La Estructura Social Como Facilitadora Del Maltrato

LA ESTRUCTURA SOCIAL COMO FACILITADORA DEL MALTRATO María Jesús Izquierdo' María Guadalupe Huacuz Elías (Coordinadora)

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LA ESTRUCTURA SOCIAL COMO FACILITADORA DEL MALTRATO María Jesús Izquierdo'

María Guadalupe Huacuz Elías (Coordinadora) La bifurcación del caos. Reflexiones interdisciplinarias sobre violencia falocéntrica. México: UAM-Xochimilco, 2011.

El ser humano no es una criatura tierna y necesitada de amor, que sólo osaría defenderse si se le atacara, sino, por el contrario, un ser entre cuyas disposiciones instintivas también debe incluirse una buena proporción de agresividad. Por consiguiente, el prójimo no le representa únicamente un posible colaborador y objeto sexual, sino también motivo de tentación para satisfacer en él su agresividad, para explotar su capacidad de trabajo sin retribuirla, para aprovecharlo sexualmente sin su consentimiento, para apoderarse de sus bienes, para humillarlo, para ocasionarle sufrimientos, martirizarlo, matarlo. Sigmund Freud, El malestar en la cultura.

Si aceptamos los planteamientos de Freud en El malestar en la cultura, convendremos que los seres humanos tenemos una disposición agresiva, que el sufrimiento de nuestros semejantes puede ser algo deseado, y que estamos tentados de explotar el trabajo de los demás y utilizarlos sexualmente. Por lo tanto, la agresividad no se activa únicamente para defenderse de ataques. Los seres humanos no sólo son capaces de dar la vida por los demás sino también de quitársela, no sólo se conmueven ante el sufrimiento de sus semejantes, sino que son capaces de desconsiderar el sufrimiento ajeno, más aún, de infringirlo por el puro placer de ver a alguien asustado, humillado, en definitiva subordinado, o porque ante la satisfacción de los intereses propios, se desconsideran los daños que puede comportar satisfacerlos. La agresividad no es un rasgo que se pueda erradicar porque es constitutivo de los seres humanos, cabe, sin embargo, canalizarla hacia actividades que

1 Es profesora de Sociología en la Universitat Autónoma de Barcelona. [email protected].

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no sean dañinas o que contribuyan a hacer del mundo un lugar más habitable. Nadie escapa a ese impulso y, sin embargo, si algo caracteriza al ser humano, es que se trata de un animal ético, que tiene deseos de segundo orden, resultado de la valoración crítica de los deseos primarios. Entonces puede contenerlos, canalizarlos de una manera constructiva o descargarlos en actividades que no sean nocivas. Agresivos somos todos, pero las expresiones de agresividad son muy variadas, dependiendo de las características constitucionales de cada individuo, de los procesos de socialización y de las condiciones estructurales en que se desarrollan nuestras vidas. El resultado de las manifestaciones de agresividad es diverso, pero no tanto como para no hallar factores comunes a los distintos grupos sociales. Hombres y mujeres son agresivos, lo que les distingue es el modo de agredir, el objeto, la motivación y las circunstancias. Al mismo tiempo, en el acto de agredir, de maltratar —porque así se desea o porque es el medio para conseguir otros fines, como mantener una posición de superioridad respecto de la persona agredida—, intervienen dos órdenes de factores, los que se derivan del impacto de los condicionantes sociales —económicos, culturales, normativos— y los que podrían ser definidos como actos libres, de la propia voluntad. Si nos centramos en los condicionantes sociales, las agresiones sexistas no son el resultado de desviaciones o patologías, sino la expresión última del sexismo, que se manifiesta precisamente cuando el hombre siente que pierde el control —o no lo ha conseguido tener— de una realidad en que ha sido definido como "el sujeto" de las acciones y, por ello, en su acción se hace visible el modo en que una sociedad está organizada. Asignar al hombre la posición de sujeto, y a la mujer la de objeto, sea de las agresiones o de cualquier otro tipo de interacción, forma parte de las especificaciones de una matriz de relaciones. Las medidas a aplicar y la propia legislación también están condicionadas socialmente, se desarrollan con una lógica sexista que escapa a la conciencia de los actores. Por ello, la propia crítica del sexismo y las medidas que se implementan para evitarlo requieren una valoración de segundo orden. Se hace imprescindible el metaanálisis de las diversas expresiones críticas, de la legislación, de las políticas sociales y de las mismas teorías críticas, ya que los sujetos que las producen son también producto del sexismo que combaten. Buscar los rastros de sexismo que pueda haber en las políticas de igualdad es una medida imprescindible para que los profesionales superen esos condicionamientos a los que nadie escapa y que de un modo inadvertido marcan sus intervenciones.

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VIOLENCIA

VERSUS

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AGRESIÓN

La forma en que se hace referencia a las agresiones de los hombres hacia las mujeres es muy plural, por más que con la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género (22 de diciembre 2004) ha quedado acuñada la expresión "violencia de género". Se utilizan expresiones como "violencia doméstica", "violencia contra las mujeres", "terrorismo doméstico o terrorismo de género". Con menor frecuencia se usan otras como "maltrato doméstico", o "agresiones a mujeres". Por otra parte, el término "agresión" se utiliza muy poco y, además, se toma como sinónimo de violencia. Tradicionalmente, la expresión más generalizada ha sido la de "maltrato doméstico", 2 y su sustitución por "violencia de género" ha sido motivada por la necesidad de indicar que se trata de actos encuadrados en una situación de inferioridad social de las mujeres. Probablemente haya sido esa motivación la que ha llevado al uso desafortunado de "género" como sinónimo de "mujer". Otra forma de indicar el carácter social de estos actos y sus consecuencias estructurales es referirse a los mismos como terrorismo doméstico o terrorismo patriarcal. 3

VIOLENCIA La importancia de los términos radica en los conceptos que vehiculan, por ello, utilizar como sinónimos los términos violencia y agresión, dificulta la reflexión sobre el tema que nos ocupa ya que se pierde precisión conceptual. Según el diccionario de María Moliner, violencia es la utilización de la fuerza en cualquier operación, mantener o realizar las cosas contra su tendencia natural. La violencia es un medio, tiene por tanto carácter instrumental. El móvil de la violencia no es necesariamente causar daño, aunque es posible que se cause, como es posible que se produzca un bien o al menos se persiga producirlo. Se puede violentar una puerta que no se logra abrir, a otra persona que no quiere hacer lo que se le impone, sea luchar por sus derechos o

2 La catedrática de Derecho Penal María Luisa Maqueda (2006) señala la conveniencia de diferenciar la violencia de género de la violencia doméstica, entiende que la primera "apunta a la mujer" y la segunda "a la familia". Como podrá verse más adelante, implícitamente se toma "género" como sinónimo de "mujer". 3 Según lo define Michael Johnson (1995: 284), el terrorismo patriarcal es "un producto de las tradiciones patriarcales del derecho de los hombres a controlar 'sus' mujeres, es una forma de control terrorista de las esposas por sus maridos e implica el uso sistemático, no sólo de la vio-

lencia, sino de la subordinación económica, amenazas, aislamiento, y otras tácticas de control".

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ser sojuzgada, por ejemplo. Uno o una misma se violenta cuando madruga para cumplir un compromiso pese a que desearía continuar durmiendo. Inversamente, con frecuencia se utilizan medios violentos para beneficiarse del trabajo ajeno, para lograr la obediencia, para satisfacerse sexualmente, para humillar y para subordinar. Si nos atenemos a su definición del diccionario, la violencia en sí misma no puede ser condenada ni rechazada éticamente, ya que no siempre es condenable el uso de la fuerza. Serán las motivaciones, los resultados que originan, o las condiciones en las que tienen lugar los actos violentos lo que justifica rechazarlos. Mejorar el mundo requiere una compleja combinación de violencia y adaptación al medio, transformándolo pero también acomodándonos a las condiciones naturales y sociales. La violencia de hoy ejercida sobre nosotros mismos y sobre los demás nos convierte en alguien diferente mañana porque cambia el curso de los acontecimientos. Algo de eso hay en el paso de los deseos de primer orden a los de segundo orden, la ética no deja de ser un ejercicio de violencia ya que experimentamos deseos ambivalentes, queremos cosas que no querríamos querer. Por ello, los deseos entran en conflicto, violentamos nuestros deseos de primer orden cuando satisfacemos los de segundo orden y viceversa. Dependiendo del ámbito en el que actúa existe una diversidad de tipos de violencia: a) la económica, está comprometida con la explotación, la disciplina de trabajo, el acceso a recursos, el desarrollo de las cualidades personales o la organización del tiempo, por citar sólo algunos de sus aspectos más relevantes. b) La violencia simbólica, 4 consiste en presentar los saberes del grupo dominante como los únicos válidos, se orienta a negar legitimidad a las aspiraciones, valores, modos de entender el mundo y prácticas vitales de los grupos subordinados, y se ejerce atribuyendo validez universal a los valores del grupo dominante. Se trata de una violencia en que las armas físicas o económicas se sustituyen por las ideológicas. c) La psíquica, se caracteriza por modificar la conciencia de sí y de las propias capacidades, o la manipulación de los afectos para controlar a una persona. d) Y finalmente, la física. Recordemos que el Estado únicamente reserva para sí el monopolio de la violencia física, mientras que no sanciona negativamente sino que limita el alcance de las restantes formas de violencia mencionadas. 'El uso de la violencia es un fenómeno "normal", en el sentido que forma parte del funcionamiento del orden social y de lo que se trata es de poner-

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El concepto de violencia simbólica ha sido desarrollado por Pierre Bourdieu.

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le límites, para ello la ley incorpora necesariamente violencia legítima. En cuanto a nuestras relaciones con los demás, y con nosotros mismos, no se puede olvidar que los conflictos son un aspecto constitutivo de las relaciones y de la vida psíquica. Con referencia a la violencia de género —y dado que los géneros, como veremos más adelante, tienen carácter estructural ya que se definen como posiciones en un sistema de relaciones económico-sociales y psíquicas—, podemos afirmar que se trata en la mayor parte de los casos de una acción sin sujeto. El hombre es sujeto de la acción en la medida en que persigue un fin con la misma —fundamentalmente dominar a la mujer— y no lo es en tanto la agresión es inmotivada, expresión de un estado emocional que es fruto de una matriz de relaciones psicosociales que condicionan su conducta. Al mismo tiempo, como sujeto ético y, por lo tanto, capaz de reflexionar sobre sus deseos de primer orden y las consecuencias de realizarlos, los gobierna tanto si tienen como origen sus intereses o si son la expresión del modo en que está estructurado. En la exposición de motivos de la Ley Orgánica (1/2004), se define un sujeto de la acción, los agresores, que consideran a las mujeres carentes de derechos: La violencia de género no es un problema que afecte al ámbito privado, al contrario, se manifiesta como el símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad. Se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas por sus agresores carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión. Pero al mismo tiempo se apunta insistentemente que el maltrato, la agresión y el acoso son indicadores, consecuencias y no causa de condicionantes socioculturales, a los que preferiríamos referirnos como "factores estructurales". En esa dirección apunta la posición de la Organización de las Naciones Unidas en la IV Conferencia Mundial de 1995. Existe ya incluso una definición técnica del síndrome de la mujer maltratada que consiste en las agresiones sufridas por la mujer como consecuencia de los condicionantes socioculturales que actúan sobre el género masculino y femenino, situándola en una posición de subordinación al hombre y manifestadas en los tres ámbitos básicos de relación de la persona: maltrato en el seno de las relaciones de pareja, agresión sexual en la vida social y acoso en el medio laboral.

Se puede deducir que las agresiones son fruto de condicionantes, de donde el hombre sólo en parte es sujeto de la acción. Nos interesa destacar

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el valor de símbolo que se atribuye a la violencia de género en la exposición de motivos de la ley. Cuando se elimina el indicador de la desigualdad social de las mujeres en la violencia de género, si esta medida no va acompañada de cambios estructurales —el primer paso es reconocer la condición de paradas a todas las mujeres en edad laboral que en este momento se contabilizan en la población inactiva—, la Ley, queriéndolo o no, es instrumental al patriarcado. Al eliminar el símbolo de la desigualdad social de las mujeres, que son las agresiones a las que se hallan sometidas por parte de los hombres, se eliminan los indicadores del problema pero no el problema. De modo que el patriarcado queda invisibilizado. Los legisladores nos invitan a tomar la violencia de género como estructurante de las relaciones de género. Una estructura de relaciones sexista orienta la conducta de los sujetos en el sentido de confirmar y reproducir la propia estructura. Confirma la estructura porque los malos tratos que reciben las mujeres son consecuencia de relaciones sexistas y la existencia de agresiones evidencia que hay sexismo. Por añadidura reproducen la estructura, porque las agresiones pueden ser un instrumento disuasorid ante la potencial pretensión de establecer relaciones de igualdad con los hombres y mujeres. Ante esta formulación del problema caben dos salidas o una combinación de ambas. Tratar el síntoma del sexismo, tanto como eliminar sus condiciones estructurales. Atendiendo al hecho de que se centra en las víctimas y en los agresores la Ley se dirige a los síntomas, no protege contra la violencia atacando sus causas sino que se centra en sus consecuencias, protege del símbolo no de lo que éste simboliza, eso es lo que deducimos de la definición de su objeto:

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sobre los hombres para que conserven sus privilegios, asociados como están a su virilidad. Las agresiones violentas no son realizadas por un sujeto privilegiado, sino por alguien que ha perdido sus privilegios; la punta del iceberg es la conducta de los hombres que cometen feminicidio, que en muy buena parte de los casos, se entregan a la policía, anuncian públicamente el crimen o se quitan la vida. CUADRO 1 Actuación tras cometer el crimen* Fue detenido Se entregó Se fugó Se suicidó Se intentó suicidar

Número

Porcentaje

38 17 2 7 8

52.78 23.61 2.78 9.72 11.11

* Obsérvese que se da por sentado el calificativo de la acción, al parecer todas las mujeres muertas han sido asesinadas. Fuente: Centro Reina Sofía, Mujeres asesinadas por su pareja, España (2007).

¿Qué móvil tiene el delito en estos casos? ¿Cumplir con mandatos sociales? La muerte de las mujeres y el posterior suicidio o entrega de quienes las matan adquiere los visos de un acto sacrificial cuando el hombre no logra poner a la mujer en su lugar y, por tanto, fracasa en el ejercicio de su poder. De qué otro modo puede interpretarse el hecho de que 95% de hombres que asesinan a sus parejas o ex parejas paguen su delito, sea por que son detenidos, se entreguen, se suiciden o lo intenten.

Artículo 1. Objeto de la Ley 1. La presente Ley tiene por objeto actuar contra la violencia que, como mani-

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festación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia. La violencia de género a que se refiere la presente Ley comprende todo acto de violencia física y psicológica, incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas, las coacciones o la privación arbitraria de libertad.

El término "violencia" se halla frecuentemente asociado al de agresión, que volviendo al diccionario, es derivado de agredir: atacar, lanzarse contra alguien para herirle, golpearle o causarle cualquier daño. Según el desarrollo que hemos presentado del concepto de violencia, sólo una parte de la misma va acompañada de agresiones. Inversamente, sólo parte de las agresiones que se producen concurren en la violencia de género y, por tanto, carecen de carácter instrumental para el sujeto agresor. En estos casos las agresiones tienen un carácter expresivo, son manifestación de un estado emocional, se trata de sentimientos puestos en acción. La violencia exige límites, incluso el uso legítimo de la fuerza debe ser contenido dentro de ciertos márgenes, tanto más cuando no es legítima. La

Dado que es la discriminación, la desigualdad y el ooder lo que se encuentra en juego en los actos de violencia, no hay duda que se trata de conductas interesadas. Al mismo tiempo, interviene la compulsión social

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agresión cuando es expresiva de estados emocionales, además de requerir limites, demanda interpretación. La interpretación de los actos irreflexivos permite sustituir la acción por la palabra, transmitir lo que se siente mediante discurso en lugar de hacerlo, dado que poner en acto lo que se siente indica la pérdida del discurso. La potencia desactivadora de la interpretación de los actos compulsivos ha quedado más que demostrada por el psicoanálisis. Nos atrevemos a añadir que el daño que causan las agresiones compulsivas es una expresión del sufrimiento que padece el sujeto agresor; con excepción de sujetos con tendencias sádicas, para los que la acción está motivada por la búsqueda del placer. La cuestión es obvia: ¿qué les duele a los agresores para que causen tanto dolor? A continuación se presentan algunos ejemplos recogidos de los medios de comunicación españoles en los años 2008 y 2009, en los que se indica que el acto no es tanto instrumental —orientado a la consecución de alguna ventaja—, sino sacrificial, una especie de ofrenda para compensar su fracaso ante el mandato de virilidad a que se ven sometidos los hombres. Se presentan frente a la comunidad como asesinos: " [...] tras matar a tiros a su esposa, de la misma edad, en el domicilio familiar y confesar el crimen a varios clientes de un bar del municipio, han informado fuentes de la Guardia Civil" (03/04/2009). O bien se entregan a la policía: Fue el propio arrestado quien, unas horas después de cometer el crimen, alertó a la policía de que había dejado el cadáver de su pareja cerca de un peaje de la autopista AP-7, a la altura de Torredembarra (Tarragona). Después, acudió a una comisaría de policía, donde se entregó (16/03/2009). Una mujer de 35 años ha muerto este viernes en su domicilio del distrito madrileño de Villa de Vallecas apuñalada presuntamente por su marido, de 36 años, quien tras los hechos se ha entregado a la Policía (20/02/2009). Una mujer ha fallecido asesinada en Torá (Lleida) a manos de su compañero, que ha avisado a los Mossos d'Esquadra de su crimen (18/12/2008). Un hombre de 43 años de la localidad coruñesa de tambre ha asesinado a la madre de su hija y se presentó anoche con el cadáver de su ex pareja, de 30 años, en el cuartel de la Guardia Civil (11/11/2008). Un joven de menos de 20 años se ha presentado en comisaría y ha confesado haber asesinado a su novia, también menor de 20 (07/08/2008).

Se intentan suicidar o se suicidan:

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Lo más escalofriante es que, al parecer, su propio marido la había estrangulado y después se había intentando suicidar lanzándose al vacío desde una terraza interior (09/03/2009). Un joven de 27 años mató ayer a puñaladas a su esposa en Los Pajaritos e intentó luego quitarse la vida arrojándose por la ventana desde un cuarto piso (11/02/2009). La policía local recibió una llamada que alertaba de que en una vivienda se estaba produciendo un altercado y los agentes que acudieron al lugar comprobaron que la víctima tenía al menos una puñalada en el corazón, mientras que el agresor presentaba una en el cuello (05/02/2009). El hombre, un ex guardia civil de 51 años, presuntamente propinó cuatro cortes profundos a su mujer, de 41, antes de suicidarse, y que ambos murieron desangrados (15/10/2008). [...] Este crimen machista se produce dos días después de que un vecino de Vilafranca del Penedés (Barcelona) degollara a su ex mujer y, al día siguiente se suicidó atándose una bolsa de plástico en la cabeza. Un hombre de nacionalidad rumana, M.S., de 52 años de edad, se suicidó, este domingo por la noche, presuntamente después de haber matado a su pareja sentimental (28/07/2008). El delegado del Gobierno en Murcia, Rafael González Tovar, afirmó hoy, en una rueda de prensa que se convocó con carácter urgente, que el parricida de Yecla que mató a su mujer y dos hijos, menores, se suicidó en presencia de la Policía Nacional, una vez que los agentes del citado Cuerpo llegaron al lugar del suceso (11/07/2008). Un hombre de 43 años ha matado hoy a su esposa, de 39, y a sus dos hijos, de 4 y 6 años, con un arma blanca, al parecer un cuchillo, y luego se ha suicidado en la localidad murciana de Yecla, ha informado la Delegación del Gobierno en Murcia en un comunicado (11/07/2008).

O no intentan evadir la acción de la justicia: [...] el individuo estaba de baja de su puesto de trabajo y fue detenido en el domicilio inmediatamente después de los hechos [...] Así, mientras una de las patrullas que acudió al lugar atendía a la hija, los otros agentes accedieron al domicilio y encontraron al presunto agresor junto a su esposa en la cama (24/12/2008). [...] asestó 11 puñaladas a su ex pareja, de la que llevaba separado cerca de un año. Poco después de la agresión, la Guardia Civil detuvo en el lugar de los hechos al presunto autor del crimen, que pasó a disposición judicial (23/09/2008).

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En el mismo domicilio donde se ha localizado a la mujer ha sido detenido su marido, de 72 años, que presentaba también diversos cortes, posiblement e producisélm,egúnaErtzi(16/082).

Todos estos ejemplos, extraídos de los medios de comunicación, no nos hablan de ejercicio del poder sino de la desesperación, y por más que contribuyen a confirmar la capacidad de los hombres de causar daño a los demás y a sí mismos no pueden ser calificados de actos de un patriarca, sino actos que indican el fracaso de una relación patriarcal.

VIOLENCIA Y AGRESIÓN COMO HECHOS RELACIONALES La narración de los hechos relativos a la violencia o a la agresión se caracteriza por definir un sujeto y un objeto, en la propia ley de violencia de género el objeto son las mujeres y el sujeto sus agresores. Sin embargo, si nos movemos en el marco conceptual del género, y dado que este es el resultado de un cierto modo de estructurar las relaciones, se impone analizar tanto la violencia como las agresiones, considerando las dinámicas entre los actores involucrados. Afirmar que estos actos tienen marca de género quiere decir que las relaciones de género potencian formas específicas de violentar y agredir, no sólo en los hombres, sino también en las mujeres. Para agredir y violentar no es suficiente con querer, también se ha de poder, lo que supone una relación asimétrica, y las asimetrías de género no se limitan a las existentes entre las mujeres y los hombres, también se dan en las relaciones de cuidado. Una prueba de que la relación de cuidado es una relación de poder es el hecho de que según el informe SOCCARE (una investigación sobre el cuidado social a personas dependientes, financiado por la Comisión Europea), entre las distintas opciones de cuidado se prefiere recibir dinero del Estado para contratar directamente a las personas cuidadoras y así poder controlar la relación. Si reconocemos, tal como lo indica el Libro Blanco de la Dependencia, que el cuidado de personas dependientes —en particular viejos y enfermos crónicos— causa malestar en quienes les cuidan, generalmente las mujeres, no es difícil imaginar que en éstas se activen sentimientos agresivos en el ejercicio de las funciones de género que se les asignan socialmente. 5 Podemos definir como agresiones de género

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las que se producen entre mujeres y hombres, pero también lo son las que tienen lugar entre las mujeres y quienes son objeto de sus cuidados. 6 Es de esperar que en las cuidadoras se despierten sentimientos ambivalentes hacia quienes reciben sus cuidados que les induzcan, ocasional o sistemáticamente, a agredirlos o violentarlos. Por otra parte, la división sexual del trabajo, que desarrolla en las mujeres atención a las necesidades ajenas y compulsión a satisfacerlas, y en los hombres conductas proactivas, crea condiciones de posibilidad para las agresiones y la violencia. ? Podemos también referirnos a la violencia de género de las mujeres hacia los hombres, orientada a confirmar la división sexual del trabajo, cuando las mujeres ridiculizan a sus parejas porque no ganan suficiente dinero.

ENCUADRES Y PERSPECTIVAS TEÓRICAS EN EL ESTUDIO DE LA AGRESIÓN/VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES 8 Hay que consignar que tanto los encuadres como las perspectivas teóricas utilizadas están condicionados por el sexo del investigador, lo que indica que se trata de un objeto de estudio dotado de una considerable carga emocional e ideológica. Los principales encuadres son los siguientes: a) La violencia contra las mujeres no tiene características particulares. b) Sólo una parte de la violencia contra las mujeres está relacionada con el sexismo. c) Es una problemática específica enraizada en el sexismo. d) Se coincide en el uso del concepto de violencia, habiendo escasas referencias a problemas de salud. En cuanto a los comportamientos que les resultan más molestos a las cuidadoras, el primero es la agresividad física o verbal. 6 Las agresiones a personas dependientes por parte de sus cuidadores ya ha sido objeto de atención para la literatura científica, Steinmetz (2005) hace un recorrido de los estudios realizados sobre el particular. Sin embargo, en ninguna de las investigaciones revisadas se toman en consideración que los factores comprometidos están vinculados al sexismo. 7 En una investigación sobre la capacidad de identificar el maltrato y el cuidado entre estudiantes de secundaria y universitarios, la autora detectó que estos estudiantes caracterizan a los victimarios como personas proactivas, que saben lo que quieren, asertivas, mientras que las víctimas quedaron caracterizadas como personas que se preocupan por los demás e intentan satisfacerlos. Lo que cabe destacar es que ninguno de los rasgos mencionados comporta por sí mismo agredir o recibir agresiones, sino que es la relación entre

Según el Libro Blanco de la Dependencia, 83.6% de las personas cuidadoras son mujeres, de las cuales 76.2% están casadas, 52.1% se dedican a las tareas del hogar, y 56% reportan 5

personas con unos u otros rasgos la que propicia que se produzcan. 8 En este apartado utilizaremos cursivas para el término violencia, dado que lo usamos en el sentido dominante y no en el que hemos sugerido en los apartados precedentes.

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la agresión. Los distintos marcos se pueden situar en un continuum que va desde la negación del sexismo a la consideración de que se trata de una problemática social mayor. En cuanto a las perspectivas teóricas utilizadas, responden al hecho de que las ciencias sociales son multiparadigmáticas, que no hay una teoría social, sino varias teorías, y que la adscripción a una u otra corriente no obedece únicamente a la lógica científica, sino que se orienta por los compromisos éticos y políticos del investigador o la investigadora. De entre las diversas corrientes teóricas, las más presentes en la investigación sobre violencia de género son la funcionalista y la crítica feminista. La perspectiva funcionalista supone la existencia de un cierto orden social que es condición de necesidad del bienestar humano, en tanto define la sociedad como si se tratara de un organismo vivo. Sus desarrollos son una aplicación de la fisiología a la sociedad y, por ello, los conceptos de "normal" y "patológico" ocupan un lugar central, donde las conductas distintas de las normativas son diagnosticadas como patologías sociales o psíquicas y el objetivo es la recuperación del buen funcionamiento. Esto comporta abordar ta violencia mediante la intervención de profesionales de lo que podríamos denominar "la salud social", como policías, jueces, abogados, psicólogos, educadores, etcétera. En cambio, para la crítica feminista, cuya raíz está en la teoría crítica, el llamado orden social es el resultado de la dominación y la opresión de los grupos carentes de privilegios; lo que se define como buen funcionamiento social es la estabilidad del orden jerárquico y, finalmente, no es el orden sino el conflicto lo que caracteriza la vida social. Desde la crítica feminista se considera que la violencia es un hecho característico del patriarcado, es normal, no una patología, y sirve al objetivo de sostener las relaciones de dominación entre mujeres y hombres. La intervención sobre la violencia va orientada a potenciar cambios estructurales, fundamentalmente la eliminación de la división sexual del trabajo. La Ley Orgánica 1/2004 ofrece una visión de la sociedad y de las conductas de los individuos a medio camino entre uno y otro encuadre teórico: en tanto reconoce la existencia de un sistema de opresión de las mujeres, adopta una perspectiva crítica, y, al mismo tiempo, en el articulado, en tanto los actos de violencia son constitutivos de delito que requiere la intervención de profesionales adopta una orientación funcionalista. Hay un factor adicional que interviene en el modo en que se estudia la violencia de género, se trata del sexo del investigador. El metaanálisis de las investigaciones sobre el tema pone en evidencia los siguientes hechos: a) En los estudios realizados por hombres se diferencia la violencia contra las mujeres como una problemática específica de la violencia como hecho gene-

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por tanto, también afecta a las mujeres, y se atiende además a la de las mujeres hacia los hombres. b) En los estudios realizados por violencia mujeres predominan las referencias a la subvaloración de la frecuencia con que tienen lugar los actos de violencia de los hombres a las mujeres, tienden a estar centrados en la mujer como víctima y en el hombre como victimario, y no hacen estudios comparativos mujer/hombre. A pesar de la diversidad de aproximaciones teóricas y metodológicas, destaca que prevalece el uso del término violencia respecto del de agresión, no se diferencian conceptualmente la una de la otra, y, por lo tanto, caen en un mismo saco los actos que tienen móvil —y un sujeto de la acción— y los que carecen de sujeto de la acción —agresiones inmotivadas y fruto de una compulsión a causar daño—. Entendemos que esta falta de precisión conceptual dificulta situar el problema en sus justos términos y favorece que no se consideren los factores sociales de carácter estructural que intervienen de manera decisiva en las relaciones mujer/hombre.

ral

y que,

CARACTERÍSTICAS ESTRUCTURALES DEL SEXISMO

Son dos los niveles estructurales que deben ser tomados en consideración. La estructura socio-económica y la estructura psíquica. Entendemos por estructura una matriz de relaciones entre posiciones, psíquicas o sociales, que crea relaciones de necesidad entre las mismas, y sólo es viable en la medida en que sean ocupadas por distintos sujetos. La posición social hombre es viable por la existencia de la posición mujer, y ambas posiciones quedan definidas por la división sexual del trabajo. De modo equivalente, la posición psíquica masculina es viable y se sostiene por la existencia de la posición psíquica femenina. En cuanto al género, remite principalmente a la bimodalidad existente tanto en la dimensión social como en la psíquica, que no causan pero sí apuntalan las diferencias anatómicas sexuales. Cuando decimos que una sociedad es sexista nos referimos a que las posiciones sociales se atribuyen en función del sexo asignado a cada individuo, el que aparece en la tarjeta de identidad, y no tanto en función de capacidades supuestamente asociadas a factores genéticos u hormonales. Es por ello que la propia clasificación sexual forma parte del género. Adicionalmente, si nos apoyamos en las aportaciones de la biología podemos convenir que lo que caracteriza no ya a los seres humanos sino a la totalidad de los seres vivos es que se trata de entidades abiertas. Por ello, las características físicas que desarrolla cualquier organismo vivo son el resultado combinado de factores internos del propio organismo y de factores externos. El medio, además de

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ser el lugar en el que vive el organismo, es un elemento fundamental que contribuye a su configuración y desarrollo. En el caso particular de los seres humanos hay que añadir que el medio en el que se desarrollan y contribuye a producirlos como lo que son es en parte el resultado de sus acciones. A su vez, estas acciones son parcialmente determinadas por su voluntad y conciencia, sólo que en condiciones que no ha elegido sino que le han venido impuestas; y, al mismo tiempo, sus acciones modifican el medio del que depende para su existencia. Dado que el organismo es el producto de sus relaciones con el medio las propias características físicas, el sexo, están marcadas por el género. No se nos escapa, entonces, la inconsistencia de una concepción que refiere el género a las características psicosociales del individuo y el sexo a las anatómico-fisiológicas; de lo que se seguiría que cada individuo es el resultado de la confluencia de un cierto sexo con un cierto género. Sexo y género se presentan de un modo inseparable. No es riguroso justificar la división sexual de la sociedad ni las preferencias y modos de comportamiento de mujeres y hombres apelando a las diferencias sexuales, porque la propia clasificación sexual contribuye a producirlas. En cierto sentido podemos afirmar que hay mujeres y hombres porque hay sexismo, y no que haya sexismo porque hay dos sexos. Las características orgánicas crean condiciones de posibilidad y también marcan límites al devenir humano, cuestiones como la fuerza, la resistencia, la inteligencia, la voluntad y, por qué no, la agresividad, no vienen dadas, se desarrollan y orientan bajo ciertas condiciones. Por ello, afirmamos que las mujeres y los hombres no son entidades apriorísticas, anteriores a las condiciones sociales, sino efectos de un medio sexista sobre los individuos. Por otra parte, en lo que cada persona va siendo confluyen elementos biográficos e históricos. A la recombinación genética que nos hace diversos hay que añadir el impacto del momento y lugar en el que se desarrollan nuestras vidas, y los hechos particulares de cada biografía. Desde el punto de vista puramente descriptivo, es tal la variabilidad humana que se escapa a todo intento de clasificación, ahora bien, desde el punto de vista analítico, cuando construimos categorías clasificatorias con el fin de explicar la realidad renunciamos a describirla en sus detalles y asumimos que en las mismas no caben todas las posibilidades. Lo que se busca es desarrollar conceptos que permitan entender por qué las cosas son como son. Cuando decimos que las mujeres/hombres hacen, desean, tienen, pueden, esto o lo otro, nos referimos a que la desigualdad social de las mujeres se explica porque hay un alto grado de probabilidad de que las mujeres y los hombres sean como las enunciamos, sabiendo al mismo

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tiempo que no todos son así, o no lo son siempre, pero sí lo suficiente corno para que la desigualdad permanezca.

ESTRUCTURA SOCIOECONÓMICA

La estructura socioeconómica se refiere principalmente al modo en que las personas producen sus vidas y al tipo de relaciones sociales que establecen para producirlas. Es la estructura patriarcal 9 en la medida en que se basa en relaciones de explotación sexual y económica apuntaladas en las diferencias de sexo y edad. Las relaciones estructurales entre mujeres y hombres producen una transferencia sistemática de los recursos que producen las unas a los otros. Es cierto que muchas mujeres son dependientes de los ingresos de su pareja; 1° ahora bien, eso no se debe a que sean improductivas, el aporte de trabajo doméstico y el cuidado de las personas es un recurso fundamental para los hombres, les facilita una infraestructura doméstica que potencia sus actividades laborales remuneradas, permitiéndoles una disponibilidad laboral y una fuerza motivacional que es inversa a la situación de las mujeres cuando se integran en el mercado de trabajo, ya que éstas además de carecer de esta infraestructura doméstica han de proveérsela a los hombres. No

9 "Entendería por patriarcado una estructura de relaciones sociales que se apoyan en las diferencias físicas de edad y de sexo y al mismo tiempo las dota de significado social por lo que quedan reificadas y producen subjetividades. Su fundamento son relaciones sociales de explotación sexual y económica que hallan su expresión política en el poder personal y/o social de los patriarcas. Aunque se basa en la explotación, por tanto en acciones humanas

que tienen consecuencias materiales objetivas, los actores del drama se separan emocional y cognitivamente de sus propios productos. El resultado es que toman las diferencias entre sexos y generaciones fruto de las relaciones que establecen, como anteriores a esas relaciones y por ello autónomas. Me resulta imposible hacer una definición más precisa del patriarcado, porque comportaría caer en sesgos etnocéntricos, ya que a pesar de las diferencias históricas y geográficas, hay un mínimo común denominador, la pérdida de control económico de los productos de las mujeres y la decisión arbitraria sobre el ingreso en la edad adulta, sobre la que no tienen control los propios sujetos. Dado que se refiere a dos dimensiones económicas, la social y la libidinal, el patriarcado está dotado de una infraestructura doble, la social y la psíquica inconsciente, por lo que los procesos de transformación de la relaciones patriarcales entrañan dificultades añadidas, ya que cuestiona la raíz misma de la identidad de las personas, y no sólo el lugar que ocupa en el mundo" (Izquierdo, 1998: 223-224) 10 Según la Encuesta de Estructura Salarial de 2002, por término medio, los salarios de las mujeres son 26.7% inferiores a los de los hombres.

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debe confundirse la carencia de ingresos, o la obtención de los mismos en niveles inferiores a los necesarios para cubrir las necesidades, con la improductividad, las mujeres adultas —tengan o no un trabajo remunerado— son socialmente responsables del trabajo doméstico. Esa transferencia de recursos que se traduce en disponibilidad de tiempo no solo empobrece a las mujeres, sino que sustenta el poder de los hombres sobre ellas. El concepto de explotación permite presentar la subordinación de las mujeres a una luz distinta del concepto de dependencia, porque la enraíza en la esfera de las relaciones económicas; la subordinación no es atribuible a que las mujeres sean incapaces de producir sus medios de vida, sino a que transfieren a los hombres una parte de los recursos que producen y precisamente porque los transfieren. Se trata de una explotación de carácter patriarcal porque es la relación cabeza de familia/ama de casa» y ser hombre o mujer, la que fundamenta la explotación. El hecho de que en caso de separación o divorcio sea frecuente que las mujeres reciban una pensión compensatoria es un reconocimiento implícito de esa relación de explotación. La resistencia de algunos hombres a pagar esa pensión al punto de abandonar su trabajo para poder declararse insolventes, además de tener como motivo obvio no renunciar a una parte de sus ingresos, tiene un trasfondo de resistencia a admitir la naturaleza económica de la relación que hasta el momento de su separación mantuvieron con su pareja y los beneficios que obtuvieron, ya que se presenta de un modo descarnado lo que en el fondo se sabe, que el amor no lo explica ni lo justifica todo. En su vertiente social, la relación de explotación entre las mujeres y los hombres se evidencia en la segmentación del mercado de trabajo, las mujeres ocupan el segmento laboral peor retribuido y en el que se abocan menos recursos sociales, formativos o técnicos. Al mismo tiempo se da la transferencia de recursos de unos sectores a los otros, de modo que las personas que ocupan los segmentos masculinizados se benefician indirectamente de las malas condiciones de trabajo de los feminizados, sean hombres o mujeres quienes los ocupen. Según el modelo dominante se pretende que la supervivencia no es posible sin la producción de bienes, sean materiales o inmateriales, por lo que el cuidado de las personas se subordina a la producción de los medios de vida. Los fines, la producción y el cuidado de la vida humana, quedan subordinados a la producción de los medios de vida, 11 Según la Encuesta de Población Activa de 2007, 66.4% de las personas entre 16 y 69 años que ocupan la posición de cónyuge en la familia son mujeres. Y la proporción es todavía más alta en las edades más tempranas, por ejemplo, para el intervalo entre 20 y 24 años,

la proporción de cónyuges que son mujeres es de 80.9%.

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por lo tanto a los medios. En cuanto a la administración de lo público, el cuidado de la vida pasa a ser una actividad residual, en el sentido de que se privatiza mediante su asignación a las mujeres en relaciones de producción familiares. Tanto las relaciones económicas de mercado como las relaciones económicas no mercantiles, y por añadidura la administración de la cosa pública, crean la posición de dominación de los hombres sobre las mujeres mediante la explotación de las primeras. Se trata de un sistema de transferencia del trabajo de las mujeres a los hombres en que la familia, el mercado y el Estado se refuerzan recíprocamente. Lo que anuda el sistema es el cuidado de las personas dependientes; esta actividad se caracteriza por el empleo intensivo del factor trabajo, poco susceptible de mecanización, por lo que la solución más económica es descualificarla para que los costos de este sector sean lo más bajos posible, o bien asociar su desarrollo a factores emocionales, suponiendo que no se trata propiamente de un trabajo sino de un acto de amor. Efectivamente, constatamos que el sector de servicios se caracteriza por la precariedad en el empleo, los bajos salarios y la desregulación, también que cuando estas actividades se desarrollan en el espacio doméstico no se contemplan como actividad económica, las personas que las desarrollan son clasificadas como población económicamente inactiva; 12 lo que crea la ilusión de que las amas de casa no son productivas, sino económicamente dependientes de los hombres. En cambio, sí se da una relación de dependencia financiera de la mujer respecto del hombre, total en el caso de las amas de casa y parcial para la mayoría de las mujeres que trabajan, dado que sus ingresos son inferiores a los de los hombres. No obstante, no debe confundirse la dependencia económica con la financiera; la económica implicaría improductividad, mientras que la financiera indica que muchos hombres se encuentran en una posición privilegiada respecto del acceso a los ingresos. Dado que el acceso a los bienes —que luego transformará la mujer mediante el trabajo doméstico— depende de la disponibilidad de ingresos, la dependencia de la mujer respecto del marido es radical, situación que favorece que éste considere a la mujer como algo suyo porque su subsistencia misma depende de los ingresos que él provee.

12

Según la Encuesta de Población Activa de 2007, son mujeres 83% de las personas inactivas que ocupan en la familia el lugar de cónyuge, mientras que 17% son hombres.

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ESTRUCTURA PSÍQUICA

Entendemos la estructura psíquica en un doble sentido: respecto del sujeto es el modo en que se configura el deseo y el modo en que se realiza; pero al mismo tiempo la estructuración del sujeto —dado que se realiza en relaciones intersubjetivas— solo es viable en la medida en que su posición en el deseo y en la acción respalde la de los sujetos con los que entra en relación, sosteniéndose recíprocamente. Existe una confianza generalizada en la educación como medio para cambiar las subjetividades, en ella subyacen dos supuestos: para cambiar la sociedad hay que cambiar a las personas, y el sujeto de cambio son los educadores. Sin embargo, la educación tiene un impacto superficial en la subjetividad, ya que el factor principal de la estructuración psíquica es la identificación, particularmente en los primeros años de vida. Los supuestos de este planteamiento son que para cambiar la subjetividad hay que cambiar la sociedad y que el sujeto activo es la propia persona. Al afirmar el papel preeminente de la identificación en la configuración de la subjetividad se entiende que lo que se transmite no es lo que se dice sino lo que se hace, que los progenitores son las figuras de referencia para las niñas y niños, y que cuando lleguen a la edad adulta, replicarán en buena medida los modos de hacer y de desear de las figuras identificatorias. La sociedad no cambia diciendo que alguien la cambie o diciendo que las generaciones futuras lo hagan, se cambia cambiándola. La superación de los patrones de género en los jóvenes depende de que los adultos los hayan superado. Por lo que se refiere a la subjetividad de género, las personas estructuradas con arreglo al tipo hombre desean a las mujeres y desean conseguirlas y poseerlas, poniendo en juego su vida si es preciso. No es extraña entonces —por inaceptable que resulte— la reacción de matarlas y matarse cuando se está en riesgo de perderlas. Por extensión, implica una orientación al logro y una disposición combativa que en ocasiones es poco cuidadosa de las consecuencias de los actos. Ambas indican un empobrecimiento libidinal, dado que la energía se desplaza al mundo exterior, debilitándose la atención a la propia persona. 13 En cambio, las personas estructuradas con arreglo al tipo de mujer desean ser deseadas. Como nos advierte Sigmund Freud en Introducción al nar-

13 Lo que se evidencia en el hecho de que los hombres son amplia mayoría entre los suicidas (75.6%), entre las víctimas de homicidio (74.7%) y también entre los homicidas (94.4%) (INE, Defunciones según causa de muerte, 2005).

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cinismo, la otra cara del deseo femenino es que las personas que se ajustan a este tipo sólo son capaces de quererse en la medida en que son queridas. Esm ca tobsi, eo traduce en que sean poco hábiles para negociar ingresos, y que, en necesiten de la aprobación y el reconocimiento, lo que las pone a disposición de las personas con las que se relacionan. En términos metafóricos las mujeres son pescadoras y los hombres cazadores. Ellas esperan atraer, ellos conseguir, es un juego de poder en que la pieza espera pescar al cazador. Ellos quieren tenerlas controladas, y ellas controlarlos. La entrega de la mujer al hombre es sólo ficticia, porque confía en que el deseo de éste le permita conseguir cosas, una posición social, seguridad financiera, hijos. Por ello, respecto de la acción, los hombres tienen una posición activa y las mujeres pasiva; ellos hacen, ellas hacen que se haga. Situación cuyas consecuencias se expresan descarnadamente en el siguiente chiste: "—Pero hombre, ¿por qué le pegas a tu mujer? —Yo no sé, pero ella sí." También se expresan en el hecho de que los violadores insisten en afirmar que ellas querían y los maltratadores en decir que ellas les provocaron. La imagen en negativo de la desigualdad social de las mujeres es la instrumentalización del deseo de los hombres hacia ellas, que se refleja en el dicho "tiran más dos tetas que dos carretas". Por lo que respecta a la agresividad, característica común a hombres y mujeres, adopta distinta disposición en las unas y en los otros. En principio, la agresividad en los hombres acostumbra ir dirigida al exterior, a la eliminación de los obstáculos, a la realización de sus deseos, o a los que rivalizan con ellos para realizarlos. 14 En el caso de las mujeres, se orienta a eliminar aquellas características que hacen más valiosas a las otras mujeres, por lo que el sentimiento que la activa es la envidia, o bien se dirige hacia el interior, manifestándose en el sentimiento de culpa, en no ser merecedoras de amor. 15 Ahora bien, las diferencias, dado que son de género y no causadas por factores hormonales, únicamente tienen carácter estadístico, pudiendo hallarse mujeres con disposiciones comunes a los hombres y hombres con disposiciones comunes a las mujeres. 16

14 Un

indicador de esta disposición es el interés de los hombres por las actividades de-

portivas, que se orientan fundamentalmente a ganar. 15 Se manifiesta en la preferencia de las mujeres por el aeróbic, respecto de los deportes. 16 Siguiendo con las actividades físicas como indicador, podemos observar que los hombres son mayoritarios en las salas de máquinas de los gimnasios, diríamos que manifiestan en forma masculina una disposición femenina, y aunque las mujeres sean minoría en las actividades deportivas de competición también las practican.

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LAS CONTRADICCIONES ESTRUCTURALES La confluencia entre amor romántico y división sexual del trabajo propicia que el matrimonio se convierta en una unión de carácter fusional, por la que la familia adquiere cualidad orgánica: entre los dos, y los dos con la descendencia, se forma un todo del que la cabeza es el hombre. De este modo, la unidad mínima no es el individuo, sino la familia. Los miembros que la componen arrinconan sus proyectos individuales para construir un proyecto común que les sujeta a las reglas del deber. Pero si socialmente es el hombre el cabeza de familia, en el orden del deseo lo es la mujer, lo que favorece que sienta como propios los logros sociales —particularmente laborales de éste—, y atribuibles a su capacidad de orientar y estimular a su marido. Esa contradicción se traduce en una lucha de poder entre los miembros de la pareja que se hace evidente cuando se produce el divorcio; tanto el hombre como la mujer sienten que la familia que tienen es una extensión de ellos mismos. También se produce una segunda contradicción, el proceso de democratización conlleva poner en el centro de las aspiraciones sociales la libertad, mientras que —como acabamos de decir— la regla que prevalece en las relaciones familiares es la del deber; de ahí que si en términos sociales, la regulación del divorcio sin causas es un indicador de democracia, en términos de la lógica familiar, la disolución del matrimonio es equivalente a la destrucción de un organismo o a su mutilación. ¿Cómo puede un hombre que se concibe como cabeza del organismo familia, procesar emocionalmente el hecho de que su mujer solicite el divorcio porque ya no quiere continuar viviendo con él? ¿Cómo si ella forma parte de su familia, siendo él la cabeza de esa unidad, consentir que ejerza su voluntad libremente? En ese momento y movidos por imaginarios opuestos se pone en marcha una lucha a muerte entre la una y el otro para quedarse con la familia y el patrimonio. Un organismo no se puede separar porque es la muerte; en todo caso, puede ser inevitable someterlo a mutilaciones cuando una de sus partes lo pone en peligro, pero ello significa definir como dañina la parte objeto de mutilación ¿Cuál de las dos, el hombre o la mujer? Una tercera contradicción es que al formar la familia su cabeza es el hombre, pero al producirse el divorcio, es la mujer quien pasa a ser cabeza de familia. Es más, es precisamente ella quien suele poner en marcha el divorcio, por lo que pone en cuestión el poder del hombre en una cuestión tan fundamental como es el futuro de la familia y, además, a expensas de él. Las mujeres son mayoría entre los solicitantes del divorcio, si nos limitamos a los casos en que se dispone de información sobre el sexo del cónyuge que ,

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CUADRO 2

Separaciones y divorcios según cónyuge que presenta la demanda y cónyuge que paga pensión alimenticia a hijos Esposa 38035 28.7 30.4 62.5 1 706 1.3

Esposo 22786 17.2 18.2 37.5 5 9371 44.8

Ambos 64233 48.4 51.4

NC 7538 5.7

Separaciones o divorcios Porcentaje del total de casos Porcentaje de los casos con información Porcentaje por sexo 6 9193 2 322 Cónyuge que paga la pensión 52.2 1.8 Porcentaje del total de casos 3.7 93.6 2.7 de los casos con información Porcentaje Estadísticas judiciales 2004. Estadística Judicial Civil. Juzgados de Familia y Fuente: INE, Primera Instancia (Elaboración propia.)

lo pide, esto es 62.5%. En cambio, los hombres que pagan pensión son una mayoría abrumadora, 93.6 por ciento. Por otro lado, lo que está en juego sobre todo en situaciones de maltrato, es quién se queda con qué, y las mujeres —en la mayor parte de los casos— se quedan con recursos, vivienda y descendencia. Todo este panorama ratifica el poder que subyace en las relaciones de pareja y la posición inicial de inferioridad de las mujeres, que en cierto modo queda compensada cuando se produce el divorcio. Sin embargo, se trata de una compensación que no resuelve el conflicto, ya que la inferioridad social de las mujeres es atribuible al conjunto de la sociedad, y quienes las compensan son hombres concretos, sobre los que recaen las consecuencias de un orden social desigual.

CUADRO 3

Tipo de medidas civiles adoptadas por los JVM en los tres primeros años de funcionamiento a través de orden de protección o de otra resolución Total Tipo de medida 32.4 Prestación de alimentos 30.5 Atribución de vivienda 11.2 Suspensión de guardia y custodia 5.9 Suspensión de régimen de visitas 1.0 Permuta de vivienda 0.7 Protección al menor 0.6 Suspensión de patria potestad 17.6 Otras 58.966 Total Fuente: Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género, Consejo General del Poder Judicial. Datos estadísticos judiciales en aplicación de la L.O. 1/2004. Resumen de los tres primeros años de Ley Integral (elaboración propia).

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INCERTIDUMBRES CONCEPTUALES

La cuarta contradicción está relacionada con la concepción actual de la ciudadanía en las democracias occidentales, que es de origen liberal. La sociedad se presenta como resultado del acuerdo entre individuos libres e iguales, a diferencia de las sociedades tradicionales que se ajustaban a una concepción organicista basada en un orden jerárquico en que los vínculos se sostenían en el deber. Mientras que la concepción democrática del orden social parte del principio de autonomía, la tradicional tiene como principio que los seres humanos son dependientes. Evidentemente, no puede afirmarse que la implantación de un orden democrático venga dada porque desaparezca la dependencia, los seres humanos no tenemos capacidad de decisión sobre nuestro nacimiento, llegamos a la madurez en la medida en que otras personas se ocupen de nosotros, a lo largo de nuestra vida se presentan momentos en que necesitamos de cuidados ajenos, incluso hay personas que los requieren de manera permanente y, finalmente, si llegamos a la vejez volvemos a requerir cuidados. Por lo tanto, no es sólo la libertad sino también la necesidad, y con ella el deber, la base de la ciudadanía. Pero el vínculo de la necesidad pasa a ser la sustancia básica del orden familiar, de ahí que si a la sociedad se le confiere el carácter de un contrato, la familia en cambio se concibe como un organismo. Hallamos un indicador de la cualidad orgánica atribuida a la familia en el Artículo 35 de la Constitución Española de 1978: "Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través de trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo." El trabajo remunerado es un deber de ciudadanía y un derecho que entraña satisfacer las necesidades de la familia, implícitamente se equipara ciudadano a cabeza de familia, de donde no es arriesgado afirmar que los ciudadanos son cabezas de familia y que, por lo tanto, no se prevé que los medios de vida de las personas dependientes los aporte el conjunto de la ciudadanía, sino los cabezas de familia. Al mismo tiempo se contempla la posibilidad de que las mujeres sean ciudadanas, por lo que el artículo no contiene elementos sexistas pero sí patriarcales. Dado que no se puede discriminar por razón de sexo, la posición de cabeza de familia puede ser ocupada por hombres o mujeres, es patriarcal, pero no sexista. Si la entrada al matrimonio se hace por una puerta, la del poder de los hombres sobre las mujeres, se hace por otra bien distinta. El cabeza de familia queda desposeído de su patrimonio por una parte, y se revela en toda su crudeza la naturaleza económica del matrimonio, que no se hacía evidente previamente, ya que la única respuesta socialmente aceptada es casarse por

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amor; el amor justificaba hasta entonces que las mujeres dieran prioridad

máxima al cuidado de la familia y que los hombres sacrificaran sus proyectos pa ra dotar a la familia de estabilidad financiera. ¿Cuánto se espera del matrimonio para estar dispuestos y dispuestas a esos sacrificios? ¿Cuánta agresividad se desata cuando las expectativas se frustran? ¿Cuál es la desembocadura de la ambivalencia afectiva de quien renuncia a todo por amor a su familia en un entorno en que el individuo, sus deseos y su libertad son el centro de la organización política?

ALGUNAS CONSIDERACIONES FINALES Nos enfrentamos a una paradoja, mientras que la violencia contra los maltratadores es instrumental, las agresiones de los maltratadores en la mayoría de los casos son expresivas. A qué intereses obedece la atención prestada a las agresiones a mujeres, por qué no se concibe que otras agresiones como las de las personas cuidadoras alas dependientes como violencia de género, por qué se califica de maniobra de distracción la mención a agresiones en sentido inverso, por qué si lo que preocupa es la violencia de género, no son objeto de protección las personas que ocupando una posición femenina en parejas homosexuales son objeto de agresiones. Los etiquetados como "hombres violentos" visibilizan en su forma más cruda el carácter de las relaciones de género. Cuando el rechazo de los maltratadores es un clamor, los hombres se dirigen una advertencia a sí mismos, su poder cotidiano y las bases estructurales de su poder peligran si permiten que los perdedores del patriarcado, los patriarcas desposeídos, expresen su derrota social mediante agresiones. Al dar por sentado que en estos actos hay un sujeto de la acción se desvía la atención del problema principal, las bases estructurales del sexismo, y el hecho de que las mismas propician las conductas que se denuncian. Quien tiene poder y además se encuentra en una posición dominante consigue el sometimiento sin necesidad de agredir, por qué entonces se define la violencia de género como un acto de poder cuando lo que evidencia es la falta de poder. Si admitimos que la violencia de género tiene raíces estructurales estaríamos afirmando que en muchos casos —estando la acción de los hombres determinada por los condicionantes sociales— la agresión del hombre a la mujer es un factor agravante, se da la paradoja de que debería ser considerada como un factor atenuante, al contrario de lo que se plantea en la ley española. Por otra parte, la protección a las mujeres por la vía judicial produce efectos perversos, ya que se trata de compensar en el caso individual lo que

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son problemas estructurales. Los hombres, como categoría social, se benefician de una transferencia de recursos de las mujeres hacia ellos, pero los hombres tomados individualmente no deben ser confundidos con la posición social hombre, como tampoco las mujeres con la posición mujer. Además, el discurso dominante apela a las reacciones emocionales; las agresiones recibidas por mujeres se narran persiguiendo deliberadamente respuestas irreflexivas, incitando a actos expresivos del rechazo. De una manera deliberada o no se tratan en términos tales que se suspende la reflexión y el juicio subsiguiente. La reflexión sobre esta problemática queda obstaculizada por una censura feroz ante cualquier posibilidad de considerarla en toda su complejidad y coacciona a los profesionales, entre ellos los jueces, a actuar aplicando clichés que se resisten al análisis.

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