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El principio de Rumpelstiltskin En 1972, el psiquiatra norteamericano Edwin Fuller Torrey (1937 - ) publicó El Juego Me

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El principio de Rumpelstiltskin

En 1972, el psiquiatra norteamericano Edwin Fuller Torrey (1937 - ) publicó El Juego Mental. El subtítulo, ‘Médicos brujos y psiquiatras’, no sólo indicaba lo esencial de su libro sino que también explicaba por qué éste creaba tanto entusiasmo como irritación. Torrey intentaba convencer al lector de que los psiquiatras occidentales modernos no son tan diferentes de los chamanes de las culturas no-occidentales (incluso también de las occidentales) de cualquier tipo; sanadores que emplean rituales de exorcismo y otras prácticas mágicas. Para algunos, el ‘médico brujo’ parecía estar rehabilitado; para otros, el psiquiatra había sido ridiculizado y humillado. Arthur Kleinman, en sus comienzos y ahora como una reconocida autoridad en psiquiatría transcultural y antropología médica, habló de ‘malos usos de las comparaciones interculturales, tales como incursiones deliberadamente ingenuas en la etnografía para desacreditar a los psiquiatras al equipararlos con una tendenciosa y vulgar apariencia de sacerdotes, chamanes y médicos brujos’. Personalmente, me fascinó en particular la primera parte del libro, en la cual Torrey analiza cuatro elementos de la psicoterapia que aparecen tanto en la psiquiatría como en los métodos de tratamiento de los curanderos mágicos. Él denomina a uno de estos elementos, ‘el principio de Rumpelstiltskin’. Torrey afirma que los doctores en la medicina somática convencional, no necesitan realmente comunicarse con sus pacientes. Lo importante es que el médico prescribe el medicamento correcto. Los efectos de la penicilina administrada no dependen de un buen diálogo entre el doctor y el paciente. Ese diálogo podría incluso no ser necesario. En muchos casos (yo concuerdo), la medicina puede reemplazar el diálogo. Algunos años atrás, la antropóloga sueca, Lisbeth Sachs, sugirió que, en Sri Lanka, la falta de comunicación entre el doctor y el paciente era la causa de la sanación: un medicamento es recetado sobre la base de un malentendido (el doctor no entiende al paciente y hace un diagnóstico incorrecto) En términos generales, es una gruesa exageración decir que la comunicación no es realmente importante en el encuentro entre un médico y su paciente; pero actúa como un trampolín para la solicitud de Torrey en cuestión: la psicoterapia sin comunicación es impensable. La esencia de toda psicoterapia son las palabras. Los psiquiatras escuchan las palabras de sus pacientes, hacen preguntas y finalmente definen la experiencia del otro. En concordancia con Torrey, la denominación en sí misma es ya un acto terapéutico. La ansiedad del paciente disminuye gracias al hecho de que un especialista confiable y respetado ha demostrado que entiende cuál es el problema. Torrey llama al efecto de este acto lingüístico, ‘el principio de Rumpelstiltskin’ y ‘la magia de la palabra correcta’. Denominar a los problemas es uno de los más importantes principios en todas las formas de psicoterapia. La identificación del problema es una señal para el paciente de que él no está solo con su enfermedad, sino que hay alguien que lo entiende. Además, el nombre del problema

psicológico promete la oportunidad de hallar una cura, debido a que si éste ha sido nombrado, por lo general, ha sido controlado. El motivo de queja es mencionado por su nombre completo y con indicaciones terapéuticas en el DSM, libro de referencia de los psiquiatras.