FLORES GALINDO Polemica Haya Mariategui

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MANUEL BURGA ALBERTO FLORES GALINDO

APOGEO Y CRISIS DE Ik REPUBUCA ARISTOCRATICA

gunos comunistas rojos que se han agrupado con el nombre de Tahuantinsuyo y para soliviantar la credulidad del indio publican un pasquín mensual dándoles instrucciones siniestras de exterminio y mandan a las regiones del interior a elementos socialistas a instigar y encabezar las rebeliones" (15). Luna evidentemente exagera con el reiterado razonamiento de explicar las rebeliones sólo por la acción de elementos extraños a las clases populares. Lo que sí es cierto es que llegan a las localidades del interior, nuevas ideas que ofrecen perspectivas diferentes de acción. Estas ideas no sólo se difunden desde Lima. La renovación del pensamiento social cusqueño, descrita en la segunda parte de este libro, se explica en parte por la proximidad, en ese entonces, entre Cusco y Buenos Aires. Luis E. Valcárcel nos ha comunicado en una entrevista que, por esta época, se recibían en Cusco periódicos y bibliografía argentinos en abundancia. Pero la pregunta inicial se refería a los contactos orgánicos entre los diversos movimientos sociales. Hay que reconocer que predominan los intentos, deseos, necesidades o proyectos en desmedro de las verdaderas realizaciones, en otras palabras, no se consigue una verdadera articulación. Después de 1923 no hubo otro Congreso Indígena y las conclusiones -cuya importancia fue subrayada anteriormente- no tuvieron una real vigencia histórica. Los intelectuales, por su parte, no llegaron a construir un organismo que los agrupara y cohesionara y el intento más ambicioso, la revista Amauta, muerto José Carlos Mariátegui, sólo persiste a través de tres números más: consecuencia de un cambio de orientación y también del cambio en el conjunto de la coyuntura (16). Será necesario esperar hasta 1929 para que se forme una central de trabajadores, donde resultará bastante reducida la representación campesina. Recién en 1947 -fecha que excede al marco cronológico de este Hbro- asistiremos a la fundación de la Central de Campesinos del Perú. Los obreros parecen enrumbarse hacia una ideología anarquista, luego anarco-sindicalista y después se encontrarán ante la disyuntiva aprisnio o comunismo. Por otro lado los campesinos no encuentran el sustento ideológico de sus rebeliones en una posible sociedad futura (el socialismo o el estado anti-impcrialista), ni en la búsqueda de ciertos cambios posibles (salario, costo de vida), sino fundamentalmente en la recuperación de la cultura tradicional y la invocación de motivos mesiánicos y milenaristas. El milenarismo, sin exagerar demasiado los contrastes, implica una manera diferente de razonar la historia de la que subyace en el anarquismo o el socialismo. El milenarismo se dirige al pasauo. La imagen del Tahuantinsuyo es reedificada y se la piensa como una sociedad armónica y justa. Lejos de avanzar se quiere retroceder, volver atrás. Los elementos de táctica y estrategia (el razonamiento político) pasan a un lugar secundario en una concepción que admite y además reivindica la acción de los factores mágicos y religiosos: los cultos tradicionales. Los intelectuales de entonces comprenden estos propósitos y algunos incluso se contagian de ellos: hay como lo dijimos, un aura mesiánica que rodea a Tempestad en los Andes, sin embargo la esperanza de un Lenin, que dirija las luchas campesinas queda sólo como un deseo. Los indigenistas no llegan a convertirse en "intelectuales orgánicos" del campesinado la fusión entre obreros y campesinos no se realiza: este "malentendido" terminará siendo fatal para la historia del comunismo peruano. 174

3. LA POLEMICA HAYA - MARIATEGUI

En el número 2 de la revista Amauta, correspondiente a octubre de 1926, se publicó un artículo de Víctor Raúl Haya de la Torre titulado "Romain Rolland y la América Latina". Desde entonces Haya sería un persistente colaborador de la revista de Mariátegui. Hemos recordado que en los 7 Ensayos se incluyen elogiosos comentarios al libro Por la Emancipación de América Latina. Tanto Mariátegui como Haya pretendían elaborar una interpretación latinoamericana del pensamiento de Marx. Pero en setiembre de 1928 concepciones divergentes de la revolución, la realidad peruana y la estrategia política terminan enfrentando y contraponiendo a Haya con Mariátegui. Es entonces que Amauta se define claramente socialista y Haya de la Torre no volverá a colaborar jamás en la revista. Víctor Raúl Haya de la Torre, al igual que otros intelectuales de la década de 1920, provenía de esa clase media provinciana que había soportado con poco éxito la aluviónica penetración del capital imperialista en la costa norte, a la que nos hemos referido en varios capítulos de este libro. Este empobrecimiento acabó aproximando a una familia que creía tener remotos antecedentes aristocráticos, con artesanos y obreros de Trujillo. El primer paso en la vida política de Haya lo llevó a frecuentar una biblioteca anarquista. Luego vinieron las lecturas y discusiones compartidas con el grupo de intelectuales agrupados en la "bohemia de Trujillo". Eran los años de la polémica en torno a la concesión del puerto de Malabrigo a los Gildemeister, lo que condicionaba un ambiente donde predominaban las actitudes nacionalistas. Pero al poco tiempo, al igual que César Vallejo, la estrechez de la vida provinciana lo obliga a migrar a Lima, donde prosigue estudios universitarios alternando con eventuales trabajos al lado de abogados de la capital. Pero más importante que la Universidad, fue el encuentro con González Prada, cuya influencia sirvió para liberarlo de cualquier tentación academicista. Haya, en medio de la conmoción que fue el movimiento de reforma universitaria, llega a la presidencia de la Federación de Estudiantes, desde donde actúa en el conflicto de las 8 horas. Se inician así sus vinculaciones con el proletariado textil. Dentro del espíritu de buscar confluencias entre intelectuales y obreros, funda las Universidades Populares González Prada. Haya de la Torre, dirigirá las jornadas de mayo de 1923, como consecuencia de las cuales fue apresado, trasladado a San Lorenzo y de allí deportado. En México, el 7 de mayo de 1924, Víctor Raúl Haya de la Torre fundó un movimiento o frentre llamado la Alianza Popular Revolucionaria Americana (A.P.R.A.), cuya finalidad era articular voluntades diversas que, inspiradas en la 175

revolución mexicana, estuvieran dispuestas a impulsar un vasto programa de acción antimperialista en todo el continente. Se trataba de un movimiento juvenil en el que Haya pretendía dirigir inquietudes que había encontrado en México y antes de su llegada a ese país, en Cuba, Panamá y el mismo Perú. El Apra pretendía inspirarse también en el movimiento de reforma universitaria y no era ajeno al impacto de la revolución rusa. El año 1926 Haya escribió para The Labour Monthly un célebre artículo en el que resumió los cinco puntos centrales del aprismo: 1.- Acción contra el imperialismo yanqui; 2 . - Por la unidad política y económica de la América Latina; 3 . - Por la internacionalización del canal de Panamá; 4 . - Por la nacionalización de tierras e industrias; 5 . - Por la solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidas del mundo. El programa era lo suficiente amplio y radical como para que la Internacional Comunista viera con relativa simpatía al aprismo y viceversa (1). Sin embargo desde entonces comenzaron a gestarse las diferencias. Una antesala de la polémica ocurrió en 1927 en el Congreso Antimperialista de Bruselas, ese mismo año el aprismo fue agriamente criticado por los dirigentes de la Internacional Comunista en el IV Congreso Sindical Rojo (Moscú). Al año siguiente la polémica entre apristas y socialistas eclosionó en el Perú, cuando el Apra de un movimiento latinoamericano, quiso convertirse en un partido nacional y adquirió por lo tanto un carácter de clase definido. El 22 de enero de 1928, desde México (aunque supuestamente desde Abancay y Chucuito), los apristas lanzaron un así llamado Partido Nacionalista Libertador que debería llevar a la presidencia de la Repúbica a Víctor Raúl Haya de la Torre. Los planteamientos del nuevo partido eran bastante radicales. Se proclamaba, en efecto, la lucha por la independencia económica, contra el orden oligárquico y el gamonalismo, la entrega de las tierras para sus trabajadores, el desconocimiento de las leyes que favorecieran al gamonalismo o al imperialismo y la adopción del lema "tierra y libertad". Se decía finalmente que la consecusión de estos objetivos sería posible sólo con la unión de todas las clases trabajadoras, es decir, el proletariado, el campesinado, los intelectuales y la clase media. Frente a todo ésto José Carlos Mariátegui y el "grupo de Lima" -que hasta entonces mantenían relaciones armónicas con los apristas-, expresaron su más claro rechazo. En torno a la respuesta de Mariátegui se ha especulado bastante y se han lanzado diversas interpretaciones: europeísmo, presiones de la Internacional, ambiciones personales ansias de poder. Una interpretación entre las más inverosímiles y recientes se debe a Luis Alberto Sánchez, para quien Amauta era implícitamente una tribuna del Apra (la figura era a la inversa: Haya colaboraba con Amauta) y la ruptura sería una "ofensiva coaligada del leguiísmo y de los comunistas, digámoslo con nombres propios la ofensiva de Leguía, Miró Quesada y Mariátegui' (2). Excesiva imaginación de Sánchez sin ningún respaldo lógico ni empírico. Felizmente gran parte de los textos han sido publicados y, a condición de una lectura que se remita realmente a ellos, se pueden tener en claro los argumentos y razones que separaron a Mariátegui y Haya. 176

Mariátegui objetará a Haya el método de construcción, el programa y el carácter de clase del partido. El procedimiento seguido por el Partido Nacionalista Libertador era el 'engaño", la transformación que habían hecho un grupo de intelectuales en el Apra, de un frente en un partido nacional empleando "la más detestable literatura eleccionaria del viejo régimen"; en otras palabras, basándose en el "bluff y la mentira" (3). El partido no nacía en el interior de las clases populares y como consecuencia de un trabajo de masas, sino que era el proyecto de un grupo de conspiradores en el extranjero. Además, la organización aparecía girando en torno a un hombre, un líder, un caudillo, en el viejo estilo de la política criolla que Mariátegui despreciaba. Pero, como lo ha subrayado César Germana, la polémica no fue solamente un problema de orden táctico. La fundación del Partido Nacionalista Libertador precipitó discrepancias que venían gestándose en torno a la sociedad peruana y el carácter de la revolución. El Perú —en la concepción de Haya- era una sociedad donde prevalecían las relaciones feudales: la clase dominante estaba compuesta por un conjunto de gamonales, la industria se encontraba apenas en sus inicios, la burguesía nacional era incipiente y el proletariado demasiado joven y numéricamente reducido. Las diferencias con Rusia eran evidentes. "Rusia ha conseguido emanciparse del imperialismo por medio de su clase proletaria, europea, organizada, fuerte y capaz de asumir tarea gubernamental a través de un partido de clase" (4) Haya, a diferencia de los anarquistas, no criticaba en sí misma a la experiencia soviética, ni menos negaba sus logros en la construcción del socialismo. Tenía, en esos años, sólo reparos factuales. En el Perú, por tener condiciones diferentes, no podía repetirse el camino seguido por la revolución rusa. Además, en Rusia el capitalismo había surgido como consecuencia del desarrollo interno de ese país, mientras que en América Latina el capitalismo recién hacía su aparición como un derivado de la expansión imperialista. De manera que en indoamérica -como acostumbraba decir Haya-, el imperialismo tenía un lado negativo y otro positivo: acarreaba dependencia y subordinación pero traía capitales, desarrollo y progreso. Necesitábamos del capitalismo para poder en el futuro, construir una sociedad socialista. La concepción que Haya tenía de la historia universal resaltaba las diferencias entre América y Europa, bajo la inspiración de Engels y una pretendida adaptación de la física de Einstein, pero no admitía en cambio saltos y reordenamientos en las etapas históricas: el paso al socialismo exigía previamente el desarrollo y el agotamiento del capitalismo. El relativismo en algunas materias, contrastaba con el determinismo en otras. En América Latina, además, el imperialismo oprimía a un conjunto de clases sociales: a los pequeños comerciantes e industriales, a los profesionales y burócratas, al proletariado y a los campesinos, a los mismos intelectuales, en otras palabras, al pueblo, a la nación. "Hay pues en el fenómeno imperialista con el hecho económico de toda explotación, el hecho político de una opresión de carácter nacional" (5).En Jlusia, para volver a la comparación inicial, el problema de "clase" era el problema central; en el Perú el eje de la acción política estaba dado por el "problema nacional". Bajo la inspiración de la revolución mexicana y del Kuo Min Tang, Haya reivindicaba el papel revolucionario del nacionalismo, lo cual resultaba aparentemente compatible con la experiencia peruana de esos años. 177

En el Perú no se podía construir una sociedad socialista. Para demostrar esta afirmación Haya no sólo señalaba los rasgos feudales de la economía; insistía también en el reducido volumen de la clase obrera y su débil tradición cultural: "la ignorancia predominante de nuestras clases trabajadoras. . ." (6). Surge entonces la pregunta ¿Qué tipo de sociedad quería construir el aprismo? Era evidente que no se trataba de mantener la feudalidad ni tampoco, por lo menos en la terminología aprista, de desarrollar el capitalismo. Se trataba de edificar una sociedad en transición, adecliada a las condiciones de indoamérica, es decir, una sociedad en la que una política de nacionalizaciones permitiera la edificación de una sólida |!Conomía estatal. El Estado, bajo cuyo control quedarían las grandes empresas mineras y petroleras, estaría de esta manera en condiciones de negociar con el imperialismo, sujetarlo a las leyes del país e imponerle condiciones. Una ley de la economía hacía inevitable el flujo de capitales de las economías metropolitanas a los países atrasados. Por otro lado, los países atrasados requerían de esos capitales para desarrollarse. El Estado antimperialista que quería construir el aprismo, estaba destinado precisamente a conseguir esos capitales y a encauzar su acción evitando que hiciera daño al organismo nacional, utilizando sólo el lado positivo. El proyecto implicaba pretender desarrollar la economía peruana mediante la articulación entre el Estado y el imperialismo. Aquí se daba formalmente una cierta confluencia entre el aprismo y los iniciales proyectos de la 'Patria Nueva". Pero en la nueva sociedad, al lado del sector estatal, debía organizarse un sector cooperativista en el que desempeñarían un rol hegemónico las empresas agroindustriales, específicamente las haciendas azucareras. En tercer lugar se mantendría un sector ocupado por la empresa privada, en el que debía impulsarse a la pequeña y mediana industria, a los comerciantes nacionales, etc. De esta manera la empresa privada, el cooperativismo y el capitalismo estatal serían los tres pilares del Estado antimperialista, el instrumento para alcanzar la superación de la feudalidad, el desarrollo económico y la autonomía nacional. En la organización del nuevo Estado tendrían un papel dirigente los intelectuales y profesionales procedentes de las capas medias. ¿Cómo construir el Estado antimperialista? La constriicción del nuevo Estado era el producto de un frente conformado por las tres grandes clases oprimidas por el imperialismo: el campesinado, el proletariado y las clases medias. Pero, según Haya, era conveniente tener presente que tanto los obreros como los campesinos recibían algunos beneficios de.la expansión imperialista: "El obrero'de pequeña industria y el artfcsano independiente, al ser captados por una nueva forma de producción con grandes capitdes, reciben un salario seguro y más alto, devienen temporalmente mejorados, se incorporan con cierta ventaja a la categoría de proletariado industrial. Venden su trabajo en condiciones más provechosas. Así ocurre también con el campesino, con el peón y con el siervo indígena. Al proletarizarse dentro de una gran empresa manufacturera, minera o agrícola, disfrutan casi siempre de un bienestar temporal" (7). Las clases medias en cambio sólo tenían un destino irreversible ante la penetración imperialista: ser aplastadas. Es por esto que terminaban desarrollando una gran combatividad. Es evidente que en estos argumentos cuenta la experiencia trujillana de Haya de la Torre. En su 178

exaltación de las clases medias añadió también un argumento de carácter cualitativo. 'El intelectual proviene en mayor número de las clases medias. . . El ingeniero, el maestro de escuela, el médico, el empleado, el profesional en general son elementos de clase media indispensables para la organización del Estado Antimperialista" (8). Las clases medias siendo más numerosas que el proletariado, no eran ignorantes como el campesinado. Sus miembros eran, en la argumentación aprista, los más explotados por el imperialismo. El Estado antimperialista implicaba una ruptura con la hegemonía norteamericana e inglesa sobre el Perú, pero no significaba una ruptura con el capitalismo. "Nuestro tiempo y nuestro espacio económico nos señalan una posición y un camino: mientras el capitalismo subsista como sistema dominante en los países más avanzados tendremos que tratar con el capitalismo" (9). En indoamérica, el imperialismo era la primera fase del capitalismo. José Carlos Mariátegui, en cambio, consideraba que sí bien la feudalidad persistía en el Perú, el capitalismo había iniciado un lento desarrollo, especialmente en la gricultura de la costa norte, desde mediados del siglo XIX, bajo el impulso de los capitales acumulados con el comercio guanero. El imperialismo traía consigo una prolongación del desarrollo capitalista, pero resultaba erróneo distinguir entre el imperialismo para los países desarrollados y el imperialismo en los países atrasados, como era igualmente erróneo hablar de los aspectos positivos y negativos del fenómeno imperialista. El imperialismo era una consecuencia del desarrollo de la economía mundial y un producto específico de la "época de los monopolios", que mientras acarreaba crecimiento y desarrollo para los países centrales, ocasionaba atraso y dependencia en los países periféricos. En palabras de Mariátegui: "Los países latinoamericanos llegan con retardo a la competencia capitalista. Los primeros puestos están ya definitivamente asignados. El destino de estos países dentro del orden capitalista es de simples colonias:. (10). El Perú era para Mariátegui una sociedad semicolonial y esta condición se iría agravando a medida que se fuera expandiendo el capital imperialista. No había forma de alcanzar la independencia nacional dentro del sistema capitalista. Y así como el imperialismo era un sistema mundial la liberación latinoamericana de, imperialismo era parte, etapa o fase de la "revolución mundial". El Estado antimperialista no podía ser una sólida defensa frente a la penetración extranjera. "A Norte América capitalista, plutocrática, imperialista, sólo es posible oponer eficazmente una América, latina o ^)era, socialista" (11). El socialismo en el Perú debía, en primer lugar, terminar con algunas tareas propias de la revolución burguesa que persistían incumplidas. No le serían extraños ciertos objetivos de carácter capitalista, en la medida en que una economía socialista no podía improvisarse. Mariátegui no negaba por otro lar o, el papel revolucionario que podía tener el nacionalismo en una sociedad sf jni-colonial: la idea de "Nación", no había agotado sus posibilidades en el Perú Pero el nacionalismo para ser consecuente y poder llegar hasta el final, debía estar hegemonizado por aquella clase que implicara una verdadera negación del imperialismo. En la medida en que enfrentar al imperialismo era también romper con el capitalismo, sólo el proletariado, a pesar de su debilidad numérica, estaba en condiciones 179

de poder realizar la tarea. Dado el desarrollo capitalista de la sociedad peruana proseguía, el proletariado iría engrosando sus filas, añadiendo nuevas experiencias, depurando sus relaciones de clase. El capitalismo, aunque no era todavía el modo de producción dominante, estaba en ascenso representaba el futuro de la sociedad peruana. La clase obrera, como lógica consecuencias, no se mantendría estática ni reducida. Por otro lado, de acuerdo con el razonamiento de Mariátegui, el oncenio planteaba con perentoria actualidad la cuestión socialista, en la medida en que sólo de esa manera y desde esa posición se podía emprender la crítica consecuente de un régimen que se proponía desarrollar el capitalismo en el país. Frente al aprismo Mariátegui argumentó que una política meramente anti imperialista no era suficiente, porque así no "se anula el antagonismo entre las clases", y porque sólo el socialismo garantizaba una "valla definitiva y verdadera" a la expansión imperialista (12). Pero la objeción fundamental que Mariátegui hacía al aprismo, la que resume y fundamenta todas las anteriores, era negar que las capas medias, que la pequeña burguesía pudiera ser la clase dirigente del partido y la revolución en el Perú. "Ni la burguesía, ni la pequeña burguesía en el poder pueden hacer una política anti imperialista. . . El salto al poder por el antimperialismo, como movimiento demagógico populista, si fuese posible, no representaría nunca la conquista del poder por las masas proletarias, por el socialismo" (13). Mariátegui, en su negación de la pequeña burguesía tenía tras suyo, como certeramente señala Diego Messeguer, la experiencia del fascismo europeo. El había visto enrumbarse a una pequeña burguesía envuelta inicialmente en una fraseología revolucionaria, hacia las posiciones más conservadoras. Los años del oncenio estaban mostrando cómo la expansión imperialista y el crecimiento del Estado, posibilitaban un desarrollo de las clases medias, sin que estas asumieran posturas radicales o se enfrentaran con los intereses imperialistas: todo lo contrario, culturalmente manifestaban evidentes simpatías por lo extranjero en desmedro de \r< nacional, Mariátegui citaba el ejemplo de la "huachafita" criolla que prefería siempre la alianza matrimonial con el empleado yanqui de la Grace o la Foundation. Por otro lado, el carácter transitorio de las capas medias y su heterogeneidad, debilitaba la cohesión necesaria de una clase social, en cambio sí tenía el proletariado, a pesar de su dispersión geográfica o su debilidad numérica. El instrumento de la revolución socialista era el partido, pero a diferencia de Haya se trataba de un "partido de clase". De acuerdo con las condiciones concretas del Perú debía ser un partido socialista basado en las masas obreras y campesinas. Mariátegui creía que todavía no estaban maduras las condiciones para construir un partido comunista. Consciente de la debilidad numérica del proletariado, insistió en la necesidad de movilizar a los campesinos. En función de construir una sólida alianza entre esas dos clases, Mariátegui llamó la atención sobre el proletariado minero: "Los indígenas de las minas, en buena parte, continúan siendo campesinos, de modo que el adherente que se gane entre ellos, es un elemento ganado a la clase campesina' (14). El proletariado, además, no debía descuidar el apoyo de los intelectuales progresistas. 180

Haya acusó a Mariátegui de "teoricista" y "europeísta". La crítica era evidentemente apresurada, Mariátegui no se limitó al conocimiento intelectual del marxismo, sino que desde su regreso de Europa desarrolló una amplia y paciente labor de organización. Por otro lado, su marxismo nunca quiso ser la repetición del marxismo europeo, ni se caracterizó por su sectarismo o dogmatismo. Mariátegui significó el intento de fundar una manera peruana (o latinoamericana) de pensar a Marx. Al conocimiento de los textos clásicos del marxismo, José Carlos Mariátegui añadió su familiaridad con el socialismo europeo (la obra de George Sorel) y una gran compenetración con toda la cultura occidental de su época: Croce, Freud, Pareto, Barbusse, etc. Si sólo se hubiera limitado a estas fuentes, el marxismo de Mariátegui habría tenido un alto valor teórico, pero sin suficiente originalidad. Su verdadero proyecto fue fusionar este marxismo de raigambre occidental, con la tradición cultural peruana, específicamente con tres corrientes extraídas de nuestra historia: la producción acumulada por los intelectuales, al interior de la cual destacaban los indigenistas, quienes a la par que realizaban justas denuncias se esforzaban por descubrir y reivindicar los valores nacionales; el "comunismo' incaico, cuyos elementos persistían todavía en la comunidad indígena, dando sustento material al colectivismo en el agro y, finalmente, las luchas populares, destacando las recientes jornadas obreras (como las 8 horas estudiada por Martínez de la Torre) y las luchas campesinas (la sublevación de 1885 del amauta Atusparia o el levantamiento de Rumi Maqui en 1915-16). Era necesario repensar el marxismo desde la experiencia peruana y, por otro lado, emplear el marxismo como un instrumento de análisis del mundo andino. La preocupación de Mariátegui por el "comunismo" incaico nacía de la necesidad de mostrar cómo el socialismo no era extraño a la historia peruana. El socialismo podía rescatar los elementos colectivistas que estuvieran presentes en la experiencia incaica y confundirse en este empeño, con la tradición histórica indígena negada desde la conquista. El socialismo no podía ser en el Perú una postura extranjerizante y antinacional. Todo lo contrario. En la medida en que se produjera este entronque con el pasado y en la medida en que el socialismo implicaba la verdadera independencia del país, se podía afirmar que sólo con el socialismo quedaría solucionado el problema nacional en el Perú. Siendo hombres de acción tanto Haya como Mariátegui, la polémica no pudo limitarse al intercambio de opiniones contrapuestas. Ese mismo año 1928 Mariátegui organizaría el Partido Socialista, en vinculación con la III Internacional, aunque manteniendo una línea táctica independiente. En coherencia con la posición que había esgrimido en su polémica con Haya, el comité directivo del nuevo partido estaba compuesto por 4 obreros, 1 vendedor ambulante, 1 empleado y 1 intelectual. La formación del Partido Socialista, aunque precipitada por la polémica, había sido antecedida por un silencioso trabajo con el proletariado. Mariátegui tenía contactos con dirigentes mineros de la sierra central como Gamaniel Blanco en Morococha, conocía a diversos yanaconas de los valles cercanos a Lima, desde su regreso de Europa había tomado contacto con líderes campesinos como Ezequiel Urviola. Su labor docente en las Universidades Populares González Prada hacía que fuera cotidiano su contacto con la clase obrera limeña. Entre 181

1928 y 1929 comenzó a editar una revista destinada específicamente al público obrero: Labor. Pero, a diferencia de la orientación que imprimiría Ravines a partir de 1930, para Mariátegui la tarea de construcción partidaria requería de paciencia y tenacidad, porque era larga. Sólo así se podía aspirar a una obra permanente. "La historia es duración. No vale el grito aislado, por muy largo que sea su eco; vale la prédica constante, continua, persistente. No vale la idea perfecta, absoluta, abastracta, indiferente a los hechos, a la realidad cambiante y móvil; vale la idea germinal, concreta, dialéctica, operante, rica en potencia y capaz de movimiento" (15). Otra consecuencia de la polémica fue la definición de Amauta. Según Mariátegui, luego de la ruptura con Haya de la Torre se abría una segunda etapa en la que ". . . no necesita llamarse revista de la "nueva generación", de la "vanguardia", de las izquierdas". Para ser fiel a la Revolución, le basta ser una revista socialista" (16). * * «

El Partido Nacionalista Libertador acabaría fracasando. Gran parte de los simpatizantes apristas de Lima y Cusco se aproximaron ai socialismo. Después del número de Amauta en que rompieron Haya y Mariátegui (septiembre de 1928), continuarían colaborando en la revista Antenor Orrego-, Julián Petrovich, Rómu'lo Meneses, Jorge Basadre, César Antonio Ugarte, Estuardo Núñez, Abelardo Solís, etc. En los inicios de 1930, parafraseando a Lenin, Haya tuvo que decir que el Apra apenas entraba en un sofá. A partir del grupo de Buenos Aires, donde se encontraba Seoane, Haya reiniciará la tarea de construcción partidaria. Pero en 1930 contaría con los nuevos vientos desatados por la gran crisis. Aprismo y comunismo disputarán, en ese nuevo contexto, las calles y las masas. Para el destino del comunismo peruano fue fatal el descuido de las capas medias. En su polémica con Haya, Mariátegui acertó al subrayar las debilidades de la clase media pero, efecto natural de una discusión, exageró su proximidad al imperialismo: "En el Perú, el aristócrata y el burgués blanco, desprecian lo popular, lo nacional. Se sienten ante todo blancos. El pequeño burgués mestizo imita a este ejemplo" (17). Tiempo antes, en 1927, Mariátegui había planteado una tesis algo diferente: "Más bien en nuestros países, colocados bajo la presión del capitalismo extranjero, la clase media parece destinada a asumir, a medida que progresen su organización y su orientamiento, una actitud nacionalista revolucionaria" (18). Negar a la clase media como clase dirigente no significaba necesariamente negar la existencia en su interior de sectores nacionalistas y progresistas. Sin embargo en la polémica se cometieron algunas exageraciones que serían llevadas a sus últimas consecuencias cuando los comunistas buscaron realizar la táctica de "clase contra clase", es decir, burguesía contra proletariado. De esta manera las capas medias fueron abandonadas a la propaganda aprista que al ofrecerles encabezar el movimiento de transformación del Perú, pudo rápidamente recuperar el terreno perdido en la polémica de 1928. 182

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¿Qué balance se puede formular de la polémica entre Haya y Mariátegui? En 1928 José Carlos Mariátegui había conseguido demostrar que el análisis de Haya de la Torre no permitía realizar una verdadera revolución social en el país, ni tampoco una consecuente política anti imperialista. Edificar el Estado qué el aprismo proponía para, soslayando la lucha de clases, negociar con el imperialismo, sin salir del capitalismo, encerraba un conjunto de contradicciones que hacían inviable el proyecto. Ese nacionalismo pequeño burgués, si lograba conquistar el poder, naufragaría en la demagogia o acabaría siendo una fuerza retardataria, y tarde o temprano tendría que desencadenarse el enfrentamiento final entre apristas y socialistas. Pero no era suficiente con demostrar las contradicciones y debilidades del análisis aprista. En la medida que el socialismo peruano no sería "calco o copia" de otras experiencias, hacía falta dotar de un contenido específico al proyecto socialista en el Perú. Mariátegui necesitaba desarrollar su alternativa. La polémica no termina en 1928. Mariátegui tenía en preparación una nueva aproximación a la realidad peruana: "Este último libro -decía el texto de una carta dirigida en 1929 a su compañero Arroyo Posadas-, contendrá todo mi alegato doctrinal y político. A él remito a los que en 7 Ensayos pretenden buscar algo que no tenía por qué formular en ninguno de sus capítulos: una teoría o un sistema político, como a los que, desde puntos de vistas hayistas, me reprochan excesivo europeísmo o insuficiente americanismo" (19). Sin embargo el libro nunca llegó a publicarse. Su labor en Amauta, la C.G.T.P. y el Partido Socialista fue igualmente interrumpida a causa de su muerte acaecida un 16 de abril de 1930. En un elogioso artículo publicado meses después por Luis Alberto Sánchez, se decía: ' deja libros inéditos, varios hijos, el socialismo iniciado en el Perú y la discusión en torno a su figura". (20). Después de 1928 Haya de la Torre iría dando a la publicidad artículos y libros en los que precisaría sus planteamientos. Pero la acción decisiva del aprismo en el Perú fue la construcción del partido y la hegemonía sobre el movimiento popular alcanzada a partir de 1931. Los comunistas no continuarían —como veremos— la obra de Mariátegui, de manera que cuando se producen los grandes movimientos de masas desencadenados por la crisis de 1929 y por la caída del oncenio, los planteamientos de Mariátegui estarán ausentes. Mariátegui frente a Haya tuvo, en cierta manera, una victoria postrera. A partir de 1940, ese radicalismo aprista de 1924, mantenido todavía en 1928, atenuado como veremos en las páginas que siguen en 1931, sería definitivamente rectificado y el Apra, dando un giro sustancial se convertiría en una fuerza conservadora que pasó del anti imperialismo a la defensa de los intereses norteamericanos y del enfrentamiento contra la oligarquía, a la conciliación. Los cambfos se reflejaron en variaciones sustanciales introducidas en los cinco puntos de 1924: en las Convenciones de 1942 y 1944 se acordó eliminar del primer punto la mención específica del imperialismo yanqui, en el tercero, al referirse a las nacionali183

zaciones debía añadirse el vocablo "progresiva"; en lugar de "internacionalización", debía pedirse "interamericanización" del canal de Panamá. Pero, haciendo más evidente el cambio, se pensó en incluir como sexto punto la nueva fórmula panamericanista acuñada por Haya: "interamericanismo democrático y sin imperio", enunciada desde 1940. A partir de esta fecha sólo se comenzaron a percibir los aspectos "positivos" del imperialismo (21). Pero el año 1930 el aprismo todavía no era una fuerza conservadora. La polémica entre Haya y Mariátegui, entre el aprismo y el socialismo, entre la reforma y la revolución, es una polémica que transcurre en el interior del campo popular y las dos posiciones, si eran irreductibles, no se puede decir que en esos momentos, fueran completamente antagónicas. Estaban a favor del cambio y en contra del bloque oligárquico. Era imposible pensar en un pacto entre los socialistas y la oligarquía (entre Mariátegui y Belaúnde); en cambio se admitía la posibilidad de una alianza entre los socialistas y la "pequeña burguesía revolucionaria", siempre y cuando el proletariado supiera mantener su autonomía (22). Pero una vez constituido el Partido Comunista del Perú, la posibilidad de esa alianza fue completamente desechada. Para los comunistas los apristas serían "agentes del imperialismo inglés", "social fascistas", "fascistas" incluso. A su vez, los apristas, provistos de un programa menos radical, interesados en no espantar a su potencial electorado de 1931, todavía no curados de las heridas sufridas en la polémica con Mariátegui y con una táctica conciliadora, arreciarían sus ataques contra los comunistas, a quienes buscaron identificar como una fuerza no nacional,utópica algunas veces, demagógica otras, siempre calco de la experiencia soviética, todo lo cual se encontraba resumido en un calificativo despectivo usado por Haya y Seoane: "comunistas criollos".

4. LA CRISIS DEL 30

La crisis de la economía capitalista en 1929 repercutió tempranamente en la sociedad peruana. Igual que en otros países de América Latina acarreó un cambio casi inmediato en la escena política: el fin del oncenio y los inicios del tercer militarismo (1), a la par que en diversas ciudades del país, las clases populares iniciaban un proceso de radicalización al interior del cual se planteó la disyuntiva mencionada: aprismo o comunismo. "No obstante su brevedad cronológica -observa acertadamente Jorge Basadre-, el período 1930-1933 se proyectó largamente en el curso de la vida peruana durante el siglo actual" (2). La más evidente manifestación de la crisis en una economía dependiente como la peruana estuvo en la caída de nuestras exportaciones. Entre 1929 y 1932 el valor de las exportaciones de cobre se redujo en 69 o/o; lanas en 50 o/o; algodón en 42 o/o y azúcar en 22 o/o (3). Fue entonces que se dejaron sentir las duras consecuencias de los empréstitos contraídos durante el oncenio. El Estado tuvo que reducir sus gastos y se produjo una contracción de las obras públicas: el presupuesto nacional, después de haber llegado al monto de 50 millones de dólares en 1929, descendió hasta los 16 millones de dólares en 1932, el año más duro de la crisis (4). A la devaluación y a la emisión de bonos siguió inevitablemente la suspensión de los servicios de la deuda pública. Los pagos de la deuda externa quedarían completamente recesados hasta 1947. En este contexto se produjeron algunas quiebras impactantes. Durante el segundo semestre de 1930 tuvo que ser clausurado el Banco del Perú y Londres de "viejo arraigo y extensas ramificaciones económicas" especialmente en el sur del país (5), y este hecho no pudo dejar de repercutir entre hacendados y comerciantes de esa región. Los años de la gran crisis se caracterizaron por la inestabilidad política que acompañó o siguió a estos transtornos económicos. Entre febrero y diciembre de 1931 se produjeron 18 movimientos militares, en los más diversos lugares del país. El orden interno en las Fuerzas Armadas estaba completamente resquebrajado. Los alzamientos llegaron a comprender a soldados y sub-oficiales como el sargento Huapaya. Todo hacía recordar a la inestabilidad política en los años iniciales de la República. Sólo en un mes, entre el 20 de febrero de 1931 y el 23 de marzo se sucedieron los siguientes acontecimientos: sublevación en el Callao, levantamiento en Arequipa, motín en Piura, renuncia de Sánchez Cerro, formación de una Junta en Lima y otra en el sur, movimiento armado del General Jiménez,

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