Entrevista a Un Medico Forense

ENTREVISTA A UN MEDICO FORENSE Bajo el hospital Teodoro J. Schestakow, se encuentra la morgue judicial de San Rafael. Al

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ENTREVISTA A UN MEDICO FORENSE Bajo el hospital Teodoro J. Schestakow, se encuentra la morgue judicial de San Rafael. Allí trabajan personas que deben tener ciertas características en su psiquis para que no los afecte la labor que realizan. Si bien atiende en la tarde en su consultorio particular como cualquier médico, el Dr. Sergio Cuaranta ejerce una tarea algo “distinta” en las mañanas, ya que tiene a cargo el Cuerpo Médico Forense de la Segunda Circunscripción Judicial. ¿En qué año se recibió? En 1985 en la Universidad Nacional de Córdoba. Soy especialista en Medicina Clínica, Medicina Laboral y en Medicina Legal.

¿Ejerce la medicina convencional? Sí, en la tarde atiendo mi consultorio particular. En la mañana trabajo para la Justicia en el Cuerpo Médico Forense. ¿Cuál es su rol dentro del Cuerpo Médico Forense? Soy el jefe de toda la Segunda Circunscripción Judicial de la medicina forense, o sea que están a cargo mío todos los médicos forenses, psicólogos forenses y bioquímicos de San Rafael, General Alvear y Malargüe, que son alrededor de 20 personas, entre auxiliares, psicólogos, psiquiatras, ayudantes médicos, ayudantes bioquímicos, bioquímicos, peritos contadores, peritos calígrafos… toda esa gente está a mi cargo. ¿Cómo es su trabajo en la morgue del hospital ? Es un trabajo bastante arduo, entretenido, sobre todo para un jefe porque no sólo hay que atender los casos que necesita la Justicia determinar, como lesiones, secuelas, hacer autopsias de gente fallecida en forma violenta, como homicidios, suicidios y accidentes de tránsito sino también todo lo que es la parte de sexología forense que implica los exámenes que nosotros hacemos a víctimas de abuso sexual o violaciones. En mi caso como jefe tengo que coordinar desde el punto de vista administrativo, las acciones de los demás forenses y demás integrantes del resto del Sur de la provincia. En la mañana hacemos medicina forense y aparte en mi caso todo lo que es la parte administrativa para el ordenamiento adecuado en toda la Segunda Circunscripción. La tarea más grande que tenemos es el examen a personas que han sufrido lesiones en accidentes en de tránsito, lesiones por otras personas, abusos sexuales, violaciones, pericias por insania (para una persona ser declarada insana desde el punto de vista psiquiátrico), determinar si una persona en el momento del hecho estuvo consiente o no de lo que hizo. Todas las personas que son inhibidas para administrar sus bienes, sí o sí tienen que pasar por el examen médico forense, es decir que se hacen muchas pericias psiquiátricas acá, para resolver casos en la Justicia.

También se hacen pericias psicológicas, sobre todo para determinar daños psíquicos, daño moral a las víctimas de accidentes, violaciones, abusos… también se hacen pericias caligráficas y tenemos el laboratorio forense para determinar venenos o tóxicos. ¿Muestras de ADN? Acá se hace la toma de la muestra de toda la Segunda Circunscripción, es decir la toma de toda la gente que tiene que hacer un juicio por filiación. ¿De quién depende usted? Hay un jefe directo que está en la ciudad de Mendoza, que tiene el cargo de Director del Cuerpo Médico Forense de toda la provincia, es el Dr. Gerardo Emilio Mazziotti. Él a su vez, junto con todos los médicos forenses y todos los fiscales, dependemos de la Procuración General de la Provincia a cargo del Procurador Roberto González.

El Dr. Cuaranta y parte del equipo que conforma el Cuerpo Médico Forense. De su equipo acá en San Rafael, ¿cuántos médicos hacen autopsias? Somos tres los que hacemos autopsias y guardias de delitos sexuales. El equipo está integrado por mí, por el Dr. Emilio Fernando Barrera la Dra. Adriana Virginia Gómez. Somos los tres médicos que estamos en la parte que la gente conoce más: autopsia y examen sexual por abuso. ¿Hace cuántos años que está acá? Llevo 25 años en el Cuerpo Médico Forense. Desde el punto de vista humano, ¿cómo es hacer una autopsia? Nosotros los médicos estamos de alguna manera “habituados” a trabajar con los cadáveres desde primer año de la facultad. Uno se va acostumbrando a hacer autopsias. De todas maneras siempre hay algún impacto en la psiquis de uno. Hay casos muy feos, muy lamentables, que de alguna manera uno dice “qué feo lo que le pasó a esta persona”, sobre todo a uno le llegan mucho las autopsias de gente joven. Yo soy padre, tengo hijos adolescentes que corren los mismos riesgos que el resto de la población adolescente hoy en día, y uno se encuentra a veces con chicos de la edad y de alguna manera, no es que me afecte pero siento un impacto porque “ese chico tiene la contextura de mi hijo” y eso uno lo recibe. La autopsia en general prácticamente tratamos de que no nos afecte, es un trabajo que lo hacemos desde el punto de vista profesional, lo más objetivamente posible, pero no siempre se logra sustraerse del impacto de una muerte que no debería haber ocurrido, como en un joven. Imagino que si es un homicidio, debe sentir la satisfacción de que gracias a su trabajo pueda resolverse el caso. Por supuesto. Nosotros formamos parte del engranaje de la investigación de un homicidio, “un granito” más. Acá participamos todos los integrantes que están abocados

a eso: criminalística, la policía, peritos forenses, peritos calígrafos, la dirección que emana de los jueces de instrucción… todo el mundo va a portando su grano de arena para poder resolver los casos que se presentan. Uno siente satisfacción por hacer las cosas bien fundamentalmente, sin tener en cuenta el resultado final del juicio. Uno tiene que darle al juez la mayor cantidad de pruebas que uno pueda recabar a los fines de que todo salga bien. Somos una parte del engranaje: llegar a un buen final depende de mucha gente. ¿Recuerda algún caso en particular por algo? Una autopsia que se hizo por un caso en Malargüe. Fue la muerte de una mamá y su hijo. Repercutió mucho en uno. Repercute porque es algo público, es una muerte espantosa, y eso a uno lo pone un poco mal por el caso y por la repercusión que tiene y porque uno después tiene que ir a declarar y defender su hipótesis. Eso genera cierta ansiedad, en parte por lo impactante del hecho criminal y en parte por esa tarea de defender la hipótesis que se plantea en un homicidio. ¿Y casos de abuso sexual? Sí. Hemos tenido casos de niños violados y lesionados en sus partes íntimas de una forma muy severa, muy grave y eso a uno lo conmueve de alguna manera. Ver a la persona viva con el sufrimiento de haber sufrido una vejación de este tipo. El muerto no expresa, lo que “dice el muerto es la verdad porque no puede mentir”. Pero el trato con el vivo genera otra cosa, porque crea el pensamiento de que lo que le ocurrió a él le puede ocurrir a uno. Pero todas esas sensaciones los médicos forenses tenemos que amortiguarlas, porque si no yo tendría que tener cinco velorios por semana, cada vez que uno hace una autopsia, independientemente de si es un niño, un bebé, una persona joven o no. ¿Alguna vez se encontró con un caso que lo llevara a pensar “para qué estudié esto”? No. Yo quise ser forense desde antes de empezara estudiar medicina y tuve la suerte de poder ingresar en el Poder Judicial y ser médico forense y de alguna manera me preparé para cualquier tipo de situación “fea” que se pueda generar dentro de este trabajo que es feo en general, porque acá la persona que viene es porque ha tenido algún problema con la Justicia y ha obtenido lesiones, muertes… pero creo que ningún caso me ha conmocionado como para decir “por qué me tocó a mí”. Los forenses tenemos que estar preparados para lo que sea. Al mostrarle el cuerpo de un fallecido a un familiar en la morgue para que lo reconozca, usted se convierte en la primera contención que esa persona tiene. Nosotros a veces tenemos el contacto con los familiares del muerto y es muy chocante, muy penoso, más que hacer la autopsia en sí de la persona, pero para eso tenemos que estar preparados si elegimos ser forenses. Somos a veces la primera contención que tiene una víctima de delito sexual o los familiares de una persona fallecida.

Hace pocos días murió una persona en una situación muy desgraciada. Un señor fue a ver a su hijo que estaba internado con motivo de un accidente, y aparentemente se emocionó mucho cuando vio al hijo, tanto que se murió. Tenía 46 años, y su padre, un señor de más de 70 años junto con la hermana necesitaban saber si realmente era cierto que había fallecido, y los tuve que llevar a la morgue donde están los cadáveres en las heladeras y mostrarlo, y es una situación muy fea, triste. Después me fui a mi casa y seguí mi vida. Pero el contacto con los familiares es mucho más penoso que la autopsia propiamente dicha.

¿Sus hijos tienen curiosidad por su trabajo? Sí, pero se les ha ido. Ellos siempre supieron lo que hacía su papá. Son grandes ya, un hijo de 21 y una hija de 19. Estudian carreras universitarias que no tienen nada que ver con la medicina, uno estudia arquitectura en San Juan y la nena Ciencia Política en Mendoza. Se interesaron, por ahí ojeaban libros míos en los que salen fotos, pero muy poco. ¿Alguna vez tuvo que hacer un examen de estos a un ser querido? Sí. Tuve incluso familiares a los que he tenido que realizarles la necropsia… y se las he hecho. El Dr. Cuaranta es un profesional y como tal, habla de un muerto como un docente hablaría de un alumno, o un futbolista de un partido. Por supuesto que siente dolor, como cualquiera, pero él tiene una tarea cuyo resultado es mucho más importante. Cuando trabaja con el Cuerpo Médico Forense, nadie quisiera estar en la sala de espera en el momento en que el Dr. Cuaranta diga “que pase el que sigue”

ENTREVISTA A UN Criminólogo ¿Cómo fue tu llegada a la Criminología? Cuando finalicé la licenciatura de Filosofía me encontré con una pequeña crisis existencial en la que veía imprescindible complementar mi formación, ya que ninguna de las salidas laborales terminaba de convencerme. Repasé planes de estudio de múltiples carreras y cursos de máster, pero fue la Criminología la que me atrajo por la posibilidad de adquirir conocimientos de Psicología, Sociología, dDrecho, Medicina... Eso y que fuera un segundo ciclo de dos años me alentó a matricularme en ella. La verdad es que no tuvo nada de vocacional. J.R.: Y, sin embargo, acabó enamorándote. De ser una carrera que realizaba con vistas a tener mejores perspectivas laborales, pasó a ser más que eso. Descubrí en mí un interés desconocido por

la teoría criminológica. La carrera fue intensa y en apenas dos años asimilé una cantidad abundante de materias que no había tocado cuando hice Filosofía. ¿Te encontraste con problemas para ejercerla profesionalmente? Los problemas comenzaron con el no reconocimiento oficial de la figura del criminólogo. Aún hoy existe un desconocimiento absoluto sobre las funciones que podemos realizar y ello implica la imposibilidad real de ejercer como nos gustaría, exceptuando algunos centros de investigación criminológica autonómicos que sí que nos tienen muy en cuenta. ¿Qué crees que debería cambiar para que la figura del criminólogo estuviese reconocida de modo oficial? .: El colegio de criminólogos es, sin duda, una de las tareas que tenemos pendientes desde hace tiempo. Pero lo único que hará que el criminólogo tenga reconocimiento oficial es que desde los estamentos políticos exista un conocimiento de nuestra labor y que sepan hasta qué punto podemos ser útiles socialmente. Aún así, la gran ventaja de esta disciplina es el largo recorrido que tiene por delante, sus inmensas posibilidades aún por explotar y que es un campo idóneo para personas con iniciativa y ganas de abrir nuevas sendas. Creo que la disciplina puede atraer a suficientes jóvenes talentosos que aportarían nuevos enfoques y algo de frescura. Aunque tenemos un importante grupo de expertos criminólogos en España, hemos de recordar que la mayor parte de ellos no obtuvo formación criminológica, sino que procedía de otra rama, pero que luego ha ido desarrollando sus inquietudes y estudios en el ámbito de la criminalidad. Ellos son los que han estado tirando del carro estos años, pero a la vez deben ir dando paso a otros que llegan con un entusiasmo y una vocación únicas hasta ahora y con ideas renovadas respecto al papel que debe tener el criminólogo. Tengo grandes esperanzas puestas en esta generación de jóvenes estudiantes, que ya desde el inicio de sus carreras universitarias dedican su formación a la Criminología. Respecto al trabajo del criminólogo, tú has optado por la vía privada. ¿Es una buena posibilidad para los recién graduados y licenciados en Criminología: buscar ideas innovadoras y apostar por ellas en el sector privado? A falta de que se reconozca oficialmente la figura del criminólogo, nuestro mejor modo de hacernos visibles es llevando nuestros conocimientos a la práctica y el ámbito privado nos da un buen margen para la experimentación. En qué proyectos criminológicos te encuentras inmerso actualmente? En la actualidad trabajo en dos proyectos diferentes, con una importante conexión unos con otros. El primero es la labor de dirección de la publicación digital Criminología y Justicia, en su doble vertiente de divulgación científica a través de nuestra web, donde publicamos artículos prácticamente a diario, y la revista electrónica, de corte más académico, cuyo próximo número, un monográfico sobre justicia restaurativa, verá la luz dentro de poco.

En el plano personal me encuentro a la vez en pleno desarrollo de un libro que intenta acercar, de un modo ameno, aspectos relevantes sobre la criminalidad en Estados Unidos y que, en parte, voy publicando siempre que puedo en mi blog personal, que es una buena fuente de interacción con los lectores. ¿Cómo respondió la gente cuando te lanzaste con esos proyectos personales? Respuestas te puedes encontrar tantas como personas hay en el mundo, aunque yo las suelo clasificar en tipos. Una gran parte te miran con escepticismo y piensan que tienes demasiados pájaros en la cabeza, cohibiendo toda capacidad emprendedora que puedas tener. Es el típico pesimista español que de primeras vaticina que tu idea no funcionará y que si no te va bien se acerca con su “ya te dije que no funcionaría”, orgulloso de su premonición. En esta postura no hay más sentido crítico que el miedo al fracaso. Otra parte te muestra entusiasmo y te anima a llevar adelante la idea, pero como en la primera, no hay más que un interés superficial sobre la misma. Por suerte, también hay un grupo más bien reducido, pero el más enriquecedor: los que a la vez que se interesan por escuchar tu proyecto, ayudan a que el mismo crezca gracias a su capacidad crítica. ¿Crees que existe una necesidad social de criminólogos? Estoy convencido de ello, ateniéndome en un primer plano a lo que nos suelen decir las encuestas del CIS: que la seguridad ciudadana es una de las principales preocupaciones de los ciudadanos. El problema radica en que desde las mismas instituciones que gestionan todo lo relacionado con la seguridad y la criminalidad parece existir un desconocimiento, no sé si intencionado o no, sobre las medidas adecuadas a seguir. Así, podemos ver cómo algunas autoriades manifiestan sin vergüenza ninguna que los inmigrantes son causantes de la delincuencia, sin aportar una sola cifra significativa a su favor o a consejeros de seguridad sacando pecho por el aumento de miembros policiales, cuando hasta ahora ningún estudio ha demostrado una correlación entre cantidad de policías y reducción de la delincuencia. Las consecuencias son unas políticas criminales deficientes, que ni optimizan recursos, ni se centran realmente en la efectividad de las mismas. Nosotros sabemos que se hace mal, que se puede hacer mejor y además sabemos cómo hacerlo. ¿Qué recomendación darías a los estudiantes que ahora se preguntan por su futuro laboral? La primera y más importante es tejerse una red de contactos amplia, que abarque no solo a profesionales relacionados con la disciplina criminológica, sino con espacios que poco o nada tengan que ver con ella, incluida la persona que se encarga de limpiar los baños de la facultad. Nunca sabes de dónde te puede venir la oportunidad y contar con un grupo plural de gente que conozca tus capacidades es fundamental. Aunque tengas mucho talento, este puede quedar desaprovechado si no despliegas tu propia labor de relaciones públicas.

La segunda es que, más allá de lo que aprendan en la carrera, procuren llevar a cabo, de modo particular o con el apoyo de otros compañeros, iniciativas personales relacionadas con el ámbito criminológico. Desde un proyecto social lanzado a través de la asociación de vecinos de tu barrio, pasando por la creación de alguna iniciativa en la red, hasta la idea más absurda que se les pueda ocurrir, pero que crean pueda dar sus frutos. Esto les ayudará a toparse con una realidad más allá de exámenes y trabajos académicos y les servirá para encontrarse con lo que creo que de verdad hace crecer a un individuo a nivel personal: el error. Equivocarse en algo es el mejor aprendizaje que uno puede tener sobre las cosas. En la Universidad no se te enseña a equivocarte, más allá de los errores que puedas cometer en un examen o en un trabajo concreto. En cambio, la acción práctica te lleva a equivocarte con cosas y personas reales donde en muchos casos no hay teoría que valga. Y es en este campo, el práctico, donde se moverá nuestro futuro laboral. Desde que terminé la carrera no he parado de cometer errores. Pero ha sido precisamente en los momentos en que más errores cometía, cuando más he mejorado profesionalmente. Por ello, lo mejor es comenzar a desarrollar proyectos desde el minuto uno de la carrera, ya que conseguiremos complementar los conocimientos aprendidos en la universidad. Y la tercera, que no se impacienten. El criminólogo es una figura que tarde o temprano tendrá su lugar, pero teniendo en cuenta su reciente implantación en el ámbito universitario es comprensible que todavía no nos hayamos hecho con ese hueco que tanto ansiamos. Nuestro momento llegará a base de constancia, de entusiasmo por nuestra labor y de iniciativas innovadoras

Cando este es mi trabajo soy flor