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Textos Filosóficos 1 DR. ENRIQUE ADOLFO HULSZ PICCONE Alumno: Antonio Salvador Sosa Islas. Resumen general de El “Fe

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Textos Filosóficos 1

DR. ENRIQUE ADOLFO HULSZ PICCONE

Alumno: Antonio Salvador Sosa Islas.

Resumen general de El “Fedón” de Platón.

I Prólogo Equécrates pide a Fedón que le cuente sobre el último día de Sócrates. Éste fue condenado a muerte y sólo espera la ejecución de la sentencia mientras se encuentra prisionero en la cárcel de Atenas. Sus amigos lo acompañaban.

II Conversación introductoria Sócrates habla sobre la relación que existe entre el placer y dolor: “allí donde se presenta uno, le sigue posteriormente el otro”. Para concluir, confiesa que la filosofía es la más grande música, y que el poeta, si quiere llegar a ser poeta del todo, debe componer sobre la base de mitos y no de cosas verdaderas.

III La actitud del filósofo frente a la muerte Sócrates toca el tema de la muerte y argumenta por qué el filósofo desea morir pero no suicidarse.

IV Argumentos preliminares acerca de la inmortalidad del alma Los cuatro argumentos son: la teoría de la metempsicosis (apoyada en que las cosas contrarias nacen a partir de sus contrarios), el conocimiento como reminiscencia, la combinación de estos dos y, por último, la filosofía como el modo de vida que purifica el alma respecto de lo corpóreo.

V Discusión de los argumentos precedentes Simmias y Cebes ponen en tela de juicio los argumentos propuestos por Sócrates, y éste se dispone a analizar sus objeciones.

VI La trascendencia del alma respecto del cuerpo Sócrates, después de refutar los argumentos de Simmias, demuestra que el alma es trascendente al cuerpo, mientras que la armonía es inmanente a la lira.

VII Acerca de la generación y la corrupción En este capítulo se plantea el problema de cuál es la causa de cada cosa, de qué modo nace, muere o es; y se concluye que no hay otro modo de que cada cosa se genere que participando de la ousía correspondiente. Esto es pues la base para entender la llamada “teoría de las Ideas” (idéa ha sido el calificativo que ha tenido un destino histórico más decisivo sobre las ousíai), que de acuerdo con Robin3 es: “admitir la existencia de “cosas” que sólo son inteligibles; dar a las cualidades morales el privilegio de esta existencia, y pretender que estos inteligibles puros son el principio eterno de la presencia de las cualidades en los seres que percibimos con los sentidos, y de la existencia que, por un tiempo limitado, pertenece a estos seres; considerar estas esencias formales como realidades permanentes y ejemplares, de las cuales lo que nos representan nuestras percepciones no es más que una apariencia huidiza y una copia imperfecta”. Si todas las cosas nacen y perecen, existen y dejan de existir, las ousíai son el respaldo de éstas, en tanto que son estables.

VIII Argumento fundamental acerca de la inmortalidad del alma Sócrates, apelando a la participación de las cosas-en-sí como causa de las cosas sensibles, refuta la objeción de Cebes. En el hombre se halla presente el alma, y con

ésta la Vida, ya que la Vida es inherente a la naturaleza misma del alma. Por ello el hombre, en la medida que es alma, no admite en sí la Muerte, ya que ésta es contraria a la Vida; sólo la admitirá en la medida que es cuerpo, y, como tal, mortal.

IX El mito escatológico Sócrates describe el viaje del alma de acuerdo al mérito de ésta: premios para los buenos mientras que castigos para los malos. También, se describe la geografía que se presenta en este andar.

X Epílogo Sócrates incita a que sus alumnos vivan filosóficamente. Por último, bebe el veneno y muere.

Ensayo

La relación entre filosofía y muerte.

“Es que en realidad, Simmias, los que filosofan de verdad se ejercitan en el morir, y para ellos estar muertos es lo que menos deben temer los hombre”. Sócrates

Para algunos, la filosofía consiste en bellos y agradables discursos; pero para Sócrates, la filosofía será, ante todo, “un género de vida en que se armonicen las palabras con los actos” hasta sus últimas consecuencias 1.

De acuerdo con Jaeger2, en el Fedón, Platón tiene la intención de presentar al filósofo en el dramático instante de buscar y encontrar la duda y el conflicto. Esta afirmación no excluye el deseo pedagógico de incitar a la búsqueda que conduzca a la verdad1, ya que el diálogo encarnado por Sócrates, no es un mero intercambio de ideas sino que es una apertura a la

verdad cuyo principio supone el despojo de toda falsa sabiduría acumulada mediante un espíritu de humildad1.

A Sócrates no le interesa buscar, como a los filósofos que hoy llamamos “presocráticos”, principios que sirvan para explicar la realidad, sino más bien atender al sentido que debe orientar la realidad (y no tanto la realidad cósmica total como la de la historia humana, y en particular la de Atenas). El relativismo lingüístico que a Sócrates preocupaba, que era el referente a los valores que se ponen en juego en la acción, quedaba resuelto en la acción misma, o sea en la humilde mirada hacia lo divino, mirada que ya en sí misma era acción: contemplando lo “justo” en su absolutez, podía llamarse a algo “justo” sobre una base objetiva que validara esa contemplación y por consiguiente diera sentido a ese lenguaje. En otras palabras: “configurar un modo de vida en que se armonicen las palabras con los actos”4. En la obra, Platón deja ver mediante su escritura a un Sócrates que asume con coherencia e integridad el momento de su muerte, encarnando así el paradigma de la inmortalidad.

Sócrates, frente al problema de las causas de todo nacimiento y muerte, piensa en algo que no sea afectado por destrucción alguna; este algo, considerado como “divino”, es “el ser” o “lo que existe” (ousía). En cada instancia en que nos preguntamos por qué cada “cosa” es lo que es, por qué empezó a serlo y por qué dejará de serlo, se afirma la existencia de la ousía correspondiente, y se declara que es la participación en ella lo que hace que la “cosa” sea lo que es; y se dice que nace como tal cuando comienza a

participar de aquélla y muere como tal cuando cesa de participar. Sócrates no admite que se intente explicar las “cosas” apelando sólo a otras “cosas”, que es lo que entiende que han hecho los filósofos naturalistas (como Anaxágoras). Él cree que no se puede explicar que algo sea bello diciendo que es por su color o por su figura: la única explicación válida es la de que es bello por causa de lo Bello-en-sí1. Probablemente, esta conclusión sea fruto de una experiencia sensible que le dolía al descubrir la distancia que mediaba entre el estado actual de la realidad y la perfección de lo que era a la vez su fundamento y su meta5. El surgimiento de que “existe algo Igual en sí” (“la cosa-en-sí” es la ousía de las “cosas” correspondientes) es una referencia teleológica, puesto que, lo Igual-en-sí es la meta (o sea el télos) de la aspiración de las cosas “iguales”5.

Sócrates está convencido de que las “cosas” cuentan con ousíai que respaldan su realidad, y está no menos convencido de que en el hombre existe algo (el alma, la psykhé) afín a las “cosas en sí”, a lo divino; afín hasta el punto de implicar en sí mismo la existencia permanente. La contraposición conceptual psykhé-sôma significa: lo más valioso del hombre contra la penosa existencia actual. Lo más valioso del hombre es su singular capacidad de comunicación con lo divino, llamado por él “lo racional”; y la penosa existencia actual, es la fuente de irracionalidad que perturba la actividad participacional, tanto por las molestias de índole fisiológica que provoca como por las pasiones, fantasías e ilusiones sensoriales que afectan dicha actividad1. Sócrates llega a considerar que el alma humana se asemeja más a lo divino que a lo humano, que la presencia del alma en el cuerpo significa más que la presencia de la Idea en una “cosa”; la presencia

del alma en el cuerpo pasa a significar la participación misma. Tal parece que las únicas “cosas” a las cuales Sócrates jamás aceptaría asignar una correspondiente “cosa-en-sí” en la que participaran, son el “cuerpo” y el “alma”: el alma, porque indica la participación misma y la posibilidad de participación plena; el cuerpo, porque simboliza lo que actualmente obstaculiza a dicha participación.

De acuerdo con Sócrates, si el cuerpo contamina al alma, y ésta debe purificarse, los filósofos son quienes deben considerar a la muerte mejor que la vida. Para esto da tres argumentos: primero, el filósofo desdeña los placeres corporales; segundo, expone que las percepciones sensibles y las sensaciones en general son engañosas, concluyendo que el cuerpo es, pues, un impedimento para alcanzar la verdad; y por último, dice que quien mejor puede conocer la realidad es el que se desembaraza del cuerpo1. La palabra sôma se considera fundamentalmente en dos sentidos: primero, como ropaje o prisión del “alma”; y segundo, como fuente de la irracionalidad, ya que el cuerpo entero perturba y no permite al alma poseer verdad y sabiduría mientras está asociada con él. En Sócrates vemos que se considera, precisamente, que el pensamiento debe manejarse sin contaminaciones de precepciones, pasiones, etc., para llegar a su objeto que está igualmente incontaminado de todo ello. Que lo divino sea en Sócrates “incorpóreo” significa, ante todo, pues, que está libre de toda irracionalidad, que no sufre interferencia de parte del sôma, fuente de irracionalidad. Y de la misma manera será concebible la vida plena del hombre y el camino hacia la misma. En palabras de Sócrates: “mientras tengamos el cuerpo, y nuestra alma se halle entremezclada con semejante

mal, no poseeremos suficientemente aquello que deseamos, es decir, lo verdadero. El cuerpo, en efecto, nos acarrea incontables distracciones debido a la necesidad de sustento, y nos lo atacan enfermedades que nos impiden la caza de lo real. Nos llena de amores, deseos, temores, toda clase de imágenes y tonterías; de tal modo que, como se dice, verdaderamente en lo que de él depende jamás nos sería posible ser sabios. Todos los que van a la guerra, en efecto, lo hacen por causa de la posesión de riquezas, pero es por el cuerpo que nos vemos forzados a poseer riquezas, y en su cuidad nos volvemos esclavos”. Agrega que si alguna vez llegamos a saber algo con pureza, es necesario apartarse del cuerpo y contemplar por medio del alma en sí misma las cosas-en-sí-mismas: “al que no está puro no le es lícito tocar lo puro”1.

Sócrates explica que la existencia actual en que se ve envuelto el filósofo sólo aspira a ser superada, y la muerte, puede ser la única esperanza. Por lo tanto, los que filosofan rectamente, están empeñados al máximo en la liberación y la separación del alma con respecto al cuerpo. En sus palabras: “me parece natural que un hombre que ha pasado reamente la vida en la filosofía no tema cuando está a punto de morir y esté en cambio esperanzado en que, después de haber muerto, alcanzará allá los mayores bienes”1. Asegura que sólo cuando hayamos muerto, poseeremos aquello que deseamos y de lo cual decimos ser amantes lo filósofos: la sabiduría. Ergo, ha de marchar gozoso el que ama de verdad a la sabiduría y no tiene esperanza de alcanzarla de modo valioso en ninguna otra parte que en el Hades.

Bibliografía: 1

Egger Lan, Conrado. (1971) El “Fedón” de Platón. Buenos Aires, Argentina:

EUDEBA. 2

Jaeger, W. (1946) Aristóteles. Bases para la historia de su desarrollo

intelectual. México: Fondo de Cultura Económica. 3

Robin, L. (1938). Platon. París: Alcan.

4

Mondolfo, R. (1959) Sócrates. 2ª. Ed. Buenos Aires, Argentina: EUDEBA.

5

Bluck, R. S. (1956) Logos and Forms in Plato: a Reply to Professor Cross.

Studies in Plato´s Metaphysics. 6

Eggers Lan, Conrado. (1992) Diálogos. IV. República. España, Madrid:

Gredos. 7

Larroyo, F. (1935). Historia de la filosofía, tomo I. La filosofía de los griegos.

13ª ed. México: Pallas.