Estructura Familiar

ESTRUCTURA FAMILIAR Y PROCESOS DE APRENDIZAJE Rol de la Familia en la Génesis de las Matrices de Aprendizaje Ana María F

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ESTRUCTURA FAMILIAR Y PROCESOS DE APRENDIZAJE Rol de la Familia en la Génesis de las Matrices de Aprendizaje Ana María Fernández

Al hablar de modelos internos o matrices de aprendizaje y vínculo, hemos dicho que están multideterminadas. Esto es: que se gestan y son influidas por una red causal, en la que se articulan varios factores. Señalamos que los más determinante, lo más eficaz en esa red es el orden de las relaciones sociales, el orden social e histórico. Esta interpenetración determina, sostiene y de alguna manera organiza los distintos espacios de configuración del sujeto. Haremos entonces una aproximación a la génesis de esos modelos de la interacción familiar. ¿Por qué la familia? Porque es el ámbito primario de emergencia y constitución de la subjetividad, el escenario inmediato de nuestras primeras experiencias, de los protoaprendizajes fundantes de nuestros modelos de aprender. Escenario e instrumento de nuestra constitución como sujetos en un tránsito que va de la dependencia absoluta a la autonomía. De la simbiosis a la individuación. En ese ámbito vincular se dan experiencias de intensísima carga emocional, ya que en él se encuentran su destino de gratificación y frustración necesidades vitales, apremiantes de un ser carente, que sólo puede ser en y por la relación con otro, como el grupo que es su “sostén” y que como intermediario de un orden social le aporta y condiciona los elementos para la organización y desarrollo de su psiquismo.

Es entonces en el ámbito de su grupo familiar y en forma particular en el protovínculo, que se constituyen las matrices de aprendizaje más estructurante en tanto ligadas a la génesis del sujeto como tal.

La familia es una organización grupal instituyente del sujeto que configura su mundo interno en la reconstrucción e internalización de esas relaciones.

La organización familiar porta sobre él un orden social, pero a la vez lo modela con rasgos o formas peculiares. La familia en tanto sistema, grupo, tiene rasgos universales o compartidos con otros, pertenecientes al mismo orden social., sin embargo, como estructura interaccional, escenario de una dialéctica entre sujetos, se desarrollan en él procesos únicos e irrepetibles, peculiares.

La familia está sostenida en un orden social e histórico que la determina, influyendo en ella, constituyéndola en distintas relaciones: económicas, jurídicas, políticas ideológicas, culturales, ecológicas.

La organización familiar sufrió una evolución histórica, una serie de transformaciones a las que no referiremos en detalle más adelante, En síntesis podemos afirmas que en comienzo de la historia en las formas más primarias de agrupación humana no se había establecido separación entre las relaciones productivas y los vínculos familiares. En ellos se producía materialmente mediante el trabajo y se reproducía mediante la procreación. A menor desarrollo de los medios de producción mayor peso social de las estructuras de parentesco en tanto relaciones fundantes. Con el crecimiento de las fuerzas productivas, surgen nuevas formas de propiedad y nuevas formas de sociedad organizadas como Estado.

A partir de la producción de bienes que exceden lo necesario para la subsistencia, y por la acumulación de la riqueza se produjo una transformación de las relaciones sociales que impactó particularmente a la organización familiar. Esta quedó diferenciada de las relaciones productivas, con las que coincidía en épocas más primitivas y se subordina en sus formas a las relaciones de propiedad vigentes en el sistema productivo, a las que de alguna manera refleja.

Desde el sistema de relaciones productivas se adjudican tareas y funciones a la organización familiar. En tanto ámbito de reproducción de la vida, la familia ha sido puesta al servicio del sistema económico social. Esa funcionalidad de la organización familiar respecto de dicho sistema se garantiza por una normatividad jurídica, y se legitima en su sistema social de representaciones.

En tanto reproductora de la vida y por la dependencia característica del infante humano, la familia es la primera instancia de socialización. Indagar la organización familiar y en particular hacerlo en función de la investigación de la génesis de modelos o matrices de aprendizaje, implica no sólo estudiar su rol social, su historia, su función. Esta investigación requiere también el análisis de las relaciones de poder vigentes en ese grupo, los sistemas de roles y status. Una reflexión acerca de las modalidades de comunicación y vínculo, de las fantasías que circulan y en alguna medida modelan la interacción grupal-familiar, no puede realizarse con pertinencia si se abstrae esa dinámica, las vicisitudes de aprendizaje y relación que en ella se dan, de la multiplicidad de terminaciones sociales que, como factores causales, dan forma a los vínculos y desde allí a la experiencia del sujeto.

Planteado este encuadre general, analizaremos los procesos de constitución de modelos de aprendizaje y vínculo en el interior de la estructura familiar y en particular en la interioridad de los vínculos tempranos.

PROTOVÍNCULO

Denominamos protovínculo a la instancia relacional primaria que opera como sostén y condición de posibilidad inmediata –junto a la organización biológica- de la génesis del psiquismo humano. El sujeto se constituye en esa estructura interaccional, en cuya interioridad construirá sus primeros modelos de aprendizaje y relación.

Ese protovínculo es, como hemos dicho, condición escenario, instrumento y efecto de procesos de aprendizaje.

La fecundación del óvulo, resultante de un proceso interaccional da lugar a otro proceso de interacción: el que se desarrollará entre un ser en gestación y otro que ha alcanzado su madurez psicobiológica, su madre.

La relación es entonces asimétrica ya que la madre se incluye en ella desde la trayectoria vincular desde la que ha configurado su compleja organización psíquica y como ser social que portará sobre su hijo, conciente e inconcientemente, el orden de las representaciones y significaciones sociales. El otro protagonista de esta interacción surge y se configura en ese

vínculo como sujeto bio-psico-social, adquiriendo en esa relación fundante su organización somato-psíquica.

El protovínculo se desarrolla en sucesivas etapas en las que la relación se enriquece y redefine en un itinerario que partiendo de una unidad originaria prenatal culmina en la individuación del sujeto que en él se constituye.

Ese vínculo primario se inicia con la vida intrauterina en una constante co-presencia y permanente intercambio. Un aspecto de la interacción se efectiviza, según sostiene Enrique Pichón-Rivière, en un “código biológico”, como intercambio hormonal.

Hemos destacado el carácter asimétrico de esa relación. Sin embargo, en tanto ese ser en gestación adquiere en ella su organización biopsíquica, su cuerpo, sus más rudimentarias formas de psiquismo, su corteza cerebral, la madre a su vez vive un proceso complejo. Ese hijo tiene para ella una significación, positiva o negativa, por momentos ambivalente. Su historia, sus afectos se movilizan ante esa experiencia vital. La presencia de ese otro no es registrada sólo comportamentalmente. Hay un impacto emocional, la relación para ella toma la forma de expectativa, de deseos conciente e inconcientes, de fantasía.

Según Winicott, la madre durante el embarazo desarrolla una actitud afectiva, a la que denomina “preocupación materna primaria”, que consiste en una modalidad específica de relación de la mujer con ese objeto, ese otro, que se ha establecido en el interior de su cuerpo. La particularidad de dicha relación consiste en un centramiento en el bebé, en una intensa identificación con él (“capacidad de reverie”, según W. R. Bion). Logra así la madre una posibilidad de resonancia y desciframiento ante las necesidades del otro, lo que le permite una “adaptación activa”, es decir una respuesta adecuada a esas necesidades.

Esta “preocupación materna primaria”, esta disponibilidad y capacidad de identificación son el fundamento de la “función de sostén y continencia”, “función integradora y transformadora”, “función alfa”, que según distintos autores (Bion, Winnicott, Bowlby, entre otros) permitiría la constitución del yo en el interior de esa “estructura protovincular” (E. Pichón-Rivière).

La identificación intensa con el bebé, esa modalidad de relación que se inicia con el embarazo se modifica, desapareciendo algunos de sus rasgos en tanto el hijo crece fuera de su cuerpo. Dicha modificación es esencial para la individuación, para el tránsito de la simbiosis a la autonomía a través de la discriminación-separación. La actitud materna y su modalidad vincular operan en el sistema relacional primario desde el comienzo de la vida como condiciones de producción de matrices de aprendizaje.

Este se verá favorecido por el adecuado ejercicio de la función de sostén, sobre la que nos explayaremos más detalladamente al analizar otras fases del protovínculo y procesos de aprendizaje en el ámbito familiar. Por el contrario, tanto un centramiento excesivo en el hijo, una preocupación patológica, que no permite la discriminación o que impone reactivamente la separación en forma brusca, se constituirá como obstáculo en el desarrollo del sujeto. Asimismo, la inexistencia de la identificación con el hijo impedirá el imprescindible ejercicio de la función de sostén.

Ambas situaciones –tras su aparente antagonismo- coinciden en la negación del otro como sujeto, en el desconocimiento de la necesidad del bebé, que es la de ser contenido en las vicisitudes del tránsito desde la total dependencia e indefensión a un progresivo logro de la autonomía, en un proceso de aprendizaje.

En esta etapa de protovínculo, mientras se desarrolla esta intensa identificación con el hijo, por el quantum de energía comprometido en la relación, la mujer queda a su vez en un estado de vulnerabilidad en el que requiere un refuerzo de la continencia y apoyatura grupal, familiarsocial.

Distintas organizaciones sociales prestan a la función materna diferentes formas de sostén. Algunas las desconocen.

La institución protovincular se despliega en la interioridad de otra institución: el grupo familiar que la sostiene y normaliza, siendo ambas instituciones, a su vez, socialmente determinadas.

En un primer nivel de análisis de la génesis del sujeto en el protovínculo podemos decir que se forma un cuerpo en el seno de otro cuerpo (cuerpo en el ser humano implica siempre psiquismo). Pero por la grupalidad subyacente a lo vincular podemos afirmar que se forma un cuerpo, se gesta un sujeto en el interior de un grupo. Es esa preexistencia de lo grupal, y en particular de lo grupal familiar que ha permitido afirmar que el grupo es el “Locus Nascendi del Sujeto” (J. Moreno), “matriz modeladora del psiquismo” (Foulkes). El grupo, como institución primordial es causa de la organización grupal del mundo interno (grupo interno según E. Pichón-Rivière).

El protovínculo es, aún en su especificidad, una figura metonímica del grupo originario familiar que subyace a esa relación.

En ese grupo originario la existencia de ese ser por nacer promueve fantasías, afectos, aceptación o rechazo, adjudicación de roles que preexisten al sujeto que emergerá en él, y que en cierta medida diseñan su lugar en la interacción familiar. El sostén grupal familiar del protovínculo se moviliza, ya que el nacimiento de un nuevo ser constituye una exigencia adaptativa para todos y cada uno de los integrantes de esa estructura. Exigencia que implica el desarrollo de procesos de aprendizaje, redefinición de roles y modalidades de interacción.

Las condiciones concretas de existencia de la madre –y con esto hacemos referencia tanto a sus condiciones materiales como emocionales- inciden en ese vínculo fundante. Esas condiciones son mediadas y transmitidas por ella al bebé, tanto a través de las vicisitudes positivas o negativas del intercambio material con su hijo como en la mayor o menor posibilidad de identificación con él, de desciframiento y respuesta activa a sus necesidades. En síntesis, de asunción de la función yoica o de sostén.

Al analizar el protovínculo como situación interaccional, nos hemos referido dominantemente a las experiencias maternas. Cabe preguntarse cuáles son las experiencias de ese ser en gestación, cuál es el nivel o modalidad de registro de esa relación en la que está objetivamente comprometido y que es condición de su existencia.

Cuando se analizan procesos de interacción se puede señalar una serie de fenómenos que entre adultos y aun entre niños muy pequeños son indicadores de relación, de vínculo en tanto inscripción, registro de esa relación. Por ejemplo, intercambio de mirada, de gestos, contacto corporal, mensajes verbales y no verbales. Procesos comunicacionales y de aprendizaje que permiten inferir direccionalidad recíproca de ese comportamiento.

Podemos entonces establecer relaciones de causalidad mutua, dialéctica entre la acción de uno de los protagonistas de la relación y la acción del otro.

Desplegando la pregunta acerca de los niveles y modalidades de inscripción y registro del protovínculo de ese ser en gestación, nos interrogamos por las experiencias de la vida intrauterina.

Lo que era obscuridad y desconocimiento hasta fines del siglo XIX comienza a esclarecerse a partir de J. W. Preyer que investiga y describe los procesos vitales del embrión humano. La embriología hoy, apelando a infinidad de experimentos y sofisticados recursos técnicos que facilitan la observación, plantea que los modos básicos de la conducta tienen su origen en el comienzo del periodo intrauterino.

Profundizando en la línea que desarrollara A. Gesell hace cincuenta años, las investigaciones realizadas aportan elementos suficientes para trazar un esquema de la notable organización de la conducta que tiene lugar antes del nacimiento. Aún así, y pese a los experimentos de Hooker y Spelt, que permiten hablar de aprendizaje por condicionamiento de reflejos en el noveno mes, la cuestión del desarrollo y formas del psiquismo en ese periodo sigue siendo objeto de conjeturas y controversias.

Al referirnos a la situación de nacimiento como protoaprendizaje, paradigma en el que se despliegan muchas de las vicisitudes del aprender, hemos señalado que E. Pichón-Riviére plantea la hipótesis de un protoesquema corporal prenatal. Retomaremos ahora este concepto: dicho protoesquema corporal consiste en una rudimentaria y primitiva organización de sensaciones interoceptivas, propioceptivas y táctiles, ya que la piel está sometida a estímulos permanentes por el líquido amniótico y las paredes uterinas. Según Lapierre y Aucouturier las sensaciones podrían caracterizarse como fusionales: inmerso en el líquido el feto experimenta la textura de ese medio predominantemente invariante y del tejido placentario envolviendo el cuerpo sin discontinuidad, lo que se supone produce una sensación de globalidad difusa e ilimitada de gratificante completad.

El protoesquema corporal prenatal expresa, según Pichón-Rivière el nivel de organización psíquica alcanzado en la vida intrauterina. Esta organización es objetiva y esencialmente relacional por su génesis y desarrollo aun cuando por la situación de simbiosis y el grado de inmadurez se mantiene en un estado de indiferenciación. En el momento de la configuración de ese protoesquema corporal, la diferenciación cuerpo fetal-cuerpo materno, adentro-afuera, no es posible. Esa diferenciación tiene como condición de posibilidad un grado de desarrollo del sistema nervioso y un cúmulo de experiencias que no se dan en la vida intrauterina. La diferenciación implica discontinuidad, ruptura, y lo que caracteriza en gran medida la situación prenatal es la continuidad.

Identificamos vida intrauterina con continuidad, unidad de cuerpo y relativa estabilidad de sensaciones. Sin embargo, y por la existencia comprobada electroencefalográficamente de

reacciones diferenciales ante estímulos displacenteros o placenteros, es válido suponer que se gesta en ese periodo una muy rudimentaria “categorización” de la experiencia, desde el instrumento básico de registro: el cuerpo.

La organización del protoesquema corporal prenatal y esa primaria diferenciación de la experiencia en dos grandes categorías: placer-displacer constituirían quizá las primeras formas de aprendizaje y un antecedente de la configuración del yo.

La situación de nacimiento, momento particularmente significativo en la estructura protovincular que analizaremos es emergente del interjuego de dos ciclos vitales: el materno y el fetal.

El nacimiento implica ruptura de la continuidad. El corte del cordón instala entre el cuerpo materno y el cuerpo del hijo una discontinuidad objetiva. Se inicia la estructuración de una nueva organización vital para el bebé. La madre a su vez ingresa a otro ritmo metabólico, hormonal, emocional y práctico. El nacimiento implica contradicción, crisis en el interior de ese vínculo.

Para ambos, madre e hijo, esa redefinición de la relación, que para el bebé implica a su vez una redefinición radical de sus condiciones de existencia, significa adquisición, logro, aprendizaje, resolución de exigencias adaptativas. Pero a la vez hay también pérdida, privación. El recién nacido pierde su estado previo de globalidad fusional, de relativa estabilidad y es invadido por una multiplicidad de estímulos desconocidos.

Esta discontinuidad con lo previo es registrada como privación. Enrique Pichón-Rivière denomina a esta situación protodepresión.

Esta reacción ante la pérdida de las condiciones de vida prenatal, de esa forma de relación con la madre, tiene características específicas que emergen de: 1) la situación del sujeto, 2) del hecho objetivo de la separación e ingreso a otro ritmo vital, 3) de los niveles de organización psíquica alcanzados hasta ese momento.

Esos caracteres son:

a) la privación es registrada dominantemente a partir de sensaciones. La vicisitud del vínculo tiene una inscripción básicamente corporal.

b) Emergencia de intensísimas ansiedades o vivencias de “pérdida” y “ataque”, lo que conduce ala simultaneidad del dolor y la ira, dolor y hostilidad. Sobre este modelo e simultaneidad de vivencias en las que se incluyen también experiencias de gratificación, podía configurarse más tarde la situación de ambivalencia como coexistencia en el vínculo de amor y odio, como situaciones emergentes de contradicción.

c) Confusión que surge por la pasividad de la experiencia, por el ritmo, intensidad y alternancia de ansiedades y vivencias contradictorias y por lo rudimentario de la organización psíquica, incapacitada para ordenar una experiencia tan compleja.

d)

Inhibición –concomitante con la confusión, el monto y ritmo de las ansiedades.

El cuerpo del recién nacido, sometido a una división originaria, es un cuerpo carente, necesitado, que sólo sobrevivirá en el sostén del contacto del cuerpo y del cuidado del otro. Por obra de la función yoica desplegada en el vínculo.

La pérdida de la globalidad y continuidad intrauterina desencadena vivencias como las de fragmentación y carencia de cuerpo. Hemos señalado que en el primer periodo de su vida postnatal el bebé es un “mosaico de sensaciones”. No tiene registro de su cuerpo como unidad. En esa situación cumple un rol fundamental la presencia integradora, la acción del otro, de la madre u otro adulto significativo que se moviliza en función del desciframiento y satisfacción de necesidades, reduciendo la tensión del bebé y ofreciendo gratificación y continencia. En esa desestructuración inicial son particularmente organizadoras las experiencias de contacto global en el cuerpo del adulto.

Nos referiremos al contacto de la mayor superficie de su piel, de su cuerpo con la piel del adulto. Ajuriaguerra plantea la necesidad del establecimiento de “un diálogo tónico”, un interjuego de cuerpos que expresan en ese código de contacto, deseo, afecto, necesidad de complementariedad y fusión.

Se investiga hoy la necesidad de reciprocidad de necesidades y afectos en esa etapa de protovínculo. Después del parto, como decíamos, madre e hijo se encuentran en una situación contradictoria: de logro y privación. Uno vive la depresión de nacimiento, otra la depresión postparto. El encuentro y un intercambio intenso entre ambos está marcado por necesidades de restitución de la fusión perdida. Esto implica desde el adulto, no sólo desde la madre una permisibilidad interna ante ese impulso y ese placer fusional.

La necesidad del cuerpo del otro, acompañada de una fantasía de completud, de la vivencia de fusión que extinga la vivencia de vacío y fragmentación opera con modalidades diferentes toda la vida y se manifiesta particularmente en situaciones de alta intensidad emocional.

En esta etapa de protovínculo se establece, pese a la asimetría y a la objetiva dependencia e indefensión del bebé una unidad del enseñar y el aprender.

Ajuriaguerra señala que el recién nacido da placer, pero también provoca miedo, angustia, extrañaza y a veces rechazo. Eso se expresa en como se lo toma, alza, mueve y toca. Dice ese autor: “la madre aprende que quiere a su hijo”. Lo mismo sucede con el padre. Van descubriendo en la relación su amor por el bebé. Este jamás es pasivo en ese diálogo piel a piel. Su cuerpo no transmite sólo su necesidad, sino también su gratitud, su afecto inmenso.

El bebé organiza el amor potencial del adulto. Esto nos remite a una frase de R. Kaës, que plantea que “lo que se apoya está en condiciones de servir de apoyo a lo que lo sostiene”.

Lo que nos habla de que aun en la asimetría de este vínculo primario hay una reciprocidad, una dialéctica en la función de sostén, que es siempre un doble apoyo, un interjuego entre modelar y ser modelado.

Hemos hecho referencia a la disponibildad interna de la madre, del adulto ante el impulso y el placer fusional, que permanece a lo largo de la vida y suele ser asociado con procesos regresivos. El adulto es buscado por el bebé, aún cuando no se discrimine de él. Ese contacto es vivido como lugar de placer y seguridad. Pero a la vez, el cuerpo de la madre, el cuerpo del adulto, es un cuerpo necesitado, deseante. Si ese adulto se permite registrar, vivir su necesidad, conectarse con lo que el bebé despierta en él, si no lo reprime, se instalará en ese vínculo una matriz de libertad y permisibilidad. Se ofrece entonces una continencia de calidad diferente, en la que no se desliza con tanta facilidad la culpa, la represión, la vivencia de transgresión, la prohibición o limitación del impulso epistémico. Si el adulto acepta aprender del bebé, del niño, dejarse guiar por su necesidad, si se mantiene en una expectativa no excesivamente ansiosa ante las señales de esa necesidad, el paso trascendental de la dependencia a la autonomía, de la continuidad a la discontinuidad y desde allí a la progresiva individuación y constitución de la identidad se dará con más placer, menos desgarramiento y vivencia de transgresión, menores inhibiciones en el proceso de aprendizaje.

La asimetría objetiva de ese vínculo tendrá entonces rasgos de autoridad en términos de continencia, compañía y referente necesitado, antes que de jerarquía y omnipotencia. El bebé y el niño necesitan, por su indefensión, apoyarse a veces en la fantasía de la omnipotencia del adulto. Pero si éste queda atrapado en esa fantasmática y ejerce la diferencia como omnipotencia despótica, como autoritarismo que sólo requiere sometimiento, probablemente contribuya a gestar una matriz en la que el aprendizaje, como apropiación instrumental de la realidad, esté significativamente obstaculizado y la visión del mundo vincular empobrecida desde un “argumento” estereotipado en el que toda relación se reduce a un interjuego dominador-dominado.

CUERPO Y APRENDIZAJE

Hemos señalado, al referirnos a la génesis del sujeto, en el protovínculo, que nos gestamos como un cuerpo en el interior de otro cuerpo, pero que por la grupalidad que subyace y contiene a ese vínculo primario nos formamos como un cuerpo al interior de un grupo. Ese otro, esa estructura familiar y ese orden social “significarán” a ese cuerpo y las vicisitudes de esa interacción significante dejará huellas en el psiquismo. Huellas que muchas veces quedarán inscriptas, alojadas en el esquema o imagen corporal. No estamos planteando aquí una disociación mente-cuerpo. Por el contrario, apuntamos más allá de las limitaciones del leguaje, a la superación de ese obstáculo epistemológico, y el señalamiento de la indivisible unidad que constituyen. A partir del cuerpo, de sus funciones, y en procesos de interacción grupal, institucional, social, se desarrolla el psiquismo, ya que el cuerpo es base material de los procesos psíquicos.

Didier Anzieu, en El Yo-Piel afirma: “el cuerpo es dimensión vital de la realidad humana, dato primero, irreductible a otros. Sin embargo, ese cuerpo e negado, está ausente de la enseñanza, de la vida cotidiana, es ignorado por el psicologismo”. Nuestra reflexión sobre el protovínculo, sobre el sujeto que en él se constituye nos conduce a poner en un primer plano de nuestro análisis la función y el lugar del cuerpo en el vínculo, en los primeros aprendizajes, en la configuración de lo que denominamos “matrices del aprender”. Intentamos aproximarnos a una comprensión más profunda de la relación entre cuerpo-aprendizaje-comunicación-vínculo.

El cuerpo es, aún antes del nacimiento, instrumento de registro e instrumento de expresióncomunicación. Con mayor certeza podemos afirmar que todo lo que acontece a partir del nacimiento es registrado por ese instrumento de conocimiento. La sensación es forma y resulta de ese registro. A la vez la vivencia, la experiencia, la emoción, es expresada por el cuerpo por el gesto, el grito, el llanto, la acción.

Hemos planteado reiteradamente, siguiendo a Enrique Pichón-Rivière, que el aprendizaje es un movimiento de exploración, una apropiación de lo real que se fundamenta en las necesidades del sujeto. También sostenemos que todo vínculo, como estructura relacional, se establece a partir de necesidades. Queda abierto entonces un interrogante: ¿qué relación existe entre cuerpo y necesidad? La necesidad no es sólo corporal, ya que el hombre es una unidad biopsicosocial. Las necesidades tienen siempre estas tres dimensiones. Aun las necesidades llamadas “corporales”, por ejemplo el hambre, implica un registro psíquico, no hay sólo sensaciones, sino imágenes emociones, ansiedades y esa necesidad emerge y encuentra su destino de gratificación o frustración en el ámbito vincular-social.

El cuerpo es lugar de registro de la necesidad, fuente de necesidades, lugar de deseo, del afecto, de la emoción y en este sentido la historia de un sujeto puede ser analizada desde esta perspectiva: la historia de un cuerpo relacionándose con otros cuerpos. Esto se da en sucesivos vínculos, en sucesivas experiencias. Y en ellas se registra el placer, la satisfacción, la frustración, el dolor, la presencia o la ausencia del otro, su deseo o su rechazo.

En esa trayectoria de experiencias, en esa sucesión de vínculos, cada uno de aprehende a sí mismo, construye su esquema corporal, se configura la vivencia emocional de identidad, a la vez que conoce el mundo vincular, social, material, que es escenario de su experiencia.

Hemos citado a Piaget cuando hace referencia al proceso de desarrollo de la inteligencia como tránsito del caos al cosmos. “El bebé, el niño, dice Piaget, pasa del caos de la propia actividad, al cosmos”. Es decir, a percibirse como un elemento dentro de un sistema de relaciones. Este proceso que implica una secuencia temporal de varios años es una transformación cualitativa en términos de conocimiento de sí y del mundo.

Ese tránsito, esa organización de la experiencia que requiere la construcción de matrices o modelos de aprendizaje, tiene como escenario y condición de posibilidad esa trayectoria vincular, ese interjuego de cuerpos con los que se inicia la vida y en consecuencia el aprendizaje.

El propio cuerpo y el cuerpo del otro, esa relación de cuerpos en el inicio aún no registrados como discontinuos o diferenciados, se constituye como el primer objeto de exploración, descubrimiento, apropiación, conocimiento. Este proceso se da con alternativas de placerdisplacer y está socialmente pautado.

Hemos señalado que el orden social significa al cuerpo, le otorga un lugar, lo afirma o lo niega, lo estigmatiza o lo rechaza, lo reprime, lo transforma en mercancía. Desde allí se definen, a grandes rasgos, las relaciones que hombre y mujeres de una cultura tienen con su cuerpo y el cuerpo de los otros, lo que se expresará en la familia, la escuela, el ámbito laboral. Es decir, en los distintos ámbitos de la cotidianidad.

Las técnicas de trabajo corporal revelan hasta qué punto el cuerpo guarda el registro de la historia vincular de aprendizajes. Al abordar y movilizar zonas como la piel, la espalda, el eje tronco-piernas, la cara, las mejillas, la cabeza, las manos, van emergiendo fantasías, imagos muy primarias, afectos primitivos, que señalan el cuerpo como memoria de la experiencia y de la forma en que esta experiencia fue interpretada y significada, por el sujeto y por el otro, en el interior del vínculo.

Ese trabajo permite la emergencia del mundo fantasmático que ese cuerpo aloja y el replanteo de la relación con el propio cuerpo, hoy alienado. Ese cuerpo que una moral sexual, funcional a un sistema social de explotación-dominación transformó durante siglos, en nuestra cultura, en tabú, reprimiéndolo y negándolo como instrumento de conocimiento en el goce y de goce en el conocimiento. En esa negación del cuerpo, que es negación de la acción, de la sexualidad, de la praxis como fundamento del pensar, se expresa una ideología, una concepción del hombre, del mundo y del conocimiento que legitima la hegemonía de un sector social sobre otros, las relaciones de dominación, la división del trabajo manual e intelectual.

Profundizaremos el análisis de la relación entre cuerpo, sexualidad, familia, represión, configuración de modelos de aprendizaje, estructura social e ideología, al indagar las vicisitudes del impulso epistémico (de conocimiento).

FAMILIA (dos lecciones dictadas en la Scuola de prevención José Bleger de Rimini) Thomas von Salis Hablar de la familia en este lugar parece ser una tarea compleja. Quiero comenzar con una cita de Leonardo Montecchi (1989): “No es casual que el discurso de la hegemonía sea, en última instancia, la modalidad formal a través de la cual se ejerce el poder y que en la interpretación gramsciana significa la complejidad de aparatos ideológicos e institucionales que producen la ideología dominante. Es justamente esta exudación de la ideología en la cotidianeidad, esta filtración de forma molecular en el lenguaje, en sentido común, lo que constituye el ámbito específico de pertinencia psicoanalítica. Es en la dimensión de la cotidianeidad, en que el tiempo parece haber desaparecido, donde domina la coacción a repetir, es ahí donde se manifiesta el discurso de la hegemonía. Aquí está el secreto del consenso a la estabilización y a la represión del deseo de cambio. De hecho, en lo cotidiano confluyen jirones de ideología y visiones del mundo, partes de religiones que vienen a ensamblarse en el sentido común, en el lenguaje corriente que estructura al sujeto mismo. Aquí, en la dimensión familiar no hay espacio más que para un deseo interdicto para un sujeto sometido a un orden simbólico que le pre-existe y donde la adjudicación del rol está determinada por un código moral producido en un contexto histórico, económico y social determinado, vivido sin embargo como absoluto e inmutable”. Debido a que la complejidad no decrece si se hacen grupos coordinados dos veces después de mis intervenciones, quiero limitar el objetivo de mi presentación. He decidido hablar de la patología, de la locura de la familia. La familia puede ser vista como un lugar preferido, en el cual uno hace enloquecer a otro.

Searles, un experto en la psicoterapia de la esquizofrenia, en 1959 publicó su artículo “The effort to drive the Other person crazy” (El esfuerzo para volver loca a la otra persona). Fue traducido al alemán en 1969, para una colección de trabajos sobre el tema de la esquizofrenia y la Familia (Bateson y col., 1977). En este trabajo se muestra que hay una tendencia activa por volver loco al otro, ya sea en la familia, ya sea en la terapia. El ejemplo clásico es el del terapeuta seducido por el comportamiento erotizado y erotizante del paciente, cuando al mismo tiempo este niega cualquier intención de este tipo. En el desarrollo del niño, la contradicción ligada a la individuación/separación no es tanto por motivos eróticos sino de la dependencia/independencia lo que puede estar en el origen de una psicosis o neurosis severa. Searles menciona también el traumatismo pero no se detiene tanto ahí puesto que el interés nos lleva más al origen de las situaciones traumáticas que al trauma en sí. Usa el término de Bateson -“double bind”- para indicar la contradicción traumática en el comportamiento entre personas cercanas, tales como la madre y el hijo. Cuando la madre tiene la necesidad de tener un niño dependiente para ella misma existir, su actitud será paradojal. Buscará (conscientemente) ayudar al niño a crecer; al mismo tiempo hará lo posible para prohibir el comportamiento progresivamente más maduro del niño. En consecuencia el hijo sentirá la necesidad de la madre y tenderá a satisfacerla. Esto a su vez provocará una reacción punitiva de la madre, quien conscientemente no quiere tolerar el comportamiento regresivo del niño. Una situación análoga se presenta en todas las terapias, porque existe el aspecto de dependencia/autonomía que juega un papel. Las interpretaciones precoces tienen un efecto potencialmente traumático porque ponen en duda la coherencia interna del paciente. Este debe recurrir a una estrategia defensiva excesiva, produciendo así en el terapeuta un sentimiento de impotencia. Tomando falsamente al paciente como un niño pequeño, hará más intervenciones inadecuadas, agravando de esta manera la situación. Un motivo sobre el cual Searles insiste mucho, es la tendencia de la pareja o del grupo a quedar en el estado fantasmático de simbiosis, o, como diría Bleger, indiferenciado-sincrético. Contrariamente a los autores anglosajones que pensaban que a nadie le gustaría estar en el estado regresivo-simbiótico, por lo menos de parte de los terapeutas, Searles muestra cuánto placer se puede encontrar en estados tales. En el mismo libro (Bateson y col., 1977) hay otros trabajos que quiero mencionar, especialmente porque en ellos se encuentran puntos interesantes referidos al grupo. Estos artículos se escribieron en los años 1950; pueden ser vistos por lo tanto como trabajos sobre de pioneros de la ciencia sobre grupos. Wynne (p.44) se refiere a un trabajo de investigación hecho con familias de personas esquizofrénicas en el cual los padres del paciente esquizofrénico eran entrevistados dos veces por semana, mientras que el paciente era tratado más “intensivamente”. Otros miembros de la familia y el personal del hospital psiquiátrico estaban incluidos en la investigación. La finalidad de esta era estudiar la estructura de la familia como organización social, para encontrar una interpretación psico-dinámica de la esquizofrenia. En los primeros estudios preliminares los autores encontraron un fenómeno que llamaron “pseudo-comunidad” (pseudo-mutualidad). Partiendo de la premisa axiomática de que el ser humano tiende al vínculo con otros hombres, y de una segunda idea, es decir que busca un sentimiento de identidad para obtener un estado de coherencia interna y de continuidad. Los autores descubrieron tres modos de solución: - comunidad (o mutualidad), no-comunidad (nomutualidad) y pseudo-comunidad (pseudo-mutualidad). Este último tipo, si es muy pronunciado, junto con otros factores, contribuye a la génesis de un grave brote de esquizofrenia. Si un miembro de la pseudo-comunidad quiere destacar su individualidad, el grupo entra en crisis, mientras que una “comunidad” sabrá tolerarlas diferencias y divergencias que se producen en la realización de los intereses individuales. Los roles que en una “comunidad” cambian naturalmente, en una pseudo-comunidad se vuelven rígidos y

estereotipados. Las expectativas y comportamientos en la pseudo-comunidad ya no se adaptan a la realidad, sino que sirven de estabilizadores de la ilusión de relación. Es así como las relaciones pierden su frescura y el crecimiento se ve impedido. La relación mantenida en el estereotipo deviene “vacía, estéril y sofocante”. “Si en la familia, la estructuración del rol y de la ideología es excesivamente amorfa, vaga o inestable, y si a pesar de ello se revela totalmente englobante, se comprende fácilmente que de esta manera tal ambiente puede contribuir a la difusión de la identidad (ibid p. 173)”. Pero si los roles son exquisitamente claros e inequívocos, su importancia para la formación de la identidad es menos evidente. Roles familiares estereotipados pueden contribuir a una crisis de la identidad al estilo de la que se observa en casos de brotes agudos de esquizofrenia. El autor muestra la validez de estos pensamientos con casos muy ilustrativos. Un gran clásico es el trabajo de Laing y Esterson (1964): Sanity, madness and the family- para mí, el mejor texto de Laing. Quizás Laing sea conocido generalmente por su libro The divided Self, una colección de casos escrita de modo que pudiese ser comprendida por un público no experto en psiquiatría. El primero está basado en un estudio de once casos en los cuales se entrevistaron pacientes esquizofrénicos y varios miembros del grupo familiar en composiciones diversas. La selección se hizo con criterios científicamente correctos y las entrevistas se grabaron en su mayoría. De modo que nos encontramos con un material clínico excepcionalmente rico. El hecho que los entrevistadores plantearan preguntas muy inteligentes y lograban ponerse en contacto en base a la confianza, incluso con , pacientes y familiares extraños y locos, contribuía a la riqueza del material. La modalidad mediante la cual prepararon los datos para entregar un cuadro claro y comprensible era de una calidad no sólo científica, en el sentido de una fenomenología rigurosa, sino también de alto nivel literario. Su interés era estudiar la comunicación entre los miembros de la familia. Dicen que para estudiar el funcionamiento de un equipo de futbol no es tan útil hacer entrevistas individuales sino mirar cómo juegan los integrantes. -También nosotros podemos decir que, si se quiere estudiar el funcionamiento de una orquesta, no hay que hacer entrevistas individuales sino escuchar cómo tocan la música los intérpretes. Usando el concepto de Sartre (1960), declaran que “Cuando uno observa lo que sucede en un grupo humano, querría ser capaz de reducirlo a lo que hacen los actores”. Esto será llamado “la praxis”. De hecho, a menudo lo que sucede en un grupo puede no ser oído por nadie”. “Quizás nadie comprenderá tampoco lo que sucede; pero lo que sucede en un grupo será inteligible si uno puede señalar los pasos desde lo que sucede (proceso) a las personas que están haciendo algo” (p.22). “En cada caso la pregunta era: ¿En qué medida la experiencia y el comportamiento de una persona que ya comenzó una carrera como un caso diagnosticado de “esquizofrenia” pueden ser inteligibles a la luz de la praxis o del proceso de su nexo familiar? En el primer ejemplo, el caso “Abbott”, hay un pasaje en el cual los autores describen cómo los padres de la paciente paranoide se comunican entre sí (en presencia de ella) con varios gestos y sonrisas bien manifiestos para el observador. Cuando este último los confronta con esta observación, los padres responden con una negación franca. La paciente se veía obligada a no creer en su desconfianza. En varios ejemplos se ve una familia muy aislada del resto del mundo; en especial la futura paciente fue aislada. Siempre hubo una lucha por la independencia, pero entrelazada en tantas contradicciones. El ejemplo de “Lucy Blair” es ilustrado con un esquema que muestra la relación consigo misma siendo excesivamente dependiente de cómo era vista por los demás. Los padres refuerzan su propio juicio respecto a su hija con el supuesto análogo al resto de las personas: ¡Todos la ven así! La paciente se ve a sí misma como débil de voluntad (weakwilled). Lucy was cut off from both men and women, since she could not discriminate ordinary friendliness from imminent rape, or what her mother called “familiarity” (Lucy fue separada

forzosamente tanto de los hombres como de las mujeres, ya que no sabía distinguir entre una amistad normal y una violación inminente o, como decía su madre: “familiaridad”). Se encuentran muchos ejemplos de mecanismos de depositación. En el caso de la familia Danzig, la madre usó el término being flooded out- refiriéndose esto a la catástrofe de la exclusión. Ruby Eden era vista casi como una prostituta, sin que a ella se le dijera nada de esto directamente. Pero cuando hubo un embarazo, las mujeres de la familia intentaban que se hiciese un aborto y se quejaban de que la muchacha era una loca, descuidada, que era una porquería (como en el caso de la madre), y de que el muchacho era un cochino (como el padre)- que la historia se estaba repitiendo- así, por primera vez, la paciente oía los hechos de su propio nacimiento. En el caso June Fields se ve cómo algunos padres prefieren una niña discapacitada para así poder seguir tratándola como niña. Cuando esta misma paciente se había ido momentáneamente de la casa en su adolescencia, y volvía cambiada, ya no era “Mi June”. Ruth Gold contestaba la pregunta de los investigadores de si acaso siempre se sentía obligada a estar siempre de acuerdo con lo que decían los demás, contestó que sí, porque de otro modo terminaría en el hospital. Armando Bauleo (1978) escribe: “se puede decir por lo tanto que la teoría de la depositación, de la segregación y la noción de emergente constituyen una suerte de explicación del nexo entre enfermedad individual y grupo familiar. (…) Buscamos ampliar y profundizar, a partir de la idea central de la teoría y técnica operativa, la noción de tarea y la manera mediante la cual el grupo se relaciona con ella, las causas y la finalidad de tal relación; indagación que en su conjunto nos ofrece una ulterior posibilidad diagnóstica del grupo familiar. El primer factor o sea, la tarea, nos proporciona un tipo de aproximación a la ideología, entendida como tradiciones y planes prospectivos del grupo familiar, y de allí a la escala de los valores que ella se ha dado, puesto que es a partir de esta que los fines o los objetivos que el grupo se ha fijado se vuelven claros. La tarea puede ser explícita, negada, distorsionada, es decir que el grupo puede tener claras las metas futuras o inmediatas, anular o imponerse otras por sus características (…) se encuentran fuera de toda lógica. A cada una de estas modalidades podremos atribuir una correlación nosológica en el sentido de los principios freudianos sobre la relación entre psicosis, neurosis y principio de realidad, y podríamos decir que cuando la tarea se ha explicitado, el grupo se mueve al interior del principio de realidad, mientras que cuando es negada o distorsionada, el grupo en cambio actúa dentro de estructuras neuróticas o psicóticas”. La segunda lección no fue escrita anticipadamente. Respondía en cambio a interrogantes surgidas en la primera lección. Se trataba delas “familias” o de las filiaciones psicoanalíticas. Se subrayó que Laing se encontraba en la línea del existencialismo o de la fenomenología, fuertemente inspirado por Sartre. Este, en cambio admiraba al filósofo alemán (nazi) Heidegger. En Zurich había un heideggeriano, Modard Boss, quien fundaba la escuela de Zurich de Daseinanalyse. Boss se sentía cercano a Laing en su comprensión fenomenológica del trabajo con pacientes. Si bien disentía de muchos argumentos del psicoanálisis freudiano, Boss nunca quiso salirse de la Asociación Internacional de Psicoanálisis (IPA). Durante los años 1970 hasta recientemente, varias escuelas psicoanalíticas de Zurich se mantenían apartadas unas de otras, mientras que hoy existen movimientos o intentos de aproximación.

UNA VEZ MÁS LO INSTITUYENTE Y LO INSTITUIDO.

ELEMENTOS PARA UN ANÁLISIS PRELIMINAR DE DOS EXPERIENCIAS ESTUDIANTILES

CRISTOBAL DURAN ROJAS RODRIGO KARMY BOLTON

El objetivo de este texto es una invitación a reflexionar sobre las nuevas formas de organización del poder llamado instituyente dentro del marco de estructuras de relación ya instituidas (Castoriadis, 1976). Esta reflexión se desarrollará comenzando por una previa contextualización histórica para luego mostrar dos experiencias de estas nuevas formas de organización y terminar en una reflexión en torno a las posibilidades de estas nuevas fuerzas.

1. HISTORIA En la segunda mitad del siglo XX una serie de cambios comienzan a gestarse. Se incorporan nuevas modalidades de producción en las empresas, se aceleran los procesos productivos, y al mismo tiempo se diversifican, centrándose en la figura abstracta del consumidor. Comienza un salto tecnológico radical: la informática y la tecnología digital, en general, implican una cambio en las formas de trabajo. Ya nunca más el obrero industrial clásico, de la grasa y el tornillo; ahora, por la misma dinámica de la especialización creciente producto de la expansión de espacios de producción y consumo antes desconocidos, los trabajadores son altamente calificados, es decir, el trabajo se torna cada vez menos físico y cada vez más cognitivo. El progresivo socavamiento de las instituciones de la modernidad clásica, y su reducción a la pura formalidad, expresan el salto tecnológico existente. La caída del muro de Berlín, como lo fue la toma de la Bastilla en otro momento de la historia, marca, probablemente, la entrada a la nueva era: la entrada del nuevo poder global. No “globalización”, sino “poder global”, aunque a los nuevos demócratas no les agrade el término. Una sociedad burocrática, altamente tecnológica y capaz de administrar la subversión por medio de la tolerancia represiva ya señalada por Marcuse. Una sociedad que ejerce la dominación de manera compleja, altamente diversificada y que tecnológicamente coloca en los expertos el nuevo lugar del dominio. El poder global, que es al mismo tiempo diversificado y centralizado, es un poder que tolera la diversidad para anularla en su efectividad. La diversificación y la preocupación de la burocracia mundial, por los aspectos subjetivos y diversos de sus consumidores, antes que ser un indicador de la apertura de mayores espacios democráticos, es la identificación de la democracia, libertad y diversidad a la dominación. La misma sociedad actual se puede exhibir como la dictadura de la democracia. La diversidad, la tolerancia, la democracia, han resultado ser, en la práctica, las nuevas y más eficaces formas de dominación. En este contexto, en que la tolerancia, antes que permitir la discusión, la previene, en que la diversidad se administra localmente desde el merchandising, en que la democracia, al fin, se reduce a la pura formalidad de ciertas instituciones que no funcionan, es importante preguntarse sobre el carácter que pueden asumir ciertas “nuevas” fuerzas instituyentes, ante el poder instituido. Sin embargo esta pregunta no puede plantearse sin pensar que las instituciones clásicas presentan un progresivo socavamiento. La pérdida del contenido regulador que las caracterizaba, expresa el desplazamiento de sus funciones. Si bien la legalidad de las instituciones clásicas se mantiene -en términos puramente jurídicos y formales-, su función ha sido desplazada hacia otras y nuevas instancias del nuevo poder burocrático. Véase que ocurre

con lo que podríamos calificar de Educación vía Internet, con el concepto de la empresa como una gran familia, etc. A modo análogo, el Imperio Romano, fue socavado progresiva e inversamente proporcional a la llegada del cristianismo al poder. La coexistencia entre la institucionalidad del Imperio y el cristianismo, al mismo tiempo que destruyó el poder del emperador, elevó a los cristianos al poder. Otra analogía posible: el surgimiento de la burguesía en su coexistencia con la monarquía, con instituciones formales que perduraron hasta que la burguesía logra la conquista del poder político. Asimismo, hoy el poder burocrático coexiste con las viejas instituciones creadas por la burguesía, eliminando su contenido, el cual es transferido hacia otras formaciones sociales. Esta analogía permite mostrar cómo las mencionadas “crisis” de la institucionalidad clásica, antes que “crisis” expresan el proceso de institucionalización de nuevas formas de poder. El llamar “crisis” a esta situación, no nos deja ver el proceso de institucionalización de nuevos poderes, como nos señalaran Lourau y los llamados institucionalistas. En este sentido, si el poder burocrático implica un salto radical respecto de las anteriores formas de dominio, la pregunta entonces es por las alternativas. ¿Cuáles son las alternativas de organización de las fuerzas instituyentes en la época del poder burocrático? A continuación mostraremos dos movimientos instituyentes surgidos entre el año 2000 y el 2001 que, en la práctica y para los fines de la presente exposición, se asemejan: El movimiento de estudiantes secundarios, ACES, y el movimiento de estudiantes de la escuela de Psicología de la Universidad Diego Portales.

LUCHA En una de las tantas ediciones del diario “El Mercurio” en esos buenos domingos, la ministra de Educación Mariana Aylwin se molestaba con la asamblea de estudiantes secundarios, ACES, puesto que éstos no tendrían representantes, y más aún, decían que cada uno se “representaba a sí mismo”. Es a propósito de este discurso, que hemos desarrollado las dos experiencias, puesto que el decano de la escuela de Psicología y su cuerpo directivo repitieron la misma “queja” contra la organización estudiantil. Mariana Aylwin se quejaba de la falta de organización que según ella, existía en esta asamblea. Asimismo, terminaba diciendo que dado que no existían representantes estudiantiles, se confirmaba el hecho de que “eran solo niños”. Pues bien, hemos de recordar que el país siguió sigilosamente las manifestaciones de los secundarios, las calles fueron lluvias de piedras, malestar, y los microbuseros por su lado, se exponían a la opinión pública (que siempre es más pública que opinión) como los salvadores de una situación sin salida, mientras tanto violaban y alzaban sus pasajes al más cruel arbitrio. Los chicos del ACES, no estaban para bromas: no les habían entregado el pase escolar del año anterior y los microbuseros querían que éstos pagaran por uno nuevo. A pocas luces, esto era un robo, un robo con palabras solidarias de los microbuseros y del gobierno, pero un robo al fin. El movimiento estudiantil, recordemos se dividió: existía un movimiento mas ligado al oficialismo y al parlamento juvenil y por otro lado el ACES. Los primeros pensaban que se podía llegar a algún acuerdo respecto de los pasajes, los segundos sabían que cualquier acuerdo era la perpetuación del robo sufrido por el pase escolar. Aparece, sin hacerse evidente, una división interna al interior de los mismos estudiantes: lo instituido como nueva opción al interior de una posición que busca cuestionar algo del orden dominante. El ACES, se constituyó en una organización diversificada. En las manifestaciones, perdía uno y salía otro, las decisiones se tomaban desde asambleas que surgían espontáneamente en los distintos liceos o escuelas de la capital. Los líderes del ACES no estaban jurídicamente proclamados, ni por campañas, carteles o registros electorales: los “portavoces” se constituían, simplemente, desde la dialéctica de los grupos mismos. El sistema rotativo al interior de la organización entregaba movimiento constante al grupo, producía “democracia efectiva”, por medio de las asambleas, lo cual a los ojos del poder instituido externo aparecía como un caos total: no había representantes, cada día cambiaban quienes iban a conversar con las autoridades, el movimiento instituyente estallaba en las calles, en el pensamiento, en los medios de (in) comunicación. Por supuesto, el poder instituido, infantilizó, como acostumbra, las acciones estudiantiles, sin embargo, por cada infantilización del sistema, una nueva manifestación hacía temblar las flaquitas piernas de la ministra. Al respecto, es importante lo

siguiente: si bien el ACES, surge en una coyuntura muy particular, su acción se despliega de modo universal, puesto que cuestiona a las instituciones clásicas: la “democracia representativa”, se ha convertido en una “representación de la democracia”, pero no en la democracia efectiva. Ellos revelan la complicidad de ésta con el totalitarismo del poder global. Es decir, ACES cuestiona, la misma “democracia” que la institucionalidad dice encarnar. Un año antes, en una Universidad de alto prestigio, un grupo de estudiantes de izquierda (sin militancia) ganó las elecciones de Centro de Estudiantes. La meta de este grupo era la disolución misma y la efectividad en la participación de los estudiantes al interior de la escuela y la Universidad. En este sentido, las primeras acciones de este Centro de Estudiantes, fue el hacer asambleas. Es decir, por primera vez en la historia de la escuela de psicología de esta Universidad, los estudiantes decidían permanentemente sobre sus acciones, desde asambleas periódicas. Antes, las asambleas se habían constituido en la coyuntura precisa, sin embargo, ahora se las planteaba como uno de los medios posibles sobre los que se quería construir una acción estudiantil. Otro detalle no menor: fue el primer Centro de Estudiantes que no tuvo cargos fijos, tal como los establecía el reglamento estudiantil que, por supuesto, no estaba redactado por estudiantes. La cuestión era pasar de ser alumnos a ser estudiantes. El “diagnóstico” con el cual se llevó a cabo el proyecto del nuevo Centro de Estudiantes era el siguiente: la dictadura aplastó a todas las instancias de participación; ahora el poder burocrático las administra y tolera, en tanto su poder negativo logra ser anulado. En general, el despliegue de las asambleas, fueron in crescendo: progresivamente más y más discusiones y personas se integraban a las asambleas. Así, por ejemplo, en las asambleas comienza a hablar personas que nunca habían hablado, a escribir en el muro aséptico, se montan obras de teatro, se escribe poesía, es decir, en general, un movimiento instituyente, construido a partir de las asambleas, comenzaba a tomar fuerza y forma. La gota que rebalsó el vaso, sin duda fue el despido de un gran profesor de la escuela. Esto movilizó, a una mayor cantidad de personas, y al mismo tiempo a resoluciones más drásticas: se organiza una marcha a “Casa central”, en conjunto con otras escuelas y la Federación de Estudiantes. Al final, todo termina en un Paro de estudiantes. Por primera vez en esta Universidad surge un Paro, de cuatro días, pero un Paro al fin. El poder creador de Eros, lo instituyente, parecía erotizar todo aquello que había estado desexualizado. Los estudiantes, ya no eran alumnos, se habían constituido, quizás por vez primera en Sujeto. Lo importante de esta breve reseña al movimiento estudiantil de esta Universidad, es que en términos de organización interna, se asemeja a las formas del ACES, el aspecto rotativo de su dirigencia, y su diversificada manifestación, impugnaban directamente al poder instituido. Como el caso de ACES, el movimiento estudiantil de Psicología cuestionaba las raíces mismas de una institución que decía ser “democrática y pluralista”. Lo interesante, es que los directivos, tanto del Estado, como de la Universidad, no mienten cuando dicen que son “democráticos” y “tolerantes”, ya que ellos han otorgado espacios de diálogo, categorías de representatividad y una serie de posibilidades que caracterizan a una democracia representativa. Sin embargo, lo que ocurre en ambos casos es que la institución los trasciende como algo distinto que sus miembros: la tolerancia de las instituciones vigentes no resiste una nueva posición que, con su práctica, venga a cuestionar algún aspecto de ellas, con la amenaza de posibilitar elementos para su cuestionamiento total. Las conciencias católicas y bienintencionadas no se reconocen en la práctica que los traiciona. En este mismo sentido, lo que cuestiona el movimiento estudiantil, tanto como la asamblea de estudiantes secundarios, es la alienación de la institución “democrática” en su práctica totalitaria: la racionalidad es su propia irracionalidad, el predominio de lo imaginario y la autonomización de las instituciones respecto de la sociedad.

LA LIBERTAD. Hemos recorrido la lógica histórica del poder burocrático, y la posibilidad de su cuestionamiento, por medio de la presentación de dos experiencias de formas instituyentes de acción. Ahora bien, volvemos a la pregunta que da sentido a este trabajo: ¿Cuáles son las alternativas de organización de las fuerzas instituyentes en la época del poder burocrático?La belleza de esta pregunta resulta de su condición histórica: su respuesta está en la práctica misma. Probablemente, las nuevas formas de ejercicio de dominio por parte del poder burocrático y global, dan origen a nuevas y diversificadas formas de poder instituyente. Otros

ejemplos se podrían citar como los “movimientos antiglobalización”, o el movimiento zapatista en México. Las formas altamente diversificadas de los nuevos movimientos sociales, se constituyen así por un problema de realismo político, se trata de asumir la materialidad de la historia en la época del poder global. Ahora bien, hasta el momento, las fuerzas instituyentes pueden hacer tambalear al poder instituido, siempre lo han hecho. Pero la pregunta es si se puede concertar una acción instituyente que sea al mismo tiempo universal y diversa. La pregunta que debe quedar abierta es que tipo de acción instituyente puede ser capaz de sostener una oposición efectiva en la sociedad que hemos descrito. Una fuerza instituyente, que a modo de Eros, convierta a la vida en una misma obra de arte, que erotice cada rincón del planeta humano, y supere la miseria de la vida a que nos quiere condenar el poder global. En que sentido las “nuevas” formas de hacer política pueden dominar sus propios destinos y articularse como instituciones radicalmente distintas a las que conocemos, no autónomas de la sociedad en su conjunto, instituciones que sean capaces de superar sus burocratismos, sin volverse en nuevas expresiones de las formas de organización tradicionales. La respuesta está en la praxis histórica, en cual todos y cada uno somos protagonistas.

GRUPOS, SUBJETIVIDAD E INSTITUCIÓN EN LOS SECTORES POPULARES

[1] Andres Leiva G.[2] [email protected]

Horacio Foladori en su libro Grupo Operativo Deformación[3], dirá “los grupos se oponen a la institución”, esto en tanto, los grupos se configuran como lugares libres donde la palabra circula, permitiendo la crítica de las relaciones instituidas. La institución estaría orientada a reprimir y alienar esa palabra. La experiencia a la que hoy remito, habla de esa palabra que se rescata de su lugar de exclusión institucional, y que es reapropiada por los sujetos. La Población La Legua Hace tiempo ya, cuando trabajamos como psicólogos en el consultorio de la Legua, se nos ocurrió hacer un grupo; para nosotros el fuerte trabajo al interior de los Box, nos permitió pensar que gran parte de los relatos de los Legüinos, estaban teñidos de vinculaciones de carácter ideológico cultural que se reproducían históricamente, a partir del modo de vida que se hacia patente en la convivencia de la población. Para nosotros el formato grupal (producto de nuestra relación con la formación en grupos operativos), nos permitiría montar un dispositivo donde los Legüinos intentaran una creación de sentido, posible de cuestionar esas vinculaciones que parecían instituidas al interior de la población. Nuestra idea de intervención comunitaria, intentaba una coherencia de esta, con las problemáticas de la población que escuchábamos, con el objetivo de poder potenciar la conciencia de los sujetos, sobre las determinaciones sociales inconscientes que estaban a la base del malestar explicitado. El formato grupal, permitía por un lado hablar de eso que sólo se podía hablar en los Box y que no se habla en el espacio comunitario, con todas las consecuencias político- técnicas que pueda desprenderse de ello, ya sea un cierto posicionamiento sobre las condiciones de la vida en la legua, y una cierta terapéutica.

Lo instituido Para el modelo de atención primaria en el cual nos enmarcábamos, toda problemática de malestar depende de un factor biológico médico, que supedita a su saber, cualquier otra forma de acercamiento a los sujetos y su malestar. Este modelo actúa validado por un cierto orden social que establece las diferencias de saberes, esto es, validando una forma de dar cuenta de lo “enfermo”por lo que desde afuera se ve sobre el fenómeno, no dejando espacio para lo que pueda escucharse, en relación sobre el mismo. Esta forma de ver sobre el fenómeno, es una forma de trabajo que reproduce factores de dominación, en tanto no permite que el “enfermo” mismo se pronuncie sobre lo que el sabe de su malestar; este modelo es, si se quiere, al menos una paradoja, “usted se enferma por culpa suya y se cura por culpa nuestra”. Horacio Foladori en su articulo sobre ¿Que Psicología elegir? [4], plantea la discusión sobre las visiones que sostienen una distancia entre el objeto y el sujeto de estudio, planteando como una interrogante ética la idea de que en esta concepción, el sujeto investigador o interventor, ejerce un cierto poder sobre el sujeto que se estudia o interviene. En este artículo Foladori plantea el ejemplo de la prepotencia médica en su operar característico, que para nosotros se traduce en la violencia que termina por negar al sujeto de atención, y que veíamos se reproducía como práctica profesional en el consultorio. La idea que proponíamos a esto, como ya he dicho, era explicitar eso que aparecía en los Box, hacia una discusión comunitaria donde por una parte les devolviéramos a los sujetos sus problemáticas, es decir, desde un "tratamiento" que pudiera ser contenido y producido por los Legüinos, esperábamos que ellos pudieran hacerse cargo de gran parte de lo que ellos traían, y que el trabajo habitual del consultorio se empeñaba en dejar fuera del espacio social, ligándolo a patologías individuales. El modelo instituido, se basaba en decir desde afuera eso que los Legüinos padecían; nosotros deseábamos levantar un discurso instituyente que se pronunciara escuchando lo que los Legüinosproducían, en tanto producto de historizaciones, que terminaban por instituir un cierto orden social, en base a interpretaciones sobre los hechos de sus vidas en la legua. Lo sexual En torno al tema de los grupos quisiera referirme a ellos en términos del material que pudimos recabar, aunque de aquí en adelante gran parte de lo que presentaré es, como dijo alguien antes, pura especulación. El grupo que tuvo mayor desarrollo en nuestra experiencia fue un grupo de mujeres, llamado por nosotros “Cariño malo”. Este grupo nos dio la posibilidad de aventurar un análisis más profundo, sobre las líneas de diferenciación de la subjetividad al interior de la población. En este trabajo con mujeres pudimos evidenciar una identificación con lo materno cómo un elemento característico de relación, es decir, pensamos que gran parte de las mujeres consultantes en la legua se ven forzadas, en su tramitación de ansiedades de tipo infantil, a identificarse con una imagen ideal donde el ser madre se establece como una forma de subjetivación. Por decirlo de alguna manera las mujeres siguen una construcción de sentido donde en su realización adulta, se perpetua el rol de ser madre, como un cierto ideal del yo. Las mujeres reconocerían en sus historias compartidas un cierto sentido de su accionar, y tienden a buscar en su vida el acercamiento a este ideal. Así dentro de esta idea de lo materno, se reconocen como “dadoras de vida”, inmaculadas, en una relación que establece un cierto poder por sobre los hijos. Podemos decir que son en definitiva mujeres completas, completadas por los hijos. Esta forma de subjetivación, nos llevo a escuchar, todo un “entramado subjetivo” en los relatos de las mujeres, que se expresaba en torno a diferentes coordenadas que aquí sólo enunciaré, estas son: a) En el caso de las mujeres, éstas interpretaban sus historias de niñas, como objeto de los deseos sexuales de los padres-hombres. Esto las sexualizaba rápidamente, debido a ser éste,

el modo en que sus madres podían recibir favores del padre, vía la negación de éstas, de los abusos (tanto reales como fantaseados). b) Las mujeres desarrollaban un fuerte sentido de desprotección frente a sus propias madres en lo explícito, junto a un sentimiento de rabia y culpa, rabia por el abuso re-significado después en sus vidas, y culpa por ver involucrado su propio deseo en la relación incestuosa. c) La reproducción del vinculo permite entonces que los hombres en coherencia con este “entramado”, en sus historias infantiles se veían como objetos de deseo de la madre completándola. d) Los hombres por un lado, fomentaban una imagen de “Madre Intocable” como reminiscencia de haber sido soporte de la madre cuando ésta se veía agredida por el padre. e) Este rol de protector era perpetuado sobre sus mujeres en la vida adulta, pero al ser abandonados por la relación incestuosas con los hijos, éstos reaccionaban de manera violenta, escindiendo en un nivel explicito la madre totalizada como discurso social, y por otro lado la rabia hacia la mujer con deseo propio, que lo castra. f) Los hombres mantenían al menos tres formas de relación con la mujeres en la vida adulta, una que podría ser graficada en la frase de “si se tiene una madre en la casa se busca una mujer en la calle”. Otra donde vía la negación de sus mujeres de su condición de hombres, es decir, tratándolos como niños, se expresaba en que estos les hacían ver su condición de adultos de manera violenta. Y otra en la que el objeto sexual se traslada sobre las hijas, reproduciendo la dinámica de abuso de las mujeres, en la relación incestuosa a la base. Lo político Otro de los grupos, un grupo de mujeres que se unió en torno al trabajo del tejido, y que estaba compuesto en general por mujeres que “consultaban por todo”, rebasando los limites de la lógica médica, y que habían sido derivadas, un poco porque los médicos no sabían que hacer con ellas; con el trabajo de creación de sentido que el grupo permitía, comenzaron a tener un grado de autonomía y se vieron importantes cambios en sus modos de vida, con respecto a las condiciones con las cuales llegaron. En éste grupo además de los contenidos sexuales ya expuestos más arriba, también aparecieron para su problematización, los eventos propios de la comunidad, como el trafico de drogas, y con ello las llamadas “mexicanas”, la cesantía y el problema del dinero fácil, la falta de medicamentos en el consultorio y las peleas de los dirigentes de la población, la desconfianza con el vecino, las estigmatizaciones que sufren los Legüinos por ellos mismos y por los otros, los recuerdos sobre el régimen militar y los grupos políticos al interior de la población, etc, es decir, todo una cantidad de relaciones sociales permanentemente negadas cómo parte de lo que se entiende como tema de la salud de la población, y que ellos reconocían como causa de su malestar. Para nosotros todos éstos temas nos hablarán de lo que Castoriadis denomina institución, en tanto “red simbólica, socialmente sancionada, en la que se combinan, en proporción y relación variables, un componente funcional y un componente imaginario” [5]donde éste componente imaginario de una sociedad o de una época es lo que da a la funcionalidad de cada sistema institucional su orientación especifica, es decir, su sentido. A partir de lo que Castoriadis propone, lo que las mujeres en la Legua traían al espacio grupal, es lo político como contenido, posibilitado por el trabajo grupal en tanto espacio para la interrogación de las normas que se instalan en las construcciones de sentido, determinadas por la convivencia en la población, y que al tener el estatuto de institución, no sólo uniría a la Legua, sino que también ésta determinaría las categorías con las que se dará cuenta de la realidad, otorgando grados de valor subjetivo, en tanto construcción de ideales compartidos a nivel inconsciente sobre lo sexual, y sobre el poder. La Institución Después de que el formato de trabajo grupal comenzó a hacer sentido en las mujeres, comenzamos a sentir la “curiosidad” de los trabajadores (desde la directora hasta el personal

administrativo) sobre lo que se hablada en el espacio grupal, a esto nuestra respuesta sólo fue el silencio. Esto originó diversos “síntomas” en la institución, si me permiten la expresión, entre estos están, a) Se volvieron frecuentes los olvidos de las horas de atención de las mujeres, se nos cambiaba las salas de atención de manera indiscriminada. b) Se nos cuestionaba el logro profesional de las acciones grupales, querían que los viéramos como pacientes individuales, c) El formato grupal, se comenzó a ver como “molesto” vía el formato administrativo, no había forma de ponerlo en la estadística… d) El espacio del grupo, se vio violentado con continuas interrupciones, con personal que “dejaba cosas dentro” del espacio destinado para los grupos, e) El trabajo grupal, no podía ser autogestionado, ya que los pacientes empezarían a entrometerse en el consultorio, y se nos prohibió trabajar con dirigentes, Etc. A modo de conclusión Quisiera hacer una pequeña reflexión final sobre la instalación de una experiencia grupal al interior de una institución de salud. Para Lourau[6] “la institución se podría entender como un sistema de normas, reglas, que los individuos acuerdan”, es decir no son externas a ellos. Éste conjunto de normas, incluye la forma en la cual los individuos participarán de esas normas acordadas. Dice Lourau que su contenido está formado por las acciones históricas de los individuos y las normas ya existentes, todo esto en definitiva hablará de las relaciones sociales reales que se dan en el conjunto de la sociedad. Éste autor además incluye un nivel implícito a toda institución que es lo instituyente, que nos indicaría el carácter histórico de la fundación de la institución como producto humano, y no como un hecho natural. Así finalmente al constatar el hecho de que las instituciones niegan su origen y así permiten su mantención, llamando a esto lo instituido, opondrá lo instituyente como su elemento necesario para la fundación de las instituciones. En la lógica de Lourau, las instituciones niegan que son productos humanos, productos de relaciones sociales históricas instituyentes, perpetuando así la naturalización de estas. Pero ¿Qué es lo instituido en el caso del consultorio?, y ¿Qué es lo que se interroga con nuestro trabajo? para nosotros lo que nuestro trabajo posibilitó de manera precaria, y con poca conciencia de nuestra parte, fue destapar, eso que precisamente la institución médica (como representante del Estado en definitiva) a negado en su origen, esto es la palabra del sujeto enfermo sobre su condición. El “destape” se configura en el sujeto hablando sobre su malestar, pronunciándose sobre las relaciones sociales instituidas sobre lo sexual y lo político, y esto como causa de lo que los Legüinos traen y que se expresa, en la consulta, vía síntomas, que el poder médico liga a lo enfermo, reproduciendo así lo instituido una vez más, en tanto negando el origen social de la enfermedad. Este sujeto que aparece en los grupos, al hacer consciente la censura, cuestiona el modelo médico de atención y de la negación de éste, de la voluntad de cambio expresada en la posibilidad de la historización de los sujetos mismos, sobre las formas de producción de su propio malestar. Finalmente la relación de lo político en el espacio social, y de lo sexual en su relación con el sujeto, emergiendo en el trabajo grupal, vino a actuar como un analizador, más allá de nosotros, parafraseando a Lourau cuando lo define cómo el lugar “donde se ejerce palabra, pero también a ciertos dispositivos que provocan la revelación de aquello que estaba escondido”[7], en primer caso sobre la institución medica, y en segundo lugar de las relaciones al interior de la población. En lo primero sobre las determinaciones de poder sobre los sujetos de atención, y en lo segundo pronunciándose sobre los contenidos sexuales inconscientes del entramado subjetivo en la Legua. Pero también esta experiencia logró mostrar, también lo implícito sobre las relaciones al interior de nuestra propia práctica psicológica.

Es así como frente a un precario análisis de la demanda de la demanda, este nos lleve a pensar, ya con la distancia de los años, en la idea de lo que buscábamos, era más de carácter político que terapéutico, montando un dispositivo más de carácter “contestatario psicológico”, si se quiere, en un trabajo de orden terapéutico, constituyéndose al fin en un espacio de reflexión de los propios sujetos del grupo, incluidos nosotros. Todo lo anterior unido a una cierta hermenéutica psicoanalítica sobre lo que aparecía, violentadora por cierto y creadora de sentido a la vez, vehiculizada por la escucha sobre los sujetos del grupo. Al respecto también es Lourau[8], quien pone la alarma sobre la palabra esclavizada por los analistas la que se liberaría por el trabajo de los analizadores, y algo de esto se produjo debido a que en el trabajo grupal, que se hacia a ciegas, lo que comenzó a emerger tampoco estaba dentro de lo que en general la disciplina psicológica, representada en nosotros como su soporte, estaba preparada a escuchar. Nosotros buscábamos hacer política sobre lo que escuchábamos como relaciones de vinculación instituidas en la población y que aparecía en los relatos al interior de los Box, y pareciera que terminamos en un proceso de reflexión que destapo los diferentes niveles de implicación y sus atravesamientos. Es en definitiva la irrupción de lo político, de lo social en su totalidad, lo que desborda en este caso a la psicología pero, (y esto espero que sea materia de discusión de esta mesa) se posibilita desde ella misma, es decir, la pregunta es cómo en el montar un dispositivo grupal, ligado a la institución psicológica, se puede generar un espacio de reflexión, para que emerja un lugar donde allí ya no hay psicología, y el paso al acto se demanda por si sólo, esto es, cómo movimiento social productor de sentido sobre las relaciones sociales instituidas, es decir, una vez más, la apertura a la palabra instituyente.

[1] Trabajo libre para el Tercer Congreso Internacional de Salud Mental y Derechos Humanos, Universidad Madres de la Plaza de Mayo, Argentina, Noviembre 2004. [2] Psicólogo de la Universidad Bolivariana. [3] Foladori, Horacio, (2001), Grupo operativo deformación. Ediciones Universidad Bolivariana, Santiago de Chile. [4] Foladori, Horacio, (1999), ¿Qué psicología elegir? Algunos problemas epistemológicos. www.psicologiagrupal.cl [5] Castoriadis, Cornelius, (1983, 1989) La institución imaginaria de la sociedad, citado por Juan Manuel Vera, en Cornelius Castoriadis (19 22-1997) La interrogación permanente. www.magma.org [6] Lourau, René, (1977), Objeto y método del análisis institucional, en El análisis institucional , Lapassade, Lourau, Hess, Lobrot, Guattari y otros, Ediciones Campo Abierto, Madrid. [7] Idem op.cit. , pag 27. [8] Idem. 1-. Introducción En su búsqueda de diferencias entre la familia (a la cual busca tomar como institución) y las instituciones formales, Carlos Filgueira -sin percibirlo- desvía la mirada lejos del nivel institucional y se deja capturar por otra dimensión del problema: "(...) Estas instituciones" (refiriéndose a las instituciones formales) "por definición están construidas en torno a relaciones entre posiciones y no entre personas, al punto que un principio que asegura la estabilidad de estas instituciones es, precisamente, la posibilidad de que los individuos que desempeñan esas funciones puedan ser sustituibles (...) y la institución no cambia" "La familia es enteramente lo contrario: el cemento institucional en ella está dado por las relaciones personales. La familia es una relación entre personas, no es una relación entre posiciones. De ahí el carácter no sustituible que tienen sus miembros y la naturaleza básicamente diferente que representa la familia cuando analizamos instituciones intermedias de la sociedad" . En principio uno puede llegar a acordar con tal idea, pero una lectura más profunda no puede evitar conducirnos a la divergencia. Es que aparecen confundidos ciertos aspectos del tema que hacen coincidir el plano institucional casi exclusivamente con dos niveles: el del establecimiento

y el de la organización. Esto es lo que impulsa a Filgueira a sostener que "la institución no cambia", cuando la propia etimología que define al término (acción de instituir, fundar) conduce al movimiento -proceso- que implica todo accionar. Del mismo modo, el autor -desde dicha confusión- parece estar convencido de estar hablando de La Familia (la institución) cuando no hace otra cosa que referirse a una familia en concreto y en singular; el nivel abstracto (la institución) queda sepultada tras el nivel empírico (el grupo familiar). Pero, incluso, la propia confusión se encuentra algo "confundida". Porque la mirada empíricoinmediata que se aplica hacia la familia, parece adquirir un cierto nivel de abstracción al dirigirse hacia las "instituciones formales". Parecería que allí, y a diferencia de la familia, los hombres pasan y las instituciones quedan. Es que "en lo antedicho" Filgueira parece no estar refiriéndose "directamente a la familia-institución, sino a cómo ella se particulariza en cada grupo y en cada individuo. Porque lo que se maneja dentro del nivel de la experiencia cotidiana, dentro de la práctica clínica y aún desde del nivel nocional es un grupo familiar y no La Familia" Para no extendernos demasiado sobre el asunto (el tema Instituciones merece todo un curso aparte) vale aclarar que -desde nuestra perspectiva- el nivel del establecimiento refiere a la materialidad concreta de las instituciones (locales, edificios...) y el de la organización a la materialidad administrativa (la formas en las cuales las instituciones se organizan). En suma, ambos niveles señalan la empiria inmediata de lo institucional. Y es precisamente por ello que estos niveles capturan la mirada, entorpeciendo -de este modo- la elaboración conceptual. Lo visible, la experiencia cercana e inmediata, oficia como obstaculizador de la complejidad. Pero hay algo que trasciende a la experiencia inmediata. Un cierto plus hace que, más allá de los cambios, sepamos cuando estamos frente a una institución y no a otra. Sabemos que la Salamanca reestructurada por Alfonso X en 1254 forma parte del instituir universitario tanto como la Ley Orgánica de la UdelaR (1958), pese a los siglos y las diferencias. Del mismo modo podemos llamar familia a ciertas comunas californianas, a los clanes papúes, a la extensividad siciliana, y a la matrilinealidad del cantegril, con la misma propiedad con que lo hacemos a los personajes de los "Tatitos" o nuestros más caros modelos nucleares (que podrían caricaturizar los "Simsons"). Hay algo, que nos permite hacerlo, una cierta estabilidad, una regularidad tal vez, que trasciende a las organizaciones y los establecimientos (en permanente transformación). Pero sin embargo... Continuando con el trabajo de Sylvia Castro, y remitiéndonos -como ella lo hace- al grupo familiar: "Como personas sociales todos tenemos una pertenencia a un grupo reconocido como familia, más allá de su presencia o su ausencia, más allá de su constitución e integración real o fantaseada a través de elaboraciones sucesivas y de nuestro proceso vital. Ese grupo en primera instancia aparece como el habilitador inmediato -aún cuando fuere por oposición- de un sitio determinado y personal en el campo de nuestra vida social. De modo que marca en forma dominante cada marco referencial -intento de objetivación de la pertenencia primaria- como lo hace todo grupo, pero con la dominancia que proviene de una primera experiencia vivida, modelo y posibilidad de aprendizaje desde el vínculo, del pensamiento y la acción. Ello hace que todo aparezca en cada momento determinado de la vida de un sujeto humano relacionado con la familia en la múltiple y equívoca distancia del nacimiento y la muerte". De este modo, la dimensión grupal de la familia terminará tiñendo -en mayor o menor medida- la mayor parte de las reflexiones sobre el tema. En el mismo trabajo, Castro hará una recorrida bastante extensa sobre distintas definiciones (partiendo desde el diccionario) que tienen como elemento en común la preponderancia del grupo familiar sobre La Familia (institución): se habla más del grupo familiar que de La Familia lo cual -en aparente paradoja- nos dice mucho sobre las características de la institución familiar y de su capacidad para naturalizar formas (tipos o modelos) específicos de organización. 2-. Familia e Institución Elizabeth Jelin, intenta construir una reflexión sobre tema partiendo de la dimensión institucional, y recuperando elementos de lo que ella llama el "concepto clásico". "La familia es la institución social que regula, canaliza y confiere significado social y cultural a estas dos necesidades". (la sexualidad y la procreación) "Incluye también la convivencia cotidiana, expresada en la idea del hogar y del techo: una economía compartida, una

domesticidad colectiva, el sustento cotidiano, que van unidos a la sexualidad 'legítima' y la procreación". Reconoce que el animal humano, a partir de los diversos diagramas sociopolíticos y productivos, ha ido conformando organizaciones familiares (y de parentesco) extremadamente variadas. "La literatura antropológica se ha dedicado extensa e intensivamente a la heterogeneidad de las estructuras de parentesco, desarrollando una compleja taxonomía: matri y patrilinealidad, matri y patrilocalidad, linajes y clanes, reglas de exo y endogamia, monogamia y poligamia/poligenias de diversas formas, etc. Sin embargo, toda esa heterogeneidad cultural tiene algo en común: se trata siempre de cómo se organiza la convivencia, la sexualidad y la procreación" ¿Es en este orden que podríamos encontrar la "regularidad" de la que hablábamos?. Podemos conceder cierto acuerdo a esta perspectiva, pero con la salvedad de "desnaturalizar" la sexualidad accediendo a su cualidad de dispositivo (como lo trabajara Foucault). En este sentido, preferimos hablar de prácticas relacionadas con goces sexuales ya que la sexualidad constituiría un terreno mucho más complejo que las trasciende y que, como lo demostrara dicho autor, se instaura específicamente en Occidente (codificada desde una suerte de "Scietia Sexualis"). Su presencia en otras formaciones culturales se hace, cuando menos, discutible. Foucault contrapondría el "Ars Erótica", como otro procedimiento -distinto- extra-occidental destinado a adjudicar sentidos a estas prácticas. Si se me concede este punto, podríamos comenzar a trabajar La Familia (ahora sí, desde la dimensión institucional) desde esta perspectiva. Ahora bien, y como toda institución, La Familia es menos un objeto discreto claramente discriminable que un complejo campo de fuerzas en permanente proceso de transformación. Visto así, la familia no cambia sino que es el cambio lo que la define como institución, se inscribe en el cambio, transita, deviene, como corresponde a la propia noción de proceso. Visto de esta manera, vale más preguntarse acerca de lo que la familia está siendo (qué ha sido, hacia donde tiende a ir) y de acuerdo a en qué situaciones concretas se inscribe, antes de qué es. En este sentido, tampoco vale jerarquizar una forma específica de organización sobre otras, lo cual puede conducirnos a la naturalización de ciertos modelos. La Familia está siendo en diversas formas, tanto en el plano cronológico como en el espacial, atendiendo a las condiciones de producción sobre las que ésta transita. Lo cual no niega la presencia de (en ciertas condiciones) modelos hegemónicos que pueden llegar a ser (o no) mayoritarios. Es útil recurrir a la literatura antropológica, para establecer ciertos planos desde los cuales sería posible establecer un mapeo de la institución familiar. Esta literatura se ha encargado de establecer una distinción analítica entre grupo residencial, unidad reproductiva, unidad económica de producción, unidad de consumo y parentesco. "Esta distinción se torna empíricamente significativa cuando aquellas unidades se separan y se diferencian entre sí, estableciendo tipos y grados diversos de superposiciones, correspondencias y disyunciones en la membrecía. En las culturas occidentales, esta diferenciación es un proceso en curso a partir de un pasado en el que estas unidades tendían a coincidir. En otras tradiciones culturales -en la familia china tradicional o en la organización social de diversas culturas africanas y asiáticaslos sistemas de co-residencia, producción, consumo y parentesco son sumamente complejos, pues muestran una considerable superposición y entrecruzamiento de instituciones y normas". Desde aquí, y siguiendo con Jelin (y con Foucault), podríamos pensar a La Familia como un campo de fuerzas destinado a instituir ciertos comportamientos, sistemas de creencias, representaciones, lógicas de sentido ("Todo comportamiento más o menos forzado, aprendido. Todo lo que en una sociedad funciona como sistema de coacción sin ser enunciado (...)" fundamentalmente en y desde las siguientes dimensiones: La organización social de la cotidianidad: Es decir, las formas particulares de posicionarse y actuar sobre los asuntos que se presentan en la vida diaria. Lo cual incluye la producción y el consumo cotidiano de bienes y servicios de subsistencia, y también las actividades ligadas a la reposición generacional (las relaciones entre descendentes y ascendentes, aunque no necesariamente biológicos). La organización doméstica a lo largo de la vida: Es decir, la producción (y re-producción) de modelos y fórmulas destinadas a extender la organización social de la cotidianidad más allá del grupo familiar de referencia. Sea éste de procedencia o no, la naturalización de ciertos modelos (que llevan a producir una suerte de naturaleza ontológica de un modelo específico) oficia como referencia que adquiere una autonomía relativa frente al hecho de habitar -o haber habitado- el modelo referencial.

Ambas dimensiones comprenden todas las actividades habitualmente asignadas a La Familia (reproducción, codificación y regulación del placer sexual, co-residencia), fundamentalmente en la adjudicación de sentidos a las mismas, aunque no las formas específicas que éstas toman, posibilitando el acceso a la comprensión de estas formas en tanto constructo socio-histórico. La propia dinámica institucional, el juego de las fuerzas en pugna (instituidos e instituyentes), hace que este campo de fuerzas se materialize en formas específicas de organización y en distintos ordenes de legitimidad e ilegitimidad. Como efecto de conjunto, se producen ciertos modelos (o tipologías) que tienden a la naturalizarse, lo cual puede llevar a confundir este nivel institucional con el del grupo familiar. De esta manera, y entonces, hablar de la transformación de La Familia implica hablar antes de la transformación de las organizaciones que toman los grupos familiares que de la institución en sí. Aunque el cambio de las organizaciones implica, evidentemente cierto nivel de cambio institucional, vale recordar que dichos cambios son inherentes al proceso institucional ya que la propia acción de instituir refiere al cambio (y, tal vez , la única regularidad refiera a las dos dimensiones citadas). "Grupo e institución", sin embargo, "no pueden verse separados de las fuerzas en proceso de institucionalización moldeadas por los diagramas los diagramas de saber-poder y sus formaciones más o menos cristalizadas, sus puntos de resistencia y sus líneas de fuga" Hacer, entonces, una historia de La Familia, no sería nada más (ni nada menos) que hacer una genealogía ("no hacer aparecer la verdad de nuestro pasado sino el pasado de nuestras verdades") de las lógicas que le han dado sentido y de los diversos modelos que desde allí se han configurado. 3-. Apuntes históricos Lans propone un breve recorrido desde el siglo XVIII en Occidente y plantea, apoyándose en Donzelot, el despliegue de una "biopolítica, es decir, esa proliferación de tecnologías políticas que van a actuar sobre el cuerpo: el cuidado de la salud, las formas de alimentarse y de ocupar un hábitat, etc. En definitiva, una vigilancia y un control sobre la vida cotidiana y condiciones de existencia, desplegados en toda la extensión del espacio social". De acuerdo a Donzelot, es desde entonces que comienza a implantarse una reorganización de los comportamientos educativos, la cual se produce a partir de una serie de estrategias de familiarización. Éstas se apoyarían en dos figuras: el médico y el filántropo. "Esta reorganización se hace efectiva, en gran medida, a través de la difusión de la medicina doméstica que buscaba aumentar el cuidado y la conservación de los hijos". La paulatina medicalización de las sociedades contribuirá a la reformulación de la organización de los grupos familiares, operando en el nivel de la organización social de la cotidianidad para producir una suerte de sobrecodificación clínica de la vida cotidiana. "Esta unión orgánica entre medicina y familia va a repercutir profundamente en la vida familiar y en sus modos de organización y administración. Induce su reorganización en tres direcciones: Produce el aislamiento de la familia" (el grupo familiar), "con su consiguiente reducción numérica y centrada en la pareja conyugal. Establece una alianza privilegiada con la madre que posibilitará medidas de control y vigilancia en el interior del círculo familiar. Utilización de la familia por el cuerpo médico, para enfrentar las antiguas estructuras de enseñanza: la disciplina religiosa y el hábito del internado". Será Foucault quien se encargará de denunciar cómo el dispositivo de la alianza (el matrimonio destinado a reglar la herencia y el valor de los linajes) termina desdibujándose como tal al articularse con la sexualidad como dispositivo ("se nos obliga a amar por deber en el interior de un grupo donde el amor se prohíbe", ironizará Cooper llevando al extremo el esquema althousseriano sobre los "Aparatos Ideológicos del Estado") para contribuir al modelo organizativo con el que se ha embanderado la familia de la modernidad. Así el saber médico se vuelve auxiliar privilegiado a la hora de operar sobre este campo complejo, diagramado por los devenires de la conjunción de ambos dispositivos. "De ahí la importancia de las cuatro grandes líneas de ataque a lo largo de las cuales avanzó la política del sexo desde hace dos siglos. Cada uno a fue una manera de componer las técnicas disciplinarias con los procedimientos reguladores. Las dos primeras se apoyaron en exigencias de regulación -en toda una temática de la especie, de la descendencia, de la salud colectiva-

para obtener efectos en el campo de la disciplina; la sexualización del niño se llevó a cabo con la forma de una campaña por la salud de la raza (la sexualidad precoz, desde el siglo XVIII hasta fines del XIX, fue presentada como una amenaza epidémica capaz de comprometer no solo la futura salud de los adultos sino también el porvenir de la sociedad y de la especie entera); la histerización de las mujeres, que exigió una medicalización minuciosa de su cuerpo y su sexo, se llevó a cabo en nombre de la responsabilidad que les cabría respecto de la salud de sus hijos, de la solidez de la institución familiar y de la salvación de la sociedad. En cuanto al control de los nacimientos y la psiquiatrización de las perversiones, actuó la relación inversa: aquí la intervención era de naturaleza regularizadora, pero debía apoyarse en la exigencia de disciplinas y adiestramientos individuales. De una manera general, en la unión del 'cuerpo' y la 'población', el sexo se convirtió en blanco central para un poder organizado alrededor de la administración de la vida y no de la amenaza de muerte". Así, y en Occidente, el grupo familiar tiende a privilegiar -como modelo hegemónico- la organización nuclear, funcional a la utopía totalizadora de las sociedades disciplinarias (poder disciplinarlo todo, neutralizar cada posible desvío en el instante mismo de su constitución), y capás de producir el monto de carga simbólica necesario como para constituirse en una naturalidad inapelable. En este orden de cosas, y pese al lugar subordinado y de sometimiento en el que se la localizaba (tema sobre el cual existe todo un universo literario), la posición de la mujer se constituyó en un punto estratégico de las micro y macropolíticas en juego: "Esta estrategia de familiarización en las capas populares tendrá en la mujer su principal punto de apoyo, para ello se la dotará de una serie de herramientas y de aliados: la instrucción primaria, la enseñanza de la higiene doméstica, la creación de guarderías para hijos de obreros, la instauración del reposo dominical". "La construcción de viviendas 'sociales', es decir baratas, será una política de Estado que perdure. El respeto del obrero por el orden público queda garantizado por el deseo de conservar su vivienda y, como dice Donzelot, si falla su mujer se encargará de él. Mediante la 'exigencia de otorgar viviendas según estrictas condiciones de admisibilidad que garanticen la moralidad de los habitantes so pena de expulsión', queda resuelto así el problema que planteaba esa 'peligrosa' costumbre proletaria de congregarse en número creciente en una morada, componiendo una peligrosa máquina de guerra que desafiaba el orden público, relajaba sus relaciones hacia el interno del grupo y posibilitaba un ejercicio de la sexualidad alejado de los preceptos morales que sostendrán al naciente Estado moderno. En las viviendas domésticas antes que en las cárceles modernas es que se prefigura el modelo panóptico: 'concebir una vivienda lo suficientemente pequeña, como para que ningún extraño pueda habitarla, y a la vez , lo suficientemente grande como para que los padres puedan disponer de un espacio separado de el de los hijos, a fin de que puedan vigilarlos en sus ocupaciones y no ser observados en sus retozos.'" Pero con la decadencia de la utopía disciplinaria de la Modernidad, La Familia -como toda institución social- comienza a transformar su materialidad de acuerdo a los procesos transformadores que se vienen desplegando en las sociedades que le dan sentido. Lo que se ha dado en llamar "los cambios en la familia", "crisis de la familia" o, simplemente, las transformaciones, no son más que la cristalización de las transformaciones sociales en la formas específicas de organización de los grupos familiares. Se ha dicho que la familia viene vaciándose de contenido, que viene desintegrándose, que viene cediendo sus funciones a otras instituciones formales. Sin embargo La Familia (como institución) dista mucho de debilitarse. En todo caso, se trata de la reformulación de sus formas organizacionales. No es La Familia la que se desintegra, sino ciertos grupos familiares que se viven como desintegrados en función de los modelos a los cuales refieren. Las familias unipersonales, monoparentales, complejas, cruzadas, comunitarias, homosexuales... (y todas las tipología de "ilegitimidad" posible) no son menos "familia" que nuestro querido modelo nuclear (dos padres e hijos). Por otra parte, si bien es cierto que La Familia ha abandonado competencias en función de otros espacios socializadores, no lo es menos que algo similar está sucediendo en todas las Instituciones: los espacios cerrados se transforman en universos abiertos, superpuestos e interrrelacionados, sin clara discriminación entre el adentro y el afuera. Sobre esto ha trabajo Deleuze en su último libro, estudiando el pasaje de las Sociedades Disciplinarias a las Sociedades de Control. 4-. Familia y grupo

Será Enrique Pichon Rivière, en el Rio de la Plata, quien se encargará de recuperar elementos del psicoanálisis, la Gestalt, la psisociología y el marxismo, para producir una técnica operativa que permita trabajar en -y desde- el grupo familiar desde una perspectiva que se erige como épica fundacional de esta Psicología Social. La familia como grupo. Pichon la define como "una estructura social básica que se configura por el interjuego de roles diferenciados (padre, madre, hijo), y enunciado en los niveles o dimensiones comprometidos en su análisis, podemos afirmar que la familia es el modelo natural de la situación de interacción grupal." De aquí es posible interpretar una referencia antes al grupo familiar que a la institución. Los "roles diferenciados" aparecen relacionados directamente con un modelo nuclear ("padre, madre, hijo"). Existe, también, el peligro de naturalizar dicho modelo a partir de las palabras posteriores ("la familia es el modelo natural de la situación de interacción grupal"). Ahora bien, es posible recuperar este aspecto de lo natural si re-significamos la naturaleza y la despojamos de su insistente ontología. En otras palabras, lo natural sería tal porque fue construido para que así lo sea; la cualidad de naturalcomo un constructo. De modo que no hay un modelo natural (en tanto universal), sino que la naturaleza del mismo opera en orden de lo referencial. Lo natural sólo lo es de acuerdo a sus condiciones de producción. Así, determinado modelo de familia es natural sólo si opera como referencia de quien así lo vive. La matrilinealidad de samoa no sería natural en otro registro diferente a aquel del cual procede, pero sí lo es en la formación cultural en la que se inscribe. Partiendo de aquí, obviemos lo natural y hablemos de lo referencial (porque se constituye en natural para quien así lo ha vivido). Hay otros aspectos que fundan esta "naturalidad" (o "referencialidad") del grupo familiar, y éstos se sostienen en el plano institucional de la Familia; la organización social de la cotidianidad y la organización doméstica a lo largo de la vida. Este plano institucional encuentra su materialización grupal en "Las interrelaciones existentes entre los grandes y pequeños, los jóvenes y los viejos, los varones y las mujeres, llenan la descripción universal de las diferencias posibles con una significación dinámica para cada ser humano. El niño, al adaptarse a estas diferencias evidentes, define y da sentido a su propio rol individual, que desempeña en relación con los demás. A través del proceso que conduce a la definición de este rol para cada individuo, sea éste niño o adulto, él mismo se convierte en una influencia integral que contribuye a definir los roles de los demás que integran su medio social" Así, el carácter natural (con las salvedades antes dichas), sostiene en la cualidad de primario de dicho grupo (podría hablarse, también, de referencia arcaica). Es así, entonces, como la Psicología Social de Pichon elige al grupo familiar como fuente de conocimiento y como objeto privilegiado de operatividad clínica, operatividad para la que propone (tomando aportes de Kretch y Crutchfield) un abordaje desde tres niveles: "Un nivel psicosocial: Se refiere a las relaciones del paciente con cada uno de los otros miembros del grupo familiar. En este sentido el abordaje del grupo se hace a través de la representación interna que el enfermo tiene de cada uno de sus familiares, es decir, lo que se denomina grupo interno. Un nivel sociodinámico: Se refiere al abordaje del grupo en su totalidad gestáltica, y al estudio de lo que Lewin denomina dinámica grupal. Un nivel institucional: Se refiere al abordaje de la familia como institución" Y es desde aquí, que la obra pichoneana introduce un valioso instrumento de intervención que permite acceder a nuevas dimensiones del problema (es desde los propios grupalistas que, décadas más tarde, surgirá la problematización del propio grupo y su decadencia como objeto discreto). Y es también desde aquí, que se abre una concepción de Salud y Enfermedad que aún hoy seguirá resonando: "(...) par conceptual: salud y enfermedad, al que definimos como adaptación activa o pasiva a la realidad. Con el término adaptación nos referimos a la adecuación o inadecuación, coherencia o incoherencia, de la respuesta a las exigencias del medio, a la conexión operativa o inoperante del sujeto con la realidad. Es decir, que los criterios de salud y enfermedad, de normalidad y anormalidad no son absolutos, sino situacionales y relativos (...) podemos enunciar el postulado básico de nuestra teoría de la enfermedad mental: toda respuesta inadecuada, toda conducta desviada es la resultante de una lectura distorsionada o

empobrecida de la realidad. Es decir, la enfermedad implica unba perturbación del proceso de aprendizaje de la realidad, un déficit en el circuito de la comunicación, procesos éstos que se realimentan mutuamente." Iniciábamos este trabajo con la confusión de la dimensión institucional y la grupal de la familia. Ahora en el final volvemos a aquello que captura la mirada: el grupo familiar. Los desarrollos posteriores a Pichon son extensos, múltiples y revisionistas, porque el grupo como tal ha sido puesto en cuestión (al menos como categoría ontológica). El desarrollo de los mismos excede las posibilidades de este trabajo. Vale, de todos modos, recomendar los trabajos de Ana María Fernández, de Juan Carlos de Brasi, y la propia producción nacional sobre el tema. Pero sólo como punto de partida. Referencias bibliográficas: Filgueira, Carlos; "El rescate del capital social", en Género, Familia y Políticas Sociales (coordinado por Clara Fassler, Patricia Hausser, e Inés Iens), Montevideo, Trilce, 1997.p 77 Confusión que parece corresponder a ciertas escuelas sociológicas de carácter, fundamentalmente, norteamericano. Castro, Sylvia; "Para construir un concepto de familia", Revista Uruguaya de Psicología (tomo I Nª IV), Imago, Montevideo, 1980. P.46 Ibid. Pp 45-46 Jelin, Elizabeth: Pan y afectos. La transformación de las familias, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1998. P. 15 Ibid. P. 15 Foucault, Michel: Historia de la sexualidad. Tomo I. La voluntad de saber, México, SXXI, 1987 Ibid. Ibid. Jelin, Elizabeth: Pan y afectos. Las transformaciones de las familias, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1998. P. 55 Foucault, Michel: "El juego de Michel Foucault", en Verdad y Poder, Madrid, Ediciones de la Piqueta, p. 132 Lans, Alfonso: "Familia y grupo familiar", en Comunidad, clínica y complejidad, Montevideo, Multiplicidades, 1999. P.27 Gonçalvez, Luis: La metodología genealógica y arqueológica de Michel Foucault en la investigación en Psicología Social, Montevideo, Ficha del curso de Psicología Social, 1999, p.4 Lans, Alfonso: "Familia y grupo familiar", en Comunidad, clínica y complejidad, Montevideo, Multiplicidades, 1999,p.27 Donzelot, Jacques: La policía de las familias, Valencia, Pre-textos, 1979. Lans, Alfonso: "Familia y grupo familiar", en Comunidad, clínica y complejidad", Montevideo, Multiplicidades, 1999. P.27 Ibid. P.28 Cooper, David: La muerte de la familia, Buenos Aires, Planeta-Agostini, 1994 : Foucault, Michel: Historia de la sexualidad. Tomo I. La voluntad de saber, México, SXXI, 1987. P. 179 Donzelot, Jacques: La policía de las familias, Valencia, Pre-textos, 1979 Lans, Alfonso: "Familia y grupo familiar", en Comunidad, clínica y complejidad", Montevideo, Multiplicidades, 1999. P.29 Deleuze, Gilles: Pourparler, Paris, Editions Minuit, 1990 Pichon Rivière, Enrique: El Proceso grupal. Del psicoanálisis a la Psicología Social, Buenos Aires, Nueva Visión, 1982.p 59. Ibid. P.57 Ibid. P.62 Ibid.