del cuerpo de referencia Bo (al que se supone apropiadamente continuado) en el punto considerado. En la geometría de los griegos, el espacio sólo asume un papel cualitativo, porque si bien se considera como dada la posición de los cuerpos en relación con el espacio, no se la describe mediante números Descartes fue el primero que introdujo ese método. En su lenguaje todo el contenido de la geometría euclidiana puede estar axiomáticamente fundado en los siguientes postulados: (1) dos puntos definidos de un cuerpo rígido determinan un segmento; (2) podemos asignar números triples, X1, X2, X3, a los puntos del espacio de tal modo que para cada segmento P'-P", las coordenadas de cuyos extremos sean X'1, X'2, X'3, X'1, X'2, X'3, resulte que la expresión S2= (X'1-X'1)2 + (X'2-X'2)2 + (X'3-X'3)2 sea independiente de la posición del objeto, y de las posiciones de todos y cualquiera de los demás objetos. El número (positivo) s representa la longitud del segmento o la distancia entre los dos puntos P' y P" del espacio (que son coincidentes con los puntos P' y P" del segmento). De manera intencional se ha elegido una formulaci6n que exprese con claridad no sólo el contenido lógico y axiomático de la geometría euclidiana sino también su contenido empírico. La representación puramente lógica (axiomática) de la geometría euclidiana tiene, es verdad, la ventaja de una gran simplicidad y claridad. Sin embargo, el precio ha sido renunciar a la representación de la conexión entre el modelo conceptual y las experiencias sensoriales, sobre cuya conexión, tan sólo, descansa la significación de la geometría para la física. Se ha incurrido, con el tiempo, en el error de considerar que la necesidad lógicaanterior a toda experiencia-era la base de la geometría euclidiana y del concepto de espacio perteneciente a ella; ese fatal error surgió del hecho de que la base empírica, sobre la cual descansa la construcción axiomática de la geometría euclidiana, cayó en el olvido. En la medida en que se puede hablar de la existencia de cuerpos rígidos en la naturaleza, la geometría de Euclides es una ciencia física, que debe ser confirmada por experiencias sensoriales. Abarca la totalidad de las leyes que deben dar cuenta de las posiciones relativas de los

cuerpos rígidos, en forma independiente del tiempo. Vemos, pues, que la noción física de espacio, tal como fuera originalmente utilizada en la física, también está relacionada con la existencia de los cuerpos rígidos. Desde el punto de vista del físico, la importancia central de la geometría euclidiana descansa en el hecho de que sus leyes son independientes de la naturaleza concreta de los objetos cuyas posiciones relativas trata. Su simplicidad formal está caracterizada por las propiedades de homogeneidad e isotropía (y la existencia de entidades similares). El concepto de espacio es útil, por cierto, pero no indispensable para la geometría, es decir, para la formulación de las reglas referidas a las posiciones relativas de los cuerpos rígidos. Por contraste, el concepto de tiempo objetivo, sin el cual la formulación de los fundamentos de la mecánica clásica resulta imposible, está ligado con el concepto de continuo espacial. La introducción del tiempo objetivo implica dos postulados que son independientes entre sí. 1. La introducción del tiempo objetivo local mediante la conexión de la sucesión temporal de experiencias con las lecturas de un «reloj» es decir, de un sistema cerrado recurrente en forma periódica. 2. La introducción de la noción de tiempo objetivo para los fenómenos en todo el conjunto del espacio, noción por la cual, exclusivamente, la idea de tiempo local se extiende a la idea de tiempo en física. Nota al postulado 1: Según mi punto de vista, no sería una petitio principii poner el concepto de recurrencia periódica por delante del concepto de tiempo, en la medida en que la preocupación principal sea la clarificación del origen y del contenido empírico del concepto de tiempo. Esta concepción corresponde con exactitud a la precedencia del concepto de cuerpo rígido (o casi-rígido) en la interpretación del concepto de espacio. Discusión adicional del postulado 2: Antes de la enunciación de la teoría de la relatividad, prevalecía la ilusión de que, desde el punto de vista de la experiencia, el significado de la simultaneidad en relación con los fenómenos distantes en el espacio y, en consecuencia. el significado del tiempo físico estaba claro en forma apriorística; esta ilusión tuvo su origen en el hecho de que en nuestra experiencia de cada día podemos ignorar el tiempo que tarda la luz en propagarse. A causa de esto, estamos acostumbrados a confundir lo «simultáneamente visto» con lo «simultáneamente sucedido» y como resultado se :confunde la diferencia entre tiempo y tiempo local. La falta de precisión que, desde el punto de vista empírico, tiene la noción de tiempo en la mecánica clásica, estaba oculta por la representación axiomática del espacio y del tiempo como independientes de nuestras experiencias sensoriales. No representa necesariamente un daño para la ciencia el uso de los conceptos con independencia de la base empírica que les ha dado origen. Sin embargo, sería fácil caer en el error de creer que esas nociones, cuyo origen se ha olvidado, son necesarias desde el punto de vista lógico y por lo tanto inalterables; este error puede llegar a constituir un serio peligro para el progreso la ciencia.

Para el desarrollo de la mecánica y, por ende, también para el desarrollo de la física en general, ha sido un hecho afortunado el que la falta de precisión en el concepto de tiempo objetivo permaneciera oculta para los primeros filósofos, en lo que se refiere a su interpretación empírica. Llenos de confianza en el significado real del espaciotiempo, desarrollaron los fundamentos de la mecánica que, esquemáticamente, es posible caracterizar del siguiente modo: (a) Concepto de punto material: Un objeto material queen lo que se refiere a su posición y movimiento-puede ser descrito con suficiente exactitud como un punto con las coordenadas X1, X2, X3 Su movimiento se describe (en relación con el espacio. Bo) considerando X1, X2, X3 como funciones del tiempo. (b) Ley de la inercia: La desaparición de los componentes de la aceleración en un punto material que esté suficientemente alejado de todos los demás puntos. (c) Ley del movimiento (para el punto material): Fuerza= masa X X aceleración. (d) Leyes de fuerza (interacciones entre puntos materiales). Aquí (b) no es sino un importante caso especial de (c). Una teoría real existe sólo cuando las leyes de fuerza están dadas. Las fuerzas. en primer lugar, deben obedecer únicamente a la ley de la igualdad de la acción y reacción para que un sistema de puntos-permanentemente conectados los unos con los otros mediante fuerzas-se pueda comportar como un punto material. Estas leyes fundamentales, junto con la ley de Newton sobre la fuerza de la gravedad, constituyen la base de la mecánica de los cuerpos celestes. En esta mecánica de Newton y en contraste con las precitadas concepciones del espacio derivadas de los cuerpos rígidos, el espacio Bo aparece con una novedad. No se adjudica validez a todo Bo (para una ley de fuerza dada) a través de (b) y (c), sino para un Bo en un estado de movimiento apropiado (sistema inercial). A causa de este hecho el espacio de coordenadas adquirió una propiedad física independiente que no está contenida en la noción de espacio puramente geométrica, una circunstancia que dio a Newton mucho que pensar (experimento del cubo).•( Este defecto de la teoría sólo podría ser eliminado por una formulación de la mecánica que adjudicara validez a todo Bo. Éste es uno de los pasos que conducen a la teoría de la relatividad general. Un segundo defecto, también eliminado sólo por la introducci6n de la teoría de la relatividad general, estriba en que no existe ninguna raz6n dada por la mecánica para la igualdad de la masa pesante e inercial del punto material. La mecánica clásica no es más que un esquema general; se convierte en una teoría sólo a través de la indicación explícita de las leyes de fuerza (d), tal como Newton lo hiciera, con éxito, en el ámbito de la mecánica celeste. Desde el punto de vista del objetivo de conseguir la mayor simplicidad posible de los fundamentos, este método teórico es deficiente en la medida en que las leyes de fuerza no pueden ser obtenidas mediante consideraciones lógicas y formales, de modo que su elección a priori es arbitraria hasta cierto punto. Hay que decir también que la ley de la gravedad de Newton se distingue de otras leyes de fuerza concebibles exclusivamente por su éxito.

A pesar del hecho de que, hoy, sabemos positivamente que la mecánica clásica fracasa como fundamento de toda la física, esa disciplina ocupa todavía el centro de la física. Y es que, más allá del importante progreso realizado a partir de los tiempos de Newton, todavía no hemos llegado a una nueva fundamentación de la física, con respecto de la cual tengamos la certidumbre de que la multiplicidad de todos los fenómenos investigados, y de los sistemas teóricos parciales que han alcanzado éxito, pueda ser deducida de ella por vía lógica. A continuación describiré con brevedad la situación actual del tema. En primer término intentemos hacernos una idea muy clara de hasta qué punto el sistema de la mecánica clásica ha resultado adecuado para servir de base a toda la física. Toda vez que aquí sólo nos importan los fundamentos de la física y su desarrollo, no es necesario que nos preocupemos por los progresos puramente formales de la mecánica (ecuaciones de Lagrange, ecuaciones canónicas y demás). Una observación parece ser indispensable, sin embargo. La noción de «punto material» es básica en mecánica. Si tratamos de desarrollar la mecánica de un objeto corpóreo que en sí mismo no puede ser tratado como un punto material-y hablando de manera estricta todo objeto «perceptible a nuestros sentidos» pertenece a esta categoría- surge una pregunta: ¿cómo imaginar el objeto constituido por puntos materiales y qué fuerzas debemos suponer que actúan entre ellos? La formulación de esta pregunta es indispensable, si se pretende que la mecánica describa el objeto de forma completa. Dentro de la tendencia natural de la mecánica corresponde suponer que estos puntos materiales, y las leyes de fuerzas que actúan entre ellos, son invariables, porque los cambios temporales quedarían fuera del alcance de una explicación mecánica. A partir de todo esto podemos ver que la mecánica clásica debe conducirnos a una inter1retación atómica de la materia. Ahora, con especial claridad, comprendemos cuán equivocados están aquellos teóricos que creen que la teoría surge de la experiencia por vía inductiva. Aun el gran Newton no pudo liberarse de ese error ("Hypotheses non fingo"). Con el fin de salvarse a sí misma del peligro de hallarse perdida sin esperanza dentro de esa forma de pensamiento (el atomismo), la ciencia dio los siguientes pasos. La mecánica de un sistema está determinada si su energía potencial está dada como una función de su configuración. Si las fuerzas actuantes son capaces de garantizar el mantenimiento de ciertas propiedades estructurales de la configuración del sistema, ésta puede ser descrita con suficiente exactitud por un número relativamente pequeño de configuraciones variables qr; la energía potencial es considerada sólo en la medida en que depende de esas variables (por ejemplo, la descripción de la configuración de un cuerpo prácticamente rígido mediante seis variables). Un segundo método de aplicación de la mecánica, que evita la subdivisión de la materia en puntos materiales «reales», es la mecánica de los llamados medios continuos. Esta mecánica se caracteriza por la ficción de que la densidad y la velocidad de la materia dependen continuamente de coordenadas y tiempo y de que la parte de las interacciones no explícitamente dadas puede considerarse como fuerzas de superficie (fuerzas de

presión) que una vez más son funciones continuas de posición. Aquí nos encontramos con la teoria hidrodinámica y la teoría de la elasticidad de los cuerpos sólidos. Estas teorías evitan la introducción explícita de puntos materiales mediante ficciones que, a la luz de los fundamentos de la mecánica clásica, sólo pueden tener una significación aproximada. Además de su gran significado práctico, estas categorías de la ciencia-al desarrollar nuevos conceptos matemáticoshan creado las herramientas formales (las ecuaciones diferenciales parciales) que han sido necesarias para los posteriores intentos de establecer una nueva base de toda la física. Estas modalidades de aplicación de la mecánica pertenecen a la llamada física "fenomenológica". Es característico de esta clase de física el hecho de que utilice en la mayor medida posible conceptos que están cercanos a la experiencia, aunque esto la ha llevado a renunciar, en gran parte, a la unidad de sus fundamentos. El calor, la electricidad y la luz son descritos por distintas variables de estado v por constantes materiales distintas de las cantidades mecánicas. Determinar todas estas variables en su dependencia mutua y temporal constituía una tarea que, en general, sólo podio ser resuelta por la vía empírica. Muchos contemporáneos de Maxwell vieron en esta forma de presentación el objetivo último de la física, al que creyeron poder llegar de una manera puramente inductiva a partir de la experiencia, dada la relativa cercanía de los conceptos utilizados con respecto a ella. Desde la óptica de las teorías del conocimiento, St. Mill y E. Mach adoptaron más o menos este punto de vista. Desde el mío, el mayor logro de la mecánica de Newton estriba en que su aplicación consistente nos ha llevado más allá de ese punto de vista fenomenológico, en particular dentro del ámbito de los fenómenos térmicos. Así ha sucedido en la teoría cinética de los gases v en la mecánica estadística en general. La primera relaciona la ecuación de estado de los gases ideales, la viscosidad, la difusión y la conductividad del calor de los gases y los fenómenos radiométricos de los gases y presenta la conexión lógica de fenómenos que, desde el punto de vista de la experiencia directa, ninguna relación guardan los unos con los otros. La segunda proporciona una interpretación de las ideas termodinámicas y de las leyes que han llevado al descubrimiento del limite de aplicabilidad de las nociones y leyes de la teoría clásica del calor. Esta teoría cinética ha superado ampliamente a la física fenomenológica en lo que respecta a la unidad lógica de sus fundamentos y, además, ha obtenido valores precisos de las magnitudes verdaderas de los átomos y las moléculas por métodos independientes y que por lo tanto los sitúan más allá del ámbito de la duda razonable. Estos progresos decisivos fueron pagados por la coordinación de las entidades atómicas con los puntos materiales, siendo obvio -como lo era-el carácter especulativo de esas entidades. Nadie podrá pensar jamás en «percibir en forma directa. un átomo. Las leyes referidas a las variables que se conectan en forma más directa con los hechos experimentales (por ejemplo, temperatura, presión. velocidad) han sido deducidas de las ideas fundamentales por medio de complicados procesos de cálculo. Y por este camino la física (o al menos parte de ella), construida en

sus orígenes de un modo más fenomenológico, al basarse en la mecánica de Newton para los átomos y las moléculas, se ha reducido a una base más alejada de la experimentación directa, pero más uniforme en su carácter. III. El concepto de campo Al explicar los fenómenos eléctricos y ópticos, la mecánica de Newton ha tenido menos éxito que en los ámbitos de los que hemos hablado antes. En efecto: Newton, en su teoría corpuscular de la luz, trató de reducirla a un movimiento de puntos materiales. Más tarde, sin embargo, cuando los fenómenos de la polarización, difracción e interferencia de la luz obligaron a realizar modificaciones cada vez más incompatibles con esta teoría, se impuso la teoría ondulatoria de la luz de Huygens. Es probable que esta teoría deba su origen, en esencia, a los fenómenos de la óptica de cristales y a la teoría del sonido, que por entonces ya habla alcanzado cierto nivel de elaboración. También hemos de admitir que la teoría de Huygens se basaba en primera instancia en la mecánica clásica. El éter que todo lo penetraba hubo de ser considerado como el conductor de las ondas, pero ningún fenómeno conocido podía explicar el éter a partir de puntos materiales. Jamás se pudo lograr una clara descripción de las fuerzas internas que gobernaban el éter ni de las fuerzas que actuaban entre el éter y la materia «ponderable». Por lo tanto, los fundamentos de esta teoría permanecieron eternamente en la oscuridad. La verdadera base era una ecuación diferencial parcial, cuya reducción a elementos mecánicos fue siempre problemática. Para la concepción teórica de los fenómenos eléctricos v magnéticos se introdujeron, una vez más, unas masas de un tipo especial y se conjeturó que entre esas masas existían fuerzas que actuaban a distancia, similares a las fuerzas gravitatorias de Newton. Sin embargo este tipo especial de materia carecía de la propiedad fundamental de la inercia. Y las fuerzas que actuaban entre esas masas y la materia ponderable permanecieron en la oscuridad. A estas dificultades hubo que agregar el carácter polar de esta clase de materia que no se adecuaba al esquema de la mecánica clásica. La base de la teoría se hizo aún más insatisfactoria cuando se conocieron los fenómenos electrodinámicos, a pesar de que estos fenómenos permitieron a los físicos la explicación de los fenómenos magnéticos con lo que se hizo innecesario el supuesto de masas magnéticas. Por cierto que estos progresos hubieron de pagarse aumentando la complejidad de las fuerzas de interacción, cuya existencia debía suponerse, entre las masas eléctricas en movimiento La salida de esta situación poco satisfactoria, gracias a la teoría de campo eléctrico de Faraday y Maxwell, representa probablemente la más profunda transformación en los fundamentos de la física desde los tiempos de Newton. Una vez más, se trata de un paso dado en el sentido de la especulación constructiva que aumenta la distancia entre los fundamentos de la teoría y las experiencias sensoriales. La existencia del campo se manifiesta, por cierto, sólo cuando son introducidos en éste cuerpos con carga eléctrica. Las ecuaciones diferenciales de Maxwell conectan los coeficientes diferenciales espaciales y

temporales de los campos eléctricos y magnéticos. Las masas eléctricas no son otra cosa que lugares en que la divergencia del campo eléctrico no desaparece. Las ondas luminosas se presentan como procesos de un campo ondulatorio electromagnético en el espacio. Para cerciorarse, Maxwell intentó una interpretación mecánica de su teoría de campo, a través de modelos mecánicos del éter. Pero gradualmente estos intentos fueron quedando marginados por la interpretación (despojada de todos los accesorios innecesarios) de Heinrich Hertz. De este modo, el campo ocupó dentro de esta teoría la posición fundamental que en la mecánica de Newton habían ocupado los puntos materiales. Sin embargo, en un primer momento, sólo fue aplicada a los campos electromagnéticos en el espacio vacío. En su etapa inicial de desarrollo, la teoría resultaba aún poco satisfactoria para el interior de la materia porque, en este caso, había que introducir dos vectores eléctricos que estaban enlazados por relaciones dependientes de la naturaleza del medio, relaciones inaccesibles a cualquier análisis teórico. Se produjo una situación análoga con respecto al campo magnético, y en la relación entre la densidad de la corriente eléctrica y el campo. Fue H. A. Lorentz quien halló la solución que apuntaba, además, hacia una teoría electrodinámica de los cuerpos en movimiento, una teoría que estaba más o menos libre de supuestos arbitrarios. Su teoría estaba construida sobre la base de las siguientes hipótesis fundamentales: En cualquier parte (incluido el interior de los cuerpos ponderables) el asiento del campo es el espacio vacío. La participación de la materia en los fenómenos electromagnéticos tiene su origen sólo en el hecho de que las partículas elementales de la materia llevan cargas eléctricas inalterables y, por este motivo, están sujetas, por una parte, a las acciones de las fuerzas ponderomotoras y, por otra, poseen la propiedad de generar un campo. Las partículas elementales obedecen a la ley del movimiento de Newton para los puntos materiales. Sobre esta base, H. A. Lorentz obtuvo su síntesis de la mecánica de Newton y la teoría de campo de Maxwell. La debilidad de esta teoría reside en el hecho de que trataba de determinar los fenómenos mediante una combinación de ecuaciones diferenciales parciales (las ecuaciones de campo de Maxwell, para el espacio vacío) y ecuaciones diferenciales totales (ecuaciones de movimiento de puntos), procedimiento que era obviamente artificial. Las insuficiencias de este punto de vista se manifestaron por sí mismas en la necesidad de suponer dimensiones finitas para las partículas, a fin de evitar que el campo electromagnético que existe en sus superficies llegara a ser infinitamente grande. Además, la teoría era incapaz de dar una explicación de las tremendas fuerzas- que conservan las cargas eléctricas de las partículas individuales. H. A. Lorentz aceptaba estas debilidades de su teoría, y las conocía muy bien, a cambio de poder explicar los fenómenos de una manera correcta, al menos en términos generales. Por otra parte, había un aspecto que apuntaba más allá del marco de la teoría de Lorentz. En las inmediaciones de un cuerpo eléctricamente cargado existe un campo magnético que contribuye, aparentemente, a su inercia. ¿No sería

posible explicar la inercia total de las partículas desde un punto de vista electromagnético? Está claro que este problema sólo puede ser analizado en forma satisfactoria si las partículas pueden ser consideradas como soluciones regulares de las ecuaciones diferenciales parciales electromagnéticas. En su forma original, sin embargo, las ecuaciones de Maxwell no admiten tal descripción de las partículas porque sus correspondientes soluciones contienen una singularidad. Por ello los físicos teóricos han tratado durante mucho tiempo de lograr su objetivo modificando las ecuaciones de Maxwell. Con todo, estos intentos no han sido coronados con el éxito. Así comprobamos que el objetivo de erigir una pura teoría de campo electromagnético de la materia, de momento continúa siendo un objetivo inalcanzado, aunque en principio no existan objeciones contra la posibilidad de lograrlo. La falta de un método sistemático que nos lleve a una solución ha sido un obstáculo para nuevos intentos. No obstante, me parece innegable que en la fundamentación de cualquier teoría de campo consistente, el concepto de partícula no debe aparecer junto al concepto de campo. Toda la teoría ha de estar basada, en forma exclusiva, en las ecuaciones diferenciales parciales y en sus soluciones desprovistas de singularidades. IV. La teoría de la relatividad No existe un método inductivo que nos conduzca a los conceptos fundamentales de la física. La imposibilidad de comprender este hecho constituyó la base del error filosófico de muchos investigadores del siglo pasado. Tal vez también haya sido el motivo por el cual la teoría molecular y la teoría de Maxwell sólo pudieron quedar establecidas en una fecha relativamente tardía. El pensamiento lógico es necesariamente deductivo; se basa en conceptos hipotéticos y en axiomas. ¿Cómo seleccionar éstos, con la esperanza de que se confirmen las consecuencias que de ellos se derivan? La situación más satisfactoria, es evidente, se hallará en los casos en que las nuevas hipótesis fundamentales sean sugeridas por el propio mundo de la experiencia. La hipótesis de la inexistencia de un movimiento perpetuo como base de la termodinámica proporciona el ejemplo de una hipótesis fundamental sugerida por la experiencia; otro tanto ocurre con el principio de inercia de Galileo. También dentro de la misma categoría hallamos la hipótesis fundamental de la teoría de la relatividad, teoría que nos ha conducido a una inesperada extensión de la teoría de campo y a la sustitución de los fundamentos cle la mecánica clásica. El éxito de la teoría de Maxwell-Lorentz ha dado gran confianza en la validez de las ecuaciones electromagnéticas para el espacio vacío, y por lo tanto y en especial, en la afirmación de que la luz se mueve «en el espacio» con una determinada velocidad constante c. Esta afirmación del valor constante de la velocidad de la luz ¿es válida para todo sistema inercial? Si así no fuera, un sistema inercial específico o, por mayor precisión, un estado de movimiento concreto (de un cuerpo de referencia) tendría que distinguirse de todos los demás. Sin embargo, esto parecía contradecir todos los hechos experimentales mecánicos y

electromagnéticos. Por estas razones era necesario elevar al rango de principio, la validez de la ley de la constancia de la velocidad de la luz para todos los sistemas inerciales. A partir de esto se sigue que las coordenadas cspaciales Xl, X2 X3 y el tiempo X4 deben ser transformados de acuerdo con la «transformación de Lorentz» que se caracteriza por el carácter invariable de la expresión ds2 = dx1e2 + dx2e2 + dx3e2-dx4e2 (si la unidad de tiempo está elegido de tal modo que la velocidad de la luz c = 1). Por este procedimiento, el tiempo pierde su carácter absoluto y se asocia a las coordenadas «espaciales» como si tuviera un carácter (casi) similar algebraicamente. El carácter absoluto del tiempo y en particular el concepto de simultaneidad fueron destruidos, quedando la descripción cuatridimensional como la única adecuada. Con el fin de explicar también la equivalencia de todos los sistemas inerciales con respecto a todos los fenómenos de la naturaleza, s necesario postular el carácter invariable de todos los sistemas de ecuaciones físicas que expresan leyes generales con respecto a la transformación de Lorentz. La elaboración de esta exigencia forma el contenido de la teoría de la relatividad restringida. Esta teoría es compatible con las ecuaciones de Maxwell, pero es incompatible con la base de la mecánica clásica. Es verdad que las ecuaciones de movimiento del punto material pueden ser modificadas (y con ellas las expresiones del momento y la energía cinética del punto material), de modo tal que lleguen a satisfacer la teoría. Pero el concepto de la fuerza de interacción y con él el concepto de energía potencial de un sistema pierde su base, porque estos conceptos se apoyan en la idea de la simultaneidad absoluta. El campo, determinado por ecuaciones diferenciales, ocupa el lugar de la fuerza. En razón de que la teoría anterior permite la interacción sólo por campos, se requiere una teoría de campo de la gravedad. Y por cierto que no es difícil formular una teoría en la que, tal como en la de Newton, los campos gravitatorios puedan ser reducidos a un escalar, que es la solución de una ecuación diferencial parcial. Sin embargo, los hechos experimentales expresados en la teoría de la gravedad de Newton apuntan hacia otra dirección: la de la teoría de la relatividad general. Una característica poco satisfactoria de la mecánica clásica es la de que en sus leyes fundamentales la misma masa constante aparece en dos papeles diferentes: como "masa inercial" en la ley del movimiento y como «masa pesante. en la ley de la gravedad. Como resultado, la aceleración de un cuerpo en un campo gravitatorio puro es independiente de su material; de modo que en un sistema de coordenadas uniformemente acelerado (acelerado en relación con un «sistema inercial» los movimientos ocurren como en un campo gravitatorio homogéneo (en relación con un sistema «inmóvil» de coordenadas). Si suponemos que la equivalencia de estos dos casos es completa, obtenemos una adaptación de nuestro pensamiento teórico al hecho de que la masa inercial y

pesante son iguales. De aquí se deduce que ya no hay motivos para privilegiar, como cuestión de principio, los «sistemas inerciales»; y debemos admitir en un pie de igualdad las transformaciones no lineales de las coordenadas (X1, X2, X3, X4). Si realizamos esta transformación de un sistema de coordenadas de la teoría de la relatividad restringida, la métrica Dse2=dx1e2+dx2e2+dx3e2-dx4e2 pasa a una métrica (riemanniana) general de la forma ds2 = Ig~v dx~ dx~ (sumados para u y v) donde los g,~, simétricos en u y v, son funciones de X1 . . . X4 que describen tanto las propiedades métricas como el campo gravitatorio, en relación con el nuevo sistema de coordenadas. Esa mejoría en la interpretación de la base mecánica, con todo, y tal como se muestra ante un escrutinio minucioso, hubo de pagarse: Las nuevas coordenadas ya no podían ser interpretadas como resultados de las mediciones con cuerpos rígidos y relojes, tal como ocurría en el sistema original (un sistema inercial con un campo gravitatorio que desaparecía). El paso a la teoría de la relatividad general se lleva a cabo mediante el supuesto de que la representación de las propiedades de campo del espacio ya mencionadas a través de las funciones guv (o sea a través de una métrica riemanniana), también está justificado en el caso general, en el que no existe ningún sistema de coordenadas en relación con el cual la métrica adquiera la simple forma casi euclidiana de la teoría de la relatividad especial. Ahora las coordenadas, por sí mismas, ya no expresan relaciones métricas, sino tan sólo la «cercanía» de los objetos cuyas coordenadas difieren muy poco las unas de las otras. Todas las transformaciones de las coordenadas deben ser admitidas en la medida en que esas transformaciones están libres de singularidades. Sólo las ecuaciones que son covariantes en relación con transformaciones arbitrarias, en este sentido, tienen significado como expresiones de leyes generales de la naturaleza (postulado de la covarianza general). El primer objetivo de la teoría de la relatividad general era una versión preliminar que, aunque no cumpliera los requisitos de un sistema cerrado, podio enlazarse de manera muy simple con los «hechos directamente observables». Si la teoría se restringía a la pura mecánica gravitatoria, la teoría de la gravedad de Newton podía servir como modelo. Esta versión preliminar puede caracterizarse así: 1. El concepto de punto material y el de su masa se conservan. Una ley del movimiento es formulada para dicho punto y esta ley resulta ser la traducción de la ley de la inercia al lenguaje de la teoría de la relatividad general. Esta ley es un sistema de ecuaciones diferenciales totales, el sistema característico de la línea geodésica. 2. La ley de Newton de la interacción por la gravedad es reemplazada por el sistema de las ecuaciones diferenciales covariantes generales más simples que pueden establecerse para el tensor guv. Se forma igualando a cero el tensor de la curvatura riemanniana (Ruv = 0).

Esta formulación permite el tratamiento del problema de los planetas, Para decirlo con mayor precisión, permite el tratamiento del problema del movimiento de puntos materiales de masa prácticamente despreciable en el campo gravitatorio (simétrico con respecto al centro) producido por un punto material que, se supone, está «en descanso». No toma en cuenta la reacción de los puntos materiales «en movimiento» en el campo gravitatorio ni se para a considerar cómo produce ese campo gravitatorio la masa central. Por analogía con la mecánica clásica se observa que la siguiente es una forma de completar la teoría; se establecen como ecuaciones de campo Rik-1/2gikR =-Tik, donde R representa el escalar de la curvatura de Riemann, Tik el tensor de energía de la materia en una representación fenomenológica. El miembro izquierdo de la ecuación ha sido elegido de tal modo que su divergencia desaparece idénticamente. La desaparición correspondiente de la divergencia del miembro derecho produce las «ecuaciones de movimiento» de la materia, en forma de ecuaciones diferenciales parciales para el caso en que Tik introduce, para la descripción de la materia, sólo cuatro funciones independientes más (por ejemplo, componentes de densidad, presión y velocidad, donde entre los últimos existe una identidad y entre la presión y la densidad una ecuación de condición). Con esta formulación toda la mecánica gravitatoria se reduce a la solución de un único sistema de ecuaciones diferenciales parciales covariantes. Esta teoría evita todos los defectos que hemos atribuido a la base de la mecánica clásica. Por lo que sabemos, esta teoría es suficiente para la representación de los hechos observados de la mecánica celestial. Pero es similar a una edificio, una de cuyas alas está construida con fino mármol (miembro izquierdo de la ecuación), en tanto que la otra ha sido hecha con madera de mala calidad (miembro derecho de la ecuación). La representación fenomenológica de la materia es, en realidad, sólo un rústico sustituto de una representación que hiciera justicia a todas las propiedades conocidas de la materia. No existe dificultad para conectar la teoría de Maxwell de campo electromagnético con la teoría de campo gravitatorio en la medida en que nos restrinjamos al espacio libre de materia ponderable y libre de densidad eléctrica. Todo lo que se necesita es poner en el miembro derecho de la anterior ecuación en lugar de Tik, el tensor de energía del campo electromagnético en el espacio libre y unir al sistema de ecuaciones así modificado la ecuación de Maxwell para el espacio libre, escrita en forma covariante general. Bajo estas condiciones, entre todas estas ecuaciones existirá un número suficiente de identidades diferenciales para garantizar su consistencia. Podemos agregar que esta propiedad formal necesaria del sistema total de ecuaciones permite elegir en forma arbitraria el signo del miembro Tik, un hecho que más tarde ha resultado ser importante, El deseo de obtener, en los fundamentos de la teoría, la mayor unidad posible ha desembocado en diversos intentos

de incluir el campo gravitatorio y el campo electromagnético en un todo formal unificado. Aquí hemos de mencionar en particular la teoría de las cinco dimensiones de Kaluza y Klein. Después de haber estudiado esta posibilidad con especial cuidado, considero que es preferible aceptar la carencia de uniformidad interna que presenta la teoría original, porque no creo que la totalidad de las hipótesis de la teoría de cinco dimensiones contenga menos elementos arbitrarios que la teoría original. La misma afirmación se podría hacer respecto a la versión proyectiva de la teoría, que ha sido elaborada con gran cuidado en especial por von Dantzig y por Pauli. Las anteriores consideraciones se refieren, en forma exclusiva, a la teoría de campo, libre de materia. ¿A partir de ahí, qué hemos de hacer para obtener una teoría completa de la materia atómica? En una teoría ideal las singularidades tendrán que estar excluidas, sin dada, porque sin esa exclusión las ecuaciones diferenciales no determinan por completo el campo total. Aquí, en la teoría de campo de la relatividad general, nos enfrentamos con el mismo problema de la representación teórica de campo de la materia, tal como lo habíamos visto en relación con la teoría pura de Maxwell. Y una vez más el intento de obtener una construcción teórica de campo de las partículas nos lleva, en apariencia, a ciertas singularidades. También en este caso se ha realizado un esfuerzo para superar este defecto mediante la introducción de nuevas variables de campo y la elaboración y extensión del sistema de ecuaciones de campo. Sin embargo, hace poco tiempo, en colaboración con el doctor Rosen, hemos descubierto que la combinación más simple de ecuaciones de campo de la gravedad y electricidad mencionada anteriormente produce soluciones centralmente simétricas, libres de cualquier singularidad (las conocidas soluciones centralmente simétricas de Schwarszchild para el campo gravitatorio puro y las de Reissner para el campo eléctrico con consideración de su acción gravitatoria). A esto nos referiremos en un párrafo siguiente, en forma breve. Por este camino parece posible establecer, para la materia y sus interacciones, una teoría de campo pura, libre de hipótesis adicionales, una teoría que al ser sometida a verificación empírica no nos cree más dificultades que las puramente matemáticas (que, desde luego, son muy serias). V. Teoría cuántica y los fundamentos de la física Los físicos teóricos de nuestra generación están esperando que se erija una nueva base teórica para la física que usaría conceptos distintos por completo de los que utiliza la teoría de campo considerada hasta el presente. El motivo es que se ha demostrado que es necesario emplearpara la representación matemática de los fenómenos Damados cuánticos-unos métodos enteramente nuevos. En tanto que, tal como lo ha mostrado la teoría de la relatividad, el fracaso de la mecánica clásica está vinculado al carácter finito de la velocidad de la luz, se ha descubierto a comienzos de este siglo que existen otras clases de incongruencias entre las deducciones de la mecánica y los hechos experimentales, incongruencias que están relacionadas con el carácter finito (no nulo) de la constante h de Planck. En particular, mientras que la mecánica

molecular requiere que tanto la cantidad de calor y la densidad (monocromática) de radiación de 105 cuerpos sólidos disminuyan en proporción con la disminución de la temperatura absoluta, la experiencia ha demostrado que disminuyen mucho más rápidamente que la temperatura absoluta. Para una explicación teórica de este comportamiento era necesario suponer que la energía de un sistema mecánico no puede tomar valores arbitrarios sino sólo ciertos valores discretos cuyas expresiones matemáticas son siempre dependientes de la constante h de Planck. Además, esta concepción era esencial a la teoría del átomo (teoría de Bohr). Para la transición de estos estados en otros-con o sin emisión o absorción de radiación-no podían establecerse leyes causales sino exclusivamente leyes estadísticas; y una conclusión similar es válida para la descomposición radiactiva de los átomos, que fue investigada con sumo cuidado por ese mismo tiempo. A lo largo de más de dos décadas, los físicos han tratado en vano de encontrar una interpretación uniforme de este carácter cuántico. de los sistemas y los fenómenos. Esta empresa tuvo éxito hace unos diez años, gracias a dos métodos teóricos diferentes por completo entre sí. Uno de esos métodos ha sido obra de Heisenberg y Dirac y el otro ha surgido del trabajo de de Broglie y Schrodinger. La equivalencia matemática de ambos métodos fue reconocida muy prontamente por Schrodinger. Aquí trataré de bosquejar la línea de pensamiento de de Broglie y Schrodinger, que está más cercana al método que utiliza el físico, y acompañaré esa descripción con algunas consideraciones generales. La cuestión es, en primer lugar: ¿Cómo se puede asignar una sucesión discreta de valores de energía Ho a un sistema concreto en el sentido de la mecánica clásica? (la función de energía es una función dada de las coordenadas qr y los momentos correspondientes pr). La constante h de Planck relaciona la frecuencia Ho/h con los valores de la energía Ho. Por lo tanto es suficiente asignar al sistema una sucesión de frecuencias discretas. Esto nos recuerda el hecho de que en acústica una serie de frecuencias discretas está vinculada a una ecuación diferencial parcial de primer grado (para condiciones limite fijadas), es decir, a soluciones sinusoidales periódicas. De la misma manera, Schrodinger se fijó la tarea de asociar una ecuación diferencial parcial para una función escalar Y la función de energía dada E;(qr, pr), donde qr y el tiempo t son variables independientes. En esto tuvo éxito (para una función compleja Y) de modo que los valores teóricos de la energía Hó como lo requiere la teoría estadística, se pudieron obtener satisfactoriamente a partir de las soluciones periódicas de la ecuación. A decir verdad, no resultó posible asociar un movimiento definido en el sentido de la mecánica de los puntos materiales, con una solución definida Y(qr, t) de la ecuación de Schrodinger. Esto significa que la función Y no determina, al menos exactamente, la historia de los qr como funciones del tiempo t. De acuerdo con Born, sin embargo, se ha demostrado que es posible una interpretación del significado físico de las funciones Y, de la siguiente forma: YY (el cuadrado del valor absoluto de la función compleja Y) es la densidad de probabilidad en el punto bajo consideración, en el espacio de configuración de

qr en el tiempo t. Es posible, pues, caracterizar el contenido de la ecuación de Schrodinger de una manera fácilmente comprensible aunque no muy precisa. Se trata de lo siguiente: ese contenido determina cómo varia la densidad de probabilidad de un conjunto estadístico de sistemas en el espacio de configuración con el tiempo. En pocas palabras: la ecuación de Schrodinger determina el cambio de la función Y, de qr con el tiempo. Ha de mencionarse que los resultados de esta teoría contienen -como valores límite-los resultados de la mecánica de partículas, si las longitudes de onda halladas en la solución del problema de Schrodinger son siempre tan pequeñas, que la energía potencial varia por acción de una cantidad prácticamente Infinitesimal, para una distancia de una longitud de onda en el espacio de configuración. Bajo estas condiciones se puede demostrar lo siguiente: elegimos una región Go en el espacio de configuración que, aunque muy amplia (en todas las direcciones) en relación con la longitud de onda, es pequeña en relación con las dimensiones relevantes del espacio de configuración. Bajo estas condiciones es posible elegir una función Y para un tiempo inicial tal, de tal modo que se anule fuera de la región Go y se comporte, según la ecuación de Schrodinger, reteniendo esa propiedad -al menos aproximadamente-también para un tiempo posterior, t, en el que la región Go se ha convertido en otra región G. De esta forma, con cierto grado de aproximación, se puede hablar del movimiento de la región G como un conjunto y es posible aproximarse a este movimiento mediante el movimiento de un punto en el espacio de configuración. Este movimiento coincide, pues, con el movimiento requerido por las ecuaciones de la mecánica clásica. Los experimentos sobre interferencias realizados con rayos de partículas han proporcionado una brillante verificación de la correspondencia con los hechos del carácter ondulatorio de los fenómenos del movimiento, tal como lo supone la teoría. Además de esto, la teoría ha logrado demostrar con facilidad las leyes estadísticas de la transición de un sistema de un estado cuántico a otro, bajo la acción de fuerzas externas lo que, desde el punto de vista de la mecánica clásica, parece un milagro. Las fuerzas externas estaban representadas en este caso por aumentos de la energía potencial durante períodos breves de tiempo. Mientras que en la mecánica clásica esos aumentos pueden producir sólo cambios relativamente pequeños del sistema, en la mecánica cuántica los producen de cualquier magnitud, incluso grandes. Pero con una probabilidad pequeña, resultado que se halla en perfecta armonía con la experiencia. Incluso la comprensión de las leyes de la radiactividad, al menos en líneas generales, surgió de esta teoría. Probablemente nunca antes se había desarrollado una teoría que proporcionara la clave para la interpretación y cálculo de un grupo de fenómenos empíricos tan heterogéneo como el que abarca la teoría cuántica. A pesar de esto, con todo, creo que la teoría es capaz de inducirnos a error en nuestra búsqueda de una base uniforme para la física porque, a mi entender, es una representación incompleta de la realidad, aunque es la única que puede construirse a partir de los conceptos fundamentales de fuerza y punto material (correcciones cuánticas a la

mecánica clásica). Su carácter incompleto necesariamente conduce a la naturaleza estadística (carácter incompleto) de las leyes. Ahora expondré las razones de esta opinión. En primer lugar pregunto lo siguiente: ¿hasta qué punto la función Y describe un estado real de un sistema mecánico? Supongamos que Yr son las soluciones periódicas (ordenadas según valores de energía crecientes) de la ecuación de Schrodinger. De momento dejaré abierta la pregunta de hasta qué punto los Yr individuales son descripciones completas de estados físicos. Un sistema está primero en el estado Y1 de la energía más baja E1. Después, durante un tiempo finito, una pequeña fuerza perturbadora actúa sobre el sistema. Un momento más tarde, a partir de la ecuación de Schrodinger se obtiene una función Y de la forma: Y = E CrYr donde cr son constantes (complejas). Si las Yr están «normalizadas» |CI| es casi igual a |C2|, etc., es pequeño comparado con 1. Ahora corresponde preguntar: ¿Y describe un estado real del sistema? Si la respuesta es afirmativa, no podremos por menos que adscribir a este estado (Por que de acuerdo con una consecuencia de la teoría de la relatividad la energía de un sistema completo (en reposo) es igual a su inercia (como conjunto). Ésta, sin embargo, ha de tener un valor preciso) una energía E y, en particular, una energía que excede E1 por un poco (en cualquier caso El < E < E2). No obstante esa suposición no concuerda con los experimentos sobre impactos del electrón, tal como los realizaron J. Franck y G. Hertz, si se toma en cuenta la demostración de Millikan sobre la naturaleza discreta de la electricidad. En realidad, estos experimentos nos llevan a la conclusión de que no existen valores de energía situados entre los valores cuánticos De aquí podemos deducir que nuestra función Y de ninguna manera describe un estado homogéneo del sistema, sino que es más bien una descripción estadística en la que los Cr representan las probabilidades de los valores individuales de energía. Por lo tanto, parece claro que la interpretación estadística que Born hiciera con respecto a la teoría cuántica es la única posible. La función Y de ningún modo describe un estado que pudiera ser el de un sistema único; se refiere a muchos sistemas, a «un conjunto de sistemas. en el sentido de la mecánica estadística. Si, con excepción de ciertos casos especiales, la función Y provee tan sólo datos estadísticos de magnitudes mensurables, el motivo está no sólo en el hecho de que la operación de medición introduce elementos desconocidos, sino también en el hecho de que la función Y, en ningún sentido, describe el estado de un sistema único. La ecuación de Schrodinger determina las variaciones en el tiempo que ocurren en el conjunto de sistemas que pueden existir independientemente de cualquier acción externa sobre el sistema único. Esta interpretación también elimina la paradoja que no hace mucho he demostrado con la ayuda de dos colaboradores y que se relaciona con el siguiente problema: Consideremos un sistema mecánico que consiste en dos sistemas parciales A y B que se mantienen en interacción durante un tiempo limitado. Supongamos que la función Y

antes de la interacción es conocida. Entonces la ecuación de Schrodinger tendrá que darnos la función Y después de que se haya producido la interacción. Determinemos ahora el estado físico del sistema parcial A tan completamente como nos sea posible mediante mediciones. A continuación, la mecánica cuántica nos permite determinar la función Y del sistema parcial B a partir de las mediciones realizadas y de la función Y del sistema total. Sin embargo, esta determinación nos dará un resultado que depende de cuál de las cantidades físicas (observables) de A haya sido medida (por ejemplo, coordenadas o momentos). Toda vez que sólo puede haber un estado físico de B después de la interacción, que puede ser razonablemente considerado independiente de la medición que hayamos realizado en el sistema A separado de B, se puede concluir que la función Y no representa sin ambigüedad el estado físico. El que diversas funciones Y representen el mismo estado físico del sistema B demuestra una vez más que la función Y no puede ser interpretada como una descripción (completa) de un estado físico de un único sistema. También en este caso la referencia de la función Y a un conjunto de sistemas elimina toda dificultad. La mecánica cuántica proporciona, de esta manera tan simple, teoremas sobre transiciones (aparentemente) discontinuas de un estado a otro, sin brindar en rigor una descripción del proceso concreto; este hecho está conectado con otro: la teoría, en realidad, no opera con el sistema único, sino con una totalidad de sistemas. Los coeficientes Cr de nuestro primer ejemplo son apenas alterados por la acción de la fuerza externa. Con esta interpretación de la mecánica cuántica es posible comprender el motivo por el cual esta teoría puede explicar con facilidad el hecho de que unas fuerzas perturbadoras débiles sean capaces de producir cambios de cualquier magnitud en el estado físico de un sistema. Estas fuerzas perturbadoras, por cierto, producen sólo cambios pequeños de la densidad estadística del conjunto de los sistemas y en consecuencia sólo cambios infinitesimales en las funciones Y, cuya descripción matemática ofrece muchas menos dificultades que las que se presentarían en la descripción matemática de cambios finitos experimentados por parte de los sistemas únicos. Es verdad, no obstante, que lo que ocurre con el sistema único permanece totalmente sin clarificar cuando se utiliza esta interpretación. El enfoque estadístico elimina por completo de la descripción ese suceso enigmático. Pero ahora yo pregunto: ¿Existe realmente algún físico que crea que jamás llegaremos a tener una percepción de estos importantes cambios que se producen en los sistemas únicos, de su estructura y de sus conexiones causales, sin considerar el hecho de que los sucesos únicos han llegado a estar tan cerca de nosotros, gracias a la maravillosa invención de la cámara de Wilson y al contador Geiger? Es posible creer esto, sin incurrir en contradicción desde el punto de vista lógico, pero resulta tan contrario a mi instinto científico que no puedo abandonar la búsqueda de una concepción más completa. A estas consideraciones debemos agregar las de otra clase, que también parecen indicar que los métodos introducidos por la mecánica cuántica no están en condiciones de proporcionar una base útil para la totalidad

de la física. En la ecuación de Schrodinger, el tiempo absoluto y la energía potencial desempeñan un papel decisivo, en tanto que estos dos conceptos han sido considerados como inadmisibles en principio por la teoría de la relatividad. Si queremos escapar a esta dificultad, tendremos que basar toda teoría en el campo y en las leyes de campo, y no en las fuerzas de interacción. Esto nos lleva a aplicar los métodos estadísticos de la mecánica cuántica a los campos, es decir, a sistemas con un número infinito de grados de libertad. aunque los intentos que hasta aquí se han realizado han estado restringidos a ecuaciones de primer grado que, tal como indica la teoría de la relatividad general, son insuficientes, las complicaciones con las que se ha tropezado resultan ya aterradoras. Y se multiplicarían si quisiéramos obedecer las exigencias de la teoría de la relatividad general, de cuya justificación nadie duda, en principio. Es cierto que se ha señalado que la introducción de un continuo espacio-tiempo puede ser contraria a la naturaleza en razón de la estructura molecular de todo aquello que ocurre en pequeña escala, Se ha afirmado que tal vez el éxito del método de Heisenberg apunta a un método puramente algebraico de descripción de la naturaleza, es decir, a la eliminación de las funciones continuas del ámbito de la física De modo que, a pesar de todo, también debería renunciarse al continuo espacio-tiempo. Es concebible que el ingenio humano logre algún día hallar métodos que hagan posible avanzar por ese sendero. En el momento actual, sin embargo, un programa como éste se asemeja al intento de respirar en el vacío. No cabe duda de que la mecánica cuántica ha logrado explicar una buena proporción de la verdad, y de que ha de ser piedra de toque de cualquier fundamento teórico futuro, porque debe ser deducible de él como un caso límite, tal como la electrostática es deducible de las ecuaciones de Maxwell del campo electromagnético o como la termodinámica es deducible de la mecánica clásica, No obstante, no creo que la mecánica cuántica pueda servir como punto de partida en la búsqueda de este fundamento del mismo modo que, viceversa, no pueden hallarse a partir de la termodinámica (o respectivamente la mecánica estadística) los fundamentos de la mecánica. A la vista de esta situación, parece ser enteramente justificable considerar con seriedad el problema de si se puede o no, de alguna manera, armonizar los fundamentos de la física de campo con los fenómenos cuánticos. ¿No es ésta la única base que, con los instrumentos matemáticos de que se dispone en el presente, puede ser adaptada a las exigencias de la teoría de la relatividad general? Los físicos de hoy, en su mayoría, creen que ese intento es vano. Esta creencia puede tener sus raíces en el supuesto no justificado de que esa teoría, en una primera aproximación, tendría que llevarnos a las ecuaciones de la mecánica clásica para el movimiento de los corpúsculos o, al menos, a las ecuaciones diferenciales totales. En términos objetivos. hasta hoy no hemos llegado jamás a obtener una adecuada descripción teórica de campo de los corpúsculos libre de singularidades y a priori nada podemos decir acerca del comportamiento de esas entidades. Sin embargo, una cosa es segura: si una teoría de campo proporciona una representación de los corpúsculos libre de singularidades,

en ese caso el comportamiento de los corpúsculos en el tiempo está determinado únicamente por las ecuaciones diferenciales del campo. Vl. La teoría de la relatividad y los corpúsculos Demostraré ahora, de acuerdo con la teoría de la relatividad general, que existen soluciones libres de singularidades para las ecuaciones de campo que pueden ser interpretadas como representando los corpúsculos, Aquí me limitaré a las partículas neutras porque, en otra publicación reciente, escrita en colaboración con el doctor Rosen, he tratado ya este problema en detalle y porque los elementos esenciales del problema pueden ser descritos por entero en el caso de dichas partículas. El campo gravitatorio está descrito por completo mediante el tensor g. En los símbolos de tres índices rpv aparecen también las contravariantes guv que se definen como los menores de guv divididos por el determinante g(= I gab 1). Con el fin de que los Rik estén definidos y sean finitos, no es suficiente que haya en el entorno de todo punto del continuo un sistema de coordenadas en el que los guv y sus primeros cocientes diferenciales sean continuos y diferenciables, sino que también es necesario que el determinante g no adquiera valor nulo. Sin embargo, esta última restricción desaparece si se reemplazan las ecuaciones diferenciales Rik= 0 por g2Rik= 0, cuyos miembros izquierdos son funciones racionales enteras de gik y de sus derivadas. Estas ecuaciones tienen la solución centralmente simétrica dada por Schwarzschild ds2=-1--2- / dr2_r2(d~2+ sen2~d~p2) + (1-- ) dt2 Esta solución posee una singularidad en r = 2m, porque el coeficiente de dr2 (es decir, g11) se vuelve Infinito sobre esta hipersuperficie. Sin embargo, si reemplazamos la variable r por Q definida por la ecuación obtenemos p2 = r-2m ds2 =-4(2m + p2)dp2 _ (2m + Q2)2(d0 + sen2Bdq2) +-2 Q+ 2 dt2 Esta solución se comporta con regularidad para todos los valores de p. 1,a anulación del coeficiente de dt2 (es decir, g44`) para Q = 0 resulta -es verdad-en la consecuencia siguiente: el determinante g se anilla para ese valor. Pero con los métodos adoptados para escribir las ecuaciones de campo, esto no constituye una singularidad. Si Q varía de-oo a + oo, r varía de + co a r = 2m y después otra vez a + oo, en tanto que para los valores de r correspondientes a r