HORA SANTA CON EL PAPA. EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

HORA SANTA CON EL PAPA FRATERNIDAD DE CRISTO SACERDOTE Y SANTA MARÍA REINA E DE RODILLAS XPOSICIÓN El sacerdote reve

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HORA SANTA CON EL PAPA FRATERNIDAD DE CRISTO SACERDOTE Y SANTA MARÍA REINA

E

DE RODILLAS

XPOSICIÓN

El sacerdote revestido expone el Santísimo Sacramento como de costumbre; y a continuación se canta la oración que el Ángel enseñó a los pastorcitos de Fátima. MI DIOS, YO CREO, ADORO, ESPERO Y OS AMO. OS PIDO PERDÓN POR LOS QUE NO CREEN, NO ADORAN, NO ESPERAN Y NO OS AMAN.

M

ONICIÓN INICIAL

Todos necesitamos sentirnos queridos y amados. Todos hemos experimentado el gozo del amor humano de nuestros padres, de nuestros amigos… pero seguramente también hemos gustado la insatisfacción de este amor… Dios es amor y nos ama, su amor no pasa nunca, y nos hace sentirnos amados por él, especialmente mediante sus sacramentos. “Celebrar el Sacramento de la Reconciliación significa estar envueltos en un cálido abrazo: es el abrazo de la infinita misericordia del Padre.” – decía el Papa en la catequesis semanal al meditar sobre el sacramento de la penitencia. Hoy escuchamos la llamada de Jesús Sacramentado que nos dice: “Venid a mí los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré”. Venimos a ti Jesús, reconociendo tu presencia en la Blanca Hostia, queremos descubrir tu amor, queremos sentirnos abrazados por ti, queremos sentir tu cariño. En tu voz que nos perdona, que nos anima y nos da esperanza, en tus manos que nos levantan de nuestras caídas, que nos acarician y curan nuestras heridas, en tu mirada compasiva y misericordiosa, pura y limpia que perdona… CANTO

Venid, venid, venid a mí, los cansados y agobiados; venid, venid, venid a mí: yo os aliviaré.

BREVE SILENCIO

A

LABANZA POR EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

Señor Jesucristo, que dijiste “Convertíos y creed en el Evangelio”, te adoro, te alabo y te bendigo porque por tu gracia y misericordia me llamas a convertirme a ti, a volver a la casa del Padre de la que me había alejado por mi pecado mediante el sacramento de la conversión. TODOS: ¡NO PERMITAS QUE ME ALEJE DE TI! Señor Jesucristo, que dijiste “Si no hicieseis penitencia, todos perecerías”, te adoro, te alabo y te bendigo, porque por tu gracia y misericordia me concedes el conocimiento y el dolor de mis pecados, y me impulsas mediante el sacramento de la penitencia al arrepentimiento y a la reparación. TODOS:¡NO PERMITAS QUE SEA INCONSCIENTE E INDOLENTE POR MIS PECADOS, Y QUE A PESAR DE HABER PECADO MUCHO, LO REPARE AMANDO MUCHO! Señor Jesucristo, que en la parábola de padre misericordioso me enseñaste a no tener miedo ni respetos humanos acudiendo con confianza al sacramento de la confesión; te adoro, te alabo y te bendigo porque por tu gracia y misericordia te haces presente en la persona del sacerdote al que puedo manifestar mis culpas. TODOS: ¡NO PERMITAS QUE ME CALLE O DISIMULE NINGUNO DE MIS PECADOS, Y CON MI PROPIA CONFESIÓN TE RECONOZCA Y TE ALABE COMO EL DIOS TODO SANTO Y MISERICORDIOSO! Señor Jesucristo, que dijiste “Animo, hijo, tus pecados quedan perdonados”; te adoro, te alabo y te bendigo porque por tu gracia y misericordia renuevas estas palabras por medio de la absolución sacramental del sacerdote cada vez que recibo el sacramento del perdón. TODOS: ¡NO PERMITAS QUE DUDE NUNCA DE TU AMOR Y TU PERDÓN! Señor Jesucristo que con tu pasión, muerte y resurrección has reconciliado al mundo con el Padre dándonos el Espíritu Santo para la remisión de los pecados; te adoro, te alabo y te bendigo porque por tu gracia y misericordia cada vez que recibo el sacramento de la reconciliación te olvidas de mi ofensa y me vuelves a considerar tu amigo. TODOS: ¡NO PERMITAS QUE TE OFENDA MÁS! ¡ANTES MORIR, QUE PECAR! BREVE SILENCIO Y SENTADOS

ectura del santo Evangelio según san Lucas 15, 12-32

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo al padre: 'Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.' Y él les repartió la hacienda. Pocos días después, el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano, donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. «Cuando se lo había gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país y comenzó a pasar necesidad. Entonces fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pues nadie le daba nada. Y entrando en sí mismo, dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.' Y, levantándose, partió hacia su padre. «Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: 'Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo.' Pero el padre dijo a sus siervos: 'Daos prisa; traed el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en la mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío había muerto y ha vuelto a la vida; se había perdido y ha sido hallado.' Y comenzaron la fiesta. «Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y, llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: 'Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano.' 28 Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre y le rogaba. 29 Pero él replicó a su padre: 'Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!' «Pero él le dijo: 'Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ha sido hallado.'». Palabra de Dios. R/. Te alabamos, Señor.

P

UNTOS PARA LA MEDITACIÓN. S.S. Francisco, 19 de febrero de 2014

La misma noche de la Pascua, el Señor se apareció a los discípulos encerrados en el cenáculo, y, después de dirigirles el saludo "¡La paz con vosotros!", sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados" (Jn 20, 21-23). En primer lugar, el hecho de que el PERDÓN de nuestros pecados no es algo que podemos darnos a nosotros mismos. En la Confesión pedimos el perdón a Jesús. El perdón no es el fruto de nuestros esfuerzos, sino que es un regalo, un don del Espíritu Santo, que nos llena con el baño de misericordia y de gracia que fluye sin cesar del corazón abierto de par en par de Cristo crucificado y resucitado. En segundo lugar, nos recuerda que solo si nos dejamos reconciliar en el Señor Jesús con el Padre y con los hermanos podemos estar verdaderamente en PAZ. Y esto lo hemos sentido todos en el corazón cuando nos vamos a confesar, con un peso en el alma, un poco de tristeza y cuando sentimos el perdón de Jesús estamos en paz, con esa paz en el alma tan bella que solo Jesús nos puede dar. ¡Sólo Él! No basta pedir perdón al Señor en la propia mente y en el propio corazón, sino que es necesario CONFESAR humildemente y confiadamente los propios pecados al ministro de la Iglesia. En la celebración de este sacramento, el sacerdote no representa sólo a Dios, sino a toda la comunidad, que se reconoce en la fragilidad de cada uno de sus miembros, que escucha conmovida su arrepentimiento, que se reconcilia con él, que lo alienta y lo acompaña en el camino de conversión y de maduración humana y cristiana. Uno puede decir: "Yo me confieso solo con Dios". Sí, tú puedes decir Dios perdóname, puedes decirle tus pecados, pero nuestros pecados son también contra los hermanos, contra la Iglesia. Y por esto es necesario pedir perdón a la Iglesia y a los hermanos en la persona del sacerdote. “Pero padre, me da vergüenza”. También la VERGÜENZA es buena, avergonzarse es saludable (…) porque nos hace más humildes. Y el sacerdote recibe con amor y con ternura esta confesión y en el nombre de Dios perdona. También desde el punto de vista humano, para DESAHOGARSE es bueno hablar con el hermano y decir al sacerdote estas cosas que son tan pesadas en mi corazón, y uno siente que se desahoga ante Dios, con la Iglesia, con el hermano. ¡No tengáis miedo de la Confesión! Uno, cuando está en la cola para confesarse, siente todas estas cosas, incluso la vergüenza. Pero cuando termina la confesión, sale libre, grande, hermoso, perdonado, blanco, feliz. ¡Esto es lo hermoso de la confesión! Yo quisiera preguntaros: "¿Cuándo ha sido la última vez que me he confesado?" Sé VALIENTE y vete a la confesión. CANTO Me levantaré e iré a mi Padre

Hoy vuelvo de lejos Guarda mi alma en la paz

B

ENDCIÓN Y RESERVA