El Ser Humano Civilizado

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El ser humano civilizado El progreso de la civilización, la expresión de los valores democráticos y, en general, las buenas maneras de convivencia están ligados a la aparición de las ciudades. Pero para estos beneficios, la vida comunitaria exige organización, cooperación y respecto mutuo. La educación ciudadana en este sentido es fundamental.

De animal a ciudadano Que el hombre es un animal social por naturaleza ya lo habremos leído en los textos de filosofía. Esta definición describe la necesidad que tiene el ser humano de reunirse y compartir el espacio y el tiempo con los demás: padres, parientes, amigos, compañeros, profesores. Pero a diferencia de otros animales, impone y aplica ciertas normas de conducta que hacen posible la convivencia ordenada y pacífica en la sociedad humana. Al integrarse eficazmente a la vida en sociedad, el hombre deja de ser un animal incivilizado para convertirse en ciudadano. La convivencia ciudadana permite que la persona llegue a ser ella misma y desarrollar las condiciones innatas de alguien que siente, razona y planifica.

Ciudadano Ciudadano es un concepto de variable significado1 por cuanto ya sea como sustantivo, ya sea como adjetivo, el referente no ha sido histórico-socialmente el mismo. Según Aristóteles ...a menudo se discute sobre el ciudadano y en efecto no todos están de acuerdo en quién es ciudadano. El que es ciudadano en una democracia con frecuencia no es ciudadano en una oligarquía.

(Aristóteles) Además y también según Aristóteles, la mujer no era ciudadano propiamente dicho, ni durante la niñez ni en la edad adulta, ni soltera, ni casada.

Conciudadano 1 Persona de una ciudad con respecto a las demás de la misma ciudad: el escritor hizo un discurso a sus conciudadanos. 2 Persona de una nación con respecto a las demás de la misma nación.

Expresión de los valores democráticos. La complejidad creciente de la estructura social y el progreso de los modelos de organización hacia sistemas democráticos exigen, cada día, la participación de todos los ciudadanos. En democracia no es posible la gestión de la vida pública sin la participación de los ciudadanos, ni en el ámbito de lo internacional, ni en lo nacional, ni en el entorno más próximo. Por ello, la participación solidaria en cada uno de los distintos niveles del entramado social constituye una de las bases más firmes de la conducta cívica. Así pues, son deberes ciudadanos de primer orden: 1. Hacer uno de los canales de representatividad en la vida pública, potenciar la eficacia de los cargos y servicios públicos y asumir, si cabe, la responsabilidad de su gestión. 2. Contribuir a la mejora de la calidad de vida de nuestra sociedad mediante el ejercicio responsable de las tareas laborales encomendadas o, en el caso de los estudiantes, mediante el aprovechamiento responsable de los medios de formación de que disfrutan, sobre todo cuando son sostenidos con fondos públicos. 3. Participar responsable y libremente en los comicios mediante cualquiera de las opciones democráticas de voto. 4. Contribuir económicamente al sostenimiento del Estado, exigiendo a la vez, del Estado y de sus dirigentes, una gestión clara, justa y honesta. 5. Respetar las instituciones y los símbolos patrios o de cualquier otro nivel de la administración del Estado, e incluso de los diversos grupos cívicos y culturales, partidos, entidades y asociaciones, constituidos sobre bases democráticas y justas.

El valor de la palabra “En el principio existía la Palabra”: todos conocemos esta frase de la Biblia. Lo más interesante es que no se compara a Dios con una figura, con un efecto de la naturaleza, sino con una expresión gramatical. En mi oficio de escritor estoy obligado a concentrarme en la importancia de las palabras, pero creo que todo ser humano debe siempre prestar atención a lo que dice y a lo que oye. Tenemos que compartir. Aunque conozcamos la información, es importante no dejarse llevar por el pensamiento egoísta de llegar solo al fin de la jornada. Quien hace esto descubre un paraíso vacío, sin ningún interés especial, y pronto se morirá de aburrimiento. No podemos coger las luces que iluminan el camino y cargar con ellas a cuestas. Si actuamos así, llenaremos nuestras mochilas con linternas y tendremos que deshacernos del alimento que nos da fuerza para seguir adelante: el amor. Tenemos que recibir estímulo, consejos. Pero a veces, por inseguridad, interrumpimos una conversación en la mitad, por miedo de mostrar a nuestro interlocutor que desconocemos aquel asunto. ¿Cuál es el problema de aprender? ¿Por qué nos sentimos humillados cuando alguien toca un tema que desconocemos? Nadie tiene la obligación de saberlo todo. Dijo Albert Einstein: “Cien veces al día me acuerdo de que mi vida interior y la exterior dependen del trabajo que otros hombres están haciendo ahora. Por eso tengo que esforzarme para devolver por lo menos una parte de esta generosidad, y no puedo dejar ni un momento vacío” Lenguaje Correcto lenguaje correcto deriva del modo de expresarse de determinada capa social, considerada digna de imitar, mientras que la norma académica estima que lo correcto es lo establecido por una academia de sabios expertos en el tema, como las Reales Academias de la Lengua de Francia o España; la norma cultural, por otra parte, estatuye que el modelo de lengua viene dado por un texto considerado clásico o sagrado por una cultura, como el Ramayana y el Mahabarata para el sánscrito, los poemas de Homero para los griegos, el Corán para los árabes, el hebreo bíblico para los judíos o el latín de Cicerón para los humanistas.

Un lenguaje tolerante El respeto sincero y efectivo a las creencias y opiniones de las personas se llama tolerancia. La democracia no puede ser jamás el abuso de la mayoría sobre la minoría; sin el respeto hacia las minorías no existe verdadera democracia ni libertad para nadie. Hoy no se concibe una genuina civilización de progreso sin el valor de la tolerancia frente a las opiniones ajenas que no coinciden con las nuestras personales, o con el ideario de nuestra iglesia o de nuestro

partido político. Esta norma aparece firmemente establecida en la legislación de casi todos los países, así como en los foros internacionales. La tolerancia encuentra su fundamento en la convicción de que nadie, ni personas ni instituciones, posee el monopolio exclusivo de la verdad. Las actitudes de intolerancia que han marcado buena parte de la historia de la humanidad nos recuerdan lo difícil que a veces resulta el respeto a la manera de pensar de cada uno, pese a ser algo tan elemental para la convivencia. El comportamiento cívico en la vida cotidiana. La convivencia social se hace más satisfactoria y plena cuando el comportamiento cívico preside las manifestaciones de la vida cotidiana. La relación con los vecinos, en las ciudades, en el barrio, en el pueblo o en la aldea, sirve a menudo para demostrar un hecho inevitable: hacen falta muchas personas respetuosas para construir una buena convivencia, mientras que sólo unos cuantos desconsiderados bastan para echarla por tierra. Saber ceder en determinados momentos, en beneficio de todos, saber cumplir con lo acordado y calcular los efectos de nuestros actos cotidianos, hasta de los más sencillos, para evitar molestias a los demás, son el caballo de batalla diario del civismo. A menudo el cuidado de lo cotidiano puede parecer una ética de lo minúsculo, y, sin embargo, los pequeños detalles que se repiten cada momento y en los que participan todas las personas tienen una importancia mayúscula en su conjunto. El lugar de trabajo, o la vecindad en que vivimos, pueden ser entornos confortables y cómodos para todo el mundo, o bien nidos de conflictos y desavenencias; todo depende tan sólo del comportamiento adecuado de sus miembros. La mayoría de las veces, la convivencia se construye a partir de la suma de infinidad de detalles minúsculos, sin los cuales acaba degenerando inevitablemente. En conjunto, las normas sociales de cortesía y de buena relación están hechas de estos pequeños detalles, aunque algunos puedan resultar arbitrarios o parecer ociosos. Pero a veces los gestos, como las palabras, significan cosas, y a través de estos gestos la sociedad ha establecido cauces para significar lo que en el fondo importa realmente: amabilidad y respeto.

Civismo El civismo (del latín civis, ciudadano y civitas, civitatis, ciudad) se refiere a las pautas mínimas de comportamiento social que nos permiten convivir en colectividad. 1

Un ejemplo de civismo es cómo se comporta la gente y cómo convive en sociedad. Se basa en el respeto hacia el prójimo, el entorno natural y los objetos públicos; buena educación, urbanidad y cortesía. El uso del término civismo tuvo su origen en la Revolución francesa e inicialmente, aparece unido a la secularización de la vida que esta supuso. Se puede entender como la capacidad de saber vivir en sociedad respetando y teniendo consideración al resto de individuos que componen la misma, siguiendo unas normas de conducta y de educación, que varían según la cultura del colectivo en cuestión.

Conciencia Ecologia

La defensa de la vida natural. La era contemporánea ha conocido un gran cambio en la concepción de la ética y el civismo, concretamente en la segunda mitad del siglo XX cuando ha aparecido un terreno hasta ahora ignorado para la conducta moral: el compromiso de respeto hacia la naturaleza. Las nuevas y extraordinarias capacidades industriales de la sociedad humana han demostrado poseer un terrible poder de destrucción sobre los ecosistemas naturales, y existe cada día una conciencia más clara de la necesidad de evitar estos efectos perniciosos del progreso. El ecologismo lleva la iniciativa en este movimiento de defensa de la naturaleza, que, sin

embargo, puede entenderse, en el fondo, como una defensa de la humanidad misma. Las generaciones por venir serían los verdaderos perjudicados si la sociedad de hoy día no logra controlar la desmesura destructiva en la explotación de los recursos y el maltrato del medio animal.