IBM y El Holocausto de Edwin Black

DOS CAPÍTULOS DE ESTE 'BEST SELLER' IBM y el Holocausto de Edwin Black IBM suministró la tecnología que hizo posible la

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DOS CAPÍTULOS DE ESTE 'BEST SELLER'

IBM y el Holocausto de Edwin Black IBM suministró la tecnología que hizo posible la eficiencia de la maquinaria de guerra nazi en el exterminio de millones de judios y la dominación territorial. Y no lo hizo engañada, o por desconocimiento. Simplemente, por aumentar sus ganancias. Para ello, su presidente, Thomas Watson, recurrió a las más sofisticadas maniobras de ocultamiento, intermediación y juegos dobles durante la Segunda Guerra Mundial. Tal fue el grado de colaboración de la multinacional con el régimen de Adolfo Hitler, que el autor Edwin Black en su libro IBM y el Holocausto (Editorial Atlántida, distribuido en Colombia por Intermedio Editores), asegura que lo que hubo en realidad fue "una alianza estratégica". En su libro, Black se remonta a los inicios de IBM y de la tecnología que fue la base de su prosperidad: las tarjetas perforadas y las máquinas para tabular, inventadas por el inmigrante alemán Herman Hollerith a finales del siglo XIX. Así mismo, documenta los primeros pasos de Watson en el mundo de los negocios, calificándolo ya en las primeras líneas como un "pillo prometedor", que aprendió de prácticas comerciales poco ortodoxas cuando trabajó en la también multinacional NCR, y que en menos de cuatro décadas llegó a ser, sucesivamente, (además de pillo corporativo) "magnate legendario, estadista internacional y por último majestuoso ícono estadounidense". Entre esas prácticas poco ortodoxas, Black menciona sobornos, venta de máquinas con desperfectos, amenazas legales y hasta ruptura de vitrinas. Las tarjetas perforadas de Hollerith, cuyo propósito inicial fue sistematizar la recolección de información para los censos de población, según Black, "no eran nada menos que un código de barras del siglo XIX para seres humanos". Un código de barras al que la subsidiaria alemana de IBM, llamada Dehomag, le encontró gran utilidad para el recuento y exterminio de los judios. Desde 1922, Watson e IBM (cuyo nombre en esa época era CRT, por Compañía Computadora- Tabuladora- Registradora) eran dueños del 90 por ciento de la Dehomag. Tomaron el control dada la incapacidad de su dueño, Willy Heidinger, para pagar sus deudas por la concesión de los equipos Hollerith.

"Solo Dehomag podía diseñar y ejecutar sistemas para identificar, clasificar y cuantificar la población con el fin de separar a los judios de los arios", dice Black. Una simple tarjeta perforada podía contener toda la información racial, de patrimonio y ubicación de los judios, no solo de Alemania sino de todos los territorios invadidos. El autor asegura que a pesar de las repetidas declaraciones de los "científicos raciales" nazis sobre la utilización de la tecnología para depurar la raza aria, ni Dehomag ni IBM en New York retiraron su apoyo al Reich. Por el contrario, reaccionaron entusiastas. Así, Alemania llegó a ser el segundo mercado en importancia para IBM, después de Estados Unidos. Incluso, una vez iniciada la Segunda Guerra, con la invasión de Polonia en 1939, Watson se las arregló para que, a través de intermediarios, máquinas más modernas de tabulación de tarjetas pudieran estar a disposición de Dehomag y del Reich. Además, en medio de una retórica pacifista no perdía oportunidad para abogar por el acceso de los alemanes a las materias primas, mientras estos saqueaban a los países que invadían. No en vano, Hitler lo condecoró con su versión de la Cruz de Boyacá: la cruz blanca esmaltada de ocho puntas, con águilas alemanas y emblemas nazis grabados. En más de 50 años, ninguno de estos hechos ha sido respondido por voceros de IBM. En el libro Padre e Hijo, escrito por el hijo de Watson, en una referencia tangencial, este dice que "Mi padre(...) era muy escrupuloso en cuanto a ganar dinero con la producción de guerra, tanto por consideraciones de orden moral como por proteger la imagen de IBM. No quería que acusaran a la compañía de aprovecharse de la situación" El hecho incontrovertible -según Black- es que IBM tenía el control global de una tecnología que resultó extremadamente útil e indispensable para la maquinaria nazi de guerra y aniquilación. Black dedica capítulos aparte a comparar los casos de Holanda y Francia en los que, según él, la tecnología marco la diferencia en los porcentajes de judios eliminados.

En Holanda, donde había una muy buena infraestructura Hollerith, el 73 por ciento de los judios fue deportado y asesinado. Mientras que en Francia, donde la resistencia destruyó esta infraestructura, este porcentaje llegó solo al 25 por ciento. Obviamente, algunas personas, como Richard Bernstein, quien reseñó el libro en The New York Times, ponen en duda la afirmación de Black de que sin la tecnología de IBM los alemanes, conocidos en la época por otros portentos tecnológicos, no hubieran sido capaces de llevar a cabo su mortal propósito. Así mismo, asegura que a pesar de que IBM y Watson estuvieron lejos de ser héroes, no parecen ser tan poco héroes como para considerarlos un caso aparte. "Durante el arranque generalizado de maldad entre 1933 y 1945, son los nazis, por supuesto, quienes pertenecen a lo máximo en malhechores. Por debajo de ellos se encuentran los colaboradores fascistas, las milicias y los guardias de los campos de concentración, que tuvieron su cuota de responsabilidad, y también hubo empresas como IG Farben y Daimler-Benz, que utilizaron mano de obra esclava obtenida de los campos de concentración", dice Bernstein. "El problema de calibración moral se combina aquí con el del contexto histórico. Ciertamente, es muy claro que apenas los nazis se tomaron formalmente el poder en 1933 comenzaron a ser perversos. Se estaban rearmando, absorbiendo territorios vecinos, construyendo campos de concentración y maltratando judíos de forma salvaje. Sin embargo, no fue muy claro sino hasta 1942, incluso para muchos judíos, que el genocidio era una meta que estaban determinados a alcanzar. La sabiduría de los negocios convencionales hasta mediados de la guerra, como dice el señor Black, era que Alemania debía dominar Europa y que cualquier compañía que quisiera boicotear a los nazis se arriesgaba a ser desterrada de todo el continente", agrega. Eltiempo.com ofrece a sus lectores dos de los capítulos más polémicos de 'IBM y el holocausto', de Edwin Black: La intersección IBM-Hitler y La alianza IBM-nazis. Vea la respuesta de IBM a este libro.