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Ética, Teoría y Aplicación

Austin Fagothey

CAPÍTULO 1

ÉTICA Origen de la ética La ética tal como suele comprenderse Materia de estudio y punto de vista Sus relaciones con otros estudios La ética como ciencia y como arte La ética y la metaética Posibilidad de una ciencia de lo ética La teoría emotiva Los posemotivistas Una ética puramente filosófica Solución sugerida del problema ORIGEN DE LA ÉTICA La buena vida y cómo vivirla han de haber constituido desde siempre el tema de la especulación humana. En toda la diversidad de sus actos, el hombre ve que no conducirá al éxito una manera simplemente cualquiera de hacerlos, sino que hay una buena y una mala maneras. Hubo de ser muy pronto en la historia de la humanidad, cuando el hombre se dio cuenta de que esta pregunta podía formularse acerca de la vida en su conjunto, ¿hay una forma buena y una forma mala de vivir, de reunir todos estos actos en el transcurso de una vida? ¿Existe un tipo, un modelo, un ideal de la buena vida? , y en la afirmativa, ¿dónde podemos encontrarlo y cuán imperativa es la exigencia de seguirlo? No poseemos registro alguno de semejantes especulaciones primitivas, pero encontramos, en los albores de la historia, que el hombre se había planteado ya estas preguntas y les había dado alguna forma de respuesta. En efecto, encontramos que existen ya y están incorporados a las costumbres de la tribu códices de costumbres más bien complicados. Se trata, en esto, de un conocimiento precientífico, sujeto a todos los errores y las vicisitudes del pensamiento no científico, pero es lo cierto, con todo, que, a partir del material sugerido por estos códigos primitivos de conducta, una inteligencia despierta podría elaborar una ciencia de la buena vida. La transición del conocimiento no científico al conocimiento científico empezó, en nuestra cultura occidental, con los griegos. En el siglo VI antes de Jesucristo habían reducido las especulaciones primitivas a una especie de orden o sistema y lo habían integrado en un cuerpo general de sabiduría llamado filosofía. Después de un periodo brillante de especulación sobre la estructura del universo, empezaron, en los días de los sofistas y de Sócrates, a dirigir su insaciable curiosidad hacia sí mismos, hacia la vida humana y la sociedad. Nada era demasiado sagrado para-su indagación penetrante. En cuanto navegantes y colonizadores habían estado en contacto con diversos pueblos circundantes y había llamado su atención la diversidad de costumbres, leyes o instituciones imperantes. Empezaron a preguntarse a sí mismos si, después de todo, las suyas eran realmente tan superiores y, de ser así, por qué. Con el tiempo, su estudio llevó a un examen de toda la conducta humana, y esta parte de la filosofía la llamaron ética. La palabra ética proviene de éthos, esto es, la forma alargada de éthos. Ambas palabras significan costumbre, pero éthos indica un tipo más fijo de costumbres y se utiliza a menudo para designar el carácter del hombre. La palabra latina para costumbre es mas, y su plural, mores, es el equivalente del éthos griego. De mores derivamos las palabras moral y moralidad. La ética es llamada también filosofía moral. Por derivación de la palabra, pues, la ética es el estudio de las costumbres humanas. Algunas de éstas son meras convenciones, como las maneras de la mesa, los modos de vestir, las formas de lenguaje y la etiqueta. Se trata en esto de caprichos y corrientes que varían de una parte del mundo a otra y de un momento a otro, y nos damos cuenta de que podemos cambiarlos a voluntad. Son maneras, no moral. Pero hay otras costumbres, en cambio, que parecen más fundamentales, como la de decir la verdad, de pagar las deudas, de honrar a nuestros padres y de respetar las vidas y la propiedad ajenas. Sentimos que semejante conducta es no sólo costumbre, sino también, tal como debe ser, y que apartarse de ella estaría mal; que resulta no de un capricho arbitrario, sino de un principio inherente al propio ser humano. Esta es la moral, y es únicamente de ésta que trata la ética. Así, pues, la ética es el estudio de lo que está bien y lo que está mal, de lo bueno y lo

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malo en la conducta humana. PROBLEMA Pero, ¿es acaso un estudio de esta clase posible? La filosofía no sería lo que es si considerara simplemente como natural que la vida tiene un significado o un objeto, y que hay una clase de vida que puede designarse como buena vida. Toda filosofía empieza como escéptica, en el sentido de que pone preguntas, pero sólo sigue siendo escéptica si, después de una investigación, decide que no pueden encontrarse respuestas. Ha habido escépticos confirmados, en todas las épocas, que barrieron con todos los conocimientos, incluida la moral; pero este escepticismo no iba dirigido más especialmente contra la moral, con todo, que contra todo lo demás. Lo que aquí nos interesa son algunas teorías recientes que han puesto en entredicho la posición de la ética en particular. En efecto, la ética se ocupa de los juicios de valor, y es precisamente la validez de todos estos juicios la que ha sido puesta en cuestión. Estos juicios han sido calificados como meras expresiones de preferencia personal y de actitud subjetiva, de modo que todo estudio objetivo científico de los mismos debería rechazarse como vano. Puesto que no tiene objeto tratar de estudiar aquello que podría resultar no ser intrínsecamente susceptibles de estudio, la posibilidad misma de la ética como disciplina intelectual seria debería constituir nuestra primera pregunta. Antes de intentar una solución, deberíamos ver primero el punto de vista corrientemente sustentado, con objeto de saber lo que se está criticando; luego, las objeciones que se le hacen, con los substitutivos que se ofrecen y, finalmente, una posición intermedia, que afectada la ética como ciencia, sin duda, pero fusionándola con otras ciencias, de modo que perdiera su identidad y autonomía. Consideraremos los siguientes puntos: 1. ¿Qué es la ética tal como se la entiende corrientemente? 2. ¿Qué hay de la teoría emotiva y de los puntos de vista afines? 3. ¿Es una ética puramente filosófica posible? 4. Solución sugerida del problema.

LA ÉTICA TAL COMO SUELE COMPRENDERSE MATERIA DE ESTUDIO Y PUNTO DE VISTA La ética, tal como la historia de la filosofía la define, tiene como objeto la interpretación de este hecho de la vida humana, esto es: el conocimiento de lo que está bien y lo que está mal en la conducta humana. En la raza humana considerada en su conjunto encontramos una tendencia en el sentido de juzgar que hay tres clases de actos: l. Aquellos que el hombre debería hacer 2. Aquellos que no debería hacer 3. Aquellos que puede hacer o dejar de hacer En este momento de nuestro estudio no decidimos todavía si este juicio es acertado o erróneo, sino que observamos simplemente que constituye un hecho de experiencia el que los hombres juzguen en esta forma. Se consideran estos juicios como tan importantes, que los hombres dirigen sus vidas enteras de acuerdo con ellos y sacrifican inclusive la vida antes que desviarse de los mismos. Aplicamos estos juicios no sólo a nuestra propia conducta, sino también a la conducta de los demás: castigamos a los individuos y los condenamos inclusive a muerte por hacer lo que creemos que no deberían hacer, o por no hacer lo que creemos que deberían hacer. El individuo que hace lo que le da la gana, sin consideración alguna de aquello que debería hacer, es declarado fuera de la ley y perseguido y cazado como una bestia fiera. Este hecho, el hecho de que los hombres forman juicios de lo que está bien y lo que está mal, es el hecho básico de experiencia del que parte la ética. La filosofía, en cuanto interpretación de la vida humana, no puede permitirse pasar por alto un hecho de tamaña significación sino que ha de investigar y averiguar todo lo que implica. Si los individuos están en lo cierto al distinguir lo que está bien de lo que está mal, necesitamos saber por qué y con fundamento en cuáles razones dicho juicio se justifica. Y si los individuos están equivocados al distinguir lo que está bien de lo que está mal, necesitamos también saber por qué y de qué modo se deja explicar este error global. Sin prejuzgar el caso ni en un sentido ni en otro, la ética es un

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estudio necesario con un amplio y legítimo campo de investigación. Toda rama separada de aprendizaje ha de tener una materia que estudia desde un aspecto o punto de vista determinados. La materia de estudio de la ética es la conducta humana, esto es, aquellos actos que el individuo ejecuta consciente y voluntariamente y de los que, por consiguiente es responsable. El aspecto o punto de vista desde el cual la ética estudia la conducta humana es el del bien y del mal, de lo que debe y lo que no debe ser, por servirnos de la palabra debe, que es el verdadero verbo de todo juicio ético. La ética no está interesada en aquello que el individuo hace, como no sea para compararlo con aquello que debería hacer. Decimos que están bien los actos que el individuo debería hacer, y que están mal los actos que no debería hacer. Los autores éticos de casi todos los matices de opinión están de acuerdo en que la investigación del deber ser constituye la característica distintiva de la ética, lo que la distingue de cualquiera de todos los demás estudios. SUS RELACIONES CON OTROS ESTUDIOS Aparte de su relación con las demás ramas de la filosofía, de la que forma parte, la ética se relaciona también con otras ciencias sociales y humanas. Todas ellas tienen la misma amplia materia de estudio, pero la ética se distingue de ellas por su punto de vista específico. La antropología y la ética se ocupan las dos de las costumbres humanas en diversos niveles de cultura y civilización. La antropología estudia el origen y el desarrollo de las costumbres humanas, pero sin formular juicio alguno acerca de su carácter moral o inmoral, en tanto que este carácter, en cambio, es lo único que interesa a la ética. La antropología atestigua la existencia de nociones morales, por extrañas que sean, entre las tribus primitivas, en tanto que la ética toma de la antropología dichos datos, pero para criticar, por su parte, el valor moral de dichos conceptos y costumbres. La psicología y la ética se ocupan ambas de la conducta humana, esto es, de las capacidades y los actos del hombre. Pero la psicología estudia de qué modo se comporta realmente el hombre, en tanto que la ética examina cómo debiera comportarse. Sanidad y santidad, una personalidad bien ajustada y un carácter moralmente bueno son, pese a una relación incidental entre ellos, cosas totalmente distintas, y así lo son también sus opuestos, la locura y el pecado, esto es, la excentricidad psíquica y la depravación moral. Aquello que motiva al individuo para un hecho, bueno o malo, es distinto del carácter bueno o malo del hecho mismo. La ética depende de la psicología para mucha información acerca de cómo trabaja la mente humana, pero pasa siempre de cómo el individuo actúa a cómo debería actuar. La sociología, la economía, y la ciencia política estudian la vida social del individuo, y así lo hace también la ética. Pero subsiste, con todo, la misma diferencia de los puntos de vista. En efecto, estas tres ciencias se ocupan de las instituciones sociales, económicas y políticas del hombre tal como son, de lo que son y de cómo funcionan, en tanto que la ética averigua lo que deberían ser, en términos de los derechos y los deberes humanos. Una línea firme y rígida entre estas tres ciencias y entre ellas y la ética haría los cuatro estudios impracticables. El empeño por remediar los males sociales, económicos y políticos de la humanidad implica una aplicación de la ética a dichos tres campos. Semejante combinación se designa a menudo como filosofía social, económica o política. Pero la ética, en cuanto ética precisamente, conserva siempre su punto de vista específico: el debe. El estudio del derecho se relaciona estrechamente con la ética. Sin embargo, aunque ambos se ocupan de lo que debe ser, el derecho civil y la ley moral no siempre se corresponden exactamente. En efecto, el estudio del derecho civil se ocupa únicamente de los actos externos y de la legalidad positiva, en tanto que la ética se ocupa de los actos internos de la voluntad y del tribunal de la conciencia. Hay una diferencia entre crimen y pecado, inmunidad legal y valor moral, respectabilidad externa y verdadera virtud del alma. Una mezcla de la ética y el derecho civil en un campo más amplio nos da la filosofía del derecho, esto es, el estudio de cómo deberían elaborarse e interpretarse las leyes, estudio que algunos autores llaman jurisprudencia. LA ÉTICA COMO CIENCIA Y COMO ARTE Se ha expresado el punto de vista de que la ética podrá constituir un estudio interesante, pero que nunca sería en cambio, una ciencia. Y es que el mundo científico se encuentra todavía en gran parte bajo el hechizo de aquel modo de pensar del siglo XIX iniciado por Auguste Comte y conocido como positivismo, que elimina toda metafísica de la filosofía y restringe el conocimiento científico a hechos y relaciones entre

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hechos. Según este punto de vista, el método científico es un método de medición matemática exacta, en tanto que virtud y el vicio nunca pueden medirse en esta forma; la ciencia procede mediante predicciones basadas en hipótesis y seguidas de verificación experimental, en tanto que la conducta humana, sobre todo si se la considera como libre, es demasiado imprevisible; la ciencia se ocupa de los hechos y de las leyes que los rigen, en tanto que la ética sólo se ocupa de opiniones y de lo que debería ser pero nunca es, totalmente; la ciencia se dedica al empeño obstinado de arrancarle a la naturaleza sus secretos, en tanto que la ética se pierde en la busca nebulosa de ideales y aspiraciones que siempre nos llaman, pero siempre se nos escapan. La dificultad es semántica, en parte, y depende de la definición que formulemos de la ciencia. En efecto, si se define la ciencia de modo que sólo se aplique a las ciencias físicas y experimentales, entonces la ética no será una ciencia. Aristóteles tenía alguna intuición de esta ambigüedad cuando advirtió que la ética no podía ser una ciencia exacta y que no debemos buscar en ella más precisión que la que la materia admite. * Pero aunque no sea una ciencia exacta, la ética puede designarse como ciencia, con todo, en el sentido amplio y filosófico del término. La palabra ciencia, en el sentido de cualquier cuerpo de conocimientos sistematizados, sigue siendo de uso corriente y no cabe duda que la ética es esto. La definición de la ciencia como el conocimiento cierto de las cosas en sus causas es tradicional entre los filósofos, y la ética satisface a esta definición en grado eminente, porque estudia el objeto o la causa final de la vida humana, los principios y las leyes que rigen el uso. de los medios para dicho fin y, al igual que toda otra ciencia, trata de establecer sus conclusiones con precisión demostrativa. Al igual que toda otra ciencia, incluida la física, la ética tendrá sus puntos de vista discutidos, pero se mostrará que estos giran alrededor de un núcleo sólido de verdades establecidas. Y no es legítimo que un grupo de científicos excluya de consideración la materia de estudio legítimo de otra ciencia; se necesita, en efecto, la ciencia de lo que debe ser, porque lo que debe ser es en sí mismo un hecho que exige explicación, con exactamente tanta insistencia como el universo físico. Pero, ¿no es acaso la ciencia un arte, el arte de vivir bien, más bien que una ciencia? Es ambas cosas. En cuanto ciencia, descubre, explica y demuestra las reglas de la conducta apropiada. Y en cuanto arte aplica estas reglas, en un sentido muy amplio del término, a la conducta del individuo y se traduce en la buena vida realmente vivida. Una buena vida es, efectivamente una obra de arte. Pero es obvio, con todo que el arte de la ética ha de ser practicado por cada persona ella misma, en cuanto forjadora de su destino y escultora de su alma, ya que, en cuanto materia enseñada y aprendida, la ética sólo puede proporcionarle los principios con los que se sitúa en la categoría de las ciencias. Las ciencias son o teóricas o prácticas; son teóricas, si su objeto está en la mera contemplación de la verdad, y prácticas si se orientan también hacia la acción. Puesto que la ética tiene por objeto capacitar al individuo para actuar y vivir como es debido, es una ciencia práctica, que se sitúa en algún punto entre una ciencia puramente teórica y su arte correspondiente. LA ÉTICA Y LA METAÉTICA La distinción entre la ética como ciencia y la ética como arte debería ser muy clara, porque una cosa es ser un estudiante de moral y otra cosa es vivir una vida moral. Aunque la ética en su conjunto sea una ciencia práctica, resulta posible distinguir en ella, con todo, su aspecto más destacadamente práctico y los principios en que dicha práctica se apoya. En consecuencia, la terminología actual distingue entre la ética normativa, esto es, el establecimiento de un código de normas para la vida moral, y la metaética, o el examen crítico de los conceptos, juicios y procesos de razonamiento utilizados en la ética. En común con otros nombres de ciencias que contienen la preposición griega meta (más allá), la metaética es la reflexión de la propia ética sobre sí misma, en la que, yendo más allá de sí misma y volviéndose para obtener una visión crítica de sí misma, la ética juzga su propio valor como ciencia. Es necesario así, pues, que la ética se haga introspectiva y autoconsciente. Si la ética es el estudio de la conducta humana y si la construcción de una teoría ética es uno de los empeños humanos, la ciencia de la ética debería ser ética ella misma. Y esto no podría serlo, a menos que fuera veraz, con sus principios basados en conocimientos verificables y sus conclusiones válidas y lógicamente deducidas. Por consiguiente, la metaética tiende a ocuparse de la lógica y el lenguaje, ya que éstos son los medios con los que el conocimiento ético se desarrolla y expresa. Para nuestros fines, sería demasiado artificial mantener una separación consistente entre estas dos fases de la ética, esto es, entre un primer nivel y un segundo nivel del discurso ético; entre la ética que habla de la conducta humana y la ética que habla de sí misma. Trataremos únicamente, pues, de justificar los conceptos, los principios y las conclusiones éticas a medida que los vayamos encontrando. Nuestra razón para introducir esta distinción en este lugar es que algunos éticos modernos han confinado sus estudios casi por completo a la metaética, en tanto que otros se han servido de la metaética para invalidar toda ética normativa. A esta

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amenaza debemos enfrentamos y, por consiguiente, llegamos a nuestro segundo tema principal, esto es: a las objeciones recientes contra la ética tal como se la entiende corrientemente. POSIBILIDAD DE UNA CIENCIA DE LA ÉTICA LA TEORIA EMOTIVA David Hume termina su Inquiry Concerning Human Understanding con esta tirada retórica: La moral y la crítica no son tan propiamente objetos de la comprensión como del gusto y el sentimiento. .. cuando repasamos las bibliotecas convencidos de estos principios, ¿cuáles estragos no deberemos hacer? Si tomamos en manos un libro cualquiera -de divinidad o metafísica de escuela, por ejemplo-, preguntaremos: ¿contiene algún razonamiento abstracto relativo a la cantidad o al número? No. ¿Contiene algún razonamiento experimental relativo a cuestiones de hecho y existencia? No. Pues mándalo a las llamas, porque no puede contener más que sofisma e ilusión. Las semillas de descontento de Hume permanecieron en barbecho hasta el advenimiento del positivismo, bajo Auguste Comte, cuyas objeciones principales fueron contra la metafísica, con todo, más que contra la ética. De la actitud positivista general surgió la moderna escuela del positivismo lógico, que se inició en el Círculo de Viena a principios de los años 20, pero se extendió rápidamente a Inglaterra y Estados Unidos de Norteamérica, donde el empirismo y el pragmatismo le habían preparado un terreno apropiado. Este movimiento está ahora en descenso, siendo sucedido por la escuela de la filosofía analítica, que mantiene la misma actitud en una forma más conciliatoria. Convendrá mejor, para nuestros fines, considerar el positivismo lógico anterior, que representa dicha actitud en su pureza más intransigente. Empezando con una reacción comprensible contra jerga abstracta y aparentemente absurda de muchos metafísicos, entre los cuales Hegel fue uno de los principales pecadores, los positivistas lógicos analizan el significado de proposiciones. Según sus criterios, sólo encuentran dos clases de enunciados significativos, esto es: los enunciados de identidad y los que pueden ser verificados por la experiencia. Los enunciados de identidad son tautologías, esto es, son ciertos, pero sin valor práctico; su dominio es el de la lógica pura y de las matemáticas puras. Únicamente los enunciados verificables de hechos pueden contribuir al progreso del conocimiento científico. Los enunciados metafísicos no pertenecen ni a una clase ni a la otra y han de descartarse como ni verdaderos ni falsos, pero faltos de sentido. ¿Y qué hay de los juicios de valor? Tampoco estos son tautologías o enunciados de hechos, sino que son normativos, en el sentido de que establecen reglas y expresan lo que debe ser. Así, pues, no son cognoscitivos, sino emotivos. Son deseos, exhortaciones o mandatos, pero no proposiciones auténticas. Únicamente la forma gramatical es indicativa, en tanto que aquellos son optativos o imperativos encubiertos. A. J. Ayer expresa este punto de vista en forma particularmente clara y categórica: Los conceptos éticos básicos no se dejan analizar, por cuanto no hay criterio alguno mediante el cual podamos verificar la validez de los juicios en los que aparecen. . . la razón de que sean inanalizables es que son meros seudoconceptos. En efecto, la presencia de un símbolo ético en una proposición nada añade a su contenido de hecho. Así, por ejemplo, si digo a alguien: "usted actuó mal al robar dicho dinero" no afirmo nada más que si dijera sencillamente: "usted robó dicho dinero". Al añadir que dicho acto estuvo mal, no hago otra afirmación alguna a su respecto. No hago más que manifestar mi desaprobación moral del acto. Es como si dijera: "usted robó dicho dinero" con un tono peculiar de voz, expresivo de horror, o como si lo escribiera con la adición de algunos puntos exclamativos especiales. . . Y si ahora generalizo mi afirmación anterior y digo: "robar dinero está mal", formulo una frase que no tiene significado actual alguno, esto es, no expresa proposición alguna que pueda ser cierta o falsa. . . En cada caso en que se podría decir corrientemente de uno que formula un juicio ético, la función de la palabra ética significativa es puramente "emotiva". Se utiliza para expresar sentimientos acerca de determinados objetos, pero no para hacer afirmación alguna a su respecto. Vale la pena mencionar que los términos éticos no sirven solamente para expresar sentimientos, sino que tienen asimismo por objeto despertarlos, estimulando así una acción. La última parte de este punto de vista, de que los juicios éticos tienen por objeto influir sobre la acción en los demás, la ha desarrollado C. L. Stevenson, quien pone el acento en las discrepancias éticas y hace un empleo extenso de la definición persuasiva. Objeta que se designen los juicios éticos como faltos de significado o ni ciertos ni falsos, y cree, antes bien, que su única verdad está en la parte descriptiva, según la

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cual el que afirma sustenta tal o cual actitud, y no en la parte emotiva, según la cual dicha actitud es calificada como buena o mala, como conforme o no conforme a lo que debe ser. Únicamente esta última parte corresponde al dominio de la ética, la que, por consiguiente, no es más que una forma de convencer a los demás de que estén de acuerdo conmigo o toleren al menos, mi manera de ver. La teoría emotiva cuenta con algunos argumentos convincentes: l. Los filósofos, aunque no sean en modo alguno los únicos transgresores, han utilizado una jerga abstracta y aparentemente carente de sentido. Se dejan deslumbrar con palabras que a menudo parecen representar algo, pero que, en realidad, no se refieren más que a conjuntos de palabras igualmente desprendidas de la realidad. Los enunciados éticos, al igual que otros, pueden estar afectados de esta enfermedad. 2. El análisis de todo enunciado, en sí mismo y en su conexión con otros enunciados, constituye un correctivo necesario de la tendencia del individuo a disimular la vacuidad de pensamiento con máscaras verbales engañosas. Un lenguaje claro, referencias significativas, y una lógica rigurosa son importantes en todos los campos del conocimiento. Y es notorio que los escritos éticos carecen de estos elementos. 3. Cierto y falso, en cuanto atributos, no significan nada y no hacen más que repetir la misma cosa en forma enfática, o tal como lo pondría la lógica: P es cierto = P. Las palabras bien y mal, o cierto y falso, se predican en la misma forma, aunque con matices emocionales distintos. Dichos adjetivos se refieren no a características definibles u ostensibles, sino que describen únicamente nuestra actitud al respecto. 4. La forma gramatical de las palabras y los enunciados éticos nos induce a pensar erróneamente que han de representar cosas o propiedades de cosas, ya que nos servimos de la misma forma de frase para expresar hechos y valores. Corresponde a la lógica desvirtuar las ilusiones del lenguaje común. No todas las frases gramaticales son proposiciones lógicas; los enunciados éticos no son más que imperativos velados. 5. Si nos rebelamos contra el hecho de que se designe como carentes de significado a los juicios de valor, deberíamos aceptar más de una clase de significados. En efecto, los juicios de valor son significativos emocionalmente, prescriptivos de acción en nosotros mismos y en los demás, pero no significativos cognoscitivamente, esto es, ampliativos de nuestro conocimiento de las cosas tal como son. Y únicamente esta última clase de significado es apropiada en la ciencia. 6. Los conceptos básicos de la ética resultan ser inanalizables o indefinibles. Al menos, los éticos no están de acuerdo en cuanto a las definiciones o inclusive en cuanto a la posibilidad de definición. Y siendo esto así, no hay manera de fijar el significado de un concepto de modo que sea siempre el mismo en todas las fases de un argumento. La conclusión extraída de enunciados que los contengan habrá de ser necesariamente suspecta. Esto podrá ser satisfactorio por lo que se refiere a la persuasión, pero no puede aspirar a la necesidad lógica de la ciencia. Estos no serán acaso todos los argumentos que los emotivistas pueden aducir, pero son típicos, con todo, de su manera de ver. Los que siguen se ofrecen a título de contraargumentos: l. El hecho de que los filósofos y otros se hayan entregado a mucho malabarismo verbal se denuncia fundadamente; pero esto no invalida, con todo, los numerosos enunciados ciertos que han formulado. También los emotivistas se dejan deslumbrar por palabras. El argumento decisivo en contra de ellos es que la teoría emotiva ella misma no es ni un enunciado de identidad ni se deja verificar por la experiencia y, por consiguiente, se hunde, según su propio criterio. 2. Aunque todo enunciado debería sujetarse a análisis riguroso, es ilógico, con todo, aplicar los criterios válidos para un área de estudio, a otra en la que no lo son. En efecto, los enunciados empíricos no se descartan por no ser matemáticos, ni se descartan los enunciados matemáticos por no ser empíricos. ¿Por qué, pues, deberían descartarse los enunciados éticos, que no son ni una cosa ni otra, pero tienen su objeto de estudio y sus criterios propios? Así, pues, si no hay lugar para ellos en una clasificación de los enunciados significativos, esto sólo demuestra que dicha clasificación es incompleta. 3. El enunciado "X está bien" no puede analizarse como "apruebo X", sin una transición deformante del modo del lenguaje objetivo al modo subjetivo, lo que representa una diferencia de significado, y no sólo gramatical. "X está bien", significa "X es digno de aprobación", y proporciona razones para: "apruebo X". Un enunciado acerca de X no es un enunciado acerca de mí, sino acerca de algo distinto de mí, aunque yo pueda adoptar una actitud al respecto. Las razones para la aprobación o la desaprobación tienen un contenido cognoscitivo y pueden ser ciertas o falsas. 4. El intento de reducir los juicios éticos a deseos, exhortaciones o mandatos es infructuoso. En efecto, una parte del significado, y precisamente la parte ética, se pierde. Por ejemplo yo puedo mandar a alguien que haga una cosa y querer que el mandato sea obedecido, aun sabiendo durante todo el tiempo que yo no debería formular dicho mandato y que la persona a quien se dirige no debería obedecerlo. Este conocimiento

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implícito es aquí el juicio ético y es opuesto al mandato. ¿No es acaso el juicio ético otra cosa que un deseo oculto de ser desobedecido? Pero esto es precisamente lo que no quiero, aunque mi conducta y la de la persona mandada sean inmorales. 5. Reducir los juicios éticos a simples expresiones emocionales de aprobación, como aplaudir o silvar, es asimismo infructuoso. En efecto, hay una diferencia entre la aprobación real y la aprobación correcta. La primera es un enunciado de un hecho psicológico: apruebo. Pero, ahora puede proceder a aprobar o desaprobar mi aprobación, a juzgar que mi aprobación estuvo bien o estuvo mal. Esto es del juicio ético, y no es menos susceptible de ser cierto o falso que el juicio actual. 6. Todos los conceptos básicos son inanalizables e indefinibles. Un substitutivo verbal, tal como se lo encuentra en el diccionario no dice lo que la cosa es realmente. Pedir que todo se defina equivale a hacer todo conocimiento imposible, incluidas las clases de conocimiento que aceptan los positivistas lógicos. Hay que poner mucho cuidado, sin duda, en los argumentos que contienen elementos indefinibles, pero los argumentos no resultan necesariamente invalidados, con todo, por el hecho de con tenerlos. En esto no está la ética en peor situación que otras disciplinas. LOS POSEMOTIVISTAS El reconocimiento de que el positivismo lógico había ido demasiado lejos condujo a su abandono. Lo que éste tenía de bueno se ha conservado en la escuela de la filosofía analítica, que le sucedió. En materia de ética, mientras prosigue el análisis estricto del lenguaje ético, la filosofía analítica realiza algunos intentos enderezados a introducir validez cognoscitiva. No podemos referimos más que a unos pocos de los escritores más populares. R. M. Hare distingue palabras descriptivas y prescriptivas, y trata de construir, dentro de nuestra lógica existente, una lógica de los imperativos, en la que algún significado cognoscitivo acompañe el significado apreciativo. P. H. Nowell-Smith aboga por una nueva lógica basada en palabras G- o palabras de gerundio, que indican una actitud pro, esto es, la substitución de contradicciones lógicas por rareza lógica, y una teoría de respaldo de la verdad, mediante la cual una proposición es cierta no porque concuerde con los hechos, sino porque la sostengo yo, ya que cada individuo ha de responder por sí mismo cuáles principios morales quiera tener. Stephen Toulmin y Kurt Baier constituyen ejemplos de la escuela de ética de las "buenas razones", según la cual deben haber razones para pensar que una acción sea digna de aprobación, y estas razones proporcionan el elemento cognoscitivo de la ética; podemos mostrar la consistencia de dichas razones, averiguar su peso relativo y ver cómo nuestra propia conducta encaja en los principios que hemos adoptado por nuestra cuenta o nos hemos tomado de nuestra sociedad. Podemos aprender mucho de dichos esfuerzos, pero nos siguen dejando, con todo, fuera del dominio propio de la ética. Su único interés está en averiguar de qué modo podemos hablar y discurrir lógicamente de la ética, si hemos aceptado ya algunos compromisos éticos básicos. No nos dicen lo que es la vida ética ni establecen siquiera que haya una vida ética. Necesitaremos extraer la sabiduría de aguas más profundas. UNA ÉTICA PURAMENTE FILOSÓFICA Mientras los positivistas lógicos y muchos analistas lingüísticos consideran una ciencia de la ética casi como imposible, otros la consideran innecesaria. Todas las religiones del mundo se ocupan de la moral y asumen la tarea de mostrar a los hombres la manera de ser buenos. La teología, estudio intelectual de la religión, investiga tanto el aspecto moral como las otras fases de la misma, y debería hacer, por consiguiente, que todo estudio puramente filosófico de la moral resulte redundante. La religión cristiana, que constituye un hecho demasiado conspicuo de nuestra sociedad para ser pasado por alto, es particularmente rica en enseñanza moral, y su teología ha desarrollado un código detallado de moralidad. Los católicos se sirven del término Teología moral para designar aquella rama de la teología que tiene por objeto examinar el dominio completo de la moral desde el punto de vista de la fe católica. Los protestantes tienden a centrarse en la ética cristiana, que no es la ética como estudio puramente filosófico, sino el tratamiento de la moral desde un punto de vista posreformista de la revelación cristiana. ¿Necesita acaso el cristiano un doble estudio de la moral, esto es, uno desde un punto de vista puramente filosófico y otro desde el punto de vista de la revelación cristiana? Cabría contestar que los dos puntos de vista son complementarios; en efecto, la ética es el estudio de la moral a partir de la razón pura, y la teología moral o ética cristiana es la misma cosa, tal como se la conoce a partir de las fuentes reveladas. Esto constituye una distinción básica y válida, pero no resuelve por completo el problema. Según la teoría de la depravación total, aceptada todavía en forma atenuada por algunos grupos

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protestantes, el hombre fue tan totalmente corrompido por el pecado original, que la razón humana es totalmente incapaz de funcionar como guía de la vida buena, y la naturaleza corrompida del hombre no puede servir como norma de moralidad o como base de una ley natural. Inclusive aquellos que no desean ir tan lejos desconfían profundamente, con todo de la naturaleza humana. Semejante punto de vista parece convertir en futilidad cualquier estudio puramente filosófico de la ética, y aquellos que lo sostienen se ven obligados a desarrollar una ética cristiana basada en la revelación y la redención salvadoras de Dios. El punto de vista católico del efecto del pecado original sobre la naturaleza humana es menos categórico y admite, por consiguiente, una distinción entre la ética filosófica y la teología moral. Pero surge, con todo, otra dificultad. En efecto, en los estudios teóricos, tales como la metafísica, la epistemología, la antropología filosófica y la teología natural, podemos distinguir adecuadamente entre razón y fe, entre lo natural y lo sobrenatural, en virtud del carácter abstracto de dichos estudios. Pero es el caso que la ética es una ciencia práctica que se ocupa del hombre tal como es concretamente y tal como vive realmente, y según la creencia católica, el hombre figura y vive en el orden sobrenatural como un individuo caído y redimido. Una ética puramente natural sólo sería valida para un hombre hipotético que jamás ha existido. Este punto de vista está abierto a diversas interpretaciones según la relación que creemos que existe entre la naturaleza y la gracia. Jacques Maritain considera que la ética filosófica está subordinada a la teología moral para su complemento y corrección, y que, por consiguiente, la ética filosófica no puede ser una ciencia autónoma. Su subordinación es no sólo de infraposición, como una ciencia de menor dignidad, sino también de subalternación por cuanto conduce inevitablemente a falsedad, a menos que esté guiada y corregida por la ciencia superior de la teología moral. No todos estarán de acuerdo con este punto de vista. Los hay que insisten en que la ética filosófica puede conseguir su propio fin por sus métodos propios, independientemente de la revelación divina, y que los principios que utiliza y las conclusiones que extrae son ciertos para el hombre tal como existe concretamente y vive realmente su vida en el mundo de hoy, aunque no proporcione al hombre la verdad total y admita su complemento por conocimientos de un orden superior. Entre estos dos no debe haber necesariamente conflicto, puesto que el orden sobrenatural no destruye el orden natural sino que lo continúa, antes bien, y lo extiende. Además, una ciencia práctica ha de atender a la situación existencial. En millones de personas que no han gozado del beneficio de la revelación cristiana; que no saben que viven, en realidad, en el orden sobrenatural de la redención; que no perciben la acción de la gracia divina dentro de ellas y han de confiar por completo en sus facultades naturales, sin auxilio alguno, para construir, para sí mismos, una forma ética de vida, parece monstruoso decir que tienen la obligación de vivir moralmente, como la tienen todos los hombres, pero que no pueden averiguar en qué consiste la vida moral y cómo deban vivida. Así, pues, no hay necesidad alguna de admitir una incompatibilidad necesaria entre una teología moral cristiana y una ética autónoma en sí misma, como estudio filosófico. En efecto, la ética, en cuanto estudio puramente natural y racional, no niega las cosas fuera de su esfera, sino que hace simplemente abstracción de ellas. La ética no puede penetrar en el campo de la teología o servirse de su material. Esto deja el conocimiento ético incompleto, pero todas las demás ciencias son también incompletas en cuanto ninguna de ellas abarca toda la verdad. Ser una cosa incompleta, no significa que sea falso. Por lo que se refiere al error, todas las correcciones de las que la ética pueda ser objeto por parte de la teología moral son más accidentales que esenciales, en cuanto debidas al empleo precipitado y falible de la razón por el hombre, y no a algún defecto inherente a la razón humana misma. SOLUCION SUGERIDA DEL PROBLEMA La ética ha capeado muchos temporales en su historia de 2,500 años. Es razonable, pues, esperar que sobrevivirá a los dos intentos de desacreditada que se han expuesto más arriba, esto es, su reducción a la lógica y al análisis del lenguaje, y su absorción en la religión y la teología. Para evitar el primer escollo, la ética necesita una fundamentación firme en la metafísica y la epistemología. El estudio formal de estas dos materias no es necesario para leer este libro, pero el estudiante ha de aportar al mismo, con todo, algo más que la actitud positivista en el sentido de que únicamente lo que es verificable experimentalmente puede ser admitido como real. Si el deber ser puede derivarse del es o no, esto es una cuestión que examinamos más adelante, pero tanto si se puede como no, el deber ser ha de reconocerse como una característica existente de nuestro mundo y como algo que puede ser captado por la mente humana. Ya sea que se necesiten nuevos estudios para mostrar de qué modo los enunciados éticos pueden adaptarse a la lógica que ahora tenemos, o que haya que desarrollar una nueva lógica para comprenderlos, en todo caso, emprendamos esta tarea. Pero no deberíamos eliminar una parte importante de

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Ética, Teoría y Aplicación

Austin Fagothey

la experiencia humana, en cambio, por el hecho de que no hayamos aprendido todavía a pensar correctamente a su respecto, sino que lo que procede es, antes bien, aprender a pensar en formas nuevas y mejores acerca de la experiencia que ciertamente poseemos. El positivismo lógico es ante todo una epistemología que reduce categóricamente el alcance del conocimiento humano eliminando toda metafísica y, con ésta, la sola base posible para la ética. Ahora bien, puesto que el positivismo lógico no puede establecerse él mismo, no hay razón alguna en cuya virtud la ética habría de enfocarse desde este punto de vista angosto. La relación de la ética con la religión forma parte de una larga historia de relaciones entre la fe y la razón. La dificultad no se encuentra tanto del lado de la razón, que empezó a especular mucho antes del advenimiento de la fe cristiana en la historia, sino más bien del lado de la interpretación misma de la fe y de su punto de vista acerca de la naturaleza del hombre. Si ésta puede reconocer que la fe y la gracia son dones que refuerzan, más bien que suprimen, la bondad natural del hombre, criatura de Dios, no debería darse conflicto insoluble alguno entre las dos. En tal caso, la ética filosófica constituirá un estudio valioso de aquello que la razón humana puede enseñar que es la vida buena para el hombre. La ética, por su parte, carece de título para la arrogancia que ha mostrado en alguna ocasión, y debería reconocer su aceptación del conocimiento proveniente de un origen superior. No se convierte por esto en una ciencia dependiente, sino que conserva adecuadamente su autonomía dentro de su propia esfera, fuera de la cual no debería ostentar pretensión alguna. RESUMEN La ética tuvo su origen en la especulación sobre la vida buena y fue convertida por los griegos en una parte de la filosofía que ellos llamaron ética, a partir de la palabra suya que significa costumbre. Pero ésta trata solamente de las costumbres que implican la idea de lo que está bien y lo que está mal, esto es, de la moral. Tal como se lo concibe tradicionalmente, el objeto de la ética es estudiar el hecho de experiencia de que el hombre distingue el bien del mal y tiene el sentimiento de lo que debe ser. La materia de estudio de la ética es la conducta humana, y su punto de vista es el de lo que está bien y lo que está mal, esto es, de lo que debe ser. La ética se relaciona con todas las ciencias humanas y sociales, pero se distingue siempre de ellas por su punto de vista único de lo que debe ser. Si se designa a la ética como una ciencia, no es, sin duda, en el sentido de las ciencias experimentales, sino en el de las ciencias filosóficas. En efecto, la ética es una ciencia práctica y normativa. Es también un arte que ha de ponerse en práctica en la vida propia de cada uno. Únicamente la ciencia puede enseñarse. Actualmente distinguimos la ética normativa, esto es, un código de normas para la vida moral, de la metaética, esto es, una crítica del lenguaje y de los conceptos utilizados en el razonamiento ético. Un estudio apropiado necesita de ambas, pero éstas no necesitan mantenerse siempre separadas. La teoría emotiva, derivada del positivismo lógico, sostiene que los juicios de valor, incluidos los de la ética, no son cognoscitivos. No son ni enunciados de identidad ni son susceptibles de verificación por la experiencia. No son más que deseos, exhortaciones o mandatos disimulados. La estructura gramatical nos induce en error haciéndonos pensar que son proposiciones que pueden ser ciertas o falsas. Los no emotivistas rechazan este punto de vista, por cuanto basado en una epistemología demasiado angosta y en una teoría inadecuada del significado. Más adelante, los analistas lingüísticos son más conciliadores, pero se limitan casi exclusivamente, con todo, a examinar el lenguaje ético. Algunos creen que el estudio de la moral corresponde a tal punto a la religión, que ninguna ética puramente filosófica es posible. Ha de ser o ética cristiana o teología moral. El hombre, redimido del pecado original, vive ahora en el orden de la gracia divina, y ninguna vida puramente natural es ya posible para él. Una ética filosófica trataría de un hombre hipotético que jamás ha existido. Otros no niegan esto pero prescinden de ello e insisten en que puede hacerse un estudio de la moral del hombre en el orden natural. La ética es incompleta, como lo son todos los estudios, pero esto no la impide en modo alguno ser una ciencia autónoma.

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