Ensayo Sobre El Suicidio

ENSAYO ESTRUCTURACIÓN DEL ACTO SUICIDA ᵠ Alumno: Gómez Ayca, Jhon Steven ᵠ Psicólogo: Díaz López, David ᵠ Asignatura: T

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ENSAYO

ESTRUCTURACIÓN DEL ACTO SUICIDA ᵠ Alumno: Gómez Ayca, Jhon Steven ᵠ Psicólogo: Díaz López, David ᵠ Asignatura: Teorías psicodinámicas

2016

UNIVERSIDAD NACIONAL FEDERICO VILLARREAL FACULTAD DE PSICOLOGÍA

ESTRUCTURACIÓN DEL ACTO SUICIDA INTRODUCCIÓN En las últimas décadas se ha volcado la atención sobre el suicidio por los alcances e impacto que este fenómeno comenzó a generar en el plano social y político mundial (Organización Mundial de la Salud, OMS, 1969). En el 2012, el suicidio fue considerado como la segunda causa principal de defunción en el grupo etario de 15 a 29 años, estimando con ello que más de 800 000 personas se suicidan cada año, añadiendo que este fenómeno afecta a todas las regiones del mundo (OMS, 2016). Según un diario local (La República, 2014), en el Perú el número de suicidios registrados durante el año 2012 fue de 942, la mayoría de estos (631) fueron varones. Mientras que las conductas suicidas en la población peruana se calculan un aproximado de 2,7 millones de personas entre 15 y 24 años que presentan tales conductas autodestructivas (Cerna, 2011). Por lo cual, el suicidio es uno de los fenómenos que se presenta en un alto porcentaje entre los jóvenes (García, 2006). Los principales motivos en personas adultas figuran problemas de pareja y familia, mientras que en los adolescentes la causa principal son los conflictos con los padres revelaron estudios epidemiológicos de salud mental en diferentes regiones de nuestro país (Instituto Especializado en Salud Mental Honorio Delgado – Hideyo Nouguchi, 2009). Para Cerna (2011) el suicidio es un acto realizado con premeditación, ya que para el sujeto que lo ha intentado realizar o lo ha realizado, constituye la mejor opción para librarse de un problema o una crisis que le causa un sufrimiento intenso. Por su parte, la conducta suicida se concibe como los comportamientos autodestructivos, que realizan los sujetos con el fin de causarse lesiones o la muerte, sea de una manera consciente o inconsciente. En esta conducta intervienen múltiples factores, formando un espectro de manifestaciones o cuadros que van en un continuum (Kaplan, 1994, citado por Cerna en el 2011). Por ello, tales conductas pueden acompañar a muchos trastornos emocionales como la depresión, la esquizofrenia y el trastorno bipolar; 1

además de ser una respuesta a acontecimientos que la persona percibe como abrumadoras como el aislamiento social, muerte de un ser querido, trauma emocional, desempleo, sentimientos de culpa y dependencia a alguna sustancia psicoactiva (Barrionuevo, 2009). La conducta suicida presupone una categorización, iniciándose desde las ideas suicidas (pensamientos intrusivos y repetitivos sobre las circunstancias que se propone autoinfringirse), los parasuicidios (gestos o actitudes suicidas) y el suicidio como acto concreto (Cerna, 2011). Los pensamientos previos al acto suicida resultan ser tal vez la etapa más importante, ya que aquí se generan un conglomerado de esquemas autodestructivos que involucran al aparato psíquico y a situaciones que pueden ir más allá de lo consciente. De esta forma, la intervención hacia esta primera fase de la conducta suicida puede ser el punto circunstancial para direccionar la conducta y así evitar cifras ostentosas referidas anteriormente por la OMS, cifra que se encuentra fuera de las tentativas de suicidio, que también tienen un alto índice en la población (por cada suicidio hay muchas más tentativas cada año) y que constituye el factor de riesgo más importante para prevenir futuros intentos (Saravia, 2014). Como se mencionaba, en muchos casos suele partir de la incapacidad para tolerar las tensiones de la vida, lo que admite una posibilidad para que el sujeto modifique su percepción de tal situación. Cabe precisar que la intervención a dicha circunstancia no se limita a la modificación del panorama que pueda tener el sujeto, sino que es necesaria una intervención multisectorial, controlando así los factores de riesgo para prevenir el suicido (Gutiérrez, Contreras y Orozco, 2006), por ende otro de los objetivos que subyace el presente ensayo, además de informar de manera teórica y de la importancia de este fenómeno en la esfera social, radica en concientizar acerca del suicidio como una cuestión de salud pública que afecta a la población en general y a su vez intervenir inmediatamente si se percibe alguna premeditación que suponga la presente problemática.

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Las principales postulaciones teóricas acerca del suicidio relacionadas con el sustrato intrapsíquico provienen de Freud y sus discípulos (Litman, 1967). De esta manera se vendrán recogiendo y planteando nuevas propuestas en torno al suicidio a partir de las observaciones del padre del psicoanálisis, lo que evidencia la importancia de ir actualizando una temática en el transcurso del tiempo, ya que además de la realidad presente y su contraste con épocas pretéritas, la relatividad y las diferencias socioculturales cobran mucha importancia a la hora de proponer ideas que se evidencia en nuestra sociedad particular.

I.

El suicidio según Freud Las aportaciones más importantes de la obra de Freud con respecto al suicidio

son: a) la idea fundamental del suicidio como parte del homicidio, b) la ambivalencia amor y odio que está presente en la dinámica de todo suicida, y c) la asociación de la agresividad, y por tanto del suicidio, a la manifestación de un instinto o pulsión de muerte que al buscar constantemente un reposo eterno puede encontrar su expresión en el suicidio (Rodríguez, De Rivera, Gracia y Montes de Oca, 1990).

Tubert (s.f.) señala que en 1910, las observaciones de Freud acerca del suicidio se encontraban dentro de su teoría de la libido, como contrapuesta a las pulsiones de autoconservación, lo que se iría esclareciendo con la incorporación de conceptos claves como Narcicismo (1914), y la redacción de Duelo y Melancolía (1915). Para entonces Freud ya había identificado un conjunto de rasgos característicos del suicidio: sentimientos de culpa por deseo de muerte hacia otros (especialmente los propios padres), como sucedió en el caso del hombre de las ratas, pérdida de la satisfacción libidinal, rechazo a aceptar esa pérdida, y en el caso de la joven homosexual, se mencionaban deseos de venganza a raíz de la pérdida de satisfacción, huida de una situación de humillación y significación de un aviso de ayuda (Freud, citado por Tubert, s/f). 3

En 1917, Freud comenta que el duelo es una reacción a la pérdida de un ser amado o una abstracción equivalente, ya sea la patria, la libertad, el ideal, etc. Mientras que algunas personas reaccionan con una melancolía en lugar de duelo, lo que permite suponer una predisposición patológica. La melancolía se caracteriza psíquicamente por un estado de ánimo profundamente doloroso, un desinterés por el mundo exterior, la perdida de la capacidad de amar, la inhibición de todas las funciones y la disminución de amor propio. Esta última se expresa en reproches y acusaciones sobre sí mismo y puede alcanzar incluso una delirante espera de castigo. Tales características pueden manifestarse durante el duelo, a excepción de una, la perturbación del amor propio o el empobrecimiento del yo.

1. Relación entre suicidio y las pulsiones Freud propuso el tema de suicidio relacionándolo con la pulsión de muerte. Para abordar tal relación es necesario hacer un recorrido a las observaciones que hizo Freud para esclarecer lo que significa una pulsión y establecer de forma clara las división entre las pulsiones sexuales y las pulsiones yoicas, y para definir de manera correcta la división entre la pulsión de vida y la pulsión de muerte. Freud (1915, citado por Bedoya, 2008) sostiene que la pulsión es un representante psíquico de los estímulos internos del organismo de donde proviene su fuente, un concepto limítrofe entre lo psíquico y lo orgánico. Este fenómeno actúa como una fuerza constante de la cual el sujeto no puede sustraerse de la huida. Estas pulsiones actúan de acuerdo al principio del placer. El objeto es lo que permite a la pulsión alcanzar la satisfacción aunque es lo más variable de esta. Es decir, ‘’la pulsión se caracteriza por la posibilidad de cambio de dirección, desplazamiento, reemplazar unos a otros, a diferencia de como se concibe al instinto. Este último

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término es utilizado por Freud para designar una conducta hereditariamente preformada y determinada’’ (Robres, p. 21, 1986). En su primera teoría pulsión, Freud distingue dos tipos de pulsiones: las pulsiones sexuales y las pulsiones del yo o de autoconservación. Estas pulsiones las sostiene a partir de un estudio de psiconeurosis en el cual distingue entre los intereses del yo y de la sexualidad. Posteriormente, a través de sus observaciones halló una tendencia que sus pacientes expresaban por medio del sueño, del juego y en sus comportamientos, circunstancias dolorosas, traumáticas, una compulsión a repetir, que lejos de cumplir el principio del placer, tendía a un displacer continuo. De esta forma la pulsión expresa una naturaleza conservadora del viviente, siendo su objetivo el regreso a un estado inicial del que partió la vida, y al que ésta inspira a regresar, este estado no puede ser otro que la muerte, lo inanimado. De este modo, entra en contradicción las interpretaciones sobre las pulsiones con las pulsiones de autoconservación que tenderían a la conservación de la vida, por lo cual la teoría de las pulsiones de autoconservación se declinan debido a que son pulsiones parciales que se orientan a la destrucción de la vida y por tanto al regreso a lo inorgánico (Bedoya, 2008). Mientras que las pulsiones sexuales tienen la intención de formar con la sustancia viva unidades cada vez más amplias, conservar así la perduración de la vida por periodos más largos y llevarla a evoluciones superiores (Freud, 1922). Cabe señalar para Bedoya (2008) que la pulsión de vida retorna a situaciones que fueron placenteras, en tanto que las pulsiones de muerte combaten por regresar a un estado anterior de la vida, la muerte, lo inanimado, un estado que este fuera de toda tensión. Estas pulsiones si bien no pueden satisfacerse debido a la represión, actúan a través de actos sintomáticos repetitivos en el sujeto, los cuales son dolorosos e intolerables para éste, de esta forma se repiten manera insaciable algo que fue traumático para el individuo y que marca su vida en un aparente destino de fatalidad.

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Es preciso mencionar que ambas pulsiones no se encuentran divididas, sino que se enlazan de forma que explican el proceso de la vida, ya que como se mencionó anteriormente, las pulsiones sexuales tenderán a preservarla mientras que las pulsiones de muerte se expresarán para retornar al entorno de lo reprimido. La conjugación de ambas pulsiones se demuestra en la medida en que el sujeto dirige su destrucción hacia el exterior lo que hace que busque la aniquilación de otro organismo y no la propia, mientras que si no dirige su pulsión hacia el exterior hay una tendencia a la autoaniquilación. Justamente esta última tendencia la que se revela en los suicidios que se ejecutan en forma de accidentes o actos erróneos, en la medida en que la tendencia a la destrucción retorna de los objetos exteriores hacia el yo (Bedoya, 2008).

II.

El suicidio para Melanie Kelin Melanie Klein recoge el concepto de pulsión de muerte desarrollado

inicialmente por Freud para incorporarlo en su teoría (Feris, 2012). Menciona que esta pulsión al ser sentida como una amenaza en el organismo, es necesario proyectarla hacia el exterior, específicamente en un objeto, que será percibido como un objeto malo y persecutorio (Bleichmar y Leiberman, 1989). En relación a este último párrafo, Klein propone dos posiciones, la esquizoparanoide y la depresiva. En la posición esquizo-paranoide, el bebé siente temor de que los objetos externos-persecutorios destruyan su yo, debido a que previamente llevó a cabo el mecanismo de defensa predominante, la escisión, a través del cual el odio se proyecta hacia el primer objeto de relación que posee, que es el pecho de la madre, que pasaría a ser el pecho malo, y los sentimientos de amor son proyectados en el pecho gratificante - bueno (Klein, 1988). En la posición depresiva, la madre deja de ser vista como un objeto parcial, y se incorpora como un objeto total. Además, el niño experimenta culpa, debido a que 6

durante la integración entre el objeto y el yo del niño, este último siente que el objeto amado ha sido dañado por sus propios impulsos agresivos, por lo cual intenta reparar el daño (Klein, 1988).

En la primera posición la percepción de la realidad estará distorsionada por nuestras proyecciones y será más amenazante cuanto más intensa sea la agresión proyectada. Mientras que la elaboración de la posición depresiva da a cada cosa su valor; la posibilidad de diferenciar entre la realidad externa e interna permite que veamos los objetos más objetivamente (Bleichmar y Leiberman, 1989, p.138).

Para que el niño pueda pasar a esta segunda posición, es vital que la pulsión de vida prevalezca sobre la pulsión de muerte, de no ser así, cabe la posibilidad de que se cometa un suicidio (Feris, 2012). Es justamente esta la razón por la cual la persona suicida se automutila con el fin de proteger sus objetos internos buenos eliminando de este modo a sus objetos malos introyectados y con ello poder frenar dicho daño con la propia muerte (García, 2013). En las conductas suicidas, naturalmente se encuentran involucrados acontecimientos que el individuo considera como intolerables. Justamente la capacidad de sobreponerse ante una situación frustrante, sea una pérdida, dependerá tanto de la capacidad de soportar dichas pérdidas, como de utilizar de manera íntegra los pensamientos, lo que a su vez dependerá también del pasaje de la posición esquizoparanoide a la posición depresiva (Díaz, 2016). En síntesis, podemos afirmar que en el acto suicida, el individuo además de tener una mayor carga de pulsión de muerte, y por ende, permanecer en la primera posición, ofrece tal decisión hacia su persona para salvaguardar su yo de los objetos

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malos-persecutorios, ya que dentro de este contexto resulta relevante la protección que ofrece el individuo a sus objetos internos buenos como medio protección.

III.

El suicidio según Lacan Para el psicoanálisis de orientación lacaniana, la emergencia del sujeto se

encuentra condicionada por la preexistencia del lenguaje, es decir, se define al individuo como la consecuencia de la afectación del lenguaje sobre el viviente humano (Lacan, 1987, citado por Arango y Martínez, 2012). De esta forma, queda en el individuo un vacío, un resto, un objeto perdido que será para el sujeto su esencia y que lo movilizará a responder por ese vacío.

Esta concepción de sujeto lleva a pensar que las manifestaciones subjetivas, entre ellas las tentativas de suicidio y los suicidios consumados, pueden ser sumidas en una lectura que incluye un vacío en su interior, y a un sujeto que responde allí (Arango y Martínez, p.64, 2012).

Para Lacan un acto es una palabra, y solo un acto es el del hombre, de forma que en todo suicidio surge un significante en acto, aunque siempre se trate de uno distinto. Tal significante aparecerá al ser leído, no antes. De esta forma en el suicidio también se intentará captar lo simbólico, más allá del registro imaginario, que suele llenar de sentido ese acto (Vargas, 2010).

De la misma forma, para Vargas, en el 2010, Lacan tiene en cuenta tres estatutos que giran en torno al suicidio: acting out, pasaje al acto y el acto, los cuales serán descritos a continuación.

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1. El acting out El acting out es un grito a la función del otro para sostenerme, puede tomar dos opciones, o bien dirigirse al discurso del Otro o hacia al pasaje al acto (Roldan, 2009). Es decir, este primer estatuto implica las tentativas de suicidio, esos llamados de alerta que en ocasiones realizan los sujetos suicidas, tal vez mediante amenazas. Estos llamados dan cabida a otra escena, la escena fantasmática.

Este estatuto nos introduce en la construcción de una situación, como tal se trata de un armado fantasmótico donde el individuo expresa su realidad psíquica (Lima, 2010). En esta escena el individuo se mantiene como deseante con respecto a un objeto. Esto se evidencia en las múltiples fantasías que del sujeto emerge en relación a la planificación y estructuración de algunos suicidios (Vargas, 2010).

Se trata pues de una demostración que se expresa mayormente de manera comportamental, se circunscribe al espacio de la acción, que se dirige hacia otro, presentándose también de manera repetida tal vez en diversos modos (Lima, 2010). Por lo tanto hay un significante enlazado al acting out (Flórez, 2013).

2. Pasaje al acto En el pasaje al acto, el sujeto no experimenta la escena fantasmática como en el acting out, sino que, desde el lugar de la escena puede continuar en su estatuto de sujeto, precipitándose y ejecutando sin rodeos, con el automatismo, el mecanismo, el carácter necesario y profundamente alineado con el que se llevan a cabo los suicidios melancólicos (Lacan, 2006, citado por Vargas, 2010). De esta forma resulta rápida la vinculación de este estatuto con los suicidios consumados, que mayormente se expresan con celeridad y sin manifestaciones previas o avisos.

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Según Evans (2007) mientras que el acting out constituye un mensaje simbólico dirigido al Otro, el pasaje al acto es una evasión o huida respecto a este, hacia la dimensión de lo real. Es una salida de la red simbólica, una separación del vínculo social, que según Lacan entraña una disolución del individuo, por un momento este se vuelve en puro objeto.

Ningún llamado al Otro se efectúa, ya que el sujeto no espera ser autorizado por este para realizar el suicidio. Su posición de sujeto se eclipsa, se produce una destitución subjetiva salvaje en la que queda reducido a objeto a. (Vargas, p.8, 2010).

El sujeto en el pasaje al acto cae fuera del campo del Otro, fuera del fantasma. Atravesar el fantasma en el pasaje al acto implica que toda la configuración del individuo queda desarticulada, cayendo el sujeto en la escena fantasmática. Es decir, el pasaje al acto supone un atravesamiento radical e imponente del fantasma, mientras que el acting out, se inscribe siempre en la lógica misma del fantasma (Flórez, 2013). Esta afirmación se puede introducir como ejemplo en la angustia desbordante que impera en aquellos sujetos que concretan inmediatamente sus pensamientos suicidas fugaces, sin dejar tal vez algún rastro de la razón de su accionar. “Es claro que es un momento en el que el recurso al fantasma falla, deja de actuar como soporte, y el sujeto cae, identificándose a su ser de resto’’ (Flórez, p.12, 2013).

De esta manera, Lacan va desarrollando dos coordenadas que giran en torno a este estatuto: la identificación del sujeto con el objeto a, que conduce a la caída de la escena y la identificación en tanto resto (Lima, 2010).

En este estatuto, se pierde el enlace a un significante que le dé un sentido, se produce debido a la imposibilidad de responder alguna pregunta sobre sí mismo, por lo cual, cae, identificándose al objeto a, al resto. De esta forma se ponen en juego dos 10

cuestiones. La primera implica una cierta voluntad de aniquilación del ser, debido a la pérdida del enlace a un significante, de tal manera que surge el suicidio como paradigma de esa voluntad de aniquilación. Ahora bien, como el pasaje al acto supone una modificación estructural, existen algunas preguntas con respecto a casos inclasificables, ya que en la psicosis se observa con mayor claridad tal característica y se verifica como el sujeto queda identificado al objeto a, a su ser de desecho (Flórez, 2013).

3. Acto Lacan considera que el suicidio también puede obtener un estatuto de acto, en tanto que el individuo reencontrará su presencia, renovada, más allá del pasaje del acto (Lacan, sf, citado por Vargas, 2010). De esta manera, la muerte sería la forma más radical de encontrar una transformación. Sin embargo, esto nos propone ciertas dificultades, ya que el acto responde a la lógica del aprés-coup, por lo que sería indispensable que el sujeto retorne de manera que reencuentre su presencia renovada (Vargas, 2010).

El valor significante del suicidio es una manera de poder comprender esta supuesta contradicción propuesta por Lacan. El valor significante queda eterno en el acto, ya que el sujeto queda como signo eterno para el Otro mientras que es mediante lo simbólico que el sujeto se eterniza, porque aunque desarrolle su muerte, su nombre queda incorporado en la cadena significante. De igual forma Bedoya (2008) afirma que: (…) el sujeto nunca deja de ser porque su ser está inscrito en el lenguaje y como tal es eterno (…) Así en el acto suicida aunque el sujeto intente rechazar su historia de sujeto y salir de la cadena significante, con el

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suicidio más se inserta en ella quedando como un signo eterno que devela algo de su verdad, a pesar de su no querer saber (p.84).

En el estatuto del acto se pone justamente en evidencia la ausencia de significante en el Otro que pueda intervenir, en este caso, por el real de la muerte. De ahí que el suicidio se cometa en soledad donde se inserta el significante del sujeto que lo interpreta como sujeto escindido, significante que falta en el Otro y que lo expresa como castrado (Vargas, 2010). Luego de realizar un recorrido por las postulaciones de Lacan, podemos concluir que el suicido recoge diferentes estatutos, invocando de esta forma al acting out, donde el sujeto se encuentra al borde de la escena que puede culminar en muerte; así mismo puede dar paso de la escena al mundo donde la persona queda reducida al objeto a y como última instancia cobra valor como acto al identificarse al significante que lo representa.

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CONCLUSIONES 1. Para Freud la estructuración suicida se plantea a partir de una serie de postulaciones referentes a su teoría de las pulsiones, determinando de esta forma que la pulsión de muerte se expresará con persistencia a fin de encontrar un estado de reposo. Sin embargo, dichas observaciones serán replanteadas añadiendo conceptos que de alguna forma aclararán la temática como el caso de duelo y la melancolía.

2. Por su parte, Melanie Klein interviene en el asunto del suicidio, coincidiendo con algunos postulados de Freud referentes a la pulsión de muerte, y añadiendo importancia al concepto de las relaciones objetales, lo que permitirá la dirección del niño hacia una determinada posición, que en el caso de la organización suicida se observa una permanencia en la posición esquizo-paranoide, asi mismo involucrando al suicidio como un medio de protección de sus objetos internos buenos.

3. La propuesta de Lacan con respecto a la estructuración suicida resulta ser innovadora al incorporar tres estatutos que independientemente de su recepción, involucran aspectos relacionados al significante del individuo, que puede tomar expresión a través de los estatutos, eternizándose en el acto.

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