Himmelweg: Juan Mayorga

HIMMELWEG Juan Mayorga 1 Cuadernos de Dramaturgia Internacional PASODEGATO Juan Mayorga (Ma dri d, 196 5) Dramaturgo

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HIMMELWEG Juan Mayorga

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Cuadernos de Dramaturgia Internacional PASODEGATO

Juan Mayorga (Ma dri d, 196 5) Dramaturgo, ensayista, filósofo y matemático. M iembro fundador del co lectivo teatral El Astillero. Autor de obrascomo Siete hombres

b ue nos , Más ceniza, El jardín quemado, Cartas de amor a Stalin, El Corda y el Flaco, Animales roaue nos, Últimas palabras de Copita de Nieve, job , Ham elin y El chico de la últim a tifa. Igual mente, ha escrito versiones sobre textos de Calderón de la Barca, Lope de Vega, Dürrenm att, Lessi ng, Dostoi evski, ValleInclán e Ibsen. Su obra ha sido estrenada en Argentina, Croac ia, España, Estados U ni dos, Irl anda, Po rtugal. Reino U ni do, Uc rania y Venezuela, y tradu cida a los idiomas árabe, francés, griego. inglés, italiano, portugués, rumano y serbocroata.

Fotograffa de por tada Ca rlo s Furm an

Dirección: Jorge Eincs. 2007 Fotogra ña de contrapo rtada

Archivo personal Juan Mayorga

PASODEGATO ISBN 97897095432 B.5

'1IRegistrada en SGAE. ClJuanMayorga Ediciones y producciones P....SOOfCAT o@ Electeric Méndez 11, Colonia Churubcsco-Coycac én, c.P. 0·U20, M éllico, D. F.

Teléfonos: (0155) 560 1 6147,56889232, .5688 8756. Correos elec trónicos: cdttor e paso degato.com , lnfopdgeprodigv.net.mx edltc rlalpdge'g mail.co rn Queda prohibida la reproducción lo tal o parcial de es ta ob ra en cua lquier sopo rte impreso o electrónico: así como el montaje escénico de la misma sin previa autorización del autor y de la Sociedad Gen eral de Autores y Editores (SCAE).

Cusdemos de Dramaturgia Internacional

A m i hija Beatriz

-

1. EL RELOJERO D E NUREMBERG -

Se pronunc ia " j irn-rnel-beck". No es u na pa labra , son do s palabras. " H im mel" quiere decir " c ielo". "W eg" es camino. " H imme lw eg" sign ifi ca " Cam ino del cie lo " , Escuché por primera vez esa expres ió n p rec isamente aquí, d uran te la guerra. Yo hab ía veni do a A leman ia como delegado de la Cruz Roja. Siempre me ha imp o rtado la gente, por eso elegí trabaja r en la Cruz Roja . El mayor d isgusto de mi v ida me lo lle vé cuando ped í el in greso y me rechazaron. Peropoco después volví a intentarlo y me admitieron sin pro b lemas. Los tie mpos habían cambiado , y m i conoci mie nto de l alemán me convertía en alguien valioso. Nadie quería venir a Alemania en aq uel momento . Yo acepté en cuanto me lo propu sieron . Siemp re me ha import ado la gente . Cuando me pidi eron qu e v iaja se a Berl fn com o delegado de la Cruz Roja, pensé que podrfa hace r algo por la gente , M i tar ea era visitar los ca mpos de p risioneros de guerra y co mp ro bar qu e se cump lían los tratados i nternac io nales. Me sentía útil inspeccionando las condiciones higiénicas y alimentic ias de los pr ision ero s. Cuando pud e salva r la v ida de un ho mbre, lo hi ce. Yo pod ía señalar a un pi lot o i nglés co ndena do a muerte y decir a los alema nes: " Sé de un p iloto alemán q ue está preso en Ing late rra . Será eje cutado si este ho mbr e es ejecutado" , En la guerra, ése es el mo do de hab lar. Viv íamos en Berl ín, en la Berli ner Wa nsee, j unto al lago, en una casa que nos había cedido el gobierno alemán. Una casa grande, hermosa, yo jamás había vivido en una casa así. Pese a todo, tengo algunos recuerdos buenos de aquel tiempo . Por suerte, o lvidamos antes los malos mo mentos que los buenos. Vivíamos todos juntos, todos los delegados de la Cruz Roja en Berlín. Cuando volvía s de una misión, aquel lugar era el paraíso. Cosas elementales convierten la vida en un paraíso: una conversación con un amigo, un paseo por la orilla del lago, una pi zca de humor en una épocatanáspera.Con 105alemanes no nos relacionábamos.Teníamoslasrelacionesmínimas con ellos, lasnecesarias.

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Cuadernos de Dramaturgia Internacional U na mañana, en una de esas conversaciones en que se mezclan

el trabajo y la vida, acabamos hablando del hombre que había sido dueño de aquella casa: un judío. Nadie se había molestado en retirar un retrato en que aparecía n él, su mujer

y su hija. Empeza mos ha-

blando de la calidad de la pintu ra y acabamos decidi endo que uno de nosotros tenía que visitar los campos de internamiento civil.

¡ Hace falta que expli que la diferencia? Tú no podías señalar a un judío condenado por ser judío y decir a los alemanes: "Sé de un homb re inocente que será ejecutado si este judío es ejecutado". No teníamos nada que ofrecer a los alemanes. N j siquiera nos dejaban . acercarnos a aquellos campos para civiles. Esa mañana, ante el retrato de la fam ilia jud ía, decidí entrar en

uno de aquellos campos. Pero mi credencial de delegado de la Cruz Roja no me servía. El banderín en mi coche era un trapo inútil. No tenía permiso para acercarme, pero sí tenía cartones de tabaco, medias de nylon, transistores americanos que resultaban convincentes a

la hora de consegui r un papel. U n papel y se abría una barrera ante mi coche. En todos los contro les, siempre dije lo mismo: "Vengo a hablar con el comandante del campo". Másde veinte barreras hasta llegar ante él. Un hombre de ojos azules, aproxi madamente de mi edad: lo había imaginado mayor. "Tome asiento. ¡ Puedo ofrecerle algo? ¡ Un café?". Me sirve un café. "¿Tiene autorización para visitarnos? ". Él sabe que

no se da esa clase de autorización. Le digo lo que me ha traído hasta aquí: "Podemos enviarles medicame ntos para su enfermería". Ustedes me entienden: es sólo un pretexto, lo de las medicinas es la excusa menos mala que se me ocurre. Él reconoce mi acento: liMe gusta mucho su país. Estuve a llí de vacaciones, antes de la guerra". No

sé si intentaba hacerme ver que era de esa clase de famil ia que puede permitirse unas vacaciones en el extranjero. Como hijo de gente

hum ild e, yo jamás había viajado. La guerra me dio esa oportunidad, de salir al extranjero. El caso es que él me habla de mi país. De vez en cuando, alguien entra con un expediente para que él lo firme. Todo es como en una oficina. Ellos parecenestarhaciendo algo útil. Hablamos de mi país hasta que yo co nsigo vo lver al asunto . Se trata de darle con fianza, de hacer teatro: "Nos gustaría ayudar. Estamos en condiciones de suministrarles medica mentos".

Juan

H'

.\1a \'or ~a

Cusslerno: de Dramaturgia Internacional Él medita unos segundos y dice: "Pueden envia rlos, sí, esos medicamentos. N osotros nos enca rgaremos". Yo siento que puedo ir

un poco más al lá: " Necesitaríamos alguna info rmac ión a fi n de en viar esos med icamentos". "A h, eso es lo que le trae por aquí. Ne cesita infor mación". Y gua rda silenc io. Yo pie nso: "Sueno, am i-

go, tu exc ursió n ha acabado" . Pero él dice: " No veo por qué no. Ustedes necesitan informac ión". Entonces toma e l teléfono: "N uestro inv itad o va a hace r una v isita a l ca mpo. Avisen a Gottfried. uestro invi tado tiene permi-

so para abrir cualquier pu erta". Luego se vuelve haci a m í: " Los judíos son muy celoso s de sus cosas.

o les gusta que un ex traño

merodee en sus asuntos. ¡Otro café?" . Lo acepto. Él me explica que, antes que alemán, se siente europeo . Desea que la guerra acabe

cuanto antes, porque él la vive co mo una guerra civ il. Señala su bibl ioteca: "Calderón, Corne ill e, Shakespeare... Esto es Europa para mí ". M e siento incómo do. ¿Quiere hacerm e sentir que es un hombre

de cultura? Es un hombr e de más cultura que yo, eso resulta obv io. Un hombre cuya cond ició n soc ial le ha permitido ir a los mejores colegios, viajar, conocer gente interesante. Mientras nos dirigimo s al interior del campo, me explica que la guerra es un error, un malenten-

dido entre hermanos. Caminamos alejándonos de los barracones de madera en dirección de los barracones de ladrillo rojo. En las escaleras de un barracón de ladrill o nos aguarda un hombre sonriente, el primer hombr e sin uniform e que veo en el campo. El comandante me lo presenta: "Alcalde Gershom Gottfried ". Por un momento, me quedo algo desconcertado. El hombre sonriente, Gottfri ed, me recuerda al hombre del retrato de la casa de Berlín . Tengo que concentrarme para seguir sus palabras de saludo , porqu e además habla con un tono de voz extraño: "Si me permi te, yo le serviré de guía. Puede tomar las fotos que quiera" . Sí, yo llevo una pequeña cámara conmigo. Q ui zá ustedes hayan visto aquellas fotos. H ice muchas foto s. Cada rato, Gottfried me recuerda que puedo tomar fotos. Fotografío las calles, asfaltadas y limpias. El qu iosco en que toca la orque sta, en el centro de la plaza. El parque, ll eno de co lumpios con formas de animales. Los globos de colores.

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luan Mayorga

Cuadernos de Dramaturgia Internacional La gente me mira con extrañeza. Lo achaco al hecho de no llevar yo uniforme. Me miran como a alguien que no es ni uno de ellos ni uno de los alemane s. Tengo la mo lesta sensación de que me evitan .

Hace sol y la gente aprovecha para pasear. "¡ Q ué esperaba?", me pregunta el com andante. " ¡ Hombres flaco s con pijama s de rayas? También yo he oído esas fantasías. También

usted las ha oído, ¡verdad, Gottfried? " . Gottfried contesta que sí, que también él las ha oído . " Usted me permitirá que le invite a almorzar en mi casa", me dice . "Un almuerzo sencillo. Estos tiempos son duros para todos". Entramos en uno de los

barracones rojos y comemos con la familia Gottfr ied. Me tranquiliza ver que no separece a la familia del retratode Berlín. Sobre la mesa, verduray pan bl anco. Gottfried dirige la bendición al mo do j udío y luego di ce: "Puede tomar fotos, si qui ere". Ustedes quizá las hayan visto, esas fotos. Fotos de una casa modesta, con ventana a la plaza. Los tres

nos acercamos a la ventana a tomar café: el alemán, el jud ío y yo . El comandante , el alca lde y el homb re de la Cruz Roja. La plaza está vacía a la hora del almuerzo, como si la pequeña ciudad se tomase un descanso . Me parece buen momento para preguntar por aspectos práctico s, como el alcantari llado o el correo . Pero el comandante no tiene ganas de habl ar de ese tipo de cosas. " Basta de política. Hace una tarde preciosa, no la desperdiciemos. Gottfr ied, nuestro invitado

no puede irse sin ver el reloj de la estación " . El comandante nos propone ir a la estación a través del bosque, bordea ndo el río. Gott fried camina a mi lado, en silencio, mie ntras

el comanda nte hace pronósticos sobre el futuro : " Esta guerra es la obra co mún de toda la humanidad. La paz que seguirá a esta guerra será también obra de toda la humanidad". Ca minamos por una zo na de

bosque espeso; la lu z del sol apenas puede abrirse sitio . El comandante mepregunta si creoen Dios. Le contesto que sí. porqueen aquel ento nces yo todavía creía en Dios . El comandante se refi ere al Dios de Spinoza , y cita una frase de Spinoza : " El od io que es vencido por el amor, se convie rte en amor ; y ese amor es más grande que si el odio no lo

hubiera precedido" . En el río, una niña juega con un muñe co. Yo me detengo a fotografiar a esa niña.

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Cuadernos de Dram,Hurgia Internacional El reloj de la estació n marca las seis en punt o. Gottfried me cuenta su historia: " Fue co nstruido hacia el año mi l qu inientos dos por el maestro Peter Henlein, de Nur emberg, el famoso fabricante de j uguetes automáticos. En contra de lo que parece, no es un reloj de ruedas, sino de báscula". El reloj no se mueve y yo comienzo a comprender

qué me resulta raro en el modo de hablar del alca lde Gottfried. " La báscula es una barra de hierro que ll eva en sus extremos dos pesos. Mediante sendas paletas, esta barra dirige la marcha rotatoria de la rueda". Escomo si... No sólo ahora, cuando me explica el movimie n-

to del reloj , también al conversar sobre el tiempo o al ofrecerme pan. Gottfried habla como un autómata. U n joven corteja a una muchacha en un banco de la estación. U n viejo lee un periódico . Dos niños juegan a la peo nza . Qu izá ustedes

hayan visto esasfotografías. La pareja, el viejo, los niñ os, ¡ no hay algo artific ial en ellos? ¡N o ha sido todo como entrar en un bonito juguete, desde el risueño sa-

ludo del alcalde Gottfried? La estación huele a pintura reciente. La orquesta, los columpios, todo me parece, de pro nto, igual de extraño que la voz del alcalde. ¡Cómo era este lugar antes de que yo llegase? ¿Cómo será después?Yo he venido a mirar. Yo soy los ojos de l mundo.

Yo vaya salir de aquí con muchas fotografías y un inform e contando lo que he visto. No me malent iendan: no dudo que sean judíos. Son jud íos, pero por alguna razón se comporta n así. Pero lo hacen mal. Se mueven con

torpeza , con inseguridad. Mis padres me educaro n en la compa sión. Nunca cierro mis ojos

al dol or ajeno. Por eso ingresé en la Cruz Roja, por que quería ayudar. Por eso acepté trabaja r en Ale mania, por eso estoy aquí, porque quieroayudar. Pero necesito que alguno de ellos, el vie jo, la pareja, los niños, que alguno me haga una señal. necesito una señal. En ningún mom ento nad ie me ha hecho un gesto. En ningún momento nadie ha dicho: "Necesito ayuda".

En lu gar de eso, todos me dirigen una extraña mirada. Tamb ién los niñ os qu e ju egan a la peon za. Si ustedes han leído mi info rme, yo hab lo all í de ellos, los he fo togra fia do. Su peo nza rueda hasta caer j unto a las botas del coman da nte . Los niños se miran sin saber qué hacer, co mo si ese momento no estuviese previsto.

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Juan Mevorg«

Cuadernos de Dramaturgia Internacional Gottiried deja de hablar , co mo si tamp oco él sup iese qué toc a hacer, El comandante se agacha a recoger la peonza . Me pregunto si no será tamb ién él, el comandante, una pi eza del mecano. Demasiado amable , dem asiado culto . El comand ante, o el homb re q ue se me hab ía presentado como e l co mandante, dice a los niños: "En Alemania tiramos la peonza de otro modo". Y se acerca a ellos, para enseña rles có mo se tira la peo nza en A lem ania.

El reloj sigue marcando las seis en punto. El com andante juega con los niños, a unos metros, dándonos la espalda. Es el momento .

Es la ocasión para que Gottiried me diga: "Ayúdam e" . 'o tie ne que decirm e nada, basta una señal. Gottfried d ice:' '' En mil noveci entos catorce se pudo determinar que, más de cuatrocientos años después de haber sido construida, esta máquina seguía marcando la hora

exacta con sólo medio minuto de diferencia. La báscul a de este relo j procede de otro anterior, construido en Toledo en mil cuatrocientos noventa y dos. Lo que significa que usted está viendo una máquina que ha marcado las horas durante casi quinientos años". Me invade una rara sensación de soledad entre esos alemanes y

esosjudíos. Empiezo a sentir que tambi én yo soy una pieza del juguete. Pero, ¡c uál es mi función? ¡Dónde estoy, en realid ad? A un metro de Gottfr ied, pero, ¡dónde? El comandante vuelve a nuestro lado. "A esta estación ll ega gente de toda Europa. Pero no espere ver ningú n tren. A menos que quiera hacer noche aquí. Los transportes siempre llegan a las seis de la mañana". Me parece escuchar los trenes atravesando el silencio del

bosque. Atravesa ndo ese silencio que sólo se oye dentro del bosque. Al otro lado de las vías, mi mirada cae sobre una corta rampa de

cemento, dispuesta como para hacer bajar ganado de los vagones. Luego, una rampa de subida, más suave y más larga, que acaba en una especie de hangar. El comandante se da cuenta de que mi mirada está en el hangar. Me explica: " La enfermería. A este camino, desde el tren hasta la enfermería, le ll amamos 'Camino del cielo ' ". Y mira a Gottfried como pidiendo confirmación. Gottf ried asiente: "Camino del cielo" . " Desde allí se ve toda la ciudad" , dice el comandante, y me invit a a comprobarlo. En efecto, desde lo alto de la rampa se ve la ci udad entera. En la plaza, todo vuelve a moverse como un juguete al q ue Hitnmelweg

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Cuadernos de Dramaturgia Internacional se ha dado cuerda: los niñ os de los co lumpios, los viejos paseando al sol, el vendedo r de globos... El comandante señala lugares po r los que hemos pasado: el campo de fútbol , el teatro, el co legio. La sinagoga. " Libertad de cu lto" , di ce. " Esta ci udad es lo que ll amamos una 'Zona de repobl aci ón judía'. Un experimento de autogestión" . Hoy yo hubiera preguntado: " Si ellos se gobiernan solos, ¡c uál es su mis ión , comandante?" Pero no hice aquella pregunt a, no se podía hablar así a los alemanes. El co mandante insiste: " Un experi mento para resol ver un pro blema que ning una nació n europea ha sabido sol ucionar durante siglos". Parece esperar que yo haga algún comentario, pero lo único que se me ocurre decir es: "Lo que me sorprende ahora son las

dificu ltades que enco ntramos para visi tar este sit io" . El co mandante hace un gesto a Gottfried, como para que intervenga. Gottfried dice: "Tenemos gente de toda Europa, lo que nos plantea algunos problemas organizativos. La situación es incómoda, sobre todo para las person as de

edad, pero la gente jo ven tiene co nfianza en el futuro. Los j óvenes saben que somos co mo un barco que espe ra entrar a puerto , pero una barrera de minas se lo impid e. El capitán, que desconoce

el estrecho paso que lleva al puerto, debe ignorar las falsas señales que le envían desde la costa. El capitán espera una señal ineq uívoca . Mientras tanto, su debe r es conservar la pacie ncia".

Por primera vez, tengo la imp resión de que algo mo lesta al comandante. El arranque lírico de Gottfri ed, todo eso de los barcos, le ha enojado. Bruscamente, dice: " Está oscureciendo", y cami na de vuelta hacia la estación. Gottfried se apresura a seguirlo con sus cortos pasos de cojo. N o sé si lo he mencion ado antes, la coje ra de

Gottfried. El caso esque esentonces, mientras ellos bajan por la rampa, cuando apoyo mi mano sobre la puerta del hangar. Todavía recuerdo el frío en los dedos al tocarla. Y los ojos de Gottfried, que se vuelve para mirarme.

¡C ree que vaya abrir esa puerta? Tamb ién yo creo que vaya abrirla. Pero, ¡y si estoy equivocado, después de todo? ¡N o me estaré dejand o ll evar por mi s pr eju ic ios? O por la arroga nc ia. Por la vanidad de quien cree ver más all á de lo qu e la vista ve. Me separo de la puerta y bajo a reunir me co n los otros dos. Acompañamos a Gottiried hasta su barracón. "Vuelva cuando quiera", me dice .

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Cuadernos de Dramaturgia Internacional

El comanda nte y yo ca minamos alejándonos de los ba rracones de ladr illo rojo. Sin detenerme, miro hacia atrás. La mirada de Got tíried es muy intensa. H oy sé por qué me mi raba así. Me miraba como

pensando: "Ahí va un hom bre vivo" . El com andante no deja de hablar mientras me guía hasta mi coche. "A lemania está haciendo aquí

un trabajo extrao rdinario . Algún día, Europa nos lo reco nocerá". Sus últimas pala bras son: "Ya ha oído a Gottfried : vue lva cuando quiera". Al llegar a Berlín, escribí mi informe. Mi memoria vuelve a escri-

birlo todas las noches. La gente me pregunta: "¡ No viste 10 5 hornos?" "¡ No viste 10 5 trenes?" No, yo no vi nada de eso. "¡El humo?" "¡La ceniza ?" No. Todo aquello que dicen que había aquí, yo no pude verlo. A veces pienso que podr ía haber preguntado a Gottiried mirándole a 105 ojos. O que podría haber preguntado a la niña que jugaba en el río con un muñeco. Ella debía saber. Las cenizas eran arrojadas al

río. Ninguno de e llos fue e nterrado. Pero, ¿qu ién sabía ento nces todo eso? A ho ra es fáci l verme co mo un ho mbre ridícul o, pero sólo soy un a persona como cual-

qui e r otra. Lo único qu e me d istingue es qu e estuve aq uí, e n e l "Ca mino del c ielo ". El bosque lo c ubre tod o hoy, pe ro yo pued o reco nocer e l lugar sin la menor duda. Era aquí. Aquí estaba n las vías de l tren. Aquí llegab an tos trenes, puntua les, a las seis de la mañan a, 10 5 tre nes siempre llegaban a las seis de la maña na. Sí, e ra aqu í. puedo se ntirlo bajo mis p ies: por aquí pa sa ba e l ca mino de l c ielo. Las pue rta s de 105 vagones se ab ría n y, ent re luce s deslumb rantes y lad ridos, ellos eran em pujados por el ún ico ca mi no posible, la ram pa de cem ento q ue acaba ba en un a espec ie

de hangar. H ago este camino cada noche. Cada noche sueño que camino

por esta rampa y llego ante la puerta del hanga r. La abro y aquí están, sonriendo, espe rándo me. Go ttiried y lodos los demás. Mi memoria vuelve a escribirlo todas las noches: "Las condiciones higién icas son satisfactorias. La gente está correctamente vestida, con

las d iferencias lógicas ent re las clases soc ia les y las zo nas de procedenc ia. Las condiciones de alojamiento son modestas, pero dignas. La alimentación parece suficiente".

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luan Mavorga

Cuadernos de Dramaturgia Internacional

No sobrestime n mi poder. Todo lo que podía hacer era redact ar un informe y firmarlo con mi nombr e. Aunque hubiera escrito otra cosa, nada hubiera cambiado. ¿Pod ía haber escrito otra cosa? M i misió n era

abrir los ojos y mirar. Ahora que vuelvo a esta r aquí, dentro de l bosque, apenas rec uerdo a l hombre que yo era entonces, pero pod ría repetir palabra por pa labra lo que aquella noche escribí ante el retrato de la familia judía: "He visto una ciudad normal ". Yo no había visto nada anormal, yo no podía inventar lo que no había visto. Yo hubiera escrito la verdad si e llos me hubi era n ayuda do. Una palabra, un gesto. Escribí: "Cada cua l es libre de juzgar las d isposic iones tomadas po r Alema nia para reso lver e l prob lema judío. Si este informe sirve para disipar e l misterio que rodea a l asunto, se rá suficiente" . Hoy sie nto horror estando a quí, pe ro no vaya pedi r perd ó n po r ha ber esc rito aque llo. Vo lvería a esc rib irlo co mo lo esc rib í, pa labra por pa labra. Lo firmar ía a ira ve z. Esc ribí lo q ue vi, y no d ije qu e fuera un pa ra íso . Al d ía siguiente hice enviar tres cajas de medicamentos. Un a semana después, recibí

una carta desde el ca mpo. La firmaban el co manda nte y e l alca lde Gottfried, dánd ome las gracias. -

Jl. HUMO - -

A estas escenas pueden acompañar otras. mudas, procedentes de la narración anterior: niños en columpios co n forma de animales, un viejo que lee un periódico, un vendedor de globos. una orquesta, la bendición de una comida judía... Los personajes miran de vez en cuando a un espec tador como si se hiciesen conscientes de que están siendo observados por él. De vez en cuando se escucha e/ ruido de un tren.

El CHICO 1 intenta tirar la peonza , pero no sabe. Fracasa dos. tres veces . A su espalda aparece el CHICO 2.

CHICO 2: Tienes que apretar más fuerte la cuerda . El CHICO I guarda la peonza .

CHICO 2: Cua nto más prieta, mejor. Luego tira de la cue rda de un go lpe. No hay réplica.

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Cuadernos de Dramaturgia

lntern aci!!.n~

CHICO 2: Lo más difíci l es da r e l tirón. Yo te enseño. Dé jame . CHICO 1: Métete en tus cosas . CHICO 2: Es muy bonita. Negra con la cabeza roja, me ha parecido. ¡Me la dejas ver? CHICO 1: Q uítame las manos de enc ima. CHICO 2: ¡Te vienes a jugar aq uí porque el sue lo está liso? CHICO 1: Lárgate . CHICO 2: Te he venido siguiendo desde e l barracó n. Sabía qu e estabas escondiéndote. Caminabas como quien tiene algo que escon-

der. Negra co n la cabeza roja. Como la que se le pe rdió a Leslez. La está buscand o por todas partes . ' Silencio.

CHICO 1: Va le, está bie n. La compartiremos. Un día para mí, otro para ti. CHICO 2: Cómete tu peo nza . No qu iero tu peonza. CHICO 1: Entonces, ¡qué quie res? CHICO 2: Dime có mo es tu herman a Sara. Tien es que haberla visto, al bañarse. Cuando se desnuda, ¿cómo es? Un hombre y una mujer jóvenes. en un banco. ELLA es pelirroja. ÉL le da a ELLA un paquete envuelto como regalo. Pausa.

ÉL: ¡ No vas a abr irlo? Silencio.

ÉL: Estás muy guapa hoy. ELLA: ¡ Hoy sí? ÉL: ¡Q ué quier es decir? ELLA: Ayer te estuve esperando. ÉL: Ayer salí tarde de l almacén. ELLA: Habías quedado en que pasarías a recogerm e. ÉL: El jefe me pidió qu e le ayudase a hacer invent ario. ELLA: Te estuve espera ndo más de una hora . ÉL: Ni que me hubie ra ido a beber. Estaba trabajando . ELLA: Hay otras cosas apa rte del trabajo . Él : M e esfuerzo pensando en nosotros. En ti, en mí, en todo lo que

hemo s soñado. En nuestro futuro . Silencio. ÉL: Me esfuerzo pensando en nosotros. En ti, en mí, en todo ...

ELLA: El futuro. Estoy harta de l futuro. H imme/weg

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ÉL: Ábrelo, por favor. ELLA: Háblame del presente . De nuestro presente. ÉL: Me ha costado llegar a esta posición e n e l a lmacén . ¡ Preferirías que vo lviese a cargar sacos, hasta romperm e la espa lda? Mucha gente está esperando que co meta un fallo para oc upar mi sitio. Si el jefe me ha puesto a l cuida do de la balanza es porqu e conf ía e n mí. Todo lo que ent ra y sale del a lmacé n, tod o pasa por mi balanza . El jefe co nfía en mí. Me ha co ntado có mo empezó é l en esto, desde muy abajo . Mira dónde está aho ra, a base de esfue rzo. Si sigo esforzá ndo me, seré a lguien e l día de mañana . Silencio.

ÉL: Si sigo esfo rzá ndome, seré a lguie n e l día de mañ ana. ELLA le devuelve el paquete. ti no lo coge. ÉL: Abrelo. Te va a so rprende r. Una NIÑA dentro del río. de pie. con un muñeco al que acaricia la cabeza .

NIÑA: No tengas miedo . No tengas mied o, q ue yo te vaya e nseñar. Échate , q ue no te hu ndes, yo te soste ngo. Aho ra, mueve las piernas. Así: uno-dos, uno-dos. Ahora, los brazos. Estira más los brazos. Sin sacar los pies. Ahora vamos con la cabeza. llenes flue meter

la cabez a y resp irar por la nar iz. Das dos brazadas, así, uno , dos , saca s la bo ca, respira s y otra vez, uno, dos, muy bien, lo haces muy bien . Ahora te vay a so lta r y tú tienes que sostene rte 501 0 . Ahora tú 50 10. No tengas mied o . Mira a un espectador como si lo descubriese. Saluda al espectador.

NIÑA: Sé amab le, Wa lter, saluda a este señor. Hace que el muñe co salude al espe ctador. El CHICO 3 intenta tirar la p eon za. pero no sabe. Fracasa dos , tres veces. A su espa lda aparece el CHICO 4.

CHICO 4: Tie nes que rodear más fuerte la peo nza co n la cuerda. El CHICO 3 guarda la p eonza.

CH ICO 4 : Cua nto más apretada, mejor. Luego da s el tirón de un golpe. No hay réplica.

CHICO 4: Lo difícil es da r el tirón. Yo te puedo enseñar. Déjame la. CHICO 3: Métete e n tus cosas.

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Cuadernos de Dramaturgia Internacional CHICO 4 : Es mu y bon ita . Negra con la ca bez a roja , me ha parecido. ¡Me la dejas ver ? CHICO 3: Quítame las manos de encima . CHICO 4 : Otra vez. CHICO 3: ¡O tra vez ? CHICO 4: Aún no te había tocado. Has dicho "Q uita me las mano s de encima" antes de que te tocase. CHICO 3: ¡Desde e l principio ? CHICO 4: Desd e "Métete en tus cos as". Vuelven a las po sicione s co rrespo ndientes a ese momento del diálogo . Al CHICO J le entra Id risa. Lacontiene.

.

CHICO 3: Métete en tus cosas. CHICO 4 : Es muy bo nita . Negra con la cabeza roja , me ha parecido. ¡ Me la dejas ve r? CHICO 3: Quítam e las manos de enc ima. CHICO 4 : ¡Te viene s a jugar aqu í porque el sueJo está liso? CHICO 3: Lárgate . CHICO 4 : Te he ve nido siguiendo. Desde el barracón. Pensé: "Éste esconde algo ". Ca mina ba s co mo qu ien tien e algo qu e esconder. Negra co n la ca beza roja. Co mo Ja q ue se le pe rd ió a Krystow. La está buscand o. CHICO 3: Vale, está bien , la co mpartiremos. Un día para ti, otro para mí. CHICO 4: Cómete tu peon za, no qu iero tu peon za . CHICO 3: Enton ces, ¡q ué qui eres? CHICO 4: Dime có mo es Sara. Es tu herm an a, tie nes qu e hab erla visto , a l bañ a rse. Cua ndo se desnuda. ¡Có mo es? Silencio. ElCHICO -1 dpllntd al CHICO 3 lo que debe decir : "Tie ne la piel muy blanca...".

CHICO 3: Tien e la piel muy blanca . Tien e los pies pequ eño s. Tiene arañazos en los pies, porqu e le gusta anda r descalza cuan do está so la. Elhombre y la mujer jóvenes, en el banco. Lo." vemos desde otro ángulo que antes . Dicen el diálogo más rápido qUE' antes. Tanto, que a veces las réplicas tropiezan o se encabalgan. ÉL le da a ELLA , envuelto co mo regalo, un paq uete más pequeño que el anterio r.

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luan Mayorga

Cuadernos de Dramaturgia Internacional ÉL: ¡ No vas a abrirlo? Estás muy guapa hoy. ElLA: ¡ Hoy sí? ÉL: ¡Q ué qui eres decir? ElLA: Ayer te estuve es pe rando . Él : Ayer sa lí tard e de l almacén. ElLA: Habías q uedado e n pasa r a reco ge rme. ÉL: El jefe me pidió qu e le ayudase a ha cer inventario . ELLA: Te estuve espe ra ndo. Estoy ca nsada de espe ra rte. No qui ero malgastar mi vida en una espera eterna.

ÉL: Ni qu e me hub iera ido con otra mujer . Mi único pecado es pensar en el día de mañana.

ELLA: Hay otra s co sas ap arte del trabajo. ÉL: Me esfue rzo pen san do en nosotros . En ti. e n mí, en todo lo que hemos soñado. En nuestrofuturo.

ElLA: El futuro . Estoy harta del futuro . ÉL: Ábrelo, po r favor. ElLA: Háblame del present e. De nue stro pre sen te. ÉL: Me ha co stad o llegar a esta posición en e l a lmacén. ¡Preferirías que volv iese a ca rgar sacos, hasta romper me Ja espa lda? Mucha ge nte está esperando que cometa un fallo para...

EllA: ¡Tú no los oyes? Los trenes. Él: Mucha gente está esperando que co meta un fallo para o cupar mi sitio. Si e l jefe me ha puesto a l cuidado de la balan za ... El LA: ¡Q ué haces para no o írlos? ÉL: Si e l jefe me ha pu esto a l cuida do de Ja balan za es porque confía en mí. Todo lo que entra y sale del a lmacén ... ElLA: El humo. ¡ No lo ves? ¡Q ué haces para no verlo? Él : Mucha ge nte está es pe rando qu e co meta un fallo. Si e l jefe me ha pues to a l cuida do de la balan za es porque co nfía en mí. Todo lo que entra y sa le del almacé n, tod o pa sa po r mi ba lan za . ELLA: ¿Hasta cuándo vamos a estar aquí?

ÉL: Todo pasa por mi balanza . El jefe co nfía e n mí. Me ha contado có mo empezó é l e n esto , desde muy aba jo. EL LA: ¡ Y si co rremos hacia e l bo sque? Pode mos cruzar el bosq ue y llegar al río.

H immetw eg

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luan Mayorga

Cuadernos de Dramaturgia Internacional

Él : De sde mu y a ba jo , y mira d ó nde está ah ora . Si s igo esforzá ndo me ... EllA: Yo voy a co rrer. Ven conmigo. Él : Si sigo esfo rzándome, se ré a lguie n el día de mañana. ELLA se va, dejándolo solo.

Él : Áb relo. Te va a sorp re nde r. Silencio.

Él : El futuro . Dentro está nuestro futuro . La NIÑA den tro del río, de pie, con el ml!ileco. La observamos desde otro ángulo que antes. .

NIÑA: los brazos. Estira más 105 brazo s. No saq ues de l agua 105 pies. La cabeza. Tienes que respirar por la nar iz y meter la cabez a en e l ag ua. (Rectifica.) Tien es q ue mete r la cabeza en el agua y respirar por la nariz. Dos brazada s, sacas la boca, respiras y repites. Uno, dos, muy bien. Te voy a so ltar y tú tienes qu e sostene rte so la. Tú so la. No te ngas miedo. Silencio.

NIÑA: No ten gas miedo . Yote e nseño. Échate. No te hund es. Yo te sostengo . M ueve las piern as. Uno , do s. l os brazo s. Estira 10 5 brazo s. Más. No saques 10 5 pies del agua. l a cabeza . Tien es q ue meter la ca bez a en e l agua. Y respirar por la nariz. Mira a un espectador, como si fo descubriese. Saluda al especta dor.

NIÑA: Sé ama ble, Rebeca . Saluda a este se ñor. Hace que el muñeco salude al espectador. Canta al muñeco una canción de cuna.

NIÑA: Dos brazad as, sacas la boca . Resp iras y re pites. Uno, do s, muy bien . Te voy a so ltar. Tienes que sostene rte so la . Tú so la. No tengas miedo . Silencio .

NIÑA: No tengas mied o. Yo te e nse ño. Échate. No te hund es. Yote sostengo. Mueve las piernas. Saluda él un espectador.

NIÑA: Sé amable, Reb eca. Saluda a este se ñor.

Himmelweg

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luan Ma yorga

Cuadernos de Dramaturgia Internacional Hace que el muñeco salude al espectador. Canta al m uileco la canción de cuna.

NIÑA: Uno do s. l os brazo s. Estira. No saq ues. l o s pies. l a cabeza . La cabez a. Po r la na riz. Dos brazada s. Resp iras. Repites. Ot ra vez . Uno dos. Te voy a so ltar. So la. Tú so la. Silencio. Tiem:' frío en el agua. E/ CHI CO 4 escucha al CH ICO 5.

CH ICO 5 : Tien e la p ie l mu y bla nca. Tie ne 10 5 pie s pequeñ o s. Tien e ara ñaz os e n lo s p ie s, porc¡ue le gusta a nda r desca lza c ua ndo está so la. Tien e los bra zo s la rgo s. Tien e la s ma nos pequ eñ as. Tie ne lo s pezon es negros, pa recen negros porqu e la piel la tien e muy blanca . Un hom bre y Llnd mujer jóvenes, en el banco. ÉL es el de siem pre; ELLA es otra, y no es pelirroja. Entre ellos ha)! un gran paquete en vuelto como regalo.

Él : Todo lo q ue e ntra y sa le de l a lmacé n, todo pasa por mi balan za. El jefe co niía e n mí. Me ha co ntado có mo emp ezó é l e n esto, desde muy aba jo. Mira dónde está aho ra, a base de esfuerzo . Si sigo esforzá ndo me, se ré alguien e l d ía de ma ñana . ELLA le de vuelve el paqu ete . ÉL no lo coge .

Él : Ábrelo. Te va a sorprender. El lA : No pe sa. ¡Q ué hay de ntro? Él : El futuro. Dentr o está nue stro futuro . Ruido de tren. ELLA deja caer el paqu ete. Suena vacío. La NIÑA dentro del río, de pie, sin el muñeco. Tie ne mu cho frío. Mira a los espectadores.

NIÑA : Sé a ma ble, Reb eca, sa luda a este se ñor. No te nga s miedo . Yo te e nse ño. Yo te va ya sos te ne r. No te nga s miedo. Ten emos qu e es ta r aq uí ha sta qu e no s digan . No ten gas mied o. Yo te en se ño. Uno do s. Uno do s. No ten ga s miedo. Uno do s. Mue ve las pie rnas. Uno do s. Los b razo s. La cab eza. La bo ca . Hasta qu e no s digan . No te nga s mied o . Uno do s. Sé am ab le Rebe ca sa luda a ese se ño r. Uno d o s. Sé am abl e Reb eca . Sa lud a . A e ste se ñor . No ten gas. Miedo . Canta la canción de cu na. Sonríe al ruido de un tren.

Himmekvez

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Juan Mevoree

Cuadernos de Dramaturgia Internacional _ 11 1.Así SERÁ El SILENCIO DE LA PAZ __ ¡Me recon ocen ? Sí, soy yo. ¡ Han tenido buen viaje? Es un bello trayec to desde Berlín, lástima todos esos co ntro les qu e afea n la ruta, mald ita guerra . Tomen asiento. ¡ Puedo ofrecerle s algo ? ¡ Un ca fé? ¡Tienen autorización para visitarnos? Ya, ya sé, no me lo digan, qui eren enviarnos... ¿Comida? ¿Ropa? ¡M edicamentos, claro, quieren enviarnos medicamentos! ¿Por qué no?Pueden enviarlos, les daremos alguna utilidad. Permí tanme, su acento... Por un momento pensé que ustedes eran... Pero no, ¿cómo he podido equivocarme? Su acento es inconfun-

dible, me trae recuerdos muy hermosos. M e gusta mucho su país . Estuve a llí de vacac iones, antes de la guerra. En su país, la cultura está e n e l aire. La historia está en e l ai re. Díganm e a lgo e n su idioma, por favor. Una palabra: "Paz". Escuchar su idioma es un privilegio, y cada día lo será más. Muy pronto , todo s hab laremos un solo idioma . Lodigo sin jactancia, lo digo co n hond a nosta lgia. Por suerte, siempre nos quedará el pasado. Siempre necesitaremos el español pa ra leer a Calderón, el francés para leer a Corneille. Echen un vistazo a mi biblioteca: eso es Europa para mí. Echen un vistazo mientras firmo estosexpedie ntes. Sí, incluso aquí estamos invadidos por la burocracia. Cuando me asfixio, tomo mi coche y conduzco hasta Berl ín. D e paisano. Estudio

la cartelera y e lijo un teatro. El teatro me da aire. Luego pue do volver aquí, a firmar expedie ntes. Mientras acabo con esto, eche n un vistazo. La gente piensa que somos anima les, pero mir en m i bibliot eca. Cuando me destinaron aquí, traje conmigo cien libros. Ni más ni me nos: cien. Los mejores. Reconoce rán algunos que comp ré en su país. Ya, ya sé, no han venido a mirar libros, están impacientes por empez ar la

visita. Sé q ué les ha impulsado a viajar hasta aq uí. No me lo digan : también yo he oído esos rumores. Monstruosidades que corren de

boca en boca . No se lo rep rocho, tambi én yo a veces me dejo guiar por mi fantasía. Ustedes han imaginado cosas terribles y creen que deben hacer a lgo. Les han traído hasta aqu í su buena voluntad y sus pesadill as. Ho mbres flacos co n pijam as de rayas. Tambi én yo he tenido esas pesa dillas, ¡q uién puede dor mir hoy en día? Ustedes quieren ayudar, pero necesitan información, no pueden ayudar a ciegas. Eso es lo que les trae por aquí, necesitan inform ación, y nosotros vamos a

dárse la. Vamos a dar un paseo. Pueden hacer fotografías. Hagan muchas fotografías, por favor. Pero antes, ellos tienen que sentirse prepa-

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luan Mayorga

Cuadernos de Dramaturgia Internacional rados. Ellos son muy celosos de sus cosas. No les gusta qu e un os ext raños merodeen en sus vidas. Ellos no son como nosotro s, como ustedes y yo. ¿Otro café? En cua nto acabe esta guerra , tomaré unas vacaciones en su pa ís. Antes que alemá n, soy europeo. A lgún dí a nos da remos cuen ta de q ue esta guerra ha sido una gue rra civ il. Esta guerra es un error, un malentendido entre hermanos . Miren

m i bibl ioteca: esto es Europa para mí. Hacern os olvi da r es to es el mayor daño que puede causarnos la guerra. ¿Ha n visto la cartelera de Berlín? Es una cartelera de guerra. Cartelera de guerra significa: sólo

autores alema nes. Echo de menos a mis am igos: Corneille, Shakespeare, Ca lde rón. Pero ustede s no han venido a habl ar de tea tro. No se preocupen, no se marcharán sin dar su paseo .

o pueden irse sin ver

el reloj de la estación. Irem os a través dei bosque, bordean do e l río. La se nsac ión a llí es fo rmidable. Cie rren los ojos y esc uche n e l silencio. Cierren los ojos: así será el silencio de la paz . Cierren los ojos. Spi noza d ice que el od io será superado por un amor tan intenso

co mo el odio q ue lo precedi ó. El mundo march a hacia la unid ad . Esta guerra es un paso enorme hacia eso. Una ace leración en un movimiento inev itable hacia la armonía . Un solo idioma, una sola moneda , un solo cam ino. Incl uso si perdiésemo s la guerra, lo que tiene que

suceder sucederá . Quién gane la guerra. es irrelevante. Esta guerra ha sido la prime ra obra co mún de toda la humanidad. La paz qu e le ponga términ o se rá la seg unda. Esta guerra dará fruto a tod os. A ca da uno de nosotros , en e l puesto en que el desti no lo haya situado. Todos gana remos esta guerra. Algún día no sabremos distinguir entre vencedo res

. y venc idos. Entretanto, hab rá dolor, pe ro tod o ese dolor es necesar io . Spinoza dice: "El od io que es vencido por el amor, en amor se trueca;

y ese amor es más grande q ue si el odio no lo hubiera precedido". "Ética", prop osición cuarenta y cua tro. N o, no se mo lesten en bus-

ca rlo en mi bibl ioteca, só lo traje cien libros, los me jo res. Lo que Spinoza quiere decir es que hay un sentido en todo este sufrimiento. Son los dolores del parto. Un nuevo mundo está siendo a lumbrado. Qu e nadie intente ahorrarnos ni una pizca de do lor. Es mejo r sufrir m il años que regresar un instanteal mundo viejo. Pasar de un mundo a otro exigirá de todos un enorme coraje. Coraje para hacer lo necesario. Necesaria-

mente, muchos hom bres caerán en e l camino, e llos son parte del camino . Ellos son el camino. Pero basta de política, hace un día precioso, Himmelweg

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l uan Mayorga

Cuadernos de Dramaturgia

In ternacion_ a /~

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no lo despe rdiciemos. Ustedes no han venido a hablar de política, han venido a pasear. Me preguntaba si sabrían encontrarnos . Si tendría que salir a buscarlos. ¡Cómo han sabido qué ca rretera to mar? ¡Han venido siguiendo la so mbra del humo?¡Ustedes sabían que e l hum o hace sombra? No todo e l mundo lo sabe . ¡O es que ustedes ya habían estado aquí? Claro. por eso conocían el camino, porque ya estuvieron aq uí.

¡Cómo no los he reconocido hasta a hora? Sabía que acabarían por volve r, sólo era cuestió n de tiempo. Advertirán que todo ha cam biado un poco . Como estaba previsto. Los ba rracones eran de mala made ra, para qu e se pudri ese y desapareciese . Hemos plant ado á rbo les. Hoy es difíci l hacerse una idea de lo qu e e ra esto, Allí hab ía co lump ios, a llí estaba e l ca mpo de fútbo l, a llí la sinagoga. Hab ía un teatro. Y estaba, claro , e l "Hirnrne lweg", ¡lo recuer dan? No sé si fueron ellos o si fuimos nosotros los primeros en llamarlo así. ¿Sabrían decirlo en

a lemá n? "[irn-rnel-beck". Díganl o en su idioma: "Camino del cie lo". Tod o eso ha desaparecid o, pero ellos siguen aq uí. Tod os, no falta ninguno. Los columpios, la sinagoga, todo se lo tragó e l bosque, pero ellos siguen aquí. Ellos y el relo j de la estación, marca ndo siempre las se is e n punto. Si no fuera por e llos y por ese viejo reloj, nada diferencia ría este bosqu e de c ualquier otro . Me estaba preguntando si no se habría n co nfundido de bosqu e, si la sombra del humo sería suficiente. Sí, éste es el bosque. Sean bienvenid os una vez más. Y, una vez más, permítanme recomendarles prudencia. N o confíen en lo que vean. Ge neración trasgeneración, esa gente ha sido educada en el disimulo.

Hace siglos, esa gente descubrió que no hay nada más rentable qu e pasar por víctima. Pero ustedes no van a dejarse engañar. Ustedes tienen buena memoria . H agan memoria : ¿quién provocó esta guerra? No se

dejen co nfundir. Antes de juzga rnos, recuerden q ue nosotros estamos dand o solució n a un probl ema qu e ha atorme ntado duran te siglos a toda Europa. No sotros hemos sido los primeros en darnos cuenta de

que se trataba, fundament almente, de un problema de transporte. Nuestro mayor mérito reside en haber solucionado ese problema técnico. Oros lo habían soña