LA DINASTIA ZULETA

LA DINASTÍA ZULETA LA DINASTÍA ZULETA HOMENAJE DEL FESTIVAL FRANCISCO EL HOMBRE —3— LA DINASTÍA ZULETA LA DINASTÍA

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LA DINASTÍA ZULETA

LA DINASTÍA ZULETA

HOMENAJE DEL FESTIVAL FRANCISCO EL HOMBRE

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LA DINASTÍA ZULETA

LA DINASTÍA ZULETA Alberto Salcedo Ramos María Matilde Rodríguez Abel Medina Sierra Fredy Gutiérrez Sahaud Álvaro Ibarra Daza Ariel Castillo Mier Julio Oñate Martínez Ernesto McCausland Sojo Jaime de la Hoz Simanca

Grafiq Editores Bogotá-Colombia

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LA DINASTÍA ZULETA

LA DINASTÍA ZULETA Autores varios

Primera edición: marzo de 2012 © 2012, autores varios Colección FRANCISCO EL HOMBRE

Editores Grafiq Editores Ltda. © 2012, Grafiq Editores Ltda. Carrera 29 No. 68-31 Santafé de Bogotá, D.C. Colombia Coordinación editorial: Jaime de la Hoz Simanca Diagramación y diseño de portada: Jesús Eduardo Sanín Tordecilla Corrección y edición: Crucy Palacio Fotografías: Abelardo Gómez Guevara Universidad de La Guajira Corporación Francisco el Hombre ISBN: 978-958-99845-2-9 Impreso en Santafé de Bogotá, Colombia Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor.

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PRESENTACIÓN El 17 de marzo de 2011, en la Sala de Lectura de la Universidad de La Guajira, se llevó a cabo el Foro sobre “La Dinastía Zuleta”, un evento en el que participaron los ponentes Alberto Salcedo Ramos, Ariel Castillo Mier, María Matilde Rodríguez, Julio Oñate Martínez y Fredy Gutiérrez Sajaud. Todos ellos presentaron una visión distinta de los Zuleta, quienes han enriquecido el folclor colombiano desde los lejanos tiempos de Emiliano Zuleta Baquero, el pionero de la estirpe, autor de la famosa canción La gota fría. En el año mencionado se celebraba la tercera edición del Festival Francisco el Hombre y había que seleccionar el personaje al que se le rendiría tributo por su trayectoria, ejecutorias y aportes a la música vallenata. En 2009 el homenaje fue dedicado a Francisco el Hombre, el mítico personaje de raigambre guajira, envuelto en ricas anécdotas y universalizado mediante leyendas, entre ellas, las que refiere nuestro Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, en su afamada novela Cien años de soledad. En 2010, el homenajeado fue el acordeonero Juancho Rois, quien dejó un legado que aún vive y se mantiene en las ilusiones de centenares de acordeoneros jóvenes de La Guajira encargados de prolongar la Escuela que, por obra y gracia del virtuosismo, creó el gran hijo de San Juan del Cesar. Seis investigadores y conocedores de su música se dieron cita en la Universidad de La Guajira para exaltar a Rois y presentar sus visiones mediante ponencias previamente entregadas en la Corporación Francisco el Hombre. El año pasado, en el marco del foro dedicado a La Dinastía Zuleta, se presentaron los dos libros correspondientes a los primeros foros u homenajes. Francisco el Hombre, leyenda y realidad, del historiador Lázaro Diago, y Nostalgia de Juancho Rois, en efecto, —7—

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engalanaron el acto mediante la muestra de unos textos de lujo en el que participaron, -además de los ponentes- investigadores, especialistas en música vallenata, periodistas y escritores del Caribe colombiano. El convenio firmado entre la Universidad de La Guajira y la Corporación Francisco el Hombre incluía presentar cada año un libro con las memorias del foro realizado el año anterior. Dichas memorias asumirían la forma de crónicas, reportajes, ensayos, artículos y otros géneros. Todo lo anterior, acompañado de fotografías y anexos de diversa índole. En este 2012 cumplimos con la presentación de La Dinastía Zuleta, un libro que exalta las realizaciones de los músicos pertenecientes a esa familia oriunda del municipio de Villanueva. El libro es un compendio y, al mismo tiempo, un recorrido por todos los integrantes de los Zuleta que han brillado con luz propia en el concierto de la música vallenata. El énfasis está, primero, en Emiliano Zuleta Baquero, el famoso juglar llamado El Viejo Mile, y luego en Los Hermanos Zuleta, Poncho y Emiliano, quienes conformaron un dúo que ya forma parte de la historia musical de Colombia. Sin embargo, no están ausentes Héctor Zuleta, el extraordinario acordeonero que murió fatalmente cuando apenas despuntaba en la vida; Fabio y Mario Zuleta, destacados compositores, y menciones a Sara Baquero, la popular Vieja Sara, de quien proviene la vena artística de El Viejo Mile. Este libro cuenta, además, con fotografías de gran valor histórico y una completa discografía de Los Hermanos Zuleta. ÁLVARO CUELLO BLANCHAR Corporación Francisco el Hombre

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PRÓLOGO La Universidad de La Guajira como institución pública es un escenario que permite, del sujeto que argumenta, el desarrollo libre de las ideas sobre el mundo, contrastándolas con la cultura. Reconoce la representatividad como forma de participación intersubjetiva y social, fomenta la dignidad formando desde posiciones ontológicas, epistemológicas y metodológicas validadas por las ciencias empíricas y las ciencias sociales para afrontar los problemas del mundo de la vida de manera que fortalezca la democracia, asumiendo responsabilidades éticas, de respeto y veneración de la vida, a los antepasados, al orden paterno, a la familia, a la patria, a la equidad de género, de etnias, de diferencias económicas, de la ecología, buscando contribuir al bienestar del hombre en todas sus dimensiones, pero sobre todo, en tanto su devenir humano. Existen variadas manifestaciones culturales que involucran la música: tararear, cantar, tocar instrumentos, escuchar melodías, componer canciones o participar en su producción; pero todas ellas tienen algo en común, y es que son producto y creación del hombre Así como a través de la palabra hablada materializamos el pensamiento, y el sonido del lenguaje es la materia con que contamos para producir una comunicación; la realización, composición y producción de música es la forma en que materializamos los estados de ánimo. Escuchamos música romántica cuando estamos enamorados, buscamos música alegre para una fiesta, para celebrar un acontecimiento, buscamos entre todos los sonidos aquellos que se ajustan a nuestros estados de ánimo y preferimos lo que va con nuestro ideal del yo o simplemente por identificación con circunstancias particulares. Por otra parte, quien hace música, quien logra comunicarse a través de los sonidos, sea —9—

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con el estilo que más le plazca, tratará de transmitir a través de la música sus pensamientos, sus ideas, sus aspiraciones, sus estados de ánimo, etc., porque es artífice de un arte que nació con el ser humano. Es el artista, el músico, el que habla el idioma de la naturaleza en un día cualquiera, reflejando una tormenta del alma o una canción de paz para el corazón. Que lo haga bien o no dependerá del dominio de su arte, de su técnica, pero lo que siempre será importante es el esfuerzo que realiza para volcar en sonoras melodías mensajes que de modo lingüístico no tendrían el mismo efecto. La música nace y se desarrolla con el hombre, y por tanto, también con sus relaciones con el entorno. No es posible comprender la música sin contextualizarla en la realidad que le rodea, es decir, en la sociedad en la que se desarrolla. Por ello, los conceptos de música y sociedad están en constante relación. La música es de gran importancia en la vida de las personas. No hay lugar ni tiempo en el cual la música no haya estado presente. Está en la historia de cada pueblo, en cada creencia y en cada costumbre. Una de esas manifestaciones musicales que han sido determinantes y de gran importancia en el desarrollo cultural del Caribe Colombiano ha sido la música de acordeón. La música de acordeón es originaria de la Costa Caribe colombiana como resultado de una armoniosa mezcla de costumbres, leyendas y todo el sentimiento de un pueblo. Lo que hoy se conoce como folclor vallenato nació en las sabanas, caminos y pueblos de la Costa Norte de Colombia. Su expansión se debe en sus principios a los moradores de la región, que aún sin tener una preparación académica de acordeón, aprendieron a amansarlo para acompañar a los instrumentos de percusión que ya dominaban, y que les servía de fondo y de acompañantes para exteriorizar todos los demonios que tenían dentro en forma cantada, para entregar un recado, para dar una mala noticia o confesar sus amores. Una de las manifestaciones más importantes del folclor vallenato o de la música de acordeón ha sido en los últimos años la propuesta musical de la dinastía de los Zuleta, desde excelentes compositores, extraordinarios acordeoneros y portentosas voces han llevado a todos los amantes de esta música momentos inolvidables. La esencia de la dinastía musical de los Zuleta es de un infinito e incuestionable talento, del que trae felicidad y señala valores familiares de los que poco abundan en el mundo de hoy. Cuando se habla de música de acordeón o vallenato, el apellido Zuleta siempre está presente. Por lo menos desde principios del siglo pasado, cuando nace el Viejo Emiliano, el pionero de esta dinastía, todos los que le siguieron han sentido la música como parte de su interior y su ser, la llevan en el alma. El marco del hermoso paisaje guajiro ha sido de gran influencia en la inspiración de esta dinastía. La brisa del Caribe, el sol ardiente hacen que la gente vibre con el son de esta mú— 10 —

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sica y no es fácil para los entendidos poder determinar cuántas canciones han compuesto y han interpretado a través de estos últimos. Con esta entrega, la Universidad de La Guajira, la Corporación Francisco El Hombre y el Festival Francisco El Hombre ponen en mano de la comunidad el resultado del Foro desarrollado en marzo de 2011, como punto de partida del Festival desarrollado en ese año. Finalmente, tan solo quiero que reflexionemos de lo importante que llega a ser una simple melodía en nuestra vida, que nos puede alegrar un instante en aquellos momentos que nos sentimos más apagados, o nos ayuda a recordar momentos concretos como los mejores vividos. Por eso mismo, solo quiero manifestar una cosa. Un poco de música en nuestras vidas a veces nos ayuda a seguir adelante.

VÍCTOR PINEDO GUERRA Director Centro de Investigaciones Universidad de La Guajira

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HISTORIA SECRETA DE UNA HISTORIA Por ALBERTO SALCEDO RAMOS

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na noche de julio de 1994 fui con una amiga al Aeropuerto El Dorado de Bogotá, para recibir a un amigo que venía del exterior. Eran más o menos las 11 y hacía un frío tremendo. De repente, divisé al viejo Emiliano Zuleta Baquero entre los viajeros que venían llegando. Cargaba un acordeón y miraba hacia diferentes partes, como buscando a alguien entre la multitud apostada a la salida del muelle internacional del aeropuerto. La imagen resultó intrigante para mí. ¿Qué hacía el viejo Mile, entonces de 83 años, en aquel aeropuerto? ¿De dónde venía? ¿Lo estaría esperando alguien allí? Mi curiosidad aumentó cuando descubrí que detrás de él, a pocos pasos, venía Lorenzo Morales, su enconado contrincante musical. Los dos habían protagonizado, sesenta años atrás, la más célebre piqueria de la historia del vallenato. Morales también portaba su acordeón. ¿Qué hacían juntos estos dos juglares mayores? ¿En qué andaban? ¿A qué horas dejaron de decirse el uno al otro “negro yumeca” y “blanco descolorido” para convertirse en un par de compadres bonachones? Como soy fisgón por naturaleza, como jamás he sabido ni querido ponerle freno a mi curiosidad, me les acerqué sin preámbulos y les pregunté de dónde venían. –De Venezuela –me contestó Morales. — 15 —

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A continuación me informaron que a raíz del éxito arrollador de La gota fría, grabada un año atrás por Carlos Vives, ellos, los personajes de la canción, se habían puesto de moda. En consecuencia –y el que habló en este punto fue el viejo Mile– no daban abasto para atender las invitaciones que les llovían desde los cuatro puntos cardinales de “la bolita mundo”. Un día se presentaban en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán de Bogotá y al día siguiente en el Teatro Sucre de Quito. Los contrataban para que recrearan el duelo que protagonizaron, del cual brotó esa pieza sublime de la música popular latinoamericana. Dentro del espectáculo, ambos debían ejecutar sus acordeones, ambos debían contar en público su propia versión de la historia y, desde luego, ambos debían cantar los versos que se habían dirigido a lo largo del legendario enfrentamiento. –Si siguen presentándose así, entonces por fin vamos a saber quién es quién –les dije, mirándolos con malicia. –No, eso es un asunto del pasado –me aclaró Lorenzo Morales. –Nosotros le explicamos a la gente qué fue lo que pasó, pero hoy ya es otra cosa. –¿Otra cosa? –inquirí, burlón. –¿Usted quiere decir que nos moriremos sin saber quién será el que se lleve al otro para que se acabe la vaina? –Es que después de la pelea que tuvimos nos volvimos compadres – dijo Morales, con una expresión mansurrona en el rostro. –No solo compadres –terció, por fin, el viejo Mile con su chispa característica– nosotros ahora parecemos es marío y mujé. *** Aunque ambos eran tajantes en cuanto a que no se prestarían para un enfrentamiento en el terreno del contrario, la oportunidad de matarse las pulgas se presentó en Guacoche, sede de Morales, de la manera más inesperada. Zuleta había salido de El Plan hacia Bosconia para realizar una diligencia personal. Cuando pasaba por Guacoche vio una parranda que le llamó la atención y se arrimó a curiosear. En el centro de la ronda estaba un hombrecito menudo, que parecía un colgandejo ridículo de su propio sombrero. Tenía los garbos de un monarca que cree que no hay más ley que la suya, y tocaba el son de monte con una solvencia — 16 —

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ofensiva, moviéndose de un lado para el otro con una cierta vanidad, como si estuviera convencido de que, además de buen acordeonero, era un tipo bonito. Zuleta pensó en el acto que ese hombre estaba muy chiquito y muy mohoso para que anduviera con tantas ínfulas. Luchando contra la primera impresión que tuvo —la de que el tipo “tocaba hasta bien”—, estuvo a punto de decirle a uno de sus vecinos ocasionales que lo único que le servía a aquel hombre que gobernaba la parranda era su acordeón. En vez de ese comentario bilioso, lo que se le salió fue una pregunta mansa: — ¿Quién es el que toca el acordeón? El vecino lo ignoró. Siguió mirando al hombrecito del centro, con la cara idiotizada por la veneración. A Zuleta le cayó el detalle como una patada en el hígado. Ya era demasiado: primero, tener que soportar que un enano fuera dueño del acordeón más bonito que él había visto en su vida. Después, descubrir que no lo tocaba mal. Y ahora, saber que sus paisanos no lo estaban escuchando sino adorando. Y, para colmo de males, sentir que él, Emiliano Zuleta Baquero, era uno más de la comparsa. Cuando Zuleta repitió la pregunta, ya presentía lo peor: — ¿Quién es el tipo del acordeón? La respuesta que recibió no solo confirmó sus sospechas sino que, además, tuvo una carga de atrocidad con la que él no había contado. —Ese es Lorenzo Morales —le dijo el vecino, todavía sin mirarlo. Lorenzo Morales, el papá de Emiliano Zuleta. Golpeado en su orgullo, Zuleta le preguntó a su interlocutor que si acaso él conocía a Emiliano Zuleta para que estuviera tan seguro de que no era buen acordeonero. La respuesta, esta vez, fue más insolente. —A ese Zuleta no lo conocen sino en el pueblo de él —dijo el inamistoso vecino, que seguía mirando los malabares del dueño de la parranda—. El chacho es Moralito. Zuleta se quedó petrificado. De repente, el entorno se convirtió en un mapa de manchas, una cara borrosa por aquí, una expresión de alegría por allá. Y en el centro, presidiendo el horror, Lorenzo Morales con sus notas de pesadilla. Por un momento Zuleta se vio a sí mismo como la única criatura que estaba al margen del carrusel, que giraba y giraba ante sus ojos enfermos. Se sintió como un bicho minúsculo en medio de engendros enormes que zarandeaban su honor a placer, — 17 —

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sin percatarse siquiera de su presencia. Eran los colmillos del desprecio, que apenas ahora se le revelaban y que lo dejaban sin reacción. En ese trance no duró mucho tiempo, porque al fin y al cabo —me dice ahora— un hombre como él siempre encuentra la manera de aclararse entre el oscuro. Para asegurarse de que esta vez su interlocutor no le fuera a responder sin mirarlo, Zuleta le habló mientras le daba una palmada brusca sobre el hombro. —Oiga —le dijo—. Yo también toco acordeón. El hombre le prestó atención por fin. Pero su mirada fue hostil. Lo reparó de pies a cabeza con el gesto de quien muerde un limón demasiado ácido, y volvió a concentrarse en la faena de Morales. Zuleta repitió el procedimiento: la palmada áspera sobre el hombro y la información de que él también era acordeonero. Entonces el vecino le prometió que le conseguiría un acordeón para que se metiera en la ronda y participara en la parranda, siempre y cuando le jurara que no lo haría quedar mal. —Yo lo hago quedar bien —contestó Zuleta. Cuando acabó la canción, el hombre se dirigió a Morales. —Oye, Lorenzo, aquí está un tipo con la cantaleta de que quiere tocar tu acordeón. Préstaselo un momentico, para que se le quite la idea. Zuleta considera que lo más humillante de la escena fue la amabilidad de Lorenzo Morales. No entendió cómo un hombre con un acordeón tan bonito sobre el pecho se desprendió de él de buenas a primeras para entregárselo al primer desconocido que dijo querer tocarlo. A menos que estuviera muy seguro de sí mismo y pensara que el otro era un pintado en la pared, añade después con aire reflexivo. Mientras le pasaba el instrumento, Morales lo miró por primera vez en su vida. No había arrogancia en sus ojos, sino una especie de humildad que a Zuleta, de todos modos, le resultó insoportable. —Yo me tercié el acordeón al pecho y toqué una puya —recuerda el maestro—. La toqué tan bien que alguien destapó una botella nueva de ron y me ofreció a mí el primer trago. Zuleta me explica que en aquel tiempo había un código de honor que determinaba que, al abrir una botella de ron, los tragos se repartían de acuerdo con la importancia de los bebedores: el primero le correspondía al acordeonero. Si había más de uno, se empezaba por el que tuviera mayor reconocimiento y de ahí — 18 —

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en adelante se iba descendiendo. Después seguían, en estricto orden jerárquico, el tamborero, el guacharaquero, el resto de los músicos y el público. A Morales le sentó mal que le hubieran ofrecido aquel primer trago a un advenedizo. En cambio Zuleta, emocionado por los halagos de la gente, pidió dos copas más y se las bebió de un tirón. Y a continuación, se dispuso a tocar una nueva pieza. Entonces Morales, botando fuego por los ojos que minutos antes parecían tranquilos, le arrebató el instrumento con un zarpazo feroz. —Traiga acá mi acordeón —fue lo único que dijo. Pero Zuleta, aun sin el acordeón, no quedó inerme: todavía le quedaba su lengua afilada. —Oiga —le dijo a Morales, con ironía— usted me prestó y me quitó el acordeón, y no me ha preguntado ni el nombre. Morales intentó desentenderse del intruso. Abrió su acordeón, amagando con tocar una nueva canción para taparle la boca. Pero Zuleta no le dio respiro. —Yo me llamo Emiliano Zuleta Baquero. ¿Ese nombre no le dice nada? Después, los dos bandos echaron el cuento de aquel primer encuentro según sus conveniencias. Morales dijo que le había dado una lección a Zuleta. Zuleta dijo que Morales tembló de susto cuando lo reconoció. Los seguidores del primero afirmaron que Zuleta era tan desganado que ni siquiera cargaba un acordeón propio. Los seguidores del segundo advirtieron que Morales se corrió como los gallos bastos. Unos y otros coincidían en que había que propiciar una cita definitiva, para saber de una vez por todas quién era el mejor. *** Aquella noche de 1994 en que los dos protagonistas de la historia se me aparecieron inesperadamente en el Aeropuerto El Dorado de Bogotá, me preguntaba –y les preguntaba a ellos– si las presentaciones a las cuales los invitaban gracias al éxito internacional de La gota fría, eran esa cita definitiva que había quedado truncada para la historia. Truncada, en primer lugar, porque el viejo Mile hizo trampa y se fue a acostar –alegando que estaba borracho– cuando vio que Morales era mejor acordeonero que él. Y en segundo lugar porque Morales incumplió el encuentro programado para el amanecer, y “se fue de mañanita, — 19 —

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sería de la misma rabia”. –¿Quién es mejor, a fin de cuentas? –insistí. Morales se hizo el desentendido. Apartó el rostro, tímido, humilde. Y Zuleta, simplemente, esbozó una sonrisa vanidosa que me dejó en claro lo que estaba pensando. De pronto, el viejo Mile se quedó mirando a la amiga que había ido conmigo al aeropuerto. Era una morena de curvas vertiginosas y cabello frondoso. Zuleta la inspeccionó de pies a cabeza, atrevido, descarado. En seguida, de golpe y porrazo, me soltó una pregunta insolente: –¿Puedo darle un beso a su amiga? Le respondí que lo correcto era que le preguntara a ella. Pero el viejo no le preguntó nada sino que siguió mirándola desvergonzadamente. Entonces mi amiga, fascinada, le ofreció la mejilla. Y Zuleta, ni corto ni perezoso, le estampó un beso. A continuación volvió a dirigirse a mí con una exclamación acaballada entre el júbilo y la angustia: –¡Usted no se imagina cómo me gusta besar a las mujeres! En seguida le puso una mano en el hombro a su compadre Lorenzo, y ambos partieron al encuentro con María Zuleta, la hija del viejo Mile. No habían avanzado ni tres metros cuando Mile se devolvió para donde estábamos mi amiga y yo. – Acabo de decirle que me gusta besar a las mujeres –advirtió–, pero en realidad lo que más me gusta es que me besen ellas a mí. Dicho lo anterior, le ofreció la mejilla a mi amiga, quien muerta de la risa y de la dicha le dio un beso. *** También con un canto, afirma, se ganó a la primera novia. Ocurrió cuando tenía dieciocho años. No hubo matrimonio, pero los padres de la muchacha exigieron formalizar la relación mediante un acta notarial. Zuleta duró tres días ensayando su firma, para no pasar por la vergüenza de que le dijeran que había conseguido mujer sin saber leer ni escribir. El lápiz con el que garabateó su nombre fue el primero que vio en su vida. — 20 —

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Zuleta piensa, y lo dice con una sonrisa bandida, que la escuela podrá ser muy buena para hacerse doctor pero no es necesaria para arrimarse a las muchachas. El que quiere besar simplemente busca la boca, y ahí no hay abecedario que valga. Lo único que vale es tener dulce en el pellejo para que las mujeres se vayan pegando como enjambres de mariposas. El que no tiene eso está muerto, así sea dueño de todos los códigos y de todas las biblias. Si naciste mal despachado de miel, las mujeres no se engolosinarán contigo, y deberás conformarte con verlas volar a lo lejos, bonitas y sabrosas, pero ajenas. Llegado a este punto, los ojos de Zuleta tienen el desenfreno del glotón que está por fin frente al banquete prometido. Ningún otro tema le produce un estado de gracia similar. Casi podría decirse que en este momento la tierra es poca cosa para él. Está levitando en cuerpo y alma. Me está hablando desde arriba. —Las mujeres —suspira, relamiendo cada palabra—. Las mujeres. Cosa linda en la vida. — ¿Tuvo muchas? — Caramba, mijito, yo tuve de ochenta mujeres para arriba, porque fui travieso. Y si hubiera sido joven en esta época, hubiera tenido muchas más, porque ahora la mujer es más fácil y más silvestre. La mujer de ahora es mango bajito. Zuleta se agarra la barbilla con los dedos índice y pulgar de la mano derecha: — Las mujeres antes escaseaban —dice. Casi en seguida, y sin ninguna transición, el semblante reflexivo da paso a un engreimiento de pavo real. Entonces lleva su desvergüenza hasta el extremo de protestar porque en una situación tan ventajosa como la actual “cualquiera es mujeriego”. —Antes —añade— los únicos mujeriegos éramos los acordeoneros y los choferes. Y con tanto estorbo que ponían los padres de las muchachas era mucho mérito que uno fuera capaz de conquistarlas y llevárselas. En cambio ahora es más fácil. Yo veo que las mujeres se les meten a los nietos míos en el cuarto y ellos son los que tienen que quitárselas de encima, ¿oyó?, como si estuvieran espantando moscas. —Cuidado lo oyen las mujeres llamándolas “mangos bajitos” y “moscas de espantar”. Lo van a linchar, maestro. —A mí me enseñaron que patada de yegua no mata a caballo. Las mujeres tie— 21 —

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nen que hacerme es un monumento porque bastante que las he querido. Yo digo como los viejos de mi pueblo: desde la madre de Jesús para acá, que vivan todas las mujeres. Si no fuera por ellas, ¿qué hombre trabajaría? Ellas son las que nos hacen a nosotros en todo sentido. Que viva la mujer que lo parió a usted y la mujer que me parió a mí. Que vivan las hijas del ministro, las hijas del carpintero y las hijas mías. Todas, todas ellas. Que no se mueran nunca, que Dios no nos haga la maldad de llevárselas. *** En cuanto vi al viejo Mile aquella noche en el aeropuerto supe que era un personaje que me pertenecía. Era la clásica historia que me llegaba como regalo para que fuera yo quien la contara. Sin embargo, pasaron cinco años antes de que me decidiera a arrancar en firme mi trabajo de campo con él. A lo largo de ese tiempo lo entrevisté una vez para la serie de televisión “Ese mar es mío” y otra para el programa radial “Algazara”. En cierta ocasión, cuando estaba tratando de convencerlo para que me contara a fondo su vida, fui a visitarlo acompañado por el compositor Beto Murgas. Aquel fue un encuentro tenso porque el viejo, en contra de su naturaleza bromista, se encontraba de mal humor. La causa de su enojo era que no le habían pagado las regalías por la versión de La gota fría que hizo Julio Iglesias. Cuando Iglesias anunció que grabaría la canción, Zuleta hizo cuentas alegres: si por la interpretación de Carlos Vives había recibido 400 millones de pesos de regalías solo en el primer año, por la interpretación de Julio Iglesias iba a necesitar tres bodegas especiales para echar la plata que se ganaría. Pero el caso es que había pasado un año –estábamos en 1999– y Zuleta no había recibido ni medio centavo por la grabación de Iglesias. Lo único que la casa disquera le había enviado, aparte del disco compacto de cortesía, era un reloj de promoción con el nombre del famoso cantante español impreso en el talco. Zuleta se sentía estafado y contemplaba la posibilidad de demandar penalmente a Julio Iglesias. A mí me sorprendía que el viejo esperara más dinero por la versión de Iglesias que por la de Vives, y así se lo hice saber. –Iglesias es más famoso –gruñó–. Lo que pasa es que quiere dárselas de vivo — 22 —

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conmigo, y lo voy a envainar. Yo traté de relajar el ambiente mediante una broma fácil. –Pero, maestro: ¡hasta yo podría cantarle esa canción mejor que Julio Iglesias! El viejo se quedó serio: o el chiste le pareció muy malo, o no le hizo ninguna gracia, o en todo caso no era la respuesta que él necesitaba en aquel momento. *** Por los días en que se puso a convivir con su primera mujer empezó su reconocimiento. Era un reconocimiento que le pertenecía más a los cantos que a él mismo. Las personas que tarareaban sus versos en aquellos pueblos y veredas no lo habían visto a él ni en pintura. No sabían cómo era su rostro ni les interesaba. Pero reconocían en sus coplas el mejor correo posible, porque no les informaba sobre lo urgente —nada era urgente— sino sobre lo importante. Por eso las acogían aunque llegaran retrasadas: venían de muy lejos y conservaban el aroma de los montes. Quienquiera que fuera su autor les estaba regalando ricas historias, contadas a la manera de las buenas crónicas periodísticas: historias completas, redondas, en las que había burla, deliciosos arcaísmos, apuntes sobre la suerte de las cosechas, regaños para bajarle los humos a algún aparecido, guiños a una mujer amada que hoy se llamaba Manuela y mañana María. Conforme a la tradición, sus versos parecían destinados tan solo a los compañeros de parranda y de labranza. Pero tenían tanta gracia melódica, tanta vitalidad narrativa, que a pesar de que no habían sido grabados aún se extendieron de boca en boca, de manera espontánea, por toda la Costa Caribe colombiana. En las trochas malsanas de la región se desnucaban las bestias, se extraviaban los caminantes, y los versos seguían su marcha a lomo del viento, porque fueron hechos por uno de esos juglares auténticos que no necesitan fijar su voz en el papel para protegerla del olvido. Un juglar que no se dejó extinguir durante el tiempo en que permaneció a la zaga de su propio canto. —Si me hubiera tocado pagar para cantar —dice Zuleta— lo hubiera hecho sin problemas. — 23 —

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*** Estaba claro que Zuleta era mi personaje. Lo primero que quise hacer fue una crónica a tres bandas entre él, Lorenzo Morales y Carmen Díaz. Encontraba en este triángulo unas coincidencias curiosas: Zuleta y Morales primero pelearon y después se volvieron compadres entrañables. Con Carmen Díaz el asunto fue al revés: primero fueron pareja –la pareja que fundó una de las familias musicales más importantes del vallenato– y luego se enemistaron. La historia con Carmen Díaz siempre me ha parecido maravillosa. *** Zuleta se conoció con Carmen Díaz en Manaure de la Montaña, un pueblito del Cesar, gracias a un enamorado que ella tenía. Ocurrió en un mes de diciembre. Emiliano estaba parrandeando con unos amigos la noche en que llegó un señor con acento del interior del país a preguntarle que cuánto le cobraba por acompañarlo a llevar una serenata. Según el hombre, cuyas ropas percudidas revelaban que venía de una andadura larga, la mujer a la cual pretendía conquistar con la serenata era la más bonita que existía en veinte pueblos a la redonda. Desde el momento en que el tipo le describió a la mujer, Zuleta intuyó que sería él quien terminaría consiguiendo sus favores: —Yo pensé: ay, papá Dios: este cliente se está matando solito. ¡Porque si la hembra está buena, me tiene que tocar es a mí! Una vez más Zuleta se levanta de su hamaca, como en busca de más espacio para reafirmarse como el héroe de la película, el chacho de las conquistas, un terreno en el que se cree superior al resto de los hombres. La noche de la serenata, Carmen Díaz no se dio por enterada. Fuera por desatención o fuera por su sueño tan profundo, lo cierto es que no se asomó por ninguna de las dos ventanas. La que sí salió para dar las gracias fue Julia Bula, una prima de Carmen que, al parecer, estaba convencida de que el detalle era para ella. Un hombre como Emiliano Zuleta no nació para quedarse con intrigas en asuntos de mujeres. Así que esa misma noche, mientras se despedía de sus mú— 24 —

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sicos y del pretendiente frustrado, empezó a urdir el plan que ejecutaría pocas horas después, cuando clareara el día. Volvería a esa casa de frente, sin aspavientos, para decirle a la tal Carmen Díaz que era “la mujer más bonita de veinte pueblos a la redonda”. En este punto, el maestro me dirige una mirada vivaracha y suelta una broma inspirada: —Ajá, para algo tenía que servir la frase del cachaco. Cuando Zuleta volvió a la casa donde se encontraba Carmen Díaz eran las diez de la mañana. No necesitó que se la presentaran para conocerla. Estaba sola en la sala, sentada en una mecedora de mimbre, pelando plátanos con un cuchillo basto. Tenía el cabello recogido en un moño de gasa morada, y llevaba un traje cerrado de negro desde los pies hasta el cuello. Más allá de su indumentaria severa, que insinuaba un luto más antiguo que ella misma, la mujer se gastaba una estampa de faraona que invitaba a besarle los pies. “Es una hembraza”, pensó Zuleta. Como siempre que veía a una mujer que le gustaba, Mile quiso arrojarse sobre ella en el acto. Pero no lo hizo, porque percibió en su adusto semblante de doña una amenaza de muerte para quien se pasara de la raya. De modo que se limitó a contemplarla, alelado. Ni siquiera la saludó. Y ella seguía desconchando aquellos plátanos, sin determinarlo. De pronto, a Carmen Díaz se le cayó un plátano. Mile lo recogió del suelo, le sacudió la tierra en su propio pantalón y se lo devolvió. Carmen, a duras penas, le dio las gracias, reconcentrada en su faena, ajena por completo al hombre con cara de bobo que tenía enfrente. En ese momento Julia Bula entró en la sala. Había visto la última parte de la escena y venía carraspeando con ironía. —Anda, prima —gritó como para que la escucharan en el resto del pueblo—, por haber dejado caer el plátano vas a salir en un disco de Emiliano Zuleta. A Mile le pareció que la aparición de esta mujer era un regalo del cielo. A todas estas, Carmen Díaz no había vuelto a mirarlo. Carmen le preguntó a su prima que si el Emiliano Zuleta al cual se refería era el que había compuesto ‘La gota fría’. — ¡Ese mismo! —chilló Julia—. ¿Cuántos Emilianos Zuletas compositores hay en La Guajira? Con la turbación de quien todavía no ha comprendido por dónde le entra el — 25 —

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agua al coco, Carmen preguntó que por qué motivo Emiliano Zuleta le iba a sacar una canción a ella. — ¡Porque pelaste el plátano y lo dejaste caer! —gritó Julia, remarcando con picardía el doble sentido. Entonces a Carmen Díaz se le salió una frase inocente, con la cual apretó el nudo de su propia horca: — ¿Y dónde está el Emiliano de mierda ese? Yo siempre lo he querido conocer. De ahí para allá, dice Zuleta, el amorío ya estaba pilado. Por la noche volvió a la casa para ofrecerle una serenata a Carmen. Esta vez —agrega vanidoso— la mujer sí se levantó para agradecer el detalle. Y no solo eso: salió de la casa y les pidió a los músicos que interpretaran una cuarta canción por su cuenta, para ella bailarla con Emiliano en plena calle. En la mitad de la pieza, Carmen se quitó un anillo de oro y se lo colocó a su parejo en la mano izquierda, un ritual muy frecuente en La Guajira por aquellos tiempos. En este punto, el viejo esboza una de esas risas picaronas que preceden a sus chanzas. —Apenas me vi ese anillo puesto, pensé: carajo, este anillo está bueno para cambiarlo por una caja de whisky. *** Cuando quise elaborar la crónica a tres bandas entre Zuleta, Carmen Díaz y Lorenzo Morales, cuando quise contar cómo la rivalidad entre dos juglares se convirtió en una hermosa amistad y el romance entre dos enamorados se volvió después una enemistad agria, me topé, básicamente, con la siguiente dificultad: era imposible lograr que Carmen Díaz me contara la historia de su ex marido: lo que hacía, a cambio de eso, era soltar una retahíla de acusaciones contra el viejo Mile. Por su machismo, por sus farras perpetuas, por casi todo. Lo tildaba de irresponsable, de sinvergüenza. El viejo Mile, por su parte, aunque era más cauteloso para referirse a su ex mujer, hablaba de ella con desdén. Zuleta interrumpe su relato sobre La Pula Muegues para hablar de Carmen Díaz, a quien considera la mujer más importante de su vida. —Fue la más importante —repite—, pero fue también la que menos me sirvió, — 26 —

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porque se gastaba un genio imponente y quería gobernarme a toda hora, delante de mis amigos. No nos quedó más remedio que abandonarnos. —Usted le ha hecho a ella por lo menos una docena de canciones. —Sí, claro, y eso a Carmen la acreditó mucho. Imagínese usted: ser la mujer de Emiliano Zuleta. Gracias a mí es que la conocen a ella. Sobre todo, cuando yo digo en una canción: “me siento lo más contento/ porque resolví casarme/ si me caso en otro tiempo/ me vuelvo a casar con Carmen”. Ahí fue cuando ella cogió vuelo y se volvió orgullosa, que no quería hablarle a nadie. Ni a mí. *** Guardo en mi memoria la noche en que conocí a Carmen Díaz, esposa de Emiliano Zuleta Baquero y mamá de los hermanos Zuleta, como uno de los sucesos más divertidos de mi vida profesional. Sucedió a mediados de 1999. Fui a su casa en Valledupar guiado por mi colega y amiga Griselda Gómez. Quería hablar con doña Carmen para que me contara su versión del viejo Mile, quien le compuso a ella por lo menos una docena de canciones. En aquel momento tenía 79 años. Seguía siendo altiva, garbosa. Irradiaba una energía especial. En cuanto llegué me dijo, medio en broma y medio en serio: — Ay, mijo, yo no sé por qué a los periodistas se les da por venir a conocerme es ahora que estoy vieja. Hubieras venido 40 años atrás, pa’ que vieras tú lo que era una penca de mujé. De ese modo me dio la oportunidad de hacerle un cumplido. Le dije que era una de las mujeres más hermosas que había visto. Doña Carmen sonrió con vanidad, pero casi al instante me dejó en claro que ella estaba muy vieja para que yo fuera a su propia casa a engañarla con piropos falsos. ¿Acaso ella estaba ciega como para no verse en el espejo? No, señor: la edad es lo peor, y por eso su santa madre le decía que la vejez es una enfermedad. Entonces, sofrenado por su regaño, le di la vuelta a mi elogio: le advertí que si la hubiera visto cuarenta años atrás, cuando era “una penca de mujé”, seguramente me hubiera enamorado de ella. Sus ojos relampaguearon con una vanidad de abuela que jamás olvidaré. Y en ese momento fue realmente, aunque ella se empecinara en decir lo contrario, — 27 —

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la mujer más bella del planeta. — ¿Sabes una cosa, mijo? –dijo, con su voz grave de fumadora empedernida. Yo siempre tuve una fama de bonita que no me merecía. La verdad es que yo nunca fui bonita, pero engreída sí era, y artista pa’ caminar. Yo me ponía las manos aquí –en este punto colocó las dos manos abiertas a la altura del pecho– y empezaba a caminar con una artistería que ni te cuento. Mejor dicho, yo sentía que la calle me quedaba chiquita. Un hecho paradójico que se quedó en mi memoria fue el siguiente: doña Carmen se había pasado casi toda la velada hablándome mal del viejo Mile: que era irresponsable, que era sinvergüenza, que ella lo aborreció. De pronto, casi al final de nuestro diálogo, me soltó una pregunta inesperada. — Bueno, y usted que lleva varios días viéndose con Emiliano, ¿no le ha tomado fotos? Le respondí que sí y añadí que incluso tenía en mi maletín varias de las fotos que le había tomado durante nuestros encuentros. Entonces me pidió que se las mostrara. En la primera fotografía que por azar cayó en sus manos, el viejo Mile aparecía con los ojos cerrados, acaso por el encandilamiento del flash. Doña Carmen hizo una expresión de disgusto y entonces me lanzó aquel latigazo inolvidable, que me hace pensar que las musas también pueden glorificar a sus autores. — Ni se le vaya a ocurrir publicar esa foto. — ¿Por qué? — Porque en esa foto Emiliano quedó maluco y él es lindo. *** De modo que al concluir mi trabajo de campo, a finales de los años 90, tenía entre manos a un juglar enamoradizo, dicharachero, sabio, profundo, arrogante. El viejo Mile era una caja de sorpresas capaz de asombrarme por donde quiera que me le arrimara. La historia que escribí sobre él se titula “El testamento del viejo Mile”, y fue publicada en la revista El Malpensante en febrero de 2002. Ninguno de los centenares de personajes que he entrevistado a lo largo de mi carrera profesional — 28 —

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me ha regalado tanta magia, tantas alegrías. Todavía me pregunto por las claves de su carisma, de su reconocimiento abrumador. Esos campesinos iletrados son profundos en sus reflexiones y alcanzan, por atajos distintos a los académicos, estados de sabiduría importantes. El viejo Mile tenía la picaresca a flor de piel. Era, además, un juglar nato, un ejemplo valioso para la cultura, un creador consecuente con su gran pasión. Siempre estuvo en su parcela sembrando maíz y café, cantando con ganas aunque nadie lo conociera. La falta de reconocimiento no le quitó el gusto por el canto. Después, cuando le llegaron los millones por las regalías de La gota fría, tampoco dejó de sembrar ni de cantar. Por donde se le mire, fue un hombre coherente. Tampoco he dejado de preguntarme por qué una canción como La gota fría, tan antigua y tan local, se volvió tan vigente y tan universal. Por un lado, supongo que es por su melodía en tono menor, que es pegajosa. Por el otro, siento que la canción es muy colombiana. Su estribillo representa lo que es este país: me lleva él o me lo llevo yo/ pa’ que se acabe la vaina. Es lo que aquí aplica todo el mundo, el truhán y el filántropo, el político y el automovilista, todos esperan llevarse al otro por delante, “pa’ que se acabe la vaina”. Todos creemos que “la vaina” se acaba cuando desaparece el otro, o cuando lo jodemos. Hoy quiero creer que descifrar el fondo de esta famosa reyerta musical del viejo Mile fue para mí una manera de entender el país.

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EMILIANO ZULETA BAQUERO: ENTRE DINASTÍAS Y BREBAJES Por MARÍA MATILDE RODRÍGUEZ

A la Virgen de los Remedios, patrona de Riohacha y de todos los guajiros.

N

o salgo de la isla sin mis amuletos, sin mis protecciones, sin la bendición de mis santos personales y sin consultar los augurios de una profeta, partera y pitonisa llamada Carmita Mora Larios, que vive allá hace más de 40 años, fui a preguntarle si era conveniente cruzar las grandes aguas, como ella llama estos viajes. Me habló largo, en el tiempo de tres cafés y un cierre de atardecer. La escuché y traigo sus recados en lo que les voy a contar, después me persigné. Salí y aquí estoy ante ustedes, la tierra donde están las tumbas de los abuelos de mis hijos y mucho del amor de mis amigos. Hablarás de un hombre que nació bajo el signo del uno. Del tiempo en que muere una Dinastía al otro lado del sol, este hombre dejará otra en herencia. ¡Claro!, me invitaban al homenaje de la Dinastía Zuleta y la glándula principal de ese linaje, el señor Emilio Zuleta Baquero, había nacido bajo el signo del uno: día 11 del mes 1 de 1911, el mismo año en que al otro lado del sol moría la Dinastía imperial Ching del clan Manchú, y daba paso a la creación de la República China. En ese mundo de contrastes imaginaba que mientras los ejércitos rasgados caminaban por el lugar más antiguo de la Tierra, en un lugar contrapuesto, — 31 —

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sin agua y sin luz eléctrica, un niño jugaba a fundar su propio universo a partir de los sonidos de la antigua banda del pueblo, las polleras multicolores de Sara María Baquero Salas, el acordeón de Francisco, el camino a la hacienda de la señora Conchita Ustáriz y de escuchar el acordeón de Juan Jacinto Lagos, en La Jagua del Pilar, preparar su destino de agricultor y juglar del universo. Por eso no logro entender cuando de la boca de Carmita Mora Larios, profeta, partera y pitonisa, sale la palabra Dinastía, a mi juicio una palabra demasiado salpicada de poder para ligarla a los orígenes de una estirpe musical de un hombre nacido en el surco humano de una siembra. Alguien me había dicho que el triunfo de la poesía es vencer las dinastías, pero, ¿qué se hace cuando es el poeta que la instaura? Esa pregunta se la hacía a Carmita apelando a sus dotes de vidente para que me aclarara esos temas en los que a veces tiendo al sectarismo. No, me dijo, esas denominaciones se las hemos puesto nosotros, sin embargo ellos podrían darse el lujo de llamarse Dinastía, Monarquía, Anarquía o como les diera la gana, no se te olvide que así como Moisés aprendió misticismo en Egipto, en el templo de Isis, Emiliano Zuleta Baquero se bautizó en las letras de Francisco Moscote, sin saber que al igual que él se preparaba para una lucha incesante contra el diablo. Para Francisco el Hombre, Sebastián Guerra y Pachito Rada estaba claro que el diablo era el mismo medieval de Maracaibo (Comentario al sueño de Escipión), ahí está la canción de La puerca mona que hizo famosa Chico Bolaños, remendando con el acordeón todos los sonidos de las porquerizas, o el merengue del diablo zoomorfo… “A mí me ha salido el diablo con figura de vaca vieja, tiene el rabo colorado y amarilla las orejas”. El de Moscote era un diablo serio, de estirpe campesina, que andaba en bestia y estaba dispuesto a perder frente a quien tuviera la osadía de responderle con las palabras precisas. Antes del episodio de su encuentro famoso con el maligno, la bruja que vivía en Tomarrazón ya le había advertido que anduviera con cuidado, que detrás de él se escondía una serpiente de fuego esperando una oportunidad para tenerlo. Este diablo estaba emparentando con los diablos de Andrés Montafur (El muerto de Fundación), o el diablo de Alejandro Durán (El perro negro) y con el de Calixto Ochoa (El susto)... — 32 —

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El de Zuleta era un diablo más del estilo del que hablara Sócrates, un demonio personal y benigno (Diotima de Mantinea) que se representaba en el contrapunteo verbal de una piqueria, en el hechizo ceniciento de una hembra o en la luminosa interpretación del acordeón. Los diablos de Zuleta tenían nombre y apellido, eran más sentimiento que personas, casi en la misma sintonía que los filósofos y teólogos de una región recién nacida, donde su mayor temor eran las brujas, que si viudas, más peligrosas, con Luis Enrique Martínez, que parecía un experto en demonología, El abusajo, el Aparato Chivolo, Zuleta coincidía en su temor y ambos compusieron una canción de su miedo a las brujas. Estas brujas, como las del Malleus maleficarum, eran mujeres sospechosas de libertad. Mujeres de amores que hasta los juglares temen. En ambos casos tanto Zuleta como Luis Enrique Martínez terminaron postrados ante el Indio Jerónimo buscando una contra de protección para el amor de hechizos. El gran amor en las dinastías no es un asunto menor, basta con los ejemplos de Xiao Zhuang, La Gran Emperatriz Viuda, que gobernó a la sombra de su nieto, el emperador Kangxi, o la emperatriz Cixi, concubina del emperador Xianfeng, que controló el gobierno durante 47 años. En esta geografía no era menos importante, solo que en el resto del mundo la alianza entre canto y poesía pertenecía en exclusividad a la alcurnia de los grandes señores, casi siempre en la cour del castillo, símbolo del refinamiento, en cambio aquí esos hombres transitaron en suelos a lomo de animal, persiguiendo la huella de sus hombres camino a la Sierra o a un caserío cualquiera con el ritmo de un carrizo en una sequía de riqueza que aún subsiste. Esa es la verdadera insurrección de estos pueblos, servir en la oquedad de la pobreza lo más sublime del espíritu humano. Estuve tentada a indagar por este tema. Es más, le pedí a Carmita que me mostrara la trama de amor en la savia de Zuleta; me respondió con un regaño. Me dijo que eran cosas de hombres, que si yo conocía bien la música del señor Emiliano Zuleta Baquero me iba a dar cuenta de que solo tuvo dos grandes amores, aunque a él le gustaba nombrar tantas mujeres que con ellas hubiera podido fundar un pueblo, que de esas ochenta mujeres que dice que tuvo solo quedaba una estela de humo imposible de agarrar, que en ese hombre, las muje— 33 —

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res entraban y salían como quien entra a un solar desprovisto de tiempos malos. Me molestó su respuesta, me molestaba que las voces de esas ochenta mujeres quedaran silenciadas en el canto montuno más varonil del planeta. Quería saber qué había dicho Carmen frente al verso. Me le dice a Carmen Díaz Que sufra y tenga paciencia Que si acaso no sabía Que Emiliano es sinvergüenza. Entonces me monté en el potro de las averiguaciones, pretendí escuchar esas voces y saber si la resignación era compatible con la felicidad. Ustedes perdonarán algo tan deleznable como que se note que quien escribe es una mujer, pero en este punto era inevitable. Comprendí que el paisaje de los amores en estos hombres tiene dos orillas sin desembocadura, regida también por las órdenes y jerarquías del espíritu, en una de estas el nirvana de las mujeres nobles y resignadas habitado por amigas, esposas, madres, hermanas e hijas, y en el otro, un lugar de interludio donde viven las brujas, como una versión femenina del demonio, mujeres sospechosas de gozar abiertamente del amor, y para ellos, eso y bruja es lo mismo. Estas brujas, toditas, las del Magdalena, Bolívar, Cesar, las brujas sabaneras, guajiras y hasta las de Tamalameque les provocan seducción y espanto, deseo y desconfianza, admiración y locura al mismo tiempo, porque como afirma Michelet, la bruja es regicida, está contra los poderes y las dinastías. Su potestad se encuentra en la ausencia de miedo, en el oráculo oculto, en el fondo de una mirada sin linderos, en las plantas milenarias para la pócima y brebajes como los destilados de la mandrágora, para convertir en sierva del amor de los esclavos a la mujer del feudal. Por eso, por regicidas, siguen siendo llevadas a la hoguera de la pasión y de la música, como aquella mujer muerta en la pira porque al quitarse las medias había ocasionado una tormenta. En la Sierra hay una bruja Óiganlo señores que no me deja dormir — 34 —

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Si me sigue si me sigue molestando me voy para Caracolí Si esa bruja me persigue me la quito Parrandeando por la calle de Emilianito Si esa bruja me persigue me la quito yo Parrandeando por la calle sí señor, cómo no Mañana me voy pa’ Caracolí A donde el indio a decirle que me asegure Eso me, eso me parece a mí Eso me parece a mí que esas son cosas de Pule (Pule Muegues). Estas mujeres, cantadas y decantadas, viajarán en el éxodo de las canciones, con su estrofa de inmortalidad a cuestas, ya no son los anónimos seres que esperan un milagro, porque ni siquiera con los pactos de la Loma del Potrerillo, canjeando alma por amor, lograrían apartarlas de sus vidas. Adviérteles, dijo Carmita Mora Larios, profeta, partera y pitonisa, que el demonio ya no tiene forma de animal, que no son aparatos, ni lisonjas de mujeres, que esta vez el diablo sonríe con amabilidad y tiene la habilidad de llegar a todas las parrandas. Señora Carmita, le digo, no me ponga a repetir algo que no puedo sostener. Si lo dice así podría ser cualquiera. Me responde: El diablo de hoy es cualquiera. Vio mis ojos aterrados y prosiguió: El de antes, el inofensivo diablo de la cultura popular, tan humano que disputa duelos de acordeón, ha sido desterrado por demonios reales que gobiernan a su antojo, permutan sangre por la tierra y viajan en carros por trochas sin conciencias. Emiliano debió recordar las riñas de gallo en su solar, la soledad en los ojos de los animales desplumados en el ruedo, la algarabía musical de quienes creyeron encontrar la espuela en la mitad del alma, el silencio torpe ante el olvido. Un pique, una piqueria, se desenfunda una palabra y se engatilla una réplica. Esa era la explicación del mundo. La génesis que se encarnaba en el verbo y el apocalipsis que se despedía con el verbo. — 35 —

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Combatió con las armas de un Dios que estaba en la punta de la lengua. Zuleta Baquero empuñó la décima, el otro pugilista, Lorenzo Morales, desenvainó la respuesta. Lo anecdótico no vale la pena repetirlo, pero de ese encuentro hay una gota eterna que cae sin fin en la gota del hielo. Y recuérdales a todos, me dijo por último Carmita Mora Larios, recuérdales que cuando se acaben las piquerias, ahí sí, ten la seguridad que se acaba el mundo. Me lo dijo Juan Velásquez Yo no voy al otro lado En el pueblo de Fundación había un muerto sudao Mira qué muerto tan misterioso Mira qué muerto tan espantoso En Planeta un perro negro Tiene a la gente asustada Él recorre todo el pueblo Se esconde en La Inmaculada Por eso Yo salir no quiero Por miedo que le tengo al perro Una noche yo salí había un asunto pendiente Y donde tenía la cita me salió fue un aparato Se lanzaba sobre mí y me pelaba los dientes Me decía con voz ñata aunque corras yo te alcanzo. ‘La bruja’, de Emiliano Zuleta En la Sierra hay una bruja Óiganlo señores que no me deja dormir Si me sigue si me sigue molestando me voy pa’ Caracolí Si esa bruja me persigue me la quito Parrandeando por la calle de Emilianito — 36 —

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Si esa bruja me persigue me la quito yo Parrandeando por la calle sí señor, cómo no Mañana me voy pa’ Caracolí a donde el indio a decirle que me asegure Eso me, eso me parece a mí Eso me parece a mí que esas son cosas de Pule ‘La bruja’, de Luis Enrique Martínez Este año me caso yo De lo que no tiene duda Ando buscando una viuda Porque la mía me dejó En La Jagua hay una viuda Que me llamaba la atención Y se está metiendo a bruja Pa’ jugame una traición Pero si se mete a bruja Quizá no juega conmigo Primero voy donde el indio Para ver si me asegura.

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EMILIANO ZULETA BAQUERO, O LA ÉPICA DESAFIANTE DE UN CID CANTADOR Por ABEL MEDINA SIERRA

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CANTAR DE VIDA Y HERENCIA

miliano, el viejo Mile, el padre de los Zuleta, el de la universal Gota fría, estandarte de un hito bonancible y perdurable en el vallenato. Su vida plena en gestas marcó la más tradicional línea narrativa que caracterizó al vallenato auténtico en sus primeros estadios. Pese a su ausencia, su trascendencia obliga a desenredar una compleja telaraña de luchas, batallas, triunfos y afanes de una casi invicta trayectoria musical que lo ponderaron como un verdadero gallo del acordeón, un prolífico semental, un decimero lancinante, un creador irrebatible. Su epopeya personal nos lega un tesoro de cantos que permite reconstruir su mosaico vital, su trasegar de goce y el fuego inagotable de su espíritu desafiante. Emiliano fue nieto de Job Zuleta, hasta allí anuda el tejido generacional en su memoria. Diestro en la ejecución de muchos instrumentos de percusión, fricción y viento; el abuelo de Mile ya ensayaba en los lontanos pasos, la huella que el tiempo se encargaría de afirmar, su nieto se ganaría el protagonismo en este compromiso con la difusa sangre vasca del apellido Zuleta. Emiliano nació en La Jagua del Pilar, La Guajira, un 11 de enero de 1912, y — 39 —

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murió en Valledupar el 30 de octubre del 2005. Su padre, Cristóbal Zuleta, El Tercero, un valduparense que también le entregó mucho de su existencia a la música popular, fue cantante, guitarrista, buen ejecutante del tiple y clarinete, músico de viento. Era llamado El Tercero o El Terce, pues hacía la tercera voz en una banda musical. Su madre, Sara Baquero, la legendaria Vieja Sara, la recitadora de décimas, la matrona que inmortalizó Escalona en sus cantos. Ella representó para Emiliano todo el apego progenitor, pues su padre muy pronto se separó de la Vieja Sara. Había nacido el 9 de agosto de 1890 en La Jagua del Pedregal; a los 25 años se fue a El Plan y luego a la finca Los Llanos, de propiedad de su hermano Andrés Salas. Allí vivió por 15 años entre labores del agro y festejando la vida con versos espontáneos de elemental filosofía. De los once hijos de la Vieja Sara, solo Emiliano lleva el apellido Zuleta. Los demás llevaban el apellido diferente (Salas), pero algunos de igual vena artística, como Toño Salas (hermano). Sus otros hijos fueron: Andrés, Encarnación, Mario, Carlos Jeremías, Rafaela, María, Santa y Matilde Margarita. La infancia de Mile transcurrió en las faenas del campo. De finca en finca, untándose de la floresta de los caminos entre La Jagua y El Plan, el arroyo de la Viravira, el Monte de la Rosa, Las Mercedes, El Totumito y la finca de su tío Francisco. El asueto era su cómplice para encontrar en la gaita, la caja y otros instrumentos artesanales la lección de vida que nunca pudo encontrar en la escuela. Recibió toda la savia desafiante de los verseadores de El Plan, esos que se encontraban en los carnavales y las fiestas de Corpus Christi que festejaba cada año la decimera mayor: la vieja Sara Baquero. Eran largas faenas de rima ingeniosa que nutrieron en Emiliano el culto al verso como principio de autodeterminación. CANTAR DEL DESTIERRO A los cinco años, una reconocida matrona de Valledupar que tenía una finca cercana a la de su madre le pidió a esta que le permitiera llevárselo como “concertado” o ayudante en los oficios de casa y de su finca La sierra montaña, cer— 40 —

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cana a la capital del Cesar. Se trataba de Conchita Ustáriz, quien le mostraría por primera vez el encanto colonial de la ciudad que la posteridad convertiría en el mayor epicentro de la música que ya nutría su sensibilidad provinciana. Tres años maduró Emiliano en tierra vallenata su destreza manual en oficios domésticos y su capacidad para descubrir en la música las claves de su futuro. Ese trasegar serrano que desde niño lo hizo enamorar del campo (en sus últimos años aún cosechaba en su patio de Urumita), ese silvestre entorno de la parte más fértil de La Guajira, cercano al frío cimero de Manaure, le inspiró a narrar su errancia en una comarca en la que colindan La Guajira y el Cesar. Así compuso El piñal, en honor a su finca ubicada entre El Plan y Manaure, la Otraparte de este cantor, allí donde música y naturaleza le sirvieron para darle el vigor espiritual que alimentó sus desafíos. En esta canción autobiográfica sintetiza esta vida de errabunda travesía y el ciclo existencial de idas y retornos que lo caracterizó (1979): El piñal Hace tiempo que he venido Analizando mi vida La cosa más positiva Que en este campo les digo En la finca donde vivo Allí fue donde me crié Y por eso la compré Adonde vivo tranquilo Ahí me visitan mis hijos Y mis amigos a la vez Nací en La Jagua ’el Pilar Ahí mi madre me fue criando Ya la edad de cinco años Me llevó a Valledupar Nos trasladamo pa’l Plan Del Plan pasamo a la Sierra — 41 —

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A la finca de mi abuela Que llamaba Santa Salas Madre de la Vieja Sara Me trae los recuerdos de ella Estando viviendo en la Sierra Adonde llaman Los Llanos Ahí me fui levantando En esa bonita tierra Mi madre que fue tan buena Y acompañada conmigo Vivimo en Santo Domingo Vivimo en Santo Tomás Y una finca más allá Un tiempo también vivimos Me volví a mudá pa’l Plan Donde músico me hice Adonde la gente dice Que me hice popular Me volví a salí del Plan Y me casé en Villanueva Formé una familia buena Y me volví a regresar Donde conservo mi tierra Convertida en un piñal Muy a pesar que Emiliano nació en La Jagua, reconoce una estrecha ligazón territorial con Villanueva, lugar en el que nacieron la mayoría de sus hijos, entre ellos Tomás Alfonso –Poncho– y Emiliano Alcides. Con Carmen Díaz fundó su hogar en este pueblo de calles de piedra, al abandonarlo esta, consiguió otra compañera que durante catorce años se mantuvo en Villanueva con él. Un sentimiento de gratitud hacia la ‘Cuna de Acordeones’ le inspiró a cantar: — 42 —

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Con tantos años que yo viví En este pueblo de Villanueva Cuando se muere mi compañera Que fue la causa de irme de aquí Pero me voy a volvé a vení Porque yo nunca olvido esta tierra Cuando me nombran a Villanueva Donde sé que quiero venirme Porque es la tierra del viejo Mile Que siempre vivo pendiente de ella En Villanueva tuve mis hijos Y esta es la tierra que más me sirve A todo el pueblo quiero decirle A mis compadres y a mis amigos Es un recuerdo que yo les dejo Del viejo Mile cuando se muera Este canto de Villanueva Que para mí es un privilegio Que donde estoy siempre recuerdo Y se disipan todas mis penas Después se fue a vivir a Urumita, rastreando el sosiego que encontró en esta estación flanqueada por el verdor de la serranía de Perijá y acicalada por calagualas y un permanente festín floral. Allí reposó sus canas bajo el cuidado de Ana Teresa Olivella, su último hito mujeriego; una mujer a la que doblaba en edad y quien le dio la alegría de Belisario Misael, Sara Emilia y Efraín Alfonso, sus ya adultos retoños. En 1998 los quebrantos colaterales de vivir con un corazón artificial lo obligaron a buscar la cercanía de los médicos y se fue, no sin disgusto, a Valledupar. Entre la hamaca y el taburete, desván de memorias, en el patio de los mangos, gastó sus últimos años tarareando aires de nostalgia, la certeza de haber vivido a plenitud y haber cantado en más de 400 canciones sus gestas de hombre enamorado, parrandero y temerario. — 43 —

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EL PRIMER CANTAR: LA INFLUENCIA DE LOS TRES FRANCISCOS Desde niño ya Emiliano heredaba nuestros miedos ancestrales. Se hablaba del diablo como referirse a un habitante más del pueblo, “se le apareció a fulano”... “jugó gallos con zutano”... “negoció con mengano”... escuchaba a su abuela Santa Salas cantar un merengue de Francisco el Hombre, el músico más famoso de la región, que decía: A mí me ha salido el diablo Con figura e’ vaca vieja Tiene el rabo colorado Y amarillas las orejas La creencia en las apariciones del diablo era un reto a la irreverencia de su mocedad. Ese mismo escozor le hizo admirar a Francisco Moscote, el Hombre, el mismo que derrotó al diablo con el mágico embrujo de su fuelle y la ingeniosa parodia del Credo. Había escuchado La puerca mona, del legendario Francisco Moscote, interpretada por su ídolo de la niñez, Francisco Irenio Chico Bolaño, y el sueño de acariciar con sus manos ese teclado sensible a la alegría se alimentaba con las visitas a su tío, el otro Francisco (Francisco Salas), quien poseía tres acordeones. Todos los sábados, Mile viajaba en burro de El Plan hasta La Jagua del Pilar para llevar vituallas de los cultivos de su tío hasta la humilde estancia de la vieja Sara. Eran momentos en que aprovechaba los descuidos de su tío para manosear, tembloroso, las teclas de los acordeones que con celo vigilaba su tío. Era injusto que su tío tuviera tres acordeones, él merecía probar también su herencia artística, pensaba Emiliano. Hasta ese momento su vida musical se limitaba a la somera incursión en 1920 como cajero de Chuchu Baquero, un primo suyo que solo tocaba música instrumental, pues no cantaba ni componía. Impelido por estos razonamientos planeó la forma para hurtar uno de los acordeones. Era el año de 1928, cierto día Francisco salió primero que él para su finquita, se subió a la troja donde lucían los nacarados, tomó uno y presuroso — 44 —

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buscó los caminos hacia El Plan. El susto entrecortaba su respiración pero la esperanza de domeñar en su pecho las notas de esa caja mágica le daba aliento. Pasaron varios días, en los que a escondidas de la vieja Sara se iba donde la vecina, lugar en el cual había dejado el acordeón resguardado “porque la Vieja Sara me fregaba a penca después” –diría Mile. Allí se refocilaba registrando los armónicos y melódicos del acordeón hurtado, tratando de imitar La puerca mona y otros aires de la época. El entusiasmo se le confundía con el temor por la reacción de su tío. Aplazó su acostumbrado viaje a la finca de su tío por una semana. Cuando creyó manejar los secretos del fuelle mágico, decidió afrontar con valentía los efectos de su travesura. Ese otro sábado ni siquiera esperó el regaño de su tío, en sus notas encontró el mejor argumento, en su capacidad para improvisar halló las justificaciones que esperaba Francisco Salas; entrando a la casa de su tío nacieron los primeros versos de batalla: Le vivo rogando a Dios Que me perdone mi tío Por culpa del acordeón Que me llevé escondío “No solo me perdonó, sino que me abrazó riéndose, como orgulloso de mí, me dijo –sobrino, si usté toca más que yo–, entonces me dio otro de los acordeones que estaba mejor que el que me había llevao”, recordaba sonriente el viejo Mile. Tenía 15 años, ya había descubierto el secreto de las notas y sus primeros versos, el camino hacia nuevas gestas se iluminó esa prima noche. Cuando Emiliano se hizo acordeonero, Juan Jacinto Lagos y Miguel Vega eran los únicos músicos vallenatos de La Jagua. Pero ya rutilaban figuras de renombre en las colitas y parrandas de la zona: Rafael Enrique Daza en Villanueva, Carlos Araque en Manaure, Juan Muñoz en San Diego, Juan Solano y Luis Pitre en Fonseca, Efraín Hernández en Valledupar, y el más grande: Chico Bolaños, por quien Mile profesaba una profunda veneración y era novio de su tía Trinidad Salas. En una de sus canciones posteriores a esta época, en forma de son, rememora de manera cronológica la antología de músicos que en esa época gozaban del — 45 —

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favorecimiento del público: Historia musical Primero el Hombre, Francisco Y después Luisito Pitre Juan Solano que no existe Y el difunto Bolañito Y después fue Emilianito Y Rafael Enrique Daza Juan Muñoz que fue de plata Y en Manaure Carlos Araque Hoy el Valle se complace Con su fiesta vallenata Una vez le tomó el sabor festivo al acordeón, las parrandas se hicieron frecuentes, se preocupaba la vieja Sara, para quien la profesión de músico era para sinvergüenzas, borrachones y flojos. Desafiaba los límites de su rudimentario acordeón buscando los acordes de la puya y el merengue (los aires usuales de la época), su nombre fue ganando prestancia, no solo por el brioso poder digitador sino por su condición de verseador agudo y recursivo; pero las grandes batallas estaban por venir. Comenzó como solista, pero con el tiempo y la influencia de la evolución organológica del vallenato se vio obligado a acompañarse. Tuvo a Alejandro Guerra, de La Jagua, en la caja, y a Pedro Rafael Mendoza, en la guacharaca. Luego Pedro Vega remplazaría a su paisano Alejandro en la caja, instrumento por el que pasaron, acompañando a Mile, Julio Fuentes y el famoso Pinocho, de San Diego. En la guacharaca siguieron Saturnino Romero. En los últimos años Mile fue acompañado por El Pipo Flórez en la caja y Marcelo Alvarado en la guacharaca. LA AFRENTA DE MORALES: CANTAR DE ‘LA GOTA FRÍA’ La piqueria, una de las manifestaciones más emotivas y auténticas del genio — 46 —

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creativo popular de los vallenatos, llega a su cúspide con La gota fría, la canción perfecta, según García Márquez, la célebre canción que Guillermo Buitrago grabó en tiempos en que este folclor no gozaba aún del privilegio de acetato (y que quiso usurpar los derechos autorales). Esa misma canción que en la voz portentosa de Daniel Celedón Orsini se convirtió en el himno de la campaña liberal de Alfonso López Michelsen por la Presidencia; esa con la cual Carlos Vives puso a bailar a madrileños, latinos de Estados Unidos, México y muchos países de habla hispana. Ese reto de “pa’ que se acabe la vaina” que también se escucharía luego en todo el mundo con acento peninsular en las interpretaciones de Julio Iglesias y la destacada Paloma San Basilio. La gota fría ha representado para el vallenato un símbolo del carácter épico que mostraba la lucha de cada músico por sobresalir en la disputa con su acordeón en el pecho. Cada músico hacía de su parroquia un fortín inconquistable, su fama crecía, entonces otro juglar sentía que sus principios de territorialidad estaban siendo violados, los fanáticos alentaban las piquerias y fortalecían el ego de cada acordeonero. Eran tiempos de desafíos entre los grandes ante la legítima veeduría del pueblo. La piqueria que estimula la composición de La gota fría tiene dos protagonistas: Emiliano, su autor; el otro, Lorenzo Morales. Un moreno acordeonero que desde muy joven comenzó a hacerse notar en su natal Guacoche, un pueblo de chozas de bahareque a 7 kilómetros de Valledupar. Allí era el rey; con su acordeón Regal, que cambió por una novilla, se ganó el respeto en esa zona, y su fama, que se extendía a la Zona Bananera, llegó hasta el sur de La Guajira, donde vivía Emiliano. Corría el año 1928, al hijo de la vieja Sara el acordeón que le regaló Francisco Salas se le volvió trizas en sus diestros y exigentes dedos. Una noche de lluvia terminaría por arruinarlo. Fue entonces cuando la solidaridad de sus paisanos de La Jagua y El Plan se hizo sentir para colectar los once pesos que costaba la alegría de Emiliano, que era también la alegría de ellos. Con unos amigos tomó camino hacia Valledupar, y de paso por Guacoche, escuchó una parranda. Su curiosidad detuvo el viaje, estaba Lorenzo Morales en plena faena. Ya antes, “razones que van y vienen” habían engendrado una silenciosa rivalidad entre estos dos músicos: A Mile le decían que en Guacoche había un acordeonero que — 47 —

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tocaba más que él, mientras los paisanos de Morales le metían miedo con Zuleta, un brioso muchacho de El Plan. El impulso desafiante que nunca pudo domeñar Zuleta lo alentó a pedir la oportunidad de mostrar su arte, buscaba un reto ante un grande. El reluciente acordeón de Morales en sus manos dejó escuchar festivos arpegios que arrancaron aplausos en la concurrencia. Hasta el punto que el primer trago servido se lo dieron a Mile, fragante violación al código de ética parrandera de la época, pues el primer trago correspondía al acordeonero. Que un desconocido se luciera con su acordeón, en su pueblo y se ganara el privilegio del primer trago fueron razones suficientes para herir el orgullo de Morales, que, disgustado, arrebató su acordeón y terminó la animada fiesta: la afrenta que nunca olvidaría Mile. En la tienda de Jacob Luque compró Mile su acordeón ‘tornillo ‘e máquina’, ansioso de una revancha que tomaría nueve años para concretarse, preguntó por Morales de regreso a Guacoche, pero le dijeron que se había ido hacia Los Corazones (Cesar). El suceso se regó con vivaz matiz de fanatismo. Los de Guacoche defendían la destreza y experiencia de Morales; los de la actual provincia sur de La Guajira aplaudían el verso certero de Emiliano. Se inventaban ofensas, recados que iban y venían, “no toca más que yo”, vociferaba en parrandas cada uno. La contienda verbal no fue menos intensa que los dos enfrentamientos a notas que tuvieron estos dos ases de la juglaría; serían ocho años durante los cuales se componían canciones de piqueria que el correo de las parrandas y los chismosos se encargaba de llevar a cada destinatario. En las fiestas de San Pedro y San Pablo de 1938 se dio el ansiado encuentro. En la víspera, un 28 de junio en Urumita, se selló la piqueria con visos de victoria para Morales. Emiliano vivía en Urumita con La Pule Muegues. Morales llegó en momentos en que Emiliano deleitaba a los presentes con sus notas y arpegios. Según Mile, llevaba en ese trajín todo un día sin descansar; debilitado por una agobiante borrachera. La piqueria se inició, verso a verso, canción a canción, la disputa alentaba la algarabía de un pueblo que se agolpó para ser testigo de excepción de uno de los duelos más trascendentales en la historia cultural de esta música tradicional (el otro, el de Francisco el Hombre y el diablo). — 48 —

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Emiliano reconoció que sus desmejoradas condiciones físicas le impidieron ser superior a Moralito. Cuando el trasnocho doblegó su cuerpo, lo llevaron a dormir mientras Morales campeaba “con acordeón terciao” su propio territorio. Horas después se levantó Mile restablecido, a su regreso Morales vio en sus ojos tanta enjundia revanchista y escuchó en su acordeón tanta destreza que declinó la contienda aduciendo un dolor de cabeza. Por acuerdo mutuo, el reto se prorrogó para las cinco de la mañana del día siguiente. Sorpresiva respuesta tuvo el desvelo de tantos urumiteros que acompañaron a Mile a buscar a Moralito. Cuando despuntó el alba, Moralito había desaparecido para dejar pendiente una piqueria que desde entonces comenzaba a perder. “Se corrió”, decían los urumiteros; “le cayó la gota fría”, sentenciaría Emiliano, haciendo analogía con los castigos impuestos en las severas cárceles de la época. Desde entonces la disputa se siguió en el plano de las canciones, Morales planteó el reto inicial: El borrador El borrador de Emiliano se lo mandó Para que aprenda la rutina de Morales Para que escuche y se la pase analizando Que mis sones se respetan en la calle A Emiliano le voy a mandá la prueba De estos paseos que yo he sacado con rutina Que se los mando para que me los devuelva Porque solamente para él se destina Para que oigan y aprendan con cuidado Este paseo ‘El borrador’ de Emiliano Que se lo mandó esperando una respuesta Para que él siempre se la pase escuchando. Mile se animó a componer la Contestación a Moralito (grabada por Luis Felipe Durán), con la cual da respuesta certera a la provocación del guacochero:

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Díganle a Morales que el borrador estaba muy bueno Yo basado en esto es que le mando la respuesta Que no va a recogé fama del suelo Hombe, caramba, dice Emiliano Zuleta Díganle a Morales que los hombres se respetan Díganle a Morales que ahí le mando la respuesta Díganle a Morales que son cosas de Zuleta Díganle a Morales que los hombres se respetan Si Morales, si Morales saca uno Zuleta, Zuleta le saca dos Porque no, porque no me da la gana Hombe, que ese negro toque más que yo Díganle a Morales que ahí le mando la contesta Díganle a Morales que ahí le mando la contesta Porque toco, porque toco el acordeón Hombe, toco caja, guacharaca y soy poeta. Varias canciones alimentaron esta prolongada piqueria con versos de parte y parte. Morales compuso varios temas, entre estos La carta escrita, cuya versión fue grabada por él mismo para el proyecto musical Ocora, de Radio Francia Internacional en 1994: La carta escrita Ay, le mando a decí a Emiliano Zuleta Que para los carnavales me espere Y si quiere tocá conmigo, la tiene Y si hace como yo le digo, no puede Emiliano está inocente, compadre De que Moralito vino a su tierra Le dejó una carta escrita en el Valle — 50 —

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Pa’ mandásela a Emiliano a la Sierra Emiliano supiera, compadre La rutina de Lorenzo Miguel No saldría más a la calle Ni tampoco se metiera con él En mi gusto no hay quien mande Conmigo no hay quien se meta Rutina tiene Morales Para Emiliano Zuleta Fue entonces cuando Emiliano, alentado por la fuga tempranera de Morales en Urumita, por los recurrentes embates del pequeño y recursivo acordeonero rimó, entonces, los versos populares más famosos del país vallenato: La gota fría Acordáte Moralito de aquel día Que estuviste en Urumita y no quisiste hacer parada Te fuiste de mañanita Sería de la misma rabia En mis notas soy extenso A mí nadie me corrige Para tocar con Lorenzo Mañana sábado, día e’ la Virgen Me lleva él o me lo llevo yo Pa’ que se acabe la vaina Ay, Morales a mí no me lleva Porque no me da la gana

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Qué cultura, qué cultura va a tené Un negro yumeca como Lorenzo Morales Que cultura va a tené Si nació en los cardonales Morales mienta mi mama Solamente pa’ ofendé Para que él también se ofenda Ahora le miento la de él (Coro) Me lleva él... Yo tengo un recao grosero Para Lorenzo Miguel Él me trató de embustero Y más embustero es él (coro) Me lleva él... Me le dicen, me le dicen a Morales Que estuviste en Urumita y nada hubo Por eso es que a mí me dicen Que fue miedo que me tuvo Como que lo puyé duro Cuando tuvo que salirse Me le dicen, me le dicen a Morales Que abandone el acordeón por siete meses Que Emiliano lo abandona por año largo Y conmigo pierde siempre Y lo digo adelante ‘é la gente Pa’ que se ponga más bravo

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Algunos testigos comentan que esta canción inicialmente contaba con más estrofas, pero por su carácter obsceno fueron cercenadas por la autocensura que impuso el mismo autor. La comercialización discográfica que esquematizó las canciones acortando su extensión, solo nos ha podido ofrecer las primeras estrofas de este dechado de versificación e himno de la piqueria. La canción sería grabada inicialmente en guitarras como Qué criterio, por Guillermo Buitrago y Los Trovadores de Barú, en 1948; luego Colacho Mendoza, en 1965, lo graba con su título original y en formato vallenato. Morales se encontraba en la Zona Bananera, y cuando regresó se sintió ofendido y herido por los lancinantes versos de La gota fría, entonces quiso humillar al hijo de la Vieja Sara con estos versos (primera versión de Buitrago en 1944): Chucho marimonda y maco Mile no se baja de la Sierra Porque la carne la come sin hacer gastos Dice la gente que Emiliano lo que come Es mono, chucho, marimonda y maco Emiliano Zuleta Se ha puesto embustero, lo mismo que Luis Villar En Urumita dijo que me había ganado Y aquí vuelvo otra vez pa’ que me vuelva a ganar Hombe, Emiliano Qué es lo que pasa Qué te está pasando No te afanes tanto Porque si no sabes No entres en relato Óiganme señores la fama de Emilianito Por lo que han dicho, ta’ rodando por el suelo Pienso que no debe echar mentiras — 53 —

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Porque eso es muy triste que un hombre pierda el criterio Si fueran verdades lo que Emiliano dice Con todo mi gusto yo también lo elogiaría Pero dicen habla unas cosas sin ser Por eso yo digo que puede ser cobardía Hombe, Emiliano Qué es lo que te pasa Qué te está pasando Qué tienes ahora Por qué echas mentiras Pa’ que te las cojan A Emiliano Zuleta Óiganme señores, no le valen amenazas Y me dice la gente que lo conoce De que él llega cerca pero del Cesar no pasa Hombeme señores, Mile se fue para la Sierra Y la cacería la tenía de cada rato Pero en un fracaso que se extinguieron las crías Y ya no encontraba chucho, marimonda y maco. Luego en Rumores evidenciaría que Mile no respondió este nuevo desafío, lo que en el código ético de la piqueria evidencia cobardía: Rumores Yo no sé lo que le pasa a Emiliano Yo no sé lo que le pasa a Zuleta Eso es miedo que me tiene De mandáme la respuesta

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Yo conozco el pique que me tiene Emilianito Yo siempre le he dicho que no se meta conmigo Anda criticando que yo soy negro yumeca Pero no se fija que es blanco descolorido (Fragmento) Si bien el duelo se mantuvo en el plano composicional, hubo la intención de dirimir presencialmente esta piqueria de nuevo, lo que se frustró por culpa de Morales, lo que originó otra de las canciones que integraron la furiosa arremetida versística de Mile (grabada por William Fuentes y Miromel Mendoza): Que el diablo tenga la culpa Me le dice a Lorenzo Morales Que Emiliano Zuleta está bueno Que yo sigo componiendo Pa’ cuando vuelva a llamarme Los que han visto a Lorenzo tocando Me dicen que es verdad que ejecuta Pero si se lleva a Emiliano Que el diablo tenga la culpa Me le dice a Morales que venga acá Que yo estuve en La Jagua y no estaba allá (bis) Un merengue a Lorenzo Morales Ha sacado Emiliano Zuleta Que me mande la respuesta Si acaso no le gustare Moralito me citó en La Jagua Y yo le acepté el desafío Me le fui con los versos míos Pero Morales no estaba — 55 —

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Me le dice a Morales que no es por mí Que yo estuve en La Jagua y no estaba allí. Posteriormente, sucesivas parrandas permitieron la reconciliación. Morales le pidió a Emiliano que le bautizara un hijo. En sus últimos años compartieron anécdotas de una piqueria que se registró en la historia como epopeya cantada de un encuentro de juglares que aún despierta entusiasmo. Mile terminaría la contienda con unos versos que sellarían la amistad y el compadrazgo entre estos pregoneros del desafío juglaresco: Emiliano está pensando sacá un son Pa’ que en la calle tenga el público que oíme Pa’ Morales con bastante distinción Pa’ que sepa que esas son cosas de Mile Moralito, Moralito todavía Mile se acuerda Que primero íbamos a las malas Y ahora me voy a las buenas A mí me han dicho los amigos de Morales También me han dicho los que son amigos míos Que en Urumita quedaron agradecidos De la parranda que tuvimos en la calle Moralito, Moralito Se acabó la discusión Con este honorable son Que te sacó Emilianito. Sin embargo, se presentaron circunstancias coyunturales que en ocasiones desempolvaron la vieja rivalidad, como cuando Armando Zabaleta, el compositor molinero que vivía cerca de Emiliano en Villanueva, quiso censurar una época en que Mile poco se dedicaba a parrandear ante los reclamos de Car— 56 —

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men Díaz. Cuando la canción fue popularizada, quiso el mismo Zabaleta que la autoría se la endilgaran a Moralito, que ya había pactado la paz con Emiliano (grabado por Luis Enrique Martínez). La sugestión de Emiliano A Morales le piden un parecer Que si no se da cuenta qué le pasa a Emiliano Eso da tristeza de ver a un hombre jovencito Y que se deja gobernar de una mujer En eso no está de acuerdo Moralito Porque a su mujer la gobierna él Yo siento a Emiliano que es mi compadre Pero qué voy a hacer si es gusto de él A Morales le dijeron que Emiliano Ya le critican su modo de vivir También le dicen que vive controlado Que de su casa ya no lo dejan salir Y dicen que si sale a parrandear Enseguida Carmen Díaz lo va a buscar (bis) Emilianito no se fija que Morales Por todas partes anda lleno de inspiración Él llega al Valle y allá forma sus parrandas Regresa a Guacoche y camina toda la región Zuleta ya no puede hacer esas gracias Zuleta ya no sale de su casa Y dicen que si sale a parrandear enseguida Carmen Díaz lo va a buscar

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Una vez Emiliano escuchó la canción, no dudó de la autoría de Moralito, y esta vez, “sin culpa”, reinició la piqueria que luego desistió cuando se aclaró el incidente creado por Mando Zabaleta. En respuesta a la supuesta ofensa de Morales compuso un merengue en el que expresa: Las cosas de Moralito Solo Morales dice esas cosas Solo Morales está equivocado Pero le voy a tapá la boca Pa’ que no se meta con Emiliano Dile a Morales que esa cosa fea Ese recado que me ha mandado Y si no quiere perdé pelea Que no se meta con Emiliano Porque las cosas de Moralito Eso no tiene comparación Ahora no quiere que Emilianito Viva en la calle bebiendo ron Temeroso quizás, que una contienda ya superada rompiera la naciente amistad con Mile y aclarada la intención de Armando Zabaleta para reavivar la piqueria, Lorenzo Miguel Morales compuso la canción que cerró esta memorable página del folclor musical vallenato: La bulla Porque yo a Armando Zabaleta También se lo tengo dicho Que no se ponga a tocá esas cosas Porque asustan a Emilianito Si fueras pa’ Villanueva — 58 —

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Por lo tanto te solicito Me saludes a mi compadre Mi compadre, Emiliano Tengo seguro que Emiliano Tuvo ese susto y lo impacientaba Porque se puso a sacá un merengue Claro, que andaba con rabo de paja Y esa bulla que tiene por allá Pero aquí no se acerca a parrandeá Y esa bulla que tiene en Urumita Si llega al Valle se le quita Y esa bulla que tiene por allá Pero al Valle no llega a parrandeá Y esa bulla que tiene por La Jagua Si viene al Valle se le acaba. CANTAR DEL FESTIVAL: EL PRIMER REY SIN CORONA Corría el año de 1968, Emiliano Zuleta era un reconocido acordeonero, compositor y repentista en el sur de La Guajira y los pueblos cercanos a Valledupar. Pero como él, otros gozaban del privilegio del aplauso desde muy al norte de La Guajira, pasando por el Cesar y Magdalena, hasta llegar a las sabanas de Bolívar, Sucre y Córdoba. Había necesidad de sopesar la real valía musical de estos juglares. Así surge el primer Festival Vallenato en Valledupar, bajo la égida indeclinable de Consuelo Araújo Noguera, Rafael Escalona, Pedro Castro Monsalvo y el auspicio corporativo del primer gobernador del Cesar, el posterior presidente de la república Alfonso López Michelsen, ligado a esta tierra por vía materna y por sangre destilada en acordeón. El evento se organizó en el marco de la festividad religiosa de la Virgen del Rosario y como conmemoración a la leyenda de la Virgen que salvó con sus mis— 59 —

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terios a los españoles envenenados por los tupes. Ese abril convocó a lo más selecto del folclor que desde entonces ganaría institucionalidad y presencia regional. La final puso en evidencia la magistral condición musical de Emiliano Zuleta frente a la rutina apesarada y bien definida de otro igual grande e inmortal: Gilberto Alejandro Durán Díaz (Alejo). Ellos relegaron a Luis Enrique Martínez y a Ovidio Granados al tercer y cuarto puesto, respectivamente. La historia diría que Alejo fue el primer rey vallenato y que su nombre comenzaba a tantear los umbrales de la perpetuidad con su nota cadenciosa. Pero el viejo Mile y sus seguidores tienen otra versión que pone en duda la superioridad del Negro Grande. Su biógrafo Luis Mendoza Sierra lo narra así: “Alejo Durán (...) llegó bien apadrinado. Su patrón, Miguel Faciolince, trajo una enorme comitiva. Su nota parecía del agrado de Escalona y tal vez de Consuelo, de Faciolince, al igual que de Jaime Gutiérrez de Piñeres, que no solo participaban de la comitiva distinguida, sino que fueron incluidos en la lista de jurados que definió el duelo”. Ante un jurado presuntamente amañado, en el cual Emiliano solo contaba con el posible favorecimiento de Alfonso Poncho Cotes Queruz, el hijo de la vieja Sara expuso lo mejor de su repertorio, que concluyó con el merengue El milagro. “Todas mis canciones eran inéditas, como era regla en ese festival, sin embargo, Alejo tocó ‘Alicia Dorada’, que era de Juancho Polo Valencia”, argumentaba Mile a su favor. Al concluir su participación, salió de la plaza en hombros de una muchedumbre que creyó que la voluntad popular era más legítima que la del jurado. Mile se sintió rey y se fue a festejar a casa de los hermanos Namén Rapalino, rato después llegó a sus oídos la sorpresa: el jurado había declarado empate y debía regresar a la tarima para dirimir la paridad. Ya en tarima, otra sorpresa preludió una decisión, para Mile, tan amañada como poco transparente: Poncho Cotes había sido separado del jurado. Cuando trató de participar se lo impidieron con el argumento de que estaba ebrio. Así, por un tecnicismo a ultranza, y no por la disputa de melodías y bajos, se escogió el primer rey. Emiliano y su iracunda fanaticada se fueron a parrandear con la certeza de que Alejo tenía la corona, pero Mile era el legítimo rey del vallenato. Emiliano censuró la actitud cómplice de Escalona con el ardid que le arre— 60 —

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bató el laurel más preciado por los acordeoneros colombianos. Su resentimiento no podía quedarse en murmullos, así se hizo canción: Poncho Cotes una persona Que sabe calificar Lo mandaron a sacar Por concepto de Escalona Así buscaron la forma Como primera medida Como soy de La Guajira No quisieron mi persona Antes del toque final Ya me habían menoscabado Porque ya me habían cambiado Por Alejandro Durán Se pusieron a inventar Que había que tocá otra vé Me fui pero regresé Y no me dejaron tocar. Mile Zuleta denuncia aquí cierta predisposición de los valduparenses hacia los acordeoneros de La Guajira para justificar su descalificación, argumento que al igual expresó al referirse al segundo lugar que también ocupó en el cuarto Festival Vallenato (1971), cuando fue derrotado por el barranquillero Alberto Pacheco: “Yo perdí tocando discos míos, le dieron la corona a Alberto Pacheco, yo creo que fue racismo de los vallenatos contra los guajiros”. LAS BODAS DEL CID Carmen Díaz vivía en Manaure (Cesar); cuando hasta su casa llegó la nota de Emiliano, un día decembrino que con su serenatero acordeón quiso com— 61 —

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placer a un rendido enamorador de la agraciada Carmen. La bella expresión risueña de la casta provinciana fue más fuerte que la lealtad al amigo que lo había invitado a dar serenata, y al día siguiente regresó solo, con el firme empeño de ofrecerle su soltería. Ella, que no había querido salir a agradecer la serenata que había pagado el pretendiente de la noche anterior, no solo le recibió la visita sino que bailó con él en medio de la calle. En esa época Mile disfrutaba de un duradero romance con La Pule Muegues, la mujer que le enseñó a garabatear su firma y se quedaría esperando por él, pues un 13 de octubre, en la población de La Jagua, Emiliano, el empedernido picaflor, sellaba el connubio oficial con Carmen Díaz, un matrimonio pasado por tragos y fuelles henchidos de júbilo. Con La Pule, con quien vivió ocho años, tuvo a Teobaldo Rafael, quien sería criado por 12 años por la Vieja Sara. Ya desde antes de casarse, Emiliano se sentía cuestionado; su nombre notorio no podía escaparse al poder deletéreo del rumor. Las malas lenguas no tienen fronteras, y lejos caminaban los chismes sobre su inquieto coqueteo. En el Monte de la Rosa, por donde un arroyo servía sus aguas para que las mujeres lavaran la ropa y los lugareños se bañaran, Mile era motivo de discusión todas las mañanas. Una comentaba que ya le había propuesto matrimonio, otra que ya le había entregado el anillo, una más decía que el músico la visitaba con pretensiones matrimoniales. Fue entonces cuando respondió estos insidiosos comentarios con una canción (Hermanos Zuleta, 1983): El Monte de la Rosa En el Monte de la Rosa Las mujeres bien temprano Se van a enjuagá la boca En el nombre de Emiliano (bis) Me puse a poné cuidado En el Monte de la Rosa Que allá no hablan de otra cosa Sino del pobre Emiliano

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Se va a casá Mile Zuleta Nadie se meta Por no dejá Hay veces que me da rabia Y quisiera proceder Porque yo me pongo a ver Que de mí to’ el mundo habla Se va a casá Mile Zuleta Nadie se meta Por no dejá. Fueron veintitrés años y ocho hijos de una relación sostenida por la paciente tolerancia que los hijos obligan a conservar. Los desvelos de Carmen Díaz por cortar las libérrimas alas parranderas y mujeriegas de Mile rayaban los límites de la impotencia. Las peleas se hicieron frecuentes y los cantos narraban las irreconciliables diferencias que amenazaban la unión (su primera versión grabada por Buitrago en 1994 como Mi guayabo, luego Colacho Mendoza, en 1968): Carmen Díaz Me le dice a Carmen Díaz Que sufra y tenga paciencia Porque ella bien sabía Que Emiliano es sinvergüenza Me siento lo más contento Porque decidí casarme Si me caso en otro tiempo Me vuelvo a casar con Carmen

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Mañana me voy pa’l Javo Porque Carmen se me fue Pa’ quitarme este guayabo Ahora me pongo a bebé Yo no puedo enamorarme De una muchacha bonita Si yo hago cualquier cosita Se lo van diciendo a Carmen Me le dice a Carmen Díaz Que me tiene a palo seco Que yo estoy aquí sin carne Y ella allá sin bastimento Cuando posteriormente sus hijos grabaron de nuevo esta magistral pieza, cuya música sirve de base sonora para los concursos de piqueria, Mile se disgustó pues ya no convivía con Carmen Díaz, por lo que la canción lejos de inspirarle complacencia le evocaba resentimientos. Hoy reconoce que nunca tuvo un matrimonio feliz y que la incomprensión de su esposa poco a poco fue estimulando su frustración hasta llegar al intento fallido de suicidio. Solo la alegría de sus hijos paliaba un marco conyugal aciago. En otro de sus cantos, grabado por Mario Zuleta y Jairo Serrano (1981), describe estas frecuentes querellas del hogar: Con la misma pendejá (Paseo) En un hogar nunca se vive bien Alguna cosa pasará en la casa Como a Emiliano siempre le pasa Que vive peleando con su mujer Si llego tarde, es la misma pendejá Si voy temprano, es la misma pendejá En tantos años, es la misma pendejá Con Emiliano, es la misma pendejá — 64 —

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En un hogar nunca falta un disgusto Como sucede en todos los hogares En que pelean hasta por la tarde Pero por la noche se acuestan juntos Y si consigo, es la misma pendejá Si no consigo, es la misma pendejá Si voy arriba, es la misma pendejá Si voy abajo, es la misma pendejá Últimamente yo me he aconsejado Que no debo de tocar a loco Es que la mula que amansa otro La que no patea le queda el resabio Estos presagios, hechos verso, no podían tener sino un desenlace abrupto. Este ocurrió cierta vez que Luis Enrique Martínez llegó a Villanueva a parrandear con Mile. Carmen vislumbraba otra de las díscolas escapadas de su esposo; decidida, empacó su ropa y emprendió viaje hacia Valledupar, donde arrendó una casa. Días después regresó por su esposo, pero este se negó rotundamente a dejar Villanueva, pueblo que había cimentado en él un entrañable apego. Carmen Díaz, aquella que una vez mereció su amor y sus canciones, ya era un capítulo cerrado en su vida: Mi esposa me dejó Mi esposa me dejó Mi esposa no me quiere Yo tengo otras mujeres Que Mile consiguió Eso tuve que hacer yo Pa’ no estar solo en el mundo Que ahora me he vuelto vagabundo — 65 —

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Y parrandero que soy yo Ya cuando las esposas No gustan del esposo Se pone uno celoso Con el credo en la boca Vive pensando tantas cosas Y recibiendo estos guayabos Pero el remedio más temprano Es enseguida buscar otra. Se quedó en Villanueva y nuevas mujeres comenzaron a desfilar por el delgado filo de su paciencia. Vivió con Mirce Molina, quien le dio un hijo antes de morir. Desde Villanueva le cantó estas últimas décimas a Carmen Díaz para anunciarle toda la vitalidad que pervivía en él, allí estaba, en el pueblo de sus querencias, nunca derrotado, siempre inquebrantable, Con la misma fuerza (Poncho Zuleta y Colacho Mendoza, 1975): La señora Carmen Díaz Me vive mortificando No sabiendo que Emiliano Se rebusca todavía Que Emiliano entre más días Vive más entusiasmado Siempre estoy enamorado Consigo mujeres buenas Me cree solo en Villanueva Y siempre estoy acompañado Dice Zuleta Baquero El hijo ‘e la vieja Sara Me dicen que ya estoy viejo Pero no estoy viejo nada — 66 —

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Estoy como una naranja Viviendo a sol y sereno Recibo los aguaceros Prendido del mismo ramo Y aunque se remezca el palo Nunca arrastra por el suelo Dicen mis viejos amigos No seas carón Emiliano Son ochenta y siete años Que tengo de haber nacido Todavía no he decaído Me siento con fortaleza Vivo con la misma fuerza No tengo ningún desgaste Soy un hombre por to’as partes De los pies a la cabeza Tuve un tiempo muy terrible Pero siempre me conformo Dependió del abandono Que tuvo Carmen con Mile Pero como yo soy libre Igualito a Carmen Díaz Me acuerdo todos los días Y pienso cada momento Que Emiliano no se ha muerto Ni se muere todavía. Sus experiencias conyugales le llenaron el espíritu de prevenciones y le revelaron muchas certezas; por eso se atrevió a pontificar, con la sapiencia curtida de empírea, para que su canto sea lección, y su ejemplo, referente, Mile aconseja (Julio Rojas y Ricardo Maestre, 1985): — 67 —

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Las esposas (Paseo) Si usted desconfía de su esposa Abandónela estando viejo Si con ella se pone viejo Le va a hacer un pocón de cosas Hay hogares que son bonitos Hay hogares que son sagrados Hay hogares que son amargos Que más bien sirven de perjuicio Cuando había respeto en el mundo Eran muy distintas las cosas Hoy se piensan las esposas Que van a jugá con uno Cuando las mujeres son libres Son difícil de manejarlas Escuchen estas palabras Que le dice el viejo Mile. CANTAR DE LID FRATERNA: PELEA DEL GALLO Y EL POLLO Dos grandes piquerias motivaron las composiciones de Emiliano Zuleta y contribuyeron a revestir su nombre con épico matiz de gallo espuelón: el histórico duelo con Morales y la batalla versística con su hermano de madre Rafael Antonio Toño Salas Araújo, sobre quien reconoce el mismo Mile “mi hermano Toño versea mucho más que Lorenzo Morales”. Esta contienda musical se conoce como la “piqueria del gallo y el pollo” en la región vallenata, donde fue seguida con entusiasta expectativa. Cuando Emiliano se fue a hacer vida marital en Villanueva, Toño Salas se quedó en El Plan, allí aprendió a tocar a escondidas de Mile, y tal como obró su — 68 —

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tío Francisco, el hermano mayor al descubrir los progresos de Toño le regaló un acordeón. Poco a poco fue madurando esa condición innata para la música, haciéndose virtuoso acordeonero, compositor y mejor repentista. Muchos, entre ellos Leandro Díaz, lo catalogan como el mejor improvisador en “verso de ocho o diez palabras”, para referirse a estrofa de ocho versos o a la décima. Incluso Mile ponderaba su condición de repentista pero le resta méritos como compositor: “Toño verseando es un tigre (...) Él fue buen músico, pero nada más. Él no fue compositor” (Mantilla, Jorge: 2002). Según Mile, cuando llegaba a El Plan, Toño, quizás impelido por los amigos de parranda y ese impulso desafiante heredado de su estirpe cantora, le instigaba a versos para iniciar una piqueria. “Toño se engrandeció y comenzaba la piqueria cuando yo llegaba, yo le sacaba el cuerpo y él entonces como que creía que yo le tenía miedo”. Recordaba Emiliano que en una de esas oportunidades, Maximiliano Rumbos y José Bolívar Mattos alentaron el ego de Toño, quien retó a Emiliano, y ante la inspirada capacidad de improvisación del primero, pregonaron la derrota de Emiliano por parte de su hermano menor. El aliento revanchista que una vez humilló a Morales iluminó la inspiración de Mile, que compuso entonces la siguiente canción (Hermanos Zuleta, 1980): El gallo viejo ¡Ay! una noche en Villanueva Se quiso Toño lucir conmigo Pero a veces me imagino Que eso es la gente que lo aconseja Dígamele a Toño A Toño mi hermano Que él está muy pollo Y yo estoy muy gallo (bis) ¡Ay! estaba Maximiliano Y José Bolívar en la parranda Aplaudiendo a Toño Salas — 69 —

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Y demeritando al pobre Emiliano Y es cosa increíble No creo que sea de veras De andar en piqueria Con el viejo Mile (bis) Pasaron con mi hermanito Toda la noche y parte del día Y a mí nadie me veía Estaba arrimado pu’allá solito Y a mí no me importa Que nadie me quiera De todas maneras Se arreglan las cosas ¡Ay! la pelea de gallo viejo Eso se tiene que respetar Porque pelea sin afán Y eso depende del buen gallero No ponen cuidado Como se pelea No tienen idea, ay La clase de gallo (bis) Le dicen a Toño Salas Que yo creo que fue equivocación Me imagino que fue emoción Que le produjo la parranda Díganle a Toño — 70 —

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Que no sea pendejo Que yo estoy muy viejo Y él está muy pollo. La versión de Toño Salas sobre el origen de esta piqueria es la siguiente: “Yo nunca traté de lucirme con mi hermano. Una vez yo estaba en la Sierra y mi compadre José Bolívar me invitó a bajar a Villanueva para un bautizo que él iba a poné. El día del bautizo, como a las doce de la noche, Enrique Mattos nos dijo que nos quedáramos para tocar su cumpleaños al día siguiente. Fueron a buscar al Mingo Laguna, que era el cajero de Villanueva y con él andaba Emiliano, y Emiliano con una juma que no daba para hacé ni un verso. (...) Yo eché los míos y él no dio para echar los de él. Entonces José Bolívar y Maximiliano Rumbos comenzaron a decí –ya se le acabó la perrería a Emiliano con mi compadre Toño–. A los 15 días me estaban preguntando qué había pasado con Emiliano en Villanueva que él tenía un tema que me había sacao porque yo lo humillé en una parranda”. Otro encuentro se escenificó en La Jagua. Cuando parrandeaban en la gallera, Mile invitó a su hermano para ofrecer unos versos a la vieja Sara María. Según Toño Salas, Mile “se salió del tema porque resultó con unos versos a Carmen Díaz, entonces ahí volvió a perdé conmigo”. Emiliano continuó entonces el reto a través de una andanada de décimas que recogió en un canto en que fustigó, con toda la virulencia de su verso, las ínfulas de su hermano menor y los osados arrestos soliviantadores de sus amigos José Bolívar y Maximiliano Rumbos. Se aprecia en esta canción, como en la mayoría de piquerias no presenciales, la intención del autor por enviar sus mensajes mediatizados por terceros, por los seguidores de la contienda, la canción se compone para que sea escuchada y su mensaje llevado al contrincante. Esto pone en evidencia que el público seguidor de las piquerias jugaba un rol no solo instigador y veedor sino comunicante. Fragmentos de la canción expresan (Zuleta, 1973): La piqueria El señor Maximiliano Y José Bolívar Mattos Que se han puesto de payasos — 71 —

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De Toño con Emiliano Ahora vamo’ a ve’ mi hermano Cuál ha sido to’ su afán Si es que usté me va a ganar O yo me lo gano a usté Y es ahora que vamo’ a ve’ Cómo vamos a quedar A mi hermano Toño Salas Le mando a pedí perdón Le hice una composición Que no le vaya a da rabia Que recuerde que en La Jagua Subido allá en la gallera Me llevaba a toa carrera Que no me dejó decí nada Pero fue en cuatro palabras Que eso lo canta cualquiera Mi hermano que se desquite Todo lo que le he sacado Porque le dice Emiliano Que después será más triste Y que siempre solicite Todo lo que sucedió Que a Emiliano maltrató Un día que llegué a La Jagua Pero no me da la gana De que toque más que yo Yo lo que quiero contarle Al pobre de mi hermanito Que ahora dice por la calle Que se gana a Emilianito — 72 —

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Yo me siento completico Con mucha capacidá Y tengo la seguridá Que ni siquiera me asusto Y a Toño le faltan muchos Arroyitos que pasá. Toño Salas adoptó el tono humilde del agraviado para responder a su hermano esta pelea que ya estaba cazada, no en el plano de la piqueria presencial sino en las composiciones, aunque solo compuso dos, pues en esta piquería, Toño se dedicó más a versear que a componer, mientras Mile dice haber compuesto 17 canciones. La misma gente se encargaba de reproducir las respuestas a cada contrincante, que sus vástagos grababan para respaldar a sus progenitores. Tal es el caso de la respuesta de Toño, grabada por su hijo Rafael Salas y Armando Moscote (1980): La equivocación (Paseo) Emilianito tiene la equivocación Porque él ha sido siempre el rey de las parrandas Y anda diciendo que su hermano Toño Salas Y que no ha dado para componer un son Dígale a Emiliano que yo un son le voy a hacer Para que sepa que también sé componer Y que si quiere se lo vuelvo a repetir Para que se calle y no siga hablando de mí En Villanueva me preguntan los amigos Qué es lo que pasa por qué Emiliano te ofende Yo les contesto: yo no sé lo que sucede Estoy seguro que con él no me he metido Un día en La Jagua que cantó junto conmigo Y por de malas el hombre no me aguantó — 73 —

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Desde el mismo día Emiliano me desafió Y ahora me trata como al peor enemigo Emilianito y es que la gente se excita Y las parrandas hay que saberlas hacé Y no hacerlas en la forma que la hace usté Que se pone guapo pa’ pelear con la familia Yo sí lo respeto porque es mi hermano mayor Pa’ cantale un verso sí no le tengo temor Oiga mi hermanito, déjese usted de complejos Que yo he visto pollos derrotar a gallo viejo. Esta respuesta de Toño Salas, la que Mile consideraría tardía, no amilanó al verbo deletéreo del juglar de El Plan, quien lo retó a responderle los otros cantos (Héctor Zuleta y Adaníes Díaz, 1981): Pico y espuela A Toño Salas mi hermano Quiero hacerle una advertencia Que recibí su respuesta A los diecisiete años Pero ahora queda obligado A contéstame los otros Porque fueron unos pocos Los que le sacó Emiliano Ay, si es verdad que tumba al gallo Que lo demuestre de pronto Tengo que advertirle a Toño Cuando llegue el momento Cada quien toca en su puesto Tocando su repertorio Así se convencen todos — 74 —

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Principalmente el jurado Quién es el más veterano Si es el gallo o el pollo Que creo que ese es el arroyo Que no va a pasá mi hermano Que le pregunte a Morales Cómo es que se regatea Porque él según su idea La música nada vale Él cree que con insultarme Como hizo en la gallera Cantando en música ajena Y él cree que me derrotó Que pelee como hago yo Que peleo a pico y espuela. Toño Salas testimonia que a sus oídos llegaban comentarios según los cuales Mile suponía que la canción con la que su hermano respondió sus versos era de Leandro Díaz, compañero de correrías musicales de Toño por más de 30 años. Fue entonces que Toño Salas quiso componer un merengue como segunda respuesta a las canciones de Emiliano, grabada también por su hijo Rafael Salas con la voz de Armando Moscote (1981): La misma cría De ahora en adelante Es que voy a contestá Puedes componé bastante Que no me voy a quedá Yo tengo capacidad Pa’ sostené una porfía Con letra y música mía Onde me toque llegá — 75 —

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Y si lo quiere probá Que entre que le doy cabida Vo’a cantále a Emilianito Un verso que no le gusta Si Morales no lo busca Toavía no se hubieran visto Yo entiendo que la piqueria Debe hacerse frente a frente Donde haya bastante gente Pa’ que digan por quién queda Pa’ que no quede una queja De un caso que está presente No tiene por qué mandáme A cogé música ajena Con una memoria buena No necesito de nadie Soy el pollo responsable Por algo se lo diría Y en caso de simpatía Para mí es más agradable Y si la raza es por la madre Tenemos la misma cría. El tiempo, el insoslayable vínculo fraterno, la casta noble que distingue a los buenos juglares y la férrea disciplina matriarcal que imponía la Vieja Sara dirimió este conflicto relegándolo al romancero anecdótico del folclor popular vallenato. Toño Salas recuerda que en una ocasión Mile lo invitó a un nuevo encuentro en las fiestas del 12 de octubre en La Jagua, el reto tendría verdaderas connotaciones de riña gallística, pues Emiliano le sugirió que llevara a sus amigos para que apostaran contra los suyos. La vieja Sara al escuchar sobre el reto decidió también estar presente, se había llevado un garrote certero para — 76 —

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asegurar que la unión familiar estaba por encima de toda competencia, que el respeto debía imponerse más allá de los ímpetus desafiantes de la piqueria. Así garantizó que los versos de cada uno tuvieran mesura y se allanara el camino de la fraterna reconciliación: “Con el respeto a mi mamá ya no podíamos faltanos ahí”, recuerda Toño Salas. Esta sería una de las más enconadas gestas de la cual Emiliano salió también fortalecido, sus canciones trascendieron más que los versos de Toño Salas, así se puso a prueba el zahiriente poder verbal de su canto y su talante ‘jaranero’. CANTAR DE OTRAS GESTAS: TRIUNFOS Y DERROTAS El impetuoso espíritu desafiante de Mile lo esculpió como un curtido juglar cuya épica salpica de aventuras su producción musical. Nunca huyó al reto, se medía con animosa predisposición al triunfo o a la derrota; solo en la refriega encontraría su propia esencia de gallo de riña, su enjundia de piquerista y los motivos vivenciales que hacen de sus canciones verdaderas evidencias anecdóticas, registros testimoniales de las formas como logró sobrevivir en la vida. Llegó a tener muchas piquerias: con Juan Muñoz, Abel Antonio Villa, Luis Pinto y Juancho Polo Cervantes, Valencia. La contienda con este último solo se dio a nivel de grabaciones, pues cuenta Mile que cierta vez se conocieron en Fundación y departieron muy amigablemente. Al poco tiempo se extrañó Mile cuando escuchó una canción retadora del polémico poeta popular: El provincianito (Paseo) Yo soy el Juancito Polo que me merezco Ese renombre grande de acordeonista Todos mis amigos saben que no respeto Músicos ni profesores en la provincia (bis) Cuando cojo mi acordeoncito así en la mano Nada más se oyen los rumores por la ribera Lo digo pa’ que lo sepan los provincianos Que yo sí soy el respeto del Magdalena (bis) — 77 —

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Ahora vuelvo y te pregunto provincianito A ver cuál es el coraje de tu memoria Lo digo pa’ que lo sepas Emilianito Y por ser que tu rutina no está en la historia (bis) Lo digo pa’ que lo sepas provincianito Este saludo de ofensa manda Juancito (bis). Mile no tardaría en responder el desafío con un merengue en el que cuestiona “la falta de juicio” de Polo Cervantes: Hace tiempo estoy pensando Cómo hago con Juancho Polo Que anda loco de tal modo Y anda hablando de Emiliano Cuando el caso de Alejandro No dio pa’ sacarle nada Que le quitó ‘Alicia adorada’ Y nada le ha contestado Juancho dice que si es Perrero del Magdalena Pero el juicio se le fue Que ahora vive dando pena Se le desató el sistema Ya se siente demacrado Perdió los dientes y la lengua Que canta como llorando Lo que tiene Juancho Polo Es que anda distraído Perdió sus cinco sentidos — 78 —

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Que paró en el manicomio Cuando lo dejaron solo Que se vio tan tristecito Salió loco de tal modo Y sacó el provincianito Me le dice a Juancho Polo Que ahora si llegó a’onde iba Que yo soy de La Guajira Quien se presta para todo Y él anda buscando el modo De formarme discusión Eso demuestra que son Locuras de Juancho Polo. Al margen de los sucesos que impulsaron su nombre a los umbrales épicos de la fama –las piquerias con Morales, Polo y Toño Salas– sus canciones revelan un recorrido vital prolijo en sagas y desafíos. En unos salió ganancioso, como aquel en que una mujer después de engañarlo se quiso aprovechar de su relación sentimental para ‘explotarlo’ económicamente. Cuando gozaba de su cariño se presentó un día con un amigo y entonces fue él quien sufrió lo que padeció el amigo al que robó Carmen Díaz. La mujer, llamada Eva, terminó enamorada y casada con el amigo. Al tiempo regresó arrepentida y buscando la ayuda económica de Mile. Eva era mucho más joven que Mile; para remate, hija de una comadre de su mayor consideración, por lo que Emiliano se abstuvo en la canción de revelar su nombre; no dijo el santo sino el milagro, como se titula la canción, la cual demuestra que Mile no se deja engañar fácilmente, la engañada resultó ser ella (Beto Zabaleta y Emilio Oviedo, 1976): El milagro (Merengue) Tuve una negra querida Que no la puedo olvidar Pero hay cosas en la vida — 79 —

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Que no se pueden cambiar Siempre por lo regular Son cosas muy positivas El amor de la mujer Casi siempre son mentiras Cuando están más consentidas Pueden cambiar de querer Y pueden aborrecer A un hombre bueno en la vida Tuve una bonita dama Que sí la supe querer Pero me quiso tener Jugando con dos barajas Por eso me fui de rabia Para nunca más volver Le escribí doce palabras A esa cariñosa negra Cuatro pa’ que me quisiera Cuatro pa’ que me olvidara Cuatro pa’ que se apartara Emiliano junto de ella Un día estando muy sabroso Me quiso pedí un dinero Y yo como gallo viejo To’ esos tiros los conozco Por eso me fui de pronto Que quizás más nunca vuelvo Le comuniqué a un amigo — 80 —

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Lo que le pasó a Emiliano Pero yo tengo motivo Para quedarme callado Por eso digo el milagro Pero el santo yo lo olvido. Como todo hombre de campo, los riesgos de orden natural también le permitieron poner a prueba su valentía. En cierta ocasión, camino a Urumita, en un paraje de siniestra denominación, ‘La Sepultura’, se le apareció un zorro babeante y embravecido que embistió al mulo en que viajaba Mile. Recordó entonces que sus paisanos le solían amedrentar con rumores de una venganza de Moralito, de quien se decía que era brujo e hijo de bruja. Había escuchado en esos días que un zorro con mal de rabia mordió a algunas personas en Guacoche, tierra de Morales, sudó más entonces. Ante esta apremiante situación, sacó arrestos para amarrar su mula y enfrentar a físico garrotazo a la fiera amenazante. De esta gesta nació la canción que, de paso, revalida su piqueria contra Morales, esta vez con matices maravillosos: El zorro Emiliano se ha encontrado un zorro En la montañita a este la’o de La Sepultura Óigame caramba, y el que no lo quiera creer Hombe que crea que es cosa segura El pobre Emiliano iba solo Cuando se encontró con el zorro El pobre Emiliano lloraba De ve’ a un zorro con mal de rabia Emiliano todavía estaba montado Y del mismo miedo no se quiso desmontá Pero sin embargo me bajé y cogí un garrote Se me vino el zorro y lo quebré por la mitá — 81 —

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El pobre Emiliano reniega Porque no encontraba una piedra El pobre Emiliano iba solo Cuando se encontró con el zorro Emiliano, ay, mató un zorro Y después de muerto me tiraba una saliva Y todavía el zorro con pretensión de morderme Pero ya no pudo si le había quitado la vida Yo no dudo que sean cosas de Morales Que para asustarme se haya vuelto zorro azul Pero la esperanza que Emiliano to’ lo sabe Mile to’ lo sabe pa’ en la parte común. (Fragmento) Pero no todas las vicisitudes tuvieron un desenlace satisfactorio para su prurito ganancioso. Aún así, Emiliano supo imprimirle un carácter anecdótico a esos sucesos que hoy enriquecen su amplio surtido de relatos con los cuales amenizaba sus coloquios. Uno de estos es referido por Leandro Díaz e involucra a Buenaventura Rodríguez, un ciego de Villanueva que tenía fama como el mejor técnico de acordeones de la región (Gabo se refiere a él confundiéndolo con Leandro). Emiliano le llevó el viejo acordeón que le regaló su tío para que lo arreglara; al regresar notó que había dos acordeones reparados. Como todo ‘vivo’ (lo que heredó su hijo Poncho) se quiso aprovechar del ciego tomando el otro acordeón que era más nuevo que el suyo. “Regístrelo”, expresó entonces Buenaventura. Mile digitó las teclas; enseguida se reveló el fino oído del ciego cuando le dijo “no señor, no sea avispao, el suyo es el otro”. Mile no tuvo más que reconocer en voz baja “este es más vivo que yo”. Otras personas cuentan que tiempo después Mile le llevó el mismo acordeón vetusto y desgastado por un aguacero. Buenaventura le dijo entonces “hijo, yo los arreglo, no los hago”. Emiliano Zuleta solo reconoció una derrota en su agitada y permanente vida de piquerias. Solo la inmensidad del gran Francisco Chico Bolaños Marshall es— 82 —

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taba por encima de su grandeza, lo que llegó a expresar en un verso cierta vez que lidiaba una contienda con Juan Muñoz: Buenos músicos no hay tantos Pa’ mí no más Bolañito Los demás son musiquitos Que tocan lo que yo saco. En sus inicios musicales ya Mile escuchaba la fama del acordeonero molinero, para él ha sido el músico vallenato más completo; lo respetaba, pero su consustancial actitud retadora le insuflaron el ánimo para medirse al más grande de la época. Llegó a una parranda donde tocaba Chico y, con su deteriorado acordeón, inició el desafío: Hombe aquí ha llegado Emiliano Y ha llegado muy contento Y también vengo dispuesto A enfrentarme con Bolaño La contundente respuesta del gallo más jugado que conoció le obligó a demostrar con el silencio que también sabía perder: Aquí ha llegado Emiliano Y ha llegado como un loco Con un machetico mocho A matarse con Bolaño Reconoció entonces que estaba ante el más grande y la prudencia hizo moderar su desafío, fue entonces que Bolañito le cedió por todo un día su acordeón moderno y se llevó el desvencijado fuelle de Emiliano, sellando con este gesto una buena amistad. En otra ocasión, Mile tuvo que soportar no solo las rabietas de Carmen Díaz sino el castigo de una abstinencia forzada. Los motivos se asocian con la cele— 83 —

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bración de las fiestas patronales de San Juan Bautista, en San Juan del Cesar (La Guajira). Arturo Molina, su compadre y próspero anfitrión le pagó cincuenta pesos por amenizar la parranda en su casa. Emiliano, plata en mano, se marchó a tomar el carro hacia Villanueva. Algo suscitó su curiosidad: un juego con tapas de gaseosa y un grano de pimienta parecían retar su ánimo de gallero. Era el juego de ‘la pimientica’, unos cuantos calanchines (cómplices) lo animaron a apostar. Perdió al primera vez, su afán de revancha lo llevó a un resultado catastrófico: cincuenta pesos perdidos, la vergüenza que no lo dejó regresar a casa el mismo día, la reprimenda verbal y sexual de Carmen; lo único gratificante, la graciosa canción que registra para la historia “las cosas que le pasan a Mile” (Hermanos Zuleta, 1976): La pimientica (Paseo) Fueron a llamá a Emiliano El día de san Juan Bautista Y la plata que ha ganado La perdió en la pimientica Primero perdí diez pesos Y me quise desquitá Vino Mile después de eso Y perdió cuarenta más A la buena mañanita Ya Emiliano se venía Y le dijo Carmen Díaz Vai a comé pimientica Yo como persona seria Llegué donde Carmen Díaz Y me tuvo quince días Sin poder dormir con ella

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Dice Emilianito Zuleta Dice Zuleta Baquero He perdido mi dinero En el juego e’ la pimientica. Era un seis de agosto de 1978, el viejo Emiliano, como cada año, pisaba tierras de Fundación. Todos los 7 de agosto el viejo Mile complacía a sus amigos y regresaba a Villanueva con buena paga y muchas atenciones. Esta vez no tenía la dirección de sus amigos por lo que se instaló en una pequeña pensión. La dueña de la pensión se sintió inicialmente muy complacida por tener a tan ilustre huésped, pero luego cambiaría su actitud al descubrir Mile que, presuntamente, le habían robado los 480 pesos que tenía. Presionado por la casera y un embolador que le ofreció sus servicios, Emiliano tuvo en un tío de Carmen Díaz a su fortuito salvador. El relato del suceso se recoge en su canción (Hermanos Zuleta, 1979): El robo Un seis de agosto temprano Me presenté a Fundación Yo llevaba mi acordeón Y un maletín en la mano Cuando me bajé del carro Solicitando un hotel Le pregunté a una mujer Y me llevó a una residencia Ahí me estuve con paciencia Y con el fin de comer Estando en la residencia Allí me puse a charlá Le dije soy el papá De los hermanos Zuleta En eso se me presenta — 85 —

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Un muchacho embolador Y me dijo sí señor Una embolada barata Pero yo sin darme cuenta Que me había robao la plata El muchacho muy contento Allí ganando su plata Se presenta Rafael Daza En un oportuno momento Entonces cuando yo pienso Yo la plata la llevaba En el bolsillo de a’lante Allí cambié de semblante Cuando me sentí sin nada La señora del hotel No quedó muy bien guisada Pensó que era una jugada La que yo iba a cometer Pero entonces Rafael Me dijo: espera un momento Y como me vio en suspenso Y con la mente tapada Llegó y pagó la embolada Y me dio doscientos pesos. Pero Mile encontró la ocasión de salir ganancioso de este traspié; rato después encontraría a sus hijos Poncho y Emiliano parrandeando con los Dangond de Ciénaga, les contó el suceso, pero aumentó la cuantía del robo a diez mil pesos. Sus hijos compensaron generosamente la pérdida. En cuanto la posadera vio a los hermanos Zuleta no quiso cobrarle a Mile, pero Poncho pagó con excedentes el servicio. Hoy cree recordar que en realidad no lo robaron sino que — 86 —

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se le había quedado la plata en otro pantalón y Carmen Díaz se apropió de este. Otro suceso que motivó sus cantos se originó en una ocasión en que Mile quiso revivir su juvenil destreza para la pesca. Junto con su compadre Enrique Chelalo Molina fueron al río Badillo a una faena que los dejaría, según ellos, con algunos pesos en el bolsillo y comida abundante para varios días. Tanto fue su optimismo que ya había dejado negociado su producto con el doctor Martínez, Poncho y Zenaida Cotes y Juan Carlos Orozco en Villanueva. Enrique Molina fletó un carro para la pesca, pero esta no fue tan fructífera como lo planearon: los pescados no eran tan grandes, en el carro fletado su fue un saco que no pudieron recuperar; para infortunio, Mile se fue a dormir con una viuda que consolaba, encargó a un vecino para salar los pescados pero estos amanecieron en mal estado. Al día siguiente se escondió cuando sus amigos fueron a buscar el encargo. Lo único bueno que dejó la pesca para Mile fue el rato con la viuda y una canción memorable estructurada con décimas (Héctor Zuleta y Adaníes Díaz, 1981): La pesca Me invitaron a una pesca Y yo le di mi palabra Y de ahí mismo donde estaba Salí a buscá la maleta Me dijeron que era cerca Que pronto regresaría Allí nos pasamo el día Murió mucho bocachico Yo cogí fueron chiquitos Yo perdí en la pesquería La niña Zenaida Cotes Fue la que me hizo el perjuicio Me dijo están muy chiquitos Eso no hay quien te lo compre Y de ñapa que esa noche — 87 —

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Yo llegué un poco cansao Me quedaron mal salao Y amanecieron hediondos Entonces los perdí todos Que no logré ni un pescao Chelalo, un compadre mío Se quiso tirá un sport Que cargó con un perol Pa’ hacé sancocho en el río El perol se le ha perdío Sin esperanza de hallarlo Mi compadre vino bravo Batiéndose contra el suelo Tuvo que matá un conejo Pa’ pagá el flete del carro También Enrique Molina Por estar de descuidao Perdió un saco de pescao Que lloró to’a la familia Hermana, mujer e hija Todos estaban llorando Están lo mismo que Emiliano Que no se querían callar Teniendo que trabajar Pa’ pagá el flete del carro. LAS CERTEZAS Y APOSTASÍAS DE EMILIANO A Mile la vida le deparó los retos que engrandecieron su nombre, que le revelaron muchas convicciones y le hicieron renunciar a algunas aserciones. En su vejez, abrigaba certezas como pensar que la música no se enseña sino — 88 —

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que se nace con esa predisposición, que moriría sin saber lo que es pedir plata prestada, que los mejores acordeoneros han sido Chico Bolaño, Calixto Ochoa, Luis Enrique Martínez y Alfredo Gutiérrez, que el genio de Leandro Díaz es inigualable y que el buen nombre se defiende asumiendo con valentía los retos. No se arrepintió de haber sido mujeriego y anudaba a su inagotable búsqueda sentimental una colección de nombres: Carmen Díaz, La Pule Muegues, Eva la de Villanueva, Elvira Baena, la maromera por la que casi se enrola de por vida en el circo de Cocoliche (motivo de uno de sus cantos); Carmen Herrera, la de Urumita; Yolanda la de San Roque, Mirce ya extinta y Ana Olivella, presente en sus últimos días. También lo asaltaban apostasías como no creer en santos ni en brujos, después de haber asistido a tantas fiestas patronales y haberle cantado el indio Manuel María (reconoce que en realidad la cura fue aparente y efímera); bebió mucho ron y fumó mucho, pero al final eran vicios que rechazaba; no aconsejaba a sus hijos que se dediquen a la piqueria que tanto practicó porque “eso lo que trae es problema”; la ya difunta Carmen Díaz, la mujer que tanto amó y cantó, lo llenó de resentimiento; a Lorenzo Morales que tanto insultó fue luego su compadre y entrañable amigo, como lo era Escalona, responsable de su descalificación en el primer Festival Vallenato. Para Mile, ante la certeza aterradora del final, era la hora de los balances, de sumar triunfos y restar derrotas, de antologar su inagotable trajinar juglaresco, paladear la nostálgica juventud y refrenar los impulsos en la vejez. Una de sus últimas composiciones trata de recopilar algunos capítulos de su vida como para demostrar que él mismo quería contar su historia, no quería prestar la pluma a nadie, sino cantar sus gestas y soñar con lo trascendente: Parte de mi vida Cuando la juventud ya pasa de moda Nos viene la vejez con otro criterio Se va la lucidez con la memoria Y aquí termina todo en el cementerio Y entonces quedan historias lindas — 89 —

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Que ya en la vida no se superan No hay cosas más lindas que la juventud Y nadie se da cuenta cuando termina Todos los pormenores de la vida Aquí desaparece la gratitud Y entonces quedan comentarios De aquellos tiempos que ya pasaron Recojo estas palabras para decirles Que aquí toda mi vida se ha vuelto historia La Vieja Sara y Héctor en la gloria Escuchan la plegaria del viejo Mile Cuando me muera me voy pa’l cielo Pa’ que me tengan de compañero Yo solamente en Dios tengo confianza Que me cuide dos seres que tengo allá Uno es Héctor Zuleta y mi mamá En quien mantengo siempre mis esperanzas Y si me muero sueño tranquilo Ellos conmigo y yo con ellos. DINASTÍA Y FOLCLOR: EL DESAFÍO PERENNE Si bien Mile había recogido de su abuelo Job, su padre Cristóbal, su abuela Santa Salas y su madre Sara Baquero (ambas verseadoras) una herencia folclórica que también contagió a sus hermanos Luis, Enrique, Rafael, Toño Salas; su primo Simón Salas (hijo de su tía Juanita Salas), sus sobrinos Rafael y Darío, — 90 —

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y su primo Juan Manuel Muegues, él decidió la más importante prolongación de la vena musical que mayor trascendencia ha tenido en la historia del vallenato. La dinastía Zuleta representa un emporio de prolija producción musical, de genio creativo inagotable y del más acendrado y auténtico vallenato. La gran mayoría de los Zuleta han evidenciado su talento natural e innato para el canto, la composición y la piqueria; otros han encontrado en el acordeón el lenguaje que destila su sangre festivamente dionisiaca. Emiliano tuvo dos hijos antes de casarse con Carmen Díaz: Cristóbal y Teobaldo El Beato. Además de los ocho hijos de la unión con su esposa, reconoce haber tenido hijos en La Jagua, Villanueva (con la difunta Mirce Molina), en El Piñal y los tres últimos que tuvo en Urumita con Ana Olivella. Los que más reconocimiento han alcanzado como músicos son los hijos de Carmen Díaz (con excepción de las hembras: María Clara, Carmen Sara y Carmen Emilia), verdaderos seguidores de la senda exitosa trazada por su padre. Tomás Alfonso Poncho Zuleta, El Pulmón de Oro, una de las más representativas voces del vallenato tradicional y parrandero, y que además legitima la imagen más fiel del auténtico parrandero, lleno de gracia campechana, enamorador y pícaro de provincia (“bellaco” diría su hermano Emiliano). Poncho hizo sus primeros versos a los 7 años, se los dedicó a su hermana Carmen Emilia. Desde ese momento el viejo Mile reconoció en él que había nacido para la música. Tomás Alfonso y su hermano Emiliano han consolidado la unión perdurable que le ha dado al vallenato tradicional un sitial cimero en el gusto popular. También ha grabado con Colacho Mendoza, Alberto Beto Villa Barrios, Raúl Chiche Martínez, Iván Zuleta y Cocha Molina. Poncho prolonga su herencia musical en sus hijos: Andrés Alfonso (acordeonero y cantante), Héctor Arturo (acordeonero y cantante) y Carlos Alberto, Cabeto (acordeonero). Por su parte, Emiliano Alcides, con un acordeón que consolida el estilo de su padre y de Luis Enrique Martínez, es hoy por hoy reconocido como un maestro de la escuela que él conquistó con fidelidad hacia lo auténtico. Al lado de su hermano Poncho, así como de Jorge Oñate y Beto Zabaleta ha demostrado su condición indeclinable de buen acordeonero y su notoria inspiración con canciones tan vivenciales como plenas de emoción: Mi hermano y yo, Sorayita, — 91 —

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Indira, A un colega, Mañanitas de invierno y La sangre llama, entre otras. Sus hijos: José Enrique El Coco y Emiliano Tercero ya grabaron su primer larga duración. Emiliano Alcides dedicó a su padre una admirable muestra de gratitud y sentimiento filial con un paseo que grabó, inicialmente con su propia voz (1969), y luego con Tomás Alfonso (1973): La herencia Hay cosas bellas que nunca se olvidan Y solo con la muerte pueden acabar Como la herencia que le puede dar Un padre a un hijo por toda la vida No es una herencia material A la que me refiero yo Es una herencia musical La que mi padre me dejó Y desde el día que yo vine al mundo Oyendo el acordeón mis ojos se abrieron Y desde entonces llevo con orgullo La gran herencia que olvidar no puedo Mi pobre viejo cuando muera Deja un retoño divagando Porque la sangre de mis venas Lleva el reflejo de Emiliano Esa gran deuda que tengo contigo Me tiene orgullecido y vivo satisfecho Y me conformo con todo el aprecio Que yo tengo, padre mío querido No te preocupes Emiliano — 92 —

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Todas esas cosas las recuerdo También me tienes estudiando Y es otra herencia que te debo Las dos herencias que me has dejado Nunca se borran de mi memoria Y tienen que recibir su pago Aquí en la tierra y allá en la gloria. Fabio Zuleta, cantante, compositor, cuentero y humorista de parrandas y radio, es otro de los hijos de Mile que revalida el potencial artístico de la familia. En él se reconoce uno de los más divertidos animadores de parranda por el gracejo provinciano que imprime a sus canciones y anecdotario. A su vez, es progenitor de Iván Zuleta, acordeonero y gran verseador, que desde niño deslumbró por su poder digitador y verso retador. Iván cosechó al lado de Diomedes Díaz, su tío Poncho, Rafael Santos Díaz, Churro Díaz e Iván Villazón los triunfos y los aplausos que encumbran la casta musical y desafiante que heredó de su abuelo. Por su parte, Mario Zuleta, acordeonero trágicamente fallecido en el 2008, descolló brevemente con producciones en las que se aprecia que también caminaba por las sendas prístinas del buen vallenato que defiende el viejo Mile. Grabó con Jairo Serrano y Joaco Pertuz sendos trabajos discográficos. De igual manera se rememora, no sin nostalgia, la magia creativa del acordeonero y compositor Héctor Arturo Zuleta, sacrificado en circunstancias aún no esclarecidas. Héctor fue un genio precoz de la composición y las notas. Cuando apenas era un adolescente ya sus canciones sonaban por todo el país en la voz de Diomedes Díaz. Al lado de Adaníes Díaz, el único cantante con quien alcanzó a grabar, demostró su trascendencia al crear un estilo muy particular en el cual lo clásico se vestía del virtuosismo de sus arpegios. Héctor dejó la imagen de un talento alucinado e irreverente que vivió a plenitud su corta pero productiva carrera musical. Mile, desde la posteridad, todavía tiene semillas que arrojar al fértil terreno de su herencia musical. Muchas canciones y solo dos grabaciones: una en 78 RPM en la que aparecen, entre otras, Carmen Díaz, A Moralito y El indio Ma— 93 —

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nuel María, y en Dinastía y folclor, en la cual grabó El piñal con su hijo Emiliano Alcides. Hay sangre Zuleta para la posteridad: hijos, sobrinos, nietos sabrán darle garantía de éxito a ese estilo que Emiliano labró, a esa actitud desafiante que ya caracteriza al apellido Zuleta, el desafío se perpetúa. Mile Zuleta encontró en el desafío su ethos dionisiaco, el triunfo le sonrió, se hizo un Cid cantador digno de respeto. Al escuchar sus canciones se revela esa épica que lo hizo protagonista y cimero patriarca de la juglaría regional.

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ORALIDAD Y MUSICALIDAD EN VILLANUEVA EL CONTEXTO CULTURAL DE LOS ZULETA Por FREDY GUTIÉRREZ SAJAUD

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n afrocaribeño llega bajo el son de las notas de su acordeón a la Universidad de Maryland y es declarado el mejor acordeonero del mundo; un presidente demócrata del país donde Walt Whitman cantó a la libertad recibe en la casa de Abraham Lincoln a un novedoso cantante y luego a un maestro y pedagogo que transmite el sabor añejo de los viejos cantores de su tierra, y cuya encarnación hoy son Los Niños del Vallenato en dos inolvidables gestualidades artísticas; un escritor que narró la soledad de América Latina en frases de altísima imaginación y que recrearon para nuestra hispanidad la mayor consagración del arte de Cervantes, acude a recibir el premio más importante que a un escritor en vida se le otorga y la tierra de los antiguos vikingos, con sus desiertos de hielo, es conquistada no solo por la pluma sino por el canto caluroso de los hijos de Francisco el Hombre; un joven cantante y dos hermanos, con una tradición folclórica de gran talento, reciben consecutivamente el premio más importante de las artes musicales, el Grammy Vallenato. ¿Qué tiene de especial ese pueblo enmarcado en la región de Padilla que con el barrio El Cafetal que, al igual que la cantera de Ponce o el barrio El Saladillo de Maracaibo, nos han dando tantas glorias artísticas? Es un jardín no filosófico como el de Epicuro, sino musical, en donde cual trinos de la montaña se han — 95 —

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escuchado los acordeones, los bombardinos, las trompetas, los saxofones, las cajas, las guacharacas, los tambores, etc., con un epíteto o denominación muy clásica de la fundación española, con un nombre de estirpe medieval, pero no de carácter religioso, sino con una estirpe de trovadores que han animado los corazones alegres de sus habitantes y la belleza de sus mujeres: Villanueva. Eran los tiempos inmemorables de los caminos de herrería, de aquellos cantores trashumantes que llevaban las noticias a la Provincia de Padilla y allende los mares, del mundo conocido “a los confines ilimitados de la ciénaga”, ese paraíso llamado Villanueva se alimentaba de todos esos campos magnéticos que el gran Caribe le depara a sus pueblos, en la Provincia de Padilla no éramos ajenos a la diáspora de seres que al igual que la hojarasca poblaban nuestro territorios. A Villanueva llegaron los franceses, italianos, españoles, portugueses, y se maceraron esas costumbres con los campesinos, los afrocaribeños y los indígenas para producir una riqueza cultural, cuyo testimonio para la historia musical de nuestro país y del mundo entero iba a tener un gran reconocimiento. Villanueva era una aldea pero era un universo musical en donde habitaba un misterio de fraternidad y amistad. Llegaban los Chicos Bolaños, los Alejandro Durán, Luis Enrique Martínez, Chiche Guerra y sin duda antes de ellos Francisco Moscote, de 30, en la cercanía de Riohacha, y Luis Pitre, de Fonseca, quienes debieron haber compartido y parrandeado con Rosendo Romero, el abuelo de Israel, quien ha dejado el testimonio de que oyó hablar y mencionar la fama que ese acordeonero legendario había trazado con sus notas y con la gran piqueria que libró con ese Mefistófeles de quien dicen los rumores antiguos podía ser el diablo. Esa realidad geográfica la describe Gabo magistralmente en su autobiografía: “La Provincia tenía la autonomía de un mundo propio y una unidad cultural compacta y antigua, en un cañón feraz entre la Sierra Nevada de Santa Marta y la Sierra del Perijá, en el Caribe colombiano. Su comunicación era más fácil con el mundo que con el resto del país, pues su vida cotidiana se identificaba mejor con las Antillas por el tráfico fácil con Jamaica o Curazao, y casi se confundía con la de Venezuela por una frontera de puertas abiertas que no hacía distinciones de rangos y colores. Del interior del país, que se cocinaba a fuego lento en su propia sopa, llegaba apenas el óxido del poder: las leyes, los impuestos, los soldados, las malas noticias incubadas a dos mil quinientos metros de altura y — 96 —

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a ocho días de navegación por el Río Magdalena en un buque de vapor alimentado con leña”. Ese es el telón de fondo sobre el que crecen y se gestan los hijos de Sara Baquero, quienes sin saber el célebre destino que el hado le depararía a sus vidas y dinastías, forjaban notas al compás de los trabajos campesinos desde la Sierra Montaña, en donde se gestaban los cultivos de pancoger para las economías familiares de las casas de Villanueva y sus alrededores, a la vez que nacía una industria de las más prósperas de ese aroma del cual nuestro país se iba a sentir inmensamente orgulloso, el café. En ese marco de siembras, cultivos y cosechas actúan, trabajan y parrandean Emiliano Zuleta Baquero y Toño Salas. Andrés Becerra me contó el encuentro mágico con quien iba a ser su compadre “ese día nació Fausto Cotes y nosotros teníamos una parranda en Manaure, en un momento de silencio en el lugar que estábamos sentimos el sonido de un acordeón, y nos gustó y dijimos con Alfonso Cotes que ese sonido era muy bonito y dijimos ombe’ (sic) es un acordeón muy bien tocao. Llevados por ese sonido nos fuimos por novelería a la casa de donde venía y allí nos encontramos por primera vez con el Viejo Emiliano”. Qué forma tan bella y tan memoriosa de conocerse los seres humanos, sobre todo seres tan venerables como Emiliano Zuleta El Viejo, Andrés Becerra y Poncho Cotes papá. Curiosas son las analogías y las motivaciones que estrechan la fraternidad entre los seres humanos, y pensamos y recordamos ejemplos de vinculaciones emocionales que deparan legados de amistad y de estética musical, acaso el maestro mayor de la oralidad occidental, Homero, no nos habla del embrujo y misterio que le depararon a Ulises el sonido y los cantos de las sirenas, provocando en el astuto héroe un arrobamiento por la belleza de los cantos antiguos que esos seres míticos emitían y del cual nos ha quedado el testimonio en La Odisea. En esa sociedad agraria y silvestre, Carmen Díaz buscando la vida a través del esfuerzo y trabajo se iba con un grupo de muchachas de su edad, como era costumbre de la época, a la recolección del café a Manaure de la Sierra, y regresaban para las fiestas de diciembre, según me relató Andrés Becerra: “Allá en una parranda de esas se enamoró el Viejo Emiliano de mi comadre Carmen, taba ella muy joven, muy joven, de eso sí me acuerdo, nos fuimos a la casa donde — 97 —

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ella estaba y el Viejo Emiliano le hizo un paseo en esa época, y seguimos esa vida de amistad y parranda”, así nació un gran amor, pero también unas grandes amistades, hasta el punto que Emiliano, Andrés Becerra y Poncho Cotes se denominaban compadres, así que cuando vino al mundo uno de nuestros más grandes cantores epónimos de la música vallenata, Tomás Alfonso Zuleta Díaz, a quien siempre hemos conocido cariñosamente como Poncho, sus padres le designaron a Poncho Cotes como su padrino de bautismo, pero también se designó oficialmente como padrino por petición expresa de Carmen Díaz, a Andrés Becerra. “Ella decía que yo tenía que ser padrino de todos sus hijos porque los amigos de Emiliano éramos Rafael Escalona, Alfonso Cotes y yo; éramos sus amigos de parranda”. Enterado del nivel de interpretación talentosa del cual hacía gala el Viejo Emiliano, y habiendo recibido el testimonio oral de sus amigos que lo habían escuchado, Rafael Escalona hizo todo lo posible por conocer al acordeonero del Plan, hijo de la Vieja Sara, llegando hasta tal punto dicha febril excitación por acercarse a Emiliano Zuleta Baquero que una vez enterado de un delirio corporal que le había dado al Viejo Emiliano en Sierra Montaña, Rafael Escalona en una anécdota que ya es casi una leyenda legendaria le compuso a ese amigo que todavía no conocía una canción de la cual los hermanos Zuleta Díaz nos han dejado dos ejemplares testimonios artísticos de esas composiciones, en una de ellas la maestría de Emiliano Zuleta Baquero, porque en dicha composición desde la descripción temporal plantea un problema con una facilidad de expresión propia de la virtud campesina, y enterado Rafael Escalona de dicha situación de apremio, aún sin conocer al Viejo Emiliano, contesta con otra composición llamada La enfermedad. Esa Villanueva, evocadora de sueños e imágenes, era casa habitual de los juglares trashumantes de la época, que la visitaban con frecuencia, dándose así un cultivo de influencias musicales cuya reseña histórica la registra la tradición oral en uno de los acordeoneros más célebres que ha registrado la música de acordeón, el gran Chico Bolaños, cuya abuela era villanuevera, del cual nos han dado noticias de que fue el gran diferenciador, el acordeonero que marcó los diferentes ritmos que componen lo que hoy denominamos vallenato: son, merengue, paseo y puya, testimonios que nos han legado en nuestra tradición de dicho — 98 —

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arte de Chico Bolaños acordeoneros de la talla de Pacho Rada y Luis Enrique Martínez. De Becerril llegó una persona que iba a fundar en Villanueva otra de las dinastías grandes que han enriquecido la tradición folclórica de esa villa alegre y ensoñadora y que va hacer una de las insignias de los cantos de vaquería, el gran Escolástico Romero, quien inicialmente es un visitante de Villanueva, cuyo negocio es arriar ganado y canciones, los cuales llegaban hasta Fonseca; allí lo recibía otro lote de arrieros que lo llevaban a Maicao y allí lo entregaba para que otros baquianos lo llevaran a Maracaibo; esos cantos de vaquería eran imaginativos y tenían incorporados en muchas de sus creaciones los lugares por donde deambulaban los hombres y el ganado, según nos contó Rosendo Romero, su papá y Emiliano el Viejo se conocieron un día que Escolástico Romero acampó con un ganado que llevaba en donde hoy es el cementerio de Villanueva; estando allí, oyó el rumor de que hay un acordeonero muy bueno en el barrio El Cafetal llamado Emiliano Zuleta Baquero, “a mi papá le llamó la atención el nombre y se va a conocerlo, resultando dicho encuentro en una parranda en la cual amanecen”, continuando al día siguiente Escolástico Romero en su labor de trabajo de ir a entregar el ganado a Fonseca. Quedó el compromiso entre los dos de volverse a ver y de continuar la amistad, hasta el punto de que Escolástico Romero decide, por dos motivos, según me señaló Rosendo, venirse a vivir a Villanueva, una por tener un tío en esa población, y la segunda tiene que ver con una amistad que ha forjado en una noche de luna llena al vaivén de una parranda y cuyo artífice y principal motivo es Emiliano Zuleta Baquero. La llegada de Escolástico Romero de Becerril a Villanueva va a ser de una gran trascendencia en la estética musical de la Provincia de Padilla porque Escolástico Romero, además de los cantos de vaquería, tocaba otro ritmo, como las famosas colitas, que era un formato diferente al vallenato porque las mismas se acompañaban de redoblantes, bombos, maracas y a veces el platillo. En las colitas se aplicaban otros ritmos como el corrido ranchero, la cumbia y el pasillo. Así, en Villanueva va a brillar con gran esplendor una tríada de músicos integrada por Emiliano Zuleta Baquero, el ya nombrado Escolástico Romero y el prestigioso músico Antonio Amaya, quien tocaba bombardino y formó una — 99 —

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agrupación que interpretaba primero cumbiambas, las cuales después evolucionaron hacia la colita, según me contó el Viejo Milo Maestre, el papá de ese otro gran acordeonero Orangel el Pangue Maestre. Antonio Amaya tocaba en sus bailes diversidad de ritmos en los cuales demostraba la influencia de la universalidad del Caribe, ritmos como el bolero, vals, ranchera, paso doble, porro y una de las innovaciones más importantes del Caribe colombiano a nivel musical: el merecumbé. Así en Villanueva, posteriormente, bajo todas estas influencias nacen dos orquestas muy famosas en la provincia de Padilla: la orquesta de Reyes Torres y la orquesta de Osvaldo Gil. El Viejo Milo Maestre -que formó parte de la orquesta de Reyes- recuerda un hecho singular en la Villanueva de entonces, y fue la llegada desde Córdoba de Rafael Hernández, un músico que según me afirmó él tocaba todos los instrumentos, saxofón tenor, saxofón alto y clarinete. Este músico amó tanto a Villanueva que pidió que al morir fuese enterrado en esa población a la cual consideraba un oasis musical. Dicha voluntad se cumplió. Tuvo un hijo llamado Milagro que le salió acordeonero, el cual está radicado en Estados Unidos. Todas las personas mayores de nuestro departamento La Guajira y especialmente las de la ciudad de Riohacha recuerdan con especial cariño y admiración la orquesta de Reyes Torres, un grupo del que se podía decir -tal como lo expresamos respecto al de Antonio Amaya- que estaba influenciado por la música del gran Caribe, la cual interpretaba bolero, vals, pasillo, paso doble, merecumbé, cumbia e inclusive paseos de Rafael Escalona; esa orquesta fue conocida como Ritmo Costeño. El Viejo Milo Maestre me contó que una vez en la casa del difunto Enriquito Orozco “vino ese señor que dice opa, el Viejo Alejandro Durán, recuerdo que esa parranda duró mucho. Alejandro Durán no era muy frecuente por aquí, yo estaba bastante joven, muchacho, eso hace por lo menos cincuenta años, a veces estaba por aquí Toño Salas. Al Viejo Emiliano Zuleta Baquero lo buscaban mucho para las parrandas, era un músico con bastante capacidad, era compositor y en las parrandas echaba cuentos, historias”. Tuve la oportunidad, en la fiesta de la Familia Fernández, de estar con ese músico de mucha tradición, un músico muy capacitado. Este es el ámbito socio-cultural que penetra la cotidianidad de Poncho y — 100 —

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Emiliano. En la casa de Carmen Díaz, en Villanueva, crecen entre la tutela de sus padres y la frecuencia de idas y venidas a la Sierra Montaña, y empiezan a desarrollar también su genio musical. Es así como la señora Gloria de Maestre, la mamá del Pangue, la esposa del señor Milo ya citado, amiga de la infancia de los hermanos Zuleta Díaz, recuerda ya de niño el genio creativo de la composición de Poncho Zuleta cuando su hermana Carmen Emilia Zuleta estaba aprendiendo a pararse y ella como pudo se subió en una silla y después lloraba porque no se podía bajar, situación que provocó en Pocho -a los nueve años de edad- su primer verso: “Díganle a mi mamá que venga acá, Que Carmen Emilia se subió en la silla No se puede bajar”. Aunque Emilianito Zuleta Díaz en una célebre grabación que hizo con mi amigo del alma Peter Manjarrez, Solo clásicos, me reveló que el primer verso que él recuerda de su amado hermano Poncho Zuleta fue uno que estuvo marcado por la circunstancia de que Alfonso López trabajaba con su papá Emiliano Zuleta el Viejo y había limpiado una guarda raya, o sea le hizo limpieza, pero como que la hizo muy profunda y después no pudo pasar por ella, circunstancia jocosa que Poncho consignó en el siguiente verso: “Alfonso López en la Sierra, abriendo Una guarda raya, después que la tenía Aseada, no pudo pasar por ella”. Pequeña mini-composición que provocó hilaridad, admiración y aplausos en el grupo de niños que usualmente jugaban en la casa de Carmen Díaz en Villanueva. El matrimonio Zuleta Díaz mandó al joven Emiliano a estudiar a Bogotá y cuando llegaba de vacaciones -recuerda Gloria de Maestre que Carmen Díaz “fue a la primera persona que llamó pa’ que recogiera las muchachas bonitas de la época en Villanueva para que cuando llegara Emiliano de vacaciones se le — 101 —

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recibiera con un sancocho en el patio con hojas de guineo. Cuando llegó Emiliano, lo recibimos con un aplauso. En ese momento venía bajando de la Sierra Montaña Poncho Zuleta montado en una mula, trayendo bastimento y cebollín. Poncho venia to’ sudao, entonces Carmen Díaz se lo quedó mirando y le dijo a Emiliano: ‘el año entrante se va Poncho contigo, yo a Poncho no lo voy a dejar aquí trayendo aguacate, cebollín y bastimento. Mira, ya tú llegaste pulido, y míralo a él que es que viene bajando de la Sierra”. Esos eran los festejos en donde ya la presencia de la mocedad y la primavera de las bellas muchachas de Villanueva convivían en un ambiente festivo y campesino, el cual como motivo creador va a ser siempre una fuente de inspiración en Emilianito y Poncho Zuleta. Los Hermanos López y Jorge Oñate irrumpen en el panorama artístico vallenato interrumpiendo la hegemonía que para ese momento tenía Alfredo Gutiérrez, quien sin duda alguna había llevado la música a una faceta en la que el público lo consideraba y admiraba como la estrella del momento. Poncho Zuleta, que también se había ido a estudiar con el esfuerzo de sus padres, acompaña el nacimiento de la agrupación de Jorge Oñate y los Hermanos López tocando la guacharaca, haciendo coros y participando con su inspiración creativa, en la cual se va desarrollando un gran autor. Ese periodo de composiciones nostálgicas por la ausencia y lejanía de sus padres, también con una gran mirada social por el dolor que le producen los esfuerzos del sufrido campesinado que él había conocido tan de cerca por su continua presencia cuando vivió en Villanueva, en la Sierra Montaña, tópicos sociales que aunque Poncho Zuleta no pensara en ellos estaban en boga y en moda en la canción social latinoamericana. Pero los motivos del corazón y la admiración por la mujer también se revelan en las composiciones de Poncho cuando conoce a una bella morena de Cali, la cual arrobó su corazón hasta el punto de hacerlo viajar en una travesía épica a las regiones del Valle del Cauca, las cuales atravesó en un Expreso Bolivariano de la época, con la ausencia de comodidades del transporte terrestre de la época, pero mostrando Poncho a la vez la tenacidad propia del hombre enamorado. El resultado: una inspiración bellísima que fue llevada en la época al acetato en la voz del Ruiseñor del Cesar, en la cual el relato declara el amor del protagonista en la búsqueda frenética durante más de dos años de esa bella mujer que, — 102 —

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según me ha contado Álvaro Muñoz Peñaloza, era de una belleza cautivadora, digna de las mujeres del Valle del Cauca. Poncho Zuleta y Emiliano, su hermano, ya con todas las motivaciones propias de su entorno herencial y cultural, sumado a la experiencia de haber llegado a las urbes, buscando también sus propias realizaciones como artistas, irrumpen en el vallenato con Mis preferidas, en donde todavía no se van a denominar Hermanos Zuleta sino simplemente Emiliano Zuleta y su conjunto, en donde Poncho incluye un tema de su autoría, Desencanto, en la cual muestra la pasión juvenil que sufrió un desengaño porque no tuvo la correspondencia que el frenesí del amor tenía en esos años mozos, con ese corazón impetuoso que se había gestado en la Sierra Montaña y en el barrio El Cafetal de Villanueva. Luego vendría una cita histórica del vallenato; nacen ya con el nombre que los va a inmortalizar en la estética musical del firmamento vallenato, estos hijos de la Provincia de Padilla, de esa despensa poética llamada Villanueva, cuyo nombre jamás será olvidado por los cultores y admiradores de la música de Toño Salas, la Vieja Sara y su papá Emiliano Zuleta Baquero: Los Hermanos Zuleta. En ese acetato llamado La Cita, Poncho incluye un tema de su autoría llamado El estudiante pobre, tema que se convierte en arquetipo y símbolo de todos los jóvenes que desde la Provincia con sus escasos recursos tratan de salir adelante con la ayuda de sus padres, tratando de fijar un mejor futuro para sus vidas. Los Hermanos Zuleta, después de estos primeros discos, vuelven y retoman de manera poética sus raíces, tal como lo titula el mismo nombre de ese maravilloso laboratorio musical que fue Mi canto sentimental, que como hecho singular en la historia de nuestro folklor tiene todo el entorno maravilloso del cantor que se inspira en Villanueva y la Sierra Montaña, en donde brotan los sentimientos del hombre que añora su tierra pero que a la vez enaltece el folklor, recordándonos que esa vena sentimental genética está presente incluso en el recuerdo del hijo bueno que piensa en el viejo Mile que se ha quedado en Villanueva. Un río se crece en la gloria del vallenato de los Zuleta, y Poncho sigue con esa labor de cantautor con un disco paradigmático propio de un hombre enamora— 103 —

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do que enaltece a la mujer con los principios que ya antes Dante Alighieri había mitificado cuando vio a Beatriz como la salvación, y que Poncho, en un lenguaje sencillo, también ve a la mujer dentro del mito mariano de la salvación, sin duda alguna uno de los cantos epónimos en donde el hombre reconoce el filtro y medio que el ser femenino encierra como posibilidad de salvación para el hombre. Me cuentan Álvaro Muñoz Peñaloza y Álvaro Morón Cuello que ese disco fue un estereotipo para los jóvenes enamorados de nuestra región, los cuales reiteradamente lo usaban en las serenatas nocturnas que brindaban a sus pasiones amorosas que les hacían sentir las nobles y bellas mujeres de la época. Poncho Zuleta graba con su hermano Río seco, en donde incluye un tema conclusivo al buen comportamiento. Ocurre una dolorosa primera separación, pero como todo mal genera un bien, se van a grabar por los motivos de esa separación dos grandes discos para la historia del vallenato. Por un lado Emiliano graba La parranda y la mujer en compañía de Jorge Oñate, y por otro lado Poncho Zuleta rescata para el folklor a un gran músico muy admirado en el ámbito local al cual va a posicionar nacionalmente, y que siempre fue objeto de respeto y cariño por parte del clan de los Zuleta, el gran Nicolás Elías Colacho Mendoza. El talento de la dinastía Zuleta sigue presente a pesar de la ausencia de Emiliano, porque él, Poncho, su papá y sus otros hermanos contribuyen a la realización pletórica e histórica de una voz y un acordeón hasta el punto que nuestro querido cantautor es capaz de morir por su arte. Esa ruta creativa, ese estar habitado por la musa continua, y los corazones de los dos hermanos antes separados se unen en una maravilloso Reencuentro, cuya celebración y fama en el folklor vallenato no va a tener parangón, porque la inspiración de los Zuleta y sus amigos va a estar presente en este disco, sucediendo un hecho capital en la vida de Poncho Zuleta, tal como me lo contó Jike Cabas. Los Hermanos Zuleta están tocando en Villanueva, su pueblo, en una caseta, y allí, entre el público hay una muchacha trigueña de un cuerpo escultural la cual estaba bailando con unos pescadores de color verde biche que delineaban una silueta esculpida en la Grecia clásica. Esa joven había nacido frente al Mar Caribe, en la ciudad que hoy le rinde culto y honra a los Hermanos Zuleta, Riohacha. Se impresionó Poncho desde la tarima, de tal manera que se — 104 —

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puede afirmar con seguridad que fue el amor a primera vista, lo que los italianos denominan el rayo, hasta el punto que la hizo su esposa y compañera, teniendo con ella cuatro hermosos y talentosos hijos que hoy también proclaman la grandeza de la dinastía de los Zuleta: Andrés Alfonso, Carlos Alberto, Héctor Arturo y Luzmila Rosa, inspiración amorosa que se tradujo en un bello canto. Poncho Zuleta se dedicó mucho más al canto que a la composición, pero sin duda alguna el talento que él y su hermano Emiliano fueron expresando con el discurrir de los años labraron una de las mayores estéticas musicales de todos los tiempos, y qué mejor ocasión para celebrarla que en el marco del Festival de aquel cantor trashumante que se atrevió a luchar y derrotar al diablo, Festival que cuenta con la gran gestión cultural de su presidente, Álvaro Cuello Blanchar. Sea hoy motivo de celebración para que -como decían los antiguos cantores griegos- los dioses nos mandan infortunios a los humanos para que los hombres del mañana tengan algo que cantar. Canto y tradición que los Hermanos Zuleta, desde lo más hondo de las raíces de la Provincia de Padilla y de su Villanueva natal han llevado a las estrellas su música para cerrar con broche de oro una vida legendaria llena de admiración, inspiración y alegría, que Gabo, nuestro Premio Nobel, supo percibir cuando en 1982, la más importante fecha de la gran historia de la literatura colombiana, con el Nobel, los Hermanos Zuleta, por esa suerte de destino que le está deparada a los grandes hombres, conquistaron a la monarquía sueca y al orbe entero.

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LOS ZULETA, UNA DINASTÍA CANTADA Por ÁLVARO IBARRA DAZA

“Le vivo rogando a Dios Que me perdone mi tío Por culpa de un acordeón Que yo me llevé escondío”.

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sta redondilla de una montañera canción cuatroversera, un merengue nacido en los vericuetos de la sierra de El Plan, entre abrojos, café, pringamoza y guayacán, engendrada por la adolescente mentalidad de Emiliano Zuleta Baquero, el hijo de Sara y Cristóbal, fue el pretexto para presentarse ante su tío Francisco y congraciarse con él por haberse llevado prestado su ‘tornillo e’ máquina’, de cuyo sonido se había enamorado, pero ante la imposibilidad de obtenerlo por la vía legal, por lo regañón que era, que ni siquiera permitía que los mirara, cualquier día, al irse el tío para la finca, Emiliano anocheció y no amaneció en La Jagua, se fue escondido, agarró el primer acordeón que pudo, ‘engarilló’ su burro y se ‘espencó’ para El Plan, llevando entre manos un pedazo de su alma, que acompañaba al “turuntuntun” de su corazón asustado, al compás de la velocidad garabatera de su ‘mohíno’ transportador, cómplice de su huida. Allí se sube el telón de la historia de la dinastía más cantada en el universo vallenato, la Dinastía Zuleta. Los cantos y la nota planera de Emiliano se riegan — 107 —

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por toda la provincia, sembrando en tierra fértil la semilla sonora de su acordeón, recogida de su tío Francisco Salas y abonada por los versos picarescos de su madre Sara Baquero. Eran cantos contadores de historias, de sucesos pueblerinos o nacidos en cualquier parranda, que viajaban enredados en la brisa fresca de la Sierra o entre la corriente de los ríos que desbocados bajan de la montaña, llevando su mensaje de pueblo en pueblo y dando a conocer la existencia de un joven acordeonero que desde lo alto de la Sierra esparcía cantos y notas acordeoneras que llegaban hasta Valledupar. Su fama se hizo fácil; sus cantos, la nota acordeonera y las frecuentes parrandas sirvieron de argumento para que sus amigos pregonaran a los cuatro vientos las virtudes de este muchacho, y así, de boca en boca se inició uno de los episodios más importantes en la vida de Emiliano: la querella con Lorenzo Morales, quienes sin conocerse se enfrascaron durante años en un duelo por la supremacía musical en la región, de El Plan bajaban a Guacoche y de aquí subían a El Plan, comentarios y cantos con versos mensajeros que el lleva y trae de la gente hacía llegar al desconocido contendor. En esta piqueria nacen los primeros cantos del rosario de canciones que tienen a la Dinastía Zuleta como fuente inspiradora de versos provincianos, cantos que forman parte del arsenal musical con el que Moralito enfrentó a su rival en batallas con notas de acordeón, dos gladiadores que tenían como escenarios de lucha las fértiles sabanas del Valle y las frescas faldas de la serranía perijanera; muchas se perdieron entre los cardonales de Guacoche y los caminos de la Sierra. Aquí están algunos cantos de Morales a Emiliano: El borrador El borrador de Emiliano se lo mando Para que aprenda la rutina de Morales Para que escuche y se la pase analizando que mis sones se respetan por la calle A Emilianito le voy a manda la prueba de esos paseos que yo he sacado con rutina que se los mando para que me los devuelva — 108 —

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porque para a él solo se destinan Para que oigan y se aprendan con cuidado Este paseo el borrador de Emiliano Que se lo mando esperando una respuesta Para que él siempre se las pase escuchando. Chucho, marimonda y maco o La fama de Emilianito Ay Emilianito Zuleta se fue pá la Sierra Porque allá en la Sierra se economiza los gastos Hombe Mile se fue pa’ la Sierra Porque allá en la Sierra y que economiza los gastos Pero me han dicho que allá Mile lo que come Para alimentarse es chucho, marimonda y maco Emiliano se ha vuelto embustero lo mismo que Luis Villar se puso a decí en su pueblo que en Urumita me había ganado y yo digo lo contrario pa’ que me vuelva a llevar Hombe Emilianito qué es lo que pasa qué te está pasando, qué tienes ahora porque echas mentiras pá que te las cojan hombe Emilianito qué es lo que pasa qué te está pasando no te afanes tanto porque si no sabes no entres en relato Óiganme señores la fama de Emilianito Por lo que me han dicho tá’ rodando por el suelo Pienso que no debe echar mentiras Porque eso es muy triste que un hombre pierda criterio — 109 —

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Si fueran verdades lo que Emilianito dice con todo mi gusto yo también lo elogiaría pero me dicen que habla unas cosas sin ser por eso yo digo que puede ser cobardía A Emilianito Zuleta óiganme señores no le valen amenazas y me dice la gente que lo conoce de que él llega cerca pero del Cesar no pasa Hombe señores Mile se fue pá’ la Sierra y la cacería la tenía de cada rato pero fue un fracaso ya se extinguieron las crías y ya no encuentra chucho, marimonda y maco. Rumores Para Emilianito yo tengo muchos paseos y como lo recuerdo siempre lo vivo pensando yo quiero que oiga páginas de Moralito pá que Emilianito siempre la pase escuchando Yo no sé lo que le pasa a Emiliano yo no sé lo que le pasa a Zuleta y es el miedo que me tiene de mandarme la respuesta No conozco el pique que me tiene Emilianito y yo siempre le digo que no se meta conmigo me anda criticando que soy un negro yumeca pero él no se fija que es blanco descolorido Yo no sé lo que le pasa a Emiliano yo no sé lo que le pasa a Zuleta — 110 —

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y es blanco descolorido no puede con la maleta Llegan los rumores de Morales a Emilianito y si está en la sierra despierta si estas dormido toma los rumores que le llevan los que van se pone nervioso y no quiere verse conmigo La carta escrita Emiliano está inocente compadre que ya Moralito llegó a la tierra yo tengo una carta escrita en el Valle pa’ mandásela a Emiliano a la Sierra Le mandé a decí a Emiliano Zuleta que para los carnavales me espere que quiere tocar las teclas conmigo y así como yo le digo él no puede Si Emilianito supiera compadre la rutina de Lorenzo Miguel no saldría más a la calle y tampoco se metería con él En mi gusto no hay quien mande conmigo no hay quien se meta ay, rutina tiene Morales para Emilianito Zuleta. Cantos fueron y vinieron hasta que en una ocasión se reencontraron en Urumita, y con un abrazo terminaron la contienda, pacto sellado con el incumplido compromiso de bautizar cada uno un hijo de su contrario. Pero no hay dicha que perdure tanto, y por allá en el año 1943, tiempo después de — 111 —

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sellada la paz, Armando Zabaleta prendió de nuevo el fuego y compuso la canción La sugestión de Zuleta, donde hacía mención a la condición de dominio al que tenía Carmen Díaz sometido a Emiliano, colocando a Morales como protagonista de la situación planteada, lo que molestó mucho a Mile, con la lógica creencia que era obra de Morales, pretendiendo de nuevo alborotar el avispero. Sus versos dicen así: A Morales le piden un parecer que si no se da cuenta qué le pasa a Emilianito eso da tristeza de ver a un hombre jovencito y que se deja gobernar de una mujer En eso no está de acuerdo Moralito porque a su mujer la gobierna es él yo siento a Emiliano que es mi compadre pero qué voy a hacer si es gusto de él A Morales le dijeron que a Emiliano ya le critican su modo de vivir también le dicen que vive controlado que de su casa ya no lo dejan salir Y dicen que si sale a parrandear enseguida Carmen Díaz lo va a buscar Emilianito no se fija que a Morales por todas partes anda lleno de inspiración él llega al Valle y allá forma sus parrandas regresa a Guacoche y camina toda la región Zuleta ya no puede hacer esas gracias Zuleta ya no sale de su casa y dicen que si sale a parrandeá enseguida Carmen Díaz lo va a buscá. — 112 —

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Después de una tensa calma, se reinician las puyas en la piqueria de los dos acordeoneros. Emilianito enfila sus armas, respondiendo con Las cosas de Moralito los versos de La sugestión de Zuleta, convencido de que es obra de Morales, y al enterarse este de la injusta respuesta de su compadre, le envía el paseo La bulla y el merengue Las amenazas. La bulla Porque yo a Armando Zabaleta también se lo tengo dicho que no se ponga a tocar esas teclas porque asustan a Emilianito Si fueres a Villanueva por lo tanto solicito me saludes a mi compadre mi compadre Emilianito Tengo seguro que Emilianito tuvo ese susto y lo impacientaba porque se puso a sacá un merengue claro que andaba con rabo ‘e paja Y esa bulla que tienen por allá pero aquí no se acerca a parrandeá y esa bulla que tiene en Urumita si llega al Valle se le quita Y esa bulla que tiene por allá pero al Valle no se acerca a parrandeá y esa bulla que tiene en La Jagua si viene al Valle se le acaba.

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Las amenazas Las amenazas de Emilianito para Morales sí son en vano que me pise con cuidaito porque le voy a pegá un regaño Hoy lo resiento yo de Emiliano porque ya se lo tengo dicho y se muere con los deseos Pero no puede con Moralito A Emiliano le tengo dicho que yo soy el mismo Morales él me trataba como enemigo y hoy me saluda como compadre Al parecer, estos mensajes no tuvieron respuesta y con ese gesto de Emiliano se selló definitivamente la paz y se reafirmó la amistad de los dos juglares, la que solo pudo ser alterada por la muerte de Zuleta, pero con seguridad, continuará en la eternidad, ahora con la partida de Morales. De la Dinastía Zuleta, casta emblemática de nuestro folclor, el viejo Mile, por jerarquía y protagonismo dentro del mundo vallenato, ha sido un valor fundamental para el engrandecimiento de su familia, y en ese trajinar musical le ha tocado ser figura principal de varias contiendas, y es de grata recordación el duelo que mantuvo durante muchos años con su hermano Toño Salas, con quien le tocó dirimir supremacía como jefe musical de la familia. Sobre esta controversia, la cual era animada por los amigos y compañeros de parrandas de cada uno de los hermanos, se da fe de varios encuentros en diversos escenarios donde -cada quien armado de cantos y acordeón- se enfrentaban en famosas piquerias. Obras de Toño Salas dedicadas a Emiliano son públicamente conocidas De la misma cría y Equivocación.

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De la misma cría Desde ahora en adelante es que voy a contestá puede componer bastante que no me voy a quedar yo tengo capacidad pá’ cogéme una porfía con letra y música mía donde me toque llegar y si lo quiere probá que dentre que doy cabía. Le cuento de Emilianito al que quizás lo disgusta si Morales no lo busca tal vez no se hubieran visto el piquear es muy bonito debe hacerse frente a frente donde haya bastante gente pa’ que digan por quién quedan pa’ que no quede una queja de un caso que está presente No tiene por qué mandarme a coger música ajena tengo una memoria buena no necesito de nadie soy el pollo responsable y cualquiera lo diría si el caso es de simpatía el caso es más agradable si la raza es por la madre tenemos la misma cría. — 115 —

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Equivocación Emilianito tiene la equivocación porque él ha sido siempre rey de la parranda anda diciendo que su hermano Toño Salas y que no ha dado para componer un son díganle a Emiliano que yo un son le voy a hacer para que sepa que también sé componer y que si quiere se lo vuelvo a repetir para que se calle y no siga hablando de mí En Villanueva me preguntan los amigos qué es lo qué pasa, por qué Emiliano te ofende yo les contesto yo no sé lo que sucede estoy seguro que con él no me he metido un día en La Jagua que cantó junto conmigo y por de malas el hombre no me aguantó desde el mismo día Emiliano me desafíó y ahora me trata como si fuera enemigo Emilianito y es que la gente se fija y las parrandas hay que saberlas hacer y no hacerlas en las formas que hace usted que se pone guapo pa’ pelear con la familia porque lo respeto porque es mi hermano mayor pa’ cantarle un verso si no le tengo temor oiga mi hermanito déjese usted de complejos que yo he visto pollo derrotar a gallo viejo. Poncho y Emilianito, en su época de pareja musical, se caracterizaron por incluir en su repertorio piezas antológicas del cancionero vallenato, y son varias de la autoría de su padre las que forman parte de su discografía clásica, haciéndolo conocer como un prolífico creador de canciones, aumentando así el prestigio folclórico de Zuleta Baquero. Entre esas obras, varias hacen refe— 116 —

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rencia a la piqueria con Toño Salas, que yacía guardada en el cuarto de los recuerdos, situación que despertó nuevamente la virulencia en los cometarios de la provincia sobre la jerarquía musical de los dos hermanos, circunstancia que fue aprovechada por Francisco Rada Ortiz para aparecer como mediador en la situación, y aportó a la Dinastía Zuleta el paseo Antonio y Emilianito. Antonio y Emilianito Alfonso y Emilianito En la furia de su fama Ofenden a Toño Salas Sin considerar que es su tío Pero Toño no dice nada Extrañando que sus sobrinos En compañía de su hermanito Le recuerden cosas pasadas Pero no sigan grabando Esos versos y esas parrandas Que ofenden a Toño Salas Consideren que ese es su hermano Hermano del Viejo Emiliano Que es hijo de la Vieja Sara Si esa pelea hace tantos años Ya no merece recordarla Si Rafael Salas contestara Esos piques se seguirían Pero Rafa mejor se calla Estimando que son familia Y es mejor que no diga nada — 117 —

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Eso entre familia es muy feo Y yo también les brindo mi consejo Es porque también los quiero en el alma. Transcurría el año 1942 y un sábado de un olvidado mes se encontraba Francisco Rada Batista recorriendo las arenosas calles de El Difícil. No se había bajado bien del burro cuando se le acercó un mensajero a informarle que “allá en el Valle los músicos vallenatos dicen que tú pareces un tigre de la montaña”. Intrigado por el mensaje, Pacho Rada se interesa por conocer quiénes son los que lo tratan de esa manera, sorprendido de que lo compararan con una fiera, “si yo no soy guapo ni como carne cruda”. No logró averiguar quién lo trataba de esa manera, y sabiendo que los músicos de renombre en la provincia vallenata eran Morales y Zuleta, se imaginó que alguno de ellos podría ser el autor de la ofensa y les envió un mensaje a los dos acordeoneros con el paseo El tigre de la montaña. El tigre de la montaña No sé si será Zuleta el de ese son que me está llamando tigre e’ la montaña o será Morales en su acordeón siempre perdono al que me engaña Oye mi vida oye mi dama está cantando el tigre e’ la montaña oye mi vida oye mi Maye siempre perdono al que no sabe Nunca me ha gustado de tener intriga con aquel que sepa de mi mismo arte todo viene de allá arriba y las costumbres que deben usarse Oye mi vida oye mi dama — 118 —

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está cantando el tigre e’ la montaña oye mi vida oye mi Maye siempre perdono al que no sabe Estos vallenatos que se le ha metido estarme llamando tigre por ofensa y deben tener en cuenta que el tigre nunca tiene amigo. El nombre de Emiliano Zuleta Baquero se hizo popular en toda la región, prestigio que crecía al igual que las crecientes del río en tiempos de invierno a base de parrandas y las piquerias con sus colegas, combustible volátil para encender fuego hasta con leña verde y ganarse la admiración de sus paisanos, conocidos y hasta de desconocidos que solo sabían de él a través de los comentarios cotidianos transmitidos en reuniones mañaneras alrededor de una taza de café serrano o cuentos narrados en cualquier parranda provinciana, como le ocurrió a Escalona, quien supo en una ocasión, por boca de Beltrán Orozco, que Emiliano estaba enfermo, y sabiendo lo que Mile representaba para sus amigos en común, esto lo llenó de preocupación al ver lo tanto que lamentaban sus amigos la situación de Emiliano, quería expresar su dolor, su solidaridad con el amigo de sus amigos y aprovechó el momento para componer una canción en honor a la Dinastía más cantada del folclor vallenato: Los Zuleta. Era el año 1944, ese año nació el paseo La enfermedad de Emiliano. La enfermedad de Emiliano A sus amigos les causa sentimiento y a mí sin conocerlo me da pena y dolor lo de Emiliano lo juro que lo siento me sale desde adentro del puro corazón Yo quiero que sane que siga su fama que vuelva a Manaure — 119 —

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y alegre la sabana Yo quiero que sane que no viva solo que vuelva a Manaure pa’ que toque El Zorro. En el año 1948, en una ocasión fue invitado Emiliano por la dirigencia conservadora de Villanueva a Fundación para alegrar con sus cantos y acordeón la recepción que se le brindaría al Gobernador del Magdalena. En esa ocasión se encontró con Juancho Polo Valencia. Se organizó la parranda, entre versos y notas acordeoneras vieron salir el lucero molendero; vaciaron botellas de ron caña hasta cuando los arañazos de los rayos del sol les avisaron que había llegado el día. Emiliano se despidió de Juancho y se fue para el aeropuerto al recibimiento del personaje. Al volver al pueblo siguió la parranda con Juancho Polo. Convencido de que tenía un nuevo amigo, se regresó a Villanueva y la respuesta a su sentimiento de amistad se confundió a escuchar el mensaje cantado que le mandó su colega en los versos de El provincianito. El provincianito Yo soy el Juanchito Polo quien me merezco este renombre bien grande de acordeonista todos mis amigos saben que no respeto músicos ni profesores de la provincia Cuando cojo mi acordeoncito aquí a la mano nada más se oyen rumores por la rivera lo digo pa’ que lo sepan los provincianos que yo sí soy el respeto del Magdalena Ahora vuelvo y te pregunto provincianito a ver cuál es el coraje de tu memoria — 120 —

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lo digo pa’ que lo sepas Emilianito el porqué es que tu rutina no está en la historia lo digo pa’ que lo sepas provincianito este saludo de ofensa manda Juanchito. No solo de piquerias se alimentaba el reconocimiento al jefe de los Zuleta. Su altura musical, el prestigio que generaba su nombre se convertía en el faro señalador de la ruta a seguir por las nuevas generaciones de músicos en la región provinciana que veían en él la figura cimera, el ejemplo a seguir, buscando con empeño el ser reconocidos como herederos de su grandeza, siguiendo los caminos que Mile a fuerza de cantos y notas les iba abriendo, como lo reconoce el compositor Daniel Celedón, a quien una lejana mañana la tranquilidad tempranera le trajo en el silencio del amanecer las notas de un acordeón y de la piedras cantarinas de las calles villanueveras nació su paseo Al viejo Mile. Al viejo Mile Una mañana muy temprano cuando el pueblo estaba en silencio oí un acordeón muy lejano y yo me levanté contento allí encontré al viejo Emiliano demostrando su talento Qué le ha pasado a Emilianito todo el pueblo lo ha comentado dicen que Mile no es el mismo que ya su fama ha declinado pero yo sé que es gallo fino y cada día más veterano Emilianito te quise cantar este paseo porque lo merecía pa’ que ninguno se ponga a dudar — 121 —

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de la virtud que tiene tu maestría Una vez cuando yo era niño recuerdo vi un tumulto e’ gente tenían rodeado a Emilianito tocando versos complaciente y Mile todavía es el mismo no ha nacío quien lo supere En Villanueva los artistas nacen con mucha calidad y Mile diseñó la pista donde íbamos a aterrizá muchas figuras nuevecitas que van camino a triunfar. Pasada la primera infancia, Emiliano Zuleta fue parar a la finca El Piñal enclavada en la serranía de Perijá, en las vecindades de El Plan y Manaure, allí creció, cimarrón, andando a pie descalzo o en lomo de burro los caminos montañeros de su silvestre residencia, sin horizontes, amplia como su mentalidad infantil que maduraba a punta de cumplir obligaciones de campesino: cosechando café, arriando mulas, cuidando el ganado, desgranando maíz, así se hizo hombrecito hasta cuando regresó a El Plan. Pasaron los años, Emiliano siguió por el mundo, creció, se casó, se multiplicó en cumplimiento del mandato divino, vivió en Villanueva, parrandeó, mujereó, compuso canciones, y la nostalgia de los tiempos pasados lo acosó con fuerza y lo hizo regresar a la Sierra, compró El Piñal y se fue a reencontrarse con sus días vividos en los parajes montañeros, a despertar con el canto mañanero de los pájaros en el frío serrano. Se encerró en la montaña, entregado a revivir el pasado, devolviendo las agujas del reloj para sentir nuevamente la tranquilidad de la Sierra, respirar la pureza del aire cimarrón y vivir en paz y no a comer chucho, marimonda y maco como le dijo Morales. Allí lo visitaban “sus hijos y sus amigos a la vez”. Ese retiro sirvió a Mercedes Cotes Brugés para cantarle Camino al Piñal. — 122 —

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Camino al Piñal Fuertes montañas que van cercando las grandes tierras del gran Piñal muy suavecito se siente llegar por los caminos de trochas se va Ya se divisan las sierras de encanto con sus nubarrones fugaz en montón así imponente se cruzan se ven y así radiante se llega en vaivén El camino es largo el camino es suave hay un frescor, son viejos senderos se van cruzando llenos de emoción y se va llegando, se va llegando con esplendor Ya se escucha al cantor se abrazan todos con algarabía el Biato y Poncho comparten los días y Emilianito en El Piñal Tierra de encantos, tierra de acordeones que gran dinastía desprende El Piñal y en sus cantares susurrando van versos poesías que hacen divagar La Vieja Sara dice Andrés Becerra confirma valores de esa gran región y el viejo Mile cantando ya va y Toño Salas contesta en un son. También sus hijos sintieron la retirada del viejo Mile, no entendían su exilio montañero y vieron cómo, a pesar de su silencio musical, de su ausencia de las — 123 —

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parrandas, su encierro en la Sierra, la fama en la provincia no decaía, siempre allí perenne, firme como la ceiba de Villanueva, comprendieron su grandeza. Cualquier día, así como fue a esconderse en el silencio de la cordillera, regresó de nuevo al pueblo, y se dieron cuenta de que su retiro le dio más fuerza, que el gallo necesitaba descansar para emplumar de nuevo y regresar con renovados bríos a la contienda musical, a su vida cantoril y parrandera, a seguir demostrando que había Mile para ratos y que su inseparable acordeón seguía allí, sonoro y alegre. Pero Emilianito entendió que algún día los dedos del gallo perderían agilidad, que su fuerza no alcanzaría para abril, el fuelle y su voz se volverían apagados, sin el brillo que da la energía vital, y desde allí asumió la responsabilidad de respaldar la herencia que les dejaba, y lo confesó en el paseo El gallo viejo. El gallo viejo He visto gallos en la gallera Que nunca pierden una jugada Que se reirán de tal manera Pero que nunca pierden su fama Como le pasa a Emiliano Que hace tiempo no tocaba Y por allá se ha retirado Por mucho tiempo en la montaña Emilianito a él le decía Yo no me explico tu retirada Era que estaba en la montaña Haciendo versos para Carmen Díaz Y a pesar de tanto tiempo Que tenía de no tocar Ahora ha salido muy contento Y con deseo de parrandear — 124 —

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El viejo Mile se encuentra a salvo Yo veo que está rejuveneciendo Y cuando él se sienta cansado Le queda el pollo del gallo viejo Que lo vive respaldando Pa’ cuando se sienta solito Ay que se llama Emilianito Ese es el hijo de Emiliano El viejo Mile también ha sido fuente de inspiración para sus hijos, que en demostración de afecto y en reconocimiento a su dedicación para criarlos, afrontando las limitaciones que la vida de agricultor le ofrecía, siempre firme como un guayacán serrano se mantuvo al frente de la familia buscando para ellos la superación, y entre cultivos, cosechas, canciones y parrandas se fue abriendo caminos para que sus herederos transitaran con mayor facilidad y lograran superar las barreras campesinas y se les abrieran nuevos horizontes. Fue a Emilianito, el mayor de los Zuleta Díaz, a quien primero se la abrió el corazón y lo dejó que expresara su sentir, y cualquier tarde de un lejano día bajo el cielo tunjano y el frío de la sabana se escuchó la voz ronca y las notas sentidas de un acordeón juvenil que acompañaban los versos de una canción, adornada por las lágrimas de un hijo agradecido que en la distancia añoraba a su viejo Mile, a quien le cantaba La herencia. En ese canto, Emilianito dibuja con palabras la imagen del hijo que de hinojos ofrece su sentimiento al padre que ha dado todo por verlo crecer en otros senderos, pero que no olvida que por sus venas corren las notas de un acordeón que desde niño lo arrullaron como sentida canción de cuna. La herencia Hay cosas bellas que nunca se olvidan y solo con la muerte pueden acabar como la herencia que le puede dar el padre a un hijo pa’ toda la vida — 125 —

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No es una herencia material a la que me refiero yo es una herencia musical la que mi padre me dejó Desde el día en que yo vine al mundo oyendo el acordeón los ojos se me abrieron y desde entonces llevo con orgullo la gran herencia que olvidar no puedo Mi pobre viejo cuando muera deja un retoño divagando porque la sangre de mis venas lleva el reflejo de Emiliano Esa gran deuda que tengo contigo me tiene orgullecido y vivo satisfecho y me conformo con todo el aprecio que yo te tengo padre mío querido No te preocupes Emiliano todas estas cosas las recuerdo también me tienes estudiando y es otra herencia que te debo Las dos herencias que me has dejado nunca se borran de mi memoria y tiene que recibir su pago aquí en la tierra y allá en la gloria por eso mientras viva Emiliano tiene mi respaldo a toda hora.

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Los versos del hijo para el padre llegaron directo al corazón del viejo Mile, que emocionado los escuchó una mañana veranera al calor de un café preparado en el fogón de tres tacanes de la rústica cocina de La Sierra, que viajando por el aire entraron a sus oídos a través del radio, que le llevó la voz, el sentimiento y el canto del hijo que desde la distancia agradecía sus sacrificios. Desde ese momento nació en el viejo Mile una emoción grande y sincera por las palabras que transformadas en canción le ofrecía el hijo en testimonio de aprecio y gratitud y sirvieron de detonante para que de su pensamiento brotaran expresiones de cariño que cantadas correspondían al gesto de Emilianito y una tarde después de la faena diaria sentado en un taburete fondo ‘e cuero recostado en un árbol de cañaguate recibiendo el fresco serrano, uniendo las palabras que espontáneamente aparecían en su mente, al compás de unas notas acordeoneras le cantó a su hijo lejano el paseo Gratitud. Gratitud Si Emilianito supiera lo alegre que yo me encuentro cómo estaría de contento rogando que no me muera ay pasaría su vida entera sin variar de pensamiento doy mis agradecimientos muy alegre me siento yo por la herencia que me dejó que me tiene con sentimiento ay seguro que con el tiempo se lo recompensa Dios Ha dicho la realidad aunque se encuentre muy lejos pero carga de recuerdos la herencia de su papá y no se le puede olvidar — 127 —

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si la lleva de reflejo ya que tiene esa virtud goza de ese privilegio el hijo cuando es sincero demuestra su gratitud ay los ángeles y Jesús lo acompañan hasta el cielo. La distancia de los seres queridos generan sentimientos que se inundan de nostalgia por los recuerdos vividos, añoranzas que alimentan el alma armándolas de valor para superar la ausencia del nido familiar, más aún cuando esa distancia que se atraviesa es motivada por la búsqueda de la superación porque en el medio donde se vive no se cuentan con las oportunidades que brinden la facilidad de encontrar lo se busca, esas ansia de surgir, de lograr metas importantes, de ser personas aportantes a la sociedad, hicieron que Emilianito y Poncho pusieran tierra de por medio y se ausentaran de sus lares provincianos para llegar a las sabanas boyacenses a adelantar estudios universitarios. Allá los fueteó el guayabo de sus padres en la lejanía, les faltaba el calor del Valle del Cacique Upar, la comida serrana con la sazón de la Vieja Carmen, las notas mañaneras del acordeón del Viejo Mile, y cualquier día a Poncho le brotaron de su mente, dictados por la nostalgia del alma, los bonitos versos del paseo Mis viejos. Mis viejos Cuando no estoy en mi tierra vivo con melancolía pero hay veces que en la lejanía es donde los hombres se superan y en esa forma se pasa la vida entera agonizando y con el alma entristecía Siento un tormento muy grande cuando no estoy con mis viejos y a medida que yo me encuentro lejos — 128 —

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más cariño siento por mis padres en esa forma es que se aumentan mis pesares y con el llanto se me forma un desespero Oye Vieja Carmen Díaz te canta Poncho Zuleta a ti te debo la vida mía para todo yo te tengo en cuenta y tu vejez la pasarás lo más contenta con este hijo que te piensa noche y día. En los tiempos viejos, aquellos en donde la luna salía temprano porque no había alumbrado eléctrico y la penumbra era cómplice para la salida de los espantos a medianoche, donde todo era más fácil porque las costumbres pueblerinas no exigían tantos requisitos para vivir, el don de la amistad sincera era patrimonio de los hombres, los grupos de amigos, más que amigos parecían hermanos, la confraternidad existente reafirmaba la fuerza de esa amistad con sentimiento de pueblo, la casa de uno era la casa de sus amigos, allí encontraban abrigo, comida y compañerismo, era más fácil entrar que salir, sus patios se convertían en el altar del vallenato, allí se ofrecía la ceremonia esencia del folclor: la parranda con Emiliano Zuleta Baquero cantando y tocando con sus amigos, hoy era acá, después en cualquier casa de su cofradía. Pensar en esos tiempos y recorrer imaginariamente los caminos que enguaireñado le tocó atravesar para averiguar dónde había amanecido su viejo, le sacudió la nostalgia a Fabio Zuleta Díaz y así nació el paseo Los tiempos de mi viejo. Los tiempos de mi viejo A veces que estoy solo y me pongo a recordar esos hermosos tiempos que dejan en mi alma las huellas del recuerdo difícil de borrar y entonces la nostalgia se lleva la alegría y me trae un sentimiento que siempre me atormenta y cuando estoy muy triste — 129 —

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hasta me hace llorar En este canto yo quiero nombrar las casas parranderas de mi viejo Las casas de Poncho Cotes, la de Beltrán Orozco y la de Andrés Becerra donde el viejo Emiliano cantando sin cesar pasaba varios días se llenan de nostalgia porque cantos alegres ya no se oye entonar y esos cantos bonitos que alegres entonaban llenos de melodía alegres se ponían a improvisar cantándole bonito a Carmen Díaz Me llena de placer recordar esos tiempos vividos por mi viejo y sé que al recordarlo se inunda de nostalgia su pobre corazón y sé que él desearía que esos bellos momentos regresarán de nuevo para que así a su alma regrese la alegría y llegue la emoción Para calmar la desesperación que lo está atormentado a cada día demuestra su gratitud ay los ángeles y Jesús lo acompañan hasta el cielo. La dinastía Zuleta ha estado marcada por la admiración que despierta en el mundo vallenato. El viejo Mile y su prole marcan el derrotero de la música vallenata convirtiéndose en íconos regionales, ídolos encumbrados, son figuras fulgurantes que con su luz iluminan el sendero de muchos que caminan sobre las huellas de sus pasos. Sus seguidores se sienten sus amigos y se convierten en motivos para expresar a través de cantos el aprecio sentido por ellos, es la mejor forma de manifestar el cariño y la amistad, de corresponder con cantos sus cantos, de brindarle reconocimiento a su grandeza, a su raza musical. — 130 —

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Viejos y nuevos amigos han cantado a los herederos de Zuleta Baquero, le han ofrendado sus versos a la dinastía. El Pollo Vallenato Luis Enrique Martínez ofreció hacerle una visita a una hija de Mile Zuleta, y esa promesa se convirtió en el paseo La puertecita. La puertecita Conocí a María Zuleta La hija de Emiliano y Carmen Díaz El día que menos pensaba conocer a esa linda damita Ella se fue contenta y llena de alegría Porque yo le prometí hacerle una visita Ahora sí voy a conocer la puertecita Donde viven Emilianito y Carmen Díaz Yo le prometí a María que iba a fijar el día pa’ visitarla porque Emiliano es mi amigo y tengo tiempo de no verlo y también quiero conocer a la Vieja Sara pa’ preguntarle por Simón y su destierro para esa visita llevo a Toño Salas y a mi amigo Poncho Cotes no lo dejo. Los cantos a la dinastía Zuleta van cambiando. El río del tiempo sigue su corriente sin piedras que lo detenga y el libro de la vida va pasando las páginas escritas, mostrando hojas en blanco donde se puede seguir escribiendo cantos a la dinastía. El viejo Mile vive en la Sierra Montaña, metido en los recuerdos de sus mejores tiempos, batallando con sus cultivos y pensando en su época de piquerias con Moralito, preocupado porque llueve o no llueve, todavía se escucha su acordeón en los patios parranderos o en la terraza de su casa cuando baja a Villanueva, sus muchachos se crecieron, ya caminan solos por los senderos del folclor. Poncho y Emilianito toman la bandera de la dinastía Zuleta y lideran la continuidad de la estirpe, las notas refrescantes del acordeón de Emilianito adornan las canciones que se oyen en la radio en la voz de Poncho, convirtién— 131 —

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dolos en los dueños de la herencia que les dejó, multiplicándola, de la Sierra se regó por toda la provincia, la sembraron en tierra fértil y empezó a dar cosecha, despertando la admiración espontánea de las gentes provincianas, convirtiéndose en motivos de reconocimiento, de ese sentimiento nace el primer canto inspirado en la nueva generación Zuleta, que aflora en el horizonte vallenato, a la orilla del río Cesar, el ‘Curita’ Rafael Vega Orozco le hizo al mayor de los Zuleta Díaz, los versos de A Emilianito. A Emilianito Yo he preguntado dónde vive Emilianito porque yo quiero ir a hacerle una visita según me han dicho ya no vive en Urumita y yo le tengo cuatro versos muy bonitos también quiero ver a Poncho su hermanito aunque con él ya tuve una entrevista Porque me gusta su estilo es que quiero verlos porque me gusta su manera de tocar son dos hermanos que yo quiero complacerlos del vallenato la pareja sin igual porque llevan la herencia del gallo viejo la herencia de Emiliano su papá Yo sé que ellos son oriundos de Villanueva y de esas tierras son sus dulces melodías aquí les canta este amigo Rafael Vega yo soy un pollo muy bisoño todavía pero en palabras tengo una bodega pa saludá bonito a Carmen Díaz. La fama de los hijos de Emiliano se volvió patrimonio provinciano, se convirtieron en estrellas guías de los músicos y cantores naturales que crecían silvestres en las llanuras y montañas del Valle del Cacique Upar, arropando con su — 132 —

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luz a la muchachera que los toma como ejemplos, y los ven como el camino a seguir en busca de la gloria que ellos disfrutan, se convierten en referente obligado del compositor que quiere surgir y mirarse en el espejo junto a ellos. Allí aparece José Mieles con su paseo El don de Poncho. El don de Poncho Muchos quieren ser como es Poncho Zuleta el compositor de gran publicidad pero lo que pasa es que esa es una inteligencia a la vez su herencia que tiene de su papá yo también hago música completa hombe pero a Poncho lo tengo que respetá Emilianito hijo del viejo Emiliano acordeonero también es compositor esos dos muchachos heredaron ese don una inteligencia que la tienen de su padre hombre y que sus disco que serán inolvidables y recorridos por todita la nación Poncho Zuleta cuando termine derecho posiblemente pueda ser gran orador porque entonces sí es verdad que está completo es abogado y a la vez compositor y tiene una memoria que para todo se presta como lo dice él en una composición. La personalidad de Poncho Zuleta siempre despertó simpatías, su ánimo amplio, su lenguaje provinciano complementado con palabras encontradas en los libros universitarios le dieron la fluidez verbal para sobresalir entre sus compañeros de andanzas; muchachos campesinos, para quienes el universo se componía de lo que su mirada podía observar hasta el horizonte, mientras que Poncho se vanagloriaba de sus viajes al interior del país, sus cuentos con los — 133 —

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cachacos boyacenses, y sus cantos iniciales que adornaban las parrandas provincianas, despertaban la admiración de las muchachas y la preocupación de los muchachos, que veían en él a un rival con ventajas, al depredador de amores, perseguidor de novias ajenas, que azotaba la tranquilidad amorera de los confiados muchachos del pueblo, de allí nació El buitre, un paseo concebido en la mente de Julio Oñate Martínez. El buitre Oigan muchachos no se deben descuidar Voy a decirles, voy a decirles Que abran el ojo y que se deben preparar Si llega el buitre, si llega el buitre él aparece muy amable y lisonjero y escondiendo su fiera garra y al que espabila le da un zarpazo grave y ahí lo deja sin su muchacha Ahí viene el buitre Pa’ Villanueva Es hijo e’ Mile Esa es la fiera Yo les aconsejo que tengan cuidao Porque de pronto llega camuflao Yo les aconsejo de que estén pendiente Miren que el buitre aparece de frente Yo les aconsejo que vivan alerta Si llega el buitre ciérrenle la puerta El buitre llega de la Sierra a Villanueva Y ahora ronda por la provincia Mujer ajena que él encuentra medio sola Se la lleva pa’ su guarida — 134 —

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Anteriormente los hombres se preocupaban Si llegaban los gallinazos Pero es que el buitre ya no los deja hacer na’ Y no les deja ni los bagazos. La otra cara de la moneda era el aprecio que despertaba su descomplicada personalidad, su facilidad para hacer amigos, la sencillez en el trato lo convertía fácilmente en el apreciado amigo de sus amigos, su juventud no era obstáculo para atesorar amistades en toda la región, teatro natural para la demostración de sus condiciones de buen cantor vallenato, por lo que su presencia en las parrandas era frecuente, dejando que de su manantial de canciones fluyeran los bonitos versos que hablan de amores y mujeres y cuentan historias nacidas en el pueblo, de las que también se convirtió en protagonista, como la descrita por Julio Oñate Martínez en La muerte del buen amigo. La muerte del buen amigo De esa cuerda tan famosa que tienen allá en Pivijay que le ha dado tanta gloria a don Vicente Caballero fue escogido un brioso pollo de talla tan singular pa ponerle el mismo nombre de un amigo parrandero Y don Vicente a mí me cuenta que le puso Poncho Zuleta Don Vicente invitó a Poncho pa’ cuando llegara el día en que el pollo se estrenara y tuviera feliz encuentro y una mañana temprano al llegar a la gallería le dieron fatal noticia de que Poncho se había muerto Y quedó muy adolorido por la muerte del buen amigo Pero aclarando las cosas entonces vino a saber — 135 —

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que el difunto no había sido su amigo el buen parrandero sino el pollo de su nombre que pelear no pudo ver como Poncho estaba vivo le dio las gracias al cielo Y dice con mucha alegría Poncho está vivo todavía. Desde joven, Poncho Zuleta se enredó en el misterioso laberinto de las parrandas, su canto se volvió requisito indispensable para condimentar la sabrosura de los amaneceres parranderos y su voz melodiosa se convirtió en el adorno de las canciones provincianas contadoras de historias pueblerinas. Siempre había motivos para celebrar, para hacer parranda, un acordeón siempre listo para extender su fuelle cual alas de águila en vuelo en busca de los versos de una canción en la voz del cantor portador de emociones, para complacer a los amigos en una fiesta sin horario, alrededor de un sancocho y la compañía de una alegre botella de ron, y la tarjeta colectiva que se va de boca en boca, como el paseo Invitación parrandera, de Enrique Pertuz. Invitación parrandera Colacho Mendoza dímele a Poncho Zuleta Que me fui del Valle y que lo espero en la montaña Dile que lo invito a visitarme en mi cabaña Y te vienes con él para hacer una gran fiesta También me le dices que le tengo una sorpresa Con un chivo listo y una caja de ron caña Lo espero en Bosconia al salir de vacaciones Que Jaime Molina de mí le da razón Y en el equipaje tú te traes un acordeón Pa’ que en la parranda le toques unos tres sones Para yo cantarle una o dos composiciones Que le tengo lista de mi propia inspiración

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Tráeme a Jique Cabas lo mismo que a Fontanilla A esa gente buena que le gusta el acordeón Pa’ que coman chivo y beban bastante ron Les haré una fiesta de las miles maravillas Pasaremos buenos rodeados de mi familia Le pongo de plazo cuatro días al parrandón. La tranquilidad de las madrugadas provincianas son transportadoras de la alegría parrandera, la brisa mañanera se lleva entre sus remolinos las notas parranderas de un acordeón que suena en la lejanía acompañando un canto melodioso, metiéndolas por las hendijas de puertas y ventanas, para arrullar los oídos y emocionar los corazones del dormido parroquiano y despertarlo tempranito escuchando los versos del ausente cantor que llegan a él escondidos en el aire matinal que baja de la Sierra, pasa por la parranda, se mezcla con canto y acordeón y sale de casa en casa llevando en su mensaje melodioso alegrías al corazón, como dice Antonio Serrano Zúñiga en el paseo Despertar de un acordeón, desesperado por salirse a parrandear, evocando a Poncho Zuleta con su canto madrugador. Despertar de un acordeón Ay oye Poncho qué bonito es escuchar En la madrugada el sonido de un acordeón Si me despierto me palpita el corazón Y me muero de ganas por salirme a parrandear Pero mi mujer no me deja levantar Pa’ pedirte Poncho que me cantes un paseo Ella sabe muy bien que ese es mi deseo Y tú que es un pretexto para salirme a parrandear Los aires musicales de una bella acordeón Son notas melodiosas que alegran el corazón

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Yo le agradezco a Poncho cuando me viene a buscar Y él por ser tan obstinado siempre tiene que triunfar Se pone a improvisar con sentido y con razón Y a mi negra querida se le ablanda el corazón Los aires musicales de una bella acordeón Son notas melodiosas que alegran el corazón Ay Poncho compadre querido Cómo hago pa’ parrandia contigo Ay negra déjame salí Que ya vino el compadre por mí Los aires musicales de una bella acordeón Son notas melodiosas que alegran el corazón Ay negro vete a parrandeá Que ya Poncho te vino a busca Al lado del canto de Poncho Zuleta crecen generaciones que alimentadas por la emoción que traduce el timbre provinciano de su voz y la cadencia campesina de sus cantos, se apegan al afecto que despierta sentimientos de admiración, idealizando su figura en el imaginario personal como un ser especial poseedor de virtudes que afloran para compartirlas con todos sus paisanos a través de sus canciones, generando inquietudes por conocerlo y descubrir que de verdad esa voz que surca los aires llegando limpia a los corazones vive en un cuerpo de carne y hueso, se eterniza en el mágico mundo de la vida, y se comparte en la provincia con quienes siguen sus pasos, heredando su virtud de cantor pueblerino, como Diomedes Díaz, que le ofrece un sentido homenaje con su canto A un colega. A un colega De una manera especial y en una forma correcta he querido homenajear a un colega que es mi hermano — 138 —

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hijo del viejo Emiliano y hermano de Emilianito ese que canta tan bonito que se llama Poncho Zuleta Cuando yo estaba muchacho yo lo quería conocer y mi familia también porque le gusta su canto recuerdo que un viernes santo me regañó mi mamá porque yo me puse a cantá uno de sus bonitos cantos A Dios le pido compadre que me le dé larga vida y a todita su familia y a su hermano Emilianito porque con su canto bonito hasta los dolores se alivian mi canto sentimental y el disco mi salvación esas dos canciones son inolvidables pa’ mí porque con ellas viví ratos de satisfacción porque hasta mi primer amor con sus cantos me conseguí Ay que cante Poncho Zuleta que cante toda la vida esas canciones sentidas que alegran el corazón y es de gran satisfacción poder brindarle al maestro de mi parte todo el respeto mi cariño y admiración En nombre de Rafael Santos, me saluda a Andrés Alfonso a Cabeto con el Coco que es el hijo de Emiliano y me le da un abrazo a Fabio que es otro hermano de Poncho. El acordeón de Emilianito Zuleta, ese tres coronas que forma parte de su cuerpo, ha sido el compañero fiel de sus canciones, esas que expresan con sentimiento las vivencias del cotidiano acontecer, narradas en versos que evocan historias y que despiertan identidad al sentir que dicen lo que alguien quisiera expresar, generando apropiación del mensaje al palpar que en el espíritu de la canción se encierra su propio pensamiento, sin importar el lugar donde se encuentre, si está en la ciudad o en el campo, en la montaña o en la llanura, son textos que llevan adentro un contenido local o universal, que hablan de amores, — 139 —

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de parrandas, o manifiestan en sus versos situaciones de contenido social, que hacen expresar manifestaciones de solidaridad como Compae Emiliano, un paseo de Guillermo Torres Cuéter. Compae Emiliano Muy enguayabado me encontraba en mi caleta con un radiecito escuchando el festival y la botella hombe tuve que destapar para brindar por Emilianito Zuleta Lo escuché cantando preocupado por la paz y a mí que estoy con un fusil aquí en la Sierra que sí sé lo que se sufre en esta guerra esa canción me llega de verdad verdad Compa Emiliano por acá ando persiguiendo al ladrón que le ha robado a la nación la dicha de vivir en paz Cójanlo que ahí va agárrenlo que ahí va el rico fue el que le robó al pueblo la paz cuidao se va escapá cuidao se va a escapá agárrenlo porque la tiene que pagá El pueblo hizo más de lo que había que hacer para evitar la guerra pero no se pudo el rico no ha querido comprender que si la paz no es de todos no es de ninguno

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Esto que a muchos nos lastima el corazón a Emilianito lo ha lanzado a la batalla así como peleó Bolívar con su espada Emilianito pelea con su acordeón Que no se calle el acordeón y el corazón de Emilianito que siga cantando bonito por la paz de nuestra nación. Bajo el cielo vallenato, la amistad verdadera brilla como el más preciado de los tesoros, su fuerza es tan intensa que muchas veces se confunde con lazos de consanguinidad, y se expresa con la sinceridad del hombre de pueblo, sin reparos, simbolizando con su grandeza la pureza de un sentimiento pleno de confianza, producto de una sociedad simple, sin reparos, en donde las diferencias sociales se derrumban con el poderoso determinante del comportamiento social, cuyas condiciones obligan a demostrar dentro de una organización social el cumplimento de reglas que se cumplen por tradición, en donde se valora la amistad como principio vital de una comunidad sencilla, donde se esgrime como riqueza la confianza y el aprecio hacia el amigo que valora, ser amigo es signo de nobleza y de aprecio hacia quien brinda su amistad, como lo hace Colacho Mendoza en su paseo Homenaje a Emilianito. Homenaje a Emilianito Qué me hago yo cuando se muera Emilianito qué se hará él cuándo se muera Colacho los acordeones sonarán muy bajiticos les garantizo tienen que callar un rato Hay si la vida algún día me permitiera Hacer un canto a ese gran acordeonero Yo le tocara mi nota pa’ que la oyera Porque Emiliano es un hombre muy sincero — 141 —

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Para que sepa Emiliano que yo lo tengo presente y que me entienda la gente que Emilianito es mi hermano Ay cuando su padre parrandeaba con el mío en ese tiempo cuando yo estaba muchacho y si supieran, lo mucho que me han servío las enseñanzas que hoy hacen grande a Colacho Si yo me muero y Emiliano sigue vivo quiero que vaya a mi entierro y su acordeón guarde silencio tan siquiera un momentico y que me cante con su hermano una canción Porque la vida se vive Y en un instante se acaba Y yo no quiero morirme Porque lo llevo en el alma. La dinastía Zuleta se ha convertido en estandarte de la vallenatía, Emiliano y sus hijos representan la cartilla donde los artistas villanueveros aprenden a leer, son emblemas populares, patrimonio del pueblo que se confunde con ellos en manifestación tácita de identidad, es una simbiosis ídolos-pueblo, alimentada por los cantos y las notas de los acordeones de unos y la admiración de los otros que no se cansan de reconocer la grandeza folclórica de la cantada dinastía, y es el verso cantado, la forma precisa para expresar lo que se siente, como lo expresa Francisco Nieves en su Homenaje a los Zuleta. Homenaje a los Zuleta Querido Poncho hoy te vengo a saludar Conjuntamente con tu hermano Emilianito Y él toca bello cuando tú cantas bonito — 142 —

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Las melodías hermosas de nuestro pueblo natal Dos exponentes de máxima calidad Porque lo han sido y para siempre lo serán Porque ese ancestro que por siempre llevarán Confundido con su espíritu le dan gran facultad Hoy aprovecho esta magnífica ocasión Para brindarle un homenaje merecido Porque si canto fue porque de él lo he aprendido A un hombre que está triste y muriéndose sin razón No veo motivo para morir por la pena Porque sus hijos que son su prolongación Cosechan gloria que recogen por montón Cada vez que el uno canta y el otro su acordeón suena Al gran baluarte que es mi amiga Carmen Díaz La madre amante que lo trajo al existir Le soy testigo que solo aspira vivir Para darse el gran gustazo de cuidar su dinastía Ella consciente de su gran noble misión Le pide a Dios que la colme de salud Ella envejece pero cobra juventud Cada vez que el uno canta y el otro toca acordeón. Un 29 de septiembre de 1960, cuando los villanueveros ya comenzaban a recobrar la normalidad después de la “octava” del patrono Santo Tomás, en el alegre barrio El Cafetal se escucharon de nuevo las notas del acordeón del viejo Mile, que entre cantos y versos expresaba el regocijo por el nacimiento de un hijo. Ese día nació Héctor Arturo, ese muchacho creció en su ambiente pueblerino, entre el barrio y Sierra, desde muy temprano demostró conocer la herencia — 143 —

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de su dinastía, se volvió extrovertido con el acordeón, demostró su casta desde la infancia y su talento precoz presagiaba su grandeza. Carismático, sencillo, siempre alegre, vivió apresuradamente los días destinados a su efímera existencia, se propuso dejar su huella zuletera cantando, haciendo canciones y marcando su nota acordeonera diáfana, clásica, pero pintada de creativa renovación, marcando al folclor con un estilo propio, con el sello versátil de su talento. En Héctor se congregaban las calidades de un verdadero hacedor de folclor, su talento le permitió destacarse como un parrandero de verdad, sus cantos, su capacidad para contar chistes, la facilidad para hacer canciones y su alegre nota acordeonera lo hicieron inolvidable después de aquella trágica noche del 8 de agosto de 1982, cuando se fueron para el infinito sus cantos y las notas de su acordeón de eterna recordación, referenciado por Juan Segundo Lagos en el paseo El difunto trovador. El difunto trovador Había un muchacho querido por todo el mundo y en pocos años demostró lo que iba a ser grande como sus hermanos como Poncho y Emiliano pero Dios mandó por él Por todas partes se hablaba de su talento y era un prodigio para tocar su acordeón era un músico completo todos le tenían respeto porque sabían de su don Los primeros versos Eran un lamento que nació del alma con qué sentimiento le cantaba Héctor a su vieja Sara — 144 —

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Y así comenzó su fama Y creciendo todo el tiempo Solo con cantar un verso Los aplausos se robaba El pueblo orgullo contento con su lira decía satisfecho al fin llegó el mejor Y no era mentira, él era la esperanza del folclor Era preciso que pasaran muchos años para que el tiempo demostrara que hoy por hoy nadie ha superado a Héctor nadie ha tenido el talento del difunto trovador En el recuerdo de muchos dejó una escuela generaciones aprenden su estilo hoy y aunque el fundador se fuera los segundos siempre llegan a escuchar las notas de él y hoy reconocemos que hay valores nuevos dignos exponentes y también reconocemos que hay músicos buenos y otros excelentes Pero de todas maneras nunca estamos satisfechos porque el vallenato sueña que ojalá volviera Héctor era el provinciano de alma sencilla amaba la vida, amaba su región y no era mentira, él era la esperanza del folclor. — 145 —

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La canción vallenata abre su pentagrama y deja plasmar en él la voluntad del creador de canciones, para que exprese en palabras con melodía lo que su alma siente y comunique con ellas lo que le nace. El canto vallenato es la forma más sentida y hermosa de expresar con sentimiento los sucesos, cuya temática se adecua a los acontecimientos que rodean al compositor y al protagonista, comunicando de una forma sencilla y ejerciendo la socialización, mediante la información en los textos cantados de hechos importantes para el núcleo de convivencia o para toda la comunidad, son cantos con dueño, se pueden palpar sus huesos y sentir el calor de su sangre viva que corre por sus venas, nacen de la realidad, que el compositor imaginariamente recrea en la búsqueda de crear emociones, como el paseo que hace Armando Zabaleta para celebrar el nacimiento de El nieto de Emiliano. El nieto de Emiliano El once de enero en Valledupar nació el niño Andrés Alfonso Zuleta Y el día que lo vayan a bautizar ya está invitado Armando Zabaleta Poncho su padre va a hacer una fiesta así que yo no me puedo quedar Cuando ese niño ya sea un hombrecito quizá no va a escuchar esta melodía porque los cantos que uno hace hoy en día pasan de moda en un momentico el que nunca pasa es la gota fría compuesto de su abuelo Emilianito Andres Alfonso me imagino yo que va a estar sobrado de inteligencia porque en la misma fecha que él nació nació su abuelo Emiliano Zuleta y ese niño con el favor de Dios tiene que ser acordeonero y poeta — 146 —

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Ya su familia convino conmigo que para el bautizo me avisaría y yo también quedé comprometido a traerle una linda melodía especialmente dedicada a ese hijo que es nieto de Emiliano y Carmen Díaz. Para el folclor vallenato, la dinastía Zuleta es dentro de la jerarquía de las familias musicales la que más ha aportado a su engrandecimiento, llenándose de requisitos para merecer los reconocimientos que se ha ganado con representantes en cada uno de los renglones de la vallenatología. Entre los Zuleta encontramos varias generaciones de acordeoneros, verseadores, compositores, cantantes, humoristas, estrellas que iluminan con luz propia el firmamento vallenato. Bajaron del El Plan, de allá de la Sierra montaña vino el talento de Emiliano Zuleta Baquero sembrando la semilla de su música, que con el paso del tiempo se multiplicó con sus hijos y nietos, y hoy conforman una familia símbolo de la vallenatía, dueños de un prestigio ganado a punta de canto, canciones y acordeón, engrandeciendo con sus creaciones el folclor vallenato, no sin antes tener que trasegar en medio de mortificaciones, forjando entre todos el reconocimiento que hoy tienen. Muchos años de trabajo, tantas noches de vigilia, cuantos amaneceres callejeros esperando los primeros rayos del sol los han sorprendido en su extenso trajinar por el folclor, cuantas experiencias vividas durante su trasegar por los caminos de la vida, llevando a cuestas la responsabilidad de mantener intacta la gloria del folclor y la grandeza de sus padres por el honor de ser Zuleta, la dinastía cantada, que vino de la Sierra y hoy es orgullo del folclor y de Colombia.

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EMILIANITO ZULETA DÍAZ: PROTAGONISTA Y CANTOR DE LA GESTA VALLENATA Por ARIEL CASTILLO MIER

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Para mi hermano Hernán, que me grabó en 3 CD todas las canciones de Emilianito

l nombre de Emilianito Zuleta Díaz suele asociarse de manera casi mecánica con una institución musical: la llamada ‘Universidad del Vallenato’, la dinastía de los Hermanos Zuleta. Dentro de ese binomio, al lado de la voz de su hermano Poncho, ‘pulmón de oro’, están las manos mágicas de Emilianito, quien transformó la historia de la ejecución del acordeón, tras las revoluciones de Luis Enrique Martínez, creador del estilo moderno, en el que el acordeón deja de ser simple acompañante de la letra y se vuelve protagonista de la canción, a través de florituras difíciles que pasan de una hilera a otra, y de Alfredo Gutiérrez, que vistió de esmoquin la música de acordeón para que accediera a otros escenarios más allá de las fincas y de la colita del patio de los patrones. Con Emilianito Zuleta Díaz, “el músico vallenato de mayor creatividad”, según el acordeonero Israel Romero1 , surge, de acuerdo con el compositor e investigador Julio César Oñate Martínez, una escuela nueva en el vallenato, que se caracteriza por “las pausas, los reposos previos al lucimiento del acordeonero con su caudal de variaciones y lujos”2 , y en la que figuran reyes tanto vallenatos como sabaneros como Rafael Salas, Beto Villa, Julio Rojas, Freddy — 149 —

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Sierra y Felipe Paternina, entre otros. A partir de Emilianito, la ejecución del acordeón en el vallenato es otra: en adelante, los dedos que antes se atropellaban como potros desbocados por las hileras de la lira alemana, ahora se detienen y respiran y emprenden un raudo periplo en picada por el teclado, sin perder la armonía. Hoy por hoy, cuando se vive en el vallenato el comienzo de una nueva etapa de cambios liderados por la sombra inmortal de Juancho Rois y la inventiva interminable de Omar Geles, Emilianito es un clásico, un punto de referencia insoslayable y de respeto. No obstante, hay un aspecto en la trayectoria artística de Emiliano Alcides Zuleta Díaz, ‘el gago de oro’, su obra como compositor, prácticamente ignorado, pese a ser el único Rey de Reyes de la Canción Inédita en el Festival de la Leyenda Vallenata. Emilianito Zuleta es, para decirlo de una buena vez, uno de los mejores compositores vivos de la música vallenata, al lado de sus maestros Emiliano Zuleta Baquero, Rafael Escalona, Calixto Ochoa y Leandro Díaz, y de sus contemporáneos Adolfo Pacheco y Camilo Namén, entre otros. A diferencia de sus maestros y modelos, a quienes les ha grabado de manera ininterrumpida a lo largo de treinta y cinco años, Emilianito, “sin salirse de la calle”, alcanza una complejidad mayor: su palabra, que no se aparta del todo de ciertas fórmulas de la tradición, incorpora de manera equilibrada, sin rebuscamientos aparatosos ni refinamientos ridículos, un lenguaje acorde con su formación universitaria. En un contraste con cualquier compositor actual, se destaca, al rompe, la versatilidad de su lira de numerosas cuerdas frente a la monocorde y quejumbrosa de hoy, reducida a los amores infelices y despechados, coronados de frondosos cuernos que se exhiben perfumados y brillantes, incluso con cierta satisfacción y orgullo consentidos. Para no mencionar la autenticidad y la calidad de las letras de Emiliano, nacidas del respeto por la palabra –38 composiciones grabadas de 1968 a nuestros días–3 , hecho que contrasta con la prolífica producción de muchos de sus contemporáneos o de sus colegas de 1 Israel Romero, “El acordeonista de hoy a la luz de tres genios”, Romanceros, La Revista del Vallenato, No. 4, Bogotá, 1997:

16. En este interesante testimonio acerca de su formación musical, Israel destaca, con la autoridad que le confiere la ejecutoria del acordeón, la significación histórica de Luis Enrique Martínez, Alfredo Gutiérrez y Emilianito Zuleta Díaz.

2 Julio Oñate Martínez, El ABC del vallenato, Taurus, Bogotá, 2003: 105

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hoy, que pasan del centenar de canciones –algunos impúdicamente se acercan o pasan del millar–, y ya no parece que componen, sino que ponen cantos. Un estudio comparativo de las letras de Emilianito Zuleta con las de sus predecesores y contemporáneos podría no solo revelarnos la singularidad de este compositor villanuevero, sino el sitial de honor que se merece en la galería de los mejores compositores del vallenato. Ante la imposibilidad de desarrollar en breves páginas semejante estudio, nos limitaremos a esbozar algunos de los rasgos que le confieren no solo un perfil al universo verbal y musical de las composiciones de Emilianito Zuleta Díaz, tan nítido que basta con la introducción musical o unos cuantos versos para identificar, sin riesgo de error, una composición suya. ¿Cuántos compositores nuevos resistirían esta prueba de la originalidad y el derecho a un puesto de privilegio en el mundo historial de la música vallenata? AUTOBIOGRAFÍA POÉTICA A la manera de los grandes juglares del vallenato –Pacho Rada, Germán Serna, Andrés Landero, Alejo Durán, Juancho Polo Valencia, Lorenzo Morales, Emiliano Zuleta Baquero y Rafael Escalona, entre otros– cuyos cantos permitían reconstruir sus corredurías por montañas, valles y praderas del Caribe colombiano, en los cantos de Emilianito se van registrando los momentos clave de su existencia que, reunidos, conforman su autobiografía poética, la cual abarca desde el día en que vino al mundo y “oyendo el acordeón mis ojos se me abrieron” (6) hasta el casi reciente encarcelamiento de un colega del canto, “un cantante que vive sumido en la oscuridad” (39), pasando por su época estudiantil en Boyacá, signada por la nostalgia que hallaba su fin en las vacaciones cuando 3 Las 39 composiciones que conocemos de Emilianito Zuleta Díaz (38 grabadas y una inédita, “Mis hijos”, cantada en parrandas), en orden cronológico aproximado, son: 1 “Mis vacaciones” 2 “Landys” 3 “Cecilia” 4 “Judith Vega” 5 “Estudiante acordeonero” 6 “La herencia” 7 “Gallo viejo” 8 “La molestia” 9 “La experiencia” 10 “El turco Farid” 11 “Gloria de mi alma” 12 “No bebo más” 13 “La Virgen del Carmen” 14 “Mi hermano y yo” 15 “A un colega” 16 “Cómo será” 17 “Sorayita” 18 “Mi acordeón” 19 “Ilusión parrandera” 20 “Pobre yo” 21 “La vida es así” 22 “El jilguero” 23 “El retiro” 24 “Mañanita de invierno” 25 “Tardes de verano” 26 “Indira” 27 “Sanjuanera” 28 “La envidia” 29 “La peleonera” 30 “Amor escondido” 31 “Mi pobre Valle” 32 “Aquella carta” 33 “La muerte de Alejo” 34 “San Andrés” 35 “Mis hijos” 36 “La sangre llama” 37 “Por qué” 38 “A mi padrino” 39 “El turpial herido”. En adelante, para mencionar estas canciones, lo haré citando el número correspondiente.

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podía volver “a ver a mi madre/ y a Cristina la novia mía”, así como por los comienzos, desde muy niño, de su devoción por la Virgen (13) y por los inicios de su actividad musical, “cuando el vallenato tenía poca fama” (36), en los que era víctima de críticas ofensivas y humillaciones (5) y por los momentos tristes y dolorosos, el drama de no poder tomarse un trago, cuando “tan jovencito y me atacó una enfermedad/ que casi deja huérfanos a mis hijos y mi acordeón” (12), así como por la fascinada relación con su “hermanito del alma”, hecha de sucesivas separaciones y reiterados reencuentros (14, 23, 36), y la angustia por los hijos pequeños a los que no quiere dejar solos para evitarles los sufrimientos (35), en una época tan difícil como la actual, en la que el viejo Valle ya no es el otrora paraíso perenne de parrandas y piquerias y serenatas en los andenes, sino el lamentable escenario de una retreta, no de acordeones, sino de balas, donde no se puede salir a la calle porque de cualquier parte sale un disparo y “ninguno responde por nadie” (31). Esta última composición, por otra parte, nos revela cómo la biografía del compositor no se desconecta de sucesos históricos de trascendencia nacional e internacional: además de la violencia actual, uno de cuyos epicentros es el propio Valle del cacique Upar, en otra de sus canciones, se refiere al candente diferendo limítrofe entre Nicaragua y Colombia por la isla encantada de San Andrés que “Nicaragua ya nos la quiere quitar/ y hasta los gringos se quieren aprovechar” (34). DOS GRANDES GRUPOS DE COMPOSICIONES Las composiciones de Emilianito Zuleta Díaz pueden clasificarse, de acuerdo con su tema, en dos grandes grupos: Autobiografía familiar y musical y Autobiografía sentimental. No obstante, el primer grupo puede dividirse en dos subgrupos, para resaltar la unidad de una serie singular de canciones dedicadas a los colegas del compositor, en las que expone de manera explícita un arte poética. Las composiciones de Emilianito terminan por dibujar el perfil total del compositor, las líneas completas de su rostro. En el primer grupo se reúne una serie de composiciones referidas a la profesión4. A través de evocaciones y relatos se muestran las relaciones del com— 152 —

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positor con el público (la fanaticada), los músicos de la dinastía (su padre y su hermano Poncho), y su acordeón. Un tema clave en este apartado es el del amor familiar en sus múltiples manifestaciones: filial (6, 7 y 19), paternal (35), fraternal (12, 14, 16, 19, 21, 29, 35, 36 y 39), a los amigos (10, 12, 15, 19, 22 y 39), a la naturaleza (25) y a la divinidad (12, 13, 18, 20, 24, 31, 34, 39). Al lado de la historia de su vida cotidiana y familiar y los vaivenes del oficio musical y de su afición de parrandero incansable que no perdona la posibilidad de hacer una parrandita con los amigos que más quiere (19), tocando el acordeón y cantando coplas (10), figuran las canciones cuyo tema es el amor de la pareja, a través del cual se registra la biografía sentimental del compositor, la crónica de sus amores, de sus penas, de sus decepciones, de sus tormentos, de sus martirios y de sus heroicas infidelidades (1, 2, 3, 4, 8, 9, 11, 16, 17, 20, 21, 26, 27, 28, 29, 30, 32 y 37), aunque sin exhibicionismo: el dolor se lleva por dentro (11) y se puede llorar, incluso con cierta frecuencia (1, 9, 14, 16, 20, 24, 29, 32, 39), “pero nunca por cobardía” (1). Estos cantos sentimentales revelan a un hombre “hambriento de amor” (26), que por estrategia de seducción exagera hasta el patetismo su situación afectiva –“vivo de herida en herida” (27) –, para asegurarse la compasión, la empatía de la mujer amada. Pero no se da aquí la oprobiosa celebración del sufrimiento y el fracaso que identifica al hablante lírico de los cantos de hoy, perdedor por naturaleza, aunque también por una voraz avidez bajamente comercial, porque el dolor vende mucho más que la madurez y la posible felicidad. En las composiciones de Emilianito Zuleta siempre dominan las ganas de vivir (26 y 27): Y todavía me siento con fuerzas sigue latente mi corazón, porque la vida comienza siempre que nace un amor (27)

4 Las canciones de este grupo son: 5, 6, 7, 10, 12, 13, 14, 19, 23, 25, 31, 34, 35 y 36. El subgrupo que expone la poética lo conforman 15, 16, 22, 33, 38 y 39. Aunque 31 y 34 podrían integrar, a su vez, otro subgrupo: su tema es el de los deberes del ciudadano en relación con la patria.

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Como en las canciones de Adolfo Pacheco y de Leandro Díaz, el hablante de estas composiciones es un hombre maduro, reflexivo, “con experiencia” (32): de ahí que en estas canciones nunca se caiga por la cojera de la queja. “Pensar”, “pienso”, “pensamiento” y “razón” son términos recurrentes en estos cantos (1, 2, 3, 4, 5, 8, 11, 16, 21, 23), al lado de corazón, quizá la palabra más repetida (2, 8, 11, 12, 14, 15, 16, 20, 21, 22, 24, 26, 27, 28, 29, 33), por tratarse de una poesía esencialmente lírica. Con frecuencia, “corazón” se emplea como sinónimo de sentimiento. Si el adjetivo no estuviera tan desprestigiado, si no se abusara tanto de él como cuando se habla de “vallenato romántico” para designar cantos blandos, sensibleros y sosos, inundados de lágrimas como la poesía de Julio Flórez, pudiera afirmarse que el hablante de los cantos de Emilianito Zuleta es un romántico esencial, un ser en el que se funden razón y emoción, pensamiento y corazón. Asimismo a través de los cantos se va dibujando el entorno y el modo de ser de una región en la que los jóvenes en edad universitaria debían salir a las capitales del interior para seguir sus estudios y la parranda era un ciclo eterno de paseos bonitos y ratos amenos con las notas del acordeón acompañadas con una botella de ron, cantando coplas muy bellas, para posteriormente llevarse la parranda para otro lado y buscar cada cual a su novia para después seguir parrandeando (10). En ese ámbito alegre desfila un cortejo de mujeres amadas –Cristina, Cecilia, Landys, Judith Vega, Gloria, la sanjuanera y otras nunca nombradas– y de familiares –la vieja Sara, el viejo Emiliano, Poncho, los hijos, la compañera–, los amigos –Juan Carlos, Farid, los hijos de Bolañito, don Joaquín, Alvarito Olivella, Héctor Bolaños, Enrique Coronado, Andrés Becerra y Poncho Cotes. LA DIVINIZACIÓN DEL ACORDEÓN Personaje central en estos cantos es el acordeón y sus notas que adquieren significaciones múltiples: puede ser un miembro de la familia equivalente a los hijos: la desaparición de su dueño “casi deja huérfanos a mis hijos y mi acordeón” (12); un miembro de la familia que se suma a las celebraciones de los amigos: “y mi familia y mi acordeón también te aclaman” (15); un ser con el — 154 —

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que el compositor mantiene un romance imperecedero: “vivo enamorado de mi pobre acordeón” (14), “desde cuando vine a este mundo/ tengo amores con mi acordeón” (16) y cuya ausencia produce un intenso extrañamiento: “No se imaginan lo que ha extrañado mi pecho mi pobre acordeón” (23); un consejero sentimental: “Ya mi acordeón me dijo con lamento con tristeza/ que tenía que brindarte lo que se parezca a ti” (17); o compañía constante “que está conmigo en todo momento” (16); belleza: “es como una flor de un bello jardín”, “tiene una sonrisa y una elegancia muy especial/ como una muchacha bonita” (16); ambrosía, bálsamo vital, medicina, cura del alma: “como los labios de una mujer/ que cuando estoy triste me hacen reír/ y hasta me siento rejuvenecer”, “y como un besito de mi mamá”, “si algún día yo tengo una pena/ solo mi acordeón me la quita” (16); justificación de la existencia: “es el acordeón mi razón de ser / Y yo sin él nunca podré vivir” (16), extranjero generoso que desde la lejana Alemania traspasó todos los mares para venir a alegrar en el Valle y se volvió tan imprescindible que no solo se convirtió en “el orgullo de mi folclor”, “la expresión más diciente de un pueblo alegre y trabajador”, sino que no se sabe “Qué sería de todos estos pueblos/ sin ese instrumento tan bello” (16); agradecido con él, la gran aspiración del cantor es “que Dios me dé la satisfacción/ de irme contigo hasta la eternidad” (16), pero antes de que ello ocurra, como a una divinidad o como a un héroe de hazañas numerosas: Te veneraré lo mismo que a Dios y una estatua yo te levantaré allá en la plaza del cacique Upar Pa’ que todo aquel que suela pasar levante la frente y te pueda ver y un letrero grande te escribiré tú eres la gloria de Valledupar (16) LENGUAJE AÑEJO Y NOVEDOSO Uno de los logros mayores de los cantos de EZD es la originalidad de su lenguaje, que presenta de manera equilibrada la tradición y la innovación. EZD in— 155 —

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corpora el saber, el léxico y el modo de razonar de un hombre que ha alcanzado la educación superior, “quién pudiera valorar/ la tristeza de un gran dolor” (1), “Ya Cecilia alumbró el camino/ por el cual nunca había pasado”, “esta es la etapa de mi vida/ que creo que muera conmigo” (3), “Sinceramente no comparto este concepto” (5),“esta pena que pone en jaque a mi corazón” (20), “Hay una incógnita misteriosa que yo quisiera despejar” (23), “aunque se violen los derechos humanos” (31), “fuiste/ el patrimonio inútil pa’ mí de todos mis recuerdos” (32), “yo a ti te escrituré el corazón” (28), “de toditos los precursores que ha tenido la música vallenata” (38). Esta formación marca una diferencia con sus predecesores, que nunca hubieran compuesto versos como los anteriores. Pero al mismo tiempo, EZD reitera ciertas fórmulas como la mención de su nombre, típica de los compositores primigenios, anteriores a las grabaciones “Qué emoción siente Emilianito” (1), “El pobre de Emilianito” (2) y (16); el empleo de hipérboles coloquiales “pero yo te juro que se me ha partido el alma”, “por eso te pido mil excusas vida mía” (30), “pero esa santandereana / está acabando conmigo” (2), “conocí una mujer / que está acabando con mi pobre corazón/ esa muchacha bella / está acabando con todo mi existir” (11), “como será pa’ aguantá esta pena que está acabando conmigo” (16); o algunos epítetos que facilitan la medida del verso y su memorización: “la tumba fría” (35), “mi pobre vida” (4), “mi pobre corazón” (11). No obstante puede también preocuparse por la innovación adjetival: “sol rojizo” (25) “los ojitos tristes y la mirada larga” (25), darse el lujo de un juego de palabras pleno de humor como cuando refiriéndose a una mujer llamada Gloria se plantea que no le importaría morir “si allá en el cielo la gloria es como ella” (11) o por emplear expresiones coloquiales que le impriman fuerza al verso “Por qué carajo tengo que seguir sufriendo soportando tus desprecios” (37), “Negra, no le pares bola a la gente” (28). La elaboración de sus imágenes se nutre asimismo de la tradición. Con frecuencia su mundo de referencias es el de la naturaleza “a Judith Vega la llevo en mi pecho/ como una rosa que no se marchita” (4), “Mi pobre viejo cuando muera deja un retoño divagando” (6), “tú cambias como cambia la luna /tú te transformas ni las olas del mar” (32). Asimismo el imaginario católico sirve de apoyo a sus figuras: “parece una virgencita” (2), “tu figura angelical” (24), “Aquel que sufre con razón/ parece aquella alma sufrida/ cuando se postra de — 156 —

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rodillas/ para pedir su salvación” (4). De igual manera emplea Emilianito referentes relacionados con el universo de los letrados: “es otra página de mi vida/ soy como un libro sin terminar” (27). En EZD se cumple ese rasgo que García Márquez veía en la obra de Escalona, bachiller Honoris Causa, y que está presente también en Freddy Molina y Adolfo Pacheco: la sabia dosificación del elemento culto que eleva el nivel del lenguaje al incorporar una formación libresca que no se olvida ni entra en conflicto con la tradición oral de la que no deja de nutrirse. Esta mezcla equilibrada le confiere a los cantos de EZD ese sabor a un tiempo añejo y novedoso que lo sitúa en un puesto singular, equidistante de los grandes maestros primigenios y de los compositores actuales5. REFLEXIÓN SOBRE EL ORBE DEL ARTE Poeta pensador más que elegíaco, desde las primeras canciones que le grabaron, Emilianito inició una defensa del honor y la dignidad del artista, acompañado de la afirmación orgullosa del oficio de acordeonero y de la vida parrandera, y de una reflexión juiciosa sobre la creación del canto que se sostiene hasta hoy. A través de sus composiciones, EZD pone de manifiesto sus concepciones acerca del compositor, la naturaleza de su arte y de su persona, la manera de hacer una canción, la función del canto y sus relaciones con la realidad y la ética del artista. En su concepción se mezclan una visión del arte que lo acerca a la religión y al mito, con una visión heroica del artista –guerrero en la gesta de la música– y una actitud lúcida, razonadora, muy moderna. En este último aspecto, que marca una clara diferencia con sus predecesores (Alejo Durán, Emiliano, su padre, Rafael

5 Consecuente con esta actitud de respeto y apertura hacia lo popular es el constante diálogo que la obra de EZD sostiene con la tradición anterior y posterior. Podría hacerse el ejercicio de escuchar las conversaciones a veces sutiles, otras muy francas, que la obra de Emilianito sostiene con algunos compositores admirados. Proponemos a manera de juego escuchar simultáneamente de: (1) con “Las vacaciones de Emiliano” y (7) con “La piqueria”, ambas de Emiliano, el viejo; “La cañaguatera”, de Isaac Carrillo con (2); (4) con algunos cantos de Leandro Díaz como “Dios no me deja”; (5) con “Artista distinguido”, (6) con “El pechichón de mamá”, (18) con “Fuente vallenata” y (33) con “La consulta”, todas estas de Adolfo Pacheco, con quien se entabla una conversación de tú a tú de ida y vuelta; (11) con “El pobre Durán”; (15) con “Mis hijos y mis canciones” de Dagoberto López; (27) con “Grito vagabundo”, atribuida a Guillermo Buitrago. Este ejercicio nos permitiría establecer las afinidades y diferencias de la obra de EZD con sus predecesores y coetáneos para valorar su singular aporte a la historia del folclor.

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Escalona) por supuesto, no está solo, pero lo acompañan muy pocos compositores: Adolfo Pacheco, Leandro Díaz, Freddy Molina y Nicolás Maestre). Religión y música intercambian sus valores en estas composiciones: “Porque la música pa’ mí es lo más sagrado/ Por eso la interpreto sin tomarme un trago de ron” (12) y se acerca a la oración “Oye, linda virgencita, / escúchame mis plegarias” (13). La composición es un don (5), es decir, un regalo de los dioses. El acordeón mismo (18), como ya señalamos, se vuelve un objeto divino al igual que la guitarra “bendita” de Hernando Marín (17). De la misma manera, el cantor adquiere asimismo poderes que lo acercan a Dios: él dignifica lo humano mediante el poder de la palabra; el acto de nombrar en el canto equivale a una sacralización por el poder taumatúrgico de la palabra que al otorgar la fama, el renombre, prolonga la vida más allá de la muerte, en la memoria de los hombres. De ahí el gran respeto de EZD por el lenguaje, la honestidad que le impide cualquier abuso, el riguroso criterio de selección: de ahí las pocas canciones, los contados personajes que se nombran (y se repiten) en sus canciones, casi siempre miembros de la cofradía de los artistas: el viejo Emiliano, Alejo Durán, Colacho Mendoza, Poncho Zuleta, Hernando Marín, Leandro Díaz, Escolástico Romero, Jorge Oñate, Juancho Rois, el Pollo Isra... EZD menciona fundamentalmente músicos selectos, amigos de parranda (a ninguno lo menciona más de una vez) familiares (la abuela, el padre, la madre, el hermano, los hijos) y mujeres amadas quienes constituyen una suerte de aristocracia del espíritu que dignifica la tierra donde nace. Este hecho marca una gran diferencia con la vocación áulica de su padrino y maestro Rafael Escalona, experto en propaganda política y eslóganes sonoros, consumado cantor de los poderosos, panegirista de Rojas Pinilla, Belisario Betancur, López Michelsen, Pedro Castro, el General Torrijos, y quien le abrió al vallenato un ámbito privilegiado en la profana esfera oficial. Toda la obra de EZD es una defensa de la respetabilidad del cantor, de su pertenencia a la nobleza del espíritu: aunque su cuna haya sido humilde, cuenta con el mérito mayor de haber sido dignificada por el trabajo creador, pues toda composición, al mismo tiempo que enriquece nuestro folclor, es un aporte del compositor a la sociedad (5). De igual manera, los cantos de Emilianito constituyen un testimonio de respeto por el pasado heroico de los fundadores de la estirpe, quienes lo forjaron todo, y contribuyen a la construcción de una mitolo— 158 —

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gía profana, la de los héroes de una gesta –la de la música vallenata, inicialmente vilipendiada, y hoy en día reconocida en toda Colombia y en el exterior. Su padre (el viejo Emiliano, que le dio su nombre y le heredó su fama), sus padrinos (Rafael Escalona y, en especial, Escolástico Romero, que le dio consejos, clases de acordeón, lo guió por el buen camino y le obsequió una aseguranza para que la llevara en su bolsillo), sus colegas (Colacho con el ejemplo de su humildad; Alejo Durán, y la dedicación de su vida al pedazo de acordeón), se convierten en nuevos dioses a quienes EZD recuerda como reminiscencias de la mítica Edad de Oro. El orgullo más grande es poder emular al heroico padre: “Cuando yo estaba chiquitico soñaba con ser parrandero le seguí los pasos a mi viejo y le heredé de todo un poquito .............................................. y ese es el orgullo que tengo ser igualito a mi papá (19) Su manera de agradecerles a los predecesores, familiares o no, es encumbrarlos, destacar sus méritos, incorporar sus lecciones para mantener viva la llama de la música que ellos encendieron, y convertirse en guardián de su memoria: De toditos los precursores que ha tenido la música vallenata no hay que olvidar a mi padrino que se hizo al lado de mi papá y menos mal que la tarima de la plaza lleva su nombre pa’ poderlo recordar A ese festival tan aplaudido que se llama “Cuna de acordeones” yo le doy mis felicitaciones por tener en cuenta a mi padrino (38) — 159 —

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El artista es un ser elegido, un predestinado. Tal es el caso de Nicolás Elías “quien nació fue pa’ sabé tocar acordeón” / Al igual que su padre que fue Julio Mendoza” (15). De manera similar ocurrió con el cantante Jorge Oñate: “En un pueblito cerquita al Valle / nació un muchacho con una estrella/ con el prodigio de una voz muy bella” (22). Pero si el artista nace, también se hace con base en el esfuerzo y la dedicación. Así le pasó a Oñate: “Ese cantante tan distinguido que se forjó pa’ salí adelante”; así le pasó a Colacho: “es difícil sostenerse en buena altura/ tú has vencido todas esas situaciones/ apoyado por tu nota veterana” (15). Los privilegios divinos de una prodigiosa garganta (22, 23 y 39) o de unas manos afortunadas (31 y 34), pueden, no obstante, heredarse de padre a hijo: “Es una herencia musical la que mi padre me dejó” (6), dice Emilianito de su don. Pero el hecho no deja de repetirse. Tal es el caso de Julio Mendoza y Colacho, de Emilianito y José Enrique, de Escolástico Romero y el Pollo Isra. El heredero asume, pleno de satisfacción, ese legado espiritual, “y desde entonces llevo con orgullo / la gran herencia que olvidar no puedo” (6); que se convierte en el compromiso sagrado de garantizar la continuidad de la tradición como el retoño al tronco genitor (6) y el pollo al gallo viejo (7). Esa responsabilidad con los predecesores se convierte, a su vez, en una obligación moral con el pueblo que disfruta de esa tradición: “Sabemos que no se puede / dejar a un pueblo solito”. El canto se convierte en poesía ritual de la comunidad, espacio de encuentro con la “fanaticada” que trasciende las diferencias de clases, expresa ideas y sentimientos comunes a todos, y contribuye a la grandeza de la región: Porque los hombres que somos unidos por eso triunfamos Porque la gloria se alcanza en la paz pero nunca en la guerra (15). RATOS TAN AMARGOS POR CULPA DEL FOLCLOR Uno de los aportes de EZD como compositor es, sin duda, la revelación al público de la otra cara –la menos promocionada– del artista: sus tormentos y pesares (14), las ofensas y las humillaciones (5) y el cansancio de las amanecidas (14), aunque sin dejar de reconocer las horas de derroche y alegría, el goce de las parrandas (10) y el orgullo de tocar acordeón (5). — 160 —

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Si bien el artista puede considerarse como un ser excepcional o, al menos, dueño de ciertos privilegios que lo distinguen del común de la gente, y hasta le permiten evidentes vínculos con la trascendencia, no menos cierto es que “Ser artista tiene sus complicaciones” (15) que van desde la dificultad para sostenerse en el pináculo de la fama (15), pasando por la superación de sus complejos (15) hasta la angustia producida por la inestable vida sentimental que amenaza con una vejez solitaria, sin hogar (23), cuando lo abandonen las fuerzas del cuerpo, consumidas en las madrugadas interminables. Y ES QUE MI ACORDEÓN NO HA PODIDO IR A UN CEMENTERIO A TOCAR La muerte de Alejo Durán, emblema de la música de acordeón en Colombia, genera un conflicto, una actitud aparentemente contradictoria en el compositor: Tenía que ser pa’ un acordeonero tan noble que esta canción tan sentida naciera del corazón yo no quería componer los versos pa’ el hombre que ha dedicado su existencia a su pedazo de acordeón (33) En realidad, aunque se produce un leve desconcierto ante la muerte del gran juglar, no hay contradicción, sino coherencia: es que en el universo del canto de EZD no hay lugar para lamentaciones fúnebres y, mucho menos, al tratarse de un héroe que dedicó su vida al sagrado oficio del acordeón. Ante alguien que ha cumplido a cabalidad con su misión no puede haber ni trenos monótonos ni elegantes elegías, sino aclamación, exaltación del nombre y las hazañas del hombre para eternizar su gloria, labor que había cumplido Emilianito en dos de sus más afamadas composiciones: (12 y 18). Por eso cuando su hermano Poncho le regala una filmación sobre los últimos días de Alejo Durán, creyendo que Emilianito está apesadumbrado por no haber asistido al funeral, este le aclara: Y me dijo Poncho mi hermano: “Tome este regalo, compadre, yo sé que usted tiene una pena porque no asistió al funeral”. — 161 —

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Yo le dije, hermano querido, le agradezco mucho el detalle; yo no fui a la muerte de Alejo, porque sentí mucho pesar: y es que mi acordeón no ha podido ir a un cementerio a tocar (33) No son las composiciones de EZD de las que se solazan en el dolor. Prácticamente el tema de la muerte está ausente de este universo verbal. Más que mortuoria, su poesía, profundamente positiva, edificante, es un canto a las ganas de vivir, una celebración de las posibilidades siempre abiertas de la existencia que ni Dios puede clausurar: Si Dios me quiso probar a mí está muy equivocado; y sepa que Emilianito, aunque se encuentre solito, tiene ganas de vivir (26) De ahí que, ante la perspectiva de su funeral, se dirija al colega cuyas canciones le erizan los vellos (19), Colacho Mendoza, para solicitarle un favor: Y como tú eres más sano que yo posiblemente yo muera primero; si eso sucede, vas al cementerio, y con tus notas, me dices adiós (15) Cuando se ha cumplido con una misión en la vida, la muerte no tiene por qué suscitar dolor: no hay razón para el sufrimiento. Y EZD es consciente de que con su hermano ha librado una batalla que justifica su existencia, la de ganarle un espacio a una manifestación musical popular discriminada y excluida por las clases dominantes de su tierra desde “cuando el vallenato tenía poca fama / sufrimos bastante y sentimos que algo podía suceder” (36) hasta hoy, camino expedito, tras el esplendor de Estocolmo.

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Y ASÍ ES COMO NACE UNA BONITA CANCIÓN De manera reiterada, EZD expone la génesis de una canción, los ingredientes y pasos que la constituyen, así como su naturaleza y su función: 14, 15, 18, 25. Lo primero es el tema: “Yo tenía un tema en mi pensamiento/ para hacer una composición/ pa’ dedicársela a mi acordeón” (18); “Hace tiempo que en mi mente existía/ un viejo compromiso de componer un son” (14); “Tenía que ser pa’ un acordeonero tan noble / que esta canción tan sentida naciera del corazón”. La canción es la culminación de un proceso de maduración interior de una idea que sobrevive como una obsesión y se vuelve un compromiso de vida o muerte expresarla, sacarla del corazón o de la mente: “Pero el sentimiento le dijo a mi alma que no callara / que más bien dijera lo que mi pecho quería decir” (33). Labor nada sencilla, en la medida en que implica el uso de un doble código, verbal y musical: “Es difícil componer una canción / y ponerle el sentimiento que uno quiere / componerla con todito el corazón / y buscarle una apropiada melodía” (15); “se trataba de hacé una melodía / con unos cuantos versos / con todo el corazón / con una nota linda / con una voz sentida / y ganas de llorar” (14). Pero no existe una fórmula única. El origen puede también ser repentino, brotar como una veloz luz interior que se enciende al contemplar un paisaje cargado de sugerencias y evocaciones, tras una jornada de extenuante trabajo que abre las puertas a una percepción profunda, integral de la realidad: Después de una gira larga por Montería me presenté a Cartagena una tardecita y a Bocagrande llegué cuando el sol moría y me puse a contemplar sus playas bonitas Y entonces se entusiasmó la memoria mía al verme frente a sus aguas tan azulitas. Apuesto a que nadie duda ni desconoce cuando un ser humano siente satisfacción mirar desde lejos aquel bonito horizonte y ver el instante cuando se oculta el sol — 163 —

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y ver cuando ya se está acercando la noche y así es como nace una bonita canción. (25) LO QUE YO QUIERO CON ESTA CANCIÓN La función del lenguaje que predomina en los cantos de EZB es la afectiva: pese a su catadura reflexiva, el canto de EZD es fundamentalmente expresión de sentimientos o comunicación de un estado de ánimo. Su canción al colega Colacho lo ilustra: “Lo que yo quiero con esta canción / es demostrar el aprecio y afecto/ el sentimiento la fe y la emoción/ por un colega que tanto respeto”. (15) De esa concepción comunicativa del canto surge la reiterada presencia de un destinatario explícito que también es muy variado: la divinidad –Dios (26), la Virgen (12) –; la amada –Cristi (1), Gloria (11), Sorayita (17), Indira (26), la sanjuanera (27)–; los colegas –Colacho (15), Diomedes Díaz (39)–; la familia –el hermano (12, 14, 16, 19, 21, 29, 35, 36 y 39) y el papá (6 y 7). No obstante, la gama de emociones es amplia (y deberían conocerla los compositores de hoy), pues abarca la admiración, el guayabo, la nostalgia, el aprecio, la incertidumbre, la alegría, así como la de los sentimientos que incluyen la amistad y el amor en su varia manera –fraternal, paternal, filial, de pareja, a la naturaleza, a la patria. Raro es el compositor contemporáneo que piense en la patria con vocación de sacrificio deponiendo los intereses particulares a los nacionales como lo hace EZD: Al tratarse de mi Valle querido con mucho gusto hasta mi vida daría ya yo no resisto la guerra sucia que nos tiene nerviosos quisiera hacer como hizo Jesucristo que dio su vida por salvarnos a nosotros. Si yo pudiera sacrificar mis manos lo único que yo tengo, ay, para poder vivir y ver algún día mi Valle transformado — 164 —

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colmado de esperanza de un lindo porvenir. Simón Bolívar me enseñó a comprender que el hombre tiene que pasar a la historia y que mi muerte contribuya también para que cese la violencia en Colombia. (27) Esta vena grave no excluye la capacidad de sonreír ante situaciones incluso dolorosas, difíciles. Aunque no tan constante como en su padre, se destaca también en Emilianito una vena humorística, risueña (13, 19, 30 y 36). Cuando el compositor quiere explicar las razones de su devoción por la Virgen del Carmen, invierte el orden de los valores provocando una sonrisa en el oyente: “Por eso es que Emilianito/ la tiene que respetá / pues tiene un nombre bonito/ el mismo de mi mamá” (13). Cuando la mujer amada se entera de que el compositor tiene un amor escondido, este no tiene empacho en pedirle que lo perdone porque “en el mundo lo que más vale es la armonía” (30). Incluso nos llega a revelar con desfachatez que por pura estrategia de seducción se vio en la necesidad de negar a su tierra natal: “Yo tengo mucha pena / con toditos mis paisanos / porque a mi patria chica / yo la tuve que negar / pero a un enamorado / se tiene que perdonar (17). Pero el caso más notorio se da en (36) cuando se dirige a su hermano en busca de la reconciliación tras un diferendo económico: Óigame, compadre, me va a perdonar que en forma jocosa le voy a decir: ¿por qué usté aprendió a sumar y no aprendió a dividir? DOS PRESENCIAS CONSTANTES En los cantos de EZD hay dos oyentes que se reiteran con gran frecuencia. El primero es su hermano Poncho, con quien el compositor conforma una pareja semejante a la de los complementarios dioscuros de la mitología griega: si Emiliano se enferma y no puede tomar los tragos que le brinden “Es mi compadre Poncho quien se los toma por mí” (12). Escuchar la voz de su hermano cantando — 165 —

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le despierta las ganas de una copa llena de licor para olvidar el dolor y sentirse feliz gracias al efecto catártico de la música que limpia de penas el alma y brinda consuelo. Al mismo tiempo la ausencia de su hermano se convierte en la herida mortal (36), el gigantesco “detallito” que falta para “estar satisfecho y lleno de alegría” (19), porque con su hermano, junto con el cual se crió, auténtico compañero de gesta, ha “batallado para poder vivir” (14). No hay en toda la poesía popular colombiana, ni en la letrada, un caso similar de afecto fraternal. Y lo paradójico, y hasta patético, es que esa fascinación por el hermano a veces no se retribuye: Ese es el hermano que más quiero yo, pero toda la vida me ha querido fregar. Menos mal que me juró que no me engañaba más. (36) La voz de su hermano, más allá del vínculo de la sangre, se convierte asimismo en marco de referencia para valorar a los demás cantantes. Así, para ponderar la voz melodiosa de Jorge Oñate “solo con mi hermanito/ yo lo puedo comparar”. (22) La otra presencia constante es la de la divinidad, encarnada en la Virgen del Carmen y Dios, a través de la cual se trasluce la religiosidad de EZD, muy afín a la del hombre caribeño. La visión es con frecuencia instrumental: Le pediré a la Virgen del Carmen patrona mía que me proteja y que me conceda esta petición que tu mamá y toda tu familia sean partidarios pa’ recobrar mi alegría y si consigo que este milagro se me realice, se aumenta mi devoción. (20) Llama también la atención la gran confianza, el tono de compinchería con el que se dirige a Dios: Dios mío, no me vayas a echar mentira; tú sabes que yo he confiado en ti: — 166 —

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baja y decímele a Indira que ella es la única en la vida que puede hacerme feliz. (26) Por momentos podría considerarse que hay cierto fatalismo en la visón del mundo: “Yo sé que Dios me tiene marcado un destino /Yo tengo que aceptarlo, yo qué puedo hacer”. No obstante: “Yo tengo la esperanza y el presentimiento que a veces / el destino tiene que cambiar. (29) UN APORTE QUE LE HACE A LA SOCIEDAD A través del conjunto de las canciones de EZD se puede trazar el perfil personal de un hombre y sus valores (la música y la familia son sagrados) que corresponden, en gran medida, al del caribeño típico: alegre y parrandero, noble, sensible a la naturaleza, en especial al mar (25); devoto, creyente: “No hay cosa más bonita que sentirse uno con fe/ Y tener devoción por cualquier cosa en la vida”, (13), aunque sostiene con Dios una relación más bien instrumental; enamorado profesional, en clara sintonía con el pueblo del que incorpora su saber centenario, sus hábitos mentales y sentimentales y el gusto pernicioso por la parranda, y en cuya vida aviva la llama de lo novelesco hasta el punto de ser “como un libro sin terminar” (27). Sus grandes modelos además del padre (modelo de músico, parrandero y hombre devoto), son Jesucristo y Simón Bolívar. De esa confluencia de patrones deriva una actitud fundamentalmente vital, hedonista: A mí el dinero no me interesa ni las vanidades de la vida quiero tener es bastante fuerza para quererte toda la vida y echar a un lado tanta tristeza y ser feliz con mi consentida. (28) Hay una intensa sintonía entre el hombre y la naturaleza, sobre todo en la plenitud el amor: — 167 —

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Mira esas nubes como están de bajiticas que quisieran saludarnos observando nuestro amor y son tan nobles que quizá no mortifican ellas no sienten envidia más bien sienten emoción (24). El acercamiento a la obra literaria musical de Emilianito Zuleta Díaz nos proporciona la experiencia enriquecedora de toda obra de arte auténtica: de su encuentro salimos enriquecidos al asistir al afín enfrentamiento y la búsqueda de soluciones a situaciones y problemas políticos, emocionales y culturales universales. Cabe destacar la persistencia en los paseos y merengues de EZD del amor fraternal y patriótico y de la voluntad firme de seguir adelante, sentimientos que parecían extirpados del corazón del canto vallenato que hoy se ha convertido en un lento y lánguido lamento lúgubre como una sola sombra larga de amarguras infinitas que envuelve el sendero por donde marchan seres agobiados por el desamor deliberadamente provocado.

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EL VIEJO MILE: ENTRE LA AUDACIA Y LA INOCENCIA (DOS BREVES VISIONES DE UN JUGLAR) Por JULIO OÑATE MARTÍNEZ

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uando uno escuchaba al gran Emiliano Zuleta Baquero cantar los demoledores y fulminantes versos con los cuales siempre dejó mal parado a sus contrincantes en su trayectoria como guerrero indomable del acordeón, no cabía la menor duda de que él llegó a simbolizar al caballero andante de la Europa Medieval, que a su paso dejaba sin ningún tipo de remordimiento a los vencidos, víctimas de su audacia, coraje y valentía. Siempre airoso y vencedor fue el héroe de mil batallas. Sin embargo, este constante triunfalismo a la hora de la controversia o piqueria frente a cualquier adversario, que sin duda ponía de manifiesto su blindaje, contrastaba fuertemente con las debilidades exhibidas por él en los varios fracasos y derrotas que con gracia incomparable supo relatar en muchos de sus cantos. El haberse dejado embaucar por los pícaros de la ‘pimientica’ y además exaltar con sus versos la farsa del Indio Manuel María, a quien solo pudo desenmascarar después de haberle hecho la composición, sumado al ‘tumbe’ de su equipaje y el billete en el pueblo de Fundación, según dejó constancia en el paseo El robo, y al descalabro ictiológico sufrido en sus aventuras de pescador, según lo pregona en el merengue La pesquería, solo nos está evidenciando las — 169 —

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debilidades de un hombre provinciano, desprevenido e inocente que sin tapujos lo relataba y cantaba de la forma más espontánea y natural. Realmente un caso muy curioso y particular en nuestra historia juglaresca. Esta muy personal condición del viejo Mile fue mantenida por él a través de toda su existencia, puesto que los episodios citados anteriormente tuvieron ocurrencia con distantes intervalos en el tiempo. Hacia finales mediados de los años 50, Carmen, su esposa, trataba de mantenerlo alejado del ron y las parrandas enredándolo en la actividad comercial. Ella tenía montada en Villanueva una pequeña miscelánea de nombre San Expedito, la cual surtía con mercancías que le llegaban desde Barranquilla y Riohacha. En una ocasión en que los pedidos se demoraban, Emiliano debió viajar a Valledupar en busca de algunos artículos de urgente necesidad. El trayecto Villanueva-Valledupar lo realizaban los buses en dos largas horas de recorrido, trompiconiando y dando tumbos en el precario carreteable de la época. En las diferentes estaciones a lo largo de la vía, el vehículo en que viajaba el hijo de la Vieja Sara se fue llenando de pasajeros, muchos de los cuales iban de pie. Mile, siempre galante y caballeroso, le cedió su puesto a una risueña dama que con un par de fulanos se embarcó en La Jagua del Pedregal. Animadamente estuvo charlando con ella durante el viaje, olvidándose por completo de las advertencias de Carmen Díaz en no distraerse porque eran 80 pesos que llevaba encima para las compras, una suma considerable en ese entonces. Terminado el viaje, la joven de la sonrisa se despidió rápidamente, rechazando la gentil invitación que él le hacía para desayunar juntos. Algunos minutos más adelante, al momento de pagar una gaseosa fue cuando Emiliano se percató de que en los bolsillos del pantalón no tenía ni una moneda para comprar un café. Los amigos de lo ajeno lo habían dejado limpio. Su desazón era muy grande no tanto por la pérdida del dinero sino pensando en la cuarentena que le impondría su mujer como ya lo había hecho en el caso de la ‘pimientica’. A su regreso, ya enfrentado a su mujer, esta airadamente lo increpaba duramente diciéndole: Pero bueno, Emiliano, cómo es posible que un hombre tan rucho y tan avispao como tú se haya dejado robar, ¡Ve!, ¿y eso cómo fue? Y él, derrotado y bajito, le respondió: Yo sí me sentí una mano metía dentro del bolsillo, pero — 170 —

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yo creía que era la mía. Jamás pudo olvidar a la joven de la enigmática sonrisa. UN JUGLAR INCOMPARABLE Para nadie es un secreto que la característica principal de la obra musical de Emiliano Zuleta es la narrativa, faceta en la cual encontró antecesores de los cuales recibió algo como una luz para enrumbar por ese difícil camino en el campo de la música, como fueron Rafael Enrique Daza, en Villanueva, y Chico Bolaño, en El Molino. A través de su fructífera vida musical, el personaje nos demostró ser un extraordinario músico natural, y sus composiciones sorprenden por su audacia, colorido y gran creatividad. Sus melodías pueden ser cantadas aún sin acompañamiento, lo cual es logrado por compositores de primera talla, ya que son bien hilvanadas, y en ellas se refleja una intuición, una facultad natural y espontánea, anterior a la premeditación. Posee, además, un buen sentido del humor y una facultad fuera de lo común para transmitirlo, lo que lo ha convertido en un animador no solo en sus actuaciones artísticas, sino en su trato social en ambientes parranderos, pues en su compañía se disfruta al máximo, inclusive sin necesidad de libar copas. Su personalidad es alegre, vivió con una permanente sonrisa, como reflejo de una vida sana, libre de todo sentimiento negativo que lo ensombreciera. Dueño de una jocosidad incomparable, ha gozado siempre de una gran simpatía, característica del apellido Zuleta. Quizás una virtud en la que muestra la desprevención del hombre provinciano, rayando casi en la inocencia, se refleja en un hecho real que le ocurrió a él y que le dio motivos e inspiración para componer una canción, a pesar de lo ingrato del mismo, se trata del paseo El robo. Otra de las facetas notables de Emiliano Zuleta Baquero es su dominio de la décima o espínela, género prácticamente desaparecido del cual es el más insigne representante en el folclor vallenato. En este aspecto de su producción se destacan doce canciones, número superior al que pueda exhibir cualquier otro compositor. Entre ellas sobresalen el paseo El piñal, en el cual el viejo Emiliano condensa su autobiografía, pero podemos asimismo destacar la piqueria La pesca, El robo, Pico y espuela y Con la misma fuerza, entre otras. — 171 —

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Entramos ahora en un campo donde se considera el genio del mismo como es la piqueria, cuya obra más representativa y que lo ha hecho mundialmente famoso es La gota fría, en ese legendario enfrentamiento con Lorenzo Morales y que por muchos años sostuvieron los dos. En este momento, gracias a Emiliano Zuleta, el nombre de Colombia es conocido mundialmente en un aspecto cultural que despierta admiración y que nos compensa del lado negativo con que se mira nuestro país por otras circunstancias, con esta canción que ha sido interpretada en diferentes partes y por consagrados artistas de otras latitudes. En este campo de la piqueria se ha caracterizado siempre por sus mensajes directos, contundentes y demoledores, que han dejado siempre mal parados a sus contendores. En el merengue La piqueria, la víctima de turno es su propio hermano materno Toño Salas. En cuanto a su personalidad en el plano amoroso, tiene mensajes que podrían dar a pensar que es caracterizado por el machismo; pero muy a pesar que así lo revela, por ejemplo, el tema Carmen Díaz, en el que se muestra prepotente y soberbio cuando versifica “me le dicen a Carmen Díaz que sufra y tenga paciencia, que si ella no sabía, Emiliano es sinvergüenza”, en otra muy bien lograda y simpática página musical suya titulada Las vacaciones de Emiliano, exhibe una posición diametralmente opuesta, reconoce su hogar y a la noble mujer a la que nunca debió hacerle tales pilatunas. Siendo un artista completo, músico, intérprete, compositor, improvisador de los buenos, animador de gran locuacidad y fino humorismo, no es de extrañar que despertase admiraciones. Emiliano Zuleta Baquero ha podido alcanzar el raro privilegio de ser admirado unánimemente por los jóvenes y viejos; pero hay una especial y es la que siempre ha sentido por él Rafael Escalona, figura cumbre del folclor vallenato. En efecto, el maestro Escalona supo de la fama del viejo Emiliano y, deseando conocerlo por allá en el 43, le compuso una canción a raíz de quebrantos de salud que tuvo el viejo Mile, titulada La enfermedad de Emiliano, lo cual dio pie para que hubiera florecido entre ellos una gran amistad, y esto colige que el maestro Escalona, por razones de tipo cronológico, vio en Emiliano Zuleta a un modelo en cierta forma para la producción de canciones dentro de la modalidad vallenata y en el género que ambos cultivaron. Emiliano Zuleta Baquero constituye un elocuente ejemplo de esos singulares — 172 —

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talentos que ocasionalmente registra la historia, donde la poderosa fuerza expresiva se impone con gran eficacia artística sobre una insuficiente formación académica. Trovador insigne, no tuvo ningún prejuicio a la hora de componer y cantar, y con singular arte recreó a varias generaciones hasta nuestros días; el viejo Mile se ha mantenido vigente con su música hasta el presente, para nuestro deleite espiritual, y su arte ha trascendido fronteras como todo arte verdadero. Su vida está siempre matizada por el ingenio, la gracia y el don de componer obras que al ser legadas a nuestra música vernácula, confiere la difícil categoría de clásicos. Un nombre y un apellido pueden obrar a veces como palabras mágicas. Digamos Emiliano Zuleta Baquero y allí estará la imagen de un talento popular que le ha dado a Colombia una obra capital para enriquecer su cultura. Digamos Emiliano Zuleta Baquero y aparecerá ante nosotros la maraña de una vida larga, riquísima en anécdotas y leyendas. Digamos Emiliano Zuleta Baquero y veremos la inocencia no estando exenta de chispazos de malicia. Digamos Emiliano Zuleta Baquero y veremos la alegría enfrentada a la tristeza. Digamos Emiliano Zuleta Baquero y veremos finalmente la pureza del folclor vallenato. En su catálogo musical dejó plasmado todo lo que la naturaleza le dio. Nada ha quedado de su vida cotidiana que él no haya traducido en música. Para él los acontecimientos fueron lo que para Leandro la naturaleza, el amor para Tobías Enrique y la crónica para Escalona. Muchas de sus canciones son verdaderas antologías dentro de la tradición que ellas representan. Ese es su legado al patrimonio musical de nuestro país, y el pueblo entero lo reconoce. Ese es también nuestro mejor homenaje a este juglar extraordinario, Emiliano Zuleta Baquero.

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LOS ZULETA: LA DINASTÍA VALLENATA Por ERNESTO McCAUSLAND SOJO

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Emiliano Zuleta Baquero lo parió hace 87 años la legendaria vieja Sara. Allá, en la casita de El Plan, le escuchó decir muchas veces a ella la frase que habría de inmortalizarlo: “¡Te va caé la gota fría!”. Deslenguada y posesiva como era, Sara Baquero solía utilizar el término a menudo, como parte de sus diarias guerras del hogar. Si uno de los pelaos se portaba mal, ella sentenciaba: “¡Te va caé!”. Si salía de discusión con algún vecino, siempre remataba con aquel juramento fatal. De tanto oírselo a su madre, Emiliano Zuleta se grabó el término y muchos años más tarde, cuando se protagonizaban las encendidas polémicas verseadas con Lorenzo Morales, sacó aquel ‘as’ retórico de su memoria y se lo cantó a su enconado adversario: … y cuando me oyó tocar, le cayó la gota fría. Hoy, medio siglo más tarde, luego de que Gabriel García Márquez la proclamara como un gran modelo de narrativa y de que Carlos Vives la convirtiera en punta de lanza del histórico suceso musical de Los clásicos de la Provincia, La gota es una leyenda. El Viejo Emiliano recibió unos buenos millones por concepto de regalías, mucho más de todo lo que ha recibido en su extensa carrera de compositor e intérprete del acordeón. Pero él sostiene que eso no le importa. “La plata no trae sino gastos”, afirma. “Pipe Matos, con toda la plata que tiene, me dijo el otro día — 175 —

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que a él gustaría ser así de pobre como yo…”. El Viejo Mile, como dicen sus amigos, todavía parrandea, aunque no de la manera intensa y maratónica como lo hacía antes. Es famosa la anécdota de que en una parranda se estaba durmiendo a las cinco de la mañana y se le acercó un impetuoso jovencito que le susurró al oído: “Viejo Mile, ¿usted no quiere por ahí un periquito pa’ que se reanime…?”. El Viejo dizque levantó la cabeza y respondió: “Te lo agradezco mucho mijito, pero la verdá, es que a mí el huevo de mañanita me sienta muy mal…”. “Son cosas que le inventan a uno para gozárselo”, dice el viejo. Pero a él no le hace falta inventarle nada. Su larga y agitada vida está llena de fabulosos cuentos, la mayoría de ellos protagonizados por patriarcas del folclor que para muchos de quienes lo escuchan constituyen figuras míticas del pasado. Sin inmutarse, con una verba pausada y hechizante, El Viejo echa los cuentos y la gente escucha con ojos maravillados. Con su físico de leñador y un mecedor en la terraza, el Viejo Emiliano vive en una casa fresca y espaciosa de la población de Urumita, La Guajira, al pie de la serranía de Perijá. “Yo sé que estoy viejo y hasta se me olvidan las cosas”, apunta, “pero todavía no se me ha olvidado pintar Zuletas”. La viva sustentación de lo que El Viejo afirma es el pequeño Efraín, de solo diez años de edad. Hijo del último matrimonio de don Emiliano con la villanuevera Ana Olivella, el pequeñín es la viva estampa de su padre. A pesar de su corta edad, ya toca acordeón y versea. Hace algunos años, en una parranda familiar, el niño sorprendió a todo el mundo con un verso para su hermano: “Poncho Zuleta mi hermano Es hijo de mi papá Lo digo con facultá, Él es hijo de Emiliano” Para poder exhibir esas dotes artísticas a los cuatro años de edad hay un requisito indispensable: ser apellido Zuleta. Poncho Zuleta no es el hijo mayor del Viejo Emiliano con Carmen Díaz, pero es — 176 —

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como si lo fuera. A pesar de que son fumadores empedernidos, tanto el Viejo como su célebre exesposa apagan los cigarrillos cuando oyen llegar a Poncho, quien detesta que fumen. “Nos regaña como pelaos chiquiticos”, afirma doña Carmen. Poncho es el líder de la familia, el hermano al que todos le consultan las decisiones importantes. Eso se debe a su innata capacidad de juicio. Pero al mismo tiempo es como un niño travieso de 50 años, y las historias de sus travesuras ocupan un sitial de honor en el anecdotario vallenato: la noche en que se montó desnudo en un caballo a recorrer las calles de Valledupar; la vez que se quedó 15 días seguidos parrandeando en casa de su comadre Sagrario; el día que cantó cinco tandas seguidas con un severo caso de amigdalitis. Y así, Poncho, con su voz de trueno y su físico de toro bravo, es el hombre de los mil cuentos. En una ocasión tuvo problemas de colesterol y el médico le prohibió terminantemente el cerdo. Poncho aguantó tres días. Su hermano Emilianito, que es la voz de la razón, se lo encontró infraganti, con una bandeja de cerdo enfrente, al momento en que se llevaba un pernil a la boca, y lo regaño de inmediato: -Hermanito, ¡eso te va a matar! Señalando al cerdo, Poncho le respondió: -No lo mató a él que hasta con la tranca tuve que pegarle… Poncho y Emilianito, Los Hermanos Zuleta, conforman uno de los más exitosos conjuntos vallenatos de todo los tiempos. Desde la década de los setenta, cuando le imprimieron una nueva fuerza al vallenato y vendieron millones de discos en todo el país, hasta las épocas actuales, en que han llegado al extremo de colocar dos boleros peruanos en la lista de popularidad, los dos hermanos conservan una vigencia a toda prueba, aunque han peleado varias veces. Es de esperarse. Al fin y al cabo, a pesar de que su madre dice que parecen gemelos allá arriba en los escenarios, Poncho y Emilianito son muy diferentes. A Emilianito se le conoce como El Gago de Oro, pero al interpretar el acordeón el hombre “habla” mejor que cualquiera. Es considerado uno de los grandes maestros del instrumento, hasta el punto que se habla de “La Escuela Zuleta”. Con su estampa de niño bueno, Emilianito es el prototipo del hombre formal y disciplinado. Sus parrandas no son tan largas como las del resto de la familia, y vive dedicado más bien a sus fincas, las cuales son modelo de organización y eficiencia agropecuaria. — 177 —

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Valiéndose de una deslumbrante capacidad que tiene para echar cuentos, el mismo Poncho se ha encargado de difundir las profundas diferencias que existen entre los dos y los regaños que le pega Emilianito. Una vez a Poncho le pagaron una presentación por adelantado y le dijo a su hermano que debían tocar gratis porque el dueño de la fiesta iba a conseguirle un empleo. Durante uno de los descansos de la fiesta, el dueño de la fiesta se les acercó y les dijo: “Estos Zuleta cobran caro y tocan poco…”. Esa noche tuvieron una de sus grandes peloteras. Pero ninguna de esas peleas dura mucho: como bien dijeron en su célebre canción Mi hermano y yo , nos acabamos el día que me corten la lengua y a mi hermano le corten los deos…. No obstante, en los chismódromos de Valledupar ha comenzado a rumorarse fuertemente el retiro de Emilianito, quien no lo niega, pero tampoco da una fecha precisa. De producirse el retiro, ya hay uno de dos esperando ansiosamente para ejecutar el acordeón de los Hermanos Zuleta: es Iván Zuleta, hijo de otro de los hermanos, Fabio Zuleta Díaz, y quien desde muy niño se ha perfilado como un verdadero prodigio del acordeón. Doña Carmen Díaz sostiene que de todos sus hijos y nietos el que más se parece a Héctor es Iván. Brutalmente asesinado con una escopeta en 1982, en una tragedia que conmovió profundamente a la familia y a la región, Héctor Zuleta era tal vez el más carismático de todos los hermanos, además de un gran ejecutor del acordeón y prolífico compositor. Sus canciones aún se escuchan. Diomedes Díaz grabó Injusticia y el tema estuvo en los primeros lugares de popularidad. Héctor era todo alegría y simpatía. Quienes lo conocieron juran por Dios que jamás lo vieron disgustado. Hoy, doña Carmen Díaz aún se refiere a Héctor en tiempo presente: “Héctor me dice a cada rato que se va a casar conmigo”. Es la clase de cosas que se le oyen decir a doña Carmen, quien lleva más de 12 años seguidos yendo todos los domingos al cementerio de Valledupar a visitar la tumba de su hijo. Iván se parece a Héctor en su carisma y en el talento. Como un niño, aún se le abraza fuertemente al abuelo y escucha reverencialmente sus consejos, aunque ya no hace las travesuras del pasado, cuando el Viejo Emiliano lo llevaba a su famosa finca El Piñal, y él se iba sigilosamente detrás del abuelo a arrancar los tronquitos de piña que iba sembrando. — 178 —

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“Siempre lo supe”, dice hoy el Viejo Emiliano, “pero me hacía el bobo pa’ no regañarlo…”. Ahora, después de haber protagonizado aquellos hirvientes debates verseados con Lorenzo Morales, de haberle cantado a su Carmen Díaz para que le perdonara sus travesuras, y de haber contemplado el grato espectáculo de la continuación de la dinastía a través de Poncho y Emilianito… Después de durar 28 años peleados, el Viejo Emiliano y Carmen Díaz han vuelto a hablarse. Sus hijos forzaron aquella reconciliación que parecía imposible, con el fin de solucionar un sencillo problema logístico: doña Carmen vive con su hija Carmen Emilia y cada vez que el Viejo iba de visita había que esconderla. Ahora son grandes amigos, conversan bastante y a veces se les ve pasear por las calles de Urumita. Ella se apresura en aclarar enfáticamente que son solo buenos amigos y que ha aprendido a verlo no como el hombre que amó y con el que tuvo ocho hijos, sino como un buen amigo. No obstante, librarse de la lengua perversa de Poncho ha sido imposible. Cada vez que los ve llegar de un paseo por el pueblo, les dice: “Ya vienen de hacer cositas…”. “¡Atrevido!”, le responde ella, mientras el Viejo sonríe socarronamente.

Crónica publicada hace varios años, en la que McCausland revela aspectos de la vida de La dinastía Zuleta. Se publica en la presente antología con autorización expresa del autor.

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LA SOMBRA DE LOS HERMANOS ZULETA Por JAIME DE LA HOZ SIMANCA

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arlos Manuel Bermúdez camina los pasillos de la Universidad de La Guajira con zancadas presurosas y cara de yo no fui. En la distancia, podría ser un catedrático de filosofía entrenado en Hegel durante varios años, día y noche, listo para ingresar a uno de aquellos salones como cárceles donde jóvenes de Dibulla, Manaure, El Molino o Maicao esperarían para escuchar atentos sus prédicas y razonamientos dialécticos. Pero Carlos sigue derecho, sin detener el paso, hasta llegar al cuarto de audiovisuales, el otro refugio que le permite evocar en silencio las imágenes del pasado y el canto de Los Hermanos Zuleta. No es filósofo. Tampoco dicta cátedras por horas en aquel recién pintado edificio ubicado en las afueras de Riohacha. Trabaja allí en medio de cables y sonidos que fluyen de los equipos comprados por la Universidad hace menos de dos lustros. Eso le importa un bledo, menos hoy, un día especial que lo mantiene con una sonrisa que exhibe con orgullo, pues en la madrugada soñó que estaba verseando frente a Poncho Zuleta, su ídolo, mientras miles de personas, allá abajo, como una extensión de la tarima, aplaudían al reconocido cantante de Villanueva, que hacía sus mejores esfuerzos para vencer con estrofas al anónimo juglar de la música vallenata. Los Zuleta para arriba y los Zuleta para abajo. Los Zuleta como una sombra — 181 —

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larga que lo desvela más que el llanto de su hijo Alejandro Manuel, de tres años de edad. Poncho en su corazón y en sus guayabos infames. Poncho aquí y acullá. Emilianito en sus meditaciones de mediodía. El Viejo Emiliano cantándole La gota fría sentado en el borde de su cama y esfumándose después por los intersticios del techo en forma de Aladino sin lámpara. Los Zuleta, todos, sin excluir a Héctor ni a Fabio, bailando como muñequitos de cuerda en su imaginación febril. Pareciera que Carlos Manuel está loco por los hermanos Zuleta. O delira, quién sabe. Carlos es flaco y espigado. Sus ojillos se mueven inteligentemente hacia los lados, y cuando los fija en mí observo una mirada extraviada en aquel mundo musical que lo transporta a su niñez y lo pasea luego por los minúsculos laberintos de su memoria en la que siempre aparecen, primero, Poncho y Emiliano, los hermanos que causaron furor en tiempos idos, pero que aún siguen siendo uno de los estímulos mayores para que este administrador de empresas de la Universidad de La Guajira desee vivir más, sin límites y sin tiempo ni espacio, pues así podrá seguir escuchando Río crecido, El cantante, Mi Rosalbita y Río seco, canciones que oyó en su infancia allá en Las Flores, un caserío de seis calles y cuatro carreras donde un día mataron a Lisímaco Peralta, en presencia de Diomedes Díaz y Juancho Rois. LOS ZULETA, UN RECUERDO LARGO Carlos Manuel es un hombre lúcido, de fácil expresión y gran amabilidad. Conoce su trabajo, el cual ejerce desde hace siete años en aquel cuarto cruzado por computadores nuevos, tornamesas viejos y equipos antiguos de grabación. Estos últimos son de su propiedad, pertenecientes a los tiempos cuando grababa en casetas las canciones interpretadas en vivo por los Zuleta. En el computador central la imagen de pantalla es un álbum de Poncho y Emilianito. En Escritorio aparecen cinco archivos destinados para imágenes y textos de los Zuleta, las estadísticas, los datos, los diversos enlaces y alguna información que, según él, pertenecen a la reserva del sumario. Lo repite ahora cuando le pregunto por la versión que se conoció hace seis años en la que se afirmaba que Emiliano Zuleta Díaz no era hijo de Emiliano Zuleta Baquero sino — 182 —

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de un amigo de Carmen Díaz llamado Juan Manuel Martínez. –Habladurías de la gente –expresa–. El científico Yunis demostró a través de un examen de ADN que no existía ninguna compatibilidad entre ese señor y Emilianito. En cuanto a las intimidades de la pelea que hubo por ese caso entre Poncho y su hermano, prefiero el secreto. La actividad laboral de hoy es una prolongación –35 años después– de la niñez perdida en el corregimiento de Las Flores, municipio de Dibulla, donde creció bajo el cuidado de Carlos Bermúdez, su padre, y Miriam Pimienta, su madre. Un niño común y corriente, según dice: inquieto, callejero, adicto al juego de los carritos de madera, y visitante diario del río Tapias, una especie de corriente de agua que solo se desborda en las épocas de fuerte invierno. Desde los ocho años comenzó a escuchar en su casa la música de acordeón. Sus tíos maternos, Alberto y Nicolás Pimienta, hacían unas parrandas descomunales y él dejaba el paseo entre los cultivos de plátano y yuca para escuchar desde la otra orilla el estruendo de las canciones de moda. Hasta que las notas de las canciones del álbum Dos Estrellas, recién salido del horno de la casa disquera, lo obligaron a despertar de un profundo sueño. Permaneció así, estático, con la mirada fija en el techo por donde se filtraba la luz de la luna, y los oídos atentos a los versos de las canciones que se repetían como un carrusel sin fin. Al día siguiente continuó escuchando las mismas canciones y entonces supo que aquella voz envuelta en notas de acordeón era la de Poncho Zuleta. –Me imagino que quiso conocerlo enseguida… –pregunto–. –A finales de los setenta –responde– se organizó una fiesta infantil en Las Flores y allí tocaron los hermanos Zuleta. Fue la primera vez que los vi. Desde entonces la persecución no ha parado. Aunque yo no sé quién persigue a quién. Nadie lo sabe. O tal vez es una persecución surrealista de doble vía. Los Zuleta lo persiguen en el día con el repertorio inacabable de sus canciones; y en la noche, con los más disímiles pensamientos que a veces se traducen en imágenes cercanas a las pesadillas. Hoy, a sus cuarenta años cumplidos, se ha visto a sí mismo asistiendo puntualmente a la tumba de Poncho, cargando todos sus discos, cantando todas sus canciones y, de vez en cuando, recostando su cabeza sobre el frontón principal del panteón enclavado al final del Cementerio Central de Valledupar, ubicado — 183 —

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en el barrio Cañaguate. –¿Qué pasará cuando en verdad muera Poncho? –Ufff… lo lloraré a moco tendido durante varios días. Solo espero que se vaya cantando, como lo dice en la canción Muero con mi arte, que aparece en la producción Una voz y un acordeón, grabada con Colacho Mendoza en 1975. MÁS ALLÁ DE LA OBSESIÓN A los once años de edad, Carlos Bermúdez era ya un zuletista empedernido. Se había trasladado a Riohacha para estudiar primaria y secundaria y, de repente, fue sorprendido con el rayo de una canción que habría de marcarlo hasta el día de hoy: Mi hermano y yo. Entonces, entona una de las estrofas mientras entrecierra los ojos y mueve la cabeza en la que destaca un rostro cuyas facciones, reparándolo bien, parecieran las de Sugar Ray Leonard, uno de los mejores campeones del mundo que ha dado el boxeo. Porque cuando escucho mi triste acordeón quisiera reírme y quisiera llorar porque cuando escucho a mi hermano cantar quisiera una copa llena de licor quisiera un momento olvidar el dolor que pasen las penas y sentirme feliz al lado de mi hermano con quien he batallado para poder vivir. Fueron diez años de zuletismo absoluto, con la emisora Radio Almirante sintonizada en un radio de teclas y de ruedas a los costados. Después de verlos en la caseta Alfaro de Riohacha, y de sentir la frustración de no poder subir a la tarima para escuchar de cerca la electricidad del canto de Poncho y las notas encantadas del acordeón de Emilianito, decidió que los seguiría a todas partes, así fuera hasta el fin del mundo. Transcurría el año 1992. Primero los siguió hasta una caseta para grabar las canciones en un viejo — 184 —

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equipo que acercaba a los parlantes. De esa manera, obtuvo las versiones ampliadas de El Zuletazo, cuyos temas lo estimularon a continuar un seguimiento que trascendió los festivales de La Guajira, lo hizo madrugar en los carnavales de Barranquilla, le hizo perder el rumbo en un pueblo lejano del Atlántico, lo aguijoneó a atravesar los caseríos de la sabana hasta traerlo de vuelta a Riohacha cargado de casetes cromados y el recuerdo de los saludos que Poncho comenzaba a prodigarle. Ahora luce una de las siete camisetas que tienen estampadas la imagen de Los Hermanos Zuleta. Los mil videos están desperdigados por los cuartos de la casa y los casetes están en una caja de la que extrae los más preciados. Los discos de acetatos los mantiene debajo del equipo de sonido, y en ocasiones los tira en el sofá para regodearse con las fotografías. Entonces muestra el primer larga duración grabado por Poncho, Mis preferidas, y en la otra mano esgrime el más reciente, El nobel del amor, grabado en 2010 junto al Cocha Molina. Afirma enseguida que Poncho tiene 43 producciones y recuerda que sus acordeoneros han sido Colacho Mendoza, Emiliano Zuleta, Beto Villa, Chiche Martínez, Iván Zuleta y el citado Cocha. Levanta la mano para decir que con su hermano hizo pareja desde 1970 hasta 1986; que en el 75 hubo una separación que Emiliano aprovechó para grabar con Jorge Oñate La parranda y la mujer. Precisa que en 1991 volvieron a juntarse hasta el 95; y después, una unión más hasta el 2007. “Cuando canten juntos será con contratos diferentes, porque así lo exige Emiliano. Mi adoración es por Poncho, pero Emiliano me dio por la cabeza con Mi hermano y yo”, afirma.

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LA DINASTÍA ZULETA

DISCOGRAFÍA DE PONCHO Y EMILIANO ZULETA

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LA DINASTÍA ZULETA

Álbum: Cuando el tigre está en la cueva Año: 1969 Sello: Phillips Voz: Tomás Alfonso Zuleta, Nicolás Elías Mendoza Acordeón: Nicolás Colacho Mendoza 01.- Cuando el tigre está en la cueva – Puya (Juan Muñoz) 02.- La bata negra (Amor querido) -Paseo ( Colacho Mendoza) 03.- Los montes no tienen llave -Puya (Fruto Peñaranda) 04.- No te aflijas corazón -Paseo ( Armando Zabaleta) 05.- La diosa coronada -Paseo (Leandro Díaz) 06.- La gota fría -Paseo (Emiliano Zuleta Baquero) 07.- El alacrán – Paseaito (Juan C. Olivella) 08.- Despedida – Merengue (Luciano Gullo) 09.- Mis pocos días -Paseo ( Emiliano Zuleta Baquero) 10.- El milagro -Merengue (Emiliano Zuleta Baquero) 11.- El regreso de Carmen Díaz -Paseo-Son (Emiliano Zuleta Baquero) 12.- Sus ojazos – Paseo (Colacho Mendoza)

Álbum: Mis preferidas Año: 1971 Sello: CBS Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- La molestia -Paseo (Emiliano Zuleta) 02.- La experiencia -Merengue (Emiliano Zuleta) 03.- Vueltas del destino -Paseo (Luis Ortega) 04.– La suerte de Juana -Paseo (Antonio Orozco) 05.- La negra de Felipe -Merengue (Simón Salas) 06.- La estrella -Paseo (Juan Muñoz) 07.- Desencanto -Paseo (Tomás Alfonso Zuleta) 08.- Cállate corazoncito -Merengue (Tobías Enrique Pumarejo) 09.- Pobre soy -Paseo (Catalino Tejedor) 10.- La rutina -Merengue (Pedro García Díaz) 11.- El delirio -Paseo (Emiliano Zuleta Baquero) 12.- La enfermedad – Paseo (Rafael Escalona)

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LA DINASTÍA ZULETA

Álbum: La cita Año: 1972 Sello: CBS  Colombia Fecha de lanzamiento: 2 de noviembre de 1972 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- Mis amigos me recordarán -Paseo (Gustavo Gutiérrez) 02- El estudiante pobre -Paseo (Tomás Alfonso Zuleta) 03.- La cita -Paseo (Tobías E. Pumarejo) 04.- Las cosas de Moralito -Merengue (Emiliano Zuleta B.) 05.- Tu privilegio -Paseo (Edgardo Maya V.) 06.- Simón el Viejo – Paseo (Emiliano Zuleta) 07.- Las vacaciones de Emiliano -Paseo (Emiliano Zuleta) 08.- El gran cajero -Paseo (Julio Oñate Martínez) 09.- El bautizo -Paseo (Esteban Salas) 10.- Recuerdo inolvidable -Paseo (Álvaro Cabas) 11.- Catorce de mayo -Merengue (Mono Fragozo) 12.- Rosa Leonor -Paseo (Jike Cabas Pumarejo)

Álbum: Mi canto sentimental Año: 1973 Sello: CBS Fecha de lanzamiento: 18 de junio de 1973 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- El trovador ambulante -Paseo (Pedro García) 02.- Paso a paso -Paseo (Idelfonso Ramírez Bula) 03.- No hay dolor en mí -Paseo (Gustavo Gutiérrez) 04.- La mala situación -Paseo (Lorenzo Morales) 05.- La herencia -Paseo (Emiliano Zuleta Díaz) 06.- El secreto -Merengue (Lorenzo Morales) 07.- Mi canto sentimental -Paseo (Tomás Alfonso Zuleta) 08.- San Isidro Labrador -Paseo (Enrique Pertuz) 09.- La piqueria -Merengue (Emiliano Zuleta Baquero) 10.- Gavilán atanquero -Paseo (Juan Francisco Mindiola) 11.- La sandiegana -Merengue (Tomás Alfonso Zuleta) 12.- El casado -Paseo (Rafael Escalona) 

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LA DINASTÍA ZULETA

Álbum: Río crecido Año: 1974 Sello: CBS Fecha de lanzamiento: 20 de abril de 1974 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- Río crecido -Paseo (Julio Fontalvo) 02.- El indio Manuel María -Paseo (Emiliano Zuleta Baquero) 03.- Mi salvación -Paseo (Tomás Alfonso Zuleta) 04.- Juana Bautista -Paseo (Tobías E. Pumarejo) 05.- Mi Rosalbita -Paseo (Álvaro Cabas Pumarejo) 06.- La muerte del buen amigo -Paseo (Julio Oñate Martínez) 07.- Yo tengo mi Candelaria -Paseo (Abel Antonio Villa) 08.- Nostalgia de Poncho -Paseo (Rafael Escalona) 09.- La celosa -Paseo (Sergio Moya Molina) 10.- Sabor de primavera -Paseo (Rafael Sánchez Molina) 11.- Reminiscencia -Paseo (Antonio Serrano Zúñiga) 12.- Protesta parrandera -Paseo (Nicolás Bolaño Calderón)

Álbum: Río seco Año: 1974 Sello: CBS Colombia Serial: 14453 Fecha de lanzamiento: 24 de noviembre de 1974 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- El cantante -Paseo (Daniel Celedón O.) 02.- Tus sueños -Paseo (Alberto Murgas) 03.- La Polaca -Paseo (Silvio Durango) 04.- Carmen Díaz -Paseo (Emiliano Zuleta Baquero) 05.- Morenita manaurera -Merengue (Juan Manuel Muegues) 06.- Buen comportamiento -Paseo (Tomás Alfonso Zuleta D.) 07.- Te sigo esperando -Paseo (Julio Valdeblánquez) 08.- Río seco -Paseo (Julio Fontalvo) 09.- El cantor del Valle -Paseo (Álvaro Cabas) 10.- Ojazos negros -Paseo (Lino J. Anaya) 11.- Fonseca -Paseo (José María Gómez) 12.- El turco Farid -Merengue (Emiliano Zuleta Díaz)

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LA DINASTÍA ZULETA

Álbum: Una voz y un acordeón Año: 1975 Sello: CBS Serial: 14482 Fecha de lanzamiento: 31 de marzo de 1975 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Nicolás Colacho Mendoza 01.- Fortuna y desdicha -Paseo (Sergio Moya Molina) 02.- Promesas de amor -Paseo (Julio Oñate Martínez) 03.- Herida de mi alma -Paseo (Mario Zuleta Díaz) 04.- Invitación parrandera -Paseo (Mariano Enrique Pertuz) 05.- Muero con mi arte -Merengue (Tomás Alfonso Zuleta D.) 06.- Quejas lastimeras -Paseo (Juvenal Daza) Acordeón: Emilianito Zuleta  07.- Norfidia -Paseo (Calixto Ochoa) 08.- Despertar de un acordeón -Paseo (Antonio Serrano Zúñiga) 09.- Con la misma fuerza -Merengue (Emiliano Zuleta B.) 10.- Recuerdos de mi pueblo -Paseo (Camilo Namén) 11.- El villanuevero -Paseo (Armando Zabaleta)

Álbum: La parranda y la mujer Año: 1975 Sello: CBS – Colombia Serial: 14509 Voz: Jorge Oñate González Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01. Palo de guayabo (Guillermo Durán) 02. Mujer conforme (Máximo Movil) 03. Sin remedio (Rafael Sánchez) 04. Terco corazón (Idelfonso Ramírez) 05. Dónde (Óscar Díaz) 06. La gira (Juan Manuel Muegues) 07. Malentendido (Jorge Oñate) 08. Bello lunes (Enrique Calderón) 09. La parranda y la mujer (Alfonso Cotes Jr.) 10. Misterio (Óscar Díaz) 11. La disgustada (Sergio Moya) 12. Mi sentencia (Rafael Sánchez)

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LA DINASTÍA ZULETA

Álbum: El reencuentro Año: 1975 Sello: CBS Fecha de lanzamiento: 13 de noviembre de 1975 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- Diosa de la serranía -Paseo (Santander Durán) 02.- Las chanzas de Mariela -Paseo (Gumercindo Peñaloza) 03.- Mi viejo guayacán -Paseo (Antonio Serrano Z.) 04.- La pimientica -Paseo (Emiliano Zuleta B.) 05.- Cantando me divierto -Merengue (Mario Zuleta D.) 06.- La fregona -Merengue (Rafael Gutiérrez) 07.- Luzmila -Paseo (Tomás Alfonso Zuleta) 08.- Tiempos idos -Merengue (Poncho Cotes) 09.- Déjenme quieto -Paseo (Armando D. Zabaleta) 10- El encuentro con Simón -Paseo (Julio Oñate Martínez) 11.- Homenaje a la Vieja Sara -Paseo (Héctor Zuleta D.) 12.- Gloria de mi alma -Paseo (Emiliano Zuleta D.)

Álbum: Los maestros Año: 1976 Sello: CBS Colombia Fecha de lanzamiento: 16 de junio de 1976 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- La guayabalera -Paseo (Isaac Carrillo) 02.- Talento artístico -Paseo (Tomás Alfonso Zuleta D.) 03.- El carrito brujo -Merengue (Rafael Sánchez) 04.- La conquista -Paseo (Edilberto Daza) 05.- Amor apasionado -Paseo (Romualdo Brito) 06.- El riachuelo -Paseo (Mario Zuleta Díaz) 07.- Los maestros -Paseo (Hernando Marín) 08.- Mi mente en alegría -Paseo (Mario Mendoza) 09.- El tropezón -Paseo (Lady Anillo) 10.- Receta de amor -Merengue (Sergio Moya Molina) 11.- Enamorado corazón -Paseo (Antonio Serrano Z.) 12.- Los tiempos de mi viejo -Paseo (Fabio Zuleta D.)

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LA DINASTÍA ZULETA

Álbum: Ídolos Año: 1976 Sello: CBS Colombia Fecha de lanzamiento:  26 de noviembre de 1976 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- La casa -Paseo (Carlos Huertas) 02.- Soy pescador -Paseo (Santander Durán Escalona) 03.- El serenatero -Paseo (Sergio Moya Molina) 04.- Bendito sea Dios -Merengue (Diomedes Díaz Maestre) 05.- El andariego -Paseo (Tomás Alfonso Zuleta D.) 06.- El pajarito -Paseo (Armando D. Zabaleta) 07.- El cofrecito de plata -Paseo (Atilio Pavón Cuevas) 08.- Lejanía -Paseo (Isaac Carrillo) 09.- No bebo más -Paseo (Emiliano Zuleta D.) 10.- Cómo has quedado -Paseo (Edilberto Daza) 11.- El regreso -Paseo (Emiliano Zuleta B.) 12.- El hombre libre -Paseo (José Vicente Muniver)

Álbum: Dos estrellas Año: 1977 Sello: CBS Serial: 14-1063 Fecha de lanzamiento: 28 de junio de 1977 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- El arbolito -Paseo (Hernando Marín) 02.- El trovador sentimental -Paseo (Álvaro Cabas) 03.- Los malos años -Paseo (Emiliano Zuleta B.) 04.- El firme -Merengue (Máximo Movil) 05.- Soy parrandero y qué -Paseo (Lenín Alfonso Bueno Suárez) 06.- Después de Pascua -Paseo (Carlos Huertas) 07.- Malentendido -Paseo (Edilberto Daza) 08.- Dos estrellas -Paseo (Sergio Moya M.) 09.- El nieto de Emiliano -Paseo (Armando D. Zabaleta) 10.- La cosita aquella -Merengue (Lino J. Anaya) 11.- El ruiseñor herido -Paseo (Idelfonso Ramírez Bula)

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LA DINASTÍA ZULETA

Álbum: El cóndor legendario Año: 1977 Sello: CBS Fecha de lanzamiento: 15 de septiembre de 1977 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- La creciente del Cesar -Paseo (Rafael Escalona) 02.- Recuerdos de Don Toba -Paseo (Armando D. Zabaleta) 03.- La competencia -Paseo (Sergio Moya M.) 04.- El secretico -Paseo (Alberto Murgas) 05.- Qué mujer -Paseo (Lenín Bueno Suárez) 06.- El cóndor legendario -Paseo (Alfonso Molina) 07.- La chivolera -Paseo (Lino J. Anaya) 08.- Encuentro con el diablo -Paseo (Camilo Namén) 09.- Soy guajiro -Paseo (Julio Oñate Martínez) 10.- La pobreza -Paseo (Julio F. Vásquez Oñate) 11.- Serenata decembrina -Paseo (Antonio Serrano Zúñiga)

Álbum: Tierra de cantores Año: 1978 Sello: CBS Colombia Fecha de lanzamiento: 16 de agosto de 1978 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- No me guardes luto -Paseo (Armando D. Zabaleta) 02.- Río Badillo -Paseo (Octavio Daza) 03.- La Virgen del Carmen -Merengue (Emiliano Zuleta D.) 04.- Isabel Martínez -Paseo (D.R.A.) 05.- El gallo fino -Paseo (Edilberto Daza) 06.- Inmenso amor -Paseo (Armando Zabaleta) 07.- Tierra de cantores -Paseo (Carlos Huertas) 08.- Emma González -Merengue (Tomás Alfonso Zuleta) 09.- Dios no me deja -Paseo (Leandro Díaz) 10.- La querella -Paseo (Emiro Zuleta) 11.- La profecía -Paseo (Julio Oñate Martínez)

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LA DINASTÍA ZULETA

Álbum: Volumen 12 Año: 1979 Sello: CBS Serial: 14-1227 Fecha de lanzamiento: 13 de febrero de 1979 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- Olvídame -Paseo (Leandro Díaz) 02.- La entrega -Paseo (Julio Oñate Martínez) 03.- La llanerita -Paseo (Calixto Ochoa) 04.- El viajero -Paseo (Julio Vásquez) 05.- Jaime Luis -Paseo (Armando D. Zabaleta) 06.- Marily -Paseo (Calixto Ochoa) 07.- Luna sanjuanera -Paseo (Roberto Calderón) 08.- Así es mi Valle -Paseo (Fernando Dangond C.) 09.- Perdóname señora -Paseo (Camilo Namén) 10.- Nostalgia estudiantil -Paseo (Lenín Bueno) 11.- El robo -Paseo (Emiliano Zuleta B.)

Álbum: Dinastía y folclor Año: 1979 Sello: CBS Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- Tanto que te canto -Paseo (Gustavo Gutiérrez C.) 02.- Águila furtiva -Paseo (Fernando Dangond Castro) 03.- La compañerita -Paseo (Calixto Ochoa) 04.- Lola la negra -Merengue (Carlos Huertas G.) 05.- Adiós a un amigo -Paseo (Euclides E. Coronado) 06.- Mi primo -Paseo (Isaac Carrillo) 07.- Alma viajera -Paseo (Lácides Redondo Aragón) 08.- Flores copeyanas (Luis Enrique Martínez) 09.- Riohacha -Paseo (Armando Zabaleta) 10.- Mis penas -Paseo (Roberto Calderón) 11.- Palomita blanca -Paseo (Lino J. Amaya) 12.- El Piñal -Paseo (Emiliano Zuleta B.)

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LA DINASTÍA ZULETA

Álbum: Pa’ toda la vida Año: 1980 Sello: CBS Colombia Fecha de lanzamiento: 25 de agosto de 1980 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.-Mi hermano y yo -Paseo (Emiliano Zuleta D.) 02.- El gallo viejo -Paseo (Emiliano Zuleta B.) 03.- Pa´toda la vida -Paseo (Roberto Calderón) 04.- El Viejo Miguel -Merengue (Adolfo Pacheco) 05.- Amanecer -Paseo (Fernando Dangond C.) 06.- Clavelito -Paseo (Armando D. Zabaleta) 07.- Así fue mi querer -Paseo (Gustavo Gutiérrez C.) 08.- Súplica de amor -Paseo (Edilberto Daza) 09.- Costumbres perdidas -Paseo (Dagoberto López) 10.- Rosa María -Merengue (Rodrigo Álvarez H.) 11.- Adiós a la compañerita -Paseo (Calixto Ochoa)

Álbum: Volumen 15 Año: 1981 Sello: CBS Serial: 14-1453 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- Corazón martirizado -Paseo (Gustavo Gutiérrez C.) 02.- Uno es así -Paseo (Roberto Calderón C.) 03.- Desesperado -Paseo (Armando Zabaleta) 04.- A un colega -Paseo (Emiliano Zuleta D.) 05.- Cazador de ilusiones -Paseo (Fernando Dangond C.) 06.- El hijo de Patillal -Paseo (José Fernández M.) 07.- Tierras del Sinú -Paseo (Carlos Huertas G.) 08.- Lo que quieras -Paseo (Edilberto Daza) 09.- La vieja bonga -Merengue (Emiro Zuleta) 10.- La fe -Paseo (Calixto Ochoa) 11.- La ceiba del puerto -Paseo (Camilo Namén)

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LA DINASTÍA ZULETA

Álbum: Por ella Año: 1982 Sello: CBS Colombia Serial: 14-1554 Fecha de lanzamiento: 27 de febrero de 1982 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- Aquella tarde -Paseo (Gustavo Gutiérrez C.) 02.- Crucita -Paseo (Calixto Ochoa) 03.- El encargo -Paseo (José Hernández M.) 04.- Cautivo en tus redes -Paseo (Fernando Dangond C.) 05.- Panorama -Paseo (Adriano Salas) 06.- La promesa -Paseo (Armando Zabaleta) 07.- Por ella -Paseo (Esteban Montaño) 08.- Provincianita -Paseo (Rafael Manjarrez) 09.- Cabañuelas -Paseo (Roberto Calderón) 10.- La golondrina -Paseo (Rafael Escalona) 11.- La lotería -Paseo (Romualdo Brito)

Álbum: El vallenato Nobel Año: 1983 Sello: CBS Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- Ay mi vida – Paseo (Gustavo Gutiérrez) 02.- El milagro – Paseo (Armando Zabaleta) 03.- El vallenato Nobel -Merengue (Rafael Escalona) 04.- Decisión -Paseo (Rafael Manjarrez M.) 05.- Nueve de mayo -Paseo (Tobías E. Pumarejo) 06.- Serenatero -Paseo (Luis Cotes Díaz) 07.- Mis hijos y mis canciones -Paseo (Dagoberto López) 08.- El monte de la rosa -Paseo (Emiliano Zuleta D.) 09.- Horas felices -Merengue (Leandro Díaz) 10.- Cómo será -Paseo (Emiliano Zuleta D.) 11.- Déjame llegar a ti -Paseo (Edilberto Daza)

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LA DINASTÍA ZULETA

Álbum: 039… se la llevó Año: 1984 Sello: CBS Serial: 141757 Fecha de lanzamiento: 24 de agosto de 1984 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- 039 -Paseo (Alejandro Durán Díaz) 02.- Sorayita -Paseo (Emiliano Zuleta Díaz) 03.- La estrella de Patillal -Paseo (Rafael Escalona) 04.- Llora mi acordeón -Paseo (Hernando Marín) 05.- Mi gran amor -Paseo (Julio Oñate M.) 06.- Amores que van y vienen -Paseo (Gustavo Gutiérrez C.) 07.- Amalia Vergara -Paseo (Abel Antonio Villa) 08.- Esta es mi historia -Paseo (Roberto Calderón) 09.- Rastrojito de mi patio -Paseo (Enrique Pertuz) 10.- Flor de mi camino -Paseo (Fernando Dangond C.) 11.- A través del tiempo -Paseo (Álvaro Cabas)

Álbum: Mi acordeón Año: 1985 Sello: CBS Colombia Serial: 141843 Fecha de lanzamiento: 22 de agosto de1985 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- Y yo solo -Paseo (Marcos Díaz) 02.- Dios lo sabe -Paseo (Rafael Manjarrez) 03.- El amor y la baraja -Paseo (Mariano E. Pertuz) 04.- Bebiendo yo -Paseo (Hernando Marín) 05.- La niña del pueblo -Paseo (Roberto Daza Urbina) 06.- Los tres amigos -Paseo (Leandro Díaz) 07.- Mi acordeón -Paseo (Emiliano Zuleta D.) 08.- Falsas promesas -Paseo (Adriano Salas Manjarrez) 09.- Compañera de mi vida -Paseo (Roberto Calderón C.) 10.- Ilusión parrandera -Paseo (Emiliano Zuleta D.) 11.- Pobre infancia -Paseo (Marciano Martínez)

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LA DINASTÍA ZULETA

Álbum: Los mejores años Año: 1986 Sello: CBS Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- Corazón bandido -Paseo (Alberto Murgas) 02.- Amor de madre -Paseo (Félix Carrillo) 03.- La vida de Poncho -Paseo (Tomás Alfonso Zuleta) 04.- Le dije que no -Paseo (Alfonso Cotes Ovalle) 05.- Embriagado de amor -Paseo (Edilberto Daza) 06.- Amor secreto -Paseo (Víctor Gutiérrez) 07.- La vecina de Chavita -Paseo (Hernando Marín) 08.- Cecilia Mercedes -Paseo (Máximo Movíl) 09.- Pobre yo -Paseo (Emiliano Zuleta) 10.- Ángel de la guarda -Paseo (Romualdo Brito) 11.- Corazón cobarde -Paseo (Juan Segundo Lagos)

Álbum: El zuletazo Año: 1992 Sello: Sony Music Serial: CDC 464719 Fecha de lanzamiento: 14 de enero de 1992 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- El retiro  (Emiliano Zuleta D.) 02.- Quien lo goza soy yo (José Moscote) 03.- El difunto trovador (Juan Segundo Lagos) 04.- La negra del alma (Rafael Gutiérrez C.) 05.- Cuando muere el corazón (Elbert Araújo Daza) 06.- El pobre Juan (Rafael Escalona) 07.- Cómo premiarte (Hernán Urbina J.) 08.- Mi pedazo de acordeón (Alejandro Durán D.) 09.- Larga distancia (Mario Zuleta D.) 10.- El cantante estrella (Luis Durán Escorcia) 11.- El primero en tu vida (Aurelio Núñez)

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LA DINASTÍA ZULETA

Álbum: Mañanita de invierno Año: 1993 Sello: Sony Music Fecha de lanzamiento: 19 de enero de 1993 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- Mañanita de invierno (Emiliano Zuleta D.) 02.- No me retiro (Juan Acosta) 03.- La espinita (Manuel Nico Jiménez) 04.- Que te vaya bien (Juan Humberto Rois) 05.- Un ángel más en el cielo (Alfonso Cotes Jr.) 06.- La venezolana (Julio Vásquez) 07.- Los cambios del tiempo (Calixto Ochoa) 08.- Coplas heridas (Hernán Urbina J.) 09.- La viudita (Carlos Quintero) 10.- No me vuelvo a enamorar (Elbert Araújo D.) 11.- Mis muchachitas (Hernando Marín L.)

Álbum: Tardes de verano Año: 1994 Sello: Sony Music Serial: 52-473199 Fecha de lanzamiento: 21 de enero de 1994 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- Tardes de verano (Emiliano Zuleta D.) 02.- Diez de enero (Isaac Carrillo) 03.- Reconcilio (Juan Humberto Rois) 04.- Las sabanas del Diluvio (Tobías E. Pumarejo) 05.- Con el alma cansada (Fabián Corrales) 06.- Senderito de amor (DRA) 07.- No es negra es morena (Adolfo Pacheco) 08.- Más romántico que nunca (Hernán Urbina J.) 09.- Y siempre se va (Alfonso Cotes Jr.) 10.- Me llena de sentimiento (Gustavo Gutiérrez C.) 11.- Amigo (Rafael Mendoza)

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LA DINASTÍA ZULETA

Álbum: Zuleta 95 Año: 1994 Sello: Sony Music Serial: 52 473326 Fecha de lanzamiento: 15 de noviembre de 1994 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz -01.- Se equivocó -Paseo (Alfonso Cotes Jr.) 02.- A mamá -Paseo (Félix Carrillo Hinojosa) 03.- Gotas de lluvia -Paseo (Fernando Dangond Castro) 04.- Nostalgia de mi pueblo -Paseo (Jorge Fernández De Castro) 05.- Indira -Paseo (Emiliano Zuleta Díaz) 06.- Árbol deshojado-Paseo (Luis Durán Escorcia) 07.- Contigo nada que ver -Paseo (Juan Humberto Rois Z.) 08.- Con los ojos del alma -Paseo (Beltrán Orozco) 09.- Pendiente de ti -Paseo (Fabián Corrales C.) 10.- Cerro verde -Merengue (Adriano Salas M.) 11.- Mi guajira -Paseo (Amílcar Ariza Gómez)

Álbum: El girasol Año: 1995 Sello: Sony Music Fecha de lanzamiento: 24 de octubre de 1995 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- Orgullosa -Paseo (Fabián Corrales C.) 02.- Tormentos de la vida -Paseo (Máximo Movil) 03.- Sanjuanera -Paseo (Emiliano Zuleta D.) 04.- La muerte de Eduardo Lora -Paseo (Andrés Landeros) 05.- Uno de los dos -Paseo (José Alfonso Maestre) 06.- La camajana -Paseo (Emiliano Zuleta B.) 07.- El girasol -Paseo (Hernando Marín L.) 08.- La marimonda -Paseo (Romualdo Brito) 09.- Mejor no te quiero -Paseo (Alfonso Cotes Jr.) 10.- Te digo la verdad -Paseo (Jorge Valbuena) 11.- Te quiero conmigo -Paseo (Mario Zuleta)

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LA DINASTÍA ZULETA

Álbum: Siempre vallenato Año: 1996 Sello: Sony Music Serial: 52-485534 Fecha de lanzamiento: 17 de octubre de 1996 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- Tu olvido (Luis Egurrola) 02.- La mentira de tu amor (Alfonso Cotes Jr.) 03.- Ahí vas paloma (José Alfonso Maestre) 04.- Amor escondido (Emiliano Zuleta) 05.- Vamos a decirlo (Jorge Valbuena) 06.- Tu forma de amar (Fabián Corrales) 07.- La llorona loca (José Barros) 08.- Vallenato hasta el final (Hernán Urbina) 09.- Agonía (Leandro Díaz) 10.- Claudia (Alfonso Zuleta) 11.- El amor no pide permiso (Mario Zuleta)

Álbum: Nobleza y folclor Año: 1997 Sello: Sony Music Fecha de lanzamiento: 26 de septiembre de 1997 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- No me abandones -Paseo (Jean Carlos Centeno) 02.- Para olvidar -Paseo (Leandro Díaz) 03.- Mi pobre Valle -Paseo (Emiliano Zuleta D.) 04.- Mosaico de porros (Caimito-Mata de caña-Arturo GarcíaPara Sincelejo) -Paseo (Varios) 05.- No me duele recordarte -Paseo (José Alfonso Maestre) 06.- La de los ojitos negros -Paseo (Luis Egurrola) 07.- Sentimental -Paseo (Roberto Calderón C.) 08.- Mi par de polluelos -Paseo (Juan Segundo Lagos) 09.- Cuá ntas noches -Paseo (Iván Ovalle) 10.- Nobleza y folclor -Paseo (Tomás Alfonso Zuleta - Luis Gómez) 11.- Los cuatro hermanos -Paseo (José Francisco Mejía)

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LA DINASTÍA ZULETA

Álbum: La trampa Año: 1998 Sello: Sony Music Fecha de lanzamiento: 19 de junio de 1998 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- La que te hizo el dos -Paseo (Fabián Corrales C.) 02.- Aquella carta -Paseo (Emiliano Zuleta Díaz) 03.- Regresa -Paseo (Walbert Orozco) 04.- Nativo del Valle -Merengue (Alberto Murgas) 05.- Alas de mil colores -Paseo (Luis Egurrola) 06.- La trampa -Paseo (Alejandro Durán D.) 07.- Con al alma dolida -Paseo (Juan Carlos Centeno) 08.- La última canción -Paseo (Calixto Ochoa) 09.- Si alguien pudiera -Paseo (José Alfonso Maestre) 10.- Volví a mentir -Paseo (Franklin Moya) 11.- Cómo duele el sentimiento -Paseo (Gustavo Gutiérrez C.)

Álbum: Los juglares Año: 1999 Sello: Sony Music Fecha de lanzamiento: 25 de mayo de 1999 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- Qué lástima mi amor -Paseo (Romualdo Brito) 02.- Juglares de mi tierra -Paseo (Alberto Murgas) 03.- Ya volví -Paseo (Fabián Corrales) 04.- Mosaico – La brujita (Moisés Coronado) – Alicia la flaca (Aníbal Velásquez) – El ramillete (Abel Antonio Villa) 05.- Acéptame -Paseo (Walberth Orozco) 06.- Si tiene novio -Paseo (Wilfran Castillo) 07.- Una esperanza -Paseo (Jean Carlos Centeno) 08.- Trago gorriao -Paseo (Alejandro Durán D.) 09.- Solo -Paseo (Felipe Peláez Rodríguez) 10.- Confidente y buena -Paseo (Adriano Salas) 11.- Imposible olvidarte -Paseo (José Alfonso Maestre)

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LA DINASTÍA ZULETA

Álbum: La sangre llama Año: 2001 Sello: Sony Music Fecha de lanzamiento: 26 de junio de 2001 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- La sangre llama -Paseo (Emiliano Zuleta Díaz) 02.- Soy feliz -Paseo (Walberth Orozco) 03.- La colina -Paseo (Diomedes Díaz) 04.- Inténtalo -Paseo (Robert Oñate) 05.- Morenita del Sinú -Paseo (Lisandro Meza) 06.- Sobre las nubes -Paseo (Jacinto Leonardy Vega) 07.- La que me da donde es -Paseo (Dagoberto Osorio) 08.- No llores -Paseo (Fabián Corrales) 09.- Solo un paso -Paseo (Omar Geles) 10.- Dime por quién lloras -Paseo (Náfer Durán) 11.- Búscate otra -Paseo (Alfonso Cotes Jr.) 12.- Brisa veranera -Paseo (Vicente Munive) 13- Bonus Track: La sangre llama (Emiliano Zuleta) Canta: Emiliano Zuleta D.

Álbum: Cantaré Año: 2002 Sello: Sony Music Serial: 52-503686 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- Cantaré -Paseo (Everardo Armenta) 02.- Olvido -Paseo (Miguel Matamoros) 03.- El hombre divertido (Luis Enrique Martínez) 04.- Yo sí te olvido -Paseo (Enrique Araújo) 05.- Amaraje -Paseo (Adriano Salas) 06.- Vestida de blanco -Paseo (Camilo Namén) 07.- Por qué -Paseo (Emiliano Zuleta Díaz) 08.- Juntico a ti -Paseo (Fabián Corrales) 09.- Mosaico merengue dominicano 10.- Felicidades -Paseo (Julio Oñate M.) 11.- Estoy aquí -Paseo (Walberth Orozco) 12.- La falda -Paseo (Dagoberto Osorio) 13.- Pensando en ti -Paseo (Armando Zabaleta)

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LA DINASTÍA ZULETA

Álbum: Por siempre Año: 2003 Sello: Sony Music Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- La cuchilla -Paseo (Romualdo Brito) – Con animación 02.- Ahí va la que me gusta -Paseo (Alfonso Cotes Jr.) 03.- Un besito es muy poquito -Paseo (Omar Geles) 04.- Roberto Ruiz -Paseo (Manuel Antonio Lemus) 05.- Seremos felices -Paseo (Diomedes Díaz M.) 06.- Ni pío -Paseo (Jorge Valbuena) 07.- Prende empujao’ -Paseo (Dagoberto Osorio) 08.- Solterito y a la orden -Paseo (Juan Manuel Pérez) 09.- Le gusta viví’ agarra’ -Paseo (Edilberto Altamar) 10.- El turpial herido -Paseo (Emiliano Zuleta) 11.- Atardecer sinuano -Paseo (Alejandro Durán D.) 12.- De hinojos -Merengue (Isaac Carrillo) 13.- No me dejes -Paseo (Juan Manuel Gutiérrez) 14.- La cuchilla -Paseo (Romualdo Brito)(Bonus Track)

Álbum: Cien días de bohemia Año: 2005 Sello: Sony Music Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- Mi pueblo natal -Paseo (Jairo Varela) 02.- Olvidarte no podré -Paseo (Omar Geles) 03.- Cien días de bohemia -Paseo (Rafael Manjarrez) 04.- El pañuelo -Paseo (Náfer Durán) 05.- El semestre -Paseo (Elkin García) 06.- Dayana -Paseo (Tomás Alfonso Zuleta) 07.- Cumple con amarla -Paseo (Omar Geles) 08.- Luna dame pan -Paseo (Romualdo Brito) 09.- Qué es el amor -Paseo (Robert Oñate) 10.- Mis muchachitos -Paseo (Emiliano Zuleta D.) 11.- El Cristo de Mariangola -Paseo (Rafael Escalona)

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LA DINASTÍA ZULETA

Álbum: La parranda es con Poncho y Emilianito Año: 2007 Sello: Sony Music Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz Disco 1 01.- Mi hermano y yo (En vivo) 02.- Nativo del Valle (En vivo) 03.- Gotitas de dolor (En vivo) 04.- Orgullosa (En vivo) 05.- Por ella (En vivo) 06.- Mosaico en vivo #1 (En vivo) 07.- Así fue mi querer (En vivo) 08.- Se equivocó (En vivo) 09.- Mírame fijamente (En vivo) 10.- La que te hizo el dos (En vivo) 11.- Tardes de verano (En vivo) Disco 2 01.- Luna sanjuanera (En vivo) 02.- Regresa (En vivo) 03.- La Virgen del Carmen (En vivo) 04.- Espinita (En vivo) 05.- Mosaico de cumbias (En vivo) 06.- Ahí vas paloma (En vivo) 07.- La falda (En vivo) 08.- La sangre llama (En vivo) 09.- La cumbia cienaguera (En vivo) 10.- La trampa (En vivo) 11.- Mosaico en vivo #2 (En vivo)

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CON OTROS ARTISTAS

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Álbum: Homenaje a Pedro Castro Año: 1987 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Nicolás Mendoza LADO A 01.- La muerte de Pedro Castro (Rafael Escalona) 02.- 3 de marzo (Tobías E. Pumarejo) 03.- El medallón (Rafael Escalona) 04.- La custodia de Badillo (Rafael Escalona) 05.- Compae Chipuco (José María Ramos) LADO B 01.- Adiós a Pedro Castro (Gustavo Gutiérrez) 02.- El testamento (Rafael Escalona) 03.- Los tres fallecidos (Víctor Comarillo) 04.- La profecía (Julio Oñate) 05.- El caracolí (Armando Zabaleta) 06.- Homenaje a Pedro Castro (Isaac Carrillo)

Álbum: Dos dinastías Año: 1988 Sello: CBS Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Alberto Beto Villa 01.- Cabecita loca -Paseo (Romualdo Brito) 02.- Mi niño se creció -Paseo (Gustavo Gutiérrez) 03.- El único fiel -Paseo (Jorge A. Calderón) 04.- Señora mía -Paseo (Tulio Villalobos Támara) 05.- La ceiba de Villanueva -Merengue (Rafael Escalona) 06.- No te da dolor -Paseo (Luis E. Martínez) 07.- A quién le dirás -Paseo (Efrén Calderón) 08.- El placer de la parranda -Paseo (Alberto Murgas) 09.- El último romántico -Paseo (Roberto Calderón) 10.- Sumido en el dolor -Paseo (Elbert Araújo) 11.- Con el alma en la mano -Paseo (Marciano Martínez)

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Álbum: Como nunca Año: 1989 Sello: CBS Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Alberto Beto Villa*, Raúl Chiche Martínez** (Invitado especial) 01.- Es por ti -Paseo (Efrén Calderón)* 02.- La estaca -Paseo (Romualdo Brito)* 03.- Aquí murió un amor -Paseo (Gustavo Gutiérrez)** 04.- Mírame -Merengue (Tobías E. Pumarejo)* 05.- Que se escuchen mis versos -Paseo (Reinaldo Díaz)* 06.- Al compás de una guitarra -Paseo (Carlos Huertas G.)** 07.- Como nunca -Paseo (Hernán Urbina J.)* 08.- Póngale la firma -Paseo rápido (Alberto Murgas)* 09.- El que busca encuentra -Paseo rápido (Luis Durán)* 10.- Ese fue tu error -Paseo (Rafael Brito)* 11.- El cuarto del olvido -Paseo rápido (Sergio Moya M.)*

Álbum: Mira mi Dios Año: 1990 Sello: CBS Colombia Serial: 14454815 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Raúl Chiche Martínez 01.- Mira mi Dios -Paseo (Efrén Calderón) 02.- Por andar de enamorado -Paseo (Romualdo Brito) 03.- Recuerdos de mi tierra -Paseo (José Alfonso Maestre) 04.- Mujer amada -Paseo (Calixto Ochoa) 05.- Otra vez -Paseo (Carlos Alberto Crespo) 06.- La caja negra -Paseo (Rafael Valencia) 07.- Ahora sí -Paseo (Hernán Urbina J.) 08.- Mi corazón eres tú -Paseo (Luís Durán E.) 09.- El pobre Alejo -Paseo (Alejandro Durán D.) 10.- Mi obra de arte -Paseo (Alberto Murgas) 11.- El viejo parrandero -Merengue (José V. Munive)

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LA DINASTÍA ZULETA

Álbum: Canto y acordeón Año: 2000 Sello: Sony Music Voz: Alberto Zabaleta C. Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01.- Dile (Gabriel Maestre) 02.- Nunca dejarás de gustarme (Juan Manuel Pérez) 03.- El milagrito (Jorge Valbuena) 04.- Mosaico sabroso - Nostalgia campesina (José Francisco Cervantes) - Oye (Adolfo Pacheco) - Hace tiempo (Aníbal Velásquez) - Adórame (Alfredo Gutiérrez) 05.- Más que tú (Romualdo Brito) 06.- Corazón alegre (Sergio Moya) 07.- Ausencia (Rafael Manjarrez) 08.- Poquito a poquito (Fabián Corrales) 09.- A quién no le va a gustar (Urbano Díaz) 10.- Ahora es mejor (Roberto Calderón) 11.- Vallenato soy (Armando Morelli) 12.- Declaración (Jeimar López)

Álbum: Los Zuleta Año: 2000 Sello: Sony Music Serial: 52-485879 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Iván Zuleta 01.- No tardes tanto  (Wilfran Castillo) 02.- Dime la verdad (Jorge Valbuena) 03.- La niña esquiva (Arturo Molina) 04.- Gotitas de dolor (José Rodríguez) 05.- Para el resto de mi vida (Amílcar Calderón) 06.- Yo soy vallenato (Alfonso Fernández) 07.- Por qué callas (Robert Oñate) 08.- Decídete (Walberth Orozco) 09.- El amor y yo (Ronald Valbuena) 10.- A esa mujer ya la olvidé (José Alfonso Maestre) 11.- Ni mandado a hacer (Romualdo Brito) 12.- La niña Mane (Juancho Polo Valencia)

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LA DINASTÍA ZULETA

Álbum: Colombia canta vallenato Año: 2007 Sello: Sony Music Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Gonzalo Arturo El Cocha Molina 01.- Los ay ay ay -Paseo (Felipe Peláez Rodríguez) 02.- Amor a la ligera -Pasebol (D.R.A.) 03.- Así son las cosas -Paseo (José Carlos Guerra) 04.- Me quedé esperando -Paseo (Jorge Mario Gutiérrez) 05.- Canta vallenato -Paseo (Lisandro Meza) 06.- Tilín, tilín -Paseo (Fabián Corrales) 07.- La capital -Merengue (Luis Enrique Martínez) 08.- Si la suerte es buena -Paseo (Richard Daza) 09.- Sal y agua -Pasebol (D.R.A.) 10.- Qué es lo que quieres -Paseo (Alfonso Cotes Jr.) 11.- Ojos negros -Paseo (Julio García) 12.- Y entonces qué -Paseo (Melquisedec Namén) 13.- La tengo dominada -Chandé (Luis Enrique Martínez)

Álbum: El Nobel del amor Año: 2010 Sello: Sony Music Serial: 88697652022 Fecha de lanzamiento: 18 de marzo de 2010 Voz: Tomás Alfonso Zuleta Díaz Acordeón: Gonzalo Arturo El Cocha Molina 01.- La campana -Paseo rápido (Andrés Beleño) 02.- Amor a siete mares -Paseo (Omar Geles) 03.- Esto se va a terminar -Paseo (Luis Alonso) 04.- La gitana – Cumbia (Calixto Ochoa) 05.- Estoy zafao -Paseo (Fabián Corrales) 06.- El Nobel del amor -Paseo (Aurelio Núñez) 07.- La indocumentada -Merengue (Máximo Movil) 08.- Nunca te olvidaré -Paseo (Wifran Castillo) 09.- Corazón alegre -Paseo (Jorge Calderón Becerra) 10.- Devuélveme el alma -Paseo (Alberto Mercado) 11.- Llamándote -Bolero (Alexis Brau) 12.- La culebra -Paseo rápido (Romualdo Brito) 13.- Señor taxista -Paseo (Alfonso Cotes Jr.) 14.- Imelda -Paseo menor (Ismael Rudas) 15.- La espumita -Paseaíto (Julio Herazo)

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LA DINASTÍA ZULETA

Álbum: Las voces del vallenato Año: 1999 Sello: Sony Music Serial: 52 485827 Voz: Tomás Alfonso Zuleta, Diomedes Díaz Maestre Acordeón: Varios 01.- Camino largo (Gustavo Gutiérrez C.) 02.- Lluvia de verano (Hernando Marín) 03.- Joselina Daza (Alejandro Durán D.) 04.- Fantasía (Rosendo Romero) 05.- Tres canciones (Diomedes Díaz M.) 06.- Mensaje de Navidad (Rosendo Romero) 07.- Yo soy el indio (Romualdo Brito) 08.- Sin medir distancias (Gustavo Gutiérrez C.) 09.- Tú eres la reina (Hernán Urbina Joiro) 10.- Lucero espiritual (Juancho Polo Valencia) 11.- Mi muchacho (Diomedes Díaz M.) 12.- Volvamos (Fabián Corrales C.) 13.- La juntera (Marciano Martínez) 14.- Cantando (Diomedes Díaz M.) 15.- Sin ti (Diomedes Díaz M.)

Álbum: Clásicos Año: 2008 Sello: Codiscos Serial: C22980616 Voz: Peter Manjarrés Romero Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz, Sergio Luis Rodríguez DISCO 1: Acordeón 01. Aborréceme – Armando Zabaleta 02. Me deja el avión – Héctor Zuleta 03. El humanitario – Calixto Ochoa 04. El rico cují – Enrique Díaz 05. La bola e’ candela – Hernando Marín 06. La creciente – Hernando Marín 07. La guayabalera – Isaac Carrillo 08. Los novios – Freddy Molina 09. Carrito brujo – Wicho Sánchez 10. Mi gran amigo – Camilo Namén 11. Rosa jardinera – Idelfonso Ramírez 12. Simona – Alfredo Calderón 13. La parranda y la mujer – Poncho Cotes Jr. 14. Promesa de amor – Julio Oñate 15. Ojos penetrantes – Tobías Enrique Pumarejo 16. El corazón del Valle – Roberto Calderón

DISCO 2: Acústica 01. Aquella tarde – Gustavo Gutiérrez 02. Bebiendo yo – Hernando Marín 03. Dios no me deja – Leandro Díaz 04. El gallo fino – Edilberto Daza 05. La guareñita – Hernando Marín 06. Nació mi poesía – Fernando Dangond 07. Provincianita – Rafael Manjarrez 08. Sorayita – Emiliano Zuleta 09. Sufrir de nuevo – Iván Ovalle 10. Te quiero porque te quiero – Gustavo Gutiérrez 11. Una aventura más – Luis Egurrola 12. Obsesión – Sergio Amarís 13. La historia – Rafael Escalona

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LA DINASTÍA ZULETA

Álbum: Palabra de honor Año: 2008 Voz: Cristóbal Toba Zuleta Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01. Él (Alfonso Cotes Ovalle) 02. No te olvido (Alberto Rada Ospino) 03. Vuelve a enamorarme (José Alfonso Maestre) 04. No vale la pena (Félix Carrillo Hinojosa) 05. Quisiera irme (Fabián Corrales) 06. Te vi (Armando Morillo) 07. Palabra de honor (Rafael Manjarrez) 08. Cógela suave (Luis Alberto Florez) 09. Un Grammy Latino (Emiliano Zuleta Díaz) Canta: Emiliano Zuleta Díaz 10. El reparto (Camilo Namén) 11. Por amarte tanto (AlbertoTico Mercado) 12. Y nadie más (Romualdo Brito) 13. Regresa a mi vida (Emiliano Zuleta Díaz) 14. Solo por ti (Álvaro Cabas Pumarejo)

Álbum: En sueño … una dinastía Año: 2010 Sello: Codiscos Voz: Liliana Geney Oyola Acordeón: Emiliano Zuleta Díaz 01- Cariñito de mi vida (Diomedes Díaz) 02- Camino largo (Gustavo Gutiérrez) Dúo Gustavo Gutiérrez 03- Tierra de cantores (Carlos Huertas) 04- De tanto verte (Gustavo Gutiérrez) 05- El triple papito (Juan Manuel Pérez) 06- Las bodas de plata (Armando Zabaleta) 07- Ojos de luna (Javier Rodríguez Romero) 08- Homenaje a Pablo Flórez (Mosaico) Acordeón Fredy Sierra 09- Se equivocó (Poncho Cotes Jr) 10- Paginas de oro (Hernán Urbina Joiro) Acordeón Gustavo Tavo García 11- El cordobés (Adolfo Pacheco Anillo) 12- Tardes de verano (Emiliano Zuleta Díaz) 13- Mi Sahagún del alma (Liliana Geney Oyola) Acordeón Almes Granados 14- Mis muchachitos (Emiliano Zuleta Díaz) Dúo Emiliano Zuleta 15- Duerme princesa (Liliana Geney Oyola) – Bonus Track

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ESTAMPAS

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Una foto histórica: el expresidente Alfonso López Michelsen, uno de los más entusiastas animadores del Festival de la Leyenda Vallenata, en un abrazo fraternal con Emiliano Zuleta Baquero, en el patio de la casa de Poncho Zuleta.

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El Viejo Mile, gran juglar de la música vallenata, en la Plaza Alfonso López, disfrutando del Festival de Valledupar. Emiliano Zuleta Baquero, el hijo de la Vieja Sara, siempre fue un referente de la popular fiesta de la capital del Cesar. — 220 —

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El gran juglar Lorenzo Morales; Leandro Díaz, el compositor de La diosa coronada, y cientos de canciones más, y el Viejo Mile, eternizados en esta estampa lograda en la Plaza Alfonso López de Valledupar. Solo sobrevive el maestro Leandro.

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De izquierda a derecha, Emiliano Zuleta Baquero; el juglar Lorenzo Morales, también protagonista de La gota fría, y el autor de Matilde Lina, Leandro Díaz, entrevistados por la periodista Lolita Acosta, en el Festival Vallenato.

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En 2006, Los Hermanos Zuleta ganaron el Premio Grammy Latino en la Categoría Cumbia/ Vallenato. Un gran reconocimiento para el folclor colombiano. Coco Zuleta y su padre Emiliano Zuleta aparecen luciendo el trofeo.

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Emiliano y Poncho, Los Hermanos Zuleta del vallenato, una unión que ha dejado huellas imborrables en el folclor colombiano. El Festival Francisco el Hombre les rindió un inolvidable tributo en 2011. — 224 —

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Poncho y Emiliano Zuleta actuando en una caseta ubicada en el municipio de Fundación, departamento del Magdalena. Los Hermanos Zuleta han recorrido el país y el exterior interpretando sus incomparables canciones.

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El desaparecido Héctor Zuleta actuando en el Club de Leones de San Juan del Cesar, municipio de La Guajira. Señalan algunos especialistas que Héctor estaba destinado a ser el mejor músico de la dinastía Zuleta. — 226 —

LA DINASTÍA ZULETA

En la Feria Ganadera de Valledupar, Poncho estuvo acompañado del acordeonero Iván Zuleta. Los dos conformaron una pareja que también alcanzó éxitos, aunque nunca comparables a los logrados por Poncho al lado de Emilianito.

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LA DINASTÍA ZULETA

En la Plaza de Chiriguaná, departamento del Cesar, Poncho Zuleta actuó acompañado del acordeonero Cocha Molina. Las uniones con otros acordeoneros o cantantes ocurrían cuando Los Hermanos Zuleta se distanciaban.

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El cantante Beto Zabaleta acompañado del acordeonero Emiliano Zuleta, actuando en la Plaza Pública de Fundación. Poncho y Emiliano han tenido el privilegio de contar con acompañantes de prestigio y trayectoria en el mundo de la música vallenata.

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El cantante Toba Zuleta acompaña a su primo Emilianito, quien toca el acordeón en una de las tantas presentaciones que realizaron juntos. Emilianito, además, es compositor, autor de una letra inolvidable: Mi hermano y yo.

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Álbum Pa’ toda la vida que apareció en 1980 y que contiene el tema Mi hermano y yo. Continuaba aquí una carrera fulgurante que prolongaría la gloria y la fama alcanzada por su ascendiente, el Viejo Mile. — 231 —

LA DINASTÍA ZULETA

Álbum musical 039, de Poncho y Emiliano Zuleta. La producción musical alcanzó elevados niveles de venta y aún hoy muchas de sus canciones se escuchan en varios sitios de Colombia. El Larga Duración apareció en 1984.

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LA DINASTÍA ZULETA

Poncho a todo pulmón mientras atrás, gritando con emoción, Carlos Bermúdez, el zuletista que se convirtió en su sombra durante varios años. Aún hoy es gran seguidor, tal como lo registra una de las crónicas del presente libro. — 233 —

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LOS AUTORES ALBERTO SALCEDO RAMOS

Cronista de las revistas Soho y Malpensante, entre otras. Cinco veces Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, Premio Rey de España y finalista del Premio Cemex-FNPI, que preside Gabriel García Márquez, con la crónica ‘El testamento del Viejo Mile’, referente al juglar Emiliano Zuleta Baquero. Pertenece al grupo latinoamericano Grandes Cronistas de Indias. Conferencista de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano y autor de varios libros de crónica y reportaje. MARÍA MATILDE RODRÍGUEZ

Abogada de la Universidad del Atlántico. Escritora residenciada en San Andrés desde hace 23 años. Rectora de Infotet (Instituto de Educación Superior de San Andrés). Publicaciones: “Los hijos del paisaje” y “La sonrisa del perro”. ABEL MEDINA SIERRA

Escritor e investigador cultural, ganador en dos ocasiones del Premio Departamental de Investigación Cultural y en una ocasión Premio Departamental de Creacion Literaria. Autor de doce libros, tres de ellos sobre música vallenata: — 235 —

LA DINASTÍA ZULETA

Seis cantores vallenatos y una identidad, El vallenato: constante espiritual de un pueblo y Luis Enrique Martínez: forma e identidad del vallenato. Docente de la Universidad de La Guajira. FREDY GUTIÉRREZ SAHAUD

Profesor de Historia de la cultura de la Universidad Libre. Profesor de la Facultad de Historia de la cátedra Tiempo y Sociedad; y de la Facultad de Literatura de la cátedra de Literatura clásica, de Grecia y Roma, durante 4 años, en la Pontificia Universidad Javeriana. Fue invitado a un conversatorio sobre Literatura Guajira y del Caribe en el marco del Hay Festival. ÁLVARO IBARRA DAZA

Nació en el barrio El Cafetal, de Villanueva, la cuna de acordeones. Médico de profesión y especialista en Salud Ocupacional, comparte el ejercicio de su profesión con el amor por la música vallenata. Desvelado defensor del vallenato tradicional, del cual se considera un buen conocedor mediante su trabajo en radio durante cuatro décadas, escuchando las notas de los más importantes acordeoneros, las canciones de connotados compositores y el canto de las grandes voces vallenatas. Docente universitario, coleccionista e investigador, con publicaciones en diferentes medios locales y regionales. Durante cuatro años se desempeñó como director del programa radial La Polémica Vallenata. ARIEL CASTILLO MIER

Crítico literario, doctor en idiomas de la Universidad Nacional Autónoma de México y profesor de la Universidad del Atlántico. Ha publicado innumerables ensayos y textos, el más reciente sobre la vida y obra del maestro Rafael Escalona. Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar con un texto sobre el Premio Nobel Derek Walcott. Acucioso investigador sobre el folclor, especialmente la música vallenata. JULIO OÑATE MARTÍNEZ

Connotado antologista y coleccionista de la música vallenata. Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar y reconocido compositor. Autor del libro titulado — 236 —

LA DINASTÍA ZULETA

ABC del vallenato, uno de los mejores referentes de la música vallenata. Ha sido jurado y expositor en diversos escenarios musicales de Colombia y participante activo de foros y conversatorios sobre las expresiones populares, entre ellas, el bolero y el vallenato. ERNESTO McCAUSLAND SOJO

Periodista, escritor y cineasta. Desde el 13 de enero de 2010 se desempeña como Editor General del diario El Heraldo, de Barranquilla. Se inició en 1982 como reportero de noticias judiciales y redactor de planta. Paralelamente realizaba en el canal regional de televisión, Telecaribe, un programa de crónicas llamado Mundo costeño. A mediados de los años 90 presentó el Noticiero QAP en la televisión nacional. Ha ganado dieciséis premios nacionales de periodismo, entre ellos cinco veces el PremioNacional de Periodismo Simón Bolívar y la India Catalina a la Vida y Obra en el Festival Internacional de Cine de Cartagena. JAIME DE LA HOZ SIMANCA

Periodista profesional, Especialista en Comunicación para el Desarrollo Regional de la Universidad Autónoma del Caribe. Se desempeñó como reportero del diario El Heraldo a finales de la década de los 80 y principios de la de los 90; luego fue Jefe de Redacción en los años 2007-2008. Ha sido galardonado tres veces con el Premio de Periodismo Simón Bolívar, ganador del Premio Semana Petrobrás y del Premio Mario Ceballos Araújo. Autor de varios libros de crónicas y reportajes.

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LA DINASTÍA ZULETA

CONTENIDO Presentación ........................................................................................................................... 7 Prólogo .....................................................................................................................................9 Historia secreta de una historia ..................................................................................... 15 Emiliano Zuleta Baquero: entre dinastías y brebajes ............................................. 31 Emiliano Zuleta Baquero, o la épica desafiante de un Cid cantador ................. 39 Oralidad y musicalidad en Villanueva. El contexto cultural de los Zuleta ...... 95 Los Zuleta, una dinastía cantada ................................................................................ 107 Emilianito Zuleta Díaz: protagonista y cantor de la gesta vallenata ............... 149 El Viejo Mile: entre la audacia y la inocencia ......................................................... 169 Los Zuleta: la dinastía vallenata ...................................................................................175 La sombra de los hermanos Zuleta ............................................................................. 181 Discografía de Poncho y Emiliano Zuleta ................................................................187 Con otros artistas ............................................................................................................209 Estampas ..............................................................................................................................217 Los autores .........................................................................................................................235 — 239 —