Homero y La Edad Heroica

HOMERO Y LA EDAD HEROICA 1.Homero y los arqueólogos ¿Hasta qué punto es creíble la tradición encerrada en los poemas ho

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HOMERO Y LA EDAD HEROICA 1.Homero y los arqueólogos ¿Hasta qué punto es creíble la tradición encerrada en los poemas homéricos? Su historicidad básica era ampliamente aceptada en el mundo antiguo. Las reclamaciones territoriales podían ser apoyadas en una apelación a la tradición épica, como, por ejemplo, hicieron los atenienses cuando se anexionaron Sigeo en la Tróade poco después del 600. Tucídides y Platón utilizaron los datos homéricos para reconstruir la historia griega antigua. Creyéndose el mismo descendiente de Aquiles, Alejandro Magno fue a sacrificar en el templo de Atenea de Ilión antes de empezar otra fase del viejo conflicto entre Europa y Asia. Sólo a partir del siglo I d.c. se hicieron intentos sistemáticos para socavar la credibilidad de Homero. Dión Crisóstomo argumentó en su Discurso troyano que los griegos perdieron la guerra de Troya. Se publicaron además dos crónicas de autores desconocidos que pretendían haber recuperado la auténtica historia de la guerra por medio de informes escritos en la época por un tal Dictys de Creta y por un Dares de Frigia, también ficticio. No es necesario decir que estas narraciones de tercer orden eran completamente falsas, pero correspondían al gusto de la época y por ello adquirieron una reputación de veracidad que duró a través de toda la Edad Media. No fueron desacreditadas completamente hasta principios del siglo XVIII. Dictys y Dares pasaron al limbo, pero “Homero, el profundo” siguió siendo una inspiración para los poetas pero una fuente de perplejidad para los críticos. En el siglo XIX, la unidad y credibilidad de Homero se vieron sometidas a un severo y sostenido ataque. George Grote, en su Historia de Grecia, expresaba un punto de vista representativo, cuando trazó una clara separación entre la Grecia”legendaria” y la Grecia “histórica”; para él la historia griega comenzó con la primera Olimpíada en 776. las personas y los sucesos descritos por Homero “no debían ser vistos como pertenecientes al campo de la historia real”. Concedía que los poemas estaban “llenos de conocimientos como retratos de la vida y de las costumbres”, pero la vida y las costumbres serán las de la sociedad contemporánea del propio poeta. Era una aproximación razonable, aunque negativa, al problema de Homero como historia. No se veía diferencia entre saga “histórica” y mito “religioso”. Según esta teoría, los personajes de la leyenda griega eran personificaciones de los cuerpos celestes, y la guerra de Troya se describía como un “mito solar”. Aquiles, por ejemplo, era el sol, su pelea con Agamenón representaba un aclipse solar y Héctor y los troyanos eran nubes dispersadas por los rayos del sol. Tales aberraciones eran típicas de la crítica homérica entre 1850 y 1870. Éste fue el momento en que Heinrich Schliemann (18221890) apareció en escena, su personalidad era era una extraordinaria

mezcla de romanticismo y eficiencia práctica. Cuando tenía siete años su padre le dio como regalo de navidad un ejemplar de la Historia universal para niños del doctor Ludwig Jerrer. Este libro contenía una ilustración de la captura de Troya que le fascinó. Cuando contemplaba a Eneas, abandonando la ciudad en llamas, formó la resolución de que algún día la buscaría y descubriría sus restos. Pero ese día debía tardar en llegar. Su padre no pudo prolongar su formación escolar y lo puso a trabajar en una tienda de ultramarinos. Entonces ocurrió un memorable incidente, vívidamente descrito por el propio Schliemann en el resumen autobiográfico que precede a su Iliós. Un estudiante había sido expulsado del Gymnasium de Neu Ruppin por mala conducta. Obligado a convertirse en aprendiz de molinero, había empezado a beber y un día entró en la tienda embriagado y empezó a recitar a Homero. Entonces, como cuenta Schliemann: -Aunque yo no entendía ni una palabra, el sonido melodioso de las palabras me produjo una gran impresión y lloré amargamente por mi destino infeliz, de persona no cultivada. Tres veces le incité a repetirme aquellos divinos versos, premiando su molestia con tres vasos de whisky, que compré con las pocas monedas que constituían toda mi fortuna. Desde aquel momento nunca cesé de pedir a dios que me concediese el que yo pudiese algún día tener la felicidad de aprender el griego. Schliemann volcó todas sus energías en la exploración de los principales lugares homéricos. Después de hacer sondeos preliminares en Ítaca, el Peloponeso y la Tróade en 1868, decidió que necesitaba la compañía e inspiración de una esposa griega. Escribió a su amigo el arzobispo Vimbos de Atenas, pidiéndole que encontrase una muchacha griega para casarse con ella, especificando que debía ser inteligente, sin sofisticación, de pura ascendencia griega y que debía parecerse a Helena de Troya. El arzobispo le envió candidatas, respaldadas por fotografías, y después de estudiarlas, Schliemann escribió a su padre: “Iré a Atenas y me casaré son Sofía”. Sofía era Sophia Kastromenos, de diecisiete años de edad y que aún estaba en la escuela Arsakeion de Atenas. Después de verla en clase y de escucharla recitar el lamento de Helena por Héctor “sin afectación ni gestos rebuscados”, Schliemann se sintió satisfecho por su elección. También lo estaba la familia. La única que tuvo reservas sobre el avispado y calvo hombre de negocios de cuarenta y siete años que le prestaba tanta atención, fue Sofía. Después de un noviazgo corto y bastante tormentoso, se casaron y a principios de 1870 viajaron juntos a la Tróade. Allí Schliemann fue afortunado asegurándose la ayuda y el consejo de un inglés llamado Frank Calvert. Calvert estaba actuando como vicecónsul de los Estados Unidos en los Dardanelos; conocía la Tróade bien y en realidad le pertenecía parte de la colina de Hisarlik. Calvert sugirió que se trabajase en Hisarlik y Schliemann aceptó la propuesta son su acostumbrado entusiasmo temerario. Esa noche escribió en su diario que “-podía ver al gallardo Paris y a la hermosa Helena llegando a este lugar en su huida desde Esparta...Aunque estaba

amaneciendo y el sol subía a lo alto, para mí era de noche y veía las llamas cubrir el cielo como lo hacían en el libro de Jerrer que leí a los siete años. Me sentía repleto de intensos deseos de empezar mi excavación y dejar que el mundo viese la ciudad de Príamo y la ciudad recordad de Homero”. Schliemann realizó siete campañas excavación en Hisarlik hasta su muerte en diciembre de 1890, identificó siete ciudades, y hasta el final de su vida sostuvo que la segunda de las ciudades empezando por abajo, era la Troya de Príamo (lo cual es unerror, puesto que posteriormente se demostró que las últimas etapas de Troya VI fueron contemporáneas al apogeo de las grandes fortalezas de Micenas y Tirinto en la península griega). Pero este error no disminuye la magnitud de la obra de Schliemann. Había logrado su sueño infantil de encontrar Troya. La Troya de Homero era una antigua fortaleza, protegida por un considerable círculo de murallas y torres y era el asiento de una dinastía real que dominaba en el noroeste de Asia Menor. Schliemann encontró precisamente una ciudadela estratégicamente situada justo en la entrada del Helesponto. El lugar concordaba con las indicaciones topográficas generales dadas por Homero. Para los estudiosos de la tradición homérica la fase crucial en la historia del yacimiento se encuentra en el estrato conocido como VIIa. Troya VI y sus poderosas fortificaciones fueron severamente dañadas por un terremoto en una fecha no lejana al 1300 a.c. se hicieron reparaciones y la vida continuó sin ruptura cultural en Trota VIIa si bien hay cambios significativos en la disposición de los edificios, aparecen casas rápidamente construidas, unidas a la muralla, y cubren lo que anteriormente habían sido amplios espacios abiertos en la fortaleza. En los suelos de muchas de estas casas estaban enterradas grandes jarras de almacenamiento capaces de contener aceite y grano. Se tiene la impresión de que los habitantes de Troya VIIa se sentían menos seguros que sus predecesores de Troya VI y que se habían agrupado en la ciudadela para protegerse. Si es así, sus temores estaban bien fundados porque su ciudad encontró el final en una conflagración. Una punta de flecha de tipo griego continental y algunos fragmentos de cráneo humano, fueron encontrados en la calle, indicación clara de que la ciudad fue saqueada e incendiada por invasores. La evidencia arqueológica es absolutamente consistente con las tradiciones griegas sobre la guerra de Troya y actualmente se acepta generalmente que la Troya de Príamo tiene que ser identificada con la ciudad VIIa de Hisarlik. Además de su obra en Troya, Schliemann abrió un nuevo camino e n la prehistoria por su labor de pionero en la Grecia continental. El término mismo de “civilización micénica” deriva de sus importantes descubrimientos en Micenas en 1876. Al contrario que en el caso de Troya, no se había dudadonunca de la identificación del lugar de Micenas. Sus murallas ciclópeas y la Puerta de los Leones habían permanecido siempre visibles. Lo que Schliemann hizo fue confundir a los sabios oficiales excavando y encontrando un grupo de ricas tumbas en el interior del grupo de murallas. Con su fe

acostumbrada en la antigua tradición, aceptó simplemente la narración de Pausanias, según la cual las tumbas de Agamenón y sus compañeros se encontraban en el interior de las murallas. Cuando Schliemann excavó en el área ahora conocida como círculo de tumbas A, encontró seis tumbas de pozo donde los enterramientos poseían gran cantidad de oro y otros objetos preciosos, incluyendo máscaras de oro sobre los rostros de algunos de los difuntos. En la excitación de su descubrimiento. Envió su famoso telegrama: “A SU MAJESTAD EL REY JORGE DE LOS HELENOS, ATENAS. Con gran alegría anunció a Su Majestad que he descubierto las tumbas... de Agamenón, Casandra, Eurimedón y todos sus compañeros...”. Había llegado a la conclusión de que objetos tan espléndidos debían de datar de la heroica generación que luchó en Troya, pero aquí como en Troya, su cronología era falsa. De hecho las tumbas databan del siglo XVI y testimoniaban la riqueza de Micenas al menos tres siglos antes de la guerra de Troya. A regañadientes, tuvo que admitir que su anterior identificación de la tumba de Agamenón era una cuestión que debía permanecer abierta a la discusión. En 1890 regresó a Troya a allí también los progresos de la excavación le habrían forzado a reconsiderar sus puntos de vista, pero la muerte puso fin a sus trabajos antes de finalizar el año. La tarea era entonces consolidar su trabajo inicial y establecer la cronología