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IDEAS

Kamishibai , una manera milenaria de explicar cuentos

Aula de Innovación Educativa | núm. 206 | noviembre 2011 | 76

Evidentemente, esta técnica ofrece muchísimas posibilidades en el aula. Por un lado, la construcción de un kamishibai de madera o de car tón puede ser motivadora y excitante, además de ofrecer una infinidad de posibilidades creativas. Por otro, su contenido puede ser un recurso didáctico fantástico para trabajar las competencias comunicativas, y para ofrecer un espacio activo al alum-

nado en el que pueda narrar su trabajo: su propia historia, un cuento inventado en torno a la figura de Sant Jordi, una historia en lengua extranjera… Como decíamos antes… ¡las posibilidades son infinitas!

AUTORA

Eva Martínez Pardo Maestra y cuentacuentos www.araebcn.com

Imágenes 1 y 2. Kamishibai casero hecho con cartón duro

Marta Garsaball

El kamishibai es una técnica japonesa de explicar cuentos milenaria. En sus inicios, tenía una clara vocación moral y didáctica, y se dirigía principalmente a los niños de las clases más desfavorecidas. La técnica consiste en narrar una historia que tiene como soporte visual unas cuantas láminas ilustradas que se exponen en un teatrino cerrado con tres pequeñas puertas. Cuando las puertas del teatrino se abren, el narrador empieza su relato, y va cambiando las láminas a medida que la historia avanza. De hecho, es casi como ir pasando las páginas de un libro, pero la diferencia reside en el grado de expectativa que se genera al abrir y cerrar las tres puer tecillas, casi mágicas, que marcan el inicio y el final de esa aventura.

ASPECTOS QUE HAY QUE TENER EN CUENTA Las láminas están ilustradas por una cara, que es la que se expone a los niños y niñas, y por la otra contienen el texto, de manera que el narrador puede ir siguiendo el hilo argumental desde la parte de atrás. Es importante que las ilustraciones estén elaboradas a base de trazos grandes y simples, con pocos detalles, a fin de que puedan ser vistos a cierta distancia. Del mismo modo, los textos han de ser claros y directos, sin demasiadas descripciones ni ramificaciones en su argumento.

Marta Garsaball

Hace unos cuantos siglos, los hijos de las familias pertenecientes a las clases más analfabetas del Japón echaban a correr emocionados cuando oían el sonido del hyoshigi, consistente en dos maderas unidas por una cuerda, que hacía sonar el gaito kamishibaiya, un narrador que llegaba para abrir una ventana al mundo (casi literalmente) a través de sus historias.