Hegel, Marx, Nietzsche-Lefrbvre

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hegef morx nieta$Ghe 84. edición

Xfl siol¡¡ veillt|t¡f!o ed¡foies

,

I

I

Tradacción de

M¡uno An¡rnño

'ggcpt-, MARX, NIETZSCHE (o el reino de las sombras)

1168?$

,

por HENRI¡LEFEBVRE

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INDICE

siolo veintiuno editores, sa de cv ceíno oer

AGUA

24.

DELEGAcToN

coyoacAN, M3ro MÉxtco.

DF

siglo veintiuno -de españa editores, sa

C/PLAZA 5, MAORIO 33, €SPANA

siglo veintiuno argentina editores, sa siglo veintiuno de colombia, ltda Av. 3a. 17-73 PRIMER PISO, sOcOTA, D.E COLOMEIA

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triadas

2. El udossier" Hegel 3. El udossier" Marx 4. El "dossieru Nietzsche primero edición en espoñol, 197ó @siglo xxi de espoño edilores, s.o. oclovo edición en espoñol, 1988 @ siglo xxi edilores, s.o. de c.v. rsBN 9ó8-23-0334-ó

primero ed¡ción en froncés, 1975 @coslermon, iournoi lítulo originol: hegel, morx, nielzche ou lo riyoume des ombres derechos reservodos conforme o lo ley impreso y hecho en méxico,/printed ond mode in mexico

Conclusión y ePílogo

I 70 126 183

279

r1fi8?ü

El sistema de la lógica es eI reino d.e las sombras... La permanet,tia y el trabaio en ese reino es Ia disciplina absoluta de Ia con-

ctencn.

.

.

Hncer-.

E-I es,píritu de teoría, una eez que ha conquistado su libertad interna, tiendi a volverse energía pldctica: sale del reino de las sombras rt actúa como voluntad sobre la realidad mate-

rial externa...

MARX.

Acabaré mi estatua, Wrque una sombra se me apareció; c-uanto hay de silencioso y dc ligero en el mando t"'m" opareii¿-i"'ali.

La belleza de lo Sobrehumano se me aparecü

como una sombra.

Z¡mrt'srRl.

L,AS TRIADAS

l. Sin recunir en principio a más conocimientos que los elementales, a más comprobaciones que las sumarias, podemos enunciar las proposiciones siguientes: i a) El mundo tnoderno

es hegeliano. En efecto, Hegel elaboró y llevó hasta sus últilnas consecuencias la teoría política del Estado-nación. Afirmó la

'realidad y el valor supremos del Estado. El hege' lianismo sienta, como princlpio, la ligazón del saber y del poder; la legitima. Ahora bien, el número de Estados-naciones no cesa de aumentar (aproximadamente ciento cincuenta). Cubren la superficie de la tierra. Admitiendo incluso como cierto que las naciones v los Estados-naciones no son otra cosa que facha-das y tapaderas que ocultan realidades capitalistas de mayor amplitud (mercado mundial, multinacionales), esas fachadas y esas tapaderas no dejan de ser una realidad: en vez de fines, instrumentos y marcos eficaces. Cualquiera que sea la ideologÍa que lo inspira, el Estado se afirma por doquier empleando a un tiempo, indisolublemente, el saber y la coacción, su realidad y su valor. -El carácter definido y defini'

Henri Lefebt,re

tivo del Estado se confirnta en la conciencia politica que impone, es decir, en su carácter conservador e incluso contrarrevolucionario (cualquiera que sea la ideología oficial, incluida la orevolucionaria"). Desde este enfoque, el Estado engloba y subordina a sí la realidad que Hegel llama "sociedad civil", es decir, las relaciones sociales. Pretende contener y definir la cir¡ilización.

b) EI mundo

tnoderno es ntarxistcL En efecto,

desde hace algunas tlecenas de años, las preocupaciones esenciales de los poderes denominados pú-

blicos son: el crecimiento económico, considerado como base de la existencia y de la independencia

nacionales; y, por tanto, Ia industrialización, la producción. Lo cual entraña problemas para la relación de la clase obrera (trabajadores producfivos) con el Estado-nación, así cemo Llna relación nueva entre el saber y la producción, y, por tanto, entre ese saber y los poderes que controlan la producción. Y no es ni evidente ni cierto que el saber se subordine al poder ni que el Estado posea para sí la eternidad. La planificación racional, lograda por diversos procedimientos (directos o indirectos, completos o parciales), está a la orden del día. En un siglo, la industria y sus secLlelas han cambiado el mundo, es decir, la sociedad más (por no decir mejor) que las ideas, los programas poiiticos, los sueños y las utopías. En sus rasgos esenciales lo anunció y previó Marx.

c) El mundo moderno es nietzscheano. Si alguien ha querido "cambiar la vidau, aunque la frase se atribuya a Rimbaud, ése ha sido Nietzsche. Si alguien ha querido ha sido é1. Las protestas y la contestación surgen de todas partes contra el estado de cosas. El vivir y lo vivido individuales se reafirman contra las pre-

Ias tllad.as

,

,

siones políticas, contra el productivismo

y el

eco-

nomismo. Cuando no enfrenta una política a otra" Ia protesta encuentra apoyo en la poesía, en Ia música, en el teatro, y también en la espera y en la esperanza de lo extraordinario, de lo surreal, de lo sobrenatural, de lo sobrehumano. La civili-

zación preocupa mucho más

a la gente que

el

Estado o la ses¡s¿¿d. pese a los esfierzos áe bs

fuerzas políticas 1ror afirmarse por encima de lo vivido, por subtrdinar la sociáad y por cap-

turar el arte, éSte contiene la reserva de la contestación, el recurso de la protesta. Pese a eso que le lleva hacia la decadencia. A eso que corresponde al soplo ardiente de la revuelta nietzscheana: a la defensa obstinada de la civilización contra las presiones estatales, sociales y morales.

2. Ninguna de estas proposiciones tiene en sí misma, aisladamente, trazas de ser una paradoja. luede dem-os.trarse --o refutarse según los procedimientos clásicos_ que el mundo moderno es hegeliano. Quien quiera probarlo debe, en la medida de lo posiblé, reconstruir el sistema filosó fico-político de Hegel a partir de los textos. Luego ha de estudiar h iífluencia de esta doctrina y iu penetración en h vida política por diversos caminos (la universidad, la interpretación de los hechos, la actividad cieea de los hombres del Estado, más tarde dilucidáda, etc.). Lo misrno para Marx y para Nietzsche. Pero el triple enunciado tiene algo intolerablemente paradójico. ¿Cómo puede este mundo mo clerno ser a la vez esto y aquello? ¿De qué forma puede responder a doctrinai diversas, opuestas en más de un punto, incluso incompatibles? No puede tratarse de influenciás, ni tampoco de remisiones. Si el mundo moderno (esl a un tiempo

Las trl*das

Henri Lefebvre

no"us, ;;;;. p.t-""¡ó y pó. .uyot de luz' pla' néán sobre Ia piáctica ,o.í^i y política' Una afir-

mación; ;.,;-;¿;ero obligá á captar Y I de.tinir nueiis r"i""i?""r .ntre Iás teorías (doctrinas)' de iguai;;;;;;;ntre las teorías v la práctica' si un sentido, qrriere decir ptt"" "itu-tiipli"i¿]"J ha

que cada uno de ellos (Hegel, Marx, Nietzsche) captado nalgou del mundo moderno, algo a punto A" tot*".tll t ;;; ca¿a aoctrina, en tanto que ha iogrado (el hegelianismo, el mar-

.rrru "ot"r"ncia xismo, ha declarado 1o que cont-ri"i-"i.i¿t"tt"anismo), captaúa,-v Á"áit"," -á"i¿e"sta declaración ha se ha xrx buido ; rf q"" el fin del siglo formado pur" U"gur. al xx y atraves-arlo' De suerte que la entré estas obras eminentes "orrfrontulión pasa por un intermediario: la modernidad que Ltr"* y;;;b" aclara. En un libro anteriorr "-"üru., esas doctrinu, i,r".ot cotejadas con el historicismo v t" ttittrri.iJ"J. lq"i el ánáIisis crítico se amplía esforzándose por seguir siendo concreto' Si es cierto que et pensamiento hegeliano se concentra en una pahbü, en un concepto:.el Estado; ti .. oi".to.ii;;i pensamiento -marxista insistc to .o"iui y-li-roc¿idad, y si es cierto' por último' "t 9ue Nietzsche ha m"¿ii"ao sobre la civilización y tou uui"r"., tu p"tu¿oja permite vislumbrar un sentido q.r" h"y q"" á"ti"utir: una determinación triple aei -,.rráo'*o¿erno, que implica conflictos múltiples y quizá inacabables en el seno oe ¡a crealidadr ¿.rrorrrittuá" humana' Tal es la hipot.tis r*ptitua autoriza a decir que posee un ".ryu alcance estratégico. iVéase

g.

Lefebvre:

M¡nuit, parfs, tgll.

Ii

fur de t'histobe, Edition¡

Estudiar a Hegel, Marx o Nietzsche aisladalos mente, en los textos, no sirve de mucho; todos al ensayados' sido han textuales encadenamientos y reconstruc' ieual que todas las deconstrucciones autenticidad ;l;;;t;sin que por ello se impongafapor lo que se Y semejante' inteiprelación de una filosofía' la de r"tl"i" a su iituación en la historia el ideas' las de la en o en la historia general porte ese de contextual estudio un interés de put""" tan agotado como el del análisis textual' Sólo quedá, por tanto, captar sus relaciones con de el mundo modérno, tomando a éste como punto ."i"tttt"iu, como objeto central de análisis' como y las ;;did" .ot rútt (mediación) para las doctrinas nconLo insertan' é1 se que en diversas ideologías textual> cobra así una amplitud y un alcance' una riqueza de desconocido y de conocido, de la que se i"i.i"uU" al reducirlo a una historia particulari;,i;; leneralizada. ¿Cómo han sorprendido Hegel' U"t* fNi"tzsche la modernidad en su estado naen sus tendencias? ¿Cómo han captado lo "1""t", que estaba a punto de ocuajar'? ¿Cómo fijaron un y aispecto y definieron un momento entre aspectos momentos contradictorios? '.l'res astros: una constelación' Sus resplandores se superponen a veces, otras se ocultan, se eclipsan too u ótto. S" interfieren' Su luminosidadentan el pronto crece como palidece' Suben o bajan Lorizonte, se alejan o se acercan' De pronto' uno parece dominante; luego, de p.ronto, otro' Las frases que antecéden sólo tienen un alcance me;fórico y ün valor simbólico' Indican la marcha ytto.i"oíte. Declaran (cosa que está por de"i mostrar) que la grandeza de las obras y los hombres consideradós no se asemeja a la de los filósofos clásicos, Platón y Aristóteles, Descartes o Kant, que construlan una gran arquitectura de Esta cgrandezaD consiste en una deter"oo"epiog.

3.

y aquello (hegeliano y nietzscheano"') sóIo puedé ü;;; i"-i"a"orogius que' oscuras y lumi-

esto

dc

Henri Lefebvre minada relación con lo , con la práctica. No es, por tanto, de orden filológico, ni representable a partir del lenguaje. Nueva, metafilosófica, debe autodefinirse a partir del desciframiento de lo enig' mático: la modernidad.

4. Volvamos al hegelianismo (nada supone que este retorno sea el último). Enorme, nodal, Hegel reina solitario aI término de la filosofía clásica, en el alba de la modernidad. Solitario, recoge pese a ello una totalidad histórico-filosófica y la subordina al Estado. ¿De dónde procede su umodernidad,?

a) En primer lugar, de que ha dado forma sistemática al Logos occidental, cuya génesis arranca de los griegos, la filosofía y la ciudad antiguas. Tras dos mil años, como Aristóteles, pero teniendo en cuenta las adquisiciones del curso de la historia, Hegel enumera los términos (categorías) del discurso et'icaz y muestra que se religan en un conjunto coherente: un saber, fuente y sentido (finalidad) de toda conciencia. Impersonal, el Logos no permanece suspendido en el aire. La Razón supone un usujeto" distinto a un individuo cualquiera, a una persona o consciencia accidental. Tal racionalidad se encarna en el hombre de Estado y se iealiza en el Estado mismo. pe suerte que el Estado se sitúa en el más elevado de los niveles filosóficos, por encima de esas determinaciones eminentes; el saber y la consciencia, el concepto y el sujeto. Abarca esas conquistas del desarrollo. Engloba incluso lógicamente, es decir, en una cG hesión suprema, los resultados de las luchas y las guerras, o sea, de las contradicciorzes históricas (dialéct;cas). El Estado, , como capacidad de regir los medios de producción y la sociedad toda? La violencia. Inherente al usuíeto, cuando éste destroza los obstáculos, la violencia no

Ias tríadas

Zl

tiene otro sentido ni otro alcance. En el caso de Ia clase obrera, la violencia acaba con el Estado v con los políticos que se alzan por encima de lá

social. La violencia proletaria (revolucionaria) se destruye a sí misma en lugar de destruir el mundo. Por si misma no produce nada, nada tiene de creador. De la violencia puede decirse que es una cualidad o una ). Lo que.no supone trata ¿e un (pen_ q|.r" c^onsideraciones igoten ta'.itua"iár, Iu, siguientes il que s. inserta ese pensamiento.

No l, ,¡".¿"áos sin cir_ terro, ," upoaáa- áel espíritu "El cartesiano cuando entra eñ el universo de Nietzsche> 6. cunspección.

¿La historia? Tanto para Nietzsche como para Marx, al contrario que para Hegel, tinúa. Bajo una forma- doble: "d;;;la historia con_ violencias sin fin. barbaries, g"-rio-"ii"or,absurdas, por un otrg, 111:,-I,_!"T :rr .saber i"E,ñ';;umurativo, cao.avez más aplastante, fabricado Á'nirrude erudición, de citai, a" rr."íros d";;pr*.nraciones amalgamadas, de recuerdo, f J" ,!.iii"r, de espe! culaciones poco interesantes, pero vitalmente , plenitud de la especie humana, cumplimiento de su esencia. do-

'lili 1l

ii

minación de la materia y apropiación de la naturaleza. La hipótesis hegeliana (que Nietzsche co_ noce y ataca violentamente en las Intempestivas, en 1873), la hipótesis marxista (que Nietzsche rechaza sin conocerla a través de Hégel) no son para él otra _cosa que hipótesis teológióas. presuponen un sentido del pensamiento o de la acción práctica sin demostrarlo. Postulan este sentido: una racionalidad inmanente, una divinidad en la humanidad o en el mundo. Ahora bien, ¡Dios ha muerto! El ateísmo de Feuerbach, de Stirner, de Marx desco_ noce el alcance de esta afirmación. Los filósofos v sus cómplices continúan razonando _filosofando-, como si Dios no hubiera muerto. Con él mueren la historia, el hombre y la humanidad. la razón y la racionhlidad, la tináli¿a¿ y el sentido. Proclamado como entidad superior por los teólogos .o laicizado, incluido en lá naturáleza o en la historia, Dios era el soporte de las arquitecturas filosóficas, sistemas, dogmas, doctrinas. es, pues, la historia? Un caos de azares, - iQué de voluntades, de determinismos. En esta tríada nietzscheana, tomada de los griegos, el primer lugar lo ocupa el azar. El descubrimientó y la aceptación, e incluso la apología del azar, prestan ¡.lna nueva dimensión a la libertad, al romper con la servidumbre de la finalidad, declara Zaratustra. No hay acontecimiento sin una conjunción o coyuntura de fuerzas, en principio exteriores unas a gtras, que se encuentran en un punto del espacio y del tiempo clonde ocurre algo a consecuencia de ese encuentro. El azar ofrece ocasiones, coyun-

Las

tríadas

Zs

turas favorables (el kairós de los griegos). destruye el Mundo: la corte, los cortesanos, ei poder real. Al saber oficial, al Logos cartesiano (estatal) se opone la ascesis de un no-saber pleno de amarga lucidez. Y Nietzsche leyó y meditó las Maximes. Y no sólo las conocía, las imitaba: los aforismos de Humano, dermasiado humano (1.". vol., 18777878; 2.. vol., 1879) prolongan hasta la modernidad el duro análisis, la penetración intrépida y el triste saber del Sí] no. Sí, porque rec'n^za globalmente surealidad como considerado ."at to á" t;í *b* dis' se íerior. Sí, porque con él la subversién ii"g"" ¿" ía ievotucion. No, porque nada en común tiene con St-irner, con Bakunin, que se autodefinían poi""u conciencia, por un saber (no político para ;i;;it "t", político ln el fondo para el segundo)' Los anarquiitas permanecen en el terreno de lo ureal,,: dé esto y de aquello contra lo -que com(propiedad"' aunbaten. Quieren ver, poseer una quienes poseen la a éxpropiar o sola, una qrr" t"u urealidad". Nietzsche quiere superar lo real -trascender' lo- medianté Ia poesíi, apelando a las profundi No' dud", .urrrales. ilucha pbr los oprimidos?oprilos siempre' no S"g¡'" é1, con fre-cuencia,-si *iáo, han vivido mejor, es decir, rnás intensamente, más ardientemente que los opresores: cany iárorr,'bailaron, gritaron ai viento sus dolores ttvalores" los sufrían cuando incluso sus furores á" ,r'r, vencedores. A su manera inventaron' ¿Qué?y perdición de sus amos ¿Algo que debía causar la No: algo más cercarlo la situación? a áar"ta vuelta u óio"lto, tlios y mito de la tierra, de los vencidos' á" lot oprimidbs (hs mujeres, los esclavos' los

campesinos, etc.).

Háy, por tanto, para Nietzsche un acto inaugu' ral: úberación, superación. El Acto inicial logra-su p"ltp".ti"u renuniiando a la voluntad de poder áátp"¿t de haberla experimentado, renunciando' poitanto, a los actos po1íti.o,t, mediante. los cuales se mantiene la opreiión y la explotación' ¿Y el si uno (eI "sujeto") á""t"t**it? Resúlta ridíiulo que Je atiene a la intuición, a la intención -hecho de y vitalista voluntarista filosofía á":. á" bdo la

36 ii

Henri L,efebvre

Schopenhauer, Stirner y muchos otros_. La tragedia clásica señala el lugar de la liberación: repíá

eI sacrificio del héroe para mostrar cómo se cumdestino y qué le conduce a su perOición; tf.^_:" uDera al espectador_actor del oscuro querer que se quiere queriendo eI poder. Fiesta popular, inau_ gura nuevas posibilidades: en Grecia, la vida bana, la 1ey racional sustituye u lu -lártu_bre. ur_ La

*úrj:1

da ejemplo de una rn*to*o.io.is siempre prodigiosa: transforma en alegría, en eI curso de una purificación más profundá que la aristotélica, Ia^angustiá y el deseo. Cr*a .errtido. c r cr / .h,sta preocupación de los filósofos resulta irrisoria. No hayrnás sujeto que et cuerpo; y el.cuerpo posee su profundidad, y ü -nri.a nace de él para volver a éI con sonidás más trrminosos que ia luz, que sólo habla a la miradaPartiendo de esta exaltación ¿el arte, y las religiones se interpretan en lugar i.los mitos .u". la irrisión (la- supersri.iO.r). n¿itos -5i Ltigiorr., ", irr_ tentaron la liberación, pero dejaron a un lado el objetivo porque sirvieron Ae mascara a tá voluntad cte pocler y engendraron prácticas (ritos) e institu_ ciones (iglesias). Si tas re1igio.r", ,. c'o-rlpr..rO.r, y se. interpretan, su comprensión muestrá en ellas mismas las causas de IJ decad"rr.iu, en Occidente, donde el judeocristiurrirrrio "rp".ialmente iru engen_ et capitatis-o y tu b"rg";;í;:^ fenómenos 919o qerlvados, pero agravantes, de sus causas. La superación nietzscheana (überwinden) difiere radicalmenre de_ta supe.;"1;; rr.getiarra y marxista (Aufheben). No conierva, ni it-eia superior sus antecedentes y condiciones. a nivel Los precipita en la nada. Más suúverriuo ;;;-;"volucio nario, el überwinden aestruyenJo o, me_ jor dicho, Ilevando a supera su autodestrucción lo que reemplaza. Nietzsche quiso ,rrp..u. -J, a un tiempo _asÍ la afirmació.t del Logás-y !rrlrer_..rr¿r. "*rrop.u^

Las

tríadas

37

eI nihilismo. ¿Es preciso añadir que esta lucha heroica contra et nihilismo pá, ;"a.o_.'.irtiurro y para la vida carnal nada tiene .., .orr,'ún con un hedonismo? Hay tríada (tr"s t¿rmlrror), p"ro Io que nace precipita en el curso cle la luchi a los otros términos en la nada (Ios tira por tierca, zu Grunde, dirá Heidr que entonces j"t-a aparezcan .r.391?'^9:^

i:

"o*o dls. ¿ Diaréc;i;;i T,:ilñT la dialéctica hegeliana 'i,"J3#?H;ñ'#t y de ra dialéctica marxista. Por el papel, el"alcance, el sentido d,e l-o negativo. Por la intensidad de Io trágico. ¿Y lo Sobrehumano? Nacá de la destrucción y de la autodestrucción de todo .""",r-"¡u^uen) r ¿rmperativo, no de la moral, sino del vivir? ¿Posibilidad tejana? T"; ¡Not de cada uno que nadie lo puede captar, Io ;;;;; sobrehumano en et cuerpo 1uéur" lt q"" ái.. ],aratustra 11si,ae ue ros que (desprecian el cuerpor). Ese cuerpo, rico en lo desconocido y en Aesptiega algunos de sus poderes en "i.tráli¿áa.s, el arte: el ojo y la mi rada en la pintura, el tacto lu .r.r.rltíra, en ta música, la patabra en "n el l;g;;j; yel oído en ta poesía. Cuando la coyuntura es favoiabie, el cuer_ po total se.despliega en el teatro y en ia arquitectura, la música y la d.anza. y si eI de_spliega rodas sus posibilidades, "rrá.po totut sobrehumano penetra en lo "iiio,.,.., lo áetamorfoseándolo. En ..tanto devenir, ¿no será él esa mera_ cuerpo que repite su orealidadn, difi_ T^tjl"^ri:.d.Iembargo, nendo,,srn totalñente de ella? Como en la poesía y en Ia música. No sin pruebas, como la terrorífica idea del eterno "i"rá i;t;;;", reprc. ducción del pasado, repetición absoluta o absoluto

38

Henri Lefebvre

dela repetición, azar y necesidad vertiginosamente

unidos..

"

7.

¿Tenemos ahora nosotros, hombres de la segunda mitad del siglo ,", toáo, io.- elem"ntos de una vasta confrontáción, ioáas-iur"p'i"ruu

de un gran proceso (del que_sólo fartaría áesignar los acusadores y tos acusados, los r;;;igr;lm jueces, los abogados)? No. Los aássiir, tos. Ni con mucho. """"ri¿" comple_ Si se examinan las.grandes .visiones> (concepo ciones del mundo,. (éntendiena"-pri"rtr, de un modo.algo impreciso, las teologárv't"ogorriur, teodiceas, las merafísi.irl ú, filosofías, f:._r^f11¡, las r€presentaciones e ideoiogías) se perciUe que un-pegueño i. .pri".ip'iosD: uno, :lt]ir:i oos, tres. Rara vez "g*.:rg tr. I-o, ,rli_".o., -,ir sagrados comprenden el siete, el diez, ¿o"", Los principios filosófico_metafísicos "f ," li_iiun "l-trece. al Uno, al Doble, a la Tríada. Oriente la cuna de las concepciones .*ll.imás ugorosa y rigurosamente unitariasl bi" duda alguna. Hegel Io pensaba ya en ,i--irilo-i¡io a" to his-toria 12. ¿Hay-que a"...rUri. ,* .r"ál,.nes -lrr.o*pf"tu_ en d_e producción asiático", :: ."*?dg mente definido oor Marx, p"ro q"r,'r"gin ef, Ai fiere de los modos de_ producción' ocEidentales, tanto por et papet ¿el psta¿o, ;;"i;r;;laciones y del soberano,-como po, ulu." ,l"i5i r.o*,rrri rr Schopenhauer

extirpa^Ia_cuádruple raíz delprincipio de razón suficiente. AIzunr textos de H;i;;;s;;.fr;fi1-p?:T.u' de Hólderiin, uigr"ó.

ros-cuatro

(¿"t"*.r,tor?i"T, :.?1::]" enigmáticamente

"n_ruantisuá-¿.f

de

;;;'i;i,J,.;'df .:T;:'"..jl?::iJ.lL]'f?,ii?

I, Iugar det rlen s.amiento irnil.iul "TT?J " _vease -*rrica ^t",ta l. traduccjón._de Gibetin, pi].-liü.í.. Sobre el modo de producción asiZ

desde

ei

iiu,. i"' riür,iij;:i":.1?: ::ff:ff::

pubricaciones

Las tríadas

39

dades agrarias estables)? De modo que el espacio entero, mental y social, agrario y ,rib..ro, se re_ -Sea é1. según una ley única. como fuere, l_1lt-. "". rnmanente (a la naturaleza, a lo sensible) o rrascendente. (Ser o el Uno ,"- uiir*u ,Espíritu), prrnclplo absoJuto en varias concepciones del "o*o mun_ do. Otras varias admiten ao, pri".ipios, general_ -macho mente y el "contrapuestos:- el principio principiohembra, c¡ et bien y el'mal,-los buenos y los malos, la luz y las tinieblur, ¡it, y el ene_ migo, el diablo. Estas concepciones dualistas (bina_ rias) han recibido su expresión más elaborada el maniqueísmo. Un poco por todas partes en favo_ recen el contenido mágico y ritual de Ia religión popular.- El perímetro ¿ei Mediterráneo y del Oriente lledio parecen los lugares áe nacimiento o de predilección de ese du-alismo.- ¿b"riur, ,,, >. "Dixi et salvaviSuanimam y su obra tuvieron un senvida ¿Nietzsche? tido, un fin: decir lo indecible, aprehender lo

inaprehensible, pensar lo impensable, sondear lo insondable, realizar lo imposible: metamorfosear lo .real, moribundo .o ya fenecido en una vida nueva. El poeta quiso alcanzar la redención mediante lo más cercano, tan cercano que es indecible, impensable, insondable: el cuerpo. "Hay más

raz6n en tu cuerpo que en tu sabiduría", dice Zaratustra. Pero ¡qué hizo Nietzsche sino soñar su cuerpo y decir en voz alta el sueño del cuerpo? Su esfuerzo prometeico (titánico) por vivir la agonía y la muerte del mundo moderno transmutando (metamorfoseando) sus valores agotados y su reaIidad en plena autodestrucción, ¿hacia dónde le condujo? Hacia lo Sobrehumano. ¿No será una vez su insatismás una figura de la consciencia -de una metapor y, tanto, malestarde su facción, morfosis de lo divino, una metáfora de la ldea? ¿O incluso una adjuración, una conjuración, una invocación? O peor, ¿una imagen de ópera para uso de ]a élite culta? Una vez más Dios, una vez más la Idea, una vez más la desgracia de la conciencia y de la .cultura,... Nietzsche avanzaba sin reparar en obstáculos. En su huida hacia adelante su sombra le acompañaba (véase El viaiero y su sornbra, continuación y conclusión de Humano, demasiado humano). ¿Qué es Zarafustta? ¿El enfermo y el médico? ¿El puente o la otra orilla? Si es cierto que el Estado devora por arriba la sociedad integrándola, si se sirve del saber y del conocimiento institucionalizados, la cittilización te' siste. Pero esta resistencia sólo es mantenida por una élite cada vez más reducida, cada vez más amenazada.

Las triadas

6l

La locura de Nietzsche pasa, con motivo, por prueba de autenticidad. Pero ¿qué quiere decir los partidarios declarados o no declarados de ese pragmatismo? Muy bien. También , altamente contradictorió. llamándolo Ahora bien, las contradicciones se mitigan o pu."."., *itigarse en-beneficio de lógicas diversas, pero las lógicás se enrrentan en un juego en el que las contrádicciones reaparecen como sorpresas, como paradojas. Y las sombras caminan entre las sombrás. Los tres astros, al eliminar los planetas infe. riores o ,invisibles, gravitan por encima de este mundo donde se agitan las sombras: nosotros. Astros en un cielo donde el Sol de lo inteligible no es más que un símbolo y que nada tiené ya de firmamento. euizá esos ástios se aie¡en trás nubarrones menos oscuros que la noche... .Míticamente, desde la poésía nomerica a la Divina- Comedla, el reino Aé las ,o*U.u, poseía entrada y salida, rrayecto dirigido y podeils mediapuertas, las.de una villa subrerránea, i?IT lenÍa oomlnada por la Ciudad temestre y la Ciudad de Dios. Hoy, ¿dónde están las puertás dei reino de las sombras? ¿Dónde la salida?

El j

2.

EL "DOSSIER" HEGEL

I

t

l.

¿Cuál fue, antes del inicio del siglo xrx, el status social del saber en Francia, en Europa?

A .esta pregunta la historia habitual de la filo-

sofia, la de las ideas y las ideologías, que examina udesde dentrou las construcciones abstractas, responde mal. En cuanto a la pregunta episternoló' gica, la det status teórico, es otro asunto, secun-

dario y derivado si se admite el interrogante propuesto; el status teórico deriva del status social, fluye de é1. En una tríada antigua, la de los órdenes o (en alemán: Stünde) pertenecía a los cléy el estado llano-, el saber -la rigos. A la nobleza ie correspondía la acción: la guerra, los festejos, los torneos y los placeres. Al estado llano, el trabajo productivo: agricultura, artesanado y comercio. A los clérigos, la contemplación, el saber y el reposc. ¿Oué saber? Una mezcolanza bastarda de metáforas teológicas, de conceptos filoséficos; Ia ideología se oficializaba, se institucronalizaba en la Iglesia. Con relación a ese corpus (cuerpo doctrinal) sóiiCamente mantenido por los medios más diversos, el conocimiento nace marginalmente. Por Io tanto, posee un alcance crí'

"dossier" HegeÍ.

7l

tico fundamental: Abelardo primero, Rabelais y Montaigne, Kepler y Galileo, Descartes y Newton. La historia al uso de las ideas explica muy bien el crecimiento del saber, pero muy mal la relación conflictiva entre esa marginalidad, que va hasta la herejía y la apostasía, hasta la rebelión contra todos los poderes, y los status (estamentos). Esa historia reduce a una "crítica de la autoridadu la relación considerada, mientras que ei conflicto va rnás lejos. El status incierto del conocimiento socava los status ciertos en el marco social y polí tico. ¿A quién imputar el saber? ¿Quién lo maneja? La Iglesia y sus instituciones, el clero y los clérigos no pueden poseer el saber crítico en cuanto tal, ni transmitirio, ni acrecentarlo. Lo transmutan en ideología. Ahora bien, el conocimiento posee un carácter acurnulativo que reciarna una administración (una autogestión por los responsables: los sabios). A través de las contradicciones, el conocimiento pronuncia su juicio lógico: oTodo o nadau. De suerte que el status social del

conocimiento socava violentamente la sociedad existente, tanto como el contenido misrno del conocimiento, al mismo tiempo que el crecimiento de las fuerzas productivas y el auge de la burguesía, causas que precisamente ejercen su acción a través del saber y de su gestión. Cada cual conoce los hechos, pero su interpretación, su apreciación, su encadenamiento falta. Durante el siglo xvrr, el pretendido "gran siglo,, aquel en que se consolida e1 Estadcl centralizado en Francia, el abismo entre el Saber y el Poder se ahonda. El conocimiento apenas es menos herético, políticamente hablando, que la herejía religiosa. Las matemáticas mismas, y la física aún más, tienen un asirecto subversivo. El encadenamiento de los signcls algebraicos no tiene nada en común con las absiracciones escolásticas y ias

Henri Lefebvrc

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propiedades de las nformas sustanciales>, como de la refracción arrui-rrárt.u Descartes. Su teoría arco iris' Pese a la del simbolismo na el viejo desviacióñ de la razón cartesiana hacia Ia razón de

a Amsterdam' La hea la herejía religiosa en el

Estado, Descartes se' exilia

reiía científica se une

jansenismo, con Pascal. "Sociedades> científicas que funcionan parcialmente por corresporrdencia la Gartas), sociedádes casi clandestinas, practjcan autogestión del saber; el Estado combate esta práciica institucionalizando el conocimiento mediante las Academias y el academicismo' No es necesario recordar que durante el siglo xvrtr, el auge del saber acompaña a la ascensión de la buiguesía. El conocimiento encuentra apoyos impr"iittot e invade la práctica social y política' Por un lado, se une al arte, a la música, que alcanza un progreso extraordinario a consecuencia de los descubiimientos físicos, matemáticos, técnicos' Por otro, se une a la producción, al principio no tanto a la industria, aún débil en Francia, cuanto a la agricultura, que reclama fomento y perfeccionamiento' La conexión de la ciencia con la industria por medio de las técnicas fortificará luego el lazo del saber y de la actividad productiva presentido por b Ená;ctopedia y real en Inglaterra desde finales de siglo. La-Encictopedia (con la obra de Diderot) marca una época, no sólo porque de ella sur-ge- una filosofía, el materialismo, ni porque la Iglesia y la ante una audaz iniciativa -orrárqrriu retroceden el status social de la cienintelectual, sino porque cia ha cambiado. Airancada al clero y a los clérigos, confiada a una (capa)) nueva, los intelectualei, lievada en gran -"áidu por ellos fuera del control estatal, la ciencia se instaura como una potencia al lado del poder político'

El

"d.o55i¿y"

¡¡"t"7

73

El corte es de nuevo más político que filosófico

o epistemológico (el segundo 1érmino abarca al pri-

mero). Determinada ciencia nueva _la economia política, por ejemplo* suplanta en el corpus scientiarum a otra determinada r. Consi¿erááo desde dentro el conocimiento, desde luego se trans_ forma, pero también y sobre todo se íransforma su.status social (el segundo término determina al primero). Por lo que respecta al saber, la demanda y el_dominio sociopolíticos cambian piofundamen_ te durante este período. La RevotuciOn francesa consagra el cambio y prosigue, acentuándolo, el proceso iniciado: la conexión del saber, de la bur_ guesía, del Estado-nación. No sin introducir contra_ dicciones nuevas, como, por ejemplo, los derechos del individuo (designado como uiroÁb."" y ociuoadanoo), en conflicto, poco evitable, con ios del F.stado-nación. Esto clarifica los caracteres contradictorios de la gran revolución, po. t'r., lado burguesa; por otro democrática, al verse inmediata_ mente sometido el compromiso entre estos tér_ minos conflictivos a durás pruebas. Es un hecho histórico que la revolución bur_ guesa-democrática ha reconsiderado el status social saber para nacionalizarlo. No sólo laiciza y ^del profana el edificio entero del conocimiento, sino que lo racionaliza (y, por tanto, lo estataliza). Lo arranca también a la autogestión, pese a que los interesados tratan de conservar algunas responsa_ bilidades (ese fue el drama de los "IdeJlogos, Oajo Napoleón). La Revolución francesu .r.u Lntipt"* instituciones científicas separadas unas de otras, aunque oficiosamente mantiene al conocimiento bajo el signo del enciclopedismo. y, al mismo tlem_ t Vé"* M. Foucault: Archéologie du savoir, pp. I95 ss. IoIn^y?!:"f:: det saber, Sielo XXI Eaitorés,-Mtxico, 19?0.1 ¡-s[e autor clesprecia el status social para ocuparse sólo . d,el status epistemológico en estado

"p"ió.---'

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{.,

Henri Lefebvre

74

:

i

las contradicciones que seguirán su cur"¡ea el futuro: entre universalisño y nacionapo,irt so 7o,por ejemplo. lisfi culto y la fiesta de Ia Razón, tan frecuenre9',g ridiculizados, poseen este sentido eminente: ¡pt'ger y el poder tienden hacia una unidad, extr:a.l 9io el saber una energía prodigiosa de su lucha yef"1tetíéndose (aparentemente) el poder (revolut s" urio) a la Razón. Hegel no se equivocó al res_ ,iot|-ot.Para é1, la Revolución francesa represenra, pec^'l¡oximarse el fin de Ia historia, el poáer nega¡ or¡el concepto, el saber absoluto q.,L .. afirma ti{ungjando el lugar. E,n el pensamiento y la RevoaeSl6tr franceses, Hegel distingue tres aspectos: 1¡Ct-rpecto destructivo y negativo,. mal entendido, ufl i ncogido, el más importantc; un aspecto ¡osi¡tat y constructivo; un aspecto filosófiio y mera_ tinu"' y, por tanto, trascendente, que é1, Hegel, saca fist"rooclusión tras haber hecho justicia al aspecto ett "o1ivo. La filosofía y la política francesas, vivas ne.b-6ttiles, son (afirmación ontológica) lo espiritual V l)rr.t".La Revolución, para Hegét, es el concepto rrrt')gción, e incluso indisolu_ -tan bles como Io ideal y Io real, como la filosofía teó_ rrca la {. _ac_ción práctica_ de una sola y misma actualidad. La Necesidad que gobierna ei procero

entero tiene tres momentos: Ia condición (mo_ mento presupuesto, que se realiza durante el proceso); la cosa (producida como contenido v como existencia exterior); la actividad qmoví_ miento que va de las condiciones a la cosa, que produce la cosa haciéndola surgü de las condi_ ciones).

Racional en su fondo, desde la naturaleza orgá_ nica que se rehabilita en el nivel det espíritu (áe'la Idea, es decir, del Estado, de la "rulas Idea), la Necesidad hace bien "n.urrr'ución cosas; sucesiva_ mente plantea la condición, y luego lo que la condición vuelve posible; cosa irealidadj y activictad

(productora: trabajo, acción políticai. Triple

efi_

cacra que va más allá de la causaliclaa y ae ta finalidad tomadas por separado. La actividad to-

El

(clase meclia).que coincidede.la nclase pen_ .on fu capa in_ g.úi;;"1'0"I"";;.; nominal_ I:::l deel quienes mente poder: ella tos porta y los soporta. El hegelianismo contiene., pues, -siguienie la suposición:. dado que ra *.;ilii;; ¿,r,i*?,"rusa en todala sociedad se concentra en la cima, las instancias políticas son capaces d.e conocer (gracias al saber) y de resolver^(graciai Irt".lr?n y a la a,cción) todas las contradicciones, " todos ios conflictos que puedan surgir en los ,rí.,r"ñirrt"riores, entre los (momentos,, piezas y partes del edificio. si es que los hay, sólo pueclen tener }:.,:o1*tos, una lmportancia menor. No resqu"U.ái-u., la cons_

El "dossier> Hegel

87

trucción estatal y nacional. E,l saber-poder sabe y puede reducirlos o encont¡ar una solución qne los haga desaparecer. Las contradicciones son reductibles, más aparentes que reales: incoherencias momentáneas en un todo coherente" Así es cómo Hegel plantea el problema que durante el siglo xrx, e incluso el xx, va a dominar a un

tiempo las ciencias nuevas, llamadas humanas o sociales, y la filosofía cuando ésta se niega a vincu-

larse a entidades rnetafísicas, el ser y la conciencia, el pensamiento y la vida, la intuición y la reflexión en general. ¿Qué problema? El del todo o de la totalidad en la realidad humana. o ¿Cómo es que actividades múltiples, con frecuencia rivales, que se ignoran unas a otras o se enfrentair, constituyen un conjunto? ¿Cómo es que ese conjunto, tras disturbios, revolución o guerra, se reconstituye? ¿Por qué no se cae a pedazos? ¿Oué le impide atomizarse en individuos o grupos? ¿Oué es lo que hace que un pueblo sea un pueblo, que una nación sea una nación, que una clase sea una clase?...

t

No resulta difícil ironizar sobre Ia

respuesta

hegeliana (y dicho sea de paso, ¿por qué privarse de ello?). Hegel responde: " ¡Hay un todo porque es un todo!>. ¡Evidente tautologíal Y, sin duda, tras una minuciosa crítica hay que llegar a la siguiente constatación: el supuesto hegeliano de una lógica global, de un sistema, de un conjunto coherente se resume en esa tautología. Mas la proposición, que se muestra ridículamente repetitiva,

adquiere otro aspecto cuando se la enuncia de otro modo: "Hay un todo porque hay una razón totalizadora... ". Así es cómo el hegelianismo pone de manifiesto su fuerza. ¿La Razón? ¿El Saber?

¿El Concepto? Existen. Ejercen un papel, una función, una acción. ¿Por qué no suponerlos y situarlos en el centro, en el núcleo, en el eje en torno al

88

Henri Lefebvre

cual se establece el Todo? ¿euién sino el conocer puede construir y mantener un todo? Cierto qu.e antes y después de Hegel, otros filó_ sofos y sabios habían definido y clebian definir de otra forma el todo. para los vitaiistas y románticos, del todo orgáni.o p.á"J"r, al pen_ lT q*fi"*!e¡ samiento. Sólo el ser vivo en cuanto vivo ues> un todo. que se genera y se mantiene por dicha fuerza, ra. vrcta, hasta que ésta le abandona. El pensa_ miento no necesita alzarse hasta ella puru Éo"lir_ mar las cualidades de la vida y concluirlas en su forma propia; el pensamiento debe aceptarlas en primer lugar en su inmediat ez; y la refl&ión tiene algo de posterior e incluso de extraño con relación a la esencia primera de las cosas. La filosofía parte de una intuición, alfa y omega del conocer. El AbsoIuto no es concebido, ni siqúiera percibido: es sen_ tido. Desde el principio de ia Fenómenología, Hegel rechazó ese naturalismo místico, el de Slhetüng- y el del romanticismo: . Porque Ia naturaleza de ésta tiende hacia el acuer_ do racional, hacia la comunicación, hacia la comu_ nidad de consciencias por Ia ciencia. Estos textos que aluden a Schelling alcanzan también a Schopenhauer y podría decirse que siglo y medio más tarde prefiguran a Nietzsch'e. Es igualmente cierto que antes de Hegel, los economistas ingleses (A. Smith, etc.) y, al ¡ñismo tiem_ po, otros (Saint-Simon) habían concebido de modo más que é1, sin misticismo, el Todo ."realista)) económico-socio-político. para Adam Smitfr. el mer-

El "dossier"

Hegel

89

el trabajo productivo y la división del tratrajo, el intercambio de productos, bastan para cxplicar la cohesión del conjunto. En cuanto a S¿rint-Simon, para él la racionalidad no reside en cl concepto, en el saber en cuanto tal, sino en el traba_io productivo: en la industria. De la RevoIucjón francesa, del auge del estado llano, surge csa racionalidad subyacente, hasta entonces necaclo,

u ocultada. El mercado, según los economistas, procede

gada

de

una vasta interacción, demanclas y ofertas. Proceso

Marx en su anátisis del valor de cambio, saca "ciegamente>, es decir, a la manera de los procesos regidos por leyes físicas (y no por una misteriosa unidad interna), r:na reguiación determinada y, por tanto, una racionaiidad que no exciuye ni los azares, ni las corrtradicciones, ni las dificultades (crisis). ¿La actividad productora? ¿La industria? Su racionalid¿'d deriva de una relación práctica de la actividad con el objeto. En el momento en que un hombre ha modelado un objeto, con sus manos, con su clrer"po, con un instrumento (un sílex, un hueso, un pzrio), esa racionalidad se pone en movimiento. "El hombre" que ha trabajado racionalmente una primera vez sabe hacerlo luego una . Resulta difícil, sin embargo, negar

EI tdossier,

Hegel

105

que el Estado, un poco en todas partes, no se úa apoderado, o ha intentado apoderars-e, por un lado, de todo el espacio para controlarlo, y, por otro, d"l saber para utilizarlo a la vez como medio de gestión y como medio de integración contro ladi ¿e las partes y de los elementos del conjunto político. Se sabe (ue el capitalismo y el estado de producción han i t" t" asienta en ese modo absorbido las formaciones precapitalistas (agricul' tura, realidad urbana) y las instituciones precapitalistas (universidad, justicia), sin olvidar las extensiones del capitalismo (esparcimientos, urbanización), sirviéndbse ampliamente del saber (infor'

mación, ciencias llamadas humanas)' Si es cierto que los aspectos jurídicos han sido modificados, siahora hay un derecho al trabajo, un derecho sindical, otros derechos más o menos codificados (el de los niños, de las mujeres, de los ancianos, de los inquilinos, de los (usuariosD, etc'), es sabido que los principios fundamentales, los que permitieron la codificación misma, no han cambiado en los países capitalistas y, en especial, en Francia: el derecho de propiedad, las reglas de la herencia y de la transmisión de bienes. Es más, estos derechos tienen como contrapartida la competencia del Estado en sectores y campos que antes se

le escapaban. Al introducir tales posibilidades de conflicios, los distintos derechos y las nuevas instituciones han extendido la capacidad de intervención del Estado. Estas intervenciones, bien estén localizadas en un punto, bien sean globales, no han hecho más que ampliarse, y los perfeccionamientos, aparentes o reales, del sistema contractual no han disminuido la omnipresencia y la omnisciencia (supuesta) del Estado. Al contrario. Nos hallamos' puás, con que los hombres del Estado, incluidos uq,r"itot dei Estado burgués en la- sociedad capitalitt., han asimilado la teoría del crecimiento

10ó

Henri Lefebvre

por Hegel, elaborada por Marx. Hegea veces sabiéndolo, prendido en gran parte las condiciones han coildel creciy, en especial, los objetos indispensables T1T:9,

:,i:1.]tp uanos. srn saberlo,

(caprmles, técnicas, inversiones) y las actividad.es necesarias (estudios de opinión, de mercados y de inversiones, de motivacio".r;

y planifi cación). En este sentido tran "íi..rt;i¿" ttegaáo incluso a adoptar sin más examen la teoría áel crecimiento

t. tg:-ográf

l?"{1"^i unco,

l

ico, económico, recnológico, cien-

cultural) para cada Estado_nación, incluso cuando las objeciones y los obstáculos se tonan a escala mundial. y los vencimientos. amonEn consecuencia, el Estado a"rpii)ilá a saber , absorberlo y aI convertirse en poá"i il"otógico. al La religión con f,recuencia, y la ,i.*p.., sirven -f.A para encubrir las empresas perseguidás

por

I

ir rl

li

hombres de Estado. Tát emptéo A" j"^iJ""r.gía los no podría disimular los urp".ár-a.l poder -demás estatal: la práctica del.embargo'del espacio y del saber (institucionatización delirno J"iot.o¡. t o, f (aparatos ideológicos" del Estado nó explican nada por sÍ mismos. El uso de la ideologia ináica dicciones, en estado naciente o a""ru..oiiudo,conrratanto en

el interior del saber como entre--ef

conocimiento y la ideologÍa; de afrl resUia imagen lle-,a 0".*1rr!. hegeliaña no corresponde a la realidad estatal. Sin llegar, no obstante,^u ¿.r..r"rriirla, dado 9.!e I,a moral (la ética) participaba lución hegeliana con iguails títuios q"""r, "orr.r*"_ a..".to. rr pooer rdeológico del Estado le permite "i captar

y corromper

ciertos aspectos impoitantes del co_ nocer (la información, que no coincide con el cono_ cimiento; su identificáción, q"; ;;;;i,uye una ideología). Y todo esto de io.rr,u p*pugurr¿irti"u

y publicitaria.

Una nueva Santa irini-A?d se es_ boza: saber, coacción, iaeotogi;. eT'"Jrrtroru. y . distribuir la información, el Estado traiciona el

El "dossien Hegel 107 saber que lo legitima, según el modelo hegeliano. Entra en nuevas categorías: ¡las del marxismo!

Ya lo veremos más adelante. El haber expuesto la subida, si es que puede d+ cirse así, del mundo moderno hacia la abstracción, ¿no será la gran fuerza del hegelianismo, la ventaja que lleva a otras filosofías y a las teorías que

se dicen científicamente (epistemológicamente) fundadas? Subida que todavía está por comprender en toda su amplitud. Para Hegel, el Logos (lenguaje, imágenes y metáforas, al nivel del sentido

común y del entendimiento, y luego conceptos y teorías elaboradas) determina esta transformación. La ordena. Ese

)-

, Cierio, pero cuando Marx prolonga y profundiza de este modo la conc.epción fregeliana, lírgu

conclusión incompatible

u

t'rrru

propio Estado es una abstracciii'iiliireta. "o" ""t- n"l.ii"iir*o, No "l posee

Ia existencia de un Sujeto iu;;";na Substancia. No se basta a ."í ,,i;"-^"i-.: :;: necesario. e*i g"-,-tuáú;i #'"T&J ff :'á,

J:" T;

EI "dossier"

Hegel

109

se sostiene sin un apoyo, sin una base. Cuando Hegel supone que el saber-poder mantiene al con_ junto. social de igual modo que el puño cerrado mantiene un hilillo, divaga. No hay ielaciones sin soportes; pero después de Hegel e incluso después cle Marx, el asunto del soporte permanece abierto. Difícilmente puede admitirse, cómo hacen los posi_ tivistas y los emplristas lógicos, la existencia de relaciones sin,soportes, como si bastara que una relación tome la forma matemática y = f (i), para que se haga inteligible sin más. Esta alineación de la exlstencia social con la existencia física y la de ésta con la existencia matemática _la abstracción en estado puro- liquida las diferencias entre los sectores de lo real y del conocer, sin establecer una verdadera unidad, salvo por reducción. Cuando Hegel atribuye la existenóia y la acción al con_ cepto (al saber), quiere hablar de la abstracción concretai pero la deja en el aire; la vincula a Ia trascendencia celeste de la Idea. En cuanto a Marx, le atribuye la práctica como soporte, cosa que no es indiscutible, pero que no baita. ¿bO*o se con_ vierte en mediación la práctica inmJdiata? ¿Cómo conlleva la abstracción sin separarla de la eficacia?

iQué relación existe entré práctica y

lógica

(forma)? Sin esperar a más recojamos una hipótesis antes emitida para anunciar desde ahora la siguiente opinión: ¿no será el espacio el soporte de las relaciones sociales? Entendamo, po, no el espacie epistemológico, logico-matemático, "lloni el espacio mental, el del sentido común y del discurso coti_ diano, sino el espacio.social, el que eláboran y construyen en la,práctica, durante su génesis, las dlrerencias sociales ó. EI capital financiero, el de Espace et polit,ique- y_La_product:ion *" d." -ó..Véase Anthropos, parírEditions ta"' U.-f.!t.U"."i]''

f,"rp*.,

110

Henri Lefebvre

las sociedades multinacionales, no puede prescindir de lugares: de registro y de escrituras, de inversión, de cambio de tal a tal moneda nacional, etc. No se distingue del todo de los flujos ligados a los terrenos y a los territorios. No obstante, más allá del mundo de la mercancía, más allá de la producción, más allá de los signos mismos, alcanza una abstracción redoblada, de segundo grado, tanto más inquietante, tanto más temible cuanto que puede abatirse sobre un lugar esrratégicamente escogido, bien para realizar una inversión, bien para provocar una conmoción política (reaccionaria y fascista). Lo cual enturbia el problema teórico: el planeta vive bajo los nubarrones tormentosos de Ia abstracción concreta, en la sombra de las formas recientes del capital financiero, a un tiempo opacas como sustancias y suprarreales como conceptos. Y, además, sin concordancia segura con los Estados-naciones e incluso en conflicto virtual con ellos. En este nivel, la vinculación del dinero (del capital) a la materialidad, a la producción del suelo incluso, no es más

que coyuntural (en términos filosóficos: necesaria y, sin embargo, contingente). Deja lugar a otra vinculación, la de la abstracción-dinero a su

actualización: la voluntad de poder. La mundializació^ de lo económico y lo político ha adoptado estas formas extrañas, imprevisibles en tiempos de Hegel, ininteligiblei según sus categorías, aunque pese a todo las prolongan. Hegel creía, y decia, pensar a nivel histórico mundial (weltgeschichtlich). ¿Se equivocó? No. Construía los elementos más generales, forjaba las claves de la modernidad. ¿Tenía razón? No, porque el futuro no se ajustó a sus previsiones, y para comprenderlo hay que recurrir a Marx y, paradójicamente, tarnbién a Nietzsche, analista de Ia voluntad de poder.

El

"dossier>

Hegel

111

7. El análisis y la exposición pueden ir ahora más allá de la crítica estatal del Estado (hegeliano). Esta crítica se contenta con decir: "No, las personas en el poder, burócratas, tecnócratas, notabilidades políticas, dirigentes "decisorios", todas esas personas no conocen bien el conjunto social; Ias instancias que hoy existen en lo "real" no poseen el vocabulario, ni los conceptos, ni la teoría convenientes. Por tanto, reemplazémoslos por gentes nuevas, que sabrán...>. El Estado moderno ya no es hegeliano en el sentido de que hay reparta det poder. Pero no eu el sentido que daría la razón a Montesquieu contra Hegel: los poderes (triádicos, como es debido: legislativo, ejecutivo, judicial) denuncian y se pronuncian contra el Poder unitario y contra la instancia soberana en la cima. Por supuesto que no en ese sentido, porque desde hace diez o quince años otr¿¡ tríada entra en escena. El Poder, por debajo del cual a veces, y con más frecuencia por encima, se encuentra el capital, se reparte entre los militares los políticos, los tecnócratas' La clase política después de llegel ha perdido el lugar que le estaba asig:rado: la prioridad en el edificio y su propiedad, la racionalidad homogénea. ¡Qué rápidamente se alej.t esa famosa unidad racional entre el poder (públicc,) y la Ley! ¿Y qué pensar de la unidad, no menos racional en Hegel entre la justicia y la moral? La uniclad se torna conflictiva, es lo menos que se puede decir. Paradójicamente, es decir, contradictoriamente lo político como tal se desvaloriza en cuanto piedra angular del edificio, pero se valoriza en el plan estratégico, en el de la decisión. Los políticos profesionales dirigen las máquinas políticas, a su vez diversificadas: partidos, aparatos. Tienen la palabra; segregan la ideología, el discurso retórico. Manipulan, al poseer los medios

ll2

Henri Lelebvre

apropiados. Maniobran en función de

i

un interés

político, el del aparato, ligado a su vez a una clase o a una fracción de clase, a un grupo que tiene un peso determinado. Los polítióos pasan por elementos de decisión; corresponden al ejecutivo; en efecto, se ejecutan los unos a los otrós, o bien ejecutan a los oponentes. Los udecisores, zanjan las situaciones, cortan las cabezas. No son siempre los políticos quienes deciden, sirven a los odecisoresr; hombres de paja, cabezas de recam_ bio. Unas veces verbalmente, otras materialmente: los cadáveres políticos no se cuentan. Los tecnócratas corresponden al retrato hegeliano de una que emerge de la clase midia, que se recluta en ella por medio de concursos (exámenes, diplomas), selectivamente; así adquieren el saber (competencia y cualidades) y el poder. Sin embargo, la cooptación tiende a sustituir a la selección. Si los "competentes) y los *expertos> gG. biernan la nación como una gran empresa, nada garantiza el desinterés de los gobernantes, como pensaba Hegel. El cursus honorum no basta para satisfacer a los individuos. Virtud y competencia no van necesariamente juntos y el hegeliano pasaría hoy por ingenuo. Los tecnócratas buscan también instrumentos de poder. Si el dinero lleva al poder, a veces el saber que lleva al poder lleva también al dinero. Ellos mismos se dividen y se multiplican (o, si se. quiere, se multiplican dividiéndose, es decir, jerarquizándose). Están los burócratas, los cuadros medios y superiores, los administradores por último, próximos a las perso nas que tienen a la vez el dinero y el poder: que deciden estratégicamente. Esta trilogía y este tripartismo rro funcionan sin fricciones. Tanto más cuanto que los militares, un poco en todas partes, esperan la ocasión, el momento en que se debiliten

El "dassier" Hegel ll3 el saber, la riqueza, el poder (el de los políticos) para sustituirlos por el poderío en estado bruto: la violencia. De tal modo que el enigma, el jero glífico, el misterio de esta construcción que parece racional no se encuentran en el logos trascendental, en la ldea, sino en la violencia, latente o activa. El ejército, atiborrado de explosivos, acorazado de instrumentos de matar, explosivo a su vez, tiene más necesidad de matar que un macho lleno de esperma de eyacular. ¿Dura mucho tiempo la sumisión del uniforme a la toga? Ahora bien, no hay Estado sin ejército, y éste se halla más incli nado a la guerra civil que a la guerra con otro ejército extranjero. Salvo que haya contradicciones internas. Cuando la violencia presidida por el Estado, dirigida racionalmente según los procedimientos militares, se desencadena, llega hasta el genocidio. Y se aleja un poco más de la racionalidad hegeliana. El Estado-nación sólo existe en el marco de las estrategias mundiales. Estrategias múltiples: la de los estados más poderosos, pero también la de las sociedades multinacionales, la de la energía (petróleo, energía nuclear), etc. Un Estado-nación no es más que una pieza más o menos importante en el tablero planetario. De ahí la importancia reduplicada del territorio (espacio) nacional: figura én la división internacional del trabajo; cuenta por sus recursos, es decir, por sus particularidades; es enclave (objetivo o blanco) de operaciones tácticas o estratégicas. Y, al mismo tiempo, un Estado nación, considerado aisladamente, carece de importancia. ¿Cómo tomarlo, como Hegel, por representación y encarnación de lo universal? ¿Cómo honrar con este status el resultado de una historia a menudo mediocre? No toclo el mundo tiene detrás de sí entre diez y veinte siglos de guerras'

114

Henri Lefebttre

La racionalidad adquiere otro aspecto y otro carácter cuando se la sitúa en el marco mundial, en el de las estrategias: violencias virtuales a todas lás escalas, peligros múltiples, vencimientos más o menos próximos. ¿Tiene razón Hegel? Sí, cuando muestra ¿'l Estado-nación como ser, gigante o enano, que. ucha por la vida. No, cuando coloca esta existencia bajo el signo de la razón absoluta. De esto podría deducirse que la re-producción de los momentos, es decir, de las relaciones constitutivas, no alcanza ni aicanzará jamás en el seno del Estado el automatismo soñado por Hegel en su delirio racional. ¿O quizá es todavía demasiado pronto para sacar esa conclusión?

8.

En una reflexión política considerar superior

al capitalismo de Estado o al socialismo de Estado pone de manifiesto la gran pobreza de esta reflexión: método molesto que pone por delante homologías y analogías, en lugar de buscar, para acentuarlas, las diferencias. Capitalismo de Estado

y socialismo de Estado difieren, como todas

las

sociedades (y los Estados-naciones) particulares, en el marco de su modo de producción. Aquí adquiere sentido una clasificación de origen hegeliano: las singularidades momentáneas, las particularidades duraderas se produben aquí de igual modo que las categorías generales y, por último, si es válido recurrir a ellos, los universales. Precisemos: los rasgos singulares de los pueblos y de las etnias, la historia de cada nación, sus caracteres de origen espacial (geográfico, geopolítico) y social, los mo' mentos específicos de su Estado, y luego el modb de producción, determinación general, y, por ú1timo, las relaciones jurídicas y formales, aspecto

universal de toda sociedad.

El

adossiern

Hegel

115

Capitalismo de Estado y socialismo de Estado tienen un objetivo y un interés común: el crecimiento. En ambos casos, los políticos han mantenido, despreciando las objeciones, la hipótesis del crecimiento infinito. Hecho notable. Para ellos, la hipótesis se convierte en certeza y saber. En cuanto al crecimiento inmediatamente posible lo obtienen por procedimientos distintos, ligados a las diferencias, particularidades, especificidades señaladas más arriba. El capitalismo de Estado deja actuar a las grandes empresas; a lo sumo, el Estado se convierte en su oficina de estudios, en su banco de datos. Pone el saber y la información a su servicio. Pero los hombres del Estado (capitalista) no ganan para disgustos, cogidos como están entre las empresas nacionales y las empresas multinacionales, la pequeña y la gran industria, el co mercio a todos los niveles y de todas las tallas, la moneda y el crédito, etc. El socialismo de Estado no duda en centralizar, en planificar autoritariamente. Podría estar cerca de la Gran Máquina hegeliana si r¡o fuera por que no funciona ni automáticamente ni de forma satisfactoria. Ni el saber de sus dirigentes ni el de sus consejeros abarca la totalidad. Ni siquiera con la ayuda de pequeñas máquinas (de información), cuyo apoyo a la Gran Máquina no es, a todas luces, despreciable. He aquí el lado caricaturesco de la situación, que todos conocen, pero cuyo aspecto cómico pocos

aprecian. Por el lado capitalista, la economía funciona, aunque con la perpetua arr.ertaza, conjurada hasta este día (1973), de una crisis mundial. Por el lado llamado "socialista" sólo la política funciona. Paradoja sorprendente si las hay: Marx, de cuyas ideas se declara partidario este lado, había anunciado lo contrario. ¿Qué es lo que funciona bien? ¿La vida polltica? No. Falta vida. Todo funciona

illr

tló

Henri Lefebvre

por la vía polltica, sin vida. ¿Hay alguna vez yida '

política, a no ser caricaturesca o en la oposición? En ambos lados, capitalista y socialista, la vida social desaparece, aplastada entre lo económico y

lo político, predominando allí lo primero, lo

se

gundo aquí: vaclo enonne en el que se instalan lo cotidiano, la familia, las relaciones *privadas', es

decir, privadas de amplitud, privadas de

capa-

cidad creadora. Situación conforme con el modelo hegeliano que desconocía el momento de las relaciones específicamente sociales para someterlas a

la racionalidad política y a la gestión económica. De tal suerte que estas relaciones, empobrecidas,. se reducen a Ia familia y a lo cotidiano, a la moral y al derecho. Lo "vividoD, puesto entre paréntesis, encogido, vegeta a la sombra del Estado. Los hegelianos, conscientes o no, para quienes su modelo estatal representa la posición de equilibrio entre los excesós y los deiectos de la auto ridad pública, esos mismos hegelianos podrían pretender que su modelo representa también la medida común (el mríximo común denominador) entre el Estado del capitalismo avanzado y el del socialismo en vías de crecimiento económico. ¿Les agradará también que señalemos otros mG mentos comunes: la importancia de la polÍtica y de la burocracia, la ucultura" oficializada como ideo Iogía, el cuantitativismo grosero, el crecimiento sin desarrollo de las relaciones sociales, la destrucción de las diferencias?

9. El modelo hegeliano

no peca por ignorancia, sino por desconocimiento de las clases sociales. El hecho de que perdure a pesar de esta deficiencia, de que mantenga su prestigio e influencia a pesar de (¿no será: a causa de...?) la crítica marxista, es una paradoja más. Releer a la claridad dudosa de

El

Hegel

tt?

la referencia hegeliana, un libro reciente ?, ambicioso y ya superado, no carecería de encantos para un irónico. Por supuesto que la crítica denominada marxista, que en Ma¡x se encuentra en estado ern

brionario, ha cometido errores graves. Ha desco, nocido incluso el modelo hegeliano, su alcance, su racionalidad limitada, pero poderosa. Crítica de izquierda o, si se quiere, "izquierdistao, ha me? clado y confundido todo: reacción, fascismo, autG ritarismo, liberalismo, intervención militar, en vG cablos simplificados, a saber: dictadura de clase, violencia, poder. Al esquema polltico difundido por la ideología burguesa, que pr€senta al Estado como (neutrol (cosa que no corresponde al modelo teó rico hegeliano, sino de lejos y bastante mal), la

ideología opuesta replicaba rnediante polémicas:

justicia de clase, enseñanza de clase, ciencia de clase, etc.; en una palabra, dictadura. El concepto de hegemonía atenúa y completa el carácter dema-

siado sumario del concepto de dictadura (de la burguesía). Hay hegemonía de la clase económicamente dominante. Lo cual quiere decir que actúa y lucha por captar a la sociedad entera, por modélarla de acuerdo con sus necesidades. La burguesla tiene las bases de su dominación en las empresas (la producción) y el mercado (que conoce cad.a vez mejor porque depende de ella y de su estrategia). Ahora bien, una sociedad, con las relaciones so ciales que implica, r¡o se reduce a lo económico ni a lo político. En una $ociedad hav tarnbién servicios públicos: la educación y la instrucción. la

justicia, la medicina. Hay uni organización del saber, de su transmisión, de su empleo. Estos

as-

pectos y momentos diversificados de la vida social datan de épocas pre-capitalistas: ningún corte las intermmpió bruscamente. tsn la sociedad moderna 7

Pour nationaliser I'Etat, Editions du Seuil, parls,

l9óE.

118

Henri Lefebvre

hay también una vida urbana y una relación compleja de la ciudad con el campo, con la naturaleza.

La burguesía lucha por la hegemonía, es decir, por ürarcar con su sello y plegar a su uso esos mG rnentos de las relaciones sociales, de la práctica y de la vida social" Y lo consigue a duras penas. Su lucha de clase se extiende a la totalidad, desbordando con mucho lo económico, la empresa, las cuestiones de salarios. El conjunto social no está "aburguesador de antemano, prefabricado por el capitalismo. ¿El Estado? Medio en mucha mayor medida que fin, instrumentr: más que objetivo, el Estado permite tra gestión del sobreproducto social, esa parte importante de la plusvalía (en lenguaje no rnarxista: de la renta nacional) que va a parar a los diversos ,,seryiciosr, a la sociedad en cuanto tal. Para Hegel, esta gestión, esta extensión del Estado a la sociedad toda, son lógicas: son partes integradas e integrantes del concepto de Estado. ¿Error grave? Sí, pero no tanto. En efecto, una gran parte de los hombres del Estado, incluidos aquelios que provienen de la clase económicamente dominante y que la representan políticamente, cometen este error. El poder les basta. Tienden a descuidar su papel hegemónico, que les asigna, sin embargo, si¡ clase. Esa fue la estupidez de la burguesía francesa durante un largo período: despreciar el saber, regatear casi sisternáticamente los "créditos" destinados a la gestión general de la so ciedad (salvo en lo que concerrúa a los sectores preferenciales: las carreteras, las escuelas primarias durante la III República francesa, por ejemplo). El anáIisis de la modernidad a partir de la referencia hegeliana descarta a un tiempo la racionalidad plena y entera de este modelo, y la tesis opuesta, la de un absurdo dictatorial mantenido

El "dossier,

Hegel

119

exclusivamente por la violencia. Este análisis crltico, correctamente realizado, parte de un examen de la gestión sociql. La clase hegemónica no hace todo lo que quiere, ni mucho menos, porque lo cotidiano y lo , mientras que la existencia del hegelianismo no se puede iefutar. Contrariamente a la opinión más extendida, el

128

Henri Lefebvre

"marxismoo ha sido inventado por los umarxistas>, que buscaban en el pensamiento y la obra Marx un sistema y que lo jnventaban (materialismo, economismo, teoría de la historia, teoría del determinismo y de la libertad, etc.). El pensamien_ to de Marx, sin ser incoherente ni clispir, n¡r_.tiene ta^-for¡na, de un sistema. Rompe con ló que le pre_ cede, sin-oponer-un.cuerpo doctrinal u ót.o, .,r"r_ pos. Las obras filosóficas llamacias nde iuventudo no tienen menos importancia que las obias económicas de la madurez y las obras pcilíticas clc sus últimos años. Se ha podido decir que r:l concepto de alienación, tomado por Marx dél hegelianismo y que anima las obras de juventud, .u*.. de un . Nada más exacto: una vez sepa_ rado de la arquitectura hegeliana, este concepto filosófico se queda en el aire. y, sin emba.gcl, .*.rr_ sarle bajo ese aspecto ¡r negarle el .status de con_ cepto es dar muestras de suprema pedanterÍa. Tiene uñ status social y no un statlLs ipistemotógico. Ha desempeñado el papel de fermento prodigioso, de una fecundidad inagotable, en cl conocimiento (en la .toma de conciencia,, como se dice corriente y repetidamente) de las condiciones prácticas, las de los obreros, las de las muieres, las de la juventud, Ias de los colonizarlos 1y Oe tos colonizadores). ¿Hay que seguir recordándolo? y si esta fecundidad se agota, no es razón suficiente para dcspreciarla. A su manera, Marx ha revelado, en ias condiciones prácticas, en lo ovivido>, una trÍada desconocida: explotación, opresión, humillación. Estos tres términos van juntos, sin confundirse. Participan de la denotación y de la connotación de un término único: la alienación. .Los conceptos de plusvalía y de sobreproducto poseen un status científico y, por tanto, epistemoló_ gico; entran en el dominio del saber adquirido.

El "dossier" Marx

129

¡De acuerdo! Pero se refieren a lo económico, ciencia particular; y es más, nadie está dispuesto a morir defendiendo o atacando el concepto de plusvalía, mientras que innumerables seres humanos han combatido y combaten aún contra la humillación y la opresión, a través de las cuales viven la

explotación. En segundo lugar, las tentativas teóricas de Marx quedaron incompletas e inacabadas. Las obras cali-

ficadas de filosóficas no contienen una filosofía ni otro omodelo" de elaboración teórico, sino un proyecto, el de la superación de la filosofía. Las investigaciones económicas sobre la acumulación, limitadas a Inglaterra, no proporcionan Llna comprensión completa del proceso acumulativo (aunque extraen el concepto, discerniendo claramente entre la acumulación del capital y la acumulación hegeliana del saber). El capital, con los estudios preparatorios y anejos, se detiene, inconcluso, en el momento en que Marx esboza el cuadro de la sociedad capitalista con sus múltiples clases, fracciones de clases y capas sociales agrupadas entre los dos polos y en torno a ellos: el proletariado y la burguesía, es decir, los campesinos, artesanos, comerciantes, propietarios del suelo, etc. En el momento del paso a Io concreto --a la práctica social-, la exposición queda interrumpida. En cuanto al Estado, Marx dice y repite antes de Lenin que es el problema central, la cuestión esencial. El conjunto de sus obras no contiene más que el esbozo de una teoría del Estado. Durante esos sucesivos bosquejos, ligada a las polémicas y a las obras panfletarias (como El 18 Brumario de Luis Bonaparte' 1852). una sola afirmación tajante, repetida: hay que destruir el Estado (y no exaltarlo y consoliáarlo siguiendo a Hegel)' ¿Cómo realizar este objetivo estiatégico, es áecir' cómo introducir en lo

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El

Hettri LeÍebrtre

real la visión anticipadora (utopía concreta) de una sociectrad liberada de su agobiante cobertura

131

cismo, economismo, teoría d.e la productividad y de la planificación, teorías del detérminismo (econó mico, histórico, sociológico) utilizaron de esta for_ rna ios textos, haciéndoles cobrar otro sentido, el de una época, de un país, de una escuela o de un

lo veremos desestatal? Durante toda su vida -ya etapas, los molas medios, los pués-, Marx busca

mentos de esta acción que define la revolución' Ni el saqueo anarquizante de ia realidad existente, ni la superación que se realizara en el seno del Estado liberal burgués, ni lo nvivido) que trascendiera tanto a la racionalidad como al humanismo y al liberalismo alcanzan ese resultado. No puede proyectarse rnás que por otro camino, por el camino de una lucha multiforme, más polivaiente que exclusivamente política, o económica, o ideológica y teórica sólo. En tercer lugar, ese carácter incompleto' quebrado, imperfecto del pensamiento marxista explica paraclójicarnente el (marxismo" y su éxito' Montañas cle textos, más o menos hábilrnente deduci percepción, G. I-ukács construía su de ellos extraer para sonal de los textos rnarxistas, a at-rierto inútilrnente un historicismo especulativo, Historiclase)' de y conciencia (Historia posible io

"dossier> Marx

upenSador>.

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Por estos motivos, ¿podría concederse a Marx el calificativo de ensayista genial? No. Los textos contienen algo más que sugerencias excitantes, y más tamtrién que un sisterna. Contienen algo mó_ jor: un vocabulario, una terminología, un lem_ guaje (dirían muchas pprsonas eminentes) clistinto dei lenguaje corriente'y del discurso cotidiano, diferente a los discursos elaborados pol. los espe_ cialistas (economistas, historiadores, sociólogts, etcétera) o por ios filósofos. Es muy distinto hablar de "beneficios, o de oplusvalíar. 114¿¡* describe. analiza, expone la sociedad existente de una forma distinta a la que se percibe y se concibe; la expone corno se vive, aunque ella misma lo desconozca, I-os términos y la terminología que emplea pusieron fin a las representaciones habituales, a los estereotipos, a la verborrea, ruidos de fondo y acompañamientos de esta realidad económico-politica. Marx no se contenta con las palabras; las ileva hasta el nivel de los conceptos; y esos conceptos Ios reúne en teorías. ¿Por qué no acaba ninguna de las construcciones teéricas emprendidas? ¿For falta de tiernpo? ¿Por falta de materiales? ¿For faita de método? No. El conocer quiere alcanzar nun todo, o, mejor, "el Todo". Pero el Todo se oculta. El momento crítico al intervenir ranto en (contra) las construcciones en curso como contra (en) el objeto por conocer, resquebraja el edificio antes de su acabamiento. Lo R.eal camb,ia durante el análisis. A la hora de la síntesis, ya ha cambiaclo. [,a exposicién, aunque escrupulosa, sólo puede

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Henri Lefebvre

avarrzar prudentemente jalonando el camino, mostrando el horizonte. De este modo, a través de las vueltas y revueltas del pensamiento y de la montaña de textos, muchos han empleado al menos el lenguaje de Marx; un lenguaje distinto a los discursos cotidianos del sabio de la burguesía y de sus upensadores". Joven aún, casi adolescente, Karl Marx reprocha al hegelianismo su (grotesca melodía pedregosa" (carta a su padre, 1837) y, sin embargo, se hunde en ella , París.

13ó

Henyi Lefebttre

Marx y a los marxistas o presuntos marxistas de "dividir a la clase obrerao. Espontaneístas sin sa_ berlo, los anarquistas combatíán violentamente el pensamiento teó¡ico; para ellos, el saber y el co_ nocer, cualesquiera que fuesen sus intenciones, provenían de Ia burguesía. De una primera acu_ sación de tipo general (dividir. a la ólase , que resume largos trabajos anteriores, es exacta, no hay omarxismo> más que a través de una interpretación. Y no porque el pensamiento de Marx sea (oscuro" o embriónario, sino porque anuncia, propone, proyecta, en lugar de constatar, en lugar de dar carácter definitivo (aparentemente) a 1o hecho y en vez de sistematizar lo cum_ plido, como el hegeiianismo. Constataciones y con_ ceptos sirven a Marx para explorar mediante la teoría lo posible y lo imposible. Si analiza el capita_ lismo, si expone en su conjunto la sociedad bur_ guesa, lo hace para demostrar su caducidad. Su hipótesis estratégica invierte la hipótesis hege_ liana, lo cual forma parte del vuelco revoluciona_ rio del mundo al revés, así como del saber momificadc¡ que quiere legitimar ese mundo. Igual que la base económica, igual que las relaciones sociales, igual que las demás superestructuras, el Estado, ¿se transformará en vi¡tud de contradicciones y de antagonismos que no podrá eludir mediante lá ideología, ni suprimir mediante la coacción, ni resolver mediante la acción política interior al sistema? ¿Postulado? ¿Presuposición? Algunos eso dicen. Pero ¿cómo conocer sin una hipótisis estratégica, sin un comienzo, sin un terieno de partida? ¿Con qué derecho afirmar la permanencia

El

adossier>

Marx

137

de una relación, la inmortalidad de un concepto, la

eternidad de un hecho? Dos observaciones más. La hipótesis del devenir, según la cual nada dura sustancialmente sin trans-

formación ni saltos, sin metarnorfosis, ¿no será la hipótesis inicial de Hegel, recibida de Heráclito (de quien el filósofo, en su Flisloria de la filosofía, dice: uCon Heráclito comienza la filosofía") y desmentida más tarde? Después de Parménides se reconoció que la idea del devenir eterno no carece de dificultades, que tropieza con la constatación de *seres, definidos, con el concepto de realidades distintas y estables (relativamente); así replicaban los eleatas a los heracliteanos. Que un sedicente filósofo heracliteano se pase al eleatismo es un asunto grave. Cuando Hegel pensaba todavía que con la Revolución francesa .el hombre se pone de pie y construye la realidad con su cabeza, es decir, con su pensamiento" (Filosofía de Ia historia, 926), creía en el devenir y en las inversiones dialécticas del devenir. Más tarde esteriliza el devenir y lo detiene. Marx recoge la hipótesis heracliteana. ¿Filosofía subyacente? ¿Afirmación no demostrada e indemostrable, admitida corno tal en el conocer sin decirlo, que le compromete y está com' prometida por él? Quizá, pero ¿cómo proceder de otra forma? Cualquier otro camino esteriliza pronto el pensamiento prohibiéndole el menor paso hacia delante. En la historia de la filosofía, el eleatismo no ha podido mantener su paradoja: la detención del movimiento en beneficio de la estabilidad y del equilibrio. El camino eleático, ¿no conduce a contabilizar las cosas, a registrar los detalles, a anotar los grandes o pequeños sucesos admitiendo la repetición de esos sucesos, la reproducción mecánica de las cosas, el servilismo de lo oreal"? acaso

138

Henri Lefeb.vre C¡1e Heget y, sin embargo, profun_

,^Y1_l.t"li1no oamente antiheseliano: así se define ei punto de partida del penlami""to esta -u.*iJü'ñ; defi_ nición se precisa en.una actitud g""".ul hechos, las constatacionos ¡^" .]--t^^^l- ante lc¡s s e convierte ." acción: oTomar""f1?::ii;i?i,iill"iJ;:#T cada cósa y'rod;; iJ, .oru,TT; po, su lado cambiante, perecede.o; mostrar Ia ^"*iirbrio, apa_ riencia en toda e.stabilidad, *i. roda inrnovilidad; acenruar el devenir; Ios gérmenes de destrucción y de autád.ri.tr..i0n ";iii;". qrr. Ileva en sí toda realidad...o.

¿Habrá en el fundamento de ese camino una elección, una opción,.es decir, un acto Je votuntad? F-n

cierto s"ntido, ,i, y ua." ;; propósito de este fundamenro ;ñ; _i;;.

a Hegei a En el coA"f ;;; die Tat ...,, -oAm dice Fausto. por esta frase ";; no ;;r1".;;'"1' g"rro q.r. mienzo era ta acción.

desplaz¿ un objeto, sino una u..i¿" u"fi'escala del mundo: un acto, v no_una idea como la Idea hegeliana. Entonces, ¿volu"ru.i._oi"¿"frig*utir_ol No. La fuerza de l\iarx proviene a" q,,r" ?"_uestra la coincidencia. tógi,c1 de esre pÁril"¿t pobtico con el imperativo del pensami""t" a"f conocer lr^ como tales. No hay conocimiento qué no-inserte el hecho en una reláci

;" ü ;j13h,1:."""j"TS.;,:X;:T'# :1:ió; tanto, su aislamiento

ni considere s,, moaiticu"i¿n,

su transformación, su desaparici¿" ui"i"uf. Esto es 19 qy." declaraba Hegel a p.op¿riio á" iiin"roaología dialéctica, cuandá .;p";;;;;;-#. su

-;ñ;i", lu No sin dificultades.. e" reflexión,"f""to, ;;lqui!;'#; Tflr_ot,."ulquier s"a pr]¡r?Io

rigor.

pensa_

de cono-

r.rn u.to tiene que co_ :lmrento- gu-e menzar. Nada más difícit que el Hegel, quien va a buscarlo^ tr" ""_;;;;, dectara l"j;;;;;l-.profrrdame-nteo y tan abstractamente"como-^sea posi_ ble: Ia pura sensacjtn (Feiimenrí"*i la pura

El "dossier, Marx

139

identidad formal (Lógica), el puro origen metafísico (la ldea). Cuando Marx exponga el capitalismo y la sociedad burguesa irá a buscar el comienzo de su exposición tan lejos, tan abstractamente como Hegel: en Ia forma pura del .valor de cambio>, en la mercancía en general, en el trabajo abs-

tracto (social medio). Pero al principio de su reflexión crítica y de su obra, el comienzo de la acción y del pensamiento, el acto inicial se producen prácticamenfe, es decir, políticamente, término que designa un terreno en el que el pensamiento se instala y iealiza su actividad, es decir, su lucha, que le lleva al examen crítico de lo político incluso (de las políticas reales). La filosofÍa pura termina en un callejón sin salida. Se desdobla en positivismo (fetichismo del hecho, de la constatación) y voluntarismo (actividad que pretende cambiar el mundo sin conocerlo). El camino de Marx evita el callejón sin salida; no cae en el clilema y resuelve el problema. En el principio es la práctica: el acto que plantea y supone que el mundo puede cambiar cambia- y que se -porque inserta en la práctica social y politica para orientar el cambio. En el transcurso de su historia, con Hegel entre otros, la filosofía alcanzó la dimensión y la amplitud del mundo. Lo midió con todos sus problernas. Se hizo mundial. Et filósofo que se niesa a admitir el mundo tal como es (cosá que hacJn el positivismo, el empirismo y pragmáticamente el realismo polÍtico) quiere cambiarlo. euiere, por tanto, realizar la filosofía, concebida como proyecto de un nundo diferente, como perspectiva y horizonte de una realidad (humana) iuperior, ma! cierta. ¿Por qué rnedios ese filósofo va a realizar la filosofía? EI filósofo calla; impotente, torna a sí y afirma estérilrnente su voluntad. En este momento, la filosofía se acaba y se supera. ¿A conse_

l/m

Henri Lefeb.ttre

cuencia de qué? A consecuencia del postulado revo, lucionario que eleva a un nivel superior el conocer y el ser activo. ¿Postulado? Sí, e incluso postulado politico, necesario una vez más para que los ante-

y saber) conserven a continuación un sentido y un alcance, y para que haya consecuencias incluso aunque esta continuación difiera totalmente de lo que la precede.

Marx

V7

nio de ese proceso racional-, la -unael regulación realidad urbana corre peligro de d.estruir sus propios recursos y de destruirse a sí misma. presintiendo los problemas llamados ecológicos, aun_ que sin pensar que pudieran pasar a un primer plano, Marx cc¡nsidera una auto-regulación elobal de los procesos productivos, pero -no piensá que una regulación de los intercambios al más alto nivel (ciudad-campo, por ejemplo) pueda hacerse automáticamente, sin intervención de una actividad y de un conocimiento. El lector descubre hoy esas intenogantes, esas indicaciones, en los fragmentos de Márx que no figuran en las (vulgatas). ¿De modo claro y dis_ tiltol No. Hay que leer esos textos con los ojos del siglo xx, interpretarlos en función de un sislo

de experiencias. ¿Puede haber otro procedirniento para estudiar textos que no tienen ninguna relación con la litera_

tura, que difieren de ella tanto por la forma (un lenguaje distinto al lenguaje común, sin que ese lenguaje se singularice mediante un esfuerzo in_ dividual, el del autor) como por el contenido (un análisis de lo actual orientado hacia lo virtual)? Ya Hegel había definido esta trayectoria: profundización regresiva del comienzo (aquí el-pensamiento dc Marx) y determinación progresiva de ese comienzo como tai, tomado cada vez de forma diferente, sin que haya una lectura d.efinitiva v una fijación dei sentido. 4. . Por lo que respecta al Estado, en la obra de Marx no se puede encontrar un *modelo> de realidad política. Por el contrario, en el coniunto de su obra hay un minucioso examen crítióo de la teoría hegeliana (además de num.erosas anotacic nes polérnicas contra tal o cual hornbre de Estado.

148

Henri Lelebvre

notas que también apuntan contra el Estado co rrespondiente. ¿Por qué esta ausencia? En tiempos de Marx, el Estado comenzaba su carrera fulminante; fuera de su existencia sobre el papel en Hegel, no tenía ser político más que en Francia. Marx vio el hundimiento del bonapartismo en Francia y el auge del Estado en Alemania, con Bismarck y Prusia. En Inglaterra, el Estado, vinculado al mercado mundial y a los inicios del capitalismo, seguía siendo débil. ¿Estimó Marx quizá suficiente la crítica de la teoría hegeliana sin reemplazarla por otra construcción? ¿Juzgó acaso las arquitecturas estatales demasiado frágiles, demasiado rápidamente modificadas, para merecer una elaboración teórica? ¿O no pudo captar los lazos entre el Estado y el modo de producción (capitalista), al no tener a su disposición más ejemplo que el de Inglaterra? Marx no puede reprochar a Hegel ignorar la producción y despreciar el proceso productivo, con su doble aspecto: uno, estrictamente considerado, el trabajo, las actividades económicas (fuerzas productivas), la fabricación de objetos en función de la demanda y de las necesidades, y, otro, en sentido lato, la producción de relaciones sociales y de la sociedad, la autoproducción de la realidad humana.

La filosofía hegeliana de la historia y de la auto producción por el ohombre" de su propia realidad

pasa por el filtro de la antropología feuerbachiana. ¿Quién vive? ¿Quién actúa? Un ser sensible y sensitivo, un sujeto-objeto que nace de la naturaleza y que jamás sale de ella, aunque la modifique. Hegel concibió en toda su amplitud la acti' $.vidad productora, al separarla de la naturaleza en nombre de la Razón (de la Idea). Feuerbach restituye la naturalidad, despreciando la actividad. Marx restituye la unidad del nser humano' (social)

El .dossier> Marx

149

al superar la racionalidad especulativa de Hegel y el naturalismo limitado de Feuerbach: al romper sus límites en un movimiento dialéctico. Percibe, además, los nuevos problemas que surgen durante esa superación: ¿cómo un , pero cuyo auge presiente), administra el conjunto social, es decir, el Estado, los nservicios públicos", educación e instrucción, sanidad, investigación científica, etc. La burocracia, para estas actividades, dispone del sobreproducto

socíal que consigue por diversos medios: los impuestos, las empresas del Estado, etc. Es de todos conocido hasta qué punto este problema del scbreproducto y de su gestión preocupa a Marx en La crítica del programa de Gotha, 1875. La burocracia orgániza y administra estos servicios, teniendo en cuenta los intereses existentes y, por tanaquellos que dominan económicamente: Ios intereses de los capitalistas y de la burguesía como clase. Por rnedio de los burócratas, la clase económicamente dominante tiende (no se trata de ningLlna manera de un hecho consumado, de un estado de cosas conseguido desde el principio) a ejer' cer su heg.:.monía, a modelar incluso las necesidades, el sa,ber. el espacio social. No sin resistencias, po¡ supuesto, entre ellas las que se clerivan de la autodefensa de las diversas instituciones, refugio de la burocracia. Pero ai mismo tiempo (y jamás se insistirá bastante rrrr €sta simultaneidad) los aparatos burcrcrático-políticos tienden a eievarse por encima de la sociedad; ¿r donlinarla en lugar de administrarla. La ascensión del conjunto hacia la abstracción, aplaudida por Hegel como signo y prueba de racionalidad, posee este lado absurdo. Los gestores de la sociedad dejan de administrarla por cuenta de la clase dominante y consiguen una realidad autónoma. Incluso pueden llegar a imponer sus intereses específicos, a saquear a la sociedad entera. incluida Ia clase económicamente

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Henri Lefebvre

dominante (no sin tratarla con cuidado ni sin que ella se resista enérgicamente). Este proceso de autonomización, que permite al Estado y u ,.r, uou_ ratos_ gravitar pesadamente sobre ta sotieaaa y lo social como tales, no carece de inconvenientes. AI no ser controlados por abajo (democráticamente), los elementos del cuerpo político se dividen; compiten entre sí por el podei y sus ventajas. Elevado por encima de la sociedad, el Estadó se desmorbna siguiendo unas líneas divisorias, como cual_ quier sistema. La rivalidad agudizada engendra la violencia. Unas veces los militares, t_rtral los poli ticos (que poseen un aparato) se aprovechan de la situación, despreciando a los poseedo."s del saber (los técnicos superiores y tecnócratas, que, por

otro lado, se toman con frecuencia el a"sqrite, porque no se puede prescindir de ellos a la hora de administrar la sociedad).

Marx expone este doble movimiento dialéctico en el seno del Estado y de sus aparatos en El 18 Brumario de Luis Bonaparte, después de haber descrito y analizado sus condiciones al enfrentarse al hegelianismo en La crítica de ta fitosofía d"el Estado (en Hegel). En 1852, un grupo de aventureros políticos y militares se apodera de la sociedad francesa y la saquea. La lumpemburguesía, unida al lumpemproletariado, se apodera del Estado, ya elevado por encima de la sociedad, y lleva el proceso a su término (lo mismo que más tarde hará el fascismo). Marx pone al desnudo en el bonapartismo esta tendencia del Estado,.desde el momento en que cesa el control democrático por la base. Tendencia: Marx no analiza más que tendencias, movimientos, procesbs, es decir, odeveni¡es'. éste el Estado hegeliano? No, pero es lo que le"Es espera, aquello hacia lo que va si nada le a-menaza por abaio.

El

qdossier" Marc

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Marx revela la verdad social del Estado político. Como lo comprendió Hegel, quitando importancia a su descubrimiento, tiene una base social: las relaciones de producción. Por tanto, la clase obrera, vinculada a las relaciones de.producción precisamente porque no tiene ninguna relación inmediata con la producción, sino relaciones mediatas (contractuales, puesto que hay contrato, verbal o escrito, del asalariado con el patrón) con los poseedores de los medios de produccién, esa clase obrera forma parte de la base: el Estado pesa sobre ella. Los sucesos políticos franceses desde 1848 a 1852 ilustran todo el proceso. El Estado francés, fuerte desde el antiguo régimen, reforzado por Napoleón, centralizado, no tenía, sin embargo, nada de un Estado moderno. Al erguirse el edificio sobre una base agraria, la burocracia estatal (la administración) unía entre sí a numerosas unidades de producción aisladas, las de los campesinos parcelarios de las aldeas y pequeñas ciudades. Con la Restauración se acentúa el carácter ficticio de la consrrucción estatal, ya que la base cambia: los campesinos se modifican y aparece la claSe obrera; en 1848 esa clase obrera se manifiesta v el edificio se tambalea. La República no llega a reconstituirlo ni. a reconstruirlo en función de las nuevas realidades, la industria y la clase obrera. Entonces llegan los aventureros que mediante un golpe de Estado se apoderan de esa soberbia presa. EI edificio político moderno pesa, por tanto, sG bre la clase obrera, a la vez para mantbner las relaciones de producción, para organizar el consumo y, si es posible, vigilar la producción, y para garantizar la plusvalÍa destinada al conjunto de la sociedad, los diversos .,serviciosr. Tal base nada tiene de estable, ni de equilibrada, ni de racional. ¿Y las fuerzas productivas? Crecen

"

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y las condiciones cambian. ¿Las relaciones de pro, ducción? Relegan la propiedad privada de los medios de producción (inciuido el suelo) a lo irracional, aunque su peso político aumente. ¿Las clases? Su número cambia sin cesar; desaparecen clases como tales (por ejemplo, en Francia, los propietarios de bienes raíces) y otras nacen (los campesinos parcelarios después de la Revolución francesa y su reforma agraria). Una paradoja más: la construcción hegeliana expresa una , un determinado resultado de la historia, y, además, un proyecfo, una esperanza, un horizonte, el de la burguesía. Hegel, al desconocer sus propios presupuestos, como todo filóso fo, ignoró esto hasta cierto punto. En la medida en que Marx elabora una teoría del Estado, ésta comienza como crítica de la teoría hegeliana en las obras de juventud, prosigue polémicamente contra el bonapartismo, se acaba con un ataque contra el partido socialdemócrata alemán, ataque que apunta a través de éste a su inspirador, F. Lassalle, el , por (la abolición del sistema de salariosu. ¿Por qué medio? Mediante el establecimiento de cooperativas de producción con la ayuda del Estado' ¿Qué Estado? Un uEstado libre" (artículo 2 del programa). ¿Qué quiere decir Estado libre?, pregunta Marx. ¿Estado independiente? ¿Estado libre en sus rnovimientos en cuanto Estado? ¡Pamplinas peligro sas! '"La libertad consiste en convertir al Estado de órgano que está por encima de la sociedad en un órgano completamente subordinado a ella, y las formas de Estado siguen siendo hoy más o menos libres en la medida en que limitan la 'libertad del Estado'..." Lo cual disipa las monstruosas confusiones, los monstruosos abusos de lenguaje del programa. ¿El Estado en general? Es una ficción. Los Estados modernos colocados en un terreno común, la sociedad.burguesa, pero en el seno de un capitalismo más o menos desarrollado, tendrá-n, por tanto, caracteres esenciales en común y difeiencias secundarias. Cuando el partido obrero ale-

El "dossier" Marx

159

mán declara que acepta el .,¡¡¿¡gs político" existente, el Estado del Imperio prusiano-alemán, hipoteca gravemente el porvenir. Elimina de antemano

lo

esencial de la transformación revolucionaria, que cambia la sociedad capitalista en sociedad comunista, a sáber, la fase de transición, ncuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariadoo. Fngels y Lenin llevan hasta el final lJtesis marxi3ta. E'n el-plano político, ¿en qué consiste la revolución? En tres actos sucesivos y encadenados; acabar con el Estado en tal coyuntura nacional; construir otro edificio

político, el de la dictadura (o, mejor, de la hegemonia) proletaria; poner así fin al Estado y a la política por decadencia (y no por disgregación, co. rrupción, etc.). En resumen, mediante dos verbos activos: reabsorber la política y absorber 1o económico en lo social al establecer la prioridad de éste. Tal es el objetivo estratégico. "Cabe entonces preguntarse: ¿qué funciones sociales, análogas a las funciones actuales del Estado, subsistirán entonces?", pregunta Marx en términos reveladores; en la sociedad que él prevé, las funciones políticas (suponiendo que la política tenga algunas ufunciones") habrán desaparecido, reempiazadas por funciones saciales. Y en adelante no habrá problema de funciones económicas. Lo social, uemancipado>, como se decía entonces, libre de lo económico y lo político, alcanzará su plenitud. Se desarrollará como tal. Las funciones sociales, que sólo serán anáIogas a las del Estado político, saldrán de un análisis racional (científico) de la sociedad. Y, añade Marx, no se avanza hacia la solución del problema acoplando la palabra upueblo> a la palabra e incluso fascis_ ;-toide). Y hace poco, el retorno a Nietzsche, llevado a cabo con imparcialidad por historiadores de la filosofía, ha restablecido la verdad textual:

"d.ossiern

Nietzsche

187

tido, la verdad y, por último la Identidad (la del sl consigo, que permite nambrar y tener lo nombrado). Este filósofo profesa a su vez el gran des-f precio: el d.esprecio por lo que no es grande. Como ( Nietzsche, pone la civilización (mal definida, hay f que admitirlo) por encima de la sociedad y del Es- i

tado.

.!

¿Sigue siendo un filósofo este filósofo moderno?

se han mutilado los escritos de Nietzsche para odeformarlosD en este o en aquel sentido. La hermana de Nietzsche, Elisabeth, después de la mueri"' te del poeta-filósofo, fue culpable de una falsifi cación; reaccionaria, antisemita (por la influencia de su marido), no dudó en modifilar el sentido de los textos mediante montajes, supresiones, etc. Y una vez restablecida la veráad histórica, Nietzsche tampoco ha dejado de padecer algunos ultrajes. Racionalizado, sistematizado. doematizado y al hombre, llega a matai también el sen-

r

Si sólo se interesa por Nietzsche a través de la filosofía (o porque la lingüística se ha vuelto a poner de moda, ciencia llamada en tiempos de Nietzsche y por él ofilología'>), ese interés no va muy lejos; deja a nuestro moderno pensador muy tranquilo en medio de esas categorías que cree haber superado y que conserva religiosamente. Si ese pensador moderno llega hasta el fin, si comprende en el fondo la Este es el comienzo de un escrito breve y decisivo de 1873 Introducción teorética sobre la verdad y la mentira en sentido Qctra-moral, escrito que no sólo presagia las opiniones ulteriores de Nietzsche, sino que contiene una teoría del lenguaje, teoría de la que hace poco se ha comprendido que amrncia y desborda las elaboraciones más modeinas de la lingüística, de la semántica, de la semiología o semiótica, de suerte que su comprensión hubiera evitado muchos errores, muchas extraPero ese escrito también fue relegado polaciones. ^a la sombra, oculto, desconocido, perdido entre los esbozos, los borradores, los proyectos, las obras de juventud. en que He¿Qué ha ocurrido entre el momento centro en^el pone gel, sin reservas ni escrúpulos' confundiendo Saber, el y universo á"í no-Ut" del el logocenttitmo, el europeocentrismo, el antrc po""ñttir*o en la misma iilosofía de la idea' y el momento en que para Nietzsche la tierra' el homUr" v fu concilnciá no son más que azares felices' quiá de la naturaleza material, en el infi"ttoi"t nito del espacio Y del tiemPo?

196

Henri Lefebvre

,Se han producido muchos acontecimientos científicos .y,- especialmenre, l; ;ü;;; Darwin, ta teoría de la evolucién. Zos origii", ¿i to,

especies aparecieron poco antes quf- "n de Marx (1867). EI mundo cte¡tífico ." "opitot, resentirse con el terrible gofp. iri#i".r"al debió á;á; por Darwin a la teología, a la.fitosofíJ tiadl.ilái. un nuevo aspecto del hombre en el mundo- entraba en escena.-¿En qué mornento conoció Nietzsche la teoría de la evolución y .o".lUll *rá unidad entre esta teorií y p;;;;;i;;ro especie de de Scho_ penhauer (que sitúa en ei origen "r á" lu-.".l¡¿ad hu_ ^ mana la vida inconsciente y ü;.;;;."a lugu, de ta Es difícit p...íru.ro,]l;;';o ," "r,puede _Idea)? rgnorar que esa sobre et que "elpensamielrb Marx basó su secuencias?

diante Feuerbách, ese

;-r;rigi".r¿o"i H.e"l *"_ ,,hombre;;;; ir.r"r,,u yu

como et hijo predilecto de que lo hacriado, alimentado, h M;;.;atu.rleza, llerraio-en-sus bra_ zos para alzarle hacia las !.rru*i".r_ to. Este natu¡alismo que privilegia ".r*u."r--Já aún al ser hu-

El

"dossier> Nietzsche

197

mano y que proviene, sin duda, de Espinos_qr esg materialismo optimista se derrumba,.tr$l hOrnbré-¿, para los darvinianos no es más que un produclg del azar; las especies, en su lucha por la vida, han dado lugar a formas aptas para la lucha, mediante la desaparición de las demás. I-a especie humana parece extraña. Lo cual para la teología y la filosofía clásicas significa que esta especie permanece extraña a la naturaleza, a la materia, a la vida y, por tanto, corresponde a una teoría de la trascendencia. La teoría de la evolución obliga a la naturaleza humana a volver a las filas de la naturaleza. Fuede llamarse entre los géneros más generales: vertebrados, mamíferos, etc. Sus caracteres específicos se definen, sin embargo, bastante mal y la antropología a duras penas puede establecerse en un plano científico. ¿Qué caracteriza al hombre? ¿La palabra o el lenguaje? ¿La posición de pie? ¿El cráneo? ¿La quijada? ¿La mano y el trabajo? (para Marx). ¿La conciencia de sí (que piensa)? ¿La risa? ¿El saber? La teoría de la evolución sugiere otra interpretación del .hombre': la especie humana señala el

"fin" de Ia naturaleza. ¿En qué sentido? ¿Finali-

dad? ¿Agotamiento? ¿Error? ¿Especie fallida? La filosofía del querer-vivir en Schopenhauer a;gra.va estas preguntas sin responder a ellas. ¿Qué es el saber según Schopenhauer? Una especie de es-

tado incierto, mezcla de querer-vivir ciego y de renunciamiento a la vida, mezcla de afirmación y de futura autodestrucción de la especie humana. así como del mundo. Entre Hegel y Nietzsch" t, y en pocas decenas I

de años, las ciencias han cambiado y avanzado, con

t Hegel y Goethe mueren en 1831 y 1832. Marx comienza a escribir y a intervenir en la vida política hacia los veinticinco años, hacia 1842. ,Su último escrito importante data de 1875. En ese momento, Nietzsche ha publiiado ya

198

Henri Lefebvre

importantes consecuencias de orden .filosóficor. Pero hay más. En primer lugar, dos fracasos de la revolución según Marx: en 1848 a escala europea; en l87l en Francia. ¿euién se beneficia de ástos acontecimientos? La Alemania imperial, que pre_ cede al imperialismo. La contribución dJ suérra pagada por Francia estimula la industria aleñrana: es el "ds5pegue>. En pocos años, Alemania recu_ pera su atraso económico y político. Al enjugar ese retraso, pierde su genio teórico y lo reemplaza por la pesada erudición de los bárbaros cultivados. EI Canciller de Hierro triunfa en todos los frentes. .',.r,t''iNo asi-q-te Ni.9_17_s-ghe a la ascensión ostentosa de la;voluntad ae poüiZ Durante algunos años no disiierne Su,ó-'ccintornos políticos" La denomina ¡ . todavía como Schopenhauer: querér-vivii. p;;;; poco, y no sin dejarse impresionar a veces por la Grandeza Política, va comprendiend.o que tá Urii_ queda del poder rige las relaciones sociales tanto y quizá más que la búsqueda de beneficios, dinero y honores. Percibe, por tanto, que la vinculación de esta voluntad de poder al qúerer_vivir biolóeiconaturalista de Schopenhauer es una operacién filosófica en el peor sentido del término: éspecula_ tiva, abstracta. ni) i/ qt'iátt" esto ó aquétlo-'-si1o :om9 t1a]a-de domir"ili" qü'Jatrri"te'a-los -ot-ros'-aué las conduóia-s'en nar: libido aom¡naná¡' captaá1 trumana v' sobre -" especie la ;;;itü; y".ipolíticas de Ertudo, ta voluntad de poder ilumina' ;á;;; como"' i;;;;"1; v la vida' Y no a la inversa' Io ignora)' Nietzsche. (a quien iluúiu ái"n" Iriarx el aclara resultado el ant"iior' ulterior aclara to

'et;mo (suieto q,r"

'

pri".lplt, el desarrollo acabado permite

compren-

der el proceso. sólo Lo esencial rle su experiencia' que Nietzsche anincluso capta con horror -huye de Alemania bisEstado el que es de 18io-' ;íA;^s;;; a ' va *^..ti""t] imitador del estadoa napoleónico que Europa ;;;;i; de modeto a Europa'- enuna sus armamentos .it"ü":á *n un ahínco febril en actitud heroierizo un de y presenta eI aspecto 21 de febrero del carta una iJ", ¿i." irónicamente declaracioá" igtis. Lt que lleva a las fulgurantes luego primero' Estado el nes de Nietzsche contra contemson declaraciones Estas Á1"*u"iu. El "t"tt. to cavi-ciencia v de zaratustra' ;;;;;;;; darviniano'- que procasi ür;;'";ot,rcio"iéta, ge-ne1-', el duce (con otros ascendientes en -árb-ol I chamfort' ;;;;t)-;- saber, i" Rochefoucauld' demaHumano' de crueles S"rt;il^D to, uiotit*"s cuando Nietzsche ;;;l;i;;"no, es^época termina que que el secreto del hombre' si es ;;;;;;ü; Ia a traído o invocado ser tiene alguno, no puede

luzennombre¿"""uteoríabiológica.Elsentido en una rea-

o tu u.rr"tt"ia de sentido se descubren declarado había ili"J ¿. ord"n trlsi¿rico, como si-se defiende aparece sólo Hegel, pero el sentido Lo que lleva hegelianismo' del contrana la opinión '1 más le¡os: hacia lo Sobrehumano'

"'6¡i-

ii ánti":he

.ol"pJ.*uu,

w

is s en

sc

haf

r

comienza

v

concluye

los últimos de los cuales' en apéndice

200

Henri Lefebvre

del volumen, llevan por título Lieder ctes prinzen Vage.lfrei, Cantos del príncipe Fuera de la Ley. Desde el primer canto, el príncipe, .arrturrdo co_o un pájaro, ataca a todo el Ociiáente y lanza el d."r^?fíg al Logos a través ¿. C".tn., parodiando el final del segunclo Fausto: Weltspiel, das herrische. Mischt Sein und Schein Das Ewig _Niirrische Mischt uns _ Hinein! ...

(El gran juego del mundo mezcla la apariencia el ser; y la eterna locura nos mezcla u arorotro"y

mismos.) Los fragmentos inmediatamente anterio_ res ponen de manifiesto el pensamiento profundo de Nietzsche: entre otros, el célebre nrimero 377 de La Gaya Ciencia; oWir Heimattosei-...,, (.Nosotros, ios_ sin patria"), fragmento que se intercala entre el balance del germanismo y el de Europa (véase pp. 35ó, 357, 362, etc.). Nósotros, tos sin patria, somos también los sin miedo. nFurchtlo_ -sen>, título de Ia quinta y última parte del libro. ¿aratustra va osadamente más lejos y golpea más fuerte: u¿EI Estado? ¿eué se quiere decir?

¡Vamosl Abrid los oídos, voy u haülaros de la

muerte de los pueblos*.El Est-4jó, el más frío de los .tnos monstruos, es frío inóluso Euáir¿o mienti, j, esta es la ¡nentira que escapa cle su boca. "_Oh mistral, cazador de tormentas-), y adopta su forma de vivir, sus valores: la gaya ciencia. Quiere encontrar allí la salvación, ,,die grosse Gesundheit,, (fragmento 382). Reniega de Alemania, su patria, que ha olvidado la vida y acepta el peso del Estado, además del peso de la cultura pesada y del saber pedante. La correspondencia confirma la sinceri-

dad de estas apreciaciones cada vez más severas a partir de Aurora y de La Gaya Ciencia. La carta a Overbeck del 18 de octubre de 1888 resume la requisitoria nietzscheana contra los alemanes, que llevan sobre su conciencia . Cada vez que Europa, buscando su camino, ha visto abrirse el horizonte, los alemanes intervienen y acaban con las posibilidades. Cuando en el siglo xvrrl en Inglaterra y en Francia se descubre un modo científico de pensamiento y de acción, Alemania pone en circulación la filosofía kantiana. Alernania derrota a NapoleÓn, el único que hasta entonces ha sidc,¡ capaz de hacer de Europa una unidad económica y política. Los alemanes tienen hoy (1888) el Imperio metido en la

cabeza y, por lo tanto, el recrudecimiento del particularismo, oen el momento en que se plantea por primera vez el gran problema de los valores". Ningún momento fue nunca tan decisivo, ¿pero quién podía sospecharlo? Los alemanes arrastran a Europa y al mundo occidental por el camino de la decadencia. En cuanto a los europeos que se lanzan por el camino clel progreso (económico, tecnológico), ignoran su clecadencia. Van a malograr a E,rtopu, como los griegos después de Peiicles malograron Grecia y cayeron en una vida

202

El

Henri Lefebvre

cmpobrecida, en (la voluntad de perecer, en la gran lasitud... u. ' Por Io que a Nietzsche se refiere, huye, como ntás tarde harán tantos poetas y artistás (luego ''itantos turistas), hacia loJ países . Algunas observaciones de pasada. En primer lugar, ¡qué notable simultaneidad, qué lumlnosa concordancia entre la crítica de Márx al programa del partido socialdemócrata alemán y la crítica del estatismo alemán por Nietzschel Las mismas fechas concuerdan. En las cercanías d; lg7J, Alemania y Europa Alemania domina_ toman un mal cariz: -donde la presión del Estado es tan.r fuerte y está tan racionálmente (ideolágicamente) justificada que aplasta toda acción y t6do p"rrs._ miento,_incluso aquellos que se crJen revolucionarios (los de la socialdernocracia). La crítica nietzscheana tiene el mismo punto de partida que la crítica marxista: Hegel y el hegeIianismo como teoría del Estado, !.i.í.ipio y t. práctica estatales como aplicación"tdé la racionalidad política, particu_lar de Europa, sotre la que Hegel ha teorizado. El mismo prlrrto de partida en direcciones divergentes. Las ptesías d.i t;;;p;:-' Pájaro se distancian de los eicritos de Marx y de Eagels, hasta el punto de no tener nada en común, ni siquiera la intención crítica. Marx y luego Engels negocian no sin reticencias con lós pJtiti.oi y pensadores_ nde izquierdan alemanes isalvo con uunrrng). Contra viento y marea, Marx primero ;: y.Engels,después continúan apostando por la clase alemana, la primera del mundo poi r., orgu_ :9_l= nrzacron y por su conciencia. En ese mismo mo_ : mento, Nietzsche desespera de Ia Alemania toda. " 1

odossier, Nietuche

N3

demócratas y socialistas incluidos' El Príncipe-Pá-y hacia el sur i"i" tt" roto ios lazos; dirige su vue-lo y de la del.vivir óiencia Ia ir"""r"'i^ ó"v" Ciencia, (¡qué amor del poesía, la de goce, del ,utuu.i¿t, revolucionarios' i-"i"ij. iwr"ntias i¡tarx y Engels, por fuera de la ley a su manera, son traicionados el busca que Fuera-de-la-lev' i;;';ñt: "iírincipe a*ot,"tu io"rrtu, el goce, la gaya ciencia' no encon'

trará nada

8.

Segunda observación. La grandeza y decadencia'i del ímperio romano obsesionaron en Europa a

g"rr.ru"1orr"s enteras de personas cultas' incluido íf"g"f Cada analista polÍiico buscaba cómo evitar r

-tli

puit, a su reinb y a :u- rey el declive del poa".'ro*uno' Hegel vio ahí la prueba de suy ley diulé.ti.u sobre las relaciones de la cantidad de es-

u

la cualidad: más attá de un límite determinado límite' "'r it que se ha formado más acd de eseproblemas l"fi. y temas los Nietzsche a aporta Cte"iá

, ,

de su meditación, en la medida en que su pensapara miento se orienta hacia una retrospectiva que los plantea Nietzsche historia' la de Ji aifi"t" griega filosofía proUt"-ut del Logos europeo a la ;;;; t áespués dá Sócrates, a los pensadores políticos ieristoteles y Platón), a los moralistas griej"t,-"ttoi""s, epicireos. Como Marx prescribe me' en los Grundrisse, el pensamieníodológicamente -del presente al pasado para interrogarlo' va to antes de ir del pasado al presente para reprol""iil" (explicarló históricamente)' La marcha prila *"ru y i rrrdu*"tttul se define regresivamentei lusegundo en *ui"ftu progresita viene después, gar, entrecoitada por interrogaciones vivificantes' L" in" Hegel habia visto y dicho, pero no hecho' prl"rto qnJt.t historia reconstruye (engendra' res

Alusión a la triste intriga entre Nietzsche y Lou Salomé' desgraciado de amor cortés (1882)'

"otuyo

204

llenri

Lefebvre

produce a grandes rasgos) el tiempo de la génesis histórica. pregunta a Grecia sobre Europa. Acle,^I1":.1,.n" ranrandose a su tiempo, se siente europeo porque ya no se siente alemán. pero Europu, ,., t-ogf, y,.,, práctica (económica y política) le inquietan.

Los griegos se perdieron tras una epoca magnÍficamente ascendiente. Se suicida.or, á., guerras suscitadas antes por su genio agonístic3--(polémico). Europa no puede compararse con el Imperio ro mano, víctima de su grandeza, amenazada desde fuera por tos bárbarorlEr.opu.'s. a Grecia, salvo en que en Grecia dominaba li;;;;; clu¿aa-f,sta¿o y no el Estado-nación. Europa se le parece por su genio audaz, su razón co.rq.rirtado.u y ,.r, luchas intestinas. En el momento en que toáas las esperanzas parecían permitidas, la ciudad griega enira en declive y Grecia en decadencia: no"por declive de rrn imperio, sino por decadencia de una civilización, Io cual es mucho más grave. ¿Es el quid de Europa? ' Tercera observación. En esa Europa de las postrimerías del siglo xrx y en esa Alemania desana_ recen la comprensión y la comunicación en el nivel más elevado, que forja la civilización y la alta cul_ tura. Para hace¡se entender hay que proceder mediante referencias, citas, erudi.iOrr. por lo que se refiere a Nietzsche, igual que por lo que se refiere a Marx, la incomprensión y los malentendidos adquieren proporciones extravagantes. Nietzsche lo sabe. Como también Marx. Los .discípulos, son los más culpables de los maientendidos, v l¿r correspondencia de Nietzsche, igual que la áe Marx, lo dernuestra. ¡Qué pesadez, qué barbarie arnenazadora en esa Europa que Alémania domina con su industria y su ejércitol ¡eué declive ya con relación a esos tiempos en que Floreniia, Roma.

..,

El "dossíer"

Nietzsche

Farís, Viena, cada una a su vez y con su estilo, poclían aspirar al título de nNueva Atenas"! .!, Entre 1880 y 1890, los alemanes están ya tan imbuidos cie su grandezapolítica, tan influidos por la ideología estatal que no establecen ninguna relación exacta entre los ataques de Nietzsche contra Aiernania y su crítica del Estaclo. Se le toma por un renegado de la cultura alemana, por un enemigo anárquizante de la patria. Sin embargo, si pofemiza contra los alernanes, no es porque el Estado alemán se pavonee exhibiendo su potencia; antes bien, al contrario, es porque los alemanes se de,ian contaminar por (lo ex[ranjeroo, es decir, por el bonapartismo y el estado napoleónico'Por todas partes, la postura de los , o se admite que hay que ir n-rás lejos, -¿, utfa de este (un>, que no es más qr_re nrnedioo, períocio intermediario. ¿Hacia qué? Diez airos dáspués de las Interrtpestit'as (ligi), duros años d" i;:;" interior ei nihilismo, Nietzsche responderá: hacia :_on-r.?

lo

üoDrenumano^

5)

a

aceptable.

Resulta bastante difícil re-leer las Intempestivas (1873) un siglo más tarde, haciendo abstracción de

las obras ulteriores del autor y de los aconteci_ mientos. Imposible, por tanto, no aportar algo más y, al mismo tiempo, distinto del ucontenidou tal como tornó forma en esa fecha. La idea de Europa no aparece en 1823 con la misma fuerza

que tendrá diez años más tarde en La Gaya Ciencis.

la_brisquecla

económi.;áJbeneficio ": maximo)...E,n la práctica, esta sociedad colmada j

cre recue¡dos, de conmemoraciones, iconos y monu_ mentos, no tiene en su s_aber más que el espejo de

su miserable realidad. No puede

,ép..r.rrru. pu.u po,',Jn'ro á"tirri.i¿rr, ,!" carece¡l de pensañii""io .o_o

sí misma un verdadero- futúro. €asi Ios polÍticos Vfase F{. Lcfebvre: La

-i' Minuit, -

París.

fin de I,histoire, Eclirions

de

Zl3

de_ imaginacl¿nl S¿lo saben prolongar las líneas del pasado; caiecen,_cle perspectiva!. El enfoque nietzscheano no se limita a relativizar el pasádo y el presente, mostrando que ¿Cómo es que y perfectarnente definido como tal con el diapasón? Nada. Mortales, los signos obran como muerte. Los lenguajes sirven de herramientas cortantes y rompientes, que fragmentan Ia naturaleza como las armas ponen fin a lo vivo. De ahí el uso de los signos en las fórmulas mágicas y rituaies, las imprecaciones, los sortilegios, las diversas invocaciones. El momento negativo del lenguaje se caracteriza, filosóficamente, por Ia abstracción, vana y carente de contenido.

278

Henri Lefebvre

Es el momento mortal, que muere y que mata. discurso se prolonga i"¿éti.ri¿ñ"n/",rru, EI

palabras se encadenu" .",*"]*u_u.r:: ;';;..ilrmarismo, la retórica, el verbalismo. El discu.rJ-..rrt.uñu tonces el malo>. "infinito "n_ Tercer momento:,Lo positivo se restablece a un nivel superior en el c.oicepto. D;i ;;;*"ro negativo, el coucepro es decir, Ia acrividad I:!""., ," "ó".,i"0, de acción,

suu;etirrail,ri*lru.u al

J-etq,.lo rompe, fragmenra

anatiza y urliza.

L

totáliáuá

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ro pos i r i ui" J 3.Tff ." : i :'#::,fr?fiil por ranro, la aprehensig.l T; d" ;";;;";., de ge-

li#,t"Í"";'*::1t:""r¿ir'*-t"i1"".uaáob

d;;';!:&:il:iH1#*:,

principio ¡ adquieren su sentido:

je-to

iff ff

",? .la cópula (ser), el substan_ tivo (sujeto) y et atributo'(.".iñ;á, propiedad objetiva, relación. etc.). Los ,;;;;; {; reunión y et encadenamiento d." b_, ,ig;;_-;o,r]irrro".,, Lanto, el cuerpo del saber] oo. H..9:], pues, el.lenguaje (corriente) .^!": sirve de terreiro sóIido a la cienJa, "ool, á"'..1.¡_i".rto,

i;#:i.;r;:;T:f los signos no tiene nada

d.e la ,.ro abstracción formal y .r ,uu".-;bj"r# ".;;;;;;orque ." ,"_ paran. Si el signo es portador d" o.ro-.oru,, este carácter no implica sólo ¡-rrru"i;;;; tirrritu.ión de lo arbitrario: es una áefinición d d^;;rr;acro que enrrar en un ,¡rt"*o-i er saber l:.ltr",al..signo 1y no .el discurso de la lengual ¿e Lse .irr.*á coincid-e en la cima

"::,7.,:{Tn:::11#.tj

3,:,1J;, trario.

n""';#"ír"rT :: T,:ffT:.:.X5.3;o:l

EI "dossier" Nietzsche

219

Si examinamos ahora lo que Marx dice con respecto al lenguaje, se comprueba que mantiene graves reservas sobre el tercer momento hegeliano, que se contenta con una adjunción al segundo momento, que acepta en conjunto la teoría, es decir, la vinculación del lenguaje al Logos (a la razón). Un texto archiconocido de La Sagrada Familia combate la extrapolación hegeliana del concepto en Idea (la Idea absoluta como unidad del concepto y de la realidad: de la forma conceptual, discursiva y lógica, con su contenido, su determinación). Cuando tras haber eiaborado el concepto de árbol o de fruto, Hegel declara que la Idea del árbol o la del fruto ha creado el árbol ureal", el fruto "real", hace magia especulativa, dice Marx. El hegelianismo se permite ofrecer la Idea como causa final del mundo. Por el contrario, en el primer capítulo de E/ capital, Marx expone el lenguaje de la mercancía. El intercambio de bienes (productos objetivos del trabajo social) engendra

un efecto distinto del intercambio de pensamientos (productos subjetivos de relaciones sociales), distinto, pero comparable. Los objetos, convertidos en mercancías, son los soportes de un valor de cambio. Se encadenan según las relaciones del intercambio (comercio). El discurso práctico (cotidiano) tiene, pues, esos dos aspectos: el lado subjetivo, formal, que tiende a lo negativo, es decir, al verbalismo, y el lado objetivo. El mundo de la mercancía, con su positividad, su lengua, su lógica (las

leyes del intercambio comercial son, como las de la lógica, regias de equivalencias) pueden ser evaluados por signos, como la moneda y el dinero. En cuanto al conocimiento, proviene, por un lado, de la crítica del saber discursivo que nace de la práctica, se cree definitivo y ha sido bautizado con un hermoso nombre: economía política; por otro lado, proviene del análisis de lo cotidiano

220

El

Henri Lelebvre

rnismo, de lo que pasa cuando alguien compra o vende una tela, azucar, trigo. La ieoría de i,Iarx,

desde el principio de

El capital, descifra simultá_ neamente el lenguaje oscuro (jeroglífico, dice Marx) de las mercancías y el discurso éotidiano ? o para- ula serpiente>' ola piedra' pára il" -iti". ias pataUrai y el lenguaje no designan más que relaiiones (entre las cosas y los seres hurnanos'; óricamenr¿ esas relaciones' De don";;;;;;;;"taf la metáfora y lu ,m-eJ"timia no que áe'resutta del poseen el carácter de ofiguras' del discurso' implican que segundo, código o iegurrdo grado gra' coáificación-descodificación en primer

vu-""u

222

Henri Lefebvre

do (denotación, connotación). tienen nada de rilg q":, como hadasNo,r,uári.,u, lTl",ii"11, buenas o malas, presiden el nacimiento dei-üguaje. Metaforización Ia hay ya en ei hech; il;;rponer una exciración nervi,oia (táctil, auáitü,.rj.,rurl en una

lHt'iJ :::-;# 5-:::'do u "t ii io deue entenorra,capacio;ñ".::1f

;?;.Ti'.,"x."JTr,:,r.;:,:

morfosis.

La palabra sóI< se erige en concepto por la identificació., d. ?

yr. *

**;'

lffi;i:*:,X

J :;i i'liili;, o tra. E n ." h ;. d. ::; :lT.T::, li.i.^,lo il i " hegeliana de " la iáenti¿"¿, q""^r"rá"ráirr" ^u ta "?,1 dife_ rencia subsidiariamente con ."lu.iJr, la repetición de lo icléntico: a.., a,1u lr":" eI árbol "I,ir":", rruto, etc. .i"".t. es que : de i no la diferenc i",

f

ff*rl; "iiX'J'

"r." .o.,."f,lurrj.'#:tj"r;Íffif

como que ., al olvido detiberado ¿" obser_ va Nietzsche. Entor "iur.-ái¿l;;;;T...,, surge la representación

#h:

q;;;;;;;-1'ü";T'"^t * g,;-r lJá JJ il:'fl 911"1,- "

de

"lsr

:il: i"" J:ffi ^,:i; tejidas, esbozadas. "'.,ji? bi "1";l"rlX"';, ; ;; ". conseguido J"f, "&';'te..l, "T.ffi correctamin ¡op. s¡¡.,

;, il'itii.t"

i

:fi*,:

Lo que puede decirse-de puede decirse tarnbién de una "c,raridaáu

;..,Já;;,"ff'hor,.ud.r,

teué es, pues, tu u".¿aái .Una mul_ l?.:j"Tqlo. titud móvil de metáf de metonimias' de antropomorfismor, ..rlfs' "r, ;, Jff* i."," ;;; ;il ## r':Sá'1""#i::"ff : ";;;traspuestas, ^r.^ gidas, actoinadas i q;;, un prG ::lgud" uso, parecen a un pueblo severas, canó,. Las *"i¿roru, ]l, _:1il .opresorasrnrcrales -"to.,i_iu. se pierden en esquema, ..

"o.ru.r,alonales

y

El

"dossier"

Nietzsche

223

opresores: los uvalores' sociales y políticos de los

qle forma parte la verdad, es decir, aquello que Jada uno debe admitir y declarar para formar

p4rte de una sociedad. La teoria nietzscheana del lenguaje establece' pues, un puente entre el discurso, las relaciones sociales y los .valores, constitutivos de esas relaciones. dl tenguaje nada tiene en común con la exnresión de una verdad ideal o de una realidad iada. No es el instrumento del conocimiento, sino un esquema al servicio de un orden, es decir' de on poá"r. Permite construir un orden piramidal' según castas, crear un mundo nuevo con relación a la naturaleza, un mundo social de leyes, de privilegios, cle convenciones prescritas' Regulador e 1rñperativo, oei gran edificio de los conceptos muestra \a rtgidez de un columbario romano>' ese Estado so¿Qué es, pues, este orden famoso, en la Lógica uexhala que cementerio Un üerbio? esa severidad y esa frialdad que es lo propio de las matemáticas,. El espacio de los conceptos y el esoacio de la sociedad se corresponden' En cuanto al arte, sólo Ia pedantería teórica lo toma por una actividad secundaria y derivada, por una nexpresión". Está en ia base o, mejor, en el funda*.rrto de las sociedades' Cada sociedad, cada civilización fue una obra comparable a la obra de arte' La estética, como la retórica, parece fundamental", El genio arquitectónico del hombre construye edlficiis prodigiotot, las sociedades, los Estados' Ese potente genlio constructivo produce cúpulas colosales con una materia tan ftág1l, tan sutil como i el hilo de araña: el concePto' habiperspectiva la inventado Nietzsche no ha tual que considera el lenguaje y el discurso como hechos cotidianos, como amontonamiento de banalidades, al tomar la ciencia del lenguaje por micleo o centro de un saber superior, por . Antes bien, considera el lengr-raje (o, con mayor precisión, las lenguas) desde cl punto de vista soclo-Iógico, como momento esencial cle la vida social, su fundamento si no su obase>, mo_ fflento a veces sintomático de revueltas, de enfer_ medades, bien entrej el ,pueblo, bien entre las nélites". En resumeni-el lenguaje, descle su naci-'r miento,"ilescie la cuna (en el-tiempo y en el espa_ cio: en los comienzos de la humana y en "rp..i" cada individuo). no se puede definir por el saber, virtual o aétual. Ei un poder de metanlort'osis, que obstaculiza el saber en tanto que adquisición definitiva (episteme). La metáfora y iu -éto_ nimia, presentes desde. el priiner acto cle"nornbrar, haben surgir y re-surgir perpetuamente de lo sen_ Sible ¡i de la.naturaleia ótro mundo, el mundo de la sociedad, de sus (valores>, de sus convenciones reguladoras: el mundo de lo vivido. l su fondo y en su fundamento, el lenguaje es -' !n poético en sentido estricto y amplio: creador. I_a práctica social, la comunicación, no sólo producen objetos y obras. No cor¡binan sólo materiales preexistentes. Crean: 1o nuevo surge, muere, re_ surge, se repite, cambia, difiere, de metamorfosis en metamorfosis. Entre las personas (los indivi_ duos), ias cosas, las palabras no hay ninguna correspondencia que ciependa de un saber o lo fundamente; y, sin embargo, hay relaciones e incluso unidad a través del lenguaje, pero una unidad de orden poético: en el plano de los *valoreso impli citos o declarados, admitidos o rechazados, más que en el plano de un saber común a todos. Si hay "' i un momento mortal del lenguaje, se halla en el uso político del discurso. Si hay un momenro (su_ perior" del lenguaje, radica en el uso poético, en el discurso de los poetas. Mientras qui el filósofo para Hegel y el pensador revoluiionario prru.n Marx recogen, Ilevándolas a su m¿iximo nivel. las ,

odossier"

Nietzsche

225

características del lenguaje (el filósofo las lleva al concépto, el teórico revoiucionario a la acción política ligada a la clase obrera), para Nietzsche, el poeta arranca las palabras al se hace conocer y reconocer por. el otro y, por tanto, se refleja (sé reconoce) a sí mismo. ¿Juego de espejos? ¿Juego de pala_ bras? ¿Juego de manos? En absoluto. y no hay nada erótico en el pensamiento hegeliano. Hav

que luchar para emerger. El Amo



y el Esclavo sá enfrentan con las armas en la mano. EI saber se beneficia de ello, pero el filósofo no lo sabe hasta mucho más tarde, quizá demasiado tarde. ¿Prolonga la lucha de clases, según Marx, el concepto hegeliano de la lucha a muerte de las conciencias? Sí y no. No, porque para Marx estas luchas poseen condiciones históricas precisas, en la Antigüedad, en la Edad Media, en el capitalismo. La lucha no es un momento fenomenológico de la conciencia en general. No, porque el enfrentamiento tiene lugar entre las clases y no entre (sujetos> especulativos, el Amo y el Esclavo. No, porque Ia lucha no tiene por motivo y fin el reconocimiento (de sí en el otro, del otro en sí, de sí-mismo), sino la propiedad de los medios de producción y el sobreproducto social. Y, sin embargo, sí, poique la lucha de clases llevada hasta el fin educa la conciencia de los esclavizados, la cambia en conocimiento y más pronto o más tarde invierte la situación en beneficio de los trabaiadores. La voluntad. de poder nietzscheana difiere de esta (lucha a muerte> de las conciencias en que no es un momento; es perpetua, no se supera en eI curso de una historia. El saber mismo sirve a la voluntad de poder. No se invierte: si el Esclavo se rebela contra el Amo, si arriesga otra vez su vida para vencer, es porque en él la voluntad se vuelve de nuevo más fuerte que el recuerdo (resentimiento) de la derrota y pórq,re ha inventado el libro de Auerbach: Mimisis.

un

254

Henri Lefebttre

cie (caracterizada como un (sistema> equilibrado,

pues cada planta y el conjunto de las plantas perte-

ne:el al género que constituye un todo). EI roble la hoja de roble, y sus ramas, y su aspecto, difieren de la palmera y cle sus aiributos. Aquí la diferencia da un salto y se torna máxima.-Otro tanto se puede decir cuando. surge una especie nueva. Lo cual confirma la distinción (diferencia) y.

entre las diferencias i;tducidas en el interior de un conjunto, por repetiiión y Mímesis, y las diferencias producidas fuera de tal sistema estable_ cido, al desaparecer o metamorfosearse este sis_ tema.

En la sociedad, el mecanismo de la MÍmesis es doble. El mimetisrno procede por identificación directa con el tipo o modelo: fos sometidos, los esclavizados, los oprimidos, las personas dominadas por el resentimiento se identifican con el hombre fuerte, el vencedor, el poseedor y el amo. Lo re-producen en sí mismos -sin intermediario. Así, los niños imitan a su padre, o los súbclitos al príncipe, o los soldados al iefe. A menudo ei mimetismo procede indirectamente, a partir de r¡na imagen o símboio, emitido o no emitido por el poder superior: en una Iglesia institujda, cacla uno'imita rnclrrectamente a un santo o, mejor, a su imagen, y directamente al dignatario situado en la ierarquíá un escalón más arriba. Lo analógico y Io iirlbóiico difieren, pero, ambos producen un mismo efecto: la Mimesis. Así continúa el teatro del mundo, don_ de el mejor cómico es el que actúa más usinceramente>. Las palabras sirven de instrumento a ese teatro, más concreto (real) que el discurso. Desde hace ,nucho tiempo, los moralistas (La Rochefoucauld) han denunciado el teatro del mundo, sin liegar a sus bases o raÍces. En ambos casos, el proceso mimético irnplica una simulación y produce simulacros: copjas más

El "dossier" Nietzsche

255

o menos exactas' La simulación forma parte, según Nietzsche y ios nietzscheanos, de los mecanismos

mediante los cuales los individuos se insertan en una realidacl sociopolític a, y, a la inversa, mediante los cuales ia sociedad se sirve tanto del discurso como de los esquemas, símbolos e imágenes, para integrar a los individuos. Ei fenómeno posee, pues, una amplitud enorme v un peso decisivo en la re-producción de la cúsíi¿" ¿" la sociedad por la base, -sin. lo cual la

Lstructura sociopolítica se clerrumbaría' La complejidad de la M?mesis crece a partir del hecho de á,ré tu creación comienza por la imitación y no puede comenzar de otro modo: el futuro creador Lmpieza seleccionando un padre o un maestro (pala Nietzsche, Wagner), del que luego se seputu y al que si es preciso ejecuta' Camino de la Lr.".íó.t cuando se produce una metamorfosis (una diferencia), la Mímesis puede, además' bloquear el camino esterilizando la marcha, entra¡ando la repetición. El fenómeno 'Mímesis" abarca, por tanto, el campo sociopolítico-en-tero, incluiAas^ta ética y la estetica, además de la mo.da,.la educación, las ninfluencias' diversas (justificadas o no justificadas por representaciones, es decir' por ideologías). De Ia Mímesis derivan extrañas realidades, a me'

dio camino entre la apariencia y Ia metamorfosis. I-a máscara, por ejemplo. Simulacro que dobla el rostro y lo disimula; el tyot se trueca para

él mismo en otro, en el que quiere convertirse' El uniforme militar, generador de una Mímesis apoyada por el poder, es una máscara que tiene éxito' "El aprendizáie ae un papel gracias a la máscara implica el deidoblamiento, ya sea la metamorfosis' y el retorno a la identidad recoya la repetición ^', avanzo enmascarado' iocida. dice todo innovador; la máscara le sirve de refu-

Henri Lefebvrc

fl?:il So.u.j.1du .puede perderse en su papel, pero de identiclacl permite '"i",'l^tre.dida cambiar.

ranro, la identidad, que ar,,.ii.'il*Trg.o es, por acuerdo con la realictad psíquii,j"::j¡.lógica-de Iil ""1'Ft y politica, y pennite la fijación. euien dice ámbíén rJgiil,-tur.rtorogía, 1,.t"-lq"ryidad, círculo vicioso, rorniquere, repetición,1e::::l,i':^|j:.:,:t: ión de si y del ot.o, Mí-".is estéril, dife_ cn cl inrerior de un conjunto y .".ii,.inl"dycida. al mínimo. Máscara y marca, ta iclentidaá ^::::::\ :l^:'*_- del discurso falaz y remata su obra. euien llll 'jS.¿ida de identidado dice rambién mura_ rransvaloración, creación poé_ i#' fl\r"morfosis, a¡nbas hay una distancia, un trayecto ."T;i"lt* ¿Cuál es el peligro? El exrravío, ta i:'1,*;":'. suicidio. Sin duda alguna, el dolor y la ,'Illj,i;-sl lltl'"t^t} ..ión. La i denridad r;;.tal.- r^risf acción adquirido, en la propiedad. La vía dioni_ :r-_:':'^- es

ni tranquila ni la de Ia tranquilidad. ;T':^J.'-" dilerencia máxima, ,álo ," .or,_ l?,1"?1*l"mano, "'b","" al no estar sometida a ninguna sus_ tancia (real> ni fuera ni dentro. El conocimientoreflejo deja sitio libre a los símbolos, a la invención poética, a ias imágenes-conceptos.

Nietzsche

763

valor, como el acto de aprehender las cosas, de adherirse a ellas? Sí, pero estas palabras filosóficas sólo dicen lo que es el cuerpo con relaeión

al saber filosófico.

más, el Para Nietzsche, el cuerpo contiene -es la procuerpo bajo Ia superficie espejeante-

y recurso al cuerpo, cuerpo corno - 15. yRetorno fuente recurso. Lo declara Zaratustra, uniendo la fuerza poética a las decla¡aciones . Re_

torno y recurso más qLre petición de ayuda, el cuerpo recibe un sttttus completarnente clistinto de aquel que tenía en la filosolia y en la sociedad impregnada de judeocristianismo. La filosofia v la religión, sobre todo en Occiclente, han traicionádo el cuerpo; el Logos europeo se esfuerza por redu_ cirlo, romperlo, mutilarlo. por debajo del pensa_ miento, sede de ese pensamiento, pero con una diferencia capital y radical, se halla el cuerpo" ¿En qué consiste esa diferencia? Si se quiere proseguir la inter"pr:etación de la poesía nietzscheana tradu.ciéndola a prosa, es preciso decir que esta diferencia imprescriptible no se define, porque tnterviene y desempefia un papel .., ,uáu rno*"rrro, incluso en la conciencia reilexionante que trata de captaria. Diferencia inagotable, distaniia a la vez infinita e ínfima, entre el , el umío y el cuerpo, puede ser clicha de rnil y una formas, todas n.ecesarias, pero no suficientes. ¿Será el cuerpo el lugar del placer, ese estado ó esa si_ tuaciór¡ que sólo liene una relación lejana con la situación de quien conoce y piensa? bí y no. et hedonismo filosófico no va rnás allá. Ei cuerpo sufre y gor4a, y el sufrirniento tiene tanto sentido como el goce, a veces más. Anuncia una posibilidad, una crisis fecunda. ¿Lugar poblado de .afec_ tos>, nde pulsionesr? por supuesto, pero también de rnuchas otras no-cosas. ¿Razón h. u"to, qr'r. dan sentido y valor, pero que no tienen sentido ni

"d.ossier>

i

fundidad. En la poesía (o poiesis), la altura, la luminosidad, la esfera apoiínea- En la conciencia, en el saber, la superficie. En el cuerpo, las capas profundas, aquellas que ilurnina, at{avesándolas como un puñal, el rayo del análisis. EI cuerpo, ese despreciado, ese desconocido, aporta consigo sus riquezas sin limites: los ritmos, las repeticiones (cíclicas y lineales), las diferencias" De edad en edad, desde el niño al adulto y al drama del envejecimiento, se supera, precipita el pasado en la memoria, enriquece o empobrece la trabazón de sus ritmos, desarrolla o no la relación siernpre nueva entre necesidades y rJeseo y conciencia y acción.

i

I

¿Retorno al hedonismo? ¿.Adhesión al materialisr¡o? No. Irreductible a la filosofía, la apelación nieztscheana al cuerpo excluye el cuerpo-rnáquina: le opone el cuerpo-energía, el cuerpo poesía, el de la música y 7a danza. La determinación negativa permite, con más ventajas que Llna definición que quisiera ser positiva sirviéndose del lenguaje filosófico, entrar en la perspectiva nietzscheana. El poeta que habla en Zaratustra quiere poner fin a la separación de 1o merrtal, de lo social, de lo natural y, por tanto, a la disociación entre ei Verbo y la Carne.i Quiere cambiar desde la base la relación del cuerpo con el lenguaje, dgjgpSo de valorizar el lenguaje.rnismo como abstracción. Para Nietzsche no hay abstracción concrefa, como la hay para Hegel y Marx. Rechaza ese casi concepto, que permite conceder a todos los momentos v\ status análogo, doblegánciolos unas veces por

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Henri Lefebvre

el lado de lo abstracto y otras por el de lo

con-

creto. Lo a lr¡ sofis_ ticado -(otra interpretación falaz de ina requisito_ ria y de un requerimiento mucho rnás vasto). El cuerpo no se resume en un objeto de escándalo aunque se le desnude. (La moderniclad, estupefacta ante la ausencia del cuerpo, intentará todas las escapatorias, todas las falsas salidas, a falta de y comprender La Gaya Ciencia y Zaratustra.)leer El sexo, parte del cuerpo, no tiene derecho a erigirse, masculino o no, en criterio, en apreciación y valor. Ni más ni menos que el trabajo (o el saber). ¿Puede ser que la localización de lo erógeno en un órgano o en una zona del cuerpo contenga un error? ¿No se siente erógeno (preiencia del Eros creador) todo el cuerpo ante eI empleo de los signos_del no-cuerpo y del fuera_del_cuerpo? ¿Fijar un nuevo status para el cuerpo? Esta ma_ nera de plantear la cuestión resulta ingenua. ¿eué status? ¿Filosófico? La iiiosofía no va-más alla de

El "dossier> Nietzsche

267

una esencia: la corporeidad. ¿Teórico? ¿Epistemológico? El Logos tiende, con la teoría pura (el hombre teórico) y la epistemología, a sancionar la evicción del cuerpo. No basta un (s/at¿¿s> para repudiar la fragmentación del cuerpo, \a localización y la disociación de las fi¡nciones (gestos, ritmos) provocada por la división del trabajo. El cuerpo mosaico, contrapartida o contrapunto de un saber mosaico, el cuerpo en migajas no recupera su integridad porque se cambie stt > teórico o incluso social. El psicoanálisis ha tratado de determinar, en cuanto disciplina especializada, pero vinculada a una práctica (clínica), un status del cuerpo. ¡Qué fracaso! El espacio-tiernpo del cuerpo, esbozado por los psicoanalistas que se esfuerzan por cercarlo, se reduce al silencio de antes y después de la palabra, a la diferencia mortal que sale del hiato (entre la pulsión y el discurso) y produce otro hiato (la castración). Es, por tanto, el espaciotiempo de la muerte. Nada más opuesto a la afirrnación nietzscheana: a la transmutación de la decadencia, del nihilismo en un a la vida y, por tanto, al cuerpo total. El cuerpo total se presenta a la vez como virtualidad y como actualidad. Para los psicoanalistas no hay existencia como totalidad. Para rnuchos el cuerpo se ciesdobla en orden orgánico y orden pulsional. Para éstos y aquéllos, la unidad del cuerpo sólo se representa en lo simbólico y lo imaginario. El cuerpo del y el del de la apropiación) no se presenta más que en el cuerpo de la madre primero, luego en el fantasma de identificación con el . La imagen del cuerpo total encarna la ilusoria plenitud destinada a la fisura por la pulsión de muerte que proviene de la apertura. Entre los objetos, el objeto más privilegiado de todos, el falo, permite al sujeto (masculino) pasar del ser al tener, aunque la Ley, corte fundamental, fundamento del Logos, Ley del Padre, se 1o impida. De tal suerte que la castración, palabra paterna que ejecuta (mata) el cuerpo en movimiento, interviene tarde o temprano; el falo, lugar de encuentro de la Ley y del Logos, al ser también lugar de su separación, suscita el vano fantasma de su reconciliación. Nietzsche apela a la subversión, a la rebelión, a la revolución del cuerpo. ¿Un status? No. Todo lo más podría decirse que el cuerpo, en los textos de Nietzsche, se describe o se inscribe a muchos niveles, como el lenguaje. En primer lugar, lo empírico, el cuerpo objeto. En ese nivel, el cuerpo se estudia, se analiza científicamente, pero también en su aspecto cotidiano. Este nivel engloba lo funcional, lo relacional, lo situacional. Luego, el nivel sociopolítico, el cuerpo-sujeto como apoyo de jui cios, de .valores> a menudo negativos (la reprobación, la sumisión) y de metaforizaciones (mediante el lenguaje, con primacía creciente de lo legible-visible). El cuerpo no rige la producción y, sin embargo, se produce con el cuerpo y para los cuerpos. En este nivel, el cuerpo desempeña un papel no de transgresión, sino de transmisión del saber y de re-producción de ias relaciones sociales, aunque éstas pesen sobre é1. Luego, y por último,

El

"dossier"

Nietzsche

el nivel poético, el cie la unidad recuperada

269

me-

diante la prueba de la disociación. La palabra poética (y, en ningún modo, la paiabra original o final, la de un dios, verdadera por esencia) apunta a la unidad del cuerpo y a la saiida a la luz de sus riquezas. La palabra poética exorciza la muerte (la

opulsión de muerte") a través de io trágico, en lugar de ceder a ella. Logra vencer los peligros del discurso y de la escritura, renovando el poema, como la música, mediante los ritmos del cuerpo, lo repetitivo y 1o diferencial como en el cuerpo. .La práetica poética, según Nietzsche, afirma lc alVopiaeién como posibilidad próxima y lejana a un tiempo. Este cor-¡cepto, la apropiación, concebido especulativamente por Hegel (restitución de la Idea en el Estado), quedaba mal deteiminado en Marx. El poeta Nietzsche abre el horizonte del deseo y dei cuerpo apropiados. En primer lugar, apropiarse de su propio cuerpo, para el individuo y para ia especie humana; apropiarse del cuerpo total, naturaleza y conquistas de ia actividad multiforme, es decir, el espacio. Lo cual no excluye lo simbólico ni 1o imaginativo, sin apostar por ellos aisladamente. Lo cual excluye lo ideológico y, en primer lugar, la separación, filosóficamente sancionada, del aima y del cuerpo, del espíritu y Ia materia (sin por ello fetichizar, como Hegel, la identidad de lo real y de lo racional). La práctica poética se pone de relieve en la música y en la danza, obras de vida y de vitalidad. ¿(Cuerpo glorioso,? No. Cuerpo concreto, presencia y iugar de presencia, pero virtualidad en tanto que totalidad descubierta.

16. Mediante la poesía, Nietzsche introduce en el Logos europeocéntrico algunas afirmaciones expiosivas. ¿Verdaderas? ¿Falsas? ¿Verdaderas y

270

Henri Lefebvre

falsas? ¿Llenas de sentido? ¿Absurdas? Estos términos y categorías no valen ya, pero pueden servir para exponer esas afirmaciones. Conciernen, en primer lugar, a la finitud. Para Hegel, para la filosofía, ia reflexión hace tomar conciencia de lo finito: las cosas, la vida, la realidad humana. En el hegelianismo, la lucha, la guerra entre los Estados tiene esa función: cada momento, cada individuo reconoce, al experimentarla, su finitud. El Estado sobrevive en medio de estas luchas de las naciones, se afirma en e]las, solo. Fuera de la Idea

y del Estado, el infinito para Hegel no es más infinito" (ilimitado, indeterrninado). Para Nietzsche, somos inf initos.

que un "mal

Como para Espinosa s. ¿Por el pensamiento, por el saber, por la conciencia? No: por el cuerpo. Cada

cuerpo y, por tanto, el nuestro (el tuyo, el mío), pues que se halla en el tiempo y en el espacio, contiene el infinito. El espacio (el cosmos) y el tiempo (el mundo), infinitos ambos, implican y reflejan cada uno a su manera el universo infinito. Un cuerpo vivo es simultáneamente un macrocosmos (el cuerpo humano con relación a las células, las moléculas y los átomos) y un microcosmos (con relación a la galaxia). El infinito en todas partes, antes que lo finito. Entre un pequeño_ que vive soLrre la Tierra y el Sol -cuerpo hay diferencias cualitativas y cuantitativas, pero cada uno extrae energía cósmica y la concentra para gastarla. El tiempo y el espacio, diferentes al máximo e inseparables, se vueiven a enconrrar en cada lugar y en cada instante (¡en cada .mo_ mento>, según el térrnino hegeliano, aunque un po_ co retorcido! ). La música afirma esa infinitud, 1a r Véase carta del 30 de julio de lggl. El análisis de la energía cósmica, del tiempo y del espacio en los textos de La vohmtad de poder (título faiso, recordémoslo), corresponde a esta apreciación.

El

rrdossier, Nietzsche

271

del cuerpo, la del deseo, la del silencio, que no consigue declarar eI lenguaje (finito). Cada lugar y

cada instante remiten a la totalidad del espacio y del tiempo. El cuerpo vivo (el tuyo, el mío) tiene un doble origen imposibie de captar: el germen (materno-paterno), que remite a un linaje genealógico y la especie, la vida entera, la Tierra, que remiten a un cosmos entero. Cada serie de causas y

27s

Nietzsche

Nietzsche primero

y

luego "sobrehu-

manas)). Después de establecer este cuadro de concordan-

cias, he aquí las divergencias: a) Para Nietzsche, las patabras "Dios ha rnuer-

to> tienen una repercusión trágica, mucho más vasta que el ateísmo y el naturalismo. b ) Para Nietzsche, la racionalidad (histórica en Hegel, industrial en Marx) no es solamente lilnitada, sino ilusoria y, por tanto, pertenece a la categoría de la verdad en el sentido de los filósofos'

- c) La idea de la creación (pot medio de la poesía,

por medio de la metamorfosis) difiere

en

Ñi"trr.h" de la idea de la producción en Marx, aunque las dos derivan del cuerpo

y de su activi-

engendrar relaciones (vínculos).

,t.

dad al (t) Pará Nietzsche, la civilización tiene mucha rnás importancia que la sociedgd e infinitamente más que el Estado.i La civilización se define por indiviáuos y acciones individuales; por evaluaciones (valores) y por Lrna jerarqLría de los valores' mucho más que por el nivel de crecimiento y de desarrollo social, que por las fuerzas productivas (cuantitativa y cualitativamente consideradas)' e) La poesia y el arte como vías, en lugar del saber que Marx afirrna; es decir, la obra por encima del Producto. f

i

i

't

)

La superación considerada como destrucción

(úberwindin.) y no como elevación (Aufheben)' lo cual comporta, como ya hemos clioh9, Ia tragedia y la srrbversión radical, sin previsión alguna de.cct' de lós resultados. El pasado se aprecia como

clenciay no como fuente, maduración' prepal'acron 1o prede 1o ptsible; la ruptura entre el pasado' profunmás sente, 1o posible .., po. tanto, -t9lo a da en Nibtzsche quá el corte político en Marx

propósito del Estaclo.

276

Henri Lefebvre

EI,,dossier" Nielzsche

Por tanto, para Nietzsche no hay transición: salto peligroso. El pasado, lo actual (E,uropa, el capi-

talismo y Ia burguesía), el mundo existente se autodestruyen. Para Marx y los marxistas habría que ayudarles a evitar la catástrofe o el hara-kiri. para Nietzsche y los nietzscheanos más vaidría empujar al suicidio a los decadentes. Podría presentarse la obra de Nietzsche como la ocrítica de derecha" de una realiclad (Occidente y el mundo occidentalizado, el Logos europeo, la burguesía y el capitalismo, el productivismo y el economismo, etc.), mientras Marx habría aportado la "crítica de izquierda". ¡Simplificación abusiva! Pocos años después del acmé (del apogeo) de Marx y de su obra, Nietzsche asiste al momento de las primeras decepciones. Como Marx en declive, Nietzsche saca consecuencias. Ei va a la xismo e incluso su carácter par de la , por medio de los economistas ingleses y de Hegel, el trabajo como ovaloro? Sí y no. Sí, en el sentido de que, como Smith y Hegel, reconoce la importanCia d" la producción. No, en el sentido de que

juzga que una razón (una racionalidad) original surge del trabajo, no explicitada aún por los economistas ingleses ni por Hegel, presente con más tuerza y más perspectivas en los grandes franceses: Fourier y Saint-Simon. A partir de esto, la división del trabajo, hasta entonces insuperada si no insuperable, ha dado al traste con esta teoría optimista. La superación del trabajo no se ha llevado a cabo por un opolitecnismo), por una polivalencia del trabajador, sino la automatización. Marx lo había presentido sin

!

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9Ir una palabra, entre los psicoanalistas, los neofiIósofos , ro, i"rptáááre"*"' Elclujdl esta y^ ü.áá-hipótesis, -segundu. ¿qué queda de la confrontación? Bsto: ná fray que escoger, sino mantener en el pensamierrio tos t.es , no tengamos ya miedo? iuez! Inctut".;;;;; impedi: t:it:1"nt:J (véase La Gaya Ciencia, fragmento 343.) bien ni i'i'i::'actos, oalorui, r'i""iuEl valor de Nietzsche, deJde las Intempestivas,"'1 quía entre^':i ;;;;-4" erigirse.en.lilÁr u rlj"i],,=iiti"u.iO" "uai" no consiste en que proteste de una ,rrurr".. arrar- Diot mt"-T,""jnl".lu-as se podra quizante contra los abusos del poder. Su pensa- .- bricarse |".u-lli r""ealógico, p:f ,'i,j;;ruput""i¿cómo es que