La Depresion Desde El Psicoanalisis

LA DEPRESIÓN DESDE EL PSICOANÁLISIS 1. INTRODUCCIÓN A lo largo de la vida el sujeto tendrá que enfrentar progresivamente

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LA DEPRESIÓN DESDE EL PSICOANÁLISIS 1. INTRODUCCIÓN A lo largo de la vida el sujeto tendrá que enfrentar progresivamente la separación y pérdida del objeto de amor. Así el bebé se tendrá inevitablemente que separar del pecho alimenticio (o el biberón) para seguir su desarrollo. Se separará de la madre (o substituta) de quién está apegado/a para lograr adaptarse al pre/escolar. Y así sucesivamente a lo largo de toda su vida 2. DUELO El duelo es un estado afectivo normal producido por la pérdida de un objeto de amor o su equivalente metafórico (la libertad o los ideales). Se caracteriza por la presencia de tristeza, llanto, dolor psíquico y retraimiento. En el proceso del duelo, el Yo del sujeto tiene que hacer un doloroso trabajo de aceptar la pérdida del objeto amado. Esto significa lograr paulatinamente el retiro de la investidura libidinal (catexias) que están colocadas en el objeto perdido. A su debido tiempo, cuando el duelo sigue un curso normal, el sujeto podrá hacer investidura de catexia libidinal en un nuevo objeto de amor. Por esta vía termina el duelo y el sujeto sigue adelante con su vida. 3. EL DUELO PATOLÓGICO Cuando la relación previa con el objeto perdido ha sido predominantemente ambivalente producida por la presencia de intensas pasiones de amor y odio, el sentimiento inconsciente de culpabilidad hacia el objeto perdido, va a dificultar o entorpecer gravemente el proceso del duelo normal. Se establecen mecanismos de autocastigo y de penitencias autoimpuestas para calmar los sentimientos inconscientes de culpabilidad. Entramos así, en lo que podemos llamar –patología

del proceso del duelo (Freud, 1917). Como todos sabemos, la clínica de un duelo patológico varía según el principio del caso por caso. Es útil aclarar que la patología del proceso del duelo se puede originar por otras razones, diferentes a la producida por los sentimientos inconscientes de culpabilidad. Me refiero a los casos en que la relación con el objeto amado ha tenido características simbióticas o de fusión con el objeto. En esos casos el sujeto sobreviviente, siente que la pérdida del objeto de amor es intolerable. Siente que el mundo se acaba, que ya no tiene piso sobre el cual pararse. Desean morirse y desaparecer junto al objeto de amor. Cuando el objeto de intensa dependencia o de relación simbiótica ha desaparecido, el sujeto abandonado siente que sin ese objeto, sencillamente ya no le es posible vivir. La experiencia muestra que luego de un breve período, el sujeto establece bastante rápido, una nueva relación simbiótica que va a permitir la sobrevivencia. 4. EL ESTADO DEPRESIVO Como dije anteriormente se trata de un síntoma que se instala en la estructura neurótica o psicótica cuando se cumplen cuatro requisitos: (a) cuando previamente en la historia del sujeto existe del vínculo de odio con el objeto (b) Va devenir posteriormente en odio a si mismo. (c) cuando este odio al objeto va unido a la aparición azarosa de una experiencia de fracaso y (d) La pérdida de la esperanza. 4.1.

Sobre la lógica del odio

El odio al objeto es algo inevitable en el ser humano. Es inevitable porque la relación temprana del niño pequeño con su madre implica la doble experiencia con el pecho: de satisfacción y frustración (Klein, M. 1932, 1952). La experiencia de satisfacción va a producir la introyección de un objeto amado (objeto bueno) y

la experiencia de frustración con lleva la introyección del objeto odiado (objeto malo). Esta dialéctica es inexorable inevitable. Por lo tanto si todos nosotros tenemos en mayor o menor grado un vínculo de amor/odio con el objeto, teoricamente todos tenemos la posibilidad de instalar un síntoma depresivo. Lo cual es cierto. Pero, para que se instale en forma patológica, se necesita que previamente exista un predominio del vínculo de odio, sobre el vínculo de amor. Además se necesita del desencadenante de la experiencia de fracaso. 4.2.

El odio a si mismo

El predominio del odio al objeto en el infante, va a provocar excesivas introyecciones identificatorias con el objeto odiado, provocando una disminución del amor o de la estima por sí mismo, o si se quiere una disminución de la autoestima en el sujeto. Cuando el odio al objeto se convierte en odio a sí mismo, se da inicio a las manifestaciones sintomáticas de un estado depresivo. Si la historia del desarrollo temprano del sujeto ha mostrado dificultades adicionales, es posible que este tipo de sujeto funcione con un predominio de mecanismos mentales primitivos con serias dificultades en la capacidad de discriminación del sujeto con el objeto (discriminación self/objeto). Esto lleva a la pérdida de la capacidad de alteridad y a la tendencia a la fusión objetal, lo cual unido a la ausencia o disminución de la autoestima, nos explica la intensidad y fijeza de algunos estados depresivos. 4.3.

La experiencia del fracaso

Las experiencias ulteriores de la vida, que incluyen las experiencias subjetivas de éxito y de fracaso en cualquiera de sus formas: fracaso escolar, amoroso, profesional, familiar, financiero, pérdida de la belleza, pérdida y mutilación de órganos, que introduce en la escena, la ficción de la castración imaginaria. El fracaso vivido (experiencia subjetiva) puede contribuir a desencadenar la

presencia del odio que ya pre-existe en el sujeto. Por vía de la envidia y de los celos el sujeto va a odiar al objeto. En mi opinión la energía para el odio, que en último caso puede provocar la muerte del sujeto, proviene de la pulsión de vida y no de la pulsión de muerte. Por lo tanto siempre me encuentro en desacuerdo con el cliché repetido una y otra vez, de que un acto suicida no es más que la pura expresión de la pulsión de muerte.

4.4.

La desesperanza

La desesperanza refiere a la renuncia del sujeto de ser amado por el otro. Si el odio al otro, que debido al mecanismo del regreso de lo proyectado, termina siendo odio y desprecio a sí mismo, y este mecanismo coincide o es simultáneo con el sujeto en estado de desesperanza, que refiere como hemos visto a la renuncia de ser amado por el otro, este odio a sí mismo, va a ofrecer la energía necesaria para mantener este estado depresivo. El sujeto que renunció a ser querido por el otro y el otro como objeto odiado (objeto internalizado) mantiene esta dialéctica de desesperanza. 5. LOS PRINCIPALES CONCEPTOS ESBOZADOS POR FREUD EN SU EXPLICACIÓN DINÁMICA DE LA MELANCOLÍA SON:

5.1.

Ambivalencia: Pertenece a lo reprimido. La pérdida supone sentimientos de amor (desea continuar con la unión libidinal LibidoObjeto) y odio (desea la pérdida del Objeto, e incluso puede ser el causante de la pérdida, desligando Libido de Objeto). El Odio recae sobre su Yo (como sustitución de Objeto) "calumniándolo, humillándolo, haciéndolo su- frir" (Freud, 1915; p. 2096). Esta lucha amor/odio

permanece a nivel inconsciente. La ambivalencia puede referirse también a la elección de Objeto.

5.2.

Identificación del YO con el objeto: En base a este mecanismo Freud explica la contradicción entre la Pérdida sufrida y el efecto de la pérdida sobre el propio Yo. La Libido no fue desplazada sobre otro Objeto, sino retraída al Yo. La identificación del Yo con el Objeto abandonado sustituye la carga erótica, y en consecuencia la relación erótica no puede ser abandonada a pesar del conflicto Sujeto Objeto. El amor por el Objeto es susti- tuido por la Identificación. Esto implica que la energía de fijación al Objeto erótico tiene que ser grande y que haya escasa resistencia de la carga de objeto. Freud cita a Otto Rank, para quien esta contradicción parece exigir que la elección de objeto se haya efectuado sobre una base narcisista:

"La identificación narcisista con el Objeto se convierte en sustituto de la carga erótica, a con- secuencia de la cual no puede ser abandonada la relación erótica. Esta sustitución del amor al ob- jeto por una identificación es un importante mecanismo en las afecciones narcisistas" (Freud,1915, en O.C. p. 2095)

Sí esto es así la predisposición a la melancolía dependerá en parte del predominio de una elección de objeto de tipo narcisista. Esta cuestión va a ser objeto de una importante controversia posterior, particularmente por que en este caso se daría la

regresión de la carga de objeto a la fase oral de la libido, perteneciendo por tanto al narcisismo. La me- lancolía resulta del cruce entre el proceso del duelo y el proceso de la regresión de la elección de objeto narcisista al narcisismo. 6. COMO ACTUA EL YO EN EL DUELO Y LA MELANCOLIA En el duelo nos explicamos la inhibición y la falta de interés por la labor de duelo, que absorbe el yo. La pérdida desconocida, causa de la melancolía, tendría también como consecuencia una labor interna análoga, a la cual habríamos de atribuir la inhibición que tiene efecto en este estado. Pero la inhibición melancólica nos produce una impresión enigmática, pues no podemos averiguar qué es lo que absorbe tan por completo al enfermo. El melancólico muestra, además, otro carácter que no hallamos en el duelo: una extraordinaria disminución de su amor propio, o sea un considerable empobrecimiento de su yo. En el duelo el mundo aparece desierto y empobrecido ante los ojos del sujeto En la melancolía es el yo lo que ofrece estos rasgos a la consideración del paciente. Este nos describe su yo como indigno de toda estimación, incapaz de rendimiento valioso alguno y moralmente condenable. Se dirige amargos reproches, se insulta y espera la repulsa y el castigo. Se humilla ante todos los demás y compadece a los suyos por hallarse ligados a una persona tan despreciable. No abriga idea ninguna de que haya tenido efecto en él una modificación, sino que extiende su crítica al pasado y afirma no haber sido nunca mejor. El cuadro de este delirio de empequeñecimiento (principalmente moral) se completa con insomnios, rechazo a alimentarse y un sojuzgamiento, muy singular desde el punto de vista psicológico, del instinto, que fuerza a todo lo animado a mantenerse en vida.

Tanto científica como terapéuticamente seria infructuoso contradecir al enfermo cuando expresa tales acusaciones contra su yo. Debe de tener cierta razón y describirnos algo que es en realidad como a él le parece. Así, muchos de sus datos tenemos que confirmarlos inmediatamente sin restricción alguna. Es realmente tan incapaz de amor, de interés y de rendimiento como dice; pero todo esto es secundario y constituye, según sabemos, un resultado de la ignorada labor que devora a su yo, y que podemos comparar a la labor del duelo. En otras de sus acusaciones nos parece también tener razón, comprobando tan sólo que percibe la verdad más claramente que otros sujetos no melancólicos. Cuando en su autocrítica se describe como un hombre pequeño, egoísta, deshonesto y carente de ideas propias, preocupado siempre en ocultar sus debilidades, puede en realidad aproximarse considerablemente al conocimiento de sí mismo, y en este caso nos preguntamos por qué ha tenido que enfermar para descubrir tales verdades, pues es indudable que quien llega a tal valoración de sí propio análoga a la que el príncipe Hamlet se aplicaba y aplicaba a todos los demás; es indudable, repetimos, que quien llega a tal valoración de sí propio y la manifiesta públicamente está enfermo, ya diga la verdad, ya se calumnie más o menos.

La explicación dinámica que Freud realizó de los procesos de Duelo y Melancolía podemos resumirla de la siguiente manera. 7. PROCESO DEL DUELO UNIÓN LIBIDINAL Elección Sujeto Objeto. Enlace libido a Objeto; unión Sujeto Objeto. PERDIDA DE OBJETO Muerte o desaparición del Objeto. EXAMEN DE LA SITUACIÓN Examen de la realidad: el Objeto amado no existe.

DEMANDA A LA LIBIDO para que abandone la ligazón con el Objeto. OPOSICIÓN A LA DEMANDA La persona no abandona la posición de la Libido aunque tenga objeto sustitutivo. Esto no se puede realizar inmediatamente, sino deforma paulatina, con gran gasto de tiempo y energía El Objeto perdido continua existiendo en elPsiquismo. Tarea dolorosa: Recuerdos y esperanzas que son punto de enlace de la Libido y el Objeto son repetidamente activados y sobrecargados, para sustituir el Objeto de la Libido. LA REALIDAD SE IMPONE El Yo renuncia al Objeto. El Yo queda libre y exento de inhibición, recupera la libertad de su libido, desligandose del Objeto Perdido. 8. PROCESO DE LA MELANCOLÍA UNIÓN LIBIDINAL Elección de Objeto Enlace de la Libido con el Objeto PERDIDA DE OBJETO La causa estimular puede ser más variada que el Duelo Puede ser pérdida o amenaza de pérdida. De índole material(muerte del Objeto amado) o ideal (pérdida como Objeto erótico) Puede tratarse de una pérdida desconocida (no consciente) EXAMEN DE LA SITUACIÓN Examen de la situación a nivel inconsciente, no de la realidad consciente.

CONMOCIÓN EN LA RELACIÓN OBJETAL: AMBIVALENCIA No se da el desplazamiento de la Libido a otro Objeto. LIBIDO LIBRE Una parte de la carga libidinal se da en Identificación del Yo con el Objeto (abandonado). La otra parte de la carga libidinal retrocede a la Fase Sádica. EL YO ES JUZGADO COMO OBJETO ABANDONADO

Una parte del Yo se

sitúa frente a la otra y la crítica como sí la tomara por Objeto (la pérdida de objeto se transforma en una pérdida del YO). HOSTILIDAD El conflicto YO Objeto amado se transforma en NO CONSCIENTE disociación entre la actividad crítica del Yo y el Yo modificado por la identificación. Por eso los reproches con los que el paciente se abruma corresponden al objeto erótico y han sido vueltos contra el propio Yo. También se dan los reproches referidos realmente al Yo que sirven para encubrir los restantes y dificultar el conocimiento de la verdadera situación. No hay verdadera vergüenza en lo que se autoatribuyen porque esta disfraza una heteroatribución (La mujer que compadece al marido por hallarse ligado a un ser tan inutil como ella, reprocha en realidad al marido su inutilidad). EL YO SE IMPONE AL OBJETO Freud ignora cómo se produce, pero apunta dos posibilidades: El proceso llega a término en nivel inconsciente, una vez apaciguada la cólera del Yo. Abandona al Objeto por considerarlo carente de todo valor.

9. ¿LA MELANCOLIA TIENE LAS MISMAS CARACTERISTICAS QUE EL DUELO?

SEMEJANZAS * Sensación dolorosa de abatimiento por una pérdida. * Falta de interés por el mundo externo. * Pérdida de la capacidad de amar. * Inhibición de la actividad.

DIFERENCIAS * En la melancolía hay además disminución de la autoestima dando lugar a autorreproches y a expectativas irracionales de castigo. * El melancólico tiene una noción muy vaga de la naturaleza de su pérdida y es incapaz de reconocer la causa de su abatimiento (Aún cuando sabe qué ha perdido, no sabe lo que ha perdido con ello; se trata de una pérdida interna e inconsciente.

10. LA DEPRESIÓN DESDE J. LACAN Lacan plantea que los afectos engañan porque van a la deriva, que el único afecto que no engaña es la angustia (porque muestra la confrontación del sujeto con el deseo del Otro). El afecto depresivo no se puede resolver si no se pone "en causa". La depresión puede estar vinculada a una pérdida cuyo duelo no se termina de realizar. El sujeto, en lugar de admitir la pérdida del objeto y lo más propio que el objeto arrastró consigo, se ahoga en un estado depresivo que no lo confronta con lo que resulta insoportable asumir: la pérdida del objeto y la falta que queda de su lado. En este sentido la época ofrece alegremente el fármaco que brinda una "indiferencia narcótica", una especie de casquillo metálico que regula las funciones y en lugar de confrontarlo, lo aísla de los afectos. Desde otra perspectiva, el afecto depresivo muestra la devaluación, la desvalorización fálica del sujeto en relación al deseo del Otro. El sujeto se siente

en menos, pierde el lugar que lo sostenía en el Otro, ya no es lo que era en el Otro y padece una herida narcisista que lo sume en un estado depresivo porque no encuentra un soporte identificatorio por fuera del que el Otro le brindaba. Esto es el correlato del desfallecimiento del deseo. Frente a la dificultad para sostener el deseo, más allá de la pérdida de aquello que lo sostenía, el sujeto contemporáneo encuentra, paradójicamente, un refugio en la depresión. Encuentra un nombre que le permite identificarse y le da un lugar "soy depresivo" y, a la vez, lo fija a un malestar del cual goza sin poder saber nada.

Jacques Lacan sitúa la depresión en el registro de la cobardía moral, la relaciona con el deber del bien-decir o de reconocerse en el inconsciente. ¿Cómo podemos entender esto? En principio, se trata de una dimensión ética que debemos situar en el registro del bien y el mal, de la verdad subjetiva; no en el registro de una dimensión psicológica que permitiría acceder a una especie de "felicidad no responsable". La cobardía moral es no poder sostener el deseo, no poder anudar el deseo con su causa, no conducir la propia vida en el sentido en que uno quiere (sino por mandatos), no poder hacerse responsable de los propios actos. Aunque sostener el deseo no sea fácil (es más fácil entregarse al goce), la renuncia al deseo comporta un afecto depresivo, porque dicha renuncia se experimenta subjetivamente como culpa. El afecto depresivo surge cuando el sujeto no consigue hacerse amar por el propio ideal (Ideal del yo), puesto en el otro. Graciela Sobral 11.

FREUD Y LACAN

Freud aborda la cuestión en "Duelo y melancolía"[1]. Los afectos depresivos acompañan el trabajo de duelo, que tiene por función simbolizar la pérdida del objeto y operar una redistribución de la libido. La pérdida del objeto, así como la conclusión del trabajo de duelo, alivia al sujeto del peso de este objeto. Pero cuando el sujeto no logra realizar esta pérdida, efectuar esta separación, sufre efectos depresivos. Es de este modo, por otra parte, que Freud presenta esta lucha del yo y del objeto: o bien el yo triunfa a través del duelo, o bien es la sombra del objeto que cae sobre el yo, y es la melancolía. El sujeto se encuentra entonces identificado al objeto como desecho, rechazo; el objeto no funciona para él más que como objeto de goce con el cual se confunde, y no como objeto causa del deseo. El objeto no es más separable, no entra más en el juego de conjunción-disyunción, es puro lastre de goce en la melancolía, o se encuentra fuera de función en el acceso maníaco.

Lacan, en "Televisión", trata la cuestión del afecto con la serie: angustia, tristeza y gay sÞavoir. La tristeza, que se califica, dice él, de depresión, "es simplemente una falla moral, […] una cobardía moral, que no cae en última instancia más que del pensamiento, o sea, del deber de bien decir o de reconocerse en el inconsciente, en la estructura"[2]. Y agrega: "[…] por poco que esta cobardía, de

ser desecho del inconsciente, vaya a la psicosis, es el retorno en lo real de lo que es rechazado, del lenguaje; es por la excitación maníaca que ese retorno se hace mortal." Dicho de otro modo, se trata de una sustracción, de una falta simbólica, de una renuncia del sujeto que cede en su deseo frente al goce, que deja lo simbólico para dejarse llevar al goce, y esto lo afecta bajo el modo depresivo. Y cuando, más allá de la cobardía moral, es el Otro quien es dejado en lo que es entonces un puro rechazo del inconsciente, el afecto deviene trastorno del humor. 12. UNA CLÍNICA DIFERENCIAL DE LA DEPRESIÓN Hay tantos hechos clínicos, como modos de funcionamiento diferentes; por esto la necesidad de un abordaje diferencial de la depresión, que es la del psicoanálisis; por eso también la difracción del significante "depresión" en la clínica freudiana y lacaniana: duelo, angustia, inhibición, pasaje al acto, rechazo del inconsciente, melancolía, derelicción, tristeza, cobardía moral, asco de sí, dolor de existir, por no citar sino algunos de los términos que reflejan diferentes aspectos que asumen las depresiones. La clínica psicoanalítica tiene entonces que dar cuenta en términos de estructura de cada una de las muy diversas formas de depresión que encuentra, es decir que se debe elaborar cómo cada sujeto se inscribe, con su sufrimiento, en modos de funcionamiento articulables. Esto atañe, por ejemplo, a las maneras en las que el sujeto se sostiene en la función de la castración, en la que él sitúa su relación al objeto, o también en la que él se posiciona en cuanto al Otro, y esto tanto en lo que concierne a la queja que, llegado el caso, lo lleva al psicoanálisis, como los efectos depresivos que pueden producirse en el curso de la experiencia analítica misma. 13. FELICIDAD DEL SUJETO Y DEPRESIÓN El abordaje que será desarrollado aquí, parte de la interrogación formulada, en el curso del trabajo preparatorio a estas Jornadas, por Serge Cottet y Éric Laurent: "No hay "la depresión", pero ¿hay un real de la depresión? Lo que podríamos reformular en estos términos. Primero, ¿el ser hablante estaría estructuralmente predispuesto a la depresión, y el sujeto no encuentra en el afecto depresivo su

felicidad, es decir el plus-de-gozar en el que se sostiene? Segundo, ¿en qué goce y depresión son solidarios, lo que es, parece, especialmente manifiesto en nuestro mundo contemporáneo? O aún más: por un lado, ¿la depresión no aporta al sujeto un goce del que se satisfaría particularmente bien? Y por otro lado ¿sostenerse en el goce no se paga con depresión? Cuando el sujeto cede en su deseo por el goce, se deprime; es la depresión estructural de la neurosis, versión de la cobardía moral, son los trastornos del humor en la psicosis cuando este ceder va hasta el rechazo del inconsciente. Cuando el sujeto cede en su goce, en el registro del duelo, de la pérdida de objeto, o de la mutación de goce que se produce al fin del análisis, ante el trabajo de simbolización que se necesita, el sujeto se deprime. El sujeto sufre bajo el modo depresivo, de su alienación al Otro. Pero que él se encierre en el registro del Uno, es el aburrimiento del sujeto moderno. Entonces, ¿el ser hablante estaría por estructura predispuesto a la depresión, o es lo propio del sujeto moderno? La depresión es un fenómeno moderno, al menos por la extensión que ha tomado este significante, contemporáneo al nacimiento del psicoanálisis. Sin embargo, los afectos depresivos han existido siempre, y no solamente en las sociedades tocadas por el discurso de la ciencia. Mencionemos, por ejemplo, el famoso fiu de las civilizaciones de Oceanía, que cada uno respeta y que conquistó un estatuto reconocido por la sociedad. La cuestión merece entonces ser planteada de otra manera: el sujeto ¿estaría estructuralmente predispuesto a la depresión por el hecho mismo que hay falta de significante y de ser, o al contrario por el hecho de que algo viene a colmar dicha falta? Porque sin embargo, Lacan insiste, el sujeto es feliz. Citemos "Televisión": "El sujeto es feliz". Es incluso su definición puesto que no puedo deber nada sino a la suerte (heur), dicho de otra manera a la fortuna, y que toda suerte le es buena para lo que lo mantiene, o sea para que él se repita."[5] El sujeto es feliz en todas las modalidades de su encuentro con el objeto, ya sea bajo el signo de la angustia, de la tristeza o del gay scavoir, porque este objeto no es otro sino lo que presentifica el plus-de-gozar en el que se sostiene, el objeto perdido que busca reencontrar en la repetición. El afecto depresivo es una de las modalidades de cierto encuentro con el objeto, y por consiguiente, con el modo de goce. Y si los sujetos, en nuestras sociedades

modernas, son tan sensibles, justamente, ¿esto no se debe, como lo observa Lacan, siempre en "Televisión", al extravío y a la precariedad de nuestro modo de goce contemporáneo, "que desde ahora, no se ubica más que del plus-degozar"? 14. EL PLUS DE GOZAR CONTEMPORÁNEO La función del plus-de-gozar, Lacan la construyó, de acuerdo al modelo de la plusvalía, en su Seminario "De un Otro al otro" en noviembre de 1968" y lo desarrolló en el Seminario siguiente, El reverso del psicoanálisis, en 1969 y 1970. Lo introduce de la siguiente manera: para el ser hablante, por el hecho mismo que habla, el goce se encuentra aparejado al significante y por esto mismo debe plegarse a la renuncia forzada a un goce, a partir de entonces mítico, el goce sexual, aquel que escaparía a los desfiladeros del significante, que se encuentra interdicto al ser desde el momento en que habla. Remarquemos que es la definición lacaniana de la castración. La repetición, que llama al retorno del goce perdido, es la marca de esta pérdida. Pero queda un goce residual, que pasa por el lenguaje, que entonces es solidario de la función del deseo. Es el goce pulsional, el que falla el objeto pero que porta la marca. Es este que Lacan designa plus-de-gozar, que suple la pérdida, que compensa, que es una ganancia recuperable . Pero cuando se tiene, este goce en más, urge despilfarrarlo, agrega Lacan. Dicho de otro modo, este plus-de-gozar que anima al sujeto, es de lo que él se sostiene; es necesario para que la máquina marche, señala Lacan en "Radiofonía", en la misma época. Pero no demasiado: porque entonces el sujeto queda librado a la glotonería de un superyo feroz que exige de él que renuncie a esta satisfacción pulsional y entonces ceda en su deseo; es precisamente, la causa misma del malestar en la cultura tal como Freud lo analiza.

El análisis de Freud es extremadamente claro; para él, la vía de la civilización está trazada por esta ética del Superyo, que constituye una tentativa terapéutica interna a la civilización, y que se funda en la renuncia, dicho de otro modo, en un

"ceder en su deseo". Esta renuncia a la pulsión, al goce de la pulsión, que es la exigencia de este Superyo, Freud muestra, que lejos de apaciguar esta exigencia, por el contrario la refuerza. Pese a la renuncia, él dice, el deseo persiste y no puede ser disimulado al Superyó , a partir de esto se desarrolla un sentimiento de culpa, lo que explica por ejemplo que la severidad de la conciencia moral es tanto más grande cuanto más virtuoso es el sujeto. Allí entonces, se aloja esta glotonería del Superyo que no se nutre sino de estas renuncias a un goce pulsional, a este goce en más, plus-de-gozar del que el sujeto debe efectivamente separarse. A esto se conjugan los efectos de la ciencia que vienen en su colusión con el liberalismo capitalista a socavar los fundamentos del discurso del amo. Jacques-Alain Miller desplegó esta indicación de Lacan, que figura en particular en su "Nota Italiana", en su curso El Banquete de los analistas en 1990. Recordemos lo esencial de su desarrollo. La subversión así introducida por el sujeto que viene a la posición de amo, tiene por consecuencia el desmoronamiento de la función reguladora del goce, del discurso del amo. El amo sustraía al sujeto el plus-de-gozar, haciendo de barrera al goce, manteniendo al sujeto siempre a distancia de este plus-de-gozar, siempre deseante y a la espera de una posible satisfacción por venir. Esta función de parapeto, que limitaba las posibilidades del sujeto de caer bajo el imperativo Superyoico que fuerza a ceder en su deseo, es así sustraída por la alianza de la ciencia y del liberalismo, que permite al sujeto recuperar el plus-de-gozar. Plus-de-gozar mismo alcanzado por esta ciencia que hace entrar el fantasma en lo real, y súbitamente desarreglado. De ahí esta precariedad de nuestro modo de goce, que solamente se sitúa de ahora en más del plus-de-gozar, de un plus-degozar además desarreglado. Ciertamente, el sujeto puede rechazar este plus-de-gozar en la elección ética de una abstención desesperanzada, como lo notaba Colette Soler, al evocar "estos deprimidos[…], los anoréxicos del año 2000, los nauseosos del plus-de-gozar,

ready made de la época"Pero que haga la elección de recuperar el plus-de-gozar, la elección de este goce al precio de su deseo, los afectos depresivos, serán también el índice de ello.