Ensayo Sobre El Matrimonio

EL PROGRESO DE LA FAMILIA DESDE EL MATRIMONIO Antes que nada es importante recordar que la familia es una «Iglesia domés

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EL PROGRESO DE LA FAMILIA DESDE EL MATRIMONIO Antes que nada es importante recordar que la familia es una «Iglesia doméstica»1, en la cual, «los padres han de ser para con sus hijos los primeros educadores de la fe, tanto con su palabra como por su ejemplo»2 Además, la familia es una escuela de humanismo máximo. Sin embargo, para que pueda alcanzar la plenitud de su vida y misión son necesarias: la benévola comunicación espiritual, la unión de propósitos entre los esposos y una cuidadosa cooperación de los padres en la educación de los hijos. Es decir, que los hijos deben ser formados de tal manera que lleguen a ser adultos con pleno sentido de su responsabilidad, puedan seguir su vocación, y escoger su estado de vida, y, en caso de que se declinen por el matrimonio, puedan fundar su familia propia dentro de unas condiciones morales, sociales y económicas favorables3. La familia constituye el fundamento de la sociedad. Debe ser considerado por el poder civil como un sagrado deber que reconocer, proteger y promover la verdadera índole de estos grupos, garantizar la moralidad pública y fomentar la prosperidad doméstica. La pareja, venciendo todo tipo de dificultades, proveerán a las necesidades y comodidades de la familia, según lo exigen los nuevos tiempos, o como dice El Papa Pio XI: «Para que de tal renovación del matrimonio se recojan los frutos anhelados, en todos los lugares del mundo y en todos los tiempos, es necesario primeramente iluminar las inteligencias de los hombres con la genuina doctrina de Cristo sobre el matrimonio; es necesario, además, que los cónyuges cristianos, robustecidas sus flacas voluntades con la gracia interior de Dios, se conduzcan en todos sus pensamientos y en todas sus obras en consonancia con la purísima ley de Cristo, a fin de obtener para sí y para sus familias la verdadera paz y felicidad4». Además para lograr esos frutos es necesaria la ayuda de la las ciencias empíricas las cuales deben servir al bien del matrimonio y de la familia y a la paz de sus conciencias y favorecer una honesta ordenación de la procreación. Así mismo, los sacerdotes deben fomentar la vocación de los esposos con los diversos medios pastorales: la predicación de la Palabra de Dios, el culto litúrgico, ayudas espirituales de la vida conyugal y familiar, alentarlos con sentido humano y con paciencia en sus dificultades y confortarlos en la caridad. Todo esto, para que se formen familias verdaderamente espléndidas5. Las obras de los sacerdotes serán para confirmar con la doctrina y la acción a las asociaciones de familia, a los jóvenes y a los esposos y formarlos para la vida familiar, social y apostólica6. Y no solo es, sino que también los esposos deben sentirse unidos por el afecto recíproco, por la analogía de pensamiento y la mutua santidad para que, siguiendo a Cristo, principio de la vida7 en los gozos y en los sacrificios de su vocación, por la fidelidad de su amor, sean testigos del misterio del Amor que Cristo, con su muerte y resurrección, reveló al mundo.8 Para un mejor desarrollo de esta misión es muy importante conocer a la Iglesia y sus relaciones con Cristo y así se conoce mejor el 1

LG 11,2. Ibid., al final. 3 Cfr. Familiaris Consortio, 1 4 Casti Connubii,Pío XI, 1930, 1 5 Cfr. Familiaris Consortio, 3 6 Cfr. Ibid, 1 7 Cfr. Rom 5,15. 8 Cfr. Ef 5,25-27. 2

matrimonio cristiano, y conociendo un matrimonio ejemplar se puede conocer a la Iglesia y su relación con Cristo9. Ante todo esto, es necesario recordar que el tema del matrimonio y de la familia, necesita muchos aportes para su buen desarrollo y, más aún, de poner en práctica lo que ya está dicho en la Sagrada Escritura, en la Tradición de la Iglesia y en el Magisterio. Es un tema muy controversial en nuestros días ya que existen diversas corrientes de pensamiento que intentan, y algún momento lo logran, convertir a la familia empezando por las parejas en meros objetos de placeres y de modas que distorsionan la vida y la paz del hogar. Lo que el Concilio nos propone son pinceladas como respuesta al gran cuadro de la realidad en la cual es necesario aplicar todo lo bueno que nos plantea en esta Constitución Pastoral. El matrimonio y, en él, toda la familia en el mundo actual se ven atacado por muchos afanes de la vida para los cuales, el Concilio, invita a estar atentos y saber ser luz en las tinieblas. El carácter sagrado que posee el matrimonio y de la familia es Dios mismo, porque Él es su autor. Esta alianza en los cónyuges es idéntica a la realizada por Dios con el ser humano, de Cristo con la Iglesia. Los cónyuges son procreadores y, por ello, tienen una gran responsabilidad en el mundo. Los novios y esposos son frecuentemente invitados por la Palabra divina para que alimenten y cultiven el noviazgo con casto cariño y el matrimonio con indivisible amor. Los esposos estén valientemente dispuestos a cooperar con el amor del Creador y Salvador, que por medio de ellos dilata y enriquece de día en día su familia. Sin embargo, al no poder procrear, el matrimonio siempre es válido como institución y comunión de vida, y conserva su valor e indisolubilidad. En conclusión, es importante afirmar que el amor conyugal y el respeto a la vida humana están entrelazados, son recíprocos. No se entiende un matrimonio contrario a la vida. El progreso del matrimonio y la familia hoy, depende de todos los cristianos, es decir, de los cónyuges, de los hijos, de los familiares, de los sacerdotes, de lo catequistas, de la sociedad civil, de las organizaciones, de los gobiernos y por supuesto, y desde el principio de la humanidad, de Dios. Por tanto es necesario defender el matrimonio, la familia y la vida que se desarrolla en ella para que se dé un adecuado desarrollo espiritual, moral y material o, dicho de otra manera, la familia llegue a su madurez. Para este breve ensayo me he basado en algunas ideas de la Constitución Pastoral Gaudium et Spes y enriqueciéndolo con otros textos de mucha importancia.

Elaborado por: Fidel Rodrigo Rosa Flores

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Cfr. J. LARRABE, El matrimonio Cristiano y la familia, BAC, Madrid, 1986, 254.