Autismo Infantil Una Clinica Desde El Psicoanalisis

Gloria Annom Autismo infantil U na clínica d e sd e el p sic oan álisis A n n o n i, G lo ria A u tism o in fa n til:

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Gloria Annom

Autismo infantil U na clínica d e sd e el p sic oan álisis

A n n o n i, G lo ria A u tism o in fa n til: u n a clínica d e sd e el psicoanálisis. - l a e d . - R o sario : H o m o S ap ien s E d ic io n e s, 2011.

216 p . ; 22x15 cm , - (P sicoanálisis) ISBN 978-950-808-633-4 1. P sico an álisis. 2. A u tism o . L. T ítu lo C D D 150.195

© 2011 • H o m o S apiens E diciones S arm iento 825 (S2000CM M ) Rosario | Santa Fe | A rgentina Telefax: 54 341 4406892 ¡ 4253852 E -niail: editarial@ hoiTiasapiens.com .ar P ágina w eb: w w w .ham osapiens.com .iir Q ueda hecho el depósito que establece k ley 11.723 P ro h ib id a su rep ro d u cción total o parcial ISBN N ° 978-950-808-633-4 Esta tirada de 500 ejem plares se te rm in ó de im p rim ir en m arzo de 2011 en A RT de D aniel Pesce y David Beresi SH. | San Lorenzo 3255 Tel: 0341 4391478 | 2000 Rosario | Santa Fe | A rgentina

Indice

P

rólogo

.

Elsa C o ria t ............................................................................................................... 7

A g r a d e c i m i e n t o s ..................................................................................................................... 11 In

C

t r o d u c c ió n

a p ít u l o

............................................................................................................................. 15

I.

E stad o ac tu a l del c u a d r o ..........................................................................19 C

a p ít u l o

II.

«En la h u ella de L a c a n » ........................................................................... 79 C a p it u l o III,

N u e stra p ro p u e sta de u n a clínica del au tism o desd e el psico an álisis .............................................................................JJl

Capítulo IV. A m o d o de c o n c lu s ió n ............................................................................199 B ib l io g r a f ía

g eneral

.........................................................................................................2 1 )

B i b l i o g r a f í a b á s i c a ............................................................................................................. 213

Prólogo

P ara p o d e r u b icar la d im e n sió n que le a trib u y o al lib ro de G loria A n n o n i, necesito com enzar por recordar un pequeñísim o recorte de m i p ro p ia historia en relación al tem a. H ace ya diez años — en ju lio de 1999— tuvo lugar la R eunión Lacaniana de psicoanálisis de Rosario. Para esa o p o rtu n id ad , presenté un trab ajo titu lad o A utism o al día de hoy, que com enzaba diciendo: «El autism o ya no es lo que era. H a quebrado su espléndido aislamiento y hoy en día es posible encontrarlo por doquier». M e preguntaba enton­ ces a qué se 1c estaba em pezando a llam ar «autism o» en ese m o m en to y para com enzar a trabajar la respuesta a esa pregunta m e dedicaba a hacer un pequeño recorrido por algunas Mbreiiaspara ver cuál era la biblio­ grafía que se ofrecía y qué se decía al respecto. En m i texto m enciono los tres títulos dignos de ser n o m brados en tanto representantes de las posiciones clínicas en danza— psicoanálisis y/o N europediatría— ■,pero lo que no llego a decir es la sorpresa que experim enté en ese m om ento ya que, m ás allá d é lo s textos citados, ¡poco y n ad a era lo publicado sobre au tism o a pesar de todo lo que esa palabra circulaba! Yo n o lo sabía todavía, pero com enzaba a sospecharlo: era un m o m en to de giro en la clínica en relación a los problem as del desarrollo infantil; u n giro que, en m i lectura y experiencia, n o viene im plicando un avance sino un retroceso, un retroceso en la discrim inación diag­ n ó stica «oficial» (q u iero decir, la que m ás se ha exten d id o en la cul­ tura del m o m en to ) y en las consecuencias clínicas que la acom pañan. Diez años después, la falta de bibüografía de ese entonces h a sido sustituida p o r una incontable cantidad de publicaciones. Al día de hoy, si en algún buscador déla WEB (Google, Yahoo, etc.) escribim os ya sea «autismo diagnóstico», ya sea «autismo tratamiento»,

nos en co n tram o s que casi dos m illones de lugares se refieren a cada uno de esos tem as; sólo en El rincón del vago es posible en c o n trar 41 cursos de autism o gratis (sic). ¿Por qué detenernos, entonces, a leer el Autism o infantil de Gloria Annoni? P o rq u e n o se trata de un lib ro hecho del copiar-pegar de n u es­ tros tiem pos, ni siquiera en los párrafos de sus num erosas citas. Se trata de un libro que nos ofrece un panoram a com pleto de Lo que el autism o significa en nuestro días y de lo que los principales autores han escrito sobre el tema, pero donde cada renglón de lo presentado ha sido selec­ cionado y elaborado desde num erosas décadas de experiencia de c o n ­ sultorio propio y de experiencia institucional y de equipo, trabajando con todas las edades y con to d o tipo de problem as. Específicam ente, en lo que se refiere a au tism o y psicosis infantil, incluyendo a niños con o tro tipo de patologías orgánicas agregadas, no m u ch o s son los profesionales en el m u n d o que hayan podido recorrer u n a casuística tan diversa, so steniéndolo a lo largo de tan to s años, m u y en especial a través de su participación co m o D irectora (y tran sfo rm ad o ra) del C en tro de Día «Dr. L anfranco Ciam pi» (ex Escuela de A daptación). C ada renglón ha sido escrito desde esa experiencia y desde u n a experiencia docente que se inició com o m aestra en una escuelita rural del Chaco — de donde la autora es o riunda— , pasando por la Facultad de P sicología d e R osario — d o n d e se recib ió de P sicóioga y d ictó diversas m aterias— siguiendo en la Facultad de M edicina de Rosario — d o n d e g an ó el c o n c u rso co m o p ro feso ra titu la r de la cáted ra de P siquiatría N iños (¡ella!: m ujer, psicóioga y c h a q u e ñ a ...) — y, en u n o rd e n jerárq u ico , llegando a ocupar el lugar de P rim er D ecana de la Facultad de Psicología de Rosario. Paralelam ente — y desde hace casi dos décadas— , ha venido p a r­ ticip an d o com o m iem b ro de la Escuela S igm und Freud de R osario, do nd e ha dictado sem inarios, trabajado en carteles, presentado tra b a ­ jos escritos y participado en todo tipo de trabajo de Escuela, incluyendo su participación en C om isión Directiva. M ultifacética Gloria A nnoni, su poblado currículum no term ina de dar cu e n ta de sus enciclopédicos c o n o c im ie n to s n i d e su cálida sencillez. Hace falta escucharla personalm ente para distinguir cóm o la sigue acom pañando su provincia de origen en la m odulación de su voz, pero, b ajo o tra fo rm a, lo m ism o se p u ed e p e rc ib ir en los p árrafo s m enos form ales que entretejen este libro y le dan su calor.

Lo q u e hoy se presenta com o libro fue originalm ente la tesis que le p erm itió a G loria acceder al títu lo de D octora en Psicología, pero para llegar a su form a actual, para llegar a ser un libro apto para todo aquel q u e se interese en el tem a, ha sido largam ente trabajado, n o en c u a n to a las ideas q u e tra n s m ite , q u e so n las m ism as, sin o en su m an era de presentarlas, es decir, en su redacción. Si bien el título com pleto es A utism o infantil. Una clínica desde el Psicoanálisis, u n o de sus m érito s principales es hacer p resen te que, especialm ente para los niños con serios problem as en su constitución com o sujeto, se hace necesario que el psicoanalista trabaje en una clí­ nica in terd isciplinaria; clínica interdisciplinaria que, a su vez, nece­ sita im prescindiblem ente de lo específico que el psicoanálisis, en espe­ cial a través de la presencia de] psicoanalista, aporta. Los psicoanalistas tenem os un sillón para sen tarn o s p o r detrás del diván p ero no tenem os u n a toga que nos identifique cuando tra ­ bajam os en la extensión en genera) o con niños en particular. En esos casos, tal vez se pueda reconocer a un analista p o r las m odificaciones que provoca. Este libro no cuenta con varita mágica: para p ro d u c ir m odifica­ ciones requiere de un trabajo de lectura p o r parte del posible lector; pero a diferencia de m uchos otros textos sobre el m ism o tem a, quien efectivamente se tome el trabajo de leerlo, seguram ente, podrá com en­ zar a o p e ra r tran sfo rm acio n es so b re aquello que, para algunos, es inm odificable p o r definición: el autism o infantil. E lsa C

o r ia t

Agradecimientos

La Tesis D octoral de la cual surgió el presente libro está dedicada in memoriam a René Carlos A nnoni, ya que es m i principal y prim er refe­ ren te sobre el tem a. En innum erables atajos y encuentros con él a lo largo de mi an á­ lisis personal, puedo decir que, con algo angustiante y difícil de sobre* llevar com o fue m i infancia, adolescencia y algunos años adultos con un «herm anito diferente», lejos de convertirse en síntom a, se co n v ir­ tió en el pro yecto y o b ra m ás q u erid o s, m ás apasio n an tes con cada u n o de mis pacientes, y sobre todo, haber logrado que la tradicional Escuela de A daptación d ependiente de la C átedra P siquiatría N iños de la F acu ltad de C iencias M édicas de la U niversidad N acional de Rosario, se transform ara, en base a m i Proyecto y fandam entación, en el C en tro de Día «Lanfranco C iam p i» .1 Esto no hubiera sido posible de no co n tar con la co m p ren sió n y apoyo de los m édicos profesores que conform aban c o n m ig o 2 el Departam ento M aterno Infantil, fundam entalm ente su Director: Profesor Adalberto E nrique Palazzi, y el entonces D ecano Dr. Juan M arro, que lam en tab lem ente hace años ya no está entre nosotros. 1. L a n fra n c o C ia m p i, p s iq u ia tr a ita lia n o crea la c á te d ra c ita d a e n 1923, p rim e ra en el m u n d o , c u a n d o a ú n la p s i q u i a t r ía lu c h a b a p o r s e p a r a r s e d e la n e u r o lo g ía . El c ita d o c a te d rá tic o crea las bases de u n a p siq u iatría d in á m ic a y u n a clínica basada e n la in te r d is c ip f in a . F u n d a ta m b ié n el e n to n c e s H o s p ita l d e A lie n a d o s d e p e n ­ d ie n te ta m b ié n d e la F a c u lta d q u e h e c itad o . 2, S ie n d o g r a d u a d a e n P sic o lo g ía , h o y D o c to ra d a e n la m ism a d isc ip lin a , o b tu v e el c a rg o c o m o P ro fe so ra T itu la r O rd in a ria de P siq u ia tría N iñ o s e n O c tu b r e de 1989 p o r C o n c u rs o A b ie r to O ficial.

C onté tam b ién con el apoyo, pero sobre todo, con el trabajo in­ cansable, entusiasta, tenaz, de la entonces P ro feso ra de E nseñanza Especial y Profesora de Expresión C orporal M aría Isabel M alano, las P rofesoras de E nseñanza Especial A na R odríguez, M ónica Jaime, el M aestro de C arp intería, A urelíano Ferrero y fu n d a m e n talm e n te de la P ro feso ra en A rtes V isuales N idia E lena Elorulli, quien ha h echo algo m uy especial con su trabajo, n o vacilando en la dram atización, p ara lo cual in v itó, en los co m ienzos del m ism o , al acto r R aúl C a­ lan d ra y, entonces vimos al niño «desmañado», indiferente al m undo, em barcarse en insólitas m uestras o guiños de «prestarse algún instante a estar con nosotros» p ara volver a dejamos. A las n om bradas se sum an Susana Costa, P sicopedagogay Ps¡exi­ m o trie isla, A na M aría D oulot, Fonoaudióloga, ios M usicoterapeutas que se acercaron a la C átedra con el único interés de aprender, sobre to d o E n riq u e Nicolaas. A ellos se sum aron los psicoanalistas M arta Utges, C arm en Gómez, R oberto Vinciarelli, H ugo Em ilio Avellaneda, H ugo M elfi y H oracio A ndino. Siem pre conté, con la m edida precisa de lo farm acológico, con la atención de la Psiquiatra Infanto Juvenil Silvia Valongo, y fundam en­ talm ente, de José García Riera, actual P rofesor T itular de la C átedra citada, q u ien tu v o la p acien cia de hacerm e com prensibles los c o n ­ ceptos que puedo m anejar de qu ím ica cerebral y N eurología. En este sen tid o , fue fu n d a m e n ta l trab a jar co n los m édicos P rofesores de ífe u ro a n a to m ía Julio César Jozámi B arreño y José B arrovequio. D ar cu en ta de todo este reco rrid o no hubiera sido posible sin la fo rm ació n en psicoanálisis del inolvidable m aestro Raúl S ciarretta, de m i pertenencia a la Escuela Sigm und Freud de Rosario, a mis alum ­ nos de dicha escuela, quienes, al pretender transm itirles, m e hicieron eco p ro fu n d o de sus preguntas y dudas, du ran te m uchos años. Pero, p ro fu n dizando en el tem a de este libro, fue m i guía, firm e, clara, y p o r m o m e n to s el in te rlo c u to r jam ás so ñ ad o de largos d iá ­ logos sobre u n sesgo clínico, un gesto, Elsa C oriat, m aestra y amiga. Los m om entos vividos con ella h an sido fecundos, certeros en el seña ­ lam iento, rigurosos y, sin em bargo, cariñosos y am enos. Por últim o, no puedo dejar de m encionar a mi m aestro de m uchos años, H éctor Yankelevich, tan generoso tam b ién con su decir sobre la constitución subjetiva y el autism o en particular, desde la óptica de su clínica.

M erece m i agradecim iento y m i afecto M arcos Esnal, ex alum no, legítim o relevo de m i enseñanza, la cual puede ser dejada en tan b u e ­ nas m anos com o las de este buen psicoanalista, com pañero de Escuela de Psicoanálisis y profesor que se to m ó el trabajo de hacer la c u id a­ dosa corrección de la presente obra. Finalmente, debo agradecer a mis nietos, M arina, por la ejecución de todos los esquemas en program as especiales, y Fabricio, a mis sobri­ nos Lisandro y Em iliano, mis m aestros y consultores en com putación en to d o m o m en to , sin lo cual este libro n o h u b iera sido posible.

Introducción

Sobre el b anco de la escuela de piso de tierra, G arlitos m irab a corno perdido, lento, a veces se quedaba dorm ido. A veces llegó a! colm o del desm ayo, nada aprendía, nada podía con el lápiz, nada parecía en ten ­ der a pesar de mis em peños de novel m aestra. P ero yo q u ería que él estuviera con no so tro s, los otros chicos y yo, ap ren d ien d o a leer, escribir, contar, can tar y dibujar. Él tam bién quería. Pero n o podía. Apelé a lo que, en esos tiem pos de m aestra «norm al», m e habían enseñado: ad m inistré u nos tests de «nivel» q u e le adjudicaron a C arlitos un «retraso en su desarrollo»... ¿Pero cóm o era esto?... Si Garlitos cuidaba a su abuela, cam inaba kilóm etros para llegar a la escuela, sabía sem brar, participaba de la «carpida»5 y cosecha del algodón, E ntonces acudí al m édico del pueblo, quien m e dijo: «Averigüe con q ué se a lim e n ta .. . seguram ente a “sus chicos” Ies falta olla». A verigüé... y eso es otra historia. H istoria de lo social, de la salud, de la política, de los pobres, etc. D esde esos años tan lejanos, desde esa p ráctica docente elem en­ tal, el hecho de que algunos niños se desem peñaran m ejor y m ás rápido q u e otro s, hasta estos años plenos de práctica com o psicoanalista de niños, tan to en el ám bito privado com o en el público de la salud, me ha in teresado el n iñ o catalogado co m o «diferente» y, d en tro de ese cam po en particular, aquellos diagnosticados desde e! discurso médico p siquiátrico com o autistas. El n iñ o así llam ado despierta una especie de fascinación. 3. N o m b r e p o p u la r q u e se d a b a a ia -acción d e s a t a r h ie rb a s in d e se a b le s en el su rc o p r e p a r a d o p a ra la s ie m b ra d e a lg o d ó n en el C h a c o .

Ésta es d e un carácter tal que anim a el deseo a incursionar y des­ cifrar el enigm a que parece co m an d a r su «indiferente» paso p o r el m u n d o d o n d e todos nos en c o n tram o s pero que este n iñ o atraviesa sin c o n ta r con nosotros, casi tangencialm ente, con la «m irada» p er­ dida, lejos de los que los m iram os, com o m ás allá de la nuestra, com o ángeles de otros m u n d o s. A dem ás de esta situación u n tan to im presionista sobre el tem a, es atractiva la posibilidad que brin d a el psicoanálisis en la clínica con n iñ o s de casi «descubrir» cóm o se va desplegando lo que llam am os la estructura del sujeto desde esa perspectiva; cóm o se van cum pliendo — o n o — las operaciones que van a culm inar en ese p roducto. Si éste es u n o de los sucesos que hace a dicha tarea tan interesante, m ás apa­ sio n an te se vuelve con estos niños, ya que su situ ació n psíquica no parece resp o n d er al «arm ado» m odelo de subjetividad para el indivi­ d u o co rrien te de esta cultura. Es p o r ello que m e he aventurado en los últim os seis años a escri­ bir acerca de investigaciones realizadas sobre la situación psíquica de los m ism os y los tratam ien to s posibles para lograr cam bios que les p er­ m itan alguna calidad de vida diferente a la existencia en que se encuen­ tran. T area que ocupó y ocupa mi vida a lo largo de cuarenta años. Los ú ltim o s dieciocho, he te n id o la o p o rtu n id a d de estar en la D irección de u n C en tro de D ía d o n d e se atien d en estas patologías, ya que dicho C entro de Día depende de la Cátedra de Psiquiatría Niños de la Facultad de C iencias M édicas. P ero esto tien e su historia: h a ­ biendo ganado el concurso com o Titular de la m ism a en 1989, el C entro citado era llam ado «Escuela de A daptación», p o r el creador d é la C á­ ted ra m en cio n ada, Lanfranco C iam pi, en el año 1923. C am biada ya la realidad del trata m ien to de estas patologías, sobre todo, sus o b je­ tivos, y estos co nform e a m i experiencia desde el psicoanálisis, logré que, desde la perspectiva de los postulados del psicoanálisis y en interdisciplina con otros discursos, se creara, según m i proyecto presen ­ tado en el C onsejo D irectivo de la citada Facultad, el C entro de Día «Lanfranco C iam pi», precisam ente el 29 de ju n io del año 2000. Porque, desde aquel lejano Carlitos, aú n m e conm ueve que estos niños «vengan» a estar en el m u n d o sim bólico, en la cultura. Así, el autism o en la infancia tiene un estatuto en los cuadros de la Psiquiatría Infanto fuvenü, es decir que tiene sus preceptos y reglas. A la dclink ión y descripción del cuadro, com o efecto de ellos, prescribe los !i .ilam icnlos, y $e realizan m últiples investigaciones buscando su Ir.

causa genética o de estructuración de la arq u itectu ra cerebral o de su quím ica, pero ninguna d e ellas ha arribado a criterios tales com o para darle u n a entidad etiológica al autism o infantil desde sus parám etros. P ro p o n g o m o n ta r un estatuto posible desde las coordenadas de! psicoanálisis para lo que llam am os autismo en la infancia. C oordenadas que se organizan por ias operaciones lógicas de la constitución de la subjetividad y de la particu larid ad del caso p o r caso. M i experiencia y m i pertenencia al psicoanálisis, así com o la clí­ nica de los niños autistas atendidos p o r m í, m e han hecho reflexionar sobre el hecho de que n in g u n o de los discursos tiene p reem in en cia sobre el otro a la hora de actuar para m ejorar la posición de cada niño en particular, para ofrecerle la posibilidad de una m ejor calidad de vida. M i deseo es que las luchas por la preeminencia de luí discurso sobre el o t r o —-por ejem plo: tra ta m ie n to neurológico versus trata m ien to psicológico y/o psicoanalítico— n o pierdan de vista al llam ado «niño autista» en toda su com plejidad. Al m enos, que ellas n o obstruyan la posibilidad de en co n trar cam inos para llegar al n iñ o en su singulari­ dad subjetiva. A ún m ás, que se com prenda que los niños con trastornos n eu ro lógicos y/o los que padecen graves deficiencias genéticas son p o si­ bles de tratar desde los postulados de las leyes de la constitución de la estructura de la subjetividad. Leyes que pueden sufrir avatares para su consecución cuando la realidad del cuerpo se im pone; desde esta afir­ m ación, m i posición es que así com o el psicoanalista no debe ignorar ¡os efectos de la realidad del cu erp o de la biología, el neu ró lo g o , el psiquiatra, no deben ignorar que las leyes de constitución subjetiva se cu m p len , a pesar de las realidades biológicas, a u n q u e tal vez u tili­ zando o tro tiem p o q u e el habitual. Los en u nciados en la in tro d u cció n planteando la posibilidad de que se considere la pertinencia d é la coexistencia del estatuto m édicop siq u iátrico para el a u tis m o con el e n tra m a d o que el psicoanálisis plantea para la constitución de la estructura subjetiva en un tratam iento posib le de esta afección en la n iñ ez, son la afirm a ció n fu n d a n te de este lib ro , fru to de m i tesis d o c to ra l, y se so s tie n e n ta n to en una práctica clínica co n secu en te de m u ch o s años, co m o en sus re su lta ­ dos — que se p o n d rá n a consideración en el presente— . T am b ién se fu n d am en tan en el estado actual del cuadro, d en tro de las enferm edades m entales, que el discurso m édico psiquiátrico y neurológico llam an autism o en la infancia.

Capítulo I

Estado actual del cuadro

El discurso m édico Actualmente, y en n uestro m edio, el discurso m édico neurológico re­ clam a desde sus co o rd e n a d a s biológicas y/o genéticas la etiología exclusiva del cuadro del autismo en la niñez.4 Sin embargo, cu an d o en nom bre de sus leyes hace h descripción del co m portam iento de un autista para diagnosticar y planificar tra ­ tam ientos, tom a funciones de la conducta que pertenecen a tradicio­ nales conceptos y descripciones de la psicología. Los campos de la conducta que toman para evaluar sus presuncio­ nes son: juego, sociabilidad, afecto, lenguaje, cognición, m em oria y atención. Lo notable es que, justamente, estas funciones han sido estu­ diadas p or siglos desde la filosofía con descripciones más cercanas al hacer de las personas q u e las conclusiones q u e estos neurólogos nos brindan. También han sido notablemente observadas, medidas y expli­ cadas por Henri W allon y Jean Piaget ’ en el siglo XX tan reciente, y ellos han dado tesis y postulados sobre la organización de estas funciones que son claros, observables y ampliamente comprobados en distintas prác­ ticas del hacer sobre niños: la clínica, y la educación. Asimismo, parece ignorarse nada m enos q u e lo que es el proceso de simbolización, del cual se ocupan distintas disciplinas. Proceso de representar que justa­ m en te nos distingue d e las especies anim ales llam adas inteligentes. 4. Felizmente, aun desde este discurso, en otros m edios se acepta para el cuadro una ambivalencia en su etiología y la interdisciplina para la clínica del mismo. 5. H. Wallon (1879-1963), neurólogo y epistemólogo francés. J. Piaget (1896-1980), profesor en Ginebra y en la Sorbona, epistemólogo y psicólogo suizo.

K anner le da el nombre de «autismo precoz», pasando a nuestros días con el n om bre de «autismo precoz de Kanner»9. Para este psiquia­ tra «dinám ico»10 era un Síndrom e específico, en el cual n o d a lugar alguno a la posibilidad de la alteración genética, química o de la arqui­ tectura cerebral. Pero debe decirse que los descubrimientos de fino cali­ bre de los últim os años con respecto a las neurociencias no form aban parte del conocim iento científico de la época en que K anner hace sus descripciones. A partir de este acontecimiento y durante los cincuenta y tres años transcurridos, debemos decir, sin exagerar, que el campo del autism o infantil es un cam po de controversias, en ei cual podría decirse que cada u no de los actuantes com o terap eu ta de estos niños tien e una teoría al respecto. Esto o c u rre tanto del lado del discurso médico com o desde el campo de los psicoanalistas. No obstante las distintas descripciones y propuestas acerca de cómo se produce un autista, hay algunos puntos en com ún que serán puestos a consideración en este libro, ya que dan apoyatura, precisamente, a la hipótesis de pretender otro estatuto para el autismo infantil, cuando lo consideram os desde los supuestos del psicoanálisis, en cuanto a la constitución de un sujeto. Es necesario decir que antes de la descripción específica q u e h i­ ciera K anner y que da al cuadro una especificidad para los tiem pos de la niñez, o tro s célebres psiquiatras, considerados m aestros de la psiquiatría m oderna de comienzos del siglo XX, habían hecho co m u ­ nicaciones clínicas donde admitían que muchos de sus pacientes esqui­ zofrénicos ly eran desde la infancia. Hablo, nada menos, q u e de Emil Kraepelin" y Eugen Bleuler'2. D urante todo el siglo, a partir de los maestros, se dan las descrip­ ciones más variadas, abundando las clasificaciones y explicaciones de síntom as. Se describen cuadros tales com o: 9. Más adelante, se dará un lugar a la descripción del Síndrome tal com o el autor lo presentara y las variaciones que se le han dado a sus pensamientos y observaciones. 10. Se le daba el nombre de «dinámicos» a aquellos que aceptaban el dinam ism o de lo «intrapsíquico» de las teorías freudianas. 11. E. Krapelin o Kraepelin (1856-1926), famoso psiquiatra perteneciente a la Escuela Germana de Medicina, alumno de W. W undt, autor de la Nosología Psiquiátrica más completa. Toma el cuadro de Morel de «Démence précoce» dando lugar a la diferencia que luego se hizo de Demencia Precoz. 12. E. Bleuler acuñó el término «Esquizofrenia» y señaló, por primera vez, el fenó­ m eno de escisión de la mente, influenciado por las ideas de Freud.

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* Psicosis Simbiótica de M alher. * A utism o Secundario Regresivo. * Psicosis del niño M ayor. Un n iñ o , a su vez, puede pasar de periodos aulistas a psicóticos según estas descripciones. A sim ism o, las conductas q u e K anner había descrito pueden pre­ sentarse en niños con dificultades sensoriales, lo cual constituiría otro g rupo específico, donde la característica autista es efecto de la noxa in stru m en tal orgánica que el n iñ o porta. En éste grupo, conviene in co rp o rar a niños sordos, hipotónicos, ciegos o con visión parcial, con retraso profundo, y con lesión cerebral. T am bién, a veces, a ios que se ha clasificado com o psicóticos y a los estados de demencias infantiles, producidas por innum erables causas orgánicas. T odavía no hay acuerdo acerca de si estas características autistas deben ser o no consideradas d en tro del cuadro clásico que describiera K anner. Entre los autores más actuales para consultar respecto del autismo, tenem os a Barbara Fumeaux y Robers con su libro El niño autista, a Al­ fredo jerusalinsky y su libro Psicoanálisis del Autismo y diversos artícu­ los de los Cuadernos de Desarrollo Infantil del Centro «Dra. Lydia Coriat». Las descripciones contem poráneas siguen siendo tan disímiles y con p u n to s en com ún, que h ac en m ás a la o scu rid ad del tem a en cu an to a d efin ir una entidad etiológica clara, pero ad e la n to las del m edio psiquiátrico y de! m edio neurológico más populares: tenemos desde la Psiquiatría Infanto Juvenil más actual, que niega lo subjetivo, hasta las de Julián de A ju riag u e rra13, considerado el ú ltim o de los psiquiatras humanistas, ya que, no sólo profundizó la psicopatología infantil, sino que incursionó en las patologías mentales de la geriatría, en la genética, neurología y en el psicoanálisis. Filósofo, m atem ático am ante y conocedor de las letras y las artes. Se formó en Francia, donde llegó a jefe del Hospital «H enri Rouselle», lo m ism o de la Clínica de Bel Air en Ginebra, Profesor del Collége de France, de la Universidad de París, Profesor de la Facultad de Medicina de Génova, Dr. Honoris Causa del País Vasco y de Barcelona. 13. Julián de Ajuriaguerra, 1911-2006. Nacido en Bilbao, España.

Julián de A juriaguerra presenta en 1970, en su célebre M anual de Psiquiatría Infantil una serie de distintas descripciones del Síndrom e tales como: •T rastornos PsicóticosPrecoces. • Autism o Precoz en el sentido am plio del térm ino. • D istorsiones Precoces de la Personalidad. • T rasto rn o s de las relaciones con el exterior y trastornos del com portam iento. • T rastornos del curso del pensam iento. • Estados prepsicóticos. Pasaré a hacer algunas consideraciones sobre las afirmaciones de los autores que son los que brindan en la actualidad del discurso m é­ dico toda esta variedad sintom atológica. Además de los aportes del ya m encionado de Ajuriaguerra, están los del profesor D. M arcelli14 cuando hace la revisión de la obra de éste para su actualización, lo m ism o que Josep T o ro '5. A ellos se une Ana M aría Martínez González16. Justo es decir que la obra original de De A juriaguerra cuenta a la fecha con treinta y ocho años de su prim era publicación. A pesar del rem ozamiento del que fuera objeto por parte de los profesores que acabo de nombrar, esta obra sigue siendo, hasta el día de hoy, uno de los expo­ nentes que agrupa, en un solo cuerpo, todos los cuadros psiquiátricos de la infancia y la adolescencia conocidos, al menos en lengua espa­ ñola. Las actualizaciones y/o descubrim ientos de algunos autores sólo son publicaciones aisladas o noticias que aparecen en Internet. La fundam entación para el agrupam iento de «conductas» que se hace en el libro Psicopatología del n iñ o 1' se basa en el hecho de to m ar aquellas que ostentan rasgos de «com portam iento en conjuntos más o menos estables»18 porque, señalan, existe una gran riqueza te rm i­ nológica que enm ascara, a m enudo, realidades clínicas id én ticas... 14. D. Marcelli es Profesor de Psychiatrie de 1’Enfant et de l’Adolescent, coautor dd libro Psicopatología del niño, Masson, Barcelona, 1996. Tercera edición. 15. |. Toro i Trallero, Profesor Titular de Psiquiatría Infamo Juvenil de la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona y Jefe de la Sección de Psiquiatría Infantil Juvenil del Hospital Clinic i Provincial de Barcelona. 16. Dra. en M edicina y Cirugía, Profesora Asociada de Psicología Médica del Depto. de Psiquiatría y Psicobíología Clínica de la Universidad de Barcelona, España. 17. Julián de Ajuriaguerra y D. Marcelli, Psicopatología del niño, Masson, Barcelona, 1996. 18. Ibid., p. 298.

Debo agregar, p o r mi parte, que no se aclara a qué realidad clínica se refieren estos autores. De todas m aneras, es com pleta y rica la diver­ sidad de largas observaciones que ostentan, siendo valiosa la opinión de que reconocen la am bigüedad del repertorio nosográfico y, lo que es más honesto aún, aceptan que, cuando trata del aislam iento y o b ­ servación de u n Síndrom e19, se encuentran ante datos dispares y que llegan a las conclusiones nosográficas, a través de traducir las conduc­ tas observadas a las hipótesis de cada au to r, llegando a decir que se encuentran confrontados a una especie de tautología en las que unas explicaciones teóricas dan cuenta de un Síndrom e que ha sido aislado a partir tle fas prem isas de dichas teorías. Vale la p ena m encionar la visión de Alfredo Regó20 quien dice: «Al profesor De Ajuriaguerra le cabe el honor de ser el prim ero que, en forma original, aborda la problem ática biológica, psicológica y social del n iñ o dentro de una visión totalitaria cuyo m étodo es, por sí mismo, un plan­ te a m ie n to de estudio y una so lu ció n práctica de ese eclecticism o conformista hacia el que fácilmente tiende la P siquiatría. Este planteam iento ha sido posible gra­ cias a la experiencia del a u to r y a la sabiduría con que ha re su elto la discusión científica, solapada a veces y ab ierta en ocasiones, que han m an ten id o en el tra n s ­ curso de los últimos años la N eurología y la Psiquiatría. A n o so tro s no nos cabe n in g u n a du d a de que el c o m ­ portam iento del individuo desde su nacimiento depende de un determ inado m odo de ser en razón de las relacio­ nes q u e se establecen y que, la enferm edad, desde la óptica de las alteraciones de la form a y de la función bio­ lógica, se constituye a su vez en base determ inante de una relación social patológica determ inada»21. 19. Utilizo el térm ino «síndrome» en fidelidad a lo expuesto por los autores y recor­ dando que la primera descripción del cuadro de Autism o Infantil la hace Leo Kanner, utilizando el concepto de síndrom e 20. Autor del Prefacio a la tercera edición española del Manual de Psiquiatría Infantil, de D e Ajuriaguerra, Masson, Barcelona, 1996. Esta edición también fue revisada por A. López-Zea, Psiquiatra del D epartam ento de Terapéutica Conductista de la Clínica M ental de Santa Coloma de Clamanet. 21. La cursiva es mía.

Paradojas de las ciencias producidas p o r el «objeto» de su estudio: cualquier cosa que afecte al sujeto. Éste se le sustrae, no pudiendo llegar a una «clínica» tal que no arroje desigualdades en sus modos de expre­ sión al m odo de u n a enferm edad orgánica. Digo esto porque p o r lo general la dolencia orgánica se m anifiesta de m anera más o m enos uniforme, y las clínicas, para aliviarla, siguen esa uniform idad, m ien ­ tras que, si se tiene en cuenta al sujeto, en las afecciones psíquicas los senderos que deben seguir las clínicas son m ucho más com plicados. Julián De Ajuriaguerra y los profesores que he citado com o revi­ sionistas y actualizadores de su obra, reflexionando en este sentido, adm iten que ta n to las hipótesis de M a rg a re th Malher de «Psicosis Simbiótica», el «Autismo Regresivo» de F. Tustin, como la «Psicosis de expresión D eficitaria» de Roger Mises son p untos de vista de cada autor que subrayan algunos de los datos observados, ya sean sem iológicos, evolutivos, y/o psicopatológicos, a fin de conferir al cam po semiológico la coherencia de la que carece. Justamente, en el cam po m édico es ésta la característica fu n d a­ m ental de las psicosis y autism o infantiles: no hay coherencia en su semiología. Este hecho hace que De Ajuriaguerra proponga un cuadro con las conductas más características halladas en la patología psicótica infan­ til. Indicando al respecto que dicho agrupam iento, im plica necesa­ riamente una cierta arbitrariedad que se explica en la clínica m ediante la m ultiplicidad de form as limítrofes. Insiste en lam en tar que, no ob stan te el agrupam iento logrado, no es posible una equivalencia estricta, puesto que las referencias epis­ temológicas son diferentes o divergentes y, además, los m ism os auto­ res indican form as interm edias en el seno m ism o de la clasificación. Tom ando sobre todo a autores franceses, separan las psicosis pre­ coces de las de la segunda infancia. Estas últim as son llamadas tam bién psicosis de la latencia o de la edad escolar aclarando que tom an el con­ cepto de latencia desde el punto de vista cronológico. P unto de vista inexistente ya que sabem os que Freud, au to r del mismo, lo reservaba para una fase libidinal específica y correlativa al llamado «Complejo de Edipo». Esta situación es sólo una m uestra de las muchas apropiacio­ nes de conceptos del psicoanálisis por pai te del discurso m édico psi­ quiátrico, que no siem pre son tom ados con justicia. En el cu ad ro anunciado, se agrupan com o psicosis precoces el «Autismo Infantil Patológico» de M alher, el «Autismo Prim ario» y

M. Klein, L. Bender, M. M alher, C. Bradley y J. L. Despert. Volviendo al discurso psiquiátrico, es preciso señalar que D. M arcelli y Julián de Ajuriaguerra dedican, en su libro Psicopatología del niño, todo el capítulo 20 a consignar el problem a del discurso m édico con respecto a la predictividad de estas afecciones titulándolo, m uy adecuadam ente, «En las fronteras de la nosografía». Me pareció atinente precisar que desde el discurso médico psiquiá­ trico, con respecto al autism o infantil n o hay precisiones de las lla­ madas científicas o «clínica de la evidencia», com o lo atestiguan los 22. Cuadros presentados en op. cit., p. 299. 23. Tom ando las concepciones freudianas al respecto, especialm ente las desarro­ lladas en «El yo y el ello».

• Psicosis del niño pequeño. • Síndrom e Autista. • Autismo Precoz de Kanner. • O tras Psicosis tem pranas. • Psicosis Atípicas de la infancia. C uando este autor dedica en el libro, un capítulo al autismo en la infancia, lo hace confiando el mismo a una psicoanalista, corría el año 1987. Algo produce q ue en 19962i haga un giro tal que proponga sólo una etiología orgánica para el autismo. Sin embargo, com o se ha consignado anteriorm ente, cuando debe describir las conductas que se le suponen características al autista lo hace tom ando funciones de representación tales com o el juego, sociabilidad, afecto, lenguaje, cognición, m em oria, atención, sistem a m otor y sis­ tem a sensorio-perceptual. Voy a proceder, antes de analizar cada uno de los ítems tom ados por la neurología para describir la conducta de un autista, a analizar la descripción que Natalio Fejerman da como etiología orgánica del mismo. C uando proceda a analizar los ítems dados com o característicos del autism o en la infancia, lo haré de manera general desde los postula­ dos del psicoanálisis para explicar la organización de lo que, desde ese discurso, entendem os p o r sujeto y por estructura de la subjetividad. 24. N. Fejerman y E. Fernández Álvarez, Fronteras entre Neuropediatría y Psicología, Nueva Visión, Buenos Aires, 1987. 25. N. Fejerman, M. Massaro y V. Ruggieri, Autismo infantil y otros trastornos del desarrollo, Paidós, Buenos Aires, 1996.

Para proceder luego, en la segunda parte de este trabajo, a hacerlo de m an era más m inuciosa, ya que se plantearán las hipótesis sobre el autism o en la infancia desde los postulados del discurso citado. En el libro citado Natalio Fejerman dice que: «el Autismo no es una enfermedad, no es u n a condición con un*»etiología bien definida (...) del m ism o m odo que la dem encia, el A utism o es un Síndrome de dis­ función neurológica que se manifiesta e n el área de la conducta». In ­ m ediatam ente advierte que: «Un diagnóstico de Autismo o de dem en­ cia no dice riada de su causa o etiología. P ero im plica que un sistema cerebral específico aún indefinido es disfuncional y que esa disfunción es responsable de los síntom as clínicos que se to m an en cuenta para el diagnóstico»2'1. Luego, Fejerman insiste con que: «Aunque la com prensión de la fisiopatología de la dem encia está progresando, continúa incompleta; las investigaciones sobre autism o infantil se encuentran en un estado aun anterior, con varias hipótesis patogénicas interesantes, pero pocos hechos. Estas hipótesis n o van a ser revisadas aquí». ¿Entonces?... M e pregunto, si no van a ser revisadas las hipótesis (n i enunciadas), si el caso del autismo en la infancia está en un p ro ­ greso m uy anterior del que las neurociencias m ás actuales indican para la D em encia... ¿Por q u é aparece la tan rápida y contundente afirm a­ ción de que c! autism o infantil es una disfunción de un sistema cerebral específico, pero, que a la vez está aún indefinido? Tal vez deban reco­ nocerse, en estas idas y venidas, las dificultades q u e esta patología presenta. Es por ello que m e pareció de utilidad describirlas para co n ­ trib u ir a aclarar cam inos posibles de transitar p o r la interdisciplina. Tránsito que, a su vez, no tiene otro propósito que el de elaborar intervenciones clínicas posibles para m ejorar las condiciones de cali­ dad de vida de estos niños. Con ese propósito, coincido con Natalio Fejerm an en relación a que muchísimas noxas neurológicas y enfermedades genéticas no sólo producen retraso sino tam bién conductas de las denom inadas «autistas». Él mismo dice que m uchas lesiones del cerebro en desarrollo dan com o resultado la em ergencia de una sintom atología autista pero en niños que no son autistas. 26. N. Fejerman, op. cít., p. 16.

Estamos de acuerdo: desde el discurso m édico tam bién se puede decir que una Esclerosis Tuberosa, un Síndrom e de Lennox, una m al­ form ación cerebral y/o las consecuencias de u n a Rubéola pueden pro­ ducir conductas autistas p ero éstas serán una sintomatología secunda­ ria al cuadro orgánico. P ero aún así, desde el discurso del psicoanálisis ap u n to a la posibilidad de la constitución subjetiva en niños que pue­ d an padecer algunas de estas enfermedades según su grado de dete­ rioro del «desarrollo», según su edad, y según «el caso por caso». Volviendo al autor citado para la neurología, Natalio Fejerman, en la parte en que habla de la epidemiología, debe adm itir que no exis­ ten ni siquiera desde lo biológico pruebas confiables para el diagnós­ tico de un autismo y que la mayoría de las veces, el diagnóstico se basa en la historia y en los síntomas. La coincidencia a señalar es que, desde el discurso del psicoanáli­ sis, la historia ha de tener u n lugar de privilegio, y que también nosotros carecemos de coordenadas más o menos fijas para situar la condición de autista. Es precisam ente esta situación la m otivación principal de este libro junto con la propuesta de ciertas herram ientas clínicas dadas de la teoría puesta a fu n c io n a r en este cam po del autism o que se ha señalado. Iniciaré el análisis sobre los ítems que tom a la neurología para sin­ dicar la conducta autista y que enum erara oportunam ente. Juego: se dice que el autista manipula los juguetes y, al mismo tiempo, se consigna que cuando realizan algún juego imaginativo, lo hacen por la repetición de un escenario aprendido reiteradam ente. Las conductas descriptas no tienen las condiciones que la psico­ logía y el psicoanálisis adjudican a la actividad de jugar. Si m anipula, no juega, si repite, puede estar adiestrado, pero no juega, y menos que m enos puede tener un juego imaginativo. Si logra to d o esto, y en la observancia del caso por caso, podem os arriesgar­ nos a decir que ha so rteado su condición de autista, porque para que logre todo lo que acabam os de describir tienen que producirse una serie de operaciones lógicas subjetivas tales com o que: el sujeto se reco­ nozca a sí m ism o y q u e reconozca objetos: para lo cual es necesario fundam entalm ente q u e esté en condiciones de representar, proceso que, com o el de la sim bolización o el de la form ación del concepto,

27. N. Fejerman, op. cit., p. 20. 28. T. Ribot (1836-1916), iniciador de la psicología experimental en Francia. Citado por Federico Quevrat en io s juegos de los niños. La imaginación creadora en los niños, Daniel Jorro, Madrid, 1926.

Sociabilidad: se dice «que una sociabilidad deficiente puecfe variar desde el más com pleto desinterés por las personas que son ignoradas o tratadas com o objetos, hasta un m odo intru­ sivo de repetición de preguntas en un in ten to de m antener la interacción social en m ovim iento»29. O tra vez aquí, se le adjudica cierta intencionalidad al autista que es m uy difícil de sostener si él no lo expresa verbalmente, en el caso de que tenga lenguaje, y lo utilice con intención de com unicarse; con lo cual, también podem os pensar que su posición com o autista ha variado. T am bién se sostiene que: «los niños pueden ser distantes y evadir las m iradas o entrom eterse en el espacio de otros, acercándose d em a­ siado, tocándolos inapropiadamente, besándolos u oliéndolos. Es erróneo pensar que ningún niño autista tiene la capacidad de expresar afecto: m ientras que a algunos los irrita el contacto físico y alejan a quien trata de abra­ zarlos, otros se cuelgan de las personas familiares o hasta llegan a ser indiscrim inadam ente afectuosos con extra­ ños. Por lo general prefieren a los adultos en lugar de otros n iños, lo que quizás sea consecuencia de que aquellos son más tolerantes con los com portam ientos autistas».30 , C oincidim os en la descripción en general desde el pu n to de vista casi fenomenológico de que de esa m anera y de otras puede com por­ tarse un n iñ o llamado autista, pero de allí a adjudicarle intención y preferencias, nos parece riesgoso realizar una generalización. Por lo cual, lo m ism o que cuando se habla de las características de un niño sano de cualquier edad, debem os recurrir a pautas consagradas por lo estadístico que no señalan la singularidad de cada sujeto. Afecto: desde el discurso neurológico se describe que: «sólo una parte de los niños autistas son nulos o severam ente ais­ lados afectivam ente. El entorpecim iento de la experiencia 29. T. Ribot, op. cit., p. 21. 30. Ibíd., p. 21.

afectiva puede deberse, en parte, al deterioro de sus im p u l­ sos com unicativos y a la decreciente efectividad de las pena­ lidades y premios que m odelan la conducta»31. En esta gene­ ralización se insinúa una causa: el deterioro de los im pulsos com unicativos. Pero, ¿de qué s^trata el im pulso co m u n ica­ tivo? ¿Cuándo comienza? ¿Q ué lo deteriora? • El psicoanálisis tiene hipótesis al respecto y algunas de ellas pue­ den incluso articularse con algunas de las m odernas neurociencias com o se explicará en la parte «Encuentros» de este trabajo. Pero antes, debo decir q u e son muchas las disciplinas — psicología, pedagogía y el psicoanálisis— que consideran q u e el prem io y el castigo sólo pue­ den «m oldear» la conducta de algunos anim ales y aun así el castigo es condenado en nombre de los derechos que los animales tienen desde las agrupaciones que los protegen. Si de niños hablam os, si de hu m a­ nos hablam os, la conducta se organiza desde com plejos procesos de los que se dará cuenta en la segunda parte de este trabajo, procesos que están dirigidos p o r el amor, tendencias pulsionales, el «apego»32 y no el prem io y el castigo. T am bién se afirma en el título de los afectos” que «algunos niños autistas son extrem adam ente ansiosos y tem en a objetos inofensivos com o escaleras, rociadores de agua o determ inados juguetes. C on frecuencia llevan com o sostén — del cual se resisten a separarse— un palo, un pedazo de tela o un hilo. La ansiedad puede ser tan extrem a com o p ara im pedirles enfrentar lo inesperado o co o p erar en situa­ ciones que son amenazantes». Insistiendo en el caso p or caso, el psico­ análisis hace, podríam os decir, pequeñas hipótesis de cada «caracte­ rística» q u e cada niño llamado autista presenta, porque no hay uno «igual» a o tro . Sobre algunas conductas así caracterizadas es que des­ plegaré hipótesis posibles desde las coordenadas del cu erp o teórico del psicoanálisis. C on resp ecto al afecto, se c o n tin ú a diciendo que: «Éste es fre­ cu en tem en te lábil, con lágrimas sin motivo, risa o irrupciones agresi­ vas. El n iñ o pu ede parecer feliz y so n reír m ientras to d o sea hecho en 31. T. Ribot, op. cit., p. 21. Las cursivas son mías. 32. S. Lebovici, El lactante, su madre y el psicoanalista, Segunda parte, Amorrortu, Buenos Aires, 1988. Cita la «Teoría del Apego» de John Bowlby. 33. lbíd., pp. 21 y 22.

sus térm inos; sólo se p ro d u c en berrinches, gritos o com portam ien­ tos autoagresivos si no se hacen las cosas a su m a n e ra ...» .3-1 H abría que ver, en to d o caso, cual es la situación subjetiva en la estructura que produce los com portam ientos señalados, a lo cual tam ­ bién nos dedicarem os en las hipótesis al respecto organizadas desde otras coordenadas. Subrayo «lágrimas sin m otivo», porque en su enigm ático com ­ p o rta m ie n to y no te n ien d o el autista la palabra q u e com unica, no podem os saber, (com o tantas otras cosas), el p o r q u é de su llanto. Si no hallam os una concordancia aparentem ente lógica sobre el aconte­ cim iento y el llanto, por allí, «algo» como algún efecto de sujeto puede estar despuntando en esa manifestación emocional que, efectivamente, para el observador puede descriptivamente no tener un motivo.

La cuestión del lenguaje será am pliam ente tratada en la parte del trabajo en que despleguem os las hipótesis del psicoanálisis.

34. S. Lebovici, op. cit., p. 22. 35. Ibid., pp. 22,23 y 24. 36. El Síndrome lleva el nom bre del m édico vienés Hans Asperger que lo describió por primera vez en 1940. Sin em bargo, se lo conoce oficialm en te recién en el M anual de Trastornos Mentales (DSM IV) en el año 1995.

es una habilidad irre g u la r ya que, según d ato s de Cociente Intelectual, éste puede variar desde una capacidad superior a una deficiencia «profunda», y coexistir u n talen to excep­ cional con una incom petencia m ental total, a lo que el dis­ curso médico ha llam ado «Síndrom e savant» P o r convención, este térm in o savant se ha dejado para aquellos au tistas q u e no son inteligentes p ero m uestran so rp re n d en tes habi­ lidades com o adivinadoras de acertijos, calculadoras de calendarios, m em o ristaa, con especial ca p a c id a d para la m úsica, el dibujo, los cálculos, y/o habilidades espacio-visuales 8. T am b ién ensayarem os nuestras hipótesis con respecto a estas situaciones desde los postula­ dos de la constitución subjetiva. Si bien el creador del « S ín d ro m e de A utism o Infantil», el Dr. K an n er, no tom ó lo cognitivo co m o d eterm in a n te del cu ad ro , las m ediciones a partir de los años cincuenta com ienzan a hacerse desde ese parám etro: En los años setenta R u tte r39 m arca que el síntom a de lo cognitivo no se excluye del cuadro original de Kanner y com ienza a guiarse por el C.I para el diagnóstico del S ín d ro m e40. S iguiendo con los autores de nuestro m edio, ellos destacan que, según sus observaciones, es m ás frecuente que, en el p atró n de con­ d ucta del cognitivismo, las capacidades verbales estén dism inuidas y que sea la capacidad intelectual de habilidad no verbal la que tiene mejo­ res logros en las pruebas para ese fin. Al m ism o tiem p o , se consigna que se em pobrece el p ro n ó stico para la posibilidad de logro escolar cuando se suma la poca o nula habilidad en la percepción espacio-visual. C on respecto a este «patrón d e conducta» tam bién d arem o s cuenta desde la perspectiva de la constitución subjetiva y sus distintos m om en­ tos operacionales. T am bién el rango alcanzado por el niño en el aspecto de la capa­ cidad intelectual marca, para algunos autores, o tro S índrom e — el ya 37. S. I.ebovici, op. cit., p. 25. 38. En mi opinión, estos niños responden más a la primera descripción del Síndrome Autista hecha por L. Kanner en 1943. 39. Rutter citado por N. Fejerman, op. cit., p, 25. 40. C onsignado por D. V. H. Bishop del Dpto. de Psicología de la Universidad de Manchester, Estados Unidos, en el liritish loitrnal o f Disorders o) Communication. Encontrado en: www.jaynmgs.demon.co.uk/bishop.htm.

m encionado de Asperger— , quedando en la am bigüedad acerca de si se trata de otro tipo de autismo o de una variedad diferente a la des­ cripta p o r K anner. Siguiendo con la descripción, co n respecto a la capacidad in te­ lectual se dice adem ás que aun en los au tistas inteligentes (según m ediciones), «hay u n déficit en la capacidad para im aginar lo que una persona está pensando y experim entando, y cómo su propio com ­ portam iento p o d ría ser percibido p o r otras personas»41. C u an d o se expongan las hipótesis desde el psicoanálisis, se verá que esta situación es explicable p o r el fenóm eno de identificación estudiado p o r Freud. C uando en el diario quehacer clínico se trabaja desde la interdisciplina, el aporte que el psicoanálisis hace al respecto en el caso por caso libra a las fam ilias de frustraciones inútiles en cuanto a las esperan­ zas de escolarización que suele señalar en m uchos medios y en dis­ tintas disciplinas el «ideal» de niño a esperar. Respetando los tie m ­ pos lógicos de su arm ado subjetivo, podem os dar noticias de cuándo y cóm o esto es posible, siempre ateniéndonos al «caso p or caso». Pero, desde el discurso médico, esta situación otorgada al autista de «no darse cuenta» del otro diferente a él, es llamada por O z o n o f y otros, en el añ o 1991, «teoría de la m ente» (citado en el libro que estoy co m en tan d o ); pero no puede saberse, dicen los autores, si la m entada teo ría p u e d e p ro p o rcio n ar u n a explicación satisfactoria del déficit que se está considerando, agregando que, en la llam ada «teoría de la m ente», se sugiere que el m ism o podría deberse a defi­ cientes funciones del lóbulo frontal. P ero n o hay análisis suficientes ni concluyentes al resp ecto 42. £ o m o no hay acuerdo respecto de las fronteras del Síndrom e, se desconoce la distribución real del C.I. en la población autista y cuando los mismos m uestran conductas de cierta «inteligencia» no son inclui­ dos en las investigaciones médicas al respecto. Memoria: se ha constatado, desde este discurso que estam os considerando, que m uchos niños sindicados como autistas tienen una m em oria verbal v/o viso-espacial superior al niño « com ún». A firm ación basada en la ecolalia retardada, la 41. L. Kanner, Psiquiatría Infantil, Siglo Veinte, Buenos Aires, 1989. Cuarta edición. 42. Ibíd., p. 26.

repetición de com erciales de televisión y la habilidad para recitar el alfabeto, por ejemplo, o para repetir historias pala­ bra por palabra. Si bien al discurso m édico le sirven estas conductas del niño p ara hablar de una «m em oria verbal superior», vuelven a constatar que, sin embargo, no tiene la capacidad de comprender nada de lo que está diciendo. En el lugar d e exponer nuestras hipótesis, tam bién señala­ rem os, desdé las coordenadas del psicoanálisis, explicaciones posibles de! por qué.de esta conducta. También estos niños tienen una inusual capacidad para recordar caminos o lugares que han visitado o por los cuales transitan, pero ello no obsta para que no pu ed an retener absolutam ente nada de lo que los educadores tratan de enseñarles, com o si «am bas memorias» estu­ vieran disociadas. Atención: con respecto a esta conducta se señala que los niños son altam ente perturbables, que m anipulan los objetos uno tras o tro sin hacer nada con ellos. A u n q u e se ha observado que algunos parecen tener objetos y o actividades «favoritas», como, por ejem plo: «jugar» con u n a com putadora, estudiar horarios y/o calendarios, o ver un program a de televisión lina y otra vez. C on la característica de rigidez e insistencia en la repetición, m ás una marcada resistencia para cambiar de una actividad a otra. Se dice, desde este discurso, que 110 se sabe si estas dificultades son manifestaciones de ansiedad, o de aten­ ción sobrefocalizada. Esta actitud está m arcada por m uchos estudiosos del Síndrom e desde las posiciones organícistas, como la clave del mismo. Pero ignoran la causa. Sistema motor: el discurso médico señala que el déficit m o to r no constituye un síntom a central del autism o ya que 110 está invariablemente presente y difiere de un niño a otro. Sin em ­ bargo, se indica para las estereotipias un cierto lugar casi u n i­ versal, presente en algún m om ento de la vida del autista y/o en todas las edades dando com o ejem plo que pueden mecerse en la cama antes de dormir, aletear con las manos o tensionar los m úsculos cuando se excitan, patear, balancearse de un pie a otro, aplaudir, entrecruzar los dedos, m anipular una m echa

de cabello o pedazos de telas. Es frecuente que corran o giren en círculos. Con respecto a estas actividades, sehipotetiza la posibilidad de que cum plan una función de átftóestim ulación, pero señalan que debiera investigarse la posibilidad de que dichas estereotipias sean m anifestación de un trastorno de neurotransm isión en los ganglios basales, com o se cree que es el caso de los tics y conductas obsesivo-compulsivas del Síndrome de T o u re tte 43. Fuera de las estereotipias señaladas, los niños llam ados autistas desde el discurso que consideramos poseen buena coordinación, cami­ nan tem pranam ente, trepan con agilidad y algunos tienen la capacidad de colocar adecuadamente las piezas de un rom pecabezas. Otros, por el c o n tra rio , m uestran torpeza y algunos padecen de apraxia, (difi­ cultad de program ar actos com plejos). Dificultad que p u ed e llegar a ser tan severa que no tienen idea de cóm o saltar, tocar sus pies o tomar un lápiz. Área que se señala com o polém ica entre los estudiosos del au tism o desde este discurso. Un núm ero significativo de niños son hipotónicos. Desde el dis­ cu rso m éd ico se vuelve a s e ñ a la rla posibilidad, no dem ostrada, de anorm alidades del cerebelo encontradas en autopsias y en imágenes de resonancia magnética, pero el núm ero de casos no es significativo. O tro s autistas cam inan en p u n tas de pie, lo que sugiere para ei m édico la existencia de una diplegia espástica m oderada con hiperrefiexia, pero, por lo general, no es encontrada. Otros han encontrado que algunos autistas pequeños gatean con las manos y los pies enroscados. Se concluye el teína del sistem a m otor conque los déficits m oto­ res severos son poco frecuentes si no existe una patología cerebral dem ostrable M. Sistema Sensorio Perceptual: se consigna la frecuencia con que los autistas presentan anorm alidades significativas en res­ puesta a estímulos sensoriales. Las mismas, se dice, reflejan déficit perceptual antes que sensorial prim ario (aunque hay 43. L. Kanner, op. cit., p. 26-31. 44. La cursiva es mía para resaltar las hipótesis médicas neurológicas sobre distintas conductas del niño sindicado com o autista en la obra de Fejerman y otros que vengo considerando.

________________________________________________________________( niñ o s que son autistas y sordos, autistas y ciegos). Se afirm a que ello se debe a una disfunción cerebral pero no se dice de qué d isfu n d ó n se trata. C om o el grado y características de este déficit son m u y variados, se sugiere que no pueden tomarse com o índices centrales del Síndrome. La observación de conductas en este plano indica que los niños em plean m ejor la modalidad visual que la auditiva. C om o ejem plo se señala que la m em oria visual (com o se ha señalado) de cam inos y luga­ res puede ser, excelente y focalizan blancos invisibles, se fascinan con ventiladores ó ruedas giratorias45. Algunos son capaces, incluso, de aprender el lenguaje a través de la vista cu an d o no pueden hacerlo m ediante el oído. O tros tienen agno­ sia para caras o gestos y expresiones faciales de la com unicación no verbal. R esponden pobrem ente al so n id o (siem pre en el análisis, aun desde este discurso, de la consideración de no todo niño). Con respecto a los sonidos, han observado que responden ;il mismo de una m an era tan deficitaria que a veces sugieren la existencia de un deterioro del sentido auditivo. Sin em bargo, este m ism o n iñ o puede m ostrarse intolerante a los ruidos fuertes llegando a taparse los oídos para apaciguarlos. Lo mismo pueden hacer cuando se les habla. Al m é­ dico no le queda claro si esto se d eb e al sonido en sí o si se trata de una incapacidad para manejar los estímulos breves en secuencia rápida que codifica la fonología. El ritm o y melodías propios del lenguaje que hace al significado y p roporciona el ám bito de la com unicación de intenciones entre los seres no son atendidos por el autista. Justamente, es en este ám b ito donde tal vez m ayor sea el aporte q u e puede hacer el psicoanálisis para la investigación de esta característica, que puede serla m ás definitoria para señalar la diferencia entre «un hablante» y un niño que no lo es y que desde las consideraciones del discurso m é­ dico es llam ado autista. Paradójicam ente a lo que se ha consignado con respecto a la senso p ercepción desde el discurso m édico, m uchos autistas m uestran predilección por la música. 45. En el trabajo «Donde el hombre de la bestia se separa» que presenté en la Reunión Laca noam encana de Recife, Brasil, en 2001, trabajé este tema, pero desde las coor­ denadas del psicoanálisis.

O tra característica señalada es la reacción a ser abrazados y/o acariciados que m uchos exhiben; a esta respuesta el m u n d o médico la llam a defensa táctil. Pero ctro s n iñ o s de la misma condición diag­ nóstica se m uestran gustosos de ser lanzados, de jugar bruscam ente, de que los alcen de un lugar a o tro , de que les hagan cosquillas. A veces p arece q u e ro m p en o b je to s n ad a m ás que p a ra c o n o c e r su textura. O tra m odalidad notoria en algunos — sobre todo en aquellos que no m uestran ninguna verbalización— es el com portam iento autodestructivo que puede consistir en m orderse la mano y el brazo, aplau­ dir tan fuerte que les produce daño en las palmas de las m anos, sacu­ dir la cabeza y/o golpearla h asta p ro d u c ir hinchazón en la sien o pellizcarse hasta hacerse sangrar. El au to r que estamos considerando da dos explicaciones posibles. U n a — en m i opinión p seu d o sociopsicológica— supone que en algunos casos son respuestas a la «frus­ tración» o intentos de m anipular a padres o cuidadores. Si bien en el capítulo en el que se desarrollarán las hipótesis del psicoanálisis voy a ocuparm e de todas estas cuestiones, n o puedo dejar de señalar ahora que se le atribuye aquí al niño autista una intencionalidad totalm ente «norm al» o de «neurótico», que está m u y lejos de presentar, debido a una cuestión elem ental de una constitución psíquico-subjetiva de la cual carece. La otra explicación es desde los neurotransm isores. Para evitar que el n iñ o se haga grandes daños físicos con estas autoagresiones, y siguiendo la hipótesis de que puede tener niveles anorm alm ente altos de endorfina endógena, se ha procedido al uso experimental de an ta­ gonistas opioideos. Los niños sindicados com o autistas tam bién pueden d ar respues­ tas atípicas a los olores y al gusto: algunos no sólo huelen regularm ente la com ida, sino tam bién objetos y personas; otros chupan no sólo la com ida sino cualquier objeto no com estible. Los hay que com en una variedad lim itada de alimentos. Para estas conductas, el discurso m é­ dico de nuestro m edio que venimos trabajando concluye que el m otivo de estas conductas se desconoce. He to m a d o este a u to r p o r su preem inencia en n u estro m edio, p or su actualidad desde el discurso m édico, porque suele ser el refe­ rente de o tras disciplinas tales com o la fonoaudiología, la n eu ro lo ­ gía, la psiquiatría biológica, la pediatría, la pedagogía que se orienta en el co n d u ctism o , etc. Siendo un referen te conocido, m e parece

importante analizar sus decires desde la perspectiva subjetiva de m odo que haya un posible puente entre disciplinas a fin de lograr una m ejor im plem entación clínica para el llam ado n iñ o autista. Fundam entalm ente, porque brinda una actualización acabada y m inuciosa de la am plia gama de co n d u c ta s que los niños llam ados autistas pueden exhibir. Por otro lado, hay una m arcada inclinación en nuestro m edio hacia las llamadas clínicas de la evidencia, a p ro p o ­ ner como etiología posible la química o la arquitectura cerebral del lla­ mado «autism o». Ignorando, com o dije ai com ienzo de este trabajo, los aportes d e otras disciplinas. Esto es peligroso no sólo para el b ienestar de estos n iñ o s y sus familias, sino q ue puede deslizarse una especie de falacia sobre espec­ taculares resultados, con el sólo uso de medicamentos, que no son tales, o llegar a una especie de «adiestram iento» del niño que logra a través de ese medio realizar algunas conductas. Pero el sujeto com o tal no ha advenido, p o r lo cual sigue en su incapacidad habiendo transcurrido tiempos que se h u bieran utilizado de o tro m odo con alguna chance de armado subjetivo que ha quedado vedada. Por otra parte, sin saber de sus postulados, se habla del psicoaná­ lisis de m anera peyorativa, com o si el discurso del mism o fuera inútil para el tratam ien to de estos niños, c u a n d o el m ism o puede m o stra r una historia de aportes a la clínica de estos casos con logros acredita­ dos como los del m ism o Kanner, Bettelheim, Dolto, YVinnicott, M ahler, Tustin, M annoni, etc. En n u estro m edio, se ha ocupado de esta situación Elsa C oriat, en su libro El psicoanálisis en la clínica de bebés y niños pequeños*6. Finalmente, tom an esta patología los llamados «DSM»: Manuales de diagnóstico y estadística de los trastornos mentales. F.n la clasificación de la patología que venim os considerando, se han tom ado en cuenta las evaluaciones y correcciones hechas en estos Manuales en los últim os años. Por la década del cincuenta, com ienzan a editarse Clasificaciones de las Sociedades Psiquiátricas, Psicológicas y Psicoanalíticas A m erica­ nas tratando de establecer convenciones com o fruto de acuerdos para describir los distintos síntom as de las enferm edades m entales. A ellos deben agregarse los M anuales sim ilares d e la «M odalidad Europea», 46. E. Coriat, El psicoanálisis en la clínica de bebés y niños pequeños, La Cam pana, La Plata, 1996.

los de la Organización Panam ericana db la Salud y los de la O rganiza­ ción M undial de la Salud. Estas clasificaciones tienen u n a historia y efectos sobre la seguri­ dad de la salud de las personas. P ero tam bién tienen un efecto, que debe analizarse detenidam ente, sobre la determ inación de u n a causa etiológica, la descripción de síntom as y la correlación de éstos con un tratam iento posible, porque en su afán de consensuar y generalizar no dan cu en ta de las diferencias q u e cada hiño, con su singularidad, le im pone a cada «cuadro». Este hecho tiene consecuencias en los tra ­ tam ientos y posibles resultados. La prim era publicación se realizó eñ el año 1952 y fue hecha por el Com ité de Nomenclatura y Estadística de la Asociación Americana de Psiquiatría. Desde entonces se h an públicado otras cuatro. Se han popularizado con el n o m b re de sus siglas en inglés: «DSM IV». La cu arta y últim a edición de este M anual en español data del año 1994. Pese a las críticas que se le hacen es la nomenclatura oficial en los Estados Unidos, extendiéndose este criterio la todos los países de América. Esta cuarta edición se correlaciona alsu vez con la «Clasificación Internacional de Enfermedades y Problenlas Sanitarios Relacionados» que hace la «Organización M undial de la'Salud» y que tam b ién se ha popularizado en los medios de salud m ental por sus siglas: CIE-10 (que indica la décim a corrección). Es el sistem a de clasificación oficial en Europa. Estas clasificaciones intervienen en los temas de Seguridad Social (juicios, seguros, problem as ju ríd ic o s y laborales) con cierta clari­ dad para el entendim iento o co m p re n sió n «de partes» de los m e n ­ cionados problem as, pero nin g u n o plantea, ni es su objetivo, h ip ó ­ tesis teóricas con respecto a las causas de lós problemas que enum era y clasifica. Sólo se p ro p o n e presentar los criterios diagnósticos específicos para c?da alteración mental en u m eran d o las características requeri­ das según el acuerdo convencional al cual sé ha llegado. Agrega a cada afección en fo rm a sistem ática las m anifestaciones asociadas a la m ism a, respecto de edad, sexo, c u ltu ra , prevalencia, in cid en cia y riesgo, evolución, com plicaciones, factorefe predisponentes, antece­ dentes familiares y diagnóstico diferencial.l C uando m uchos de los trasto rn o s específicos tienen caracterís­ ticas com unes, esta inform ación se m enciona en la in troducción de

( Ja sección. En cu an to a los hallazgos de laboratorio y los signos y sín ­ tom as del exam en físico se describen c u a n d o son relevantes.* En cuanto al autism o, aun con el p ro p ó sito d e sc o rd a r, se hace dificultoso. Veamos: la Asociación A m ericana de Psiquiatría, en 1980, reconoció la existencia de casos que se parecen al autism o, pero que no cum plen los criterios de diagnóstico p ara este trasto rn o (así lo llaman). Se tuvieron en cuenta las preocupaciones existentes al ab o r­ dar estos casos en la revisión del DSM-III, realizada en 1987. En el DSM-II1-R (versión corregida del DSM), la entrada «trastornos gene­ ralizados del desarrollo» incluye todos aquellos trastornos en los cu a­ les existí; uh d eterioro cualitativo en el desarrollo de 1) la interacción social recíproca, 2) la com unicación, (verbal y no verbal) y 3) la acti­ vidad im aginativa. Siguiendo esias pautas, se describe al autism o com o un tip o de «Trastorno generalizado del desarrollo severo» que aparece en la tem ­ prana infancia o én la infancia, en el cual una serie de discapacidades sociales y com unicativas severas se asocian con un repertorio m arca­ damente restringido de actividades e intereses. Sin em bargo, se reco­ noce que puede darse un trastorno generalizado del desarrollo de una forma menos severa y prototípica, en cuyo caso se aplica la etiqueta de «Trastorno generalizado del desarrollo n o especificado en otra parte». A esta a ltu rá de las descripciones, m e parece útil reco rd ar las características q u e el autor del S ín d ro m e que lleva su nom bre (Leo Kanner) nos dice que concibió. En su p rim ara descripción del S ín d ro m e (1943), afirm ó que la condición que describía «era substancialm ente diferente y única frente a lo que se había descrito hasta el momento»''*. En esta com unicación clínica, no intentaba especificar criterios de diagnósticos estrictam ente definidos, sino que presentaba historias detalladas sobre los casos de ocho niños y tres niñas, anotando las siguientes características: 1. In cap acid ad para relacionarse co n la gente — in clu y en d o m iem brds de la propia familia del niño— desde su nacim iento. 2. Fracaso p ara desarrollar el lenguaje, o bien uso del lenguaje anorm al! no com unicativo en su m ayor parte. Se observaba

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47. Esto último según H. Kaplan y B, Sadock en el Manual de Psiquiatría, Volum en II, Intermedia!, Buenos Aires, 1995. 48. L. Kanner, op. cit„ p. 737.

la inversión pronom inal en todos los niños que podían hablar (ocho casos) y ecolalia, preguntas obsesivas y uso ritualista de! lenguaje en alguno de ellos. 3. Respuestas anorm ales frente a objetos y acontecim ientos a m ­ bientales, tales com o comida, ruidos altos y objetos m óviles, Kanner consideraba que el com portam iento del niño estaba gobernado p o r un deseo obsesivo y ansioso por m antener la invarianza del am biente, lo que im plicaba una lim itación en la variedad d e la actividad espontánea. 4. Buen p o tencial cognitivo con una m em o ria m ecánica exce­ lente y resultados normales en el test no verbal de Seguin. 5. N orm ales desde el punto de vista físico. Algunos niños eran un poco «patosos»” al andar, p ero to d o s tenían una b u e n a coordinación m uscular fina. Muchos psiquiatras descubrieron que la imagen clínica descrita p o r Kanner encajaba con casos asom brosos que habían visto en sus propias clínicas, pero no se produjo un progreso continuado en la d o ­ cum entación y co m p ren sió n del autism o. El propio K anner (1965) se quejó de la existencia de dos corrien­ tes relacionadas en la Psiquiatría Infantil. Algunos psiquiatras in fan ­ tiles no aceptaban que el autism o era un síndrom e distinto y sugerían que era inútil trazar límites afinados entre éste y otros tipos de desarrollo atípico. O tros aceptaban que el autismo era u n síndrom e, pero apli­ caban este diagnóstico de m oda de form a dem asiado amplia. Por lo que «se convirtió en un hábito el diluir el concepto original de autism o ihfantil diagnosticando com o tal a múltiples condiciones dispares que m uestran uno u o tro síntom a aislado com o parte integrante del S ín­ d ro m e en su co n ju n to . Casi de un día para o tro , parecía que el país estaba poblado por u n a m ultitud de niños auristas».50 W ing (1976) observó que otros profesionales interpretaban el resum en de K anner sobre las características de su Síndrom e de un m odo dem asiado restringido, de tal m odo que no se diagnosticaba 49, Sinónimo en español de «pelmazo, cargante, pesado». 50. L. Kanner citado por el Dr. D. V. M. Bishop en: «A utism o, Síndrome de A s­ perger y Trastornos sem ántico-pragm áticos: ¿D ónde están los limites?», del D p lo. de P sicología de la Universidad de M an ch ester. D isp on ib le en: www .jaymtigs.demon.co.uk/bishop.htm.

autism o a m enos que el n iñ o no m ostrara ningún signo de concien­ cia de la existencia de otras personas, a pesar de q u e ninguno de los casos de Kanner estaba tan severam ente afectado. Para añadir confu­ sión, había una discusión co n tin u a sobre si el a u tism o era una form a tem prana de esquizofrenia, un debate al que no ayudaba nada el hecho de que no hubiera consenso y que cuenta con seguidores en algunos países. Por la misma época en que Kanner com unicaba su Síndrom e, el Dr. H ans Asperger, hace lo m ism o con respecto a variaciones de este trasto rn o . Pero no tie n e , en ese m o m en to , la difusión que sí obtiene Kanner. Recién se acepta «oficialmente» su descripción en el DSM IV (1995). C om o, entre los casos a analizar más adelante, presento a niños derivados desde la neurología con ese diagnóstico, m e referiré sucin­ tam en te al mismo: Síndrom e de Asperger: se lo tom a en los m anuales citados com o un subtipo de los Trastornos Generalizados (o Profundos) del Desarrollo. En el Reino U nido n o se usa de m odo generalizado el diagnós­ tico de «Trastorno generalizado del desarrollo», habiéndose hecho m uy popular el diagnóstico de «Síndrome de Asperger» para referirse a individuos con algunos rasgos autistas, pero que no concuerdan con todos los criterios del autism o (Tantam , 1988). La descripción de este S índrom e p or parte de A sperger fue realizada u n año después que la publicación original de K anner pero, com o hem os dicho, era m ucho m enos conocida. Los niños descritos por Asperger se caracterizaban p o r ser pedantes, p atosos, c o n intereses obsesivos y un co m p o rta­ m ien to social deficiente. W in g popularizó el trabajo de Asperger en u n artículo publicado en 1981, y observó que existían m uchas sim i­ litudes entre el Síndrom e de Asperger y el de K anner, lo cual dificul­ taba el saber si estaban describiendo el m ism o S índrom e — con dife­ rentes grados de severidad— o trastornos distintos. El punto de vista m ás popular parece ser que el «Síndrome de Asperger» es un sinónim o del autism o de un tipo m en o s severo (Schopler, 1985). Sin embargo, parece que hay algunas ventajas en m antener esa denom inación. En prim er lugar, todavía existe un debate de hasta qué punto se solapa el Síndrome de Asperger con el autismo (Nagy y Szatmari, 1986; Szatm ari, Bartolucci, Finalyson y Krames, 1986; R utter y Schopler, 1987). En segundo lugar, el pronóstico para el S índrom e de Asperger es co n siderablem ente m e jo r que para el a u tism o clásico. Por este

motivo, varios especialistas (por ejemplo, W ing, 1981; Howlin, 1987) han abogado en favor de usar el térm in o «Síndrom e de Asperger», aunque aceptando que las diferencias entre éste y el autismo pudieran ser sim plem ente u n a cuestión de grado. T antam (1988) argum entó que, sin esta categoría, se dejaba a estos niños en un lim bo diagnós­ tico y en consecuencia sus problem as n o eran reconocidos ni se les proporcionaban cuidados específicos, ya que sus déficits no eran lo suficientemente severos o extendidos com o para ser considerados con eí térm ino «autista». El núm ero de niños afectados no es despreciable: Gillberg y Gillberg ( 1989) encontraron que el Síndrom e de Asperger era cinco veces m ás frecuente que el autism o. O tra razón práctica para conservar el térm ino d e «Síndrome de Asperger» es que puede ser un diagnóstico más aceptable para padres y profesionales, m uchos de los cuales, tienen una visión estereotipada del autism o, basada en el cu a­ dro clínico de niños pequeños (Wing, 1986). Las anom alías del lenguaje constituyen un síntom a central del autism o. Esto p la n te a la cuestión de cuál es la diferencia e n tre el autism o y el tra sto rn o de desarrollo del lenguaje. C hurchill ( 1972) propuso que no existía una diferencia cualitativa entre !a «afasia de desarrollo» y el au tism o y que su única diferencia era el grado. W ing (1976) observó que m ientras que es bastante fácil reconocer a los niños que tienen el S índrom e clásico descrito p o r Kanner y diferenciarlos de los casos igualm ente clásicos de tra sto rn o de desarrollo del le n ­ guaje receptivo, las zonas lím ite de estas condiciones no son claras. «Si los niños con estos problemas pudieran ordenarse p o r series regulares, em p ez an d o p o r los niños m ás autistas en un ex trem o y extendiéndose hasta el niño que más claram ente tuviera sólo un tras­ to rn o del desarrollo del lenguaje receptivo, el decir dónde estaba la línea divisoria necesitaría del juicio de Salom ón.»M El buscado co n se n so parece haberse logrado con los DSM q u e hace unos m om entos describía, pero la búsqueda de la generalización a ultranza ha generado otros excesos, otros efectos que deben anali­ zarse detenidam ente en las diferencias sobre la determ inación de u n a causa etiológica, la descripción de síntomas y lo que es un tratamiento.

51. Dr. Bishop P.D. Disponible en: www.jaymugs.demon.co.uk/Bisbop.htm.

Conclusiones m om entáneas sobre lo expuesto de la situación de la patología desde el discurso m édico actual H e consignado lo expuesto por el Dr. N atalio Fejerm an, re p re­ sentativo en nuestro m edio del discursode la neurología, quien sos­ tiene una etiología exclusiva desde esas coordenadas para el autism o infantil. Sin embargo, al m ism o tiempo afirma que «Gracias al desarrollo de nuevas tecnologías diagnósticas en las áreas d e neurofisiología, neuroquím ica, neuropatología, genética y neuro-im ágenes se están reconociendo alteraciones en el sistema nervioso central en un m ayor nú m ero de pacientes autistas. No obstante a u n q u e los resultados de dichas investigaciones son negativos, no se descarta la existencia de disfunción cerebral que no está psicológicam ente determ inada. ( ...) Esta declaración de principios (...) consiste en entender los trasto r­ nos del autism o infantil com o no determ inados p o r distorsiones en Ja conducta de los padres sino por disfunciones originadas en el sis­ tem a nervioso central— ».5‘ Sigo preguntándom e entonces por el fundam ento dentro del dis­ curso mismo de la ciencia de tan rotunda afirmación. También se des­ taca que no existen hasta la fecha pruebas confiables desde lo bioló­ gico para una etiología del autism o. Por lo tanto y hasta que esto n o aparezca fundam entado, m e manejaré en la presente exposición d e mi práctica con la idea d e que la etiología del autism o, desde estas coordenadas— neurología, biología y medicina— no está definida aún. Por otra parte, para llegar al diagnóstico de autism o desde este discurso, se analizan com portam ientos del llam ado autista y, tal com o ya lo he planteado, analizan el campo de la co n d u cta hum ana que es objeto de estudio de la psicología y no hacen m ención a los conceptos de la misma, realizando así, en mi opinión, un salto conceptual n o fu n d ad o entre funciones cerebrales y com p o rtam ien to . M uchas de las conductas que se to m an desde el discurso de la psicología son co n ­ sideradas funciones d e representación. Tom ando los au to res más clásicos y/o m ás actuales que se o c u ­ pan de dicho tema, diré que las funciones de representación suponen actividad mental. D ich a s representaciones desde hace unas tres o 52. N . Fejerman y otros, op. cit., p. 15.

c u a tro décadas, ya no se to m an com o autónom as en su desarrollo, sin o q u e se acuerda en que el am biente tiene en esas funciones un papel preponderante. A ntes de realizar un som ero análisis de lo afirm ado, es necesa­ rio estip u lar que representar es la culm inación de la posibilidad de sim bolizar. Es la condición necesaria para ei inicio del llam ado «pensamiento lógico o capacidad intelectual», el lenguaje, el juego y las relaciones con el am biente. Esta posibilidad está articulada a la percepción. La psicología define a la percepción com o la acción y efecto de la aprehensión, en forma directa, de una situación objetiva. Es pues un acto intelectual y se diferencia de la sensación, que es un acto sensible. Más exactam ente, para la psicología actual, la percepción es la apre­ h en sió n d irecta de una situ ació n objetiva basada en sensaciones y acom pañada de representaciones y a veces de juicios, form ando todo ello un acto único cuyo análisis se puede descom poner en partes: Percepción externa o propiam ente dicha. Percepción interna T am b ién se distingue este proceso de percepción de la apercep­ ción que es la conciencia de la percepción. U na descripción clásica de la descom posición del proceso es la siguiente: El sujeto advierte la presencia del objeto. El sujeto reconoce en el objeto una form a definida y precisa que «le es conocida». Se reconocen varias m aneras bajo las cuales el sujeto pasa de la prim era a la segunda fase, pudiendo darse que el paso sea tan inm e­ diato que las dos fases se presenten y aparezcan com o u n a sola. El sujeto «comprende» el significado de la cosa; se da cuenta de lo que es. El sujeto encuentra el n o m b re del objeto presentado. En general, puede decirse que la percepción es el acto de aprehen­ der, a través de la experiencia, los objetos, las esencias y las relaciones. 53. C onceptos extraídos de B. Székely, Diccionario Enciclopédico de la Psique, volu­ men III, Claridad, Buenos Aires, 1958.

A p a rtir de los prim eros años de la vida, el sujeto no se lim ita a registrar sim plem ente las sensaciones, ya que desde los inicios perci­ bim os las cosas m ás en térm inos de lo que ellas nos sugieren q u e en los térm inos de cóm o se presentan ante nosotros.54 He to m ad o el proceso m ental de la percepción, apercepción, que conlleva el de la representación, despojado d é la concepción de n in ­ guna escuela psicológica en particular, con el objeto de librarlo de la intencionalidad de pertenencia a alguna de ellas. Tanto J. Piaget como H. W allon dan cuenta del proceso descripto dentro de concepciones acerca de cóm o se inicia el m ism o form ando parte dé) psiquism o del niño. W allon da cuenta de este proceso inten­ tando in teg ra r lo orgánico y el am b ien te en una dialéctica e n tre la ­ zada, que dio p o r fruto una concepción de la organización de la p er­ sonalidad q u e llam ó «psicología concreta». Su lógica estaba basada en el m aterialism o dialéctico, en su objetivo de hallar explicaciones m aterialistas p ara los inicios del con o cim ien to o del pen sam ien to . Esto es, ten ien d o en cuenta lo orgánico, pero no dejando de d ar una im p o rta n c ia d eterm in an te al a m b ie n te del niño y a lo em o cio n al. Del m ism o m odo, Piaget realizó innum erables investigaciones acerca de cóm o se da el proceso recién descrito, y si bien tam bién le da a lo biológico una importancia m ayor aún que la que le da W allon, no lo planteó com o determinante, sino que llegó a una interpretación del proceso q u e p u ed e considerarse psico-social, haciendo hincapié en el papel causal de las relaciones de los niños entre sí y con los adultos. Es decir q ue el am biente tom a im portancia sin subordinarse al m ero desarrollo orgánico (más bien ocurre lo contrario). El juego — que sirve de determ inante para las operaciones diag­ nósticas del discurso que estamos analizando— no deja de ser una de las culm inaciones de ese proceso de re-presentar ya que es esencial­ m ente un «com o si». Com o dicen los niños de corta edad, «es de mentirita». Es decir que el sujeto «sabe» que hay dos escenas en el juego, entrando y saliendo con facilidad de las m ismas55. P or ejem plo, un niñito que m o n tad o a una escoba juega a que va m o n tad o a un caballo m uestra la escena que ha arm a d o en tanto «cowboy» o «caballero» y «lo que uno ve»: 54. La cu rsiv a es m ía .

55. Se puede ver el concepto de «simulacro» y/o de «metamorfosis» en el libro de H. Wallon, Del acto al pensamiento, Psique, Buenos Aires, 1977.

u n n iñ o con una escoba. P or «comprometido» que esté el niño en su rol de caballero y/o cowboy, si algo le llama la atención o es llamado, inm ediatam ente «vuelve» a ser «Carlitos» o «Juancito». En conclusión y p o r el m om ento, ya que estas funciones volve­ rán a tom arse en la parte de desplegar las hipótesis desde el psicoaná­ lisis, podem os decir, desde el discurso de la psicología, que son las funciones de representación las que organizan la posibilidad del len­ guaje, del jugar, y de la socialización, de ¡as cuales se desprende la p o sib ilid ad de m em orizar, etc. El proceso de este «desarrollo» está dado para el niño que podríam os llamar «estándar», «ideal», sin lesio­ nes neurológicas, sin secuelas de la desnutrición, el abandono y/o el m altrato social, sin tener en cuenta lo emocional y/o lo subjetivo que en algunos casos podría entorpecerlo y que, en todos, le presta la sin­ gularidad que hace diferente a cada niño. Concluyo, también momentáneamente, que para que este proceso se cu m p la es necesario el am biente, es decir, otro diferente del niño, que cu m p le un papel p re p o n d e ra n te — cuando no determ inante— en este «desarrollo». He descrito como se ha utilizado el afecto com o variable de aná­ lisis diagnóstica del autism o infantil en ei discurso de la neurología que estam os considerando. T am bién he de referirm e a éste desde las concepciones del psicoanálisis. En tanto, veamos qué se quiere decir con reacciones afectivas o ansiosas o de temores cuando de autistas se trata. C ito: «la insistencia en la repetición y una m arcada dificultad para cam b iar de actividad; se desconoce si estas son m anifestaciones de ansiedad»5*, y también: «pueden negarse a d orm ir solos o insistir en h acerlo en la cama de sus padres, con frecuencia se atribuyen estos trasto rn o s a la ansiedad o al tem o r» 57. También se habla de la «labili­ dad» del afecto, cuando se describe el sistema m otor en el autista desde el discurso médico. S iguiendo el m ism o procedim iento de análisis q u e utilicé para el tem a de la percepción, procederé a considerar el afecto. Aun en la descripción más aséptica, se confunden el concepto de afecto y el de em oción. Confusión que se da tan to en nuestra lengua com o en las consideraciones de la psicología y/o de la psiquiatría. En nuestra len­ gua, aparece el afecto com o «cualesquiera de las pasiones del ánimo, 56. Referencia a la descripción del cuadro que hace el discurso m édico 57. H. W allon, op. cit.

especialmente am or o carino» y en una acepción entre m uchas: «afec­ ción en relación a un achaque» Fácil es ver que una se refiere al ánimo y la otra al cuerpo. En el cam p o de la p s iq u ia tría 59, se dice del afecto lo siguiente: «Reacciones psíquicas del individuo enfrente de situaciones provo­ cadas p o r la existencia. La afectividad es un fenóm eno ín tim o pero tam bién social, de manera que se im pone tanto com o fenóm eno de la psicología pura como de la social. Las em ociones representan los grandes cam inos de !a vida afectiva.» Finalmente, en el Diccionario Enciclopédico de Psicología, de Székely se sostiene que: «El afecto es m ás bien un estím ulo del sentim iento que una concepción intelectual». O tros autores a los que acude Székely lo describen com o la «tonalidad del sentim iento», «acom pañam iento placentero o doloroso de una idea o de una representación mental», diferenciándolo de la em oción. Al a u to r le parece com o m ás acabada la co n cepción que da M ac-Dugall, quien define al afecto com o «un sistem a o rganizado de tendencias em ocionales a lre d ed o r de algún objeto» y «que las emociones p rim arias tienen por eje las predisposi­ ciones instintivas». Estos antecedentes clásicos del concepto de afecto nos lo m ues­ tran com o un producto en el q u e interviene el psiquism o pero tam ­ bién el c u e rp o , ya que se habla de afecciones y de predisposiciones instintivas. F inalm ente, desde el psicoanálisis se indica que: «El co n cep to está to m a d o de la psicología alem a n a y designa todo estado afectivo, penoso o agradable, vago o preciso, ya se p resen te en form a de una descarga m asiva, ya como u n a to n a lid a d general ( ...) . Según F reu d , toda pulsión se m anifiesta en dos registros: el del afecto y el de la representación. Siendo el afecto la expresión cualitativa de la cantidad de energía pulsional y de sus variaciones.»60 ■ 58. Diccionario Enciclopédico, tom o I, A/COF. Vox, Bibliograf. Dto. Editorial, Bar­ celona, 1977. 59. A. Merani, Diccionario de Psicología y Psiquiatría Infantil, Grijalbo, Buenos Aires, 1983. 60. J. Laplanche y J.-B. Pontalis, Diccionario de Psicoanálisis, Labor, Barcelona, 1977.

C om o so m era conclusión, sólo d iré q u e adjudicarle afecto al autista sin especificar cóm o se co n ceptualiza el térm ino es, p o r lo menos, simplista. Lo m ism o podría decirse del concepto de ansiedad. En cuanto a la descripción que se hace del lenguaje de un autista ', coincidim os con la m ism a, lo m ism o cabe p ara lo que se dice de la «m em oria», y volvem os a coincidir c u a n d o se dice que «No c o m ­ prende nada de lo que está diciendo». Variables tales com o la «atención» y las condiciones del sistem a m otor constituyen casi un desafío que, a am bos discursos— el que pri­ vilegia lo subjetivo y el que privilegia lo biológico— , nos ofrece el autista. Pero este últim o se convierte en un verdadero atolladero si se afirma, por un lado, que su origen es una afección de alguna parte del cerebro, y por otro, que aparece el desarrollo de la locom oción y la prensión fina con una evolución más que excelente en la m ayoría de los casos. Aún in v o can d o al m ism o H. W allon, neurólogo, ya ten em o s argum entos para pensar que la subjetividad «moldea» la función del «m apa orgánico», un argum ento del cual tam bién se sirven actu al­ m ente conocidos neurocientistas. Estos m ism os argumentos teóricos pueden explicar la h ip o to n ía que a veces exhiben algunos autistas. Se dice tam bién que, para algunos de los trastornos m otores que a veces presentan, se ha llegado a pensar en diplegias, pero hasta hoy nada se ha podido dem ostrar por ese cam ino. La variedad de conceptos para la sintom atología, las discrepancias para generalizar los m odos de presentación del llamado «autismo», que se explicitaron al comienzo de este libro, m e parece que, justamente, nos indican como conveniente utilizar uno de los postulados de la clínica del psicoanálisis: el caso por caso. Si cada au to r presenta «lo que vio», es porque así se presentó el niño que trató, m ostrándole, lógicamente sin querer, la singularidad de cada sujeto de la especie humana, aún en este cuadro tan enigm ático. Por otro lado, este hecho muestra tam bién nuevamente que, cuando de las modalidades del hombre se trata, las lla­ madas ciencias de «evidencia», pierden su «objeto de estudio». Al respecto m e parece atinado tran sc rib ir lo que afirma el Dr. Bishop62: 61. Consignado en L. Kanner, op. cit., p. 17. 62. Dr. Bishop, OPSI: C om unicación, pp. 28 y 30. Citas 38 y 48. Disponible en: www.jayniugs.demon.co.uk/bishop.htin.

«¿Importa realm ente qué etiqueta le ponem os a un niño? Con toda seguridad, lo im portante es identificar los pro­ blemas y trabajar para solucionarlos. A ntes de analizar varias categorías diagnósticas, es necesario responder a estas preguntas y d a r alguna justificación del p o r qué usar etiquetas. H a habido m uchas críticas sobre el “modelo m édico” de aproxim ación a los trastornos del desarrollo, considerándolo inútil en el m ejor de los casos y contraproducente en el peor. Una vez que le ponemos una.etiqueta a u n n iño, tendrem os p robablem ente ex­ pectativas preestablecidas63 y podem os olvidar su indi­ vidualidad. Además, podemos considerar que la etiqueta es una explicación.64 Una vez que hem os decidido que la etiqueta de “a u tista ” se aplica a C h risto p h e r 65 porque tiene problem as para relacionarse co n los dem ás, nos encontramos a nosotros mismos diciendo: “Christopher no se puede relacionar con los demás p o rq u e es autista”. Sin em bargo, a u n q u e estos inconvenientes sean reales, el abandono de la utilización del diagnóstico supondría una serie de peligros. Sin diagnóstico no podem os gene­ ralizar a partir de la experiencia pasada para planificar un tratam iento o dar un pronóstico. Esto se ilustra bien en un relato p re sen tad o en H ansard hace pocos años, un M iem bro del P arlam ento, que in te n ta b a presionar para obtener m ás ayuda especial para los niños con difi­ cultades de lectura, preguntó a los poderes relacionados con este tema cuántos niños eran disléxicos en su región. “No creemos en las etiquetas para los niños, por lo tanto no registramos estos datos” fue la respuesta que obtuvo. Las categorías diagnósticas proporcionan asim ismo una estructura p ara re u n ir inform ación en un entorno clí­ nico y son vitales si querem os investigar las causas p ro ­ bables y los m edios apropiados para tra ta r los distintos 63. La cursiva es mía. 64. Bien puede ser d caso de ciertas opiniones cerradas a cualquier discurso que no sea el propio que suelen tener sus exponentes en cualquier disciplina. 65. Cristopher: nombre del niñ o que el Dr. Bishop presenta en su comunicación de p. 23, donde coinciden la primera descripción del Prof. Dr. Leo Kanner y el Prof. Dr. Bishop,

trastornos. Esto no quiere decir q u e debam os adoptar una aproxim ación no crítica a las etiquetas que actual­ m ente se usan. Debem os considerarlos com o un m odo útil de re su m ir inform ación, p ero ten em o s que estar alerta frente a la posibilidad de m ejorarlos. Argumentaré que en el caso de trastornos com o el Autism o, puede que sea necesario alejarse de una aproxim ación estrictamente categórica basada en el Síndrome. P o r últim o, debemos estar en guardia frente a los diagnósticos com o concre­ ción de los trasto rn o s y no tratarlos com o conceptos explicatorios.» Tanto desde la docencia com o en práctica clínica en institucio­ nes públicas, he tratad o , justam ente, q u e las etiquetas que señala el Dr. Bishop yio los m ism os Nom encladores nos den la referencia aco­ tada a so lu cio n ar p ro b lem as de p resu p u esto s económ icos para la salud, juicios, m odos de encarar la problem ática de un niño, etc. Precisam ente, en c ara r la p ro b lem ática de los niños llam ados «autistas» y m uchas otras patologías exige la convocatoria a distintas disciplinas de la salud m ental. Pero la intención generalizadora, como único recurso, trae como peligro que el sujeto, con sus singularidades, quede oculto y sólo sea un objeto de y en la mirada de un técnico. Esto se to rn a m ás peligroso en una patología como la que estoy considerando. Es p o r ello que me parece esencial la interdisciplina com qinstrum ento y la concepción de sujeto desde los postulados del psicoanálisis para considerar cualquier intervención. Antes de pasar a considerar las hipótesis desde el discurso del psi­ coanálisis, expondré algunas consideraciones de las llamadas «neurociencias »"’ que p o r un lado sirven de apoyo a la necesariedad de la interdisciplina y p o r otro a plantear cóm o se articulan ambas estruc­ turas: la biológica y la subjetiva. Sabemos que Freud, buscando explicaciones para la etiología de las histerias, concluye con su tesis de lo que llamó un «Aparato psíquico». Respecto de las tesis freudianas con respecto a la pulsión, teniendo ya bastante elaborada su idea de «Aparato psíquico», correspondería 66. Me referiré fundamentalmente al pensamiento del Dr. J. Moizeszowicz.

señalar que ya com en zab a a escribir un m o d elo de la organización subjetiva. Hay un cam bio o salto que Freud da desde su saber de n eu ­ rólogo a creador del discurso del psicoanálisis. Justam ente en ese salto aparece el co n c e p to de pulsión. F reud había partido del concepto de «cantidad» hablar de energía, pero cuando llega a explicarse los mecanismos, de las neurosis tiene la certi­ dum bre de «poder p en e trar de golpe desde los detalles de las n e u ro ­ sis hasta las condiciones mismas de la consciencia (...) los engranajes ajustaban a la perfección y el conjunto sem ejaba una m áquina que de un instante,al o tro podríase ech ara an d ar sola»6'. Esto decía cuando com entaba a co nceptualizar sobre su hipótesis de organización del aparato neuronal en u n a carta dirigida a Fliess, cuando desarrollaba el «Proyecto de una Psicología para neurólogos»68. Floy diría que, efectivam ente, la «m áquina» de la que hablaba «andará sola», p e ro si otro la pone en fu n cio n am ien to , Mi in te n to es ver cóm o los dos discursos, biológico-quím ico y subjetivo, m a r­ chan cada uno en su ru ta, pero en algún m o m e n to se trenzan y u n o se pierde en el otro, justam ente el m om ento en que la «bestia deja al hom bre»69. C uando Freud hablaba de su m á q u in a a Fliess, buscaba, co m o estudioso hecho en la escuela fisicalista de H elm holtz, explicar la c o n ­ ducta hum ana en térm in o s físico-químicos. Pero, entre esta m áquina y La interpretación de los s u e ñ o s hay u n acontecim iento fundante: el autoanálisis de Freud. Pareciera que este hecho produce u n corte, que tam bién es epistem ológico, en el p en sa m ie n to científico freudiano, porque es a partir de allí que lo neurológico pasará a estar rele­ gado y Freud co m en zará a organizar u n m u n d o teórico que ya no pertenecerá a la neurología. Ambos mundos — neurológico y subjetivo— coexisten, pero uno debe permanecer perdido y silencioso. La m áquina, la bestia, son silen ciad o s para que advengan la vida fantasm ática, los sueños, los recu erd o s, la m etáfora. E n tonces el cuerpo ya no es 67. C arta d e S. F re u d a W . Fliess del 20 de O c tu b re d e 1895 (N ° 32), en S. F reu d , Obras

Completas, t o m o III, B ib lio teca N ueva, M a d rid , 1973, p . 3522. 68 . S. F re u d , « P ro y e c to d e u n a P sic o lo g ía p a r a n e u r ó lo g o s » , o b r a d e l a ñ o 1 8 9 5 , to m o I. p. 209. 69. G. A n n o n i, « D o n d e el h o m b r e de la bestia se s e p a ra » , p re se n ta d o en la R e u n ió n L a c a n o a m e ric a n a d e R ecife, B rasil, 2001. 70. S. F re u d , La interpretación de los sueños, o b r a d e l a ñ o 1900, to m o I, p . 3 4 3 .

organism o sino símbolo '.E n ese corte se constituye lo erógeno y su red, tal «la lam inilla» lacaniana, q u e se extenderá cual tejido virtual com o el dib u jo de otro m apa del cu erp o y que hará p erd er los con­ tornos del m apa material de lo biológico. Para Freud, el estímulo en la m ateria viva producía significacio­ nes en lo que llama esencia de la pulsión: la decantación de la necesi­ dad en pulsión 2. Analicemos el térm in o «decantación», tratando de que la traducción del alemán sea la m ás adecuada. Veam os entonces: decantación, en alemán 3 Schlam m en, significa «lavar, lim piar, agre­ gar». P ero tam b ién decantación p u ed e ser Abklaren, q u e significa «barrer, clarificar». Observem os que lo barrido, aclarado, limpiado, sufre un cambio, pero con la característica siguiente: siendo lo mismo, ya no es igual. Si to m am o s el concepto de «decantar» en español, significa tras­ vasar de u n a vasija a otra. Es la m ism a sustancia, pero ha cambiado de lugar, es y no es la misma. Está en o tro lugar. En cualquiera de las acepciones que estoy usando, «decantar» es verbo. Pongo com o hipótesis que esta acción de cambio, trasvasar de una vasija a otra, necesita de alguien que la ejerza74. Para fundam entar esta hipótesis, m e valgo de los conceptos que vierte Freud en el ensayo «Pulsiones y destinos de pulsión» ya citado. Allí dice que, antes de que la necesidad decante en pulsión, la sustan­ cia viva capaz de ser estim ulada y do tad a de energía circulante, tra­ baja sobre las leyes o principios q u e organizan la actividad de dicha sustancia, a la que tom a ya com o Sistema Nervioso C entral (SNC) y/o com o Real Ich: «yo real» del recién nacido . En el «Proyecto de una Psicología para neurólogos», dirá que las neuronas tienden a evacuar las cantidades de energía. 71. J. y M. M oizeszow icz, psiquiatra freudiano y miembro de la Fundación de Docencia e Investigación Psicofarm acológica.). y M. Moizeszowicz, Psicofarmacologia y rincón freudiano-Teoría y clínica de un abordaje interdisciplinario, Paidós, Barcelona, 2000, p. 26. 72. S. Freud, «Pulsiones y destinos de pulsión», en Obras Com pletas, tom o XIV, Amorrortu, Buenos Aires, 1990, p. 116. 73. E. Ma. Amador. Diccionario M anual Alemán-Español. Madrid, 1965. 74. H ipótesis que presenté en la ponencia: ¿«Autismo, Psicosis...o mejor enigma?», expuesta en las Jornadas «Lanfranco Ciam pi» organizadas por la Cátedra de Psiquiatría Niños de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario, 7 de Diciembre de 1997.

A este principio del funcionam iento lo llamó «Principio de Inercia», lo cual precisaba el sentido económ ico del funcionam iento psíquico. En Más allá del Principio del Placer 5, tom a el concepto de N irvana de la filosofía h in d ú , utilizado p o r B árbara Low com o m etáfo ra. Este concepto im plicaba una tendencia a la reducción de la excitación y a la supresión de la excitación in tern a, am pliándose con ello la am bi­ güedad entre «Principio de C onstancia» y •«Tendencia al p u n to cero». En la obra Tres ensayos para una teoría sexual ' , de 1905, dirá que un estado de no excitación es u n objetivo de restitución, lo que dará origen a la segunda teoría de las pulsiones, tal que la m eta del aparato psíquico es sustituir la sensación de excitación por un apaciguam iento de la m ism a, si bien esto ya lo venía trabajando desde las prim eras teorías sobre la pulsión. Volviendo a los inicios del concepto, direm os con Freud que los estím ulos van a plantearle al S N C exigencias; lo obligaran a activida­ des cada vez m ás complejas. Si bien esta afirm ación freudiana es de com ienzos del siglo XX, ahora la m antiene la actual neurociencia , cuando en sus conceptos acepta que la realidad orgánica va d an d o lugar al orden del deseo y al m apa erógeno com o dijim os. Es este últim o, el deseo, el q u e pone a funcionar el circuito de lo representacional. En el síntom a conversivo estudiado p o r Freud en su b ú sq u ed a de una causa p ara la histeria, encuentra cóm o la escenificación neurótica recubre lo biológico es decir com o el sín to m a som ático típico de la histeria es un recubrim iento de lo subjetivo. En esa m áquina que debió perderse para que nazca lo subjetivo, Freud plantea dos ideas rectoras: 1) concebir lo que diferencia la activi­ dad del he reposo com o una q (cantidad) sometida a la ley general del m ovim iento y 2) suponer com o partículas materiales a las neuronas. Casi diez años después, con Freud ya enteram ente psicoanalista, habiendo dejado de lado estas teorizaciones, Camilo Golgi y Santiago Ramón y Cajal ganan el Prem io N obel confirmando que, ciertam ente, las n e u ro n a s m an tien en u n a in d iv id u a lid a d que p u ed e n recibir y 75. S. Freud, «Más allá del principio del placer», publicado por primera vez 1920, en Obras Completas, tomo XV1I1, Am orrortu, Buenos Aires, 1979, p. 1. 76. S. Freud, «Tres ensayos para una teoría sexual», en Obras Com pletas, tom o VII, Amorrortu, Buenos Aires, 1993, p. 109. 77. J. yM. Moizeszowicz, Psicofarmacología y territorio freudiano. Teoría y clínica de un abordaje interdisciplinario, Paidós, Buenos Aires, 2000, p. 27.

procesar la inform ación, conectarse entre sí y em itir una respuesta de m anera única, contradictoria, transitoria o perm anente.78 P ara Freud, el organism o tie n e com o principal objetivo prote­ gerse de las invasiones cuantitativas. Con respecto a lo cualitativo, decía que estaba determ inado por una frecuencia particular del m ovimiento n eu ro n al que no era hom ólogo al estím ulo, pero q u e m an ten ía con él u na cierta relación que p o r ese entonces aún no había encontrado. La cantidad, que para F reud recorría la neurona y pasaba de una a o tra tal com o luego lo co n firm a ro n los ganadores del Nobel y tal com o lo dice hoy la neurociencia, es un concepto que, podría decirse, sufrió m ás profundizaciones q u e cambios. Freud hará una acotación con respecto al pasaje de la energía: dirá que el desplazam iento de la energía psíquica se hará a lo largo de las vías asociativas, pero que no quiere malos entendidos: aclara que de ningún m o d o está suponiendo que dichos caminos sean los sistemas celulares de las neuronas y que aún en esos tiempos (1905) no se conoce com o pueden figurarse esos cam inos. Freud está frente a su caja negra: funcionam iento neuronal y es­ tru ctu ra subjetiva. «Caja negra» que siguió sus derroteros en muchas ciencias (m edicina, psicología) a lo largo del siglo XX. Pero es Freud quien da un estatuto de seria hipótesis a la configu­ ración de ambos caminos y a cóm o se hace el empalme entre uno y otro, es decir, cóm o se realiza la transform ación entre cantidad y calidad. O sea, cóm o se efectúa la decantación de necesidad a pulsión. C ontem poráneos epistem ólogos de las neurociencias dicen que el cerehro hum ano, en su arq u itectu ra tiene dispositivos para m udar la cantidad en cualidad, con lo cual aparece triunfante otra vez el viejo principio délos primeros estudios freudianossobre la tendencia origi­ naria del SNC acerca del ap artam ien to de la cantidad. El «nudo» de pasar de u n estado a otro, el que algo cam bie pero continúe com o siendo lo m ism o, con lo cual jugué al hablar de los dis­ tintos significados de decantar, está dado por el concepto de pulsión. Freud la define com o el concepto fronterizo entre lo aním ico y lo som ático, com o un re p resen ta n te psíquico de los estím ulos que p ro v ien en del in terio r del c u e rp o y alcanzan el alm a, com o una m ed id a de la exigencia del trab a jo que es im puesto a lo aním ico a 78. J. y M. Moizeszowicz, op. cit., pp. 28-29.

consecuencia de su trabazón c o n lo corporal. Los estím ulos prove­ nientes de la pulsión van a p lan tearle al SNC exigencias m ucho mas elevadas que los estímulos externos, ellos son los genuinos m otores que han elevado el progreso del m ism o. Freud introdujo un postulado que n