Judith y Holofernes (Donatello)

Donato di Niccolò di Betto Bardi, Donatello. Judith y Holofernes (1455 - 1460). Palazzo Vecchio, Florencia. ____________

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Donato di Niccolò di Betto Bardi, Donatello. Judith y Holofernes (1455 - 1460). Palazzo Vecchio, Florencia. ________________________ Estamos ante una escultura de bronce de más de dos metros de altura, exactamente 2, 36m, compuesta por dos figuras antropomorfas que representan a Judith, heroína hebrea, blandiendo una espada frente al jefe asirio Holofernes. Compuesta por once piezas separadas, ensambladas y doradas donde destaca los largos y pesados ropajes que cubren a Judith casi en su totalidad, desde su frente hasta la caída de la falda que llega a pisar. El trabajo de los plisados, fruncidos y nudos es resultado de un estudio muy exhaustivo que llegan a un nivel de realismo sorprendente. Donatello plantea a Judith en una posición de dominación totalmente de pie sobre el sedente y moribundo Holofernes, sirviendo de asiento un cojín que se coloca sobre un base triangular decorada con relieves de personajes agitados. La escultura de bulto redondo invita a ser vista desde diferentes puntos de vista pudiendo ver como cuelgan los pies de asirio, de espaldas a Judith. O como la cabeza del casi decapitado se sitúa totalmente de perfil al cuerpo, siendo sujetada por la protagonista que se posiciona diagonalmente con un pie adelantado. La expresión de esfuerzo e inquina, tensa, que hace que sobresalga el labio inferior no le resta belleza a la cara de Judith, bien trabajada y pulimentada, chocando con el rostro tosco y de expiración de Holofernes, menos acabada quizás buscando un significación, o al menos una diferenciación del resto de la composición escultórica utilizando el non-finito. Vasari indicará la dedicación y el trabajo delicado del autor, que gracias a este conseguirá un fundido tan fino y tan bien trabajado que le supondrá una maravilla al ser contemplada.1 Aunque estuvo en la plaza de la Señoría de Florencia hasta 1988, debemos comprender esta escultura como elemento único y exento, independiente de un grupo escultórico. De gran complejidad compositiva y fuertes juegos de luz debido a los volúmenes y excesivas texturas, hacen de ella una obra de complicada lectura, que algunos autores comentan que había sido concebida

1

VASARI, Giorgio., La vida de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue a nuestros tiempos. Madrid, Edición traducida de la italiana de Luciano Bellosi y Aldo Rossi. Cátedra, 2002, p. 286.

como elemento central de una fuente. Mary Hollingsworth afirma que esta obra estaba destinada a protagonizar alguno de los patios del palacio Médici.2 Según su datación y sus características formales podemos situarla en el periodo más “exrpresionista” de Donatello, esa última etapa más manierista, donde rompe con la frontalidad de la tradición clásica, barroquizando la composición con ese juego de claroscuros, esa acción en potencia, prefiriendo el momento del primer tajo en lugar del final triunfante pudiendo ser representado con Judith portando la cabeza ya cerciorada. A pesar de estás innovaciones expresivas no llega a ser tan anacrónica como su Magdalena penitente (1455), conservando signos claramente renacentistas como el respeto de los cánones y la proporción, exaltando así el cuerpo humano con una estudio anatómico impecable. Aquí se observa su estudio minucioso de la antigüedad clásica, que junto a Brunelleschi sabrán leer en las ruinas romanas y reinterpretar con la nueva filosofía humanistica de la época. La referencia utilizada para este escultura es bíblica pero no religiosa, siendo extraída del Libro de Judit, considerado un texto apócrifo, aunque Judith sí pertenece a la iconografía cristiana. Este libro narra como la viuda hebrea, de gran belleza y sabiduría, libera a Betulia del asedio del ejercito de Holofernes. Judith se resistía a rendirse, por lo que ante la escasez de víveres y las negociaciones llevadas a cabo por su jefe Ocías, decide visitar al asirio para distraerle con su belleza y así aproximarse a él lo suficiente para matarlo. Recibió el beneplácito de los ancianos de la ciudad que aplaudieron su fortaleza y dedicación para con la causa. El relato incide en la devoción de la protagonista, que se muestra como protectora de todas las mujeres ante la inminente violación por parte del terrible y agresivo ejército de Holofernes. Es aquí cuando Dios aparece, dándole la gracia necesaria para poder acometer su propósito, el de castigar el pecado de la lujuria de los asirios. Incluso la llega a inspirar en las mentiras necesarias para sortear las dificultades que surgían en el cumplimiento de tan ardua empresa. Añadióle además el Señor nueva belleza: porque toda esta compostura no provenía de lasciva pasión, sino de un fin santo; y por lo tanto el Señor dio mayor realce a su hermosura, de suerte que a los ojos de todos parecía de una incomparable belleza. Hizo llevar por su criada una botella de vino, y una redoma de aceite, y trigo tostado, e higos secos, y panes, y queso, y marchó con ella. (Jdt10, 4-5). Llevado por el hedonismo y la lascivia, terminó ebrio y somnoliento, pudiendo así Judith completar su misión, cerciorando la cabeza del jefe enemigo y desmoralizando así al ejercito que le asediaba. Esta victoria es narrada con un claro fin propagandístico, exaltando el pundonor hebreo contextualizándolo en su época de origen, la macabea (167 - 160 a.C.). Esta obra muestra un esquema similar a una escultura anterior de Donatello, el Sacrificio de Isaac. En esta ocasión en mármol, que junto al profeta Habacuc entre otros, estaban destinadas a decorar el campanario de la catedral de florencia. Con casi 40 años de diferencia resuelve los dos personajes 2

HOLLINGSWORTH,M., El patronazgo artístico en la Italia del Renacimiento: de 1400 a principios del siglo XVI. Madrid, Edit. Akal, 2002, pp. 77-79.

en una sola forma vertical disponiendo a uno de ellos postrado entre las piernas de un segundo, aunque en Judith y Holofernes le dota de mayor dinamismo al alzar el brazo ejecutor. A pesar de que puede existir una intención religiosa implícita, interpretando esta escultura como muestra del hombre como instrumento para los designios divinos de Dios, en su época de realización podemos encontrar paralelismos entre la situación narrada con la amenaza turca que acecha Italia tras la caída de Constantinopla (1453), no tanto como un enemigo no cristiano, sino como un nuevo poder político. Muestra de ello sería la elección de la espada cimitarra, de hoja curvada que sostiene Judith, y que no tiene rigor histórico en el contexto del suceso narrado. Este tipo de espada era símbolo del imperio turco. Otros autores se han decantado por una lectura más moral, en la que identifican a Judith con la virtud y humildad frente a la soberbia de Holofernes. Wind matiza que es la lujuria, basándose en lo recatado de los ropajes de Judith, pisando prácticamente los genitales del desnudo y derrotado asirio.3 Situándola en su contexto original, El patio de la Signoria, podríamos traducirlo como un símbolo de libertad, alejándolo de un carácter moralizante al no ir destinado a ninguna iglesia o edificio religioso, sino a un espacio público. Florencia se había convertido en un estado centralizado, donde democráticamente se elegía a una serie de representantes, aunque finalmente lo que articulaba el estado era una serie de relaciones de clientelismo. Esta situación hizo que familias como los Médicis ser hicieran con el poder, mientras que el groso del pueblo se veía asfixiados por los pagos fiscales. La mayoría de la colección artística de los Médicis se situó en la plaza del organismo de gobierno como muestra del nuevo poder, convirtiéndose en símbolo de la lucha republicana frente al monopolio de los Médicis, aunque fue perdiendo protagonismo al ser acompañada de otras muchas obras de mayor tamaño como el David de Miguel Ángel. Lo innegable y palpable de esta obra es la eternidad que emana gracias a la pericia técnica de Donatello, maestro escultórico en todas sus materias.

Ángel Mª Lumbreras Fernández - 1ªB HHAA

3

WIND, E., La elocuencia de los símbolos. Estudios sobre el arte humanista. Madrid, Edit. Alianza Forma, 1993, pp. 80-82.