Jose Olimpo Democracia y Neoliberal

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Quinta lección 5. DE LA DEMOCRACIA Una de las ventajas de las teorías contractualistas y de sus correspondientes premisas sobre la convención y la sumisión frente a la Ley es que nos permiten comprender la forma distintiva y el valor histórico de las democracias, en particular de las democracias modernas. Ejemplo de lo anterior es el hecho de que la idea de la democracia implica, en el mundo moderno, de un lado, un cierto conjunto de estructuras políticoadministrativas tales como la existencia de niveles de representación parlamentaria, elecciones periódicas y universales, etc.; y de otro lado, implica un compromiso normativo de trato con las personas y las decisiones colectivas. Lo que distingue en particular a las democracias modernas es que en ellas se reconoce explícitamente el poder político como una creación directa o indirecta del poder del pueblo o de la nación. Esta característica es muy importante pues ella diferencia la posibilidad de legitimar o no los levantamientos armados y las revoluciones sangrientas. En efecto: una revolución supondría un levantamiento del pueblo a fin de cambiar de gobernantes o de régimen; en las democracias modernas, por el contrario, se trataría de evitar tal situación mediante el establecimiento y reconocimiento colectivo de unas reglas y procedimientos que permitan el cambio de gobernante y de régimen sin tener que recurrir a la violencia directa. Dicho de esta manera, la idea de la 4 democracia parece algo supremamente sencillo de exponer y de aceptar; pero las cosas no son tan simples. Baste recordar aquí el fuerte enfrentamiento

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teórico que se ha levantado entre los defensores de la democracia directa y los partidarios de la democracia representativa; y podríamos agregar también el debate contemporáneo que ha suscitado la tesis según la cual la democracia también se encuentra agotada como

en el reconocimiento de la libertad y de la dignidad de todo ser humano. Retomemos ahora lo que hemos denominado como el núcleo duro de la idea de la democracia, que atraviesa las diversas propuestas modernas de esta forma de gobierno.

forma de gobierno. En esta lección expondremos lo que podríamos denominar el núcleo duro de la idea de la democracia, sin adentrarnos necesariamente en las querellas antes enunciadas pues de lo que se trata es de legitimidad. Aquí asumimos, como democracia, la vieja y querida idea según la cual democracia significa que el poder político tiene como fuente y principio al pueblo mismo (demos, pueblo y cratos: poder). La única diferencia que debemos establecer sin demora es la antigua y que nos permite hablar en general de democracia democracia moderna. La primera clase de democracia, la antigua, es la democracia directa donde un grupo de ciudadanos podía intervenir directamente sobre el destino de su ciudad durante un período de tiempo determinado. Pero atención: esto sólo parece haber ocurrido en algunas ciudades griegas en el período clásico donde lo que hemos denominado ciudadanos se reducía a hombres libres y esclavistas y se excluía a las mujeres, a los extranjeros y a los esclavos; por ello debemos decir que tal tipo de democracia era una forma de gobierno limitada y excluyente. La democracia moderna, por su parte, es aquella forma de gobierno que presupone la igualdad ante la ley, y la ciudadanía extendida a todos los nacionales, sin exclusiones posibles. Es, en general, una democracia representativa en la que se valoria inmensamente el procedimiento de las elecciones universales,,liúblicas y periódicas que habrán de dar como resultado la promo ión y renovación de los representantes del pueblo ante las instancias del poder administrativo. En general éste es el tipo de democracia liberal que hemos venido considerando desde la propuesta lockeana, centrada

5.1 Democracia como gobierno y democracia como cultura O

q.

La afirmación que establecimos en las dos lecciones anteriores según c) la cual el Estado político es deseable por encima de toda otra ki posibilidad de ordenamiento social, es una afirmación compartida por la mayoría de los filósofos políticos desde el siglo XVII; es decir, ;1_ es uno de los productos racionales de la Modernidad. Esta tesis ganó " -') el asentimiento de los teóricos de la política luego de haber constatado que la vida en el estado de naturaleza resultaba insoportable, pues en tal condición la guerra era permanente e inexorable, dando lugar a una vida humana que en términos de Hobbes no pasaba de ser "pobre y miserable". Las teorías del contrato social presuponen, como lo hemos señalado, que los seres humanos basamos nuestras decisiones en criterios morales y racionales a fin de resolver los conflictos y alcanzar la paz, pero enfatizando, claro está, en las decisiones colectivas. Detengámonos ahora a considerar los tipos de autoridad y poder que se establecen en las sociedades modernas contractualistas y que reciben el nombre genérico de democracias. Desde Aristóteles hasta hoy, los filósofos han considerado que la autoridad política debe, para ejercerse con plenitud, estar legitimada por algún criterio aceptado racionalmente; o, para decirlo de nuevo, la autoridad debe tener la capacidad de crear la conciencia de obediencia por parte de los individuos que la sufren a fin de que se reconozca el poder legítimo a través de lo que normalmente se denomina legislación. En otras palabras, la autoridad política debe poder coordinar las tareas de las gentes a fin de evaluar qué tipo de

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conductas son permisibles y cuáles, por el contrario, deben ser consideradas antisociales; la autoridad política debe, por tanto, asegurar la cooperación racional y voluntaria de los individuos a fin de establecer sanciones y actos disuasivos. Ésta parece ser pues la tarea fundamental del Estado político, pero los filósofos han creído que no pueden agotarse la forma ni la función del ordenamiento jurídico en tal dimensión, como lo veremos próximamente; por el momento mantengamos nuestra atención en la naturaleza de la democracia. La autoridad política es aquella forma de poder en la que el gobernante ofrece a los súbditos las razones para "ordenar" y "legislar"; razones que no se pueden ignorar y que deben estar por ello legisladas en algún tipo de consenso, acuerdo o reconocimiento constitucional acatado por la mayoría de los miembros de una comunidad. Esta caracterización no excluye la posibilidad de un obrar injusto por parte del gobernante, pero recordemos que los defensores de la teoría del contrato, no todos por supuesto, señalaban el derecho a la rebelión justa o a la desobediencia civil cuando las leyes y órdenes del gobernante violasen flagrantemente los principios y términos del contrato. De hecho, salir del estado de naturaleza y abrazar el Estado político supone una decisión moral que busca promover precisamente la justicia, la seguridad y el bienestar de los individuos. Desde esta perspectiva hemos de concluir que el poder-autoridad, legitimado en la cultura de Occidente desde hace dos siglos, se encarna en el ideal política que puede enfocarse desde diversas ópticas de la democracia dado que es un concepto a todas luces polisémico. Consideraremos en esta lección el porqué se cree que la democracia, en sentido genérico, es preferible a otros sistemas de ordenamiento social como el fascismo, el comunismo y, en general, los totalitarismos. La democracia política puede ser enfocada en dos sentidos que expresan a su vez dos modalidades teóricas: a) algunas teorías

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asumen la democracia como una particular forma de gobierno, donde el pueblo o la mayoría del pueblo asume el control de las decisiones políticas y las acepta incuestionablemente; b) otras teorías postulan que la democracia rebasa ampliamente la idea de gobierno y debe asumirse más bien como una auténtica forma de vida, como un conjunto de ideales y actitudes que motivan y guían el comportamiento de los miembros de la sociedad en lo atinente a todo tipo de relación interpersonal. Con relación a la primera de estas caracterizaciones, recordemos que el Presidente Abraham Lincoln (1809-1865) describió la democracia como "el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo". Este dictum del político norteamericano ha contado con muy diversas interpretaciones centradas la mayor parte de ellas en la segunda parte de la cláusula citada, el "por el pueblo", significando con ello la búsqueda permanente de las comunidades por establecer criterios políticos comunes para todos. En la práctica, la democracia ha venido a significar la adhesión al criterio de la mayoría, lo cual a su vez, lleva a creer que se deben promocionar los intereses de todos los implicados aunque no se cuente con un consentimiento unánime; frente a ello se erige el tan temido peligro que Tocqueville y J.S. Mill ya habían presentido: el peligro real de que la autoridad de la mayoría se convierta en una dictadura sobre la minoría. Otro asunto que tiene que ver con la primera de las descripciones que hemos ofrecido de la democracia es el relativo a la idea tan manida de argumentar a favor de la democracia directa y de sus reales posibilidades. La democracia directa, es decir, ejercida por todos, resulta prácticamente imposible de realizarse en las sociedades complejas propias de la modernidad. Se toma normalmente como modelo de democracia directa á la asamblea de las polis griegas en las que, sin embargo, se establecían de entrada segregaciones y exclusiones sobre segmentos de la población dado que tal asamblea estaba conformada sólo por hombres libres. Una



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nota característica de este modelo de democracia era la que consistía en escoger por sorteo a las personas que debían llenar los cargos públicos durante un determinado período administrativo; este recurso al azar tenía como sustento la idea según la cual escogiendo a los administradores por sorteo los cargos estarían libres de cualquier interés personal. Sin embargo, en la mayoría de los estados modernos, reiterémoslo, resulta imposible pensar en un ejercicio directo de la democracia en lo atinente a la toma de decisiones; yes por ello igualmente claro que las democracias modernas han privilegiado lo que se denomina "Gobierno representativo", donde el individuo común participa en el proceso eleccionario a fin de elegir a sus representantes políticos ante las instancias de toma de decisiones administrativas. Naturalmente, este procedimiento ha devenido en ocasiones una auténtica forma de gobierno oligárquico o gobierno de unos pocos que monopolizan el poder a su favor. Para enfrentar este tipo de desviaciones problemáticas, los filósofos políticos han propuesto la creación y adopción de mecanismos de control del poder tales como la tripartición del poder público y otras estrategias de control más directas y modernas como el referéndum el plebiscito y la derogación del mandato.'

hacen referencia a do 1 Los conceptos referéndum y plebiscito mecanismos legales que se pueden utilizar en las democracias a fin de demandar al constituyente primario si está de acuerdo o no con alguna modificación substancial a la Carta constitucional. En general el segundo de estos conceptos se refiere a una pregunta directa a pueblo, en tanto que el primero puede ser un conjunto de pregunta mediadas por un debate público entre el Ejecutivo y el Legislativo. E propio de las democracia concepto derogación del mandato, modernas, implica la posibilidad de que si se logra el consenso en un número determinado de los votantes, se pueda igualmente suprimi un mandato popular.

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Los partidarios del gobierno democrático han argumentado permanentemente en defensa de la opinión de las minorías a fin de que éstas no sólo coadyuven en la buena administración sino que se erijan como la auténtica oposición política rodeada de garantías y derechos. En particular, en la tarea legislativa, las minorías deben tener una fuerte presencia mediante la crítica y la exposición de políticas alternativas con el fin de que la opinión dominante se vea en la necesidad de justificar o fundar razonablemente la pretendida superioridad de sus tesis. Y aquí aparece otro criterio que los amigos de la democracia política evalúan como altamente razonable y formador de la personalidad democrática: la capacidad de persuasión que se debe atribuir a los líderes democráticos. Para realizar a plenitud la democracia se deben reconocer el valor de la participación electoral y la capacidad para convencer, demostrar e inducir a los individuos a asumir ciertas tareas o líneas de acción que comprometan su voluntad y su responsabilidad. De igual manera, es preciso señalar el valor y la importancia de la denominada "separación de poderes" que se presenta como una carta de legitimación y superioridad de la democracia frente a sus posibles alternativas como formas de gobierno. Recordemos el sentido de esta tripartición del poder público: a) la función legislativa. Su sentido está dado en términos de aceptar que cierto grupo de personas, normalmente elegidas mediante voto universal y secreto, tienen la tarea de promover y promulgar las leyes que han de ser coercitivas y obligatorias para toda la comunidad; dentro de sus funciones se encuentra, igualmente, la facultad de interpretar y derogar leyes a la luz de criterios establecidos en una carta constitucional que se asume justamente como "ley de leyes"; b) la función ejecutiva. Se trata de un grupo de personas cuya tarea fundamental se encuentra en el hecho de hacer cumplir las leyes y someter a quienes las violen. Los funcionarios gubernamentales adscritos a esta rama del poder público deben estar en capacidad

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de hacer cumplir las leyes mediante el uso de la fuerza legitimad en el gobierno democrático; y finalmente, c) la función judicial. S trata de un grupo de personas que debe estar autorizada par interpretar la ley en el sentido de poder decidir si una person acusada de un crimen o de una infracción ha quebrantad efectivamente la ley o no. Su poder entonces consiste en condena absolver y dirimir las querellas presentadas entre los miembros qu han reconocido el contrato social. Digamos que las tres funcione del control del poder público podrían ser ejecutadas o realizadas, por una sola y misma persona, por supuesto, como sucede en lo estados gobernados por déspotas o por un solo partido político Por el contrario, en las democracias asumidas como forma de gobierno, existe un cierto criterio de separación entre esas tre esferas a fin de que se logre un control entre ellas produciendo así' un gobierno transparente, la desconcentración del poder en pocas manos y la realización deseable de la justicia social. Ahora bien, la democracia en el segundo sentido expuesto, es decir, no como forma , de gobierno sino como cultura política en general, ha sido objeto de un especial interés por parte de los filósofos políticos a finales del siglo XX. Consideraremos aquí a uno de los grandes defensores de esta concepción de la democracia como lo fue el filósofo norteamericano John Dewey, mentor intelectual del pragmatismo norteamericano. ¿Qué debemos entender por "democracia" y qué sentido se debe asignar a una "comunidad democrática" en el discurso deweyano? Quizás no exista un texto más sintético y claro en relación con estos dos conceptos que el espléndido, por inteligente y breve, discurso de agradecimiento que Dewey ofreció en New York en 1939 cuando miles de sus conciudadanos le ofrecieron un emotivo homenaje con motivo de su octogésimo cumpleaños. Este texto se conoce hoy bajo el bello título de "La democracia creativa: la tarea que nos espera". Dewey consignó aquí el siguiente credo democrático.

La democracia es un modo de vida regido por una fe activa en las posibilidades de la naturaleza humana. La creencia en el hombre del común es un artículo familiar en el credo democrático. Esta creencia está desprovista de fundamento y de significación si no se funda en el potencial de la naturaleza humana que se manifiesta en todo ser humano, sin tener en cuenta su raza, color, sexo, nacimiento, familia, riqueza material o cultural.' Dejando de lado las agudas resonancias que en esta declaración se establecen con relación al sentido de la "dignidad" de los seres humanos, que años después habría de dar forma a la Declaración universal de los derechos humanos de las Naciones Unidas, debemos reconocer que aquí no se está hablando de la democracia como un conjunto de instituciones, de procedimientos formales o de normas y garantías constitucionales. La idea de la democracia se ha convertido en una fe reflexiva en la capacidad de todo ser humano de deliberar juiciosamente bajo condiciones adecuadas. Igualmente importante es retener la idea según la cual la democracia posee como fundamento único la práctica social humana. Tal tesis no es otra cosa sino la reiteración pragmática de la idea según la cual la política no posee una esencia propia, una esencia en-sí-misma que la haga radicalmente diferente de otras prácticas sociales o de otras entidades objeto de reflexión humana. Suponer, en esta línea de pensamiento, que existe apriori una esencia de lo político en sentido ontológico, es reconocer que el hombre no posee la libertad de crear sus propias condiciones de destino sino tomarlo como un ejecutor de designios cuasi-sagrados que le obligarían a actuar ciegamente. Los pragmatistas norteamericanos rechazaron enfáticamente tal presupuesto idealista y abogaron decididamente

2 John Dewey, "La Democratie Creatice: la tache qui nous attend", en: http//agora q .c.ca/textes/dewey.html,7 . p. 3.

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por una comunidad de participación, discusión y responsabilidad frente al futuro. Naturalmente esta tesis y el rechazo al designio.suprahistórico no fueron del agrado de la comunidad filosófica de, comienzos del siglo XX que veía en la Revolución socialista la epifanía: o advenimiento, por fin, de la razón, de la libertad y de la justicia encarnadas en el Destino o en el Espíritu Absoluto. Debieron los pragmatistas esperar casi un siglo para que sus tesis fuesen revaloradas con fuerza y decisión por pensadores postmetafísicos como Lyotard, Rorty y Foucault. Avancemos aún algunas breves consideraciones sobre el sentido de la filosofía y de la democracia en la obra deweyana a fin de perfilar • mejor el concepto de democracia creativa, que nos ha de retrotraer al comienzo de esta exposición cuando consignamos que la democracia podía ser considerada como una forma de vida. Al aplicar las virtudes propias de la actividad científica a la consideración de la vida comunitaria, deviene la tesis de la comunidad democrática.. Pero, ¿qué se debe entender aquí por comunidad? Recordemos que el filósofo Michaeli.SandeP ha propuesto una tripartición del sentido de "comunidad" expresada en los siguientes términos: a) comunidad instrumental, donde los individuos consideran sus compromisos sociales como una especie de restricción inevitable a sus libertades y donde sólo se participa de la vida cooperativa cuando tal participación va dirigida a alcanzar algún fin particular; b) comunidad sentimental, donde los individuos participan de la vida social desplegando motivaciones claramente egoístas o sentimentales. Se 7trata de compartir valores y sentimientos establecidos al interior de un grupo que a su vez confiere o no fuerza y sentido a la acción

3 Michael J. Sandel, Liberalism and the Limits of Justice, Cambridge, Cambridge University Press, 1982.

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individual; y, finalmente, c) comunidad constitutiva,

en este tipo de comunidad se reconoce la identidad individual como constituida a partir de la conjunción de intereses y valores formadores; aquí la identidad individual no es previa, ni lógica, ni temporal a la comunidad misma. Leída, entonces, la propuesta deweyana a la luz de esta categorización, debemos reconocer que su concepto de comunidad estaría enmarcado en el tercero de estos tipos de modelo elaborado por Sandel. Sólo así tiene sentido la argumentación del pragmatista en contra de la dicotomía entre individuo/sociedad y también se explicaría la crítica permanente de Dewey al liberalismo individualista. Para Dewey, el individuo deviene una permanente realización, una realización que sólo puede florecer al interior de un tipo de comunidad especial, la democrática: El gobierno, los negocios, el arte, la religión y todas las instituciones sociales tienen un significado, un propósito. Tal propósito es liberar y desarrollar las capacidades de los individuos humanos sin consideración de raza, sexo, clase o posición económica [...] La democracia tiene muchos significados, pero si tiene un significado moral se encuentra en resolver la prueba suprema de todas las instituciones políticas: el desarrollo general de cada miembro de la sociedad. 4 La conclusión se impone: según Dewey, la sociedad democrática no conoce otro bien que el bien del individuo. La tarea que aguarda al filósofo político es reconstruir ese sentido de la democracia que en sus orígenes fue la feliz coincidencia de circunstancias sociales y de personalidades audaces que buscaron establecer el canon de una sociedad construida, no encontrada. La democracia así entendida

4 John Dewey, "Reconstruction in Philosophy", p.147. Citado por Robert Horwitz, en: Historia de la filosofía política, México: Leo Strauss y Joseph Cropsy, Fondo de Cultura Económica, 1999.

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tiene la impronta de la moral en su totalidad puesto que no se erige como un objeto más de reflexión ni como una alternativa plausible frente a otras formas de organización social que puedan dar sentido a la vida humana. El sentido de la moralidad, a su vez, se infiere del patrón de autocorrector del criterio experimental aplicado a la vida social. Este tipo de moralidad implica, como ya lo constatamos en sus propias palabras, una fe particular en que los hombres y las mujeres comunes puedan llegar a asumir y a valorar responsablemente las consecuencias de sus propias decisiones. Aquí la ética se asume como el resultado del desarrollo de la inteligencia implícita en la experiencia humana. Esta perspectiva pragmatista descree de las denominadas "éticas desde arriba", como las denominó Dewey, o éticas heterónomas al individuo, donde lo característico es el sentido tradicional de aceptar la dicotomía bueno/ malo a partir de una imagen maniquea del ser humano que se simplifica en términos del conflicto razón/deseo. Naturalmente, para el pragmatista, la moral reflexiva propia de la comunidad democrática se opone firmemente al punto de vista según el cual se debe ser fiel e incondicional al deber, tal como lo dicen las éticas deónticas con desdén total de las consecuencias; en tanto una moralidad de esa clase puede convertirse fácilmente en una particular forma de esclavitud intelectual o de salvaguarda frente a la responsabilidad individual. El fundamento moral de la comunidad se encuentra, reiterémoslo, en los intereses y actividades compartidas, con su carga de derechos y obligaciones inherentes a las mismas. La preferencia por la democracia, de nuevo, reside en una opción moral antes que política en sentido tradicional, y por ello Dewey puede afirmar: La historia de la lucha por la libertad política es en gran medida un relato de los intentos para liberarse de las opresiones que se ejercían en nombre de la ley y de la autoridad, pero que en realidad

asimilaban lealtad a esclavitud. Con la concentración de la alegada autoridad moral en unos pocos se produce el correspondiente debilitamiento del juicio y del sentido de responsabilidad por parte de los muchos. La moralidad queda reducida al cumplimiento de órdenes. 5 En suma: la preocupación por la formación de una sociedad democrática permanece atravesada por el sentido de lo que hoy categorizaríamos como reconocimiento y defensa de la dignidad de cada ser humano. Esta defensa no puede, sin embargo, ofrecerse a partir de un mero convencionalismo jurídico ni tampoco por la imposible determinación de un estado ahistórico del ser humano. ;; e Implica, eso sí, el empleo de la inteligencia a fin de crear la cultura .del respeto por el individuo, y aquí Dewey vuelve a su reflexión _ sobre el camino más adecuado para lograr tal fin que es la educación moral del pueblo. Volvamos ahora a nuestras consideraciones generales sobre lo que se entiende en el dominio académico contemporáneo por democracia.

5.2 Los postulados de la democracia contemporánea La democracia posee ciertos postulados que subyacen a sus diversas concepciones y que permiten establecer la demarcación entre la legitimidad democrática y otras formas de legitimidad no democráticas, como ya hemos tenido oportunidad de señalarlo en lecciones anteriores. El criterio básico que subyace al credo democrático es la afirmación de que el pueblo es capaz de gobernarse a sí mismo, y a su vez este credo toma pie sobre la idea antropológica

5 John Dewey y Tufts, H., Ethics, N.Y.: Henry Holt and company, 1932.p. 246. Citado por John L. Childs: Pragmatismo y educación, Buenos Aires, Nove, 1956. p.127.

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según la cual todos los seres humanos somos iguales, racionales, inteligentes y perfectibles. Este criterio central proviene, al igual que los postulados que vamos a señalar, de la tradición racionalista de Occidente pero en particular de la conjunción de ideas acrisoladas durante el Renacimiento, la Reforma protestante y la Ilustración. racionalista. Este origen de la idea básica de la democracia ha marcado de tal forma el credo democrático que su comprensión y aceptación por parte de culturas no tocadas directamente por Europa se ha hecho difícil y ha dado origen a lo que en nuestros días conocemos como "choque de civilizaciones". Consideraremos en esta lección cuatro postulados que atraviesan permanentemente las ideas democráticas.

a)

El postulado de la racionalidad. Los filósofos de la Ilustración postularon una teoría que ha marcado profundamente la época moderna en la cultura occidental y que hoy parece colonizar al mundo entero: la idea según la cual todos los hombres poseemos una facultad innata que nos permite evaluar argumentos a fin de aceptarlos o rechazarlos; esta facultad es, por supuesto, la razón humana. Ahora, si la esencia del proceso democrático es la toma de deci iones por consentimiento, éste sólo puede resultar de una dis usión se libre, ecuánime e informada; en cualquier otro caso trataría de consentimiento sino de sumisión ante la fuerza o de temor ante la agresión. A diferéncia de la oclocracia o gobierno de la muchedumbre, las decisiones democráticas deben ser reflexivas y responsablemente asumidas por individuos conscientes de estar realizando tal ejercicio.

b)

El postulado de la igualdad. La democracia supone igualdad política, no igualdad física ni intelectual. Los partidarios de la democracia anhelan ver una sociedad bien ordenada, donde las transformaciones correspondan a decisiones reflexivas y

no al mero privilegio o al cálculo de intereses particulares; por ello, la igualdad democrática se establece como igualdad ante la ley y reconocimiento, igualmente, del derecho a poseer derechos iguales para todos. Las democracias modernas intentan esforzarse en alcanzar ordenamientos jurídicos en los que los individuos vean reflejada su dignidad mediante el ejercicio de demandas y responsabilidades idénticas para todos en condiciones normales y públicas.

c)

El postulado del autogobierno.

El credo democrático supone que la mejor manera para decidir los asuntos públicos es plantear tales cuestiones al pueblo o a una mayoría lo más amplia posible. Este principio de la toma de decisiones, no sólo razonadas sino por mayoría, se extiende a las diversas instancias en las que se ejercitan las variadas formas del poder institucional. Este postulado no descansa, en las sociedades modernas, en la creencia ingenua de que la mayoría es infalible o en que el pueblo tiene siempre la razón; descansa más bien en la idea de que la deliberación y el convencimiento racional entre los hombres puede producir mejores resultados que el simple autoritarismo o la aceptación ciega de la tradición. Cada sociedad moderna de corte democrático ha debido enfrentar de manera diferente las diversas cuestiones que se ofrecen en el marco de la toma de decisiones políticas, tales como: ¿son los representantes plenamente autónomos para decidir a nombre de sus representados?; ¿deben los representantes consultar permanentemente a sus representados antes de tomar decisiones? Estas cuestiones traducen uno de los dilemas centrales que enfrenta la idea democrática desde el siglo XVIII: ¿representación o participación directa? Hemos dicho que cada Estado democrático ha de encarar estos problemas creativamente según sean sus tradiciones, valores, nivel educativo, etc.

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Volvamos ahora a la idea de autogobierno como piedra de

hablar de que alguien pueda conocer el auténtico interés del pueblo; o para decirlo en otras palabras, reconocer que las masas pueden ser intimidadas, conducidas y engañadas por los partidos políticos. Estos son apenas algunos de los fenómenos sociales que deben enfrentar los filósofos políticos a fin de argumentar a favor del consentimiento democrático sin caer en la manipulación, o lo que es peor, en la simplificación de la idea del ser social y de la sociedad misma: cansancio de la democracia.

toque de la democracia. El autogobierno se afianza a partir de una idea negativa con relación a los intereses individuales o colectivos que ya pensadores como Jeremías Bentham (1 748- I 832) habían enfatizado: el hombre siempre conocerá y perseguirá su propio interés y sólo podrá confiar en sí mismo. Desde luego, la manera más expedita de controlar esta desmedida vocación por el poder radica en aceptar una autoridad y un gobierno que reconozcan la legitimidad de los intereses individuales y los armonice con los intereses de la comunidad. Es por ello entonces que el autogobierno representa de manera explícita la legitimación por consentimiento donde este último concepto puede ser evaluado desde dos perspectivas. En primer lugar, hemos de reconocer el consentimiento como aquiescencia que el pueblo otorga a sus gobernantes, según sean sus decisiones, transparencia, liderazgo, etc. La segunda posibilidad de aceptar el consentimiento consiste en reconocerlo como el beneplácito que el pueblo da a su gobernante si éste hace lo que el pueblo desea que haga. En el primer caso, en cuanto más grande sea el grado de aprobación, se puede pensar que el gobernante estará plenamente legitimado, pero por este camino se puede igualmente desembocar en una auténtica paradoja como la que constatamos en los gobiernos fascistas y populistas encabezados por líderes carismáticos como Hitler, Stalin o Perón, donde a pesar de la alta aprobación popular se escondían juegos de intereses económicos y abusos del poder que no permiten entonces identificar la democracia con la simple unanimidad de aprobación. De otro lado, la segunda interpretación del consentimiento conduce también a un serio problema que se puede plantear en la pregunta de si es posible

d)

El postulado de la libertad. El cuarto postulado relevante del credo democrático concierne a la valoración suprema que los demócratas asignan a la libertad individual y al sentido que se da al concepto de sociedades libres. Los demócratas defienden la idea según la cual la libertad da al individuo mejores posibilidades para desarrollar su personalidad haciendo que el espíritu total de la sociedad se centre en la inventiva, en la productividad, en la inteligencia y en la responsabilidad individual. El derecho a la libertad individual, afirman los demócratas, involucra igualmente el derecho a participar en las diversas actividades públicas que se realizan sin imposiciones ni temor a consecuencias indeseables por parte del Estado o de terceros. El argumento antropológico que se esconde tras la valoración suprema de la libertad individual reposa sobre la comprensión de la naturaleza humana como racionalidad decisional, es decir, se parte de la confianza en que los individuos pueden enfrentar y resolver sus diferencias mediante el uso adecuado de la razón y no mediante la coacción y la amenaza provenientes del autoritarismo o del paternalismo. Naturalmente, los demócratas aspiran a las más amplias libertades pero no a una libertad absoluta que devendría

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necesariamente en anarquía; de hecho, la libertad democrática, supone controles sociales y autocontrol individual,provenientes básicamente de la educación que debe reforzar razonablemente las ideas de participación y responsabilidad, Aceptemos que la palabra "libertad" es un término genérico, que abarca diversas situaciones tales como las libertades políticas, religiosas, sociales, culturales y económicas; y ella. es así porque el sistema democrático de las libertades. modernas se ha construido y afianzado al calor de las luchas. sociales de la modernidad a partir de la idea misma de los. derechos naturales. En los siglos XVIII y XIX, la libertad fue entendida básicamente como la mera ausencia de restricción por parte del poder del Estado a la voluntad individual y por'. ello las Declaraciones de derechos reclamaban la libertad individual para protegerla del poder estatal; pero esta idea de la libertad se ha venido complementando con la tesis según la cual el Estado sí debe intervenir positivamente a fin de garantizar los derechos de los grupos o sectores de la sociedad que por su condición de vulnerabilidad podrían ver violadas sus libertades. Vale la pena entonces que consideremos un , par de conceptos importantes en la filosofía política contemporánea: libertad positiva y libertad negativa:-_, _

5.3 Libertad positiva y libertad negativa La pareja conceptual libertad positiva/libertad negativa se debe al filósofo Isaiah Berlin (1909-1997), quien la puso en circulación 6 académica a partir de su ensayo "Dos conceptos de libertad" en el

6 Isaiah Berlin, "Dos conceptos de libertad", en: Cuatro ensayos sobre la libertad. Madrid, Alianza Universidad, 1988, p. 187ss.

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que argumentó que el primero de estos conceptos se correspondía con la libertad o el derecho "para intervenir en", en tanto que el segundo, la libertad negativa, respondería al "derecho de no ser intervenido". Para comprender mejor este juego conceptual consideraremos con cierto detenimiento la idea liberal de autonomía y su relación filosófica con las dos clases de libertad en cuestión. Comencemos con la libertad negativa: consiste básicamente, como ya dijimos, en no ser intervenido ni obstaculizado por ningún tipo de coacción con relación a la capacidad de acción individual mientras esta capacidad no haga daño a otros. Este tipo de libertad es el que defiende la tradición liberal nacida de las tesis lockeanas en las que se privilegia la voluntad y la capacidad humanas para actuar. Naturalmente, si se dejase actuar al hombre libremente sin constricciones de ninguna naturaleza se llegaría a un conflicto interpersonal pues cada uno querría realizar sus deseos antes que los otros. Es por ello que los liberales, comenzando por Locke, consideraron que la ley debía limitar ese ámbito de libertad tan amplio colocando ciertas restricciones pero guardando un dominio mínimo de libertad que no podría ser violado por la autoridad bajo ninguna circunstancia. Esta tradición se ha enfrentado a la dura crítica de quienes descreen de la posibilidad de establecer claramente los límites que permitan hablar de un ámbito de libertad intocable; por ello ciertas tradiciones ideológicas como-el marxismo han preferido privilegiar la igualdad antes que la libertad. Pero, reiterémoslo, los liberales han defendido siempre con ahínco ese dominio, ese espacio de libertad individual sin el cual serían imposibles las opiniones divergentes, las creencias religiosas y la libertad de opinión en general. Tal es el caso de J.S. Mill, para quien la falta de libertad individual conduciría al fin de la'civilización: El hábito constante de corregir y completar ideas, comparándolas con otras, lejos de producir dudas y vacilación, es el único

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fundamento estable de una justa confianza en todo aquello que se desee conocer a fondo. En efecto, el hombre sabio, conocedor de todo aquello que se le pueda objetar y de que tiene asegurada su posición contra cualquier adversario, sabiendo que lejos de evitar las objeciones y las dificultades, las ha buscado, y no ha desechado ninguna luz a este propósito, ese hombre tiene derecho a pensar que su juicio vale más que el de otra persona o de cualquier multitud que no haya contado con tales medios.' Consideremos ahora la idea de la libertad positiva: en términos de: la filosofía política se refiere al hecho de que los individuos desean realizarse políticamente interviniendo en los proyectos propios de la vida comunitaria, concibiendo para tal fin metas y propósitos que puedan realizarse mancomunadamente. Si la libertad negativa es defendida por la tradición de la democracia liberal, la libertad positiva es defendida básicamente por los partidarios de la tradición roussoniana-marxista. En Rousseau, en particular, la libertad positiva debe entenderse como esa capacidad del ciudadano por darse a sí mismo la legislación adecuada. A su vez, el filósofo alemán Kant, influido por Rousseau, también participa de esta idea y es así como refieriéndose a la ley jurídica la define como "la facultad de no obedecer otra ley que no sea aquella a la que los ciudadanos han dado su consenso". El rasgo más característico de la idea de la libertad positiva es, sin duda, la idea de autonomía de la voluntad que fue desarrollada por Inmanuel Kant y que ha marcado profundamente las ideas liberales, particularmente en la versión roussoniana-marxista hasta nuestros días. La idea de autonomía, entendida ésta como la capacidad de cada hombre para darse y aceptar leyes propuestas por sí mismo,

7 J.S. Mili, Sobre la libertad, op. cit. p. 40-41.

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legitima de una forma novísima la idea de la ley que ya no proviene ni de Dios ni de la naturaleza, sólo de la razón humana. Kant tomó la categoría de autonomía de la voluntad de la tesis roussoniana de la autonomía política de gobernarse según leyes autoimpuestas. La libertad, para Rousseau, consistía en ese ejercicio de elaborar el autogobierno y el rechazo de toda norma heterónoma. Para Kant, esta autonomía política devino autonomía moral, pues en el plano de la moralidad sería inaceptable, por irracional, someterse a mandatos o leyes establecidos por otros. De esta manera, entonces, el hombre racional kantiano es capaz de imponerse a sí mismo su propia legislación moral prescindiendo, y esto es muy problemático y discutible en teoría moral, de sus propios intereses egoístas y particulares colocándose sólo al servicio del interés universal; de ahí su famoso imperativo categórico: "Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio".8 Por el camino de la autonomía moral hemos desembocado, en la argumentación kantiana, en la idea de la dignidad de los seres humanos a la que dedicaremos nuestra octava lección. Para concluir, digamos que los rasgos característicos de las sociedades contemporáneas, gobernadas bajo el principio del respeto a los derechos fundamentales, son la protección de las libertades individuales, la libertad de expresión y la libertad de participación política. La prioridad de los derechos individuales representa una forma característica de las sociedades democrático-liberales, lo cual a su vez, conduce al reconocimiento del Estado político como una

8 Inmanuel Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Trad. Manuel García Morente, Madrid, Espasa Calpe, 1973, p. 84.

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autoridad neutra frente a los intereses y deseos de los individuo que buscan la realización de sus ideas del bien a partir de su propi autonomía. Pero esta posibilidad política tampoco es realizab fácilmente, como lo veremos en el enfrentamiento entre liberales1 comunitaristas en nuestra próxima lección.

5.4 La legitimidad de la democracia a través de la teoría de la acción comunicativa El filósofo alemán Jürgen Habermas (1929) está considerado en la actualidad como el más prestigioso de los pensadores de la teoría política contemporánea. El corazón de su argumentación se conoce como Teoría de la acción comunicativa. En esta parte de la lección intentaremos presentar tal argumentación y su relevancia para la teoría política democrática. Digamos de entrada que el problema que Habermas se propuso resolver fue el siguiente: ¿pueden las cuestiones prácticas, o sea, morales y políticas, ser evaluadas como verdaderas? Y si ello es así, ¿bajo qué condiciones? El filósofo ha dado una respuesta afirmativa a estas viejas y problemáticas cuestiones, basando tal respuesta en un esfuerzo conceptual por redescribir la razón, razón de cd kantiano, bajo la forma de una acción comunicativa. Se trata entonces de poner en claro las condiciones formales de la práctica comunicacional que muestren el carácter universal de la misma y que se reducen a las normas y procedimientos propios de una buena argumentación; al realizar esta tarea se habría salvado la idea de la razón ilustrada al separarla del carácter abstracto y formal en que había quedado convertida por el uso de los seguidores de la Ilustración. Este esfuerzo argumentativo se ha presentado en dos direcciones denominadas respectivamente pragmática de la comunicación y ética de la comunicación; teorías que resultan indisolubles y que permiten en conjunto establecer la argumentación

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que da respuesta a las dos preguntas antes planteadas; nos ocuparemos entonces, a continuación, de estos dos conceptos. La pragmática universal se refiere al intento por identificar y reconstruir las condiciones universales de la comprensión humana. En otras palabras, se trata de desarrollar una crítica del sentido buscando establecer el a priori de una comunidad de comunicación humana. Es, claro está, una pretensión fuerte por establecer la comprensión y la ética de las sociedades humanas. Pi través de esta pragmática universal, o quizás deberíamos decir mejor, a través de este nuevo tipo de racionalidad, se intenta defender la idea según la cual todo juicio presupone una pretensión de validez, cuya aceptación no tiene un carácter ontológico o psicológico, sino que se basa en el reconocimiento de los procedimientos de validación de los enunciados que toda argumentación racional debe poseer y que tienen por objetivo fundamental tratar de convencer a los participantes en una discusión. La pragmática universal podría ser definida entonces como una ciencia de la reconstrucción del discurso consensual a partir de un conjunto de reglas que de ser aceptadas en una discusión, conducirían necesariamente a un acuerdo no forzado. Simplificando, diremos que las reglas son las siguientes: El sujeto que habla debe querer o buscar que su discurso sea

inteligible para el otro, de tal suerte que él y su oyente sepan de qué se trata en la discusión. 2.

El sujeto que habla debe tener la intención de comunicar aquello que él considera verdadero, de tal suerte que él y su oyente puedan en principio establecer los hechos como son.

3.

El sujeto que habla debe saber exponer sus intenciones de manera convincente o verosímil de tal manera que él y su oyente puedan establecer entre ellos una confianza racional.

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4.

El sujeto que habla debe formular correctamente sus intenciones de tal manera que él y su oyente sientan que pueden valorar al mismo tiempo los enunciados en un contexto ético.

Pero si tales reglas de proceder pueden asegurar la comprensión; intersubjetiva para superar un contexto conflictivo, no parecen suficientes para resolver el problema de la interacción social; por .„ ello Habermas se ve en la obligación de establecer una distinción entre dos tipos de actividades que permitan superar esta situación: • el trabajo y la comunicación. El trabajo es una actividad que reposa sobre la relación sujeto-objeto y es constitutivo del proceso de dominación, dominación que puede ser del hombre sobre la naturaleza o del hombre sobre el hombre. Esta actividad es para Habermas una forma de la razón estratégica cuya medida es el logro de fines y el alcance del éxito. La actividad comunicacional, diferente a la del trabajo, es una actividad que busca la comprensión mutua entre los hombres, es en sí misma una forma de la razón comunicativa. En esta actividad están implicadas las condiciones de posibilidad de la sociedad misma; en efecto: en ella está envuelta la idea de posibles "consensos" necesarios para la existencia de la sociedad misma. Pero en realidad lo que el filósofo desea poner de manifiesto es que tras la aplicación y reconocimiento de las normas sociales, se encuentra esa otra actividad de los seres humanos: la • comunicación. Al postular la comunicación, y con ello la argumentación racional, Habermas está apostando por la posibilidad de un eventual consenso que permita superar los conflictos políticos. Pero, la actividad comunicacional implica a su vez una fuerza normativa que conduce a reconocer una ética conversacional de las relaciones humanas que obligaría a los sujetos a establecer vínculos sociales especiales. En otras palabras, la importancia de la ética comunicativa radica para Habermas en que ella puede dar cuenta

De la democracia • • ■ 153

de dos actitudes modernas que han hecho imposible el camino de los consensos políticos: de un lado, la razón científica que al permear el trabajo teórico de las ciencias sociales, siempre atareadas en la búsqueda de una solución definitiva, termina por considerarlas como teorías relativistas; de otro lado, las teorías decisionistas que al avanzar por el camino de ese relativismo propio de la voluntad dejan a la razón convertida en un mero instrumento de toma de decisiones en situaciones particulares. En los dos casos anteriores, la razón se ha mostrado incapaz de fundar la filosofía práctica, ética y política, capaz de legitimar un ideal político de la democracia y de la defensa de un espacio público racional. Sólo la ética comunicativa parece estar en posición adecuada para crear el espacio universal de comprensión de los intereses propios de los seres humanos. Y justamente esto es lo que conduce a Habermas a replantear la idea de la legitimidad de la democracia desde su teoría de la acción comunicativa. Replanteemos la cuestión: se trata de saber si es viable establecer las condiciones de posibilidad de un espacio público, política y económicamente autónomo, susceptible de constituir un dominio apropiado para la coexistencia pacífica de los intereses particulares. Habermas ha afirmado que tales condiciones son posibles siempre y cuando se parta de la idea de un consenso alcanzado según procedimientos racionales de la argumentación; pero ahora va más lejos, se muestra partidario de una democracia deliberativa encarnada en ese espacio público alcanzado a través de la deliberación racional. Desde una perspectiva mucho más política, lo que se está afirmando es que la democracia dellerativa sólo resultaría posible bajo dos condiciones: de una lado, aceptar que las diferencias sociales sólo pueden ser subsanadas bajo el presupuesto de una argumentación racional; y, de otro lado, reconocer que la comunicación es el medio adecuado para dar forma y movilizar esa racionalidad común. Si no se aplican estas dos condiciones a los conflictos sociales se seguiría

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dando paso a las soluciones liberales tradicionales centradas en. una racionalidad estratégica. Ahora bien: la democracia deliberativt, no intenta abandonar el querido y fundamental principio de I mayoría sino que le asigna un nuevo contenido en relación con lag exigencias normativas y procedimentaltes de la ética argumentativas; Lo que Habermas señala es que el principio de la mayoría no resulta, autosuficiente por él mismo como criterio de validación o de legitimación; pues como ya lo habían señalado los liberales clásicos; este principio puede conducir, si no está reglamentado, a una auténtica dictadura de las mayorías; por ello se imponen las exigencias normativas y procedimentales que conduzcan a un asentimiento sin constricciones. Debemos señalar, igualmente, que otro de los principios fundamentales de la democracia, el de la soberanía popular, ha recibido en manos de la teoría habermasina un sentido diferente al heredado de la tradición. Se hablará, en la democracia deliberativa, de una soberanía procedimental que tomará forma en los procesos públicos de discusión racional que tiendan a formar la voluntad de los ciudadanos ofreciendo, en último análisis, buenas y malas razones, argumentos aceptables o inaceptables, teorías convincentes o no convincentes; pero el nicho de estas posibilidad argumentativas sólo podrá darse en el marco de un Estado que proteja la prensa libre, el debate público reglamentado, informado y • veraz y que, por sobre todas las cosas, proteja los dispositivos legales que garanticen el respeto real de los derechos y de las libertades de los individuos. Volviendo a la estructura misma de la argumentación habermasiana podríamos resumir toda su propuesta diciendo que éste aboga por un sentido democrático de la política a partir del reconocimiento de un principio particularmente fuerte, el Principio discursivo: "válidas serán todas las normas (y sólo aquellas normas) a las que todos los

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que puedan verse afectados por ellas pudiesen prestar su asentimiento como participantes en discursos racionales"? Este principio es entonces la verdadera piedra de toque de la propuesta habermasina: se trata de superar las legitimidades propias tanto del liberalismo, ofrecidas a través del contractualismo clásico y de los derechos naturales originarios, como la ofrecida por el republicanismo contractualista roussoniano que centra toda la actividad política en la voluntad popular; de lo que se trata ahora, en la democracia deliberativa, es de salvar el espacio público a través de la discusión racional de los dos peligros que la acechan en los Estados modernos. Estos dos peligros son: la colonización de lo público por el dominio de los intereses particulares encarnados en las formas diversas del neoliberalismo y en los fundamentalismos religiosos y de otra parte, la colonización de lo público por los intereses de los sistemas de dominación políticos, encarnados en el comunismo elemental y en los gobiernos autoritarios.

5.5 La democracia como fin y como medio Otro asunto de especial importancia relativo a la democracia es el que tiene que ver con la relación entre la libertad y la autoridad. La democracia liberal tradicionalmente ha exaltado la libertad como valor supremo, y ha mantenido relaciones ambiguas con el poder y la autoridad. El concepto de gobierno entendido como un mal necesario, en boga durante el siglo XVIII, todavía determina buena parte de nuestras ideas políticas; esta idea nació de la crítica a las monarquías absolutas reinantes durante las primeras declaraciones de derechos y tiene que ver directamente con las cuestiones que

9 Habermas , Jürgen, Facticidad y validez. Sobre el derecho y el Estado democrático de derecho en términos de teoría del discurso. Madrid,

Trotta, 1998, p. 176.

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son pertinentes al poder político: sus límites, su fuerza, su, legitimidad, su justificación. Sin embargo, es obvio que los poderes de un gobierno democrático deben ser proporcionales a sus tarea/ para que pueda ser reconocido y acatado como tal. Los gobiernos democráticos deben tener como meta, o como una de sus metal preferenciales, la solución de los graves problemas sociales que enfrentan los pueblos históricamente; es decir, deben ser productivol y eficientes con relación a las estrategias para paliar los déficits de salud, educación y nivel de vida de los individuos. Por supuesto, aquí no debe olvidarse en ningún momento la incesante tarea de mantener significativos contrapesos entre la libertad y la autoridad. El fin y el propósito de la democracia es la promoción del hombre y la defensa de sus derechos individuales basados en el reconocimiento de la dignidad humana; es por ello que la teoría democrática sólo' puede considerar al Estado como un medio, no como un fin en sí mismo, para realizar en su interior la plenitud y potencialidad de los individuos partiendo naturalmente de su libertad. La vida colectiva o social debe, por tanto, abarcar los dominios espirituales y materiales, que determinan la vida humana. Al perseguir sus metas, la actividad democrática no puede apartarse de los métodos propios de la cultura democrática, es decir, los fines de la democracia no justifican el uso de medios antidemocráticos; y, a su vez, los me adecuados no deben justificar fines contrarios a la democracia; esta inseparabilidad entre fines y medios democráticos resulta del hecho de que los conceptos fundamentales, como libertad, igualdad y soberanía popular, son al mismo tiempo medios y fines. En efecto: la libertad es condición indispensable en el proceso democrático pues es la base del derecho a la crítica, a la discusión racional seria y a la decisión responsable; es decir, la libertad es a la vez condición y fin de una vida democrática. La igualdad, en el sentido de igualdad ante la ley para todos, es un método que garantiza la

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sociedad justa pues las intervenciones de los individuos estarán permanentemente protegidas por el derecho a participar y a decidir sobre el orden social; aquí también ese medio, la igualdad, se torna en un fin deseado por los demócratas y; finalmente, el autogobierno se erige a la vez como un medio adecuado para alcanzar la legitimidad democrática y como un fin que da sentido a la vida colectiva; John Dewey señalaba, acertadamente, que no debe confundirse la democracia ni con instituciones ni con exceso de acuerdos, pues ello haría perder de vista el hecho de que los ideales democráticos son a la vez medios y fines que deben realizarse en el marco de una cultura aceptada y vivida por una comunidad determinada.

5.6 De las democracias nacionales a la democracia internacional Si se desea intervenir en el debate teórico sobre las condiciones, características y sentido de la política contemporánea, se debe saber que tal intervención debe estar limitada, determinada o enmarcada por un triple juego de conceptos legitimadores. Estos conceptos que demarcan los límites de la discusión son: democracia, globalización y

derechos fundamentales. Pil debatir por fuera de ellos se caería en un franco anacronismo pues ellos son la esencia de la política no sólo en el sentido de lo nacional, sino, a su vez, de lo internacional. La relación entre tales conceptos, es, como en todo discurso sobre las ciencias sociales, particularmente complejo. Fi manera de ejemplo, recordemos dos cuestiones importantes que marcan nuestras vidas y las de la sociedad que nos ha correspondido vivir. El primer asunto tiene que ver directamente con el concepto de legitimidad del poder, que ya hemos venido considerando. La cultura de Occidente, desde los griegos, ha buscado ofrecer, construir e incluso encontrar un criterio para legitimar el poder político. Platón, por boca de Protágoras, nos recuerda que la raza humana es una

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clase particularmente insociable y pendenciera de seres, a tal grad que Zeus sólo pudo darnos dos bienes a manera de criterios par convivir en grupo: el pudor y la justicia. Pero tales virtudes no ha alcanzado, digámoslo así, para que la especie humana haya lograd aún un grado de convivencia adecuada. Seguimos buscando, pue la idea de la sociedad justa y los medios para su plena realización por ello los derechos fundamentales se nos ofrecen hoy como [ base o aspecto legitimador de los Estados políticos modernos, como lo reiteraremos más adelante. El segundo caso paradigmático de' empleo de conceptos contemporáneos en la política lo ofrece la "democracia liberal" reinante en nuestros días. Atrás quedaron las teorías socialistas, liberales y conservaduristas que reclamaban para sí el uso exclusivo de la razón y con ello el de la verdad absoluta sobre el destino de la vida de todos los seres humanos. Ahora nos movemos en la idea de una democracia que no sólo se reconoce como nacional sino que abarca el dominio de las relaciones internacionales. En esta parte de la lección consideraremos en su conjunto este triple juego de conceptos políticos y sociales. Desde hace ya una década se viene hablando, en el mundo académico y en el dominio de la filosofía política, del evidente triunfo de la democracia liberal a nivel internacional. Se daba como un_hecho que la democracia, como sistema de gobierno, había logrado superar a sus oponentes tradicionales, el socialismo y el fascismo. Había llegado, entonces, la hora de la plena realización de la justicia y la paz y por ello no se dudó en hablar del "fin de la historia" por cuanto superadas las contradicciones entre diversos sistemas de gobierno no restaba más que aceptar la existencia de problemas internos a la democracia triunfante. Mientras que las contradicciones sólo podían resolverse con el triunfo dialéctico de uno de los competidores teóricos, los problemas sólo representan cuestiones que pueden solucionarse al interior de la democracia liberal para el caso que nos ocupa.

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Para reforzar la tesis del triunfo de la democracia a nivel internacional, se ha recurrido normalmente a la comprobación empírica según la cual la inmensa mayoría de los estados modernos han aceptado, en principio, una forma cualquiera del credo democrático. Lo que resulta ahora exótico no son ya los Estados democráticos sino los Estados absolutistas, fundamentalistas o socialistas. Y podemos aún señalar otro rasgo característico de la democratización política: el reconocimiento del valor legitimador de los derechos fundamentales al interior de las cartas constitucionales. En efecto, este fenómeno moderno ha alcanzado tal preponderancia que hoy vemos con asombro no exento de cierto temor, cómo los límites políticos, jurídicos y éticos se desplazan desde nuestras viejas y queridas comunidades provincianas hacia un dominio cada vez más global, más internacional. Me estoy refiriendo, claro está, al fenómeno cada día más evidente de la imposición de una justicia internacional que se legitima ya no en la fuerza de los estados-nacionales sino en el valor de la dignidad de cada ser humano; lo que desplaza las ideas de límites y dominios, tanto de los estados políticos como de las jurisdicciones de las justicias nacionales. La consigna es hoy: todo crimen contra la humanidad será castigado con independencia del lugar y del actor que lo haya cometido. En otras palabras, la justicia ya no es nacional. Pero volvamos a nuestro hilo conductor, la idea del triunfo internacional de la democracia como forma de gobierno. Reconocido el éxito de la democracia a nivel global se debe pasar a la evaluación de tal acontecimiento. Y aquí comienzan las sorpresas que toman la forma de una auténtica aporía: de un lado se reconoce la democratización internacional pero de otro se evidencia tanto el temor de los estados como la improvisación de las organizaciones internacionales, lo que ha llevado, finalmente a hablar del supuesto "cansancio de la democracia". Con este concepto se ha querido representar el fenómeno social mediante el cual se pone de manifiesto un conjunto de síntomas que muestran el lado oscuro del triunfo

•••

"Sexta lección "

6. DEMOCRACIA Y NEOLIBERALISMO

Consideraremos a continuación un enfoque de la democracia un tanto diferente al que hemos ofrecido en la lección anterior. Este nuevo enfoque del credo democrático, es el conjunto de ideas y argumentos que han desarrollado a mediados del siglo XX los pensadores denominados neoliberales y que parecen hoy dominar el amplio espectro de la filosofía política. Se conoce como actitud o teoría neoliberal al conjunto de tesis y propuestas, básicamente económicas, que se han desarrollado a partir de la formación de un grupo internacional de análisis social convocado por el economista Friedrich von Hayek y conocido como el grupo de Mont Pelerin. Entre los ideólogos que han hecho parte de este grupo de análisis se cuentan Milton Friedman, Karl R. Popper, Ludwig von Misses, Walter Lippman, Salvador de Madariaga, y otros. El grupo de Mont Pelerin desde sus primeras reuniones (1947), se mostró abiertamente hostil hacia tres grandes concepciones del estado moderno: en primer lugar contra el estado planificador y centralizado de cuño socialista; en segundo lugar, contra la política del New Deal del presidente Roosvelt, en la que el Estado se volvía interventor al querer ser un agente protagónico en el proceso de creación de empleos y en la distribución de rentas; y en tercer lugar, críticos del Welfare

State o estado de bienestar, implantado por los gobiernos social demócraUs y demócrata-cristianos después de la II guerra mundial. Una característica importante de la propuesta neoliberal tiene que ver directamente con la forma y función del Estado, lo que los acerca a la propuesta lockeana: se trata

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Democracia y neoliberalismo • • ■ 171

de adelgazar al Estado, es decir, reducirlo a sus funciones de defeas,a y seguridad, educación y salud. Estas son las funciones que debed cumplir el Estado en el credo neoliberal y sólo debe agregársele una,: función capital: la protección de las leyes del mercado. A fin de'

pueden hacer los individuos. Orientaremos entonces esta lección hacia el reconocimiento de las tesis de tres grandes teóricos neoliberales contemporáneos: Buchanan, Hayek y Popper, concediendo particular atención a las ideas de este último, pues en nuestra opinión es él

precisar, sin profundizar, en estos elementos estructurales, señalaremos cinco características del ajuste que en el plano económico, el credo neoliberal im pone_ a los diversos estados: 1) la, reforma del Estado o tesis del Estado mínimo; 2) privatización dé, las empresas y de los servicios públicos o tesis de la incompetencia del Estado para administrar sus propias empresas; 3) apertura económica ante el mundo o tesis de la modernización de las

quien desarrolla una defensa mucho más filosófica de las ideas del neoliberalismo en el plano de la filosofía política.

relaciones internacionales: 4) eliminación o disminución de las_. políticas sociales o tesis de la privatización de la seguridad social; y 5) modernización del aparato productivo o tesis de la reconversión del sistema productivo interno. Como ya lo hemos señalado, estas no son más que algunas de las políticas económicas que el credo neoliberal ha obligado a adoptar a los países en desarrollo. Entre otras cosas, es de señalar que la idea de integración en grandes bloques económicos, ha ganado un lugar muy importante en este proyecto cuyo trasfondo filosófico-político sigue siendo, a no dudarlo, el recurso al espíritu lockeano del siglo XVII, cuando el eldesarrollo mercado se tomaba como la variante fundamental para ~ económico de las naciones. Los neoliberales creen que el enfoque tradicional de la política ha privilegiado el aspecto meramente institucional de la democracia, es decir, se ha enfatizado en la teoría del Estado, en el orden interno, en el poder político, etc.; dejando de lado al individuo racional que parece haber perdido así su valor sustantivo y real, al estar considerado inmerso en las masas o en la sociedad como un elemento más. Pero, dicen los neoliberales, las masas no pueden razonar, el individuo sí; las masas no pueden deliberar, los individuos sí; y tampoco pueden las masas tomar decisiones libres, lo que sí

6.1 James Buchanan: la democracia y el espíritu Lockeano El premio Nobel de economía, profesor norteamericano James

Buchanan (19 1 9 -), postula la tesis según la cual los seres humanos vivimos juntos para poder realizar nuestros sueños individuales y no porque la sociedad esté destinada a realizar un objetivo trascendental encarnado en la política. Esta tesis reitera, en una dimensión antropológica, el ideal liberal que se funda en la fe en el individuo y en sus capacidades de cooperación. Para decirlo en términos de Buchanan, .no hay que buscar la legitimidad del orden político en el destino ideal de la humanidad, sino en la acción social de los individuos que conforman todas las sociedades. Aquí Buchanan defiende la teoría del contrato, pero centrándola en los derechos básicos de los individuos. Los liberales neocontractualistas como Buchanan, Nozick y Rawls, postulan básicamente que es el individuo el que crea el orden social a fin de alcanzar objetivos que de otra manera no podría lograr y que el Estado no es más que el resultado del contrato, reiterando siempre que el individuo es anterior al Estado mismo. Este argumento enfatiza entonces que vivimos_ en sociedades de individuos con derechos no de seres iguales o masas amorfas: individuos que son sujetos de decisiones y que a través de una ardua lucha histórica y cultural han logrado establecer a través de los derechos un dominio de igualdad moral en tres sentidos: en el origen de la sociedad, en el destino de la misma y finalmente en el sentido de la dignidad que da un valor de persona a

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cada ser humano con independencia de su lugar en la comunidad: A cada ser humano se le debe reconocer, entonces, su capacidad de trabajo, su imaginación, su vocación, su inteligencia básica, sus proyectos, sus atributos y derechos que posibilitan su plena realización. Todo este argumento de cuño liberal, es lo que permite a Buchanan reflexionar sobre dos formas contractuales del Estado que denomina Estado protector y Estado productor. El primero de ellos, el estado' protector, tiene como función central proteger justamente los derechos del individuo y tratar de minimizar en lo posible los conflictos originados por el ejercicio de tales derechos. El segundo Estado, el productor,)es mucho más externo y se representa como esa instancia encargada de definir las reglas a través de las cuales, la, comunidad ha de dotarse de bienes y servicios públicos y determinar su financiación. En la intersección de estos dos Estados, se erige la, función política, el lugar legitimador de lo político que resulta ser el individuo con sus derechos. Para Buchanan el individuo debe sentirse gobernado por instituciones y no por personas, y en tales instituciones debe tener participación tanto en la generación como en el control de las leyes y normas que gobiernan la vida social. En otras palabras, el individuo no puede delegar completamente la función de gobernar, pues por esa vía se estaría entronizando el autoritarismo y la burocracia. Sólo la participación activa de los individuos en el control del Estado, puede mantener a raya a dos grandes peligros: el leviatán hobbesiano y el absolutismo dictatorial. Los neoliberales rechazan así, decididamente, toda tentativa de voluntarismo personalista,' profetismo político y teorías que provean la tentación de buscar la sociedad perfecta más allá del tiempo y de la historia y que con ello borren el sentido y función del trabajo personal. En particular, el voluntarismo político es visto por Buchanan como ese mal que atraviesa las sociedades occidentales, en particular las de América latina, y que paraliza totalmente el

Democracia y neoliberalismo ■ 1 73 •■

ejercicio de la racionalidad en política, colocando en manos de caudillos y visionarios la salvación de los pueblos. La propuesta de Buchanan consiste, por tanto, en argumentar a favor de una concepción doctrinal de la democracia como una forma de gobierno por sobre cualquier otra consideración. Y el gobierno, de acuerdo con esta perspectiva, no se reduce a otra cosa sino a la gestión eficaz de la cosa pública. El sistema electoral y su ejercicio periódico no deben ser tenidos más que como la condición necesaria, pero no suficiente, del gobierno democrático; en tanto que el sentido de su auténtica legitimidad sólo puede estar dado por el reconocimiento y protección de los derechos individuales; en cualquier otro caso no pasa de ser un mero formalismo. Buchanan cree que la democracia de cuño liberal, debe mantenerse alerta ante el peligro que representa lo que él denomina falacia electoral, que consiste en percibir y valorar la democracia desde sus aspectos puramente electorales, transformándola así en un simple fetiche. Pero lo que es verdaderamente importante resaltar en todo este argumento, es la filiación de la democracia liberal así planteada con la tesis_ del iusnaturalismo racionalista de origen lockeano. La protección de la vida, la seguridad, la propiedad y la libertad de los individuos, son el auténtico límite del poder y de la fuerza. Buchanan argumenta diciendo que una buena manera de defender el credo democrático, consiste precisamente en no absolutizarlo pues ello , conduciría a las mismas consecuencias indeseables que han vivido otras teorías morales o políticas en el pasado, tales como el cristianismo que se vio enfrentado a la terrible tensión entre el poder espiritual y el poder político, o también el liberalismo clásico, que al ser absolutizado no condujo más que al terror jacobino de la Revolución Francesa. A la democracia, es el argumento de Buchanan, no se le pueden pedir realizaciones que no pueda cumplir; su objetivo debe circunscribirse al ejercicio de la protección de los derechos, con lo cual se debe hablar en sentido estricto de una democracia

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Democracia y neoliberalismo Nao I75

limitada, tanto en relación a sus objetivos como a sus funciones,

autoritarismo político y en este sentido, contrapone claramente la

como lo señala de manera taxativa el economista al referirse a

doctrina democrática a la ideología política. La primera sería la teoría

creación de reglas democráticas:

de la forma de gobierno por consentimiento; la segunda sería una forma política tributaria de las tesis roussonianas que hacen del

En términos más generales, este libro es una expresión de la esperanza en que una nueva "religión cívica" está en trance de nacer, una religión cívica que, en parte, es una vuelta al escepticismo sobre la política y el gobierno que caracterizó al siglo XVIII y que, de una manera totalmente natural, concentrará nuestra atención sobre las reglas y limitaciones de los gobiernos, más bien que sobre innovaciones para justificar un aumento de la intrusión de la política en la vida de los ciudadanos. Nuestro papel normativo, como filósofos sociales, es dar forma a esta religión cívica, probablemente un reto más que suficiente para todos nosotros. Tenemos que volver a diseñar nuestras reglas, y nuestras ideas respecto a las reglas, con lo que en último término ponemos límite al daño que los gobiernos puedan hacer, preservando al mismo tiempo los beneficios que se derivan de la acción política y de gobierno. Pedimos a nuestros colegas académicos que dejen ya de aconsejar a éste o a aquel gobierno o político en ejercicio. Los buenos juegos dependen de las buenas reglas más que de los buenos jugadores.'

individuo un medio para que la Voluntad general ejerza su dominio. Para este filósofo entonces, la democracia no es un fin en sí mismo, sino el mejor medio para realizar la libertad individual. La democracia es esencialmente un medio, un expediente utilitario para salvaguardar la paz interna y la libertad individual. Como tal, no es en modo alguno infalible o cierta. Tampoco debemos olvidar que a menudo ha existido una libertad cultural y espiritual mucho mayor bajo un régimen autocrático que bajo algunas democracias; y se entiende sin dificultad que bajo el gobierno de una mayoría muy homogénea y doctrinaria el sistema democrático puede ser tan opresivo como la peor dictadura. Pero cuando la democracia deja de ser una garantía de la libertad individual puede muy bien persistir en alguna forma bajo un régimen totalitario.' La tarea particular de la democracia debe centrarse, según este neoliberal, en proteger al individuo de cualquier abuso del poder institucional, y a la vez, de cuidar del ejercicio de la libertad en términos

6.2 Friedrich Von Hayek: la democracia como método político

de funciones de racionalidad discursiva antes que del adoctrinamiento

Para Friedrich von Hayek (1899-1992) la democracia es básicamente

del derecho de elegir los proyectos de vida individuales. La democracia

ideológico que conduce, inexorablemente, a una pérdida total o parcial un método de gobierno. Si bien existen otras formas de gobierno, él

ilimitada, tanto para Hayek como para Buchanan, deviene igualmente

privilegia la democracia porque defiende la libertad individual por

un grave peligro para la libertad personal, en tanto que en su seno se

encima de cualquier otra consideración. Para este neoliberal la

puede incoar la realización de la pesadilla de los liberales: la imposición

democracia representa la única posibilidad de controlar el

del totalitarismo por el camino de la democracia misma. Por ello,

1 Geoff rey Brennan y James Buchanan, La razón de las normas, Barcelona, Folio, 1997, p. 190.

2 Friedrich A. von Hayek, Camino de servidumbre, Madrid, Alianza Editorial, 1978, p. 102.

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para Hayek, la democracia debe tener un carácter limitado en el sentí de que los aspectos procedimentales, deben estar sometidos a lo criterios de layirtud reflexiva de los agentes, según sean los objetiv por alcanzar y defender. Es por ello por lo que el neoliberal Hayek reivindicó y actualizó el realismo clásico de origen liberal encarnad en la obra de Adam Smith: como se sabe, el filósofo escocés defendí' la creencia según la cual el mercado libre no servía de mucho sin u orden legal estricto que garantizase el derecho a la propiedad privada el respeto a los contratos y un poder judicial honesto e independient del poder político. Para Hayek el gran enemigo de la democracia fue el socialismo d corte totalitario dominante en los países de Europa del este; pero luego de la caída de estos regímenes el nuevo peligro ha sido d democraterísmo, que puede conducir fácilmente a la tiranía de la mayoría. A fin de contrarrestar ese posible monopolio del poder eni manos de la mayoría y en contra de las minorías o de los individuos,, Hayek imaginó un complicado sistema de control democrático. denominado demarquía, en el que una asamblea legislativa se encargaría de velar por los derechos fundamentales, en tanto que un parlamento popular estaría dedicado a los asuntos corrientes y a los temas de actualidad. Hayek se presentó no sólo como un defensor de la democracia sino como un auténtico partidario del mercado libre.'

6.3 Karl Popper: la sociedad abierta y sus enemigos Como lo hemos señalado al comienzo de esta lección dedicaremos una amplia consideración a las ideas políticas de Karl R. Popper

3 Friedrich A. von Hayek, La constitución de la libertad; temas de la hora actual. Buenos Aires: Bolsa de Comercio de Buenos Aires, 1977.

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(1902-1994), filósofo de origen vienés pero formado en Inglaterra, pues sus argumentos nos colocan más cerca de la tradición teórica de la filosofía política, que las de sus compañeros neoliberales, que tienden más a una reflexión economicista. A nivel de la teoría social, Popper realiza una evaluación similar a la que ofreció en su momento para las ciencias empíricas fundamentalistas. Pero ahora el argumento recae sobre una concepción que se engloba bajo el concepto de "historicismo". Las obras en las que Popper consignó sus criterios sobre este asunto son dos en particular: La miseria del historicismo y La sociedad abierta y sus enemigos. Esta última fue escrita entre 1938 y 1943, aunque como el autor lo manifiesta, el contenido del libro había adquirido forma en fecha anterior. Si bien en el texto citado no se hace mención explícita a la guerra ni a ningún otro suceso contemporáneo, la obra está marcada por la experiencia vivida por el autor tanto del nacional-socialismo alemán, como del régimen stalinista. Lo que Popper hace en esta obra es rastrear en diferentes autores y teorías, los elementos teóricos que conducen a un principio finalista en la historia. Popper considera que a partir de Platón, la filosofía política se ha planteado como problema central la cuestión de saber "quién debe gobernar". De Platón a Marx la respuesta ha variado pero también ha coincidido: "deben gobernar los mejores". Pero a su vez, los "mejores", cambian dependiendo de cada teoría política. Para Platón el gobierno más razonable se alcanzaría con el rey-filósofo; para Marx, por el contrario, el gobierno de los trabajadores permitiría realizar los intereses universales de la humanidad,. Popper vincula este asunto con la idea de una crítica a las teorías deterministas en las ciencias sociales, es decir con el historicismo. Este último concepto es utilizado de un modo particular por el vienés y bien vale la pena retener su sentido literal expresado en La miseria del historicismo:

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Lo que quiero designar por 'historicismo' será explicado extensamente en este estudio. Baste aquí con decir que entiendo por "historicismo" un punto de vista sobre las ciencias sociales que supone que la predicción histórica es el fin principal de éstas, y que supone que este fin es alcanzable por medio del descubrimiento de "ritmos" o de los "modelos", de las "leyes" o de las "tendencias" que yacen bajo la evolución de la historia. Como estoy convencido de que estas doctrinas metodológicas historicistas son responsables, en el fondo, del estado poco satisfactorio de las ciencias sociales teóricas (otras que la teoría económica), mi presentación de estas doctrinas no es ciertamente imparcial.4 ¿Por qué Platón y Marx representan dos modelos de historicism fundamentalista? Veamos: para Platón la ley del desarrollo social e un caso particular de la ley que gobierna el cosmos como un totalidad; esa ley supone que todo cambio es degeneración e relación con la idea o arquetipo esencial preexistente a lo temporal La búsqueda de la forma perfecta del Estado, estaría regid

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gobierno, recordémoslo, van en orden decreciente de perfección: primero, el Estado aristocrático o gobierno de los mejores por naturaleza; segundo, el Estado teocrático o gobierno de los que se imponen por su valor, fama y honor; tercero, la oligarquía o gobierno de los más ricos; cuarto, la democracia o gobierno de la libertad sin leyes, y quinto, la tiranía o gobierno del más fuerte. Así pues, la historia política es para Platón, siempre en la interpretación popperiana, la historia de una caída, de un proceso de degeneración social permanente. De lo que se trata es de canalizar todos los esfuerzos con el fin de restablecer el Estado perfecto, cuya imagen o modelo paradigmático, sólo es alcanzable a través del conocimiento propio de los filósofos. La historia tendrá así un derrotero preciso: una vuelta a los orígenes, una restauración dirigida y controlada hacia un Estado jerarquizado e inamovible. Refieriéndose al concepto central de la República platónica, es decir, e! de la "justicia", dirá Popper lo siguiente, que a su vez sirve para establecer su diferencia con el filósofo griego:

inexorablemente por esta ley universal. La teoría platónica de lo político, consiste en la versión popperiana, en explicar porqué la polis perfecta ha podido dejarse destruir por la decadencia. La razón de tal desastre se encuentra en la desunión de los miembros de la clase gobernante que por intereses económicos y egoísmos personales han perdido el control del Estado. La tarea consiste, ahora, en el establecimiento de este Estado ideal perdido. La historia del Estado y su decadencia se describen igualmente como el paso a través de las varias formas de gobierno, que son asumidas como iguales caídas o procesos de corrupción. Estas formas de

4 Karl Popper, La miseria del historicismo, Madrid, Alianza-Taurus, 1985, p. 17.

Platón considera "justo" el privilegio de clases, en tanto que nosotros, por lo general, creemos que lo justo es, más bien, la ausencia de dichos privilegios. Pero la diferencia llega aún más lejos. Por justicia entendemos cierta clase de igualdad en el tratamiento de los individuos, mientras que Platón no considera la justicia como relación entre individuos sino como una propiedad de todo el Estado, basada en la relación existente entre las clases.' Para Popper, la teoría política del gran filósofo griego se basaba en una concepción historicista (ley general de la corrupción de las

5 Karl Popper, La sociedad abierta y sus enemigos. Trad. Eduardo Loedel, Barcelona, Paidos Studio, 1981. p. 97.

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formas de gobierno), siendo a la vez un totalitarismo (toda teoría social y política debe tender a la justa restauración del estado ideal); y finalmente, era un reaccionarismo político (toda educación debe' ser controlada y de naturaleza acrítica para fundar, aún por medio de la mentira, la necesidad del Estado perfecto). En conclusión, para': Popper la actitud platónica se convierte en una especie de traición al ideal socrático de la búsqueda desinteresada de la verdad como "búsqueda sin término", pues en el plano político se supone una , "verdad" ya establecida, donde sólo resta una actitud de acatamiento. y a lo sumo de adoctrinamiento irreflexivo. En cuanto a la teoría marxista, ésta es evaluada de la siguiente forma por el vienés: los análisis de Marx en cuanto se refieren a ciertos, aspectos sociales, en particular, a las determinantes económicas en la sociedad capitalista, resultan apropiadas y son científicamente fructíferas, mas no las consecuencias histórico-políticas que se han: derivado de ellas. El argumento que según Popper, debe ser sometido, a crítica, se puede describir así: a) los desarrollos del capitalismo han conducido a la eliminación de todas las clases sociales a excepción de dos: la burguesía y el proletariado; b) la miseria en aumento del proletariado conducirá inexorablemente a la revuelta de éste contra la burguesía. De estas dos premisas se siguieron dos conclusiones: a) el proletariado puede y debe ganar la revolución, y b) los obreros al eliminar la burguesía establecerán una sociedad sin clases cuya característica fundamental será el reinado de la libertad consciente. Para Popper, la primera inferencia es aceptable por cuanto se cuenta con buenas razones histórico-políticas del sistema capitalista que así lo hacen suponer. Mas la segunda inferencia parece falaz, por cuanto se estaría interpolando entre un análisis de "lógica de la situación" y el deseo utópico de alcanzar el Estado perfecto, finalista e inexorable. Vale la pena señalar, igualmente, que en la valoración del historicismo marxista, Popper establece la diferencia con el historicismo platónico. El historicismo marxista supone una ética de

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la acción política que intenta salvar el determinismo histórico, al tratar de explicar la necesidad racional de una acción conducente a la realización del Estado socialista. Es decir, mientras Platón propone una detención de los procesos históricos, Marx alienta el análisis de la historia a fin de acelerar su realización. El historicismo de Marx, según Popper, se funda entonces en la aceptación de una ley subyacente a la historia humana, una especie de destino comprensible a partir de una misión racional especial que se lograría por medio del método de la dialéctica. Este destino se encarnará finalmente en el advenimiento inexorable del Estado socialista, en el que se instaurará plenamente el reino de la libertad sobre la tierra, igualando a todos los hombres. El argumento racional para sostener esta tesis se funda en la preeminencia de la economía sobre la política. Pero igualmente, se le pueden adscribir otras notas características a esta forma de historicismo: de un lado, es una concepción totalitaria en cuanto desaparece la acción libre de los individuos y sólo resta la ciega aceptación de un destino común para todos los hombres; de otro lado, es un historicismo progresista en cuanto argumenta con intención de mejorar la suerte de amplios sectores de la humanidad. Popper enfatiza en esta evaluación del marxismo, entre otras cosas, las notas que considera altamente positivas con relación al conocimiento social. Primero: el haber superado en el análisis social el aspecto meramente psicológico que afectaba la comprensión del Estado y de la política; segundo: el haber discernido claramente los niveles y las interrelaciones entre los factores políticos y económicos a pesar de haber sobrevalorado el lado económico; y finalmente, el haber ofrecido un análisis científico de las instituciones sociales y de sus funciones ideológicas, es decir, haber determinado el papel social de las religiones, la educación y la familia. Pero a pesar de los aportes a las ciencias sLzialos hechos por Marx, Popper

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mantiene su tesis de reconocerlo sólo como un historicista qu proscribió el pensamiento crítico, como la búsqueda sin término di la verdad, reduciendo al sujeto tanto en su acción racional como e su decisión moral; por ello escribe Popper: "si las prediccion históricas de Marx se han cumplido, aunque no sea más qu _ parcialmente, no es posible descartar su método a la ligera. Si embargo, un examen más minucioso de los aciertos de Marx, no demuestran que no fue en modo alguno su método historicista que lo condujo al éxito, sino siempre los métodos del análisl institucional". Este reconocimiento a Marx, a su vez, toca a otro d los grandes filósofos del siglo XIX, pues continúa Popper "El elemento

historicista de dar a la historia un sentido oculto que determinaría la vida de todos los seres humanos. En el capítulo final de La sociedad abierta y sus enemigos, titulado justamente "¿Tiene la historia algún significado?", Popper propone claramente las consecuencias de su teoría social en los siguientes términos: Nuevamente insistimos en que la historia no tiene significado. Pero esa afirmación no significa que todo lo que nos queda por hacer sea mirar horrorizados la historia del poder político, o que hayamos de considerarla una broma cruel. En efecto, es posible interpretarla con la vista puesta en aquellos problemas del poder político cuya solución nos parezca necesario intentar en nuestro tiempo. Es posible interpretar la historia del poder político desde el punto de vista de nuestra lucha por la sociedad abierta, por la primacía de la razón, de la justicia, de la libertad, de la igualdad y por el control de la delincuencia internacional. Si bien la historia carece de fines, podemos imponérselos, y si bien la historia no tiene significado, nosotros podemos dárselo.'

profético del credo marxista predominó en las mentes de sus adeptosl Hizo a un lado todo lo demás, desterrando el poder del juicio frío y' crítico y destruyendo la creencia de que es posible cambiar el munddl por medio de la razón. Todo lo que quedó de la enseñanza de Mar fue la filosofía oracular de Hegel, que bajo el atavío marxista, ho amenaza paralizar la lucha por la sociedad abierta"' Ahora bien: de cara al historicismo fundamentalista, la propuesta. liberal popperiana se centra en la determinación de un objeto claro• de trabajo para las ciencias sociales. Este objeto no puede estar' constituido por la intención de profetizar los desarrollos futuros de la evolución histórico-social, sino descubrir .y explicar las consecuencias inesperadas de nuestros actos políticos. Las ciencias sociales devienen el estudio de la naturaleza de las acciones sociales y de las resistencias múltiples que la sociedad impone a esas acciones y deseos humanos. Gracias a tal actitud teórica, los hombres devienen forjadores de una sociedad abierta que se autolegitima por cuanto en ella, los sujetos son conscientes del sentido de sus decisiones políticas; en otros términos, se rechaza el presupuesto

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lbíd.,

p. 368-369.

A partir de la exposición amplia de las críticas de Popper al fundamentalismo en las ciencias empíricas y al historicismo en las ciencias sociales, nos es fácil ahora comprender con los trazos más generales, la naturaleza y las diferencias de la propuesta popperiana de una "sociedad abierta". En el texto, La sociedad abierta y sus enemigos, se plasma por primera vez esta noción política. Para establecer la forma de la sociedad abierta, Popper la contrasta con el modelo de la sociedad cerrada. De una parte se caracteriza a las sociedades cerradas como aquellas en las que sus formas de gobierno son totalitarias ycentralizadas y en las que prima una mentalidad mágica, una actitud tribal y un

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'bid., p. 438.

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espíritu colectivista. Por el contrario, la sociedad abierta se prese bajo la forma de una democracia liberal en la que se da', pluripartidismo y en la que la crítica racional, la libertad y responsabilidad personal, se encuentran en la base de todo sistem Respondiendo a la pregunta sobre la forma de la sociedad abiert dice el vienés: ¿Qué es lo que considero característico de una sociedad abierta? Quisiera referirme a dos puntos: primero, que sea posible discutir libremente en una sociedad y que la discusión ejerza una influencia en la política; y segundo, que existan instituciones para la defensa de la libertad y de los débiles... El Estado preserva a sus ciudadanos con instituciones legales y sociales, de los sufrimientos de la fuerza brutal y también puede preservarlos del abuso de la fuerza económica... Hemos de crear precisamente instituciones sociales que protejan a los económicamente débiles de los abusos de los fuertes, es decir instituciones para preservarles de la explotación; pues la fuerza política puede controlar la fuerza económica... Así pues, yo insisto en la función central de las instituciones políticas para realizar una reforma social. Lo importante no es tanto saber "quién" gobierna, sino la manera "cómo" puede influenciarse y controlarse el gobierno.' El asunto político, es para Popper, cómo evitar las situaciones en las que un mal gobernante pueda causar daños mayores. El vienés•es de la opinión de que los gobernantes no son siempre buenos o sabios, sino que se sitúan por lo general en un término medio y en más de una ocasión por debajo de tal medida. No se trata, tampoco, de seleccionar a los jefes naturales y adiestrarlos para el mando; se

8 Karl Popper, A la búsqueda del sentido, Salamanca, Ediciones Sígueme, 1976, p. 47.

(

trata de consolidar instituciones que protejan a la sociedad de la tiranía. Esta toma de posición filosófico-política, rompe con las teorías de la democracia, que se basan en los conceptos de soberanía popular y gobierno de la mayoría. La propuesta popperiana intenta igualmente salvar la denominada "paradoja de la libertad" que se anuncia así: "¿qué pasa si la voluntad del pueblo no es la de gobernarse a sí mismo, sino cederle el mando a un tirano?". La paradoja de la libertad equivale a negar la tesis de que la democracia es el gobierno del pueblo y para el pueblo. Una teoría concebida como una práctica para evitar la tiranía, tal como la postula Popper, nos libera de esta paradoja porque no se funda en las bondades del gobierno de la mayoría sino en el rechazo de la maldad de la tiranía. Para Popper los diversos regímenes políticos se pueden alinderar en dos bandos netamente diferenciados: democracias y tiranías. Los primeros se caracterizan por la existencia de instituciones que permiten a los gobernados liberarse de sus gobernantes sin derramamiento de sangre; la segunda, por la carencia de tales instituciones. Aquí es donde podemos, con todo derecho, fijar la filiación liberal de la noción de "democracia" popperiana. No hay duda que la pregunta popperiana sobre el "cómo" del buen gobierno dentro, permite pensar esta forma de gobierno desde una perspectiva diferente a la tradicional. Sin embargo, conviene precisar sus relaciones con la filosofía política anterior, en particular con las obras de Hobbes y de Locke que corresponden a la época en que según el vienés, los británicos habrían puesto en duda la pregunta tradicional platónica ¿quién debe gobernar? En términos muy amplios se puede afirmar que a diferencia de la filosofía política clásica, de Platón a Santo Tomás, la de Hobbes no se plantea el problema de cómo establecer la sociedad para que la virtud reine entre los hombres generando la justicia; más bien, para el autor del Leviatán, el problema fundamental es el de cómo evitar el peligro

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de la violencia y de la guerra civil. La conservación de la paz es ," objetivo central de la reflexión de Hobbes. Para alcanzar este objetiv') se impone el contrato social, mediante el cual los individuos renuncia-, a su autodefensa y en general al uso de la violencia a favor de u gobernante que adquiere así un poder absoluto sobre los contratante La tesis de Hobbes, como es sabido, desemboca en una paradoja termina por dejar a los súbditos a merced de la violencia y arbitrariedad; del poder político. Es decir, si por un lado la función legitimadora de, soberano es la de evitar los abusos y la violencia entre los súbditos' por el otro, no hay quien proteja a éstos de los abusos del propio; soberano. De hecho Hobbes no reconoce a los súbditos el derecho z1 rebelarse contra un mal gobierno. Una tesis diferente sostuvo, como ya lo hemos señalado, el pensador inglés John Locke. Para' éste, por. encima del gobernante, estarán siempre el contrato y la Ley o las'l, instituciones. Si el soberano las transgrede, rompe en ese momento' el contrato y con ello los súbditos recuperan el derecho a rebelarse y; a ejercer la fuerza por su propia mano. Sin duda, la preocupación de' Locke no es idéntica a la de Popper; sin embargo, no puede dejarse de reconocer que en la teoría del primero, se esboza un antecedente importante para la teoría del segundo. En efecto: en Locke el énfasis recae en la Ley, en las instituciones, y no en las personas. La violación de la ley supone el rechazo del gobernante que ha incumplido con su deber. Esta forma de gobierno está muy próxima a la teoría de la democracia de Popper. De esta manera, y retomando el sentido de lo político en el vienés, diríamos que el Estado y la Ciencia social no tienen por finalidad hacer de los hombres seres "perfectos", planificándoles un modelo de perfección o de felicidad que se les impondrá por la fuerza o mediante la educación acrítica. Este tipo de felicidad o perfección tiende a suprimir la libertad individual y no parece muy humana una felicidad sin libertad. La supresión de la democracia ha sido en ocasiones, motivada por el deseo de establecer sociedades perfectas

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como las soñadas por los historicistas y que paradójicamente han desembocado en sociedades totalitarias y cerradas. Para Popper, los excesos más brutales han sido producidos por moralistas y visionarios llenos de buenos deseos. Es de reconocer, entonces, que probablemente ningún sistema político será perfecto, lo importante no radica en ello; lo importante consistirá en proponer formas de gobierno perfectibles, es decir, no fundamentalistas y que no sean dogmáticas en su teoría ni totalitarias en sus prácticas. El Estado es pues, un "mal necesario" que debe controlarse a través de una conciencia crítica y liberal: El Estado es un mal necesario —dice textualmente Poppersus poderes no deben multiplicarse más allá de lo necesario. Podrá llamarse a este principio la "Navaja liberal" (en analogía con la Navaja de Occam, o sea, el famoso principio de que no se deben multiplicar las entidades o esencias más allá de lo necesario)... Para demostrar la necesidad del Estado no apelo a la concepción sustentada por Hobbes: Horno Homini Lupus. Por el contrario, puede demostrarse su necesidad aún si suponemos que HoM o Homini Felis y hasta Horno Homini Ángelus, en otras palabras, aún si suponemos que —a causa de su dulzura o bondad angelical— nadie perjudica nunca a nadie. Aun en tal mundo habría hombres débiles y fuertes, y los más débiles no tendrían ningún derecho legal a ser tolerados por los más fuertes, sino que tendrían que agradecerles su bondad al tolerarlos. Quienes piensen que éste es un estado de cosas insatisfactorio y que toda persona debe tener derecho a vivir a ser protegido contra el poder del fuerte, estará de acuerdo en que necesitamos un Estado que proteja los derechos de todos"?

9 Karl Popper, "Tesis sobre los principios Liberales", en: Revista Ciencia Política, Bogotá, No. 17, IV Trimestre, 1989, p. 91.

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Popper adopta, entonces, una clasificación bipartita de los regíme políticos en términos de democracia-tiranía, que se relaci' directamente con la oposición entre sociedades abiertas y socieda cerradas. La confrontación entre este par de duplas conceptual nos permite percibir mejor el sentido del libertino popperiano En un Estado tiránico la crítica es inaceptable puesto que toca principio de autoridad en cuanto tal. En un régimen democrátic espíritu crítico permite el control constante y pacífico por gobernados del ejercicio del poder. La democracia es entendida aq en la obra del vienés, como democracia liberal. No se trata pronunciarse sobre la naturaleza ni el origen del Estado, sino d reconocimiento de una "forma" especial de función social. E Contrato social debe ser visto entonces, como una parte integran del historicismo. La función central del Estado es el "proteccionismo referente a la relación entre débiles y fuertes. La libertad básica qu se debe preservar es en un sentido estrecho, la libertad d pensamiento como fundamento de la razón crítica. ¿Se trata de un defensa del mercado, al modo como lo han hecho Buchanan y Hayek? Textualmente no lo establece Popper. En ninguna parte encontramos una defensa del liberalismo económico en cuanto tal. Popper sin embargo, se ha mostrado consciente del conflicto central de la teoría política: la relación entre libertad e igualdad; esta última parece quedar subsumida bajo el análisis previo de la libertad y fundamentalmente de la paradoja de la libertad como la denomina el mismo Popper. Su liberalismo parecer ser más de cuño intelectual y a lo sumo podríamos clasificarlo como un liberalismo intervensionista. En cierto sentido la "ingeniería social fragmentaria" popperiana, es una metodol9gía dirigida al control y limitación del ejercicio del poder estatal. Este sentido liberal de la democracia queda plasmado con toda claridad en una cita textual, extraída justamente

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de un trabajo que lleva por título: "Tesis sobre los principios liberales". Dice Popper: La libertad de pensamiento y la libre discusión son valores liberales supremos que no necesitan, realmente, ulterior justificación. Sin embargo, también se les puede justificar pragmáticamente sobre la base del papel que desempeñan en la búsqueda de la verdad. La verdad no es manifiesta, y no es fácil llegar a ella. La búsqueda de la verdad exige al menos: a) imaginación, b) ensayo y error, c) el descubrimiento gradual de nuestros prejuicios de los dos anteriores y de la discusión crítica. —Y agrega— La tradición racionalista occidental, que deriva de los griegos, es la tradición de la discusión crítica, del examen y la gestión de proposiciones o teorías mediante intentos de refutarlas.'° En suma: el historicista cree en un destino social o histórico irreformable, que se impone a los sujetos sometiéndolos a una fuerza especial bien sea basada en la estructura económica, en un genio político, en una raza superior, en un pueblo escogido o en lo que se quiera; por el contrario la democracia liberal tal como la concibe Popper, se funda en la libertad individual aunada a un robustecimiento de las instituciones intermedias que dan fisonomías al Estado. Por esto el gobernante es concebido por Popper como un "ingeniero social", que planifica en función de la acción práctica donde tanto la teoría como la acción política pueden ser modificadas pues no están sujetas a ningún dogma. Un gobierno democráticoliberal de corte popperiano no es fuerte porque "pueda imponer

10 lbíd., p. 92.

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aquello en lo que cree bajo todas las condiciones"; sino que; fuerte cuando "sabe situase críticamente frente a las prop medidas", de tal suerte que pueda corregir su marcha en interacción de teoría y práctica. Con razón Popper cita, bromean a Winston Churchill cuando dijo un día: "La democracia es la pe forma de gobierno que se conozca, con excepción de todo el res de las formas de gobierno conocidas"."

11 Karl Popper, "Un repaso de mi teoría de la democracia", en: Revista Vuelta, México, No. 143. octubre 1988. p. 13.

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'Séptima lección' ' 7. LIBERALISMO- COMUNITARISMO En las lecciones anteriores hemos tratado de mostrar la pertinencia de la idea de los derechos naturales con relación al surgimiento de los estados políticos bajo el modelo del contractualismo. Al mismo tiempo, estas ideas se forjaron en el dominio de lo que en el campo de la filosofía se conoce como el período de la Modernidad, que puede ser definido como el período de la Ilustración o de las luces en el que el mundo europeo creyó haber alcanzado lo que en términos kantianos se podría denominar "la mayoría de edad". El corazón de este período histórico está basado en una fe ciega en la facultad humana de la razón, facultad que habilitaría al hombre para resolver todos los problemas que hasta entonces le habían atormentado. Sin embargo, esta fe en la razón, o modernidad, se ha visto fuertemente criticada y puesta en cuestión por el pensamiento denominado Posmoderno , que consiste básicamente en el conjunto de tesis contemporáneas que ponen en duda las promesas de aquella razón que habría de liberar al hombre de todo dominio o sumisión humana o natural. Desde un punto de vista puramente político, debemos reconocer que los productos ideológicos de la modernidad están representados por las tres grandes concepciones de la política: liberalismo, conservadurismo y socialismo. Cada una de estas concepciones ideológicas, con sus diversas vertientes, proclamó para sí el derecho a usufructuar la verdad verdadera o la verdadera razón y por ello consideraba que sus argumentos eran correctos, dejando a las otras dos en condición de inferioridad o de enemistad. Lo que los posmodernos critican entonces es justamente que cada una de estas ideologías hubiese creído