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Logoterapia y Humanización APORTES DE LA LOGOTERAPIA AL PROCESO DE HUMANIZACIÓN DE LA ATENCIÓN Y CUIDADO EN SALUD 2014

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APORTES DE LA LOGOTERAPIA AL PROCESO DE HUMANIZACIÓN DE LA ATENCIÓN Y CUIDADO EN SALUD 2014 Daniel Yamid Domínguez, Psicólogo, Universidad Nacional de Colombia 1. Liliana Duarte Pedroza, Psicóloga, Universidad Nacional de Colombia Angie Espitia Mendieta, Psicóloga, Universidad Nacional de Colombia Fabián Ricardo Villacís, Gerontólogo, Universidad del Quindío Derechos reservados de Autor

Contextualización La humanización en la prestación de servicios de salud (atención y cuidado) ha sido definida desde diferentes perspectivas y guarda una estrecha y necesaria relación con la teorización alrededor del humanismo como corriente filosófica. La concepción actual que se tiene del humanismo surge hacia el siglo XVIII en Alemania, haciendo oposición a los postulados positivistas en relación con el mundo, la ciencia y el ser humano, enfatizando el reconocimiento de él como libre, con necesidades y valores propios (González, Velandia y Flores, 2009). Desde la prestación de servicios de salud la humanización es definida como: “la formación de relaciones personalizadas, fundamentadas en la comunicación y actitud o disposición hacia cada persona que tiene contacto de una u otra forma con la institución de salud, respetando la dignidad y las características de las personas que permiten su realización, enmarcados en el contexto de los principios ético-médicos que deben hacer parte de cada uno de los seres humanos que pertenecen a las instituciones de salud”. Bermúdez, Leonardi & Suescún (2005)

1 [email protected]. BogotaD.C. Colombia 1

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Es importante señalar que la humanización en la prestación de los servicios de salud no se puede reducir a la prestación de un servicio con calidad. Éste último es definido como la prestación de servicios de manera accesible y equitativa, haciendo énfasis en la profesionalización y en los recursos disponibles para llevar a cabo tal fin. En este caso, se trataría más de un énfasis en el servicio y por ende en lo técnico, más que en la persona y en sus necesidades, características y emociones, aspectos a los que la humanización les otorga un carácter imprescindible. (Bosnic, 1999). Así, al analizar el contexto de la prestación de los servicios de salud en Colombia, difícilmente es posible hablar de una atención con calidad, y en menor medida humanizada. Diferentes factores contribuyen a la creación de entornos deshumanizados, entre estos la marginación de algunas categorías de pacientes, existiendo reacciones poco receptivas entre el personal de salud frente a la posibilidad de atención a personas con enfermedades crónicas, limitaciones físicas o personas mayores. La consecuencia es una atención caracterizada por la soledad, la pasividad y coerción de la autonomía y la independencia. (Redrado, 1998). Describir la relación con el sistema de salud que tiene cualquier persona en situación de enfermedad crónica en Colombia genera un panorama desalentador. Inicialmente, tanto la persona enferma como su familia deben enfrentarse con innumerables trámites previos a cualquier tipo de atención; durante estos trámites lo más común es que el trato recibido sea distante, frío y despersonalizado, y al ser este el primer contacto de la persona con el sistema de salud las expectativas que se crean frente a todo el proceso de atención no son muy satisfactorias. Luego de este momento, caracterizado por trámites que implican un gasto de diversos recursos importante, en ocasiones el tiempo de espera entre la asignación de las citas y la atención es bastante prolongado. Debido a esto es común que los padecimientos, enfermedades y síntomas se agraven y esto acarrea sufrimiento innecesario para quien lo vive; una de las implicaciones de esta situación es el abandono del tratamiento. Sin duda, una comprensión por parte del personal involucrado en la atención en salud respecto a las implicaciones que trae para la persona enferma la espera prolongada por recibir atención en alguna medida permitiría que la atención estuviese dirigida a minimizar o, idealmente, evitar que la persona en situación de enfermedad tenga que atravesar estas circunstancias adversas. 2

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Respecto a la atención, al contacto con el personal de salud, que puede o no variar según su especialidad o campo de atención, ésta por lo general se plantea en términos de una relación unidireccional, vertical, centrada en el cumplimiento de requisitos administrativos y en la satisfacción de criterios y beneficios para la EPS y la IPS. Como es esperable, esto lleva a que la persona en sí misma sea relegada a un segundo plano, y esto no se limita a la persona que acude en busca de atención sino también al personal de salud. Respecto al personal de salud es importante contextualizar cuál es su situación dentro del sistema de salud actual. Quienes pertenecen al grupo de talento humano en salud deben atravesar condiciones de precariedad, relacionadas con varios factores, entre estos la retribución económica inadecuada por su labor, así como la limitación respecto a procedimientos y prácticas que pueden o no realizar, todo en pro del máximo beneficio para las entidades de salud. A esto se suma que hace falta una organización más fuerte de tipo gremial, que vaya más allá de exigencias puntuales respecto a condiciones laborales, considerando las implicaciones amplias y particulares de estas dinámicas, para cada uno de los actores implicados.

Una visión humanista sobre el individuo y la relación humana. Teniendo en cuenta el contexto descrito, es importante cuestionar de qué manera es posible llevar a cabo en términos prácticos la atención en salud humanizada y centrada en la persona, así como las herramientas de las cuales es posible hacer uso y en efecto, el paradigma desde el cual se brinde una visión lógica y objetiva de los fenómenos y las experiencias. La logoterapia como postura filosófica y terapéutica posee algunos aspectos que confluyen con el enfoque de humanización en salud, y que podrían ser de gran utilidad a la hora de traducir en términos operativos dichos principios básicos. Esta postura concibe al hombre como un ser en búsqueda del sentido de su existencia, como hombre libre, responsable y con valores; se trata de la búsqueda de la plenitud existencial o, en palabras de Víctor Frankl (1994), la realización de valores, más que a la satisfacción de necesidades e instintos-impulsos, ya que esto llevaría al vacío existencial, más que a la plenitud. Se habla entonces de un deseo de sentido y no de la 3

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búsqueda del placer o del poder, o en todo caso a la concepción de estos últimos como efectos o aspectos que se pueden buscar una vez se haya constituido el sentido. Del mismo modo, su fundamento fenomenológico concibe al hombre “como un triple ser: corporal, anímico y espiritual”, aspecto que será importante posteriormente en el hecho de reconocer en el sufrimiento y la enfermedad crónica una fuente experiencial fundamental para lograr dicho propósito. Precisamente, hablar de la realización de valores sitúa el análisis sobre tal aspecto espiritual. El aspecto fenomenológico también se retoma en la crítica a la concepción del hombre en medio de una continua tensión entre lo objetivo y subjetivo, aspectos que si se analizan de cerca pueden favorecer la deshumanización, situándose en el polo de la plena e ilusoria objetividad en los procedimientos, en la relación y en las concepciones más generales de salud y enfermedad, sin reconocer aquella premisa del “ser en el mundo” (Frankl, 1994). Es además importante mencionar a la logoterapia y su estructuración alrededor del método fenomenológico, método cualitativo que surge de la fenomenología de Husserl (1859-1938) para rescatar la subjetividad humana a propósito del hombre en el plano del reduccionismo. Para ello, desde la fenomenología se ha considerado a la experiencia humana como un proceso complejo para entender, y que por tanto, requiere de momentos situados en el “hit et nunc”, aquí y ahora para intentar resolver tal complejidad, sin embargo la fenomenología como lo expresa Luna (2014) aunque parece atrapar un conocimiento de lo obvio, un conocimiento que no se escapa del sentido común, es en efecto el proceso complejo de observar para comprender en el intento de brindar una descripción directa de la experiencia humana tal como esta se muestra, para ello no se debe incurrir en errores como lo expresa Scheler (1973, citado en Dubois, 1993) al creer que basta constituir una actitud fenomenológica como la entrega total en una dimensión mental o física, sino que por el contrario se debe asumir una actitud de darse al otro en tantas dimensiones humanas como sea posible. En ese sentido, la logoterapia en su aproximación fenomenológica comprende las relaciones Tu – Yo como un posterior Nosotros que deviene justamente en la observación concreta de la experiencia, es decir, una observación dirigida a la esencia (Stein, 2000) lo cual requiere abrirse a la posibilidad de escuchar y observar cerrando 4

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toda posibilidad de intervenir implicando nuestros prejuicios, paradigmas, o cualquier tipo de conocimiento previo, para tener una relación directa con la persona y de ahí recoger su experiencia tal cual la persona la está viviendo. Respecto a los prejuicios y conocimiento previos, no se trata de eliminarlos sino de hacerlos conscientes para identificar en donde se debe callar y hacer silencio, en donde exactamente hay que cerrar la puerta para detener la sentencia que pervierta la observación. Solo de ese modo, momentos posteriores serán más pertinentes para hacer uso de todas esas puertas cerradas, es decir, de hacer uso de todas las herramientas epistemológicas y hermenéuticas. Así, de acuerdo a Unikel (2012) la fenomenología en la relación y el encuentro con el otro, debe direccionarse de acuerdo a dos tipos de reglas; Negativas (reducir la subjetividad en cuanto a deseos, sentimientos y actitudes del observador; excluir la tradición y las enseñanzas aceptadas y finalmente, mientras dure la observación hacer a un lado posiciones teóricas, hipótesis y paradigmas) y Positivas (estar abierto a captar todo lo que es dado y a la complejidad sin caer en el terror de no entenderla, lo cual implica no reducir lo complejo a lo simple solamente para entenderlo) Todo esto con el fin de empatizar con el otro, abrir la posibilidad de una relación humana que genere el encuentro con una persona, no con un objeto que necesita solamente ser interpretado, sino con un ser humano que para abordarlo desde la interpretación, primero deber ser comprendido en toda su complejidad, y de ese modo, no verse amarrado al juicio de alguien ajeno a su propia experiencia. Por tanto, la fenomenología en la logoterapia se convierte en el camino para filtrar las experiencias de todo juicio que sea ajeno a la vivencia del dueño de estas, con el fin de comprenderlas en todas las dimensiones en las que una persona las experimenta. Dentro del sistema de salud tradicional la atención está orientada a la satisfacción de necesidades, que son asumidas como propias de aquel que está en condición de enfermedad, y que se intentan suplir a través de procedimientos que despersonalizan la atención, pues su foco 5

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no es la persona sino el procedimiento en sí mismo. Sin embargo, desde un enfoque de humanización, y desde la logoterapia, se propondría que todo esto no es suficiente, puesto que como se dijo anteriormente se parte de una mirada antropológica diferente (Frankl, 1994). En términos puntuales, dentro de la atención humanizada en salud se propondría como eje transversal la relación de ayuda centrada en la persona, enfoque derivado de los postulados del humanismo, que tiene como elementos principales la escucha activa y la empatía; estas habilidades permiten establecer dentro de dicha relación un contexto terapéutico en el cual se busca posibilitar la aceptación incondicional del otro, en un patrón relacional horizontal. Sin embargo, para Rogers el espacio terapéutico y la relación de ayuda no se limitan al uso de una serie de herramientas, tales como los parafraseos y reflejos, sino que implica una actitud o disposición hacia el cliente, así como del cliente hacia el otro que se le presenta como terapeuta (Bermejo, 2012). La propuesta de la terapia centrada en el cliente, propuesta por Rogers y adoptada como marco de referencia de diversas formas de psicoterapia, brinda elementos de gran relevancia para el planteamiento de un espacio de encuentro con el otro, particularmente cuando debe establecerse una relación de ayuda, como en el caso de la atención y cuidado en salud. Rogers (1993) señala que, dentro de esta relación, existen elementos como las expectativas de la persona que acude en búsqueda de ayuda de un profesional sobre el alcance de dicho encuentro; sin duda, cada momento del encuentro con el otro aporta información sobre aquello que se puede esperar de este espacio. Este proceso es comparable con las expectativas puestas en la persona que asume la función de cuidado. Además de la disposición del terapeuta, Rogers (1993) señala que la filosofía propia del mismo, o en este caso de la persona encargada de la atención y cuidado, es fundamental en la relación de ayuda; sus creencias acerca de los alcances de esta relación, además de su confianza en relación con las posibilidades de cambio de la persona ayudada, tendrán una gran influencia en los objetivos y desarrollo de la relación de ayuda. La persona que asume el rol de cuidador debe estar orientada al reconocimiento de la dignidad y valor intrínseco de la persona a quien va a ayudar.

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En relación con la empatía, es importante señalar que esta habilidad no solo implica una disposición a comprender las problemáticas y condiciones propias de la persona ayudada, así como la forma en que estas situaciones le afectan, sino que también está relacionada con una habilidad para comunicar a la persona que ha sido comprendida (Bermejo, 2012). Por tanto, la escucha activa será una capacidad de gran importancia a la hora de lograr una comunicación empática con la persona que acude en busca del establecimiento de una relación de ayuda. En este punto es importante destacar que, si bien la logoterapia no plantea la relación de ayuda como contexto propicio para la búsqueda de sentido, le da un lugar importante al encuentro con el otro, ya que: “El hombre aspira encontrar y realizar un sentido, pero también a encontrarse con otro ser humano en forma de un tú. Ambas cosas, la realización de un sentido y el encuentro humano, ofrecen al hombre un fundamento para la felicidad y el placer” (Frankl, 1994, pp. 5). Como se ha señalado, desde el humanismo, Rogers (1993) enfatiza la necesidad de comportamiento genuino del terapeuta en la relación con el cliente. Por su parte, la propuesta logoterapéutica señala la necesidad de alejarse de la concepción del terapeuta como técnico, o como aquel que posee el saber pleno sobre el otro. Estos presupuestos son fundamentales en el contexto de una propuesta de humanización, puesto que implican que más allá de los marcos teóricos y el conocimiento de los procedimientos, el médico o personal de atención en salud se ve motivado a salir de sus propios marcos de referencia institucionales y a mostrar un interés que va más allá de la enfermedad, y que implica el conocimiento de la persona y la realización de un “trabajo conjunto” en pro del bienestar de la misma. A través de dicho interés en el otro como persona y la expresión plena del médico, terapeuta o personal de salud es posible comunicar otro modo de “ser en el mundo” y de alguna manera una vivencia diferente de la enfermedad, el sufrimiento, el envejecimiento, la discapacidad y la dependencia. Del mismo modo, retomar algunos supuestos del proceso de construcción de la relación en la logoterapia pueden ser útiles para la humanización de la atención en salud; algunos de estos pueden ser la creación de un lazo de confianza, transparencia 7

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y honestidad consigo mismo y con la persona que asiste a consulta médica, la capacidad de autorrevelarse ante el otro y de expresar sentimientos positivos al paciente.

El “sentido” Frankl, como parte de su propuesta señala tres fundamentos acerca del hombre, que constituyen la primera triada. En primer lugar la libertad de voluntad que señala la capacidad del ser humano para tomar una actitud libre a pesar de los condicionantes biológicos, psíquicos y sociales, se trata de una libertad concebida con el fin de sobreponerse ante obstáculos y de responder ante las experiencias (Esquivel, 2014). Esta concepción es importante porque considera al ser humano como alguien actuante y con capacidad no solamente para reaccionar ante los determinantes externos, sino como alguien marcado por la autodeterminación. Hablar de libertad también implica responsabilidad, concebida como la capacidad para hacerse cargo de la propia existencia y aprendida en el proceso que el ser humano tiene en el estar-en-el- mundo. La segunda premisa tiene que ver con la voluntad de sentido que hace referencia a aquello que el autor considera inherente al ser humano y es la búsqueda intencional de sentido a partir de la experiencia en el mundo, esto es, un carácter de autotrascendencia (Esquivel, 2014). Dicha orientación hacia la búsqueda de sentido puede verse acompañada de una tensión porque implica salirse de sí mismo, es decir una posición reflexiva y llena de cuestionamientos, pero al mismo tiempo dicha tensión sirve como motor para la búsqueda. Dicha premisa tiene un carácter muy importante en la explicación del malestar reportado por muchas personas en diferentes etapas de su vida, y para el tema que compete a la presente propuesta, un malestar frecuentemente reportado ante el sufrimiento asociado a la enfermedad crónica o terminal, al envejecimiento y a la 8

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discapacidad. Se trata del vacío existencial, como la frustración que surge ante la imposibilidad de la realización del sentido o la falta de búsqueda del mismo. La tercera premisa hace referencia al sentido de vida, que implica un cuestionamiento existencial y ontológico y que surge incluso ante situaciones de sufrimiento o de dificultad. Según Frankl, las maneras de encontrar este sentido son tres: a. Valores de Creación, que hacen referencia a la capacidad del ser humano para ofrecer algo al mundo a partir de su experiencia. b. Valores de Experiencia, que están relacionados con el encuentro con la experiencia del otro, y a la posibilidad de recibir y construir a partir de dicha experiencia y del mundo en general. c. Valores de Actitud, relativos a la capacidad del ser humano para tomar una actitud ante las diferentes situaciones, fundamentalmente aquellas que implican dolor o sufrimiento y que por ende no permiten o facilitan la búsqueda de sentido por la vía de la creación o la experiencia.

La puesta en marcha de los valores de actitud implica enfrentarse a lo que Frankl llamó la Tríada Trágica, compuesta por el sufrimiento, la culpa y la muerte; esto sugiere que incluso ante tales situaciones las premisas de la libertad y la autodeterminación permiten que el hombre de manera responsable decida qué actitud tomar y, por ende, que logre encontrar un sentido incluso en aquellas situaciones (Esquivel, 2014). El sufrimiento, por su parte, es visto desde la logoterapia como un aspecto constitutivo de lo humano y proveniente de múltiples fuentes ya sea psicológico, somático o espiritual. Ante este, el ser humano puede devenir en un proceso de crecimiento, razón por la cual no es negativo en sí mismo y por el contrario, situaciones como la enfermedad crónica, pueden favorecer el descubrimiento del potencial personal. Ahora bien, a pesar que ante el sufrimiento fundamentalmente se acude a los valores de actitud, dicho sufrimiento también puede crearse cuando se decide realizar algo por el otro, acudiendo a los valores de creación. Bajo estas circunstancias se lograría la auto trascendencia (Frankl, 2007).

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Por otro lado, los valores de actitud frente a la culpa ponen de presente la consciencia del ser humano respecto a su propia libertad, es decir, un enfrentamiento del sufrimiento consigo mismo, además, implica un paso a la reflexión del pasado, que la persona debe ser capaz de aceptar, con el fin de no perder de vista los planes futuros y sobre todo la orientación hacia el presente. El tercer elemento de la triada trágica es la muerte, siendo esta una afirmación bastante coherente puesto que no sería posible hablar de sentido de vida sin preguntarse por el fin de la misma y por su significado (Esquivel, 2014). Así mismo la pregunta por la muerte es positiva, en tanto apunta al reconocimiento de la unicidad de las experiencias de vida, a su importancia, a la finitud y al carácter temporal de las mismas.

Deshumanización Teniendo en cuenta que el marco conceptual desde el cual se quiere abordar la pregunta sobre la humanidad y posteriormente la humanización es el conjunto de fundamentos antropológicos y ontológicos que sostienen la Logoterapia (Frankl, 1991), la humanidad es el primer tema a desarrollar, dado que actualmente, dicha cualidad inherente al humano, se ha visto enfrentada al “nada- más-que” del hombre tal como lo expresa Frankl (2007) frase que hace alusión al reduccionismo científico que comprende al ser humano como un mecanismo o una computadora, no obstante el problema no se fundamenta en la visión del hombre como una computadora, sino en la visión totalizadora del hombre como un proceso complejo de combustión y oxidación obviando otras posibilidades. Para ello la logoterapia propone abordar al ser humano en su totalidad, a través de la ontología dimensional explicada a través de dos analogías geométricas.

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Figura 1. Ontología dimensional (Fuente Frankl, 2007) Esta figura expresa la primera ley de la ontología dimensional definida como: “uno y el mismo fenómeno proyectado fuera de su propia dimensión, en diferentes dimensiones inferiores a la suya propia, se representa de tal manera que las figuras individuales resultantes se contradicen una a la otra” (Frankl, 2007, pp 28) Para Frankl el ser humano debe ser visto en todas sus proyecciones, las que a simple vista pueden ser diferentes y contradictorias, pero que a pesar de ser discordantes, no implican de ninguna manera que estén separadas del mismo hombre, por el contrario se asumen parte del mismo fenómeno, y se les debe reconocer. Así por ejemplo, el hombre entendido como una computadora es válido, pero es además válido reconocer al hombre como un ente que se pregunta, se cuestiona por sí mismo, que es capaz de reconocerse y volcar sus condicionamientos en significados, que en efecto está atravesado por dinámicas bioquímicas, pero también por dinámicas del lenguaje. Por ende, una sola forma de entender al humano, resulta peligroso dado que se omiten “segmentos de humanidad” y probablemente ésta sea la principal causa de la deshumanización; un continuo abandono del hombre por el hombre a través de su concepción reduccionista y el estancamiento de el humano en solo

una de sus

proyecciones.

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Esta es pues la primera ley que demuestra en qué estado podemos ubicar a nuestras entidades de salud; el salto no es demasiado grande del reduccionismo dimensional, al reduccionismo medico por ejemplo, ¿o no es acaso una ingeniería del cuidado la que sobrellevamos con frecuencia? De ninguna manera se puede omitir la técnica y la tecnología en el cuidado de las personas, pero la idea consiste en rebasarlas, no consiste en eliminarlas sino desbordarlas con un enfoque más humano, que en efecto reconozca esas dimensiones que en diferentes niveles, hacen parte en el avance de la salud humana. En la figura 2 podemos observar la segunda ley dimensional definida como:

Figura 2. Ontología dimensional (Fuente Frankl, 2007) “Cuando fenómenos diferentes se proyectan, fuera de sus dimensiones propias, solo una dimensión inferior a las suyas propias, se muestran de tal manera que las figuras resultantes son ambiguas” (Frankl, 2007, pp 29). A esta segunda ley se le podría llamar “el isomorfismo humano” de acuerdo a nuestra propuesta, por la ambigüedad que representa cada acto, cada decisión y cada movimiento que realiza el hombre desde el punto de vista del observador, motivo por el cual con frecuencia se suele categorizar al humano en tanto sus características se someten a una sola dimensión, olvidando que cada persona representa un ser en el mundo de manera singular, debido a su historia personal, sus características biológicas, psicológicas, espirituales y de contexto.

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Tomar al hombre como categoría es también deshumanizarlo, es destituirlo de la diferencia, es en últimas adecuarlo a su proyección y obviarle la posibilidad de ser entendido como este es, no como parece ser. De ahí la importancia de comprender al hombre en su totalidad, o al menos hacer el intento por comprenderlo, intento que no en vano mostrara interés por el otro en diferentes campos de la vida, escenarios en donde la preocupación del hombre por el hombre lo motive a utilizar todos los recursos tanto para ayudarle como para guiarle en la comprensión de las diferentes circunstancias y conducirlo hacia su propio sentido. Precisamente la concepción antropológica de Frankl del ser humano espiritual va de la mano del supuesto que categorías como los trastornos mentales no son una enfermedad en sí mismos, viendo dicha concepción como una alternativa a las categorías nosológicas propias de otros enfoques terapéuticos dentro de la psicología y por ende las teorizaciones clásicas de salud-enfermedad. De acuerdo a lo anterior, la logoterapia nos muestra un concepto de hombre más humano y multidimensional, además nos ofrece un fundamento ontológico para comprender que siendo la humanidad un atributo del hombre, es posible pensarla, repensarla, promoverla, y aplicarla; en este sentido es posible hablar de humanización. Re-humanización La búsqueda de sentido desde la logoterapia no solo es definida en términos de felicidad y aspectos positivos, sino también en relación con el sufrimiento, ya que este se constituye como un elemento común de las enfermedades crónicas, condiciones de discapacidad, burnout, dependencia, entre otras. Este punto es fundamental, puesto que desde la logoterapia la búsqueda del sentido tiene un fundamento fenomenológico, de tal modo que depende en pleno de la experiencia del hombre, sea cual sea esta, y no de una cuestión de juicios o estándares a alcanzar. En esta línea la experiencia corporal, emocional, personal y social del ser humano en situación de sufrimiento o en una situación inesperada como la aparición de una enfermedad es el medio para traducir el conocimiento individual en conocimiento científico, o terapéutico en este caso. Así, la falta de sentido que muchas veces aparece en el envejecimiento o ante el surgimiento de las condiciones previamente mencionadas, es vista desde la logoterapia no como 13

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una enfermedad en sí misma o como una consecuencia inevitable; contrario a ello, se convierte en una posibilidad: en la actualización del sentido. Se habla allí de actualización, puesto que la concepción de dicho sentido no como algo totalitario o general sino aunado a la situación concreta, permite encontrar posibilidades y por ende una manera de modificar lo que sea posible; en todo caso pareciera posibilitar la acción. Para el desarrollo efectivo de los procesos de humanización es fundamental para el médico, o para las personas que trabajan en el contexto de la prestación de servicios de salud, tener en cuenta al ser humano en sus múltiples dimensiones, no sólo en términos del cuerpo y su comportamiento funcional y anatómico, sino, como señala Frankl, en términos de lo espiritual y psíquico. Sin embargo, humanizar al humano teniendo la humanidad como atributo inherente, resulta paradójico, es por ello que desde la logoterapia se abre camino a la posibilidad de comprender la humanización como el proceso de volver consciente justamente la humanidad que por conceptos de la historia y factores mencionados como el reduccionismo, mecanización y desvalorización del humano han resultado en una represión colectiva de la

humanidad, una represión que justifica visiones

totalizadoras del hombre. Por ello, humanizar en este caso significa guiarle a la persona y por ende a la sociedad, en la búsqueda de eso que perdió, ausentó, despojo, o mantuvo latente, haciéndole responsable de su propia búsqueda, generando alternativas que le permitan comprender al otro y a sí mismo en cuanto lo que siente, lo que piensa, lo que padece, lo que es, y lo que no es. Así pues, humanizar comprende despertar el inconsciente noético del hombre, dimensión espiritual que en efecto hace parte y tiene la capacidad de potencializar las demás dimensiones, de manera que el hombre se vuelva responsable de su ausencia consigo mismo y con el otro, y posteriormente, trabaje en aquello que lo identifica ya no como ser en el mundo, sino como un humano en el mundo del ser y el no ser, la vida y la muerte, el bienestar, el sufrimiento, las polaridades y los medios. De ahí que humanización, en ultimas resulte ser la apuesta por re humanizar al hombre que despojado de sus virtudes, tome

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responsabilidad para descubrirse, y descubrir lo que le motiva a permanecer en el mundo, mirándose a sí mismo, y permitiéndose ser parte de la historia del otro.

Referencias bibliográficas

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