Etica y Deontologia Siglo Xxi

Módulo 1 ANÁLISIS GENEALÓGICO E HISTÓRICO DEL DISCURSO ÉTICO. En primer lugar consideramos importante comenzar nuestro

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Módulo 1

ANÁLISIS GENEALÓGICO E HISTÓRICO DEL DISCURSO ÉTICO. En primer lugar consideramos importante comenzar nuestro estudio acerca de la Ética preguntándonos por su genealogía (de donde viene). Para los griegos la Ética consistía fundamentalmente en la búsqueda de la vida buena o la felicidad. Para los modernos, y de acuerdo con los postulados de Immanuel Kant, la Ética se ocupaba de todo aquello vinculado con nuestros deberes u obligaciones, independientemente de la felicidad o placer. Para la filosofía anglosajona contemporánea, el campo de la Ética se reduce al estudio del lenguaje moral. ¿SON LO MISMO ÉTICA Y MORAL? ¿CUÁLES SON SUS DIFERENCIAS? Aunque ambas comparten una etimología común y solemos utilizar ambos términos como sinónimos, en el plano de la Filosofía debemos diferenciarlos. Maliandi utiliza el término Ética para referirse a la “tematización sobre el ethos”, mientras que con el termino Moral se refiere a lo tematizado (el ethos en sí mismo). ¿QUÉ ES EL ETHOS? Maliandi, “usa la palabra ‘ethos’ para aludir al conjunto de actitudes, convicciones, creencias morales y formas de conducta, sea de una persona individual o de un grupo social”. Para Maliandi el ethos es un fenómeno ineludible de la vida humana y que forma parte de la llamada “facticidad normativa”. FACTICIDAD NORMATIVA Desde que nacemos hasta que morimos nuestra vida está sometida a innumerables normas de distinto tipo. A diferencia de los animales, que sólo pueden obedecer a sus instintos, los seres humanos tenemos voluntad y libertad, podemos hacer, como sostiene Bauman (2007), las cosas de otro modo, y en este sentido somos productores de cultura. Los elementos del ETHOS son la NORMAS y los VALORES: Las NORMAS son “reglas y expectativas sociales a partir de las cuales una sociedad regula la conducta de sus miembros” Los VALORES son los “modelos culturalmente definidos con los que las personas evalúan lo deseable y que sirven de guía para la vida en sociedad”.

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La FACTICIDAD NORMATIVA, esta expresada en normas y valores, es un hecho fácil de verificar en nuestra vida diaria, como así también lo es en sus diversas maneras de juzgar una misma conducta como buena o mala, correcta o incorrecta, dependiendo del contexto social y cultural de que se trate. Así, por ejemplo, en la antigüedad se consideraba a un eructo una buena costumbre, un símbolo de satisfacción frente a los alimentos consumidos, mientras que hoy esa costumbre está prácticamente erradicada y mal vista en ciertos círculos sociales. Lo mismo ocurre con ciertas prácticas sexuales vigentes durante la Edad Media, como los cinturones de castidad o el derecho de pernada del señor; estos ejemplos citados nos sirven para demostrar cómo las normas sociales y los valores que las sustentan pueden ir variando de una sociedad a otra y de un momento histórico a otro. De la pluralidad fáctica del ethos surgen la duda y la reflexión, sostiene Maliandi (2009). Cuando se advierte que no todos opinan unánimemente sobre lo que se “debe hacer”, surge la duda, la pregunta básica acerca de ¿qué se debe hacer?, y –en caso de que se obtenga para ello alguna respuesta- la de ¿por qué se lo debe hacer? Con este tipo de preguntas se inicia lo que llamamos ética filosófica, que representa la continuación sistemática de la tematización espontánea, que procura explicitar (“reconstruir”) los principios que rigen la vida moral, es decir, se intenta fundamentar las normas. Acerca de las diferencias entre el DISCURSO ÉTICO y el DISCURSO MORAL, podríamos decir que: la MORAL nos brinda una respuesta a la pregunta ¿qué debo hacer? Sobre la base de las costumbres, normas y valores vigentes en una sociedad en un momento determinado de su historia la ÉTICA reflexiona acerca de los fundamentos de la Moral, es decir, procura dar respuesta a la pregunta ¿por qué debo obedecer? En el esfuerzo reflexivo de la Ética por fundamentar las normas y valores morales; el discurso ético busca no sólo afirmar, consolidar, sostener y legitimar nuestros principios morales, sino también cuestionar, develar y esclarecer tales principios. Es por ello que la reflexión ética es inseparable de la crítica. Los autores Guariglia y Vidiella (2011) distinguen las fronteras entre la Ética y la Moral apelando a la diferenciación conceptual entre MORAL POSITIVA, MORALIDAD Y MORAL CRÍTICA. Entienden por MORAL POSITIVA al conjunto de preceptos y reglas de conducta que afectan a un grupo humano determinado. Entienden por MORALIDAD a nuestra capacidad para juzgar acerca de la adecuación o no de una acción determinada a la concepción moral del grupo. La MORAL CRÍTICA comprenden el conjunto de principios y normas universalmente válidos a partir del cual juzgamos dichas conductas. Es decir que la moral crítica, a diferencia de la moral positiva, sería aquella que apela a ciertos criterios objetivos y universalmente válidos y que exceden los marcos restrictivos de las distintas morales positivas. Aranguren (1994) distingue entre MORAL VIVIDA Y MORAL PENSADA.

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MORAL VIVIDA es lo que hasta aquí hemos llamado moral a secas o moral positiva.MORAL PENSADA sería equivalente a la Ética como reflexión acerca de lo moral. Veamos la diferencias con un ejemplo. En septiembre de 2013 la noticia de una niña yemení de 8 años que habría muerto en su noche de bodas causó un gran revuelo internacional y puso en cuestionamiento la validez de esta costumbre y sus fundamentos. La noticia fue desmentida luego por las autoridades de Yemen, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) se calcula que cada día se casan 39.000 niñas menores de 18 años. Esto abre el interrogante desde el punto de vista ético acerca de la moralidad de este tipo de práctica; sobre todo si tomamos como criterio, por ejemplo, los derechos universales de los niños y niñas, y no los fundamentos culturales y religiosos de Yemen que sustentan sus prácticas. Dicho en otros términos: Desde el punto de vista de la moral positiva, se trata de una práctica correcta, ligada a costumbres ancestrales y con fundamento religioso. desde el punto de vista ético, en cambio, podemos cuestionar la validez de estos fundamentos teniendo en cuenta los derechos universales de niños y niñas. LA ÉTICA es aquella disciplina filosófica “que trata de reflexionar sobre nosotros mismos, es decir, mirarnos a nosotros mismos, nuestras prácticas y costumbres más arraigadas con una actitud crítica. Cuando nos preguntamos sobre algo, desde el punto de vista de la Ética, deberemos pasar del nivel prereflexivo del ethos al nivel reflexivo. 

En el NIVEL PREREFLEXIVO, nos dice Maliandi (2009), “nos encontramos con la normatividad pura, no cuestionada aún, la conducta ajustada a determinadas normas, simplemente y las maneras de juzgar tal conducta, especialmente cuando ésta se aparta de aquellas normas”.



En el NIVEL REFLEXIVO, nos encontramos con el esfuerzo racional y sistemático por esclarecer qué es el ethos y explicitar cuáles son sus fundamentos. Maliandi (2009) afirma que la Ética es la encargada de realizar una reconstrucción normativa, ya que se trata del esfuerzo sistemático por explicitar un saber pre-teórico o pre-filosófico que toda persona ya posee por el simple hecho de constituirse como un ser racional.

LA ÉTICA parte de un tipo de saber pre-reflexivo, el saber moral, y como éste ya es parte del ethos, la Ética con su tematización reconstruye al ethos. Los seres racionales, conocemos de manera intuitiva cómo debemos comportarnos en sociedad: ¿qué sentido tiene la Ética? ¿Vale la pena este esfuerzo reflexivo? Maliandi apelando a Kant responde que SI, dado que “el saber ingenuo del deber puede ser víctima por parte de las naturales inclinaciones”.

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LA RAZÓN no sólo cumple una función teórica, que es el conocer el mundo de los fenómenos, sino también práctica, ya que nos ayuda a determinar cómo nos debemos comportar en sociedad. Es por ello que el ámbito propio de la Ética es el de la “filosofía práctica”. ¿En qué sentido la Ética es normativa y práctica a la vez? La ÉTICA NORMATIVA es “la búsqueda de los fundamentos de las normas y valoraciones” y corresponde al segundo nivel de reflexión ética, luego de la reflexión moral (que es pre-filosófica). La Ética es normativa sólo de un modo indirecto, ya que ella misma no prescribe las normas morales sino sólo reflexiona acerca de ellas. Dicho en términos de Hartmann (citado por Maliandi, 2009) “la Ética no establece los principios éticos, sino que ayuda a descubrirlos”. En el siglo IV a. C. Aristóteles ubicaba a la Ética entre las ciencias prácticas junto a la Economía y la Ciencia Política, diferenciándolas de las ciencias teóricas, entre ellas la Metafísica, la Física y la Matemática. Las ciencias prácticas son aquellas que: Se preocupan por el hombre, en su capacidad de autoconocimiento o como fuente de acción; Su método es el dialéctico (parte de premisas que forman parte de la opinión común de los hombres acerca de la acción y busca mejorarla por medio de la argumentación); y Su propósito es mejorar la acción o praxis (practica u oposición a lo teorico). Las ciencias teóricas son aquellas que: Tienen como objeto las cosas que no cambian o cuyo principio de cambio se encuentra en ellas mismas; Su método es el análisis de los principios o causas de estas cosas; y Su propósito es el conocimiento demostrativo o teórico.Podríamos concluir que la Ética tiene tres funciones primordiales: 1. Aclarar qué es el ethos, indagando acerca de su estructura general, es decir, aquello que es común a los distintos tipos de ethos. 2. Fundamentar las normas mediante argumentos racionales. 3. Aplicar “a los distintos ámbitos de la vida social los resultados de las dos primeras” A estas tres funciones también podríamos agregar una cuarta: 4. “aclarar lo mejor posible el sentido y el uso del lenguaje moral” Maliandi, sostiene que dicha función le corresponde a la Metaética. En su intento por aclarar qué es el ethos, Maliandi identifica dos dicotomías:

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1. Las INTRAÉTICAS: la “dicotomía deontoaxiológica (horizontal)” y la “dicotomía axiológica (vertical)” 2. Las EXTRAÉTICA: la “dicotomía ontodeóntica” La DIMENSIÓN DEONTOAXIOLÓGICA comprende las normas y valores y busca dar respuestas a dos preguntas esenciales para la Ética “¿qué debemos hacer? y ¿qué es lo valioso en sí mismo?”. Las normas y los valores son dos de los componentes esenciales del ethos y es tarea de la Ética fundamentar esas normas y valores. A su vez, éstos también han dado lugar a dos corrientes teóricas: 1. La Deontología (o Ética del deber) de Kant 2. La ética material de los valores, representada por autores como Hartmann y Scheler. La DIMENSIÓN AXIOLÓGICA tiene como característica distintiva que separa lo mejor de lo peor (jerarquía) y lo positivo de lo negativo (polaridad axiológica). La ley por la cual a todo valor positivo se le opone un valor negativo (disvalor). La ONTODEÓNTICA da cuenta de la bipolaridad entre lo ético y lo extráetico. De esta dimensión destacaremos la oposición entre el carácter normativo, prescriptivo y evaluativo del discurso ético, frente al carácter descriptivo o neutral del discurso de la ciencia. Guariglia y Vidiella (2011), sostienen que desde un punto de vista lingüístico, la Ética, se ocupa primordialmente de proposiciones descriptivas, prescriptivas y evaluativas o valorativas. 

las proposiciones descriptivas, expresan propiedades universales y pueden ser comprobadas empíricamente.



las proposiciones prescriptivas, no describen un objeto o acción, sino que determina el modo a seguir. Es decir, “imponen que se realice o que se deje de realizar la acción que se enuncia”.



las proposiciones evaluativas o valorativas expresan valoraciones o evaluaciones y “reflejan siempre la valoración o punto de vista del hablante con respecto a un estándar de valores”.

LA REFLEXIÓN ÉTICA. EL SENTIDO DE SUS NIVELES Si seguimos a Maliandi (2009), podemos identificar cuatro niveles de reflexión ética que se diferencian entre sí por el tipo de pregunta que intentan responder: En el Nivel 1 encontramos la REFLEXIÓN MORAL que responde a la pregunta “¿Qué debo hacer?” El Nivel 2 es el de la ÉTICA NORMATIVA que responde a las preguntas “¿Por qué debo obedecer?” o “¿cuál es el fundamento de la moral?”

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En el Nivel 3 encontramos la METAÉTICA que responde a preguntas del tipo “¿Está bien planteada la pregunta anterior?, o bien: “¿Qué carácter tiene una expresión lingüística como ´debo hacer X´?” E el Nivel 4 encontramos la ÉTICA DESCRIPTIVA, la cual responde a preguntas como “¿cree A que debe hacer X? Los niveles para Maliandi (2009) no tiene que ver con una relación jerárquica entre ellos, sino más bien que sus diferencias están relacionadas con el grado de normatividad presente en cada uno de ellos. NIVEL 1: LA REFLEXIÓN MORAL En el primer nivel, nos encontramos con la normatividad pura, aún no cuestionada por la razón. Es lo que Maliandi llama el “ethos prereflexivo”, el cual trata sobre el conjunto aún no tematizado de creencias, normas o valores morales. La reflexión moral, nos dice Maliandi (2009), es propia del moralista, es decir, de aquel que pretende persuadirnos acerca de lo que debemos hacer o dejar de hacer. Según dicho autor no debemos confundir moralina con reflexión moral, ya que esta última supone un esfuerzo, aunque espontáneo y asistemático, por reflexionar sobre el ethos. NIVEL 2: LA ÉTICA NORMATIVA En este segundo nivel, abandonamos el ethos prereflexivo y pasamos de la reflexión moral al esfuerzo sistemático y metódico por fundamentar o criticar las normas y valores morales. La Ética normativa supone un esfuerzo por tematizar el ethos, mediante explicitaciones, problematizaciones, investigaciones, teorizaciones, ordenaciones o sistematizaciones, meditaciones y discusiones. Cuando indagamos acerca de los fundamentos de nuestros principios morales o nos cuestionamos acerca de la validez de ciertas prácticas, costumbres o valores como, por ejemplo, las bodas por conveniencia, el matrimonio heterosexual o ciertas prácticas sexuales medievales, hemos avanzado desde el nivel prereflexivo del ethos y la mera reflexión moral al nivel de la Ética normativa. Los criterios de la Ética normativa, para valorar como correcta o incorrecta una conducta o práctica, no son los criterios restrictivos de las morales positivas, circunscriptas a un determinado grupo social, profesional, étnico o religioso, sino que apelamos a ciertos principios y normas universalmente válidos. NIVEL 3: METAÉTICA El ethos posee también una dimensión semiótica o lingüística. Cuando hablamos de la semiosis del ethos estamos haciendo referencia al lenguaje específico en el cual se expresan las normas y los valores. Es por ello que para reflexionar sobre ese lenguaje debemos utilizar un metalenguaje. Para Brandt, las funciones de la Metaética son dos: 1. “establecer el método correcto para fundamentar los enunciados éticonormativos”.

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2. “establecer el significado de los términos y enunciados éticos”. La Metaética guarda una íntima relación con los otros dos niveles de reflexión, en tanto intenta establecer los criterios para juzgar la validez de los enunciados morales y de los ético-normativos. Pero también se diferencia o se distancia de ambos en la medida en que se trata de un tipo de saber exógeno al ethos y que pretende una neutralidad valorativa de la cual los otros dos niveles carecen. Si comparamos el nivel de la reflexión moral con la Metaética, las principales diferencias que aparecen entre ellas son que la reflexión ética es netamente normativa, es decir, examina las propias creencias morales desde adentro del ethos y es un tipo de reflexión espontánea o asistemática (y por tanto, prefilosófica), mientras que la Metaética, en cambio, es un tipo de reflexión filosófica que examina estrictamente el lenguaje moral desde fuera del ethos y posee una pretensión de neutralidad valorativa del cual la reflexión moral carece. NIVEL 4: ÉTICA DESCRIPTIVA La reflexión ético-descriptiva es propia de disciplinas como la Antropología, la Sociología y la Psicología. La finalidad de este nivel de reflexión no es orientar nuestro recto obrar, ni discutir acerca de los fundamentos de nuestras normas y valores, sino simplemente describir aquello que se observa, en lo que la gente cree o deja de creer, pero no se emiten juicios sobre esas creencias ni se exponen las creencias propias del investigador. La Ética descriptiva describe las creencias de un individuo o grupo social sin participar en ella, es decir, desde afuera, posicionándose como un observador neutral. Su intención no es dirigir la acción ni resolver dilemas morales situacionales, sino simplemente ofrece una descripción científica lo más certera posible acerca de las creencias de ese individuo o grupo social. LA AUTONOMÍA COMO UN PROBLEMA DE REFLEXIÓN ÉTICA Es muy importante para la reflexión ética la cuestión de la voluntad autónoma del hombre. La Ética no tendría ningún sentido si los hombres no fuéramos libres para decidir qué hacer y qué no hacer y si no fuéramos autónomos, es decir, autores de nuestras propias normas. Inmanuel Kant, filósofo del siglo XVIII considerado por muchos “el padre de la ética moderna”. Sostuvo que la persona humana como ser racional no está sometida a la ley de la causalidad que rige al mundo de los fenómenos, “sino que puede determinarse a actuar según una ley que emana de su propia razón, dicho en otros términos, la persona posee una voluntad autónoma. La autonomía de la voluntad constituye, según Kant, el principio supremo de la moralidad”. De acuerdo con el autor, la razón no sólo quiere saber qué son las cosas, sino cómo deberíamos comportarnos. Si todos nos dejáramos guiar por la razón no haría falta ningún principio exterior a nosotros mismos que nos dijera cuál debería ser nuestra pauta de acción. Para Kant, la razón ordena nuestras inclinaciones y motivaciones según un ´a priori´ que es el deber. La ley moral es la ley del deber por el deber mismo. El deber es

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incondicionado (imperativo categórico) y formal, porque prescribe la forma, pero no el contenido particular de la acción. En otros términos, el valor moral de una acción no depende de sus resultados, sino que deriva de un principio incondicionado, oriundo de la razón que se impone a la voluntad con fuerza de ley. La universalidad de la Moral lleva consigo la igualdad de todos los individuos en tanto que sujetos morales, y la autonomía de cada uno de éstos implica su dignidad. De allí que un segundo imperativo categórico sea aquel que manda “considerar siempre al ser humano como un fin y nunca sólo como un medio. 1.3 PRESUPUESTOS EPISTEMOLÓGICOS Y ANTROPOLÓGICOS DEL DISCURSO ÉTICO: SOBRE LOS MÉTODOS FILOSÓFICOS IMPLICADOS EN LA REFLEXIÓN ÉTICA Kant planteaba ya en el siglo XVIII que la humanidad se ha formulado tres preguntas fundamentales a las que intentó responder por medio de los filósofos: 1. ¿Qué puedo saber y qué no? A esta pregunta trata de contestar la Epistemología, que es la disciplina encargada del estudio de las condiciones de posibilidad del conocimiento y de su proceso en sí; 2. ¿Qué me es permitido hacer y qué no? A esta pregunta pretende contestar la Ética como reflexión acerca del actuar humano. 3. ¿Qué me cabe esperar y qué no? A esta pregunta respondería la metafísica. LOS PRESUPUESTOS EPISTEMOLÓGICOS Y ANTROPOLÓGICOS La relación entre el ser y el conocimiento es una “relación opaca”, ya que nuestro conocimiento acerca de nosotros mismos es un conocimiento indirecto, al que sólo podemos acceder por medio de los símbolos y demás objetos culturales sobre los que nos proyectamos, como en un espejo. La respuesta a la pregunta ¿Qué es la Ética? estará condicionada por la manera en que respondamos, a su vez, a las preguntas: ¿Puede el hombre conocerse a sí mismo? ¿existe realmente el conocimiento moral? Respecto de la pregunta ¿Qué es la Ética?, encontramos en el campo de la Filosofía dos posturas extremas: 1. por un lado, aquella que afirma el conocimiento directo del ser humano sobre sí mismo, expresada por Descartes en su famosa frase “Pienso, luego existo (cogito, ergo sum)”. 2. Y, por el otro, encontramos aquella que niega absolutamente tal posibilidad de conocimiento como en el caso de Nietszche, quien relativiza todo conocimiento objetivo a los intereses del sujeto que conoce y su voluntad de poder. “Para Nietzsche, el conocimiento sería la manifestación de los intereses de la vida, de modo que lo único que importa en cada caso es cómo se manifiestan esos intereses de la vida o de la voluntad del poder” En el caso del conocimiento moral, podemos identificar también dos grandes grupos de teorías, que vamos a denominar, siguiendo a Guariglia y Vidiella (2011),

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1. EL COGNITIVISMO MORAL: sería aquel que concibe el ámbito moral como un ámbito más del conocimiento humano, cuyos enunciados pueden ser verdaderos o falsos 2. EL NO COGNITIVISMO: afirma que no hay conocimiento moral posible y su fundamentación puede seguir dos líneas: una METODOLÓGICA en la que podemos distinguir entre el no cognitivismo empirista y semántico otra PSICOLÓGICA. David Hume es el principal exponente de la postura NO COGNOTIVISTA EMPIRISTA. Quien dice que nuestras distinciones morales (sobre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto) no derivan de la razón, sino de nuestros sentimientos y pasiones. Esta postura suele denominarse también como emotivismo, sostiene que la moralidad de nuestros actos no tiene que ver con un juicio intelectual acerca de los mismos, sino con los sentimientos de aprobación o desaprobación que ciertos actos despiertan en nosotros. La postura NO COGNITIVISTA SEMÁNTICA, representada por los seguidores del Círculo de Viena, como Carnap y Wittgenstein. Sostiene que los únicos términos del lenguaje con sentido son los términos descriptivos, propios del lenguaje de la ciencia, ya que sólo de ellos podemos afirmar su verdad o falsedad, en tanto términos referidos a hechos empíricamente comprobables en el mundo. Wittgenstein sostiene que, dado que los valores no están en el mundo, no es posible hablar de ellos, sino sólo tener una experiencia “mística”. Dicho en otros términos, la belleza y la bondad no son hechos empíricos que se puedan ver o tocar por sí mismos, es decir, exceden los límites del lenguaje. Un representante contemporáneo de la corriente semántica es el Ch. Stevenson que distingue dos clases de significados: el descriptivo y el emotivo”. El significado descriptivo es la representación que un enunciado produce en el oyente o lector, como, por ejemplo, cuando se dice ´esto es un árbol´. El significado emotivo provoca en el oyente o lector un estado de ánimo que lo induce a realizar o dejar de realizar una determinada acción. Por ejemplo, cuando se afirma ´fumar es malo´. La CORRIENTE NO COGNITIVISMO PSICOLÓGICO Se refiere a cierta interpretación de la ética aristótelica, según la cual la moral no es totalmente ajena a la razón, pero destaca su aspecto pedagógico antes que intelectual. De acuerdo con esta interpretación, la virtud moral no puede ser considerada simplemente una de las tantas formas de conocimiento. En otros términos, el conocimiento de qué es la justicia no nos convierte inmediatamente en justos, sostiene Aristóteles, sino que para ello es preciso, además, forjar nuestro carácter, es decir, educar nuestras pasiones por medio de las costumbres vigentes o ethos. En síntesis, si bien Aristoteles no niega el aspecto intelectual del conocimiento moral, destaca que la Ética es un tipo de conocimiento práctico que pretende enseñarnos a

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obrar moralmente. De allí que un aspecto importante de la ética sea enseñarnos a forjar en nosotros ciertos buenos hábitos que nos acerquen a las virtudes. Un representante moderno de esta corriente es el neoaristotélico MacIntyre quien destaca que la virtud “es una cualidad humana adquirida, cuya posesión y ejercicio tiende a hacernos capaces de lograr aquellos bienes que son internos a la práctica”. La fiolosofía moral de MacIntyre es conocida también como comunitarista, destaca que el bien moral es definido por la comunidad en la práctica. Dicho en otros términos, sólo puedo responder a las preguntas ¿qué debo hacer? o ¿cómo debo comportarme? ¿qué es el bien?. De esta manera, el autor opone al yo individual propio de las teorías racionalistas de la modernidad el yo comunitario, un yo enraizado en su comunidad. Entre las posturas que admiten el conocimiento moral, también vamos marcar dos diferencias fundamentales. El cognitivismo absoluto, representado por Platón sostiene que el hombre puede alcanzar un conocimiento absoluto de la Idea El cognitivismo crítico, dentro del cual distinguimos, a su vez, dos grandes corrientes: 1. las teorías éticas teleológicas y 2. las teorías éticas deontológicas. Teorias Eticas teleológica podemos encontrar teorías diferentes como. el eudemonismo, el hedonismo y el utilitarismo. Aristóteles afirma que todos los seres tienden a un fin; ese fin era la felicidad o eudemonía. Epicuro, representantes de la corriente hedonista, afirma también que todas nuestras acciones tienden a la felicidad, pero entendía por tal la ausencia de dolor (en el plano físico) y la conservación de un alma tranquila (en el plano espiritual). Para ello, era necesario eliminar el miedo a los dioses de la polis, la muerte o la fatalidad por medio de la ataraxia o ausencia de turbación. Representantes de la filosofía moderna como J. Bentham, J. Mill, J. Stuar Mill y H. Sidgwick. Hacen referencia al utilitarismo diciendo que es la corrección de una acción evaluada en función de una utilidad.Teorías éticas deontológicas se diferencian de las anteriores ya que no hacen énfasis en el fin de la acción moral, sino en el cumplimiento del deber por el deber mismo. Dicho en otros términos, para las teorías deontológicas si cumpliéramos una obligación moral sólo como un medio para alcanzar un fin (por ejemplo evitar ser sancionados socialmente) o por las utilidades que tal acción me reporte (por ejemplo, prestigio, reconocimiento o valoración social) entonces esa acción no es moralmente buena, sino simplemente una acción interesada, dado que, de modo estratégico y deliberado, me comporto de determinada manera para conseguir un resultado. LOS MÉTODOS FILOSÓFICOS IMPLICADOS EN LA REFLEXIÓN ÉTICA

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Así como no hay una única manera de definir qué es la Ética, tampoco existe un único método filosófico, para llevar a cabo la reflexión ética. Siguiendo a Maliandi (2009), podemos identificar cinco métodos filosóficos empleados por la Ética: 1. EL MÉTODO FENOMENOLÓGICO 2. EL MÉTODO ANALÍTICO 3. EL MÉTODO DIALÉCTICO 4. EL MÉTODO TRASCENDENTAL 5. EL MÉTODO HERMENÉUTICO

EL MÉTODO FENOMENOLÓGICO E. Husserl se propone describir los fenómenos tal como se dan a la conciencia, es decir, libres de todo supuesto, prejuicio o teoría previa, que pueda condicionar la mirada del observador. De allí la famosa frase que ha caracterizado a este método “a las cosas mismas”. Dicho en otros términos, quien opera fenomenológicamente busca despejar el campo de la observación de todo lo que no es esencial para quedarse con lo esencial, el dato puro. Para ello es necesario una forma de reducción o lo que Husserl llamó la epojé o abstención de todo juicio. En términos de Maliandi (2009), “el espectador fenomenológico se abstiene del juicio, no porque crea que ningún juicio puede ser verdadero, sino porque se coloca antes de todo juicio, antes de toda toma de posición”. EL MÉTODO ANALÍTICO podemos definirlo apelando a la segunda regla del método de Descartes, según la cual el método analítico consiste en “dividir cada dificultad en tantas partes como fuera conveniente para resolverla”. El método analítico es indispensable para la Ética normativa, ya que la tematización del ethos supone descomponer, ordenar y sistematizar cada una de sus partes complejas. EL MÉTODO DIALÉCTICO utilizado por autores como Platón, Aristóteles, los estoicos o los escépticos. La formulación más famosa es la relizada por W. Hegel, quien lo aplica a la evolución de la idea. Hegel entiende que la realidad es un puro devenir y que el devenir ocurre por medio de la superación de los contrarios. Para Hegel toda tesis tiene su contrario que es la antítesis, y de la confrontación de ambas surgirá necesariamente una síntesis que luego se convertirá en una nueva tesis para continuar el ciclo sucesivamente. Tiempo después, K. Marx, discípulo de Hegel, aplicará este mismo método ya no a la idea absoluta sino al estudio del mundo material, de allí que su método sea conocido como materialismo dialéctico. EL MÉTODO HERMENÉUTICO puede ser definido como “el arte de interpretar los textos”. Dilthey contribuyó al desarrollo de este método a través de la distinción entre las ciencias explicativas y las ciencias comprensivas. Para Dilthey, la comprensión es el método más adecuado para las ciencias históricas del hombre, en contraposición con los procedimientos explicativos de las ciencias naturales.

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Heidegger abandona la concepción herméutica de Dilthey, entendida como el arte de comprender las conexiones de sentido para proponer una “hermenéutica de la facticidad”. Heidegger defiende la tesis de que todo gira sobre la hermenéutica de la existencia. Para el autor toda nuestra existencia aparece dentro de un contexto de significado, que es relevante para nuestra acción y al cual podemos acceder sin dificultades. H. Gadamer máximo representante de la hermenéutica contemporánea- hará hincapie en la “historicidad del comprender”. Para el autor, la comprensión está siempre ligada al intérprete y a la particular situación histórica de éste, por lo tanto, está condicionada por el prejuicio o precomprensión. Aplicada al estudio del ethos, la hermenéutica implica que no podemos analizar o describir al ethos como un objeto de la ciencia, sino que debemos comprenderlo desde su particular horizonte de sentido, esto es “interpretar las pretensiones de obligatoriedad contenidas en cada ethos particular”. EL MÉTODO TRASCENDENTAL creado por Kant en el siglo XVIII, no trata de indagar cuál es el origen de nuestro saber, como ocurría con el empirismo y el racionalismo clásicos, sino de fundamentarlo, de dar razón de él. Para K. O. Apel, el método consiste en preguntar acerca de las condiciones de la argumentación moral y apela a dos criterios o reglas de la fundamentación: 1. que lo fundamentado no pueda ser negado cometiendo una contradicción pragmática 2. que lo fundamentado no pueda ser fundamentado sin que se cometa en ese intento un “círculo lógico”.

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MÓDULO 2 ¿QUÉ ES LA CULTURA? Siguiendo a Macionis y Plummer, definiremos a la cultura como “el conjunto de valores, creencias, actitudes y objetos materiales que constituyen el modo de vida de una sociedad”. En esta conceptualización se distinguen los elementos tangibles e intangibles de la cultura. Un poema, una escultura, una presa hidráulica o un edificio serían elementos tangibles que constituyen la cultura material de una sociedad. Mientras que sus valores, creencias, las ideas, las percepciones del mundo constituyen la cultura no material. La Sociología ha creado el término choque cultural para representar la “incapacidad de interpretar adecuadamente el significado de los símbolos que se emplean en una sociedad distinta de la nuestra”. La discusión acerca de la coexistencia de diversas culturas se ha vuelto prioritaria para la Ética. El problema no es la diversidad cultural en sí, sino los problemas derivados de la diversidad, tales como la preponderancia de unas culturas sobre otras (cultura dominante), la asimilación directa, la marginación y la exclusión de ciertas culturas. En el plano de la Ética estos problemas pueden dar lugar a dos posiciones contrapuestas: por un lado, el fundamentalismo, que sería la pretensión de imposición por la fuerza de una única cultura. y, por el otro, el relativismo moral, que niega la posibilidad de arribar a unos principios éticos comunes. Frente a estas dos posiciones extremas afirmaremos en esta lectura la necesidad una ética intercultural que sirve como canal de diálogo y encuentro entre las diversas culturas. HACIA UNA ÉTICA INTERCULTURAL Si bien es cierto que las distintas culturas han estado en contacto desde tiempos antiguos, estos intercambios se hicieron todavía mucho más intensos gracias a los avances científico-tecnológicos, generando transformaciones de fondo en la vida cotidiana de la gran mayoría de los habitantes del planeta. En sólo pocos años las sociedades han quedado interconectadas gracias al avance de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Con el intercambio cultural entre las distintas sociedades, creció la xenofobia (miedo al extranjero) y la heterofobia (miedo al diferente). Bauman señala que “la tolerancia cultural se suele ejercer a la distancia. Cuando esa distancia se ve amenazada por la afluencia constante de inmigrantes en sociedades cada vez más multiculturales, el miedo al otro se convierte en un

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sentimiento cada vez más extendido y las sociedades comienzan a tomar medidas que buscan preservar la pureza de su raza y de su propio sistema cultural. El problema se agrava aún más en los Estados multiétnicos, donde no sólo conviven distintas culturas, sino también diferentes etnias “que poseen no solo un sentido racial, sino también distintas cosmovisiones que piden respeto y apoyo para mantener y transmitir su forma de vida”. El problema multicultural hace referencia al “conjunto de fenómenos que se derivan de la difícil convivencia en un mismo espacio social de personas que se identifican con diversas culturas”. La ÉTICA INTERCULTURAL es entendida como aquella que nos “invita a un diálogo entre diversas culturas, de forma que respeten sus diferencias y vayan dilucidando conjuntamente qué consideran irrenunciable para construir desde todas ellas una convivencia más justa y feliz” (Cortina). De acuerdo con esta concepción, el debido respeto a cada cultura no es un principio incondicional o válido de manera irrestricta, sino que significa, intentar comprender cada cultura en sí misma y en lo que nos aporta para comprender la cultura propia. Cortina señala cuatro tareas fundamentales para la ética intercultural: 1. Permitir, dentro de un mismo Estado, la adhesión a identidades culturales diversas. 2. Rechazar los argumentos discriminatorios. 3. Practicar el respeto activo hacia las identidades elegidas por las personas. 4. Comprender las otras culturas comprender la cultura propia.

como

elemento

indispensable

para

En síntesis, optar por una ética intercultural supone privilegiar una racionalidad hermenéutica, admitiendo que ni la identidad personal ni la de las culturas se definen en singularidad, sino más bien en su presencia plural en la relación con otros. DE LA TOLERANCIA AL RESPETO ACTIVO: APORTES DE LA ÉTICA DEL DISCURSO De acuerdo con Maliandi (2009), la ética del discurso de Apel es un intento de mediación entre la filosofía trascendental kantiana y los nuevos recursos de la semiótica (Ciencia que estudia los diferentes tipos de signos). La ética apeliana es una ética en dos niveles. En el primer nivel, se intenta aportar una fundamentación última por medio de la reflexión pragmática trascendental, consistente en la explicitación de una norma básica o meta norma, la cual exige que los conflictos de intereses se resuelvan por medio del intercambio de argumentos, es decir, discursivamente. El segundo nivel es el de los discursos prácticos a los que la norma básica remite y en los que se procura la fundamentación de normas situacionales mediante el consenso.

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“La ética de Apel es de ‘dos niveles’, porque comprende, por un lado, el ‘nivel’ de las condiciones normativas de la fundamentación de normas y por otro, el ‘nivel’ de las normas mismas, a las que trata de fundamentar”. Apel distingue tres grandes paradigmas de la tolerancia de los cuales se deriva, a su vez, el reconocimiento de los derechos subjetivos a la libertad religiosa, de opinión y de expresión. 1. La primera sería el resultado de las luchas por la separación entre la Iglesia y el Estado, y 2. las segundas surgen de la oposición al Estado secular. 3. el tercer caso consiste en aquel que exige, además de los otros dos, “el reconocimiento de la automanifestación libre de las variadas formas de vida sociocultural que se dan en la sociedad multicultural. Cortina distingue entre: Tolerancia pasiva que sería aquella “predisposición a no inmiscuirse en los proyectos ajenos por simple comodidad” Tolerancia activa que sería aquella “predisposición a respetar los proyectos ajenos que pueden tener un valor aunque no los compartamos”. AVATARES DE LA FUNDAMENTACIÓN ÉTICA: CONFLICTIVIDAD Y CONVERGENCIA EN TIEMPOS DE INDUSTRIA CULTURAL Entre los avatares de la fundamentación ética tendremos: 1. Las posiciones que niegan la posibilidad de una fundamentación ética, como es el caso del RELATIVISMO MORAL, EL ESCEPTICISMO Y EL NIHILISMO; 2. Las posiciones que admiten la fundamentación etica, las que, a su vez, clasificaremos, siguiendo a Maliandi (2009), en FUNDAMENTACIONES METAFÍSICAS Y EMPÍRICAS. 3. Una alternativa crítica a todas ellas, denominada LA ÉTICA CONVERGENTE. Él RELATIVISMO MORAL, de acuerdo con Maliandi (2009), la principal característica de esta corriente filosófica es la confusión entre la vigencia fáctica de las normas morales y su validez. Se cree que las normas morales son válidas, es decir, que deben respetarse, donde y cuando efectivamente se las respeta. Un ejemplo clásico en este sentido son los sofistas griegos quienes creían que las normas sociales son meras convenciones humanas y, por lo tanto, sólo son válidas para el propio grupo social. Protágoras, uno de los más célebres sofistas, lo expresaba de la siguiente manera: “el hombre es la medida de todas las cosas”. En síntesis, si bien el relativismo no niega la validez a la cual identifica con la vigencia fáctica, sí rechaza que sea posible una fundamentación ética sobre la base de un criterio universal.

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Una forma moderna de este relativismo es el subjetivismo, corriente según la cual la validez de las normas morales depende de las creencias personales del sujeto de la acción moral, en tanto agente y juez de la misma. El ESCEPTICISMO MORAL. El escepticismo niega que podamos afirmar algo como real, ya que siempre se tiene un equilibrio de razones a favor o en contra de un determinado argumento y, por lo tanto, debemos suspender todo juicio acerca de si conocemos realmente algo. Una forma moderna de escepticismo es la representada por Nietzsche, quien relativiza todo conocimiento objetivo al tipo de sujeto de conocimiento. Para este autor existen dos tipos de negadores de la moralidad: 1. los que niegan que los hombres obren realmente por motivos morales (o sea, los que ven en la moralidad una forma de engaño) y 2. los que niegan que los juicios morales se apoyen en verdades (o sea, los que ven en tales juicios una forma de error). Para Maliandi (2009), el escepticismo es insostenible, por un lado, porque de acuerdo con sus propios argumentos es imposible sostener algo como verdadero, pero además por las incongruencias que acarrea, ya que, al igual que el relativismo, no es capaz de distinguir entre los argumentos dogmaticos y autoritarios contra los cuales el relativismo y el escepticismo se expresan de las propuestas razonadas y razonables de fundamentación de la Ética. EL FALIBILISMO MORAL es aquella concepción filosófica que sólo admite una validez provisoria de la moral. De acuerdo con Maliandi (2009), un primer antecedente de esta corriente lo encontramos en Descartes quien sostiene que, ante la ausencia de una evidencia metafísica como fundamento de la moral, debemos recurrir a fundamentos provisorios y, por lo tanto, falibles. Un ejemplo moderno de este FALIBILISMO lo encontramos en el RACIONALISMO CRÍTICO, representado por autores como K. Popper y H. Albert. POPPER, sostiene que todo trabajo científico riguroso debe proceder no buscando evidencias que permitan comprobar nuestras hipótesis sino más bien su refutación o falsación. Dicho en otros términos, el procedimiento científico no es otra cosa que una sistematización de nuestra capacidad racional de aprender mediante el ensayo y el error. Por lo tanto, las verdades a las que arribamos son siempre provisorias, es decir, son verdaderas hasta que se demuestre lo contrario. ALBERT, es uno de los principales críticos de la teoría del discurso de Apel y de los autores hermenéuticos. Albert sostiene que la fundamentación última de la ética propuesta por Apel desemboca en un triple callejón sin salida, conocido como el trilema de Münchhasen: “la necesidad de optar por un regreso infinito, un círculo lógico (petittio principii) o una interrupción arbitraria de la exigencia de fundamentación al llegar a un determinado punto (dogmatización)”. Si bien el falibilismo, junto con el relativismo y el escepticismo, tiene a su favor el hecho de buscar argumentos para acabar con el dogmatismo y el autoritarismo, tampoco está exento de críticas.

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Entre las posiciones que afirman la posibilidad de fundamentación de la ética, podemos diferenciar entre aquellas que aportan FUNDAMENTOS METAFÍSICOS de los EMPÍRICOS. FUNDAMENTOS METAFÍSICOS encontramos, por un lado, la FUNDAMENTACIÓN TEOLÓGICA (de theos=Dios y logos=estudio). Este tipo de fundamentación de la moral era corriente en la filosofía antigua y medieval, y consiste en apelar a la voluntad divina para fundamentar la obligatoriedad de las normas morales. Otro intento de FUNDAMENTACIÓN METAFÍSICA es el realizado por la ÉTICA MATERIAL DE LOS VALORES, cuyos máximos representantes son M. Scheler y N. Hartmann, entre otros. Esta teoría que se desarrolló durante el siglo XX fue uno de los intentos más importantes por superar el formalismo kantiano pero, sin embargo, fue perdiendo valor por las críticas recibidas a su intento por fundamentar la moral en el intuicionismo de los valores. FUNDAMENTOS EMPÍRICOS aquí encontramos dos corrientes filosóficas estrechamente vinculadas: EL HEDONISMO Y EL UTILITARISMO. Sin embargo, también estas teorías fracasan en su intento por fundamentar la moral. Tres de los argumentos que refutan su validez son: 1. Que los principios éticos no pueden derivarse de la experiencia; 2. Que cualquier intento por fundamentar la ética a partir de recursos extraéticos incurre en una incoherencia lógica; 3. Que todo intento por fundar el deber moral en la experiencia acaba refutándolo, ya que es fácil corroborar empíricamente que las acciones contrarias al deber son las más frecuentes. Dentro de la CORRIENTE HEDONISTA podríamos diferenciar, a su vez: el HEDONISMO EGOÍSTA (esto es, la búsqueda de la felicidad individual) del HEDONISMO SOCIAL (basado en el sentimiento moral). Ambas concepciones fueron refutadas por Kant (1967) en su Fundamentación de la metafísica de las costumbres. En el primer caso porque la evidencia empírica confirma que el bien obrar no suele coincidir con el bienestar individual pero, además, y fundamentalmente, porque el hedonismo egoísta tergiversa el sentido de la moralidad, haciendo indiferenciables las razones de la virtud y del vicio. Otro intento de fundamentación empírica lo encontramos en la ÉTICA EVOLUCIONISTA. Esta concepción de la Ética hunde sus raíces en los aportes de Darwin y Lamarck acerca de la transformación de las especies y el origen no humano del hombre. Su aplicación al campo ético se debe a los trabajos de H. Spencer (18201903) quien sostiene que los conceptos morales evolucionan desde la preferencia de virtudes guerreras en los Estados primitivos hacia el bienestar social propio de los Estados industriales. El fracaso de los intentos metafísicos y empíricos de fundamentar la Ética conduce a Maliandi (2009) a elaborar una propuesta superadora denominada ÉTICA

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CONVERGENTE que intenta ser una mediación entre la fundamentación ética pragmático-trascendental propuesta por K-O Apel y la ética material de los valores propuesta por Hartmann. La ética convergente es una ética principista, en el sentido que apela a la fundamentación ética como “mostración de principios”. La ética convergente apela a un conjunto de principios denominados por Maliandi como principios cardinales. Esos principios son: UNIVERSALIDAD-INDIVIDUALIDAD (conflictividad sincrónica) corresponden con la dimensión de fundamentación de la razón;

se

CONSERVACIÓN-REALIZACIÓN (conflictividad corresponden con la dimensión crítica.

se

diacrónica).

De acuerdo con Maliandi (2009), “estos cuatro principios rigen las decisiones y acciones morales cualificables y se fundamentan por vía de la reflexión pragmáticotrascental”. El PRINCIPIO DE UNIVERSALIZACIÓN es tomado por Maliandi (2009) de la ética del discurso en su versión apeliana, mientras que su opuesto, el PRINCIPIO DE INDIVIDUALIZACIÓN, es extraído de los aportes realizados por Hartmann en el marco de la ética materia de los valores. Particularmente de este último, Maliandi (2009) toma la noción de la inevitabilidad de los conflictos de valores. La propuesta de una ética convergente es precisamente el intento por buscar criterios para resolver o minimizar esos conflictos, reconociendo que nunca serán totalmente erradicables. Los conflictos pueden ser de distinto tipo: los hay políticos, económicos, sociales, ecológicos, culturales, entre muchos otros. En el caso de los conflictos éticos, estos suelen presentarse como un antagonismo entre normas morales, ya sean estas normas situacionales o bien normas más generales, como los principios éticos. En este sentido podemos diferenciar dos tipos de estructuras conflictivas: 1. Sincrónica: entre el principio de universalización y la individualización. 2. Diacrónica: entre el principio de conservación y el de realización. En síntesis, la ética convergente propone una fundamentación ética apriorística, basada en la metodología pragmático-trascedental de Apel que consiste en reconocer la exigencia de resolver los conflictos por medio de discursos prácticos 2.2. PRINCIPALES PROBLEMAS ÉTICOS: PROBLEMÁTICA NORMATIVA, METAÉTICA Y APLICADA La complejidad del ethos, determina una gran diversidad de problemas éticos. Maliandi los clasifica en: 1. PROBLEMAS DE LA ÉTICA NORMATIVA, 2. PROBLEMAS DE LA METAÉTICA

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3. PROBLEMAS DE LA ÉTICA APLICADA. PROBLEMAS DE LA ÉTICA NORMATIVA La Ética normativa es aquel nivel de la reflexión ética que se ocupa de la fundamentación de las normas y valores morales. Procura responder a la pregunta: ¿por qué debo obedecer los preceptos morales? La Ética normativa ha intentado resolver el problema de la fundamentación de dos maneras: 1. por medio de la FUNDAMENTACIÓN DEONTOLÓGICA o 2. por medio de la FUNDAMENTACIÓN TELEOLÓGICA. La FUNDAMENTACIÓN DEONTOLÓGICA es aquella que sostiene que el fundamento de la moral se encuentra en la mostración de ciertos principios que son válidos a priori. Por lo tanto, el carácter moral de una acción se encuentra en el cumplimiento de ciertos principios, independientemente de sus consecuencias. En otros términos, una acción será moralmente buena siempre que las intenciones del agente lo sean, con independencia de las consecuencias efectivas que se deriven del obrar. La FUNDAMENTACIÓN TELEOLÓGICA O CONSECUENCIALISTA. Según esta postura, las acciones morales son buenas o malas no porque así lo establezca ningún principio, sino por sus consecuencias. El ejemplo más claro de una fundamentación de este tipo lo encontramos en el cálculo moral propuesto por J. Bentham, según el cual una acción será moral si proporciona la mayor felicidad para el mayor número de personas. Esta fórmula fue cuestionada por J. S. Mill, para quien el criterio cuantitativo es insuficiente para determinar los actos morales. Según Mill, existen también cualidades de placer, es decir, unos placeres que son preferibles a otros. Esta distinción da lugar a la diferenciación entre: 

el utilitarismo del acto, que sería el mero cálculo de las posibles consecuencias de una acción determinada,



el utilitarismo de la regla, que es aquel que “toma en cuenta las consecuencias, que, a largo plazo, se derivan del prestigio o desprestigio de las reglas según las cuales se efectúan las acciones”.

La diferenciación entre deontologismo y consecuencialismo puede formularse mediante la oposición entre: 

ÉTICA DE LA CONVICCIÓN es aquella que prescribe o prohíbe determinadas acciones incondicionadamente como buenas o malas, es decir, sin tener en cuenta las condiciones en que deban realizarse u omitirse ni las consecuencias de la acción u omisión.



ÉTICA DE LA RESPONSABILIDAD, es aquella que manda tener siempre en cuenta las circunstancias y las consecuencias previsibles de toda acción u omisión. “Esta responsabilidad incluye la necesidad de resistir el mal con la fuerza, para evitar que el mal triunfe”.

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Un segundo problema que se le plantea a la ÉTICA NORMATIVA es acerca del ORIGEN DE LO MORAL, el cual podría formularse mediante las siguientes preguntas: ¿de dónde salen los principios morales? O ¿dónde residen? Aquí también las respuestas posibles son dos: EL HETERONOMISMO Y EL AUTONOMISMO. El HETERONOMISMO postula que los fundamentos que legitiman una acción como moral se encuentran necesariamente fuera del sujeto, es decir, son externos a la voluntad. Un ejemplo de esto lo encontramos en las distintas éticas religiosas según las cuales el fundamento de la Moral se encuentra en Dios a través de la revelación y el magisterio. El AUTONOMISMO, por el contrario, postula que una acción para ser moral debe tener su origen en la voluntad libre del hombre, no sometida a ninguna fuerza externa que no sea la ley que ella misma se dicta por medio de la razón. Dicho en otros términos, para el autonomismo, los principios morales provienen del propio sujeto de la acción moral. Un claro ejemplo lo encontramos en la ética kantiana y su defensa de libertad y la dignidad humana. Un tercer problema vinculado con la ÉTICA NORMATIVA es el de la APLICABILIDAD de las normas morales. Suponiendo que las normas morales son efectivamente aplicables, la Ética normativa debe dar respuesta a las preguntas ¿en qué extensión lo son? y ¿pueden o no aplicarse siempre? Aquí las respuestas son: EL CASUISMO Y EL SITUACIONISMO. 1. Para el CASUISMO todas las normas morales, si son válidas, tienen que aplicarse a todo acto particular. Dicho en otros términos, los principios morales deberían prever todos los casos posibles. 2. Para el SITUACIONISMO, en cambio, dado que las situaciones son siempre distintas, no puede haber normas válidas para todos. En este sentido, las normas morales sólo pueden proporcionar “una orientación prima face” Vinculado al problema de la aplicabilidad de las normas morales, encontramos el problema de la RIGUROSIDAD es decir, si las normas morales son válidas, ¿esto significa que deben aplicarse siempre o existen márgenes de flexibilidad? Las respuestas posibles son también dos. El RIGORISMO los principios morales deben cumplirse sin excepción y de manera incondicionada, es decir, cualquiera sea la situación o las circunstancias de la acción moral. Para esta postura sólo pueden existir acciones claramente buenas o malas y el deber moral es obrar bien siempre. El LATITUDINARISMO, en cambio, el cumplimiento de las normas morales es flexible. Hay ciertos casos de incumplimiento que deben ser tolerados. De acuerdo con Maliandi (2009), existen dos formas de latitudinarismo: 1. el indiferentismo, según el cual las acciones no sólo pueden ser buenas o malas, sino también las hay indiferentes; y 2. el sincretismo, que reconoce que algunas acciones pueden ser a la vez buenas y malas.

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PROBLEMAS DE LA METAÉTICA La Metaética es aquel nivel de reflexión que se ocupa de analizar la semiosis (estudios de signos) del ethos, y guarda una íntima relación con los otros dos niveles (la reflexión moral y la Ética normativa) en tanto intenta establecer los criterios para juzgar la validez de los enunciados morales y de los ético-normativos. Para el neopositivismo sólo las proposiciones descriptivas, es decir, aquellas de las que se puede predicar su verdad o falsedad, tienen sentido, descartando de este modo las proposiciones metafísicas y éticas. Podemos dividir las posibles respuestas a este problema en dos grandes grupos: LAS TEORÍAS COGNITIVISTAS Y LAS TEORÍAS NO COGNITIVISTAS. Las TEORÍAS COGNITIVISTAS son aquellas que sostienen la analogía entre las proposiciones descriptivas y las normativas. Dentro de ellas, encontramos una diferenciación, siguiendo la clasificación propuesta por Maliandi (2009), entre las teorías definicionistas y las no definicionistas5. Las teorías cognitivistas definicionistas son aquellas que, “de manera expresa o implícita, admiten que términos éticos pueden ser definidos, y que precisamente esa definibilidad es prueba de que tienen sentido”. Las teorías no definicionistas encontramos el intuicionismo, según el cual nuestros juicios morales están basados en propiedades no naturales que captamos directamente por medio de la intuición. Las TEORÍAS NO COGNITIVISTAS, a su vez, encontramos las siguientes corrientes teóricas: el imperativismo, el emotivismo , el prescriptivismo y el polifuncionalismo. El imperativismo: los juicios morales son imperativos disfrazados. En este sentido, cuando alguien dice, por ejemplo: “matar es malo”, en realidad está queriendo significar “no mates”. El emotivismo: afirma que los términos y enunciados éticos expresan los sentimientos de quienes los emplean. El prescriptivismo postula que los juicios morales son prescripciones universalizables. El polifuncionalismo, defendido por autores como Nowell-Smith y Warnock, afirma que no es necesario reducir la función de los términos éticos a un solo tipo, sino que éstos pueden cumplir múltiples funciones como prescribir, aconsejar, condenar, entre otros. PROBLEMAS DE LA ÉTICA APLICADA La ÉTICA APLICADA es, una actividad interdisciplinaria que comprende disciplinas como la bioética, la ética empresarial, la ética del medio ambiente, la ética jurídica, la política, entre muchas otras. De ellas, dos son las que han alcanzado mayor relevancia desde la década del setenta del siglo XX y a las que vamos a referirnos principalmente en este apartado: la bioética y la ética de la empresa.

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La BIOÉTICA según Van Rensselaer Potter, es importante destacar que por el avance de las nuevas tecnologías terapéuticas y la ingeniería genética, los diagnósticos prenatales o las técnicas de reproducción asistida, por citar sólo unos ejemplos, se planteaban situaciones inéditas que, en muchos casos, no podían resolverse con las normas morales tradicionales. Por estos nuevos desafíos, Potter afirmo, que habría necesidad de crear una nueva ciencia de la supervivencia que habría de servir de puente hacia el futuro de la humanidad. “La humanidad necesita urgentemente de una nueva sabiduría que le proporcione ‘el conocimiento de cómo usar el conocimiento’ para la supervivencia del hombre y la mejora de la calidad de vida”. La Comisión Nacional para la Protección de los Sujetos Humanos (EEUU) publicó un informe conocido como Informe Belmont, que señala: “Las directrices que se deben seguir en experimentación con humanos y establece las normas para la protección de individuos que participan en experimentaciones biomédicas basados en tres principios: autonomía, beneficencia y justicia”. A estos tres principios se les agrega, poco tiempo después, el principio de no-maleficencia: PRINCIPIO DE AUTONOMÍA: se refiere a la potestad que posee todo ser humano para decidir sobre su propia vida en tanto ser racional y consciente de sí mismo, con la capacidad ontológica de diferenciar entre el bien y el mal y las acciones que mejor lo acerquen a cumplir sus deseos. PRINCIPIO DE BENEFICENCIA: este principio se matiza con el anterior de respeto hacia la autonomía del paciente y supone que toda experimentación con organismos vivos o con el ambiente debería realizarse legítimamente para mejorar la calidad de vida de los sujetos. PRINCIPIO DE JUSTICIA: consiste en el reparto equitativo de las cargas y los beneficios en el ámbito del bienestar, evitando la discriminación en el acceso a la salud por motivos de raza, religión, económicos, sociales, entre otros. PRINCIPIO DE NO MALEFICENCIA: este principio consiste, principalmente, en no producir daño al paciente. Los avances de la ciencia y la tecnología han generado una gran cantidad de técnicas que pueden producir serios daños o riesgos para el paciente o sujeto de experimentación. Este principio nos obliga a hacer un balance de los riesgos y beneficios posibles, entendiendo por riesgo a toda posibilidad de daño físico, psicológico o moral. La ÉTICA EMPRESARIAL O ÉTICA DE LOS NEGOCIOS. De acuerdo con Cortina (2000), el objetivo de la ética empresarial es “analizar el campo de intersección entre ética y acción empresarial, buscar una integración entre criterios éticos y económicos, esto es, síntesis innovadoras que recojan esta intersección. Para la autora el bien interno de la actividad empresarial (es decir, su fin específico) es la satisfacción de las necesidades humanas, pero paralelamente a éste lo es también “el desarrollo al máximo de las capacidades de sus colaboradores, metas ambas que no podrá alcanzar si no es promocionando valores de libertad, igualdad y solidaridad desde el modo específico en que la empresa puede y debe hacerlo”. Para definir una ética de la empresa es necesario tener en cuenta: 

Cuál es su fin específico o bien interno de la organización;

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Averiguar los medios adecuados para producir ese bien y qué valores es necesario incorporar para alcanzarlo;



Indagar qué hábitos habrá de ir adquiriendo la organización y sus miembros para incorporar esos valores y forjar su carácter;



Discernir qué relación debe existir entre las demás actividades y organizaciones de su entorno;



Ser capaz de diferenciar entre los bienes internos y los externos a ellas;



Conocer cuáles son los valores de la moral cívica de la sociedad en la que la organización está inserta; y



Qué derechos reconoce esa sociedad a las personas, es decir, cuál es la conciencia moral alcanzada por esa sociedad (Cortina, 2000).

EL CONCEPTO ANTIGUO Y EL CONCEPTO MODERNO DE FELICIDAD Para los griegos, la felicidad o eudemonía estaba vinculada a la vida buena y ésta, a su vez, a la vida virtuosa. Recordemos que en la ética aristotélica el bien se refiere al fin hacia el cual todas las cosas tienden a la felicidad. Para aclarar qué entiende por felicidad, Aristóteles comienza por distinguir los tres estilos de vida que se suelen identificar con el término griego eudemonía: 1. la vida hedónica, que la identifica con el placer; 2. la vida política, entregada al bien de la comunidad; y 3. la vida teorética o contemplativa, propia de aquel que se dedica exclusivamente a la búsqueda del conocimiento, para concluir que sólo en la vida contemplativa alcanza el hombre su perfección. Para los filósofos modernos la felicidad no puede durar la vida entera, como proponía Aristóteles, sino que es primordialmente transitoria, es decir que ella se reduce a ciertos momentos esporádicos. Por otro lado, la felicidad se identifica con un estado exclusivamente psicológico y, por tanto, subjetivo y relativo a quien lo siente. LA PARADOJA DE LA FELICIDAD Pese a que tanto la visión antigua como la visión moderna reconocen la necesidad de disponer una cierta cantidad de bienes económicos y culturales para alcanzar la felicidad, los estudios empíricos han demostrado que el nivel de rentas por sí mismo es insuficiente para explicar el grado de felicidad o satisfacción que posee un individuo. Concretamente Guariglia y Vidiella (2011) mencionan un estudio que parece demostrar que una vez superado un cierto nivel de renta per cápita promedio, por más que los ingresos se dupliquen o tripliquen, este mayor nivel de renta no incide en el nivel de felicidad declarado por los individuos, el cual se mantiene estable. Este hecho ha sido denominado la paradoja de la felicidad.

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En síntesis, más allá de cómo cada uno conciba la felicidad, la intuición y los estudio empíricos, parecen demostrar que sin la satisfacción asegurada de cierto nivel elemental de nuestras necesidades básicas no podríamos llevar a cabo ningún ideal de vida buena. Sin embargo, una vez asegurado ese mínimo bienestar, el incremento constante de los ingresos y las riquezas materiales no necesariamente va acompañado de una vida más feliz.

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MÓDULO 3 Podemos entender a la RACIONALIDAD HERMENÉUTICA como la Interpretación a partir de la razón. LAS VIRTUDES son aquellos hábitos o modos del carácter que nos acercan al bien, “hacen a la capacidad de dominio que permite al que las posee encauzar sus deseos y pasiones y relacionarse con el placer y el dolor de un modo adecuado”. La naturaleza de la virtud es la de ser un término medio entre dos extremos, el exceso y el defecto. ARISTÓTELES nos aporta la siguiente definición: “LA VIRTUD es un hábito selectivo que consiste en un término medio relativo a nosotros, determinado por la recta razón y por aquello por lo cual decidirá el hombre prudente”. Las virtudes se distinguen en ÉTICAS Y DIANOÉTICAS. Las VIRTUDES ETICAS: son aquellas cualidades relativas a nuestro carácter. Entre ellas, Aristóteles menciona la fortaleza, la templanza, la liberalidad, la magnificencia, la justicia y la equidad. Las VIRTUDES DIANOÉTICAS son aquellos hábitos relativos a la parte racional o cognitiva del hombre, como ser EL NOUS, LA EPISTEME, LA SOFÍA, LA TÉJNE Y LA PHRÓNESIS. 

EL NOUS, traducido comúnmente como intuición, es la captación de los primeros principios.



LA EPISTEME O CIENCIA consiste en el desarrollo de las conclusiones que se siguen de los principios.



LA SOFÍA O SABIDURÍA surge de la unión de las otras dos, y equivale a lo que llamamos hoy filosofía o cosmovisión.

Estas tres virtudes (EL NOUS, LA EPISTEME Y LA SOFÍA) son propias de la razón teórica y su regla correcta es el silogismo teórico. La TÉJNE Y LA PHRÓNESIS, en cambio, son propias del ámbito de la razón práctica y su regla es el silogismo práctico. Aristóteles llamaba: PRAXIS O ACTUACIÓN, a la virtud requerida para actuar correctamente PHRÓNESIS O PRUDENCIA es la virtud que permite, alcanzar la sabiduría práctica. (comprender)

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La RAZÓN PRÁCTICA es aquella que provee la regla correcta para realizar, buenas elecciones, elecciones virtuosas, hecho que sólo ocurrirá cuando el deseo se ajuste a lo que dicta la razón. Aristóteles lo expresa de la siguiente manera: Lo que en el pensamiento son la afirmación y la negación son en el deseo la persecución y la huída. La virtud moral es una disposición relativa a la elección y la elección es un deseo deliberado, el razonamiento tiene que ser verdadero y el deseo recto para que la elección sea buena, y tiene que ser lo mismo lo que la razón diga y lo que el deseo persiga. Podemos definir a la PRUDENCIA como “aquella facultad deliberativa (…) que realiza las inferencias correctas para elegir los medios más adecuados en vistas al fin deseado” Así como en el silogismo teórico de las dos premisas se extrae una conclusión, en el caso del silogismo práctico de la premisa mayor y la menor extraemos la acción. El silogismo práctico conecta mediante un esquema lógico una premisa mayor, que expresa la voluntad o intención del agente, con una premisa menor, que establece el método más apropiado para alcanzarlo. En tanto que la conclusión es la acción que se sigue de lo anterior mediante la forma de necesidad práctica. Guariglia y Vidiella (2011) nos aportan el siguiente ejemplo: Juan quiere ir a Mar del Plata con su auto (premisa mayor). A menos que llene el tanque del auto no podrá llegar a Mar del Plata (premisa menor). Tiene que buscar una estación de servicio para cargar nafta (y la busca) (conclusión). Aristóteles llama a la premisa mayor - medio del bien, porque le presenta al agente un fin al que puede llegar como algo conveniente para él; mientras que a la premisa menor - medio de lo posible, porque conduce la reflexión a las circunstancias particulares de la acción y lo que está al alcance del agente para lograr el estado de cosas que desea. En tanto que la deliberación es el procedimiento mediante el cual el agente examina minuciosamente los distintos aspectos de la circunstancia en la que está por actuar, proyecta una meta a alcanzar y hace un balance de las ventajas y perjuicios que tal acción le reportará como de sus propias capacidades para llevarla a cabo. Encontramos, entonces, una superposición entre la deliberación y el silogismo práctico, ya que la deliberación conduce el procedimiento de análisis de la situación y sólo cesa cuando el agente ha obtenido la premisa menor del silogismo práctico, para pasar a la acción. H. G. Gadamer explica la hermenéutica por medio de la ética aristotélica, porque ambas -ética y hermenéutica- incluyen el problema del conocimiento aplicado. Así, la deliberación no sólo contribuye a determinar los medios más adecuados para alcanzar ciertos fines, sino que también establece lo que debe ser y lo que no, lo justo y lo injusto.

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Al retomar la cuestión de la prudencia o virtud de la racionalidad práctica podríamos afirmar, junto a García (2006), que se trata de una auténtica virtud hermenéutica, puesto que por medio de ella se conjuga el conocimiento de lo que es correcto con la experiencia moral. La PHRÓNESIS, como modo de ser racional, verdadero y práctico en relación con lo que es bueno para el hombre, se ubica de esta manera, en el plano de la vida práctica por medio de la deliberación en lo concreto de cada momento y en la comprensión de la experiencia del mundo. De acuerdo con la autora, el proceder hermenéutico puede compararse con las máximas del sentido común kantiano. Ellas son: a) pensar de acuerdo con uno mismo; b) pensar sin prejuicios c) colocarse o imaginarse en el lugar del otro o pensar extensivo”. El hecho de ponerse en el lugar del otro contribuye al diálogo intercultural, ya que al interrogarnos sobre cómo juzgar una determinada acción como buena o mala, correcta o incorrecta, será necesario no sólo tener en cuenta nuestras idiosincrasias individuales y nuestras propias razones para juzgar o evaluar una acción de acuerdo con normas particulares, sino también intentar comprender la justificación de las razones del otro, en condiciones de simetría y respeto mutuo. PARADIGMAS DE APLICABILIDAD La principal dificultad en la aplicación de las normas morales reside en el contraste entre su contenido general y el carácter concreto y particular de cada situación conflictiva. Para García (2006) “lo que es general es imperfecto en cuanto a que requiere de interpretación y de juicio con respecto a las circunstancias particulares” Para explicar la aplicación de los principios éticos, Maliandi apela a la noción de paradigmas de aplicabilidad para sintetizar criterios complejos con los que se procura aplicar normas generalestt a situaciones concretas. Estos paradigmas son: 1. PARADIGMA DE LA AUTORIDAD: es propio de las morales tradicionales, en especial de aquellas de base teológica. Es una forma de casuismo, (una parte del derecho, la teología moral u otras ciencias que se dedica al estudio de casos prácticos concretos) en los que puede aplicarse un principio general de manera incondicionada. 2. PARADIGMA DE LA SITUACIÓN (POSICIÓN SITUACIONISMO): Este intenta resolver el problema de la aplicabilidad de las normas morales apelando a lo que cada situación tiene de única e irrepetible, enfatiza las dificultades de aplicar normas generales a casos particulares, volviendo tal aplicabilidad imposible.

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3. PARADIGMA DEL RIGORISMO: comparte con el de autoridad su criterio casuista, pero, a diferencia de aquel, se apoya en la razón para explicitar sus fundamentos. 4. PARADIGMA DE LA PROVISIONALIDAD (ACTITUD LATITUDINARISMO): este paradigma se opone al rigorismo en tanto enfatiza en la flexibilidad de los principios éticos. Según Maliandi (2009), lo encontramos en la teoría de los deberes prima face, según la cual el deber es un principio que reviste obligatoriedad sólo si no entra en contradicción con otro deber (o deberes). Este conflicto entre deberes es precisamente lo que era incapaz de reconocer la teoría de Kant, según la cual sólo se admite el conflicto entre el deber moral y las inclinaciones naturales. 5. PARADIGMA DE LA RESTRICCIÓN COMPENSADA (CORRESPONSABILIDAD EN LA INSTITUCIONALIZACIÓN): al igual que el latitudinarismo, el paradigma de la restricción compensada admite que los principios morales no siempre pueden aplicarse en toda circunstancia, pero, a diferencia de aquel, no se trata de una flexibilización de los principios sino de una restricción a su aplicación. 6. PARADIGMA DE LA CONVERGENCIA (INCOMPOSIBILIDAD DE LOS ÓPTIMOS): reconoce que la aplicación de los principios éticos tiene ciertos límites, pero concibe esta restricción de diferente manera ya que el conflicto entre principios, en el paradigma convergente, no sólo surge al momento de su aplicación sino que la conflictividad entre ellos se reconoce como un a priori, es decir, se parte del supuesto de que los cuatro principios cardinales (universalidad, individualización, conservación y realización) siempre están en tensión. En conclusión, la ética convergente entiende los problemas éticos como manifestaciones específicas de conflictos entre las tendencias a la universalización, la individualización, la conservación y la realización, es decir, los cuatro principios cardinales.

3.2. ÉTICA Y DERECHOS HUMANOS: EL PLURI PRINCIPALISMO COMO CONCEPCIÓN. ¿CONFLICTO O CONCORDANCIA ENTRE PRINCIPIOS? “La ética contemporánea se ha enfrentado constantemente a un dilema que ha buscado superar una y otra vez: presentar sus principios como universalmente válidos con independencia de que éstos hayan sido elaborados y expuestos por la filosofía occidental a través de sucesivas etapas de secularización” (Guariglia y Vidiella, 2011, p. 239). ÉTICA Y DERECHOS HUMANOS Al intentar construir una conceptualización, podríamos decir que los Derechos Humanos son aquellos derechos que nos corresponden por nuestra condición de seres humanos. De allí que tengan una íntima relación con la noción de dignidad humana.En la Constitución de los Estados, no es necesario que tales derechos estén implícitos, ya les corresponden a las personas por el solo hecho de ser tales.-

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Con la Declaración de las Naciones Unidas implicó el reconocimiento de tales derechos por la comunidad internacional, obligaba de tomarlos como modelo en la elaboración de sus propios marcos jurídicos por parte de cada uno de los países miembros de la organización (ONU). La Declaración Universal de los Derechos del Hombre aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948 constituye la primera proclamación internacional en reconocer la envergadura de tales derechos. En su primera parte, la Declaración (art. 1° al 21°) proclama los derechos individuales, civiles y políticos, es decir, los derechos llamados de PRIMERA GENERACIÓN DE DERECHOS. Entre ellos: el respeto a la dignidad de las personas y su integridad física; el derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; el derecho a las garantías procesales; a participar en el gobierno de su país, directa o indirectamente por medio de representantes; entre otros. Estos derechos tienen sus antecedentes en el movimiento de la ilustración del cual Kant fue uno de sus representantes.- El Estado tiene la tarea de proteger los derechos civiles y políticos de sus ciudadanos”. La SEGUNDA GENERACIÓN DE DERECHOS corresponde a los derechos sociales, económicos y culturales (Arts. 22° al 27° de la Declaración Universal). Los derechos sociales son aquellos que el Estado debe garantizar “en lo que se refiere a un estándar de vida básico y a necesidades esenciales que algunos individuos no pueden alcanzar por medio de su propio esfuerzo”. En la segunda generación de derechos se le exige al Estado la intervención positiva para garantizar la satisfacción de las necesidades básicas (de alimentación, vestimenta, trabajo, salud y acceso a la educación), ya que sin esas seguridades materiales los derechos civiles y políticos serían sólo una quimera. Estas dos generaciones de derechos fueron luego recogidas por dos tratados internacionales legalmente vinculantes para los Estados que los han ratificado: el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, aprobados por sendas Convenciones en 1966 y que entraron en vigor recién en 1976. A diferencia de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que sólo expresaba “un ideal común” según reza su preámbulo, los pactos son obligatorios para aquellos países que los han ratificado. La DERECHOS DE TERCERA GENERACIÓN son los derechos de la solidaridad, los cuales refieren a “un tipo de derechos que no puede ser respetado si no es por medio de la solidaridad internacional”. Entre ellos: el derecho a la paz y a la intervención por parte de un poder legítimo mundial en los conflictos armados, en los genocidios y crímenes contra la humanidad; el derecho a un desarrollo sostenible y a un comercio justo; el derecho a un medio ambiente sano, la protección al consumidor y el derecho de las comunidades tribales y pueblos indígenas a utilizar y preservar sus recursos y sus tradiciones culturales, entre otros. Los DERECHOS DE CUARTA GENERACIÓN están directamente relacionados con las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y aparecen en el contexto de la revolución tecnológica de fines del siglo XX y principios del siglo XXI. Entre ellos podemos citar: el derecho de acceso a la informática; al uso del espectro radioeléctrico y de la infraestructura para los servicios en línea ya sean satelitales o por cable; el derecho a la formación en nuevas tecnologías; a la autodeterminación informativa; el habeas data y el derecho a la seguridad digital. Estos derechos surgen

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de la necesidad de asegurar a todos los individuos el acceso a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en condiciones de igualdad. Finalmente, están los DERCECHOS DE QUINTA GENERACIÓN que incluye la posibilidad de conducta inteligente de software, robots y otros, en la medida en que estos podrían lesionar derechos humanos considerados básicos. Y los DERECHOS DE SEXTA GENERACION, que incluiría a los transhumanos o posthumanos, es decir, a las personas alteradas genética o tecnológicamente. Las tres últimas generaciones de derechos humanos se han dado en el contexto de la globalización. De allí que sea importante detenernos a analizar este concepto y su vinculación con el globalismo ético y jurídico. En relación a este tema encontramos algunas diferencias: 

Guariglia y Vidiella (2011), restringen la globalización al ámbito económico.



Maliandi (2004), Para el la globalización no es sólo un proceso económico, sino también característicamente humano, de modo que la Ética no puede quedar ajena. De allí que “la necesidad de una Ética de la globalización se infiere directamente de la evidencia de que se están violando las más elementales normas de justicia social”



Sen y Kliksberg (2009), afirman que ha sido el dogmatismo económico el responsable de que se liberalizaran zonas tan sensibles y riesgosas como el mercado de capitales, arrastrando con ello al resto de la economía a la crisis mundial. De allí que sea necesario generar las condiciones que hagan posible el encuentro entre Ética y Economía. Dicho de otro modo, la Ética no puede quedar al margen de la Economía, debe orientarla y regularla, dado que los valores éticos tienen una gran influencia en el funcionamiento de la misma.

Rawls (2000), entiende al derecho de gentes como el conjunto de principios de justicia aplicable a todos los pueblos. Estos son: 1. Los pueblos son libres e independientes y su libertad e independencia deben ser respetados por los otros pueblos. 2. Los pueblos deben observar los tratados y compromisos. 3. Los pueblos son iguales y son partes de los acuerdos que los ligan. 4. Los pueblos deben observar el deber de no intervenir. 5. Los pueblos tienen el derecho de autodefensa pero no el derecho de instigar la guerra por razones distintas de autodefensa. 6. Los pueblos deben respetar los derechos humanos. 7. Los pueblos deben observar ciertas restricciones estipuladas en la conducción de la guerra. 8. Los pueblos tienen un deber de asistir a otros pueblos que viven bajo condiciones desfavorables, las cuales impiden que tengan un régimen político y social justo o decente.

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La propuesta rawlsiana incluye tanto a las sociedades liberales como las no liberales, siempre que respeten los derechos humanos básicos; como el derecho a la vida y a seguridad, a la libertad de conciencia, a la propiedad individual, a las garantías del debido proceso, el derecho de asociación y el derecho a emigrar. Estos derechos, sostiene el autor, constituyen límites morales al pluralismo entre los pueblos. Así por ejemplo, el derecho a la guerra se restringe sólo a los casos de legítima defensa. EL PLURIPRINCIPALISMO COMO CONCEPCIÓN: ¿CONFLICTO O CONCORDANCIA ENTRE PRINCIPIOS? Etimológicamente, el término PRINCIPIOS alude a los orígenes, el comienzo, lo que acontece primero en un orden temporal. Sin embargo, es preciso distinguir entre su uso lógico y el ontológico. Desde el punto de vista lógico, sostiene Maliandi (2003) que “un principio es una proposición de la que se pueden deducir otras proposiciones”, o también puede aludir a “las reglas básicas que deben tenerse en cuenta en todo razonamiento correcto”. En tanto que desde el punto de vista ontológico, el principio puede hacer referencia a un elemento de un compuesto, a una condición para la existencia de algo, o bien a la causa de un determinado efecto. En Ética los principios se utilizan para dar razones o justificaciones dado que una de las tareas esenciales de esta disciplina es la fundamentación de las normas y valoraciones morales. La mayoría de los filósofos suelen acudir a distintos principios éticos para fundamentar la moral y esta actitud se denomina principalismo. En la ética clásica encontramos ejemplos de principalismo; en la teoría de Kant, su imperativo categórico; en el utilitarismo, su recurso al principio de utilidad; y en la ética contemporánea podemos mencionar el principio de responsabilidad de H. Jonas (1995), el principio de reverencia por la vida de A. Schweitzer (1929), o el principio de discurso de K. O. Apel (1975). Todas estas teorías éticas tienen en común la apelación a un único principio, razón por la cual se las denomina MONOPRINCIPALISMOS. Los PLURIPRINCIPALISMOS reconocen varios principios éticos como fundamentación, como es el caso de los principios prima face de D. Ross (1972), los principios bioéticos de Beauchamp y Childress (1999) y los principios cardinales propuestos por Maliandi (2009). Recordemos que para Maliandi los principios cardinales son cuatro y se ordenan por pares según la estructura conflictiva del ethos que cada uno de ellos expresa. Así, en la estructura conflictiva sincrónica se ubican los principios de universalidad e individualidad, mientras que en la estructura diacrónica se ubican los principios de conservación y realización. Asimismo, éstos expresan la bidimensionalidad de la razón y el carácter dialógico de ésta. 3.3. ÉTICA Y CIENCIA:

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LA BIOÉTICA COMO CASO DE ANÁLISIS A la Ética le corresponde la difícil tarea de encontrar mecanismos que eviten o al menos compensen los desequilibrios generados por las innovaciones científicas y tecnológicas. De acuerdo con Maliandi (2009): Las relaciones entre la Ética y la ciencia constituyen uno de los principales problemas de la ética aplicada. En este campo, la ciencia cumple al menos tres roles diversos: 1. por un lado, proporciona información para la reflexión moral. 2. es el campo donde se deben tomar decisiones de significación moral. 3. constituye un objeto del enjuiciamiento moral “en el caso de conductas científicas moralmente aprobables o impugnables”. Maliandi señala que: Ni la ciencia ni la técnica surgen y se despliegan al azar sino siempre con propósitos muy específicos, propósitos que por lo general se vinculan con la adquisición de poder.. Jonas (1995) señala que los desarrollos del poder técnico han modificado de tal modo la existencia humana que resulta imprescindible plantearse seriamente el problema ético de la responsabilidad científica. Maliandi (2009) menciona cuatro principios biotecnoéticos que guardan una relación directa con los principios bioéticos propuestos por Beauchamp y Childress (1999) y los cuatro principios cardinales que forman parte de la ética convergente. Estos cuatro principios son: el principio de precaución, que exige minimizar los riesgos derivados de las actuales investigaciones en biotecnología; el principio de exploración, que defiende el derecho a la investigación; el principio de no discriminación genética; el principio de respeto a la diversidad genética. PRINCIPIO DE PRECAUCIÓN: refiere a los peligros que entraña la tecnociencia, sobre todo cuando no se conocen de manera suficiente los efectos nocivos sobre los humanos o el ambiente que podrían provocar la introducción de nuevas tecnologías. Si se tienen en cuenta los principios bioéticos propuestos por Beauchamp y Childress (1999), el principio de precaución puede ser interpretado como una especificación del principio de no-maleficencia y del principio cardinal de conservación en la ética convergente. Recordemos que el principio de no maleficencia prioriza en medicina la exigencia de no provocar daños en el paciente, en tanto que el principio de conservación refiere a la obligación moral de conservar lo que se considera valioso. PRINCIPIO DE NO DISCRIMINACIÓN GENÉTICA: se basa en el derecho a la igualdad de todos los seres humanos y puede ser interpretado como un principio anti-

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eugenésico. En este sentido, las posibilidades de crear tecnológicamente una civilización eugenésica como la que imaginó A. Huxley. La eugenesia se refiere a las pretensiones de mejoramiento biológico de los seres humanos mediante distintos procedimientos. Si bien no se trata de una práctica nueva, los avances de la biología molecular, particularmente a partir del descubrimiento del genoma humano, han perfeccionado estos procedimientos. PRINCIPIO DE RESPETO A LA DIVERSIDAD GENÉTICA: se refiere al problema general de la biodiversidad, tema central para la ética ecológica. La biodiversidad es fundamental para la existencia humana, pero la exigencia de su protección entra en conflicto con el principio de no discriminación, por lo cual, lo más razonable, como señala Maliandi (2009), es buscar equilibrios o convergencias entre los principios enfrentados. Si apelamos a los principios bioéticos, los principios de no discriminación y de respeto a la diversidad genética pueden ser entendidos como especificaciones de los principios de justicia y autonomía, respectivamente. CASO DE ANÁLISIS: EL DERECHO A LA SALUD El derecho a la salud es considerado uno de los derechos humanos de segunda generación. El status problemático del derecho a la salud ha dado lugar a visiones encontradas respecto a cómo considerar este derecho y su vinculación con los demás derechos humanos considerados básicos. Consideraremos: la visión libertaria, representada por autores como Nozick (1991) y Engelhardt (1986); la tesis del decent mínimum, expresada por Buchanan (1989); y la concepción de justicia sanitaria basada en la equidad propuesta por Daniels (1988). Las disidencias giran en torno a si considerar o no al derecho a la salud como un derecho positivo vinculado con la justicia distributiva. Por derecho positivo se entiende a aquellos derechos que “requieren de una acción positiva a fin de que la demanda del agente portador resulte satisfecha”. En el caso del derecho a la salud, éste es todavía más complejo que otros derechos positivos como el derecho a la educación o a una alimentación adecuada debido a los altos costos que demanda, especialmente el acceso a tecnologías médicas complejas. Determinar en qué consiste el derecho a la salud se convierte en una tarea ardua que exige, a su vez, especificar “qué debe entenderse por necesidades de salud, qué criterios emplear para definir prioridades, cuál es el peso que habría que asignar a la salud en relación con otros bienes básicos” Para la POSICIÓN LIBERTARIA el Estado debe abstenerse de intervenir en materia sanitaria. El argumento que utilizan Engelhardt (1986) y Nozick (1991) para defender esta postura es que el Estado debe ser un Estado mínimo, cuya única función consiste en proteger libertades básicas (principalmente el derecho a la propiedad privada) y que sólo el mercado puede actuar como un eficaz mecanismo de distribución de recursos. Los defensores del libre mercado sostienen que éste aporta numerosas ventajas en materia de salud: por ejemplo, impide la formación de corporaciones al fomentar la libre competencia; impide los sobreprecios y propicia el abaratamiento de los costos de los servicios; propicia la participación de los consumidores de salud, quienes deben aprender a elegir la mejor prestación posible, entre otras.

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Pero el argumento principal esgrimido por Engelhardt (1986) para rechazar que el cuidado de la salud sea considerado un derecho humano básico es que considerar la salud como un reclamo justo equivaldría a interpretar la enfermedad como una injusticia, razonamiento que es erróneo dado que tanto la salud como la enfermedad, así como la posición que cada uno ocupa en la sociedad, son atribuibles al azar o al mérito individual pero no a cuestiones de justicia. La TESIS DEL DECENT MÍNIMUM defendida por Buchanan (1989) guarda algunas semejanzas con la posición anterior, en tanto reconoce que el concepto de derecho a la salud resulta problemático y que no puede ser afirmado adecuadamente desde la esfera de la justicia. Sin embargo, reconoce la necesidad de que el Estado garantice un mínimo de atención sanitaria a quienes no estén en condiciones de acceder a la medicina privada, pero no como un derecho legítimo y universal, sino como un deber de beneficencia o caridad. De este modo, el acceso al mínimo decente en materia de salud se convierte en una obra caritativa, aunque no se trata de una beneficencia librada a la buena voluntad de cada quien, sino de un deber obligatorio que, llegado el caso, puede ser forzado por el Estado. Guariglia y Vidiella (2011) cuestionan esta postura por sus consecuencias inequitativas y porque discrimina a los individuos según su poder adquisitivo. Daniels con su CONCEPCIÓN DE JUSTICIA SANITARIA defiende un derecho universal e igualitario al cuidado de la salud basándose en la teoría de la justicia como equidad de Rawls (1978). Para fundamentar su posición, el autor propone, en primer lugar, un criterio para jerarquizar las necesidades de salud y, en segundo lugar, aplica la teoría de Rawls a la justicia sanitaria. Respecto a las necesidades sanitarias, Daniels basa su criterio en la definición biomédica de la salud y la enfermedad, según la cual “salud es la ausencia de enfermedad y enfermedad es la desviación de la organización funcional natural de un miembro típico de la especie”. De acuerdo con esta definición, las necesidades de salud incluirían: “nutrición y abrigo adecuados; vivienda sanitaria e impoluta; ejercicio, descanso y otros rasgos de vida sana; servicios médicos preventivos, curativos y rehabilitativos; servicios personales y sociales no médicos”. Daniels (1988) intenta conectar estas necesidades sanitarias con la noción de bienes primarios aportada por la teoría de Rawls (1978). Recordemos que, en su teoría de la justicia, Rawls (1978) propone dos principios de justicia como criterios para distribuir bienes sociales primarios, entendiendo por tales bienes aquellos “que conforman las condiciones mínimas que necesitan los ciudadanos de una democracia moderna para perseguir y promover racionalmente sus concepciones particulares del bien”. Estos dos principios eran el principio de igual libertad para todos y el principio de desigualdad. Según este último, las desigualdades económicas y sociales están justificadas siempre que sean para mayor beneficio de los menos aventajados. Daniels afirma que: Las personas enfermas o discapacitadas tienen mermadas sus oportunidades, ya que, al constituir desviaciones de la organización funcional natural de un miembro típico de la especie, atentan contra el rango normal de oportunidades abiertas a un individuo en una sociedad particular. Por lo tanto, la justicia sanitaria consistirá en intentar mejorar estas desigualdades provocadas por razones de enfermedad o discapacidad. Dicho de otro modo, ante

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situaciones de enfermedad o discapacidad que impidan a las personas participar como sujetos plenos de la sociedad, los bienes primarios deberán incluir un nivel adecuado de cuidado sanitario que permita a estos individuos compensar o recomponer su normal funcionamiento como miembro de la especie. 3.4 COMPLEJIDAD SOCIAL ACTUAL: LA CORRUPCIÓN COMO TEMA DE REFLEXIÓN La corrupción es un fenómeno complejo, no sólo de interés para la Ética sino también para otras disciplinas como la Ciencia Política, la Economía, el Derecho y la Sociología, entre muchas otras. Para algunos, la corrupción es propia de los países pobres o en vías de desarrollo y su presencia en estos países retroalimenta el círculo de la pobreza. Mientras que para otros la corrupción es principalmente un problema moral que no discrimina entre países ricos y pobres, y podemos encontrarla tanto en unos como en otros. Etimológicamente, el sustantivo corrupción proviene del latín corruptio que significa alteración. A su vez, deriva también del verbo corrumpere que significa echar a perder, descomponer, destruir o pervertir (Estévez, 2005). Son muchas las definiciones del concepto que se podrían mencionar. A los fines de esta reflexión, nos concentraremos en las definiciones aportadas por Malem Seña que entiende por corrupción “aquellos actos que constituyen la violación activa o pasiva, de un deber posicional o del incumplimiento de alguna función específica realizados en el marco de discreción con el objeto de obtener algún beneficio extraposicional, cualquiera sea su naturaleza”. Estévez alega que corrupción es “toda acción u omisión de un actor, que confunda lo público con lo privado, a los efectos de obtener algún beneficio personal”. El autor destaca que lo público no se interpreta de manera restringida a lo estatal, sino que también incluiría, por ejemplo, a un director de empresa o un dirigente sindicalista que aprovecharan su posición para obtener una ventaja personal. Es decir, se trata de cualquier decisor que deba tomar decisiones en beneficio de muchos pero que desnaturaliza su rol al privilegiar el interés o el beneficio individual por encima de sus deberes morales o legales. De modo que podríamos sintetizar estas conceptualizaciones afirmando que: La corrupción implica siempre, al menos, a un decisor, quien por acción y omisión incumple con sus deberes posicionales con el objetivo de obtener beneficios extraposicionales o particulares. La corrupción es un acto participativo, se requiere de la intervención de otro u otros que intentan influenciar sobre el comportamiento del decisor por medio de promesas, amenazas o prestaciones prohibidas por el sistema normativo vigente. De allí que el concepto de corrupción suela estar asociado a los del soborno y extorsión. Por SOBORNO se entiende aquella recompensa irregular que se utiliza “para influir sobre la conducta de un agente público en relación de una decisión

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que es gratuita o que debe ser tomada objetiva e imparcialmente, pero que en virtud de la recompensa se modifica en algún sentido”. En tanto que la EXTORSIÓN es “la amenaza por parte del agente público hacia un particular, de una medida lesiva sino realiza una contraprestación irregular en beneficio del agente”. Grondona (1993), dice que el acto de corrupción se refiere “a la solución perversa de un conflicto de intereses” entre el interés público y el privado; en tanto que el estado de corrupción existe cuando los actos de corrupción se han generalizado de tal modo que la corrupción se convierte en un sistema. La Ciencia Política ha estudiado desde antaño este tema de la corrupción. Por ejemplo, para Aristóteles (2003) los regímenes políticos se clasifican en buenos o malos (es decir, rectos o corruptos), según su objetivo sea el bien común de la ciudad en su conjunto, o bien la conveniencia privada de sus gobernantes. Aristóteles identifica seis tipos básicos de regímenes políticos: el gobierno de uno solo basado en el interés general se denomina monarquía, en tanto que su forma corrupta es la tiranía. El gobierno de unos pocos, a su vez, puede tomar la forma de una aristocracia (el gobierno de los mejores para el bien de todos) o de una oligarquía (el gobierno de unos pocos para su propio beneficio). En tanto que el gobierno de la multitud puede ejercerse teniendo en cuenta la común utilidad y en tal caso será denominada politeia o también República, mientras que su forma corrupta es la demagogia, es decir, “el abuso de la autoridad suprema en beneficio de los pobres”. Ya en la Modernidad, Maquiavelo planteaba en sus Discursos “que la virtud es una condición necesaria para aventar el fantasma de la corrupción” No son pocos los que creen que Ética y Política son esferas incompatibles entre sí. De hecho, el mismo Maquiavelo en El Príncipe, planteó la tesis contraria, es decir, que es más importante que el político aparente ser virtuoso a que realmente lo sea. Porque, en definitiva, el único objetivo que realmente importa en política es la conquista y conservación del poder. M. Weber planteó la distinción entre aquel que vive para la política y aquel que vive de la política. El primero es aquel que con sinceridad se compromete y pone al servicio de una causa que considera justa, mientras que el segundo es aquel que privilegia el factor económico por sobre otras consideraciones. En palabras de Weber (2002): Quien vive para la política hace de ello su vida en un sentido íntimo; o goza simplemente con el ejercicio del poder que posee, o alimenta su equilibrio y su tranquilidad con la conciencia de haberle dado un sentido a su vida, poniéndola al servicio de algo. En este sentido profundo, todo hombre serio que vive para algo vive también de ese algo. La diferencia entre vivir para y el vivir de se sitúa, pues, en un nivel mucho más grosero, en el nivel económico. Vive de la política como profesión

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quien trata de hacer de ella una fuente duradera de ingresos; vive para la política quien no se halla en este caso. Otro aspecto destacado por Weber (1992) y relevante para el concepto de corrupción tiene que ver con la distinción entre la esfera pública y la privada, más específicamente entre el patrimonio público y el privado. En tal sentido, el autor distingue entre los Estados modernos y los patrimonialistas. Los primeros son aquellos que cuentan con una burocracia profesionalizada que administra de manera imparcial los recursos públicos a cambio de un salario fijo, mientras que en los Estados patrimonialistas los gobernantes administran los recursos públicos como si fueran propios, o bien hacen un usufructo personal de estos bienes que son de todos. Para Dahl (1992) la principal característica de la sociedad pluralista es la existencia de múltiples centros de poder donde los no líderes, es decir, los ciudadanos, controlan a los líderes políticos, y llamaba a este sistema poliarquía para diferenciarla de la noción clásica de democracia entendida como gobierno del pueblo. Estévez señala al desequilibrio de poder, ya sea de tipo unitario o federal, como una de las principales causas de la corrupción. Aquí las opiniones se encuentran divididas entre quienes afirman que los sistemas políticos descentralizados son más fácilmente corruptibles y quienes, por el contrario, afirman que una mayor descentralización fiscal del gasto público contribuye en realidad a disminuir los niveles de corrupción. Otra de las causas asociadas a la corrupción tiene que ver con el déficit democrático, entendiendo por tal aquellos “sistemas políticos deficientes que carecen de democracias óptimas con división de poderes; y de métodos de inspección y de balance de instituciones”. Entre las causales de corrupción, Estévez (2005) también señala a las democracias incipientes. Según este argumento, las nuevas democracias, especialmente aquellas que emergen de regímenes autoritarios, como las latinoamericanas o las de Europa del Este, serían más propensas a las prácticas corruptas que las democracias más estables o antiguas. Estévez (2005) afirma que: Cuando las democracias han alcanzado su consolidación se observan bajos niveles de corrupción, en razón de su calidad institucional elevada (políticos representativos, jueces eficientes, organismos de control profesionalizado, sociedad civil activa, etc.). En el caso de las democracias en transición se constata una débil calidad institucional y una baja actividad de la sociedad civil. Por lo tanto, los resultados son bajos niveles de responsabilidad, confianza, compromiso, eficiencia y sub-ciudadanía. Otra causal de la corrupción política la encontramos en la denominada captura de Estado. Con este concepto se hace referencia al fenómeno de conquista del poder por parte de individuos o empresas privadas, quienes mediante su poder e influencia logran condicionar las políticas estatales. Sería el caso, por ejemplo, de gerentes o altos directivos de empresas que logran conquistar importantes puestos en la administración pública obteniendo, de este modo, ventajas especiales. Muchos afirman que una manera de evitar este tipo de conductas es mediante la profesionalización y estabilidad de los empleos públicos. Entre las consecuencias de la corrupción, tal vez una de las más significativas sea la pérdida de la legitimidad no sólo del gobierno acusado de corrupción, sino en general de la política.

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Las consecuencias de esta pérdida de legitimidad son de largo y profundo alcance. Por un lado, el cargo público se convierte en una vocación poco deseada y entre aquellos que aún quieren ocupar cargos públicos cabe esperar una buena cantidad de hombres sin escrúpulos. Por otro lado, la carrera política deja de considerarse como una vocación de servicio para convertirse más bien en un ámbito donde pueden obtenerse beneficios personales muy redituables (p. 52). ¿Es posible combatir la corrupción? Cuando la corrupción se encuentra generalizada, las soluciones morales individuales para combatir la corrupción son insuficientes siendo necesario instrumentar medidas estructurales. Entre ellas, Grondona (1993) destaca la necesidad de recuperar el valor de lo público. Otra de las medidas concretas que se pueden implementar es la formación de los funcionarios públicos “a partir de una moral o ethos administrativo similar al de otros oficios no económicos como el del sacerdote o el médico”. Finalmente, resulta imprescindible instrumentar el desarrollo institucional de órganos de control, ya sean de tipo administrativo o judicial. Los controles son necesarios para la transparencia y constituyen la esencia del sistema democrático constitucional. En ese sentido, merece destacarse que si bien la corrupción puede darse tanto en el ámbito privado como en el público, claramente este último presenta mayor gravedad, ya que la corrupción privada puede ser combatida y castigada por el Estado, pero si la corrupción está enquistada en el Estado.-

MÓDULO 4 4. ÉTICA Y DEONTOLOGÍA ÉTICA Y PROFESIONES

Maliandi (2009), sostiene que la tematización del ethos consiste en el esfuerzo reflexivo del hombre por auto-observarse, es una de las formas en que el hombre dirige su atención hacia sus propias prácticas. La tematización puede llevarse metodológicos, entre ellos:

a

cabo

mediante

distintitos

procedimientos

LAS EXPLICITACIONES: consisten en el esfuerzo por hacer explícito lo tácito o implícito. La Ética filosófica es un tipo de reflexión sistemática que busca explicitar un tipo de saber moral que todo hombre posee en tanto ser racional. PROBLEMATIZACIONES: consisten en el descubrimiento y planteamiento de los problemas éticos. Éstos, también llamados “aporías” exigen a la razón el

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esfuerzo de llevar a cabo investigaciones y teorizaciones, que si no pueden resolver los problemas detectados, al menos sirvan para mitigarlos. INVESTIGACIONES: la investigación filosófica se caracteriza por llevarse a cabo mediante el diálogo con otros pensadores que, a su vez, han llegado a sus conclusiones y teorizaciones por medio de sus propias investigaciones. Toda investigación requiere un importante acopio de información. TEORIZACIONES: consisten en la elaboración de respuestas teóricas a los problemas descubiertos o afrontados. ORDENACIONES (o sistematizaciones): son una exigencia de la razón, en el sentido que cada uno de los pasos de la tematización debe llevarse a cabo de manera ordenada. MEDITACIONES: toda reflexión ética es de algún modo una meditación que nos permite ir valorando los hallazgos de nuestras investigaciones y contrastarlos con los razonamientos propios y ajenos. DISCUSIONES (o disputaciones): consisten en un método particular para dar a luz nuevas ideas cuyos orígenes se remontan a la Antigua Grecia, que tuvo como máximos exponentes a Sócrates y su discípulo Platón. Al primero se le atribuye el origen de la mayéutica entendida como aquella “concepción metodológica según la cual el conocimiento progresa mediante la contraposición de una afirmación y la crítica de la misma, que obliga a una nueva afirmación”. ¿qué es una práctica profesional y cómo podemos juzgarla? Para MacIntyre (2001), la práctica “es una forma coherente y compleja de actividad cooperativa, establecida socialmente, mediante la cual se realizan los bienes internos a la misma mientras se intenta lograr modelos de excelencia que le son propios a esa forma de actividad”. Para MacIntyre (2001) el concepto de práctica es inseparable del concepto de virtud ya que se trata de “una cualidad humana adquirida, cuya posesión y ejercicio tiende a hacernos capaces de lograr aquellos bienes que son internos a las prácticas y cuya carencia nos impide efectivamente lograr cualquiera de tales bienes”. Los bienes internos, sostiene MacIntyre (2001), en tanto son el fruto del esfuerzo por la excelencia, son siempre beneficiosos para toda la comunidad, mientras que los bienes externos sólo son poseídos individualmente por quienes los alcanzan. Para responder a qué nos referimos con práctica profesional, es necesario primero señalar qué se entiende por profesión. Etimológicamente, profesión y vocación derivan del término alemán beruf que significa “la ocupación laboral a la que una persona se entrega con dedicación total”. Como vemos, el concepto comprende dos vertientes, una objetiva que es el trabajo o servicio que cada profesión aporta a la sociedad y, por otro lado, una vertiente subjetiva, que se refiere a la dedicación o entrega con que se lleva a cabo ese trabajo y que implica el concepto de vocación. Para que las prácticas profesionales se vayan institucionalizando se requiere la constitución de un campo profesional, entendiendo por tal al “conjunto de prácticas históricamente aceptadas y con un alto grado de reconocimiento por parte del resto de los integrantes de una sociedad”. Estos campos profesionales se distinguen entre sí por su grado de profesionalización y por la intensidad del disciplinamiento de sus

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prácticas. Por ejemplo, el ejercicio profesional de la medicina se encuentra sometido a estrictas regulaciones jurídicas y asociativas. La mayoría de las profesiones se encuentran reguladas por asociaciones profesionales que dictan las normas obligatorias para todos quienes comparten una misma profesión. Los códigos deontológicos dictados por estas asociaciones, no sólo son para la defensa de los derechos legítimos de los profesionales, sino también para la protección de los derechos de los clientes o usuarios frente a abusos o faltas de ética del profesional. LA ÉTICA PROFESIONAL O DEONTOLOGÍA ¿Qué significa que un profesional se comporte de manera ética? Si seguimos a Cobo Suero (2001), entendemos por conducta ética aquella conducta libre y responsable de una persona cuando ella es juzgada por el propio agente moral y por los demás como adecuada a un ser humano, esto es, “como digna de alabanza y merecedora de imitación y como deseable en todos los seres humanos”. El juicio moral sobre nuestras prácticas profesionales como adecuadas, deseables, loables o imitables suele realizarse sobre la base de las normas y valores imperantes en el contexto socio-cultural. Sin embargo, guiarnos sólo por esta reflexión espontánea puede conducir a que personas con otra cultura o con distinta formación juzguen una misma acción de diferente manera. Es por ello que se hace necesario apelar a la Ética, en tanto tematización del ethos, para dilucidar los criterios o principios que nos permitan juzgar una determinada conducta como adecuada a un ser racional. Estos criterios o principios no sólo son aportados por la Ética general, sino también por las distintas éticas aplicadas a cada ámbito de actividad. En este sentido, la Ética profesional o Deontología, es una ética aplicada que se ocupa de los comportamientos éticos en el ejercicio de una determinada profesión. Ella cumple un doble cometido, ya que, por un lado, aplica a la actividad profesional los criterios y principios aportados por la Ética básica o universal, y, por el otro, aporta criterios o principios específicos de cada profesión. En cuanto a los contenidos de las Éticas profesionales, éstas se alimentan de dos fuentes: por un lado, de la ÉTICA NORMATIVA, que aporta los principios éticos básicos o universales, y, por el otro, de la CIENCIA O DISCIPLINA CIENTÍFICA a la que cada profesión pertenece (ya sea que se trate de ciencias humanas, sociales o naturales). De acuerdo con Maliandi (2009), Ética normativa y ciencia colaboran entre sí aportando información para la reflexión moral y constituyen el primer paso del procedimiento de aplicación en la Ética aplicada. Dicho de otro modo, en una situación dilemática concreta, el agente moral puede actuar guiado por el sentido común, la prudencia, dejarse llevar por sus intuiciones o prejuicios morales, o bien puede obrar con conciencia en el marco de la Ética aplicada. Para ello será necesario apelar a la Ética normativa, para conocer cuáles son los principios éticos implicados en la situación como así también al saber científico que aportará los conocimientos y la

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experiencia sobre los usos correctos o incorrectos de los conocimientos y destrezas profesionales en el ejercicio de cada profesión. De acuerdo con el autor, las relaciones entre la Ciencia y la Ética constituyen uno de los principales problemas de la Ética aplicada. En este marco, la ciencia puede cumplir tres roles diferentes: 1. por un lado, aportando información para la reflexión moral (primer paso de la aplicación); 2. y, por el otro, la ciencia constituye un campo en el que hay que tomar decisiones de significación moral (segundo paso de la aplicación). En este sentido, la ciencia no sólo aporta información para la reflexión moral, sino que ella misma es objeto de tal reflexión. En palabras de Maliandi (2009), “todo saber científico está ligado a compromisos sociales y tiene repercusiones prácticas que lo insertan entre los elementos del ethos” (p. 71). 3. Por último, la ciencia es también objeto de enjuiciamiento moral, en el caso de las conductas científicas moralmente aprobables o reprochables. Nos resta todavía clarificar en qué sentido usamos el término Deontología. El filósofo inglés J. Bentham (1748-1832) fue el primero en emplear el término en el título de su libro Deontología. Ciencia de la moral, publicado en 1834. En él Bentham presenta a la deontología como una disciplina científica descriptiva, empírica y normativa, que, estudiando las ventajas de los comportamientos, determina los deberes morales. Dicho de otro modo, para Bentham el deber se deduce de un cálculo utilitarista sobre las ventajas de un determinado curso de acción. PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DE LA ÉTICA PROFESIONAL Al igual que en el caso de la Bioética, los principios fundamentales de la Ética profesional son cuatro: 

Respetar la dignidad de la persona humana, la igualdad y los derechos humanos de todas las personas;



Proceder siempre conforme a la justicia;



Poner los conocimientos y habilidades profesionales al servicio del bien de los clientes o usuarios;



Proceder siempre con conciencia y responsabilidad profesional, es decir, con competencia (cualificación, formación continua y evaluación) y dando un servicio de calidad.

El primer principio, el reconocimiento de la dignidad humana y la igualdad de todos los hombres constituyen sin lugar a dudas, el principio más importante de la Ética general; sirve de fundamento a todos los demás (principio de justicia, de beneficencia, de responsabilidad). La dignidad y la igualdad humana confluyen en el respeto de los derechos humanos sin distinción de sexo, raza, cultura o condición social. En el ejercicio profesional, estos derechos se traducen en el deber de respetar la igual dignidad de todos los seres humanos.

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En cuanto al principio de justicia éste es inseparable del primero, en la medida que dar a cada uno lo que le corresponde implica reconocer que todos los seres humanos somos portadores de derechos y obligaciones. La justicia puede adoptar dos modalidades: 1. por un lado, la justicia conmutativa es aquella tiene lugar entre las partes de algún tipo de intercambio, trueque o permuta, como, por ejemplo, entre el profesional que brinda un servicio y el cliente paga por el mismo. 2. Por el otro, la justicia distributiva es aquella que tiene lugar en el marco de una distribución de bienes (como, por ejemplo, los beneficios de una empresa) o de cargas (como es el caso de las políticas impositivas). En cualquiera de los dos tipos, el núcleo central lo constituye la equidad, ya sea entre lo que cada uno da y recibe, en el primer caso, y en el acceso al reparto de bienes y cargas, en el segundo. El PRINCIPIO DE BENEFICENCIA implica poner los conocimientos y habilidades profesionales al servicio del bienestar de los usuarios o clientes. En otros términos, si bien el ejercicio profesional es la ocupación principal de los profesionales y habitualmente su fuente de ingresos, no deben perder de vista que su actividad tiene como principales beneficiarios a los clientes y usuarios, a quienes provee de ciertos bienes o servicios considerados esenciales por la sociedad. De allí que Cobo Suero (2001) afirma que éste principio expresa “el sentido y la función social de toda profesión” (p. 90). El principio de beneficencia es de gran trascendencia para la Ética de las profesiones, en tanto el profesional ejerce una especie de poder social sobre sus clientes o usuarios. Finalmente, el PRINCIPIO DE RESPONSABILIDAD PROFESIONAL implica no sólo proceder siempre con conciencia, asumiendo las consecuencias de las decisiones y actuaciones profesionales, sino también supone que el profesional se preocupa por su competencia profesional. Esta competencia no está sólo garantizada por la formación inicial y certificada mediante la titulación correspondiente, sino que es imprescindible que el profesional se comprometa con la formación continua y la autoevaluación de sus actos. La responsabilidad profesional atañe principalmente a la relación entre el profesional y sus clientes o usuarios, pero no exclusivamente, ya que el profesional también debe obrar con responsabilidad en las relaciones con sus colegas, con la organización en la que presta servicios y con toda otra persona o institución con la que entable relaciones de trabajo. CÓDIGOS DEONTOLÓGICOS: NECESIDADES Y FUNCIONES La mayoría de las profesiones reúnen y sistematizan sus criterios y principios éticos en códigos de conducta, usualmente denominados códigos deontológicos que “reúnen los principios éticos y criterios profesionales básicos en las éticas aplicadas de cada profesión, con un sentimiento e imperativo del deber que conduce al profesional a asumir y autoimponerse libremente aquéllos”. Estos códigos obedecen a la necesidad de contar con una herramienta de autorregulación ética que fije criterios objetivos sobre lo que se considera un servicio profesional ético y de calidad. De allí que, de acuerdo con Cobo Suero (2001), los códigos deontológicos cumplen algunas de las siguientes funciones:

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Función reguladora y de guía para el ejercicio profesional: ya que estos códigos de conducta orientan al profesional ante situaciones éticamente dilemáticas estableciendo criterios o principios para discriminar la licitud o ilicitud ética de un determinado acto o conducta profesional. Función identificadora de la profesión: por otro lado, los códigos éticos contribuyen a definir la identidad de la profesión al equiparar, por ejemplo, la formación que deben recibir los profesionales de una misma disciplina y lo que se espera de ellos. Función declarativa de los principios y valores éticos y criterios profesionales: los códigos de ética expresan los criterios y valores compartidos por la mayoría de los miembros de una determinada profesión y contribuyen a definir su perfil profesional. Función informativa hacia los clientes/usuarios, otros profesionales, poderes públicos y sociedad en general: los códigos no sólo cumplen importantes funciones al interior de la comunidad profesional, sino que desempeñan también una importante función para los usuarios o clientes y la comunidad en general, al hacer explícitas la atención, los servicios y los comportamientos que caben esperar del profesional. Función protectora de la profesión: de acuerdo con Cobo Suero (2001), los códigos cumplen esta función de protección por tres caminos principales: asegurando la competencia profesional, la correcta conducta profesional y la defensa de los intereses de la profesión. Pese a estas funciones positivas de los códigos deontológicos, no son pocos los que piensan que su existencia coarta la libertad en el ejercicio profesional y que la conducta ética en las profesiones es una cuestión de conciencia individual. TRABAJO Y PROFESIÓN EN LA VIDA CONTEMPORÁNEA Hoy en día se entiende por trabajo sólo aquellas actividades remuneradas con dinero. En la afirmación precedente se excluyen del concepto todas aquellas otras actividades, imprescindibles para la conservación y la reproducción de la vida humana (como las tareas del hogar, el cuidado y la educación de los niños, el mantenimiento de la salud, entre muchas otras) que no son remuneradas o se desarrollan con un cometido desinteresado o privado (como las actividades artísticas, el voluntariado, la participación política, entre otras). Sin embargo, no siempre el trabajo ha sido considerado de la misma manera. Si nos remontamos a la antigua Grecia, allí el trabajo estaba vinculado a ciertas actividades imprescindibles para la supervivencia humana, como el procesamiento de los alimentos o el cuidado de los animales. Por tratarse de tareas físicas y materiales eran consideradas indignas por los hombres libres, razón por la cual eran llevadas a cabo por las mujeres o los esclavos. Recordemos que en el mundo griego se privilegiaba la vida contemplativa y que sólo

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los hombres libres, es decir, los ciudadanos, estaban llamados a dedicarse a tareas como la filosofía, la política, la poesía o la vida pública. Con la irrupción de la concepción judeocristiana, el trabajo adquirió el carácter de castigo divino, ya que de acuerdo con las enseñanzas del Génesis, en razón de la desobediencia de la primera pareja, los hombres deberían conseguir su subsistencia con el sudor de su frente. “Así, el trabajo se convierte en el castigo que debe cumplirse y la relación con Dios una relación transaccional de padre e hijo, con todas las implicaciones que puede entrañar la permanente minoría de edad de la humanidad entera”. La concepción judeocristiana tiene una variante que modifica sustancialmente la perspectiva del trabajo como castigo, a la que llamaremos la perspectiva protestante. A partir de la Reforma Protestante y las enseñanzas de Calvino, el trabajo comienza a ser concebido como el instrumento individual por medio del cual el hombre puede obtener su salvación. Las vinculaciones entre el protestantismo y el desarrollo del capitalismo fueron estudiadas por Weber en su célebre obra La Ética protestante y el espíritu del capitalismo. Para el autor, el protestantismo -en particular, el calvinismo- fue crucial para el nacimiento del espíritu del capitalismo. Esta afirmación surgía de la observación de que en los países donde más prontamente se desarrolló el capitalismo moderno, los líderes del sistema económico eran predominantemente protestantes. Para el calvinismo las personas estaban predestinadas a la salvación o la condenación y no había nada que pudieran hacer para torcer ese destino. Sin embargo, para reducir la incertidumbre que esta idea producía entre los individuos, los calvinistas desarrollaron la teoría de que existen signos en esta vida que pueden indicarnos si una persona se salvará y uno de estos signos es el éxito económico. De esta manera, el calvinismo contribuyó a que los individuos trabajaran con ahínco en la producción de su éxito individual. La valoración religiosa del trabajo incesante, continuado y sistemático en la profesión, como medio ascético superior y como comprobación absolutamente segura y visible de regeneración y de autenticidad de la fe, tenía que constituir la más poderosa palanca de expansión del espíritu del capitalismo. Recien entrado el siglo XVIII en que se dé inicio al capitalismo fabril. La característica sobresaliente de este sistema es que comienza a diferenciarse entre los jornaleros y/o peones que recibían una retribución por su trabajo y los artesanos que se hacían pagar sus obras. En este sistema el trabajo no sólo era un modo de subsistencia sino sobre todo “un modo de vida tradicional” que tenía sus límites en el consumo familiar, ya que la producción era sólo para garantizar la supervivencia y un pequeño excedente era mercancía intercambiable. Karl Marx (1818-1883) pensaba que ésta nueva fase del capitalismo eliminaba la capacidad creativa de los seres humanos, ya que la mayoría de la gente se limitada a querer tener el dinero suficiente para poseer las mercancías en lugar de desarrollar su potencial. “Así, la meta en el capitalismo era la propiedad, en lugar de la expresión de las capacidades humanas”

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Para Marx, el trabajo consiste en una actividad consciente y deliberada que se realiza en el proceso productivo. Por medio del trabajo el hombre no sólo produce objeto, sino que se produce a sí mismo, produce su humanidad, al ser la expresión de sus potencialidades humanas. En palabras de Marx el trabajo es: En el capitalismo el trabajador ya no es dueño de su trabajo, sino que ahora debe producir para otro. Para comprender más cabalmente el concepto debemos analizar los cinco tipos de enajenación presentes en el sistema de producción capitalista: ENAJENACIÓN DEL TRABAJADOR CON RESPECTO AL PRODUCTO DE SU TRABAJO, en el capitalismo del siglo XIX el trabajador no es el dueño del producto de su trabajo, sino que lo es el capitalista. A tal punto llega esta enajenación en la actualidad que no es poco frecuente que, por ejemplo, un trabajador nunca llegue a consumir un bien de lujo que él mismo ha colaborado a construir. ENAJENACIÓN DEL TRABAJADOR EN RELACIÓN CON EL PROCESO DE PRODUCCIÓN. Una de las características del trabajo moderno es la creciente especialización y fragmentación del proceso productivo. Cuanto mayor es esta fragmentación, más enajenado estará el trabajador con respecto a este proceso total, constituyendo un mero engranaje en el sistema global. ENAJENACIÓN DEL TRABAJADOR COMO SER GENÉRICO. Para Marx el hombre como ser genérico es un ser consciente de sí mismo y de los otros. Así, lo que distingue a un albañil de una abeja es que sólo el primero puede concebir primero en su imaginación su obra y luego llevarla a cabo. Pero el trabajo altamente atomizado y rutinizado hace que el hombre pierda esta posibilidad de desplegar sus potencialidades creativas para quedar reducido al papel de “bestias de carga o máquinas inhumanas”. ENAJENACIÓN DEL TRABAJADOR CON RESPECTO A SUS COMPAÑEROS DE TRABAJO. Para Marx el hombre es un ser social por naturaleza, las personas desean y necesitan colaborar con otras para extraer de la naturaleza lo necesario para su subsistencia. Sin embargo, el capitalismo rompe esta solidaridad natural al obligar a los trabajadores a competir entre sí. “Con el fin de extraer la máxima productividad y evitar el desarrollo de relaciones cooperativas, el capitalista enfrenta a los trabajadores entre sí para detectar cuál de ellos produce más, trabaja más rápidamente y agrada más al jefe”. ENAJENACIÓN DEL CAPITALISTA. Finalmente, la enajenación no sólo afecta al trabajador, sino también al capitalista. Si el trabajo es lo que le aporta su ser al hombre, el capitalista también se encuentra enajenado, ya que no realiza una vida productiva en los términos propuestos por Marx. De este modo, “el capitalista se enajena en un mundo de mercancías y de necesidades creadas, extrañas a sus necesidades humanas y a su productividad vital”.

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LA CONFORMACIÓN DE LA IDENTIDAD EN EL TRABAJO MODERNO La identidad personal, es decir, la idea que las personas se hacen sobre quiénes son y sobre lo que tiene sentido para ellas, es una construcción que se conforma por medio de procesos simbólicos relaciones e institucionales en un determinado horizonte temporal, espacial y cultural. En ese proceso de construcción y apropiación de la identidad intervienen diferentes agentes de socialización, cuya influencia sobre el sujeto depende principalmente de la edad cronológica del mismo. Por ejemplo, en la niñez los principales agentes socializadores son la familia y la escuela; en la adolescencia lo son el grupo de amigos y los medios masivos de comunicación; y, por último, en la edad adulta “el mayor agente modelador y afirmador de la identidad es el lugar de trabajo”. Sin embargo, las fuertes transformaciones que ha sufrido el trabajo moderno generan ciertos problemas específicos en la conformación de la identidad profesional, por ejemplo, Sennett (2000), en su obra La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo, compara el carácter y los valores de los trabajadores de empresas tradicionales con los trabajadores de las empresas bajo el capitalismo contemporáneo y encuentra que valores como el trabajo duro o la postergación de la gratificación, que formaban parte de la ética del trabajo, pierden su sentido bajo el capitalismo actual. La temporalidad del trabajo en las antiguas empresas que ofrecían un trabajo de por vida le permitía a sus trabajadores la construcción de un relato de sus propias vidas que se correspondía con una línea progresiva en el tiempo. Pero esto ya no es posible en el contexto del capitalismo actual que, por varias razones, principalmente financieras, considera hoy como valioso la juventud y la flexibilidad. La juventud se amolda perfectamente a los nuevos paradigmas de productividad, dinamismo, salud, apertura a nuevas tecnologías, y también, hay que decirlo, menores compromisos económicos familiares, menores salarios, etc. El problema se agrava aún más cuando la titulación inicial del individuo no coincide con su ocupación real, lo que Cobo Suero (2001) llama un desajuste ocupacional. Si bien, en muchos casos, el hecho de que la formación profesional inicial no coincida con el trabajo actual, no genera mayores problemas en individuos que pueden adaptarse a los cambios o que asumen una actitud de formación constante; en otros casos, este desfasaje puede generar conflictos en la identidad profesional. Estos desajustes ocupacionales no sólo generan problemas de identidad profesional, sino que también conducen al individuo y a la sociedad actual a replantearse la relación entre educación y competencia profesional. Dicho de otro modo, ¿puede la formación académica inicial garantizar la adquisición de las habilidades y destrezas necesarias para el puesto de trabajo? La dinámica de los empleos en la actualidad parece requerir una formación constante, de modo tal que la titulación académica es sólo “la puerta de acceso al mundo laboral y el punto de arranque de una formación que se ha de continuar a lo largo de toda la vida”. 4.2. LA IMPLICANCIA DE LA ÉTICA GENERAL EN EL DEVENIR DE LA ÉTICA PROFESIONAL: DISCURSO Y CONDUCTA EN TIEMPOS DE PÉRDIDA DE CONFIANZA

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A La Ética no solo le interesa el buen obrar, sino también cómo ella puede servirnos para actuar correctamente en el campo de nuestras profesiones. Pero, ¿cómo decidir si una determinada práctica profesional es buena o mala, correcta o incorrecta? Dicho de otro modo, ¿cuál es la estructura de nuestros juicios morales? ¿Son todas nuestras acciones conductas intencionales? ¿Puedo siempre, en cualquier circunstancia, acusar de mala praxis a un abogado que pierde un juicio o a un médico que no logra salvar la vida de su paciente? Para responder estos interrogantes comenzaremos analizando los distintos tipos de acciones humanas. Remontándonos al pensamiento aristotélico, diremos que “la acción es un tipo de entidad en la cual se puede determinar claramente su causa inmediata y primera, que es el hombre”. Las acciones se distinguen de los meros acontecimientos por su carácter intencional. nos aportan el siguiente ejemplo: 

Si nos golpean debajo de la rótula de la rodilla estando sentados, levantamos la pierna mediante un reflejo, y, por lo tanto, no es una acción; si, en cambio, estiramos la pierna en el momento en que alguien al que le tenemos antipatía está pasando, estamos realizando una acción. (p. 49).

Por lo tanto, toda acción es por definición intencional y está unida a motivos e intenciones para actuar. 

Los motivos se refieren a las razones por las cuales emprendemos una determinada acción y



las intenciones se refieren a las acciones o estados posteriores al momento de la acción. Ahora bien, ¿toda acción intencional es voluntaria a la vez?

Aristóteles distingue cuatro tipos de acciones: las voluntarias, las no voluntarias, las involuntarias y las mixtas. Las ACCIONES VOLUNTARIAS “son el grado más alto de aquellas que tienen el carácter de intencionales” se trata de acciones que no sólo tienen al agente como motor o principio, sino que éste las realiza con pleno conocimiento de lo que está realizando al haber deliberado bien acerca del fin de su acción y los medios para alcanzarlo. Las ACCIONES MIXTAS son una subespecie de las voluntarias ya que son aquellas que se realizan con conocimiento del agente pero bajo la constricción de ciertas circunstancias. El ejemplo que aportan es: el de un capitán de navío que se ve forzado a arrojar su carga con motivo de un temporal. Es decir que “no se trata de una acción voluntaria en sí sino solamente en el momento y bajo las circunstancias de su realización” De aquí se desprende una conclusión muy importante y es que: “Para juzgar el carácter de una acción es necesario agotar el análisis de todos los elementos que entran en juego como condicionantes o determinantes de ella”.

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Las ACCIONES NO VOLUNTARIAS son aquellas que se realizan sin conocimiento por parte del agente. El ejemplo más claro es el del estado de ebriedad, ya que bajo los efectos del alcohol el agente no es plenamente consciente de lo que hace bajo ese estado, pero sí lo era en el momento previo en que comenzó a beber. Es por ello que para Aristóteles también en este caso el agente es responsable de sus actos, en razón de un conocimiento previo que el agente no puede desconocer. Las ACCIONES INVOLUNTARIAS son aquellas “en las que la causa de la acción es ajena por completo al agente, de modo que la acción se desarrolla sin ninguna contribución de su parte”. Estas, a su vez, pueden clasificarse en acciones involuntarias por la fuerza o por ignorancia. 1. Las ACCIONES INVOLUNTARIA POR LA FUERZA son aquellas en las que el agente es coaccionado por fuerzas naturales o por otros hombres. 2. Las ACCIONES INVOLUNTARIAS POR IGNORANCIA se refieren al desconocimiento de las causas particulares de la acción. Volviendo a la discusión sobre las prácticas profesionales, ¿cómo juzgamos moralmente la conducta de un profesional? Como dijimos, de que la mayoría de nuestras acciones son intencionales, juzgamos moralmente nuestras acciones siguiendo la estructura argumentativa del juicio moral o juicio práctico. De acuerdo con Guariglia y Vidiella (2011), el juicio práctico tiene la misma estructura que los juicios teóricos, es decir, un explanans y un explanandum “solamente que en el juicio moral el explanandum sería el juicio particular y el explanans la norma universal sobre la que aquel se apoya”. El juicio particular establece, por un lado, la existencia de una acción particular realizada por un individuo particular (nivel epistémico). Sobre estos hechos podemos afirmar su veracidad o falsedad. Por otro lado el juicio moral propiamente dicho, por medio del cual valoramos esa conducta particular en función de una norma universal para ese tipo acciones (nivel moral). Y una conclusión que consta de dos partes: 1. en primer lugar, establecer si efectivamente el individuo realizó la acción que se juzga y 2. en segundo lugar, determinar si la acción es del tipo de acciones prohibidas por la norma universal. Si volvemos a nuestras preguntas originarias, ¿cuándo una determinada conducta profesional puede ser considerada correcta o incorrecta? 1. En primer lugar, deberemos establecer de acuerdo con la clasificación aristotélica si la acción en cuestión ha sido una acción voluntaria, no voluntaria, involuntaria o mixta, teniendo en cuenta todas las circunstancias y elementos de la acción.

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2. En segundo lugar, deberemos establecer si realmente el sujeto en cuestión realizó la acción que se le imputa y evaluar si la misma se corresponde o no con lo que prescribe la norma universal para este tipo de acciones. Norma universal que obtiene, a su vez, su validez de los principios éticos generales. Por último, ¿de qué manera afecta la pérdida de confianza a las relaciones profesionales, no sólo entre el profesional y sus clientes o usuarios, sino también con sus colegas y demás profesionales? De acuerdo con Estévez (2005), la confianza surge de relaciones interpersonales sinceras y responsables. Actuamos de manera responsable y sincera cuando somos honestos con nosotros mismos y con los demás, respetándolos en su dignidad, es decir, tratándolos siempre como fines en sí mismos, nunca como medios. “La confianza es garantía de transparencia en la comunicación y acción entre los hombres, y signo de su sentido de vinculación común con la comunidad política en la cual todos se hayan comprometidos” (2005, p. 56). Las relaciones de confianza tienen la capacidad de irradiarse a toda la comunidad por medio de sus instituciones, comenzando por la familia, la escuela, el ámbito laboral y demás instituciones intermedias. Pero cuando estas instituciones son fuertemente jerárquicas los índices de confianza tienden a bajar, ya que las personas que no se conocen entre sí o están sometidas a estrictos controles tienen pocas probabilidades de desarrollar relaciones basadas en la confianza. Por el contrario, sostiene Estévez (2005) que cuanto más flexible y mediada sea la estructura de una institución, más confianza desarrollarán sus miembros ya que cada quien será consciente de su responsabilidad compartida. De acuerdo con Bauman (2008), vivimos en una época donde crece la desconfianza y el miedo al otro, donde el otro se convierte en una amenaza para la satisfacción de mis intereses egoístas. Bauman disiente con Lögstrup (1997) quien manifestó que lo característico de la vida humana es “que las personas suelan encontrarse entre sí con natural confianza”. Para Bauman, las nuevas generaciones han crecido incorporando un mensaje distinto. Mensaje que expresan series televisivas como El Gran Hermano o Survivor a las que éstas generaciones suelen ser adictas: “No confíes en nadie”. Nuestros jóvenes, sostiene Bauman (2008), han incorporando como una noción del sentido común la advertencia de Shestov (1970) con quien abrimos esta sección: el hombre es lobo del hombre. 4.3. LA PROBLEMÁTICA ÉTICA EN LAS ORGANIZACIONES LUCRATIVAS. VALORES ÉTICOS EMPRESARIALES. EL DEBATE SOBRE LA DOBLE MORAL DE LA EMPRESA LA ÉTICA EMPRESARIAL EN EL CONTEXTO DE UNA ÉTICA DE LAS ORGANIZACIONES La empresa, como toda organización, tiene una meta por la cual cobra todo su sentido y que la legitima ante la sociedad. Esta meta o fin es un bien social para toda la comunidad. En este sentido, toda organización se caracteriza por la producción de bienes internos y externos. Los bienes internos son aquellos que sólo ella puede aportar a la sociedad. Por ejemplo, la actividad empresarial, la actividad docente o la

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política aportan distintos tipos de bienes en función de los cuales cada una de ellas se legitima ante la sociedad. Dicho de otro modo, si el empresario, el docente o el político no cumplen con su función social o se desvían de su fin principal, la sociedad en su conjunto tiene el derecho de reclamarles su cumplimiento. Los bienes externos, en cambio, son aquellos tipos de bienes que son comunes a todas o a muchas organizaciones, es decir, que no están directamente ligados con su fin propio, como, por ejemplo, el poder, el prestigio o el dinero. En otras lecturas nos hemos referido al bien interno de la política, esto es, el bienestar de la comunidad. Si los políticos privilegian la obtención de renta, prestigio o poder por medio de la actividad política, claramente se trata de una desnaturalización de ésta, donde el bien externo reemplaza al bien interno. Hemos caracterizado a este tipo de prácticas como corruptas. Para definir cual es la ética de las organizaciones es necesario cumplir con los siguientes pasos:  Determinar claramente cuál es el fin específico de la organización, es decir, el bien interno del cual obtiene su legitimación social, como así también los medios más adecuados para alcanzarlo;  Indagar qué hábitos y valores serán necesarios ir incorporando de manera que la organización vaya forjando su carácter;  Discernir qué relación debe existir entre los bienes internos y externos como así también con las demás organizaciones y actividades.  La organización deberá conocer y respetar la conciencia moral de la sociedad en la cual se encuentra inserta, es decir, conocer cuáles son los derechos de sus miembros y de los consumidores y proveedores que no pueden ser atropellados aduciendo que su meta es lograr el beneficio económico. Para hablar de un comportamiento ético de las organizaciones, no sólo basta con cumplir con el derecho vigente o respetar la conciencia moral alcanzada por una sociedad determinada, sino que “es preciso averiguar qué valores y derechos han de ser racionalmente respetados; es decir, es preciso encontrar un criterio racional, tarea de la que se ocupa la ética”, entendida como filosofía moral. La empresa conducida por directivos asalariados reemplazó a la antigua empresa familiar tradicional como instrumento para dirigir la producción y distribución de bienes escasos, transformándose en la institución más poderosa de la economía y sus directivos en el grupo que concentra la toma de decisiones ¿Cuándo surge la ética empresarial? De acuerdo con Cortina (2000), es a partir de la década del 70 que comienza a ponerse de moda tanto en Estados Unidos como en Europa la llamada ética de los negocios, ética empresarial, ética de las organizaciones o ética de la dirección. Se desarrollan en ese momento programas académicos, asociaciones nacionales e internacionales y revistas especializadas que buscaban recuperar la confianza en el empresariado, ayudar a tomar decisiones de largo plazo, o bien concientizar acerca de la responsabilidad social de las empresas. En opinión de Cortina (2000), la concepción de la empresa se ha modificado sustancialmente en los últimos años, pasando de entenderla “como el terreno de hombres sin escrúpulos, movidos exclusivamente por el afán de lucro a considerarla como una institución socioeconómica que tiene una seria responsabilidad moral con la sociedad, es decir, con los consumidores, accionistas, empleados y proveedores” (p. 81). De este modo,

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comienza a esclarecerse que no sólo los individuos son moralmente responsables, sino también lo son las empresas. ¿Qué características tiene la ética empresarial? Al recurrir a la famosa distinción realizada por Max Weber (2002) entre ética de la convicción y ética de la responsabilidad, Cortina (2000) afirma que la ética empresarial debe ser una “ética de la responsabilidad convencida” (p. 90), es decir, una ética que, sin descuidar las convicciones, tenga principalmente en cuenta las consecuencias de las decisiones que se toman en la empresa. Por otro lado, teniendo en cuenta la ética dialógica, la autora afirma: La ética empresarial debe considerar a sus miembros como así también a los consumidores y/o usuarios como interlocutores válidos La asesoría ética habitualmente no es la tarea de un solo individuo, sino que se lleva a cabo por medio de equipos interdisciplinarios que conforman los llamados comités o comisiones de ética. Estos comités tienen como principal función: Vigilar el cumplimiento del código ético o código de conducta de la empresa; Cumplir el papel de experto asesorando en la aplicación de la filosofía empresarial a los casos particulares; Actuar como un “centro de iniciativas para la generación, complementación y desarrollo de normas y líneas de acción relevantes para la resolución de conflictos” (Cortina, 2000, p. 143). La asesoría ética indirecta, en cambio, es que, si bien se lleva a cabo en la empresa, tiene por finalidad establecer pautas de carácter general, como la elaboración de códigos éticos, el managment ético y la valoración ética global, llevada a cabo ésta última por organizaciones especializadas. LOS VALORES ÉTICOS EMPRESARIALES De acuerdo con Cortina (2000), la meta de la actividad empresarial (es decir, su fin específico) es la satisfacción de necesidades humanas pero paralelamente a ésta, lo es también “desarrollar al máximo las capacidades de sus colaboradores, metas ambas que no podrá alcanzar si no es promocionando valores de libertad, igualdad y solidaridad desde el modo específico en que la empresa puede y debe hacerlo” (p. 43). Es por ello que la ética empresarial es inseparable de la Ética cívica, es decir, de una ética pluralista y ‘de mínimos’, la cual alude al peculiar “sistema de interrelaciones sociales en el que pueden convivir diversos modelos de vida feliz, correspondientes a distintas concepciones del mundo, sin que nadie intente imponer por la fuerza la suya a los demás”. Estos mínimos éticos compartidos por todos, en una sociedad moderna y pluralista, son los valores de libertad, igualdad, solidaridad, tolerancia activa y ethos dialógico, y las empresas deben intentar encarnar y respetar estos valores atendiendo siempre a la especificidad de su actividad. En síntesis, afirmamos con Cortina (2000) que la ética empresarial consiste en “el descubrimiento y la aplicación de los valores y normas compartidos por una sociedad pluralista- valores que componen una ética cívica- al ámbito peculiar de la empresa, lo

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cual requiere entenderla según un modelo comunitario, pero siempre empapado de postconvencionalismo” (p. 89).

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