Freud Las Claves Del Deseo

1 2 FREUD LAS CLAVES DEL DESEO 3 4 ÍNDICE PARTE I BIOGRAFÍA DE UN DESEO CAPÍTULO I: LA PERSONALIDAD DE SIGMU

Views 287 Downloads 0 File size 2MB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

1

2

FREUD LAS CLAVES DEL DESEO

3

4

ÍNDICE

PARTE I

BIOGRAFÍA DE UN DESEO

CAPÍTULO I: LA PERSONALIDAD DE SIGMUND FREUD:

DETERMINANTES

SOCIOCULTURALES

DE

BIOGRÁFICOS LAS

Y

TEORÍAS

PSICOANALÍTICAS

DE PADRES JUDÍOS EL COMPLEJO DE PADRE MUERTE

DEL

PADRE

Y

TEORÍA

SEDUCCIÓN

CAPÍTULO II: LA FORJA DE UN CARÁCTER EL HIJO PREDILECTO

5

DE

LA

FREUD Y SUS HERMANOS EL TABÚ DEL SEXO LA FURIA DE MOISÉS MOTIVACIÓN DE LOGRO EL EPISODIO DE LA COCAÍNA

CAPÍTULO III: DOS MUJERES EN LA VIDA DE FREUD

MARTA BERNAYS: NOVIAZGO Y MATRIMONIO ANNA FREUD

CAPÍTULO IV: EXPERIENCIAS PSICOTRAUMÁTICAS INFANTILES AGORAFOBIA INFANTIL FOBIA A LOS TRENES EN VIENA: CALLE BERGASSE, 19 GENIO Y FIGURA

6

CAPÍTULO

V:

ENFERMEDAD,

DESTIERRO

MUERTE EXILIO EN VIENA LA MUERTE DE SIGMUND FREUD

II PARTE CLAVES DEL PSICOANÁLISIS

CAPÍTULO I: POR LA ESCONDIDA SENDA El explorador del alma humana ¿Importa hoy el Psicoanálisis?

CAPÍTULO II: EL HILO DE ARIADNA Descubriendo los continentes sumergidos de la mente El Dr. Josef Breuer Una paciente histérica Un médico hipnotizador En los fondos del alma El territorio mental llamado Inconsciente

7

Y

¿Es el Inconsciente mental un descubrimiento de Freud? La revolución cultural y científica de Sigmund Freud

CAPÍTULO III: LA CUEVA DEL MINOTAURO Y LOS ESTRATOS DE LA PERSONALIDAD La Metapsicología Estructura y funcionamiento de la Psique Topografía de la mente ¿Cuándo se forma el Consciente? Formación filogenética de la Conciencia Un test para clasificar el funcionamiento de la conciencia individual La región Preconsciente Las bodegas del Inconsciente El motor de la Represión

CAPÍTULO IV: LA PERSONALIDAD: SISTEMA DE FUERZAS EN INTERACCIÓN

¿Cómo funciona mi mente?

8

Una segunda exploración del territorio mental ¿Dónde se encuentra mi YO? El Ideal del YO Vivir el presenta Proyectar el futuro Estar despierto ¿por qué recordamos? La buena y la mala angustia La imagen de mi YO

CAPÍTULO V: LAS FUNCIONES DEL YO ¿Cómo funciona mi YO? ¿Soy feliz? ¿Cuándo soy responsable? Saber conducirme y adaptarme Saber diferenciarme Autosuficiencia solidaria Diferenciación y enamoramiento Objetivos pedagógicos ¿Interdepender o subordinarse? El YO infantilizado Lenguaje y realidad

9

CAPÍTULO VI: POR LAS OSCURAS REGIONES DEL ELLO El laberinto del Minotauro Dinámica de la terapia psicoanalítica La Libido Libido y Sexualidad El Placer y el Goce Los estímulos libidinales Seis modos de inversión de la energía libidinal El objeto de la libido La libido homosexual La dinámica del ELLO: Instinto, Pulsión, Deseo El Instinto La Pulsión Pulsión y Deseo Instinto de Vida, Instinto de Muerte

CAPÍTULO VII: LA DICTADURA MENTAL DEL SUPER-YO ¿Qué es eso que me perturba?

10

La formación ontogenética del Super-YO El YO Ideal El Ideal del YO La formación filogenética del Super-YO Una Tipología Psicoanalítica

CAPÍTULO VIII: PRINCIPIOS BÁSICOS DEL FUNCIONAMIENTO PSÍQUICO

Principios y procesos de la mente Educar la Fantasía El respeto a los demás, síntoma de Madurez Autorrealización personal Reflexiones sobre el Proceso Primario Reflexiones sobre el Proceso Secundario La madurez de mi YO ¿Qué es tener Libertad? ¿Qué es tener Voluntad? ¿En qué consiste la Espontaneidad? Enamoramiento y Amor Referencia a la cura psicoanalítica Super-YO y Conciencia Moral El concepto de Fantasma

11

CAPÍTULO IX: SEXUALIDAD Y COMPLEJO DE EDIPO Las fases del desarrollo psico-sexual ¿Salir del armario? El “COMPLEJO DE EDIPO” Precisando el concepto freudiano de Sexualidad Teoría de la seducción La leyenda del Rey Edipo La experiencia pre-edípica Después de Edipo Objetivos educativos y terapéuticos

EL PSICOANÁLISIS, ¿CIENCIA O MITO?

¿Es el Psicoanálisis una “ciencia” de la mente? La trampa del lenguaje El Mito científico Ciencia y Sabiduría Del Mito a la Ciencia y de la Ciencia al Mito

12

PARTE I BIOGRAFÍA DE UN DESEO

13

14

CAPÍTULO I La personalidad de Sigmund Freud: Determinantes biográficos

y

socioculturales

de

las

teorías

psicoanalíticas.

Pretendo

en

este

capítulo

iniciar

el

acompañamiento intelectual, paso a paso durante todo su recorrido vital, de una personalidad tan singular, tan apasionante, tan importante y tan sugestiva como la de Sigmund Freud. Y lo iniciaré citando a Nietszche, el cual, refiriéndose a las grandes filosofías, las definió como “autobiografías involuntarias e inconscientes”. Voy a intentar ir trazando un paralelismo entre la biografía de Freud y la diacronía de su pensamiento. Partiré de la ubicación socio-histórica: una puesta en escena del personaje en su tiempo, en su lugar de nacimiento y de vida, en las circunstancias históricas y socioculturales en las que se desarrolló. Indagar en su biografía para atisbar los fundamentos diacrónicos de su

15

pensamiento, en ese proceso evolutivo y progresivo, impulsado por un deseo motriz, hacia el descubrimiento espeleológico de las cavernas profundas de la mente, con lo que revolucionó las concepciones vigentes sobre el ente humano, y sobre el sentido existencial de su ser y de su actuar. En resumen, trataré de estudiar los fundamentos personales y culturales de las teorías de Freud, de acuerdo con el pensamiento de San Agustín de que no hay que buscar fuera de uno mismo, porque en nuestro interior es donde se encuentra la verdad. Pretendo coger, junto con el lector, “el paso” vital de Freud en su caminar por la historia, a ver si con su paso acompasamos el nuestro, le damos un nuevo ritmo vivencial, y con su historia (que es siempre magistra vitae) iluminamos nuestra historia, la propia de cada uno. Y quizás descubramos, al hilo de la evolución de Freud, cómo nuestros deseos, nuestras actitudes y nuestro propio pensamiento están, de algún modo, determinados también y condicionados por nuestra historia personal y cursan a través de los mismos raíles de nuestra singular biografía.

16

Citaré a su biógrafo Ernest Jones, afirmando con él que el Psicoanálisis, tal como cualquier otra rama de la ciencia, sólo puede ser entendido si se le encara en su proceso histórico, “cuya evolución estuvo ligada, de una manera muy peculiar e íntima a la de su creador”.

UBICACIÓN SOCIO-HISTÓRICA Comenzaré diciendo que nace el día 6 de mayo de 1856, en un pueblecito de Moravia (que después pasó a pertenecer a Checoslovaquia, pero que en aquellas fechas formaba parte del entonces Imperio Austro Húngaro). El pueblo se llamaba Freiberg, y después se llamó Pribor. Sus padres le ponen de nombre Sigismund. Uno de sus biógrafos, Clark (Freud, el hombre y su causa. Planeta) lanza la sugerencia de que la raíz alemana de la palabra que forma este nombre es “Sieg”, la misma que interviene en los términos que

significan

triunfo,

victoria, deseo culminado. Que de alguna manera el nombre quede integrado en la imagen que conforma el Ideal del Yo, parece estar bastante comprobado por la historia y por la

17

psicología.

Otro hecho evidente es que el YO va

tomando consciencia paulatina de su identidad con referencia a su nombre, y que también el nombre traduce

mensajes

y

mandatos

relacionados

con

expectativas parentales, a través del Super-YO. Está claro que el biógrafo de Freud nos quiere sugerir que ya su nombre empezaba a marcar un destino de triunfo... Que la persona está moldeada, como amasada, por sus circunstancias es el aforismo de Ortega y Gasset,

“yo

soy

yo

y

mis

abundantísimamente repetido. nacimiento

de

Freud

se

circunstancias”,

Pues bien, en el dieron

una

serie

de

circunstancias que, sin ninguna duda, iban a ser determinantes de sus deseos vitales y moldeadores de su pensamiento, de su orientación vital, y de su actitud fundamental frente a la existencia. Una de las circunstancias determinantes fue, sin duda, el hecho de que sus padres fueran judíos. Nació en el seno de un grupo minoritario y hasta cierto punto marginal, suscitador de hostilidades y recelos. Este hecho tiene que marcar necesariamente, y de modos muy diversos, los deseos profundos y la visión de la vida, y de sí mismo, de un niño que se abre, como una

18

flor, a la existencia. De la influencia concreta en Freud y de su dinamismo contrareactivo hablaré más adelante. Otra circunstancia, moldeadora de su yo personal tuvo que ser necesariamente el triángulo familiar en el que se inscribe su nacimiento. Su padre, Jacob, casado por segunda nupcias (o por tercera, como creen pensable algunos biógrafos) con su madre, Amalia Nathanshon, veintiún años menor que él. Jacob tenía 42 años y Amalia 21. Se daba el caso de que un hijo del primer matrimonio de su padre, de Jacob, era de la misma edad que su madre. Esta circunstancia, la de nacer integrado en una situación triangular que le hace cercano en edad a la madre y lejano al padre, pudo haber sensibilizado su percepción y orientado su pensamiento, desde su propia experiencia, a es situación endopsíquica universal que él bautizó con el nombre de Complejo de Edipo. Voy a consignar un dato en relación a los sentimientos que le suscitaban su padre y su madre. El dato es aparentemente simple, pero, como todas las experiencias de esa edad, es de las que van marcando los posicionamientos de una persona en la existencia: A la edad de dos años todavía mojaba la cama. Siempre

19

tuvo el recuerdo de que una noche se había orinado en el dormitorio de sus padres, estando en la cama con ellos.

Mas

tarde

Freud

explicaría

las

razones

psicológicas de la enuresis: simbólicamente es una señal de ambición y de posesión, como el animal que riega el terreno para exclusivizarlo en señal de dominio y de posesión de un derecho. Aprovecharé para añadir, como entre paréntesis, que hay cuatro móviles fundamentales en la actuación de un niño, como cuatro objetivos encubiertos en sus comportamientos, incluso en este de orinarse en la cama de sus padres: el primero puede ser manifestar debilidad, “qué chiquito soy”, que concita lógicamente la respuesta protectora. El segundo, dar muestra de poder, como si quisiera decir: “hago lo que me viene en ganas”. El tercer móvil puede ser la revancha, “os vais a enterar”. Y el último, la búsqueda de atención. Y aclararé después, que estos móviles del comportamiento infantil, que cada niño especializa a su modo, y que todos los conservamos en el niño que llevamos dentro, están en la base de futuros trastornos patológicos: la debilidad que evoluciona en depresión, la necesidad de mostrar poder que lleva a la paranoia, la actitud de revancha que revienta en la psicopatía, y la búsqueda de atención exacerbada en la histeria.

20

Este ha sido el paréntesis. Sobre el hecho anecdótico diré que, después de muchos años, Freud siguió recordando y subrayando que fue su padre, y no su madre, quien le regañó y humilló. Incluso que llegó a decirle “que nunca llegaría a ser nada”. El recuerdo de este episodio persiguió al joven Freud durante años: “Fue un duro golpe a mi ambición”, tanto que, como en el síndrome postraumático, siguió reactualizándolo en los sueños (flashback). Y siempre que le venía al pensamiento, reaccionaba, como en un ritual obsesivo, realizando un recuento rápido de sus méritos, como para afirmarse triunfalmente frente a su padre por todo lo que había conseguido. Lo importante de este hecho es que pone de relieve la autoridad del Padre, quien representa la coacción, la restricción, la amenaza, el Principio de la Realidad. Y en frente, la madre, representando la indulgencia, la acogida, la comprensión, el amparo, el Principio del Placer. El Tánatos y el Eros. Y

quiero

aquí

recordar

un

axioma

psicoanalítico: La condición fundamental del equilibrio psíquico y del crecimiento madurativo personal consiste en compaginar dentro de uno mismo, del propio sistema

21

psicobiológico, el Principio del Placer y el Principio de la

Realidad.

Es

decir:

asimilar

e

integrar

armónicamente, dentro del propio YO, la experiencia padre-madre. O, dicho de otro modo: resolver y superar el Complejo de Edipo. Así se puede comprender lo que dijo R. Kipling en Something about myself: “Dadme los seis primeros años de la vida de un niño y ya os podéis quedar con el resto”.

DE PADRES JUDÍOS Quiero incidir sobre la especial circunstancia de la aparición de Freud en el escenario de la vida, que es la de haber nacido de padres judíos. Y hay un hecho especialmente significativo, que voy a relatar enseguida, respecto a su toma de consciencia de pertenecer a un grupo socialmente marginado y rechazado, que fue tan determinante de sus deseos vitales y de su actitud posterior frente al mundo. Voy a decir, entre paréntesis que este hecho lo relata

él

mismo

a

su

amigo

Wilhelm

Fliess,

otorrinolaringólogo berlinés, también judío, con el que

22

mantuvo periódicamente unos encuentros que él llamaba “Congresos”, y una extensa correspondencia que ha sido valiosísima para conocer el nacimiento y la evolución del Psicoanálisis, y para comprender

el

pensamiento de Freud. El biógrafo Clarck califica esa amistad

de

“extraña

y

aún

no

suficientemente

explicada”. Y afirma que ejerció sobre Freud “un influjo casi embrujador”. Sigo con el paréntesis: Había asistido Fliess a las clases que Freud daba en la Universidad como Dozent. Se conocieron, pues, en 1887 y rompieron definitivamente la amistad en 1906. En el verano de 1890, le había escrito en unos términos, que son reveladores del Sí mismo del espejo desde el que Freud valoraba su relación con Fliess, y la influencia que éste ejercía sobre él: “Cuando te hablé y vi que me dabas importancia, empecé a pensar que yo era alguien, y la imagen de energía confiada que me ofreciste no ha dejado de surtir efecto”. El hecho es que Freud llegó a establecer con Fliess una extraña relación de admiración y dependencia (en la que el propio Freud llegó a reconocer un cierto componente homosexual) y una ambivalencia afectiva

23

como la que se da en la relación del hijo con el padre. Esta relación terminó por un conflicto originado por unas ideas que Fliess le transmitió acerca de la bisexualidad

masculina.

Estas

ideas

aparecieron

publicadas en un libro, Sexo y carácter, y que, según la sospecha de Fliess, le había llegado al autor, Otto Weininger, por una indiscreción de Freud. Cierro aquí el paréntesis sobre Fliess, que considero interesante para comprender algunos rasgos de la personalidad de Freud, y paso a relatar el hecho que tan profundamente marcó a Freud en la relación ambivalente con su padre, y como sujeto perteneciente a una identidad racial (si-mismo del grupo) despreciada: “Yo tendría diez o doce años cuando mi padre empezó a llevarme con él en sus paseos”. Un día le contó a su hijo la siguiente historia: “Cuando yo era joven un día salí a caminar por la calle del lugar donde naciste, elegantemente vestido, con un sombrero de piel nuevo. En dirección opuesta venía un cristiano, que me empujó, me derribó el sombrero, que cayó en el barro de la calle, y me gritó: Perro judío, fuera de mi camino”. El niño Freud, sobrecogido, le preguntó a su padre: “¿Y tu qué hiciste? Él le respondió con toda

24

naturalidad: “Bajé de la acera, recogí el sombrero y seguí mi camino...”

Esta imagen de su padre, el más

poderoso, el más sabio, el más rico de los hombres, a sus ojos de niño, envilecido cobardemente, le aguijoneó durante mucho tiempo y le hizo desarrollar fantasías de venganza. Es otro componente motivacional que dirigió y orientó el impulso y el deseo de autorrealización de Freud: el de la revancha, tanto que llegó a identificarse con el espléndido caudillo, Aníbal, también semita, que había jurado vengar a Cartago, por más poderoso que fueran los romanos. Este

sentimiento

lo

fue

elaborando

y

reconvirtiendo en otro factor motivacional, el del deseo y la necesidad compensatoria de reconocimiento y grandeza, como sublimación del móvil más pulsional y patógeno de venganza. “A veces me he sentido como si hubiera heredado toda la pasión de mis antepasados cuando defendían el Templo de Jerusalén”.

25

EL COMPLEJO DE PADRE Este ambicioso deseo, de origen motivacional reivindicativo y compensatorio, se convirtió en la línea directriz (es un concepto de la Psicología Individual de Adler) de su carácter. Pero dejó alojadas dentro de su psiquismo resonancias conflictivas, perturbadoras y culpabilizantes. Me explico, ya que

se trata de un

fenómeno clínico que he podido observar y tratar repetidas veces. Es el hecho de personas que son incapaces de aceptar su propio triunfo (por ejemplo, dejan una carrera brillante cuando sólo les queda una asignatura,

pierden

inexplicablemente

en

una

competición cuando prácticamente habían llegado al final, son abandonados por su pareja en días cercanos a la boda ...) Freud lo tenía también tan observado -y hasta autodiagnosticado- que escribió un pequeño ensayo, en 1916, titulado Los que fracasan al triunfar, dentro de un texto más amplio: Varios tipos de carácter descubiertos en la labor analítica. A propósito de esto, voy a contar una interesante anécdota de Freud. Cuando estuvo en Atenas, que por cierto varios años más tarde recordó

26

que las columnas de ámbar de la Acrópolis era una de las cosas más hermosas que había contemplado en su vida...Bueno, pues cuando estuvo en Atenas recogió sus impresiones del viaje en un ensayo titulado Trastornos de la memoria en la Acrópolis, y en él escribió: “Es inevitable que la satisfacción de haber llegado tan lejos lleve aparejado un sentimiento de culpa”. De alguna manera lo resiente como algo injusto, prohibido desde tiempos inmemoriales, desde el mito de Lucifer a quien arrastró el deseo de ser más grande que Dios... Como si el deseo de llegar más lejos que su propio padre, cuyo recuerdo se mezcla, culpabilizado, con sentimientos de crítica y desvalorización desatados en las experiencias de su infancia, le pudiera llevar también a sentirse más grande que él. Advertiré que, en algunas personas, estos sentimientos pueden llegar a cristalizar en lo que Freud denominó Complejo de Padre (1910, Congreso de Nurenberg, El porvenir de la terapia psicoanalítica) que consiste

en

una

mezcla

endovivenciada,

hipersensibilizada de miedo, hostilidad, desconfianza y culpabilidad, unidos a los sentimientos contrapuestos de amor, respeto y admiración. Y señalaré que esta tensión

27

conflictual de sentimientos contrapuestos pueda ser una de las bases etiológicas de la neurosis obsesiva. Me explico: el conflicto de atracción y rechazo simultáneo, deseo de posesión y de evitación del mismo objeto, puede dar lugar a una parálisis del pensamiento y a una reacción automática de insistencia obsesiva para superarlo.

MUERTE DEL PADRE Y TEORÍA DE LA SEDUCCIÓN El biógrafo P. Gay señala que la muerte del padre constituyó una profunda experiencia personal, de la que Freud extrajo consecuencias universales. Desde el punto de vista personal, Freud la califica como “El acontecimiento más importante y la pérdida más decisiva en la vida de un hombre”. Y es a partir de ese acontecimiento cuando empieza su autoanálisis para su propia reconstrucción psicológica. En carta a Fliess del 2 de noviembre de 1896, le confiesa: “Por alguno de los oscuros caminos, por detrás de la consciencia oficial, la muerte del viejo me

28

ha conmovido mucho. Lo quería muchísimo, lo comprendía muy bien, y él era muy importante en mi vida, con su mezcla peculiar de sabiduría profunda y de fantasía infantil. Ya había gozado mucho de la vida cuando murió, pero en esta ocasión sin duda se ha despertado en lo interior de mí mismo todo lo más primitivo”. El biógrafo y médico de Freud, Shur, quiere vislumbrar en esta carta el primer determinante de su autoanálisis: un autoescrutinio impulsado por lo que él denominó “la culpa del superviviente”. Y el propio Freud consideró que su obra La interpretación de los sueños se produjo como una reacción a la muerte de su padre. Por otra parte, a nivel de su pensamiento, este acontecimiento ejerció la influencia determinante del abandono de la primera teoría de la neurosis -la seducción infantil por obra de sus progenitores- sobre la que había fundamentado hasta entonces todo su sistema. Pero de nuevo se activa, con esta ocasión, una de las características funcionales de la personalidad de Freud: la capacidad de levantarse sobre las ruinas de un fracaso y hacer sobrevolar su deseo hacia un nivel más

29

alto de reconstrucción. A partir de ese punto, reelaboró toda su teoría sobre un nuevo basamento: Complejo de Edipo. Voy a pormenorizarlo: Al comienzo de sus teorías estableció que la histeria se produce por un trauma infantil: la seducción o violación del niño por parte de uno de sus progenitores. Y deduce, en consecuencia,

que

haber

experimentado

placer

culpabilizante era el origen de las neurosis obsesivas. Sus pacientes le narraban que habían sido violados en su temprana infancia. Y, en estado de hipnosis,

reproducían,

con

intensidad

emocional

dramática, la escena de su seducción sexual. Freud lo creyó, lo determinó como objetivo de sus pesquisas, y lo constituyó como uno de los puntos fundamentales de sus teorías. El episodio de Katherina, una campesina “encantadora” de dieciocho años que le había servido en un albergue de las montañas austriacas, por una neurosis de angustia con histeria, fue para él una fehaciente confirmación. Diré como nota al margen que en la primera información de este episodio (que Freud hace en carta a Fliess de 1893) relata que Katherina

30

había sufrido intentos de violación de parte “de un tío suyo”. Pero tres décadas más tarde, añadió una nota al pie de página en Escritos sobre la histeria, confesando que no fue su tío sino su propio padre quien intentó violarla. Poco a poco fue sometiendo la teoría a una duda metódica cartesiana, extrañado de que fueran tan abundantes estas confesiones, y que una perversión tan grave pudiera estar tan generalizada. Y, por otra parte, influyó sin duda la necesidad de liberar el recuerdo de su padre de esa sombría y repugnante sospecha. Y de ahí fue afianzando a la conclusión de que, más que un hecho universal, se trataba de una fantasía, que como todas las fantasías, encerraba, de modo más o menos encubierto, un deseo. Y esta fantasía del niño era rememorada después por el adulto como si hubiese sido real. Quizás en el inconsciente infantil se alberga el deseo de seducir a alguno de sus progenitores, que no es capaz de expresarlo más que disimulándolo mediante el mecanismo de proyección: Para defenderse de la culpa de tal sentimiento, proyecta la iniciativa en el progenitor. Así construyó el puente ideológico por

31

donde fue atravesando, desde la teoría de la seducción, a la teoría del Complejo de Edipo. Quiero mencionar una aportación interesante. Jeffrey M. Masson, psicoanalista, director del Archivo de Freud, en sustitución de Kurt Eissler, apoyándose en el razonamiento, que también nosotros hacemos como fundamento de esta lección, de que las experiencias tempranas tienen una gran influencia en la elaboración del pensamiento posterior, señala la importantísima influencia que tuvo en el pensamiento de Freud la lectura, en español, cuando era muchacho, del Diálogo de los perros de Cervantes, donde Berganza imagina que su madre era bruja. (Sobre este interés de Freud por la obra de Cervantes, quizás comentaré algo más adelante). Y piensa Masson que esto influyó también en el abandono de la idea de la seducción, al concluir, con Cervantes, en que las fantasías pueden vivirse, vivenciarse, tan intensamente que lleguen a traspasar el umbral que las separa de la realidad objetiva. Yo lo explicaría así: La consciencia resuelve las dudas entre lo real y lo ficticio con un recurso muy simple e inmediato: constatándolo perceptivamente frente a la realidad. Cotejando la idea (eidos, idolo,

32

imagen de lo real) con la realidad objetiva. El Inconsciente no tiene acceso directo a la realidad física constatable. “Su realidad” es la huella de su fantasía re-presentada, que se llama Fantasma. Esta imagen, o fantasma, es tan consistente y tan fuerte que produce efectos más enérgicos incluso, y más intensos que si fuese real. Por ejemplo: la alucinación es más poderosa que la percepción real; una obsesión es más intensa e irreprimible que una acción justificada (la obsesión de lavarse las manos para liberarse del sentimiento de culpabilidad es más fuerte e irreprimible que la acción de lavarse para limpiar la suciedad...)

33

34

CAPÍTULO II LA FORJA DE UN CARÁCTER

Sigo en mi intento de ir arando este campo de la ubicación socio-histórica de Freud: un tema biográfico con el que pretendo seguir el paso de del niño Sigmund Freud en su proceso evolutivo, desde su nacimiento, y señalar las pistas y las huellas -como las piedrecitas que Pulgarcito fue poniendo en su caminode los hechos y circunstancias que fueron moldeando su pensamiento, amasando su carácter y determinando sus actitudes vitales, así como su orientación y deseo fundamental en la existencia. Y acordándonos del aforismo de Ortega y Gasset, yo y mis circunstancias, hemos aislados varias circunstancias especialmente significativas.

He

estado

elucubrando

sobre

la

circunstancia-Padre. Ahora vamos a detenernos en la circunstancia-Madre.

35

EL HIJO PREDILECTO Cuando ya era viejo y famoso, le descubrieron una placa conmemorativa en Freiberg, su pueblo natal, que hoy se llama Pribor. Él no pudo asistir, por estar ya impedido y enfermo, pero delegó en su hija Anna, quien leyó una carta escrita por él expresamente para el acto: “Todavía pervive en mi memoria ese niño feliz, hijo predilecto de una madre joven, que en ese lugar, entre esos montes y esos valles, recibió las primeras impresiones indelebles de su existencia”. Dicen los biógrafos que nació con abundante cabello rizado y negro, y que su madre le llamaba “mi negrito”. Y él, ya adulto, con más de sesenta años de vida, reflexiona: “El hombre que haya sido el indiscutible hijo preferido de su madre, mantiene ante la vida la actitud de un conquistador, o aquella confianza en el triunfo que, con tanta frecuencia, le ha llevado al triunfo total” (Poesía y Verdad: Un recuerdo infantil de Goethe, 1917). Un texto anterior de Freud, en el que se refleja esta imagen autovalorativa, consecuencia de la confianza en sí derivada, como él sugiere, de la experiencia maternal, se recoge en carta a

36

Fliess

de

1900:

“Por

temperamento

soy

un

conquistador, un aventurero, si quieres traducir esta palabra con toda la curiosidad, la osadía y la tenacidad de esta tipo de hombres”. De esto se deduce otro principio psicoanalítico que hoy ya nadie pone en duda: que la relación materno-filial es una de las claves más fundamentales del desarrollo psicofísico de la persona. La base de la autoconfianza y del deseo humano se hecha en los primeros años de la vida, desde las primeras experiencias relacionales con la propia madre. Todo deseo es una movilización de energías hacia un bien previsto, cuya consecución supone el reestablecimiento del Yo-ideal. Digo reestablecimiento porque ese Yo ideal ya se había establecido en la relación con el primer objeto del deseo, la Madre, espejo primordial de reconocimiento del Yo. Freud siempre aludirá a ese primer gran amor insustituible. Sin duda, no existe una experiencia más importante, ni deseo más fruitivo, ni más gratificante en la vida de una persona. Es, como alguna vez he escrito, el verdadero Paraíso terrenal del que habla la Biblia, con todos los frutos del Edén al alcance del deseo...Pero

37

del que muy pronto se sentirá arrojado, por una ley inexorable de la vida, como lo describió un poeta amigo mío: “Estaba escrito que el amor tuviera / como fruto primero el desengaño. / Ay, corazón, ¿regresarán los años...?”

Y, sin duda, regresa esa experiencia y de

algún modo se reproduce en la relación sexual. Cuando dos personas, en el ámbito sagrado de la intimidad corporal, dos seres, únicos y solos en la existencia, encuentran uno en el otro la respuesta a todos sus deseos. Es el gran valor humano de la sexualidad: su capacidad

de

construir

la

intimidad

desde

la

reproducción de la primaria experiencia de placer existencial. Freud llega a pensar que en el fondo de todo enamoramiento hay un deseo inconsciente de recuperar aquella primera experiencia, aquel primer amor que nada ni nadie podrá sustituir. Y por eso el enamoramiento es considerado clínicamente como una psicosis transitoria, porque quien lo experimenta se sale de la realidad, haciendo a otra persona ilusoriamente (como aquella primera) a la medida de su deseo.

38

FREUD Y SUS HERMANOS Freud experimentó ese primer desengaño del amor,

cuando

después

de

él

fueron

naciendo

sucesivamente cinco hermanas y dos hermanos. Generalizando sobre los celos infantiles, Freud escribe: “El niño le envidia al indeseado intruso y rival no solo que mame, sino todas las demás pruebas del cuidado maternal. Se siente destronado, despojado, perjudicado en sus derechos. Destina un odio celoso al hermanito y un gran resentimiento contra la madre desleal”. Y es que solo diecisiete meses después de su nacimiento, nació su hermano Julius “a cuya llegada dice su biógrafo P. Gay- había reaccionado con furia y con perversos deseos de muerte”. Cuando a los ocho meses murió Julius, dentro del niño Freud se produjeron autorreproches, debido a sus malos sentimientos, que según él mismo confiesa, constituyó una tendencia, la de culpabilizarse y autorreprocharse, que le duró toda la vida. “Pocas veces tenemos una percepción correcta de la fuerza de esos impulsos celosos, de la tenacidad con que persisten, o de la magnitud de su influencia en el desarrollo posterior”.

39

Cuando siendo ya

octogenario le propusieron a Freud la creación de una segunda

revista

de

Psicoanálisis,

él

se

opuso

terminantemente, con un argumento que, sin darse cuenta, traicionaba sus propios sentimientos atávicos: que la revista hermana “se bebería toda la leche de la primera”. De hecho fue un novio celoso, exclusivista -así se describe él mismo- e incapaz de tolerar competidores. Cuando supo que Marta se había relacionado con amigos artistas, le escribió consternado, porque frente a los artistas él se sentía en inferioridad de condiciones. Como ya he dicho, toda la vida le duró una tendencia

sensibilizada

a

culpabilizarse

y

autorreprocharse, y él mismo reconoció que esta tendencia tenía como base la experiencia del nacimiento y la muerte de su hermano Julius. En relación a esto, quiero contar un episodio interesante.

Fue en 1909,

cuando le invitaron a Estados Unidos, a Massachusset a dar unas conferencias a la Universidad de Clark. Le acompañaron Ferenczi y Jung. En ese viaje por barco tuvo Freud la satisfacción de encontrar a un grumete que estaba leyendo La patología de la vida cotidiana, con lo que veía confirmada su intención de hacer llegar

40

el Psicoanálisis a un público más amplio, no necesariamente especializado. Sigo con la historia: Antes de embarcar, el día 20 de agosto, están los tres viajeros almorzando juntos, en Bremen. Jung se extiende en una larga disertación, brillante como es característico en él, sobre unos enterramientos prehistóricos que se está excavando al norte de Alemania. En un momento de la charla Freud se desvanece y cae al suelo. Después va a explicar que se había sentido profundamente afectado al interpretar que bajo las palabras de Jung se albergaba un inconsciente deseo de muerte, dirigido contra él, y la intención de suplantarlo...Teniendo en cuenta que Jung era considerado su posible sustituto, su delfín, su seguidor (con la ventaja para el Psicoanálisis, acariciada por el mismo Freud, de poder salir del círculo cerrado de los judíos), ¿no pudo ser ese deseo de muerte una proyección de su propio deseo, revivenciándolo, con culpabilidad y autorreproches, junto con el que tuvo hacia su hermano Julius? Puede parecer alambicado, pero es quizás lo único que explica esa tremenda reacción emocional que le lleva a caer al suelo desmayado. Y quizás, también, necesitó llamar la

41

atención, para no ser desplazado, de un modo más espectacular de como lo estaba consiguiendo Jung con su interesante y culta perorata. Es curioso constatar que hasta las personas que consideramos más importantes, incluso maduras, albergan en su interior un niño, el niño que una vez fueron, con deseos y necesidades vitales insatisfechos y con conflictos no resueltos. Y aquí podemos incluir otro de los axiomas del Psicoanálisis: Que la rivalidad y los celos sacan a la luz un conflicto infantil no resuelto, como es inconsciente

de

ser

objeto

de

deseo

predilección

y

exclusividad. Cuando nació otra de sus hermanas, Anna, él soñó que su madre estaba extremadamente delgada. Después

interpretó

que

esta

imagen

maternal

representaba su deseo de que no estuviera embarazada (estar delgada es lo contrario a la grossese), como expresión simbólica de su necesidad de exclusividad.

42

EL TABÚ DEL SEXO Freud ha insistido, en varias ocasiones, sobre el trastorno psicológico que puede padecer un niño al presenciar lo que denomina escena primaria: la relación sexual entre sus padres. Tal impacto psicológico tiene un

doble determinante: que lo interpreta como una

agresión violenta, un abuso sádico contra su madre. Y que tiene como consecuencia el nacimiento de un rival, “una amenaza para sus intereses egoístas”. Además de las connotaciones emocionales atávicas que comporta el tabú del sexo. A este respecto es importante el caso de El hombre de los lobos. Es un caso complejo, muy importante para la sistematización conceptual del Psicoanálisis, que yo voy a simplificar para ajustarlo exclusivamente a lo que venimos diciendo sobre la escena primaria.

Se trata de un joven ruso, de padre

muy adinerado (aunque al final él terminó casi en la miseria), que se pone en tratamiento con Freud y presenta un síntoma singular de fobia a los lobos. Durante el tratamiento, evoca una escena en la que él, de niño, irrumpe en la habitación de sus padres una mañana, y contempla, a través de la ventana abierta de

43

la habitación, un paisaje nevado y unos lobos junto a la ventana. El niño huye despavorido y, desde entonces, la imagen de los lobos le angustia y obsesiona...Aunque, por lo que se descubre en el tratamiento, esta imagen de los lobos encubre y desplaza lo que verdaderamente le angustia y obsesiona: haber contemplado la relación sexual de sus progenitores.

LA FURIA DE MOISÉS Siguiendo el hilo de la relación de Freud con su madre, en su infancia, y del deseo imperioso de exclusivizar su amor y su atención, quiero recalcar e insistir en otro de los rasgos de su carácter: la reacción de cólera que siempre le provocaba la competición y la rivalidad, por la que se fue deshaciendo, durante toda su vida, de sus “competidores” como pudieron ser el mismo Jung, Adler, Rank...Y, por qué no, también anteriormente de Breuer y de Fliess. Esto lleva a pensar que la interpretación que él hizo de Miguel Ángel de algún modo fue una interpretación de sí mismo, de su constante lucha por el control de los impulsos de cólera y odio que sentía hacia sus enemigos, incluso hacia sus

44

propios

partidarios

cuando

los

consideraba

competidores desleales. El Moisés de Miguel Ángel le había fascinado desde su primera visita a Roma en 1901, aunque su ensayo sobre El Moisés de Miguel Ángel no lo redactó hasta 1913, precisamente antes de empezar su Contribución

a

la

historia

del

movimiento

psicoanalítico que, según sus biógrafos, envolvía en papel de plata una bomba de furor lanzada contra sus “desleales” Jung y Adler. Vamos por partes. Ir a Roma le supuso la satisfacción de deseos ocultos, largamente acariciados. Se comparaba en sus fantasías con Aníbal, semita como él, que conquistó Roma. Ernest Jones afirma que para Freud Roma era el símbolo de deseos atávicos condensados. En 1913 pasó en Roma tres semanas del mes de septiembre. Permaneció ante la estatua de Moisés varias horas durante todos los días. Se preguntaba: ¿Reproduce su postura la acción de sentarse o la de ponerse de pie? ¿Qué pretendió expresar Miguel Ángel con esa extraña postura inacabada? Y Freud concluye que expresa el control de la cólera de Moisés, de la furia contra su

45

pueblo, sentándose después de haber estado dispuesto a romper las tablas traídas del Sinaí, al encontrar a los desleales israelitas adorando al Becerro de oro. Es decir, se decide por la interpretación de que la estatua de Miguel Ángel no expresa el comienzo de una acción violenta, sino los restos de un movimiento de control, de freno de la furia interior que todavía le asoma por los ojos. El biógrafo P. Gay pone una nota al relato de este episodio, asimilando la furia de Moisés a la propia furia caracterológica de Freud: “Como veremos más adelante,

esta

furia

tenía

también

dimensiones

inconscientes: lo más probable es que se basara en su decepción por verse cada vez más desplazado de su privilegiada posición como hijo único de la madre, a medida que Amalia Freud le presentaba a su primogénito un hermano tras otro”. Voy a dejar ya el tema de la relación de Freud con su madre, pero quiero aportar un último testimonio de lo que ella le significó hasta el final: “Jamás observé en ella acción alguna encaminada a satisfacer un capricho particular a costa de la felicidad de sus hijos”. Y en 1929, a los setenta y seis años, todavía en vida de

46

su madre, escribe: “La pérdida de la madre debe de ser algo muy extraño, imposible de comparar con otras pérdidas, y debe de despertar emociones difíciles de comprender. Mi madre vive aún, lo que me cierra el camino hacia mi ansiado descanso, hacia la nada eterna. Yo no podría perdonarme morir antes que ella”. Un año después, en septiembre de 1930, moría la madre de Freud, Amalia Nathanson, objeto indiscutible de su primer deseo.

MOTIVACIÓN DE LOGRO Voy a continuar recogiendo la idea, ya enunciada por mí, de que estos condicionamientos van incidiendo en la configuración de un dinamismo de personalidad, una fuerza motriz caracterológica, que impulsó enérgicamente su deseo y fue determinante en la orientación de su vida y en la consecución de sus objetivos. Es lo que hoy se enunciaría diciendo que sus deseos estaban impulsados por una muy poderosa motivación de Logro. Sus deseos, amasados desde las primeras necesidad

experiencias de su infancia, con ambición, de

reivindicación,

47

confianza

en

si,

rivalidad...están presentes en todos los momentos de su vida,

generando,

sublimación,

una

a

través

potencia

del vital

mecanismo

de

caracterológica

destinada al logro definitivo de su causa y de su persona. Hay otro episodio, que él recuerda con precisión después de los años, que reforzó la convicción de los padres de que albergaban a un genio, y quizás también la propia orientación de sus energía vitales para lograrlo. Cuando tenía once o doce años, estaba un día con sus padres sentados en uno de los restaurantes del parque de Viena, conocido por el Prater. Había por allí un vagabundo que pasaba por las mesas improvisando unos versos sobre cualquier tema oportuno, a cambio de algunas monedas. “Me mandaron llamar al poeta recuerda Freud- y él se mostró agradecido para con el mensajero. Después de pedir el tema, dejó caer unos cuantos versos sobre mí y declaró probable que yo algún día llegase a ser ministro”. Retrospectivamente Freud atribuyó a la impresión de este hecho su primer deseo de estudiar Derecho. Y soñó alguna vez que estaba sentado en un sillón de ministro. Más tarde se decidió por la medicina al escuchar una conferencia a

48

propósito del libro Sobre la Naturaleza atribuido a Goethe. Desde pequeño había sido aficionado a la literatura clásica y en algún momento de su vida afirmó que

haber

estudiado

Latín

y

Griego

le

había

proporcionado la comprensión de una civilización extinguida, y que había supuesto para él “una ayuda insuperable en mi lucha por la vida”. Como nota al pie de página diré también que había leído el Quijote, se había aficionado por estudiar español, creó con sus amigos una “Academia de Español” y se escribían cartas firmándose con los nombres, Cipión y Berganza,

de El dialogo de los

perros, de Cervantes. No quiero dejar de consignar a este respecto la digna carta que le escribió en castellano, el 7 de mayo de 1923, a Luis López-Ballesteros, primer traductor de su obra en castellano, y primera traducción que se había hecho de su obra en el mundo. Le dice: “Siendo yo un joven estudiante, el deseo de leer al inmortal en el original cervantino me llevó a aprender, sin maestros, la bella lengua castellana. Gracias a esta afición juvenil puedo ahora, ya en edad avanzada (67 años), comprobar el acierto de

49

su versión española de mis obras, cuya lectura me produce

un

vivo

agrado

por

la

correctísima

interpretación de mi pensamiento y la elegancia del estilo.” La carta continúa con un párrafo más, pero yo vuelvo a mi discurso. Cuando leyó Edipo Rey de Sófocles (ya he dicho que en su examen de “Matura” le pusieron la traducción de treinta y tres versos de esta obra), se le quedó grabada una frase: “Este es el que descifró el enigma de la Esfinge y por eso ha llegado a ser el hombre más poderoso”. Al cumplir los cincuenta años, en 1906, sus seguidores y discípulos le ofrecieron un medallón, en una de cuyas caras se representaba a Edipo descifrando el enigma, y en la otra su efigie, la de Freud, con la leyenda grabada en griego “Este es el que descifró el enigma de la esfinge...” Se quedó tan impresionado y silencioso que los discípulos, expectantes, llegaron a creer que estaba molesto. Jones escribe que “se puso pálido y agitado”. Entonces él les contó que, siendo joven estudiante de Medicina, le gustaba pasear por los patios de la Universidad de Viena donde estaban los bustos de los profesores ilustres, cada uno con su

50

inscripción, y que él recordaba haber recreado en su fantasía con el deseo de que alguna vez estuviera allí su propia escultura con esa inscripción del Edipo de Sófocles, precisamente la que sus discípulos habían elegido para el medallón. Y fue después de su muerte, en febrero de 1955, cuando se celebró en la Universidad de Viena una ceremonia, en la que se descubrió un busto de Freud, donación de su biógrafo y discípulo Ernest Jones, con esa misma inscripción. Me viene a la cabeza otra fantasía, o sueño de grandeza, análogo a éste, narrado por Freud en carta a Fliess de 1900. En las afueras de Viena había un gran chalet con el nombre de Bellevue, que la familia solía arrendar

para

sus

vacaciones

estivales.

Fue

precisamente allí donde por primera vez Freud interpretó un sueño completo, con todos sus símbolos, condensaciones, desplazamientos y entresijos. Y en la carta que he citado, le revelaba a Fliess su oculto deseo, no sin un deje de humor y de ironía, de que alguna vez se colocara en aquel lugar una placa de mármol en la que pudiera leerse: “Aquí se le reveló al Dr. Sigmund

51

Freud el secreto de los sueños, el día 24 de julio de 1895”. De todas estas anécdotas biográficas resulta inequívoco e indudable su deseo directriz de éxito, su motivación para el éxito y su confianza en el éxito. Se podría resumir su biografía como una vida orientada por su deseo hacia el éxito personal. A su novia Marta le había llegado a decir: “Nada impedirá mi éxito final, mientras nos conservemos bien y yo sepa que tu estás a mi lado y que me quieres”. Y después, en tiempos de su correspondencia con Fliess, se había atrevido a confesarle: “Creo que tengo el talento necesario para llegar a figurar entre los 10.000 que más valen”. El tiempo le ha dado la razón crecida. Y en los catálogos que se vienen publicando periódicamente, en inglés, de las 1.000 personas más influyentes de la Humanidad, de los que ya se han hecho dos versiones, una encabezada por Jesús y otra por Mahoma, en ambos, entre las mil personas, se cuenta con Freud. Y como creo que ya he dicho, también entre las listas que se han elaborado con ocasión del nuevo milenio, de las 100 personas más influyentes en el milenio anterior, en

52

todas aparece, como no podría ser de otro modo, el nombre de Freud. Pero tengo que hacer notar que no era una autoestima orgullosa y petulante, sino que esa confianza y esa fuerte motivación de éxito, contrastaba con sentimientos de inseguridad, zozobra y consciencia de su propia limitación. Pensaba de sí que tenía una inteligencia insuficientemente dotada, y en carta a alguien le dijo que él nunca tendría que temer que Dios le pidiera cuentas, que era él quien tendría que pedirles cuentas a Dios por no haberlo dotado de mayor inteligencia . Se autocriticaba de tener modales poco sociables, de tener poca aptitud para la práctica de la medicina,

y aseguraba

tener la impresión de ser

desestimado por los demás al primer golpe de vista. Estando en París, fue invitado a una de las fiestas sociales que organizaba su maestro Charcot. Le escribió acomplejado a su novia que había en la fiesta muchachas de quince a dieciocho años, “algunas muy bonitas”. Y añade descorazonado: “Yo desentonaba allí como la peste”. Su propósito final es el típico de paciente con fobia social: “no asistir a reuniones donde haya más de dos personas”.

53

EL EPISODIO DE LA COCAÍNA Y estas experiencias me dan pie para contar el episodio de la Cocaína. Es tan interesante este episodio en la vida de Freud, que hay quienes han llegado a pensar que Freud fue cocainómano. ¿Realmente lo fue? Yo estoy convencido de que no. Veréis. Al principio de su vida profesional, una vez terminada la carrera de Medicina (en la que empleó más años por dedicar mucho tiempo a la investigación, a la filosofía y a otros intereses culturales y artísticos), Freud experimentó una amarga experiencia de pobreza: no llegar a tener ropa que ponerse, ni dinero para comer en varios días. No encontraba trabajo suficientemente remunerado. Incluso para visitar a un profesor tuvo que pedirle prestado los pantalones a un compañero. En carta posterior a su amigo el Dr. Fliess, recordando ese trance de su vida, le confesaba: “Un recuerdo de mi adolescencia es que los caballos de la pampa que han sido cazados a lazo conservan durante toda la vida un ligero nerviosismo reflejado en el cuello. Yo en una

54

ocasión

conocí

la

miseria

y

sigo

temiéndola

continuamente”. Anoto al margen, a propósito de tener que pedir prestados los pantalones, la importancia que para él tenía la apariencia, como afianzamiento del propio yo. La apariencia para él está relacionada con la autoestima y el respeto hacia uno mismo. En una ocasión en que estaba enfermo, tras una de las operaciones quirúrgicas a las que tuvo que someterse, viéndose en el espejo, despeinado, con la barba descuidada, se causó tan mala impresión de sí mismo que “renuncié al lujo de volver a estar enfermo”. Aclaro que llegó a sufrir treinta y tres operaciones por el cáncer de mandíbula, pero a partir de entonces, nunca ofreció la apariencia ni la actitud de estar enfermo. En esas circunstancias de necesidad y de búsqueda, le escribió un día a Marta, su novia: “Juego ahora con un proyecto y una esperanza de lo que ya te contaré. Quizás también sea un fracaso. Se trata de un experimento terapéutico. He estado leyendo sobre la cocaína...”. Y lo que había leído era el informe acerca de un experimento practicado durante unas maniobras del

55

ejército alemán. Un tal doctor Theodor Aschenbrant había suministrado a las tropas, cuando estaban exhaustos por penalidades y enfermedades, unos gramos de cocaína Después de tomarla aseguraba el artículo que se manifestaban eufóricos y dispuestos a participar activamente en maniobras y marchas. Freud, deseoso de encontrar recursos para dar salida a sus necesidades, a sus deseos y a sus ambiciones, no dudó en experimentarlo por sí mismo, aunque sin duda con la precaución y la medida de un científico médico. Y comprobó que la cocaína, ingerida precautoriamente en dosis mínimas, aumentaba la sensación de energía vital y le estimulaba la fantasía de triunfo. Dice uno de sus biógrafos que Freud comenzó a ingerir la droga como estimulante para controlar su estado de ánimo intermitentemente deprimido, para mejorar su sensación general de bienestar, para favorecer la relajación en encuentros sociales tensos y, simplemente, para sentirse mejor como hombre. En una reunión en casa de su maestro el Dr. Charcot, en el boulevard de St. Germain de París, la puso a prueba, para estar a tono. La carta que esa noche le escribió a su

novia

rezumaba

euforia

56

y

autocomplacencia

narcisística. Se describe vestido elegantemente de frac, “fumé como una chimenea y terminé convirtiéndome en el centro de la reunión”.

Esa

misma

euforia,

acrecentada, se refleja en carta posterior, ya próximo su regreso a Viena: “¡Ay de ti, princesa, cuando yo llegue! Te besaré hasta que te desvanezcas y te alimentaré hasta que engordes. Y si te atreves, veremos quién es más fuerte: una dulce chiquilla que no come lo necesario, o un hombretón fogoso que lleva cocaína en el cuerpo. En mi última depresión seria la tomé de nuevo, y una pequeña dosis me elevó a las alturas de un modo

prodigioso.

Ahora

me

atareo

en

buscar

bibliografía para un himno de alabanza a esta sustancia mágica”. Efectivamente, escribió un artículo titulado Sobre la coca, y terminó experimentando el amargo fracaso, como ya le había anunciado a su novia (“quizás también sea un fracaso”...) por un doble conducto: Había compartido con unos amigos, dos doctores oftalmólogos, su descubrimiento y les había sugerido la idea, sobre la que él estaba investigando, de la posible propiedad anestésica de la cocaína. Pero resulta que, durante los días que transcurrieron en un

57

viaje que hizo para visitar a su novia Marta, en Alemania, estos colegas le “robaron” la idea y se anticiparon en escribir un artículo sugiriendo el empleo anestésico de la cocaína en la cirugía ocular. La rabia y la decepción de Freud fue inmensa, y es curioso que de algún modo la metabolizó culpando a su novia Marta por haberle hecho “ir tan lejos a visitarla”, y superándolo, sublimándolo, con actitud generosa hacia ella: “Pero no le guardo rencor”, confiesa en su Autobiografía. El otro conducto de fracaso le vino a través de su amigo Fleischl, compañero médico interno, con él, en los departamentos de la Universidad, persona brillante y encantadora, pero adicto a la morfina. Freud lo admiraba y llegó a describir su personalidad como “un éxito de la creación”. En carta a Marta emplea, al hablarle

de

él,

términos

como

“elegancia”,

“brillantez”, “inteligencia”, “belleza”. Freud puso una gran ilusión en liberarlo de su adición a la morfina, aplicándole dosis de cocaína, y efectivamente lo logró: dejó de ser morfinómano. Pero se hizo adicto a la coca y murió, finalmente, como consecuencia de sus adiciones.

58

Con anterioridad a su muerte, Freud, previendo el desenlace de su proceso degenerativo,

le había

escrito a Marta un bellísimo párrafo, canto fúnebre anticipado, colmado de pasión vital y sensibilidad estética y culta: “Lo admiro y lo amo con pasión intelectual, y su desaparición me afectará como hubiera afectado a un griego de la antigüedad la desaparición de un templo sagrado”. Durante mucho tiempo, como expresa él mismo en el caso de la inyección de Irma, relatado en su obra La interpretación de los sueños, la imagen de una jeringuilla, recurrente en algunos de sus sueños, como “contenido manifiesto”, le reportaba el “contenido latente” emocional de la culpabilidad y el fracaso. A partir de entonces, no volvió a probar la cocaína de por vida, ni siquiera a mencionarla en sus escritos. Incluso a la hora de la muerte y en medio de los intensos dolores de su cáncer nunca aceptó de su médico ninguna sustancia que alterase su estado normal de consciencia.

59

CAPÍTULO III

DOS MUJERES EN LA VIDA DE FREUD

MARTA BERNAYS: NOVIAZGO Y MATRIMONIO Ya que he hecho algunas referencias a la relación de Freud con Marta, su novia, quiero también proponer algunas reflexiones sobre esa circunstancia de su vida

que fue para él Marta, enmarcada en la

circunstancia del noviazgo y del matrimonio. Marta Bernays era cinco años menor que él. Se casaron en 1886 y tuvieron seis hijos. Para Freud, representó siempre algo de muy gran importancia emocional, aunque ella no compartiera, ni llegara a comprender sus estudios de la mente. Sobre lo que significaba para él dejó muchos testimonios escritos en sus cartas. Ahora elijo éste: “Antes de tenerte a ti, ignoraba la alegría de vivir, y ahora que me perteneces, la única condición que le pongo a la vida es que me

60

permita hacerte mía del todo...Me cautivaste desde nuestro primer encuentro, viniste a mi con entera confianza y fortaleciste mi propio valor y energías.” En otra ocasión le escribió: “Desde que te he ganado, mi persona ha adquirido mayor importancia, incluso para mí mismo”. Es lo que hoy llamaríamos acrecentamiento de la autoestima por el si-mismo del espejo. En este caso, el espejo en el que se contemplaba, en sustitución del espejo maternal de su infancia, era su novia Marta. Él afirma en algún sitio que son pocas las situaciones de la vida que, como la del noviazgo, pongan tan en evidencia la armonía o disarmonía de las funciones psíquicas. Y, sin duda, en él esta situación despertó todas las pasiones de su temperamento. Fue un novio celoso (especialmente un primo de ella lo hizo arder en celos). Pero transcendió sus turbulencias temperamentales con el amor y el esfuerzo constante de superación. Elijo una, entre sus muchas confesiones de amor, cuando su horizonte profesional era todavía brumoso, incierto e inquietante: “No me importaría estar en Australia o en París, o donde sea, con tal de

61

que, cuando me despierte, tu estés allí para darme un beso”. Le escribió novecientas cartas que componen, y están editadas, un bellísimo epistolario de amor, de gran altura literaria. Y durante mucho tiempo, le envió cada día una rosa roja. Se lamentaba de todos los besos que no podía darle por estar tan lejos. Y hasta justificaba por la ausencia de ella su adición a los cigarros puros: “Fumar es indispensable si uno no tiene a quien besar”. Cuando, durante su estancia en París, subió a una de las torres de Nôtre Dâme, lo aprovechó para expresarle por carta sus anhelos y sus fantasías con respecto a ella: “Se asciende a través de trescientos escalones. Está muy oscuro y solitario...Si hubieras estado conmigo, en cada escalón te hubiera dado un beso, hasta que hubieras llegado arriba sofocada y sin aliento”. Los biógrafos coinciden en la apreciación de que Freud llevó adelante el “cortejo” prematrimonial del modo que estaba bien visto en su clase y cultura. Que besos y abrazos fue lo más que la pareja se permitía. Que durante el compromiso, la virginidad de la joven

62

permaneció intacta. Que también él debió de haberse abstenido de relaciones sexuales durante ese tiempo (porque no hay pruebas firmes en sentido contrario). Y, sin duda, aquellos interminables cuatro años de espera dejaron su huella y su sello en la formación de la teoría de Freud sobre la etiología sexual de las dolencias psíquicas. Cuando en su libro El malestar de la cultura teorizó sobre las consecuencias de la represión sexual en la vida moderna, de algún modo estaba escribiendo sobre su propia experiencia. Él que era impaciente por temperamento, a los veintiséis años destinaba a un único objeto libidinal todas sus emociones, tanto su cólera como su amor, esa gran carga pulsional, Eros y Tánatos, en su mayor parte sofocada y reprimida, aunque psicoanalíticamente sublimada. Por lo que se conoce, Marta no fue una mujer que resaltara físicamente por su belleza, sin embargo él profundiza en ella y descubre

“hasta qué punto la

magia de tu ser se expresa en tu semblante y en tu cuerpo “. En otro momento le dice: “Cuando la tersura y la frescura de la juventud desaparecen, sólo es dado encontrar

belleza

allí

donde

63

la

bondad

y

la

comprensión transfiguran los rasgos: En eso tu sobresales”. Al contraer matrimonio, su objetivo axiológico para la realización del Ideal de su YO, lo resume en una de sus cartas: “Hacer de nuestro hogar un lugar donde los valores humanos sean respetados”. Y así lo confirma su hijo Jean Martín: “Nunca se nos ordenaba que hiciéramos esto o que no hiciéramos aquello; nunca se nos dijo que no hiciéramos preguntas. Nuestros padres siempre respondían a las preguntas sensatas o nos daban explicaciones. Nos trataban como a individuos, como a personas con derecho propio”. Se trataba sencillamente, diré yo, de la aplicación de la teoría educacional psicoanalítica a la formación de la función adaptativa y autorreguladora del Yo personal, dentro del medio familiar. Después de la muerte de Freud, Marta resumió su vida con él con estas palabras de respuesta a una carta de condolencia: “Un débil consuelo es el que en los cincuenta y tres años de nuestro matrimonio no haya habido entre nosotros ni una sola palabra airada, y que yo siempre haya tratado, en la medida de lo posible, de apartar de su camino la ‘misère’ de la vida

64

de todos los días”. Y en otra de sus cartas confesó que, ya para el resto de sus días, sólo le quedaba procurar adaptarse a vivir sin la presencia de tanta bondad y de tanta sabiduría.

ANNA FREUD El profundo significado y la influencia que Anna Freud ejerció en la vida de su padre lo tengo ampliamente expuesto y desarrollado en mi libro Anna, mi amiga. De allí extraigo y reproduzco las siguientes reflexiones. Anna Freud fue la menor de los seis hijos de Freud, su Antígona , como él mismo se complació en llamarle; la que como

la Antígona de Edipo en

Colonna, guió los pasos de su anciano Edipo, cuando la vejez, el exilio y los estragos de su enfermedad; la que hizo del Psicoanálisis no solo una profesión sino toda una forma de vida (y de lealtad a su padre) hasta los límites de sus 87 años que vivió; la que protegió al Psicoanálisis

de las permanentemente acechadoras

desviaciones, pero

abierta a las esperanzadoras

renovaciones que ella misma propició con su libro El Yo

65

y los Mecanismos de Defensa, abriendo con él el camino a la corriente de la Psicología del Yo; la que orientó decididamente

los fundamentos, las pautas y las

técnicas renovadoras del Psicoanálisis de niños desde los

comienzos

más

precoces

de

su

actividad

profesional... Freud llegó a escribir con esperanzada, incluso ilusionada resignación, parodiando un verso de Goethe, que “al final todos dependemos de criaturas que nosotros mismos hemos creado” Y añadió ufano, completando la expresión de Mefistófeles: “de todos modos, fue muy inteligente haberla creado a ella”. Y su biógrafo Peter Gay, cita entre muchos textos éste tomado de una carta a su hija en 1922, cuando ella se encontraba en Hamburgo: “se te echa mucho de menos, la casa está muy solitaria sin ti, y en ninguna parte nada puede reemplazarte por completo”. O este otro de una carta a Ferenczi fechada semanas antes: “nuestra casa está ahora desolada”. Anna “se convirtió sin titubeos en secretaria, confidente, representante, colega y enfermera de su padre herido. Se convirtió en lo más precioso de la vida de él, su aliado contra la muerte”. En la celebración de su octogésimo aniversario, recibió Freud entre otros muchos regalos llegados de

66

todas las partes del mundo, un memorial de felicitación, al que ya he hecho referencia en las primeras lecciones, escrito por Stefan Zweig y Thomas Mann y firmado por 191 artistas, científicos y escritores. En su carta de agradecimiento dirigida a Stefan Zweig Freud afirmó: “Aunque en mi casa he sido excepcionalmente feliz, con mujer e hijos y especialmente con una hija que satisface en rara medida todo lo que puede pedirle un padre, no puedo reconciliarme con la desdicha y el desamparo de ser viejo, y espero la transición al no-ser con una especie de anhelo”. Tal vez su inconsciente estuviera asociando con una frase expresada por él 27 años antes, al salir de un desvanecimiento entre Jung y Ferenczi: “Qué dulce debe de ser morir”, o con aquella “silenciosa diosa de la muerte”, evocada en 1913, en su trabajo El tema de la elección del cofrecillo, que, a imagen de la primera madre original, lo acogerá en su regazo. Todo esto es muy consecuente con su concepto de Tánatos. A partir de la muerte de su padre, Anna dedicará exhaustivamente su vida y todo su

potencial

intelectual, y su actividad profesional y el peso de su nombre, de su convicción, y de su prestigio profesional (no olviden que incluso llegó a estar propuesta al

67

Premio

Nóbel)

a

los

niños

desprotegidos

y

traumatizados como consecuencia de la segunda guerra mundial,

creando casas de acogida, primero en

Inglaterra, después en los EEUU, casas de acogida que restituyeran la protección y la seguridad en la existencia a aquellos niños de la guerra, diré, utilizando la metáfora lacaniana, los niños del espejo roto, los despojados de esa experiencia primordial del espejo materno que los adhiere a la vida y la salvaguarda, protege y alienta. Esta experiencia es la que Anna pretende restituir, o reparar a través del Psicoanálisis infantil, o por lo menos contrapesar su carencia de madre, desde el espejo de su entrega incondicional, de su dedicación y de su convicción irrefutable. Como otra nota al margen,

recordaré que

Marilyn Monroe, hija de hospicios y de orfanatos, prototipo proverbial del sex symbol, durante los meses de rodaje de unas de sus películas en Londres, fue a buscar en el diván de Anna Freud, en Maresfield Garden 20, la restitución de una imagen especular, que quizás por lo tardío de su recurso o por lo escaso de las sesiones, no pudo ser suficientemente restituida, o al menos, recompensada, pero que ella valoró tanto que dejó parte de su herencia para reforzar y sostener la obra

68

de Anna Freud en favor de esos niños, como ella misma, los del espejo maternal roto. Ernest Jones, en carta a Freud del 27 de junio de 1914, le dijo “Está tremendamente atada a usted, y este es uno de estos casos raros en los que el padre real corresponde a la ‘imago’ del padre.”i En ese mismo año 1914 Freud le había confesado a Ferenczi que su “hijita” Anna (aunque ya entonces tenía 19 años) le hacía pensar en Cordelia, la hija menor del rey Lear. Y desde ahí elabora una conmovedora meditación sobre el papel de la mujer en la vida y en la muerte del hombre. Es su trabajo “El tema de la elección del cofrecillo”, publicada ese mismo año, de donde data también una fotografía de padre e hija en las Dolamitas, cogidos del brazo, vestidos ambos con trajes alpinos, en una encantadora

imagen

de

sugerente

y

recíproca

complacencia. De ese mismo periodo de tiempo, existe una carta de Anna a su padre, en la que le informa de un sueño típico de megalomanía narcisista infantil e identificación con el Yo ideal: “Recientemente he soñado que tu eras un rey y yo una princesa, y que cierta gente quería separarnos con intrigas políticas”. En cartas escritas (1946-48) a otra de sus especiales confidentes y amigas, María Bonaparte, manifestándole

69

su material onírico de esa época, asocia con un sueño tenido con la imagen de su padre, el recuerdo de un poema de Albrecht Schaeffer titulado Tú, fuerte y querido caminante: “Yo di contigo cada paso del camino/ no alcanzaste victoria que yo no alcanzara / no hubo pesadumbre que yo no sufriera a tu lado, / mi tenaz y adorable caminante”. Ya casi en la última década de su vida, pensando en la posible cercanía de su muerte, Freud se preguntaba pesarosamente, en carta a su sobrino Samuel qué sería de su hija Anna, su siempre pequeña Annerl, su “diablillo negro”, como a ella, siendo ya adolescente, le gustaba que la llamase, una vez que la muerte los hubiera fatalmente separado: “¿Quién puede decir si sus intereses actuales la harán feliz en sus años venideros, cuando tenga que enfrentar la vida sin su padre?” Otro testimonio: en el mismo año en que Anna publicó El yo y los mecanismos de defensa y Freud cumplía los 80 años, en una carta dirigida a

Lou

Andreas

más

Salomé

dice

estas

palabras:

“Lo

placentero que me queda en la vida se llama Anna. Es notable la influencia, la autoridad, que ella ha conquistado entre la tropa de psicoanalistas, mucho de los cuales son por desgracia de un tejido humano poco

70

modificado por el análisis. Es sorprendente también la precisión, la claridad y la seguridad con que ella domina

su

materia,

verdaderamente

en

total

independencia de mí, o a lo más catalíticamente dirigida. Usted se alegrará leyendo su próxima obra. Naturalmente abundan las preocupaciones: ella se complica la vida como si nada, ¿qué va a ser de ella cuando me haya perdido?

En los confines últimos de la vida de Anna, después de que durante más de cuarenta años la imagen de su padre desaparecido hubiese sido para ella como una sombra protectora, y el propulsor interiorizado, el inspirador, el animador y el objetivo ideal de su afirmación existencial, en este tramo último y final de su vida, en el aledaño inmediato de su muerte, su principal biógrafa Elisabeth Young-Bruehl pone con estas palabras el punto final al proceso descriptivo de la historia de Anna: “Tan grande fue el sufrimiento de sus últimos días que ni siquiera sus fantasías le sirvieron de ayuda. Durante su largo internamiento en el hospital, a menudo Manna (su enfermera) la sacó a pasear en un sillón de ruedas hasta un pequeño lago donde podían arrojarles migas de pan a los patos y ver a los niños

71

que jugaban con sus barquitos. (…) Cuando estaban organizando uno de esos paseos para el día siguiente, y pese a lo mucho que le costaba hablar, Anna le pidió a Manna Friedmann que al regresar al hospital parara en Maresfield Garden 20 (allí es donde se instaló su padre a su salida de Viena , y donde él murió una año más tarde el 23 de septiembre de 1939, y allí, donde ahora está instalado el Museo de Freud, impresionante por su sencillez y por la fuerza evocadora e irradiadora que desprende, es donde Anna le sobrevivió hasta la madrugada del 9 de octubre de 1982, que es el momento en que estamos ahora) Anna le pidió a Manna Friedmann que al regresar al hospital parara

en

Maresfield Garden 20. Allí Manna encontró, en el armario de Anna,

el viejo abrigo del profesor que

sistemáticamente había sido limpiado y acondicionado año tras año desde fines de la guerra. Después, prosiguieron rumbo hacia el parque. Anna, que ya se había encogido y tenía apenas el tamaño de una colegiala, iba envuelta en el grueso gabán de su padre”.

72

CAPÍTULO IV EXPERIENCIAS PSICOTRAUMÁTICAS INFANTILES

Ahora me queda por tratar la cuarta, según mi propia lectura, de esas circunstancias que rodearon la vida de Freud desde su nacimiento y que, sin duda, contribuyeron

al

moldeamiento

de

su

carácter,

determinaron sus actitudes fundamentales ante la vida, y orientaron su deseo y su pensamiento hacia la construcción de este sistema mental, teórico y de aplicación terapéutica, que ha entrado en la escena de nuestra civilización con el nombre de Psicoanálisis. Para desarrollar esta cuarta circunstancia de la puesta en escena socio-histórica del niño Sigismund (después lo cambió por Sigmund), partiré de otro axioma psicoanalítico, ya aludido aquí por mi: el que sostiene que en los tres primeros años de la vida de un niño se echan los cimientos de su personalidad futura, y se van organizando las pautas fundamentales del funcionamiento

psíquico

y

del

comportamiento

personal. Es decir: que lo que vamos a ser “cuando sea mayor”, cómo se va a configurar nuestra personalidad,

73

de algún modo va a quedar diseñado en los tres primeros años de nuestra vida.

Aquí se puede

comprender lo que ya he citado de R. Kipling de su libro Something about myself: “Dadme los seis primeros años de la vida de un niño y ya os podéis quedar con el resto”.

AGORAFOBIA INFANTIL Precisamente a los tres años de la vida de Freud, salieron, toda la familia, del pueblo natal y de la casa de su infancia, lugar mágico de las referencias primarias y de las seguridades originales de cualquier persona. El padre de Freud, Jacob, comerciante en lanas, tuvo reveses económicos por lo que fueron recorriendo varias ciudades hasta llegar a establecerse en Viena. Hasta entonces, como ya he referido, habían vivido en Freiberg (después se llamó Pribor) en una casa de una sola habitación (de nueve metros por nueve, asegura su biógrafo Clark), por encima del taller de un herrero. Esta circunstancia, la del lugar protector e íntimo donde habían vivido, y su salida de éste a los tres

74

años de edad, se puede relacionar con un rasgo del carácter y de la patología de Freud: su agorafobia, por una parte, y su fobia a los trenes, por otra. Siendo ya de edad avanzada, al atravesar una calle con un amigo, tuvo un titubeo, sintió un mareo pasajero y le comentó al amigo: “Todavía persiste en mi un resto de la agorafobia de mi infancia”. El síndrome agorafóbico, de gran importancia clínica por el crecido número de personas que lo padecen, se manifiesta, como es sabido, por un acceso de angustia al estar en espacios abiertos, entre la gente anónima. Este sería, aplicándole las pautas de la interpretación onírica, lo que se denomina el contenido manifiesto de la Agorafobia. El contenido latente, lo que de verdad en el fondo de sí mismo atormenta a la persona que la padece es el miedo a abandonar el cobijo materno, el lugar del amparo original,

y tener que

enfrentar al “Padre”: a los retos, las normas, las exigencias y las amenazas sociales y morales. En el fondo,

el

conflicto

edípico

todavía

latente,

no

suficientemente resuelto. La angustia

agorafóbica entraña la necesidad

de dependencia, por las seguridades que comporta; el

75

horror a ser abandonado por la madre, a consecuencia de pequeños (o grandes) traumas padecidos en el débil tejido del psiquismo infantil. Y a veces también tras la agorafobia se descubre el temor al descontrol de los propios impulsos agresivos y sexuales, dirigidos por esa otra fuerza contrapuesta, del instinto exploratorio, presente también en el niño, desde el arquetipo del Héroe que impulsa a abandonar las seguridades y afrontar los miedos y los retos de la existencia. Es la prevalencia autorregulada de ese instinto exploratorio lo que contribuye a romper los vínculos primarios, y a hacer de la persona una entidad independiente y autónoma. He hecho ya referencia a la importancia que en este proceso tienen los llamados por Winnicott objetos transicionales (chupete, succión del pulgar...), ya que permiten una transición sin traumas desde la seguridad

del

pecho

materno

a

la

angustiosa

independencia (el miedo a la libertad de Erich Fromm). Freud los denomina objetos anaclíticos, por el apoyo emocional sustitutorio que reportan. El niño chupa el pecho de la madre, a impulsos del instinto de conservación, para alimentarse. Pero con la succión experimenta un placer y una sensación de seguridad, fuera ya de la original función autoconservadora, que

76

pueden ser proyectados sobre otros objetos sustitutorios, que le permiten ir alejándose paulatinamente de la madre. Y quiero aquí sugerir una referencia al hábito tan arraigado de fumar que Freud conservó durante toda su vida, y que algunos lo han interpretado como fijación ora anaclítica. Él mismo da pie a esta interpretación cuando, al tener que renunciar totalmente al tabaco por causa de su cáncer de mandíbula, escribió estas palabras: “He renunciado completamente a fumar, después de que me sirviera exactamente durante cincuenta años como protección y arma en el combate con la vida”.

FOBIA A LOS TRENES Junto a esa agorafobia infantil, experimentó también, como la otra cara de la moneda, lo que Freud mismo se autodiagnóstico como Fobia a los trenes. La etiología de esta fobia parece estar en la convergencia de dos experiencias psicotraunáticas que se concentran y revivencian en relación a la imagen del tren. El tren representó para él, por lo pronto, la

77

separación del hogar familiar, por lo que pasó a ser símbolo del rompimiento con las seguridades primarias, además de una profunda frustración afectiva. Cuando en 1929 escribe El malestar de la cultura, se pregunta con amargura: “¿Para qué sirven los trenes sino para separar de nosotros a nuestros hijos?”. La otra experiencia fue que, en aquel viaje vio por primera vez a su madre desnuda. Dentro del ambiente puritano de la época victoriana en la que a él le tocó vivir, esta visión debió de serle tan impactante que, cuando muchos años después, siendo ya adulto y médico, se lo confiesa por carta a su amigo Fliess, con quien va compartiendo todos los descubrimientos de su autoanálisis, no se atreve a pronunciar en su idioma la palabra “desnuda”, referida a su madre, y acude al latín: “matrem nudam”. Quizás hoy cueste trabajo comprender hasta qué grado de pudor y consternación podía llevar, dentro de una mentalidad social puritana, la contemplación del desnudo, sobre todo el de la madre, involucrado culturalmente con el tabú del incesto, que una persona tan intelectualmente libre como Freud, tenga que reprimirse para verbalizarlo. Cuando en otro momento,

78

rememorando las sensaciones residuales del viaje, confiesa que “las lámparas de gas de la estación le hacía pensar en las almas de los condenados”, nos hace pensar que su experiencia le había dejado un fuerte sentimiento de culpabilidad. Sin duda, esta sensibilidad agorafóbica residual, junto con la fobia a los trenes, incidió en la obra de Freud a modo de necesidad de elaborar una estructura mental consistente y cerrada para dar cobijo a sus ideas. Es el reflejo, a nivel de organización intelectual, de una sobreestimulación

anímica

perturbadora.

Una

agorafobia desplazada y proyectada al mundo de las ideas, exigiéndole la cobertura mental del orden, el sistema y la organización intelectual cerrada, que tanto le hacía sufrir, durante el proceso de elaboración de sus obras, hasta conseguir atar todos los cabos y dejar concluso su pensamiento sobre cada tema. Dentro del mundo del Psicoanálisis, existen profesionales que no aceptan, o no ven con buenos ojos, una exposición clara, simplificada y ordenada de los conceptos de Freud. Al parecer, mientras de un modo más farragoso y oscuro se presenten, más calidad le conceden,

más

garantía

79

de

la

profundidad

de

pensamiento, y más orgullosos se sienten ellos de ser detentores y representantes de una sabiduría casi mítica. Nada más ajenos al pensamiento y a la intención del mismo Freud. Uno de sus más insistentes cuidados al elaborar sus escritos era precisamente el de la claridad y el orden sistematizado de sus ideas, tanto que cuando no creía haberlos conseguido se sentía atormentado y decepcionado

de

agorafóbicamente simplicidad



mismo,

desamparado.

expositiva

fue

Esta

también

además claridad una

de

de y las

cualidades más valoradas en los escritos y discursos de su hija Anna. Hay a este respecto una anécdota curiosa de la actividad profesional de Freud, cuando, en 1905 (tenía Freud cincuenta años) el joven poeta Bruno Goetz acudió a su consulta y le dejó algunos de sus poemas. Freud adoptó con él, por su situación de precariedad económica y menesterosidad vital, una actitud paternal, incluso le dio de comer y le proporcionó algún dinero. Y con respecto a sus poemas, le aconsejó que no intentara ocultar su propia sensación de insignificancia tras el muro de la oscuridad. Que procurara expresarse

80

de modo más claro y se sentiría más seguro de sí mismo. (Estoy citando de memoria).

EN VIENA: CALLE BERGASSE, 19 Después de la salida, a los tres años, de su pueblo natal, de su primer viaje en tren, y del recorrido que hicieron por varias ciudades, se establecen definitivamente en Viena, donde Freud vivirá durante los siguientes setenta y tantos años. De los cuales, los últimos cuarenta y tantos los vivió, después de casarse y de establecerse como médico, en la misma casa, número 19 de la calle Bergasse, actualmente

convertida en

Casa Museo de Sigmund Freud. Sobre esta casa, escribió su amigo el novelista Stephan Zweig: “La severa puerta de una casa de alquiler, en Viena, encierra, desde hace medio siglo, la vida privada de Sigmund Freud. Llega uno a sentir la tentación de pensar que este hombre no ha tenido existencia alguna, tal es el grado de modestia con que transcurre la suya personal. Setenta años en la misma ciudad, más de cuarenta en la misma casa: siempre en

81

la misma sala, la lectura en la misma silla, los trabajos literarios en la misma mesa siempre...” Lo que fue en aquel lugar su vida de cada día, lo describe uno de sus biógrafos, refiriéndose, como muestra, a la década entre 1905 y 1915: inundado de trabajo clínico (casi diez sesiones diarias, de una hora), historiales, tareas editoriales, además de las agotadores exigencias de la política psicoanalítica. Publicó artículos sobre literatura, derecho, religión, educación, artes plásticas, ética, lingüística, folkclore, cuentos de hadas, mitología, arqueología, sobre la guerra y sobre la psicología de los niños en edad escolar. Lo que no impedía que puntualmente, a la una de cada día, se presentara para participar en la comida principal de la familia, que jugara semanalmente su partida de taroc los sábados por la tarde, que visitara sin falta a su madre los domingos por la mañana, que diera su paseo vespertino, que atendiera a sus visitantes, nacionales y extranjeros, y que alguna vez asistiera a una ópera de Mozart....

82

GENIO Y FIGURA Quizás pueda ser éste el momento oportuno de presentar un retrato de tan singular, sencillo e importantísimo personaje. Escojo, entre lo mucho que de él se ha escrito, la semblanza que hace de su persona su seguidor, amigo y biógrafo Ernest Jones: “A la edad de 52 años, Freud mostraba apenas un ligero comienzo de

encanecimiento.

Tenía

una

cabeza

extraordinariamente bien cuidada y espesa cabellera oscura, un hermoso bigote y una espesa barba terminada

en

punta.

De

estatura

tenía

aproximadamente un metro setenta. Su figura era ligeramente redondeada, si bien la medida de su cinturón no excedía probablemente de la de su pecho, pero ostentaba los indicios de una profesión sedentaria. Tenía una actitud vivaz y quizá algo inquieta y ansiosa, con una mirada rápida y penetrante. Se le apreciaba cierto aspecto sutilmente femenino, que fue lo que quizás le llevó a una actitud de ayuda o incluso de protección, en lugar de la severidad paternal más característica de muchos analistas. Hablaba con una pronunciación absolutamente clara, rasgo éste que un extranjero apreciaba con gratitud, en un tono de voz

83

amistoso, más agradable cuando se mantenía bajo que en las ocasiones en que lo elevaba...” A esta descripción, quiero añadir algunos comentarios de otro de sus mejores biógrafos, Peter Gay, quien dice que, a pesar de su mediana estatura, se destacaba de entre la multitud por la autoridad de su presencia, por su aspecto cuidado y por sus ojos observadores. Los ojos de Freud merecieron muchos comentarios, por ejemplo de Frittz Wittels, quien los describió como “castaños y brillantes”, con una “expresión inquisitiva”; o de Max Graf, musicólogo vienés, vinculado al círculo de Freud por su interés en la psicología del acto creador (y padre del protagonista del famoso “Caso de Juanito”), quien dijo que los ojos de Freud eran “hermosos y serios” y que “parecían mirar desde las profundidades”. Y la psicoanalista Joan Rivière, que lo conoció después de la Primera Guerra Mundial, observó que Freud estaba dotado de un “humor encantador” y que su formidable presencia estaba marcada por “el empuje hacia delante de su cabeza y por la crítica mirada exploradora de sus ojos profundamente penetrantes”. Otro testimonio que no quiero eludir es el de su amigo el novelista Stefan

84

Zweig, consignado en su libro Un mundo de ayer: “Cuando busco un símbolo para el concepto de coraje moral –el único heroísmo de la tierra que no reclama vidas ajenas-, veo siempre ante mi el bello, claro y humano rostro de Freud, con sus oscuros ojos de mirada sincera y serena”. Hacia fines de enero de 1939, el mismo año de su muerte, le visitaron en su domicilio de Londres, en Maresfield Garden 20, los literatos ingleses, fundadores del famoso grupo de Bloomsbury, Leonardo y Virginia Wolf. Leonardo, que durante toda su vida había tratado a personalidades de la cultura y de las artes, y no se dejaba impresionar fácilmente, quedó sorprendido, hasta la admiración, de aquel anciano de 82 años. Dejó escrito en su autobiografía que “Freud no solamente era un genio, sino que también, a diferencia de muchos genios, era un hombre extraordinariamente sutil”. En otro lugar confiesa que casi todos los hombres famosos que había conocido aburren o defraudan, o ambas cosas a la vez. Pero que con Freud le ocurría lo contrario: “tenía un aura, no de fama, sino de grandeza”. Añade que era extraordinariamente cortés y formal “al modo antiguo”, y pone por ejemplo que le regaló una flor de su jardín a

85

Virginia. “Tenía algo de volcán sólo a medias extinguido, algo sombrío, reprimido reservado. Y termina: “Me dio una impresión que no me han producido más que muy pocas personas de las que conocí

en

mi

vida,

una

impresión

de

gran

caballerosidad, pero, por detrás de ella, de muy gran fuerza”. Y a todo esto le añade el biógrafo Peter Gay que el Freud que se deleita ante un paisaje de montaña, una seta suculenta, o un paisaje urbano que no había visto antes, es tan real y auténtico como el Freud “Newton de la mente, el viajero solitario de los extraños mares del pensamiento”...O “como el Fundador que prohíbe y mira desde arriba al hereje, con ojos amenazadores”. También aquel mismo año lo visitó Salvador Dalí, introducido y acompañado por Stefan Zweig, quien lo consideraba “el pintor de más talento de la nueva generación, que admiraba enormemente a Freud”. Y desde su mirada extravagante y surrealista (también simbolista), Dalí dijo de Freud que “que tenía cabeza de caracol”. Le dibujó un retrato en el que, al parecer, ya se preanunciaba y se intuía su final cercano. Por esta razón no se lo quisieron enseñar, pero

86

actualmente se conserva en la misma casa de Maresfield Garden, 20, convertida en Museo de Freud (y de Anna).

87

88

CAPÍTULO V ENFERMEDAD, DESTIERRO Y MUERTE

No puedo dejar terminadas mis elucidaciones sobre las “circunstancias” socio-históricas y personales que moldearon la personalidad de Freud, sin decir que este hombre estaba enfermo de cáncer de mandíbula. Y, aunque él se había propuesto no estar enfermo nunca, tuvo que soportar 33 operaciones y ajustarse una prótesis que le dañaba enormemente y le desfiguraba el rostro y el habla. Pero, sorprendentemente, producía más en los momentos de las mayores crisis. Un rasgo muy significativo de su tesón, de su tenacidad y de su capacidad de superación personal en el afrontamiento a los retos de la vida. Su obra El malestar de la cultura la escribió a los 73 años. Moisés y el monoteísmo la escribió en 1938, un año antes de morir, como un intento final de desculpabilizar al pueblo judío de su perenne sentimiento de culpabilidad por haber -según su tesis- “asesinado” a Moisés, aduciendo que Moisés era

89

egipcio y les había impuesto una religión monoteísta que no era la de ellos. Cuando la muerte le sobrevino, este hombre estoico e incansable estaba escribiendo una síntesis de todo su sistema de pensamiento, Esquemas del Psicoanálisis. Su obra fue para él, sin duda, más importante que su propia vida, y el objetivo formal de la realización de sus deseos... Y quiero referir a este propósito que en 1925, cuando él ya pensaba en su muerte, comentando dolorosamente en carta a Ernest Jones la muerte de su seguidor y amigo Karl Abraham, a quien le aplicó los verso de Horacio “Intiger vitae scelerisque parus” y que era Presidente de la Sociedad Psicoanalítica, reacciona emocionalmente y confiesa con firmeza: “Como ser humano nadie puede reemplazar esta pérdida. Pero en lo que se refiere al Psicoanálisis, no podemos permitir la posibilidad de que nadie sea irreemplazable. Yo me moriré pronto, y espero que los demás tarden mucho en seguirme, pero nuestra obra, comparada con la cual todos somos insignificantes, debe continuar”.

90

EXILIO EN LONDRES Cuando la ocupación de Austria por las tropas alemanas,

no

le

quedaba

más

salida

para

su

supervivencia, que el exilio. Él se resistió todo lo que pudo, con el argumento de que el capitán es el último en abandonar el barco, y con la excusa de que, ya a su edad y con su alto grado de decepción por la vida, igual le daba que la muerte, deseada, le llegara de manos de los nazis o en cualquier otro lugar. Al saber que sus libros fueron quemados en una hoguera, junto con las obras de Einstein, Thomas Mann, Stefan Zweig, por estudiantes pertenecientes a la Cruz Gamada, comentó con amarga ironía: “Por lo menos, ardo en buena compañía. Y en algo hemos progresado: en la Edad Media me habrían quemado a mí”. Finalmente se dejó convencer por su médico, el Dr, Shur, por su amigo y discípulo Ernest Jones, que tenía preparado todo para recibirlo y alojarlo en Londres, y por la Princesa y discípula María Bonaparte que había desplegado todas sus influencias en mover los resortes diplomáticos necesarios para su exilio. Lo que verdaderamente le convenció fue que era lo único que

91

podía hacer para salvar la vida de su esposa Marta, de su hija Anna, que ya había sido arrestada durante un día, angustiosísimo para todos, en los calabozos de la Gestapo, para su cuñada Minna, que había vivido siempre con ellos, y para su fiel sirvienta doméstica Paula Ficht. Cuatro de sus cinco hermanas terminarían su vida asesinadas en el Campo de Concentración de Auschwitz. Inmediatamente después de llegar a Londres, después de haber roto por segunda vez en su vida los vínculos habituales con su ciudad y con su casa, le escribió a Max Eitingon: “El sentimiento de triunfo por la liberación está muy intensamente mezclado con la aflicción, pues uno llega a amar hasta la prisión de la cual ha sido liberado”. Junto al sentimiento de lealtad para con su patria y para con lo que había sido toda su vida, quizás puedan también vislumbrase en estas palabras un rasgo residual de su agorafobia original.

LA MUERTE DE SIGMUND FREUD Murió en su casa de Maresfield Garden 20 (que yo he tenido el privilegio de visitar), de Londres, después de que el Dr. Shur le administrara una

92

inyección, solicitada por él. Comenta Stefan Zweig en su libro El mundo de ayer.: “Cada vez se hacía más cruel la lucha de la voluntad más fuerte, del espíritu más agudo de nuestro tiempo, contra el ocaso. Sólo cuando él mismo, para quien la claridad había sido la virtud suprema del pensamiento, vio claro que no volvería escribir ni a trabajar, como un héroe romano dio permiso al médico para que pusiera fin al dolor. Era el final grandioso para una vida grandiosa, una muerte memorable incluso en medio de las hecatombes de aquella época asesina”. En el Epistolario de Sigmund Freud, recopilado por su hijo Ernst, se reproduce su última carta, escrita tres días antes de su muerte al poeta alemán Albrecht Schaefer: “¡Con qué alegría he recibido su inesperada carta! Cuántas veces he pensado en mi poeta durante estos

tiempos,

vacíos

en

tantos

aspectos,

preguntándome a qué rincón de este desbarajustado mundo, le habrían arrastrado los acontecimientos de su patria”. Y después de varios párrafos, termina: “No todo lo que pueda decirle de mí coincidiría con sus deseos. Pero tengo más de 83 años, debería haber

93

muerto ya...y sólo me queda seguir el consejo de su poema: ‘Espera, espera’...”. En el Epistolario donde se recoge esta carta, se incluye, después de “Espera, espera...”, una nota escrita a mano por su hijo: “Durante la noche del 22 al 23 de septiembre, a las tres de la madrugada, tres días después de haber escrito esta carta, falleció Freud”. Y aquí quiero terminar este breve ensayo biográfico entre sincrónico y diacrónico, añadiendo solamente las hermosas y significativas palabras que su amigo Stephan Zweig leyó, a modo de Oración Fúnebre, el día de su entierro en el pequeño cementerio de Hamsptead de Londres, que él mismo rememora en El mundo de ayer con esta emotiva frase: “Cuando sus amigos sepultamos su ataúd en tierra inglesa, sabíamos que entregábamos lo mejor de nuestra patria”... Y de la Oración Fúnebre a la que me he referido he entresacado estas emocionantes palabras: “CADA UNO DE NOSOTROS, LOS HIJOS DEL SIGLO XX, TENDRÍA UNA FORMA DE PENSAR Y DE ENTENDER DISTINTA SI ÉL NO HUBIERA EXISTIDO.

94

CADA UNO DE NOSOTROS PENSARÍA, JUZGARÍA, SENTIRÍA CON MÁS ESTRECHEZ, SI ÉL NO HUBIERA PENSADO ANTES QUE NOSOSTROS, SI NO NOS HUBIERA EMPUJADO HACIA NUESTRO INTERIOR...

Y

SIEMPRE

QUE

INTENTEMOS

ADENTRARNOS EN EL LABERINTO DEL CORAZÓN HUMANO, SU

LUZ ESPIRITUAL ALUMBRARÁ

NUESTRO CAMINO. TODO CUANTO SIGMUND FREUD CREÓ, EXPLORÓ

Y

DESCUBRIDOR

PREINTERPRETÓ, Y

GUÍA,

NOS

COMO

ACOMPAÑARÁ

SIEMPRE EN NUESTRO CAMINAR POR LA VIDA...”

Este fue el Deseo que guió, desde su infancia, toda la Vida de Sigmund Freud.

Biografía de su Deseo.

95

Y esta es la

96

II PARTE CLAVES DEL PSICOANÁLISIS PARA ENTENDER EL FUNCIONAMIENTO MENTAL Y SUS PERTURBACIONES.

97

98

CAPÍTULO I

POR LA ESCONDIDA SENDA “...y siguen la escondida / senda, por donde han ido / los pocos sabios / que en el mundo han sido.”

99

EL EXPLORADOR DEL ALMA HUMANA

“Por temperamento soy un conquistador, un aventurero, si quieres traducir esta palabra con toda la curiosidad, la osadía y la tenacidad de esta tipo de hombres”. (S. Freud, carta a Fliess, 1900)

Me dispongo a emprender un largo camino por entre el laberinto de la mente, guiado por el “hilo de Ariadna” de la Obra de Sigmund Freud: un viaje submarino por los “continentes sumergidos” del alma humana, una aventura espeleológica, acomodando a mi pretensión los versos de fray Luis de León en los que alude a “la escondida senda por donde han ido / los pocos sabios que en el mundo han sido...”

100

Cuando, con ocasión del cambio de milenio, se han elaborado las lista de las 100 personas más sabias y más

influyentes

del

siglo,

en

todas

aparece,

inexcusablemente, el nombre de Freud como el que mayor influencia y “aportaciones más decisivas y relevantes” ha ejercido en la campo de la psicología y en el de todas las ciencias, artes y disciplinas que tienen como base el conocimiento de la persona. La “epistemología”

psicoanalítica,

con

todas

las

aportaciones, correcciones y elaboraciones posteriores, está de algún modo presente, reconocida o no, en todas las corrientes interpretativas de la persona en su andar por la vida, e incluso en su proyección transpersonal.

Para

la

comprensión

psicológica

y

antropológica, científica y cultural, del ser humano, hoy,

es

indispensable

tener

en

cuenta

las

aportaciones de Sigmund Freud.

Y quiero aducir aquí un texto conmovedor del escritor y novelista Stephan Zweig, sacado del discurso fúnebre que él pronunció en el entierro de Freud:

101

“Cada uno de nosotros, los hijos del siglo XX, tendría una forma de pensar y de entender distinta si él no hubiera existido. Cada uno de nosotros pensaría, juzgaría, sentiría con más estrechez si él no hubiera pensado antes que nosotros, si no nos hubiera empujado hacia el interior. Y siempre que tratemos de adentrarnos en el laberinto del corazón humano, su luz espiritual alumbrará nuestro camino. Todo cuanto Sigmund Freud creó, exploró y preinterpretó como descubridor y guía nos acompañará siempre en nuestro caminar por la vida...”

¿Importa hoy el Psicoanálisis?

Se

podrían aducir textos confirmativos y

estimulativos. Por ejemplo, este de Carlos Gustavo Jung, delfín de Freud y disidente después, persona muy fascinada

por

lo

esotérico,

espiritual

y

transpersonal:“Quien haya llegado a conocer el Psicoanálisis ha comido del árbol del Paraíso y ha adquirido la sabiduría” (1907).

102

O éste de Oscar Pfister, sacerdote protestante y discípulo de Freud, que había afirmado que el deseo de su maestro era que el Psicoanálisis llegase a ser una” profesión de ‘curadores legos del alma’, que no tuviesen que ser necesariamente ni médicos ni sacerdotes”: “Freud ha ideado un ’microscopio del alma’, que permite observar y comprender las raíces de las funciones mentales, y su desarrollo y dinamismo”.

Puedo añadir un texto de Janet Malcom, de su libro Psicoanálisis, una profesión imposible: “Estalló en la vida intelectual, cultural y social de nuestro siglo como ninguna otra fuerza cultural lo había hecho, tal vez no sea exagerado afirmarlo, desde el cristianismo”.

Un documento de interés sobre la vigencia actual del Psicoanálisis como el gran instrumento intelectual para investigar y explicar el funcionamiento de la mente está en psicoanalítica

de

el libro Teoría de la técnica Menniger

y

de

Holzman:

“Como experiencia terapéutica, el psicoanálisis bien podría recomendarse a los médicos, psicólogos, sociólogos,

educadores,

profesores,

103

trabajadores

sociales,

antropólogos,

historiadores,

abogados,

científicos, políticos, artistas creativos, clérigos y a todos los que de algún modo se ocupan de la mente humana”.

En 1924 Anna Freud le escribió a su amigo Max Shiller (que había quedado viudo y estaba practicando un Psicoanálisis para serenarse y replantear su vida):“Me alegro muchísimo de que haya empezado a ser un poco psicoanalista. No hay momento ni límite de edad para el placer y el provecho que uno saca de mirarse a sí mismo y a los demás de esta manera. Hasta ahora es lo único que conozco que puede volver fácil esta vida tan complicada”.

Otro texto de mi maestro y psicoanalista didáctico el Dr. Aniceto Aramoni:

“El oficio de oír,

escuchar, comprender, ayudar, calmar y tranquilizar, es tan viejo como la historia del hombre. Fue anterior a la medicina primitiva y arcaica, cuando aún se ignoraba todo sobre anatomía, fisiología, patología y terapéutica. Se descubrió el alma antes de las vísceras o las glándulas, como el hígado o la tiroides. Se aprendió a cuidar de ella antes de ocuparse de los pulmones o del

104

corazón. La perfección del alma constituyó un anhelo anterior a la del cuerpo. Se trataba, y aún se trata, de algo sagrado. Esta es nuestra tarea”.

Por último, voy a añadir a este florilegio de citas otro texto

de Pierre David, al que tuve ocasión de

conocer y escuchar en París, en los cursos de postgrado a los que asistí, organizados en la Sorbona: “¿Para qué se consulta a un Psicoanalista? Hoy en día no es fácil responder a esta pregunta. El Psicoanálisis forma parte de nuestra vida cotidiana prácticamente en todos sus aspectos. Al parecer, ha dejado de ser sólo un medio de tratamiento de las dificultades psicológicas y está incorporado en todas las ramas de las ciencias humanas. Sus conceptos, a menudo desvirtuados y desnaturalizados, se utilizan en otras disciplinas. Los medios masivos de comunicación los hacen circular y corren el riesgo de convertirse en palabras vacías de un vocabulario desgastado (complejo de Edipo, libido, represión, super-yo...). Despierta las cóleras de hipócritas engreídos, defensores de un concepto reductor de “ciencia” y, por el contrario, llena de entusiasmo a un sector de la intelectualidad y a los

105

filósofos

jóvenes”.(Pierre

David.

“La

sesión

de

psicoanálisis”)

Anna Freud, en el sepelio de su viejo amigo y colaborador Romi Greenson, pronunció estas palabras: “Estamos engendrando a nuevas generaciones de psicoanalistas en todo el mundo. Sin embargo aún no hemos descubierto el secreto de engendrar y criar a los verdaderos discípulos de gente como Romi Greenson, es decir, hombres y mujeres que utilicen el psicoanálisis para todo: para entenderse a sí mismos y a sus semejantes, y para comunicarse con el mundo. En resumidas

cuentas,

personas

para

Psicoanálisis sea una forma de vida”.

106

quienes

el

CAPÍTULO I I

Los Continentes sumergidos de la mente

El descubrimiento del Inconsciente, piedra angular sobre el que se alza todo el edificio del Psicoanálisis (por el que el nombre de Sigmund Freud ha pasado a la Historia de la Humanidad como una de las personas más influyentes de todos los tiempos), se produce históricamente en el punto de intersección de tres personajes significativos:

-Un médico famoso: El Dr. Breuer. -Ana

O,

pseudónimo

de

Berta

Papenheim, cuyo caso clínico inaugura el proceso reflexivo y de investigación del que irá derivando toda la estructura del Psicoanálisis. -Y el Dr.Charcot, del Hospital de la Salpêtrière de París, cuya técnica terapéutica

107

fundamentada en la Hipnosis alentará al joven Sigmund

Freud

en

sus

primeras

tentativas

terapéuticas y de investigación sobre la nueva Ciencia de la Mente. Y esto es así porque de la conjunción de estos tres determinantes históricos surgiría un hallazgo original y revolucionario: El Inconsciente, como dimensión subterránea del psiquismo (los continentes sumergidos de la mente), que iba a revolucionar

todas

las

concepciones

de

la

naturaleza humana que habían fundamentado, hasta

entonces,

el

conjunto

de

las

teorías

antropológicas.

EL Dr. JOSHEF BREUER

El Dr. Breuer fue el descubridor del laberinto del oído, responsable de nuestro sentido del equilibrio, y que fue también el que elaboró, sobre la marcha de su práctica clínica, un método operativo, el tratamiento catártico, del que iría derivando lo que fue después, y es hoy, el Psicoanálisis. Tanto es así que el mismo Freud, en

108

sus conferencias en la Universidad de Clarck de Masachusset, llegó a atribuirle a Breuer la paternidad del Psicoanálisis.

Freud conoció al Dr. Breuer mientras trabajaba como interno en el Laboratorio de Fisiología del Profesor Ernest Brücke, en 1878. (Tanto influyó sobre él este profesor Brücke que a uno de sus hijos le puso de nombre Ernest). En este laboratorio se inició Freud en las técnicas de investigación científica, realizando estudios sobre el sistema nervioso de los cangrejos y las glándulas salivales de los perros. Con Breuer congenió enseguida porque podía hablar con él de literatura, de arte, de filosofía. Por aquel entonces escribió en carta a Marta, su novia, que Breuer “irradiaba luz y calor”, que estar con él era “como estar sentado al sol”. Y sutilmente empezaba a medir con él su estatura, en un movimiento de propia superación ante la imagen de un incipiente Ideal del Yo: “Es una persona tan esplendente que no sé lo que ve en mi para ser tan amable”.

109

Es curioso que, a su vez, el Dr. Breuer llegó a escribirle a otro colega, el Dr. W. Fliess, especialista en otorrinolaringología, que después fue, durante décadas, el gran amigo y confidente, el alter ego, de Freud: “La inteligencia de Freud está alcanzando su máxima altura: le sigo con la vista como una gallina sigue el vuelo de un halcón”. Diré como nota al margen de estas anécdotas, que Ernest Jones, en su biografía de Freud, señala la predisposición de Freud a ser muy influenciable, sobretodo por personas a las que le unía un lazo afectivo, y que, en reacción a esta tendencia natural, afirmó un rasgo de personalidad que fue para él causa de muchos disgustos: “nunca fue cosa fácil hacerle cambiar su opinión acerca de cualquier cosa”. Este rasgo se constituye por lo que él después definió como un mecanismo de defensa nominado

formación

reactiva, que es una disposición automatizada a actuar de modo contrario al que la propia inclinación le llevaría.

110

ANNA “O”

Para comprender la influencia del Dr. Breuer en el joven Freud, es necesario encarar el caso clínico conocido por el nombre supuesto de “Anna O” y considerado como el caso fundacional del Psicoanálisis. En realidad esta paciente del Dr. Breuer se llamaba Berta Pappenhein. Estuvo tratada por él durante dos años, desde 1880 a 1882, a causa de una extraña y compleja sintomatología aparecida a raíz de la muerte de su padre, con quien había estado muy unida durante su vida, y a quien le había prodigado todos sus desvelos durante su enfermedad. Cuando en una calurosa noche de verano de 1883 -”estábamos los dos en mangas de camisa”, le escribió más tarde Freud a su novia Marta-, Breuer le revela a su joven amigo la fascinante historia, desencadenó en éste tantas ideas

e

inquietudes

que

le

fue

llevando

paulatinamente a la construcción sistemática de todo el gran edificio del Psicoanálisis. Pero ya lo iremos viendo.

111

El caso de Anna O. está descrito Estudio sobre la histeria, primera obra psicoanalítica, publicada en 1896 y escrita, en colaboración, por Breuer y Freud. Anna

O.

fue

una

persona

“excepcionalmente culta e inteligente”, a veces obstinada, con una gran sensibilidad humanitaria, que tenía 21 años cuando se le manifestó la enfermedad, y que llegó a ser posteriormente la primera asistenta social de Alemania y una de las primeras del mundo. Hasta dos meses antes de la muerte de su padre, lo había estado atendiendo y cuidando incansablemente en detrimento de su propia salud. En esos últimos meses, se le fueron desarrollando

sucesivamente

una

serie

de

síntomas –hoy lo diagnosticaríamos como stressque cada vez la debilitaban más y le impedían entregarse a los cuidados de su padre con la misma solicitud: falta de apetito, una fuerte tos nerviosa,

al

convergente,

poco

tiempo

después

un

dolores

estrabismo de

cabeza,

perturbaciones de la visión, parálisis parciales, pérdida de sensaciones...Que fueron

112

derivando

en una desorganización generalizada del equilibrio psicosomático,

con

somatizaciones

polivalentes,

postrada

en

reaccionaba volviendo

intervalos, con

a

desajuste

una

caer

emocional

que

frente excitación

la a

y

dejaban los

que

desmedida,

alternativamente

en

el

agotamiento y en la proliferación de nuevos síntomas cada vez más extravagantes: lagunas mentales, alucinaciones con serpientes negras, huesos

y

esqueletos,

regresiones

en

la

coordinación del lenguaje, llegando a no poder hablar en su propia lengua y alternar palabras en inglés, en francés o en italiano (como por una imperiosa necesidad de desplazarse fuera de su procedencia). Cuando en el mes de abril falleció su padre, tuvo una primera reacción de excitación horrorizada, que fue extinguiéndose hasta llegar a un estado semicataléptico de estupor. Hoy se le diagnosticaría como Trastorno de la personalidad por estrés postraumático, con manifestaciones de Histeria. En este estado, el Dr. Breuer comenzó a visitarla cada noche y , desde una especie de hipnosis autoprovocada, ella empezaba a hablar,

113

en tono regresivo infantilizado; contaba cuentos, a veces triste, a veces encantadora...hasta que se iba sintiendo temporalmente aliviada de sus síntomas. Ella mismo denominó estos alivios como “Talking cure” (curación por la charla) y también, con cierto humor, “Chimeney sweeping” (limpieza de la chimenea). Este procedimiento que despertó en ella recuerdos y le suscitó emociones que desde su personalidad normal nunca le había sido posible recordar o expresar, Breuer

“Método

catártico”

fue llamado por y

actualmente

se

conoce y se utiliza como “Psicocatársis”. Un momento especialmente clarificador en esta talking cure que ejercía el Dr. Breuer sobre Anna O., sobrevino cuando ésta sufrió un trastorno similar a la hidrofobia, se moría de sed y no podía beber. No se lo sabía explicar, pero una tarde, sometida por Breuer a un estado de relajación hipnótica o semihipnótica, expresó que había visto a su dama de compañía, una inglesa por la que sentía gran aversión, darle de beber agua a su perrito en su propio vaso. Una vez que desenterró este sentimiento reprimido de asco e irritación, la hidrofobia desapareció. Desde entonces Breuer

114

adoptó este método de hipnotizar a Ana, y observaba que, desde este estado, ella iba siguiendo la pista de cada uno de sus síntomas (anestesias

sensoriales,

visión

distorsionada,

alucinaciones, contracciones paralíticas, dificultad para hablar en su propia lengua...) hasta llegar a su etiología, a la causa que lo había provocado. Y en este ejercicio de limpiar la chimenea de su mente, siempre llegaban a un punto común, que Freud resumió más tarde en esta fórmula, famosa en Psicoanálisis: “Los enfermos neuróticos sufren de reminiscencias”.

Porque al analizar los

síntomas, siempre se encontraba, en cada uno de ellos,

residuos,

a

veces

simbólicos,

de

sentimientos o de impulsos que ella se había visto obligada a reprimir. Voy a añadir una nota a este caso fundamental, fundacional, sobre el que, como ya he dicho, Freud construyó, piedra a piedra, golpe a golpe, todo el edificio del Psicoanálisis: En junio de 1882, Breuer escribió en sus anotaciones, como conclusión del caso, que todos los síntomas de Anna habían desaparecido. No fue exactamente así. Lo que ocurrió, acto seguido,

115

fue también una experiencia de alto valor para la estructuración de los mecanismos de la cura psicoanalítica. Lo que ocurrió después lo relató el mismo Freud, en carta al escritor Stefan Zweig, fechada en 1932: “La noche de ese día en que todos

sus

síntomas

quedaron

bajo

control,

llamaron a Breuer para que fuera a verla una vez más:

la

encontró

en

estado

confusional,

retorciéndose de dolores abdominales. Cuando se le preguntó qué le pasaba, respondió: ‘ahora va a nacer el niño del doctor B.’. Ante esta constatación de

un

embarazo

histérico,

Breuer

huyó

horrorizado.... Pero ya estaban puestos para Freud las semillas y las claves de lo que después fue elaborándose

como

conceptos

definidos,

fundamentales para la comprensión de la relación psicoanalítica y de la cura: Los conceptos de transferencia y contratransferencia. Al parecer Anna O., es decir, Berta, desplazó hacia su doctor y benefactor los sentimientos edípicos que había tenido hacia su propio padre, se los transfirió, y a su vez el Doctor, en contratransferencia, se había dejado sutilmente, e inconscientemente, seducir por el encanto de aquella joven, que se llamaba

116

casualmente como su propia madre, Berta, y que, de algún modo cubría el vacío afectivo, los anhelos edípicos adormecidos, que su madre le había dejado al morir, cuando él tenía solamente cuatro años.

¿Qué sucedió después? Que la

mujer de Breuer se estaba sintiendo inquieta y escamada del interés de su marido y de sus desvelos por la joven Berta, que Breuer para compensarla la llevó a hacer un viaje solos, del que nació una hija, la cual, cuentan los biógrafos, terminó suicidándose, muchos años después, cuando los agentes de la Gestapo llegaron a su casa para apresarla por ser judía... Berta, por su parte, siguió progresando en su recuperación hasta llegar a convertirse en pionera del trabajo social, y en líder de causas feministas y de organizaciones de mujeres judías.

EL Dr. CHARCOT

El

tercero

de

los

acontecimientos

fundacionales del Psicoanálisis, el tercer referente desde el que se condiciona su origen, relaciona

117

encadenadamente a la ciudad de París, al Dr. Jean Martín Charcot y a la técnica de hipnosis, empleada por éste en el Hospital de la Salpêtrière . En 1885, a sus 29 años, realiza Freud su deseo, un sueño largamente acariciado en su mente, que era ir a París a estudiar las técnicas de uno de los médicos más famosos de por aquellos tiempos: el Dr. Charcot. “París es una ciudad mágica”, hasta el mismo nombre de la ciudad tenía para él un contenido de magia, le escribía a Marta, su novia, a quien, nada más pisar aquellas tierras, le había confesado: “Durante muchos años había sido París la meta de mis ansias, y el embeleso con que por primera vez pisé el pavimento fue para mí la garantía de que también habría de lograr la realización de otros deseos”. Y a su amigo Koller: “París significa el principio de una nueva existencia para mi”. Estos sentimientos de ilusión, encanto y entusiasmo alternaron, al paso de los días y de los meses, con otros de abatimiento y congoja. La ambivalencia de los estados emocionales fue una experiencia endovivenciada por Freud durante su

118

estancia y sus soledades en París. En una de sus diarias cartas a Marta, confiesa: “Me siento aquí como si me hubieran abandonado en una isla desierta en medio del océano, ansiando que llegue la hora en que venga el barco que restablecerá mi unión con el mundo”...Y continúa la carta con un brindis de amor: “Tu eres todo el mundo para mí”. En este estado de soledad y abandono, parece

ser

que

configuró

una

percepción

catatónica que le hacía ver a los habitantes de la ciudad como “gente arrogante e inaccesible” que le

“producen

“poseídos

por

desazón”, mil

como

si

demonios”.

estuvieran Incluso

su

percepción de las mujeres estaba condicionada por el color negro de su cristal: “La fealdad de las mujeres

de

París

difícilmente

puede

ser

exagerada: ni una cara bonita”. Quizás intentaba deslizar, entre líneas, un mensaje subliminal de tranquilizamiento a su novia... Sin

embargo,

desde

estos

estados

emocionales, moviliza un dinamismo reactivo que es, como siempre a lo largo de su vida, de recuperación del equilibrio y de superación. Le escribe a Marta cuando está a punto de finalizar su

119

estancia en París: “No puedo dejar de pensar que soy un irracional al dejar París cuando la primavera se avecina y Notre Dâme exhibe su belleza bajo la luz del sol”.

Señalar la importancia que la hipnosis, como técnica empleada terapéuticamente, ejerció en

el

descubrimiento

que

hizo

Freud

del

Inconsciente, y en el establecimiento posterior y paulatino de todo un sistema psicológico y terapéutico, es lo que justifica este paso, esta digresión, que hemos hecho con él sur les trottoirs de París. Freud, como ya he dicho, había acudido a París con el deseo de estudiar las técnicas terapéuticas del Dr. Charcot, quien se había especializado en el tratamiento de las neurosis, sobretodo de la histeria, por medio del hipnotismo. Llevaba la pretensión de presentarle al Maestro el caso de Ana O., que lo tenía fascinado, pero éste le prestó poca atención, mucho más interesado por

sus

propios

experimentos

y

por

extraordinarias reacciones de sus pacientes.

120

las

Sin embargo, la personalidad de Charcot lo deslumbró de tal manera que incluso a su hijo mayor le puso por nombre Jean Martín. Como maestro era realmente épatant: cada una de sus clases “era una pequeña obra de arte por su plan y por su realización”... En otros escritos habla de la “magia que irradiaba de su aspecto y de su voz, la gracia y naturalidad de sus modales”... lo describe como “agradable, bondadoso, ingenioso, aunque dominante por su innata superioridad”, señala su “tremenda capacidad para insuflar aliento, casi excitación” y llega a la conclusión de que “jamás un ser humano ha ejercido sobre mí una influencia semejante”. La ascendencia que llegaba a crear sobre los pacientes a los que hipnotizaba, y la “dependencia magnética” de parte de ellos, fue uno de los elementos con los que Freud fue elaborando

posteriormente

su

concepto,

fundamental en Psicoanálisis, de Transferencia. El biógrafo de Freud Peter Gay observación

de

orgullosamente

que

Freud

resuelto

a

hace la curiosa “siempre

tener

una

tan

mente

independiente”, se mostrara tan dispuesto y tan

121

ansioso

“porque

lo

fecundara

ese

brillante

científico y no menos brillante actor dramático”.

EL

INCONSCIENTE

COMO

DIMENSIÓN

SUBTERRÁNEADEL PSIQUISMO

Asistiendo a las exhibiciones de Charcot, que efectivamente actuaba como un gran actor en el escenario del Hospital de la Salpretiêre, Freud realizó un doble descubrimiento. Primer

DESCUBRIMIENTO:

Charcot

demostró que sometiendo a la influencia hipnótica a personas normales les hacía exhibir los mismos síntomas somáticos de sus pacientes histéricos (temblores, parálisis, sensaciones corporales de picor, calor o frío etc.), al introducirle la idea de estos síntomas, o la orden de experimentarlos, por medio de las técnicas de hipnotismo. Con lo que Freud llegó a la convicción, ya prenunciada por el caso de Ana O., de que efectivamente existen síntomas físicos que no se deben a lesiones orgánicas o a otras causas físico-orgánicas, sino a actividades de la mente.

122

Como nota al margen, tengo que añadir que, hasta entonces, la histeria había sido considerada

como

una

enfermedad

exclusivamente de mujeres. De ahí su nombre que deriva etimológicamente del griego “hysterós”, útero.

Históricamente

fue

interpretada

como

posesión diabólica, o como patología simulada, o incluso como enfermedad orgánica, debida a que el útero se desviaba hacia los riñones, para lo que no encontraban más solución que la ablación del clítoris. Cuando de regreso en Viena, Freud tuvo una conferencia en el Colegio de Médicos exponiendo sus experiencias con Charcot, advirtió una acogida fría, incluso hostil. Al aludir a la patología histérica como común a mujeres y a hombres, tal como les había demostrado Charcot, su profesor el Dr. Meynert, en cuyo departamento de neurofisiología había trabajado y al que había admirado por su aspiración a hacer una psicología científica, le increpó desde su asiento, calificando sus

teorías

de

charlatanería

y

preguntó

irónicamente si es que ya los hombres tenían útero para enfermar de histeria...Desde ese momento

123

Freud perdió el aprecio y el respeto por su antiguo profesor, y quizás no volvió a recuperarlos hasta el día en que Meynert, en su lecho de muerte, en 1982, pidió que Freud le visitara y, como si tuviera un peso de conciencia del que necesitaba descargarse, le confesó: “Sepa usted, señor Freud, que yo fui siempre uno de los más patentes casos de histeria masculina”.

2º DESCUBRIMIENTO de Freud, el del Inconsciente,

como

dimensión

profunda

del

psiquismo, que en algún momento denominó como “los continentes sumergidos de la mente” Charcot realizaba ante los ojos atónitos de sus

alumnos

experiencias

de

esta

índole:

Presentaba, p. e., a una persona que sufría parálisis histérica de un brazo. Se comprobaba que le era imposible moverlo. Lo sometía delante de todos los espectadores a sueño hipnótico, le daba la orden de que moviera el brazo y el paciente lo movía sin dificultad. Después, vuelto al estado de vigilia normal, no recordaba nada y volvía a serle imposible mover el brazo paralítico.

124

Experiencias de esta clase se completaron después con otras realizadas en Nancy, adónde Freud viajó en 1889 con el fin de seguir profundizando en las técnicas

de hipnotismo y

completar sus conocimientos con la metodología seguida por el entonces también famoso Dr. Hipólito Berhein. Éste le sugería (por poner otro ejemplo) a un hombre sometido a sueño hipnótico: “Tal día por la tarde, irá usted al teatro y en medio de la función abrirá el paraguas”. El día señalado, ese hombre manifestaba su intención de acudir al teatro, cogía el paraguas, aunque no estuviera lloviendo, y en medio de la función abría el paraguas, ocasionando un alboroto entre los espectadores. Al preguntarle por qué lo había hecho, no sabía justificar una respuesta. La conclusión de Freud, tras de muchas reflexiones derivadas de estas experiencias, es que existe un sector del espíritu humano (o de la psique, o de la mente), al que no tiene acceso la consciencia, donde se guardan las razones ocultas de

nuestro

comportamiento

y

los

motivos

ignorados de nuestras acciones y reacciones. Solamente allí se podría descubrir el motivo por el

125

que aquella persona se castigaba a no mover el brazo, y la orden de ir al teatro a la que el otro individuo no sabía resistirse. Y es a eso a lo que denominó EL INCONSCIENTE: Un sector del psiquismo o de la mente (o realidad psíquica, o función psíquica) constituido por un conjunto de representaciones mentales reprimidas, fuera del campo de la consciencia, que tienen una gran influencia en nuestro

comportamiento,

como

determinante

esencial de nuestra vida psíquica. Freud lo metaforizó con la imagen clásica de Iceberg, con una pequeña parte visible sobre la superficie y con dimensiones insospechada bajo las aguas. Otros lo han comparado con las alforjas del caminante, con uno de sus bolsones por delante, a la vista de los ojos, y otra invisible a las espaldas.

Tengo que aclarar que el concepto de lo inconsciente era conocido previamente a los descubrimientos de Freud, que la filosofía se había ocupado repetidas veces de este problema, como ya concretaremos más adelante, y que en 1869

126

Hartmann había publicado un libro de gran difusión titulado Filosofía de lo inconsciente. La

aportación

original

de

Freud

fue

sustantivar lo inconsciente, hacerlo sustantivo, no sólo adjetivo, hacer de esto un saber, el saber de lo insabido o desconocido del propio sujeto, hacerlo objeto de investigación con métodos especialmente diseñados para este fin, conocerlo como

determinante

comportamientos terapéutico

subrepticio

humanos

desde

el

y

que

como

de espacio

reequilibrar

los

desajustes del psiquismo y sanar las patologías de la mente.

LA REVOUCIÓN CULTURAL DE SIGMUND FREUD

Obviamente, este descubrimiento de Freud vino a suponer una auténtica revolución cultural con respecto al conocimiento de la persona humana, y una inversión de perspectivas en todas las disciplinas que se ocupan de algún modo de su interpretación,

comprensión,

127

educación

o

expresión: la Pedagogía, la Filosofía, el Derecho, la Medicina, la Moral, la Historia, el Arte....En el estudio y la comprensión de las realizaciones humanas y de sus intenciones y motivaciones profundas, el Inconsciente pasa al primer plano de interés, más aún que el Consciente. El “no puedo comprender por qué obré de esa manera” o el “no era yo mismo cuando hice eso”, empezaba a vislumbrar sus claves. En sus Conferencias de introducción al Psicoanálisis, pronunciadas por Freud entre 19151918, en la sede del Colegio de Médicos de Viena, hace la conocida consideración de las tres humillaciones narcisísticas que había padecido sucesivamente la Humanidad: la infligida por Copérnico cuando dictaminó que la tierra no es el centro del universo, sino una simple motita de polvo cósmico dentro de la galáctica polvareda estelar; la que infligió Darwin al incluir a la humanidad en el reino animal, y considerar al hombre, “mono desnudo” (Desmond Morris), como eslabón en la cadena filogenética desde primates ancestros;

y

la

tercera

humillación,

herida

narcisista al orgullo humano, al demostrar al

128

mundo que el Yo personal no es el cibernetes, dueño total de sus propios actos y de su propio destino, sino que en gran medida es siervo y esclavo

de

extrañas

fuerzas

de

la

mente,

inconscientes e incontrolables. Esto supuso una revolución cultural tan importante como lo fue, quizás, en la técnica, la invención de la rueda o la de la máquina de vapor. El autor del libro Psicoanálisis: una profesión imposible (es autora, Janet Malcolm)

llega a

utilizar el símil del terrorista que en el sótano de su casa prepara un artefacto para volar la cervecería del barrio y, sin darse cuenta, termina inventando la bomba de hidrógeno que hace volar medio mundo. Hasta pensaban

entonces

que

sólo

las había

filosofías dos

clásicas

estados

de

consciencia posibles: el de inconsciencia, o inconsciente, cuando la persona está dormida, o desvanecida o drogada o en coma, y el de consciencia, o consciente, cuando la persona está despierta, en plena posesión de su inteligencia y de su razón, y es dueño y responsable total de sus actos

y

de

sus

pensamientos. Desde

129

esta

convicción se había entendido y fundamentado la filosofía, la pedagogía, la moral, la religión, la historia, el derecho, la psicología....Hasta que Freud

pone

de

manifiesto

la

influencia

de

mecanismos inconscientes, de razones y anhelos ocultos, subterráneos, que impulsan nuestros actos y determinan nuestros comportamientos. Y crea una ciencia para desvelar el Inconsciente y curar a las personas a través del Inconsciente. Esta Ciencia es El Psicoanálisis. La originalidad del Psicoanálisis, escribió Rappaport en 1967, no consiste en explorar un objeto empírico nuevo, distinto al enfoque de la psicología científica, sino en elaborar una teoría más completa y más radical de la conducta, tomando en consideración sus determinantes últimos, pulsionales e inconscientes. Y más recientemente, en 1978, J.L. Tizón define que el Psicoanálisis, en tanto que psicología dinámica y profunda, añade al objeto general de la ciencia psicológica una dimensión inédita, absolutamente original, que es la del inconsciente dinámico. Por lo que su objeto definitivo, su objetivo singular de tratamiento e investigación se puede definir como

130

la

conducta

significante

inconscientemente

sobredeterminada.

Para completar el tema de la Revolución Cultural incitada por Freud voy a aducir varios testimonios de diversos autores. El primer texto es de Peter Gay, de su libro Freud, una vida de nuestro tiempo.: “La observación de que el Psicoanálisis había ‘hecho furor’, convirtiéndose en una especie de moda entre quienes no lo conocían, estaba bastante justificada. El médico sueco Paul Bjerre afirmó en 1925 que el ‘freudismo’ estaba agitando los sentimientos como si se tratara de ‘una nueva religión’ y no de una nueva área de investigación. Especialmente en los Estados Unidos, la literatura psicoanalítica

ha

adquirido

dimensiones

de

avalancha. Analizarse está de moda”. Un año más tarde,

el

eminente

y

prolífico

psicólogo

norteamericano William McDougall reafirmó la evaluación de Bjerre: “Además de los seguidores profesionales,

todo

un

ejército

de

legos,

educadores, artistas y diletantes han quedado fascinados por las especulaciones freudianas y las

131

han convertido en una desorbitada moda popular, de modo que algunos de los términos técnicos empleados por Freud se han incorporado al idioma popular, tanto en los Estados Unidos como en Inglaterra”. En otra parte afirma que el escritor Elías Canetti

había

escrito,

por

1920,

que

“la

interpretación de los ‘lapsus’ se había convertido en una especie de juego social” Aunque por otra parte afirma que las principales autoridades de la Universidad todavía “lo rechazan con arrogancia”. Y añade que esta oposición llegó, clamorosa, hasta el área de la política. Por ejemplo, en Francia, el mismo día en que apareció la versión francesa de Psicopatología de la vida cotidiana, en 1922, apareció publicado un artículo en el que se le pedía al gobierno “que proteja a los niños del Psicoanálisis”. Esta reacción la explica y la interpreta sosegadamente el psicoanalista francés S. Nacht: “Freud apareció en una época impregnada de moralismo, confiada en una escala de valores que creía sólidamente establecida. Súbitamente aquel joven y desconocido médico judío despertó de su

132

sueño al mundo, lo obligó a poner todo en cuestión.

‘Analice

despiadadamente

sus

sentimientos, escribió Freud a un amigo, y verá qué pocas cosas seguras hay en usted’. Pero ver qué pocas cosas seguras hay en sí mismo es precisamente lo que el hombre se niega a hacer, porque

lo

siente

como

una

herida

y

una

humillación. Así pues, era inevitable que, desde el comienzo, Freud se viera rechazado por su época, que quiso verlo a través de los rasgos inmorales y salvajes de las fuerzas instintivas, cuyo auténtico rostro desvelaba”. Estas

observaciones

y

conclusiones

quedan bien explicitadas y resumidas en un texto de Georg Markus, en su biografía de Freud El misterio del alma: “Con el Psicoanálisis de Freud no sólo se abría un nuevo campo a la psiquiatría, sino que se revolucionaba toda la medicina. Más aún: los esfuerzos para sondear el alma humana llevaron a nuevas formas de ver la religión y la cultura, la educación y la vida familiar, la sexualidad, la filosofía, el Estado. Las ideas de un científico rara vez ha influido en su generación y

133

en las siguientes tanto como Freud cuando describe la anatomía del alma.” El siguiente texto, de Stefan Zweig, es un testimonio de adhesión y casi devoción. Le escribe así en carta de 1929: “La revolución que usted ha provocado en la estructura psicológica y filosófica, y en toda la estructura moral de nuestro mundo, excede en mucho la parte puramente terapéutica de sus descubrimientos. Pues hoy en día, todas las personas que no saben nada de usted, todo ser humano de 1930, incluso quien nunca haya oído

la

palabra

‘psicoanalista’,

ya

está

indirectamente influido por su transformación de las almas”. Precisamente el mismo S. Zweig, junto con otros escritores, artistas e intelectuales como Thomas Mann, Romain Rolland, Jules Romains, H.G. Wells , Virginia Woolf , Salvador Dalí, Hermann Broch, Knut Hamsun, Hermann Hesse, André Gide, Aldous Huxley, James Joyce, Pablo Picasso, Paul Klée, André Maurois, Thorton Wilder, y varios más, publicaron un manifiesto, en 1936, con ocasión del octogésimo aniversario de Freud, que le fue presentado por Thomas Mann en

134

su casa de Viena, ya casi a punto de exiliarse en Londres.

Por

su

extraordinaria

importancia

valorativa de la persona y la obra de Freud, lo voy a reproducir íntegramente: octogésimo venturosa iniciador

“Que

aniversario

de

oportunidad de

un

conocimiento

de

para

nuevo la

Freud

y

el

sea

expresarle, más

humanidad,

una al

profundo nuestras

congratulaciones y nuestra veneración. Este intrépido descubridor, importante en cada esfera de su trabajo, como médico y psicólogo, como filósofo y artista, ha sido, durante dos generaciones, un guía a través de regiones de la mente humana hasta entonces inexploradas. Espíritu completamente independiente, un ‘hombre y caballero de osado mirar’, como Nietzsche dice de Schopenhauer, un pensador e investigador, que supo resistir solo y, sin embargo, atraer a muchos. Avanzó por su camino y llegó a verdades que parecieron peligrosas porque ponían al descubierto lo que el miedo había escondido, e iluminó lugares oscuros. Expuso nuevos y diversos problemas y cambió normas antiguas. Su búsqueda

y

sus

hallazgos

135

ampliaron

enormemente el alcance de la exploración intelectual, e incluso hizo que sus opositores se convirtieran en deudores suyos por el ímpetu del pensar creador que les transmitió. Aunque los años futuros puedan superar o modificar este o aquel resultado de su investigación, las preguntas que Sigmund Freud hizo a la humanidad nunca podrán volver a silenciarse, ni sus hallazgos ser negados u oscurecidos por mucho tiempo. Los conceptos que él ha encontrado, las palabras que ha escogido para ellos, se han convertido ya en integrantes, evidentes por sí mismas, de todo idioma vivo. En todos los campos de las ciencias del hombre, en el estudio de la literatura y el arte, la historia de las religiones y la prehistoria, la mitología, el folkclore y la pedagogía, e incluso en la poesía misma, podemos discernir la impronta profunda de su influencia, y si alguna vez la raza humana alcanzó un logro imperecedero, este es -estamos seguros- su descubrimiento de la CIENCIA DE LA MENTE. Nosotros

ya

no

podemos

seguir

enfrentando nuestra tarea intelectual sin los audaces conceptos que constituyeron esa obra de

136

toda la vida de Freud. Por eso nos alegramos de saber que este gran e infatigable estudioso está entre nosotros, y de verlo trabajar con vigor incansable. Que este hombre al que honramos, y al que le ofrecemos nuestra gratitud, viva entre nosotros durante muchos años más”.

Desde

estos

extraordinarios

reconocimientos y elogios, especialmente valiosos y significativos por la talla intelectual, científica y cultural, de las personas que los respaldan, no es de extrañar la comparación que hizo en su tiempo Jung con los “pseudocientíficos” que se negaban a estudiar a Freud: son, escribió, “como aquellos hombres de ciencia que se negaron a mirar por el telescopio de Galileo”.

Y, para terminar este capítulo, no quiero dejar de citar el testimonio de la concesión del Premio “Goethe”, en julio de 1930, donde la obra de Freud se define como “fruto del método estricto de las ciencias de la naturaleza (...) y de la osadía de los creadores literarios”. Y también se dice en el texto de concesión de ese importante galardón

137

literario que “el Psicoanálisis no solo enriqueció a la ciencia médica sino también al mundo mental del

artista,

el

sacerdote,

el

historiador,

el

educador” (...) al descubrir “las fuerzas formativocreadoras adormecidas en el inconsciente”.

138

CAPÍTULO II

EL HILO DE ARIADNA “¿Dónde está el Hilo de Ariadna que me guíe...? “ (S. FREUD, EL CHISTE Y SU RELACIÓN CON EL INCOSCIENTE)

139

DESCUBRIENDO

LOS

CONTINENTES

SUMERGIDOS DE LA MENTE

La exploración de Freud por el laberinto del alma humana y su descubrimiento de los “Continentes sumergidos de la mente”, que basa todo el sistema de pensamiento conocido como Psicoanálisis, tiene tres “pistas”

iniciales,

que

son

sus

tres

referentes

etiológicos:

1.-Un médico famoso: El Dr. Breuer 2.-Un caso clínico: El conocido por el caso de Ana O 3.-Y una técnica terapéutica: La Hipnosis

Y de estos tres determinantes surgirá un hallazgo original y revolucionario: El Inconsciente. Como dimensión subterránea del psiquismo, que hemos denominado con el mismo Freud los continentes sumergidos de la mente.

140

El Dr. Josef Breuer

De el Dr. Breuer tendré que decir que fue el descubridor del laberinto del oído, responsable de nuestro sentido del equilibrio, y que fue también el que elaboró, sobre la marcha de su práctica clínica, un método operativo, el tratamiento catártico, del que iría derivando lo que fue después, y es hoy, el Psicoanálisis. Tanto es así que el mismo Freud, en sus conferencias en la Universidad de Clarck de Masachusset, llegó a atribuirle generosamente a Breuer la paternidad del Psicoanálisis.

Freud conoció al Dr. Breuer mientras trabajaba como interno en el Laboratorio de Fisiología del Profesor Ernest Brücke, en 1878. (Tanto influyó sobre él este profesor que a uno de sus hijos le puso de nombre Ernest). En este laboratorio se inició Freud en las técnicas de investigación científica, realizando estudios sobre el sistema nervioso de los cangrejos y las glándulas salivales de los perros).

Con Breuer congenió enseguida porque podía hablar con él de literatura, de arte, de filosofía. Por

141

aquel entonces escribió en carta a Marta, su novia, que Breuer “irradiaba luz y calor”, que estar con él era “como estar sentado al sol”. Y sutilmente empezaba a medir con él su estatura, en un movimiento de propia superación ante la imagen de un incipiente Ideal del Yo: “Es una persona tan esplendente que no sé lo que ve en mi para ser tan amable”.

Es curioso que, a su vez, el Dr. Breuer llegó a escribirle a otro colega, el Dr. W. Fliess, especialista en otorrinolaringología, que después fue, durante décadas, el gran amigo y confidente, el alter ego, de Freud: “La inteligencia de Freud está alcanzando su máxima altura: le sigo con la vista como una gallina sigue el vuelo de un halcón”.

Diré como nota al margen de estas anécdotas, que Ernest Jones, en su biografía de Freud, señala la predisposición de Freud a ser muy influenciable, sobretodo por personas a las que le unía un lazo afectivo, y que, en reacción a esta tendencia natural, afirmó un rasgo de personalidad que fue para él causa de muchos disgustos: “nunca fue cosa fácil hacerle cambiar su opinión acerca de cualquier cosa”. Este

142

rasgo se constituye por lo que él después definió como un mecanismo de defensa nominado

formación

reactiva, que es una disposición automatizada a actuar de modo contrario al que la propia inclinación le llevaría.

Una paciente histérica

Para comprender la influencia del Dr. Breuer en el joven Freud, es necesario encarar el caso clínico conocido por el nombre supuesto de “Anna O” y considerado como el caso fundacional del Psicoanálisis.

En realidad esta paciente del Dr. Breuer se llamaba Berta Pappenhein. Estuvo tratada por él durante dos años, desde 1880 a 1882, a causa de una extraña y compleja sintomatología aparecida a raíz de la muerte de su padre, con quien había estado muy unida durante su vida, y a quien le había prodigado todos sus desvelos durante su enfermedad. Cuando en una calurosa noche de verano de 1883 -”estábamos los dos en mangas de camisa”, le escribió más tarde Freud a su novia Marta-, Breuer le revela a su joven amigo la fascinante historia,

143

desencadenó en éste tantas ideas e inquietudes que le fue

llevando

paulatinamente

a

la

construcción

sistemática de todo el gran edificio del Psicoanálisis.

El caso de Anna O. está descrito en Estudio sobre la histeria, primera obra psicoanalítica, publicada en 1896 y escrita, en colaboración, por Breuer y Freud.

Anna O. fue una persona “excepcionalmente culta e inteligente”, a veces obstinada, con una gran sensibilidad humanitaria, que tenía 21 años cuando se le manifestó

la

enfermedad,

y

que

llegó

a

ser

posteriormente la primera asistenta social de Alemania y una de las primeras del mundo.

Hasta dos meses antes de la muerte de su padre,

lo

había

estado

atendiendo

y

cuidando

incansablemente en detrimento de su propia salud. En esos últimos meses, se le fueron desarrollando sucesivamente

una

serie

de

síntomas

–hoy

lo

diagnosticaríamos como stress- que cada vez la debilitaban más y le impedían entregarse a los cuidados de su padre con la misma solicitud: falta de apetito, una fuerte tos nerviosa, al poco tiempo un estrabismo

144

convergente, después dolores de cabeza, perturbaciones de

la

visión,

sensaciones...,

parálisis que

desorganización psicosomático,

parciales,

fueron

derivando

generalizada con

pérdida

del

desajuste

en

de una

equilibrio

emocional

y

somatizaciones polivalentes, que la dejaban postrada en intervalos, frente a los que reaccionaba con una excitación desmedida, volviendo a caer alternativamente en el agotamiento y en la proliferación de nuevos síntomas cada vez más extravagantes: lagunas mentales, alucinaciones

con

serpientes

negras,

huesos

y

esqueletos, regresiones en la coordinación del lenguaje, llegando a no poder hablar en su propia lengua y alternar palabras en inglés, en francés o en italiano (como por una imperiosa necesidad de desplazarse fuera de su procedencia). Cuando en el mes de abril falleció su padre, tuvo una primera reacción de excitación horrorizada, que fue extinguiéndose hasta llegar a un estado

semicataléptico

de

estupor.

Hoy

se

le

diagnosticaría como Trastorno de la personalidad por estrés postraumático, con manifestaciones de Histeria.

En este estado, el Dr. Breuer comenzó a visitarla cada noche y , desde una especie de hipnosis

145

autoprovocada, ella empezaba a hablar, en tono regresivo infantilizado; contaba cuentos, a veces triste, a veces encantadora..., hasta que se iba sintiendo temporalmente aliviada de sus síntomas. Ella mismo denominó estos alivios como “Talking cure” (curación por la charla) y también, con cierto humor, “Chimeney sweeping”

(limpieza

de

la

chimenea).

Este

procedimiento que despertó en ella recuerdos y le suscitó emociones que desde su personalidad normal nunca le había sido posible recordar o expresar, fue llamado por Breuer “Método catártico” y actualmente se conoce y se utiliza como “Psicocatársis”.

Un momento especialmente clarificador en esta talking cure que ejercía el Dr. Breuer sobre Anna O., sobrevino cuando ésta sufrió un trastorno similar a la hidrofobia, se moría de sed y no podía beber. No se lo sabía explicar, pero una tarde, sometida por Breuer a un estado de relajación hipnótica o semihipnótica, expresó que había visto a su dama de compañía, una inglesa por la que sentía gran aversión, darle de beber agua a su perrito en su propio vaso. Una vez que desenterró este sentimiento reprimido de asco e irritación, la hidrofobia desapareció. Desde entonces Breuer adoptó este método

146

de hipnotizar a Ana, y observaba que, desde este estado, ella iba siguiendo la pista de cada uno de sus síntomas (anestesias

sensoriales,

visión

distorsionada,

alucinaciones, contracciones paralíticas, dificultad para hablar en su propia lengua...) hasta llegar a su etiología, a la causa que lo había provocado. Y en este ejercicio de limpiar la chimenea de su mente, siempre llegaban a un punto común, que Freud resumió más tarde en esta fórmula, famosa en Psicoanálisis: “Los enfermos neuróticos sufren de reminiscencias”. Porque

al analizar los síntomas, siempre se encontraba, en cada uno de ellos, residuos, a veces simbólicos, de sentimientos o de impulsos que ella se había visto obligada a reprimir.

Voy a añadir una nota a este caso fundamental, fundacional, sobre el que, como ya he dicho, Freud construyó, piedra a piedra, golpe a golpe, todo el edificio del Psicoanálisis:

147

En junio de 1882, Breuer escribió en sus anotaciones, como conclusión del caso, que todos los síntomas de Anna habían desaparecido. No fue exactamente así. Lo que ocurrió, acto seguido, fue también una experiencia de alto valor para la estructuración

de

los

mecanismos

de

la

cura

psicoanalítica. Lo que ocurrió después lo relató el mismo Freud, en carta al escritor Stefan Zweig, fechada en 1932: “La noche de ese día en que todos sus síntomas quedaron bajo control, llamaron a Breuer para que fuera a verla una vez más: la encontró en estado

confusional,

retorciéndose

de

dolores

abdominales. Cuando se le preguntó qué le pasaba, respondió: ‘ahora va a nacer el niño del doctor B.’. Ante esta constatación de un embarazo histérico, Breuer huyó horrorizado.... Pero

ya estaban puestos para Freud las semillas

y las

claves de lo que después fue elaborándose como conceptos

definidos,

fundamentales

para

la

comprensión de la relación psicoanalítica y de la cura:

Los

conceptos

contratransferencia.

148

de

transferencia

y

Al parecer Anna O., es decir, Berta, desplazó hacia su doctor y benefactor los sentimientos edípicos que había tenido hacia su propio padre, se los transfirió, y a su vez el Doctor, en contratransferencia, se había dejado sutilmente, e inconscientemente, seducir por el encanto de aquella joven, que se llamaba casualmente como su propia madre, Berta, y que, de algún modo cubría

el

vacío

afectivo,

los

anhelos

edípicos

adormecidos, que su madre le había dejado al morir, cuando él tenía solamente cuatro años.

¿Qué sucedió después? Que la esposa de Breuer se estaba sintiendo inquieta y escamada del interés de su marido y de sus desvelos por la joven Berta, que Breuer para compensarla la llevó a hacer un viaje solos, del que nació una hija, la cual, cuentan los biógrafos, terminó suicidándose, muchos años después, cuando los agentes de la Gestapo llegaron a su casa para apresarla por ser judía...

Berta, por su parte, siguió progresando en su recuperación hasta llegar a convertirse en pionera del trabajo social, y en líder de causas feministas y de organizaciones de mujeres judías.

149

Un médico hipnotizador

El tercero de los acontecimientos fundacionales del Psicoanálisis, la tercera “pista” en el largo camino o el tercer referente desde el que se condiciona su origen, relaciona encadenadamente a la ciudad de París, al Dr. Jean Martín Charcot y a la técnica de hipnosis, empleada por éste en el Hospital de la Salpêtrière .

En 1885, a sus 29 años, realiza Freud uno de sus sueños, que era ir a París a estudiar las técnicas de uno de los médicos más famosos de por aquellos tiempos: el Dr. Charcot. “París es una ciudad mágica”, hasta el mismo nombre de la ciudad tenía para él un contenido de magia, le escribía a Marta, su novia, a quien, nada más pisar aquellas tierras, le había confesado: “Durante muchos años había sido París la meta de mis ansias, y el embeleso con que por primera vez pisé el pavimento fue para mí la garantía de que también habría de lograr la realización de otros deseos”. Y a su amigo Koller: “París significa el principio de una nueva existencia para mi”.

150

Estos sentimientos de ilusión, encanto y entusiasmo alternaron, al paso de los días y de los meses, con otros de abatimiento y congoja. La ambivalencia de los estados emocionales fue una experiencia endovivenciada por Freud durante su estancia y sus soledades en París. En una de sus diarias cartas a Marta, confiesa: “Me siento aquí como si me hubieran abandonado en una isla desierta en medio del océano, ansiando que llegue la hora en que venga el barco que restablecerá mi unión con el mundo”...Y continúa la carta con un brindis de amor: “Tu eres todo el mundo para mí”.

En este estado de soledad y abandono, parece ser que configuró una percepción catatónica que le hacía ver a los habitantes de la ciudad como “gente arrogante e inaccesible” que le “producen desazón”, como si estuvieran “poseídos por mil demonios”. Incluso

su

percepción

de

las

mujeres

estaba

condicionada por el color negro de su cristal: “La fealdad de las mujeres de París difícilmente puede ser exagerada: ni una cara bonita”. Quizás intentaba

151

deslizar, entre líneas, un mensaje subliminal para tranquilizar a su novia...

Sin embargo, desde estos estados emocionales, moviliza un dinamismo reactivo que es, como siempre a lo largo de su vida, de recuperación del equilibrio y de superación. Le escribe a Marta cuando está a punto de finalizar su estancia en París: “No puedo dejar de pensar que soy un irracional al dejar París cuando la primavera se avecina y Notre Dâme exhibe su belleza bajo la luz del sol”.

Quiero señalar la importancia que la hipnosis, como técnica empleada terapéuticamente, ejerció en el descubrimiento que hizo Freud del Inconsciente, y en el establecimiento posterior y paulatino de todo un sistema psicológico y terapéutico.

Freud, como ya he dicho, había acudido a París a estudiar las técnicas terapéuticas del Dr. Charcot que se había especializado en el tratamiento de las neurosis, sobretodo de la histeria, por medio del hipnotismo. Llevaba la pretensión de presentarle al Maestro el caso de Ana O., que lo tenía fascinado, pero éste le prestó

152

poca atención, mucho más interesado por sus propios experimentos y por las extraordinarias reacciones de sus pacientes.

Sin embargo, la personalidad de Charcot lo deslumbró de tal manera que incluso a su hijo mayor le puso por nombre Jean Martín. Como maestro era realmente épatant: cada una de sus clases “era una pequeña obra de arte por su plan y por su realización”... En otros escritos habla de la “magia que irradiaba de su aspecto y de su voz, la gracia y naturalidad de sus modales”... lo describe como “agradable, bondadoso, ingenioso, aunque dominante por su innata superioridad”, señala su “tremenda capacidad para insuflar aliento, casi excitación” y llega a la conclusión de que “jamás un ser humano ha ejercido sobre mí una influencia semejante”. La ascendencia que llegaba a crear sobre los pacientes a los que hipnotizaba, y la “dependencia magnética” de parte de ellos, fue uno de los elementos con los que Freud fue elaborando posteriormente su concepto, fundamental en Psicoanálisis, de Transferencia. El biógrafo de Freud Peter Gay hace la curiosa observación de que Freud “siempre tan orgullosamente resuelto a tener una mente

153

independiente”, se mostrara tan dispuesto y tan ansioso “porque lo fecundara ese brillante científico y no menos brillante actor dramático”.

En los fondos sumergidos del alma humana

Asistiendo a las exhibiciones de Charcot, que efectivamente actuaba como un gran actor en el escenario del Hospital de la Salpretiêre, Freud realizó un doble descubrimiento.

Primer

DESCUBRIMIENTO:

Charcot

demostró que sometiendo a la influencia hipnótica a personas normales les hacía exhibir los mismos síntomas

somáticos

de

sus

pacientes

histéricos

(temblores, parálisis, sensaciones corporales de picor, calor o frío etc.),

al introducirle la idea de estos

síntomas, o la orden de experimentarlos, por medio de las técnicas de hipnotismo. Con lo que Freud llegó a la convicción, ya prenunciada por el caso de Ana O., de que efectivamente

154

existen síntomas físicos que no se deben a lesiones orgánicas o a otras causas físico-orgánicas, sino a actividades de la mente.

Como nota al margen sobre la aplicación de las técnicas de Charcot a las neurosis histéricas, tengo que añadir que, hasta entonces, la histeria había sido considerada como una enfermedad exclusivamente de mujeres. De ahí su nombre que deriva etimológicamente del griego “hysterós”, útero. Históricamente fue interpretada como posesión diabólica, o como patología simulada, o incluso como enfermedad orgánica, debida a que el útero se desviaba hacia los riñones, para lo que no encontraban más solución que la ablación del clítoris.

Cuando de regreso en Viena, Freud tuvo una conferencia en el Colegio de Médicos exponiendo sus experiencias con Charcot, advirtió una acogida fría, incluso hostil. Al aludir a la patología histérica como común a mujeres y a hombres, tal como les había demostrado Charcot, su profesor el Dr. Meynert, en cuyo departamento de neurofisiología había trabajado y al que había admirado por su aspiración a hacer una

155

psicología científica, le increpó desde su asiento, calificando sus teorías de charlatanería y preguntó irónicamente si es que ya los hombres tenían útero para enfermar de histeria... Desde ese momento Freud perdió el aprecio y el respeto por su antiguo profesor, y quizás no volvió a recuperarlos hasta el día en que Meynert, en su lecho de muerte, en 1882, pidió que Freud le visitara y, como si tuviera un peso de conciencia del que necesitaba descargarse, le confesó: “Sepa usted, señor Freud, que yo fui siempre uno de los más patentes casos de histeria masculina”.

2º DESCUBRIMIENTO de Freud, el del Inconsciente, como dimensión profunda del psiquismo, que en algún momento denominó como “los continentes sumergidos de la mente”.

Charcot realizaba ante los ojos atónitos de sus alumnos experiencias de esta índole: Presentaba, por eejemplo, a una persona que sufría parálisis histérica de un brazo. Se comprobaba que le era imposible moverlo. Lo sometía delante de todos los espectadores a sueño hipnótico, le daba la orden de que moviera el brazo y el

156

paciente lo movía sin dificultad. Después, vuelto al estado de vigilia normal, no recordaba nada y volvía a serle imposible mover el brazo paralítico.

Experiencias de esta clase se completaron después con otras realizadas en Nancy, adónde Freud viajó en 1889 con el fin de seguir profundizando en las técnicas de hipnotismo y completar sus conocimientos con la metodología seguida por el entonces también famoso Dr. Hipólito Berhein. Éste le sugería (por poner otro ejemplo) a un hombre sometido a sueño hipnótico: “Tal día por la tarde, irá usted al teatro y en medio de la función abrirá el paraguas”. El día señalado, ese hombre manifestaba su intención de acudir al teatro, cogía el paraguas, aunque no estuviera lloviendo, y en medio de la función abría el paraguas, ocasionando un alboroto entre los espectadores. Al preguntarle por qué lo había hecho, no sabía justificar una respuesta.

La conclusión de Freud, tras de muchas reflexiones derivadas de estas experiencias, es que

existe un sector del espíritu humano (o de la psique, o de la mente), al que no tiene acceso la

157

consciencia, donde se guardan las razones ocultas de nuestro comportamiento y los motivos ignorados de nuestras acciones y reacciones.

Solamente allí se podría descubrir el motivo por el que aquella persona se castigaba a no mover el brazo, y la orden de ir al teatro a la que el otro individuo no sabía resistirse.

El territorio mental llamado Inconsciente

Y es a eso a lo que denominó como EL INCONSCIENTE:

Un sector del psiquismo o de la mente (o realidad psíquica, o función psíquica) constituido por un conjunto de representaciones mentales reprimidas , fuera del campo de la consciencia, que tienen

una

gran

influencia

en

nuestro

comportamiento, como determinante esencial de nuestra vida psíquica.

158

Freud lo metaforizó con la imagen clásica de Iceberg, con una pequeña parte visible sobre la superficie y con dimensiones insospechadas bajo las aguas. Otros lo han comparado con las alforjas del caminante, con uno de sus bolsones por delante, a la vista de los ojos, y otra invisible a las espaldas.

¿Es el Inconsciente mental un descubrimiento de Freud?

Tengo que aclarar que el concepto de lo inconsciente

era

conocido

previamente

a

los

descubrimientos de Freud, que la filosofía se había ocupado repetidas veces de este problema, como ya concretaremos más adelante, y que en 1869 Hartmann había publicado un libro de gran difusión titulado Filosofía de lo inconsciente.

La aportación original de Freud fue sustantivar lo inconsciente, hacerlo sustantivo, no sólo adjetivo, hacer de esto un saber, el saber de lo insabido o desconocido del propio sujeto, hacerlo objeto de investigación con métodos especialmente diseñados

159

para este fin, conocerlo como determinante subrepticio de

comportamientos

humanos

y

como

espacio

terapéutico desde el que reequilibrar los desajustes del psiquismo y sanar las patologías de la mente.

LA REVOLUCIÓN CULTURAL Y CIENTÍFICA DE SIGMUND FREUD

Obviamente, este descubrimiento de Freud vino a suponer una auténtica revolución cultural con respecto al conocimiento de la persona, y una inversión de perspectivas en todas las disciplinas que se ocupan de algún

modo

de

su

interpretación,

comprensión,

educación o expresión: la Pedagogía, la Filosofía, el Derecho, la Medicina, la Moral, la Historia, el Arte....

En el estudio y la comprensión de las realizaciones humanas y de sus intenciones y motivaciones profundas, el Inconsciente

pasa al

primer plano de interés, más aún que el Consciente.

160

El “no puedo comprender por qué obré de esa manera” o el “no era yo mismo cuando hice eso”, empezaba a vislumbrar sus claves.

En

sus

Conferencias

de

introducción

al

Psicoanálisis, pronunciadas por Freud entre 1915-1918, en la sede del Colegio de Médicos de Viena, hace la conocida consideración de las tres humillaciones narcisísticas que había padecido sucesivamente la Humanidad:

la

infligida

por

Copérnico

cuando

dictaminó que la tierra no es el centro del universo, sino una simple motita de polvo cósmico dentro de la galáctica polvareda estelar; la que infligió Darwin al incluir a la humanidad en el reino animal, y considerar al hombre, “mono desnudo” (Desmond Morris), como eslabón en la cadena filogenética desde primates ancestros; y la tercera humillación, herida narcisista al orgullo humano, al demostrar al mundo que el Yo personal no es el cibernetes, dueño total de sus propios actos y de su propio destino, sino que en gran medida es siervo y esclavo de extrañas fuerzas de la mente, inconscientes e incontrolables.

161

Esto

supuso

una

revolución

cultural

tan

importante como lo fue, quizás, en la técnica, la invención de la rueda o la de la máquina de vapor. La autora del libro Psicoanálisis: una profesión imposible, Janet Malcolm, llega a utilizar el símil del terrorista que en el sótano de su casa prepara un artefacto para volar la cervecería del barrio y, sin darse cuenta, termina inventando la bomba de hidrógeno que hace volar medio mundo.

Hasta entonces las filosofías clásicas, y las ciencias aplicadas, pensaban que sólo había dos estados de consciencia posibles: el de inconsciencia, o inconsciente, cuando la persona está dormida, o desvanecida o drogada o en coma, y el de consciencia, o consciente, cuando la persona está despierta, en plena posesión de su inteligencia y de su razón, y es dueño y responsable total de sus actos y de sus pensamientos. Desde

esta

convicción

se

había

entendido

y

fundamentado la filosofía, la pedagogía, la moral , la religión, la historia, el derecho, la psicología... Hasta que

162

Freud pone de manifiesto la influencia de mecanismos inconscientes, de razones y anhelos ocultos, subterráneos, que impulsan nuestros actos y determinan nuestros comportamientos. Y crea una ciencia para desvelar el Inconsciente y curar a las personas a través del Inconsciente. Esta Ciencia es El Psicoanálisis.

La originalidad del Psicoanálisis, escribió Rappaport en 1967, no consiste en explorar un objeto empírico nuevo, distinto al enfoque de la psicología científica, sino en elaborar una teoría más completa y más

radical

de

la

conducta,

tomando

en

consideración sus determinantes últimos, pulsionales e inconscientes. Y más recientemente, en 1978, J.L. Tizón define que el Psicoanálisis, en tanto que psicología dinámica y profunda, añade al objeto general de la ciencia psicológica una dimensión inédita, absolutamente original, que es la del inconsciente dinámico. Por lo que su objeto definitivo, su objetivo singular de tratamiento e investigación se puede definir como

la

conducta

significante

sobredeterminada.

163

inconscientemente

Añado un texto de Peter Gay, de su libro Freud, una vida de nuestro tiempo: “La observación de que el Psicoanálisis había ‘hecho furor’, convirtiéndose en una especie de moda entre quienes no lo conocían, estaba bastante justificada. El médico sueco Paul Bjerre afirmó en 1925 que el ‘freudismo’ estaba agitando los sentimientos como si se tratara de ‘una nueva religión’ y no de una nueva área de investigación. Especialmente en los Estados Unidos, la literatura psicoanalítica ha adquirido dimensiones de avalancha. Analizarse está de moda”. Un año más tarde, el eminente y prolífico psicólogo norteamericano William McDougall reafirmó la evaluación de Bjerre: “Además de los seguidores profesionales, todo un ejército de legos, educadores, artistas y diletantes han quedado fascinados por las especulaciones freudianas y las han convertido en una desorbitada moda popular, de modo que algunos de los términos técnicos empleados por Freud se han incorporado al idioma popular, tanto en los Estados Unidos como en Inglaterra”.

En otra parte de su libro afirma que el escritor Elías Canetti había escrito, por 1920, que “la

164

interpretación de los ‘lapsus’ se había convertido en una especie de juego social” Aunque por otra parte afirma que las principales autoridades de la Universidad todavía “lo rechazan con arrogancia”. Y añade que esta oposición llegó, clamorosa, hasta el área de la política. Por ejemplo, en Francia, el mismo día en que apareció la versión francesa de Psicopatología de la vida cotidiana, en 1922, se publicó un artículo en el que se le pedía al gobierno “que proteja a los niños del Psicoanálisis”.

Esta reacción la explica y la interpreta sosegadamente el psicoanalista francés S. Nacht: “Freud apareció en una época impregnada de moralismo, confiada en una escala de valores que creía sólidamente establecida. Súbitamente aquel joven y desconocido médico judío despertó de su sueño al mundo, lo obligó a poner todo en cuestión. ‘Analice despiadadamente sus sentimientos, escribió Freud a un amigo, y verá qué pocas cosas seguras hay en usted’. Pero ver qué pocas cosas seguras hay en sí mismo es precisamente lo que el hombre se niega a hacer, porque lo siente como una herida y una humillación. Así pues, era inevitable que, desde el comienzo, Freud se viera

165

rechazado por su época, que quiso verlo a través de los rasgos inmorales y salvajes de las fuerzas instintivas, cuyo auténtico rostro desvelaba”.

Estas observaciones y conclusiones quedan bien explicitadas y resumidas en un texto de Georg Markus, en su biografía de Freud El misterio del alma: “Con el Psicoanálisis de Freud no sólo se abría un nuevo campo a la psiquiatría, sino que se revolucionaba toda la medicina. Más aún: los esfuerzos para sondear el alma humana llevaron a nuevas formas de ver la religión y la cultura, la educación y la vida familiar, la sexualidad, la filosofía, el Estado. Las ideas de un científico rara vez han influido en su generación y en las siguientes tanto como Freud cuando describe la anatomía del alma.”

El siguiente texto, de Stefan Zweig, es un testimonio de adhesión y casi devoción. Le escribe así en carta de 1929: “La revolución que usted ha provocado en la estructura psicológica y filosófica, y en toda la estructura moral de nuestro mundo, excede en mucho

la

parte

puramente

terapéutica

de

sus

descubrimientos. Pues hoy en día, todas las personas

166

que no saben nada de usted, todo ser humano de 1930, incluso

quien

nunca

haya

oído

la

palabra

‘psicoanalista’, ya está indirectamente influido por su transformación de las almas”.

Precisamente el mismo S. Zweig, junto con otros escritores, artistas e intelectuales como Thomas Mann, Romain Rolland, Jules Romains, H.G. Wells , Virginia Woolf , Salvador Dalí, Hermann Broch, Knut Hamsun, Hermann Hesse, André Gide, Aldous Huxley, James Joyce, Pablo Picasso, Paul Klée, André Maurois, Thorton Wilder, y varios más, publicaron un manifiesto, en 1936, con ocasión del octogésimo aniversario de Freud, que le fue presentado por Thomas Mann en su casa de Viena, ya casi a punto de exiliarse en Londres. Por su extraordinaria importancia valorativa de la persona y la obra de Freud, lo voy a reproducir íntegramente:

“Que el octogésimo aniversario de Freud sea una venturosa oportunidad para expresarle, al iniciador de un nuevo y más profundo conocimiento de la humanidad, nuestras congratulaciones y nuestra veneración. Este intrépido descubridor, importante en

167

cada esfera de su trabajo, como médico y psicólogo, como filósofo y artista, ha sido, durante dos generaciones, un guía a través de regiones de la mente humana

hasta

entonces

inexploradas.

Espíritu

completamente independiente, un ‘hombre y caballero de osado mirar’, como Nietzsche dice de Schopenhauer, un pensador e investigador, que supo resistir solo y, sin embargo, atraer a muchos. Avanzó por su camino y llegó a verdades que parecieron peligrosas porque ponían al descubierto lo que el miedo había escondido, e iluminó lugares oscuros. Expuso nuevos y diversos problemas y cambió normas antiguas. Su búsqueda y sus hallazgos ampliaron enormemente el alcance de la exploración intelectual, e incluso hizo que sus opositores se convirtieran en deudores suyos por el ímpetu del pensar creador que les transmitió. Aunque los años futuros puedan superar o modificar este o aquel resultado de su investigación, las preguntas que Sigmund Freud hizo a la humanidad nunca podrán volver a silenciarse, ni sus hallazgos ser negados u oscurecidos por mucho tiempo. Los conceptos que él ha encontrado, las palabras que ha escogido para ellos, se han convertido ya en integrantes, evidentes por sí mismas, de todo idioma vivo. En todos los campos de

168

las ciencias del hombre, en el estudio de la literatura y el arte, la historia de las religiones y la prehistoria, la mitología, el folkclore y la pedagogía, e incluso en la poesía misma, podemos discernir la impronta profunda de su influencia, y si alguna vez la raza humana alcanzó un logro imperecedero, este es -estamos seguros- su descubrimiento de la CIENCIA DE LA MENTE.

Nosotros

ya

no

podemos

seguir

enfrentando nuestra tarea intelectual sin los audaces conceptos que constituyeron esa obra de toda la vida de Freud. Por eso nos alegramos de saber que este gran e infatigable estudioso está entre nosotros, y de verlo trabajar con vigor incansable. Que este hombre al que honramos, y al que le ofrecemos nuestra gratitud, viva entre nosotros durante muchos años más”.

Desde estos extraordinarios reconocimientos y elogios, especialmente valiosos y significativos por la talla intelectual, científica y cultural, de las personas que los respaldan, no es de extrañar la comparación que hizo en su tiempo Jung con los “pseudocientíficos” que se negaban a estudiar a Freud: son, escribió, “como

169

aquellos hombres de ciencia que se negaron a mirar por el telescopio de Galileo”.

Y, para terminar, no quiero dejar de citar el testimonio de la concesión del Premio “Goethe”, en julio de 1930, donde la obra de Freud se define como “fruto del método estricto de las ciencias de la naturaleza (...) y de la osadía de los creadores literarios”. Y también se dice en el texto de concesión de

ese

importante

galardón

literario

que

“el

Psicoanálisis no sólo enriqueció a la ciencia médica sino también al mundo mental del artista, el sacerdote, el historiador, el educador” (...) al descubrir “las fuerzas

formativo-creadoras

inconsciente”.

170

adormecidas

en

el

CAPÍTULO III

LA CUEVA DEL MINOTAURO Y LOS ESTRATOS DE LA PERSONALIDAD

“En mi mente hay cavernas a las que el sol nunca podrá llegar” (Wordsworth)

171

LA METAPSICOLOGÍA DE SIGMUND FREUD

Empezaré

retomando

el

concepto

de

Inconsciente con unos versos de Wordsworth: “En mi mente hay cavernas / a las que el sol nunca podrá llegar”. El Inconsciente en su doble aspecto: como dimensión de la Personalidad, y como dinamismo intrínseco determinante de comportamientos.

A partir de este descubrimiento, Freud dedica toda su vida a elaborar un sistema operacional de pensamiento psicológico y antropológico, que se vino a etiquetar con el nombre de Psicoanálisis.

Y este nombre, este significante conceptual, Psicoanálisis, recubre y engloba tres significados :

172

1º Es (llega a ser) una teoría completa de la Psique y de la Personalidad.

2º Es un método de investigación del psiquismo, sobretodo en su dimensión inconsciente, aplicable desde la medicina, la pedagogía, la historia, la religión, el arte...

El término investigación adquiere aquí su pleno significado etimológico de “ir tras los vestigios”, porque el Inconsciente sólo puede ser conocido por sus vestigios, por sus huellas, por sus rastros..., nunca por sí mismo ya que, por definición, es “lo inconsciente”, lo desconocido.

3º Es también el Psicoanálisis un conjunto

sistemático

y

táctico

de

técnicas

terapéuticas, psicoterapéuticas.

Freud utilizó por primera vez este término de Psicoanálisis en la francesa Révue Neurologìque, en un artículo titulado Herencia y etiología de las neurosis, en el que por primera vez expone su teoría inicial de la seducción infantil, de la que más tarde se desdijo. Este

173

artículo data de 1896, y sin embargo, en su conferencia ante el Colegio de Médicos de Viena de 1904, publicado con el título de “Sobre Psicoterapia”, afirmó que a este método, que él está exponiendo, el Dr. Breuer lo denominaba “catártico”, pero que él lo prefiere llamar “analítico”. Todavía el término Psicoanálisis no está decisivamente introducido.

Para

seguir

estudiando,

investigando,

elaborando, contrastando y expandiendo este inicial embrión del Psicoanálisis, Freud reúne a su alrededor a un grupo escogido de personas, sobretodo de médicos, de Viena, Max Kahane, Rudolf Reitler, Alfred Adler, también a Stekel, después a Otto Rank, a Ferenci, a Ernest Jones, a Jung... Y lo que empezó llamándose la Sociedad Psicológica de los Miércoles se convirtió en 1908 en Sociedad Psicoanalítica de Viena, modelo de otras sociedades análogas en todo el mundo, y de la que después fue la Sociedad Psicoanalítica Internacional.

A modo de anécdota diré que en la primera sesión se trató sobre la psicología del fumador y que Stekel describió esas primeras sesiones de los miércoles (llamadas por él “inspiradoras”) con estas palabras:

174

“Éramos como los pioneros en una tierra recién descubierta, y Freud era el líder. Parecía que saltaban chispas

de

una

mente

a

otra.

Cada

noche

experimentábamos como una especie de revelación”.

Añado a estas reflexiones un texto de Karl A. Menniger de su libro, escrito en colaboración con Philips

S.

Holzman,

Teoría

de

la

técnica

psicoanalítica. Considera que históricamente

se

entendía por Psicoanálisis “una modalidad o técnica destinada a tener acceso al contenido inconsciente de la mente”. Y explica que en este sentido es comparable con la disección que hacen los médicos, o con la exploración visceral dentro de un ser humano vivo. Piensa que a raíz de tales observaciones se acumuló un conglomerado de conocimientos basados en los datos obtenidos por este método, y en este sentido cree que el Psicoanálisis puede considerarse equivalente a la anatomía

o

la

histología.

Ampliando

estos

conocimientos iniciales, se fue desarrollando un sistema de hipótesis para describir todo el funcionamiento psicológico, de lo que nació, piensa Menniger, una “ciencia de la personología” en la que él encuentra semejanzas con la fisiología. De aquí se llegó a lo que la

175

mayoría de la gente piensa cuando se emplea la palabra Psicoanálisis: “una técnica destinada a tratar a determinados pacientes de una determinada manera”. El Psicoanálisis entra así dentro del ámbito de la Psicoterapia, en cuanto que es “el tratamiento formal de los pacientes por medios psicológicos y no con agentes físicos ni químicos: es decir, principalmente a través de la comunicación verbal”.

Este es el texto de Menniger que viene a incidir sobre el triple ámbito conceptual que se abarca bajo el término de Psicoanálisis.

A partir de 1915, Freud empieza a redactar una serie de artículos y de textos que recogen los resultados de sus investigaciones y reflexiones bajo el título genérico de Metapsicología. Este término lo había empleado por primera vez en 1896, en carta a su amigo Fliess.

Hay una referencia implícita a la Metafísica, como estudio de las causas primeras del ser, lo que está más allá de lo físico; y una analogía con la Fisiología, estudio funcional del organismo físico, que es lo que

176

Menniger entiende, analógicamente, por Personología: estudio del funcionamiento psico-personal.

Estructura y funcionamiento de la Psique

El

núcleo,

pues,

de

la

Metapsicología es el estudio de la estructura y el funcionamiento de lo que Freud denomina, usando, por supuesto, un término metafórico, El Aparato Psíquico. Se trata de un modelo teórico adoptado por Freud, quizás, desde la influencia mecanicista y materialista propia de la línea de desarrollo científico de su época. Le llama

Aparato, consciente de hacer una ficción

mental, para designar un conjunto de elementos, de partes y de funciones organizadas y articuladas con una finalidad específica. La finalidad funcional del Aparato Psíquico es doble: Por una parte, transmitir y transformar la energía psíquica. La excesiva acumulación energética produce displacer y la descarga produce placer. Por ejemplo, el hambre

supone

acumulación

energética

instintual

encaminada a buscar su satisfacción, igual que en la excitación de energía sexual. La acumulación de

177

excitación sin una representación referencial, como vía de escape, produce la angustia; el bloqueo de la vía de escape sería la frustración.

La segunda finalidad funcional del Aparato Psíquico será mantener lo que se llama el Principio de la constancia: conseguir que la cantidad de excitación intracerebral se mantenga constante o a un nivel suficiente. Lo contrario daña o altera el equilibrio psicofísico. Este principio de constancia se conoció más tarde con el nombre de homeostasis. Tengo que señalar que Freud adopta los conceptos

físicos

de

energía,

o

los

conceptos

termodinámicos de carga y descarga, que son, como ya he dicho, los propios de las concepciones científicas de su época.

La

descripción

de

la

estructura

y

el

funcionamiento del Aparato Psíquico nos servirá para comprender los conceptos fundamentales que componen el sistema psicoanalítico y para perfilar la imagen de la personalidad y de sus perturbaciones según la teoría psicoanalítica.

178

Freud

va

haciendo

esta

descripción,

progresivamente, desde tres puntos de vista, que él denomina: Tópico, Dinámico y Económico.

Enfrentando ya los conceptos, tengo que aclarar que

La

Metapsicología

no

pretende

hacer

una

descripción de realidades o de entes directamente observables, ya que, como he dicho, lo inconsciente es por definición lo inobservable. Pero Freud hace, metodológicamente, una especie de ficción mental, inventando un vocabulario que permite hablar de la psique como si ésta tuviera una estructura. Como el Adán bíblico va mirando al mundo al que enfrenta y poniéndole el nombre a cada cosa, o como los grandes Descubridores denominaban los terrenos conquistados. Pero esto no es más que una metáfora, un modelo de trabajo para poder comprender y configurar verbalmente lo que investigaba. Aunque sabiendo que la única manera de conocer la Psique es vivirla, endovivenciarla, igual que cuando queremos conocer una ciudad: recorrer sus calles, sus plazas, sus monumentos, “sentir” su clima, respirar su aire... No basta con mirar el mapa. Aunque el mapa, incluso tratándose de esa metafórica

179

ciudad interior que es la Psique, sea necesario para orientarnos y llegar a conocer la ciudad.

La topografía de la mente

El punto de vista TOPICO , o estructural, de la descripción

del

Aparato

Psíquico

supone

una

representación espacial, naturalmente figurada, del psiquismo: la palabra griega “topos”, de la que deriva el término topografía, viene a significar los campos del psiquismo, los terrenos que abarca; considerando a la Psique, al Aparato Psíquico, como constituido e integrado por tres dimensiones (o campos, o sistemas) o por tres piezas, una grande y otra pequeña, que dejan un espacio de intersección. A la esfera pequeña, que queda arriba, le pondré por nombre CONSCIENTE, a la esfera

grande, que se sitúa por debajo, le llamo

INCONSCIENTE, y al pequeño sector de intersección entre ambas esferas le llamaré PRECONSCIENTE.

180

Estos son los tres campos del psiquismo, o las tres piezas que integran el engranaje del Aparato Psíquico.

CONSCIENTE

PRECONSCIENTE

INCONSCIENTE

El CONSCIENTE freudiano es el órgano con el que acogemos y procesamos las experiencias (lo que percibimos, lo que vemos, lo que sentimos, lo que pensamos, lo que recordamos, lo que imaginamos, lo que nos dicen, lo que nos hacen...)

para

nuestro

enfrentamiento

con

la

existencia.

Es como un archivo de experiencias con las que podemos

contar,

primero

para

nuestro

autoreconocimiento: sé quién soy, dónde estoy, cómo me llamo, de donde vengo, lo que me gusta, lo que me

181

alegra, lo que me apena etc., etc... porque tengo una pieza de mi aparato mental que se llama Consciente.

Para Jung las funciones del Consciente son fundamentalmente cuatro: Sentir (recibir sensaciones visuales, auditivas, táctiles...), Percibir (configurar las sensaciones), Afectarme (sentimientos y emociones que me producen estas experiencias) y Pensar (explicación, interpretación o comprensión de lo que experimento). Es como decir que las ventanas del Consciente, con las que experimento mi-estar-en-la-existencia, son estas cuatro

facultades

que

denominamos

Sensación,

Percepción, Sentimiento y Pensamiento.

Dice Freud en El yo y el ello: “La propiedad de ser conscientes es el único faro en la oscuridad de la psicología profunda”. Es como el foco iluminado que proyecto sobre mi realidad concreta y sobre mi entorno. Y lo mismo que el foco proyecta la luz, el fenómeno del Consciente, su manifestación, su epifanía, es la Conciencia.

Jung la define como “la función o actividad que mantiene en relación con el YO a los contenidos

182

psíquicos

(sensaciones,

percepciones,

voliciones,

ideaciones, pensamientos, recuerdos…), en ese espacio tópico

denominado

CONSCIENTE”.

Todos

los

contenidos que queden fuera de esta relación directa e inmediata

con

el

Yo

serán,

por

definición,

subconscientes.

Un tema de gran interés es la aportación de Anna Freud al Psicoanálisis:

los mecanismos de

defensa, que pretenden preservar la propia conciencia, la autoconciencia, de ciertos contenidos perturbadores. Estos son, entre otros, el mecanismo de Desplazamiento de la conciencia ( Hichcotk tiene películas memorables fundamentadas en este mecanismo, como Marnie la ladrona, Recuerda, etc.); el de Negación de una realidad, o de algún aspecto de ella, que no se armoniza con la autoconsciencia; el de Racionalización, que elabora una explicación que pueda ser integrable y asumible, aunque no se corresponda con la realidad; el de Proyección por el que se achaca a otras personas hechos o intenciones que uno no quiere admitir en sí mismo o se resiste a tomar conciencia personal de ellos… Hay muchos más, pero en este momento me limitaré a hacer solamente estas alusiones. Y es que,

183

como afirma Freud, los seres humanos se ven con frecuencia sorprendidos, golpeados y movilizados por elementos mentales que no conocen, y mucho menos comprenden,

elementos

que

ni

siquiera

tienen

consciencia de albergar. Y es por lo que elabora, frente a

estos

elementos

mentales,

unos

mecanismos

automáticos de defensa y autopreservación.

Insistiré en que el auto-reconociemiento de cada persona y su auto-desenvolvimiento en el medio circundante lo realiza a través, o a partir, de la autoconsciencia.

¿Cuándo se forma el Consciente?

Podría

añadir

algo

sobre

el

desarrollo

ontogenético y filogenético de esta función operativa del Sistema Consciente. Cómo se origina en cada ser (que es la ontogénesis) y cómo se ha originado en la evolución de la especie (que es la filogénesis). La formación ontogenética del Consciente, que se va realizando a través de la consciencia psicológica,

184

supone un proceso de elaboración de información, tanto de la intrínseca y autopsíquica, es decir: la que proviene de las sensaciones del propio organismo, originadas en el interior de uno mismo, como de la extrínseca o alopsíquica, que proviene de estímulos exteriores. El niño llega a la existencia, según una teoría no universalmente acordada, “tamquam tábula rasa”, como dirían los clásicos. Ese espacio, que hemos denominado Consciente, es como una pantalla en blanco en la que progresiva y evolutivamente, a medida que se van recibiendo y elaborando las informaciones, se forman unas estructuras mentales que permiten la creación de modelos de conocimiento para seguir interpretando

la

realidad

interior

y

exterior,

y

estereotipos de comportamiento para reaccionar frente a ella.

Esto precisamente es lo que fundamenta la importancia clínica del famoso Test de Rorschach, el conocido como test de las manchas de tinta. En realidad esas láminas con manchas de tinta no representan nada, pero constituyen un conjunto experimental de estímulos frente al que la persona pone en funcionamiento, en situación de prueba,

sus moldes psicoperceptivos, y

185

proyecta

sus

estereotipos

modelos de

de

reacción

conocimiento que

y

sus

constituyen

el

comportamiento singular de cada persona.

Es obvio que muchas personas

basan su

autoconsciencia más en fantasías subjetivas sobre sí mismo o sobre la realidad, que en los datos objetivos: en un extremo estaría el trastorno psicótico, la patología delirante de D. Quijote pensando de sí que era el Caballero de la Triste Figura perseguido por molinos de viento, y, sin llegar a la desviación patologica, estaría también el artista que recrea subjetivamente la realidad, como hacen los pintores expresionistas. Como ejemplo podría citar algún poema: “Hay algo que me dice / que la voz de tus ojos / es más profunda que todas las rosas / Y que nadie, ni siquiera la lluvia, / tiene las manos tan pequeñas”. Valga de ejemplo este precioso poema, en el que los ojos hablan, y la lluvia tiene manos, citado en una película de Woody Allen.

186

Formación Filogenética de la Conciencia

Filogenéticamente parece ser, según interpretan los antropólogos, que la consciencia individual se fue formando con posterioridad a una consciencia colectiva ya existente. Es decir, que el sistema Consciente que ahora analizamos como componente de cada individuo se fue desarrollando paulatinamente a partir de un Consciente grupal, de muy larga duración filogenética, en un proceso que Jung denomina de diferenciación. No es de extrañar, porque todavía este Consciente colectivo opera en fenómenos de masa, donde la diferenciación personal queda muy difuminada y la estimulación emocional desborda a las individualidades que la forman. Es el fenómeno “Fuente Ovejuna”. Incluso los prejuicios personales de raza, de clase o de religión y los comportamientos que de ellos emanan, pertenecen a la participación en un Consciente colectivo. Una de las funciones de la Fiesta es precisamente que nos libera de los límites de nuestra individualidad y nos revincula en una consciencia recuperada de colectividad.

187

Un “test” para

clasificar el funcionamiento de la

conciencia individual

El test de Jung sirve de instrumento para analizar los parámetros de nuestra autoconsciencia, las disposiciones fundamentales de nuestro Consciente personal. Es una técnica introspectiva para comprender la personalidad del individuo, su modo específico de comportarse, su modo singular de procesar las experiencias

y

de

orientar

sus

energías

vitales

(libidinales, diría Freud) en su encuentro adaptativo con el mundo. Para Jung ese Consciente estaría constituido por dos disposiciones predominantes y por cuatro funciones específicas que orientan y procesan nuestras experiencias individuales.

Las dos disposiciones fundamentales son: la Introversión y la Extraversión, que ya configuran dos tipos definibles de ser y estar en la vida: el de personalidad

introvertida

y

el

de

personalidad

extrovertida, según mantenga una autoconsciencia más directamente en contacto con el mundo interno y subjetivo, con las repercusiones que la realidad interior producen en él (como dentro de la caverna de Platón), o

188

tenga la consciencia más orientada al mundo exterior en respuesta a los estímulos exteriores inmediatos. La persona introvertida encuentra sus gratificaciones básicas y sus fuentes de interés en el interior de sí mismo, y la persona extravertida las encuentra en sus relaciones con los demás y con el medio. El extrovertido ve las cosas de afuera, el introvertido se ve a sí mismo. El introvertido es más especulativo, el extravertido más práctico. El extravertido más resolutivo, el introvertido más dubitativo.

Y las cuatro funciones, como ventanas del sistema consciente, desde donde vemos la realidad y a nosotros mismos, desde donde recibimos los estímulos interiores y exteriores a nosotros y procesamos las experiencias, son : La Percepción, la Intuición, el Sentimiento y el Pensamiento. Es decir: tomamos consciencia de nosotros mismos en la existencia y de la realidad exterior percibiendo, intuyendo, sintiendo (afectándome) y pensando. Desde la ventana perceptiva tengo consciencia, por ejemplo, de que aquí hay algo, percibo una forma, un color, un olor, un ruido; con el pensamiento digo que es un perro, lo identifico con cuadrúpedo canino de raza boxer (por ejemplo); el

189

sentimiento me induce a expresar complacencia, qué bonito; y con la intuición conozco que me puede morder y me acerco con cuidado.

En todas las personas operan las cuatro funciones en la toma de consciencia de la realidad, exterior o interior, aunque en cada persona algunas funciones predominan sobre otras, determinando ocho tipos de personalidad o modos de estar en la existencia, según se combine su función predominante con la orientación fundamental extravertida o introvertida. Conviene tener en cuenta que la función Pensamiento depende de la Sensación, que ya decían los antiguos “nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu”. De aquí que cuando el pensamiento se aleja excesivamente de la sensación, que es la ventana más inmediata a la realidad exterior, se pueda originar la patología

autista,

la

patología

del

pensamiento

introvertido sin ventanas a la realidad, el delirio, la esquizofrenia, la psicosis.

Igualmente la pura percepción introvertida podría originar alucinaciones, y la función perceptiva unida a la función sentimiento, cuando no está

190

mediatizada

por

una

función

de

pensamiento

discriminativo, podría promover esa reacción del instinto animal impetuosa e indiscriminada ante los estímulos, que es lo que caracteriza a la psicopatía.

La neurosis supondría un proceso deficiente y desproporcionado de la reacción afectiva, la función sentimiento, frente a la percepción, con desactivación de la función discriminativa del pensamiento (hipocondría, fobia, depresión vital...).

La psicopatía se origina por descontrol de los impulsos instintivos. La neurosis, por desajuste de la afectividad

y

desproporción

de

las

reacciones

emocionales. Sin embargo, el aprovechamiento de la función perceptiva con el refuerzo de la intuitiva facilitaría el pensamiento divergente, base de la creatividad.

Los

filósofos

antiguos

hablaban

del

conocimiento por connaturalidad, que supone una asimilación afectiva del objeto del conocimiento, de los datos de la percepción elaborados por el pensamiento. Se le llamaba también conocimiento interno, el que da

191

confirmación al pensamiento de Pascal sobre las razones del corazón , o al de Saint Exupery de que solo conocemos con el corazón, la verdad es invisible a los ojos. Con “los ojos” se refiere al conocimiento puramente especulativo o científico, que solo se procesara por la función pensamiento, y que da origen a toda la filosofía etiquetada como Racionalista. Ese, por ejemplo, “teórico de la castidad que no es casto” sobre el que reflexiona Santo Tomás de Aquino. Y piensa también Santo Tomás que la voluntad es una facultad indesligable

del

conocimiento,

de

la

función

pensamiento. Pero distingue entre voluntad electiva y voluntad afectiva, y a ésta la define como la facultad psíquica que dirige tenazmente los propios deseos a los propios intereses y valores, objetivamente conocidos y asimilados, y afectivamente interiorizados y amados. En definitiva es lo que hoy se entiende por Inteligencia emocional, en cuanto que la actividad rectora es

la

inteligencia, organizadora de la acción voluntaria, reforzada por la afectividad y dirigida al objetivo final de plenitud emocional, la Felicidad.

192

La región Preconsciente

Otra pieza de este Aparato se llama, la llama Freud, Preconsciente. No es un concepto especialmente importante, ni siquiera difícil de entender.

El Preconsciente abarca todo lo que no está inmediatamente dentro del campo iluminado de la consciencia psicológica, pero que puede ser evocado y reconocido con algún esfuerzo.

Como datos que están extraviados dentro de un fichero del Consciente y

que sólo es cuestión de

buscarlos, porque sabemos que están allí.

Algo así

como “lo tengo en la punta de la lengua” de nuestro lenguaje coloquial...

Las bodegas del Inconsciente

La tercera pieza de este Aparato Psíquico, el tercer componente tópico del psiquismo, según la gnoseología de Freud, que es su gran aportación científica y cultural: El Inconsciente.

193

Ya dijimos que la importancia cultural de Freud, la que le hace estar en las listas de las 1000 personas más influyentes en la Historia de la Humanidad, o entre las 100 personas más significativas del milenio que acabamos de rebasar, es haber descubierto, o haber dado las grandes pistas para descubrir el significado profundo de la conducta humana. Las estructuras subterráneas, las dimensiones ocultas, las motivaciones, los mecanismos y dinamismos que subyacen a nuestro comportamiento, sea el comportamiento intelectual, afectivo o el de acción, la cara oculta de la Luna, la dimensión sumergida del Iceberg... todo esto constituye la gran aportación cultural de Freud al progreso de la humanidad. La llave para entrar en el sótano, en el desván, en lo más profundo de la casa interior de una persona, y para descubrir y descifrar el significado profundo de su estar-en-la-existencia, del actuar humano, esa llave lleva la efigie de Sigmund Freud. Y si nosotros queremos y estamos dispuestos a emprender esta aventura espeleológica, tendremos que hacerlo de la mano y a la luz de la linterna intelectual de Sigmund Freud.

194

Naturalmente, hay otro objetivo implícito al intentar adentrarnos, con Freud, por los vericuetos del Inconsciente: el de darnos pistas para nuestro propio descubrimiento profundo, entrar en el dédalo, como Teseo con el hilo de Ariadna, de nuestro inconsciente personal y desvelar los móviles ocultos de nuestro propio modo de actuar y de ser, y llegar a aceptarnos y a integrarnos mejor como personas. Recuerdo la historia de Tony de Mello de aquel sabio a quien le preguntaron sobre la diferencia entre la ciencia y la sabiduría. Respondió que a la Ciencia se llega estudiando muchos libros; a la Sabiduría estudiando uno sólo: el libro de uno mismo. Pero, añadió, de este libro salen nuevas versiones casi cada minuto de su vida. Y no sé si ya he citado una reflexión de Harry Guntrip de su libro El self en la teoría y la terapia psicoanalítica:

“Hemos

llegado a un estado de cosas en que es evidente que el problema humano fundamental no es el de comprender y dominar las fuerzas físicas del universo, sino el de comprenderse a sí mismo y el de encontrar los medios para ayudarse a sí mismo y ayudar a los de más a lograr una auténtica realización personal”.

195

A propósito del binomio ayudarse a sí mismoayudar a los demás, recuerdo también la historia de aquel sabio oriental que había llegado a la cumbre de la Iluminación y la Sabiduría, y reflexionaba así: Cuando yo era joven quería transformar el mundo. Cuando fui madurando, comprendí que la ambición juvenil era imposible y me esforcé en ayudar y hacer el bien a los que me rodeaban. Ahora que estoy en la plenitud de mi vida, sólo quiero ayudarme a mí mismo que es el único modo de que se beneficien todos los demás.

Hay un axioma pedagógico, que confirma la resolución del sabio, y sirve para

hacer frente a la

imposibilidad de dar fórmulas, o recetas, de actuación pedagógica para la infinita variedad de casos, con sus innumerables variantes y circunstancias diversas de cada situación particular. El axioma es que para educar bien lo más esencial, lo indispensable, es que el que educa funcione bien.

Toda esta digresión, que me ha salido muy larga, era para llegar al tercer componente del psiquismo, el más original y fundamental

196

en

Psicoanálisis, la tercera pieza que integra la estructura del famoso Aparato, que es el Inconsciente.

El INCONSCIENTE es el depósito de todo lo que ha quedado desplazado del campo de la consciencia y de la preconsciencia. También

es

el

archivo

de

todas

las

experiencias olvidadas o reprimidas, incluso de las experiencias

del

proceso

de

evolución

de

la

humanidad y transmitidas genéticamente en las células germinales.

Este último concepto sería el del Inconsciente Colectivo, la gran aportación de Jung a la epistemología psicoanalítica. Él lo define como “el sedimento de todas las experiencias de la humanidad desde sus orígenes más oscuros” y es donde se albergan esas ideas prototípicas universales que Jung denomina Arquetipos: la idea de Dios, o la de Padre o de Madre, de Héroe, la de la Culpa etc. Aunque muera el padre real de un individuo, su padre inconsciente, mezcla del arquetipo y de la experiencia singular, sigue influyendo de algún modo en su interior psicoemocional.

197

No hay una sola experiencia que haya salido del fondo de uno mismo. Todas están archivadas; y aquellas que se creían olvidadas se conservan en el Inconsciente personal, y desde allí siguen influyendo subterráneamente

en

mis

sentimientos,

mis

pensamientos y mi conducta.

Esto explica fenómenos como el conocido “dejá vu” que nos hace tener la sensación de

que ya

habíamos estado en un lugar al que hemos ido por primera vez, o que ya habíamos visto a una persona que por primera vez se nos presenta. Y es que se dan, con ocasión del lugar o de la persona, una concurrencia de sensaciones,

que

conectan

con

otras

similares

conservadas en el Inconsciente.

El motor de la Represión

Aquí

juega

un

papel

importante

ese

mecanismo psicológico llamado Represión, que deja enterrado en el Inconsciente recuerdos, experiencias, afectos,

impulsos...

Los

198

cuales

se

conservan

precisamente por haber estado enterrados. Freud lo compara con los objetos hallados por los arqueólogos, después de haber estado durante muchos siglos enterrados en las tumbas. Se hubieran perdido de no haber permanecido enterrados, “inconscientes”.

Al mecanismo de actuación del material enterrado en el Inconsciente, Freud lo compara con el conferenciante que, durante su conferencia bien preparada, se ve interrumpido por las voces, los comentarios, las carcajadas y las imprecaciones de un grupo de los asistentes. Los guardas jurados de la sala (que Freud denomina la “censura”) los echan afuera y cierran la puerta (este es el símil de cómo actúa la represión). Pero ellos, desde el lugar al que han sido desplazado, desde fuera de la sala y de la vista de los otros asistentes, siguen dando gritos y golpes en la puerta que alteran la armonía y el orden de la sala e impiden al conferenciante centrarse en su conferencia. La solución que Freud propone es que salga el conferenciante de la sala, busque a los alborotadores, los conozca, les hable, les proponga que de algún modo contribuyan, que se integren con los demás en beneficio de todos. Y este es, metafóricamente expresado,

199

un primer enfoque del Psicoanálisis como Terapia: Entrar en la esfera custodiada del Inconsciente, desenterrar las energías ocultas, las necesidades reprimidas, los recuerdos (olvidos) perturbadores, y organizarlos a nivel consciente del modo que sea adaptativo con la realidad, equilibrado para el psiquismo emocional y conveniente para la persona.

Freud nos avisa que el Inconsciente es “la palestra donde se dan las verdaderas luchas y los conflictos psíquicos”. Precisamente porque se trata de fuerzas descontroladas (fuera del control consciente), enemigos

a

la

espalda

o

animales

encerrados,

hambrientos... Y cuando se accede al Inconsciente a través

de

la

terapia

psicoanalítica

“se

pueden

desmoronar los conflictos y los complejos solidificados, como los edificios de Pompeya cuando, tras descubrir la capa de lava que los había mantenido sin cambio durante dos mil años, se vieron expuestos de nuevo al viento, al sol y a la lluvia”. La metáfora arqueológica era especialmente querida por Freud: “En Psicoanálisis, como en la arqueología, hay que excavar hondo hasta llegar a algo significativo”. Y hablándole de sus

200

descubrimientos a su amigo Fliess, exclama con entusiasmo:

“Es

como

si

Schellemann

hubiera

desenterrado de nuevo la legendaria Troya”.

Creo haber ya aclarado que el descubrimiento del Inconsciente no es un hallazgo exclusivo y totalmente original de Freud. Un siglo antes, el poeta romántico Coleridge había hablado de los reinos crepusculares de la conciencia,

y el mismo Goethe

apuntó la idea de que en la psique existen varias capas de profundidad. El poeta Wordsworth, que

había

confesado mantener relaciones inconscientes con la belleza, había escrito estos versos: “Hay en mi mente cavernas /a las que el sol nunca podría llegar”. Herbart,

Schopenhauer,

Nietzsche

intuyeron

la

existencia de fuerzas inconscientes de la mente. El mismo San Agustín había hablado, en sus Confesiones, de una reserva ignorada, más allá de la memoria, donde se guardan recuerdos. Hartmann escribió una Filosofía del Inconsciente y Theodor Lipps afirmó, hace más de un siglo, la existencia de procesos inconscientes. Shakespeare también había señalado motivaciones ocultas de los actos humanos, desconocidas por la propia consciencia. Freud lo aceptaba, se inspiraba en

201

ellos, y reconocía que los escritores “se abrevan en manantiales que todavía no hemos encontrado para las ciencias”. Pero

su gran contribución consistió en tomar esta noción, indefinida y poética, investigarla, estudiarla, otorgarle precisión y definición, convertirla en el fundamento de una psicología y de una terapéutica.

Como el Adán bíblico fue asignándole nombre a las cosas contempladas, él fue especificando y nominando los contenidos de la psique, describiendo los fondos ocultos del inconsciente, así como su potente y dramático dinamismo de expresión.

202

Capítulo IV

UN SISTEMA DE FUERZAS EN INTERACCIÓN: LA PERSONALIDAD

203

¿CÓMO FUNCIONA MI MENTE?

El pensamiento de Freud va procediendo incansablemente, a partir de una cuestión directriz: ¿Cómo funciona la mente? Y desde ahí, inicia una caminata, mientras que describe minuciosamente los planos de los territorios que explora. Hasta ahora ha delineado dos planos fundamentales, como las dos caras del territorio de la Luna: El Consciente, iluminado y brillante, y el Inconsciente, oscuro y misterioso; con un terreno gris intermedio, el Precosnciente. Eran hallazgos provisionales, sobre los que él, con escrupulosidad científica, sigue buscando constantemente datos de verificación y confirmación.

204

Una segunda exploración del territorio mental

Siguiendo un riguroso itinerario intelectual, Freud se adentra en un nuevo campo, el de Las tres instancias dinámicas de la Psique: el YO, el ELLO y el SUPER-YO. A este nuevo plano de la mente le llama él su Segunda Tópica.

La primera descripción tópica la presentó en 1900 en el capítulo VII de La interpretación de los sueños, completando lo que ya había pergeñado en 1895, en Proyecto de una Psicología científica, y en sus cartas a Fliess desde 1986. Finalmente lo deja sistematizado

y

rematado

en

los

Textos

Metapsicológicos de 1915.

Esta

segunda

descripción

tópica

la

va

elaborando a partir de 1920, y le hace su presentación oficial en 1923 con su libro El Yo y el Ello. Al final de su vida, en 1938, en el libro póstumo que la muerte le impide completar, Esquemas del Psicoanálisis, intenta integrar y armonizar las dos descripciones tópicas.

205

Se trata de una nueva representación del Aparato Psíquico, de la que resulta una Teoría del funcionamiento dinámico de nuestro psiquismo y una concepción de la estructura de nuestra Personalidad.

La fundamenta en tres sistemas de fuerzas en tensión permanente, que él denomina instancias (de instar, ejercer presión).

Una instancia impulsora que es el ELLO, una instancia represora que es el SUPER-YO, y una instancia reguladora que es el YO, como el motor, el freno y el volante de un automóvil. SUPER-YO

YO

ELLO

¿Dónde se encuentra mi YO?

206

Aprovechando el mismo esquema gráfico de la primera descripción tópica, diré que en el núcleo de la esfera Consciente se ubica el YO. Frente a este primer esbozo de representación gráfica,

voy

a

hacer

cuatro

observaciones

o

consideraciones:

1ª.- Una primera consideración es que nuestra realidad psíquica es mucho mayor, mucho más extensa, que nuestro YO. El YO viene a ser como la cresta del iceberg que emerge sobre la superficie, pero que deja sumergida e invisible una gran extensión de su realidad. De

aquí

se

desprende

un

importante

objetivo

psicopedagógico: enriquecer el YO con una exploración más profunda y extensa de la propia realidad personal.

El “nosce teipsum” de Sócrates adquiere en esto

su

plenitud

autoconsciencia,

de

significado:

reconocer

y

ampliar

estructurar

la las

motivaciones valorativas que impulsan y orientan nuestros comportamientos, definir al auténtico Ideal del YO (ya señalaré su diferencia con el YO ideal, que pertenece a la esfera del SUPER-YO).

207

Y desde este autoconocimiento acrecentado, desarrollar y potenciar la función fundamental del YO, que es la autorregulación. Mientras más extensa sea el área de autoconocimiento , mayor será la posibilidad de autocontrol y autorregulación.

2ª consideración: El YO viene a ser ese conjunto de datos sobre uno mismo que identificamos como propios y que enfrentamos a la realidad exterior. Es como un recorte de sí mismo, en medio de la realidad envolvente. Aunque lo que se recorta y se perfila de sí mismo es también una parte solamente de esa amalgama que constituye su realidad total a la que ha llegado la autoconsciencia. La otra parte de nuestra propia realidad total, la sumergida en el Inconsciente, al no pertenecer a la esfera identificada del YO, Freud la denominó el ELLO. El niño al nacer es puro ELLO, una amalgama de energías impulsivas no reconocidas ni controlables, puesto que no existe todavía un YO capaz de autorreconocimiento

y

autocontrol.

Tampoco

se

distingue de la realidad exterior, cuyo dato más importante en ese momento existencial, el pecho de su

208

madre, lo experimenta como una prolongación de sí mismo. Esta es la teoría de Melania Klein. Por eso puede ser tan traumático y mutilador la separación del pecho materno si no se le proporciona paulatinamente objetos transicionales como el chupete, el peluche etc., tal como lo explica magistralmente Winnicott en “El proceso de maduración del niño”.

El niño se mira al espejo y no se reconoce. Y, a medida que va adquiriendo y organizando, muy rudimentariamente, datos sobre sí mismo, aprende a decir NO, que es un modo de independizar y diferenciar su YO de la realidad exterior, y aprende a decir MÍO. Es así el nacimiento de la autoconsciencia, como paulatino alumbramiento de la propia identidad, a partir del enfrentamiento con la realidad objetiva, la de uno mismo y la circunstancial. A partir de ahí ya empieza a reconocerse y a sonreírse a sí mismo ante el espejo. Si me decido a explicarlo desde el punto de vista neurofisiológico, diría más o menos esto: que el niño, desde que pone pie en la existencia, en el medio cósmico, está sometido a un hervidero de estímulos, tanto a los interiores de su organismo (hambre, frío,

209

calor, picor, dolor...) como a los exteriores. El sistema nervioso va filtrando permanentemente un caudal de informaciones. El cerebro los va seleccionando, los va organizando, y los va reconociendo paulatinamente al aplicarle el lenguaje que los clasifica y los convierte en ideas (palabra que deriva del griego eidos y que significa representación). Estas re-presentaciones de los estímulos provocan reactivamente impulsos, que se canalizan en emociones y sentimientos, y activan el movimiento que determina la acción... Todo esto a nivel fisiológico supone la movilización de miles de millones de neuronas dirigidas por unas pequeñas conexiones que se llaman sinapsis. Hay un libro, ahora no recuerdo de qué autor, que se titula El hombre neuronal, porque es así

como

se

constituye

la

persona

a

nivel

neurofisiológico, a través de una red conexionada por neuronas que van procesando y transmitiendo todo ese complejo mecanismo cerebral. Con estas reflexiones pretendo decir que el centro, el eje, el cibernetes de todas esta operaciones es, al nivel que se refleja en el sistema Consciente, el YO, que en cada persona se constituye de un modo

210

totalmente singular y único: de donde se va derivando su singular y única personalidad.

3ª consideración: Como he intentado explicar, la imagen del YO se va perfilando a través de experiencias de percepción de la realidad objetiva y de la toma de consciencia

de

las

propias

reacciones

de

autorregulación (emocional, cognoscitiva y motoraconductual) frente a esa misma realidad. Puedo poner ejemplo de canciones en las que se pone de manifiesto la referencia a una imagen del propio YO conscienciada y autodefinida: “Yo no soy esa que tu te imaginas”,o “Yo soy aquel que por las noches te persigue”.

Esto supuesto, es interesante explicar, por contraste, en qué consiste la esquizofrenia, en cuanto que es un proceso malogrado, o dañado, de la formación de la autoconsciencia y definición del YO. La esquizofrenia supone una deformación o pérdida de autoconsciencia de la propia realidad, y una despersonalización de la psique individual.

211

La integración unitaria del YO queda destruida, o dividida (recuerdo el famoso libro de Laing, del movimiento que se llamó “antipsiquiatría”, El Yo dividido)

debido

a

que

fuerzas

emanadas

del

Inconsciente interfieren y arrasan al YO personal. En el cine se ha presentado muchas veces, de modo muy plástico e impactante, este fenómeno, en películas como El

estrangulador

de

Boston,

Diario

de

una

esquizofrénica... Se podrían citar muchísimas más.

Podría

proponer

un

nuevo

objetivo

psicopedagógico: No dar por cerrada la imagen de mi YO: completarla y enriquecerla puede ser una función y un objetivo psicopedagógico durante toda la vida de la persona.

En el cuento de la diferencia entre ciencia y sabiduría, que ya he relatado, se dice que del libro de uno mismo salen ediciones corregidas y ampliadas casi cada minuto. Yo escribí sobre esto en mi libro Viajes hacia uno mismo, y voy a aportar el texto:

212

Hay momentos, situaciones en la vida, en nuestro fluvial decurso evolutivo, en los que configuramos, perfilamos, acuñamos una imagen de nosotros mismos, y después nos aferramos a ella, como si el río de la vida se hubiera detenido en su curso, como si nos dijéramos "así soy yo, definitivamente", en una determinante fijación evolutiva.

Suelo poner-en-frente,

como

entonces

contrastación

pro-poner,

dialéctica,

el

concepto -tan antiguo como el "panta rei" de Heráclito de Éfeso, o como las coplas doloridas de Jorge Manrique- de nuestro permanente fluir. "No somos", les contesto a quienes afirman autojustificadoramente "es que yo soy así", o a quienes interrogan "quisiera saber cómo soy: "no somos, les contesto, "sino que vamos siendo". Yaveh Dios se define, en la Biblia, como "el que es", definitivamente, como el mar, con su presencia completa, total e inmutable en su propio movimiento de vida en plenitud. En contraposición, el hombre se tendrá que definir, esencialmente, como el que no es, sino que va siendo,

evolutivamente,

acumulativamente, como el río.

213

progresivamente,

No ir por la vida, ni caracterizar a los demás de torpes, o de listos, de feos o de bonitos, de vagos o diligentes..., porque alguna vez nos comportamos, o se comportaron así, o porque fue el rol que asumimos, o asumieron, en un momento dado. No quepa la menor duda de que,

en el decurso de la vida o de la evolución, se irán incorporando a la imagen de uno mismo nuevos aspectos que completan, compensan o corrigen el bosquejo autoconsciente anteriormente configurado.

El Ideal del Yo

De lo anteriormente expuesto deduzco que para ir construyendo la identidad del propio YO, lo esencial no es preguntarse cómo soy, sino cómo deseo ser. No es coherente justificarse con el consabido “es que yo soy así”, “tienen que aceptarme como soy”... Ya que la identidad del YO no es algo que se tiene, sino algo que se construye. No es un ser sino un quehacer, un proyecto en continua construcción y realización. Lo leí en una novela muy antigua La máscara de carne. Terminaba diciendo

214

que el verdadero rostro de nuestro YO es el de nuestro ensueño, es decir: el deseo de lo que queremos ser.

Es así como se va conformando el concepto de Ideal del YO (insisto en no confundirlo con el YO ideal del

que

trataremos

más

adelante),

concepto

fundamentalmente axiológico o valorativo, que

se integra en la consciencia y la preconsciencia de uno mismo, y que opera en la línea dinámica de la propia superación y autorrealización, como la fuerza motivacional más vigorosa del ser humano.

4ª consideración: El YO se construye en el presente. Había una sentencia, no sé de quien, que decía: construye cada día el edificio de tu YO con los mejores ladrillos de ti mismo, desechando los deteriorados o malformados. A ver si me explico: una trampa de nuestro idioma (quizás también una de sus riquezas) es hacer distinción entre los verbos ser y estar. Otros idiomas, el inglés, el francés, no los distinguen, utilizan el mismo verbo, être, to be. Quizás privan a la percepción de interesantes matices, pero la realidad es que se trata de la misma cosa: el que es, está; y el que está, es.

215

Cuando el YO no se instala mentalmente en el presente, sino que se traslada al pasado, que ya por definición no existe, o al futuro que todavía no es, el resultado es que no está, que no consiste, que vive como colgado del asa de una estrella, sin base real ni consistencia.

De esta sencilla consideración voy a sacar varias consecuencias:

1. Vivir el presente

Una es que el YO adquiere su consistencia en el presente, en el aquí, en el ahora mismo. Por supuesto que enriquecido con la experiencia del pasado, aunque desprendiéndose de lo peor que ese pasado pudo dejarle adherido. Lograr esta liberación de las adherencias perniciosas o negativas del pasado es una de las funciones más eficaces de la Psicoterapia, en cuanto “segunda educación”.

2. Proyectar el futuro

216

La segunda consecuencia se refiere al futuro. Saber mirar al futuro como una prolongación del presente. El edificio quedará construido mañana si lo empiezo a construir hoy, y si lo sigo construyendo cada hoy sucesivo. Si consisto no tengo que tener miedo al futuro: soplarán vientos, caerán aguaceros, pero el edificio permanecerá bien cimentado y construido. La vida individual marcha fuertemente impulsada hacia un objetivo de crecimiento, autovalimiento y realización. El proyecto de futuro es importante, como el plano del edificio o la maqueta, en cuanto que alienta, estimula y le da sentido a las actuaciones constructivas de cada presente. Yo sugiero la matización lingüística de, al proyectar una acción o realización futura, no decir “voy a intentar...”, o “debería...”, que aplaza mi decisión a un incierto futuro, sino decir: “estoy dispuesto a...”, “quiero...” que me afirma en el presente y, desde aquí, pone en marcha el impulso de mi decisión. He leído que la lengua de los indios Hopi no tienen palabras para referirse al tiempo. Los verbos de esta lengua carecen de pasado y de futuro, todo es un presente lineal...

3. Estar despierto

217

La tercera consecuencia es que vivir en el presente es estar despierto. El pasado y el futuro son un sueño. Y lo que nos unce al presente, lo que nos reconcilia con él, lo que lo convierte en el kairós de la mentalidad griega clásica, es el goce, el poder disfrutarlo. Lo que nos produce fruición nos despierta a la realidad, presente en el presente. Este es el sentido del “carpe diem” de Catulo, que rememoró la película El club de los poetas muertos.

Pienso que la vida, así expresada como totalidad, no existe, es una abstracción. Lo que existe es cada momento vital. Suelo pensar que cada día nacemos, renacemos, y que, al perder por el sueño la consciencia de uno mismo y de la realidad, cada día morimos. Cada noche el YO se disuelve y cada mañana lo re-inventamos, sin más guión que el de una cierta continuidad de costumbres y compromisos, por los que el YO se recupera en su autoconsciencia referencial. Y me digo que la vida no es un problema a resolver, que es una realidad a experimentar en cada memento. Y que no tiene otro sentido sino el que yo en ese momento le de, por supuesto mirando a su prolongación en el futuro y con el recuerdo de su itinerario hasta este momento presente.

218

Y suelo comentar que nuestro YO renace cada día con un nuevo cargamento de amor y de goce (que vienen a ser lo mismo) para gastarlo ese día.. Y me conforta recordar el dicho del sabio: “El amor pasajero es de quienes sólo aman lo extra-ordinario. El amor duradero es el de los que aman lo ordinario, porque amándolo lo hacemos extraordinario”.

El amor exclusivizado a lo extra-ordinario adecua el deseo del YO con su fantasía, y lo hace incompatible con la realidad actual. Y es que la realidad supone una toma de consciencia del límite de las posibilidades, que adecua el amor a lo ordinario, conforme a la sentencia del sabio: “el Yo feliz no es el de quien tiene lo que quiere, sino el de quien quiere lo que tiene”.

En el budismo se dice que el deseo del nirvana impide el nirvana. Porque el deseo desarraiga al YO de la realidad presente y lo coloca mentalmente en el momento de su consecución. La esperanza, sin embargo, instala al YO en el presente: lo que hagas hoy tendrá sentido mañana, lo que hoy siembres, se recogerá mañana, porque

219

como expresó alguien el aleteo de una mariposa, hoy, podrá provocar, mañana, un huracán en algún lugar.

¿Por qué recordamos?

Sólo quiero añadir algo sobre el recuerdo. Recordar es hacer presente al cor (en latín), al corazón. Algo así como una revibración del corazón. Para Adler, los recuerdos tienen una función de amonestación al YO, o de estímulo en su presente, en su aquí y ahora. Y lo que el YO olvida es lo que sale fuera de esa función selectivamente orientada a la única finalidad del dinamismo individual de cada YO. Que, en la teoría de Adler, es su autovalimiento y autopotenciación.

Alguna vez escribí que en la alacena del olvido es donde se conservan los mejores recuerdos. En el olvido -es también teoría de Adler-, fuera del campo de la consciencia, el recuerdo queda diluido en sentimientos, que determinan actitudes y puntos de vista orientados hacia el mismo objetivo final de autovalimiento y realización.

220

El concepto de Freud en este punto no es totalmente coincidente. Según él, olvidamos lo que entra en colisión con la imagen de nuestro YO. Es un mecanismo de defensa para salvaguardar la armonía de la consciencia frente a la emergencia de necesidades inconscientes que incompatibilizan con la imagen del YO o con sus objetivos existenciales. Es lo que desarrolla en su famoso libro Psicopatología de la vida cotidiana. A este mecanismo que desplaza el recuerdo de la Consciencia Freud le llama Represión. Los recuerdos desplazados de la Consciencia por la represión ejercen, a veces, un clamor constante, una insistencia desesperada, bloquean la realización de nuestras intenciones con actos fallidos, emergentes con frecuencia en sueños y pesadillas, tanto que pueden perturbar o descompensar el equilibrio del YO. Pero de esto trataremos enseguida, al hablar de la segunda instancia del aparato psíquico, el ELLO.

La buena y la mala angustia

A propósito de los sueños de angustia, o de la angustia que con frecuencia asedia al YO personal, quiero

221

citar un pensamiento de Freud, de

su obra de 1926,

Inhibición, síntoma y angustia. Dice allí que la angustia es necesaria para la supervivencia del YO. Que sin la angustia el YO se sentiría indefenso frente a las amenazas externas o internas. La angustia, que fisiológicamente es una operación hormonal (supone la producción de adrenalina por las glándulas suprarrenales y la absorción de esta adrenalina por la función beta, para fortalecer el corazón, acrecentar el nivel de vigilancia y preparar la acción ante la percepción sensorial de un peligro) es imprescindible para la supervivencia del organismo humano. Sin ella, afirma Freud, “los seres humanos serían menos que humanos”. La angustia anticipa vivencialmente un peligro, un riesgo, frente al que el YO no tiene todos los recursos de control. Le sirve para prever la medida del riesgo y decidir qué debe enfrentar, qué hay que evitar, hasta qué punto debe temer . Freud asegura que la educación nos tiene que enseñar a saber dosificar el miedo y nuestros recursos ante el riesgo (incluida la decisión de tomar algún fármaco “betabloqueante”). Este riesgo para el hombre primitivo pudo ser el asalto rugiente de un león o la presencia sibilina de una serpiente, mientras iba de caza por la selva. Para el ser humano de

222

hoy puede ser una entrevista de trabajo, un debate político, pasar un examen médico o viajar en avión.

La imagen de mi YO

Terminaré estas primeras elucubraciones sobre el YO, la

instancia más aparente del Aparato psíquico,

citando la teoría de que la imagen del propio Yo, la consciencia de uno mismo, se va construyendo evolutivamente, a través de los años,

a partir de

experiencias personales e interpersonales. -Esa

consciencia

integra,

primero,

las

informaciones de sí mismo almacenada en el genoma original. Es lo que se puede llamar el Self. -Con esta imagen se amasa la del Ideal del Yo. Eso que deseamos ser y que opera en nuestro comportamiento dirigiéndolo o corrigiéndolo. Es la imagen con la que nos comparamos, a partir de modelos referenciales, de valores social y culturalmente aceptados, de gustos personales y de exigencias y expectativas familiares. -Está además el Yo del grupo, que funda nuestra pertenencia: el factor de propia identidad que nos

223

proporciona pertenecer a una raza, a una familia, a una religión, a una profesión...

-Hay que añadir el Yo del Rol, el papel que nos corresponde representar , con pautas de conductas muy determinadas, en nuestra función de padre o de hijo, o de esposo o esposa, de hombre o mujer, de director o subordinado, de médico o de taxista, etc.

-Y por último está la imagen de Yo que resulta de lo que Lersch llama el sí mismo del espejo. Es la imagen que se refleja, como en un espejo, en lo que los demás ven en nosotros, en sus actitudes, sus reacciones, sus expectativas, sus comportamientos, de aceptación o rechazo.

Todas son experiencias auto-referenciales con las que se va edificando y configurando evolutivamente la consciencia del propio YO, pieza fundamental del funcionamiento del Aparato psíquico descrito por Freud.

224

Capítulo V

LAS FUNCIONES DEL YO

225

¿CÓMO FUNCIONA MI YO?

Voy a reflexionar ahora sobre el YO en acción. Las funciones del YO, en cuanto que es una instancia dinámica del psiquismo, y está re-presentado por una personalidad actuante en la existencia, desde unos procesos psíquicos fundamentales que integran las tres funciones

de

autorregulación,

adaptación

y

diferenciación.

Empezaré diciendo que, por su naturaleza dinámica, el YO se dirige a un objetivo existencial, primario, programado en su genoma original. No es otro que la autoconservación y la autoafirmación en la existencia, como dos caras del mismo objetivo vital. Para alcanzar este objetivo realiza una serie de

226

funciones específicas, que yo concretizo en tres: La autorregulación, la adaptación y la diferenciación.

Ya dije que el ELLO es la instancia impulsora del funcionamiento de este aparato, el SUPER-YO la instancia represora o frenadora, y el YO la reguladora. Para efectuar esta función reguladora, o autorreguladora, tiene que tener en cuenta, por una parte, las exigencias, reclamos o necesidades del ELLO. Por otra parte, las presiones, coacciones, amenazas del SUPER-YO. Y en tercer lugar, tiene que actuar permanentemente frente a una realidad, con sus datos o estímulos positivos y negativos, en función de los cuales, y a la vista de sus objetivos existenciales, los primarios ya descritos, y los secundarios que derivan de su ideal de realización personal, el YO organiza sus recursos y posibilidades, teniendo en cuenta al mismo tiempo sus limitaciones y sus carencias. Menninger afirma que toda la filosofía del Psicoanálisis se basa en el inteligente control de la conducta y no en una indulgencia arbitraria, licenciosa y agresiva.

227

¿Soy feliz?

Haré una breve referencia a la felicidad, a propósito de esta función autorreguladora del YO. Y diré que todos aprendemos, tarde o temprano,

a

conducir el automóvil, que derrochamos paciencia y perseverancia hasta conseguirlo, y que merece la pena que derrochemos paciencia, ilusión y perseverancia en aprender a autoconducirnos.

Añadiré que esto es la felicidad. Saber que dirigimos nuestra vida hacia nuestras propias metas y que avanzamos paulatinamente, con ilusión, paciencia, perseverancia y alegría, en ese camino. Rabindranath Tagore escribió: “Mi corazón está triste porque no sabe a dónde lo están llamando”. Cuando sabemos a dónde nos llama nuestro corazón, y avancemos en ese camino, experimentaremos eso que se llama Felicidad. Le escuché al cantante Carlos Cano, en una entrevista televisiva a raíz de una operación que le practicaron en Nueva York, que él se había preguntado muchas veces, como todo el mundo, qué es la felicidad, y que ahora, después de haber estado al borde de la muerte, ya lo

228

sabía: La felicidad es vivir. Yo diría que sí, que es conectar con la vida que bulle dentro de nosotros mismos y que se expande, con el dinamismo de la alegría, hacia su plenitud.

Muchas personas orientan sus esfuerzos a liberarse de lo que no quieren ser, cuando lo importante es invertir las fuerzas en conseguir ser lo que se quiere ser. Una persona normal, integrada y madura es la que orienta sus tendencias, regulándolas en la dirección de los objetivos personales de su YO y del propio sistema jerarquizado de valores. Siempre suelo hacer referencia al mítico auriga de El Carro Alado de Platón. El auriga, que representa al YO en cuanto razón y voluntad, dirige a su caballo blanco (las emociones) y a su caballo negro (los instintos), hacía sus propios objetivos existenciales. Es una esclarecida imagen filosófica de lo que constituye al ser humano como autónomo, integrado y libre. La inteligencia como función del YO reguladora de las emociones y de los instintos, prolongada en voluntad en cuanto acción persistente encaminada

hacia

los

objetivos

intelectualmente

decididos, es lo que hoy se entiende, con Goleman, por

229

inteligencia emocional, que define a la persona integralmente inteligente, y representa al prototipo de la libertad y a ese hombre autorrealizado

que delineó

Abraham MASLOW.

La inteligencia emocional es, en definitiva, la que organiza nuestras emociones y la orientación de nuestra vida hacia el objetivo final, la Felicidad.

Insistiré en no confundir

la voluntad con el

deseo, lo que me gusta con lo que quiero. La voluntad no es el deseo, sino la capacidad de dirigir el impulso del deseo y del gusto hacia los propios objetivos vitales de la persona.

¿Cuándo soy responsable?

Quiero hacer una segunda referencia a la Responsabilidad , como capacidad de responsabilizarme de mi YO. Hay personas que se expresan, se verbalizan como si hubieran abdicado de su YO, como si no tuvieran consciencia de tener un YO autorregulador, o no contaran con él en sus comportamientos frente a la

230

realidad. Quieren imputar o adaptar sus decisiones a los astros, a su signo del Zodíaco, esto lo hago porque soy Leo, o Capricornio, o a lo que ha sentenciado una eventual echadora de cartas, como si estuvieran determinados o decididos desde afuera. Se expresan con sintagmas como “No sé lo que quiero...” ,cuando lo que se quiere no es un enigma que se descubre sino una elección que el propio YO decide. Otra frase usual, hablando por ejemplo de la pareja o de la carrera, es “No sé si esto será lo mío”, cuando no hay una cosa decidida y determinada para ti de antemano, que lo haga tuyo

antes de tu decisión personal. Refiriéndose a

comportamientos, por ejemplo, en una relación sexual, o en una pelea entre amigos, se expresan con “Entonces fue cuando pasó eso...” “No se por qué ha pasado”, como evitando responsabilizarse, responsabilizar a su YO de sus propios actos o de las consecuencias de estos.

Otras veces decimos: “Ojalá salgan bien las

cosas”, “A ver si pasa esta mala racha....”, siempre como si los resultados estuvieran decididos desde una planificación externa y ajena a nuestra responsabilidad. “Ojalá sea feliz con esa persona”, Como si la felicidad fuera algo que nos vaya a venir dado, en lugar de algo que se labra, que se ara, que se cultiva, que se trabaja,

231

que se construye cada día. Así es también como muchas personas entienden la religión, como una deserción de la propia libertad, adjudicando a la voluntad inescrutable de Dios la consecuencia de sus acciones, y dejando en sus manos la responsabilidad de su destino. Yo había escrito en mi libro Viajes hacia uno mismo: “No busques la felicidad, porque no existe. No es nada fuera de ti. Empéñate cada día en sembrarla con ilusión, cultivarla con paciencia, recrearla con júbilo, como una flor, en el jardín divino de tu mente”.

Suelo recordar la historia que cuenta Platón de aquel discípulo que acudió a Sócrates, a pedirle consejo sobre una situación en la que le era muy difícil decidir la mejor solución. Estaba con una mujer buenísima, fiel, limpia, con la que vivía muy feliz, aunque en el terreno sexual era poco ardiente. Había conocido a otra que sexualmente era una maravilla, apasionada, ardiente, siempre estimulada y dispuesta, aunque en el terreno personal tenía mal carácter, era pendenciera, infiel... Y no sabía por cual decidirse. Dicen que le contestó Sócrates: Hagas lo que hagas te arrepentirás.

232

Este es el cuento de Platón, pero yo le doy otro final: “Hagas lo que hagas te alegrarás”. Si tu YO toma una decisión, en función de tus objetivos personales, dirigiendo tus deseos a tu felicidad, según tus propios valores, esa decisión será un acto responsable, que por sí mismo te autorrealiza y te afirma con toda la dignidad de persona libre en la existencia. Y es así, aún cuando tu decisión pueda conllevar algún error (errar significa desviación en el camino), porque el aprendizaje de la vida se realiza, no sólo a nivel personal sino al nivel filogenético del desarrollo de la espacie, según el método del ensayo y el error. Y para el progreso en este camino existencial, se hace camino al andar, tan importante e indispensable es el acierto como el error. Lo dijo también Platón que para la persona de calidad, hasta lo malo es bueno. Y San Pablo: “Diligéntibus Deum omnia cooperantur in bonum”. Y Shakespeare: las cosas no son malas ni buenas; las hacemos malas o buenas con nuestro pensamiento. Y el novelista Bernanos, que tanto leímos en la década de los sesenta: “Todo es Gracia”.

233

Una propiedad del YO maduro, o un síntoma de su madurez, es la capacidad de tomar decisiones asumiendo la responsabilidad de sus propios actos.

Esto exige interiorizar la iniciativa, para ello es muy necesario liberar el lenguaje de expresiones que desplazan la iniciativa fuera del YO: “Tengo que hacer...”, “Debo...”, “Debería...” El YO asume su propia iniciativa cuando las cambia por: Estoy dispuesto a...”, “Quiero...” “He decidido...” Aunque ese quiero de la voluntad del YO no corresponda siempre al instinto del ELLO, o al deseo ardoroso, impetuoso y voluble de los caballos de Platón.

Saber conducirme y adaptarme

Voy a encarar a otra de las Funciones específicas de esa, llamada por Freud, instancia del psiquismo,

el

YO.

Además

de

la

función

autorreguladora, tiene que ejercer una segunda función fundamental y primordial, que es la función adaptativa.

234

La adaptación es un proceso vital en virtud del cual un organismo se ajusta activamente a su entorno y a los cambios que tienen lugar en éste. Todas las especies vivas nacen con un equipamiento innato, suficiente y necesario para que tenga lugar la adaptación, dentro del entorno propio de cada especie. Está claro que un pez no viene equipado, a no ser que sea anfibio, para adaptarse a la tierra, por poner un ejemplo. En los seres animados, el aprendizaje juega un papel imprescindible en este proceso de adaptación progresiva al medio, más necesario cuanto más complejo sea el organismo.

En la especie humana, el recién nacido viene dotado de un variadísimo repertorio de pautas de respuestas innatas, cuya realización y expresión depende de la presencia de estímulos adecuados en el entorno. Quizás puedo aportar en este punto una reflexión que hago en mi

A corazón abierto, que

explica también como se configura en cada uno de nosotros, en cada YO personal,

la consciencia de

nuestra propia realidad, a partir de los sistemas de cognición y los estereotipos de actuación que vamos

235

elaborando, en permanente interrelación con las informaciones y estímulos provenientes de nosotros mismos y del medio en el que estamos inmersos:

“Partimos de la hipótesis de que la función primordial y perentoria del organismo psicobiológico es una función adaptativa al medio. Este es un principio

indispensable para sobrevivir en él y

para mejorarlo. En el enfrentamiento con el medio, con sus demandas y con sus agresiones, el organismo vital humano moviliza reacciones adaptativas y defensivas que condicionarán el equilibrio psicobiológico y la consciencia de armonía o disarmonía existencial. Lo cual se reflejará en el cuerpo y en la mente, como salud y bienestar, si el proceso de adaptación ha sido positivo, o, de lo contrario, con síntomas patológicos. Los síntomas psicopatológicos, angustia, depresión, fobias, deformaciones cognitivas... son el resultado de la

disarmonía

interior

como

consecuencia

de

reacciones negativas, autodefensivas y desadaptativas frente al medio o frente a las circunstancias biosociales de cada persona. Las circunstancias singulares de cada uno, vivir con carencias o en abundancia, en paz o en guerra, en soltería o en matrimonio, con hijos o sin

236

ellos, ser hijo único o con varios o muchos hermanos, en la ciudad o en el campo... representan situaciones diversas, peculiares de cada individuo, ante las que cada cual moviliza su personal función adaptativa. Si esta adaptación se realiza, el individuo podrá desarrollarse, como una planta en su medio natural, madurar dentro de ese medio, crecer en él y florecer, e incluso modificarlo y mejorarlo. La recta adaptación al medio social es condición del crecimiento individual, el camino adecuado por donde canalizar las energías psicobiológicas hacia la propia superación, y para la realización de las potencialidades del individuo. Es lo que Jung describe como el desarrollo del yo hacia el Símismo. El desarrollo normal y positivo, que supone un recto proceso adaptativo, requiere un equilibrio ajustado entre las respuestas emocionales y las respuestas reflexivas frente a los estímulos del medio socionatural. En la medida en que predominen y se impongan las reacciones emocionales, cargadas por los complejos sobresensibilizados, el individuo queda indiferenciado

del

estímulo

y

amalgamado

sentimentalmente con las circunstancias que le rodean, o en actitud de autodefensa instintiva frente a sus demandas, sus agresiones, sus frustraciones”.

237

Creo que en este texto queda suficientemente expresada la función adaptativa del YO, y de algún modo también queda introducida la tercera función que he llamado de diferenciación. Tengo que aclarar que esto no lo expone Freud de la misma manera, sino que corresponde a la lectura que yo hago, con una estructuración personalmente mía. Quiero insistir en que los problemas de adaptación, a sí mismo o al medio, se manifiestan en el YO a modo de síntomas patológicos, a los que me he referido. ¿Qué hacemos con los síntomas?. Lo inmediato es ir al médico, quien mediante los fármacos puede llegar a conseguir un alivio de la sintomatología. Pero está claro que

las medicinas, aunque lleguen a aliviar los síntomas, sistema

no tienen el poder de recondicionar el psicobiológico

del

reacciones adaptativas.

238

YO

para

mejores

Es verdad que los cuadros nosológicos están formados por síntomas, pero todos tienen un fondo, una base común: la angustia de vivir, el peso acumulado de las frustraciones diarias y de las experiencias negativas no digeridas, o deficientemente

metabolizadas, la

pérdida de objetivos vitales, la falta de afán y de metas ilusionantes, la desorientación vital, el naufragio existencial...

Para hacer frente a estos problemas del psiquismo o de la mente, de la personalidad en definitiva, la civilización actual ha organizado dos profesiones: la Psiquiatría y la Psicología. El psiquiatra enfrenta estos problemas desde las bases fisiológicas de cerebro y del sistema nervioso, activando los neurotransmisores celulares, reestableciendo

el

equilibrio

bioquímico

del

organismo. El psicólogo, en su función de psicoterapeuta, los

enfrenta

en

sus

manifestaciones

en

el

comportamiento, en las claves determinantes de los procesos del pensamiento, en la configuración de la personalidad, en la adaptación del YO a la existencia

239

en el medio concreto y en las circunstancias que a cada uno le toca vivir, en sus singulares objetivos vitales, en la armonización consigo mismo, en el reflujo de su interno manantial de alegría...

La alegría supone, en sus brotes más profundos, como creo que ya he dicho, la propia afirmación en la vida, la capacidad de sintonizar con la vida que bulle dentro de uno mismo, allá en lo hondo, aunque en capas más superficiales se hayan acumulado despojos, brumas y negras soledades. Recordaré el dicho del sabio para justificar, al final de su vida, su inalterable felicidad: “Yo no he podido evitar que los pájaros negros crucen sobre mi cabeza. Pero sí me he empeñado en evitar que hagan su nido dentro de ella”. Creo que en mi libro Viajes hacia uno mismo hago esta misma cita, y allí añado que este es nuestro oficio como psicoterapeutas, (ahora lo extendería también al de los educadores y pedagogos): ahuyentar a los pájaros negros de nuestra mente y destruir sus nidos siniestros. Luisa Hay lo resume, en Usted puede sanar su vida, con encantadora simplicidad: Si deseas crecer espiritualmente y con la mayor rapidez, elige pensar sólo pensamientos alegres.

240

Es decir: sintoniza con la vida que hay dentro de ti, y ahuyenta, con toda la fuerza de tu decisión, a los pájaros negros de la mente.

Saber diferenciarme

De las funciones primordiales del YO me queda ahora abordar, en esta lectura personal que estoy haciendo a partir de los conceptos de Freud, la función de diferenciación.

Diferenciación es la capacidad de crear los propios límites, las lindes de mi YO, controlando y administrando

las

reacciones

emocionales

que

indiferencian al YO con el medio. “Mi madre estornuda cada vez que yo me resfrío”. Lo escuché en una película y es un claro ejemplo de indiferenciación. Una vez que el YO está diferenciado (el vestido que cerca, envuelve, distingue y aisla a mi persona, en un buen símbolo, según Ortega y Gasset) podrá crear las actitudes

241

personales y las propias respuestas de vinculación, solidaridad y comunicación.

Autosuficiencia solidaria

En mi libro Valores para vivir y crecer: Psicopedagogía de los valores,

defiendo como

prototipo de valor pedagógico, en la formación y maduración de la personalidad, lo que allí denominé Individualismo solidario. Y de alguna manera coincide con el concepto de Diferenciación. Entendí como individualismo

la

disposición

fundamental

y

la

responsabilidad de aportar al propio Yo todas sus posibilidades de realización, maduración, diferenciación y enriquecimiento psicológico y humano. Cultivar con afán ilusionado el huerto de mi YO para que dé todos sus frutos posibles. Este ideal psicopedagógico no es rechazable desde ningún punto de vista: ni moral, ni filosófico, ni psicológico. Lo que es rechazable -moral, filosófica y psicológicamente- es la insolidaridad. Y por haber identificado individualidad con insolidaridad

242

hemos terminado tirando, como dice un proverbio inglés, el agua sucia de la palangana con el niño dentro. Lo que yo defiendo es el Individualismo solidario, que es por otra parte lo único que hace posible el amor. Cuando el amor, en cualquiera de sus modalidades, no tiene bien definido los límites de cada persona, termina conformándose en una amalgama amorfa, como una especie de campo magnético del que saltan chispas. Y en la pareja, ya no se sostiene vigente la metáfora tradicional de la media naranja: se trata en nuestro nuevo sistema socio-cultural de que sean naranjas completas y diferenciadas que se integren, se comuniquen, participen en experiencias y objetivos comunes, se amen... Lo expresa muy bellamente Gisbram con la imagen del Arpa: Cada cuerda es distinta, se diferencia de la otra y mantiene su propia vibración... aunque componen juntas la misma armonía.

Diferenciación y enamoramiento Desde este concepto de Diferenciación entiendo que el matrimonio no puede fundamentarse sobre el enamoramiento.

Enamorarse

es

alienarse,

indiferenciarse, amalgamarse, dejar de ser uno mismo.

243

El enamoramiento no es del YO sino del ELLO freudiano. El amor es del YO, el amor es autorrealizarse: sin dejar de ser uno mismo, compartir los propios intereses vitales con la otra persona, la ternura, la pasión, la complacencia, la comunicación,

la

cooperación...

Individualismo

solidario. No “medias naranjas”.

Enamorarse es querer para sí, corresponde a la etapa ego-céntrica de la realización del sí mismo que describe Erich Fromm; amar, por el contrario, es darse sin dejar de ser uno mismo, lo cual corresponde a la etapa alo-céntrica. Creo que E. Fromm las llama, en otra parte, etapa de asimilación (todo para uno mismo) y etapa de vinculación (sin dejar de ser uno mismo, darse y compartir).

Este concepto de diferenciación del YO, tiene un especial alcance pedagógico y formativo. Bowen, sistematizador de la terapia familiar sistémica, dentro de uno de sus modelos, el llamado multigeneracional, lo

244

define como el mayor o menor nivel al que las personas se funden en una relación emocional íntima. Y explica: “Las

personas

que

exhiben

un

nivel

bajo

de

diferenciación viven en un mundo de emociones en el que no pueden separar la experiencia subjetiva de la realidad”. Añade que “consumen una gran cantidad de energía en las relaciones, y experimentan mayor tensión y malestar físico y emocional que los individuos más diferenciados”.

Quiere decir esto que, cuanto mayor sea el predominio

de

la

reacción

emocional

sobre

el

funcionamiento cognitivo-intelectual, el YO tendrá una consciencia más indiferenciada. La diferenciación se alcanza cuando se logra un equilibrio entre la función emocional y la intelectual, gracias al cual el YO puede elegir -y esto es libertad- a qué estímulo desea responder y cómo está dispuesto a responder.

245

Objetivos pedagógicos

Propondré algunos objetivos pedagógicos para aplicar estos conceptos del Psicoanálisis a la función educativa y autoeducativa que de algún modo a todos nos atañe:

1) El primero sería: Afirmar la individualidad diferenciada de cada educando, frente a la uniformidad de los programas académicos. De esto se ha hablado mucho en psicopedagogía. Yo añadiría que esto supone promover y afinar en los educandos la capacidad crítica, cognitivo-intelectual, aplicándola sobre todo a hacer frente al poder fáctico de los mass media, la publicidad y la TV, que llevarían a formar una opinión pública, indiferenciada y común, destructora de la individualidad y, consecuentemente, de la libertad.

2)

Un segundo objetivo sería hacer una

pedagogía de la soledad, ya que la pedagogía habitual es predominantemente gregaria, grupal y colectiva. Tenemos que reconciliarnos con la soledad, como

246

experiencia individual y singular, cuya imagen y cuyo término verbal está tan cargado de emociones negativas. Revalorizar la soledad, porque la soledad es el espacio en el que podemos diferenciarnos - hacer de nuestro YO una

realidad

diferenciada-,

transformarnos

y

autorrealizarnos. Es el espacio del sueño, del deseo, de la elección, de la creación artística y del amor. El amor se experimenta en compañía, pero se interioriza y profundiza en la soledad. La intimidad, que es el objetivo más humano y pleno de todo proceso comunicativo, incluido el sexual, no es otra cosa que compartir la individualidad diferenciada y la soledad. Suelo aplicarlo también a la Psicoterapia, en cuanto que es una situación privilegiada de intimidad, en la que el encuentro del paciente con el terapeuta pasa por un encuentro consigo mismo, con su propia soledad (es ésta una de la funciones que en la terapia psicoanalítica ejerce el diván: aísla al paciente de su terapeuta, privándole del vínculo inmediato que crea el contacto visual, para un mejor encuentro consigo mismo).

Cuenta Tony de Mello la historia de aquellos discípulos que estaban enzarzados en una discusión

247

acerca de la causa del sufrimiento humano. Unos decían que la causa es el egoísmo, otros que el error, y otros que la incapacidad para distinguir el bien del mal. Cuando le preguntaron al Maestro, éste respondió: Todo sufrimiento deriva de la incapacidad para sentarse sosegadamente junto a sí mismo y estar solo.

3) El tercer objetivo pedagógico, en relación al concepto de diferenciación, es no confundir la dependencia con la subordinación. Hay términos verbales

que

invaden

impropiamente

un

campo

semántico que no le corresponde y en él se justifican. En pedagogía, la dependencia, o la interdependencia es necesaria, imprescindible para la relación con el educador, para la cohesión del grupo, para su progreso dinámico y para la formación de las individualidades. La Diferenciación del YO es compatible con la dependencia, pero incompatible con la subordinación. Subordinarse sería renunciar a la propia dignidad, a la propia autonomía, incluso a la propia diferenciación, ya que el subordinado es como una prolongación automática del que subordina. Depender, interdepender, es una consecuencia natural de nuestra condición de

248

seres finitos, que se decía en la Filosofía escolática. Dependemos del aire para vivir y esto no nos priva ni de nuestra dignidad ni de nuestra autonomía.

Quiero insistir en que el paso de la dependencia a la subordinación es muy sutil, pero con consecuencias psicopedagógicas

nefastas. La

dependencia

y

la

interdependencia aseguran el equilibrio de las relaciones humanas. La subordinación origina la patológica relación sadomasoquista, camuflada frecuentemente en la relaciones conyugales y familiares, y también en las relaciones escolares y en la necesaria dependencia alumno-profesor.

Sólo añadiré que no se confunda tampoco el concepto de diferenciación con el de distanciamiento, despreocupación, desvinculación o insolidaridad. La diferenciación es, como tantas veces vengo repitiendo, afirmación de la propia identidad del YO.

249

El YO infantilizado

Querría aludir a una aportación de Kremberg sobre un cuadro nosológico que él denomina “Síndrome del YO infantilizado”. Lo define en estos tres puntos:

1º Dispersión de la identidad. No existe consciencia perfilada y definida de sí mismo. Es decir, deficiencia de la función autodiferenciadora.

2º Reacción comportamental impulsada por mecanismos de defensa: autoexculpación, negación de la realidad, exhibición de debilidad (histerismos), olvidos autojustificadores...

3º Buena adaptación al entorno (que más que adaptación es sumisión de “niño bueno”).

Yo le añadiría un 4º punto: Intolerancia a la frustración: no aceptar las limitadas posibilidades de la realidad para dar respuesta a los propios deseos.

250

Lenguaje y Realidad

He cogido al vuelo un pensamiento de Panniker, de su Segunda Memoria.

Dice allí que “las cosas

separadas” son una ficción del lenguaje. Yo lo interpreto en cuanto que el lenguaje hace un recorte artificial de los aspectos distintos de una realidad total y totalizante.

La palabra “aspecto” deriva del término latino “aspicio” que significa ver: lo que veo de la realidad total en un momento determinado. Y viene a decir Paniker que esto que veo, esto que ve mi YO, estos aspectos , son recortes practicados en la totalidad, que se definen, se conceptualizan y se separan -se hacen distintos- por obra y gracia del lenguaje. El Adán bíblico, instalado en la existencia, empieza a ordenar el mundo, a clasificarlo en moldes lingüísticos, poniéndole “el nombre a las cosas”. Esos recortes de la totalidad -que se concretizan y delimitan en cada palabra de los lenguajes- son solamente flashes finitos y restrictos,

251

como

los

scintilla

bíblicos,

pasajeros,

efímeros,

fulminantes, fugaces, caducos, temporales... Y eso es también el tiempo: el paso de nuestra visión -delimitada y delimitadora por las palabras del lenguaje- por esos aspectos múltiples y sucesivos de la totalidad.

La

Totalidad

es

atemporal,

infinita,

inagotable, perenne..., como el mar. Mientras las olas sucesivas perecen desmayadas sobre la arena de las playas, el mar permanece eterno, inmutable, total. (Un día yo dejaré de ser ola, pero seguiré siendo mar, infinitamente). Cada ola es un presente perecedero, uno de los aspectos, captados sucesivamente, de la totalidad infinita inabarcable.

Por eso, el presente no es más que una franja de eternidad, un aspecto puntualmente constatado y delimitado dentro de la totalidad. Y por eso es que sólo en el presente tomamos consciencia de la realidad. Y cuando nombramos en las cosas presentes sus aspectos de unicidad, bondad, belleza..., estamos delimitando en la cosa y en su presente, la bondad total, la belleza total, la totalidad única, atemporal, infinita y transcendente: eso es Dios (no lo refiero como concepto

252

antropomórfico). En él, en Eso, “somos, nos movemos y existimos” como lo conceptualizó Paulo de Tarso. Porque

la

totalidad

nos

transciende:

es

la

transcendencia. La transcendencia transparente, Dios, que envuelve todas las cosas, “La transparencia, Dios, la transparencia” del clamor juanramoniano, su “Dios deseado y deseante”.

Lo contrario, la experiencia de lo que nombramos como maldad, falsedad, fealdad, desorden, caos... es la excrecencia de lo inmanente, el precio de nuestra finitud, que se pudre en la temporalidad de un presente limitado y sucesivo. Es la carencia de la Transcendencia, de Dios,

de

esa bondad, unidad,

belleza, orden, que nos transciende en su totalidad, pero que podemos hacerlos presente en las cosas, por participación temporal y efímera (como las imágenes reflejadas en las paredes de la caverna de Platón) gracias a esa función divina, divinamente humana, del lenguaje y la palabra, el LOGOS o el VERBUM bíblicos por donde todo comienza, el LOGOS, el VERBUM

de la Vulgata, que

“in principio erat”.

Palabra eterna, transpersonal, de la que derivan nuestras personales palabras delimitadoras de las cosas.

253

Desde estas premisas conceptuales no es conceptualizable, como conclusión, el concepto de muerte. La muerte no existe ni consiste. Solo se esfuma eso que llamo YO, mi Yo, y los demás llaman tú, en cuanto especto referencial recortado y elaborado por el lenguaje. Pero queda la Totalidad. Se diluye una ola, pero queda, eterno, el mar y el oleaje.

254

Capítulo VI

POR LAS OSCURAS REGIONES DEL ELLO

255

El LABERINTO DEL MINOTAURO

El ELLO es otra de las piezas fundamentales para el funcionamiento del Aparato Psíquico, la dimensión oculta del Iceberg de la Personalidad. Yo le llamaría también “la cueva de Alí Babá y los cuarenta ladrones”. O, puestos a decir, el laberinto del Minotauro, en el que se adentró Teseo sirviéndose del hilo de Ariadna, según narra la Mitología.

Del autor de El libro del Ello, Groodeck, del que se sirvió Freud para elaborar su concepto, comentaré anecdóticamente que se presentó en uno de los congresos de Psicoanálisis acompañado de su amante. Esto molestó a Freud, y cuando más tarde se casó con ella, le escribió una carta dándole la enhorabuena, y añadía: “en el fondo me siento más a gusto y conforme con lo respetable”. Puede ser una buena introducción ahora que nos disponemos a hablar del ELLO y de la Libido, conceptos que tanto

256

escandalizaron en su época y que todavía siguen siendo mal interpretados.

Del ELLO escribió Groodeck que “es una fuerza que nos vive cuando nosotros creemos que vivimos”.

En Esquema del Psicoanálisis, escrito al final de su vida, escribe Freud que pudo llegar a conocer la estructura del Aparato Psíquico estudiando la evolución individual del ser humano. Y a la más antigua de esas instancias, de esas capas evolutivas, al más primitivo de los territorios descubiertos, le llamó ELLO. Su contenido es, en principio, todo lo heredado, lo congénito, lo constitucionalmente establecido. Allí se albergan los instintos surgidos de esa primitiva organización somática, como el vapor que surge de la tierra calentada.. Después, paulatinamente, bajo el influjo de la realidad exterior, parte del ELLO va experimentando

una

transformación

peculiar,

va

estructurándose en una especie de capa cortical dotada de órganos receptores, que oficia de mediadora entre el ELLO y el mundo exterior . A este sector, donde ya se

257

organiza la vida psíquica, Freud le puso por nombre el YO, del que ya hemos tratado.

La dinámica del ELLO. Libido y Sexualidad. El EROS y el TANATOS.

Añadiré ahora que nuestra

personalidad

es

la

expresión

estructurada y dinámica de nuestro YO, como si fuera su envoltura visible. Y el ELLO es el almacén del que se alimenta.

Se instala en la esfera del Inconsciente. Es la instancia impulsora del Aparato Psíquico, si lo consideramos desde el punto de vista dinámico. Y la reserva energética, si lo vemos desde la perspectiva económica.

La fuerza vital del ELLO, su poderío, expresa el verdadero propósito primordial del organismo, que no es otro que el de aportar energías

258

para su supervivencia, satisfaciendo las necesidades primarias.

Mientras

que

el

YO

se

encarga

primordialmente de defenderse de los peligros, de afirmarse en el medio y de adaptarse.

Trataré de describir la estructura y el funcionamiento del ELLO en cinco grupos de idas.

1º Diré en primer lugar que el ELLO

está

formado,

además

de

por

todo

lo

congénitamente establecido y heredado en el ADN de las células germinales, por todos los elementos de la realidad experimentada que han sido disociados de la Consciencia, o que nunca se han asociado a ella por intervención represora de la censura. Recordaré que el niño, cuando todavía no tiene perfilado el YO, el niño pre-yoico, es pura amalgama de la que surgen instintos, necesidades, impulsos... -como emana el vapor de la tierra calentada -,

de los que algunos elementos se

asocian a la consciencia y comienzan a ser reconocidos y administrados por la instancia superior, con lo que va perfilándose el YO.

259

2º En el ELLO se cobijan los restos, como ratas hambrientas, toda

clase

de

instintos

“inconfesables”,

de

destrucción, de apropiación, sexuales..., así como traumas y frustraciones de la infancia y de la vida. Allí se almacena una representación de todas las sensaciones,

percepciones,

tendencias,

deseos

insatisfechos, experiencias olvidadas, como si fuera un álbum de fotos de toda la vida. Ninguna experiencia vivida o sentida se pierde. Aunque disociadas de la conciencia, de alguna manera todas dejan su huella y quedan re-presentadas en el ELLO, excluidas, insisto, de la Consciencia, aunque algunas veces emergen, disfrazadas, en imágenes oníricas, o en producciones

artísticas.

También

en

simbólicos

síntomas patológicos.

3º ¿Cómo se produce este fenómeno de la disociación de la consciencia?. Aquí entre en escena el concepto, tan importante en la epistemología del Psicoanálisis, de la Represión.

260

Resulta muy descriptivo este término en francés, Refoulment,

del

verbo

refouler,

que

significa

etimológicamente retener a la chusma, la foule, la multitud descontrolada. Freud afirma que su teoría de la Represión “es la pieza clave para la comprensión de las neurosis”. Se la ha comparado con una cárcel de máxima seguridad, donde se mantienen encerrados elementos antisociales, unos recién llegados y otros que llevan años, severamente custodiados, aunque muy incontrolables y siempre dispuestos a fugarse. Sólo logran irrumpir al exterior con intermitencia y a muy alto precio, tanto para sí mismos como para otros.

4º El ELLO es también el sedimento de todas las experiencias de la humanidad. En él se conservan, dentro de cada persona, los “vestigios del hombre primitivo”. Me viene a la memoria unos versos en francés, que me impactaron durante mis estudios en París: “Les pas que j’entendais dans ma chambre d’enfant c’étaint les mêmes qui rétentissent d’étoil en étoil”.

261

Esto es a lo que Jung denominó Inconsciente colectivo, donde se albergan los Arquetipos, que son como imágenes de referencia común de toda la Humanidad en todos los tiempos: Dios, el padre, la madre universal, el Animus y el Anima (el componente de hombre y de mujer en cada sexo), el incesto, los miedos ancestrales al que se refiere mi poemita en francés, las culpabilidades originales denunciadas en El Juicio de Kafka, o en el delito de haber nacido de Calderón de la Barca. Todos estos Arquetipos preparan, de alguna manera, nuestra mente para dar esas respuestas universales, que aparecen contenidas en mitos, leyendas y manifestaciones artísticas de todos los tiempos y de todas las culturas.

5º Freud afirma del ELLO que es atemporal, irracional, agresivo, asocial, y arrastra a nuestro YO como al Centauro su cuerpo de caballo.

También lo compara como con una olla hirviendo en el interior de cada persona , que crea una

262

tensión y un alboroto interior del que, dice Freud, el YO sólo percibe “como el fragor en un campo de batalla”, que altera y descompensa el equilibrio psíquico. Me lo confirmaba ayer mismo un paciente en una sesión de “Focusing”: “Siento que tengo algo por dentro que está a punto de explotar”. Yo lo compararía también con el caballo negro del carro de Platón que puede arrastrar con su fuerza contenida al auriga (la razón y la voluntad). Dice Freud: “Los deseos inconscientes siempre permanecen activos”. Y concluye que son indestructibles. “En el Inconsciente no se le puede poner término a nada, nada queda concluido o definitivamente olvidado”.

Dinámica de la terapia psicoanalítica.

Diría, simplificando, que la terapia consiste en que el YO descienda a las cavernas del Inconsciente. Que lo haga burlando las barreras de la represión del Super-YO, pero sin desatender

263

sus consejos orientativos. Que identifique, dentro ya de esa cueva de Alí Babá y los cuarenta

ladrones,

a

las

energías

desorganizadas y rugientes del ELLO. Y que las

canalice

hacia

la

realidad

para

autoconstruirse dentro de ella, defenderse, adaptarse y transformarla progresivamente y solidariamente con los otros “YO” de los demás.

La Libido Y con esto, es importante que entremos ya en otro de los temas más representativos y discutidos de Psicoanálisis, que es el que gravita sobre el concepto angular y básico de Libido.

Al dinamismo impetuoso de todas esas energía del ELLO que buscan expresión, expansión y satisfacción, Freud -igual que el descubridor de tierras inexploradas que va nominando y etiquetando todos sus hallazgos- le puso por nombre Libido.

264

Y después intenta explicarlo, echando mano de las nociones científicas de su época, según un principio de economía energética: La mecánica libidinal opera siguiendo un proceso termodinámico de carga y descarga. Cuando una sensación interior orgánica (una necesidad que puede ser, por ejemplo, hambre o apetito sexual),

o

una

estimulación

exterior

asociada

representativamente a contenidos del ELLO (por ejemplo, una percepción de peligro inminente), cargan de excitación al Aparato Psíquico, se desencadena una alarma interior en forma de Displacer. Inmediatamente, en virtud del Principio de la constancia, que exige mantener la excitación a un nivel mínimo y uniforme, se pone en marcha el movimiento de descarga, que origina el Placer. Y aquí está la clave de esa relación casi antonomásica entre Libido y Placer.

La acumulación displacentera de excitación, sin un estímulo representativo que sirva de vía de escape, es lo que origina la angustia. A veces se acumula más energía de la que se requiere para dar respuesta al estímulo

excitante, y

es

entonces

cuando

se

experimenta lo que entendemos por ansiedad. La

265

ansiedad es, pues, una búsqueda de placer libidinal sin puerta de salida.

Cuando la vía de escape, la puerta de salida de la respuesta normal al estímulo, se experimenta bloqueada, es cuando se produce la frustración, que frecuentemente

da

origen

a

la

agresión,

como

exteriorización desorganizada de las energías libidinales acumuladas.

A partir de esta idea de que el placer libidinal consiste fundamentalmente en una experiencia de distensión, en teoría psicoanalítica se llega a pensar que la muerte podría ser un objetivo de deseo libidinal, en cuanto que representa la descarga total, la distensión plena, el descanso eterno...

Libido y Sexualidad

Tras de la presentación del concepto de Libido, esencial para comprender lo que es el Psicoanálisis, me

266

dispongo a hacer varias consideraciones, cuatro en concreto.

La primera será responder a la cuestión de que si la Libido es necesariamente de naturaleza sexual. Y respondo que, por supuesto, Freud sostuvo desde el principio que sí, y lo mantuvo, incluso frente a Jung, como una de las señas de identidad del Psicoanálisis. De aquí proviene el llamado pansexualismo de Freud, que le

ocasionó

tantas

críticas

y

tanto

rechazo

escandalizado, contra él y contra todo el sistema psicoanalítico.

Sin embargo, lo que Freud entiende por sexualidad (que él prefiere denominar psicosexualidad) no coincide exactamente con lo que comúnmente se entiende. Es la razón por la que utiliza el término Libido, con el que evita restringir la idea de sexualidad a la genitalidad. En uno de sus primeros escritos técnicos, precisamente en el que titula Sobre la sexualidad, explica con la mayor claridad, que el placer de la sexualidad dista mucho de restringirse a las sensaciones que se derivan de la excitación de los

267

órganos genitales. Es por esto, refiriéndose a esa amplitud

de

significación

interpretaciones,

por

lo

y

que

para

evitar

prefiere

malas

hablar

de

psicosexualidad, y de Libido. Voy a intentar explicarlo: Freud parte de que la energía elemental y primaria de todo

ser

vivo

se

dirige

primordialmente

a

la

reproducción, a la transmisión de la vida, y que ésta es la base y el objetivo natural de todo funcionamiento sexual: la perpetuación de la vida. A medida que el organismo evoluciona, se completa, se diferencia, se perfecciona y se complica, esa energía primaria se va dirigiendo hacia otras funciones, aunque en su origen filogenético la función primordial y única fuera sexual. De ahí concluye Freud que toda inversión (él le llama catexis) de energías del ser humano (en el trabajo, en el amor, en la amistad, en el arte...) derive de un origen sexual, y sean esas energías originariamente sexuales.

Jung propuso que se entendiera por Libido todo el conjunto de energías orgánicas, sin referencia unívoca a la sexualidad. Freud lo rechazó (rechazo que incluyó también al propio Jung) insistiendo en que esta referencia a la sexualidad es, como ya he dicho, una de

268

las señas de identidad del Psicoanálisis. Cabe dudar si el rechazo de Freud era debido a una convicción irrefutable sobre la teoría, o que fue una ocasión de rechazar y apartar a todo el que pretendiera suplantarle o medirse con él.

Pero está claro que la Libido coincide con la libido sexual en que es tensional y es placentera, en cuanto que su objetivo funcional es el de eliminar el displacer de la carga, lo que produce el placer de la descarga. La Libido, o energía libidinal, es el sustrato biológico del amor, lo mismo que la adrenalina lo es de la excitación ansiosa, y el fluido neuronal lo es del pensamiento.

El placer y el goce

Voy a añadir aquí una nota al margen sobre la diferencia entre el placer y el goce, según la teoría de

269

Lacán, que yo incluyo en mi libro Viajes hacia uno mismo. Lacán hace, como digo, una sutil distinción entre el “goce” y el “placer”. El paradigma del placer es el niño mamando, ávido y sonrosado, del pecho maternal. Representa la satisfacción plena del instinto libidinal, la descarga tensional del instinto de hambre: eso es el placer. Pero al mismo tiempo, representa en este acto singular, la insatisfacción del deseo primordial, la imposibilidad del goce: el goce sería incorporar a la madre,

fagocitarla,

hacerla

suya

y

única

definitivamente. Ese es el goce, como plenitud de la satisfacción existencial del deseo libidinal humano. Desde esta teoría, la anorexia mental supondría la renuncia obstinada a la satisfacción instintual, la protesta firme contra ella, como sucedánea del verdadero goce. Es el mantenimiento pertinaz de la insatisfacción, la renuncia al placer, para mantener incontaminado el deseo de goce.

Los estímulos libidinales Una segunda consideración

será sobre los

estímulos. Ya hemos comentado que los estímulos

270

provocan la excitación de la carga libidinal, dentro del binomio conductista Estímulo-Respuesta.

El estímulo interior, intraorgánico, es directo: acrecienta inmediatamente la excitación libidinal hasta hacerla displacentera (por ejemplo, el hambre) y exige, por el principio de la constancia, la descarga que provoca el placer, la satisfacción del instinto. A veces este

mecanismo

se

produce,

dentro

del

propio

organismo psicobiológico, suscitando una imagen mnésica de satisfacción. Se trata de una satisfacción o descarga libidinal por medio de la fantasía.

El estímulo exterior actúa indirectamente a través de los órganos sensoriales. Es la excitación que provoca, por ejemplo, el olor de la comida, o la imagen erotizante de un rostro atractivo. Y aquí querría detenerme a definir un concepto, que se menciona coloquialmente con frecuencia, pero no siempre se sabe en qué consiste. Me refiero al concepto de Sensibilidad (“soy muy sensible”, “tiene mucha sensibilidad” etc.)

271

Yo definiría la Sensiblilidad como la intensidad de reacción funcional, mayor o menor, del sistema nervioso, que vehicula los estímulos desde los órganos sensoriales hacia las respuestas emocionales.

Existe, pues, una estrecha relación entre sensibilidad y emocionalidad o emotividad. A mayor sensibilidad, más intensa vehiculación de estímulos, que provocan respuestas emocionales (más o menos intensas también, según sea la emocionalidad de la persona). Luego, la sensibilidad se define por la intensidad de reacción del sistema nervioso al estímulo de los sentidos, y la emotividad como la capacidad de respuesta afectiva de la persona.

Tercera consideración: Hemos dicho que el dinamismo de todas las energías reprimidas del ELLO, las energías libidinales, buscan expresión, expansión y satisfacción.

Y

que

la

expresión,

expansión

y

satisfacción de la Libido es a lo que se denomina Placer. Dijimos también que esa energía vital que, en los orígenes

filogenéticos

de

la

vida,

se

invertían

primordialmente en la reproducción, a través de órganos

272

sexuales,

a

medida

que

el

organismo

se

va

perfeccionando y complicando evolutivamente, se pone al servicio del YO para su autorrealización en la existencia. Así se va diversificando la inversión libidinal, al servicio de los intereses peculiares de cada YO singular, en lo sexual, por supuesto, pero también en lo intelectual, lo creativo, lo artístico, lo político, lo laboral, lo económico... De ahí que cada YO construye su propia realidad, su propio campo de estímulos de interés, en el que invierte sus energías libidinales y del que recibe gratificaciones libidinales (eso que llamamos placer), sea para unos en el campo del arte, para otros en el de la política, o en el de la religión, o en el del pensamiento, o en el de las relaciones interpersonales, etc.

Insistiré, en consecuencia, en que no existe una potencia sexual y una potencia intelectual, o laboral o artística. Sino que existe una energía vital indiferenciada -Libido la llama Freud- que cada YO personal la canaliza dosificadamente, en mayor o menor proporción, hacia lo sexual, lo intelectual, lo artístico, lo laboral..., según la proporción de sus

273

propios y singulares intereses vitales. Con lo que cada uno, cada persona, cada YO, hace de la realidad total, su propia y singular realidad.

Seis modos de inversión libidinal

Y, fundamentado en esta consideración teórica, voy a proponer un test sobre los seis tipos de Spranger el homo theoréticus, el homo religiosus, el homo socialis, el homo aesthéticus, el homo políticus y el homo aeconomicus- a los que otro autor añadió el homo edonísticus,

orientado

éste

fundamentalmente

a

responder a los estímulos que proporcionan el placer de los sentidos corporales.

Se

puede

elaborar

el

propio

“diagrama

libidinal”, destacando la proporción en que se participa de cada una de las siete fuentes de estímulos libidinales, y cuáles son los propios campos perceptivos y motivacionales. Es decir, cómo cada persona recorta de la realidad total, su propia realidad singular. Es lo que

274

nos transmitió Inmar Bergman al final de su película Fanny y Alexander. Creo que ya lo he citado en mi libro Viajes hacia uno mismo. Termina la película con una voz en off que dice, más o menos: “La realidad no existe. Sólo consiste en un conjunto desorganizado de estímulos que cada persona selecciona, percibe y elabora de un modo singular”.

El objeto de la libido La cuarta consideración. Es ésta: La necesidad de descargar el incremento de excitación libidinal, en respuesta a los estímulos exteriores, tiene la propiedad de establecer la relación entre el sistema psíquico y el mundo de los objetos. Esto es lo que en Psicoanálisis se denomina Relaciones Objetales.

Cuando, como hemos explicado, la libido se dirige al objeto exterior, se le denomina libido objetal, cuya finalidad es la satisfacción del instinto, la descarga de energía, el placer, en definitiva. Pero, a veces, la libido revierte sobre el sujeto, sobre el propio individuo

275

que la moviliza, poniendo al objeto, frente al que reacciona, al servicio de su YO. Se le denomina libido yoica, o libido del YO, o sobre todo libido narcisista.

Para Freud, en su primera formulación, el sistema psíquico, impulsado hacia el mundo exterior de los objetos por esa energía elemental y primitiva, la libido, busca un doble objetivo: el del placer, mediante la satisfacción de las necesidades, y el de la conservación biológica del organismo. Y quiero insistir en que ambos objetivos los abarca en la relación con el primer “objeto” de satisfacción libidinal, que es la Madre.

En el encuentro con la Madre, primaria fuente de placer y garantía de conservación biológica, el ser vivo humano establece la primera experiencia de relación objetal, molde y modelo de todas las relaciones objetales posteriores a lo largo de la vida, “prototipo sin parangón, según Freud, de todas las demás relaciones amorosas, para ambos sexos”.

276

La importancia que esta primera relación objetal tiene para todo el desarrollo posterior del psiquismo individual, es una de las bases para comprender otra de las concepciones originales y fundamentales del Psicoanálisis que es el Complejo de Edipo.

Sólo quiero añadir que, a esta primaria relación de un organismo apenas diferenciado con el “objeto” madre, Lacán la denomina como fase del espejo, porque en el espejo de la madre se va definiendo, perfilando, reconociendo a su YO personal progresivamente diferenciado. Y a partir de esa experiencia, este YO embrionario va orientando dinámicamente su libido, por identificaciones, experiencias de refuerzo o de evitación y representaciones de satisfacción, en un proceso adaptativo a las distintas fases del propio desarrollo psicobiológico y de la circunstancias cambiantes en el entorno. Inicialmente buscará el pecho de la madre, como el tropismo de los girasoles, para alimentarse, como respuesta a su necesidad de hambre impulsada desde el instinto de supervivencia. Pero la presencia de la madre le comporta compañía y amparo, con lo que se

277

crea una nueva necesidad,

una nueva orientación al

dinamismo de su energía libidinal y una nueva experiencia de satisfacción y de placer: ya no deseará a la madre solamente para alimentarse, sino para experimentar su compañía y su amparo. Así el placer biológico inicial se va especificando en Felicidad, por la consecución de los objetivos vitales de su YO (así definiré la felicidad), y el primitivo instinto de autoconservación devendrá en afianzamiento del propio YO en la existencia, afirmación y perfeccionamiento de sí mismo, que alguien ha denominado instinto de superación, hasta la transcendencia del YO.

En este punto, querría añadir un apéndice sobre un tema, siempre de interés y actualidad, que es el de

la

homosexualidad,

como

configuración

y

orientación del YO, y de la personalidad que lo representa.

La libido homosexual Aunque en cierto modo se sale de la línea del desarrollo del tema, creo que encaja bien con los

278

conceptos

psicoanalíticos

que

estoy

intentando

sistematizar.

Partiré de mi convicción personal de que, cuando se aborda y se problematiza el tema de la homosexualidad , habría que cuestionarse previa y fundamentalmente en qué medida se quiere enfocar como un asunto sociológico, de roles, identificaciones y estereotipos sociales (grupos de gays, reivindicaciones de parejas de hecho etc.), o como un problema psicológico individual. Y yo empiezo por afirmar audazmente que la homosexualidad, en cuanto problema psicológico individual, no existe. En la cultura clásica griega y latina no existía una palabra, un término verbal, para designar la homosexualidad como condición distintiva personal. Creo que ahora se trata más de un montaje mental -¿manipulación? ¿automanipulación?confuso, sugerente, doloroso a veces también, y desconcertante, sobre un posible, quizás, fantasma originario . Intentaré explicarme :

En la tendencia sexual, igual que en toda función conativa psicobiológica, el problema personal

279

intrapsíquico no deviene de la orientación de la tendencia -orientación homotrópica o heterotrópica de la catexia libidinal- sino de la capacidad, libertad y voluntad del YO en su específica función de regulación de la tendencia.

Desde esta perspectiva, el límite normativo del funcionamiento sexual, que lo calificaría como normal o anormal, no podemos considerarlo en la línea divisoria que separa al "homosexual del heterosexual". Habría que buscarlo en la línea que separa a los que tienen un YO estructurado con capacidad, libertad y voluntad de regular racional y razonablemente

sus

tendencias

impulsivas

libidinales, y los que no tienen, y quedan, por lo tanto, a merced de las fuerzas arrasadoras e insaciables del ELLO.

Yo estoy técnicamente convencido de que una persona normalmente integrada orienta sus tendencias, regulándolas en la dirección de los objetivos personales de su YO, y del propio sistema jerarquizado de valores con el que se estructura frente a la realidad. Lo mismo que el mítico auriga del carro alado de Platón (que

280

representa a la razón) dirigía a su caballo blanco (el ánimo) y a su caballo negro (el apetito), en una esclarecida imagen filosófica de lo que constituye al hombre como autónomo, integrado y libre; es decir, como hombre autorrealizado, según el prototipo delineado por Abraham Maslow.

En consecuencia, la conducta sexual, homo o heterotrópica, -que como toda conducta supone una movilización catéctica de intenciones- podrá estar regulada, racional y razonablemente, por un YO personal según sus objetivos vitales y su propia jerarquía de valores; o, por el contrario, supondrá una invasión irrefrenable de las fuerzas de los instintos o de las pulsiones libidinales primarias, arrasadoras de la autonomía reguladora, virtualmente voluntaria y libre, del YO. En este último caso se puede hablar, como es obvio, de problema o disfunción psicológica, y en su límite, de neurosis o de psicopatía. Pero este problema no consiste, como venimos diciendo reiteradamente, en la orientación espontánea de las pulsiones libidinales, sino en la incapacidad psicológica de regularlas. Dicho de otro modo: el problema está en la incapacidad de ser libre,

de

que

el

YO

281

asuma

sus

funciones

autorreguladoras frente a la realidad, que es, en definitiva, lo que nos constituye como personas. Y será problema psicológico, tanto en una orientación catéctica homosexual como en la catexis heterosexual. Puesto que también constituiría problema psicológico en el que no sabe o no puede regular sus pulsiones heterosexuales, así

como

sus

impulsos

agresivos,

bulímicos

o

defecatorios. El niño que presenta enuresis nocturna tendrá un problema disfuncional no por su impulso normal de evacuación, sino por su incapacidad de controlarlo...

Así

mismo,

la

persona

que

se

siente

compulsivamente determinada a realizar actos sexuales con individuos de su mismo sexo, naturalmente tiene un problema. Pero se trata de un problema de equilibrio y de integración intrapsíquica, de neurosis obsesional, compulsiva o de psicopatía, según el caso, que es anterior -y más fundamental- que el hecho estrictamente sexual.

Podremos, por lo tanto, afirmar que una persona normal y libre dirigirá sus tendencias vitales en la autoconstrucción de su

282

propio YO -su autorrealización- según sus singulares proyectos existenciales y su singular jerarquía de valores.

Y

su

conducta

personal

-movilización

autodirigida de sus intenciones- será psicológicamente irreprochable, con tal de que proceda en cumplimiento con las tres condiciones indesligables de toda normativa ética y de toda madurez psicológica que ya he expuesto -y de allí lo reproduzco- en mi libro A corazón abierto. Estas condiciones son:

Primero, la libertad, que definimos como la capacidad de realizar los propios deseos según la propia jerarquía de valores. En toda orientación hacia valores jerarquizados se tiene que ejercer una función contracatéctica de regulación o autocontrol, que lleva a renunciar o a posponer la consecución de objetivos valorativos secundarios para acceder a la consecución de valores superiores. Es lo que denomina Freud Principio de la Realidad, que le da consistencia y madurez

psicológica

al

comportamiento

de

YO

personal, frente a los que actúan guiados por el Principio del Placer, por las catexias libidinales del

283

ELLO, en un proceso primario del funcionamiento mental, propio de los niños y de las personas desequilibradas y no maduradas psíquicamente ni existencialmente autorrealizadas.

La segunda condición es la honestidad, como actitud fundamental, contraria al engaño o al autoengaño

que

falsea

la

propia

consciencia

e

imposibilita el encuentro leal consigo mismo y con los demás, lo que supondría, desde un punto de vista, la falta de autenticidad o congruencia , en la concepción de Carl Rogers, y, desde otro, la renuncia al Ideal del Yo del Psicoanálisis.

Y la tercera condición es la responsabilidad frente aquellos con quienes se convive y con los que se tiene que crear, irrenunciablemente, un equilibrio recíproco para la super-convivencia .

Comencé estas reflexiones afirmando, y después lo he intentado razonar, que la homosexualidad en

cuanto

constituye

tendencia per

se

libidinal homotrópica un

problema

no

psicológico

intrapersonal. Aunque sí puede serlo si se le enfoca

284

desde el punto de mira sociológico, como asunto de roles, identificaciones y estereotipos sociales. Cuando un grupo o colectivo de personas asumen una identidad concreta -en este caso de homosexuales o de gays-, que supone la adopción de roles específicos y de normas de convivencia , y exigen públicamente sus derechos de reconocimiento, está claro que asumen una definición social y crean un problema sociológico en relación con las anteriores normas, leyes y valores de convivencia. Por eso afirmo que puede constituir un problema social o sociológico, distinto del enfoque antropológicoendovivencial del que nos hemos ocupado.

Desde este enfoque sociológico, la persona en este caso homosexual o gay- reclama libertades sociales, quiere tener libertad , problema aparte, y este sí es fundamentalmente psicológico, el de ser o no ser libre. Otra vez la antinomia entre tener o ser, espléndidamente estudiada por Erich Fromm, también en la misma línea del proceso psicológico de autorrealización personal.

Quedaría otra cuestión por puntualizar: En qué

medida

se

puede

afirmar,

285

con

rigurosidad

psicológica, que la orientación libidinal homotrópica, independientemente del autocontrol que se ejerza sobre ella, no representa ya un problema o disfunción, frente a lo que sería lo normal en la organización instintual. Respondo adhiriéndome a la teoría freudiana de la indeterminación relativa del instinto (y de lo que se denomina también plasticidad de la libido) :

El instinto es ciego; no tiene un objeto determinado de satisfacción. Supone una energía interior que se exterioriza en la búsqueda de un posible objeto de satisfacción, es decir: un estímulo adecuado que le permita liberar la tensión interna, y el

consecuente

displacer

originado

por

la

acumulación de energía instintual no evacuada. Y es precisamente esta peripecia económica de distensión de la excitación orgánica lo que constituye el placer.

En el proceso de desarrollo del niño, y de configuración de su YO personal, esta energía libidinal, inicialmente ciega, puramente animal e instintual, se va orientando paulatinamente por experiencias preedípicas y de relaciones objetales primarias, pasando por la dramática fase del espejo, a la que ya me he referido,

286

estudiada por Jacques Lacán, y sobre todo por la organización primordial de la situación triangular edípica y de la consecuente angustia de castración. Añadénseles

las

fijaciones

narcisísticas,

la

interiorización de normas y tabúes socioculturales, la acción represora del SUPERYO, las experiencias psicotraumatizantes, los condicionamientos reforzadores de hábitos... Hasta que esa energía, inicialmente instintual e inespecífica, se va catectizando representaciones determinados

de y

objetos

especificados.

de

en

satisfacción

Estos

objetos,

subjetivamente sensibilizados y libidinalmente fijados, estimulan al YO en un proceso selectivo de percepción y de valoración, como punto de

referencia para la

habitual orientación de instinto,

convertido ya en

tendencia pulsional y erótica. Esto explica por qué cada una de las personas se sienten libidinalmente atraídas por una imagen, un estilo, una realidad concretizable y unas características específicas de

la personalidad

ajena, y no por otras (color del pelo, altura, del mismo sexo o del opuesto, de mayor o menor edad, de tal modo de hablar, o de sonreír, o de andar...).

287

Así es el largo y tortuoso recorrido de la reserva energética sexual humana, que a través de singulares representaciones y objetos de fijación y de referencia como las piedrecitas del camino en el mítico bosque de Pulgarcito- va buscando su salida y expresión, dentro de un entorno cultural que la ignora, la reprime, la castiga y la culpabiliza.

Según esta teoría, toda persona que experimente hacia otra el sentimiento de lo que los griegos llamaban ágape -que de algún modo se sienta interesada o atraída por su individualidad- tendería a movilizar hacia ella todos los recursos biopsicológicos disponibles para su posesión gozosa. Pero, por el proceso anteriormente descrito, el YO en su función autorreguladora según el Principio de la Realidad, seleccionará en cada caso los recursos adecuados a esa singular posesión, en relación con sus pautas de comportamiento, con sus modelos de identificación y de fijación, con las normas sociales y culturales interiorizadas, y con las significaciones de su particular sistema de valores. Como es obvio, para la posesión "amorosa" del propio

padre -por cuya

singularidad significativa cualquier persona se podría sentir atraída- se seleccionan y movilizan recursos

288

distintos, y se experimenta, en consecuencia, un goce posesivo distinto, que si se trata de la madre, o del amigo, o del cónyuge, o del amante, o de cualquiera de las personas cualitativamente distintas con las que nos relacionamos.

De deducimos,

todo

lo

anteriormente

razonado

concluyentemente, que no se nace

homosexual, como con una etiqueta de fábrica con la que se identifica y se define la personalidad de ciertos individuos, que algunos soportan pesarosamente como una dramática condición maldita, otros la portan con serenidad, o con resignación, o incluso con satisfacción narcisista Hay también quien la exhibe con orgullo desafiante –el orgullo gay- y quien la utiliza como referencia autojustificadora ante las exigencias y reproches de su

propio Super-YO y ante las

expectativas de los demás, “qué culpa tengo yo, si es que he nacido así”.

No negaríamos que en algunos casos se haya podido nacer con ciertas predisposiciones biogenéticas que, de algún modo, podrían facilitar la dirección de la pulsión, aunque nunca como condicionante inexorable,

289

dentro del proceso de orientación libidinal que hemos descrito.

En la práctica clínica no es infrecuente encontrar a personas que, al percibir en sí

mismas

emergentes tendencias o fantasías homotrópicas (quizás en relación a alguna experiencia antigua de satisfacción homosexual), se sienten estigmatizadas, marcadas como Caín en el Paraíso- con una señal en la frente que las determinaran, en contra de su voluntad y de sus valores aceptados, a un destino humano fatalístico. Siguiendo la línea de mi pensamiento -y como conclusión sintetizadora- a estas personas se les podría responder con el siguiente constructo:

Tu problema hamletiano de ser o no ser no consiste en si eres o no eres homosexual, sino que consiste en si has logrado, o no, ser persona. Y si has logrado ser persona, serás homosexual en la medida en que decidas -en la libre

movilización de tus

intenciones- realizarte en un proyecto

de vida

homosexual. Y serás heterosexual si decides dirigir tus tendencias y catexis libidinales, como el auriga del carro alado de Platón, con una sistemática contracatexia

290

de

autocontrol y de propia superación, hacia la

construcción de tu YO personal en un proyecto de posesión amorosa heterosexual .

Quizás

podría

quedar

resumido

todo

el

razonamiento en aquella formulación de Freud, tantas veces presentada como objetivo de la terapéutica psicoanalítica, y definitorio, en consecuencia, de la personalidad sana y madura: que "donde estaba el ELLO, tiene que estar el YO".

La dinámica del ELLO: Instinto, Pulsión, Deseo

Quiero retomar el hilo de Ariadna, como en la mitología

clásica,

y

seguir

adentrándome,

profundizando en el laberinto del alma humana, esa selva inextricable y encantada de la psique. Para lo cual estoy sirviéndome del mapa trazado por Freud, el primer explorador, el descubridor de “los continentes sumergidos de la mente”, que el denominó Aparato Psíquico.

291

Pero antes quiero comentar que estuve ayer leyendo la correspondencia de Freud con su amigo Wilhelm Fliess, en un tomo publicado por Amorrortu. Por cierto que la traducción no me gusta nada, sobre todo si la comparo con la espléndida traducción de sus obras que nos legó Fernández Ballesteros, publicada inicialmente en la editorial Biblioteca Nueva. Pero a lo que voy es a que, en la introducción, se citan unos escritos de la princesa Maria Bonaparte, psicoanalista como sabemos y princesa de Grecia y Dinamarca, nieta de un hermano de Napoleón. Resulta que ella, compró todas las cartas, tan importantes para la comprensión y conocimiento de los inicios del Psicoanálisis, con el fin de salvarlas de los nazis , las depositó en el Banco Rothschild de Viena cuando Hitler invadió Austria. Y, cuando le permitieron recuperarlas, en presencia de la Gestapo, se las llevó a París, y desde allí , las mandó a Londres,

envueltas

en

material

impermeable

e

insumergible, por temor a un naufragio a causa de las minas, al atravesar el Canal de la Mancha. Y, en respuesta al mismo Freud, que le rogó que las destruyera, le escribió: “Usted quizás no perciba su propia grandeza. Es usted parte del pensamiento humano, como Platón o como Goethe”. Y seguidamente

292

le decía, a propósito del Psicoanálisis, “esta ciencia es más importante que las ideas del propio Platón”.

Al final de la introducción de este libro, regalo de mi mujer, se afirma que “se ha escrito más sobre Freud que sobre cualquier otro pensador del presente, presumiblemente por haber contribuido de manera tan duradera al cambio y a la definición del clima intelectual y emocional de nuestro tiempo”.

En mi intento de tratar sobre la Dinámica del ELLO, como pieza impulsora de todo el funcionamiento del Aparato Psíquico, me queda todavía hablar de la relación entre Instinto, Pulsión y Deseo (¿es lo mismo, son conceptos sinónimos?). Finalmente, terminaré con los conceptos de Eros y Tánatos.

El Instinto A ver si logro definir lo que se entiende por instinto, del que Freud casi ni siquiera habla en sus escritos. Diría que

293

el Instinto es una tendencia genéticamente determinada:

comer,

beber,

sexo,

curiosidad

exploratoria (indispensable para funcionar como entidad independiente), cuidado de las crías, defensa del organismo...

Nada de esto hay que enseñarlo o aprenderlo, viene inscrito en el código genético, en el ADN de las células germinales. Se trata de una incitación orgánica, preformada,

automatizada

en

el

funcionamiento

elemental de la vida. Por eso Freud no trata del instinto, porque no forma parte del Aparato Psíquico. Es un concepto fisiológico, no psicológico. Tampoco trata de la sexualidad como instinto, y se refiere siempre a ella como psicosexualidad.

La Pulsión Freud se interesa por lo que él denomina la Pulsión. La Pulsión libidinal, como noción energética orgánica irradiada al plano psicosexual. La introduce en 1905, en su obra Tres ensayos sobre teoría sexual.

294

Utiliza el término alemán TRIEB (de trieben que significa empujar). En la traducción de sus cartas a Fliess, se traduce por el término “querencia”, algo así como un apego psicológico impulsado.

La Pulsión no es puramente fisiológica: articula lo psíquico con lo somático. Es una incitación orgánica hecha consciente, como la otra cara del Deseo.

Es una incitación fisiológica traducida en Deseo, en el límite entre lo físico y lo mental. Le da al impulso orgánico una orientación singular. El instinto es igual, el mismo, en todas las personas. La pulsión es distinta en cada una, es singular, individual, personal.

Diré que el término Pulsión es la clave de la concepción dinámica del Aparato Psíquico. En el dinamismo de la Pulsión interviene la fuente, el objeto, y el fin. La fuente de la Pulsión es ese lugar orgánico, somático, corporalmente localizado, desde donde se

295

crea la necesidad, o la carencia, que produce la excitación libidinal: en el lactante, el hambre excita la mucosa bucal, como en el sexo se excitan los órganos genitales. Este impulso carga el Aparato Psíquico, desencadena la motricidad del sistema nerviosomuscular, organizando un comportamiento que tiene una finalidad, un fin: descargar, por el principio de la constancia, la excitación energética de la fuente corporal. Por ejemplo, en el lactante se reduce la tensión por medio de los movimientos rítmicos de la succión. Por lo mismo es tan importante en los niños, sobretodo en los autistas, para reducir la tensión y adquirir sensación de seguridad y dominio, los movimientos repetitivos, como balanceos, succión rítmica del chupete, etc.

Ya he dicho, creo, que el objeto primario y primitivo de la Pulsión (que en su travesía por el plano psíquico, ya puesto a disposición del YO, se convierte en Deseo) es el pecho alimenticio de la madre, desplazado después al biberón y al chupete. Estos son los objetos transicionales en la explicación de Winnicott, gracias a los cuales el niño desarrolla la

296

capacidad de utilizar símbolos, y de emprender el proceso

de

diferenciación

frente

a

la

madre

(simbolizada en el chupete y en el biberón, o en el peluche y la mantita, pero utilizados de un modo mucho más independiente).

Pulsión y Deseo ¿Cómo definiría yo el concepto de Deseo, la cara humana de la pulsión?. Diré que es un movimiento afectivo, de los que Adler incluye entre los afectos unitivos, frente a los afectos separativos, que son la envidia, el miedo, el desprecio...

El Deseo es un movimiento afectivo que partiendo de una excitación libidinal estimula la reviviscencia de una imagen mnésica, y orienta hacia el objeto revivenciado, o hacia su representación simbólica o imaginaria, todo el impulso de la energía psicobiológica.

297

La imagen mnésica suele ser la representación imaginaria de una experiencia anterior, puesta ya a disposición del Yo. Lo pasé muy bien en la playa (por poner un ejemplo) y el recuerdo, imagen mnésica de la playa, excita sensaciones internas que movilizan mi deseo de volver a ella. Una experiencia sexual (otro ejemplo) fija con frecuencia el deseo posterior del YO en personas o situaciones que revivencian la imagen mnésica de esa experiencia. Este fenómeno, tan natural por otra parte, se llama Fijación. La Publicidad lo manipula relacionando el producto de consumo con imágenes que representen o susciten una emoción grata anteriormente experimentada y fijada: un rostro, un paisaje, una música de otros tiempos...

Creo que he hablado de la diferencia entre el Placer y el Goce, apelando a la teoría de Lacán. Pues bien el instinto se dinamiza hacia el placer, el deseo del YO busca el goce.

Ese “oscuro objeto del deseo” puede ser, a veces, la imagen mnésica de una persona con la que el YO de otro se identifica, o a la que quiere sustituir, y la

298

publicidad lo aprovecha ofreciendo, por ejemplo, calcetines de la misma marca de los que usa Maradona, o el jabón de Madonna, o el reloj de la marca del de Julio Iglesias...

A estas reflexiones, les quiero hacer tres notas al margen:

La 1ª es para decir que la reminiscencia mnésica de la que estamos hablando, es ya por sí misma, en la fantasía, fuente de satisfacción, de placer y de goce, con una doble referencia: al pasado, en cuanto satisfacción revivenciada que tan espléndidamente expresa el poeta Woldsworth y que inspiró la película Esplendor en la hierba: “Aunque ya nada pueda hacer volver la hora / del esplendor en la hierba, / de la gloria en las flores, / no hay que afligirse / porque la belleza subsiste en el recuerdo”. Y referida al futuro, porque en la fantasía se anticipa la satisfacción y se prepara para su realización. De aquí la importancia que, en la moral impuesta en nuestra infancia y juventud, se le daba a los pecados de pensamiento.

299

En una 2ª nota al margen me referiré a la creación artística. Y diré que la reviviscencia de la imagen mnésica puede movilizar energías libidinales hacia los sueños y, por un proceso de sublimación, hacia el arte, que es la plasmación sublimada de un sueño o de una fantasía. Se ha escrito (en un libro titulado El Anticristo) que, en la famosa y enigmática sonrisa de La Gioconda, Leonardo ha plasmado la reminiscencia mnésica de la sonrisa de su madre mientras lo amamantaba. El arte, como los sueños y los ensueños, son modos de satisfacción libidinal, por la realización de un objetivo pulsional. Por eso soñar, el oneiros griego,

es necesario para el

equilibrio del sistema psícobiológico, porque descarga de la acumulación libidinal y realiza oníricamente objetivos pulsionales.

La conocida frase de Freud de que “los neuróticos sufren de reminiscencias” viene a significar que las imágenes mnésicas de frustraciones en la búsqueda de placer, no encuentra otra vía de salida que la de su descarga en síntomas patológicos.

300

Y la 3ª nota al margen sería para recordar que el proceso libidinal continúa hasta la satisfacción del deseo en la realidad, en el objeto real mnésicamente representado.

Repetiré, como resumen, que el Deseo es la cara consciente de la Pulsión, como el instinto es su cara orgánica y biológica. Que el Placer es el objetivo de la Pulsión, en cuanto satisfacción del Instinto, y el Goce lo es en cuanto realización de los Deseos del YO: de ahí el goce estético, o el espiritual, o el éureka intelectual, o incluso el goce sexual, mucho más profundo, humano, espiritual y creativo que el simple placer sexual.

Con las reflexiones anteriores puedo dar por terminada la explicación del concepto de Libido, como dinamismo de todas las energías del ELLO, de esas fuerzas desorganizadas, en tensión permanente, que buscan expresión, expansión y satisfacción. Esta teoría

301

pertenece a la primera formulación del concepto de Pulsión que nos ofrece Freud.

En esta primera formulación, Freud considera, como ya he explicado, que, subyacente a todo comportamiento y a toda realización humana, existe una potencia energética -instintual, primitiva y animal- la Libido, alojada, como reata de perros rabiosos, en la prisión del ELLO. Es sexual porque originariamente tenía como finalidad primordial la transmisión de la vida, y porque encuentra en la experiencia sexual su expresión prototípica. Tiene un doble objetivo original: la autoconservación del organismo vital, y el placer por la descarga de la tensión acumulada. Desde la década de 1880, Freud solía citar las palabras de Shiller según las cuales el amor y el hambre mueven al mundo.

Pero en 1920, con la publicación de Más allá del Principio del Placer, Freud presenta un nuevo hallazgo, fruto de su reflexión, investigación, intuición y elaboración, a partir del cual hablará de dos pulsiones contrapuestas a las que, rebuscando los nombres en la

302

cultura clásica, como tanto le gustaba, denominará Eros y Tánatos.

Instinto de Vida, instinto de Muerte

Observando la dinámica del ELLO, Freud intuye, y después analiza, un nuevo principio de funcionamiento del Aparato Psíquico, al que denomina Compulsión de Repetición. Lo ha encontrado analizando sueños y deteniéndose en los sueños recurrentes o repetitivos. Este funcionamiento de repetición lo encuentra también en ciertos juegos de los niños, así como en determinadas manifestaciones del amor y, sobre todo, en las que a veces se producen en la relación del paciente hacia su analista. Ya en 1915, en Observaciones

al amor

de

Transferencia, había

afirmado que este analógico amor “se compone de nuevas ediciones de rasgos antiguos y repite reacciones infantiles”. Después añade que así es el carácter esencial de todo enamoramiento: “ No hay ninguno que no repita modelos infantiles. Precisamente lo que

303

constituye su carácter obsesivo, que lo hace rayano a lo patológico, es su condicionamiento infantil”. Esto ya lo he explicado: que la experiencia infantil deja una imagen

mnésica,

cargada

afectivamente

-mejor

diríamos, libidinalmente- que sigue excitando la pulsión y activándola frente al estímulo.

Según este nuevo principio –Compulsión de repetición-, descubierto e interpretado por Freud, todo sistema psíquico obedece a una “tendencia que le lleva a repetir convulsivamente un estado anterior, o experiencias anteriores”. Y es de este principio del que ve derivarse dos tendencias contrapuestas, denominadas por él Eros y Tánatos.

Paso

a

explicarlos.

Diré

siguiendo

el

pensamiento de Freud que la intencionalidad pulsional del sistema orgánico es de retornar al estado inicial inorgánico, de donde se originó: es decir, a su muerte. Y a esta tendencia, o intencionalidad pulsional la llamó Tánatos.

304

Nos viene

a decir Freud que vivimos por

instinto y morimos por instinto. Parece como una reconciliación con la muerte, precisamente cuando estaba bajo la dolorosa impresión de la muerte de una de sus hijas, después de haber estado preocupado, durante la guerra, por la vida de varios de sus familiares más próximos. La muerte no puede ser un mal si instintivamente tendemos a ella. Lo que vive quiere morir; originado en el polvo necesita volver al polvo.

Pero por otra parte, el sistema viviente posee una tendencia innata a recorrer todo el camino evolutivo por el que ha pasado la humanidad hasta llegar a lo que ahora es. Utiliza la fórmula “la ontogénesis repite la filogénesis” para afirmar que el ser vivo humano tiene que transitar el camino de la vida, guiado por una tendencia instintiva, repitiendo paso a paso el proceso de integración progresiva de la humanidad hasta llegar al nivel óptimo de desarrollo evolutivo. Y a esta, que él llama Pulsión de Vida, frente a la otra Pulsión de Muerte, le puso el nombre de la diosa del amor, Eros, que abarca las pulsiones sexuales y las de la autoconservación (de las que el hambre es su prototipo)

305

y la tendencia constante a la Felicidad como plenitud armónica de desarrollo personal.

De la contraposición conflictiva, en el interior de cada individuo, de las dos pulsiones, vida y muerte, Eros

y

Tánatos,

Freud

deduce

una

conclusión

importantísima: Que para que la Pulsión de vida pueda completar su función, es necesario que la Pulsión de muerte sea desalojada hacia afuera del sistema psíquico y proyectada contra objetivos exteriores. Y de aquí surge esa manifestación de la tendencia tanática que es la agresividad o la destructividad humanas. En este punto recomendaré la lectura de un importante libro de Erich Fromm Anatomía de la destructividad humana, publicado en la editorial Siglo XXI.

Es interesante concebir que la agresividad humana consigue que la Pulsión de muerte, el Tánatos, se ponga al servicio de la vida. Y esto tanto a nivel de la autoconservación,

como

defensa

de

la

propia

individualidad, cuanto en el sexo, cuya función elemental y primaria es la conservación de la vida en la especie. Aquí recuerdo siempre los versos de Neruda, de

306

sus 20 poemas de amor y una canción desesperada, en los que describe la acometida sexual como una mezcla unívoca de pasión y agresión: “Cuerpo de la mujer, / blancas colinas, muslos blancos, / te pareces al mundo en tu actitud de entrega.../ Mi cuerpo de labriego salvaje te socava / y hace saltar al hijo del fondo de la tierra.” Y es que en el propio organismo somático, las glándulas endocrinas han segregado unas hormonas, las catecolaminas, que impulsan lo mismo la acción agresiva y destructiva que la acometida sexual.

Cuando estudiemos más adelante el Complejo de Edipo, veremos que, en el universo primario que enfrenta el niño, el objeto primordial de Eros está representado por la madre, imago materna, mientras que el objeto del Tánatos está representado por la imago paterna.

También considero importante hacer notar que cuando el Eros, el instinto de Vida, no está suficientemente

satisfecho,

el

Tánatos

queda

descompensado y se expresa en toda su destructividad (así se explican muchas acciones de psicópatas

307

destructivos y violentos, como incendios, violaciones, crímenes... incluso con acciones agresivas dirigidas al propio YO, tales como suicidio, autolesiones... También puede servir de explicación en algunos casos de anorexia en su objetivo autodestructor, primero de la propia imagen y después del organismo total. En el fondo, carencia de amor).

Quiero citar un texto del psicoanalista francés S. Nacht, de su libro Guérir avec Freud: Afirma que el hombre, la persona, está enfermo de la falta de amor, que se ha vuelto inepto, en nuestra cultura actual, para darlo y también para recibirlo. “Las fuerzas del amor, Eros, que siguen actuando en el mundo, se baten en retirada ante las del Tánatos, su eterno destructor. Freud en su libro El malestar de la cultura, alerta de ese próximo enfrentamiento, pero sin pronunciarse sobre los resultados del combate. Pero Nacht añade: “ Nuestra tarea de psicoanalistas consiste en intentar curar, cambiar al individuo, única forma de cambiar también la constelación maléfica que pesa sobre el mundo. Las sociedades las hace el hombre y se vuelven enfermas porque, previamente, el hombre se ha vuelto enfermo. Y

308

concluye diciendo que si existe una lucha entre el Eros y el Tánatos, esta lucha se produce primariamente en el interior del individuo “y el Psicoanálisis debe ser en este caso un aliado del Eros, el amor creador. Digamos en términos más modestos, que ese amor, que es lo único que puede salvar al individuo, debe encontrar en el analista su aliado más seguro”.

Por supuesto que ese aliado tiene que serlo ante todo, antes incluso que el terapeuta, el Educador. Porque esta es la doble fuerza que impulsa en todo momento, permanentemente, al corazón humano, el Eros y el Tánatos. Por eso Sabemos que en el corazón de cada persona se alberga potencialmente un héroe o un malvado. Y en

cualquier

momento,

según

imprevisibles

circunstancias, el corazón podrá movilizar todo su potencial hacia la superación, la creatividad, la solidaridad, el Amor y la Vida, y entonces resultará el héroe, o se volcará, también con todo su potencial energético, hacia el egoísmo, el odio, la agresividad cainita, la destrucción tanática, el Mal, la Muerte...

309

De nuevo me viene a la mente la metáfora del Carro de Platón: El caballo blanco, el Eros; el caballo negro, el Tánatos; y el auriga, el YO, que los controla y los dirige hacia sus objetivos existenciales.

En un debate de televisión, un profesor universitario sostenía que lo que está en la base de la construcción de la Comunidad Europea y de todo el Derecho Internacional, no es más que el temor del hombre por el hombre, el homo homini lupus de Hobbes, el terror por la experiencia de las guerras. Un señor le replicó, por teléfono, que aunque eso sea verdad, no hay que ser tan pesimistas, que él creía también en la cooperación y la solidaridad. El profesor no le quitaba la razón, pero seguía sosteniendo que, incluso en el fondo de la cooperación y de la solidaridad estaba el terror. Yo cogí el teléfono, aunque me fue imposible conectar. Lo que intentaba decirles, con Freud, es que el miedo a la ferocidad humana es un radical existencial innegable, insoslayable. Pero que también opera existencialmente otro radical, que es el amor: el Tánatos, sí, pero también el Eros.

310

CAPÍTULO VII

LA DICTADURA MENTAL DEL SUPER-YO

311

¿QUÉ ES ESO QUE ME PERTURBA?

Vamos a seguir adentrándonos -me ha venido a la cabeza un verso del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz: “entremos más adentro en la espesura”-, vamos a seguir explorando esa selva virgen del psiquismo, sirviéndonos del mapa que nos trazó Segismundo Freud, el primer explorador de estos parajes.

...Y llegamos a una tercera región, que -igual que los grandes descubridores y conquistadores de la historia ponían nombre a las regiones o a las ciudades descubiertas- él la denominó Super-YO.

Es

otro

concepto

fundamental

de

la

epistemología del Psicoanálisis, la tercera pieza, o instancia, para el funcionamiento de este famoso aparato, el Aparato Psíquico. Esto es si consideramos el psiquismo desde el punto de vista dinámico: es decir,

312

como un sistema de fuerzas interrelacionadas en permanente tensión.

El Super-YO es la instancia censora, la autoagresiva, la represora del psiquismo. Sus funciones

son

censurar

los

contenidos

del

Consciente, reprimir al ELLO y restringir sus satisfacciones, castigar al YO y ofrecerle modelos ideales de comparación.

Es como un sedimento del largo periodo infantil en el que cada persona vive dependiendo de sus padres, una especie de perpetua influencia parental, aunque “en el curso de la evolución individual, el individuo también incorpora aportes de ulteriores sustitutos y sucesores de los padres, como los educadores y los modelos de identificación venerados por la sociedad o elegidos por uno mismo”.

Se trata, como vengo diciendo, de una estructura autónoma del psiquismo, con función fundamentalmente

represiva

313

de

la

espontaneidad

original, formado a consecuencia de las relaciones intersubjetivas que datan desde la primera infancia. El niño experimenta que hay manifestaciones espontáneas en su comportamiento que son aceptadas y otras que son reprobadas. Llegará un momento en el que no será necesario que sus padres le reprendan o le aprueben: él mismo se autorreprochará, se reprimirá o se aprobará. Cuando el corrector exterior (padres o educadores), interiorizado progresivamente en su proceso evolutivo, ha sido excesivo puede suceder que el YO quede definitivamente acomplejado, angustiado, incapaz de autodirigirse o autodeterminarse; o también que las energías autocorrectoras del niño se empleen en burlar o defenderse del Super-YO y de toda presión exterior, convirtiéndole en un rebelde sin causa o en un sociópata.

En algún momento, Freud se compadece del pobre YO “que padece una triple servidumbre, y en consecuencia padece bajo la amenaza de un triple peligro: el mundo exterior, la libido del ELLO y la severidad del Super-YO”. Y de ahí deduce, en su obra Inhibición, síntoma y angustia, que hay tres clases de

314

angustia, o que la angustia se origina en el organismo desde tres fuentes, que él denomina angustia instintiva, angustia objetiva y angustia de conciencia: la que procede de la avalancha de los impulsos del ELLO, que el YO tiene que confrontar con sus deseos adaptándolos a las normas de la sociedad; la que procede de la percepción de los peligros y riesgos objetivos de la realidad exterior; y la que procede de la amenaza constante del Super-YO.

La formación ontogenética del Super-YO

Ontogenéticamente, el Super-YO se constituye en

la

psique

personal,

según

la

doctrina

del

Psicoanálisis, como una herencia del Complejo de Edipo, en cuanto situación triangular del universo infantil, donde él niño aprende a armonizar sus deseos y sus temores, y a vehicularlos en la línea de su propia autonomía y de su proceso de crecimiento personal. Primero, por interiorización de la autoridad paterna, que regula su deseo de posesión exclusiva de la madre.

315

Esta función autoritaria del padre (a la que la madre también

colabora

en

nuestra

cultura)

es

fundamentalmente represiva y se ejerce mediante la reprensión, la culpabilización y la amenaza. Diré como nota al margen que Jung

elaboró el concepto de

Complejo de Padre, integrado por los sentimientos subyacentes de hostilidad, desconfianza y miedo, ante cualquier función o representación de la autoridad. Sin embargo, esta imagen del progenitor introyectado, es la que hace posible la conformidad con el grupo, primero con el grupo familiar y después con el grupo social, como garantía de la supervivencia de la sociedad y de la civilización.

Hay un segundo proceso, después del de interiorización de la autoridad parental, que es el de identificación con la imagen idealizada de los padres. Ellos representan el poder, la sabiduría, la belleza, la verdad..., y así el niño va incorporando sus actitudes, normas, mandatos y prohibiciones, con lo que el SuperYO se convierte en el “vehículo de la tradición, de los valores resistentes al tiempo, que de este modo se propagan a través de las generaciones”.

316

Hay un tercer proceso en la formación del Super-YO que es el de asimilación al ideal. Como voy diciendo son tres procesos: de interiorización, de identificación y de asimilación. Y aquí voy a explicar la distinción, a la que anteriormente aludí, entre el Yo Ideal y el Ideal del Yo.

El Yo Ideal

Por este tercer proceso de asimilación al ideal, en el Super-YO de cada individuo se constituye el Yo Ideal. Es el modelo indiscutible de lo que “tendrías que ser”, configurado por identificaciones con modelos sociales

idealizados

(héroes,

santos,

ascendientes

ilustres, triunfadores sociales, famosos de la TV...), impuestos por la autoridad de los padres, representantes de las normas, las actitudes, los modos y los valores de los grupos de pertenencia en los que el individuo nace inserto, o en los que se va incluyendo en sus etapas evolutivas. Es lo que en la epistemología de Erich

317

Fromm se denominó primeramente Estructura libidinal de la persona, y después, Carácter social.

Los problemas de autoestima derivan de la confrontación con el Yo Ideal, que es la fuente también de ansiedades, culpabilidades y complejos (de inferioridad, de insuficiencia, de culpa, de intrusismo, de ser observado..., y también de superioridad y autosuficiencia). La identificación con el Yo ideal es causa del Narcisismo maligno y opera también

en

los

fenómenos

patológicos

del

enamoramiento. El Ideal del Yo Frente a este Yo ideal, impositivo y severo, inserto en la esfera del Super-YO, existe el Ideal del Yo.

El Ideal del Yo se pone al servicio del YO personal para la realización de sus objetivos existenciales,

que

es

estimulante,

motivador,

gratificante, por el que cada persona va creciendo y dándole un sentido a su vida.

318

Y también es la garantía de la Libertad: la posibilidad de canalizar los impulsos del ELLO en deseos del YO,

hacia la realización de los propios

objetivos ideales más elevados. Dijo Tagore: “Si miras a las estrellas, llegarás a la cima de la montaña. Si sólo miras al suelo, terminarás cayéndote”.

Cuando hablo de estos tres territorios de la mente, el del YO, el del ELLO y el del Super-YO, sé que me estoy refiriendo a tres culturas diferentes, con su propio idioma cada una. El Super-YO pertenece a una cultura ancestral, inquisidora, obscurantista, con un lenguaje imperativo de normas y tabúes. El ELLO representa la cultura primitiva, salvaje, con un idioma de signos o de símbolos y de tan-tan guerreros. EL YO representa la cultura civilizada, con el lenguaje de la convivencia socializada, y que actualmente busca adaptarse a los cambios que conlleva la etapa de la postmodernidad, con el idioma de los mass media, la inmediatez

comunicativa,

la

sobreestimulación

permanente, la acumulación de información y la relativización de valores y creencias...

319

Como ejercicio de autorreflexión, se podría elaborar una lista de frases que comiencen todas por “yo debería”. Y se verá que cada debería entraña una insatisfacción del YO y un conflicto con el Super-YO, su reproche permanente. La única solución es que el YO tome la iniciativa y cambie todos los debería por “yo estoy dispuesto a”, “he decidido”, “lo que deseo es”. En definitiva, lo importante es tener un YO íntimo en quien creer y descansar.

La formación filogenética del SUPER-YO

Me dispongo a reflexionar sobre el momento cultural de la formación del Super-YO dentro del desarrollo evolutivo de la humanidad, que de algún modo vendría a ser, según la hipótesis que ya he anticipado, cuando el instinto agresivo del animal se instala en el interior de un YO con consciencia de sí mismo.

320

Freud nos ofrece unas claves, naturalmente hipotéticas, en su obra El malestar de la cultura. Allí sugiere que el proceso cultural comienza cuando el homínido adopta la posición erecta. Al sostenerse sobre sus pies, erguir el cuerpo y dejar libre las manos, se producen una serie de consecuencias encadenadas: La primera es que renuncia al olfato como órgano principal de orientación y lo sustituye por la vista, con la que amplía su dominio sobre el entorno. Al mismo tiempo la excitación sexual se hace permanente, al depender preferentemente

de

estímulos

visuales.

Cuando

dependía de estímulos olfativos, la excitación sexual era cíclica, en relación con los ciclos menstruales. De aquí se deduce otra consecuencia que es la necesidad de reprimir la tendencia sexual, permanentemente excitada por estímulos. Por lo que -siguiente consecuencia- cubre sus genitales, para defenderlos, dada la posición erecta, de cualquier agresión; para obstaculizar su reacción espontánea (no cabe duda de que el ropaje es aliado de la represión); y para reducir y evitar su constante provocación desde las sensaciones visuales y olfativas que emitirían de estar al descubierto. La última consecuencia de este proceso sería la formación del Super-YO, al interiorizar el instinto agresivo animal,

321

dándole una nueva orientación intrapunitiva, vivenciada por el YO como culpabilidad: la vuelta contra el YO, el autorreproche, el sí mismo dividido, origen de todas las patologías humanas, depresivas, neuróticas y hasta esquizofrénicas. Es esa culpabilidad radical, el delito de haber nacido de Calderón, El Proceso hostigante sobre una culpa indescifrada de Kafka, o el pecado original de la doctrina cristiana.

Me acuerdo de un cuento de Tony de Mello en el que el Maestro del espíritu le aconsejaba a sus discípulos que huyeran del sentimiento de culpabilidad como del mismo diablo. Algún discípulo le preguntó consternado: ¿Cómo nos dices ahora esto, Maestro? Si tú mismo nos has enseñado a odiar el pecado... Y el Maestro le respondió: Cuando te sientes culpable, no es al pecado a lo que odias, sino a tí mismo.

Dice Freud en El malestar de la cultura (1930): “El Super-yo se forma como consciencia contra el Yo y ejerce la rígida predisposición agresiva que el Yo hubiera

satisfecho

espontáneamente

contra

otras

personas extrañas. La tensión entre ‘el Super-yo rígido’

322

y ‘el Yo sometido’ es lo que conocemos con el nombre de ‘consciencia de culpabilidad’. Esta se expresa en forma de una necesidad de castigo”.

En su libro Totem y Tabú, Freud sugiere una interpretación,

que

se

podría

llamar

mítica,

al

interrogante de cuándo se erigió el Super-yo, como orientación agresiva intrapunitiva, contra esa culpa original, sentida, resentida, revivenciada y representada en todas las “culpas” personales.

La explicación de Freud se puede resumir así: Sucedió cuando, en el remoto y oscuro origen de los tiempos, la horda de los hijos, a quienes el Padre les impide acercarse a las mujeres del clan, se rebelan contra él, lo asesinan y lo devoran. Fue “tal vez, dice Freud, la primera fiesta de la humanidad”. De esta manera, los hijos se dan cuenta de que “la unión hace la fuerza” y crean el grupo social, disgregado del grupo primario familiar.

323

Pero es entonces, cuando la nostalgia del Padre asesinado, y la sensación del desamparo paternal, hace emerger la consciencia colectiva de culpabilidad. Y, como consecuencia reparadora y restituidora, el Padre es elevado a la categoría de espíritu totémico, al mismo tiempo amado y temido (por su posible venganza), a quien es necesario reparar, aplacar y honrar permanentemente.

Y es éste -en la hipótesis

mítica de Freud- el origen de la Religión. Desde los antiguos griegos existe la idea de que los humanos hacen a los dioses a su propia imagen. Freud añadió la precisión de que los hacen a imagen del padre natural, desde los sentimientos infantiles de desamparo ante la culpa. Por esta razón, en su libro El porvenir de una ilusión, llega a la conclusión de que la religión es fundamentalmente una ilusión, una ilusión infantil.

Una Tipología Psicoanalítica Como reflexión práctica y sintetizadora de esta teoría psicoanalítica de las tres instancias, o sistemas de fuerzas en tensión que constituyen la mecánica del

324

Aparato

Psíquico

individual,

propondré

una

clasificación tipológica.

Según predomine en cada individuo las fuerzas propulsoras del ELLO, las represoras del Super-YO, o las reguladoras del YO. De la predominancia que adquiera en el psiquismo individual uno de estos sistemas sobre los otros, surgirán distintas modalidades de organización psíquica y en consecuencia distintos tipos característicos de personalidad.

El tipo Obsesional, está dominado por un Super-YO severo, desmesurado, sofocante, que reprime o castiga la emergencia espontánea de los impulsos normales del ELLO, dejando al YO aplastado, encogido,

tenso,

desvitalizado,

reprimido,

permanente

atemorizado, insatisfecho,

hostigado por un enjambre de normas, deberes, obligaciones, exigencias y amenazas.

La penetración de algunas de las pulsiones del ELLO en la esfera del YO, se refleja en la consciencia

325

con sentimientos de culpa, de terror o de vergüenza. Su patología

es

la

neurosis

obsesiva,

con

rituales

compulsivos soteriológicos (lavarse las manos, repetir fórmulas

mágicas,

confesar

reiteradamente

sus

pecados...), y con frecuencia los delirios de persecución con los que el sujeto proyecta en la supuesta intención de personas ajenas la constante persecución interior de su severo Super-YO. La película Mejor imposible, protagonizada

por

Jack

Nicholson,

caracteriza

espléndidamente la imagen y el comportamiento ritual del tipo obsesivo-compulsivo.

También puede suceder que los impulsos muy reprimidos atraviesen la barrera defensiva del YO disfrazados -lo mismo que en los sueños se disfrazan con imágenes onírico-simbólicas- en forma de síntomas histéricos. En la escuela estaría representado por el niño sumiso, hiperresponsable, tímido y retraído, siempre inseguro, con poca confianza en sí, o quizás también llorón, enfermizo, con ataques de pánico o dolores de cabeza, etc.

326

Tengo aquí un poemita que expresa la protesta del pobre YO contra un Super-YO obsesionante: “No pido mucho:/ Poder hablar sin cambiar la voz, / caminar sin muletas, / hacer el amor sin que haya que pedir permiso, / escribir en un papel sin rayas./ O bien, si parece demasiado, / escribir sin tener que cambiar la voz,/ caminar sin rayas, / hablar sin que haya que pedir permiso, / hacer el amor sin muletas./ O también, si es que me estoy pasando, / hacer el amor sin que haya que cambiar la voz,/ escribir sin muletas, /caminar sin que haya que pedir permiso,/ hablar sin rayas...” Es de Miguel Martí y Pol.

Otro tipo de personalidad es el

tipo

libidinal

o

erótico:

persona

desequilibrada impulsiva, con un Super-YO ausente o insuficientemente conformado, y un YO arrasado por el torrente de la energías del ELLO.

Como si los caballos del Carro alado de Platón corrieran desbocados, y el auriga fuera arrastrado sin poder sostener las riendas. El prototipo patológico sería

327

el psicópata o sociópata, un verdadero peligro para el equilibrio de la convivencia familiar y social. En el ambiente escolar sería el niño díscolo, impulsivo, pendenciero,

agresivo,

tal

vez

ladrón,

o

desvergonzado...

Un tercer tipo es el narcisista, aquel en el que predomina un YO inflado, que maneja los sistemas interiores y la realidad exterior en su único y propio beneficio.

Rechaza todo lo que no es ego-sintónico, lo que no sintoniza con su Yo Ideal con el que se identifica sin asomo de autocrítica: soy el mejor, me lo merezco todo, los demás están a mi servicio... Hay una inversión de la libido hacia el YO, en vez de orientarla hacia la adaptación y construcción solidaria de la realidad exterior. Sería en el ambiente escolar el niño caprichoso, mimado,

seductor,

egoísta,

insolidario,

poco

participativo... Y en su extremo patológico podría estar el delirio de grandeza, o lo que en el DSM-IV se describe como Trastorno narcisista de la personalidad.

328

Queda el tipo equilibrado normal, con las tres instancias de su Aparato Psíquico bien ajustadas; el que integra los impulsos del ELLO con las normales exigencias

del

Super-YO

para

hacer

frente

adaptativamente y solidariamente a las demandas de la realidad. Todo canalizado y moderado a nivel consciente por el YO, en un proceso de maduración progresiva.

Este sería el objetivo de la cura psicoanalítica, operada en la alianza del terapeuta con el YO del paciente, nunca con su Super-YO, ni con su ELLO. Y también debería ser el objetivo y la táctica de toda acción pedagógica y formativa.

Resumo diciendo que existen tipos humanos superyóicos,

dogmáticos,

impositivos,

represores,

constantemente reprensores, severos e inflexibles, que parecen

como

una

prolongación

intrapsíquico.

329

del

Super-YO

También hay tipos libidinales, impulsivos, crueles, imprevisibles en sus reacciones, vengativo, castigadores...

Existen asimismo los tipos yóicos, los del YO inflado,

los

narcisistas,

arbitrarios,

caprichosos,

susceptibles y egoístas, a quienes no les importa más que su propia ventaja.

330

CAPÍTULO VIII

PRINCIPIOS BÁSICOS DEL FUNCIONAMIENTO PSÍQUICO

331

PRINCIPIOS Y PROCESOS DE LA MENTE

Como introducción, iniciaré mis reflexiones formulando una pregunta: ¿Es lo mismo el Super-YO que la Conciencia moral? Para responder tengo que hacer una distinción entre dos pares de conceptos, que son fundamentales tanto en el Psicoanálisis como sistema epistemológico, cuanto

en

el

psicoterapéutica.

Psicoanálisis Estos

pares

como

metodología

conceptuales

son:

Principio del Placer versus Principio de la Realidad, y Proceso Primario versus Proceso Secundario. Pienso que en

la

articulación

y

armonización de estos principios, está la clave tanto de la cura psicoanalítica, como del equilibrio psíquico y de la maduración de la Personalidad.

Ya explicaré, cuando trate sobre el concepto Complejo de Edipo, que un axioma del Psicoanálisis

332

enuncia que la base fundamental equilibrio psíquico consiste en la capacidad de integrar y armonizar, en el interior del propio YO, la experiencia Padre-Madre. En el universo infantil estas dos figuras primordiales de su experiencia vital, orientan el instinto Eros hacia la madre, representativa del Principio del Placer, y el instinto

Tánatos

hacia

el

padre,

representante

experiencial del Principio de la Realidad.

Las

energías

movilizadas

desde

el

Inconsciente, es decir: las energías libidinales o energías del ELLO, impulsan al organismo a funcionar según el Principio del Placer: la búsqueda de las satisfacciones inmediatas. Ya hemos explicado el punto de vista económico del funcionamiento del Aparato Psíquico, como la descarga del incremento de tensión instintual en catexis (inversión energética) sobre estímulos de satisfacción (que producen placer) o en llantos por la no consecución del objetivo de placer, pero que liberan la tensión acumulada en el organismo.

333

El niño llega a la existencia impulsado y orientado por este Principio del Placer, o necesidad de descargar inmediatamente la tensión originada por sus necesidades insatisfechas, desde sus instintos automáticos.

El

proceso

movilización

de

la

biológico necesidad

que

va

desde

la

interior

hacia

su

satisfacción inmediata, se denomina en Psicoanálisis Proceso Primario. Es totalmente irracional, o preracional, y automáticamente impulsivo.

Frente a este dinamismo pulsional primario, el YO se va independizando, va adquiriendo autonomía y madurez progresiva, en la medida que integra en su funcionamiento el Principio de la Realidad, que consiste en la capacidad de renunciar o posponer, aplazar o sustituir, las satisfacciones inmediatas, para lograr satisfacciones duraderas.

Y a este proceso, que pasa por la autonomía del YO en la regulación de sus reacciones, se le conoce

334

por Proceso Secundario. Es un proceso racional, que integra las funciones de libertad de elección y voluntad de consecución. Y requiere, primero, la percepción ajustada de los estímulos y la consideración cognitiva consciente de la realidad exterior. En segundo lugar, requiere también tolerancia al displacer, o tolerancia a la frustración, que se analiza en el

famoso test de

Rozenweigh.

La capacidad de tolerancia a la frustración y al displacer debe ser un ineludible objetivo educativo. La frustración en la satisfacción inmediata de sus tendencias, cuando no es arbitraria por parte del educador, es un medio necesario para la formación del carácter. La tolerancia a la frustración, tanto como la capacidad de renunciamiento, la otra cara de la misma moneda, son síntomas inequívocos de la madurez del YO, y un objetivo de la acción educadora y de la terapia psicoanalítica.

335

Educar la Fantasía Otro requerimiento del Principio de la Realidad es la capacidad de re-presentación mental, que permite la planificación y el aplazamiento de la descarga. Esto supone la educación de la imaginación y la fantasía, que, cuando no está educada sirve solamente como medio regresivo, impulsado por el Principio del Placer, para eludir la realidad y para recibir satisfacciones inmediatas. Sin embargo Jung sostiene que la fantasía es un modus operandi que, si se le educa, posibilita el crecimiento psicológico, en cuanto que nos hace avanzar hacia el futuro. Sostiene Jung que la vida es un sistema de oportunidades que tratan de cumplirse. Y es necesario que estas oportunidades posibles sean sometidas a prueba previamente, pensadas sin la presencia inmediata de los objetos, lo cual se consigue a través de la fantasía, de los sueños, y de los juegos. Otro objetivo de la actividad educativa y pedagógica, lo mismo que de la acción psicoterapéutica.

El cuarto requerimiento del Principio de la Realidad, consiste en la utilización de la carga energética aplazada para modificar el medio exterior, a

336

través del trabajo y de la creatividad, dejando energías libres para el amor, la convivencia y el goce. En la última conferencia de Freud en la Universidad de Clark de Massachusset, en 1909, afirmó que “todos nosotros alimentamos una vida de fantasía en la cual nos gustaría compensar las insuficiencias de la realidad mediante la fantasía de realizar deseos”. Y explica cómo el artista transforma sus deseos en obras de arte, cómo la persona de acción va transformando la realidad conforme a sus deseos y proyectos, y cómo el neurótico las convierte en síntomas, para escapar o defenderse de la realidad. Esto le sirve para exponer su convicción de que la diferencia entre las personas neuróticas y las normales es sólo cuestión de grado y para sugerir, con un razonamiento que muchas personas consideran injusto, que “hoy las neurosis ocupan el lugar de los monasterios de la antigüedad, que solía ser el refugio de todas aquellas personas a quienes la vida les había decepcionado, o quienes se sentían demasiado débiles para afrontarla”.

337

El Respeto a los demás, síntoma de madurez Pero la exigencia primordial del Principio de la Realidad es el respeto a los derechos de los demás. Se trata de un aprendizaje doloroso que pasa por la superación de los celos infantiles, prolongados muchas veces en toda la vida posterior y manifestados, cuando no se superan, en desmesurada codicia, afán de protagonismo, prepotencia y dominancia frente a los demás...

Autorrealización personal El objetivo del Principio de la Realidad es exactamente el mismo que el del Principio del Placer: la satisfacción del deseo, aunque dentro de un marco más amplio y completo de autorrealización personal (no sólo de liberación de tensiones intraorgánicas), y mediante la actuación autónoma de un YO en libertad, capaz de satisfacer sus deseos dentro de una estructura valorativa jerarquizada, que posibilita la renuncia a valores inferiores para lograr objetivos valorativos superiores.

338

Aquí respondería yo a esa cuestión permanente sobre ¿qué es “ser yo mismo”?. Sencillamente, es llegar a tener libertad para ir realizando mis propios deseos según la jerarquización de mis objetivos de valor.

“Ser uno mismo” supone la capacidad de darles salida a las energías libidinales del ELLO, pero no a impulsos del Principio del Placer, sino desde la actividad autorregulada por el YO, conforme al Principio de la Realidad.

Estas ideas, desarrolladas aquí según mi lectura personal, las expuso Freud en 1911, en un ensayo titulado Los dos principios del funcionamiento mental. Pero en el prólogo a un libro de Fritz Wittels “La miseria sexual” (Viena, 1809) reproduce algo que ya había dicho en 1908: “Con nuestro tratamiento, nosotros liberamos la sexualidad, pero no con el fin de que en lo sucesivo el ser humano sea dominado por ella, sino con el fin de hacer posible la supresión de este

339

dominio: la supresión del dominio de los instintos bajo la guía de un agente superior”.

Reflexiones sobre el Proceso Primario

El proceso mental que va desde la necesidad a la satisfacción inmediata de esa necesidad se llama Proceso Primario. Así de sencillo. Pero añadiré matizaciones complementarias:

Una es que en el Proceso Primario las energías libidinales circulan libremente, sin que intervenga la función reguladora de la lógica y la razón. Freud distingue entre energía libre, tal como circula desde el ELLO,

cuando

no

está

ligada

a

la

ligadura

autorreguladora del YO, y energía ligada (ligada al control del YO). En el Proceso Primario sólo actúan las energías libres y la acción represora del Super-YO. Tiene dos fases: la impulsora y la represora, sin que en ninguna intervenga el YO regulador, canalizador y adaptador.

340

Otra matización es que en el Proceso Primario las energías se movilizan por imágenes, reales o mnésicas. La imagen del objeto real, capaz de movilizar las pulsiones del ELLO, deja una huella mnésica con capacidad, cuando se le excita, de movilizar las pulsiones libidinales hacia el objeto. “Gracias a la acción del Proceso Primario, el psiquismo reproduce alucinatoriamente representaciones, a las que se les ha atribuido un valor en relación a la satisfacción de deseos originales”. Así lo resume Freud en Los dos principios del funcionamiento mental.

Tercera matización: que la actividad onírica, cuando soñamos, está regida por el Proceso Primario. No interviene la reflexión, ni la lógica. Sólo actúan asociaciones de imágenes simbólicas, cargadas de afectividad, a partir de lo que se llama un residuo diurno (una imagen sensorial que ha excitado, durante el día, esas imágenes mnésicas re-presentadas en el sueño). También en la actividad

mental hiponoide

(droga, soñar despierto...) se excitan representaciones imaginarias placenteras para satisfacer necesidades,

341

dejando circular libremente la energía libidinal en proceso primario. La consecuencia psicológica puede ser que el YO se incapacite para el enfrentamiento con la realidad objetiva, mucho más dura, rutinaria e insatisfactoria.

Reflexiones sobre el Proceso Secundario.

Este proceso mental supone una elaboración de la realidad -de los datos recibidos desde la realidad- a través de la lógica y el razonamiento, y conlleva la actuación rectora, perseverante y orientadora de la voluntad,

con

capacidad

para

posponer

las

satisfacciones inmediatas con la finalidad de disfrutarlas más tarde o de sustituirlas por otras más eficaces. Lo cual supone la centralización funcional en un YO autónomo, inteligente y libre. Yo añadiría: de un YO dotado de lenguaje. Y así se entiende y se confirma el pensamiento de Nietzche de que la realidad la construimos con las palabras, que son, a nivel consciente, sustitutivas de las imágenes, para la representación

y

comprensión

de

la

realidad.

Constituyen, en la doctrina de Leontiev, el segundo

342

sistema de señalización. Como explico y desarrollo en mi libro La Fantasía como terapia de la personalidad, el YO humano tiene la particularidad de poder reaccionar a dos "sistemas de señalización" distintos. El primero de estos sistemas, el de las imágenes es común al hombre y al animal, y depende de la excitación sensorial. El otro, específico de la persona , está constituido por el lenguaje.

Haré también varias matizaciones al Proceso Secundario: Una es que en este segundo proceso mental, la energía libre del ELLO que busca descarga sin demora, en catexis objetales o en fantasías, se convierte en energía ligada, regulada y canalizada por el YO. A partir de lo cual el Aparato Psíquico desarrolla nuevas funciones especializadas, la del pensamiento, la razón,

la

rememoración, el juicio..., que lo capacitan para el saber científico, el goce intelectual, el gusto por el arte, la lectura, la conversación, el trabajo creativo, el entusiasmo lúdico, la contemplación, el cultivo de valores como la generosidad, la solidaridad, la autonomía personal etc.

Y también diré que la fantasía,

adaptada al

Proceso Secundario, se convierte en imaginación. Aunque

343

hasta el siglo XVIII se consideraban palabras sinónimas, Hegel introduce una distinción, dándole al significante verbal

fantasía un significado de configuración

anárquica, propia del proceso mental primario, y a la imaginación una función secundaria, reorganizativa de experiencias pasadas, con combinaciones y relaciones estructuradas, para que constituya una nueva experiencia.

La madurez de mi YO

Vuelvo a decir ahora que el

YO

consciente

adquiere su autonomía, su equilibrio y su madurez funcional, integrando en su funcionamiento el Proceso Secundario, con el que el YO asume su actividad autorreguladora frente a la realidad.

Y deduzco que, de la pérdida de esta función de parte del YO, deriva toda la patología mental:

La Psicosis, como división del YO (esquizofrenia significa etimológicamente ruptura

344

mental) y sustitución del pensamiento por la actividad delirante;

la Psicopatía como irrupción impetuosa de impulsos libidinales que destruyen la armonía de la realidad;

la

Neurosis

como

descompensación y desajuste del equilibrio emocional del YO, con reacciones de fobias, obsesiones, depresiones, que se disocian de la consciencia de la realidad objetiva.

Freud afirma que hay personas con un YO débil que gracias a sus “patologías” han conseguido liberarse del enfrentamiento con una realidad insoportable para ellos. Es decir, que su patología les sirve, como ya he indicado en otro momento, de protección, de defensa, de refugio, sin los cuales quizás hubieran perecido definitivamente.

345

¿Qué es la Libertad?

Con este sencillo esquema, Principio del PlacerPrincipio de la Realidad; Proceso Primario-Proceso Secundario, se logra dar respuestas a muchas cuestiones cotidianas, tales como ¿qué es tener voluntad o no tenerla?, ¿ qué es la espontaneidad, ser espontáneo?, ¿en qué consiste la libertad?, ¿qué es enamorarse, en qué se diferencia del amor?...

Sobre la Libertad diré que sólo puede ejercerse desde un YO, en Proceso Secundario, liberado de los impulsos del ELLO que apremian, y de las exigencias del Super-YO que coartan. Libertad supone capacidad de elección. Y elegir es imposible desde el Principio del Placer. La elección conlleva, muchas veces, renunciar a satisfacciones

inmediatas

para

lograr

objetivos

jerarquizados de valores superiores. Es decir que la Libertad requiere incorporar en el funcionamiento del YO el Principio de la Realidad.

346

¿Qué es tener voluntad? A veces decimos de una persona que tiene poca voluntad. Es como decir que actúa por Proceso Primario, dirigida por el Principio del Placer, sea en la función impulsora del ELLO o en la coartativa del Super-YO. Voluntad es la capacidad del YO de dirigir sus deseos a sus objetivos vitales, que pertenece al nivel de las operaciones formales de la teoría de Piaget, correspondiente

al

Proceso

Secundario

del

funcionamiento mental. La acción que se moviliza arrastrada por los impulsos libidinales del ELLO, o sometida a los dictámenes del Super-YO corresponde, según Piaget al nivel preoperacional-egocentrado del desarrollo cognitivo.

A

veces,

encontramos

a

personas

muy

serviciales, sumisas, entregadas, incapaces de decir “no”, carentes de verdadera libertad y voluntad. Poseen un YO débil oprimido por las exigencias superyóicas, o incapacitado para soportar el incremento de tensión que le supondría la negación o el enfrentamiento. Es bueno que lo tengan en cuenta los educadores y profesores que, a veces refuerzan el Super-YO opresivo del alumno

347

y valoran una responsabilidad inauténtica a expensas de la afirmación y el fortalecimiento del YO.

¿Y en qué consiste la espontaneidad?

Para

muchas

personas

espontaneidad

es

sinónimo de actuación por Proceso Primario “como se me ocurrió, lo dije”, “como me vino en ganas, lo hice”. Es verdad que espontaneidad se opone a represión, pero no debe oponerse a adaptación a la realidad. La espontaneidad supone que el YO está libre para ejercer su función autorreguladora: ni reprimido o coartado por el Super-YO, ni descontrolado por la invasión del ELLO. En latín se dice “sua sponte”, que significa decidido por sí mismo, lo cual quiere decir que la espontaneidad opera dentro del Proceso Secundario, regulada siempre por el Principio de la Realidad. Lo resumiría diciendo que la espontaneidad es la capacidad y la libertad para reaccionar con actos adaptativos. Ser espontáneo debe ser el resultado de la educación, y nunca la expresión de falta de educación.

348

Enamoramiento y amor

Otra cuestión sería en qué se diferencian amor y enamoramiento. Yo diría que enamorarse es una función del Proceso Primario, impulsado por el Principio del Placer. No interviene la lógica ni la razón, sino una referencia a imágenes originales amasadas en el Yo Ideal. Es una especie de delirio, de psicosis pasajera.

El amor es una función del YO, que canaliza las energías libidinales a través de un Proceso Secundario, orientado por el Principio de la Realidad. En la frase el amor “tiene sus razones”, o en “las razones del corazón”, se quiere expresar que en el amor interviene la lógica y la razón, además de las pulsiones y los afectos. El enamoramiento es una sinrazón. El enamoramiento es egocéntrico, centrípeto; el enamorado busca su placer. El amor, en cambio, es alocéntrico,

349

como dijo Ortega y Gasset: ¿Qué es el amor sino hacer con otro nuestro centro?.

Enamorarse es alienarse, enajenarse. Amar es, sin dejar de ser uno mismo, compartir los propios intereses vitales con otra persona.

En mi libro A corazón abierto hago una distinción entre el amor como pasión y el amor como emoción. La pasión es del ELLO (enamoramiento), la emoción es del YO (amor), que deriva del verbo latino emovere, que significa entrar en movimiento, pero a través de cauces y canalizaciones, aunque, eso sí, impulsada y enriquecida por el impulso erótico-sexual. Y digo allí, aduciendo un pensamiento no sé si de un filósofo actual o de la antigua sabiduría oriental: “Las emociones son el fundamento de la vida; las pasiones son el camino de la muerte”. Después explico que las pasiones son como el caudal de un río que, si no desemboca y se diluye en el mar de las emociones gobernadas por el YO, arrastrará a su paso todo lo que se interponga, anegará los cultivos y solo producirá ruinas y catástrofes. En el amor es igual: la pasión de

350

amor (“enamoramiento”) solo se justifica si es pasajera, como el río, si va bien encauzada o canalizada, y si lleva al mar de una emoción de amor sereno en sus oleadas, totalizante, permanente y pleno.

Referencia a la cura psicoanalítica

Desde estos referentes conceptuales, la

“Cura

Psicoanalítica”

consiste

en

fortalecer y desarrollar al YO, integrando el Proceso Secundario en su funcionamiento, guiado por el Principio de la Realidad. Es afirmar la autonomía del YO frente a los impulsos del ELLO y frente a las coacciones opresivas del Super-YO. Y en la actuación sobre la realidad, aplicar la lógica, la razón, y la voluntad adaptativa y constructiva.

Supone la Cura Psicoanalítica haber aprendido a no confundir sinceridad con descaro; confianza con impudor; autocrítica con culpabilidad; interés con intromisión; diligencia con precipitación; autoestima

351

con narcisismo; actividad con nerviosismo; firmeza con agresividad; confrontación con polémica; tolerancia con claudicación... Son pares comportamentales cuya diferencia consiste en estar movilizados en Proceso Secundario o Primario, según el Principio de la Realidad o del Placer.

¿Es lo mismo el Super-YO que la Conciencia Moral?

Comienzo afirmando taxativamente que la Conciencia Moral es del YO y sirve para regular, orientar y estimular el comportamiento, aunque a veces se vale de ella el Super-YO, inautentificándola, para reprimir o culpabilizar al YO.

La

Conciencia

Moral

es

reguladora,

no

opresora.

La Conciencia Moral no “remuerde”, el que remuerde es el Super-YO.

352

De otra manera diré que la Conciencia pertenece, por definición, al sistema Consciente y opera dentro del Proceso Secundario, integrando la lógica, la razón y la voluntad, mientras que el Super-YO actúa desde las sombras del Inconsciente o del Preconsciente, en Proceso Primario.

Puedo añadir que la Conciencia Moral se empieza a formar a partir de los 6-7 años, a nivel de las operaciones concretas heteronómicas del desarrollo cognitivo, tal como lo conceptualiza Piaget; mientras que el Super-YO se instaura como instancia represora en las primeras experiencias edípicas, en la relación objetal

con

las

imágenes

parentales.

Esto

se

comprenderá mejor cuando trate sobre el Complejo de Edipo.

Lo que vengo diciendo es una lectura mía, una interpretación personal a partir de los conceptos freudianos. Mi punto de vista sobre lo que se ha entendido por “educación moral”, es que ha sido un

353

error: Cuando se actúa a instancias de la angustia de la culpabilidad, o por el miedo al castigo de Dios, como continuación de la amenazante figura paternal edípica, se pierde la libertad, con lo que el acto deja de ser moral. Lo que se ha entendido por “educación moral” ha consistido más bien en un refuerzo del Super-YO, que invalida para la acción de un YO libre y autorresponsable.

Quiero insistir en que la finalidad de la educación moral no es que el individuo sea “bueno”, en la medida en que cumpla las normas o se disponga para el castigo (esto sólo produce la vana satisfacción del fariseo bíblico). La educación moral se inscribe en el Ideal del YO, y alienta al YO en su propia superación, realizándose progresivamente a través de una conducta autónoma, no reprimida, inspirada y movilizada por valores.

354

Desde mi punto de vista, la referencia moral de regulación mínima del YO frente a la realidad, en el plano moral, es el valor justicia: no rebasar nunca la frontera de lo que es injusto para alguien. Y la referencia de regulación máxima es, desde mi criterio personal,

la

benevolencia.

Connaturalizar

la

benevolencia con el YO, canalizar la energías vitales hacia una autorrealización del propio YO por el amor transformador y la solidaridad (esto entiendo por benevolencia). Aclararé que la palabra solidaridad deriva etimológicamente de sólido, que se dice de los cuerpos cuya cohesión molecular es estable, está garantizada. Esto es utopía, soy consciente. Pero recuerdo que estoy hablando del nivel máximo de regulación del YO, y que como he escrito en otra parte, las utopías son como las estrellas, que no logramos alcanzarlas pero nos guían en el camino. Un camino que

sólo

se

puede

recorrer

(hablo

desde

la

conceptualización psicoanalítica) siguiendo el Proceso secundario.

355

El concepto psicoanalítico de Fantasma

El concepto de Fantasma lo desarrollo más ampliamente en mi libro La fantasía como terapia de la personalidad. Allí explico que, en el año 1911, en el ensayo Los dos principios del funcionamiento mental, describe Freud una actividad del psiquismo, la Fantasía, sometida al Principio del Placer, que se opone a la reflexión, y reproduce, en forma alucinatoria, las representaciones a las que ha conferido un valor en relación con la satisfacción de deseos originales.

Más tarde, en Introducción al Psicoanálisis (1916-17), afirma que, al someterse el Yo al Principio de la Realidad, sacrificándole deseos y placeres, la fantasía se mantiene como actividad mental compensatoria.

Gracias a ella, la persona puede recuperar gratificaciones inmediatas y estimular energías vitales y creativas. Es para Freud una reserva, como "un parque

natural",

recuperado

a

las

limitativas del Principio de la Realidad.

356

exigencias

En otro artículo de Freud, publicado en 1924, La pérdida de la realidad en las neurosis y psicosis, se describen las fantasías como derivaciones de recuerdos, modificados y transformados, que afloran a la consciencia bajo una forma alterada. En este sentido, la fantasía es una formación de compromiso entre lo reprimido y lo actual del psiquismo.

De estos escritos se puede deducir cuáles son, para Freud, las distintas funciones de la Fantasía:

-realiza deseos insatisfechos, secretos o reprimidos;

-protege de la angustia, descargando la tensión instintual.;

-permite a los recuerdos reprimidos hacerse conscientes, aunque de alguna forma modificados o disfrazados;

-ayuda al YO a hacerse independiente del mundo exterior, compensándose con gratificaciones intrínsecas;

357

-le proporciona al YO el tiempo y los medios de modificar las circunstancias exteriores.

La Fantasía es una actividad mental que autoriza el placer; realiza los deseos, liberándolos de las exigencias de la realidad; anticipa situaciones futuras donde se facilita el cumplimiento de los deseos.

De otra parte, se deduce de los escritos de Freud, por los datos apuntados, que la fantasmatización debe ser considerada como una específica función del YO, puesto que, como observa Fusini, "jamás Freud ha hablado de la existencia de la fantasía antes que de la de un Yo capaz de diferenciar la realidad de otra forma de experiencia". Todo esto se confirma con la definición que en el Diccionario del Psicoanálisis de J. Laplanche y J.B. Pontalis se hace del término FANTASMA (“Phantasie” en los escritos originales de Freud):

"Escenificación imaginaria en la que se halla presente el sujeto y que representa, en forma más o menos deformada por los procesos defensivos, la realización de un deseo y, en último término de un deseo inconsciente".

358

CAPÍTULO IX

SEXUALIDAD Y COMPLEJO DE EDIPO

359

LAS FASES DEL DESARROLLO PSICO-SEXUAL

Para

abordar

este

importante

tema

psicoanalítico, tengo que retomar el concepto de Libido, como conjunto dinamizado de las energías vitales del ELLO, esa carga energética pulsional en búsqueda permanente de expresión y satisfacción. Y añadiré que esa

carga

energética,

o

pulsión

libidinal,

va

evolucionando a través de distintas fases, que se corresponden con las distintas etapas vitales del desarrollo del niño hacia la maduración del ser adulto, y que se va manifestando específicamente en distintas zonas de su cuerpo donde la excitación libidinal requiere una descarga. Y esas son las llamadas Fases del desarrollo sexual (o libidinal).

Repetiré que estas fases vienen determinadas por distintas zonas del cuerpo, del organismo en desarrollo,

a través de las cuales la Libido va

encontrando expresión y satisfacción, y en las cuales la

360

persona, dentro del curso de su desarrollo evolutivo va centrando progresivamente su interés.

Fase oral A la fase que corresponde al primer año de vida, Freud la denominó Fase oral-canibalística. El interés del organismo en evolución se centra en succionar, tragar, engullir, morder... El paso por esa fase deja residuos en la persona adulta con manifestaciones caracteriológicas

(como

voracidad

afectiva,

impaciencia, intolerancia a la frustración, agresividad oral...) o con manifestaciones psicopatológicas (como bulimia, dipsomanía...). También tiene manifestaciones oníricas, en sueños angustiosos relacionados con la boca, por ejemplo, dientes que se caen, etc.

Sobre la posible relación de esta etapa del desarrollo infantil con la patología de Anorexia y de Bulimia, tengo algo escrito en mi libro A corazón abierto, aunque sin emplear la terminología freudiana. Digo allí que la primera experiencia del ser

361

en la existencia es una experiencia alimentaria: El niño, colgado del pecho de la madre, sonrosado, plácido y relajado después de haber mamado -”parece un angelito”- es el paradigma del placer, de la satisfacción plena a través del alimento. Del alimento y de la madre, que es lo mismo: porque la madre es percibida por el “infans” (“el que todavía no habla”) como alimento. Les dije, con un símil de A. Gala, que ella es el verdadero Paraíso Terrenal, cargada de los frutos del Edén, del que muy pronto, como en la historia del abuelo Adán, nos hemos visto expulsados.

Les expliqué cómo el niño buscando ávidamente el chupete o chupándose el dedo con

ansiedad,

está

intentando,

simbólicamente,

aferrarse a la madre, y al placer, a través de estos objetos sustitutorios que la representan. Se les llaman, en la psicología de Winnicott, objetos “transicionales” porque le sirven de transición en el proceso de independizarse de la madre como alimento. Insistí en que la primera percepción que el niño tiene del mundo está

relacionada

con

el

alimento,

y

que

las

satisfacciones, las frustraciones, la atracción y el

362

rechazo, el amor en definitiva, es en sus comienzos una experiencia alimentaria.

La

primera

conducta

aprendida es también en relación con el alimento. El niño aprende a conducirse en el universo, buscando, como los girasoles en su tropismo, el pecho alimenticio de la madre, reclamándolo con llanto, recordándolo con satisfacción y con deseo. Se acerca los objetos a la boca,

órgano

fundamental

del

alimento,

para

reconocerlos, para poseerlos para orientarse entre las cosas que forman el mundo que él va descubriendo...

No es de extrañar que las experiencias posteriores en el transcurso de la vida, la frustración de los deseos, la búsqueda de satisfacciones, la desorientación vital, el vacío existencial, la carencia de amor o de placeres, tengan a veces, por un proceso de carácter regresivo, una expresión simbólica a través de la búsqueda o del rechazo de los alimentos.

Quizás esto esclarezca el comportamiento de la persona con bulimia, que intenta llenar su vacío de amor o de satisfacciones existenciales

363

por un retorno simbólico al Edén, al Paraíso Perdido, a la experiencia anhelante de volver a llenar su cuerpo vacío con aquella leche primera, calentita y dulce. Y el rechazo posterior, hasta el vómito, sucedáneo,

inauténtico,

de lo que es

falsificado.

O

el

comportamiento de la persona que padece anorexia, su renuncia anticipada y terca, decepcionada a priori, obstinada hasta la propia destrucción, de lo que ya, a base de frustraciones acumuladas, de desesperanzas sucesivas, siente que no le sirve, ya no lo quiere ni le interesa: se le ha agotado el deseo, el anhelo de vivir.

La Fase Anal La fase llamada por Freud Anal-sádica se presenta entre el segundo y tercer año y medio de vida, cuando las funciones defecatorias intestinales, las retentivas y las expansivas, van requiriendo un control progresivo y centran el interés y la experiencia vital del niño. El niño aprende en esta etapa a controlar sus instintos, a obedecer a las normas elementales y a los razonables mandatos: “hacer lo que debe hacer, cuando y como debe hacerlo”, que tanta repercusión va a tener en todas las etapas del desarrollo posterior. En la

364

persona adulta pueden quedar fijadas huellas de esta etapa, en rasgos como la codicia, la obstinación, la obsesiva necesidad de orden y de control, incluso la crueldad con los demás por exigencias excesivas. O en trastornos psicológicos de tipo sado-masoquista. Se da también la tendencia al coleccionismo, y la propensión al halago a los demás como forma de soborno afectivo. La película El coleccionista es una buena muestra de la patología resultante de problemas no resueltos en esta etapa.

La fase Fálica Entre los 3 a los 6 años se sitúa la fase denominada Fálico-edípica. Es importante por el descubrimiento del falo, como símbolo de identidad masculina y, por su ausencia, también de la identidad corporal femenina. En esta etapa se produce el fenómeno endovivencial conocido como Complejo de Edipo (o el de Electra en la mujer), del que nos ocuparemos seguidamente.

365

También en esta etapa se origina el Complejo de Castración,

y en algunas mujeres el Complejo de

Diana, como rechazo vivencial de su condición femenina, no por problemas originados desde la sexualidad, sino por la experiencia de las desventajas familiares y sociales que la ausencia de falo, símbolo de masculinidad, les reporta.

La fase de Latencia La fase siguiente es la de Latencia, en la que las energías libidinales se emplean en los procesos de socialización, integración en grupos de pertenencia, en adopción de roles dentro de esos grupos, y en la formación del propio pensamiento y de la conciencia moral, relegando a un segundo plano la expresión de los sentimientos relacionados con la sexualidad corporal. Esta fase dura aproximadamente hasta los 12 años.

La fase Genital La última de estas etapas del desarrollo libidinal es la llamada Fase Genital-Productiva, que sobreviene

366

con la pubertad (momento del desarrollo desde el punto de vista biológico), llamada también adolescencia (desde el punto de vista psicológico), o juventud (desde el punto de vista social). La

carga

energética

original

se

orienta

productivamente hacia la propia afirmación en la existencia, hacia el trabajo (o la preparación intelectual y técnico-científico para poder realizarlo), o hacia el sexo opuesto como respuesta de amor y como la garantía biológica de transmisión de la vida y conservación de la especie.

Las sensaciones y experiencias de las diversas etapas sucesivas irán afectando y marcando rasgos de carácter de forma muy específica en cada individuo.

En la actividad sexual adulta se integrarán estas etapas, requiriendo y procurando excitaciones o satisfacciones propias de cada una de ellas, sea en el plano físico (orales, anales, genitales...) o en el plano psicológico (voracidad, reserva, expansión, manipulación, productividad...)

367

He citado en otro momento una frase de Freud: “los neuróticos sufren de reminiscencias”. Quiere decir que la neurosis no es una enfermedad que sobreviene inesperadamente como por virus o bacterias, sino que es una consecuencia de un desarrollo incompleto en el paso de la energía libidinal por las distintas fases, cuando se crean fijaciones, reminiscencias, de conflictos no controlados o no superados en alguna de esas etapas evolutivas.

Tengo que dejar claro que las energías libidinales, que son instintualmente ciegas, se van orientando a través de imágenes mnésicas

que son

representaciones de experiencias anteriores. Estas experiencias fijan, al paso por cada una de las fases del desarrollo, los objetos de satisfacción. Cuando estas imágenes mnésicas están asociadas o fijadas (fijación se llama este fenómeno) a objetos de satisfacción inadecuados (es decir, no adaptativos), se crean las llamadas desviaciones sexuales, o aberraciones (que etimológicamente significa salirse del camino): zoofilia,

368

voyerismo, pederastia, sado-masoquismo, necrofilia, fetichismo...

¿Salir del armario? A este propósito, quiero dar mi versión personal, o mi lectura particular, de esa frase que hoy está muy en boga, “salir del armario”, referida a quienes experimentan y aceptan una orientación de su instinto, una querencia, hacia personas del mismo sexo. Y lo que quiero decir es que todos somos, por definición antropológica, seres sexuales. Que cada uno portamos nuestra propia sexualidad, configurada y orientada en querencias muy específicas (es decir: orientadas

y

configuradas de modo muy particular, singular y único), al paso por cada una de las fases del propio y singular desarrollo bio-libidinal. Y que todo esto pertenece al mundo privado, al armario particular, de cada persona, y que sólo le interesa a

quien lo experimenta y a

aquellas otras personas con quienes lo quiera compartir. Y que puestos a salir del armario, todos tendríamos el mismo derecho, o la misma obligación (por decirlo así), de salir del nuestro particular.

369

EL “COMPLEJO DE EDIPO”

Precisando el concepto freudiano de Sexualidad

Antes de abordar el concepto de Complejo de Edipo, quiero volver a recordar que el mismo Freud reconoce haber empleado el vocablo “sexualidad” con una acepción más amplia de la que comúnmente se piensa, y que a esta ampliación él le da una justificación genética. (Observaciones al Psicoanálisis de niños, 1910): “Consideramos que pertenece a la ‘vida sexual’ todos los sentimientos tiernos, procedentes del venero de los sentimientos sexuales primarios, incluso cuando han sido inhibidos en lo referente a su fin original, o lo han cambiado por otro que ya no es sexual. Por ello preferimos hablar de ‘psicosexualidad’ , insistiendo de esta forma en que el factor anímico no debe descuidarse o ser menospreciado. Usamos la voz ‘sexualidad’ con la misma acepción que tiene la palabra alemana ‘lieben’”.

370

El mismo año publica su trabajo Psicoanálisis salvaje, en el que arremete contra un médico que, en el tratamiento de una señora de 45 años, a la que atiende por un estado de angustia tras la separación de su marido, le diagnostica que se debe a la privación del deleite sexual, por lo que le propone tres soluciones: que vuelva con el marido, que se busque un amante, o que intente autosatisfacerse. Esto ofende a la moral y a la religiosidad de la tal señora por lo que Freud aconseja en su artículo que “cuando sea necesario discurrir con una paciente sobre temas sexuales, lo debe hacer con el mayor tacto y máxima delicadeza”. De hecho, no es más

que

aplicar

a

esta

situación

concreta

el

fundamental Principio de la Realidad, garantía de madurez, y de adaptación y equilibrio del YO en su actuación. Después se propone examinar ciertos “errores científicos”, como los de ese médico para quien el concepto de vida sexual coincide exactamente “con el más vulgar, según el cual sólo se entiende por necesidad sexual la necesidad del coito, o de actos análogos que provoquen el orgasmo y la eyaculación de materias sexuales. Y asegura que en Psicoanálisis el concepto de lo sexual es mucho más extenso: “Adscribimos también a la ‘vida sexual’ la actuación de

371

todos aquellos sentimientos afectivos nacidos de las fuentes de los impulsos sexuales primitivos, aunque tales impulsos hayan sufrido una inhibición respecto a su fin primitivo sexual, o lo hayan cambiado por otro no sexual”.

Añade que esa es la razón por la que prefiere el vocablo psicosexualidad, para que no se ignore o se menosprecie el factor anímico de la sexualidad. Menciona después el hecho experimental de que en una relación

sexual

“normal”,

puede

existir

una

insatisfacción anímica de graves consecuencias, y advierte a los terapeutas que tengan siempre presente que por medio del coito o de otras actividades sexuales, muchas veces no puede derivarse más que una pequeña parte de las tendencias sexuales insatisfechas. Estas insatisfacciones residuales se manifestarán, según él, bajo la forma de una sintomatología neurótica.

Voy a aportar un texto más: en Observaciones sobre el amor de transferencia, de 1915, afirma que “indudablemente el amor sexual es uno de los contenidos principales de la vida, y la reunión de la

372

doble satisfacción, anímica y física, en el placer amoroso, constituye uno de los puntos culminantes de la misma”. Y voy a

reiterar la misma idea con otra

expresión de Freud, escrita en 1920, en el prefacio a la cuarta edición de sus Tres ensayos sobre teoría sexual: “Ojalá (...) recuerden cuán estrechamente la sexualidad desarrollada por el Psicoanálisis coincide con el Eros del divino Platón”.

Teoría de la seducción

Desde este supuesto de la sexualidad, o de la tendencia sexual, voy a intentar explicar cómo va emergiendo en la mente de Freud la teoría del Complejo de Edipo. A partir de sus primeras observaciones, investiga y cree demostrado que la etiología de las neurosis parten de una experiencia de seducción del niño por parte de sus mayores. Así se lo han manifestado muchos de sus pacientes adultos al referir sus recuerdos infantiles. Su ambición de fama, unida a su deseo de encontrar una teoría coherente del

373

funcionamiento patológico de la mente (y no explicar todo por medio de los procesos endocrinológicos y físicos subyacentes) le lleva a aferrarse a esta teoría de la seducción. Cuando le sobrevienen las dudas tiene un sueño en el que él desea a su hija Matilde, que en el sueño se llama HELLA, y él, soñando, ve el nombre en letras muy grandes. Después le revelará a Fliess que este sueño expresa el deseo de que su teoría sea cierta y de no tener que desmontar todo el sistema que había edificado sobre esta base. El hecho es que, poco a poco, va llegando a la conclusión de que las experiencias de seducción recordadas por sus enfermos, son muchas veces falsas, productos de la fantasía. Abandona la teoría poco después de la muerte de su padre, y se siente fracasado, como el que ha perdido la fuente de todo su prestigio. En carta a Fliess evoca una antigua leyenda judía. “Rebeca, quítate el traje largo, porque ya no eres la novia”.

Pero desde su enorme resistencia a dejarse vencer, reacciona y configura una nueva hipótesis: Toda fantasía es expresión de un deseo. Si la seducción ha sido tantas veces fantaseada por los enfermos neuróticos

374

es porque en su infancia la han deseado. Es posible que, si el adulto no ha deseado seducir al niño, sea el niño quien haya deseado seducir a algunos de sus padres. Y este pensamiento lo asocia con la leyenda de Edipo, de la que le tocó a Freud precisamente traducir uno de los textos de la versión de Sófocles, en su examen “Matura” de ingreso en la Universidad.

La leyenda del Rey Edipo

La leyenda legada por Sófocles 430 años antes de nuestra era, es ésta: Los reyes de Tebas, Layo y Yocasta, tuvieron un hijo al que pusieron de nombre Edipo. Con motivo de su nacimiento el oráculo predijo que ese niño mataría a su padre y se casaría con su madre. Para que la profecía no se cumpliese, Layó abandonó al niño recién nacido en el campo, a merced de las fieras. Pero el niño fue recogido y llevado a otro país, donde los monarcas del lugar lo criaron y adaptaron como hijo propio. Cuando ya era

375

adolescente, volvió a Tebas, desconociendo su origen. A la vuelta de un camino lindante con un precipicio, encuentra el paso interceptado por otro hombre (su padre, sin ellos saberlo) que también intenta pasar por el estrecho desfiladero. Entablan una disputa y Edipo lo mata y lo despeña. Continúa su viaje, adivina el enigma de la Esfinge que tiene aterrorizada

la región,

recibiendo en recompensa el título de rey y la mano de la reina. Así se cumple la predicción de oráculo. Al cabo de varios años felices, a lo largo de los cuales les nacen varios hijos, nuevas desgracias arrecian sobre Tebas. Consultado el Oráculo de Delfos por Creonte, cuñado de Edipo, se

aclara que es el castigo del

Destino por el parricidio y en incesto de Edipo. Yocasta, desesperada, se mata. Edipo se saca los ojos y, acompañado por su hija Antígona, huye del país, para, por último, ir a morir cerca de Atenas. donde sus restos serán venerados como los de un sabio.

Esta es la leyenda, el mito, que para Freud simboliza, desdramatizándola, la experiencia más importante, la experiencia eje y encrucijada, de todo el desarrollo

infantil.

Muchas

376

personas

quieren

interpretarla al pié de la letra y la rechazan, con escándalo o con burla, como un producto, subproducto, de la mente calenturienta y pansexualizada de Freud.

Yo pretendo explicarla como es: como un referente

simbólico

y

desdramatizado

de

una

experiencia humana tan normal como universal. En el universo del niño existen dos figuras esenciales y principales, reales y arquetípicas (ya que tenemos un lugar para ellas prefijado en la mente, aunque no estén presentes en la vida real). Son La Madre y El Padre.

Este es el hecho fundamental: que el ser humano viene a la existencia y se enfrenta al mundo dentro de un campo acotado de experimentación en el que hay dos ejes referenciales, el padre y la madre.

La experiencia pre-edípica Desde la relación objetal preedípica el niño realiza con su madre una experiencia única, vital,

377

insustituible por la que se le entrega con toda la capacidad instintual de su “amancia” (este neologismo se lo escuché una vez a un viejo profesor ).

La madre se constituye como punto de referencia, eje existencial, organizador de toda la personalidad del ser en su enfrentamiento con la existencia.

Será ávido o alimentado, satisfecho o frustrado, protegido o descuidado, amparado o temeroso, audaz o acobardado, confiado o cauto..., como actitud de base a partir de esa primera experiencia objetal. La madre, objeto de toda la atracción libidinal del niño, respuesta adecuada a todas sus necesidades vitales, va a marcar su comportamiento con estereotipos fundamentales de reacción que después, a lo largo de toda la vida, se quedarán

fijados

o

experimentarán

procesos

de

elaboración, transformación, compensación, superación etc.

378

El conflicto edípico

Paulatinamente, hacia los cuatro años de vida, irá cobrando importancia dentro del escenario de la existencia infantil otra figura representada con la imagen del Padre. Esta figura representa, al mismo tiempo que la garantía de pertenencia familiar y de protección social, el orden, la norma, las exigencias y el dedo que se levanta severo y amenazante. ¿Cómo reaccionan diferencialmente ante la figura paterna el niño y la niña?. La respuesta a esta cuestión le lleva a Freud a elaborar una alambicada teoría sobre la “invidia penis” (difícilmente aceptable hoy desde un feminismo razonable y moderado), y a Jung le lleva a acuñar el concepto de Complejo de Electra, no del todo al gusto de su maestro.

Yo lo intentaría explicar de un modo más simple y más de acuerdo con una observación directa de los comportamientos infantiles.

379

Ante la imagen del Padre, representativa del reto que oponen las normas, las exigencias, las amenazas, el niño reforzará su apego a la imagen protectora de la madre, y desde ahí pretenderá afirmarse frente al padre.

Surgirá entonces un conflicto endovivencial conocido por Complejo de Castración, terror a ser aplastado por la potencia viril del padre rival, y terminará resolviendo el conflicto con el mecanismo autodefensivo de interiorización de la autoridad paterna, conformada como Super-YO, y de identificación con sus principios, normas y objetivos.

La niña, por su parte, resolverá el conflicto, afirmándose frente a su madre y marcando frente a ella sus propias diferencias, y “seduciendo” al padre con sus encantos femeniles, sobornándolo con sus zalamerías, ablandándolo con sus mimos, con su ternura, sus caricias y con la exhibición de su sensible indefensión.

380

Quiero dejar claramente explicado que lo que Freud ha querido simbolizar con la leyenda de Edipo no es otra cosa que el modo como el niño, y la niña, van interiorizando y acoplando dentro de su incipiente psiquismo estas dos figuras esenciales del primer escenario vital: la madre que representa el Principio del Placer y el padre que representa el Principio de la Realidad, y cómo van ajustando, en la formación evolutiva de su persona, el equilibrio de sus contrapuestos estímulos y significaciones.

Esta leyenda de Edipo va a ser, pues,

la

referencia simbólica de una teoría o, como vengo repitiendo, de una epistemología que es, en definitiva, la organización de sus teorías dentro de un sistema de conceptos ordenados acerca de la experiencia interna del ser psíquico. En la teoría del Complejo de Edipo pretende

esquematizar,

y

sistematizar

en

ideas

ordenadas, la complejísima influencia de esos dos seres primordiales del universo infantil en la conformación mental y emocional del niño y de la niña; en la organización y orientación de sus instintos primarios; en la configuración de las modalidades de su carácter para

381

su defensa y afirmación en la existencia; y en los resultados de esas estructuraciones mentales personales manifestados en los comportamientos, las ideas, las creencias, las obras de arte,

la organización de las

sociedades, etc.

Después de Edipo

Freud le asigna al llamado Complejo de Edipo un carácter fundador y lo sitúa en el origen y en la base, como dinamismo esencial, de toda realización humana. ¿Por qué el hombre ha llegado a la Luna? podríamos preguntarnos. Y Freud podría responder: porque experimentó, resolvió y superó su Complejo de Edipo. ¿Por qué Cervantes escribió el Quijote? ¿Por qué San Antonio Bendito, o Santo Domingo de la Calzada, fueron santos? ¿Por qué...? Y la respuesta, desde la óptica

psicoanalítica,

podría

ser

la

misma:

experimentaron, resolvieron y superaron el Complejo de Edipo.

382

Voy a intentar explicarme mejor: Para Freud, la dramática experiencia del Complejo de Edipo, y la necesidad de su resolución y superación, moviliza el dinamismo de toda realización humana. El Complejo de Edipo proporciona a la Libido, esas energías represadas del ELLO (su potencial psicobiológico) una doble vertiente de expansión: la que lleva a la búsqueda del Placer y la que canaliza las fuerzas hacia la agresividad como dominio de los obstáculos que se interponen a la expansión vital del organismo bio-psíquico. Dicho de otro modo: esa primaria energía libidinal se diversifica, al paso del desarrollo evolutivo por el recodo del Complejo de Edipo, y se pone a disposición del YO convertida en Eros, representado por la madre, y en Tánatos, representado por el padre. Y a medida en que ese YO personal va

evolucionando positivamente,

transforma o canaliza, a través del Mecanismo de Sublimación, toda la fuerza de la pulsión edípica, por una parte: por la vertiente del Eros, hacia el amor fecundo, del que resulta la familia, de la que deriva la sociedad, la fraternidad universal, la religión del amor... o la creatividad, la fruición estética, el arte...

383

Y por otra parte, por la vertiente del Tánatos, sublima la agresividad orientándola, en el esfuerzo por superar las dificultades de la existencia, hacia el trabajo, la transformación reconstructiva del medio, el dominio o canalización productiva de las fuerzas de la naturaleza, de lo que resulta la civilización, la cultura... o la emplea para transformarse, superarse a sí mismo, perfeccionarse según valores positivos, de lo que deriva la Moral.

Esto

explica

la

afirmación

que

expresé

anteriormente de que, para Freud, la resolución del Complejo de Edipo, y el dinamismo de superación que de ella resulta, es el origen de toda realización humana. Y, por el contrario, todo fracaso humano, pivota siempre sobre una mala resolución del Complejo de Edipo: la desorientación vital, la pérdida del sentido de la existencia, la permanente búsqueda de una madre simbólica en quien protegerse y con la que seguir siendo pasivo y receptivo, o la permanente actitud defensiva frente a cualquier manifestación simbolizada del padre (la autoridad, la norma, el esfuerzo, el trabajo...). También las dificultades relacionales entre géneros

384

suelen derivarse de una mala resolución del Complejo de Edipo. Así como la necesidad de encontrar un padre o una madre absolutos (líder religioso, o político o empresarial...), a quienes someterse incondicionalmente, puede

estar

impulsado

desde

las

angustias

y

culpabilidades residuales de una conflictividad edípica no superada. Freud no dudó en calificarlo, en carta a Ferenczi, como el “complejo nuclear”

de todas las

neurosis.

Desde estos conceptos se podría interpretar el problema de la corrupción, de quienes amparados en la “madre –institución política”, intentan burlar al “padre”, procurándose un enriquecimiento rápido, sin esfuerzo, placentero y hedonístico...

Freud siempre sostuvo que la persona psicológicamente sana es la que sea capaz de amar y de trabajar. Es decir: la que sea capaz de convertir su potencial energético impulsivo, canalizándolo por medio del YO, a nivel del Principio de la Realidad, en amor fecundo y en trabajo productivo. Y a este

385

proceso es al que se le denomina

Mecanismo de

Sublimación.

Para Freud los impulsos agresivos son un poderoso componente del Complejo de Edipo, y en sus Tres ensayos de teoría sexual de 1905, ya había afirmado que la sexualidad de la mayoría de las personas está mezclada con la agresión. No puedo dejar de recordar a Neruda en sus Veinte poemas de amor... ”Mi cuerpo de labriego salvaje te socava/ y hace saltar al hijo del fondo de la tierra”. Y de hecho, a nivel endocrinológico, las mismas hormonas que intervienen en la agresividad, las catecolaminas, son las que estimulan la acometida sexual. La agresividad es el resultado de orientar las energías psicobiológicas hacia la destrucción.

La educación no consiste en reprimir esas energías,

sino

en

orientarlas

y

reconducirlas,

mediante el Mecanismo de Sublimación, hacia otros fines constructivos: la creatividad, la solidaridad y el

386

amor, el trabajo, el deporte, la transformación útil de las fuerzas de la naturaleza...

Una fábula sobre la sublimación se encierra en la novela (ya citada anteriormente) El Anticristo. Cuenta que Leonardo de Vinci evocó en la sonrisa de una mujer, la Monna Lisa, la sonrisa de su propia madre cuando lo amamantaba... Pero en vez de hacer el amor con esa mujer, realizó una obra de arte que lo hizo universalmente famoso.

Cuando culpabilizadoras,

pretenden

educar

represivas,

desde

actitudes

acaparadoras

o

sobreprotectoras, no se consigue más que prolongar la conflictividad del Complejo de Edipo, y precisamente el objetivo de la acción educativa, desde esta óptica psicoanalítica, es ayudar a superar este complejo, proporcionando al YO los recursos de autorregulación y los estímulos de superación. Las decisiones, elecciones o resoluciones verbalizadas desde el “me gusta” o “no me gusta” , aunque pueden ser legítimas, conviene saber que operan

387

en la esfera de la madre, de la complacencia, del regodeo, impulsadas por el Principio del Placer, y las que se verbalizan desde el “tengo que”, “debo”, “no hay más remedio”, operan en la esfera coactiva del padre o de su sustituto mental el Super-YO. Y sólo se autentifican si las sometemos a la decisión del YO y las cotejamos

con

el

“quiero”,

“decido”,

“estoy

dispuesto”, “es mi objetivo”, etc.

Los objetivos educativos y terapéuticos

El último objetivo educativo y terapéutico, desde la óptica de esta teoría, sería proporcionar al YO el mayor grado posible de libertad, a la que es imposible acceder sin resolver el Complejo de Edipo. Dentro de las coordenadas del Complejo de Edipo, opera el Principio del Placer: buscar satisfacciones y placeres inmediatos (madre) y evitar los obstáculos que se oponen o interfieren a su consecución (padre).

388

La

verdadera

Libertad

consistirá

en,

superando el Complejo de Edipo, educar al YO para que actúe según el Principio de la Realidad, aprendiendo

a

renunciar

a

las

satisfacciones

inmediatas y decidir las respuestas que lo irán realizando según su Ideal del YO, dándole pleno sentido a su vida, con satisfacciones duraderas.

Para

Kierkegard,

la

primera

referencia

definitoria de un yo es la libertad, y Sartre, que nos definía “condenados a ser libres”,

afirma que la

esencia de la persona no se diferencia de su libertad. Erich Fromm escribió El miedo a la libertad, que no es más que el miedo a ser yo-mismo, a romper los vínculos primarios, a salir del útero, a estar solo, al abandonar el espacio materno del Complejo de Edipo. Con Martín Lutero King concluiremos que la libertad no es la meta, sino el camino, el camino que nos queda por recorrer, una vez rebasada la encrucijada del Edipo, para realizar el proceso de ser-uno-mismo, continuando en cada persona el proceso universal de la hominización.

389

390

CAPÍTULO X

EL PSICOANÁLISIS, CIENCIA O MITO

391

¿ES EL PSICOANÁLISIS UNA “CIENCIA” DE LA MENTE?

Se dice que el Psicoanálisis no es ciencia en cuanto

que los conocimientos que abarca no son

sistematizables ni han sido sistematizados según los modelos

de

validación

de

las

ciencias

físico-

matemáticas. Bajo esta concepción se agazapa una doble trampa lingüística, basada en la relación equívoca entre los componentes sausserianos de la palabra: el significante y el significado. El primer equívoco es reductor: se reduce el significado de la palabra significante “ciencia” al modelo de investigación cuantitativa, nacida de las ciencias naturales. Por supuesto que con este solo modelo de ciencia no es posible verificar la esencia integral del ser humano, la complejidad de la realidad vivencial que no es extensa ni materializable, y cuánto menos las representaciones psíquicas

inconscientes

en

las

metodológicamente el Psicoanálisis.

392

que

se

ocupa

Esta es la trampa que denuncia, entre otros, A.F. Chalners, discípulo de K. Popper, en su obra ¿Qué es esa cosa llamada ciencia? (SigloXXI editores, 1983) analizando los equívocos y engaños de lo que él denomina “concepción inductivista e ingenua de la ciencia” que reduce el contenido de los conocimientos científicos

a

los

datos

sensoriales

medidos

y

clasificados.

Hoy ya se considera superado, como único modelo válido de investigación científica, el método clásico de operaciones y mediciones cuantitativas, cuyo instrumento

operacional es el laboratorio en el que

(como afirma M.H. Erdelyi, en Psicoanálisis. La psicología cognitiva de Freud (1987) , sólo se puede experimentar con lo simple, lo extenso, lo manejable, lo controlable. Lo otro, lo vivencial, inmaterial, inextenso, subjetivo, es lo que (dice este autor) se reinstala y se reproduce en la “situación analítica” que constituye, de manera análoga, su laboratorio científico.

393

Y es que hoy se proponen otros modelos de análisis sistemático que operan por la interpretación, la hermenéutica, la función teórico-crítica, cuya técnica operativa principal es la dialógica, la cual incluye las ventajas del método fenomenológico y comprehensivo. Y, por supuesto, se abarca como significado genuino de la palabra ciencia a todos los sistemas epistemológicos cuyos conocimientos, hipótesis y principios han estado sometidos experiencialmente a comprobaciones y validaciones rigurosas.

La trampa del lenguaje

La segunda trampa de los que, pertrechados tras la concepción reductivista de ciencia, denuncian al Psicoanálisis despectivamente de “no científico”, es lo que Stevenson y Kambartel, de la universidad de Constanza, han denominado empleo táctico-persuasivo del lenguaje. Se trata de una sutil manipulación semántica, muy usual sobre todo en la política, que consiste en imprimirle al significante un contenido adicional no definido, subliminalmente transmitido,

394

muy galvanizado de corriente emocional. La intención de la palabra deja de ser descriptiva y pasa a ser táctica, dirigida a crear una actitud o una reacción a favor o en contra. Un ejemplo muy evidente en política es el de etiquetar a las personas como de derechas o de izquierdas.

En este sentido la palabra “científico” recubre el significado maximalista de ser lo único válido y eficaz, a lo que se le puede prestar una confianza incondicional, absoluta. Y por el contrario, a cualquier conocimiento, resultado o sistema de pensamiento al que se le niegue esta denominación, no merece fiabilidad ni adhesión intelectual. Y al aplicarse a lo científico la concepción reductora y exclusivista de “validado por los sistemas de medición y cuantificación de

las

ciencias

menospreciarían

naturales”, los

se

resultados

despreciarían de

la

o

actividad

razonadora de la mente, la actividad genuinamente intelectual,

como es la Filosofía que representa la

lumen mentis, compendiadora de la sabiduría de la humanidad. Se relativizaría el valor del arte, elevador del espíritu y transformador de la naturaleza, así también como el Derecho regulador de la convivencia.

395

Es por lo que yo mismo he llegado a escribir en mi libro A corazón abierto, refiriéndome naturalmente a ese concepto reductor y manipulador de la palabra “ciencia”: Reconozco que hoy lo intelectual no está de moda, ensombrecido por la gigantesca sobrevaloración de lo científico. Pero pienso que el científico, si no es también

un

intelectual

o

está

asesorado

por

intelectuales, no dejará de ser un contable, con toda la dignidad que esta función

merece, y con toda la

necesidad y la utilidad práctica que reporta. El intelectual se mueve en otra órbita no materializable: la del pensamiento intangible, que inspira todo el sentido de

la

existencia,

incluso

el

que

reporta

las

contabilizadas adquisiciones científicas y tecnológicas.

Sostengo que el Psicoanálisis es ciencia en cuanto que se ha constituido como “un saber” sistematizado,

elaborado,

sometido

a

proceso

permanente de observación y de comprobación. Aunque más que la observación medida y sistematizada de la conducta con los procedimientos de las ciencias físiconaturales, lo que le interesa al Psicoanálisis son sus determinantes

profundos

y

motivacionales,

actitudes social y educacionalmente configuradas.

396

desde

El Mito científico

Desmitificar la idea de ciencia (uno de los grandes Mitos de nuestra época, había afirmado Jung en su obra La sabiduría de los sueños) y relativizar la indiscutibilidad sacral de todo “lo científico”, es sano, como una limpieza a fondo de nuestras sutiles sinapsis neuronales.

Ya lo había hecho el mismo Albert Einstein, prototipo emblemático, indiscutible, de “el científico”, amigo y admirador de Freud por otra parte, cuando afirmó que los científicos jamás deben esperar alcanzar la verdad, sino : “acercarse un poco más a ella”.

Y Popper llegó a afirmar que una ley científica no es más que una hipótesis que hasta el momento no ha sido refutada, de lo que concluye que no nos aporta un

saber

definitivo

sino

solamente

conjeturas

provisionales. No dudamos con ellos que la ciencia es un camino para acercarnos al conocimiento de la

397

verdad, un camino necesario, una de las más importantes adquisiciones de nuestro siglo acabado, pero no es el único, ni tal vez el mejor, ya que a veces hay más verdad en las intuiciones del espíritu que en las comprobaciones de la ciencia. Sigue todavía teniendo vigencia el pensamiento de Saint Exupery en Le Petit Prince: “No conocemos sino con el corazón: lo esencial es invisible a los ojos. También lo había dicho Pascal con aquello de las razones del corazón.

Yo suelo poner un ejemplo sencillo. Pregunto a un alumno: ¿El conocimiento que tu tienes de tu madre, o de tu pareja, es científico, lo tienes definido según modelos de cuantificación fisico-matemática? Sin embargo, le digo, no es imposible conseguirlo: si la mides, la pesas, le sacas una fotografía, la sometes a un hemograma

completo:

leucocitos,

hematocrito,

colesterol, triglicéridos; le aplicas tests psicotécnicos... Después, con todos los resultados comprobados y diagramados, le pregunto: ¿Qué está más cerca de la verdad de lo que es tu madre o tu pareja, todos esos resultados, o la experiencia, personal, íntima, que tu has tenido de ellas? Y es que, sin negar el valor y la necesidad del conocimiento científico, no podemos

398

dejar de obviar que quizás hay más verdad en las intuiciones de “el espíritu y de la carne”, en las interiorizaciones e identificaciones del amor, que en las concienzudas comprobaciones de las ciencias.

Jung había sostenido que sólo es posible llegar a entenderse uno a sí mismo y a los demás a la luz de los acontecimientos interiores, ya que estos son los que constituyen cualquier

la singularidad de nuestras vidas. Hoy persona

inteligente

admitirá

que

es

precisamente en la subjetividad donde habita y se expresa el espíritu, que constituye la dimensión más genuina de la persona. Y Sartre explica que en la subjetividad es donde uno se encuentra con los demás, pero sobretodo es donde uno se encuentra a sí mismo.

Ciencia y Sabiduría

Me ha venido al pensamiento una de las fábulas didácticas que le escuché a Tony de Mello: la del discípulo que preguntaba al maestro la diferencia entre la ciencia y la sabiduría. Le respondió el maestro: El aprendizaje de la ciencia se logra leyendo y

399

estudiando muchos libros, pero la sabiduría se alcanza sabiendo leer uno sólo: el libro de uno mismo. Aunque de éste se hacen nuevas ediciones cada minuto que pasa.

El filósofo francés Garoudy afirmó una vez que, desde Córdoba se expandió hacia todo el Occidente una cultura que valoraba a la ciencia como disciplina del pensamiento, por la necesidad de sistematizar los conocimientos con comprobaciones rigurosas de las que pudieran extraerse leyes universalizables.

Pero, por encima de la ciencia, esta cultura fraguada en Córdoba en los primeros siglos de nuestra era, supo valorar la “SAPIENTIA”, esa capacidad penetrativa del pensamiento, con las armas de la intuición, la reflexión, la crítica, la contrastación..., no sometible a mediciones materializables, aunque sujeta a rigurosas comprobaciones dialécticas de la inteligencia en su función de “intus legere”.

400

En este sentido, el “saber psicoanalítico” está constituido por un cuerpo teórico específico, que se puede etiquetar como “Metapsicología”, y con una constante

supervisión

práctica

en

la

llamada

“situación analítica”, que viene a ser como el laboratorio donde se instrumentaliza la mediación entre los fenómenos psíquicos observados y su teorización. Lo cual, como afirma J. Ladrière, implica un modelo de funcionamiento basado, tal como lo exige la investigación científica, en una estrecha contribución entre el componente teórico y el componente de la experiencia.

Por lo que se concluye que el saber psicoanalítico constituye una ciencia, es decir: un conjunto de conocimientos sistematizados, sometidos a constante experimentación y comprobación, cuyo objeto específico es la conducta significante inconscientemente sobredeterminada. (J.L. Tizón). Y ante esto Freud se situó con la actitud más nítidamente cualificadora del verdadero científico. Lo diré con las mismas palabras suyas en carta a Lou Andreas Salomé: “No tenemos derecho a la rigidez dogmática y debemos estar

401

dispuestos a cultivar la viña una y otra vez”. Durante toda su vida tomó posiciones teóricas que después abandonaba si nuevas comprobaciones y experiencias le indicaban una nueva orientación a seguir. Algunas de sus

posiciones

teóricas

eran

superadas,

otras

completadas y otras abandonadas definitivamente, como un general en constante avance hacia sus objetivos de conquista, o como el verdadero científico sometiendo constantemente

sus

hipótesis

a

reiteradas

comprobaciones y validaciones.

Cuando Freud cumplió 75 años, muchos de sus admiradores y seguidores que vivían en los EE.UU. celebraron un banquete de homenaje en el Hotel Ritz de Nueva York, y desde allí le enviaron el siguiente telegrama: “Hombres y mujeres reclutados de las filas del psicoanálisis, de la medicina y la sociología nos sentimos honrados al honrar, en su 75 aniversario, al intrépido explorador que descubrió los continentes sumergidos del Yo y dio una nueva orientación a la ciencia y a la vida”.

402

Y junto con este mensaje, entre muchísimas cartas más de adhesión y felicitación, recibió una de Einstein, “una nota especialmente apreciativa” dice un biógrafo, en la que le confesaba que todos los martes leía sus obras con una amiga, y afirmaba “no poder admirar lo bastante la belleza y claridad de sus escritos”. Añadía: “Con la excepción de Shopenhauer, para mí nadie puede o ha podido escribir así”.

En un artículo periodístico sobre el pacifismo, recientemente publicado, se dice que Albert Einstein y Sigmund Freud simbolizan la transformación espiritual del

siglo

XX

occidental.

“Sus

investigaciones

revolucionaron nuestro conocimiento del universo y de la psique que lo nombra, siendo por ello elevados a la categoría de héroes culturales”.

Del Mito a la Ciencia y de la Ciencia al Mito

Voy a comenzar con un texto de D.M. Thomas, extraído de una historia novelada en la que interviene Freud. El texto seleccionado presenta a Freud como “descubridor

del

magno

403

y

hermoso

mito

del

Psicoanálisis”. Añade que entiende por Mito “la poética y dramática expresión de una verdad oculta”. Y termina insistiendo en que no pretende poner en tela de juicio “la validez científica del Psicoanálisis”. Con esto, creo que queda bien enmarcado el contenido del epígrafe: Freud, entre la ciencia y el mito.

En un escrito de Freud, dedicado a Einstein en 1933, “Sobre la guerra”, entiende por Mito el relato fabuloso de creencias, incluso de las que pueden estar científicamente fundamentadas y consolidadas. Y le escribe en una nota: “Acaso tenga usted la impresión de que nuestras teorías constituyen una especie de mitología...” Y tras de algunas disquisiciones, añade: “¿Pero no es verdad que toda ciencia natural desemboca en una especie de mitología, ¿Les va a ustedes de otro modo en la física de hoy?”.

En

otro

texto

publicado

en

Nuevas

conferencias de introducción al Psicoanálisis, bajo el epígrafe de Angustia y vida pulsional, afirma Freud que las pulsiones son unos entes míticos, ya que no pueden ser medidos ni pesados como los objetos de las ciencias naturales, sino que sólo pueden ser descritos como los

404

relatos de las fábulas. Esto es lo que le lleva a la conclusión de que la teoría de las pulsiones es la mitología del Psicoanálisis , pero no sin reconocer que el mito es un requisito epistemológico que empuja a la ciencia a postular conceptos fundamentales.

Quiero incluir un texto de Jung de su obra La sabiduría de los sueños, donde habla de la ciencia como “el gran Mito de nuestra época”. Lo cual resulta ya obvio que entiende por Mito esas convicciones que dan sentido a la vida e influyen en nuestras acciones, que es lo

que

en

nuestra

cultura

actual

ejerce

preponderantemente todo lo que puede ser etiquetado como científico. Es con lo que pretenden impactar al público

desprevenido

publicitarios,

muchos

aplicándole,

por

de

los

ejemplo,

anuncios a

unos

productos detergentes el sintagma pseudocientífico de “biodesintetizadores enzimáticos”. El texto de Jung dice así:

“Lo que somos para nuestra visión interior, solo puede expresarse mediante el Mito. El Mito es mucho más individualizable y expresa la vida de forma mucho más precisa que la ciencia”.

405

Y

yo

concluyo:

¿Importa

mucho pensar, o proclamar, que el Psicoanálisis es un Mito? ¿Importa mucho pensar, o proclamar, que el Psicoanálisis es una Ciencia?

406

REFLEXIÓN FINAL

No me quedaría tranquilo sin insistir en la actitud fundamental desde la que he elaborado este trabajo, que abarca mi convencimiento técnico y mi posicionamiento inequívoco. Lo explicaré con ese cuento oriental de lo que le respondió un Maestro del espíritu a uno que solicitaba hacerse su discípulo. Le dijo: “Puedes convivir conmigo, escuchar mi doctrina, pero no debes hacerte seguidor mío. ¿Y a quién entonces, he de seguir?, interrogó el discípulo. A nadie (fue la respuesta del Maestro). El día en que sigas a alguien, habrás dejado de seguir a la Verdad. Porque tú tienes en tu interior la respuesta a todas las preguntas que te haces: lo único que necesitas es saber cómo buscarlas”.

Y hay otro cuento, todavía quizás más sugerente: “Un día dijo el Maestro: en el país del espíritu no se puede caminar con lámpara ajena. Tú me pides que te preste la mía. Pues bien, yo preferiría enseñarte a que te hagas tu propia lámpara”.

407

Quiero proclamar mi renuncia a intentar convencer de nada, ni convertir a nadie a Freud o al Psicoanálisis. Si mis reflexiones, o mis aportaciones, o puntos de vista conceptuales, les sirve a alguien como el aceite de su lámpara para seguir buscando, para seguir por un camino más iluminado, ya me daría por contento.

A los que rechacen mis aportaciones, porque no les convenzan, quizás también les

podrá servir, por

confrontación y contraste, para afirmarse en su propio camino y en sus propias ideas.

Yo

quiero

hacer

mía,

resueltamente,

la

convicción de Harry Guntrip de que querer a las personas es más importante que aferrarse a las ideas, “pues éstas, aunque pueden ser buenos servidores, suelen ser malos amos”. Y

quiero

terminar,

reproduciendo de nuevo las hermosas y significativas palabras que su amigo el escritor Stephan Zweig leyó, a modo de Oración Fúnebre, el día de su entierro en el pequeño cementerio de Hamsptead de Londres:

408

“CADA NOSOTROS,

LOS

HIJOS

DEL

UNO

DE

SIGLO

XX,

TENDRÍA UNA FORMA DE PENSAR Y DE ENTENDER DISTINTA SI ÉL NO HUBIERA EXISTIDO. CADA UNO DE NOSOTROS PENSARÍA, JUZGARÍA, SENTIRÍA CON MÁS ESTRECHEZ, SI ÉL NO HUBIERA PENSADO ANTES QUE NOSOSTROS, SI NO NOS HUBIERA EMPUJADO HACIA NUESTRO INTERIOR... Y SIEMPRE QUE INTENTEMOS ADENTRARNOS EN EL LABERINTO DEL CORAZÓN HUMANO, SU LUZ ESPIRITUAL ALUMBRARÁ NUESTRO CAMINO. TODO SIGMUND

FREUD

PREINTERPRETÓ, GUÍA,

NOS

CUANTO

CREÓ,

COMO

EXPLORÓ

DESCUBRIDOR

ACOMPAÑARÁ

SIEMPRE

NUESTRO CAMINAR POR LA VIDA...”

CÓRDOBA A 3 DE MAYO DE 2012

409

Y Y EN

410

FERNANDO JIMÉNEZ HERNÁNDEZ-PINZÓN

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad Complutense de Madrid, Doctor en Filosofía por la Universidad del Paraguay, Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense, Licenciado en Psicología por la Universidad de Sevilla, Licenciado en Teología, Diplomado Superior en Psicología Clínica y en Grafopsicología. Ha realizado estudios especializados de Psicopatología, Psicoterapia y Psicoanálisis en la Universidad de la Sorbona de París. Ha sido profesor de Psicología en la Universidad del

411

Paraguay, en la Facultad de Económicas y Empresariales de Córdoba, y en la Escuela Universitaria de Formación del Profesorado de Córdoba. En esta ciudad realiza actualmente su actividad profesional de Psicólogo Clínico y Psicoterapeuta. Ha sido miembro del Centro de Estudio y Aplicación del Psicoanálisis de Madrid, integrado en la F.E.A.P. Federación Española de Asociaciones de Psicoterapia, y de la Sección de Psicoanálisis de la “American Psycholigical Association”. Ha impartido numerosos cursos, seminarios y conferencias, en España y en el extrajero, sobre temas de Psicología educativa, Dinámica de Grupos, Psicoterapia, Psicoanálisis y también sobre temas de Literatura. Fue premio Zenobia Campruby” por su trabajo “Dios deseado y deseante, último libro de Juan Ramón Jiménez”, y finalista al I PREMIO DE NARRATIVA DE LA XV FERIA DEL LIBRO DE ALMERIA por su poema-relato “La viña florecida”. Es también Académico de la Real Academia de Buenas Letras, Ciencias y Nobles Artes de Córdoba. OTRAS OBRAS DE FERNANDO JIMÉNEZ H.PINZÓN “La Comunicación Interpersonal" ( 3 ediciones) , Ed. ICCE, Madrid "Técnicas Psicológicas de Asesoramiento y Relación de Ayuda", Ed. Narcea, Madrid.

412

"Viajes hacia uno mismo" (2 ediciones), Ed. Desclée de Brouwer, colección Serendípity, Bilbao. “Seminario de Comunicación y Creatividad” Publicaciones del I.C.E. de la Universidad de Córdoba. "La Fantasía como Terapia de la Personalidad" (2 ediciones) Ed. Desclée de Brouwer, colección Serendípity, Bilbao. "A corazón abierto" Ed. Desclée de Brouwer, colección Serendípity, Bilbao. "Psicoanálisis para educar mejor", Ed. Desclée de Brouwer, colección Serendípity, Bilbao. "Complejo de Inferioridad. Enfoque terapéutico y psicoeducativo" (Compendio de la Psicología Individual de Alfred Adler) Editorial La Buganville, Barcelona. "La viña florecida" (poema-relato) Ed. BmmC, Málaga. "Valores para vivir y crecer" Ed. San Pablo, Madrid. "Anna, mi amiga” (Ensayo biográfico novelado sobre la hija del fundador del Psicoanálisis) Editorial Libros En Red, Argentina. “Sigmund Freud. Biografía de un deseo”, Editorial Libros En Red, Buenos Aires. “Juan Ramón Jiménez, un dios desconocido”, Editorial Deauno.com, Buenos Aires.

413

“La voz del viento: Cuaderno de recuerdos y añoranzas)” (Poemas) Edición privada. “La Práctica del Consejo Psicológico (según los principios y metodología del Counseling de Carl Rogers”), Editorial ECU, Alicante. “Tu Personalidad es tu Escritura”, Editorial ECU, Alicante.

“Tu Personalidad es tu Escritura”, Editorial ECU, Alicante. “Mirándome a los ojos”, Ediciones Litopress. Córdoba y Editorial Deauno.com, Buenos Aires. “Construye tu pirámide (Claves para pensar, vivir y soñar...)”, rd editores. Sevilla “Por el Labreinto del Minotauro (Claves del Psicoanálisis para entender el funcionamiento mental y sus perturbaciones)”, Editorial Deauno.com, Buenos Aires. “Un porqué para vivir”, Editorial Deauno.com, Buenos Aires. “Encuentros en el Ágora”, coautor: José Ma Carrascosa. Editorial Deauno.com, Buenos Aires. “Los colores del agua”, coautores: José Ma Carrascosa y Antonio Espinosa. Ed. Libros En Red, 414

Buenos Aires. “Microrrelatos histéricos (con Freud y Hemingway)”, Ed. Imcrea, Badajoz. “Acabarás teniendo alas”, Ed. ECU, Alicante. “Conocer y superar tus complejos”, PR ediciones. Madrid. “Por los antiguos surcos”, coautor: José Ma Carrascosa. Editorial Club Universitario ECU. Alicante. “Los colores del agua”, coautores: J.M. Carrascosa y A. Espinosa. Ed. Libros En Red. “Cartas de Zenobia o el vuelo de un hada” Editorial Club Universitario ECU. Alicante. “Cada día, una vida (Diario de un psicoanalista)” Bubok. “Dios está azul”. Ed. Bubok.

415

CONTRAPORTADA

El conocimiento de nosotros mismos y de los demás es una aventura apasionante y una exigencia para nuestro desenvolvimiento en la sugestiva e inquietante existencia que nos ha tocado vivir. “El alma del hombre es un país lejano al que no es posible aproximarse y que no podemos explorar” sentenció Heráclito. Sigmund Freud fue pionero en la exploración de los “continentes sumergidos de la mente” donde yacen los restos de naufragios existenciales y los tesoros insospechados del alma humana. Como advirtió Nietzche “El propio ser es algo que a uno mismo se le oculta: de todos los tesoros ocultos, el de sí mismo es el último en ser desenterrado”. Los conceptos fundamentales que forman el tejido ideológico del Psicoanálisis, las ideas más controvertidas de las teorías de Freud, como las referentes a la Sexualidad, al Complejo de Edipo, a la Represión, al control de los Instintos, a la Libido, al Placer, al Super-Yo... se van revelando y clarificando en este libro de un modo comprensible, incluso aplicables al propio autoconocimiento. Siguiendo el símil del psicoanalista Oscar Pfister: “Freud ha ideado un ’microscopio del alma’, que permite observar y comprender las raíces de las funciones mentales, y su desarrollo y dinamismo”. Los profundos dinamismos que intervienen en el mecanismo de nuestro deseo y subyacen al desarrollo de nuestra personalidad van siendo sistemáticamente revelados, reconocidos y analizados en este libro.

416

417