El Rock Subterraneo en Peru

Brevísimo panorama del rock en el Perú que repasa diversos géneros, movidas y estilos que se han ido desarrollando y fus

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Brevísimo panorama del rock en el Perú que repasa diversos géneros, movidas y estilos que se han ido desarrollando y fusionando desde su llegada al país, hasta algunos datos sobre las nuevas propuestas en la escena roquera local. El rock llegó al Perú a través del cine, a mediados de los 50s, con el estreno de películas como “Blackboard Jungle”, “Rock a Round The Cloud” y “Rebelde sin causa”. El ritmo frenético de la música y la imagen rebelde de los personajes definió la actitud con la cual, la nueva generación en todo el mundo, iba a identificarse. Bill Halley, Elvis Presley y Little Richard se convirtieron en los nuevos ídolos. El gran arquitecto y escritor peruano Héctor Velarde publicó en 1958 un relato llamado “Rock and Roll”. Un año antes ya habían sido lanzados al mercado peruano las dos primeras referencias discográficas de rock and roll hechas en nuestro país. El disco de 45 rpm de Eulogio Molina y sus Rock and Roller, apareció a través del sello MAG. El Mini LP de “Los Millonarios del Jazz”, titulado “Rock and Roll”, apareció a través de Sonoradio. Este último incluye la primera composición de rock hecha en el Perú y una de las primeras en Latinoamérica: “Rock With Us”. Sin embargo dichas agrupaciones eran esencialmente orquestas que integraban a su repertorio los ritmos de moda.

Habría que esperar recién a principios de los 60s para la aparición de las primeras bandas de rock propiamente dichas. Es así que se dan a conocer agrupaciones como Los Zodiacs, Los Astoria Twister, Los Sunset’s, Los Kreps y en especial Los Incas Modernos. Una agrupación proveniente del Callao y que fueron los encargados de publicar el primer LP del rock peruano en 1964. Por estos años también aparecen diversos solistas de la llamada Nueva Ola que traducen al castellano los éxitos musicales del festival de San Remo. El rock y la Nueva Ola compartían escenario y repertorio, y las diversas agrupaciones y solistas empiezan a llenar las Matinales (conciertos organizados los domingos en diversos cines de Lima). Así como a aparecer en programas televisivos de Variedades. Diversos sellos discográficos se encargaron de difundir el nuevo ritmo: IEMPSA, Sono Radio, El Virrey, Mag y Dis-Perú. La aparición de los Saicos va a marcar un nuevo derrotero para el rock peruano. El cuarteto, proveniente del distrito de Lince, graba el tema “Demolición, que se convierte en un éxito y un clásico del rock en nuestro país. Esto gracias a su estilo crudo que combina el garaje con el surf rock.

Saicos Aparecen entonces bandas como Los Yorks, Los Far Fen, Los Datsun, Los Golden Boys, Los Termits, Los Steivos, Los Shains, Los Belking’s, Los Loops, Jean Paul El Troglodita, The New Juggler Sound y en particular Los Doltons. Esta última se convirtió en una de las más exitosas gracias a su versión de “El último beso”. El sonido instrumental de guitarras tendrá a representantes notables en nuestro medio como Los Belking’s pero también a Los Vips, Los Jaguars, Los Siderals y Los Holy’s. Hacia 1967 la psicodelia ya se había instalado en el país, bandas como Los Yorks y Los Shains empiezan a experimentar con dichos sonidos. La aparición

de Laghonia, Los Mad’s y Traffic Sound, ya establecían un nuevo periodo para el rock peruano. A la vez la aparición de un grupo como El Polen, de los hermanos Pereyra, marca el camino para la fusión del rock con los sonidos andinos, algo que también está presente en grupos como El Opio y El Ayllu. El sonido del rock peruano entraba a una fase de complejidad. Grupos como Telegragph Ave, El Alamo, Zulu, Gerardo Manuel y El Humo, agregan a la fusión sonidos pesados y progresivos y además una gran estilización en agrupaciones como We All Together o el Grupo Amigos. La aparición de Tarkus y Pax definirá ya el sonido del rock pesado hecho localmente y por su parte grupos como El Trébol (Cuzco), los Texao (Arequipa), Libre Expresión (Huancayo), dan muestras que el rock se cultiva en diversas partes del Perú.

El Polen Mención aparte merece el trabajo de Black Sugar, como representantes del latín rock y el soul funk. Tuvieron como productor a Jaime Delgado Aparicio, una de las figuras del jazz peruano. Bossa 70, es otro importante grupo de similares características. “Toda esa efervescencia tiene como telón de fondo político diversas posiciones ideológicas enfrentadas, que van a traer como consecuencia el golpe de estado del general Juan Velasco Alvarado en 1968, con lo cual se inaugura el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas y la crisis del Estado Oligárquico. Por entonces las migraciones a la capital se han intensificado con el consecuente desborde urbano. Las costumbres y sonidos de la provincia, que ya gozaban de

un público y una industria, empiezan a mezclarse con la psicodelia. La promoción de la música peruana del gobierno velasquista tienen su mejor imagen en la creación del Taller de la Canción Popular (1974), de Celso Garrido-Lecca.” (Folleto de la muestra documental “Salvaje: Los inicios del Rock en el Perú”) Hacia 1975 la escena de rock peruano empieza un periodo de repliegue, son más bien los artistas de música tropical los que llaman la atención de los sellos discográficos. Grupos como Los Zheros, Los Destellos, Los Mirlos, fusionan la cumbia con elementos del rock psicodélico. Entre tanto es el folklore y la nueva canción los estilos que predominan, algunos grupos como You, Frágil y Up Lapsus hacen su aparición. Sin embargo, no será sino hasta entrada la década de los 80s que empiezan a atraer la atención del público masivo. Pedro Cornejo, en “Alta Tensión, los cortos circuitos del rock peruano”, nos dice al referirse a este período entre fines de los 70s y principios de los 80s: “Estaban los grupos que se inscribían dentro del rubro de rock progresivo (Frágil, Nice, Crisis, Mar Di Grass). Se presentaban en cine clubs como el Don Bosco, o el Champagnat, en auditorios como el del Colegio Santa Úrsula o El Olivar de San Isidro”, Más adelante agrega: “Y estaban los grupos que tocaban en el Centro de Lima en una serie de locales del Jirón Cailloma, bandas como: Araña, Up Lapsus, Agresión, La Máquina del Rock, que tenían una orientación más achorada y rocanrolera. Otra corriente importante estuvo constituida por bandas como Cimento, Soljani, Andrómeda, Abiosis, Kotosh, Madrigal, Temporal, Del Pueblo, entre otras, que cultivaban el hard rock, el folk rock y la fusión con música andina”. Muchas de estas bandas mencionadas tendrían una existencia fugaz y apenas unas cuantas dejarían material grabado. A ellas hay que sumar la aparición de bandas como Anarquía (el primer grupo punk peruano, de 1977), Durazno Sangrando y Benito La Costa. Sería Frágil el grupo que descollaría de toda esta camada de nuevas bandas. La publicación de su álbum “Avenida Larco” (1980) y del tema del mismo nombre, los catapultaría y se convertiría en una de las bandas más importantes de estos años. Fueron los encargados de reintroducir el rock a los medios masivos, gracias también a la difusión de su videoclip “Avenida Larco”: el primero que se realiza con una banda de rock en nuestro país. En simultáneo se iría germinando otro movimiento conocido como Rock Subterráneo, movimiento de hardcore punk anarquista, del cual Kola Rock, liderado por Edgar Barraza (Kilowatt) sería uno de sus antecedentes.

Frágil En un artículo publicado en marzo de 1986 escribió Sigfrido Letal (Oscar Malca): “Lo de los subterráneos les viene por su intransigente oposición al mercantilismo y por su postura contra los grupos institucionalizados del rock nacional. Asimismo por el circuito de producción, circulación y consumo en el que se mueven”. Valga decir maquetas y grabaciones artesanales, fanzines y escenarios alternativos como la Carpa Teatro, creada por el grupo Los Bestias. Algunas de las bandas del rock subterráneo que destacaron fueron: Leusemia, Narcosis, Zcuela Cerrada, Guerrila Urbana, Autopsia, Ataque Frontal, Exodo, Voz Propia, Yndeseables, SdM, Salón Dadá, Flema, Kaos, María T-Ta, Delirios Kronicos, T de cobre, Feudales, TBC, Pánico, Eructo Maldonado, Eutanasia, Lima 13 y muchas más. El rock subterráneo, a pesar de ser predominantemente hardcore punk, diversificó sus estilos hacia el sonido del rockabilly, post punk, techno, ska, fusión y noise. Fue una época fecunda en que artistas, poetas y músicos trabajaban en conjunto en medio de un entorno violentista por la aparición de grupos terroristas y una fuerte crisis económica. Fueron pocos los grupos que lograron publicar discos profesionalmente, solo Leusemia y Eructo Maldonado tuvieron ediciones en LP, los demás daban a conocer sus grabaciones a través de maquetas. Con un sonido “lo fi” pero provistos de visceralidad, esas maquetas cruzaron las fronteras. De todas ellas, el “Primera Dosis, y el “Volumen II”, son dos referentes indispensables. Ha quedado también para la posteridad el documental “Grito Subterráneo”, dirigido por Julio Montero. Hay que mencionar que algunos grupos de fusión, como Del Pueblo y Del Barrio que alternaban con los subterráneos, lograron también un reconocimiento

grande, tocando en grandes festivales y publicado diversos discos en formato vinilo. En simultáneo al rock subterráneo estaban las bandas que habían tomado los medios masivos y que eran la respuesta local al boom del hisparock. Así grupos como Arena Hash, Rio, Danai, Jas, La Banda Azul, Tv Color, Miky Gonzales, entre otros, llenaban coliseos y las estaciones de radio. Canciones como La “Universidad”, de Río, “Lola” de Miki Gonzalez y “El rey del Ah Ah Ah” son parte del imaginario musical de esa década. Pero los 80s tuvieron más rock, la escena metalera fue también fructífera y bastante organizada con conciertos multitudinarios. Entre las bandas peruanas más destacadas de aquellos años se encuentran: Mazo, Masacre, Oxido, Hadez, Mortem, Sentencia, Curriculum Mortis, Kranium, entre otras. Finalizado los 80s empieza a desvanecerse la llama de lo que fue el rock subterráneo. La escena hardcore y metal cruza sus mundos y empieza a dar sonidos radicales, artistas que se inscriben en el universo del grindcore, el noisecore y el industrial noise. Así aparecen nombres como Atrofia Cerebral, Spasm, Audición Irritable, MDA, Distorsión Desequilibrada, Esperpento, etc. Ya entrado los 90s hay diversos cambios políticos y económicos que repercuten en la escena musical. Como por ejemplo el ingreso al poder de Alberto Fujimori, quien en 1992 disolvió el Congreso y realizó un autogolpe de Estado, iniciando un gobierno autoritario de reformas neoliberales. Pedro Cornejo escribe: “Uno de los efectos inmediatos de esa liberalización fue la apertura de las fronteras económicas a todo lo que viniera del extranjero y la reinserción del Perú en el mapa de la economía mundial…en el plano local todo ello se tradujo en el resurgimiento de una escena “comercial” encabezada por solistas tremendamente exitosos.” Y así mientras los pubs daban a conocer a bandas como Beat Sudaka, Mar de Copas, La Liga del Sueño y posteriormente a grupos como Acidos Acme, Cimarrones, Avispón Verde, Circo Ficción o El Aire. La escena comercial deliraba con el éxito de Los Nosequien y Nosecuantos, Pedro Suárez Vértiz, el remozado Miki Gonzáles, Dudo, Sangre Púrpura, Julio Andrade, Nina Mutal, Tierra Sur y Turmanye. Por su parte muchos de los grupos del rock subterráneo empiezan a reaparecer, como Leusemia, G-3 y Voz Propia, y empieza a resurgir una escena alternativa de rock gracias a la aparición de sellos discográficos como Navaja Producciones, Eureka Records y GJ Records. Surgen por estos años artistas como Dolores Delirio, Huelga de hambre, Reset, Metadona, Los Mojarras, El Guetto, Radio Criminal, Combustible y Rafo Ráez, cuyos videos dan a conocer también a una nueva generación de directores peruanos de videoclip y algunos logran entrar en rotación de la cadena MTV.

Los Mojarras La movida irá creciendo en conciertos y festivales cada vez más grandes como el recordado Niño Malo del estadio Manuel Bonilla de Miraflores, que reunió a 10 mil personas. En simultáneo grupos como Hipnoascención, Espira, Evamuss, Catervas, Avalonia y Resplandor dan vida a una efervescente escena de neopsicodelia y rock experimental underground, al que más adelante se suman grupos como Octavo Nervio, Asido Tubalius y Electro-Z. Estos últimos graban y publican un CD de manera profesional con la producción de Rafo Arbulú. Desde provincia llegan noticias de bandas como Cleopatra (La Oroya), Suicidio Temprano (Trujillo), Ruidosfera y Kawide (Arequipa). La escena alternativa no dejará de dar a conocer a bandas vinculadas a los sonidos más duros y corrosivos como: Maestro Canibal, Dios Hastío, Confronto, PTK, Héroe Inocente, Autonomía y Metamorphosis. Por otro lado estaban las bandas de punk melódico como Futuro Incierto, Decisión Final, Inyectores que van a ser los antecedentes directos de bandas como Dalevuelta, 6 Voltios, Diazepunk, Terreviento y Tragokorto, que se dan a conocer en los dos mil. Tratar de resumir todo lo acontecido desde los inicios de los dos mil en adelante es difícil. Lima, Trujillo, Arequipa y Cajamarca, son ciudades que han experimentado una diversificación de propuestas musicales en lo que se refiere al rock. Los grupos se han multiplicado al igual que los locales de conciertos y los festivales. El abaratamiento de la tecnología ha hecho posible que se pueda grabar discos sin recurrir a un estudio profesional. El multicopiado y la aparición del formato mp3, así como internet (youtube), han permitido generar una difusión alternativa con la aparición de blogs y webs especializadas. Esto ha generado la aparición de sellos discográficos independientes, que abogan por un estilo y una ética. Así finalizado los 90s y el inicio de los dos mil se dan a conocer sellos como: Mundano, Aloardi, Descabellado, Contraorden, Internerds, Dorog, Buh Records, Plastilina, Repsycled, Sonidos Latentes, Automatic, Cuaderno Roto, Ogro Records, Fast Kids Crew, La Flor Records,

Xaria Music, Mamacha, Urbanoide, Cósmica, Identidad, Hype Records y A Tutiplen, entre otros. Uno de los fenómenos más visibles a escala global lo constituye la cultura de lo retro. Se genera el boom de las reediciones y la recuperación de artistas del pasado, vinculado a revivals musicales de todo tipo. En nuestro país los grupos que mejor han encarnado ese fenómeno han sido los Manganzoides, Vaselina, Los Stomias, Los Silver Mornings, Cesar N y Confuzztible (Arequipa), Los Protones y Los Castigos. Los primeros han versionado a grupos como los Saicos, cuyas grabaciones fueron reeditadas hacia fines de los 90s por el sello español Electro Harmonix. Esto los convirtió en una banda de culto en el mundo entero, generando un boom por el rock peruano de los 60s y 70s. A esa reedición se sumó “Back to Perú”, publicado por el sello español Vampisoul, que terminó de crear el culto por el rock peruano de este período. Sellos como Lazarus en Estados Unidos y Repsycled en el Perú se han dedicado a la reedición de estos álbumes difíciles de encontrar.

Manganzoides Y así como el rock, la cumbia psicodélica es el otro gran género musical que ha gozado de internacionalización y muchas bandas de rock han empezado a virar su sonido hacia la cumbia. Los Mojarras y La Sarita ya habían marcado el camino, pero ahora grupos como Bareto, Barrio Calavera, La Nueva Invasión, Los Chapillacs, se han convertido en estandartes de una remozada escena de rock fusión que tiene a la cumbia como principal ingrediente. Están también las bandas crossover que han fusionado el metal con el hip hop, como Demente Común, Area 7, Valium (cuya guitarrista y vocalista Veronik ha

seguido una carrera en solitario), Por hablar, La raza, Ni voz ni voto. La presencia femenina en el rock ha estado también encarnada por grupos como Las Tabas y Atómica. Por otro lado, están las bandas de ska y sus diversas variantes: Psicosis, Carnaval Patético, Asmereir son las bandas más emblemáticas. A fines de los 90s apareció Turbopótamos, quienes se encargaron de dar a conocer dicho género a una nueva generación. De ahí llegarían bandas como: Adictos al Bidet, Pura Merka, Vieja Skina, Na que ver, Antistatika y más. Y mientras la escena alternativa ha seguido creciendo con festivales que se realizan en el cono norte y en Lima, grupos como: Libido, Mar de Copas, Leusemia, Amen, Laguna Pai y Francoise Peglau ratifican su lugar como bandas a la cabeza de festivales. Esto debido a su poder de convocatoria en festivales de rock masivos y del circuito independiente. A esto hay que agregar la actividad que vienen realizando los sellos discográficos al igual que las bandas que desarrollan su carrera desde la autogestión. Plug Plug es una de las bandas que ha generado en el circuito alternativo una gran acogida, y a partir de su aparición, han surgido bandas como: Buh, Millones de Colores, Pony, Un viejo Arco Iris, Ciudad Papel, Procrastinación 1, Fiesta Bizarra (Trujillo), Tony Danza (Arequipa), Kali Iuga (Moquegua), que tienen un sonido vinculado al screamo y el post hardcore. Plug Plug también ha compartido escenario con bandas como Kinder o Pilotocopiloto, que tienen más bien un sonido asociado a la psicodelia, space rock, el rock experimental y el noise rock. También se puede descubrir en bandas como: La Ira de Dios, Serpentina Satélite, Hamann, Henry Gates, Macondo, Eter-k, Moldes, Ertiub, El Mundo de Pecval, El hombre misterioso, Las Vacas de Wisconsin, Juan Sayago, Avida, Christian van Lacke y la fauna, Antena, Brayan Buckt, Peter Pedro (Arequipa), Yushimi, Panyoba, Puna, Zetangas, Virgen Sideral, Montibus Communitas, Bondage (Trujillo). Algunas más pesadas como: Reino Ermitaño, Locomotora, Caballo de Plomo, Cobra, Cholo Visceral, Don Juan Matus, El cuy, Liquidarlo Celuloide, Fiorella 16 (Arequipa). En la otra orilla, podemos encontrar más bien un renacimiento del formato de rock melódico con artistas como: Gomas, Ciudad Grajea, Almirante Ackbar, Mundaka, Gris Volta, Los Zapping y Amadeo Gonzales.

La Ira de Dios Por otro lado, están las bandas de rock progresivo, un género que ha tenido en grupos como Leusemia (sonido punk rock) uno de sus principales representantes (Daniel F, líder de la banda, lanzó a fines de los 90s un fanzine dedicado al rock progresivo). Entre las bandas de progrock que aparecieron en la última década se encuentran: Presidente Morsa, Nudo de espejos, Tanuki Metal, Stretch It to the limit, Flor de Loto, El cerebro de Gregorio Samsa, Locomotora, Circo al Eden, Tabla Espacial, Syenite y Supay. Por otro lado se encuentran las jóvenes bandas de rockanroll, cuya crudeza ratifica la tradición del rock directo y de sonido frontal que desde el rock subterráneo no deja de tener cultores, podemos mencionar de una extensa lista a: Cocaína, Morbo, Varsovia, Eva y John, Los Hijos de Culto, Alias La Gringa (Arequipa), entre otros, que van dando forma y cuerpo a la nueva movida roquera nacional. Bibliografía CORNEJO, PEDRO: Alta Tensión, Los cortos circuitos del rock peruano, EMECE, 2002 ROTONDO, CARLOS TORRES: Demoler, Un Viaje Personal por la primera escena del rock en el Perú (1957-1975), Revuelta Editores, 2009 SOTANO BEAT: Dias Felices (Contra Cultura, 2012)

Rock peruano: los orígenes Hace poco más de sesenta años, músicos locales y extranjeros dieron inicio a la movida del rock en nuestro país.

Francisco Melgar Wong 05.06.2016 / 12:00 pm El rock peruano nació diez años y trece días después del final de la Segunda Guerra Mundial: el 15 de setiembre de 1955. Ese día se estrenó en cines locales Blackboard Jungle, o según la traducción castellana: Semilla de maldad. Gracias a una canción de Bill Haley que sonaba en la película, el éxito del filme entre los jóvenes limeños fue explosivo e inmediato. No pasaría mucho tiempo para que el sello discográfico El Virrey editara la canción —“Rock Around the Clock”— en versión nacional, en clásico formato de carbón para velocidad de 45 r.p.m. Poco después, cuando el tema ya era parte de la programación habitual de las radios locales, la verdad se hizo aún más evidente: el rock and roll no se iba a ir tan rápido de Lima. En realidad, no se iba a ir nunca. Bajo la estela cinematográfica de Blackboard Jungle y el poderoso sonido de Bill Haley, dos bandas locales empezaron a practicar el nuevo ritmo: La Orquesta de Eulogio Molina y Los Millonarios del Jazz. Es importante anotar que en ambos casos la etiqueta de “rock and roll” no refiere ni a un estilo de vida ni a una subcultura juvenil, sino únicamente a la elección de un estilo musical. La banda de Eulogio Molina, por ejemplo, interpretaba éxitos tropicales en las fiestas más exclusivas de la época —el famoso ochenio del general Odría— y sus músicos eran curtidos profesionales que podían pasar de meditativos temas de bossa nova a sones de La Sonora Matancera. Esto le permitió al grupo acomodarse rápidamente —aunque de un modo un tanto artificial— al nuevo ritmo de moda. De hecho, el primer disco de rock and roll hecho en el Perú fue grabado por La Orquesta de Eulogio Molina, y fue editado por el sello MAG el 22 de enero de 1957. Los primeros rock and rollers Antes de grabar el disco fundacional del rock nacional, la orquesta de Molina cambió su nombre a Eulogio Molina y sus Rock & Rollers, y convocó al cantante Mike Oliver (Michael Ángel Olivera Bauza, según registros oficiales) para que le diera voz a los dos temas de Bill Haley que integrarían la placa: “Mambo Rock” y “Razzle Dazzle”. Si comparamos la versión de “Mambo Rock” que grabaron los Rock & Rollers con la versión original de Haley, podemos empezar a darle sentido a los primeros pasos del rock en el Perú. De arranque, Dick Boccelli, el baterista de Haley, tiene un toque mucho más simple que el baterista de los Rock & Rollers, Adolfo Bonariva, quien, en lugar de mantenerse en el ritmo básico de 4/4, sale en busca de espacios abiertos para hacer fills, muy parecidos a los que se escuchaban en las bandas de bebop a finales de los años 40. Por otro lado, Mike Oliver canta con una tonalidad parecida a la de Haley, pero se le escucha un tanto distante, como si estuviera leyendo la letra tipografiada en un papel bond. Todo esto hace que la versión de Haley suene mucho más contundente y ordenada, lo que le permitió a sus músicos deslizar detalles que sorprenden y estimulan al oyente,

como, por ejemplo, una serie de inspirados glissandos que suenan a disparos de película del oeste. Al escuchar ambas grabaciones, uno se queda con la sensación de que la banda de Haley ya había encontrado un estilo depurado y maduro para su versión country swing del rock and roll, quizás porque ellos mismos habían inventado el estilo; mientras los Rock & Rollers apelaban a distintas influencias y recursos musicales para enunciar algo legible. Para decirlo de otra manera. Si la versión de Haley tiene la definición prístina de una fotografía en blanco y negro de los años cincuenta, la de Molina tiene la textura de un daguerrotipo francés del siglo XIX: uno tiene que imaginar los contornos para hacerse una idea de la figura que hay en él. Del jazz al rock El segundo disco de rock and roll grabado en el Perú, y editado pocas semanas después del disco de los Rock & Rollers, lo hicieron Los Millonarios del Jazz. Su disco abre otro camino en la historia del rock hecho en el Perú. Para empezar, los Rock & Rollers eran músicos profesionales; y los Millonarios eran, más bien, amateurs. Este hecho, como veremos, fue crucial para su sonido, y también para su original aproximación al rock and roll. Los Millonarios del Jazz fueron formados en 1956 por Pat Reid, un irlandés fanático del jazz que llegó al Perú como técnico naval, contratado por el gobierno del general Odría. Al igual que otros melómanos, Reid no era un músico profesional, sino un aficionado con enormes habilidades musicales. Si bien en algunas ocasiones llegó a fungir de cantante de la banda, el instrumento que lo caracterizaba era la batería, con la que se lucía con un peculiar estilo, similar al de los bateros de las grandes bandas de swing y del jazz primigenio de Nueva Orleans. El resto del grupo lo conformaban el contrabajista Guillermo Vergara, el cantante Francescoli Quintana, el guitarrista Elías Ponce, el pianista José Morelli y el clarinetista argentino Jorge Mirkin, quienes frecuentaban el Club Astoria de Miraflores, punto de encuentro de los limeños aficionados al jazz, ubicado en el sótano de un edificio en la quinta cuadra de la avenida Diagonal. Gracias a los contactos de Elías Ponce con los dueños de las radios locales, la banda fue contratada por radio El Sol para tocar canciones de jazz en un programa dedicado a la música anglosajona. Fue en esta época feliz de la banda que Ponce y Mirkin tuvieron la idea de versionar “Rock Around the Clock”, la canción de Bill Haley que en ese entonces causaba furor entre los jóvenes limeños. El hecho de que el estilo country swing de “Rock Around the Clock” estuviera musicalmente emparentado con las sonoridades del jazz que practicaban los Millonarios explica la rapidez con que el grupo hizo suyo este formato, incluso llegaron a componer una canción con el sonido de la banda de Haley. Este es un dato importante. Si bien los Rock & Rollers fueron los primeros en grabar un disco de rock and roll en el Perú, los Millonarios fueron los primeros en componer una canción del género. El tema “Rock With Us”, escrito por Morelli y Reid, fue grabado por la banda en el verano de 1957. Esta canción fue el único tema original incluido en el primer y último álbum de larga duración de la banda, conocido simplemente como Los Millonarios del Jazz y editado por el sello Sono Radio en 1957. El resto de la placa lo completan clásicos del pop americano y del jazz, todos interpretados con júbilo, convicción y elegancia, siguiendo el estilo western swing pauteado por la banda de Haley.

Aquí vale la pena hacer un excurso. El estilo western swing estándar, que la banda de Haley llevaba consigo como parte de su ADN, consiste en un patrón rítmico de 4/4 sobre el cual van apareciendo riffs de una sencillez contundente —imaginen a un elefante borracho tratando de caminar sobre una línea pintada en la vereda—, todos tocados por la guitarra eléctrica, el saxofón o el clarinete, aunque en ocasiones también podían intervenir el piano y el violín. Si bien hay un componente rhythm and blues en este estilo, su base principal se halla en el swing de los años 40, en especial la versión que hizo famosa la banda de Lionel Hampton. Dado que las habilidades musicales de los Millonarios estaban enraizadas en su fanatismo por el jazz, adaptarse al estilo de Haley les costó mucho menos trabajo que a los Rock & Rollers. Y el resultado fue evidentemente superior. Y es que a diferencia del vidrio empañado a través del cual intentamos percibir la música de los Rock & Rollers, los Millonarios constituyen una vista panorámica del género en su más clara expresión. Reid lleva el ritmo con absoluta consistencia, consciente de que las canciones necesitan persistencia y no adornos: la labor del baterista en una banda como esta es pavimentar el camino sobre el cual van a dialogar el saxo y la guitarra, y cualquier intento por sobresalir acaba difuminando y evaporando la solidez de la canción. Por ello, el conocimiento del género que poseían los Millonarios fue crucial para concretar su propuesta musical. Así, con el tiempo y el ritmo asegurados por la batería de Reid, Elías Ponce y Jorge Mirkin pudieron despacharse a sus anchas en sus respectivos instrumentos, creando riffs y líneas melódicas que se seguían una detrás de otra con sincronizada inspiración. El interés que los melómanos locales deberían mostrar por el primer disco de Los Millonarios del Jazz no es meramente histórico, arqueológico o sociológico, ya que hay material con un valor musical propio, que todavía espera ser redescubierto. Unos meses después, en febrero de 1958, la disquera Sono Radio lanzó Potpourri Carnavalesco, un LP que incluía dos canciones catalogadas como rock and roll: “San Louis Rock”, interpretada por Los Millonarios del Jazz; y “El Rock and Roll”, interpretada por el dúo cubano Marfil Morales. La canción de los Millonarios era una versión de un blues escrito por W. C. Handy en 1914, aunque interpretada al estilo de la banda de Bill Haley. La canción de Marfil Morales era esencialmente una guaracha que narraba la llegada del rock and roll al Caribe. Tras la disolución de la Los Millonarios del Jazz, el guitarrista Elías Ponce fundó uno de los estudios de grabación más conocidos en Lima, donde se registrarían algunos de los discos de rock más populares de los años 80. Reid, por su parte, se quedó en el Perú y continuó animando esporádicamente conciertos de jazz tradicional. El Haley pasa por Lima Si hay una influencia alrededor de la cual gravitó la primera escena del rock en el Perú esa fue la de Bill Haley. Esta enorme fuerza gravitatoria declinó poco tiempo después de que el propio Haley llegara a Lima, en octubre de 1960. En 1958 los canales de televisión nacional ya habían abierto sus señales y los programas musicales eran una parada obligatoria para todo grupo que buscara ser masivo. Haley y su banda llegaron a Lima para presentarse en Panamericana TV, entonces Canal 13, en un programa conducido por Pablo de Madalengoitia. Debe recordarse que en 1960 el número de aparatos televisivos

vendidos en Lima ya superaba las 50.000 unidades; además, los programas musicales como El Hit de la una, Cancioncísima, La hora de Pablo, El clan del 4 y Villa Twist permitieron que el rock and roll siguiera vigente y que expandiera su audiencia. Sin la influencia de la televisión nacional es difícil imaginar la aparición de la enorme cantidad de bandas que surgieron en el Perú entre 1962 y 1964. Pero esa ya es otra historia. Al decaer el estilo de Haley, un nuevo ritmo de moda, el twist, empezó a propagarse por las radios y la televisión peruana. Buscando imitar el éxito que las versiones de Haley habían tenido en el pasado, el joven director musical Luis Delgado Aparicio seleccionó a un puñado de músicos locales y fabricó a Los Astoria Twisters, un quinteto que interpretaba versiones en español de los grandes éxitos del twist. El nombre de la banda era un guiño al popular club miraflorino donde solían presentarse Los Millonarios del Jazz, que para entonces ya se había convertido en un local donde escuchar y bailar el nuevo ritmo de moda. Los Astoria Twisters no fueron una banda original. Tanto por su origen como por la calidad de su música se parecían más a los Rock & Rollers de Eulogio Molina que a Los Millonarios del Jazz. Su reinado en la escena local culminaría en 1962, cuando el ídolo más grande del twist, Chubby Checker, llegó a cantar a Lima, lo que volvió innecesarias sus réplicas. La venganza de los amateurs Si hacemos a un lado a Los Millonarios del Jazz, el rock peruano de 1955 a 1962 se caracterizó por las iniciativas comerciales de productores televisivos, directores de orquesta y músicos profesionales que buscaban sacarle provecho a los ritmos juveniles del momento. Dentro de esta modalidad comercial vale la pena rescatar al cantante Jorge Botteri. En 1959, poco después de culminar sus estudios en el colegio Leoncio Prado, Jorge Botteri participó en la adaptación tropical que la orquesta de Lucho Macedo hizo de “Little Devil”, uno de los primeros éxitos internacionales de Paul Anka. Después de esta grabación, Botteri optó por alejarse de la orquesta, decidido a convertirse en un cantante de rock and roll. En 1961, contratado por MAG, grabó un 45 y dos LP con versiones de las canciones de rock más populares del momento. En estas grabaciones, en las que Botteri estuvo acompañado por el grupo Duraznito —en el que Pablo “Melcochita” Villanueva fungía de músico de apoyo— ya se nota un estilo de rock and roll distinto al de Haley y más cercano a Little Richard y al rockabilly de Elvis Presley. De hecho, en una de sus mejores canciones, la frenética “Presumida”, Botteri canta sobre Elvis Presley: “son elegantes tus fiestas, y, caray, que va gente”, se queja Botteri, para luego añadir: “todos hablando de hombres ilustres, ¡y de Elvis Presley nadie habla jamás!”. Aunque fueron concebidos por MAG como un lote de versiones locales de éxitos foráneos, los discos de Botteri destellan una vitalidad ausente en casi todos sus predecesores. Duraznito suena como una banda de rock and roll cuyo estilo está situado justo en el límite que separa la alegría y el arrebato. Botteri, por su parte, se deja llevar por sus poderosas y singulares interpretaciones, que ya anuncian al contingente de músicos aficionados que a partir de 1962 irrumpiría en la escena, una horda de amateurs decididos a dejar su marca personal en la historia del rock peruano. Es revelador darse cuenta de que ya en este primer período del rock peruano, la producción musical avanzaba en dos caminos paralelos. El primero, en el que

podemos incluir a Eulogio Molina y sus Rock & Rollers y a Los Astoria Twisters, lo constituyen bandas de músicos profesionales, fabricadas por productores y directores musicales con la intención de reinterpretar éxitos foráneos en una versión local. El segundo, en el que podemos incluir a Los Millonarios del Jazz y a Jorge Botteri, abarca a melómanos que se volvieron músicos a partir de su pasión por un género musical. Esta segunda línea, en la que ya encontramos temas propios, es la que continuarán bandas como Los Saicos y Los Yorks, ya a mediados de los años sesenta. A menudo se suele empezar a contar la historia del rock peruano desde aquí, desde la aparición del primer single de Los Saicos. Pero la historia, como ya hemos visto, arranca diez años atrás.

Rock subterráneo: la furia de los ochenta La publicación de un libro y una exposición en el MAC recuperan la memoria de una década frenética, de crisis y contracultura

Dante Trujillo 15.01.2017 / 08:00 am Los ochenta no fueron una década feliz en nuestro país. Hacia la segunda mitad, principalmente durante el primer gobierno de Alan García, la situación parecía, más que precaria, insalvable: la crisis económica solo ensanchó la brecha social, agravada por la locura asesina de Sendero Luminoso y el MRTA, y las ominosas reacciones en las que cayeron, en no pocos casos, las fuerzas del orden. Vivíamos sumidos en la escasez, recluidos por toques de queda; apagones; bombas; falta de dinero, de oportunidades, de trabajo. Imperaban el racismo, la discriminación y el miedo. El país estaba fracturado. No había futuro a la vista. Así, ser joven no era fácil.

El contexto socioeconómico de los ochenta alimentó el espíritu contestatario de los subterráneos. (Foto: subterock.com)

Como sucediera años atrás en otras latitudes que sufrían problemas socioeconómicos análogos —piénsese en el Reino Unido, por ejemplo—, un grupo de muchachos provenientes de diversos estratos encontró en la música —otra música, muy distinta a la que propalaban las radios— y en la contracultura una ventana por la cual saltar, en algunos casos, cuando no salir a dar pelea, a poner la mano completa en la llaga. Más o menos, la versión peruana del punk se llamó subte. Y como todo movimiento generó su propio aparato, medios de expresión y puntos de encuentro: conciertos donde se ‘pogueaba’ hasta el desmayo; casetes y fanzines que pasaban de mano en mano, producidos con más ingenio que recursos; y una estética propia, singular, que se podía

distinguir en afiches, cortes de pelo, discursos contra el conservadurismo y el estado de la cuestión. Era la ‘movida’ versus el ‘sistema’. Asimismo, aunque nunca constituyó tanto una organización como una actitud, la movida subte en Lima tuvo, además de adeptos —hoy en su mayoría frisando los cincuenta años—, su propia épica, encarnada en quienes se trepaban a los escenarios de la Concha Acústica del parque Salazar, de la Jato Hardcore o del mítico No Helden a gritar sus verdades sobre riffs de guitarras baratas y baterías de lata. Cada una en su estilo, a veces, incluso muy distinto entre sí, bandas como Leuzemia, Narcosis, Zcuela Crrada, G-3, Sociedad de Mierda, Eutanasia, Voz Propia y más (unas 200) formaron el soundtrack de esos malos años. De ello han pasado tres décadas y mucha agua bajo los puentes de Lima. Un tiempo y una distancia más que suficientes para acercarse al fenómeno, rescatarlo para quienes no lo vivieron, y tratar de comprenderlo. *** Lima, 2004. Presentación del disco "El Ingreso" de Voz Propia en el auditorio del Centro Cultural de España. (Foto: Carolina Guerrero)

Hace poco más de cuatro años, la economista y especialista en políticas públicas Fabiola Bazo —quien reside desde hace décadas en Canadá, desde donde se da maña para codirigir la página web Subte Rock— comenzó a tramar un proyecto que asiera, mostrara y tratara de comprender el fenómeno subterráneo en nuestra capital, siguiendo el camino testimonial que comenzara con el documental Grito subterráneo (1987), dirigido por Julio Montero, y libros como Alta tensión (2002), de Pedro Cornejo, Los sumergidos pasos del amor (2007), de Daniel F y Se acabó el show (2012), de Carlos Torres Rotondo. Para ello entrevistó a muchos de sus integrantes y recopiló abundante información, lo que terminó en un libro compuesto por 14 textos entre el ensayo y la crónica testimonial llamado Desborde subterráneo: una contracultura juvenil en tiempos violentos (Lima 1983-1992).

El título del libro es una alusión al clásico de José Matos Mar Desborde popular y crisis del Estado. El nuevo rostro del Perú en la década de 1980, donde revelaba la convivencia de dos circuitos económicos: el oficial, constituido por el “universo registrado de personas que operan en el comercio, la producción, transporte y servicios al amparo de las leyes civiles”; y otro contestatario y popular “en el que opera un universo de empresas y actividades no registradas, que se mueven fuera de la legalidad o en sus fronteras, frecuentemente […] desarrollando creativamente sus propias reglas de juego”. En ese sentido, como señala Bazo en la introducción de su libro, “los subtes se encargaban de escribir, producir, distribuir y difundir su producción musical, siguiendo el ethos del ‘hazlo-tú-mismo’, fuera del circuito oficial de música comercial (disqueras, radios), que era indiferente a tendencias musicales alternativas. Y lo hicieron durante un periodo de rampante recesión económica que generó altos niveles de desempleo e hiperinflación y que afectó directamente sus posibilidades de encontrar un empleo digno para ganarse la vida”.

2001. Concierto de reencuentro de Narcosis en la Discoteca Kaoz del Cercado de Lima. (Foto: Francisco Sanseviero)

Asimismo, añade que “el contexto socioeconómico y político sin futuro de los ochenta alimentó el espíritu contestatario, ‘antitodo’ y, en algunos casos, nihilista de los subterráneos, pero también generó divisiones dentro de la escena, que se convirtió en el escenario de las disputas de clase y polarización social que caracterizaron esa década. En Desborde popular, Matos Mar hizo hincapié en el ‘divorcio entre el Estado y la sociedad’ y la existencia de ‘dos Perúes paralelos’. Por un lado, el Perú marginado, ‘plural y multiforme’; y, por otro, el ‘Perú oficial’, que mantenía claras divisiones étnico-raciales y se apoyaba en la autoridad de las instituciones tradicionales (familia, Iglesia y Estado). Este segundo fue lo que los subtes denominaron el ‘sistema’ y contra el cual desataron toda su rabia a través de su producción estética”.

A propósito de dicha estética, durante el camino Fabiola Bazo entró en contacto con el coleccionista y curador Alberto Candia —en los ochenta, una de las cabezas de un importante medio difusor como la recordada revista Esquina—, quien posee la más amplia compilación de memorabilia subte: desde casetes hasta videos, fanzines, volantes, afiches, y demás piezas de arte gráfico variopinto. “La nostalgia mueve muchas cosas, porque es un estado perdido al cual quieres volver. No quiero decir que regrese esta misma escena, sino que se comprenda todo el contexto sociocultural de una época violenta. A los subtes les jodían los tombos, el cole, su jato; querían salir de ese entorno y, al hacerlo, encontraban que tenían muchos pares fuera, y hallaban reconocimiento en la identidad”, explica Candia. Todo el proyecto de Bazo y Candia es también un imperdible viaje a la nostalgia. —Entrevista a Fabiola Bazo— En la introducción del libro mencionas que Carlos ‘Boui’ Magan [bajista de Voz Propia, muerto hace un año exactamente] te dijo que ojalá tu investigación sirviera para que más gente conociera lo que sucedió durante el tiempo que le sirve de marco. ¿Ese fue tu propósito al asumir la empresa? Hay jóvenes que tienen mucha curiosidad acerca de lo que pasó en los ochenta, cuando no había Internet y no todos contaban con televisión a colores en sus hogares, ni se podía acceder a objetos importados y cosas así. Un tiempo anterior a la globalización. Por otro lado, hay miembros de esa generación que la recuerdan y reflexionan al respecto; ellos ahora tienen hijos y se dan cuenta de que estos están creciendo y entrando en la juventud en un contexto social y económicamente muy distinto, y con menos conservadurismo en ciertas áreas. Lo que noté en mis conversaciones con los subterráneos fue que para algunos reflexionar sobre este periodo resulta importante, incluso terapéutico; mientras que una minoría prefiere no hablar al respecto: les es como tabú. Quizá porque tienen problemas emocionales todavía por resolver. Y otro grupo, minoritario también, sigue atrapado en su juventud.

El guitarrista "Cachorro" Fernando Vidal, en el concierto de reunión de Narcosis.(Foto: Paco Sanseviero) Sin embargo, en alguna parte señalas también que hoy se habla del fenómeno subte más que nunca. ¿A qué crees que se deba? ¿Está lo subte de moda? No lo creo. Si así lo fuera, los conciertos serían multitudinarios y se tocaría su música en las radios. No, no es moda. Es atractivo para aquellos interesados en lo que está fuera de lo mainstream, pero no son la mayoría de limeños, y menos de peruanos. “Considerando en frío, imparcialmente”, ¿crees que se trató de algo relevante a nivel cultural? No lo veo como una transformación cultural, pero sí pienso que fue una de las manifestaciones contestatarias del desborde de Matos Mar desde el punto de vista de chicos de clase media urbana interesados en el rock.

Más que una relevancia cultural, pienso que se ha desarrollado una especie de culto. Por ejemplo, cuando lees acerca de conciertos de grupos como Voz Propia, se refieren muchas veces a “la banda de culto”, y es porque tienen seguidores dedicados que van a sus conciertos y se saben las letras de sus canciones y las interpretan con la banda ¿Habría una idealización romántica del movimiento? Hay algo de eso en la narrativa que se ha producido en la última década. Son varias novelas llenas de candor que nos acercan a las mentes de varones que participaron en esa escena. Como madre de un adolescente, leo esas novelas con empatía porque siento que había muchos jóvenes que se sentían solos y dependieron muchísimo de sus pares, para bien o para mal, para su desarrollo moral. [Se refiere, por ejemplo, a Al final de la calle (1993), de Óscar Malca; Nuestros años salvajes (2001), de Carlos Torres Rotondo; Incendiar la ciudad (2002), de Julio Durán; Generación Cochebomba (2007), de Martín Roldán Ruiz; La ciudad de los culpables (2007), de Rafael Inocente; y Lima subte (2012), de Ernesto Carlín].

2003. Concierto por los 20 años de Leuzemia. (Foto: Fernando Fujimoto) ¿Cómo surgió la idea de hacer la investigación? ¿Cómo fue el proceso? Cuando me integré a la Universidad Simon Fraser [en la Columbia Británica, Canadá] en el 2012, conocí al subdecano de mi facultad en una reunión. Conversamos de temas académicos y luego de música. Él había sido punk y cuando le conté que había surgido una escena punk en Lima a mediados de los ochenta mostró mucho entusiasmo y me alentó a que escribiera sobre el tema. Estaba muy interesado por saber más acerca del punk en el Perú y establecer comparaciones.

La idea original fue escribir un artículo para un journal. Fui a Lima con esa intención a fines del 2012. Conversé con una decena de subtes y volví a Vancouver a escribir. Sin embargo, estas entrevistas trajeron otras más. Se volvió una bola de nieve. En cinco meses empecé un blog con dos subtes: mi hermano, asistente de dirección del documental Grito subterráneo y baterista de Sin Kura y El Proceso; y con Luis Espinoza, editor de los fanzines Subterock y Konekción Rock. Gracias a ellos pude conocer a mucha gente de la escena. Hoy la página de Facebook de Subte Rock tiene miles de fans y he publicado avances de mi investigación ahí. Contamos con una selección de autores que participaron activamente en la escena. En el verano del 2014 volví a Lima con la intención de profundizar el trabajo en el blog. Comencé a recolectar más testimonios y me di cuenta de que podía escribir un libro. En junio de ese año me reuní con mis socios de Subte Rock y dos amigos más y les propuse armar una exhibición. La moción fue aceptada y redactamos una propuesta ¿Qué sorpresas te llevaste en el camino? Estoy muy satisfecha con el apoyo que me ha brindado la gente asociada a la escena. Incluso subtes que ahora radican en el extranjero. Todos desinteresadamente compartieron conmigo memorias muy personales y sus archivos, que significan mucho para ellos emocionalmente y que podrán apreciarse en la muestra. Hay gente muy generosa. Y aunque fue una experiencia que vivieron hace 30 años, a algunos todavía les mueve el corazón hablar sobre ello. Lamento no haber tenido una formación en psicología para poder llegar mejor a algunas personas y ser más sensible a sus experiencias: para algunos la movida fue un salvavidas.

Daniel F en el concierto celebrado por los 20 años de Leuzemia en el local "El Huaralino" del distrito de Los Olivos (Foto: Fernando Fujimoto)

¿Qué fue lo más importante para ti? Que para entender lo subte hay que entender los ochenta. Cómo se agenciaron estos chicos para construir un circuito alternativo de música con tan pocos recursos. Esa maqueta de Narcosis, Primera dosis, es una joya en ese sentido. La creatividad es incomparable. ¿Dónde están los subtes hoy? ¡Los hay todas partes! Conozco uno que es dentista en Alemania; otro, juez. Varios periodistas y diseñadores gráficos. También hay quienes todavía hacen música pero, como siempre, muy pocos viven solo de su arte. Si quieres tener una experiencia subte hoy, lo mejor es ir a Quilca y la plaza San Martín y a los bares aledaños durante los fines de semana. En esos conciertos caen los dinosaurios o arman sus tocadas. Treinta años después, más allá de lo evidente, ¿qué ha cambiado? Ya no hay conflicto armado, no hay apagones ni coches bomba, no hay recesión económica. Ahora se puede planificar un futuro. En los ochenta no sabías si al salir a la calle no volverías después, o si te agarraba el toque de queda. El escapismo y el consumismo no estaban presentes.

“El empujón brutal de Patricia Roncal” Un fragmento del libro Desborde subterráneo, de Fabiola Bazo.

1987. Patricia Roncal, conocida como María T-ta ,en entrevista con Mariella Balbi. (Foto: Desborde Subterráneo)

Patricia Roncal, más conocida como María T-ta, fue líder, vocalista y letrista de las bandas de rock subterráneo Empujón Brutal, la Concha Acústica y María T-ta y sus Puntas. María T-ta fue una de las pocas mujeres que asumió un rol de liderazgo dentro de la escena subterránea. Como música y portavoz, fue la primera en introducir una crítica a los roles de género de ese momento, en particular al machismo y al discurso antisistema subterráneo. […] Para María T-ta, como el resto de los subterráneos, el rock fue un vehículo de expresión y sirvió para romper esquemas. Los esquemas que ella eligió quebrar fueron el machismo, la doble moral sexual y la sexualidad femenina. Fue la primera en denunciar que, en ese momento, la mujer en el Perú estaba “recontra cagada, hasta las huevas” (Vélez 1987: 38) y que las primeras víctimas de la violencia del sistema eran las mujeres. […] Me cuenta Alberto, “el mundo de la T-ta era así, o te acostumbrabas o a la mierda nomás”. Sus presentaciones, entrevistas y publicaciones dejaban bien claro que se trataba de una mujer en un mundo masculino. Para ella el medio era el mensaje. Mírame, soy una mujer y esto es lo que quiero decirte: “Me puse el nombre de María T-ta porque para comenzar quiero romper con todo lo que es tabú sexual. Cuando tú dices teta, la gente se impresiona, se asusta, como si fuera algo fuera de lo común, como si fuera algo marciano, como si ninguna mujer tuviera tetas. Y ningún hombre, porque los hombres también tienen, atrofiadas pero tienen, ¿no?... una teta es lo más común, lo más rico, todo el mundo ha mamado alguna vez y sabe lo que es una teta no me vengan con cuentos”.

Ella denunció en una entrevista que ciertos valores “que imponen los padres”, como la conservación de la virginidad femenina hasta el matrimonio, son parte de la violencia del “sistema”. Definió la virginidad como “un valor impuesto” y “descartable”, que una vez perdido no era recuperable. Así que las chicas que no tienen “nada que perder” pueden mandarse “con todo y hacer rock”. Sin embargo, María T-ta no se consideraba feminista. En la entrevista que le hizo Julio Montero para el documental Grito Subterráneo (1987), indicó que había que combatir el machismo “sin llegar a militar en el feminismo”. El mensaje de María T-ta no se ajustaba a los parámetros libertarios y el código de conducta subterráneo. Un discurso antimachista que destacaba el libre ejercicio de la sexualidad femenina no fue apreciado. Cayó como “una patada en los huevos” en ciertos sectores subtes. Su agenda trasgredía a los trasgresores. María T-ta infiltró lo femenino, considerado doméstico y privado, por lo tanto no relevante, en una contracultura callejera y netamente masculina preocupada en denunciar cosas “serias”. Y, por eso, se le calificó de inauténtica, “posera”.

Entrevista 'sin editar' realizada a María T-Ta en 1987 por Julio César Montero Solis.

El libro

Nombre: Desborde subterráneo: una contracultura juvenil en tiempos violentos (Lima 1983-1992) Autora: Fabiola Bazo Editorial: Instituto de Arte Contemporáneo

Páginas: 220 Precio: S/ 80,00

Exposición Desborde subterráneo Lugar: Museo de Arte Contemporáneo de Lima (av. Grau 1511, Barranco) Fechas: Del 3 de febrero al 9 de abril Horario: de martes a domingo, de 10:00 a 18:00 Entradas: general, S/ 10,00; niños, estudiantes y jubilados, S/ 6,00 Más información: www.maclima.pe