García cossi_Mujeres y poder

MUJERES Y PODER María Ileana García Gossio ∗ Definir qué son los hombres y qué las mujeres resulta una labor muy compl

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MUJERES Y PODER María Ileana García Gossio



Definir qué son los hombres y qué las mujeres resulta una labor muy compleja pues amb@s solo constituyen abstracciones modelísticas de los comportamientos que se esperan de un ser humano en sociedad. Existen ordenadores de identidad como son la pertenencia étnica, credo religioso, nacionalidad, etc. pero el ordenador primario a lo largo de la historia, que ha mantenido sus constantes, ha sido el Género. El orden simbólico opera siempre de modo binario y en este caso lo masculino como categoría central, es lo que se puede significar, nombrar y ver, mientras que lo femenino es “lo otro”, lo contrario del ser, del nombre y lo visible. Es así como lo femenino va a jugar un doble papel de negación pero a su vez de constitución de lo uno (lo masculino). Las mujeres son las que encarnan los significados de la femineidad y se designa como hombres a quienes representan las nociones de lo masculino (Serret, 2004). En la modernidad la redefinición del concepto de humanidad, los valores ilustrados y el cambio de identidad de personas a

individuos

definirán “al hombre” con un estatuto de igualdad y libertad para decidir por sí mismos y tener idéntica capacidad de autonomía. A la vez, estos postulados irán dirigidos a “lo uno” a los hombres (trabajadores y ciudadanos con posibilidad de tener acceso al mundo de lo público y de la política), que encarnarán lo masculino y no a “lo otro” a las mujeres, que encarnarán lo femenino, relacionado con lo privado y lo doméstico. Las mujeres entonces, serán las encargadas de atender a “los otros”, sin rasgo alguno de autonomía. El actuar de su identidad imaginaria como modelo de femineidad será: como mujer doméstica (ama de casa), esposa y madre que cuide del hogar.

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[email protected]

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Recordemos que las mujeres que intentaron ejercer su autonomía, como por ejemplo, las sufragistas, dejarían de ser mujeres desde la óptica de la racionalidad imaginaria.

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Actualmente, los imaginarios han dado lugar a una recomposición conflictiva de las identidades de género. El imaginario femenino de la domesticidad comenzará a verse trastocado ante el ingreso masivo de las mujeres al trabajo remunerado e incorporará, además de los domésticos, elementos de identidad social y pública. Las mujeres piden y obtienen el voto para incorporar un elemento femenino a la política y al espacio público. Ante el fortalecimiento, en los últimos años, de la identidad femenina en relación con sus prácticas de autonomía, la identidad masculina se ha visto trastocada debido a que no hay ese referente tan claro llamado libertad como autonomía, que antes era exclusivo de lo masculino. La conducta de los hombres en su vida privada muestra una carencia real de autonomía por su incapacidad para reconocer la autonomía de las mujeres: progresiva reconstrucción del yo masculino (Serret, 2004). Esta crisis de identidad en los hombres se puede apreciar en respuestas extremas como por ejemplo, los feminicidios en Ciudad Juárez, Chihuahua pero también lo podemos observar, guardando las distancias, en casos como el de Rosario Robles Berlanga en donde una mujer ha incidido en el ámbito de la política y en el poder en las más altas jerarquías (lugar considerado como masculino por excelencia) y además ha inquietado las conciencias de lo que debe ser una buena mujer: ama de casa, esposa y madre. ~*~*~ Con el surgimiento de la modernidad, el trabajo doméstico quedará al margen de las leyes del capitalismo: se formará una clara separación entre lo económico (remunerado), considerado como lo público y lo doméstico, frente a lo familiar como parte de lo privado. En el

contexto

de

la

Revolución

Industrial

ocurrirá

la

principal

transformación de la estructura familiar: las obligaciones domésticas asociadas

a

la

función

materno-reproductora

se

adjudicarán

exclusivamente a las mujeres como algo natural, resultando así el 2

ámbito privado, el destinado por excelencia a las mujeres que anulaba cualquier intento de pertenecer al ámbito social o público. La división social del trabajo según los géneros, hará del hombre el productor y generador de ingresos por excelencia, y de la mujer, la encargada del mantenimiento de la vida en los hogares, del trabajo invisible, del trabajo no remunerado.

Es así como las labores del hombre se

contrapondrán a las de las mujeres: la producción de la reproducción. “La consecuencia de ello fue que maternidad y domesticidad resultaron sinónimos de feminidad, y que estas tareas se consideraran identidades exclusivas y primarias, que explicaban (más bien que derivaban de) las oportunidades y los salarios de las mujeres en el mercado laboral. La se convirtió en una categoría aparte, más a menudo en un problema a enfrentar que en un electorado a organizar” (Scott, 1993: 122). El discurso en torno al trabajo remunerado de la mujer no fue aceptado socialmente y en los casos que parcialmente se aprobara, se señalaba que la domesticidad debiera ser una ocupación a tiempo completo. En Occidente, el trabajo doméstico, junto con el amor romántico y la intimidad constituyen el fundamento de la organización “familia” y el sustento de la opresión de la mujer. El amor romántico ha funcionado como un argumento justificante con base en el poder de los afectos que se presenta a su vez, como motivador para la realización de los roles en torno al ser: madre, esposa y ama de casa. ~*~*~ A raíz de la Revolución Industrial, el trabajo femenino remunerado se ha ido incrementando en todo el mundo y cada vez más notoriamente hasta tornarse masivo. En México en el siglo XIX, las mujeres que laboraban remuneradamente se encontraban como sirvientas, en la

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agricultura y en las ventas o negocios. En el siglo XX y a partir de la década de los setenta, se expandirían a otros ámbitos: en la administración

como

oficinistas,

mecanógrafas,

archivistas,

como

trabajadoras domésticas, vendedoras, obreras-artesanas, maestras de preescolar y primaria. Actualmente el 35% de la fuerza laboral está integrado por mujeres (57% de ellas son asalariadas y el resto son trabajadoras por su cuenta o apoyan a sus familiares en algún negocio pero no reciben un ingreso directo sino a través del ingreso familiar), sin tomar en cuenta el empleo en el sector informal (Martínez, 2002).

Fuente: María Luisa Martínez (2002).

Si bien la incorporación de las mujeres al trabajo remunerado se ha tornado masivo, existe una concentración laboral según el sexo como observamos en el gráfico anterior. La concentración de hombres y 4

mujeres por grupo principal de ocupación para el año 1997 nos muestra, trabajos claramente diferenciados para uno u otro sexo conforme a la concepción cultural de los roles sexuales a los que nos referíamos más arriba. ~*~*~ La discriminación salarial hacia las mujeres es muy clara y existe en todos los ámbitos de trabajo, desde los estratos más bajos hasta los más altos pero en donde es más notorio es en el área ejecutiva, profesionista y académica con énfasis en el área

de funcionarios

públicos y privados.

El desempeño de los profesionistas es casi igual entre hombres y mujeres (27.3 mujeres, 30.7 hombres). Las mujeres profesionistas se distribuyen más homogéneamente entre los grupos de ingresos de uno hasta cinco salarios mínimos (entre 22 y 25%) y los profesionistas

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hombres se concentran en el rango de cinco salarios mínimos y más (Martínez, 2002). En áreas por ejemplo de maestros y afines o en las maquiladoras, no hay tal discriminación pues al ser parte de las profesiones consideradas “para mujeres” forman parte del fenómeno llamado la “feminización de la pobreza”. El mayor porcentaje de segregación ocupacional y hostigamiento sexual lo encontramos en el área de funcionarios públicos y privados. Si bien estas áreas constituyen una élite en cuanto al trabajo remunerado en el que participan las mujeres es donde se manifiesta el fenómeno del “techo de cristal”: las mujeres pueden ascender hasta cierto nivel pero no más allá. “Su carácter de invisibilidad está dado por el hecho de que no existen leyes ni dispositivos sociales establecidos ni códigos visibles que impongan a las mujeres semejante limitación, sino que está construido sobre la base de otros rasgos que, por su invisibilidad son difíciles de detectar.” (Burín: 1996) El “techo de cristal” forma parte de la cultura patriarcal que construye en la subjetividad femenina ciertos mecanismos que permiten tal imposición cultural desde la temprana infancia. La subjetividad de la mujer desde niña, quedará centrada en el ejercicio de los roles familiares y domésticos: el cuidado y atención de “los otros”, el obedecer siempre, el realizar decisiones fundamentales y la toma del poder estará fuera de la lógica educativa ejercida hacia las mujeres.

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Algunos de los rasgos que la cultura patriarcal ha construido para configurar esa estructura superior invisible llamada “techo de cristal” para las mujeres se basa en: 1)

Las responsabilidades domésticas. La doble jornada de trabajo: Ama de casa, esposa, madre, además del trabajo remunerado.

2)

Nivel de exigencias. A las mujeres se les exige el doble que a los hombres en sus carreras laborales para demostrar su valía: siempre están a prueba.

3)

Los estereotipos sociales acerca de las mujeres y el poder. “Las mujeres temen ocupar posiciones de poder”, “a las mujeres no les interesa ocupar puestos de responsabilidad”, “las mujeres no pueden enfrentar situaciones difíciles que requieran actitudes de autoridad y poder”.

4)

La percepción que tienen de sí mismas. “Ser para otros” y no con un deseo propio. Cuando logra ingresar a los ámbitos masculinos y ante la falta de un modelo femenino “empoderado” presenta una gran inseguridad y temor de perder su identidad sexual al tener que resignificar y enfrentarse a mayores exigencias y a la intromisión de sus vidas privadas con mayor facilidad que si se tratara de un hombre.

5)

El principio del logro. Al evaluar a la persona, la organización tomará en cuenta el perfil del puesto, tomando en cuenta si es hombre o mujer pese a que se encuentren en igualdad (aparente) de estudios, experiencia, etc.

6)

Los ideales juveniles. Los valores con los que las mujeres se formaron para el ámbito doméstico (abnegación, docilidad, etc.) chocan con los del ámbito público (liderazgo, competencia, etc.)

Cuando la militante panista Cecilia Romero pensó alguna vez postularse a la presidencia del partido, ella misma comenzó a hacer auscultación y al no ver posibilidades de ganar ella misma se limitó: “…

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yo misma me automarginé en ese sentido al decir “no quiero salir derrotada” , y eso no fue muy bueno porque aunque me hubieran derrotado, hubiera hecho el intento.” (Fernandez: 1997, 112). Con respecto a lo que pensaban sus amigos y compañeros de partido aquí tenemos un comentario: “CECI, por amor de Dios, no se lance: cómo puede usted, una mujer tan mona, tan linda: la van a ofender, la van a tratar mal, es muy pesado ser presidente del partido, no se meta usted en eso, porque usted es monísima y es un amor”. ( Fernandez: 1997, 112). Las mujeres participan cada vez más como electoras, en las organizaciones civiles y en los movimientos sociales pero en los puestos de dirección y política y en los cargos públicos son contados los casos. La presencia de mujeres en estos cargos es fundamental para incidir en políticas públicas a favor de las mujeres que “permiten ventilar” espacios para su autonomía. Por citar algún ejemplo en México, revisemos la composición por sexo en la Cámara de Senadores y en la Cámara de Diputados durante el año de 1999 y comparémosla con la del presente año.

Fuente: Reforma, 18 de octubre de 1989.

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Presencia en el Congreso CÁMARA DE DIPUTADOS

CÁMARA DE SENADORES 2004

Fuente: Elaboración propia con datos de la página del Congreso (Internet).

La Dra. Jacqueline Peschard comenta al respecto: “ En lo que todavía hay un rezago frente al hombre es en la ocupación de cargos directivos, tanto en esos movimientos y en esas organizaciones como en los propios cargos públicos que son de la política formal (…) actualmente hay una lucha por la visibilidad de la mujer en lo político.” ( Peschard, 1999: 10) El “techo de cristal” está presente en el ámbito de la política en México con la existencia de los códigos masculinos: los ambientes, los lugares, las horas de reunión, las rutinas, etc. ~*~*~ En México, tenemos un ejemplo muy palpable del ingreso de una mujer al ámbito masculino del poder, tal es el caso de Rosario Robles

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Berlanga, que durante su desempeño como Jefa de Gobierno del Distrito Federal,

se

distinguió

por

ser

una

mujer

creativa

con

ideales

democráticos muy claros, coherente entre la palabra y los hechos. Cuando Cuauhtémoc Cárdenas le propone

a Rosario ser su sustituta,

todas las apuestas estarían puestas en algún hombre, jamás se pensaría en la posibilidad de que pudiera ser una mujer aún al interior de un partido “democrático”, pues no olvidemos que el patriarcado y la misoginia no es exclusiva de un sector o un partido ni es exclusivo del pensamiento de los hombres, está diluido en toda la sociedad. Una vez conocida la decisión de Cárdenas las inconformidades, desconciertos y preguntas comenzaron: ¿por qué una mujer?, ¿por qué ella?, ¿tendrá las posibilidades de estar al frente de tal responsabilidad?, las mujeres no saben de cuestiones laborales, ¿por qué no mejor un hombre? Cuando una mujer accede al poder (mujer pública), los costos por “atreverse” a ocupar un cargo destinado exclusivamente a los hombres, independientemente del hecho de estar siempre “a prueba”, pueden ser muy grandes. En el caso de Rosario así sucedió, algunas personas llegaron a comentar: veamos cuánto tiempo dura en el puesto, haber si lo hace bien, haber si logra ser honesta. Constantemente se pondría a juicio su desempeño buscando cualquier error: que si gastó más de lo debido durante su función… que si desvió fondos… o incluso evaluando su

desempeño

como

funcionaria

pública,

con

argumentos

del

comportamiento en su vida íntima. El “techo de cristal” está presente en la socialización cuando a las mujeres se les educa como “ser para otros”, para tener miedo a tomar decisiones y sí a obedecer; miedo al poder no para ejercerlo. Se piensa que si una mujer desea el poder, es ambiciosa y egoísta pues deja de lado a su familia. Rosario comenta: “No se trata de llegar al poder para servirse de él, sino llegar al poder para servir y servir a las mujeres con una perspectiva de género. El poder para transformar nuestro país en

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una sociedad justa equitativa, soberana, democrática, plural, tolerante” (Robles, 2004). Si bien Rosario Robles ha cometido algunos errores en lo que respecta a las reglas no escritas sobre lo que debe ser “un buen político” y se ha visto involucrada indirectamente en algunos hechos: no es el objetivo de este escrito abundar en algo que ya tanto han divulgado los medios masivos, la mayor parte de las veces de una forma amarillista. Más bien, deseamos mostrar las críticas misóginas que hay detrás de esas sentencias así como también mostrar el trabajo que ella realizó como Jefa de Gobierno en materia de políticas públicas hacia las mujeres. La experiencia de poder con visión de género que vivió Rosario Robles nos habla de una experiencia enfocada hacia las políticas públicas y acciones legislativas que desarrolló para favorecer a las mujeres. Ella considera que un gobierno que impulsa políticas con perspectiva de género tiene que promover una visión transversal que cruce todas las áreas y posiciones de trabajo. Los logros obtenidos durante su gobierno en materia de políticas públicas

fueron

varios,

como

ejemplo

mencionamos

algunos:

el

Programa de la Participación Equitativa de la Mujer (Promujer) que después se convirtió en el Instituto de la Mujer (Inmujeres-DF); los Centros Integrales de Apoyo a la Mujer (CIAM´s); el Programa de Salud Comunitaria; Programa de Microcréditos a Mujeres para Fomentar el Autoempleo y Mejorar la Calidad de Vida Familiar; la campaña con el lema “hacer visible lo invisible: la democracia empieza en la casa”, etc. Tocante a las acciones legislativas figuran los siguientes: la creación de juzgados especializados en violencia sexual y familiar; se derogan, reforman y adicionan diversas disposiciones del Código Civil para el Distrito Federal con respecto a aspectos patrimoniales de divorcio; El Código Penal incluirá a la discriminación como un délito; la Ley de Prevención y Atención a la Violencia Familiar y la implementación 11

de Unidades de Atención a la Violencia Familiar; aumentar el número de causales por los que se pueda interrumpir el embarazo; programas de educación pública para difundir las reformas y enseñarles a las mujeres cuáles son sus derechos en el ámbito laboral, doméstico y social. Los recientes casos en los que se han visto involucradas algunas personas del PRD, en vez de asumir las consecuencias de sus actos como personas maduras, buscan en “los otros” la culpa. Y qué mejor que con una mujer, y si ésta “ha osado” entrometerse en un ámbito tradicionalmente masculino: excelente candidata para ser objeto de críticas y… ¿de qué se valen?

Desprestigiando su carrera política,

argumentando cuestiones de la vida íntima de la persona y más una mujer que debe de estar en su casa y ser una buena esposa. Rosario Robles como una mujer que ha accedido al poder (masculino) y que además ha roto con lo establecido en lo que respecta a lo que debe hacer en su vida privada ha generado críticas no solo de la mayor parte de los hombres de su partido sino también de las mujeres dentro de él pero también de mujeres pertenecientes a la academia. Tal es el caso de Denise Dresser, al respecto del tema ella comenta lo siguiente: “Aunque duela admitirlo, Rosario Robles merece que la expulsen de su partido. Aunque entristezca reconocerlo, Rosario Robles merece la sanción. Por amor y la ceguera que produce, le ha hecho daño a su partido. Por ambición y las equivocaciones que engendra, le ha hecho daño a la izquierda. Por interés personal y los incentivos que crea, le ha hecho daño al interés público. Es un final triste, pero no injusto. Es un desenlace dramático, pero no imprevisible. Es un epílogo personal, pero debería ser vara de medición perredista para René Bejarano y quienes se le parezcan.” (Dresser, 2004) La cita anterior nos recuerda la historia sobre Eva (Rosario) cuando le ofrece la manzana a Adán y al aceptarla la expulsión del paraíso será inminente. A causa de Eva la humanidad (Bejarano, Imaz, la izquierda, el interés público) sufrirá…

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Criticar ciertas cosas y exaltarlas mediante un exceso de juicios de valor ha sido la constante sobre el desempeño público de Rosario pretextando comportamientos de su vida personal y ahora ¿quién recuerda su trabajo como jefa de gobierno y lo qué hizo por las mujeres en materia de políticas públicas? ¿Qué tanto el reclamo que mucha gente le hace a Rosario radica en cuestiones inconscientes que muchas mujeres reclaman ante un modelo a seguir de lo que debe ser una mujer con poder? Es como si los reclamos fueran dirigidos desde un(a) hij@ dijeran “Tu mamá Chayito eras mi modelo a seguir y como yo no soy capaz de hacer, lo que tu hiciste antes (cuando eras buena) entonces te juzgo y te rechazo pues ahora ¿quién hará esas cosas que antes hacías tu y que me permitían delegar en tu persona lo que yo no me atrevo a hacer? Critico en ella que haya dejado de hacer lo que yo nunca he sido capaz de realizar. No cabe duda que el hecho de que una mujer asuma un cargo de poder que se considera destinado solo para los hombres, mueve las conciencias tanto de hombres como de mujeres que no tienen clara su auto identidad. Es importante que las mujeres fortalezcan su autoestima pero ante las estructuras patriarcales, dicha autoestima debe ir acompañada

de una

estructura

de

cuotas

y

de un progresivo

“empoderamiento”. Las mujeres que han llegado a cargos públicos deben hacer algo para contribuir a feminizar la profesión, demostrando que son capaces y sin perder de vista, la posibilidad de establecer alianzas con mujeres de otros partidos políticos, con mujeres de ONG´s, etc. Las mujeres como sociedad civil organizada, deben solidarizarse con las que están en el poder para que en el caso de que se dé un “fracaso”, éste no sea tomado en cuenta por la opinión pública como personal y como una prueba del prejuicio que señala ya ven, es que es mujer.

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