Heidegger y El Problema Del Mundo Externo

HEIDEGGER Y EL PROBLEMA DEL MUNDO EXTERNO Por Huacre Gutiérrez, Juan José El problema del mundo externo ha sido y sigue

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HEIDEGGER Y EL PROBLEMA DEL MUNDO EXTERNO Por Huacre Gutiérrez, Juan José El problema del mundo externo ha sido y sigue siendo uno de los problemas más importantes de la filosofía. Este problema tiene su inicio en la Modernidad, cuando Descartes lo propone al practicar la duda metódica. Pero no es explícitamente propuesta hasta la llegada de Berkeley; quien en su Tratado sobre los principios del conocimiento humano y posteriormente de una manera un poco más simplifica en sus Tres diálogos entre Hylas y Philonus, desarrolla lo que se conoce como idealismo subjetivo o simplemente idealismo. En estos escritos el inglés da cuenta de la imposibilidad de demostrar la existencia de la materia y, consecuentemente, de su inexistencia y reducción a puras sensaciones: color, olor, sabor, etc. Lo que hace Berkeley es suprimir la arbitraria distinción Lockeana de cualidades primarias (objetivas) y cualidades secundarias (subjetivas) y reducirlas a solo subjetivas. A partir de allí fueron muchos los que intentaron solucionarlo: el barón de Holbach, Stuart Mill, Engels, Moore, Heidegger, Gustavo Bueno, etc.

Sin embargo estas soluciones fueron

insatisfactorias y, por consiguiente el problema sigue vigente. No me voy centrar en todas las soluciones que se ensayaron todos estos filósofos, puesto que muchas de ellas son similares. Pero de entre ellas hay una que me parece que es la solución más novedosa puesto que enfoca el problema de manera diferente y critica los fundamentos y por ello no llega a un callejón sin salida; estoy hablando, por supuesto de Heidegger. Heidegger hace un estudio en su libro Ser y Tiempo, la Primera Sección, Sexto Capítulo, Parágrafo 43: Dasein, mundaneidad y realidad; parte a) Realidad como problema del ser del “mundo exterior” y de su demostrabilidad. En esta parte se centra exclusivamente al problema del mundo externo con detenimiento. Para Heidegger la pregunta si existe un mundo exterior o no, es una pregunta sin sentido. Porque el que la plantea es el Dasein, es decir, el ser cuya estructura fundamental es estar-en-el-mundo. Esta pregunta es oscura porque no aclara exactamente lo que quiere decir cuando se refiere a un mundo. Mundo puede ser entendido como horizonte esencial del Dasein o como mundo de los entes intramundanos. Esta pregunta se realiza sin que se aclare el fenómeno del mundo. Sin mostrarlo, la filosofía tradicional presupone, al abordar este problema, desde el ente intramundano, en función de él. Este fue el punto de partida de la confusión. Heidegger, para demostrar eso, recurre a la solución que dio Kant en la Crítica de la Razón Pura. Kant, en una nota a pie de página del Prólogo a la segunda edición, manifiesta que este es “el escandalo d la filosofía” puesto que todavía no se ha demostrado de manera concluyente la existencia de un mundo externo. Kant lo demuestra de la siguiente manera: “Soy consciente de mi existencia como determinada en el tiempo. Toda determinación temporal presupone algo permanente en la percepción. Pero esta percepción no

puede ser algo en mí, porque, ante todo, precisamente mi existencia debe poder ser determinada por el tiempo por esto permanente. Por consiguiente, la percepción de esto permanente solo es posible por una cosa fuera de mí, y no por una mera representación de una cosa fuera de mí. En consecuencia, la determinación de la existencia en el tiempo solo es posible por la existencia de cosas efectivamente reales, que percibo fuera de mí.” (Kant, 2009, p. 314). Esto quiere decir que la existencia de las cosas fuera de la mente se sostiene en el tiempo cuyas determinaciones son el cambio y la permanencia. Mi existencia consiste en un estado cambiante; este estado cambiante presupone algo permanente que posibilite el cambio. De esto se desprende que tiene que existir algo que esta fuera de mí que haga posible este cambio. Heidegger considera que esto es una especie argumento ontológico similar al de Descartes. El argumento de Descartes es más o menos así: para demostrar la existencia de Dios parte de la idea de perfección, que se encuentra en dentro del hombre, dado que el hombre no pudo haber inventado esa idea, debe existir fuera de la mente. Kant hace lo mismo pero partiendo de la idea de ente temporal. La necesidad que tiene de demostrar que existen cosas fuera de la consciencia presupone que está partiendo de un sujeto, “un en mi” del cambio y este es el punto de partida para demostrar lo que está “fuera de mi”. Heidegger considera que el verdadero “escándalo de la filosofía” no consiste en que todavía no se ha encontrado una prueba concluyente a este “problema del mundo externo” sino que aún se siguán esperando e intentando tales demostraciones. Él considera que lo verdaderamente insuficiente es la manera como se comprende “el ser del ente” (Dasein) que busca dichas demostraciones. Lo que no se está tomando en cuenta es que la estructura ontológica del Dasein es el estar-en-el-mundo. Esto quiere decir que el ser del Dasein no consiste en un ser encerrado en sí mismo, sino en una que está abierto al mundo. Buscar una demostración a ese problema supone la separación del Dasein y el mundo. Presupone ver a un Dasein sin mundo o que duda de él. Una correcta comprensión de la estructura fundamental del Dasein da cuenta de que al hablar del mundo y negarlo se está haciendo a partir del mundo; solo se piensa del mundo exterior estando en él. Las teorías del conocimiento solo ven a partir de un sujeto cuya interioridad está aislada, sin mundo. Estas teorías que intentan resolver este problema omiten la “analítica existencial del Dasein. Cuando se considera al Dasein como ente que está abierto al mundo pareciera que se está a favor del realismo, pero no es así, puesto que el realismo considera necesario hacer una demostración del existencia del mundo externo, pero esto da cuenta de que no se toma la analítica existencial del Dasein, puesto que se ve al Dasein como sujeto aislado. El realismo afirma la existencia de la realidad exterior, porque considera que es imposible establecer una conexión con algo inexistente. Pero esta conexión da cuenta que hay una separación entre sujeto y mundo. Respecto al idealismo, él tiene una ventaja sobre el realismo, a pesar de su oposición a la analítica existencial. La ventaja consiste en que considera que el ser no puede ser explicado a partir de los entes. Pero su interpretación es, por ejemplo en descartes, a partir de la consciencia y su prueba de la realidad externa parte de él. Lo que le falta

al idealismo es un análisis ontológico de la consciencia. Conceptualizar la realidad fuera de la consciencia solo es posible, para el idealismo, porque el ser esta en la consciencia y solo a partir de ahí se puede pensar en un ente independiente. Existen dos posibles maneras de considerar al idealismo. Si el idealismo concibe como imposible explicar el ser a partir de los entes, se podría hacer un planteamiento filosófico del problema, habría la posibilidad de hacerlo. En ese sentido, Aristóteles seria igualmente idealista que Kant. Pero si se comprende al idealismo como la reducción de las cosas a la consciencia y caracterizados como “no cósicos”, este idealismo es más ingenuo aun que el realismo más vulgar. Es necesario proponer primero el problema de la realidad antes que tomar posición ya sea idealista o realista. Una manera adecuada de expresar el problema es mostrando que existe una interrelación indisoluble entre sujeto y objeto. Esto se denomina planteamiento formal, porque la correlación ente estos dos y la correlación misma quedan indeterminadas ontológicamente. No se dice nada respecto a la consistencia tanto del sujeto como del objeto y su relación. La correlación implica “siendo” de determinada forma, esto implica una cierta compresión del “ser”. Si nos atenemos a la analítica existencial del Dasein, el problema se torna puramente formal y ontológicamente indiferente. Es necesario abandonar la idea de afrontar el problema desde una teoría del conocimiento y abordarlo como problema ontológico desde de la analítica existencial del Dasein. Esta crítica que hace a la distinción entre sujeto y objeto hablando filosóficamente resulta novedosa, puesto que todas las críticas y soluciones que proponían los anteriores filósofos aceptaban implícitamente esta distinción. Heidegger muy consciente de ello lo crítica y abandona esta propuesta. Es importante señalar la importancia de esta crítica. Muchos de los problemas filosóficos que todavía siguen vigentes se deben principalmente a que parten de supuestos implícitos falsos. Esto hace que resulte más dificultosa su solución. Un método adecuado que es necesario emprender en filosofía es precisamente explicitar todos los supuestos de una propuesta filosófica para así hacer más posible una crítica. En este sentido la importancia de Heidegger es enorme. No es únicamente haber asestado un golpe a esta vieja distinción sino su producción teórica tiene como miras criticar la ontología tradicional criticando sus supuestos y elaborar una nueva propuesta que posibilite una menor comprensión de la realidad. Como lo señale la crítica es muy certera porque va a los fundamentos mismos del problema y los resuelve criticándolos. Debido a esto la crítica a Heidegger resulta muy dificultosa puesto que aparentemente da una solución definitiva y a partir de allí queda el resuelto el problema, no obstante yo considero que no es así. Por ello me veo en la obligación de hacer una pequeña critica a la propuesta planteada por el pensador alemán, es necesario hacerlo, porque en eso consiste hacer filosofía.

Heidegger sostiene que la separación entre sujeto y objeto es el motivo por el cual se genera este “problema” y que esta distinción implícala el aislamiento del sujeto, ver al sujeto como aislado. Sin embargo considero que no es así. Dicha separación no aísla al sujeto sino principalmente lo separa metodológicamente hablando para hacer posible el conocimiento del objeto. En ese sentido el sujeto nunca está aislado sino dicha separación tienes fines epistemológicos. Esto se puede ver claramente en Descartes iniciador de la Modernidad y de todo esta concepción que critica Heidegger. Descartes hace el corte con esos fines; lo que se denomina comúnmente como duda metódica. Esta duda consiste en dudar de todo y así encontrar alguna verdad que sea absolutamente indubitable. Descartes encuentra que el sujeto pensante es la única certeza y a partir de él se puedan derivar todo lo demás. Sin embargo, Descartes en ningún momento piensa que el sujeto está aislado sino que metódicamente es útil para alcanzar alguna verdad que este fuera de duda. Heidegger para emprender la crítica la hace desde la ontología. Considero que esto es un proceder ilícito, puesto los modernos empezando por Descartes se sitúan en el ámbito gnoseológico y a partir de ahí hacer dicha distinción; pero ontológicamente hablando no hay dicha separación. De ahí que Heidegger habla de la errónea separación entre sujeto y objeto puesto que la estructura fundamental del Dasein es el estar-en-el-mundo. En una parte de su crítica considera que es necesario abandonar el ámbito puramente epistemológico y centrarse en lo ontológico. No lo considero así. Es necesario centrarse en lo epistemológico puesto que esto es lo que posibilita una comprensión de la realidad. Mas importante aun si se quiere tratar pensadores modernos que se centran en el conocimiento y por eso “aíslan” al sujeto. La crítica que realiza a Kant es muy certera puesto qu esta hace un salto ilícito del sujeto al objeto, pero slo en el plano epistemológico. Ontológicamente sujeto y objeto no están aislados sino forman una totalidad. Es típica la distinción entre ontología y gnoseología. En la modernidad prima la gnoseología sobre la ontología. Con la llegada de Heidegger se invierte la primacía. No solamente en el filósofo alemán se invierte sino es determinante la ontología sobe la gnoseología, es decir, la ontología determina toda la realidad. Esto primacía absoluta hace que la ontología domina sobre las otras disciplinas filosófica, las absorba. Sin embargo las disciplinas tienen fines propios; barrar todas ellas y subsumirla en la ontología no resulta muy útil por lo siguiente. Las separaciones son útiles porque garantizan una mirada ordenada y sistemática de la realidad; sin ellas puede que no se tenga una totalidad ordenada sino caótica. Por ello es necesario hacer vigente dicha distinción. En el caso particular de Heidegger es evidente que se abandona esa distinción. No solamente para el filósofo la distinción es secundaria sino que no existe y no es necesaria que exista. Heidegger al hacer esta distinción genera ciertos problemas que se producen en el campo propio de la filosofía y su comprensión de la realidad. Pero lo que produce problemas más importantes

es su consecuencia, el problema central, la distinción entre sujeto y objeto. Hacer esta distinción dificulta e incluso imposibilita la comprensión de la realidad. La demarcación entre sujeto y objeto esta garantiza la objetividad del conocimiento, puesto que dicha separación hace posible lo objetivo y los subjetivo. En el proceso de conocimiento necesariamente tiene que haber un sujeto que conoce un objeto y que ese objeto es distinto de él. De no ser así no podría haber objetividad alguna, puesto que sería imposible hablar de lo que es propiamente subjetivo y lo que es objetivo. Esa distinción implícita se puede apreciar claramente en la ciencia donde existen objetos de estudio y el sujeto que estudia y hace experimentos. Esto no quiere decir que el conocimiento científico sea el único valido y que el resto no lo sea sino que la ciencia obtuvo resultados que fueron validos no solamente para el conocimiento en sí mismo (física, química, biología, etc.), sino también en el ámbito práctico (ingeniería, medicina). Estos resultados muestran que esta distinción es válida y está vigente, por ello no puede ser falso y su totalidad. Esto trae consigo, pero en el terreno epistemológico no ontológico como creía Heidegger, el problema del mundo externo que considero que todavía está vigente. Este problema es difícil de solucionar, es tan difícil que hasta ahora no se ha solucionado aun, sin embargo, con fines al conocimiento es necesario solucionarlos. De no ser así no habría forma de obtener un conocimiento verdadera sobre algo. Para hacer valido es necesario servirse del método de la matemática. Como se sabe en matemática se parte de axiomas de los cuales se deducen teoremas. El concepto de axioma no debe ser entendido como los antiguos como verdad evidente, puesto que esto resulta problemático como se puede ver en la historia de la matemática. Es necesario entender el axioma, como actualmente se entiende, como una convención conveniente que debe cumplir ciertos requisitos para que sea considerado como tal. Estos son consistencia, completitud y recursividad. Conociendo lo dicho se puede elaborar un realismo epistemológico teniendo como punto de partida un axioma. Este axioma es que existe un mundo exterior que se puede conocer y es independiente del sujeto. Este axioma posibilitaría la investigación sea cual sea el campo de estudio. Esto garantiza que existan cosas y que las podamos estudiar objetivamente; de no aceptar esto se podría hacer introspección, por lo tanto el conocimiento sería solo subjetivo o si se habla de identidad entre sujeto objeto no habría forma de conocer y distinguir lo objetivo y lo subjetivo. De esto se desprende que la única forma de solucionar este problema es tomarlo como axioma o supuesto útil que no sea contradictorio con todo el sistema. En conclusión, Heidegger resuelve novedosamente el problema, sin embargo en su crítica a los modernos confunde lo epistemológico con lo ontológico y subsume el primero en lo último. Se propone mantener la distinción y la vigencia de la división entre sujeto y objeto. Finalmente se propone el método axiomático de las matemáticas para solucionar el problema y así posibilitar el conocimiento.

Bibliografía

Bunge, M. (1989). Ciencia y Desarrollo. Buenos Aires, Argentina: Editorial Siglo XX. Descartes, R. (2010). Meditación acerca de la Filosofía Primera. Seguida de Objeciones y Respuestas. Bogotá, Colombia: Universidad Nacional de Colombia. Fresán, J. (2011). El sueño de la Razón. Navarra, España: RBA Coleccionables S.A. Heidegger, M. (1997). Ser y Tiempo. Santiago, Chile: Editorial Universitaria S. A. Kant, I. (2009). Critica de la Razón Pura. Buenos Aires, Argentina: Ediciones Colihue S.R. L. Rivera, E. y Stuven, M. (2010). Comentario a Ser y Tiempo. Volumen II. Primera Sección. Santiago, Chile: Ediciones Universidad Católica de Chile.