Ensayo (Resolutivo)

Universidad de Concepción Facultad de Humanidades y Arte Departamento de Español Taller de Literatura I Prof: Clicie Nun

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Universidad de Concepción Facultad de Humanidades y Arte Departamento de Español Taller de Literatura I Prof: Clicie Nunes

Heathcliff y los vicios del mal. (Ensayo Cumbres Borrascosas)

Karla Calderón Cea

Se sabe a ciencia cierta que Cumbres Borrascosas es la novela cumbre de la literatura romántica, pero ésta no solo nos muestra el trágico deseo romántico en su máxima expresión, sino que también expone la representación del mal en la naturaleza de los vicios del “otro”, tomando como punto de partida que para que exista un otro (ello) tiene que haber un “yo” (expresado en lo europeo), con la figura irrevocable de Heathcliff. El papel de ser el eterno y loco enamorado de Catalina Earnshaw no es el único deber que tiene que cumplir dentro de la novela. Más allá de eso, él es la imagen que sirve para la representación de superioridad de la sociedad europea frente a lo que es, para ellos, desconocido y, malamente catalogado, inferior. Si bien ésta no es la intención primaria que Emilie Brontë busca desarrollar en el libro, para conseguir que sus personajes lleguen a expresar el amor desbordante, la pasión abrazadora, el dolor desgarrador y la muerte trágica, recurrió a caracterizar a sus personajes lo más humanamente posibles. Ese amor idílico ensalzado por sí mismo que aparece en las obras de otros autores del periodo romántico no aparece en Cumbres Borrascosas de la misma manera; son los vicios de la sociedad los encargados de enaltecer, de llevar a su máxima expresión esos sentimientos tan humanos que se buscan en estas novelas. Brontë utilizando los defectos del ser humano; ver al otro como un ser inferior provocando deseos de venganza y al mismo tiempo crear un amor tan posesivo que raya en la locura; busca la realización perfecta del amor y de la muerte, con el conocimiento, como lo dice George Bataille en La Literatura y el Mal; “angustioso de la pasión”. Heathcliff, descrito por Brontë como un gitanito negro que mas bien parecía enviado del diablo, es establecido desde un comienzo en la historia como un ser inferior. Abandonado en las calles de Liverpool y recogido por el señor Earnshaw llega a vivir de allegado en Cumbres Borrascosas. Odiado por Hindley hasta extremos inimaginables y aceptado con una locura desbordante por parte de Catalina, es como Heathcliff comienza a estructurarse en ese ser que se mueve a lo largo de la trama. Los primeros momentos de su infancia en la finca de los Earnshaw, determinados por Hindley y Catalina son los que lo guían inminentemente a sucumbir ante los más oscuros deseos de su subconsciente. Pero no es solo él quien sucumbe a los vicios (considerándolos, tal como lo expone Bataille, como la manifestación del mal), sino que también sucumben Hindley y Catalina. Los humanos son seres rencorosos, y Hindley no lo supo hasta cuando ya era muy tarde. Dominado por el deseo de venganza al verse desplazado en su puesto como el hijo favorito por un simple negro recogido, crece entre plan y plan para sacarlo de la granja, sin

obtener más resultados que golpizas y castigos que alimentaron el corazón de Heathcliff, pero con la muerte de su padre y la aparición de Linton vislumbra la solución a sus problemas. Tomando el mando de la granja consigue expulsarlo de la casa mandándolo a trabajar a los establos, y cuando conocen a Linton y ve que entre él y Heathcliff hay una batalla no declarada por la atención de Catalina, ayuda a Edward a acercarse a Catalina y alejarla de Cumbres Borrascosas. Catalina, que en primera instancia le tiene rencor a Heathcliff y lo escupe, encuentra en él a un amigo, un hermano y un confidente en sus travesuras. Ella juega el papel de heroína/villana que, así como en la infancia lo salva del sufrimiento que conlleva ser quien es, al mismo tiempo lo condena irremediablemente a una vida rodeada, nuevamente, de rencor, odio, tristeza, amor, locura y muerte. Ante esto Heathcliff no logra hacer nada, dominado por el deseo inocente de la niñez se deja deslumbrar por la bella Catalina que lo trata por un igual, jugando en el lodo y compartiendo la mesa con él, transformándola de este modo en su más preciado tesoro. Pero pronto ese tierno sentimiento de amor de parte de Heathcliff hacia la joven se ve truncado por los planes de Hindley y la irrupción de Edward Linton en sus vidas. Edward provoca en Catalina un deseo por volverse una señorita refinada y dejar de ser la niña toda embarrada que era hasta ese momento. Su aparición marca la transición de la niñez a la adolescencia no tan sólo en Catalina, sino también en Heathcliff, quién al ver como alejan a su tesoro sin poder hacer nada, ya que el propio tesoro se quiere alejar, decide irse de Cumbres Borrascosas para regresar tiempo después a recuperar lo que cree es suyo; y para conseguirlo no duda en enamorar a Isabel, la hermana de Edward, con el simple fin de hacerlo sufrir a través de ella. Heathcliff retorna mostrando su sadismo, a él más que importarle la finalidad de sus acciones disfruta con el proceso de tortura paulatino y de destrucción en el que sumerge a los que lo rodean. Hasta aquí he presentado los tres personajes importantes que moldean directa o indirectamente los vicios de Heathcliff. Si entendemos a los vicios como la representación del mal, y al mal como el cúmulo de sentimientos y acciones reprochables todo será más fácil, y Heathcliff, representante de esos vicios, lo hace así. Él odia quien es y odia a los otros por recordarle en todo momento su naturaleza distinta, pero aún así después de ser despojado de la presencia de Catalina, busca incansablemente, hasta la locura, el reconocimiento por parte de los demás. Heathcliff no quiere ser uno de ellos, sin embargo tampoco quiere seguir siendo el otro, aborrecido por su naturaleza salvaje. Él lo único que busca, como bien lo

expresa Bataille, es regresar a ese mundo compartido con Catalina, el mundo creado en su infancia en donde podía amar sin ser rechazado, en el que no le importaban los desprecios, los insultos y los golpes de Hindley. Pero nada es tan simple, y al alejar a Catalina de su lado lo único que consiguieron fue despertar al demonio dormido en su corazón. Heathcliff no es más que un demonio sediento de sangre; es un sádico, y como tal disfruta con el proceso que lo lleva a la culminación de su deseo. Cada una de sus acciones son planeadas meticulosamente de modo que no existía ninguna prueba de que haya hecho algo ilegal, a pesar de que sea un secreto a voces lo que quería conseguir. Hindley pierde todos sus bienes ante Heathcliff, no obstante sigue viviendo en la casa; el por qué de esto es muy simple, él es el “trofeo” de Heathcliff, es el recordatorio de todo lo que está haciendo y de por qué no debe arrepentirse a mitad de camino, y es también parte de esa venganza que poco a poco es consumada. Día a día Hindley tendrá que ver a Heathcliff pasear por Cumbres Borrascosas como el dueño de todo, y su sola presencia le recordará todo el mal que le hizo de pequeño y cuan poderoso y superior es ahora pagándole con la misma moneda a su hijo. Con Linton ocurre la misma historia, utiliza a Isabel para mostrarle su poderío, la enamora y luego la hace sufrir; poco a poco va consumiéndole la vida en base a la desesperación, pero nunca obtuvo lo que quería; Catalina no regresó a su lado. Si bien, Catalina siempre sintió esa pasión abrazadora, ese deseo irrefrenable por permanecer bajo la imponente presencia de Heathcliff, nunca lo consiguió. Lo deseaba con locura, inconsciente del poder que tenía sobre él, pero enfermó, y en su enfermedad esa pasión desgarradora se hizo más profunda aún, completando el sino que la llevaría a la muerte. Heathcliff al saberse sin Catalina por la eternidad, se vuelve loco, y en su locura su sadismo se hace más fuerte. Si él no puede ser feliz nadie lo será; esa es su nueva meta, y para realizarla hace la vida aún más miserable de Hareton (el hijo de Hindley). Y luego de la muerte de Edward se apropia de la granja de Los Tordos y se lleva Catalina Linton, la hija de su enemigo con su amada, a Cumbres en donde la deja a su suerte, viviendo de manera precaria al igual que Hareton. La existencia de ambos le recuerdan cada día lo que era de él, lo que le quitaron, lo que luchó por tenerlo de vuelta y la imposibilidad de cumplir su deseo. Vive y se revuelca en su desesperación, desesperación que lo lleva a sumirse en sus recuerdos; anhela la muerte, único camino que lo guiará con Catalina, pero los fantasmas del pasado lo siguen y lo atormentan, lo rodean y lo atrapan sin dejarlo ir, destrozándolo poco a poco, haciéndolo sufrir

de la misma manera en que él lo hizo, llevándolo directamente a su fin. Su muerte es la culminación definitiva del mal en Cumbres, y el inicio de una nueva etapa en manos de Hareton y Catalina. El amor y la pasión son unos de los cuantos vicios que posee la sociedad y lo único que traen consigo son dolor, desesperación, locura, deseos de venganza y finalmente la muerte. Por tanto, el amor atrae al mal y el mal a la muerte, y Emilie Brontë supo utilizarlos bien. Ningún otro escritor romántico pudo expresar tan cabalmente estos sentimientos, porque ninguno de ellos supo relacionar el amor con el mal. Es cierto que todos relacionaban al amor como un sentimiento que llevaba de manera irremediable a la muerte, en una convivencia necesaria en la que no puede haber amor sin muerte, ya que la mejor manera de mostrar las más profundas pasiones es cuando esa pasión es prohibida o no puede consumarse. Pero Emilie llegó aún más lejos que esa sola representación del amor con la muerte, sino que el proceso en sí que la lleva a ese fin es la que la enaltece, es decir, los obstáculos humanos, los sentimientos más oscuros y las características más preeminentes y cuestionables de la sociedad europea son las que atraen esa pasión desafortunada. Heathcliff es el encargado de hacer que toda esa humanidad, malvada humanidad, se lleve a fin. Él es el otro, el ser inferior, salvaje e irracional que sólo vive para satisfacer sus bajos instintos; él es el desafortunado ser escogido para ser el portador del mal en la sociedad racional, civilizada y superior. Él no es más que un títere manipulado por el fatídico destino que maneja la mujer fatal; Catalina. Y, es así que, el final de Heathcliff, Hindley, Edward y Catalina no es más que producto de los vicios del mal.

Referencias bibliográficas. → Bataille, George. La Literatura y el Mal. Ediciones El Aleph. com, 2000

→ Said, Edward. Orientalismo. España: Debate, 2002 → Brontë, Emilie. Cumbres Borrascosas. Editorial Sol 90, 2000